Operaciones de Estabilidad y Apoyo:Analogías, Patrones y Temas Repetidos Lawrence A. Yates UN GENERAL de División de la Infantería de Marina, refiriéndose a su función en la Operación Restore Hope en Somalia, comentó que, "No estamos muy bien preparados para estas operaciones". Un coronel del Ejército, al comentar sobre sus deberes como oficial de estado mayor en la Operación Uphold Democracy en Haití, aseveró que "La tarea más difícil que se me ha asignado en mi experiencia militar fue elaborar un plan de campaña para una operación de no guerra. . .". Un teniente coronel en las Fuerzas Especiales, destacando observaciones generales sobre su propia experiencia en Haití, exhortó a los oficiales a pronosticar "diferentes ambientes" en los cuales tendrían que cumplir una diversidad de tareas para las cuales habrían recibido poco adiestramiento. Un teniente que presta servicios con los comandos aprendió la misma lección varios años antes durante la Operación Just Cause en Panamá, donde participaba en operaciones de combate nocturno en Río Hato, lo cual resultó ser la "parte fácil". Al amanecer, le informaron que su pelotón habría de avanzar inmediatamente para cumplir funciones de asistencia en una aldea panameña. Admitió posteriormente que no había entendido claramente ninguna de las varias tareas que se le había asignado como parte de esta nueva y altamente delicada misión, ni había recibido el entrenamiento adecuado para cumplirlas. Estos ejemplos y un sinnúmero de otros parecidos demuestran las dificultades que experimentan muchos oficiales estadounidenses en sus esfuerzos por entender las operaciones militares poco ortodoxas; o sea, aquellas operaciones que no caben dentro de lo que generalmente se considera como el enfoque principal y rol tradicional de las fuerzas armadas en operaciones convencionales. El término "operaciones de no guerra", según se denominan tales empresas no tradicionales en el léxico doctrinario actual, se refiere a una amplia gama de actividades, desde "el apoyo a gobiernos en los niveles nacional, estatal y local, auxilio en casos de desastre natural, asistencia nacional e interdicción del narcotráfico, hasta operaciones de mantenimiento de la paz, apoyo a insurgencias y contrainsurgencias, evacuación de no combatientes, e imposición de la paz".1 Otras operaciones no tradicionales incluyen asistencia humanitaria, ataques e incursiones, actividades antiterroristas y, a juicio de muchos, intervenciones en ultramar concebidas para mantener, restaurar o cambiar el estatus quo en la región blanco. Algunas intervenciones incluyen operaciones de combate, muchas veces intensas pero normalmente tan breves que no se pueden calificar de guerra "general" ni tan siquiera "limitada".2 El hecho de que los oficiales estadounidenses con frecuencia se dejan confundir por estas operaciones tiene cierta ironía, pues estas empresas no son en absoluto nuevas, ni han sido generadas ni tampoco aceleradas por el ambiente de postguerra fría, pese a las observaciones contradictorias de algunos comentaristas. Es más bien que las Fuerzas Armadas estadounidenses se han comprometido en estas operaciones no tradicionales y poco ortodoxas a través de su historia, y con mucha más frecuencia que en la guerra convencional, así como lo demuestra la figura en la página 3.3 Cualquier oficial interesado en emprender un estudio más detallado del tema tiene acceso al archivo histórico. Además, hace ya varias décadas que se dispone de un creciente cuerpo de literatura doctrinaria que versa sobre las actividades no tradicionales dentro del marco de la terminología en boga al momento de redactarse la doctrina: operaciones de estabilidad y contrainsurgencia en la década de los años 60, el conflicto de baja intensidad en los años 80, y operaciones de no guerra, operaciones militares de no guerra, y operaciones militares de estabilidad y apoyo en la doctrina actual.4 Con estos antecedentes, ¿cómo se explica el hecho de que la cantidad de documentos sobre la falta de preparación adecuada para tales operaciones continúa en aumento? La respuesta es compleja, y las razones son numerosas. Una causa importante reside en las variadas aproximaciones adoptadas por los oficiales estadounidenses al ponerse a estudiar la historia de su propia profesión en lo relacionado con estas operaciones. Primero, algunos oficiales se han convencido de que, por un motivo u otro, la historia militar tiene poco que ver con sus inquietudes y operaciones actuales, aunque se comprometan en operaciones convencionales o no ortodoxas. A su juicio, cualquier lección que les pueda brindar la historia no merece el tiempo gastado en estudiar el pasado. Analogías Otros sí analizan el archivo histórico, pero en forma selectiva, muchas veces considerando que cualquier evento que antecediera a la II Guerra Mundial -e incluso, con el pasar de los años, la Guerra de Vietnam- no es más que "historia de la antigüedad", y por ende poco aplicable a la realidad vivida por el profesional militar de hoy en día. Admiten que no es que no puedan aprender nada de un análisis de la II Guerra de los Seminolas de 1836 a 1842; o de las hazañas del Capitán William Clarke Quantrill durante la Guerra Civil de Estados Unidos y el período de reconstrucción del Sur a raíz de la misma; o de la Guerra Filipino-Norteamericana a principios del presente siglo; o el asunto de Sandino en Nicaragua. Sostienen simplemente que cualquier valor que tengan estos episodios distantes, se obtienen mayores beneficios del estudio de casos más recientes. La lectura de la historia contemporánea muchas veces es una actividad prioritaria para aquellos oficiales asignados a una operación no tradicional. Con pocas excepciones la búsqueda de precedentes pertinentes comúnmente se orienta hacia las operaciones más recientes -normalmente una o dos, como máximo- que parecen tener algo en común con la operación en desarrollo. En el año 1988, un oficial de estado mayor inmerso en la fase de planificación de la operación que finalmente iba a ser la invasión de Estados Unidos en Panamá, se dedicó al estudio minucioso de las críticas y análisis de la intervención de EE.UU. en Granada, al mismo tiempo que un general que manejaba la crisis en desarrollo en Panamá durante los dos años anteriores a la Operación Just Cause, obtuvo conocimientos de la región cuando leyó un libro sobre la intervención de Estados Unidos en la República Dominicana en el año 1965. Después que tropas estadounidenses derrumbaron el régimen de Manuel Antonio Noriega, en el mes de diciembre de 1989, Just Cause y su extensión cívico-militar Promote Liberty llegaron a constituir los puntos de referencia para futuras operaciones de contingencia. De ahí que, cuando la 10ª División de Montaña (Ligera) se preparaba para deplegarse en Somalia, los integrantes de su estado mayor se comunicaran con quienes les podían dar información sobre la crisis en Panamá. Un año después, un oficial de estado mayor que se preparaba para comprometerse en Puerto Príncipe descubrió una monografía sobre Promote Liberty que le permitió formarse algunas ideas respecto a los deberes que se le pudieran exigir en el cumplimiento de la misión de estabilización en Haití. La llamada "mentalidad de casamata" puede alcanzar extremos absurdos si los líderes en todos los niveles no se involucran en asuntos relacionados con la protección de sus fuerzas. Además de la propincuidad, la experiencia personal también figura en la búsqueda de precedentes pertinentes. Un comandante de brigada descubrió que la memoria de sus experiencias como teniente en la crisis dominicana le sirvió mucho casi 20 años después, cuando se preparaba para llevar a los paracaidistas bajo su mando en Granada. Y cuando la 10ª División de Montaña (Ligera) se desplegó en Haití en el año 1994, llevaba en mente sus recientes experiencias en Somalia, donde había servido como integrante de la fuerza de reacción rápida. La selección de precedentes históricos también puede basarse en el despliegue anterior de tropas estadounidenses en la región blanco, por lo menos si el mismo ocurrió en tiempo reciente. De ahí que haya sido natural que los integrantes de la Infantería de Marina desplegados al Líbano en 1982 estudiaran la situación vivida por sus homólogos de la generación anterior, desplegados en las cercanías de Beirut en 1958. Sin embargo, las tropas que participaron en la Operación Uphold Democracy en Haití evidentemente hicieron pocos esfuerzos por estudiar en detalle las actividades del Cuerpo de Infantería de Marina en dicho país desde 1915 hasta 1934, pues eso representaba otro caso de la historia de la antigüedad.5 Finalmente, también se pueden analizar las experiencias de países extranjeros en operaciones aparentemente análogas, lo cual se hace con poca frecuencia en la práctica. Confrontados por la creciente insurgencia en Vietnam a principios de la década de los años 60, los formuladores de la política estadounidenses estudiaron los esfuerzos británicos desarrollados en Malasia y la supresión de la rebelión de los huks en Filipinas como ejemplos exitosos y aplicables de operaciones de contrainsurgencia. Así como sugieren los ejemplos citados, la búsqueda de precedentes históricos por parte de aquellas unidades que se preparan para desplegarse, no es necesariamente ni sistemática ni exhaustiva. Es más probable que, ante la presión impuesta por otras exigencias operacionales, tales investigaciones se realicen en forma poco ordenada, superficial y de limitado alcance. Admitidamente, un intento de establecer una relación entre solamente una o dos operaciones anteriores y la actual o venidera puede producir conocimientos valiosos y estratagemas útiles. Pero este empleo selectivo de la historia también ostenta deficiencias. Por ejemplo, las operaciones pasadas por alto quizás hubieran ofrecido experiencias y guías más útiles que los despliegues estudiados. La segunda deficiencia, aún más crítica, gira en torno a la cautela general que debe acompañar a cualquier esfuerzo por resolver los problemas del presente mediante la aplicación de alguna "lección" sacada de experiencias del pasado. El proceso de razonar basado en analogías, así como señala la discusión precedente, presume que si dos o más cosas parecen coincidir en algún sentido, es probable que coincidan en otros también. Sin embargo, por más semejantes que aparenten ser dos operaciones militares, es imposible que sean idénticas. La historia en realidad no se repite. Cada ocurrencia o fenómeno es singular, lo cual constituye una premisa fácilmente aceptada y, después, rápidamente olvidada por muchos estudiosos de la historia. Cuando resulta que las similitudes presumidas entre las operaciones del pasado y las del presente en realidad no existen, el resultado puede ser la adopción de analogías simplistas, y posiblemente aun falsas. No es fácil identificar una analogía falsa. Considérese, a modo de ejemplo, el debate actualmente en desarrollo sobre las medidas de protección de la fuerza propia en las operaciones en Haití y Bosnia. Se supone que una causa de la controversia es lo que algunos han venido a denominar el "síndrome de Somalia". El trágico desenlace del tiroteo en Mogadishu el 3 de octubre de 1993 produjo un vínculo entre la percepción de éxito o fracaso de una operación y la cantidad de bajas estadounidenses incurridas. Como resultado de lo anterior, los asuntos relacionados con la protección de la fuerza propia, los cuales siempre han sido tema de gran importancia, asumieron una importancia prioritaria sobre cualquier otra consideración para muchos comandantes que se desplegaban en Haití y Bosnia. En ambas operaciones de paz, las medidas de protección impuestas por los comandantes de ciertas unidades eran tan severas que, una vez iniciadas las operaciones, los demás oficiales comenzaron a preguntarse si la actitud de combate o "mentalidad de casamata" de las tropas quizás impidiera el cumplimiento de las misiones asignadas. Este debate aún está sin resolución, ni tampoco se ha logrado determinar si la analogía de la experiencia en Somalia ha sido útil o no.6 Un análisis retrospectivo nos facilita la tarea de identificar las analogías simplistas y falsas, pues permite un estudio más desinteresado del cómo y por qué se seleccionó un ejemplo histórico determinado y las repercusiones de su empleo. Éste es el proceso de análisis crítico, según lo han denominado los historiadores. Aquéllos encargados de la toma de decisiones muchas veces lo ven más bien como otra conjetura más. Después de Vietnam, por ejemplo, las limitaciones de la analogía de Munich eran mucho más evidentes de lo que habían sido a la generación de líderes militares y civiles durante la II Guerra Mundial, quienes aceptaban a ciegas las consecuencias del "apaciguamiento" y, durante los 20 años iniciales de la Guerra Fría, se encontraron en posiciones que les obligaban a tomar las decisiones críticas en los ámbitos militar y de política del exterior, basándose en parte en esa interpretación de la historia. Personal empleado por el Gobierno de EE.UU. busca contrabando en un campamento de personas desplazadas en Windsheim, Alemania, el 4 de mayo de 1948. Para aquellos líderes responsables de la rápida toma de decisiones basadas, en cierta medida, en analogías históricas, los profesores Richard Neustadt y Ernest May de la Universidad de Harvard, postulan que el primer paso necesario en determinar la viabilidad de un ejemplo histórico es comparar las realidades de "aquel momento" y las de "el presente", identificando y analizando las semejanzas y diferencias entre el ejemplo histórico seleccionado y la situación actual. Si bien este proceso no garantiza evitar analogías simplistas o falsas, como mínimo establece un método adecuado para determinar si el paralelo histórico resultará útil para aclarar los objetivos o determinar las opciones disponibles en el presente.7 El punto central de lo anterior es el siguiente: los archivos históricos se deben utilizar como parte de la preparación para las operaciones de no guerra. Así como aconsejaran Neustadt y May, amplíese la búsqueda de paralelos históricos (mientras más amplia sea la búsqueda, mejor será el resultado) incluyendo cualquier ejemplo de la antigüedad que quizás venga al caso. A través de una investigación histórica más completa, se descubren más ejemplos y analogías que pueden ser útiles, al mismo tiempo que se amplía la base de datos de experiencias y lecciones a disposición de las unidades que se preparan para empeñarse en una operación no tradicional. El proceso de seleccionar cuáles de las numerosas analogías pueden ser aplicadas a la operación actual, debería de por sí agudizar las aptitudes de análisis crítico y pensamiento innovador, procesos ambos que se pueden aprovechar en las fases de planificación y ejecución de las operaciones de no guerra. Patrones y Temas Una aproximación más completa al archivo histórico brinda otro beneficio adicional. Mediante el proceso de recopilación de información de varios estudios de casos, vienen destacándose ciertos patrones y temas repetidos que han caracterizado las operaciones de no guerra y, en muchas formas, las diferencian de las operaciones convencionales. Los autores contribuyentes de varios manuales de campaña generalizados, más que otros oficiales, suelen emplear una amplia diversidad de información histórica y describen los patrones y temas planteados en la doctrina que ellos redactan. Pero la doctrina, a pesar de sus fundamentos históricos, no es una lección de historia ni se promulga con el fin de ofrecer a los oficiales un análisis detallado de lo que realmente ha sucedido. En efecto las críticas y análisis posteriores a una operación de no guerra muchas veces resaltan la tremenda disparidad entre las guías doctrinarias y las exigencias de una situación en particular. De ahí que, si bien los patrones y temas repetidos pueden ser analizados en la doctrina, un entendimiento cabal de sus implicancias normalmente sólo se obtiene a través de la experiencia, o bien mediante el estudio del pasado. Una presentación completa de los patrones y temas de las operaciones de no guerra exige que se le dedique un tomo completo. Sin embargo es posible, en el espacio que queda en el presente artículo, indicar algunos de los asuntos que posiblemente pudieran aparecer en tal obra: Ambientes no tradicionales. El enemigo. Los no combatientes. La dimensión político-militar. Misiones cambiantes y expandidas. Limitaciones operacionales, incluyendo las reglas de empeñamiento. La función de las tropas de combate. La interacción entre diferentes culturas. Aunque estos asuntos se han enumerado por separado, no se debe estudiar uno aisladamente, sin al mismo tiempo considerar los demás. De hecho, existe una estrecha relación entre todos.8 Ambiente No Tradicional. Por lo general, las fuerzas estadounidenses comprometidas en operaciones militares no ortodoxas se encontrarán insertas en situaciones complejas, inestables e incluso caóticas que son altamente dinámicas y caracterizadas por la ambigüedad, y en las cuales los dirigentes políticos de Estados Unidos querrán "mantener el estatus quo" o efectuar cambios sin recurrir a la guerra. En tal ambiente, las tropas estadounidenses confrontarán un amplio espectro de desafíos en una variedad de lugares. Un hilo unificador en medio de esta diversidad es un tema negativo: en raras ocasiones será el campo de batalla un lugar de combate convencional entre fuerzas enemigas, operando a lo largo de lo que en la carta parece ser un frente lineal. El "campo de batalla" de una operación de no guerra probablemente será caracterizado por la disposición no lineal de tropas, la ausencia de un enemigo claramente definido (al menos convencionalmente orientado), y la presencia de no combatientes, ya sea la población nativa, representantes de organizaciones humanitarias gubernamentales y no gubernamentales, periodistas y autoridades políticas, observadores y otros. Las respuestas preferibles a los desafíos planteados comúnmente son de incumbencia de la diplomacia, más bien que del combate, aunque la fuerza o la presencia militar puede ser esencial para estimular las negociaciones entre los partidos interesados. No es de sorprender que los intereses militares generalmente se subordinen, en tal ambiente, a las consideraciones políticas. Las tropas estadounidenses efectivamente cumplen funciones de apoyo. El enemigo. Las implicancias del servicio en este ambiente no tradicional son muchas. Pese al consejo tradicional de mantener una mente flexible y abierta, los oficiales con una mentalidad convencional que no pueden dejar de seguir al pie de la letra la guía doctrinaria, pueden sufrir un alto grado de frustración en una operación de no guerra. Primero, surgen problemas relacionados con el concepto tradicional de "enemigo". En las operaciones de paz, según consta en la doctrina, las fuerzas estadounidenses deben demostrar su neutralidad e imparcialidad. Sin embargo en circunstancias tales como aquéllas vividas en el Líbano, tanto en 1958 como en 1983, y en la República Dominicana en el año 1965, algunos de los partidos contendientes por el poder bien pueden entrar en escaramuzas con fuerzas estadounidenses, o al menos desplegar a francotiradores para alcanzarlas. No obstante tal actitud, por motivos políticos aquéllos responsables del fuego tal vez no se clasifiquen como el enemigo, para así evitar que se establezca un frente de combate capaz de perjudicar el proceso de paz. Estos cálculos políticos muchas veces les pasan por desapercibidos a las fuerzas estadounidenses que, cuando se encuentren bajo fuego, suelen definir a quienes estén tratando de darles muerte como "el enemigo". La incapacidad de hacer esto puede acarrear efectos desconcertantes y desmoralizadores.(photo DOMREP) A la inversa, en situaciones donde no hay una fuerza hostil, puede existir la tendencia a fabricar una, por parte de los oficiales y políticos propensos a analizar a través de la óptica convencional. Un general del Cuerpo de Infantería de Marina desplegado en Somalia consideró que esta necesidad de "contar con un enemigo" era un defecto fatal en la orientación militar. Se sustituyó la estrategia eficaz del embajador Robert Oakley -quien abogara por una política de "no trabar enemistades, no tomar partido con los somalíes, dejar que los somalíes resuelvan sus propios problemas, mantenerse en contacto con ellos y coordinar con ellos"- por una nueva aproximación potencialmente catastrófica que exigía que las fuerzas estadounidenses "aislaran, marginalizaran y minimizaran" al general Mohammed Farah Aideed, quien fuera el líder faccional más poderoso de Somalia. La búsqueda de un "enemigo" recién designado, condujo directamente al tiroteo del 3 de octubre y a la subsecuente retirada del país de las fuerzas de EE.UU. 9 Los no combatientes. Un dilema casi tan complicado como el resolver la mejor manera de lidiar con las fuerzas hostiles en operaciones de no guerra, es determinar cómo relacionarse con los múltiples elementos no combatientes que inevitablemente inundarán el escenario. Primero se deben considerar los habitantes locales que pueden reaccionar con amistad, hostilidad o indiferencia a la presencia de tropas extranjeras en su territorio. Cómo llevarse con la población nativa, cuáles señales y mensajes se deberían transmitirle, cómo proteger a la fuerza propia sin enajenar a la población que probablemente debería recibir la asistencia de las tropas. Éstas y otras consideraciones semejantes requieren de un análisis cuidadoso y respuestas sofisticadas. Otros elementos no combatientes integrarán organizaciones formales, muchas de las cuales tienen sus propias agendas, procedimientos e intereses poco afines con la perspectiva militar. Los civiles empleados por el Gobierno estadounidense que cumplen una diversidad de funciones oficiales, componen un tal grupo. En aquellas circunstancias donde estos funcionarios gubernamentales se encuentran en la obligación de colaborar con sus homólogos militares, es posible que se produzca cierta fricción, debido a la incapacidad de cada partido para entender el funcionamiento del otro. También es posible que se inicien disputas sobre las respectivas responsabilidades de cada uno cuando la cuestión de quién está a cargo no se resuelve desde un principio en los niveles más altos. También debe haber una estrecha cooperación y coordinación para asegurar el cumplimiento de todas las tareas esenciales, y para evitar cualquier duplicación de actividades. En ciertas operaciones no tradicionales, diversas organizaciones no gubernamentales y de voluntarios, incluyendo organizaciones estadounidenses y extranjeras, probablemente estarán presentes. También es altamente probable que el éxito de la misión militar dependa del establecimiento de una buena relación profesional con estos grupos, a pesar de los obstáculos presentados por la existencia de sospechas mutuas y disparidades en cuanto a los "valores, estructura organizacional, motivaciones, procesos de toma de decisión y procesos de ejecución e implantación".10 En Somalia, los comandantes de las fuerzas estadounidenses se fastidiaron cuando ciertas agencias humanitarias hicieron caso omiso a las medidas de seguridad más básicas, emplearon integrantes armados de diferentes facciones para darles protección y, por lo general, complicaron la misión del comando militar. La fricción resultante, por más desagradable que haya sido, no disminuía la necesidad de que ambos sectores trabajaran al unísono para darle comida a una población hambrienta. La interacción entre las fuerzas estadounidenses y los medios de comunicación es otra fuente de fricción que probablemente se hará sentir en el desarrollo de la operación. Desde mediados de la década de los años 60, los jefes militares suelen considerar a los medios noticieros como adversario: los periodistas muchas veces han sido acusados de interferir en el desarrollo de las operaciones, violar la seguridad de una operación, arriesgar las vidas de tropas estadounidenses en algunos casos y, para colmo de todo, presentar al mundo un relato superficial, parcial, tergiversado y erróneo de lo acontecido. Pero, así como lo han demostrado varias operaciones recientes, los medios noticieros, mal que bien, estarán muy bien representados donde quiera que grandes fuerzas estadounidenses se encuentren comprometidas. Uno sólo tiene que recordar la imagen incongruente de la llegada nocturna de soldados de la Infantería de Marina a tierra somalí, donde los estaba esperando una multitud de periodistas y las brillantes luces de sus cámaras. Así también las tropas del Ejército, al llegar a Puerto Príncipe, se exhibían en la televisión cuando intentaban asegurar el aeropuerto, pese al enjambre de periodistas que las rodeaba. La entrega de medios de asistencia humanitaria en Somalia fue interrumpida por los automóviles de los periodistas que se abrían paso en diferentes puntos del convoy. El Coronel John L. Beohe, del Comando de Asistencia Militar en Vietnam, y el Coronel Albert Barkins, de la Oficina de Asuntos Civiles del Comando Pacífico del Ejército de EE.UU., observan la cosecha de arroz en la provincia de Phu Yen, en septiembre de 1962. Al enterarse de estos incidentes y otros similares, muchos oficiales han jurado que, de encontrarse en circunstancias parecidas, realizarán cualesquier medidas que sean las necesarias para impedir a los periodistas interferir en la operación en desarrollo. Estos oficiales, desde luego, se han dejado llevar por la ilusión de que a ellos les incumbirá determinar la política militar con respecto a las actividades de los medios de comunicación en sus respectivos sectores. Es más, por más terapéutico que les sea para los oficiales responsables el imponer restricciones al accionar de los periodistas y, en general, demostrar su desdén para con los medios noticieros, tales acciones también pueden tener un impacto contraproducente en la misión. Aunque guste o no, los medios noticieros tienen una mayor influencia que cualquier otro organismo en amoldar la percepción que tendrá el mundo de una operación determinada. A la luz de ese poder, una aproximación más fructífera que una de hostilidad abierta para con los representantes de los órganos noticieros presentes en el escenario, es entender por qué están en el lugar de los hechos y qué quieren, diseminar el máximo de información posible, contestar sus preguntas con la máxima honestidad posible (es decir, sin dar la impresión de mentir ni de ocultar información que quizás pueda resultar vergonzosa), darles a los reporteros acceso a las tropas y lugares donde se realizan las actividades militares sin perjudicar la seguridad de la operación y, por lo general, dar muestras de la voluntad de acomodar sus intereses, reconociendo al mismo tiempo que éstos no van a coincidir totalmente con los intereses militares. Los oficiales comprometidos en operaciones de no guerra no deberían perder las lecciones que les enseña el diestro manejo de la prensa por parte del general H. Norman Schwarzkopf durante la Guerra del Golfo Pérsico. (photo swarzkopf) La dimensión político-militar. Además de las organizaciones no gubernamentales y de voluntarios privados, y los medios de comunicación, los oficiales estadounidenses empeñados en operaciones de no guerra también tendrán que trabajar estrechamente con una diversidad de autoridades políticas: los dirigentes nacionales y locales del país en que se realiza la operación, el embajador de Estados Unidos o bien un enviado especial del presidente, o un representante de alta jerarquía de la ONU. En algunos casos, es posible que el encargado de toda la situación sea un funcionario civil de alto rango. Todo lo anterior plantea cuestiones respecto a la cadena de mando, y quién está subordinado a cuál jefe. En algunos casos, los comandantes estadounidenses y sus tropas se han subordinado a oficiales extranjeros y, en al menos una operación, bajo un gobierno extranjero. En otros casos, el éxito de la misión ha dependido de la capacidad del embajador estadounidense y del comandante superior de las FF.AA. para establecer una buena relación profesional. Un ejemplo negativo quizás sea ilustrativo de lo anterior. Cuando los soldados de la Infantería de Marina de EE.UU. llegaron al Líbano en el año 1958, aterrizaron al sur de Beirut, contando con una fuerza de magnitud de batallón. En la playa esperaban al comandante algunos agregados de la embajada de Estados Unidos, con instrucciones para que diera la orden de reembarcar a sus tropas en el buque de desembarque y trasladarse al Puerto de Beirut, donde debía conducir el desembarque. Si los soldados estadounidenses avanzaran a la ciudad desde el sur, correrían el riesgo de un enfrentamiento con el Ejército libanés, la única institución que mantenía unido al país. El comandante de los soldados de Infantería de Marina rehusó cumplir con la orden, insistiendo en que su cadena de mando residía en los buques en alta mar. En palabras sencillas, no le correspondía al embajador darle órdenes. Dos días después, la fuerza comandada por este oficial se encontró en una confrontación frente a frente con el Ejército libanés. Sólo la llegada oportuna del embajador, el oficial militar estadounidense de más alto rango en el teatro de operaciones y el comandante del Ejército libanés logró evitar una escaramuza que habría provocado consecuencias desastrosas para la misión de Estados Unidos, cuyo objetivo era impedir una victoria comunista en el país y restaurar la paz y estabilidad. Esta situación casi perdida tuvo un resultado positivo: a raíz del incidente, el embajador y el comandante superior militar pudieron establecer una relación profesional ejemplar, la cual ha servido de modelo de la cooperación y coordinación político-militar.11 Misiones cambiantes y expandidas. Las repercusiones político-militares de las operaciones no tradicionales son globales. Cuando el Gobierno de Estados Unidos compromete a personal militar en una operación que recibe gran publicidad y que puede afectar la seguridad nacional y el prestigio del presidente, dicha operación implica grandes ramificaciones políticas. Los comandantes en el escenario deberán anticipar responder diariamente a los interrogantes y directivas de la Casa Blanca, el Departamento de Estado y el Pentágono. Puesto que una situación de crisis es extremadamente dinámica y fluida, la guía política concebida para lograr una solución puede modificarse con frecuencia, ante la necesidad de responder continuamente a la cambiante situación. Esto es contrario al pensamiento militar tradicional, según el cual las autoridades políticas les deben dar a los comandantes misiones claramente definidas y dejar que las cumplan sin cambiarlas ni interferir de manera alguna en el accionar militar. La intervención de Estados Unidos en la República Dominicana en el año 1965 demuestra el impacto que puede tener una situación dinámica y políticamente delicada en las apreciaciones militares. La misión original parecía ser bastante clara: evitar que el país cayera al poder de los rebeldes comunistas. Cuando los soldados de la Infantería de Marina y paracaidistas estadounidenses entraron la ciudad capital de Santo Domingo, sus oficiales presumían que se les permitía cumplir la misión a través de la conducción de operaciones de combate. En efecto, fue por medio de limitados encuentros de combate que fue posible aislar al grueso de la fuerza guerrillera y negarle la victoria que pretendía lograr; pero antes que las fuerzas estadounidense pudieran acabar con dicho enemigo, el presidente Lyndon Johnson decidió buscar una resolución negociada que todas las facciones salvo las más extremas pudieran aceptar. A partir de ese punto, una operación de combate se convirtió en una operación de paz que se desencadenaba en varias fases, cada una acompañada de cambios de la misión militar y las tareas implicadas. El comandante estadounidense, el general de división Bruce Palmer, aceptó el hecho de que en una situación "más política que militar", resulta "inevitable que Washington asuma el control directo".12 Un comandante subordinado de la 82ª División de Paracaidistas, con una mentalidad más tradicional, no se mostraba tan servicial. Ante la permanente insistencia de este oficial en perseguir una solución militar, el general Palmer se vio en la obligación de transferirlo a otro país. Un fenómeno estrechamente relacionado con el de misiones y tareas cambiantes es la expansión de la misión, un término de origen relativamente reciente empleado para describir un fenómeno existente por muchos siglos. En ciertas operaciones no tradicionales, la misión original quizás no se abandone, pero en sus esfuerzos por cumplirla los comandantes tal vez estén obligados a cumplir misiones y tareas adicionales. La expansión de la misión en la actualidad se describe como un fenómeno negativo que puede ser eliminado a través de una planificación detallada y análisis cuidadoso. Este argumento tiene alguna validez, pero por lo general, la expansión de la misión es producto de una situación dinámica en la cual el éxito de la misión original depende del cumplimiento de misiones adicionales. En su descripción de su experiencia en Somalia, un general de la Infantería de Marina se quejaba de cuánto se expandía su misión, pero en su relato quedó claro que las fuerzas estadounidenses no tenían más remedio que asumir las misiones adicionales si esperaban cumplir la misión original de proporcionar seguridad para las actividades humanitarias.13 No era culpa ni de un estado mayor inepto ni de políticos caprichosos; sólo se puede culpar a la realidad y la lógica. De ahí que, en lugar de anunciar con antelación que no va a haber expansión alguna de la misión durante una operación determinada, los comandantes simplemente deberían estar preparados para enfrentar tal fenómeno y hacer los ajustes requeridos cuando ocurra. Limitaciones operacionales. Debido a que las Fuerzas Armadas generalmente asumen un rol de apoyo en operaciones no tradicionales, pocos líderes políticos les permitirán una completa libertad de acción en lo concerniente al cómo se debe conducir una operación. En un esfuerzo por evitar la violencia o una escalada del conflicto, las autoridades políticas y comandantes militares quizás quieran imponer limitaciones a las tropas involucradas, negándoles acceso a ciertas zonas o prohibiéndoles realizar ciertas actividades, etcétera. En el Líbano, por ejemplo, las consideraciones políticas en 1958 resultaron en la prohibición a las fuerzas estadounidenses de entrar al Basta, que era el centro de actividades antigubernamentales y lugar desde donde disparaban la mayor parte de los francotiradores contra los soldados del Ejército y de la Infantería de Marina de Estados Unidos. En la crisis que se desencadenó en Panamá durante los dos años previos a la operación Just Cause, a las tropas estadounidenses se les prohibía cargar sus fusiles M-16 mientras se encontraban en servicio de guardia o en la conducción de patrullas, por si se produjera un lapso de disciplina en el empleo de fuego que resultara en un tiroteo que le permitiera a Noriega reclamar la superioridad moral. Es probable que las limitaciones operacionales más publicitadas sean las reglas de empeñamiento, las cuales informan a las tropas sobre cuándo pueden defenderse y cuánta fuerza pueden emplear en defensa propia. Incluso en las operaciones de combate, las reglas de empeñamiento muchas veces destacan la advertencia de emplear sólo el mínimo de fuerzas y evitar el fuego indiscriminado y cualquier "daño colateral". En las operaciones de no guerra, las reglas de empeñamiento suelen ser aún más restrictivas. El empleo de ciertas armas puede ser prohibido en zonas urbanizadas por temor a causar una conflagración, o bien a las tropas es posible que se les ordene iniciar una serie de acciones intermedias antes de recurrir a la fuerza mortífera cuando se encuentren en una situación amenazadora. Las reglas de empeñamiento varían de una operación a otra, y en la mayoría de los casos las tropas no experimentan mayores dificultades en adaptarse a las limitaciones, pese a que el adiestramiento militar les enseña acercarse al enemigo y destruirlo con todos los medios disponibles en su inventario de tácticas y equipo. Pero han surgido algunas excepciones. Primero que nada, las reglas de empeñamiento pueden modificarse muchas veces durante la persecución de una operación. También es posible que existan disparidades en las reglas de empeñamiento en vigencia en diferentes lugares en cualquier momento de una crisis. En tales circunstancias, se crea un ambiente de incertidumbre entre las tropas comprometidas, por la confusión respecto a cuáles reglas imperan en su sector. Además, se han dado casos en los cuales las reglas de empeñamiento les imponían limitaciones inaceptables a las tropas. En la intervención de Estados Unidos en la República Dominicana en el año 1965, por ejemplo, las reglas de empeñamiento les prohibían a las fuerzas estadounidenses contestar con fuego a aquéllos que dispararan a ellos a menos que existiera el peligro concomitante de que el enemigo abrumara las posiciones estadounidenses. Esta restricción se igualaba a una declaración de "temporada de caza" para cualquier francotirador rebelde interesado en presas norteamericanas, condición que provocó la ira, frustración y desmoralización de la fuerza estadounidense. Durante los dos años de tensión anteriores a la operación Just Cause, las fuerzas estadounidenses en servicio de guardia tuvieron la obligación de desafiar verbalmente a cualquier intruso armado antes de cargar un cartucho o abrir fuego. Los oficiales de estado mayor, especialmente los de la Infantería de Marina que vivían diariamente con la memoria ineludible del bombardeo de Beirut, reclamaron que las reglas de empeñamiento implicaban una situación de peligro innecesaria para sus hombres. Cabe destacar un punto interesante respecto de las reglas de empeñamiento en vigencia tanto durante la intervención en la República Dominicana como en Panamá: estas limitaciones no fueron impuestas por las autoridades políticas a comandantes militares renuentes a acatarlas. Es más bien que, en ambos casos, las reglas fueron promulgadas por comandantes militares que no sólo obedecían la guía política, sino que también creían sinceramente que las limitaciones eran necesarias y apropiadas para el cumplimiento de la misión. El hecho de que las tropas en campaña tenían otra opinión resultó ser un desafío para los jefes de pequeñas unidades y oficiales que cumplían funciones de enlace en un cuartel general superior. La función de las tropas de combate. Las operaciones no tradicionales con frecuencia implican el comprometimiento de unidades de combate. En algunos casos, el combate es un preludio de la operación de no guerra; en otros, puede existir una amenaza permanente de que estalle un conflicto armado. En cualquier caso, las unidades comprometidas tendrán que adaptarse no sólo a las reglas de empeñamiento restrictivas, sino también a las misiones que tendrán que cumplir. Casi todos los estudios de casos de operaciones no tradicionales en las cuales se han desplegado unidades de combate, están repletos de quejas de cuán mal preparadas o entrenadas estaban las tropas para realizar muchas de las tareas de no combate que se les asignaban. Tales tareas han incluido distribuir alimentos, tripular puntos de control, recolectar armas a cambio de dinero, servir en funciones de policía militar y supresión de disturbios civiles, colectar basuras, administrar a ciudades y aldeas, hacer acto de presencia, tranquilizar a los habitantes locales, negociar con los líderes cívicos, arbitrar entre las facciones beligerantes, reconstruir la infraestructura y servir de escoltas para los visitantes distinguidos, por nombrar unas cuantas de tales funciones. La mentalidad de "guerrero", que tan esencial es en las operaciones de combate, puede ser fuente de ira, confusión, frustración y fracaso si se aplica sin primero modificarse en una operación de no guerra.14 Con esto en mente, cabe destacar los tres puntos a continuación: Los oficiales de estado mayor, al participar en la planificación de una operación de combate, no deberían pasar por alto los aspectos de no guerra de la misión total; asimismo los planificadores de operaciones de no guerra tampoco pueden darse el lujo de hacerles caso omiso a las posibles operaciones de combate. Las tropas de combate deberían estar preparadas para enfrentar la variedad de tareas de no combate que inevitablemente les corresponderán en una operación de no guerra. Aún sigue la controversia respecto a la cuestión de si deberían o no adiestrarse para cumplir dichas tareas; sin embargo, por motivos de moral y eficiencia deberían recibir una orientación adecuada sobre los ajustes que posiblemente tendrán que hacer. Los comandantes de unidades deberían reconocer que una mentalidad convencional, o sea de "guerrero", puede resultar muy inapropiada, incluso contraproducente, para el cumplimiento de la tarea asignada y puede ser necesario readecuarla para las operaciones no tradicionales. En pocas palabras, el atributo más necesario es la adaptabilidad. Así como lo expresara un general, "el pensamiento militar rígido e inflexible y no innovador no se puede aplicar; es más bien el que causa mayores problemas". 15 Interacción cultural. Es posible que el ajuste más difícil que enfrenten las tropas sea su adaptación a la cultura en la zona de operaciones. El estudio de la historia al respecto resulta crítico, por cuanto relata a los oficiales sobre la evolución de la situación actual, junto con las complejidades y matices de la misma. De igual importancia es que los oficiales, al estudiar la historia a través de la óptica de la cultura, se pueden preparar para adaptarse a la sociedad en la cual se encontrarán insertos y la variedad de acciones culturalmente aceptables para resolver los problemas enfrentados. El etnocentrismo y la arrogancia cultural muchas veces acompañan a las fuerzas estadounidenses en países extranjeros. Así como admitiera Edward Lansdale, un defensor de las operaciones de contrainsurgencia en las islas Filipinas y Vietnam, "Me llevé mis creencias de norteamericano a estas luchas asiáticas". Eso también lo hizo un general de la Infantería de Marina cuando se desplegó a Somalia, donde inicialmente estaba mal preparado para negociar con los líderes de clanes y facciones imbuidos de un sentido de responsabilidad comunal, a diferencia del sentido de responsabilidad individual que se encuentra en países occidentales.16 La historia, al revelarles la diversidad cultural presente en el mundo desde la antigüedad, ayuda a que los oficiales obtengan un mejor entendimiento de sociedades no occidentales, lo cual les ayudará a establecer relaciones con la población en estas sociedades y adaptarse a las diferencias culturales en formas que permitirán facilitar -en lugar de impedir- el cumplimiento de la misión. Una consciencia de las diferencias culturales también puede servir para disminuir la tendencia de producir informes exagerados del progreso alcanzado; revelar la falacia de soluciones de corto plazo para problemas de largo plazo; y servir de cautela contra el planteamiento de estados finales poco realistas. Durante el siglo recién pasado, Estados Unidos ha intervenido militarmente en varios países, con el objetivo de crear condiciones de estabilidad mediante la instauración de gobiernos democráticos contando con el respaldo de fuerzas militares profesionales, configuradas según el modelo estadounidense. Estos objetivos quizás sean esenciales para obtener el apoyo del público norteamericano para aventuras en ultramar, pero son las tropas en el terreno las que no tardan en reconocer que se trata de un esfuerzo por imponer las instituciones occidentales en países cuya trayectoria histórica los ha llevado hacia otras direcciones, y son las tropas que muchas veces son quienes pagan el precio de tales aventuras. Los temas y patrones aquí elaborados no constituyen de ninguna manera una lista exhaustiva de todos aquéllos que se pueden identificar en las operaciones no tradicionales. El presente artículo sugiere más bien que la tarea de brindarles a los oficiales una preparación más adecuada para las operaciones de no guerra puede ser facilitada por el análisis cuidadoso del archivo histórico; primero, para descubrir las analogías, patrones y temas pertinentes; y segundo, para entender las implicancias de cada uno de éstos para las operaciones actualmente en desarrollo y las que se pueden vaticinar en el futuro. Esta aproximación abarcadora al archivo histórico es una tarea laboriosa que no se puede realizar en la víspera de un despliegue. Es más bien que debería formar una parte integral de un proceso permanente de educación profesional. Como mínimo, un oficial debería poseer conocimientos profundos de una serie de estudios de casos relacionados con las operaciones no tradicionales.17 Todos los oficiales estadounidenses -especialmente aquéllos especializados en las armas de combate- como parte de su preparación para participar en una operación no tradicional, deberían desplegarse con convicciones que contradicen gran parte de lo que se les ha enseñado sobre la conducción bélica. Deberían estar preparados para ver la violación de muchas de las presunciones tradicionales de su profesión. No deberían esperar recibir guías claras, sobre todo mientras una situación aún está altamente inestable, sino que deberían aprender a aceptar la ambigüedad. No deberían esperar realizar sus operaciones en un vacío político, ni siquiera a nivel táctico, ni deberían esperar encontrarse envueltos en una moralidad de buenos y malos fácilmente identificables, y un enemigo que no se atreva a cruzar una línea claramente marcada. Deberían anticipar cambios y adiciones a sus misiones y tareas, pero no deberían esperar que se les permita recurrir a todos los medios a su disposición para cumplir dichas misiones. Deberían prever que se les exija demostrar un alto nivel de moderación, junto con una gran sensibilidad a las consideraciones políticas y culturales de un país extranjero, por más repugnantes o incomprensibles que les parezcan. Deberían esperar la ambigüedad, la inestabilidad, limitaciones, desolación, frustración y lo desconocido; en síntesis, deberían esperar lo peor. Si tales expectativas no se materializan, los oficiales quedarán con una grata sorpresa. Si efectivamente ocurre lo peor posible, tanto los oficiales como los soldados bajo su mando estarán en mejores condiciones para enfrentar la situación.MR 1. Departamento del Ejército de EE.UU., Manual de Campaña 100-5, Operaciones (Washington, DC: Cuartel General, Departamento del Ejército, 1993), pág. 13-0. 2. La doctrina clasifica tales intervenciones como la Operación Just Cause en Panamá de "guerra limitada", por cuanto implican el conflicto armado. Pero el combate, a pesar de ser extenso e intenso, normalmente obedece ciertas restricciones y termina en cuestión de horas o, como máximo, unos pocos días, a raíz de lo cual se priorizan las tareas de no combate. Desde otra perspectiva, el clasificar estas operaciones de contingencia de "guerra limitada" tendría el efecto, para algunos, de igualarlas con los conflictos en Corea y Vietnam. Por estas razones, y sin minimizar en absoluto la experiencia de combate de los participantes, coincido con quienes las consideran operaciones de no guerra. La propia doctrina reconoce que no todas las operaciones de no guerra son acciones pacíficas. Véase el Manual de Campaña 100-4, págs. 2-1 y 13-2. 3. Esto no representa la totalidad de operaciones de este tipo, ni emplea los términos doctrinarios de hoy. Además, algunos disputarán la colocación de operaciones o guerras específicas en ciertas categorías. Por ejemplo, es posible sostener que determinados aspectos de la Guerra de Vietnam se pueden considerar como guerra no convencional más bien que conflicto de media intensidad. Sin embargo, aparte de tales cualificaciones, la figura fue diseñada con el fin de demostrar la preponderancia de operaciones no tradicionales y no ortodoxas en la historia militar de Estados Unidos. 4. Para una discusión sobre el cómo las operaciones no tradicionales y no ortodoxas se han clasificado desde principios de la década de los años 80 y las implicancias de lo mismo, véase David Fastabend, "The Categorization of Conflict", Parameters (verano de 1997), págs. 75-87. No es mi intención en el presente artículo participar en un debate sobre terminología y clasificación. Por lo tanto, opté por emplear los términos "no tradicionales" y "no ortodoxas" en forma evocativa, dejándoles a otros la tarea de precisar sus definiciones. 5. Un argumento sucinto por la importancia de la experiencia de la Infantería de Marina en Haití en la primera mitad del siglo se encuentra en Thomas K. Adams, "La Intervención Extranjera en Haití: Una Repetición del Pasado", Military Review (Marzo-Abril 1995), pág. 38. 6. Para una discusión más detallada de los asuntos relacionados con la protección de la fuerza propia en Bosnia y Haití, véase los artículos del Teniente Coronel Walter Kretchik y Robert Shaw en Military Review, edición en inglés, número de mayojunio de 1997. Se ha sugerido que el accionar de la 10ª División de Montaña en la Operación Restore Hope, la primera fase del comprometimiento estadounidense en Somalia, quizás constituya una analogía más adecuada para aplicarla a Haití y Bosnia que la experiencia de esa misma división, en función de fuerza de reacción rápida durante la fase de la operación en Somalia dirigida por la ONU, durante la cual tuvo lugar el tiroteo del 3 de octubre. 7. Richard E. Neustadt y Ernest R. May, Thinking in Time: The Use of History for Decisionmakers (Nueva York: The Free Press, 1986). Por lo general, los historiadores y politólogos rutinariamente hacen estos cálculos. A Douglas Pike, uno de los expertos preeminentes sobre el comunismo en Vietnam, se le preguntó en una ocasión qué asesoría pudiera dar para asegurar un resultado exitoso de las actividades de contrainsurgencia realizadas por Estados Unidos en El Salvador durante la década de los años 80. Contestó señalando las tremendas diferencias entre ambos casos y concluyó con el consejo de retirar de El Salvador a todos los veteranos de Vietnam. 8. Los patrones y temas aquí presentados fueron seleccionados porque revelan las diferencias de tipo y grado entre las operaciones de no guerra y las guerras convencionales. De ahí que cualquier problema relacionado con las funciones de mando y control, planificación, inteligencia, logística y operaciones conjuntas y combinadas no se mencione a menos que ilumine alguna diferencia significativa entre los dos tipos de operaciones. Esto no implica que tales funciones no estén presentes también en las operaciones de no guerra. 9. Comentarios de un general del Cuerpo de Infantería de Marina (De acuerdo a la política de no atribución para los comentarios hechos por oradores invitados a la Escuela de Comando y Estado Mayor, se referirá en adelante al "general de la Infantería de Marina"). Fuerte Leavenworth, Kansas. La búsqueda de enemigos puede tener aspectos constructivos, además de sus efectos trágicos. Un comandante de brigada de EE.UU. en Haití empleó la terminología tradicional de una forma innovadora cuando definió de "enemigo" a cualquier persona que le impidiera el logro de la misión. Esto significa que el enemigo puede ser el alcalde de una aldea, el sacerdote de la parroquia local o un oficial en su propia cadena de mando. Derrotar al enemigo significaba descubrir formas imaginativas, sin recurrir al empleo de la fuerza mortífera, para superar cualquier impedimento que se presentara. Otro problema que nace de la percepción convencional del enemigo es la desorientación experimentada por las tropas estadounidenses en operaciones que les exigían colaborar con fuerzas claramente hostiles. Esto sucedió en Panamá, donde tan pronto terminaron las operaciones de combate principales contra las Fuerzas de Defensa Panameñas (FDP), los soldados estadounidenses se vieron obligados a realizar patrullajes de las calles de la Ciudad de Panamá con los remanentes de la FDP; elementos éstos que, sólo pocos días antes, habían tratado de aniquilar y que, a su vez, tenían la misión de darles muerte a los estadounidenses, pero que se estaban reconstituyendo como la nueva fuerza policial de Panamá. Muchos soldados estadounidenses que participaron en las patrullas, mencionaron la dificultad que habían experimentado al ajustarse a la cambiada situación, indicando que les parecía prudente caminar, con armas presentadas, a poca distancia detrás de los panameños. En Haití no hubo combate, sin embargo los soldados estadounidenses expresaron su reacción inicial de confusión y cautela ante la necesidad de colaborar con el general Raoul Cedras e integrantes de las Fuerzas Armadas de Haití (FAd'H), organización que había sido señalado como objetivo de destrucción en los planes de contingencia para operaciones de combate de EE.UU. en el país. Dada la ambigüedad de la situación, surgieron desacuerdos dentro de las instituciones armadas estadounidenses, específicamente entre las unidades de Fuerzas Especiales y de la 10ª División de Montaña estacionadas en Puerto Príncipe, que no coincidían en la cuestión del cómo cooperar con esta organización hostil y detestada. 10. Respecto a la cooperación entre los elementos militares, las organizaciones no gubernamentales y las organizaciones privadas compuestas de voluntarios, y a las "diferencias de cultura" que impiden esta cooperación, véase el artículo del Coronel Guy C. Swan III, "Bridging the Nongovernmental Organization-Military Gap", en Military Review (septiembre-octubre de 1996, edición en inglés), págs. 30-37. 11. Roger J. Spiller, Not War But Like War: The American Intervention in Lebanon, Papel de Leavenworth, nro. 3 (Fuerte Leavenworth, Kansas: Instituto de Estudios de Combate, 1981), págs. 20-22, 24-25. A diferencia de lo acontecido en el Líbano, donde el embajador estableció su autoridad sólo después de una situación que por poco termina en desastre, el embajador estadounidense en la República Dominicana resolvió claramente el dónde y cuándo las tropas estadounidenses habrían de desembarcar en 1965. Las cadenas de mando civil y militar permanecieron separadas durante la crisis, pero el Pentágono utilizó la cadena de mando militar para avisar a los oficiales superiores en el teatro a acatar las instrucciones del embajador. La fase inicial de la operación ostentó varios problemas, pero pocos estaban relacionados con un colapso de la cooperación y coordinación político-militar. 12. Lawrence A. Yates, Power Pack: U.S. Intervention in the Dominican Republic, 1965-1966, Papel de Leavenworth nro. 15 (Fuerte Leavenworth, Kansas: Instituto de Estudios de Combate, 1988), pág. 73. En la República Dominicana, la misión de las fuerzas estadounidenses se modificaba con frecuencia en virtud de la inestabilidad de la situación; en Beirut, durante la operación de la Infantería de Marina de 1982 a 1984, imperaron circunstancias totalmente opuestas. Aunque la situación en Beirut también cambió, la misión quedó inmutable, acarreando consecuencias trágicas. Existe, desde luego, la posibilidad de que se desplieguen tropas sin una misión. El comprometimiento de tropas en el Líbano en el año 1958, durante la administración del presidente Eisenhower, es un ejemplo de tal fenómeno. La urgencia de la crisis parecía requerir de una respuesta militar por parte de Estados Unidos, pero debido a la ambigüedad e inestabilidad de la situación, el determinar la respuesta adecuada resultó ser una cuestión sin contestar mientras que la administración hacía apreciaciones diarias del desarrollo de los acontecimientos. Entre tanto, el comandante de las tropas estadounidenses recibió a los soldados cuando llegaron al país, admitiendo que "La naturaleza de nuestra futura misión, no se la puedo decir". A juicio de los historiadores, la intervención en el Líbano en 1958 fue una operación político-militar exitosa. Resulta difícil hoy en día imaginar que sea posible desplegar a tropas estadounidenses en una situación por un plazo indeterminado y con instrucciones tan limitadas. 13. Comentarios del general de la Infantería de Marina en el Fuerte Leavenworth, Kansas. 14. Un ejemplo quizás sirva para ilustrar este último punto. Los comandos participantes en la Operación Just Cause continuaron pintándose de camuflaje después de terminado el combate, y una de sus misiones principales fue ayudar en la restauración de la seguridad y de la estabilidad. A los pocos días se hizo evidente que la pinta tenía un efecto negativo en los ciudadanos locales, quienes en su mayoría habían apoyado la invasión estadounidense de Panamá. Dada esta nueva misión de no combate, la cual para muchos comandos era altamente dificultosa, finalmente se tomó la decisión de abandonar el camuflaje. Sin embargo, aún permanecía en vigencia la regla que les prohibía a las tropas estadounidenses aceptar comida de los panameños agradecidos, por si éstos esperaran algún favor a cambio de la comida. 15. Comentarios de un general de la Infantería de Marina, Fuerte Leavenworth, Kansas. 16. Stanley Kamow, In Our Image: America's Empire in the Philippines (Nueva York: Random House, 1989), pág. 348; Comentarios de un general de la Infantería de Marina, Fuerte Leavenworth, Kansas. 17. Una lista de obras recomendadas sobre las operaciones militares no tradicionales de Estados Unidos en el siglo XX se encuentra en la sección denominada "Bookshelf" de Military Review, edición en ingles, número de julio-agosto de 1997. Lawrence Yates es jefe del Comité de Servicios Históricos, en el Instituto de Estudios de Combate de la Escuela de Comando y Estado Mayor del Ejército, en el Fuerte Leavenworth, Kansas, donde también dicta cursos sobre historia militar y operaciones de no guerra. Recibió los grados de Bachiller y de Maestría en la Universidad de Missouri en Kansas City, y el Doctorado en la Universidad de Kansas. Es autor de un libro sobre la intervención de Estados Unidos en la República Dominicana en 1965 y de varios artículos sobre operaciones militares no tradicionales. Actualmente se dedica a la redacción de una historia de la Fuerza de Tarea Conjunta Panamá y la crisis en ese país. RETURN TO TABLE OF CONTENTS