Subido por Eduardo Wolovelsky

Armas germenes y acero Jared Diamond

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Arm as, gérm enes y acero
Colaboración de Sergio Barros
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Jared Diam ond
Preparado por Pat ricio Barros
Arm as, gérm enes y acero
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Jared Diam ond
Pr e se n t a ción
La nar ración com ienza hace 13.000 años, cuando los cazador es r ecolect or es de la
Edad de Piedr a const it uían la t ot alidad de la población hum ana. En aquella época
com enzaron a t om ar rum bos diferent es en los dist int os cont inent es las sendas de la
ev olución de las sociedades hum anas. La pr onta dom est icación de anim ales y el
cult ivo de plant as silvest r es en el Crecient e Fért il, Ch ina, Mesoam ér ica, el surest e de
los act uales Est ados Unidos y ot r as zonas ot or garon una v ent aj a inicial a los
habit ant es de est as r egiones.
Hasta ahora apenas se sabía por qué el t r igo y el m aíz, la v aca y el cer do, t an
consum idos en el m undo m oderno, aparecieron com o especies dom ést icas en esas
r egiones en par t icular y no en otr as. Los or ígenes localizados de la agr icult ur a y la
ganader ía sólo son una par t e de la ex plicación de los difer ent es dest inos de los
dist int os pueblos. La gran desigualdad en el r it m o de difusión de la producción de
alim ent os desde esos cent ros iniciales t uvo m ucho que ver con ot ras caract eríst icas
clim át icas y geogr áficas.
Las sociedades que fuer on m ás allá de la fase de cazador es- r ecolect or es t enían m ás
pr obabilidades de desarr ollar la escr it ur a, la t ecnología, las est r uct uras polít icas, las
r eligiones or ganizadas, adem ás de gér m enes nociv os y poder osas arm as de guer ra.
Arm as, gérm enes y acer o supone un avance fundam ent al en nuest ra com prensión
de las sociedades hum anas. Expone cóm o el m undo m oder no y sus desigualdades
han llegado a ser com o son. «Ningún cient ífico apor t a m ás ex per iencia de
labor ator io y de cam po, ninguno r eflex iona con m ás pr ofundidad sobr e cuest iones
sociales, ni las t r at a con m ás clar idad, que Jar ed Diam ond, com o pone de m anifiest o
Ar m as, gér m enes y acer o. En est a am ena obr a, Diam ond dem uest r a cóm o la
hist or ia y la biología pueden enr iquecer se m ut uam ent e par a m ej or ar la com pr ensión
de la condición hum ana».
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Í n dice
Pr ólogo. La pr egunta de Yali
I . D el Edén a Ca j a m a r ca
1. En la línea de salida
2. Un experim ent o nat ural de hist oria
3. Colisión en Caj am ar ca
I I . N a cim ie nt o y difu sión de la pr odu cción de a lim en t os
4. El poder de los agr icult or es
5. Ricos y pobres de la hist or ia
6. Cult ivar o no cult ivar
7. Cóm o fabr icar una alm endr a
8. Manzanas o indios
9. Cebr as, m atr im onios infelices y el pr incipio de Ana Kar enina
10. Hor izont es abier t os y ej es inclinados
I I I . De los a lim e n t os a la s a rm a s, los gé r m e ne s y e l a ce r o
11. El r egalo m or t al del ganado
12. Pr oyect os or iginales y let r as pr est adas
13. La m adr e de la necesidad
14. Desde el igualit ar ism o a la clept ocr acia
I V. La v u elt a a l m u n do en cin co ca pítu los
15. La gent e de Yali
16. Cóm o China se hizo china
17. Lancha r ápida a Polinesia
18. Colisión de h em isfer ios
19. Cóm o Áfr ica acabó siendo negr a
Epílogo. El fut uro de la hist or ia hum ana com o ciencia
Agr a de cim ien t os
Bibliogr a fía
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Para
Esa,
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Kar iniga,
Om wai,
Par an,
Sauakar i, Wiw or y t odos m is ot r os am igos
y m aest r os de Nueva Guinea, señor es de
un m edio difícil.
Pr ólogo
La pr e gu n t a de Yali
Todos sabem os que el cur so de la hist or ia ha sido m uy difer ent e par a los pueblos de
las dist int as r egiones del planet a. En los 13 000 años t r anscurr idos desde el fin del
últ im o per íodo glacial,
unas par t es del m undo han desar r ollado sociedades
indust r iales alfabet izadas y
poseedor as de út iles de m et al,
ot ras sólo han
desarr ollado sociedades agr ícolas no alfabet izadas, y ot ras han seguido alber gando
sociedades de cazador es- r ecolect or es equipados con
út iles de piedr a.
Est as
desigualdades hist ór icas han pr oyect ado lar gas som br as sobr e el m undo m oder no,
porque las sociedades alfabet izadas que disponían
de út iles de m et al han
conquist ado o ex t er m inado a las ot ras sociedades. Aunque est as difer encias
const it uyen el hecho m ás fundam ent al de la hist or ia universal, las razones que las
ex plican siguen siendo incier t as y cont r over t idas. Ésta desconcer t ant e cuest ión de
sus or ígenes m e fue plant eada hace v eint icinco años de una for m a sencilla y
per sonal.
En j ulio de 1972, cam inaba yo por una play a de la isla t r opical de Nuev a Guinea,
donde en m i condición de biólogo est udiaba, y est udio, la evolución de las aves. Me
habían hablado ya de un ex cepcional polít ico local llam ado Yali, que por aquellas
fechas efect uaba una gir a por el dist r it o. Dio la casualidad de que Yali y yo
paseásem os en la m ism a dir ección aquel día, hasta que él m e alcanzó. Cam inam os
j unt os durant e una hora sin dej ar de hablar en ningún m om ent o.
Yali r ebosaba car ism a y ener gía. Sus oj os em it ían un dest ello fascinant e. Habló con
segur idad acer ca de sí m ism o, per o tam bién hizo innum er ables e incisivas
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pr egunt as y escuchó at ent am ent e. Nuest ra conversación com enzó con un t em a que
est aba por aquel ent onces en la m ent e de todos los habit ant es de Nuev a Guinea: el
r ápido r it m o de los acont ecim ient os polít icos. Papúa Nuev a Guinea, que es com o
hoy se llam a la nación de Yali, est aba aún en aquellas fechas baj o la adm inist r ación
de Aust r alia por m andat o de las Naciones Unidas, per o la independencia flot aba en
el am bient e. Yali m e ex plicó su papel en la pr epar ación de la población local par a el
aut ogobier no.
Lám inas 2 y 3. Paran, del pueblo for é de las m ont añas de Nueva Guinea. Las
lám inas 2- 5 r epr esent an a cuat r o de m is am igos de Nueva Guinea a los que est á
dedicado est e libr o. ( Jar ed Diam ond) . Esa, del pueblo for é de las m ontañas de
Nueva Guinea. ( Jar ed Diam ond) .
Al cabo de un r at o, Yali cam bió de conv er sación y com enzó a hacer m e innum er ables
pr egunt as. Nunca había salido de Nuev a Guinea y su niv el educat iv o no había
pasado de la escuela secundar ia, per o su cur iosidad era insaciable. Pr im er o quiso
saber cosas de m i t r abaj o sobr e las aves de Nuev a Guinea ( ent r e ot r as, cuánt o m e
pagaban por desem peñar lo) . Le ex pliqué cóm o difer ent es gr upos de av es habían
colonizado Nueva Guinea en el t ranscurso de m illones de años. Me pregunt ó
después cóm o habían llegado a Nuev a Guinea los ant epasados de su pueblo en las
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últ im as decenas de m iles de años, y cóm o los eur opeos blancos habían colonizado
Nueva Guinea en los ú lt im os doscient os años.
La conversación m ant uvo un tono cordial, aunque am bos éram os conscient es de la
t ensión ex ist ent e ent r e las dos sociedades que r epr esent ábam os. Hace dos siglos,
t odos los poblador es de Nuev a Guinea seguían viv iendo en la Edad de Piedr a. Es
decir , usaban herr am ient as de piedr a sem ej ant es a las sust it uidas en Europa por los
út iles de m et al hace m iles de años, y habit aban en aldeas no organizadas baj o
alguna aut or idad polít ica cent r alizadora. Los blancos llegar on,
im pusier on el
gobier no cent ralizado y apor tar on bienes m at er iales cuy o v alor fue r econocido de
inm ediat o por los neo guineanos, desde hachas de acer o, cer illas y m edicinas, hast a
v est idos, bebidas no alcohólicas y par aguas. En Nuev a Guinea t odos est os ar t ículos
r ecibier on colect iv am ent e el nom br e de «car gam ent o».
Muchos colonizador es blancos desdeñaron abier t am ent e a los poblador es de Nuev a
Guinea por considerar los «pr im it iv os». I ncluso el m enos capaz de los «señor es»
blancos de Nuev a Guinea, com o se les seguía llam ando en 1972, disfr ut aba de un
niv el de vida m uy super ior al de los nat iv os de Nuev a Guinea, m ás alt o incluso que
el de polít icos car ism át icos com o Yali. Pero Yali había hecho pr egunt as a m uchos
blancos com o ahor a m e int er r ogaba a m í, y yo se las había for m ulado a m uchos
neoguineanos. Yali y yo sabíam os per fectam ent e que los neo guineanos son por
t ér m ino m edio t an int eligent es al m enos com o los eur opeos. Ést as cosas debían de
est ar pr esent es en la m ent e de Yali cuando, con ot r a m ir ada penet r ant e de sus oj os
r elam pagueant es, m e pr egunt ó: « ¿Por qué v osot r os los blancos desar r ollast eis
t ant o cargam ent o y lo t raj ist eis a Nueva Guinea, pero nosot ros los negros t eníam os
t an poco cargam ent o pr opio?».
Er a una pr egunt a sencilla que apunt aba al cent r o de la v ida t al com o Yali la
ex per im ent aba. Sí, seguía habiendo una enor m e difer encia ent r e la for m a de v ida
del neo guineano m edio y la del eur opeo o est adounidense m edio. Difer encias
com parables separ an t am bién las for m as de vida de ot r os pueblos del m undo. Ésas
enor m es dispar idades deben de t ener causas poder osas que cabr ía suponer obv ias.
Per o r esult a difícil r esponder a la pr egunt a apar ent em ent e sencilla de Yali. No t uv e
una r espuest a que ofrecerle ent onces. Los hist oriadores profesionales cont inúan
discr epando acerca de la solución; la m ay or ía ni siquier a for m ulan ya la pr egunt a.
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En los años tr anscur r idos desde que Yali y y o m ant uvim os aquella conv er sación, he
est udiado y escr it o sobr e ot r os aspect os de la evolución, la hist or ia y el lenguaj e
hum anos. Ést e libr o, escr it o v eint icinco años después, int ent a r esponder a Yali.
* * * *
Aunque la pr egunt a de Yali se r efer ía sólo a las difer ent es for m as de vida de los neo
guineanos y los blancos eur opeos, puede ex t ender se a un conj unt o m ás am plio de
cont r ast es en el m undo m oderno.
Lám ina 3 ( izquierda) . Esa, del pueblo for é de las m ontañas de Nueva Guinea. ( Jar ed
Diam ond) . Lám ina 5 ( der echa) . Sauakarí, habitant e de las tier ras baj as cost er as del
nor t e de Nueva Guinea. ( Jar ed Diam ond) .
Los pueblos de or igen eur oasiát ico, especialm ent e los que cont inúan viv iendo en
Eur opa y Asia or ient al, adem ás de los t rasplant ados a Am ér ica del Nor t e, dom inan
el m undo m oder no en lo r elat iv o a r iqueza y poder . Otr os pueblos, incluidos la
m ay or ía de los afr icanos, se han despr endido de la dom inación colonial eur opea
per o cont inúan m uy r ezagados en lo que se refier e a r iqueza y poder. Ot r os
pueblos, com o los habit ant es aut óct onos de Aust r alia, Am ér ica y el ex t r em o
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m er idional de Áfr ica, han dej ado de ser dueños incluso de sus pr opias t ier r as pero
han
sido
diezm ados,
som et idos y
en
algunos casos ex t er m inados por
los
colonizadores europeos.
Así pues,
la pr egunt a sobr e la desigualdad
en
el m undo m oder no puede
r efor m ularse del m odo siguient e: ¿por qué la r iqueza y el poder se dist r ibuyer on
com o lo est án ahora, y no de ot r a m anera?; por ej em plo, ¿por qué los indígenas
am er icanos y afr icanos y los abor ígenes aust r alianos no fueron quienes diezm aron,
som et ieron y ext erm inar on a los europeos y los asiát icos?
Podem os llev ar fácilm ent e est a pr egunt a un paso m ás atr ás. Hacia 1500, al iniciar se
la expansión colonial europea por el m undo, los pueblos de los dist int os cont inent es
pr esent aban ya grandes difer encias en cuant o a t ecnología y or ganización polít ica.
Gr an par t e de Europa, Asia y el nor t e de Áfr ica alber gaban est ados o im per ios que
poseían m et ales, algunos de ellos en el um br al de la indust r ialización. Dos pueblos
indígenas am er icanos, los azt ecas y los incas, gober naban im per ios que disponían
de út iles de piedr a. Algunas par t es del Áfr ica subsahar iana est aban div ididas en
pequeños est ados o j efat ur as equipadas con út iles de hier r o. La m ay or ía de los
pueblos r est ant es —incluidos los de Aust r alia y Nuev a Guinea, m uchas islas del
Pacífico, gr an par t e de Am ér ica y zonas r educidas del Áfr ica subsahar iana— v iv ían
en t r ibus agr ícolas o incluso en hordas de cazador es-r ecolect or es que ut ilizaban
her r am ient as de piedr a.
Nat ur alm ent e, est as difer encias t ecnológicas y polít icas ex ist ent es hacia 1500
fuer on la causa inm ediata de las desigualdades del m undo m oder no. Los im per ios
que disponían de ar m as de acer o pudier on conquist ar o ex t er m inar a las t r ibus que
t enían ar m as de piedr a y m ader a. ¿Cóm o, sin em bargo, llegó el m undo a ser com o
era en 1.500?
Una vez m ás, podem os llev ar fácilm ent e est a cuest ión un paso m ás at rás,
r ecur r iendo a hist or ias escr it as y descubr im ient os ar queológicos. Hasta el final del
últ im o per íodo glacial, hacia 11.000 a.C., t odos los pueblos de t odos los cont inent es
er an aún cazador es- r ecolect or es. Los difer ent es r it m os de desar r ollo en dist int os
cont inent es, desde 11.000 a.C. hast a 1.500, fueron los que conduj eron a las
desigualdades t ecnológicas y polít icas de 1.500. Mient r as que los abor ígenes
aust r alianos y m uchos indígenas am er icanos seguían siendo cazador es-r ecolect or es,
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la m ay or par t e de Eurasia y gr an par t e de Am ér ica y el Áfr ica subsahar iana
desarr ollar on
gr adualm ent e
la
agr icult ur a,
la
ganader ía,
la
m et alur gia
y
or ganizaciones polít icas com plej as. Algunas r egiones de Eur asia y una zona de
Am ér ica t am bién desarr ollar on independient em ent e la escr it ur a. Sin em bargo, cada
uno de est os nuevos avances apareció ant es en Eurasia que en otros cont inentes.
Por ej em plo, la producción m asiv a de ut ensilios de br once, que apenas com enzaba
en los Andes sur am er icanos en los siglos ant er ior es a 1.500, se había consolidado
y a en algunas zonas de Eurasia a par t ir de m ás de 4.000 años ant es. La t ecnología
de la piedr a de los t asm anos, cuando ést os t uvier on su pr im er cont act o con
ex plor ador es eur opeos en 1642, er a m ás sencilla que la dom inant e en algunas
zonas de la Eur opa del Paleolít ico super ior , decenas de m iles de años at rás.
Así pues, podem os r efor m ular finalm ent e la pr egunt a sobr e las desigualdades del
m undo m oder no del m odo siguient e: ¿por qué el desarr ollo hum ano se pr oduj o a
rit m os t an diferent es en los dist int os cont inent es? Est os rit m os dist int os const it uyen
la paut a m ás am plia de la hist or ia y el t em a obj et o de est e libr o.
Aunque est a obr a tr ata, pues, en últ im a inst ancia de la hist or ia y la pr ehist or ia, su
t em a no es de int er és únicam ent e académ ico, sino t am bién de inm ensa im por t ancia
pr áct ica y polít ica. La hist or ia de las int er acciones ent r e pueblos dist int os es lo que
configur ó el m undo m oder no m ediant e la conquist a, las epidem ias y el genocidio.
Est as colisiones cr ear on r ev er beraciones que no se han apagado t odav ía al cabo de
m uchos siglos, y que cont inúan act ivam ent e en algunas de las zonas m ás
t urbulent as del m undo en nuest ros días.
Por ej em plo, gran par t e de Áfr ica cont inúa luchando con su legado del colonialism o
r ecient e. En ot r as r egiones —ent r e ellas gr an par t e de Am ér ica Cent r al, Méx ico,
Per ú, Nuev a Caledonia, la ant igua Unión Soviét ica y algunas zonas de I ndonesia—,
los dist ur bios civ iles o las guer r as de guer r illas enfr ent an a las aún num er osas
poblaciones
indígenas
con
gobier nos
dom inados
por
descendient es
de
los
conquist ador es invasor es. Muchas ot r as poblaciones indígenas —com o las de Haw ái,
los abor ígenes austr alianos, los indígenas siber ianos y los indios de Est ados Unidos,
Canadá, Br asil, Ar gent ina y Chile— quedar on t an r educidas en núm er o por el
genocidio y las enfer m edades que act ualm ent e son super adas abr um adoram ent e en
núm er o por los descendient es de los invasor es. Aunque son incapaces, por t ant o, de
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em pr ender una guerr a civ il, est án afir m ando gr adualm ent e sus der echos.
Adem ás de est as r ev er ber aciones polít icas y económ icas act uales de las colisiones
del pasado ent r e los pueblos, hay r ev er ber aciones lingüíst icas act uales ent r e los
pueblos, en par t icular la inm inent e desaparición de la m ay or ía de las 6000 lenguas
que sobreviven en el m undo m oderno, que est án siendo sust it uidas por el inglés, el
chino, el ruso y algunas ot ras lenguas cuyo núm ero de hablant es ha aum ent ado
enorm em ent e en los últ im os siglos. Todos est os problem as del m undo m oderno son
r esult ado de las t r ay ect or ias hist ór icas im plícit as en la pr egunt a de Yali.
* * * *
Ant es de t r at ar de r esponder a la pr egunta de Yali, deber íam os hacer una pausa
para ex am inar algunas obj eciones al hecho de considerar la. Algunas per sonas se
ofenden ant e el m er o hecho de que se plant ee la pr egunt a, y ello por v ar ias
r azones.
Una de las obj eciones es la siguient e. Si logr am os ex plicar cóm o algunas per sonas
llegar on a dom inar a ot ras per sonas, ¿no podr ía par ecer que de est e m odo
j ust ificam os la dom inación? ¿No par ecer ía decir se que el r esult ado er a inev it able, y
que ser ía inút il, por t ant o, t r at ar ahora de cam biar t al r esult ado? Ést a obj eción se
basa en la t endencia habit ual a confundir la ex plicación de las causas con la
j ust ificación o acept ación de los r esult ados. El uso que se hace de una ex plicación
hist órica es una cuest ión independient e de la explicación pr opiam ent e dicha. La
com pr ensión se ut iliza con m ás fr ecuencia para t r atar de alt er ar un r esult ado que
para r epet ir lo o per pet uar lo. Por eso los psicólogos int ent an com pr ender la m ent e
de los asesinos y los violadores, por eso los historiadores sociales int ent an
com pr ender el genocidio, y por eso los m édicos int ent an com pr ender las causas de
las enferm edades hum anas. Est os invest igadores no int ent an j ust ificar el asesinat o,
la v iolación, el genocidio y la enfer m edad. En cam bio, int ent an ut ilizar su
com pr ensión de una cadena de causas para int er r um pir la cadena.
En segundo lugar , ¿no im plica el hecho de ocupar se de la pr egunta de Yali un
enfoque eur o cént r ico de la hist or ia, una glor ificación de los eur opeos occident ales y
una obsesión por la pr eem inencia de Eur opa occident al y la Am ér ica eur opeizada en
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el m undo m oder no? ¿No es esa preem inencia sólo un fenóm eno efím er o de los
últ im os siglos, que ya est á desapar eciendo det r ás de la preem inencia de Japón y el
sur est e asiát ico? De hecho, la m ay or part e de est e libr o se ocupar á de pueblos
dist int os de los europeos. En vez de cent rar nos exclusivam ent e en las int eracciones
ent r e los eur opeos y los no eur opeos, ex am inar em os t am bién las int er acciones
ent r e difer ent es pueblos no eur opeos, en par t icular las que t uv ier on lugar en el
Áfr ica subsahar iana, el sur est e de Asia, I ndonesia y Nuev a Guinea, ent r e los
pueblos indígenas de esas zonas. Lej os de ensalzar a los pueblos de or igen eur opeo
occident al, v er em os que la m ay or ía de los elem ent os básicos de su civ ilización
fuer on desarr ollados por ot ros pueblos que v iv ían en otr os lugar es y después fuer on
im por t ados por Europa occident al.
En t er cer lugar , ¿no tr ansm it en palabras com o «civ ilización» y fr ases com o
«nacim ient o de la civ ilización» la falsa im presión de que la civ ilización es buena, los
cazador es- r ecolect or es son m iser ables y la hist or ia de los últ im os 13 000 años ha
supuest o pr ogr eso hacia una m ay or felicidad hum ana? De hecho, no dam os por
supuest o que los est ados indust r ializados sean «m ej or es» que las tr ibus de
cazador es-r ecolect or es, ni que el abandono de la for m a de v ida basada en la caza y
la r ecolección por el est adio basado en el hier r o r epr esent e un «progr eso», ni que
haya conducido a un aum ent o de la felicidad hum ana. Mi im pr esión, basada en
haber div idido m i v ida ent r e ciudades de Est ados Unidos y aldeas de Nuev a Guinea,
es que las llam adas bendiciones de la civ ilización t ienen sus pr os y sus cont r as. Por
ej em plo, en com paración con los cazador es- r ecolect or es, los ciudadanos de los
est ados industr ializados m oder nos disfr ut an de una asist encia m édica m ej or, un
r iesgo m enor de m uer t e por hom icidio y una v ida m ás lar ga, per o r eciben m ucho
m enos apoyo social de las am ist ades y las fam ilias ex t ensas. Mi m ot iv ación par a
invest igar est as difer encias geogr áficas en las sociedades hum anas no es celebr ar
un t ipo de sociedad sobr e ot r o, sino sencillam ent e com pr ender qué sucedió en la
hist or ia.
* * * *
¿Necesit a r ealm ent e la pr egunt a de Yali ot r o libr o para ser r espondida? ¿No
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conocem os ya la r espuest a? Si es así, ¿cuál es?
Pr obablem ent e, la explicación m ás habit ual supone explícit a o im plícit am ent e dar
por sent adas difer encias biológicas ent r e los pueblos. En los siglos post er ior es a
1500, m ient r as los explor ador es eur opeos adquir ían conciencia de las am plias
diferencias exist ent es ent re los pueblos del m undo en cuant o a t ecnología y
or ganización polít ica, dier on por supuest o que esas difer encias t enían su or igen en
difer encias en la capacidad innat a. Con la apar ición de la t eor ía dar v iniana, las
explicaciones se reform ular on en t érm inos de selección nat ural y origen evolut ivo.
Los pueblos t ecnológicam ent e pr im it iv os fuer on consider ados vest igios ev olut iv os de
ascendencia hum ana de ant epasados siniest r os. El desplazam ient o de esos pueblos
por colonizador es de sociedades indust r ializadas ilust r aba la super v iv encia de los
m ás apt os. Con la post er ior apar ición de la genét ica, fue necesar io r efor m ular de
nuevo las explicaciones, y est a vez en t ér m inos genét icos. Se consideró a los
eur opeos genét icam ent e m ás int eligent es que los afr icanos, y sobr e t odo m ás
int eligent es que los aborígenes aust ralianos.
Hoy en día, algunos segm ent os de la sociedad occident al r epudian públicam ent e el
r acism o. Sin em bar go, m uchos occident ales ( quizá la m ay or ía) cont inúan acept ando
ex plicaciones r acist as en pr iv ado o subconscient em ent e. En Japón y m uchos ot r os
países, esas ex plicaciones cont inúan ex poniéndose públicam ent e y sin pedir
disculpas. I ncluso est adounidenses, europeos y aust ralianos cult os, cuando se
plant ea el t em a de los abor ígenes austr alianos, suponen que los pr opios abor ígenes
t ienen algo de pr im it iv o. Es indudable que su aspect o es difer ent e del de los
blancos.
Muchos
de
los
descendient es
v iv os
de
aquellos
abor ígenes
que
sobr ev iv ier on a la época de la colonización eur opea t ienen ahor a dificult ades para
t r iunfar económ icam ent e en una sociedad aust r aliana blanca.
Un r azonam ient o aparent em ent e convincent e es el siguient e. Los inm igr ant es
blancos
que
indust r ializado,
llegar on
a
Aust ralia
polít icam ent e
const r uy er on
cent r alizado
y
un
Est ado
dem ocr át ico
alfabet izado,
basado
en
las
her r am ient as m et álicas y la pr oducción de alim ent os, t odo ello en el plazo de un
siglo a par t ir de la colonización de un cont inent e en el que los abor ígenes habían
v iv ido com o cazador es-r ecolect or es t r ibales sin m et ales dur ant e al m enos 40 000
años. Se tr at aba de dos ex per im ent os sucesiv os de desarr ollo hum ano, en los que
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el ent or no er a idént ico y la única var iable er a la gent e que ocupaba ese ent or no.
¿Qué ot r a pr ueba podr ía ser necesar ia para det er m inar que las difer encias ent r e las
sociedades abor igen y eur opea de Aust ralia surgier on a par t ir de difer encias ent r e
los pr opios pueblos?
La obj eción a est as ex plicaciones r acist as no es sólo que sean det est ables, sino
t am bién que est án m uy equiv ocadas. No hay pr uebas sólidas de la ex ist encia de
difer encias hum anas en cuant o a int eligencia que sean equipar ables a las
diferencias hum anas en cuanto a t ecnología. De hecho, com o explicar em os
seguidam ent e, los pueblos de la Edad de Piedr a m oder na son pr obablem ent e m ás
int eligent es
por
t érm ino
m edio,
no
m enos
int eligent es,
que
los
pueblos
indust r ializados. Por par adój ico que pueda par ecer, en el capít ulo 15 v er em os que
los inm igr ant es blancos que llegar on a Aust r alia no m er ecen el m ér it o que se les
suele atr ibuir por la const r ucción de una sociedad indust r ializada cult a con las
dem ás vir t udes que se han m encionado. Adem ás, los pueblos que hast a t iem pos
r ecient es er an t ecnológicam ent e pr im it iv os —com o los abor ígenes aust ralianos y de
Nuev a Guinea— dom inan sin el m enor pr oblem a las t ecnologías indust r iales cuando
se les da la opor t unidad de hacer lo.
Los psicólogos cognit iv os han dedicado ím pr obos esfuer zos a buscar difer encias en
el cocient e int elect ual ( CI ) ent r e pueblos de difer ent es or ígenes geogr áficos que
ahora viven en el m ism o país. En par t icular, num erosos psicólogos est adounidenses
blancos han int ent ado dur ant e décadas dem ostrar que los est adounidenses negr os
de or igen africano son innat am ent e m enos int eligent es que los est adounidenses
blancos de or igen eur opeo. Sin em bargo, com o todo el m undo sabe, los pueblos
com parados
pr esent an
gr andes
difer encias
en
cuant o
a
ent or no
social
y
opor t unidades educat iv as. Ést e hecho gener a dificult ades dobles para los int ent os
de ver ificar la hipót esis de que las difer encias int elect uales est án debaj o de las
difer encias t ecnológicas. En pr im er lugar, incluso nuest r as capacidades cognit iv as
com o adult os est án m uy influidas por el ent or no social que ex per im ent am os dur ant e
la infancia, por lo que r esult a difícil discer nir cualquier influencia de difer encias
genét icas pr eex ist ent es. En segundo lugar , las pr uebas de capacidad cognit iv a
( com o los test de CI ) t ienden a m edir el apr endizaj e cult ur al y no la int eligencia
innat a pur a, cualquier cosa que ést a fuere. Debido a los efect os indudables del
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ent orno infant il y del conocim ient o apr endido sobre los result ados de los t est de CI ,
los int ent os de los psicólogos no han logrado hast a la fecha est ablecer de m aner a
conv incent e la deficiencia genét ica post ulada en los CI de per sonas no blancas.
Mi per spect iv a sobr e est a contr over sia prov iene de tr eint a y t r es años de tr abaj o
con habit ant es de Nuev a Guinea en sus pr opias sociedades int act as. Desde el
com ienzo m ism o de m i t r abaj o con neo guineanos, ést os m e im pr esionar on por ser
por t érm ino m edio m ás int eligent es, m ás despier t os, m ás ex pr esiv os y m ás
int er esados por las cosas y las per sonas que les r odean que el eur opeo o
est adounidense m edio.
En algunas tar eas que cabr ía
suponer
que r eflej an
r azonablem ent e aspect os del funcionam ient o del cer ebr o, com o la capacidad par a
t r azar un m apa m ent al de ent or nos no fam iliar es, par ecen consider ablem ent e m ás
diest ros que los occident ales. Nat uralm ent e, los neo guineanos suelen t ener
r esult ados deficient es en t ar eas par a las cuales los occident ales han sido for m ados
desde la infancia m ient r as que ellos, al r espect o, no han r ecibido for m ación alguna.
De ahí que cuando neo guineanos no escolar izados pr ocedent es de aldeas r em ot as
v isit an las ciudades, les par ezcan est úpidos a los occident ales. A la inver sa, soy
perm anent em ent e conscient e de lo est úpido que les par ezco a los neo guineanos
cuando est oy con ellos en la j ungla, exhibiendo m i incom pet encia en t areas sencillas
( com o seguir un rastro en la j ungla o const ruir un refugio) en las que los neo
guineanos han sido for m ados desde la infancia y sobr e las que y o no he r ecibido
for m ación alguna.
Es fácil r econocer dos r azones por las que m i im pr esión de que los habit ant es de
Nuev a Guinea son m ás int eligent es que los occident ales puede ser cor r ect a.
Pr im er a, los eur opeos v iven desde hace cient os de años en sociedades densam ent e
pobladas, dot adas de gobier nos, policía y j udicat ur a cent r ales. En esas sociedades,
las enfer m edades epidém icas infecciosas de las poblaciones densas ( com o la
v ir uela) fuer on hist ór icam ent e la causa pr incipal de fallecim ient o, m ient r as que los
asesinat os er an r elat iv am ent e poco habit uales y el est ado de guer r a er a la
ex cepción y no la r egla. La m ayor ía de los eur opeos que escapaban de infecciones
m or t ales t am bién escapaban de ot r as posibles causas de m uer t e y pr ocedían a
t r ansm it ir sus genes. Hoy en día, la m ayor ía de los niños occident ales que nacen
v iv os
sobr ev iv en
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t am bién
a
infecciones
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m or tales
y
se
r epr oducen,
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independient em ent e de su int eligencia y de los genes que por t en. En cam bio, los
neo guineanos han vivido en sociedades en las que el núm er o de seres hum anos era
dem asiado baj o com o par a que se desarr ollar an las enfer m edades epidém icas de las
poblaciones densas. Más aún, los neo guineanos t r adicionales padecían alt os índices
de m or t alidad por asesinat o, guer r a tr ibal cr ónica, accident es y pr oblem as par a
abast ecer se de alim ent os.
Las per sonas int eligent es t ienen m ás pr obabilidades que las m enos int eligent es de
escapar de esas causas de alt a m or t alidad en las sociedades t radicionales de Nuev a
Guinea. Sin em bargo, la difer encia en cuant o a m or talidad por enfer m edades
epidém icas en las sociedades eur opeas t radicionales t enían poco que v er con la
int eligencia, y suponían una r esist encia genét ica que dependía de det alles de la
quím ica cor por al. Por ej em plo, las per sonas cuy a sangr e es de los gr upos B u O
t ienen m ás r esist encia a la v ir uela que las del gr upo sanguíneo A. Es decir , los
genes que pr om uev e la selección nat ur al por la int eligencia han sido pr obablem ent e
m ucho m ás im placables en Nuev a Guinea que en las sociedades m ás densam ent e
pobladas y polít icam ent e com plej as, donde la selección nat ur al por la quím ica
cor por al fue en cam bio m ás pot ent e.
Adem ás de est a razón genét ica, hay t am bién una segunda razón por la que los
habit ant es de Nuev a Guinea pueden haber llegado a ser m ás int eligent es que los
occident ales. Los niños eur opeos y est adounidenses m oder nos dedican gr an par t e
de su t iem po a dist r aer se pasiv am ent e ant e la t elev isión, la r adio y el cine. En la
fam ilia est adounidense m edia, el apar ato de t elev isión est á encendido dur ant e siet e
hor as al día. En cam bio, los niños de la Nuev a Guinea tr adicional no t ienen
pr áct icam ent e ninguna de t ales oport unidades de ent ret enim ient o pasivo y dedican,
en cam bio, casi t odas sus horas de vigilia a hacer algo act iv am ent e, com o hablar o
j ugar con ot r os niños o adult os. Casi t odos los est udios sobr e desar r ollo infant il
subr ayan el papel de la est im ulación y la act iv idad en la infancia para la pr om oción
del desar r ollo m ent al, y acent úan la ir r ev er sible at r ofia m ent al asociada a la
reducción de la est im ulación en ese período. Ést e efect o cont r ibuye sin duda a un
com ponent e no genét ico de la super ior función m ent al m edia exhibida por los
habit ant es de Nueva Guinea.
Es decir , en capacidad m ent al los neo guineanos son pr obablem ent e super ior es
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genét icam ent e a los occident ales, y sin duda son super ior es en lo que se r efier e a
escapar de desvent aj as dev ast adoras del desarr ollo baj o las cuales la m ay or ía de
los niños de las sociedades indust r ializadas cr ecen ahor a. Es cier t o que no hay nada
en la «desvent aj a» int elect ual de los neo guineanos que pueda ser v ir par a
r esponder a las pr egunt as de Yali. Es probable que los dos m ism os factor es de
desarr ollo genét ico y de la infancia dist ingan no sólo a los neo guineanos de los
occident ales, sino t am bién a los cazador es- r ecolect or es y ot r os m iem br os de las
sociedades t ecnológicam ent e pr im it iv as de los m iem br os de las sociedades
av anzadas t ecnológicam ent e en gener al. Así pues, el supuest o r acist a al uso ha de
ser inver t ido. ¿Por qué los eur opeos, a pesar de su pr obable desvent aj a genét ica y,
en la época m oder na, su indudable desvent aj a de desarr ollo, t er m inaron haciéndose
con m ucho m ás «cargam ent o» ? ¿Por
qué los habit ant es de Nueva Guinea
t er m inar on siendo t ecnológicam ent e pr im it iv os, a pesar de lo que consider o su
int eligencia super ior ?
* * * *
Una ex plicación genét ica no es la única r espuest a posible a la pr egunt a de Yali. Ot r a
respuest a, m uy ext endida ent re los habit ant es de Eur opa sept ent rional, invoca los
supuest os efectos est im uladores del clim a frío de sus t ierras y los efect os
inhibidor es de los clim as calur osos, húm edos y t r opicales sobr e la cr eat iv idad y la
ener gía hum anas. Es posible que las var iaciones est acionales del clim a en lat it udes
alt as plant een desafíos m ás div er sos que un clim a t r opical const ant e a lo lar go de
las est aciones. Es posible que los clim as fr íos exij an que la gent e sea m ás invent iva
t ecnológicam ent e par a sobr ev iv ir , porque es necesar io const r uir una v iv ienda cálida
y confeccionar v est idos cálidos, m ient r as que se puede sobr ev iv ir en los t r ópicos
con v iv iendas m ás sencillas y sin v est ido alguno. O bien el r azonam ient o se puede
inver t ir para llegar a la m ism a conclusión: los largos invier nos de las lat it udes alt as
dej an a la gent e m ucho tiem po par a sent arse dent r o de sus casas e invent ar .
Aunque en otr os t iem pos fue m uy popular , est e tipo de ex plicación tam poco supera
un análisis a fondo. Com o v er em os, los pueblos de Eur opa sept ent r ional no
apor t aron nada de im por t ancia fundam ent al a la civ ilización de Eur asia hast a los
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últ im os
m ilenios;
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sim plem ent e,
t uv ieron
la
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buena
suert e
de
vivir
en
un
em plazam ient o geográfico en el que er a probable que r ecibier an avances ( com o la
agr icult ur a, la r ueda, la escr it ura y la m et alur gia) desar rollados en zonas m ás
calur osas de Eur asia. En el Nuev o Mundo, las r egiones fr ías de lat it udes alt as fuer on
un
pár am o
aún
m ay or.
Las
únicas
sociedades
indígenas
am er icanas
que
desarr ollar on la escr it ur a sur gier on en Méx ico al sur del t r ópico de Cáncer ; la
cer ám ica m ás ant igua del Nuev o Mundo procede de zonas cer canas al ecuador , en
la Am ér ica del Sur t r opical; y la sociedad del Nuev o Mundo a la que se consider a
gener alm ent e la m ás avanzada en ar t e, astr onom ía y otr os aspect os fue la sociedad
m ay a clásica de Yucat án y Guat em ala, am bos t r opicales, en el pr im er m ilenio.
Un t er cer t ipo de r espuest a a Yali inv oca la supuest a im por t ancia de los valles
fluviales sit uados a poca alt it ud en clim as secos, donde la agr icult ur a sum am ent e
pr oduct iv a dependía de sist em as de r egadío en gr an escala que, a su vez, r equer ían
bur ocr acias cent ralizadas. Ést a ex plicación fue suger ida por el hecho indudable de
que los im per ios y los sist em as de escr it ur a m ás ant iguos que conocem os nacier on
en los valles de los r íos Tigris y Éufr at es, en el Cr ecient e Fér t il y en el valle del Nilo.
Los sist em as de cont r ol de agua t am bién par ecen haber est ado asociados a una
or ganización polít ica cent r alizada en otr as zonas del m undo, ent r e ellas el v alle del
I ndo del subcont inente indio, los v alles de los r íos Am ar illo y Yangt sé, de China, las
t ier r as baj as m ay as de Mesoam ér ica y el desier t o cost er o de Per ú.
Sin em bar go, est udios ar queológicos por m enor izados han r ev elado que los sist em as
de
r egadío
com plej os
no
acom pañar on
el
nacim ient o
de
las
bur ocr acias
cent r alizadas, sino que le siguieron después de un lapso consider able. Es decir , la
cent r alización
polít ica
sur gió
por
alguna
ot r a r azón
y
después perm it ió
la
const rucción de sist em as de regadío com plej os. Ninguno de los avances decisivos
que pr ecedier on a la cent r alización polít ica en esas m ism as par t es del m undo est uvo
asociado a los valles fluv iales y a sist em as de r egadío com plej o. Por ej em plo, en el
Cr ecient e Fér t il la pr oducción de alim ent os y la v ida en las aldeas t uvo su or igen en
las colinas y las m ont añas, no en los valles fluv iales sit uados a escasa alt it ud. El
v alle del Nilo siguió siendo un pár am o cult ur al dur ant e unos t r es m il años después
de que la producción de alim ent os en aldeas com enzar a a flor ecer en las colinas del
Cr ecient e Fér t il. Los v alles fluv iales del sur oest e de Est ados Unidos llegar on a
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alber gar finalm ent e la agr icult ur a de r egadío y sociedades com plej as, per o sólo
después de que m uchos de los av ances en los que se basaban aquellas sociedades
hubier an sido im por tados de Méx ico. Los v alles fluv iales del sur est e de Aust r alia
cont inuar on ocupados por sociedades tr ibales sin agr icult ur a.
Per o otr o t ipo de ex plicación enum era los fact or es inm ediat os que perm it ier on que
los eur opeos m at asen o conquist aran a otr os pueblos, en par t icular las ar m as de
fuego, las enfer m edades infecciosas, las her r am ient as de acer o y los pr oduct os
m anufact ur ados eur opeos. Ést a ex plicación est á en el cam ino cor r ect o, ya que es
posible dem ostr ar que est os fact or es fueron dir ect am ent e r esponsables de las
conquist as de los eur opeos. Sin em bar go, est a hipót esis es incom plet a porque
t am bién ella sólo ofr ece una explicación apr oxim ada ( pr im ar ia) que ident ifica las
causas inm ediatas. La ex plicación sugier e una invest igación de las causas últ im as:
¿por qué fuer on los eur opeos y no los afr icanos, o los indígenas am er icanos,
quienes t er m inar on posey endo ar m as de fuego, los gér m enes m ás t er r ibles y el
acer o?
Aunque se han efect uado algunos av ances en la ident ificación de esas causas
últ im as en el caso de la conquist a del Nuev o Mundo por Eur opa, Áfr ica sigue siendo
un gran enigm a. África es el cont inent e donde los pr ot ohum anos evolucionar on
dur ant e m ás t iem po, donde t am bién los hum anos anat óm icam ent e m odernos
podr ían haber apar ecido, y donde enfer m edades aut óct onas com o la m alar ia y la
fiebr e am ar illa m at ar on a los ex plorador es eur opeos. Si una lar ga v ent aj a de salida
sir v e de algo, ¿por qué las ar m as de fuego y el acer o no apar ecier on pr im ero en
Áfr ica, per m it iendo que los afr icanos y sus gér m enes conquist asen Eur opa? ¿Y qué
ex plica el hecho de que los abor ígenes aust r alianos no fuer an m ás allá de la et apa
de cazador es-r ecolect or es con út iles de piedr a?
Las pr egunt as que surgen de la com par ación de las sociedades hum anas en t odo el
m undo suscit ar on en ot r os t iem pos gran at ención de hist or iador es y geógrafos. El
ej em plo m oder no m ás conocido de ese em peño fuer on los doce volúm enes de
Est udio de la hist oria de Ar nold Toynbee. A Toynbee le int er esaba especialm ent e la
dinám ica
int er na
de
23
civ ilizaciones
av anzadas,
de
las
cuales
22
er an
alfabet izadas, y 19, eurasiát icas. Le inter esaban m enos la pr ehist or ia y las
sociedades m ás sim ples y no alfabet izadas. Sin em bar go, las r aíces de la
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desigualdad en el m undo m oder no se rem ont an a la pr ehist or ia. De ahí que
Toy nbee no plant ease la pr egunt a de Yali, ni acept ase lo que consider am os la pauta
m ás am plia de la hist or ia. Ot r os libr os de hist or ia univ er sal t ienden a cent r ar se
asim ism o en las civ ilizaciones eur asiát icas alfabet izadas y av anzadas en los últ im os
5000 años, tr atando de m anera m uy br ev e las civ ilizaciones indígenas am er icanas
pr ecolom binas, e incluso de for m a m ás br ev e el r est o del m undo a excepción de sus
int eracciones recient es con las civ ilizaciones de Eurasia. Desde el int ent o de
Toy nbee, las sínt esis m undiales de causación hist ór ica han per dido el favor de la
m ay or ía
de
los
hist or iador es,
por
ent ender
que
plant ean
un
pr oblem a
aparent em ent e insoluble.
Especialist as de v ar ias disciplinas han propor cionado sínt esis globales de est os
t em as. Cont r ibuciones especialm ent e út iles han sido las efect uadas por geógrafos
ecologist as, antr opólogos cult ur ales, biólogos que han est udiado la dom est icación
de anim ales y el cult ivo de las plant as y est udiosos int er esados por la r eper cusión
de las enfer m edades infecciosas en la hist or ia. Est os est udios han llam ado la
at ención sobr e algunas par t es del r om pecabezas, per o sólo ofr ecen piezas de la
necesar ia sínt esis am plia que falt aba.
Así pues, no hay una r espuesta generalm ent e acept ada par a la pr egunt a de Yali.
Por
otr a
par t e,
las ex plicaciones inm ediat as est án
clar as:
algunos pueblos
desarr ollar on ar m as de fuego, gérm enes, acer o y ot r os fact or es que les confir ier on
poder polít ico y económ ico ant es de que otr os lo hicier an; y algunos pueblos nunca
desarr ollar on esos fact or es de poder en absolut o. Por ot ra par t e, las ex plicaciones
últ im as —por ej em plo, por qué los út iles de br once apar ecier on en épocas
t em pr anas en algunas zonas de Eur asia, t ar de y sólo localm ent e en el Nuevo
Mundo, y nunca en la Aust r alia abor igen— cont inúan sin est ar clar as.
La falt a de t ales ex plicaciones últ im as dej a un gr an vacío int elect ual, pues de ese
m odo la paut a m ás am plia de la hist or ia cont inúa sin ser explicada. Mucho m ás
gr av e, sin em bar go, es el v acío m or al que queda por llenar . Es per fect am ent e
evident e para t odo el m undo, t ant o si se es un racist a confesado com o si no, que
los difer ent es pueblos han seguido tr ay ect or ias difer ent es en la hist or ia. El Est ados
Unidos m oder no es una sociedad m oldeada a la eur opea, que ocupa t ier ras
conquist adas a los indígenas am er icanos y que incor pora a los descendient es de
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m illones de afr icanos negr os subsahar ianos t r aídos a Am ér ica com o esclav os. La
Eur opa
m oder na
no
es
una
sociedad
m oldeada
por
los
afr icanos
negr os
subsahar ianos que t r aj eron a m illones de indígenas am er icanos com o esclav os.
Est os r esult ados son t ot alm ent e sesgados: no se tr ata de que el 51 por 100 de
Am ér ica, Aust ralia y Áfr ica hubiese sido conquist ado por los europeos, m ient r as que
el 49 por 100 de Eur opa lo fuese por indígenas am er icanos, abor ígenes austr alianos
o afr icanos. Todo el m undo m oder no ha sido configurado por r esult ados sesgados.
De ahí que deban t ener explicaciones inex or ables, m ás básicas que m er os det alles
r elat iv os a quién fue el ganador en una bat alla o quién desarr olló algún invent o en
una ocasión hace unos m iles de años.
Par ece lógico suponer que la paut a de la hist or ia r eflej a difer encias innat as ent r e las
pr opias per sonas. Nat ur alm ent e, se nos ha enseñado que no es de buena educación
decir lo en público. Leem os est udios t écnicos en los que se afir m a que se
dem uest r an difer encias innat as, y t am bién leem os r efut aciones que afir m an que
esos est udios adolecen de defect os t écnicos. Vem os en nuest r a v ida diar ia que
algunos pueblos conquist ados cont inúan const it uyendo una subclase, siglos después
de que t uv ier a lugar la conquist a o la im por t ación de esclav os. Nos dicen que est o
t am bién debe at r ibuir se no a fallos biológicos, sino a desvent aj as sociales y
lim it ación de opor t unidades.
Sin em bar go, t enem os que pr eguntar nos. Seguim os viendo t odas est as difer encias
m ay úsculas y per sist ent es en la sit uación de los pueblos. Se nos asegura que la
ex plicación biológica apar ent em ent e t r anspar ent e de las desigualdades del m undo a
par t ir de 1500 es er r ónea, per o no se nos dice cuál es la ex plicación cor r ect a. Hast a
que no dispongam os de alguna explicación conv incent e, por m enor izada y acept ada
de la paut a am plia de la hist or ia, la m ay or ía de la gent e cont inuar á sospechando
que la ex plicación biológica r acist a es, al fin al cabo, corr ect a. Ést e m e par ece el
ar gum ent o m ás fuer t e para escr ibir est e libr o.
* * * *
Los per iodist as suelen pedir r egular m ent e a los escr it or es que r esum an un gr ueso
libr o en una sola frase. Para est e libr o, he aquí la fr ase: «La hist or ia siguió
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t r ayect or ias dist int as par a difer ent es pueblos debido a las difer encias ex ist ent es en
los ent or nos de los pueblos, no debido a difer encias biológicas ent r e los pr opios
pueblos».
Nat ur alm ent e, la idea de que la geografía am bient al y la biogeografía influyer on en
el desar r ollo societ ar io es ant igua. En nuest r os días, sin em bargo, los hist or iador es
no t ienen en gr an est im a est a concepción, que se consider a er r ónea o sim plist a, o
es car icat ur izada com o det er m inism o am bient al y por consiguient e descar tada; o
bien t odo el t em a de int ent ar com pr ender las difer encias ex ist ent es en el m undo se
ar chiv a por consider ar lo dem asiado difícil. Es ev ident e, sin em bar go, que la
geografía t iene alguna r eper cusión en la hist or ia; la cuest ión plant eada se r efier e a
cuánt a r eper cusión, y a si la geografía puede ex plicar la pauta am plia de la hist or ia.
Est án dadas las cir cunst ancias para dedicar una m ir ada nuev a a est as cuest iones
debido a la nuev a infor m ación pr ovenient e de disciplinas cient íficas apar ent em ent e
alej adas de la hist or ia hum ana. Ést as disciplinas son, sobr e t odo, la genét ica, la
biología m olecular
y la biogeografía en su
aplicación a los cult ivos y
sus
ant epasados silv est r es; las m ism as disciplinas m ás la ecología del com por t am ient o,
en su aplicación a los anim ales dom ést icos y sus ant epasados salv aj es; la biología
m olecular de los gér m enes hum anos y los gér m enes r elacionados de los anim ales;
la epidem iología de las enfer m edades hum anas; la genét ica hum ana; la lingüíst ica;
los est udios arqueológicos sobre todos los cont inent es y las islas im por tant es; y los
est udios de hist or ia de la t ecnología, la escr it ur a y la or ganización polít ica.
Ést a div er sidad de disciplinas plant ea pr oblem as para fut ur os aut or es de un libr o
dest inado a r esponder a la pr egunta de Yali. El aut or debe poseer una ser ie de
conocim ient os que abarquen las disciplinas m encionadas, para que los avances
per t inent es puedan ser sint et izados. La hist or ia y la pr ehist or ia de cada cont inent e
t am bién deben ser sint et izadas. La m at er ia obj et o del libr o es la hist or ia, per o el
enfoque es el de la ciencia, en par t icular el de ciencias hist ór icas com o la biología y
la geología evolut iv a. El aut or debe com pr ender de pr im er a m ano la exper iencia de
una ser ie de sociedades hum anas, desde las sociedades de cazador es- r ecolect or es
hast a las civ ilizaciones m oder nas de la er a espacial.
Est as ex igencias par ecen r equer ir en un principio la obr a de m últ iples aut or es. Sin
em bargo, ese enfoque est ar ía condenado desde el pr incipio, porque la esencia del
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pr oblem a r eside en desar r ollar una sínt esis unificada. Ésta consider ación im pone
una aut or ía única, a pesar de las dificult ades que plant ea. I nev it ablem ent e, ese
único aut or t endr ía que sudar copiosam ente para asim ilar m at er iales pr ovenient es
de m uchas disciplinas, y r equer ir ía la or ient ación de m uchos colegas.
Mi for m ación m e conduj o a v ar ias de est as disciplinas aun ant es de que Yali m e
plant ease su pr egunta en 1972. Mi m adr e es pr ofesora y lingüist a; m i padr e,
m édico especializado en la genét ica de las enfer m edades infant iles. Debido al
ej em plo de m i padr e, pasé por la escuela esper ando llegar a ser m édico. Tam bién
m e conv er t í en un fanát ico obser v ador de av es a la edad de 7 años. Supuso, pues,
una fácil decisión, en m i últ im o año en la univer sidad, pasar de m i m et a inicial de la
m edicina a la de la invest igación biológica. Sin em bar go, dur ant e m is años en la
escuela y la univ er sidad, m i for m ación fue pr incipalm ent e en lenguas, hist or ia y
escr it ur a. I ncluso después de haber m e decidido a obt ener el doct orado en fisiología,
casi abandoné la ciencia dur ant e m i pr im er año de cur sos par a graduados par a
hacer m e lingüist a.
Desde que t er m iné m i doctor ado, en 1961, he div idido m is act iv idades de
invest igación cient ífica ent r e dos cam pos: la fisiología m olecular por una par t e, y la
biología ev olut iv a y la biogeografía por otr a. Com o v ent aj a im pr ev ist a par a los fines
de est e libr o, la biología evolut iv a es una ciencia hist ór ica obligada a usar m ét odos
difer ent es de los de las ciencias de labor ator io. Ésa ex per iencia m e ha fam iliar izado
con las dificult ades de la elabor ación de un enfoque cient ífico de la hist or ia hum ana.
El hecho de v iv ir en Eur opa de 1958 a 1962, ent r e am igos eur opeos cuyas vidas
habían sido br utalm ent e tr aum at izadas por la hist or ia eur opea del siglo XX, m e hizo
com enzar a pensar de m anera m ás ser ia en cóm o las cadenas de causas funcionan
en el desar r ollo de la hist or ia.
Desde hace t r eint a y t r es años, m i t r abaj o de cam po com o biólogo ev olut iv o m e ha
puest o en est r echo cont act o con una am plia gam a de sociedades hum anas. Mi
especialidad es la ev olución de las aves, que he est udiado en Am ér ica del Sur ,
Áfr ica aust r al, I ndonesia, Aust r alia y , especialm ent e, Nuev a Guinea. El v iv ir con los
pueblos nat iv os de esas zonas m e ha fam iliar izado con m uchas sociedades hum anas
t ecnológicam ent e pr im it iv as, desde las de cazador es- r ecolect or es hast a las de
agr icult or es t r ibales y pueblos pescador es que dependían hast a épocas r ecient es de
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út iles de piedr a. Así pues, lo que la m ayoría de las per sonas consider ar ían form as
de vida ext rañas de la pr ehist or ia r em ota son par a m í la par t e m ás v iv ida de m i
v ida. Nuev a Guinea, aunque sólo r epr esent a una pequeña par t e de la super ficie
t er r est r e del planet a, abar ca una fracción despr opor cionada de su div er sidad
hum ana. De las 6000 lenguas del m undo m oder no, 1000 est án confinadas en Nueva
Guinea. En el cur so de m i t r abaj o sobr e las av es de Nuev a Guinea, m i int er és por el
lenguaj e se r eav iv ó debido a la necesidad de obt ener list as de nom br es locales de
especies de aves en casi 100 lenguas de Nueva Guinea.
De aquel int er és sur gió m i libr o m ás r ecient e, un r elat o de caráct er no t écnico de la
evolución hum ana t it ulado The Third Chim panzee. En su capít ulo XI V, t it ulado
«Conquist ador es accident ales», int ent aba com pr ender el r esult ado del encuentr o
ent r e eur opeos e indígenas am er icanos. Una v ez t er m inado ese libr o, m e di cuent a
de que ot r os encuent r os m oder nos, así com o pr ehist ór icos, ent r e los pueblos
plant eaban pr eguntas sem ej ant es. Ent endí que la cuest ión con la que había lidiado
en aquel capít ulo XI V er a en esencia la pr egunt a que Yali m e había for m ulado en
1972, sim plem ent e t r asladada a una par t e dist int a del m undo. Y por eso,
finalm ent e, con la ay uda de m uchos am igos, int ent ar é sat isfacer la cur iosidad de
Yali, y la m ía pr opia.
* * * *
Los capít ulos de est a obr a se div iden en cuat r o par t es. La pr im er a par t e, t it ulada
«Del Edén a Caj am ar ca», está int egr ada por t r es capít ulos. El capít ulo 1 ofr ece una
r ápida panor ám ica de la ev olución y la hist or ia hum anas, desde nuest ra div er gencia
de los sim ios, hace unos 7 m illones de años, hast a el fin del últ im o per íodo glacial,
hace unos 13 000 años. Seguir em os la propagación de los hum anos ancestr ales,
desde nuest r os or ígenes en Áfr ica hasta los dem ás cont inent es a fin de com pr ender
la
sit uación
del
m undo
inm ediat am ent e
ant es
de
que
com enzaran
los
acont ecim ient os que a m enudo se agrupan con el t érm ino «nacim ient o de la
civilización» . Result a que el desarr ollo hum ano en algunos cont inent es obt uvo una
v ent aj a de salida en el t iem po sobr e los acont ecim ient os de ot r os.
El capít ulo 2 nos pr epara par a analizar los efect os de los ent or nos cont inent ales en
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la hist or ia en los últ im os 13 000 años, exam inando br evem ent e los efect os de los
ent or nos insular es en la hist or ia dur ant e escalas de t iem po, y zonas, m enor es.
Cuando los polinesios ancest r ales se ex t endier on por el Pacífico, hace unos 3.200
años, se encont r ar on con islas que pr esent aban gr andes difer encias en cuant o a
ent or nos. Al cabo de unos m ilenios, aquella sociedad polinesia ancest r al única había
pr oducido en aquellas islas div er sas una ser ie de sociedades fij as div er sas, desde
t r ibus de cazador es- r ecolect or es hast a prot oim per ios. Aquélla ir r adiación puede
ser v ir de m odelo para la ir radiación m ás larga, en m ay or escala y m enos
com pr endida, de las sociedades en difer ent es cont inent es desde el fin del últ im o
per íodo glacial, para conv er t ir se en div er sas t r ibus de cazador es- r ecolect or es e
im per ios.
El capít ulo 3 nos pr esenta las colisiones ent re pueblos de dist int os cont inent es,
nar rando a t r avés de t est igos cont em por áneos r elat os del m ás dr am át ico de t ales
encuent r os en la hist or ia: la capt ur a del últ im o em per ador inca independient e,
At ahualpa, en pr esencia de t odo su ej ér cit o por Fr ancisco Pizarr o y su pequeño
gr upo de conquist ador es, en la ciudad peruana de Caj am ar ca. Podem os ident ificar
la cadena de hechos apr oxim ados que per m it ió que Pizar r o capt ur ase a At ahualpa, y
que funcionar on
en
am er icanas.
Entr e
alfabet ización,
la
las conquist as europeas de ot ras sociedades indígenas
esos
fact or es
organización
figuraban
polít ica
y
los
la
gérm enes,
t ecnología
de
los
los
caballos,
la
españoles,
especialm ent e los bar cos y las ar m as de fuego. Ést e análisis de causas inm ediatas
es la par t e fácil de est e libr o; la par t e difícil es la ident ificación de las causas últ im as
que conduj er on a ellas y al r esult ado real, en vez de al r esult ado posible opuest o de
que At ahualpa v iaj ase a España y capt urase al r ey Car los I .
La segunda par t e, t it ulada «Nacim ient o y difusión de la pr oducción de alim ent os»,
for m ada por los capít ulos 4 a 10, est á dedicada a lo que consider o la const elación
m ás im por t ant e de causas últ im as. En el capít ulo 4 se ex pone cóm o la pr oducción
de alim ent os —es decir la obt ención de alim ent os m ediant e la agr icult ur a y la
ganader ía, en vez de la caza y la r ecolección de alim ent os t er r est r es— conduj o en
últ im a inst ancia a los fact or es inm ediat os que per m it ier on el t r iunfo de Pizar r o. Pero
el nacim ient o de la pr oducción de alim ent os pr esent ó var iaciones en el planet a.
Com o ver em os en el capít ulo 5, los pueblos de algunas r egiones del m undo
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desarr ollar on la pr oducción de alim ent os por sí m ism os; ot r os pueblos la adquir ier on
en
épocas prehist óricas de
esos cent ros independient es;
y
ot ros m ás,
ni
desarr ollar on ni adquir ier on la pr oducción de alim ent os en t iem pos pr ehist ór icos,
sino que siguier on siendo cazador es-r ecolect or es hast a épocas m oder nas. El
capít ulo 6 ex am ina los num er osos fact or es que im pulsar on el cam bio de la for m a de
v ida de los cazador es- r ecolect or es a la pr oducción de alim ent os, en algunas zonas
per o no en ot r as.
Los capít ulos 7, 8 y 9 m uest r an cóm o las plant as llegar on a cult iv ar se y el ganado a
dom est icar se en época pr ehist ór ica a par tir de plant as y anim ales silv est r es, por
par t e de incipient es agr icult or es y ganaderos que podían no t ener idea alguna del
r esult ado. Las difer encias geográficas en las ser ies locales de plant as silv est r es y
anim ales salv aj es disponibles par a el cult iv o y la dom est icación son im por tant es
para ex plicar por qué sólo algunas zonas se conv ir t ier on en cent r os independient es
de pr oducción de alim ent os, y por qué surgió ést a ant es en algunas de esas zonas
que en ot ras. A par t ir de esos escasos cent ros de or igen, la pr oducción de alim ent os
se pr opagó con m ucha m ás rapidez a unas zonas que a ot r as. Un fact or im por tant e
ent r e los que cont r ibuyer on a esas difer encias en los r it m os de pr opagación r esult a
haber sido la or ient ación de los ej es de los cont inent es: pr edom inant em ent e oest eest e en el caso de Eur asia y pr edom inant em ent e nor t e- sur en Am ér ica y Áfr ica
( capít ulo 10) .
Así com o el capít ulo 3 esbozaba los fact or es inm ediat os que ex plicaban la conquist a
de los indígenas am er icanos por Eur opa, y el capít ulo 4, el desarr ollo de esos
fact or es a par t ir de la causa últ im a de la pr oducción de alim ent os, en la t er cer a
par t e ( «De los alim ent os a las ar m as, los gér m enes y el acer o», capít ulos 11 a 14)
se siguen en det alle las conex iones desde las causas últ im as hast a las causas
inm ediat as a par t ir de la ev olución de gér m enes car act er íst icos de poblaciones
hum anas densas ( capít ulo 11) . Fu eron m uchos m ás los indígenas am ericanos y
ot r os pueblos no euroasiát icos los que m ur ier on a causa de los gér m enes
eur oasiát icos que por obra de las ar m as de fuego o acer o de los eur oasiát icos. A la
inversa,
pocos
o
ningún
germ en
let al
dist int ivo
esper aban
a
los
fut uros
conquist ador es eur opeos en el Nuev o Mundo. ¿Por qué fue tan desigual el
int er cam bio de gér m enes? En est e punt o, los r esult ados de r ecient es est udios de
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biología m olecular son r ev elador es por cuant o vinculan los gér m enes con el
nacim ient o de la pr oducción de alim ent os, en Eur asia m ucho m ás que en Am ér ica.
Ot r a cadena de causación condujo desde la pr oducción de alim ent os hast a la
escrit ura, posiblem ent e el inv ent o m ás im port ant e de los últ im os m ilenios ( capít ulo
12) . La escr it ur a ha ev olucionado desde cer o sólo en un núm er o r educido de
ocasiones en la hist or ia hum ana, en zonas que habían sido los punt os m ás ant iguos
de la pr oducción de alim ent os en sus r espect iv as r egiones. Todas las dem ás
sociedades que han conocido la escr it ur a lo hicier on m ediant e la difusión de
sist em as de escr it ur as o de la idea de la escr it ur a desde uno de esos contados
cent r os pr im ar ios. De ahí que, par a el est udioso de la hist or ia univ er sal, el
fenóm eno de la escr it ur a sea especialm ent e út il par a analizar ot r a const elación
im por t ant e de causas: los efect os de la geografía en la facilidad con que se
pr opagaron las ideas y las invenciones.
Lo que sir v e par a la escr it ur a sir v e t am bién par a la t ecnología ( capít ulo 13) . Una
cuest ión decisiva es si la innovación t ecnológica depende hast a tal punt o de unos
cuant os genios invent ores, y de m uchos fact or es cult urales idiosincrásicos, com o
para r esist ir se a una com pr ensión de las paut as m undiales. De hecho, ver em os que,
paradój icam ent e, est e gr an núm er o de fact or es cult ur ales hace m ás fácil, no m ás
difícil, com prender las paut as m undiales de la t ecnología. Al per m it ir a los
agr icult or es gener ar ex cedent es alim ent ar ios, la pr oducción de alim ent os perm it ió a
las sociedades agr ícolas m ant ener a ar t esanos especializados a t iem po com plet o
que no cult iv aban sus pr opios alim ent os y que desar r ollar on las t ecnologías.
Adem ás de m ant ener a escr ibas e invent or es, la pr oducción de alim ent os per m it ió
asim ism o que los agr icult or es m ant uv iesen a polít icos ( capít ulo 14) . Las hor das
nóm adas de cazador es- r ecolect or es son r elat iv am ent e igualit ar ias, y su esfer a
polít ica se lim it a al t er r it or io de la hor da y a alianzas cam biant es con las hor das
v ecinas. Con el nacim ient o de las poblaciones densas, sedent ar ias y product or as de
alim ent os llegó el sur gim ient o de los j efes, los r eyes y los burócrat as. Aquéllas
bur ocr acias fuer on fundam ent ales no sólo para gober nar dom inios ex t ensos y m uy
poblados, sino t am bién par a m ant ener ej ér cit os per m anent es, enviar flot as de
ex plor ación y or ganizar guerr as de conquist a.
La cuar t a par t e ( «La v uelt a al m undo en cinco capít ulos», capít ulos 15 a 19) aplica
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las lecciones de las par t es segunda y t er cer a a cada unos de los cont inent es y
algunas islas im por tant es. El capít ulo 15 ex am ina la hist or ia de Aust ralia y de la
gr an isla de Nuev a Guinea, en otr os t iem pos unida a Aust r alia form ando un
cont inent e. El caso de Aust r alia, que alber ga a las sociedades hum anas r ecient es de
t ecnología m ás sencilla, y ún ico cont inent e donde la producción de alim ent os no se
desarr olló de m aner a aut óct ona, plant ea una pr ueba decisiv a para las t eor ías sobr e
las difer encias int er cont inent ales en las sociedades hum anas. Ver em os por qué los
abor ígenes aust r alianos cont inuar on siendo cazador es- r ecolect or es, incluso cuando
la m ay or ía de los pueblos de la v ecina Nuev a Guinea se hicier on pr oduct or es de
alim ent os.
Los capít ulos 16 y 17 int egran los acont ecim ient os de Aust ralia y Nueva Guinea en
la per spect iv a de t oda la r egión que abar ca el Asia or ient al cont inent al y las islas del
Pacífico. El nacim ient o de la pr oducción de alim ent os en China gener ó var ios
gr andes m ovim ient os pr ehist ór icos de poblaciones hum anas, o de r asgos cult ur ales,
o de am bas cosas. Uno de est os m ovim ient os, en la pr opia China, cr eó el fenóm eno
polít ico y cu lt ural de China t al com o la conocem os act ualm ent e. Ot ro t uvo com o
result ado la sust it ución, práct icam ent e en t odo el t errit or io del Asia sur orient al
t r opical, de los cazador es- r ecolect or es indígenas por agr icult or es de or igen chino
m er idional en últ im a inst ancia. Otr o m ovim ient o, la expansión aust r oindonesia,
sust it uy ó asim ism o a los cazador es-r ecolect or es indígenas de Filipinas e I ndonesia y
se ex t endió hast a las islas m ás r em otas de Polinesia, per o no pudo colonizar
Aust r alia y la m ay or par t e de Nuev a Guinea. Para el est udioso de la hist or ia
univer sal, t odas est as colisiones ent r e pueblos del Asia or ient al y el Pacífico son
doblem ent e im por t ant es: form ar on los países donde v iv e un t er cio de la población
del m undo m oder no, y en los cuales el poder económ ico se concent ra cada vez
m ás; y pr opor cionaron m odelos especialm ent e clar os para com pr ender la hist or ia de
los pueblos de ot r as r egiones del m undo.
El capít ulo 18 r et or na al pr oblem a pr esentado en el capít ulo 3, la colisión ent r e los
pueblos eur opeos e indígenas am er icanos. Un r esum en de la hist or ia de los últ im os
13 000 años del Nuev o Mundo y el oest e de Eur asia aclara cóm o la conquist a de
Am ér ica por Eur opa fue sim plem ent e la culm inación de dos tr ay ect or ias hist ór icas
lar gas y básicam ent e independient es. Las difer encias ent r e esas t r ay ect or ias
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est uvier on m ar cadas por las difer encias cont inent ales en cuant o a plant as y
anim ales dom est icables, gér m enes, fechas de poblam ient o, or ient ación de los ej es
cont inent ales y bar r er as ecológicas.
Finalm ent e, la hist or ia del Áfr ica subsahariana ( capít ulo 19) ofr ece sor pr endent es
sem ej anzas, adem ás de contr ast es, con la hist or ia del Nuev o Mundo. Los m ism os
fact or es que m oldear on los encuent r os de los eur opeos con los afr icanos m oldear on
t am bién sus encuent r os con los indígenas am er icanos. Per o Áfr ica era asim ism o
diferent e de Am érica en cuant o a t odos est os fact ores. En consecuencia, la
conquist a eur opea no cr eó una colonización gener alizada ni dur adera del Áfr ica
subsahar iana, a ex cepción del ex t r em o m er idional. De im por t ancia m ás durader a
fue un cam bio dem ográfico a gr an escala que t uv o lugar dent r o de la pr opia Áfr ica:
la expansión bant ú. Result a que est a ex pansión fue im pulsada por m uchas de las
m ism as causas que int er v inier on en Caj am ar ca, en Asia or ient al, en las islas del
Pacífico y en Aust ralia y Nu eva Guinea.
No alber go ilusión alguna de que est os capít ulos consigan ex plicar la hist or ia de
t odos los cont inent es dur ant e los últ im os 13. 000 años. Evident em ent e, est o sería
im posible de logr ar en un solo libr o aun en el caso de que abar cásem os t odas las
r espuest as, algo que no sucede. En el m ej or de los casos, est e libr o ident ifica v ar ias
const elaciones de fact or es am bient ales que, a m i j uicio, ofr ecen una gr an par t e de
la r espuest a a la pr egunt a de Yali. El r econocim ient o de esos factor es subray a el
r esiduo inex plicado, cuya com pr ensión ser á t ar ea para el fut ur o.
El Epílogo, t it ulado «El fut ur o de la hist or ia hum ana com o ciencia», pr esent a
algunas piezas del r esiduo, incluido el pr oblem a de las difer encias ent r e dist int as
par t es de Eurasia, el papel de los fact or es cult ur ales no r elacionados con el ent or no
y el papel de los indiv iduos. Puede ser que el m ay or de est os pr oblem as no
r esuelt os sea la consolidación de la hist or ia hum ana com o ciencia hist ór ica, en
igualdad con ciencias hist ór icas r econocidas com o la biología evolut iv a, la geología y
la clim at ología. El est udio de la hist or ia hum ana plant ea efect ivam ent e dificult ades
r eales, per o las ciencias hist ór icas r econocidas se encuent r an con algunos de los
m ism os desafíos. De ahí que los m ét odos desarr ollados en algunos de est os otr os
cam pos puedan r esult ar tam bién út iles en el cam po de la hist or ia hum ana.
Confío en haber convencido ya al lect or de que la hist or ia no es «sólo un m aldit o
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hecho det r ás de ot r o», com o dij o un cínico. Es cier t o que hay paut as am plias en la
hist or ia, y la búsqueda de su ex plicación en t an pr oduct iv a com o fascinant e.
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Pa r te I
D e l e dén a Ca j a m a r ca
Ca pít u lo 1
En la líne a de sa lida
Un punt o de par t ida apropiado par a com par ar los desar r ollos hist ór icos de los
dist int os
cont inent es
es
hacia
11.000
a.C.1.
Est a
fecha
se
corresponde
aproxim adam ent e con el com ienzo de la v ida urbana en algunas par t es del m undo,
el pr im er poblam ient o no discut ido de Am ér ica, el fin del Pleist oceno y el pr im er
per íodo glacial, y el com ienzo de lo que los geólogos llam an la er a r ecient e. La
dom est icación de anim ales y plant as com enzó, al m enos en una par t e del m undo,
con una diferencia de pocos m ilenios en t or no a esa fecha. En aquel ent onces,
¿t enía la gent e de algunos cont inent es ya una clara vent aj a o una vent aj a de
par t ida sobr e los pueblos de ot r os cont inent es?
De ser así, quizá esa vent aj a, am pliada en los últ im os 13.000 años, nos dé la
r espuest a a la pr egunt a de Yali. De ahí que est e capít ulo ofr ezca una rápida v isit a a
la hist oria hum ana en t odos los cont inent es dur ant e m illones de años, desde
nuest ros orígenes com o especie hast a hace 13.000 años. Todo eso se resum irá
ahora en m enos de veint e páginas. Nat uralm ent e, pasar é por alt o los det alles y sólo
har é m ención a lo que ent iendo com o t endencias m ás r elev ant es par a est e libr o.
Nuest ros parient es vivos m ás cercanos son t res especies supervivient es de grandes
sim ios ant r opoides: el gor ila, el chim pancé com ún y el chim pancé pigm eo ( t am bién
llam ado bonobo) . Su confinam ient o en África, j unt o con abundant es dat os de
fósiles, indica que las pr im er as et apas de la ev olución hum ana t am bién t uvier on
lugar en Áfr ica. La hist or ia hum ana, com o algo dist int o de la hist or ia de los
anim ales, com enzó en ese cont inent e hace unos 7 m illones de años ( hace entre 5 y
9 m illones de años, según las est im aciones) . Más o m enos en esa época, una
1
En est e libro, las fechas de los últ im os 15 000 años se con signarán m ediant e las llam adas fechas de radiocarbon o
calibradas, y no con las fechas de radiocarbono conv encion ales no calibradas. La diferencia ent re los dos t ipos de
fechas se ex plicará en el capít u lo 5. Se cree que las fech as calibradas se aprox im an m ás a las fechas reales. Los
lect ores acost um brados a las fechas no calibradas deberán t ener present e est a dist inción cada v ez que se
encuent ren con fechas aparent em ent e erróneas que son m ás ant iguas que las que les result an fam iliares. Por
ej em plo, la fecha del horizont e arqueológico de Clov is, en Am érica del Nort e, suele fij arse hacia 9 00 0 a.C. ( hace 1 1
000 años) , m ien t ras que en est e libro se indica hacia 11 00 0 a.C. ( hace 13 000 años) , porque la fecha que se usa
habit ualm ent e no est á calibrada.
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población de sim ios antr opoides afr icanos se div idió en v ar ias poblaciones, una de
las cuales ev olucionó hast a conv er t ir se en los m oder nos gor ilas; una segunda, en
los dos chim pancés m oder nos, y la t er cer a, en el ser hum ano. Al par ecer , la línea
del gor ila se escindió liger am ent e ant es de que t uv ier a lugar la escisión ent r e las
líneas del ch im pancé y de los hum anos.
Los fósiles indican que la línea ev olut iv a que conduce hasta nosotr os había
alcanzado una post ura básicam ent e er guida hace unos 4 m illones de años,
com enzando a aum ent ar el t am año corporal y el t am año r elat iv o del cer ebr o hace
unos 2, 5 m illones de años. Est os prot ohum anos suelen r ecibir el nom br e de
Aust r alopit hecus afr icanus, Hom o habilis y Hom o erect us, que aparent em ent e
evolucionar on el uno del ot ro en esa secuencia. Aunque el Hom o er ect us, fase a la
que se llegó hace apr ox im adam ent e 1,7 m illones de años, est aba cer ca de los
hum anos m oder nos en cuanto a tam año cor por al, el t am año de su cer ebr o er a aún
apenas la m it ad del nuest r o. El uso de algunas her r am ient as se gener alizó hace m ás
o
m enos
2,5
m illones
de
años,
per o
se
t r ataba
sim plem ent e
de piedras
fr agm ent adas. El Hom o sapiens er a algo m ás que un sim io por su significación
zoológica y caráct er dist int ivo, pero era aún m ucho m enos que un ser hum ano
m oder no.
Toda esa hist or ia hum ana, dur ant e los pr im er os 5 o 6 m illones de años a par t ir de
nuest ros orígenes hace unos 7 m illones de años, cont inuó confinada en África. El
pr im er ant epasado hum ano que se ex t endió m ás allá de Áfr ica fue el Hom o er ect us,
com o lo at est iguan los fósiles descubier t os en la isla de Java, en el sur est e de Asia,
que se conocen convencionalm ent e con el nom bre de «hom br e de Java» ( véase fig.
1.1) . Se ha dado por supuest o habit ualm ent e que los fósiles m ás ant iguos del
«hom br e de Java» —natur alm ent e, podr ían haber per t enecido a una m uj er de
Java— dat an
de hace un
m illón
de
años.
Sin
em bar go,
se ha
afir m ado
r ecient em ent e que en r ealidad dat an de hace 1,8 m illones de años. ( Hablando en
sent ido est r ict o, el nom br e de Hom o er ect us per t enece a est os fósiles j avaneses, y
los fósiles africanos clasificados com o Hom o er ect us podr ían m er ecer un nom br e
dist int o) . Act ualm ent e, las prim eras pr uebas no cuest ionadas de seres hum anos en
Eur opa pr ovienen de hace aproxim adam ente m edio m illón de años, aunque t am bién
se señalan pr esencias ant er ior es. Cabr ía suponer que la colonización de Asia
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per m it ió t am bién la colonización sim ult ánea de Eur opa, dado que Eur asia es una
única m asa t err est r e no cor tada por obstáculos im por t ant es.
Figura 1.1. Expansión del ser hum ano por el m undo.
Todo est o ilust r a una cuest ión que r eapar ecer á una y ot r a v ez en est e libr o. Cada
v ez que un cient ífico afir m a que ha descubier t o «el pr im er X» —donde X puede ser
el fósil hum ano m ás ant iguo de Eur opa, las pr im er as pr uebas de cult iv o del m aíz en
Méx ico o cualquier cosa m ás ant igua en cualquier lugar —, tal anuncio est im ula a
ot r os cient íficos a r ebat ir la afirm ación encont r ando algo m ás ant iguo aún. Lo cier t o
es que debe de haber algún «pr im er X» que sea de v er dad el m ás ant iguo, y que
t odas las afir m aciones de X ant er ior es sean falsas. Sin em bar go, com o ver em os,
para pr áct icam ent e cualquier X cada año apar ecen nuev os descubr im ient os y
afirm aciones de un supuest o X aún m ás ant iguo, j unt o con refut aciones de algunas
o t odas las afir m aciones de los años ant er ior es acer ca del X m ás ant iguo. En
m uchos casos son necesar ias décadas de invest igación par a que los arqueólogos
lleguen al consenso acerca de t ales cuest iones.
Hace m ás o m enos m edio m illón de años, los fósiles hum anos habían div er gido de
los esquelet os de Hom o er ect us m ás ant iguos en sus cr áneos m ás gr andes y
r edondos y m enos angulosos. Los cráneos afr icanos y eur opeos de hace m edio
m illón de años eran bastant e sem ej ant es a los nuest r os, los de hum anos m odernos,
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que se clasifican en nuest r a especie, Hom o sapiens, en vez de en la de Hom o
erect us. Ést a dist inción es necesar iam ent e ar bit rar ia, ya que el Hom o erect us
evolucionó hast a convert irse en el Hom o sapiens. Sin em bargo, est os pr im it iv os
Hom o sapiens difer ían aún de nosotr os en det alles del esquelet o, t enían el cer ebr o
significat ivam ent e m ás pequeño que el nuest ro y eran m uy dist int os de nosot ros en
cuant o a sus her ram ient as y com por tam ient o. Los pueblos m oder nos que fabr ican
út iles de piedra, com o el de los bisabuelos de Yali, habr ían desdeñado los út iles de
piedr a de hace m edio m illón de años por consider ar los m uy r udim ent ar ios. La única
adición im por t ant e al r eper t or io cult ur al de nuest r os ant epasados que puede
docum ent ar se con segur idad en t or no a esa época es el uso del fuego.
No han llegado hast a nosot ros m anifest aciones art íst icas, út iles de hueso ni cosa
alguna de los pr im er os Hom o sapiens a excepción de sus rest os óseos, adem ás de
los r udim ent ar ios út iles de piedr a. No había aún ser es hum anos en Aust r alia, por la
ev ident e r azón de que habr ían t enido que ut ilizar em bar caciones par a llegar a esas
t ier r as desde el sur est e de Asia. Tam poco había ser es hum anos en Am ér ica, porque
para ello habr ía sido necesar ia la ocupación de la par t e m ás cer cana al cont inent e
euroasiát ico ( Siberia) y, posiblem ent e, t am bién conocim ient os de const r ucción
naval. ( El act ual est r echo de Ber ing, de aguas poco pr ofundas, que separ a Siber ia
de Alaska, se alt ernaba ent re un est recho y un am plio puent e int ercont inent al de
t ier r a seca, pues el niv el del m ar se elev aba y descendía r eit er adam ent e dur ant e los
per íodos
glaciales) .
Sin
em bar go,
la
const r ucción
de
em barcaciones
y
la
super v iv encia en la fr ía Siber ia est aban aún m uy lej os de las capacidades de los
pr im er os Hom o sapiens.
Desde hace m edio m illón de años, las poblaciones hum anas de Áfr ica y Eurasia
occident al pr ocedier on a separ ar se ent r e sí y con r espect o a las poblaciones de Asia
or ient al en cuant o a det alles del esquelet o. La población de Eur opa y el oest e de
Asia hace ent r e 130.000 y 40.000 años est á r epr esent ada especialm ent e por
m uchos esquelet os, llam ados neandert ales y clasificados a veces com o una especie
dist int a, el Hom o neandert halensis. A pesar de ser r epr esent ados en innum er ables
ilust raciones com o br ut os con aspect o siniest ro que viv ían en cavernas, los
neander t ales t enían un cer ebr o liger am ent e m ay or que el nuest r o. Fuer on t am bién
los pr im er os hum anos que dej aron tr as ellos fir m es pr uebas de ent er ram ient o de
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sus m uer t os y de cuidado de sus enferm os. Sin em bargo, sus út iles de piedra
seguían siendo r udim ent ar ios en com par ación con las hachas de piedra pulim ent ada
de los pueblos act uales de Nueva Guinea, no haciéndoselos aún, norm alm ent e, con
for m as div er sas y norm alizadas, cada una de ellas con una función clar am ent e
r econocible.
Los escasos fragm ent os de esquelet os africanos conservados pert enecient es a
cont em poráneos de los neander t ales guar dan un par ecido m ay or con nuest ros
esquelet os m oder nos que con los esquelet os de los neander t ales. Se conocen aún
m enos fr agm ent os de esquelet os conser vados en Asia or ient al, per o en est e caso
t am bién par ecen dist int os t ant o de los afr icanos com o de los neander t ales. Por lo
que se r efier e a la for m a de vida en esa época, las pr uebas m ej or conser v adas
pr ovienen de algunos obj et os y huesos de pr esas acum ulados en yacim ient os del
Áfr ica aust r al. Aunque aquellos afr icanos de hace 100 000 años t enían esquelet os
m ás
m oder nos
que
los
de
sus
contem poráneos
neander t ales,
fabr icaban
esencialm ent e los m ism os út iles r udim ent ar ios de piedr a que los neander t ales, y
que
seguían
car eciendo
de
for m as
nor m alizadas.
No
se
ha
conser v ado
m anifest ación ar tíst ica alguna de ellos. A j uzgar por las pr uebas de hueso de las
especies
anim ales
que
capt ur aban,
sus
habilidades
de
caza
er an
poco
im pr esionant es y est aban dir igidas pr incipalm ent e a anim ales fáciles de m at ar y en
absolut o peligr osos. No se dedicaban t odav ía a m atar búfalos, j abalíes y ot r as
pr esas peligr osas. Ni siquier a sabían captur ar peces: en los yacim ient os sit uados
j unt o al m ar no hay huesos de peces ni anzuelos. Ni ellos ni sus cont em poráneos
neander t ales pueden clasificar se aún com o plenam ent e hum anos.
La hist or ia hum ana despegó por fin hace unos 50 000 años, en la época de lo que
he llam ado nuest r o Gran Salt o Adelant e. Los signos definit iv os m ás ant iguos de ese
Salt o pr oceden de y acim ient os de Áfr ica or ient al en los que se han encont r ado út iles
de piedr a nor m alizados y las pr im eras j oyas conser v adas ( cuent as de huev os de
av est r uz) . Est os av ances no t ar dar on en apar ecer en Or ient e Pr óxim o y en el
sur est e de Eur opa, y después ( hace unos 40 000 años) en el sur oest e de Eur opa,
donde abundant es ar t efact os est án asociados a esquelet os plenam ent e m oder nos
de
per sonas
llam adas cr om añones.
Después,
la
basur a
conser v ada
en
los
y acim ient os ar queológicos adquier e r ápida y gr adualm ent e int er és y no dej a duda
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alguna de que nos hallam os ant e hum anos m odernos desde el punt o de vist a
biológico y del com port am iento.
Los m ont ones de desper dicios de cr om añones pr oducen no sólo út iles de piedra sino
t am bién útiles de hueso, cuya apt it ud para ser t r abaj ado en div er sas for m as ( por
ej em plo, de anzuelo) había pasado apar entem ent e desaper cibida par a los hum anos
ant er ior es. Los ut ensilios se pr oducían en for m as div er sas y dist int iv as, por lo que
sus funciones com o aguj as, punzones, herram ient as para grabar, et c. , nos result an
ev ident es. Hicier on su apar ición út iles de m últ iples piezas, que ocupar on el lugar de
los út iles de una sola pieza com o los r aspador es m anuales. Ent r e las ar m as de
m últ iples piezas que pueden r econocer se en los yacim ient os de los cr om añones
figur an ar pones, pr opulsor es y finalm ent e ar cos y flechas, los pr ecur sor es de los
fusiles y ot r as ar m as m oder nas m ult ipiezas. Aquéllos m edios eficaces de m at ar a
dist ancia segur a per m it ier on la caza de pr esas tan peligr osas com o el r inocer ont e y
el elefant e, m ient r as que la invención de la cuer da para hacer r edes, líneas y
t r am pas per m it ió la incor por ación del pescado y las aves a nuest r a diet a. Los r est os
de v iv iendas y t ej idos cosidos at est iguan una gran m ej ora en la capacidad par a
sobr ev iv ir en clim as fr íos, y los r est os de j oyas y de esquelet os cuidadosam ent e
ent er r ados indican av ances est ét icos y espir it uales r ev olucionar ios.
Ent re los productos de los crom añones que se han conservado, los m ás conocidos
son sus obras de ar t e: sus espléndidas pint ur as r upest r es, est at uas e inst r um ent os
m usicales, que seguim os apr eciando com o ar t e hoy en día. Cualquier per sona que
haya ex per im ent ado dir ect am ent e la sobr ecogedor a fuer za de los t or os y los
caballos pint ados a t am año nat ural en las cuev as de Lascaux, en el sur oest e de
Fr ancia, com pr ender á de inm ediat o que sus cr eador es debían de ser tan m oder nos
en cuant o a m ent e com o lo eran por sus esquelet os.
Es ev ident e que un cam bio r epent ino tuvo lugar en las capacidades de nuest r os
ant epasados hace entr e 100.000 y 50.000 años. El Gran Salt o Adelant e plant ea dos
cuest iones im por t ant es que aún est án por r esolv er , r elat iv as a la causa que las
desencadenó y a su localización geográfica. En cuant o a su causa, en m i libr o The
Thir d Chim panzee defendí la per fección de la lar inge y por t ant o de la base
anat óm ica del lenguaj e m oder no, del que t ant o depende el ej er cicio de la
cr eat iv idad hum ana. Otr os aut or es han apunt ado, en cam bio, que un cam bio en la
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or ganización del cer ebr o hacia esa época, sin que t uv ier a lugar un cam bio en el
t am año del cer ebr o, hizo posible el lenguaj e m oder no.
Por
lo
que
se
r efier e
al
escenar io
del
Gr an
Salt o
Adelant e,
¿t uvo
lugar
pr incipalm ent e en una sola ár ea geográfica, en un gr upo de hum anos, que gr acias a
él pudier on ex t ender se y sust it uir a las poblaciones hum anas ant er ior es de ot ras
par t es del m undo? ¿O sucedió en paralelo en dist int as r egiones, en cada una de las
cuales las poblaciones hum anas que hoy las habit an ser ían descendient es de las
poblaciones que v iv ían en ellas ant es del Salt o? Los cr áneos hum anos de aspect o
bast ant e m oder no pr ocedent es de Áfr ica y con una ant igüedad apr oxim ada de 100
000 años se han esgr im ido par a apoyar la pr im er a v isión, según la cual el Salt o
t uv o lugar específicam ent e en Áfr ica. Est udios m olecular es ( del llam ado ADN
m it ocondrial) fueron int erpret ados asim ism o en un pr incipio en t érm inos de un
or igen afr icano de los hum anos m oder nos, aunque el significado de esos hallazgos
m olecular es est á puest o en duda act ualm ent e. Por ot ra par t e, algunos ant r opólogos
físicos consideran que los cráneos de seres hum anos que vivieron en China e
I ndonesia hace cient os de m iles de años exhiben rasgos que aún se encuent ran en
chinos y abor ígenes aust ralianos m oder nos, r espect iv am ent e. De ser est o cier t o,
ese hallazgo indicar ía una ev olución paralela y or ígenes m ult ir r egionales de los
hum anos m oder nos, en vez de orígenes en un único Jardín del Edén. La cuest ión
est á aún sin r esolv er .
Las pr uebas de un or igen localizado de los hum anos m oder nos, seguido de su
pr opagación y después la sust it ución de ot r os t ipos de hum anos en ot r as zonas,
par ecen m ás fuer t es en el caso de Eur opa. Hace unos 40.000 años llegar on a
Eur opa los cr om añones, con sus esquelet os m oder nos, ar m as super ior es y ot r os
r asgos cult ur ales avanzados. Al cabo de unos m ilenios no quedaban neander t ales,
que habían evolucionado durant e cient os de m iles de años com o únicos ocupant es
de Eur opa. Ést a secuencia sugier e fir m em ent e que los cr om añones m oder nos
ut ilizar on de alguna m aner a su t ecnología m uy super ior , así com o sus habilidades
lingüíst icas o sus cer ebr os, para contagiar, m at ar o desplazar a los neander tales,
dej ando tr as de sí escasas o nulas pr uebas de hibr idación ent r e neander t ales y
crom añones.
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* * * *
El Gr an Salt o Adelant e coincide con la pr im er a gran ex t ensión com pr obada de la
zona de dist r ibución geogr áfica hum ana desde la colonización de Eur asia por
nuest ros ant epasados. Ést a expansión consist ió en la ocupación de Aust ralia y
Nueva Guinea, unidas en aquella época en un solo cont inent e. Muchos yacim ient os
dat ados por radiocar bono at est iguan la pr esencia hum ana en Aust r alia/ Nuev a
Guinea hace ent r e 40.000 y 30.000 años ( am én de las inevit ables y un t ant o m ás
ant iguas afir m aciones de validez cuest ionada) : poco después de aquel poblam ient o
inicial, los hum anos se habían ex t endido por t odo el t er r it or io, y se habían adaptado
a sus div er sos hábit at s, desde los bosques pluviales t r opicales y las alt as m ontañas
de Nuev a Guinea hasta el int er ior seco y el ex t r em o sur or ient al húm edo de
Aust r alia.
Dur ant e los per íodos glaciales, er a t al la cant idad de agua de los océanos encer r ada
en los glaciar es que el niv el del m ar descendió en t odo el m undo cient os de m et r os
por debaj o de su posición act ual. En consecuencia, los que ahor a se llam an m ar es
poco pr ofundos ent r e Asia y las islas indonesias de Sum at r a, Bor neo, Jav a y Bali se
conv ir t ier on en t ier r a fir m e. ( Lo m ism o sucedió con ot r as zonas de aguas poco
pr ofundas, com o el est r echo de Ber ing y el canal de la Mancha) . El bor de de la zona
cont inent al del sur est e de Asia est aba sit uado en aquella época a m ás de 11.000
k m de su posición act ual. Sin em bargo, las islas del cent r o de Indonesia sit uadas
ent r e Bali y Aust r alia per m anecier on r odeadas y separ adas por canales de aguas
pr ofundas. Par a llegar a Austr alia/ Nuev a Guinea desde el cont inent e asiát ico en
aquella época seguía siendo necesar io cr uzar un m ínim o de ocho canales, el m ás
am plio de los cuales t enía una anchur a de al m enos 80 km . La m ayor ía de aquellos
canales separaban islas visibles ent r e sí, per o Aust r alia siem pr e fue invisible incluso
desde las islas indonesias m ás cer canas, Tim or y Tanim bar . Así pues, la ocupación
de
Aust r alia/ Nuev a
Guinea
es
tr ascendent al
por
cuant o
ex igió
el
uso
de
em barcaciones y nos br inda las pr uebas sin duda m ás ant iguas de su uso en la
hist or ia. Han de t r anscurr ir unos 30 000 años para encont rar pr uebas fir m es del uso
de em bar caciones en ot r as r egiones del m undo, en concr et o en el Medit er r áneo
hace 13.000 años.
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En un pr incipio, los ar queólogos consider ar on la posibilidad de que la colonización
de Aust r alia/ Nuev a Guinea hubiese sido llev ada a cabo accident alm ent e por un
núm er o r educido de per sonas ar r ast r adas al m ar m ient r as pescaban desde una
balsa cer ca de una isla indonesia. Según una hipót esis ex t r em a, se dice que los
pr im er os poblador es fuer on una m uj er j oven em barazada de un fet o m asculino. Sin
em bargo, los par t idar ios de la t eor ía de la colonización por casualidad se han v ist o
sor pr endidos por r ecient es descubr im ient os que indican que ot r as islas, sit uadas al
est e de Nuev a Guinea, fuer on colonizadas poco después que Nuev a Guinea, hace
unos 35 000 años. Ésas islas fuer on Nueva Br etaña y Nueva I r landa, en el
ar chipiélago de Bism ar ck, y Buka, en el ar chipiélago de las Salom ón. Buka no puede
div isar se desde la isla m ás cer cana al oest e, y sólo se pudo llegar a ella cr uzando un
t r echo de agua de m ás de 150 km . Así pues, es pr obable que los pr im er os
poblador es
de
Aust ralia
int encionadam ent e
sobr e
y
Nuev a
Guinea
fuer an
el
agua
hast a
islas
capaces
visibles,
y
de
desplazar se
que
ut ilizar an
em barcaciones con una fr ecuencia suficient e com o par a que la colonización de
incluso
islas
inv isibles
dist ant es
se
logr ar a
r eit er adam ent e
de
m aner a
no
int encionada.
La colonización de Aust r alia y Nuev a Guinea est uv o asociada quizá a otr a gr an
pr im icia, adem ás del pr im er uso de em bar caciones por los hum anos y la pr im er a
ex t ensión del t er r it or io desde su llegada a Eur asia: la pr im era ext er m inación m asiv a
de grandes anim ales por los hum anos. Hoy en día consideram os Áfr ica com o el
cont inent e de los gr andes m am ífer os. La Eur asia m oder na t am bién alber ga m uchas
especies de gr andes m am ífer os ( aunque no con la m anifiest a abundancia de las
llanur as del Ser enget i en Áfr ica) , com o r inocer ont es, elefant es y t igr es de Asia y
alces, osos y ( hast a la época clásica) leones de Europa. En Aust r alia y Nueva Guinea
no exist en act ualm ent e m am íferos de t am año equiparable; de hecho, no hay ningún
m am ífer o m ay or que el cangur o, de unos 45 k g. Pero Aust ralia y Nuev a Guinea
t uv ier on en ot r os t iem pos su pr opia ser ie de grandes m am ífer os div er sos, ent r e
ellos
cangur os
gigant es,
m ar supiales
sem ej antes
al
r inocer ont e
llam ados
dipr ot odont es que llegaban a alcanzar el t am año de una v aca, y un «leopar do»
m ar supial. Tam bién habit aban en la r egión un ave incapaz de v olar de aspect o
par ecido al av est r uz, que podía llegar a pesar casi 200 kg, adem ás de algunos
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rept iles de im presionant e t am año, ent re ellos un lagar t o de una t onelada, una pit ón
gigant e y cocodr ilos t er r est r es.
Todos aquellos gigant es de Aust ralia y Nuev a Guinea ( la llam ada m ega fauna)
desapar ecier on t r as la llegada del ser hum ano. Aunque ha habido cont r over sia en
r elación con la fecha exact a de su desapar ición, v ar ios yacim ient os arqueológicos
aust r alianos, con fechas que se ex t ienden a lo lar go de decenas de m iles de años, y
con y acim ient os pr odigiosam ent e abundant es de huesos de anim ales, han sido
ex cav ados cuidadosam ent e y se ha com pr obado que no cont ienen huella alguna de
los gigant es ya ex t inguidos desde hace 35.000 años. De ahí que sea pr obable que la
m ega fauna se ex t inguier a poco después de la llegada de los hum anos a Aust ralia.
La desapar ición casi sim ult ánea de t ant as gr andes especies plant ea una pr egunt a
obvia: ¿cuál fue la causa? Una posible r espuest a, t am bién de car áct er obvio, es que
fuer on ex t er m inados, o bien elim inados de m odo indir ect o por los pr im eros
hum anos que llegar on. Recor dem os que los anim ales de Aust r alia y Nueva Guinea
habían ev olucionado dur ant e m illones de años en ausencia de cazador es hum anos.
Sabem os que las aves y los m am ífer os de las islas Galápagos y de la Ant ár t ida, que
evolucionar on asim ism o en ausencia de hum anos y no conocieron la presencia
hum ana hasta épocas m oder nas, siguen siendo ir r em ediablem ent e m ansos en
nuest r os días. Habr ían sido ex t er m inados si los conser v acionist as no hubier an
im puest o
r ápidam ent e
m edidas
de
pr ot ección.
En
ot r as
islas
descubier t as
r ecient em ent e, donde no se pusier on en práct ica m edidas de pr ot ección con
r apidez, el r esult ado fue efect iv am ent e el ex t er m inio: una de las víct im as, el dodo
de Maur icio, se ha conv er t ido pr áct icam ent e en sím bolo de la ex t inción. Sabem os
t am bién que en cada una de las bien est udiadas islas oceánicas colonizadas en la
época pr ehist ór ica, la colonización hum ana conduj o a un espasm o de ex t inción
ent r e cuy as v íct im as se cuent an el m oa de Nuev a Zelanda, el lém ur gigant e de
Madagascar y el ganso de gran t am año e incapaz de v olar de Hawái. Del m ism o
m odo que los hum anos m oder nos se acer car on a los dodos y las focas sin que est os
anim ales
t uvier an
m iedo,
y
los
m at aron,
los
hum anos
pr ehist ór icos
pr esum iblem ent e llegar on hast a unos m oas y unos lém ures gigant es que no t enían
m iedo, m atándolos t am bién.
Est o ex plica por qué una de las hipót esis de la desapar ición de los gigant es de
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Aust r alia y Nuev a Guinea es que cor r ier on la m ism a suer t e hace unos 40.000 años.
En cam bio, la m ay or ía de los gr andes m am ífer os de Áfr ica y Eur asia han sobr ev iv ido
hast a épocas m odernas porque co- evolucionar on j unt o con prot ohum anos durant e
cient os de m iles o m illones de años. Disfrut ar on, pues, de t iem po suficient e para
desarr ollar el m iedo a los hum anos, a m edida que las habilidades de caza
inicialm ent e pr ecar ias de nuest r os ant epasados m ej or aban lent am ent e. El dodo, el
m oa y quizá los gigant es de Austr alia y Nuev a Guinea t uv ier on la m ala suer t e de
enfr ent ar se súbit am ent e, sin pr epar ación ev olut iv a alguna, a hum anos m oder nos
invasor es que poseían habilidades cinegét icas plenam ent e desarr olladas.
Sin em bar go, la hipót esis de la m atanza, com o se la denom ina, ha sido puesta en
ent r edicho para Aust r alia y Nuev a Guinea. Los cr ít icos subr ayan que nadie ha
docum ent ado t odavía los huesos de un gigant e aust raliano o de Nueva Guinea que
pr esent e pr uebas concluyent es de haber sido m at ado por hum anos, ni siquier a de
haber v iv ido en r elación con hum anos. Los defensor es de la hipót esis de la m at anza
en m asa r esponden: difícilm ent e cabe esper ar encont rar m at ader os si el ex t er m inio
se llevó a cabo con gr an r apidez y hace m ucho t iem po, com o en el plazo de unos
cuant os m ilenios hace unos 40.000 años. Los crít icos responden con una contra
t eor ía: quizá los gigant es sucum bier on, por el cont rar io, a un cam bio clim át ico,
com o una grav e sequía en el y a cr ónicam ent e seco t er r it or io aust r aliano. El debat e
cont inúa.
Per sonalm ent e, no puedo ent ender por qué los gigant es de Aust r alia deber ían haber
sobr ev iv ido a innum er ables sequías en sus decenas de m illones de años de hist or ia
aust r aliana, y después haber decidido caer se m uer t os casi sim ult áneam ent e ( al
m enos en una escala t em por al de m illones de años) pr ecisam ent e y coincidiendo
ex act am ent e con la llegada de los pr im er os hum anos. Los gigant es se ex t inguier on
no sólo en la seca Aust r alia cent r al, sino t am bién en Nueva Guinea y el sur est e de
Aust ralia, que son t ierras t or rencialm ent e húm edas. Se ext inguieron en t odos los
hábit at s sin excepción, desde los desiert os hast a los bosques pluviales fríos y los
bosques pluviales t r opicales. De ahí que m e par ezca m ás pr obable que los gigant es
fuer an ex t er m inados en efect o por los hum anos, t anto dir ect am ent e (m at ándolos
para ut ilizar los com o alim ent o) com o indir ect am ent e ( com o consecuencia de
incendios y m odificaciones del hábit at causados por los hum anos). Per o con
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independencia de si la hipót esis de la m at anza en m asa o la hipót esis del clim a
r esult an corr ect as, la desapar ición de t odos los grandes anim ales de Aust ralia y
Nuev a Guinea t uv o, com o ver em os, profundas consecuencias para la post er ior
hist or ia hum ana. Estas ex t inciones elim inar on t odos los gr andes anim ales salv aj es
que de ot r o m odo podr ían haber sido candidat os a la dom est icación, y dej aron a los
indígenas de Aust ralia y Nueva Guinea sin un solo anim al dom ést ico aut óct ono.
Así pues, la colonización de Aust r alia/ Nuev a Guinea no se logr ó hasta m ás o m enos
la época del Gr an Salt o Adelant e. Otr a ex t ensión del ám bit o hum ano que t uv o lugar
poco después fue la que t uv o com o dest ino las par t es m ás fr ías de Eurasia. Aunque
los neander t ales viv ier on en épocas glaciales y est aban adaptados al fr ío, no
penet r ar on m ás al nor t e del nor t e de Alem ania y Kíev . Est o no debe sor pr ender nos,
pues al par ecer los neander t ales car ecían de aguj as, t ej idos cosidos, viv iendas
cálidas y otr as t ecnologías fundam ent ales para la super v iv encia en los clim as m ás
fr íos. Pueblos anatóm icam ent e m oder nos que sí poseían t ales t ecnologías se habían
ex t endido hast a Siber ia hace unos 20.000 años ( ex ist en t am bién las cont r over t idas
afir m aciones al uso sobr e una m ay or ant igüedad) . Ést a ex pansión podr ía haber sido
la r esponsable de la ex t inción del m am ut lanudo y el r inocer ont e lanudo de Eur asia.
Con la colonización de Aust ralia y Nu eva Guinea, los hum anos ocupan ya t r es de los
cuat r o cont inent es habit ables. ( En est e libro considero a Eurasia com o un solo
cont inent e, y om it o la Ant ár t ida por que los hum anos no llegar on a ella hasta el siglo
XI X y nunca t uvo una población hum ana independient e) . Sólo quedaba, pues, un
cont inent e, Am ér ica. Fue sin duda el últ im o en ser poblado, por la ev ident e r azón de
que par a llegar a Am ér ica desde el Viej o Mundo era necesar io disponer de
em barcaciones ( de lo cual no hay pr uebas ni siquier a en I ndonesia hast a hace 40
000 años y ninguna en Eur opa hasta m ucho después) par a poder cr uzar el m ar , o
bien er a necesar ia la ocupación de Siber ia ( deshabit ada hast a hace unos 20 000
años) a fin de cr uzar el puent e t er r est r e de Ber ing.
No se sabe con cer t eza, sin em bar go, cuándo t uvo lugar la pr im er a colonización de
Am érica, hace ent re 14.000 y 35.000 años. Los rest os hum anos m ás ant iguos que
no hayan sido cuest ionados en Am érica est án en yacim ient os de Alaska dat ados
hacia 12.000 a.C., seguidos por una pr ofusión de y acim ient os en Est ados Unidos al
sur de la fr ont er a con Canadá y en México en los siglos inm ediat am ent e ant er iores a
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11.000 a.C. El segundo gr upo de yacim ient os r ecibe el nom br e de yacim ient os de
Clovis, debido al y acim ient o t ipo sit uado cer ca de la ciudad de Clovis, en Nuev o
Méx ico, donde fuer on r econocidas por vez pr im er a sus caract er íst icas punt as de
lanza de piedra de gran t am año. Se conocen ya cient os de y acim ient os de Clovis,
que abar can 48 est ados de Est ados Unidos ( ex cluidos Alaska y Haw ái) y se adent ran
en Méx ico. Pr uebas indudables de la pr esencia hum ana apar ecen poco después en
la Am azonia y la Pat agonia. Est os hechos sugier en la int er pr et ación de que los
y acim ient os de Clovis docum ent an la pr im er a colonización de Am ér ica por ser es
hum anos, que rápidam ent e se m ult iplicar on, ext endieron y cubrieron el cont inent e.
Cabr ía sorpr ender se en pr incipio de que los descendient es de Clovis pudier an llegar
a la Patagonia, sit uada a 13.000 k m al sur de la fr ont era ent r e Est ados Unidos y
Canadá, en m enos de cien años. Sin em bargo, est o equiv ale a una expansión m edia
de sólo 13 km
al año, una hazaña tr iv ial par a un cazador- r ecolect or que
pr obablem ent e r ecor r ía esa dist ancia incluso en su t raslación norm al de cada día en
busca de alim ent o.
Cabr ía
sor pr ender se
tam bién
en
pr incipio
de
que
Am ér ica
se
colm ase
ev ident em ent e de hum anos con t al r apidez que la gent e se v ier a im pulsada a
ex t ender se hacia el sur hast a la Pat agonia. Ést e cr ecim ient o dem ogr áfico r esult a
asim ism o poco sor pr endent e si nos det enem os a consider ar las cifr as act uales. Si
Am ér ica llegó finalm ent e a albergar a cazador es-r ecolect or es con una densidad de
población m edia de 1 per sona por cada 2,5 km 2 ( cifr a alt a par a los cazador esr ecolect or es m oder nos), t odo el t er r it or io am er icano habr ía albergado finalm ent e a
unos 10 m illones de cazadores- recolect ores. Pero aun cuando los colonos iniciales
hubieran sido únicam ent e 100 personas y su núm er o hubiera aum ent ado a un rit m o
de sólo el 1,1 por 100 anual, los descendient es de los colonos habr ían alcanzado ese
t echo dem ogr áfico de 10 m illones de per sonas en un per íodo de m il años. La t asa
de cr ecim ient o dem ográfico del 1,1 por 100 anual es nuev am ent e t r iv ial: en épocas
m oder nas se han obser v ado t asas de hasta el 3,4 por 100 anual cuando la gent e
colonizaba t ier r as vírgenes, com o cuando los am ot inados de la Bount y y sus
esposas t ahit ianas colonizar on la isla de Pit cair n.
La pr ofusión de y acim ient os de cazador es de Clovis en los pr im er os siglos
t r anscur r idos después de su llegada se asem ej a a la profusión de y acim ient os
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docum ent ada arqueológicam ent e en el descubr im ient o m ás recient e de Nueva
Zelanda por los m aor íes ancest r ales. Una pr ofusión de pr im it iv os y acim ient os se ha
docum ent ado asim ism o para la civ ilización m ucho m ás ant igua de Eur opa por
hum anos anat óm icam ent e m oder nos, así com o para la ocupación de Aust r alia y
Nueva Guinea. Es decir , t odo lo r elacionado con el fenóm eno de Clovis y su
pr opagación por Am ér ica se corr esponde con los hallazgos r elat iv os a ot r as
colonizaciones no cuest ionadas de t ier r as vír genes en la hist or ia.
¿Qué signif icación podr ía t ener la eclosión de los y acim ient os de Clov is en los siglos
inm ediat am ent e ant er ior es a 11.000 a.C., en vez de haber se pr oducido en los
ant er ior es a 16.000 o 21.000 a.C.? Recordem os que Siber ia siem pr e ha sido fr ía, y
que una capa de hielo per m anent e se ex t endía a m odo de bar r er a im penet rable a lo
ancho de Canadá dur ant e gran par t e de los per íodos glaciales del Pleist oceno.
Hem os vist o ya que la t ecnología necesar ia par a hacer fr ent e al fr ío ex t r em o no
apar eció hasta después de la inv asión de Eur opa por hum anos anat óm icam ent e
m oder nos hace unos 40 000 años, y que la gent e no colonizó Siber ia hast a 20.000
años después. Finalm ent e, aquellos pr im er os siber ianos cr uzaron hast a Alaska, y a
sea por m ar a t r avés del est r echo de Ber ing ( que hoy sólo t iene una anchur a de 80
k m ) o bien a pie en las épocas glaciales en que el est r echo de Ber ing er a t ier r a
fir m e. El puent e t er r est r e de Ber ing, durant e los m ilenios de su exist encia
int er m it ent e, habr ía llegado a t ener una anchur a de 1.500 k m , habr ía est ado
cubier t o por una t undra abier t a y habr ía podido ser atr av esado fácilm ent e por
per sonas adapt adas a las condiciones del fr ío. El puent e ter r est r e quedó inundado y
se convirt ió de nuevo en est recho por últ im a vez cuando el nivel del m ar subió
aproxim adam ent e después de 14.000 a.C. Tant o si aquellos pr im it iv os siber ianos
llegar on a pie o en em bar caciones a Alaska, las pr im eras pr uebas segur as de
pr esencia hum ana en Alaska dat an apr oxim adam ent e de 12.000 a.C.
Poco después se abr ió un cor r edor libr e de hielos en dir ección nor t e- sur en la placa
de hielo de Canadá, lo cual per m it ió que los pr im er os poblador es de Alaska cr uzasen
el t er r it or io y llegar an a las Gr andes Llanur as hacia la zona donde hoy se halla la
ciudad canadiense de Edm ont on. De est e m odo desapar eció el últ im o obst áculo
ser io ent r e Alaska y la Pat agonia par a los hum anos m oder nos. Los pioner os de
Edm ont on habr ían encontr ado las Gr andes Llanuras at est adas de caza. Habr ían
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pr osper ado y aum entado en núm er o y se habr ían ex t endido gr adualm ent e hacia el
sur par a ocupar t odo el hem isfer io.
Ot r a caract er íst ica del fenóm eno de Clovis se adecúa a nuestr as ex pectat iv as sobr e
la pr im er a pr esencia hum ana al sur de la placa de hielo canadiense. Al igual que
Aust r alia y Nuev a Guinea, Am ér ica est uv o llena de grandes m am ífer os en un
pr incipio. Hace unos 15.000 años, el oest e est adounidense er a m uy par ecido a las
llanur as afr icanas de Ser enguet i en nuest r os días, con m anadas de elefant es y
caballos per seguidas por leones y guepar dos, j unt o a m iem br os de especies t an
ex ót icas com o el cam ello y el per ezoso t er r est r e gigant e. Al igual que en Aust r alia y
Nuev a
Guinea,
en
Am ér ica
la
m ay or ía de aquellos gr andes m am ífer os se
ext inguieron. Mient ras que las ext inciones t uvieron lugar probablem ent e hace m ás
de 30. 000 años en Aust ralia, en Am érica se pr oduj er on hace ent r e 17.000 y 12. 000
años. Par a aquellos m am ífer os am er icanos ex t inguidos de cuy os huesos disponem os
en la m ay or abundancia y que han sido dat ados con especial pr ecisión, se puede
est ablecer con exact it ud que las ext inciones t uvieron lugar hacia 11.000 a.C. Las
dos ex t inciones dat adas con m ayor pr ecisión son quizá las del per ezoso t er r est r e de
Shast a y la cabr a m ont és de Harr ingt on, en la zona del Gran Cañón; las poblaciones
de est os dos anim ales desapar ecier on en 11.100 a.C., con una apr oxim ación de dos
siglos. Tant o si se t r at a de una coincidencia com o si no, la fecha es idént ica, dent r o
del er r or ex per im ent al, a la de la llegada de los cazador es de Clovis a la zona del
Gr an Cañón.
El descubr im ient o de num er osos esquelet os de m am ut s con puntas de lanza de
Clovis ent re sus cost illas sugiere que est a concor dancia de las fechas no es una
coincidencia. Los cazador es, en su ex pansión hacia el sur por Am ér ica, dur ant e la
cual se encont raron con grandes anim ales que nunca habían vist o seres hum anos,
podr ían haber encontr ado fáciles de m at ar a aquellos anim ales am er icanos,
pudiendo haber los ex t er m inado. Una cont ra- t eor ía dice que los gr andes m am ífer os
de Am ér ica se ex t inguier on debido a cam bios clim át icos al final del últ im o per íodo
glacial, que ( par a confundir la int er pr et ación de los paleont ólogos m oder nos)
t am bién t uvo lugar hacia 11.000 a.C.
Per sonalm ent e, t engo el m ism o pr oblem a con la t eor ía clim át ica de la ext inción de
la m ega fauna en Am ér ica que con esa m ism a t eor ía en Aust ralia y Nuev a Guinea.
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Los grandes anim ales de Am ér ica habían sobr ev iv ido ya a los finales de 22 per íodos
glaciales ant er ior es. ¿Por qué la m ayor ía de ellos eligier on el v igésim o t er cer o para
expirar conj unt am ent e, en presencia de todos aquellos hum anos supuest am ent e
inofensivos? ¿Por qué desaparecieron en t odos los hábit at s, no sólo en hábit at s que
se cont r aj eron, sino t am bién en aquellos que experim ent ar on una gran expansión al
final del últ im o per íodo glacial? De ahí que sospeche que los cazador es de Clovis lo
hicier on, per o el debat e cont inúa sin r esolv er se. Con independencia de qué t eor ía
r esult e cor r ect a, la m ay or ía de las especies de gr andes m am ífer os salv aj es, que de
ot r a
m anera
podr ían
haber
sido
dom est icadas
después
por
los
indígenas
am er icanos, fuer on elim inadas de est e m odo.
Est á sin r esolv er asim ism o la cuest ión de si los cazador es de Clovis fuer on
r ealm ent e los pr im er os am er icanos. Com o siem pr e sucede cuando alguien afir m a el
pr im er
algo,
las
afir m aciones
de
descubr im ient os
de
yacim ient os
hum anos
ant erior es a Clovis en Am érica se est án discut iendo const ant em ent e. Cada año,
algunas de est as nuevas reivindicaciones parecen realm ent e convincent es y
em ocionant es cuando se dan a conocer , per o después surgen los inev it ables
pr oblem as de int er pr etación. ¿Eran los út iles de cuy a pr esencia en el y acim ient o se
infor m a út iles hechos r ealm ent e por hum anos, o sólo form as nat ur ales de las
piedr as? ¿Son las fechas de r adiocar bono que se anuncian r ealm ent e cor r ect as, y no
est án invalidadas por alguna de las num er osas dificult ades que pueden last r ar la
dat ación por radiocar bono? Si las fechas son cor r ect as, ¿est án asociadas r ealm ent e
a pr oductos hum anos, y no se tr ata únicam ent e de un t r ozo de carbón con 15.000
años de ant igüedad que se ha encontr ado al lado de un út il de piedr a hecho en
r ealidad hace 9.000 años?
Para ilust r ar est os pr oblem as, pensem os en el siguient e ej em plo t ípico de una
r eiv indicación ant er ior a Clovis que se cit a a m enudo. En un abr igo de piedra
br asileño llam ado Pedro Fur ada, los arqueólogos encont r ar on pint ur as r upest r es
ej ecut adas indudablem ent e por ser es hum anos. Descubr ier on asim ism o, entr e los
m ont ones de piedr as sit uados en la base de un despeñader o, algunas cuy as for m as
suger ían la posibilidad de que fueran út iles r udim ent ar ios. Adem ás, encont raron
supuest os hogar es cuy o car bón quem ado pr oduj o fechas de radiocar bono de hace
unos 35.000 años. Los ar t ículos sobr e Pedr o Furada fuer on acept ados par a su
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publicación en la pr est igiosa y sum am ent e select iv a r ev ist a cient ífica int er nacional
Nat ur e.
Per o ninguna de aquellas piedras encont r adas en la base del despeñader o es un út il
hecho evident em ent e por un ser hum ano, com o lo son las puntas de Clovis y los
út iles de Cr om añón. Si cient os de m iles de piedr as caen desde un despeñader o alt o
en el t r anscur so de decenas de m iles de años, m uchas de ellas se desconcharán y
quebrar án cuando golpeen las piedras del fondo, y algunas llegar án a par ecer
inst r um ent os r udim ent ar ios desconchados y quebr ados por ser es hum anos. En
Eur opa occident al y en otr os lugar es de la Am azonia, los ar queólogos han datado
con radiocar bono los pigm ent os r eales ut ilizados en las pint uras r upest r es, pero eso
no se hizo en Pedr o Fur ada. En las cer canías se pr oducen con fr ecuencia incendios
for est ales que pr oducen car bón que es arr ast rado r egular m ent e hast a las cuev as
por el v ient o y los cur sos de agua. No hay pr ueba alguna que v incule el car bón de
35 000 años de ant igüedad con las indudables pint ur as r upest r es de Pedr o Fur ada.
Aunque los pr im eros cient íficos que excavaron el yacim ient o cont inúan convencidos,
un equipo de ar queólogos que no par t icipó en la excavación per o que es r ecept iv o a
las r eivindicaciones ant er ior es a Clovis, visit ó r ecient em ent e el yacim ient o y no salió
m uy convencido.
El y acim ient o de Am ér ica del Nor t e que disfr ut a act ualm ent e de cr edenciales m ás
sólidas com o posible yacim ient o pr e- Clovis es el r efugio de piedr a de Meadow cr oft ,
en Pensilv ania, que pr oduce fechas de radiocarbono asociadas a ser es hum anos de
hace unos 16 000 años. En Meadowcroft ningún ar queólogo niega que m uchos
ar t efact os hum anos apar ecen en m uchos est r at os cuidadosam ent e ex cav ados. Per o
las fechas de radiocar bono m ás antiguas no tienen sent ido, por que las especies
v eget ales y anim ales asociadas a ellas son especies que viv en en Pensilv ania en
épocas r ecient es de clim as suav es, y no especies que cabr ía esper ar en épocas
glaciales de hace 16 000 años. De ahí que haya que sospechar que las m uest r as de
car bón datadas de los niv eles de ocupación hum ana m ás ant iguos sean car bón
post er ior a Clovis infilt r ado con carbón m ás ant iguo. El candidat o m ás fir m e a la
época pr e- Clovis en Am ér ica del Sur es el yacim ient o de Mont e Ver de, en el sur de
Chile, cuya ant igüedad se calcula en al m enos 15.000 años. Ést e yacim ient o les
par ece ahor a tam bién conv incent e a m uchos ar queólogos, per o se im pone la caut ela
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en vist a de las desilusiones ant er ior es.
Si es cier t o que hubo hum anos ant er ior es a Clovis en Am ér ica, ¿por qué sigue
siendo t an difícil dem ostr ar que ex ist ier on? Los arqueólogos han ex cavado cient os
de yacim ient os am er icanos que han sido dat ados inequív ocam ent e ent r e 2.000 a.C.
y 11.000 a.C., incluidas decenas de yacim ient os de Clovis en el oest e de Am ér ica
del Nor t e, abr igos de piedr a en los Apalaches y y acim ient os en el lit or al califor niano.
Debaj o de t odos los est r at os arqueológicos con pr esencia hum ana indudable, en
m uchos de esos m ism os yacim ient os se han excavado est rat os m ás ant iguos y m ás
pr ofundos que cont inúan pr oduciendo r est os indudables de anim ales, per o ninguna
pr ueba de pr esencia hum ana. Los punt os débiles de las pr uebas de una cult ur a
ant er ior a Clovis en Am ér ica cont rast an con la fir m eza de las pr uebas en Eur opa,
donde cient os de yacim ient os at est iguan la pr esencia de hum anos m odernos m ucho
ant es de la apar ición de los cazador es de Clovis en Am ér ica hacia 11.000 a.C. Más
sor pr endent es aún son las pr uebas encont radas en Aust ralia y Nuev a Guinea, donde
apenas hay la décim a par t e de los ar queólogos de los de Est ados Unidos, pero
donde
esos
pocos
ar queólogos
han
descubier t o
m ás
de
cien
yacim ient os
inequívocam ent e ant eriores a Clovis dispersos por t odo el cont inent e.
Es indudable que los pr im er os ser es hum anos no volar on en helicópt er o desde
Alaska hasta Meadowcr oft y Mont e Ver de, salt ándose t odo el t er r it or io int er m edio.
Los defensor es de la colonización pre- Clovis apunt an que, durant e m iles o incluso
decenas de m iles de años, los hum anos de las cult ur as pr e- Clovis r egist r aron una
densidad
de población
baj a o poco v isible ar queológicam ent e,
por
r azones
desconocidas sin pr ecedent es en otr as par t es del m undo. Ést a suger encia m e
par ece infinit am ent e m ás inver osím il que la de que Mont e Ver de y Meadow croft
serán
reint erpr et ados
finalm ent e,
com o
ha
sucedido
con
ot r os yacim ient os
pr esent ados com o pr e- Clovis. Tengo la im pr esión de que, si de v er dad hubo un
poblam ient o pr e- Clovis en Am ér ica, habr ía salido ya a la luz en m uchos lugar es, y
no est ar íam os discut iendo t odav ía.
Sin em bargo,
los arqueólogos cont inúan
divididos en relación con est as cuest iones.
Las consecuencias para nuest ra com pr ensión de la pr ehist or ia am er icana post er ior
cont inúan siendo las m ism as, con independencia de qué interpr et ación result e
finalm ent e cor r ect a. O bien Am ér ica fue poblada por v ez pr im er a hacia 11.000 a.C.
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y se llenó r ápidam ent e de gent e; o bien el pr im er poblam ient o t uvo lugar algo ant es
( la m ay or ía de los par t idar ios del poblam ient o pr e- Clovis suger ir ían hace 15.000 o
20.000 años, posiblem ent e hace 30 000 años, y pocos señalar ían en ser io fechas
ant er ior es) ; per o aquellos colonizador es pr e- Clovis siguier on siendo pocos en
núm er o, o su pr esencia fue poco not or ia, o t uv ier on escasa r eper cusión, hast a m ás
o m enos 11.000 a.C. En cualquier a de est os casos, de los cont inent es habit ados,
Am ér ica es el que t iene una pr ehist or ia hum ana m ás br ev e.
* * * *
Con la ocupación de Am ér ica, la m ayor ía de las zonas habit ables de los cont inent es
y las islas cont inent ales, m ás las islas oceánicas, desde I ndonesia hast a el est e de
Nuev a Guinea, alber gar on ser es hum anos. La colonización de las r est ant es islas del
m undo no culm inó hasta épocas m oder nas: las islas del Medit er r áneo com o Cr et a,
Chipr e, Cór cega y Cer deña entr e 8.500 a.C. y 4.000 a.C.; las islas del Car ibe
com enzar on a ser pobladas hacia 4.000 a.C.; las islas de Polinesia y Micr onesia,
ent r e 1.200 a.C. y 1.000 d.C.; Madagascar , ent r e 300 y 800; e I slandia, en el siglo
I X. Los indígenas am er icanos, posibles antepasados de los m oder nos inuit , se
ex t endier on por t odo el alt o Ár t ico hacia 2.000 a.C. De est e m odo quedar on com o
únicas zonas deshabit adas, en esper a de los ex plor ador es eur opeos durant e los
últ im os set ecient os años, únicam ent e las islas m ás rem ot as del At lánt ico y el Í ndico,
com o las Azor es y las Sey chelles, adem ás de la Ant ár t ida.
¿Qué significación, si m uest r an alguna, t ienen las diferent es fechas de poblam ient o
de los cont inent es para la hist or ia post er ior ? Supongam os que una m áquina del
t iem po pudier a haber t ranspor t ado a un arqueólogo hacia at rás en el t iem po, par a
efect uar una gir a m undial hacia 11.000 a.C. Dada la sit uación del m undo en
aquellas fechas, ¿podr ía el arqueólogo haber pr edicho la secuencia en que las
sociedades hum anas de los div er sos cont inent es habr ían de desar r ollar arm as,
gér m enes y acer o, y por t anto haber pr edicho la sit uación del m undo en nuest r os
días?
Nuest r o arqueólogo podr ía haber consider ado los posibles beneficios de una v ent aj a
de salida. Si est o significaba algo, Áfr ica disfr ut aba de una enor m e vent aj a: al
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m enos 5 m illones de años m ás de ex ist encia pr ot ohum ana independient e que
cualquier ot r o cont inent e. Adem ás, si es cier t o que los hum anos m oder nos nacier on
en África hace unos 100.000 años y se propagar on a ot ros cont inent es, est e hecho
habr ía elim inado cualquier v ent aj a acum ulada en otr os lugar es m ient r as t ant o, y
habr ía dado a los afr icanos una nuev a v ent aj a de salida. Por otr a par t e, la
div er sidad genét ica hum ana es m ás elev ada en Áfr ica; es posible que unos ser es
hum anos m ás div er sos pr oduj eran colect iv am ent e invenciones m ás div er sas.
Per o nuest r o ar queólogo podía haber r eflex ionado a r englón seguido: ¿qué significa,
r ealm ent e, una «v ent aj a de salida» par a los fines de est e libr o? No podem os t om ar
al pie de la let r a la m et áfor a de la car r era pedest r e. Si por vent aj a de salida se
ent iende el t iem po necesar io para poblar un cont inent e después de la llegada de los
pr im er os colonos pioner os, ese t iem po es r elat ivam ent e br eve: por ej em plo, m enos
de m il años para llenar incluso t odo el Nuevo Mundo. Si por vent aj a de salida se
ent iende, en cam bio, el t iem po necesar io par a adapt ar se a las condiciones locales,
r econozco que algunos ent or nos ex t r em os r equir ier on su t iem po: por ej em plo,
nuev e m ilenios par a ocupar el alt o Ár tico después de la ocupación del r est o de
Am ér ica
del Nor t e.
Per o la gent e
habr ía
explor ado
y
se habr ía
adapt ado
r ápidam ent e a la m ay or ía de las dem ás zonas una vez que la invent iv a hum ana
m oder na se hubier a desarr ollado. Por ej em plo, después de que los ant epasados de
los m aor íes llegasen a Nuev a Zelanda, al par ecer necesit ar on apenas un siglo para
descubr ir t odas las fuent es de piedra que valían la pena; sólo unos siglos m ás para
m at ar a los últ im os m oas en algunos de los ter r it or ios m ás accident ados del m undo;
y sólo unos siglos para difer enciar se en una ser ie de sociedades div er sas, desde la
de los cazador es-r ecolect or es del lit or al hast a la de los agr icult or es que pr act icaban
nuevos t ipos de alm acenam ient o de los alim ent os.
Nuest r o ar queólogo podr ía ex am inar después Am ér ica y llegar a la conclusión de
que los afr icanos, a pesar de su vent aj a de salida apar ent em ent e enor m e, habían
sido super ados por los pr im er os am er icanos en el plazo de un m ilenio en el m ej or
de los casos. Después, la m ay or super ficie de Am ér ica ( un 50 por 100 m ás que la
de Áfr ica) y la m uy super ior div er sidad m edioam bient al habr ían dado la v ent aj a a
los indígenas am er icanos sobr e los afr icanos.
El ar queólogo podr ía dir igir se a cont inuación a Eur asia y razonar com o sigue.
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Eur asia es el cont inent e m ás ex t enso del planet a. Est á poblado desde hace m ás
t iem po que cualquier ot r o cont inent e a ex cepción de Áfr ica. La lar ga ocupación de
Áfr ica ant es de la colonización de Eur asia hace un m illón de años podr ía no significar
nada en absolut o, habida cuent a la fase t an pr im it iv a en que se hallaban ent onces
los pr ot ohum anos. Nuest r o arqueólogo podr ía exam inar el flor ecient e Paleolít ico
super ior del sur oest e de Eur opa hace ent re 20.000 y 12.000 años, con t odas sus
fam osas obras de ar t e y sus com plej os ut ensilios, y pr egunt arse si Eur asia t enía y a
ent onces una v ent aj a de salida, al m enos a niv el local.
Finalm ent e, el ar queólogo se dir igir ía a Aust r alia y Nuev a Guinea, obser v ando
pr im er o su pequeña super ficie ( es el cont inent e m ás pequeño) , la gran propor ción
de su t er r it or io cubier t a por un desier t o capaz de perm it ir la v ida de pocos ser es
hum anos, el aislam ient o del cont inent e y su poblam ient o m ás t ardío que el de Áfr ica
y Eur asia. Todo est o podr ía conducir al ar queólogo a pr edecir un lent o desarr ollo en
Aust r alia y Nuev a Guinea.
Per o r ecuérdese que los aust r alianos y los neo guineanos dispusier on de las
em barcaciones m ás ant iguas del m undo con difer encia. Cr eaban pint ur as r upestr es
aparent em ent e en épocas al m enos t an t em pr anas com o los crom añones en
Eur opa. Jonat han Kingdon y Tim Flanner y han señalado que la colonización de
Aust r alia y Nuev a Guinea a par t ir de las islas de la placa cont inent al asiát ica ex igió a
los hum anos apr ender a hacer frent e a los nuevos ent or nos con que se encont r aban
en las islas del cent r o de I ndonesia, un laber int o de costas que ofr ecía m uy r icos
r ecur sos m ar inos, arr ecifes de coral y los m ej or es m anglar es del m undo. A m edida
que los colonos cr uzaban los est r echos que separ an cada isla de I ndonesia de la
siguient e hacia el est e, se adapt aban de nuev o, colm aban la ot ra y cont inuaban
colonizando la isla subsiguiente. Fue una edad de oro, hast a ent onces sin
pr ecedent es, de sucesiv as ex plosiones dem ográficas hum anas. Es posible que tales
ciclos de colonización, adapt ación y explosión dem ográfica fuer an lo que acabó
siendo seleccionado para el Gr an Salt o Adelant e, y que después se difundir ía hacia
el oest e, a Eur asia y Áfr ica. Si est e supuest o es cor r ect o, Aust ralia y Nueva Guinea
obt uvier on una gr an v ent aj a de salida que podía haber cont inuado im pulsando el
desarr ollo hum ano en la r egión m ucho después del Gr an Salt o Adelant e.
Así pues, un obser v ador t ranspor t ado en el t iem po hast a 11.000 a.C. no podr ía
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haber pr edicho en qué cont inent e las sociedades hum anas habr ían de desar r ollar se
con m ay or rapidez, sino que podr ía haber elabor ado un sólido razonam ient o en
favor de cualquier cont inent e. Nat uralm ent e, a post eriori sabem os que Eur asia fue
ese cont inente. Per o r esult a que las ver dader as razones que ex plican el desar r ollo
m ás rápido de las sociedades de Eurasia no fuer on en absolut o las sim ples r azones
que nuest r o arqueólogo im aginar io de 11.000 a.C. im aginar a. En los r est ant es
capít ulos de est e libr o int ent ar em os descubrir cuáles fuer on esas r azones r eales.
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Ca pít u lo 2
Un e x pe r im e n t o na t u ra l de h ist or ia
En las islas Chat ham , sit uadas a 800 k m al est e de Nuev a Zelanda, siglos de
independencia llegar on a un fin br utal para el pueblo m or ior i en diciem br e de 1835.
El 19 de noviem br e de ese año llegó un bar co que t r anspor taba a 500 m aor íes
pr ovist os de arm as de fuego, palos y hachas, a los que siguier on el 5 de diciem br e
400 m aor íes m ás. Gr upos de m aor íes com enzar on a r ecor r er los asent am ient os de
los m or ior is, anunciando que los m or ior is er an ahor a sus esclav os y m at ando a
quienes ponían obj eciones. Una r esist encia or ganizada por par t e de los m or ior is
podr ía haber der r otado con t odo a los m aor íes, cuy a pr oporción con r espect o a los
habit ant es de las islas er a de 1 a 2. Sin em bar go, los m or ior is t enían una t r adición
de r esolv er las disput as pacíficam ent e. Decidier on en una j unt a no r esponder a los
at aques, sino ofr ecer la paz, la am ist ad y la div isión de los r ecur sos.
Ant es de que los m or ior is pudier an pr esent ar aquella ofer t a, los m aor íes at acar on
en m asa. En el t r anscur so de los días siguient es, m at ar on a cient os de m or ior is,
cocinar on y dev orar on m uchos de sus cuer pos y esclav izar on a t odos los dem ás,
m at ando a la m ay or ía de ellos t am bién en los años siguient es según su ant oj o. Un
super v iv ient e m or ior i r ecor dó: « [ Los m aor íes] com enzar on a m at ar nos com o
ovej as. [ …] est ábam os at err ados, huim os a la m aleza, nos ocult am os en aguj eros
subt er ráneos y en cualquier lugar para escapar de nuest r os enem igos. Todo fue
inút il;
nos
descubrieron
y
nos
m at aron,
a
hom bres,
m uj eres
y
niños
indiscr im inadam ent e». Un conquist ador m aor í ex plicó: «Tom am os posesión [ …] de
acuer do con nuest r as cost um br es y captur am os a t odas las per sonas. Ninguna
escapó. Algunas huyer on de nosot r os, y a ésas las m at am os, y m at am os a otr as,
per o ¿qué im por t ancia t iene? Lo hacíam os de acuer do con nuest ras cost um br es».
El br ut al r esult ado de esta colisión ent r e los m or ior is y los m aor íes podr ía haber se
pr edicho fácilm ent e.
Los m or ior is er a una población pequeña y
aislada de
cazador es-r ecolect or es, equipados únicam ent e con la t ecnología y las ar m as m ás
sencillas,
sin ninguna ex per iencia en la guerr a,
y
car ecían de lider azgo y
or ganización fuer t e. Los invasor es m aor íes ( pr ocedent es de la isla Nor t e de Nueva
Zelanda) pr ocedían de una población densa de agr icult or es inm er sos cr ónicam ent e
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en fer oces guer r as, equipados de t ecnologías y arm as m ás av anzadas y que
funcionaban baj o un lider azgo fuer t e. Nat uralm ent e, cuando los dos gr upos ent r aron
finalm ent e en cont act o, fueron los m aoríes quienes m at ar on a los m or ioris, y no a la
inver sa.
La t ragedia de los m or ior is se par ece a m uchas ot ras t r agedias de est e t ipo que han
t enido lugar t ant o en el m undo m oderno com o en la ant igüedad, en las que se han
enfr ent ado gr upos num er osos y bien equipados con oponent es escasos y m al
equipados. Lo que hace que la colisión ent r e m aor íes y m or ior is sea t r ist em ent e
ilust r at iv a es que am bos gr upos habían div er gido de un or igen com ún m enos de un
m ilenio
ant es.
Am bos eran
pueblos polinesios.
Los m aoríes m odernos son
descendient es de agr icult or es polinesios que colonizar on Nuev a Zelanda hacia 1000.
Poco después, un gr upo de aquellos m aor íes colonizó, a su vez, las islas Chat ham y
se convir t ió en los m or ior is. En los siglos siguient es los dos gr upos se separ ar on y
ev olucionar on en dir ecciones opuest as: los m aor íes de la isla Nor t e desar r ollar on
una t ecnología y una or ganización polít ica m ás com plej as, siendo m enos com plej as
las de los m or ior is. Los m or ior is volv ier on a ser cazador es- r ecolect or es, m ient r as
que los m aor íes de la isla Nor t e se dedicar on a una agr icult ur a m ás int ensiv a.
Est as t ray ect or ias ev olut iv as opuest as decidier on el r esult ado de su colisión final. Si
pudiér am os com pr ender las razones del desar r ollo dispar de est as dos sociedades
insular es, podr íam os tener un m odelo para com pr ender la cuest ión m ás am plia de
los difer ent es desar r ollos en los cont in ent es.
* * * *
La hist or ia de los m or ior is y los m aor íes const it uy e un br ev e ex per im ent o natur al en
pequeña escala que pone a pr ueba cóm o los ent or nos afect an a las sociedades
hum anas. Ant es de leer un libr o ent ero en el que se exam inan los efect os
am bient ales en una escala m uy grande —efect os sobr e las sociedades hum anas en
t odo el m undo dur ant e los últ im os 13.000 años—, acaso sea razonable desear una
segur idad, obt enida a par t ir de pr uebas m ás pequeñas, de que tales efect os son
r ealm ent e significat iv os. Si el lect or fuer a un cient ífico de labor ator io que est udiase
las r at as, podr ía r ealizar esa pr ueba t om ando una colonia de las m ism as,
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dist r ibuyendo gr upos de est as rat as ancestr ales ent r e m uchas j aulas con difer ent es
ent or nos y v olv iendo m uchas gener aciones de rat as después par a v er qué habr ía
sucedido. Nat ur alm ent e, est e t ipo de ex per im ent os t an deliber ados no pueden
llev ar se a cabo con sociedades hum anas. Por consiguient e, los cient íficos deben
buscar
«ex per im ent os nat urales»
en los cuales algo sem ej ant e les hubiese
acont ecido a los hum anos en el pasado.
Ést e exper im ent o se desarr olló durant e la colonización de Polinesia. En el océano
Pacífico, m ás allá de Nuev a Guinea y Melanesia, hay disem inadas m iles de islas que
difier en
sobr em aner a
en
cuant o
a
super ficie,
aislam ient o,
alt it ud,
clim a,
pr oduct iv idad y r ecursos geológicos y biológicos ( fig. 2.1) . Dur ant e la m ay or par t e
de la hist or ia hum ana, esas islas est uv ier on m uy lej os del alcance de las
em barcaciones. Hacia 1.200 a.C., un gr upo de pueblos agr icult or es, pescador es y
m ar iner os procedent es del ar chipiélago de Bism ar ck, al nor t e de Nuev a Guinea,
logr ó finalm ent e llegar a algunas de esas islas. En los siglos siguient es sus
descendient es colonizar on pr áct icam ent e cada palm o de t ier r a habit able del Pacífico.
El pr oceso había t erm inado en su m ay or par t e en 500, y las últ im as islas fuer on
pobladas hacia 1000 o poco después.
Figura 2.1. I slas de Polinesia. (Los par ént esis indican t err it or ios no polinesios.)
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Así pues, en un m ar co t em por al m odest o, ent or nos insular es de enor m e div er sidad
fuer on poblados por colonos que en su t otalidad provenían de la m ism a población
fundador a. Los ant epasados últ im os de t odas las poblaciones polinesias m oder nas
com part ían en esencia una m ism a cult ura, lengua, t ecnología y un m ism o conj unt o
de plant as cult iv adas y anim ales dom est icados. De ahí que la hist or ia de Polinesia
const it uya un experim ent o nat ural que nos perm it e est udiar la adaptación hum ana,
car ent e de las habit uales com plicaciones de m últ iples oleadas de colonos dispar es
que a m enudo frust ran nuest r os int ent os de com prender la adapt ación en ot ros
lugar es del m undo.
Dent r o de esa pr ueba de t am año m ediano, la suer t e de los m or ior is const it uy e una
pr ueba m ás pequeña. Es fácil det er m inar cóm o los difer ent es ent or nos de las islas
Chat ham y de Nuev a Zelanda m oldear on de m aner a difer ent e a m or ior is y m aor íes.
Aunque aquellos m aor íes ancest rales que colonizar on por pr im era v ez las islas
Chat ham podr ían haber sido agr icult or es, los cult iv os t r opicales m aor íes no podían
cr ecer en el clim a fr ío de las Chat ham , y a los colonos no les quedó ot ra alt er nat iv a
que v olv er a ser cazador es- r ecolect or es. Dado que en su condición de cazador esr ecolect or es no pr oducían ex cedent es de cult iv os disponibles par a su r edist r ibución
o alm acenam ient o, no podían m ant ener y alim ent ar especialist as ar t esanos no
cazadores, ej ércit os, burócrat as y j efes. Sus presas eran las focas, los crust áceos,
las aves m ar inas que se posaban en t ier r a para anidar y los peces que podían ser
capt urados a m ano o con palos y no ex igían una t ecnología m ás com plej a. Adem ás,
las islas Chat ham son r elat iv am ent e pequeñas y r em ot as, capaces de m ant ener a
una población t ot al de un m áx im o aproxim ado de 2.000 cazador es- r ecolect or es. Al
no haber ot ras islas accesibles par a colonizar , los m or ior is t uv ier on que per m anecer
en las Chat ham y apr ender a sopor tar se los unos a los ot r os. Para ello r enunciar on
a la guer ra y r eduj eron los posibles conflict os der iv ados de la super población
cast rando a algunos var ones de cor t a edad. El r esult ado fue una población pequeña
y no belicosa dot ada de t ecnología y arm as sencillas y sin lider azgo ni organización
fuer t e.
En cam bio, la par t e sept ent r ional ( m ás cálida) de Nuev a Zelanda, el gr upo de islas
m ás grande con difer encia de Polinesia, era apt a par a la agr icult ur a polinesia. Los
m aor íes que per m anecier on en Nuev a Zelanda aum ent ar on en núm er o hasta ser
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m ás de 100 000. Desar r ollar on poblaciones localm ent e densas que libr aban
crónicam ent e feroces guerras con las poblaciones vecinas. Con los excedent es de
cult iv os que podían cult ivar o alm acenar , alim ent aban a ar t esanos especializados,
j efes y soldados a t iem po par cial. Necesit aban y desar rollar on her ram ient as
v ar iadas para cult iv ar sus plantas, com bat ir y hacer ar t e. Er igier on com plej as
edificaciones cer em oniales y un núm er o pr odigioso de fuer t es.
Así pues, las sociedades m or ior i y m aor í se desar r ollar on a par t ir de la m ism a
sociedad ancest r al, per o siguiendo líneas m uy difer ent es. Las dos sociedades
result ant es per dieron conciencia incluso de la exist encia de la ot r a y no ent r aron en
cont act o de nuevo durant e m uchos siglos, quizá unos 500 años. Finalm ent e, un
bar co aust r aliano de cazador es de focas que r ecaló en las Chat ham en su cam ino a
Nuev a Zelanda llev ó a est a isla la not icia de la ex ist encia de unas islas donde «hay
abundancia de peces y cr ust áceos; los lagos est án llenos a r ebosar de anguilas; y
es una t ier r a de bay as de k arak a. [ …] los habit ant es son m uy num er osos, per o no
ent ienden cóm o com bat ir y no t ienen arm as». Aquélla not icia fue suficient e par a
inducir a 900 m aor íes a poner r um bo a las Chat ham . El r esult ado ilust r a con
clar idad cóm o los ent or nos pueden influir en la econom ía, la t ecnología, la
or ganización polít ica y los conocim ient os guer r er os en un br ev e plazo.
Com o ya se ha dicho, la colisión ent r e m aor íes y m or ior is r epr esent a una pequeña
pr ueba dent ro de una pr ueba de t am año m ediano. ¿Qué podem os apr ender de t oda
Polinesia acer ca de las influencias del ent or no sobr e las sociedades hum anas? ¿Qué
difer encias ent r e las sociedades de difer ent es islas polinesias deben ser ex plicadas?
Polinesia en su conj unt o pr esent aba una gam a m ucho m ás am plia de condiciones
m edioam bient ales que Nuev a Zelanda y las islas Chat ham , aunque las segundas
definen un ext rem o ( el ext rem o sim ple) de la organización polinesia. En sus m odos
de subsist encia, los polinesios iban desde los cazador es-r ecolect or es de las Chat ham
hast a los agr icult or es de r oza e incendio, los pract icant es de la pr oducción int ensiv a
de alim ent os que v iv ían en algunas de las densidades de población m ás alt as de
cualquier sociedad hum ana. Los pr oduct ores de alim ent os polinesios int ensificar on
de div er sas m aner as la pr oducción de cerdos, per r os y pollos. Or ganizar on fuer zas
de t r abaj o con el fin de const r uir gr andes sist em as de r egadío para la agr icult ur a y
cer car grandes est anques par a la pr oducción de peces. La base económ ica de las
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sociedades polinesias est aba for m ada por unidades fam iliar es m ás o m enos
aut osuficient es, aunque en algunas islas t am bién había grem ios de art esanos
especializados a t iem po par cial y her edit ar ios. En cuant o a la organización social, las
sociedades polinesias r ecor r ían t oda la gam a desde las sociedades bast ant e
igualit ar ias r adicadas en aldeas hasta algunas de las sociedades m ás est r at ificadas
del m undo, con num er osos linaj es clasificados j erárquicam ent e y con clases de j efes
y pueblo llano cuyos m iem br os se casaban con los de su propia clase. Por lo que se
r efier e a la or ganización polít ica, las islas polinesias oscilaban ent r e los paisaj es
div ididos en unidades t r ibales o de aldea independient es y los pr ot oim per io plur iinsular es que dedicaban est ablecim ient os m ilit ar es per m anent es a la invasión de
ot r as islas y guerr as de conquist a. Finalm ent e, la cult ur a m at er ial de Polinesia
v ar iaba desde la pr oducción de no m ás que ut ensilios per sonales hast a la
const r ucción de ar quit ect ur a de piedr a m onum ent al. ¿Cóm o puede ex plicar se t oda
est a v ar iación?
A est as difer encias ent r e las sociedades polinesias cont r ibuyer on al m enos seis
conj unt os de var iables m edioam bient ales ent r e las islas polinesias: el clim a, el t ipo
geológico, los r ecur sos m ar inos, la super ficie, la fr agm ent ación del t er r eno y el
aislam ient o de las islas. Exam inem os las gam as de est os fact or es ant es de
exam inar sus consecuencias específicas para las sociedades polinesias.
El clim a de Polinesia v ar ía desde el t r opical o subtr opical cálido en la m ay or ía de las
islas, que est án sit uadas cer ca del ecuador , hast a el clim a t em plado en la m ayor
par t e de Nuev a Zelanda, pasando por el sub- ár t ico fr ío en las Chat ham y en la par t e
m er idional de la isla Sur de Nueva Zelanda. La isla Gr ande de Haw ái, aun est ando
sit uada en el t rópico de Cáncer , t iene m ont añas de alt ura suficient e com o para
alber gar hábit at s alpinos y r ecibir ocasionales nev adas. La pr ecipit ación de lluvia
v ar ía desde las m ás alt as que se r egist r an en la Tier r a ( en Fj or dland, Nuev a
Zelanda, y los pant anos de Alak ai en Kauai, Hawái) y sólo la décim a par t e de esos
v alor es en islas t an secas que r esult an m arginales par a la agr icult ur a.
Ent r e los tipos geológicos de las islas figur an los atolones de cor al, la piedr a caliza
em er gida, las islas volcánicas, los fr agm entos de cont inent es y las m ezclas de esos
t ipos. En un ext rem o, innum erables islot es, com o los del ar chipiélago de Tuam ot u,
son at olones llanos y de escasa alt ur a que apenas se elev an sobr e el niv el del m ar .
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Ot ros ant iguos at olones, com o Henderson y Rennell, se han elevado m uy por
encim a del niv el del m ar para const it uir islas de piedr a caliza em er gida. Est os dos
t ipos de at olones plant ean pr oblem as para los poblador es hum anos, porque est án
for m ados en su int egr idad por piedra caliza sin ningún ot r o t ipo de piedra, su suelo
es m uy poco pr ofundo y carecen de agua dulce perm anent e. En el ext r em o opuest o,
la isla m ás ex t ensa de la Polinesia, Nuev a Zelanda, es un fr agm ent o cont inent al
ant iguo y geológicam ent e div er so de Gondw ana, y ofr ece una gam a de r ecur sos
m iner ales, com o hier r o, car bón, oro y jade, ex plot ables com er cialm ent e. La m ay or ía
de las r est ant es islas ex t ensas de Polinesia son v olcanes que em er gier on del m ar ,
nunca han form ado part e de un cont inent e y pueden incluir o no zonas de piedra
caliza em er gida. Aun cuando car ecen de la r iqueza geológica de Nuev a Zelanda, las
islas volcánicas oceánicas r epr esent an al m enos una m ej ora con r espect o a los
at olones ( desde la per spect iv a de los polinesios) por cuant o ofr ecen div er sos t ipos
de piedr as volcánicas, algunas de las cuales son sum am ent e aptas para fabr icar
út iles de piedr a.
Las islas volcánicas difier en ent r e sí. Las elev aciones de las m ás alt as generan lluvia
en las m ont añas, por lo que las islas est án m uy er osionadas y pr esent an suelos
pr ofundos y cur sos de agua per m anent es. Ést e es el caso, por ej em plo, de las islas
de la Sociedad,
Sam oa,
las Mar quesas y
especialm ent e Haw ái,
que es el
ar chipiélago polinesio con m ont añas m ás alt as. Ent r e las islas de m enor alt ur a,
Tonga y ( en m enor m edida) la isla de Pascua, t ienen t am bién suelos r icos debido a
las pr ecipit aciones de cenizas, per o car ecen de los gr andes cur sos de agua de
Haw ái.
Por lo que se r efier e a los r ecur sos m ar inos, la m ayor ía de las islas de Polinesia
est án r odeadas de aguas poco pr ofundas y ar r ecifes, y m uchas abar can tam bién
lagunas. Est os ent or nos hier v en de peces y cr ust áceos. Sin em bar go, las cost as
r ocosas de Pascua, Pit cair n y las Mar quesas, así com o su fondo m ar ino que gana
pr ofundidad br uscam ent e, y la ausencia de ar r ecifes de coral en t or no a ellas, son
m ucho m enos product ivas de alim ent os m arinos.
La super ficie es ot r a v ar iable obvia, que oscila ent r e las 40 ha de Anat a, la isla
polinesia aislada m ás pequeña de las que alber gan población per m anent e, y los
265.000 km 2 del m ini cont inent e de Nuev a Zelanda. El t er r eno habit able de algunas
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islas, especialm ent e las Mar quesas, está fr agm ent ado en valles de par edes
escar padas por cadenas m ont añosas, m ient r as que otr as islas, com o Tonga y
Pascua, est án form adas por t er r enos suav em ent e ondulados que no pr esent an
obst áculo alguno par a el desplazam ient o y la com unicación.
La últ im a v ar iable am bient al que hem os de consider ar es el aislam ient o. La isla de
Pascua y las Chat ham son pequeñas y están t an lej os de ot ras islas que, una vez
que fuer on colonizadas inicialm ent e, las sociedades fundadas de ese m odo se
desarr ollar on en t ot al aislam ient o del r est o del m undo. Nuev a Zelanda, Hawái y las
Marquesas son t am bién m uy r em ot as, pero al m enos los dos últ im os ar chipiélagos
t uvieron aparent em ent e ot ros cont act os con ot ros archipiélagos después de su
pr im er a colonización, y los t r es est án for m ados por m uchas islas lo bast ant e
cer canas ent r e sí com o para que sea posible el cont act o r egular ent r e islas del
m ism o ar chipiélago. La m ay or ía de las rest ant es islas de Polinesia m ant uvier on
cont act os m ás o m enos r egular es con ot ras islas. En par t icular , el ar chipiélago de
Tonga est á sit uado suficient em ent e cer ca de los ar chipiélagos de Fij i, Sam oa y
Wallis com o para perm it ir el desplazam ient o r egular entr e ellos, lo que finalm ent e
per m it ió a los poblador es de Tonga em pr ender la conquist a de Fij i.
* * * *
Una vez concluido est e br ev e r epaso a los diver sos ent or nos de Polinesia, v eam os
ahora cóm o esa v ar iación influyó en las sociedades polinesias. La subsist encia es
una facet a de la sociedad que nos r esult a pr áct ica para com enzar , y a que a su vez
influy e en ot ras facet as.
La subsist encia en Polinesia dependía de div er sas m ezclas de pesca, r ecolección de
plant as silv est r es y peces y cr ust áceos m ar inos, caza de aves t er r est r es y cr ía de
av es m ar inas y pr oducción de alim ent os. La m ay or ía de las islas de Polinesia
alber gar on
en
un
pr incipio
grandes
av es
incapaces
de
v olar
que
habían
ev olucionado en ausencia de pr edador es, y cuy os ej em plos m ás conocidos son el
m oa de Nuev a Zelanda y el ganso incapaz de v olar de Haw ái. Aunque est as aves
er an
im por t ant es
fuent es
de
alim ent o
par a
los
pr im er os
colonizador es,
especialm ent e en la isla Sur de Nuev a Zelanda, la m ay or ía de ellas fuer on
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ex t er m inadas pront o en t odas las islas, debido a la facilidad con que podían ser
abat idas. El núm er o de aves m ar inas que anidaban t am bién se r edujo rápidam ent e,
aunque est as aves cont inuaron siendo im por t ant es fuent es de alim ent o en algunas
islas. Los r ecur sos m ar inos er an im por t ant es en la m ay or ía de las islas, aunque
m enos en las islas de Pascua y Pit cair n y las Marquesas, donde en consecuencia la
población dependía especialm ent e de los alim ent os que podía producir por sus
m edios.
Los polinesios ancest rales llevaron consigo t res anim ales dom est icados ( el cerdo, el
pollo y el per r o) y no dom est icar on a ningún otr o anim al en Polinesia. Muchas islas
conser v aron est as t r es especies, aunque en las islas polinesias m ás aisladas falt aba
uno o m ás de ellos, y a sea por que el ganado t ranspor t ado en las canoas no
sobr ev iv ió al lar go per iplo m ar ino de los colonizador es o por que el ganado que
desapar eció no pudo ser obt enido con facilidad del ex t er ior . Por ej em plo, la Nuev a
Zelanda aislada t er m inó únicam ent e t eniendo perr os; Pascua y Tik opia, sólo pollos.
Sin acceso a arr ecifes de coral ni aguas poco profundas pr oduct iv as, y con el r ápido
ex t er m inio de sus aves t er r est r es, los habit ant es de la isla de Pascua em pr endier on
la const r ucción de galliner os para la cr ía int ensiv a de av es.
En el m ej or de los casos, est as t res especies de anim ales dom est icados sólo
pr opor cionaban
com idas
ocasionales.
La
pr oducción
alim ent ar ia
de
Polinesia
dependía pr incipalm ent e de la agr icult ur a, que er a im posible en lat it udes subár t icas
y a que todos los cult iv os polinesios er an t ropicales y habían com enzado a cult iv ar se
fuer a de Polinesia habiendo sido llev ados después hast a las islas por colonizador es.
Los poblador es de las islas Chat ham y la par t e m er idional fr ía de la isla Sur de
Nuev a Zelanda se v ier on
obligados,
pues,
a abandonar
el legado agr ícola
desarr ollado por sus ant epasados durant e los m ilenios ant er ior es y a conv er t ir se de
nuevo en cazador es- r ecolect or es.
La población de las r estant es islas de Polinesia pr act icó una agr icult ur a basada en
cult iv os de secano ( especialm ent e tar o, ñam es y bat atas) , cult iv os de r egadío
( pr incipalm ent e t aro) y cult iv os arbór eos ( com o el árbol del pan, la banana y el
coco) . La product iv idad y la im por t ancia relat iv a de est os t ipos de cult ivo var ían
consider ablem ent e
en
difer ent es
islas,
dependiendo
de
sus
ent or nos.
Las
densidades de población hum ana er an m ás baj as en Hender son, Rennell y los
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at olones debido a su pobr e suelo y sus lim it adas r eser v as de agua dulce. Las
densidades er an baj as t am bién en la Nuev a Zelanda t em plada, que er a dem asiado
fr ía para algunos cult iv os polinesios. Los polinesios de ést as y algunas ot r as islas
pr act icar on un t ipo no int ensiv o de agr icult ur a de r otación y r oza e incendio.
En ot r as islas los suelos er an r icos, per o no er an ellas lo bast ant e elev adas com o
para t ener cor r ient es de agua perm anent es, y por tant o, r egadío. Los habit ant es de
esas islas desarr ollar on una agr icult ur a int ensiv a de secano que r equer ía una gr an
apor t ación de m ano de obra par a const r uir t er r azas, cubr ir con m ant illo, r otar los
cult iv os, r educir o elim inar los per íodos de barbecho y m ant ener las poblaciones de
ár boles. La agr icult ur a de secano llegó a ser especialm ent e pr oduct iv a en la isla de
Pascua, la m inúscula Anut a y la llana y baj a Tonga, donde los polinesios dedicar on
la m ay or par t e de la super ficie ter r est r e al cult iv o de pr oduct os alim ent icios.
La agr icult ur a polinesia m ás pr oduct iv a er a el cult ivo de t ar o en cam pos de r egadío.
Ent r e las islas t r opicales m ás pobladas, esta opción fue descar t ada en Tonga por su
escasa elev ación y, por t ant o, su falt a de r íos. La agr icult ur a de r egadío alcanzó su
apogeo en las islas m ás occident ales de Haw ái, Kauai, Oahu y Molokai, que t enían
ex t ensión y hum edad suficient es com o par a albergar no sólo grandes cursos de
agua per m anent es sino t am bién poblaciones hum anas num er osas y disponibles para
los pr oy ect os de const r ucción. La m ano de obr a for zada de Hawái const r uyó
com plej os sist em as de r egadío par a cam pos de t ar o que pr oducían hasta 60 t / ha, el
rendim ient o m ás alt o de un cult ivo en Polinesia. Est os r endim ient os, a su vez,
perm it ían la producción intensiva de cerdos. Hawái fue t am bién único en Polinesia
en el uso de m ano de obr a m asiv a par a la acuicult ur a, m ediant e la const r ucción de
gr andes est anques en los que se cr iaban peces láct eos y m új oles.
* * * *
Com o consecuencia de t oda est a v ar iación am bient alm ent e r elacionada con la
subsist encia, las densidades de la población hum ana ( m edidas en personas por k m 2
de t ier r a cult iv able) pr esent aban gr andes v ar iaciones en Polinesia. En el ex t r em o
infer ior est aban los cazador es-r ecolect or es de las islas Chat ham ( algo m enos de 2
per sonas por km 2 ) y la isla Sur de Nueva Zelanda y los agr icult or es del r est o de
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Nuev a Zelanda ( 10 habit ant es por k m 2 ) . En cam bio, m uchas islas con agr icult ur a
int ensiv a alcanzar on densidades de población super ior es a los 45 habit ant es por
km 2 . Tonga, Sam oa y las islas de la Sociedad llegar on a ent r e 80 y 95 habit ant es
por km 2 y Hawái llegó a 115. El ext r em o super ior , con 400 habit ant es por km 2 ,
est uvo ocupado por la elev ada isla de Anut a, cuya población conv ir t ió básicam ent e
t oda la t ier r a en apt a par a la producción int ensiv a de alim ent os, para lo cual alber gó
a 160 per sonas en las 40 ha de la isla, incor por ándose a las filas de las poblaciones
aut osuficient es m ás densas del m undo. La densidad de población de Anut a superó a
la de la Holanda m oder na e incluso r iv alizó con la de Bangladesh.
El t am año de la población es el pr oduct o de la densidad de población ( habit ant es
por km 2 ) por la super ficie ( km 2 ) . La superficie pert inent e no es la superficie de una
isla, sino la de una unidad polít ica, que puede ser m ay or o m enor que una isla. Por
una par t e, las islas sit uadas cer ca de otr as podían com binar se en una unidad
polít ica única. Por otr a par t e, las islas ex t ensas y de r eliev e accident ado se div idían
en m uchas unidades polít icas independient es. De ahí que la super ficie de la unidad
polít ica var iase no sólo con la super ficie de una isla sino t am bién con su
fragm ent ación y su aislam ient o.
En cuant o a las islas pequeñas y aisladas, donde no ex ist ían obst áculos im por t ant es
para las com unicaciones int er nas, t oda la isla const it uía la unidad polít ica, com o en
el caso de Anut a, con sus 160 habit ant es. Muchas islas m ás ext ensas nunca llegar on
a unificar se polít icam ent e, y a fuer a por que su población est aba form ada por bandas
disper sas de unas decenas de cazador es- r ecolect or es cada una ( las islas Chat ham y
la isla Sur de Nuev a Zelanda) o por agr icult or es disper sos y separados por gr andes
dist ancias ( el r est o de Nuev a Zelanda) , o por agr icult or es que v iv ían en poblaciones
densas per o en t er r it or ios accident ados que im pedían la unificación polít ica. Por
ej em plo, los habit ant es de los pr ofundos valles colindant es de la islas Mar quesas se
com unicaban ent r e sí pr incipalm ent e por m ar ; cada v alle for m aba una ent idad
polít ica independient e de unos m iles de habit ant es, y la m ay or ía de las islas
Marquesas de gr an tam año perm anecier on div ididas en m uchas de est as ent idades.
El t er r it or io de las islas de Tonga, Sam oa, Sociedad y Hawái perm it ía la unificación
polít ica dent r o de las islas, y pr oduj o unidades polít icas de 10.000 o m ás per sonas
( m ás de 30 000 en la m ás ex t ensa de las islas de Haw ái) . Las dist ancias ent r e islas
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del ar chipiélago de Tonga, así com o las dist ancias ent r e Tonga y los ar chipiélagos
vecinos, eran suficient em ent e m odest as com o para que se est ableciese finalm ent e
un im per io plur iinsular que com pr endía a 40.000 per sonas. Así pues, las unidades
polít icas polinesias oscilaban en cuant o a t am año ent r e unas docenas y 40 000
personas.
El t am año de la población de una unidad polít ica int er act uó con su densidad de
población par a influir en la or ganización t ecnológica y económ ica, social y polít ica de
Polinesia. En gener al, cuant o m ay or er a el tam año y m ás alt a la densidad, m ás
com plej as y especializadas er an la t ecnología y la or ganización, por razones que
ex am inar em os en det alle en capít ulos poster ior es. En una palabra, con densidades
de población alt as sólo una par t e de los habit ant es llegar on a ser agr icult or es, per o
fuer on
m ovilizados para
dedicar se a
la
pr oducción
int ensiv a
de alim ent os,
pr oduciendo de est e m odo ex cedent es para alim ent ar a los no pr oduct or es. Los no
pr oduct or es que los m ov ilizar on incluían j efes, sacer dot es, bur ócr atas y guer r er os.
Las unidades polít icas m ás grandes podían r eunir grandes fuer zas de t rabaj o para
const r uir sist em as de r egadío y est anques para peces que int ensificar on aún m ás la
pr oducción de alim ent os. Est os acont ecim ient os fueron especialm ent e evident es en
Tonga, Sam oa y las islas de la Sociedad, t odas las cuales er an fér t iles, densam ent e
pobladas y m oderadam ent e grandes de acuer do con los cr it er ios polinesios. La
t endencia alcanzó su cénit en el ar chipiélago de Hawái, form ado por las islas
polinesias t r opicales m ás ex t ensas, donde la densidad de población y las gr andes
super ficies t er r est r es im plicar on que los j efes t uviesen la posibilidad de disponer de
m ano de obra m uy num er osa.
Las var iaciones ent r e las sociedades polinesias asociadas a difer ent es densidades y
t am años de la población er an las siguient es. Las econom ías cont inuar on siendo m ás
sencillas en las islas con baj a densidad de población ( com o los cazador esr ecolect or es de las Chat ham ) , baj as cifras de población ( pequeños at olones) o
v alor es baj os t ant o de densidad com o de población. En est as sociedades, cada
unidad fam iliar hacía lo que necesit aba; la especialización económ ica era escasa o
no ex ist ía. La especialización aum ent aba en las islas m ás ex t ensas y con m ay or
densidad de población, para llegar a su apogeo en Sam oa, las islas de la Sociedad y
especialm ent e Tonga y Hawái. Est as dos últ im as islas alber gaban a ar t esanos
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especializados a t iem po par cial y her edit ar ios, incluidos const r uct or es de canoas,
navegant es, cant er os, cazador es de av es y t at uador es.
La com plej idad social pr esent aba var iaciones sem ej antes. Tam bién en est e caso, las
islas Chat ham y los at olones t enían las sociedades m ás sim ples e igualit ar ias.
Cuando est as islas conser v aban la t r adición polinesia or iginal de t ener j efes, ést os
lucían escasos o nulos signos visibles de dist inción, vivían en chozas corr ient es
com o las del pueblo llano y cult ivaban o capt ur aban su alim ent o com o cualquier ot ra
per sona. Las dist inciones sociales y los poder es pr opios de los j efes aum ent aban en
las islas de alt a densidad de población dot adas de gr andes unidades polít icas, y er an
especialm ent e acusadas en Tonga y las islas de la Sociedad.
La com plej idad social alcanzaba t am bién su apogeo en el ar chipiélago de Haw ái,
donde las per sonas descendient es de los j efes se div idían en ocho linaj es
clasificados j er árquicam ent e. Los m iem bros de est os linaj es de j efes no se casaban
con personas del pueblo llano sino únicam ent e ent re sí, a veces con herm anos o
m edio her m anos. El pueblo llano debía post r ar se ant e los j efes de alt o r ango. Todos
los m iem br os de los linaj es de j efes, bur ócr at as y algunos ar t esanos especializados
est aban liber ados del t r abaj o de pr oducción de alim ent os.
La organización polít ica seguía las m ism as t endencias. En las islas Chat ham y los
at olones, los j efes cont aban con escasos recursos para adm inist rar, las decisiones
se t om aban t ras un debat e gener al y la pr opiedad de la t ier r a er a de la com unidad
en su conj unt o en vez de per t enecer a los j efes. Las unidades polít icas m ás gr andes
y con m ás densidad de población concent r aban m ás aut or idad en los j efes. La
com plej idad polít ica er a m ay or en Tonga y Haw ái, donde los poder es de los j efes
her edit ar ios se apr oxim aban a los de los r eyes de ot r as r egiones del m undo, y
donde la t ier r a era cont rolada por los j efes, no por el pueblo llano. Ut ilizando
bur ócr atas designados com o agent es, los j efes r equisaban alim ent os al pueblo llano
y
r eclut aban a m iem bros de ést e para t r abaj ar
en
grandes pr oyect os de
const r ucción, cuy a for m a var iaba de una isla a ot ra: proyect os de r egadío y
est anques para peces en Haw ái, cent r os de danza y fiest a en las Mar quesas,
t um bas de los j efes en Tonga y t em plos en Haw ái, Sociedad y Pascua.
En el m om ent o de la llegada de los eur opeos, en el siglo XVI I I , la j efat ur a o est ado
de Tonga se había conv er t ido ya en un im per io que abar caba var ios ar chipiélagos.
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Dado que el archipiélago de Tonga estaba geográficam ent e unido e incluía v ar ias
islas ex t ensas con t er r eno no fr agm ent ado, cada isla se unificó baj o un único j efe;
después, los j efes her edit ar ios de la isla m ás ex t ensa de Tonga ( Tongatapu) unier on
t odo
el
ar chipiélago,
y
finalm ent e
conquist ar on
islas
no
per t enecient es
al
ar chipiélago y sit uadas a dist ancias que llegaban a los 800 k m . Pract icaban
r egular m ent e el com er cio de largo r ecor r ido con Fij i y Sam oa, est ablecier on
asent am ient os t onganos en Fij i y com enzaron a asalt ar y conquist ar algunas zonas
de Fij i. La conquist a y la adm inist r ación de est e pr ot oim per io m ar ít im o se logr ar on
m ediant e arm adas de grandes canoas, en cada una de las cuales podían viaj ar
hast a 150 hom br es.
Al igual que Tonga, Hawái se conv ir t ió en una ent idad polít ica que abar caba var ias
islas m uy pobladas, aunque quedó lim it ada a un solo ar chipiélago debido a su
ex t r em o aislam ient o. En el m om ent o del «descubr im ient o» de Hawái por los
eur opeos en 1778, la unificación polít ica había t enido lugar ya en cada isla
haw aiana, y había com enzado alguna fusión polít ica ent r e las islas. Las cuat ro islas
m ás ex t ensas —la isla Grande ( Hawái en sent ido est r ict o) , Maui, Oahu y Kauai—
conser v aron su independencia y siguier on cont r olando ( o disput ándose el contr ol de
ellas) las islas m enor es ( Lanai, Molokai, Kahoolaw e y Niihau) . Después de la llegada
de los eur opeos, el r ey Kam eham eha I de la isla Gr ande av anzó rápidam ent e en la
consolidación de las islas m ayor es m ediant e la adquisición de ar m as de fuego y
bar cos europeos par a invadir y conquist ar pr im er o Maui y después Oahu. A par t ir de
ahí, Kam eham eha pr epar ó invasiones de la últ im a isla independient e de Haw ái, la
de Kauai, cuy o j efe llegó finalm ent e a un acuer do negociado con él, com plet ándose
así la unificación del ar chipiélago.
El t ipo de v ar iación que nos queda por consider ar entr e las sociedades polinesias
t iene que ver con los út iles y ot r os aspect os de la cult ura m at erial. Los diferent es
gr ados de disponibilidad de m at er ias pr im as im pusier on una lim it ación ev ident e a la
cult ur a m at er ial. En un ex t r em o est aba la isla de Hender son, un ant iguo ar r ecife
elev ado sobr e el niv el del m ar y despr ovisto de piedras dist int as de la piedr a caliza.
Sus habit ant es se lim it ar on a fabr icar azuelas con las conchas de alm ej as gigant es.
En el ext rem o opuest o, los m aoríes del m ini cont inent e de Nueva Zelanda t enían
acceso a una am plia gam a de m at er ias pr im as y dest acar on especialm ent e por su
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uso del j ade. Entre est os dos ext rem os se hallaban las islas volcánicas oceánicas de
Polinesia, que car ecían de granit o, sílex y ot r as r ocas cont inent ales, per o al m enos
t enían r ocas v olcánicas, con las que los polinesios fabr icar on azuelas de piedr a
t allada o pulim ent ada que ut ilizar on par a lim piar la t ier r a par a la agr icult ur a.
En cuant o a los t ipos de obj et os que se fabr icaban, los habit ant es de las islas
Chat ham necesit aban poco m ás que bastones y palos par a m at ar focas, aves y
bogav ant es. La m ay or ía de los habit ant es de las dem ás islas pr oducían una ser ie
diver sa de anzuelos, azuelas, j oyas y ot r os obj et os. En los at olones, com o en las
Chat ham , esos obj et os eran pequeños, r elat iv am ent e sencillos y pr oducidos y
poseídos individualm ent e, m ient ras que la arquit ect ura consist ía únicam ent e en
sencillas cabañas.
Las islas ex t ensas y
densam ent e pobladas alber gaban a
ar t esanos especializados que pr oducían una am plia ser ie de obj et os de pr est igio
para los j efes, com o las capas de plum as r eser v adas para los j efes haw aianos y
hechas de decenas de m iles de plum as de aves.
Las m ay or es edificaciones de Polinesia er an las inm ensas est r uct ur as de piedr a de
algunas islas: las célebr es est at uas gigant es de la isla de Pascua, las t um bas de los
j efes de Tonga, las plat afor m as cer em oniales de las Mar quesas y los t em plos de
Haw ái
y
Sociedad.
Ésta
ar quit ect ur a
polinesia
m onum ent al
ev olucionaba
ev ident em ent e en la m ism a dir ección que las pir ám ides de Egipt o, Mesopotam ia,
México y Per ú. Nat ur alm ent e, las constr ucciones de Polinesia no son de la m ism a
escala que las pir ám ides, pero est o r eflej a únicam ent e el hecho de que los faraones
egipcios podían r ecur r ir a m ano de obr a for zada pr ocedent e de una población
hum ana m ucho m ás num er osa que la de los j efes de cualquier isla de Polinesia. Con
t odo, los habit ant es de la isla de Pascua logr ar on er igir est at uas de piedr a de 30 t ,
lo que no es poco para una isla con sólo 7000 habit ant es que no t enían m ás fuent e
de ener gía que sus pr opios m úsculos.
* * * *
Así pues, las sociedades de las islas de Polinesia pr esent aban grandes difer encias en
cuant o a especialización económ ica, com plej idad social, or ganización polít ica y
pr oducción m at er ial, r elacionadas con diferencias en el t am año y la densidad de la
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población, r elacionadas ést as a su vez con difer encias de super ficie de las islas, su
fragm ent ación y aislam ient o y en cuant o a las oport unidades de subsist encia y de
int ensificación de la pr oducción de alim ent os. Todas est as difer encias ent r e las
sociedades polinesias se desar rollar on, en un t iem po r elat iv am ent e br ev e y en una
fr acción m odest a de la super ficie de la Tier r a, com o v ar iaciones r elacionadas con el
ent or no sobr e una única sociedad ancest r al. Estas cat egor ías de difer encias
cult ur ales en Polinesia son en esencia las m ism as cat egor ías que apar ecier on en
ot r os lugar es del planet a.
Nat ur alm ent e, la gam a de var iación sobr e el r est o del planet a es m ucho m ayor que
la que se obser v a en Polinesia. Mient r as que los pueblos cont inent ales m oder nos
incluían a los dependient es de las her r am ient as de piedra, com o era el caso de los
polinesios, Am ér ica del Sur abar caba sociedades ex per tas en el uso de m et ales
pr eciosos, y los habit ant es de Eurasia y Áfr ica llegaban a ut ilizar el hier r o. Est os
av ances est aban descar t ados en Polinesia, porque ninguna isla, a ex cepción de
Nuev a Zelanda, t enía y acim ient os im port ant es de m et ales. En Eurasia había
im per ios con todas las de la ley ant es de que Polinesia fuer a incluso poblada, y en
Am ér ica del Sur y Mesoam ér ica se desar rollar on im per ios post er ior m ent e, m ient r as
que Polinesia pr oduj o únicam ent e dos pr otoim per ios, uno de los cuales ( Haw ái) se
unió únicam ent e después de la llegada de los eur opeos. Eur asia y Mesoam ér ica
desarr ollar on una escr it ur a aut óct ona, que no apar eció en Polinesia, cuya m ist er iosa
escr it ur a pudo sin em bargo ser post er ior al cont act o de los isleños con los eur opeos.
Es decir , Polinesia nos ofr ece una pequeña par t e, no todo el espect ro, de la
div er sidad social hum ana del m undo. Per o est o no debe sor pr ender nos, pues nos
ofr ece una pequeña par t e de la div er sidad geográfica del m undo. Adem ás, habida
cuent a que Polinesia fue colonizada en una época t an t ar día de la hist or ia hum ana,
incluso las sociedades polinesias m ás ant iguas sólo dispusier on de 3.200 años para
desarr ollar se, fr ent e a un m ínim o de 13.000 años para las sociedades de incluso los
cont inent es colonizados en fechas m ás t ar días ( Am ér ica) . Si hubier an t enido
algunos m ilenios m ás, quizá Tonga y Haw ái habr ían alcanzado el niv el de im per ios
en t oda r egla que hubier an luchado por el cont r ol del Pacífico, y se habr ían
desarr ollado sist em as de escr it ura aut óct onos par a adm inist r ar esos im per ios,
m ient r as que los m aor íes de Nuev a Zelanda podr ían haber incor por ado út iles de
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hier r o y cobr e a su r eper t or io de j ade y ot r os m at er iales.
En una palabra, Polinesia nos pr opor ciona un ej em plo convincent e de diver sificación
relacionada con el ent orno de las sociedades hum anas en funcionam ient o. Pero de
ello sólo apr endem os qué puede suceder , porque sucedió en Polinesia. ¿Sucedió
t am bién en los cont inentes? En caso afir m at iv o, ¿qué difer encias am bient ales fuer on
las
responsables
de
la
diversificación
en
los
cont inent es,
y
cuáles
sus
consecuencias?
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Ca pít u lo 3
Colisión e n Ca j a m a r ca
El m ay or cam bio dem ográfico de la época m oder na ha sido la colonización del
Nuev o Mundo por los europeos, y la conquist a, r educción num ér ica o desapar ición
t ot al r esult ant es de la m ay or ía de los gr upos de indígenas am er icanos. Com o hem os
explicado en el capít ulo 1, el Nuevo Mundo fue colonizado inicialm ent e hacia 11000
a.C. o ant es de esa fecha a t rav és de Alaska, el est r echo de Ber ing y Siber ia. Las
sociedades agr ícolas com plej as nacier on gradualm ent e en Am ér ica hast a m uy al sur
de aquella r ut a de ent r ada, y se desar rollar on en absolut o aislam ient o de las
sociedades com plej as que apar ecían en el Viej o Mundo. Después de aquella
colonización inicial de Asia, los únicos cont act os cont rast ados ent re el Nuevo Mundo
y Asia afect ar on únicam ent e a los cazador es- r ecolect or es que v iv ían a am bos lados
del est r echo de Ber ing, adem ás de una t r avesía t r anspacífica deducida que int r oduj o
la bat ata de Am ér ica del Sur en Polinesia.
Por lo que se refiere a los cont act os de los pueblos del Nuevo Mundo con Eur opa, los
únicos en épocas t em pranas fuer on prot agonizados por los vik ingos que ocupar on
Gr oenlandia en núm er o m uy r educido ent r e 986 y 1500. Per o aquellas visit as de los
nór dicos
no
sur t ier on
efect os
discer nibles
en
las
sociedades
de
indígenas
am er icanos. En cam bio, a efect os pr áct icos la colisión de sociedades avanzadas del
Viej o
Mundo
y
el
Nuevo
Mundo
com enzó
br uscam ent e
en
1492,
con
el
«descubr im ient o» por Cr ist óbal Colón de algunas islas del Car ibe densam ent e
pobladas por indígenas am er icanos.
El m om ent o m ás dram át ico en las post er ior es r elaciones ent r e los eur opeos y los
indígenas am er icanos fue el pr im er encuent r o ent r e el em per ador inca At ahualpa y
el conquist ador español Fr ancisco Pizar r o en la ciudad de Caj am ar ca, en el alt iplano
per uano, el 16 de nov iem br e de 1532. At ahualpa er a m onar ca absolut o del Est ado
m ás ex t enso y avanzado del Nuev o Mundo, m ient r as que Pizarr o r epr esent aba al
em per ador del Sacr o I m per io Rom ano, Carlos V ( Car los I de España) , m onar ca del
Est ado m ás poder oso de Eur opa. Pizarr o, al m ando de un var iopint o gr upo de 168
soldados españoles, desconocía el t er r eno, ignoraba a los habit ant es de la zona,
est aba t otalm ent e fuer a de cont act o con los españoles m ás cer canos ( 1500 k m al
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nor t e, en Panam á) y m uy lej os del alcance de r efuer zos a t iem po. At ahualpa est aba
en el cent r o de su im per io de m illones de súbdit os y r odeado inm ediat am ent e por
su ej ércit o de 80 000 soldados, recient em ent e vict or ioso en una guerr a con ot ros
indios. Sin em bargo, Pizar r o capt ur ó a At ahualpa unos m inut os después de que
am bos j efes se v ier an. Pizar r o t uv o encer r ado a su pr isioner o dur ant e ocho m eses,
m ient r as obt enía el m ay or r escat e de la hist or ia a cam bio de la pr om esa de
liber ar le. Después de la ent r ega del r escat e —suficient e or o com o par a llenar una
sala de apr oxim adam ent e 6,5 m de lar go por 5 m de ancho y 2,5 m de alt o—,
Pizar r o r enegó de su prom esa y ej ecut ó a At ahualpa.
La capt ur a de At ahualpa fue decisiv a par a la conquist a eur opea del I m per io inca.
Aunque las ar m as super ior es de los españoles habr ían gar ant izado una vict or ia
española en últ im a inst ancia en cualquier caso, la capt ur a perm it ió que la conquist a
fuer a m ás rápida e infinit am ent e m ás fácil. At ahualpa er a v enerado por los incas
com o dios- sol y ej er cía una aut or idad absolut a sobr e sus súbdit os, que obedecían
incluso las ór denes dict adas desde su caut iv idad. Los m eses pr ev ios a la m uer t e del
em per ador dier on a Pizar r o t iem po para enviar par t idas de ex plor ación a ot r as
par t es del I m per io inca sin que fuer an m olest adas, así com o para solicit ar r efuer zos
de Panam á. Cuando com enzó finalm ent e la lucha ent r e españoles e incas tr as la
ej ecución de At ahualpa, las fuer zas españolas er an m ás t em ibles.
Así pues, la capt ur a de At ahualpa nos int er esa específicam ent e por señalar el
m om ent o decisiv o en la m ay or colisión de la hist or ia m oder na. Per o t am bién t iene
un int er és m ás gener al, por que los fact or es que t uv ier on com o r esult ado la capt ur a
de At ahualpa por Pizarr o fuer on esencialm ent e los m ism os que det er m inar on el
r esult ado
de
m uchas
colisiones
sem ej antes
ent r e
colonizador es
y
pueblos
aut óct onos en ot ros punt os del m undo m oderno. De ahí que la capt ur a de At ahualpa
nos ofr ezca una am plia v ent ana par a cont em plar la hist or ia univ er sal.
* * * *
Los hechos acaecidos aquel día en Caj am ar ca son bien conocidos, porque fuer on
r egist r ados por escr it o por m uchos t est igos españoles. Para hacer nos una idea de
aquellos acont ecim ient os, los r ev ivir em os uniendo ex t r act os de los r elat os dir ect os
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de cr onist as de la época:
«Porque a glor ia de Dios nuest r o sober ano Señor , y honr a y ser v icio de la cat ólica
cesár ea m aj est ad, sea alegr ía para los fieles y espant o para los infieles: y
finalm ent e adm ir ación a todos los hum anos, la Pr ovidencia div ina y la v ent ur a del
César , y la pr udencia y esfuer zo y m ilit ar disciplina y t r abaj osas y peligr osas
navegaciones y batallas de los españoles, vasallos del invict ísim o Car los Em per ador
del r om ano im per io, nuest r o natur al Rey y señor : m e ha par ecido escr ibir est a
r elación, y env iar la a su m aj est ad para que t odos t engan not icia de lo ya dicho, que
sea a glor ia de Dios; por que, ay udados con su div ina m ano han vencido, y t raído a
nuest ra fe cat ólica t ant a m ult it ud de gent ilidad; y a honra de nuest ro César , porque
con su gr an poder y buena vent ur a en su t iem po t ales cosas suceden; y alegr ía de
los fieles que por ellos t ales y t ant as bat allas se han v encido, y tant as pr ovincias
descubier t o y conquist ado; y t antas r iquezas t r aídas par a su r ey y r einos para ellos;
y ser á lo dicho que los cr ist ianos han hecho t em or a los infieles y adm ir ación a
t odos los hum anos; por que ¿cuándo se v ier on en los ant iguos ni m oder nos t an
gr andes em pr esas de tan poca gent e con tant a, y por t ant os clim as de cielo y golfos
de m ar dist ancia de t ier r a ir a conquist ar lo no vist o ni sabido? Y ¿quién se igualar á
con los de España? No por cier t o los j udíos, gr iegos ni r om anos, de quien m ás que
de t odos se escr ibe.
»Porque, si los rom anos t antas pr ovincias soj uzgar on, fue con igual, o con poco
m enor núm er o de gent e, y en t ier r as sabidas y pr oveídas de m ant enim ient o usados,
y con capit anes y ej ércitos pagados. Mas nuest ros españoles, siendo pocos en
núm ero, que nunca fueron j untos sino doscient os o t r escient os, y algunas veces
cient o y aun m enos. [ …] Y los que han en diver sas veces han ido, no han sido
pagados ni for zados, sino de su pr opia v olunt ad y a su cost a han ido. Y así, han
conquist ado en nuest r os t iem pos m ás t ier r a que la que ant es se sabía que t odos los
pr íncipes fieles e infieles poseían; m ant eniéndose con los m ant enim ient os best iales
de aquellos que no t enían not icias de pan ni vino; sufr iéndose con yer bas y r aíces y
fr ut as, han conquist ado lo que y a t odo el m undo sabe; y por t ant o, no escr ibir é al
pr esent e m ás de lo sucedido en la conquist a de la Nueva Cast illa; y m ucho no
escr ibir é, por ev it ar pr olij idad».
«La gent e desde pueblo er a alzada, ex cepto algunas m uj er es y pocos indios; de los
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cuales m andó el gober nador a un capit án que t om ase dos de los m ás pr incipales, y
les pr egunt ase a cada uno por sí de las cosas de aquella t ier r a y dónde est aba
At ahualpa, si esper aba de paz o de guer ra.
»El capit án supo dellos cóm o había tr es días que At ahualpa er a v enido a Caj am ar ca
y que t enía consigo m ucha gent e; que no sabían lo que quer ían hacer ; que siem pr e
había oído que quer ía paz con los cr ist ianos, y que la gent e desde pueblo est aba por
At ahualpa.
»Ya que el sol se quer ía poner llegó un indio [ …] y dij o que le había env iado el
pr incipal indio que iba por m ensaj ero desde cer ca de Caj am ar ca, por que allí había
encont r ado dos m ensaj eros de At ahualpa que v enían at r ás, que otr o día llegar ían; y
que At ahualpa est aba en Caj am arca, y que él no quiso par ar hast a ir a hablar a
At ahualpa, y que él v olv er ía con la r espuest a; y que en el cam ino no había hallado
gent e de guer r a».
Lám ina 20. Hom br e quechua del alt iplano andino, Am ér ica del Sur ( AP/ Wor ld Wide
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Phot os)
«Ot r o día en am aneciendo par t ió el gobernador con su gent e puest a en orden, y
anduv o hasta una legua de Cajam ar ca, donde esper ó que se j unt ase la r et aguar da;
y t oda la gent e y caballos se ar m ar on; y el Gober nador los puso en concier t o para la
ent r ada del pueblo, y hizo t r es haces de los españoles de pie y de caballo. Con est a
or den cam inó, enviando m ensaj er os a At ahualpa que v iniese al pueblo de
Caj am ar ca par a ver se con él. Y en llegando a la ent r ada de Caj am ar ca, vier on est ar
el r eal de At ahualpa una legua de Caj am ar ca, en la halda de una sier ra.
»Llegó el Gober nador a est e pueblo de Caj am ar ca v ier nes a hora de vísperas, que
se cont ar on quince días de nov iem br e año de 1532. En m edio del pueblo est á una
plaza gr ande cer cada de t apias y de casas de aposent o, y por no hallar el
Gober nador gent e, r epar ó en aquella plaza, y envió un m ensaj er o a At ahualpa
haciéndole saber cóm o era llegado; que v iniese a v er se con él y a m ost r ar le dónde
se aposent ase».
«Venido el día sábado, por la m añana llegó al Gober nador un m ensaj er o de
At ahualpa y le dij o de su par t e: "Mi señor m e envía a decir que quier e venir a v er t e,
y t r aer su gent e ar m ada, pues t ú enviast e la t uy a ayer arm ada; y que le envíes un
crist iano con quien venga." El Gobernador respondió: " Di a t u señor que venga en
buena hora com o quisier e, que de la m aner a que v inier e lo r ecibir é com o am igo y
her m ano; y que no le envío cr ist iano por que no se usa ent r e nosot ros enviar lo de
un señor a ot r o"».
«Había m andado don Fr ancisco Pizarr o que el gener al Her nando Pizar r o y los
capit anes Sot o, Mena y Belalcázar , con los españoles de a caballo, ar m ados a punt o
de guerr a, est uviesen sobr e av iso para salir a batalla con los enem igos, por que
At ahualpa le había m andado a decir que est uviesen escondidos, y aun los caballos
at ados; pusiér onse unos t ir illos en lugar alt o que est aba disput ado para v er los
j uegos o hacer los sacr ificios, y que Pedr o de Candía los solt ase cuando se hicier a
cier t a seña, que concer t aron ent r e t odos se hiciese, a lo cual los de a caballo y
peones habían, con det er m inación, de salir , est ando con el Gober nador hast a quince
r odeler os solam ent e».
«Con est e concier t o y orden que se ha dicho est uvo el Gober nador esper ando que
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At ahualpa ent r ase, sin que en la plaza par esciese algún cr ist iano, ex cept o el at alay a
que daba av iso de lo que pasaba en la huest e. El Gober nador y el capit án gener al
andaban r equir iendo los aposent os de los españoles,
viendo cóm o est aban
aper cibidos para salir cuando fuesen m enest er , diciéndoles a t odos que hiciesen de
sus cor azones for t alezas, pues no t enían ot r as, ni ot r o socorr o sino el de Dios, que
socorr e en las m ayor es necesidades a quien anda a su ser v icio. Y aunque par a cada
crist iano había quinient os indios, que t uviesen el esfuerzo que los buenos suelen
t ener en sem ej antes t iem pos, y que esperasen que Dios esper ar ía por ellos; y que
al t iem po del acom et er fuesen con m ucha fur ia y t ient o, y r om piesen sin que los de
caballo se encont rasen unos con ot r os».
Lám ina 21. Un hom br e de Eur opa occident al. ( España) . Las lám inas 21- 24
r epr esent an a hablant es de lenguas indoeuropeas de la m itad occident al de Eurasia.
( Gladst one, Ant hro- Phot o)
«Viendo el Gober nador que el sol se iba a poner , y que At ahualpa no lev ant aba de
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donde había r eparado, y que t odav ía v enía gent e con su r eal, envióle a decir con un
español que ent r ase en la plaza y v iniese a ver lo ant es de que fuese de noche.
Com o el m ensaj er o que fue ant e At ahualpa hízole acat am ient o, y por señas le dij o
que fuese donde el Gober nador est aba. Luego él y su gent e com enzar on a andar , y
el español v olv ió delant e, y dij o al Gober nador que y a v enía, y que la gent e que
t r aía en la delant er a t r aían ar m as secr etas debaj o de las cam iset as, que er an
j ubones de algodón fuer t es, y t alegas de piedr as y hondas; y que le par ecía que
t raían ruin int ención.
»Tenían t ino a dej ar ent rar en la plaza a algunos escuadr ones y a At ahualpa; y
luego t om ar las dos puer tas y alancear y pr ender los que pudiesen; si quisiesen
guer ra, por que t am bién se plat icó, si At ahualpa v iniese de paz, sust ent ár sela. El
cual com enzó a salir de donde había par ado, alzando en br ev e t iem po las t iendas
t odas, t r ayendo la gent e su or den y conciert o en sus escuadrones arm ados, m uchos
disim uladam ent e, com o se ha escr it o. Traían grandes t am bor es, m uchas bocinas,
con sus banderas t endidas, que cier t o era her m osa cosa ver tal j unt a de gent e
m ovida para t an poquit os».
«Venía delant e un escuadr ón de indios v est idos de una libr ea de color es a m aner a
de escaques; ést os venían quit ando las pajas del suelo y bar r iendo el cam ino. Tr as
ést os venían ot r as t r es escuadr as vest idos de ot r a m aner a, t odos cant ando y
bailando. Luego v enía m ucha gent e con ar m aduras, pat enas y coronas de or o y
plat a. Entr e ést os venía Atahualpa en una lit er a afor rada de plum a de papagay os de
m uchos color es, guar necida de chapas de or o y plat a.
»Tr aíanle m uchos indios sobr e los hom br os en alt o, y t r as dest a v enían ot r as dos
lit er as y dos ham acas, en que v enían ot r as per sonas pr incipales. Luego v enía
m ucha gent e en escuadr as con cor onas de or o y plat a. Luego que los pr im er os
ent r ar on en la plaza, apar t áronse y dier on lugar a los ot r os. En llegando At ahualpa
en m edio de la plaza, hizo que t odos est uviesen quedos, y la lit er a en que él venía y
las ot r as en alt o: no cesaban de ent r ar en la plaza. De la delant er a salió un capit án,
y subió en la fuer za de la plaza, donde est aba el ar t iller ía, y alzó dos veces una
lanza a m aner a de seña.
»El Gober nador , que est o vio, dij o al padr e fr ey Vicent e [ de Valv er de, fr aile
dom inico] que si quer ía ir a hablar a At ahualpa con un faraut e; él dij o que sí, y fue
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con una cr uz en la m ano y con una Biblia en la ot r a, y entr ó por ent r e la gent e
donde At ahualpa est aba, y le dij o por el far aut e: "Yo soy sacer dot e de Dios, y
enseño a los crist ianos las cosas de Dios, y asim esm o vengo a enseñar a vosot ros.
Lo que yo enseño es lo que Dios nos habló, que est á en est e libr o. Y por t anto, de
par t e de Dios y de los cr ist ianos, t e r uego que seas su am igo, porque así lo quier e
Dios; y venir t e ha bien dello; y v e a hablar al Gober nador , que est á esperando."
»At ahualpa dij o que le diese el libr o para v er le y él se lo dio cer r ado; y no acer t ando
At ahualpa a abr ir le, el r eligioso ex t endió el br azo par a lo abr ir , y At ahualpa con gran
desdén le dio un golpe en el br azo, no quer iendo que lo abr iese; y por fiando él
m esm o a abr ir lo, lo abr ió; y no m arav illándose de las let r as ni del papel com o ot r os
indios, lo arr oj ó cinco o seis pasos de sí.
»Y a las palabras que el r eligioso había dicho por el faraut e r espondió con m ucha
sober bia diciendo: " Bien sé lo que habéis hecho por ese cam ino, cóm o habéis
t r at ado a m is caciques y t om ado la r opa de los bohíos." El r eligioso r espondió: "Los
crist ianos no han hecho est o; que unos indios t r aj eron ropa sin que él lo supiese; y
él la m andó volv er ." At ahualpa dij o: "No par t ir é de aquí hasta que t oda m e la
t r aigan"».
«Com o el fr aile par t ió de donde estaba, At ahualpa dij o a sus gent es, según nos
cuent an ahor a, por los pr ov ocar a ir a, que los cr ist ianos en m enospr ecio suy o,
habiendo for zado t antas m uj er es y m uer t o t ant os hom br es, y r obado lo que habían
podido sin ver güenza ni t em or , pedían paz con pr et ensión de quedar super ior es;
que ellos dier an gran gr it o sonando sus instr um ent os».
«De r at o en rat o llegaba un indio par a r econocer el est ado que t enían los españoles.
Volv ían con m ucha alegr ía, que de m iedo se habían t odos escondido por las casas,
sin par ecer m ás que su capit án con m uy poquit os. Con est o que At ahualpa oyó le
cr ecía m ás el or gullo m ostr ándose m ás br ioso que lo que después par eció. Los m ás
de los suyos le daban pr isa que anduv iesen o licencia les diesen par a que ellos
pudiesen ir a at acar a los cr ist ianos, que no par ecían ya de t em or de v er su
pot encia.
»Com o llegase hast a un t ir o de ballest a de los aposent os, v enían algunos indios
r econociendo m ás por ent er o cóm o est aban los nuest r os; v ier on lo que habían oído,
que no par ecía caballo ni m ás cr ist ianos que el Gober nador con aquellos pocos;
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com o si ya est uvieran pr esos en su poder t rat aban de ellos.
»Com enzar on de ent rar en la plaza; los escuadr ones, com o llegar on en m edio de
ella, hicier on de sí una m uy gr ande m uela; ent r ó At ahualpa después de haber lo
hecho m uchos capit anes de los suyos con sus gent es; pasó por t odos hast a ponerse
en sus andas com o iba en m edio de la gent e; púsose en pie en m edio del est r ado;
habló en voz alt a que fueran valient es, que m irasen no se les escapase ningún
cr ist iano, ni caballo, y que supiesen que est aban escondidos de m iedo; acor dóles
cóm o siem pr e habían vencido a m uchas gent es y naciones m ilit ando debaj o de las
bander as de su padr e y suy as; cer t ificóles que si por sus pecados pr ev aleciesen los
cr ist ianos cont r a ellos, habr ían fin de sus deleit es, r eligiones: por que har ían de ellos
lo que habían oído que hicier on de los de Cuaque y las Puná; t om ó en la m ano una
bander a y cam peóla r eciam ent e.
»Habían llegado los dem ás escuadr ones, m as no ent r ar on en la plaza, por est ar t an
ocupada, quedár onse j unt o a ella en ot r o llano. Pizar r o com o ent endió lo que le
había pasado a fr ay Vicent e con At ahualpa, m irando cóm o no er a t iem po de m ás
aguar dar, alzó una t oalla en señal par a m over cont r a los indios, solt ó Candía los
t ir os, cosa nuev a para ellos y de espant o, m as fuer on los caballos, que diciendo los
caballer os gr andes voces "Sant iago, Sant iago", salier on de los aposent os cont r a los
enem igos; los cuales, sin usar de los ar dides que t enían pensados, se quedar on
hechos "per sonaj es"; no pelear on, m as buscar on por donde huir . Los de a caballo se
m ezclar on ent r e ellos, desbarat ándoles en br ev e; fuer on m uer t os y her idos m uchos.
El Gober nador , con los de a pie, que peleaban con r odelas y espadas, t ir ar on contr a
las andas, donde había j unt a de señor es; se daban algunas cuchilladas que llev asen
br azo o m ano de los que tenían las andas; luego, con grande ánim o asían con las
ot r as, deseando guar dar su I nca de m uer t e o pr isión».
»El Gober nador se ar m ó un say o de ar m as de algodón, y t om ó su espada y adar ga,
y con los españoles que con él est aban ent r ó por m edio de los indios; y con m ucho
ánim o, con solos cuat ro hom br es que le pudier on seguir allegó hast a la lit er a donde
At ahualpa est aba, y sin t em or le echó m ano del br azo, diciendo " Sant iago".
»Luego solt aron los t ir os y t ocar on las trom pet as, y salió la gent e de pie y de
caballo. Com o los indios v ier on el t r opel de los caballos, huy er on m uchos de
aquellos que en la plaza estaban; y fue t ant a la fur ia con que huy er on, que
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rom pieron un lienzo de la cerca de la plaza, y m uchos cayer on unos sobre ot r os. Los
de caballo salier on por encim a dellos hir iendo y m at ando, y siguier on el alcance. La
gent e de pie se dio t ant a buena pr iesa en los que en la plaza quedar on, que en
br ev e t iem po fuer on los m ás dellos m et idos a espada. El Gober nador t enía t odav ía
del br azo a At ahualpa, que no le podía sacar de las andas com o est aba en alt o.
»En t odo est o no alzó indio ar m as contr a español; por que fue t ant o el espant o que
t uv ier on de v er ent r ar al Gober nador ent r e ellos, y solt ar de im pr oviso la ar t iller ía y
ent r ar los caballos en t r opel, com o er a cosa que nunca habían vist o; con gr an
t ur bación pr ocur aban m ás huir por salv ar las vidas que de hacer guer r a».
«Los indios, com o eran m uchos, unos a ot r os se hacían m ay or daño, derr ibándose
por una y ot ra par t e, los caballos ent r e ellos, ni t uv ier on ánim o ni indust r ia para
pelear ; falt óles aquel día; o Dios los quiso cegar . Deseaban salir de la plaza, no
podían por los m uchos que la ocupaban; hicieron un hecho no v ist o ni oído; fue, que
t odos con un t r opel fur ioso fuer on por una par t e del lienzo que cer caba la plaza, y
con ser la par ed ancha, pusier on fuer za con t an gr an ím pet u, que r om piéndola
hicier on cam ino para huir . Los aullidos que daban er an grandes, espant ábanse y
pr egunt ábanse unos a ot r os si er a cier t o o si soñaban; y que el I nca dónde est aba.
»Mor ir ían de los indios m ás de dos m il, fuer on her idos m uchos. Salier on de la plaza,
siguiendo el alcance hast a donde est uvo el r eal de At ahualpa. Vino un agua pesada,
que fue har to aliv io para los indios. El señor At ahualpa fue llev ado por el
Gober nador , m andando que se le hiciese t oda honra y buen t r at am ient o. Algunos de
los cr ist ianos daban v oces a los indios que v iniesen a v er a At ahualpa, porque lo
hallar ían viv o, sano, sin ninguna her ida: alegr e nuev a para t odos ellos. Y así se
r ecogier on aquella noche, pasados de cinco m il indios sin arm as; los m ás se
der ram ar on por la com ar ca de Cajam ar ca, pr egonando la desvent ur a gr ande, que
les había sucedido, derr am ando m uchas lágr im as por la pr isión del señor , que ellos
t ant o am aban».
* * * *
Sigam os ahor a la cadena de causación de est e ex t r aor dinar io enfr enam ient o, a
par t ir de los hechos inm ediat os. Cuando Pizar r o y At ahualpa se encont r ar on en
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Caj am ar ca, ¿por qué Pizar ro capt ur ó a At ahualpa y m ató a t ant os de sus
seguidor es, en vez de que las fuer zas inm ensam ent e m ás num er osas de At ahualpa
capt urasen y dier an m uer t e a Pizar r o? Al fin y al cabo, Pizar ro sólo disponía de 62
soldados a caballo y 106 soldados de a pie, m ient r as que At ahualpa m andaba un
ej ércit o de unos 80 000 hom br es. En cuant o a los ant ecedent es de aquellos
acont ecim ient os, ¿por qué est aba At ahualpa en Caj am ar ca? ¿Cóm o llegó Pizar ro a
esa ciudad para capt ur ar le, en vez de ser At ahualpa quien llegase a España par a
capt urar al r ey Car los I ? ¿Por qué cay ó At ahualpa en lo que nos par ece, con la
v ent aj a de la v isión r et r ospect iv a, una t ram pa t an t r anspar ent e? ¿Desem peñaron
t am bién los fact or es que act uar on en el encuent r o de At ahualpa y Pizar r o un papel
m ás am plio en los encuent r os ent r e los pueblos del Viej o Mundo y el Nuevo Mundo y
ent r e ot r os pueblos?
¿Por qué Pizar r o capt uró a At ahualpa? Las vent aj as m ilit ar es de Pizar r o r esidían en
las ar m as de acer o y las ot ras ar m as, las arm adur as de acer o, las arm as de fuego y
los caballos de los españoles. A aquellas ar m as, las t r opas de At ahualpa, sin
anim ales en los que cabalgar par a libr ar las bat allas, sólo podían oponer palos,
m azas y hachas de m ano de piedra, bronce o m adera, adem ás de hondas y
ar m adur as acolchadas. Est os desequilibr ios en cuant o a equipam ient o fuer on
decisiv os
en
innum er ables
enfr ent am ient os
de
los
eur opeos
con
indígenas
am er icanos y otr os pueblos.
Los únicos indígenas am er icanos capaces de r esist ir la conquist a eur opea dur ant e
m uchos siglos fuer on las tr ibus que r eduj er on la dispar idad m ilit ar m ediant e la
adquisición y dom inio del caballo y las ar m as de fuego. Par a el est adounidense
blanco m edio, la palabra «indio» ev oca una im agen de indio de las llanur as
blandiendo un r ifle, com o los guer r er os sioux que aniquilar on el bat allón del ej ér cit o
de Est ados Unidos al m ando del gener al Geor ge Cust er en la fam osa bat alla de Lit t le
Big Hor n en 1876. Olv idam os con facilidad que los caballos y los r ifles er an
desconocidos al pr incipio par a los indígenas am er icanos. Fuer on llev ados por los
eur opeos y pr ocedier on a t ransform ar las sociedades de las t r ibus indias que los
adquir ier on. Gracias a su dom inio de los caballos y los r ifles, los indios de las
llanur as de Am ér ica del Nor t e, los indios araucanos del sur de Chile y los indios de
la pam pa ar gent ina r echazar on a los invasor es blancos dur ant e m ucho m ás t iem po
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que los dem ás indígenas am er icanos, y sólo sucum bier on t ras grandes operaciones
de los ej ér cit os de los gobiernos blancos en los decenios de 1870 y 1880.
Act ualm ent e, nos r esult a difícil hacer nos una idea de la inm ensa difer encia num ér ica
cont r a la cual se im puso el equipam ient o m ilit ar de los españoles. En la bat alla de
Caj am ar ca de la que y a hem os hablado, 168 españoles aplastaron a un ej ér cit o de
indígenas am er icanos que er a quinient as v eces m ás num er oso y m atar on a m iles de
nat iv os sin una sola baj a por par t e española. Una y ot ra v ez, los r elat os de las
post er ior es bat allas de Pizar ro cont ra los incas, la conquist a de los azt ecas por
Cor t és y ot r as cam pañas eur opeas de los pr im er os t iem pos contr a los indígenas
am er icanos describen enfr ent am ient os en los que unas decenas de j inet es eur opeos
infligían una der r ota aplast ant e a m iles de indios con grandes m at anzas. Durant e la
m ar cha de Pizarr o desde Cajam ar ca hast a la capit al inca de Cuzco, tr as la m uer t e
de At ahualpa, se libr aron cuat r o de esas bat allas:
en Jauj a, Vilcashuam an,
Vilcaconga y Cuzco. En las cuatr o bat allas par t icipar on únicam ent e 80, 30, 110 y 40
j inet es españoles, r espect ivam ent e, en t odos los casos enfr ent ados a m iles o
decenas de m iles de indígenas.
Ést as vict or ias españolas no pueden despachar se diciendo que se debier on
sim plem ent e a la ay uda de aliados indígenas am er icanos, a la novedad psicológica
de las ar m as de fuego y los caballos españoles o ( com o se ha dicho a m enudo) a
que los incas confundier on a los españoles con el r et or no del dios Vir acocha. Los
éx it os iniciales de Pizar r o y Cor t és atr aj eron efect iv am ent e a aliados indígenas. Sin
em bargo, m uchos de ellos no se habr ían conv er t ido en aliados si no hubier an est ado
conv encidos ya, por los dev ast ador es éx it os ant er ior es de españoles sin ot r a ayuda,
de que la r esist encia er a inút il y de que debían poner se de par t e de los pr obables
v encedor es. La novedad de los caballos, las arm as de acer o y las arm as de fuego
paralizó sin duda a los incas en Caj am arca, pero las batallas post er ior es a los
hechos de Caj am ar ca se libr ar on en contr a de la r esist encia r esuelt a de los ej ér cit os
incas que y a habían vist o las ar m as y los caballos españoles. En el plazo de 5 o 6
años desde la conquist a inicial, los incas or ganizar on dos r ebeliones desesper adas,
en gr an escala y bien pr epar adas cont ra los españoles. Am bas iniciat ivas fr acasar on
debido a la gr an super ior idad del ar m am ento de los españoles.
En el siglo XVI I I , las ar m as de fuego habían sust it uido a las espadas com o pr incipal
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ar m a pr efer ida por los invasor es eur opeos de los pueblos indígenas am er icanos y
ot r os indígenas. Por ej em plo, en 1808 un nav egant e br it ánico llam ado Char lie
Sav age, equipado con m osquet es y una ex celent e punt er ía llegó a las islas Fij i. El
at inadam ent e llam ado Sav age pr ocedió sin ay uda de nadie a alt er ar el equilibr io de
poder de Fij i. Ent r e sus m uchas proezas, r em ont ó con su canoa un r ío hast a la aldea
fij iana de Kasavu, se det uv o a m enos de un t ir o de pist ola de la cer ca de la aldea y
disparó cont ra los indefensos habit ant es. Sus víct im as fueron t an num er osas que los
aldeanos super v iv ient es apilar on los cuer pos par a r esguardar se t ras ellos, y el r ío
que cor r ía det r ás de la aldea se t iñó de sangr e. Los ej em plos del poder de las ar m as
de fuego contr a pueblos indígenas que car ecían de est e t ipo de ar m as podr ían
m ult iplicar se hast a el infinit o.
En la conquist a española de los incas, las ar m as de fuego desem peñar on
únicam ent e un papel m enor . Las arm as de aquellos t iem pos ( llam adas ar cabuces)
er an difíciles de cargar y dispar ar , y Pizar ro sólo disponía de una docena de ellas.
Per o est as ar m as sí pr oducían gran efect o psicológico en las ocasiones en que
logr aban ser dispar adas. Mucho m ás im por t ant es fuer on las espadas, lanzas y
puñales de acer o de los españoles, arm as afiladas y fuer t es que m at aban a los
indios cubier t os con finas ar m adur as. En cam bio, los bast ones r om os de los indios,
aunque capaces de apalear y her ir a los españoles y sus caballos, r ar a v ez logr aban
m at ar los. La ar m adur a de acer o o de cot a de m alla de los españoles y , sobr e t odo,
sus yelm os de acer o solían pr opor cionar una defensa eficaz cont ra los golpes de
palos, m ient r as que la ar m adura acolchada de los indios no ofr ecía pr ot ección
alguna cont ra las ar m as de acero.
La t r em enda v ent aj a que los españoles obt uvier on de sus caballos salt a de los
r elat os de los t est igos pr esenciales. Los j inet es podían adelant ar se fácilm ent e a los
cent inelas indios ant es de que ést os t uvier an t iem po de av isar a las t r opas indias
que est aban t ras ellos, y podían cabalgar hast a ellas y m at ar a los indios de a pie.
La conm oción de una car ga de caballos, su capacidad de m aniobr a, la v elocidad de
at aque que perm it ía y la plat afor m a de com bat e elev ada y pr ot egida que ofr ecía
dej aban a los soldados de a pie casi indefensos en cam po abier t o. El efect o de los
caballos t am poco se debía únicam ent e al t er r or que inspir aban en los soldados que
se enfr ent aban a ellos por pr im er a v ez. En la época de la gr an r ebelión inca de
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1536, los incas sabían ya cóm o defender se m ej or de la caballer ía, t endiendo
em boscadas y aniquilando a los j inet es españoles en pasos est r echos. Per o los
incas, com o t odos los dem ás soldados de a pie, nunca pudier on der r otar a la
caballer ía en cam po abier t o. Cuando Quizo Yupanqui, el m ej or gener al del
em per ador inca Manco, que sucedió a At ahualpa, sit ió a los españoles en Lim a en
1536 e int ent ó t om ar por asalt o la ciudad, dos escuadr ones de caballer ía española
car garon cont r a una fuer za india m uy super ior en t er r eno llano, dier on m uer t e a
Quizo y a t odos sus j efes en la pr im er a car ga, y pusier on en desbandada a su
ej ér cit o. Una car ga de la caballer ía sem ej ante de 26 j inet es infligió una sev er a
der r ota a las m ej or es tr opas del em perador Manco, cuando ést e sit iaba a los
españoles en Cuzco.
La tr ansfor m ación de la guer ra por el caballo com enzó con su dom est icación hacia
4000 a.C., en las est epas sit uadas al nor t e del m ar Negro. Los caballos perm it ían a
quienes los poseían cubr ir dist ancias m ay ores de lo que era posible a pie, at acar por
sor pr esa y huir ant es de que pudier a r eunir se una fuer za defensora super ior. Su
papel en Caj am ar ca ilust r a, pues, un arm a m ilit ar que siguió siendo poder osa
dur ant e 6.000 años, hast a com ienzos del siglo XX, y que ult er ior m ent e se aplicó en
t odos los cont inent es. El dom inio m ilit ar de la caballer ía no acabó finalm ent e sino en
la pr im er a guer ra m undial. Cuando ex am inam os las vent aj as que los españoles
obt uvier on de los caballos, las ar m as de acer o y las ar m adur as contr a los soldados
de a pie sin m et al, no deber ía sor pr ender nos que los españoles vencier an
sist em át icam ent e en las bat allas a pesar de t ener lo t odo en cont r a.
¿Por qué est aba At ahualpa en Caj am ar ca? At ahualpa y su ej ércit o est aban en
Caj am ar ca porque acababan de v encer en bat allas decisiv as en una guerr a civ il que
dej ó a los incas div ididos y v ulner ables. Pizar ro se dio cuent a r ápidam ent e de esas
div isiones y las aprovechó. La razón de la guerr a civ il fue que una epidem ia de
v ir uela, que se propagó por v ía t er r estr e ent r e los indígenas de Am ér ica del Sur t ras
su llegada con los colonizador es españoles a Panam á y Colom bia, había causado la
m uer t e del em per ador inca Huay na Cápac y la m ay or ía de su cor t e hacia 1526, e
inm ediat am ent e después acabó con la vida de su her eder o designado, Ninan
Cuy uchi. Est as m uer t es pr ecipit ar on la lucha por el t r ono ent r e At ahualpa y su
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m edio her m ano Huáscar. De no haber sido por la epidem ia, los españoles habr ían
t enido enfrent e un im perio unido.
La pr esencia de At ahualpa en Caj am arca ilust r a, pues, uno de los fact or es clav e de
la hist or ia univ er sal: la tr ansm isión de enfer m edades a pueblos que car ecen de
inm unidad por par t e de pueblos invasor es que t ienen una inm unidad considerable.
La v ir uela, el sar am pión, la gr ipe, el t ifus, la pest e bubónica y ot r as enfer m edades
infecciosas endém icas en Eur opa desem peñar on un papel decisiv o en las conquist as
eur opeas, al diezm ar a m uchos pueblos de ot r os cont inent es. Por ej em plo, una
epidem ia de vir uela devast ó a los azt ecas tr as el fr acaso del pr im er at aque español
en 1520 y causó la m uer t e de Cuit láhuac, el em per ador azt eca que sucedió
br ev em ent e a Moct ezum a. En t oda Am ér ica, las enfer m edades int r oducidas con los
eur opeos se pr opagar on de una t r ibu a otra m ucho ant es que los pr opios eur opeos,
causando la m uer t e de apr oxim adam ent e el 95 por 100 de la población indígena
am er icana pr ecolom bina. Las sociedades indígenas m ás num erosas y sum am ent e
or ganizadas de Am ér ica del Nor t e, las j efat ur as m isisipienses, desapar ecier on de
ese m odo ent r e 1492 y finales del siglo XVI I ant es incluso de que los eur opeos
const r uyer an su pr im er asent am ient o a or illas del r ío Misisipí. Una epidem ia de
v ir uela en 1713 fue el m ay or paso en la dest r ucción del pueblo san del Áfr ica aust r al
por los colonizador es eur opeos. Poco después del poblam ient o br it ánico de Sidney ,
en 1788, com enzó la pr im era de las epidem ias que diezm aron a los abor ígenes
aust r alianos. Un ej em plo bien docum ent ado de las islas del Pacífico es la epidem ia
que asoló Fij i en 1806, llev ada por algunos nav egant es eur opeos que consiguier on
llegar a t ier r a t r as el naufr agio del bar co Ar go. Epidem ias sem ej antes m ar car on la
hist or ia de Tonga, Haw ái y ot r as islas del Pacífico.
No quier o decir con est o, sin em bar go, que el papel de las enfer m edades en la
hist or ia se lim it ase a pr epar ar el t er r eno par a la expansión eur opea. La m alar ia, la
fiebr e am ar illa y ot r as enfer m edades del Áfr ica t r opical, I ndia, el sur est e de Asia y
Nuev a Guinea fuer on el obst áculo m ás im por t ant e para la colonización eur opea de
esas zonas t ropicales.
¿Por qué est aba Pizar r o en Caj am ar ca? ¿Por qué no int ent ó At ahualpa conquist ar
España? Pizar ro llegó a Caj am ar ca gr acias a la t ecnología m ar ít im a eur opea, que
per m it ió const r uir los bar cos que le llev ar on a t rav és del At lánt ico desde España
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hast a Panam á, y después por el Pacífico desde Panam á hasta Per ú. Al car ecer de
est a t ecnología, At ahualpa no se ex t endió a ot r as t ier r as desde Am ér ica del Sur .
Adem ás de los barcos, la pr esencia de Pizar ro dependió de la or ganización polít ica
cent r alizada que per m it ió a España financiar , const r uir , dotar de per sonal y equipar
los barcos. El I m per io inca t am bién t enía una or ganización polít ica cent r alizada,
per o est e hecho supuso en r ealidad una desv ent aj a, porque Pizar r o capt ur ó a la
cadena de m ando inca int act a al capt urar a Atahualpa. La ident ificación de la
bur ocr acia inca con su m onar ca absolut o y div ino er a t an gr ande que se desint egr ó
t r as la m uer t e de At ahualpa. La t ecnología m ar ít im a unida a la or ganización polít ica
fue asim ism o fundam ent al para la ex pansión eur opea a ot r os cont inent es, así com o
para la expansión de m uchos ot r os pueblos.
Un fact or r elacionado que llev ó a los españoles a Per ú fue la ex ist encia de la
escr it ur a. España la poseía, y no así el I m per io inca. La infor m ación podía difundir se
de m anera m ás am plia, ex acta y det allada m ediant e la escr it ur a que por m edio de
la t r ansm isión or al. Ésa infor m ación, al llegar a España a par t ir de los viaj es de
Colón y de la conquist a de Méx ico por Cort és, hizo que los españoles par t ier an en
gr an núm er o r um bo al Nuev o Mundo. Car t as y opúsculos pr opor cionaron la
m ot iv ación y las necesar ias or ient aciones de navegación por m enor izadas. El pr im er
infor m e publicado de las hazañas de Pizar ro, obr a de su com pañero el capit án
Cr ist óbal de Mena, se im pr im ió en Sevilla en abr il de 1534, sólo nueve m eses
después de la ej ecución de At ahualpa. La obra t uv o gr an éx it o, fue rápidam ent e
t r aducida a ot ras lenguas eur opeas y envió una nuev a corr ient e de colonizador es
españoles para r efor zar el cont r ol de Pizarr o sobr e Per ú.
¿Por qué cayó At ahualpa en la t ram pa? A post er ior i, nos par ece asom br oso que
At ahualpa cay ese en la evident e t r am pa de Pizar ro en Caj am ar ca. Los españoles
que le capt ur ar on quedar on igualm ent e sorpr endidos de su éx it o. Las consecuencias
de la alfabet ización ocupan un lugar dest acado en la explicación últ im a.
La ex plicación inm ediat a es que At ahualpa t enía m uy poca infor m ación sobr e los
españoles, su poder ío m ilit ar y sus int enciones. Había obt enido aquella infor m ación
escasa por v ía oral, pr incipalm ent e de un enviado que había v isit ado la fuer za de
Pizar r o dur ant e dos días m ient r as las t ropas est aban en cam ino hacia el int er ior
desde la cost a. Aquél enviado vio a los españoles desor ganizados en el m ej or de los
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casos, dij o a Atahualpa que no eran guerr er os y que podía inm ov ilizar los si le daba
200 indios. Es com pr ensible que a At ahualpa nunca se le ocur r ier a que los
españoles er an t em ibles y que le at acar ían sin pr ovocación pr ev ia.
En el Nuev o Mundo, la capacidad de escr ibir est aba lim it ada a pequeñas élit es de
algunos pueblos del m oder no Méx ico y zonas v ecinas m uy al nor t e del I m per io inca.
Aunque la conquist a de Panam á por los españoles, a sólo 1.000 k m de la fr ont er a
sept ent r ional de los incas, com enzó ya en 1510, no par ece que llegase a los incas
not icia alguna ni siquier a de la ex ist encia de los españoles hast a que Pizar r o
desem bar có en la costa per uana en 1527. At ahualpa cont inuó ignorando por
com plet o las conquist as de las sociedades indígenas m ás poderosas y num erosas de
Am ér ica Cent r al por los españoles.
Tan sor pr endent e nos r esult a hoy el com por t am ient o de At ahualpa que condujo a su
capt ura com o su com por tam ient o después de ést a. Ofr eció su fam oso r escat e en la
ingenua cr eencia de que una v ez pagado, los españoles le liber ar ían y se
m ar char ían. No hubo m edio de que com prendier a que los hom br es de Pizarr o eran
la av anzadilla de una fuer za concent r ada en la conquist a per m anent e, y no una
incur sión aislada.
At ahualpa no fue el único que com et ió est os err ores de cálculo fat ales. I ncluso
después de la capt ura de At ahualpa, Her nando Pizar ro, her m ano de Fr ancisco
Pizar r o, engañó al pr incipal gener al de At ahualpa, Chalcuchim a, que est aba al
m ando de un nut r ido ej ér cit o, para que se ent r egar a a los españoles. El er r or de
cálculo de Chalcuchim a const it uyó un m om ent o decisivo en el desm oronam ient o de
la r esist encia inca, un m om ent o de im por tancia m uy sem ej ante a la de la capt ura
de At ahualpa. El em per ador azt eca Moct ezum a com et ió un er r or de cálculo m ás
gr av e aún cuando confundió a Cor t és con un dios que r et or naba y le hizo ent r ar
j unt o con su pequeño ej ércit o en la capit al azt eca, Tenocht it lán. El result ado fue que
Cor t és capt uró a Moct ezum a, y después conquist ó Tenocht it lán y el I m perio azt eca.
En un nivel prosaico, los error es de cálculo de At ahualpa, Chalcuchim a, Moct ezum a
e innum er ables dir igent es indígenas am ericanos engañados por los eur opeos se
debieron al hecho de que ningún habit ant e vivo del Nuevo Mundo hubiera est ado en
el Viej o Mundo, por lo que nat ur alm ent e no podía obt ener infor m ación específica
alguna sobr e los españoles. Con t odo, nos r esult a difícil ev it ar la conclusión de que
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At ahualpa «deber ía» haber sido m ás desconfiado, con sólo que su sociedad hubier a
ex per im ent ado una gam a m ás am plia del com por t am ient o hum ano. Pizarr o t am bién
llegó a Caj am arca sin infor m ación sobr e los incas que no fuer a lo que había
apr endido int er r ogando a súbdit os incas con los que se había encont rado en 1527 y
1531. Sin em bargo, aunque el pr opio Pizar r o er a analfabet o, per t enecía a una
t r adición
alfabet izada.
Gracias a los libr os,
los españoles conocían
m uchas
civ ilizaciones cont em por áneas dist ant es de Eur opa, y v ar ios m iles de años de
hist or ia eur opea. Pizar r o or ganizó ex plícit am ent e su em boscada a At ahualpa
siguiendo el m odelo de la fr uct ífer a est r at egia de Cor t és.
En una palabr a, la alfabet ización hizo posible que los españoles fuer an her eder os de
un inm enso cuerpo de conocim ient os sobr e el com port am ient o y la hist oria
hum anos. En cam bio, no sólo At ahualpa car ecía de la m enor idea de los pr opios
españoles, y de t oda ex per iencia per sonal de cualquier ot r o invasor ex t er ior , sino
que ni siquier a había oído (o leído) acer ca de am enazas sem ej antes a cualquier ot ra
per sona, en cualquier ot r o lugar, en cualquier época ant er ior de la hist or ia. Aquélla
difer encia de ex per iencias alent ó a Pizar r o a t ender su t r am pa y a At ahualpa a caer
en ella.
* * * *
Así pues, la capt ur a de At ahualpa por Pizar r o ilust r a el conj unt o de fact or es
inm ediat os que t uv ier on com o r esult ado la colonización del Nuev o Mundo por los
eur opeos en vez de la colonización de Eur opa por los indígenas am er icanos. Las
r azones inm ediatas del éx it o de Pizar r o incluyen la t ecnología m ilit ar basada en las
ar m as de fuego, las ar m as de acer o y los caballos; las enfer m edades infecciosas
endém icas en Eurasia; la t ecnología m arít im a eur opea; la organización polít ica
cent r alizada de los est ados eur opeos; y la escr it ur a. El t ít ulo de est e libr o quier e
ser v ir de r esum en de los fact or es inm ediat os, que t am bién per m it ier on que los
europeos m odernos conquist asen pueblos de ot ros cont inent es. Mucho ant es de que
alguien com enzase a fabr icar las arm as de fuego y el acer o, ot r os fact or es de la
m ism a cat egor ía habían conducido a la expansión de algunos pueblos no eur opeos,
com o verem os en capít ulos post eriores.
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Per o nos queda aún la pr egunta fundam ent al de por qué t odas est as vent aj as
inm ediat as est aban m ás del lado de Eur opa que del Nuev o Mundo. ¿Por qué no
fuer on los incas los que invent ar on las ar m as de fuego y las espadas de acer o, los
que m ont ar on en anim ales t an t em ibles com o los caballos, los que por t aban
enfer m edades par a las cuales los eur opeos car eciesen de r esist encia, los que
desarr ollar on buques capaces de cr uzar los océanos y or ganizaciones polít icas
av anzadas, y los que fuer on capaces de basar se en la ex per iencia de m iles de años
de hist or ia escr it a? No se t r at a ya de las cuest iones de causación pr óxim as que se
han exam inado en est e capít ulo, sino de cuest iones de causación últ im a de las que
nos ocupar em os en las dos par t es siguient es de est e libr o.
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Pa r te I I
N a cim ien t o y difu sión de la produ cción de alim e n t os
Ca pít u lo 4
El poder de los a gricu lt ore s
Siendo un adolescent e, pasé el v er ano de 1956 en Mont ana, t r abaj ando para un
agr icult or de edad av anzada llam ado Fr ed Hir schy. Nacido en Suiza, Fr ed había
llegado al sur oest e de Mont ana en su j uvent ud, en el decenio de 1890, fundando
una de las pr im er as ex plot aciones agr ícolas de la zona. Cuando él llegó, gr an par t e
de la población indígena am er icana or iginal de cazador es-r ecolect or es viv ía aún en
la r egión.
Los dem ás peones er an, en su m ayor par t e, r udos blancos cuyo lenguaj e abundaba
en r et ahílas de m aldiciones y que dedicaban los días labor ables a t r abaj ar para
poder dedicar el fin de sem ana a despilfar r ar la paga sem anal en la t aber na del
pueblo. Ent r e los peones, sin em bar go, había un m iem bro de la t r ibu india pies
negr os llam ado Lev i, cuy o com por tam ient o er a dist int o del de los t oscos m iner os:
er a educado, am able, r esponsable, ser io y bien hablado. Fue el pr im er indio con el
que hablé dur ant e m ucho t iem po, y llegué a adm irar le.
Fue, por t ant o, una t er r ible decepción para m í cuando, un dom ingo por la m añana,
Lev i t am bién llegó t am baleándose bor racho y m aldiciendo después de pasar la
noche del sábado de j uer ga. Ent r e sus m aldiciones, una ha per m anecido en m i
m em or ia: « ¡Maldit o seas, Fr ed Hir schy, y m aldit o sea el bar co que t e tr aj o de
Suiza! ». Aquéllas palabr as m e hicier on r ecor dar dolor osam ent e la per spect iv a de los
indios sobr e lo que a m í y a otr os escolar es blancos nos habían enseñado a
consider ar com o la her oica conquist a del oest e est adounidense. La fam ilia de Fr ed
Hir schy est aba or gullosa de él, pues había sido un agr icult or pioner o que había
t r iunfado en condiciones difíciles. Per o a los cazador es y célebr es guer r er os de la
t r ibu de Lev i, los agr icult or es blancos inm igr ant es les habían r obado sus t ier r as.
¿Cóm o se im pusier on los agr icult or es a los célebr es guer r er os?
Dur ant e la m ay or par t e del t iem po t r anscur r ido desde que los ant epasados de los
hum anos m oder nos se separ ar on de los ant epasados de los grandes sim ios que
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viven act ualm ent e, hace unos 7 m illones de años, t odos los hum anos de la Tierr a se
alim ent aban ex clusiv am ent e m ediant e la caza de anim ales salv aj es y la r ecolección
de plant as silvest res, com o los pies negros seguían haciendo en el siglo XI X. Sólo en
los últ im os 11 000 años algunos pueblos se dedicar on a lo que se llam a pr oducción
de alim ent os: es decir , la dom est icación de anim ales salv aj es y el cult iv o de
plant as, y el consum o del ganado y las cosechas r esult ant es. La m ay or ía de los
poblador es act uales de la Tier r a consum en alim ent os pr oducidos por ellos m ism os o
pr oducidos por ot ras per sonas para ellos. Si cont inúa el r it m o de cam bio act ual, en
la pr óxim a década las escasas hor das que aún quedan de cazador es-r ecolect or es
abandonar án sus cost um br es, se desint egr arán o desapar ecer án, poniendo fin de
ese m odo a nuest r os m illones de años de com pr om iso con la for m a de vida de los
cazadores-recolect ores.
La producción de alim ent os fue adquir ida por difer ent es pueblos en dist int os
m om ent os de la pr ehist or ia. Unos, com o los abor ígenes aust ralianos, nunca la
adquir ier on. De aquellos que la adquir ier on, unos ( por ej em plo, los chinos de la
ant igüedad) la desar rollar on independient em ent e por sí m ism os, m ient r as que ot r os
( incluidos los egipcios) la adquir ier on de sus vecinos. Per o, com o ver em os, la
pr oducción de alim ent os fue indir ect am ent e un r equisit o pr ev io par a el desar rollo de
las ar m as de fuego, los gér m enes y el acer o. De ahí que la v ar iación geogr áfica en
lo relat ivo a si ( o cuándo) los pueblos de diferent es cont inent es se convirt ieron en
agr icult or es y ganader os ex plique en gr an m edida su post er ior y opuest a suer t e.
Ant es de dedicar los seis capít ulos siguient es a com pr ender cóm o surgier on las
difer encias geogr áficas en la pr oducción de alim ent os, est e capít ulo r epasará las
pr incipales conex iones a t r av és de las cuales la pr oducción de alim ent os conduj o a
t odas las vent aj as que perm it ier on a Pizar ro capt urar a At ahualpa, y a la gent e de
Fred Hir schy desposeer a la de Levi ( fig. 4.1) .
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Figura 4.1
La pr im er a conex ión
es la m ás dir ecta:
la disponibilidad
de m ás calor ías
consum ibles significa m ás gent e. Ent r e las especies de plant as silv est r es y anim ales
salv aj es, sólo una pequeña m inor ía son com est ibles par a el ser hum ano, o su caza o
r ecolección m er ecen la pena. La m ay or ía de las especies son inút iles para nosot r os
com o alim ent o, por una o m ás de las siguient es r azones: son difíciles de diger ir
( com o la cor t eza) , v enenosas ( las m ar iposas m onar cas y m uchos hongos), baj as en
v alor nut r it iv o ( la m edusa) , fast idiosas de pr epar ar ( las nueces m uy pequeñas) ,
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difíciles de r ecolect ar ( las lar vas de la m ay or ía de los insect os) o peligr osas de cazar
( el r inocer ont e) . La m ay or par t e de la biom asa ( m at er ia biológica viv a) sobr e la
Tier r a se pr esent a en form a de m ader a y hoj as, m ay or par t e que no podem os
diger ir .
Al seleccionar y cr iar las escasas especies de plantas y anim ales que podem os
com er , de t al m aner a que const it uyan el 90 por 100 en vez del 0,1 por 100 de la
biom asa de una hect ár ea de tier r a, obt enem os m uchas m ás calor ías com est ibles por
hect ár ea. En consecuencia, una hect ár ea puede alim ent ar a m uchos m ás ganader os
y agr icult or es —r egularm ent e, ent r e 10 y 100 veces m ás— que cazador esr ecolect or es. Ést a fuer za de los núm er os br ut os fue la pr im er a de las m uchas
v ent aj as m ilit ar es que las t r ibus pr oductor as de alim ent os obt uv ier on sobr e las
t r ibus de cazador es-r ecolect or es.
En las sociedades hum anas poseedor as de anim ales dom ést icos, el ganado
alim ent aba a un núm ero m uy super ior de per sonas de cuat r o m aner as dist int as:
pr opor cionando car ne, leche y fer t ilizant e y tir ando de arados. Pr im er o y de form a
m ás dir ect a, los anim ales dom ést icos se conv ir t ier on en la pr incipal fuent e de
pr ot eína anim al de las sociedades, sust it uy endo la caza salv aj e. Act ualm ent e, por
ej em plo, los est adounidenses suelen obt ener la m ay or par t e de su pr ot eína anim al
de v acas, cer dos, ovej as y pollos, m ient r as que la car ne de anim ales com o el
v enado sólo es un r ar o m anj ar . Adem ás, algunos gr andes m am ífer os dom ést icos
act uaban com o fuent es de leche y de pr oduct os láct eos com o m ant equilla, queso y
y ogur . Ent r e los anim ales que pueden or deñar se figuran la v aca, la ovej a, la cabr a,
la y egua, la r ena, la búfala de agua, la hem bra del y ak, las cam ellas y las
dr om edar ias. Est os m am ífer os producen, por t anto, var ias veces m ás calor ías
dur ant e su v ida que si fuer an sacr ificados y consum idos en for m a de car ne.
Los grandes m am ífer os dom ést icos tam bién int er act úan con las plant as dom ést icas
de dos m aner as para aum ent ar la pr oducción de los cult iv os. En pr im er lugar , com o
cualquier j ardiner o o agr icult or m oder no sabe por ex per iencia, los r endim ient os de
los cult iv os pueden aum ent ar se en gr an m edida m ediant e la aplicación de est iér col
com o fer t ilizant e. I ncluso con la m oder na disponibilidad de fer t ilizant es sint ét icos
pr oducidos por fábr icas de sust ancias quím icas, la pr incipal fuent e de fer t ilizant e
para los cult iv os en la m ay or ía de las sociedades sigue siendo el est iér col de los
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anim ales, especialm ent e de v acas per o tam bién de y aks y de ov ej as. El est iér col ha
sido v alioso asim ism o com o fuent e de com bust ible par a los hogar es en las
sociedades t radicionales.
Adem ás, los m am ífer os dom ést icos de m ay or t am año int er act uaban con las plantas
dom ést icas par a aum entar la pr oducción de alim ent os t ir ando de los ar ados y , por
t ant o, haciendo posible que se labr asen t ier r as que ant es r esult aba ant ieconóm ico
cult iv ar . Est os anim ales agr ícolas fuer on la v aca, el caballo, el búfalo de agua, la
v aca de Bali e híbr idos del y ak y la v aca. He aquí un ej em plo de su v alor : los
pr im er os agr icult or es pr ehist ór icos de Eur opa cent r al, la llam ada cult ura de la
cer ám ica de bandas que apar eció poco ant es de 5.000
a.C.,
se lim it ar on
inicialm ent e a cult iv ar suelos bast ant e liger os com o par a ser labrados por m edio de
palos de cavar m anuales. Sólo m ás de m il años después, con la int r oducción del
ar ado t ir ado por buey es, aquellos agr icult or es pudier on ex t ender el cult ivo a una
gam a m ucho m ás am plia de suelos densos y t ier r as duras. Asim ism o, los
agr icult or es indígenas am er icanos de las gr andes llanur as de Am ér ica del Nor t e
cult iv ar on plant as en los valles fluviales, per o la agr icult ur a de los suelos dur os en
las ex t ensas m eset as t uv o que esper ar a los eur opeos del siglo XI X y sus arados
t ir ados por anim ales.
Hasta aquí, las vías por las que la dom est icación de anim ales y el cult iv o de plant as
conduj er on dir ect am ent e a poblaciones hum anas m ás densas a la pr oducción de
alim ent os en cant idades m ayor es que las que podían obtener con la form a de vida
de los cazador es-r ecolect or es. Una for m a m ás indir ect a suponía las consecuencias
de la for m a de v ida sedent ar ia obligada por la pr oducción de alim ent os. Los
int egr ant es de m uchas sociedades de cazador es-r ecolect or es se desplazan con
fr ecuencia en busca de alim ent os silv est r es, per o los agr icult or es deben per m anecer
cer ca de sus cam pos y huer t os. La r esidencia fij a r esult ant e cont r ibuye a que las
poblaciones hum anas sean m ás densas al per m it ir la r educción de los int er v alos
ent r e nacim ient os. Una m adr e cazadora- recolect or a que cam bia de cam pam ent o
sólo puede t ransport ar a un niño, j unt o con sus escasas posesiones. No puede
per m it ir se t ener el hij o siguient e hast a que el v ást ago ant er ior pueda cam inar con
r apidez suficient e com o par a m ant ener el paso de la t r ibu y no quedar se atr ás. En la
pr áct ica, los cazador es- r ecolect or es nóm adas espacian a sus hij os unos cuat r o años
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m ediant e la am enor r ea de la lact ancia, la abst inencia sex ual, el infant icidio y el
abor t o. En cam bio, los pueblos sedent ar ios, que no est án lim it ados por los
pr oblem as der iv ados de tr anspor tar a los niños de cor t a edad en las cam inat as,
pueden t ener y criar t ant os hij os com o puedan alim ent ar . El int ervalo ent r e
nacim ient os en m uchos pueblos agr icult or es es del or den de dos años, la m it ad que
el de los cazador es-r ecolect or es. Ést a natalidad m ás alt a de los pr oductor es de
alim ent os, j unt o con su capacidad de alim ent ar a m ás per sonas por hect ár ea, les
per m it e alcanzar densidades de población m ucho m ás elev adas que los cazador esrecolect ores.
Ot r a consecuencia de la v ida sedent ar ia es que per m it e alm acenar los ex cedent es
alim ent ar ios, pues el alm acenam ient o ser ía inút il si no se per m anecier a cer ca par a
v igilar los alim ent os alm acenados. Aunque algunos cazador es-r ecolect or es nóm adas
pueden r ecoger ocasionalm ent e m ás alim ent os de los que pueden consum ir en unos
días, esa abundancia les r esult a de escasa ut ilidad por que no pueden pr ot eger la.
Per o el alim ent o alm acenado es fundam ent al para alim ent ar a los especialist as no
pr oduct or es de alim ent os, y sin duda para m ant ener ciudades ent er as de ello. De
ahí que las sociedades de cazador es- r ecolect or es nóm adas t engan pocos o ningún
especialist a a t iem po com plet o, figur a que apar eció por vez pr im er a en las
sociedades sedent ar ias.
Dos t ipos de t ales especialist as son los r ey es y los bur ócr atas. Las sociedades de
cazador es-r ecolect or es t ienden a ser r elat iv am ent e igualit ar ias, a car ecer de
bur ócr atas a t iem po com plet o y de j efes her edit ar ios, y a t ener una or ganización
polít ica en pequeña escala al niv el de la hor da o la t r ibu. Est o se debe a que t odos
los cazador es- r ecolect or es sanos est án obligados a dedicar gran par t e de su t iem po
a la adquisición de alim ent os. En cam bio, cuando se puede pr oceder al acopio de
alim ent os, una élit e polít ica puede hacerse con el cont rol de los alim ent os
pr oducidos por ot ros, afir m ar el der echo a fij ar im puest os, escapar de la necesidad
de alim ent ar se a sí m ism a y dedicar ínt egram ent e su t iem po a act iv idades polít icas.
De ahí que m uchas sociedades agr ícolas de t am año m oderado est én organizadas en
j efat ur as, y los r einos se cir cunscr iban a las grandes sociedades agr ícolas. Estas
unidades polít icas com plej as son m ucho m ás capaces de em pr ender una guer ra de
conquist a que una hor da igualit ar ia de cazador es. Algunos cazador es-r ecolect or es
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de ent or nos especialm ent e r icos, com o la cost a nor occident al del Pacífico de
Am ér ica del Nor t e y la cost a de Ecuador , desar r ollar on tam bién sociedades
sedent ar ias, alm acenam ient o de alim ent os e incipient es j efat ur as, per o su avance
por el cam ino que conducía a los r einos se det uv o ahí.
Los ex cedent es alim ent ar ios alm acenados, acum ulados m ediant e la r ecaudación de
im puest os, pueden m ant ener a ot r os especialist as a t iem po com plet o, adem ás de
los r ey es y los bur ócrat as. Sum am ent e im por t ant e para las guer r as de conquist a es
que pueden ut ilizar se par a alim ent ar a los soldados pr ofesionales. Ést e fue el fact or
decisiv o de la der rot a final de la bien arm ada población indígena m aor í de Nuev a
Zelanda por el I m per io br it ánico. Aunque los m aor íes logr aron algunas vict or ias
t em porales aplast ant es, no pudieron m ant ener un ej ércit o const ant em ent e en el
cam po de batalla, y al final fuer on der r ot ados por 18 000 soldados pr ofesionales
br it ánicos. Los alim ent os alm acenados pueden alim ent ar asim ism o a los sacer dot es,
que apor t an una j ust ificación r eligiosa a las guer r as de conquist a; a ar t esanos com o
los t r abaj ador es m et alúr gicos, que desar rollan espadas, ar m as de fuego y ot r as
t ecnologías; y a los escr ibas, que conserv an m ucha m ás infor m ación de la que
pueda r ecor dar se con ex act it ud.
Hem os subr ayado hast a aquí los valor es dir ect os e indir ect os de los cult ivos y el
ganado com o alim ent o. Sin em bargo, t ienen ot r os usos, com o dar nos calor y
sum inist r ar nos m at er iales valiosos. Los cult iv os y el ganado pr oducen fibr as
nat ur ales para confeccionar v est idos, m antas, r edes y cuerdas. La m ay or ía de los
cent r os im por t ant es de aclim at ación de plant as desar r ollar on no sólo cult iv os
alim ent ar ios sino t am bién cult ivos de fibr as, en par t icular el algodón, el lino y el
cáñam o. Var ios anim ales dom ést icos pr oducían fibr as anim ales, en par t icular la lana
de la ovej a, la cabr a, la llam a y la alpaca, y la seda del gusano de seda. Los huesos
de anim ales dom ést icos eran im por t antes m at er ias pr im as par a fabr icar los
ar t efact os de los pueblos neolít icos ant es del desar r ollo de la m etalurgia. Las pieles
de vaca se ut ilizaban par a hacer cuer o. Una de las pr im eras plant as cult iv adas en
m uchas zonas de Am ér ica se plant aba con fines no alim ent ar ios: la calabaza
v inat er a o de per egr ino, que se ut ilizaba com o r ecipient e.
Los gr andes m am ífer os dom ést icos rev olucionar on adem ás la sociedad hum ana al
conv er t ir se en nuest r o m edio de t r anspor t e t er r est r e hast a el desar r ollo del
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fer r ocar r il en el siglo XI X. Ant es de la dom est icación de anim ales, el único m edio
para t r anspor t ar m er cancías y per sonas por t ier r a er an las espaldas de los ser es
hum anos. Los grandes m am ífer os cam biaron aquella sit uación: por pr im er a v ez en
la hist or ia hum ana fue posible t r asladar m er cancías pesadas en grandes cant idades,
así com o per sonas, r ápidam ent e por t ier r a a gr andes dist ancias. Los anim ales
dom ést icos que se ut ilizar on com o cabalgaduras fueron el caballo, el asno, el yak, el
r eno, el cam ello y el dr om edar io. Los anim ales de est as m ism as especies, adem ás
de la llam a, se ut ilizar on para t r anspor tar car gas. La v aca y el caballo fuer on
enganchados a car r os, m ient r as que el r eno y el per r o t ir aban de t r ineos en el
Ár t ico. El caballo se conv ir t ió en el pr incipal m edio de t r anspor t e a gr andes
dist ancias en la m ay or par t e de Eurasia. Las t r es especies de cam élido dom ést ico ( el
cam ello, el dr om edar io y la llam a) desem peñar on un papel sem ej ante en algunas
zonas del nor t e de Áfr ica y Ar abia, Asia cent r al y los Andes, r espect iv am ent e.
La contr ibución m ás dir ect a de la dom est icación de anim ales y el cult iv o de plant as
a las guer r as de conquist a fue el caballo eur oasiát ico, cuyo papel m ilit ar le conv ir t ió
en el v ehículo t odot er r eno y el t anque Sher m an de la guer ra de la ant igüedad en
ese cont inent e. Com o vim os en el capít ulo 3, el caballo per m it ió que Cor t és y
Pizar r o, al m ando únicam ent e de pequeños gr upos de avent ur eros, der rot asen a los
im per ios azt eca e inca. I ncluso m ucho antes ( hacia 4.000 a.C.) , en una época en
que los caballos aún er an m ont ados a pelo, pudier on ser el com ponent e m ilit ar
esencial de la ex pansión hacia Occident e de hablant es de lenguas indoeur opeas
pr ocedent es de Ucrania. Aquéllas lenguas sust it uy er on finalm ent e a t odas las
lenguas ant er ior es de Eur opa occident al, a ex cepción de la v asca. Cuando el caballo
fue uncido después a car r os y ot r os v ehículos, los carr os de com bat e t ir ados por
caballos ( invent ados hacia 1.800 a.C.) r ev olucionar on la guer r a en Or ient e Pr óxim o,
la r egión m edit er r ánea y China. Por ej em plo, en 1674 a.C., el caballo per m it ió
incluso que los hicsos, un pueblo ext ranj ero, conquist asen un Egipt o por ent onces
sin caballos y se er igiesen t em por alm ent e en far aones.
Más adelant e, t r as la invención de la m ont ur a y el est r ibo, el caballo per m it ió que
los hunos y las sucesiv as oleadas de ot r os pueblos pr ocedent es de las est epas de
Asia at er r or izasen al I m per io r om ano y sus est ados sucesor es, culm inando con las
conquist as por los m ongoles de gran par t e de Asia y Rusia en los siglos XI I I y XI V.
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El caballo no fue sust it uido com o pr incipal v ehículo de asalt o y m edio de t r anspor t e
r ápido en la guer ra hast a la int r oducción del cam ión y el t anque en la pr im er a
guer ra m undial. Los cam ellos y dr om edar ios desem peñar on un papel m ilit ar
sem ej ant e en sus respect ivos ám bitos geográficos. En t odos est os ej em plos, los
pueblos que disponían de caballos ( o cam ellos) dom ést icos, o de m edios m ej orados
para ut ilizar los, disfr ut ar on de una enor m e v ent aj a m ilit ar sobr e aquellos que no los
poseían.
I dént ica im por t ancia en las guer ras de conquist a t uv ier on los gér m enes que
evolucionaron
en
las
sociedades
hum anas
con
los
anim ales
dom ést icos.
Enfer m edades infecciosas com o la v ir uela, el sar am pión y la gr ipe surgier on com o
gér m enes especializados del ser hum ano, der iv ados de m utaciones de gér m enes
ancest r ales m uy par ecidos que habían infect ado a los anim ales ( capít ulo 11) . Los
hum anos que dom est icar on los anim ales fuer on los pr im er os que cayer on v íct im as
de los gérm enes r ecién ev olucionados, per o esos hum anos desarr ollar on después
una r esist encia im por tant e a las nuev as enfer m edades. Cuando aquellas per sonas
parcialm ent e inm unes ent raron en cont act o con ot ras que no habían est ado
ex puest as pr ev iam ent e a los gér m enes, el r esult ado fueron epidem ias en las que
m ur ió hast a el 99 por 100 de la población no ex puest a pr ev iam ent e. Los gér m enes
adquir idos así, en últ im a inst ancia de los anim ales dom ést icos, desem peñar on un
papel decisiv o en la conquist a por los eur opeos de los indígenas de Am ér ica,
Aust r alia, Áfr ica aust ral y Oceanía.
En r esum en, la dom est icación de anim ales y plant as significó cant idades m uy
super ior es de alim ent os y por t anto densidades de población m ucho m ás elev adas.
Los ex cedent es alim ent ar ios r esult ant es, y ( en algunas zonas) los m edios de
t r anspor t e anim al de aquellos ex cedent es, fuer on un r equisit o pr ev io par a el
desarr ollo de sociedades sedent ar ias, polít icam ent e cent r alizadas, socialm ent e
est r at ificadas, económ icam ent e com plej as y t ecnológicam ent e innovadoras. De ahí
que la disponibilidad de plant as y anim ales dom ést icos ex plique en últ im a inst ancia
por qué los im per ios, la alfabet ización y las ar m as de acer o se desar rollar on pr im er o
en Eurasia y después, o nunca, en ot r os cont inent es. Los usos m ilit ares del caballo y
el cam ello y el poder m or t ífer o de los gér m enes der iv ados de los anim ales
com plet an la list a de los vínculos fundam ent ales ent re la producción de alim ent os y
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la conquist a que ex am inar em os en est as páginas.
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Ca pít u lo 5
Ricos y pobre s de la hist oria
Gr an par t e de la hist or ia hum ana ha consist ido en conflict os desiguales ent r e r icos y
desposeídos: entr e pueblos que t enían el poder de cult iv ar y pueblos que no lo
t enían, o ent r e aquellos que lo habían adquir ido en épocas dist int as. No debe
sor prendernos el hecho de que la producción de alim ent os nunca surgiera en zonas
ex t ensas del planet a, por razones ecológicas que aún la hacen difícil o im posible
incluso en nuest r os días. Por ej em plo, ni la agr icult ur a ni la ganader ía se
desarr ollar on en la época pr ehist ór ica en el ár t ico de Am ér ica del Nor t e, m ient r as
que el único elem ent o de la pr oducción de alim ent os que apar eció en el ár t ico de
Eur asia fue la ganader ía del r eno. Tam poco podía surgir espont áneam ent e la
pr oducción de alim ent os en desier t os dist ant es del agua necesar ia para el r egadío,
com o el cent r o de Aust r alia y algunas zonas del oest e de Est ados Unidos.
En cam bio, lo que pide a gr it os una ex plicación es el hecho de que no apar ecier a la
pr oducción
de
alim ent os,
hast a
t iem pos
m oder nos,
en
algunas
zonas
ecológicam ent e m uy aptas que se cuent an ent r e los cent r os agr ícolas y ganader os
m ás r icos del m undo en nuest r os días. En lugar dest acado de est as ár eas
enigm át icas, donde los pueblos indígenas er an aún cazador es-r ecolect or es cuando
llegar on los colonizador es europeos, figur aban Califor nia y otros est ados de la cost a
del Pacífico de Est ados Unidos, la pam pa ar gent ina, el sur oest e y el sur est e de
Aust r alia y gran par t e de la r egión de El Cabo, en Suráfr ica. Si hubiér am os
ex am inado el m undo en 4.000 a.C., m iles de años después del nacim ient o de la
pr oducción de alim ent os en sus pr im er os lugar es de or igen, nos habr ían sor pr endido
t am bién ot ros «gr aner os» m oder nos que ent onces no lo eran, com o el r est o de
Est ados Unidos, I nglat er ra, gr an par t e de Fr ancia, I ndonesia y t oda el Áfr ica
subecuat or ial. Cuando seguim os la pr oducción de alim ent os hast a sus or ígenes, los
cent r os m ás ant iguos ofr ecen ot ra sorpr esa.
Lej os de ser «gr aner os» m oder nos, incluyen zonas que hoy se clasifican com o un
t ant o secas o ecológicam ent e degr adadas: I r án e I r ak , Méx ico, los Andes, algunas
zonas de China y el Sahel afr icano. ¿Por qué se desar r olló pr im er o la pr oducción de
alim ent os en aquellas t ier r as apar ent em ent e m ar ginales, y sólo después en las
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fér t iles t ier r as agr ícolas y past os de nuest r os días?
Las difer encias geogr áficas ent r e los m odos por los cuales sur gió la pr oducción de
alim ent os
t am bién
son
desconcer t ant es.
En
algunos
lugar es
se
desarr olló
independient em ent e, com o consecuencia de la dom est icación de anim ales y la
aclim at ación de plant as por la población local. En la m ay or ía de los dem ás lugar es
fue im por t ada, en for m a de cult iv os y ganado que habían sido aclim at ados y
dom est icados en ot r os punt os. Dado que est as ár eas de or igen no independient e
er an apt as para la pr oducción de alim ent os en la época pr ehist ór ica t an pr ont o
com o las especies aclim at adas llegar on a ellas, ¿por qué los pueblos que habit aban
esas zonas no se hicier on agr icult or es y ganader os sin necesidad de ayuda ex t er ior ,
dom est icando anim ales y aclim at ando plantas locales?
En las regiones en las que la pr oducción de alim ent os surgió independient em ent e,
¿por qué las fechas de su apar ición pr esent an var iaciones t an im por tant es ( por
ej em plo, m iles de años ant es en Asia or ient al que en el est e de Est ados Unidos, y
nunca en el est e de Aust r alia) ? Ent r e las regiones a las que se im por tó en t iem pos
pr ehist ór icos, ¿por qué v ar ía t ant o la fecha de llegada ( por ej em plo, m iles de años
ant es en el sur oest e de Eur opa que en el sur oest e de Est ados Unidos) ? Tam bién en
las r egiones que la im por t ar on, ¿por qué en unas zonas ( com o el sur oest e de
Est ados Unidos) los cazador es-r ecolect ores locales adoptar on los cult iv os y el
ganado de sus vecinos y sobr ev iv ier on com o agr icult or es, m ient r as que en ot r as
zonas ( com o I ndonesia y gr an par t e del Áfr ica subecuat or ial) la im por t ación de la
pr oducción de alim ent os supuso una sust it ución cat ast r ófica de los cazador esr ecolect or es or iginales de la r egión por product or es de alim ent os invasor es? Todas
est as pr eguntas suponen acont ecim ient os que det er m inar on qué pueblos ser ían m ás
adelant e los desposeídos de la hist or ia, y qué ot r os pueblos ser ían los r icos.
* * * *
Ant es de r esponder a est as pr eguntas, debem os apr ender a ident ificar las zonas
donde t uv o su or igen la pr oducción de alim ent os, cuándo apar eció en esas zonas y
dónde y cuándo una plant a o un anim al det er m inados fuer on dom est icados por vez
pr im er a. Las pr uebas m ás inequív ocas pr ovienen de la ident ificación de los r est os de
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plant as y anim ales en yacim ient os ar queológicos. La m ay or ía de las especies
v eget ales y anim ales dom est icadas pr esent an difer encias m or fológicas con r espect o
a sus ant epasados silv est r es: por ej em plo, el m enor t am año de las vacas y ovej as
dom ést icas, el m ay or t am año de los pollos y las m anzanas dom ést icos, las vainas
m ás finas y suaves de los guisant es dom ést icos y los cuer nos en form a de
sacacor chos y no de cim it ar r a del ganado cabr ío dom ést ico. De ahí que los r est os de
las plant as y los anim ales dom ést icos de un y acim ient o ar queológico datado puedan
ser r econocidos y pr opor cionen pr uebas sólidas de la pr oducción de alim ent os en
ese lugar y ese m om ent o, m ient r as que el hallazgo de r est os de especies
únicam ent e silvest res en un yacim ient o no propor ciona pruebas de la producción de
alim ent os y es com pat ible con la caza- r ecolección. Nat ur alm ent e, los pr oduct or es de
alim ent os, sobr e t odo los pr im er os, cont inuar on r ecolect ando plant as silv est r es y
cazando anim ales salv aj es, por lo que los r est os de alim ent os en sus yacim ient os
incluyen a m enudo especies silv estr es adem ás de las dom est icadas.
Los arqueólogos datan la pr oducción de alim ent os m ediant e la dat ación por
r adiocar bono de las m at er ias halladas en un yacim ient o que t ienen cont enido en
car bono. Ést e m ét odo se basa en la lent a descom posición del car bono 14 r adiact iv o,
un com ponent e m uy poco im port ant e del carbono, el om nipr esent e elem ent o básico
de la v ida, en el isót opo no radiact iv o nit r ógeno 14. El carbono 14 es gener ado
const ant em ent e en la atm ósfer a por los r ay os cósm icos. Las plant as t om an el
car bono at m osfér ico, cuy a pr opor ción de carbono 14 con el isót opo dom inant e
car bono 12 es conocida y apr oxim adam ent e const ant e ( una pr opor ción apr oxim ada
de 1 a un m illón) . El carbono de las plant as for m a el cuerpo de los anim ales
her bív or os que com en las plant as, y de los anim ales car nív or os que com en ésos
anim ales her bív or os. Una vez que la plant a o el anim al m uer e, sin em bargo, la
m it ad de su cont enido en carbono 14 se descom pone en car bono 12 cada 5700
años, hast a que al cabo de unos 40.000 años el cont enido en carbono 14 result a
m uy lent o y difícil de m edir o de dist inguir de la cont am inación con pequeñas
cant idades de m ater iales m oder nos que cont ienen car bono 14. De ahí que la
ant igüedad de la m at er ia pr ocedent e de un yacim ient o ar queológico pueda
calcular se a par t ir de la propor ción carbono 14/ car bono 12 de dichas m at er ias.
El r adiocar bono pr esent a num er osos pr oblem as t écnicos, dos de los cuales m er ecen
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m ención especial en est as páginas. El pr im er o es que, hast a el decenio de 1980, la
dat ación por r adiocarbono r equer ía cant idades r elat iv am ent e grandes de car bono
( unos gram os) , m uy superiores a la cant idad que se encuent ra en sem illas o huesos
pequeños. De ahí que los cient íficos tuv ier an que r ecur r ir a m enudo a dat ar
m at er ias r ecuperadas en lugar es cer canos en el m ism o yacim ient o y que se cr eían
«asociadas a» los r est os de alim ent os; es decir , que habían sido deposit adas
sim ult áneam ent e por las m ism as per sonas que dej ar on los alim ent os. Una opción
t ípica de m at er ias «asociadas» es el carbón de los hogar es.
Per o
los
yacim ient os
arqueológicos
no
siem pr e
son
cápsulas
del
t iem po
per fect am ent e selladas de m at er ias deposit adas en su t ot alidad el m ism o día. Las
m at er ias deposit adas en difer ent es m om ent os pueden llegar a m ezclar se, al
r ev olv er el suelo los gusanos, los r oedor es y ot r os agent es. Los r esiduos de car bón
v eget al de un hogar pueden t er m inar , por t ant o, cerca de los r est os de una plant a o
un anim al que m urió y fue consum ido m iles de años ant es o después. Act ualm ent e,
los ar queólogos sor t ean est e problem a r ecur r iendo de m odo cr ecient e a una nueva
t écnica llam ada espect r om et r ía de m asas, que perm it e la datación por r adiocarbono
de pequeñas m uestr as y , por t ant o, perm it e dat ar dir ect am ent e una pequeña
sem illa, un huesecillo u ot r o r esiduo alim ent ar io por sí solo. En algunos casos se han
hallado grandes difer encias ent r e fechas de r adiocar bono r ecient es basadas en los
nuev os m ét odos dir ect os (que t ienen sus pr opios problem as) y las basadas en los
m ét odos indirect os m ás ant iguos. Ent re las cont roversias result ant es que cont inúan
sin r esolv er se, la m ás im por t ant e a los efect os de est e libr o es quizá la r efer ida a la
fecha en que se or iginó la pr oducción de alim ent os en Am ér ica: los m ét odos
indir ect os de los decenios de 1960 y 1970 pr oporcionar on fechas tan t em pr anas
com o 7.000 a.C., per o dat aciones dir ectas m ás r ecient es pr oducen fechas no
ant er ior es a 3.500 a.C.
Un segundo pr oblem a en la datación por radiocar bono es que la pr oporción ent r e
car bono 14 y car bono 12 de la at m ósfer a, en r ealidad, no es r ígidam ent e const ant e,
sino que fluct úa liger am ent e con el t iem po, por lo que los cálculos de fechas de
r adiocar bono basadas en el supuest o de una pr opor ción constant e est án som et idas
a pequeños er r or es sist em át icos. La m agnit ud de est e er r or par a cada fecha del
pasado puede det erm inar se en pr incipio con la ay uda de los anillos de cr ecim ient o
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anuales de árboles longev os, pues los anillos pueden cont ar se par a obt ener una
fecha de calendar io absolut a en el pasado para cada anillo, y una m uest r a de
car bono de m ader a dat ada de est a m aner a puede analizar se después para
det er m inar su pr opor ción ent r e el car bono 14 y el car bono 12. De est e m odo, las
fechas de r adiocarbono m edidas pueden ser «calibradas» par a t ener en cuent a las
fluct uaciones de la pr opor ción de car bono at m osfér ico. El efect o de est a cor r ección
es que, par a m at er ias con fechas apar ent es ( es decir , no calibr adas) ent r e los años
1.000 a.C. y 6.000 a.C., la fecha v er dadera ( calibr ada) es ent r e unos siglos y 1.000
años ant es. Muest ras un poco m ás ant iguas han com enzado a ser calibr adas en
fechas m ás r ecient es m ediant e un m ét odo alt er nat iv o basado en ot r o pr oceso de
descom posición r adiact iv a, habiendo producido la conclusión de que las m uestr as
que apar ent em ent e dat aban de 9.000 a.C. dat an en r ealidad de hacia 11.000 a.C.
Algunos
ar queólogos dist inguen
las
fechas
calibr adas de
las
no
calibr adas
escr ibiendo las pr im er as en m ayúsculas y las segundas en m inúsculas ( por ej em plo,
3000 a.C. y 3000 a.C., r espect iv am ent e) . Sin em bar go, la lit er at ur a arqueológica
puede ser confusa a est e r espect o, por que m uchos libr os y ensay os consignan
fechas no calibr adas con «a.C.» y no m encionan que son en r ealidad fechas no
calibr adas. Las fechas que se r eseñan en est a obra para hechos ocurr idos en los
últ im os 15 000 años son fechas calibr adas ( aunque las r eseñem os com o «a.C.») .
Est o ex plica algunas de las discr epancias que el lect or puede obser v ar ent r e las
fechas de est e libr o y las cit adas en algunos ot r os de consult a habit uales sobr e la
pr im it iv a pr oducción de alim ent os.
Una vez r econocidos y fechados los r est os de plant as y anim ales dom ést icos de la
ant igüedad, ¿cóm o se decide si la planta o el anim al fuer on dom est icados r ealm ent e
en las pr oxim idades de ese y acim ient o, y no fue aclim at ado en ot r o lugar y después
se pr opagó hast a el yacim ient o en cuest ión? Un m ét odo consist e en exam inar un
m apa de la dist r ibución geogr áfica del ant epasado silv est r e de la plant a o el anim al,
y r azonar que la dom est icación debió de t ener lugar en la zona donde se da el
ant epasado silv est r e. Por ej em plo, el garbanzo es cult iv ado am pliam ent e por los
agr icult or es t radicionales desde el Medit er r áneo y Et iopía hast a I ndia, siendo est e
país el pr oduct or del 80 por 100 de la pr oducción m undial de gar banzos en nuest r os
días. Podr íam os engañar nos, pues, y suponer que el garbanzo fue aclim atado en
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I ndia. Per o r esult a que el gar banzo silv est r e ancest ral sólo se da en el sur est e de
Tur quía. La int er pr et ación según la cual el gar banzo fue aclim at ado r ealm ent e allí
est á r espaldada por el hecho de que los hallazgos m ás ant iguos de gar banzos
posiblem ent e aclim at ados en yacim ient os ar queológicos del Neolít ico pr ovienen del
sur est e de Tur quía y el cer cano nor t e de Sir ia, que dat an de hacia 8000 a.C.; las
pr uebas ar queológicas de la pr esencia de garbanzos en el subcont inent e indio
apar ecen 5.000 años después.
Un segundo m ét odo para ident ificar el lugar donde com enzó a cult iv ar se una planta
o se dom est icó un anim al consist e en t r azar en un m apa las fechas de la pr im era
apar ición de la for m a dom est icada en cada localidad. El lugar donde apar eció
pr im er o puede ser el lugar donde se aclim at ó por v ez pr im er a, sobr e t odo si el
ant epasado silv est r e t am bién se dio allí, y si las fechas de la pr im er a apar ición en
ot r os lugar es van siendo pr ogr esiv am ent e m ás ant iguas a m edida que aum enta la
dist ancia desde el pr esunt o lugar de la aclim at ación inicial, de t al m anera que
sugier an la pr opagación a esos otr os lugar es. Por ej em plo, la var iedad de t r igo
escanda ( o escaña m elliza) cult iv ada m ás ant igua que se conoce pr oviene del
Cr ecient e Fér t il hacia 8.500 a.C. Poco después, el cult iv o apar ece progr esiv am ent e
m ás al oest e, llegando a Gr ecia hacia 6.500 a.C. y a Alem ania hacia 5.000 a.C.
Ést as fechas sugier en la aclim at ación de la escanda en el Cr ecient e Fér t il, conclusión
r espaldada por el hecho de que la escanda silv est r e ancest r al sólo se da en la zona
que se ex t iende desde I sr ael hast a el oest e de I r án y Tur quía.
Pero, com o verem os, surgen com plicaciones en m uchos casos en los que la m ism a
plant a o el m ism o anim al fuer on dom est icados independient em ent e en var ios
lugar es dist int os. Ést e t ipo de casos pueden det ect ar se a m enudo m ediant e el
análisis de las difer encias m or fológicas, genét icas o cr om osom át icas r esult ant es
ent r e ej em plar es del m ism o cult ivo o anim al dom ést ico en difer ent es zonas. Por
ej em plo, las r azas de cebú del ganado vacuno dom ést ico de I ndia t ienen j or oba,
que falt a en las r azas de v acuno eur asiát icas, y los análisis genét icos indican que los
ant epasados de las r azas m oder nas de I ndia y del oest e de Eur asia de ganado
vacuno se separaron hace cient os de m iles de años, m ucho ant es de que cualquier
anim al fuer a dom est icado en el m undo. Es decir , el ganado vacuno fue dom est icado
independient em ent e en I ndia y en el oest e de Eurasia, en los últ im os 10.000 años,
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a par t ir de subespecies de ganado v acuno salv aj es indias y eur asiát icas occident ales
que habían div er gido cient os de m iles de años at rás.
Volv am os ahor a a nuest r as pr egunt as ant er ior es acer ca del nacim ient o de la
pr oducción de alim ent os. ¿Dónde, cuándo y cóm o se desar r olló la pr oducción de
alim ent os en difer ent es par t es del planet a?
En un ext rem o se encuent ran las zonas en las que la pr oducción de alim ent os sur gió
de m anera t ot alm ent e independient e, con la aclim at ación de m uchos cult ivos
aut óct onos ( y, en algunos casos, la dom esticación de algunos anim ales) ant es de la
llegada de cult iv os o anim ales de ot ras zonas. Sólo ex ist en cinco zonas de las que
se dispone act ualm ent e de pr uebas porm enor izadas y concluyent es: el sur oest e de
Asia, t am bién llam ado Or ient e Pr óxim o o Cr ecient e Fér t il; China; Mesoam ér ica
( t ér m ino que se aplica al cent r o y el sur de Méx ico y zonas adyacent es de Am ér ica
Cent r al) ;
los Andes de Am ér ica del Sur y posiblem ent e t am bién la cuenca
am azónica ady acent e; y el est e de Est ados Unidos ( fig. 5.1) . Algunos o t odos est os
cent r os podr ían com pr ender r ealm ent e var ios cent r os cer canos donde la pr oducción
de alim ent os apar eció m ás o m enos independient em ent e, com o el v alle del r ío
Am arillo del nor t e de Ch ina y el valle del río Yangt sé en el sur de China.
Fi g u r a 5 . 1 . Cent r os de or igen de la pr oducción de alim ent os. Los signos de
int er r ogación indican cier ta duda acer ca de si el nacim ient o de la pr oducción de
alim ent os en ese cent r o t uvo lugar realm ent e sin influencia de la difusión de la
pr oducción de alim ent os desde ot r os cent r os, o ( en el caso de Nueva Guinea) de
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cuáles fueron los prim eros cult ivos.
Adem ás
de
est as
cinco
zonas
donde
la
producción
de
alim ent os
sur gió
indudablem ent e ex novo, ot r as cuat ro —el Sahel afr icano, Áfr ica occident al t r opical,
Et iopía y Nuev a Guinea— son candidat as a t al dist inción. Sin em bar go, en t odos
est os casos sur gen incer t idum br es. Aunque es indudable que se aclim at aron plant as
silv est r es aut óct onas en la zona del Sahel afr icano, inm ediat am ent e al sur del
Sahara, la cr ía de ganado vacuno pudo haber pr ecedido a la agr icult ur a en dicha
zona, no sabiéndose aún con cer t eza si se t r at aba de ganado vacuno dom est icado
de m anera independient e en el Sahel o, por el cont r ar io, de ganado vacuno
dom ést ico or iginar io del Cr ecient e Fér t il cuy a llegada desencadenó la aclim at ación
de plant as en la zona. Sigue siendo asim ism o incier t o si la llegada de esos cult iv os
del Sahel desencadenó después la indudable aclim at ación local de plant as silv est r es
aut óct onas en Áfr ica occident al, y si la llegada de cult iv os del sur oest e de Asia es lo
que desencadenó la aclim at ación local de plant as silv est r es aut óct onas en Et iopía.
Por lo que se r efier e a Nueva Guinea, los est udios ar queológicos han pr opor cionado
pr uebas de agr icult ur a pr im it iv a m ucho ant es de la producción de alim ent os en
zonas ady acent es, per o las plantas cult iv adas no han sido ident ificadas de m anera
cat egór ica.
La Tabla 5.1 r esum e, par a ést as y ot ras zonas de dom est icación local, algunos de
los cult ivos y anim ales m ás conocidos y las fechas m ás ant iguas que se conocen de
su aclim at ación. Ent re est as nueve zonas candidat as a la evolución independient e
de la pr oducción de alim ent os, el sur oest e de Asia pr esent a las fechas segur as m ás
ant iguas t anto de aclim atación de plant as (hacia 8500 a.C.) com o dom est icación de
anim ales ( hacia 8000 a.C.); est a r egión posee asim ism o el m ay or núm er o de fechas
de r adiocar bono ex act as de pr im it iv a pr oducción de alim ent os. Las fechas de China
son práct icam ent e equipar ables en ant igüedad, m ient r as que las fechas del est e del
act ual Est ados Unidos son claram ent e posteriores en unos 6000 años. En cuant o a
las ot r as seis zonas candidat as, las fechas m ás ant iguas bien est ablecidas no
r iv alizan con las del sur oest e de Asia, per o son dem asiado escasos los yacim ient os
ant iguos que han sido dat ados con cer t eza en esas seis zonas para que podam os
est ar seguros de que fuer on r ealm ent e post er ior es al sur oest e de Asia y ( en ese
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caso) en cuánt o t iem po.
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El siguient e gr upo de zonas est á for m ado por aquellas donde se aclim at aron al
m enos un par de plantas o anim ales locales, per o donde la pr oducción de alim ent os
dependía pr incipalm ent e de cult iv os y anim ales dom est icados en ot r as zonas. Las
v ar iedades aclim at adas im por t adas podrían
consider ar se cult iv os y
anim ales
«fundador es», por que fundar on la pr oducción de alim ent os local. La llegada de
especies dom est icadas fundadoras per m it ió que la población local se hiciese
sedent ar ia, y por t ant o aum ent ó la probabilidad de que ev olucionar an los cult iv os
locales a par t ir de plant as silv est r es que se r ecolect aban, se llev aban a casa y se
plant aban accident alm ent e, y sólo después se plant aban int encionadam ent e.
En t r es o cuat r o de est as zonas, el «paquet e fundador » que llegó pr ovenía del
sur oest e de Asia. Una de ellas es Eur opa occident al y cent r al, donde la pr oducción
de alim ent os sur gió con la llegada de cult iv os y anim ales del sur oest e de Asia ent r e
6000 a.C. y 3500 a.C., per o al m enos una plant a ( la am apola, y probablem ent e la
av ena y algunas otr as) fue aclim at ada después localm ent e. La am apola silv est r e
sólo cr ece en las zonas cost er as del Medit er r áneo occident al. Las sem illas de
am apola est án ausent es de y acim ient os ex cav ados en las pr im eras com unidades
agr ícolas de Europa or ient al y el sur oest e de Asia; apar ecen por pr im er a v ez en
ant iguos yacim ient os agr ícolas de Eur opa occident al. En cam bio, los ant epasados
silv est r es de la m ay or ía de los cult iv os y anim ales del sur oest e de Asia est aban
ausent es de Eur opa occident al. Así pues, par ece clar o que la pr oducción de
alim ent os no ev olucionó de m aner a independient e en Eur opa occident al. En cam bio,
fue desencadenada en esa r egión por la llegada de especies aclim at adas del
sur oest e de Asia. Las sociedades agr ícolas r esult ant es en Eur opa occident al
aclim at ar on la am apola, que post er iorm ent e se pr opagó hacia el est e com o cult iv o.
Ot r a zona donde la aclim at ación local par ece haber seguido a la llegada de cult iv os
fundador es del sur oest e de Asia es la r egión del v alle del I ndo, en el subcont inent e
indio. Las pr im er as com unidades agr ícolas de est a r egión, en el m ilenio VI I a.C.,
ut ilizaban el t r igo, la cebada y ot r as plant as que habr ían sido aclim at adas
pr eviam ent e en el Cr ecient e Fér t il y que evident em ent e se pr opagar on al valle del
I ndo a t r avés de I r án. Sólo después apar ecen en las com unidades agr ícolas del v alle
del I ndo especies dom ést icas derivadas de especies aut óct onas del subcont inent e
indio, com o el ganado vacuno con j oroba y el sésam o. Tam bién en Egipt o, la
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pr oducción de alim ent os com enzó en el m ilenio VI a.C. con la llegada de cult iv os del
sur oest e de Asia. Los egipcios aclim at aron después el sicóm oro y la chufa.
Las m ism as paut as se aplican pr obablem ent e a Et iopía, donde el t r igo, la cebada y
ot ros cult ivos del suroest e de Asia son cult ivados desde hace m ucho t iem po. Los
et íopes aclim at ar on t am bién m uchas especies silv est r es de la zona par a obt ener
cult ivos que en su m ayor ía cont inúan confinados a Et iopía, aunque uno de ellos ( el
café) se ha ext endido por t odo el m undo. Sin em bar go, no se sabe aún si los
et íopes cult ivaban est as plant as locales ant es o sólo después de la llegada del
«paquet e fundador » del sur oest e de Asia.
En est as y ot r as zonas donde la pr oducción de alim ent os dependía de la llegada de
cult iv os fundador es de ot r as r egiones, ¿adopt ar on los cazador es-r ecolect or es locales
aquellos cult ivos fundador es de pueblos agr icult or es vecinos y, por t ant o, se
hicier on a su v ez agr icult or es? ¿O es el caso que el «paquet e fundador» fue llev ado
por agr icult or es invasor es, lo cual les per m it ió t ener m ás descendencia que los
cazador es locales y m at ar los, desplazar los o super ar los en núm er o?
En Egipt o par ece pr obable que sucedier a lo pr im er o: los cazador es-r ecolect or es
locales se lim it ar on a incor por ar las especies dom est icadas y las t écnicas agr ícolas y
ganader as del sur oest e de Asia a su pr opia diet a de plant as y anim ales silv est r es, y
después abandonar on gr adualm ent e los alim ent os silv est r es. Es decir , lo que llegó a
Egipt o par a iniciar la pr oducción de alim ent os fuer on cult iv os y anim ales for áneos,
no per sonas for áneas. Lo m ism o podía haber sucedido en la cost a at lánt ica de
Eur opa, donde los cazador es-r ecolect or es locales apar ent em ent e adopt ar on la ovej a
y los cer eales del sur oest e de Asia en el t r anscur so de m uchos siglos. En la r egión
de El Cabo, en Sur áfr ica, los cazador es- r ecolect or es khoi locales se hicier on
ganader os ( per o no agr icult or es) m erced a la adquisición de ovej as y vacas de
zonas de Áfr ica sit uadas m ás al nor t e ( y en últ im a inst ancia del sur oest e de Asia) .
Asim ism o, los cazador es- r ecolect or es indígenas am er icanos del sur oest e de Est ados
Unidos se hicier on gr adualm ent e agr icult or es m ediant e la adquisición de cult ivos
m ex icanos. En estas cuat r o zonas, el com ienzo de la pr oducción de alim ent os ofr ece
escasas o ninguna pr ueba de la aclim at ación de especies v eget ales o anim ales
locales, per o t am bién escasas o ninguna pr ueba de la sust it ución de población
hum ana.
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En el ex t r em o opuest o est án las r egiones en las que la pr oducción de alim ent os
com enzó sin duda con una llegada br usca de gent e for ánea así com o de cult iv os y
anim ales foráneos. La razón por la que podem os estar segur os de ello es que las
llegadas t uvier on lugar en la época m oder na y t uv ier on com o pr ot agonist as a
eur opeos alfabet izados, que nar raron los hechos en innum er ables libr os. Est as
zonas son: Califor nia, la r egión noroccident al pacífica de Am ér ica del Nor t e, la
pam pa argent ina, Aust r alia y Siber ia. Hasta siglos r ecient es, est as zonas est uvier on
ocupadas por cazador es-r ecolect or es, indígenas am er icanos en los pr im eros t r es
casos y abor ígenes aust r alianos o indígenas siber ianos en los dos últ im os. Est os
cazadores-recolect ores fueron m at ados, infect ados, expulsados o sust it uidos en
gr an m edida por la llegada de agr icult or es y ganaderos eur opeos que llev ar on sus
pr opios cult iv os y no aclim at ar on especies silv est r es locales después de su llegada
( a ex cepción de las nueces de m acadam ia en Aust r alia) . En la r egión de El Cabo, en
Sur áfr ica, los eur opeos encont raron al llegar no sólo a los cazador es-r ecolect or es
k hoi,
sino t am bién a ganader os khoi que poseían ya anim ales dom ést icos
únicam ent e, no cult ivos. El result ado fue t am bién en est e caso el com ienzo de la
agr icult ur a
dependient e
de
cult ivos
pr ocedent es
de
ot r as
r egiones,
la
no
dom est icación de especies locales y la sustit ución m asiv a m oder na de la población
hum ana.
Finalm ent e, el m ism o m odelo de com ienzo br usco de la pr oducción de alim ent os
dependient e de especies aclim at adas en ot r os lugar es, y de sust it ución br usca y
m asiv a de la población, par ece haber se repet ido en m uchas zonas en la época
pr ehist ór ica. En ausencia de r egist r os escr it os, las pr uebas de esas sust it uciones
pr ehist ór icas deben buscar se en el r egist r o ar queológico o deducir se de las pr uebas
lingüíst icas. Los casos m ej or at est iguados son aquellos en los que no puede haber
duda alguna de la sust it ución de la población, por que los pr oduct or es de alim ent os
r ecién llegados pr esent aban acusadas difer encias en sus esquelet os con r espect o a
los cazador es-r ecolect or es a los que sust it uy er on, y por que los pr oduct or es de
alim ent os int roduj eron no sólo cult ivos y anim ales sino t am bién cerám ica. En
capít ulos post er ior es ex pondr em os los dos ej em plos m ás clar os: la ex pansión
aust r oindonesia desde el sur de China hast a Filipinas e I ndonesia ( capít ulo 17) y la
ex pansión bant ú por el Áfr ica subecuat or ial ( capít ulo 19) .
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El sur est e de Eur opa y Eur opa cent ral pr esent an un panor am a sem ej ante de
com ienzo br usco de la pr oducción de alim ent os ( dependient e de cult iv os y anim ales
del sur oest e de Asia) y de pr oducción de cer ám ica. Ést e pr incipio supuso t am bién,
pr obablem ent e, la sust it ución de los ant iguos gr iegos y ger m anos por nuev os
gr iegos y ger m anos, del m ism o m odo que lo viej o dio paso a lo nuev o en Filipinas,
I ndonesia y el Áfr ica subecuat or ial. Sin em bar go, las difer encias de const it ución
ósea
ent r e los cazador es- r ecolect or es ant er ior es y
los agr icult or es que los
sust it uyeron son m enos acusadas en Europa que en Filipinas, I ndonesia y el África
subecuat or ial. De ahí que los argum ent os en fav or de la sust it ución de la población
en Europa sean m enos pot ent es o m enos direct os.
Resum iendo, sólo un núm er o r educido de zonas del m undo desar rollar on la
pr oducción de alim ent os de m aner a independient e, y lo hicier on en épocas m uy
difer ent es. A par t ir de aquellas zonas nuclear es, los cazador es-r ecolect or es de
algunas zonas vecinas apr endier on la pr oducción de alim ent os, y los pueblos de
ot r as zonas vecinas fueron sust it uidos por pr oduct or es de alim ent os invasor es
pr ocedent es de las zonas nuclear es, t am bién en épocas m uy difer ent es. Finalm ent e,
los pueblos de algunas zonas ecológicam ent e apt as para la pr oducción de alim ent os
ni desar r ollar on ni adquir ier on la agr icult ur a en la época pr ehist ór ica; siguier on
siendo cazador es- r ecolect or es hasta que el m undo m oder no acabó con ellos. Los
pueblos de las zonas que t enían una vent aj a de salida en la pr oducción de alim ent os
obt uvier on, por t anto, una vent aj a de salida en el cam ino que conducía hacia las
ar m as, el fuego, los gérm enes y el acero. El r esult ado fue una larga ser ie de
colisiones entr e los r icos y los pobr es de la hist or ia.
¿Cóm o podem os ex plicar est as difer encias geográficas en los t iem pos y los m odos
del com ienzo de la producción de alim ent os? Ést a pr egunta, que const it uye uno de
los pr oblem as m ás im por t ant es de la prehist or ia, ser á el obj et o de los cinco
capít ulos siguientes.
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Ca pít u lo 6
Cu lt iva r o n o cu lt iv a r
En la ant igüedad, t odos los habit ant es de la Tier r a eran cazador es- r ecolect or es.
¿Por qué a algunos de ellos est o no les bastaba y decidier on dedicar se a la
pr oducción de alim ent os? Adm it ido que hubier on de t ener algún m ot iv o, ¿por qué lo
hicieron hacia 8.500 a. C. en los hábit at s m edit erráneos del Crecient e Fért il y no
hast a 3.000 años después en hábit at s de clim a m edit er r áneo par ecido de Eur opa
suroccident al, y nunca lo hicieron los indígenas que habit aban en áreas de
condiciones sim ilar es a las del Medit er r áneo en Califor nia, suroest e de Aust ralia y El
Cabo en Sur áfr ica? I ncluso los pueblos del Cr ecient e Fér t il, ¿por qué esper ar ían
hast a 8500 a. C. en lugar de hacerse ya product ores de alim ent os 18.500 o 28.500
años a.C.?
Desde nuest ro punt o de vist a m oderno, t odas est as cuest iones parecen en un
pr incipio absur das, por m anifest ar se con t ant a ev idencia los inconv enient es de ser
cazador -r ecolect or . Los cient íficos solían cit ar una fr ase de Thom as Hobbes par a
caract er izar el est ilo de vida de los cazador es-r ecolect or es com o «desagradable,
br ut al y br ev e». Par ece que habían de t r abaj ar m uy dur o, viv ir al día en busca
const ant e de sust ent o, est ando a m enudo al borde de la ham br una, car ent es de
cualquier
com odidad m at er ial elem ent al com o cam as m ullidas y v est im ent a
adecuada, par a acabar m ur iendo j óv enes.
En r ealidad, sólo par a el ciudadano de a pie del Pr im er Mundo, que no tiene que
hacer el t r abaj o de pr oducción de alim ent os ( de la que se ocupan dist ant es
act iv idades agropecuar ias) , significa ést a m enos esfuer zo físico, m ás com odidad, no
padecer ham br e y m ás dilat ada esper anza de v ida. La m ay or par t e de los
agr icult or es y ganader os, que const it uy en la m ay or ía de pr oduct or es dir ect os de
alim ent os del m undo, no siem pr e lo pasan m ej or que los cazador es- r ecolect or es.
Est udios de j or nadas de t rabaj o dem uestr an que t ienden a inver t ir m ás horas
diar ias,
y
no m enos,
que los cazadores- r ecolect or es.
Los ar queólogos han
dem ostrado que los pr im er os agr icult or es de m uchas r egiones eran m ás enclenques
y est aban peor alim ent ados, sufr ían m ás dolencias gr aves y m or ían por t ér m ino
m edio a edades m ás j óvenes que los cazador es- r ecolect or es a quienes habían
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sust it uido.
Si
est os
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pr im it iv os
agr icult or es
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pudier an
haber
pr ev ist o
las
consecuencias de dedicar se a la pr oducción alim ent ar ia podr ían haber opt ado por no
hacer lo. ¿Por qué, incapaces de pr ev er las consecuencias, t om ar on sin em bargo t al
opción?
Se dan m uchos casos r eales de cazadores- r ecolect or es que sí v ier on a v ecinos
suy os dedicar se a la pr oducción alim ent ar ia y que, no obstant e, se negar on a
adopt ar
sus
supuest as
vent aj as
y
prefir ier on
cont inuar
siendo
cazador es-
r ecolect or es. Por ej em plo, los cazador es-r ecolect or es abor ígenes del nor est e de
Aust r alia com er ciar on durant e m iles de años con los cam pesinos de las islas del
est r echo de Tor r es, ent r e Aust r alia y Nueva Guinea. Los cazador es- r ecolect or es
indígenas am er icanos de Califor nia com er ciaban con los cam pesinos indígenas
am er icanos del v alle del r ío Color ado. Asim ism o, en Suráfr ica los ganaderos khoi del
oest e del r ío Fish com er ciaban con cam pesinos bant úes del est e de dicho r ío, y
siguier on pr escindiendo de la agr icult ur a. ¿Por qué?
En cam bio, ot ros cazadores- recolect ores que t enían cont act os con cam pesinos
acabaron por adoptar la agr icult ur a, per o sólo después de lo que puede par ecem os
una t ardanza desm esuradam ent e lar ga. Por ej em plo, los pueblos r iber eños del m ar
en Alem ania no adopt ar on la pr oducción de alim ent os hast a 1.300 años después de
que los pueblos de la cult ur a de la cer ám ica de bandas lineales la llev ar an a ár eas
int er ior es de Alem ania a sólo una dist ancia de 200 km al sur . ¿Por qué esos
alem anes r iber eños esper aron t ant o t iem po, y qué es lo que les hizo en definit iva
cam biar de par ecer ?
* * * *
Ant es de que nos sea posible r esponder a est as pr egunt as, debem os disipar algunos
concept os er róneos sobr e los or ígenes de la pr oducción alim ent ar ia, r eform ulando
luego la cuest ión. Lo que en realidad sucedió no fue un descubrim ient o de la
pr oducción alim ent ar ia ni una invención, com o podr íam os suponer en un pr incipio.
Con frecuencia no se t rat ó siquiera de una elección conscient e ent re producción de
alim ent os y r ecolección de caza. En r ealidad, en t oda r egión del m undo, los
pr im er os pueblos que adopt ar on la producción alim ent ar ia es ev ident e que podían
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no est ar haciendo una elección conscient e o est ar a propósit o esforzándose en la
agr icult ur a com o obj et iv o, dado que j am ás habían conocido t al act iv idad y no t enían
m edio de saber a qué se par ecía. En cam bio, com o ver em os, la pr oducción
alim ent ar ia evolucionó com o der iv ada de decisiones t om adas sin t ener conciencia de
sus consecuencias. De aquí que la cuest ión que hem os de plant ear es por qué
ev olucionó la pr oducción alim ent ar ia, por qué ev olucionó en algunas zonas per o no
en ot ras, por qué en épocas diferent es en dist int os lugar es y por qué no en fechas
ant er ior es o post er ior es.
Lám ina 24. Soldados afganos, de Asia cent ral. ( AP/ Wor ld Wide Phot os) .
Ot r a idea equiv ocada es que ex ist e por necesidad una dist inción pr ecisa ent r e
cazador es-r ecolect or es nóm adas y
pr oduct or es sedent ar ios de alim ent os.
r ealidad,
hacem os
aunque
con
fr ecuencia
t al
com par ación,
los
En
cazador es-
r ecolect or es de algunas ár eas fér t iles, com o la costa del Pacífico sept ent r ional en
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Am ér ica del Nor t e y pr obablem ent e el sur est e de Aust r alia, se hicier on sedent ar ios,
per o nunca llegar on a ser pr oduct or es de alim ent os. Ot r os cazador es- r ecolect or es,
en Palest ina, o en cost as de Perú y Japón, se hicieron sedent ar ios en un principio y
adopt aron la pr oducción alim ent ar ia m ucho después. Es probable que los gr upos
sedent ar ios r epr esent aran una pr opor ción m ucho m ay or ent r e los cazador esr ecolect or es de hace 15.000 años, cuando t odas las par t es habit adas del m undo
( con inclusión de las ár eas m ás pr oduct iv as) est aban t odavía ocupadas por
cazador es-r ecolect or es, que ent r e los act uales, dado que hoy los pocos cazador esr ecolect or es que quedan sobr ev iv en sólo en ár eas im pr oduct iv as en donde el
nom adism o es la única opción.
A la inver sa, ex ist en gr upos de pr oduct or es de alim ent os que se desplazan. Algunos
nóm adas m oder nos de las llanur as de los lagos de Nuev a Guinea r ealizan t alas en la
j ungla, plant an bananas y papayas, se ausent an dur ant e unos m eses par a v iv ir
com o cazador es-r ecolect or es, r egr esan para v igilar sus cult iv os, lim pian de m aleza
las huer t as si com pr ueban que las plant as cr ecen, se v an ot r a v ez a cazar , v uelv en
unos m eses m ás t ar de para una nuev a com probación y se quedan dur ant e algún
t iem po a cosechar y com er si su huer t a les ha dado algún pr oducto. Los indios
apaches del sur oest e de Est ados Unidos se est ablecían durant e el v er ano en ár eas
elev adas y hacia el nor t e par a r ealizar labor es agr ícolas, y luego se r et ir aban hacia
el sur y a ár eas m ás baj as par a deam bular en busca de alim ent os nat ur ales dur ant e
el inv ier no. Muchos pueblos past or es de Áfr ica y Asia t r asladan sus cam pam ent os a
lo lar go de r ut as est acionales fij as con el fin de apr ovechar para los past os del
ganado las var iaciones est acionales pr ev isibles. Así, el paso de la r ecolección de
caza a la pr oducción alim ent ar ia no siem pre coincide con un paso del nom adism o a
la v ida sedent ar ia.
Ot r a supuest a dicot om ía que la r ealidad desm ient e es una dist inción ent r e los
pr oduct or es de alim ent os com o gest or es act iv os de sus t ier r as y los cazador esr ecolect or es com o sim ples acopiador es del pr oducto nat ur al de la t ier ra. En
r ealidad, algunos cazador es-r ecolect or es gest ionan int ensiv am ent e sus t ier r as. Por
ej em plo, los pueblos de Nuev a Guinea, que nunca aclim at ar on los sagúes ni los
pándanos de m ont aña, incr em entan sin em bar go la pr oducción de est as plant as
com est ibles silv estr es t alando ár boles que est or ban, m ant eniendo lim pios los
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canales de las m ar ism as de sagú y facilit ando el cr ecim ient o de nuev os br ot es de
sagú m ediant e la cor ta de ár boles de sagú m adur os. Los abor ígenes aust ralianos,
que nunca llegar on a cult iv ar ñam es ni plant as de sem illa, ant icipar on sin em bar go
v ar ios elem ent os de la agr icult ur a. Gest ionaban el cam po quem ándolo, con el fin de
est im ular el cr ecim ient o de plant as de sem illa com est ibles que br ot aban después de
los incendios. Al r ecolect ar los ñam es silv est r es, cor t aban la m ay or par t e del
t ubér culo com est ible, per o dev olv ían al t er r eno los pedúnculos y par t es super ior es
de esos t ubér culos para que se r epr oduj er an. Su labor de cav ar par a ext raer el
t ubér culo r em ovía y air eaba el suelo y fav or ecía el nuev o cr ecim ient o. Todo lo que
t endr ían que haber hecho par a poder definir los com o agr icult or es er a llev ar se a
casa los t ubér culos ent er os, con pedúnculo, y volv er a plant ar algunos en sus
t errenos.
* * * *
La pr oducción alim ent ar ia evolucionó por etapas a par t ir de esos pr ecur sor es que ya
la pr act icaban: los cazador es-r ecolect or es. No t odas las t écnicas necesar ias fuer on
desarr olladas en un cor t o int er v alo de t iem po, y no t odas las plantas silv est r es y los
anim ales salv aj es que con el t iem po fuer on adapt ados en det er m inada zona lo
fuer on sim ult áneam ent e. I ncluso en los casos de m ás rápido desarr ollo en solit ar io
de la pr oducción de alim ent os a par t ir de un est ilo de v ida de cazador esr ecolect or es, llev ó m iles de años pasar de una t ot al dependencia de alim ent os
silv est r es a una diet a con m uy pocos de tales alim ent os. En las pr im er as etapas de
la pr oducción alim ent ar ia, la gent e cosechaba alim ent os silv est r es al m ism o tiem po
que se dedicaba al cult iv o de ot r os, y var ios t ipos de act iv idades r ecolect or as
per dier on im por t ancia en épocas div er sas confor m e aum ent aba la confianza en los
cult ivos.
La r azón básica de que est a tr ansición fuese t an parsim oniosa es que los sist em as
de pr oducción de alim ent os ev olucionar on com o r esult ado de m uchas decisiones
singular es de dedicar le tiem po y tr abaj o. Los hum anos forr aj er os, com o los
anim ales, disponen sólo de t iem po y ener gía lim it ados, que pueden gast ar de
div er sas form as. Podem os im aginar un cam pesino en cier nes pr eguntándose al
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desper t ar por la m añana: ¿paso el día de hoy labr ando m i huer t o ( que es posible
que pr oduzca cant idad de hor talizas después de v ar ios m eses) , r ecogiendo
cr ust áceos ( así conseguir ía com ida para hoy , aunque m uy poca) o cazando venados
( con lo que podr ía logr ar m ucha com ida, per o a r iesgo de no cobr ar ninguna pieza) ?
Los hum anos y los anim ales forr aj er os, aunque sólo sea por inst int o, est án
const ant em ent e
eligiendo
qué
les
es
pr ior it ar io
y
t om ando
decisiones
de
localización. Dedican sus pr im er os esfuer zos a los alim ent os que pr efier en, o a los
que m ás sacian su ham bre. Si no los consiguen, pasan a alim ent os cada vez m enos
apet it osos.
Son m uchas las consideraciones que for m an par t e de estas decisiones. Los
hum anos buscan com ida para saciar el ham br e. Desean t am bién nut r ient es
específicos, com o alim ent os ricos en prot eínas, grasa, sal, frut as dulces y cosas que
sencilla y llanam ent e tienen buen sabor . A igualdad de las r est ant es cualidades,
pr ocur an m ax im izar el r endim ient o en calor ías, pr ot eínas u ot r as cat egor ías
específicas, buscando com ida de t al for m a que la búsqueda les r epor t e un m áxim o
de alim ent os con la m ay or cer t eza posible de inver t ir en ello el m enor t iem po y
esfuer zo. Al m ism o tiem po, pr ocuran m inim izar su r iesgo de padecer ham br e:
pr efier en r endim ient os m oder ados pero segur os a un est ilo de v ida que fluct úe
desde buenas t em poradas de gr an r endim ient o a otr as con peligr o inm inent e de
m or ir de inanición. Una función que se supone t enían los prim er os huert os de hace
casi 11 000 años era acum ular una despensa de r eser v a par a asegurar la
subsist encia en caso de que fallase el apr ovisionam ient o alim ent ar io.
A la inver sa, los cazador es pr ofesionales t ienden a guiar se por consider aciones de
pr est igio: por ej em plo, pueden pr efer ir ir a cazar j ir afas t odos los días, cobr ar una
sola pieza al m es y ganar así la cat egor ía de gr an cazador , en lugar de llev ar a casa
t odos los m eses alim ent os por el doble de lo que pesa una j ir afa dedicándose a la
t ar ea m ás hum ilde, per o segur a, de la recogida diar ia de fr ut os secos. A otr as
per sonas les m uev en pr efer encias cult ur ales de par ecida arbit r ar iedad, com o
consider ar el pescado com o m anj ar exquisit o o com ida prohibida. Por últ im o, las
pr efer encias est án m uy influidas por los valor es r elat iv os que adj udiquen a est ilos
de vida difer ent es: lo m ism o que pasa hoy. Por ej em plo, en el siglo XI X los
v aquer os, ovej er os y agr icult or es del oest e est adounidense se despr eciaban
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r ecípr ocam ent e ent r e sí. De for m a sim ilar , a lo lar go de t oda la hist or ia de la
hum anidad los agr icult or es han m ostrado tendencias a despr eciar a los cazador esr ecolect or es consider ándolos pr im it iv os, los cazador es- r ecolect or es han despr eciado
a los agr icult or es ignor ant es, y los past or es los despr eciaban a am bos. Todos est os
fact or es ent r an en j uego en las decisiones independient es de los pueblos acer ca de
cóm o conseguir alim ent os.
* * * *
Com o ya hem os obser v ado, los pr im er os cam pesinos de cada cont inent e no podían
haber elegido la agr icult ur a de m anera conscient e, por que no t enían cer ca de ellos
ot r os agr icult or es de quienes apr ender . En cam bio, una vez iniciada la pr oducción
alim ent ar ia en det er m inada par t e de un cont inent e, los cazador es-r ecolect or es de
las vecindades podían obser v ar los r esult ados y t om ar decisiones conscient es. En
algunos casos, los cazador es- r ecolect or es adoptaban el sist em a de pr oducción
alim ent ar ia del v ecino casi sin m odificaciones; en ot r os, seleccionaban únicam ent e
cier t os elem ent os del m ism o, y t odavía había ot r os que r echazaban por com plet o la
pr oducción de alim ent os y pr efer ían seguir siendo cazador es- r ecolect or es.
Por ej em plo, los cazador es- r ecolect or es de algunas r egiones del sur est e de Eur opa
adopt aron rápidam ent e los cult iv os de cer eales y legum br es y la ganader ía del
sur oest e de Asia de una sola vez hacia 6.000 a.C. Est os t r es elem ent os se
ex pandier on asim ism o con r apidez a t r av és de Eur opa cent r al en los siglos
ant er ior es a 5.000 a.C. La adopción de la pr oducción alim ent ar ia pudo haber sido
r ápida y com plet a en Eur opa sur or ient al y cent r al debido a que el est ilo de los
cazador es-r ecolect or es
er a
en
est as
regiones
m enos
pr oduct iv o
y
m enos
com pet it iv o. Por el cont r ar io, la pr oducción de alim ent os fue adoptada poco a poco
en Eur opa sur occident al ( sur de Fr ancia, España e I t alia) , adonde las ovej as
llegar on ant es y los cer eales después. La adopción de una pr oducción int ensiv a de
alim ent os a par t ir de Asia cont inent al fue t am bién m uy lent a y sin sist em a fij o en
Japón, probablem ent e por que en ese país er a m uy pr oduct iv o el est ilo de v ida de
los cazador es- r ecolect or es basado en pescado y pr oduct os veget ales locales.
Del m ism o m odo que una form a de vida de cazador es- r ecolect or es puede ser
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int er cam biada sin m ét odo fij o por ot r a de pr oducción de alim ent os, un sist em a de
pr oducción de alim ent os puede asim ism o ser int er cam biado poco a poco por ot r os.
Por ej em plo, los indios del est e de Est ados Unidos aclim at aban cult ivos locales hacia
2500 a.C., per o t enían r elaciones com er ciales con los indios m ex icanos que habían
desarr ollado un sist em a agr ícola m ás conocido basado en la t er na del m aíz, las
calabazas y los fr ij oles. Los indios del est e de Est ados Unidos adoptar on los cult iv os
m exicanos y m uchos de ellos abandonaron bastant es de sus cult ivos aut óct onos,
por etapas. Las cucurbit áceas fueron aclim at adas por separado, el m aíz llegó de
Méx ico hacia 200 per o siguió siendo un cult iv o poco im por tant e hasta cer ca de 900,
y las j udías llegar on un siglo o dos m ás tarde. I ncluso sucedió algunas veces que se
abandonar on sist em as de pr oducción alim ent ar ia a favor de ot r os de cazador esr ecolect or es. Por ej em plo, hacia 3.000 a.C. los cazador es-r ecolect or es del sur de
Suecia adopt aron una agr icult ur a basada en los cult iv os del sur est e asiát ico, per o la
abandonar on hacia 2.700 a.C. r et om ando la caza- r ecolección durant e 400 años,
para luego r easum ir la agr icult ur a.
* * * *
Todas estas consideraciones ponen en clar o que no hem os de suponer que la
decisión de adopt ar la agr icult ur a se hizo en un v acío, com o si la gent e no hubiese
dispuest o ant es de m edios de alim ent ación. En cam bio, hem os de considerar la
agr icult ur a y la caza-r ecolección com o est rat egias alt er nativas que com pit en ent re
sí. Las econom ías m ix t as que añadier on cier t os cult ivos o ganader ías a la cazar ecogida com pet ían asim ism o cont r a am bos t ipos de econom ía «pura», y contr a
econom ías m ix t as con pr oporciones m ayores o m enor es de pr oducción alim ent ar ia.
No obst ant e, durant e los últ im os 10.000 años, el result ado que ha pr edom inado ha
sido la t r ansición de la caza y la r ecolección a la pr oducción alim ent ar ia. Así, hem os
de pr egunt ar : ¿cuáles fuer on los fact or es que inclinar on la v ent aj a com pet it iv a en
cont r a de lo pr im er o a favor de lo segundo?
La cuest ión cont inúa siendo debat ida por ar queólogos y ant r opólogos. Una razón
por la que perm anece sin r esolv er es que fact or es dist int os pueden haber r esult ado
decisiv os en difer ent es par t es del m undo. Ot r a ha sido el pr oblem a de desem br ollar
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causas y efect os en el em er ger de la producción alim ent ar ia. Sin em bargo, son
cinco los fact or es cont r ibuyent es que pueden ident ificar se; las cont r over sias gir an
pr incipalm ent e alr ededor de su im por t ancia r elat iv a.
Un fact or es el decliv e de la disponibilidad de alim ent os silv est r es. El est ilo de v ida
de los cazador es- r ecolect or es ha ido em pobr eciéndose en el pasado a lo lar go de los
13.000 últ im os años, a causa de que ha dism inuido la abundancia de r ecur sos de
que dependía ( en especial de los anim ales) , y algunos incluso han desapar ecido.
Com o vim os en el capít ulo 1, las especies de m am ífer os de m ayor t am año se
ext inguieron en Am érica a finales del Pleist oceno, y algunas se ext inguieron en
Eur asia y Áfr ica, ya fuera a causa de cam bios clim át icos o bien debido a la m ay or
habilidad
y
núm er o
de
cazador es
hum anos.
Es
posible
debat ir
sobr e
las
consecuencias de la ext inción de especies anim ales que con el t iem po ( después de
un lar go int er v alo) induj er on a los ant iguos indígenas am er icanos, eurasiát icos y
afr icanos a iniciar la pr oducción alim ent ar ia, per o en algunas islas se dan m uchos
casos
incont rovert ibles
en
t iem pos
m ás
recient es.
Sólo
después
de
haber
ex t er m inado el m oa y diezm ado las colonias de focas de Nuev a Zelanda, y de haber
ex t er m inado o diezm ado las poblaciones de av es acuát icas y t err est r es en ot r as
islas de Polinesia, int ensif icar on los colonos polinesios sus labor es de pr oducción
alim ent ar ia. Por ej em plo, aunque los polinesios que colonizar on la isla de Pascua
hacia 500 llev aban consigo aves de cor ral, el pollo no se conv ir t ió en un pr oduct o
alim ent icio im por t ant e hast a que las av es silv est r es y las m ar sopas dej ar on de
abundar com o alim ent o. De for m a par ecida, un fact or que se apunta com o
influy ent e en el auge de la aclim at ación de anim ales en el Cr ecient e Fér t il fue el
enr ar ecim ient o de la abundancia de las gacelas salv aj es que con ant er ior idad habían
const it uido una im por t ant ísim a pr ovisión de car ne para los cazador es-r ecolect or es
de la zona.
Un segundo fact or es que, al igual que la escasez de caza salv aj e cont r ibuyó a hacer
m enos r em unerador a la caza-r ecolección, la m ay or disponibilidad de plant as
silv est r es adapt ables hizo que la aclim at ación de plantas fuese m ás vent aj osa. Por
ej em plo, los cam bios clim át icos de finales del Pleist oceno en el Cr ecient e Fér t il
ex pandier on m ucho la super ficie de hábitat s de cer eales silv est r es, de los que
podían lograrse inm ensas cosechas en poco t iem po. Ésas cosechas de cereales
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silv est r es fuer on pr ecur soras de la aclim at ación de los pr im er os cult ivos de cer eales,
el t r igo y la cebada, en el Cr ecient e Fér t il.
Ot r o fact or m ás que inclina la balanza en cont r a de la caza- r ecolección fue la
ev olución cum ulat iv a de t ecnologías en las que iba a apoyar se la pr oducción
alim ent ar ia: r ecolección, pr ocesam ient o y alm acenaj e de alim ent os silv est r es. ¿De
qué les ser v ir ía a los fut ur os cam pesinos una t onelada de gr anos de t r igo en sus
espigas si no hubiesen aver iguado ant es cóm o cosechar los, descascar illar los y
alm acenar los?
Los
m ét odos,
aper os
e
inst alaciones
necesar ios
apar ecier on
r ápidam ent e en el Cr ecient e Fér t il después de 11.000 a.C., por haber los invent ado
para el t r at am ient o de la r ecient e abundancia de cer eales silv est r es disponibles.
Est os invent os consist ían en hoces de peder nal cem ent adas en m angos de m adera o
hueso par a la r ecolección de cer eales silv est r es; cest os para el t r anspor t e del grano
a las viv iendas desde las colinas en donde cr ecían; m or t er os con sus m anos, o losas
de m olienda, para el descascar illado; la t écnica de t ost ar los gr anos para poder
alm acenar los sin que germ inasen; y fosos de alm acenaj e subt er ráneo, algunos
r ecubier t os para im perm eabilizar los. La ev idencia de t odas estas t écnicas es
abundant e en zonas de cazador es-r ecolect or es del Cr ecient e Fér t il a par t ir de
11.000 a.C. Todas ellas, aunque elaboradas para la ex plot ación de cer eales
silv est r es, significar on r equisit os pr ev ios a la plant ación de cer eales de cult ivo. Ést a
ev olución cum ulat iva const it uy ó la pr im er a et apa no int encionada de adapt ación de
plant as.
Un cuar t o fact or fue el doble vínculo ent r e el incr em ent o de la dem ografía y el
aum ent o de la pr oducción alim ent ar ia. En t odas las par t es del m undo en donde
ex ist e una ev idencia adecuada, los arqueólogos hallan pr uebas de densidades de
población en aum ent o asociadas con el inicio de la pr oducción alim ent ar ia. ¿Cuál fue
la causa y cuál el r esult ado? Es ést e un pr oblem a que desde hace lar go t iem po da
lugar a contr over sias del t ipo de si fue ant es la gallina o el huev o: ¿for zó a los
hum anos el cr ecim ient o de la dem ogr afía a dedicar se a la pr oducción de alim ent os,
o fue ést a la que per m it ió que aum ent ar a la densidad de población hum ana?
En pr incipio, se supone que la cadena de la causalidad act úa en am bas dir ecciones.
Com o ya se ha ex puest o, la pr oducción alim ent ar ia t iende a hacer que aum ent e la
densidad de población por que da m ás nutr ient es calór icos por hect ár ea que la caza-
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r ecolección. Por ot r a par t e, las densidades de población hum ana fuer on de t odos
m odos cr eciendo a lo lar go del Pleist oceno, gr acias a m ej or as de tecnología hum ana
en la r ecogida y tr atam ient o de alim ent os silv est r es. Con el aum ent o de esas
densidades, la producción de alim ent os se vio favor ecida en gran m aner a por que
apor t aba los r endim ient os alim ent ar ios m ás elev ados necesar ios para nut r ir a t odas
esas gent es.
Es decir , la adopción de la producción alim ent ar ia ej em plifica lo que se denom ina
pr oceso aut ocatalít ico: el que se cat aliza en un ciclo posit ivo de r ealim ent ación,
aceler ándose m ás y m ás una vez que ha em pezado. El cr ecim ient o gr adual de la
dem ogr afía induj o a las gent es a obt ener m ás alim ent os, favor eciendo a aquellos
que de for m a no int encionada hicier an algo por producir los. Una v ez que los
hum anos em pezar on a pr oducir alim ent os y a hacer se sedent ar ios, pudier on acor t ar
los int ervalos ent re nacim ient os, engendrando así m ás hum anos que necesit aban
aún m ás alim ent os. Ést e vínculo bidir eccional ent r e la pr oducción alim ent ar ia y la
densidad de población ex plica la par adoja de que aquélla, aunque incr em ent aba la
pr opor ción de nut r ient es calór icos por hect ár ea, hacía que los pr oduct or es de
alim ent os est uv ier an peor alim ent ados que los cazador es- r ecolect or es a quienes
sucedier on. Ésta par adoj a apar eció por que la población hum ana cr ecía poco a poco
en densidad m ás acusadam ent e que las disponibilidades de alim ent os.
En conj unt o, est os cuat r o fact ores nos ayudan a ent ender por qué la t r ansición a la
pr oducción en el Cr ecient e Fér t il dio com ienzo hacia 8.500 a.C. y no ant es de
18.500 o de 28.500 a.C. En las dos últ im as épocas, la caza-r ecolección er a t odav ía
m ucho m ás r em uner ador a que una pr oducción alim ent ar ia incipient e por que t odav ía
er an abundant es los m am ífer os salv aj es; los cer eales silv est r es aún no lo er an; los
hum anos no habían desarr ollado t odav ía los invent os necesar ios para r ealizar de
for m a eficient e las cosechas, el pr ocesam ient o y el alm acenaj e de gr ano, y las
densidades dem ográficas no er an aún bastant e alt as com o para que se dedicara un
esfuer zo gr ande a la ex t r acción de m ás calor ías por hectár ea.
Un últ im o fact or fue decisiv o en los lím it es geográficos ent r e cazador es-r ecolect or es
y pr oduct or es de alim ent os. Las poblaciones m ucho m ás densas de pr oduct or es de
alim ent os les per m it ían a ést os ex pulsar o dar m uer t e a los cazador es- r ecolect or es
cuy o núm er o era m ucho m enor , y ello sin hablar de las r estant es vent aj as
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asociadas con la pr oducción de alim ent os (ent r e las que cabe cit ar la t ecnología, las
sem illas y los soldados pr ofesionales) . En las r egiones en donde en un pr incipio
había solam ent e cazador es-r ecolect or es, los gr upos de ést os que adopt ar on la
pr oducción alim ent ar ia superar on a los que no lo hicier on.
En consecuencia, en la m ayor ía de zonas del m undo idóneas par a la pr oducción
alim ent ar ia, los cazador es- r ecolect or es se encont r aban ant e una de dos condiciones
adv er sas: o er an desplazados por v ecinos pr oduct or es de alim ent os, o conseguían
sobr ev iv ir únicam ent e adoptando tal pr oducción ellos m ism os. En lugar es en donde
y a er an num er osos o en donde la geografía r et r asaba la inm igración de pr oduct or es
de alim ent os, los cazador es- r ecolect or es de la r egión t uvier on t iem po de adoptar la
agr icult ur a en épocas pr ehist ór icas, subsistiendo así com o cam pesinos. Puede que
sea est o lo que haya acont ecido en el sur oest e de Est ados Unidos, en el
Medit er r áneo occident al, en la costa at lánt ica de Eur opa y en zonas de Japón. Sin
em bargo, en I ndonesia, Asia sur or ient al t ropical, casi t oda el Áfr ica subecuator ial y
pr obablem ent e
en
par t es
de
Eur opa,
los
cazador es-r ecolect or es
fuer on
r eem plazados por cam pesinos en épocas pr ehist ór icas, y una sust it ución par ecida
ha t enido lugar en t iem pos m oder nos en Aust r alia y gran par t e del oest e de Est ados
Unidos.
Sólo allí donde barr er as geogr áficas o ecológicas de especial r elev ancia hicier on
m uy difícil la inm igr ación de pr oduct or es de alim ent os, o la aplicación de t écnicas de
pr oducción alim ent ar ia adecuadas a la r egión, pudier on los cazador es-r ecolect or es
subsist ir hast a los t iem pos m oder nos en ár eas idóneas par a la pr oducción de
alim ent os. Los tr es ej em plos m ás dest acados son la super v iv encia de los indígenas
cazador es-r ecolect or es de Califor nia, separ ados por desier t os de los cam pesinos
indígenas de Ar izona; el de los cazador es- r ecolect or es khoisan en la r egión
sur afr icana de El Cabo, zona de clim a m edit er r áneo inadecuada par a los cult iv os
ecuat or iales de los cam pesinos bant úes cercanos; y el de los cazador es- r ecolect or es
de t odo el cont inent e aust r aliano, separados por est r echos m ar ít im os de los
pr oduct or es de alim ent os de I ndonesia y Nuev a Guinea. Ésas pocas gent es que
seguían viv iendo com o cazador es-r ecolect or es hasta el siglo XX escaparon a su
ex pulsión por pr oduct or es de alim ent os por que est aban confinados a r egiones no
apt as para la pr oducción alim ent ar ia, en especial desier t os y ár eas ár t icas. Pero y a
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en la década act ual, incluso ést os habr án sido seducidos o atr aídos por la
civ ilización, o colonizados por la act iv idad de bur ócr atas o m isioner os, si no han
sucum bido y a víct im as de gér m enes.
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Ca pít u lo 7
Cóm o fa br ica r u n a a lm e n dr a
A un ex cur sionist a cuy o paladar est é har t o de pr oductos de cult iv o agr ícola, puede
par ecer le div er t ido pr obar alim ent os silv estr es. Es sabido que algunos fr ut os
silvest res, com o las fresas salvaj es y las zarzam oras, son sabrosos y sanos. Son lo
bast ant e par ecidos a cult iv os habit uales; de ahí que sea fácil r econocer las fr esas
salv aj es, aunque sean m ucho m ás pequeñas que las cult iv adas. Los ex cursionist as
avent ureros com en con precaución set as, conscient es de que m uchas especies
pueden ser let ales. Per o ni siquier a los aficionados m ás ar dient es a los fr ut os secos
com en alm endras silv est r es, por que algunas decenas de especies cont ienen cianur o
( el v eneno utilizado en las cám aras de gas nazis) suficient e com o par a r esult ar
m or t ales. El bosque está lleno de m ult it ud de ot ras plant as que se piensa que son
incom est ibles.
Sin em bargo, t odos los cult ivos proceden de especies silvest res. ¿Cóm o se
convirt ieron ciert as plant as silvest res en cult ivos? La cuest ión es especialm ent e
int rigant e en lo relat ivo a m uchos cult ivos ( com o la alm endra) cuyos progenit ores
silvest r es son let ales o t ienen m al sabor , y a ot r os cult ivos ( com o el m aíz) que
par ecen del t odo dist int os de sus ant epasados silv est r es. ¿Qué hom br e o m uj er de
las caver nas t uv o alguna v ez la idea de «dom est icar» una plant a, y cóm o la hizo
r ealidad?
La dom est icación ( o aclim at ación) de una plant a puede definirse com o su cult ivo, y
con ello, int encionadam ent e o no, producir un cam bio genét ico de su ant epasado
silv est r e de for m a que la hagan m ás idónea para los consum idor es hum anos. El
desarr ollo de cult iv os es hoy una t ar ea conscient e, de alt a especialización, que
llevan a cabo cient íficos pr ofesionales. Est os t ienen ya not icia de cient os de cult ivos
ex ist ent es y no obst ant e se ponen a t r abaj ar en uno m ás. Para logr ar est e obj et iv o,
plant an m uchas sem illas o r aíces dist int as, seleccionan la m ej or pr ogenie y plant an
sus sem illas, aplican conocim ient os de genét ica al desar r ollo de buenas v ar iedades
que se r epr oduzcan con fidelidad, e incluso puede ser que apliquen las últ im as
t écnicas de ingenier ía genét ica para t ransfer ir genes de ut ilidad específica. En el
cam pus Dav is de la Univ er sidad de Califor nia hay un depar tam ent o ent er o ( el
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Depar t am ent o de Pom ología) dedicado a las m anzanas, y ot r o ( el Depar t am ent o de
Vit icult ura y Enología) , a las uvas y el vino.
Per o la adapt ación de plant as se r em ont a a m ás de 10.000 años. Los pr im er os
agr icult or es no aplicar ían segur am ent e t écnicas de genét ica m olecular par a obt ener
sus r esult ados. Los pr im it iv os agr icult or es ni siquier a disponían de cult iv os ya
ex ist ent es que les sir v ier an de m odelo par a el desar r ollo de nuev as v ar iedades. De
aquí la im posibilidad de que hayan sabido que, con cualquier cosa que hicier an, el
r esult ado iba a ser un sabr oso r egalo.
Ent onces
¿cóm o,
de
form a
inconscient e,
adaptar on
plant as
los
agr icult or es
pr im it iv os? Por ej em plo, ¿cóm o t r ansfor m ar on alm endr as venenosas en sanas y
com est ibles sin saber lo que est aban haciendo? ¿Qué cam bios int r oduj er on
r ealm ent e en las plant as silv est r es, adem ás de conv er t ir las en m ás gr andes o
m enos venenosas? Los t iem pos necesar ios par a la adapt ación var ían en gr an
m anera incluso para los cultivos m ás valiosos: por ej em plo, los guisant es se
adapt ar on a su cult iv o hacia 8.000 a.C., el oliv o alr ededor de 4.000 a.C., las fr esas
no ant es de la Edad Media y las pacanas no hast a 1846. Muchas plant as silv est r es
v aliosas que dan alim ent os m uy apr eciados por m illones de per sonas, com o las
encinas que son buscadas en
m uchas par t es del m undo por
sus bellot as
com est ibles, siguen sin que ni siquier a en nuest r os días hayan podido ser adaptadas
al cult ivo. ¿Qué fue lo que hizo que m uchas plant as fueran m ás fáciles o m ás
apet ecibles que ot r as de adapt ar al cult iv o? ¿Por qué los oliv os claudicar on ant e
agr icult or es de la Edad de Piedr a, m ient r as que las encinas cont inúan r esist iéndose
a nuest r os m ás br illant es agr ónom os?
* * * *
Em pecem os por consider ar la adapt ación al cult iv o desde el punt o de v ist a de las
plant as. En lo r elat ivo a ést as, los hum anos no som os sino una m ás de los m iles de
especies anim ales que inconscient em ent e « dom est ican» plant as.
Al igual que t odas las especies anim ales ( la hum ana inclusiv e) , las plant as han de
ex pandir sus vást agos a ár eas en, las que puedan desarr ollar se adecuadam ent e a
par t ir de los genes de sus pr edecesor es. Los anim ales j óv enes se disper san
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andando o volando, pero las plant as no poseen esa opción, por lo que han de
r ecur r ir a una suer t e de «aut ost op». Algunas especies veget ales t ienen sem illas que
se adapt an a su tr anspor t e por el v ient o o por flot ación en el agua, m ient r as que
ot r as im plican a un anim al en el acar r eo de sus sem illas, envolv iéndolas en fr ut os
sabrosos y dando a conocer la m adur ez de ést os por su aspect o u olor . El anim al
ham br ient o ar ranca y com e el fr ut o, se alej a andando o volando y luego escupe o
defeca las sem illas en algún lugar lej os del ár bol pr ogenit or . De est a for m a es
posible t r asladar sem illas a m iles de k ilóm et r os.
Puede r esult ar chocant e ent er ar se de que las sem illas de las plant as son capaces de
aguantar la digest ión en est óm ago e int est inos y ger m inar una v ez ex pulsadas con
las heces. Cualquier lect or que no sea dem asiado r em ilgado puede hacer la pr ueba
por sí m ism o. Las sem illas de m uchas especies de plant as silvest res necesit an en
efect o at r avesar el apar at o digest iv o de un anim al ant es de ser capaces de
ger m inar. Por ej em plo, una especie de m elón afr icano est á t an bien adaptado a
ser v ir de com ida a un anim al car roñer o par ecido a la hiena llam ado aardv ar k , que
casi t odos los m elones de esa especie cr ecen en los lugar es que sir ven de let r ina a
dichos anim ales.
Las fr esas salv aj es son un ej em plo de cóm o las fut uras plantas «aut ost opist as»
at r aen a los anim ales. Cuando las sem illas de fr esa son t odav ía j óvenes y no est án
en condiciones de ser plantadas, el fr ut o es ver de, am ar go y dur o. Al m adur ar , las
fr esas se t or nan roj as, dulces y t ier nas. Ést e cam bio de color sir v e de señal de
at aque a páj ar os com o los zor zales, que caen sobr e las fr esas ar rancándolas y
echando a volar , para acabar escupiendo o defecando las sem illas.
Com o es nat ur al, las plant as por tador as de las fr esas salv aj es no «idear on»
conscient em ent e at r aer a los páj ar os en el pr eciso m om ent o, y no ant es o después,
en que las sem illas est uviesen list as para su disper sión. En cam bio, lo que hicier on
fue ev olucionar por selección nat ur al. Cuant o m ás verdes y am argas las fr esas
j óvenes, m enos sem illas ser ían dest r uidas por los páj ar os que com iesen el fr ut o
ant es de que dichas sem illas est uvier an a punt o; cuant o m ás dulce y r oj a la fr esa
en sazón, m ás num er osos los pájar os que desper digar ían las sem illas ya m aduras.
Son incont ables las plant as que t ienen sus fr ut os adapt ados para ser com idos y
disem inados por det er m inadas especies de anim ales. Com o las fr esas a los páj ar os,
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est án las bellot as adaptadas a las ar dillas, los m angos a los quir ópt er os y algunos
j uncos a las horm igas. Est o est á acorde con una par t e de nuest r a definición de
dom est icar plant as, al igual que lo est á con la m odificación genét ica de una plant a
ancest r al de m aner a que r esult e m ás út il par a los consum idor es. Mas nadie definir ía
en serio t al pr oceso evolut ivo com o dom est icación, ya que los páj aros, los
quir ópt er os y ot r os anim ales consum idor es no cum plen la ot r a par t e de la
definición: no cult ivan las plant as conscient em ent e. Del m ism o m odo, las pr im er as
fases no int encionadas del desarr ollo de cult iv os a par t ir de plantas silv est r es
consist ían en plant as que evolucionaban de form a que inducían a los hum anos a
com er y disper sar su fr ut o sin que todav ía las cult iv ar an a pr opósit o. Las let r inas
hum anas, com o las de los aadv ar k , pueden haber const it uido t er r enos de pr ueba
para los pr im er os cult iv ador es no conscient es.
* * * *
Las let rinas son únicam ent e uno de los pr im eros lugares donde sin proponérnoslo
deposit am os las sem illas de las plantas silv est r es que inger im os. Al r ecoger plantas
silv est r es com est ibles y luego llev ar las a casa, algunas se pier den en el cam ino o en
la v iv ienda. Algunos fr ut os se pudr en y se t ir an a la basur a, m ient r as que las
sem illas que cont ienen siguen est ando sanas. Al llev ar nos las fr esas a la boca nos
t r agam os inev it ablem ent e, por ser t an dim inut as, las sem illas que form an par t e del
fr ut o, sem illas que expulsam os luego con las heces, per o hay otr as sem illas que son
lo bast ant e grandes com o par a poder ser escupidas por la boca. Así, nuest ras
escupider as y nuestr os ver t ederos se unieron a las let r inas par a for m ar los pr im er os
labor ator ios de invest igación agr ícola.
Cualquier a que fuese el «labor at or io» de tal clase en donde acabaran las sem illas,
ést as solían pr oceder de sólo cier t as especies de plant as com est ibles, a saber
aquellas que pr efer íam os com er por un m ot iv o u otr o. El que est á acost um br ado a
r ecoger bay as, selecciona deter m inados fr ut os o arbust os. Con el t iem po, al
em pezar los pr im er os agr icult or es a sem br ar sem illas de m anera conscient e, sin
lugar a dudas lo hacían con las de plant as que ant es habían elegido r ecoger , aun
cuando no ent endier an el pr incipio genét ico de que las bayas gr andes cont ienen
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sem illas que luego cr ecer án hast a conv ert ir se en ar bust os que den m ás bay as
gr andes.
Así, cuando nos adent ram os en una espesur a r odeados de m osquit os en un día
caluroso y húm edo, no lo hacem os sólo en busca de det erm inado arbust o product or
de fr esas. Aunque sea de for m a inconscient e, elegim os los ar bust os que par ecen
m ás r icos en fr ut o, si cr eem os que vale la pena. ¿Cuáles son esos cr it er ios
inconscient es?
Uno es, desde luego, el t am año. Se pr efier en las bayas grandes, por que no v ale la
pena pasar m ucho rat o sólo para acabar achichar r ado por el sol y acr ibillado por los
m osquit os con el fin de obt ener unos pocos frut os que no son sino bolit as dim inut as.
Est o apor ta par te de la explicación de por qué algunas plant as cult iv adas dan fr ut os
m ucho m ás gr andes que sus ant epasados silv est r es. Casi t odo el m undo está
fam iliar izado con esos fr esones y fr am buesas de los super m er cados, de t am año
gigant esco en com par ación con los silv est r es. Est as difer encias sólo han apar ecido
en siglos recient es.
En ot ras plant as, est as difer encias de t am año se r em ont an a los m ism ísim os inicios
de la agr icult ur a, cuando los guisant es cult iv ados ev olucionar on por selección
hum ana hast a ser diez veces el peso de los silv est r es. Los pequeños guisant es
silv est r es habían sido obj et o de acopio por cazador es-r ecolect or es dur ant e m iles de
años, al igual que en la act ualidad r ecogem os las pequeñas fr esas salv aj es, ant es
de que la r ecolección y cult iv o pr efer ent es de los guisant es de m ay or tam año —es
decir lo que llam am os agr icult ur a— em pezar a aut om át icam ent e a contr ibuir a
incr em ent os del t am año m edio del guisante gener ación t r as gener ación. De form a
sim ilar , las m anzanas del super m er cado suelen t ener m ás de 7 cm de diám et ro,
m ient r as que las silv est r es sólo t ienen poco m ás de dos. Las panochas de m aíz
pr im it iv as t ienen algo m ás de 12 m m de lar go, per o los agr icult or es indios
m ex icanos de 1500 habían logr ado ya panochas de 15 cm , y algunas panochas
m oder nas t ienen 45 cm de lar go.
Ot r a difer encia obvia ent r e las sem illas que ahora se siem br an y m uchos de sus
ant epasados silv est r es es el am ar gor . Algunas sem illas silv est r es evolucionar on a
ser am argas, de m al sabor o incluso venenosas, a fin de im pedir que los anim ales
las com ier an. Así, la selección nat ur al act úa de for m a opuest a en sem illas y fr ut os.
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Las plantas de fr ut os sabr osos logr an que sus sem illas sean disper sadas por
anim ales. De lo cont r ar io, el anim al m ast icar ía t am bién la sem illa, con lo que la
inut ilizar ía.
Las alm endras const it uy en un ej em plo sor pr endent e de cóm o cam bian algunas
sem illas am ar gas al ser dom est icadas. La m ay or par t e de sem illas de alm endr as
silvest res cont ienen
una sust ancia quím ica de int enso am argor
denom inada
am igdalina, que, com o ya hem os dicho, se descom pone pr oduciendo el v enenoso
cianur o. Un aper it iv o de alm endr as am argas puede r esult ar let al par a una persona
que sea bast ant e t ont a com o par a ignorar el av iso del sabor am ar go. Dado que la
pr im er a et apa de la dom est icación inconscient e im plica la r ecolección de sem illas
para com er las, ¿cóm o dem onios pudo la dom est icación de alm endras silv est r es
alcanzar esa pr im era et apa?
La explicación es que algunos ej em plar es espor ádicos de alm endros cont ienen una
m ut ación en un solo gene que les im pide sint et izar la am arga am igdalina. Est os
ár boles se secan en est ado silv est r e sin dej ar pr ogenie alguna, por que los pájar os
descubren sus sem illas y se las com en. Pero algunos niños curiosos o ham brient os,
hij os de los agr icult or es pr im it iv os, al m ordisquear plant as silv est r es que hallaban,
acabar ían con el t iem po det ect ando esos alm endr os de fr ut os no am ar gos. ( Del
m ism o m odo, los agr icult or es eur opeos de hoy r econocen y apr ecian espor ádicas
encinas cuy as bellot as son m ás dulces que am ar gas) . Ésas alm endr as no am argas
son las únicas que los ant iguos agr icult or es habr ían plant ado, en un pr incipio de
m anera no int encionada, ent r e sus m ont ones de desper dicios y m ás t ar de a
sabiendas en sus huert os.
En ex cav aciones ar queológicas en Gr ecia apar ecen ya alm endr as silv est r es que
dat an de 8000 a.C. Hacia 3000 a.C. est aban ya aclim atadas en t ier r as del
Medit er r áneo or ient al. Al m or ir el far aón egipcio Tut ankam ón, hacia 1325 a.C., las
alm endr as fuer on uno de los alim ent os que dej ar on en su fam osa tum ba par a
alim ent ar le en la ot r a vida. Las j udías «lim a», las sandías, las patat as, las
berenj enas y las ber zas figur an ent re la m ult it ud de ot r os cult ivos conocidos cuyos
ant epasados silv est r es er an am argos o v enenosos, cult iv os de los que ej em plar es
espor ádicos de sabor suav e t ienen que haber br ot ado cer ca de las let r inas de
ant iguos paseant es de los cam pos.
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Aunque el t am año y el buen sabor son los cr it er ios m ás apar ent es por los que se
guían los cazador es-r ecolect or es hum anos al seleccionar plant as silv est r es, ot r as
paut as son los fr ut os car nosos o sin pepit as, las sem illas oleosas y las fibr as lar gas.
Poca o ninguna car ne fr ut al r ecubr e las sem illas de pepinos y calabazas silv est r es,
per o las pr efer encias de los pr im er os agr icult or es seleccionar on pepinos y calabazas
con m ás car ne que pepit as. Los plátanos cult iv ados se seleccionar on hace m ucho
t iem po de form a que fuesen t odo car ne y nada de sem illas, con lo que inspir aron a
los m oder nos cient íficos agr ícolas par a la obt ención de nar anj as y uvas sin pepit as,
e incluso sandías t am bién. La elim inación de las pepit as significa un buen ej em plo
de cóm o la selección hum ana puede inv ert ir por com plet o la función evolut iva
or iginal de los fr ut os silv est r es, que en la nat uraleza sir v en para disper sar las
sem illas.
En la ant igüedad, m uchas plant as eran seleccionadas de m aner a análoga por sus
fr ut os o sem illas oleaginosas. Ent r e los pr im er os ár boles fr ut ales aclim at ados en las
r egiones m edit er r áneas figur a el oliv o, que se cult iv a desde cer ca de 4000 a.C. por
el aceit e de su fr ut o. Las aceit unas cult ivadas no sólo son de m ayor t am año que las
silvest res, sino asim ism o m ás oleosas. Los prim it ivos agr icultores seleccionaron el
sésam o, la m ost aza, las am apolas y el lin o t am bién por sus sem illas oleaginosas,
m ient r as que los m oder nos ex per t os agr ícolas han hecho lo m ism o con el gir asol, la
her bácea Car t ham us t inct orius y el algodón.
Ant es de la r ecient e aplicación del algodón par a obt ener aceit e, se lo ut ilizaba por
supuest o, por su fibr a, par a la fabr icación de t ej idos. Las fibras ( que se denom inan
hilas) son pelos que r ecubr en la sem illa del algodón, y los pr im eros agr icult or es
t ant o de Am ér ica com o del Viej o Mundo seleccionar on por separ ado dist int as
especies de algodón por sus hilas lar gas. En el lino y en el cáñam o, ot ras dos
plant as que se cult iv aban par a obt ener las fibr as t ex t iles de la ant igüedad, dichas
fibr as salen en cam bio del t allo, por lo que se seleccionaban las plant as de t allos
m ás largos y r ect os. Pensam os que la m ay or ía de las plantas se cult iv an par a la
obt ención de alim ent os, pero el lino es uno de nuest ros cult ivos m ás ant iguos
( dom est icado alr ededor de 7000 a.C.) . Sum inist r aba la fibr a de lino que cont inuó
siendo la pr incipal fibr a t ex t il de Eur opa hast a que fue suplantada por el algodón y
las fibr as sint ét icas después de la r ev olución indust r ial.
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* * * *
Hasta ahor a, todos los cam bios que he descr it o en la ev olución de las plant as
silv est r es hast a conver t ir se en cult iv os im plican car act er íst icas que los pr im er os
agr icult or es podían obser v ar de inm ediat o, com o el t am año, am ar gor , car nosidad y
cont enido oleoso del fr ut o, y la longit ud de la fibr a. Al cosechar aquellas plantas
silv est r es que poseían est as cualidades deseables en gr ado ex cepcional, los pueblos
pr im it iv os ex pandier on inconscient em ent e esas plant as, colocándolas en la v ía de su
aclim at ación.
Per o adem ás hubo por lo m enos ot r os cuatr o t ipos de cam bios im por t ant es que no
im plicar on el que buscador es de bay as hiciesen selecciones apar ent es. En est os
casos, los r ecogedor es de bay as ocasionaron los cam bios, bien cosechando plant as
disponibles m ient r as que ot r as no lo est aban por razones no apar ent es, bien
act uando en las plant as para v ar iar las condiciones select iv as.
El pr im er o de est os cam bios afect ó a los m ecanism os silv est r es de disper sión de
sem illas. Muchas plant as poseen m ecanism os especializados que desper digan las
sem illas ( y con ello im piden que los hum anos las r ecolect en de m odo eficient e) .
Solam ent e se habr ían cosechado aquellas sem illas m ut ant es que car eciesen de esos
m ecanism os, conv ir t iéndose así en pr ogenit or as de los cult iv os.
Un ej em plo claro son los guisant es, cuyas sem illas ( los guisant es que com em os)
vienen envuelt as en una vaina. Los guisant es silvest r es han de salir de la vaina par a
poder germ inar . Para logr ar lo, las plant as de guisant es desar r ollar on un gen que
hace que la v aina ex plot e, lanzando los guisant es al suelo. Las vainas de ev ent uales
guisant es m ut ant es no explot an. En condiciones silvest res, los guisant es m ut ant es
se secar ían encer rados en las vainas de sus plant as progenit or as, y sólo las vainas
que est allasen t r ansm it ir ían sus genes. Per o, a la inver sa, las únicas v ainas
disponibles para el cult iv o hum ano ser ían las que per m anecen en la plant a sin
abr ir se. Así, una v ez que los hum anos com enzar on a r ecoger guisant es silv est r es
com o alim ent o, se produj o la selección inm ediat a de ese gen m ulant e especial. Par a
las lent ej as, el lino y las am apolas se seleccionar on par ecidos m ut ant es sin aper t ur a
espont ánea.
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En lugar de estar encer r adas en una v aina de aper t ura br usca, el t r igo y la cebada
silv est r es cr ecen en la par t e super ior de un t allo que se r om pe espont áneam ent e
lanzando las sem illas al suelo, en donde pueden ger m inar . Una m utación genét ica
par t icular im pide que los t allos se hagan pedazos. En condiciones nat ur ales esa
m ut ación ser ía let al par a la plant a, pues las sem illas per m anecer ían colgadas
incapaces de ger m inar y echar r aíces. Per o esas sem illas m utant es habr ían sido las
que esper ar an en el t allo a beneficio de su r ecolección y consum o por indiv iduos
hum anos. Cuando ést os plant aran luego esas sem illas m ut ant es cosechadas, t odas
las sem illas m ut ant es de la nuev a gener ación est ar ían ot ra v ez a disposición de los
agr icult or es para su r ecogida y siem bra, m ient r as que las sem illas nor m ales de esa
gener ación caer ían al suelo inut ilizándose. Así, los agr icult or es hum anos dier on a la
selección nat ur al un giro de 180º : el gen ant eriorm ent e út il se conv irt ió en let al, y
el m ut ant e ant es let al se t ransfor m ó en út il. Hace unos 10 000 años, esa selección
involunt ar ia de t allos de t r igo y cebada que no est allar an fue al par ecer la pr im er a
«m ej ora» im por tant e r ealizada por los hum anos en una plant a. Ése cam bio señaló
los com ienzos de la agr icult ura en el Crecient e Fért il.
El segundo t ipo de cam bio fue m enos v isible aún par a los ant iguos paseant es del
cam po. Para las plant as de r égim en anual que cr ecen en ár eas de clim a ir r egular en
ex t r em o,
podr ía
r esult ar
let al
que
t odas
las
sem illas
br ot ar an
rápida
y
sim ult áneam ent e. Si eso ocur r ier a, las plant it as r ecién ger m inadas podr ían ser
aniquiladas en su t ot alidad por una sola sequía o helada, sin que quedasen sem illas
para pr opagar la especie. De ahí el que m uchas plant as de ciclo anual hayan
desarr ollado alt er nat iv as com pensat or ias por m edio de inhibidor es de ger m inación,
que hacen que las sem illas est én al pr incipio alet ar gadas y aplacen su germ inación
dur ant e var ios años. De ese m odo, incluso si la m ay or ía de plant as j óvenes m uer en
a causa de un at aque de condiciones clim at ológicas adv er sas, quedan en conser v a
algunas sem illas para germ inar m ás adelant e.
Una adaptación de alt er nat iv a com pensator ia m uy com ún por la que las plant as
logr an ese r esult ado consist e en encer r ar sus sem illas en una r obust a car casa o
ar m azón. Ent re la m ult it ud de plant as silvest res con t ales adapt aciones t enem os el
t r igo, la cebada, los guisant es, el lino y el gir asol. En tant o que t ales sem illas de
br ot e t ar dío siguen t eniendo la facult ad de ger m inar en condiciones silv estr es,
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considér ese lo que ha de haber sucedido al desarr ollar se la agr icult ur a. Los
pr im it iv os agr icult or es habr ían descubier t o por m edio de r epet idos int ent os, algunos
fallidos, que podían obt ener r endim ient os m ás elev ados labr ando y r egando el
t er r eno par a luego sem brar sem illas. Con ello, las sem illas que br ot aban de
inm ediat o cr ecían hast a conv er t ir se en plant as cuy as sem illas se r ecogían y
sem braban al año siguient e. Per o m uchas de las sem illas silv est r es no br ot aban al
m om ent o y no daban cosecha alguna.
Ent r e las plantas silv est r es, algunos ej em plar es m ut ant es esporádicos car ecían de
r obustas car casas de sem illas u otr os inhibidor es de la ger m inación. Tales m utant es
br ot aban t odos sin dem ora y daban sem illas m ut ant es de cosecha. Los pr im er os
agr icult or es no habr ían per cibido la difer encia de la m ism a for m a en que sí
obser v aban
y
cult iv aban
select iv am ent e
cr ecim ient o /
cosecha /
siem br a,
bay as grandes.
en cam bio,
El ciclo
siem br a
/
habr ía r ealizado inm ediat a e
inconscient em ent e la selección de m ut ant es. Al igual que los cam bios en los
sist em as de disper sión de sem illas, est os cam bios en la inhibición de la ger m inación
son caract eríst icos del t rigo, la cebada, los guisant es y ot ros m uchos cult ivos en
com paración con sus ant epasados silvest res.
El últ im o t ipo de cam bio im por t ant e im per cept ible por los pr im er os agr icult or es
im plicaba la r epr oducción de la plant a. Un pr oblem a gener al en el desar rollo de un
cult iv o es que los t ipos espor ádicos de plant as m ut ant es son m ás út iles par a los
hum anos ( por ej em plo, debido al m ay or tam año o m enor am ar gor de las sem illas)
que los t ipos norm ales. Si esos m ut ant es deseables pr ocedier an a ent r em ezclar se
con plant as norm ales, la m ut ación se desvanecer ía o per der ía al m om ent o. ¿Baj o
qué cir cunst ancias perm aneció en conser v a para los pr im er os agr icult or es?
En plant as que se r epr oducen a sí m ism as, el m ut ant e se conser v ar ía de m aner a
aut om át ica. Est o es cier t o par a plantas que se r epr oducen de m odo veget at iv o ( a
par t ir de un t ubér culo o r aíz de la planta m adr e) , o especies her m afr odit as capaces
de aut ofer t ilizar se. Per o la inm ensa m ay or ía de plant as silv est r es no se r epr oducen
de esa for m a. Son, bien her m afr odit as incapaces de aut ofer t ilizar se que se ven
obligadas a apar ear se con ot r as her m afr odit as ( la par te m asculina de una fer t iliza la
par t e fem enina de otr a, y vicev er sa) , bien se tr at a de plantas de caract er íst icas
sexuales claram ent e definidas —m asculinas o fem eninas— com o las de t odos los
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m am ífer os norm ales. Las pr im eras se denom inan her m afr odit as aut oincom pat ibles;
las segundas, especies dioicas. Am bas r epr esent ar on m alas nov edades par a los
agr icult or es pr im it iv os, que podr ían con ellas haber per dido m ut ant es fav orables sin
ent ender el por qué.
La solución im plicaba otr o t ipo de cam bio invisible. Num er osas m ut aciones de
plant as afect an al pr opio sist em a r epr oductor . Algunos t ipos m ut ant es dier on fr ut os
incluso sin necesidad de polinización. Así es com o apar ecier on nuest r os plátanos,
uvas, nar anjas y pom elos sin sem illas. Algunos m ut ant es herm afrodit as per dier on
su aut oincom pat ibilidad y fuer on capaces de fer t ilizar se a sí m ism os; pr oceso que
ej em plifican m uchos ár boles fr ut ales com o el cir uelo, el m elocot oner o, el m anzano,
el albar icoquer o y el cer ezo. Algunas uvas m ut ant es que nor m alm ent e habr ían
consist ido en plant as de sex o m asculino o fem enino por separ ado, se conv ir t ier on
asim ism o en herm afrodit as aut ofert ilizant es. Por t odos est os m ot ivos, los ant iguos
agr icult or es, que no ent endían la biología r epr oduct iv a de las plant as, acababan no
obst ant e logrando cult iv os út iles que se desar rollaban bien y v alía la pena v olv er a
plant ar, en lugar de m utant es de inicios esper anzador es cuya pr ogenie sin valor
est aba dest inada al olv ido.
Así, los agr icult or es r ealizaban su selección ent r e v ar ias plant as basándose no sólo
en cualidades percept ibles com o el t am año y el sabor , sino t am bién según
caract eríst icas
im percept ibles
com o
los
m ecanism os
de
disem inación,
la
ger m inación inhibida y la biología r epr oduct iv a. En consecuencia, se seleccionaban
plant as difer ent es por r asgos dist int os e incluso opuest os. Algunas ( com o los
gir asoles) er an elegidas por sus sem illas m ucho m ás gr andes, en t ant o que ot r as
( com o los plát anos) se escogían por sus sem illas dim inut as o incluso inexist ent es.
La lechuga se seleccionaba por la lozanía de sus hoj as sin t ener en cuent a la sem illa
o fr ut o; el t r igo y el gir asol, por sus sem illas sin pr eocupar se de las hoj as, y las
cucur bit áceas,
por
su
fr ut o
sin
que
t am poco
im por taran
las
hoj as.
Son
especialm ent e inst ruct ivos algunos casos en los que una sola especie de plant a fue
seleccionada v ar ias v eces a efect os dist int os dando así lugar a cult iv os de m uy
difer ent e aspect o. La r em olacha, que se cult iv aba ya en la ant igua Babilonia por sus
hoj as ( com o la v ar iant e m oder na denom inada cardo) , se cosechó m ás adelant e por
su r aíz com est ible y finalm ent e ( en el siglo XVI I I ) por su cont enido en azúcar
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( r em olacha azucar era) . Las v erduras ancest r ales, que es posible que fueran
cult iv adas en un pr incipio por sus sem illas oleaginosas, ex per im ent ar on una
div er sificación aún m ay or al ser obj et o de v ar ias selecciones según sus hoj as ( com o
los r epollos y coles m oder nos) , t allos ( colinabo) , brot es ( coles de Br uselas) o
r et oños flor ales ( coliflor y br ócoli) .
Hasta ahor a nos hem os ocupado de t ransfor m aciones de plant as silv est r es en
cult ivos com o result as de selecciones realizadas, conscient e o inconscient em ente,
por agr icult or es. Es decir , los agr icult or es seleccionaban en un pr incipio sem illas de
cier t os t ipos de plant as silv est r es par a llev ar las a sus huer t os, eligiendo luego t odos
los años det er m inadas sem illas de la pr ogenie a fin de cult ivar las en el huer t o del
año siguient e. Per o gr an par t e de la t ransform ación se efect uó asim ism o por
aut oselección de las plant as. La fr ase «selección nat ur al» de Dar w in se r efier e a
cier t as plant as de det er m inada especie que sobr ev iv en m ej or o se r epr oducen con
m ás facilidad, o am bas cosas a la v ez, que com pet idoras de la m ism a especie en
condiciones natur ales. En efect o, los pr ocesos nat ur ales de super v iv encia y
r epr oducción difer enciales r ealizan la selección. Si cam bian las condiciones, puede
ser que con ello t ipos difer ent es de una especie sean capaces de sobr ev iv ir o
r epr oducir se m ej or, siendo así «seleccionados por la nat uraleza», con el r esult ado
de que la población de esa especie ex per im ent a un cam bio ev olut iv o. Un ej em plo
clásico es la apar ición del m elanism o indust r ial en las m ar iposas noct ur nas de Gran
Br etaña: t ipos m ás oscur os de est as m ar iposas se fuer on haciendo m ás com unes
que las m ás pálidas confor m e el am bient e se iba haciendo m ás sucio en el siglo XI X,
porque las m ar iposas noct ur nas de color oscur o que descansaran en un árbol lleno
de suciedad t enían m ás probabilidades de escapar de los pr edador es que aquellas
cuy o color pálido cont rast aba con el polv o negr o.
Casi en t an gr an m edida com o la r ev olución indust r ial alt er ó el am bient e par a las
m ar iposas noct ur nas, la agr icult ur a lo cam bió para las plant as. Un huer t o bien
labr ado, abonado, r egado y depurado de m alas hier bas supone condiciones de
desarr ollo m uy dist int as de las que se dan en una ladera seca y sin abonar . Muchos
de los cam bios de las plant as en adapt ación fuer on r esult ado de esos cam bios de
condiciones, y, con ello, en los t ipos favor ecidos de especies. Por ej em plo, si un
cam pesino siem bra sem illas con dem asiada pr ofusión en un huer t o, habr á una
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int ensa com pet encia ent r e las sem illas. Las grandes, que podrán aprovechar se de
las buenas condiciones par a desar r ollar se con r apidez, se encont r ar án ahora en
v ent aj a sobr e las sem illas pequeñas a las que con ant er ior idad fav or ecía cr ecer en
lader as secas no fer t ilizadas donde las sem illas est aban m ás disper sas y la
com pet encia er a m enos int ensa. Tal incr em ent o de com pet encia ent r e las pr opias
plant as supuso una cont r ibución de gran im por t ancia al m ay or t am año de la sem illa
y a ot r os m uchos cam bios que apar ecier on dur ant e la t ransform ación de plantas
silvest res en cult ivos ant iguos.
¿Qué es lo que m ás cuent a con r espect o a las enor m es difer encias de facilidad de
adapt ación ent r e plant as, de t al for m a que algunas se aclim at ar on en épocas
pr im it iv as, ot r as no lo fuer on hasta la Edad Media, y t odavía hay algunas que se han
dem ostrado inm unes a t odas nuest ras activ idades? Podem os hallar m uchas de las
r espuest as ex am inando la secuencia t an bien est ablecida en que v ar ios cult iv os se
desarr ollar on en el Cr ecient e Fér t il del Asia sur occident al.
Vem os que los pr im er os cult ivos del Cr ecient e Fér t il, com o el t r igo y la cebada y los
guisant es aclim at ados hace unos 10.000 años, der iv aban de ant epasados silv est r es
que ofr ecían m uchas vent aj as. Er an y a com est ibles y pr opor cionaban elev ados
r endim ient os en est ado silv est r e. Er an de cult iv o fácil: bast aba con sem br ar los o
plant ar los. Cr ecían r ápido y podían ser cosechados a los pocos m eses de la siem br a,
lo que suponía una gran vent aj a par a agr icult or es en cier nes t odavía en el lím it e
ent r e
cazador es
nóm adas
y
aldeanos sedent ar ios.
Resist ían
m ucho
t iem po
alm acenados, al cont r ar io que ot r os m uchos cult iv os post er ior es com o las fr esas y
las lechugas. En su m ay or par t e eran auto polinizador es, es decir las var iedades de
cult iv o podían polinizar se a sí m ism as y t r ansm it ir inalt er ados sus propios genes
idóneos, en lugar de t ener que r ecur r ir a apar eam ient os híbr idos con ot r as
v ar iedades m enos útiles par a los hum anos. Por últ im o, sus ant epasados silv est r es
r equer ían m uy pocos cam bios genét icos par a conv er t ir se en cult iv os. Por ej em plo,
en el t r igo, sólo las m ut aciones para que los t allos no se despedazaran y para
ger m inación unifor m e y r ápida.
Ot r a etapa siguient e de la evolución de los cult iv os fue la r elat iv a a los pr im er os
ár boles fr ut ales, adaptados hacia 4.000 a.C. Daban aceit unas, higos, dát iles,
gr anadas y uvas. En com par ación con los cer eales y las legum br es, t enían el
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inconvenient e de no com enzar a producir alim ent o hast a por lo m enos t res años
después de su plantación, y no alcanzar su pleno r endim ient o hast a después de diez
lar gos años. Por ello, el cult iv o de est os árboles sólo er a posible par a gent es que y a
hubiesen adoptado por com plet o la v ida sedent ar ia de la aldea. No obstant e, est os
pr im it iv os ár boles fr ut ales er an todavía los de m ás fácil cult iv o ent r e su clase. A
difer encia de adapt aciones m ás tardías de ár boles, podían obt ener se dir ect am ent e
plant ando esquej es o incluso sem illas. Los esquej es t ienen la vent aj a de que una
v ez que los pr im it iv os agr icult or es habían descubier t o o desar r ollado un ár bol de
buen r endim ient o, podían est ar segur os de que t odos sus descendient es seguir ían
siendo de car act er íst icas idént icas.
Un t er cer paso er a el de los ár boles fr ut ales que habían dem ostr ado ser m ucho m ás
difíciles de cult ivar , com o los de m anzanas, per as, cir uelas y cer ezas. Est os ár boles
no pueden cult iv ar se a par t ir de esquej es. Es asim ism o inút il t r at ar de cult iv ar los a
par t ir de sem illas, puest o que el br ot e de un solo ár bol aislado de esas especies es
m uy insegur o y casi t odos dan fr ut os sin valor . En cam bio, t ales ár boles han de ser
cult iv ados por la difícil t écnica del inj er t o, desar rollada en China m ucho t iem po
después de los albor es de la agr icult ur a. El inj er t o es una t ar ea difícil incluso una
v ez conocido el concept o, puest o que ese pr opio concept o sólo pudo ser descubier t o
después de una ex per im ent ación m uy concienzuda. La invención del inj er t o dist aba
m ucho del sim ple hecho de que una nóm ada se aliv iar a en una let r ina y al r egr esar
m ás adelant e se viese agradablem ent e sorpr endida por la her m osa cosecha de fr uta
result ant e.
Muchos de est os ár boles fr utales de et apas t ardías plant eaban ot r o pr oblem a por
ser sus progenit or es silv est r es lo opuest o a la aut opolinización. Tenían que ser
cr uzados con otr a plant a que per t enecier a a una var iedad genét icam ent e dist int a de
su especie. De aquí que los pr im it iv os agricult or es, bien t enían que hallar árboles
m ut ant es que no necesit asen la polinización cr uzada, bien debían plant ar v ar iedades
genét icam ent e dist int as o de sexo diferenciado m asculino o fem enino, cercanos
ést os en el m ism o huer t o. Todos est os problem as r et r asar on la dom est icación de
m anzanas, per as, cir uelas y cer ezas hasta los t iem pos clásicos. Casi al m ism o
t iem po, sin em bargo, surgió ot ro gr upo de adaptaciones t ar días con m ucho m enos
esfuer zo, en form a de plant as silv est r es que habían ar raigado en un pr incipio com o
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m aleza espontánea en cam pos de cult iv os det er m inados. Entr e los cult iv os que
sur gier on com o m at oj os espont áneos figuran el cent eno y la avena, los nabos y los
r ábanos, las r em olachas y los puer r os, y la lechuga.
Aunque la secuencia detallada que acabo de ex poner se r efier e al Cr ecient e Fér t il,
t am bién en ot r as par t es del m undo apar ecier on pr ocesos sim ilar es. El t r igo y la
cebada del Cr ecient e Fér t il son, en par t icular , ej em plo del t ipo de cult iv os que se
denom inan cer eales o gr ano ( per t enecient es a la fam ilia de las her báceas), m ient r as
que los guisant es y las lent ej as de la m ism a r egión son ej em plo de legum br es ( de la
fam ilia de las legum inosas, que incluye t am bién las j udías) . Los cer eales t ienen las
v ent aj as de ser de cr ecim ient o r ápido, de alt o cont enido en carbohidrat os y de
ofr ecer un r endim ient o de una t onelada de alim ent o com est ible por hect ár ea
cult iv ada. En consecuencia, los cer eales de hoy significan m ás de la m it ad de las
calor ías del consum o hum ano y const it uyen cinco de los 12 t ipos de cult ivo m ás
im por t ant es del m undo m oder no ( tr igo, m aíz, arr oz, cebada y cent eno) . Algunos
cer eales son baj os en pr ot eínas, per o est e déficit lo com pensan las legum br es, que
cont ienen a m enudo un 25 por 100 de pr ot eínas ( el 38 por 100 en el caso de las
sem illas de soj a) . Los cer eales y las legum br es en conj unt o apor t an, por lo tant o,
m uchos de los ingr edient es de una diet a equilibr ada.
Tal com o se r esum e en la Tabla 7.1, la adapt ación al cult iv o de com binaciones de
cer eales y legum inosas pr opias de m uchas r egiones puso en m ar cha en ellas la
pr oducción de alim ent os. Los ej em plos m ás conocidos son la com binación de t r igo y
cebada con guisant es y lent ej as en el Cr ecient e Fér t il, la com binación de m aíz con
v ar ias especies de j udías o fr ij oles en Mesoam ér ica, y la de arr oz y m ij o con soj a y
ot ras j udías en China. Menos conocidas son la com binación, en África, de cent eno,
ar roz afr icano y m ij o per lado con la especie de alubia Vigna sinensis y el cacahuet e,
y en los Andes, la de quinua ( gr ano no cer ealíst ico) con v ar ias especies de j udías.
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La t abla incluye los pr incipales cult ivos, de cinco t ipos de cultivos, de pr im itivos
escenar ios agr ícolas de distint as par t es del m undo. Los cor chet es indican nom br es
de cult ivos que fuer on aclim at ados por prim er a vez en ot r o lugar ; los nom br es
encer r ados ent r e cor chet es designan especies aclim at adas locales. Se om it en los
cult ivos que llegar on o adquirier on im por t ancia m ás t ar de, com o la banana en
África, el m aíz y las j udías en el est e de EEUU y la bat at a en Nueva Guinea. Los
algodones son cuat r o especies del géner o Gossypum , cada una de ellas or iginaria de
una par t e det er m inada del m undo; las calabazas son cinco especies del géner o
Cucur bita. Téngase en cuent a que los cer eales, las legum inosas y las fibras iniciar on
la agricult ur a en la m ayor ía de las zona, pero que los cultivos de raíces y t ubér culos
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y las cucurbitáceas fueron im port ant es desde los prim eros m om ent os sólo en
algunas zona
La Tabla 7.1 m uest ra asim ism o que la t em prana adapt ación del lino a fibr a en el
Crecient e Fért il fue coincident e en ot r as zonas. El cáñam o, cuat ro especies de
algodón, la y uca y la pit a facilit ar on de div er sas form as fibr as para cor daj es y
v est im ent as en China, Mesoam ér ica, I ndia, Et iopía, Áfr ica subsahar iana y Am ér ica
del Sur , con el com plem ent o, en var ias de esas r egiones, de lana de anim ales
dom ést icos. Ent r e los pr im er os cent r os de pr oducción alim ent ar ia, sólo el est e de
Est ados Unidos y Nuev a Guinea no disponían de fibr a.
Junt o a est os paralelism os, exist ían por ot ro lado im por tant es difer encias ent r e los
m ét odos de pr oducción alim ent ar ia del m undo. Una es que la agr icult ur a en gran
par t e del Viej o Mundo llegó a consist ir en siem br as a voleo y m onocult ivos, y con el
t iem po, en cam pos arados. Es decir , las sem illas se lanzaban a puñados, lo que
daba lugar a que t odo un cam po se dedicara a un solo cult iv o. Una v ez que se
dom est icar on los bueyes, los caballos y ot r os m am ífer os grandes, se los uncía a
ar ados, y los cam pos er an labr ados con ay uda de est os anim ales. En el Nuev o
Mundo, sin em bargo, no se llegó a dom est icar ningún anim al que pudier a ser uncido
a un ar ado, por lo que los cam pos er an siem pr e labrados a m ano por m edio de
palos o azadones, y las sem illas se plant aban una a una a m ano y no se
disem inaban a puñados. La m ay or par t e de los cam pos del Nuev o Mundo se
convirt ieron así en huert os m ixt os de varios cult ivos que se plant aban unos j unt o a
ot ros, sin m onocult ivos.
Las pr incipales fuent es de calor ías y car bohidrat os const it uían ot r a difer encia
im por t ant e ent r e organizaciones agr ícolas. Com o hem os obser v ado, en m uchas
ár eas aquéllas consist ían en cer eales. En cam bio, la función de los cer eales fue
asum ida o com par t ida por raíces y t ubér culos, que en la ant igüedad er an de m uy
poca significación en el Cr ecient e Fér t il y en China. La m andioca y la bat at a se
conv ir t ier on en alim ent os básicos en la Am ér ica del Sur t r opical, la pat at a y la oca
en los Andes, los ñam es en Áfr ica, y los ñam es indopacíficos y el t ar o en Asia
sur or ient al y Nuev a Guinea. Los cult iv os arbór eos, en especial el banano y el ár bol
del pan, sum inist r aban t am bién alim ent os básicos r icos en car bohidrat os en Asia
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surorient al y Nueva Guinea.
* * * *
Vem os así que hacia los t iem pos de la ant igua Rom a, casi t odos los cult ivos m ás
dest acados de nuest r os días eran ya cosechados en alguna par t e del m undo. Com o
ver em os asim ism o al t r at ar de los anim ales dom ést icos ( capít ulo 9) , los pr im it ivos
cazador es-r ecolect or es
est aban
ínt im am ent e
fam iliar izados
con
las
plantas
silv est r es de sus r espect iv as zonas, y es evident e que los agr icult or es pr im it iv os
descubr ier on y adaptar on t odas aquellas que v alían la pena. Por supuest o, los
m onj es de la Edad Media em pezar on a cult iv ar fr esas y fr am buesas, y los ex per t os
agr ícolas m oder nos siguen m ej orando los cult iv os ant iguos y han apor tado ot ros de
m enor im por t ancia, en especial algunas bay as ( com o vaccinios, arándanos y k iw is)
y fr ut os secos ( m acadam ias, pacanas y anacar dos) . Mas est os pocos cult iv os
nuev os siguen siendo de poca im por t ancia en com par ación con pr im it iv os alim ent os
básicos com o el t rigo, el m aíz y el ar roz.
Per o t odav ía falt an en nuest r a list a de t r iunfos algunas plantas que, a pesar de su
v alor alim ent icio, nunca han podido ser aclim at adas. Ent r e est os fallos son
dest acables las encinas, cuy as bellot as const it uían el alim ent o básico de los
indígenas de Califor nia y del est e de Est ados Unidos, así com o el sust ent o de
r eser v a de agr icult or es eur opeos en t iem pos de ham br e o m ala cosecha. Las
bellot as son valiosas desde el punt o de vist a de la nut r ición, por su r iqueza en
alm idón y grasa v eget al. Al igual que ot r os m uchos alim ent os silv estr es, que por lo
dem ás son com est ibles, casi t odas las bellot as cont ienen t aninos m uy am ar gos,
per o los aficionados a las bellot as han apr endido a tr at ar los t aninos del m ism o
m odo que lo hacían con las sust ancias quím icas am ar gas de las alm endras y de
ot r as plant as silv est r es: bien m oliendo y lav ando las bellot as par a elim inar los
t aninos, bien cult iv ando bellot as de m utant es esporádicos de encina de baj o
cont enido en t aninos.
¿Por qué no hem os logr ado adaptar una fuent e t an v aliosa de alim ent ación com o las
bellot as? ¿Por qué t ardam os t ant o en aclim at ar fr esas y fr am buesas? ¿Qué es lo que
sucede con aquellas plant as que se r esist ier on a su dom est icación por pr im it iv os
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agr icult or es capaces de dom inar t écnicas tan difíciles com o el inj er t o?
Sucede
que
las
encinas
pr esent an
t r es
r asgos
desfav or ables.
Pr im er o,
su
cr ecim ient o lent o agot ar ía la paciencia de casi t odos los agr icult or es. La siem bra del
t r igo pr oduce una cosecha en pocos m eses; la plant ación de una alm endr a la
t r ansfor m a en un árbol con fr ut os en t r es o cuat r o años; per o una bellot a plant ada
puede no r esult ar pr oduct iv a en un decenio o m ás. Segundo, las encinas
ev olucionar on para dar un fr ut o seco de t am año y sabor adecuados para las ardillas,
a las que t odos hem os vist o ent er rar bellot as para luego cav ar y com ér selas. Las
encinas cr ecen a par t ir de las bellot as que de v ez en cuando las ar dillas olv idan
desent er r ar. Con m iles de m illones de ar dillas disem inando cient os de bellot as t odos
los años por casi t odos los bosques adecuados para las encinas, nosot r os, los
hum anos, no hem os t enido la opor t unidad de seleccionar encinas par a las bellot as
que nos gustan. Los m ism os pr oblem as de cr ecim ient o lent o y ar dillas r ápidas
pueden ex plicar asim ism o por qué las hay as y el nogal dur o, m uy ex plot ados com o
ár boles silv estr es por eur opeos y am er icanos autóctonos, r espect iv am ent e, no
fuer on t am bién dom est icados.
Por últ im o, quizá la difer encia m ás im por t ant e ent r e las alm endr as y las bellot as sea
que el am argor es cont rolado por un solo gen dom inant e en las alm endras, per o
par ece que lo es por m uchos genes en las bellot as. Si los agr icult or es pr im it iv os
plant ar on alm endras o bellot as a par t ir de m ut ant es ocasionales no am argos, las
ley es de la genét ica hicier on que la m it ad de los fr ut os del árbol r esult ant e fuesen
asim ism o no am ar gos en el caso de los alm endr os, per o casi t odos seguir ían siendo
am ar gos en el caso de las encinas. Sólo est o acabar ía con el ent usiasm o de
cualquier bellot er o en cier nes que, después de habér selas con las ar dillas, logr ar a
no haber per dido la paciencia.
Por lo que atañe a fr esas y fram buesas, nos encont rábam os con pr oblem as
par ecidos de com pet encia con los zor zales y ot r os páj ar os adict os a las bay as. Es
v er dad, los r om anos sí ex t endían fr esas salv aj es por sus huer t os. Per o con m iles de
m illones de zor zales eur opeos defecando sem illas de fr esa salv aj e por t odas par t es
( por supuest o, t am bién en los huer t os r om anos) , las fr esas seguían siendo las
pequeñas bay as que gust aban a los zorzales, no las gr andes que desean los
hum anos. Sólo con el r ecient e descubr im ient o de r edes pr ot ect oras e inver nader os
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pudim os infligir una der r ota definit iv a a los zor zales, para v olv er a diseñar las fr esas
y las fr am buesas de acuerdo con nuest ros pr opios gust os.
* * * *
Así pues, hem os vist o que la difer encia ent r e los gigant escos fr esones de
super m er cado y las pequeñas fr esas salv aj es significa sólo un ej em plo de los
v ar iados rasgos que dist inguen a las plant as cult iv adas de sus ant epasados
silv est r es. Ésas difer encias sur gier on inicialm ent e de v ar iaciones nat ur ales ent r e las
pr opias plantas silv est r es. Algunas, com o la v ar iación de t am año en la fr esa y de
am ar gor en el fr ut o seco, habr ían sido det ect adas de inm ediat o por los agr icult or es
pr im it iv os. Ot r a var iación, com o la de los m ecanism os de disper sión de sem illas o
su alet ar gam ient o, habr ía perm anecido ocult a a los hum anos hast a la apar ición de
la bot ánica m oder na. Per o t ant o si la selección de plantas silv est r es com est ibles por
agricult ores ant iguos se at uvo a crit erios conscient es com o si no fue así, la
evolución result ant e de plant as silvest res hast a conver t irse en cult ivos fue en un
pr incipio un proceso no consciente. Fue con secuencia inevit able de nuest ra selección
de t ipos de plant as silv est r es, y de la com pet encia ent r e plant as que en los huer t os
favor ecían t ipos dist int os de los pr edom inant es en la nat ur aleza.
Ésa es la r azón por la que Dar w in, en su obr a El origen de las especies, no em pezó
con un r elat o de la selección nat ural. En cam bio, su prim er capít ulo es una
ex posición por m enor izada de cóm o nuest r as plantas y anim ales dom ést icos
der iv ar on de una selección ar tificial por los hum anos. En lugar de hablar de las aves
de las islas Galápagos con que habit ualm ent e le r elacionam os, Darw in em pezó por
ex plicar ¡cóm o los agr icult or es desar rollan var iedades de uva espina! Escr ibió: «He
v ist o ex pr esar gran sorpr esa en las obr as de hor t icult ur a ant e la m ar av illosa per icia
de los hor t icult or es que han logrado result ados t an espléndidos a par t ir de
m at er iales t an escasos; per o el ar t e ha sido sencillo, y por lo que concier ne al
r esult ado final, se ha pr oducido de m anera casi inconscient e. Ha consist ido siem pr e
en cult iv ar la v ar iedad m ás conocida, sem brar sus sem illas y , al apar ecer por
casualidad alguna v ar iedad m ej or, seleccionar la, y así sucesiv am ent e». Est os
pr incipios de desarr ollo de cult iv os por selección ar t ificial cont inúan siendo nuest r o
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m odelo m ás int eligible del or igen de las especies por selección nat ur al.
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Ca pít u lo 8
M a n z an a s o in dios
Acabam os de v er cóm o los pueblos de algunas r egiones com enzar on a cult iv ar
especies
veget ales
silvest res,
un
paso
de
consecuencias
t rascendent ales
e
im pr ev ist as par a su form a de v ida y para el lugar que sus descendient es ocupar ían
en la hist or ia. Perm ít asenos r et om ar nuest r as pr eguntas: ¿por qué la agr icult ur a
nunca surgió de form a independient e en algunas zonas fért iles y sum am ent e apt as,
com o Califor nia, Eur opa, la Aust r alia t em plada y Áfr ica subecuat or ial? ¿Por qué,
ent r e las zonas donde la agr icult ur a surgió de m anera independient e, se desarr olló
m ucho ant es en unas que en ot ras?
Se han apunt ado dos ex plicaciones opuestas: pr oblem as con la población local, o
pr oblem as con las plant as silv est r es disponibles localm ent e. Por una par t e, quizá
casi cualquier zona t em plada o tr opical bien sur t ida de agua del planet a ofr ece
suficient es especies de plant as silvest res aptas para su aclim at ación. En ese caso, la
ex plicación de por qué la agr icult ur a no se desar r olló en algunas de esas zonas
est r ibar ía en las car act er íst icas cult ur ales de sus r espect iv as poblaciones. Por ot ra
par t e, quizá al m enos algunos hum anos de cualquier zona ext ensa del planet a
habr ían sido r ecept iv os a la exper im ent ación que conduj o a la aclim at ación de las
plant as. Sólo la falt a de plant as silv est r es adecuadas podr ía ex plicar por qué la
pr oducción de alim ent os no evolucionó en algunas zonas.
Com o ver em os en el capít ulo siguient e, el pr oblem a cor r espondient e par a la
dom est icación de grandes m am ífer os salv aj es r esult a m ás fácil de r esolv er , por que
hay un núm er o infer ior de especies de est os anim ales que de plant as. En el m undo
hay sólo unas 148 especies de gr andes her bív or os y om nív or os t er r est r es
m am ífer os salv aj es, los grandes m am ífer os que podr ían consider ar se candidat os a
la dom est icación. Sólo un m odest o núm er o de fact or es det er m ina si un m am ífer o es
apt o par a la dom est icación. Es, pues, sencillo r epasar los grandes m am ífer os de una
r egión y ver ificar si la falt a de dom est icación de m am ífer os en algunas r egiones se
debió a la no disponibilidad de especies salv aj es adecuadas y no a las poblaciones
locales.
Ést e enfoque ser ía m ucho m ás difícil de aplicar a las plant as debido al m er o núm er o
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—200.000— de especies de plant as silv est r es que dan flor es, que son las plant as
que dom inan la v eget ación de la Tier r a y que han pr opor cionado casi t odos nuest r os
cult ivos. No podem os esperar exam inar t odas las especies veget ales silvest r es ni
siquier a de una zona lim it ada com o Califor nia, y ev aluar cuánt as de ellas habr ían
sido cult iv ables. Per o ahor a ver em os cóm o abor dar est e pr oblem a.
Cuando nos ent eram os de que hay t antas especies de plantas que dan flor es, la
pr im er a r eacción podr ía ser la siguient e: sin duda, con t odas esas especies
v eget ales silv est r es sobr e la Tier r a, cualquier zona con un clim a suficient em ent e
benigno deber ía haber t enido especies m ás que suficient es par a propor cionar
num er osos candidatos par a el desar r ollo de cult iv os.
Per o pensem os después que la inm ensa m ay or ía de las plant as silv est r es no son
apt as por r azones obvias: son leñosas, no pr oducen fr ut os com est ibles y sus hoj as y
raíces t am poco son com est ibles. De las 200.000 especies de plant as silvest res, sólo
unos m iles son consum idas por el ser hum ano, y sólo unos cient os de ellas han sido
m ás o m enos aclim at adas. I ncluso de est os varios cient os de cult ivos, la m ayoría
pr opor cionan suplem ent os m enor es a nuest r a diet a y no habr ían bast ado por sí
solas para sust ent ar el nacim ient o de las civilizaciones. Sólo una docena de especies
r epr esent an m ás del 80 por 100 del v olum en anual del t otal de cult iv os del m undo
m oder no. Éstas doce est r ellas son los cer eales t r igo, m aíz, arr oz, cebada y sorgo; la
legum inosa soj a; las r aíces o t ubér culos pat at a, m andioca y batat a; las pr oductor as
de azúcar caña de azúcar y r em olacha azucar era, y la fr uta banana. Los cult iv os
cer ealist as por sí solos r epr esent an m ás de la m it ad de las calor ías consum idas por
las poblaciones hum anas del m undo. Con un núm er o t an reducido de cult ivos
pr incipales en el m undo, t odos ellos aclim at ados hace m iles de años, es m enos
sor prendent e que m uchas zonas del m undo no t uvieran plant as aut óct onas
silvest res con un pot encial dest acado. El hecho de no haber aclim at ado ni una sola
plant a alim ent icia im por t ant e y nuev a en la época m oder na sugier e que en r ealidad
los pueblos de la ant igüedad podr ían haber ex plor ado pr áct icam ent e t odas las
plant as silv est r es út iles y com enzar on a cult iv ar t odas aquellas que m er ecían la
pena.
Con t odo, algunos casos de no aclim at ación de plant as silvest res cont inúan siendo
difíciles de ex plicar . Los casos m ás flagrant es se r efier en a plant as que fuer on
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aclim at adas en una zona pero no en ot ra. Podem os estar segur os, pues, de que era
efect iv am ent e posible desar r ollar la planta silv est r e par a t ransfor m ar la en un cult iv o
út il, y hem os de pr egunt ar por qué esa especie silv estr e no fue aclim at ada en
ciert as zonas.
Un t ípico ej em plo desconcer t ant e proviene de Áfr ica. El im por t ant e cer eal llam ado
sor go fue aclim at ado en la zona del Sahel afr icano, inm ediat am ent e al sur del
Sahara. Ést a planta t am bién se da en for m a silv est r e en zonas t an dist ant es com o
el Áfr ica aust r al, per o ni ella ni ninguna ot r a plant a fue cult ivada en el Áfr ica aust r al
hast a la llegada del conj unt o de cult iv os que los agr icult or es bant úes llev ar on desde
el Áfr ica sit uada al nor t e del ecuador hace 2.000 años. ¿Por qué los pueblos
indígenas del Áfr ica aust r al no aclim at aron el sor go por sí m ism os?
I gualm ent e desconcer t ant e es la no aclim atación del lino en su var iedad silv est r e en
Eur opa occident al y el nor t e de Áfr ica, o del t r igo espr illa en su var iedad silv est r e en
los Balcanes m er idionales. Dado que est as dos plant as figuraban ent r e los pr im er os
ocho cult ivos del Crecient e Fért il, est aban presum iblem ent e ent re las plant as
silv est r es m ás fácilm ent e aclim at adas. Fueron adopt adas para el cult iv o en aquellas
zonas de su dist r ibución silv est r e fuer a del Cr ecient e Fér t il t an pront o llegar on con
t odo el paquet e de pr oducción de alim ent os desde el Cr ecient e Fér t il. ¿Por qué,
pues, no habían com enzado ya a cult iv ar las m ot u pr oprio las poblaciones de esas
zonas adyacent es?
Asim ism o, los cuat r o fr ut os aclim at ados m ás ant iguos del Cr ecient e Fér t il t enían
zonas de dist r ibución silv estr es que iban m ucho m ás allá del Medit er r áneo or ient al,
donde par ece que fuer on cult iv adas por vez pr im er a: la oliv a, la uva y el higo se
daban hacia el oest e hast a I t alia y España y el nor oest e de Áfr ica, m ient r as que la
palm a dat iler a se ex t endía a t odo el nor t e de Áfr ica y Ar abia. Est os cuatr o fr ut os se
encont r aban sin lugar a dudas ent r e los m ás fáciles de aclim at ar de los fr ut os
silvest res. ¿Por qué los pueblos que no habit aban en el Crecient e Fért il no los
aclim at aron, y com enzaron a cult ivar los únicam ent e cuando ya habían sido
aclim at ados en el Medit er r áneo or ient al y llegar on desde allí com o cult iv os?
Ot r os ej em plos llam at iv os afect an a especies silv estr es que no fuer on aclim at adas
en zonas donde la pr oducción de alim ent os nunca surgió espont áneam ent e, aun
cuando esas especies silv est r es t enían par ient es cer canos aclim at ados en ot r os
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lugar es. Por ej em plo, la oliv a Olea eur opea fue aclim atada en el Medit er r áneo
or ient al. Hay unas 40 especies m ás de oliv as en el Áfr ica t r opical y austr al, el sur de
Asia y el est e de Aust r alia, algunas de ellas est r echam ent e em par ent adas con la
Olea eur opea, per o ninguna de ellas fue aclim at ada nunca. Asim ism o, aunque una
especie de m anzana silv est r e y una especie de uva silv est r e fuer on aclim at adas en
Eur asia, hay m uchas especies de m anzana y uva silv est r e em par ent adas en
Am ér ica del Nor t e, algunas de las cuales han sido hibr idizadas en épocas m oder nas
con los cult iv os der iv ados de sus hom ólogos eurasiát icos silv est r es par a m ej orar
esos cult iv os. ¿Por qué, pues, los indígenas am er icanos no aclim at ar on esas
m anzanas y uvas aparent em ent e út iles por sí m ism os?
Podríam os
cont inuar
indefinidam ent e
con
est e
t ipo
de
ej em plos.
Pero
el
r azonam ient o t iene un er r or fat al: en la aclim at ación de plant as no se t r ata de que
los cazador es-r ecolect or es aclim at en una sola plant a y , por lo dem ás, cont inúen
inm ut ables con su for m a de vida nóm ada. Supongam os que las m anzanas silv est r es
de Am ér ica del Nor t e hubier an ev olucionado r ealm ent e hast a conv er t ir se en un
espléndido cult ivo con sólo que los cazadores- recolect ores indios se hubieran hecho
sedent ar ios y las hubier an cult iv ado. Per o los cazador es-r ecolect or es nóm adas no
habr ían dej ado sin m ás su form a de v ida t r adicional, se hubier an asent ado en
aldeas y hubier an com enzado a cuidar huer t os de m anzanas a m enos que m uchas
ot r as plant as silv est r es cult ivables, y anim ales dom est icables, hubier an estado a su
disposición
para
hacer
una
ex ist encia
pr oduct ora
de
alim ent os
sedent ar ia
com pet it iv a con la ex ist encia basada en la caza y la r ecolección.
¿Cóm o, en una palabr a, ev aluam os el pot encial de t oda una flor a local para la
aclim at ación? Par a los indígenas am er icanos que no aclim at ar on las m anzanas
nor t eam er icanas, ¿r adicaba el pr oblem a r ealm ent e en los indios o en las m anzanas?
Para r esponder a est a pr egunt a, com par ar em os ahor a tr es r egiones sit uadas en
ext rem os opuest os ent re cent ros de aclim at ación independient es. Com o hem os
vist o, uno de ellos, el Crecient e Fért il, fue quizá el cent r o m ás ant iguo de producción
de alim ent os del m undo, y el lugar donde t uv ier on su or igen var ios cult iv os
fundam ent ales del m undo m oder no y casi t odos sus anim ales dom est icados
im por t ant es. Las ot ras dos r egiones, Nuev a Guinea y el est e Par a r esponder a est a
pr egunt a, com parar em os ahora t r es r egiones sit uadas en ex t r em os opuest os ent r e
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cent ros de aclim at ación independient es. Com o hem os vist o, uno de ellos, el
Crecient e Fért il, fue quizá el cent ro m ás ant iguo de producción de alim ent os del
m undo, y el lugar donde t uvieron su origen var ios cult ivos fundam ent ales del
m undo m oder no y casi t odos sus anim ales dom est icados im por tant es. Las otr as dos
r egiones, Nuev a Guinea y el est e de Est ados Unidos, aclim at ar on plant as locales,
per o est os cult iv os er an m uy pocos en v ar iedad, sólo uno de ellos alcanzó
im por t ancia m undial, y el paquet e alim ent ar io r esult ant e no sust ent ó un desar r ollo
ext ensiv o de t ecnología hum ana y organización polít ica com o en el Cr ecient e Fér t il.
Teniendo en cuent a est a com par ación, pregunt arem os: ¿t enían la flora y el ent orno
del Cr ecient e Fér t il clar as vent aj as sobr e los de Nuev a Guinea y el est e de Est ados
Unidos?
Figura 8.1. El Crecient e Fért il, con los cent ros de pr oducción de alim ent os ant es de
7000 a. C.
Uno de los hechos fundam ent ales de la hist or ia hum ana es la t em pr ana im por t ancia
de la par t e de Asia sur occident al llam ada Cr ecient e Fér t il ( por la for m a de m edia
luna de sus t ier r as alt as en un m apa: v éase fig. 8.1) . Ést a zona par ece haber sido el
escenar io m ás ant iguo de una cadena de av ances, com o las ciudades, la escr it ur a,
los im per ios y lo que llam am os ( para bien o para m al) civilización. Todos est os
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av ances sur gier on,
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a su
v ez,
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de densas poblaciones hum anas,
ex cedent es
alim ent ar ios alm acenados y la alim ent ación de especialist as no agr icult or es que fue
posible por el nacim ient o de la producción de alim ent os en for m a de cult iv o de
plant as y cr ía de anim ales. La pr oducción de alim ent os fue la pr im er a de esas
gr andes innovaciones que apareció en el Crecient e Fért il. De ahí que t odo int ent o de
com pr ender los or ígenes del m undo m oder no deban ent ender la cuest ión de por qué
las plant as y los anim ales aclim at ados del Cr ecient e Fér t il dier on a est a zona una
v ent aj a de salida t an poderosa.
Afor t unadam ent e, el Cr ecient e Fér t il es con difer encia la par t e del planet a m ás
est udiada y m ej or conocida en lo que se refier e al nacim ient o de la agr icult ur a. Se
ha ident ificado la plant a silv est r e ant epasada de la m ay or ía de los cult iv os
aclim at ados en el Cr ecient e Fér t il o sus pr ox im idades; se ha dem ostr ado su
est recha relación con el cult ivo m ediant e est udios genét icos y crom osom át icos; se
conoce su ám bit o de dist r ibución geográfica silv est r e; se han ident ificado los
cam bios exper im ent ados en vir t ud de la aclim at ación, y a m enudo se los ha
com pr endido a niv el de genes únicos, cam bios que pueden obser v ar se en sucesiv os
est r at os del r egist r o arqueológico; y se conocen el lugar y la fecha apr oxim ados de
la aclim at ación. No niego que ot ras zonas, en par t icular China, t engan tam bién
v ent aj as com o escenar ios pr im it iv os de aclim at ación, pero esas vent aj as y el
desarr ollo r esult ant e de cult iv os pueden especificar se con m ucho det alle en el caso
del Crecient e Fért il.
Una vent aj a del Cr ecient e Fér t il es que est á sit uado dent r o de una zona del llam ado
clim a m edit er r áneo, un clim a caract er izado por invier nos suav es y húm edos y
veranos largos, calurosos y secos. Ést e clim a selecciona las especies veget ales
capaces de sobr ev iv ir
a la lar ga est ación
seca y
r eanudar
el cr ecim ient o
r ápidam ent e al v olv er las lluvias. Muchas plant as del Cr ecient e Fér t il, especialm ent e
especies de cer eales y legum inosas, se han adapt ado de una m anera que las hace
út iles para los hum anos: son anuales, lo cual significa que la pr opia planta se seca y
m uer e en la est ación seca.
En apenas un año de vida, las plant as anuales siguen siendo inevit ablem ent e
pequeñas hier bas. Muchas de ellas ponen en cam bio gran par t e de su ener gía en la
pr oducción de gr andes sem illas, que per m anecen lat ent es dur ant e la est ación seca
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y est án dispuest as después para r et oñar cuando llegan las lluvias. Las plant as
anuales m algastan, pues, poca ener gía en fabr icar m ader a o t allos fibr osos
incom est ibles, com o el cuer po de ár boles y arbust os. Per o m uchas de las grandes
sem illas, especialm ent e las de los cereales y las legum inosas anuales, son
com est ibles par a los hum anos. Const it uy en seis de los doce gr andes cult iv os del
m undo m oder no. En cam bio, si se vive cer ca de un bosque y se m ir a por la
v ent ana, las especies veget ales que se v en suelen ser ár boles y arbust os, la m ay or
par t e de cuy os cuer pos no se pueden com er , y que dedican m enos ener gía a las
sem illas com est ibles. Nat ur alm ent e, algunos ár boles del bosque de zonas de clim a
húm edo pr oducen gr andes sem illas com est ibles, per o est as sem illas no est án
adapt adas par a sobr ev iv ir a una lar ga estación seca y , por tant o, par a un lar go
alm acenam ient o por par t e del ser hum ano.
Una segunda vent aj a de la flor a del Cr ecient e Fér t il es que los ant epasados
silvest res de m uchos cult ivos del Crecient e Fért il fueron
ya abundant es y
sum am ent e product ivos, y crecían en ext ensas concent raciones cuyo valor debía de
ser ev ident e par a los cazador es- r ecolect or es. Est udios ex per im ent ales en los que los
bot ánicos han r ecolect ado sem illas de t ales concent r aciones nat ur ales de cer eales
silv est r es, de m odo m uy par ecido a com o los cazador es- r ecolect or es debían de
hacer lo hace m ás de 10.000 años, indican que pueden obt ener se cosechas anuales
de hast a casi 1 t de sem illas por ha, con una pr oducción de 50 k ilocalor ías de
ener gía alim ent ar ia por sólo una kilocalor ía de t r abaj o inver t ido. Al r ecolect ar
gr andes cant idades de cer eales silv est r es en un br ev e plazo cuando las sem illas
est aban m adur as, y alm acenar las para su uso com o alim ent o dur ant e el r est o del
año, algunos pueblos de cazador es- r ecolect or es del Cr ecient e Fér t il se habían
asent ado ya en aldeas perm anent es aún ant es de com enzar a cult iv ar plantas.
Dado que los cer eales del Cr ecient e Fér t il er an t an pr oduct iv os en su for m a
silv est r e, fuer on pocos los cam bios que fue necesar io int r oducir en ellos cuando
pasar on a ser cult iv ados. Com o hem os v ist o en el capít ulo pr ecedent e, los
pr incipales cam bios —la r upt ur a de los sist em as nat ur ales de disper sión de las
sem illas
y
de
inhibición
de
la
ger m inación—
ev olucionar on
aut om át ica
y
rápidam ent e en cuant o los hum anos com enzaron a cult ivar las sem illas en los
cam pos. Los ant epasados silvest res de nuest ros cult ivos de trigo y cebada t ienen un
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aspect o tan par ecido a los pr opios cult iv os que la ident idad del ant epasado nunca se
ha puest o en duda. Debido a est a facilidad de aclim at ación, las plant as anuales de
gr andes sem illas fuer on el pr im er cult ivo, o uno de los pr im er os, que se desar rolló
no sólo en el Crecient e Fért il sino t am bién en China y el Sahel.
Com pár ese est a r ápida ev olución del t r igo y la cebada con la hist or ia del m aíz, el
pr incipal cult iv o cer ealist a del Nuevo Mundo. El ant epasado pr obable del m aíz, una
plant a silvest re llam ada t eosint o, t iene un aspect o t an dist int o del m aíz en su
sem illa y sus est r uct ur as flor ales que incluso su papel de ant epasado ha sido
apasionadam ent e discut ido por los bot ánicos dur ant e m ucho t iem po. El v alor del
t eosint o com o alim ent o no debía de im pr esionar a los cazador es- r ecolect or es: er a
m enos product ivo en su est ado silvest re que el t rigo silvest re, pr oducía m ucha
m enos sem illa que el m aíz que se desar r olló finalm ent e a par t ir de él, y encer r aba
sus sem illas en cubier t as dur as y no com est ibles. Par a que el t eosint o llegase a ser
un cult iv o út il, t uv o que ex per im ent ar cam bios dr ást icos en su biología r epr oduct iv a,
aum ent ar en gr an m edida su inver sión en sem illas y per der las pét r eas cubier t as de
sus sem illas. Los ar queólogos cont inúan debat iendo enér gicam ent e cuánt os siglos o
m ilenios de desar rollo del cult iv o en Am ér ica fuer on necesar ios par a que las
m azorcas de m aíz de la ant igüedad avanzar an desde un tam año dim inut o hast a el
de un pulgar hum ano, pero par ece clar o que fuer on necesar ios var ios m iles de años
m ás para que alcanzar a las dim ensiones m oder nas. Ést e cont rast e ent r e las
v ir t udes inm ediat as del t r igo y la cebada y las dificult ades plant eadas por el t eosint o
podr ían haber sido un fact or im por t ant e en las difer encias en cuant o al desar r ollo de
las sociedades hum anas del Nuev o Mundo y Eur asia.
Una t ercera vent aj a de la flora del Crecient e Fért il es que incluye un alt o por cent aj e
de «aut osuficient e», es decir plant as que suelen polinizar se a sí m ism as per o que
ocasionalm ent e son polinizadas por ot r as. Recor dem os que la m ay or ía de las
plant as silv est r es son habit ualm ent e her m afr odit as que se polinizan unas a otr as, o
bien se t r at a de individuos m asculinos y fem eninos dist int os que inev it ablem ent e
dependen de otr o indiv iduo par a la polinización. Est os dat os de la biología
r epr oduct iv a desconcer t aron a los pr im er os agr icult or es porque, t an pront o com o
localizaban una plant a m utant e pr oduct iv a, su r et oño se cr uzar ía con ot r os
indiv iduos veget ales y, por t ant o, per der ían su vent aj a her edada. En consecuencia,
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la m ay or ía de los cult ivos per t enecen al pequeño por cent aj e de plant as silv est r es
que son her m afr odit as, que suelen polinizar se a sí m ism as o bien se r epr oducen sin
sex o m ediant e la pr opagación veget at iv a ( por ej em plo, por una r aíz que duplica
genét icam ent e
la
plant a
m at r iz) .
Así
pues,
el
alt o
por cent aj e
de
plant as
«aut osuficient es» her m afr odit as de la flora del Cr ecient e Fér t il ay udó a los pr im er os
agr icult or es, por que supuso que un alt o por cent aj e de la flor a silv est r e t enía una
biología r epr oduct iv a cóm oda para el ser hum ano.
Las plantas «autosuficient es» t am bién er an cóm odas par a los pr im eros agr icult or es
por cuant o ocasionalm ent e se polinizaban con ot r as plant as, generando de est e
m odo nuev as var iedades ent r e las cuales se podía seleccionar . Esta int er polinización
ocasional se pr oducía no sólo ent r e indiv iduos de la m ism a especie, sino t am bién
ent r e especies r elacionadas para pr oducir híbr idos int er específicos. Uno de est os
híbridos ent re los «aut osuficient es» del Crecient e Fér t il, el t rigo, se convirt ió en el
cult ivo m ás valioso del m undo m oderno.
De los pr im eros ocho cult ivos im por t ant es que fueron aclim at ados en el Crecient e
Fért il, t odos son «aut osuficient es». De los t r es cereales «aut osuficient es» que
figur an en est e gr upo —el t r igo escanda, el t r igo espr illa y la cebada—, los t r igos
ofr ecían la v ent aj a adicional de un alt o contenido en pr oteína, ent r e el 8 y el 14 por
100. En cam bio, los cult iv os cer ealist as m ás im por t ant es de Asia or ient al y del
Nuevo Mundo —el ar roz y el m aíz, r espect ivam ent e— t enían un cont enido en
pr ot eína m ás baj o que plant eaba im por t antes pr oblem as de nut r ición.
Ést as fuer on algunas de las vent aj as que la flor a del Cr ecient e Fér t il ofr eció a los
pr im er os agr icult or es: incluía un por cent aj e inusit adam ent e elev ado de plant as
silv est r es apt as par a la aclim at ación. Sin em bar go, la zona de clim a m edit er r áneo
del Cr ecient e Fér t il se ex t iende hacia el oest e por gr an par t e de Europa m er idional y
el nor oest e de Áfr ica. Hay asim ism o zonas de clim as m edit er r áneos sem ej antes en
ot r as cuatr o par t es del m undo: Califor nia, Chile, el sur oest e de Aust ralia y Suráfr ica
( fig. 8.2) . Sin em bargo, est as otr as zonas m edit er r áneas no sólo no r iv alizar on con
el Cr ecient e Fér t il com o escenar ios prim it ivos de la pr oducción de alim ent os, sino
que nunca dieron or igen a una agricult ura aut óct ona en absolut o. ¿De qué vent aj a
disfr ut aba aquella zona m edit er ránea en par t icular del oest e de Eur asia?
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Figura 8.2. Zonas del m undo con clim a m edit er r áneo.
Result a que est a zona, y especialm ent e su par t e del Cr ecient e Fér t il, poseía al
m enos cinco vent aj as sobr e ot ras zonas m edit er r áneas. Pr im er o, el oest e de Eurasia
posee con difer encia la zona m ás ex t ensa del m undo de clim a m edit er r áneo. En
consecuencia, t iene una gr an div er sidad de especies veget ales silv est r es y anim ales
salv aj es, m ás alt a que en las zonas m edit er r áneas r elat iv am ent e pequeñas del
sur oest e de Aust r alia y Chile. En segundo lugar , ent r e las zonas m edit er r áneas, la
de Eur asia occident al ex per im ent a la m ay or v ar iación clim át ica de una est ación a
ot r a y de un año a ot ro. Ésta v ar iación favor eció la evolución, ent r e la flor a, de un
por cent aj e especialm ent e alt o de plant as anuales. La com binación de est os dos
fact or es —una gran div er sidad de especies y un alt o por cent aj e de plant as
anuales— supone que la zona m edit er ránea de Eurasia occident al es la r egión que
posee con difer encia la m ay or div er sidad de plant as anuales.
La significación de esta r iqueza botánica par a el ser hum ano queda ilust r ada por los
est udios del geógr afo Mar k Blum ler sobr e la dist r ibución de gr am íneas silv est r es.
Ent r e los m iles de especies de gr am ináceas silv est r es del m undo, Blum ler calculó las
56 que t enían las sem illas m ás grandes, la flor y nat a del cult ivo de la nat ur aleza:
las especies her báceas con sem illas al m enos diez veces m ás pesadas que la m edia
de especies her báceas ( véase Tabla 8.1) . Pr áct icam ent e t odas ellas son or iginar ias
de zonas m edit er r áneas y ot r os ent or nos secos est acionalm ent e. Adem ás, est án
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concent r adas abr um ador am ent e en el Cr ecient e Fér t il u ot r as par t es de la zona
m edit er r ánea de Eurasia occident al, lo cual ofr ecía una enorm e selección a los
incipient es agr icult or es: ¡32 de las 56 gr am íneas silv est r es pr incipales del m undo!
Específicam ent e, la cebada y el t r igo escanda, los dos cult iv os im por tant es m ás
ant iguos del Crecient e Fért il, ocupan respect ivam ent e los puest os t ercer o y
decim ot er cer o en la clasificación de las 56 especies por el t am año de sus sem illas.
En cam bio, la zona m edit er r ánea de Chile sólo ofr ecía dos de esas especies,
Califor nia y el Áfr ica aust r al únicam ent e una, y el sur oest e de Aust r alia, ninguna.
Ést e hecho por sí solo es m uy im por t ante para explicar el cur so de la hist or ia
hum ana.
La t esis doct oral de Mark Blum ler, See Weight and Environm ent in Medit erraneant ipe Grasslands in Califor nia and I srael ( Univer sidad de Califor nia, Ber keley, 1992) ,
r ecogía en su t abla 12.1 las 56 especies de gr am íneas silvestr es de sem illa m ás
pesada ( ex cluidos los bam bús) par a las que se disponía de dat os. El peso del gr ano
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de est as especies oscilaba ent r e 10 m g y m ás de 40 m g, unas diez veces m ayor que
el valor m edio de t odas las especies gr am íneas del m undo. Ést as 56 especies
r epr esent an m enos del 1 por cient o del t otal de especies de gr am íneas del m undo.
Ést a t abla m uest r a que la inm ensa m ayoría de est as especies se concent r aban en la
zona m edit er r ánea del oest e de Eurasia.
Una t ercer a v ent aj a de la zona m edit er r ánea del Cr ecient e Fér t il es que ofr ece una
am plia gam a de alt it udes y t opogr afías dent r o de una dist ancia cor t a. Su gam a de
elev aciones, desde el punt o m ás baj o de la Tier r a ( el m ar Muer t o) hast a las
m ont añas de 6.000 m ( cer ca de Teher án) garant iza una var iedad corr espondient e
de ent or nos, y por tant o una gran div er sidad de las plantas silv est r es que sir v en de
posibles ant epasados de los cult iv os. Est as m ont añas est án en las pr oxim idades de
suav es t ier r as baj as con r íos, llanur as aluviales y desier t os aptos para la agr icult ur a
de r egadío. En cam bio, las zonas m edit er r áneas del sur oest e de Aust r alia y , en
m enor gr ado, de Sur áfr ica y Eur opa occident al, ofr ecen una gam a m ás ex igua de
alt it udes, hábit at s y t opogr afías.
La gam a de alt it udes en el Cr ecient e Fér t il supuso t em poradas de cosecha
escalonadas: las plantas que cr ecían a alt it udes m ás elev adas producían sem illas un
poco después que las plant as que cr ecían a alt it udes m ás baj as. En consecuencia,
los cazador es- r ecolect or es podían subir a una lader a par a r ecolect ar sem illas de
cer eales a m edida que m aduraban, en v ez de v er se abr um ados por una estación de
cosecha concent rada en una sola alt it ud, donde t odos los gr anos m adurasen
sim ult áneam ent e. Cuando com enzaba el cult ivo, era sencillo que los pr im eros
agr icult or es t om asen las sem illas de los cer eales silv est r es que cr ecían en las
lader as y dependían de lluvias im pr edecibles, y que plant asen esas sem illas en los
húm edos fondos de los valles, donde cr ecer ían de m anera fiable y depender ían
m enos de la lluv ia.
La div er sidad biológica del Cr ecient e Fér t il en pequeñas dist ancias cont r ibuyó a una
cuar t a vent aj a: su r iqueza en ant epasados no sólo de cult iv os valiosos sino t am bién
de gr andes m am ífer os dom est icados. Com o ver em os, había pocas o ninguna
especie de m am ífer o salv aj e apta par a la dom est icación en las ot r as zonas
m edit er r áneas de Califor nia, Chile, el sur oest e de Aust r alia y Sur áfr ica. En cam bio,
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cuat r o especies de gr andes m am ífer os —la cabra, la ovej a, el cer do y la vaca—
fueron dom est icadas m uy pr onto en el Cr ecient e Fért il, posiblem ent e ant es que
cualquier ot r o anim al a ex cepción del per r o en cualquier ot r o lugar del m undo. Est as
especies siguen siendo hoy cuat ro de los cinco m am íferos dom est icados m ás
im por t ant es del m undo ( capít ulo 9) . Per o sus ant epasados salv aj es er an m ás
com unes en zonas ligeram ent e dist int as del Crecient e Fért il, con el result ado de que
las
cuat r o
especies
fuer on
dom est icadas
en
difer ent es
lugar es:
la
ovej a
posiblem ent e en la zona cent r al, la cabra en la zona or ient al a gr an alt it ud ( los
m ont es Zagr os de I r án) o bien en la zona sur occident al ( el Medit er r áneo or ient al) ,
el cer do en la par t e sept ent r ional- cent r al y la v aca en la par t e occident al, incluida
Anat olia. Sin em bar go, aun cuando las zonas de abundancia de est os cuat r o
pr ogenit or es salv aj es pr esent en
t ales difer encias,
los cuat r o viv ían
en
una
pr oxim idad lo bast ant e est r echa com o para ser tr asladados fácilm ent e después de
su dom est icación de una par t e del Cr ecient e Fér t il a ot r a, y toda la r egión t er m inó
disponiendo de las cuat r o especies.
La agr icult ur a fue lanzada en el Cr ecient e Fér t il por la t em prana aclim at ación de
ocho cult iv os, llam ados «cult iv os fundador es» ( por que fundar on la agr icult ur a en la
r egión y posiblem ent e en el m undo) . Esos ocho fundador es fuer on t r es cer eales
( t r igo escanda, tr igo espr illa y cebada) , cuat r o legum inosas ( lent ej a, guisant e,
garbanzo y ar v ej a) y una fibra ( lino) . De est os ocho, sólo dos —el lino y la cebada—
cr ecen silv estr es en abundancia fuer a del Cr ecient e Fér t il y Anat olia. Dos de los
fundador es t enían zonas de dist r ibución m uy r educidas en est ado silv est r e, pues el
garbanzo se cir cunscr ibía al sur est e de Tur quía y el t r igo escanda al pr opio
Cr ecient e Fér t il. Así pues, la agr icult ur a pudo nacer en el Cr ecient e Fér t il a par t ir de
la dom est icación de plantas silv est r es disponibles en la pr opia zona, sin t ener que
esper ar la llegada de cult iv os der iv ados de plant as silv est r es aclim at adas en otr as
r egiones. A la inv er sa, dos de los ocho cult iv os fundador es no podían haber sido
aclim at ados en ningún ot r o lugar del m undo a ex cepción del Cr ecient e Fér t il, ya que
no cr ecían en est ado silv est r e en ot r os lugar es.
Gr acias a est a disponibilidad de m am ífer os salv aj es y plant as silv est r es, los
pr im er os poblador es del Cr ecient e Fér t il pudier on r eunir r ápidam ent e un paquet e
biológico poderoso y equilibr ado para la pr oducción int ensiv a de alim ent os. Ése
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paquet e com pr endía t r es cer eales, com o pr incipales fuent es de hidr at os de carbono,
cuat r o legum inosas, con ent r e el 20 y el 25 por 100 de prot eínas, y cuat r o anim ales
dom ést icos,
com o pr incipales fuent es de pr ot eínas,
com plem ent ados por
el
gener oso cont enido en pr ot eínas del t r igo; y el lino com o fuent e de fibra y aceit e ( el
llam ado aceit e de linaza: las sem illas del lino t ienen apr ox im adam ent e un 40 por
100
de
aceit e) .
Finalm ent e,
m iles
de
años
después
del
com ienzo
de
la
dom est icación de anim ales y la pr oducción de alim ent os, los anim ales t am bién
com enzar on a ser ut ilizados par a obt ener leche, lana, t ir o para el arado y
t r anspor t e. Así pues, los cult iv os y los anim ales de los pr im er os agr icult or es del
Cr ecient e Fér t il llegar on a sat isfacer las necesidades económ icas básicas de la
hum anidad: hidrat os de car bono, pr ot eínas, gr asas, vest ido, tr acción y t r anspor t e.
Una últ im a vent aj a de la prim it iva producción de alim ent os en el Crecient e Fért il es
que podr ía haber t enido que enfr ent ar se a m enos com pet encia de la for m a de v ida
de los cazador es-r ecolect or es que la de ot r as zonas, incluido el Medit er r áneo
occident al. En el sur oest e de Asia hay pocos r íos caudalosos y sólo un cor t o lit or al,
que pr opor cionan unos r ecur sos acuát icos r elat iv am ent e escasos ( en for m a de
peces y crust áceos fluviales y cost eros). Una de las especies de m am íferos
im por t ant e ent r e las que se cazaba para apr ovechar su car ne, la gacela, viv ía en un
pr incipio en gr andes r ebaños, per o fue ex plot ada en ex ceso por la cr ecient e
población hum ana y quedó r educida a pequeñas cant idades. Así pues, el paquet e de
la pr oducción de alim ent os super ó rápidam ent e a la dot ación de los cazador esr ecolect or es. Las aldeas sedent ar ias basadas en los cer eales ex ist ían ya ant es del
nacim ient o de la pr oducción de alim ent os y pr edispusier on a aquellos cazador esr ecolect or es a la agr icult ur a y la ganader ía. En el Cr ecient e Fér t il, la t r ansición de la
caza y la r ecolección a la pr oducción de alim ent os t uvo lugar con r elat iv a rapidez:
en 9.000 a.C. la gent e no t enía aún cult ivos ni anim ales dom ést icos y dependía por
com plet o de alim ent os silv est r es, per o en 6.000 a.C. las sociedades er an casi
t ot alm ent e dependient es de los cult ivos y los anim ales dom ést icos.
La sit uación en Mesoam ér ica ofr ece un fuer t e cont r ast e: esta zona pr opor cionaba
sólo dos anim ales dom est icables ( el pav o y el per r o) , cuya pr oducción de car ne era
m uy infer ior a la de la v aca, la ovej a, la cabr a y el cer do; y el m aíz, el cer eal básico
de Mesoam ér ica, er a, com o ya hem os ex plicado, difícil de aclim at ar y quizá lent o de
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desarr ollar . En consecuencia, la dom est icación puede no haber com enzado en
Mesoam ér ica hasta apr oxim adam ent e 3.000 a.C. ( la fecha sigue siendo incier t a) ;
aquellos pr im er os av ances fuer on obra de per sonas que eran aún cazador esr ecolect or es nóm adas; y las aldeas sedent ar ias no nacier on hast a apr oxim adam ent e
1.500 a.C.
* * * *
En t odo est e r epaso a las vent aj as del Cr ecient e Fér t il par a el t em pr ano nacim ient o
de la pr oducción de alim ent os, no hem os t enido que invocar ninguna supuest a
v ent aj a de los pr opios pueblos del Cr ecient e Fér t il. De hecho, no t engo not icia de
que nadie haya suger ido en ser io ninguna supuest a caract er íst ica biológica dist int iv a
de los pueblos de la r egión que pudiera haber cont r ibuido a la pot encia de su
paquet e de pr oducción de alim ent os. En cam bio, hem os vist o que las m uchas
caract er íst icas dist int ivas del clim a, el ent or no, las plant as silvest r es y los anim ales
del Crecient e Fért il pr oporcionan conj unt am ent e una explicación convincent e.
Dado que los paquet es de pr oducción de alim ent os que sur gier on de m anera
aut óct ona en Nueva Guinea y en el est e de Est ados Unidos eran considerablem ent e
m enos pot ent es, ¿podr ía r esidir la ex plicación para esas zonas en las per sonas que
las habit aban? Ant es de pasar a exam inar esas r egiones, sin em bargo, debem os
consider ar dos cuest iones que sur gen en r elación con cualquier zona del m undo
donde la pr oducción de alim ent os nunca se desar r olló de m anera independient e ni
t uvo com o r esult ado un paquet e m enos pot ent e. En pr im er lugar, ¿conocen
r ealm ent e bien los cazador es- r ecolect or es y los incipient es agr icult or es t odas las
especies silv est r es disponibles en su zona y sus usos, o podr ían haber pasado por
alt o posibles ant epasados de cult iv os valiosos? En segundo lugar , si conocen las
plant as y los anim ales de sus zonas, ¿apr ovechan ese conocim ient o para dom est icar
las especies m ás út iles ent r e las disponibles, o hay fact or es cult ur ales que les
im piden hacer lo?
Por lo que se r efier e a la pr im era pr egunta, t odo un cam po de la ciencia, llam ado
et nobiología, est udia el conocim ient o que t ienen los pueblos de las plant as y los
anim ales silvest res de su ent orno. Est os est udios se han concent rado especialm ent e
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en los escasos pueblos de cazadores- recolect ores que aún exist en, así com o en los
pueblos agr icult or es que dependen t odav ía en gr an m edida de los alim ent os
silv est r es y los pr oduct os nat ur ales. Los est udios indican gener alm ent e que esos
pueblos son enciclopedias andant es de hist or ia nat ural, con nom br es indiv iduales
( en sus respect ivas lenguas locales) para al m enos m il especies veget ales y
anim ales, y con un conocim ient o det allado de las car act er íst icas biológicas, la
dist r ibución y los usos posibles de esas especies. A m edida que la gent e pasa a
depender de m odo cr ecient e de plant as y anim ales dom est icados, est e conocim ient o
t r adicional pier de gradualm ent e su valor y acaba por per der se, hasta que se llega a
los com pr ador es de los superm er cados m oder nos que no sabr ían dist inguir una
gr am ínea silv est r e de una legum inosa silv est r e.
He aquí un ej em plo t ípico. Durant e los últ im os t reint a y t res años, m ient ras
efect uaba ex plor ación biológica en Nuev a Guinea, he pasado m i t iem po de t rabaj o
de cam po en ese país en la constant e com pañía de neo guineanos que cont inúan
usando am pliam ent e las plant as silv est r es y los anim ales salv aj es. Un día, cuando
m is com pañer os de la t r ibu for é y yo est ábam os m uer t os de ham br e en la j ungla
porque ot r a t r ibu bloqueaba nuest r o r egr eso a nuest r a base de abast ecim ient o, un
hom br e for é r egr esó al cam pam ent o con una gran m ochila llena de hongos que
había encont rado y com enzó a asar los. ¡Por fin la cena! Pero ent onces t uve un
pensam ient o inquiet ant e: ¿y si los hongos fueran venenosos?
Expliqué pacient em ent e a m is com pañer os for é que había leído que algunos hongos
er an venenosos, que había t enido not icia incluso de ex per t os r ecolect or es de
hongos est adounidenses que habían m uer to debido a la dificult ad par a dist inguir los
hongos segur os de los peligr osos, y que aunque t odos est ábam os ham br ient os no
m er ecía la pena cor r er el r iesgo. En ese m om ent o m is com pañer os se enfur ecier on
y m e dij er on que m e callar a y escuchar a m ient r as m e ex plicaban algunas cosas.
Después de aguantar durant e años que y o les som et ier a a int er r ogator ios sobr e los
nom br es de cient os de árboles y av es, ¿cóm o podía insult ar los suponiendo que no
t enían nom br es par a los difer ent es hongos? Sólo los est adounidenses podían ser t an
est úpidos com o para confundir los hongos venenosos con los seguros. Cont inuaron
inst r uy éndom e acer ca de 29 t ipos de especies de hongos com est ibles, del nom br e
de cada especie en la lengua for é, y de en qué lugar del bosque habr ía que
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buscarla. Ést e, el t ánt i, cr ecía en los árboles, y er a delicioso y per fect am ent e
com est ible.
Siem pr e que he llev ado conm igo a neo guineanos a ot r as par t es de su isla, hablan
habit ualm ent e de las plant as y los anim ales locales con otr os neo guineanos con los
que se encuent ran, y r ecogen plant as pot encialm ent e út iles y las llevan de vuelt a a
sus aldeas para int ent ar plant ar las. Mis ex per iencias con los habit ant es de Nuev a
Guinea t ienen su par angón en las de los et nobiólogos que est udian los pueblos
t r adicionales de ot r os lugar es. Sin em bargo, t odos esos pueblos, bien pract ican al
m enos alguna producción de alim ent os, bien son los últ im os r est os par cialm ent e
acult ur ados de las ant iguas sociedades de cazador es- r ecolect or es del m undo. El
conocim ient o
de
las
especies
silvest r es
er a
pr esum iblem ent e
aún
m ás
porm enor izado ant es del nacim ient o de la pr oducción de alim ent os, cuando cada ser
hum ano sobr e la Tier r a dependía aún por com plet o de las especies silv est r es par a
obt ener su alim ent o. Los pr im er os agr icult or es er an her eder os de ese conocim ient o,
acum ulado durant e decenas de m iles de años de obser v ación de la nat ur aleza por
hum anos biológicam ent e m oder nos que v iv ían en ínt im a dependencia del m undo
nat ur al. Par ece, pues, sum am ent e im pr obable que especies silv estr es de v alor
pot encial hubier an pasado desapercibidas par a los pr im er os agr icult or es.
La ot r a pr egunt a r elacionada es si los ant iguos cazador es- r ecolect or es y agr icult or es
hacían asim ism o buen uso de sus conocim ient os et nobiológicos en la selección de
plant as silv est r es par a r ecoger y finalm ent e cult ivar . Una pr ueba proviene de un
y acim ient o ar queológico sit uado en el borde del v alle del Éufr at es en Sir ia, llam ado
Tell Abu Hur eyr a. Ent r e 10.000 a.C. y 9.000 a.C., la gent e que vivía en ese lugar
podr ía haber r esidido durant e t odo el año en aldeas, per o er an aún cazador esrecolect ores; el cult ivo de plant as no com enzó hast a el m ilenio siguient e. Los
ar queólogos Gor don Hillm an, Susan Colledge y Dav id Har r is r ecuper ar on gr andes
cant idades de r est os veget ales calcinados del y acim ient o, que pr obablem ent e
r epr esent aban desper dicios desechados de plant as silv est r es r ecogidas en ot r os
lugar es y llev adas al y acim ient o por sus resident es. Los cient íficos analizar on m ás
de 700 m uest r as, cada una de las cuales cont enía por t ér m ino m edio m ás de 500
sem illas ident ificables per t enecient es a m ás de 70 especies veget ales. Result ó que
los habit ant es del poblado r ecogían una v ar iedad pr odigiosa ( ¡157 especies! ) de
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plant as ident ificadas por sus sem illas calcinadas, por no hablar de ot ras plant as que
no pueden ser ident ificadas ya.
¿Recogían aquellos ingenuos aldeanos t odo t ipo de plant a con sem illas que podían
encont r ar, la llev aban a casa, se envenenaban con la m ay or ía de las especies y se
alim ent aban sólo de un r educido núm er o de especies? No, no er an t an t ontos.
Aunque el núm er o de 157 especies par ece una r ecolección indiscr im inada, m uchas
m ás especies que cr ecían silv estr es en las pr oxim idades est aban ausent es de los
rest os calcinados. Las 157 especies seleccionadas pueden clasificarse en t res
cat egorías. Muchas de ellas t ienen sem illas no venenosas e inm ediat am ent e
com est ibles. Ot r as, com o las legum inosas y los m iem br os de la fam ilia de la
m ostaza, t ienen sem illas t óxicas, per o las t ox inas pueden elim inar se fácilm ent e,
quedando
las sem illas com est ibles.
Algunas sem illas per t enecen
a
especies
ut ilizadas t radicionalm ent e com o fuent es de t int es o m edicinas. Las m uchas
especies silvest res no represent adas entre las 157 seleccionadas son las que
habr ían sido inút iles o nociv as para la gent e, incluidas t odas las especies de hier bas
m ás t óxicas del ent orno.
Así pues, los cazador es-r ecolect or es de Tell Abu Hur ey r a no m algast aban el t iem po
ni se ponían en peligr o r ecolect ando plant as silv est r es indiscr im inadam ent e. Por el
cont r ar io, es ev ident e que conocían las plant as silv est r es de la zona de m odo t an
pr ofundo com o los act uales habit ant es de Nueva Guinea, y usaban ese conocim ient o
para seleccionar y llev ar a casa sólo las plant as con sem illas m ás út iles ent r e las
disponibles. Per o aquellas sem illas r ecolect adas habr ían const it uido el m at er ial par a
los pr im er os pasos inconscient es de la aclim at ación de plant as.
Mi ot r o ej em plo de cóm o los pueblos de la ant igüedad ut ilizar on apar ent em ent e sus
conocim ient os et nobiológicos con buen fin proviene del valle del Jordán en el
m ilenio I X a.C., el per íodo del cult iv o de plant as m ás ant iguo en esa zona. Los
pr im er os cer eales aclim at ados del v alle fuer on la cebada y el t r igo escanda, que
cont inúan figur ando ent r e los cult iv os m ás pr oduct iv os del m undo en la act ualidad.
Per o, com o en Tell Abu Hur eyr a, cient os de ot r as especies v eget ales silvest r es
por t ador as de sem illas debían de cr ecer en las pr oxim idades, y al m enos 100 de
ellas habr ían sido com est ibles y se habr ían r ecolect ado ant es del nacim ient o de la
aclim at ación de las plant as. ¿Qué t enían la cebada y el t r igo escanda para que
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fuer an los pr im er os cult iv os? ¿Fuer on aquellos pr im er os agr icult or es del v alle del
Jor dán unos incult os en botánica que no sabían lo que hacían? ¿O er an la cebada y
el t r igo escanda r ealm ent e los m ej or es de los cer eales silv estr es de la zona que
podían haber seleccionado?
Dos cient íficos isr aelíes, Ofer Bar - Yosef y Mor dej ái Kislev, abordar on est a cuest ión
m ediant e el exam en de las especies de gr am ináceas silvest r es que cr ecen aún en el
v alle en nuest r os días. Dej ando a un lado las especies de sem illas pequeñas o de
sabor desagr adable, escogier on 23 de las gr am ináceas silv est r es de sabor m ás
agradable y sem illas m ás gr andes. Com o er a de esper ar , la cebada y el t r igo
escanda est aban en esa list a.
Per o no er a cier t o que los ot r os 21 candidatos hubier an sido igualm ent e út iles. Ent r e
esas 23 especies, la cebada y el t r igo escanda r esult ar on ser los m ej or es según
m uchos cr it er ios. El t r igo escanda t iene las sem illas m ás grandes, y la cebada, las
segundas en t am año. Cuando cr ecen silv estr es, la cebada es una de las cuatr o
especies m ás abundant es de las 23 seleccionadas, m ient r as que el t r igo escanda es
de abundancia m ediana. La cebada t iene la vent aj a adicional de que su genét ica y
su m or fología le per m it en desar r ollar r ápidam ent e los cam bios út iles en la
disper sión de las sem illas y la inhibición de la ger m inación, de lo que nos hem os
ocupado en el capít ulo pr ecedent e. El t r igo escanda, sin em bargo, t iene v ir t udes
com pensator ias: puede ser r ecolect ado de m anera m ás eficient e que la cebada, y es
un caso insólit o ent r e los cer eales por cuant o sus sem illas no se adhier en a las
cáscaras. En cuant o a las ot r as 21 especies, sus desvent aj as incluyen el t ener
sem illas m ás pequeñas, en m uchos casos una abundancia m enor, y en algunos
casos el hecho de ser plant as per ennes en v ez de anuales, con la consecuencia de
que su ev olución habr ía sido lent a de haber sido aclim at adas.
Así pues, los pr im er os agr icult or es del v alle del Jor dán seleccionar on las dos
m ej or es de las 23 m ej or es especies de gram ináceas silv est r es de que disponían.
Nat ur alm ent e, los cam bios ev olut iv os ( t r as el cult iv o) en la disper sión de las
sem illas y la inhibición en la ger m inación habr ían sido consecuencias im pr ev ist as de
lo que aquellos pr im er os agr icult or es hacían. Per o su selección inicial de la cebada y
el t r igo escanda en vez de ot r os cer eales par a r ecolect ar , llev ar a casa y cult iv ar
habr ía sido conscient e y basada en los cr it er ios fácilm ent e det ect ados del t am año de
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las sem illas, el sabor y la abundancia.
Ést e ej em plo del v alle del r ío Jor dán, del m ism o m odo que el de Tell Abu Hur ey r a,
ilust r a que los pr im er os agr icult or es utilizar on sus conocim ient os det allados de las
especies locales en su pr opio beneficio. Dado que sabían m ucho m ás sobr e las
plant as locales que t odo el m undo, a ex cepción de un puñado de botánicos
pr ofesionales m oder nos, difícilm ent e no habr ían cult iv ado cualquier especie veget al
silv est r e út il que fuer a r elat iv am ent e apta par a la aclim at ación.
* * * *
Podem os ex am inar ahora lo que hicier on realm ent e los agr icult or es locales en dos
par t es del m undo ( Nuev a Guinea y el este de Est ados Unidos) con sist em as de
pr oducción
de
alim ent os
aut óct onos
pero
aparent em ent e
deficient es
en
com paración con el del Cr ecient e Fér t il, cuando llegar on cult iv os m ás pr oduct iv os de
ot r os lugar es. Si r esult ase que esos cult ivos no llegar on a ser adopt ados por
r azones cult ur ales o de ot r o t ipo, nos quedar íam os con una acuciant e duda. A pesar
de nuest r os razonam ient os hast a ahora, deber íam os seguir sospechando que la
flor a silv est r e local alber gaba algún ant epasado de un posible cult iv o valioso que los
agr icult or es no apr ovechar on debido a fact or es cult ur ales sem ej antes. Est os dos
ej em plos dem ostrar án t am bién en det alle un hecho decisivo par a la hist or ia: que los
cult ivos aut óct onos de diferent es part es del planet a no eran igualm ent e product ivos.
Nuev a Guinea, la isla m ás ex t ensa del planet a después de Gr oenlandia, est á sit uada
inm ediat am ent e al nor t e de Aust r alia y cer ca del ecuador. Debido a su posición
t r opical y a la gr an div er sidad de t opografía y hábit at , Nuev a Guinea es r ica en
especies veget ales y anim ales, aunque m enos que las zonas t r opicales cont inent ales
debido a su caráct er insular . El ser hum ano v iv e en Nuev a Guinea desde hace al
m enos 40.000 años, m ucho m ás que en Am érica, y algo m ás que los hum anos
anat óm icam ent e m odernos en Europa occident al. Así pues, los habit ant es de Nueva
Guinea han t enido am plias opor t unidades de llegar a conocer su flora y fauna
locales.
¿Fuer on m ot iv ados a aplicar
est e conocim ient o al desar r ollo de la
pr oducción de alim ent os?
Hem os dicho ya que la adopción de la pr oducción de alim ent os supuso una
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com pet encia ent r e la for m a de vida de producción de alim ent os y la de la caza y
r ecolección. La caza-r ecolección no es t an r em uner adora en Nuev a Guinea com o
para elim inar la m ot iv ación t endent e a desar rollar la pr oducción de alim ent os. En
par t icular,
los cazador es m oder nos de Nuev a Guinea padecen la agobiant e
desvent aj a de la escasez de caza salv aj e: no hay ningún anim al aut óct ono m ay or
que un av e incapaz de v olar y unos 45 kg de peso ( el casuar io) y un cangur o de
poco m ás de 20 kg. Los neo guineanos de t ier r as baj as que viven en la cost a
obt ienen cant idades consider ables de pescado y m ar iscos, y algunos habit ant es de
las t ier r as bajas del int er ior cont inúan viv iendo hoy en día com o cazador esr ecolect or es, subsist iendo especialm ent e d e sagúes silvest r es. Per o ningún pueblo
v iv e aún com o cazador -r ecolect or en las t ier r as alt as de Nuev a Guinea; t odos los
habit ant es m oder nos de las t ier r as alt as son agr icult or es que ut ilizan los alim ent os
silv est r es únicam ent e para com plem ent ar sus diet as. Cuando los habit ant es de las
t ier r as alt as salen al bosque en ex pediciones de caza, llev an consigo hor talizas
cult iv adas en los huer t os par a alim ent ar se. Si t ienen la m ala suer t e de que se les
acaben las pr ovisiones, incluso m uer en de ham br e a pesar de sus conocim ient os
porm enor izados de alim ent os silv est r es disponibles en la zona. Dado que la for m a
de vida de los cazador es-r ecolect or es es, pues, no viable en gran par t e de la Nuev a
Guinea m oder na, no es de ex t r añar que t odos los habit ant es de las t ier r as alt as de
Nuev a Guinea y la m ay or ía de los que v iv en en las t ier r as bajas sean hoy
agr icult or es sedent ar ios con com plej os sist em as de pr oducción de alim ent os.
Ext ensas zonas de las t ier r as alt as que ant es er an boscosas fuer on conv er t idas por
los agr icult or es t radicionales de Nuev a Guinea en sist em as de cam pos vallados,
dr enados y gest ionados int ensivam ent e que sust ent an a densas poblaciones
hum anas.
Las pr uebas arqueológicas indican que los or ígenes de la agr icult ur a en Nuev a
Guinea son ant iguos, pues dat an de hacia 7000 a.C. En esas t em pranas fechas,
t odas las m asas t err est r es que r odean Nuev a Guinea est aban ocupadas aún
ex clusiv am ent e por cazador es- r ecolect or es, por lo que est a ant igua agr icult ur a
debió de desar rollar se independient em ent e en Nu eva Guinea. Aunque no se han
r ecuper ado r est os inequív ocos de cult iv os pr ocedent es de esos pr im er os cam pos, es
pr obable que ent r e los cult iv os figur asen algunas de las plantas que se cult iv aban
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en Nuev a Guinea en la época de la colonización eur opea, y que ahor a se sabe que
fuer on aclim at adas localm ent e a par t ir de ant epasados silv est r es de Nuev a Guinea.
La m ás im por t ant e ent r e est as plant as dom ést icas locales es el pr incipal cult ivo del
m undo m oder no, la caña de azúcar , cuyo t onelaj e anual pr oducido act ualm ent e
iguala casi el de los cult ivos núm er o 2 y núm er o 3 com binados ( el t r igo y el m aíz) .
Ot r os cult iv os de indudable or igen neo guineano son un gr upo de bananas llam adas
bananas Australim usa, el nogal Canarium indicum , y el tar o gigant e de los
pant anos, así com o v ar ios t allos de hier bas com est ibles, r aíces y v er dur as. El ár bol
del pan y los tubér culos ñam es y el t ar o ( or dinar io) podr ían ser t am bién plant as
aclim at adas en Nueva Guinea, aunque est a conclusión sigue siendo inciert a porque
sus ant epasados silv est r es no est án lim it ados a Nuev a Guinea, sino que est án
dist r ibuidos desde Nuev a Guinea hasta el sur est e de Asia. En la act ualidad
car ecem os de pr uebas que puedan r esolv er la cuest ión de si fuer on aclim at ados en
el surest e de Asia, com o se ha supuest o t r adicionalm ent e, o independient em ent e o
incluso únicam ent e en Nueva Guinea.
Sin em bargo, r esult a que la biot a de Nuev a Guinea padeció tr es gr av es lim it aciones.
En prim er lugar, ningún cult ivo cerealist a fue aclim at ado en Nueva Guinea, m ient ras
que v ar ios de v it al im por tancia fuer on aclim at ados en el Cr ecient e Fér t il, el Sahel y
China. En su énfasis en los t ubérculos y los cult ivos arbóreos, Nueva Guinea lleva
hast a el ex t r em o una t endencia obser vada en los sist em as agr ícolas de ot ras zonas
t r opicales húm edas ( el Am azonas, Áfr ica occident al t r opical y el sur est e de Asia) ,
cuy os agr icult or es t am bién pusier on el énfasis en cult ivos de t ubér culos per o
logr aron tener al m enos dos cer eales ( el ar roz asiát ico y un cer eal asiát ico de
sem illas gigant es llam ado lágr im as de Job) . Una razón pr obable de la no apar ición
de la agr icult ur a cer ealist a en Nuev a Guinea es la flagr ant e deficiencia del m at er ial
de par t ida silv est r e: ninguna de las 56 gr am íneas silv est r es con sem illas de m ay or
t am año es aut óct ona en Nueva Guinea.
En segundo lugar, la fauna de Nuev a Guinea no incluía ninguna especie de grandes
m am ífer os dom est icables. Los únicos anim ales dom ést icos de la Nueva Guinea
m oder na, el cer do, el pollo y el per r o, llegar on desde el sur est e de Asia a t r avés de
I ndonesia en los últ im os siglos. En consecuencia, m ient ras los habit ant es de las
t ier r as baj as de Nuev a Guinea obt ienen las prot eínas del pescado que capt ur an, las
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poblaciones de agr icult or es de las t ier r as alt as de Nuev a Guinea padecen grav es
lim it aciones pr ot eínicas, por que los cult iv os básicos que pr opor cionan la m ay or
par t e de sus calor ías ( el t ar o y la bat ata) t ienen baj os cont enidos en pr oteínas. El
t ar o, por ej em plo, cont iene apenas un 1 por 100 de pr ot eína, m ucho m enos incluso
que el ar roz blanco, y m uy por debaj o de los niv eles de los t r igos y las legum inosas
del Cr ecient e Fér t il ( ent r e el 8 por 100 y el 14 por 100 y ent r e el 20 por 100 y el 25
por 100 de prot eínas, r espect iv am ent e) .
Los niños de las t ierr as alt as de Nueva Guinea t ienen el vient re hinchado
caract er íst ico de una diet a r ica en fibr a per o deficient e en pr ot eínas. Los neo
guineanos viej os y j óvenes com en habit ualm ent e rat ones, arañas, ranas y ot ros
pequeños anim ales que los pueblos de otros lugar es que t ienen acceso a gr andes
anim ales dom ést icos o grandes especies de caza silvest re no se m olest an en com er.
El ham br e de pr ot eínas es pr obablem ent e t am bién la razón últ im a de que el
canibalism o fuera generalizado en las sociedades de las t ier ras alt as de la Guinea
t r adicional.
Finalm ent e, en ot ros t iem pos, los t ubérculos disponibles en Nueva Guinea eran
lim it ados t am bién en cuanto a calor ías, así com o en cuant o a pr ot eínas, por que no
crecen
bien
en
las grandes alt it udes donde
m uchos
neo
guineanos viven
act ualm ent e. Hace m uchos siglos, sin em bargo, un nuevo t ubérculo de origen
sur am er icano en últ im a inst ancia, la bat ata, llegó a Nuev a Guinea, pr obablem ent e a
t r avés de Filipinas, donde había sido int r oducido por los españoles. En com paración
con el t aro y otros t ubérculos de Nueva Guinea presum iblem ent e m ás ant iguos, la
bat ata puede cult iv ar se a m ay or alt it ud, crece con m ás r apidez y da r endim ient os
m ás alt os por hect ár ea cult iv ada y por hor a de t r abaj o. El r esult ado de la llegada de
la batat a fue una ex plosión dem ográfica en las t ier r as alt as. Es decir , aun cuando la
gent e pr act icaba la agr icult ur a en las t ier ras alt as de Nuev a Guinea desde m uchos
m iles de años ant es de la int r oducción de la bat at a, los cult ivos locales disponibles
les habían lim it ado en la densidad de población que podían alcanzar y en las
alt it udes que podían ocupar .
En pocas palabras, Nueva Guinea ofrece un inst ruct ivo cont rast e con el Cr ecient e
Fér t il. Al igual que los cazador es- r ecolect or es del Crecient e Fér t il, los de Nueva
Guinea desarr ollar on independient em ent e la producción de alim ent os. Sin em bar go,
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su pr oducción alim ent ar ia aut óct ona est uvo lim it ada por la ausencia en la zona de
cer eales, legum inosas y anim ales dom est icables, por la deficiencia pr ot eínica
r esult ant e en las t ier r as alt as y por las lim it aciones de los t ubér culos disponibles
localm ent e en alt it udes elev adas. Sin em bar go, los pr opios neo guineanos saben
hoy t ant o de plant as silv est r es y anim ales salv aj es disponibles com o cualquier ot ro
pueblo de la Tier r a. Cabe esper ar que hayan descubier t o y pr obado cualquier
especie v eget al silv est r e que m er ecier a la pena aclim at ar. Son per fect am ent e
capaces de reconocer las incorporaciones út iles a su despensa de cult ivos, com o lo
dem uest r a su ex uberant e adopción de la bat ata cuando est e t ubér culo llegó. Ésa
m ism a lección se obt iene de nuev o en la Nuev a Guinea act ual, a m edida que las
t ribus que t ienen un acceso preferent e a nuevos cult ivos y anim ales int roducidos ( o
que t ienen la disposición cult ur al a adoptar los) se ex panden a cost a de las t r ibus
que no t ienen acceso o disposición. Así pues, los lím it es de la pr oducción de
alim ent os aut óct ona en Nueva Guinea no t enían nada que ver con los pueblos de
Nueva Guinea, y t odo con la biot a y el ent orno de Nueva Guinea.
* * * *
Nuest r o ot r o ej em plo de agr icult ur a aut óctona apar ent em ent e lim it ada por la flor a
local pr oviene del est e de Est ados Unidos. Al igual que Nuev a Guinea, est a zona
alber gó la aclim at ación independient e de plant as silv est r es locales. Sin em bar go, se
conocen m ucho m ej or los pr im er os pasos del est e de Est ados Unidos que los de
Nuev a Guinea:
las plantas cult iv adas por los pr im er os agr icult or es han sido
ident ificadas, y se conocen las fechas y las secuencias de cult ivo de la aclim at ación
local. Mucho ant es de que ot r os cult ivos com enzaran a llegar desde ot r os lugar es,
los indígenas am er icanos se est ablecier on en los valles fluv iales del est e de Est ados
Unidos y desar r ollar on una pr oducción de alim ent os int ensiv a basada en los cult ivos
locales. De ahí que est uv ier an en condiciones de apr ovechar las plant as silv est r es
m ás pr om et edoras. ¿Cuáles cult iv ar on r ealm ent e, y qué difer encias pr esent aban los
cult ivos locales con el paquet e fundador del Crecient e Fért il?
Result a que los cult ivos fundador es del est e de Est ados Unidos est uvier on
com puest os por cuat r o plant as aclim at adas en el per íodo com pr endido ent r e 2.500
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a.C. y 1.500 a.C., 6000 años después de la aclim at ación del t r igo y la cebada en el
Cr ecient e Fér t il. Una especie local de calabaza pr opor cionaba pequeños r ecipient es,
adem ás de producir sem illas com est ibles. Los t r es fundador es r est ant es fuer on
cult iv ados únicam ent e por sus sem illas com est ibles ( el gir asol, un par ient e de la
m argar it a llam ado «hier ba de los sum ider os» y un par ient e lej ano de la espinaca del
géner o Chenopodium ) .
Per o cuat r o plant as product or as de sem illas y un r ecipient e dist an m ucho de ser un
paquet e de producción de alim ent os com plet o. Dur ant e 2000 años, est os cult ivos
fundadores sirvieron únicam ent e de com plem ent os diet ét icos m enores, m ient ras los
indígenas am er icanos del est e de Est ados Unidos cont inuar on
dependiendo
pr incipalm ent e de alim ent os silv est r es, en par t icular m am ífer os y av es acuát icas
salvaj es, peces, crust áceos y nueces. La agricult ura no sum inist ró una part e
im por t ant e de su diet a hast a el per íodo com pr endido ent r e 500 a.C. y 200 a.C.,
después de que ot r os t r es cult iv os de sem illas ( la «hier ba nudosa» del géner o
Polyigonum , la «hier ba de m ay o» y una variedad de cebada) hubier an com enzado a
cult ivarse.
Un especialist a en nut r ición m oder no habr ía aplaudido esos siet e cult iv os del est e
de Est ados Unidos. Todos er an alt os en pr ot eínas ( ent r e el 17 por 100 y el 32 por
100, en com par ación con ent r e el 8 por 100 y el 14 por 100 del t r igo, el 9 por 100
del m aíz e incluso por cent aj es m enor es en el caso de la cebada y el arr oz blanco) .
Dos de ellos, el gir asol y la «hier ba de los sum ideros» t enían t am bién un alt o
cont enido en aceit e ( ent r e el 45 por 100 y el 47 por 100) . La «hier ba de los
sum ideros», en par t icular , habr ía sido el sueño últ im o de un expert o en nut rición,
ya que cont enía el 32 por 100 de prot eína y el 45 por 100 de aceit e. ¿Por qué no
seguim os com iendo hoy en día est os alim ent os de ensueño?
Lam entablem ent e, a pesar de su vent aj a nut r it iv a, la m ay or ía de est os cult iv os del
est e de Est ados Unidos adolecían de grav es desvent aj as en otr os aspect os. La
espinaca silv est r e del géner o Chenopodium , la «hier ba nudosa», la cebadilla y la
«hier ba de m ay o» t enían sem illas m uy pequeñas, con volúm enes que sólo
r epr esent aban la décim a par t e de las sem illas del t r igo y la cebada com ún. Peor
aún, la «hier ba de los sum ider os» es un par ient e polinizado por el v ient o de la
am br osía, la conocida plant a causant e de la fiebr e del heno. Al igual que el polen de
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la am br osía, el polen de la «hier ba de los sum ider os» puede causar fiebr e del heno
en aquellos lugar es donde la plant a cr ece en m acizos abundant es. Si est o no es
suficient e par a acabar con el ent usiasm o por conver t ir se en cult iv ador de la «hier ba
de los sum ider os»,
añadir em os que despr ende un
fuer t e olor
que r esult a
desagr adable par a algunas per sonas, y que el cont act o con ella puede causar
ir r it ación en la piel.
Los cult iv os m ex icanos com enzar on finalm ent e a llegar al est e de Est ados Unidos
por las r utas com er ciales a par t ir del año 1. El m aíz llegó hacia 200, per o su papel
siguió siendo m uy poco im por t ant e dur ante m uchos siglos. Finalm ent e, hacia 900
apar eció una nuev a var iedad de m aíz adaptada a los cor t os veranos de Am ér ica del
Nor t e, y la llegada de las j udías hacia 1.100 com plet ó la t r inidad de cult iv os de
Méx ico, for m ada por el m aíz, los fr ij oles y la calabaza. La agr icult ur a del est e de
Est ados Unidos se int ensificó not ablem ent e, y a or illas del r ío Misisipí y sus
afluent es se desar r ollar on j efat ur as densam ent e pobladas. En algunas zonas, las
plant as dom ést icas locales or iginar ias se conser v aron j unt o con la m ucho m ay or
pr oduct iv idad m ex icana, per o en otr as zonas la t r inidad las sust it uy ó t otalm ent e.
Ningún eur opeo pudo ver nunca la «hier ba de los sum ider os» cr eciendo en los
huer t os indios, por que había desapar ecido com o cult iv o en la época al com enzar la
colonización
eur opea
de
Am ér ica,
en
1492.
De
t odas
aquellas
ant iguas
especialidades de cult iv os del est e de Est ados Unidos, sólo dos ( el gir asol y la
calabaza del est e) han podido com pet ir con los cult ivos aclim at ados en ot r os
lugar es, y cont inúan cult iv ándose en nuest r os días. Div er sos t ipos de calabazas
t ienen su or igen en aquellas calabazas am er icanas aclim at adas hace m iles de años.
Así pues, al igual que el caso de Nuev a Guinea, el de la r egión or ient al de Est ados
Unidos es inst ruct ivo. A pr ior i, la r egión podr ía haber par ecido una zona pr obable
para
albergar
una
agr icult ur a
aut óct ona
pr oduct iv a.
Posee
r icos
suelos,
pr ecipit aciones m oderadas fiables y un clim a adecuado que perm it e una agr icult ur a
abundant e en nuest r os días. La flor a es r ica en especies, e incluye algunos ár boles
que pr oducen abundant es bay as y nueces silv est r es ( com o el r oble y el nogal
am er icanos) . Los indígenas am er icanos de la zona desar r ollar on una agr icult ur a
basada en especies aclim at adas locales, se m ant uvier on de ella en aldeas e incluso
desarr ollar on un flor ecim ient o cult ur al ( la cult ur a de Hopew ell t enía su cent r o en el
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act ual Ohio) ent re 200 a.C. y 400. Est uvieron, pues, en condiciones durant e var ios
m iles de años de aprovechar com o posibles cult iv os las plant as silv est r es út iles
disponibles, cualesquier a que ést as fuesen.
Sin em bargo, el flor ecim ient o de Hopew ell sur gió casi 9.000 años después del
nacim ient o de la vida en aldeas en el Crecient e Fért il. Con t odo, no fue sino hast a
900 cuando la r eunión de la t r inidad de cult iv os m ex icanos desencadenó un auge
dem ogr áfico de m ay or es pr oporciones, el llam ado flor ecim ient o m isisipiense, que
pr oduj o las ciudades m ás grandes y las sociedades m ás com plej as alcanzadas por
los indígenas am er icanos al nor t e de México. Per o est e apogeo llegó dem asiado
t ar de com o para pr eparar a los indígenas am er icanos de Est ados Unidos ant e el
inm inent e desast r e de la colonización eur opea. La pr oducción de alim ent os basada
en los cult ivos del est e de Est ados Unidos por sí solos habr ía sido insuficient e par a
desencadenar el auge, por r azones que r esult a fácil especificar . Los cer eales
silvest r es disponibles en la zona no er an ni con m ucho t an út iles com o el t r igo y la
cebada. Los indígenas am er icanos del est e de Est ados Unidos no aclim at ar on
ninguna legum inosa disponible en la zona, ningún cult ivo de fibra, ningún frut o y
ningún árbol pr oductor de nueces. No t enían anim ales dom est icados a excepción del
per r o, que probablem ent e fue dom est icado en ot r os lugar es de Am ér ica.
Es t am bién ev ident e que los indígenas am er icanos del est e de Est ados Unidos no
pasaban por alt o posibles cult ivos im por t ant es ent r e las especies silv estr es que les
r odeaban. I ncluso los cient íficos especialist as en genét ica de las plant as del siglo
XX, pr ovist os de t odo el poder de la ciencia m oder na, han t enido escaso éx it o a la
hor a de apr ovechar las plant as silv est r es de Am ér ica del Nor t e. Sí, ahora t enem os
pacanas aclim at adas com o árboles pr oductor es de bayas, y arándanos com o fr ut os,
y hem os m ej orado algunos cult iv os fr ut ales eur asiát icos ( m anzanas, cir uelas, uv as,
fr am buesas, zar zam oras, fr esas) m ediant e su hibr idación con par ient es silv estr es de
Am ér ica del Nor t e. Sin em bar go, est os cont ados éx it os han cam biado nuest ros
hábit os alim ent ar ios m ucho m enos de lo que el m aíz m ex icano cam bió los hábit os
alim ent ar ios de los indígenas am er icanos del est e de Est ados Unidos a par tir de
900.
Los agr icult or es m ás infor m ados acer ca de las especies dom ést icas del est e de
Est ados Unidos, los pr opios indígenas am er icanos de la r egión, las j uzgar on
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descar tándolas o r estándoles im por t ancia cuando llegó la t r inidad m ex icana. Ést e
r esult ado dem uest r a asim ism o que los indígenas am er icanos no est aban lim it ados
por el conser v adur ism o cult ural y er an per fect am ent e capaces de v alorar una buena
plant a cuando la v eían. Así pues, del m ism o m odo que en Nuev a Guinea, las
lim it aciones a la pr oducción alim ent ar ia aut óct ona en el est e de Est ados Unidos no
se debier on a los pr opios pueblos indígenas am er icanos, sino que dependier on por
ent er o de la biot a y el ent or no am er icanos.
* * * *
Hem os ex am inado ya ej em plos de t r es áreas difer enciadas, en t odas las cuales la
pr oducción de alim ent os surgió de m anera aut óct ona. El Crecient e Fért il ocupa un
ext rem o, Nueva Guinea y el est e de Est ados Unidos est án en el ext rem o opuest o.
Los pueblos del Cr ecient e Fér t il aclim at ar on las plant as locales m ucho ant es.
Aclim at aron m ás especies, aclim at aron especies m ucho m ás product ivas o valiosas,
aclim at ar on una gam a m ucho m ás am plia de t ipos de cult iv os, desar r ollar on una
pr oducción alim ent ar ia e int ensificada y poblaciones hum anas densas con m ás
r apidez, y en consecuencia ingr esar on en el m undo m oder no con una t ecnología
m ás avanzada, una organización polít ica m ás com plej a y m ás enfer m edades
epidém icas con las cuales infect ar a ot r os pueblos.
Vem os cóm o est as difer encias ent r e el Cr ecient e Fér t il, Nueva Guinea y el est e de
Est ados Unidos fueron consecuencia direct a de las distint as ser ies de especies
v eget ales y anim ales salv aj es disponibles par a su dom est icación, no de lim it aciones
de los pr opios pueblos. Cuando ot r os cultiv os m ás pr oduct iv os llegar on de ot r os
lugar es ( la bat ata a Nuev a Guinea, la t r inidad m ex icana al est e de Est ados Unidos) ,
las poblaciones locales los apr ovechar on sin dem ora, int ensificar on la pr oducción de
alim ent os y cr ecier on sobr em aner a en población. Por ex t ensión, sugier o que las
zonas del planet a donde la pr oducción de alim ent os nunca se desar r olló de m aner a
aut óct ona —Califor nia, Aust ralia, la pam pa ar gent ina, Eur opa occident al, et c. —
podr ían haber ofr ecido incluso m enos en cuant o a plantas silv est r es y anim ales
salv aj es apt os par a la dom est icación que Nuev a Guinea y el est e de Estados Unidos,
donde al m enos sur gió una pr oducción de alim ent os lim it ada. De hecho, el est udio
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m undial de Mar k Blum ler sobr e gram ináceas silv est r es de gr andes sem illas
disponibles localm ent e, al que hem os hecho m ención en el capít ulo ant er ior, y el
est udio m undial de grandes m am ífer os localm ent e disponibles que pr esent ar em os
en el capít ulo pr óxim o, coinciden en m ost rar que t odas esas zonas de producción
indígena de alim ent os no ex ist ent e o lim it ada eran deficient es en ant epasados
salv aj es de ganado y cer eales dom est icables.
Recuérdese que el nacim ient o de la producción de alim ent os suponía una
com pet ición ent r e la pr oducción de alim ent os y la caza- r ecolección.
Cabr ía
pr egunt arse, pues, si t odos est os casos de nacim ient o lent o o inex ist ent e de la
pr oducción de alim ent os podr ían deber se m ás a una excepcional r iqueza local de
r ecur sos para ser cazados y r ecolect ados que a una disponibilidad excepcional de
especies apt as par a la dom est icación. De hecho, la m ay or ía de las zonas donde la
pr oducción de alim ent os aut óct ona sur gió t ar de, o no surgió en absolut o, ofr ecía a
los cazador es- r ecolect or es unos r ecur sos ex cepcionalm ent e pobr es y no r icos,
porque la m ay or ía de los grandes m am ífer os de Aust r alia y Am ér ica ( per o no de
Eur asia y Áfr ica) se habían ex t inguido hacia el fin de los per íodos glaciales. La
pr oducción de alim ent os se habr ía enfr entado a una com pet encia m enor aún de la
caza y la r ecolección en esas zonas que en el Cr ecient e Fér t il. De ahí que est os
fallos o lim it aciones locales de la pr oducción de alim ent os no puedan at r ibuir se a la
com pet encia de abundant es opor t unidades de caza.
* * * *
Por si acaso est as conclusiones se m alint er pr et ar an, deber íam os t er m inar est e
capít ulo con adver t encias cont ra la ex ageración de dos punt os: la disposición de los
pueblos a acept ar m ej or es cult iv os y ganado, y las lim it aciones im puest as por las
plant as silv est r es y los anim ales salv aj es disponibles en la zona. Ni esa disposición
ni est as lim it aciones son absolutas.
Hem os exam inado y a m uchos ej em plos de adopción por las poblaciones locales de
cult iv os m ás pr oduct iv os aclim at ados en ot ros lugar es. Nuest r a conclusión am plia es
que la gent e puede r econocer las plant as út iles, que por t ant o habr ía r econocido
pr obablem ent e plant as locales m ej or es que fuer an apt as par a su aclim at ación en
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caso de haber ex ist ido, y que no les im pide hacer lo ningún conser v adur ism o cult ur al
o t abú. Per o debe añadir se a est a fr ase una gr an m at ización: «a lar go plazo y en
gr andes ár eas». Cualquier per sona infor m ada sobr e las sociedades hum anas puede
cit ar innum er ables ej em plos de sociedades que r echazar on cult iv os, ganado y ot ras
innovaciones que habr ían sido pr oduct iv as.
Nat ur alm ent e, no suscr ibo la evident e falacia de que todas las sociedades adopt an
sin dem ora t odas las innovaciones que les ser ían út iles. Lo cier t o es que, en
cont inent es enter os y ot r as gr andes zonas que alber gan cient os de sociedades
com pet idoras, algunas sociedades est ar án m ás abier t as a la innovación y algunas
ot r as serán m ás r esist ent es. Las que adoptan los nuev os cult iv os, ganado o
t ecnologías pueden est ar facult adas, por t ant o, para alim ent ar se m ej or y super ar en
núm er o, desplazar, conquist ar o ex t er m inar a las sociedades que se r esist en a la
innovación. Se t rat a de un fenóm eno im port ant e cuyas m anifest aciones van m ucho
m ás allá de la adopción de nuevos cult ivos, y al que volverem os en el capít ulo 13.
Nuest r a ot ra adver t encia se refier e a los lím it es que las especies silvest r es
disponibles localm ent e im ponen al nacim ient o de la pr oducción de alim ent os. No
digo que la producción de alim ent os nunca pudiera haber surgido, en ningún
per íodo de tiem po, en t odas las zonas donde en r ealidad no hubiese sur gido de
m anera aut óct ona en la época m oder na. Los eur opeos act uales que obser v an que
los abor ígenes austr alianos ent r ar on en el m undo m oder no siendo cazador esr ecolect or es de la Edad de Piedra dan por supuest o a m enudo que los abor ígenes
habr ían cont inuado de ese m odo par a siem pr e.
Para apr eciar la falacia, pensem os en un visit ant e del espacio ex t er ior que cayer a en
la Tier r a en 3.000 a.C. El habit ant e del espacio no habr ía obser vado pr oducción de
alim ent os alguna en el est e de Est ados Unidos, por que la pr oducción de alim ent os
no com enzó en esa zona hast a aproxim adam ent e 2.500 a.C. Si el visit ant e de 3000
a.C. hubier a sacado la conclusión de que las lim it aciones plant eadas por las plant as
silv est r es y los anim ales salv aj es del est e de Est ados Unidos ex cluían la pr oducción
de alim ent os par a siem pr e en esa zona, los hechos que tuvier on lugar el m ilenio
subsiguient e habr ían dem ostr ado que el v isit ant e est aba equiv ocado. I ncluso un
v isit ant e del Cr ecient e Fér t il en 9.500 a.C. en vez de en 8.500 a.C. podr ía haber se
engañado y supuest o que el Cr ecient e Fér t il er a per m anent em ent e no apt o par a la
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pr oducción de alim ent os.
Es decir , m i t esis no es que Califor nia, Aust r alia, Eur opa occident al y t odas las
dem ás zonas donde no apar eció una producción de alim ent os aut óctona est uv ier an
despr ovist as de especies aclim at ables y habr ían cont inuado ocupadas únicam ent e
por cazador es-r ecolect or es de m aner a indefinida si no hubier an llegado especies
dom ést icas
o pueblos
foráneos.
Por
el
cont r ar io,
señalo
que las
r egiones
pr esent aban grandes difer encias en la gam a de especies dom est icables disponibles,
que pr esent aban las corr espondient es difer encias en la fecha en que surgió la
pr oducción de alim ent os local, y que la producción de alim ent os no había sur gido
aún independient em ent e en las r egiones fér t iles en la época m oder na.
Aust r alia, supuest am ent e el cont inent e m ás «atr asado», ilust r a a la per fección est e
punt o. En el sur est e de Austr alia, la par t e bien pr ovist a de agua del cont inent e y la
m ás apt a para la pr oducción de alim ent os, las sociedades abor ígenes par ecen haber
ev olucionado en los últ im os m ilenios de acuer do con una t ray ect or ia que habr ía
conducido finalm ent e a la producción de alim ent os aut óct ona. Habían const r uido ya
aldeas para el invierno, habían com enzado a gest ionar int ensivam ent e el ent orno
para la pr oducción de pescado m ediant e la const r ucción de t ram pas, r edes e incluso
lar gos canales. Si los eur opeos no hubier an colonizado Aust r alia en 1788 y abor tado
esa
t r ay ect or ia
independient e,
los
abor ígenes
aust r alianos
podr ían
haber se
conv er t ido en pr oduct or es de alim ent os al cabo de unos m ilenios, y habr ían cuidado
de est anques de peces dom est icados y cult iv ado ñam es y gr am íneas de sem illas
pequeñas austr alianas aclim at adas.
Teniendo pr esent es est os hechos, podem os r esponder ahora a la pr egunta im plícit a
en el t ít ulo de est e capít ulo. Pr egunt ábam os si la r azón de que los indios de Am ér ica
del Nor t e no aclim at asen las m anzanas nor t eam er icanas r esidía en los indios o en
las m anzanas.
No quier o decir ,
por
tant o,
que las m anzanas nunca pudier an haber
sido
aclim at adas en Am ér ica del Nor t e. Recuér dese que las m anzanas figur aban
hist ór icam ent e ent r e los ár boles fr ut ales que r esult aba m ás difícil cult ivar y ent r e los
últ im os im por t ant es que fueron aclim at ados en Eur asia, por que su propagación
r equier e la difícil t écnica del inj er t o. No hay pr uebas de cult iv o en gran escala de
m anzanas ni siquier a en el Cr ecient e Fér t il y en Eur opa hast a la época gr iega
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clásica, 8000 años después del com ienzo de la pr oducción de alim ent os en Eur asia.
Si los indígenas am er icanos hubier an avanzado al m ism o r it m o en la invención o
adquisición de t écnicas de inj er t o, t am bién ellos habr ían aclim at ado finalm ent e las
m anzanas, hacia 5.500, es decir unos 8.000 años después del nacim ient o de la
aclim at ación en Am ér ica del Nor t e, que t uv o lugar hacia 2.500 a.C.
Así pues, la r azón de que los indígenas am er icanos no aclim at asen las m anzanas
nor t eam er icanas en la época de la llegada de los eur opeos no r esidía ni en las
per sonas ni en las m anzanas. En lo que hace a los r equisit os pr ev ios de car áct er
biológico de la aclim at ación de las m anzanas, los agr icult or es indios de Am ér ica del
Nor t e
er an
com o
los
agr icult or es
eurasiát icos,
y
las
m anzanas
silv est r es
nor t eam er icanas er an com o las m anzanas silv estr es eur asiát icas. De hecho, algunas
v ar iedades de m anzanas de los super m er cados que ahora consum en los lect or es de
est e capít ulo han sido desar r olladas r ecient em ent e m ediant e el cr uce de m anzanas
eur asiát icas con m anzanas silv est r es nor t eam er icanas. En cam bio, la r azón de que
los indígenas am er icanos no com enzasen a cult iv ar las m anzanas r eside en t oda la
ser ie de especies veget ales silv est r es y anim ales salv aj es disponibles para los
indígenas am er icanos. El m odest o pot encial de aclim at ación de esa ser ie fue el
r esponsable del t ardío com ienzo de la producción de alim ent os en Am ér ica del
Nor t e.
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Ca pít u lo 9
Ce br a s, m a t r im on ios in felice s y e l pr in cipio de Ana Ka re n in a
Todos los anim ales dom est icables se asem ej an; cada anim al no dom est icable es no
dom est icable a su m odo.
Si el lect or piensa que ha oído ya algo par ecido a la fr ase ant er ior , t iene t oda la
r azón. Sólo t iene que int r oducir algunos cam bios, y t endrá ant e sí la célebr e pr im er a
fr ase de la gr an novela Ana Karenina, de Tolst oi: «Todas las fam ilias felices se
asem ej an; cada fam ilia infeliz es infeliz a su m odo». Con est a frase, Tolst oi quer ía
decir que, para ser feliz, un m at r im onio debe t ener éx it o en m uchos aspect os
dist int os: at r acción sex ual, acuerdo acerca del diner o, la disciplina infant il, la
r eligión, la fam ilia polít ica y ot r as cuest iones vit ales. El fr acaso en uno cualquier a de
est os aspect os esenciales puede condenar a un m at rim onio aun cuando t enga t odos
los dem ás ingr edient es necesar ios par a la felicidad.
Ést e pr incipio puede ex t ender se a la com prensión de m uchas m ás cosas de la v ida
adem ás del m at r im onio. Tenem os tendencia a buscar ex plicaciones del éx it o fáciles
y de un único fact or . Para la m ay or ía de las cosas im por t ant es, sin em bargo, el
éx it o r equier e r ealm ent e evit ar m uchas posibles causas dist int as del fr acaso. El
pr incipio de Ana Karenina ex plica una car act er íst ica de la dom est icación de anim ales
que t uv o gr andes consecuencias par a la hist or ia hum ana; a saber , que t antas
especies de gr andes m am ífer os salv aj es apar ent em ent e aptas, com o la cebra y el
pecar í, nunca han sido dom est icadas, y que las especies que se han logr ado
dom est icar han sido de m anera casi ex clusiv a eur oasiát icas. Después de ex am inar
en los dos capít ulos pr ecedent es por qué t ant as especies de plant as silv estr es
apar ent em ent e aptas para la aclim at ación nunca fuer on cult iv adas, abor dar em os
ahora la cuest ión corr espondient e par a los m am ífer os dom ést icos. Nuest ra ant er ior
pr egunt a sobr e las m anzanas o los indios se t r ansfor m a en una pr egunt a sobr e las
cebr as o los afr icanos.
* * * *
En el capít ulo 4 r ecor dábam os las m uchas m aneras en que los gr andes m am ífer os
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dom ést icos fuer on decisiv os para las sociedades hum anas que los poseían. Com o
aspect os m ás destacados, pr oporcionaban car ne, pr oduct os láct eos, fer t ilizant es,
t r anspor t e t err est r e, cuer o, vehículos de asalt o m ilit ar , t ir o par a el ar ado y lana,
adem ás de gérm enes que m atar on a pueblos que no habían est ado ex puest os
pr ev iam ent e a est os anim ales.
Adem ás, nat uralm ent e, los pequeños anim ales dom ést icos y las aves y los insect os
dom ést icos t am bién han sido út iles par a el ser hum ano. Muchas av es fuer on
dom est icadas para apr ovechar su car ne, sus huev os y sus plum as: el pollo en
China, var ias especies de pat o y ganso en dist int as zonas de Eur asia, el pav o en
Mesoam ér ica, la gallina de Guinea en Áfr ica y el pat o alm izclado en Am ér ica del Sur .
El lobo fue dom est icado en Eurasia y Am ér ica del Nor t e par a conv er t ir se en nuest r o
per r o, al que se ut ilizó com o com pañero de caza, cent inela, m ascota y , en algunas
sociedades, alim ent o. Ent r e los r oedor es y ot r os pequeños m am ífer os dom est icados
para ser ut ilizados com o alim ent o figur aban el conej o en Eur opa, el cobaya en los
Andes, una r ata gigant e en Áfr ica occident al y posiblem ent e un r oedor llam ado hut ia
en las Ant illas. El hur ón fue dom est icado en Eur opa para cazar conej os, y el gat o
fue dom est icado en el nor t e de Áfr ica y el sur oest e de Asia para cazar plagas de
r oedor es. Ent r e los pequeños m am ífer os dom est icados en épocas tan r ecient es
com o los siglos XI X y XX se cuent an el zor ro, el visón y la chinchilla para aprovechar
sus pieles, y el hám st er com o m ascot a. I ncluso algunos insect os han sido
dom est icados, especialm ent e la abej a m elífer a de Eur asia y el gusano de seda de
China, para pr oducir m iel y seda, r espect iv am ent e.
Muchos de est os pequeños anim ales producían, pues, alim ent o, vest ido o calor.
Per o ninguno de ellos t ir aba de arados o car r et as, ninguno por taba j inet es, ninguno
a ex cepción del per r o t ir aba de t r ineos o se conv er t ía en m áquina de guer r a, y
ninguno de ellos ha sido tan im por t ant e par a pr oducir alim ent o com o los gr andes
m am ífer os dom ést icos. De ahí que el r est o de est e capít ulo se cir cunscr iba a los
gr andes m am ífer os.
La
im por t ancia
de
sor pr endent em ent e
los
escaso
m am ífer os
de
dom est icados
gr andes her bív or os
r eside
en
t er r est r es.
un
( Sólo
núm er o
se
han
dom est icado m am ífer os t err est r es, por la razón obv ia de que los m am ífer os
acuát icos r esult aban difíciles de m ant ener y cr iar hast a la const r ucción de las
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m oder nas inst alaciones r ecr eat iv as m ar inas) . Si por «gr ande» ent endem os «que
pesa m ás de 45 kg», sólo cat or ce de esas especies fuer on dom est icadas ant es del
siglo XX ( véase una r elación en la Tabla 9.1) . De esas cat or ce ant iguas, nuev e ( las
«nuev e m enor es» de la Tabla 9.1) se conv ir t ier on en ganado im por tant e para el ser
hum ano únicam ent e en zonas lim it adas del planet a: el cam ello, el dr om edar io, la
llam a/ alpaca ( r azas dist int as de la m ism a especie ancest r al) , el asno, el r eno, el
búfalo acuát ico, el y ak, el bant eng y el gaur . Sólo cinco especies se gener alizar on y
adquir ier on
im por t ancia
en
t odo
el
m undo.
Ésas
«cinco
gr andes»
de
la
dom est icación de los m am íferos son la vaca, la ovej a, la cabr a, el cerdo y el caballo.
TABLA 9.1. Las cat orce especies ant iguas de grandes m am íferos dom ést icos
her bívor os
Las cinco gr andes
1.
Ovej a. Ant epasado salv aj e: el m uflón asiát ico de Asia occident al y cent r al.
Ahora en t odo el m undo.
2.
Cabra. Ant epasado salv aj e: la cabr a de bezoar de Asia occident al. Ahor a
en t odo el m undo.
3.
Vaca. Ant epasado salv aj e:
el y a ex t inguido ur o, en ot ros t iem pos
pr esent e en t oda Eur asia y el nort e de África. Ahor a en t odo el m undo.
4.
Cer do. Ant epasado salv aj e: el j abalí, pr esent e en t oda Eur asia y el nor t e
de Áfr ica. Ahor a en t odo el m undo. En r ealidad es om nív or o ( com e
r egular m ent e alim ent os anim ales y v eget ales) , m ient r as que los otr os
t rece ant iguos son m ás est rict am ent e herbívoros.
5.
Caballo. Ant epasado salv aj e: caballos salv aj es ya ex t inguidos del sur de
Rusia; una subespecie difer ent e de la m ism a especie sobrevivió en
liber t ad hast a la época m oder na: el caballo de Pr zew alski de Mongolia.
Ahora en t odo el m undo.
Las nueve m enor es
6.
Dr om edar io ( con una giba) . Ant epasado salv aj e: y a ex t inguido, v iv ía en
Ar abia y zonas adyacent es. Se lo encuent ra básicam ent e en Arabia y el
nor t e de Áfr ica, aunque t am bién viv e asilv estr ado en Aust r alia.
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7.
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Cam ello ( con dos gibas) . Ant epasado salv aje: ya ex t inguido, viv ía en Asia
cent ral. Se lo encuent ra básicam ent e en Asia cent ral.
8.
Llam a y alpaca. Par ecen ser r azas bien difer enciadas de la m ism a especie,
y no especies difer ent es. Ant epasado salvaj e: el guanaco de los Andes.
Se las encuent r a básicam ent e en los Andes, aunque algunas son cr iadas
com o best ias de car ga en Am ér ica del Nor t e.
9.
Asno. Ant epasado salv aj e: el asno salv aj e del nor t e de Áfr ica y ant es
quizá de la zona adyacent e del sur oest e de Asia. Pr esent e en un pr incipio
com o anim al dom ést ico en el nor t e de Áfr ica y el oest e de Eur asia, en
épocas m ás recient es se lo usó t am bién en ot ros lugares.
10.
Reno. Ant epasado salv aj e: el r eno del nort e de Eurasia. Pr esent e sobr e
t odo com o anim al dom ést ico en esa zona, aunque ahora t am bién se lo
usa en Alaska.
11.
Búfalo acuático. El ant epasado salv aj e v iv e en el sur est e de Asia. Sigue
siendo ut ilizado com o anim al dom ést ico pr incipalm ent e en esa zona,
aunque t am bién se usan m uchos en Brasil y ot ros se han asilvest rado en
Aust r alia y ot r os lugar es.
12.
Yak. Ant epasado salv aj e: el y ak salv aj e del Him alay a y la m eset a de
Tíbet . Se lo encuent r a sobr e t odo com o anim al dom ést ico en esa zona.
13.
Vaca de Bali. Ant epasado salv aj e: el banteng ( un par ient e del ur o) del
sur est e de Asia. Se la encuent r a sobr e todo com o anim al dom ést ico en
esa zona.
14.
Mit han. Ant epasado salv aj e: el gaur ( ot r o par ient e del ur o) de I ndia y
Bir m ania. Se lo encuent r a sobr e t odo com o anim al dom ést ico en esa
zona.
Puede par ecer que en est a list a hay flagrant es om isiones. ¿Dónde est á el elefant e
afr icano, con el que los ej ér cit os de Aníbal cr uzar on los Alpes?
¿Dónde est á el elefant e asiát ico, que cont inúa ut ilizándose com o anim al de t rabaj o
en el sur est e de Asia en nuest r os días? No, no nos hem os olvidado de ellos, y est o
plant ea una dist inción im port ant e. El elefant e ha sido dom ado pero nunca
dom est icado. Los elefant es de Aníbal er an, y los elefant es de t r abaj o asiát icos son,
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elefant es salv aj es que han sido capt urados y dom ados; no han sido cr iados en
caut iv idad. En cam bio, por anim al dom est icado ent endem os un anim al cr iado
select iv am ent e en caut iv idad y , por t ant o, m odificado a par t ir de sus ant epasados
salv aj es, para su uso por el ser hum ano, que cont rola la r epr oducción y el
sum inist r o alim ent ar io del anim al.
Quier e decir se que la dom est icación im plica la t r ansfor m ación del anim al salv aj e en
algo m ás útil par a el ser hum ano. Los anim ales r ealm ent e dom est icados pr esent an
v ar ias difer encias con r espect o a sus ant epasados salv aj es. Ést as difer encias son el
r esult ado de dos pr ocesos: la selección hum ana de los anim ales que son m ás út iles
para el pr opio ser hum ano que otr os indiv iduos de la m ism a especie, y las
r espuest as ev olut iv as aut om át icas de los anim ales a la alt er ación de las fuer zas de
la selección nat ural que act úan en los ent ornos hum anos en com paración con los
ent ornos nat urales. En el capít ulo 7 vim os que t odos est os enunciados se aplican
asim ism o a la aclim at ación de las plant as.
La separ ación de los anim ales dom est icados de sus ant epasados salv aj es ha
seguido div er sos cam inos. Muchas especies cam bian de tam año: la v aca, el cer do y
la ovej a se hicier on m ás pequeños después de la dom est icación, m ient r as que el
cobaya se hizo m ás gr ande. La ovej a y la alpaca fuer on seleccionadas para la
r et ención de la lana y la r educción de la pér dida de pelo, m ient r as que la v aca ha
sido seleccionada por el alt o r endim ient o en leche. Var ias especies de anim ales
dom ést icos t ienen el cer ebr o m ás pequeño y los órganos sensor iales m enos
desarr ollados que sus ant epasados salv aj es, porque y a no necesit an el cer ebr o m ás
gr ande y los ór ganos sensor iales m ás desar rollados de los que sus ant epasados
dependían par a escapar de los pr edador es salv aj es.
Para apr eciar los cam bios que se han desar rollado en vir t ud de la dom est icación,
bast a con com par ar el lobo, que es el ant epasado salv aj e del per ro dom ést ico, con
las m uchas r azas de per ros. Unos per r os son m ucho m ás gr andes que los lobos
( gran danés), m ient r as que otr os son m ucho m ás pequeños ( pequinés) . Unos son
m ás esbelt os y su const it ución es idónea par a la carr er a ( galgo) , m ient r as que ot r os
t ienen las pat as cor t as y son inút iles par a cor r er ( t éckel) . Su var iación es inm ensa
en cuant o a form a y color del pelo, e incluso los hay sin pelo. Los polinesios y los
azt ecas desar r ollar on razas de perr o cr iadas específicam ent e par a ut ilizar los com o
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alim ent o. Si se com para un t éckel con un lobo, puede ser que ni siquier a se
sospeche que el pr im er o ha sido obt enido a par t ir del segundo si no se sabe est o
pr eviam ent e.
* * * *
Los ant epasados salv aj es de las «cat or ce especies ant iguas» se propagar on de
m anera desigual por el planet a. En Am ér ica del Sur sólo había uno de est os
ant epasados, que dio or igen a la llam a y la alpaca. En Am ér ica del Nor t e, Aust r alia y
el Áfr ica subsahar iana no había ninguno.
La falt a de anim ales dom ést icos
aut óct onos del Áfr ica subsahar iana es especialm ent e asom br osa, si pensam os que
una de las pr incipales razones por la que los t ur ist as visit an Áfr ica en nuest ros días
es para cont em plar sus abundant es y div er sos m am ífer os salv aj es. En cam bio, los
ant epasados salv aj es de t r ece de las «cat or ce ant iguas» ( incluidas las «cinco
gr andes») se cir cunscr ibían a Eur asia. ( Com o en el r est o de est e libr o, el t ér m ino
«Eur asia» incluye en var ios casos el nor t e de Áfr ica, que biogeográficam ent e y en
m uchos aspect os de la cult ur a hum ana est á m ás r elacionado con Eurasia que con el
Áfr ica subsahar iana) .
Nat ur alm ent e, no t odas las t r ece especies ancest r ales salv aj es se daban j untas en
t oda Eurasia. Ninguna zona poseía las t r ece, y algunos de est os ant epasados
salv aj es er an de ám bit o m uy local, com o el y ak, cir cunscr it o en liber t ad a Tíbet y
zonas de t ier ras alt as ady acent es. Sin em bar go, en m uchas par t es de Eurasia
bast ant es de est as t r ece especies viv ían j unt as en la m ism a zona: por ej em plo,
siet e de los ant epasados salv aj es se daban en el sur oest e de Asia.
Ést a dist r ibución t an desigual de las especies ancest r ales salv aj es ent r e los
cont inent es se convirt ió en una r azón im port ant e de que fueran los eurasiát icos, y
no los pueblos de ot r os cont inent es, quienes t er m inar an posey endo ar m as de fuego,
gér m enes y acer o. ¿Cóm o podem os ex plicar la concent r ación de las «cat or ce
especies ant iguas» en Eur asia?
Una r azón es sencilla. Eur asia posee el m ay or núm er o de gr andes especies de
m am ífer os salv aj es t err est r es,
ya
sean
ant epasados o no
de las especies
dom est icadas. Definam os el «candidat o a la dom est icación» com o cualquier especie
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de m am ífer o herbív or o u om nív or o t err est re ( no pr edom inant em ent e car nív or o) que
pese por t ér m ino m edio m ás de 45 k g. En la Tabla 9.2 puede com pr obarse que
Eur asia t enía m ás candidat os que ot ras r egiones, 72 especies, del m ism o m odo que
t enía m ás especies en m uchos ot ros gr upos de veget ales y anim ales. Est o se debe a
que Eur asia es la m asa t er r estr e m ás ex t ensa del planet a, y su div er sidad ecológica
es t am bién m uy alt a, con hábit at s que v an desde los ex t ensos bosques pluviales
t r opicales hasta los bosques t em plados, los desier t os y las m ar ism as, pasando por
t undr as igualm ent e ex t ensas. El Áfr ica subsahar iana t iene m enos candidat os, 51
especies, del m ism o m odo que t iene m enos especies en la m ayor ía de los r est ant es
gr upos de plant as y anim ales, por que es m enos ex t ensa y ecológicam ent e m enos
div er sa que Eur asia. Áfr ica posee zonas m ás pequeñas de bosque pluvial t r opical
que el sur est e de Asia, y ningún hábit at tem plado m ás allá de los 37º de lat it ud.
Com o hem os vist o en el capít ulo 1, es posible que Am ér ica t uvier a en ot r os t iem pos
casi t ant os candidat os com o Áfr ica, per o la m ay or ía de los grandes m am ífer os
salv aj es de Am ér ica ( incluidos los caballos, la m ay or ía de sus cam élidos y ot r as
especies que pr obablem ent e habr ían sido dom est icadas si hubier an sobr ev iv ido) se
ext inguieron hace unos 13.000 años. Aust ralia, el cont inent e m ás pequeño y
aislado, siem pr e ha t enido un núm er o m uy infer ior de especies de gr andes
m am ífer os salv aj es que Eur asia, Áfr ica o Am ér ica. Del m ism o m odo que en Am ér ica,
en Aust r alia t odos esos escasos candidat os, a ex cepción del cangur o r oj o, se
ext inguieron coincidiendo m ás o m enos con la prim era colonización del cont inent e
por ser es hum anos.
Se ent iende por «candidat o» una especie de m am ífero salvaj e t er r est r e, herbívor o u
om nív oro, que pese por t érm ino m edio m ás de 45 kg.
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Así pues, la ex plicación de por qué Eur asia ha sido el pr incipal escenar io de la
dom est icación de grandes m am ífer os r eside en par t e en que er a el cont inent e que
poseía m ás especies candidat as de m am ífer os salv aj es con los que com enzar , y
per dió m enos candidat os que las dem ás r egiones debido a la ext inción en los
últ im os 40 000 años. Per o las cifr as de la Tabla 9.2 nos advier t en que no es ésa
t oda la ex plicación. Tam bién es cier t o que el por cent aj e de candidat os dom est icados
r ealm ent e es m ás alt o en Eurasia ( 18 por 100) y es especialm ent e baj o en el Áfr ica
subsahar iana ( ninguna especie dom est icada de 51 candidat as) . Especialm ent e
sor pr endent e es el gr an núm er o de especies de m am ífer os afr icanos y am er icanos
que nunca fuer on dom est icados, a pesar de t ener hom ólogos o par ient es cer canos
eur asiát icos que fuer on dom est icados. ¿Por qué fuer on dom est icados los caballos de
Eur asia, per o no las cebr as de Áfr ica? ¿Por qué los cer dos de Eur asia, per o no los
pecar íes am er icanos ni las t r es especies de aut ént icos cer dos salv aj es de Áfr ica?
¿Por qué las cinco especies de bóvidos salv aj es de Eur asia ( ur o, búfalo acuát ico,
y ak, gaur , bant eng) , per o no el búfalo afr icano ni el bisont e am er icano? ¿Por qué el
m uflón asiát ico ( ant epasado de nuest ra ovej a dom ést ica), per o no la ovej a de las
m ont añas Rocosas ( Ovis canadensis) de Am ér ica del Nor t e?
¿Com par t ían t odos aquellos pueblos de África, Am ér ica y Aust ralia, a pesar de su
enor m e div er sidad,
algún
obstáculo
cult ur al para
la
dom est icación
que no
com par t ían con los pueblos eur oasiát icos? Por ej em plo, la abundancia de grandes
m am ífer os salv aj es de Áfr ica, disponibles par a ser abat idos m ediant e la caza, ¿hizo
super fluo que los afr icanos se t om asen la m olest ia de cuidar anim ales dom ést icos?
La r espuest a a esa pr egunta es inequív oca: ¡no! La int er pr et ación es r efutada por
cinco t ipos de pr uebas: la rápida aceptación de las especies dom ést icas de Eur asia
por los pueblos no eurasiát icos, la pr opensión hum ana univ er sal a t ener anim ales
dom ést icos, la r ápida dom est icación de las «cator ce especies ant iguas», las
r eit er adas dom est icaciones independient es de algunas de ellas y los éx it os lim it ados
de los int ent os m oder nos de llev ar a cabo nuev as dom est icaciones.
En pr im er lugar, cuando los «cinco gr andes» m am ífer os dom ést icos de Eurasia
llegar on al Áfr ica subsahar iana, fuer on adopt ados por los pueblos afr icanos m ás
div er sos siem pr e que las condiciones lo per m it ier on. De ese m odo, aquellos
ganader os afr icanos logr ar on una enor m e v ent aj a sobr e los cazador es- r ecolect or es
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afr icanos y rápidam ent e los desplazar on. En par t icular, los agr icult or es bant úes que
adquir ier on v acas y ovej as se ex t endier on desde sus t ier r as or iginar ias en Áfr ica
occident al y en un br eve lapso de t iem po se im pusier on a los ant iguos cazador esr ecolect or es en la m ay or par t e del Áfr ica subsahar iana. I ncluso sin adquir ir cult iv os,
los pueblos khoisan que adquir ier on v acas y ovej as hace unos 2000 años
desplazaron a los cazador es- r ecolect or es khoisan en gran par t e del Áfr ica aust ral.
La llegada del caballo dom ést ico a Áfr ica occident al t r ansfor m ó la guer r a en esa
región y la convirt ió en un conj unt o de reinos dependient es de la caballería. El único
fact or que im pidió que el caballo se pr opagar a m ás allá de Áfr ica occident al fuer on
las enfer m edades t r ipanosom iásicas por t adas por las m oscas t sé- t sé.
La m ism a paut a se r epit ió en otr os lugar es del m undo, siem pr e que los pueblos que
car ecían de especies de m am ífer os salv aj es aut óct onos apt os par a la dom est icación
t uviesen f inalm ent e la opor t unidad de adquir ir anim ales dom ést icos eur asiát icos.
Los caballos eur opeos fueron
adoptados con
ent usiasm o
por
los indígenas
am ericanos t ant o en Am érica del Nort e com o en Am ér ica del Sur, en el plazo de una
gener ación a par t ir de la huida de caballos de asent am ient os eur opeos. Por ej em plo,
en el siglo XI X los indios de las Gr andes Llanur as de Am ér ica del Nor t e fuer on
fam osos com o ex per tos guerr er os a caballo y cazador es de bisont es, per o no
consiguier on los caballos hast a finales del siglo XVI I . Las ov ej as adquir idas de los
españoles t r ansform ar on asim ism o la sociedad de los indios nav aj os y conduj o,
ent r e ot r as cosas, al t ej ido de las bellas m ant as de lana por las que los nav aj os han
adquir ido r enom br e. En el plazo de una década a par t ir de la colonización de
Tasm ania por eur opeos con perr os, los abor ígenes t asm anos, que nunca habían
v ist o un perr o, com enzar on a cr iar los en gran núm er o par a ut ilizar los en la caza. Así
pues, ent r e los m iles de pueblos aut óct onos cult ur alm ent e div er sos de Aust r alia,
Am ér ica y Áfr ica, ningún t abú cult ural univ er sal im pidió la dom est icación de
anim ales.
Es indudable que si alguna especie de m am ífer o salv aj e local de esos cont inentes
hubier a sido dom est icable, algunos pueblos aust ralianos, am er icanos y afr icanos los
habr ían dom est icado y habr ían obt enido una gr an v ent aj a gr acias a ellos, del m ism o
m odo que se beneficiar on de los anim ales dom ést icos eur asiát icos a los que
adopt aron inm ediat am ent e cuando t uv ier on la opor t unidad de adquir ir los. Por
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ej em plo, pensem os en t odos los pueblos del Áfr ica subsahar iana que v iv ían dent r o
de la zona de dist r ibución de la cebr a y el búfalo salv aj es. ¿Por qué no hubo al
m enos una t r ibu de cazador es-r ecolect or es afr icanos que dom est icar a esas cebr as y
esos búfalos y obt uv ier a con ello el dom inio sobr e otr os afr icanos, sin t ener que
esper ar la llegada de caballos y v acas de Eur asia? Todos est os datos indican que la
ex plicación de la falt a de dom est icación de m am ífer os aut óct onos fuera de Eur asia
r eside en los pr opios m am ífer os salv aj es disponibles en cada zona, no en los
pueblos de esas zonas.
* * * *
Un segundo t ipo de pr uebas para la m ism a int er pr et ación pr oviene de los anim ales
dom ést icos o m ascot as. Tener anim ales salv aj es com o m ascot as, y dom ar los,
const it uye una et apa inicial de la dom est icación. Pero se t iene not icia de la
ex ist encia de anim ales dom ést icos de est e tipo en pr ácticam ent e todas las
sociedades hum anas tr adicionales de t odos los cont inent es. La v ar iedad de anim ales
salv aj es dom ados de est e m odo es m ucho m ay or que la var iedad de los
dom est icados finalm ent e, e incluye algunas especies que nos cost ar ía t rabaj o
im aginar com o anim ales dom ést icos.
Por ej em plo, en las aldeas de Nuev a Guinea donde t rabaj o, veo a m enudo que la
gent e t iene a m odo de m ascotas cangur os, oposum y av es que v an desde
papam oscas hast a águilas pescador as. La m ay or ía de est os anim ales caut iv os se
consum en finalm ent e com o alim ent o, aunque algunos se t ienen exclusivam ent e
com o m ascot as. Los neo guineanos capt uran incluso habit ualm ent e polluelos de
casuar ios salv aj es ( una gran ave incapaz de v olar , par ecida al av est r uz) y los cr ían
para com er los com o bocado ex quisit o, aun cuando los casuar ios adult os caut iv os
sean sum am ent e peligr osos y de v ez en cuando dest r ipen a algún aldeano. Algunos
pueblos de Asia dom an águilas para usar las com o av es de caza, aunque tam bién se
sabe que est os poder osos anim ales dom ést icos han m at ado ocasionalm ent e a sus
por t ador es hum anos. Los egipcios y asir ios de la ant igüedad, y los it alianos
m oder nos, dom aban guepar dos par a usar los en sus par t idas de caza. Pint ur as
ej ecut adas por los egipcios de la ant igüedad m uest ran que t am bién dom aban ( com o
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er a de esperar ) m am ífer os ungulados com o la gacela y el ant ílope, av es com o la
gr ulla, anim ales m ás sorpr endent es com o la j ir afa ( que puede ser peligr osa) y lo
m ás sorpr endent e de t odo: la hiena. El elefant e afr icano er a dom ado en la época
r om ana a pesar del em inent e peligr o, y el elefant e asiát ico sigue siendo dom ado en
nuest r os días. La m ascot a m enos pr obable quizá sea el oso par do eur opeo ( la
m ism a especie que el nor t eam er icano) , que el pueblo ainu de Japón capt ur aba
habit ualm ent e cuando eran indiv iduos j óv enes, los dom aba y los cr iaba par a
m at ar los y com er los en una cer em onia r it ual.
Así pues, m uchas especies de anim ales salv aj es alcanzar on la pr im era et apa de la
secuencia
de
las r elaciones ent r e
anim ales y
hum anos que
conduj o a
la
dom est icación, pero sólo unos pocos llegar on al ot ro extrem o de esa secuencia
com o anim ales dom ést icos. Hace m ás de un siglo, el cient íf ico br it ánico Francis
Galt on r esum ió sucint am ent e est a discr epancia: «Par ece ser que t odo anim al
salv aj e ha t enido su opor t unidad de ser dom est icado, que unos pocos [ …] fuer on
dom est icados hace t iem po, pero que los m uchos r est ant es, que en ocasiones
fallar on sólo en un pequeño det alle, est án dest inados a un estado salv aj e
per pet uo».
* * * *
Las fechas de dom est icación ofr ecen una t er cer a línea de pr ueba que confir m a la
idea de Galt on de que los pr im er os pueblos ganaderos dom est icar on r ápidam ent e
t odas las especies de gr andes m am ífer os apt as para ser dom est icadas. Todas las
especies de las que disponem os de pr uebas ar queológicas r elat iv as a su fecha de
dom est icación fuer on dom est icadas apr oxim adam ent e ent r e 8.000 a.C. y 2.500
a.C., es decir en los pr im er os m ilenios de ex ist encia de las sociedades de
agr icult or es y ganader os sedent ar ios que sur gier on después del fin del últ im o
per íodo glacial. Tal com o se r esum e en la Tabla 9.3, la época de dom est icación de
gr andes m am ífer os com enzó con la ovej a, la cabr a y el cer do, y t er m inó con los
cam élidos. Desde 2500 a.C. no se ha incor por ado ninguna especie significat iv a a
est a list a.
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Para las ot ras especies de gr andes m am íferos dom est icados —r eno, yak, gaur y
bant eng— se dispone aún de pocas pr uebas r elat ivas a la dom est icación. Las fechas
y los lugar es de la t abla son únicam ent e los pr im er os contr astados hast a el
m om ent o; la dom est icación pudo em pezar ant es y en lugar es dist intos.
Es cier t o que, nat ur alm ent e, algunos pequeños m am ífer os fuer on dom est icados por
vez pr im er a m ucho después de 2.500 a.C. Por ej em plo, el conej o no fue
dom est icado para ser apr ovechado com o alim ent o hasta la Edad Media, el rat ón y la
r at a par a la invest igación de labor at or io hast a el siglo XX, y el hám st er com o
m ascota hast a el decenio de 1930. El const ant e desarr ollo de los pequeños
m am ífer os dom est icados no es sor pr endent e, por que ex ist en lit er alm ent e m iles de
especies salv aj es com o candidatas, y por que er an de m uy poco v alor en las
sociedades t r adicionales com o para m erecer el esfuer zo de cr iar los. Per o la
dom est icación de grandes m am ífer os t erm inó hace pr áct icam ent e 4.500 años. En
esa fecha, la tot alidad de las 148 gr andes especies candidat as del m undo debier on
haber se pr obado en innum er ables ocasiones, con el r esult ado de que sólo un
núm er o r educido de ellas super ó la pr ueba y no quedó ninguna ot ra apt a.
* * * *
Una cuar ta línea de pr ueba de que algunas especies de m am ífer os son m ucho m ás
apt as que ot ras nos la ofr ecen las r eit er adas dom est icaciones independient es de las
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m ism as especies. Las pr uebas genét icas basadas en las par t es de nuestr o m at er ial
genét ico conocido com o ADN m itocondrial confirm aron recient em ent e que, com o se
sospechaba desde hacía t iem po, los bóv idos con j or oba de I ndia y los bóv idos sin
j or oba de Eur opa t uv ier on su or igen en dos poblaciones dist int as de bóvidos
ancest r ales salv aj es que se habían separado cient os de m iles de años at rás. Es
decir , los habit ant es de I ndia dom est icar on las subespecies indias locales de ur os
salv aj es, los poblador es del sur oest e de Asia dom est icaron independient em ent e sus
pr opias subespecies de ur os del sur oest e de Asia, y los nor t eafr icanos pudier on
haber dom est icado independient em ent e los ur os nor t eafr icanos.
* * * *
Asim ism o, el lobo fue dom est icado independient em ent e par a conv er t ir lo en perr o en
Am ér ica y pr obablem ent e en var ias par t es dist int as de Eur asia, ent r e ellas China y
el sur oest e de Asia. El cer do m oder no t iene su or igen en secuencias independient es
de dom est icación en China, Eurasia occident al y posiblem ent e ot ras zonas. Est os
ej em plos vuelv en a subr ayar que las m ism as escasas especies salv aj es aptas
m erecieron la at ención de m uchas sociedades hum anas dist int as.
* * * *
El hecho de que los int ent os m odernos no hayan proporcionado un t ipo de prueba
definit ivo de los casos de no dom est icación de gr andes r esiduos de especies
candidatas salvaj es t iene su or igen en inconvenient es de esas especies, y no en
inconvenient es de los hum anos de la ant igüedad. Los europeos act uales son
her eder os de una de las m ás lar gas tr adiciones de dom est icación de anim ales en la
Tierr a, la que com enzó en el suroest e de Asia hace unos 10 000 años. Desde el siglo
XV, los eur opeos se han ext endido por t odo el planet a y se han encont rado con
especies de m am ífer os salv aj es que no se encuent r an en Eur opa. Los colonizador es
eur opeos, com o los que encont r é en Nueva Guinea con cangur os y oposum a m odo
de m ascot as, han dom ado o conv er t ido en m ascotas m uchos m am ífer os locales, del
m ism o m odo que los pueblos aut óct onos. Los ganader os y agr icult or es eur opeos
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que em igr ar on a otr os cont inent es han pr ot agonizado t am bién esfuer zos ser ios por
dom est icar algunas especies locales.
En los siglos XI X y XX, al m enos seis grandes m am ífer os —el eland, el uapit í, el alce
am er icano, el buey alm izcler o, la cebr a y el bisont e am er icano— han sido obj et o de
pr oyect os especialm ent e bien or ganizados que pr et endían su dom est icación, y que
han sido r ealizados por cr iador es y cient íficos ex per t os en genét ica anim al
m oder nos. Por ej em plo, el eland, que es el m ay or ant ílope afr icano, ha sido
som et ido a selección para m ej or ar la calidad de su car ne y la cant idad de su leche
en el parque zoológico de Askaniy a- Nova, Ucrania, así com o en I nglat er r a, Kenia,
Zim babue y Sur áfr ica; una gr anj a ex per im ent al par a uapit íes ( cier v os r oj os, según
la t er m inología br it ánica) ha sido dir igida por el inst it ut o de invest igación Row et t en
Aber deen, Escocia; y una gr anja ex per im ent al de alces am er icanos ha funcionado
en el par que nacional de Pecher o- I ly ch, Rusia. Sin em bar go, est as iniciat iv as
m oder nas sólo han logrado éx it os m uy lim it ados. Aunque la car ne de bisont e
am er icano apar ece ocasionalm ent e en algunos superm er cados de Estados Unidos, y
aunque el alce am er icano ha sido usado com o cabalgadur a y or deñado y ut ilizado
para t ir ar de t r ineos en Suecia y en Rusia, ninguna de est as iniciat ivas ha pr oducido
un r esult ado de valor económ ico suficient e com o par a at raer a m uchos granj eros.
Es especialm ent e llam at ivo que los int ent os r ecient es de dom est icar el eland en la
pr opia Áfr ica, donde su r esist encia a las enfer m edades y su t oler ancia al clim a le
dar ían gr an v ent aj a sobr e los anim ales salv aj es eurasiát icos int r oducidos que son
suscept ibles a enfer m edades afr icanas, no se han im puest o.
Así pues, ni los ganader os aut óct onos con acceso a especies candidat as durant e
m iles de años, ni los exper t os en genét ica m oder nos han logr ado fabr icar especies
dom ést icas út iles de grandes m am ífer os m ás allá de las «cat orce ant iguas», que
fuer on dom est icadas hace al m enos 4500 años. Sin em bar go, los cient íficos act uales
podr ían indudablem ent e sat isfacer para m uchas especies, si lo desearan, la par t e de
la definición de dom est icación que especifica el cont r ol de la r epr oducción y el
sum inist r o de alim ent o. Por ej em plo, los zoológicos de San Diego y Los Ángeles
som et en act ualm ent e a los últ im os cóndores supervivient es de California a un
cont r ol de la r epr oducción m ás dr aconiano que el que se im pone a cualquier especie
dom est icada. Todos los cóndor es han sido dom est icados genét icam ent e, y un
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pr ogr am a infor m át ico det er m ina qué m acho debe j untar se con qué hem br a par a
alcanzar los fines hum anos ( en est e, caso, m ax im izar la div er sidad genét ica y, por
t ant o, conser var est a especie en peligr o de ext inción) : en los zoológicos se llevan a
cabo
pr ogram as
sem ej antes
de
r epr oducción
par a
m uchas
ot ras
especies
am enazadas, ent r e ellas el gor ila y el r inocer ont e. Per o la r igurosa selección de los
cóndor es de Califor nia que se hace en los zoológicos no m uest r a per spect iv a alguna
de pr oducir un product o económ icam ent e út il.
Tam poco los int ent os de los zoológicos con rinoceront es, aunque los rinoceront es
ofr ecen hast a m ás de t r es t oneladas de car ne sobr e sus pezuñas. Com o ver em os
ahora, el r inocer ont e ( y la m ay or ía de los gr andes m am ífer os) pr esent a obstáculos
insuper ables par a la dom est icación.
* * * *
En t ot al, de los 148 gr andes m am ífer os her bív or os t er r est r es salv aj es del planet a —
los candidat os a la dom est icación—, sólo 14 pasar on la pr ueba. ¿Por qué fr acasar on
las ot ras 134 especies?
¿A qué condiciones se r efer ía Fr ancis Galt on cuando hablaba de esas ot ras especies
com o «dest inadas a un est ado salv aj e perpet uo»?
La r espuest a se deduce del pr incipio de Ana Kar enina. Par a ser dom est icada, una
especie salv aj e candidat a debe t ener m uchas car act er íst icas dist int as. La falt a de
cualquier a de las car act er íst icas r equer idas condena al fr acaso los esfuer zos de
dom est icación, del m ism o m odo que condena los esfuerzos de const r uir un
m at r im onio feliz. Jugando a ser asesor es m atr im oniales de la par ej a cebr a/ ser
hum ano y ot ras par ej as het er ogéneas, podem os r econocer al m enos seis gr upos de
r azones del fr acaso de la dom est icación.
Diet a. Cada vez que un anim al com e una plant a o a ot ro anim al, la conver sión de la
biom asa alim ent ar ia en biom asa del consum idor supone una eficiencia de m ucho
m enos del 100 por 100: t ípicam ent e, del or den del 10 por 100. Es decir , se
necesit an 5.000 kg de m aíz par a cr iar una v aca de 500 k g de peso. Si lo que se
desea es cr iar 500 kg de car nív or o, hay que dar le de com er 5000 k g de herbív or os
cr iados con 50 000 kg de m aíz. I ncluso ent r e los her bívor os y los om nívor os,
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m uchas especies, com o el k oala, son dem asiado m elindr osos en sus pr efer encias
v eget ales com o para r ecom endar se a sí m ism os en t ant o que anim ales de gr anja.
Com o consecuencia de est a ineficiencia fundam ent al, ningún m am ífero carnívoro ha
sido dom est icado j am ás par a ser apr ovechado com o alim ent o ( no, no es porque su
car ne r esult ase dura o insípida: com em os cont inuam ent e peces salv aj es car nív or os,
y puedo dar fe per sonalm ent e del delicioso sabor de la ham bur guesa de león) . Lo
m ás cer cano a una ex cepción es el per r o, dom est icado or iginar iam ent e com o
cent inela y com pañer o de caza, per o se han desarr ollado y cr iado r azas de perr o
para ut ilizar los com o alim ent o en el México azt eca, Polinesia y la China de la
ant igüedad. Sin em bar go, el consum o habit ual de perr o ha sido un últ im o r ecur so
de sociedades hum anas pr iv adas de car ne: los azt ecas no tenían ot r o m am ífer o
dom ést ico, y los polinesios y los chinos de la ant igüedad sólo t enían cerdos y
per r os. Las sociedades hum anas bendecidas con m am ífer os her bív or os dom ést icos
no se han m olest ado en com er perr os, except o com o m anj ar poco habit ual ( com o
en algunas zonas del sur est e de Asia en nuest r os días) . Adem ás, el per r o no es
est rict am ent e car nívoro sino om nívoro: si som os t an ingenuos com o para pensar
que nuest r o am ado per ro m ascota es un devor ador de car ne, bastará con leer la
list a de ingr edient es que figur a en las bolsas de alim ent o para per r os. Los per r os
que
los
azt ecas y
los polinesios
cr iaban
com o
alim ent o
er an
engordados
eficient em ent e con v erdur as y r est os.
Rit m o de cr ecim ient o. Par a que m er ezca la pena cr iar los, los anim ales dom ést icos
deben cr ecer t am bién r ápidam ent e. Ést a nor m a elim ina al gor ila y el elefant e, aun
cuando sean veget ar ianos con pr efer encias alim ent ar ias adm irablem ent e poco
m elindr osas y r epr esent en una buena cant idad de car ne. ¿Qué posible cr iador de
gor ilas o elefant es esper ar ía 15 años para que su m anada alcanzase el t am año
adult o? A los asiát icos m oder nos que desean t rabaj ar con elefant es les r esult a
m ucho m ás bar ato capt ur ar los en la nat ur aleza y dom ar los.
Pr oblem as de r epr oducción en caut ividad. A los hum anos no nos gust a pr act icar el
sex o baj o la m ir ada at ent a de ot ras per sonas; a algunas especies anim ales
pot encialm ent e v aliosas t am poco les agr ada. De ahí los fallidos int ent os de
dom est icar al guepardo, el m ás rápido de los anim ales t er r est r es, a pesar de
nuest r a int ensa m ot iv ación para hacer lo desde hace m iles de años.
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Com o ya se ha dicho, guepar dos dom ados er an m uy apr eciados por los egipcios y
asir ios de la ant igüedad y por los m oder nos indios com o anim ales de caza
infinit am ent e super ior es a los per r os. Un em per ador m ogol de I ndia t enía un est ablo
con 1000 guepar dos. Per o a pesar de est as cuant iosas inver siones que m uchos
pr íncipes acaudalados efect uar on, t odos sus guepardos eran ej em plar es dom ados
que habían sido capt ur ados en la nat uraleza. Los int ent os de los pr íncipes por cr iar
guepar dos en caut iv idad fr acasar on, y hubo que esperar hasta 1960 par a que los
biólogos de zoológicos m oder nos logr asen el pr im er nacim ient o de un guepardo en
caut iv idad. En la nat ur aleza var ios her m anos guepardos persiguen a una hem bra
dur ant e bast ant es días, y ese r udim ent ar io cor t ej o a lo lar go de grandes dist ancias
par ece ser necesar io para que la hem br a ovule o sea sex ualm ent e r ecept iv a. Los
guepar dos suelen negar se a llev ar a cabo ese com plej o r it ual de cor t ej o dent r o de
una j aula.
Un pr oblem a sem ej ante ha fr ust r ado los pr oblem as par a cr iar la v icuña, un
cam élido salv aj e andino cuya lana es m uy apr eciada por considerar se la m ás fina y
liger a de la de t odos los anim ales. Los incas de la ant igüedad obt enían la lana de la
v icuña llev ando a v icuñas salv aj es a cor r ales, esquilándolas y dej ándolas después
en liber t ad. Los com er ciant es m oder nos que desean est a lana de luj o han t enido
que r ecur r ir a est e m ism o m ét odo o, sim plem ent e, a m at ar vicuñas en liber t ad. A
pesar de los gr andes incent iv os de diner o y pr est igio, t odos los int ent os de
r epr oducir v icuñas para la pr oducción de lana en caut iv idad han fr acasado, por
r azones que incluyen el lar go y com plej o r it ual de cor t ej o de las v icuñas ant es del
apar eam ient o ( un r it ual que se inhibe en caut iv idad) , la fer oz int oler ancia de los
m achos de la especie ent r e sí, y su ex igencia de un t er r it or io par a alim ent ar se
dur ant e t odo el año y ot r o dist int o para dorm ir durant e t odo el día.
Mala disposición. Desde y a, práct icam ent e cualquier especie de m am ífer o que sea
suficient em ent e gr ande es capaz de m atar a un ser hum ano. Cer dos, caballos,
cam ellos y v acas han m at ado a per sonas. Sin em bar go, algunos gr andes anim ales
t ienen
disposiciones
m ucho
m ás
desagr adables
y
son
m ás
incur ablem ent e
peligr osos que ot r os. La t endencia a m at ar ser es hum anos ha descalificado a
m uchos candidat os apar ent em ent e ideales par a la dom est icación.
Un ej em plo obvio es el oso pardo. La carne de oso es un m anj ar car o, los osos
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pueden llegar a pesar m ás de 700 kg, son pr incipalm ent e v eget ar ianos ( aunque
t am bién form idables cazador es), su diet a v eget al es m uy am plia, pr osper an con
desechos hum anos ( de ahí que cr een grandes pr oblem as en los parques nacionales
de Yellow st one y de los Glaciar es, en Est ados Unidos) y cr ecen a un r it m o
r elat iv am ent e r ápido. Si se por t asen bien en caut iv idad, los osos pardos ser ían un
anim al fabuloso par a la pr oducción de car ne. El pueblo ainu de Japón hizo el
ex per im ent o cr iando habit ualm ent e oseznos par dos com o par t e de un r it ual. Por
r azones com pr ensibles, sin em bargo, los ainus consider ar on pr udent e m atar a los
oseznos y com érselos a la edad de un año. Cr iar osos par dos dur ant e m ás t iem po
ser ía suicida. No sé de ningún adult o que haya sido dom ado.
Ot r o candidat o por lo dem ás adecuado que se descalifica por r azones igualm ent e
ev ident es es el búfalo afr icano. Cr ece rápidam ent e hast a alcanzar una t onelada de
peso y viv e en m anadas que est án dot adas de una j er ar quía de dom inación bien
desarr ollada, rasgo de cuy as v ir t udes nos ocupar em os m ás adelant e. Pero el búfalo
afr icano está consider ado com o el gr an m am ífer o m ás peligr oso e im pr ev isible de
Áfr ica. Cuando alguien ha sido t an insensato com o para int ent ar dom est icar lo, o ha
m uer t o en el int ent o o se ha vist o obligado a m at ar al búfalo ant es de que se
pusier a
dem asiado
gr ande
y
desagradable.
Asim ism o,
el
hipopótam o,
un
v eget ar iano de 4 t , ser ía un gr an anim al de est ablo si no fuer a t an peligr oso: m at a
a m ás per sonas cada año que cualquier ot ro m am ífer o afr icano, incluido el león.
La descalificación de est os candidat os de conocida fer ocidad no debe ser una
sor pr esa par a casi nadie. Sin em bargo, hay ot r os candidat os cuy os peligr os no son
t an bien conocidos. Por ej em plo, las ocho especies de équidos ( el caballo y sus
par ient es) salv aj es pr esent an gr andes var iaciones en cuant o a disposición, aun
cuando las ocho est én genét icam ent e t an cer ca una de la ot r a que pueden cr uzar se
y pr oducir cr ías sanas ( aunque norm alm ent e est ér iles) . Dos de estas especies, el
caballo y el asno del nor t e de Áfr ica ( ant epasado del asno act ual) , fuer on
dom est icadas. Estr echam ent e em par ent ado con el asno nor t eafr icano está el asno
asiát ico, t am bién llam ado onagr o. Dado que su t er r it or io or iginar io incluy e el
Cr ecient e Fér t il, cuna de la civ ilización occident al y de la dom est icación de anim ales,
los pueblos de la ant igüedad debier on de ex per im ent ar am pliam ent e con onagros.
Sabem os por descr ipciones sum er ias y post er ior es que la caza del onagr o era
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habit ual, así com o su capt ur a e hibr idación con asnos y caballos. Algunas
descr ipciones ant iguas de anim ales sem ej ant es al caballo que se ut ilizaban para
m ont ar o para t ir ar de car r etas podr ían r efer ir se al onagr o. Sin em bar go, t odos los
aut or es que han escr it o sobr e est e anim al, desde los r om anos hasta los m oder nos
profesionales
de
los
zoológicos,
censuran
su
irascible
t em peram ent o
y
su
desagr adable hábit o de m order a la gent e. En consecuencia, aunque sem ej ante en
ot r os aspect os a los asnos ancest rales, el onagro nunca ha sido dom est icado.
Las cuat r o especies de cebr a de Áfr ica son peor es aún. Los int ent os de
dom est icación llegar on hast a a enganchar las a car ros: fuer on pr obadas com o
anim ales de t ir o en Sur áfr ica en el siglo XI X, y el excént r ico lor d Walt er Rot hschild
desfiló
por
las
calles
de
Londr es
en
un
car r uaj e
t ir ado
por
cebras.
Lam entablem ent e, las cebr as se v uelv en t er r iblem ent e peligr osas a m edida que
envej ecen. ( Con est o no pr et endo negar que m uchos caballos sean t am bién
desagr adables, per o las cebr as y los onagros lo son de m anera m ucho m ás
unifor m e) . La cebr a t iene el desagr adable hábit o de m order a una per sona y no
solt ar la. En Est ados Unidos, las cebras hier en a m ás cuidador es de zoológicos cada
año que los pr opios t igr es. Las cebr as t am bién r esult an pr áct icam ent e im posibles de
enlazar con una cuer da —incluso par a vaquer os que ganan cam peonat os de r odeos
capt urando con sus lazos a los caballos— debido a su habilidad a t oda pr ueba par a
obser v ar el ex t r em o de la cuer da v olando hacia ellas par a, a cont inuación, agachar
la cabeza y esquiv ar la.
De ahí que rara v ez (acaso ninguna) hay a sido posible ensillar o m ont ar una cebr a,
por lo que el ent usiasm o de los sur afr icanos por su dom est icación desapar eció. El
com por t am ient o im pr ev isiblem ent e agr esiv o de par t e de un m am ífer o de gr an
t am año y potencialm ent e peligr oso form a par t e asim ism o de la razón por la que los
ex per im ent os m oder nos inicialm ent e t an pr om et edor es en la dom est icación del
uapit í y el eland no hayan t enido m ás éxit o.
Tendencia al pánico. Las especies de gr andes m am ífer os her bív oros r eaccionan ant e
el peligr o pr ovenient e de pr edador es o hum anos de dist int a m anera. Unas especies
son ner v iosas, r ápidas y est án pr ogram adas para la huida inst ant ánea cuando
per ciben una am enaza. Otras especies son m ás lent as, m enos ner v iosas, buscan la
pr ot ección en m anadas, per m anecen inm óv iles cuando se sient en am enazadas y no
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cor r en hast a que es necesar io. La m ay or ía de las especies de cier v os y ant ílopes
( con la not or ia excepción del r eno) son del pr im er t ipo, m ient r as que la ov ej a y la
cabra lo son del segundo.
Nat ur alm ent e, es difícil m ant ener en caut iv idad a las especies ner v iosas. Si se las
encier r a en un r ecint o, es pr obable que sean pr esa del pánico y m uer an de la
conm oción, o se golpeen hasta la m uer t e cont r a la cer ca en su int ent o de escapar .
Est o es cier t o, por ej em plo, en el caso de la gacela, que durant e m iles de años fue
la especie cinegét ica cazada con m ás fr ecuencia en algunas zonas del Cr ecient e
Fér t il. No hay ninguna especie de m am ífer o que los pr im er os poblador es sedent ar ios
de aquella zona t uvier an m ás opor t unidades de dom est icar que la gacela. Per o
ninguna especie de gacela ha sido dom est icada j am ás. I m aginem os cóm o ser ía
int ent ar conducir en m anada a un anim al que em pr ende súbit am ent e la car r er a, que
se golpea ciegam ent e cont r a las par edes, que puede salt ar hasta casi 10 m y que
puede cor r er a una velocidad de 80 km por hor a.
Est ruct ura social. Casi t odas las especies de grandes m am ífer os dom est icados
r esult an ser aquellas cuy os antepasados salv aj es com par t en t r es caract er íst icas
sociales:
viv en
en
m anadas,
m ant ienen
una
j er ar quía
de dom inación
bien
desarr ollada ent r e los m iem br os del gr upo, y las m anadas ocupan t er r it or ios que se
super ponen par cialm ent e en vez de t er rit orios m ut uam ent e excluyent es. Por
ej em plo, las m anadas de caballos salv aj es est án for m adas por un sem ent al, hast a
m edia docena de y eguas y sus pot r os. La y egua A es dom inant e sobr e las y eguas B,
C, D y E. La yegua B es sum isa en r elación con A per o dom inant e sobre C, D y E; la
C es sum isa ant e B y A, per o dom inant e sobr e D y E, et c. Cuando la m anada está
en m ovim ient o, sus m iem bros m ant ienen un orden est ereot ipado: det rás, el
sem ent al; delant e, la pr im er a hem bra, seguida de sus pot r os por or den de edad,
con el m ás j ov en pr im er o; y det r ás de ella, las ot r as yeguas en or den de r ango,
cada una de ellas seguidas por sus pot r os en or den de edad. De est e m odo, m uchos
adult os pueden coexist ir en la m anada sin una lucha const ant e y conociendo cada
cual su r ango.
Ésa est r uct ur a social es ideal par a la dom est icación, porque en r ealidad los
hum anos asum en la j er ar quía de dom inación. Los caballos dom ést icos de una r ecua
siguen al líder hum ano com o seguir ían norm alm ent e a la y egua que ocupa el pr im er
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lugar . Las m anadas o r ebaños de ov ej as, cabras, v acas y per r os ancestr ales ( lobos)
t ienen una j er ar quía sem ej ant e. A m edida que los anim ales j óven es cr ecen en un
gr upo de esas caract er íst icas, apr enden de los anim ales que habit ualm ent e v en
cer ca de ellos. En condiciones nat ur ales, se t r at a de m iem br os de su m ism a
especie, per o los anim ales j óv enes de m anadas que est án en caut iv idad t am bién
ven a los hum anos cer ca y tam bién los siguen.
Est os anim ales sociales se pr est an a ir en m anada. Dado que son t oler ant es con los
ot r os m iem br os del gr upo, pueden ser agr upados; dado que inst int iv am ent e siguen
a un líder dom inant e y t om an a los hum anos por líder es, pueden ser conducidos
fácilm ent e por un past or o un perr o past or . Los anim ales gr egar ios se com por t an
bien cuando est án encer rados en condiciones de hacinam ient o, por que est án
acost um brados a v iv ir en gr upos densam ent e at est ados en la nat uraleza.
En cam bio, los m iem bros de la m ay or ía de las especies anim ales t er r it or iales y
solitar ias no pueden ser conducidos en m anada. No se t oleran unos a ot ros, no
asum en la im pront a hum ana, y no son sum isos inst int ivam ent e. ¿Quién ha vist o
alguna vez una hiler a de gat os ( solit ar ios y t er r it or iales) en est ado nat ur al siguiendo
a un hum ano o dej ándose ser conducidos por ést e? Todo am ant e de los gat os sabe
que est e anim al no es sum iso para con los hum anos de la m aner a que un per r o lo
es inst int ivam ent e. El gat o y el hur ón son las únicas especies de m am ífer os
t er r it or iales que han sido dom est icadas, por que nuest r a m ot iv ación para hacer lo no
fue cr iar los en gr andes gr upos par a obt ener alim ent o, sino t ener los com o cazador es
o m ascot as solitarios.
Así pues, aunque la m ay or ía de las especies t er r it or iales solit ar ias no han sido
dom est icadas, no es a la inver sa el caso de que la m ay or ía de las especies gr egar ias
puedan ser dom est icadas. La m ay or ía no pueden ser lo, por una o v ar ias razones
adicionales.
En pr im er lugar , las m anadas de m uchas especies no t ienen t er r it or ios que puedan
super ponerse, sino que m ant ienen t err it orios exclusivos fr ent e a ot ras m anadas. No
r esult a m ás posible j unt ar dos m anadas de est e t ipo que a dos m achos de una
especie solit ar ia.
En segundo lugar , m uchas especies que v iv en en m anadas dur ant e par t e del año
son t er r it or iales en la época r eproduct iv a, dur ant e la cual luchan y no t oler an la
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pr esencia de ot r os ej em plar es. Ést e es el caso de la m ay or ía de las especies de
cér vidos y ant ílopes ( de nuevo con la excepción del r eno) , y es uno de los
pr incipales fact or es que ha descalificado par a la dom est icación a t odas las especies
sociales de ant ílope por las que Áfr ica es fam osa. Aunque lo pr im er o que se nos
ocur r e al pensar en el ant ílope afr icano es en «gr andes y densas m anadas que se
ext ienden por el hor izont e», lo cier t o es que los m achos de est os gr upos se
espacian en t er r it or ios y luchan fer ozm ent e ent r e sí al llegar la época de la
repr oducción. De ahí que est os ant ílopes no puedan m ant enerse en recint os
super poblados en caut iv idad, com o es posible en el caso de la ovej a, la cabra o la
v aca. El com por tam ient o t er r it or ial se une asim ism o a una disposición fer oz y a una
lent a t asa de cr ecim ient o para proscr ibir al r inocer ont e de la gr anja.
Finalm ent e, m uchas especies gr egar ias, incluidos de nuev o la m ay or ía de los
cér v idos y el ant ílope, no t ienen una j er ar quía de dom inación bien definida y no
est án inst int iv am ent e pr eparados para r ecibir la im pr ont a de un líder dom inant e ( y
por tant o para r ecibir er r óneam ent e la im pront a de los hum anos) . En consecuencia,
aunque m uchas especies de cér v idos y antílopes han sido dom adas ( pensem os en
t odas esas hist or ias de Bam bi) , nunca se ve que esos cier v os y ant ílopes dom ados
sean conducidos en r ebaños com o las ovej as. Ést e problem a t am bién hizo fr acasar
la dom est icación de la ov ej a de las m ontañas Rocosas de Am ér ica del Nor t e, que
per t enece al m ism o géner o que la ov ej a m uflón asiát ica, ant epasado de nuest r a
ovej a dom ést ica. La ovej a de las m ontañas Rocosas es adecuada para nosot r os y
sem ej ante al m uflón en la m ay or ía de los aspect os ex cept o en uno fundam ental:
car ece del com por t am ient o est er eot ipado del m uflón, por el que algunos indiv iduos
se m uest ran sum isos ant e ot ros individuos cuya dom inación reconocen.
* * * *
Volv am os ahora al pr oblem a que plant eábam os al com ienzo de est e capít ulo.
I nicialm ent e, una de las car act er íst icas m ás desconcer t ant es de la dom est icación de
anim ales es la apar ent e arbit r ar iedad con la que algunas especies han sido
dom est icadas, m ient r as que sus par ient es cer canos no lo han sido. Result a que
t odos los candidat os a la dom est icación, ex cept o unos pocos, han sido elim inados
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por el pr incipio de Ana Karenina. Los hum anos y la m ayor ía de especies anim ales
for m an un m at r im onio desdichado, por una o m ás de m uchas r azones posibles: la
diet a, la t asa de cr ecim ient o, los hábit os repr oduct iv os, la disposición, la t endencia
al pánico y var ias caract er íst icas difer enciadas de la organización social del anim al.
Sólo un pequeño por centaj e de especies de m am ífer os salv aj es t er m inar on
for m ando felices m at r im onios con los hum anos, en vir t ud de la com patibilidad en
t odos esos aspect os descrit os.
Los pueblos eurasiát icos her edar on m uchas m ás especies de grandes m am ífer os
her bív or os salv aj es y dom est icables que los pueblos de ot r os cont inent es. Ést e
r esult ado, con t odas sus tr ascendentales v ent aj as par a las sociedades eurasiát icas,
t uv o su or igen en t r es hechos básicos de la geogr afía, la hist or ia y la biología de los
m am ífer os. Pr im er o, Eur asia, en consonancia con su gran super ficie y div er sidad
geológica, com enzó con la m ay or ía de los candidat os. Segundo, Aust ralia y Am ér ica,
per o no Eurasia ni Áfr ica, per dier on la m ay or ía de sus candidat os en una oleada
m asiv a de ext inciones a finales del Pleist oceno, posiblem ent e porque los m am ífer os
de los dos pr im er os cont inent es t uvier on la m ala suer t e de ser los pr im er os en
enfr ent ar se de im pr oviso al ser hum ano y en época avanzada de nuest r a hist or ia
ev olut iv a, cuando nuest r a capacidad cinegét ica est aba y a sum am ent e desar r ollada.
Finalm ent e, de los candidat os super v iv ient es r esult ó apto par a la dom est icación en
Eurasia un por cent aj e m ayor que en ot ros cont inent es. Un exam en de los
candidatos
que
nunca
fuer on
dom est icados,
com o
los
grandes
m am ífer os
for m ador es de m anadas de Áfr ica, r ev ela r azones concr et as que descalificaban a
cada uno de ellos. Así pues, Tolst oi habr ía apr obado la idea ofr ecida en otr o
cont exto por un aut or ant erior, Mat eo: «Muchos son los llam ados, pocos los
elegidos».
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Ca pít u lo 1 0
H orizon t e s a bier t os y e j e s in clina dos
En el m apa del m undo de la figura 10.1, com par em os las form as y or ient aciones de
los cont inent es. Llam a la at ención una discr epancia evident e. Am ér ica abar ca una
dist ancia m ucho m ayor de nor t e a sur ( unos 15.000 km ) que de est e a oest e: sólo
5000 km en su par t e m ás am plia, que se est r echan a t an sólo unos 65 km en el
ist m o de Panam á. Es decir , el ej e m ás largo de Am ér ica es el que v a de nor t e a sur .
Lo m ism o sucede, aunque en un gr ado m enos ext r em o, con Áfr ica. En cam bio, el
ej e m ay or de Eur asia v a de est e a oest e. ¿Qué efect os han podido t ener est as
difer encias de or ient ación de los ej es cont inent ales en la hist or ia hum ana?
Ést e capít ulo t r atar á de lo que consider o sus consecuencias, siem pr e enor m es y a
veces t r ágicas. La orient ación de los ej es influyó en los r it m os de difusión de los
cult ivos y la cr ía de anim ales, y t am bién puede ser que en los de invent os com o la
escr it ur a, la r ueda y ot r os. Dicha caract er íst ica básica de la geogr afía cont r ibuyó así
poder osam ent e a las ex per iencias, m uy div er sas, de los pueblos aut óct onos
am er icanos, afr icanos y eur asiát icos en los últ im os 500 años.
* * * *
La difusión de la pr oducción de alim ent os se dem uest r a t an esencial para ent ender
las difer encias geogr áficas en la apar ición de los gér m enes, las ar m as de fuego y el
acer o com o lo fue su or igen, que ya hem os est udiado en los capít ulos pr ecedent es.
Es así por que, com o vim os en el capít ulo 5, no hubo m ás de nueve zonas del globo
t er r áqueo, que quizá pudier an r educir se a sólo cinco, donde la pr oducción de
alim ent os sur gier a con independencia de ot r as. Sin em bargo, la pr oducción de
alim ent os se había propagado ya en t iem pos pr ehist ór icos a ot ras m uchas r egiones
adem ás de esas pocas zonas de or igen. Todas ellas se conv ir t ier on en pr oduct or as
de alim ent os com o consecuencia de la difusión de cult ivos, ganado y conocim ient os
de cóm o lograr su cr ecim ient o y, en algunos casos, com o r esult ado de m igraciones
de los pr opios agr icult or es y ganader os.
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Figura 10,1. Ej es principales de los continent es.
Ent r e t ales difusiones de la pr oducción de alim ent os, las m ás im por tant es t uv ier on
lugar desde el sur oest e de Asia hasta Europa, Egipt o y el nor t e de Áfr ica, Et iopía,
Asia cent r al y valle del I ndo; del Sahel y Áfr ica occident al a Áfr ica or ient al y
m er idional; de China a los tr ópicos del sur est e de Asia, Filipinas, I ndonesia, Cor ea y
Japón, y de Mesoam ér ica a Am ér ica del Nor t e. Adem ás, la pr oducción de alim ent os
se enr iqueció, incluso en sus zonas de or igen, por la adición de cult ivos, ganados y
t écnicas de ot r as zonas de or igen.
Del m ism o m odo en que algunas r egiones dem ostrar on ser m ucho m ás idóneas que
ot r as par a dar or igen a la pr oducción alim ent ar ia, tam bién la facilidad de difusión de
ést a v ar iaba en gran m edida en el m undo. Algunas zonas que ecológicam ent e son
m uy adecuadas par a la pr oducción de alim ent os no la obt uv ier on en absolut o en
t iem pos pr ehist ór icos, a pesar de que en sus cer canías había zonas de pr oducción
alim ent ar ia pr ehist ór ica. Los ej em plos m ás ev ident es de est os casos son las falt as
de difusión, t ant o de la agr icult ur a com o de la ganader ía, a la Califor nia aut óct ona
desde el sur oest e de los Est ados Unidos o a Aust r alia desde Nuev a Guinea e
I ndonesia, y la falt a de difusión de la agr icult ur a desde la pr ovincia sur afr icana de
Nat al a la de El Cabo. I ncluso en t odas las zonas en donde la pr oducción de
alim ent os tuvo efect iv am ent e difusión en la er a pr ehist ór ica, los r it m os y épocas de
esa difusión ex per im ent ar on var iaciones m uy consider ables. En uno de los ex t r em os
se dio una rápida pr opagación a lo largo de los ej es est e- oest e: desde Asia
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sur occident al hacia el oest e a Eur opa y Egipt o y hacia el est e al valle del I ndo ( a un
r it m o m edio apr oxim ado de 1 km por año) , y desde Filipinas hacia el est e a
Polinesia ( 5 km por año) . En el ext r em o opuest o t uvo lugar la lent a difusión a lo
lar go de los ej es nor t e- sur: a 0,8 km por año desde Méx ico hacia el nor t e hast a la
r egión sur occident al de Est ados Unidos; a m enos de 0,5 km por año el m aíz y los
fr ij oles de Méx ico hacia el nor t e para alcanzar la product iv idad en el est e de Estados
Unidos alr ededor de 900, y a 0,3 k m por año la llam a de Per ú hacia el nor t e a
Ecuador . Ést as difer encias incluso podr ían ser m ay or es si el m aíz, en lugar de haber
sido aclim at ado en Méx ico en una época t an t ar día com o la de 3500 a.C., que es el
supuest o que hem os adopt ado par a est os cálculos de for m a un tant o conser vador a,
com o t am bién lo asum en ahora algunos ar queólogos, hubiese sido aclim at ado en
época m uy ant er ior , tal com o solían adm it ir la m ay or ía de los arqueólogos ( y
m uchos así lo siguen suponiendo t odavía).
Hubo asim ism o grandes difer encias en cuant o a lo com plet o de la difusión de
det er m inados gr upos de cult iv os y anim ales, lo que de nuev o supone bar r er as m ás
fuer t es o débiles a su difusión. Por ej em plo, m ient r as que cult iv os y anim ales
or iundos de Asia sur occident al logr ar on pr opagar se hacia el oest e a Eur opa y hacia
el est e al v alle del I ndo, ninguno de los m am ífer os dom ést icos andinos ( la
llam a/ alpaca
y
el
cobay a)
lograr on
alcanzar
Mesoam ér ica
en
los
t iem pos
pr ecolom binos. Ést e fallo asom br oso ex ige una ex plicación. Al fin y al cabo, en
Mesoam ér ica se desar rollar on densas poblaciones de agr icult or es y sociedades m uy
com plej as, de m aner a que no cabe duda alguna de que los anim ales dom ést icos
andinos ( si los hubiesen t enido a su disposición) les habr ían sido út iles par a la
alim ent ación, el t r anspor t e y la obt ención de lana. A ex cepción del per r o,
Mesoam ér ica padecía una escasez t ot al de m am ífer os indígenas par a sat isfacer
dichas necesidades. No obst ant e, algunos cult iv os de Am ér ica del Sur sí logr ar on
alcanzar Mesoam ér ica, com o ocurr ió con la m andioca, la batat a y el cacahuet e.
¿Qué bar r er a select iv a per m it ió el paso de esos cult iv os m ient r as lo im pedía a
llam as y cobayas?
Una ex pr esión m ás clar a de est a facilidad geogr áficam ent e v ar iable de difusión es el
fenóm eno denom inado aclim at ación pr ior it ar ia. La m ay or par t e de las especies
veget ales silvest res de las que se obt uvieron nuest r os cult ivos var ían genét icam ent e
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de una zona a ot ra, debido a que se habían afianzado m utaciones alt er nat iv as ent r e
las poblaciones silv est r es ancest r ales de difer ent es zonas. De for m a análoga, los
cam bios necesar ios par a t ransform ar plant as silv est r es en cult iv os pueden en
pr incipio int r oducir se m ediant e nuev as m ut aciones alt er nat iv as o ser ies alt er nat iv as
de selección que pr oduzcan r esult ados equiv alent es. Desde est e punt o de v ist a, es
posible ex am inar la difusión de un cult ivo en t iem pos pr ehist ór icos y plant ear la
cuest ión de si Una ex pr esión m ás clar a de est a facilidad geográficam ent e v ar iable
de difusión es el fenóm eno denom inado aclim at ación pr ior it ar ia. La m ayor par t e de
las especies v eget ales silv estr es de las que se obt uvier on nuest r os cult ivos var ían
genét icam ent e de una zona a otr a, debido a que se habían afianzado m ut aciones
alt er nat iv as ent r e las poblaciones silv est r es ancest r ales de difer ent es zonas. De
for m a análoga, los cam bios necesar ios para t ransform ar plantas silv est r es en
cult ivos pueden en principio int roducirse m ediant e nuevas m utaciones alt ernat ivas o
ser ies alt er nat iv as de selección que pr oduzcan r esult ados equiv alent es. Desde est e
punt o de v ist a, es posible ex am inar la difusión de un cult ivo en t iem pos
pr ehist ór icos y plant ear la cuest ión de si t odas sus var iedades m uestr an la m ism a
m ut ación aut óct ona o la m ism a m ut ación t ransform adora. El obj et o de est e exam en
es t r at ar de av er iguar si el cult iv o se desar r olló en sólo una zona o en var ias por
separado.
Si se r ealiza t al análisis genét ico par a especies im por t ant es de cult iv os ant iguos del
Nuevo Mundo, m uchos de ést os dem uest ran incluir dos o m ás de esas variant es
silv est r es, o dos o m ás de esas m ut aciones alt er nat iv as t r ansfor m ador as. Est o hace
pensar que el cult ivo en cuest ión se aclim at ó por separado en por lo m enos dos
zonas difer ent es, y que algunas var iedades del m ism o her edar on la m ut ación
par t icular de un ár ea m ient r as que ot ras her edar on la m ut ación de difer ent e zona.
Basándose en est o, algunos bot ánicos llegan a la conclusión de que las j udías
«lim a» ( Phaseolus lunat us) , las alubias com unes ( Phaseolus vulgar is) y los chiles
del gr upo Capsicum annuum / chínense se aclim at ar on t odos en por lo m enos dos
ocasiones dist int as: una en Mesoam ér ica y ot r a en Am ér ica del Sur ; y que la
calabaza Cucur bit a pepo y el quenopodio tam bién se aclim atar on por separ ado dos
v eces por lo m enos: una en Mesoam ér ica y ot r a en el est e del act ual Est ados
Unidos. En cam bio, la m ay or par te de cult iv os ant iguos de Asia sur occident al
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una
de
las
var iant es
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silv est r es
alt er nat iv as
o
m ut aciones
t r ansfor m adoras alt er nat iv as, lo que sugier e que todas las v ar iedades m oder nas de
cualquier a de esas plantas provienen de una sola aclim at ación.
¿Qué
significa
el
que
un
m ism o
cult iv o
se
haya
aclim at ado
r eit er ada
y
separadam ent e en var ias par t es de su zona silvest r e y no sólo una vez en una zona
única? Hem os v ist o y a que la aclim at ación de las plantas supone la m odificación de
especies silv est r es de for m a que alcancen m ayor ut ilidad par a el hom br e gracias a
sem illas de m ayor tam año, sabor es m enos am argos u otr as cualidades. De lo que
se deduce que si disponían ya de det er m inada plant a pr oduct iv a, los agr icult or es
pr im it iv os pr oceder ían segur am ent e a su cult iv o en lugar de em pezar de nuev o
r ecogiendo, para r eadaptar lo, su par ient e silv estr e t odav ía no t an út il. La ev idencia
de una sola de est as aclim ataciones hace pensar que, una v ez que det er m inada
plant a silv est r e había sido aclim at ada, su cult iv o se difundía con rapidez a ot ras
ár eas por t oda la zona aut óct ona de dicha planta, con pr ior idad sobr e las
necesidades de ot r as aclim at aciones por separ ado de la m ism a especie. Sin
em bargo, si la ev idencia nos m uest r a que el m ism o ant epasado silv est r e fue
aclim at ado por separ ado en zonas difer ent es, deducim os que su cult iv o se
pr opagaba con dem asiada lent it ud
com o par a que su
consider ar se pr ior it ar ia en cualquier
par t e.
aclim at ación
pudier a
La evidencia del pr edom inio de
aclim at aciones únicas en Asia sur occident al, y , por el cont r ar io, la fr ecuencia de
aclim at aciones m últ iples en Am ér ica, podr ían así const it uir un t est im onio m ás clar o
de que los cult ivos se difundier on con m ay or facilidad desde Asia sur occident al que
en Am ér ica.
La r ápida difusión de un cult iv o puede hacer pr ior it ar ia su aclim at ación en ot ras
zonas no sólo ant e la m ism a especie silvest r e ant ecesor a, sino asim ism o ant e
especies silv est r es em par ent adas. Si se cult iv an y a guisant es de buena calidad, no
t iene obj et o com enzar de cer o aclim at ando de nuev o el m ism o guisant e silv estr e
ancest r al, y tam poco lo t iene el aclim at ar especies est r echam ent e r elacionadas de
guisant e silv estr e que par a los agr icult or es son poco m ás o m enos equiv alent es a la
especie
de
guisant e
ya
aclim at ada.
Todos
los
cult iv os
pr im it iv os
de
Asia
sur occident al alcanzar on pr ior idad sobr e la aclim at ación de cualquier a de sus
par ient es cer canos por t oda la ext ensión de Eur asia occident al. En cam bio, el Nuev o
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Mundo pr esent a m uchos casos de aclim at ación en Mesoam ér ica y Am ér ica del Sur
de especies equiv alent es y m uy r elacionadas ent r e sí, per o no obst ant e dist int as.
Por ej em plo, el 95 por 100 del algodón que se cult iva hoy en el m undo per t enece a
la especie Gossypium hirsut um , que se aclim at ó en Mesoam ér ica en t iem pos
pr ehist ór icos. Sin em bargo, los agr icult or es pr ehist ór icos de Am ér ica del Sur
cult iv aban en lugar de esa especie su par ient e Gossypium barbadense. Es evident e
que el algodón m esoam er icano ex per im ent aba tales dificult ades en alcanzar
Am ér ica del Sur que no consiguió en la era pr ehist ór ica ser considerado cult iv o de
aclim at ación pr ior it ar ia a la de ot r as especies de algodón allí ( y v icev er sa) . Los
chiles, las cucur bit áceas, los am ar ant os y las quenopodiáceas son ot ras plant as de
las que se aclim at aron especies dist int as, per o em par ent adas, en Mesoam ér ica y
Am ér ica del Sur , y a que ninguna especie er a capaz de pr opagar se con r apidez
suficient e com o para conquist ar pr ior idad sobr e las dem ás.
Una ex pr esión m ás clar a de est a facilidad geogr áficam ent e v ar iable de difusión es el
fenóm eno denom inado aclim at ación pr ior it ar ia. La m ay or par t e de las especies
veget ales silvest res de las que se obt uvieron nuest r os cult ivos var ían genét icam ent e
de una zona a ot ra, debido a que se habían afianzado m utaciones alt er nat iv as ent r e
las poblaciones silv est r es ancest r ales de difer ent es zonas. De for m a análoga, los
cam bios necesar ios par a t ransform ar plant as silv est r es en cult iv os pueden en
pr incipio int r oducir se m ediant e nuev as m ut aciones alt er nat iv as o ser ies alt er nat iv as
de selección que pr oduzcan r esult ados equiv alent es. Desde est e punt o de v ist a, es
posible ex am inar la difusión de un cult ivo en t iem pos pr ehist ór icos y plant ear la
cuest ión de si t odas sus var iedades m uest r an la m ism a m ut ación aut óctona o la
m ism a m utación t r ansfor m ador a. El obj et o de est e ex am en es t r at ar de av er iguar si
el cult ivo se desar r olló en sólo una zona o en var ias por separ ado.
Si se r ealiza t al análisis genét ico par a especies im por t ant es de cult iv os ant iguos del
Nuevo Mundo, m uchos de ést os dem uest ran incluir dos o m ás de esas variant es
silv est r es, o dos o m ás de esas m ut aciones alt er nat iv as t r ansfor m ador as. Est o hace
pensar que el cult ivo en cuest ión se aclim at ó por separado en por lo m enos dos
zonas difer ent es, y que algunas var iedades del m ism o her edar on la m ut ación
par t icular de un ár ea m ient r as que ot ras her edar on la m ut ación de difer ent e zona.
Basándose en est o, algunos bot ánicos llegan a la conclusión de que las j udías
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«lim a» ( Phaseolus lunat us) , las alubias com unes ( Phaseolus vulgar is) y los chiles
del gr upo Capsicum annuum / chínense se aclim at ar on t odos en por lo m enos dos
ocasiones dist int as: una en Mesoam ér ica y ot r a en Am ér ica del Sur ; y que la
calabaza Cucur bit a pepo y el quenopodio tam bién se aclim atar on por separ ado dos
v eces por lo m enos: una en Mesoam ér ica y ot r a en el est e del act ual Est ados
Unidos. En cam bio, la m ay or par te de cult iv os ant iguos de Asia sur occident al
pr esent an
sólo
una
de
las
var iant es
silv est r es
alt er nat iv as
o
m ut aciones
t r ansfor m adoras alt er nat iv as, lo que sugier e que todas las v ar iedades m oder nas de
cualquier a de esas plantas provienen de una sola aclim at ación.
¿Qué
significa
el
que
un
m ism o
cult iv o
se
haya
aclim at ado
r eit er ada
y
separadam ent e en var ias par t es de su zona silvest r e y no sólo una vez en una zona
única? Hem os v ist o y a que la aclim at ación de las plantas supone la m odificación de
especies silv est r es de for m a que alcancen m ayor ut ilidad par a el hom br e gracias a
sem illas de m ayor tam año, sabor es m enos am argos u otr as cualidades. De lo que
se deduce que si disponían ya de det er m inada plant a pr oduct iv a, los agr icult or es
pr im it iv os pr oceder ían segur am ent e a su cult iv o en lugar de em pezar de nuev o
r ecogiendo, para r eadaptar lo, su par ient e silv estr e t odav ía no t an út il. La ev idencia
de una sola de est as aclim ataciones hace pensar que, una v ez que det er m inada
plant a silv est r e había sido aclim at ada, su cult iv o se difundía con rapidez a ot ras
ár eas por t oda la zona aut óct ona de dicha planta, con pr ior idad sobr e las
necesidades de ot r as aclim at aciones por separ ado de la m ism a especie. Sin
em bargo, si la ev idencia nos m uest r a que el m ism o ant epasado silv est r e fue
aclim at ado por separ ado en zonas difer ent es, deducim os que su cult iv o se
pr opagaba con dem asiada lent it ud
consider ar se pr ior it ar ia en cualquier
com o par a que su
par t e.
aclim at ación
pudier a
La evidencia del pr edom inio de
aclim at aciones únicas en Asia sur occident al, y , por el cont r ar io, la fr ecuencia de
aclim at aciones m últ iples en Am ér ica, podr ían así const it uir un t est im onio m ás clar o
de que los cult ivos se difundier on con m ay or facilidad desde Asia sur occident al que
en Am ér ica.
La r ápida difusión de un cult iv o puede hacer pr ior it ar ia su aclim at ación en ot ras
zonas no sólo ant e la m ism a especie silvest r e ant ecesor a, sino asim ism o ant e
especies silv est r es em par ent adas. Si se cult iv an y a guisant es de buena calidad, no
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t iene obj et o com enzar de cer o aclim at ando de nuev o el m ism o guisant e silv estr e
ancest r al, y tam poco lo t iene el aclim at ar especies est r echam ent e r elacionadas de
guisant e silv estr e que par a los agr icult or es son poco m ás o m enos equiv alent es a la
especie
de
guisant e
ya
aclim at ada.
Todos
los
cult iv os
pr im it iv os
de
Asia
sur occident al alcanzar on pr ior idad sobr e la aclim at ación de cualquier a de sus
par ient es cer canos por t oda la ext ensión de Eur asia occident al. En cam bio, el Nuev o
Mundo pr esent a m uchos casos de aclim at ación en Mesoam ér ica y Am ér ica del Sur
de especies equiv alent es y m uy r elacionadas ent r e sí, per o no obst ant e dist int as.
Por ej em plo, el 95 por 100 del algodón que se cult iva hoy en el m undo per t enece a
la especie Gossypium hirsut um , que se aclim at ó en Mesoam ér ica en t iem pos
pr ehist ór icos. Sin em bargo, los agr icult or es pr ehist ór icos de Am ér ica del Sur
cult iv aban en lugar de esa especie su par ient e Gossypium barbadense. Es evident e
que el algodón m esoam er icano ex per im ent aba tales dificult ades en alcanzar
Am ér ica del Sur que no consiguió en la era pr ehist ór ica ser considerado cult iv o de
aclim at ación pr ior it ar ia a la de ot r as especies de algodón allí ( y v icev er sa) . Los
chiles, las cucur bit áceas, los am ar ant os y las quenopodiáceas son ot ras plant as de
las que se aclim at aron especies dist int as, per o em par ent adas, en Mesoam ér ica y
Am ér ica del Sur , y a que ninguna especie er a capaz de pr opagar se con r apidez
suficient e com o para conquist ar pr ior idad sobr e las dem ás.
Vem os así que m uchos fenóm enos diferent es coinciden en llegar a la m ism a
conclusión: la pr oducción de alim ent os se difundió con m ayor facilidad a par t ir de
Asia sur occident al que en Am ér ica, y t am bién pr obablem ent e que en el Áfr ica
subsahar iana. Est os fenóm enos consist en en: la falt a com plet a de logr o de la
pr oducción alim ent ar ia en algunas ár eas ecológicam ent e idóneas; las difer encias en
su r it m o y select iv idad de difusión, y las discr epancias en cuant o a si los cult iv os
aclim at ados ant es alcanzar on o no pr ior idad sobr e r eadaptaciones de la m ism a
especie o aclim at aciones de par ient es cer canos. ¿Qué fue lo que hizo en Am ér ica y
en Áfr ica la difusión de la pr oducción de alim ent os m ás difícil que en Eur asia?
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Figura 10.2. Los sím bolos m uest ran los pr im er os lugar es fechados por r adiocarbono
donde se han encont rado rest os de cultivos del Crecient e Fért il.
□= el Cr ecient e Fért il pr opiam ent e dicho ( yacim ient os ant eriores a 7000 a.C.) .
Téngase en cuent a que las fechas son pr ogresivam ent e m ás tar días a m edida que el
lugar se alej a del Crecient e Fért il. Est e m apa se basa en el Mapa 20 de
Dom est iccition of Plant s in t he Old World, de Zohary y Hopf, aunque sust it uye las
fechas de r adiocarbono calibradas por fechas no calibradas.
Para r esponder a est a pr egunt a, em pecem os por exam inar la rápida difusión de la
pr oducción de alim ent os a par t ir de Asia sur occident al ( el Cr ecient e Fér t il) . Poco
después de que allí em er gier a la pr oducción de alim ent os, algo ant es de 8000 a.C.,
apar eció una onda centr ífuga de la m ism a en ot r as par t es de Eurasia occident al y
Áfr ica sept ent r ional, cada vez m ás alej ada del Cr ecient e Fér t il hacia el oest e y hacia
el est e. En est as páginas r epr oducim os el singular m apa ( fig. 10.2) confeccionado
por el ex per t o en genét ica Daniel Zohar y y la bot ánica Mar ía Hopf, en el que am bos
ilust r an cóm o esa onda había alcanzado Gr ecia y Chipr e y el subcont inent e indio
hacia 6500 a.C., Egipt o poco después de 6.000 a.C., Eur opa cent ral cer ca de 5400
a.C., el sur de España hacia 5.200 a.C. y Gr an Br et aña hacia 3.500 a.C. En cada
una de esas zonas, la pr oducción alim ent ar ia se inició a par t ir de algunas de las
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m ism as especies de plant as y anim ales dom ést icos que la em pezar on a difundir en
el Cr ecient e Fér t il. Adem ás, el lot e del Cr ecient e Fér t il penet r ó en Áfr ica hacia el sur ,
en Et iopía, en alguna época t odav ía incier t a. Sin em bar go, Et iopía desarr olló
asim ism o m uchos cultivos aut óct onos y aún no sabem os si fueron ést os o los
llegados del Cr ecient e Fér t il los que dier on pr incipio a la pr oducción alim ent ar ia de
Et iopía.
Desde luego, no t odas las var iedades del lot e se difundier on a t odas esas zonas
ex t er ior es: Egipt o, por ej em plo, era dem asiado caluroso com o par a poder aclim atar
el
t r igo
espr illa
( Trit icum
m onococum ) .
En
algunas
zonas
dist ant es,
los
com ponent es del lot e llegar on en épocas difer ent es: por ej em plo, la ganader ía ovina
pr ecedió a los cer eales en Eur opa sur occident al. Algunas de esas zonas pr ocedier on
a aclim atar algunos cult iv os r egionales pr opios, com o las am apolas en Eur opa
occident al y posiblem ent e los m elones en Egipt o. Per o la m ayor par t e de la
pr oducción alim ent ar ia en las zonas ex t er ior es dependía en sus com ienzos de las
aclim at aciones or iundas del Cr ecient e Fér t il. Su difusión fue pr ont o seguida por la
de invent os o innovaciones de ot ra índole con or igen en el Crecient e Fért il o en sus
cer canías, com o la r ueda, la escr it ur a, las t écnicas m et alúr gicas, la ext r acción de
leche, los árboles frut ales y la producción de vino y cer veza.
¿Por qué act iv ó el m ism o lot e de plant as la pr oducción alim ent ar ia por t oda Eurasia
occident al? ¿Acaso por que la m ism a gam a de v eget ales ex ist ía en est ado silv estr e
en m uchas zonas, en donde descubrieron su ut ilidad al igual que en el Crecient e
Fér t il, cult ivándolas por separado? No: no es ésa la r azón. En pr im er lugar , m uchas
de las plant as básicas del Cr ecient e Fér t il ni siquier a se dan en est ado silv estr e
fuer a de Asia sur occident al. Por ej em plo: ninguna de las ocho plant as básicas m ás
im por t ant es, a excepción de la cebada, crece silv est r e en Egipt o. El v alle del Nilo
egipcio const it uye un m edio ecológico sim ilar a los valles del Tigris y del Éufr at es en
el Cr ecient e Fér t il. De ahí que el lot e veget al que se desar r ollar a bien en est os valles
se adapt ase asim ism o en el Valle del Nilo con adecuación suficient e com o para
act iv ar el auge espect acular de la civ ilización aut óct ona egipcia. Per o los alim ent os
que im pulsar on ese auge espectacular no ex ist ían en un pr incipio en Egipt o. La
esfinge y las pir ám ides fuer on er igidas por gent es alim ent adas a base de cult iv os de
origen aut óct ono en el Crecient e Fért il, no en Egipt o.
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En segundo t ér m ino, incluso par a aquellas plant as cuyo ant epasado silv est r e cr ece
fuer a de Asia sur occident al, podem os casi asegurar que sus cult iv os en Eur opa e
I ndia se obt uvier on en su m ayor ía a par t ir de Asia sur occident al y no pr ocedían de
adapt aciones aut óct onas. Por ej em plo, el lino silv est r e se da hacia el oest e hast a
Gr an Br et aña y Argelia y al est e hast a el m ar Caspio, m ient r as que la cebada
silv est r e cr ece al est e incluso en Tíbet . No obst ant e, para la m ayor par t e de las
plant as básicas del Cr ecient e Fér t il, t odas las var iedades de cult iv o en el m undo
act ual t ienen en com ún una sola de las ser ies de cr om osom as que se hallan en el
ant ecesor silv est r e, o bien una sola m utación ( ent r e las m uchas posibles) por la que
las
var iedades
cult iv adas
difier en
del
ant ecesor
silv est r e
en
car act er íst icas
deseables para los hum anos. Es el caso de los guisant es cult iv ados, que poseen el
m ism o gen r ecesiv o que im pide la aper t ur a espont ánea de las v ainas m aduras, con
el consiguient e der r am e de guisant es, com o sucede con las vainas de la plant a
silvest r e.
Evident em ent e, la m ayor ía de las plant as aut óct onas básicas del Crecient e Fért il no
v olv ier on a adaptar se al cult iv o en par t e alguna después de su aclim at ación inicial
en dicha r egión del Cr ecient e Fér t il. Si se hubiesen adaptado por separado r epet idas
v eces, pr esent ar ían cualidades t r ansm it idas por esos or ígenes m últ iples en for m a de
ser ies div er sas de cr om osom as o m utaciones var iadas. De ahí que ést os sean
ej em plos t ípicos del fenóm eno de aclim at ación pr ior it ar ia del que ya hem os t rat ado.
La rápida difusión del lot e del Cr ecient e Fér t il pr edom inó ant e ot r as posibles
t ent at iv as, dent r o de dicha r egión o en cualquier par t e, de aclim at ar los m ism os
ant epasados silv est r es. Una v ez disponible la plant a para el cult iv o, ya no había
necesidad de r ecoger la en estado silv est r e, em pezando de nuev o la secuencia de
adapt ación.
Los ant epasados de la m ay or par t e de cultiv os básicos t ienen par ient es silv est r es,
en el Cr ecient e Fér t il y en ot r as zonas, cuy a adaptación hubier a sido asim ism o
posible. Por ej em plo, los guisant es per t enecen al géner o Pisum , que consist e en dos
especies silvest res: Pisum sativum , que fue la adaptada al cult iv o par a cosechar
nuest ros guisant es de huert a, y Pisum fulvum , que nunca fue obj et o de cult ivo. Sin
em bargo, los guisant es silv est r es de Pisum fulvum t ienen buen sabor , t ant o frescos
com o secos, y abundan en la v eget ación espont ánea. Asim ism o, el t r igo, la cebada,
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las lent ej as, los garbanzos, las alubias y el lino tienen num er osos par ient es
silv est r es adem ás de los adapt ados al cult iv o. Algunos de esos par ient es de las
j udías y de la cebada sí fuer on aclim at ados por separado en Am ér ica o en China,
lej os de la zona pr im it iv a de aclim at ación en el Cr ecient e Fér t il. Per o en Eur asia
occident al sólo se adaptó al cult iv o una de las var ias especies silv est r es que
pr esent aban per spect iv as favor ables: pr obablem ent e por que esa sola especie se
difundía con tal facilidad que los agr icult or es pront o cesar on de cosechar los dem ás
par ient es silvest r es y consum ían sólo el cult ivado. De acuer do una vez m ás con lo
que hem os vist o, la r ápida difusión del cult iv o se adelant ó a ot r as posibles
t ent at iv as sucesiv as de
adapt ar
sus par ient es,
así com o de
r eadaptar
su
ant epasado.
* * * *
¿Por qué fue tan r ápida la difusión de cult iv os a par t ir del Cr ecient e Fér t il? La
r espuest a depende en par t e de ese ej e est e- oest e de Eur asia con el que iniciábam os
est e capít ulo. Lugar es r epar t idos al est e y al oest e unos de ot r os en la m ism a lat it ud
t ienen en com ún la m ism a dur ación ex act a de los días y sus v ar iaciones
est acionales. En m enor gr ado, t ienden asim ism o a padecer enfer m edades sim ilar es
y a t ener r egím enes par ecidos de tem perat ur a y pr ecipit aciones, así com o hábit at s
o biom asa ( t ipos de v eget ación) . Por ej em plo, I t alia m er idional, el nor t e de I r án y
Japón, sit uados t odos casi a la m ism a latit ud per o separ ados sucesiv am ent e por
6500 km al est e u oest e de cada uno, se par ecen m ás ent r e sí por el clim a que cada
uno a zonas sit uadas a t an sólo 1500 km al sur . En t odos los cont inent es, el t ipo de
hábit at conocido com o bosque pluvial t r opical queda confinado al int er ior de unos
10º de lat it ud del ecuador , m ient r as que los hábit at s m edit er ráneos de m aleza
( com o el chaparr al de Califor nia y el m ont e baj o eur opeo) cr ecen ent r e unos 30º y
40º de lat it ud.
Per o la ger m inación y el cr ecim ient o de las plant as y su r esist encia a las
enfer m edades se adaptan pr ecisam ent e a esas par t icular idades del clim a. Los
cam bios estacionales de duración del día, tem per at ur a y r égim en de pr ecipit aciones
const it uyen fact or es que est im ulan la germ inación de las sem illas, el crecim ient o de
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los plant ones y el desar r ollo de flor es, sem illas y fr ut os en las plant as adult as. Las
poblaciones de plant as est án pr ogram adas genét icam ent e por selección nat ur al, de
m anera que puedan r esponder de form a apr opiada a los fact or es del r égim en
est acional baj o el que ev olucionan. Esos r egím enes var ían consider ablem ent e con la
lat it ud. Por ej em plo, la dur ación del día es const ant e a lo lar go de todo el año en el
ecuador, per o en zonas t em pladas aum enta confor m e los m eses t ranscurr en desde
el solst icio de in vier no al solst icio de ver ano, a par t ir del cual vuelv e a dism inuir
dur ant e el siguient e sem est r e. La est ación de cr ecim ient o, es decir los m eses cuya
t em per at ur a y hor as de luz son adecuados para el desar r ollo de la plant a, es m ás
cor t a en lat it udes alt as y m ás lar ga hacia el ecuador. Las plant as se adapt an
t am bién a las enfer m edades ex t endidas en sus lat it udes.
¡Ay de la plant a cuy o pr ogram a genét ico no se adecúe a la lat it ud del t er r eno en el
que ha sido sem br ada! I m agínese un granj er o canadiense lo bast ant e insensat o
com o para plant ar una var iedad de m aíz adapt ada a desar r ollar se m ás al sur, en
Méx ico. La infor t unada planta, con ar r eglo a su pr ogr am a genét ico adaptado a
Méx ico, se pr eparar ía para hacer br ot ar sus r et oños en m ar zo, encont rándose
t odav ía sepult ada baj o m ás de dos m et r os de niev e. Aunque la plant a se
r epr ogram ar a genét icam ent e par a ger m inar en una época m ás adecuada de Canadá
—digam os que a finales de j unio—, seguir ía t eniendo problem as por otr as r azones.
Sus genes la har ían cr ecer a un r it m o par sim onioso, sólo suficient e par a alcanzar la
plena m adur ez en cinco m eses. Ést a t áct ica r esult a per fect a en el clim a suav e de
Méx ico, per o en Canadá gar ant iza la cat ást r ofe de la m uer t e de la plant a por las
heladas del ot oño, ant es de haber pr oducido ni una sola m azor ca de m aíz m adur o.
Asim ism o, la plant a car ecer ía de genes de r esist encia a las enfer m edades de los
clim as sept ent r ionales, pues ser ía por t ador a de genes sólo út iles par a r esist ir las
enfer m edades m er idionales. Todas est as car act er íst icas hacen que las plant as de
baj a lat it ud se adapt en deficient em ent e a las condiciones de lat it udes alt as, y
vicever sa. En consecuencia, la m ayor par te de los cult ivos del Cr ecient e Fér t il se
desarr ollan bien en Fr ancia y Japón, pero m al en zonas ecuat or iales.
Tam bién los anim ales est án adapt ados a r asgos clim át icos r elacionados con la
lat it ud. En est e aspect o los hum anos som os anim ales t ípicos, com o aver iguam os
por int rospección. Muchos no podem os aguant ar los fríos inviernos nort eños con la
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cor t a dur ación de sus días y sus gér m enes car act er íst icos, m ient r as que ot ros nos
adapt am os a esos clim as per o no podem os sufr ir el calor t órr ido de los t r ópicos ni
las dolencias pr opias de ést os. En siglos r ecient es, los colonos procedent es de las
fr escas r egiones de Eur opa sept ent r ional que em igr aban a ult r am ar pr efer ían
hacer lo a zonas de par ecido fr escor en Am ér ica del Nor t e, Aust r alia y Sur áfr ica, o
est ablecer se en las t ier r as alt as, t am bién fr escas, del int er ior ecuat or ial de Kenia y
Nuev a Guinea. Los eur opeos que er an enviados a las cálidas t ier r as baj as tr opicales
solían m or ir de a m iles por enferm edades com o la m alar ia, cont ra la que en cam bio
los pueblos aut óct onos de esas r egiones habían desarr ollado alguna r esist encia
genét ica.
Ésa es en par t e la razón por la que los cult ivos dom est icados en el Cr ecient e Fér t il
se pr opagar on con t anta rapidez hacia el oest e y hacia el est e: se habían adapt ado
y a bien a los clim as de las r egiones hacia las que se ex pansionaban. Por ej em plo,
una v ez que la agr icult ur a cr uzó desde las llanur as de Hungr ía hast a Eur opa cent r al
hacia 5400 a.C., se ex t endió con t al rapidez que los lugar es donde se est ablecier on
los
pr im er os agr icult or es
fuer on
casi
cont em poráneos
en
t odo
el
t er r it or io
com pr endido ent r e Polonia y Holanda ( señalados por su alfar er ía car act er íst ica con
decor aciones lineales) . Hacia los t iem pos de Cr ist o, los cereales del Cr ecient e Fér t il
se cult ivaban ya por t oda la franj a de unos 15 000 k m que v a de la cost a at lánt ica
de I r landa a la or ient al de Japón. La ex t ensión oest e- est e de Eur asia es la dist ancia
m ás larga por t ier r a de nuest r o planet a.
De ahí que el ej e oest e- est e de Eurasia perm it iera que los cult ivos del Cr ecient e
Fér t il dier an r ápidam ent e or igen a la agricult ur a en t oda la fr anj a de lat it udes
t em pladas que v a desde I r landa hast a el v alle del I ndo, y enr iquecier an la que
em er gió por separ ado en Asia or ient al. A la inver sa, los cult ivos eur asiát icos que se
aclim at ar on por pr im er a v ez lej os del Cr ecient e Fér t il, per o en las m ism as lat it udes,
pudieron difundirse en sent ido opuest o hacia el Crecient e Fért il. Hoy, cuando las
sem illas son t r anspor t adas por t odo el planet a por bar co y av ión, dam os por sabido
que nuest ros alim ent os son un bat ibur rillo geográfico. El m enú de un rest aurant e
t ípico est adounidense de com ida r ápida incluir ía pollo ( dom est icado por pr im era v ez
en China) y pat at as ( de los Andes) o m aíz ( de México) , sazonado con pim ient a
negr a ( de I ndia) , acabando con una t aza de café ( de or igen et íope) . Per o no sólo
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ahora: hace ya unos 2000 años que los r om anos se nut r ían con su pr opia
m ezcolanza de alim ent os que en su m ay or ía er an or iginar ios de div er sas par t es de
su vast o I m per io. De sus cult iv os, sólo la av ena y las am apolas er an aut óct onas de
I t alia. Las m at er ias pr im as r om anas eran el lot e inicial del Cr ecient e Fér t il, con
suplem ent os de m em br illos ( or iginar ios del Cáucaso) ; m ij o y com inos (aclim at ados
en Asia cent r al) ; pepinos, sésam o y cít r icos ( de I ndia) ; y pollo, ar r oz, albar icoques,
m elocot ones y panizo ( or iundos de China) . Aunque las m anzanas r om anas eran al
m enos or iginar ias de Eurasia occident al, er an cult iv adas m ediant e t écnicas de
inj er t o que se habían desarr ollado en China ex t endiéndose desde allí hacia el oest e.
Aunque es Eur asia la que cont iene la fr anj a de la m ism a lat it ud m ás ancha del
m undo, y de ahí la r ápida difusión de aclim at aciones, ex ist en asim ism o ot r os
ej em plos. Riv alizando en velocidad de difusión con el lot e del Cr ecient e Fér t il, se
pr opagó hacia el est e un lot e subt r opical que se com puso por v ez pr im era en China
m er idional y que r ecibió añadidos al alcanzar el Asia sur or ient al t r opical, Filipinas,
I ndonesia y Nueva Guinea. En 1.600 años, el lot e r esult ant e de cult ivos ( ent r e los
que figur aban las bananas, el t ar o y el ñam e) y de anim ales dom ést icos ( pollos,
cer dos y perr os) se había ext endido a m ás de 8000 km hacia el est e por el Pacífico
t r opical hast a alcanzar las islas de Polinesia. Ot r o ej em plo par ecido es la difusión
est e- oest e de cult iv os en el int er ior de la dilat ada zona afr icana del Sahel, aunque
los paleobot ánicos t ienen t odavía que est udiar los det alles.
Com pár ese la facilidad de difusión est e- oest e en Eur asia con las dificult ades de
difusión a lo lar go del ej e nor t e- sur de Áfr ica. La m ay or par t e de los cult ivos
or iginar ios del Cr ecient e Fér t il llegar on a Egipt o con m ucha rapidez, y desde allí se
ex t endier on m uy hacia el sur a las t ier r as alt as de Et iopía, de clim a suav e, sin que
se ex t endier an m ás allá de ést as. El clim a m edit er r áneo de Suráfr ica hubier a sido
ideal par a esas plant as, pero los 3.000 k m de condiciones t r opicales que se
int er ponen ent r e Et iopía y Sur áfr ica fuer on una bar r era insuper able. En lugar de por
ést as, la agr icult ur a afr icana al sur del Sahar a fue im pulsada por la adapt ación de
plant as silv est r es ( com o el sor go y el ñam e afr icano) aut óct onas de la zona del
Sahel y de los t r ópicos de Áfr ica occident al, que se aclim atar on a las t em per at ur as
cálidas, a las lluvias del v er ano y a la duración r elat iv am ent e const ant e de los días
de esas lat it udes baj as.
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De for m a par ecida, la expansión hacia el sur de los anim ales dom ést icos del
Cr ecient e Fér t il quedó det enida o r alent izada por el clim a y la m or bilidad, en
especial por las afecciones de tr ipanosom a pr opagadas por la m osca tsé- t sé. El
caballo no pudo j am ás aclim at ar se m ás al sur de las r egiones de Áfr ica occident al
sit uadas al nor t e del ecuador. El av ance de los ganados vacuno, ovino y cabr ío se
det uvo durant e 2000 años en el lím it e nort e de las llanuras de Serenget i, m ient ras
que se desar r ollaban nuev os t ipos de econom ía hum ana y r azas de ganado. Las
v acas, ovej as y cabr as no logr aron alcanzar por fin Sur áfr ica hasta los dos pr im eros
siglos de la era cr ist iana, unos 8.000 años después de la aclim at ación del ganado en
el Cr ecient e Fér t il. Los cult iv os t r opicales afr icanos ex per im ent ar on sus pr opias
dificult ades en su ex pansión hacia el sur de Áfr ica, a cuy as r egiones m er idionales
llegar on con los agr icult or es negr os afr icanos ( los bant úes) , poco después de que lo
hicier an los anim ales del Cr ecient e Fér t il. No obst ant e, esos cult iv os t r opicales
afr icanos no pudier on jam ás cr uzar el r ío Fish de Suráfr ica, pues m ás allá de ést e se
v ier on fr enados por el clim a m edit er r áneo al que no est aban adaptados.
El r esult ado fue el cur so, t an fam iliar , de los dos últ im os m ilenios de la hist or ia
sur afr icana. Algunos de los pueblos k hoisan indígenas de Sur áfr ica (m ás conocidos
com o hot ent ot es y bosquim anos) adquir ieron la ganader ía per o per m anecier on sin
agricult ura. Su núm ero fue rebasado y fueron sust it uidos al norest e del río Fish por
agr icult or es afr icanos negr os, cuya ex pansión hacia el sur se det uv o en ese r ío. La
agr icult ur a sólo pudo pr osper ar en la zona de clim a m edit er r áneo de Sur áfr ica con
la llegada por m ar en 1652 de colonos eur opeos, que llev aban con ellos su lot e de
cult ivos del Crecient e Fért il. Los choques ent re t odos esos pueblos pr oduj o las
t r agedias de la Sur áfr ica m oder na: el r ápido ex t er m inio de los khoisan por los
gér m enes y las ar m as de fuego eur opeos; un siglo de guer r as ent r e eur opeos y
negr os; ot r o siglo de opr esión r acial; hast a llegar a las t ent at iv as act uales de
eur opeos y negr os por buscar un nuev o m odo de coex ist encia en las antiguas
t ier r as de los khoisan.
* * * *
Com pár ese asim ism o la facilidad de difusión en Eurasia con sus dificult ades a lo
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lar go del ej e nor t e- sur de Am ér ica. La dist ancia ent r e Mesoam ér ica y Am ér ica del
Sur , o m ás ex act am ent e, ent r e las t ier r as alt as de Méx ico y las de Ecuador , es sólo
de 2.000 km , m ás o m enos la m ism a que en Eur asia separ a los Balcanes de
Mesopot am ia. Los Balcanes apor t ar on condiciones de desar r ollo ideales par a la
m ay or ía de cult iv os y anim ales de Mesopot am ia, por lo que obt uvier on sus
aclim at aciones en conj unt o dent r o de los 2.000 años de la form ación del lot e en el
Cr ecient e Fér t il. Ésa r ápida difusión pr im ó sobr e las posibilidades de adapt ación de
especies iguales o sim ilar es en los Balcanes. Análogam ent e, el México m eset ar io y
los Andes hubier an sido idóneos par a la m ut ua difusión de m uchos de los cult ivos y
anim ales dom ést icos del uno y del ot r o. Así ocur r ió con algunos cult iv os, en especial
el m aíz m ex icano, que se ex t endier on a la ot r a r egión en la época pr ecolom bina.
Per o
ot ras
plantas
y
anim ales
dom ést icos
no
pudier on
ex pandir se
ent r e
Mesoam ér ica y Am ér ica del Sur . Las fr escas m eset as de Méx ico hubier an apor tado
las condiciones ideales par a la cr ía de llam as, cobay as y pat at as, aclim at ados t odos
ellos en las fr escas t ier r as alt as de los Andes sur am er icanos. Sin em bar go, la
difusión hacia el nor t e de esas especies andinas quedó fr enada en seco por las
cálidas t ier r as baj as que se int er ponían en Am ér ica Cent r al. Cinco m il años después
de que la llam a se aclim at ar a en los Andes, los olm ecas, m ayas, azt ecas y dem ás
t r ibus aut óct onas de Méx ico t odavía no disponían de anim ales adaptados ni de
m am ífer o dom ést ico com est ible alguno a ex cepción del per r o.
A la inv er sa, los pavos dom ést icos de Méx ico y los gir asoles del est e de Est ados
Unidos podr ían haber encont r ado condiciones fav or ables en los Andes, per o su
ex pansión hacia el sur fue det enida por los clim as tr opicales que separ an am bas
zonas. Los poco m ás de 1000 k m de dist ancia sur - nor t e im pidier on que el m aíz, las
calabazas y los fr ij oles de Méx ico llegar an al sur oest e de Est ados Unidos hast a
v ar ios m iles de años después de su aclim at ación en Méx ico, y las quenopodiáceas y
los chiles m exicanos no lograron alcanzarlo nunca en t iem pos prehist ór icos. Durant e
m iles de años post er ior m ent e a su aclim at ación en Méx ico, el m aíz no pudo
ex pandir se hacia el nor t e hasta el est e de Est ados Unidos, a causa de las
condiciones clim át icas y la est ación de crecim ient o m ás cort a que exist ían en est e
últ im o. En algún m om ent o ent r e el año 1 y 200, el m aíz apar eció por fin en el est e
de Est ados Unidos, per o sólo com o cult ivo m uy poco im por t ant e. Hast a 900,
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después de haber se desar r ollado var iedades r esist ent es de m aíz que se adaptaban
a los clim as nor t eños, no fue posible que una agr icult ur a basada en el m aíz
cont r ibuyese al flor ecim ient o de la m ás com plej a de las sociedades indígenas de
Am ér ica del Nor t e: la cult ur a de Misisipí, a cuya prosper idad pusier on fin los
gér m enes int r oducidos por los eur opeos a par t ir del descubr im ient o de Cr ist óbal
Colón.
Recor dem os que la m ayor ía de cult iv os del Cr ecient e Fér t il, t r as su est udio genét ico,
r esult an der iv ar de un solo proceso de adapt ación, que se difundió con t al r apidez
que pr ev aleció sobr e cualesquier a ot ras aclim at aciones incipient es de las m ism as o
parecidas especies. En cam bio, m uchos cult ivos aut óct onos am ericanos que
apar ent em ent e se habían ex pandido r esult ar on ser especies r elacionadas o incluso
v ar iedades genét icam ent e dist int as de la m ism a especie, aclim at adas por separado
en Mesoam ér ica, Am ér ica del Sur y el est e de Est ados Unidos. Ent r e am arant os,
j udías, quenopodiáceas, chiles, algodones, cucur bit áceas y tabacos, las especies
est r echam ent e r elacionadas ent r e sí se sust it uy en unas a ot r as en la geogr afía.
Var iedades difer ent es de la m ism a especie se r eem plazan m ut uam ent e ent r e los
fr ij oles, las j udías « lim a», los chiles Capsicum annuum / chínense y las cucur bit áceas
Cucur bita pepo. Est os legados de adapt aciones independient es m últ iples apor tan un
t est im onio m ás de la lent a difusión de los cult ivos a lo lar go del ej e nor t e- sur de
Am ér ica.
Áfr ica y Am ér ica son por ello las dos m asas cont inent ales en cuy os ej es pr edom ina
la or ient ación nor t e- sur con el r esult ado de difusión lent a. En ot r as par t es del
m undo, la lent it ud de la difusión nor t e- sur fue im port ant e en m enor escala. Ent re
est os ot r os ej em plos, t enem os el int er cam bio de cult ivos a paso de t or t uga ent r e el
v alle del I ndo paquist aní e I ndia m er idional, la lent a ex pansión de la pr oducción
alim ent ar ia de China m er idional hacia Malasia peninsular , y la falt a de alcance de la
pr oducción de los tr ópicos de I ndonesia y Nuev a Guinea en t iem pos pr ehist ór icos a
las t ier r as agr ícolas m oder nas del suroest e y sur est e de Austr alia r espect iv am ent e.
Est as dos zonas son ahor a el graner o del país, per o est án a m ás de 3000 k m al sur
del ecuador . Por ello, las act iv idades agr ícolas t uvier on que esper ar en ést as la
llegada desde la lej ana Eur opa, en barcos eur opeos, de cult iv os adapt ados a las
suav es condiciones clim át icas y la cor t a est ación de cr ecim ient o de Eur opa.
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Me he ex t endido en la cuest ión de la lat it ud, que puede ev aluar se fácilm ent e
obser v ando un m apa, por que ésta es elem ent o pr incipal det er m inant e del clim a, las
condiciones de desar rollo y la facilidad de difusión de la producción alim ent ar ia. Sin
em bargo, la lat it ud no es, por supuest o, el único de t ales elem ent os det erm inant es,
y no siem pr e es cier t o que las r egiones lim ít r ofes sit uadas a una m ism a lat it ud
t engan el m ism o clim a ( aunque sí t ienen inequívocam ent e la m ism a duración del
día) . Las bar r eras t opogr áficas y ecológicas, m ucho m ás pr onunciadas en unos
cont inent es que en ot r os, fueron im port ant es obst áculos regionales a la difusión.
Por ej em plo, la difusión de cult ivos ent r e el sur est e y el sur oest e de Est ados Unidos
fue m uy lent a y select iv a a pesar de que am bas r egiones est án a la m ism a lat it ud.
Ello se debió a que gr an par t e de la super ficie de Tex as y de las gr andes llanur as
m er idionales que las separan son secas y poco adecuadas par a la agr icult ur a.
Ej em plo cor r espondient e en Eur asia fue el de los cult iv os del lím it e or ient al del
Crecient e Fért il, que se expandieron con rapidez hacia el oest e al At lánt ico y hacia el
est e al v alle del I ndo sin t opar con obst áculos im por t ant es; per o m ás al est e, en
I ndia, el cam bio de un r égim en de pr ecipit aciones pr edom inant es en invier no a otr o
de pr ecipit aciones predom inant es en verano cont ribuyó a una difusión m ucho m ás
r et ar dada de la agr icult ur a, que ex igía cult ivos y pr áct icas agr ícolas dist int os, hacia
la llanur a del Ganges en I ndia nor or ient al. Aún m ás al est e, las zonas t em pladas de
China quedaban aisladas y a gr an dist ancia de las zonas de Eur asia occident al de
clim a sim ilar por el conj unt o form ado por el desier t o cent r oasiát ico, la m eset a de
Tíbet y la cor diller a del Him alay a. Así, el desar r ollo inicial de la pr oducción
alim ent ar ia en China se pr oduj o con independencia del que t uv o lugar a la m ism a
lat it ud en el Crecient e Fért il, haciendo que surgieran cult ivos t ot alm ent e dist int os.
No obst ant e, incluso esas bar reras que se int erponen ent re China y Eurasia
occident al fuer on super adas por lo m enos en par t e durant e el segundo m ilenio a.C.,
en que el t r igo, la cebada y los caballos de Asia occident al alcanzar on China.
Por lo m ism o, la pot encia de un desplazam ient o nor t e- sur de 3.000 km v ar ía
t am bién según las condiciones r egionales. La producción alim ent ar ia del Cr ecient e
Fér t il se ex pandió hacia el sur a lo largo de dicha dist ancia a Et iopía, y la pr oducción
de alim ent os bant ú se pr opagó velozm ent e desde la r egión de los Gr andes Lagos
afr icanos hacia el sur a Nat al, por que en est os dos casos las zonas int er puest as
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t ienen r egím enes de pr ecipit aciones par ecidos y son adecuadas para la agr icult ur a.
En cont r ast e, la difusión de cult ivos desde I ndonesia al sur oest e de Aust r alia fue
absolut am ent e im posible, y la difusión a dist ancia m ucho m enor desde Méx ico al
sur oest e y sur est e de Est ados Unidos fue lent a debido a que las zonas que er a
pr eciso cr uzar eran desier t os host iles a la agr icult ur a. La falt a de una m eset a de
gr an alt it ud en Mesoam ér ica al sur de Guat em ala, y la est r echez ex t r em a de la
fr anj a cont inent al al sur de Méx ico, en especial en Panam á, fuer on por lo m enos tan
im por t ant es com o el gradient e lat it udinal en la obstaculización de int er cam bios de
cult ivos y anim ales ent re las t ier ras alt as de México y de los Andes.
Las difer encias cont inent ales de or ient ación de ej es afect ar on la difusión no sólo de
la pr oducción de alim ent os, sino asim ism o de ot ras t ecnologías e invent os. Por
ej em plo, alr ededor de 3000 a.C. la invención de la r ueda en o cer ca del sur oest e de
Asia se ex pandió con r apidez hacia el oest e y hacia el est e a t r avés de gr an par t e de
Eur asia en unos pocos siglos, m ient r as que el inv ent o de la r ueda en el México
pr ehist ór ico, independient e de aquélla, nunca llegó a ex pandir se hacia el sur a los
Andes. De m odo sim ilar , la escr it ur a alfabética r udim ent ar ia, que se desarr olló en la
par t e occident al del Cr ecient e Fér t il alr ededor de 1500 a.C., se difundió hacia el
oest e a Car t ago y hacia el est e al subcont inent e indio en poco m ás o m enos 1000
años, pero los sist em as m esoam er icanos de escr it ur a que flor ecier on en t iem pos
pr ehist ór icos durant e por lo m enos 2.000 años nunca llegar on a los Andes.
Lógicam ent e, la r ueda y la escr it ur a no est án influidas de for m a dir ect a por la
lat it ud y la dur ación del día com o ocur r e con los cult iv os. Sin em bar go, ex ist en
v ínculos indir ect os, en par t icular a t rav és de la pr oducción de alim ent os y sus
consecuencias. Las r uedas m ás pr im it iv as for m aban par t e de car ros t ir ados por
buey es que se ut ilizaban en el t r anspor te de pr oduct os agr ícolas. Las pr im eras
escr it ur as er an ex clusiv as de élit es sost enidas por agr icult or es pr oduct or es de
alim ent os, y servían a diversos fines de sociedades económ icas y socialm ent e
com plej as basadas en la pr oducción de alim ent os ( efect os com o la propaganda r eal,
los invent ar ios de m er cader ías y los r egist r os bur ocrát icos) . En gener al, las
sociedades que se dedicaban a gr andes int er cam bios de cult iv os, ganados y
t ecnologías r elacionadas con la pr oducción alim ent ar ia er an m ás pr opensas a
em pr ender asim ism o ot r os int er cam bios.
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La canción
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pat r iót ica est adounidense Am erica t he Beaut iful
invoca nuest ros
hor izont es abier t os, nuest ras olas doradas de espigas, de uno a otr o m ar
r esplandecient e. En r ealidad, esa canción falsea las r ealidades geogr áficas. Al igual
que en Áfr ica, en Am ér ica la difusión de cult iv os aut óct onos y anim ales dom ést icos
se v io r alent izada por hor izont es lim it ados y bar r eras ecológicas. Jam ás hubo olas
de cer eales que se ex t endier an desde la cost a at lánt ica de Am ér ica del Nor t e a la
del Pacífico, desde Canadá hasta la Patagonia; o desde Egipt o a Am ér ica del Sur ,
m ient r as que olas de doradas espigas de t r igo y cebada sí que llegar on a ex t ender se
desde el At lánt ico al Pacífico a t rav és de los hor izont es abier t os de Eurasia. La
difusión m ás veloz de la agr icult ur a eur asiát ica, en com par ación con la de las
agr icult ur as de la Am ér ica indígena y del Áfr ica subsahar iana, desem peñó un papel
( com o se ex plicará en la sección siguient e de est e libr o) en la difusión m ás r ápida
de escr it ur as, m etalur gias, t ecnologías e im per ios eur asiát icos.
El poner de r eliev e t ales difer encias no significa pr et ender que los cult iv os de am plia
difusión sean adm ir ables, o que test im onien un ingenio super ior de los pr im er os
agr icult or es eur asiát icos. Reflej an, sí, la or ient ación del ej e eur oasiát ico en
com paración con el de Am ér ica o Áfr ica. Alr ededor de est os ej es han gir ado los
av at ar es de la hist or ia.
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Pa r t e I I I
D e los alim e nt os a la s a rm a s, los gér m e n e s y e l a cer o
Ca pít u lo 1 1
El re ga lo m or t a l de l ga n a do
Hem os ex am inado ya cóm o la pr oducción de alim ent os sur gió en un núm er o
r educido de cent r os, y cóm o se pr opagó a r it m os desiguales desde esas zonas a
ot r as. Est as difer encias geográficas const ituyen im por t ant es r espuest as en últ im a
inst ancia a la pr egunta de Yali acer ca de por qué difer ent es pueblos t er m inar on con
gr ados dist int os de poder y pr osper idad. Sin em bar go, la pr oducción de alim ent os
por sí sola no es una causa inm ediat a. En una lucha de uno cont r a uno, un
agr icult or desnudo no habr ía t enido vent aj a alguna sobr e un cazador - r ecolect or
desnudo.
En cam bio, una par t e de la ex plicación del poder de los agr icult or es r eside en la
m uy super ior densidad de población que la pr oducción de alim ent os podía
sust ent ar : diez agr icult or es desnudos t endr ían sin duda v ent aj a sobr e un cazador recolect or desnudo en una lucha. La ot ra part e es que ni los agricult ores ni los
cazadores-recolect ores est án desnudos, al m enos no lo est án m et afóricam ent e
hablando. Los agr icult or es t ienden a ex halar gérm enes m ás desagr adables, a
poseer m ejor es arm as y ar m aduras, a poseer por lo gener al t ecnologías m ás
poder osas y a v iv ir baj o gobier nos cent ralizados con élit es ilust r adas m ás capaces
para libr ar guer ras de conquist a. De ahí que en los cuat r o capít ulos siguient es
analizar em os cóm o la causa últ im a de la pr oducción de alim ent os conduj o a las
causas inm ediatas de los gér m enes, la escr it ur a, la t ecnología y el gobier no
cent r alizado.
Los vínculos que relacionan el ganado y los cult ivos con los gérm enes m e fueron
ilust r ados de m anera inolv idable gr acias a un caso hospit alar io del que t uv e
conocim ient o a t r av és de un m édico am igo. Cuando m i am igo era un j oven m édico
sin ex per iencia, fue llam ado a la habit ación de un hospit al par a ocupar se de una
par ej a casada agot ada por una m ist er iosa enfer m edad. No ay udó el hecho de que la
par ej a t am bién t uvier a dificult ades de com unicación ent r e sí y con m i am igo. El
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m ar ido er a un hom br e pequeño y t ím ido, enfer m o de neum onía causada por un
m icr obio no ident ificado, y con sólo un dom inio lim it ado de la lengua inglesa.
Act uaba de t raductora su bella esposa, preocupada por el est ado de su m ar ido y
at em or izada por el ent or no desconocido del hospit al. Mi am igo est aba agot ado
t am bién t ras una larga sem ana de tr abaj o en el hospit al y por el int ent o de
av er iguar qué fact or es de r iesgo no habit uales podr ían haber causado la ext r aña
enfer m edad. La t ensión hizo que m i am igo olv idar a t odo aquello que le habían
enseñado acer ca de la confidencialidad del pacient e: com et ió el t r em endo er r or de
pedir a la m uj er que pr egunt ase a su m ar ido si había t enido alguna ex per iencia
sex ual que pudier a haber causado la infección.
Baj o la m ir ada del m édico, el m ar ido se r ubor izó, se encogió hast a par ecer m ás
pequeño aún, int ent ó desapar ecer debaj o de las sábanas y con v oz ent r ecor t ada
dij o unas palabr as con voz apenas audible. Su esposa gr it ó súbit am ent e pr esa de
cóler a y se ir guió hast a par ecer m ucho m ás alt a que él. Ant es de que el m édico
pudier a det ener la, agarr ó un pesado fr asco m et álico, lo est am pó con t oda su fuer za
en la cabeza de su m ar ido y salió despot r icando de la habit ación. El m édico t ar dó
algún t iem po en r eanim ar al m ar ido y m ucho m ás en saber, a t rav és del inglés
ent r ecor t ado del hom br e, qué había dicho para encoler izar de ese m odo a su
esposa. La r espuest a sur gió lent am ent e: había confesado que había m ant enido
r eit er adas r elaciones sex uales con ov ej as en una v isit a r ecient e a la gr anj a fam iliar ;
quizá fue así com o había contr aído el m ist er ioso m icr obio.
Ést e incident e par ece ex t r añam ent e ex cepcional y sin posibles significaciones m ás
am plias. De hecho, ilust r a un t em a inm enso de gr an im por tancia: las enfer m edades
hum anas de or igen anim al. Muy pocos de nosot r os am am os a las ovej as en el
sent ido
car nal
de
est e
pacient e.
Per o
la
m ay or ía
de
nosotr os
am am os
plat ónicam ent e a la m ay or ía de nuest ras m ascotas anim ales, com o perr os y gatos.
En cuant o que sociedad, par ecem os t ener sin duda una inclinación desor denada por
las ovej as y ot r os anim ales, a j uzgar por el inm enso núm er o de ellos que cr iam os.
Por ej em plo, en la fecha en que se r ealizó un censo r ecient e, los 17 085 400
habit ant es de Aust r alia t enían un concept o t an elev ado de las ovej as que poseían
161 600 000 de ellas.
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Algunos de nosot ros, adult os, y m ás aún nuest ros hij os, cont r aem os enferm edades
infecciosas de nuest ros anim ales dom ést icos. Norm alm ent e no son m ás que una
m olest ia, per o algunas han ev olucionado hast a t r ansfor m ar se en algo m ucho m ás
gr av e. Los pr incipales elem ent os m or t ífer os para la hum anidad en nuest r a hist or ia
r ecient e —la v ir uela, la gr ipe, la t uber culosis, la m alar ia, la pest e, el saram pión y el
cóler a— son enfer m edades cont agiosas que ev olucionar on a par t ir de enfer m edades
de los anim ales, aun cuando la m ay or ía de los m icr obios r esponsables de nuest r as
enfer m edades epidém icas est én par adój icam ent e casi lim it ados ahor a a los ser es
hum anos. Dado que las enfer m edades han sido los pr incipales elem ent os m or t ífer os
de los ser es hum anos, han sido por ello fact or es configurador es decisiv os de la
hist or ia. Hast a la segunda guerr a m undial, er an m ás num er osas las v íct im as de
guer ra que m or ían a causa de m icr obios cont r aídos dur ant e la guer ra que de
her idas sufr idas en com bat e. Todas las hist or ias m ilit ar es que glor ifican a los
gr andes generales sim plifican en ex ceso la pr osaica v er dad: los vencedor es de las
guer ras del pasado no fuer on siem pr e los ej ér cit os que disponían de los m ej or es
gener ales y las m ej or es arm as, sino que a m enudo fuer on sim plem ent e aquellos
que por taban los gér m enes m ás desagr adables par a tr ansm it ir los a sus enem igos.
Los ej em plos m ás som br íos del papel de los gér m enes en la hist or ia se encuent r an
en la conquist a europea de Am ér ica que com enzó con el viaj e de Colón en 1492.
Aun siendo num erosos los indígenas am ericanos que fueron víct im as de los
conquist ador es españoles, fuer on m uchos m ás los que cayer on v íct im as de los
m icr obios españoles. ¿Por qué fue t an desigual el int er cam bio de gérm enes
desagr adables ent r e Am ér ica y Eur opa? ¿Por qué las enfer m edades de los indígenas
am er icanos no diezm ar on a los invasor es españoles, se pr opagar on a Eur opa y
acabaron con el 95 por 100 de la población eur opea? Pr eguntas sem ej antes sur gen
en relación con m uchos ot r os pueblos aut óct onos que fueron diezm ados por
gérm enes eurasiát icos, así com o en relación con los posibles conquist adores
europeos que fuer on diezm ados en los t r ópicos de África y Asia.
Así pues, se t r at a de cuest iones r elat ivas a los or ígenes anim ales de las
enfer m edades hum anas las que est án det rás de la paut a m ás am plia de la hist or ia
hum ana, y det rás de alguna de las cuest iones m ás im por t ant es de la salud hum ana
en nuest r os días. (Pensem os en el sida, una enfer m edad hum ana de propagación
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ex plosiv a que par ece haber ev olucionado a par t ir de un v ir us r esident e en m onos
afr icanos
salv aj es) .
Ést e
capít ulo
com enzar á
exam inando
qué
es
una
«enfer m edad», y por qué algunos m icr obios han ev olucionado hast a «poner nos
enfer m os», m ient r as que la m ay or ía de las dem ás especies de ser es v iv os no nos
ponen enfer m os. Exam inar em os por qué m uchas de nuest ras enfer m edades
infecciosas m ás conocidas se pr esent an en for m a de epidem ia, com o nuest ra act ual
epidem ia de sida y las epidem ias de «m uer t e negr a» ( pest e bubónica) de la Edad
Media. Consider ar em os a cont inuación cóm o los ant epasados de los m icr obios que
ahora est án circunscrit os a nosot ros se t ransm it ieron a part ir de sus huéspedes
anim ales or iginar ios. Finalm ent e, v er em os cóm o el análisis de los or ígenes anim ales
de
nuest r as
enfer m edades
cont agiosas
ay uda
a
explicar
el
t r ascendent al
int er cam bio, práct icam ent e unidir eccional, de gér m enes ent r e los europeos y los
indígenas am er icanos.
* * * *
Nat ur alm ent e, est am os pr edispuest os a pensar en las enfer m edades únicam ent e
desde nuest r o punt o de v ist a: ¿qué podem os hacer para salv ar nos y m at ar los
m icrobios? Acabem os con esos bribones, y no nos preocupem os de cuáles son sus
m ot iv aciones. En la v ida en gener al, sin em bar go, t enem os que com pr ender al
enem igo para poder derr ot ar le, y est e enunciado se cum ple especialm ent e en
m edicina.
Com encem os, pues, dejando a un lado t em poralm ent e nuest ro sesgo hum ano y
ex am inando las enfer m edades desde el punt o de v ist a de los m icr obios. Al fin y al
cabo, los m icr obios son un pr oduct o de la selección nat ur al en la m ism a m edida que
nosot ros lo som os. ¿Qué beneficio evolut ivo obt iene un m icrobio de ponernos
enfer m os de m aner as singular es, com o producir nos úlcer as genit ales o diar r ea? ¿Y
por qué deber ían ev olucionar los m icr obios hast a ser capaces de m at ar nos? Est o
par ece especialm ent e desconcer t ant e y cont r apr oducent e, pues un m icr obio que
m at a a su huésped se m at a a sí m ism o.
Básicam ent e,
los
m icrobios
evolucionan
com o
ot ras
especies.
La
evolución
selecciona aquellos indiv iduos m ás eficaces en la pr oducción de cr ías y en la
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pr opagación de ést as a lugar es adecuados para v iv ir . Par a un m icr obio, la
pr opagación puede definir se m at em át icam ent e com o el núm er o de nuev as v íct im as
infect adas por cada pacient e or iginal. Ése núm er o depende de cuánt o t iem po siga la
v íct im a siendo capaz de infect ar a nuev as v íct im as, y del gr ado de eficacia con el
que el m icr obio se t r asm it a de una v íct im a a la siguient e.
Los m icr obios han desarr ollado div er sas m aner as de pr opagar se de una per sona a
ot r a, y de los anim ales a las per sonas. El ger m en que se pr opaga m ej or dej a m ás
cr ías y t er m ina siendo fav or ecido por la selección nat ur al. Muchos de nuest r os
«sínt om as» de enfer m edades r epr esent an en r ealidad form as en las que algunos
condenados
e
int eligentes
m icrobios
m odifican
nuest ros
cuerpos
o
nuest ro
com por t am ient o de t al m aner a que est em os dispuest os a pr opagar m icrobios.
La m aner a m ás nat ur al en que un ger m en puede pr opagar se consist e sim plem ent e
en esper ar ser tr ansm it ido pasiv am ent e a la siguient e v íct im a. Ést a es la est r at egia
pr act icada por los m icr obios que esper an que un huésped sea com ido por el
huésped siguient e: por ej em plo, la bact er ia salm onella, que contr aem os com iendo
huev os o car ne infect ados; el gusano r esponsable de la t r iquinosis, que pasa de los
cer dos a nosot r os esper ando que nosotr os m at em os al cerdo y lo com am os sin una
cocción adecuada; y el gusano causant e de la anisaquiasis, con la que los japoneses
y est adounidenses am ant es del sushi se infect an ocasionalm ent e al consum ir
pescado cr udo. Est os par ásit os pasan a una persona de un anim al com ido, per o el
v ir us causant e de la enfer m edad de la r isa ( kur u) en las t ier ras alt as de Nuev a
Guinea solía pasar de una per sona a ot ra per sona al com er la car ne de la que
por t aba la enfer m edad. Era t ransm it ido por canibalism o, cuando los niños de las
t ier r as alt as com et ían el fat al er r or de chupar se los dedos después de j ugar con los
sesos cr udos que sus m adr es acababan de sacar de las víct im as m uer t as de kur u
que esper aban ser cocinadas.
Algunos m icr obios no esper an que el viej o huésped m uera y ser com idos, sino que
v iaj an en la saliv a de un insect o que m uer de al ant iguo huésped y vuela hast a
encont r ar un nuev o huésped. El v iaj e gr at uit o puede ser pr opor cionado por
m osquit os, pulgas, pioj os o m oscas t sé- t sé que pr opagan la m alar ia, la pest e, el
t ifus o la enfer m edad del sueño, r espect iv am ent e. La m ás sucia de las est r at agem as
para el t r anspor t e pasiv o es per pet r ada por los m icr obios que pasa una m uj er a su
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fet o y, por t ant o, infect an a los niños y a en el m om ent o de su nacim ient o. Al
r ecur r ir a esa est rat agem a, los m icr obios r esponsables de la sífilis, la r ubéola, y
ahora el sida, plant ean dilem as ét icos con los que las per sonas que cr een en un
universo fundam ent alm ent e j ust o t ienen que luchar denodadam ent e.
Ot ros gérm enes resuelven la cuest ión por su cuent a, m et afóricam ent e hablando.
Modifican la anat om ía o los hábit os de su huésped de tal m anera que aceler an su
t r ansm isión. Desde nuest ra perspect iv a, las úlcer as genit ales abier t as causadas por
enfer m edades venér eas com o la sífilis son una t er r ible indignidad. Desde el punt o
de v ist a de los m icr obios, sin em bar go, sólo son un m ecanism o út il para conseguir
la ay uda de un huésped a fin de inocular m icr obios en una cav idad cor por al de un
nuev o huésped. Las lesiones cut áneas causadas por la v ir uela pr opagan asim ism o
los m icr obios m ediant e el cont act o corporal dir ect o o indir ect o ( ocasionalm ent e m uy
indir ect o, com o cuando los blancos estadounidenses decididos a ex t er m inar a los
indígenas am er icanos «beliger ant es» les enviaban com o r egalo m antas que habían
sido ut ilizadas pr ev iam ent e por enfer m os de v ir uelas) .
Más vigor osa aún es la est rat egia pr act icada por los m icr obios de la gr ipe, el
r esfr iado com ún y la t os fer ina, que inducen a la v íct im a a t oser o est or nudar,
lanzando de est e m odo una nube de m icrobios hacia posibles nuev os huéspedes. De
m anera sem ej ant e, la bact er ia del cóler a induce a su víct im a a una sev er a diar r ea
que hace llegar las bact er ias a los sum inist r os de agua de posibles nuev as v íct im as,
m ient r as que el v ir us r esponsable de la fiebr e hem or rágica cor eana se t ransm it e en
la or ina de los r at ones. Para la m odificación del com por t am ient o de un huésped,
nada es com par able al v ir us de la rabia, que no sólo se int r oduce en la saliv a de un
per r o infect ado sino que im pulsa al per ro a un fr enesí de m or dedur as y, por tant o, a
infect ar a m uchas nuev as v íct im as. Per o en cuant o a esfuer zo físico por par t e del
pr opio ger m en, el pr em io sigue r ecay endo en gusanos com o el anquilost om a y el
esquist osom a, que ex cav an act iv am ent e en la piel del huésped desde el agua o el
suelo en los que sus lar v as habían sido ex cr et adas en las heces de una v íct im a
ant er ior .
Así pues, desde nuest r o punt o de v ist a las úlcer as genit ales, la diar r ea y la t os son
«sínt om as de la enfer m edad». Desde el punt o de v ist a del ger m en, son est rat egias
evolut ivas int eligent es par a t ransm it ir el ger m en. Por eso el ger m en t iene int er és en
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«poner nos enfer m os». Pero ¿por qué deber ía un ger m en desar r ollar la est r at egia
apar ent em ent e cont r apr oducent e de m at ar a su huésped?
Desde la per spect iv a del ger m en, se t r ata únicam ent e de una consecuencia no
buscada ( ¡tr ist e consuelo par a nosot r os!) de sínt om as del huésped que pr om uev en
una t ransm isión eficaz de los m icr obios. Sí, un pacient e de cóler a no t rat ado puede
m or ir finalm ent e por la pr oducción de fluido diar r eico a un r it m o de m uchos lit r os
diar ios. Al m enos dur ant e algún t iem po, sin em bargo, en t ant o en cuant o el
pacient e cont inúe v iv o, la bact er ia del cóler a saca par t ido de la t r ansm isión m asiv a
a los sum inist r os de agua de sus pr óxim as v íct im as. Siem pr e que cada v íct im a
infect e, por tant o, por t érm ino m edio a m ás de una nuev a víct im a, la bact er ia se
pr opagará, aunque el pr im er huésped m uera.
* * * *
Hasta aquí, nuest r o im par cial ex am en de los int er eses de los gér m enes. Volv am os
ahora a ex am inar nuest r os pr opios int er eses egoíst as: par a seguir v iv os y sanos, lo
m ej or que podem os hacer es m atar a los condenados gérm enes. Una de nuest r as
r espuest as habit uales a la infección consist e en desar r ollar fiebr e. Una vez m ás,
est am os acost um br ados a considerar la fiebr e com o un «sínt om a de enfer m edad»,
com o si se desarr ollar a inevit ablem ent e sin cum plir función alguna. Per o la
r egulación de la t em per at ur a cor por al est á baj o nuestr o cont rol genét ico y no tiene
lugar sólo por accident e. Unos cuantos m icr obios son m ás sensibles al calor que
nuest r os cuer pos. Al elev ar nuest r a t em per at ura cor por al, en r ealidad int ent am os
m at ar a los gérm enes asándolos ant es de que nosot r os nos asem os.
Ot ra respuest a habit ual en
nosot ros consist e en
m ovilizar
nuest ro sist em a
inm unit ar io. Los glóbulos blancos de nuest r a sangr e y ot ras células buscan
act iv am ent e y m at an a los m icr obios foráneos. Los ant icuer pos específicos que
acum ulam os gradualm ent e contra un m icrobio en part icular que nos infect a hace
que t engam os m enos pr obabilidades de infect ar nos de nuev o una v ez cur ados.
Com o t odos sabem os por exper iencia, hay algunas enferm edades, com o la gr ipe y
el r esfr iado com ún, a las cuales nuest r a r esist encia es sólo t em poral. Podem os
cont r aer finalm ent e la enfer m edad de nuev o. Cont r a ot r as enfer m edades, sin
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em bargo —com o el sar am pión, las paper as, la r ubéola, la t os fer ina y la y a
der r otada v ir uela—, nuest r os ant icuer pos est im ulados por una infección nos
confier en inm unidad de por vida. Es el pr incipio de la vacunación: est im ular nuest r a
pr oducción de ant icuer pos sin t ener que pasar por la ex per iencia r eal de la
enfer m edad, inoculándonos una cepa m uer t a o debilit ada de m icr obios.
Lam entablem ent e, algunos m icrobios int eligent es no ceden ant e nuest ras defensas
inm unit ar ias.
Algunos
han
apr endido
a
engañar nos
cam biando
las
piezas
m olecular es del m icr obio ( sus llam ados ant ígenos) que nuest r os ant icuer pos
r econocen. La const ant e ev olución o r eciclado de nuev as cepas de gr ipe, con
difer ent es ant ígenos, ex plica por qué el haber pasado la gr ipe dos años ant es no
nos pr ot ege de la cepa dist int a que ha llegado est e año. La m alar ia y la enfer m edad
del sueño son client es m ás escur r idizos aún por su capacidad par a cam biar
r ápidam ent e sus ant ígenos. Ent r e los m ás escur r idizos est á el sida, que desar r olla
nuevos ant ígenos incluso cuando est á dent ro de un m ism o pacient e, aplast ando por
t ant o finalm ent e su sist em a inm unit ar io.
Nuest r a r espuesta defensiv a m ás lent a es a t rav és de la selección nat ural, que
cam bia
nuest r as
fr ecuencias
genét icas
de
una
generación
a
otr a.
Para
pr áct icam ent e cualquier enfer m edad, algunas personas r esult an ser genét icam ent e
m ás r esist ent es que ot r as. En una epidem ia, las per sonas dotadas de genes par a la
r esist encia a ese m icr obio en par t icular t ienen m ás pr obabilidades de sobr ev iv ir que
las personas que carecen de esos genes. En consecuencia, en el t ranscurso de la
hist or ia, las poblaciones hum anas ex puest as r eit er adam ent e a un pat ógeno en
par t icular han llegado a est ar form adas por una propor ción m ás alt a de indiv iduos
dot ados de esos genes de la r esist encia, sim plem ent e por que los desdichados
indiv iduos que no t enían los genes t enían m enos pr obabilidades de sobr ev iv ir para
t ransm it ir sus genes a sus hij os.
Tr ist e consuelo, podr ía pensar se de nuev o. Ést a r espuesta ev olut iv a no le hace
ningún bien al indiv iduo m or ibundo genét icam ent e sensible. Per o significa, sin
em bargo, que una población hum ana en su conj unt o llega a est ar m ej or prot egida
del pat ógeno. Ej em plos de est as defensas genét icas son las pr otecciones ( con un
pr ecio) que el gen falcifor m e llam ado gen de Tay- Sachs y el gen de la fibr osis
quíst ica pueden confer ir a los negr os afr icanos, los j udíos asquenazi y los eur opeos
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sept ent r ionales cont r a la m alar ia, la t uber culosis y las diar r eas bact er ianas,
r espect ivam ent e.
En pocas palabras, nuestr a int er acción con la m ay or ía de las especies, t al com o
queda ilust r ado por el colibr í, no hace que nos pongam os «enfer m os» nosotr os ni el
colibr í. Ni nosot r os ni los colibr íes hem os t enido, ni han t enido, que desar rollar
defensas uno cont r a ot r o. Ést a r elación pacífica pudo per durar por que los colibr íes
no cuent an con nosotr os par a pr opagar sus cr ías ni para ofr ecer nuest r os cuerpos
com o alim ent o. El colibr í ev olucionó, en cam bio, par a alim ent ar se de néctar e
insect os, que encuent ra ut ilizando sus alas.
Per o los m icrobios ev olucionar on par a alim ent ar se de los nut r ient es que se
encuent ran en el int erior de nuest r o cuerpo, y no t ienen alas que les perm it an llegar
al cuer po de una nuev a v íct im a una v ez que la v íct im a or iginal ha m uer t o o ha
adquir ido r esist encia. De ahí que m uchos gér m enes hay an t enido que desarr ollar
est r at agem as que les per m it ier an desarr ollar se ent r e posibles víct im as, y m uchas
de
esas
est r at agem as
son
lo
que
ex per im ent am os
com o
«sínt om as
de
enfer m edad». Hem os desarr ollado contr a est r at agem as pr opias, a las cuales los
gér m enes han r eaccionado desarr ollando cont r a- cont ra est r at agem as. Nosot r os y
nuest r os patógenos est am os encer rados ahora en una escalada de com pet ición
evolut iva, con la m uer t e de un cont endient e com o pr ecio de la der r ot a, y con la
selección nat ur al desem peñando el papel de ár bit r o. Exam inem os ahor a la form a de
la cont ienda: ¿guer ra r elám pago o guerr a de guer r illas?
* * * *
Supongam os que cont am os el núm er o de casos de una enfer m edad infecciosa en
par t icular en una zona geográfica, y que obser v am os cóm o las cifr as cam bian con el
t iem po.
Las
enfer m edades
paut as
y
r esult ant es
otr as.
Para
pr esent an
cier t as
gr andes
enfer m edades,
difer encias
com o
la
ent r e
m alar ia
unas
o
la
anquilost om iasis, pueden aparecer nuevos casos en cualquier m es del año en una
zona afect ada. Las llam adas enfer m edades epidém icas, sin em bargo, no pr oducen
caso alguno dur ant e un lar go per íodo, a cont inuación sí una oleada de casos, y
después ningún caso m ás de nuev o dur ant e algún t iem po.
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Ent r e est e tipo de enfer m edades epidém icas, la gr ipe es conocida per sonalm ent e
por la m ay or ía de los lect or es, en r elación con la cual det erm inados años son
especialm ent e negat iv os par a nosot r os ( aunque son grandes años para el v ir us de
la gr ipe) . Las epidem ias de cóler a llegan a int er v alos m ás lar gos: la epidem ia
per uana de 1991 fue la pr im er a que llegó al Nuev o Mundo en el siglo XX. Aunque
las epidem ias de gr ipe y cóler a en nuest r os días m er ecen las pr im er as páginas de
los per iódicos, las epidem ias solían ser m ucho m ás at er rador as ant es del nacim ient o
de la m edicina m oder na. La m ay or epidem ia de la hist or ia de la hum anidad fue una
gr ipe que m at ó a 21 m illones de per sonas al t ér m ino de la pr im er a guerr a m undial.
La «m uer t e negr a» ( pest e bubónica) m ató a la cuar ta par t e de la población de
Eur opa ent r e 1346 y 1352, con pr opor ciones de m uer t es que llegaban hast a el 70
por 100 en algunas ciudades. Cuando se est aba const r uyendo el fer r ocarr il
Canadian Pacific a t r avés de Saskat chewan a com ienzos del decenio de 1880, los
indígenas am er icanos de esa pr ovincia, que hast a esas fechas apenas habían estado
ex puest os a los blancos y sus gér m enes, m ur ier on de t uber culosis a la incr eíble t asa
del 9 por 100 anual.
Las enfer m edades infecciosas que nos visit an en for m a de epidem ia, en vez de
hacer lo com o un got eo constant e de casos, com par t en var ias car act er íst icas. En
pr im er lugar, se pr opagan r ápida y eficazm ent e a par t ir de una per sona infect ada a
una per sona sana cer cana, con el r esult ado de que t oda la población acaba est ando
ex puest a en un br ev e per íodo. En segundo lugar , son enfer m edades «agudas»: en
un br eve lapso de t iem po, el pacient e m uer e o se recupera por com plet o. En t er cer
lugar , los afor t unados de nosot r os que nos r ecuperam os desar r ollam os anticuer pos
que nos dej an inm unes cont r a la r eapar ición de la enfer m edad durant e m ucho
t iem po,
posiblem ent e
para
el
r est o
de
nuest r a
v ida.
Finalm ent e,
est as
enfer m edades t ienden a est ar cir cunscr it as a los hum anos; los m icr obios que las
causan t ienden a no viv ir en el suelo ni en ot r os anim ales. Est os cuat r o r asgos
pueden aplicar se a lo que los lect or es pueden considerar las enferm edades
epidém icas agudas fam iliar es de la infancia, com o el saram pión, la r ubéola, las
paper as, la t os fer ina o la v ir uela.
La razón de que la com binación de est os cuat r o rasgos t ienda a hacer que una
enfer m edad se pr oduzca com o epidem ia es fácil de ent ender . De for m a sim plificada,
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he aquí lo que sucede. La r ápida pr opagación de los m icr obios y la r ápida
t r ayect or ia de los sínt om as supone que t odos los int egr ant es de una población
hum ana local se infect an r ápidam ent e, y poco después m uer en o se r ecuper an o
inm unizan. No queda nadie viv o que pueda ser infect ado. Per o dado que el m icr obio
no puede sobr ev iv ir salv o en el cuer po de per sonas viv as, la enfer m edad se
ex t ingue, hast a que una nuev a cosecha de niños llega a la edad pr opicia y una
per sona infecciosa llega desde el ex t er ior par a dar com ienzo a una nuev a epidem ia.
Una ilust r ación clásica de cóm o est as enfer m edades se pr oducen en for m a de
epidem ia es la hist or ia del sar am pión en las aisladas islas del At lánt ico llam adas
Fer oe. Una grav e epidem ia de sar am pión llegó a las islas Fer oe en 1781 y después
desapar eció, dej ando a las islas libr es de sar am pión hast a la llegada de un
car pint er o infect ado en un bar co pr ocedent e de Dinam ar ca en 1846. En el plazo de
t r es m eses, casi t oda la población de las islas Fer oe ( 7.782 per sonas) había
cont r aído el saram pión y después m ur ió o se r ecuper ó, dej ando que el v ir us del
saram pión desapar ecier a una v ez m ás hast a la epidem ia siguient e. Los est udios
indican que es pr obable que el sar am pión desapar ezca de cualquier población
hum ana de poco m ás de m edio m illón de per sonas. Sólo en poblaciones m ás
num er osas puede pasar la enfer m edad de una zona local a otr a, per sist iendo por
t ant o hast a que han nacido suficient es niños en la zona infect ada en un principio
com o para que el sar am pión r egr ese a ella.
Lo que es cier t o par a el sar am pión en las islas Fer oe es cier t o de nuest r as
enfer m edades infecciosas agudas conocidas en t odo el m undo. Para m ant ener se,
necesit an una población hum ana suficient em ent e num erosa y suficient em ent e
densa, que una nuev a cosecha num er osa de niños pr opensos est é disponible par a la
infección en el m om ent o en que la enfer m edad hubier a desapar ecido de ot ro m odo.
De ahí que el sar am pión y enfer m edades sem ej antes sean conocidos tam bién com o
enfer m edades m asiv as.
* * * *
Evident em ent e, las enfer m edades m asiv as no podr ían sost ener se en las pequeñas
hor das de cazador es- r ecolect or es y de agricult or es de r oza e incendio. La tr ágica
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ex per iencia m oder na de los indígenas de la Am azonia y de los poblador es de las
islas
de
Oceanía
confir m a
que práct icam ent e
una
t r ibu
ent er a
puede
ser
ex t er m inada por una epidem ia llev ada por un v isit ant e del ex t er ior , por que ningún
m iem br o de la t r ibu posee ant icuer pos cont r a el m icr obio. Por ej em plo, en el
invier no de 1902 una epidem ia de disent er ía llev ada por un m ar iner o del
ballener o Act ive m at ó a 51 de los 56 esquim ales sadler m iut , un gr upo m uy aislado
de per sonas que v iv ían en la isla de Sout ham pt on, en el Ár t ico canadiense. Adem ás,
el sar am pión
y
algunas de nuest ras enfer m edades «infant iles»
t ienen
m ás
pr obabilidades de m at ar a los adult os infecciosos que a los niños, y t odos los
adult os de la t r ibu son pr opensos. ( En cam bio, los est adounidenses m oder nos rara
v ez cont r aen el saram pión en la edad adult a, por que la m ay or ía de ellos pasan el
saram pión o r eciben la v acuna cont ra esa enfer m edad dur ant e la infancia) . Una vez
liquidada la m ayor par t e de la t r ibu, la epidem ia desapar ece. El pequeño t am año de
la población de las t r ibus ex plica no sólo por qué no pueden sopor tar epidem ias
int r oducidas
desde
el
ex t er ior ,
sino
t am bién
por
qué
nunca
desarr ollan
enfer m edades epidém icas pr opias par a dev olv ér selas a los visit ant es.
Per o no se pr et ende decir con est o que t odas las poblaciones hum anas est én libr es
de t odas las enfer m edades infecciosas. Tienen infecciones, per o sólo de ciert os
t ipos. Unas están causadas por m icr obios capaces de m ant ener se en los anim ales o
en el suelo, con el r esult ado de que la enfer m edad no desaparece sino que
per m anece disponible y const ant e par a infect ar a las per sonas. Por ej em plo, el vir us
de la fiebr e am ar illa es por t ado por m onos salv aj es afr icanos, de ahí que pueda
infect ar siem pr e a las poblaciones hum anas r urales de Áfr ica, de ahí que fuer a
por t ado por el com er cio de esclav os t r asat lánt ico para infect ar a los m onos y las
per sonas del Nuev o Mundo.
Ot r as infecciones de pequeñas poblaciones hum anas son enfer m edades cr ónicas,
com o la lepr a y el pián. Dado que la enfer m edad puede t ardar m ucho t iem po en
m at ar a su v íct im a, la v íct im a cont inúa v iv a a m odo de depósit o de m icr obios para
infect ar a otr os m iem bros de la t r ibu. Por ej em plo, la cuenca de Kar im ui, en las
t ier r as alt as de Nuev a Guinea, donde trabaj é en el decenio de 1960, est aba
ocupada por una población aislada de sólo unos m iles de per sonas, que padecían el
índice de lepr a m ás alt o del m undo: en t or no al 40 por 100. Finalm ent e, las
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pequeñas poblaciones hum anas tam bién son pr opensas a infecciones no m or tales
cont r a las cuales no desar rollam os inm unidad, con el r esult ado de que la m ism a
per sona puede r einfect ar se después de haber se r ecuper ado. Est o sucede con el
anquilost om a y m uchos ot r os par ásit os.
Todos est os t ipos de enfer m edad, car act er íst icos de pequeñas poblaciones aisladas,
deben de ser las enfer m edades m ás ant iguas de la hum anidad. Fuer on aquellas que
pudim os desar r ollar y m ant ener durant e los pr im er os m illones de años de nuest ra
hist or ia evolut iv a, cuando la población hum ana t ot al er a pequeña y fragm entada.
Ést as enfer m edades tam bién son com par t idas con —o son sem ej antes a las
enfer m edades de nuest r os par ient es salv aj es m ás pr óxim os— los grandes sim ios
afr icanos. En cam bio, las enfer m edades m asiv as, de las que y a nos hem os ocupado,
sólo pudier on apar ecer con la acum ulación de poblaciones hum anas num er osas y
densas. Ésta acum ulación com enzó con el nacim ient o de la agr icult ur a a par t ir de
hace unos 10 000 años, y después se aceler ó con el nacim ient o de las ciudades a
par t ir de hace v ar ios m iles de años. De hecho, las pr im eras fechas com pr obadas de
m uchas enferm edades infecciosas conocidas son sorprendent em ent e recient es:
hacia 1600 a.C. para la v ir uela ( t al com o se deduce de las picaduras de una m om ia
egipcia) , 400 a.C. par a las paperas, 200 a.C. par a la lepr a, 1840 para la
poliom ielit is epidém ica y 1959 par a el sida.
* * * *
¿Por
qué
el
nacim ient o
de
la
agr icult ur a
lanzó
la
ev olución
de
nuest r as
enfer m edades infecciosas m asiv as? Una r azón a la que acabam os de r efer ir nos es
que la agr icult ur a m ant iene densidades de población hum ana m ucho m ás alt as que
la for m a de v ida de los cazador es-r ecolect or es: por t ér m ino m edio, ent r e 10 y 100
v eces m ás alt a. Adem ás, los cazador es- recolect or es cam bian con fr ecuencia de
cam pam ent o y dej an tr as ellos sus m ontones de heces con m icr obios y lar v as de
gusanos acum ulados. Per o los agr icult or es son sedent ar ios y viv en en m edio de sus
pr opios sist em as sanit ar ios, por lo que pr opor cionan a los m icr obios un cam ino
cor t o del cuer po de una per sona al agua potable de ot r a.
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Algunas poblaciones agr ícolas hacen que sea m ás fácil aún la infección de nuev as
v íct im as por sus propias bact er ias y gusanos, al r eunir sus heces y or ina y
ex t ender las com o fer t ilizant e en los cam pos donde la gent e t r abaj a. La agr icult ur a
de r egadío y la piscicult ur a br indan unas condiciones de v ida ideales par a los
caracoles que por t an la esquist osiom asis y par a los t r em at odos que per foran
nuest r a piel cuando nos m et em os en agua car gada de heces. Los agr icult or es
sedent ar ios acaban r odeados no sólo de sus heces sino t am bién de r oedor es que
t r ansm it en
enfer m edades,
atr aídos
por
los
alim ent os
alm acenados
de
los
agr icult or es. La r oza de ex t ensiones de bosque que llev an a cabo los agr icult or es
afr icanos pr opor ciona asim ism o un hábit at ideal par a la r epr oducción de los
m osquit os t ransm isor es de la m alar ia.
Si el nacim ient o de la agr icult ur a fue, pues, un filón par a nuest r os m icr obios, el
nacim ient o de las ciudades lo fue m ayor , y a que poblaciones hum anas aún m ás
densas se hacinaban en condiciones sanit ar ias t odav ía peor es. No fue sino hast a el
com ienzo del siglo XX cuando las poblaciones ur banas de Eur opa fuer on finalm ent e
aut osuficient es: ant es de esas fechas er a necesar ia la em igr ación const ant e de
cam pesinos sanos del m edio r ur al para com pensar las const ant es m uer t es de
habit ant es de las ciudades a causa de enfer m edades m asiv as. Otr o filón fue el
desarr ollo de r utas com er ciales m undiales,
que en la época r om ana unían
efect iv am ent e las poblaciones de Eur opa, Asia y el nor t e de Áfr ica, un gigant esco
cr iader o par a los m icr obios. Fue ent onces cuando la v ir uela llegó finalm ent e a Rom a
con el nom br e de pest e de Ant onino, que m at ó a m illones de ciudadanos r om anos
ent re 165 y 180.
Asim ism o, la pest e bubónica apar eció por v ez pr im er a en Eur opa con el nom br e de
pest e de Just iniano ( 542- 543) . Pero la pest e no com enzó golpear Eur opa con toda
su fuer za en for m a de epidem ia de «m uer te negr a» hasta 1346, cuando una nuev a
r ut a par a el com er cio t er r est r e con China ofr eció un r ápido t r ánsit o, a lo lar go del
ej e est e- oest e de Eur asia, para las pieles infest adas de pulgas pr ocedent es de zonas
asoladas por la pest e de Asia cent ral a Eur opa. En nuestr os días, nuest r os av iones a
r eacción han perm it ido que incluso los vuelos int er cont inent ales m ás lar gos sean
m ás br ev es que la dur ación de cualquier enfer m edad infecciosa hum ana. Fue así
com o un avión de Aerolíneas Argent inas, que se det uvo en Lim a ( Per ú) en 1991, se
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las arr egló para entr egar a decenas de personas infest adas con el cóler a el m ism o
día en m i ciudad de Los Ángeles, sit uada a m ás de 5000 km de Lim a. El explosivo
aum ent o de los viaj es por el m undo de los est adounidenses, y de la inm igr ación a
Est ados Unidos, nos est á convirt iendo en ot ro crisol, en est a ocasión de m icrobios
que ant es pasábam os por alt o consider ando que sólo causaban enfer m edades
exót icas en lej anos países.
Así pues, cuando la población hum ana llegó a ser suficient em ent e gr ande y
concent r ada, alcanzam os la fase de nuest r a hist or ia en la que pudim os desar rollar y
sost ener por fin enfer m edades m asiv as confinadas a nuest ra pr opia especie. Per o
est a conclusión pr esent a una paradoj a: est as enfer m edades nunca podr ían haber
ex ist ido ant es. En cam bio, t uvier on que ev olucionar com o nuev as enfer m edades.
¿De dónde llegar on t odas est as nuev as enfer m edades?
Est udios m olecular es de los m icr obios causant es de enfer m edades han apor t ado
r ecient em ent e algunas pr uebas. Par a m uchos de los m icr obios r esponsables de
nuest r as enfer m edades ex clusiv as, los biólogos m olecular es pueden cer t ificar ya los
par ient es m ás cer canos del m icr obio. Ést os t am bién r esult an ser agent es de
enfer m edades infecciosas m asiv as, per o cir cunscr it as a div er sas especies de
nuest r os anim ales dom ést icos y m ascotas. Ent r e los anim ales, las enfer m edades
epidém icas r equier en t am bién poblaciones num er osas y densas y no aquej an a
cualquier anim al: se cir cunscr iben pr incipalm ent e a los anim ales sociales que
ofr ecen las grandes poblaciones necesar ias. De ahí que cuando dom est icam os a los
anim ales sociales, com o la vaca y el cer do, ést os ya est aban aquej ados de
enfer m edades epidém icas que sólo esper aban ser t r ansm it idas por nosotr os.
Por ej em plo, el v ir us del saram pión est á m ás em par ent ado con el v ir us que causa el
t ifus bovino. Ést a t err ible enfer m edad epidém ica afect a al ganado v acuno y a
m uchos m am ífer os r um iant es salv aj es, pero no a los hum anos. El sar am pión, a su
v ez, no aquej a al ganado. La est r echa sem ej anza ent r e el v ir us del sar am pión y el
v ir us del t ifus bovino sugier e que la segunda se t r asladó del ganado al ser hum ano
y después ev olucionó hast a conv er t ir se en el v ir us del sar am pión m odificando sus
pr opiedades par a adapt ar se a nosot r os. Ést a t r ansfer encia no es en m odo alguno
sor prendent e, si t enem os en cuent a que m uchos agr icult ores viven y duerm en cerca
de las vacas y sus heces, or ina, alient o, púst ulas y sangr e. Nuest r a int im idad con el
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ganado v acuno dur a 9000 años, desde que dom est icam os a est os anim ales, es
decir , t iem po m ás que suficient e par a que el v ir us del t ifus bov ino nos Por ej em plo,
el v ir us del sar am pión est á m ás em par ent ado con el v ir us que causa el t ifus bovino.
Ést a t er r ible enfer m edad epidém ica afect a al ganado vacuno y a m uchos m am ífer os
r um iant es salv aj es, pero no a los hum anos. El saram pión, a su vez, no aquej a al
ganado. La est r echa sem ej anza ent r e el v ir us del saram pión y el v ir us del t ifus
bovino sugier e que la segunda se t rasladó del ganado al ser hum ano y después
ev olucionó hast a conv er t ir se en el v ir us del saram pión m odificando sus pr opiedades
para adaptar se a nosot r os. Ésta t ransfer encia no es en m odo alguno sor pr endent e,
si t enem os en cuent a que m uchos agr icult ores viven y duer m en cer ca de las vacas y
sus heces, or ina, alient o, púst ulas y sangr e. Nuest r a int im idad con el ganado
v acuno dura 9.000 años, desde que dom est icam os a est os anim ales, es decir ,
t iem po m ás que suficient e par a que el v ir us del t ifus bov ino nos descubr a al lado.
Com o ilust r a la Tabla 11.1, el or igen de ot ras de nuestr as enfer m edades infecciosas
fam iliar es puede r em ont ar se asim ism o a enfer m edades de nuest r os am igos los
anim ales.
Dada nuest r a pr oxim idad a los anim ales a los que am am os, debem os ser
bom bardeados const ant em ent e por sus m icr obios. Se han seleccionado por m edio
de la selección nat ur al,
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y sólo algunos de ellos logr an est ablecer se com o
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enfer m edades hum anas. Un r ápido ex am en de las enfer m edades act uales nos
per m it e t r azar
cuat r o et apas en
la ev olución
de una enfer m edad
hum ana
especializada a par t ir de un pr ecur sor anim al.
La pr im era fase queda ilust r ada por decenas de enfer m edades que de vez en
cuando cont raem os dir ect am ent e de nuest r as m ascotas y nuest ros anim ales
dom ést icos. Entr e ellas se cuent an la fiebr e felina de nuest r os gat os, la lept ospir osis
de nuest r os per r os, la psit acosis de nuest r as gallinas y lor os y la br ucelosis o fiebr e
de Malt a de nuest r as vacas. Podem os contraer asim ism o enfer m edades de anim ales
salv aj es, com o la t uralem ia que los cazador es pueden cont raer al desollar conej os
de m ont e. Todos est os m icrobios se encuent ran aún en una fase t em prana de su
ev olución hacia pat ógenos hum anos especializados, no se tr ansm it en t odavía
dir ect am ent e de una per sona a otr a, e incluso su tr ansfer encia a nosot ros desde los
anim ales sigue siendo poco habit ual.
En la segunda fase, un ant iguo pat ógeno anim al evoluciona hast a el punt o en que
se t r ansm it e dir ect am ent e ent r e las per sonas y causa epidem ias. Sin em bar go, la
epidem ia desapar ece por alguna ent r e var ias r azones, com o ser cur ada por la
m edicina m oder na o ser det enida cuando toda la población ha sido infect ada y a y ,
bien se ha inm unizado, bien ha m uer t o. Por ej em plo, una fiebr e ant es desconocida
llam ada fiebr e de O'nyong- ny ong apar eció en Áfr ica or ient al en 1959 y pr ocedió a
infect ar a v ar ios m illones de afr icanos. Pr obablem ent e sur gió de un vir us de m onos
y fue t r ansm it ida al ser hum ano por los m osquit os. El hecho de que los pacient es se
r ecuper asen r ápidam ent e y quedasen inm unizados a nuev os ataques cont r ibuyó a
que la nuev a enfer m edad desapar ecier a rápidam ent e. En Est ados Unidos, se aplicó
el nom br e de fiebr e de For t Br agg a una nuev a enfer m edad lept ospir al que ir r um pió
en aquel país en el v er ano de 1942 y no t ar dó en desapar ecer.
Una enfer m edad m or t al que desapar eció por ot ra razón fue la enfer m edad de la r isa
de Nuev a Guinea, t ransm it ida por el canibalism o y causada por un vir us de acción
lent a del que nadie se ha r ecuperado nunca. El k ur u llev aba cam ino de ex t er m inar a
la t r ibu for é de Nueva Guinea, for m ada por 20.000 per sonas, hasta que la
inst aur ación del cont r ol del gobier no aust r aliano hacia 1959 puso fin al canibalism o
y , por t ant o, a la t r ansm isión del v ir us. Los anales de la m edicina est án llenos de
r elat os de enfer m edades que no guar dan par ecido alguno con enfer m edades
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conocidas en nuest r os días, per o que en ot r os t iem pos causar on t err or íficas
epidem ias y después desapar ecier on t an m ist er iosam ent e com o habían llegado. La
«enfer m edad del sudor inglesa», que azot ó y at er r or izó Europa ent r e 1485 y 1552,
y los «sudor es de Picardía» de los siglos XVI I I y XI X en Fr ancia, son sólo dos de las
m uchas enfer m edades epidém icas que desapar ecier on m ucho ant es de que la
m edicina m oder na hubier a ideado m ét odos par a ident ificar
a los m icr obios
r esponsables de ellas.
Una t er cer a fase en la ev olución de nuest r as pr incipales enfer m edades est á
r epr esent ada por ant iguos pat ógenos anim ales que se est ablecier on en el ser
hum ano, que no han ( ¿t odav ía?) desapar ecido, y que pueden llegar a conv er t ir se
aún, o no, en im por tant es fact or es de m ort andad de la hum anidad. El fut ur o sigue
siendo m uy incier t o para la fiebr e de Lassa, causada por un v ir us der iv ado
pr obablem ent e de los roedor es. La fiebr e de Lassa fue obser v ada por v ez pr im er a
en 1969 en Niger ia, donde causa una enfer m edad fatal t an contagiosa que los
hospit ales niger ianos son clausur ados cuando un solo caso apar ece. Mej or est udiada
es la enfer m edad de Lym e, causada por una espir oquet a que adquir im os m ediant e
el m or disco de garr apatas t r anspor t adas por r at ones y cier v os. Aunque los pr im er os
casos hum anos conocidos en Est ados Unidos no apar ecier on hasta fechas tan
r ecient es com o 1962, la enfer m edad de Ly m e alcanza y a pr opor ciones epidém icas
en m uchas par t es de est e país. El fut ur o del sida, der iv ado de v ir us de los m onos y
docum ent ado por v ez pr im er a en ser es hum anos hacia 1959, es m ás segur o aún
( desde la per spect iv a del v ir us) .
La últ im a fase de est a ev olución est á r epresent ada por las grandes enfer m edades
epidém icas ya ant iguas y cir cunscr it as al ser hum ano. Estas enfer m edades deben
de ser los supervivient es evolut ivos de m uchos m ás pat ógenos que int ent ar on dar el
salt o a nosot r os desde los anim ales, y la m ay or ía de los cuales fr acasar on.
¿Qué sucede r ealm ent e en est a fase, cuando una enferm edad exclusiva de los
anim ales se t r ansform a en una enfer m edad exclusiv a del ser hum ano? Una de las
t r ansfor m aciones t iene que v er con un cam bio del v ect or ( por t ador ) int er m edio:
cuando un m icr obio que depende de un v ect or ar t rópodo par a la t r ansm isión cam bia
a un nuev o huésped, el m icr obio puede v er se obligado a encont r ar tam bién un
nuev o ar tr ópodo. Por ej em plo, el t ifus se t ransm it ía inicialm ent e ent r e las r at as por
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m edio de las pulgas de las rat as, que se bast ar on dur ant e algún t iem po par a
t r ansm it ir el t ifus de las r at as a los hum anos. Finalm ent e, los m icr obios del t ifus
descubr ier on que los pioj os del cuer po hum ano ofr ecían un m ét odo m ucho m ás
eficaz par a desplazar se dir ect am ent e ent r e un ser hum ano y ot r o. Ahor a que los
est adounidenses se han despiojado en su m ayor par t e, el t ifus ha descubiert o una
nuev a vía para ent rar en nosot ros: infect ando a las ardillas v oladoras del est e de
Am ér ica del Nor t e y t r asladándose después a las personas en cuyos desvanes viv en
ar dillas voladoras.
En pocas palabr as, las enfer m edades r epr esent an ev olución en m ar cha, y los
m icr obios se adapt an por selección nat ur al a nuev os huéspedes y vect or es. Per o, en
com paración con el cuer po de las v acas, el nuest r o ofr ece defensas inm unit ar ias,
pioj os, heces y quím icas diferent es. En est e nuevo ent orno, un m icrobio debe
desarr ollar nuev as fór m ulas par a v iv ir y pr opagar se. En v ar ios casos inst r uct iv os,
los m édicos o vet er inar ios han podido obser v ar r ealm ent e la ev olución de los
m icrobios según est as nuevas fórm ulas.
El caso m ej or est udiado indica lo que sucedió cuando la m ix om at osis afect ó a los
conej os de Aust r alia. Se había obser vado que el v ir us de la m ix om at osis, or iginar io
de una especie silv estr e de conej o br asileño, causaba una epidem ia m or t al en los
conej os dom ést icos europeos, que son una especie dist int a. De ahí que el virus
fuer a int r oducido deliber adam ent e en Aust r alia en 1950 con la esper anza de libr ar
al país de su plaga de conej os eur opeos, insensat am ent e int r oducidos en el
siglo XI X. En el pr im er año, la m ixom atosis pr oduj o un gr at ificant e ( par a los
agr icult or es aust ralianos) 99,8 por 100 de t asa de m or t alidad en los conej os
infect ados. Lam entablem ent e par a los agr icult or es, esa t asa descendió en el
segundo año hasta el 90 por 100, y finalm ent e hast a el 25 por 100, fr ustr ando las
esper anzas de er r adicar por com plet o a los conej os de Aust r alia. El pr oblem a era
que el vir us de la m ix om at osis ev olucionó para defender sus int er eses, que son
dist int os de los nuest r os y de los de los conej os. El vir us cam bió para m atar m enos
conej os y per m it ir que los infect ados m or t alm ent e v iv iesen dur ant e m ás t iem po
ant es de m or ir . En consecuencia, un v ir us de la m ix om at osis m enos m or tal pr opaga
cr ías de v ir us a m ás conej os que el v ir us or iginal, el sum am ent e vir ulent o vir us de
la m ixom at osis.
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Para encont rar un ej em plo sem ej ant e en el ser hum ano, no hay m ás que pensar en
la sor pr endent e ev olución de la sífilis. Hoy en día, nuest r as dos asociaciones
inm ediat as con la sífilis son las úlcer as genit ales y una enfer m edad de desar rollo
m uy lent o, que conduce a la m uer t e de m uchas v íct im as que no han r ecibido
t r at am ient o sólo después de m uchos años. Sin em bargo, cuando la sífilis fue
r egist r ada por pr im er a v ez de m anera concluyent e en Eur opa, en 1495, sus
púst ulas cubr ían a m enudo el cuer po de la cabeza a las r odillas,
hacían
despr enderse la car ne del r ost r o de las personas infect adas y llev aban a la m uer t e
al cabo de unos m eses. En 1546, la sífilis había evolucionado hasta conver t ir se en la
enferm edad con los sínt om as que t an bien conocem os act ualm ent e. Aparent em ent e,
com o en el caso de la m ix om at osis, las espir oquet as de la sífilis que ev olucionar on
para m ant ener v iv as a sus víct im as dur ant e m ás t iem po pudier on t r ansm it ir , por
t ant o, su cr ía de espir oquet as a m ás v íct im as.
* * * *
La im por tancia de los m icr obios let ales en la hist or ia hum ana queda ilust r ada a la
per fección por la conquist a y r epoblación del Nuev o Mundo por los europeos. Fuer on
m uchos m ás los indígenas am er icanos que m ur ier on en la cam a por gérm enes
eur asiát icos que en los cam pos de batalla por las ar m as y las espadas eur opeas.
Aquéllos gér m enes socavar on la r esist encia de los indios al m at ar a la m ay or ía de
ellos y sus dir igent es y al m inar la m or al de los super vivient es. Por ej em plo, en
1519 Cor t és desem bar có en la cost a de Méx ico con 600 españoles, para conquist ar
un I m perio azt eca ferozm ent e m ilit ar ist a, que t enía una población de m uchos
m illones. El hecho de que Cor t és llegase a la capit al azt eca, Tenocht it lán, escapase
con la pér dida de «sólo» dos t er cios de su fuer za y logr ase abr ir se cam ino de
r egr eso a la cost a dem uest ra las v ent aj as m ilit ar es españolas y la ingenuidad inicial
de los azt ecas. Per o cuando llegó la siguient e ar r em et ida de Cor t és, los azt ecas no
er an ya ingenuos y com bat ier on calle a calle con la m áx im a t enacidad. Lo que dio a
los españoles una vent aj a decisiva fue la viruela, que llegó a México en 1520 por un
esclav o infect ado que pr ovenía de la Cuba española. La epidem ia r esult ant e av anzó
hast a m at ar casi la m it ad de los azt ecas, incluido el em per ador Cuit láhuac. Los
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azt ecas super v iv ient es se vier on desm or alizados por la m ist er iosa enfer m edad que
m at aba a los indios y per donaba a los españoles, com o si fuese un av iso de la
invencibilidad de ést os. En 1618, la población inicial de México, que era de unos 20
m illones, había descendido hast a aproxim adam ent e 1,6 m illones de per sonas.
Pizar r o llev ó una suer t e igualm ent e funest a cuando desem barcó en la cost a de Per ú
en 1531 con 168 hom br es para conquist ar el I m per io inca, con m illones de
súbdit os. Por suer t e par a Pizar r o y por desgr acia par a los incas, la v ir uela había
llegado a aquella t ier r a hacia 1526, m at ando a gran par t e de la población inca,
incluido el em per ador Huayna Cápac y su sucesor designado. Com o vim os en el
capít ulo 3, el r esult ado de que el t r ono quedase v acant e fue que ot r os dos hij os de
Huayna Cápac, At ahualpa y Huáscar , se enzar zar an en una guer ra civ il que Pizarr o
aprovechó par a conquist ar a los div ididos incas.
Cuando en Est ados Unidos pensam os en las sociedades m ás pobladas que ex ist ían
en el Nuevo Mundo en 1492, sólo las de los azt ecas y los incas suelen llegar a
nuest r as m ent es. Olv idam os que Am ér ica del Nor t e t am bién alber gaba nut r idas
sociedades indias en el lugar m ás lógico, el valle del Misisipí, en el que hoy se
encuent r an algunas de las m ej or es t ier ras agr ícolas del país. En est e caso, sin
em bargo, los conquist ador es no contr ibuyer on dir ect am ent e en m odo alguno a la
dest r ucción de las sociedades; los gérm enes eur asiát icos, pr opagándose ant es que
ellos, lo hicier on t odo. Cuando Her nando de Sot o se convir t ió en el pr im er
conquist ador europeo que r ecor r ió el sur est e de Est ados Unidos, en 1540, llegó a
em plazam ient os de ciudades indias abandonadas dos años ant es porque sus
habit ant es habían m uer t o com o consecuencia de epidem ias. Est as epidem ias habían
sido t r ansm it idas por indios de la cost a infect ados por españoles que habían visit ado
est a zona. Los m icr obios de los españoles se pr opagar on al int er ior ant es que los
pr opios españoles.
De Sot o pudo ver t odav ía algunas ciudades indias densam ent e pobladas bordeando
el t r am o infer ior del Misisipí. Cuando su ex pedición t er m inó, falt aba aún m ucho
t iem po par a que los eur opeos llegasen de nuev o al v alle del Misisipí, per o los
m icr obios eurasiát icos se habían est ablecido ya en Am ér ica del Nor t e y seguían
pr opagándose. En la época de la siguient e apar ición de eur opeos en el baj o Misisipí,
la de los colonizador es fr anceses de finales del siglo XVI I , casi t odas aquellas
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gr andes ciudades indias habían desapar ecido. Sus vest igios son los gr andes t úm ulos
del valle del Misisipí. Hasta t iem pos m uy recient es no nos hem os dado cuenta de
que m uchas de las sociedades const r uct oras de t úm ulos est aban aún int act as en
gr an m edida cuando Colón llegó al Nuevo Mundo, y que se desm or onar on
( pr obablem ent e com o consecuencia de las enfer m edades)
ent r e 1492
y
la
ex plor ación sist em át ica del Misisipí por los eur opeos.
Cuando yo era j oven, a los escolar es estadounidenses se nos enseñaba que Am ér ica
del Nor t e había est ado ocupada en un pr incipio por sólo un m illón de indios. Ésa
cifr a t an baj a era út il para j ust ificar la conquist a por los blancos de lo que podía
consider ar se un cont inent e casi v acío. Sin em bargo, las ex cav aciones arqueológicas
y
el análisis por m enor izado de las descr ipciones dej adas por
los pr im eros
ex plor ador es eur opeos de nuestr as cost as par ecen indicar ahor a un núm er o inicial
de unos 20 m illones de indios. Para el Nuevo Mundo en su conj unt o, el descenso de
la población india en los dos siglos siguient es a la llegada de Colón se calcula en
hast a el 95 por 100.
Los pr incipales elem ent os m or t ífer os fueron los gérm enes del Viej o Mundo a los
cuales los indios nunca habían est ado expuest os, y cont ra los cuales no t enían, por
t ant o, r esist encia genét ica ni inm unit ar ia. La vir uela, el sar am pión, la gr ipe y el t ifus
com pit ier on por alcanzar el pr im er puest o ent r e los elem ent os m or tales. Por si est o
no hubier a sido suficient e, la dift er ia, la m alar ia, las paper as, la t os fer ina, la pest e,
la t uber culosis y la fiebr e am ar illa apar ecier on poco después. En innum er ables
casos, los blancos est aban r ealm ent e allí para pr esenciar la dest r ucción que tenía
lugar cuando llegaban los gér m enes. Por ej em plo, en 1837 la t r ibu india m andan,
que t enía una de las cult ur as m ás com plej as de las Gr andes Llanur as, cont r aj o la
v ir uela de un bar co de v apor que r em ont aba el r ío Misur i desde San Luis. La
población de una aldea m andan descendió de 20 000 habit ant es a m enos de 40 al
cabo de unas sem anas.
* * * *
Mient r as que m ás de una docena de enfer m edades infecciosas im por t ant es
originar ias del Viej o Mundo se est ablecieron en el Nuevo Mundo, quizá ni un solo
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fact or let al llegó a Eur opa desde Am ér ica. La única posible excepción es la sífilis,
cuy a zona de or igen sigue siendo obj et o de cont r ov er sia. La unilat er alidad de est e
int er cam bio de gérm enes es m ás llam at iv a si cabe cuando r ecor dam os que una
población hum ana densa es un r equisit o pr ev io para la evolución de nuest r as
enfer m edades infecciosas m asiv as. Si las r ecient es r ev alor aciones de la población
del Nuev o Mundo pr ecolom bino son cor r ect as, no er a m uy infer ior a la población
cont em poránea de Eurasia. Algunas ciudades del Nuevo Mundo com o Tenocht it lán
se cont aban ent r e las m ás pobladas del planet a en aquellas fechas. ¿Por qué no
había en Tenocht it lán gér m enes t er r ibles esper ando a los españoles?
Un posible fact or coady uv ant e es que el nacim ient o de las poblaciones hum anas
densas com enzó un poco después en el Nuevo Mundo que en el Viej o Mundo. Otr o
es que los t r es cent r os am er icanos con m ay or densidad de población —los Andes,
Mesoam ér ica y el valle del Misisipí— nunca est uvier on conect ados por un com er cio
r ápido com o par a conv er t ir se en un único cr iadero enor m e de m icr obios, a la
m anera en que Eur opa, el nor t e de Áfr ica, I ndia y China se enlazar on en la época
r om ana. Est os factor es siguen sin ex plicar , sin em bargo, por qué el Nuev o Mundo
t er m inó apar ent em ent e sin epidem ia m asiva let al alguna. ( Se ha inform ado de ADN
de t uber culosis en la m om ia de un indio peruano que m ur ió hace 1000 años, per o el
pr ocedim ient o de ident ificación ut ilizado no dist inguía la t uberculosis hum ana de un
pat ógeno est r echam ent e r elacionado [ Mycobact erium bovis] cuya pr esencia es
gener alizada en los anim ales salv aj es) .
En cam bio, lo que debe de ser la pr incipal razón de la no apar ición de enfer m edades
m asiv as m or t ales en Am ér ica se hace ev ident e cuando nos det enem os a for m ular
una sencilla pr egunt a: ¿a par t ir de qué m icr obios cabr ía pensar que habr ían
ev olucionado?
Hem os
vist o
que
las
enfer m edades
m asiv as
eurasiát icas
ev olucionar on a par t ir de enfer m edades de anim ales gr egar ios eur asiát icos que
fuer on dom est icados. Mient r as que en Eur asia ex ist ían m uchos anim ales de est as
caract er íst icas, en Am ér ica sólo se dom est icar on cinco anim ales en t ot al: el pav o en
México y el suroest e de Est ados Unidos; la llam a/ alpaca y el cobaya en los Andes; el
pat o alm izclado en la Am ér ica del Sur t r opical, y el per r o en t oda Am ér ica.
A su vez, v im os t am bién que est a escasez ext r em a de anim ales dom ést icos en el
Nuev o Mundo r eflej a la escasez de m at er ial salv aj e de par t ida. Apr oxim adam ent e el
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80 por 100 de los gr andes m am ífer os salv aj es de Am ér ica se ex t inguier on al final
del últ im o per íodo glacial, hace unos 13.000 años. Los escasos anim ales dom ést icos
que les quedar on a los indígenas am er icanos no er an fuent e pr obable de
enfer m edades m asiv as, en com paración con la v aca y el cer do. El pat o alm izclado y
el pav o no v iv en en bandadas enor m es, y no son especies a las que apet ezca
m anosear (com o los corderos) y con las que t engam os m ucho cont act o físico. El
cobaya podr ía haber cont r ibuido a nuest ro cat álogo de m ales con una infección
t r ipanosom iásica com o la enfer m edad de Chagas o leishm aniasis, per o est o no est á
clar o. I nicialm ent e, lo m ás sor pr endent e es la ausencia de cualquier enfer m edad
hum ana der iv ada de la llam a ( o la alpaca) , acer ca de la cual se sient e la t ent ación
de consider ar la el equiv alent e andino del ganado vacuno eurasiát ico. Sin em bargo,
la llam a t enía cuat ro desvent aj as en su cont ra com o fuent e de pat ógenos hum anos:
v iv ía en m anadas m ás pequeñas que la ovej a y la cabra y el cer do; su núm er o t ot al
nunca fue ni por lo m ás r em oto t an gr ande com o el de las poblaciones eur asiát icas
de ganado dom ést ico, ya que la llam a nunca se ex t endió m ás allá de los Andes; la
gent e no bebe ( y se infect a por ) leche de llam a; y la llam a no se guarda baj o t echo,
en est r echa r elación con las per sonas. En cam bio, las m adr es hum anas de las
t ier r as alt as de Nuev a Guinea am am antan a m enudo a los cer dit os, y t ant o los
cer dos com o las vacas se guar dan con fr ecuencia en el int er ior de las cabañas de los
cam pesinos.
* * * *
La im por t ancia hist ór ica de las enfer m edades der iv adas de los anim ales se ex t iende
m ucho m ás allá de la colisión ent r e el Viej o Mundo y el Nuevo Mundo. Los gérm enes
eur asiát icos desem peñar on un papel im port ant e a la hor a de diezm ar a los pueblos
indígenas en m uchas otr as par t es del m undo, ent r e ellos los poblador es de las islas
del Pacífico, los aborígenes aust ralianos y los pueblos khoisan ( hot ent ot es y
bosquim anos) de Áfr ica aust r al. Las m or talidades acum uladas de est os pueblos,
pr ev iam ent e no ex puest os, por gér m enes eur asiát icos osciló ent r e el 50 por 100 y
el 100 por 100. Por ej em plo, la población india de la isla La Española descendió
desde unos 8 m illones, en la época de la llegada de Colón en 1492, a cer o en 1535.
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El sar am pión llegó a Fij i con un j efe fij iano que r egr esaba de una v isit a a Aust ralia
en 1875, y pr ocedió a m at ar a apr oxim adam ent e la cuar t a par t e de la población
fij iana en aquellas fechas ( después de que la m ay or ía de los fij ianos hubier an
m uer t o ya a causa de epidem ias a par t ir de la v isit a del pr im er eur opeo, en 1791) .
La sífilis, la gonor r ea, la t uberculosis y la gr ipe que llegar on con el capit án Cook en
1779, seguidas de una gr an epidem ia de t ifus en 1804 y num er osas epidem ias
«m enor es», r eduj er on la población de Hawái desde apr oxim adam ent e m edio m illón
en 1779 hast a 84 000 per sonas en 1853, año en que la vir uela llegó finalm ent e a
Haw ái y m ató a unos 10 000 super v iv ient es. Est os ej em plos podr ían m ult iplicar se
casi indefinidam ent e.
Sin em bargo, los gérm enes no act uar on únicam ent e en beneficio de los eur opeos.
Aunque el Nuev o Mundo y Aust r alia no alber gaban enfer m edades epidém icas
aut óct onas que esper asen a los eur opeos, las zonas t r opicales de Asia, Áfr ica,
I ndonesia y Nuev a Guinea cont aban sin duda con esas epidem ias. La m alar ia en
t odo el Viej o Mundo t ropical, el cóler a en el sur est e de Asia tr opical y la fiebr e
am ar illa en el Áfr ica t r opical fuer on ( y siguen siendo) los elem ent os m or t ales
t r opicales m ás conocidos. Est as epidem ias r epr esent aron el obst áculo m ás ser io
para la colonización eur opea de los t r ópicos, y ex plican por qué el r epar t o colonial
eur opeo de Nuev a Guinea y de la m ay or par t e de Áfr ica no culm inó hast a casi 400
años después del com ienzo del r epar t o del Nuev o Mundo por Eur opa. Por ot r a par t e,
una v ez que la m alar ia y la fiebr e am ar illa se t r ansm it ier on a Am ér ica a tr av és del
t r áfico m ar ít im o eur opeo, se im pusier on com o obstáculo im por t ant e par a la
colonización t am bién de los t rópicos del Nuevo Mundo. Un ej em plo conocido es el
papel de esas dos enfer m edades en el desbar at am ient o de los planes fr anceses, y
casi en el desbar at am ient o del plan est adounidense, que en últ im a inst ancia t uvo
éx it o, de const r uir el canal de Panam á.
Teniendo en cuent a t odos est os hechos, int ent em os recuperar de nuevo nuest ro
sent ido de la perspect iv a acer ca del papel de los gér m enes en la r espuest a a la
pr egunt a de Yali. Es indudable que los eur opeos desar rollar on una gr an v ent aj a en
ar m as, t ecnología y organización polít ica sobr e la m ay or ía de los pueblos no
eur opeos a los que conquist ar on. Pero esa vent aj a por sí sola no ex plica por
com plet o cóm o en un pr incipio t an pocos inm igr ant es eur opeos llegar on a sust it uir a
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t an grandes pr opor ciones de la población aut óct ona de Am ér ica y algunas otr as
par t es del m undo. Ésa sust it ución no podr ía haber t enido lugar sin el siniest r o
r egalo de Eur opa a ot r os cont inent es: los gér m enes desar r ollados a par t ir de la
pr olongada int im idad de los eur asiát icos con los anim ales dom ést icos.
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Ca pít u lo 1 2
Pr oye ctos or igin a le s y le t r a s pre st a da s
Los aut or es del siglo XI X t endían a int er pr et ar la hist or ia com o una pr ogr esión
desde la bar bar ie a la civ ilización. Ent r e los sellos dist int iv os de est a t r ansición
figur aban el desar r ollo de la agr icult ur a, la m et alur gia, la t ecnología com plej a, el
gobier no cent ralizado y la escr it ur a. De ést os, la escr it ur a era t radicionalm ent e el
m ás lim it ado geográficam ent e: hast a la ex pansión del islam y la de los europeos
coloniales, est uvo ausent e de Aust ralia, Oceanía, el Áfr ica subecuat or ial y t odo el
Nuev o Mundo
a
ex cepción
de una
pequeña
par t e de Mesoam ér ica.
Com o
consecuencia de est a dist r ibución lim it ada, los pueblos que se enor gullecen de ser
civ ilizados han consider ado siem pr e la escr it ur a com o la dist inción m ás m arcada
que los elev aba por encim a de los «bárbar os» o «salv aj es».
El conocim ient o confier e poder . De ahí que la escr it ur a ot orgue poder a las
sociedades m oder nas, al hacer posible la t r ansm isión de los conocim ient os con una
ex act it ud m ucho m ayor y en cant idad y det alles t am bién m ucho m ay or es, desde
t ier r as m ás lej anas y t iem pos m ás r em otos. Nat ur alm ent e, algunos pueblos ( en
par t icular los incas) logr ar on adm inist r ar im per ios sin la escr it ur a, y los pueblos
«civ ilizados» no siem pr e han derr ot ado a los «bár bar os», com o apr endier on los
ej ér cit os r om anos fr ent e a los hunos. Pero las conquist as eur opeas en Am ér ica,
Siber ia y Aust r alia ilust r an el r esult ado r ecient e t ípico.
La escr it ura avanzó j unt o con las ar m as, los m icr obios y la organización polít ica
cent r alizada a m odo de agent e de conquist a m oder no. Las ór denes de los m onar cas
y los com er ciant es que or ganizar on las flot as colonizador as se t ransm it ían por
escr it o. Las flot as fij aban sus derr ot as m ediant e m apas y or ient aciones para la
navegación escr it as, y pr epar ados unos y ot r as por expediciones anter ior es. Las
r elaciones escr it as de esas ex pediciones ant er ior es m otiv aban las post er ior es, al
descr ibir la r iqueza y la fer t ilidad de las t ier r as que esperaban a los conquist ador es.
Las r elaciones enseñaban a post er ior es ex plor ador es qué condiciones cabía esperar ,
y les ayudaban a pr eparar se. Los im per ios r esult ant es er an adm inist r ados con la
ay uda de la escr it ur a. Aunque t odos est os t ipos de infor m ación se t r ansm it ían
t am bién por ot r os m edios en las sociedades que no conocían la escr it ur a, la
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escr it ur a hizo la t r ansm isión m ás fácil, m ás por m enor izada, m ás ex acta y m ás
per suasiv a.
¿Por qué, pues, sólo algunos pueblos y no ot r os desarr ollar on la escr it ur a, dado su
inm enso valor ? Por ej em plo, ¿por qué los cazador es-r ecolect or es t radicionales no
desarr ollar on o adopt ar on la escr it ur a? Ent r e los im per ios insular es, ¿por qué la
escr it ur a sur gió en la Cr et a m inoica y no en la Tonga polinesia? ¿Cuánt as v eces
dist int as se desar r olló la escr it ur a en la hist or ia hum ana, en qué cir cunst ancias y
para qué usos? De los pueblos que la desar r ollar on, ¿por qué unos lo hicier on
m ucho ant es que ot ros? Por ej em plo, en nuest ros días práct icam ent e t odos los
j aponeses y los escandinavos est án alfabet izados, per o la m ay or ía de los ir aquíes no
lo est án: ¿por qué la escr it ur a sur gió, sin em bar go, hace casi 4000 años en I r ak ?
La difusión de la escr it ur a a par t ir de sus lugar es de or igen plant ea t am bién
im por t ant es pr eguntas. ¿Por qué, por ej em plo, se difundió a Et iopía y Ar abia desde
el Crecient e Fért il, pero no a los Andes desde México? Los sist em as de escrit ur a, ¿se
difundier on m ediant e su copia, o los sist em as ex ist ent es sólo inspir ar on a los
pueblos vecinos par a invent ar sus pr opios sist em as? Dado un sist em a de escr it ura
que funciona bien para una lengua, ¿cóm o se invent a un sist em a par a una lengua
dist int a? Pregunt as sem ej ant es surgen cada vez que se int ent a com prender los
or ígenes y la difusión de m uchos ot r os aspect os de la cult ur a hum ana, com o la
t ecnología, la r eligión y la pr oducción de alim ent os. El hist or iador int er esado en
est as cuest iones r elat iv as a la escr it ur a t iene la v ent aj a de que a m enudo pueden
ser r espondidas con un det alle ex cepcional por m edio del pr opio r egist r o escr it o.
Analizar em os, pues, el desar r ollo de la escr it ur a no sólo por su im por tancia
int r ínseca, sino tam bién por las ideas gener ales sobr e la hist or ia cult ur al que
pr opor ciona.
* * * *
Las tr es est r at egias básicas que subyacen a los sist em as de escr it ura se difer encian
en el t am año de la unidad de habla denotada por un signo escr it o: un sonido, una
sílaba o una palabra básicos. De est as t r es posibilidades, la ut ilizada hoy por la
m ay or ía de los pueblos es el alfabet o, que idealm ent e ofr ecer ía un signo único
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( llam ado let r a) para cada sonido básico de la lengua ( un fonem a) . En r ealidad, la
m ay or ía de los alfabet os est án for m ados por sólo unas v eint e o t r eint a let r as, y en
la m ay or ía de los idiom as hay m ás fonem as que let r as t ienen sus r espect iv os
alfabet os. Por ej em plo, el inglés t r anscr ibe unos 40 fonem as con sólo 26 let r as. De
ahí que la m ay or ía de las lenguas que se escr iben alfabét icam ent e se v ean
obligadas a asignar var ios fonem as dist int os a la m ism a let r a y a r epr esent ar
algunos fonem as m ediant e com binaciones de let r as, com o la ch del español, o las
com binaciones de dos let r as del inglés sh y t h, en am bos casos r epr esent adas por
una sola let r a en los alfabet os r uso y gr iego o español, r espect iv am ent e.
La segunda est rat egia ut iliza los llam ados logogr am as, que significan que un signo
escr it o r epr esent a una palabra. Ésa es la función de m uchos signos de la escr it ur a
china y del sist em a de escr it ur a j aponés predom inant e ( llam ado kanj i) . Ant es de la
difusión de la escr it ur a alfabét ica, los sist em as que hacían un gran uso de los
logogram as er an m ás com unes, y ent r e ellos se cont aban los j er oglíficos egipcios,
los glifos m ayas y la escr it ura cuneifor m e sum eria.
La t er cera est rat egia, que es la m enos conocida para la m ay or ía de los lect or es de
est e libr o, ut iliza un signo par a cada sílaba. En la práct ica, la m ay or ía de est os
sist em as de escr it ur a ( llam ados silabar ios) ofr ecen signos difer enciados para sílabas
for m adas por una consonant e seguida de una vocal ( com o en la palabr a ca- m i- no) ,
y r ecur r en a div er sas est rat agem as para escr ibir ot r os t ipos de sílabas por m edio de
esos signos. Los silabar ios eran habit uales en épocas ant iguas, com o lo ilust r a la
escr it ur a Lineal B de la Gr ecia m icénica. Algunos silabar ios cont inúan ut ilizándose en
nuest r os días; el m ás im por t ant e es el silabar io kana, que los j aponeses ut ilizan
para t elegr am as, est ados de cuent as bancar ios y t ex t os par a lect or es ciegos.
He llam ado deliber adam ent e est r at egias a est os enfoques, y no sist em as de
escr it ur a.
Ningún
sist em a
r eal
de
escr it ur a
em plea
una
sola
est r at egia
ex clusiv am ent e. La escr it ur a china no es pur am ent e logogr áfica, com o t am poco la
escr it ur a inglesa o la española son pur am ent e alfabét icas. Com o t odos los sist em as
de escr it ur a alfabét icos, el inglés o el español ut ilizan m uchos logogr am as, com o
num er ales, $, % y + : es decir , signos ar bit rar ios no for m ados por elem ent os
fonét icos, que r epr esent an palabr as ent er as. La escr it ura Lineal B, «silábica», t enía
m uchos logogram as, y los j er oglíficos egipcios, «logogr áficos», incluían m uchos
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signos silábicos adem ás de un alfabet o v ir t ual de let r as indiv iduales par a cada
consonant e.
I nv ent ar un sist em a de escr it ur a par t iendo de cer o debió de ser incom par ablem ent e
m ás difícil que t om ar lo pr est ado y adapt ar lo. Los pr im er os escr ibas t uvier on que
est ablecer los pr incipios básicos que ahor a dam os por supuest os. Por ej em plo,
t uv ier on que idear cóm o descom poner una ex pr esión cont inua en unidades de
habla, sin t ener en cuent a si esas unidades se t om aban com o palabr as, sílabas o
fonem as. Tuvier on que apr ender a r econocer el m ism o sonido o unidad de habla en
t odas nuest ras var iaciones norm ales en cuant o a volum en, t ono, velocidad, énfasis,
agr upam ient o de las frases y peculiar idades indiv iduales de pr onunciación. Tuvier on
que decidir que un sist em a de escr it ur a debía ignor ar t oda esa v ar iación. Después
t uv ier on que invent ar fór m ulas para r epr esent ar los sonidos m ediant e sím bolos.
De alguna m anera, los pr im eros escr ibas r esolv ier on t odos est os pr oblem as, sin
t ener a m ano ningún ej em plo del r esult ado final que or ient ar a sus esfuer zos. Ést a
t ar ea fue ev ident em ent e t an difícil que sólo ha habido un r educido núm er o de
ocasiones en la hist or ia en que la gent e haya invent ado la escr it ur a t ot alm ent e por
su cuent a. Las dos invenciones indudablem ent e independient es de la escrit ura
fueron obra de los sum er ios de Mesopot am ia, ant es de 3000 a.C. , y de los indígenas
m ex icanos ant es de 600 a.C. ( fig. 12.1) ; la escr it ur a egipcia de 3000 a.C. y la
escr it ur a
china
( ant es
independient em ent e.
Es
de
1300
pr obable
a.C.)
que
t am bién
todos
los
podr ían
dem ás
haber
pueblos
sur gido
que
han
desarr ollado la escr it ur a post er ior m ent e hay an t om ado pr estados otr os sist em as
exist ent es, los hayan adapt ado o al m enos se hayan inspirado en ellos.
La invención independient e que podem os analizar con m ás det alle es el sist em a de
escr it ur a m ás antiguo de la hist or ia, la escr it ur a cuneifor m e sum er ia ( fig. 12.1) .
Desde m iles de años ant es de que cuaj ar a, la población de algunas aldeas agr ícolas
del Cr ecient e Fér t il ut ilizaba una especie de fichas de arcilla de div er sas for m as con
fines cont ables, com o el r egist ro del núm er o de ov ej as y las cant idades de gr ano.
En los últ im os siglos ant es de 3000 a.C., los avances en la t ecnología, el for m at o y
los signos cont ables conduj er on r ápidam ente al pr im er sist em a de escr it ur a.
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Figura 12.1. Los signos de int err ogación al lado de China y Egipt o indican cier t a
duda acer ca de si la escrit ur a de esas zonas sur gió de m aner a t ot alm ent e
independient e o fue est im ulada por sist em as de escrit ura que surgieron ant es en
ot r os lugar es. «Ot ros» se refier e a escr it ur as que no er an alfabet os ni silabarios, y
que pr obablem ent e sur gier on baj o la influencia de escrit uras anterior es.
Una de aquellas innovaciones t ecnológicas fue el uso de t ablillas de ar cilla planas
com o práct icas super ficies par a escr ibir . Al pr incipio, la ar cilla se ar añaba con
ut ensilios punt iagudos, que produj eron o dier on paso gr adualm ent e a los est ilos de
caña par a im pr im ir lim piam ent e una señal en la t ablilla. Ent r e los av ances habidos
en el for m at o figuraba la gr adual adopción de conv enciones cuy a necesidad es hoy
acept ada univ er salm ent e: que la escr it ur a debe or ganizar se en hiler as o colum nas
alineadas ( hiler as hor izont ales para los sum er ios, al igual que par a los eur opeos
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m oder nos) ; que las líneas debían leer se en una dir ección const ant e ( de izquier da a
der echa para los sum er ios, com o par a los eur opeos m oder nos) ; y que las líneas
debían leer se de ar r iba abaj o de la t ablilla y no a la inver sa.
Per o
el
cam bio
decisiv o
supuso
la
solución
del
pr áct icam ent e t odos los sist em as de escr it ur a:
pr oblem a
cóm o idear
fundam ent al
de
señales visibles
conv enidas que r epr esent en sonidos hablados r eales, en vez de r epr esent ar
únicam ent e ideas o palabras independient es de su pr onunciación. Las pr im er as
fases del desar rollo de la solución han sido det ect adas especialm ent e en m iles de
t ablillas de ar cilla encont r adas en ex cav aciones de r uinas de la ant igua ciudad
sum er ia de Ur uk, a or illas del r ío Éufr at es, a unos 300 k m al sur est e del m oder no
Bagdad. Los pr im er os signos escr it os sum er ios er an im ágenes r econocibles de los
obj et os a los que se hacía alusión ( por ej em plo, una im agen de un pez o un ave) .
Nat ur alm ent e,
est os
signos
pict ór icos
est aban
for m ados
pr incipalm ent e
por
num erales m ás sust ant ivos para los obj etos visibles; los t ext os resultant es eran
sim plem ent e
infor m es
cont ables
en
una
especie
de
t aquigr afía
t elegr áfica
despr ovist a de elem ent os gram at icales. Gradualm ent e, las form as de los signos se
hicier on
m ás
abst ract as,
especialm ent e
cuando
los
ut ensilios
de
escr ibir
punt iagudos fueron sust it uidos por los estilos de caña. Se crearon nuevos signos
com binando signos ant iguos par a producir nuev os significados: por ej em plo, el
signo que significaba cabeza se com binó con el signo que significaba t r igo para
pr oducir un signo que significaba com er.
La escr it ura sum er ia m ás ant igua estaba for m ada por logogr am as no fonét icos. Es
decir , no se basaba en los sonidos específicos de la lengua sum er ia, y podr ía haber
sido
pr onunciada
con
sonidos t otalm ent e dist int os par a
pr oducir
el m ism o
significado en ot r a lengua, del m ism o m odo que el signo num er al 4 se pronuncia
com o cuatr o, chetw ír e, nelj ä y em pat por hablant es de las lenguas española, r usa,
finesa e indonesia, r espect iv am ent e. El paso m ás im por tant e de la hist or ia de la
escr it ur a fue quizá la int r oducción por los sum er ios de la r epr esent ación fonét ica, en
un pr incipio m ediant e la escr it ur a de un sust ant iv o abst ract o (que no podía
r epr esent arse fácilm ent e com o im agen) por m edio del signo de un nom br e
r epr esent able que t enía la m ism a pr onunciación fonét ica. Por ej em plo, es fácil
t r azar una im agen r econocible de flecha, difícil t r azar un signo r econocible de vida,
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per o am bas se pronuncian t i en sum er io, por lo que la im agen de una flecha llegó a
significar flecha o vida. La am bigüedad r esult ant e se r esolv ió m ediant e la adición de
un signo m udo llam ado det erm inat iv o, para indicar la cat egor ía de los nom br es a
los que el obj et o en cuest ión per t enecía. Los lingüist as llam an a est a innovación
decisiv a, que se halla t am bién baj o los j uegos de palabras act uales, el pr incipio del
j er oglífico.
Un ej em plo de escr itur a cuneifor m e babilónica, derivada en últ im a inst ancia de la
escrit ura cuneiform e sum eria.
Una vez que los sum er ios dier on con est e pr incipio fonét ico, com enzar on a ut ilizar lo
para algo m ás que escr ibir nom br es abstr act os. Lo em plear on para escr ibir sílabas o
let ras que const it uían desinencias gr am at icales. Por ej em plo, en inglés no es
ev ident e cóm o dibujar una im agen de la sílaba com ún—t ion, per o podr íam os dibujar
una im agen que ilust r ase el v er bo shun ( ev it ar , r ehuir ) , que t iene la m ism a
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pr onunciación. Signos int er pr et ados fonét icam ent e se ut ilizaban t am bién par a
«delet r ear » palabras m ás largas, com o una ser ie de im ágenes cada una de las
cuales r epr esent aba sonidos de una sílaba. Es com o si un anglohablant e escr ibiese
la palabr a believe ( cr eer ) m ediant e la im agen de una abej a ( bee) seguida de la
im agen de una hoj a ( leave) , que unidas t ienen par ecida pr onunciación. Los signos
fonét icos per m it ían t am bién que los escr ibas ut ilizasen el m ism o signo pict ór ico par a
una ser ie de palabr as r elacionadas (com o dient e, habla y hablant e) , per o que
r esolv iesen la am bigüedad con un signo adicional int er pr et ado fonét icam ent e ( com o
seleccionar el signo que significaba dos, cada o cim a) .
Así pues, la escr it ur a sum er ia llegó a est ar form ada por una com plej a m ezcla de
t r es t ipos de signos: logogram as, que r em it ían a una palabr a o nom br e com plet os;
signos fonét icos, ut ilizados en r ealidad par a delet r ear sílabas, let r as, elem ent os
gr am at icales o par t es de palabras; y det erm inat iv os, que no se pr onunciaban sino
que se ut ilizaban para r esolv er am bigüedades. Sin em bar go, los signos fonét icos de
la escr it ur a sum er ia dist aban m ucho de ser un silabar io o un alfabet o com plet os.
Algunas sílabas sum er ias car ecían de signos escr it os;
el m ism o signo podía
pr onunciar se de m aner as dist int as; y el m ism o signo podía leer se com o palabra,
sílaba o let r a.
Adem ás de la escr it ur a cuneifor m e sum er ia, el ot r o caso segur o de or igen
independient e de la escr it ur a en la hist or ia hum ana proviene de las sociedades
indígenas am er icanas de Mesoam ér ica, pr obablem ent e del sur de Méx ico. Se cr ee
que la escr it ur a m esoam er icana sur gió independient em ent e de la escr it ur a del Viej o
Mundo, porque no hay pr ueba convincent e alguna de contact o ant erior a los
v ik ingos ent r e sociedades del Nuev o Mundo y sociedades del Viej o Mundo que
posey er an
la escr it ur a.
Adem ás,
las for m as de los signos de la escr it ur a
m esoam er icana eran t otalm ent e dist int as de los de cualquier escr it ura del Viej o
Mundo. Se conocen m ás o m enos una docena de escr it ur as m esoam er icanas, t odas
o la m ay or ía de ellas apar ent em ent e r elacionadas ent r e sí ( por ej em plo, en sus
sist em as num ér icos y de calendar io) , que en su m ayor par t e sólo han sido
descifr adas par cialm ent e. Por el m om ent o, la escr it ur a m esoam er icana m ás antigua
que se conser va es la provenient e de la zona zapot eca del sur de México, hacia 600
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a.C., pero la m ej or conocida es con difer encia una de la r egión de las t ier r as baj as
m ay as, donde la fecha de escr it ur a conocida m ás ant igua cor r esponde a 292.
Escr it ura m aya t allada en un dint el de piedra de Yaxchilán, México, en el siglo VI .
A pesar de sus or ígenes independient es y las for m as dist int iv as de sus signos, la
escr it ur a m ay a est á organizada sobr e pr incipios básicam ent e sem ej ant es a los de la
escr it ur a sum er ia y ot r os sist em as de escr it ur a de Eur asia occident al inspir ados en
la sum er ia. Al igual que la sum er ia, la escr itur a m ay a ut ilizaba logogram as y signos
fonét icos. Los logogram as par a designar palabras abst r act as solían t ener su or igen
en el pr incipio del j er oglífico. Es decir , una palabr a abstr acta se escr ibía con el signo
de ot r a palabra que se pr onunciaba de m aner a sem ej ante per o con un significado
dist int o y que pudier a ser r epr esent ada fácilm ent e. Al igual que los signos de los
silabar ios kana de Japón y Lineal B de la Gr ecia m icénica, los signos fonét icos
m ay as er an en su m ay or ía signos de sílabas de una consonant e m ás una v ocal
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( com o ta, t e, t i, t o, t u) . Com o las let r as del ant iguo alfabet o sem it a, los signos
silábicos m ay as t enían su or igen en im ágenes del obj et o cuya pr onunciación
com enzaba con esa sílaba ( por ej em plo, el signo silábico m aya ne se par ece a una
cola, palabra que en m aya es neh) .
Todos est os paralelism os ent r e la escr it ur a m esoam er icana y la de Eurasia
occident al de la ant igüedad at est iguan la univ er salidad subyacent e de la cr eat iv idad
hum ana. Aunque las lenguas sum erias y m esoam ericanas no guardan ninguna
r elación especial ent r e sí o ent r e las lenguas del m undo, am bas plant ear on
cuest iones básicas sem ej antes al r educir las a la escr it ur a. Las soluciones invent adas
por los sum er ios ant es de 3.000 a.C. fuer on r einvent adas, a m edio m undo de
dist ancia, por los indígenas m esoam er icanos ant es de 600 a.C.
* * * *
Con las posibles ex cepciones de las escr it ur as egipcia, china y la de la isla de
Pascua, que se ex am inar án m ás adelant e, t odos los dem ás sist em as de escr it ur a
ideados
en
cualquier
lugar
del
m undo,
en
cualquier
época,
par ecen
ser
descendient es de sist em as m odificados a par t ir de, o al m enos inspir ados en, la
escr it ur a sum er ia o m esoam er icana ant igua. Una r azón de que hubier a t an pocos
or ígenes independient es de la escr it ur a es la gr an dificult ad que ent r aña su
invención, com o y a hem os vist o. La otr a r azón es que la escr it ur a sum er ia o la
m esoam er icana ant igua y sus der iv ados se adelant ar on a ot ras opor t unidades de
invención independient e de la escr it ura.
Sabem os que el desar r ollo de la escr it ur a sum er ia r equir ió al m enos cient os,
posiblem ent e m iles de años. Com o ver em os, los r equisit os pr ev ios para est os
av ances eran var ias car act er íst icas de la sociedad hum ana que det erm inaban si a
una sociedad le r esult ar ía út il la escr it ur a, y si la sociedad podr ía m ant ener a los
necesar ios escr ibas especializados. Muchas ot r as sociedades hum anas adem ás de
las de los sum er ios y los pr im it ivos m ex icanos —com o las de I ndia, Cr et a y Et iopía
en la ant igüedad— desarr ollar on est os requisit os pr ev ios. Sin em bar go, los sum er ios
y los pr im it ivos m exicanos fuer on los pr im er os en desar r ollar los en el Viej o y en el
Nuevo Mundo, respect ivam ent e. Una vez que los sum er ios y los prim it ivos
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m ex icanos hubier on invent ado la escr it ur a, los det alles o los pr incipios de su
escr it ur a se difundier on rápidam ent e a otr as sociedades, ant es de que pudier an
pasar por los necesar ios siglos o m ilenios de ex per im ent ación independient e con la
escr it ur a por sí m ism os. Así pues, aquel pot encial par a otr os ex per im ent os
independient es se v io ant icipado o fr ustr ado.
La difusión de la escr it ur a ha t enido lugar según uno u ot ro de dos m ét odos
difer ent es, que encuent r an su parangón en t oda la hist or ia de la t ecnología y de las
ideas. Alguien invent a algo y com ienza a usar lo. ¿Cóm o un t er cer o, ot ro posible
usuar io, diseña después algo par ecido par a su pr opio uso, sabiendo que ot ra
per sona dispone ya de su pr opio m odelo const r uido y en funcionam ient o?
Ést e t ipo de t ransm isión de las invenciones supone t odo un espect ro de for m as. En
un ex t r em o se halla «la copia del pr oyect o or iginal», cuando se copia o m odifica un
pr oyect o detallado disponible. En el ex t r em o opuest o se halla «la difusión de la
idea», cuando lo que se r ecibe es poco m ás que la idea básica y es pr eciso
r einvent ar los det alles. El saber que puede hacer se est im ula a la per sona r ecept ora
a int ent ar lo por sí m ism a, per o la solución específica final puede par ecer se o no a la
del pr im er invent or .
Para poner un ej em plo r ecient e, los hist oriadores cont inúan debat iendo si fue la
copia de proyect os o la difusión de ideas lo que cont r ibuyó m ás a la fabricación de la
bom ba
at óm ica
por
par t e
de
la
ant igua
Unión
Soviét ica.
¿Dependier on
decisiv am ent e las iniciat ivas de fabr icación de la bom ba de la ant igua Unión
Soviét ica de pr oy ect os or iginales de la bom ba estadounidense ya constr uida, que
fuer on r obados y tr ansm it idos a aquella URSS por espías? ¿O lo que sucedió fue,
sim plem ent e, que la r ev elación de la bom ba A de Estados Unidos en Hir oshim a
conv enció por fin a St alin de la viabilidad de la fabr icación de esa bom ba, y que los
cient íficos soviét icos r einv ent ar on después los pr incipios en un pr ogram a de choque
independient e,
con
escasa
or ient ación
por m enor izada
de
la
iniciat iva
est adounidense ant er ior ? Pr egunt as par ecidas se plant ean en r elación con la hist or ia
del desar r ollo de la r ueda, las pirám ides y la pólv or a. Exam inem os ahora cóm o la
copia de pr oyect os or iginales y la difusión de ideas cont r ibuyer on a la pr opagación
de los sist em as de escr it ur a.
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* * * *
Hoy en día, los lingüist as pr ofesionales diseñan sist em as de escr it ur a para lenguas
no escr it as por el m ét odo de copiar proyect os. La m ayor ía de est os sist em as «a
m edida» m odifican alfabet os ex ist ent es, aunque algunos diseñan silabar ios. Por
ej em plo, lingüist as m isioner os t r abaj an en alfabet os r om anos m odificados para
cient os de lenguas de Nuev a Guinea y de los indígenas am er icanos. Lingüist as del
gobier no idear on el alfabet o r om ano m odificado que fue adopt ado en 1928 por
Tur quía par a escr ibir en la lengua t ur ca, así com o alfabet os cir ílicos m odificados
diseñados para m uchas lenguas t r ibales de la ant igua Unión Soviét ica.
En algunos casos, t enem os not icia t am bién de individuos que diseñaron sist em as de
escr it ur a m ediant e el sist em a de copia del pr oyect o or iginal en el pasado r em ot o.
Por ej em plo, el pr opio alfabet o cir ílico ( el que se usa en nuest r os días par a la lengua
r usa) desciende de una adapt ación de let r as gr iegas y hebr eas ideadas por san
Cir ilo, un m isioner o gr iego ent r e los eslavos en el siglo I X. Los pr im eros t ext os
conser v ados de una lengua ger m ánica ( la fam ilia lingüíst ica a la que per t enece, por
ej em plo, el inglés) est án escr it os con un alfabet o gót ico cr eado por el obispo Ulfilas,
un m isioner o que v iv ía con los visigodos en la act ual Bulgar ia en el siglo I V. Al igual
que la inv ención de san Cir ilo, el alfabet o de Ulfilas fue una m ezcolanza de let r as
pr est adas de difer ent es fuent es: unas veint e let r as gr iegas, unas cinco let r as
r om anas y dos let r as del alfabet o r único, y ot r as dos invent adas por el propio
Ulfilas.
Con
m ucha m ay or
fr ecuencia,
no
sabem os nada de los indiv iduos
r esponsables de la invención de alfabet os célebr es del pasado. Sin em bargo, sigue
siendo posible com parar alfabet os r ecién sur gidos del pasado con otr os ex ist ent es
pr ev iam ent e, y deducir de las for m as de las let r as cuál de ellos sir v ió de m odelo.
Por la m ism a razón, podem os est ar segur os de que el silabar io Lineal B de la Gr ecia
m icénica había sido adopt ado hacia 1400 a.C. del silabar io Lineal A de la Cr et a
m inoica.
En los cient os de ocasiones en que un sist em a de escrit ura exist ent e de una lengua
ha sido ut ilizado com o m odelo par a ser adapt ado a una lengua dist int a, siem pr e han
sur gido pr oblem as, porque nunca dos lenguas t ienen ex act am ent e el m ism o
conj unt o de sonidos. Algunas let r as o signos her edados pueden supr im ir se sin m ás,
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cuando los sonidos r epr esent ados por esas let r as en la lengua que hace el pr ést am o
no ex ist en en la lengua pr est atar ia. Por ej em plo, el finés car ece de los sonidos que
m uchas ot r as lenguas eur opeas ex pr esan m ediant e las let r as b, c, f, g, w , x y z, por
lo que los finlandeses han supr im ido est as let r as de su v er sión del alfabet o r om ano.
Se ha plant eado t am bién con fr ecuencia el pr oblem a inver so, de idear let r as para
r epr esent ar sonidos «nuev os» que est án pr esent es en la lengua pr est at ar ia per o
ausent es en la lengua que hace el pr ést am o. El pr oblem a se ha r esuelt o de dist int as
m aneras: por ej em plo, ut ilizando una com binación ar bit rar ia de dos o m ás let r as
( com o en inglés t h par a r epr esent ar un sonido para el que los alfabet os gr iego y
r único ut ilizaban una sola let r a) ; añadiendo una pequeña m arca dist int iv a a una
let r a exist ent e ( com o la t ilde de la ñ española, la diér esis oum laut alem ana de ö, y
la pr olifer ación de m ar cas que apar ecen en las let r as polacas y t ur cas) ; adaptando
let r as ex ist ent es par a las cuales la lengua pr est at ar ia no t enía uso ( com o cuando los
checos m oder nos r eciclan la let r a c del alfabet o r om ano par a ex pr esar el sonido
checo t s) ; o inv ent ando sin m ás una nueva let ra ( com o nuest ros ant epasados
m ediev ales hicier on cuando cr ear on las nuev as let r as j , u y w ) .
El alfabet o r om ano, a su vez, fue el pr oduct o final de una lar ga secuencia de copia
de pr oyect os or iginales. Los alfabet os sur gier on apar ent em ent e una sola v ez en la
hist oria hum ana:
ent re los hablant es de las lenguas sem ít icas, en la zona
com pr endida ent r e la m oder na Sir ia y el Sinaí, dur ant e el segundo m ilenio a.C.
Todos los cient os de alfabet os hist ór icos y exist ent es en la act ualidad der iv aron en
últ im a inst ancia de aquel alfabet o sem ít ico ancest ral, en algunos casos ( com o el
alfabet o ogham ir landés) por difusión de la idea, per o en la m ay or ía de ellos por la
copia r eal y la m odificación de las for m as de las let r as.
Ést a ev olución del alfabet o puede seguir se hast a los j er oglíficos egipcios, que
incluían un j uego com plet o de 24 signos para las 24 consonant es egipcias. Los
egipcios nunca dier on el siguient e paso lógico ( par a nosotr os) de descar tar t odos
sus logogr am as, det er m inat iv os y signos par a par es y t r íos de consonant es, y
ut ilizar únicam ent e su alfabet o consonánt ico. A par t ir de hacia 1700 a.C., sin
em bargo, sem it as que conocían los j er oglíficos egipcios com enzar on a exper im ent ar
con ese paso lógico.
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La r est r icción de los signos a aquellos que r epr esent aban consonant es sim ples fue
sólo la pr im er a de t r es innovaciones decisivas que dist inguier on a los alfabet os de
ot r os sist em as de escr it ura. La segunda fue ayudar a los usuar ios a m em or izar el
alfabet o colocando las let r as en una secuencia fij a y dándoles nom br es fáciles de
r ecor dar. Los nom br es de las let r as españolas, por ej em plo, son m onosílabos en su
m ay or par t e car ent es de significado ( «a», «be», «ce», «de», et c.) . Sin em bar go, los
nom br es sem it as poseían un significado en las lenguas sem ít icas: eran las palabr as
que significaban obj et os fam iliar es: ( aleph = buey , bet h = casa, gim el = cam ello,
dalet h
=
puer ta,
et c.) .
Estas
palabr as
sem ít icas
est aban
r elacionadas
«acr ofónicam ent e» con las consonant es sem ít icas a las que se r efier en: es decir , la
pr im er a let r a de la palabr a del obj et o er a tam bién la let r a que designaba el obj et o
( a, b, g, d, et c.) . Adem ás, las for m as m ás ant iguas de las let r as sem ít icas par ecen
haber sido en m uchos casos im ágenes de esos m ism os obj et os. Todas estas
caract er íst icas per m it ier on que las for m as, los nom br es y la secuencia de las let r as
del alfabet o sem ít ico fuer an fáciles de r ecor dar. Muchos alfabet os m oder nos,
incluido el nuest ro, conservan con pequeñas m odificaciones aquella secuencia
or iginal ( y, en el caso del gr iego, incluso los nom br es or iginales de las let r as: alfa,
bet a, gam m a, delt a, et c.) m ás de 3000 años después. Una pequeña m odificación
que los lect or es habr án adv er t ido ya es que la g sem ít ica y gr iega se convir t ió en
la c rom ana e inglesa, m ient ras que los rom anos invent aron una nueva g en su
posición act ual.
La t er cer a y últ im a innovación que conduj o a los alfabet os m oder nos fue la
incor poración de v ocales. Ya en los pr im er os t iem pos del alfabet o sem ít ico,
com enzar on los ex per im ent os con m ét odos par a escr ibir v ocales m ediant e el
añadido de pequeñas let r as adicionales par a indicar vocales seleccionadas, o bien
m ediant e punt os, líneas o gar abat os r epar t idos por las let r as consonant es. En el
siglo VI I I a.C. los gr iegos fuer on el pr im er pueblo que indicó sist em át icam ent e
t odas las vocales m ediant e los m ism os t ipos de let r as ut ilizados par a las
consonant es. Los gr iegos obt uv ier on las for m as de sus vocales α - ε - η - ι – ο
m ediant e la «asim ilación» de cinco let r as ut ilizadas en el alfabet o fenicio par a
r epr esent ar sonidos consonánt icos de los que el gr iego car ecía.
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A par t ir de aquellos pr im er os alfabet os sem ít icos, una línea de la copia de proyect os
or iginales y la m odificación ev olut iv a conduj er on, pasando los pr im er os alfabet os
ár abes, al alfabet o et íope m oder no. Una línea m ucho m ás im por t ant e ev olucionó a
t r avés del alfabet o ar am eo, ut ilizado par a docum ent os oficiales del I m per io per sa,
hast a los alfabet os árabe, hebr eo, indio y del sur est e asiát ico m oder nos. Pero la
línea m ás conocida para los lect or es eur opeos y am er icanos es la que conduj o a
t r avés de los fenicios a los gr iegos a com ienzos del siglo VI I I a.C., y de ahí a los
et r uscos en el m ism o siglo, y en el siglo siguient e a los r om anos, cuyo alfabet o con
liger as m odificaciones es el que se ha ut ilizado para im pr im ir est e libr o. Gr acias a su
pot encial v ent aj a de com binar pr ecisión y sencillez, los alfabet os han sido adopt ados
y a en la m ay or ía de las zonas del m undo m oder no.
* * * *
Aunque la copia de un m odelo y su m odificación es la opción m ás sencilla para
t r ansm it ir la t ecnología, esa opción no est á disponible a veces. Los m odelos pueden
m ant ener se en secr et o, o pueden ser ilegibles par a quien no est é infor m ado
pr ev iam ent e de la t ecnología. Se puede t ener not icia de un invent o r ealizado en
algún lugar lej ano, per o puede ser que los det alles no se t r ansm it an. Quizá sólo se
conozca la idea básica: alguien ha logr ado, de alguna m aner a, alcanzar cier t o
r esult ado final. Éste conocim ient o puede, sin em bar go, inspir ar a ot ros, m ediant e la
difusión de la idea, a idear sus pr opias vías para alcanzar ese r esult ado.
Un ej em plo llam at iv o de la hist or ia de la escr it ur a es el or igen del silabar io ideado
en Ar k ansas hacia 1820 por un indio cher okí llam ado Sequoy ah, par a la escr it ur a de
la lengua cher okí. Sequoyah obser v ó que los blancos hacían m ar cas en el papel, y
que obt enían grandes vent aj as m ediant e la ut ilización de esas m ar cas para anot ar y
r epet ir lar gos discur sos. Sin em bar go, el funcionam ient o det allado de esas m ar cas
seguía siendo un m ist er io par a él, y a que Sequoy ah ( com o la m ay or ía de los
cher okís ant es de 1820) er a analfabet o y no sabía hablar ni leer inglés. Com o er a
her r er o, Sequoy ah com enzó ideando un sist em a contable que le ay udar a a r egist rar
las deudas de sus client es. Dibuj ó una im agen de cada client e, y después dibuj ó
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cír culos y r ayas de div er sos tam años para r epr esent ar la cant idad de diner o que le
debían.
Hacia 1810, Sequoy ah decidió pasar a diseñar un sist em a para escr ibir la lengua
cher okí. Com enzó de nuev o dibuj ando im ágenes, per o las abandonó por ser
dem asiado com plicadas y dem asiado ex igent es desde el punt o de v ist a ar t íst ico. A
cont inuación com enzó a invent ar signos independient es par a cada palabr a, y de
nuevo quedó insat isfecho cuando había acuñado m iles de signos y
seguía
necesitando m ás.
Finalm ent e, Sequoy ah se dio cuent a de que las palabras est aban form adas por un
núm er o m oder ado de sonidos dist int os que se r epet ían en m uchas palabras
dist int as, lo que llam ar íam os sílabas. I deó inicialm ent e 200 signos silábicos y los
r eduj o gr adualm ent e a 85, la m ay or ía de ellos para com binaciones de una
consonant e y una vocal.
Com o fuent e de los pr opios signos, Sequoy ah pract icó la copia de las let r as de un
libr o de or t ografía inglesa que le había r egalado un m aest r o. Algo m ás de v eint e
signos silábicos cher okís fuer on t om ados dir ect am ent e de esas let r as, aunque
nat ur alm ent e con un significado t ot alm ent e dist int o, ya que Sequoyah no conocía
los significados ingleses. Por ej em plo, decidió que las for m as D, R, b y h
r epr esent asen las sílabas cher okís a, e, si y ni, r espect iv am ent e, m ient r as que la
for m a del num eral 4 fue t om ada par a r epresent ar la sílaba se. Acuñó ot r os signos
m odificando let r as inglesas, com o
,
y
para r epr esent ar las sílabas y u, sa
y na, r espect iv am ent e. Ot r os signos fuer on cr eación suy a, com o
,
y
para
ho, li y nu, r espect iv am ent e. El silabar io de Sequoy ah ha m er ecido la adm ir ación
gener al de los lingüist as pr ofesionales por su buena adecuación a los sonidos
cher okís y por la facilidad con que puede ser apr endido. En un br ev e lapso de
t iem po, los cher okís alcanzar on casi el 100 por 100 de alfabet ización en el silabar io,
com pr ar on
una im pr ent a,
fundier on
los signos de Sequoyah
com o t ipos y
com enzar on a im pr im ir libr os y per iódicos.
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El j uego ele signos ideados por Sequoyah par a r epr esent ar las sílabas de la lengua
chcrokú
La escr it ur a cher okí sigue siendo uno de los ej em plos m ej or at est iguados de
escr it ur a sur gida a t rav és de la difusión de una idea. Sabem os que Sequoy ah r ecibió
papel y ot r os m at er iales de escr it ur a, la idea del sist em a de escr it ur a, la idea de
usar señales dist int as y la for m a de v ar ias docenas de señales. Dado que, sin
em bargo, no sabía leer ni escr ibir inglés, no adquir ió det alle alguno y ni siquier a
pr incipios de las escr it ur as ex ist ent es a su alr ededor. Rodeado de alfabet os que no
podía com pr ender , r einvent ó independient em ent e un silabar io, sin saber que los
m inoicos de Cr et a habían invent ado ya otr o silabar io 3500 años ant es.
* * * *
El ej em plo de Sequoy ah fue ser v ir de m odelo de cóm o la difusión de ideas conduj o
pr obablem ent e t am bién a m uchos sist em as de escr it ur a de la ant igüedad. El
alfabet o han'gul ideado por el r ey Sej ong de Cor ea en 1446 para la lengua cor eana
se inspir ó evident em ent e en el for m at o de bloque de los car act er es chinos y en el
pr incipio alfabét ico de la escr it ur a m ongol o budist a t ibet ana. Sin em bar go, el r ey
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Sej ong invent ó las for m as de las let r as han'gul y var ios r asgos ex clusiv os de su
alfabet o, ent r e ellos la agr upación de let r as por sílabas en bloques cuadr ados, el uso
de for m as de let r as r elacionadas par a r epr esent ar sonidos v ocálicos o consonánt icos
r elacionados y las for m as de las consonant es que r epr esent an la posición de los
labios o la lengua para pr onunciar esa consonant e. El alfabet o ogham ut ilizado en
I r landa y algunas zonas de la Gr an Br etaña celt a a par t ir m ás o m enos del siglo I V
adopt ó asim ism o el pr incipio fonét ico ( en est e caso, a par t ir de alfabet os europeos
ex ist ent es) , per o t am bién ideó for m as de let r as ex clusiv as, basadas apar ent em ent e
en un sist em a de cinco dedos de señales m anuales.
Podem os at r ibuir con segur idad los alfabet os han'gul y ogham a la idea de la
difusión m ás que a la invención independient e y aislada, porque sabem os que
am bas sociedades est aban en est recho cont act o con sociedades que poseían la
escr it ur a y por que es ev ident e que escr it ur as ex t r anj er as propor cionar on la
inspir ación. En cam bio, podem os at r ibuir con cer t eza la escr it ura cuneifor m e
sum er ia y la pr im er a escr it ur a m esoam er icana a la invención independient e, por que
en la época de su pr im era apar ición no ex ist ía ninguna ot r a escr it ur a en sus
r espect iv os hem isfer ios que pudier a haberlas inspir ado. Siguen siendo discut ibles
los or ígenes de la escr it ur a en la isla de Pascua, en China y Egipt o.
Los polinesios que viv ían en la isla de Pascua, en el océano Pacífico, t enían una
escrit ura
única
cuyos prim eros
ej em plos
conservados
se
rem ontan
sólo
a
aproxim adam ent e 1851, m ucho después de que los eur opeos llegar an a la isla de
Pascua, en 1722. Quizá la escr it ur a sur gió independient em ent e en la isla de Pascua
ant es de la llegada de los eur opeos, aunque no se ha conser v ado t ex t o alguno. Sin
em bargo, la int er pr et ación m ás sencilla consist e en t om ar los hechos tal com o se
pr esent an, y suponer que los habit ant es de la isla de Pascua fuer on est im ulados a
idear una escr it ura después de v er la pr oclam a escr it a de anex ión que una
expedición española les ent r egó en 177 0.
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Un car t el cor eano ilustr a el ex celent e sist em a de escrit ur a han'gul. Cada bloque
cuadrado r epr esent a una sílaba, per o cada signo com ponent e dent r o del bloque
r epr esent a una let r a.
Por lo que se r efier e a la escr it ur a china, at est iguada por pr im era v ez hacia 1300
a.C. pero con posibles pr ecur sor es anter ior es, t iene asim ism o signos locales
ex clusiv os y algunos pr incipios exclusiv os, y la m ayor ía de los est udiosos suponen
que ev olucionó de m aner a independient e. La escr it ur a se había desar rollado ant es
de 3.000 a.C. en Sum er ia, 6.000 km al oest e de los pr im er os cent r os ur banos
chinos, y apar eció ant es de 2.200 a.C. en el valle del I ndo, 4.000 km al oest e, per o
no se conoce ningún sist em a pr im it iv o de escr it ur a en t oda la zona com pr endida
ent r e el v alle del I ndo y China. Así pues, no hay pr ueba alguna de que los pr im eros
escr ibas chinos pudier an haber t enido conocim ient o de un sist em a de escr it ur a
dist int o que les inspir ase.
De los j er oglíficos egipcios, que const it uy en el sist em a de escr it ur a m ás célebr e de
la ant igüedad, se supone t am bién habit ualm ent e que son el result ado de la
invención independient e, per o la int er pr et ación alt er nat iv a de la difusión de la idea
es m ás fact ible que en el caso de la escr it ur a china. La escr it ur a j eroglífica apar eció
de m odo cier t am ent e súbit o, en for m a casi com plet a hacia 3000 a.C. Egipt o est á
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sit uado a sólo 1.300 k m al oest e de Sum er ia, t er r it or io con el que Egipt o m ant enía
cont act os com er ciales. Me par ece sospechoso que no hayan llegado hast a nosot r os
pr uebas de un desar r ollo gr adual de los j er oglíficos, aun cuando el clim a seco de
Egipt o habr ía sido fav orable a la conserv ación de ex per im ent os ant er ior es de
escr it ur a,
y
aunque el clim a
igualm ent e
seco
de Sum er ia
haya
pr oducido
abundant es pr uebas de la ev olución de la escr it ur a cuneifor m e dur ant e al m enos
v ar ios siglos ant es de 3000 a.C. Igualm ent e sospechosa es la apar ición de v ar ios
sist em as de escr it ur a, diseñados de m anera apar ent em ent e independient e, en I r án,
Cr et a y Tur quía ( llam ados escr it ur a prot oelam it a, pict ogr am as cr et enses y escr it ur a
j er oglífica hit it a, r espect iv am ent e) , después del nacim ient o de la escr it ur a sum er ia y
egipcia. Aunque cada uno de est os sist em as ut ilizaba j uegos dist int iv os de signos
que no habían sido t om ados de Egipt o ni de Sum er ia, los pueblos afect ados
difícilm ent e podr ían haber ignor ado la escr it ur a de sus socios com er ciales vecinos.
Un ej em plo de escr it ur a china: rollo de Wu Lt , de 1679.
Ser ía una coincidencia ex t r aor dinar ia el que, después de m illones de años de
ex ist encia hum ana sin escr it ura, t odas aquellas sociedades del Medit er r áneo y de
Or ient e Pr óxim o hubier an t enido de m aner a independient e la idea de la escr it ur a
con una difer encia de escasos siglos. De ahí que una posible int er pr et ación m e
par ezca la difusión de la idea, com o en el caso del silabar io de Sequoy ah. Es decir ,
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los egipcios y ot r os pueblos podr ían haber apr endido de los sum er ios la idea de la
escr it ur a y posiblem ent e algunos de sus pr incipios, ideando después otr os pr incipios
y t odas las form as específicas de las let ras por sí solos.
Volv am os ahor a a la cuest ión pr incipal con la que com enzábam os est e capít ulo:
¿por qué la escr it ura surgió en unas sociedades y no en ot ras, y se difundió a unas
sociedades per o no a m uchas ot r as? Las lim it aciones de las capacidades, los usos y
los usuar ios de los pr im er os sist em as de escr it ur a son punt os de par t ida út iles par a
nuest ro análisis.
Las pr im er as escr it uras er an incom plet as, am biguas, com plej as, o las t r es cosas a la
v ez. Por ej em plo, la escr it ur a cuneifor m e sum er ia m ás antigua no podr ía ser v ir para
la pr osa norm al porque er a una m era t aquigrafía t elegr áfica, cuyo vocabular io
est aba lim it ado a nom br es, num erales, unidades de m edida, palabras par a obj et os
cont ados y algunos adj et ivos.
Un ej em plo de j er oglíficos egipcios: el papiro funer ar io de la princesa En- t íu- ny.
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Es igual que si un funcionario de t ribunales est adounidense m oder no se viese
obligado a escr ibir «John 27 gor do cor dero», porque la escr it ur a inglesa car ecier a de
las palabr as y la gram át ica necesar ia par a escr ibir : «Or denam os que John ent r egue
al gobier no los 27 gor dos corder os que posee». La escr it ur a cuneifor m e sum er ia
post er ior sí adquir ió la capacidad de ser v ir para la pr osa, per o para ello se valió del
despr olij o sist em a al que y a hem os aludido, con m ezclas de logogram as, signos
fonét icos y det erm inat ivos no pronunciados que t ot alizaban cient os de signos
dist int os. El sist em a Lineal B. la escr it ur a de la Gr ecia m icénica, er a al m enos m ás
sencilla, pues se basaba en un silabar io de unos 90 signos m ás logogram as. En
cont r aposición con est a v ir t ud, el sistem a Lineal B er a bast ant e am biguo. Om it ía las
consonant es al final de las palabr as, y ut ilizaba el m ism o signo par a v ar ias
consonant es r elacionadas (por ej em plo, un solo signo para la l y la r , ot ro par a la p,
la b y la ph, y ot r o para la g, la k y la kh) . Todos sabem os la confusión que puede
suscit ar se cuando una persona de or igen j aponés habla nuest r a lengua sin dist inguir
ent r e la l y la r : im aginem os la confusión si nuest r o alfabet o hicier a lo m ism o al
t iem po que hom ogeneizaba de m aner a sem ej ante las ot r as consonant es a las que
nos hem os r efer ido. Es com o si en español pronunciásem os de idént ica m anera las
palabr as «bala», «par a», «car caj » y «faca».
Una lim it ación r elacionada es que pocas per sonas apr endier on a escr ibir est os
pr im it iv os signos. El conocim ient o de la escr it ur a se cir cunscr ibía a los escr ibas
pr ofesionales al ser v icio del r ey o el t em plo. Por ej em plo, no hay ningún indicio de
que la escr it ur a Lineal B fuer a ut ilizada o com pr endida por ningún gr iego m icénico
apar t e de los pequeños cuadr os de las burocr acias palat inas. Dado que los escr ibas
que ut ilizaban la escr it ur a Lineal B pueden dist inguir se por su caligr afía en los
docum ent os que se han conservado, podem os decir que t odos los docum ent os
conser v ados de la escr it ur a Lineal B de los palacios de Cnosos y Pilos son obra de
sólo 75 y 40 escr ibas, respect ivam ent e.
Los usos de est as pr im it iv as escr it ur as t elegr áficas, r udim ent ar ias y am biguas eran
t an lim it ados com o el núm er o de sus usuar ios. Si alguien esper ase descubr ir por
m edio de ellas cóm o pensaban y sent ían los sum er ios de 3. 000 a.C. , se llevaría una
decepción. En cam bio, los prim eros t ext os sum erios son asépt icas relaciones de los
bur ócr atas palaciegos y de los t em plos. Apr oxim adam ent e el 90 por 100 de las
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t ablillas de los pr im er os ar chiv os sum er ios conocidos, de la ciudad de Ur uk, son
r egist r os sacer dot ales de bienes ingr esados, raciones ent r egadas a los tr abaj ador es
y pr oductos agr ícolas dist r ibuidos. Sólo m ás adelant e, cuando los sum er ios
av anzar on m ás allá de los logogram as hast a la escr it ur a fonét ica, com enzaron a
escr ibir nar raciones en pr osa, com o pr opaganda y m it os.
Los gr iegos de la época m icénica nunca llegaron a la fase de pr opaganda y m it os.
Un t er cio de las t ablillas de la escr it ur a Lineal B del palacio de Cnosos son r egist r os
de los cont ables sobr e ovej as y lana, m ient r as una pr opor ción desm esur ada de la
escr it ur a del palacio de Pilos est á com puest a por r egist r os de lino. La escr it ura
Lineal B er a int r ínsecam ent e t an am bigua que cont inuó r est r ingida a las r elaciones
palat inas, cuy o cont ex t o y cuy as lim it adas opciones de palabr as hacían clara la
int er pr et ación. No se ha conser vado huella alguna de su uso con fines lit er ar ios.
I líada y Odisea fuer on com puest as y tr ansm it idas por bar dos que no sabían leer ni
escr ibir para oyent es que t am poco sabían leer ni escr ibir , y que no conocer ían la
escr it ur a hasta el desar r ollo del alfabet o gr iego, siglos después.
Usos
igualm ent e
r est r ingidos
caract er izan
las
pr im it iv as
escr it ur as
egipcias,
m esoam er icanas y china. Los pr im er os j er oglíficos egipcios r egist r aban pr opaganda
r eligiosa y est at al y r elat os bur ocr át icos. La escr it ur a m ay a conser vada est aba
dedicada asim ism o a la pr opaganda, los nacim ient os y las ent r onizaciones e hist or ia
de los reyes y las observaciones ast ronóm icas de los sacerdot es. La escrit ura china
m ás ant igua que se conser v a de la dinast ía Shang t ardía est á t om ada por
adivinación r eligiosa sobr e asunt os dinást icos, y se t rat a de incisiones en los
llam ados huesos de or áculos. Una m uest r a de un t ex t o Shang dice: «El r ey , ley endo
el significado de la gr iet a [ en un hueso agr iet ado t ras ser calent ado] , dij o: " Si el
niño nace en un día k eng, ser á de m uy buen agüer o"».
Para nosot r os, act ualm ent e, es una t ent ación pr egunt ar por qué las sociedades que
disponían de pr im it iv os sist em as de escrit ur a aceptar on las am bigüedades que
lim it aban la escr it ur a a un núm er o r educido de funciones y de escr ibas. Per o incluso
for m ular est a pr egunta es ilust r ar la difer encia exist ent e ent r e las per spect iv as
ant iguas
y
nuest r as
ex pect at iv as
de
alfabet ización
m asiv a.
Los
usos
r est r ingidos int encionados de las escr it uras pr im it iv as desincent iv ar on dir ect am ent e
la invención de idear sist em as de escr it ur a m enos am biguos. Los r ey es y los
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sacer dot es de la ant igua Sum er ia quer ían que la escr it ura fuese ut ilizada por
escr ibas pr ofesionales par a r egist r ar los núm er os de las ovej as debidas com o
im puest os, no por las m asas para escr ibir poesía o ur dir t r am as. Com o ha señalado
el ant r opólogo Claude Lév i- St r auss, la función pr incipal de la escr it ur a ant igua er a
«facilit ar la esclav ización de ot r os ser es hum anos». Los usos per sonales de la
escr it ur a por no pr ofesionales no llegar on hast a m ucho después, cuando los
sist em as de escr it ur a se sim plificar on y adquir ier on m ay or ex pr esiv idad.
Por ej em plo, con la caída de la civ ilización de la Gr ecia m icénica, hacia 1.200 a.C.,
la escr it ur a Lineal B desapar eció, y Gr ecia r egr esó a una época pr e alfabét ica.
Cuando la escr it ur a r egr esó finalm ent e a Gr ecia, en el siglo VI I I a.C., la nuev a
escr it ur a gr iega, sus usuar ios y sus usos fuer on m uy difer ent es. La escr it ur a no er a
y a un silabar io am biguo m ezclado con logogram as, sino un alfabet o tom ado
pr est ado del alfabet o consonánt ico fenicio y m ej orado por la invención gr iega de las
v ocales. En lugar de list as de ovej as, legibles únicam ent e para los escr ibas y leídas
únicam ent e en los palacios, el sist em a de escr it ur a alfabét ica gr iega a par t ir del
m om ent o de su apar ición fue un vehículo de poesía y hum or , par a ser leído en los
hogar es pr iv ados. Verbigr acia, el pr im er ej em plo conser v ado de escr it ur a alfabét ica
gr iega, en una incisión en una ánfora at eniense de vino de hacia 740 a. C., es un
v er so de un poem a que anuncia un concur so de danza: «Aquél de los danzant es que
act úe con m ás dest r eza ganar á est e v aso com o pr em io». El ej em plo siguient e
const a de tr es ver sos en hex ám et r o dact ílico inscr it o en una copa: «Soy la deliciosa
copa de Nést or . Aquél que beba de est a copa desear á al inst ant e que la cor onada
Afr odit a se apoder e de él». Los ej em plos m ás ant iguos de los alfabet os et r usco y
r om ano que se han conser v ado son t am bién inscr ipciones en copas y vasij as de
v ino. Sólo m ás adelant e, un v ehículo de com unicación pr iv ada de fácil apr endizaj e
com o el alfabet o pudo ser v ir par a fines públicos o bur ocrát icos. Así pues, la
secuencia del desar r ollo de los usos de la escr it ur a alfabét ica fue la inver sa de la
secuencia de los sist em as ant er ior es de logogram as y silabar ios.
* * * *
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Los usos y usuar ios lim it ados de la pr im it iv a escr it ur a sugier en por qué la escr it ur a
apar eció en fases t an t ar días de la ev olución hum ana. Todas las pr obables o
posibles invenciones independient es de la escrit ura ( en Sum eria, México, China y
Egipt o) , y t odas las t em pranas adapt aciones de esos sist em as invent ados ( por
ej em plo, las de Cr et a, Ir án, Tur quía, el v alle del I ndo y la r egión m aya) , suponían
sociedades socialm ent e est r at ificadas y dotadas de inst it uciones polít icas com plej as
y
cent r alizadas,
cuy a
ex am inar em os en
un
r elación
necesaria
capít ulo post er ior .
con
la
pr oducción
de
alim ent os
La pr im it iv a escr it ur a sir v ió a las
necesidades de esas inst it uciones polít icas ( com o el m ant enim ient o de r egist r os y la
pr opaganda
r eal) ,
siendo
sus
usuar ios
bur ócr at as
a
dedicación
com plet a
alim ent ados por los ex cedent es alim ent ar ios alm acenados que cult iv aban los
cam pesinos product or es de alim ent os. Las sociedades de cazador es- r ecolect or es
nunca desarr ollar on o ni siquier a adoptar on la escr it ur a, por que car ecían de los usos
inst it ucionales de la escr it ur a pr im it iv a y de los m ecanism os sociales y agr ícolas que
gener asen los ex cedent es alim ent ar ios necesar ios para m ant ener a los escr ibas.
Así pues, la pr oducción de alim ent os y los m iles de años de evolución de las
sociedades t ras su adopción fuer on t an fundam ent ales para la evolución de la
escr it ur a com o para la evolución de los m icr obios causant es de enfer m edades
epidém icas hum anas. La escr it ura sólo surgió independient em ent e en el Crecient e
Fér t il, Méx ico, y pr obablem ent e China, pr ecisam ent e porque ést as fuer on las
pr im er as zonas donde la pr oducción de alim ent os sur gió en sus r espect iv os
hem isfer ios. Una vez inv ent ada la escr it ur a por aquellas nuev as sociedades, se
difundió, m ediant e el com er cio y la conquist a y la r eligión, a ot r as sociedades que
t enían econom ías y or ganizaciones polít icas sem ej ant es.
Aunque la pr oducción de alim ent os fue, por t ant o, una condición necesar ia para la
evolución o la t em pr ana adopción de la escrit ura, no fue una condición suficient e. Al
com ienzo de est e capít ulo, v im os cóm o algunas sociedades pr oduct or as de
alim ent os y dot adas de una or ganización polít ica com plej a no desar rollar on ni
adopt aron la escr it ur a ant es de la época m oder na. Entr e aquellos casos, en un
pr incipio
t an
desconcert ant es
para
nosot ros,
los
hum anos
m odernos,
acost um brados a consider ar la escr it ur a com o algo indispensable par a una sociedad
com plej a, está el de uno de los im per ios m ás ext ensos del m undo en 1520: el
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I m per io inca de Am ér ica del Sur . Ot r os son el pr ot oim per io m ar ít im o de Tonga, el
Est ado hawaiano em ergent e a finales del siglo XVI I I , t odos los est ados y j efat uras
del Áfr ica subecuator ial y del Áfr ica occident al subsahar iana ant es de la llegada del
islam , y las m ás grandes sociedades indígenas de Am ér ica del Nor t e, las del v alle
del r ío Misisipí y sus afluent es. ¿Por qué todas est as sociedades no adquir ier on la
escr it ur a, a pesar de cum plir los r equisit os pr ev ios de las sociedades que la t enían?
En est e punt o debem os r ecor dar que la inm ensa m ay or ía de las sociedades
adquir ier on la escr it ur a t om ándola pr est ada de sus v ecinos o inspir ándose en ellos
para desar rollar la, no invent ándola por sí m ism as de for m a independient e. Las
sociedades car ent es de escr it ur a que acabam os de m encionar son las que
com enzar on a pr oducir alim ent os después de Sum er ia, Méx ico y China. ( La única
incer t idum br e en est a afir m ación se r efier e a las fechas r elat iv as del com ienzo de la
pr oducción de alim ent os en Méx ico y en los Andes, el t er r it or io final de los incas) .
De habér seles concedido t iem po suficient e, las sociedades que no conocier on la
escr it ur a podr ían haber la desarr ollado tam bién finalm ent e por sí solas. Si hubier an
est ado sit uadas m ás cer ca de Sum er ia, Méx ico y China, podr ían haber adquir ido la
escr it ur a o la idea de escr it ur a de est os cent r os, tal com o hicier on India, los m ayas
y la m ay or ía de las sociedades que conocían la escr it ur a. Per o est aban dem asiado
lej os de los pr im er os cent r os de la escr it ur a com o par a adquir ir la ant es de la época
m oder na.
La im por tancia del aislam ient o queda per fect am ent e de m anifiest o en los casos de
Haw ái y Tonga, separados por al m enos 6.500 km de océano de las sociedades
poseedoras de escr it ur a m ás cer canas. Las ot r as sociedades ilust r an la im por t ant e
obser v ación de que la dist ancia en línea r ect a no es una m edida apropiada del
aislam ient o par a el ser hum ano. Los Andes, los r einos de Áfr ica occident al y la
desem bocadur a del r ío Misisipí se encuent r an a sólo unos 1.900, 2.400 y 1.100
kilóm et r os, r espect ivam ent e, de sociedades que conocían la escr it ur a en México, el
nor t e de Áfr ica y Méx ico, r espect iv am ent e. Est as dist ancias son m uy infer ior es a las
dist ancias que el alfabet o hubo de r ecorr er desde su t er r it or io or iginar io en el
Medit er r áneo or ient al para llegar a I r landa, Et iopía y el sur oest e de Asia en los 2000
años siguient es a su invención. Per o los hum anos son frenados por barreras que no
pueden salv ar . Los est ados del nor t e de Áfr ica ( con escr it ur a) y de Áfr ica occident al
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( sin escr it ur a) est aban separ ados ent r e sí por el Sahar a, poco idóneo para la
agr icult ur a y las ciudades. Los desier t os del nor t e de Méx ico separ aban asim ism o
los cent r os ur banos del sur de Méx ico de las j efat ur as del v alle del Misisipí. La
com unicación ent r e el sur de México y los Andes r equer ía el viaj e por m ar o una
lar ga cadena de cont act os t er r est r es a t r avés del est r echo, boscoso y nunca
ur banizado ist m o de Dar ién. De ahí que los Andes, Áfr ica occident al y el v alle del
Misisipí est uvier an efect iv am ent e aislados de las sociedades que conocían la
escr it ur a.
No quier e est o decir que las sociedades que no poseían la escr it ur a est uvier an
t ot alm ent e aisladas. Áfr ica occident al r ecibió finalm ent e los anim ales dom ést icos del
Cr ecient e Fér t il a t r avés del Sahara, y después acept ó la influencia islám ica, incluida
la escr it ur a ár abe. El m aíz se difundió desde Méx ico hast a los Andes y, m ás
lent am ent e, desde México hast a el valle del Misisipí. Per o vim os ya en el capít ulo 10
que los ej es nor t e- sur y las bar r eras ecológicas en Áfr ica y Am ér ica r et r asaron la
difusión de cult ivos y anim ales dom ést icos. La hist or ia de la escr it ur a ilust r a
llam at iv am ent e cóm o la geografía y la ecología ej er cier on una influencia sem ej ante
en la difusión de las invenciones hum anas.
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Ca pít u lo 1 3
La m a dr e de la n e ce sida d
El 3 de j ulio de 1908, los arqueólogos que realizaban ex cav aciones en el ant iguo
palacio de Minos en Faíst os, en la isla de Cr et a, hallar on por casualidad uno de los
obj et os m ás not ables de la hist or ia de la t ecnología. A pr im er a v ist a par ecía poco
int er esant e: se t r at aba sólo de un pequeño disco de ar cilla endur ecida por cocción al
hor no de unos 16 cm de diám etr o, plano, sin pint ur a. Un ex am en m ás at ent o r ev eló
que cada una de sus dos caras est aba cubier t a de escr it ur as subr ayadas por una
línea cur v a en for m a de espir al de cinco vuelt as desde el bor de al cent r o del disco.
En t ot al, 241 sím bolos o let r as net am ent e separadas por líneas ver t icales en gr upos
de v ar ios sím bolos, que par ecían form ar palabras. El escr ibient e t enía que haber se
esm er ado en la planificación y ej ecución del disco, de for m a que em pezase la
escr it ur a en el bor de y llenar a t odo el cam po disponible a lo lar go de la espir al, sin
quedar se sin espacio al llegar al cent r o.
Desde que fuer a desent er rado, el disco ha supuest o siem pr e un m ist er io para los
hist or iador es. El núm er o de sím bolos dist int os ( 45) par ece const it uir un silabar io en
lugar de un alfabet o, per o a la fecha cont inúa sin ser descifr ado y las for m as de los
sím bolos no se par ecen a ningún ot ro de los sist em as de escr it ur a conocidos.
Tam poco ha apar ecido otr o fr agm ent o de la ext r aña escr it ura en los 90 años
t r anscur r idos desde su descubr im ient o. Así, sigue sin saber se si r epr esent a una
escr it ur a aut óct ona de Cr et a o si fue llev ada a la isla desde fuer a.
Para hist or iador es de la t ecnología, el disco de Faíst os r esult a t odav ía m ás
enigm át ico. Su fecha est im ada de 1700 a.C. lo hace con m ucha difer encia el pr im er
docum ent o escr it o del m undo. En lugar de est ar gr abados a m ano, com o t odos los
escr it os post er ior es Lineal A y Lineal B de Cr et a, los sím bolos del disco fuer on
im pr esos en ar cilla blanda ( endur ecida luego por cocción al hor no) por m edio de
sellos que llev aban un sím bolo en r eliev e. Es ev ident e que el im pr esor disponía de
un j uego de 45 sellos, uno par a cada sím bolo que apar ece en el disco. La confección
de est os sellos debe haber supuest o una tar ea m uy tr abaj osa, y segur am ent e los
m ism os no fuer on fabr icados para im pr im ir sólo est e docum ent o. Puede pr esum ir se
que quienquier a que los ut ilizar a r ealizaba num er osos escr it os. Con tales sellos, su
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poseedor podía hacer copias con m ucha m ay or r apidez y lim pieza que escr ibiendo
cada v ez a m ano cada uno de los com plicados sím bolos de la escr it ur a.
Una de las dos caras del disco de Faíst os
El disco de Faíst os es pr ecur sor de post er ior es t r abaj os de im pr ent a de la
hum anidad, la cual se v alió de t ipos o bloques r ecor tados que luego pasaba con
t int a al papel, no sin t int a a la ar cilla. No obst ant e, esos t r abaj os post er ior es no
apar ecier on hasta 2.500 años m ás tarde en China y 3.100 después en la Eur opa
m ediev al. ¿Por qué no se adopt ó la pr ecoz t ecnología del disco hast a gener alizar la
en Cret a o en cualquier ot ra zona del ant iguo Medit erráneo? ¿Por qué su m ét odo de
im pr esión se invent ó hacia 1.700 a. C. en Cret a y no en algún ot r o t iem po en
Mesopot am ia,
Méx ico
o algún
ot r o
núcleo
ant iguo de escr it ur a? ¿Por
qué
t r anscur r ier on luego m iles de años ant es de añadir las ideas de t int a y pr ensa para
llegar a la invención de la im pr ent a? El disco const it uye por ello un ar duo enigm a a
descifrar
por
los
hist oriadores.
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Si
los
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invent os
son
t an
idiosincrásicos
e
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im pr edecibles com o el disco par ece indicar , los int ent os de gener alización en la
hist or ia de la t ecnología pueden est ar condenados al fr acaso desde un pr incipio.
La t ecnología, en for m a de ar m as y t r anspor t es, apor ta el m edio dir ect o por el que
cier t os pueblos han am pliado sus dom inios conquist ando a otr os. Est o la hace el
elem ent o m ás im por t ant e del m odelo m ás com pr ensiv o de la hist or ia. Pero ¿por qué
fuer on los eur asiát icos, y no los indígenas am er icanos o los afr icanos subsahar ianos,
quienes
invent ar on
las
ar m as
de
fuego,
los
bar cos
tr ansoceánicos
y
las
her r am ient as de acer o? Las difer encias se ex t ienden a la m ay or par t e de los dem ás
av ances t ecnológicos, desde la im pr ent a al v idr io y la m áquina de vapor . ¿Por qué
t odos est os invent os fueron eur asiát icos? ¿Por qué los indígenas de Nueva Guinea y
Aust r alia ut ilizaban t odav ía en 1.800 her r am ient as de piedr a com o las que hacía
m iles de años habían quedado descar t adas en Eur asia y casi t oda Áfr ica, a pesar de
que algunos de los yacim ient os de hier r o y de cobr e m ás r icos del m undo est án
respect ivam ent e en Nueva Guinea y Aust ralia? Todos est os hechos explican por qué
t ant a gent e no ex per t a supone que los eur asiát icos son super ior es a los dem ás
pueblos en int eligencia e inv ent iva.
Si, por ot r a par t e, no ex ist e difer encia en la neur obiología hum ana que sea causa de
las difer encias de desar r ollo t ecnológico ent r e cont inent es, ¿cuál es esa causa? Un
punt o de v ist a alt er nat iv o es el que se apoya en la t eor ía her oica de los invent os.
Los avances t ecnológicos par ecen pr ov enir de un ex iguo y r ar o núm er o de genios
com o Johannes Gut enberg, Jam es Wat t , Thom as Edison y los herm anos Wright .
Todos ellos eur opeos o descendient es de em igr ados europeos a Am ér ica. Tam bién
er an eur opeos Ar quím edes y ot r os genios singular es de la ant igüedad. ¿Podr ían
haber nacido genios de igual t alent o en Tasm ania o Nam ibia? ¿Depende la hist or ia
de la t ecnología nada m ás que de las cir cunst ancias accesor ias del lugar de
nacim ient o de unos pocos invent ores?
Ot ro punt o de vist a alt ernat ivo sost iene que no es cuest ión de invent iva individual,
sino de r ecept iv idad de sociedades ent er as ant e innovaciones. Algunas sociedades
par ecen conser v ador as r ecalcit r ant es, int r ospect iv as y host iles a t odo cam bio. Ésa
es la im pr esión de m uchos occident ales que han t r at ado de ay udar a pueblos del
Ter cer
Mundo,
acabando
descorazonados.
Sus
gent es
par ecen
poseer
una
int eligencia nor m al com o per sonas; por lo que es pr obable que el pr oblem a est r ibe
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no en el indiv iduo, sino en sus t ipos de sociedad. ¿De qué otr a for m a puede
ex plicar se el que los abor ígenes de Australia nor or ient al no quisier an adopt ar los
ar cos y las flechas que vier on ut ilizar a los isleños del est r echo de Torr es, con
quienes m er cadeaban? ¿Es posible que t odas las sociedades de un cont inent e
ent er o est uviesen cer r adas a cualquier innov ación venida de fuera, lo que ex plicar ía
el lent o r it m o de desar r ollo de la t ecnología en esas t ier ras? En est e capít ulo
llegar em os por fin a abor dar el pr oblem a cent r al de est e libr o: la cuest ión de por
qué la t ecnología evolucionó a r it m os t an diferent es en cont inent es dist int os.
* * * *
El punt o de par t ida de nuest r o análisis es la opinión com ún ex pr esada por la
m áx im a «La necesidad es la m adr e de la invención». Es decir , se supone que los
invent os apar ecen cuando det erm inada sociedad t iene una necesidad no sat isfecha:
cuando algún t ipo de t ecnología es gener alm ent e tenida por insat isfact or ia o
lim it ada. Los invent or es en pot encia, m ot iv ados por la per spect iv a del diner o o la
fam a, per ciben esa necesidad y tr atan de llenar la. Alguno de los invent or es acaba
por pr oponer una solución super ior a la insat isfact or ia de la t ecnología al uso. La
sociedad adopt a dicha solución siem pr e que sea com pat ible con sus pr incipios y con
ot r as t ecnologías.
Son bast ant es los invent os que se am oldan a est a opinión de la necesidad com o
m adr e de la invención, basada en el sent ido com ún. En 1942, en plena segunda
guer ra m undial, el gobier no est adounidense puso a punt o el Pr oyect o Manhat t an
con el obj et iv o ex plícit o de invent ar la t ecnología necesar ia para la fabr icación de
una bom ba at óm ica ant es que la Alem ania nazi pudier a obt ener la. Dicho pr oyect o
logr ó su obj et ivo en t r es años, a un cost e de 2.000 m illones de dólar es
( equivalent es a 20.000 m illones de dólar es de hoy) . Ot r os casos son el invent o por
Eli Whit ney en 1794 de su desm otadora de algodón par a acabar con la labor iosa
lim pieza m anual del algodón cult iv ado en el sur de Estados Unidos, y la invención
de la m áquina de vapor por Jam es Wat t en 1769 par a r esolv er el pr oblem a del
bom beo de agua en las m inas de car bón br it ánicas.
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Est os ej em plos t an conocidos pueden despist ar nos al hacer nos suponer que ot r os
invent os im por t ant es fuer on asim ism o r espuest as a necesidades per cibidas. En
efect o: m uchos invent os, o su m ay or ía, fuer on r ealizados por personas m ov idas por
la cur iosidad o por su afición a «enr edar», sin una necesidad pr econcebida del
pr oduct o en que pensaban. Una vez invent ado un art ilugio, el invent or t enía que
hallar una aplicación par a el m ism o. Sólo después de ut ilizar el m ism o dur ant e un
t iem po consider able llegaban los usuar ios a la conclusión de que lo «necesit aban».
Es m ás, otr os ar t efact os, invent ados par a una aplicación det er m inada, con el t iem po
se dem ost raban út iles a ot r os efect os no previst os. Puede result ar sorprendent e
ent erar se de que est os invent os en búsqueda de una ut ilidad const it uyen la m ayor
par t e de los avances t ecnológicos de los t iem pos m oder nos, desde el aeroplano y el
aut om óvil, pasando por el m ot or de com bust ión int er na y la bom billa eléct r ica, al
fonógrafo y al t ransist or. Así, la invención es a m enudo la m adre de la necesidad, en
lugar de al r ev és.
Un buen ej em plo es la hist or ia del fonógrafo de Thom as Edison, el invent o m ás
or iginal del inv ent or m ás gr ande de los t iem pos m oder nos. Cuando Edison
const r uyó su pr im er fonógrafo en 1877, publicó un ar t ículo en el que pr oponía diez
usos a los que podía aplicar se su invent o. Ent r e ést os figur aban la conser v ación de
las últ im as palabr as de per sonas en t rance de m or ir , la grabación de lect ur as de
libr os para que las oyer an per sonas ciegas, el dar las hor as y el enseñar or t ografía.
La r epr oducción de m úsica no figuraba ent r e las aplicaciones m ás pr ior it ar ias de la
list a de Edison. Algunos años m ás tarde Edison dij o a su ayudant e que su invent o
car ecía de valor com ercial. Unos años después cam bió de opinión y se dedicó al
negocio de la vent a de fonógr afos, per o sólo par a ut ilizar los com o dict áfonos en
oficinas. Cuando otr os hom br es de negocios adapt ar on el fonógrafo a la fabr icación
de gr am olas t r agaper r as que int er pr et aban m úsica popular int r oduciendo una
m oneda, Edison pr ot est ó cont ra est a degr adación que en apar iencia r est aba
ser iedad al uso de su invent o en oficinas. Hubier on de t r anscur r ir unos veint e años
para que Edison por fin adm it ier a que la principal aplicación de su fonógrafo er a la
gr abación y r epr oducción de m úsica.
El vehículo de m ot or es ot r o invent o cuyas aplicaciones par ecen obvias hoy. Sin
em bargo, no fue invent ado en r espuest a a dem anda alguna. Cuando Nik olaus Ot t o
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const r uyó su pr im er m ot or de com bust ión int er na en 1866, los caballos habían
v enido sat isfaciendo las necesidades de t r anspor t e t er r est r e desde hacía casi 6.000
años, con el com plem ent o en desar r ollo const ant e de los fer r ocar r iles de t r acción a
v apor desde hacía var ias décadas. No había cr isis de escasez de caballos ni nadie
est aba descont ent o con los fer r ocar r iles.
Com o la m áquina de Ot t o er a insegura, pesada y m edía m ás de dos m et r os de
alt ur a, no se dem ostraba m ás r ecom endable que los caballos. Hubo que esper ar
hast a 1885 par a que los m otor es m ej oraran hast a t al punt o que Got t fr ied Daim ler
pudier a inst alar uno en una biciclet a, cr eando así el pr im er m ot ociclo. Esperó hasta
1896 par a const r uir el pr im er cam ión.
En 1905, los vehículos de m ot or er an t odav ía car os; se consideraban j uguet es poco
fiables r eser v ados a los r icos. La acept ación pública del t ir o anim al y de los
fer r ocar r iles siguió en cot as elev adas hast a la pr im er a guer ra m undial, cuando los
m ilit ar es llegar on a la conclusión de que en r ealidad sí necesit aban cam iones. El
int enso cabildeo posbélico por par t e de fabr icant es de cam iones y ej ér cit os acabó
conv enciendo al público de que los necesit aba, lo que per m it ió que los cam iones
suplant asen a los carr uaj es de t racción anim al en países indust r ializados. No
obst ant e, el cam bio cost ó cincuent a años incluso en las ciudades est adounidenses
m ás populosas.
Los invent ores t ienen con frecuencia que perseverar en sus m anipulaciones durant e
m ucho t iem po a falt a de dem anda pública, dado que los pr im er os m odelos son de
funcionam ient o dem asiado deficient e com o para r esult ar út iles. Las pr im eras
cám ar as fot ográficas, m áquinas de escr ibir y apar at os de t elev isión er an t an
im ponent es com o el m otor de gasolina de m ás de dos m etr os de alt ur a de Ot t o.
Est o hace difícil el que un invent or pueda pr ev er si su t em ible pr ot ot ipo encont r ar á
a la lar ga aplicación, asegur ándole así m ás t iem po y diner o para per feccionar lo. En
Est ados Unidos se r egist ran unas 70.000 pat ent es cada año, de las que sólo unas
pocas llegan a la fase de producción com er cial. Por cada gr an invent o que por fin
halló aplicación, los hay innum er ables que no la logr ar on. I ncluso algunos que
sat isfacen la necesidad para la que fuer on inicialm ent e diseñados pueden después
dem ostrar ser m ás valiosos par a subv enir a necesidades im pr ev ist as. Aunque Jam es
Wat t había diseñado su m áquina de vapor para el bom beo de agua de m inas, ést a
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pr ont o sir v ió par a sum inist r ar energía a fábr icas de algodón, y, m ás adelant e ( con
beneficios m ucho m ayor es) , par a la pr opulsión de locom ot or as y bar cos.
Por t odo lo ex puest o, la idea del invent o basada en el sent ido com ún que nos ha
ser v ido de punt o de par t ida invier t e los fact or es habit uales de invent o y necesidad.
Tam bién ex ager a la im por tancia de los genios singular es, com o Wat t y Edison. La
denom inada «t eor ía her oica de la invención» es est im ulada por la legislación de
pat ent es, puest o que el solicit ant e de una pat ent e ha de pr obar la nov edad del
invent o que present a. Los invent ores t ienen por ella un incent ivo financiero para
denigr ar o ignor ar el t r abaj o pr ev io. Desde la per spect iv a de un abogado de
pat ent es, el invent o ideal es el que em er ge sin pr ecur sor es, com o At enea br ot ando
t ot alm ent e for m ada de la cabeza de Zeus.
En r ealidad, incluso para los invent os m oder nos m ás fam osos y en apar iencia
decisivos,
los precursores desechados quedaron
escondidos t ras la escuet a
asev er ación de que «X invent ó Y». Por ej em plo, se nos dice con fr ecuencia: «Jam es
Wat t invent ó la m áquina de v apor en 1769», supuestam ent e inspir ado por haber
obser v ado salir el v apor por el pit or ro de una t et er a. Ést a m arav illosa fábula queda
desm ent ida por la r ealidad de que Wat t concibió la idea de su pr opia m áquina de
v apor m ient r as pr ocedía a r epar ar un m odelo de la m áquina de vapor de
New com en, que ést e había invent ado 57 años ant es y de la que y a se habían
fabr icado m ás de cien en I nglat er r a para la fecha en que Wat t r ealizar a su t ar ea de
r epar ación. A su v ez, la m áquina de New com en siguió a la que el inglés Thom as
Sav er y había pat ent ado en 1698, que vino después de la diseñada por el fr ancés
Denis Papin hacia 1680 ( per o que no fue const r uida) . Ést a t uvo pr ecur sor es en las
ideas del cient ífico holandés Chr ist iaan Huygens y ot ros. Todo est o no significa
negar
que Wat t
per feccionara
en
gran
m anera
la
m áquina
de New com en
( incor porando un condensador separ ado de v apor y un cilindr o de doble acción) , tal
com o Newcom en había perfeccionado m ucho la de Saver y.
Todos los invent os m oder nos adecuadam ent e docum ent ados pueden r elacionarse
con hist or ias par ecidas. El genio a quien el consenso público at r ibuye det erm inado
invent o fue pr ecedido por invent ores ant eriores que habían t enido obj et ivos
sem ej ant es y habían ya confeccionado diseños, m odelos de funcionam ient o o ( com o
en el caso de la m áquina de v apor de New com en) m odelos que habían logr ado el
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éx it o com er cial. El fam oso ««invent o» de la lám para incandescent e de Edison en la
noche del 21 de oct ubr e de 1879 const it uía una m ej or a de ot ras m uchas lám par as
incandescent es pat ent adas por ot ros invent ores ent re 1841 y 1878. De form a
análoga, el aer oplano de los her m anos Wright pilot ado y con m ot or fue pr ecedido
por los planeador es pilot ados sin m ot or de Ot t o Lilient hal y el aer oplano sin pilot o y
con m ot or de Sam uel Langley . El t elégr afo de Sam uel Mor se t uv o sus pr ecur sor es
en Joseph Henr y, William Cooke y Char les Wheat st one. Y la desm ot ador a de Eli
Whit ney par a la lim pieza de algodón de fibr a cor t a (de t ier r a adent r o) er a sucesora
de las desm otador as que habían est ado lim piando el algodón de fibra lar ga ( de las
islas lit or ales de Car olina del Sur ) dur ant e m iles de años.
Todo est o no significa negar que Wat t , Edison, los her m anos Wr ight, Mor se y
Whit ney r ealizar an grandes m ej oras y con ello incr em ent ar an o inaugur ar an éx it os
com er ciales. La for m a del invent o que con el t iem po se adopt ó podr ía haber sido
algo dist int a sin la cont r ibución reconocida del inv ent or. Pero a nuest ros efect os, la
cuest ión es si el panoram a gener al de la hist or ia m undial habr ía ex per im ent ado
alt er aciones significat iv as si alguno de los genios invent or es no hubiese nacido en
det er m inados lugar y época. La r espuesta es clar a: nunca ha ex ist ido t al clase de
per sona. Todos los invent or es fam osos r econocidos han t enido pr edecesor es y
sucesor es capacit ados, int r oduciendo sus m ej or as en una época en que la sociedad
er a capaz de ut ilizar su pr oduct o. Com o v am os a v er , la t ragedia del hér oe que
per feccionó los sellos ut ilizados par a el disco de Faíst os fue que ideó algo a lo que la
sociedad no podía en su t iem po sacar pr ovecho a gran escala.
* * * *
Los ej em plos que he aducido hasta ahor a han sido ex t r aídos de t ecnologías
m oder nas, por que sus hist or ias son bien sabidas. Mis dos conclusiones pr incipales
son que la t ecnología se desarr olla por acum ulación, en lugar de por act os heroicos
aislados, y que encuent r a la m ay or ía de sus aplicaciones después de haber sido
invent ada, en vez de haber sido invent ada para una necesidad pr ev ist a. Est as
conclusiones son aplicables con cer t eza m ucho m ayor a la hist or ia no docum ent ada
de las t ecnologías ant iguas. Cuando los cazador es- r ecolect or es de la Edad del Hielo
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obser v ar on la pr esencia de ar ena quem ada y r esiduos de piedr a caliza en sus
hogar es, er a im posible que pr ev ier an la lar ga acum ulación de descubr im ient os
inesper ados que conducir ían a las pr im er as v ent anas de cr ist al de los r om anos ( en
los com ienzos de la er a cr ist iana) después de los pr im eros obj et os de super ficie
v idr iada ( hacia 4.000 a.C.) , los pr im er os obj et os duraderos de cr ist al de Egipt o y
Mesopot am ia ( hacia 2.500 a.C.) , pasando por las pr im eras v asij as de vidr io ( hacia
1.500 a.C. ) .
No sabem os nada acer ca de cóm o se desarr ollar on esas pr im er as super ficies
v idr iadas. Sin em bar go, podem os im aginar los m ét odos del invent o pr ehist ór ico
obser v ando a los pueblos t ecnológicam ent e «pr im it iv os» de hoy , com o los neo
guineanos con quienes invest igo. Ya he m encionado sus conocim ientos de cient os
de especies veget ales y anim ales y los usos de cada una: alim ent os, pr opiedades
m edicinales y otr os. Los neo guineanos m e hablar on tam bién acer ca de decenas de
t ipos de roca de su ent or no y de la dur eza y color de cada una, así com o de su
com por t am ient o al golpear las o hacer las escam as, y de sus aplicaciones. Todos esos
conocim ient os se adquier en por obser v ación y por m ét odos de ensay o y er ror . Veo
que se desar r olla ese pr oceso de «invención» siem pr e que llev o a neo guineanos a
t r abaj ar conm igo en zonas alej adas de sus dom icilios. Recogen constant em ent e
cosas que no les son fam iliar es en el bosque, las m anipulan y en ocasiones las
hallan bast ant e út iles com o par a llev ár selas a casa. Obser v o el m ism o proceso
cuando abandono un cam pam ent o y la gent e del lugar acude a buscar lo que queda
desechado. Juegan con lo que he abandonado t r atando de aver iguar si podr ía ser les
út il en la sociedad de Nueva Guinea. Los bot es y lat as m et álicos son fáciles: se
ut ilizan com o r ecipient es. Ot r os obj et os se prueban a efect os t ot alm ent e dist int os
del uso par a el que se fabr icar on. ¿Qué tal r esult ar ía ese lapicer o am ar illo com o
ador no una v ez inser t ado en una per foración del lóbulo nasal o de la nar iz? ¿Es ese
pedazo de v idr io r ot o bast ant e afilado y duro com o para ser v ir de cuchillo? ¡Eur ek a!
Las m at er ias pr im as de que disponían los pueblos de la ant igüedad eran m at er iales
nat ur ales com o piedr as, m adera, huesos, pieles, fibr as, ar cilla, ar ena, piedr a caliza
y m iner ales; t odo ello ex ist ent e en gr an var iedad. A par t ir de est os m ater iales la
gent e apr endió poco a poco a t r abaj ar det er m inados t ipos de piedr a, m adera y
huesos fabr icando her ram ient as; a ut ilizar det er m inadas ar cillas en alfar er ía y
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ladr illos; a conv er t ir en v idr io cier t as m ezclas de ar ena, piedr a caliza y ot r a
«t ier r a»; a elaborar m et ales m aleables ex ist ent es en est ado pur o com o el cobr e y el
or o, luego a ext r aer ot ros m etales de sus m enas y, por últ im o, a tr abaj ar m et ales
dur os com o el bronce y el hierr o.
Una buena ilust r ación de los m ét odos de ensay o y er r or es la que nos ofr ece la
invención de la pólv or a y de la gasolina a par t ir de m at er ias pr im as. Los pr oduct os
nat ur ales com bust ibles se det ect an inexor ablem ent e por sí m ism os, com o cuando
un t ronco r esinoso explot a en la hoguera de un cam pam ent o. Hacia 2.000 a. C., los
habit ant es de Mesopot am ia ex t r aían t oneladas de pet róleo calent ando r ocas
asfált icas. Los ant iguos gr iegos descubr ier on la ut ilidad de var ias m ezclas de
pet r óleo, br ea, r esinas, azufr e y cal viv a com o ar m am ent o incendiar io dispar ado por
cat apult as, flechas, bom bas incendiar ias y bar cos. La exper iencia adquir ida por los
alquim ist as islám icos m edievales en la dest ilación de alcoholes y per fum es les
per m it ió asim ism o dest ilar pet r óleo en pequeñas cant idades, dem ostr ando algunas
dest ilaciones ser incendiar ios m uy pot ent es. Est os m at er iales incendiar ios, ut ilizados
en gr anadas, cohet es y t or pedos, desem peñar on papel fundam ent al en la der r ot a
definit iva de los cr uzados por par t e del islam . Hacia esas fechas, los chinos habían
y a obser v ado la fuer za especialm ent e ex plosiv a de det er m inada m ezcla de azufr e,
car bón veget al y salit r e, que se denom inó m ás adelant e pólv or a. Un t rat ado
islám ico de quím ica de hacia 1100 det alla siet e especificaciones de pólv or a,
m ient r as que un tr at ado de 1280 da m ás de 100 fór m ulas que se habían
dem ostrado út iles a div er sos obj et os ( una par a cohet es, ot r a par a cañones, et c.) .
En cuant o a la dest ilación de pet r óleo en t iem pos post er ior es a la Edad Media, los
quím icos del siglo XI X descubr ier on la ut ilidad de la dest ilación m edia com o
com bust ible para lám par as de aceit e. Los quím icos desechaban la dest ilación m ás
v olát il ( gasolina) com o pr oduct o r esidual no deseado, hasta que se halló que ést e
er a un car bur ant e ideal par a m ot or es de com bust ión int er na. ¿Quién se acuer da hoy
de que la gasolina, com bust ible de la civ ilización m oder na, t uv o su or igen com o uno
m ás de los descubr im ient os aún en busca de aplicación?
* * * *
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Una vez que un invent or ha descubier t o una aplicación par a una t ecnología nuev a,
el paso siguient e consist e en convencer al público de que lo adopt e. Sólo el disponer
de un ar t efact o m ás grande, m ás r ápido y m ás pot ent e par a hacer algo no gar ant iza
su aceptación inm ediat a. I nnum er ables t ecnologías de ese t ipo o no se adoptar on
j am ás en absolut o o lo fuer on después de una r esist encia pr olongada. Ent r e los
ej em plos m ás not or ios t enem os la negat iv a del Congr eso de Est ados Unidos a
asignar fondos par a el desar r ollo de un t ranspor t e super sónico en 1971, el r eit er ado
r echazo m undial de un t eclado de disposición eficient e par a la m áquina de escr ibir ,
y la dur adera anim adv er sión de Gr an Br et aña hacia la adopción de la luz eléct r ica.
¿Qué es lo que pr om uev e la acept ación de un invent o por det er m inada sociedad?
Em pecem os por com parar la acept abilidad de dist int os invent os dent r o de la m ism a
sociedad. Result a que son al m enos cuat ro los fact ores que influyen en la
acept ación.
El pr im er o y m ás evident e de esos fact ores es el beneficio económ ico r elat ivo en
com paración con la t ecnología exist ent e. Aunque las r uedas son m uy út iles en las
sociedades indust r iales m oder nas, no ha sido así en algunas sociedades de ot r o
t ipo. Los indígenas m ex icanos de la ant igüedad invent ar on v ehículos pr ov ist os de
r uedas con ej es para ut ilizar los com o j uguet es, per o no par a el t ranspor t e. Est o a
nosot r os nos par ece increíble, hast a que caem os en la cuent a de que los ant iguos
m ex icanos no disponían de anim ales dom ést icos a los que enganchar sus vehículos
r odant es, por lo que ést os no ofr ecían v ent aj a alguna com o alt er nat iv a a los
por t eador es hum anos.
Una segunda consider ación es el v alor y pr est igio social, que puede pr im ar sobr e el
beneficio económ ico ( o falt a de ést e) . Millones de per sonas adquieren en la
act ualidad pant alones vaquer os de diseños especiales a un pr ecio que duplica el de
v aquer os nor m ales que dur an lo m ism o, sólo por que la et iquet a del diseñador
cuent a m ás, por cachet social, que el cost e ex t r a. De for m a análoga, Japón sigue
ut ilizando su sist em a de escr it ura k anj i, de hor r ible com plicación, pr efir iéndolo a
alfabet os eficient es o al pr opio y eficient e silabar io j aponés kana, debido al enor m e
pr est igio de que goza el k anj i.
Ot r o fact or m ás es la com patibilidad con int er eses cr eados. Ést e libr o, com o
pr obablem ent e casi t odos los docum ent os ahor a im pr esos, fue escr it o con un
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t eclado QWERTY, denom inación que r esponde a las seis pr im er as let r as a la
izquier da de la fila super ior . Por incr eíble que ahora pueda par ecer , t al disposición
del t eclado fue diseñada en 1873 com o pr oeza de ant ingenier ía. Ut iliza t oda una
ser ie de t r ucos per v ersos ideados para for zar a la per sona que lo utiliza a escr ibir lo
m ás lent o posible, com o el de disper sar las let r as m ás com unes por t odo el t eclado
concent r ándolas en el lado izquier do ( donde las per sonas no zur das han de ut ilizar
su
m ano
m enos
hábil) .
La
r azón
de
t odos
est os
rasgos
apar ent em ent e
cont r apr oducent es es que las m áquinas de escr ibir de 1873 se at ascaban si v ar ias
t eclas adyacent es se pulsaban en sucesión r ápida, por lo que los fabr icant es t enían
que lograr que se m ecanografiar a con m ás lent it ud. Cuando las m ej or as de las
m áquinas de escr ibir elim inar on el pr oblem a del at asco, unas pr uebas r ealizadas en
1932 con un t eclado eficient em ent e dispuest o dem ost rar on que ést e perm it iría
duplicar la v elocidad de m ecanogr afiado y r educir el esfuer zo en un 95 por 100.
Per o los t eclados QWERTY est aban ya ent onces sólidam ent e afianzados. Los
int er eses cr eados de cient os de m illones de usuar ios de QWERTY, profesor es,
v endedor es y fabr icant es de m áquinas de escr ibir y or denador es han venido
zancadilleando dur ant e m ás de sesent a años cualquier paso en el sent ido de
m ej or ar la eficiencia del t eclado.
Mient r as que la hist or ia del t eclado QWERTY puede sonar a chist e, m uchos casos
par ecidos han ent r añado consecuencias económ icas m ucho m ás grav es. ¿Por qué
Japón dom ina ahora el m er cado m undial de pr oduct os elect r ónicos t r ansist or izados,
hast a un punto que per j udica la balanza de pagos de Estados Unidos con Japón, a
pesar de que los t r ansist or es fuer on invent ados y pat ent ados en Est ados Unidos?
Por que Sony adquir ió de la West er n Elect r ic der echos de licencia par a tr ansist or es
en una época en que la industr ia elect r ónica est adounidense fabr icaba com o churr os
apar at os de v álv ulas al v acío y se m ostraba r em isa a com pet ir con sus pr opios
pr oduct os. ¿Por qué t odas las ciudades br it ánicas ut ilizaban aún alum br ado público
de gas en el decenio de 1920, m ucho después de que en las estadounidenses y
alem anas se hubier a adoptado ya el alum brado público eléct r ico? Porque las
adm inist r aciones m unicipales br it ánicas habían inver t ido cuant iosas sum as en el
alum brado de gas e int er ponían obstáculos legales a la act iv idad a las com pañías
eléct r icas com pet idor as.
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La últ im a consider ación que afect a a la acept ación de nuev as t ecnologías es la
facilidad con que sea posible adver t ir sus vent aj as. En 1340, época en que t odav ía
no habían llegado las ar m as de fuego a casi t oda Eur opa, se dio la coincidencia de
que los condes ingleses de Der by y Salisbur y estaban pr esent es en España, en
Tar ifa,
donde
los
m usulm anes
ut ilizaban
cañones
cont ra
los
visigodos.
I m pr esionados por lo que v ier on, int r oduj eron cañones en el ej ér cit o inglés, que los
adopt ó con ent usiasm o y los ut ilizó y a cont r a los fr anceses en la batalla de Cr écy
seis años después.
* * * *
Así, las r uedas, los vaqueros de m ar ca y los t eclados QWERTY ilust r an las div er sas
r azones por las que la m ism a sociedad no m uest r a igual r ecept iv idad ant e t odos los
invent os. A la inver sa, la aceptación del m ism o invent o var ía en gr an m aner a ent r e
sociedades cont em poráneas. Conocem os la supuest a generalización de que las
sociedades r ur ales del Ter cer Mundo son m enos r ecept iv as a los invent os que las
sociedades indust r ializadas al est ilo occident al. I ncluso en el m undo indust r ializado,
algunas r egiones son m ás r ecept iv as que ot r as. Tales difer encias, si han sido a
escala cont inent al, podr ían ex plicar por qué la t ecnología evolucionó en unos
cont inent es con m ayor r apidez que en ot r os. Por ej em plo, si t odas las sociedades
abor ígenes aust r alianas se m ostr aban por alguna razón unifor m em ent e r esist ent es
al cam bio, ello podr ía ex plicar su uso cont inuado de los út iles de piedr a una v ez
apar ecidos los de m etal en t odos los dem ás cont inent es. ¿Cóm o surgen las
discr epancias de r ecept iv idad ent r e sociedades?
Los hist or iador es de la t ecnología han pr opuest o una list a en br ut o de al m enos
cat or ce fact or es ex plicat iv os. Uno es la esper anza de vida larga, que en pr incipio
dar ía a invent or es en cier nes los años necesar ios para acum ular conocim ient os
t écnicos, así com o paciencia y segur idad para abordar lar gos progr am as de
desarr ollo con r ecom pensas a lar go plazo. De ahí que la larga esper anza de v ida
apor t ada por la m edicina m oder na pueda haber cont r ibuido al r it m o r ecient em ent e
m ás acelerado de los invent os.
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Los cinco fact or es siguient es r em it en a la econom ía o la or ganización de la
sociedad: 1) La disponibilidad de t rabaj o esclav o barat o en t iem pos ant iguos pudo
desincent ivar ent onces la innovación, m ient ras que en los act uales, los salarios
elev ados o la escasez de m ano de obra est im ulan la búsqueda de soluciones
t ecnológicas; por ej em plo, el incent iv o inm ediat o par a el desar r ollo de una var iedad
de t om at es cosechables con equipo agr ícola en Califor nia fue la perspect iv a de una
polít ica de inm igr ación dist int a que r est r ingier a el sum inist r o de m ano de obra
barat a de t em por er os m ex icanos. 2) Las pat ent es y ot ras ley es que pr ot egen los
derechos de propiedad de los invent ores est im ulan la invención en el Occident e
m oder no, m ient r as que la ausencia de t al pr ot ección la desalient a en la China de
hoy . 3) Las m oder nas sociedades indust r iales facilit an am plias opor t unidades de
for m ación t écnica, com o sucedía en el islam m edieval; per o no es t al el caso de
Zair e ( República Dem ocr ática del Congo) act ual. 4) El capit alism o m oder no est á
or ganizado ( la ant igua Rom a no lo est aba) de t al m aner a que pr esent a per spect iv as
halagüeñas para la inver sión de fondos en el desar r ollo t ecnológico. 5) El acusado
indiv idualism o de los est adounidenses perm it e que los invent or es de éx it o guar den
las ganancias para sí m ism os, m ient r as que los fuer t es v ínculos fam iliar es de Nuev a
Guinea asegur an que alguien que em piece a ganar diner o se v ea asalt ado por
decenas de par ient es en la esper anza de que se les adm it a y se les dé com ida y
sust ent o.
Ot r as cuatr o ex plicaciones que se sugier en son de índole ideológica, en v ez de
económ ica u organizat iv a: 1) La t endencia a acept ar r iesgos, esencial par a los
esfuer zos de innovación, es m ás habit ual en unas sociedades que en otr as. 2) El
punt o de v ist a cient ífico es una car act er ística pr opia y singular de la sociedad pos
r enacent ist a
eur opea
que
ha
contr ibuido
poder osam ent e
a
su
pr edom inio
t ecnológico m oder no. 3) La t oler ancia de opiniones div er sas y de act it udes
het er odoxas fav or ece la innovación,
m ient r as que el fuer t e arr aigo de las
cost um br es t radicionales ( com o la im por t ancia de los clásicos ant iguos en China) la
ahoga. 4) La act it ud de las r eligiones v ar ía en gran m aner a en cuant o a sus
r elaciones con la t ecnología: algunas r am as del j udaísm o y el cr ist ianism o se
consider an de par t icular com pat ibilidad con la m ism a, m ient r as que algunas del
islam , el hinduism o y el br ahm anism o son especialm ent e incom pat ibles con ella.
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Est as diez hipót esis son plausibles en su t ot alidad. Pero ninguna de ellas t iene una
r elación necesar ia con la geogr afía. Si los der echos de pat ent e, el capit alism o y
ciert as
r eligiones
est im ulan
en
efect o
la
t ecnología,
¿qué
circunst ancias
seleccionar on esos fact or es en la Eur opa post m edieval y no en la China o la I ndia
cont em poráneas?
Com o m ínim o, par ece est ar clar o el sent ido en que esos diez fact or es influyen en la
t ecnología. Los ot r os cuat r o que se proponen —la guer ra, la adm inist r ación
cent r alizada, el clim a y la abundancia de r ecur sos— par ecen act uar de form a
ir r egular : a veces est im ulan la t ecnología; ot ras, la inhiben. 1) A lo largo de la
hist or ia, la guer r a ha const it uido a m enudo el est im ulant e pr im er ísim o de la
innovación
t ecnológica;
por
ej em plo,
las enor m es inver siones r ealizadas en
ar m am ent o nuclear dur ant e la segunda guer r a m undial y los aer oplanos y cam iones
dur ant e la pr im era abr ier on nuev os cam pos int egr ales de t ecnología; per o las
guer ras pueden por ot ro lado t ener secuelas dev ast adoras par a el desar rollo
t ecnológico. 2) La adm inist r ación fuer t em ent e cent r alizada im pulsó la t ecnología en
la Alem ania y el Japón de finales del siglo XI X; en cam bio, la aniquiló en China
después de 1500. 3) Muchos eur opeos del nor t e dan por sent ado que la t ecnología
pr ogr esa en clim as r igur osos en donde la subsist encia es im posible sin ella, y
languidece en clim as benignos en donde no es necesario usar m ucha ropa y se
supone que los plát anos caen de los ár boles; el punt o de v ist a opuest o es que un
am bient e benigno liber a a las gent es de la lucha const ant e por la exist encia,
per m it iéndoles dedicar se a la invest igación. 4) Tam bién ha habido debat es acerca
de si la t ecnología es est im ulada por la abundancia o por la escasez de r ecur sos
am bient ales; la abundancia de r ecur sos puede est im ular el desar r ollo de invent os
m ediant e el uso de esos r ecur sos, com o sucede con la t ecnología de los m olinos de
agua en la lluv iosa Eur opa sept ent r ional, con su m ult it ud de r íos, per o ¿por qué no
pr ogr esó con m ay or r apidez esa t ecnología en Nuev a Guinea, m ás lluv iosa aún? Se
ha suger ido que la dest r ucción de bosques en Gr an Br et aña ha sido la razón básica
de su pr ecoz pr im acía en el desar r ollo de la t ecnología del car bón, per o ¿por qué la
defor est ación no ha t enido el m ism o efect o en China?
Est os r azonam ient os no agot an la list a de m ot iv os que se pr opone para ex plicar por
qué las sociedades difier en en su r ecept iv idad de las nuev as tecnologías. Y lo que es
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peor , se t rat a de apr oxim aciones que eluden la cuest ión de los fact or es definit ivos
en que se basan. Puede ser que est o par ezca un r et r oceso descorazonador en
nuest r a t ent at iv a de ent ender el cur so de la hist or ia, dado que la t ecnología ha sido
sin duda uno de los m ot or es m ás poder osos del acont ecer hist ór ico. Sin em bar go,
ahora v oy a exponer cóm o la div er sidad de fact or es independient es que son la base
de la innovación t ecnológica en realidad facilit an, no dificult an, el ent endim ient o de
la hist or ia en t oda su am plit ud.
* * * *
A los efect os de est e libr o, la cuest ión clav e acer ca de la list a de consider aciones
est riba en si dichos fact ores eran sist em át icam ent e dist int os de cont inent e a
cont inent e dando así lugar a difer encias cont inent ales de desar r ollo t ecnológico. La
m ay or ía de hist or iador es y per sonas no ex per t as suponen, ex pr esa o tácit am ent e,
que la r espuesta es afirm at iv a. Por ej em plo, es cr eencia gener alizada que los
abor ígenes aust ralianos com par t ían com o gr upo car act er íst icas ideológicas que
cont r ibuían a su r et raso t ecnológico: eran ( o son) supuestam ent e conservadores;
viven en un t iem po de ensueño pasado de cr eación del m undo sin apr oxim ación a
los m ét odos pr áct icos de m ej or ar el pr esent e. Un em inent e hist or iador de Áfr ica
caract er iza a los afr icanos com o ser es int rospect iv os car ent es del em puj e eur opeo
para la ex pansión.
Per o t odos est os aser t os se basan en puras especulaciones. Nunca se ha r ealizado
un est udio de varias sociedades en condiciones socioeconóm icas sim ilares en cada
uno de dos cont inent es que dem uest re diferencias ideológicas sist em át icas ent re los
pueblos de am bos. En cam bio, el razonam ient o es cir cular : dada la exist encia de
difer encias t ecnológicas, se deduce la ex ist encia de las cor r espondient es difer encias
ideológicas.
En r ealidad, obser v o con r egular idad en Nuev a Guinea que las sociedades indígenas
de allí difier en en gr an m edida unas de ot r as en sus act it udes pr edom inant es. Al
igual que en las indust r ializadas Eur opa y Am ér ica, en la Nuev a Guinea t r adicional al
lado de sociedades conservadoras que se resist en a los nuevos m ét odos viven
sociedades innovadoras que adoptan select iv am ent e nuev os sist em as. El r esult ado
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es,
con
la
llegada
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de
la
t ecnología
occident al,
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que
las
sociedades
m ás
em pr endedor as ex plot an ahora esa t ecnología v enida de fuer a par a deslum brar a
sus vecinos conservadores.
Por ej em plo, cuando los eur opeos alcanzar on por vez pr im er a las t ier r as alt as de
Nuev a Guinea or ient al en el decenio de 1930, «descubr ier on» decenas de t r ibus de
la Edad de Piedr a con las que ant es no se habían m ant enido contact os. Ent r e ést as,
la t r ibu chim bu se r ev eló par t icular m ent e decidida en la adopción de la t ecnología
occident al. Cuando los chim bus vier on a los colonos blancos sem brar café,
em pezar on ellos m ism os a cult ivar lo com o cosecha vendible. En 1964 conocí a un
hom bre chim bu de 50 años, que no sabía leer, con un at uendo t radicional de
her baj es, nacido en una sociedad que ut ilizaba her ram ient as de piedr a; pero se
había enr iquecido cult iv ando café, ut ilizando sus ganancias par a constr uir una
ser r er ía por un cost e de 100.000 dólar es y en la com pra de una flot a de cam iones
para el t r anspor t e de su café y su m ader a al m er cado. En cam bio, el v ecino pueblo
m eset ar io de los dar ibis, con el que t r abaj é dur ant e ocho años, es m uy conser v ador
y no le int er esa la nuev a t ecnología. Al at er r izar el pr im er helicópt er o en la zona
dar ibi, le echar on una oj eada r ápida volv iendo de inm ediat o a lo que est aban
haciendo; los chim bus hubier an int ent ado regat ear par a alquilar lo. En consecuencia,
los chim bus se est án desplazando ahora a la zona dar ibi, ocupándola para
plant aciones y r educiendo a los dar ibis a la condición de m ano de obr a pr opia.
En cada uno de los dem ás cont inent es, cier t as sociedades abor ígenes se han
m ostrado
asim ism o
m uy
recept iv as,
adoptando
select iv am ent e
m ét odos
y
t ecnología ext r anj er os, para int egr ar los de m anera sat isfact or ia en su pr opia
sociedad. En Niger ia, los ibos fuer on la t r ibu de ese país equiv alent e a los chim bus
de Nuev a Guinea. En la act ualidad, la t r ibu m ás num erosa de indígenas am er icanos
de Est ados Unidos son los nav ajos, que a la llegada de los eur opeos er an sólo una
ent r e var ios cient os de t r ibus. Pero los nav aj os dem ostr ar on poseer una especial
capacidad de adapt ación y habilidad par a la select iv idad de innovaciones. Adopt ar on
los t int es occident ales par a sus t ej idos, se hicier on buenos plat er os y granj er os y
hoy conducen cam iones sin abandonar sus m oradas t r adicionales.
Ent r e los abor ígenes austr alianos, a los que asim ism o se t iene por conser v ador es,
ex ist en sociedades r ecept iv as j unt o a ot r as cont um aces. Por uno de los dos lados
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ex t r em os, en la isla de Tasm ania se seguían ut ilizando út iles de piedr a abandonados
hace m iles de años en Eur opa y sust it uidos tam bién en casi t odo el t er r it or io
cont inent al aust r aliano. Por el ex t r em o opuest o, algunos pescador es nat iv os de
Aust r alia sur or ient al idear on por m enor izadas t ecnologías para la gest ión de las
poblaciones de peces, ent r e las que cabe cit ar la constr ucción de canales, pr esas
pesquer as y tr am pas.
Así, el desar r ollo y la r ecepción de invent os var ía enor m em ent e ent r e sociedades
del m ism o cont inent e. Cam bian asim ism o con el t iem po dent r o de la m ism a
sociedad. En nuest r os días, las sociedades islám icas de Or ient e Medio son
r elat iv am ent e conser v adoras y no est án en la v anguardia de la t ecnología. Per o el
islam m ediev al de la m ism a r egión sí er a de gran flor ecim ient o t ecnológico y abier t o
a las innovaciones. Logr ar on t asas de alfabet ización m ucho m ás elev adas que la
Eur opa cont em por ánea; asim ilar on el legado cult ur al de la Gr ecia clásica hast a el
punt o de que m uchos libr os clásicos gr iegos nos han llegado sólo a t rav és de
ej em plar es en árabe. Constr uyer on m olinos de v ient o y ot r os que apr ovechaban las
m ar eas, invent ar on la t r igonom et r ía y las velas lat inas, r ealizar on grandes av ances
en m et alur gia, ingenier ía m ecánica y quím ica, m ét odos de r iego, y tr aj er on el papel
y la pólv or a de China t r ansm it iéndolos a Eur opa. En la Edad Media era incesant e el
fluj o de t ecnología desde el islam a Eur opa, m ás que el de Eur opa al islam hoy . El
sent ido net o de est e fluj o sólo em pezó a inv ert irse hacia 1500.
China ha sido ot ro t errit orio en el que la innovación ha fluct uado considerablem ent e
con el t iem po. Hasta cer ca de 1450, China er a desde el punt o de v ist a t ecnológico
m ucho m ás innovadora y pr ogr esiv a que Eur opa, incluso m ás que el islam m ediev al.
Ent r e la lar ga list a de inv ent os chinos figur an las com puer tas par a canales, el hier r o
fundido,
las
per for aciones
pr ofundas,
los
ar r eos buenos
par a
anim ales
de
t r anspor t e, la pólv or a, la com et a, la brúj ula, los tipos m ovibles, el papel, la
por celana, la im pr ent a ( a ex cepción del disco de Faíst os) , el t im ón de popa y la
car r et illa. Luego, China dej ó de ser invent or a por r azones de las que lucubr ar em os
en el epílogo. A la inver sa, pensam os que las sociedades de Eur opa occident al y las
nor t eam er icanas a que han dado or igen aquéllas son las que dest acan en el m undo
m oderno en cuant o a innovación t ecnológica, pero la t ecnología est uvo m enos
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av anzada en Eur opa occident al que en cualquier a ot r a ár ea «civ ilizada» del Viej o
Mundo hast a la baj a Edad Media.
Así pues, no es cier t o que haya cont inent es en los que las sociedades hay an sido de
t endencia innovadora y otr os en donde hay an sido conser vador as. En cualquier
cont inent e, en det er m inada época hay unas sociedades innovador as y ot r as
conser v ador as. Adem ás, la r ecept iv idad a las innovaciones v ar ía con el t iem po
dent r o de la m ism a r egión.
Reflexionando, est as conclusiones son precisam ent e las que pueden ext raerse si la
capacidad de innovación de una sociedad es det erm inada por m uchos fact or es
independient es. Sin un conocim ient o por m enor izado de tales fact or es, la capacidad
de innovación es im pr edecible. De ahí que los cien t íf icos sociales cont inúen
debat iendo sobr e las r azones específicas por las que la r ecept iv idad cam bió en el
islam , en China y en Eur opa, y por qué los chim bus, los ibos y los nav aj os er an m ás
r ecept iv os que sus vecinos a t ecnologías nuev as. Para el est udiant e de la hist or ia en
sus r asgos gener ales, sin em bar go, no im por t a cuáles fuer an las r azones específicas
en cada uno de esos casos. Las m ir íadas de fact or es que afect an a la capacidad de
innovación hacen la t ar ea del hist or iador par adój icam ent e m ás fácil, al conv er t ir las
v ar iaciones sociales de innovación en v ar iables en esencia coy unt ur ales. Est o
significa que, en un área de gran ext ensión ( com o un cont inent e ent ero) , una
m ay or o m enor pr oporción de sociedades es pr opensa a ser innovadora en una
época en par t icular .
* * * *
¿De dónde pr oceden en r ealidad las innovaciones? En t odas las sociedades, a
ex cepción de las pocas que est uvier on t ot alm ent e aisladas en el pasado, gr an par t e
de la nuev a tecnología no es de invención local, sino que es t om ada de ot ras
sociedades. La im por t ancia r elat iv a de la invención y la adm isión locales depende
fundam ent alm ent e de dos fact or es: la facilidad de invención de det er m inada
t ecnología y la pr oxim idad ent r e una y ot ra sociedades.
Algunos invent os sur gier on a t rav és del m anej o dir ect o de m at er ias pr im as en
br ut o. Tal t ipo de invent os apareció en m uchas ocasiones independient es de la
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hist or ia m undial en dist int os lugar es y épocas. Un ej em plo, que y a hem os est udiado
con det enim ient o, es la aclim at ación de cult ivos, con al m enos nuev e orígenes
independient es. Ot r o es la alfar er ía, que puede haber provenido del com por tam ient o
de la ar cilla, m at er ial nat ur al m uy abundant e, al secar la o calent ar la. La alfar er ía
apareció en Japón hace unos 14.000 años, en el Crecient e Fért il y en China hace
cerca de 10.000, y en la Am azonia, el Sahel africano, el surest e de Est ados Unidos y
México poco después.
Ej em plo de un invent o m ucho m ás difícil es la escr it ura, que no es evident e por sí
m ism a m ediant e la obser v ación de m at er ia nat ur al alguna. Com o vim os en el
capít ulo 12, se or iginó por separ ado en t an sólo unos pocos lugar es, par eciendo que
el alfabet o hubiese sido invent ado de una sola v ez en la hist or ia univ er sal. Ent r e
ot r os invent os difíciles cabe cit ar la r ueda hidráulica, el m olinillo de m ano, el
inst r um ent al odont ológico, la br új ula, el m olino de v ient o y la cám ara oscura, t odos
los cuales se invent ar on sólo una o dos veces en el Viej o Mundo y nunca en el
Nuevo.
Est os invent os t an com plej os eran obt enidos habit ualm ent e t om ándoselos de otras
par t es, por que se difundían con m ay or rapidez que la posibilidad de descubr ir los por
separado en dist int os lugar es. Ej em plo clar o es la r ueda, de la que los pr im er os
t est im onios datan de m ás o m enos 3400 a.C. cer ca del m ar Negr o, apar eciendo
después en pocos siglos en gr an par t e de Eur opa y Asia. Todas esas r uedas
pr im it iv as del Viej o Mundo son de diseño m uy peculiar : un cír culo com pact o de
m adera const r uido con tr es planchas suj et as ent r e sí, en lugar de una llant a con
r adios. En cam bio, las ex clusiv as r uedas de las sociedades indígenas am er icanas
( dibuj adas en vasij as de cer ám ica m ex icanas) eran de una sola pieza, lo que
sugier e una segunda invención por separado de la r ueda y da por supuest as ot r as
evidencias del aislam ient o del Nuevo Mundo con r espect o a cult uras del Viej o.
Nadie piensa que el diseño t an peculiar de r ueda del Viej o Mundo pudier a apar ecer
r eit er adas v eces por casualidad en m uchos lugar es separ ados a poca dist ancia en
siglos unas de ot ras, después de 7 m illones de hist or ia hum ana sin r uedas. En
cam bio, la ut ilidad de la r ueda hizo seguram ent e que se difundiese con r apidez al
est e y al oest e por t odo el Viej o Mundo desde un único lugar de invención. Ot ros
ej em plos de t ecnologías com plej as que se difundieron hacia el est e y el oest e en el
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Viej o Mundo ant iguo a par t ir de un solo or igen en Asia occident al son las cer r adur as
de puer t as, las poleas, los m olinillos m anuales, los m olinos de vient o y lo m ás
im por t ant e:
el alfabet o. La m et alur gia, que se ex t endió desde los Andes a
Mesoam ér ica a t ravés de Panam á, es un ej em plo de difusión t ecnológica en el
Nuevo Mundo.
Siem pr e que un invent o út il ar r aiga en una sociedad, t iende luego a ex pandir se en
dos form as difer ent es. Una es que ot ras sociedades vean o t om en not a del invent o,
se m uest r en r ecept iv as al m ism o y lo adopt en. La segunda es que las sociedades
que no poseen el invent o se encuent ren en desvent aj a ant e la sociedad invent ora y
acaben super adas y dom inadas por ést a si esa desvent aj a es bast ant e significat iv a.
Ej em plo m uy clar o es la difusión de los m osquet es ent r e las t r ibus m aor íes de
Nuev a Zelanda. Una t r ibu, los ngapuhis, adoptó los m osquet es de m er cader es
eur opeos hacia 1818. En los quince años siguient es, Nuev a Zelanda fue sacudida
por las guerr as denom inadas de los m osquet es, en que tr ibus que no poseían t ales
ar m as, las obt enían o acababan siendo suby ugadas por t r ibus y a pr ovist as de
m osquet es. El r esult ado fue que la t ecnología del m osquet e se había ex t endido ya
por t oda Nuev a Zelanda hacia 1833: t odas las t r ibus m aor íes t odavía super v iv ient es
t ienen ahor a m osquet es.
Cuando las sociedades adopt an una t ecnología nuev a de la sociedad que la invent ó,
su difusión puede pr oducirse en m uchos cont ext os diferent es. Ent r e ellos est á el
com er cio pacífico ( com o en la difusión de los tr ansist or es desde Est ados Unidos a
Japón en 1954) , el espionaj e ( t al fue el caso de los gusanos de seda desde Asia
sur or ient al a Or ient e Medio en 552) , la em igr ación ( así ex pandier on por Europa las
t écnicas fr ancesas de fabr icación de vidr io y tej idos los 200 000 hugonot es
ex pulsados de Francia en 1685) y la guer ra. Un caso dest acado de lo últ im o fue la
t r ansfer encia al islam de las t écnicas chinas de fabr icación de papel, posible debido
a que al der r otar los ej ér cit os árabes a las t r opas chinas en la bat alla del r ío Talas
en Asia cent r al en 751, aquéllos encont r ar on algunos fabr icant es de papel ent r e los
pr isioner os de guer ra y los llev ar on a Sam ar canda para est ablecer la m anufact ura
del papel.
Vim os en el capít ulo 12 que la difusión cult ur al puede t ener lugar , bien por m edio de
«proyect os or iginales» det allados, bien a t r av és de sólo vagas ideas que est im ulan
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una nueva invención de t ales det alles. En dicho capít ulo se ilust rar on esas
alt er nat iv as para la difusión de la escr it ur a, per o ést as son asim ism o aplicables a la
ex pansión de la t ecnología. El párr afo pr ecedent e da ej em plos de copias de
pr oyect os, m ient r as que la t r ansfer encia a Eur opa de la t ecnología china de la
por celana supone un caso de difusión de una idea que cost ó bastant e t iem po
r econst it uir . La por celana, fina cer ám ica t r anslúcida, fue invent ada en China hacia el
siglo VI I . Cuando em pezó a llegar a Eur opa a tr av és de la Ruta de la Seda en el
siglo XI V ( sin infor m ación alguna sobr e cóm o fabr icar la) , fue m uy adm ir ada y se
r ealizar on var ias t ent at iv as fallidas de im it ar la. Est o no se logr ó hast a 1707, en que
el alquim ist a alem án Johann Böt t ger , después de com plicados ex per im ent os a base
de pr ocesos y m ezclas de div er sos m iner ales y ar cillas, dio con la solución y fundó
la hoy fam osa cer ám ica de Meissen. Ex per im ent os m ás o m enos independient es de
aquéllos en Fr ancia e I nglat er r a conduj er on a las por celanas de Sèv r es, Wedgw ood
y Spode. Así pues, los ceram ist as eur opeos t uv ier on que r einvent ar los m ét odos de
fabr icación chinos, per o les sir v ió de est ím ulo par a hacer lo el t ener ant e ellos
m odelos del pr oduct o deseado.
* * * *
Las sociedades, según sea su sit uación geográfica, difier en en cuant o a la rapidez
con que les es posible r ecibir t ecnología por difusión desde otr as sociedades. Los
pueblos m ás aislados de la Tier r a en t iem pos r ecient es fuer on los abor ígenes de
Tasm ania, que v iv ían sin sist em a alguno de t r anspor t e m ar ít im o en esa isla a 150
k m de Aust r alia, que a su v ez er a el cont inent e m ás aislado. Los habit ant es de
Tasm ania no t uvieron ningún cont act o con ot ras sociedades durant e 10 000 años, y
no adquir ier on ninguna t ecnología nuev a fuer a de lo invent ado por ellos m ism os.
Los austr alianos y los neo guineanos, separ ados de la t ier r a fir m e asiát ica por la
cadena de islas de I ndonesia, r ecibier on sólo una insignificancia de inv ent os de Asia.
Las sociedades m ás accesibles a la r ecepción de invent os por difusión eran las
em plazadas en los cont inent es pr incipales. En est as sociedades la t ecnología se
desarr ollaba
con
m ay or
r apidez,
por que
acum ulaban
no
sólo
sus
pr opias
invenciones, sino t am bién las de otr as sociedades. Por ej em plo, el islam m ediev al,
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con su localización cent ral en Eurasia, adquirió invent os de China y heredó el
ant iguo saber gr iego.
La im por t ancia de la difusión y de la localización geogr áfica que la hace posible
queda adm ir ablem ent e ilust r ada por
casos de sociedades que abandonar on
im por t ant es t ecnologías, casos que de ot ra for m a no ser ían com pr ensibles. Solem os
suponer que las t ecnologías út iles, una vez adquiridas, subsist en inevit ablem ent e
hast a ser r eem plazadas por ot ras m ej ores. En r ealidad, no sólo es necesar io
adquir ir t ecnologías, sino t am bién conserv ar las, y est o depende, a la v ez, de
m uchos fact or es im pr ev isibles. Toda sociedad at rav iesa por m odas o capr ichos por
los
que
se
valor an
cosas
sin
ut ilidad
económ ica
alguna
o
se abandonan
t em poralm ent e cosas út iles. En nuest ros días, en los que casi t odas las sociedades
de la Tier r a se r elacionan unas con ot ras, no podem os im aginar que una m oda
llegue t an lej os com o par a descar tar por com plet o una t ecnología im por t ant e. Una
sociedad que por algún t iem po se r evolv ier a cont r a det er m inada t ecnología
im por t ant e v er ía cóm o se la seguir ía aplicando en sociedades vecinas y t endr ía la
opor t unidad de volv er a adopt ar la por difusión ( o de no ser así, ser ía im puest a por
v ecinos) . Per o est as m odas pueden ser per sist ent es en sociedades aisladas.
Un caso fam oso fue el abandono de las ar m as de fuego en Japón. Dichas ar m as
fuer on int r oducidas allí en 1543, llev adas por dos avent ur eros por t ugueses pr ov ist os
de ar cabuces que llegar on en un bar co de car ga chino. Los j aponeses quedar on t an
im pr esionados por la nuev a arm a que iniciar on una producción autóct ona de
escopet as, cuya t ecnología perfeccionaron m ucho, hast a el punt o de que en 1600
poseían ya m ás y m ej or es escopetas que cualquier ot r o país del m undo.
Per o había por ot r o lado fact or es que act uaban en cont r a de la acept ación de arm as
de fuego en Japón. El país poseía una num er osa élit e guer r er a, los sam ur áis, para
quienes las espadas const it uían sím bolos de clase y obr as de ar t e ( e inst r um ent os
para suby ugar a las clases infer ior es) . Los hábit os m ar ciales j aponeses consist ían en
com bat es cuer po a cuer po entr e espadachines sam ur áis, que se celebr aban en
público, con alocuciones r it uales a las que seguía una lucha de elegant e garbo. Ést a
conduct a r esult ó let al en pr esencia de soldados rasos que dispar aban sus escopet as
con m ucho r uido y sin gr acia. Adem ás, las escopet as er an un invent o for áneo y
acabaron por ser despr eciadas, al igual que ot r as cosas ex t r anj eras en Japón a
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par t ir de 1600. Los sam ur áis, con peso sobr e el gobier no, em pezar on por r est r ingir
la pr oducción de ar m as de fuego a unas pocas ciudades, inst it uy éndose luego una
licencia guber nat iv a par a la pr oducción de escopet as, que después er a concedida
sólo a las fabr icadas con dest ino al pr opio gobier no. Por últ im o, se r eduj er on los
pedidos oficiales de ar m as de fuego hast a que Japón se quedó de nuev o casi sin
escopet as, a excepción de algunas com o r ecuer do.
Ent r e los gober nant es eur opeos de aquellos años había algunos que t am bién
despr eciaban las ar m as de fuego e int ent aban lim it ar su disponibilidad. Per o est os
int ent os nunca llegar on m uy lej os en Europa, en donde cualquier nación que
r enunciar a a las arm as de fuego er a al poco t iem po invadida por países vecinos que
sí las poseían. Sólo por ser una populosa isla poco com unicada pudo Japón llev ar
adelant e su r echazo de la pot ent e t ecnología m ilit ar nuev a. A est a sit uación de
segur idad en el aislam ient o puso fin en 1853 la v isit a de la flot a est adounidense del
com andant e Perr y , er izada de cañones, lo cual conv enció a Japón de que era
necesar io r eanudar la pr oducción de ar m as de fuego.
Ése r echazo y el abandono por China de los bar cos de t r anspor t e m ar ít im o ( así
com o de los r eloj es m ecánicos y de las m áquinas hidráulicas de hilar ) son casos
hist óricos bien conocidos de ret rocesos t ecnológicos en sociedades aisladas o
sem iaisladas. Ot ros r et rocesos de est e t ipo t uv ier on lugar en t iem pos pr ehist ór icos.
El caso m ás ex t r em o es el de los abor ígenes de Tasm ania, que incluso abandonar on
los út iles de hueso y la pesca par a tr ansform ar se en la sociedad de t ecnología m ás
r udim ent ar ia del m undo m oder no ( capít ulo 15) . Puede ser que los abor ígenes
aust r alianos hubier en adopt ado el ar co y las flechas, abandonándolos luego. Los
isleños del est r echo de Tor r es abandonar on las canoas, cosa que hicier on asim ism o
los de Gaua, aunque luego las adopt ar on de nuev o. La alfar er ía fue abandonada en
t oda Polinesia. La m ayor ía de los polinesios y m uchos m elanesios abandonaron el
uso de ar cos y flechas en la guer r a. Los esquim ales polar es per dier on el ar co y
flechas y el k ayak , y los de Dor set per dier on el ar co y las flechas, el t aladr o y los
per r os.
Est os ej em plos, en pr incipio t an chocant es para nosot ros, ilust ran adecuadam ent e
los efect os de la geografía y de la difusión en la hist or ia de la t ecnología. Sin
difusión se adquier en pocas t ecnologías y se pier den m ás de las ex ist ent es.
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* * * *
Dado que la t ecnología engendr a m ás t ecnología, la im por t ancia de la difusión de un
invent o excede en pot encia la im por t ancia del inv ent o or iginal. La hist or ia de la
t ecnología ej em plifica lo que se denom ina proceso autocatalít ico, es decir un
pr oceso que se aceler a a una v elocidad que aum ent a con el tiem po, por que dicho
pr oceso se cat aliza a sí m ism o. El auge de la t ecnología a par t ir de la r ev olución
indust r ial nos im pr esiona hoy , pero el auge m ediev al fue asim ism o im pr esionant e
en com paración con el de la Edad del Br once, que a su v ez eclipsó al del Paleolít ico
super ior .
Un m otiv o por el que la t ecnología t iende a catalizar se a sí m ism a es que los
pr ogr esos dependen del dom inio pr ev io de pr oblem as m ás sim ples. Por ej em plo, los
cam pesinos de la Edad de Piedra no pr ocedían dir ect am ent e a la ex t r acción y
for j ado del hier r o, que r equier e hor nos a elev adas t em perat uras. En cam bio, la
m et alur gia del m iner al de hier r o apar eció después de m iles de años de ex per iencia
hum ana con aflor am ient os nat ur ales de m et ales pur os bastant e m aleables com o
para poder adquir ir form a a golpe de m ar tillo sin necesidad de calor ( el cobr e y el
or o) . Apar eció asim ism o después de m iles de años de ev olución de hor nos
r udim ent ar ios ut ilizados en alfar er ía, y , aún después, en la ex t r acción de m iner ales
de cobr e y en la elabor ación de sus aleaciones ( br once) , que no r equier en
t em per at ur as t an elev adas com o el hier r o. Tant o en el Cr ecient e Fér t il com o en
China, los obj et os de hier r o sólo se hicier on com unes después de 2000 años de
ex per iencia en m et alur gia del br once. Las sociedades del Nuev o Mundo acababan de
em pezar a hacer ar t efactos de br once y t odav ía no habían com enzado a hacer los de
hier r o en las fechas en que la llegada de los eur opeos int er r um pió la t ray ect or ia
independient e de ese Nuevo Mundo.
La otr a r azón im por tant e de la aut o cat álisis es que las t ecnologías y m at er iales
nuev os hacen posible gener ar aún m ás t ecnologías nuev as por r ecom binación. Por
ej em plo, ¿por qué la im pr ent a se difundió v er t iginosam ent e en la Eur opa m ediev al
después de que Gut enber g im pr im ier a su Biblia en 1455, pero no cuando aquel
desconocido ar t ífice im pr im ier a su disco en Faíst os en 1700 a.C.? Una explicación
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par cial es que los im pr esor es eur opeos m ediev ales podían com binar seis avances
t ecnológicos, de los cuales la m ayor ía no est aban a disposición del fabr icant e del
disco de Faíst os. De est os adelant os —en papel, t ipos m óv iles, m et alur gia, pr ensas,
t int as y escr it ur as—, el papel y la idea del t ipo m óvil llegar on a Eur opa desde China.
El descubr im ient o por Gut enber g de la fabr icación de t ipos a par t ir de m at r ices
m et álicas, par a r esolv er el enr ev esado pr oblem a de t am años no unifor m es de t ipos,
dependía de m uchos adelant os m et alúrgicos: acer o para punzones de let r as,
aleaciones de lat ón o br once ( luego sust it uidos por acer o) par a m at r ices, plom o
para m oldes y una aleación est año- plom o- cinc para los t ipos. La im pr ent a de
Gut enber g der iv aba de la pr ensa de husillo para la fabr icación de v ino y aceit e de
oliv a, y su tint a consist ía en una m ej ora oleosa de las t int as ant er ior es. Las
escr it ur as alfabét icas que la Eur opa m ediev al ut ilizaba después de t r es m ilenios de
ev olución de los alfabet os se pr est aban a la im pr esión con t ipos m óviles, por que
sólo había que confeccionar algunas decenas de for m as de let r as y signos, a
difer encia de los m iles de signos necesar ios para la escr it ur a china.
El art ífice del disco de Faíst os sólo t uvo acceso a t ecnologías m ucho m enos
av anzadas en esos seis aspect os que aquellas de las que dispuso Gut enber g para
com binar las en un sist em a de im pr esión. El m edio de escr it ur a en el disco er a la
ar cilla, que es m ucho m ás gr uesa y pesada que el papel. Las t écnicas m et alúr gicas,
las t int as y las pr ensas de 1700 a.C. en Cret a er an m ás pr im it iv as que las de 1455
en Alem ania, por lo que el disco t uv o que ser gr abado a m ano en lugar de por t ipos
m óviles dispuest os en un m ar co m et álico, t int ados y pr ensados. La escr it ura del
disco er a un silabar io con m ás signos, de for m a m ás com plicada, que el alfabet o
r om ano em pleado por Gut enber g. En consecuencia, la t ecnología de im pr esión del
disco de Faíst os era m ucho m ás r udim ent ar ia, y pr esent aba m enos vent aj as sobr e
la escr it ur a m anual que la im pr ent a de Gut enber g. En adición a t odos est os
inconvenient es t ecnológicos, el disco de Faíst os fue im preso en una época en que el
conocim ient o de la escr it ur a se lim it aba a algunos escr ibas de palacios o t em plos.
De aquí que hubiese poca dem anda del bello pr oduct o del ar t ífice del disco y poco
incent iv o par a inver t ir en la confección de las decenas de punzones m anuales
necesar ios. Por el cont r ar io, las posibilidades de un m er cado m uy am plio par a la
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im pr ent a en la Eur opa m ediev al induj o a m uchos inver sor es a pr estar diner o a
Gut enber g.
La t ecnología hum ana ev olucionó a par t ir de los pr im er os út iles de piedr a, que se
ut ilizaban hace 1,5 m illones de años, hasta la im pr esor a láser de 1996 con que se
im pr im ió el or iginal de est e libr o, que sust it uy ó a m i y a ant icuada im pr esora láser
de 1992. El rit m o de est a evolución fue im percept iblem ent e lent o en un principio,
t r anscur r iendo cient os de m iles de años sin cam bio discer nible alguno en nuest r os
út iles de piedr a y sin que nos hay a llegado ninguna ev idencia de obj et os fabr icados
con ot r os m at er iales. Hoy, la t ecnología progr esa con t al rapidez que t odos los días
aparece en el per iódico el infor m e de algo nuevo.
En est a lar ga hist or ia de desar rollo aceler ado es posible singular izar dos salt os de
especial significación. El prim er o, que t uvo lugar hace ent r e 100 000 y 50 000 años,
es pr obable que fuese posibilit ado por cam bios genét icos en nuest r o organism o, es
decir por una evolución de la anat om ía hum ana que per m it ier a hablar y hacer
funcionar el cer ebr o. Result ado de dicho salt o fuer on las her r am ient as de hueso, los
út iles de piedr a a efect os det er m inados y los út iles m ixt os. El segundo salt o fue
consecuencia de nuest r a adopción de una v ida sedent ar ia en épocas dist int as en
v ar ias par t es del m undo: hace y a 13.000 años en algunas zonas y ni siquier a en
nuest r os días en otras. En casi t odos los casos, esa adopción est uvo vinculada a la
pr oducción alim ent ar ia, que ex igía a los hum anos per m anecer cer ca de sus cult iv os,
huert as y alm acenes de product os alim ent icios no consum idos de inm ediat o.
La v ida sedentar ia fue decisiv a par a la hist or ia de la t ecnología, por que per m it ía que
la gent e acum ulase posesiones que no había de acarr ear siem pr e consigo. Los
cazador es nóm adas est án lim it ados a t ecnologías que puedan ser por t eadas. Los
t r aslados fr ecuent es lim it an la pr opiedad, a falt a de v ehículos o anim ales de t ir o, a
los hij os t odavía niños, a las ar m as y a un m ínim o de ot r as cosas de absolut a
necesidad de t am año bast ant e r educido com o par a poder ser llev adas encim a. No
es posible car gar con cacharr os de alfar er ía y pr ensas de im pr im ir al abandonar una
acam pada. Ésa dificult ad práct ica es la ex plicación pr obable de la apar ición
asom br osam ent e m adr ugador a en la hist or ia de algunas t ecnologías, seguida por
lar gas dem or as en su desarr ollo ult er ior . Por ej em plo, los pr im er os obj et os
pr ecur sor es de la cer ám ica de que se tiene not icia t est ificada son figur it as de ar cilla
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cocida fabr icadas en el t er r it or io de las actuales República Checa y Eslovaquia hace
27.000 años, m uchísim o ant es de las vasij as de ar cilla cocida m ás ant iguas que se
conocen ( de Japón, de hace 14.000 años) . Tam bién en esas m ism as r egiones
checas y eslovacas se han descubier t o las ev idencias m ás ant iguas de t ej idos y
ot ras t ram as, de lo que no exist en v est igios t est ificados en ot ras zonas hast a el
pr im er cest o conocido, que apar eció hace unos 13.000 años, y el paño t ej ido m ás
ant iguo, hace unos 9.000. A pesar de estas pr im er as et apas t an t em pr anas, ni la
alfar er ía ni la t ej edur ía fuer on habit uales hast a que los hum anos se hicier on
sedent ar ios, liber ándose así del pr oblem a de tener que por t ear v asij as y t elar es.
Adem ás de per m it ir la v ida sedent ar ia, y con ella la acum ulación de posesiones, la
pr oducción de alim ent os fue decisiv a en la hist or ia de la t ecnología por ot ra r azón.
Fue posible, por pr im er a v ez en la hist or ia de la evolución hum ana, desar r ollar
sociedades
económ icam ent e
pr oducciones no
especializadas
consist ent es
alim ent ar ias que se abast ecían
por
en
expert os
en
m edio de cam pesinos
pr oduct or es de alim ent os. Per o ya hem os v ist o en la Par t e I I de est e libr o que la
pr oducción alim ent ar ia sur gió en fechas diver sas en dist int os cont inent es. Adem ás,
com o ya hem os expuest o en est e capít ulo, las t ecnologías locales dependen, t ant o
en su or igen com o en su m ant enim ient o, no sólo de los inv ent os de su ár ea propia,
sino asim ism o de la t ecnología llegada de ot r as par t es. Est o hacía que la t ecnología
fuese pr opensa a ev olucionar con m ás rapidez en cont inent es con pocas bar r eras
geográficas y ecológicas a la difusión en su int erior o en ot r os cont inent es. Por
últ im o, cada sociedad de un cont inent e r epr esent a una ocasión m ás de invent ar y
adopt ar det er m inada t ecnología, porque las sociedades var ían en gran m anera en
cuant o a capacidad de innovación por var ias r azones independient es. De aquí que, a
igualdad de las r est ant es condiciones, la t ecnología se desarr olle con m ay or rapidez
en ex t ensas r egiones m uy pr oduct iv as con gr andes densidades de población
hum ana, m uchos invent ores en pot encia y m uchas sociedades en com pet encia
r ecípr oca.
Resum am os ahora hasta qué punt o las var iaciones de est os t r es fact or es —época de
apar ición de la pr oducción alim ent ar ia, barr er as a la difusión y densidad de
población hum ana— llev ar on dir ect am ent e a las difer encias int er cont inent ales
observadas en la evolución t ecnológica. Eurasia ( que a nuest ros efect os incluye
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Áfr ica sept ent r ional) es la m asa de tier r as em er gidas m ás gr ande del m undo, que
encier r a el m ay or núm ero de sociedades en com pet encia. Es asim ism o la m asa de
t ier r as con los dos cent r os en donde ant es em pezó la pr oducción de alim ent os: el
Crecient e Fér t il y China. La orient ación est e- oest e de su ej e m ayor perm it ió que
m uchos invent os adopt ados en det erm inada par t e de Eur asia se ex pandier an con
r elat iv a r apidez a sociedades sit uadas a lat it udes y clim as sim ilar es de ot r as par t es
de Eur asia. Su anchura a lo lar go del ej e m enor ( nor t e- sur ) contr asta con la
est r echez de Am ér ica en el ist m o de Panam á. Car ece de las enorm es bar r er as
ecológicas que at r aviesan los ej es m ay ores de Am ér ica y Áfr ica. Así pues, las
barr er as geográficas y ecológicas a la difusión de la t ecnología fuer on m enos
im placables en Eur asia que en ot r os cont inent es. Gr acias a t odos est os fact or es,
Eur asia fue el cont inent e en donde ant es em pezó la aceler ación t ecnológica
pospleist océnica, con el r esult ado de una m ay or acum ulación de t ecnologías locales.
Los aut or es anglosaj ones suelen consider ar a Am ér ica del Nor t e y Am ér ica del Sur
com o dos cont inent es dist int os, a pesar de que est án unidos desde hace v ar ios
m illones de años, plant ean cuest iones hist ór icas sim ilar es y pueden ser com parados
conj unt am ent e con Eur asia. Am ér ica es la segunda m asa t err est r e del m undo en
super ficie, aunque bast ant e m enos ext ensa que Eurasia. No obstant e, se halla
fr agm ent ada por la geogr afía y la ecología: el ist m o de Panam á, de sólo unos 65 k m
de anchur a, secciona v ir t ual y geogr áficam ent e Am ér ica, y por ot r o lado los bosques
t r opicales de Dar ién en el ist m o y el desier t o del nor t e de Méx ico la seccionan desde
el punt o de v ist a ecológico. Dicho desier t o separaba av anzadas sociedades hum anas
de Mesoam ér ica de las de Am ér ica del Nor t e, en t ant o que el ist m o separ aba esas
av anzadas sociedades de Mesoam ér ica de las de los Andes y de la Am azonia.
Adem ás, el ej e pr incipal de Am ér ica va de nor t e a sur , lo que obliga a la m ay or
par t e de la expansión a ir en cont r a de gr adient es lat it udinales ( y clim át icos) , en
lugar de pr oducir se a la m ism a lat it ud. Por ej em plo, la r ueda se inv ent ó en
Mesoam ér ica y las llam as se dom est icar on en los Andes cent r ales hacia 3000 a.C.,
per o 5000 años m ás tarde esa única best ia de carga de Am ér ica y aquella r ueda no
habían coincidido r ecípr ocam ent e, a pesar de que la dist ancia que separaba la
sociedad m ay a de Mesoam ér ica del ex t r em o sept ent r ional del I m per io inca ( 2.000
k m ) er a m ucho m enor que los 13.000 km de dist ancia ent r e Fr ancia y China, cuyas
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cult ur as com par t ían el caballo y la r ueda. Cr eo que est os fact or es son los
r esponsables del r et r aso t ecnológico de Am ér ica con r espect o a Eur asia.
El Áfr ica subsahar iana es la t er cer a m asa de t ier r as em er gidas del m undo, con un
ár ea m ucho m enor que Am ér ica. A lo lar go de casi t oda la hist or ia de la hum anidad
ha sido m ucho m ás accesible a los eur asiát icos que Am ér ica, per o el Sahara sigue
siendo una bar r era ecológica im por t ant ísim a que separa el Áfr ica subsahar iana de
Eur asia m ás Áfr ica sept ent r ional. El ej e nort e- sur de Áfr ica supuso un obst áculo m ás
a la difusión de t ecnología, tant o ent r e Eur asia y el Áfr ica subsahar iana com o dent ro
de la propia r egión subsahar iana. Com o consecuencia de est e obst áculo, la alfar er ía
y la m et alur gia del hier r o se or iginar on en el Sahel del Áfr ica subsahar iana ( al nor t e
del ecuador ), o alcanzaron dicha zona por lo m enos al m ism o t iem po que llegaban a
Eur opa occident al. Sin em bar go, la alfar ería no alcanzó el ex t r em o m er idional de
Áfr ica hast a pr incipios de la er a cr ist iana, y la m et alur gia no se había difundido
t odavía por el cont inent e a dicho ext rem o sur en el m om ent o en que fue llevada a
esas r egiones por bar cos pr ocedent es de Eur opa.
Por últ im o, el cont inent e m ás pequeño es Aust r alia. El r égim en baj ísim o de
pr ecipit aciones y pr oduct iv idad de la m ayor ía de las r egiones de Aust r alia la hacen
en lo efect iv o aún m ás pequeña en cuant o a su capacidad de pr opor cionar sust ent o
a poblaciones hum anas. Es por añadidur a el m ás aislado de los cont inent es.
Adem ás, la producción de alim ent os no se desar rolló nunca ent r e los indígenas de
Aust r alia. La com binación de est os fact or es hizo que Aust r alia siguier a siendo en
t iem pos m odernos el único cont inent e que aún no disponía de obj et os m et álicos.
La Tabla 13.1 t r aduce est os fact or es a núm er os, com parando los cont inent es por su
super ficie y su población hum ana en t iem pos m oder nos. No se conoce el núm er o de
habit ant es de los cont inent es hace 10.000 años, poco ant es de que apar ecier a la
pr oducción de alim ent os, per o segur am ente seguía la m ism a secuencia, puest o que
la m ay or par t e de las t ier ras que pr oducen hoy casi t odos los alim ent os habr ían sido
asim ism o ár eas pr oduct iv as par a los cazador es de hace 10.000 años.
Las
difer encias de población son espect acular es: la de Eurasia ( con Áfr ica sept ent r ional)
es casi seis v eces la de Am ér ica, casi ocho veces la de Áfr ica y 230 veces la de
Aust r alia. Una población m ás num er osa significa m ayor abundancia de invent or es y
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de sociedades en com pet encia r ecípr oca. La Tabla 13.1 ex plica en buena m edida
que fuer a en Eur asia donde t uv ier on su or igen las ar m as de fuego y el acer o.
Todos est os efect os de las diferencias cont inent ales de ext ensión, población,
facilidad de difusión e inicio de la pr oducción alim ent ar ia en la apar ición de la
t ecnología se hicier on aún m ás pr onunciados debido a que la t ecnología se cat aliza
a sí m ism a. La not able vent aj a inicial de Eur asia acabó sit uándola en cabeza a
enor m e dist ancia en 1492 por ev ident es r azones geogr áficas y no por super ior idad
de int eligencia hum ana. Ent re los neo guineanos que conozco hay var ios «Edison»
en pot encia, per o aplican su ingenio a problem as t ecnológicos apr opiados a sus
condiciones: cuest iones de subsist encia sin t ener que im por tar cosas a la j ungla neo
guineana, en lugar del problem a de invent ar el fonógr afo.
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Ca pít u lo 1 4
D e sde e l igu alit a r ism o a la cle ptocr a cia
En 1979, m ient r as volaba con unos am igos m isioner os sobr e una r em ota cuenca de
t er r enos pantanosos de Nuev a Guinea, adv er t í la pr esencia de algunas cabañas a
unos kilóm et r os de dist ancia. El pilot o m e ex plicó que, en algún lugar de la fangosa
ex t ensión sit uada debaj o de nosot ros, un gr upo de cazador es de cocodr ilos
indonesios se había encont r ado recient em ent e con un grupo de nóm adas de Nueva
Guinea. Am bos gr upos habían sido pr esa del pánico, y el encuent r o había t er m inado
con la m uer t e de v ar ios nóm adas por disparos de los indonesios.
Mis am igos m isioner os suponían que los nóm adas per t enecían a un gr upo no
cont act ado llam ado fay us, que sólo er a conocido para el m undo ex t er ior a t r av és de
r elat os de sus at er r or izados vecinos, un gr upo conver t ido de nóm adas ant iguos
llam ados kir ik ir is. Los pr im er os cont act os ent r e los for ast eros y los gr upos de Nuev a
Guinea son siem pr e peligr osos en pot encia, per o est e com ienzo fu e especialm ent e
poco pr opicio. Sin em bargo, m i am igo Doug v oló hasta la zona en helicópt er o par a
int ent ar
ent ablar
r elaciones
am ist osas
con
los
fay us.
Regr esó,
v iv o
per o
zar andeado, para cont ar un ex t r aor dinar io relat o.
Result ó que los fayus v iv ían nor m alm ent e en fam ilias indiv iduales, disper sos en los
pant anos y r euniéndose una o dos veces al año par a negociar el int er cam bio de
nov ias. La v isit a de Doug coincidió con una de esas r euniones, en la que t om ar on
par t e unas decenas de fayus. Para nosot r os, unas decenas de per sonas const it uy en
una r eunión or dinar ia y pequeña, per o para los fay us er a un acont ecim ient o poco
habit ual y alarm ant e. Los asesinos se encont r ar on súbit am ent e car a a cara con los
fam iliar es de sus víct im as. Por ej em plo, un hom br e fayu escupió al hom br e que
había m at ado a su padr e. El hij o lev ant ó su hacha y se abalanzó hacia el asesino,
per o fue der r ibado al suelo t r as un for cej eo por unos am igos; después, el asesino
llegó hast a donde se hallaba el hij o post r ado con un hacha y t am bién fue der r ibado.
Los dos hom br es fuer on cont enidos, gr it ando de ir a, hasta que par ecier on
suficient em ent e agot ados com o par a poder ser dej ados en liber t ad. Ot ros hom br es
se insult aban sist em át icam ent e, se r et or cían de ir a y fr ustr ación y golpeaban el
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suelo con sus hachas. Aquélla t ensión cont inuó dur ant e los var ios días que duró la
r eunión, m ient r as Doug r ezaba para que la v isit a no t er m inase en v iolencia.
Los fayus son unos 400 cazadores- recolect ores, divididos en cuat ro clanes que viven
r ecor r iendo unos cient os de k ilóm et r os cuadr ados. Según su propio r elat o, llegar on
a ser unos 2000, per o su población se v io r educida sobr em anera com o consecuencia
del asesinat o de fayus por fayus. No t enían m ecanism os polít icos ni sociales, que
nosot r os dam os por supuest os, par a lograr la r esolución pacífica de las disput as
gr av es. Finalm ent e, com o consecuencia de la v isit a de Doug, un gr upo de fay us
invit ó a un v aler oso m at r im onio de m isioner os a viv ir con ellos. La par ej a v iv e allí
desde hace m ás de diez años y ha conv encido gradualm ent e a los fay us de que
r enuncien a la violencia. De est e m odo, los fayus están siendo llevados al m undo
m oderno, en el que se enfrent an a un fut uro inciert o.
Muchos otr os gr upos de habit ant es de Nuev a Guinea y de indígenas de la Am azonia
que no habían t enido previam ent e cont act o con el ext er ior han debido t am bién a
m isioner os su incor por ación a la sociedad m oder na. Después de los m isioner os
llegan los m aest r os y los m édicos, los bur ócrat as y los soldados. La difusión del
gobier no y la r eligión han est ado v inculadas, pues, durant e toda la hist or ia escr it a,
t ant o si la difusión ha sido pacífica ( com o sucedió finalm ent e con los fayus) com o si
lo fue por la fuer za. En el segundo caso suele ser el gobier no el que or ganiza la
conquist a, y la r eligión la que la j ust ifica. Aunque a v eces los nóm adas y las tr ibus
der r otan a los gobier nos y las r eligiones or ganizados, la t endencia en los últ im os 13
000 años ha sido que los nóm adas y las t r ibus hayan perdido la batalla.
Al final del últ im o per íodo glacial, gr an par t e de la población del m undo viv ía en
sociedades sem ej antes a las de los fay us act uales, y nadie v iv ía en una sociedad
m ucho m ás com plej a. En fechas t an r ecient es com o 1500, m enos del 20 por 100 de
la super ficie de la Tier r a est aba delim it ada por fr ont er as que definían est ados
gober nados por bur ócr atas y r egidos por ley es. Hoy en día, t odo el planet a a
ex cepción de la Ant ár t ida está div idido de ese m odo. Los descendient es de las
sociedades que alcanzaron ant es el gobierno cent r alizado y la r eligión or ganizada
t er m inar on dom inando el m undo m oder no. La com binación de gobier no y r eligión ha
funcionado, pues, j unto con los gérm enes, la escrit ura y la t ecnología, com o uno de
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los cuat r o gr upos pr incipales de agent es pr óxim os que han conducido a la paut a
m ás am plia de la hist or ia. ¿Cóm o sur gier on el gobier no y la r eligión?
* * * *
Las hordas de fay us y los est ados m odernos r epr esent an ex t r em os opuest os del
espect r o de las sociedades hum anas. La sociedad estadounidense m oder na y los
fayus se difer encian por la pr esencia o ausencia de una fuer za policial pr ofesional,
ciudades, dinero, dist inciones ent re r icos y pobr es y m uchas ot ras inst it uciones
políticas, económ icas y sociales. ¿Surgieron j unt as t odas est as inst it uciones, o b ien
unas surgier on ant es que ot ras? Podem os infer ir la r espuest a a est a pr egunta
com parando
sociedades
m oder nas
en
difer ent es
niv eles
de
or ganización,
ex am inando r elat os escr it os o dat os ar queológicos sobr e sociedades del pasado, y
obser v ando cóm o las inst it uciones de una sociedad cam bian con el t iem po.
Los antr opólogos cult ur ales que int ent an descr ibir la div er sidad de las sociedades
hum anas suelen div idir las en al m enos m edia docena de cat egor ías. Todo int ent o de
est a índole de definir las fases de cualquier cont inuum evolut ivo o de desar rollo —ya
sea de los est ilos m usicales, las et apas de la v ida hum ana o las sociedades
hum anas— est á doblem ent e condenado a la im per fección. En pr im er lugar , dado
que cada fase sur ge de una fase anter ior , las líneas de dem ar cación son
inev it ablem ent e ar bit r ar ias. ( Por ej em plo, ¿es una per sona de 19 años un
adolescent e o un adult o j oven?) . En segundo lugar, las secuencias del desarr ollo no
son invar iables, por lo que los ej em plos cat alogados baj o la m ism a fase son
inev it ablem ent e het erogéneos. ( Brahm s y Liszt se revolverían en sus t um bas si
supier an que ahor a se les agr upa com o com posit or es del per íodo r om ánt ico) . Sin
em bargo, las fases alineadas arbit r ar iam ent e pr opor cionan un út il at aj o par a
ex am inar la div er sidad de la m úsica y de las sociedades hum anas, a condición de
que se t engan pr esent es las adver t encias ant er ior es. Con tal espír it u, ut ilizar em os
una clasificación sencilla basada en sólo cuat r o cat egor ías —horda, t r ibu, j efat ur a y
Est ado ( véase Tabla 14.1) — par a com pr ender las sociedades.
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Una flecha hor izontal indica que el at r ibut o var ía ent r e las sociedades m ás y m enos
com plej as de ese t ipo
Las hordas son las sociedades m ás pequeñas, pues const an t ípicam ent e de ent r e 5
y 80 per sonas, la m ay or ía de ellas est r echam ent e em par entadas por nacim ient o o
m at r im onio. De hecho, una hor da es una fam ilia ex t ensa o var ias fam ilias ex t ensas
em par entadas. Hoy en día, las hor das que aún viv en de m anera aut ónom a se
cir cunscr iben casi por ent er o a las r egiones m ás r em ot as de Nuev a Guinea y la
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Am azonia, pero en la época m oder na ha habido m uchas ot r as que no han caído baj o
el cont r ol de un Est ado o han sido elim inadas o ex t er m inadas hast a t iem pos
r ecient es. Ent r e ést as se cuent an m uchos o la m ay or ía de los pigm eos afr icanos, los
cazador es-r ecolect or es
san
de
Áfr ica
aust r al
( llam ados
bosquim anos) ,
los
abor ígenes aust r alianos, los esquim ales ( inuit ) y los indios de algunas zonas pobr es
de
r ecur sos
de
sept ent r ionales.
r ecolect or es
Am ér ica
com o
Todas est as
nóm adas
en
Fuego
y
los
bosques
hor das m oder nas son
o
han
sido
vez
Tier r a
de
del
product or es
de
alim ent os
bor eales
cazador essedent ar ios.
Pr obablem ent e t odos los ser es hum anos viv ier on en hor das hasta al m enos hace 40
000 años, y la m ayoría aún lo hacían hace sólo 11.000 años.
Las hordas carecen de m uchas inst it uciones que nosotros dam os por supuestas en
nuest r a sociedad. No t ienen una base de r esidencia única con caráct er per m anent e.
El t er r it or io de la hor da es ut ilizado conj unt am ent e por t odo el gr upo, en vez de
est ar r epar t ido ent r e subgr upos o indiv iduos. No hay una especialización económ ica
r egular , a excepción de las im puest as por la edad y el sex o: t odos los indiv iduos
sanos par t icipan en la r ecogida de alim ent os. No hay inst it uciones for m ales, com o
ley es, policía y t r atados, para r esolv er los conflict os que sur jan en el seno de la
hor da y ent r e dist int as hordas. La organización de la horda suele ser calificada de
«igualit ar ia»: no hay una est r at ificación social for m alizada en clases alt as y baj as,
no hay un lider azgo form alizado o her edit ario, y no hay m onopolios for m alizados de
la infor m ación y la t om a de decisiones. Sin em bar go, el t ér m ino «igualit ar io» no
deber ía ent ender se con el significado de que t odos los m iem br os de la horda sean
iguales en pr est igio y cont r ibuyan por igual a las decisiones. Por el cont rar io, el
t ér m ino significa sim plem ent e que cualquier «lider azgo» de la hor da es infor m al y
ha sido adquir ido m ediant e cualidades com o la per sonalidad,
la fuer za,
la
int eligencia y las habilidades guer r eras.
Mi ex per iencia per sonal con las hor das prov iene de la zona pant anosa de las t ier r as
baj as de Nuev a Guinea donde v iv en los fay us, una r egión que r ecibe el nom br e de
Llanur as de los Lagos. Allí encont r é fam ilias ex t ensas int egr adas por unos cuant os
adult os con sus niños y m ay or es dependient es, que v iv ían en r udim ent ar ios r efugios
t em porales a or illas de los r íos y se desplazaban en canoa y a pie. ¿Por qué los
pueblos de las Llanur as de los Lagos cont inúan viv iendo com o hor das nóm adas,
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cuando la m ay or ía de los ot r os pueblos de Nuev a Guinea, y casi t odos los dem ás
pueblos del m undo, viv en hoy en gr upos sedent ar ios m ás am plios? La ex plicación es
que la r egión car ece de concent r aciones de r ecur sos densas a niv el local que
per m it an que m uchas per sonas v iv an j unt as, y que ( hast a la llegada de los
m isioner os que llev ar on las plant as cult iv ables) car ecían t am bién de plant as
aut óct onas que pudier an perm it ir les una agr icult ur a pr oduct iv a. El alim ent o básico
de las hordas es la palm a de sagú, cuy o cor azón pr oduce una m édula con alt o
cont enido en fécula cuando la palm a llega a la m adur ez. Las hor das son nóm adas
porque deben desplazar se cuando han cor tado los árboles de sagú m aduros de una
zona.
El núm er o de
int egr ant es de
la horda se m ant iene baj o debido a
enfer m edades ( especialm ent e la m alar ia) , la falt a de m at er ias pr im as en la zona
pant anosa
( incluso
las
piedr as par a
hacer
her ram ient as deben
conseguir se
m ediant e el com er cio) y la cant idad lim it ada de alim ent o que los pant anos pr oducen
para el ser hum ano. Lim it aciones sem ej ant es sobr e los recursos accesibles a la
t ecnología hum ana exist ent e se dan en las r egiones del m undo ocupadas por ot r as
hor das.
Nuest r os par ient es anim ales m ás cer canos, el gor ila, el chim pancé y el bonobo de
Áfr ica t am bién viv en en hor das. Todos los hum anos pr esum iblem ent e t am bién lo
hicier on, hast a que la m ej ora de la t ecnología para ext r aer alim ent os per m it ió que
algunos cazador es- r ecolect or es se establecier an en viv iendas perm anent es en
algunas zonas r icas en r ecur sos. La hor da es la or ganización polít ica, económ ica y
social que her edam os de nuest r os m illones de años de hist or ia evolut iv a. Nuest r o
desarr ollo m ás allá de ella ha t enido lugar en las últ im as decenas de m iles de años.
* * * *
La pr im er a de esas fases m ás acá de la hor da r ecibe el nom br e de t r ibu, que se
difer encia por ser m ás gr ande ( t ípicam ent e, est á for m ada por cient os de per sonas
en vez de por decenas) y llegar a poseer asent am ient os fij os. Sin em bar go, algunas
t r ibus, e incluso j efat ur as, est án form adas por ganader os que se desplazan
est acionalm ent e.
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La or ganización t r ibal queda ilust r ada por los poblador es de las t ier r as alt as de
Nuev a Guinea, cuy a unidad polít ica ant es de la llegada del gobier no colonial er a una
aldea o un gr upo de aldeas unidas. Ést a definición polít ica de la «t r ibu» es, pues, a
m enudo m ucho m ás pequeña de lo que los lingüist as y los ant r opólogos cult ur ales
definir ían com o t r ibu, a saber , un gr upo que com par t e lengua y cult ur a. Por
ej em plo, en 1964 com encé a t r abajar ent re un gr upo de habit ant es de las t ier r as
alt as llam ados for és. Según los cr it er ios lingüíst icos y cult ur ales, había ent onces 12
000 forés, que hablaban dos dialect os m ut uam ent e inint eligibles y vivían en 65
aldeas de v ar ios cient os de per sonas cada una. Per o no había unidad polít ica alguna
ent r e las aldeas del gr upo de lengua for é. Cada poblado est aba envuelt o en una
paut a cam biant e y caleidoscópica de guerra y var iaciones de alianzas con t odos los
poblados vecinos, sin t ener en cuent a si los vecinos eran for és o hablant es de una
lengua dist int a.
Las t r ibus, r ecient em ent e independient es y ahor a subordinadas de div er sas for m as
a est ados nacionales, cont inúan ocupando gr an par t e de Nuev a Guinea, Melanesia y
la Am azonia. Una organización tr ibal sem ej ant e en el pasado se deduce de los dat os
ar queológicos de asent am ient os de dim ensiones consider ables, pero que car ecían
de los sellos dist int iv os de las j efat ur as que ex am inar em os m ás adelant e. Est as
pr uebas sugier en que la or ganización t r ibal com enzó a sur gir hace unos 13 000
años en el Cr ecient e Fér t il y después en otr as zonas. Un r equisit o pr ev io par a v iv ir
en asent am ient os es la pr oducción de alim ent os o un ent orno product ivo con
r ecur sos especialm ent e concent r ados que puedan cazar se y r ecolect ar se dent r o de
una zona r educida. Por eso los asent am ient os, y por deducción las t r ibus,
com enzar on a pr olifer ar en el Cr ecient e Fér t il en esa época, cuando los cam bios
clim át icos y la m ej or a de la t ecnología se unier on para per m it ir cosechas
abundant es de cer eales silvest r es.
Adem ás de ser difer ent e de la hor da en vir t ud de su r esidencia sedent ar ia y el gran
núm er o de sus int egr ant es, la t r ibu difier e t am bién en cuant o que est á for m ada por
un gr upo de par ent esco for m alm ent e r econocido, llam ado clan, que int er cam bia
indiv iduos par a el m at r im onio. La t ier r a pert enece a un clan en par t icular , no a t oda
la t r ibu. Sin em bar go, el núm er o de per sonas de una t r ibu sigue siendo bastant e
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baj o com o par a que cada per sona conozca a t odas las dem ás por su nom br e y sus
relaciones.
Para otros t ipos de grupos hum anos, «unos cient os» t am bién parece ser un lím it e
m áx im o de t am año de gr upo com pat ible con el hecho de que cada m iem br o
conozca a t odos los dem ás. En nuest r a sociedad est at al, por ej em plo, es pr obable
que el dir ect or de una escuela conozca a t odos sus alum nos por su nom br e si a la
escuela asist en unos cient os de niños, pero no si el núm ero de alum nos es de unos
m iles. Una de las razones por las que la organización del gobier no hum ano t iende a
cam biar del propio de la t r ibu al de la j efat ur a, en sociedades con m ás de unos
cient os de m iem br os, es que la difícil cuest ión de la r esolución de conflict os ent r e
ex t r años se agudiza en gr upos m ás num erosos. Ot r o hecho que diluye los posibles
pr oblem as de la r esolución de conflict os en las t r ibus es que práct icam ent e t odo el
m undo est á em par ent ado con t odo el m undo, y a sea por lazos sanguíneos, por
m at r im onio o por am bos fact or es. Est os vínculos de r elaciones que unen a t odos los
m iem br os de la t r ibu hacen innecesar ias la policía, las ley es y ot r as inst it uciones
para la r esolución de conflict os en sociedades m ás num er osas, pues cuando dos
habit ant es del poblado t ienen una disputa com par t en a m uchos par ient es, que les
pr esionarán par a que el conflict o no llegue a ser violent o. En la sociedad t r adicional
de
Nueva
Guinea,
si
un
neoguineano
se
encont raba
con
un
neoguineano
desconocido cuando am bos est aban lej os de sus r espect iv as aldeas, em pr endían
una larga conv er sación acer ca de sus fam iliar es, en un int ent o de establecer alguna
relación, y por t ant o alguna razón, por la que uno y otro no debían int ent ar
m at ar se.
A pesar de t odas est as difer encias ent r e hor das y tr ibus, siguen ex ist iendo m uchas
sem ej anzas. Las t r ibus t ienen aún un sist em a de gobier no infor m al e «igualit ar io».
La inform ación y la adopción de decisiones son com unit ar ias. En las t ier r as alt as de
Nuev a Guinea he obser v ado r euniones de aldea a las que asist ían t odos los adult os
de la m ism a, sent ados en el suelo, pr onunciándose discur sos sin ninguna apar iencia
de que una per sona «pr esidier a» el debate. En m uchas aldeas de las t ier r as alt as
hay una per sona llam ada «hom br e gr ande», que es el m ás influyent e de la aldea.
Per o ese puest o no es un car go form al que deba ocupar se, y sólo supone un poder
lim it ado. El hom br e gr ande no t iene aut or idad independient e para t om ar decisiones,
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no conoce secr et os diplom át icos y no puede hacer ot r a cosa que int ent ar influir en
las decisiones de la com unidad. Los hom bres gr andes alcanzan est e est at us por sus
pr opios at r ibut os; el cargo no es her edado.
Las tr ibus com par t en tam bién con las hordas un sist em a social «igualit ar io», sin
linaj es o clases clasificados. No sólo el est at us no se her eda; ningún m iem br o de
una t r ibu u hor da t r adicional puede adquir ir un gr ado despr opor cionado de r iqueza
por su pr opio esfuer zo, por que cada indiv iduo tiene deudas y obligaciones para con
m uchos otr os. Es im posible, pues, para un forast er o adiv inar , a par t ir de las
apar iencias, cuál de todos los hom br es adult os de una aldea es el hom br e grande:
vive en el m ism o t ipo de cabaña, vist e la m ism a indum ent ar ia y los m ism os
ador nos, o est á tan desnudo com o t odos los dem ás.
Al igual que las hordas, las t r ibus car ecen de bur ocr acia, fuer za policial e im puest os.
Su econom ía se basa en int er cam bios r ecípr ocos entr e indiv iduos o fam ilias, en vez
de en la r edist r ibución de los t r ibut os pagados a una aut or idad cent r al. La
especialización
económ ica es liger a:
falt an especialist as ar t esanos a t iem po
com plet o, y t odos los adult os sanos ( incluido el hom br e grande) par t icipan en el
cult iv o, la r ecolección o la caza de alim ent os. Recuer do una ocasión en que, cuando
pasaba por un huer t o de las islas Salom ón, v i que un hom br e que est aba cazando
m e hacía señas desde lej os, y m e di cuent a par a m i asom bro que se t r ataba de un
am igo m ío llam ado Falet au. Er a el t allist a de m adera m ás fam oso de las Salom ón,
un tallist a de gran or iginalidad, per o que no se había liber ado de la necesidad de
cult iv ar sus pr opias batat as. Dado que la t r ibu car ece, pues, de especialist as
económ icos, car ece t am bién de esclav os, por que no hay em pleos especializados de
baj a cat egor ía par a que los desem peñen los esclav os.
Del m ism o m odo que los com posit or es m usicales del per íodo clásico van desde C. P.
E. Bach hasta Schuber t y abarcan, por t ant o, t odo el espect r o desde los
com posit or es bar r ocos hasta los com posit or es r om ánt icos, las t r ibus tam bién se
fusionan en hordas en un ext rem o y en j efat ur as en el ext rem o opuest o. En
par t icular, el papel del hom br e grande de una t r ibu en la dist r ibución de la car ne de
los cer dos sacrificados par a los fest ines insinúa el papel de los j efes en la
r ecolección y la r edist r ibución de alim ent os y m er cancías —ahora r eint er pr et adas
com o t r ibut o— en las j efat ur as. Asim ism o, la pr esencia o ausencia de ar quit ect ur a
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pública es supuest am ent e una de las dist inciones ent r e las t r ibus y las j efat ur as,
per o las gr andes aldeas de Nuev a Guinea t ienen a m enudo casas de cult o ( llam adas
haus t am buran, a or illas del r ío Sepik ) que pr esagian los tem plos de las j efat ur as.
* * * *
Aunque algunas hor das y t r ibus sobr ev iv en hoy en día en t ier r as r em ot as y
ecológicam ent e m arginales, fuer a del contr ol del Est ado, las j efat ur as plenam ent e
independient es desapar ecier on a com ienzos del siglo XX porque t endían a ocupar
ex celent es t ier r as codiciadas por los est ados. Sin em bar go, en 1492 las j efat ur as
est aban aún m uy ex t endidas en gr an par te del est e de Est ados Unidos, en zonas
pr oduct iv as de Am ér ica del Sur y Am ér ica Cent r al y del Áfr ica subsahar iana que no
habían sido subsum idas t odav ía baj o est ados aut óct onos, y en t oda Polinesia. Las
pr uebas ar queológicas de las que nos ocupam os m ás abaj o indican que las j efat uras
sur gier on hacia 5500 a.C. en el Cr ecient e Fér t il y hacia 1000 a.C. en Mesoam ér ica y
los Andes.
Ex am inem os las car act er íst icas dist int iv as de las j efat ur as, m uy
difer ent es de los est ados eur opeos y am er icanos m oder nos, y, al m ism o tiem po, de
las hordas y las sociedades t ribales sencillas.
En lo que se r efier e al t am año de la población, las j efat ur as er an considerablem ent e
m ás grandes que las t r ibus, y oscilaban ent r e v ar ios m iles y v ar ias decenas de m iles
de per sonas. Ést e t am año gener aba un ser io pot encial de conflict os int er nos por que,
para cualquier per sona que v iv ier a en una j efat ur a, la inm ensa m ay or ía de las
dem ás per sonas de la j efat ur a no estaban est r echam ent e em par ent adas por la
sangr e o el m at r im onio ni les er an conocidas de nom br e. Con el nacim ient o de las
j efat ur as, hace unos 7500 años, la gent e t uv o que apr ender , por pr im er a v ez en la
hist oria, cóm o encont rarse con ext raños habit ualm ent e sin int ent ar m at ar los.
La solución de est e pr oblem a consist ía en par t e en que una per sona, el j efe,
ej er cier a el m onopolio del der echo a usar la fuer za. A difer encia del hom br e grande
de la t r ibu, el j efe ocupaba un cargo r econocido, que se ocupaba por der echo
her edit ar io. En vez de la anar quía descent ralizada de la asam blea de aldea, el j efe
er a
una
aut or idad
cent r alizada
perm anent e,
t om aba
t odas
las
decisiones
im por t ant es y t enía el m onopolio sobr e infor m ación decisiva ( com o qué j efe vecino
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er a especialm ent e am enazador , o qué cosecha habían supuest am ent e pr om et ido los
dioses) . A difer encia de los hom br es grandes, los j efes podían ser r econocidos a
dist ancia por rasgos dist int iv os v isibles, com o un gr an abanico en la espalda en la
isla de Rennell, en el Pacífico sur occident al. Cuando un ciudadano corrient e se
encont r aba con un j efe, est aba obligado a realizar señales r it uales de r espet o, com o
( en Hawai) post rar se. Las órdenes del j efe podían ser t ransm it idas a t rav és de uno
o dos niveles de bur ócr at as, m uchos de los cuales er an a su vez j efes de baj a
gr aduación. Sin em bar go, a difer encia de los burócrat as del Est ado, los bur ócr atas
de la j efat ur a cum plían funciones gener alizadas en vez de especializadas. En el
Haw ai
polinesio,
los
t ribut os y super v isaban
m ism os
el
bur ócr at as
( llam ados
r egadío, y or ganizaban
konohik i)
r ecaudaban
las peonadas par a
el
j efe,
m ient r as que las sociedades est atales disponen de r ecaudador es de im puest os,
ger ent es de dist r it o de aguas y consej os de r eclut am ient o por separ ado.
Cuando una j efat ur a t enía una población num er osa en una zona pequeña, ex igía
gr andes cant idades de alim ent os, que se obt enían m ediant e la pr opia pr oducción de
alim ent os en la m ay or ía de los casos, per o t am bién por la caza- r ecolección en
algunas zonas especialm ent e r icas. Por ej em plo, los indios nor t eam er icanos de la
cost a del Pacífico nor occident al, com o los kw akiut l, noot ka y t lingit , v iv ían baj o el
m ando de j efes en aldeas sin agr icult ur a ni anim ales dom ést icos, por que los r íos y
el m ar alber gaban una gran r iqueza en salm ones y flet anes. Los ex cedent es
alim ent ar ios gener ados por algunas per sonas, r elegadas al rango de pueblo llano,
ser v ían par a alim ent ar a los j efes, sus fam ilias, los bur ócrat as y los ar t esanos
especializados, que fabr icaban canoas, cazuelas o escupider as o tr abaj aban com o
t at uador es o capt urador es de páj ar os.
Los ar t ículos de luj o, form ados por los product os de esos ar t esanos especializados,
u ot r os obj et os r ar os obt enidos m er ced al com er cio de lar ga dist ancia, est aban
r eser v ados para los j efes. Por ej em plo, los j efes haw aianos t enían m antos de
plum as, algunos de ellos for m ados por decenas de m iles de plum as y que r equer ían
m uchas gener aciones hum anas par a su m anufact ura ( por par t e de fabr icant es de
m ant os pert enecient es al pueblo llano, nat uralm ent e) . Ést a concent ración de
ar t ículos de luj o hace posible a m enudo r econocer a los j efes m ediant e la
ar queología, por el hecho de que algunas t um bas ( las de los j efes) cont ienen
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ar t ículos m ucho m ás r icos que ot ras ( las del pueblo llano) , en cont rast e con los
ent er r am ient os igualit ar ios de la hist or ia hum ana ant er ior. Algunas j efat uras
com plej as de la ant igüedad pueden dist inguir se t am bién de las aldeas t r ibales por
los r est os de ar quit ect ur a pública com plej a ( com o t em plos) y por una j er ar quía
r egional de los asent am ient os, según la cual un lugar ( el lugar del j efe supr em o) er a
obviam ent e m ás grande y t enía m ás edificios adm inist r at iv os y obj et os que ot r os
lugar es.
Al igual que las t r ibus, las j efat ur as est aban for m adas por m últ iples linaj es
her edit ar ios que v iv ían en un m ism o lugar . Sin em bargo, m ient r as que los linaj es de
las aldeas t r ibales son clanes de igual r ango, en una j efat ur a t odos los m iem br os del
linaj e del j efe t enían unos r equisit os pr ev ios her edit ar ios. De hecho, la sociedad
est aba div idida en clases her edit ar ias de j efes y pueblo llano, y los j efes haw aianos
se subdiv idían, a su vez, en ocho linaj es clasificados j erárquicam ent e, cada uno de
los cuales concent r aba sus m atr im onios dent r o de su pr opio linaj e. Por otr a par t e,
dado que los j efes r equer ían sier v os par a oficios secundar ios, adem ás de ar t esanos
especializados, las j efat uras se difer enciaban de las tr ibus por t ener m uchos
em pleos que podían ser desem peñados por esclav os, obt enidos t ípicam ent e
m ediant e la capt ura en incursiones.
La car act er íst ica económ ica m ás dist int iv a de las j efat ur as era su cam bio de la
dependencia ex clusiv a de los int er cam bios r ecípr ocos, pr opia de las hor das y las
t r ibus, en v ir t ud de la cual A ent r ega a B un r egalo esper ando que B, en un fut ur o
no especificado, le ent r egue un r egalo de v alor com par able al de A. Nosot r os, que
vivim os en est ados m odernos, nos perm it im os est e t ipo de com por t am ient o en
ocasión de cum pleaños y fiest as, per o la m ayor ía de nuest r o fluj o de bienes se logr a
m ás bien com prando y vendiendo por dinero de acuer do con la ley de la ofer t a y la
dem anda. Aunque cont inuaron con los int ercam bios r ecíprocos y
no t enían
com er cialización ni diner o, las j efat ur as desar r ollar on un nuev o sist em a adicional
llam ado econom ía r edist r ibut iv a. Un ej em plo sencillo supondr ía que un j efe r ecibier a
t r igo en la época de la cosecha de cada agr icult or de la j efat ura, a cont inuación
or ganizar ía un fest ín par a t odos y ser v ir ía el t r igo o bien alm acenar ía el t r igo y
gr adualm ent e lo ent r egar ía de nuev o en los m eses com pr endidos ent r e una cosecha
y ot r a. Cuando una gran pr opor ción de los ar t ículos r ecibidos del pueblo llano no se
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le r edist r ibuía sino que er a guar dado y consum ido por los linaj es de j efes y los
ar t esanos, la r edist r ibución se conv er t ía en t r ibut o, pr ecur sor de los im puest os que
hicier on su apar ición por v ez pr im er a en las j efat ur as. Los j efes ex igían al pueblo
llano no sólo bienes, sino t am bién t rabaj o par a la constr ucción de obras públicas,
que t am bién podían r ev er t ir en beneficio del pueblo llano ( por ej em plo, sist em as de
r egadío para ay udar a alim ent ar a t odos) o bien beneficiar pr incipalm ent e a los j efes
( por ej em plo, ex uber ant es t um bas).
Hem os venido hablando de las j efat ur as genér icam ent e, com o si t odas fueran
iguales. En r ealidad, las j efat ur as pr esent aban not ables v ar iaciones. Las m ás
gr andes solían t ener j efes m ás poderosos, m ás r angos de linaj es de j efes, m ay or es
dist inciones ent r e j efes y pueblo llano, m ás r et ención de t r ibut os por par t e de los
j efes, m ás est r at os de bur ócr atas y una ar quit ect ur a pública m ás grandiosa. Por
ej em plo, las sociedades de pequeñas islas de Polinesia er an efect ivam ent e m uy
sem ej antes a las sociedades tr ibales que t enían un hom br e gr ande, con la salv edad
de que el puest o de j efe er a her edit ar io. La cabaña del j efe t enía el m ism o aspect o
que cualquier ot r a, no había bur ócr atas ni obr as públicas, el j efe r edist r ibuía de
nuev o la m ay or ía de los pr oductos al pueblo llano, y la t ier r a er a contr olada por la
com unidad. Pero en las islas m ás ext ensas de Polinesia, com o Hawai, Tahit í y
Tonga, los j efes er an r econocibles a pr im era v ist a por sus ador nos, se er igían obr as
públicas m er ced a m ano de obr a num er osa y for zada, la m ay or par t e de los t r ibut os
er a r et enida por los j efes, y t oda la t ier ra er a cont r olada por ellos. Ot r a gradación
ent r e las sociedades de linaj es clasificados er a ent r e aquellas en las cuales la unidad
polít ica er a una aldea autónom a y las form adas por un gr upo r egional de aldeas, en
las que la aldea m ás gr ande y dot ada de un j efe supr em o contr olaba las aldeas m ás
pequeñas y con j efes m enor es.
* * * *
En est e punt o, deber ía ser ya ev ident e que las j efat uras int r oduj er on el dilem a
fundam ent al de t odas las sociedades no igualit ar ias y gober nadas desde el cent r o.
En el m ej or de los casos, son posit ivas por cuant o prest an unos servicios cost osos
im posibles de cont r at ar a t ít ulo individual. En el peor , funcionan sin inm ut arse com o
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clept ocr acias, t r ansfir iendo r iqueza net a del pueblo llano a las clases alt as. Ést as
nobles y egoíst as funciones est án indisolublem ent e vinculadas, aunque algunos
gobiernos ponen m ucho m ás énfasis en una función que en la ot r a. La diferencia
ent re un clept ócrat a y un est adist a sabio, ent re un var ón ladr ón y un benefact or
público, es únicam ent e de gr ado: se trat a sólo de saber qué por cent aj e del t r ibut o
r ecaudado de los pr oduct or es queda en poder de la élit e, y hast a qué punt o les
agradan a los ciudadanos corr ient es los usos públicos a los que se dest inan los
t r ibut os r edist r ibuidos. Consider am os al ex pr esident e del ant iguo Zair e, Mobut u, un
clept ócr at a, por que se quedaba con una pr opor ción ex cesiv a de tr ibut os ( el
equiv alent e
a
m iles
de
m illones
de
dólar es)
y
r edist r ibuía
una
cant idad
excesivam ent e reducida de t ribut os ( no hubo un sist em a t elefónico que funcionase
en el Zair e de ent onces) . Consider am os a Geor ge Washingt on un est adist a porque
gast ó el diner o de los im puest os en pr ogr am as am pliam ent e adm irados y no se
enr iqueció en su car go. Sin em bargo, George Washingt on nació en la r iqueza, que
est á dist r ibuida de m aner a m ucho m ás desigual en Est ados Unidos que en las
aldeas de Nuev a Guinea.
Para cualquier sociedad est rat ificada, y a sea una j efat ur a o un Estado, cabr ía
pr egunt ar , pues: ¿por qué el pueblo llano toler a la t ransfer encia de los fr ut os de su
dur o t rabaj o a los clept ócr atas? Ést a pr egunt a, plant eada por t eór icos de la polít ica
desde Plat ón hast a Mar x , es plant eada de nuev o por los vot ant es en t odas las
elecciones m odernas. Las clept ocracias que cuent an con escaso apoyo público
cor r en el r iesgo de ser derrocadas, ya sea por ciudadanos corr ient es opr im idos, ya
por fut ur os clept ócr atas de r epuest o adv enedizos que buscan el apoyo del público
pr om et iendo una pr opor ción m ás alt a de ser v icios en r elación con los fr ut os
r obados. Por ej em plo, la hist or ia de Haw ai est á salpicada una y otr a v ez de
r ebeliones
cont r a
j efes
opr esiv os,
nor m alm ent e
encabezadas
por
her m anos
m enor es que pr om et en m enos opr esión. Est o nos puede parecer diver t ido en el
cont ex t o del Haw ai ant iguo, hasta que r eflex ionam os acer ca de t odo el sufr im ient o
que t ales luchas siguen causando en el m undo m oderno.
¿Qué debe hacer una élit e para conseguir el apoyo popular al t iem po que sigue
m ant eniendo una form a de vida m ás cóm oda que el pueblo llano? Los clept ócr atas
de t odas las épocas han r ecur r ido a una m ezcla de cuat r o soluciones:
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1. Desar m ar al pueblo y arm ar a la élit e. Est o es m ucho m ás fácil en nuest r os días
de ar m am ent o de alt a t ecnología —pr oducido únicam ent e en plant as indust r iales y
m onopolizado fácilm ent e por una élit e— que en épocas ant iguas de lanzas y palos
que podían hacer se fácilm ent e en casa.
2. Hacer felices a las m asas m ediant e r edist r ibución de gr an par t e de los tr ibut os
r ecibidos, de m aner as popular es. Ést e pr incipio fue t an v álido para los j efes
hawaianos com o lo es para los polít icos est adounidenses de nuest ros días.
3. Ut ilizar el m onopolio de la fuer za para pr om over la felicidad, m ant eniendo el
or den público y r epr im iendo la v iolencia. Se t r at a pot encialm ent e de una v ent aj a
gr ande y subest im ada de las sociedades cent r alizadas sobr e las no cent ralizadas.
Los antr opólogos idealizar on en ot r os t iem pos a las hordas y las sociedades t r ibales
com o gr upos am ist osos y no violent os, por que en sus visit as los ant r opólogos no
obser v aban ningún asesinat o en una hor da de 25 per sonas en el t r anscurso de un
est udio de t r es años. Nat ur alm ent e, no había t ales asesinat os: es fácil calcular que
una hor da form ada por una docena de adult os y una docena de niños, som et idos a
las inev it ables m uer t es que tienen lugar de todas m aneras por las razones
habit uales dist int as del asesinat o, no podr ían per pet uar se si adem ás uno de sus
doce adult os asesinase a otr o adult o cada tr es años. I nfor m ación m ucho m ás
ex t ensa y a lar go plazo sobr e sociedades de hor das y t r ibus r ev ela que el asesinat o
es la pr incipal causa de fallecim ient o. Por ej em plo, dio la casualidad de que est aba
efect uando una visit a al pueblo iyau de Nueva Guinea en una época en que una
ant r opóloga se ent r ev ist aba con m uj er es iy au par a pr egunt ar les acer ca de la
hist or ia de su v ida. Una m uj er tr as otr a, cuando se les pedía que dij esen el nom br e
de su esposo, nom braba a v ar ios esposos sucesiv os que habían m uer t o de m uer t e
v iolent a. Una r espuest a t ípica era así: «Mi pr im er esposo fue m at ado por asalt ant es
elopis. Mi segundo esposo fue m at ado por un hom br e que m e quer ía, y que se
convir t ió en m i t er cer esposo. Ése esposo fue m at ado por el her m ano de m i
segundo esposo, que quer ía v engar el asesinat o». Est as biogr afías r esult an
habit uales en las llam adas t r ibus am ist osas y cont r ibuyer on a la acept ación de la
aut or idad cent r alizada a m edida que las sociedades t r ibales cr ecier on en población.
4. La últ im a fórm ula de los t ecnócr atas para conseguir el apoyo público consist e en
const r uir una ideología o r eligión que j ust ifiquen la clept ocr acia. Las hor das y las
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t r ibus t enían ya cr eencias sobr enat ur ales, del m ism o m odo que las r eligiones
est ablecidas m oder nas. Per o las cr eencias sobr enat ur ales de las hor das y las t r ibus
no ser v ían para j ust ificar la tr ansfer encia de la r iqueza ni m ant ener la paz ent r e
indiv iduos no r elacionados. Cuando las creencias sobr enat ur ales obt uvier on esas
funciones y se inst it ucionalizaron, se t ransform aron en lo que llam am os una
r eligión. Los j efes haw aianos eran m uestr a de los j efes de otr os lugar es, por cuant o
afir m aban la div inidad, el or igen div ino o al m enos una línea dir ect a con los dioses.
El j efe afir m aba ser v ir al pueblo int er cediendo por él ant e los dioses y r ecit ando las
fór m ulas r it uales necesar ias par a conseguir lluvia, buenas cosechas y éx it o en la
pesca.
Las j efat ur as t ienen de m aner a caract er íst ica una ideología, pr ecur sora de una
r eligión inst it ucionalizada, que sust ent a la aut or idad del j efe. El j efe puede com binar
los car gos de líder polít ico y sacer dot e en una sola per sona, o puede apoyar a un
gr upo dist int o de clept ócrat as ( es decir , los sacer dot es) cuya función es ofr ecer una
j ust ificación ideológica a los j efes. Por eso las j efat uras dedican t ant o de los t r ibut os
r ecaudados a const r uir t em plos y ot r as obras públicas, que act úan com o cent r os de
la r eligión oficial y signos v isibles del poder del j efe.
Adem ás de j ust ificar la t ransfer encia de r iqueza a los clept ócr atas, la r eligión
inst it ucionalizada r epor t a otr os dos im por t ant es beneficios a
las sociedades
cent r alizadas. En pr im er lugar, la ideología o r eligión com par t ida ayuda a r esolv er el
pr oblem a de cóm o han de v iv ir j unt os los indiv iduos no em par ent ados sin m atar se
unos a ot ros: proporcionándoles un vínculo no basado en el parent esco. En segundo
lugar , da a la gent e una m otiv ación, dist int a del int er és genét ico, par a sacr ificar su
v ida en nom br e de ot ros. A cost a de algunos m iem br os de la sociedad que m uer en
en la batalla en su condición de soldados, la sociedad en su conj unt o se hace m ucho
m ás eficaz par a conquist ar otr as sociedades o r esist ir a los at aques.
* * * *
Las inst it uciones polít icas, económ icas y sociales que nos result an m ás fam iliares en
nuest r os días son las de los est ados, que ahor a gobier nan t oda la super ficie
t er r est r e a ex cepción de la Ant ár t ida. Muchos est ados pr im it iv os y t odos los
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m odernos han t enido élit es ilust radas, y m uchos son los est ados m odernos que
t ienen t am bién m asas ilust r adas. Los est ados desapar ecidos t endían a dej ar huellas
ar queológicas v isibles, com o r uinas o t em plos de diseños est andar izados, al m enos
cuat r o niv eles de t am años de asent am ient os, y est ilos de cer ám ica que abarcaban
decenas de m iles de k ilóm et r os cuadrados. Sabem os por ello que los est ados
sur gier on hacia 3.700 a.C. en Mesopot am ia y hacia 300 a.C. en Mesoam ér ica, hace
m ás de 2000 años en los Andes, China y el sur est e de Asia y hace m ás de 1.000
años en Áfr ica occident al. En la época m oder na, la for m ación de est ados a par t ir de
j efat ur as ha sido obser v ada r eit er adam ent e. Así pues, poseem os m ucha m ás
infor m ación sobr e los est ados del pasado y su for m ación que sobr e las j efat uras, las
t r ibus y las hor das del pasado.
Los
pr ot oest ados
am plían
m uchas
caract er íst icas
de
las
grandes
j efat ur as
pr incipales ( m ult ialdeas) . Cont inúan el aum ent o de t am año desde las hordas hast a
las t r ibus y las j efat ur as. Mient r as que la población de las j efat ur as oscila ent r e unos
m iles y unas decenas de m iles de per sonas, la población de la m ay or ía de los
est ados m oder nos supera el m illón de habit ant es, y la de China, los m il m illones. El
asent am ient o pr incipal del j efe puede conv er t ir se en la capit al del Est ado. Otr os
cent r os de población de los est ados dist int os de la capit al pueden m er ecer t am bién
el calificat iv o de aut ént icas ciudades, algo de lo que car ecen las j efat uras. Las
ciudades se difer encian de las aldeas en sus obr as públicas m onum ent ales, los
palacios de los gober nant es, la acum ulación de capit al a par t ir de los t r ibut os o
im puest os y la concent r ación de per sonas dist int as en t ant o que pr oduct or es de
alim ent os.
Los pr im er os est ados t enían un líder her edit ar io con un t ít ulo equiv alent e al de r ey ,
com o un j efe supr em o, ej er ciendo el m onopolio de la infor m ación, la t om a de
decisiones
y
el
poder.
I ncluso
en
las
dem ocracias
de
nuest ros
días,
los
conocim ient os decisivos sólo son accesibles a un núm ero r educido de individuos,
que cont r olan el fluj o de infor m ación que llega al r est o del gobier no, det er m inando,
en consecuencia, las decisiones. Por ej em plo, en la crisis de los m isiles de Cuba en
1963, la infor m ación y los debat es que det er m inar on si la guerr a nuclear se t ragar ía
a 500 m illones de per sonas fuer on lim it adas inicialm ent e por el pr esident e Kennedy
a un com it é ej ecut iv o de diez m iem br os del Consej o de Segur idad Nacional que él
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m ism o designó; después, lim it ó las decisiones finales a un gr upo de cuat r o
m iem br os for m ado por él y t r es m inist r os de su gabinet e.
El cont r ol cent r al es m ás t r ascendent al, y la r edist r ibución económ ica en form a de
t r ibut os ( r ebaut izados com o im puest os) m ás ex t ensa, en los est ados que en las
j efat ur as. La especialización económ ica es m ás ext r em a, hast a el punt o de que hoy
en día ni siquiera los agricult ores pueden ser aut osuficient es. De ahí que los efect os
sobr e la sociedad sean cat ast róficos cuando el gobier no del Est ado se desm orona,
com o sucedió en Gr an Br et aña al desapar ecer los soldados, los adm inist r ador es y la
acuñación de m oneda de los r om anos ent r e 407 y 411. I ncluso los pr im er os est ados
de Mesopot am ia ej er cían un cont r ol cent r alizado sobr e sus econom ías. Sus
alim ent os er an pr oducidos por cuat r o gr upos especializados ( pr oductor es de
cer eales, ganaderos, pescador es y hor t elanos) , de cada uno de los cuales el Est ado
t om aba la pr oducción y a cada uno de los cuales ent r egaba los sum inist r os,
her r am ient as y alim ent os necesar ios dist int os del t ipo de alim ent o que ese gr upo
pr oducía. El Est ado sum inist r aba sem illas y anim ales de t ir o a los pr oduct or es de
cer eales, se quedaba con la lana de los ganader os, int er cam biaba la lana m ediant e
el com er cio de lar ga dist ancia por m et ales y otr as m at er ias pr im as esenciales, y
pagaba las raciones de com ida de los peones que m ant enían los sist em as de
r egadío de los que dependían los agr icult or es.
Muchos de los pr im er os est ados, quizá la m ay or ía, adopt ar on la esclav it ud en una
escala m uy super ior que las j efat uras. Est o no se debió a que las j efat ur as
m ostrasen una disposición m ás bondadosa hacia los enem igos der r ot ados, sino a
que la m ay or especialización económ ica de los est ados, con m ás pr oducción en
m asa y m ás obr as públicas, ex igía m ás necesidad de m ano de obr a esclav a.
Adem ás, la m ay or escala de la guer ra est atal per m it ía disponer de m ás caut iv os.
El niv el o los dos niveles de adm inist r ación de la j efat ura se m ult iplican
sobr em aner a en los est ados, com o sabe cualquier a que hay a vist o un or ganigram a
de cualquier gobier no. Junt o con la pr olifer ación de niv eles v er ticales de bur ócr at as,
hay t am bién una especialización horizont al. En vez de ser los konohiki quienes se
ocupen de t odos los aspect os de la adm inist r ación de un dist r it o de Haw ai, los
gobier nos est atales disponen de v ar ios depar tam ent os dist int os, cada uno con su
pr opia j er ar quía, parar llev ar la gest ión del agua, los im puest os, el r eclut am ient o
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m ilit ar , et c. I ncluso los pequeños est ados t ienen bur ocracias m ás com plej as que las
gr andes j efat ur as. Por ej em plo, el Est ado de Mar adi, en Áfr ica occident al, t enía una
adm inistración cent ral con m ás de 130 cargos oficiales.
La resolución de conflict os int ernos en el seno de los est ados ha alcanzado una
cr ecient e for m alización m ediant e las ley es, la j udicat ur a y la policía. Las ley es son a
m enudo escrit as, porque m uchos est ados ( con not ables excepciones, com o el de los
incas) han dispuest o de élit es ilust r adas, al haber se La r esolución de conflict os
int er nos en el seno de los est ados ha alcanzado una cr ecient e for m alización
m ediant e las ley es, la j udicat ura y la policía. Las ley es son a m enudo escr it as,
porque m uchos est ados ( con not ables excepciones, com o el de los incas) han
dispuest o de élit es ilust r adas, al haberse desar r ollado la escr it ura m ás o m enos en
la m ism a época de la form ación de los pr im er os est ados t ant o en Mesopot am ia
com o en Mesoam ér ica. En cam bio, ninguna j efat ur a pr im it iv a que no est uvier a al
borde de la condición de Est ado desarr olló la escr it ur a.
Los pr im eros est ados t enían r eligiones est at ales y t em plos est andar izados. A
m uchos de los pr im er os r eyes se les consider aba divinos y se les concedía un t r at o
especial en innum er ables aspect os. Por ej em plo, los em per ador es azt ecas e incas
er an t r anspor t ados en lit er as; delant e de la lit er a del em per ador inca iban unos
sier v os que barr ían y lim piaban el suelo; y la lengua j aponesa incluye for m as
especiales del pr onom br e per sonal de segunda per sona que sólo se ut ilizan para
dir igir se al Em per ador. Los pr im er os r ey es er an asim ism o los j efes de la r eligión del
Est ado, o bien t enían sum os sacerdot es dependient es. El t em plo m esopot ám ico er a
el cent r o no sólo de la r eligión sino t am bién de la r edist r ibución económ ica, la
escr it ur a y la t ecnología ar t esanal.
Todas est as car act er íst icas del Est ado llev an al ex t r em o los acont ecim ient os que
conduj er on desde las t r ibus hast a las j efatur as. Adem ás, sin em bargo, los est ados
han div er gido de las j efat uras en v ar ias direcciones nuev as. La m ás fundam ent al de
est as dist inciones es que los est ados est án or ganizados de acuer do con líneas
polít icas y t er r it or iales, no según las líneas de par ent esco que definían a las hordas,
las t r ibus y las j efat ur as sencillas. Por ot r a par t e, las hor das y las t r ibus est án
for m adas siem pr e, y las j efat ur as habit ualm ent e, por un solo gr upo ét nico y
lingüíst ico. Los est ados, sin em bargo —especialm ent e los llam ados im per ios,
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for m ados por una am algam a o conquist a de est ados—, son por lo gener al
m ult iét nicos y m ult ilingües. Los burócrat as del Est ado no son seleccionados
pr incipalm ent e sobr e la base del par ent esco, com o en las j efat ur as, sino que son
pr ofesionales seleccionados al m enos en par t e sobr e la base de la for m ación y la
capacidad. En los est ados post er ior es, incluidos la m ay or ía de los act uales, el
lider azgo pasó a ser a m enudo no her edit ar io, y m uchos estados abandonar on por
com plet o el sist em a de clases her edit ar ias for m ales que se ar rast raba desde las
j efat ur as.
* * * *
En los últ im os 13. 000 años, la t endencia pr edom inant e en la sociedad hum ana ha
sido la sust it ución de las unidades m ás pequeñas y m enos com plej as por ot ras m ás
gr andes y m ás com plej as. Obviam ent e, se t r at a sólo de una t endencia m edia a
lar go plazo, con innum er ables gir os en am bas dir ecciones: 1000 fusiones por 999
inver siones. Sabem os por la pr ensa diar ia que las gr andes unidades ( por ej em plo,
las ant iguas URSS, Yugoslav ia y Checoslovaquia) pueden desint egrar se en unidades
m ás pequeñas, com o sucedió con el im per io de Alej andr o de Macedonia hace m ás
de 2000 años. Las unidades m ás com plej as no siem pr e conquist an a las m enos
com plej as, sino que pueden sucum bir ante ellas, com o sucedió con los im per ios
r om ano y chino cuando fuer on derr ot ados por las j efat ur as «bárbar as» y m ongolas,
r espect iv am ent e.
Per o la t endencia a lar go plazo ha seguido siendo hacia
sociedades gr andes y com plej as, que han culm inado en los est ados.
Tam bién es ev ident e que la razón del t r iunfo de los estados sobr e las ent idades m ás
sencillas, cuando unos y ot r as chocan, r eside en par t e en que los est ados suelen
disfr ut ar de una v ent aj a en ar m am ent o y ot r as t ecnologías, y de una gr an vent aj a
num ér ica en población. Per o las j efat uras y los est ados t am bién t ienen otr as dos
posibles vent aj as int r ínsecas. En pr im er lugar , una t om a de decisiones cent r alizada
t iene la v ent aj a de concent r ar las t r opas y los r ecur sos. En segundo lugar , las
r eligiones oficiales y el fer v or pat r iót ico de m uchos est ados hacen que sus t r opas
est én dispuest as a com bat ir de m aner a decisiv a.
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La segunda disposición est á pr ogram ada de m aner a tan fuer t e en los ciudadanos de
los est ados m oder nos, a t r avés de nuest r as escuelas, iglesias y gobier nos, que
olv idam os que la m ism a supone una r upt ura r adical con la hist or ia hum ana ant er ior .
Todos los est ados t ienen una consigna que inst a a sus ciudadanos a est ar
dispuest os a m or ir si es necesar io por el Est ado: «Por el Rey y el país», dicen los
br it ánicos; y «Por Dios y España» supier on decir los españoles. Sent im ient os
sem ej antes m ot iv aban a los guerr er os aztecas del siglo XVI : «No hay nada com o
m or ir en la guerr a, nada com o la m uer te flor ida t an pr eciosa par a Él [ el dios
nacional azt eca Huit zilopocht li] , que da la v ida: desde lej os lo veo, m i cor azón lo
ansia».
Est os sent im ient os son im pensables en las hordas y las t ribus. En t odos los relat os
que m is am igos de Nuev a Guinea m e han ofr ecido de sus ant iguas guer ras t r ibales,
no había el m enor at isbo de pat r iot ism o tr ibal, de car ga suicida ni de ninguna ot ra
conduct a m ilit ar que ent r añase un r iesgo acept ado de ser m at ado. En cam bio, las
incur siones se iniciaban m ediant e em boscadas o cont ando con una fuer za super ior,
a fin de r educir al m ínim o a t oda costa el r iesgo de que alguien pudier a m or ir por su
aldea. Per o est a act it ud lim it a gr av em ent e las opciones m ilit ar es de las t r ibus, en
com paración con las sociedades est at ales. Nat ur alm ent e, lo que hace de los
fanát icos pat r iot as y r eligiosos unos enem igos t an peligr osos no es la m uer t e de los
fanát icos m ism os, sino su disposición a acept ar la m uer t e de una par t e de su
población a fin de aniquilar o aplastar al enem igo infiel. El fanat ism o en la guerr a,
del t ipo que im pulsó a las conquist as cr ist ianas e islám icas que conocem os por la
hist or ia, fue pr obablem ent e desconocido en la Tier r a hast a el sur gim ient o de las
j efat ur as y sobr e t odo de los est ados en los últ im os 6.000 años.
* * * *
¿Cóm o ev olucionar on las sociedades pequeñas, no cent ralizadas y basadas en el
par ent esco, hasta conv er t ir se en sociedades grandes y cent ralizadas en las que la
m ay or ía de los m iem br os no est án estr ict am ent e em par ent ados ent r e sí? Una v ez
ex am inadas las fases de est a tr ansfor m ación desde las hor das hast a los est ados,
nos pr eguntam os ahora qué im pulsó a las sociedades a t ransform ar se de ese m odo.
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En
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m uchos m om ent os de la hist or ia,
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los est ados han surgido de m aner a
independient e, o, com o dicen los ant r opólogos cult urales, «pr íst inam ent e», es decir
en ausencia de est ados circundant es preexist ent es. Los orígenes est at ales pr íst inos
t uvieron lugar al m enos una vez, posiblem ent e m uchas veces, en cada uno de los
cont inent es a ex cepción de Aust r alia y Am ér ica del Nor t e. Los estados pr ehist ór icos
incluían los de Mesopot am ia, el nor t e de China, los valles del Nilo y el I ndo,
Mesoam érica, los Andes y África occidental. Est ados aut óct onos en cont act o con
est ados eur opeos han surgido a par t ir de las j efat ur as r eit er adam ent e en los últ im os
t r es siglos en Madagascar , Haw ai, Tahit í y m uchas par t es de Áfr ica. Las j efat ur as
han surgido pr íst inam ent e incluso con m ayor frecuencia, en t odas est as m ism as
r egiones y en el sur est e de Am ér ica del Nor t e y el nor oest e del Pacífico, la
Am azonia, Polinesia y el Áfr ica subsahar iana. Todos est os or ígenes de sociedades
com plej as nos ofr ecen una r ica base de datos par a com pr ender su desar rollo.
De las m uchas t eor ías que se ocupan del pr oblem a del or igen del Est ado, la m ás
sencilla niega que ex ist a un pr oblem a que r esolv er . Ar ist ót eles consider aba a los
est ados la condición nat ur al de la sociedad hum ana, que no ex igía ex plicación
alguna. Su err or fue com pr ensible, por que todas las sociedades de las que pudo
t ener conocim ient o —las sociedades gr iegas del siglo I V a.C. — eran estados. Sin
em bargo, ahora sabem os que, en 1492, gr an par t e del m undo est aba organizado en
j efat ur as, t r ibus u hor das. La form ación de los est ados ex ige cier t am ent e una
explicación.
La siguient e t eor ía es la m ás conocida. El filósofo fr ancés Jean- Jacques Rousseau
especuló con que los estados se for m aban m ediant e un contr at o social, una decisión
r acional a la que se llegaba cuando la gent e calculaba su int er és personal, llegaba al
acuer do de que est ar ía m ej or en un Estado que en sociedades m ás sencillas, y
elim inaba volunt ar iam ent e t ales sociedades m ás sencillas. Per o la obser v ación y los
dat os hist ór icos no han r evelado un solo caso de form ación de un Est ado en esa
at m ósfera et ér ea de v isión de fut ur o desapasionada. Las unidades m ás pequeñas no
abandonan volunt ar iam ent e su soberanía y se fusionan en unidades m ayor es. Lo
hacen únicam ent e m ediant e la conquist a o baj o coacción ext erna.
Una t er cera t eor ía, que goza aún de acept ación ent r e algunos hist or iador es y
econom ist as, par t e del hecho indudable de que t ant o en Mesopotam ia com o en el
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nor t e de China y Méx ico com enzar on a const r uir se sist em as de r egadío en gr an
escala, m ás o m enos en la m ism a época en que com enzar on a surgir los est ados. La
t eor ía señala asim ism o que t odo sist em a grande y com plej o de r egadío o de gest ión
hidr áulica r equier e una bur ocr acia cent ralizada par a constr uir lo y m ant ener lo. La
t eor ía conv ier t e después una cor r elación tem poral apr oxim ada obser vada en una
cadena de causa y efect o post ulada. Supuest am ent e, los m esopot ám icos, los chinos
sept ent r ionales y los m ex icanos pr ev ier on las vent aj as que un sist em a de r egadío
en gr an escala les r epor t ar ía, aun cuando en aquellos t iem pos no había ningún
sist em a de esas caract er íst icas en m iles de k ilóm et r os a la r edonda ( o en ningún
lugar sobr e la Tier r a) que les sir v ier a de ej em plo de t ales vent aj as. Aquélla gent e
clar iv ident e decidió fundir sus pequeñas e ineficient es j efat ur as en un est ado m ás
am plio capaz de bendecir las con el r egadío en gr an escala.
Sin em bar go, esta «t eor ía hidráulica» de la form ación del Est ado est á som et ida a
las m ism as obj eciones que se apunt an en cont r a de las t eor ías del cont rat o social en
gener al. Más específicam ent e, se ocupa únicam ent e de la fase final de la ev olución
de las sociedades com plej as. No dice nada de qué im pulsó la pr ogr esión desde la
hor da hasta la tr ibu y la j efat ur a dur ant e t odos los m ilenios ant er ior es a que la
per spect iv a del r egadío en gr an escala se div isar a en el hor izont e. Cuando se
ex am inan en det alle nuest r as fechas hist ór icas o ar queológicas, ést as no r espaldan
la idea del r egadío com o fuer za im pulsor a de la for m ación de est ados. En
Mesopot am ia, el nor t e de China, Méx ico y Madagascar exist ían ya sist em as de
r egadío en pequeña escala ant es del nacim ient o de los est ados. La const r ucción de
sist em as de r egadío en gran escala no acom pañó a la apar ición de los est ados, sino
que llegó m ucho después a cada una de esas zonas. En la m ay or ía de los est ados
for m ados en la zona m aya de Mesoam ér ica y en los Andes, los sist em as de r egadío
siem pr e siguier on siendo en pequeña escala, de t al m odo que las com unidades
pudier an constr uir los y m ant ener los por sí solas. Así pues, incluso en las zonas
donde surgier on efect iv am ent e sist em as com plej os de gest ión hidr áulica, ést os
fuer on una consecuencia secundar ia de los est ados que debier on form ar se por ot r as
r azones.
Lo que m e par ece que apunta a una v isión esencialm ent e cor r ect a de la for m ación
de los est ados es un hecho indudable de v alidez m ucho m ás am plia que la
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cor r elación ent r e r egadío y for m ación de algunos est ados: a saber , que el t am año
de la población r egional es el fact or de pr edicción m ás fuer t e de la com plej idad de la
sociedad. Com o hem os vist o, las hor das est án for m adas por unas decenas de
indiv iduos, las t r ibus por unos cent enar es, las j efat uras por unos m iles y unas
decenas de m iles, y los est ados generalm ent e por m ás de 50 000. Adem ás de est a
cor r elación r udim ent ar ia ent r e t am año de la población r egional y t ipo de sociedad
( hor da, tr ibu, et c.), hay una t endencia m ás fina, dent r o de cada una de est as
cat egor ías, ent r e población y com plej idad social: por ej em plo, que las j efat ur as con
poblaciones num er osas r esult an ser m ás cent r alizadas, estr at ificadas y com plej as.
Ést as cor r elaciones sugier en sin duda que el t am año de la población r egional o la
densidad de población, o la pr esión dem ogr áfica, t ienen algo que ver con la
form ación de las sociedades com plej as. Pero las cor relaciones no nos dicen con
pr ecisión cóm o funcionan las var iables de población en una cadena de causa y
efect o cuy o r esult ado sea una sociedad com plej a. Para seguir esa cadena,
per m ít asenos r ecor dar ahora cóm o sur gen las poblaciones densas y num erosas. A
cont inuación podem os ex am inar por qué una sociedad gr ande pero sencilla no podía
m ant enerse. Con est os datos a m odo de cont ext o, volverem os finalm ent e a la
cuest ión de cóm o una sociedad m ás sencilla se hace realm ent e m ás com plej a a
m edida que la población r egional aum ent a.
* * * *
Hem os vist o que las poblaciones grandes o densas sólo surgen en condiciones de
pr oducción de alim ent os, o al m enos en condiciones ex cepcionalm ent e pr oduct iv as
para la caza y la r ecolección. Algunas sociedades pr oduct iv as de cazador esr ecolect or es alcanzar on el niv el or ganizat iv o de las j efat uras, per o ninguna alcanzó
el nivel de los est ados: t odos los est ados alim ent an a sus ciudadanos m ediant e la
pr oducción de alim ent os. Ést as consideraciones, j unt o con la recién m encionada
cor r elación ent r e t am año de la población r egional y com plej idad de la sociedad, han
conducido a un pr olongado debat e del t ipo de si fue pr im er o la gallina o el huev o
acer ca de las r elaciones causales ent r e la pr oducción de alim ent os, las var iables
dem ogr áficas y la com plej idad social. ¿Es la pr oducción int ensiv a de alim ent os la
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causa que desencadena el cr ecim ient o dem ogr áfico y conduce de alguna m anera a
una sociedad com plej a? ¿O bien son las poblaciones grandes y las sociedades
com plej as la causa que de alguna m anera conduce a la int ensificación de alim ent os?
Plant ear la cuest ión en esa for m a de «o… o» es desacer tada. La int ensificación de la
pr oducción de alim ent os y la com plej idad de la sociedad se est im ulan m ut uam ent e,
por aut o catálisis. Es decir , el cr ecim ient o dem ogr áfico conduce a la com plej idad
social m ediant e m ecanism os de los que nos ocupar em os m ás adelant e, m ient r as
que la com plej idad social conduce a su v ez a la int ensificación de la pr oducción de
alim ent os y, por t ant o, al cr ecim ient o dem ogr áfico. Las sociedades cent r alizadas
com plej as son las únicas capaces de or ganizar obras públicas ( incluidos los sist em as
de r egadío) , el com er cio a lar ga dist ancia ( incluida la im por t ación de m etales para
fabr icar m ej or es her ram ient as agr ícolas) y las act iv idades de difer ent es gr upos de
especialist as económ icos ( com o la alim ent ación de los ganader os con los cer eales
de los agr icult or es, y el t r aslado del ganado de los ganader os a los agr icult or es para
su uso com o anim ales de labr anza) . Todas est as capacidades de las sociedades
cent r alizadas han fom ent ado la int ensificación de la pr oducción de alim ent os, y por
t ant o el cr ecim ient o dem ogr áfico, a lo lar go de la hist or ia.
Adem ás, la producción de alim ent os cont r ibuye al m enos de tr es m aner as a
caract er íst icas específicas de las sociedades com plej as. En pr im er lugar , supone
apor t aciones de t rabaj o a im pulsos est acionales. Cuando la cosecha ha sido
alm acenada, la m ano de obra de los agr icult or es queda a disposición de la aut or idad
polít ica cent r alizada par a su apr ovecham ient o, a fin de const r uir obr as públicas que
difundan el poder del Est ado ( com o las pir ám ides egipcias) , o para const r uir obr as
públicas que puedan alim ent ar a m ás bocas ( com o los sist em as de r egadío o los
est anques de peces del Haw ai polinesio) , o para em pr ender guerr as de conquist a
para form ar ent idades polít icas m ás am plias.
En segundo lugar , la pr oducción de alim ent os puede or ganizar se de t al m aner a que
gener e ex cedent es alim ent ar ios alm acenados, que per m it an la especialización
económ ica y la est r at ificación social. Los excedent es pueden ut ilizar se par a
alim ent ar a t odos los niv eles de una sociedad com plej a: los j efes, los bur ócr atas y
ot ros m iem bros de la élit e; los escribas, los art esanos y ot ros especialist as no
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pr oduct or es de alim ent os; y los pr opios agr icult or es, en épocas en que sean
r eclut ados para const r uir obras públicas.
Finalm ent e, la pr oducción de alim ent os per m it e o ex ige que la gent e adopt e una
for m a de vida sedent ar ia, r equisit o pr ev io par a la acum ulación de posesiones
sust anciales, el desar r ollo de t ecnologías y ar t esanías com plej as y la const r ucción
de obras públicas. La im por t ancia de la r esidencia fij a para una sociedad com plej a
ex plica por qué los m isioner os y los gobier nos, siem pr e que t om aban su pr im er
cont act o con t ribus u hordas nóm adas de Nueva Guinea o la Am azonia que no
hubiesen t enido cont act o previo alguno con el ex t erior, t ienen universalm ent e dos
obj et iv os inm ediat os. Un obj et iv o, nat uralm ent e, es el ev ident e de «pacificar » a los
nóm adas: es decir disuadir les de m atar a los m isioner os, a los bur ócr atas o de
m at ar se ent r e sí. El ot r o obj et iv o es inducir a los nóm adas a est ablecer se en aldeas,
para que los m isioner os y los bur ócr at as puedan encont r ar a los nóm adas, llev ar les
ser v icios com o la asist encia sanit ar ia o la escuela y conv er t ir los y cont r olar los.
* * * *
Así pues, la pr oducción de alim ent os, que hace aum ent ar el t am año de la población,
act úa t am bién de m uchas for m as par a hacer posibles las car act er íst icas de las
sociedades com plej as. Per o est o no dem uest r a que la pr oducción de alim ent os y las
poblaciones gr andes hagan inevit ables las sociedades com plej as. ¿Cóm o podem os
ex plicar la obser vación em pír ica de que la or ganización de la hor da o de la t r ibu no
funciona par a las sociedades for m adas por cient os de m iles de per sonas, y que
t odas las gr andes sociedades ex ist ent es t ienen una or ganización cent ralizada
com plej a? Podem os cit ar al m enos cuatr o razones obvias.
Una r azón es el problem a del conflict o ent r e ex t r años no em par ent ados. Ést e
pr oblem a cr ece ast r onóm icam ent e a m edida que aum ent a el núm er o de la
población que for m a la sociedad. Las r elaciones en el seno de una horda de 20
personas suponen sólo 190 int eracciones bipersonales ( 20 personas por 19 veces
div idido por 2) . Per o una hor da de 2000 per sonas t endr ía un 1 999 000 diadas.
Cada una de est as diadas r epr esent a una bom ba de r eloj er ía en pot encia que puede
ex plot ar en una discusión asesina. Cada asesinat o en las sociedades de hordas y
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t ribus suele conducir a un int ent o de hom icidio por venganza, que pone en m archa
ot r o ciclo int er m inable de asesinat o y cont r a asesinat o que desest abiliza la
sociedad.
En una horda, en la que t odos están est recham ent e em parent ados con t odos,
personas em parent adas sim ult áneam ent e con las dos part es cont endient es se
int er ponen para m ediar en las disput as. En una t r ibu, en la que m uchas per sonas
siguen siendo fam iliar es cer canos y t odo el m undo al m enos conoce a t odo el
m undo por su nom br e, los fam iliar es m ut uos y los am igos m ut uos m edian en las
disput as. Per o una vez que se ha t r aspasado el um bral de «v ar ios cient os», por
debaj o del cual t odo el m undo puede conocer a t odo el m undo, el cr ecient e núm er o
de diadas se conv ier t e en par es de ex t r años no em par ent ados. Cuando dos ex t r años
luchan,
pocas
per sonas
pr esent es
serán
am igos
o
fam iliar es
de
am bos
cont endient es, con int erés per sonal en det ener la lucha. En cam bio, m uchos
espect ador es podr ían ser am igos o fam iliar es de sólo un cont endient e y se pondr ían
de par t e de esa per sona, haciendo que la lucha ent r e dos per sonas pase a ser una
r ey er t a general. De ahí que una sociedad grande que cont inúe dej ando la r esolución
de los conflict os a t odos sus m iem br os tenga garant izada la ex plosión. Ést e fact or ,
por sí solo, ex plicar ía por qué las sociedades int egr adas por m iles de m iem br os sólo
pueden ex ist ir si desarr ollan una aut or idad cent r alizada que m onopolice la fuer za y
resuelva los conflict os.
Una segunda r azón es la cr ecient e im posibilidad de t om ar decisiones de for m a
com unit ar ia a m edida que aum ent a el t am año de la población. La t om a de
decisiones por t oda la población adult a sigue siendo posible en los poblados de
Nuev a Guinea de t am año bast ant e r educido com o par a que las not icias y la
infor m ación lleguen r ápidam ent e a t odo el m undo, para que t odo el m undo pueda
escuchar a t odo el m undo en una j unt a gener al de la aldea, y par a que t odo aquel
que desee hablar en la asam blea t enga la opor t unidad de hacer lo. Pero t odos est os
r equisit os pr ev ios par a la t om a de decisiones com unit ar ia llegan a ser inalcanzables
en las com unidades m ucho m ás grandes. I ncluso en nuest r os días, en est a época de
m icr ófonos y alt avoces, t odos sabem os que una r eunión de gr upo no es en m odo
alguno la for m a de r esolv er cuest iones par a una m asa de m iles de per sonas. De ahí
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que una sociedad gr ande deba ser est r uctur ada y cent r alizada para que llegue a
t om ar decisiones de m aner a eficaz.
Una t er cera r azón t iene que v er con consider aciones de t ipo económ ico. Toda
sociedad r equier e un m edio para t ransfer ir pr oduct os ent r e sus m iem bros. Puede
suceder que un indiv iduo adquier a una cant idad m ay or de un pr oduct o un día y
m enos cant idad ot r o. Dado que los individuos son diferent es en su t alent o, a un
indiv iduo le puede t ocar siem pr e un ex ceso de algún pr oduct o fundam ent al y un
déficit de ot r os. En las sociedades pequeñas que t ienen pocos par es de m iem bros,
las
necesar ias
t r ansfer encias
de
pr oduct os
r esult ant es
pueden
or ganizar se
dir ect am ent e ent r e par es de indiv iduos o fam ilias, m ediant e int er cam bios m ut uos.
Per o las m ism as m at em át icas que hacen ineficient e la r esolución dir ect a de
conflict os en lo que r espect a a par es en las sociedades gr andes hace que sean
t am bién ineficient es las t r ansfer encias económ icas dir ect as ent r e par es. Las
sociedades grandes sólo pueden funcionar económ icam ent e si disponen de una
econom ía r edist r ibut iv a adem ás de una econom ía r ecípr oca. Los bienes que ex ceden
las necesidades de un indiv iduo deben ser t r ansfer idos de un indiv iduo a una
aut or idad cent ralizada, que después r edist ribuye los pr oduct os a los indiv iduos que
t ienen déficit de ellos.
Una últ im a consideración que ex ige una or ganización com plej a par a las grandes
sociedades t iene que v er con la densidad de población. Las sociedades grandes de
pr oduct or es de alim ent os tienen no sólo m ás población en núm er o, sino t am bién
una densidad de población m ás alt a que las pequeñas hor das de cazador esr ecolect or es. Cada horda de unas decenas de cazador es ocupa un t err it or io ex t enso,
dent r o del cual pueden adquir ir la m ay or ía de los r ecursos esenciales para ellos.
Pueden obt ener sus necesidades rest ant es com erciando con hordas vecinas en los
int er v alos com pr endidos ent r e guer ras ent re las bandas. A m edida que la densidad
de población aum ent a, el t er r it or io de esa población con t am año de horda de unas
decenas de per sonas quedar ía r educido a una pequeña super ficie, donde cada v ez
m ás necesidades de la v ida habr ían de obt ener se fuer a de la zona. Por ej em plo, no
se podr ían div idir los escasos 40 000 k m 2 de Holanda y sus 16 m illones de
habit ant es en 800 000 t er r it or ios indiv iduales, cada uno de 5 ha y que sir v ier a de
hogar a una horda aut ónom a de veint e per sonas que quedar ían confinadas de
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m anera aut osuficient e dent ro de sus 5 ha, aprovechando ocasionalm ent e una
t r egua t em por al par a llegar hasta las fr onter as de su m inúsculo t er r it or io con el fin
de int er cam biar algunos pr oductos com er ciales y nov ias con la hor da siguient e. Ést e
t ipo de r ealidades espaciales r equier en que las r egiones densam ent e pobladas
sust ent en sociedades gr andes y or ganizadas de m anera com plej a.
Las consider aciones r elat iv as a la r esolución de conflict os, la t om a de decisiones, la
econom ía y el espacio conver gen, pues, en ex igir que las gr andes sociedades sean
cent r alizadas. Per o la cent r alización del poder abr e inev it ablem ent e la puer t a —para
quienes ej ercen el poder , t ienen conocim ient o de la inform ación, t om an las
decisiones y r edist r ibuyen los pr oduct os— par a apr ovechar las opor t unidades
r esult ant es con el pr opósit o de r ecom pensar se a sí m ism os y a sus fam iliar es. Est o
es ev ident e par a cualquier a que conozca cualquier
agr upación m oder na de
per sonas. A m edida que las sociedades se han desar rollado, las per sonas que han
adquir ido un poder cent r alizado se est ablecen gr adualm ent e com o élit e, quizá
sur giendo en un pr incipio com o uno de los clanes de la aldea que ant es er a de igual
r ango que el r est o y que acaba conv ir t iéndose, en cuant o a sus m iem br os, en «m ás
iguales» que los dem ás.
* * * *
Ést as son las r azones por las que las gr andes sociedades no pueden funcionar con la
or ganización de la hor da y son, en cam bio, clept ocr acias com plej as. Per o nos queda
aún la cuest ión de cóm o las sociedades pequeñas y sencillas ev olucionar on
r ealm ent e o se fundier on en sociedades gr andes y com plej as. La fusión, la
r esolución cent r alizada de conflict os, la t om a de decisiones, la r edist r ibución
económ ica y la r eligión clept ocr át ica no se desarr ollar on aut om át icam ent e m ediant e
un cont r at o social a la m aner a de Rousseau. ¿Qué im pulsa la fusión?
La r espuest a depende en par t e del razonam ient o ev olut iv o. Hem os dicho al pr incipio
de est e capít ulo que las sociedades clasificadas en la m ism a cat egor ía no son t odas
idént icas ent re sí,
por que los seres hum anos y
los grupos hum anos son
infinit am ent e div er sos. Por ej em plo, ent re las hor das y las t r ibus, los hom br es
gr andes de unas son inev it ablem ent e m ás car ism át icos, poder osos y ex per t os par a
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t om ar decisiones que los hom br es grandes de ot r as. Ent r e las grandes t r ibus, las
que t ienen hom br es grandes m ás fuer t es y, por t ant o, una cent r alización m ay or ,
t ienden a t ener vent aj a sobre las que t ienen m enos cent ralización. Las t r ibus que
resuelven los conflict os de m anera t an eficient e com o los fayus t ienden a
ex t inguir se en j efat ur as o tr ibus m ás pequeñas. Las sociedades que cuent an con
una r esolución de conflict os eficaz, una t om a de decisiones acert ada y una
r edist r ibución económ ica ar m oniosa pueden desarr ollar una t ecnología m ej or ,
concent r ar su poder m ilit ar , apoder arse de t er r it or ios m ás ex t ensos y pr oduct iv os y
aplast ar a las sociedades m ás pequeñas autónom as una a una.
Así pues, la com pet encia ent r e sociedades de un det erm inado niv el de com plej idad
t iende a conducir a sociedades del niv el de com plej idad siguient e si las condiciones
lo per m it en. Las t r ibus conquist an o se m ezclan con ot r as t r ibus par a alcanzar el
t am año de las j efat ur as, que conquist an o se unen a otr as j efat uras par a alcanzar el
t am año de los est ados, que conquist an o se unen a ot r os est ados para conv er t ir se
en im per ios. De m anera m ás gener al, las unidades gr andes disfr utan en pot encia de
una v ent aj a sobr e las unidades pequeñas si —y hablam os de un «si» poderoso— las
unidades gr andes pueden r esolv er los pr oblem as que llev a consigo el m ay or
t am año,
com o
las
am enazas
perm anent es
de
pr et endient es
al
lider azgo
adv enedizos, o los r encor es del pueblo llano por la clept ocracia y los cr ecient es
pr oblem as de la int egr ación económ ica.
La
fusión
de unidades
m ás
pequeñas en
unidades
m ás gr andes
ha
sido
docum ent ada a m enudo por m edios ar queológicos o hist ór icos. En cont r a de lo
apunt ado por Rousseau, est as fusiones no se producen nunca en virt ud de un
pr oceso por el cual sociedades pequeñas no am enazadas deciden libr em ent e
fundir se, a fin de pr om ov er la felicidad de sus ciudadanos. Los dir igent es de las
sociedades pequeñas, del m ism o m odo que los de las grandes, son celosos de su
independencia y sus pr er r ogat iv as. La fusión tiene lugar , en cam bio, de una de
est as dos m aneras: m ediant e fusión baj o la am enaza de fuer za ex t er na, o por
conquist a efect iv a. Los ej em plos disponibles para ilust r ar cada m odo de fusión son
innum er ables.
La fusión bajo la am enaza de fuer za ex t er na queda per fect am ent e ilust r ada por la
for m ación de la confeder ación de indios cher okís en el sur est e de Est ados Unidos.
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Los cher okís est aban div ididos inicialm ent e en 30 o 40 j efat ur as independient es,
cada una de las cuales est aba int egr ada por una aldea de unas 400 per sonas. El
aum ent o de la colonización blanca conduj o a conflict os ent re los cherokís y los
blancos. Cuando los cher okís r obaban o at acaban a colonos y com er ciant es blancos,
los blancos no podían discr im inar entr e las difer ent es j efat ur as cher okís y tom aban
r epr esalias indiscr im inadam ent e cont r a cualquier
cher okí,
y a fuer a m ediant e
acciones m ilit ar es o supr im iendo el com er cio. Par a r esponder , las j efat uras cher okís
se v ier on obligadas gr adualm ent e a unir se en una confeder ación única en el
t r anscur so del siglo XVI I I . En un pr incipio, las j efat ur as m ás grandes hacia 1730
eligier on a un líder global, un j efe llam ado Moyt oy, a quien en 1741 le sucedió su
hij o. La pr im era t ar ea de est os líder es fue cast igar a los cher okís que at acaban a los
blancos y t r at ar con el gobier no blanco. Hacia 1758, los cher okís r egular izar on su
pr oceso de t om a de decisiones con un consej o anual inspir ado en el m odelo de los
ant er ior es consej os de aldea y que se r eunió en una aldea ( Echot a), que se conv ir t ió
por t ant o en «capit al» de hecho. Finalm ent e, los cher okís adquir ier on la escr it ur a
( com o vim os en el capít ulo 12) y adopt aron una const it ución escr it a.
La confeder ación cher okí se form ó, pues, no por conquist a sino por la fusión de
ent idades m enores ant eriorm ent e celosas, que se fundieron únicam ent e cuando se
v ier on am enazadas de dest r ucción por fuerzas ex t er nas poder osas. De m aner a m uy
par ecida, en un ej em plo de for m ación de est ados que se descr ibe en t odos los
m anuales de hist or ia de Estados Unidos, las pr opias colonias est adounidenses
blancas, una de las cuales (Geor gia) había pr ecipit ado la form ación de un est ado
cher okí, se v ier on im pulsadas a form ar una nación pr opia cuando se sint ier on
am enazadas por la poder osa fuer za ex t er na de la m onarquía br it ánica. Las colonias
est adounidenses se m ost r aron en un pr incipio t an celosas de su aut onom ía com o las
j efat ur as cherokís, y su pr im er int ent o de fusión en virt ud de los ar t ículos de la
Confeder ación ( 1781) r esult ó inviable por que r eser v aba dem asiada econom ía a las
ex colonias. Sólo las nuev as am enazas, en par t icular la r ebelión de Shays de 1786 y
la carga de la deuda de guer ra no r esuelt a, v encier on la r enuencia ext r em a de las
ex colonias a sacr ificar la econom ía y las im pulsar on a adopt ar la fuer t e y act ual
const it ución feder al en 1787. La unificación en el siglo XI X de los celosos
pr incipados de Alem ania r esult ó igualm ent e difícil. Tr es int ent os ant er ior es ( el
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Par lam ent o de Fr ankfur t en 1848, el r establecim ient o de la Confederación Alem ana
de 1850 y la Confeder ación Alem ana del Nor t e de 1866) fr acasar on ant es de que la
am enaza ex t er na de la declar ación de guer ra de Fr ancia en 1870 conduj er a
finalm ent e a que los pr íncipes r enunciasen a gran par t e de su poder en fav or de un
gobier no alem án im per ial cent r al en 1871.
El ot r o m odo de form ación de las sociedades com plej as, adem ás de la fusión baj o la
am enaza de la fuer za ex t er na, es la fusión por conquist a. Un ej em plo bien
docum ent ado es el or igen del Est ado zulú, en el sur est e de Áfr ica. Cuando fuer on
obser v ados por vez pr im era por los colonizador es, los zulúes est aban div ididos en
decenas de pequeñas j efat ur as. A finales del siglo XVI I I , al aum ent ar la pr esión
dem ogr áfica, las luchas ent r e las j efat ur as cr ecier on en int ensidad. Ent r e t odas
aquellas j efat ur as, el pr oblem a om nipr esent e de idear est r uct uras de poder
cent r alizadas fue r esuelt o con éx it o por un j efe llam ado Dingisw ayo, que logr ó
influencia sobr e la j efat ur a de los m t et w as m at ando a un r iv al hacia 1807.
Dingisw ayo desarr olló una or ganización m ilit ar cent r alizada super ior m ediant e el
r eclut am ient o de j óvenes de t odas las aldeas y su agr upación en r egim ient os por
edades en vez de por aldeas de or igen. Desar rolló t am bién una organización polít ica
cent r alizada super ior
abst eniéndose de m at ar
a sus r iv ales a m edida que
conquist aba ot r as j efat ur as, dej ando int act a a la fam ilia del j efe conquist ado y
lim it ándose a sust it uir al j efe conquist ado por un fam iliar dispuest o a cooper ar con
Dingisw ayo. Desar rolló una r esolución de conflict os cent r alizada super ior am pliando
la decisión en las disput as. De est e m odo, Dingisw ayo pudo conquist ar y com enzar
la int egr ación de otr as 30 j efat uras zulúes. Sus sucesor es for talecier on el est ado
zulú em br ionar io r esult ant e m ediant e la ex pansión de su sist em a j udicial, su policía
y sus cerem onias.
Ést e ej em plo zulú de Est ado for m ado por la conquist a puede m ult iplicar se de
m anera casi indefinida. Los est ados aut óct onos cuy a form ación a par t ir de j efat ur as
fue pr esenciada por eur opeos en los siglos XVI I I y XI X incluy en el Est ado hawaiano
polinesio, el Est ado t ahit iano polinesio, el Est ado m er ina de Madagascar, Lesot ho y
Sw azi y ot r os est ados de Áfr ica aust ral adem ás del de los zulúes, el Est ado ashant i
de Áfr ica occident al y los est ados de Ankole y Buganda en Uganda. Los im per ios
azt eca e inca se for m ar on m ediant e conquist as en el siglo XV, antes de la llegada de
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los eur opeos, per o sabem os m ucho de su for m ación gracias a los r elat os or ales
indios t r anscr it os por los pr im er os colonizador es españoles. La for m ación del Est ado
r om ano y la ex pansión del I m per io de Macedonia con Alej andr o fuer on descr it os con
det alle por aut or es clásicos cont em poráneos.
Todos est os ej em plos ilust r an que las guer r as, o las am enazas de guer ra, han
desem peñado un papel fundam ent al en la m ay or ía, si no en t odas las fusiones de
sociedades. Pero las guer r as, incluso ent r e sim ples hor das, han sido un hecho
const ant e de la hist oria hum ana. ¿Por qué, pues, com enzaron a causar fusiones las
sociedades sólo en los últ im os 13.000 años? Hem os llegado ya a la conclusión de
que la for m ación de sociedades com plej as est á v inculada de alguna m aner a con la
pr esión dem ográfica, por lo que debem os buscar ahora un v ínculo ent r e la pr esión
dem ogr áfica y el r esult ado de la guerr a. ¿Por qué deben t ender las guer ras a causar
fusiones de sociedades cuando las poblaciones son densas per o no cuando son poco
densas? La r espuest a es que la suer t e de los pueblos derr ot ados depende de la
densidad de población, con tr es posibles r esult ados.
Cuando las densidades de población son m uy baj as, com o suele suceder en las
r egiones ocupadas por hordas de cazador es- r ecolect or es, los super v iv ient es de un
gr upo der rot ado sólo t ienen que alej ar se m ás de sus enem igos. Ést e t iende a ser el
r esult ado de las guerr as ent r e hordas nóm adas de Nuev a Guinea y la Am azonia.
Cuando las densidades de población son m oderadas, com o las r egiones ocupadas
por t r ibus product or as de alim ent os, no quedan grandes zonas vacant es a las que
puedan huir los super v iv ient es de una hor da der rot ada. Per o las sociedades t r ibales
que carecen de una pr oducción int ensiva de alim ent os no t ienen em pleo alguno
para los esclav os ni pr oducen ex cedent es alim ent ar ios bast ant e gr andes com o para
pr oducir m uchos t r ibut os. De ahí que los v encedor es no t engan uso alguno par a los
super v iv ient es de una t r ibu der r ot ada, a m enos que t om en a las m uj er es en
m at r im onio. Los hom br es derr ot ados son m at ados y su t err it or io puede ser ocupado
por los vencedor es.
Cuando la densidad de población es elev ada, com o en las r egiones ocupadas por
est ados o j efat ur as, los derr ot ados t am poco t ienen un lugar a donde huir , per o los
v encedor es t ienen ahor a una opción par a aprovechar los al t iem po que los dej an
v iv os. Dado que las j efat uras y las sociedades est atales t ienen especialización
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económ ica, los derr ot ados pueden ser ut ilizados com o esclav os, com o solía suceder
en los t iem pos bíblicos. Alt er nat iv am ent e, dado que m uchas de est as sociedades
disponen de sist em as int ensiv os de pr oducción de alim ent os, capaces de pr oducir
gr andes ex cedent es, los vencedor es pueden dej ar viv os a los der rot ados per o
pr iv ar los de autonom ía polít ica, obligar les a pagar t r ibut os r egular m ent e en
alim ent os o m er cancías, y fundir su sociedad en el Est ado o j efat ura vict or iosos.
Ést e ha sido el r esult ado habit ual de las batallas asociadas a la fundación de est ados
o im per ios durant e toda la hist or ia escr it a. Por ej em plo, los conquist ador es
españoles deseaban im poner t r ibut os a las poblaciones aut óct onas derr ot adas de
Méx ico, por lo que est aban m uy int er esados en las list as de t r ibut os del I m per io
azt eca. Result ó que el t r ibut o r ecibido por los azt ecas cada año de sus pueblos
subdit os incluía 7000 t de m aíz, 4000 t de fr ij oles, 4000 t de am arant o en grano,
dos m illones de balas de algodón y enor m es cant idades de cacao, vest idos de
guer ra, escudos, t ocados de plum as y ám bar .
Así pues, la pr oducción de alim ent os y la com pet encia y difusión ent r e las
sociedades conduj er on com o causas últ im as, a t r avés de cadenas de causación que
er an difer ent es en los det alles per o que im plicaban grandes densidades de
población y vida sedent ar ia, a los agent es inm ediat os de la conquist a: gér m enes,
escr it ur a, t ecnología y organización polít ica cent r alizada. Dado que est as causas
últ im as se desar r ollar on de m aner a difer ent e en los dist int os cont inentes, t am bién
sucedió lo m ism o con esos agent es de conquist a. De ahí que est os agent es
t endier an a surgir asociados ent r e sí, per o que la asociación no fuer a est r ict a: por
ej em plo, un im per io sur gía sin escr it ur a ent r e los incas, y la escr it ur a, con pocas
enfer m edades epidém icas ent r e los azt ecas. Los zulúes de Dingisw ayo ilust r an que
cada uno de est os agent es cont r ibuyó de m aner a un t ant o independient e a la pauta
de la hist or ia. Ent r e las decenas de j efat ur as zulúes, la j efat ur a m t et wa no
disfr ut aba de v ent aj a alguna de la t ecnología, ni de la escr it ur a ni de gér m enes,
sobr e otr as j efat ur as, que sin em bar go logr ar on der rot ar la. Su vent aj a est r ibaba
únicam ent e en las esfer as del gobier no y la ideología. El Est ado zulú r esult ant e
pudo, por tant o, conquist ar una part e de un cont inent e dur ant e casi un siglo.
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Pa r te I V
La v ue lt a a l m u n do e n cin co ca pít u los
Ca pít u lo 1 5
La ge nt e de Ya li
Un ver ano en que m i esposa, Mar ie, y yo pasábam os las vacaciones en Aust r alia,
decidim os v isit ar un em plazam ient o ar queológico en el que había pint ur as r upest r es
abor ígenes bien conser v adas en el desier t o cer cano a la ciudad de Menindee. Aun
cuando conocía la r eputación de ar idez y calor est iv al del desier t o aust r aliano, había
pasado ya largos per íodos t rabaj ando en condiciones de calor y sequía en el
desier t o de Califor nia y en la sabana de Nuev a Guinea, por lo que m e consider é
bast ant e exper im ent ado com o para afr ontar los pequeños desafíos a los que nos
enfr ent ar íam os com o t ur ist as en Aust r alia. Bien pr ovist os de agua pot able, Mar ie y
y o par tim os al m ediodía par a una cam inat a de unos kilóm et r os hast a las pint ur as.
El cam ino que par t ía del puest o de guardas for est ales ascendía por la colina, baj o
un cielo sin nubes, a t r avés de un t er r eno despej ado que no ofr ecía som br a alguna.
El air e cálido y seco que r espir ábam os m e r ecor daba cóm o m e había sent ido al
r espir ar est ando sent ado en una sauna finlandesa. Cuando llegam os al lugar del
despeñadero donde est aban las pint uras, se nos había t erm inado el agua. Habíam os
per dido tam bién nuest r o int er és por el ar te, por lo que com enzam os a descender ,
r espir ando lent a y r egular m ent e. No t ar dé en adver t ir la pr esencia de un páj ar o que
er a inequív ocam ent e una especie de av e par lant e, pero par ecía enor m e en
com paración con cualquier especie de av e par lant e conocida. En aquel m om ent o m e
di cuent a de que, por pr im er a v ez en m i v ida, t enía alucinaciones debido a una
ex posición ex cesiva al calor . Mar ie y yo decidim os que lo m ej or er a r egr esar
direct am ent e.
Los dos dej am os de hablar. Mient ras cam inábam os nos concent ram os en escuchar
nuest r a r espir ación, calculando la dist ancia que nos separaba de la m ar ca siguient e
del cam ino, y t am bién, el t iem po que quedaba. Yo t enía la boca y la lengua secas, y
la car a de Mar ie est aba roj a. Cuando por fin llegam os al puest o de los guar das,
pr ovist o de air e acondicionado, nos derr um bam os en sillas cer ca del enfr iador de
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agua, nos bebim os los últ im os dos lit r os de agua del enfr iador y pedim os al guar da
ot r a bot ella. Sent ado allí, agot ado, t ant o física com o em ocionalm ent e, pensé que los
abor ígenes que habían r ealizado aquellas pint ur as habían pasado t oda su v ida en
aquel desier t o sin r efugio con air e acondicionado, logrando encont r ar alim ent o y
agua.
Para los aust r alianos blancos, Menindee es célebr e por haber sido cam pam ent o base
de dos blancos que sufr ier on aún m ás el calor seco del desier t o m ás de un siglo
at r ás: el policía ir landés Rober t Bur k e y el ast r ónom o inglés William Wills, los
infor t unados j efes de la pr im er a expedición eur opea que cr uzó Aust r alia de sur a
nor t e. Par t iendo con seis cam ellos car gados con com ida suficient e para t r es m eses,
Bur ke y Wills agot ar on las pr ovisiones cuando est aban en el desier t o al nor t e de
Menindee. Por t r es veces seguidas fuer on encont r ados y r escat ados por abor ígenes
bien
alim ent ados cuyo hogar
er a aquel desier t o,
y
que at iborr ar on
a
los
ex plor ador es de peces, past eles de helecho y gor das r atas asadas. Per o después
Bur ke dispar ó insensat am ent e su pist ola cont r a uno de los abor ígenes, y t odo el
gr upo huyó. A pesar de su gr an vent aj a sobr e los abor ígenes en cuant o a posesión
de ar m as de fuego con las que cazar, Bur ke y Wills pasar on ham br e, se
der r um bar on y m ur ier on en el plazo de un m es a par t ir de la huida de los
abor ígenes.
La ex per iencia com par t ida con m i esposa en Menindee, y la suer t e de Bur ke y Wills,
m e r ecor dar on las dificult ades que ent r aña la const r ucción de una sociedad hum ana
en Aust ralia. Aust ralia es dist int a de t odos los cont inent es: las diferencias ent re
Eur asia, Áfr ica, Am ér ica del Nor t e y Am ér ica del Sur se desvanecen hast a r esult ar
insignificant es en com par ación con las difer encias que hay ent r e Aust r alia y
cualquier a de esas m asas t err est r es. Aust r alia es, con difer encia, la gran m asa
t errest r e
de
dim ensiones
cont inent ales
m ás
seca,
pequeña,
llana,
infért il,
clim át icam ent e m ás im pr ev isible y biológicam ent e m ás em pobr ecida. Fue la últ im a
en ser ocupada por los europeos;
hasta ese m om ent o había albergado las
sociedades hum anas m ás dist int iv as, y la población hum ana m enos num er osa, de
las gr andes m asas cont inent ales.
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Aust r alia ofr ece, pues, una pr ueba decisiv a para las t eor ías acerca de las difer encias
int ercont inent ales en las sociedades. Tenía el ent orno m ás dist int ivo, y t am bién las
sociedades m ás dist int ivas.
¿Fue lo pr im er o la causa de lo segundo? En caso afir m at iv o, ¿cóm o? Aust ralia es la
gr an m asa t er r est r e por la que debem os com enzar lógicam ent e nuest r a gira
alr ededor del m undo, aplicando las lecciones de las par t es I I y I I I par a com pr ender
las diferent es hist orias de los cont inent es.
* * * *
La m ay or ía de las personas no especializadas dir ían que la caract er íst ica m ás
sobr esalient e de las sociedades indígenas aust r alianas es su apar ent e «atr aso».
Aust r alia es la única m asa t err est r e cont inent al donde, en la época m oder na, t odos
los pueblos aut óct onos seguían viv iendo sin ninguna de las m ar cas dist int iv as de la
llam ada civ ilización, es decir sin agr icult ur a, ganader ía, m et ales, ar cos y flechas,
const r ucciones im por t ant es, aldeas sedent ar ias, escr it ura, j efat uras y est ados. En
cam bio,
los
abor ígenes
aust ralianos
eran
cazador es- r ecolect or es
nóm adas
o
sem inóm adas, organizados en hor das que v iv ían en abr igos o cabañas t em por ales y
dependían aún de út iles de piedr a. En los últ im os 13.000 años se ha acum ulado en
Aust r alia m enos cam bio cult ur al que en ot r as r egiones del m undo. La visión eur opea
dom inant e de los aust r alianos aut óct onos fue tipificada y a por las palabr as de un
ant iguo ex plor ador francés, que escr ibió: «Son las gent es m ás m iserables del
m undo, y los ser es hum anos que m ás se acer can a las best ias salv aj es».
Sin em bar go, hace 40.000 años las sociedades autóctonas aust ralianas disfr ut aban
de una gr an vent aj a de salida sobr e las sociedades de Eur opa y ot r os cont inent es.
Los indígenas austr alianos desar r ollar on algunos de los pr im er os út iles de piedra
conocidos con los bor des pulidos, las pr im er as herr am ient as de piedr a con fust e ( es
decir cabezas de hacha de piedr a m ontadas en m angos) y las em barcaciones m ás
ant iguas, con difer encia, del m undo. Algunas de las pint ur as m ás ant iguas que se
conocen en superficies r ocosas est án en Aust ralia. Seres hum anos anat óm icam ent e
m oder nos podían haber poblado Aust r alia ant es de est ablecer se en Eur opa
occident al. ¿Por qué, a pesar de esa ventaj a de salida, los eur opeos t erm inar on
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conquist ando
Sin
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em bar go,
hace
40.000
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años
las
sociedades
aut óct onas
aust r alianas disfr utaban de una gran vent aj a de salida sobr e las sociedades de
Eur opa y ot r os cont inent es. Los indígenas austr alianos desar rollar on algunos de los
pr im er os
út iles
de
piedr a
conocidos
con
los
bordes
pulidos,
las
pr im eras
her r am ient as de piedr a con fust e ( es decir cabezas de hacha de piedr a m ontadas en
m angos) y las em bar caciones m ás ant iguas, con difer encia, del m undo. Algunas de
las pint ur as m ás ant iguas que se conocen en super ficies r ocosas est án en Aust ralia.
Ser es hum anos anatóm icam ent e m oder nos podían haber poblado Aust ralia ant es de
est ablecer se en Eur opa occident al. ¿Por qué, a pesar de esa vent aj a de salida, los
eur opeos t er m inar on conquist ando Aust ralia, y no a la inver sa?
Ést a pr egunt a encier r a ot ra. Dur ant e los per íodos glaciales del Pleist oceno, cuando
gr an par t e de las aguas de los océanos est aban secuest r adas en placas de hielo
cont inent ales y el nivel del m ar descendió m uy por debaj o de su posición act ual, el
poco pr ofundo m ar de Arafura, que ahora separ a Austr alia de Nuev a Guinea, era
t ier r a baj a y seca. Al fundir se las capas de hielo hace ent r e 12 000 y 8000 años, el
niv el del m ar subió, aquella t ier r a baj a se inundó y el ant iguo cont inent e de la Gr an
Aust ralia se escindió en los dos hem icont inent es de Aust ralia y Nueva Guinea ( fig.
15.1) .
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Figura 15.1 Mapa de la r egión com pr endida ent r e el sur est e de Asia y Aust r alia y
Nueva Guinea. Las líneas continuas indican las costas act uales; las líneas
discont inuas son las cost as durant e el Pleist oceno, cuando el nivel del m ar
descendió por debaj o de su posición act ual; es decir , el borde de las plataform as de
Asia y la Gran Aust r alia. En aquella época, Nueva Guinea y Aust r alia est aban unidas
en la Gran Aust r alia, m ient r as Bor neo, Java, Sum at ra y Taiw án form aban par t e de
Asia cont inent al.
Las sociedades hum anas de est as dos m asas t errest res ant es unidas fueron m uy
difer ent es ent r e sí en la época m oder na. A difer encia de t odo lo que acabam os de
decir sobr e los indígenas austr alianos, la m ay or ía de los poblador es de Nuev a
Guinea, com o el pueblo de Yali, er an agr icult or es y cr iador es de cer dos. Viv ían en
aldeas sedent ar ias y estaban organizados polít icam ent e en t r ibus y no en hor das.
Todos los neoguineanos t enían arcos y flechas, y m uchos ut ilizaban la cerám ica. Los
neoguineanos t endían a poseer viviendas m ucho m ás consist ent es, em barcaciones
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m ás apt as para la navegación y ut ensilios m ás num er osos y v ar iados que los
aust r alianos. Com o consecuencia de ser product or es de alim ent os en vez de
cazador es-r ecolect or es, los neo guineanos v iv ían en densidades de población m ucho
m ás alt as por t ér m ino m edio que los aust r alianos: Nuev a Guinea t iene sólo la
décim a par t e de la super ficie de Aust r alia, per o alber gaba a una población
aut óct ona var ias veces m ayor que la de Aust r alia.
¿Por qué las sociedades hum anas de las m asas t er r est r es m ás ex t ensas der iv adas
de la Gr an Aust ralia del Pleist oceno siguier on siendo t an «at rasadas» en su
desarr ollo, m ient r as que las sociedades de las m asas t er r est r es m ás pequeñas
«av anzar on» con m ucha m ay or r apidez? ¿Por qué t odas aquellas innovaciones de
Nuev a Guinea no se difundier on a Aust ralia, que est á separada de Nuev a Guinea
por sólo 150 km de m ar en el est r echo de Tor r es? Desde la per spect iva de la
ant r opología cult ur al, la dist ancia geogr áfica ent r e Aust r alia y Nueva Guinea es
m enor aún que esos 150 km , por que el est r echo de Tor r es est á salpicado de islas
habit adas por agr icult or es que usan el ar co y la flecha y que se asem ej an
cult uralm ent e a los habit ant es de Nueva Guinea. La isla m ás ext ensa del est recho
de Tor r es dist a sólo unos 15 km de Aust r alia. Los isleños llevaban a cabo un
anim ado com er cio con los indígenas aust ralianos adem ás de con los neoguineanos.
¿Cóm o pudieron m ant enerse dos universos cult urales t an diferent es a un lado y ot ro
de un est r echo de aguas en calm a, de sólo 15 km y sur cado habit ualm ent e por
canoas?
En
com paración
con
los
indígenas
aust ralianos,
los
neoguineanos
est án
consider ados cult ur alm ent e «avanzados». Per o la m ay or ía de los dem ás pueblos
m oder nos consideran «at r asados» a los neo guineanos. Hast a que los eur opeos
com enzar on a colonizar Nuev a Guinea a finales del siglo XI X, los guineanos
desconocían la escr it ur a, dependían de út iles de piedr a y no estaban or ganizados
polít icam ent e en est ados ni ( con algunas excepciones) en j efat uras. Si adm it im os
que los habit ant es de Nuev a Guinea habían «pr ogr esado» hast a super ar a los
abor ígenes aust r alianos, ¿por qué no habían «pr ogr esado» t odav ía t ant o com o
m uchos eur asiát icos, afr icanos e indígenas am ericanos? Así pues, el pueblo de Yali y
sus prim os aust ralianos plant ean un enigm a dent ro de un enigm a.
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Lám ina I , Una m uj er y un niño de las t ierr as bajas cost eras del nor t e de Nueva
Guinea, isla de Siar: ( I r ven DeVore. Ant hro- Phot o) .
Cuando se les pide que ex pliquen la r azón del «at r aso» cult ur al de la sociedad
abor igen austr aliana, m uchos aust r alianos blancos t ienen una r espuest a sencilla:
supuest as deficiencias en los pr opios aborígenes. En cuant o a est r uct ur a facial y
color de la piel, los aborígenes t ienen cier t am ent e un aspect o dist int o de los
eur opeos,
hecho que conduj o a algunos aut or es de finales del siglo XI X a
consider ar los un eslabón per dido entr e los sim ios ant r opoides y los hum anos. ¿De
qué ot r a m aner a se puede ex plicar el hecho de que los colonos ingleses blancos
cr easen una dem ocracia ilust r ada, product or a de alim ent os e indust r ial en sólo unas
décadas de colonización de un t er r it or io cuyos habit ant es, después de m ás de 40
000 años, eran aún cazador es- r ecolect or es que no conocían la escr it ura? Result a
especialm ent e llam at iv o el hecho de que Aust r alia posea algunos de los y acim ient os
de hier r o y alum inio m ás r icos del m undo, así com o r icas r eser v as de cobr e, est año,
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plom o y cinc. ¿Por qué, pues, ignor aban aún los abor ígenes aust r alianos los út iles
de m et al y viv ían en la Edad de Piedr a?
Par ece ést e un ex per im ent o per fect am ent e cont r olado de la ev olución de las
sociedades hum anas. El t er r it or io er a el m ism o; sólo las per sonas eran difer ent es.
Er go, la ex plicación de las difer encias ent r e las sociedades de los austr alianos
aut óct onos y de los aust ralianos eur opeos deben r esidir en las difer encias ent r e las
personas que las com ponen. La lógica que sust ent a est a conclusión racist a parece
convincent e. Verem os, sin em bar go, que cont iene un sencillo err or.
* * * *
Com o pr im er paso para ex am inar est a lógica, ex am inem os los or ígenes de los
pr opios pueblos. Austr alia y Nuev a Guinea fuer on pobladas hace al m enos 40 000
años, en una época en que est aban t odav ía unidas form ando la Gr an Aust ralia. Un
v ist azo a un m apa ( fig. 15.1) sugier e que los colonizador es debier on de par t ir en
últ im a inst ancia del cont inent e m ás cer cano, el sur est e de Asia, pasando de isla en
isla a t r avés del ar chipiélago indonesio. Ést a conclusión est á r espaldada por las
relaciones genét icas ex ist ent es ent re los aust r alianos, neoguineanos y asiát icos
m oder nos, así com o por la super v iv encia en nuest r os días de algunas poblaciones
de apar iencia física un t ant o sem ej ante en Filipinas, la península de Malaca y las
islas Andam án, fr ent e a las cost as de Myanm ar.
Una vez que los colonizador es hubier on llegado a las cost as de la Gr an Austr alia, se
difundieron rápidam ent e por t odo el t errit orio hast a ocupar incluso los rincones m ás
lej anos y los hábit at s m ás inhóspit os. Hace 40.000 años, los fósiles y los út iles de
piedr a at est iguan su pr esencia en el ex t r em o sur occident al de Aust r alia; hace 35
000 años, en el ex t r em o sur or ient al de Aust r alia y en Tasm ania, el r incón m ás
r em ot o de Aust ralia desde la probable cabeza de play a de los colonizador es en el
oest e de Aust r alia o Nueva Guinea ( las zonas m ás cercanas a I ndonesia y Asia) ; y
hace 30.000 años, en las fr ías m ont añas de Nuev a Guinea. A t odas est as zonas
pudo haber se llegado por t ier r a desde una cabeza de play a occident al. Sin em bar go,
la colonización de los ar chipiélagos de Bism ar k y Salom ón, al nor est e de Nueva
Guinea, hace 35 000 años, ex igió ot ras t ravesías m ar inas de decenas de k ilóm et r os.
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La ocupación podr ía haber sido m ás r ápida aún de lo que indica el ar co apar ent e de
las fechas com pr endidas ent r e hace 40.000 y 30.000 años, y a que las div er sas
fechas apenas pr esent an difer encias dent r o del er r or ex per im ent al del m ét odo del
r adiocar bono.
En la época del Pleist oceno, cuando Aust r alia y Nueva Guinea fuer on habit adas por
v ez pr im er a, Asia se ex t endía hacia el est e para incorporar las actuales islas de
Bor neo, Java y Bali, unos 1000 km m ás cer ca de Aust r alia y Nueva Guinea que el
borde act ual del sur est e de Asia. Sin em bar go, al m enos ocho canales de hast a 80
k m de anchura seguían siendo cr uzados par a llegar desde Bor neo o Bali hast a la
Gr an Austr alia del Pleist oceno. Hace 40.000 años, aquellas t r av esías debier on
efect uar se en balsas de bam bú, em bar caciones de baj a t ecnología pero aptas par a
la navegación que siguen usándose en las cost as del sur de China en nuest r os días.
Sin em bar go, las tr av esías debían de ser difíciles, por que después de aquel
descenso inicial de la t ier r a hace 40.000 años, el r egist r o ar queológico no ofr ece
pr ueba concluyent e alguna de la llegada de ot r os ser es hum anos a la Gran Aust r alia
desde Asia dur ant e decenas de m iles de años. La siguient e pr ueba sólida no apar ece
hast a los m ilenios m ás r ecient es, en for m a de apar ición de cerdos de or igen asiát ico
en Nuev a Guinea y per r os de or igen asiát ico en Aust r alia.
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Lám ina 6. Habitant e de la r egión m ont añosa de Nueva Guinea. ( P Mc Lanahan.
Museo Am er icano de Hist oria Nat ural, negativo nº 337549) .
Así pues, las sociedades hum anas de Aust r alia y Nuev a Guinea se desarr ollar on
básicam ent e aisladas de las sociedades asiát icas que las fundar on. Ést e aislam ient o
se r eflej a en las lenguas que se hablan en nuest r os días. Después de aquellos
m ilen ios de aislam ient o, ni las lenguas de los abor ígenes aust ralianos act uales ni el
pr incipal gr upo de lenguas m oder nas de Nuev a Guinea ( las llam adas lenguas
papúas) ex hiben ninguna r elación clar a con las lenguas m oder nas de Asia.
El aislam ient o se r eflej a t am bién en los genes y la ant r opología física. Los est udios
genét icos indican que los abor ígenes aust ralianos y los poblador es de las m ontañas
de Nuev a Guinea son un t ant o m ás par ecidos a los asiát icos m oder nos que a los
pueblos de otros cont inent es, pero la relación no es est recha. En cuant o al
esquelet o y la apar iencia física, los abor ígenes aust r alianos y los neo guineanos son
t am bién difer ent es de la m ayor ía de las poblaciones del sur est e de Asia, com o
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r esult a ev ident e si se com paran fot ogr afías de aust r alianos o neo guineanos con
ot r as de indonesios o chinos. La razón de est as difer encias es, en par t e, que los
colonizador es asiát icos iniciales de la Gr an Aust r alia habían tenido un lar go per íodo
para div er gir de sus pr im os asiát icos que quedar on en est e cont inent e, con sólo
int er cam bios genét icos lim it ados durant e la m ay or par t e de est e per íodo. Per o
pr obablem ent e una r azón m ás im por tant e es que la r aza or iginal del sur est e de Asia
de la que der iv ar on los colonizador es de la Gran Aust r alia fue sust it uida en gr an
m edida por ot ros asiát icos llegados de China.
Los abor ígenes aust ralianos y los habit ant es de Nuev a Guinea t am bién han
div er gido genét ica, física y lingüíst icam ent e ent r e sí. Por ej em plo, ent r e los gr upos
sanguíneos hum anos pr incipales ( det er m inados genét icam ent e) , los gr upos B del
sist em a llam ado ABO y S del sist em a MNS se dan en Nueva Guinea com o en la
m ay or par t e del m undo, per o am bos est án práct icam ent e ausent es en Aust r alia. El
cabello m uy ensor t ij ado de la m ay or ía de los neo guineanos cont r asta con el cabello
liso y ondulado de la m ay or ía de los austr alianos. Las lenguas aust r alianas y las
lenguas de Papúa Nuev a Guinea no guar dan r elación alguna no sólo con las lenguas
asiát icas, sino ent r e sí, a ex cepción de cier t a difusión de v ocabular io en am bas
dir ecciones a t r av és del est r echo de Tor r es.
Toda est a div er gencia ent r e austr alianos y neo guineanos ent r e sí r eflej a el
pr olongado aislam ient o en ent or nos m uy difer ent es. Desde que la elev ación del m ar
de Ar afur a separó finalm ent e Aust r alia y Nuev a Guinea hace unos 10.000 años, el
int er cam bio de genes se ha lim it ado a lev es cont act os a tr av és de la cadena de islas
del
est r echo
de
Tor r es.
Est o
per m it ió
que
las
poblaciones
de
los
dos
hem icont inent es se adapt asen a sus r espect iv os ent or nos. Mient r as que las sabanas
y los m anglares de la zona cost era del sur de Nueva Guinea son m uy parecidos a los
del nort e de Aust ralia, otros hábit at s de los hem icont inent es son diferent es en casi
t odos los aspect os principales.
He aquí algunas difer encias. Nuev a Guinea est á sit uada cer ca del ecuador , m ient r as
que Aust r alia se adent ra en las zonas tem pladas, llegando a casi 40º sur del
ecuador. Nueva Guinea es m ont añosa y sum am ent e accident ada, con alt it udes que
llegan a 5.000 m y glaciar es que coronan las cum br es m ás alt as, m ient r as que
Aust r alia es en su m ayor par t e baj a y llana: el 94 por 100 de su super ficie est á
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sit uada por debaj o de los 600 m de alt it ud. Nuev a Guinea es una de las zonas m ás
húm edas de la Tier r a, y Aust r alia, una de las m ás secas. La m ay or par t e de Nuev a
Guinea r ecibe m ás de 2500 m m de lluvia anualm ent e, y gran par t e de sus t ier r as
alt as r eciben m ás de 5.000 m m , m ient r as que la m ay or par t e de Aust ralia r ecibe
m enos de 500 m m .
Lám ina 7. Abor igen austr aliano del pueblo pint upi, Aust r alia cent r al. ( Richar d Gould,
Museo Am er icano de Hist oria Nat ural, negativo nº 332911) .
El clim a ecuat or ial de Nuev a Guinea pr esent a únicam ent e m oder adas var iaciones de
una est ación a ot r a y de un año a otr o, per o el clim a de Aust r alia es sum am ent e
est acional y var ía de un año a ot ro m ucho m ás que en cualquier ot r o cont inent e. En
consecuencia, Nuev a Guinea est á sur cada por r íos caudalosos per m anent es,
m ient ras que los r íos que fluyen perm anent em ent e en Aust ralia se circunscriben la
m ay or ía de los años al est e del t er r it or io, e incluso el m ayor sist em a pluvial de
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Aust r alia ( el Mur r ay- Dar ling) ha cesado de cor r er dur ant e m eses cuando hay sequía.
La m ay or ía de la super ficie t er r est r e de Nuev a Guinea est á r ev est ida de densos
bosques pluviales, m ient r as que la m ay or par t e de Austr alia sólo alber ga desier t o y
bosque seco abier t o.
Lám ina 8. Abor ígenes aust ralianos de Tier ra de Ar nhem , nor t e de Aust r alia. ( I r ven
DeVore, Ant hro- Phot o) .
Nueva Guinea est á cubier t a de suelo fér t il y j oven, com o consecuencia de la
r eit er ación del av ance y la r et ir ada de los glaciar es y su er osión de las t ier r as alt as,
y el t r anspor t e de grandes cant idades de lim o a las t ier ras baj as por los r íos de
m ont aña.
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Lám ina 9. Muj er aborigen de Tasm ania, uno de los últ im os super vivient es de los
nacidos ant es de la llegada de los eur opeos. ( J. W. Beatt ie, Museo Am er icano de
Hist oria Nat ural, negat ivo 12)
En cam bio, Aust r alia t iene, con diferencia, los suelos m ás ant iguos, m enos fért iles y
m ás despr ovist os de nut r ient es de cualquier cont inent e, debido a la escasa act iv idad
v olcánica de Aust r alia y a su falt a de m ont añas elev adas y glaciar es. A pesar de
t ener sólo la décim a par t e de la super ficie de Aust r alia, Nuev a Guinea alber ga a
aproxim adam ent e
t ant as
especies
de
m am ífer os
y
av es
com o
Aust r alia,
consecuencia de la sit uación ecuat or ial de Nuev a Guinea, la t asa de pr ecipit aciones
m ucho m ás alt a, la m uy super ior gam a de alt it udes y la m ayor fer t ilidad. Todas
est as difer encias am bient ales influyer on en las m uy dist int as hist or ias cult ur ales de
los dos hem icont inent es, que exam inar em os a cont inuación.
La pr oducción de alim ent os m ás ant igua e int ensiv a, y las poblaciones m ás densas,
de la Gran Aust r alia, sur gier on en los valles m ont añosos de Nuev a Guinea a
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alt it udes com pr endidas ent r e los 1.200 y los 3.000 m sobr e el niv el del m ar . Las
ex cav aciones ar queológicas han descubier t o com plej os sist em as de zanjas de
dr enaj e que se r em ontan a hace 9.000 años y que se generalizar on hace 6000
años, así com o t er razas que ser v ían para conser v ar la hum edad del suelo en las
zonas m ás secas. Los sist em as de zanjas eran sem ej ant es a los que se usan aún en
nuest r os días en las m ont añas para dr enar las zonas pant anosas con el fin de
ut ilizarlas com o huert o. Los análisis de polen at est iguan, hace unos 5000 años, una
defor est ación gener alizada de los valles m ont añosos, que sugier e la t ala de bosques
para la agr icult ur a.
Hoy en día, los cult ivos básicos de la agr icult ur a de m ont aña son la r ecient em ent e
int r oducida batat a, j unt o con el t ar o, las bananas, los ñam es, la caña de azúcar , los
t allos de hier bas com est ibles y v ar ias ver dur as de hoja gr ande. Dado que el t ar o,
las bananas y los ñam es son or iginar ios del sur est e de Asia, escenar io indudable de
aclim at ación de plant as, solía suponer se que los cult iv os de las t ier r as alt as de
Nuev a Guinea dist int os de la bat at a procedían de Asia. Sin em bar go, se com pr obó
finalm ent e que los ant epasados silv est r es de la caña de azúcar , las ver dur as de hoj a
gr ande y los t allos de hier bas com est ibles son especies de Nuev a Guinea, que el
t ipo concr et o de banana que se cult iv a en Nuev a Guinea t iene ant epasados
silvest r es neo guineanos y no asiát icos, y que el t ar o y algunos ñam es son
or iginar ios de Nuev a Guinea adem ás de ser lo de Asia. Si la agr icult ur a de Nuev a
Guinea hubier a t enido r ealm ent e or ígenes asiát icos, cabr ía esper ar encont rar
cult iv os de m ont aña der iv ados inequív ocam ent e de Asia, per o no los hay . Por est as
r azones, se adm it e gener alm ent e en nuest r os días que la agr icult ur a sur gió de
m anera aut óct ona en las t ier r as alt as de Nuev a Guinea m ediant e la aclim at ación de
especies veget ales silvest r es de la pr opia Nuev a Guinea.
De est e m odo, Nueva Guinea se une al Crecient e Fért il, China y algunas ot r as
r egiones com o uno de los cent r os m undiales de or igen independient e de la
aclim at ación de plant as. En los yacim ient os arqueológicos no se ha conser v ado
r est o alguno de plant as que se cult iv asen r ealm ent e en las t ier r as alt as hace 6000
años. Sin em bar go, est o no debe sor pr ender nos, por que los cult iv os básicos de las
t ier r as alt as en la época m oder na son especies veget ales que no dej an r est os
ar queológicam ent e v isibles salv o en condiciones ex cepcionales. De ahí que par ezca
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pr obable que algunos de ellos fuer an los cult iv os fundador es de la agr icult ur a de
m ont aña, sobr e t odo si t enem os en cuent a que los sist em as de dr enaj e de la
ant igüedad que se han conser v ado son m uy sem ej antes a los sist em as de dr enaj e
m oder nos que se ut ilizan para cult iv ar el t ar o.
Los t r es elem ent os inequív ocam ent e for áneos de la pr oducción de alim ent os de las
t ier r as alt as de Nuev a Guinea eran la gallina, el cer do y la batat a, t al com o los
v ier on
los
pr im er os
ex plor ador es
eur opeos.
La
gallina
y
el
cer do
fuer on
dom est icados en el sur est e de Asia e int r oducidos en Nueva Guinea y en la m ayor ía
de las islas de Oceanía hace unos 3.600 años por los aust r oindonesios, pueblo
or iginar io en últ im a inst ancia del sur de China del que nos ocupar em os en el
capít ulo 17. ( El cer do podr ía haber llegado ant es) . Por lo que se r efier e a la bat at a,
or iginar ia de Am ér ica del Sur , apar ent em ent e no llegó hast a Nuev a Guinea hast a los
últ im os siglos, t r as su int r oducción en Filipinas por los españoles. Una v ez asent ada
en Nuev a Guinea, la bat at a super ó al t ar o com o pr incipal cult iv o de las t ier r as alt as,
debido al m enor t iem po necesar io para m adur ar , su m ay or r endim ient o por
hect ár ea y su m ayor t oler ancia de los suelos pobr es.
El
desar r ollo
de
la
agr icult ur a
de
m ont aña
de
Nuev a
Guinea
debió
de
desencadenar se por una gr an ex plosión dem ogr áfica hace m iles de años, ya que las
t ier r as alt as sólo podían albergar densidades de población m uy baj as de cazador esr ecolect or es t r as el ex t er m inio de la m egafauna y los m ar supiales gigant es
or iginales de Nuev a Guinea. La llegada de la batat a desencadenó una nuev a
ex plosión en los últ im os siglos. Cuando los pr im er os eur opeos llegar on a las t ier ras
alt as, en el decenio de 1930, se quedaron at ónit os al ver a sus pies un paisaj e
sem ej ante al de Holanda. Am plios valles t ot alm ent e defor est ados y salpicados de
aldeas y cam pos dr enados y v allados para la pr oducción int ensiv a de alim ent os
cubr ían t odos los fondos de aquéllos. Aquél paisaj e at est igua la densidad de
población que los agr icult or es provist os de út iles de piedr a alcanzar on en las t ier ras
alt as.
El t er r eno escar pado, el per sist ent e m ant o de nubes, la m alar ia y el r iesgo de
inundación en alt it udes m ás baj as lim it an la agr icult ura de m ontaña en Nueva
Guinea a alt it udes super ior es a unos 1.200 m et r os. En r ealidad, las t ier r as alt as de
Nuev a Guinea son una isla de densas poblaciones agr ícolas que m iran al cielo y que
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est án r odeadas por debaj o de un m ar de nubes. Los habit ant es de las t ier r as baj as
de Nuev a Guinea, en las costas y or illas de los r íos, son aldeanos que t ienen gr an
dependencia del pescado, m ient r as que los que viven en t er r enos secos lej os de la
cost a y los r íos subsist en con densidades baj as m ediant e la agr icult ur a de r oza e
incendio basada en las bananas y los ñam es, com plem ent adas por la caza y la
r ecolección. En cam bio, os habit ant es de las zonas pant anosas de las t ier r as baj as
de Nuev a Guinea v iv en com o cazador es- r ecolect or es nóm adas dependient es de la
m édula feculent a de las palm as de sagú silv estr es, que son m uy pr oduct iv as y
pr opor cionan t r es v eces m ás calor ías por hor a de tr abaj o que la hor t icult ur a. Las
zonas pantanosas de Nuev a Guinea ofr ecen, pues, un clar o ej em plo de ent or no en
el que sus habit ant es siguier on siendo cazador es- r ecolect or es por que la agr icult ur a
no podía com pet ir con la for m a de v ida basada en la caza y la r ecolección.
Los consum idor es de sagú que cont inúan v iv iendo en las zonas pantanosas de las
t ier r as baj as ilust r an la organización en hor das de los cazador es-r ecolect or es
nóm adas que en ot r os t iem pos caract er izaba a t odos los habit ant es de Nuev a
Guinea. Por t odas las r azones que hem os ex am inado en los capít ulos 13 y 14, los
agr icult or es y los pueblos pescador es fuer on los únicos que desar r ollar on t ecnología,
sociedades y or ganización polít ica m ás com plej as. Viv en en aldeas per m anent es y
en sociedades t r ibales, a m enudo dir igidas por un «hom br e gr ande». Algunos de
ellos
const r uyen
gr andes
casas
cer em oniales
com plej am ent e
decoradas.
Su
ex t r aordinar io ar t e, en for m a de est at uas y m áscaras de m ader a, es m uy apr eciado
en los m useos de t odo el m undo.
* * * *
Así pues, Nuev a Guinea pasó a for m ar par te de la Gr an Aust ralia con la t ecnología,
la or ganización polít ica y social y el ar t e m ás av anzados. Sin em bargo, desde una
per spect iv a
est adounidense
o
eur opea
ur bana,
Nuev a
Guinea
sigue
siendo
«pr im it iv a» en vez de «av anzada». ¿Por qué los habit ant es de Nuev a Guinea
cont inuar on usando út iles de piedr a en vez de desarr ollar út iles de m et al, siguier on
sin conocer la escrit ura y no se organizaron en j efat uras y est ados? Result a que
Nuev a Guinea t enía en su cont r a var ias desv ent aj as biológicas y geogr áficas.
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En prim er lugar , aunque la pr oducción de alim ent os aut óct ona surgió efect ivam ent e
en las t ier r as alt as de Nuev a Guinea, v im os en el capít ulo 8 que su pr oducción de
pr ot eínas er a escasa. Los com ponent es básicos de la diet a er an t ubér culos de baj o
cont enido
en
pr ot eínas,
y
la
pr oducción
de
las
únicas
especies
anim ales
dom est icadas ( el cer do y la gallina) er a dem asiado baj a com o para efect uar una
cont r ibución im por t ant e al pr esupuest o prot eínico de la población. Dado que ni el
cer do ni la gallina pueden ser apr ovechados para t ir ar de car r os, los habit ant es de
las t ier r as alt as cont inuar on car eciendo de ener gía dist int a de la pr oducida por el
m úsculo hum ano, y t am poco desarr ollar on enfer m edades epidém icas par a r et ener a
los invasor es eur opeos ev ent uales. Una segunda r est r icción sobr e el t am año de la
población en las t ier r as alt as er a la lim it ación de la super ficie disponible: en las
t ierr as alt as de Nueva Guinea sólo hay unos cuant os valles ext ensos, especialm ent e
los de Wahgi y Baliem , capaces de alber gar poblaciones densas. Una t er cera
lim it ación er a la r ealidad de que la zona de m edia m ont aña com pr endida ent r e los
1.200 y los 3.000 m er a la única zona de alt it ud de Nueva Guinea apt a para la
pr oducción int ensiv a de alim ent os. No había pr oducción de alim ent os de ningún t ipo
en los hábit at s alpinos de Nuev a Guinea sit uados por encim a de los 3000 m , er a
escasa en las laderas ent r e los 1200 y los 300 m y sólo había agr icult ur a de roza e
incendio de baj a densidad en las t ier ras baj as. Así pues, los int er cam bios
económ icos de alim ent os en gr an escala ent r e com unidades de difer ent es alt it udes
especializadas
en
difer ent es
t ipos
de
pr oducción
de
alim ent os
nunca
se
desarr ollar on en Nuev a Guinea. Est os int er cam bios en los Andes, los Alpes y el
Him alay a no sólo per m it ier on incr em ent ar la densidad de población en esas zonas,
al pr opor cionar a la población de t odas las alt it udes una diet a m ás equilibr ada, sino
que t am bién pr om ovió la int egr ación económ ica y polít ica r egional.
Por todas est as razones, la población de la Nuev a Guinea t radicional nunca super ó
el m illón de habit ant es hast a que los gobier nos coloniales eur opeos llev ar on la
m edicina occident al al t ér m ino de la guerr a int er t r ibal. De los apr oxim adam ent e
nuev e cent r os m undiales de or igen de la agr icult ur a de los que nos hem os ocupado
en el capít ulo 5, Nueva Guinea siguió siendo el que t uv o la población m ás pequeña,
con difer encia. Con sólo un m illón de per sonas, Nuev a Guinea no podía desarr ollar
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la t ecnología, la escr it ur a y los sist em as polít icos que sur gier on en las poblaciones
de decenas de m illones de China, el Crecient e Fért il, los Andes y Mesoam ér ica.
La población de Nueva Guinea es no sólo pequeña en t érm inos absolut os, sino que
t am bién est á fr agm ent ada en m iles de m icr o poblaciones debido a lo accident ado
del t er r eno: los pant anos en gr an par t e de las t ier r as bajas, las escarpadas
m ont añas y los est r echos desfilader os se alt er nan en las t ier r as alt as, y la densa
j ungla env uelv e t ant o las t ier r as alt as com o las baj as. Cuando r ealizo ex plor ación
biológica en Nueva Guinea, con equipos de neo guineanos com o asist entes de
cam po, consider o un avance ex celent e 5 k m al día, aun cuando nos desplacem os
por cam inos exist ent es. La m ayoría de los m ont añeses de la Nueva Guinea
t r adicional nunca se alej an m ás de 15 k m de su t er r it or io dur ant e su v ida.
Ést as dificult ades del t er r eno, unidas al est ado de guer r a int er m it ent e que
caract er izó las r elaciones ent r e las hor das o aldeas de Nuev a Guinea, ex plican la
fr agm ent ación lingüíst ica, cult ur al y polít ica de la Nuev a Guinea t r adicional. En
Nuev a Guinea se da, con difer encia, la concent r ación m ás alt a de lenguas del
m undo: 1.000 de las 6.000 lenguas del m undo, em but idas en una super ficie sólo
liger am ent e m ay or que la del Est ado de Tex as, y div idida en decenas de fam ilias
lingüíst icas y lenguas aisladas t an difer ent es ent r e sí com o el inglés del chino. Casi
la m it ad de las lenguas de Nueva Guinea tienen m enos de 500 hablant es; incluso
los m ayores grupos lingüíst icos ( con sólo 100.000 hablant es, sin em bargo) se
fragm ent aron polít icam ent e en cient os de aldeas y luchar on ent re sí con idént ica
fer ocidad a com o lo hacían con hablant es de ot r as lenguas. Cada una de est as
m icr osociedades por sí sola er a dem asiado pequeña com o para m ant ener j efes y
ar t esanos especializados, o para desar r ollar la m et alur gia y la escr it ur a.
Adem ás de la población pequeña y fr agm ent ada, la otr a lim it ación par a el desar r ollo
en Nuev a Guinea er a el aislam ient o geográfico, que r est r ingía la ent r ada de
t ecnología e ideas de ot ros lugar es. Los t r es vecinos de Nuev a Guinea est án
separados de ést a por el m ar , y hasta hace unos m iles de años er an m enos
av anzados incluso que Nuev a Guinea ( especialm ent e que las t ier r as alt as de Nuev a
Guinea) en t ecnología y pr oducción de alim ent os. De est os t res v ecinos, los
abor ígenes aust ralianos siguier on siendo cazador es- r ecolect or es con pr áct icam ent e
nada que ofr ecer a los neo guineanos que ést os no posey er an ya. El segundo vecino
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de Nuev a Guinea er an las islas m ucho m ás pequeñas de los ar chipiélagos de
Bism arck y Salom ón hacia el est e. De est e m odo, el t ercer vecino de Nueva Guinea
er an las islas del est e de I ndonesia. Per o t am bién est a zona siguió siendo un
páram o cult ur al ocupado por cazador es- r ecolect or es durant e la m ay or par t e de su
hist or ia. No hay ningún obj et o que pueda ident ificar se com o llegado a Nuev a Guinea
a t r avés de I ndonesia, t r as la colonización inicial de Nueva Guinea hace m ás de
40.000 años, hasta la época de la expansión aust r o- indonesia hacia 1.600 a.C.
Con aquella ex pansión, I ndonesia quedó poblada por pr oductor es de alim ent os de
or igen asiát ico, que poseían anim ales dom ést icos, agr icult ur a y t ecnología al m enos
t an com plej a com o Nuev a Guinea, y con conocim ient os de navegación que sir v ier on
de conduct o m ucho m ás eficient e par a t rasladar se de Asia hacia Nuev a Guinea. Los
aust r oindonesios se establecier on en las islas sit uadas al oest e, nor t e y est e de
Nueva Guinea, y en su ext r em o occident al y en las cost as del nor t e y el sur est e. Los
aust r oindonesios int r oduj er on la cerám ica, la gallina y pr obablem ent e el per r o y el
cer do en Nuev a Guinea. ( Los pr im eros est udios arqueológicos afir m aban el hallazgo
de huesos de cerdo en las t ier r as alt as de Nuev a Guinea en 4.000 a.C., per o est as
afir m aciones no han sido confir m adas) . Dur ant e al m enos los últ im os m il años, el
com ercio conect ó Nueva Guinea con las sociedades t ecnológicam ent e m ucho m ás
av anzadas de Java y China. A cam bio de ex por t ar plum as del av e del par aíso y
especias, Nuev a Guinea r ecibía pr oduct os del sur est e de Asia, incluidos algunos t an
luj osos com o los t am bor es de br once de Dong Son y la por celana china.
Con
el t iem po,
la ex pansión
aust r o- indonesia habr ía t enido sin
duda m ás
r eper cusión en Nuev a Guinea. La par t e occident al de Nuev a Guinea se habr ía
incorporado finalm ent e en el t erreno político a los sult anat os del est e de I ndonesia,
y los út iles de m et al podr ían haber se difundido a t rav és del est e de I ndonesia hasta
Nueva Guinea. Pero eso no había sucedido en 1511, año en que los port ugueses
llegar on a las Molucas y t r uncar on la cadena de acont ecim ient os independient e de
I ndonesia. Cuando los eur opeos llegar on a Nuev a Guinea poco después, sus
habit ant es viv ían aún en hor das o en pequeñas aldeas fer ozm ent e independient es,
y seguían usando út iles de piedr a.
* * * *
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Aunque el hem icont inent e de Nueva Guinea de la Gran Aust ralia desarrolló, pues,
t ant o la ganader ía com o la agr icult ur a, el hem icont inent e aust r aliano no desar r olló
ni una ni ot r a. Durant e los per íodos glaciales Aust r alia había alber gado m ás grandes
m ar supiales aún que Nuev a Guinea, incluidos dipr odont es ( el m ar supial equiv alent e
a la v aca y el r inocer ont e) , cangur os gigantes y uom bat s gigant es. Per o t odos est os
candidatos m arsupiales a la cr ía de anim ales desapar ecier on en la oleada de
ex t inciones ( o ex t er m inaciones) que acom pañar on a la colonización hum ana de
Aust r alia. De est e m odo, Aust r alia quedó, al igual que Nuev a Guinea, sin m am ífer os
aut óct onos dom est icables. El único m am ífer o for áneo dom est icado que se adopt ó en
Aust r alia fue el per r o, que llegó de Asia ( pr esum iblem ent e en canoas aust r onesias)
hacia 1500 a.C. y se estableció en liber t ad en Aust r alia par a conv er t ir se en el dingo.
Los indígenas austr alianos t enían dingos caut iv os com o com pañer os, per r os
guardianes, e incluso llegar on a ut ilizar los com o m ant as v iv ient es, dando or igen a la
ex pr esión de la lengua inglesa «noche de cinco per r os» par a significar una noche
m uy fr ía. Per o no usar on al dingo/ per r o com o alim ent o, com o hacían los polinesios,
ni com o ay udant e para la caza de anim ales salv aj es, com o los habit ant es de Nuev a
Guinea.
La agr icult ur a t am poco est uvo pr esent e en Aust r alia, que es no sólo la gr an m asa
t errest r e m ás seca, sino t am bién la que t iene los suelos m enos fért iles. Aust ralia es
ex cepcional, adem ás, por cuant o la abr um adora influencia del clim a sobr e la m ay or
par t e del t er r it or io es un ciclo ir r egular no anual, la ENSO ( oscilación m er idional de
El Niño) , en vez de v er el ciclo anual r egular de las estaciones que r esult a t an
fam iliar en la m ay or par t e del m undo. Las im pr ev isibles sequías dur an años,
salpicadas de lluvias t or r enciales e inundaciones igualm ent e im pr evisibles. I ncluso
en nuest ros días, cuando se dispone de cult ivos eurasiát icos y de cam iones y t renes
para t ranspor t ar las cosechas y los anim ales, la pr oducción de alim ent os en
Aust r alia sigue siendo una act iv idad ar r iesgada. Los r ebaños y las m anadas cr ecen
en los años pr opicios, para desapar ecer debido a la sequía. Cualquier agr icult or
incipient e en la Aust r alia abor igen debió de enfr ent ar se a ciclos sem ej antes en sus
pr opias poblaciones. Si en los años buenos se habían asent ado en aldeas, cult iv ado
plant as y pr oducido niños, aquellas gr andes poblaciones habr ían pasado ham br e y
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habr ían m uer t o en los años de sequía, cuando la t ier r a podía sost ener a un núm ero
m uy infer ior de per sonas.
El ot r o obst áculo im por tant e par a el desar r ollo de la pr oducción de alim ent os en
Aust r alia er a la escasez de plant as silv estr es cult iv ables. I ncluso los ex per t os en
genét ica veget al de la Eur opa m oder na han sido incapaces de desar r ollar cult iv o
alguno a ex cepción de las nueces de m acadam ia a par t ir de la flor a silv est r e
aut óct ona de Aust r alia. La list a de los posibles cer eales apr eciados del m undo —las
56 especies de gr am ináceas silv est r es que pr oducen los gr anos m ás pesados—
incluye únicam ent e dos especies aust r alian as, am bas sit uadas en los puest os m enos
dest acados de la list a ( el gr ano sólo pesa 13 m g, en com par ación con los 40 m g de
los gr anos m ás pesados de otras par t es del m undo) . No quier e decir est o que
Aust r alia car ecier a por com plet o de posibles cult ivos, ni que los abor ígenes
aust r alianos nunca desarrollasen una producción de alim ent os aut óct ona. Algunas
plant as, com o cier t as especies de ñam es, t ar o y m ar ant a o ar r ur uz, se cult iv an en
el sur de Nueva Guinea aunque t am bién cr ecen silv est r es en el nor t e de Aust r alia y
er an r ecolect adas por los abor ígenes de est a zona. Com o ver em os, los abor ígenes
de las zonas clim át icam ent e m ás fav or ables de Aust r alia ev olucionaban en una
dir ección que podía haber culm inado en la pr oducción de alim ent os. Per o toda
pr oducción de alim ent os que sur gier a de for m a aut óct ona en Aust r alia est uvo
lim it ada por la falt a de anim ales dom est icables, la pobr eza de las plant as cult iv ables
y las dificu lt ades de los suelos y el clim a.
El nom adism o, la form a de vida de los cazador es-r ecolect or es, y la m ínim a inver sión
en r efugio y posesiones fuer on adaptaciones acer t adas a la im pr ev isibilidad de
r ecur sos de Aust r alia im pulsada por la ENSO. Cuando las condiciones locales se
det er ior aban, los abor ígenes se lim it aban a t r asladar se a una zona donde ellas
fuer an t em por alm ent e m ej or es. En v ez de depender de sólo algunos cult iv os que
podían fallar , r eduj eron al m ínim o el r iesgo desarr ollando una econom ía basada en
gr an var iedad de alim ent os silv estr es, no t odos los cuales t enían probabilidades de
fallar sim ult áneam ent e. En vez de t ener poblaciones fluct uant es que periódicam ent e
super aban a sus r ecur sos y m or ían de ham br e, m antuvier on poblaciones m ás
pequeñas que disfr ut aban de abundancia de alim ent os en los años buenos y de
suficiencia en los m alos.
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El sust it ut o de los abor ígenes aust ralianos par a la pr oducción de alim ent os ha
r ecibido el nom br e de «agr icult ur a de la antor cha».
Los abor ígenes m odificar on y gest ionar on el paisaj e cir cundant e de t al m odo que
aum ent aron su pr oducción de plant as y anim ales com est ibles sin r ecur r ir al cult iv o.
En par t icular , quem aban adr ede gran par t e del t er r it or io per iódicam ent e. Est o t enía
v ar ios fines: los incendios ex pulsaban a los anim ales que podían ser m at ados y
com idos inm ediatam ent e; los incendios conver t ían espesos m at or r ales en praderas
abier t as por las que la gent e podía desplazar se con m ás facilidad; las pr ader as
t am bién er an un hábit at ideal par a el canguro, pr incipal anim al de caza de
Aust r alia; y los incendios est im ulaban el cr ecim ient o de nuev as hier bas que ser v ían
de alim ent o a los cangur os y de raíces de helechos de los que se alim ent aban los
pr opios abor ígenes.
Pensam os en los abor ígenes austr alianos com o en un pueblo del desier t o, per o la
m ay or ía de ellos no lo er an. Por el contr ar io, su densidad de población var iaba con
la lluvia ( por que cont r ola la pr oducción de alim ent os veget ales y anim ales silvest r es
t er r est r es) y con la abundancia de alim ent os acuát icos en el m ar , los r íos y los
lagos. Las densidades de población m ás alt as de los abor ígenes est aban en las
r egiones m ás húm edas y pr oduct iv as de Aust r alia: el sist em a fluv ial del Mur r ayDar ling el sur est e, las cost as del est e y el nor t e y el ext r em o suroccident al. Ést as
zonas sir v ier on después par a alber gar las m ayor es densidades de población de
colonizador es eur opeos en la Aust r alia m oder na. La r azón por la que pensam os en
los abor ígenes com o un pueblo del desiert o es sim plem ent e que los eur opeos los
m at ar on o los ex pulsar on de la m ay or par t e de las zonas deseables, dej ando las
últ im as poblaciones abor ígenes int act as únicam ent e en zonas que los eur opeos no
deseaban.
En los últ im os 5.000 años, algunas de est as r egiones pr oduct iv as fuer on t est igos de
una int ensificación de los m ét odos de r ecolección de alim ent os de los abor ígenes y
del aum ent o de la densidad de población abor igen. En Aust r alia or ient al se
desarr ollar on t écnicas par a hacer com est ibles las En los últ im os 5.000 años, algunas
de est as r egiones pr oduct iv as fuer on t est igos de una int ensificación de los m ét odos
de r ecolección de alim ent os de los abor ígenes y del aum ent o de la densidad de
población abor igen. En Aust r alia or ient al se desar r ollar on t écnicas par a hacer
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com est ibles las abundant es y opulent as, aunque ext rem adam ent e venenosas,
sem illas de cycad, m ediant e la ex t r acción o fer m entación del v eneno. Las t ier ras
alt as ant es no ex plot adas del sur est e de Aust r alia com enzar on a ser v isit adas
r egular m ent e en ver ano por abor ígenes que se r ecr eaban la v ist a no sólo con las
nueces de cycad y los ñam es, sino tam bién con gr andes cant idades de una polilla
m igr at or ia llam ada bogong en hiber nación, que cuando se t uest a t iene el sabor de
una cast aña asada. Ot r o t ipo de act iv idad de r ecolección de alim ent os int ensificada
que se desar r olló fue la pesca de anguilas de agua dulce en el sist em a fluv ial del
Mur ray - Dar ling, donde el niv el de agua en las m ar ism as fluct úa con las lluvias
est acionales. Los abor ígenes aust r alianos const r uyer on com plej os sist em as de
canales de m ás de 2 km de longit ud, para que las anguilas pudier an ex t ender su
t er r it or io de una m ar ism a a ot r a. Las anguilas se capt uraban m ediant e encañizadas
igualm ent e com plej as, tr am pas colocadas en canales lat er ales sin salida y m ur os de
piedr a en los canales con una r ed colocada en una aber t ur a del m ur o. Las tr am pas
colocadas en difer ent es niv eles en la m ar ism a ent r aban en funcionam ient o a m edida
que el niv el del agua subía o baj aba. Aunque la const r ucción inicial de est as
«piscifact or ías» debió de suponer m ucho t r abaj o, las m ism as podían alim ent ar
ent onces a m uchas per sonas. Obser vadores eur opeos del siglo XI X encont r aron
aldeas de una decena de casas abor ígenes en las ex plot aciones de anguilas, y hay
r est os ar queológicos de aldeas de hasta 146 casas de piedr a que suponen
poblaciones r esident es, al m enos est acionalm ent e, de cent enar es de per sonas.
Ot r o avance en el est e y el nor t e de Aust r alia fue la cosecha de sem illas de un m ij o
silvest r e, pert enecient e ai m ism o género que el Sor ghum bicolor, que era uno de los
pilar es de la pr im it iv a agr icult ur a china. El m ij o se segaba con hoces de piedr a, se
apilaba en alm iar es y se t r illaba para obt ener las sem illas, que después eran
alm acenadas en bolsas de piel o plat os de m ader a y finalm ent e se t r it ur aban con
m uelas. Var ios ut ensilios em pleados en est e pr oceso, com o las hoces de piedr a y las
piedr as
de
m oler ,
er an
sem ej ant es
a
las
her r am ient as
invent adas
independient em ent e en el Cr ecient e Fér t il par a pr ocesar las sem illas y ot r as hier bas
silv est r es. De t odos los m ét odos de adquisición de alim ent os de los abor ígenes, la
cosecha del m ij o es quizá el que con m ás probabilidades ev olucionó finalm ent e
hacia la pr oducción de cult iv os.
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Junt o con la pr oducción de alim ent os int ensificada en los ú lt im os 5.000 años
llegar on nuev os t ipos de her ram ient as. Las pequeñas hoj as y puntas de piedr a
pr opor cionaban una ext ensión m ayor del filo por unidad de peso de la her r am ient a
que los gr andes út iles de piedr a a los que sust it uy er on. Las hachas con filos de
piedr a pulim ent ada, que ant es sólo est aban pr esent es en ám bit os locales en
Aust r alia, se gener alizar on. Los anzuelos de concha apar ecier on en los últ im os m il
años.
* * * *
¿Por
qué
Aust r alia
no
desar r olló
út iles
de
m et al,
escr it ur a
y
sociedades
polít icam ent e com plej as? Una r azón fundam ent al es que los abor ígenes siguier on
siendo cazador es- r ecolect or es, m ient r as que, com o vim os en los capít ulos 12 a 14,
est os avances sur gier on en otr os puntos únicam ent e en sociedades m uy pobladas y
económ icam ent e especializadas de pr oductor es de alim ent os. Adem ás, la ar idez, la
infer t ilidad y la im pr ev isibilidad clim át ica de Aust r alia lim it ar on su población de
cazador es-r ecolect or es a sólo unos cient os de m iles de per sonas. En com paración
con las decenas de m illones de per sonas de China o Mesoam ér ica, est o significó que
Aust ralia t enía un núm ero m uy infer ior de invent ores en pot encia, y m uchas m enos
sociedades par a ex per im ent ar con la adopción de innovaciones. Sus v ar ios cient os
de m iles de per sonas t am poco est aban organizadas en sociedades de int er acción
est r echa. La Austr alia abor igen est aba form ada, en cam bio, por un m ar de desier t o
escasam ent e poblado que separ aba var ias «islas» ecológicas m ás pr oduct iv as, cada
una de las cuales alber gaba únicam ent e a una pequeña par t e de la población del
t er r it or io y tenía unas int er acciones at enuadas debido a la dist ancia que se
int er ponía. I ncluso dent r o de la par t e or ient al de Aust r alia, r elat iv am ent e húm eda y
pr oduct iv a, los int er cam bios ent r e sociedades est aban lim it ados por los 3000 km
que separ aban los bosques pluviales t r opicales de Queensland en el nor est e y los
bosques fluviales t em plados de Vict or ia, en el sur est e, una dist ancia geogr áfica y
ecológica t an grande com o la que separ a Los Ángeles de Alaska.
Algunas r egr esiones r egionales o cont inent ales apar ent es de la t ecnología en
Aust ralia pueden t ener su or igen en el aislam ient o y en el núm ero relat ivam ent e
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escaso de habit ant es de sus cent ros de población. El bum er án, ar m a aust raliana por
ex celencia, fue abandonado en la península del cabo Yor k, en el nor est e de
Aust r alia. Cuando fueron encont rados por los eur opeos, los abor ígenes del suroest e
de Aust r alia no com ían cr ustáceos. La función de las pequeñas puntas de piedra que
apar ecen en los yacim ient os ar queológicos aust ralianos de hace unos 5000 años
sigue siendo incier t a: aunque una ex plicación fácil es que podían haber se ut ilizado
com o punt as y dient es de lanza, son sospechosam ent e par ecidas a las puntas y los
dient es de piedr a ut ilizados en las flechas de ot ras par t es del m undo. Si de verdad
se usaban así, el m ist er io del ar co y la flecha pr esent es en la Nueva Guinea
m oder na per o ausent es en Aust r alia podr ía acr ecent ar se: tales, el ar co y la flecha,
fuer on adoptados r ealm ent e dur ant e algún t iem po, siendo después abandonados,
en Aust r alia. Todos est os ej em plos nos recuer dan el abandono de las arm as de
fuego en Japón, del ar co y la flecha y la cer ám ica en la m ay or par t e de Polinesia, y
de ot r as t ecnologías en ot ras sociedades aisladas ( capít ulo 13) .
Las pérdidas de t ecnología m ás ex t r em as en la r egión aust raliana t uv ier on lugar en
la isla de Tasm ania, sit uada a 200 km de la cost a sur or ient al de Aust r alia. En el
Pleist oceno, cuando el niv el del m ar era baj o, el poco pr ofundo est r echo de Bass
que hoy separ a Tasm ania de Aust r alia er a t ier r a fir m e, y los pueblos que habit aban
Tasm ania for m aban par t e de la población hum ana dist r ibuida sin solución de
cont inuidad por un cont inent e aust r aliano am pliado. Cuando el est recho quedó
inundado finalm ent e hace unos 10.000 años, los t asm anos y los aust r alianos de
t ier r a fir m e quedar on separ ados por que ninguno de los dos gr upos poseía
em barcaciones capaces de navegar por el est r echo de Bass. Post er ior m ent e, la
población de 4.000 cazador es- r ecolect or es de Tasm ania cont inuó sin t ener cont act o
con los dem ás ser es hum anos de la Tier r a, viv iendo en un aislam ient o que por lo
dem ás sólo conocem os m erced a las novelas de ciencia- ficción.
Cuando fueron encont rados finalm ent e por los europeos en 1642, los t asm anos
t enían la cult ur a m at er ial m ás sencilla de cualquier pueblo del m undo m oder no. Al
igual que los abor ígenes de Aust ralia, eran cazador es-r ecolect or es sin út iles de
m et al. Per o t am bién car ecían de m uchas t ecnologías y ar t efact os cuyo uso era
gener alizado en Aust r alia, incluidos los ar pones con dient es, los út iles de hueso de
cualquier t ipo, el bum erán, los út iles de piedr a pulida o pulim ent ada, los út iles de
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piedr a pr ovist os de fust e, los anzuelos, las r edes, las lanzas con dient es, las
t r am pas y las práct icas de capt ura y consum o de peces, la cost ur a y la t écnica par a
encender fuego. Algunas de est as t ecnologías pudier on haber llegado o haber sido
invent adas en la Austr alia cont inent al sólo después del aislam ient o de Tasm ania, en
cuy o caso podem os llegar a la conclusión de que la pequeña población de Tasm ania
no invent ó independient em ent e est as t ecnologías por sí m ism a. Algunas ot r as de
est as t ecnologías fuer on llev adas a Tasm ania cuando est e t er r it or io aún for m aba
par t e del cont inent e aust r aliano, y después se perdier on en el aislam ient o cult ur al
de Tasm ania.
Por
ej em plo,
el r egist r o arqueológico t asm ano docum ent a la
desapar ición de la pesca, así com o del punzón, la aguj a y ot r os út iles de hueso,
hacia 1.500 a.C. Al m enos en tr es islas sem ej antes ( Flinder s, Kangar oo y King) , que
quedar on aisladas de Aust r alia o Tasm ania por la elev ación del nivel del m ar hace
unos 10 000 años, las poblaciones hum anas, que inicialm ent e debían de ser de
ent r e 200 y 400 per sonas, desapar ecier on por com plet o.
Tasm ania y esas t r es islas m enor es ilust r an, pues, de for m a ex t r em a una conclusión
de significación pot encial am plia par a la hist or ia univ er sal. Las poblaciones hum anas
de sólo unos cient os de per sonas no pudier on sobr ev iv ir indefinidam ent e en
com plet o aislam ient o. Una población de 4.000 per sonas pudo sobr ev iv ir dur ant e
10.000 años, per o con im por t ant es pér didas cult ur ales y deficiencias im por tant es en
cuant o a invención, quedando únicam ent e con una cult ura m at erial significada. Los
300 000 cazador es- r ecolect or es de la Aust ralia cont inent al fuer on m ás num er osos y
est aban m enos aislados que los t asm anos, per o con t odo const it uían la población
hum ana
m ás
pequeña
y
aislada
de
cualquier
cont inent e.
Los
ej em plos
docum ent ados de r egr esión t ecnológica en Aust r alia, así com o el ej em plo de
Tasm ania, sugier en que el r eper t or io lim it ado de los abor ígenes aust r alianos en
com paración con el de los pueblos de ot ros cont inent es podía t ener su or igen en
par t e en los efect os del aislam ient o y el t am año de la población sobr e el desar r ollo y
el m ant enim ient o de la t ecnología, es decir com o los efect os que sur gier on en
Tasm ania per o m enos ex t r em os. I ndir ect am ent e, los m ism os efect os pudier on
cont r ibuir a las diferencias en cuant o a t ecnología ent re el cont inent e m ás ext enso
( Eur asia) y los siguient es en ext ensión ( Áfr ica y Am érica) .
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* * * *
¿Por qué no llegó a Aust r alia una t ecnología m ás avanzada de sus vecinos,
I ndonesia y Nuev a Guinea? En lo que se r efier e a I ndonesia, est aba separ ada del
nor oest e de Aust r alia por el m ar y er a m uy difer ent e de ella desde el punt o de v ist a
ecológico. Adem ás, I ndonesia er a t am bién un páram o cult ur al y t ecnológico hasta
hace sólo unos m iles de años. No hay pruebas de la int roducción de ninguna
t ecnología
nuev a
que
llegase
a
Aust r alia
desde
I ndonesia,
después
de
la
colonización inicial de Aust r alia hace 40 000 años hast a la apar ición del dingo, hacia
1500 a. C.
El dingo llegó a Aust r alia en el apogeo de la expansión aust r oindonesia desde el sur
de China a t r avés de I ndonesia. Los austr oindonesios lograr on poblar t odas las islas
de I ndonesia, incluidas las dos m ás cercanas a Aust r alia: Tim or y Tanim bar
( dist ant es sólo 400 y 325 k m , r espect iv am ent e, de la m oder na Aust r alia) . Dado que
los aust r oindonesios cubr ier on en el cur so de su ex pansión por el Pacífico dist ancias
m uy super ior es, deber íam os suponer que llegar on r eit er adam ent e a Austr alia,
aunque no dispongam os de la pr ueba del dingo para dem ost rar lo. En la época
hist ór ica,
el nor oest e de Aust r alia fue v isit ado t odos los años por
canoas
pr ocedent es del dist r it o de Macassar , de la isla indonesia de Sulaw esi ( Célebes)
hast a que el gobier no aust r aliano det uv o las visit as en 1907. Las pr uebas
ar queológicas per m it en r em ontar el or igen de est as visit as hast a apr oxim adam ent e
1000, y podían haber se pr oducido per fect am ent e en fechas anter ior es. La pr incipal
finalidad de las visit as er a obt ener cohom br os de m ar ( tam bién llam ados tr epang) ,
par ient es de la est r ella de m ar que se ex por t aban desde Macassar a China com o
supuest o afr odisíaco y apr eciado ingr edient e de sopas.
Nat ur alm ent e, el com er cio que se desarr olló durant e las visit as anuales de Macassar
dej ó m uchos legados en el nor oest e de Aust r alia. Los m acassar enses plant ar on
t am ar indos en sus cam pam ent os cost er os y engendrar on hij os de m uj er es
abor ígenes. Llev ar on t ej idos, út iles de m et al, cer ám ica y cr ist al com o pr oductos
com er ciales, aunque los abor ígenes nunca apr endier on a fabr icar esos ar t ículos. Los
abor ígenes adquir ier on de los m acassar enses palabras pr estadas, cer em onias y las
pr áct icas de ut ilizar canoas y fum ar t abaco en pipa.
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Per o ninguna de esas influencias alt er ó el car áct er básico de la sociedad austr aliana.
Más im por t ant e que lo que sucedió com o consecuencia de las visit as de los
com erciant es de Macassar es lo que no sucedió. Los m acassarenses no se
est ablecier on en Aust r alia, indudablem ent e por que la zona del nor oest e aust r aliano
sit uada fr ent e a I ndonesia es dem asiado seca para la agr icult ur a de Macassar. Si
I ndonesia hubier a est ado enfr ent e de los bosques pluviales t r opicales y las sabanas
del nor est e de Aust r alia, los m acassar enses podr ían haber se est ablecido, per o no
disponem os de pr uebas de que llegasen t an lej os. Así pues, dado que los
com er ciant es de Macassar sólo llegar on en pequeño núm er o y para v isit as
t em porales y nunca penet r ar on en la isla, sólo algunos gr upos de aust r alianos de
una pequeña ext ensión de la cost a t uvieron cont act o con ellos. I ncluso esos pocos
aust r alianos llegar on a v er únicam ent e una pequeña par t e de la cult ur a y la
t ecnología de Macassar , y no t oda la sociedad de Macassar con arr ozales, cer dos,
aldeas y t aller es. Dado que los aust ralianos siguier on siendo cazador es- r ecolect or es
nóm adas, sólo adquir ier on los pocos pr oduct os y pr áct icas de Macassar que er an
com pat ibles con su form a de vida. Canoas y pipas, sí; fraguas y cerdos, no.
Apar ent em ent e, m ucho m ás sorpr endent e que la r esist encia de los aust ralianos a la
influencia indonesia es su r esist encia a la influencia de Nuev a Guinea. Al ot r o lado
de la est r echa cint a de m ar llam ada est recho de Tor r es, agr icult or es de Nuev a
Guinea que hablaban lenguas neoguineanas y t enían cer dos, cerám ica y ar cos y
flechas se enfr ent aban a cazador es- r ecolect or es aust ralianos que hablaban lenguas
aust r alianas y car ecían de cerdos, cer ám ica y ar cos y flechas. Por ot r a par t e, el
est r echo no es una bar r era de agua abier t a sino que est á salpicada por una cadena
de islas, la m ás ext ensa de las cuales ( Mur alug) est á a sólo 15 km de la costa
aust r aliana. Había v isit as com er ciales r egular es ent r e Aust r alia y las islas, y ent r e
las islas y Nuev a Guinea. Muchas m uj er es abor ígenes llegar on com o esposas a
Mur alug,
donde v ier on
huer t os y
ar cos y
flechas.
¿Por
qué est os r asgos
neoguineanos no se t ransm it ieron a Aust ralia?
Ést a bar r era cult ur al del est r echo de Tor res es asom brosa sólo por que podem os
engañar nos y pensar en una sociedad neoguineana per fect am ent e desarr ollada y
con una agr icult ur a int ensiv a y cer dos a 15 km de la cost a aust raliana. En r ealidad,
los abor ígenes del cabo Yor k nunca v ier on a un neoguineano de la isla pr incipal. En
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cam bio, había com er cio ent r e Nuev a Guinea y las islas m ás cer canas a Nuev a
Guinea, después ent r e esas islas y la isla de Mabuiag, a m it ad de cam ino en el
est r echo, después ent r e la isla de Mabuiag y la isla de Badu, m ás adent r o del
est r echo, después ent r e la isla de Badu y la isla de Mur alug, y finalm ent e ent r e
Mur alug y el cabo Yor k.
La sociedad de Nuev a Guinea se at enuaba al av anzar por est a cadena de islas. Los
cer dos er an escasos o falt aban en las islas. Los poblador es de las t ier r as baj as del
sur de Nuev a Guinea a lo lar go del est r echo de Torr es pr act icaban no la agr icult ur a
int ensiv a de las t ier r as alt as de Nuev a Guinea, sino una agr icult ur a de r oza e
incendio que t enía gr an dependencia de los alim ent os m ar inos, la caza y la
r ecolección. La im por t ancia de esas pr áct icas de r oza e incendio dism inuía a m edida
que se av anzaba desde el sur de Nuev a Guinea hacia Aust r alia por la cadena de
islas. La isla de Mur alug, la m ás cer cana a Aust r alia, er a seca, m ar ginal par a la
agr icult ur a y albergaba únicam ent e a una pequeña población hum ana, que subsist ía
pr incipalm ent e a base de pescado, ñam es silv est r es y fr ut os de m angle.
La int er r elación ent r e Nuev a Guinea y Aust r alia a t rav és del est r echo de Tor r es
recor daba, pues, el j uego infant il del t eléfono, en el que los niños se sient an en
cor r o, uno le dice una palabra al oído al segundo niño, quien dice lo que cr ee que
acaba de oír al t er cer niño, y la palabra susur r ada finalm ent e por el últ im o niño al
pr im er o no se par ece en nada a la palabra inicial. Del m ism o m odo, el com er cio a lo
lar go de las islas del est r echo de Tor r es fue un j uego del t eléfono que pr esent ó
finalm ent e a los abor ígenes del cabo Yor k algo m uy difer ent e de la sociedad de
Nuev a Guinea. Adem ás, no debem os im aginar que las r elaciones ent r e los
poblador es de la isla de Muralug y los abor ígenes del cabo Yor k fuer on un fest ín de
am or inint er r um pido en el que los abor ígenes r ebañar on áv idam ent e la cult ur a de
los m aest r os insular es. Por el cont r ar io, el com er cio se alt er nó con la guer r a con
obj et o de cazar cabezas y capt urar m uj er es para esposas.
A pesar de la dilución de la cult ur a de Nuev a Guinea debido a la dist ancia y la
guer ra, cier t a influencia de Nueva Guinea logr ó llegar a Aust r alia. Los m at r im onios
m ixt os llevar on r asgos físicos de Nueva Guinea, com o el cabello ensor t ij ado en vez
del lacio, a la península del cabo Yor k. Cuatr o lenguas del cabo Yor k t enían fonem as
poco habit uales en Aust ralia, posiblem ent e por la influencia de las lenguas de Nuev a
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Guinea. Las t ransm isiones m ás im port ant es fueron los anzuelos de concha de Nueva
Guinea, que llegar on hast a el int er ior de Aust r alia, y las canoas de Nuev a Guinea,
que se ex t endier on a la península del cabo Yor k. Los tam bor es, las m áscaras
cer em oniales, los post es funerar ios y las pipas de Nuev a Guinea tam bién fuer on
adopt ados en el cabo Yor k. Sin em bar go, los abor ígenes del cabo Yor k no adopt aron
la agr icult ur a, en par t e por que lo que v ier on de ella en la isla de Mur alug er a una
v er sión m uy diluida. No adoptar on los cer dos, de los que había pocos o ninguno en
las islas, y que en cualquier caso no habr ían podido alim ent ar sin agr icult ur a.
Tam poco adopt ar on el ar co y las flechas, quedándose con sus lanzas y pr opulsor es.
Aust r alia es gr ande, y tam bién lo es Nueva Guinea. Per o el cont act o ent r e est as dos
gr andes m asas t er r est r es se lim it ó a los escasos gr upos r educidos de habit ant es de
las islas del est recho de Torres que t enían una cult ura de Nueva Guinea sum am ent e
at enuada, que int er act uaron con los pequeños y escasos gr upos de abor ígenes del
cabo Yor k . Las decisiones de est os últ im os gr upos, por la r azón que fuer e, de usar
lanzas en vez del ar co y la flecha, y de no adopt ar algunas otr as car act er íst icas de
la diluida cult ur a de Nuev a Guinea que conocier on, bloqueó la t ransm isión de esos
rasgos cult urales neo guineanos a t odo el rest o de Aust ralia. En consecuencia,
ningún r asgo de Nuev a Guinea, a excepción de los anzuelos de concha, se adent r ó
en el int er ior de Aust r alia. Si los cient os de m iles de agr icult or es de las fr ías t ier r as
alt as de Nuev a Guinea hubier an est ado en est r echo cont act o con los abor ígenes de
las fr ías t ier r as alt as del sur est e de Aust r alia, podía haber se pr oducido una
t r ansfer encia m asiv a de pr oducción int ensiv a de alim ent os y de cult ur a de Nuev a
Guinea a Aust r alia. Pero las t ier r as alt as de Nuev a Guinea est án separadas de las
t ier r as alt as de Aust ralia por 3000 km de paisaj e ecológicam ent e m uy dist int o. Las
t ier r as alt as de Nuev a Guinea podr ían haber sido per fect am ent e las m ont añas de la
Luna, por lo que se r efer ía a las posibilidades de que los aust r alianos obser v asen y
adopt asen las pr áct icas de las t ier r as alt as de Nuev a Guinea.
En r esum en, la persist encia de cazador es- r ecolect or es nóm adas de la Edad de
Piedr a en Aust r alia, el com er cio con los agr icult or es neoguineanos de la Edad de
Piedr a y los agr icult or es indonesios de la Edad de Hier r o, par ece suger ir en un
pr incipio una obst inación singular por par te de los indígenas aust r alianos. Tr as un
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exam en m ás det enido, r esult a que únicam ent e r eflej a el papel om nipr esent e de la
geografía en la t r ansm isión de la cult ur a y la t ecnología hum anas.
Nos queda por consider ar los encuent r os de las sociedades de la Edad de Piedr a de
Nuev a Guinea y Aust r alia con los eur opeos de la Edad de Hier r o. Un nav egant e
por t ugués «descubr ió» Nuev a Guinea en 1526, Holanda pr oclam ó su soberanía
sobr e la m it ad occident al en 1828, y Gran Br etaña y Alem ania se r epar t ier on la
m it ad or ient al en 1884. Los pr im er os eur opeos se est ablecier on en la cost a, y les
llev ó m ucho t iem po penet r ar en el int er ior , per o en 1960 los gobier nos eur opeos
habían est ablecido el cont r ol polít ico sobr e la m ay or ía de los habit ant es de Nuev a
Guinea.
Las razones por las que los eur opeos colonizar on Nuev a Guinea, y no a la inver sa,
son ev ident es. Los eur opeos er an quienes t enían los buques capaces de sur car
océanos y las br új ulas par a v iaj ar a Nuev a Guinea; los sist em as de escr it ura y las
im pr ent as para pr oducir m apas, r elat os descr ipt iv os y docum ent os adm inist r at iv os
út iles par a est ablecer el cont r ol sobr e Nuev a Guinea; las inst it uciones polít icas par a
or ganizar los bar cos, los soldados y la adm inist r ación; y las arm as de fuego par a
m at ar a los poblador es de Nuev a Guinea que se r esist ier an con arcos y flechas y
palos. Sin em bar go, el núm er o de colonizador es europeos fue siem pr e m uy
r educido, y hoy en día Nuev a Guinea cont inúa poblada en gr an m edida por
neoguineanos. Ést e hecho cont r ast a claram ent e con la sit uación en Aust ralia,
Am ér ica y Áfr ica aust ral, donde el poblam ient o eur opeo fue num er oso y duradero y
sust it uyó a la población indígena original en ext ensas zonas. ¿Por qué Nueva Guinea
fue difer ent e?
Un im por t ant e fact or derr ot ó t odos los int ent os eur opeos de colonizar las t ier ras
baj as de Nuev a Guinea hast a el decenio de 1880: la m alar ia y ot r as enfer m edades
t r opicales, ninguna de ellas una infección m asiv a epidém ica com o las que hem os
r efer ido en el capít ulo 11. El m ás am bicioso de los planes fr ust r ados de colonización
de las t ier r as bajas, or ganizado por el fr ancés m ar qués de Rays hacia 1880 en la
isla cer cana de Nuev a I r landa, t er m inó con la m uer t e de 930 de los 1.000 colonos
en un plazo de t res años. I ncluso con los t rat am ient os m édicos m oder nos
disponibles en nuest r os días, m uchos de m is am igos est adounidenses y europeos de
Nuev a Guinea se han v ist o obligados a m archar se debido a la m alar ia, la hepat it is u
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ot r as enfer m edades, m ient r as que m i her encia sanit ar ia de Nuev a Guinea ha sido
un año de m alar ia y un año de disent er ía.
Mient r as los eur opeos eran abat idos por los gér m enes de las t ier ras baj as de Nuev a
Guinea, ¿por qué los gérm enes eurasiát icos no abat ían sim ult áneam ent e a los neo
guineanos? Es ciert o que algunos neo guineanos se infect aron, pero no en la escala
m asiv a que hizo desapar ecer a la m ayor ía de las poblaciones autóct onas de
Aust r alia y Am ér ica. Un cam bio afor t unado para los poblador es de Nuev a Guinea fue
que no hubiera asent am ient os eur opeos perm anent es en Nueva Guinea hast a el
decenio de 1880, m om ent o en el cual los descubr im ient os en salud pública habían
hecho pr ogr esos en el cont r ol de la v ir uela y ot r as enfer m edades infecciosas de las
poblaciones eur opeas. Adem ás, la ex pansión aust r o- indonesia v enía llev ando una
cor r ient e de colonizador es y com er ciant es indonesios a Nuev a Guinea desde hacía
3.500 años. Dado que las enferm edades infecciosas del Asia cont inent al est aban
bien est ablecidas en I ndonesia, los neo guineanos consiguieron de est e m odo una
lar ga ex posición y acum ular on m ucha m ás r esist encia a los gérm enes eur opeos que
los abor ígenes aust ralianos.
La única par t e de Nuev a Guinea donde los eur opeos no padecen grav es problem as
de salud son las t ier r as alt as, por encim a del t echo de alt it ud de la m alar ia. Per o las
t ier r as alt as, y a ocupadas por densas poblaciones de neo guineanos, no fuer on
pisadas por los eur opeos hast a el decenio de 1930. En esas fechas, los gobier nos
coloniales aust r aliano y holandés no est aban dispuest os ya a habilit ar t ier r as para la
colonización blanca m ediant e la m atanza de gran núm er o de poblador es nat iv os o la
ex pulsión
de sus t ier r as, com o había sucedido en
los pr im eros siglos del
colonialism o europeo.
El obst áculo que quedaba par a los posibles colonizador es eur opeos er a que los
cult iv os, el ganado y los m ét odos de subsist encia eur opeos dier an r esult ados
eficient es en el ent orno y el clim a de Nueva Guinea. Aunque ahora se cult ivan
plant as am er icanas tr opicales int r oducidas com o la calabaza, el m aíz y el t om at e, y
aunque se han fundado plantaciones de t é y café en las t ier r as alt as de Papúa
Nuev a Guinea, cult ivos eur opeos básicos com o el t r igo, la cebada y los guisant es
nunca han pr osper ado. Las vacas y las cabr as int r oducidas, que se cr ían en
pequeñas cant idades, padecen enfer m edades t r opicales, del m ism o m odo que los
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hum anos europeos. La pr oducción de alim ent os en Nueva Guinea cont inúa
dom inada
por
los
cult iv os
y
los
m étodos agr ícolas
que
los
neoguineanos
per feccionar on en el cur so de m iles de años.
Todos est os pr oblem as de enfer m edades, t er r enos accident ados y subsist encia
cont r ibuyer on a que los eur opeos dej asen que el est e de Nueva Guinea ( hoy la
nación independient e de Papua Nuev a Guinea) fuese ocupado y gober nado por los
neoguineanos, que sin em bargo usar on el inglés com o el idiom a oficial, escr iben con
el alfabet o, viv en gober nados por inst it uciones dem ocr áticas según el m odelo de
I nglat er r a y ut ilizan ar m as de fuego fabr icadas en ot r os países. El r esult ado fue
dist int o en el oest e de Nueva Guinea, que I ndonesia t om ó de Holanda en 1963 y
r ebaut izó com o pr ovincia de I r ian Jaya. La pr ovincia est á gober nada ahor a por
indonesios,
par a
indonesios.
Su
población
r ur al
es
aún
m ayor it ar iam ent e
neoguineana, per o su población urbana es indonesia, com o consecuencia de la
polít ica
guber nam ent al
dest inada
a
fom ent ar
la
inm igración
indonesia.
Los
indonesios, con su lar go hist or ial de ex posición a la m alar ia y otr as enfer m edades
t ropicales com part idas con los neo guineanos, no han t enido que hacer fr ent e a una
barr er a de gér m enes tan poder osa com o los eur opeos. Tam bién est án m ej or
pr epar ados que los eur opeos para subsist ir en Nuev a Guinea, porque la agr icult ur a
indonesia incluía ya bananas, bat atas y algunos ot r os cult iv os básicos de la
agr icult ur a de Nuev a Guinea. Los cam bios en cur so en I r ian Jay a r epr esent an la
cont inuación, r espaldada por t odos los r ecur sos de un gobier no cent ralizado, de la
ex pansión aust r o- indonesia que com enzó al llegar a Nuev a Guinea hace 3500 años.
Los indonesios son aust ro- indonesios m odernos.
Los eur opeos colonizar on Aust ralia, en vez de que los abor ígenes austr alianos
colonizar an Europa, por las m ism as razones que acabam os de ver en el caso de
Nuev a Guinea. Sin em bargo, el dest ino de los poblador es de Nuev a Guinea fue m uy
difer ent e del de los abor ígenes aust r alianos. Hoy en día, Aust r alia est á poblada y
gober nada por 20 m illones de no abor ígenes, la m ay or ía de ellos de or igen eur opeo,
m ás un núm er o cr ecient e de asiát icos que llegan desde que Aust r alia abandonó su
ant er ior polít ica de inm igr ación denom inada Aust ralia blanca en 1973. La población
abor igen descendió en un 80 por 100, desde unos 300.000 en la época de la
colonización eur opea hasta un m ínim o de 60.000 en 1921. Los abor ígenes
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const it uyen hoy una subclase de la sociedad australiana. Muchos de ellos viven en
m isiones o r eser v as del gobier no, o t rabaj an par a los blancos en las ex plot aciones
ganader as. ¿Por qué a los aust ralianos les ha ido m ucho peor que a los habit ant es
de Nueva Guinea?
La r azón fundam ent al es la idoneidad de Aust r alia ( en algunas zonas) par a la
pr oducción de alim ent os y el asent am ient o eur opeo, unidas al papel de las ar m as de
fuego, los gér m enes y el acer o eur opeos a la hor a de elim inar a los abor ígenes.
Aunque y a hem os subr ayado las dificult ades que plant ean el clim a y los suelos de
Aust r alia, sus zonas m ás product iv as o fér t iles pueden alber gar, sin em bar go, la
agr icult ur a eur opea. La agr icult ur a de la zona t em plada de Aust r alia est á dom inada
ahora por los cult iv os básicos de la zona t em plada de Eur asia, es decir el t r igo
( pr incipal cult iv o de Aust r alia) , la cebada, la av ena, las m anzanas y las uv as, j unt o
con el sor go y el algodón or iginar io del Sahel afr icano y la pat at a or iginar ia de los
Andes. En las zonas t r opicales del nor est e de Aust r alia ( Queensland) , m ás allá de la
zona de dist r ibución ópt im a de los cult iv os del Cr ecient e Fér t il, los agr icult or es
eur opeos int r oduj er on la caña de azúcar de or igen neo guineano, las bananas y los
cít r icos or iginar ios del sur est e asiát ico t r opical, y el cacahuet e or iginar io de la
Am ér ica del Sur t r opical. En lo que se r efier e al ganado, la ovej a eur oasiát ica hizo
posible ex t ender la pr oducción de alim ent os a zonas ár idas de Aust ralia poco
apropiadas par a la agr icult ur a, y el ganado eur asiát ico se unió a los cult iv os en las
zonas m ás húm edas.
Así pues, el desarr ollo de la producción de alim ent os en Aust r alia t uv o que esperar
la
llegada
de
cult iv os
y
anim ales
no
autóct onos
dom est icados
en
zonas
clim át icam ent e sem ej antes del m undo per o dem asiado dist ant es com o par a que sus
especies dom est icadas llegasen a Aust r alia hasta que fuer on llev adas por buques
t r ansoceánicos. A difer encia de Nuev a Guinea, la m ay or par t e de Aust r alia car ecía
de enfer m edades bast ant e gr av es com o para im pedir el asent am ient o de los
eur opeos. Sólo en la Aust r alia sept ent r ional t r opical la m alar ia y ot r as enfer m edades
t r opicales obligar on a los eur opeos a abandonar sus int ent os de colonización en el
siglo XI X, que no t uvieron éx it o hast a el desarrollo de la m edicina del siglo XX.
Los abor ígenes aust ralianos, nat ur alm ente, se int er ponían en el cam ino de la
pr oducción eur opea de alim ent os, sobr e t odo porque las t ier r as agr ícolas y
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ganader as pot encialm ent e m ás pr oduct iv as alber gaban inicialm ent e las poblaciones
m ás densas de cazador es- r ecolect or es abor ígenes de Aust r alia. La colonización
eur opea r eduj o el núm er o de abor ígenes por dos m edios. El pr im er o suponía su
m uer t e por ar m a de fuego, una opción que los eur opeos consider aron m ás
acept able en el siglo XI X y finales del siglo XVI I I que cuando ent r ar on en las t ier ras
alt as de Nuev a Guinea en el decenio de 1930. La últ im a m at anza en gr an escala, de
31 abor ígenes, t uvo lugar en Alice Spr ings, en 1928. El ot r o m edio suponía la
int r oducción de gér m enes eur opeos ant e los cuales los abor ígenes no habían t enido
opor t unidad alguna de adquir ir inm unidad ni de desar r ollar r esist encia genét ica. En
el plazo de un año a par t ir de la llegada de los pr im er os colonizador es europeos a
Sidney , en 1788, los cadáv er es de abor ígenes que habían m uer to de epidem ias era
una v isión habit ual. Los pr incipales factor es m or t ífer os r egist rados fuer on la v ir uela,
la gr ipe, el sar am pión, las fiebr es t ifoideas, el t ifus, la v ar icela, la t os fer ina, la
t uber culosis y la síf ilis.
De est as dos m aneras, las sociedades abor ígenes independient es fuer on elim inadas
en t odas las zonas apt as para la producción de alim ent os eur opea. Las únicas
sociedades que sobr ev iv ier on m ás o m enos int act as fuer on las de zonas del nor t e y
el oest e de Aust r alia inút iles par a los eur opeos. En un siglo de colonización eur opea,
40.000 años de t r adiciones abor ígenes habían sido bar r idos en su m ay or par t e.
* * * *
Podem os v olv er ahora al pr oblem a que se plant eaba al pr incipio de est e capít ulo.
¿Cóm o podem os ex plicar , salv o post ulando deficiencias de los pr opios abor ígenes, el
hecho de que los colonizador es ingleses blancos cr ear an apar ent em ent e una
dem ocracia ilust r ada, pr oduct ora de alim ent os e indust r ial, en unas décadas de
colonización de un t er r it or io cuy os habit ant es, después de m ás de 40.000 años,
er an aún cazador es- r ecolect or es nóm adas que no conocían la escr it ur a? ¿No
const it uye est o un experim ent o per fect am ent e cont r olado de la evolución de las
sociedades hum anas, que nos obliga a una sencilla conclusión r acist a?
La r esolución de est e pr oblem a es sencilla. Los colonizador es ingleses blancos no
cr ear on una dem ocr acia ilust r ada pr oduct ora de alim ent os e indust r ial en Aust r alia.
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Por el contr ar io, im por t ar on todos los elem ent os de fuera de Aust ralia: el ganado,
t odos los cult ivos ( a excepción de las nu eces de m acadam ia) , los conocim ient os
m et alúr gicos,
los m ot or es de v apor,
las arm as de fuego,
el alfabet o,
las
inst it uciones polít icas, incluso los gérm enes. Todos ést os fueron los product os
finales de 10.000 años de desar r ollo en m edios eur asiát icos. Por un accident e de la
geografía, los colonizador es que desem bar car on en Sidney en 1788 her edar on est os
elem ent os. Los eur opeos nunca han apr endido a sobr ev iv ir en Aust r alia o Nuev a
Guinea sin su t ecnología eurasiát ica her edada. Rober t Bur ke y William Wills er an
suficient em ent e int eligent es com o para escr ibir, per o no bast ant e int eligent es com o
para sobr ev iv ir en r egiones desér t icas aust r alianas donde v iv ían los abor ígenes.
Los pueblos que cr ear on
una
sociedad
en
Aust r alia
fuer on
los abor ígenes
aust r alianos. Nat ur alm ent e, la sociedad que cr ear on no fue una dem ocr acia
ilust r ada, pr oduct ora de alim ent os e indust r ial. Las r azones se infier en dir ect am ent e
de las car act er íst icas del ent or no aust raliano.
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Ca pít u lo 1 6
Cóm o Ch in a se hizo Ch ina
I nm igr ación, acción afirm at iv a, m ult ilingüism o, div er sidad ét nica… Mi Estado de
Califor nia figur ó ent r e los pioner os de est as líneas polít icas t an cont r ov er t idas y
encabeza ahora una r eacción en su contr a. Una oj eada al int er ior de las aulas del
sist em a de enseñanza pública de Los Ángeles, a las que asist en m is hij os, per m it e
obser v ar en las car as de los alum nos el r eflej o abst r act o del debat e. Esos niños
r epr esent an m ás de 80 lenguas m at er nas, siendo una m inor ía los blancos de lengua
inglesa. Todos los com pañeros de j uego de m is hij os t ienen por lo m enos a uno de
sus padr es o abuelos nacido fuer a de Est ados Unidos. Ése es el caso de t r es de los
cuat r o abuelos de m is hij os. Per o la inm igr ación no hace sino r ecuperar la
div er sidad que caract er izó a Am ér ica dur ant e m iles de años. Ant es de la llegada de
los eur opeos, Est ados Unidos est aba poblado por cient os de t r ibus de indígenas
am er icanos que hablaban lenguas difer ent es, que no pudier on ser som et idas al
cont rol de un solo gobierno hasta los últ im os cien años.
En est os aspect os, Est ados Unidos es un país per fect am ent e «nor m al». Las seis
naciones m ás pobladas del m undo son t odas, m enos una, cr isoles de pueblos que
han logr ado hace poco su unificación polít ica, y que cont inúan habit adas por cient os
de gr upos ét nicos con sus r espect iv os idiom as. Por ej em plo, Rusia, que al pr incipio
er a un pequeño país eslavo en t or no a Moscú, no inició su expansión m ás allá de los
Ur ales hast a 1582. Desde ent onces hast a el siglo XI X, Rusia pr ocedió a engullir
decenas de pueblos no eslavos, m uchos de los cuales conser van su idiom a e
ident idad cult ur al ant er ior es. Del m ism o m odo que la hist or ia de Est ados Unidos es
la hist or ia de cóm o nuest r o t er r it or io llegó a ser est adounidense, la hist or ia de Rusia
es la hist or ia de cóm o Rusia fue r usa. I ndia, I ndonesia y Br asil son asim ism o
cr eaciones polít icas r ecient es ( o r ecr eaciones, com o en el caso de I ndia) en las que
se hablan, r espect ivam ent e, 850, 670 y 210 lenguas.
La gr an ex cepción a esta r egla de los cr isoles de pueblos en t iem pos r ecient es es la
nación m ás poblada del m undo: China. Hoy China par ece polít ica, cult ur al y
lingüíst icam ent e m onolít ica, por lo m enos a la gent e no especializada. Est aba y a
unificada en 221 a.C., y ha per m anecido así dur ant e casi t odos los siglos
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t r anscur r idos desde ent onces. A par t ir de los com ienzos del lenguaj e escr it o en
China, ést e se ha valido de un solo sist em a de escr it ur a, m ient r as que la Eur opa
m oder na ut iliza decenas de alfabet os m odificados. De los 1.200 m illones de
habit ant es de China, m ás de 800 m illones hablan el chino- m andar ín, idiom a que es,
con m ucha difer encia, el que m ay or núm er o de per sonas hablan com o pr opio en el
m undo. Alr ededor de ot r os 300 m illones hablan ot r as siet e lenguas t an par ecidas a
aquélla com o el español lo es al it aliano. Por ello, China no sólo no es un cr isol de
pueblos, sino que adem ás par ece absur do pr egunt ar por qué China llegó a ser
china. China ha sido siem pr e china casi desde los pr im er os t iem pos de su hist or ia
conocida.
Tan por cier t a t om am os est a apar ent e unidad de China que nos olv idam os de lo
sor pr endent e que r esult a. Una de las razones por las que no t endr íam os que haber
dado por sent ada est a unidad es la genét ica. Aunque una clasificación r acial
esquem át ica de los pueblos del m undo engloba a t odos los chinos en los pueblos
denom inados m ongoloides, t al gr upo ocult a una div er sidad m ucho m ayor que la
exist ent e en Europa ent re suecos, it alianos, irlandeses, et c. En par t icular , los chinos
del nor t e y los del sur son genét ica y físicam ent e dist int os. Los chinos del nor t e son
m uy par ecidos a los t ibet anos y los nepalíes, m ient r as que los del sur se par ecen a
los viet nam it as y los filipinos. A m enudo bast a una oj eada par a que un chino del
nor t e dist inga a otr o del sur, y vicever sa, por el aspect o físico: los del nor t e suelen
ser m ás alt os y corpulent os, de t ez m ás pálida, nar iz m ás punt iaguda y oj os m ás
pequeños que par ecen m ás oblicuos ( por lo que se llam a pliegue epicánt ico) .
El nor t e y el sur de China se difer encian asim ism o por su clim a: el nor t e es m ás
seco y fr ío; el sur, m ás húm edo y cálido. Las difer encias genét icas que sur gen de
esos am bient es dist int os dier on lugar a una lar ga hist or ia de m oder ado aislam ient o
ent re los pueblos sept ent rionales y m eridionales de China. No obst ant e, ¿cóm o
acabaron
esos pueblos
siendo
cult ural
y
lingüíst icam ent e
idént icos
o
m uy
sem ej ant es?
Tam bién r esult a cur iosa la apar ent e unidad lingüíst ica casi t ot al en com par ación con
la dispar idad idiom át ica en otr as r egiones del m undo habit adas desde hace m ucho
t iem po. Por ej em plo, vim os en el capít ulo ant er ior que Nueva Guinea, con m enos de
una décim a par t e de la super ficie de China y con sólo unos 40 000 años de hist or ia
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hum ana, cont iene 1000 lenguas, que incluyen grupos lingüíst icos cuyas diferencias
son m ucho m ayor es que las exist ent es ent re las ocho lenguas pr incipales de China.
Eur opa occident al ha desar rollado o adquir ido unas 40 lenguas sólo en los 60008000 años t ranscur r idos desde la llegada de los idiom as indoeur opeos, con hablas
t an dispar es com o el inglés, el finés, el r uso y las lenguas r om ances. En cam bio,
algunos fósiles t est im onian la pr esencia hum ana en China desde hace m ás de m edio
m illón de años. ¿Qué sucedió a las decenas de m iles de hablas dist int as que t ienen
que haber sur gido en China a lo lar go de ese am plísim o lapso de t iem po?
Ést as paradoj as insinúan que t am bién China fue diversa en ot ros t iem pos, com o lo
siguen siendo las rest ant es naciones m uy p obladas. China sólo se diferencia en que
fue unificada m ucho ant es. Su « chinificación» supuso la hom ogeneización drást ica
de una inm ensa r egión en un ant iguo cr isol de pueblos, la r epoblación china del Asia
surorient al t ropical y una m asiva influencia en Japón, Corea e incluso posiblem ent e
en I ndia. Así pues, la hist or ia de China const it uy e la clave de t oda la hist or ia de Asia
or ient al. Ést e capít ulo cont ar á la hist or ia de cóm o China llegó a ser china.
* * * *
Un punt o de par t ida m uy opor t uno es un m apa lingüíst ico det allado de China ( véase
fig. 16.1) . Una obser vación del m ism o nos abr e los oj os a t odos los que estam os
acost um brados a la idea de una China m onolít ica. Result a que, adem ás de las ocho
lenguas «grandes» de China —el m andar ín y sus siet e par ient es cer canos ( t odos los
cuales se suelen denom inar en conj unt o «lengua china») , con un núm ero de
hablant es de ent r e 11 y 800 m illones cada una—, exist en en ese país m ás de 130
lenguas «pequeñas», algunas de los cuales son pr opias de sólo unos pocos m iles de
hablant es. Todos est os idiom as, «grandes» y «pequeños», per t enecen a cuat r o
fam ilias de lenguas, que difier en m ucho en cuant o a concent r ación de las zonas en
donde se hablan.
En un ext rem o, el m andarín y sus par ient es, que const it uyen la subfam ilia china de
la fam ilia lingüíst ica chino- t ibet ana, se concent ran sin int errupciones desde el nort e
hast a el sur de China. Se puede at r avesar China, desde el nor t e hast a el golfo de
Tonkín en el sur , sin salir de la zona ocupada por los que t ienen al m andar ín y sus
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par ient es com o lengua propia. Las otr as t r es fam ilias se dist r ibuyen de for m a
fr agm ent ada, al ser habladas por «islas» de pueblos r odeadas por un «m ar » de
hablant es del chino y ot r as fam ilias lingüíst icas.
Figura 16.1. Las cuatr o fam ilias lingüíst icas de China y el surest e de Asia.
Especialm ent e fr agm ent ada es la dist r ibución de la fam ilia lingüíst ica m iao- yao
( t am bién llam ada hm ong- m ien) , que com prende 6 m illones de hablant es r epar t idos
ent r e unas cinco lenguas, que llev an los pint or escos nom br es de m iao roj o, m iao
blanco ( tam bién llam ada m iao list ado) , m iao negr o, m iao v erde ( t am bién llam ada
m iao azul) y y ao. Los hablant es de m iao- yao viv en en decenas de pequeños
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enclav es, r odeados t odos ellos por hablant es de ot r as fam ilias lingüíst icas y
disem inados por un ár ea de cer ca de 1.300.000 km 2 que se ext iende desde el sur
de China hast a Tailandia. Más de 100.000 refugiados m iaopar lant es de Viet nam han
llev ado est a lengua a Est ados Unidos, donde se les conoce m ej or con el nom br e
alt er nat iv o de hm ong.
Ot r o gr upo lingüíst ico fr agm ent ado es la fam ilia aust r asiát ica, cuyas lenguas m ás
habladas son el v iet nam it a y el cam boyano. Los 60 m illones de hablant es
aust r asiát icos est án r epar t idos desde Viet nam al est e hast a la península de Malaca
al sur e I ndia sept ent r ional al oest e. La cuar t a y últ im a de las fam ilias lingüíst icas
chinas es el gr upo t ai- kadai ( que incluye el t ailandés y el laosiano) , cuyos 50
m illones de hablant es est án r epar t idos desde China m er idional hacia el sur hast a la
Tailandia peninsular y hacia el oest e a My anm ar ( fig. 16.1) .
Com o es lógico, los hablant es m iao- yao no adquir ier on su act ual dist r ibución
fr agm ent ada com o r esult ado de ant iguos v uelos de helicópt er o que los lanzar an
aquí y allá por todo el t er r it or io asiát ico. En cam bio, puede conj et urar se que antaño
t uv ier on una dist r ibución m ás com pacta, que se fr agm ent ó al ex pansionar se
hablant es de ot ras lenguas o al inducir ést os a los m iao- yao a abandonar sus
pr opias lenguas. En efect o, gr an par t e de ese pr oceso de fr agm ent ación lingüíst ica
se pr oduj o en los últ im os 2. 500 años y est á bien docum ent ado hist óricam ent e. Los
ant epasados de los hablant es m oder nos de t ailandés, laosiano y bir m ano se
desplazaron en su tot alidad hacia el sur desde la China m er idional y r egiones
ady acent es a sus act uales em plazam ient os dent r o de épocas hist ór icas, inundando
uno t r as otr o los asent am ient os de em igrant es ant er ior es.
Los chinoparlant es desarrollar on un esfuerzo especial en la sust it ución y conversión
lingüíst ica de ot r os gr upos ét nicos, a quienes consider aban pr im it iv os e infer ior es.
La hist or ia docum entada de la dinast ía china Zhou, desde 1.100 a.C. hast a 221
a.C., descr ibe la conquist a y absorción por est ados chino par lant es de casi t oda la
población de China que no hablaba chino.
Podem os aplicar var ios t ipos de razonam ient o par a t r atar de r econst it uir el m apa
lingüíst ico de Asia or ient al a par t ir de hace v ar ios m iles de años. Pr im ero, podem os
inver t ir las expansiones lingüíst icas hist ór icam ent e conocidas de r ecient es m ilen ios.
Segundo, podem os argum ent ar que las zonas m oder nas que t ienen una lengua o un
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gr upo
lingüíst ico
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únicos
em par ent ados
que
ocupan
Jared Diam ond
una
gr an
super ficie
inint er r um pida dan t est im onio de una expansión geogr áfica r ecient e de ese gr upo,
de m aner a que no haya t ranscur r ido suficient e t iem po hist ór ico com o para que se
diferencie en m uchas lenguas.
Figura 16.2. Fr ont er as polít icas m oder nas en Asia orient al y suror iental, par a uso en
la int erpr et ación de la dist ribución de las fam ilias lingüíst icas que apar ecen en la
figura 16.1.
Por últ im o, podem os r azonar, a la inversa, que las ár eas m oder nas con gr an
div er sidad de lenguas dent r o de det er m inada fam ilia lingüíst ica est án m ás cer ca del
pr im it iv o cent r o de dist r ibución de esa fam ilia lingüíst ica.
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Ut ilizando esos tr es t ipos de r azonam ient o para dar m ar cha atr ás al r eloj lingüíst ico,
llegam os a la conclusión de que el nort e de China est uvo en un principio ocupado
por hablant es de chino y ot r as lenguas chino- t ibet anas; que difer ent es par t es del
sur de China est uvier on de div er sos m odos ocupadas por hablant es de lenguas
m iaoyao, austr asiát icas y t ai- kadai, y que hablant es chino- t ibet anos han sust it uido
a la m ayor ía de hablant es de esas ot ras fam ilias en el sur de China. Una conv ulsión
lingüíst ica t odavía m ás dr ást ica debe haberse pr opagado por Asia sur or ient al al sur
de China: en Tailandia, Myanm ar , Laos, Cam boya, Viet nam y Malasia peninsular .
Cualesquier a fuer an las lenguas pr im it iv as allí habladas, deben haber se ex t inguido
por com plet o ahor a, dado que t odas las lenguas m oder nas de esos países par ecen
ser invasor as r ecient es, pr ocedent es en especial del sur de China o, en algunos
casos, de I ndonesia. Puest o que la super v iv encia de las lenguas m iao- yao ha sido
escasa hasta el pr esent e, podem os asim ism o avent ur ar que el sur de China
alber gar a en ot ros t iem pos ot ras fam ilias adem ás de los gr upos m iao- yao,
aust r asiát ico y t ai- kadai, per o que esas otr as fam ilias no han Ut ilizando esos t r es
t ipos de r azonam ient o par a dar m ar cha at r ás al r eloj lingüíst ico, llegam os a la
conclusión de que el nort e de China est uvo en un principio ocupado por hablant es
de chino y ot ras lenguas chino- t ibet anas; que diferent es part es del sur de China
est uvier on de div er sos m odos ocupadas por hablant es de lenguas m iaoyao,
aust r asiát icas y t ai- kadai, y que hablantes chino- t ibet anos han sust it uido a la
m ay or ía de hablant es de esas otr as fam ilias en el sur de China. Una convulsión
lingüíst ica t odavía m ás dr ást ica debe haberse pr opagado por Asia sur or ient al al sur
de China: en Tailandia, Myanm ar , Laos, Cam boya, Viet nam y Malasia peninsular .
Cualesquier a fuer an las lenguas pr im it iv as allí habladas, deben haber se ex t inguido
por com plet o ahor a, dado que t odas las lenguas m oder nas de esos países par ecen
ser invasor as r ecient es, pr ocedent es en especial del sur de China o, en algunos
casos, de I ndonesia. Puest o que la super v iv encia de las lenguas m iao- yao ha sido
escasa hasta el pr esent e, podem os asim ism o avent ur ar que el sur de China
alber gar a en ot ros t iem pos ot ras fam ilias adem ás de los gr upos m iao- yao,
aust r asiát ico y tai- kadai, per o que esas ot r as fam ilias no han dej ado v est igios
super v iv ient es m oder nos. Com o ver em os, la fam ilia lingüíst ica aust r o indonesia ( a
la que per t enecen t odas las lenguas filipinas y polinesias) pueden haber sido una de
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esas ot ras fam ilias que desapar ecier on de China cont inent al,
y
que ahor a
conocem os sólo por haberse ex t endido a islas del Pacífico y haber sobr ev iv ido en
ellas.
Lám ina 14. Niña china r ecogiendo br ot es de bam bú, ( Dan Har dy, Ant hr o- Photo) .
Ést as sust it uciones lingüíst icas en Asia orient al nos recuerdan la expansión de
lenguas eur opeas, en especial el español y el inglés, por el Nuevo Mundo, donde en
la ant igüedad se hablaban m il o m ás lenguas aut óct onas am er icanas. Sabem os por
nuest ra hist oria recient e que el inglés no llegó a sust it uir a las lenguas aut óct onas
est adounidenses por el m er o hecho de que el inglés sonar a m ás m usical a los oídos
de los indios. Ésa sust it ución supuso el ext erm inio de casi t odos los indios por
guer ras pr ovocadas, asesinat os per pet rados y enfer m edades int r oducidas por
colonos anglopar lant es, y los indios que han sobr ev iv ido son pr esionados para que
adopt en el inglés, nuev a lengua m ay orit ar ia. Las causas inm ediat as de esa
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sust it ución lingüíst ica fuer on la super ior idad t ecnológica y de or ganización polít ica,
cuy a razón básica fue una pr onta apar ición de la producción de alim ent os, que
ofr ecía a los invasor es eur opeos una gran vent aj a sobr e los indios am er icanos. En lo
esencial, el m ism o pr oceso supuso la sust it ución de las lenguas abor ígenes
aust r alianas por el inglés, y la de las pr im it iv as lenguas pigm ea y khoisan por
lenguas bant úes en el Áfr ica subecuat or ial.
Por ello, las conv ulsiones lingüíst icas de Asia plant ean una cuest ión cor r elat iv a:
¿qué hizo posible que los hablant es chino- t ibet anos se ex pansionar an desde el nor t e
al sur de China, y los hablant es del gr upo aust r asiát ico y de las r est ant es fam ilias
lingüíst icas pr im it iv as del sur de China se ex pandier an hacia el sur al Asia
sur or ient al t r opical? Llegados a este punt o, hem os de r ecur r ir a la ar queología par a
obt ener ev idencias de las vent aj as t ecnológicas, polít icas y agr ícolas que algunos
asiát icos es ev ident e que obt uv ier on sobr e ot r os.
* * * *
Al igual que en las r est ant es par t es del m undo, el r egist r o ar queológico de Asia
or ient al dur ant e la m ay or par t e de la hist oria hum ana r evela sólo los escom bros de
los cazador es- r ecolect or es que ut ilizaban út iles de piedr a no pulim ent ada y no
conocían la alfar er ía. Las pr im eras ev idencias de algo difer ent e en Asia or ient al
pr ovienen de China, donde alr ededor de 7.500 a.C. apar ecen ya v est igios de
cult iv os, huesos de anim ales dom ést icos, alfar er ía y út iles de piedr a pulim ent ada
( Neolít ico) . Ésa fecha coincide con los m il años del com ienzo del Neolít ico y de la
pr oducción alim ent ar ia en el Cr ecient e Fér t il. Per o com o son escasos los hallazgos
ar queológicos que han dado a conocer ese m ilenio ant er ior en China, no es posible
saber a ciencia cier t a si los or ígenes de la pr oducción alim ent ar ia china fuer on
cont em poráneos a los del Cr ecient e Fér t il, o un poco ant er ior es o post er ior es. Por lo
m enos, sí podem os decir que China fue uno de los pr im er os cent r os m undiales de
dom est icación de plant as y anim ales.
En r ealidad, puede ser que China haya alber gado dos o m ás focos independient es
de or igen de pr oducción alim ent ar ia. Ya he cit ado las difer encias ecológicas ent r e el
nor t e seco y fr esco y el sur húm edo y cálido de China. En det er m inadas lat it udes se
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dan asim ism o dist inciones ecológicas ent r e las t ier r as baj as lit or ales y las m eset as
del int er ior .
En
est os am bient es dispar es cr ecen
dist int as plant as salv aj es
aut óct onas, que habr ían est ado de m odos div er sos a la disposición de los
cam pesinos en cier nes de var ias par t es de China. En efect o, los pr im er os cult iv os
ident ificados
son
dos
especies
de
m ijo
r esist ent es
a
la
sequía
en
China
sept ent r ional, y arr oz en la m er idional, lo que apunta la posibilidad de que en el
nor t e y en el sur ex ist iesen cent r os independient es de aclim at ación de plant as.
En los yacim ient os ar queológicos chinos donde se han hallado las pr im eras
ev idencias de cult iv os apar ecier on asim ism o huesos de cer dos, per r os y gallinas
dom ést icos. A est as plant as y anim ales dom ést icos se sum aron paulat inam ent e
ot r as m uchas aclim at aciones chinas. Ent r e los anim ales, er an m uy im por tant es los
búfalos acuát icos (par a t ir ar de los arados) , siendo otr os los gusanos de seda, los
pat os y los gansos. Ent r e los cult iv os post er ior es habit uales en China figur an la soj a,
el cáñam o, los cít r icos, el t é, los albar icoques, los m elocot ones y las peras. Adem ás,
al igual que el ej e eur asiát ico est e- oest e hizo posible que m uchos de est os anim ales
y cult iv os chinos se ex pandier an hacia el oest e en t iem pos arcaicos, tam bién las
aclim at aciones de Asia occident al se ex pandier on hacia el est e, a China, donde
adquir ier on m ucha im por t ancia. Contr ibuciones especialm ent e significat iv as del
oest e a la pr im it iv a econom ía china fuer on la cebada, los ganados vacuno y equino
y ( en m enor m agnit ud) las ovej as y cabras.
Com o en ot ras par t es del m undo, la pr oducción alim ent ar ia conduj o paso a paso en
China a los ot r os j alones de la «civilización» expuest os en los capít ulos 11 a 14. En
el t er cer m ilenio a.C. tuvo su or igen una m agnífica t r adición china de m et alur gia del
br once, que acabar ía dando lugar a que en China se desar r ollase, con m ucha
difer encia, la pr im er a pr oducción de hier r o fundido del m undo, alr ededor de 500
a. C. Los 1.500 años que siguieron vieron el r audal de inventos t ecnológicos chinos,
m encionados en el capít ulo 13, que son ent re ot r os el papel, la br új ula, la car r et illa
y la pólv ora. Las ciudades for t ificadas em pezar on a constr uir se en el t er cer m ilenio
a.C., con cem ent er ios cuya v ar iada gam a que v a de sim ples sepult ur as a t um bas
or nam ent adas con gr an boat o denota las incipient es difer encias de clases. Com o
t est im onio de esas sociedades est r at ificadas cuy os gober nant es t enían la posibilidad
de m ovilizar ent r e la plebe gr andes m asas labor ales nos quedan la Gr an Muralla y
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dem ás enorm es m urallas urbanas defensivas, sunt uosos palacios y, com o apot eosis,
el Gr an Canal ( el m ás lar go del m undo, con m ás de 1. 500 km ) , que une el nor t e con
el sur de China. Los pr im eros escr it os dat an del segundo m ilenio a.C., per o es
pr obable que la escr it ura surgier a con ant er ior idad. Así, nuest r o conocim ient o
ar queológico de las pr im er as ciudades y or ganizaciones est at ales chinas se
com plet a gracias a r elat os escr it os de las pr im eras dinast ías chinas, que se
r em ont an a la dinast ía Xia en los alr ededor es de 2.000 a.C.
En cuant o a la m ás funesta de las secuelas de la pr oducción alim ent ar ia, las
enfer m edades infecciosas, no podem os especificar si fue en el Viej o Mundo donde
t uv o lugar el or igen de la m ayor ía de dolencias gr aves de ese Viej o Mundo. No
obst ant e, r elat os escr it os europeos de las épocas r om ana y m ediev al descr iben con
clar idad la llegada desde Or ient e de la pest e bubónica, y posiblem ent e del
saram pión, de m aner a que est os gér m enes pat ógenos pudier on ser de or igen chino
o de Asia or ient al. Es m ás pr obable aún que la gr ipe ( cont agiada por los cer dos)
haya sur gido en China, dado que fue en esa nación donde los cer dos fuer on ant es
dom est icados y luego adquir ier on t anta im por t ancia.
La gr an ex t ensión de China y su div er sidad ecológica auspiciar on m uchas cult ur as
r egionales independient es, que la arqueología dist ingue por sus dispar es est ilos de
alfar er ía y ot r os ar t ificios. En el cuar t o m ilenio a.C., esas cult ur as locales se
ex pandier on por la geografía y em pezaron a act uar ent r e sí, com pit iendo unas con
ot r as y fusionándose. Al igual que los int er cam bios de aclim at aciones ent r e r egiones
ecológicam ent e div er sas enr iquecier on la pr oducción alim ent ar ia de China, los
int er cam bios ent r e r egiones de cult ur as difer ent es fav or ecier on su desar r ollo y su
t ecnología, y la fer oz com pet encia ent r e t r ibus guerr er as dio lugar a la for m ación de
est ados m ás gr andes y cent r alizados ( capít ulo 14) .
Aunque el gradient e nort e- sur de China ret rasó la difusión de cult ivos, no const it uyó
una bar r era t an im por tant e com o en Am érica y en Áfr ica, dado que las dist ancias
nor t e- sur de China er an m ás cor tas, y porque China no est á div idida por desier t os,
com o sucede en Áfr ica y en el nor t e de México, ni por un angost o ist m o com o en
Am ér ica Cent r al. En cam bio, los largos r íos que r ecor r en China de oest e a est e ( el
Am ar illo al nor t e, el Yangt sé al sur ) facilit ar on la difusión de cult ivos ent r e el lit or al
y el int er ior , m ient r as que su gran super ficie de est e a oest e y su terr it or io
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r elat iv am ent e poco accident ado per m it ier on que esos dos gr andes sist em as fluviales
llegar an a unir se por canales, facilit ando así los int er cam bios nor t e- sur . Todos est os
fact or es geográficos cont r ibuyer on a la t em prana unificación cult ur al y polít ica de
China, m ient r as que Eur opa occident al, de super ficie sim ilar per o con un t er r it or io
m uy escar pado y cuy os r íos no ser v ían par a tales cont act os, se ha r esist ido a la
unificación cult ur al y polít ica hast a nuest r os días.
Algunos descubr im ient os se ex pandier on desde el sur hacia el nor t e de China, en
especial la fundición de hier r o y el cult ivo de ar r oz. Per o el sent ido pr edom inant e de
la expansión fue el de nor t e a sur. Ésa t endencia es de lo m ás clar o para la
escr it ur a: a difer encia de Eur asia occident al, que pr oduj o una m ult it ud de pr im it iv os
sistem as de escrit ura, com o la cuneiform e de los sum erios, los j eroglíficos egipcios,
la hit it a, la de Cr et a y el alfabet o sem ít ico, en China se desarrolló un solo sist em a
de escr it ura m uy bien docum ent ado. Se perfeccionó en China sept ent rional, se
ext endió
y
prevaleció
sobr e
ot ros
sist em as
em ergent es,
o
los
sust it uyó,
evolucionando hast a la escr it ura que se sigue ut ilizando hoy en China. Ot ras
peculiar idades
im por t ant es
de
las
sociedades
del
nor t e
de
China
que
se
t r ansm it ier on hacia el sur fuer on la t ecnología del br once, las lenguas chinot ibet anas y la or ganización polít ica. Las t r es pr im eras dinast ías chinas, Xia, Shang y
Zhou, em ergieron en China sept ent r ional en el segundo m ilenio a.C.
Los escr it os que se han conser v ado del pr im er m ilenio a.C. at est iguan que la et nia
china solía ya ent onces ( al igual que hoy) consider ar se cult ur alm ent e super ior a los
«bár bar os» no chinos, y a su vez los chinos del nor t e incluso solían consider ar com o
bárbar os a los del sur . Por ej em plo, un escr it or de la últ im a época de la dinast ía
Zhou descr ibía así en el pr im er m ilenio a.C. a los r est ant es pueblos de China: «Los
pueblos de esas cinco r egiones —los estados m edios y los r ong, y i y ot ras t r ibus
salv aj es que les r odean— t enían sus v ar ias nat ur alezas pr opias, que er a im posible
educar. Las t r ibus del est e se denom inaban y i. Tenían el pelo desor denado y se
t at uaban el cuerpo. Algunos com ían alim ent os cr udos, sin cocinar al fuego». El
aut or zhou seguía descr ibiendo t r ibus salv aj es al sur , al oest e y al nor t e com o que
incur r ían en pr áct icas igualm ent e bárbaras, com o la de defor m ar se los pies,
t at uar se la fr ent e, vest ir pieles, v iv ir en cav er nas, no com er cer eales y, por
supuest o, ingerir sus alim ent os crudos.
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Los est ados or ganizados por esa dinast ía Zhou del nor t e de China, o con ar r eglo a
su m odelo, se ex t endier on hacia el sur dur ant e el pr im er m ilenio a.C., hasta
culm inar en la unificación polít ica de China baj o la dinast ía Qin en 221 a.C. Su
unificación cult ur al se aceler ó en ese m ism o per íodo, al absorber los est ados chinos
«civ ilizados» a los «bár bar os» analfabet os, o ser im it ados por ést os. Algo de esa
unificación cult ur al se pr oduj o de m anera fer oz: por ej em plo, el pr im er em per ador
Qin condenó a la hoguer a, com o sin valor , todos los libr os de hist or ia escr it os ant es,
con gran per j uicio de nuest r o conocim ient o de las pr im it iv as hist or ia y escr it ur a
chinas. Ést as y ot ras disposiciones dr aconianas t ienen que haber cont r ibuido a la
ex pansión de las lenguas chino- t ibet anas del nor t e de China a la m ay or par t e del
t er r it or io chino, y a r educir el m iao- yao y ot r os gr upos de lenguas a su act ual
dist r ibución fr agm ent ada.
En Asia or ient al, el ser China la pr im er a en iniciar la pr oducción de alim ent os, la
t ecnología, la escr it ur a y la or ganización polít ica t uv o com o consecuencia que las
innovaciones chinas cont r ibuyer an asim ism o de for m a decisiv a al desar r ollo en
r egiones vecinas. Por ej em plo, hasta el cuar t o m ilenio a.C. la m ay or par t e de Asia
sur or ient al t r opical est aba t odav ía ocupada por cazador es- r ecolect or es que hacían
út iles de piedr a o m ica, per t enecient es a la t radición hoabinhiana así denom inada
por su localización en la zona de Hoa- Binh, en Viet nam . Más adelant e se
ex pandier on hacia Asia sur or ient al t r opical m ét odos de cult iv o chinos, t ecnologías
neolít icas, el sist em a de v ida en aldeas y la alfar er ía sim ilar es a las del sur de
China, con el pr obable acom pañam ient o de fam ilias lingüíst icas de ést a. Las
ex pansiones hist ór icas hacia el sur de bir m anos, laosianos y t ailandeses a par t ir de
China m er idional com plet ó la chinificación del Asia sur or ient al m er idional. Todos
est os pueblos m oder nos son br ot es r ecient es de sus par ient es del sur de China.
Tan poderosa fue la apisonador a china que los ant er ior es poblador es de Asia
sur or ient al pocos vest igios han dej ado tras ellos en los pueblos act uales de la
r egión. Sólo t r es gr upos lim it ados de cazador es- r ecolect or es —los negr it os sem ang
de la península de Malaca, los habit ant es de las islas Andam án y los negr it os
v eddoid de Sr i Lanka— per m anecen com o t est im onio de que los pr im it ivos
habit ant es del Asia sur or ient al t r opical pudier on haber sido de t ez oscur a y cabello
r izado, igual que los neoguineanos act uales y a difer encia de los chinos m er idionales
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y sus descendient es act uales del Asia suror ient al t r opical, t odos ellos de cabello
lacio y t ez pálida. Esos pocos negr it os de Asia sur or ient al pueden ser los últ im os
super v iv ient es de los pr im er os poblador es que colonizar on Nuev a Guinea. Los
negr it os sem ang subsist ier on com o cazador es- r ecolect or es que com er ciaban con
cam pesinos v ecino, adopt ando de ést os una lengua aust r o asiát ica, de form a m uy
par ecida a com o los cazador es- r ecolect ores negr it o- filipinos y pigm eos afr icanos
adopt aron lenguas de los cam pesinos con quienes com er ciaban. Sólo en las r em otas
islas Andam án se conser v an, com o últ im os vest igios super v iv ient es de los que
habr ían sido cient os de lenguas abor ígenes surasiát icas ahora ex t inguidas, hablas
no r elacionadas con las fam ilias lingüíst icas del sur de China.
I ncluso Corea y Japón est uvieron fuer t em ent e influidos por China, si bien su
aislam ient o geogr áfico con r espect o a ést a les asegur ó no per der sus lenguas ni sus
r asgos dist int ivos f ísicos y genét icos, com o los per dió el Asia sur or ient al t r opical.
Cor ea y Japón adopt ar on el ar roz de China en el segundo m ilenio a.C., la m et alur gia
del br once hacia el pr im er m ilenio a.C., y la escr it ur a en ese m ism o pr im er m ilenio
a.C. China t am bién t ransm it ió a Cor ea y Japón los cult ivos de tr igo y cebada de Asia
occident al.
No obst ant e, no debem os ex agerar al descr ibir así el papel pr im or dial de China en la
civ ilización de Asia or ient al. No se t r at a de que t odos los avances cult ur ales de Asia
or ient al pr ovinier an de China y que cor eanos, japoneses y asiát icos del sur est e
t r opical fuer an bárbar os sin invent iv a que no apor tar on nada. Los pr im it iv os
j aponeses desarr ollar on una de las alfar er ías m ás ant iguas del m undo y se
est ablecier on com o cazador es- r ecolect or es en aldeas que v iv ían de los r icos
r ecur sos pesquer os j aponeses, m ucho ant es de que llegar a la producción de
alim ent os. Algunas plant as pr obablem ent e se aclim at ar on por pr im er a v ez o por
separado en Japón, Cor ea y Asia sur or ient al t r opical.
Per o, con t odo, el papel de China alcanzó dim ensiones colosales. Por ej em plo, el
pr est igio de que goza t odav ía la cult ur a china en Japón y Cor ea es t an grande que
Japón no piensa en absolut o abandonar su sist em a de escr it ur a der iv ada del chino a
pesar de sus inconv enient es par a r epr esentar los vocablos j aponeses, aunque Cor ea
est á por fin r eem plazando ahor a su engor r osa escr it ur a de t ipo chino por un
ex celent e alfabet o han'gul. Ést a per sist encia de la escr it ura china en Japón y Cor ea
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es un r ecuerdo vivo en el siglo XX de la dom est icación de plant as y anim ales en
China hace casi 10 000 años. Gr acias a los logr os de los pr im er os agr icult or es de
Asia or ient al, China fue de los chinos, y los pueblos desde Tailandia hasta la isla de
Pascua ( com o verem os en el capít ulo pr óxim o) devinieron par ient es suyos.
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Ca pít u lo 1 7
La n ch a rá pida a Poline sia
La hist or ia de las islas del Pacífico se com pendia par a m í en un hecho sucedido
cuando, en com pañía de tr es am igos indonesios, cam inaba en dir ección a un
com er cio de Jayapura, la capit al de la Nuev a Guinea indonesia. Los nom br es de m is
am igos eran Achm ad, Wiw or y Sauak ar i, y el com er cio er a r egent ado por un
com er ciant e llam ado Ping Wah. Achm ad, funcionar io del gobier no indonesio,
act uaba com o j efe, por que él y yo est ábam os or ganizando un est udio ecológico par a
el gobier no y habíam os cont rat ado a Wiwor y Sauakar i com o ay udant es locales.
Pero Achm ad nunca había est ado ant es en un bosque de las m ont añas de Nueva
Guinea, y no t enía la m enor idea de qué sum inist r os com pr ar . Los r esult ados fuer on
cóm icos.
En el m om ent o en que m is am igos ent r aron en la t ienda, Ping Wah leía un diar io
chino. Al v er ent r ar a Wiw or y Sauak ar i, siguió ley endo, per o escondió el per iódico
debaj o del m ost rador en cuant o adv ir t ió la pr esencia de Achm ad. Ést e cogió un
hacha, haciendo r eír a Wiw or y Sauakar i, porque la sost enía al r ev és. Wiw or y
Sauakar i le enseñaron cóm o asir la cor r ectam ent e y pr obar la. Achm ad y Sauak ar i
llegar on después a los pies descalzos de Wiw or , cuy os dedos est aban m uy
separados por no haber llev ado zapat os en t oda la v ida. Sauakar i cogió los zapat os
m ás anchos que había en la t ienda y los m idió con los pies de Wiw or , per o el
calzado seguía siendo dem asiado estr echo, y la sit uación hizo que Achm ad,
Sauakar i y Ping Wah r om pier an a r eír a car caj adas. Achm ad cogió un peine de
plást ico par a peinar sus cabellos negr os y lacios. Dir igiendo su m ir ada al cabello
r ecio y m uy ensor t ij ado de Wiw or , le ent r egó a ést e el peine. El ar tefact o se at ascó
inm ediat am ent e en el cabello de Wiw or , y después se r om pió en cuant o Wiw or t ir ó
de él. Todo el m undo com enzó a r eír , incluido Wiw or . Wiw or r espondió r ecor dándole
a Achm ad que deber ía com prar grandes cant idades de arr oz, por que en las aldeas
de las m ontañas de Nuev a Guinea no podían com prar se alim ent os a ex cepción de
bat atas, que le r ev olv er ían el est óm ago a Achm ad ( m ás hilar idad) .
A pesar de las r isas, pude per cibir las t ensiones suby acent es. Achm ad era j avanés,
Ping Wah er a chino, Wiw or er a un m ont añés de Nuev a Guinea y Sauak ar i un
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habit ant e de las t ier r as bajas de la cost a sept ent r ional de Nuev a Guinea. Los
j avaneses dom inan el gobier no indonesio, que se anex ionó la m it ad occident al de
Nuev a Guinea en el decenio de 1960 y ut iliza bom bas y am et rallador as par a
aplast ar a la oposición neo guineana. Achm ad decidió m ás t ar de quedarse en la
ciudad y dej arm e hacer solo el est udio del bosque con Wiw or y Sauak ar i. Me ex plicó
su decisión señalando su cabello lacio y ásper o, t an difer ent e del de los neo
guineanos, y diciendo que ést os m at ar ían a cualquier a que t uv ier a el cabello com o
el suyo si lo encont r aban lej os del apoyo del ej ér cit o.
Ping Wah había apar t ado su per iódico porque la im por t ación de escr it ur a china es
t eór icam ent e ilegal en la Nuev a Guinea indonesia. En gran par t e de I ndonesia, los
com er ciant es son inm igrant es chinos. El t em or m ut uo lat ent e ent re los chinos
económ icam ent e dom inant es y los j avaneses polít icam ent e dom inant es est alló en
1966 en una r evolución sangr ient a, en la que los j avaneses m at aron a cient os de
m iles de chinos. En su condición de neoguineanos, Wiw or y Sauakar i com par t ían la
m ay or par t e de los r encor es de los neoguineanos por la dict adura j av anesa, per o
t am bién m enospr eciaban a sus r espect iv os gr upos. Los m ontañeses r echazan a los
habit ant es de las t ier r as bajas por consider ar los afect ados com edor es de sagú,
m ient r as que ést os r echazan a los m ont añeses por pr im it iv os cabezot as, ex pr esión
con la que se r efier en t ant o a su v olum inoso cabello ensor t ij ado com o a su fam a de
ar rogant es. Unos días después de haber m ont ado un cam pam ent o aislado en los
bosques con Wiw or y Sauak ar i, est uvier on a punt o de pelear se con hachas.
Las t ensiones ent r e los gr upos que Achm ad, Wiw or, Sauakar i y Ping Wah
r epr esent an dom inan la polít ica de I ndonesia, que es el cuar t o país del m undo en
población. Éstas t ensiones m oder nas t ienen r aíces que se r em ont an a m iles de años
at r ás. Cuando pensam os en gr andes m ovim ient os de población ult ram ar inos,
t endem os a cent rar nos en los que han t enido lugar desde el descubr im ient o de
Am érica por Colón, y en las sust it uciones result ant es de los no europeos por los
eur opeos en la época hist ór ica. Per o ha habido t am bién gr andes m ovim ient os
ult ram arinos m ucho ant es de Colón, y sust it uciones prehist óricas de pueblos no
eur opeos por ot r os pueblos no eur opeos. Wiw or , Achm ad y Sauakar i r epr esent an
t r es oleadas pr ehist ór icas de pueblos que se desplazar on por m ar desde Asia
cont inent al hast a el Pacífico. Los m ont añeses de Wiwor descienden pr obablem ent e
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de una t em prana oleada que había colonizado Nuev a Guinea desde Asia hace 40
000 años. Los ant epasados de Achm ad llegar on a Jav a en últ im a inst ancia desde la
cost a del sur de China, hace unos 4.000 años, culm inando la sust it ución allí de
pueblos r elacionados con los ant epasados de Wiw or . Los ant epasados de Sauakar i
llegar on a Nuev a Guinea hace unos 3.600 años, com o par t e de la m ism a oleada
pr ocedent e de las costas del sur de China, m ient r as que los ant epasados de Ping
Wah cont inúan ocupando China.
Lám ina 11. Un j aponés: el em perador Akihit o celebr ando su 59 cum pleaños,
( AP/ Wide World Phot os) .
El m ovim ient o dem ogr áfico que llev ó a los ant epasados de Achm ad y Sauakar i a
Java y Nuev a Guinea, r espect iv am ent e, llam ado ex pansión austr o indonesia, fue
uno de los m ayor es m ovim ient os de población de los últ im os 6000 años. Un flanco
de ella se convir t ió en los polinesios, que poblar on las islas m ás r em ot as del Pacífico
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y fueron los m ayores navegant es ent re los pueblos neolít icos. Las lenguas
aust r oindonesias se hablan aún en nuest ros días com o lenguas aut óct onas en m ás
de la m it ad de la ex t ensión del planet a, desde Madagascar hast a la isla de Pascua.
En est e libr o sobr e los m ovim ient os de población hum ana desde el final de los
per íodos glaciales, la expansión aust r o indonesia ocupa un lugar fundam ent al com o
uno de los fenóm enos m ás im por t ant es que deben ser ex plicados.
Figura 17.1. La fam ilia lingüíst ica austr oindonesia est á form ada por cuat r o
subfam ilias, t r es de ellas cir cunscrit as a Taiw án y una ( m alayo- polinesia) ex t endida.
La segunda subfam ilia est á for m ada, a su vez, por dos subfam ilias, m alayopolinesia occidental ( = M- P O) y m alayo- polinesia cent ral- or ient al ( M-P C- O) . La
segunda sub- subfam ilia est á for m ada, a su vez, por cuatr o sub- sub- subfam ilias, la
m uy ext endida oceánica al est e y ot ras t r es al oest e en una zona m ucho m ás
r educida que com pr ende Halm aher a, islas cer canas e I ndonesia orient al, y el
ext r em o occident al de Nueva Guinea.
¿Por qué los aust ro indonesios, or iginarios en últ im a inst ancia de China cont inent al,
colonizar on Jav a y el r est o de I ndonesia y sust it uy er on a los habit ant es or iginales
de est as zonas, en vez de ser los indonesios quienes colonizar an China y
sust it uy er an a los chinos? Una vez ocupada t oda I ndonesia, ¿por qué fuer on
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después los austr o indonesios incapaces de ocupar m ás que una est r echa franja
cost er a de las t ier r as baj as de Nuev a Guinea, y por qué fuer on tot alm ent e incapaces
de desplazar al pueblo de Wiw or de las t ier r as alt as de Nuev a Guinea? ¿Cóm o se
t ransform aron los descendientes de los em igrant es chinos en polinesios?
Hoy en día, la población de Jav a, la m ay or ía de las dem ás islas de I ndonesia
( except o las m ás orient ales) y Filipinas es bast ant e hom ogénea. En cuant o a
apar iencia y genes, los habit ant es de estas islas son sem ej antes a los de China
m er idional, e incluso m ás par ecidos a los poblador es del Asia sur or ient al t r opical,
especialm ent e
los
de
la
península
m alay a.
Sus
lenguas
son
igualm ent e
hom ogéneas: aunque en Filipinas y el oest e y el cent ro de I ndonesia se hablan 374
lenguas, t odas ellas est án est r echam ent e relacionadas y se inscr iben en la m ism a
subfam ilia ( m alay o- polinesio occident al) de la fam ilia de lenguas aust r o indonesias.
Las lenguas austr o indonesias llegar on a Asia cont inent al por la península m alay a y
pequeñas zonas de Viet nam y Cam boya, cer ca de las islas indonesias m ás
occident ales de Sum at r a y Bor neo, per o no se hablan en ningún otr o punt o del
cont inent e ( fig. 17.1) . Algunas palabr as indonesias han pasado a ot ras lenguas
occident ales, com o «t abú» y «t at uaj e» ( de una lengua polinesia) , «boondocks»
( em pleada en inglés par a designar un lugar m uy lej ano, pr ocedent e del t agalo de
Filipinas) , y «am ok», «bat ik » y «or angután» ( del m alay o) .
Ést a unifor m idad genét ica y lingüíst ica de I ndonesia y Filipinas es t an sorpr endent e
en un pr incipio com o la unifor m idad lingüíst ica pr edom inant e de China. Los célebr es
fósiles de Hom o erect us de Java dem uest ran que el ser hum ano habit a al m enos en
la zona occident al de I ndonesia desde hace un m illón de años. Ést e t iem po habr ía
sido suficient e par a que los hum anos desar r ollasen una div er sidad genét ica y
lingüíst ica y adaptaciones t r opicales, com o piel oscur a al igual que la de m uchos
ot r os pueblos t ropicales, per o los indonesios y los filipinos t ien en la piel clar a.
Es sor pr endent e t am bién que los indonesios y los filipinos sean t an par ecidos a los
poblador es del Asia sur or ient al t r opical y del sur de China en otr os r asgos físicos
adem ás de la piel clar a y los genes. Una m ir ada al m apa pone de m anifiest o que
I ndonesia ofr ecía la única vía posible para que el ser hum ano llegar a a Nuev a
Guinea y a Aust r alia hace 40 000 años, por lo que podr ía esperar se ingenuam ent e
que los indonesios m odernos fueran
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iguales que los neo guineanos y
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los
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aust r alianos m oder nos. En r ealidad, sólo hay unas pocas poblaciones par ecidas a las
de Nuev a Guinea en la zona de Filipinas e I ndonesia occident al, en especial los
negr it os que viv en en las zonas m ont añosas de Filipinas. Del m ism o m odo que las
t r es poblaciones r esiduales par ecidas a la de Nuev a Guinea que hem os m encionado
al hablar del sur est e de Asia t r opical ( capít ulo 16) , los negr it os de Filipinas podr ían
ser v est igios de poblaciones ancest r ales del pueblo de Wiw or antes de su llegada a
Nueva Guinea. I ncluso esos negr it os hablan lenguas aust ro indonesias sem ej ant es a
la de sus vecinos f ilipinos, lo cual im plica que ellos t am bién ( al igual que los negr it os
sem ang de Malasia y los pigm eos de Áfr ica) han per dido su lengua or iginal.
Todos est os hechos indican con fir m eza que, o bien asiát icos sur or ient ales
t r opicales, o bien chinos m er idionales que hablaban lenguas austr o indonesias, se
pr opagaron recient em ent e por Filipinas e I ndonesia, sust it uyendo a t odos los
habit ant es anter ior es de esas islas a ex cepción de los negr it os de Filipinas,
sust it uy endo asim ism o todas las lenguas insular es or iginales. Es ev ident e que est e
hecho t uvo lugar en fechas dem asiado r ecient es com o para que los colonizador es
desarr ollar an una piel negr a, fam ilias lingüíst icas difer enciadas o un caráct er
dist int iv o genét ico o div er sidad. Sus lenguas son, desde luego, m ucho m ás
num er osas que las ocho lenguas chinas dom inant es de China cont inent al, per o no
son m ás diver sas. La pr olifer ación de m uchas lenguas sem ej antes en Filipinas e
I ndonesia r eflej a sim plem ent e el hecho de que las islas nunca experim ent ar on una
unificación polít ica y cult ural, com o fue el caso de China.
Los det alles de las dist r ibuciones de las lenguas ofr ecen valiosas pist as en r elación
con el cam ino de esta expansión aust ro indonesia que se adm it e com o hipót esis.
Toda la fam ilia lingüíst ica aust r o indonesia est á for m ada por 959 lenguas, div ididas
en cuat r o subfam ilias. Per o una de est as subfam ilias, llam ada m alay o- polinesia,
com pr ende 945 de esas 959 lenguas y abar ca casi en su t ot alidad el ám bit o
geográfico de la fam ilia aust r o indonesia. Ant es de la r ecient e ex pansión ult r am ar ina
de eur opeos que hablaban lenguas indoeuropeas, la aust r o indonesia er a la fam ilia
lingüíst ica m ás ex t endida en el m undo. Ést e hecho sugier e que la subfam ilia
m alay o- polinesia se difer enció r ecient em ent e de la fam ilia aust r o indonesia y se
difundió lej os desde su t er r it or io or iginar io aust r o indonesio, dando or igen a m uchas
lenguas locales, t odas las cuales cont inúan est recham ent e em par ent adas porque no
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ha t r anscur r ido t iem po suficient e com o para que se desar r ollen gr andes difer encias
lingüíst icas. Para la localización de ese t er r it or io or iginar io aust r oindonesio no
deber íam os m irar , pues, a la subfam ilia m alay o- polinesia, sino a las otr as t r es
subfam ilias aust r oindonesias, que pr esent an difer encias ent r e sí y con r espect o a la
m alay o- polinesia m ás im por t ant es que las subfam ilias de la m alay o- polinesia ent r e
sí.
Result a que esas otr as tr es subfam ilias t ienen dist r ibuciones coincident es, t odas
ellas m inúsculas en com par ación con la dist r ibución de la subfam ilia m alay opolinesia. Est án lim it adas a los abor ígenes de la isla de Taiw án, sit uada a sólo 150
k m de la China cont inent al m er idional. Los abor ígenes de Taiw án t uvier on la isla en
gr an m edida par a ellos m ism os hasta que los chinos com enzaron a est ablecer se en
gr an núm ero en los últ im os m il años
Lám ina 12. Muj er j avanesa cosechando arr oz. Las lám inas 12 y 13 r epr esent an a
hablant es de lenguas aust roindonesias. ( Judit h Ferst er, Ant hro- Phot o) .
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. El núm er o de chinos que llegar on a la isla aum ent ó a par t ir de 1945, sobr e t odo
después de la der r ota de los nacionalist as por los com unist as chinos en 1949, de t al
m anera que los abor ígenes const it uy en ahor a sólo el 2 por 100 de la población de
Taiw án. La concent r ación de t r es de las cuat r o subfam ilias aust r o indonesias en
Taiw án par ece indicar que, dent r o del t er r eno aust r o indonesio act ual, Taiwán es el
t er r it or io or iginar io donde las lenguas aust r o indonesias se han hablado dur ant e
m ás m ilenios y han t enido sist em át icam ent e m ás t iem po para div er gir. Todas las
ot r as lenguas austr o indonesias, desde las de Madagascar a las de la isla de Pascua,
habr ían br otado, pues, de una expansión dem ogr áfica a par t ir de Taiw án.
Lám ina 13. Muj er polinesia de la isla de Rapa, en el Pacífico t ropical. 11. 000 km al
est e de Java. ( R. H. Reck. Museo Am er icano de Hist or ia Nat ur al, negat ivo 107814)
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Podem os pasar ahor a a las pr uebas arqueológicas. Aunque ent r e los r est os de
ant iguos em plazam ient os de aldeas no se encuent r an palabras fosilizadas j unt o con
huesos y cerám ica, sí revelan m ovim ient os de personas y art efact os cult urales que
podr ían est ar r elacionados con las lenguas. Com o el r est o del m undo, la m ayor
par t e del act ual dom inio aust ro indonesio —Taiw án, Filipinas, I ndonesia y m uchas
islas del Pacífico— est uv ier on pobladas en un pr incipio por cazador es- r ecolect or es
que car ecían de cer ám ica, út iles de piedr a pulim ent ada, anim ales dom ést icos y
cult ivos. Las únicas excepciones a est a generalización son las islas rem ot as de
Madagascar , Melanesia or ient al, Polinesia y Micr onesia, a las que nunca llegar on los
cazador es-r ecolect or es y que per m anecier on vacías de ser es hum anos hasta la
ex pansión aust ro indonesia. Los pr im er os signos arqueológicos de algo difer ent e en
el t er r eno aust r o indonesio pr ovienen de… Taiw án. A par t ir m ás o m enos del cuar t o
m ilenio a.C. , aparecieron en Taiwán y en el lit oral opuest o de la China cont inent al
m er idional út iles de piedr a pulim ent ada y un est ilo de cer ám ica decor ada dist int iv o
( llam ado cerám ica Ta- p'en- k 'eng) der iv ada de cerám ica ant er ior de la China
m eridional cont inent al. Rest os de arr oz y m ij o en em plazam ient os t aiwaneses
post er ior es pr opor cionan pr uebas de la ex ist encia de la agr icult ur a.
Los yacim ient os Ta- p'en- k 'eng de Taiw án y la cost a del sur de China est án llenos de
espinas de peces y conchas de m oluscos, así com o de pesas de piedra para r edes y
de azuelas aptas para constr uir una canoa de m ader a ahuecando el tr onco de un
ár bol. Evident em ent e, aquellos pr im er os ocupant es neolít icos de Taiw án poseían
em barcaciones adecuadas par a la pesca de alt ur a y par a el t r áfico m ar ít im o r egular
a t rav és del est r echo de Taiw án, que separa esa isla de la cost a de China. Así pues,
el est r echo de Taiw án pudo haber act uado com o cam po de ent r enam ient o donde los
chinos del cont inent e desar r ollar on las t écnicas m ar ít im as de aguas abier t as que les
per m it ir ían ex pandir se por el Pacífico.
Un t ipo específico de ar t efact o que v incula la cult ur a Ta- p'enk'eng de Taiw án con
cult ur as post er ior es de las islas de Oceanía es un bat idor de cor t eza, ut ensilio de
piedr a que se ut ilizaba para golpear la fibr osa cor t eza de cier t as especies ar bór eas
para tr ansfor m ar las en cuer das, r edes y v est idos. Una v ez que los pueblos del
Pacífico se ex t endier on m ás allá de la zona de dist r ibución de los anim ales
dom ést icos product or es de lana y de los cult iv os de plant as fibr osas, y por t ant o de
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los vest idos t ej idos, pasar on a depender del «t ej ido» de cor t eza golpeado par a su
vest im ent a. Habit ant es de la isla de Rennell, una isla polinesia t r adicional que no se
occident alizó hast a el decenio de 1930, m e cont ar on que la occident alización
pr oduj o el m ar avilloso beneficio indir ect o de que la isla se quedó en silencio. Se
acabaron los r uidos de los bat idor es de cor t eza en t odas par t es, con los que se
apor r eaba t ej idos de cor t eza desde el alba hast a después de anochecer t odos los
días.
En el plazo de aproxim adam ent e un m ilenio después de la llegada de la cult ur a Tap'en- k 'eng a Taiw án, las pr uebas arqueológicas indican que cult ur as obv iam ent e
der iv adas de ella se ex t endier on cada v ez m ás lej os desde Taiw án hasta llenar el
m oder no t err it or io aust r o indonesio ( fig. 17.2) .
Figura 17.2. Tr ayect or ias de la ex pansión indonesia, con las fechas apr oxim adas de
llegada a cada r egión. 4a = Bor neo. 4b = Célebes. 4c = Ti m or ( h. 2500 a.C.) . 5a =
isla de Halm ahera ( h. 1600 a. C.) . 5b = Java. 5c = Sum at ra ( h. 2000 a.C.) . 6a =
ar chipiélago de Bism ar ck ( h. 1600 a.C.). 6b = península de Malaca. 6c = Viet nam
( h. 1000 a. C.) . 7 = archipiélago de Salom ón ( h. 1600 a. C.) . 8 = Sant a Cr uz. 9c =
Tonga. 9d - Nueva Caledonia ( h. 1200 a.C.). 10b — islas de la Sociedad. 10c = islas
Cook. 11a = ar chipiélago de Tuam ot u ( h. 1) .
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Ent r e las pr uebas figuran út iles de piedr a pulida, cer ám ica, huesos de cer dos
dom ést icos y r est os de cult iv os. Por ej em plo, la cer ám ica Ta- p'en- k 'eng decorada de
Taiw án dio paso a la cer ám ica lisa o roj a no decor ada, que t am bién se ha
encont r ado en yacim ient os de Filipinas y en las islas indonesias de Célebes y Tim or .
Ést e «lot e» cult ur al de cer ám ica, út iles de piedr a y anim ales dom est icados apar eció
hacia 3. 000 a.C. en Filipinas, hacia 2500 a.C. en las islas indonesias de Célebes y el
nor t e de Bor neo y Tim or , hacia 2000 a.C. en Java y Sum at r a y hacia 1.600 a.C. en
la r egión de Nueva Guinea. Allí, com o ver em os, la expansión en r it m o de lancha
r ápida, a m edida que los por t ador es del lot e cult ur al cor r ían r um bo al est e hast a el
océano Pacífico ant es deshabit ado m ás allá del ar chipiélago de las Salom ón. Las
últ im as fases de la ex pansión, dur ant e el pr im er m ilenio de nuest r a er a, t uv ier on
com o consecuencia la colonización de t odas las islas polinesias y m icronesias
capaces de alber gar ser es hum anos. Sorpr endent em ent e, t am bién se dir igió hacia el
oest e a t r avés del océano Índico para llegar a la cost a or ient al de Áfr ica, para
t er m inar en la colonización de la isla de Madagascar .
Al m enos hast a que la expansión llegó a las costas de Nueva Guinea, el
desplazam ient o de una isla a otr a se efect uaba pr obablem ent e m ediant e canoas con
doble balancín, cuyo uso sigue siendo gener alizado en nuest r os días en toda
I ndonesia. Ést e diseño de em bar cación r epr esent ó un gr an av ance en r elación con
las sencillas pir aguas de t r onco de ár bol que dom inaban ent r e los pueblos
t r adicionales que v iv ían en cur sos de agua int er ior es de t odo el m undo. Una piragua
de t r onco es ni m ás ni m enos que lo que su nom br e indica: un t r onco de ár bol
m acizo ex cav ado ( es decir , ahuecado) , y sus ex t r em os m oldeados, por una azuela.
Dado que el fondo de la pir agua es t an r edondo com o el t r onco del que se ha
t allado, el m enor desequilibr io en la dist r ibución del peso hace que la canoa se
incline hacia el lado m ás pesado. Siem pre que he r em ontado los r íos de Nuev a
Guinea en pir aguas im pulsadas por neo guineanos, he pasado gran par t e del v iaj e
at er r or izado: par ecía que cada lev e m ovim ient o m ío ponía en peligr o de v olcar la
canoa y de enviar nos a m í y m is binocular es a int im ar con los cocodr ilos. Los
habit ant es de Nuev a Guinea se las ar r eglan para par ecer segur os m ient r as r em an
en las pir aguas en lagos y r íos en calm a, per o ni siquier a los neo guineanos pueden
usar una piragua de est e t ipo en m ar es donde haya un m odest o oleaj e. De ahí que
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algún m ecanism o est abilizador debió de ser fundam ent al no sólo par a la ex pansión
aust r o indonesia por I ndonesia, sino incluso para la colonización inicial de Taiw án.
La solución consist ió en am ar rar dos t r oncos m ás pequeños ( balancines o bat angas)
paralelos al casco y a cier t a dist ancia de ést e, uno a cada lado, unidos al casco por
palos am arr ados en perpendicular a éste y los balancines. Cuando el casco
com ienza a inclinar se hacia un lado, la flot abilidad del balancín de ese lado im pide
que ést e sea em puj ado debaj o del agua, y por tant o hace práct icam ent e im posible
que la em bar cación v uelque. La invención de la pir agua con doble balancín debió de
ser el gr an avance t ecnológico que desencadenó la ex pansión aust r oindonesia desde
China cont inent al.
* * * *
Dos sor pr endent es coincidencias ent r e las pr uebas ar queológicas y lingüíst icas
r espaldan la infer encia de que las per sonas que llev ar on una cult ur a neolít ica a
Taiw án,
Filipinas e I ndonesia hace m iles de años hablaban lenguas aust r o
indonesias y er an ant epasados de los hablant es aust r o indonesios que cont inúan
habit ando esas islas en nuest r os días. En pr im er lugar , am bos t ipos de pr ueba
apunt an inequív ocam ent e a la colonización de Taiw án com o pr im er a etapa de la
ex pansión desde la cost a del sur de China, y a la colonización de Filipinas e
I ndonesia desde Taiw án com o fase siguient e. Si la ex pansión hubier a av anzado
desde la península de Malaca en el sur est e de Asia hast a la isla indonesia m ás
cer cana ( Sum at ra) , a cont inuación a ot ras islas indonesias y finalm ent e a Filipinas y
Taiw án,
encont rar íam os las div isiones m ás pr ofundas ( reflej o
de la
m ayor
pr ofundidad t em poral) de la fam ilia lingüíst ica aust r o indonesia ent r e las lenguas
m oder nas de la península de Malaca y Sum at r a, y las lenguas de Taiw án y Filipinas
se habr ían difer enciado r ecient em ent e dent r o de una m ism a subfam ilia. En cam bio,
las div isiones m ás pr ofundas est án en Taiw án, y las lenguas de la península de
Malaca y Sum at ra per t enecen a la m ism a subsubfam ilia: una r am a r ecient e de la
subfam ilia m alay o- polinesia occident al, que es, a su v ez, una r am a bastant e
r ecient e de la subfam ilia m alay o- polinesia.
Est os det alles de las r elaciones
lingüíst icas coinciden a la per fección con las pr uebas ar queológicas que indican que
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la colonización de la península de Malaca fue r ecient e, y que no pr ecedió sino que
siguió a la colonización de Taiw án, Filipinas e I ndonesia.
La ot ra coincidencia ent r e los dat os ar queológicos y lingüíst icos se r efier e al bagaj e
cult ural
que
ut ilizaban
los
ant iguos
aust ro
indonesios.
La
arqueología
nos
pr opor ciona pr uebas dir ect as de cult ura en for m a de cerám ica, huesos de cerdo y
pescado, et c. Cabr ía pr egunt ar se en un pr incipio cóm o un lingüist a, que sólo est udia
las
lenguas
m oder nas
cuyas
form as ancest r ales
no
escr it as
siguen
siendo
desconocidas, podía conj et ur ar siquier a si los aust r o indonesios que v iv ían en
Taiwán hace 6000 años t enían cerdos. La solución consist e en reconst r uir los
v ocabular ios
de
lenguas
ant iguas
desapar ecidas
( llam adas
pr ot o- lenguas)
com parando v ocabular ios de lenguas m odernas der iv adas de ellas.
Por ej em plo, las palabr as que significan «ov ej a» en m uchas lenguas de la fam ilia
lingüíst ica indoeur opea, dist r ibuida desde I r landa hasta I ndia, son m uy par ecidas:
«av is», «av is», «ov is», «ovej a», «ov t sa», «ow is» y «oi», en lit uano, sánscr it o, lat ín,
español, r uso, gr iego e ir landés, r espect iv am ent e. ( I ncluso el inglés conser v a el
t ér m ino «ew e» para designar a la ov ej a, adem ás de la m ás genér ica y ut ilizada
«sheep») . La com paración de los cam bios de sonidos que las div er sas lenguas
indoeur opeas m oder nas han ex per im ent ado dur ant e su hist or ia indica que la for m a
or iginal er a «ow is» en la lengua indoeur opea cent r al que se hablaba hace unos
6000 años. Ésa lengua ancestr al no escr it a r ecibe el nom br e de pr ot o- indoeuropeo.
Evident em ent e, los pr ot o- indoeur opeos de hace 6.000 años t enían ovej as, de
acuer do con las pr uebas que nos ofr ece la ar queología. Casi 2.000 palabr as m ás de
su v ocabular io pueden r econstr uir se de m aner a sem ej ant e, incluidos los t ér m inos
que significan «cabr a», «caballo», «r ueda», «her m ano» y «oj o». Per o no puede
r econst r uir se ninguna palabra pr oto- indoeur opea que signifique «ar m a de fuego»,
que ut iliza difer ent es r aíces en dist int as lenguas indoeur opeas m oder nas: «gun» en
inglés, «fusil» en fr ancés, «r uzhy o» en r uso, et c. Est o no debe sor pr ender a nadie:
la gent e de hace 6000 años no podía t ener una palabra que designara las arm as de
fuego, que fueron invent adas únicam ent e en los últ im os 1000 años. Dado que no
había una raíz com par t ida her edada que significase «arm a de fuego», cada lengua
indoeur opea t uv o que invent ar o t om ar pr est ada su propia palabra cuando se
invent ar on finalm ent e las ar m as de fuego.
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Pr ocediendo del m ism o m odo, podem os com par ar las lenguas t aiw anesa, filipina,
indonesia y polinesia m oder nas para r econst r uir una lengua pr ot o- aust r o indonesia
que se hablase en el pasado lej ano. No es ninguna sor pr esa que la lengua pr ot oaust r o indonesia r econst r uida t uv ier a palabras con significados com o «dos»,
«páj ar o», «or ej a», y «pioj o»: nat uralm ent e, los pr ot o- aust r o indonesios podían
cont ar hasta dos, conocían los páj ar os y t enían or ej as y pioj os. Pero m ás
int er esant e es saber que la lengua r econst r uida t enía palabras que significan:
«cer do», «perr o» y «arr oz», que debían form ar por t ant o par t e de la cult ur a pr ot oaust r o indonesia. La lengua r econst r uida est á llena de palabras que indican una
econom ía m ar ít im a, com o «canoa con balancín», «v ela», «alm ej a gigant e»,
«pulpo», «t ram pa para peces» y «t or t uga m ar ina». Las pr uebas lingüíst icas en
r elación con la cult ur a de los pr ot o- aust ro indonesios, con independencia de dónde y
cuándo viv ier an, concuerda per fect am ent e con las pr uebas arqueológicas en
r elación con la gent e fabr icant e de cer ám ica, or ient ada hacia el m ar y pr oduct ora de
alim ent os, que vivía en Taiwán hace unos 6.000 años.
El m ism o procedim ient o puede aplicar se par a r econst r uir el pr ot o-m alay o- polinesio,
la lengua ancest ral que hablaban los aust r o indonesios después de em igr ar de
Taiw án. El pr ot o-m alay o- polinesio cont iene palabras para designar m uchos cult iv os
t r opicales com o el t ar o, el fr ut o del ár bol del pan, las bananas, los ñam es y los
cocos, para los cuales no ha podido r econst r uir se ninguna palabr a en pr oto- austr o
indonesio. Así pues, las pr uebas lingüíst icas indican que m uchos cult ivos t ropicales
se incor por ar on al r eper t or io austr o indonesio después de la em igr ación de Taiw án.
Ést a conclusión coincide con las pr uebas arqueológicas:
a m edida que los
agr icult or es colonizador es se ex t endían hacia el sur desde Taiw án ( sit uado a unos
23º nor t e del ecuador ) hacia los t r ópicos ecuat or iales, llegar on a depender cada v ez
m ás de cult iv os de t ubér culos y ár boles t r opicales, que pasar on a llev ar con ellos
hast a el Pacífico t r opical.
¿Cóm o pudier on aquellos agr icult or es de habla aust r o indonesia procedent es del sur
de China a t r av és de Taiw án sust it uir a la población or iginal de cazador esr ecolect or es de Filipinas y el oest e de I ndonesia de m aner a t an com plet a que
apenas se han conser v ado pr uebas genét icas y ninguna lingüíst ica de aquella
población or iginal? Las r azones se asem ej an a las r azones por las que los eur opeos
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sust it uyeron o ext erm inar on a los indígenas aust r alianos en los últ im os dos siglos, y
a las razones por las que los chinos m er idionales habían sust it uido ant es a la
población del Asia sur or ient al t r opical or iginal: la m ay or densidad de población de
los agr icult or es, la super ior idad de los út iles y de las arm as, el m ay or desar rollo de
las em barcaciones y los conocim ient os m ar ít im os y las enfer m edades epidém icas
para las que los agr icult or es t enían r esist encia, per o no así los cazador esr ecolect or es. En Asia cont inent al, los agr icult or es de habla austr o indonesia
pudier on sust it uir asim ism o a algunos de los ant iguos cazador es-r ecolect or es de la
península de Malaca, porque los aust r o indonesios colonizar on la península desde el
sur y el est e ( desde las islas indonesias de Sum at r a y Bor neo) m ás o m enos en la
m ism a época en que los agr icult or es de habla austr o asiát ica colonizaban la
península desde el nor t e ( desde Tailandia) . Ot r os austr o indonesios logr ar on
est ablecer se en algunas zonas del sur de Viet nam y Cam boya par a conv er t ir se en
los ant epasados de la m oder na m inor ía cham ic de esos países.
Sin em bar go, los agr icult or es aust ro indonesios no pudier on ex t ender se m ás por el
sur est e asiát ico cont inent al, por que agr icult or es austr o asiát icos y t ai- kadai habían
sust it uido ya a los ant iguos cazador es- recolect or es de la zona, y por que los
agr icult or es aust r o indonesios no t enían vent aj a alguna sobr e los agr icult or es aust r o
asiát icos y t ai- kadai. Aunque infer im os que los hablant es aust r o indonesios t uvier an
su or igen en las cost as del sur de China, las lenguas aust ro indonesias act uales no
se hablan en ningún lugar de China cont inent al, posiblem ent e por que se cont aban
ent r e los cient os de ant iguas lenguas chinas elim inadas por la ex pansión hacia el
sur de los hablant es chino- t ibet anos. Se cr ee, sin em bargo, que las fam ilias
lingüíst icas m ás cer canas a la aust r o indonesia son la t ai- kadai, la aust ro asiát ica y
la m iao- yao. Así pues, aunque las lenguas aust r o indonesias en China no pudier on
sobr ev iv ir a la m at anza de las dinast ías chinas, algunas de sus lenguas her m anas y
pr im as sí lo hicier on.
* * * *
Hem os seguido ya las et apas iniciales de la ex pansión aust r oindonesia a lo lar go de
4000 k m desde las cost as del sur de China, pasando por Taiwán y Filipinas, hast a el
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oest e y el cent ro de I ndonesia. En el curso de est a expansión, los aust r oindonesios
llegar on a ocupar todas las zonas habit ables de esas islas, desde la cost a al int er ior ,
y
desde las t ier r as baj as hasta las m ont añas.
En 1500 a.C.,
sus huellas
ar queológicas fam iliar es, incluidos los huesos de cerdo y una cer ám ica lisa bañada
en r oj o, indican que habían llegado a la isla de Halm ahera, en el oest e de I ndonesia,
a unos 300 km del ex t r em o occident al de la gr an isla m ontañosa de Nuev a Guinea.
¿Pr ocedier on a apoder ar se de esa isla, com o ya habían hecho con las gr andes islas
m ont añosas de Célebes, Bor neo, Java y Sum at ra?
No lo hicier on, com o una m ir ada a los r ost r os de la m ay or ía de los neoguineanos
m oder nos pone de r eliev e, y com o los porm enor izados est udios genét icos sobr e los
genes de los habit ant es de Nuev a Guinea confir m an. Mi am igo Wiw or y todos los
dem ás m ont añeses de Nueva Guinea son evident em ent e dist int os de los indonesios,
los filipinos y los chinos m er idionales en su piel oscur a, el cabello m uy ensor t ij ado y
la for m a del r ostr o. La m ay or ía de los poblador es de las t ier ras baj as del int er ior y
de la cost a m er idional de Nueva Guinea se par ecen a los m ont añeses a ex cepción
de que t ienden a ser m ás alt os. Los exper t os en genét ica no han encontr ado
indicador es genét icos austr o indonesios car act er íst icos en las m uest r as de sangr e
de los m ont añeses de Nueva Guinea.
Per o las poblaciones de las cost as sept ent r ional y or ient al de Nuev a Guinea y las de
los ar chipiélagos de Bism arck y Salom ón, al nor t e y est e de Nuev a Guinea,
pr esent an un cuadr o m ás com plej o. En apar iencia, son int er m edios en gr ado
var iable ent r e los m ont añeses com o Wiw or y los indonesios com o Achm ad, aunque
por t ér m ino m edio est án consider ablem ent e m ás cer ca de Wiw or . Por ej em plo, m i
am igo Sauakar i, procedent e de la cost a sept ent r ional, t iene un cabello ondulado
int er m edio ent r e el cabello lacio de Achm ad y el cabello ensor t ij ado de Wiw or , y la
piel algo m ás pálida que la de Wiw or, aunque m ucho m ás oscur a que la de Achm ad.
Genét icam ent e, los habit ant es de las islas Bism arck y Salom ón y los de las cost as
sept ent rionales de Nueva Guinea son m ás o m enos un 15 por 100 aust ro indonesios
y un 85 por 100 com o los poblador es de las t ier r as alt as de Nuev a Guinea. De ahí
que sea ev ident e que los aust r o indonesios llegar on a la r egión de Nuev a Guinea
pero no penet rar on en absolut o en el int erior de la isla, diluyéndose genét icam ent e
ent r e los r esident es ant er ior es de Nueva Guinea en la cost a sept ent r ional y las islas.
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Las lenguas m oder nas cuent an en esencia la m ism a hist or ia per o añaden det alles.
En el capít ulo 15 ex plicam os que la m ayor ía de las lenguas de Nuev a Guinea,
llam adas lenguas papúas, no guardan r elación con ninguna fam ilia lingüíst ica de
ot r as par t es del m undo. Sin ex cepción, todas las lenguas que se hablan en las
m ont añas de Nuev a Guinea, t odas las t ier r as bajas del sur oest e y el sur - cent r o de
Nuev a Guinea, incluida la cost a, y el int er ior de Nuev a Guinea sept ent r ional, son
lenguas papúas. Per o se hablan lenguas aust r o indonesias en una est r echa fr anj a
sit uada inm ediat am ent e al nor t e de las cost as sur or ient ales. La m ay or ía de las
lenguas de los ar chipiélagos de Bism ar ck y Salom ón son aust r o indonesias: las
lenguas papúas se hablan sólo en r incones aislados de algunas islas.
Las lenguas aust r o indonesias que se hablan en las Bism arck y en las Salom ón y en
las cost as sept ent r ionales de Nuev a
Guinea
est án
r elacionadas,
com o una
subsubsubfam ilia independient e llam ada oceánica, con la subsubsubfam ilia de
lenguas que se habla en Halm aher a y el ex t r em o occident al de Nuev a Guinea. Ésa
r elación lingüíst ica confir m a, com o cabr ía esper ar obser vando un m apa, que los
hablant es austr o indonesios de la r egión de Nuev a Guinea llegar on a t rav és de
Halm aher a. Los det alles de las lenguas aust r o indonesias y papúas y su efect iv a
dist r ibución por el nor t e de Nuev a Guinea at est iguan el lar go contact o ent r e los
invasor es aust r o indonesios y los r esident es hablant es de lenguas papúas. Tant o las
lenguas austr o indonesias com o las papúas de la r egión m uestr an grandes
influencias en vocabular io y gr am át ica, por lo que r esult a difícil decidir si cier t as
lenguas son básicam ent e lenguas aust ro indonesias influidas por las papúas o a la
inver sa. Cuando se v iaj a de una aldea a otr a por la cost a sept ent r ional de sus islas
colindant es, se pasa de una aldea con lengua austr o indonesia a una aldea con
lengua papua, y después a ot r a aldea que habla una lengua aust r o indonesia, sin
discont inuidad genét ica en las fr ont er as lingüíst icas.
Todo est o indica que los descendient es de los invasor es aust r o indonesios y de los
neo guineanos or iginales han com er ciado, se han pasado y han adquir ido los genes
y las lenguas del ot r o gr upo durant e m iles de años en la cost a sept ent r ional de
Nuev a Guinea y sus islas. Ést e pr olongado cont act o tr ansfir ió las lenguas aust r o
indonesias con m ás eficacia que los genes aust r o indonesios, con el r esult ado de
que la m ay or ía de los habit ant es de las islas Bism ar ck y Salom ón hablan ahora
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lenguas aust r o indonesias, aun cuando su apar iencia y la m ay or ía de sus genes
sigan siendo papúas. Per o ni los genes ni las lenguas de los aust r o indonesios
penet r ar on en el int er ior de Nuev a Guinea. El r esult ado de su invasión de Nuev a
Guinea fue, pues, m uy difer ent e del result ado de su invasión de Bor neo, Célebes y
ot r as gr andes islas indonesias, donde su apisonador a elim inó la m ay or ía de las
huellas de los genes y las lenguas de los ant er ior es habit ant es. Par a com pr ender lo
que sucedió en Nuev a Guinea, v olv am os a las pr uebas que nos ofr ece la
ar queología.
Hacia 1.600 a.C., casi sim ult áneam ent e con su apar ición en Halm ahera, apar ecen
en la r egión de Nueva Guinea huellas ar queológicas fam iliar es de la ex pansión
aust r o indonesia: cerdos, gallinas, per r os, cer ám ica bañada en r oj o y azuelas de
piedr a pulida y de conchas gigant es. Per o dos rasgos dist inguen la llegada de los
aust r oindonesios de la de su llegada ant er ior a Filipinas e I ndonesia.
La pr im era car act er íst ica consist e en los diseños de la cer ám ica, que son r asgos
est ét icos sin ninguna significación económ ica per o que per m it en a los ar queólogos
reconocer inm ediat am ent e un yacim ient o aust ro indonesio pr im it ivo. Aunque la
m ay or par t e de la pr im it iv a cer ám ica austr o indonesia en Filipinas e I ndonesia no
est aba decor ada, la cer ám ica de la r egión de Nuev a Guinea est aba bellam ent e
decor ada con diseños geom ét r icos dispuest os en bandas hor izont ales. En otr os
aspect os, la cerám ica conser v ó el baño roj o y las for m as caract er íst icas de las
v asij as de la cer ám ica austr o indonesia ant er ior en I ndonesia. Evident em ent e, los
poblador es aust r o indonesios de la r egión de Nuev a Guinea t uv ier on la idea de
«t at uar » sus vasij as, quizá inspir ados en los dibuj os geom ét r icos que y a habían
ut ilizado en sus t ej idos de cor t eza y sus tat uaj es cor por ales. Ést e est ilo r ecibe el
nom br e de cer ám ica de Lapit a, por un yacim ient o ar queológico del m ism o nom br e
que per m it ió su descr ipción.
La car act er íst ica dist int iv a m ás im por t ante de los pr im it iv os yacim ient os aust r o
indonesios en la r egión de Nuev a Guinea es su dist r ibución. A difer encia de los de
Filipinas e I ndonesia, donde incluso los yacim ient os pr im it ivos aust r o indonesios
m ás ant iguos que se conocen est án en grandes islas com o Luzón y Borneo y
Célebes, los yacim ient os con cer ám ica de Lapit a de la r egión de Nuev a Guinea se
lim it an práct icam ent e a pequeños islot es cont iguos a islas r em ot as m ás ext ensas.
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Hasta la fecha, se ha encont rado cer ám ica de Lapit a en sólo un y acim ient o ( Ait ape)
de la costa sept ent r ional de Nuev a Guinea, y en un par de yacim ient os de las islas
Salom ón. La m ay or ía de los yacim ient os de Lapit a de la r egión de Nuev a Guinea
est án en las islas Bism arck, el islot e frent e a las cost as de las islas m ás ext ensas de
las Bism ar ck, y ocasionalm ent e en las cost as de las pr opias islas m ay or es. Dado
que ( com o ver em os) los fabr icant es de cerám ica de Lapit a er an capaces de nav egar
m iles de k ilóm et r os, est á clar o que el hecho de no tr asladar sus aldeas a unos
k ilóm et r os de dist ancia hast a las islas Bism ar ck m ás grandes, o a unas decenas de
k ilóm et r os hast a Nuev a Guinea, no se debió a su incapacidad para llegar allí.
La base de la subsist encia de Lapit a puede r econst r uir se a par t ir de los desper dicios
ex cav ados por los ar queólogos en yacim ient os de Lapit a. Los pueblos de Lapit a
dependían sobr em aner a de los alim ent os m ar inos, que incluían peces, m arsopas,
t or t ugas m ar inas, escualos y m ar iscos. Tenían cer dos, gallinas y per r os y com ían las
nueces de m uchos árboles ( incluidos los cocos) . Aunque probablem ent e t am bién
com ían los habit uales cult ivos de t ubérculos aust ro indonesios, com o el t ar o y los
ñam es, r esult a difícil obt ener pr uebas de est os cult iv os, por que las dur as cáscar as
de las nueces sí t ienen m uchas m ás probabilidades que las blandas raíces de
per durar durant e m iles de años en los m ont ones de desper dicios.
Nat ur alm ent e, es im posible dem ostrar dir ect am ent e que las per sonas que hacían la
cer ám ica de Lapit a hablaran una lengua aust r o indonesia. Sin em bar go, dos hechos
per m it en afir m ar que est a infer encia es pr áct icam ent e segur a. En pr im er lugar , a
ex cepción de las decor aciones de las vasij as, las vasij as pr opiam ent e dichas y su
parafer nalia cult ur al asociada son sem ej antes a los r est os cult ur ales encont r ados en
y acim ient os de I ndonesia y Filipinas ant epasados de sociedades m oder nas de habla
aust r oindonesia. En segundo lugar , la cer ám ica de Lapit a apar ece t am bién en islas
r em ot as del Pacífico que no habían t enido población hum ana ant er ior, m ient r as que
no se encuent r an pr uebas de una segunda oleada im por tant e de poblam ient o
post er ior a la que llev ó las vasij as de Lapit a, y donde los m oder nos habit ant es
hablan una lengua aust ro indonesia ( volver em os a est e punt o m ás adelant e) . De ahí
que pueda suponer se que la cerám ica de Lapit a señala la llegada de los austr o
indonesios a la r egión de Nuev a Guinea.
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¿Qué hacían aquellos fabr icant es de v asij as aust r o indonesios en islot es ady acent es
a las islas m ay or es? Probablem ent e viv ían de la m ism a m anera que los m oder nos
alfar er os viv ier on hast a t iem pos r ecient es en los islot es de la r egión de Nuev a
Guinea. En 1972 v isit é una de est as aldeas en el islot e de Malai, en el ar chipiélago
de Siassi, fr ent e a las cost as de la isla de t am año m edio de Um boi, sit uada a su vez
fr ent e a las cost as de la isla m ay or de las Bism ar ck, Nuev a Br et aña. Cuando
desem bar qué en Malai en busca de aves, sin saber nada de la gent e que viv ía ahí,
m e sor pr endió la v isión que m e saludó. En v ez de la pequeña aldea habit ual con
chozas baj as, r odeada de grandes huer t os suficient es par a alim ent ar a la aldea, y
con algunas canoas varadas en la play a, la m ay or par t e de la super ficie de Malai
est aba ocupada por casas de m adera de dos plantas adosadas una a la ot ra, sin
dej ar espacio para huer t os, es decir el equiv alent e neo guineano del cent r o de
Manhat tan. En la play a había hiler as de grandes canoas. Result ó que los poblador es
de la isla de Malai, adem ás de ser pescador es, er an t am bién alfar er os, t allador es y
com er ciant es especializados, que v iv ían fabr icando vasij as y cuencos de m ader a
bellam ent e decor ados que transpor t aban en sus canoas a las islas m ás grandes,
cam biando sus pr oductos por cer dos, per r os, ver dur as y ot r os ar t ículos necesar ios.
I ncluso la m ader a par a las canoas de Malai se obt enía m ediant e el com er cio con
habit ant es de las aldeas de la v ecina isla de Um boi, dado que en Malai no hay
ár boles suficient em ent e gr andes com o para ser t r ansfor m ados en canoas.
En la época ant er ior a la navegación eur opea, el com er cio ent r e las islas en la
r egión de Nuev a Guinea est aba m onopolizado por est os gr upos especializados de
alfar er os const r uct or es de canoas, ex per t os en nav egar sin inst r um ent os de
navegación, que v iv ían en islot es cer canos a islas m ayor es y ocasionalm ent e en
aldeas cost eras de las islas pr incipales. Cuando llegué a Malai en 1972, aquellas
r edes com er ciales indígenas se habían desm or onado o contr aído, en par t e por la
com pet encia de las em bar caciones con m otor y las vasij as de alum inio eur opeas, en
par t e por que el gobier no colonial aust r aliano pr ohibió los desplazam ient os en canoa
a lar ga dist ancia después de algunos accident es en los que los com er ciant es se
ahogar on. Yo dir ía que los alfar er os de Lapit a fuer on los com er ciant es int er insular es
de la r egión de Nuev a Guinea en los siglos post er ior es a 1600 a.C.
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La expansión de las lenguas aust r o indonesias a la cost a sept ent r ional de Nuev a
Guinea, y de ahí a las islas m ás gr andes de los ar chipiélagos de Bism ar ck y
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