LO VERDADERO Y LO POSIBLE Diego Valente Así pues, lo que ha estado en juego desde siempre ha sido el poder mortífero de las imágenes, asesinas de lo real. Jean Baudrillard. Cultura y simulacro Los límites entre lo verdadero y lo falso pueden ser más borrosos de lo que solemos creer. Este texto busca indagar esa fina línea que separa lo que consideramos parte de la verdad de aquello que juzgamos como artificio. El disparador de este trabajo fue una nota aparecida en el diario El mundo en Agosto de 2004. La misma contaba como Benjamín Vanderford, un joven estadounidense de 22 años, simuló ser ejecutado por un grupo de captores iraquíes; grabó esa simulación en un video casero y distribuyó la filmación por internet a través del sitio Kazaa. Parece que el joven, que es un experto en computación y programador de video juegos, realizó esta simulación con fines políticos. Según sus propias palabras, el hecho “Formaba parte de mi campaña para lanzarme a la política” 1. También declaró que quiso dar cuenta de “lo sencillo que es engañar a la prensa” 2. Cosa que efectivamente logró, ya que tanto la cadena árabe Al Jazzera como su par Al Arabiya creyeron en la veracidad del video. Esta noticia permite entender, entre otras cosas, el poderoso papel que cumplen los medios de comunicación en la construcción de la realidad y como gran parte de lo que se nos presenta como verdadero puede no ser más que una farsa muy verosímil. Llegado a este punto del trabajo, vale la pena introducir la noción de verosimilitud que propone Roland Barthes. De acuerdo con Bettetini y Fumagalli, Barthes parte del concepto aristotélico de verosimilitud para llegar a su propia interpretación de lo verosímil que ya “no es más “lo que sucede generalmente” sino aquello que “el público cree posible”. 3 Desde esta perspectiva, entonces, lo verosímil puede ser utilizado como un “instrumento de manipulación”4, de allí que siguiendo a Christian Metz puede 1 . Diario El Mundo, Conmoción al difundirse una falsa decapitación en Irak. 08.08.2004 Ibídem 3 Bettetini, Gian Franco y Fumagalli, Armando. La verdad en la ficción y en el espectáculo en Aparici R., Comunicación educativa en la sociedad de la información. Universidad Nacional de Educación a distancia. 1996, P139 4 Ibídem p 149 2 decirse que renunciar a lo verosímil implica renunciar a parecer verdadero. En este sentido, es interesante tener en cuenta que Vanderford con su falsa ejecución buscó generar una efecto de realidad a través de “distintos ángulos de cámara, una mala iluminación y efectos digitales de un programa de computación”5. Esta claro que la pseudo muerte del joven logró ser plenamente verosímil, al menos para las cadenas árabes ya mencionadas. Para profundizar los lazos entre verosimilitud y verdad, cabe citar a Maite Alvarado y Alicia Yeannoteguy quienes concuerdan con el autor de Mitologías y sostienen que lo verosímil es “lo que parece verdadero porque se ajusta o se adecua a la opinión más generalizada, es decir, a lo que la mayoría cree que es la verdad”6. Estas autoras, comentan que ya en la Grecia antigua se sabía del poder que tiene el discurso para persuadir, aunque se estuviese mintiendo. Ya “los sofistas enseñaban a utilizar el discurso para convencer, para persuadir, enseñaban a producir un discurso verosímil”7. Por su parte, Barthes nos enseña que para que la verosimilitud logre su efecto es muy importante el papel que cumple el contexto en el que se inscribe. Por eso, volviendo al “caso Vanderford” hay que tener en cuenta que la ejecución era sumamente probable en un contexto en el que este tipo de asesinatos efectivamente se estaban produciendo de manera reiterada, con motivo de la invasión de EEUU a Irak. Bettetini y Fumagalli analizan el caso de la llamada TV Verdad que es muy pertinente para seguir pensando qué viene a decirnos Vanderford con su simulación. Este tipo de programas de TV llevan a la pantalla historias que hiperbolizan ciertos aspectos “escandalosos” de la vida privada de los individuos (con casos que suelen ser inventados) convirtiendo al público en una suerte de juez. Ahora bien, de acuerdo con los autores, esta manipulación televisiva permite romper con la idea según la cual los medios reflejan la realidad. De hecho Bettetini y Fumagalli prefieren hablar de representación, de construcción de una determinada realidad (proyectada por escritores y escenógrafos) por parte de la maquinaria televisiva. Por eso sostienen que “es justamente donde el medio se finge más verdadero, que se ocultan las más fuertes posibilidades de manipulación” 8 5 Diario El Mundo. Conmoción al difundirse una falsa decapitación en Irak. 08.08.2004 Alvarado, Maite y Yeannoteguy Alicia. La escritura y sus formas discursivas. EUDEBA, Buenos Aires, 1999. P 53 7 Ibídem 8 Bettetini, GF y Fumagalli A. La verdad en la ficción y en el espectáculo en Aparici R., Comunicación educativa en la sociedad de la información. Universidad Nacional de Educación a distancia. 1996. P 160 6 Otro autor que desenmascaró los artificios de la llamada TV Verdad fue Jean Baudrillard en su ya clásico libro Cultura y simulacro, publicado en 1978. En dicha obra Baudrillard analiza, en el contexto de lo que denomina la era de la simulación, el caso del programa estadounidense llamado justamente “TV verdad”. A lo largo de los 7 meses que duró ese ciclo se filmó día y noche a una representativa familia americana. El programa pretendía no intervenir en el venturoso devenir de esta familia sonriente. La televisión quería borrarse a sí misma, creando la ilusión de que no había intermediarios entre los Loud (ése era el nombre de la infortunada familia) y el público. Sin embargo, el matrimonio se separó durante el desarrollo del show. Aquí, el autor introduce el concepto de lo hiperreal, dentro del cual debe entenderse a esta construcción generada por la televisión. La hiperrealidad es una idea compleja e inquietante, característica de la llamada era de la simulación, ya que en ésta el hiperrealismo “se traduce por doquier en el alucinante parecido de lo real consigo mismo”9. La simulación conduce a lo real al campo de lo hiperreal tal como sucede con la pornografía, que para el autor de Cultura y Simulacro es un ejemplo de hiperrealidad ya que ve en ella un atractivo que no es sexual sino mas bien metafísico. Baudrillard, agrega no sin ironía, que esta familia que encarnaba los valores del american way of life ya era hiperreal en sí misma: “típica familia americana, casa californiana, 3 garajes, 5 niños, estatus profesional y social desahogado, housewife decorativa, nivel por encima de la media”10. Estas características la definían como la familia ideal para ser sacrificada delante de millones de espectadores. Baudrillard se refiere a “la histeria característica de nuestro tiempo: la de la producción y reproducción de lo real”11. Desde su perspectiva, los medios masivos tienen un rol fundamental para producir lo real. De esto no quedan dudas al analizar el impacto mundial que generó la falsa ejecución del joven estadounidense difundida a través de internet. Lo sucedido con Benjamín Vanderford es un hecho típico de la clase de sociedad que descripta en Cultura y simulacro. Una sociedad donde las imágenes tienen un valor crucial. Un poco a la manera de esa bella trama que pensó Adolfo Bioy Casares en La invención de Morel. En esa novela, el escritor argentino relata como un fugitivo llega a una isla desierta escapando de la ley. Pero pronto descubre que en esa isla hay otros 9 Baudrillard, Jean. Cultura y simulacro, Barcelona, Kairós, 1978 p.49 Ibídem 11 Ibídem p.49 10 seres humanos y decide espiarlos. Sin embargo, luego hará un descubrimiento más atroz: estas personas no están vivas, son imágenes que un científico grabó con una máquina y que repiten los mismos movimientos día tras día. Pero el fugitivo, que narra la historia, se enamora de la imagen de una de las mujeres fotografiadas por el científico y decide filmarse a sí mismo interactuando con esas representaciones. Pero en esta grabación se le va la vida. Paga con la muerte el precio de entrar eternamente en ese cielo de representaciones que, al haber sido grabadas anteriormente a él, lo ignoran. “Estar enamorado de una de esas imágenes era peor que estar enamorado de un fantasma” 12dirá el fugitivo. Esa pequeña sociedad fantasmal, irreal, dominada por las apariencias no se aleja demasiado de la gran sociedad característica de la era de la simulación concebida por Baudrillard. Pero es importante aclarar que el autor francés va un paso más allá en su concepción del simulacro ya que éste prescinde de todo referente “No se trata ya de imitación ni de reiteración, incluso ni de parodia, sino de una suplantación de lo real por los signos de lo real”.13 A su vez, la era del simulacro pone en duda la diferencia entre lo verdadero y lo falso. En una sociedad así, la misma ley puede ser concebida como simulacro. Baudrillard sostiene que un robo simulado inevitablemente termina viéndose envuelto en el campo de lo real (un policía puede dispararle al supuesto ladrón con balas verdaderas, por ejemplo). La ley no actúa sobre lo simulado sino sobre lo real; por eso un falso robo termina siendo incontrolable para el poder que necesita asirse a lo real, a los referentes, para sobrevivir. Los signos del simulacro y de lo real son los mismos en el caso del robo fingido como también lo son en el simulacro de ejecución de Vanderford que logró engañar a todos poniendo al descubierto los borrosos límites que separan a la verdad del engaño. 12 13 Bioy Casares, Adolfo. La invención de Morel, Buenos Aires, Emecé 1953. p 113 Baudrillard, Jean. Cultura y simulacro, Barcelona, Kairós, 1978 p.7