Cinco escritos morales; Umberto Eco

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Reseña del libro
Autor: Umberto Eco
Título: Cinco escritos morales
Título original: Cinque scritti morali
Editorial: Lúmen
Lugar y año: Bompiani, 1997
ISBN: 84−264−1256−4
Número de edición: Primera
Número de páginas: 140
Tipo de encuadernación: Tapa dura
Tamaño: 18,5 x 13,5 cm
Examen crítico
• Pensar la guerra, el primero de los capítulos, descubre por qué la guerra ha pasado ha ser hoy día
inviable. Este artículo, escrito en abril de 1991 y publicado en La Rivista dei Libri en los días de la
guerra del Golfo pretende convencer al lector de que es de sentido común negar que cualquier
contienda sea fructífera. Para ello se emplean una serie de argumentos cuya intención es demostrar
que toda batalla está en absoluta contradicción con las mismas razones por las que se lleva a cabo. En
relación con lo mencionado, Umberto Eco afirma que la sociedad de la información instantánea y del
transporte rápido, de la emigración intercontinental continua, unida a la naturaleza de la nueva
tecnología ha hecho de la guerra algo imposible e irrazonable. Así pues, las nuevas tecnologías de la
comunicación permiten flujos informativos capaces de neutralizar cualquier acción sorpresa y con ella
la propia guerra, puesto que no existe contienda en la que no se pueda sorprender al adversario. Por
otra parte, la actual guerra ya no enfrenta dos patrias, se trata de una competencia entre infinitos
poderes financieros ya que el propio conflicto se juega en términos económicos. Finalmente, debido a
la multiplicación de los poderes que toman parte en la contienda, es posible que, al finalizar, la
configuración resultante sea beneficiosa para uno de los contendientes, pero en líneas generales la
guerra está perdida para todos. De esta forma, y como cita el autor, vaya como vaya la guerra, al
haber provocado una redistribución general de los pesos que no puede corresponder plenamente a la
voluntad de los contendientes, la guerra se prolongará en una dramática inestabilidad política,
económica y psicológica durante décadas venideras, que no podrá sino producir una política
guerreada.
Siguiendo la misma línea, este artículo trata también el papel de los intelectuales en todo conflicto, haciendo
una clara distinción entre intelectualidad y función intelectual. Para Eco, los intelectuales, como categoría, son
algo muy vago. Sin embargo, la función intelectual consiste en determinar críticamente lo que se considera
una aproximación satisfactoria al propio concepto de verdad. Así pues, afirma que el mundo intelectual no ha
callado sobre el problema de la guerra cambiando, de esta forma, la concepción del mundo sobre este
concepto. Es decir, han logrado hacer que la gente juzgue la guerra como un mal siendo que otrora la juzgaba
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un bien.
Finalmente, el autor sostiene que lo que algunos han interpretado como el silencio de los intelectuales sobre la
guerra ha sido, quizá, el temor a hablar de ella en caliente a través de los medios de comunicación, por el
simple hecho de que los medios de comunicación forman parte de la guerra y de sus instrumentos, y, por lo
tanto, es peligroso considerarlos territorio neutral.
En conclusión, Umberto Eco pretende, con este artículo, decir que la guerra hoy anula toda iniciativa humana,
e incluso, que su misma finalidad aparente (y la victoria aparente de uno de los contendientes) es tan inviable
como la propia iniciativa de emprender una contienda en los tiempos que corren.
En lo referente a este capítulo del libro, cabe destacar la peculiaridad de los argumentos utilizados por el autor
para llevar al lector a su terreno. Así pues, no trata el tema apelando únicamente al infrecuente sentido común
dado que existen infinitas posiciones e intereses alrededor del belicoso negocio que es la guerra. Por el
contrario, da un enfoque inusitado a la vez que completo y coherente de los motivos que impulsaron en otras
épocas a emprender contiendas, así como de las razones por las cuales sería improductivo promoverlas en la
actualidad. Para ello utiliza un conjunto argumentativo que engloba, desde el poder económico y político de
cada nación, hasta el control ejercido por los medios de comunicación y las nuevas tecnologías en aspectos tan
alejados de su campo de actuación como podrían ser las acciones bélicas. De esta forma, desde un
razonamiento juicioso y una cuidada función intelectual, Eco transporta al lector a la dimensión de lo ético,
sin omitir, como es propio, una perceptible alusión a la dialéctica.
Así pues, mediante una serie de recursos literarios inherentes al estilo de este renombrado escritor, Umberto
Eco logra aderezar un texto cuyo mensaje va más allá de un testimonio antibelicista para dar lugar a una
reflexión clara y profunda sobre el pasado, presente y futuro de los conflictos bélicos así como de las causas e
impulsos que mueven a los ciudadanos a mezclarse en dichos encuentros. En este aspecto, el autor se cuida
mucho de exponer los numerosos inconvenientes de una guerra aseverando que en la actualidad no existe
contienda con vencedores, sino que todo aquel que participa resulta, de una manera u otra, vencido.
• El segundo de los escritos, El fascismo eterno, fue pronunciado, en su versión inglesa, en un congreso
organizado por los departamentos de filología italiana y francesa de la Columbia University el 25 de
abril de 1995 para conmemorar el aniversario de la insurrección general de la Italia del Norte contra el
nazismo y la liberación de Europa.
Este artículo, escrito para un público estudiantil, trata de forma muy explícita y sencilla las características del
fascismo así como las razones por las que sigue todavía vigente en nuestros días.
El capítulo comienza con una breve alusión a la infancia de Umberto Eco mediante la cual se pretende
informar al lector (u oyente) de la situación política existente en la Italia de los años 40. De este modo, con
esta concisa aunque significativa introducción al concepto de fascismo, el autor se introduce en el terreno de
las ideologías dictatoriales afirmando que detrás de cada régimen y sus doctrinas hay siempre una manera de
pensar y de sentir, una serie de hábitos culturales y una nebulosa de instintos oscuros y de pulsiones
insondables. Con esta tesis, el autor pretende demostrar que a pesar de que exista la posibilidad de derribar los
regímenes políticos y de criticar y quitar legitimidad a las ideologías, siempre prevalecen elementos
característicos de determinadas formas de gobierno que las hacen universales y, sobre todo, análogas en
muchos de sus aspectos.
Para ello, Eco se sirve del ejemplo del fascismo, una palabra que se ha convertido en una sinécdoque para
movimientos totalitarios diferentes. El fascismo, como tal, es, sin lugar a dudas dictatorial, aunque no es
íntegramente totalitario debido a su tibieza y, especialmente, a la fragilidad filosófica de su ideología. Así
pues, se trata de un totalitarismo confuso que se basa, no en una idea monolítica, sino en un collage de
diferentes ideas políticas y filosóficas. Es decir, es una cadena de contradicciones que se ensamblan
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firmemente con determinados arquetipos.
De esta forma, es factible admitir que el fascismo se adapta a todo porque da la posibilidad de eliminar o
modificar alguno de sus aspectos y siempre podremos continuar reconociéndolo como fascismo.
Partiendo de esta idea, el autor propone una serie de características típicas de lo que él denomina el
Ur−Fascismo o fascismo eterno. A pesar de que muchas de ellas se contradicen, y otras son propias de
diferentes formas de despotismo o fanatismo, basta con que cualquiera de ellas esté presente para hacer
coagular una nebulosa fascista.
En primer lugar, propone como elemento común el culto a la tradición, cuya consecuencia directa es la
inviabilidad de un desarrollo del saber. Esta idea se basa en la creencia fascista de una verdad ya anunciada.
De esta forma, todo individuo restringirá su ciencia a la interpretación de dicha verdad absoluta. En este
aspecto, cabe destacar la sorprendente relación entre la existencia de un movimiento fascista y la masiva
aparición de pensadores tradicionalistas.
Otra de las características señaladas es el rechazo del modernismo. Al hilo de lo anterior, la negación de los
valores espirituales tradicionales supondría un avance en el saber invitación al pensamiento crítico. En este
sentido, el Ur−Fascismo podría definirse como irracionalismo.
En tercer lugar encontramos lo que Umberto Eco denomina el culto de la acción por la acción. Esta práctica
consiste en proceder siempre antes de y sin reflexión alguna y se fundamenta en la idea de que pensar es una
forma de castración.
Un cuarto elemento sería la convicción Ur−Fascista de que todo desacuerdo es traición. El Ur−Fascismo
entiende el desacuerdo como un instrumento de progreso de los conocimientos, lo que atenta contra todas y
cada una de las características citadas.
Otra idea representativa es el miedo a la diferencia. El nacionalismo generado a raíz de una pérdida de
identidad de los individuos−súbditos se expresa mediante el sentimiento racista inherente a todo régimen
fascista. De esta forma, el líder hace un llamamiento contra los intrusos como medida para preservar esa falta
de identidad.
Un sexto aspecto del Ur−Fascismo surge de la frustración individual o social. Así pues, todo líder hace un
llamamiento a las clases medias desengañadas, desazonadas por alguna crisis económica o humillación
política y asustadas por la presión de los grupos sociales subalternos.
Otra de las características expuestas sería la obsesión de todo régimen fascista por el complot, posiblemente
internacional. Una vez más, Eco apela al nacionalismo como ausencia de identidad para fundamentar la
xenofobia.
Como octavo elemento común surge la paradoja entre la debilidad y fortaleza de los enemigos. En este
aspecto, los secuaces deben sentirse azarados por la riqueza ostentada y por el poder del enemigo. Con todo,
el fascismo se considera incapaz de valorar objetivamente la fuerza de su enemigo.
Un noveno punto de encuentro para el Ur−Fascismo es la sentencia no hay lucha por la vida sino más bien
vida para la lucha. De esta forma, el fascista reniega del pacifismo ya que no contempla una vida sin guerras
permanentes. No obstante, a pesar del rigor de esta premisa, existe una clara contradicción que ningún líder de
este movimiento ha sabido solventar. Esta incoherencia parte de la base de una guerra continua en la que uno
de los contendientes irá tomando, gradualmente, el control del mundo. Siguiendo este razonamiento, en el
momento en el que acontezca la batalla final y uno de los combatientes ostente el poder, ineludiblemente
sobrevendrá una era de paz ante la cual el fascismo perderá su razón de ser.
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Un décimo aspecto a tratar es el desprecio por los débiles. En esta materia cabe destacar el doble sentido del
concepto. Por un lado, se producirá un elitismo popular por el cual cada ciudadano creerá pertenecer al mejor
pueblo del mundo y cada miembro del partido se considerará superior al resto. Por otra parte, todo líder
subordinado despreciará a sus subalternos tanto como éstos a sus inferiores, de esta forma, quedará
establecida la estructura de un elitismo de masas.
Otra de las características señaladas es la consideración de la heroicidad como patrón de conducta. De esta
forma, todo ciudadano estará educado para convertirse en un ídolo y considerará la muerte como la mejor
recompensa a una vida heroica. Así pues, este culto al valor quedará peligrosamente vinculado al culto a la
muerte, lo que sin duda constituye otro de los elementos propios del Ur−Fascismo.
En duodécimo lugar, el Ur−Fascismo transfiere su voluntad de poder a cuestiones sexuales. Esta cuestión,
además de ser el origen del machismo en todo régimen totalitario, supone una condena intolerable hacia las
costumbres sexuales no conformistas, desde la castidad hasta la homosexualidad.
Una nueva característica de esta doctrina es que tiene su base en el populismo cualitativo, es decir, la
consideración del pueblo como una entidad monolítica que expresa su voluntad común obviando los derechos
de los individuos. Dentro de esta concepción antidemocrática de la ciudadanía, el líder jugaría un papel de
intérprete de los deseos y necesidades de sus súbditos. Así pues, dado que no es factible controlar las
voluntades individuales de cada uno de los ciudadanos, el propio líder se encargaría de tomar las decisiones
que considerara pertinentes para el bienestar de su pueblo siguiendo el particular criterio del interés propio.
Al hilo de lo anterior cabe ejemplificar dicho populismo cualitativo en los actuales medios de comunicación
de masas, concretamente las televisiones e Internet. En este caso, la respuesta de determinados ciudadanos
(una minoría de ellos) estará considerada como la voz del pueblo. Así pues, las decisiones concernientes a este
ámbito se tomarán en base a las opiniones de unos pocos, teniendo en cuenta únicamente sus gustos e
intereses que, posiblemente, difieran de los del resto de afectados.
Como último aspecto común cabe citar la utilización de un léxico escaso así como de una sintaxis elemental
en todo texto escolar fascista con el fin de limitar los instrumentos para el razonamiento complejo y crítico. A
esta práctica se le podría denominar, según el autor, neolengua, término que hace referencia a la famosa obra
de Orwell y que aplica sin ninguna vacilación a los reality shows y, en general, al conjunto de los medios de
comunicación. En este caso, la dinámica de provocación y agresividad verbal utilizada como carnaza para
incrementar las audiencias es lo que permanece y crea hábito, fomentando la convicción de que en los medios
de comunicación todo está permitido y sometiendo a las audiencias a verborreas mediocremente elocuentes
que distan mucho de promover el pensamiento crítico.
Finalmente y como conclusión, este ensayo dedicado al fascismo parte del modelo italiano para razonar las
diferentes características que definen a un sistema político como fascista, cuyas maneras siguen vigentes hoy
en otras situaciones o con formas más adecuadas a los tiempos que corren.
Por otra parte, la actitud de Eco es un nuevo ejemplo de función intelectual, tanto en el esfuerzo de búsqueda
de argumentos, como en la lucha por una mayor claridad en la discusión intelectual y en las posiciones
políticas huyendo, en todo momento, del ataque verbal. En este aspecto, el autor trata el tema de una manera
objetiva, planteando las más variadas líneas argumentales y eludiendo, en la medida de lo posible, afirmarse
en una posición de manera explícita, permitiendo de esta forma que el lector extraiga gradualmente sus
propias conclusiones. Así pues, juicioso en la mayoría de casos y recurriendo a la ironía en algunos otros,
Umberto Eco logra, en este artículo, erigir las bases del fascismo y desvelar el por qué de una doctrina con tan
dilatada existencia.
• El tercer capítulo, Sobre la prensa, es una relación presentada en el curso de una serie de seminarios
organizados por el Senado, ante los representantes de los periódicos italianos más relevantes. Trata la
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situación de la prensa italiana del momento, sobre todo en sus relaciones con el mundo político.
Esta dividido en ocho secciones, cada una de las cuales hace una crítica feroz a un modelo influenciado por la
televisión, la política y la publicidad.
En primer lugar, el autor intenta poner en situación al lector exponiendo las polémicas existentes en los años
60 y 70 en lo referente a la prensa. Así pues, trata de utopía al concepto de objetividad, argumentando que la
elección de una noticia constituye un elemento de juicio en sí mismo. Del mismo modo, desdeña la
posibilidad de uso de los periódicos como instrumentos de poder aduciendo un cambio en el lenguaje de los
políticos quienes, hoy por hoy, relegan el lenguaje críptico en favor de las críticas directas a sus oponentes.
Por otra parte, estudia el proceso de semanalización de los diarios en respuesta a la repentina incorporación de
la televisión como primera fuente de noticias. En los años 60, los periódicos daban la noticia antes que
cualquier otro medio y luego intervenían otras publicaciones para profundizar en la cuestión. Con el desarrollo
cualitativo de la televisión, los diarios han optado por semanalizarse incorporando informaciones extendidas y
suplementos que están en competencia directa con los propios semanarios. De esta forma, las ediciones
semanales se ven obligadas a mensualizarse, compitiendo a su vez con las publicaciones mensuales
especializadas. Así pues, actualmente los semanarios están en pugna continua con los diarios, y cada uno de
ellos intenta superar al otro para conquistar los mismos lectores.
En este proceso de semanalización interviene, como no podría ser de otra forma, la ideología del espectáculo.
Los diarios al semanalizarse aumentan las páginas, y con ellas la publicidad contenida en cada una de ellas.
Ante esta avalancha de publicidad los periódicos se ven obligados a incrementar todavía más el número de
planas y a servirse de suplementos para albergarlas. De esta forma y para ocupar tantas páginas, los
periodistas deben ir más allá de la noticia escueta y, por tanto, comienzan a inventar la noticia y a transformar
en artículo cualquier información carente de interés real.
Otro aspecto tratado es la relación entre la prensa y la televisión. A estas alturas, según cita el autor, la prensa
italiana es esclava de la televisión. Esto se debe a la imposición de la pantalla como espacio político
privilegiado. En Italia, la vida de la televisión se vincula estrechamente a la vida política. Así pues, a la prensa
no le queda otro remedio que dar cuenta de ello. De esta manera, el mundo político fija la agenda de las
prioridades periodísticas afirmando algo en la televisión de forma que, al día siguiente, la prensa no hable de
lo que ha sucedido en el país sino de lo que del país se ha dicho o habría podido decirse en la pantalla.
La quinta sección del capítulo está dedicada a la entrevista. En este aspecto, el autor critica la masiva
incorporación de esta práctica en los diarios italianos, quienes publican una decena de entrevistas al día donde
el entrevistado declara lo mismo que ha revelado a otros periódicos. El juego está en obtener una media
admisión que, debidamente enfatizada, hará nacer el escándalo. De esta forma se emprende una dinámica de
medias declaraciones y desmentidos donde, tanto el diario como el entrevistado, tienen algo que ganar.
Un sexto aspecto a estudiar es el fenómeno mediante el cual la prensa, cuando no habla sobre la televisión,
habla sobre la otra prensa. Esta práctica, heredada del medio televisivo, ayuda a que cualquier declaración
hecha a un diario haga eco en todos los demás medios de prensa. De esta forma, al existir un estrecho vínculo
entre la prensa italiana y la vida política, cualquier confesión realizada a un determinado periódico será
aprovechada por los demás para llenar sus páginas, entrando en una dinámica de provocación similar a la de
las entrevistas, en la cual ambas partes resultan favorecidas.
La séptima parte arranca con el ejemplo de L´Espresso en el año 1965. En este caso, Umberto Eco utiliza
como patrón este semanario para argumentar las razones por las cuales hoy en día ninguna publicación es
capaz de prolongar en más de un ejemplar una línea de investigación sensacional propia. Una de los motivos
principales sería la intervención del resto de medios de la competencia, quienes no dudarían en retomar y
ampliar la noticia obligando al semanario a elevar el tono o a abandonar la investigación. En segundo lugar,
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en el mundo político y de sus apariciones en la pantalla, el tema habría alcanzado ya el nivel de encontronazo,
forzando al semanario a hablar de cómo la televisión enfoca el asunto. Finalmente, hoy en día las fuerzas
políticas y judiciales han alcanzado tal grado de denuncia a todos los niveles que a la prensa le queda bien
poco por descubrir. Así pues, no puede sino repetir las denuncias surgidas de la magistratura, o cambiar el
juego y denunciar a las fuerzas judiciales, pero también ahí estaría a remolque de la televisión.
Por último, Eco plantea una serie de soluciones para eludir las citadas contradicciones de la prensa. En primer
lugar, propone seguir lo que él denomina camino fidjiano, consistente en la realización de periódicos muy
pobres que trabajan sobre despachos de agencias y logran dar, en pocas líneas, las noticias más importantes
del día anterior.
El segundo camino, el de la atención ampliada, consiste en la transformación del diario en una fidedigna
fuente de noticias sobre todo lo que sucede en el mundo. Así pues, dando un paso al futuro propone la
aparición de una televisión interactiva donde cada uno podría componerse e imprimirse en casa su propio
diario con las noticias que sean de su interés.
En definitiva, este capítulo trata la condición de la prensa italiana en una actualidad relativa. En este aspecto,
la precariedad de la situación referida por el autor se debe, en parte, a la actitud de las audiencias, quienes
aclaman la dinámica adquirida por cada uno de los medios de comunicación. No obstante, el afán de venta, así
como la competencia mutua entre los diferentes medios ha provocado, sin proponérselo, una pugna continua
en perjuicio del espectador.
Por otra parte, la politización del espectáculo, así como la priorización de la vida política por parte de los
medios ha llevado a una situación en la cual, tanto unos como otros, buscan su propio interés a costa de la
audiencia, quien, en los últimos años, ha sufrido una pérdida de credibilidad y ha manifestado una patente
indiferencia hacia la prensa y televisión así como hacia los políticos. Del mismo modo, la dinámica de
provocación entre el cronista y el político presenta una notoria similitud con el funcionamiento de los reality
shows. En este caso, cualquier afirmación posible de malinterpretar será exagerada y encarecida hasta el
extremo, sirviendo como carnaza para las ávidas audiencias. Así pues, en este juego de medias verdades y
rectificaciones, tanto el político como el medio obtendrá beneficios. Mientras el primero se publicita
aprovechando el eco que su declaración ha producido en el resto de medios de comunicación, el segundo
multiplica sus audiencias y con ellas su capital.
• El cuarto capítulo, Cuando entra en escena el otro, reproduce una respuesta del autor al cardenal Carlo
Maria Martini en el transcurso de un intercambio de cuatro cartas organizado y publicado por la
revista Liberal. Más tarde, este epistolario se reunió en un pequeño volumen, ¿En qué creen los que
no creen?.
El escrito comienza, como ya viene siendo propio del autor, haciendo una breve referencia a su juventud
marcada por una educación estrictamente católica que, con el paso del tiempo ha ido derivando en una
religiosidad laica.
Partiendo de esta base, Umberto Eco trata, en este episodio, la dimensión ética de los seres humanos sin tener
en cuenta sus creencias. Así pues, afirma que existen universales semánticos, o nociones elementales comunes
a toda la especie, que se han convertido en la base de una ética. Con esta versión de la caridad cristiana el
autor pretende dar a entender que cada individuo, independientemente de su raza, ideología o religión, es
consciente de que debe respetar la corporalidad ajena y de que, bajo cualquier circunstancia, sus derechos
acaban donde empiezan los de los demás.
Al hilo de lo anterior, Eco expone su teoría de la ética laica, basada en la idea de que nosotros sabemos
instintivamente que tenemos un alma, o algo que desempeña esa función, sólo en virtud de la presencia ajena.
Del mismo modo, nuestro instinto natural, llevado a su justa maduración y autoconciencia, es un fundamento
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que da suficientes garantías. Así pues, la religiosidad no supone un requisito indispensable para la moral, sino
que la conciencia de cada individuo, en la mayoría de los casos, es suficiente aval para considerar a una
persona dentro de los límites de lo ético.
Por otra parte, el autor hace una crítica al ateísmo por su firme confianza en la inexistencia de Dios alegando
su inverificabilidad siendo que dicha inexistencia tampoco es demostrable. En este aspecto, cabe rebatir esta
idea ya que parte de la base de que todo ateo confía en la inexistencia de Dios creyendo poder demostrarla. No
obstante, existe la posibilidad de un ateísmo basado en el escepticismo sin ninguna pretensión de
verificabilidad.
Asimismo, Eco sostiene que el no creyente considera que nadie le observa desde arriba y, por lo tanto, sabe
también que precisamente por eso ni siquiera hay alguien que le pueda perdonar. Es por ello que ensayará la
purificación de la confesión pública para obtener el perdón de los demás y por tanto sabe que deberá perdonar
con antelación. Este hecho es, según el autor, la base del remordimiento. En este aspecto cabría puntualizar
que, independientemente de la presencia o ausencia de religiosidad, la mayoría de individuos sufren
remordimientos ante cualquier acto deplorable en función de la moralidad de cada uno. Así pues, el creyente
superará en seguridad al ateo ya que se sentirá salvaguardado por la bondad de un Dios, mientras que el no
creyente, efectivamente, buscará el perdón de los demás como única vía de remisión de sus actos. No
obstante, tanto en un caso como en otro, los individuos se verán forzados a propiciar el perdón de los demás
para, en caso de necesidad, obtener el suyo propio; ya sea por que así lo establece la religión o porque así lo
dicta la conciencia.
Por último, Eco plantea la posibilidad de la inexistencia de Dios. Partiendo de esa base afirma que el hombre
se convertiría necesariamente en un animal religioso y aspiraría a construir narraciones capaces de darle una
explicación, un modelo y una imagen ejemplar. Con esta declaración el autor pretende confirmar la necesidad
humana de venerar a un ser superior como vía de escape ante los problemas de la vida cotidiana. En este
aspecto, el Cristianismo presenta un modelo basado en el amor universal y en el perdón de los enemigos. Así
pues, Jesucristo, independientemente de su existencia o inexistencia, constituye, por un lado, una condición
humana indispensable para aquellos que requieran la certidumbre de que un ser supremo vele por sus vidas y,
por otro, un patrón de conducta que, como mínimo, incita a los fieles a vivir en el amor y en el sacrificio por
la salvación ajena.
• El quinto y último capítulo, Las migraciones, la tolerancia y lo intolerable es un collage. El primer
apartado reproduce parte de una conferencia leída el 23 de enero de 1997 en la apertura de un
congreso sobre las perspectivas del nuevo milenio. En este aspecto, el autor asegura que en un futuro
no muy lejano Europa será un continente multirracial ya que habrá asistido a un gran mestizaje de
culturas.
Por otra parte, Eco distingue los movimientos migratorios entre migraciones e inmigraciones. Considera las
primeras como desplazamientos incontrolables de determinados pueblos que abandonan un territorio para
instalarse en otro cambiando radicalmente la cultura del lugar de destino. Asimismo, describe las
inmigraciones como desplazamientos controlados de determinados individuos de un pueblo que a su vez,
aceptan las costumbres del país al que emigran. Partiendo de estas definiciones, el autor sostiene que mientras
hayan inmigraciones, los pueblos pueden mantener a los inmigrantes en guetos para que no se mezclen con los
indígenas. Cuando hay migración, ya no hay guetos y el mestizaje es incontrolable.
Con todo, hoy en día nos encontramos ante fenómenos inciertos. Hoy, en un clima de gran movilidad, es muy
difícil decir si ciertos fenómenos son de migración o emigración.
El segundo texto, readapta y traduce la introducción al Forum Internacional sobre la Intolerancia organizado
en París el 26 y 27 de mayo de 1997.
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Comienza definiendo los conceptos de fundamentalismo e integrismo como las dos formas más evidentes de
intolerancia. Así pues, el primero, vinculado a la interpretación de un texto sagrado, es intolerante en el plano
hermenéutico pero no tiene por qué serlo en el político.
Por el contrario, el integrismo es una posición religiosa y política por la cual los principios religiosos deben
convertirse, al mismo tiempo, en modo de vida política y fuente de leyes del Estado.
No obstante, la intolerancia se plantea antes de cualquier doctrina. Parte de un cortocircuito categorial que
luego ofrece en préstamo a cualquier doctrina racista futura. En este sentido, tiene raíces biológicas. La
intolerancia por lo diferente o lo desconocido es natural en el niño. Se le educa en la tolerancia poco a poco
aunque, desafortunadamente, sigue siendo un problema de educación permanente en los adultos.
De esta forma, la intolerancia más peligrosa es precisamente la que surge en ausencia de cualquier doctrina,
como resultado de pulsiones elementales. Consiguientemente no puede ser criticada y mantenida a raya con
argumentos racionales. La intolerancia salvaje es impermeable a cualquier crítica.
Con todo, la intolerancia salvaje solamente puede ser atajada de raíz a través de una educación constante que
empiece desde la más tierna infancia.
El tercer pasaje, Lo intolerable fue publicado en el periódico La Repubblica, en ocasión de la sentencia
cuasiabsolutoria del nazi Erich Priebke.
En este aspecto, Eco critica las exigencias morales que atribuimos a los jueces ya que, al fin y al cabo, somos
nosotros quienes les hemos otorgado el mandato de poder según las leyes vigentes. Así pues, afirma el autor,
no saldremos de este círculo hasta que no decidamos que, ante acontecimientos excepcionales, la humanidad
no puede permitirse aplicar las leyes vigentes, sino que debe asumir la responsabilidad de sancionar nuevas
leyes. Ante comportamientos intolerables hay que tener la valentía de cambiar las reglas, leyes incluidas;
porque aceptar lo intolerable pone en cuestión nuestra misma identidad. Hay que asumir la responsabilidad de
decidir qué es intolerable y después actuar, dispuestos a pagar el precio del error.
Así pues, para adaptar esta regla de conducta que nos obliga a decidir día a día dónde está lo intolerable, una
sociedad debe estar preparada para tomar muchas decisiones, incluso dura, y ser solidaria en asumir
responsabilidades.
Finalmente y como conclusión, este capítulo se enfrenta a uno de los temas más polémicos de las últimas
décadas. Dada la masiva inmigración hacia los países europeos nos encontramos ante el clásico aunque eterno
problema de la intolerancia. Hoy en día, en una sociedad en continua adaptación a las nuevas realidades
sociales, se ha llegado a aceptar la globalidad como una forma de vida, una globalidad poco respetuosa con las
diferencias, pues todavía persiste un cierto miedo− odio hacia lo diferente, lo ajeno.
No obstante, en un mundo donde la inmigración global está en auge, es necesario respetar las diferencias
raciales y culturales para lograr adaptarse a los nuevos cambios sociales que estamos viviendo y a los que
todavía queden por venir.
Conclusión
A pesar de la aparente diversidad de los temas, lo cierto es que el fondo de los cinco es el mismo: la
preocupación por situaciones que impidan la libertad, la necesidad de la razón y la ética. En los cinco escritos,
Umberto Eco se muestra inteligente y relativamente optimista, sin perder su capacidad crítica con
determinados comportamientos o situaciones.
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Por otra parte, el libro cobra gran importancia hoy día, quizás siempre, pues trata problemas atemporales. No
obstante, dados determinados acontecimientos relativamente recientes, resulta especialmente oportuno el
ensayo sobre la guerra, en el que Eco asegura que factores como los intereses de los países, los medios de
comunicación que informan sobre todo lo que acontece o la parcelación del poder mundial provocan que la
guerra hoy sea inviable, cuando han caído muchos de los elementos que antes la justificaban.
De la misma manera, el segundo capítulo, el fascismo eterno, trata de forma rotunda y comprensible las
características del fascismo así como las razones por las que todavía prevalece hoy en día. Se trata de una
reflexión sobre la actualidad de una realidad que ha logrado subsistir a lo largo de las décadas y que sigue
vigente en nuestros días.
El tercer capítulo, a pesar de reflexionar sobre los problemas de la prensa italiana en un mundo dominado por
la televisión, constituye un modelo aplicable al resto de sociedades occidentales, donde la capacidad seductiva
del discurso audiovisual ha relegado a un segundo plano a la prensa escrita. Hoy en día son las televisiones las
que marcan la actualidad y articulan el discurso periodístico, forzando a los diarios a adaptarse a sus prácticas.
Cuando entra en escena el otro es, si no el más ético de todos los escritos, aquel que más referencias hace a la
moral. Se trata de un interesante intercambio de misivas entre dos intelectuales con muy diferentes
concepciones de la religiosidad. Así pues, tanto Eco como Martini ensayan sobre la deontología humana en
sus múltiples expresiones, ya sea derivada de una profunda devoción o impuesta por la insaciable conciencia.
Finalmente, el último de los escritos trata uno de los problemas más actuales dado el masivo flujo migratorio
que ha sufrido Europa en los últimos años. Las migraciones, la intolerancia y lo intolerable es un collage que
reúne una serie de conflictos éticos que confluyen en la presencia o ausencia del respeto hacia los demás.
En definitiva se trata de un interesante estudio de problemas que nos afectan a todos y de cuyo desarrollo
dependerá la situación mundial en los años venideros. Por eso no se debe dejar de utilizar una conciencia
crítica con acontecimientos de tal envergadura. Libros como este, ayudan a seguir planteándose situaciones,
que es deseable no reiteren los errores del pasado.
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