¿Existe Haití

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¿Existe Haití?
El terremoto que destruyó Haití nos mueve a preguntarnos ¿existe Haití? Hoy sí, pero
¿antes de ser destruido por el terremoto? ¿A quién le importaba la miseria de aquel
país?
A principios del siglo XIX, dos franceses, los hermanos Edouard y Jules Verreaux,
interesados en exhibir en Europa una colección de animales exóticos, viajaron a África del
Sur. La fotografía no había sido aún inventada y la única posibilidad de saciar la curiosidad
del público era además de a través del dibujo y la pintura, la taxidermia, es decir, embalsamar
animales muertos o llevarlos vivos a los zoológicos.
En el museo de la familia Verreaux se podían ver jirafas, elefantes, monos, rinocerontes. Pero
tampoco podía faltar un negro. Los hermanos le aplicaron la taxidermia y lo expusieron de pie
en una vitrina de París, con una lanza en una mano y un escudo en la otra. Al cerrar el museo
los hemanos Verreaux vendieron la colección a Francesc Darder, veterinario catalán, primer
director del zoológico de Barcelona, quién compró la colección, incluido el africano. En 1916
abrió su propio museo en Banyoles, España.
En 1991 el médico haitiano Alphonse Arcelin visitó el Museo Darder. El negro reconoció al
otro negro. Por primera vez aquel muerto fue sujeto de compasión. Indignado Arcelin lo
difundió al mundo, en vísperas de la apertura de los juegos olímpicos de Barcelona y convocó
a los países africanos a sabotear el evento. El mismo Comité Olímpico intervino para que el
cadáver fuera retirado del museo.
Finalizadas las Olimpiadas, la población de Banyoles volvió a ocuparse del tema. Muchos
insistían en el sentido de que la ciudad no debería echar mano de la tradicional pieza de su
patrimonio cultural. Arcelin movilizó a los gobiernos de los países africanos, a la
Organización para la Unidad Africana y hasta a Kofi Annan, en ese momento secretario
general de las Naciones Unidas. Viéndose atrapado, el gobierno de Aznar decidió devolver el
muerto a su país de origen. El negro fue descatalogado como pieza de museo y reconocida su
condición humana, mereciendo un digno entierro en Bostwana.
En mis tiempos en los años 60, la revista “Realidad”, escandalizó a Brasil con un reportaje de
tapa que tenía como título “El Piauí existe”. Fue una forma de llamar la atención de los
brasileños sobre el estado más pobre del Brasil, ignorado por el poder y la opinión publica.
El terremoto que destruyó a Haití nos impulsa a preguntar ¿Existe Haití? Hoy sí. Pero antes
de haber sido asolado por el terremoto, ¿a quién le importaba la miseria de aquel país? ¿Quién
se preguntaba por qué Brasil envió allí tropas a pedido de la ONU? ¿Y ahora será que esa
catástrofe –la más terrible que he conocido en mi vida– es sólo culpa de los desastres
naturales? ¿O de Dios que se mantiene en silencio frente al drama de millares de muertos,
heridos y desamparados?
Colonizado por los españoles y los franceses, Haití declaró su independencia en 1804 lo que
le valió un duro castigo: los esclavistas europeos y usamericanos le impusieron un bloqueo
comercial durante 60 años.
En la segunda mitad del siglo XIX e inicios del XX Haití tuvo 20 gobiernos, 16 de los cuales
fueron depuestos o asesinados.
Entre 1915 y 1934, los EEUU ocuparon Haití. En 1957, el médico François Duvalier,
conocido como Papa Doc, elegido presidente, instaló una cruel dictadura apoyado por una
milicia de Tontons macoutes y por los EEUU. A partir de 1964 se proclamó presidente
vitalicio… Al morir en 1971 lo sucedió su hijo Jean Claude, o Baby Doc, que gobernó hasta
1986 cuando se refugió en Francia.
Haití fue invadido por Francia en 1869, por España en 1871, por Inglaterra en 1877, por los
EEUU en 1914 y en 1915 hasta 1934. Nuevamente por los EEUU en 1969.
En 1990 hubo elecciones democráticas en las que fue elegido el Padre Jean-Bertrand Aristide,
cuyo gobierno fue decepcionante. Depuesto en 1991 por los militares se refugió en los EEUU
y volvió al poder en 1994. En 2004 fue acusado de corrupción y en connivencia con
Washington emigró a Sudáfrica. Actualmente presidido por René Preval, Haití se hallaba
intervenido por tropas de la ONU y, de hecho, por tropas de los EEUU luego del terremoto.
Para el occidente “civilizado y cristiano” Haití fue siempre un negro inerte en una vitrina,
embalsamado en su propia miseria. Por eso los medias de los blancos exhiben por primera
vez los cuerpos destrozados por el terremoto. Nadie por TV ni en fotos vio algo semejante
cuando Nueva Orleans fue destruida por el huracán o en el Iraq alcanzado por las bombas. Ni
tampoco luego del tsunami en Indonesia.
Ahora Haití pesa en nuestra conciencia, hiere nuestra sensibilidad, nos arranca lágrimas de
compasión, desafía nuestra impotencia. Porque sabemos que está destruido no sólo por causa
del terremoto, sino especialmente por lo escaso de nuestra solidaridad.
Otros países sufren movimientos sísmicos y no por eso la destrucción y las víctimas son
tantas. A Haití le enviamos “misiones de paz”, tropas de intervención, ayudas humanitarias,
nunca proyectos de desarrollo sustentable.
Terminadas las acciones de emergencia, ¿quién reconocerá a Haití como nación soberana,
independiente, con derecho a la autodeterminación? ¿Quién seguirá el ejemplo de la doctora
Zilda Arns 1 de enseñar al pueblo a ser sujeto multiplicador y emancipador de su propia
historia?
Frei Betto
1
Pediatra y sanitaria brasileña de destacada actuación en Haití como fundadora y coordinadora internacional de
la Pastoral de los Niños y de los Ancianos, fallecida en el sismo del 12 de enero de 2010.
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