La Era de la Información. Economía, Sociedad y Cultura. “La Sociedad Red”. Reseña crítica ( 2ª edición en castellano, versión de Carmen Martínez Gimeno y Jesús Alborés). Por la edición en castellano: Alianza Editorial, S.A. Madrid, 2000 (1997). NOTA SOBRE EL AUTOR Manuel Castells fue catedrático y director del Instituto de Sociología de Nuevas Tecnologías de la Universidad Autónoma de Madrid y profesor de sociología de la Escuela de Altos Estudios de París. Actualmente, además de ostentar diversos cargos docentes y profesionales, es catedrático de Sociología y Planificación Urbana y Regional en la Universidad de California (Berkeley). Asimismo, es profesor (excedente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en Barcelona. RESEÑA Manuel Castells, subiéndose al tren en marcha, analiza –enlazándolas- las consideraciones tecnológicas, sociológicas, históricas y económicas de la mutación de la información que, desde hace décadas, segrega la “sociedad en redes”. Simplificando las cosas, Castells señala los efectos de tres procesos aparentemente no relacionados entre sí acaecidos entre el final de la década de los 60 y la mitad de los 70 que, en conjunto, han producido esta "nueva sociedad" (o cualesquiera de los numeroso términos acuñados para identificar un presente incierto). Estos tres fenómenos son el auge de las tecnologías de la información, la crisis y posterior caída de los regímenes totalitarios en la Europa del Este y la emergencia de nuevos movimientos sociales. Los tres procesos marcan una nueva estructura social: la Sociedad Red, una nueva cultura que el autor denomina "virtualidad real” y un nuevo concepto y tipo de economía, la “nueva economía” -creada por la intrusión de Internet en la vida empresarial- que rubricaría la renovación de un capitalismo individualizado y descentralizado, pero solamente abierto a los mejores, donde el crecimiento ilimitado de la productividad y la frenética creación de valor constituirían los puntos de referencia. Así, examina de manera notable las tecnologías revolucionarias que surgen de esta mutación de la información: informática, robótica, biotecnología, telecomunicación digital. Cuidándose de hablar 1 bien de la “sociedad de la información”, estudia pormenorizadamente la irrupción de nuevas estructuras sociales, y de sus interrelaciones, que se revelan bajo diferentes formas en función de la diversidad de culturas e instituciones. Dispares fenómenos entre tendencias a gran escala en el momento presente, que van desde el surgimiento de la floreciente economía en el área de Asia-Pacífico, el auge de la economía criminal, hasta el incremento de los fundamentalismos de todo tipo y de la fragmentación/exclusión social. Nacida en pleno periodo de reestructuración de la economía global, esta nueva sociedad/sistema tecnoeconómico es a la vez capitalista e informacional (capitalismo informacional) y su lógica de redes pone en crisis a dos instituciones centrales: la familia patriarcal y el Estado-Nación. En el capítulo 6, El espacio de los flujos, se ocupa de la complejidad que presenta la interacción de la tecnología, la sociedad y el espacio. Para ello, examina los datos empíricos en relación a la transformación de las pautas de localización de las principales actividades económicas en el nuevo sistema tecnológico, tanto para los servicios avanzados como para la fabricación. Después pasa a analizar la reciente evolución de las formas urbanas en varios contextos, intentando analizar la relación existente entre las nuevas tecnologías de la información y los procesos urbanos y regionales en el amplio contexto de la transformación histórica dentro de la cual emergen y se desarrollan dichas tecnologías. Más tarde, resume las tendencias observadas bajo “una nueva lógica espacial” a la que designa como “el espacio de los flujos, que se está convirtiendo en la manifestación espacial dominante del poder y la función en nuestras sociedades”. A esta lógica opone la organización espacial “histórica”, “el espacio de los lugares” (p.455). El espacio de los flujos, como la forma material de soporte de los procesos y funciones dominantes en la sociedad informacional, los describe el autor, “mediante la combinación de al menos tres capas de soportes materiales que, juntos, lo constituyen. La primera capa, el primer soporte material del espacio de los flujos, está formado por un circuito de impulsos electrónicos (microelectrónica, telecomunicaciones, procesamiento informático, sistemas de radiodifusión y transporte de alta velocidad, también basados en las tecnologías de la información) que, juntos, forman la base material de los procesos observados como estratégicamente cruciales en la sociedad red” (p.490). Así, La red de comunicación es la disposición espacial esencial: los lugares no desaparecen, pero su lógica y su sentido quedan asimilados en la red. 2 La segunda capa, señala Castells, “la constituyen sus nodos y ejes”. El espacio de los flujos no carece de lugar, si bien su lógica estructural sí. Pese a que observación de las ciudades globales ilustra más directamente la la ordenación basada en los lugares del espacio de los flujos en nodos y ejes, esta lógica no se circunscribe únicamente a los flujos del capital. Los principales procesos dominantes de nuestra sociedad se “articulan en redes que conectan diferentes lugares y asignan a cada uno un papel y un peso en una jerarquía de generación de riqueza, procesamiento de la información y creación de poder, que en definitiva condiciona el destino de cada localidad” (p.492). La tercera capa se refiere a la organización espacial de las elites remarca el autor- gestoras dominantes -más que clases, que ejercen las funciones directrices en torno a las que ese espacio se articula. En la teoría del espacio de los flujos, Castells asume implícitamente que las sociedades están organizadas de manera desigual en torno a los intereses concretos dominantes de cada estructura social. De tal forma, la manifestación espacial de la elite informacional dominante constituye otra dimensión básica del espacio de los flujos y cuya manifestación espacial es visible en el dominio que ejercen, basado en su capacidad organizativa que, al mismo tiempo, utilizan para desorganizar a grupos sociales mayoritarios con intereses representados sólo de manera parcial (y no siempre) dentro del marco de la satisfacción de los intereses dominantes. En estos mecanismos de dominación el espacio desempeña una papel principal. Como señala el autor, “las elites son cosmopolitas; la gente, local. El espacio del poder y la riqueza se proyecta por el mundo, mientras que la vida y la experiencia de la gente se arraiga en lugares, en su cultura, en su historia” (p.493). En el capítulo 7; La orilla de la eternidad: el tiempo atemporal, como continuación de las hipótesis planteadas por Castells en el capítulo precedente, lo más sustancial sería lo que sigue: “la transformación del tiempo bajo el paradigma de la tecnología de la información, moldeado por las prácticas sociales, es uno de los cimientos de la nueva sociedad en la que hemos entrado, conectado de forma inextricable con el surgimiento del espacio de los flujos”(p.507). El tiempo lineal, inalterable, mensurable y previsible se hace añicos en la sociedad red. Empero, la transformación es más profunda: según el autor, “es la mezcla de tiempos para crear un universo eterno, no autoexpansivo, sino autosostenido, no cíclico sino aleatorio, 3 no recurrente sino incurrente: el tiempo atemporal, utilizando la tecnología para escapar de los contextos de su existencia y apropiarse selectivamente de cualquier valor que cada contexto pueda ofrecer al presente eterno”(p.511). En la línea de James Gleick -al que cita- nuestras sociedades, sobre la aceleración de “prácticamente todo” en Castells asevera que “comprimir el tiempo hasta el límite equivale a hacer desaparecer la secuencia temporal, y con ella el tiempo”, sosteniendo, a la vez, que “todo ello está sucediendo ahora”(p.511). Para ejemplificar de forma evidente la lógica expuesta, el autor acude a la circulación de capitales a escala global donde los mercados de capital unificado y global funcionan en tiempo real. Castells advierte que esta mutación del tiempo no afecta a todos los procesos, grupos sociales y territorios, aunque sí implica a todo el mundo. Más adelante, y como era de esperar..., nos dice que esta superación del tiempo “también resulta central para las nuevas formas organizativas de la actividad económica” en la empresa red. Así llegamos a la famosa flexibilidad que, junto a la adaptabilidad y los cambios tecnológicos, suponen “la base de su competitividad”. VALORACIÓN CRÍTICA/REFLEXIÓN PERSONAL En este apartado no pretendo realizar una refutación total, entre otras cosas porque ni se puede “físicamente”, en un trabajo de asignatura, ni es posible porque muchas de las tendencias -no todas- (y obviedades) observadas por Castells, se están cumpliendo. Pero, desde luego, conviene relativizar algunas de aquellas y poner en cuestión ciertos aspectos. Vaya por delante que los nuevos procesos de producción, los nuevos sistemas de comunicación, las nuevas tecnologías, el sistema educativo, la cultura, etc. pueden adoptar, efectivamente, formas nuevas: llámese sociedad informacional, sociedad red, pero en el momento presente, la estructura económica, las relaciones de producción y distribución y la estructura de relaciones de clase (llámesele elites, si se quiere...) se encuadran -aún con las llamadas nuevas tecnologías...(NT)- en el modo de producción capitalista. Aunque las oficinas, despachos, y fábricas, sean espaciales y postmodernas (se supone que los pedidos de Cisco Systems canalizados a través de su Web se fabricarán en algún lugar!) 1: porque las fábricas, donde están? En la obra de Castells se percibe, de alguna forma, que en la nueva 4 sociedad informacional los ordenadores, en vez de ser fabricados, fabricarán ellos... Me imagino que aunque estarán fuertemente automatizadas, los objetos se tendrán que seguir fabricando (a no ser que la virtualidad, como el espacio, se imponga de manera, para mí, fatal...). Acaso, en lugar de saborear “jabugos”, “trevelez”, fino o rioja, o pinchos de tortilla, comeremos información/comunicación, o bits...? Porque el horario, por muy flexible que sea, continuará siendo horario y aunque el consumo se modifique consumo seguirá siendo. Es más, seamos claros; el consumo es lo que verdaderamente sostiene al sistema capitalista ( y al “capitalista /informacional” también...): consuma más y mejor. Uno de los aspectos más perturbadores es el de la “venganza del espacio sobre el tiempo”( y no sólo para los relojeros suizos...). El Tiempo, como magnitud física implicada en los procesos socioeconómicos, borrado de un plumazo, deja de ser considerado, pese a todo: que será, así, del tiempo de dormir, del tiempo de aprender (y de aprehender), del tiempo de crear, del tiempo de amar... . Y la ciudad, no es, principalmente, un sistema de derechos fundamentados sobre compromisos sociales en el tiempo? Podrá con todo ello el gran principio comprimidor? No, si se aplicara coherentemente los límites que impone el Segundo Principio de la Termodinámica, principio este del funcionamiento del mundo físico tan insoslayable y universal como la gravitación o la relatividad. Pero por lo visto, aunque todos los científicos dicen respetarlo, actúan como si no existiera: se evitan, así, las desagradables cuestiones políticas relacionadas con los límites biofísicos del crecimiento económico,2 porque de otro modo, se derrumbaría la panacea de que ese crecimiento, propugnado y voceado globalmente, acabe con la pobreza, con el deterioro medioambiental y con cualquier otro problema. Pues bien, todo eso no está muy lejos de lo que propugna la revista norteamericana Wired, la Biblia de los “tecnoutópicos” y de los postmodernos, cuando se lee, “De pronto la tecnología nos ha dado los poderes que nos permiten manipular no sólo la realidad exterior, el mundo que nos rodea, sino también y sobre todo a nosotros mismos. Usted puede convertirse en todo lo que quiera serLos ordenadores conducen a una forma de utopía, a un porvenir que se hace mejor por la simbiosis entre el hombre y la máquina, a una religión que ve en el ciberespacio el medio que conducirá a la edad de oro. Una edad en que la numerización liberara al espíritu y facilitará la ascensión hacia un nivel de consciencia más elevado”3. Esto “suena” a los grupos New Age, 5 también a los postmodernos, esas gentes que cuestionan la racionalidad pero que practican el culto a las NT. Pero, no sólo es eso. La afirmación de que una sociedad de redes, dotada de sus instrumentos tecnológicos de punta pondrá remedio a las disfunciones de nuestras sociedades modernas, y de que la tecnología ha creado una era que transciende a la que la ha precedido al mismo tiempo que se distingue de ella, no deja de estar en relación con los actuales planteamientos de las actuales fuerzas legitimadoras de la economía de mercado como consustancial a la naturaleza4, del fundamentalismo de la tecnociencia. Queda así planteada una hipótesis en la que los vínculos, de una u otra forma y grado, entre la New Age (heterogeneidad), la postmodernidad (fragmentación de la realidad) y -lo que, en principio puede ser paradójico, pero que no lo es tanto (ni mucho menos)- con el neoliberalismo y sus aledaños. Naturalmente, habrá que profundizar en la propuesta pero creo que no es casualidad que se hayan juntado en el tiempo, poco más o menos, el auge del neoliberalismo con las propuestas postmodernistas y con las de la New Age.5 Más de Wired. Según su editor ejecutivo, “la “mano invisible” del mercado y las fuerzas ciegas de la evolución darwiniana son realmente una sola y misma cosa”.6 Como en las novelas de ciencia-ficción de Heinlein y Asimov, el camino hacia el futuro parece llevarnos al pasado... . Pero no nos engañemos, la fe en el progreso, ni en un futuro-presente exultante, pese a la compresión del tiempo -lo que no deja de ser una paradoja...- no ha desaparecido. Antes al contrario, en el propio planteamiento general de la obra de Castells es observable esa deriva, en la que planea un posicionamiento optimista proveniente de su convicción de que, “hemos entrado en un mundo verdaderamente multicultural e interdependiente que sólo puede comprenderse y cambiarse desde una perspectiva plural que articule identidad cultural, interconexión global y política multidimensional” (p.57). En esa misma línea, un observador de la trilogía de Manuel Castells afirma que éste espera en sus conclusiones que “el poder del intelecto liberará capacidades productivas hasta el momento inéditas [...] y podremos reconciliarnos con la naturaleza sin comprometer el bienestar material de nuestra descendencia”.7 De vuelta al espacio de los flujos, sucede, también, que “el poder es tiempo: poder usar el tiempo de otros para los intereses propios”.8 Esto no deja de estar en conexión con la aseveración de Castells, de que “las elites no quieren y no pueden convertirse ellas mismas en flujos, si han de preservar su cohesión social, desarrollar un conjunto de reglas y los códigos culturales mediante los cuales pueden 6 comprenderse mutuamente y dominar al resto, estableciendo de este modo las fronteras de “dentro” democráticas y “fuera” de su comunidad cultural/política. Cuanto más sean las instituciones de una sociedad, más se tendrán que diferenciar las elites de las masas para evitar la penetración excesiva de los representantes políticos en el mundo interior de toma de decisiones estratégicas”. Y añade, “Sin embargo, mi análisis no comparte la hipótesis sobre la existencia improbable de una “elite de poder”[...]. Por el contrario, el dominio social real se origina por el hecho de que los códigos culturales están incorporados en la estructura social de tal modo que su posesión abre el acceso a la estructura de poder, sin que la elite necesite conspirar para impedir el acceso a sus redes” (p.493). O Castells es pesimista, en última instancia, sobre el cambio social fundamental, o eso es pura ideología desmovilizadora. No hay que discurrir mucho para descubrir las implicaciones que esto tiene para el desenvolvimiento de las democracias que, reconozcámoslo, si hoy muchas de ellas no pasan de ser “formales”, no se lo que nos espera en esa futura democracia de tecnología punta, donde “se hace innecesaria la conspiración de las elites”. De ello puede inferirse aquello tan manido de que “no hay nada que hacer”, “no hay más cera que la que arde”,”esto es lo que hay”, etc. Y es que la gente es demasiado estúpida para comprender las cosas, por lo que no es posible que participen ni en la gestión de los asuntos que les afectan ni -mucho menos- en las decisiones de las elites: “la racionalidad es una técnica, una habilidad, al alcance de muy pocos [...] Aquellos que poseen la capacidad lógica tienen que crear ilusiones necesarias y simplificaciones acentuadas desde el punto de vista emocional”.9 Debo aclarar que no estamos hablando de “complots” ni de que seamos memos, pero la inteligencia no protege de la estupidez ya que hay muchas maneras de hacer la/el tonta/o. Una vez volcado esto, también debe decirse que no todos los individuos son manipulables, o lo sean en su totalidad. Es decir, no siempre moldearán la opinión de todos los hombres y mujeres, claro esta, pero sí enmascarar la realidad perceptiva en torno a la cual se forman las opiniones. Como señala Vicente Romano10, “Aquí radica tal vez su efecto más importante: establecer el orden del día para todos, organizando el espacio de lo público (y de lo privado), las cuestiones (todas) en que pensar. En suma, establecen los límites del discurso y de la comprensión”. No moldean el pensamiento de todos/as, pero tampoco tienen por qué hacerlo. Es suficiente con legitimar unos puntos de vista y deslegitimar otros. 7 Por otra parte, pero en relación, la noción de red de Castells se asocia con la democracia, la libertad, la igualdad, la flexibilidad, la participación, la negociación, etc., en contraposición a las formas verticales, a las estructuras rígidas, a los sistemas de dirección autoritarios, al control directo, pero ahora resulta que las elites tienen más poder y que “ni quieren, ni pueden dejarlo...”. Lo que está pasando, pues, es que el presente modelo de “desarrollo global informacional” permite -otra vez, la paradoja...- una jerarquización -eso sí, “nueva”- de nuestro mundo, lo cual, a su vez, provoca una disgregación (o fragmentación) de economías, de culturas y de sociedades. Es decir, la estructura de relaciones de clase no sólo no desaparece en el capitalismo informacional, o sociedad red, sino que se perpetúa, y se acentúa, bajo una nueva forma. Y, he aquí uno de los riesgos (calculados...?) que encierra esta versión sociológica, o económica...,11 de la realidad: además de apostar decididamente por las concepciones y realizaciones llevadas a efecto por el status quo, no se pregunta con la necesaria insistencia sobre el origen de los valores dominantes, ni de las estrategias desarrolladas por esas famosas elites (“que no clases...”) y que, como ocurre en el caso de Touraine -del que el autor es deudor-12 intentará a partir de allí relanzar la actividad del sujeto sin tener en cuenta todos y cada uno de los condicionamientos que lo modelan. Dudo mucho que con todos esas premisas y condicionantes, el Sujeto vaya a poder “pensar por si mismo” y convertirse en una afirmación de libertad contra el poder de los estrategas y sus dispositivos, en un capitalismo que considera que la competitividad y el darwinismo social es la ley dominante. Además, para qué? Si la conspiración “se hace inútil” tanto para los dominantes como para los dominados... . Castells, que dice estar claramente en contra de cualquier tipo de determinismo tecnológico respecto al futuro de la sociedad, deja entrever, sin embargo -de una u otra forma y grado- la existencia de un cierto determinismo de la inevitabilidad de las cosas... . Dicho de otra forma: si el desarrollo tecnológico es visto como consecuencia de decisiones fundadas en la creencia sobre lo que es más conveniente y apropiado a los intereses humanos más generales conforma, por tanto, una visión determinada de la realidad. Una realidad en la que sobre las disputas referentes la conveniencia, o no, de los desarrollos tecnológicos no nos las hemos de ver, casi nunca, con filántropos sino con personajes realmente expertos en sus propios intereses. Así, las novedades que nos esperan no se sitúan, pues, en el ámbito conceptual/lógico, sino en la esfera 8 propiamente industrial y, además, en el plano, siempre resbaladizo, en el que se estiman las posibilidades de consumo de forma previa a su cálculo económico/financiero y a su explotación comercial. Lo cual no insta, por supuesto, para que las consecuencias sociológicas puedan ser muy poderosas. Así que, como que por interés científico, o con fines lucrativos..., alguien está cambiando nuestras vidas, humano es preguntarse hacia donde vamos, siendo cautos con los que advierten de catástrofes sinfín, pero desconfiando de los que predican paraísos en la tierra y piden antes un óbolo. Los avances tecnológicos no son intrínsecamente buenos ni malos y, al mismo tiempo, son malos y buenos. Mejor dicho, es su uso lo que determina una u otra cosa; la experiencia de nuestro tiempo debe hacernos estar en alerta permanente: el siglo XX ha sido un periodo de civilización y progreso, pero también de barbarie y de atrocidades, algunas organizadas “industrialmente” como, p.ej., la dictadura de Hitler. No es del todo correcto sostener que las tecnologías de la información están al servicio del capitalismo y que, por consiguiente, Internet es una creación del capital y punto. Pero también hay que decir que las tecnologías no son ingenuas, llegan con una carga ideológica y cultural importante. Marshall McLuhan, Walter Ong, Neil Postman han destacado los cambios sociales y culturales que siguieron a la aparición de la escritura, de la imprenta o de los medios de autoedición electrónicos. Las culturas de tradición oral transmiten su conocimiento a través de la voz y la memoria, la escritura introdujo una manera de fijar y transmitir el conocimiento a través del reconocimiento de una serie de signos visuales. La imprenta no sólo difundió miles de libros sino que, en cierto modo, democratizó el saber. La autoedición ha llevado al libro electrónico, un texto que puede modificarse las veces que se quiera sin necesidad de utilizar papel como soporte. Pero, también, los conglomerados de la comunicación multimedia y de servicios (e-comercio, sobre todo) -Time-Warner-AOL, particularmente- están copando la Red y la libertad se está resintiendo, por no hablar de los portales -sobre todo Yahoo!- que actúan de intermediarios. Junto a eso, justo es decirlo, la coordinación de las muchas protestas contra la globalización, p.ej., ha sido posible gracias a Internet. Los cambios tecnológicos dan lugar a cambios sociales y culturales y modifican la manera de pensar la realidad. 9 En el mundo de la empresa la fijación característica de la década de los noventa consiste en identificar las tendencias que mueven el mercado para "anticiparse al futuro", o a la competencia. Internet, o como apunta Jordi Colobrans, “la metáfora del doble clic, es una practica genuina de las sociedades postindustriales. El sistema político-económico que le representa es el capitalismo, con sus multinacionales, su competitividad, su pragmatismo, sus reducciones de plantilla, sus placeres y sus discursos sobre la tercera ola y su tecnología liberadora”.13 Ahora, precisamente la noción de “competitividad”, vuelve a estar de moda (si es que alguna vez ha dejado de estarlo…). Para asumir los nuevos retos que plantea la sociedad de la información, parece que hemos de ser más competitivos. Se habla mucho de nuevos desafíos, de cambios acelerados, de necesarias transformaciones de ámbito global, etc. Pero, ¿sabemos realmente lo que nos quieren decir?, ¿O lo que no dicen…? Igual están apuntando otra cosa. Si la revolución industrial ocasionó grandes penurias y sufrimientos humanos, cabe esperar que la revolución informacional y las nuevas (o viejas…) condiciones de trabajo, muchas veces ligadas a ella, también tendrá- a su manera- sus víctimas. Yo no tengo muy claro como vamos a volver a la competitividad de otras épocas sin reproducir el dantesco espectáculo dickensiano de la explotación laboral, antes de pico y pala y tejedora, y ahora con ordenadores y teles varias…. A no ser, claro, que el acceso a la sociedad red y sus promesas de redención político-social lo justifique todo. La llamada institucional a la competitividad es persistente y permanente y, evidentemente, obtiene eco entre los empresarios; “seremos competitivos, seremos los más competitivos”. Esto, además de que no deja de ser paradójico (ser competitivos suprimiendo a la competencia para quedarse solos, y anular la competencia…!), justifica las practicas de muchas empresas: contratos basura, empleos precarios y discontinuos, horarios rotativos, despidos libres (todo se andará…), y otras arbitrariedades. Vamos, que para ser competitivos los trabajadores/as debemos ser flexibles…, y tragarnos lo que nos echen. De tal forma, el antropólogo/a no puede sentirse muy cómodo en este escenario de desregulaciones y fexiblilizaciones, de tecnologías deshumanizadas14 donde el poder científico y tecnológico -no "la" ciencia y "la" tecnología, cuidado...!- que corren parejos con el poder industrial y financiero-comercial se han olvidado de una ecuación: racionalidad científica y necesidades sociales (e individuales...). Un escenario en el cual se generan injusticias sociales, la salud se resiente,15 el medio 10 ambiente se destruye y en el que el sistema trata de convertir a los ciudadanos en simples consumidores que actúen guiados tan sólo por los preceptos de la economía de mercado minorando sus derechos democráticos, convertidos en meras decisiones mercantilistas. A mi modo de ver, y en tal marco, pues, la ética debe imperar en el antropólogo/a. En definitiva, de lo que se trata es de reflexionar sosegadamente sobre lo que uno/a hace y/o pretende hacer y, si se puede, tomar decisiones sobre el camino a elegir, siempre con una cierta independencia de lo que hacen los demás (si es que deciden hacer algo...) y no dejarse arrastrar por las modas (que no dejan de ser efímeras...). Y, desde luego, el antropólogo/a, como cualquier científico social debe analizar lo que está pasando en su entorno y en el contexto histórico que le ha tocado vivir. No podemos negar evidencias escudándonos en posibles prejuicios de las nuevas tecnologías sobre la cultura contemporánea. Así, el antropólogo/a no debe encerrarse -en aras de un no se que ideario científico, que más que otra cosa actúa aquí como coartada para no implicarse- en la torre de marfil de la ciencia para no salir a la palestra. El antropólogo/a, y el científico social en general, debe “implicarse” denunciando todas formas de manipulación, de intolerancia y de injusticias. Y no sólo eso, sino que como no nos gusta este sistema, debemos intervenir para ayudar a construir modelos alternativos. Me explicaré, porque no obstante -y después de todo- pienso que así como hay científicos que alertan, p.ej., sobre la destrucción del medio ambiente, del cambio climático que se está produciendo y sobre sus consecuencias no deseadas, el antropóloga/a puede alertar sobre las consecuencias del cambio social derivado de la actual implantación de las nuevas tecnologías y de las nuevas pautas organizativas de la producción y de la empresa, asociadas a una acelerada y profunda reordenación de la división internacional del trabajo, y de los potenciales -algunos ya presentes...- riesgos que todo ello conlleva, y que ya se han señalado a lo largo de este apartado. Y no sólo alertar, sino actuar reorientando tal como nos muestra el excelente trabajo de Richard Sennett, La corrosión del carácter. Las consecuencias del trabajo en el nuevo capitalismo (Anagrama, 2000) en el que el autor incide en como la nueva cultura empresarial de la flexibilidad y el riesgo están revolucionando la tradicional cultura del trabajo occidental, basada en el compromiso, la lealtad y las relaciones a largo plazo entre empresarios y trabajadores, siendo una fuente de angustias, miedos y desconcierto, además de poner en contradicción la identidad profesional del trabajador con su identidad social, 11 ya que en el trabajo se han de asumir unos valores que no son válidos en el entorno familiar (p. ej., no es razonable, supongo, que los padres le digan a sus hijos que la lealtad es una barrera, un engaño). En una línea similar se encuentra, asimismo, la obra de Ulrich Beck, Un nuevo mundo feliz. La precariedad del trabajo en la era de la globalización (Paidós, 2000) donde el autor, apercibiéndose de las grandes similitudes en la transformación del trabajo que se está produciendo entre el primero y el tercer mundo señala que la entrada de lo precario, lo discontinuo, lo impreciso y lo informal (“brasileñización”), en “esa fortaleza que es la sociedad del pleno empleo en Occidente”, producirá la acelerada mudanza de la sociedad laboral en una sociedad de riesgo, “un riesgo que no es calculable ni para el modo de vida de cada individuo ni para el estado; y más urgente resulta asimismo estudiar la economía política del riesgo desde el punto de vista de sus consecuencias contradictorias para la economía la política y la sociedad”.16 Y es que en la actualidad, parece que tanto para las empresas y los trabajadores la salvación vendrá de la mano de la globalización y sus aledaños (por cierto, ¿sabe alguien en que consiste la dichosa globalización…?). Así, estamos viendo como se generan nuevas vías y recetas milagrosas para alcanzar el éxito en este contexto ya global, como p. ej., la expansión y el crecimiento (aunque se haya demostrado que el tamaño no es sinónimo de eficiencia) y, por encima de todo, la competitividad traducida en flexibilidad y riesgo. Y la flexibilización, desregulación, deslocalización, etc., en definitiva, la sociedad del riesgo, ligada a una reorganización de la división internacional del trabajo, asociado a lo que se ha dado en llamar Nueva Economía (que no debe de ser “tan nueva”, ya que se rige por los mismos parámetros de la de siempre: productividad, competitividad y consumo desaforado) y la globalización, está desplazando la centralidad del valor trabajo, y no olvidemos que el empleo en nuestra sociedad occidental no es únicamente un sueldo: es fuente de identidad social, de socialización. El éxito de la película Full Monty, se debe a haber captado la relación entre empleo y el “ser alguien”. En todos estos trayectos, se olvida mayoritariamente que detrás de cada secuencia o flujo de actividad, se encuentran las personas, y si éstas no desarrollan todo su potencial de trabajo, de nada sirven todos esos modernos bálsamos, supuestas soluciones a todo, que se esconden bajo esa parafernalia terminológica (a menudo incomprensible, y vacía…). La lógica y el sentido común (que al parecer es el menos común de los sentidos…), son las únicas técnicas que sobreviven a las modas para 12 conseguir los objetivos marcados en la gestión de empresas. El capital humano constituye el factor clave para el progreso de la empresa y, evidentemente, para el progreso tecnológico, económico y social. Los desequilibrios económicos han existido siempre en el contexto mundial, apareciendo de forma más o menos explícita según el momento histórico, pero es con la revolución industrial cuando las diferencias entre los países ricos y países pobres se acentúan. Aceleradas en el momento actual, por el impacto del neoliberalismo económico globalizador, que dictamina quien debe estar, y quien no, en el reparto del pastel. Es decir, los países que “no tienen nada que ofrecer” a la economía de mercado, quedan fuera del sistema de acceso a los alimentos. Dicho de otra forma, un reducido grupo de firmas del Norte hegemonizan el conjunto de la actividad económica mundial. Las transnacionales, además de imponer sus políticas de fragmentación y reubicación de los procesos de producción, con su corolario de desregulación y flexibilización (para entendernos, despido libre y gratis, sueldos de miseria y sin asistencia socio-sanitaria), de los mercados de trabajo, siguen constriñendo las posibilidades de desarrollo de muchos países a través del control de los flujos comerciales internacionales. Asimismo, la concentración de riqueza poder…- -y en manos de aquéllas que manejan, sin ningún control democrático, presupuestos muy superiores no sólo al de la mayoría de países pobres sino al de varios países ricos; un ejemplo, el del grupo financiero Golman Sachs, cuyos beneficios anuales (2000 millones de dólares) son algo superior al PIB de Tanzania: la diferencia estriba en que estos últimos deberán repartirse entre 25 millones de habitantes, mientras que los primeros se distribuyen entre sus 160 accionistas. Según evidencia el Informe de Desarrollo Humano del PNUD de 1999,17 la brecha existente entre ricos y pobres se ahonda: así, una quinta parte de la población del planeta ostenta el 86% del Producto Bruto Mundial, mientras el quinto más pobre sólo posee el 1%. Además, esa misma parte detenta el 82% de los mercados de exportación mundiales, mientras que el quinto de población más pobre genera el 1%. Asimismo, la primera quinta parte cuenta con el 68% de las inversiones extranjeras directas y el 74% de las líneas telefónicas del mundo. Los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que suman el 17% de la población mundial, acaparan el 71% del comercio mundial de bienes y servicios, el 58% de las inversiones extranjeras directas y son habitados 13 por el 91 por ciento de los usuarios de la red informática Internet en todo el planeta. Esa desigualdad también ha crecido en el interior de los países; en los pobres han surgido fortunas en manos de unos pocos y en los ricos se han generado “bolsas de pobreza”: en Occidente, Estados Unidos y el Reino Unido son los países donde se ha acentuado en mayor medida la desigualdad. Bajo el empuje de las stock options y las ganancias de Wall Street, las 200 personas más ricas del mundo duplicaron con creces sus fortunas a un total de más de un billón de dólares entre 1994 y 1998. Las tres personas más ricas del mundo poseen activos que superan el PIB de los 48 países menos desarrollados. Más de 1000 millones de personas malviven con menos de un dólar al día, y una cifra similar no dispone de agua potable. El 96% de los nuevos contagios por el virus del sida (16.000 personas al día) se produce en los países en vías de desarrollo. Unas 80 naciones tienen ingresos per cápita menores al que tenían diez años atrás, mientras que el de la mayor parte de los países africanos y ex repúblicas soviéticas disminuyó: si en los países desarrollados la renta media se sitúa en 21.647 dólares, en los subdesarrollados no alcanza los 1.000. Pero son las nuevas tecnologías y, sobre todo, el desarrollo de Internet lo que está alejando -subraya el informe- a pasos agigantados a unos países de otros en el marco de la sociedad global. Ante todo, lo que pone de manifiesto el informe es que, la globalización, conducida por la expansión de los mercados, ha permitido a los países ricos generar aún más riqueza y, a la vez, marginar a las naciones más pobres. Al mismo tiempo, las diferencias de clase se acentuaban en esos mismos países ricos, así como en los pobres siendo precisamente la “división digital” entre quienes tienen acceso a la Red y quienes no lo tienen, uno de los signos visibles. Para eliminar estas desigualdades, la ONU habla de “reinventar” los gobiernos en el marco de la nueva sociedad global, tomando como base la democracia, el respeto a los derechos humanos, la justicia y la protección del medio ambiente. La ONU incide en la responsabilidad que tienen los países de fomentar la cohesión social y de conducir la globalización de los mercados, ideas y nuevas tecnologías por la vía del desarrollo humano: es decir, por la vía de un reparto más equitativo de la riqueza y del progreso tecnológico. Esos gobiernos deberán atender las demandas locales con políticas sociales y, al mismo tiempo -según la organización- tendrán que hacer frente a los poderes de las grandes empresas transnacionales. Al final, no es factible 14 que las grandes empresas tengan secuestrados a los gobiernos y antepongan sus beneficios a los valores cívicos y comunitarios de interés general, es por eso -entre otras cosas más- que el sentimiento contrario al dictak actual de la economía de mercado avanza. Se está viendo -en Seattle, Melbourne, Whasington, Davos, Praga, Niza- que una buena parte de la ciudadanía mundial toma conciencia que la actual situación de reparto injusto de la riqueza que se genera, mayoritariamente por los trabajadores/as, no puede continuar. Y la visualización del ciudadano- consumidor responsable es la de un capitalismo impopular que favorece más a los yates de recreo que no a las humildes zodiac, que hay gerentes con sueldos de escándalo, y ciudadanos con sueldos míseros, empleos precarios, y parados… Este “maldesarrollo global”, donde sólo importa el beneficio económico de las grandes empresas transnacionales, perpetua la desigualdad, la exclusión y las causas de la pobreza. Por eso, y por todo lo que venimos remarcando, debemos atender a la búsqueda de alternativas, como p. ej., la interesante propuesta presentada por CEPAUR 18 y, en su nombre, Manfred A. Max-Neef; se trata del desarrollo a escala humana, cuyo postulado básico es que el desarrollo se refiere a las personas y no a los objetos, proponiéndonos una comprensión de la estructura y dinámica de aquellos aspectos de las actividades sociales que denominamos “sistema económico” desde la perspectiva de la atención de las necesidades humanas básicas, incluidas dentro del marco socio-cultural y ecológico. En contraposición a la teoría económica clásica, cuyo nivel científico se cuestiona, el desarrollo a escala humana considera el marco ecológico, la estructura institucional, la existencia de grupos sociales y su interrelación en lo económico y político, así como la trama cultural que desde un imaginario social radical, da sentido a la totalidad sistémica en que se enmarcan las relaciones de los seres humanos y la de éstos con la naturaleza y la historia. En definitiva, se trata de un modelo económico sostenido basado en el respeto al medio ambiente, natural y cultural. Y el desarrollo sostenible, seamos claros, no es compatible con el actual modelo. De la misma forma que la industrialización (máquilas, zonas francas, etc.) que se está llevando a cabo en la periferia, bajo el control de las grandes transnacionales, no significa necesariamente desarrollo para los países del Tercer Mundo, el cambio de modelo económico no significa acentuar las desigualdades sociales en el primer mundo,19 se trata de una redistribución más 15 igualitaria de la riqueza, tanto entre los estratos de población del Primer Mundo como entre los del Tercer Mundo (aquí más…), y entre el Norte y el Sur, porque después de todo, ¿Hasta que punto una economía puede funcionar con grandes desequilibrios sociales de distribución de renta y riqueza? En relación a Europa, p. ej., y como advierte Eric H., “es absurdo pretender que los ciudadanos de la C.E., cuya renta per cápita ha aumentado un 80% entre 1970 y 1990, no puedan tener en 1990 el nivel de renta y de protección social que estaba admitido en 1970”. 20 ¿Qué está pasando? Creo que estamos en una nueva fase de acumulación capitalista, consecuencia lógica del capitalismo avanzado, inmersa en una adecuación más del sistema a nuevas necesidades, esta vez, con el concierto de unas herramientas potentísimas, como lo fueron en su día el telégrafo, el teléfono, el vapor y la electricidad. Es en este marco donde debe ubicarse la obra de Manuel Castells, disponiendo ya de una teoría adecuada para esta época de cambio. La reflexión sobre el hombre y la sociedad se ha dado siempre en todas las sociedades; en el mundo antiguo, Platón en su República construyó deliberadamente mitos para el pueblo y no ya explicaciones racionales. En el cristianismo medieval, con un componente teocentrista y dogmático muy fuerte, todas las cosas tenían respuesta en la revelación. Un punto de inflexión se produjo en el Renacimiento, inseparable del humanismo, de la economía mercantil y de la racionalización de la política, en el que el europeo se consideraba el centro del universo; pero hete aquí que con el “Descubrimiento”, de pronto encuentra al “otro”, y ante el choque del mundo cristiano con las culturas diferenciadas de América cultural- -que hacía evidente la diversidad no fue raro el asombro y, después, la necesidad de explicación. Así se llega a La Ilustración, “hija” del Renacimiento -ya consolidándose el estado moderno, ideado en su seno- tiene necesidad de desarrollar (“adecuar”) por medio de la ciencia (entre otras cosas) esa nueva realidad, pero también si conviene, crear (que hizo sino con su “gran creación”, la Idea de Progreso: intentó conceptualizar el descubrimiento -y sus problemas derivados- del salvaje, e “integrarlo” (de una u otra forma) en la nueva cosmovisión que estaba gestando, la idea de progreso21necesaria para dar “salidas” al capitalismo industrial que había generado el comercio mercantilista. La “nueva” situación generada a partir de la Ilustración daría lugar a la “creación” de una “nueva” ciencia, de nuevas teorías, -y en concreto, antropológicas- en el siglo XIX. Precisamente, donde se va a dar -con el 16 evolucionismo- una de las influencias (sino determinaciones) más claras entre ideología y ciencia, entre ideología y antropología; lo que explicaría la cristalización efectiva de la disciplina sería la necesidad no ya de conocer sino, antes aún, de legitimar mediante una teoría científica, el imperialismo naciente de las naciones más avanzadas del capitalismo industrial sobre los demás países, en especial sobre aquellos en que existían “salvajes”, que era donde se encontraban las más importantes fuentes, aún sin dueño, de materias primas. Tras la desintegración colonial, se desarrollan otras formas de explotación que no requerían dominación política directa; aquí surge el estructuralismo que, “toma en consideración (y) aprueba el proceso de descolonización” (Llobera, J.R., 1975:378). En los años 60 y primeros de los 70 del siglo XX, más o menos, con las primeras preocupaciones ecológicas, surgen las estrategias materialistas-culturales. Cada proyecto socioeconómico (político) tiene necesidad, en un momento dado, de “crear”, o “adecuar” “la” (“su”) ciencia (o quizás sea la ciencia, al menos, la ciencia social,, la que se “adecua” a los cambios....). En este sentido, parece que el surgimiento de la “antropología postmoderna” y su ideología desmovilizadora,22 esté en consonancia con los nuevos derroteros que está tomando el capitalismo avanzado, y de su estandarte, la economía de mercado (globalización, exclusión, primacía de las finanzas, etc.), y su corolario de gravísimos problemas sociales de toda índole. Desde el planteamiento que acabo de exponer en las líneas precedentes la obra de Castells, si no establece una teoría general del cambio de era -que creo que sí- diseña conceptos preliminares en los prolegómenos de la sociedad de la información, que señalan relaciones y, sobre todo, marcan tendencias de las nuevas condiciones entre la economía la cultura y la sociedad. No es extraño, pues, que sea considerada un vasto fresco, recuperado con una -cuando menos curiosa- unanimidad, por todos los medios de comunicación que apelan a él y a su obra sin ambages ni digresiones. Así, bajo la apariencia de una lectura reductora de los análisis del autor, las tesis de la “nueva economía” sirven de caballo de Troya del “capitalismo informacional”. Newt Gingrich, Nicholas Negroponte, Bill Gates y demás capitostes de la gran industria informática y de comunicaciones, grupos conservadores ultraliberales como la Progress and Freedom Foundation y otros, aprovechándose de ello, y de la impostura de identificar Internet con libertad y economía de mercado, han procurado promover los intereses de las fuerzas 17 hegemónicas en el mercado, cayendo el énfasis, inevitablemente, del tercer componente de la tríada. Desde luego, no se puede decir que el planteamiento de la obra de Manuel Castells sea postmoderna, pero sí creo que comparte ciertos rasgos, algunos de ellos ya apuntados a lo largo del análisis. Particularmente, la insistencia en incidir antes en el como para ocultar la temible cuestión del por qué. Por desgracia, en el momento presente las teorizaciones están más cerca del como (“Know How”); una martingala muy propia de la postmodernidad hecha para presumir del dominio de una técnica de cualquier clase: la cultura de la economía de mercado capitalista, tan competitiva, tan “libre”, ha subrayado astutamente este aspecto de la inteligencia humana y lo ha convertido en el aparente no va más del saber... A mí, me preocupa más el por qué, el qué, que el como (que no deja de ser importante, pero junto y subordinado al por qué). Sustancial, ontológicamente es de más importancia el “qué”, el “por qué”. Y sólo se progresa de verdad si, produzca o no dinero, lo/el que es valorado en función de su entidad sustantiva. De la importancia del valor añadido que se otorga al como se derivan muchos males; el predominio de lo especulativo y facticio sobre lo principal produce en lo económico, en lo político, en lo moral (y en lo científico), aberraciones en conductas y mentalidades. Las ciencias sociales postmodernas viven, antes de nada, del como y no del por qué. Es decir, de apariencias y no de substancias, de brillos y no de fundamentos. Y así sucede que se corre el riesgo de que el “How” pueda fagocitar (sino lo ha hecho ya...) al “What”, y nosotros estupefactos..., peligrosa antecámara de la estupidez. Hoy, la lógica de los sistemas (el económico entre ellos) prohíbe cuestionar sus desviaciones. Todo lo que se presenta como “científico/técnico” aparece como positivo, lo que conduce a invocar “razones técnicas/científicas” para disfrazar problemas sociales. Hoy, desgraciadamente, son muchos los científicos (los sociales también, por supuesto) que apelan a lo científico para eludir el compromiso. Y me pregunto, ¿tan incómodo, o tan “acientífico”, resulta poner encima de la mesa las problemáticas que afectan a los más débiles? ¿temen acaso ser tratados de demagogos? Porque aquí, el que plantea temas como la relación de la pobreza de muchos con la riqueza de unos pocos, de la estructura de relaciones de clase, de las opresiones, de las injusticias, de las intolerancias, de las ideologías, de la crisis medioambiental global, se le suele acusar de eso, de demagogo. 18 Y no deja de resultar preocupante que a mayor complejidad social, las teorías -sean sociales, políticas y o económicas- dirigidas a interpretar la realidad, son cada día más simplificadoras. ¿Cómo pueden ser controladas las variables de un sistema como el nuestro, cada día más complejo, sino es desde otro de mayor complejidad? Desde mi propia perspectiva, se debe aprovechar -sin eclecticismos, por supuestotodo lo aprovechable (quizás otro problema sea el discernir lo que es y lo que no es...) de las distintas corrientes, sin caer en servilismos ni determinismos, ni políticos ni económicos (ni de ningún tipo). Con la integración de lo económico, y de lo político, dentro de un planteamiento analítico de la sociedad global en el que no se deje de atribuir un papel esencial a la estructura de relaciones de clase en la evolución del hombre, sin dejar de lado las aportaciones interdisciplinares (pese a verse tan denostada hoy la necesaria interdisciplinariedad), como la lingüística, la filosofía, la arqueología, la psicología y la neurobiologia, el derecho, la economía, la geografía, etc. y, sobre todo, la historia. Una ciencia social, digo, en la que la unicausalidad sería relegada (y relevada), no por la “compleja fragmentación de la realidad” ni por la “dialéctica”, sino por la “multicausalidad interaccionante”: léase, varias y diversas causas en relación e interaccionando entre ellas -con acentuación (que no determinación), en alguna de las mismas- afectan a los procesos socioculturales y económicos de las sociedades en transformación y, por ello, se hace necesario tenerlas en cuenta a todas (a las causas) para ayudarnos en la comprensión y explicación de los complejos procesos de cambio social. Una perspectiva abierta y que no se cierra a la introducción de nuevas variables. Notas/Bibliografía (1) Ver p. 218 y siguientes. (2) Ver la obra de Nicolás Georgescu-Roegen: La Ley de la Entropía y el Proceso Económico. Fundación Argentaria. (Colección “Economía y Naturaleza”). Madrid. 1997. (3) Ver artículo de Herbert I. Schiller en, “Le Monde Diplomatique” (edición española), p. 26. Nº 13, noviembre, 1996. (4) Resulta, que el mercado ha estado siempre ahí (o casi...), pero la economía de mercado es un posicionamiento ideológico ante una realidad creada. (5) Pero es que, además, el propio Castells plantea de alguna forma dichas conexiones: en el capítulo 1, relacionando la emergencia de las nuevas tecnologías, Sílicon Valley, y el movimiento 19 hippie y, sobre todo en los 6 y 7, cuando habla de la arquitectura postmoderna y de la música New Age. Al respecto, ver también: "LA IDEOLOGÍA CALIFORNIANA", de R. Barbrook y A. Camero, en en.red.ando, (revista en la red). Traducción: Javier Villate. URL del documento original: ma.hrc.wmin.ac.uk/kids/ma.theory.4.2.1.db (Fecha del documento original: 18 de septiembre de 1998). (6) ) Ver Kevin Kelly, Out of Control: the New Biology of Machines, Fourth Estate, Londres, 1994. Una crítica del libro se encuentra en Richard Barbrook, The Pinnochio Theory (7) En, “Le Monde Diplomatique” (edición española), p. 31. Nº 52, febrero, 2000. (8) Fernando Broncano, Naturaleza y constitución de la ciudad del cielo. En, “Revista de Occidente”, nº 228. Mayo de 2000. (9) N. Chomsky, en: Como nos venden la moto, pp. 13-14-15. (10) En, La formación de la mentalidad sumisa, p.26. (11) De hecho, el habla de “una teoría transcultural y exploratoria sobre la economía y la sociedad en la era de la información” (ver p. 56). (12) El propio Castells lo dice claramente en la p. 56 (13) Jordi Colobrans i Delgado, Un fenómeno llamado doble clic. En, Enredando.com, S.L . 1997. (14) “Cal mantenir una mirada crítica sobre l’impacte de les noves tecnologíes, ya que una innovació o la seva plasmació concreta no sempre suposen l’autèntic progrés que cerquem[…]el model actual de societat no és sostenible i es manté que l’enginyeria té un compromís clar en relació a la sostenibilitat. Calen tecnologies innovadores al servei del home”. Según el diario Avui (20-12-2000), esta es una de las conclusiones a la que llegaron 250 ingenieros reunidos en Manresa en el marco del primer Congrés d’Enginyers de Llengua Catalana. Y el propio Manuel Castells ( que parece que dispone de un doble lenguaje en función de no se que intereses... ); “Hay que poner la tecnología al servicio de la sociedad y no al revés” (“Lluita Obrera”, revista de la CONC, nº 149. 2000). (15) Al respecto, el mismo Castells dice , “Si yo observo a mi alrededor a las personas de Silicon Valley puedo darme cuenta de que viven vidas aceleradas, solitarias y desequilibradas. Hay una alta tasa de alcoholismo y de consumo de drogas[…]y una de las tasas de insatisfacción personal más altas de Estados Unidos. El nivel de competitividad y creatividad se hace a un ritmo que quema individuos”. (entrevista en La Vanguardia, 11-03-2000, sección economía y negocios). Y en España, ya se está alertando continuamente sobre el aumento de las enfermedades mentales debidas a las nuevas condiciones de trabajo. El escenario futuro, señalan las asociaciones españolas pro salud mental, es que “más del 25 % de los españoles sufrirán algún tipo de enfermedad mental a lo largo de su vida”. (Heraldo de Aragón, 15-10-2000). Si a eso le añadimos el otro gran riesgo laboral -que no enfermedad- ocasionado por los movimientos mecánicos propios del uso de teclados de ordenador, y de máquinas industriales, el futuro que se presenta, sencillamente, es un mundo de damnificados. A todo eso hay que añadirle el mobbing o acoso moral. (16) ) Pequeña reseña aparecida en El País, 19-11-2000, p.4, del suplemento (analizado aquí) de economía/negocios/ofertas de empleo. Sennett, R., La corrosión del carácter. Las consecuencias del trabajo en el nuevo capitalismo. Anagrama. Barcelona. 2000. (17) De un extracto publicado por Heraldo de Aragón, 27-6-1999. Zaragoza. Pero, hablando de multinacionales parece que la ONU dispone de dos lenguajes; por una lado, el informe del PNUD, por otro el de la CNUCED: en éste -muy en la línea del AMI (Acuerdo Multilateral sobre Inversiones) y de la OMC (Organización Mundial del Comercio)- se alaba el papel de las sociedades multinacionales en favor de la integración económica mundial e “invita” a que los gobiernos lo tengan en cuenta en el momento de elaborar sus políticas, excluyendo al hombre -a la 20 mayoría de hombres y mujeresde sus consideraciones. Como que el documento “informa” (aunque al estilo de, esto es lo que hay, no hay más cera que la que arde, no existe otra realidad posible, etc., la ONU, de la que emana la CNUNED, adquiere visos de honradez. Empero, al felicitarse de esta evolución que desea ver concluida, contradice los principios de su misión y al convertirse en el portavoz de poderosos grupos privados, viola su carta (Ver “Cuatro Semanas y Le Monde Diplomatique”, nº 9. Octubre de 1993. Para el AMI y la OMC, ver “Le Monde Diplomatique”.. nº 45-46, Julio-agosto de 1999 y el nº 49, del mismo año. (18) Centro de Alternativas de Desarrollo (Chile). Para una completa visión de la propuesta de desarrollo a escala humana ver la obra en cuestión (citada en bibliografía). (19) Se intenta hacer ver que la pobreza del Sur está provocada por “lo bien que vivimos” nosotros aquí en el Norte, con lo que la pertinente -e impertinente- pregunta en relación al cambio de modelo económico es, si queremos dejar de vivir bien… (20) Ver “Le Monde Diplomatique” (edición española), 04-04-1996, nº 6). (21) Seguramente, aunque no se hubiera descubierto América, lo europeos del siglo XVIII habrían empezado a hablar del progreso y de la perfectibilidad de la sociedad, como dice Meek (en, Los orígenes... pág. 3); “habrían comenzado a tratar de aplicar los nuevos métodos de investigación, que tan fructíferos habían resultado en el campo de las ciencias naturales, al estudio de la sociedad y de su historia; y sus estudios habrían sido predominantemente “materialistas”, aunque solo fuera en el sentido atenuado de que estaban estrechamente relacionados con una teoría lockeana del conocimiento”. (22) O, la postmodernidad de la hipótesis de la fragmentación; la cual estima que, dada la fragmentación de la realidad social, no se pueden hacer discursos omnicomprensivos ni prescriptivos, y que lo único válido es atenerse al presente y cada uno defienda en el corto plazo sus intereses. Asimismo, el paradigma de acción descentralizada que propugna esa vía “todo corazón” que se ha dado en llamar New Age, tampoco anda muy lejos. Bibliografía adicional BUNGE, M. ; Ciencia y desarrollo. Siglo XXI. Buenos Aires. 1980 CHOMSKY, N., Ramonet, I (1993). Como nos venden la moto. Icaria. Más madera.1996. BCN. LLOBERA, J.R. La identidad de la antropología.1990. Anagrama, Barcelona. MARTÍN SECO, J. F., La farsa neoliberal. Refutación de los liberales que se creen libertarios. Ediciones Temas de hoy. (Ensayo). Madrid. 1995. MAX-NEEF, M. ; Desarrollo a Escala Humana. Coedición a cargo de Editorial Nordan-Comunidad, de Montevideo (Uruguay) y de Icaria Editorial, S. A., Barcelona. 1994. 21 SENNETT, R., La corrosión del carácter. Las consecuencias del trabajo en el nuevo capitalismo. Anagrama. Barcelona. 2000. RODRIGUEZ-IBAÑEZ, J.E., “Hacia un nuevo marco teórico”, Revista de Occidente. nº150, 5-18. 1993. AA.VV. Claves del Siglo XXI. Editado por La Vanguardia. Barcelona. 2000. 0------------0 22