LA IGLESIA DE CRISTO FRENTE AL DESAFÍO DE LA REALIDAD

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LA IGLESIA DE CRISTO FRENTE AL DESAFÍO DE LA REALIDAD
SOCIOECONÓMICA ACTUAL
René Padilla
La tarea de repensar la misión de la Iglesia es una tarea que cada generación de
cristianos tiene que encarar, ya que la misión es una en esencia y múltiple en forma.
Para llevar a cabo esa tarea se requieren dos horizontes: el de la revelación de Dios en
Jesucristo y el de la situación histórica concreta. La presente ponencia es una invitación
a reflexionar sobre la misión de la Iglesia en América Latina en la situación
socioeconómica actual, en busca de modelos de misión más bíblicos y contextuales que
los que hoy priman en las iglesias evangélicas en general.
I. Diagnóstico de América Latina
Abundan los datos relativos a este tema en publicaciones del Banco Mundial (BM), el Banco
Interamericano de Desarrollo (BID) y la Comisión Económica para América y el Caribe
(CEPAL). El cuadro que surge de los estudios realizados por estas instituciones es sumamente
preocupante, con información como la siguiente:
—De los 500 millones de habitantes de América Latina, aproximadamente la mitad no puede
satisfacer sus necesidades básicas: viven con menos de dos dólares por día. Más de 100
millones viven en la indigencia, incapaces de dar de comer a sus hijos. El porcentaje de pobres
y de indigentes aumentó drásticamente en los últimos 20 años. En algunos basurales de la
región, la policía ha tenido que colocar una guardia permanente para evitar que la búsqueda de
residuos comestibles degenere en riñas y asesinatos.
—En la Argentina la tasa de pobreza se duplicó entre 1999 y 2003, al pasar del 19.7% al
41.5%, mientras la indigencia casi se multiplicó por cuatro, ascendiendo del 4,8% al 18,6%
sobre todo a partir de la crisis de fines de 2001. De acuerdo con el documento del Banco
Mundial “Desigualdad en América Latina y el Caribe: ¿ruptura con la historia?”, en los últimos
seis años 23 millones de latinoamericanos de clase media se convirtieron en pobres “y la
Argentina, que aparecía como el país más equitativo de América Latina en términos de renta,
resulta ser ahora comparable con algunas zonas más pobres del África”. Según el último
informe de la UNICEF sobre la Argentina, “más de la mitad de la población es pobre. El 22% de
la población urbana es indigente, es decir que seis millones de personas no cuentan con
ingresos suficientes para cubrir una canasta básica de alimentos. Siete de cada diez niños y
adolescentes son pobres. La mitad de los seis millones de niños y adolescentes pobres es
indigente.”
---Uno de cada tres niños en América Latina tiene hambre. Como consecuencia de esa
situación, cada año unos 190.000 niños latinoamericanos fallecen por males ligados a la
pobreza que podrían ser prevenidos. La miseria no sólo produce serias secuelas en cuanto al
desarrollo físico e intelectual, sino que también provoca una masiva deserción escolar e
impulsa el trabajo infantil. Según la organización no gubernamental Casa Alianza, actualmente
unos 40 millones de niños viven o trabajan en las calles de América Latina. Guillermo Dema,
representante de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), ha señalado que la cifra de
menores que trabaja ''coincide con el número de adultos desempleados, lo que es una
paradoja: por una parte, los adultos buscan empleo y no tienen, por la otra, hay niños y niñas
que deberían estar en la escuela y están trabajando''.
—Según las estadísticas, América Latina es el continente con la mayor desigualdad en la
distribución de la riqueza: los ricos son cada vez más ricos y los pobres son cada vez más
pobres. Según la CEPAL, en los últimos seis años 23 millones de latinoamericanos dejaron de
ser de clase media para pasar a ser pobres. Este fenómeno es muy notable especialmente en
el Cono Sur, que hasta que comienzos de la década de los 90 contaba con una clase media
fuerte. Según Enrique Ganuza, economista jefe del Programa de la ONU para el Desarrollo
para América Latina y Caribe (PNUD), entre el grupo más rico y el que le sigue, hay una
diferencia muy grande, ya que el 10% del segmento más rico recibe un ingreso medio 20 veces
superior al que recibe el 40% más pobre.
---En 2003, el desempleo promedio llegó a su peor nivel histórico, con un 10,7%. En varios
países de la región superó el 20% de la población y ha dado lugar a lo que se ha denominado
la evaporación de la clase media latinoamericana, lo que resulta en una sociedad cada vez
más desigual. En la Argentina la tasa de desocupación se cuadriplicó durante la última década
y en mayo de 2002 llegó al 21,5%- Como consecuencia, en el período comprendido entre
octubre de 2001 y junio de 2002, un promedio de 15.000 personas, una de cada tres menor de
18 años, cayeron diariamente bajo la línea de pobreza..
—Según la CEPAL, el aumento del gasto social por habitante en América Latina entre 1990 y
2001 fue del 58%, pero los resultados son decepcionantes o apenas visibles. La lucha contra la
pobreza y el desempleo figura en la mayoría de los programas de los gobiernos
latinoamericanos, pero muy pocos lograron resultados efectivos y duraderos.
---Por otra parte, recordemos que el incremento de la pobreza viene de la mano con el
incremento de la violencia y la delincuencia. Hasta hace pocos años se podía afirmar que,
aunque América Latina era la zona más violenta del mundo, con una tasa regional de
homicidios que llegaba a 20 por 100.000 en 1995, los países del Cono Sur y Costa Rica eran la
excepción. La situación ha cambiado radicalmente, a tal punto que hoy se puede afirmar que la
falta de seguridad, ilustrada por los secuestros, es uno de los problemas más álgidos en la
Argentina. Si bien los secuestros no han llegado aquí al grado gravedad que tiene en Brasil o
México, si el problema sigue creciendo al mismo ritmo que en estos últimos años, no habría
que sorprenderse que a corto plazo Argentina se parezca o aun supere a esos países en lo que
atañe a ese delito.
Al analizar las causas de la situación de pobreza y miseria que hemos descrito, debemos evitar
a toda costa las simplificaciones. No se puede negar, sin embargo, que entre todas las causas
que se podrían mencionar se destaca la injusticia entendida como la opresión que los ricos –los
dueños del poder económico y político-- ejercen sobre los pobres. A esto apuntan las palabras
de Enrique Iglesias, el titular del BID, en un discurso pronunciado en el Teatro San Martín de
Buenos Aires, en un coloquio sobre “La sociedad civil y la lucha contra la pobreza" organizado
por la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA). Según él, el hambre que azota a los
pueblos de América Latina es un fenómeno ofensivo porque no se debe a la falta de recursos
naturales sino a una aberrante inequidad en la distribución de la riqueza. En sus propias
palabras,
La pobreza en América latina es una pobreza que ofende, por cuanto es difícil de explicar cómo
es posible que en una región enormemente rica en recursos para desarrollarse, sobre una
población de 500 millones de personas, hay 220 millones de habitantes que viven con menos
de dos dólares por día, y 80 millones con menos de un dólar por día, es decir, en la indigencia.
Este diagnóstico del distinguido economista coincide con el que, con notable frecuencia y
sorprendente exactitud, los profetas del Antiguo Testamento hacen en sus diatribas contra los
poderosos. No es de sorprenderse, por lo tanto, que muchas de sus palabras, pronunciadas
hace miles de años, tengan tanta pertinencia a la situación actual que dan la impresión de estar
dirigidas a los poderosos de hoy en América Latina. Para comprobarlo, basta escuchar, por
ejemplo, a Miqueas:
Escuchen, gobernantes de Jacob, autoridades del pueblo de Israel. ¿Acaso no les
corresponde a ustedes conocer el derecho? Ustedes odian el bien y aman el mal; a
mi pueblo le arrancan la piel del cuerpo y la carne de los huesos; ustedes devoran
a mi pueblo, le arrancan la piel, le rompen los huesos; lo descuartizan como carne
para la olla, como carne para el horno (3:1-3).
¿No es este un lenguaje apropiado para calificar las acciones de la gran mayoría de
gobernantes en nuestros países, donde millones de personas no pueden cubrir sus
necesidades básicas a pesar de la vivir en tierras pródigas en recursos naturales?
II. OBSTÁCULOS EN EL TESTIMONIO INTEGRAL
Desde l Desde la perspectiva de la enseñanza del Nuevo Testamento, hay una sola manera de
ser fieles al Evangelio en medio de la sociedad que no rodea, y es estar en el mundo sin ser
del mundo. Para que esto sea posible, sin embargo, tenemos que superar varios obstáculos—
obstáculos que podríamos agrupar en dos categorías: los que nos impiden estar en el mundo y
los que nos impiden cumplir el requisito de no ser del mundo.
¿Qué nos impide estar en el mundo?
Entre las muchas razones que se podrían mencionar, destaco las siguientes:
---Un concepto errado de lo espiritual y la espiritualidad
Se con se concibe “lo espiritual” como algo separado de “lo secular” en vez de concebirlo como
algo que se expresa a través de la totalidad de la realidad. Se piensa en la espiritualidad en
términos de “separación del mundo” en vez de pensar en ella en términos del servicio al Dios
de amor y justicia, en el poder del Espíritu, en medio de los conflictos que plantea la vida en el
mundo.
---Un concepto errado del Reino de Dios
Se entiende el Reino de Dios como un reino que Dios establecerá en el futuro en vez de
concebirlo como el poder de Dios que se manifestó como un reino de paz y justicia en la
persona y obra de Jesucristo, que sigue actuando en la historia humana por la acción del
Espíritu Santo, y que llegará su culminación cuando Cristo vuelva. Desde esta perspectiva, no
se ve a la iglesia como una avanzada, un agente, una “comunidad del Rey” convocada a dar
testimonio, en palabra y en acción, del amor y la justicia de Dios en medio de los reino de este
mundo, sino como un grupo religioso afectado por una suerte de “parálisis escatológica”.
En la teología luterana de “los dos reinos” se concibe al Estado en términos de contención del
pecado humano. Queda muy poco espacio para la participación de los cristianos en la vida
política en función de una sociedad más justa. Se reserva la justicia de Dios para el acto
mediante el cual Dios justifica al pecador, pero no se ve su importancia fundamental en el
ámbito de las relaciones humanas.
---Un concepto errado de la obra de Jesucristo
Se reduce la obra de Jesucristo para hacer posible la reconciliación del ser humano con Dios
en vez de entenderla como el medio provisto por Dios para la transformación de toda la
persona para que deje de vivir para sí y viva para colaborar con Dios en su propósito de formar
una nueva humanidad que refleje su amor y su justicia.
---Un Concepto errado de la naturaleza de la salvación en Cristo Jesús
Se concibe la salvación en Cristo como la experiencia subjetiva de la “salvación del alma” en
vez de concebirla como la salvación de la persona como un ser psíquico, espiritual y corporal,
llamado a vivir en armonía con Dios, con el prójimo y con la creación.
---Un concepto errado de la iglesia
Se ve a la iglesia como la comunidad de los santos llamados a separarse literalmente del
mundo en vez de verla como una comunidad llamada ser “sal de la tierra” y “luz del mundo”.
---Un concepto errado de la misión de la iglesia
Se entiende la misión cristiana exclusivamente en términos de la comunicación verbal del
evangelio para “salvar almas” y “plantar iglesias” en vez de entenderla en términos de la
comunicación del evangelio por medio de todo lo que la iglesia es, hace y dice, incluyendo su
acción en pro de la justicia, con miras a cumplir el propósito de Dios de redimir la totalidad de
su creación.
¿Qué nos impide estar en el mundo sin ser del mundo?
Destaco tres obstáculos que nos impiden demostrar que no nos conformamos al mundo como
sistema organizado del mal:
---Los poderes de las tinieblas
Desde la perspectiva del Nuevo Testamento, el mal es una realidad que nos trasciende y se
opone al cumplimiento del propósito de Dios en la vida humana. Según el apóstol Pablo,
“nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra
potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerza espirituales malignas en las
regiones celestiales” (Ef 6:12). Frente a esta realidad, la exhortación es a fortalecerse con “el
gran poder del Señor” y a ponerse “toda la armadura de Dios”, que incluye el cinturón de la
verdad, la coraza de justicia, el calzado de la disposición a proclamar el evangelio de la paz, el
escudo de la fe, el casco de la salvación y la espada del Espíritu (vv. 10, 13-17).
---El condicionamiento del “mundo” en un sentido negativo
En el momento actual “este mundo” es la sociedad de consumo, que absolutiza valores que se
oponen a la voluntad de Dios, tales como el individualismo, el materialismo, el hedonismo. Son
valores con los cuales la sociedad de consumo nos bombardea continuamente por medio de
los medios de comunicación masiva. Donde priman esos valores, no hay lugar para los valores
del Reino de Dios, tales como el amor y la justicia, la paz y la equidad. La iglesia debiera ser
una suerte de termostato espiritual de la sociedad civil, no meramente un termómetro que
registra la temperatura de la misma.
---Nuestras propias inclinaciones pecaminosas
Desde l desde la perspectiva bíblica, nacemos con la inclinación a la búsqueda de aquello que
nos produce satisfacción personal aunque eso requiera recurrir a medios que se oponen a la
voluntad de Dios, dañan a nuestro prójimo, alteran la creación de Dios y al fin resultan nocivos
para nosotros mismos. Esa inclinación nos impide comprometernos con la lucha por la justicia.
III. PISTAS TEOLÓGICAS PARA LA ACCIÓN CRISTIANA
EN LA SOCIEDAD
Por mucho tiempo los cristianos evangélicos vivieron con la ilusión de que era posible ser
neutrales políticamente. Sólo se interesaban en la política cuando había elecciones, más si el
voto era obligatorio, o si el gobierno tomaba medidas que coartaban la libertad religiosa y
obstaculizaba así la evangelización. Hoy en círculos evangélicos se reconoce ampliamente que
la definición política es inevitable. En varios países latinoamericanos los evangélicos han
pasado de la ilusión de neutralidad a la formación de “partidos políticos evangélicos” que se
esfuerzan por conquistar el poder. No podemos detenernos a considerar si hay o no lugar para
este tipo de participación política. Aquí nos limitamos a ofrecer algunas pautas teológicas para
la acción cristiana que deriva su inspiración del anhelo de fidelidad al Señor Jesucristo en la
sociedad civil.
A riesgo de cometer una perogrullada, cabe aclarar, para empezar, que consciente o
inconscientemente, la iglesia en general y los cristianos como individuos en particular forman
parte de la sociedad civil. Si bien son “ciudadanos del cielo”, según la descripción paulina (Fil
3:20), también son ciudadanos de alguna de las muchas naciones de la tierra. Como tales, por
lo menos en las sociedades democráticas (¡si las hay!), tienen, o deberían tener, los mismos
derechos y responsabilidades que todos los demás ciudadanos. La pregunta que aquí nos
planteamos, por lo tanto, va más allá del mero reconocimiento de la presencia de los cristianos
en la sociedad civil: tiene la intención de explorar cómo esa presencia puede servir en el
cumplimiento del propósito de Dios: cómo puede ser presencia de Cristo en la sociedad civil,
que es, como hemos visto, una sociedad atravesada por la opresión y la injusticia, la corrupción
y la inequidad. En respuesta a esa pregunta sugiero las siguientes pautas:
---La verdadera espiritualidad consiste en la entrega de nuestro cuerpo –con todo lo que somos
y todo lo que tenemos-- como “sacrificio vivo, santo y agradable a Dios”, que es el culto que él
desea de nosotros (cf. Ro 12:1). Según el profeta Isaías, el ayuno ---hoy diríamos el rito
religioso— que Dios requiere es “romper las cadenas de injusticia, y desatar las correas del
yugo, poner en libertad a los oprimidos, y romper toda atadura. . . . compartir tu pan con el
hambriento y dar refugio a los pobres sin techo, vestir al desnudo . . . no dejar de lado a tus
semejantes” (Is 58:6-7). Dios no se complace de la religión separada de la acción ética a favor
de las víctimas de la injusticia. Él es el Dios que ama la justicia y ha establecido la equidad (Sal
99:49), y su llamado es a “practicar la justicia, amar la misericordia” y humillarse delante de él
(Mi 6:8).
---El Reino de Dios, que se ha hecho presente en la vida y ministerio de Jesucristo, es un reino
de paz y justicia. La Iglesia, como comunidad del Rey, ha sido convocada a encarnar esos
valores en su propia vida y ministerio, a demostrar su realidad en medio de la sociedad civil y
constituirse así en “sal de la tierra” y “luz del mundo”. El Reino de Dios es una realidad
presente que se manifiesta mediante los ciudadanos del Reino en la medida en que éstos son
un testimonio vivo de la verdad de las bienaventuranzas: son pobres en espíritu, lloran, son
humildes, tienen hambre y sed de justicia, son compasivos, trabajan por la paz, son
perseguidos por causa de la justicia (Mt 5:3-10).
---“Cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros”, con lo cual puso en
evidencia el infinito amor de Dios por nosotros; pero también murió “para que los que viven ya
no vivan para sí, sino para el que murió por ellos y fue resucitado” (2Co 5:15). La muerte de
Cristo, consecuentemente, no sólo hace posible el perdón de nuestros pecados, sino que nos
compromete a continuar la misión de aquel que al iniciar su ministerio dijo en la sinagoga de
Nazaret: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas
nuevas a los pobres. Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos, y dar vista a los ciegos,
a poner en libertad a los oprimidos, a pregonar el año del favor del Señor” (Lc 4:18-19).
---La salvación en Cristo no se reduce a la “salvación del alma”. Es salvación de personas que
en el aquí y ahora experimentan la shalom de Dios, es decir, la vida en abundancia que
Jesucristo ofrece y que incluye la armonía con Dios, con el prójimo y con la creación Es
salvación que apunta al propósito de Dios “de antemano estableció en Cristo, para llevarlo a
cabo cuando se cumpliese el tiempo: reunir en él todas las cosas, tanto las del cielo como las
de la tierra” (Ef 1:9-10).
---La iglesia es la comunidad de aquellos que, por voluntad de Dios, han nacido mediante “la
palabra de verdad” para que fuesen “los primeros y mejores frutos de su creación” (Js 1:18).
Mientras espera la consumación del Reino de Dios, su tarea es erigir señales del Reino, signos
de esperanza de “un cielo nuevo y una tierra nueva, en los que habita la justicia” (2P 3:13).
La conclusión lógica de todo esto es que la iglesia no existe en función de sí misma: existe
para ser un testimonio vivo de la presencia del Reino de Dios y su justicia en medio de la
sociedad civil; para testificar en palabra y en acción que Dios es amor y Dios ama la justicia.
“Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios
dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica” (Ef 2:10). Sin ser del mundo, la
iglesia está en el mundo para hacer de la presencia de Jesucristo una realidad, por el poder del
Espíritu y para la gloria de Dios.
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