©ITAM Derechos Reservados. La reproducción total o parcial de este artículo se podrá hacer si el ITAM otorga la autorización previamente por escrito. NOTAS EN MEMORIA DE UN PACIENTE AMIGO José Genina* E l pasado 15 de septiembre, cerca ya de la medianoche, me llamaron del Servicio de Cirugía del Hospital de Petróleos Mexicanos, en Picacho. Querían hablar conmigo por la gravedad de uno de mis más queridos pacientes y amigo entrañable. Apenas llegué poco antes de que le practicaran un cateterismo para hidratarlo y valorar lo pertinente de una cirugía urgente, pues se encontraba con un cuadro de abdomen agudo; los residentes, jóvenes osados que siempre quieren salvar a sus pacientes, se apuraban y solicitaban los estudios preoperatorios; sin embargo, el cirujano en jefe, un hombre experimentado me comentó su opinión que yo, francamente, compartía sin reservas: el Arquitecto se nos iba. Quizá no pueda transmitirles el esfuerzo que el * Departamento Académico de Estudios Generales, ITAM. cerebro y el corazón hacen para sostenernos a los médicos en estas circunstancias. Es difícil mantenernos serenos y ofrecer nuestras miradas, nuestras manos y nuestras palabras a quien ya pronto nos va a dejar; pero en el caso del Arquitecto puedo decirles que fue él quien llevó la batuta de nuestra amigable despedida. Dialogamos poco y encargamos mucho. Una confianza frente a una conciencia. Nos sonreímos cuando los analgésicos finales comenzaban a aliviar el último tramo de una vida que, en los últimos siete años, pareció verse fuertemente cargada de tribulaciones, pero que siempre mantuvo su alegría y su buen humor, muy mexicano, dicho sea de paso, por estar anclada en la esperanza cristiana. Cuando se iba a rayos X llegó su hija acompañada de su esposo, y me recordó al amor más grande del arquitecto, su querida Mariana, a quien 133 ©ITAM Derechos Reservados. La reproducción total o parcial de este artículo se podrá hacer si el ITAM otorga la autorización previamente por escrito. NOTAS 134 también conocí alegre, generosa y delicadísima en su fino trato, hasta el final. Aquella tarde vi el peso de la verdadera consolación que el Espíritu Santo da a quienes en Él se abandonan. Parecerá extraño, pero como médico y como hombre no puedo evocar al arquitecto sin acudir a su esposa. Quizá lo que más llamó siempre mi atención de este amigo, fue su estar en el mundo sin ser del mundo. Y él lo atribuía a su vínculo marital. Pienso que Javier conocía bien el alcance de ése y otros mandatos evangélicos. Entendió como pocos a san Juan y su Apocalipsis, una de sus lecturas favoritas. Y de Mateo vivió en carne propia la parádosis cristiana de ser signo de contradicción. Su fino sentido del humor, su afición por la matemática, su natural inclinación por la filosofía y, por supuesto, su fina galantería con las damas, lo hacían un hombre universal. Me lo recomendó alguna vez: los católicos debemos ser universales. Como su médico, supe de una vida muy humana, que en la séptima y octava décadas de la vida buscó pausadamente piezas claves en el misterio del sufrimiento y la muerte. Recordaba su corta estancia en la Facultad de Medicina y su afición por la anatomía, pero al final de toda disertación concluíamos en que la búsqueda y posesión de la verdade- ra felicidad pasa necesariamente por el perdón. Como su amigo, al lado de Mauricio y de Víctor, mi hermano, le arrebaté en los desayunos dominicales que plácidamente compartíamos, consejos y frases, serios y chuscos, que hasta la fecha recuerdo entusiasmado. La claridad de su discurso, siempre en un español impecable, era una continua invitación a vivir una vida en abundancia. Terminó su muy linda casa en el Ajusco. Acompañó hasta el fin, en medio de difíciles momentos, a su hermano mayor. Viajó para ver a sus queridos hijos en el extranjero, y hasta el último día que pudo hacerlo, dio puntualmente sus lecciones de Problemas aquí en el ITAM . Con mucho gusto veo que hasta la fecha sus alumnos también lo recuerdan. Por lo que pude entender de mi paciente, en estos siete años, sabía abrir las puertas cerradas, sobre todo las de los corazones tibios o amedrentados. Con delicadeza intuía cómo aproximárseles y, con genuina caridad los ayudaba. Me confió que eso se lo debía a Mariana. Quizá por eso amó a la verdad como he visto a pocos. Tal vez por eso me insistía en no perder la visión unitaria de la realidad toda. El arquitecto supo transmitirnos su motivo en este mundo, como un hombre entero al servicio de Dios. ©ITAM Derechos Reservados. La reproducción total o parcial de este artículo se podrá hacer si el ITAM otorga la autorización previamente por escrito. NOTAS Estoy contento de reunirme con ustedes esta tarde para recordar a mi buen amigo Javier. Y también estoy cierto que ahora mismo están ambos gozando la realidad actual de esa pequeñísima promesa de eternidad que, desde antes y desde aquí, le gustaba tanto a Javier repetir en la misa: Ven Señor Jesús. 135 ©ITAM Derechos Reservados. La reproducción total o parcial de este artículo se podrá hacer si el ITAM otorga la autorización previamente por escrito.