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RESEÑAS
RESEÑAS
Régis Debray y Jean Bricmont, A la sombra de la Ilustración, 2004,
Barcelona, Paidós Ibérica, 168 p.
D
esde la publicación en 1997 del libro Imposturas Intelectuales, texto
en el cual se criticaba fuertemente el empleo abusivo de conceptos y términos científicos por parte de ciertos filósofos y representantes de las ciencias
humanas, así como también el relativismo posmoderno, lo que pretendían
Alan Sokal y Jean Bricmont era incitar un debate profundo sobre la crisis y
el porvenir de la razón. El libro tuvo una enorme repercusión en los ámbitos
intelectuales de Estados Unidos y Europa y dio origen a diversos encuentros y
debates en diferentes foros, desde universidades hasta los medios masivos.
Uno de los intelectuales acusados en dicho libro del uso metafórico de
nociones científicas a modo de argumento de autoridad era Régis Debray,
sobre todo por su empleo del teorema de Gödel. Debray aceptó el reto y en
diversas ocasiones tuvo encuentros con los autores del libro. Fruto de estos
debates Bricmont y Debray decidieron publicar juntos un libro acerca de la
Razón en todas sus formas y con todas sus ambigüedades.
No es fácil el diálogo cuando se procede de ámbitos con tradiciones
y escuelas diferentes. Régis Debray es un hombre de letras y un filósofo;
Jean Bricmont, un hombre de ciencia y un físico; sin embargo, su pasión
por el conocimiento les lleva desde el primer capítulo a los grandes temas
del debate contemporáneo, pasando del positivismo a la sociobiología, de
las ciencias cognitivas a la definición de hermeneútica, del retorno de los
temas religiosos al concepto de progreso, de las invariantes antropológicas al
papel de la predictividad, y lo que confrontan son sus respectivas posiciones
sobre la objetividad y la verdad.
En el primer capítulo, titulado ‘el debate y la lógica’, Bricmont comienza
acusando a los intelectuales, sobre todo a los de la escuela francesa, de formar
un star system que interpreta la realidad de forma poco seria, influidos epis-
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témicamente por Althusser aunque hoy día por razones políticas no esté de
moda, el cual daría una interpretación desmesurada a las estructuras sociales
y lingüísticas dando origen a la polisemia del pensamiento posmoderno. En
las décadas de 1950 y 1960 se asiste a un rechazo de la filosofía tradicional
y a un viraje decisivo hacia las ciencias humanas o la historia. Así sucede
con Althusser, Bourdieu, Foucault y algunos lacanianos. Bricmont piensa
que este tipo de pensamiento prepara mal a los estudiantes para dominar el
ámbito científico que requiere un pensamiento empírico y escéptico, y si
quieren hacer ciencias humanas con esos presupuestos simplemente no pueden hacer ciencia. Ante esto, Debray trata a lo largo del libro de diferenciar
dos esferas heterogéneas del conocimiento humano que no corresponden a
las mismas leyes de construcción: por un lado los parámetros del discurso
orientado hacia el objeto, propio del mundo científico, de las actitudes orientadas hacia el sujeto, e inclusive piensa que si hay tres cerebros de diferente
edad en el encéfalo humano, puede haber varios estratos cronológicos en el
mismo individuo, que diferencien apreciaciones intelectuales racionales, de
creencias y voliciones. Por el otro, Bricmont piensa que la luz de la ciencia
y el conocimiento racional poco a poco debe ir asumiendo mayor relevancia
en los diferentes ámbitos de las actividades humanas, y no habría que tener
miedo a una interpretación más biológica del ser humano por preocupaciones
morales y políticas, como el temor al determinismo y la desaparición del
libre albedrío. Esto vale también para las explicaciones ambientalistas o en
términos de inconsciente. Entre los autores se desata un interesante debate
sobre lo más reciente de la sociobiología; sin embargo, Debray niega en
todo momento que él oponga al pensamiento materialista interpretaciones
que hagan hablar a los textos; a la filosofía del lenguaje, al logocentrismo y
al desciframiento semiológico los considera en las antípodas de su proceder;
dice que aferrado a las realidades materiales y técnicas prefiere observar
comportamientos en lugar de proponer lecturas. Seguramente lo más atractivo del libro es la forma como Debray trata de demostrar a Bricmont que
su concepción esencialista y monolítica de la Razón le lleva a una concepción de la historia en la cual el punto culminante es la Ilustración y todo lo
demás decadencia. Bricmont se defiende aduciendo que existen épocas de
decadencia y otras de progreso; en épocas reaccionarias como la nuestra, se
piensa que el hombre no cambiará y por ello se hace hincapié en las identidades religiosas y étnicas; sin embargo, en las revolucionarias se piensa
que se puede cambiar prácticamente todo. El problema de la posmodernidad
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sería que es un idealismo social, esto es, un idealismo que no ve la fuente
de nuestras ideas en la conciencia humana desgajada del mundo, sino en
un discurso o lenguaje igualmente desgajados del mundo. Lo más preocupante
de este enfoque epistemológico sería que puede conducir al cinismo y al
relativismo, lo cual explicaría en parte por qué esta ideología ha permitido
a un considerable número de personas pasar de una posición aparentemente
radical en las décadas de 1960 y 1970 a una defensa del poder establecido.
Es cierto que la relación entre pensamiento y realidad resulta problemática,
pero esto no quiere decir que no exista. A diferencia de Althusser, Foucault,
Deleuze y otros, los autores piensan que es posible una aproximación realista y objetivista, metodológicamente empirista, enteramente naturalista
para Bricmont pero mucho más reflexiva y hermenéutica para Debray en
la aproximación al ser humano; consideran que una mirada objetiva sobre
el mundo tal cual es, con sus inmensas injusticias, sus relaciones de fuerza
desmesuradas, sus mentiras institucionalizadas, nos conduce a la necesidad
de cambiarlo. Al final del diálogo, se tiene la impresión de que sus caminos
jamás convergerán, ya que son caminos con genealogía y costumbres diferentes. No obstante, se concluye que no es vana la pretensión de dejar que
entre un poco de aire fresco en sus respectivos ámbitos.
El libro en general es muy interesante ya que los autores poseen una
amplia cultura y están al día en lo último del mundo del pensamiento; está
escrito en forma de diálogo, lo cual hace que su lectura sea amena y muy
recomendable.
ANTONIO DÍEZ QUESADA
Departamento Académico de
Estudios Generales, ITAM
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