Llamó a los que él quiso junio Ambientación La celebración está presidida por doce velas, que representan a los doce Apóstoles. Durante el tiempo de meditación se pueden entonar algunos cánones que se irán repitiendo con mayor y menor intensidad: Ubi Caritas, etc. Monición de entrada La celebración vocacional de este mes, tiene un marcado carácter de alegría y esperanza. Con una sola alma y un sólo corazón, nos reunimos como verdadera familia en esta jornada vocacional. Queremos vivir y celebrar nuestro encuentro como verdaderos hijos de san Agustín. Celebremos el don de la vocación, fruto de alegría de Dios en nosotros. Sintamos el gozo de vivir la entrega y el amor de Dios dentro de la familia agustino-recoleta y pidamos al Señor que sean muchos los que se sientan llamados. Himno - canto Lectura evangélica (Mc 3, 13-19) Subió al monte y llamó a los que él quiso; y vinieron donde él quiso; y vinieron donde él. Instituyó Doce, para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar con poder de expulsar los demonios. Instituyó a los Doce y puso a Simón el nombre de Pedro; a Santiago el de Zebedeo y a Juan, hermano de Santiago, a quienes puso por nombre Boanerges, es decir, hijos del trueno; a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananeo y Judas, el mismo que le entregó. Reflexión Después de las llamadas de algunos discípulos en particular para ser sus apóstoles, Jesús convoca al grupo de los Doce. Vocación colectiva en la que aparece lo esencial del llamamiento religioso. "Jesús subió a la montaña, llamó a los que quiso y se fueron con Él". Este primer colectivo de discípulos reaccionó con la respuesta esencial cristiana: irse con Jesús para estar en su compañía. Queda claro que la iniciativa proviene de Jesús. Por qué, a éstos y no a otros, es un secreto. En este tiempo Jesús nos ha llamado a nosotros para ser religiosos consagrados. ¿Tenemos más méritos que otros cristianos comprometidos para ser seleccionados por el Señor? Esta predilección inexplicable reclama agradecimiento y responsabilidad de nuestra parte. "Estos son los nombres de los doce apóstoles". Desde el impetuoso Pedro hasta el Judas traidor, hay una serie de hombres distintos, con dos parejas de hermanos, un publicano, un fanático y así hasta la docena. Hemos de añadir a esta lista inicial nuestros nombres, pronunciados por Jesús individualmente. Y hemos de preguntarnos: ¿Qué se ha hecho de la primera emoción? ¿La conservamos, o se nos ha evaporado? ¿La hemos alimentado y aumentado, o ya no nos dice nada? Después de contestarnos sinceramente, queda por analizar el para qué de la llamada a la vida religiosa. "A los Doce los hizo sus compañeros para enviarlos a predicar". Según esta síntesis programática de la vocación, lo esencial para todos los llamados consiste también en el denominador común de ser compañeros de Jesús; y para lograrlo, fomentar su intimidad con un conocimiento interno que genere mayor amistad. Y al mismo tiempo, junto a la concentración íntima en Jesús, la dispersión hacia los demás, el envío en misión, el apostolado, la difusión del Mensaje en múltiples formas de palabra y obra. "A estos Doce los envió Jesús con estas instrucciones: - No vayan a tierra de paganos ni entren en las ciudades de Samaría, sino vayan a las ovejas extraviadas de Israel". A los que trabajamos apostólicamente en tierras donde la Iglesia está implantada, nos sirve el eslogan de Jesús de ir a los descarriados… (Folletos con Él. Teología y Biblia, nº 166 - octubre 1997) ORACIÓN VOCACIONAL Oh, Jesús, Pastor eterno de las almas. Dígnate mirar con ojos de misericordia a esta porción de tu grey amada. Señor, danos vocaciones: danos sacerdotes, religiosos y laicos santos. Te lo pedimos por la intercesión de la bienaventurada Virgen María de Guadalupe, tu dulce y Santa Madre. Oh Jesús, danos sacerdotes, religiosos y laicos comprometidos según tu corazón. Amén. EN TORNO A DIOS LLAMA…, DIOS TE LLAMA. “Bastaría dejar de estar distraídos para llegar a estar maravillados” Quien vive sumergido en esa distracción, en ese sueño profundo, puede llegar a pensar que el llamado de Dios fue una realidad del pasado, una reliquia de la historia. Pero hay que proclamarlo con alegría y valor: ¡Dios llama! ¡Dios sigue llamando! ¡Llama personalmente! ¡Llama a todos! ¡Te llama a ti! Dejar de estar distraído equivale a vivir vocacionalmente. Es decir, vivir en un ambiente de escucha y de respuesta. Escucha de las necesidades de los hombres, a través de las cuales se hace audible la voz de Dios; respuesta que pone en trance tu corazón y te lleva a un compromiso de fe, a una opción. Cuando comienzas a vivir respondiendo a la realidad que te rodea, tu vida se llena de un sentido nuevo, se plenifica. Pese a cualquier circunstancia adversa, comienzas a ser feliz. Una persona que vive vocacionalmente está ya marcada con el sello de la alegría, porque comienza a unificar su existencia en armonía con los demás hombres, con el mundo y con Dios. Por ello se dice que la vocación te configura con el auténtico modelo humano según la creación de Dios, te lleva a reproducir los rasgos de Cristo, el hombre en plenitud. Eres feliz porque te identificas con Cristo en el proyecto de una vocación específica. Pero cualquier vocación, auténtico camino de felicidad, no se experimenta exclusivamente con gozo. Percibir el llamado de los hombres y de Dios ocasiona con frecuencia una gran turbación. En la experiencia de muchos hombres aparece la vocación como problema. Ante el proyecto grande de Dios puedes experimentar muchos temores. No será raro que cuando comiences a considerar un proyecto vocacional para ti, caigas en indecisiones que puedan hacerte sufrir. Incluso puede ser que experimentes sentimientos contradictorios y desconcertantes: alegría e inquietud, valentía para mirar al futuro y temor de arriesgar lo más precioso de ese futuro; un anhelo de entregarte y pereza de desprenderte de aquello que el mundo en que vives te ofrece. Buscas desde lo más hondo de tu ser hallar el camino adecuado. Necesitas vivir vocacionalmente. Porque la vida se define con propiedad, como una aventura, y al considerar tu vocación, te asomas, como a una ventana, a la aventura única e irrepetible de tu vida. ¡Dios te llama! Esta es una buena y grande noticia, la buena noticia de Jesús para ti. Y su llamada es el signo más elocuente de su amistad incondicional, de su amor para ti. Porque al llamarte eleva el sentido de tu existencia, convirtiéndote en un colaborador de su plan de salvación. Cuando captas su llamada, no puedes dudar de que el motivo de esta relación personal es el amor. San Agustín se dio cuenta de la importancia de este diálogo espiritual, y lo expresó así: “¡Oh Verdad, lumbre de mi corazón, no me hablen mis tinieblas! Me incliné a éstas y me quedé a oscuras; pero desde ellas, sí, desde ellas, te amé con pasión. Erré y me acordé de ti. Oí tu voz detrás de mí, que volviese, pero apenas la oí por el tumulto de los sin paz. Mas he aquí que ahora, abrasado y anhelante, vuelvo a tu fuente. Nadie me lo prohiba: que beba de ella y viva de ella. No sea yo mi vida; mal viví de mi, muerte fue para mí. En ti comienzo a vivir: háblame tú, adoctríname tú” (Confesiones XII, 10,10). Preces Llenos de alegría y gozo por sentirnos llamados a la gran misión de anunciar la Buena nueva a todos los hombres, dirijamos al Padre nuestra oración confiada. Decimos: AYÚDANOS A RESPONDERTE, SEÑOR Por la Santa Iglesia de Dios, necesitada de pastores, para que sean muchos los llamados al servicio de Dios y de los hombres, OREMOS. Por los jóvenes de nuestro mundo, para que sientan la fortaleza del Señor y no tengan miedo a seguir a Jesús en su propia vocación, con radical libertad y absoluta disponibilidad, OREMOS. Por las familias cristianas, para que sean hogar donde puedan nacer futuras vocaciones para el servicio de la Iglesia, OREMOS. Por todos los llamados a la vida agustino recoleta. Para que encuentren en nosotros el necesario aliento, ejemplo y testimonio de vida, OREMOS. Por los miembros de nuestra comunidad, para que vivamos con alegría y mayor entrega, cada día, nuestra vocación y fomentemos entre nosotros la auténtica fraternidad, OREMOS. Escucha, Padre bueno, lo que ahora te hemos pedido y a ejemplo de tu Hijo Jesucristo, haya jóvenes que sean capaces de arriesgar su vida por todos siguiéndole a él, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén. Padrenuestro Elevemos al Padre eterno, sustento de toda vocación, la oración que su hijo, Jesucristo, nos enseñó: Padre nuestro… Oración Señor Jesús, que llamas a quien quieres, llama a muchos de nosotros a trabajar contigo. Tú que iluminaste con tu palabra a los que llamaste, ilumínanos con el don de la fe en ti. Tú que los sostuviste en las dificultades, ayúdanos a vencer nuestras dificultades de jóvenes de hoy. Y si llamas a alguno de nosotros para consagrarlo como tuyo, que tu amor caldee esta vocación desde su nacimiento y la haga crecer y perseverar hasta el fin. Amén. (Juan Pablo II)