Subido por Lucas Torres

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TRATAMIENTO
DESDE EL ALMA
Amelia Haydée Imbriano
TRATAMIENTO
DESDE EL ALMA
Lectura introductoria a la obra de Freud
Con la colaboración de Agostina Ilari Bonfico
XXXXXXXXXXXXXXXXXX
XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX
– 1a ed. – Buenos Aires : Letra Viva, 2013.
XXX p.; 23 x 16 cm.
ISBN 978-950-649-XXX-X
1. XXXXXXXXXX. I. Título
CDD XXXXXXXX
© 2013, Letra Viva, Librería y Editorial
Av. Coronel Díaz 1837, (1425) C. A. de Buenos Aires, Argentina
e-mail: [email protected] / web page: www.imagoagenda.com
© 2013, XXXXXXXXX
e-mail: [email protected]
Dirección editorial: Leandro Salgado
Primera edición: XXXX de 2013
Impreso en Argentina – Printed in Argentina
Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723
Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra bajo cualquier método,
incluidos la reprografía, la fotocopia y el tratamiento digital, sin la previa y
expresa autorización por escrito de los titulares del copyright.
A María Amelia, por su curiosidad responsable y
capacidad de interrogación.
A los estudiantes del Departamento de Psicoanálisis y
de la Maestría en Psicoanálisis de Universidad Kennedy
Índice
Presentación como pretexto de una invitación, Agostina Ilari Bonfico . . 9
Prólogo, Mabel Levato . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19
CAPITULO I. ¿Qué es el psicoanálisis? . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37
CAPITULO II. El espacio de configuración psicoanalítico . . . . . . . . . 61
CAPITULO III. El aparato psíquico. Primer tópica . . . . . . . . . . . . 79
CAPÍTULO IV. El inconsciente y sus formaciones . . . . . . . . . . . . . 95
CAPÍTULO V. Los conceptos fundamentales en 1915 . . . . . . . . . . 117
CAPITULO VI. Revisión de la teoría pulsional en 1920 . . . . . . . . . . 143
CAPITULO VII. El complejo de edipo . . . . . . . . . . . . . . . . . . 155
CAPITULO VIII. La segunda tópica del aparato psíquico . . . . . . . .
201
CAPITULO IX. La invención de una praxis . . . . . . . . . . . . . . . 237
Addenda. Sobre la formación de Freud . . . . . . . . . . . . . . . . . 265
Bibliografia general . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 277
Presentación como pretexto
de una invitación
Agostina Ilari Bonfico
Comenzar la lectura de un libro nunca es una tarea sencilla. Pareciera que
cada vez que nos decidimos por este tipo de actividades, numerosos obstáculos nos obstruyen el camino a la biblioteca. Llegar a ella se nos presenta como
una tarea prácticamente imposible; una especie de cruzada al mejor estilo Indiana Jones. Sin embargo, hay que reconocer que los obstáculos con los cuales nos enfrentamos, resultan muchos más sencillos de sortear. Veamos algunos de ellos, solo con el objetivo de poder diseñar una hoja de ruta o mapa, que
nos guie a la biblioteca sin temor a perdernos en el camino.
En primer lugar, uno de nuestros grandes inconvenientes es el tiempo; o
mejor dicho, lo que pareciera ser la falta de tiempo. Afortunadamente, solo se
trata de un parecer, porque siempre nos las rebuscamos para encontrarlo: en
algún lugar de la casa, en un viaje al trabajo o a la universidad, esperándonos
en un bar, incluso estando de vacaciones. Nunca termina de escabullirse del
todo. En segundo lugar, y este sí que se nos presenta como un verdadero problema, hay que tener ganas, deseo, -si se me permite el atrevimiento-, de emprender ese recorrido. Y qué mejor que un deseo decidido para que nos guie,
para que nos indique el camino. Será este deseo el que nos movilice a elegir la
lectura por sobre cualquier otra actividad recreativa. Porque leer un libro, no
es más que un acto re-creativo.
Ustedes se estarán preguntando qué es lo que implica este acto re-creativo
tan singular. Comparto el interrogante: ¿Qué se recrea en el momento en que
uno toma un libro y comienza a circular por sus páginas? Y no en vano elijo el
verbo “circular”, ya que este implica la posibilidad de moverse dentro de un
circuito. La lectura de un texto nos permite recrear el circuito de pensamientos, reflexiones, interrogaciones, intentos de respuestas, afirmaciones y, por
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
qué no, dudas, que el autor se ha planteado. Y conociendo a la autora de este
libro, las interrogaciones estuvieron a la orden del día. Provocadora, pendenciera, Amelia Imbriano no se conforma con la respuesta que el texto freudiano le brinda, sino que lo empuja hasta sus límites, interrogando cada una de
las afirmaciones del padre del psicoanálisis. Y no se limita solo a preguntarle a
Freud por sus conceptos y teorizaciones, sino que, además, nos invita a todos
a acompañarla en ese camino, abriéndonos a nosotros, sus lectores, la posibilidad de interrogarla a ella también.
No hay forma de aprehender los contenidos de un texto sin que el mismo
nos implique en una pregunta. Quienes hemos sido alumnos de Amelia, conocemos bien esta circularidad que se da entre el autor y el lector, ya que ella
siempre nos ha incentivado y acompañado a practicar el método interrogativo tanto con Freud y Lacan, como con ella misma en tanto autora y profesora.
Porque la lectura, al igual que el aprendizaje, nunca puede ser unidireccional,
sino que tiene que implicar un circuito en el cual la palabra y los interrogantes
puedan moverse libremente, generando un diálogo y no una clase magistral.
Presentar ante ustedes, lectores entusiastas, Tratamiento desde el alma, encubre, en realidad, una invitación, y por qué no también, una provocación.
Quiero invitarlos a que se animen a dialogar con el texto y con su autora. Que
se animen a interrogarlo, porque sepan ustedes que nunca estarán solos en ese
recorrido, ya que Amelia estará junto a ustedes sosteniendo sus preguntas, cavilaciones, incertidumbres, reflexiones, opiniones y un centenar de etcéteras.
Anímense a discutir, y hasta pelearse con el texto, solo para volver a él con un
renovado espíritu crítico. No tengan temor de perderse en él, siempre encontrarán un punto de marras en el cual hacer puerto y relanzar la lectura. Autorícense a ser ustedes mismos provocadores y pendencieros, tienen en Amelia
una gran maestra. Y sobre todo, permítanse disfrutar de la lectura.
Sin lugar a dudas, encontrarán el tiempo y el deseo que los llevará a circular
por estas páginas con el mismo entusiasmo con el cual fueron escritas.
Ciudad de Buenos Aires, 17 de marzo de 2013
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Prólogo
Mabel Levato
El venturoso azar –palabras borgeanas- hizo que conociera a Amelia Imbriano hace ya tiempo. Comparto con ella un sincero afecto, un mutuo respeto y el
interés incesante por la obra freudiana. Además de su lucidez intelectual, destaco en ella el permanente entusiasmo que sabe trasmitir a sus colegas y alumnos.
La obra freudiana y el interés compartido por sus conceptos
Siguiendo la letra freudiana quiero exponer en pocas palabras y con la mayor claridad posible el sentido que en el psicoanálisis se le atribuye al término inconsciente, concepto fundamental al que se dedica el texto de Imbriano.
En reiteradas ocasiones Freud elaboró la noción de aparato psíquico para
delimitar al inconsciente, a punto tal que gran parte de la metapsicología freudiana responde al objetivo de conceptualizar (tópica, dinámica y económicamente) su funcionamiento y su articulación con el campo pulsional.
En mi tesis de Maestría en Psicoanálisis, realizada en la Universidad Kennedy, cuya directora es la autora de este libro, reviso alguno de los conceptos
que me parece oportuno comentar prologando este texto dedicado a los conceptos fundamentales de la obra de Freud.
Para Freud, el aparato psíquico cuenta con determinadas características
que conviene distinguir: es un dispositivo compuesto por distintas instancias,
cuyo ordenamiento corresponde a funciones, ocupa un espacio virtual, está
regido por diferentes lógicas de inscripción y ligadura de registros, está gobernado por diferentes principios de regulación de la energía, tiene distintos modos de representar la temporalidad y su meta consiste en la captación y elaboración de los estímulos provenientes de dos exteriores: el mundo exterior y el
propio cuerpo.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
A todo lo largo de su obra, Freud construye diferentes modelos de aparato psíquico en los cuales acentúa el ejercicio de dos funciones fundamentales
(memoria y percepción), que se excluyen mutuamente.
Freud expone por primera vez su hipótesis acerca de la composición del
aparato psíquico como un sistema de inscripciones en términos de signos
en la Carta 52 de su correspondencia con Fliess, como lo presenta Amelia
Imbriano, constituye un hito fundamental en la elaboración de la teoría del
aparato psíquico.
Plantea allí la hipótesis de una serie de signos, el perceptivo, el inconciente y el preconciente, que difieren formalmente porque se basan en diferentes criterios asociativos (simultaneidad, causalidad, semejanza), y asimismo, difieren en su contenido, -temas estos tratados en los desarrollos de la
autora-. Entre la percepción y la conciencia, lo que más tarde será conceptuado como el sistema P-Cc., existen diferentes tipos de signos psíquicos, y
lo importante a destacar es que ni siquiera el primero en constituirse, el signo perceptivo, es una transcripción exacta, una copia de lo percibido, constituyendo este tema un esfuerzo de la autora para lograr su explicación. Es
sabido que en el esquema, el signo perceptivo incluye un elemento ausente
en la percepción. Esto equivale a decir que al registrarse el estímulo en tanto signo, inscripción, se le asocian otros elementos que no corresponden al
mismo, sino que se adhieren de acuerdo a una lógica específica: la simultaneidad. Por otro lado, el signo inconsciente, equivalente a la representacióncosa, corresponde ya a una retranscripción de lo inscripto, y es muy importante tener en cuenta que se lleva a cabo de tiempo en tiempo. De modo tal
que el sistema correspondiente al signo inconsciente consiste en una transformación de lo inscripto como signo perceptivo.
También hay otros elementos conceptuales en la Carta 52 a Fliess que son
destacables, y quedan expresados en la misma del siguiente modo: “Tú sabes
que trabajo con el supuesto de que nuestro mecanismo psíquico se ha generado
por estratificaciones sucesivas, pues de tiempo en tiempo el material preexistente de huellas mnémicas experimenta un reordenamiento según nuevos nexos, una retranscripción. Lo esencialmente nuevo en mi teoría es, entonces, la
tesis de que la memoria no preexiste de manera simple, sino múltiple, está registrada en diversas variedades de signos (...)”.
Es importante, para lograr una concepción del funcionar psíquico, tener
presente que las trascripciones se siguen unas a otras constituyendo la operación psíquica de épocas sucesivas de la vida. En la frontera entre dos de estas
épocas tiene que producirse una traducción del material psíquico y Freud supone que las psiconeurosis se producen por el hecho de no haberse producido dicha traducción. La falta de traducción equivale a la represión. Con ello,
no sólo se alude a la memoria como un sistema de escritura, de acuerdo a lo
que varios años más tarde quedará ejemplarmente metaforizado con el funcionamiento de la “pizarra mágica”. El traducir supone un mismo contenido
vertido de acuerdo a otras lógicas y otras convenciones simbólicas. No se trata
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Prólogo
de un proceso evolutivo, sino de una progresiva complejización que establece nuevos enlaces, donde siempre queda algo retenido, indócil a la traducción.
Es un problema de estructura, entonces, el que hace que la Vorstellung desempeñe una función distorsiva y represente por transposición una articulación
simbólica variable de acuerdo a cada traducción.
De acuerdo a los términos de “Estudios sobre la histeria”, el material de recuerdos se encuentra inscripto en la memoria en múltiples archivos, ordenados según diversos nexos lógicos o criterios de asociación. Los signos corresponden, pues, a los diferentes archivos. Se trata de distintos materiales o huellas mnémicas reordenadas en el curso de distintas fases libidinales. Para la primera trascripción de las percepciones, Freud señala el nexo de asociación por
simultaneidad, y lo que hay que saber entender, entonces, es que tal nexo corresponde a un criterio lógico temporal, de manera que los signos de percepción, como primera trascripción de lo percibido, se ligan sobre la base de un
modo de pensar que nada tiene que ver con lo objetivo. En efecto, inscripción
por simultaneidad implica una organización de las huellas conforme a una primitiva coexistencia temporal, pero no bajo la forma de una sincronía absoluta,
sino como una sincronía organizada por el aparato psíquico, cuya matriz temporal se especifica en el modo en que se constituye la vivencia de satisfacción.
La concepción de lo denominado por Freud vivencia de satisfacción permite
dar cuenta de lo antedicho. Vale consignar que, la vivencia de satisfacción, no
es la descripción de un acontecimiento, es una experiencia de valor fundamental que establece el modo en que se constituye el desear, en base a la articulación entre vivencias en el propio cuerpo y el pensar, como operación constituyente de nexos, de ligaduras.
Como Imbriano refiere, Freud postula que la imagen perceptual del objeto satisfaciente, la imagen motriz de desinvestidura ligada a la satisfacción y
los registros de la tensión de necesidad, se articulan de acuerdo a una ley fundamental de asociación por simultaneidad. Pero la asociación por simultaneidad, implica también que la investidura de la huella del objeto de satisfacción
debe estar acompañada, para que el aparato psíquico no se desestructure, de
una impresión simultánea del objeto en los órganos sensoriales.
La definición más precisa sobre la representación-cosa, es cuando Freud
afirma: “(...) la representación-cosa, que consiste en la investidura, si no de la
imagen mnémica directa de la cosa, al menos de huellas mnémicas más distanciadas y derivadas de ella”. Hay varias cuestiones implicadas en esta definición. En primer lugar, hay una alusión implícita a la espacialidad del aparato
psíquico y al hecho de que la representación-cosa se constituye a distancia de
la imagen mnémica directa de la cosa, y como consecuencia de un proceso de
transformación, de retranscripción. Para decirlo en los términos de la Carta 52,
la representación-cosa es la investidura de la huella mnémica correspondiente al sistema inconsciente, como retranscripción del signo perceptivo en tanto imagen mnémica directa de la cosa. La definición distingue signo perceptivo y signo inconciente. Se trata de tener en cuenta la distinción entre una ima-
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
gen mnémica más cercana a la percepción como primer registro de signos de
la cosa, y otra huella más distante, la representación-cosa precisamente, surgida como consecuencia de todo un proceso de transformación. En segundo
lugar, se trata de una definición que incluye los tres órdenes de la concepción
metapsicológica. El económico (la representación-cosa consiste en una investidura), el tópico (la representación-cosa corresponde al sistema inconsciente) y el dinámico (la representación-cosa deriva de transformaciones). Sin embargo, hay un aspecto central sobre el que es preciso interrogarse: ¿Qué es esa
cosa representada por la Vorstellung?
Das Ding
Freud le confiere a la cosa (das Ding) una gravitación particular, desde el momento en que das Ding se constituye sobre la base del complejo del semejante, como lugar donde el sujeto inicia la ejecución del juicio. Resulta pertinente
entonces revisar algunos aspectos de dicho concepto para aproximarnos a un
punto central que, como prologuista, entiendo que, Imbriano, se interesa destacar: das Ding como núcleo del complejo del prójimo en tanto cosa a ser representada. “Supongamos ahora –dice Freud– que el objeto que brinda la percepción sea parecido al sujeto, a saber, un prójimo, (...) un objeto como este es
simultáneamente el primer objeto de satisfacción y el primer objeto hostil, así
como el único poder auxiliador. Sobre el prójimo, entonces, aprende el ser humano a discernir. Es que los complejos de percepción que parten de este prójimo serán en parte nuevos e incomparables –p. ej., sus rasgos en el ámbito visual–; en cambio, otras percepciones visuales –p. ej., los movimientos de sus
manos– coincidirán dentro del sujeto con el recuerdo de impresiones visuales propias, en un todo semejante, de su propio cuerpo (...). Otras percepciones del objeto, además –p. ej., si grita– despertarán el recuerdo del gritar propio y, con ello, las vivencias propias de dolor. Y así el complejo del prójimo se
separa en dos componentes, uno de los cuales impone por una ensambladura constante, se mantiene reunido como una cosa del mundo, mientras que el
otro es comprendido por un trabajo mnémico, es decir, puede ser reconducido a una noticia del propio cuerpo. A esta descomposición de un complejo perceptivo se llama su discernimiento; ella contiene un juicio (...)”. Más adelante
Freud afirma contundente: “Lo que llamamos cosas del mundo son restos que
se sustraen a la apreciación judicativa.” El discernir un complejo perceptivo
supone descomponer sus elementos en, al menos, dos porciones. Una de ellas
corresponde a las variaciones que pueden reducirse y, en consecuencia, comprenderse al ser reconducidas mediante trabajo mnémico a noticias del propio cuerpo. Sobre estos elementos, los predicados del complejo (funcionales o
afectivos), es posible establecer identificaciones. El otro fragmento, el núcleo
invariable constante e irreductible como tal, se sustrae a la actividad de discernimiento, en la medida en que, como resto, corresponde a lo no comprendi-
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Prólogo
do. Este punto de irreductibilidad, que se opone a la comprensión identificatoria, imposible de predicar por tratarse de lo no comprendido e inasimilable
mediante trabajo mnémico, eso es precisamente lo que Freud sitúa como das
Ding (la cosa). Además, por sustraerse al trabajo de discernimiento, la cosa es
imposible de representar. Y es de todo punto de vista interesante hacer notar
que la representación-cosa se constituye en la tentativa de representar lo imposible de inscribir. Resto indócil al discernimiento, la cosa patentiza lo no representable en la Vorstellung. Por eso la representación-cosa es un todo abierto, al que pueden sumarse nuevas imágenes, nuevos registros.
Por fin, todo el recorrido que hemos realizado pone de relieve un aspecto
central en la elaboración freudiana del aparato psíquico. En efecto, la trama de
huellas mnémicas, el sistema de representaciones –con sus refinados procesos
de ligadura– y las fantasías, son procedimientos cada vez más complejos para
tratar lo irreductible a la simbolización que Freud nombra de diferentes maneras: lo traumático, lo no comprendido, la cosa o el núcleo del complejo del
semejante. A su vez, este aspecto del sistema de representaciones puede distinguirse como el centro mismo del que parten todos los efectos de repetición.
Sobre todo, si se piensa que la repetición es, precisamente, la ley fundamental
que rige las operaciones del inconciente.
El yo, el ello y el superyó
El último modelo estructural del aparato psíquico que Freud elabora, es
también consecuencia de una necesidad teórica y clínica. Por un lado, es necesario incluir la pulsión de muerte en la estructura anímica y, al mismo tiempo, concebir en su funcionamiento la compulsión de repetición, tarea a la cual
nuestra autora se dedica con empeño. Por otro lado, Freud necesita ubicar tópicamente el lugar en el cual se generan las resistencias. Así, conceptualiza el
aparato psíquico compuesto de tres instancias que, a diferencia de los anteriores modelos, no se ordenan en relación a la conciencia y donde lo inconciente excede la categoría de lo reprimido. Esas regiones psíquicas son: el ello, totalmente inconciente, el yo y el superyó, con distintos fragmentos que participan de lo inconciente, lo preconciente y lo conciente. Aquello que en la primera tópica corresponde a los distintos sistemas (inconciente, preconciente y
conciente), en la segunda son adjetivos del ello, del yo y del superyó. De manera tal que esta nueva conceptualización de lo anímico no sólo no descarta
a la anterior, sino que la integra y la articula en una suerte de mayor complejización, enormemente útil para dar cuenta de determinados fenómenos, con
lo cual la teorización anterior resulta escasa en sus alcances. Por ejemplo, los
modelos anteriores son insuficientes para situar desde el punto de vista tópico, el lugar de la resistencia y de algunos dispositivos de defensa como la desmentida y la desestimación.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
Este nuevo diseño del aparato psíquico incluye tres instantes con determinadas particularidades. A continuación me permito destacar algunas.
Para Freud, el ello coincide con lo reprimido y en parte excede al inconciente de la primera tópica. En efecto, si bien el ello es en su totalidad inconciente, en sentido tópico y dinámico, Freud distingue dos sectores: mientras uno
coincide con lo inconciente reprimido, el otro corresponde al llamado núcleo
del ello, cuyos contenidos nunca accedieron a la conciencia y en el cual podría
situarse el centro pulsional.
El yo corresponde topográficamente a un sector de deslinde entre el ello y
el mundo exterior; en efecto, es un sector diferenciado del ello por la influencia del mundo exterior, algo así como una capa cortical, una corteza del ello
en contacto con el exterior. Pero además, el yo tiene su núcleo en el ello, en los
estímulos endógenos que, proyectados en la periferia, en la superficie corporal configuran junto a otros procesos, ese rudimento al que Freud denomina
yo cuerpo. Su otro núcleo es el sistema P-Cc.
De acuerdo al planteo freudiano de la segunda tópica, la constitución del
aparato psíquico tiene su origen en un todo ello desde el cual se desarrollan lógica y progresivamente el yo como instancia de borde en contacto con el Ello,
el mundo externo y el superyó. Este último también es una instancia de borde
limítrofe, porque Freud lo sitúa como representante del ello y del mundo externo, reuniendo en sí los múltiples vasallajes del yo. Como heredero del complejo de Edipo, es decir como descendiente de sus investiduras resignadas, representa los influjos de la pulsión y los del estímulo externo, en términos legales, morales y estéticos.
El superyó tiene tres funciones: formación de ideales, conciencia moral y observación de sí, que hacen valer de diferentes modos la voz y la mirada, cuyo
objeto es el yo. Como representante del pasado cultural, sostiene en el aparato
psíquico la vigencia de la tradición como voluntad de los ancestros.
Freud también le asigna un núcleo al superyó constituido por la introyección de la instancia paterna que, específicamente, concierne a la autoridad de
los padres.
No obstante, hay que destacar un aspecto de gran importancia teórica y clínica: todos los modelos del aparato psíquico que Freud diseña están atravesados por la noción de conflicto, ninguno es una totalidad íntegra, una unidad.
El aparato psíquico, en suma es un compuesto de instancias en conflicto, que
supone una escisión fundamental y estructural en modo alguno superable.
En el texto de A. Imbriano, justamente la lectura minuciosa de “El yo y el
ello”, da lugar a valiosas puntualizaciones y precisas elaboraciones a lo largo
de las páginas del libro. Y no sólo porque el escrito de referencia es tomado al
ras de su letra sino porque, además, el presente volumen aporta una lectura
detallada y singular con el telón de fondo de casi toda la obra del fundador del
psicoanálisis.
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Prólogo
Desde que Groddeck nombra esa región, ese territorio ignoto y oscuro, ubica en la subjetividad un poder ajeno por el que somos vividos, una fuerza impersonal que nos habita, algo extranjero e íntimo a la vez que, sin saberlo nosotros, funciona como punto de fuga de lo innombrable. Por su parte, Freud sabe
darle a ese lugar una ubicación precisa en su teoría y esa maniobra, por la que
funda una nueva topografía de lo psíquico, le permite abrir una dimensión de
insospechadas consecuencias, entre las que se encuentra la reformulación del
concepto de inconsciente: el “ello” en su estatuto de inconsciente pulsional.
Wo es war soll ich werden –donde ello era debe el yo advenir- propone la divisa freudiana, como nueva manera de establecer un imperativo ético que pasa
a dominar la práctica clínica como praxis en su sentido propio. En el fondo, se
trata de domeñar el factor cuantitativo, ese otro nombre freudiano del goce.
Entre los problemas que aborda el texto se encuentran cuestiones vinculadas con el enfoque epistemológico, articulado con instrumentos de conceptualización, con la semántica y la sintaxis del psicoanálisis que, como en otros
campos, la autora define con precisión. También se hace referencia al sujeto del
psicoanálisis, al concepto de transferencia y repetición. Se introduce la lectura
disciplinada y los comentarios sobre “El yo y el ello”, para lo cual se recurre a una
enorme cantidad de nociones que abarcan, prácticamente, toda la obra freudiana. Se trata de un trabajo meticuloso de interrogación y reflexión que permite valorar la lógica de una obra, manteniendo siempre un carácter didáctico.
En lo que a mi respecta, celebro la aparición de este nuevo libro de Amelia,
que ya ocupa un lugar entre mis textos de consulta.
Sin más rodeos, invito al lector a disponerse al trabajo
Buenos Aires, Febrero 2013
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
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Introducción
Este libro está dedicado a “mis siempre jóvenes estudiantes”, quienes, no
importa la edad, me acompañan en las aulas con sus nóveles preguntas siempre sosteniendo el desafío de hacerlas. A ellos les estaré siempre agradecida,
pues, cada vez que finaliza un encuentro, sus inquietudes renuevan en mí la juventud y el entusiasmo para seguir siendo por siempre una curiosa estudiante más. El objetivo de este texto es acompañarlos a interrogar los escritos del
fundador del psicoanálisis.
Inspirándonos en la obra de Strachey, para un estudio concienzudo del desarrollo de las ideas de Freud tiene gran interés poner al descubierto la estratificación de sus concepciones. Por ello desde el principio hasta el fin estructuramos este trabajo de lectura freudiana teniendo presente que sería leída por
un «estudioso concienzudo». El resultado inevitable ha sido una gran cantidad
de comentarios, que surgen como necesarios desde la propia experiencia. El
propósito ha sido dejar que Freud sea su propio expositor,1 razón por lo cual
encontrarán numerosas citas textuales.
Epígrafes y reflexiones
“Es indudable que la incorporación del psicoanálisis a la enseñanza universitaria significaría una satisfacción moral para todo psicoanalista, pero (…)
este puede (…) prescindir de la universidad sin menoscabo alguno para su
formación.(…) en las sesiones científicas de las asociaciones psicoanalíticas (…) Dichas asociaciones deben su existencia, precisamente, a la exclusión de que el psicoanálisis ha sido objeto por la universidad. (…) En lo que
1. Strachey,J. “Comentarios y notas aclaratorias”. Sigmund Freud Obras Completas. Vol. I.
Pág. XVIII-XIX.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
a la universidad se refiere, la cuestión se reduce a verificar si, en principio,
está dispuesta a reconocer al psicoanálisis alguna importancia en la formación del médico y del hombre de ciencia. De ser así, tendrá que resolver
la manera de incluirlo en el conjunto de su enseñanza” S. Freud (1919).
“La dificultad propia de mi traducción al lenguaje universitario recaerá sobre todos aquellos que, del modo que sea, lo intenten... la distorsión que
promueve, distorsión en cierto modo obligada al traducir al discurso universitario algo que tiene sus propias leyes. Los profesores... por efecto de
formación no se sabe nada, pero lo enseñan de maravilla”. J. Lacan. (1970).
“La universidad tradicional, esencialista, repetitiva, de la impuesta clase
magistral, logra coronamiento en la máquina de enseñar (…) El docente
tradicional con su clase magistral genera un repollaje en el que la pasividad del estudiante es la nota más absurda (…)En la máquina de enseñar
tradicional, la cátedra, el docente es el que da vuelta la manivela. M. Herrera Figueroa, 1981.
“Una educación formalista tiene gran proclividad para la generación de
conductas desviadas (…) Las instituciones educativas están altamente burocratizadas (…) se ha tornado crecientemente la relación entre maestro y
alumno en una de tipo superficial y accidental (…) Nótese que la desviación
es una perspectiva no sólo del actor, sino de las expectativas de los adultos
(…) Todos los problemas que se dan en el aprendizaje se repiten también
en el aprendizaje de la conducta criminosa.” P. David. (2005).
Los cuatro epígrafes seleccionados nos advierten y responsabilizan respecto
de la enseñanza universitaria. Los proponemos como empuje a la formulación
de una renovada pedagogía universitaria que sea responsable de sus efectos.
Es una tarea indeclinable de la comunidad universitaria ocuparse de instaurar una metodología de la enseñanza que no estimule el repollaje, ni a distorsiones academicistas, ni a conductas desviadas, sino todo lo contrario, que
prepare a docentes y estudiantes para poner, a las disciplinas a las que se dediquen, a la altura de la época. Ellas son relativas a un cambio radical de las estructuras económicas, sociales y políticas. El futuro está en manos de los jóvenes y su labor es superlativa pues se trata de devolverle a la humanidad la ética
perdida. ¡Qué menos pretender que la universidad, concretamente representada en la comunidad académica (relación enseñante entre docente-estudiante), no solamente los prepare sino que también los acompañe! Es por ello ne-
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Introducción
cesario reformar a fondo la orientación de los estudios, que no consiste únicamente en cambiar la distribución de temas de un programa, sino en encaminarse hacia la renovación de una axiología.2 El joven de hoy está compelido a
enfrentar una sociedad que sufre una grave crisis de valores, en donde es partícipe de la desintegración de las estructuras tradicionales pues las mismas no
responden a las presiones sociales. El valor del hombre en tanto vida humana
ha caducado. En la actualidad el hombre ha perdido su propiedad y se ha convertido en objeto o mercancía, material humano de reposición. El hombre ha
perdido su historia o está perdido en ella, se encuentra desolado porque la misma constituye no solo su pasado, sino su presente y su futuro.
Muchas veces, la universidad se articula sólidamente en el plano racional
pero absolutamente aislada de la realidad social se hunde en la misma crisis,
divorciándose del sujeto, la cultura y la sociedad. Es momento para que la comunidad universitaria no se divorcie de la realidad, sino que estimule en sus
actores, tanto docentes como alumnos, a una reflexión integrativista de la misma en donde recupere su derecho de construir su historia.
Siguiendo a Pedro David preguntamos: “¿Cuál es la metodología que puede romper el divorcio? Primero, y principalmente, creo que el conocimiento es,
de por sí, una actitud ética, que el análisis objetivo de la realidad y las críticas a
esa realidad son de alguna manera un comienzo de eticidad, que el estudio reflexivo y metódico del divorcio implica un plus ético. De tal modo que el estudio metodológico de una circunstancia de crisis, de alguna forma si se acompaña de praxis, integra un sistema ético que puede cooperar en su superación”.3
El autor propone una metodología para la innovación, en donde los criterios
imperantes sean el análisis crítico, la falta de temor a las invenciones y la originalidad radical. 4 Coherente con esta posición consideramos que una posibilidad, dentro del marco académico, es impulsar al estudiante a introducirse en
la historia, para desde ella, poder renovar las concepciones según sus perspectivas de futuro, sin ellas toda producción sería una naufragio en este presente de violenta soledad. Por ello proponemos el retorno a las fuentes, en el caso
del Psicoanálisis, el retorno al sentido de la obra de Sigmund Freud. Impulsando una lectura crítica, proponemos como metodología de trabajo la interrogación, en donde el profesor sea un provocador, tema que hemos abordado en
“De la esclavitud catedrática al seminario de investigación”. 5
El método interrogativo
2. David, P. Criminología y sociedad. Instituto Nacional de Ciencias Penales. México. 2005.
Pág. 13.
3. David, P. Ibídem. Pág. 23.
4. Ibídem. Pág. 33-34
5. Imbriano, A. La odisea del siglo XXI. 2da. Ed. Corregida y aumentada. Letra Viva. Buenos
Aires. 2010.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
Como punto de partida nos proponemos una breve reflexión sobre el uso
de la aplicación sistemática del método de interrogación y su aplicación a los
escritos freudianos. En principio intenta aproximar al lector a que se constituya como tal, es decir, a que logre una lectura que implique una formulación
conceptual precisa, diferenciada, discriminada y categorizada. Se trata de una
tentativa de formular en términos simples una metodología de investigación
bibliográfica que oriente la lectura y la estimule, clarificándola. Preguntar al
texto es un instrumento con el cual el lector puede embarcarse en una seria
tentativa de investigación, imposible sin su práctica. Pretende que el acercamiento a los textos no sea únicamente respecto del argumento, hecho necesario, sino que a través de la aplicación de la interrogación se logre constituir un
proceso continuo de lectura que impulse a una formación permanente para
comprender, evaluar y definir los conceptos centrales de la teoría psicoanalítica. De este modo encontrará más significativa su lectura pudiéndose aproximar al texto a través de un conjunto de instrumentos claramente formulados,
y consideramos que una forma de forjarlos es mediante la interrogación. Ello
abre un ámbito más promisorio para el desarrollo del investigador que intenta
construir una “lectura posible” de un texto. Es necesario, para ello, precisar los
conceptos, circunscribirlos a través de preguntas muy directas. No es a propósito de persuadir que se propone el uso de la interrogación, sino más bien para
evitar la nebulosa de ciertos emborrachamientos literarios, de ciertas caídas
en la glotonería de las letras, de ciertos planteos inespecíficos que impedirían
esclarecer los conceptos principales que presentan los textos psicoanalíticos.
Interrogar los textos fuentes del psicoanálisis, en más de una ocasión, llevará a tomar elementos de otras lecturas por fuera del texto explícito. No tienen
solamente el propósito de documentar la lectura, sino también de auxiliar en
el inicio de su exploración. Incita a aquél que tiene algún interés por el pensamiento psicoanalítico, al encuentro con el escrito, con el texto fuente, con los
diccionarios de diferentes idiomas, con la biblioteca. Pretendemos que esta última no sea solamente un lugar de estantes con libros, sino un lugar de búsqueda permanente de un saber que se encuentra en las sorpresas del campo
abierto por el descubrimiento del inconsciente y la praxis consecuente que lleva la marca de Sigmund Freud, no sin estar atravesado por la obra de Jacques
Lacan. Entonces, se propone un trabajo sobre la praxis freudiana siendo una
tarea decidida por la reconquista del campo freudiano. Fundamentalmente, el
uso de la interrogación es una actividad implicante. El diccionario de la RAE
(Real Academia Española) refiere: “figura que consiste en interrogar, no para
manifestar duda o pedir respuesta, sino para expresar indirectamente la afirmación, o dar más vigor y eficacia a lo que se dice, interrogar implica un saber”.
Usamos la pregunta desde el punto de vista lógico. Desde éste, son expresiones
de la llamada lógica erotética, tal como la han propuesto Stahl y Harrah Stahl6
6. Stahl, G. “La lógica de las preguntas”. Anales de la Universidad de Chile, N° 102 (1956).
Harrah, D. “A logic of questions and answers”. Philosophy of Science, N°28, 1961.
22
Introducción
quienes consideran las preguntas como clases de expresiones que llama “respuestas suficientes”, siendo elementos que pertenecen a la clase que se basa
en la lógica cuantificacional superior o lógica funcional superior. Para él todas
las respuestas suficientes de todas las preguntas deben pertenecer a la clase de
expresiones bien formadas de dicha lógica. Menciona tres clases de preguntas: 1.- preguntas que tienen respuestas suficientes que son teoremas, pero no
pueden tener negaciones de teoremas; 2.- preguntas que incluyen como subclase las respuestas perfectas y directas; 3.- preguntas que tienen, por lo menos, un elemento.
La lógica de la pregunta opera con elementos –las preguntas- que son clases, que pueden establecer relaciones de identidad, unión, intersección e inclusión. Las preguntas pueden ser investigadas con relación a diversos sistemas o con relación a diversas clases de premisas. Para Harrah la lógica erotética se inserta en una lógica proposicional. El proceso de la pregunta y respuesta
es interpretado como un juego que aparea la información dada con la requerida sin ser necesario el uso de la forma literaria de interrogación, sino que vale
también la hipótesis como forma especial de la lógica erotética.
Teniendo en cuenta que los conceptos en Psicoanálisis poseen un status distinto de aquellos encontrados usualmente en la Filosofía y las Ciencias Humanas, para la investigación debemos elegir un método que esté abierto a la singularidad del pensamiento psicoanalítico. Siempre habrá algo de inaprehensible en el objeto de esta investigación, que tampoco puede ser articulado en el
universo conceptual de las Ciencias Humanas en general. Nos orientamos en el
método de investigación llamado “modelo interrogativo de investigación”, desarrollado por el lógico finlandés Jaako Hintikka. Se trata de un repertorio de
prácticas metodológicas que incluye lo imprevisto y lo sorpresivo, donde tendrá prioridad una observación abierta a descubrir indicios no codificados o establecidos aún.7 En estos indicios no codificados que causan sorpresa podemos ubicar las marcas de la singularidad de las teorias en Psicoanálisis, siendo el blanco de las preguntas que el investigador formula. Este método implica una forma conjetural que se apoya en el principio de que hay un vacío entre
lo que se sabe y la verdad que se busca, permitiendo el surgimiento de aquello que todavía no se nombró y que por eso no tiene lugar en el campo del saber. Tiene como propuesta fundamental que el investigador busque la verdad
- o la información sobre algo, o el conocimiento que le falta- a través de una
postura que conduzca a responder ciertas preguntas racionalmente formuladas. Mas allá del conocimiento básico que el investigador posea, hay aquello
que quiere saber, el problema que se debe resolver, y es partiendo de estas dos
realidades que iniciará su investigación. Puede ser que SUS nociones básicas
sean suficientes para responder al problema propuesto, pero de no ser así, es
necesario que formule preguntas, que se condicionan desde ya por la falta de
7. Manson, Pulice & Zelis. Investigación ◊ Psicoanálisis: de Sherlock Holmes, Peirce y Dupin
a la experiencia freudiana, p. 139.
23
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
conocimiento o información que se desea eliminar.8 Se incluye toda observación como respuesta, pues se considera que no hay dato generado por la observación que sea neutro, que no esté orientado por la pregunta desde su orígen. Hintikka refiere que “En nuestro modelo metodológico (…) una observación es siempre una respuesta a una pregunta. Esta carga de preguntas implica,
por supuesto, una carga de conceptos, puesto que la respuesta a una pregunta
tiene normalmente que ser formulada en términos de los mismos conceptos
con que la pregunta fue formulada”.9 Las preguntas, que constituyen el punto
de énfasis, se sitúan en los bordes del saber, allí donde se alcanzan los límites
del conocimiento accesible, en los límites del conocimiento que el investigador
posee. De este modo, son las preguntas las que harán la conexión entre la información que existe y la que necesita ser encontrada; con eso se crea un puente
sobre el vacío del conocimiento que falta y el campo del saber que representa.
El enseñante
Las cuestiones que nos interesan quedan abiertas sobre un campo delimitado por “lo que la Universidad puede enseñar”, teniendo en cuenta las consideraciones de Miguel Herrera Figueroa y de Pedro David: “nada se puede enseñar a quien no desee”, y agregamos: el deseo es posible de ser construido.10
Con Gadamer
Cuando nos dispusimos a escribir estas líneas introductorias, recordamos
una conferencia de Hans Georg Gadamer11, pronunciada a sus 99 juveniles
años.12 En el umbral del nuevo siglo y poco antes de su cien aniversario, Gadamer expone algunas provocativas ideas –sorprendentemente nada convencionales- sobre el proceso educativo en la familia, la escuela y la universidad
8. Mutanen, “Interrogative model of learning”, Valt, 23/3/2011. http://www.valt.helsinki.
fi/kfil/matti/mutanen.pdf>
9. Manson, Pulice & Zelis. Investigación ◊ Psicoanálisis. Ob. Cit. Pág. 165.
10. Imbriano, A. “De la esclavitud catedrática al seminario de investigación” en La odisea
del siglo XXI. Ob. Cit.
11.Gadamer, H. La educación es educarse. Paidós. Buenos Aires. 2000.
12. Hans Georg Gadamer nación en 1900 en Marburg y pasó su jueventud en Breslau. Se
doctoró con Paul Naterp en 1922 con una tesis sobre “La esencia del deseo en los diálogos
platónicos”. Se desempeñó como profesor extraordinario en 1937 en Marburgo, como
profesor ordinario en Leipzig desde 1939 a 1947. Luego de dos años en Francfort, en 1949
sucedió a Jaspers en la cátedra de Heidelberg en la que enseñó hasta después de adquirir
la titulación de Profesor Emérito en 1968. La conferencia “La educación es educarse” fue
pronunciada el 19 de mayo de 1999 en el Dietrich-Bonhoeffer-Gymnasium de Eppelheim
en el marco de un ciclo sobre el tema “La educación en crisis”.
24
Introducción
que giran principalmente en torno a los temas siguientes: el papel preponderante de la capacidad de hablar y del aprendizaje de la lengua (de las lenguas),
las modestas posibilidades de influencia de los educadores profesionales, las
oportunidades y los peligros de los grandes medios para la cultura de la comunicación, la importancia de los programas de estudios, los métodos de enseñanza y las asignaturas, con especial atención a la lógica matemática, los problemas del funcionamiento masivo de la universidad, la ética del rendimiento, el optimismo del progreso y las especializaciones en relación con el llegar a
estar en casa en nuestro mundo. 13 Inició diciendo: “Como Uds. ven, soy un anciano achacoso y no deben esperar de mí que esté a la altura de mi productividad (…) una pretensión algo dudosa. Con todo, se puede decir que he reunido una gran experiencia. Pero la verdad es que mi actitud frente a Uds. es también una actitud bien curiosa. ¡Es tanto lo que quisiera aprender de Uds.! Quisiera saber cómo es hoy la escuela, cuáles son las preocupaciones que tienen
hoy las padres y sus hijos y todo lo que precisamente ya no sé (…) Intentaré justificar por qué creo que sólo se puede aprender a través de la conversación”.14
Consideramos que Gadamer, nacido en 1900, y profesor en 1937, es un pionero
en pensar los modos de la relación enseñante por fuera del sistema cátedra15,
frente al cual siempre ha estado muy adverso. Este sistema se basa en la “lección” que hay que aprender, y cuanto mucho leer y memorizar. El universitario alemán nos advierte con coraje y sin claudicaciones. Elegimos dejar al lector la posibilidad de encontrarse directamente con sus palabras, por ello citamos: “leer no es hablar (…) Cuando uno habla, le habla a alguien; cuando uno
lee, está este papel entre ambos (…) Afirmo que la educación es educarse, que
la formación es formarse (…) Así pues, para empezar, me pregunto: ¿Quién es
propiamente el que educa? ¿Cuándo comienza propiamente la educación? (…)
¿Dónde están los indicios de aquello que todos consideramos sin duda como
la educación básica de todo ser humano, a saber, el aprender a hablar? Poniendo en trabajo estas preguntas, Gadamer hace alusión a la relación del niño con
sus parentales antes de nacer y en los primeros tiempos, en donde el niño escucha algo que no entiende pero que sabe que le alude, o más adelante, repite sin saber lo que dice, “y parece complacido, incluso orgulloso, de poder hacerlo (…) uno percibe el gozo y un primer sentirse bien en ello. Casi diría: sentirse en casa16. No cabe duda de que este es el primer ingente trabajo anímico
para un recién nacido; y por esta razón grita también, precisamente porque no
es capaz de enfrentarse al hecho de estar repentinamente expuesto a un entorno por completo inconcebible”.17 Luego de referirse a la relación del niño con
13.Gebhard, U. “Comentario editorial” en La educación para educarse. Ob. Cit.
14.Gadamer, H. La educación es educarse. Ob. Cit. Pág. 10.
15. Hemos realizado una referencia en “De la esclavitud catedrática al seminario de
investigación” en: La odisea del siglo XXI. 2da. Ed. Corregida y aumentada. Letra Viva.
2010
16. Lenguaje-casa como morado del hombre.
17.Gadamer, H. La educación es educarse. Ob. Cit. Pág. 13.
25
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
su madre y su entorno respecto de la adquisición del lenguaje, y señalar la importancia de poner atención en ello, hasta en la adquisición del nombre propio, Gadamer pregunta: ¿Es esto un educarse? “Debemos partir de estos indicios para no olvidar jamás que nos educamos a nosotros mismos, que uno se
educa y que el llamado educador participa sólo, por ejemplo como maestro o
como madre, con una modesta contribución”. 18 La misma consiste en ser escucha activa, o sea, interlocutor, otorgando el lugar para que el otro aprenda,
pues “se trata por encima de todo de aprender a atreverse a formar y exponer
juicios propios. Esto no es en absoluto fácil (…) De lo que se trata es de que el
hombre acceda él mismo a su morada. Esta es la expresión utilizada por Hegel, un gran filósofo que en su uso especulativo se atrevió a modificar algo las
palabras, por ejemplo de morar (hausen) a acceder a la morada (einhausen). El
acceder a la morada en el mundo se muestra también con ese atrevimiento de
formar nuevas palabras (…) ¿Para qué es uno propiamente educado? (…) Lo
más importante sería ser capaz de contestar cuando se nos pregunta y ser, a su
vez, capaz de hacer preguntas y recibir respuestas (…) diría que en los planes
de estudios, por cada 45 minutos de clase se deberían reservar como mínimo
10 minutos para preguntas (…) Existe algo así como un sensorio para lo que
uno debe saber y para lo que uno desea saber y dónde solo en último término
en el trato con el otro, uno se puede mostrar efectivamente. Es lo que uno necesita para poder entenderse con el otro (…) Es lo que yo considero un punto
de vista decisivo, a saber, que el lenguaje se realiza plenamente en la conversación. También para el maestro, ser realmente capaz de ello es sólo una posibilidad limitada (…) ¿Y de qué modo? (…) en el fomento de todas las asociaciones ciudadanas porque en ellas se ejercita la convivencia humana. Esa convivencia es, en efecto, la palabra clave con la cual la naturaleza nos ha elevado
por encima del mundo animal, justamente por medio del lenguaje como capacidad de comunicación. Al respecto, la iniciativa debe residir en la juventud
misma. ¡Iniciativa y capacidad de juicio! (…) para abrirse camino y llegar a estar en casa en nuestro mundo (…) Si lo que uno quiere es educarse y formarse, es de fuerzas humanas de lo que se trata, y solo si lo conseguimos sobreviremos indemnes a la tecnología”.19
Con Roland Barthes
En 1970, Roland Barthes publica su libro S/Z20, consagrado por entero al análisis estructural de una novela corta de Honoré de Balzac, Sarrasine. La dedicatoria del texto provocó en su momento la mayor de las inquietudes en numero18. Ibídem. Pág. 15.
19. Ibídem. Pág. 20-21, 23, 30, 39, 42, 44, 47 y
20. Barthes, R. S/Z. Siglo Veintiuno. Buenos Aires. 1971. Otras obras del autor consultadas:
“Escritores, intelectuales, profesores” y “Entrevista de J. Thibaudeau”.
26
Introducción
sos educadores, especialmente en los llamados de “letras y ciencias humanas”.
Dice: “Este libro es la huella de un trabajo que se ha hecho en el curso de un seminario (...) pido a los estudiantes, oyentes y amigos que han participado que
quieran aceptar la dedicatoria del texto que se ha escrito según su escucha”. Algunos creyeron que se trataba de una crítica a posiciones academicistas, y que
por lo tanto S/Z había surgido de “discusiones” entre los estudiantes y el profesor. Será el propio Barthes quien se encargará de aclarar la cuestión, señalando
que si de una paradoja se trata, ésta se encuentra en otra parte: “...no encuentro ningún interés en oponer el curso magistral al curso dialogado”. La liberación no consiste en dar al estudiante el derecho a hablar (medida mínima) sino
en intentar modificar el circuito de la palabra; no su circuito físico (tomar la palabra) sino su circuito topológico; dicho de otra manera, hacerse a la verdadera
dialéctica de la relación enseñante. Según esta dialéctica, la escucha no es solamente activa ‑lo que no quiere decir gran cosa‑ la escucha es productora: “reflejándose aunque fuera en el silencio, pero por una renovada presencia, el auditorio, a quien estaba ligado por una relación de transferencia, modificaba sin
cesar mi propio discurso”. En su seminario Jacques Lacan21 introduce su teorización acerca de los cuatro discursos, cuatro modos diferentes de lazo social:
discurso del amo, universitario, de la histeria y del analista. Barthes tomará el
guante y describirá con su fina pluma los avatares del discurso universitario entablado en la relación enseñante. “Cualquiera que se prepare a hablar ‑en situación de enseñante‑ debe ser consciente de la puesta en escena que le impone el
uso de la palabra. El locutor escoge, un papel de autoridad; en este caso le basta con ‘hablar bien’, es decir, hablar conforme a la ley que está en toda palabra:
sin intervalos, a buena velocidad, o, más aún: claramente. La frase neta es totalmente una sentencia, una palabra penal. O bien el locutor se siente molesto por
toda esta ley que su palabra introducirá en el interior de su conversación; ciertamente, no puede alterar su facilidad de expresión ‑que lo condena a la ‘claridad’‑, pero puede ‘excusarse’ por hablar ‑por exponer la ley‑: usa entonces la reversibilidad de la palabra para turbar su legalidad ‑ corrige, añade‑farfulla, entra en la infinitud del lenguaje, sobreimprime el mensaje que todo el mundo espera de él arruinando incluso la misma idea de mensaje‑. Con todas estas operaciones, que traen al texto embarullamiento, el orador espera atenuar el papel
ingrato que convierte a todo hablador en una especie de policía”.22
Entendemos, entonces, que la alternativa es compleja: funcionario correcto
o artista libre, el enseñante no escapa ni al teatro de la palabra, ni a la ley que
en él se representa; pues la ley se produce no en lo que dice, sino en lo que habla. Dirá que para subvertir la ley habría que deshacer la facilidad de la palabra, la rapidez de los vocablos, el ritmo, hasta ‘otra’ inteligibilidad, o no hablar
en absoluto. Pero, no podría escapar de otros papeles: el de la gran inteligencia
silenciosa, llena de experiencia y de mutismo, o el del militante que, en nom21. Lacan, J. El Seminario de Jacques Lacan. Libro 17. Paidós. Buenos Aires. 1992.
22. Barthes, R. Ob. Cit.
27
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
bre de una praxis, licencia a todo discurso fútil. Nada entonces queda por hacer: el lenguaje siempre es potencia; hablar es ejercer un poder, una voluntad
de poder: en el espacio de la palabra, ninguna inocencia, ninguna seguridad.
Roland Barthes pasará a cuestionarse al respecto del meollo central:
¿cómo el enseñante puede asimilarse al psicoanalista? Su respuesta será
precisa; lo que sucede es exactamente lo contrario: él es el psicoanalizado. Su desarrollo vale el esfuerzo de la cita: “Imaginemos que yo sea profesor: hablo, sin fin, ante y para alguien que no habla. Yo soy quien dice Yo; yo
soy quien, al abrigo de exponer un saber, propone un discurso del que jamás sabe como es recibido. En la exposición más exactamente nombrada
de lo que se cree no se expone al saber, sino al sujeto (se expone a penosas
aventuras).El espejo está vacío: no me devuelve más que la redacción de mi
lenguaje. Como los hermanos Marx disfrazados de aviadores rusos, estoy,
al principio de mi exposición, nítidamente disfrazado con una gran barba postiza; pero inundado poco a poco por las oleadas de propia palabra,
siento como mi barba se despega en jirones ante todo el mundo: apenas he
hecho sonreír al auditorio con alguna observación ‘fina’, apenas lo he tranquilizado con algún estereotipo progresista, siento toda la complacencia de
estas provocaciones; deplora la pulsión histérica, quisiera recogerla, prefiriendo, demasiado tarde, un discurso austero a un discurso coqueto (pero
en este caso sería la ‘severidad’ lo que me parecería histérico). Si, en efecto,
alguna sonrisa responde a mi observación o algún asentimiento a mi intimidación, me persuado igualmente de que estas complicidades manifiestas provienen de aduladores o de imbéciles; de mí, que busco la respuesta y me dejo arrastrar a provocarla, basta con que desconfíe; y si mantengo
un discurso tal que enfríe o aleje toda respuesta, no por ello me siento más
justo. Puesto que entonces me es preciso glorificarme por la soledad de mi
palabra, darle la coartada de los discursos misioneros”.23
Para Barthes cuando el profesor habla a su auditorio está siempre presente
el Gran Otro de la cultura, el que viene a horadar su discurso. Aunque todo profesor se encuentre en el lugar del psicoanalizante, ningún auditorio estudiante
puede prevalerse de la situación inversa; primero, porque el silencio psicoanalítico nada tiene de preeminente; y además, porque a veces un sujeto se desata
y viene a quemarse en la palabra. Esta es, entonces, la cruz de toda palabra pública: hable el profesor o reivindique hablar el auditorio; la relación enseñante no es más que la transferencia que instituye; la ciencia, el método, el saber,
viene aparte; son datos de más, son restos.
Se está prolongando la topicidad freudiana en una topología del sujeto: el
inconsciente, allí, no está jamás en “su” lugar. Habría que sustituir el espacio
magistral de antes, que, en suma, era un espacio religioso ‑la palabra en el púlpito, los oyentes abajo‑, por un espacio menos euclidiano, en el que nadie, ni el
profesor, ni el estudiante, estarían en el “último lugar”, nunca. Se verá entonces
23. Barthes, R. Ob. Cit.
28
Introducción
que lo que hay que hacer reversible no son los “papeles sociales”. ¿Por qué disputarse la autoridad, el derecho a hablar? Si se trata de los lugares de palabra.
¿Dónde está? ¿En la locución? ¿En la escucha? El problema no radica en abolir
la distinción de las funciones sino en proteger la inestabilidad para defendernos de la modorra de los lugares de la palabra.
Bajo la figura de un modo tutorial autoconducido posible para que un sujeto articule el deseo de saber, entendemos que Miguel Herrera Figueroa propone al profesor en el lugar del “provocador”. La propuesta lleva implícita la caracterización de una dirección desde un agente provocador que sostenga una
elaboración en curso a través de provocarla y mantener su dirección. Así, el enseñante, “partero”, será agalmático. Desde la causa de su deseo –la de provocar
el deseo de saber- hará trabajar a los otros, y en ello reside su acto, cuyo soporte transmisor es el entusiasmo. Será el obstetra de las insignias del otro, en el
sentido de que cada uno lleve adelante un estudio de una temática a elección,
que le convoque a una producción original, vocada por un atractivo particular.
De este modo, el enseñante es aquél que maniobra las transferencias de trabajo. La transmisión será el efecto de la puesta en acto de esa transferencia y
su estructura será la de una serie de eslabones intermediarios de una cadena,
pero en definitiva, la misma estructura que la del deseo. La relación de enseñanza es la transferencia que instituye, y su acto está comprometido. Se trata
entonces de una propuesta que consiste en introducir la abolición de la esclavitud en la enseñanza, de hacer reversible los lugares del discurso, las regiones
de la palabra. En el espacio enseñante se trata de despabilar.
Freud nos ha enseñado que el progreso no debe esperarse de la represión
de la crisis, sino por el contrario, de su puesta a cielo abierto. Crisis quiere decir no solo “desacuerdo” sino también “elección”, “decisión”, “juicio”. La apuesta de la relación enseñante es poner a trabajar la crisis, lo cual implica que cada
quien tome posición al respecto de un saber. En un capítulo introductorio a
“La Odisea del siglo XXI” nos hemos referido al lugar del seminario, a su dinámica, a la lógica puesta en juego en él, en donde uno de los puntos importantes de la realización de su trabajo es el compartir con los otros la producción,
lo cual conlleva a una exposición. La misma implica ceder algo, dejar un espacio para que el otro intervenga, y cambiar de posición respecto de la propia
producción. Ese poquito de saber, pero “su saber” para cada cual, quedará en
manos de otros, a quienes se los puede llamar “intervinientes”. Lo importante
es que ellos operan como nuevos agentes provocadores. De este modo, la crisis se plantea a cielo abierto, el trabajo crítico se produce, y los implicados en
él, despiertan, en tanto el entusiasmo y el deseo de saber haga posible soportar las diferencias, y más aún, enriquecerse poniéndolas en dialéctica. De este
modo, quien se encuentre impulsado por el deseo de saber deviene investigador –quizás un camino que no tiene retorno-. Imposible evitar el surgimiento de la diferencia, la continua reinvención de la misma y su consecuencia: la
provocación de la producción. Desde nuestra consideración esta posición implica la base de la paideida.
29
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
Sigmund Freud y la Universidad
Frente a la evidencia de que el Psicoanálisis está en la Universidad, con o
sin los analistas, como analistas practicantes y como universitarios nos cuestionamos: ¿se adultera el Psicoanálisis cuando es tratado por la Universidad?24
En nuestros días olvidamos ya las ambiciones, la situación, la actividad universitaria de Freud. Desde 1885 como Privat Dozent y 1901 como Profesor Extraordinario, Freud dictó varias series de cursos, además de su participación en
Clark University (EEUU). Sin dejar de lado que las ambiciones y la situación pueden cambiar, su escrito titulado: “Debe ensañarse el Psicoanálisis en la Universidad?” nos parece de un mérito que debe recordarse. En esta fecha el gobierno bolchevique se instala en Budapest y nombra a Ferenczi como Profesor de
Psicoanálisis en la Universidad. El texto escrito por Freud responde a un cuestionario oficial, de modo que se trata de una toma de posición que compromete a Freud y al movimiento psicoanalítico. Examina sucesivamente dos preguntas que trasuntan el realismo freudiano: ¿Gana algo el Psicoanálisis? ¿Gana
algo la Universidad? “En cuanto al Psicoanálisis puede por cierto prescindir de
la Universidad, puesto que ha establecido sus modos originales de formación
(análisis personal, supervisión), así como una enseñanza organizada por los
institutos analíticos”. En un momento del escrito Freud llega a esta conclusión:
“El hecho de que exista una organización de esta índole se debe en realidad a
que el psicoanálisis está excluido de las universidades”, refiriéndose luego a la
extraterritorialidad, que pareciera no pensarla como estructural, pues agrega:
“Esa organización seguirá desempeñando un rol efectivo mientras persista dicha exclusión”. Por otra parte plantea sus consideraciones sobre la importancia que reviste para la Universidad enseñar Psicoanálisis: en el plano de la medicina, “se adapta a la enseñanza de la psicología”, en psiquiatría, “solo el Psicoanálisis puede ir más allá de una simple descripción y ofrecer la dimensión
comprensiva de los fenómenos”; en ciencias humanas, “puede llegar a forjar
un vínculo más estrecho entre medicina y la filosofía y las artes”.25
Sabemos que Freud esboza un proyecto de lo que podría ser una auténtica
enseñanza universitaria en ciencias humanas. Recordemos la advertencia última: “el estudiante no aprenderá nunca el Psicoanálisis propiamente dicho, pero
será suficiente que aprenda algo sobre el psicoanálisis... Después de todo, la
Universidad no capacita al estudiante de medicina a convertirse en cirujano”.26
Estos primeros puntos de vista resultarán asombrosos o arcaicos, pero creemos que deben recordarse. Asimismo, su entusiasmo por apoyar los proyectos
de avance universitario, es contrarrestado más de una vez, y lo observamos en
24. Imbriano, A. “El saber, el psicoanálisis y la universidad”. Revista El caldero de la Escuela.
Octubre 93. N° 16. Buenos Aires. 1993.
25. Freud, Sigmund. “¿Debe enseñarse el psicoanálisis en la Universidad?” Sigmund Freud
Obras Completas Amorrortu. Buenos Aires. 1976.
26. Ibídem.
30
Introducción
una recomendación a Ferenczi: “Mantenga una actitud reservada. No estamos
hechos para ninguna clase de existencia oficial, y necesitamos conservar nuestra independencia en todos los aspectos”.
¿Estará implicada la Universidad en que el psicoanálisis sea adoptado, adaptado, y utilizado sin reservas y a veces sin medida por los “especialistas” de los
campos más diversos de las ciencias? 27
Pero, mucho antes de que pudiéramos debatir su pertinencia, la presencia
de los psicoanalistas y del psicoanálisis se ha impuesto como un hecho en los
más diversos planos de la enseñanza. Estas líneas dejan testimonio de nuestra
preocupación por esa presencia, a la cual consideramos como “demasiado importante y masiva”. ¿Se han cumplido, más allá de lo deseable, los deseos explícitos de los primeros analistas?
Frente a un éxito que vulgariza y diluye el descubrimiento del Psicoanálisis, ¿se podrán atribuir todos los males a la Universidad? En la Universidad, ¿se
producirá como efecto la maldición faustiana de un conocimiento acumulado
en vano? ¿Desencadenaremos al “aprendiz de brujo” en un movimiento cuyas
consecuencias no se puedan calcular? La respuesta a estos inquietantes interrogantes es nuestra apuesta a volver al sentido freudiano, a través de la interrogación de sus conceptos.
Lo que el Psicoanálisis nos enseña ¿cómo enseñarlo?
Como analista practicante, y a su vez, como docente universitaria Decana del Departamento de Psicología, Psicología Social y Psicoanálisis, en donde existen asignaturas que abordan temáticas relativas a la enseñanza del Psicoanálisis, surge la incomodidad de una pregunta que no cesa: ¿Lo que el Psicoanálisis nos enseña, cómo enseñarlo?
La mencionada incomodidad generó, hacia los años 1980, el surgimiento de
una comunidad compuesta por aquellos que compartían la misma inquietud:
la articulación Psicoanálisis-Universidad, desde la pregunta enunciada, o sea,
en quienes la pregunta era causa suficiente de transferencia de trabajo. Así se
construyó una historia que hizo sus trayectos a través de la existencia sucesiva de diversos espacios: “Grupo freudiano” y “Biblioteca Praxis Freudiana”, espacios internos a la Universidad Kennedy, que por su filosofía de la educación,
permitía cuestionar el discurso universitario tradicional. La visión rectoral de
Miguel Herrera Figueroa nos ha impulsado. Diez años más tarde, producto del
trabajo de los mencionados grupos, evidencia que el deseo no admite cobardías ni retrocesos, sino que empuja siempre reclamando, la Universidad nos
acoge considerando que se trataba del tiempo adecuado para la creación del
Departamento de Psicoanálisis (1990), y entonces interno a él, ya no solo las
27. Imbriano, A. “La enseñanza del psicoanálisis en la universidad”. Revista Documenta
Laboris N° 2. Escuela de graduados de Universidad Kennedy. Buenos Aires. 2000
31
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
funciones académicas del trabajo en aulas, sino un área de investigación legítimo que dio a luz al primer Máster en Psicoanálisis del país, en cuya gestión
se lleva adelante el modo tutorial autoconducido.
Desde allí se reduplican las preguntas de las primeras épocas entorno a su
interrogante central enunciado por Lacan en 1957: lo que el psicoanálisis nos
enseña, ¿cómo enseñarlo?28 Pregunta repetida, reiterada, renovada, que cada
vez surge joven, con fuerza, otra vez nueva. Pregunta que nos anuda y nos relanza al trabajo “una y otra vez”, no sin antes pasar “una y otra vez” por el instante de perplejidad: nos atraviesan dudas, incertidumbres, y un estado de interrogación permanente. ¿Cómo atravesar ese abismo entre, el psicoanálisis en
tanto que un saber determinado por la estructura de la experiencia analítica, y
en tanto que saber expuesto? Comienza así una actividad incesante que implica un desafío: ¿qué puede la Universidad enseñar del Psicoanálisis? Pregunta
realizada sobre el marco de lo que no puede enseñar la Universidad, y con ello
el encuentro de un límite, pero no por eso se alivia la incomodidad de los psicoanalistas en la Universidad29 y la incomodidad de ella misma frente al Psicoanálisis y los psicoanalistas. ¿Qué hacer en la Universidad? es una de nuestras preguntas, pero más específicamente surge otra: ¿Cómo ubicar al psicoanálisis en la universidad cuando es diferente la referencia a “la falta” en uno
y otro discurso? La Universidad es un lugar adecuado para que una pregunta
no cese: ¿por qué el psicoanálisis no se transmite como cualquier otro saber?
Nos preguntamos por aquello que enseña el Psicoanálisis, si se desprende
alguna enseñanza de él, o, si “acaso”, adviene alguna de su praxis, o sea, si de la
experiencia psicoanalítica se precipita algún saber con consecuencias. Al respecto nuestra brújula nos señala un punto cardinal: la obra de Sigmund Freud.
Si tenemos presente su labor buscaremos ese “algo propio verdaderamente y
verdaderamente lo más”: la dialéctica entre conceptos y praxis que construyó
el psicoanálisis. Esto implica un saber determinado plenamente por las condiciones que hacen a su elaboración. Es el marco adecuado para pensar el lazo
entre transmisión y enseñanza. Pues, se debe tener presente que no hay transmisión verdadera si se reduce a quienes comparten una misma experiencia.
Sólo hay una buena transmisión cuando una experiencia puede transferirse a
otros sin la complicidad que da el hecho de compartirla.
Es mucho lo que podríamos señalar al respecto de ese paso que implica el
camino que va desde la clínica a la teoría y viceversa. Pero lo más importante
a considerar es que esos fueron los pasos con que se construyó el Psicoanálisis. Ese camino fue la senda inaugural del trabajo del Doctor Sigmund Freud,
quien comenzó su práctica desde una formación teórica-práctica médica, con
28. Lacan, J. “El psicoanálisis y su enseñanza”. Escritos 1. Siglo veintiuno.8va. ed. Buenos
Aires. 1980.
29. Imbriano, A. “Acerca de la transmisión y circulación del Psicoanálisis”. Conferencia de
apertura del curso 1976 de la asignatura Psicología Profunda en Universidad Argentina
John F. Kennedy. Publicada en Testimonios de trabajo. Leuka. Buenos Aires. 1990.
32
Introducción
grandes impregnaciones neurofisiológicas, psicológicas y psiquiátricas provenientes de labores tales como las experiencias realizadas en el laboratorio del
Dr. Brucke, entre otros, los estudios de teorías psicológicas en referencia a Von
Brentano y Pierre Janet, y las prácticas con pacientes enfermos mentales en relación a las enseñanzas de Charcot, por sólo enumerar algunos de sus maestros y de sus marcos referenciales. Y, realizamos esta mención, las enseñanzas
de los maestros y los marcos teóricos referenciales, pues son, si se nos permite
la metáfora, los mojones que señalan los senderos por donde construir el pasaje, o los transbordadores que hacen posible el puente desde la teoría a la clínica y viceversa.
Puede suponerse que esta tarea es de principiantes y ello consiste en un
grave error. Debemos aclarar decididamente que no se trata de ello, sino que
ese paso que articula clínica y teoría, es implícito a una ética, la “Ética del Psicoanálisis”, la ética del trabajo de Freud, la cual garantiza al psicoanálisis sus
avances en el sentido de estar a la altura de la época. Sabemos que actualmente quienes se dedican a la tarea de investigar en psicoanálisis, enfrentan el desafío, de articular una nueva metapsicología según la praxis.
A lo largo del texto recordaremos los inicios de Freud y los orígenes del psicoanálisis. Esa articulación teórico-clínica estuvo presente en toda la obra, la
constituyó. Actualmente es posible pensar que esta relación es función de una
banda de Moebius.
Haremos alusión a la regla fundamental y a la cuestión del lugar que ocupa
la ignorancia. En la experiencia analítica se constituye un discurso en donde
el saber funciona como “docta” ignorancia, saber puesto entre paréntesis, posición sostenida por el analista y que permitirá habilitar un espacio para que
tome consistencia la asociación libre. Esta es, en primer lugar, la implicación
del analista en su acción de escuchar y ella es la condición de la palabra. Para
el analizante se trata de hablar libremente en tanto que el analista está ahí para
eso, y entonces esa angostura entre aquello que muestra la no libertad de la palabra, y aquello más temible aún que es decir algo que podría ser verdad. Pero,
de lo que se trata es de lo indecible de lo que se ignora, y es esto lo que fundamenta la ética del psicoanálisis.
El psicoanálisis, en su praxis, detecta al sujeto en una estructura que da cuenta de su estado de hendija, de Spaltung fundamental. Esta hendija la detecta de
manera en cierto modo cotidiana. La admite en la base, puesto que el reconocimiento del inconsciente en sus formaciones, es suficiente verificación. Esto
ubica al psicoanálisis en un lugar que se define tomando al sujeto en su división constituyente. Allí encontramos a Freud en la Ichspaltung, que podríamos
considerar como una primer formulación de una clínica del “pathos”, del sufrimiento. También allí encontramos a Jacques Lacan y sus matemas, ¿cómo no
entenderlos como pathemas?
Toda pregunta por la enseñanza del Psicoanálisis nos propone un retorno
al descubrimiento freudiano. Ello implica una reflexión sobre los conceptos
33
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
fundamentales, sobre aquellos que ocupan el lugar de fundamento de la clínica freudiana. Reflexionar sobre este campo, para algunos, no es un lugar que
permita arribar a conclusiones absolutas. Por ello muchos se han confundido,
convirtiéndolo en “tierra de nadie” y entonces “de todos”, degradando el trabajo analítico a una mántica. El psicoanálisis debe su valor científico a los conceptos básicos que Freud forjó en el progreso de su experiencia.30 La no existencia de un nomenclador técnico de maniobras de transferencia no significa que se trate de cualquier práctica. Justamente, todo lo contrario: la rigurosidad ocupa un lugar de excelencia. Solo desde ella es posible esta clínica de lo
particular y de lo singular.
¡Qué mejor que recordar que el sentido de la obra freudiana y sus virajes están gobernados por la preocupación inflexiblemente eficaz de mantener su rigor científico!
Si se trata de una clínica del “pathos”, del sufrimiento humano, será entonces como tendrá sentido pensar la relación entre el sujeto en tanto castrado y
su objeto en tanto que perdido. Ellos ya están enunciados al comienzo de la
obra, en el “Proyecto de psicología científica”31, en donde ya el objeto aparece
en su estatuto de perdido.
Es interno a la ética del psicoanálisis proponerse una prioridad: la exigencia de fundamentación de la praxis. La formación del analista es uno de los
fundamentos del Psicoanálisis; inconsciente, pulsión, repetición y transferencia serán los otros. Un concepto es fundamental si forma parte de la elaboración metapsicológica. Allí, en sus fundamentos: ¿Qué es eso que el Psicoanálisis nos enseña? Lo que nos enseña, ¿cómo enseñarlo?
El psicoanalista deberá encargarse de temas epistemológicos y esclarecer el
valor de conceptos, nociones, términos, preceptos, principios, fórmulas, teorías, doctrinas, postulados, razones, fundamentos, máximas, axiomas, conjeturas, etc. pero siempre será sorprendido por el inconsciente.
En el inconsciente que es menos profundo que inaccesible a la profundización consciente, “eso habla”: un sujeto en el sujeto, trascendente al sujeto, plantea su pregunta desde la ciencia de los sueños. “Eso” habla: de una historia de
una vida vivida como historia. “Eso” revela: la sujeción a las leyes del lenguaje,
al juego intersignificante por donde la verdad entra en lo real.32
A lo que nos remite el descubrimiento de Freud es a la enormidad de ese orden en que hemos entrado, en el que si puede decirse, hemos nacido por segunda vez, saliendo del estado nombrado con justicia “infans” -sin palabra-, alojándonos en el orden simbólico constituido por el lenguaje. Recordemos que
30. Lacan, J. “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”. Escritos 1. Ob.
Cit.
31. Freud, S. “Proyecto de Psicología Científica”. Sigmund Freud Obras Completas. Amorrortu.
Buenos Aires 1976.
32. Lacan, J. “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”. Escritos 1. Ob.
Cit.
34
Introducción
si bien no hay verdadero sobre lo verdadero, es bueno tener presente a Lacan
haciendo alusión a Hegel en la conferencia pronunciada a propósito de los cien
años del nacimiento de Freud. Cito: “Yo, la verdad, hablo”.33
Freud por su descubrimiento hizo entrar dentro del círculo de la ciencia esa
frontera entre el objeto y el ser que parecía señalar su límite. Lacan34 nos señala que no se trata de una falta, que el deseo no busca lo que falta, sino que busca aquello de lo que carecemos y se articula desde allí, o sea, en tanto carentes
en el orden del ser, deseantes. En todo caso de lo que se trata es de búsqueda
de ser, de su advenimiento, vislumbrado por Freud en su concepción: Donde
ello era, yo debe advenir.
San Carlos de Bariloche, 31 de Enero de 2013.
33. Lacan, Jacques. Ibídem.
34. Lacan, J. El seminario de Jacques Lacan. Libro 11. Paidós. Buenos Aires. 1987.
35
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
36
CAPITULO I
¿Qué es el psicoanálisis?
Siguiendo el método interrogativo referido en la introducción, renovaremos
la pregunta de nuestro necesario punto de partida:
¿Qué es el psicoanálisis? Es la pregunta que siempre debe realizarse, no solo
en el comienzo de un programa de estudio disciplinar, sino que debe ser una
interrogación siempre abierta, brújula para la lectura de los textos y necesaria
para el porvenir del mismo. Sigmund Freud define que es una disciplina científica, un procedimiento de indagación de los procesos psíquicos y un método de tratamiento, y consideramos que esta caracterización siempre debe estar en interrogación. Esa es la enseñanza que nos ha dejado, pues él ha trabajado permanentemente en función de sostener la pregunta abierta con el objeto de que siempre se realice una revisión teórica de sus conceptos, que su procedimiento sea articulado rigurosamente, que como tratamiento siempre sea
leal a su ética, que tenga horizontes amplios con apertura al porvenir, al abordaje de nuevas presentaciones clínicas, a la diversidad de aplicaciones, a la incidencia de nuevas disciplinas y a la influencia de los cambios sociales, políticos y culturales de cada época.
Inicialmente trabajaremos dos respuestas del autor, en dos situaciones diferentes y en dos épocas diferentes, que se encuentran en dos escritos: “Tratamiento del alma” de 1890 y “Dos artículos para enciclopedia: psicoanálisis y
teoría de la libido” de 1922.
La expresión freudiana de 1890 nos interesa pues muchas de sus consideraciones aluden a juicios y prejuicios que se mantienen en la actualidad. A su
vez, desde una lectura retrospectiva, nos muestra las claras elucidaciones del
autor en esa época de inicio y el origen de muchas concepciones que no serán
abandonadas a lo largo de su obra, siendo el germen de muchos conceptos que
serán objeto de importantes estudios en pos del armado del campo teórico y
la práctica consecuente: el tratamiento psicoanalítico.
37
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
¿Cómo intervenir sobre lo corpóreo y lo psíquico mediante la palabra? ¿Cómo
intervenir sobre lo real desde lo simbólico? Estas son cuestiones que construyen el campo freudiano.
Respecto de los juicios sostenidos en el antiguo texto se destacan: la palabra
como recurso del tratamiento psicoanalítico, la relación de lo corporal y lo psíquico, la diferenciación entre fenómenos patológicos y perturbaciones anímicas, el valor anímico de las expectativas, el valor de las escenas visuales en relación al acrecentamiento de los sentimientos, la función del sacrificio, la relación del individuo y su semejante, el efecto de masas y la transferencia. No
es poco para 1890.
Tratamiento desde el alma
La palabra como recurso
Uno de los juicios más importantes que sostiene en este escrito es que la palabra es un recurso, un instrumento, mediante el cual se puede intervenir sobre el alma. Podemos leer en el texto mencionado: “Un recurso de esa índole
es sobre todo la palabra, y las palabras son, en efecto, el instrumento esencial
del tratamiento anímico”.35
Freud tenía conocimientos de Psicología y de Lingüística, posiblemente adquiridos en las lecciones de Franz Von Brentano y de Pierre Janet. Entre otros,
son la base de su investigación con pacientes afásicos en su época de estudios
sobre neurología. Se encuentra testimonio de ello en la “Monografía de las afasias” (1891), una parte de ella está referida al valor de la palabra, -texto incluido en el “Apéndice C” de “Lo inconsciente” (1915). Allí podemos encontrar el
modo en que a partir de las disfunciones que revelan las afasias y los modos de
recuperación del lenguaje, Freud se encuentra con un “aparato del lenguaje”
y su modo de funcionamiento, más allá de lo neurofisiológico, distinguiendo
dos tipos de representaciones: representación-cosa y representación-palabra.
“Para la psicología, la unidad de la función del lenguaje es la «palabra»: una representación compleja que se demuestra compuesta por elementos acústicos,
visuales y kinestésicos. […] esta composición se muestra más compleja cuando se entra a considerar el probable proceso asociativo que sobreviene a raíz
de cada operación lingüística”.36
Este párrafo revela dos cosas: por un lado, el modo en que Freud construyó el psicoanálisis, dejándose enseñar por la clínica; por otro, el conocimiento
previo que tenía respecto de Psicología, de los procesos asociativos y las operaciones lingüísticas.
35. Freud, S. “Tratamiento del alma”. Sigmund Freud Obras Completas. Amorrortu. Buenos
Aires. 1976. Vol. I. Pág.115.
36. Freud, S. “Lo inconsciente”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. XIV. Pág. 207.
38
¿Qué es el psicoanálisis?
Freud considera que el arte de curar lo anímico a través de la palabra es posible porque la misma posee una gran capacidad de mediación del influjo entre
los hombres, en tanto que habitantes del lenguaje, en tanto que parlantes. “Las
palabras son, sin duda, los principales mediadores del influjo que un hombre
pretende ejercer sobre los otros; las palabras son buenos medios para provocar
alteraciones anímicas en aquel a quien van dirigidas y por eso ya no suena enigmático aseverar que el ensalmo de la palabra puede eliminar fenómenos patológicos, tanto más aquellos que, a su vez, tienen su raíz en estados anímicos”.37
Un tratamiento de las perturbaciones del alma y del cuerpo
Otro de los juicios importantes que trasluce el escrito de referencia, es la relación alma-cuerpo, de lo psíquico y lo somático. Rescatamos el uso de la palabra “alma” que alude a psique, neuma, spiritu, y no solamente a mente.
¿Qué se entiende por “alma”, “psique”, “espíritu” y “anímico”? Sintetizaremos
algunas ideas advirtiendo al lector que se trata de una mínima aproximación.
Los términos “alma”, “ánima” y “psique” desde la tradición judeocristiana provienen del hebreo néfesch, del griego psykhé, pasando al latín como anima, y
se refieren a un principio o entidad inmaterial e invisible que poseen los seres
vivos dotados de movimiento propio, siendo su cualidad identificatoria, cuyas
propiedades y características varían según diferentes especies de seres y según
las diferentes tradiciones y perspectivas filosóficas o religiosas. Lo importante
es el pasaje de lo inerte al “moviente”. Para muchas tradiciones religiosas y filosóficas, es el componente espiritual de los seres vivos. En esas concepciones,
el alma incorpora el principio vital o esencia interna de cada uno de esos seres vivos, gracias a la cual estos tienen una determinada identidad, no explicable a partir de la realidad material de sus partes. En el transcurso de la historia,
el concepto “alma” pasa por diversos intentos de explicación, siempre sobre la
base de la diferenciación de dos aspectos específicos: lo material y lo inmaterial.
Para la religión cristiana, el hombre consta de dos partes, el cuerpo (lo físico) y el alma (lo relacionado con lo espiritual), siendo uno de los aspectos del
ser humano, que lo unifica como individuo y lo “lanza” a actividades que van
más allá de lo material. Gracias al alma el hombre es capaz de sentimientos,
emociones, pensamientos y decisiones libres, así como de volver sobre sí mismo (auto conciencia).
Desde la etimología, el verbo griego Ψύχω, psycho, significa “aire frío”. A partir de este verbo se forma el sustantivo Ψυχή, que alude en un primer momento al soplo, hálito o aliento que exhala al morir el ser humano. Dado que ese
aliento permanece en el individuo hasta su muerte, Ψυχή pasa a significar la
vida. Cuando la psique escapa del cadáver, lleva una existencia autónoma: los
griegos la imaginaban como una figura antropomorfa y alada, un doble o ei37. Freud, S. “Tratamiento del alma”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Pág. 123.
39
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
dolon del difunto, que generalmente iba a parar al “Hades”, donde pervivía de
modo sombrío y fantasmal.
Platón consideraba al alma como la dimensión más importante del ser humano. A veces habla de ella como si estuviese encarcelada en un cuerpo, -idea
que toma prestada del orfismo-. Según el Timeo, el alma estaba compuesta de
lo idéntico y lo diverso, sustancia que el demiurgo usó para crear el alma cósmica y los demás astros; además, los dioses inferiores crearon dos almas mortales: la pasional, que reside en el tórax, y la apetitiva, que reside en el abdomen. Por encima de las dos estaría el alma racional, que encontraría su lugar
en la cabeza. Algo parecido se narra en el Fedro, donde se expone el mito de
los caballos alados: el auriga es el alma racional, el caballo blanco representa
la parte pasional y el negro la parte de los apetitos. La tarea del auriga es mantener el caballo negro al mismo galope que el blanco. En el Fedón, el alma es
vista como una sustancia que busca desligarse de los límites y conflictos que
surgen desde su unión con el cuerpo, y considerando que podrá vivir de modo
pleno tras el momento de la muerte.
Aristóteles definió la Psyche como “determinada realización y comprensión de aquello que posee la posibilidad de ser realizado” y por mucho tiempo el concepto fue declarado como un enigma universal irresoluble. Según sus
consideraciones, todos los seres del mundo físico tienen una materia que es
pura indeterminación y una forma sustancial que es el principio determinativo. Estas dos realidades son inseparables, de modo que no tienen existencia
independiente. En general, la cosmovisión de la antigua Grecia, que designaba
“alma” como la fuerza vital de un individuo, unida a su cuerpo en vida y desligada de éste tras su muerte, se mantiene en varias escuelas de psicología, perdiendo en general su valor metafísico, convirtiéndose en la designación de todos los procesos y fenómenos que hacen la mente humana como una unidad.
Realizaremos una brevísima alusión a otras consideraciones tales como las
de Tomás de Aquino, que basándose en Aristóteles, habla de principios, - y no
de realidades opuestas- describiendo al ser humano como material por una
parte -su cuerpo- ,y no material por otra -su alma espiritual-. El ser humano
está inmerso en lo material y obedece a sus leyes básicas de espacio y tiempo.
A la vez, muestra que no es material del todo pudiendo ir más allá del espacio
y del tiempo con su razón: planificar el futuro o disponer los arreglos sobre un
espacio existente en su vida diaria. Alma y cuerpo llegan a ser co-principios en
la explicación de cómo es el ser humano. El ser humano es plenamente corporal pero tiene algo propio que le permite ir más allá de lo corporal: su alma espiritual. Sin embargo, es el alma la que tiene el ser en primer lugar, mientras el
cuerpo existe en cuanto unido al alma. El pensamiento occidental recayó en el
dualismo entre cuerpo y alma. Esta visión distorsiona la realidad y las consecuencias llegan a un desprecio de las realidades físicas, del cuerpo humano y
de la sexualidad. Se imagina el alma como algo independiente, parte de lo divino y de lo bueno, como una hoja blanca metida en un pobre sobre material
40
¿Qué es el psicoanálisis?
del cual urge liberarse. En forma sintética, tendremos en cuenta que Descartes
define alma como cosa pensante opuesta a cosa “extensa” – res cogitans versus
res extensa-; Espinoza se refiere al alma como atributo y modo de la substancia
divina; Kant la califica de imposibilidad de aprehender lo absoluto; para Hegel
es el auto desarrollo de la idea; Jaspers la define como “existencialidad”; Heidegger como “ser-ahí”. Recomendamos seguir las consideraciones de estos autores, pero pensamos que exceden a la intención de un texto dedicado a una introducción al pensamiento freudiano.
Respecto del término “espíritu”, procede del latín spiritus, del verbo spirare tomando la significación de soplo. La filosofía clásica alemana subrayaba el
carácter activo del espíritu, lo veía como actividad de la autoconciencia. Así,
Hegel concebía el espíritu como unidad de la autoconciencia y de la conciencia, unidad que se realizaba en la razón; como unidad entre la actividad práctica y la teórica del espíritu sobre la base de la práctica: el ser del espíritu es su
hacer aunque este hacer es interpretado sólo como conocimiento. El espíritu,
según Hegel, supera lo natural y se eleva hasta sí mismo en el proceso del autoconocimiento. La filosofía materialista considera al espíritu como lo secundario respecto a la naturaleza. El espíritu es la parte más racional del alma, derramada por todo el cuerpo. En los siglos XVII-XVIII (Hobbes, Locke, La Mettrie) concebían el espíritu sólo como una variedad del conocimiento sensorial.
El materialismo dialéctico no reduce lo espiritual a la simple suma de sensaciones y rechaza la representación del espíritu como de algo que existe con independencia de la materia. Lo espiritual es función de la materia altamente organizada, es resultado de la actividad práctica material, histórico-social de los
hombres. La vida espiritual de la sociedad –conciencia social– aparece como
ser social. En la concepción moderna, el espíritu no es una sustancia, sino el
modo de ser propio del ser humano, cuya esencia es la libertad, plasmando la
vida y el mundo, siendo la capacidad de inter-relación que todas las cosas guardan entre sí. Conforma relaciones cada vez más complejas, considerando que
cuando se forma un campo relacional, allí se genera “espíritu”. En cierto grado,
todos los seres participan del espíritu y la singularidad del espíritu humano es
ser reflexivo y autoconsciente. Por el espíritu, el ser humano se siente insertado en el Todo a partir de una parte que es el cuerpo animado y, por eso, portador de la mente. El espíritu significa subjetividad que se abre al otro, se comunica y así se autotrasciende, gestando una comunión abierta, hasta la máxima
alteridad, marcada por el amor y el cuidado. El espíritu es relación y vida y su
opuesto no es materia y cuerpo, sino muerte y ausencia de relación. Desde esta
perspectiva, espiritualidad es toda actitud y actividad que favorece la relación,
la vida, la comunión, la subjetividad y la trascendencia.
¿Cuáles son las nociones freudianas que se dejan encontrar en este texto? Su
autor refiere: “«Psique» es una palabra griega que en alemán se traduce «seele»
(alma). Según esto, «tratamiento psíquico» es lo mismo que «tratamiento del
alma». Podría creerse, entonces, que por tal se entiende tratamiento de los fe-
41
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
nómenos patológicos de la vida anímica. Pero no es este el significado de la
expresión. «Tratamiento psíquico» quiere decir, más bien, tratamiento desde
el alma -ya sea de perturbaciones anímicas o corporales- con recursos que de
manera primaria e inmediata influyen sobre lo anímico del hombre”.38 Queda
claro en la expresión freudiana que un “tratamiento psíquico” no está referido
sólo a su aplicación a fenómenos patológicos, sino también a perturbaciones
anímicas o corporales, a través de un recurso: la palabra. Es importante destacar esta diferenciación.
Entre otros juicios que transmite el texto de 1890, se destaca la consideración de que la medicina, más allá de los grandes progresos científicos, tiene un
gran desafío en el “arte de curar” pues muchas perturbaciones tienen su origen emocional. Los procesos psíquicos están relacionados entre sí pudiendo
lo anímico influir sobre lo corporal. Leamos el texto: “los signos patológicos están muy nítidamente bajo el influjo de irritaciones, emociones, preocupaciones […] la causa inmediata de la perturbación ha de buscarse en lo anímico.
[…] Los afectos en sentido estricto se singularizan por una relación muy particular con los procesos corporales; pero, en rigor, todos los estados anímicos,
aun los que solemos considerar «procesos de pensamiento», son en cierta medida «afectivos», y de ninguno están ausentes las exteriorizaciones corporales
y la capacidad de alterar procesos físicos. Aun la tranquila actividad de pensar
en «representaciones » provoca, según sea el contenido de estas, permanentes
excitaciones […] Los procesos de la voluntad y de la atención son igualmente
capaces de influir profundamente sobre los procesos corporales y de desempeñar un importante papel como promotores o inhibidores de enfermedades
físicas […] En ciertos estados anímicos denominados «afectos», la coparticipación del cuerpo es tan grande”.39
Estas consideraciones son producto de prolijas observaciones clínicas que
muestran una gran variedad de signos que se relevan y sustituyen unos a otros,
siendo “expresión de las emociones”40 que alteran al cuerpo. Entre ellas Freud
hace referencia a las alteraciones que se producen en la circulación y en las secreciones bajo la influencia del miedo, de la ira, de las “cuitas del alma”, del arrobamiento sexual, así como los estados afectivos persistentes de naturaleza penosa, como la preocupación y el duelo, que rebajan la nutrición del cuerpo en
su conjunto, causando que los cabellos encanezcan, que desaparezcan los tejidos adiposos y las paredes de los vasos sanguíneos se alteren patológicamente.
También observa que, a la inversa, bajo la influencia de excitaciones jubilosas
se observa que todo el cuerpo florece y la persona recupera muchos rasgos de
la juventud. A su vez, señala que los afectos tienen mucho que ver con la capacidad de resistencia a las infecciones y refiere que ciertos observadores médicos comentaron que la propensión a contraer tifus y disentería es mucho ma38. Freud, S. “Tratamiento del alma”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Pág. 115.
39. Ibídem. Pág. 119-120.
40. Ibídem.
42
¿Qué es el psicoanálisis?
yor en los integrantes de un ejército derrotado que en los triunfadores, y que
estados patológicos ya desarrollados pueden ser influidos muy considerablemente por afectos violentos, casi siempre en el sentido de un empeoramiento. Pero, también observa ejemplos de lo contrario: un fuerte susto o una cuita repentina provocan un cambio de tono en el organismo ejerciendo una influencia curativa sobre un estado patológico bien arraigado o aun suprimiéndolo. Por último, señala que no hay ninguna duda de que la duración de la vida
puede ser abreviada notablemente por afectos depresivos, o que un terror violento, una mortificación o un bochorno muy vivos pueden ponerle fin de manera repentina y que este último efecto es observado a veces también a consecuencia de un gran júbilo inesperado.41
El valor de las expectativas
Freud se refiere al valor de las expectativas como una serie de fuerzas anímicas eficaces por medio de la cual pueden contraerse enfermedades o curarse, considerando varias modalidades. Vayamos a sus consideraciones: “La expectativa angustiada no es sin duda indiferente para el resultado; sería importante saber con certeza si su eficacia para enfermar es tan grande como la que
se le atribuye: si es verdad, por ejemplo, que en el curso de una epidemia los
más amenazados son los que tienen miedo de contraer la enfermedad. El estado contrario, la expectativa esperanzada y confiada es una fuerza eficaz de
la que en rigor no podemos dejar de prescindir en todos nuestros ensayos de
tratamiento y curación.42
Una observación que aparece entre líneas y que no queremos pasar por alto,
es la referencia a la fe religiosa, que podemos generalizar respecto de lo que llama “expectativa esperanzada y confiada” y en lo concerniente a la participación
de las pulsiones como fuerzas genuinas. Refiere: “el poder de la fe religiosa es reforzado en este caso por diversas fuerzas pulsionales genuinamente humanas.43
El valor de la escena visual, el acrecentamiento de los sentimientos y la función
de los sacrificios.
Freud se interesa por la cuestión de las curas milagrosas, -son tratadas en el
texto prudentemente-. Resulta muy interesante, por lo temprano del escrito,
las observaciones referentes a la combinación entre el valor de la escena visual,
el acrecentamiento de los sentimientos y la ejecución de sacrificios, que posibilitarían desalojar la enfermedad. Más adelante desarrollaremos estos temas,
41. Ibídem. Pág. 119.
42. Ibídem. Pág. 121.
43. Ibídem. Pág. 121-122.
43
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
pues estas observaciones llevarán a Freud a sostener indagaciones, a lo largo
de toda su obra, respecto del funcionamiento del aparato psíquico, considerando el valor de las escenas visuales, el sentimiento amoroso y su relación con el
sometimiento, la culpa y el valor del sacrificio. Vamos al texto: “se producen en
creyentes bajo la influencia de escenificaciones aptas para acrecentar los sentimientos religiosos […] en lugares donde se venera a una imagen […] No parece fácil que la fe religiosa por sí sola pueda desalojar (Verdrängen) fácilmente la enfermedad […] tiene que estar signado por características particulares;
en especial, el esfuerzo corporal que se impone al enfermo, los trabajos y sacrificios del peregrinaje, están destinados a hacerlo merecedor de esa gracia”.44
La relación del individuo respecto al efecto de masas y la imitación
A propósito del estudio de las curas milagrosas Freud observa que las mociones anímicas pueden elevarse por el efecto de los fenómenos de masas y la
imitación. Considera que la fe se acrecienta por el entusiasmo de la multitud,
y si bien la “gracia divina” es otorgada a unos pocos, todos querrían encontrarse entre los escogidos, pues la vanidad, “que dormina en todo individuo viene en auxilio de la fe piadosa y el afán de sobresalir y de igualarse a los más encumbrados constituyen potentísimas fuerzas anímicas. En virtud de ese efecto de masas, todas las mociones anímicas del individuo pueden elevarse hasta
lo desmesurado […] es el poder de ésta el que produce su efecto”.45
Encontramos en el párrafo precedente la mención a las mociones anímicas, concepción que alude al aspecto cuantitativo de la función psíquica, antecedente del concepto de quantum, tan relacionado al estudio de las pulsiones.
Un antecedente sobre el concepto de transferencia clínica
No escapa a la visión freudiana que la relación de simpatía con el médico y
el poder que el paciente le otorga tiene una importancia superlativa en el tratamiento. En este escrito, la riqueza de sus observaciones llega a poner en consideración algunas reflexiones que más tarde darán lugar al concepto de transferencia clínica: por un lado, confianza y simpatía, por otro, la suposición de
saber que se le confiere al médico, como operadores del amor transferencial.
Freud resalta el poder que ello otorga y realiza advertencias respecto de la oportunidad de cometimiento de abusos que la misma genera, preocupación que
lo llevará a una proposición: estudiar el amor transferencial científicamente.
Reconoce la importancia de no desaprovechar el aporte de la expectativa confiada, planteando que para el tratamiento anímico ocupa el lugar de una fun44. Ibídem. Pág. 122.
45. Ibídem. Pág. 125.
44
¿Qué es el psicoanálisis?
ción importante producir el “monto de solicitación anímica con medios apropiados”. Sepamos encontrar en estas primeras consideraciones algunos antecedentes sobre la dinámica de la transferencia y los factores cuantitativos (monto
de afecto) y cualitativos (amor) que luego compondrán el concepto.
Otro valor de este escrito, es lo concerniente a su preocupación por los efectos de las intervenciones terapéuticas. “El efecto probable […] de una intervención […] es la aportada por la actitud anímica del enfermo. La expectativa confiada con la cual contribuye al influjo inmediato […] depende, por un lado, de
cuán grande sea su afán de sanar, por el otro, […] del respeto y del poder que
atribuya a la persona del médico, y aun de la simpatía puramente humana […].
Desde que los médicos han reconocido con claridad la importancia del estado
anímico para la curación, se les ocurrió la idea de no dejar ya librado al enfermo el monto de solicitación anímica que pudiera producir, sino de conseguirlo
[…] buscándolo con los medios apropiados. De este empeño nace el moderno
tratamiento anímico […] por un camino singular se ha ofrecido la posibilidad
de ejercer una influencia profunda, […] y aprovecharla con fines terapéuticos”.46
Los prejuicios sobre el psicoanálisis
El texto “Tratamiento del alma” explicita algunos prejuicios sobre el psicoanálisis que posiblemente llegan hasta la actualidad. Entre ellos, la desconfianza y desprecio de los científicos a un tratamiento llevado a cabo a través de palabras, sumado a que muchos legos tienen poco respeto por las causas anímicas, sin prestar atención que las mismas producen padecimientos verdaderos.
Respecto a ello, Freud inaugura una nueva clínica en donde lo anímico cobra
respeto como causa real. Refiere: “(Los científicos) parecieran temer que si concedían cierta autonomía a la vida anímica, dejarían de pisar el seguro terreno
de la ciencia […] Los legos, que de buena gana resumen tales influencias anímicas bajo el nombre de ‘imaginación’, suelen tener poco respeto […] es una
evidente injusticia, cualquiera que sea su causa, aun la imaginación, los dolores no dejan de ser menos reales ni menos fuertes”.47
Otro de los prejuicios es la relación que se pueda establecer con la curandería, en donde participa la expectativa confiada. El hombre siempre se desconcierta y se rebela cuando es atrapado por una dimensión tan real del mundo
como lo siniestro, -uno de sus modos es la enfermedad, “carácter despiadado
de la naturaleza”48 - y tiende, a través de la apelación a combinatorias imaginarias y simbólicas, salir de la encrucijada que lo avasalla. “La comprensible insatisfacción con el auxilio que brinda el arte médico, a menudo insuficiente”49,
46. Ibídem. Pág. 123.
47. Ibídem. Pág. 116.
48. Ibídem. Pág. 122.
49. Ibídem. Pág. 131.
45
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
hace a la posibilidad de buscar en la curandería una solución, la misma ejerce
su poder aprovechándose de la expectativa confiada.
Por último, nos interesa señalar que también se preocupa por los prejuicios
que puede generar la relación del nuevo tratamiento anímico con la hipnosis y
la sugestión. Si bien reconoce la participación de la sugestión en toda relación
humana, y entonces, también en la relación que implica el tratamiento, trata de
discernir cuestiones relativas a la dependencia y la obediencia, que ocupan un
lugar de gran prejuicio social y también para él. Señala los motivos que lo alejan de la hipnosis, el más importante es que no logra ganar la lucha contra las
poderosas fuerzas mediante las cuales la enfermedad está anclada en la vida
anímica.50 También describe otras consideraciones tales como: la participación de una credulidad al estilo infantil, la dependencia al estilo relación amorosa con entrega plena, la obediencia que genera, la sugestión, la convicción y
la palabra como ensalmo como único instrumento terapéutico, la imposibilidad de discrecionalidad por parte del paciente respecto de su vida anímica.51
Nos parece oportuno considerar algunas reflexiones freudianas que
se encuentran en un artículo de 1924 titulado “Las resistencias contra el
psicoanálisis”52 en donde Freud analiza diversos factores, entre ellos:
1.- Las universales resistencias frente a lo nuevo: Generalmente existe una
reacción primitiva frente a lo nuevo que se presenta como fuente de displacer,
causando un alto gasto psíquico por la generación de inseguridad que puede
llevar al sujeto hasta la expectativa angustiada. También el psicoanálisis genera resistencias como todo aquello que es nuevo.
2.- En la ciencia hay una paradoja entre el afán de avance y el escepticismo de los científicos: Si bien en la “empresa científica no debería haber espacio para el horror a lo nuevo” pues la ciencia debería confiar en nuevos descubrimientos y concepciones por su carácter eternamente incompleto e insuficiente, con el fin de no sufrir desengaños, se abroquela en el escepticismo. Este
generalmente tiene dos características: la declaración como “sacrosanto” de lo
ya consabido, y la rigidez y desestimación frente a lo nuevo aun antes de someterlo a la indagación. “En la historia de la investigación científica las innovaciones tropezaron a menudo con una intensa y obstinada resistencia que luego se
demostró injusta, porque la novedad era valiosa y sustantiva”.
3.- Ciertos aspectos del contenido de lo nuevo son los que provocan la resistencia: respecto del psicoanálisis, existe una conjunción de varios factores.
En el inicio el psicoanálisis se interesó sobre la génesis de síntomas neuróticos
con una intención terapéutica y en ello se radicó su carácter de novedad indiscutible. Pero, los resultados de sus indagaciones avanzaron mucho más allá de
su meta inicial, creando una nueva base para toda la concepción de la vida aní50. Ibídem. Pág. 131.
51. Ibídem. Pág. 128.
52. Freud, S. “Las resistencias contra el psicoanálisis”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob.
Cit. Vol. XIX, Págs. 227-235.
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¿Qué es el psicoanálisis?
mica, logrando importancia para todos los campos del saber que se fundan en
la psicología. Este fue el motivo que desencadenó “una tormenta de indignada repulsa”. En 1924 Freud comenta que la lucha en torno de la innovación que
el psicoanálisis presenta “no ha terminado todavía”. Empero, ya por esa época el autor pudo discernir el curso que tomaría: sus opositores no logran sofocar su avance. El psicoanálisis, cuyo único sustentador era el propio Freud en
1900, veinte años después había encontrado numerosos partidarios destacados entre médicos y no médicos, quienes lo practicaban “como procedimiento para tratar enfermos nerviosos, como método de investigación psicológica y
como medio auxiliar del trabajo científico en los más diversos campos”, - puntuaciones idénticas a las formulados en los “Dos artículos para enciclopedia”.53
4.- El predominio de la orientación anatomista: El psicoanálisis aportó un
nuevo conocimiento respecto a que los síntomas corporales de la histeria son
psicógenos, considerándolos como sedimentos de procesos anímicos trascurridos, iniciando la pregunta por su naturaleza. Pero, esta orientación de las investigaciones no coincidía con las ideas dominantes de su época pues los médicos solo contemplaban los factores anatómicos, físicos y químicos. “No estaban
preparados para la apreciación de lo psíquico, y por eso mostraron indiferencia y antipatía. Dudaban de que las cosas psíquicas admitiesen un tratamiento exacto y científico” y juzgaron a los síntomas de las neurosis histéricas como
resultado de la simulación, y a los fenómenos del hipnotismo, como un fraude.
5.- Los psiquiatras se ocupaban de clasificar las patologías buscando causas anatómicas o químicas: En esa época materialista -mecanicista -, la medicina realizó grandes progresos, pero también exhibió “un miope desconocimiento” respecto de lo psíquico.
6.- La oposición de los filósofos: Si bien ellos estaban habituados a admitir
conceptos abstractos en la cúspide de sus explicaciones del mundo, lo psíquico de los filósofos no era lo psíquico del psicoanálisis, pues consideraban como
psíquico sólo a los fenómenos de la conciencia, tal como los legos. El filósofo
se afianza en esta certidumbre, pues no conoce el material cuyo estudio forzó
al analista a creer en actos anímicos inconscientes. ¿Qué puede decir entonces el filósofo frente a una doctrina que asevera que lo anímico es, más bien,
en sí inconsciente, y la condición de conciente no es más que una cualidad que
puede agregarse o no al acto anímico singular, y eventualmente, cuando falta,
no altera nada más en este? La posición del psicoanálisis, intermedia entre medicina y filosofía, sólo le depara desventajas. La medicina lo considera un sistema especulativo y no quiere creer que descansa, como cualquier otra ciencia natural, en una elaboración de hechos del mundo de la percepción; la filosofía, le reprocha que sus conceptos básicos carecen de claridad y precisión.
7.- La acusación de “pansexualista” por la significación de las pulsiones
sexuales: Freud se cuestiona sobre la magnitud de los “estallidos de indignación,
53. Freud, S. “Dos artículos de enciclopedia: Psicoanálisis y Teoría de la libido”. Sigmund
Freud Obras Completas. Vol. XVIII. Pág. 131.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
de burla y escarnio, con menosprecio por todos los preceptos de la lógica” hacia los conceptos del psicoanálisis. Considera que una reacción de esta índole
no se puede explicar solamente como resistencias intelectuales, sino que han
surgido en relación a la gran significatividad que el psicoanálisis concede a las
pulsiones sexuales en su consideración de los síntomas como satisfacciones
sustitutivas desfiguradas de fuerzas de las mismas. Si bien para el psicoanálisis
la sexualidad no es sexo, sino mucho más, –el Eros de El banquete de Platón– ,
el Eros que todo lo abraza y todo lo conserva, tan superlativa ha sido la repulsa al concepto de pulsiones sexuales que, siguió siendo rechazado aún cuando
demostró que esos mismos componentes sexuales son susceptibles de desviarse de sus metas inmediatas y de dirigirse a otras, aportando las más importantes contribuciones a los logros culturales del individuo y de la comunidad. Dicha teoría fue tildada de degradación de los bienes supremos de la cultura. Estas aseveraciones no eran enteramente nuevas, el filósofo Schopenhauer había destacado la incomparable significatividad de la vida sexual. Pero los oponentes olvidaron a este ilustre precursor y se arrojaron sobre el psicoanálisis
como si hubiera cometido un atentado contra la dignidad del género humano.
8.- La hipocresía cultural: La cultura humana se sostiene sobre dos pilares,
tales como el gobierno de las fuerzas de la naturaleza y la limitación de nuestras pulsiones. La sociedad lo sabe y no quiere que se hable de ello. El psicoanálisis nunca lanzó la consigna de desencadenar nuestras pulsiones dañinas
para la comunidad; al contrario, alertó contra ello y aconsejó su acotamiento.
Pero la sociedad no quiere que se descubran estas constelaciones, porque en
más de un sentido tiene mala conciencia, un estado de “hipocresía cultural” al
que por fuerza van aparejados el sentimiento de inseguridad y la necesidad de
proteger esa labilidad innegable, de la cual en muchos momentos saca altísimo provecho (por ej., en la guerra).
9.- El ideal ético: La sociedad ha entronizado un elevado ideal de eticidad.
Si bien “eticidad” es limitación de las pulsiones, y su cumplimiento se exige a
todos sus miembros, queda librado a ellos hallar los caminos que le permitan
procurarse una compensación suficiente a cambio del sacrificio impuesto, a
fin de preservar su equilibrio anímico. El hombre vive psicológicamente por
encima de sus recursos, y sus exigencias pulsionales insatisfechas –sobre todo
la pulsión de muerte- hacen que sienta como una presión permanente los reclamos de la cultura.
10.- En algunos humanos las pulsiones están domeñadas de manera insuficiente y psicológicamente incorrecta, de suerte que son las más prontas
a desplegarse. El psicoanálisis descubre los puntos débiles de este sistema, y
aconseja modificarlo. Propone aflojar la severidad de la represión de las pulsiones y, a cambio, dejar más sitio a la veracidad. En el caso de ciertas mociones pulsionales en cuya sofocación la sociedad ha ido demasiado lejos, debe
admitirse una medida mayor de satisfacción; en cuanto a otras, los métodos
inadecuados de la sofocación por vía represiva deben sustituirse por un procedimiento mejor y más seguro. A consecuencia de esta crítica, se sintió al psi-
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¿Qué es el psicoanálisis?
coanálisis como “enemigo de la cultura” y se lo proscribió como peligro social.
“Hasta ahora la actitud de los hombres hacia el psicoanálisis sigue gobernada por esa angustia que desata las pasiones y menoscaba los requisitos de la
argumentación lógica”.
11.- La revelación de la sexualidad infantil: El psicoanálisis puso fin a las
consideraciones sobre el carácter asexual de la infancia, demostrando que en
el niño pequeño, desde el comienzo de la vida, se registran intereses y prácticas sexuales. Puso de manifiesto las trasmudaciones que estos experimentan, el modo en que hacia el quinto año de vida sucumben a una inhibición,
para que después, a partir de la pubertad, entrar al servicio de la función de
reproducción. Discernió que la vida sexual de la primera infancia culmina en
el llamado Complejo de Edipo. Esto es tan fácil de comprobar que se necesitó realmente de un gran esfuerzo para conseguir no verlo. De hecho -sostuvo
el psicoanálisis-, todo individuo ha recorrido esta fase, pero luego reprimió y
olvidó su contenido con enérgico esfuerzo. El horror al incesto y una potente conciencia de culpa eran los relictos de esta prehistoria individual. Los comienzos de la eticidad, de la religión y del orden social se enlazan de la manera más íntima con la superación de esa época primordial. No estaba permitido hacerle conocer al adulto esa prehistoria, que más tarde le pareció tan deshonrosa, por ello rechazó al psicoanálisis cuando quiso descorrer el velo de
la amnesia de su infancia. Sólo quedó entonces un camino: lo que el psicoanálisis aseveraba tenía que ser falso, y esta supuesta nueva ciencia no era otra
cosa que un tejido de espejismos y desfiguraciones. Por tanto, las intensas resistencias al psicoanálisis no eran de naturaleza intelectual, sino que brotaban de fuentes afectivas.
12.- La necesidad de análisis del psicoanalista: También ha contribuido a reforzar la resistencia al psicoanálisis el hecho de que no es fácil que se forme un
juicio autónomo en materia de análisis quien no lo haya experimentado en su
persona, pues es imposible su práctica sin haber aprendido una técnica precisa, harto difícil, en su propia experiencia. No hay ninguna oportunidad cómoda y accesible de aprender el psicoanálisis y su técnica.
13.- Por último, el autor, con las reservas del caso, se otorga el derecho a
plantear que quizá su propia personalidad, como judío que no quiso ocultar
su judaísmo, tuvo algo que ver en la antipatía de los contemporáneos hacia el
psicoanálisis.
En síntesis, la mayoría de las resistencias contra el psicoanálisis se debieron
a que el contenido de la doctrina hería intensos sentimientos de la humanidad. El nexo entre el Yo conciente y el inconsciente significaba una grave afrenta al amor propio de los seres humanos, afrenta que Freud llamó “psicológica”,
situándola en una misma línea con la “biológica”, infligida por la doctrina de
Darwin sobre la descendencia, y con la anterior, la “cosmológica”, lanzada por
el descubrimiento de Copérnico.
Consideramos de relevante importancia sintetizar el apéndice que Freud
agrega al escrito, tratándose de un fragmento de “El mundo como voluntad y
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
representación” de Schopenhauer.54 Aunque más de una vez Freud insistió en
que las palabras del autor eran “de un acento inolvidable” o “capaces de producir una intensa impresión”, nunca citó el correspondiente pasaje ni indicó
su fuente. Empero, parece probable que tuviera en mente el fragmento que reproducimos. Inmediatamente antes, Schopenhauer había examinado el peculiar carácter del apetito sexual.
“La importancia del papel que desempeña en el mundo la relación de los sexos, resorte oculto de toda la actividad humana, y que se trasparenta por doquier
pese al velo con que la encubrimos. Enciende la guerra y pone fin a la paz; aparece en el trasfondo de toda cuestión seria y de toda diversión; es fuente inagotable de chistes y agudezas, clave de toda alusión, intención secreta de toda insinuación o de toda proposición inexpresada. Es la significación de las miradas a
hurtadillas, la aspiración de los jóvenes y también de los viejos; la preocupación
incesante del libertino y el ensueño involuntario que asedia la mente del casto;
es materia siempre dispuesta para la chanza, y todo porque es, entre todas las
cosas, la más seria. Lo que le da un viso cómico que hace reír a las gentes es que,
siendo un asunto capital para todos, es conducido con el mayor misterio y parecería que nadie piensa en él. Pero en la realidad de la vida es el amo legítimo
del universo, con cuya omnipotencia constantemente nos tropezamos, y apoyado en sus seculares derechos le vemos tomar posesión de su trono hereditario, mofándose de los esfuerzos con que se ha intentado sacudir su dominio. El
poder de esta propensión es tan grande que por mucho que se afanen los hombres para domarla, para encadenarla, para disminuirla, para disimularla todo
lo posible o al menos para dominarla lo bastante, con el fin de reducirla a una
cuestión apenas secundaria en su existencia, todas esas tentativas serán siempre vanas. Y el secreto de esto radica en que el instinto sexual es la esencia misma de la voluntad de vivir, y por tanto la concentración de todo deseo; […] llamé
a los órganos genitales el foco de la volición. El hombre es, por decirlo así, una
concreción del instinto sexual; viene al mundo por un acto de cópula, el mayor
de sus anhelos es la cópula, y esta es en definitiva aquello que envuelve y perpetúa toda su existencia fenoménica. La voluntad de vivir se manifiesta, en primer lugar, en el instinto de la conservación individual; pero este no es más que
el primer escalón de la tendencia a la conservación de la especie, y esta última
será siempre la más fuerte, debido a la mayor importancia que reviste la vida de
la especie en cuanto a duración, extensión y valor. Por eso el instinto sexual es
la manifestación más perfecta y el tipo propio de la voluntad de vivir, lo cual no
sólo concuerda con el hecho de que a él deben los hombres su existencia, sino
también con su primacía sobre las demás inclinaciones del hombre natural”.55
54. Freud, S. “Las resistencias contra el psicoanálisis”. Sigmund Freud Obras Completas.
Ob. Cit. Vol. XIX. Págs. 236-237. Texto del fragmento recortado por Freud y agregado al
escrito por Strachey.
55. Ibídem. Complementos del libro cuarto de El inundo como voluntad y representación,
capítulo XLII, «La vida de la especie», citado por Strachey.
50
¿Qué es el psicoanálisis?
El método psicoanalítico como psicoterapia
Ya que el escrito en trabajo, por decisión de Freud, fue publicado en 1905,
los invitamos a leer dos escritos de 1904 en donde también encontrarán alguna respuesta a nuestra pregunta de inicio respecto del psicoanálisis. Son tales:
“El método psicoanalítico de Freud” y “Sobre psicoterapia” (Conferencia en el
Colegio Médico de Viena). Puntuaremos algunos de sus contenidos. Los mismos son muy simples, pero no por ello menos importantes para orientarse.
“El método psicoanalítico de Freud”56 se puede considerar como el primer
escrito de la serie de los técnicos, en los cuales se dedica a transmitir algunas
reglas de la aplicación del método. Define algunas cuestiones tales como:
Premisa de trabajo: ampliación del campo de la conciencia retrayendo al paciente al estado psíquico en el cual habían surgido los síntomas. Cuando el paciente comunica los procesos anímicos en cuestión, entre intensas manifestaciones afectivas, quedan vencidos los síntomas. Freud realiza un alegato a favor de la premisa de trabajo que se sostiene en tres puntos: 1.- El síntoma representa una sustitución de procesos psíquicos que no han podido llegar a la
conciencia, o sea, es una transformación; 2.- El afecto concomitante a lo “represado” se deriva en el síntoma; 3.- El síntoma no deriva de una única impresión traumática sino de una serie. En “Sobre psicoterapia”57 aclara algunas cuestiones teóricas al respecto: 1.- La acción patógena de los traumas psíquicos es
consecuencia de la retención del afecto; 2.- Los síntomas corporales de la histeria son resultado de una excitación transferida desde lo anímico a lo somático.
Regla fundamental analítica: se invita al paciente a comunicar todas las ocurrencias espontáneas, asociaciones involuntarias, sin apartar ninguna aunque
lo juzgue secundario, impertinente o incoherente. Por el valor histórico, además de clínico, nos referiremos directamente a las palabras del autor: “El tratamiento se inicia exhortando al paciente a que se ponga en la situación de un
atento y desapasionado observador de sí mismo, a que espigue únicamente en
la superficie de su conciencia y se obligue, por una parte, a la sinceridad más
total, y por la otra a no excluir de la comunicación ocurrencia alguna, por más
que la sienta asaz desagradable, no pueda menos que juzgarla disparatado, la
considere demasiado nimia o piense que no viene al caso respecto de lo que
se busca. O sea, se solicita al paciente que hable todo cuanto pasa por su mente, y aún más, que deje que las palabras fluyan”.
Material: ocurrencias, asociaciones libres, sueños, actos involuntarios, actos sintomáticos, errores o fallidos, gestos, posiciones, movimientos.
Resistencias: todo paciente tiene ciertas lagunas en su memoria, olvido de
hechos reales, confusiones, que son producto de la resistencia que se opone
56. Freud, S. “El método psicoanalítico de Freud”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit.
Vol. VII. Pág. 237.
57. Freud, S. “Sobre psicoterapia”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. VII. Pág.
247.
51
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
a la reconstrucción del recuerdo. Cuanto más intensa sea la resistencia mayor
deformación sintomática y es necesario deducir de ellas lo deformado. La resistencia es consecuencia de que los pacientes se aferran a su enfermedad. La
emergencia de lo inconsciente se produce conjuntamente con sensaciones de
displacer y por esa razón el paciente rechaza el tratamiento. Lo rechazado surge como consecuencia automática de la regulación del principio del placer.
Objetivo del tratamiento: Lograr vencer las resistencias, destruir las represiones, suprimir las amnesias, hacer accesible a la conciencia lo inconsciente.
Además de la cura, el tratamiento debe proponerse el restablecimiento de la
capacidad de trabajar y amar.
Indicaciones: las divide en dos tipos. 1.- En cuanto a lo psicopatológico: psiconeurosis crónicas, entre ellas, todas las formas de histerias y neurosis obsesivas con fobias, abulias, formas somáticas acompañantes de estas perturbaciones
(advierte la derivación adecuada cuando es necesaria la atención sintomática de
urgencia); 2.- En cuanto al sujeto: el paciente debe ser capaz de un estado psíquico normal, cierto grado de inteligencia, cierto nivel ético, menor de 50 años.
Contraindicaciones: también las divides en dos tipos: 1.- En cuanto a lo psicopatológico: psicosis narcisistas, casos agudos de histeria, agotamiento nervioso, confusión mental, melancolía profunda; 2.- En cuanto al sujeto: incapaces de estados psíquicos normales, deteriores de inteligencia, deteriores éticos,
deformaciones graves del carácter, constituciones degeneradas, edad próxima
a los 50 años o más, considerando que las personas mayores de esa edad tienen poca plasticidad en los procesos anímicos y a su vez mucha acumulación
de material psíquico. También señala que no es aplicable a personas que no se
sometan voluntariamente, que no posean cierto nivel cultural o que sean no
educables, así como a personas que presentan cuadros amenazadores.
Duración del tratamiento: el promedio de la duración en los tratamientos
llevados adelante por Freud ha sido entre 6 meses y 3 años. El tratamiento no
es rápido, plantea grandes exigencias al paciente y al analista: para el paciente
resulta largo y costoso, (costos de dinero y de trabajo); para el analista requiere
estudio, arte, paciencia, ciencia y pasar por la experiencia propia del análisis.
Respecto del cambio de técnica, de la hipnosis al método analítico, Freud lo
justifica por las siguientes cuestiones: 1.- Porque no todos los pacientes son hipnotizables; 2.- Porque no todos los profesionales son buenos hipnólogos; 3.Porque la ampliación del campo de la conciencia quedaba supeditada al acto
terapéutico (hipnosis) del cual el paciente no siempre recuerda; 4.- Porque la
hipnosis encubre las resistencias que tienen los pacientes a conocer las fuerzas psíquicas que lo enfermaron y así se aumenta la resistencia a la cura, -esta
última justificación es muy explícita y decisiva-. A su vez, en “Sobre psicoterapia” aclara con una metáfora muy apropiada, la distinción entre la hipnosis y
la nueva técnica: Leonardo Da Vinci dice que la pintura opera per vía de porre
y la escultura opera per vía di levare, la pintura va poniendo colores donde antes no los había y la escultura va quitando de la piedra la masa que encubre la
52
¿Qué es el psicoanálisis?
estatua que está en ella. La hipnosis y las técnicas sugestivas son como la pintura y el método analítico como la escultura. La nueva técnica de psicoterapia
que propone es científica, y se debe lograr la disposición psíquica del paciente en forma científica, y no por influencia amorosa personal. El profesional
debe tratar a los pacientes sin someterlos a su influencia personal, haciéndoles adoptar una postura cómoda sobre un diván, situándose a su espalda, fuera del alcance de su vista, sin pedirle que cierren los ojos y evitando todo mayor contacto; la sesión transcurre como “un diálogo entre dos personas igualmente dueñas de sí” en donde “una evita distraer o perturbar la concentración
de la otra sobre la atención de su propia actividad anímica”.
Definición Del Psicoanálisis En La Enciclopedia Británica
Definición
Nos interesa continuar estas primeras consideraciones introductorias a la
teoría del psicoanálisis con una definición escrita por Sigmund Freud en el verano de 1922. Si bien ha dado varias definiciones, en diferentes oportunidades
y escritos, en particular tomaremos la que se encuentra en un trabajo denominado “Dos artículos para enciclopedia: psicoanálisis y teoría de la libido” pues
es inmediatamente anterior a un artículo de 1923, “El yo y el ello”, que ya estaba
en preparación, en donde realiza una nueva presentación teórica, denominada
“segunda tópica” en donde presenta una nueva teoría de los lugares psíquicos.
Trataremos de ser fieles al carácter didáctico que tiene la definición brindada por Freud en ocasión de escribir para la Enciclopedia Británica. También
les brindaremos la posibilidad de conocer las palabras del autor, de gran claridad y rigor conceptual, dedicadas al público en general, puesto que se trata
de una definición escrita para una enciclopedia generalista. Queremos acompañarlos a descubrir los escritos freudianos, su modo accesible logrado a través de una formulación lógica impecable, que no requiere de magias ocultas
como aquellos trucos en donde se oscurecen las aguas para que parezcan profundas. Primero, un compromiso de rigor, ir a la fuente, a la cita bibliográfica:
“Psicoanálisis es el nombre: 1) de un procedimiento que sirve para indagar
procesos anímicos difícilmente accesibles por otras vías; 2) de un método de
tratamiento de perturbaciones neuróticas, fundado en esa indagación; 3) de
una serie de intelecciones psicológicas, ganadas por ese camino, que poco a
poco se han ido coligando en una nueva disciplina científica”. 58
En esta definición cabe destacar el lugar resaltado respecto de que el Psicoanálisis es: un procedimiento, un método de tratamiento y una nueva disciplina
científica. En 1925, en la Presentación autobiográfica refiere: “Ya no caben du58. Freud, S. “Dos artículos de enciclopedia: Psicoanálisis y Teoría de la libido”. Ob. Cit. Pág.
231.
53
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
das que el psicoanálisis continuará, ha probado sus capacidades de sobrevivencia y de desarrollarse tanto como rama del saber y como método terapéutico”.
Un procedimiento
Freud se refiere a “un procedimiento que sirve para indagar procesos”. Todas
las veces que nos parezca necesario los incitaremos a usar el Diccionario de la
Real Academia de la Lengua Española 59 para encontrar allí las distintas acepciones de las palabras, otras deberemos ir a textos más específicos como diccionarios etimológicos o libros específicos de diversas disciplinas. En este caso,
buscaremos los términos “procedimiento”, “proceso” e “indagación”. El término
“Procedimiento” se refiere a la “acción de proceder” (del latín procedére) cuyas
acepciones aluden a los modos, la forma y el orden de gobernar acciones que
requieren de una disciplina pues forman una serie, existen precedentes, entonces cada acción debe guardar cierto orden al respecto de las otras; “Proceso”
(del latín “processus”) tiene por primera acepción “progreso”, y las otras acepciones aluden a “acción de seguir una serie de cosas”; “Indagación”, (del latín
“indagatio”) alude a “Acción y efecto de indagar”, y este último (del latín “indagare”) significa “intentar averiguar, inquirir algo discurriendo o con preguntas”.
Sigmund Freud, en esta definición del Psicoanálisis, a través de estas primeras palabras refiere el modo de trabajo que ha llevado adelante: un modo disciplinado, lo cual equivale a pensar, un modo regulado por el método científico
de investigación a la luz de las ciencias naturales, - método en el cual él se ha
formado desde estudiante y en el que ha trabajado como investigador. Nos interesa poner de relieve: 1.- Que Freud parte de la consideración sobre los “procesos anímicos” bajo la influencia de Von Brentano, autor que consideró los fenómenos psíquicos como procesos y no estados, y que desarrolló la concepción de “intencionalidad de la conciencia” en relación a la dirección de la misma hacia sus objetos;60 2.- Que el trabajo clínico lo ha confrontado con procesos anímicos que ofrecen mucha dificultad para ser indagados, pues se muestran a través de un modo que los oculta y que la genialidad de Freud fue justamente descubrir que ese modo que los oculta también los revela; 3.- Que muchos de estos procesos eran despreciados por los neurólogos y psiquiatras de
la época; 4.- Que se trata de un procedimiento basado en la indagación clínica; 5.- Que partiendo de una formación estrictamente científica, proveniente
de las ciencias naturales, Freud no cesó de interrogarse por el sufrimiento de
aquellos que padeciendo malestares no explicados por la ciencia del momento eran dejados de lado, -con suerte- , pues otras veces eran objeto de desprecio siendo tratados como simuladores, no sin pasar por la categoría de incura59. Diccionario de la Lengua Española. Real Academia Española. Décima quinta edición.
Madrid. 1925.
60. Brentano, F. La classificazione delle attivitá psichiche. Lanciano.1922.
54
¿Qué es el psicoanálisis?
bles; 6.- Que sin abandonar el diálogo con los grandes científicos a los que reconoce como sus maestros, Freud tuvo la fuerza suficiente para no rechazar su
deseo de asistir a estos enfermos, y que ello inspira su investigación, sin apartarse de los cánones de rigor metodológico; 7.- Que trabajando con excelencia
semiológica supo realizar una cuidadosa y detallada lectura de los síntomas y
signos de los enfermos en cuestión; 8.- Que la indagación tuvo como principal
objetivo la búsqueda de un tratamiento de los padecimientos manifestados
por los enfermos sin dejar de lado un alto rigor científico que sirvió de empuje incesante a la investigación. La misma estuvo muy marcada por los procedimientos metodológicos científicos referentes a las ciencias naturales, lo cual
lo lleva en sus comienzos a delimitar con precisión el campo de la experiencia,
siendo esto una de las razones (hay otras) por lo cual Freud propone el método solamente para pacientes neuróticos de determinadas características restringidas. Es un modo de conformar una población testigo lo más estable posible tal como lo exige el método científico clínico. Es por esta razón, a nuestro entender, que especifica indicaciones y contraindicaciones que en la clínica psicoanalítica actual pueden desdecirse. Hoy sabemos muy bien que el psicoanálisis se ofrece a todo aquél que solicite ser escuchado, y que se ha avanzado tanto en los conocimientos teóricos, como técnicos y clínicos y se practica el psicoanálisis con niños, con psicóticos, en la anorexia, en las adicciones,
en los niños deficientes, en los gerontes, y en muchas otras perturbaciones. Actualmente, siguiendo las enseñanzas reformuladas por J. Lacan, el psicoanálisis es una clínica del sujeto (y no de enfermedades o cuadros psicopatológicos) que implica el tratamiento de lo real por lo simbólico.
Un método de tratamiento
Freud busca incansablemente un tratamiento a través de un método científico, lo cual implica que un tratamiento analítico tiene un método. Como científico conoce que lo simbólico ordena el universo, que a través de lo simbólico
se puede operar en espacios que no se ven ni se tocan. Ejemplo de ello son los
avances, en su época, de la neurología respecto de la sinapsis, en donde la microscopía de la época no permitía ver los botones neuronales calculados por
los investigadores y que luego la microscopía electrónica comprobó. Entonces,
Freud, que ya conocía esa posibilidad de los métodos científicos, pudo calcular la posibilidad de operar sobre lo real del sufrimiento humano a través de lo
simbólico. Ya veremos más adelante que en el “Proyecto de psicología científica”, en 1895, otorgando validez al espacio de virtualidad, diagramó un aparato
que le permitió armar un primer esquema del funcionar psíquico. A partir de
esta concepción, coherente con ella, instituyó para el método analítico la “regla
fundamental analítica” que consiste en el procedimiento de la asociación libre.
El tratamiento analítico tiene una dirección sostenida por el analista, y Freud
55
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
se preocupa por su ética, y también por el desarrollo cuidadoso de una estrategia y una táctica coherentes con esa ética. La ética consiste en la posición del
analista (que ha devenido tal como producto de su análisis), posición que le
permite abstenerse de todo prejuicio y hasta de sus juicios más íntimos, (indicación freudiana sobre la regla de abstención, contraparte de la “regla fundamental analítica”) para habilitar un lugar de escucha, su oferta es ¡hable!. Esta
ética del psicoanálisis se sostiene de lo que Jacques Lacan ha denominado la
“docta ignorancia” o “el saber del psicoanalista”, que no es otra cosa que el saber respecto de las diferencias (castración) y sobre la pulsión de muerte, para
expresarlo en términos sencillos.
Una nueva disciplina
A través de ese procedimiento que implica un método, Freud logra una serie de intelecciones referidas a los modos del funcionamiento psíquico, velando por encontrar una coherencia rigurosa entre cada una de ellas. Ello lo llevó a
interrogarse infatigablemente y revisar cada una de sus intelecciones, cada vez
que no lograban una relación coherente entre ellas. Esta metodología de trabajo es la causa de su constante revisión de conceptos, siendo lo que le posibilita construir una teoría que lo sorprende en la creación de una nueva disciplina partiendo de la experiencia clínica y extrayendo de ella nuevas concepciones sobre el acaecer psíquico. Se refiere a intelecciones (inteligere) que le posibilitan la construcción de supuestos lógicos que conforman un nuevo enfoque
epistemológico del espacio de configuración de lo psíquico.
Para la creación de esta nueva disciplina toma diversos soportes científicos,
entre ellos: la biología y sus concepciones sobre lo orgánico constitucional y
las leyes del metabolismo; la fisiología y los conceptos de la física aplicados a
ella, tales como la teoría sobre los aparatos y sistemas fisiológicos, el concepto
de función y las leyes de la termodinámica; la neurología, con su reciente teoría neuronal, la sinapsis, las vías aferentes y eferentes, y la reflexología; la psiquiatría y el concepto de series complementarias, proveniente de la infectología, aplicada a la ecuación etiológica de la enfermedad. Si realizamos algunas
elucidaciones, resulta manifiestamente claro que el concepto de represión surge del modelo de la hidráulica; el concepto de energía libre y ligada surge de
la termodinámica, el principio de constancia es un derivado del principio de
inercia neuronal, los conceptos de proceso primario y secundario y el de sublimación derivan de la química.
Para referirse al aparato psíquico no solo como teoría de las localidades (punto de vista tópico), sino teniendo en cuenta una mecánica respecto a un juego
de lucha de fuerzas (punto de vista dinámico) y la distribución de los factores
cuantitativos (punto de vista económico), Freud inventa un término: metapsicología, neologismo creado por Freud por primera vez el 13 de febrero de 1896
56
¿Qué es el psicoanálisis?
en una carta a Fliess (Carta 41) refiriéndose al oscuro discernimiento de factores psíquicos y constelaciones de lo inconsciente en la construcción de la realidad suprasensible que la ciencia debe volver a mudar en la psicología de lo
inconsciente. En la mencionada metapsicología, -para decirlo simplemente-,
Freud se proponía investigar lo que está más allá de la psicología, pues ésta se
dedica al estudio de los fenómenos de la conciencia. En ella están incluidos distintos modelos científicos tales como el anátomo-fisiológico de Brucke, el desciframiento del psiquismo postulado por Herbart, y las teorías físicas aplicadas
a la fisiología de Hemholtz, por mencionar algunas. Freud no imita a ninguno
de ellos pero estos han sido algunos de sus maestros.
Aportes de Jacques Lacan a la definición de psicoanálisis
Jacques Lacan, en su retorno a Freud, logra explicitar muy bien la preocupación y las elucidaciones freudianas: “Sabemos que mis pacientes, ‘padecientes’
no están satisfechos con lo que son. No obstante, sabemos que todo lo que ellos
son, lo que viven, aún sus síntomas, tiene que ver con la satisfacción. Satisfacen algo que sin duda va en contra de lo que podría satisfacerlos. Sabemos que
aquello que satisfacen por la vía del displacer, es, al fin y al cabo, la ley del placer.
Pero, digamos que para una satisfacción de esta índole, “penan demasiado”. 61
El costo es alto, y el sujeto no sabe cuánto. Ha caído en las más grandes de
las trampas: las satisfacciones del padecer, como lo advirtió Freud en los inicios.
Sufre, pero como sujeto se encuentra enredado en las marañas de una embriaguez mortífera. Frente a esta evidencia de agonía del sujeto, Freud será insistente en su interrogación que retoma J. Lacan: ¿Cuál es aquella posición desde la
cual una intervención tenga el estatuto de “tratamiento” mediante la palabra?
De ella se espera un tratamiento de la gramática del inconsciente que posibilite
el despertar del sujeto, intención que se revela en la esperanza freudiana de que
el sujeto pueda acceder al deseo, recuperando su capacidad de amar y trabajar.
Jacques Lacan definió al Psicoanálisis como un tratamiento dispensado por
un psicoanalista, preguntándose por aquello que lo funda como praxis. Si una
praxis es toda acción concertada por el hombre, sea cual fuere, que le da la posibilidad de tratar lo real mediante lo simbólico, podemos preguntar: ¿cómo
tratar lo real de la satisfacción del síntoma mediante lo simbólico, en tanto que
lo que está en cuestión es un sujeto? - el sujeto de la praxis-.
Hemos referido que la cura psicoanalítica consiste en la regla fundamental
de la asociación libre, tarea no siempre fácil. Ella está enmarcada en una dirección que sostiene el analista que lleva adelante una táctica implicada en una
estrategia y en una política. Cabe volver a preguntar: ¿qué nos enseña esta praxis? Hablando estrictamente, el saber psicoanalítico sólo puede ser el saber de
61. Lacan, J. El Seminario de Jacques Lacan. Libro 11. Los cuatro conceptos fundamentales
del Psicoanálisis. Editorial Paidós. 1986.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
la transferencia, es decir, el “saber supuesto” que en el curso de la experiencia
analítica se vuelve transmisible por otras vías y por otros efectos. La transferencia es donde se constituye la clínica analítica y el psicoanalista. El trabajo
del analítico lo implica, y su máxima implicancia será explicitar su saber dessuponiéndolo, o sea, desprendiéndolo del lugar que le tocó en su propia experiencia como analizante.
“Lo que el Psicoanálisis nos enseña, ¿cómo enseñarlo? ¿Qué es ese algo que
el análisis nos enseña que le es propio, o lo más propio, propio verdaderamente, verdaderamente lo más, lo más verdaderamente?”.62
Esta interrogación es parte de la presentación realizada por Lacan a la Sociedad Francesa de Filosofía y, en nuestro trabajo, se ha convertido en punto
de insistencia reiterado y necesario, al cual volvemos una y otra vez. En nuestra
opinión, la consideración sobre la enseñanza de los enfermos y su formalización lógica, así como el trabajo de transmisión rigurosa de los conceptos de la
teoría analítica, conforman la posibilidad de una producción: la subjetivación
del deseo de Freud. La interrogación enunciada debe ser sostenida.
Las enseñanzas del psicoanálisis
Comentaremos una parte de una conferencia de nuestra autoría titulada
“Etica para la enseñanza de los enfermos”63 pronunciada a propósito de “lo
que los enfermos nos enseñan” en ocasión de celebrarse las Jornadas de residentes del Hospital de la Llanura de Pergamino, grupo con el cual tuvimos la
oportunidad de trabajar a través de relatos clínicos. Esta experiencia nos permitió concluir en un ensayo que intenta rescatar el espíritu freudiano, estrictamente hablando, en el sentido de la exigencia que tiene la práctica psicoanalítica de renovarse una y otra vez respecto de cada analizante bajo el rigor del
método psicoanalítico. Entonces, podemos decir que el psicoanálisis es siempre una nueva disciplina.
La regla fundamental analítica significa que no se puede dejar de decir lo
que se ignora y que ello es la exigencia primera de la transmisión de la clínica.64 Es mucho lo que podríamos señalar sobre ese paso que implica el camino desde la teoría a la clínica y viceversa y sobre sus implicancias y tabúes
para el practicante novel. Pero lo más importante a considerar es que el mismo no debe ser un salto al vacío. Ese camino fue la senda inaugural del tra62. Lacan, J. “El psicoanálisis y su enseñanza”. Escritos 2. Siglo XXI. 7ma.ed. Bs.As. 1981. Pág.
160 y ss.
63. Imbriano, A. Etica para la enseñanza de los enfermos. Dossier Letra analítica. Universidad
Kennedy. Buenos Aires. 1999.
64. Imbriano, A. El sujeto de la clínica. Leuka. Bs.As. 1988.
58
¿Qué es el psicoanálisis?
bajo del Doctor Sigmund Freud, quien comenzó su práctica desde una formación teórica médica, con grandes impregnaciones neurofisiológicas, psicológicas y psiquiátricas provenientes de experiencias tales como las realizadas en el laboratorio del Dr. Brucke, los estudios de teorías psicológicas en
referencia a Von Brentano y Pierre Janet, y las prácticas con pacientes enfermos mentales en relación a Charcot, por sólo enumerar algunos de sus maestros y de sus marcos referenciales. Queremos resaltar el valor que tuvieron
estos marcos teóricos conceptuales, científicos, de metodología experimental y clínica rigurosa, en el origen del Psicoanálisis, porque fueron ellos los
que posibilitaron a Freud lecturas y enseñanzas a partir de las cuales surgió
la pregunta por el sujeto del inconsciente en relación al deseo. Y, realizamos
esta mención, sobre las enseñanzas de aquellos que transmiten su experiencia y los marcos teóricos referenciales, pues son, si se nos permite la metáfora, los mojones que señalan los senderos por donde construir ese pasaje, o
los transbordadores que nos hacen posible el paso desde la teoría a la clínica
y viceversa. Puede suponerse que esta tarea es de principiantes y ello consiste en un grave error. Debemos aclarar decididamente que no se trata de ello,
sino que ese paso que articula clínica y teoría, está implícito en una ética, la
ética de Freud, la “Etica del Psicoanálisis”. También debemos tener presente que esa articulación teórico-clínica estuvo presente en toda la obra, más
aún, la constituyó. Actualmente es posible pensar que esta relación es función de una banda de Moebius.
Hemos hecho alusión a la regla fundamental y a la cuestión del lugar que
ocupa la ignorancia. En la experiencia analítica se constituye un discurso en
donde el saber funciona como “docta” ignorancia, saber puesto entre paréntesis, posición sostenida por el analista y que permitirá habilitar un espacio para
que la asociación libre encuentre su función. Esta es, en primer lugar, la implicación del analista en su acción de escuchar y ella es la condición de la palabra. Para el analizante se trata de hablar libremente en tanto que el analista
está ahí para eso, y entonces esa angostura entre aquello que muestra la no libertad de la palabra, y aquello más temible aún que es decir algo que podría
ser verdad. Pero, de lo que se trata es de lo indecible de lo que se ignora65, y es
esto lo que fundamenta la ética del psicoanálisis. Ha sido una insistencia freudiana desde los orígenes la pregunta por aquella intervención que produzca
consecuencias, que por añadidura incida sobre el sujeto, que lo despierte, produciendo el cese de esa dormidera letal que es su sufrimiento.
Otro tema que nos parece digno de alguna reflexión es el estudio del psicoanálisis en la universidad y el trabajo de los analistas en la práctica hospitalaria. Es obvio, que el Hospital, como el lugar de los enfermos, que responde a otro discurso, no forma analistas; éste se efectúa en un análisis. Sin embargo, no es en vano recordar unas palabras freudianas respecto del estudio
65. Lacan, J. “La dirección de la cura y los principios de su poder”. Escritos 1. Siglo XXI. 8va.
edición. Buenos Aires. 1980.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
en la universidad: “el estudiante no aprenderá nunca el Psicoanálisis propiamente dicho, pero será suficiente que aprenda algo sobre el Psicoanálisis. Después de todo, la universidad no capacita al estudiante de medicina a
convertirse en cirujano”. 66
No entraremos en disquisiciones al respecto de lo que es suficiente y de
ese algo a aprender. En todo caso tendremos siempre presente aquello de lo
cual el hospital no puede enseñar, refiriéndonos al propio análisis del analista. Desde esta aclaración es que podemos aproximarnos a la cuestión en
torno a si el hospital deja enseñanza. Y, en primer lugar, solo deberemos decir: se trata de la enseñanza de los pacientes. Pero, ella surge como efecto de
un trabajo en el que los practicantes construyan un espacio para abrir lo interrogantes de su práctica, cuestionar los fundamentos de la misma, buscando en ello la precipitación de una enseñanza abriendo un camino inverso al
teórico-universitario. El Hospital será entonces un lugar en donde la clínica
es soberana, pero para que pueda serlo será necesario conformar un ámbito
en donde se reflexione sobre ella, en donde se puedan formalizar alguna lógica sobre la práctica, pero también se guarde respeto por los interrogantes
sin respuesta, en donde pueda quedar un enigma, para encontrar desde allí
la puesta en marcha de un espacio de producción. La práctica del psicoanálisis requiere esos enigmas, y en este sentido requiere que los practicantes los
establezcan. Esto implica una toma de posición: reivindicar el lugar del sujeto en la clínica, delimitando la función de una clínica de lo particular en tanto que clínica de la escucha. Esto implica un quiebre del saber universitario
que se presenta con fórmulas generales, “universales”, que valen para todos
– por ello nuestra referencia a Hintikka -. La escucha del paciente requiere
de una clínica en donde se habilite el lugar para cada sujeto en su originalidad. Pero, para que ello sea posible es necesario establecer con solidez el lugar desde el cual se los escucha, porque esta última no es una precipitación
mágica sino que depende del concepto de sujeto que regula lo que se entiende como lógica de la cura. Entre lo universal y lo particular queda constituido
un intersticio y tratar de poner en producción ese espacio es lo que proponemos como enseñanza de los pacientes. Ya no es el tiempo de preguntar respecto de si es posible el psicoanálisis en la universidad o en el hospital. Hay
demasiadas evidencias de ello. Es tiempo de producir, es tiempo de intentar
la transmisión de la experiencia.
66. Freud, S. “Debe enseñarse el psicoanálisis en la universidad”. Sigmund Freud Obras
Completas. Ob. Cit. Vol. XVII. Pág. 165.
60
CAPITULO II
El espacio de configuración
psicoanalítico
El sujeto del psicoanálisis
¿Quién es el sujeto del cual se ocupa el psicoanálisis? ¿Se trata del mismo
sujeto en la teoría del conocimiento y en el psicoanálisis? ¿Será lo mismo estudiar al sujeto del conocimiento que al sujeto afectado por el conocimiento?
Para intentar una posible respuesta comenzaremos retornando a conceptos de una de las obras de Freud que consideramos muy especialmente: “El yo
y el ello” de 1923. En ella se encuentra un primer apartado: “Conciencia e inconsciente”, en el cual Freud se refiere al inconsciente otorgándole estatuto de
psíquico, o sea, reconociendo en él procesos psíquicos. Para Freud la conciencia tiene sentido en tanto y en cuanto exista un lugar de desconocimiento, y es
considerada como una cualidad, enunciando la premisa básica del psicoanálisis: “La diferenciación de lo psíquico en conciente e inconsciente es la premisa básica del psicoanálisis, y la única que le da la posibilidad de comprender,
de subordinar a la ciencia, los tan frecuentes como importantes procesos patológicos de la vida anímica. Digámoslo otra vez, de diverso modo: El psicoanálisis no puede situar en la conciencia la esencia de lo psíquico, sino que se
ve obligado a considerar la conciencia como una cualidad de lo psíquico que
puede añadirse a otras cualidades o faltar”.67
Para los filósofos de la época era inconcebible pensar algo psíquico por fuera del campo de la conciencia. Ello puede ser considerado como un grave desafío a las teorías del conocimiento. Freud nos advierte que se produce el “primer shibbólet” entre los filósofos y el psicoanálisis. Se le ocurre llamar a este
desencuentro “Shibbólet”68 aludiendo a un pasaje bíblico: los galaaditas distin67. Freud, S. “El yo y el ello”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Pág. 15..
68. Ibídem. Pág. 15.
61
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
guían a sus enemigos, los efraimitas, porque estos no podían pronunciar “shibbólet”, decían “sibbólet”.69
La subversión sujeto-objeto
Primero realizaremos unas breves apreciaciones respecto del término “conciencia” como punto de partida para la consideración sobre la relación sujeto-objeto.
En la lengua popular, es utilizado como sinónimo de conocimiento, con diferentes usos: cuando se dice que alguien ha perdido el conocimiento, se usa
la expresión “perdió la conciencia”; o bien, cuando se dice que alguien tiene
conocimiento de algo, se usa la expresión “tomó conciencia”. Desde la moral,
el término toma connotaciones respecto del conocimiento del bien y del mal,
es decir, conciencia del bien y del mal, registro que llega hasta nosotros corno
conciencia moral. Desde la filosofía y la psicología, el término “conciencia” encierra una dicotomía: conciencia del mundo, es decir, conocimiento del mundo; y conciencia de sí, es decir, autoconciencia o conocimiento de sí. Sigamos
la historicidad del concepto: “conocer el mundo y conocerse a sí mismo”, en
ella se encuentra la impronta del pensamiento cartesiano con una concepción
donde se manifiesta en forma muy clara una suerte de partición: sujeto-objeto; sujeto- mundo; res cogitans - res extensa. El idealismo y el empirismo se encargan de proponer las relaciones. El idealismo propone un conocer el mundo a través de conocerse, es decir, predomina la preeminencia ontológica subjetiva. Primero el sujeto, luego el objeto. Esta posición implica una direccionalidad por la cual el conocer el mundo es posible a partir de ciertas categorías a
priori de la conciencia por medio de las cuales se reconoce el mundo. Es una
manera de hacer trascender la conciencia. El empirismo propone que el mundo es el preeminente en la relación, trascendente al sujeto, lo precede. Esta posición implica otro tipo de direccionalidad en donde a través de las impresiones del mundo se va constituyendo la conciencia. La conciencia es un papel
en blanco donde se imprime la relación con el mundo. En ambos casos, lo que
aparece de alguna manera como mediador es una suerte de principio de realidad relativo al sensualismo filosófico que sostenía la posibilidad de que esa
aprehensión del mundo parta de una percepción pura. Es decir, que por mediación de la percepción se constituya la conciencia, e implicando una relación
sujeto-objeto unidireccional. Se enfatiza una teoría de la percepción que liga
al sujeto con el objeto a través del perceptum: los objetos están en el mundo y
tienen ciertas inmanencias perceptuales que el sujeto como percipiens capta.
En la fenomenología hegeliana encontramos otra posibilidad de categorizar la relación sujeto-objeto. En principio, no hay una localización de lugar en
el sujeto de la conciencia, sino que la conciencia se da en términos de relación
69. Jueces, 12: 5-6.
62
El espacio de configuración psicoanalítico
fenomenológica, teniendo la condición de estar articulando ambos polos: sujeto y objeto. Hegel subvierte la condición de unidireccionalidad para establecer una relación dialéctica. Recordemos un fragmento de “Fenomenología del
Espíritu”:
“La conciencia es considerada tal como se da. Y se da como referencia a lo
otro, objeto, mundo o naturaleza. Es muy cierto que este saber de lo otro
es un autosaber pero no es menos verdad que este autosaber es un saber
de lo otro, del mundo. Así pues, en los varios objetos de la conciencia descubrimos lo que ella misma es. El mundo es el espejo en donde volvemos a
encontrarnos […] No se trata pues de oponer el saber, del saber de lo otro.
Se trata de descubrir su identidad y esto representa una nueva forma de
estudiar la conciencia y su metamorfosis […] queremos concebir la conciencia, preguntamos lo que para ella es el mundo, lo que la conciencia da
como su verdad. En su objeto descubrimos la propia conciencia objetivamente, y en la historia de sus objetos es su propia historia lo que vamos a
leer. Inversamente, la conciencia debe descubrir que esta historia es la suya
y que al concebir su objeto se concibe a sí misma”.70
De este modo se subvierte la condición de aislamiento de los dos términos - sujeto y objeto- y se los plantea en una dinámica relacional. Según esta
dialéctica surge una proposición en donde al saber del mundo se va sabiendo de sí en la conciencia. Al término de esta fenomenología, el saber del saber no se opondrá a ninguna otra cosa. El efecto será, de acuerdo con la propia evolución de la conciencia, un autosaber y también un saber del objeto.
Y como este objeto, lo absoluto de Hegel, es el espíritu, en su riqueza plenaria se podrá decir que es el espíritu el que se sabe a sí mismo en la conciencia y que la conciencia se sabe como espíritu. Hegel nos presenta una metáfora bastante rica: “El mundo es el espejo en que volvemos a encontrarnos”.
Al conocer aquello que veo me estoy conociendo. El sentido de la metáfora
es que en la medida en que voy conociendo las cosas que están en el mundo me voy conociendo en términos de conciencia. J. Lacan, en su escrito “El
estadío del espejo como formador de la función del yo tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica”71 alude a esta función como conocimiento paranoico como parte de la estructura ontológica del sujeto. Esta posibilidad hegeliana de alcanzar el saber pleno es criticada por Lacan, pues considera imposible un saber absoluto. No obstante la dialéctica queda implícita
en la base del modo de considerar al sujeto. “Conocer el mundo y conocerse
así mismo”, dialéctica que no disocia en ningún momento, ni aísla un térmi70. Hegel, G. Fenomenología del espíritu. Fondo de Cultura económica. 2da. Reimpresión.
México. 1973.
71. Lacan, J. “El estadío del espejo como formador de la función del yo tal como se nos releva
en la experiencia psicoanalítica. Escritos 1. Siglo XXI. 8va. Edición. Buenos Aires.1980.
63
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
no del otro, sino que los compromete. Como consecuencia, surge una epistemología que está relacionada con esta fenomenología que plantea la cuestión como intersubjetiva. Así las cosas se podría pensar como la condición
de la existencia del sujeto: la relación sujeto-objeto.
Volvamos al término de marras: Conciencia. La conciencia, a través de todas estas lecturas, incluso llegando a Hegel, sigue manteniendo la condición
de conocimiento. La gnoseología nos dice que conocimiento es un aprehender
el mundo por medio de la representación. Lo cual si lo llevamos a este campo
también es una representación lo que aprehendemos de nosotros en el mundo. Pero hay un punto importante a considerar: representación, función de representación. Esta se cumple en tanto lo representado no esté, esto es su condición, es decir que la representación habla de la ausencia de lo representado.
¿Qué representa? ¿Un sujeto?
El sujeto del psicoanálisis
El psicoanálisis, en su praxis, detecta al sujeto en una estructura que da cuenta de su estado de “hendija”, de agujero y agujereado. Es un sujeto afectado por
una “hiancia” ontológica (traducción posible del término francés “beance”).
Recordemos que lo “óntico” se refiere a los entes y lo “ontológico” a los modos
de ser del ser de los entes que se preguntan por sí mismos. Según Heidegger la
pregunta ontológica es la pregunta por el sentido del ser, que sólo puede encontrar una posible respuesta en tanto interpretación del ser.
La palabra “hiancia” proviene del término francés “beance”.72 Este término
señala una forma particular de agujero que no corresponde a ninguna de las
designaciones habituales en castellano. “Beance” deriva de “béer” que significa
“abertura grande” o también “boquiabierto de admiración, sorpresa o deseo”.
Entre “hiato-hiante” se forma “hiancia”. En el diccionario de la RAE73 “hiato” tiene las siguientes acepciones: grieta, apertura, hendidura; mientras que “hiante”
tiene otras tales como: que hace grieta, que hace hendidura. Por lo tanto “hiancia” se puede pensar con un doble sentido: hendidura y lo que hace hendidura.
Jacques Lacan, en su retorno a Freud, definirá la hiancia del inconsciente
como preontológica, es decir, previo a todo posible ontología –no se presta a la
ontología-74. Lo que se presta a la ontología es lo que pasa “en” y “a través de” la
hiancia. Lo inconsciente en sí es lo no interpretable, lo que interpretamos son
sus destellos, tal como nos enseña la clínica freudiana. Lo que sucede “en” esa
hiancia son las formaciones del inconsciente, como los modos que nos permiten saber algo sobre el ser. Por tanto, las formaciones del inconsciente son del
orden de la función ontológica. Y, “a través de” la hiancia, de esa apertura, de
72. Rabinovich, D. Nota del traductor en “El seminario de Jacques Lacan. Libro 1”.
73. Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Ob. Cit.
74. Lacan, J. El seminario de Jacques Lacan. Libro 11. Paidós. Buenos Aires. Pág. 30.
64
El espacio de configuración psicoanalítico
esa hendidura, lo que se puede constatar es la función del inconsciente, o sea,
a través de la hiancia el inconsciente aparece como función.
La invención de un objeto
El objeto en psicoanálisis tiene un nombre: das Ding, utilizado por Freud
para conceptualizar el núcleo de la representación inconsciente. Nos apoyaremos en algunas fuentes primeras en la obra freudiana, con la idea de rastrear
algunas consideraciones que muestran que desde el inicio de las teorizaciones
freudianas el objeto tiene estatuto de perdido. Ellas son: el “Manuscrito G” de
1895, el “Manuscrito M” de 1897, como forma de rodear el “Proyecto de una
psicología para neurólogos” de 1895.
En el “Manuscrito G”75 Freud conceptualiza que, el vínculo con la realidad
exterior a través del aparato perceptual, es mediatizado por un conjunto de representaciones, a partir del cual se categoriza el objeto desde su posición. O
sea, a partir de las representaciones se organizan las sensaciones causadas por
el mundo externo.
En el “Manuscrito M” dice: “acontece por combinación y desfiguración […]
la primera variedad de desfiguración es la falsificación del recuerdo por fragmentación, en lo cual son descuidadas precisamente las relaciones de tiempo [...] Con ello un nexo originario se vuelve inhallable”.76 Destacamos: una conexión original ha quedado irremediablemente perdida, algo se pierde o queda irremediablemente perdido en el mundo de las representaciones. El trabajo
de representación tiene un costo de pérdida. Hay una imposibilidad de igualdad entre la representación y lo representado, o sea, hay algo de lo representado que no está en la representación.
En los planteos de 1895, en el “Proyecto”, Freud define la representación
cosa como un conjunto de predicados, con un núcleo invariable vacío en contenido (das Ding), no analizable en predicado. Esta pérdida o vacío invariable
es la condición estructural para la función del aparato psíquico, y el estatuto
del objeto en Psicoanálisis.
La ciencia y lo real
Nos interesa comentar algo, también breve, sobre el sujeto recurriendo al
campo de las posibilidades de registro. Para ello primero podemos recurrir a
la diferencia entre útil y máquina. El útil es una prolongación de los sentidos
en cambio la máquina produce un efecto que no puede realizar ninguna par75. Freud, S. “Manuscrito G”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. I, Pág. 239.
76. Freud, S. “Manuscrito M”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. I, Pág. 292.
65
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
te del cuerpo. Por ej. , un palo o un microscopio son útiles, en cambio una tijera o una sierra son una máquina.
Hasta el siglo pasado toda la metodología de la ciencia estaba basada sobre la metodología indagatoria del útil, intentando ampliar la posibilidad de
ver. Pero este punto de vista ha sufrido una gran transformación, en la medida
en que la posibilidad del investigador trasciendo el límite del útil. Por ejemplo,
Dmitri Mendeléjev, que en la tabla periódica de los elementos clasifica, organiza y distribuye los distintos elementos químicos, conforme a sus propiedades
y características, siendo su función principal es establecer un orden específico agrupando elementos. El gran mérito de Mendeléyev consistió en pronosticar la existencia de elementos, dejando casillas vacías para situar en ellas los
elementos cuyo descubrimiento se realizaría años después, e incluso pronosticó las propiedades de algunos de ellos. Otros ejemplos son la escisión del átomo que revela partículas subatómicas que no son susceptibles de ser aprehendidas sensiblemente pues sus movimientos son tan rápidos como la luz y entonces no se podía captarlos, no obstante Hiroshima existió. En muchos casos
no hay posibilidad de registro sensible del objeto, pero que no halle este modo
de registro no significa que no exista. El campo de la ciencia moderna llega a
establecer ciertas localizaciones a través de ecuaciones, ecuaciones simbólicas que se arman a través de cálculos lógicos y en ello resulta que ninguna inferencia es independiente del sujeto que infiere. De esta manera podemos hablar de espacios o topos que quedan configurados por ecuaciones simbólicas,
tal como el espacio de configuración de lo psíquico.
De este modo nace una nueva epistemología de las ciencias que va más allá
de la observación y verificación, sino que se basa en cálculos y ecuaciones simbólicas consecuentes que permite un modo de registro que lo sensible no puede aportar. Eso, imposible de registrar, no obstante existente, es lo que en ciencia es dado en llamar: lo real. Lo real, que se registra por su ausencia, como imposible, y que sufre la paradoja de tener por condición estar perdido, pues en
tanto se aprehende ya no es más real sino representación de lo real, o sea: realidad. El cálculo simbólico permite que lo imposible de lo real pueda ser captado a través de una conversión en representación. Por este rodeo queremos llegar a la diferenciación entre real y realidad. La realidad está constituida por representaciones, es una realidad de conocimiento. En esa realidad lo representado es lo real. Pero si la realidad es representación de lo real, lo real no puede
estar en la realidad y este es el punto más importante en toda la teoría psicoanalítica. Lógica que marca la clínica, pues “hay en el análisis toda una parte de
real en mis sujetos que precisamente se nos escapa”.77
La realidad tiene una configuración en donde lo real participa por representación. Las vías de representación de lo real que configuran la realidad son lo
imaginario y lo simbólico. De este modo Freud ordenará ecuaciones lógicas ta77. Lacan, J. Conferencia pronunciada por J.L. en julio de 1953 en ocasión de la fundación
de la Sociedad Francesa de Psicoanálisis.
66
El espacio de configuración psicoanalítico
les como las series complementarias, la ecuación fálica, las dos tópicas del funcionar psíquico o la secuencia entre inhibición, síntoma y angustia, entre otras.
Lacan nos presenta los tres registros: lo imaginario, lo simbólico y lo real, cada
uno de los cuales guarda una relación con los otros según el nudo borromeo.
El mismo tiene su origen en el escudo de armas de una dinastía milanesa, que
estaba constituido por tres anillos en forma de trébol, que simbolizaban una
triple alianza78. Si se retiraba uno de los anillos, los otros dos quedan libres, y
cada uno remitía al poder de una de las tres ramas de la familia.
Lo real es un lugar de desconocimiento. Lo real es el Ello inconsciente. Las
formaciones del inconsciente serían las representaciones en la realidad. Lo real
es totalmente no aprehensible. Desde esta perspectiva es que podemos ubicar
el descubrimiento freudiano respecto de que el inconsciente es lo imposible
en la conciencia. El inconsciente no es susceptible de ser conocido, por ello es
frágil de determinar en el plano óntico, como ente, porque cuando se quiere
indagarlo se tiene que partir de supuestos ontológicos. El inconsciente es de
naturaleza preontológica. Pidiendo auxilio a Heidegger, y solicitando una dispensa por la levedad del comentario, entendemos que lo importante es que
algo es susceptible de dejar lo inconsciente para ser, y ello nos introduce en la
paradoja de que lo ontológico es en tanto posibilidad óntica. Es un ser que encuentra su ser en tanto existencia, siendo ello la condición del ser. Recordemos
la frase freudiana: “Donde era ello yo advendrá”, “yo ha de ser”. La existencia
se da como condición. Al principio todo era ello, fue menester un nuevo acto
psíquico, dice Freud, la constitución del yo. En la medida en que el yo se constituye comienza a constituirse la realidad. Podríamos decir, eso o ello que allí
estaba, ¿dónde está?, en “Yo debe advenir”.
Desde estos planteos se deduce que el conocimiento de ninguna manera
puede capitalizar toda la verdad. La verdad solo emerge como denuncia del
error. “Yo voy conociendo” alude a que se tiene una formulación que resulta
de establecer una ecuación entre representaciones por lo que se obtiene otra
representación, con la que cree haber capturado el mundo. Pero, solo se ha logrado representar aquello que es representable, por lo tanto solo se logra conocer. La verdad, el saber, son imposibles. Se nos ocurre un ejemplo: la paradoja que enfrenta al pescador con el pez. Tira su anzuelo y allí está! Quiere el
pez, sin embargo lo que él recoge es el pescado.
Cuando estamos en presencia de un fallido, un lapsus, un chiste, de un sin
sentido, se abre como dimensión la no-coherencia o el desconocimiento. No
estamos allí en presencia del inconsciente, sino de algo que se hizo consciente. No es el inconsciente sino su destello, su huella, su pisada, una verdad destellada. Señala Lacan retomando a Hegel: “La verdad en Freud toma al toro por
las astas. Diciendo soy aquella que se escabulle ni bien aparecida. Hombres que
tan duchos sois en ocultarme bajo los oropeles de vuestras conveniencias, y no
78. Roudinesco, E.y Plon, M. Diccionario de Psicoanálisis. Paidós. Buenos Aires. 2005. Pág
763.
67
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
valéis para llevar mis colores más que en esos ropajes que son los vuestros. Fantasmas, eso es lo que sois. Dónde estaba antes de pasar a vosotros. ¿Dónde estaré después de ese paso? Os lo diré acaso algún día? Pero para que me encontréis os diré por qué rasgo se me reconoce: hombres, escuchad, os doy el secreto: yo la verdad hablo”.79 Modo romántico de Hegel de remitir a lo evanescente
de la verdad, a su condición de destello, a su forma de aparición en el discurso.
Este estatuto de la verdad compone el estatuto ético del inconsciente. De ello
se trata cuando decimos que el orden de lo real es un orden ético, que tiene un
estatuto ético estructural: de él no percibo el ser sino a través de la encarnadura que hace en la construcción de la realidad.
La naturaleza del inconsciente es de una estructura ética. Lo ético constituye un invariante, y esto también habla de la función del deseo y su relación dialéctica con la prohibición. Estas breves consideraciones nos han llevado hasta
la cuestión de un sujeto ordenado éticamente, sujeto cuestionado, escindido,
sujetado. Y lo hemos referido a lo real, a lo imposible, al inconsciente.
Ruptura epistemológica
“Episteme” (del griego episteme: conocimiento) es un conocimiento cierto
y seguro con garantía científica, así lo define el Diccionario de La Real Academia de la Lengua Española.80 Es un elemento de saber concreto o especulativo que determina la problemática de una época determinada en orden al conocimiento científico y filosófico. La Epistemología es una disciplina filosófica que estudia los fundamentos, métodos y lenguaje del conocimiento. Ferrater Mora propone usar el término “epistemología” “para designar la teoría
del conocimiento cuando el objeto de ésta son principalmente las ciencias”.81
En relación a la Epistemología freudiana podemos considerar que el psicoanálisis, además de ser un método de investigación del inconsciente y una terapéutica, representa un tipo especial de producción teórica, cuyas modalidades Freud definió y perfeccionó. Se trata de comprender la sintaxis de la teoría
freudiana. Para ello es necesario abordar los escritos freudianos como un tipo
específico de saber y procurar determinar el conjunto de los modelos que contribuyeron a su constitución.
El estudio de los principios epistemológicos, seguido del análisis de los modelos históricos a los que se refiere implícitamente su metapsicología, esclarece la influencia de cierta concepción de la racionalidad que sobredetermina
el objeto freudiano y, revela, de paso, cómo subvirtió aquellos modelos, hasta
79. Lacan, J. “La cosa freudiana o sentido del retorno a Freud en psicoanálisis”. Escritos 1.Ob.
Cit. Pág. 152.
80. Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Ob. Cit.
81. Ferrater Mora, J.. Diccionario de Filosofía. Quinta edición. Editorial Sudamericana.
Buenos Aires, 1965.
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El espacio de configuración psicoanalítico
alcanzar algo inédito. El objetivo es detectar en la obra freudiana la identidad
conceptual de los emprendimientos teóricos y clínicos del creador del Psicoanálisis: considerar su idiosincrasia histórica y pragmática, profundizando sus
orígenes, sus hipótesis, sus demostraciones, sus objetivos.
El propósito de estas líneas preliminares es rever las condiciones de surgimiento del discurso psicoanalítico como ruptura epistemológica pues implica el cambio de condiciones del sujeto de conocimiento cartesiano como sujeto de la certeza y la emergencia de un nuevo sujeto de conocimiento: el sujeto de la duda.
Freud, tanto sea por cuestiones de época, como por la utilización de modelos de las ciencias naturales y el evolucionismo, se encuentra en la paradoja
de ir más allá de ellos. Por lo cual podemos sostener la hipótesis de que los desarrollos implícitos en la obra de Freud superan el marco epistémico del cual
parte, produciendo una ruptura. Por ello el psicoanálisis es considerado por el
mundo científico como discurso revolucionario y de ruptura, en tanto que el
espacio que dibuja se sitúa en otras coordenadas y en otros encajes, o hasta diríamos, otra lógica diferente a las que estaban constituidas hasta ese momento.
Esto significó en sus inicios la oposición del mundo científico constituido, tradicional, en tanto el Psicoanálisis vino a cuestionar los parámetros en que este
conocimiento se asentaba, constituyendo una revolución y ¡el gran escándalo
freudiano!: la “esencia” del ser humano no está en el mismo lugar que le asignaba toda la tradición humanista (pienso-soy) sino que el descubrimiento del
inconsciente viene a significar: “soy donde no pienso, pienso donde no soy”.
Las teorías freudianas provocan escándalo:
1.- En el ámbito popular: el psicoanálisis aporta un saber al respecto de la
etiología sexual de las neurosis y la consideración de la sexualidad infantil; 2.En el ámbito científico: el psicoanálisis implica la inauguración de una ciencia
conjetural y la puesta en interrogación del cógito cartesiano; 3.- En el ámbito
clínico: el psicoanálisis inaugura una clínica de la escucha habilitando un lugar de suposición de saber al sujeto; 4.- En el ámbito de la filosofía: el psicoanálisis trae como consecuencia un descentramiento del yo en tanto que cognoscente, poniendo en tela de juicio la verdad de lo conciente y otorgando un
valor de verdad al deseo inconsciente; 5.- En el ámbito de la ética: el psicoanálisis no regula su acción desde la idea del bien, sino desde una ética en relación a un sujeto que encuentra un lugar entre la pulsión de muerte y el deseo.
La ruptura epistemológica, consecuencia de la construcción del psicoanálisis, fue un movimiento, del cual a veces pareciera que Freud tuvo plena noción (como en 1923, en el escrito “El yo y el ello”- se diferencia de los filósofos) y otras no (como en “El compendio de psicoanálisis” en donde afirma que
el psicoanálisis avanzará a la luz de las ciencias naturales). Ello explica ciertas
claudicaciones en la coherencia del pensamiento de Freud. En el movimiento
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
de construcción del psicoanálisis, por un lado, las ciencias naturales le aportaron el modelo científico sobre el cual sustentarse, y por el otro, lo obstaculizaron en el discernimiento del nuevo espacio que estaba construyendo. El Psicoanálisis, en tanto “hijo natural” de la formación científica de su propio autor, sufrió las lógicas claudicaciones de todo discurso inaugural. En este sentido pensamos el discurso de Freud como un discurso que trasciende su propio
enunciado, que lo desborda, por las implicancias de sus propuestas y las posibilidades de su constitución. De tal modo que, si bien nos encontramos con un
discurso constreñido a los límites de la existencia que le brinda la realidad de
su época, sin embargo, el pensamiento en él contenido supera la forma que adquiere su expresión. Esto es lo que hace que el pensamiento de Freud se constituya como lugar de ruptura. No debemos olvidar que es un movimiento, que
el surgimiento del discurso freudiano no fue un hecho aislado sino que es parte de un conjunto que abarca distintas disciplinas.
Como posible abordaje a la cuestión distinguiremos el trayecto en tres báculos: 1.- Perfilar los instrumentos de conceptualización epistemológica a utilizar; 2.- Resaltar las condiciones naturales y científicas en general de la época
de aparición del pensamiento psicoanalítico; 3.- Analizar la semántica y sintaxis del Psicoanálisis.
Instrumentos de conceptualización epistemológica
Para perfilar los instrumentos de conceptualización epistemológica a utilizar, partimos de la consideración de que la ciencia en tanto construcción simbólica, en tanto lenguaje, puede ser analizada. Toda ciencia por pertenecer a un
orden simbólico, por ser lenguaje, puede ser analizada de acuerdo a dos aspectos solidarios: el semántico y el sintáctico. El aspecto semántico de una ciencia se refiere al conjunto de teorías, conceptos y métodos propios de ese campo, al que denominamos “espacio de configuración”, en nuestro caso, del Psicoanálisis. El aspecto sintáctico se refiere a un modo de ordenamiento de los
conceptos e ideas en un determinado período histórico. Se trata de un terreno
subyacente del saber a partir del cual los distintos conocimientos se van constituyendo. Esta estructura sintáctica, que se denomina “episteme”, sirve de soporte para la organización de la ciencia, de tal modo que, la aparición de un espacio científico, con determinados problemas, preguntas, contenidos y modos
de indagación, no es producto del azar, sino fruto de un conjunto de sobredeterminaciones que escapan al propio campo específico de una ciencia en particular y que sin embargo, es en su discurso donde se ponen en evidencia. Lo
que queremos señalar es que existe en las entrañas de cada momento histórico, de cada momento de la organización cultural, una modalidad de orden según la cual van a procesarse necesariamente la manera de clasificar e interpretar las experiencias; una suerte de condición de posibilidad del conocimiento
ajustada a una cierta dominancia estructural: la episteme.
70
El espacio de configuración psicoanalítico
En la historia de la ciencia se pueden recortar tres grandes cuerpos epistémicos: el clásico helénico medieval, el moderno cartesiano y el contemporáneo estructural, lo que da lugar al pase de una episteme a otra. Lo que permite que se produzca una ruptura epistémica en el campo de una ciencia es la
precipitación de un nuevo encaje que posibilita la aparición de una nueva forma de pensamiento, que da lugar a nuevas coordenadas para acceder a la realidad por medio del conocimiento científico. De este modo, la transformación
del tipo de articulaciones intrasistémicas es la condición de un nuevo modo de
conocimiento. Puesto esto en términos lingüísticos: el cambio epistémico se
produce cuando varía la relación entre el signo y lo que este significa; cuando
no significa la misma cosa. Esta perspectiva es particularmente interesante en
relación a la problemática de lo real y la realidad en psicoanálisis.
La episteme clásica dirigía su energía a la búsqueda de una respuesta a la
pregunta ontológica y su pensamiento se fundaba en un modo de captación
analógico de la realidad. Sobre este camino de ascesis se posibilita la teoría de
las correspondencias: todo lo que integra el mundo guarda entre sí relaciones que no permiten que nada tenga existencia independiente; la diversidad,
al profundizar el estudio de la naturaleza, se transforma en unidad. Este pensamiento analógico, que establece correlaciones entre términos de dos o varios órdenes de fenómenos y, que permite la aplicación de las mismas categorías de análisis a distintos sistemas, por una serie de dificultades inherentes a
su propia constitución se va agotando y el modelo aristotélico-tomista de conocimiento entra en crisis, de la cual es testigo el movimiento de renovación
intelectual del renacimiento. Este movimiento marca una época con el nacimiento en el campo científico de dos hechos significativos: el método experimental inductivo y un nuevo concepto de ciencia, que partiendo del cambio de
cosmología de Copérnico, se sistematiza en Galileo, mediante la aplicación de
las matemáticas y, del método experimental. A partir de este punto, la garantía del conocimiento, será la existencia de un instrumento exacto, entonces, el
saber al cual se arriba es “verdadero”. Como corolario se produce la cristalización del pensamiento moderno: la episteme cartesiana, que traslada el eje de
su preocupación de la pregunta por el conocimiento, de la ontología a la gnoseología, del ser al conocer.
Descartes es quién mejor representa su época y quién sistematizó en un
corpus el modo de ver el mundo de su tiempo. Su pensamiento significa una
revolución científica de magnitud porque inaugura un modo nuevo de conocimiento: el modo racionalista de mensurización, basado en la lógica analítica de descomponer hasta llegar a los elementos simples, claros y evidentes. Descartes marca un hito a partir del cual la ciencia se va a sostener en la
mensurabilidad. Justamente toda la epistemología positivista que llega hasta la época de Freud está basada en que la ciencia es ciencia en tanto los fenómenos sean observables, repetibles y mensurables. La verdad reposa en la
exactitud. Pero esta es una visión cercenante, porque la exactitud no es igual
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
a la verdad, ni la conjetura es sinónima de error. Por otra parte al enfatizar
la observación se pone el acento en lo perceptual y esto da lugar a una metodología indagatoria basada en el criterio que desarrollan las técnicas del
“ver” o de la “mirada” con el presupuesto de que ese ver es objetivo. El punto de partida de Descartes es la liberación a toda sujeción a la tradición, la fe
o a cualquier otro instrumento que no sea el propio pensamiento del hombre. De este modo, pensado, el sujeto podrá llegar a un punto de partida suficientemente válido que permita garantizar un adecuado y certero conocimiento. Esta tesis refleja la preocupación central del pensamiento moderno: la preocupación por el método del conocimiento y por el punto de partida verdadero que asegure que el recorrido por este camino permita arribar a
una conclusión apodíctica. El camino será para Descartes el de la duda metódica, que tiene como fin la afirmación de una verdad y la referencia: “pienso
luego existo”, idea que funda la posibilidad del conocimiento. El sujeto cartesiano de la certeza adquiere así su estatuto ontológico. (“Pienso soy”). El cógito cartesiano trae aparejado una serie de consecuencias de las que es prisionero. Una de ellas es el dualismo que se proyecta en distintos planos pero
que puede resumiese en el par sujeto-objeto: el sujeto indagando y el mundo enfrente de sí presentándose para ser aprehendido por los sentidos. Se
abre un posicionamiento unidireccional, ya sea en su versión idealista o en
su versión empirista. Puesto en términos de conciencia, el planteo de Descartes (1600) abre una doble perspectiva unidireccional: la preeminencia de
la conciencia que percibe el mundo a través de categorías que le son previas.
De este modo, la conciencia otorga las condiciones de percepción del mundo y ese mundo no viene sino a llenar las formas puras de la conciencia. Conocer el mundo a través de conocerse, que no es otra cosa que el modelo de
la introspección. En segundo lugar, la preeminencia del mundo: que la conciencia juegue como un papel en blanco donde se imprime la relación con el
mundo; es decir el mundo formando la conciencia.
Pero ya sea que el acento esté puesto en el sujeto, mente, conciencia o en
objeto, mundo, cosas, el esquema de análisis se sostiene en las mismas referencias epistémicas dualistas: Sujeto-mundo. El problema de “tomar conciencia”
tiene que ver con el mundo, por lo tanto, lo que entra en el estudio es la ligazón del sujeto con el mundo mediante una teoría de absolutos: “res cogitans”,
“res extensa”, imperando la concepción de alma de Platón. El sujeto es el lugar
del pensamiento, y el lugar de la conciencia es el aquí del sujeto espacio-temporal. Se entiende por materia todo lo que impresiona los sentidos, siendo el
cuerpo una porción de la materia. La percepción toma un lugar importante en
estos estudios, pues es lo que liga al sujeto con el mundo y éste se entiende en
tanto constituido por objetos con propiedades que son aprehendidas por el sujeto (propiedades inmanentes).
Esta posición unidireccional hace su primera crisis importante con el surgimiento del romanticismo. Este movimiento es rápidamente sepultado por el
72
El espacio de configuración psicoanalítico
nuevo positivismo del siglo pasado, pero sin embargo su influencia en el horizonte del pensamiento de Freud se deja sentir vivamente, en especial, en aquél
punto que los románticos gustaban de llamar “lo irracional del hombre”.
La segunda crisis significativa que se produce en el pensamiento moderno
la produce Hegel. Para él no existe un lugar de localización en el sujeto de la
conciencia, sino que la conciencia se da en términos de la relación fenomenológica: tiene la condición de estar allí articulando ambos polos. Esto subvierte la condición de unidireccionalidad existente para establecer una dialéctica.
“La conciencia es considerada tal como se da. Y se da como una referencia
a lo otro, objeto, mundo o naturaleza. Es muy cierto que este saber de lo otro,
es un autosaber, pero no es menos verdad que este autosaber es un saber de lo
otro, del mundo. Así pues, en los varios objetos de la conciencia descubrirnos
lo que ella misma es. El mundo es el espejo en donde vamos a encontramos”.82
Hegel subvierte la condición de aislamiento de los dos términos y los dinamiza en una relación dialéctica. Propone que al saber del mundo se va sabiendo de sí en la conciencia. No se trata pues de oponer el saber de sí al de lo otro.
Se trata de descubrir su identidad y esto representa una nueva forma de estudiar la conciencia y su metamorfosis. Este nuevo camino es el descubrimiento propio de Hegel: en la medida que voy conociendo las cosas que están en el
mundo me voy conociendo en términos de conciencia. El sujeto y el mundo
no son términos separados.
Estos dos señalamientos: la existencia de un horizonte de preocupación
por lo irracional sobre lo cual la metodología del cartesianismo no puede dar
respuesta, y la dialéctica del conocimiento de Hegel, configuran dos aspectos
significativos para el surgimiento de una nueva episteme: la contemporánea
o estructural.
Aparición del Psicoanálisis
Para resaltar las condiciones naturales y científicas en general de la época de la aparición del Psicoanálisis diremos: Freud es hijo de su tiempo, de
los avances científico-simbólicos del mismo, y como su obra, va más allá de
las coordenadas planteadas en su época, también podemos decir que él es
un signo que preanuncia no solo el siglo XX sino también el XXI. Su discurso - como decíamos al principio- se encuentra dominado por las condiciones que la episteme de su época le imponía. En este sentido nos parece importante recordar y vincular a Freud, por una parte con el pensamiento romántico del siglo pasado, y por otra, con el positivismo de su época. ¿Cuál
era pues el pensamiento dominante en esa época? Vamos a puntualizar: 1.Lo que dominaba y mantenía su égida sobre el pensamiento freudiano en el
orden de las formalizaciones era el pensamiento cartesiano; 2.- La supresión
82. Hegel, G.W.F. Fenomenología del espíritu. Fondo de cultura económica. Mexico. 1966
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
del pensamiento hegeliano del universo científico con la excusa de “idealista”; 3.- Una cierta dominancia del concepto de ciencia ligado al positivismo,
pero en especial en torno del sensualismo; es decir, aquello que define el orden de la verdad en relación con la experiencia: la constitución de las inscripciones de la experiencia a través de las posibilidades sensibles, cuyo paradigma se encontraba en las ciencias naturales; 4.- En el campo psicológico, la
preeminencia del modelo de la Psicología de Conciencia, que no consiste en
una escuela, sino en un modo de abordar lo psíquico; 5.- La identificación e
identidad entre los conceptos de real y realidad, entendido el primero como
la cosa en sí, como opuesto a ideal.
Dada la naturaleza de este trabajo no podemos referirnos a cada uno de estos puntos. Sin embargo consideramos importante decir dos palabras sobre el
concepto de ciencia porque se imbrica íntimamente con la cuestión que intentamos bordear. El modelo de las ciencias en la época de Freud estaba constituido por las ciencias naturales, en especial, la biología, la física y la química.
Tanto es así que cuando Freud intenta dar un estatuto científico al Psicoanálisis dice pretender hacer de él una ciencia natural. Lo dice en el “Proyecto de
Psicología Científica o Proyecto de psicología para neurólogos” (1895), y también casi cuarenta años después en el “Compendio del psicoanálisis” (1939).
Al respecto, podemos considerar que, por un lado, la referencia a las ciencias
naturales hace a un punto de fortaleza, pues la rigurosidad metodológica proviene de este modelo; por otro, construido ya el psicoanálisis, puede convertirse en un punto de fragilidad de su discurso. Estas ciencias naturales a las que
aludimos se sostenían en un modo de conocimiento que tenía como patrón
a la percepción, en tanto que la percepción era garantía, a través de lo medible, de la exactitud del conocimiento. Pero de pronto se descubren cosas que
no son perceptibles, que nunca serán perceptibles y que sin embargo existen.
De este modo toda la metodología indagatoria del positivismo y sus supuestos se resquebrajan y su edificio teórico cae por su propio peso. Así se plantea
en la ciencia una crítica al concepto de observación como criterio epistemológico de conocimiento.
Este movimiento va acompañado de otro, según el cual se empieza a rescatar nuevamente la preocupación ontológica y a sostener, en el campo gnoseológico, que la verdad es inaprehensible, que en la ciencia solo se realizan tentativas de aproximación, pero que en manera alguna se captura la verdad. La
ciencia es una construcción, una fabricación mental del hombre que introduce en el continuo de lo real una cierta medida de realidad. ¿Qué significa esto?
Que el orden de la ciencia no es lo real, sino una forma indicativa para hablar
de ello. Es decir, que se torna imperativo distinguir a los fines metodológicos
entre dos términos conceptualmente diferentes: lo real y aquello que va a hablar de lo real, a saber, la realidad.
La cuestión que nos ocupa es mostrar cómo juegan estos dos términos en
Freud como reflejo de imperativos epistémicos de una época. Estos han sido
74
El espacio de configuración psicoanalítico
revisados por Lacan, justamente porque media entre uno y otro la revolución
estructural y la escansión que pone Heidegger entre el ser y el ente.
Semántica y sintaxis del psicoanálisis
Dibujadas estas preliminares, podemos pasar a un análisis detallado del psicoanálisis, de su semántica y su sintaxis, para mostrar aquello que constituye
la tesis central: hasta Freud, el inconsciente, como objeto de estudio del psicoanálisis como tal, no existía.
Vamos a pensar el psicoanálisis bajo la modulación de las luces que aportan para su comprensión las ciencias estructurales. Se pueden distinguir dos
posibilidades: 1.- es concebido en su campo y posee entonces un valor radical
y de ruptura; 2.- es mirado desde la perspectiva positivista transformándose
de esta manera en una “aceptable” teoría psicológica. Ambas posiciones perduran hasta la actualidad.
No obstante, a la conclusión que trataremos de arribar es que así como el
universo mecánico cae con la aparición del universo entrópico, de la termodinámica, y éste a su vez sucumbe ante el mundo acuñado por la relatividad, así
la aparición del psicoanálisis trae como consecuencia la caída de lo que se entendía como psíquico a la luz de la égida cartesiana.
Podemos perfilar tres ideas: La primera es que hasta Freud el concepto de
inconsciente como él lo entendió no existía, en tanto que era considerado no
como un espacio autónomo con leyes propias de constitución sino en relación
a la conciencia, y más específicamente como un modo degradado de conciencia. La segunda idea es que es necesario entender este concepto de lo inconsciente a la luz de las ciencias estructurales. ¿Qué quiere decir esto? Que el concepto de inconsciente es justamente eso: un concepto. Es decir, una construcción teórica para explicar bajo cierta lógica un sistema de fenómenos. También
podemos decir que el inconsciente es una experiencia a juzgar desde un sistema lógico. Lo importante es que para el estructuralismo las ciencias del hombre tratan con símbolos cosa que ya son símbolos, a diferencia de las ciencias
naturales que tratan con símbolos de cosas que son objeto. Por lo tanto, al tratar con símbolos cosa que ya son símbolos están sometidas a un orden, el de la
función simbólica, es decir, son efectos de sentido. Y esto es lo que le permite a
Freud, aún ignorando estas premisas, decir que toda conducta tiene un sentido, sentido que debe ser buscado en un lugar diferente de donde éste se manifiesta, en tanto que allí se muestra como sin sentido. Y, en tanto toda conducta tiene sentido y el universo del sentido debe ser hallado en el inconsciente,
el inconsciente se constituye bajo la modalidad de un lenguaje. O sea, en tanto estructurado como un lenguaje. El lenguaje define el orden de la cultura, por
oposición al de la naturaleza, el inconsciente no puede ser entendido si no es
en función del orden de la cultura. Y esto constituye las puertas para una pro-
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
posición que consiste en afirmar que si lo psíquico es del orden de la cultura,
se marca entonces una ruptura que señala el desgarrón entre una concepción
de lo psíquico que no puede superar su dependencia de la observación y del
positivismo y otra concepción basada en la interpretación y la construcción
que se fundamenta en el concepto de estructura. Y esta es la tercer idea, que no
es una mera afirmación psicoanalítica sino que se trata de una reflexión epistemológica. Si se quiere fundamentar desde una perspectiva filosófica bastará con leer a Heidegger para darse cuenta de que la psicología clásica era incapaz de dar respuesta a aquello que Freud arroja sobre la mesa: que el hombre
habita en el lenguaje pero no en el sentido de ser un sujeto parlante sino en el
sentido de que el lenguaje lo constituye como hombre, lenguaje no como palabras sino como función simbólica.
Porque acaso, ¿no es parte esencial de la lección que Freud humildemente nos legara el hecho de haber estatuido que toda conducta tiene un sentido?
Sentido que solo puede hallarse morando el lenguaje. Y si todo sentido mora
en el lenguaje y el lenguaje define la cultura, el sentido es engendrado desde la
cultura. (Desde aquél lugar teórico que Lacan denomina El Gran Otro).
Podemos decir que el pensamiento de Freud es un pensamiento revolucionario copernicano, en el sentido que su revolución se trata del descentramiento del sujeto al respecto de la conciencia, descubriendo que más allá de la misma, existe un lugar para el sujeto en relación al deseo.
Volvamos a la pregunta por el sujeto del psicoanálisis: ¿cuál es ese sujeto por
el que se interesa Freud? Nos permitiremos intentar una posible respuesta recordando a una paciente de Freud, Emma, aquella dama que sufría por no poder salir sola, tomada por un recuerdo en relación a dos tenderos que se han
reído cuando ella entraba a una tienda, suponiendo ella que se reían de su vestido. Pues bien, Freud se ocupa del sujeto que queda prisionero entre las risas
y el vestido. ¿Quién es ese sujeto? Verdaderamente alguien que sufre.
Diferencias entre Psicología de conciencia y Psicoanálisis
A través del siguiente cuadro sintetizamos las diferencias entre la Psicología de conciencia y el Psicoanálisis.
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El espacio de configuración psicoanalítico
PSICOLOGIA CONCIENCIA
PSICOANÁLISIS
MARCO
EPISTÉMICO
Dualista: positivista o
idealista
Relación sujeto-objeto
unidireccional
Dialéctico.
La relación sujetoobjeto es dialéctica y
bidireccional.
OBJETO
DE ESTUDIO
La conciencia y sus
facultades
La relación del sujeto
del inconsciente al
lenguaje
MÉTODO
DE TRABAJO
Introspeccionista
Behaviorista
Clínico
CARÁCTERÍSTICAS
PRINCIPALES
Elementalista
Explicativa
Lógica cronológica
Lógica causa-efecto
Estructuralista
Interpretativa
Lógica retrospectiva
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
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CAPITULO III
El aparato psíquico. Primer tópica
Primeros antecedentes
El término “aparato” viene del latín apparatus que significa: reunión de lo
que se necesita para un fin, conjunto de instrumentos para hacer un trabajo;
conjunto de órganos que concurren a una misma función. Bajo la referencia
de aparato psíquico Freud sugiere la idea de una cierta disposición u organización interna, atribuyendo diferentes funciones a lugares psíquicos específicos, asignándoles un orden.
Los primeros antecedentes se encuentran en “El proyecto de Psicología”
de 1895, en la Carta 52 de 1896 y en el capítulo VII de “La interpretación de los
sueños” de 1900. Luego pasaron quince años hasta la producción de los principales escritos metapsicológicos (1915), su revisión con la formulación de la
pulsión de muerte (1920) y así culminar con una segunda tópica (1923). Dada
la importancia de los antecedentes, realizaremos una síntesis de los mismos.
El Proyecto de Psicología Científica
Para abordar el tema sobre el funcionar del aparato psíquico nos referiremos primero a algunos conceptos del “Proyecto de una Psicología para Neurólogos” o “Proyecto de Psicología” (Entwurf einer Psychologie) de 1895, titulaciones aportadas por sus traductores pues su versión original no llevó título.
¿Qué es el proyecto? El Proyecto se constituye como una respuesta acerca
del estatuto del inconsciente en relación a la idea del conocimiento científico
de la época. En el “Proyecto” se define la primera construcción de un espacio
para el funcionar del inconsciente.
¿Es el psicoanálisis una ciencia o una mera conjetura? Freud intenta, desde
las coordenadas de la ciencia de su tiempo, formalizar sus bases conceptuales.
79
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
En la introducción dice explícitamente: “la intención de este proyecto es hacer
de la Psicología una ciencia natural”.1
A raíz de este planteo, nace el esquema del aparato psíquico que se soporta en un modelo neurológico con aportaciones de la física. Lo significativo es
que las elucidaciones sobre el funcionamiento del mismo son vigentes hasta
la actualidad.
El “Proyecto” funcionó en tanto tal, como proyecto de investigación, sus hipótesis se desarrollan a lo largo de toda la obra freudiana, siendo la piedra fundamental de los textos metapsicológicos.
En la Carta N° 24 de su correspondencia con Fliess, comenta sus ambiciones:
primero, averiguar qué forma cobrará la teoría del funcionamiento psíquico si
se introduce en ella un enfoque cuantitativo, “una especie de economía de la
energía nerviosa”; segundo, extraer de la psicopatología aquello que pueda ser
útil para la psicología normal.2 Algunas semanas después de terminar la escritura del texto, en la Carta N° 32, comentada por James Strachey, refiere que todos los elementos del sistema nervioso se ordenan en una “máquina” “donde
los engranajes se ajustan unos a los otros […]. Los tres sistemas de neuronas,
los estados libres y ligado de la cantidad, los procesos primario y secundario,
la tendencia principal y la tendencia de compromiso del sistema nervioso, las
dos reglas biológicas de la atención y la defensa, los signos de cualidad, realidad y pensamiento, el estado de los grupos psicosexuales, el condicionamiento sexual de la represión y, finalmente, las condiciones de la conciencia como
función perceptiva, ¡todo esto concordaba y concuerda todavía hoy! Es natural que no quepa en mí de alegría”.3
Se trata de un aparato dotado de tres sistemas de neuronas que tiene la capacidad de transmitir y transformar cantidades de energía. La ley fundamental del aparato tiene que ver con el Principio de Inercia Neuronal, o sea, la tendencia natural de las neuronas de liberarse de toda cantidad psíquica, de todo
Qή, por medio de una respuesta refleja. A esta experiencia, Freud le da el nombre de “Experiencia de Satisfacción” pues la caída de tensión, la descarga, genera la satisfacción de la necesidad (placer).
Acerca de la proposición principal, la cuantitativa, realizará una diferencia
importante que precede al concepto de pulsión. Denomina Q a la cantidad en
general de la excitación neuronal, teniendo el mismo orden de magnitud que las
cantidades del mundo externo, compuesta por estímulos frente a los cuales se
puede huir. Y, Qή a la cantidad cuyo orden de magnitud es el intercelular o “cantidad psíquica”, correspondiendo a una excitación de la que no se puede huir.
Es evidente que Freud utiliza conocimientos de la Física, especialmente de
1. Freud, S. “El proyecto de Psicología Científica”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob.
Cit. Vol. I. Pág. 339.
2. Strachey, J. “Introducción” al “Proyecto de Psicología”. Sigmund Freud Obras Completas.
Ob. Cit. Pág. 326.
3. Strachey, J. Ibídem. Ob. Cit. Pág. 328.
80
El aparato psíquico. Primer tópica
las teorías desarrolladas a mitad del siglo XIX sobre la termodinámica,4 que
postulan dos modos de energía: la energía libre, dispuesta para la realización
de un trabajo –capacidad que siempre irá disminuyendo-, y la energía entrópica, como parte de la energía que no se transforma en trabajo sino que queda combinada en forma de calor en los cuerpos y que tiende a aumentar. Estos conceptos se vislumbran en la construcción freudiana pues construye un
aparato psíquico con dos niveles de energía: Icc (inconsciente) de energía libre,
donde hay mayor nivel de fluencia energética siendo inestable, y, Prcc-Cc (preconsciente-conciente), de energía ligada, donde la energía tiene poca fluencia y
es más estable. La diferencia de estos niveles posibilita el trabajo psíquico que,
desde el punto de vista cuantitativo, implica la fluencia de energía libre a ligada. Estos niveles en el aparato psíquico se producen a causa de la represión,
cuya función es impedir la libre fluencia y aumentar el potencial energético.
Freud supone tres funciones psíquicas que adjudica a tres tipos de neuronas diferentes, que se organizan en una serie ordenada: Phi (ф), Psi (Ψ) y Omega (ω). ¿Cuál es su dinámica? La propuesta freudiana es novedosa pues sigue
una lógica particular, la de calcular una función desde los efectos. De este modo
explicita que la función de Omega es transmitir al sistema Psi signos de cualidad que son proporcionados por sus transformaciones. Permiten a las neuronas Phi distinguir lo que es una percepción de lo que es un recuerdo. O sea, en
un a posteriori, la distinción en Phi se logra como efecto de las transformaciones que se produzcan en Omega. Para explicitar el funcionamiento de Omega,
Freud apela al concepto de “período”, que está en relación al tiempo de paso de
Qή. Las neuronas Omega son incapaces de recibir Qή, pero en compensación
se apropian del “período” de excitación. Esta afectación por un período (intervalos, aumentos, disminuciones, etc.), con un mínimo de presencia de Qή,
modula fundamentalmente la conciencia, haciendo referencia al factor tiempo. Se trata de una temporalidad discontinua o periódica, que no es una cantidad, es una “pura cualidad”.
Desde el punto de vista económico, en el proceso primario, la energía se denomina libre o móvil, en la medida en que fluye hacia su descarga del modo
más rápido y más directo posible; en el proceso secundario, se encuentra ligada, en la medida en que un movimiento hacia la descarga se halla retardado y
controlado. Desde el punto de vista genético, el estado libre de la energía precede, según Freud, al estado de energía ligada, siendo este último característico de un grado más elevado de estructuración del aparato psíquico. El proceso primario tiende a encontrar una percepción idéntica a la imagen del objeto
resultante de la experiencia de satisfacción, y el proceso secundario, la identi4. Desarrolladas por Julius Von Mayer, Nicolás Léonard Sadi Carnot, Rudolf Julius
Emmanuel Clausius, Josiah Willard Gibbs, entre otros. Las mismas establecen principios
tales como la conservación de la energía, la degradación de la energía y la acumulación
entrópica de energía, considerando que el universo contiene una cantidad de energía
fija y constante, que tiende permanentemente al máximo de entropía.
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dad buscada es la de los pensamientos entre sí.5 Por ejemplo, el sueño es territorio del proceso primario; la vigilia, la atención, el raciocinio y el lenguaje
serán dominio del proceso secundario.
El sistema Phi es responsable de la percepción, y como el principio de placer está en relación a la percepción, el proceso primario se corresponderá con
la identidad de percepción. El sistema Psi compone al Yo y a la función de la
atención, y el sistema Omega a la conciencia.
El proceso sería en términos generales el siguiente: Llega un estímulo, el
mismo carga el primer sistema de neuronas Phi por encima del nivel cero de
energía, planteando una dificultad: ¿Cómo puede ser que la neurona responda a un estímulo desde un nivel cero? Temática que lo lleva a Freud necesariamente a recurrir a dos principios: de Constancia y de Inercia neuronal.6 A
partir de ellos se puede suponer que si se produce la entrada de un estímulo, la neurona se carga por encima del nivel de reposo con una tensión adicional que se denomina “Estado de Tensión” y que se registra como displacentero. ¿Qué hace el sistema sobrecargado? Tiende a reencontrar el nivel de reposo
original realizando una transferencia energética, buscando restablecer su equilibrio, tratando de eliminar la tensión, derivando la energía a través de la motilidad puesta en ejecución por el sistema Omega. La fuente del estímulo puede
ser tanto exógena como endógena respecto del aparato psíquico (no del cuerpo) y el camino por donde llega la tensión -vía aferente- no es el mismo que el
de descarga -vía eferente- .
¿Qué consecuencias podemos extraer de estas consideraciones? Este circuito pasaría sin pena ni gloria sino se produjese algún almacenamiento en
el Yo de los datos que se procesan en la experiencia. De este modo cobra sentido el sistema Psi o mnémico, dado que su función específica será conservar
los datos procesados en el circuito de entrada y de descarga de la tensión. Este
circuito articula tres funciones o registros: Huella mnémica, imagen mnémica
y vivencia de satisfacción. La primera es la huella mnémica, que es la huella
de la tensión inscripta por la necesidad. La segunda, la imagen mnémica, es
la imagen del objeto con el cual se alcanza la aparente satisfacción. En tercer
lugar, la vivencia de satisfacción es la que articula ambas relaciones. Veamos
el ejemplo más simple que ofrece Freud: si el bebé tiene hambre se produce un estado de tensión, y se establece una huella mnémica de necesidad. Si
la madre le da el pecho, este cumple la función de objeto de satisfacción y se
inscribe en Psi, como imagen mnémica. De este modo se diluye el estado de
tensión y se inscribe una vivencia de satisfacción. Consecuencia: cuando el
bebé tiene el primer desequilibrio endógeno (por ej. caída de la glucosa en la
sangre) se produce una necesidad alimenticia, desconociendo qué es lo que
5. Laplanche, J y Pontalis, J. Diccionario de Psicoanálisis. Labor. Madrid. 1972.
6. El Principio de Constancia postula que habría una cierta energía neuronal que es
indispensable para su condición de vida, y el Principio de Inercia neuronal supone un
nivel energético de reposo que tiende a mantenerse constante.
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El aparato psíquico. Primer tópica
va a producirle la superación de esa necesidad. Producido el encuentro boca-pecho, el pecho pasa a convertirse en el objeto de satisfacción. Cuando el
bebé llora porque tiene hambre, no llora por llamar a la madre, pero la llegada de la madre con el pecho nutricio -que cumple la función de una acción
específica como un “auxilio ajeno”- establece una inscripción a partir de la
cual, el llanto, pasa a convertirse en una llamada, es decir, por un efecto retrospectivo el llanto dejó de ser una mera descarga para convertirse en un pedido, un llamado, una demanda.
Tomaremos algunos fragmentos de la Parte I del “Proyecto”, pues hay consideraciones fundantes tales como la vivencia de satisfacción y dolor, los afectos y estados de deseo, la defensa primaria (represión), das Ding, la conformación del núcleo del Yo, el proceso primario y secundario, el complejo del prójimo, la función de juzgar (juicio primordial) y pensar.
Freud denomina “vivencia de satisfacción” a una experiencia de valor fundamental -no es la descripción de un acontecimiento- que establece el modo
en que se constituye el desear, sobre la base de la articulación entre vivencias
en el propio cuerpo y el pensar, como operación constituyente de nexos, de ligaduras. La imagen perceptual del objeto satisfaciente, la imagen motriz de
desinvestidura ligada a la satisfacción y los registros de la tensión, se articulan
de acuerdo a una ley fundamental de asociación por simultaneidad. Retrospectivamente, el estado de tensión queda inscripto como vivencia de displacer y
la diferencia entre la vivencia de placer y displacer queda mediatizada por la
huella mnémica del objeto satisfaciente, tratándose de una inscripción de diferencia. “La vivencia de satisfacción genera una facilitación entre dos imágenes-recuerdo y un núcleo investido en estado de esfuerzo (Drang). Con la descarga de satisfacción una cantidad es drenada de las imágenes-recuerdo. Con
el reafloramiento del estado de esfuerzo o deseo, la investidura traspasa sobre
los dos recuerdos y los anima”.7
La vivencia de satisfacción funda el circuito del deseo que, en ese momento lógico de constitución del aparato psíquico, consuma su realización alucinatoriamente, teniendo en cuenta que la deducción freudiana llega a formalizar que la investidura-deseo primaria también es de naturaleza alucinatoria.8 Así como la vivencia de satisfacción esta en relación a una disminución del nivel de tensión (Qή) del aparato, existe una “vivencia de dolor” o de
displacer si el mismo es hipertrófico (cuantitativamente), y es sentido como
displacer (cualitativamente). Cuando la imagen mnémica del objeto ligado
al dolor y displacer –objeto hostil- es de algún modo investida nuevamente, se produce un estado que contiene displacer y la inclinación a la descarga corresponde a la vivencia de dolor. “Merced a la vivencia de dolor, la imagen-recuerdo del objeto hostil ha conservado una facilitación privilegiada
[…] en virtud de la cual se desprende entonces displacer en el afecto. […] el
7. Freud, S. “Proyecto de Psicología”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Pág. 364.
8. Ibídem. Pág. 386
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desprendimiento de displacer puede ser extraordinario con una investidura
ínfima del recuerdo hostil.9
Freud incluye la referencia a “vivencias”, entendidas como “restos”, señalando dos: los afectos y los estados de deseo. En ambos supone una variación de
la cantidad: en el afecto por desprendimiento repentino, en el deseo por sumación.10 Ambos estados son de máxima significación para el decurso de la función psíquica, pues dejan como secuela la tendencia a la repetición (“motivos
compulsivos”) en relación al estatuto del objeto en tanto perdido. “Cuando el
estado de deseo inviste de nuevo el objeto-recuerdo y entonces decreta la descarga […] la satisfacción por fuerza faltará, porque el objeto no tiene presencia real sino sólo en una representación-fantasía”. 11
El estado de deseo deriva en una atracción hacia el objeto de deseo (su huella mnémica); de la vivencia de dolor resulta una repulsión a mantener investida la imagen mnémica hostil. “Son estas la atracción de deseo primaria y la
defensa primaria […] o represión (Verdrängung, «esfuerzo de suplantación y
desalojo») […] a las vivencias primarias de dolor se les puso término mediante defensa reflectoria”.12
¿Cómo se lleva adelante la defensa primaria? Freud elucida que entre la atracción de deseo y la represión, se forma una organización cuya presencia perturba decursos que la primera vez se consumaron de manera definida (o sea,
acompañados de satisfacción o de dolor).”Esta organización se llama el «yo»,
[…]. Cabe entonces definir al yo como la totalidad de las respectivas investiduras […] el afán de este yo tiene que ser librar sus investiduras por el camino
de la satisfacción, ello sólo puede acontecer influyendo él sobre la repetición
de vivencias de dolor […] por la inhibición […] la defensa primaria será tanto
más intensa cuanto más intenso sea el displacer”.13
Las investiduras del objeto-recuerdo son siempre complejos representacionales14, denominados “complejos-percepción” que se conforman con dos elementos o “ingredientes”: “la cosa del mundo” –das Ding- que permanece idéntico, y su “predicado”, actividad o propiedad, que casi siempre varía. Este complejo representacional conforma la representación-cosa que consiste en la investidura, no de la imagen mnémica de la cosa, sino de huellas mnémicas más
distanciadas y derivadas de ella. Su inscripción se efectúa en una articulación
entre la serie presencia-ausencia con la serie placer-displacer, conformando complejos perceptivos que muestran dos fragmentos: uno que se presta al
trabajo de discernimiento (predicado) y otro que se sustrae a ese trabajo (das
Ding). Uno corresponde a las variaciones que pueden comprenderse median9. Ibídem. Pág. 364-65.
10. Ibídem. Pág. 367.
11. Ibídem.
12. Ibídem.
13. Ibídem. Pág. 369.
14. Ibídem. Pág. 373.
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El aparato psíquico. Primer tópica
te trabajo mnémico a noticias del propio cuerpo; sobre estos elementos, denominados “predicados”, es posible establecer identificaciones. El otro fragmento, el núcleo invariable constante e irreductible como tal, se sustrae a la actividad de discernimiento, en la medida en que, como resto, corresponde a lo no
asimilable. Este punto de irreductibilidad, es lo que Freud sitúa como das Ding
conceptualizando su imposibilidad de representación. La cosa –das Ding- se
constituye sobre la base del complejo del semejante como su núcleo. Desde
todo punto de vista es interesante notar que la representación-cosa, se constituye en la tentativa de representar lo imposible de inscribir en relación al prójimo. “Un prójimo […] un objeto como este, es simultáneamente el primer objeto-satisfacción y el primer objeto-hostil, así como el único poder auxiliador”.15
Luego de analizar las semejanzas y diferencias de rasgos entre el semejante y el cuerpo propio, y la asociación de recuerdos vivenciados, Freud concluye en la concepción del “complejo del prójimo” (o del semejante) discerniendo en él dos componentes: el núcleo, la “cosa del mundo” –Ding-, cuya ensambladura se mantiene constante, y otro, predicado -Sache- que puede ser comprendido por el trabajo mnémico.16
Otro de los temas importantes desarrollados en este texto son los modos
de funcionamiento del aparato psíquico en procesos primario y secundario
(desde el punto de vista cuantitativo). En el caso del proceso primario, la energía psíquica fluye libremente, pasando sin trabas de una representación a otra
según los mecanismos de desplazamiento y de condensación, tiende a cargar
plenamente las representaciones ligadas a experiencias de satisfacción constitutivas del deseo (alucinación primitiva). El núcleo del inconsciente consiste en agencias representantes de pulsión que quieren descargar su investidura, por tanto, en mociones de deseo. Estas mociones pulsionales están coordinadas entre sí, subsisten unas junto a las otras sin influirse y no se contradicen entre ellas. Cuando son activadas al mismo tiempo dos mociones de deseo cuyas metas son inconciliables, ellas no se cancelan recíprocamente, justamente porque no existe el principio de contradicción, ni de negación, ni el
de temporalidad, ni el de espacialidad (los procesos inconscientes son atemporales y aespaciales). Tampoco se rigen por la realidad sino que están sometidos al principio de placer (dado por la descarga de la tensión del aparato). Su
destino sólo depende de la fuerza que poseen y de que cumplan los requisitos de regulación de placer-displacer. El acto inconsciente tiene sobre los procesos somáticos una intensa influencia plástica que nunca posee el acto conciente. Dentro del inconsciente sólo existen contenidos investidos con mayor
o menor intensidad. Prevalece una movilidad muy grande de acuerdo a las intensidades de investidura. Por el proceso del desplazamiento, una representación puede entregar a otra todo el monto de su investidura, y por el de condensación, puede tomar sobre sí la investidura íntegra de muchas otras, como
15. Ibídem. Pág. 376.
16. Ibídem. Pág. 377.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
es fácil de encontrar en la producción de los sueños. Resumiendo, las características del proceso primario más destacadas son: condensación y desplazamiento como modo de funcionar, energía libre que se desplaza con alta movilidad de una representación a otra, atemporalidad, aespacialidad, fuera de lógica al respecto de la realidad, regido por el principio del placer, su contenido
son las representaciones cosa. La producción del proceso primario se conoce
sólo bajo las condiciones del soñar y otras formaciones del inconsciente, por
sí mismos no son cognoscibles.
En el caso del proceso secundario, la energía es primeramente “ligada”, las representaciones son cargadas de una forma más estable, existe el ordenamiento
témporo-espacial, y se rige por el principio de realidad. Es el modo de funcionar del sistema preconsciente-conciente y su contenido son las representaciones palabras. El caso más patente de un funcionamiento “ligado” de la energía
lo proporciona el proceso de pensamiento, que asocia la elevada carga que supone la atención al desplazamiento de pequeñas cantidades de energía, sin las
cuales sería imposible el ejercicio del pensamiento. En esta teorización Freud
encuentra la posibilidad de crear un juicio, en tanto Urteil (primordial), que denominará “juicio primordial”. Refiere: “la capacidad de desentrañar la semejanza que de hecho existe entre el núcleo del yo y el ingrediente constante, por
un lado, las investiduras cambiantes y el ingrediente inconstante, por el otro”.17
De este modo el “juzgar” es provocado por la desemejanza entre la investidura-deseo de un recuerdo y una investidura-percepción semejante a ella, y la
discordancia proporciona el envión para el trabajo de “pensar”, que a su vez finaliza con la concordancia.18 La meta buscada es la identidad, que es presentada siempre en fracaso, conduciendo trabajos mnémicos sin meta, con la característica de ser “movidos por las diferencias”.19
Para concluir, consideramos que el modelo del funcionamiento psíquico del
“Proyecto de Psicología”, si bien se trata de un trabajo expuesto en términos neurológicos, su originalidad no está en la neurona sino en la articulación funcional que organiza. La neurona ocupa el lugar de la Vorstellung (Representación).
Esquema preliminar de la Carta 52
En ella le anuncia a Fliess que trabaja con el supuesto de que el mecanismo
psíquico se ha generado por estratificación sucesiva, que de tiempo en tiempo el material preexistente de las huellas mnémicas experimenta un reordenamiento según nuevos nexos, una “retranscripción”.20
Freud sostiene la tesis de que la memoria no preexiste de modo simple, sino
17. Ibídem. Pág. 373.
18. Ibídem.
19. Ibídem. Pág. 376.
20. Freud, S. “Carta 52”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. I. Pág. 274.
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El aparato psíquico. Primer tópica
múltiple, dependiendo de registros de diversas variedades de signos, entre los
cuales distingue tres, además de un lugar donde se generan las percepciones y
otra para la actividad de la conciencia.
Siguiendo en la línea del “Proyecto”, Freud sostiene que las diversas trascripciones tienen portadores neuronales. Dejaremos este sesgo de lado, pero rescataremos lo esencial del esquema, en donde se distinguen los cinco espacios
como lógicas del funcionar del aparato.
P: lugar en donde se generan las percepciones a las que está unida la conciencia (Cc), pero que no conservan huellas algunas. Recordemos que conciencia y memoria se excluyen pues el dispositivo encargado de recibir los estímulos se agota en ello y no podría disponer de energía para archivos mnemónicos.
Ps: Signos de percepción, lugar de la primera trascripción de las percepciones, insusceptibles de conciencia, y articulada según una asociación por simultaneidad.
Icc: Inconsciencia, es la segunda trascripción, ordenada según nexos causales. Las huellas Icc quizás correspondan a recuerdos de conceptos, componen
las representaciones-cosa, son también insusceptibles de conciencia.
Prcc: Preconsciencia, es la tercera retrascripción, ligada a representaciones-palabra.
Cc: Desde el nivel Prcc, las investiduras devienen concientes de acuerdo con
ciertas reglas. Este nivel es una conciencia-pensar secundaria porque es posterior en el orden temporal. Probablemente el trabajo esté anudado a la reanimación alucinatoria de representaciones-palabra. Desde la metáfora neuronal, Freud explica que las neuronas-conciencia serían también neuronas-percepción y carecerían de memoria.
Dentro de este esquema, las trascripciones son sucesivas y constituyen
operaciones psíquicas de épocas sucesivas de la vida. En la frontera entre dos
de esas épocas tiene que producirse la traducción del material psíquico, en
un proceso en donde cada re-escritura inhibe a la anterior y desvía de ella
el proceso excitatorio, pero toda vez que la re-escritura posterior falte, la excitación sigue siendo tramitada. La denegación de la traducción es aquello
que clínicamente se denomina “represión”. Las peculiaridades de las psiconeurosis se originan por el hecho de no producirse la traducción para ciertos materiales.
Manuscritos G y M
En el “Manuscrito G” (1895)21 Freud considera que el vínculo con la realidad
exterior se formula a través del aparato perceptual mediatizado por un conjunto de representaciones al cual denomina “grupo sexual psíquico”, a partir del
cual se categoriza el objeto como resultado de su posición en relación con el
21. Freud, S. Manuscrito G. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. I. Pág. 239.
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deseo y la pulsión. O sea, a partir de las representaciones se organizan las sensaciones causadas por el mundo externo.
En el “Manuscrito M”22 los conceptos de traducción, la complejidad de la
operación psíquica y la formación de la representación se aclaran un poco más:
“se generan por una conjunción inconsciente […] acontecen por combinación
y desfiguración […] un fragmento de la escena vista es reunido con otro de la
escena oída, mientras que el fragmento liberado entra en otra conexión. Con
ello, un nexo originario se vuelve inhallable”.23
Una conexión original ha quedado irremediablemente perdida. Esto nos
hace pensar que algo se pierde o queda irremediablemente perdido en el mundo de las representaciones, que el trabajo de representación tiene un costo de
pérdida. Habría una imposibilidad de igualdad entre la representación y lo representado, o sea, hay algo de lo representado que en la representación no está.
Y, esta pérdida es condición estructural para la función de la representación.
Primer esquema (“el peine”)
La organización anterior es ampliada en el capítulo VII de “La interpretación
de los sueños” de 1900, en donde Freud construye un esquema más complejo,
distinguiendo las “localidades psíquicas” (“esquema del peine”). Utiliza como
modelo el aparato de lentes de un microscopio compuesto para poder ubicar
los lugares de las mismas.24 Recurrió a la física óptica, a la función de las lentes y
el concepto de imagen aplicados al microscopio y al telescopio, que habían demostrado el valor de las imágenes virtuales o de la virtualidad. A través de ellas
se logró conocer elementos, como la célula, que el ojo humano o la lupa no podían reconocer. Insistimos: las imágenes virtuales ya habían mostrado su eficacia a través de lugares que se denominaron “localidades virtuales”. “Todo lo que
puede ser objeto de nuestra percepción interior es virtual, como la imagen dada
en el telescopio o en el microscopio por la propagación de los rayos de luz”.25
22. Freud, S. Manuscrito M. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. I. Pág.. 292.
23. Ibídem. Pág. 293. .
24. Freud descartó la posibilidad de que tales localidades se asentaran en algún lugar
del cerebro. Como neurólogo conocía los avances de la neurofisiología de su época;
entre ellas: la teoría sináptica de Bell (1801), Walker (1809) y Magendie (1821), los
descubrimientos sobre polarización neuronal de Cajal (1894-1896), la teoría axónica de
Remak (1838), las teorías sobre conducción nerviosa de Fromman (1867), Ranvier (1871)
las experiencias de Broca (1861), Hitzig (1873) y Bartholow (1874), precursores en el
estudio de las localizaciones cerebrales, los estudios sobre sistema nervioso de Waldeyer
(1891) con respecto a las neuronas y sus propiedades funcionales, y no compartió la
idea sobre que alguna zona específica del cerebro fuera la base de determinada función
psíquica.
25. Freud, S. “La interpretación de los sueños”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit.
Vol. V. Pág. 599..
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El aparato psíquico. Primer tópica
La localidad psíquica es equivalente a un lugar en el interior de un microscopio en el que se produce uno de los estadios previos a la imagen.26 En el esquema del aparato psíquico los elementos del microscopio son equiparados a
los “sistemas Psi”. Freud considera que los procesos psíquicos transitan los sistemas recorriendo un camino dentro de una determinada serie temporal que
tiene una dirección. Sitúa distintas capas: la impresión instantánea, la imagen,
el recuerdo. Estas huellas registradas son luego reprimidas en el inconsciente.
“Toda nuestra actividad psíquica parte de estímulos (internos o externos)
y termina en inervaciones. Por eso asignamos al aparato un extremo sensorial
P y un extremo motor M; en el extremo sensorial se encuentra un sistema que
recibe las percepciones y en el extremo motor, otro que a abre las esclusas de
la motilidad. El proceso psíquico transcurre, en general, desde el extremo de la
percepción hacia el de la motilidad. La idea que así se nos ofrece es la de una
localidad psíquica […] que corresponderá a un lugar situado en el interior de
este aparato (microscopio compuesto), en el que surge uno de los grados preliminares de la imagen. En el microscopio y en el telescopio son estos lugares
puntos ideales; esto es, punto en los que no se halla situado ningún elemento
concreto del aparato”.27
Como ya hemos considerado, por lo expresado en la “Carta 52”, no se puede suponer que un mismo sistema pueda conservar fielmente alteraciones sobrevenidas a sus elementos y a pesar de ello mantenerse siempre abierto y receptivo a las nuevas ocasiones de alteración. Entonces, hay que suponer dos
sistemas diversos para estas dos operaciones: un sistema P, el delantero, recibe los estímulos perceptivos, pero nada conserva careciendo de memoria y
otro tras él, un segundo sistema, se dedica a trasponer la excitación momentánea del primero en huellas permanentes, en huellas mnémicas – Mn-, siendo
la base de las asociaciones por simultaneidad, contigüidad, semejanza u otras.
Las asociaciones van constituyendo distintas huellas mnémicas en donde desde uno de los elementos Mn la excitación se propaga hacia otro u otros,
pues supone varios elementos Mn, dentro de los cuales la excitación de los
elementos P experimenta una fijación. Freud supone que en el primer sistema Mn esta fijación se producirá por una asociación por simultaneidad, y que
no tiene capacidad para conservar alteraciones, por lo tanto, no tiene memoria, brindando a la conciencia toda la diversidad de las cualidades sensoriales.
26. El microscopio compuesto está formado esquemáticamente por dos lentes, el objetivo y
el ocular. La primera forma una imagen virtual en el interior del microscopio, actuando
esta como objeto para la segunda lente que forma la imagen definitiva. Esta imagen
intermedia, la primer imagen formada, debe situarse dentro de la distancia focal de la
segunda, para que pueda formarse la imagen final, que resulta ser una imagen de imagen.
La particularidad es que en estos sistemas las lentes deben guardar una orientación
espacial constante, una secuencia fija entre ellas, pues sino no produce la imagen
buscada.
27. Freud, S. “La interpretación de los sueños”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit.
Vol. V. Capítulo VII, punto B. Pág. 530.
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Le siguen otras Mn organizadas por asociación de semejanzas, contigüidad y
causalidad. “Lo que llamamos mi carácter se basa en las huellas mnémicas de
nuestras impresiones”.28
El último de los sistemas situados en el extremo motor -M- se denomina
preconsciente -Prcc-, pues los procesos de excitación que contiene pueden alcanzar la conciencia sin demoras. Este sistema maneja la motilidad voluntaria. Al sistema que está detrás es el inconsciente -Icc -, no tiene acceso alguno
a la conciencia si no es por la vía del Prcc, y los procesos de excitación tienen
que modificarse para pasar al Prcc.
En el aparato psíquico cada sistema tiene su modo de funcionar. El proceso
primario caracteriza el sistema inconsciente, mientras que el proceso secundario caracteriza el sistema preconciente-conciente.
En el texto Freud presenta tres esquemas, nosotros transcribimos el último.29
Figura 3
La primer tópica del aparato psíquico
Se trata de una serie de concepciones que llevan a Freud a ordenar de forma definitiva la tópica sistemática. Realicemos un poco de historia: Ya estos
conceptos estaban anunciados desde el “Proyecto de psicología científica” de
1895 y por supuesto ampliamente elaborado en los escritos metapsicológicos
de 1915. Freud publicó la primera exposición extensa de sus concepciones sobre la teoría psicológica en el capítulo VII de “La interpretación de los sueños”
(1900) en donde incorporó gran parte del mencionado “Proyecto” (inédito en
vida de Freud, pues se publicó en 1950). Con la excepción de algunas breves disquisiciones ocasionales, hubieron de pasar diez años antes de que Freud volviera a ahondar en problemas exclusivamente teóricos. Un artículo anteceden28. Ibídem. Pág. 533.
29. Ibídem. Pág. 534.
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El aparato psíquico. Primer tópica
te fue “Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico” (1911), al
que le siguieron algunas tentativas en la tercera parte del análisis de Schreber
en el texto “Sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente” (1911), en
la “Nota sobre el concepto de lo inconsciente en psicoanálisis” (1912), en “Introducción del narcisismo” (1914), para finalmente, en 1915, emprender una
exposición completa y sistemática de su teoría.
Ernest Jones, psicoanalista y biógrafo de Freud, nos comenta que los cinco
artículos que conforman los denominados trabajos metapsicológicos, si bien
fueron publicados en 1915 y 1917, fueron escritos en un período de unas siete
semanas, entre el 15 de marzo y el 4 de mayo de 1915. Mientras los escribe se
mantiene en relación con sus discípulos Abraham, Ferenczi y Jones.30 Es de destacar que para esta época Freud tenía a sus espaldas veinticinco años de experiencia psicoanalítica sobre la cual basar sus construcciones teóricas. Sabemos
que el estallido de la Primera Guerra Mundial trajo como consecuencia que la
práctica profesional en su consultorio se redujera y esto le permitió disponer
del tiempo necesario para llevar adelante su cometido de sistematizar al máximo la teoría que desde 1895 estaba en ciernes, en el “Proyecto”.
En esta tópica, los conceptos de inscripción, representación y sistema ocupan el lugar principal. Cabe señalar entonces:
¿Qué es una inscripción? Es la fijación de una representación a una pulsión.
¿Qué es representación? Lo que está en el lugar de la cosa. Concebir al inconsciente como un conjunto de representaciones nos lleva a investigar cual
es su naturaleza.
Freud postuló varios tipos de inscripciones en el aparato psíquico: huella
mnémica, representación cosa y representación palabra. Estos tipos de inscripciones se diferencian porque el enlace entre sus términos tiene distinto
criterio lógico.
Huella mnémica: designa la forma en que se inscriben y guardan las experiencias en el psiquismo. Según el criterio asociativo por el cual se inscribe la
huella, simultaneidad, analogía, contigüidad o causalidad, corresponderá el
engrama mnémico a distintos sistemas.
Representación cosa: esencialmente se organiza bajo un ordenador óptico. Caracteriza el sistema inconsciente. Es la inscripción de un acontecimiento consistente en una catexis de huellas mnémicas derivada de la cosa. Nos
hemos referido a algunas fuentes tales como el “Manuscrito G” (1895), el “Manuscrito M” (1897), como forma de rodear el “Proyecto de una psicología para
neurólogos” (1895), abordar el tema de la teoría de las representaciones, en
donde la pérdida es condición estructural para la función de la representación.
En la representación cosa el elemento visual tiene un papel estructurante, o
sea, el elemento visual ordena a los restantes. Con respecto a ello en “Tres ensayos” (1905) Freud dice que las imágenes táctiles se inscriben y adquieren va30. Recomendamos la lectura de “Contribución a la Historia del movimiento psicoanalítico”.
Sigmund Freud Obras Completas. Vol. XIV. pág. 3 y ss.
91
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
lor cuando el bebé puede pasar de un vinculo piel a piel a uno distal, mediato y reconocer que el pecho no es una parte de él sino que posee una portadora. O sea, el sentido de una imagen táctil es una imagen visual en el sentido de
que es inscripto en un a posteriori ordenado por la imagen visual. Ahora bien,
para que haya representación cosa se requiere de un tipo especial de ligadura
que correspondería al enlace entre diferentes huellas o signos de realidad. El
conjunto con un cierto grado de estabilidad pero abierto a nuevas reorganizaciones constituye la representación cosa.
La representación palabra: esencialmente se organiza bajo un ordenador
acústico y caracteriza al sistema preconsciente -consciente, alude al vínculo
entre verbalización y toma de conciencia. En el Apéndice C sobre “Palabra y
cosa” del escrito sobre “Lo inconsciente” de 191531 se destaca el valor de la monografía sobre las afasias realizada por Freud en 1891, en donde se realiza un
minucioso estudia al respecto de la aprehensión del lenguaje. Utilizando el lenguaje técnico de la psicología de fines del siglo XIX considera que “para la psicología, la unidad de la función del lenguaje es la palabra: una representación
compleja que se demuestra compuesta por elementos acústicos, visuales y kinestésicos”. Se sitúan cuatro ingredientes:
1.
2.
3.
4.
La imagen sonora,
La imagen visual de letras,
La imagen motriz del lenguaje
La imagen motriz de la escritura.
Pero esta composición se muestra más compleja cuando se entra a considerar el probable proceso asociativo que sobreviene a raíz de cada operación lingüística. La representación palabra aparece como un complejo cerrado de representación y sólo se enlaza con la representación-cosa por medio de la imagen sonora. Así como en la representación-cosa es lo óptico lo que cumple una
función ordenadora, en las representaciones-palabra cumple igual función la
imagen sonora. La tesis así sostenida por Freud es que la representación-palabra se anuda por su extremo sensible (por medio de las imágenes de sonido)
con la representación-cosa.32 Transcribimos el esquema realizado por Freud.
31. Freud, S. “Lo inconsciente”. Sigmund Freud Obras Completas. Vol. XIV. Apéndice C. Pág.
207-213.
32. Ibídem.
92
El aparato psíquico. Primer tópica
La primer tópica sistemática nos enfrenta a la elucidación de lo consciente, lo preconsciente y lo inconsciente como ámbitos o cualidades psíquicas,
su diferenciación es la premisa básica del psicoanálisis. Cuando se considera
el tema no se presta atención a lo consciente, cobijados en la postura de que
el psicoanálisis no ubica la esencia de lo psíquico en la conciencia. Sin la antorcha de la cualidad conciencia, nos perderíamos en la oscuridad de lo imposible. La conciencia es el lugar de la posibilidad. Por lo tanto conciencia e inconsciente constituyen un par dialéctico de mutua implicancia en donde cada
uno de los términos se explica con relación a su contrario. Cada uno de los sistemas es pensado de acuerdo a ciertos ordenamientos precisos y son regidos
por determinadas leyes.
“Sistema” del latín, systema, se refiere a un orden regido por principios: fenómenos que corresponden a un mismo ordenamiento procesal, corresponden a un mismo sistema porque están regidos por las mismas leyes.
El sistema inconsciente tiene ciertos caracteres esenciales: a) sus contenidos
son reunidos por los mecanismos específicos del proceso primario, especialmente condensación y desplazamiento; b) Fuertemente cargados de energía
pulsional, que fluye libremente, buscan retornar a la conciencia y a la acción,
retorno de lo reprimido, pero solo pueden encontrar acceso al sistema preconciente- consciente después de haber sido sometidos a las deformaciones de la
censura; c) Son especialmente los deseos infantiles los que experimentan una
fijación en el inconsciente; d) Se rige por el principio del placer.
A su vez, por su parte, el sistema preconciente-consciente reúne las siguientes características: a) Su contenido son representaciones de palabra; b) Están
regidos por los mecanismos del proceso secundario, entre ellos la presencia de
cronología y la organización lógica del pensamiento; c) Sus contenidos son accesibles a la conciencia; d) Con respecto a la energía su forma es ligada; e) Se
rige por el principio de realidad y es el asiento del Yo y de la percepción.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
Si bien, en 1914, con la introducción del concepto de narcisismo a la teoría, la tópica sistémica no puede dar respuesta a algunas cuestiones, a modo
de reorganizar las formulaciones sobre la primer tópica, en 1915, Freud escribe
sobre los conceptos fundamentales de la metapsicología, tales como Inconsciente, Represión y Pulsión, éste último será revisado en 1920.
94
CAPÍTULO IV
El inconsciente y sus formaciones
Nos detendremos en la revisión de algunas formaciones del inconsciente,
tales como: el síntoma, el sueño, el olvido y el chiste.
El síntoma. Emma
A través del trabajo clínico Freud ha encontrado la demostración sobre el supuesto de lo inconsciente, pues ha podido construir un procedimiento, el método analítico, que le permitió lograr reconstruir los motivos no concientes de
los síntomas. En el análisis de una paciente llamada Emma pudo comprobar el
modo de actuar de la represión, pues descubre que al reprimirse un recuerdo
y su afecto respectivo, aparece luego un efecto retardado con una grave y molesta fobia. Nos remitiremos al relato del caso publicado en el “Proyecto” bajo
el subtítulo de “La proton pseudos histérica”1 que podemos traducir como “la
primer mentira histérica”.2 Emma padece de una compulsión de no poder ir
sola a una tienda. Como fundamento ofrecía un recuerdo de cuando tenía 12
años, poco después de declararse la pubertad (menarca). Tomaremos el relato del recuerdo (primer recuerdo) según el texto de Freud: “Fue a una tienda a
comprar algo, vio a los dos empleados (de uno de los cuales guarda memoria)
reírse entre ellos, y salió corriendo presa de algún afecto de terror”.3
1. Freud, S.” Proyecto de psicología”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. I. Cap.
II, punto IV. pág. 400.
2. Al respecto de este título debemos tener presente que Freud ha sabido pasar desde la
consideración de las histéricas como mentirosas a la concepción de un sufrimiento por
reminiscencias.
3. Ibídem.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
Sobre este recuerdo aparecen dos asociaciones: 1.- los dos se reían de su
vestido, 2.- uno le había gustado sexualmente. Freud resalta que tanto el nexo
entre lo que le sucede y el recuerdo, como el efecto de la vivencia de terror, son
incomprensibles. Si la mujer se sintió mal porque se rieron de su vestido, esto
pasó ya hace muchos años. Además, el problema ya debiera estar corregido en
tanto que en el momento se viste como una dama. Por el otro lado, nada cambia en sus ropas que vaya sola o acompañada. Por lo tanto el recuerdo dado
por la paciente, aparentemente, no explica el padecimiento. Pero, la indagación posterior descubre un segundo recuerdo: “Siendo una niña de 8 años fue
por dos veces a la tienda de un pastelero para comprar golosinas, y este caballero le pellizcó los genitales a través del vestido. No obstante la primer experiencia, acudió allí una segunda vez. Luego de la segunda, no fue más. Ahora bien,
se reprocha haber ido por segunda vez, como si de ese modo hubiera querido
provocar el atentado. De hecho, cabe reconducir a esta vivencia un estado de
mala conciencia oprimente”.4
De este modo surge la relación entre dos recuerdos: 1.- empleados, 2.- pastelero. Y, es muy interesante el modo en que Freud entiende la misma desde
una lógica retrospectiva. Refiere: “Así se puede comprender la escena I (empleados) desde la escena II (pastelero). Sólo nos hace falta una conexión asociativa
entre ambas. Ella misma señala que es proporcionada por la risa. Dice que la
risa de los empleados le hacía acordarse de la risotada con que el pastelero había acompañado su atentado. Entonces el proceso se puede reconstruir como
sigue: en la tienda los dos empleados ríen, esta risa evoca inconscientemente
el recuerdo del pastelero. La situación presenta otra semejanza: de nuevo está
sola en un negocio. Junto con el pastelero es recordado el pellizco a través del
vestido, pero ella entretanto se ha vuelvo púber. El recuerdo despierta (cosa
que en aquel momento era incapaz de hacer) un desprendimiento sexual que
se traspone en angustia. Con esta angustia, tiene miedo de que los empleados
pudieran repetir el atentado y se escapa”.5
Observemos el modo en que Freud, desde los inicios de su labor clínica,
destaca el valor que tiene escuchar a los pacientes, pues son ellos los que realmente saben lo que les sucede. Lo que el analista sabe es que él no habla más
que al costado de lo verdadero, porque lo verdadero lo ignora: el que sabe, en
análisis, es el analizante. La posibilidad del analista de ocupar un lugar conveniente en el tratamiento ha de estar articulada necesariamente a la estructura
del saber en juego: la estructura del inconsciente. Es preciso tener en cuenta
que nunca es el analista el que detenta el saber, es más, el analizante es el único que “sabe”, porque se trata de un saber conectado a la satisfacción del síntoma, aunque se exprese bajo la forma del terror padecido por Emma.
El recorte del relato clínico presentado muestra ejemplarmente que se trata
de un inconsciente estructurado como lenguaje. Esto es lo particular del des4. Ibídem. Pág. 401.
5. Ibídem. Pág. 401.
96
El inconsciente y sus formaciones
cubrimiento freudiano. Podemos apreciar el valor que le otorga a las palabras,
ellas representan al sujeto en cuestión, el sujeto que se manifiesta a través del
síntoma a costa del sufrimiento implicado en el encuentro de una satisfacción
sustitutiva. Emma nos enseña con el primer recuerdo, -escena I-, que lo que
llega a la conciencia es un resto –vestidos- conjugado con algo del desprendimiento sexual -uno de los empleados que se ríen le agrada-. Pero en la conciencia se han producido dos “falsos enlaces”, desde un material preexistente: empleados, risa, vestidos, sensación sexual. El primero se compone en alusión a
que se ríen causa de sus vestidos. El segundo, en alusión a que uno de los empleados la ha excitado sexualmente. Podemos observar que el complejo entero
está subrogado en la conciencia por una única representación -vestidos- que es
evidentemente la más inocente. Este ejemplo muestra que el síntoma es transacción y tiene dos caras: ocultar y mostrar lo reprimido. Freud lo explica del
siguiente modo: “Ha sobrevenido una represión con “formación de símbolo”
cuya conclusión es el síntoma: “compulsión de no poder ir sola a una tienda”.6
¿Cuál es el sujeto que interesa a Freud? En este relato, no es tan solo el sujeto
del recuerdo de los empleados o del pastelero, sino, más precisamente, el sujeto
atrapado entre “vestidos” y “risotada”. Freud nos ofrece el siguiente esquema: 7
Empleado
Risa
Vestidos
Vestidos
Pastelero
Desprendimiento
sexual
Estar sola
Tienda
Huida
Atentado
El sueño. La bella carnicera
Trabajar este tema siempre es un gran homenaje a Sigmund Freud pues
“La interpretación de los sueños” fue su primer libro publicado, tal como le dijera a Fliess: “el primogénito”. Es un texto absolutamente decidido a ocuparse de la relación del sujeto y el deseo, en tanto inconsciente, y a propósito de
6. Ibídem. Pág.403.
7. Ibídem. Pág. 402.
97
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
ello, configura una primer teoría de aparato psíquico y su modo de funcionamiento, sin perder de vista que la misma debe estar al servicio de una clínica
que respete lo singular.
Freud consideraba que los sueños eran un modo particular de realización
de deseo - en forma sustitutiva- cumpliéndose la posibilidad a través de diversos mecanismos inconscientes. Si bien puede detectarlos y teorizar sus modos de funcionar, el producto de los mismos en cada sujeto es absolutamente singular para cada uno. El texto nos muestra la genialidad freudiana, al menos en cinco puntos, que en nuestra consideración siguen siendo válidos, luego de más de un siglo: primero, el sueño es un intento de realización de deseo;
segundo, en el análisis del sueño emerge el sujeto en su singularidad; tercero,
es un llamado a la interpretación, al desciframiento, en donde el soñante participa en interpretación del relato, instalando la lógica de lo particular; cuarto,
ensambla transferencia con interpretación: el binario transferencia-interpretación es constitutivo de la práctica analítica; quinto, apuesta a la relación de
la palabra, el sujeto, y el deseo.
Consideramos muy importante destacar que cuando Freud se refiere al sueño como interpretación del sujeto, hay en juego una doble vertiente: el sujeto
es intérprete del sueño y el sueño interpreta al sujeto.
Freud formuló la hipótesis de que los sueños eran el cumplimiento disfrazado de un deseo reprimido e indicó que para descubrir el significado de un
sueño era menester indagar las asociaciones que el soñante establece en relación con los diversos elementos del sueño (ya que no existen significados universales fijos para los símbolos oníricos). La hipótesis de Freud fue que si los
deseos surgidos durante el dormir pueden provocar angustia, culpa o vergüenza, el cumplimiento del deseo se disfraza. Como consecuencia de ello, el significado del sueño ya no resulta evidente. Identificó una serie de características
del psiquismo inconsciente que no aparecen en el sistema consciente: 1) Pueden coexistir impulsos o ideas incompatibles entre sí sin que parezcan contradecirse; 2) El significado puede fácilmente desplazarse de una imagen a otra;
3) Múltiples significados distintos pueden combinarse en una sola imagen; 4)
Los procesos inconscientes son atemporales: las ideas no están ordenadas cronológicamente ni son alteradas por el paso del tiempo; 5) Lo Inconsciente no
responde a la realidad externa, sino que representa la realidad psíquica interna; 6) Los procesos de pensamiento de lo inconsciente están determinados en
parte por la interacción de fuerzas inestables y emocionales que se hallan en
pugna entre sí; 7) Los sueños tienen como función la realización simbólica del
deseo y por tanto la disminución de la presión de los contenidos inconscientes sobre la vida del sujeto. Como consecuencia de la represión, que también
está presente en el sueño aunque en menor medida que en la vigilia, el sujeto no puede soñar explícitamente con lo que realmente le interesa sino que lo
enmascara. Por tanto, en la vida onírica se presenta una historia o sueño construido a partir de un auténtico sentido. A la historia soñada se le da el nombre
98
El inconsciente y sus formaciones
del “contenido manifiesto” y al significado de dicha historia “contenido latente”. Esta construcción no es totalmente arbitraria o desordenada, sino que, en
términos generales, sigue unas pautas comunes a todos los individuos. Los mecanismos de elaboración onírica son las distintas formas de construcción del
material onírico. Los mecanismos de elaboración onírica más importantes son
la condensación y el desplazamiento. El primero es un mecanismo por el cual
varias ideas o elementos del contenido latente se reúnen en una sola imagen
o representación del contenido manifiesto del sueño, consistiendo en la concentración de varios significados en un solo símbolo; así, una persona soñada
puede representar a varias personas de la vida real del individuo, un solo objeto a varios, una sola palabra a varias. La Condensación se produce porque: 1)
Ciertos elementos latentes se omiten por completo; 2) De muchos complejos
del sueño latente sólo un fragmento se traspasa al manifiesto; y 3) Elementos
latentes que tienen algo en común se aúnan en el sueño manifiesto, quedando fundidos en una unidad. El desplazamiento es un mecanismo por el cual el
significado fundamental del sueño puede aparecer en el contenido manifiesto como un elemento accesorio o secundario, y, al revés, el elemento más importante del contenido manifiesto presentarse como un elemento secundario
del auténtico sentido. Este mecanismo hace que se traslade el significado desde la parte central del sueño a lugares accesorios de éste, ocultando al soñador el contenido onírico.8
Respecto de la tesis relativa a que el sueño es una realización de deseo, hubo
una paciente, que pasa a la historia con el seudónimo de “la bella carnicera”,
que se propuso demostrarle a Freud que su tesis sobre el sueño como realización del deseo no aplicaba a todos los sueños.9 En principio consideraremos
algunos aspectos de ella: es un ejemplo de que Freud no inducía a la obediencia. Se trata de una histeria, que logra un “buen hacer”, cuestión que nos lleva
a considerar que llevaba muy buen análisis. A pesar de la rivalidad que caracteriza a este modo de neurosis, del relato clínico se desprende que tanto con el
analista, con el esposo, o con una amiga, no necesita discutir con malos modos, lo cual no es poco. Con el primero, al fin, realiza un colaboración a la clínica de la histeria, con la amiga puede ser totalmente diplomática para no invitarla, y con el esposo, mantiene un tipo de relación, para conservar el deseo
en el matrimonio, respecto de la insatisfacción como defensa del deseo, que
es muy plausible. Recordemos al relato de Freud sobre la situación: “Dice Ud.
que siempre el sueño es un deseo cumplido –comienza la ingeniosa paciente-.
Ahora le contaré un sueño cuyo contenido es todo lo contrario, puesto que no
cumple un deseo. ¿Cómo lo hace condecir Ud. con su teoría? El sueño es éste:
“Quiero dar una comida, pero no dispongo sino de un poco de salmón ahumado. Pienso en salir para comprar lo necesario, pero recuerdo que es domin8. Mollon, Phil. Ideas en Psicoanálisis: El Inconsciente. Buenos Aires. Longseller. 2001.
9. Freud, S. “La interpretación de los sueños”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit.
Vol. IV, Cap. IV. Pág. 164-168.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
go y que las tiendas están cerradas. Intento luego telefonear a algunos proveedores, y resulta que el teléfono no funciona. De este modo, tengo que renunciar al deseo de dar una comida”. Respondí, desde luego, que sobre el sentido
de ese sueño sólo el análisis podría decidir, aunque admitía que a primera vista parecía racional y coherente, y semejaba lo contrario de un cumplimiento
de deseo, pero, ¿de qué material nació este sueño? Ud. sabe que el incitador de
un sueño se encuentra, en todos casos, en las vivencias de la víspera”.10
Es de observar la prudencia de Freud, el modo en que se ubica respecto del
estilo de provocación de la paciente, sin contradecirla, sin defender su teoría,
se abstiene de toda implicancia personal y como analista la refiere al trabajo: “sólo el análisis podría decidir”.11 Los datos que aparecen en el trabajo del
análisis respecto del esposo son interesantes: es un “honrado” comerciante en
carnes, del cual ella está muy enamorada, días antes él le había dicho que tenía la intención de “iniciar una dieta porque estaba poniéndose obeso”, razón
por la cual “no iba a aceptar invitaciones a comer”. Es de notar que la paciente,
“entre risas”, comenta que también días antes un pintor quería retratarlo pues
“nunca había visto una cabeza tan perfecta” y él, con rudos modales, le contestó que “un trozo de trasero de una hermosa muchacha sería más del agrado
del pintor que su cara íntegra”. También refiere que “se chancea con él” y que
un modo particular de hacerlo es que “le ha rogado que no le obsequie caviar”,
explicando que ella desea poder comer un bocadillo de caviar todos los días
antes del almuerzo, pero no quiere permitirse el gasto. Desde luego, recibiría
el caviar de su marido tan pronto como se lo pidiese, pero le rogó lo contrario
a fin de poder seguir haciéndole bromas con eso.
Freud considera que ella se ve precisada a crearse un deseo incumplido,
y que su sueño muestra cumplido el rehusamiento del deseo. Y, se pregunta:
¿para qué necesita un deseo incumplido? Esta pregunta, en este texto que es
aparentemente teórico, muestra la implicancia clínica, pues en la misma se encuentra el eje que define la clínica de la histeria. Lo que cumple la bella carnicera en su sueño es justamente la posibilidad de tener un deseo en tanto insatisfecho, mostrando la posición del sujeto respecto del deseo. Consideramos
que en el análisis de este sueño se puede observar a Freud en una posición diferente respecto del análisis de Dora, en el cual no queda claro en el análisis, el
trabajo sobre los motivos del rehusamiento, sino que son pensados como perturbaciones. En el análisis de este sueño es evidente que Freud puede leer, en
el relato de su paciente, la posición del sujeto respecto del deseo, como aquello que define lo humano: la disyunción en que siempre se encuentra el sujeto
respecto del deseo. Este análisis le ha enseñado los vericuetos, los andariveles,
y hasta el sufrimiento de un sujeto por sostener el deseo. La bella carnicera es
una bella representante de la posición de la histeria respecto de los modos de
defensa del deseo. Para los analistas, será un interrogante a sostener con in10. Ibídem. Pág. 165.
11. Ibídem.
100
El inconsciente y sus formaciones
comodidad, por qué un deseo se sostiene en la insatisfacción, y a quién va dirigido. Posiblemente al varón obsesivo que se empeña en querer garantizarlo todo y de ese modo sostiene para él, el deseo como imposible. Así las cosas,
la comedia entre los sexos y la cuestión será que no se convierta en tragedia.
A partir del análisis del sueño de la bella carnicera podemos considerar que
en “La interpretación de los sueños”, surge la clínica psicoanalítica de las neurosis, pues tiene como interrogación central el lugar del deseo, ya no como cumplimiento a través de las formaciones del inconsciente, sino en su condición de
estatuto: la condición del deseo es que no se consume. Si consideramos que el
sueño es la realización del deseo, debemos entender, con Freud, que el sueño
cumple con un deseo, pero también que elabora, construye, un deseo. Lo mismo
es válido para el síntoma y otras formaciones del inconsciente. Esta consideración es inaugural del psicoanálisis. Es válido preguntar: ¿de qué trabajo se trata?
Por un lado, si tenemos en cuenta la palabra “realización” se la puede entender como consumación de algo, algo que se realiza, pero si revisamos el texto freudiano, y leemos el capítulo sobre “La elaboración onírica” resulta que el
primer trabajo importante del sueño es la puesta en realidad de lo que adviene al sujeto como deseo, una puesta en la realidad en imágenes, una puesta en
la realidad de la representación, una puesta en realidad en un relato. Es un trabajo, hay mociones psíquicas que se “laboran” de este modo y sabemos que si
no acceden a este trabajo pueden ser causa de sufrimiento. Lo que Freud descubre es que el deseo es una moción psíquica que nunca se realiza plenamente, por estatuto estructurante, no obstante, el deseo se articula, es articulable.
Hay dos maneras de pensar la cuestión: por un lado, algo del orden del deseo
se alcanza en el sueño, que es la primer formulación freudiana, y por otro, en
el sueño se engendra un deseo.
En el escrito “La dirección de la cura y los principios de su poder”12 presentado en el Coloquio Internacional de Royaumont en julio de 1958, Jacques Lacan, muestra de modo ejemplar lo que implica su propuesta respecto del “retorno a Freud”. Lo hace a través de considerar aquello que ocupa el lugar central en la teoría de los sueños: el deseo en su estructura de insatisfecho pero
como “lo que se articula”, en tanto articulación a un discurso, del que señalará:
“bien astuto”, tal como lo mostró Freud. Desde él reconsiderará al sueño por su
trabajo de elaboración como construido para el reconocimiento del deseo. Si
al sujeto le cuesta un trabajo necesario sostener el deseo, sostenerse como deseante, lo primero que debemos conservar es el valor del sueño como invención que permite un trabajo de representación psíquica, y que en todo caso se
trata de eso, de un trabajo de representación. Lo importante a respetar es que
el sueño es una representación, no un acto, y desde esta condición respecto del
sujeto muestra su lugar en el engendramiento del deseo, poniendo distancia
entre el sujeto y el acto, entre el sujeto y las consumaciones del acto. Esta cues12. Lacan, J. “La dirección de la cura y los principios de su poder”. Escritos 1. Ob. Cit. Pág.
251-257.
101
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
tión merece ser notada, pues el psicoanálisis ha descubierto algo muy específico del humano: la tendencia destructiva del sujeto en sus actos, la tendencia
al caos como parte de un universo que se rige por la tendencia al aumento de
energía, y por lo tanto al desorden. El ser humano es aquél que tiene una particularidad: la satisfacción en la destrucción. Sabemos que en el humano la tendencia a la guerra obedece a condiciones relativas al poder. Desde estas consideraciones podemos valorar, en una formulación muy simple, que sostenerse
como sujeto deseante es un trabajo para el sujeto humano. En este texto primogénito encontramos a Sigmund Freud mostrando el trabajo en que el sueño cumple una función pues sirve a los efectos de sostener al sujeto en la posición deseante, sirviendo al sujeto para reconocerse en tanto tal. En nuestra
consideración, lo más importante que ofrece este texto, es, por un lado, que
en el sueño hay algo del orden del reconocimiento del deseo bajo la línea de
“deseo de qué” –caviar, salmón-, y por otro lado, muestra otra línea de trabajo del sueño, la figura de deseo de deseo, o sea, de poder desear, de implicarse en un deseo propio.
Esta mujer, la bella carnicera, sueña con querer dar una comida, y que solamente tenía en su despensa un poco de salmón ahumado. Esta parte del sueño
está relacionada con una conversación que ella tiene con una amiga, particular,
pues es elogiada por el esposo. Ella recuerda una conversación en donde la amiga le dice: “qué bien que se come en esta casa, ¿cuándo me vas a invitar?”. Esta
amiga es delgada. Ella respecto de su esposo hace el mismo juego que la bella
carnicera con el caviar, pero lo hace con el salmón ahumado, dato que Freud
conocía. La bella carnicera sueña que quiere dar una comida y surgen dos asociaciones: 1.- el esposo ha referido que no va a aceptar invitaciones a comer;
2.- la amiga diciéndole que se come muy bien en su casa. Ella sabe, por expresión de su marido, que le gustan las redondeces. Entonces, Freud tiene muy a
la superficie del relato, para la interpretación: “justamente yo te voy a hacer engordar para que, todavía que mi marido te elogia, encima le gustes más”. Allí es
donde se le revela a Freud la cuestión de “la otra mujer” y la identificación en la
histeria (cuestión que no pareció claro en el historial de Dora). Queda sí en la
enseñanza de la bella carnicera, con mucha claridad, una cuestión estructural
constitutiva del deseo de una mujer: que haya otra. Sabemos que en la historia
de la niña hubo otra que constituyó vicisitudes edipianas complejas: la madre,
que configura toda una serie de decepciones bajo la suposición de que la madre la ha hecho en falta –tema que se trabaja al abordar el Complejo de Edipo
en la niña-. Es una historia que hace a un argumento que cada mujer rellenará como puede, a su modo, con sus recuerdos encubridores de la castración,
y que con suerte, a partir de ahí se configurará la ecuación fálica y su desenlaces en la mujer. Lo destacable de este análisis del relato de la bella carnicera,
es que Freud, en 1900, ya pudo formalizar la estructura en la cual es condición
constitutiva de la mujer la relación a otra. Y eso es un gran avance teórico y clínico. En el caso Dora, Freud pensaba la estructuración de la conflictiva edípica
de un modo más simple, referido al amor de la hija por el padre o del hijo por
102
El inconsciente y sus formaciones
la madre (Edipo simple) razón por la cual no pudo escuchar lo que estaba en
juego en la relación de Dora con la amante del padre (como la otra de la identificación). En el caso de la bella carnicera, muestra algo que es un gran avance teórico-clínico: la necesariedad de “la otra” para la articulación de las preguntas: ¿qué es una mujer? ¿qué quiere una mujer?
Jacques Lacan retomará el texto freudiano del sueño de la bella carnicera
destacando el lugar que ocupa en la teoría psicoanalítica, en tanto que él revela la producción del inconsciente en donde operan determinados mecanismos, tales como: la sustitución de un término a otro para producir el efecto de
metáfora o condensación, y la combinación de un término con otro para producir el efecto de metonimia o desplazamiento. El autor destaca que los mecanismos principales son: 1) Transposición (Entstellung): es la precondición general de la función del sueño, se trata del deslizamiento del significado bajo el
significante –la palabra-, siempre en acción (inconsciente) en el discurso, -en
el relato-, 2) Condensación (Verdichtung): es la estructura de sobreimposición
de los significantes donde toma su campo la sustitución de un significante por
otro, la metáfora; 3) Desplazamiento (Verschiebung): es ese viraje de la significación que la metonimia demuestra y que se presenta como el medio del inconsciente más apropiado para burlar la censura.
El sueño de la bella carnicera enseña los mecanismos inconscientes (condensación y desplazamiento), dando testimonio de su estructura común: la
relación del deseo con el lenguaje que da especificidad al inconsciente freudiano. Así como Freud nos presenta la fórmula del sueño como realización de
deseo, Lacan propondrá el sueño como metáfora del deseo y metonimia de la
falta en ser. Nos recordará que Freud fue quien señaló que el sueño no es el inconsciente, sino su camino real: a través del relato, sobre el cual no habrá más
que “tomarlo a la letra”, para considerar la función de lo que podríamos llamar
“los recursos del sueño” o “los recursos de la letra”.
Nos interesa señalar que el relato que Freud ofrece de la paciente presenta los “recursos de procuración” que caracterizan a la histeria. Si bien Freud
muestra que la paciente tenía interés de contradecirlo respecto de la teoría de
los sueños, también nos muestra que se trata de una paciente que “sabe cómo
poner en trabajo a los hombres” (tanto a Freud como al esposo) desde su falta, o sea, sabe hacer de su falta un recurso. La bella carnicera sabe hacer con
su deseo insatisfecho un recurso de seducción, y para realizarlo, deseando caviar y le pide a su esposo que no se lo obsequie para poder seguir haciendo bromas con pedírselo.
Freud considera este sueño como referencia de las vicisitudes del deseo en
la histeria y el modo de identificación: Por un lado muestra muy bien la vertiente “el deseo es el deseo del Otro”, y entonces el deseo se satisface por desplazamiento, por alusión a un deseo expresado en la víspera por la amiga respecto de comer en su casa. Por otro lado, muestra el lugar del sujeto respecto
del deseo del Otro a través de la separación: el deseo es sostenido en su posi-
103
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
ción por un deseo que es de otro orden: “no voy a ser yo la que te engorde y así
le gustes más a mi marido”. Freud ordena la producción onírica como “el deseo de tener un deseo insatisfecho”. Se puede reconocer en estas dos vertientes
que ambas constituyen el sueño y allí debe reconocerse el sujeto. Por un lado,
la inclusión en el deseo del Otro, y desde allí, la exclusión –separación- y producción de un deseo a cargo “propio”: deseo insatisfecho.
El sueño nos muestra la forma por las cuales las remitencias no hacen más
que elevar el deseo a una potencia creciente. Ellas tienen dos dimensiones: 1.un deseo sustituido a un deseo. El sueño muestra que el deseo de salmón ahumado propio de la amiga se sustituye al deseo de caviar de la paciente, lo cual
constituye la sustitución de un significante por un significante; 2.- un deseo de
deseo: un deseo significado por un deseo. El sueño muestra que el deseo de tener un deseo insatisfecho está significado por su deseo de caviar (el deseo de
caviar es su significante).
Freud precisa respecto del relato del sueño y sus asociaciones el móvil de la
identificación histérica señalando que el salmón ahumado desempeña para la
amiga el mismo papel que el caviar para la paciente. A partir de ello, se puede
ordenar el trabajo de Freud de la siguiente forma:
El sueño es metáfora de deseo y la metonimia de la falta en ser. Veamos: Respecto del sueño como metáfora de deseo, Freud señala que salmón ahumado
sustituye al caviar. “Caviar” es el significante del deseo de la paciente. Salmón
ahumado es el significante del deseo de la amiga. Por lo tanto, un significante
sustituye a otro significante. Un deseo es sustituido por otro deseo. Se cumple
el efecto metafórico. “Salmón ahumado” es metáfora de deseo. Respecto del
sueño como metonimia de la falta en ser, señala que “caviar” es el significante que muestra el deseo insatisfecho: el deseo de caviar “es un deseo de mujer colmada y que precisamente no quiere serlo, pues el carnicero de su marido es ducho para poner del derecho satisfacciones que todo el mundo necesita, los puntos sobre las íes, y no tiene pelos en la lengua para contestar a un
pintor que le da coba, sabe Dios con qué oscuro designio, sobre su jeta interesante: una rebanada de trasero de hembra, eso es lo que a usted le hace falta,
y si espera que sea yo quien se la regale, puede pasársela por donde estoy pensando. He aquí un hombre sobre el que una mujer no debería tener queja […]
¿qué es lo que desea la espiritual carnicera?, puede contestarse: caviar, porque
el caviar, es ella también la que no lo quiere”.13
Pero ésta es la cuestión, no quiere ser satisfecha en sus únicas verdaderas
necesidades. Quiere otras gratuitas, y para estar bien segura de que lo son, no
satisfacerlas. Opera la combinatoria de un deseo de deseo. El deseo insatisfecho se desplaza (metonimia) al deseo de caviar. Entonces, el deseo de caviar es
la metonimia del deseo en tanto insatisfecho, es la metonimia de la falta en ser.
La metonimia es posible porque no hay ninguna significación que no remita
13. Lacan, J. “La dirección de la cura y los principios de su poder”. Escritos 1. Ob. Cit. Apartado
V, puntos 1,2, 9, 10, 11, 12, 13,y 14.
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El inconsciente y sus formaciones
a otra significación. Esta metonimia muestra el poco sentido en que se manifiesta el fundamento del deseo, pero a su vez muestra su necesariedad por la
falta en ser donde se mantiene. Por lo tanto, de lo que se trata es que: el deseo
es la metonimia de la falta en ser.
El olvido. Signorelli
Es una observación empírica frecuente que los datos de la conciencia sean
muy lagunosos tanto en sanos como en enfermos, pues no todo el archivo mnemónico se mantiene en la conciencia, y las más de las veces es difícil poder evocar algunos datos, algo se interpone y nos hace olvidar, y no nos convence pensar que solamente se trata de una ruptura en la cadena asociativa, que es cierto, sino poder encontrar la causa del olvido.
También existen actos psíquicos cuya explicación presupone otros actos de
los que la conciencia no es testigo, tales como los sueños, las acciones fallidas,
los síntomas psíquicos como las conversiones histéricas o los fenómenos obsesivos, o aquellas simples ocurrencias que se nos presentan en la vida cotidiana cuyo origen desconocemos.
Nos interesa comentarles un ejemplar trabajo de Freud a propósito del olvido de los nombres propios. Se encuentra en un texto que se llama “Psicopatología de la vida cotidiana” de 1901. En este trabajo Freud demuestra con gran
claridad la causa del olvido de un nombre, la aparición de recuerdos falsos y de
nombres sustitutos. Se trata de algo que le pasó a él y no se contentó con pensar que lo que sucedía se debía al libre trabajo psíquico, sino más bien que obedecía a que las asociaciones tomaban por otras vías y esto debía tener leyes calculables. Partió de la siguiente conjetura: que el nombre o los nombres sustitutivos que aparecían mantenían un nexo sospechosamente relacionado con
el nombre buscado. O sea, que no sólo habría alguna causa para olvidar algo,
sino que los recuerdos sustitutos tenían alguna relación con lo olvidado. Freud
refiere: “En el ejemplo que en 1898 escogí para analizar, me empeñaba yo vanamente en recordar el nombre del maestro de cuya mano proceden, en la catedral de Orvieto, los grandiosos frescos sobre las “cosas últimas”. En lugar del
buscado –Signorelli -, se me imponían otros dos nombres de pintores –Botticelli y Boltraffio -, que enseguida y de manera terminante mi juicio rechazaba por
incorrectos. Cuando otra persona hubo de comunicarme el nombre verdadero, lo discerní al punto y sin vacilar. La indagación de los influjos y los caminos
asociativos por los cuales la reproducción se había desplazado de aquella manera, -desde Sginorelli hasta Botticelli y Boltraffio- me condujo a las siguientes
conclusiones”.14 La situación, entonces, es la siguiente: Quiere recordar un nombre: Signorelli, y se le imponen otros que reconoce incorrectos: Botticelli y Bol14. Freud, S.” Psicopatología de la vida cotidiana” Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit.
Vol. VI. Pág. 10.
105
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
traffio. Cabe preguntar: ¿A qué refiere el nombre que quiere recordar? A las cuatro “cosas últimas”, frescos de la Catedral de Orvieto, que son: la muerte, el enjuiciamiento, el cielo y el infierno. Seguiremos paso a paso las conclusiones a
las cuales arriba Freud: A simple vista, la razón de que se le olvidara el nombre
de Signorelli no debía buscarse en una particularidad del nombre como tal ni
en un carácter psicológico del nexo en que se insertaba. El nombre olvidado le
era tan familiar como uno de los nombres sustitutivos, el de Botticelli. El nombre de Boltraffio era mucho menos conocido, solamente sabía que era alguien
que pertenecía a la escuela de Milán. La situación anexada, o sea la situación
dentro de la cual se produce el olvido, le parece a Freud totalmente inocente.
Tomaremos sus palabras para recordarla: “Viajaba yo en coche con un extraño
desde Ragusa, en Dalmacia, hacia una estación de Herzegovina; durante el viaje
dimos en platicar sobre Italia, y yo pregunté a mi compañero si ya había estado
en Orvieto y contemplado allí los famosos frescos de ...” 15 -se produce el olvido-.
Freud se empeña por buscar una pista respecto de la causa del olvido, y la
encuentra al recordar el tema inmediatamente anterior que venía conversando con su compañero de viaje: “Poco antes de preguntarle a mi compañero de
viaje si ya había estado en Orvieto, conversábamos acerca de las costumbres
de los turcos que viven en Bosnia y en Herzegovina. Yo le había contado lo que
me dijera un colega que ejerció entre esa gente, y era que suelen mostrar total confianza en el médico y total resignación ante el destino. Cuando es forzoso anunciarles que el enfermo no tiene cura, ellos responden: Herr (señor), no
hay nada más que decir, yo sé que si se lo pudiera salvar, lo habrías salvado!”.16
Veremos cómo en estas palabras ya se encuentran Bosnia, Herzegovina,
Herr, que se pueden interpolar en una serie asociativa entre Signorelli y Botticelli-Boltraffio, y como la cuestión de “total confianza en el médico y total resignación ante el destino” se filtran. Está a la vista la función de la palabra, en
sus dos facetas: como mediación entre el sujeto y el otro, y como revelación del
inconsciente. Y, son estos los resortes que buscamos en la experiencia analítica. Seguiremos al pié la explicación de Freud con sus propias palabras. Cito:
“Supongo que la serie de pensamientos sobre las costumbres de los turcos de
Bosnia, etc., cobró la capacidad de perturbar un pensamiento siguiente porque yo había sustraído mi atención de ellas antes que concluyera. Lo recuerdo
bien; quería yo contar una segunda anécdota que en mi memoria descansaba próxima a la primera. Estos turcos estiman el goce sexual por sobre todo, y
en caso de achaques sexuales caen en un estado de desesperación que ofrece
un extraño contraste con su resignada actitud ante la proximidad de la muerte. Uno de los pacientes de mi colega le había dicho cierta vez: “Sabes tú, Herr,
cuando eso ya no ande, la vida perderá todo valor”. Yo sofoqué la comunicación
de ese rasgo característico por no querer tocar este delicado tema en plática
con un extraño. Pero hice algo más: desvié mi atención también de la prosecu15. Ibídem. Pág. 10.
16. Ibídem.
106
El inconsciente y sus formaciones
ción de estos pensamientos, que habrían podido anudárseme al tema “muerte y sexualidad”. Estaba por entonces bajo el continuado efecto de una noticia
que había recibido pocas semanas antes, durante una breve residencia en Trafoi (una aldea del Tirol). Un paciente que me importaba mucho había puesto fin a su vida a causa de una incurable perturbación sexual. Sé con precisión
que en todo aquel viaje a Herzegovina no acudió a mi recuerdo conciente este
triste suceso, ni lo que con él se entramaba. Pero la coincidencia Trafoi-Boltraffio me obliga a suponer que en aquel tiempo la reminiscencia de lo ocurrido
con mi paciente, no obstante el deliberado desvío de mi atención, se procuró
una acción eficiente dentro de mí”. 17
Ya no se puede concebir el olvido como algo casual. Freud tenía una gran
preocupación y tristeza por el suicidio de un paciente. Esto motivó que se interrumpiera en dar más datos en la conversación con su compañero de viaje.
Ya había avanzado bastante con lo relatado sobre las costumbres de los turcos. Esto fue suficiente motivo para que excluyera de su conciencia otros pensamientos anudados que lo habrían llevado hasta la noticia recibida en Trafoi. Por lo tanto, algo se había reprimido. “Es verdad que yo quería olvidar otra
cosa que el nombre del maestro de Orvieto; pero esto otro consiguió ponerse
en conexión asociativa con su nombre, de suerte que mi acto de voluntad erró
la meta, y yo olvidé lo uno contra mi voluntad cuando quería olvidar lo otro
adrede”.18 La aversión de recordar se dirigía contra uno de los contenidos; la incapacidad para hacerlo surgió en el otro. Vemos que los nombres sustitutivos
ya no son tan ingenuos ni injustificados, remiten al modo de un compromiso,
tanto a lo que Freud quería olvidar como a lo que quería recordar.
Este relato y análisis freudiano son ejemplares pues muestra muy claramente el fenómeno de transacción y de compromiso de los síntomas, Freud refiere al respecto de este caso: “me enseñan que mi propósito de olvidar algo ni se
logró del todo ni fracasó por completo”.19 El enlace se estableció entre el nombre buscado-olvidado y el tema reprimido. Nombre buscado-olvidado: Signorelli; tema reprimido: sexualidad y muerte. En el medio de esta operación psíquica intervienen Bosnia, Herzegovina y Trafoi. El nombre Signorelli está descompuesto en dos fragmentos: Signor – elli. Elli aparece desplazadamente en
Boticelli. Elli está totalmente a la vista pues retorna sin modificación. Nos advierte al menos de alguna conexión. Signor que alude a Herr (señor), que tiene múltiples y diversos vínculos con el tema reprimido y por eso se pierde, no
puede ser recordado. Entonces, se producen los nombres sustitutos: Botticelli y Boltraffio, producto de un desplazamiento a lo largo de la conexión de los
nombre Her-zegovina.
En todo ese trabajo algo se ha logrado: no ha llegado a la conciencia la mala
noticia que Freud trataba de olvidar y que lo preocuparía como a todo médico
17. Ibídem. Pág. 11.
18. Ibídem. Pág. 11-12.
19. Ibídem. Pág. 12.
107
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
frente al suicidio de un paciente. Es muy interesante ver cómo el nombre Trafoi que alude tan directamente a lo reprimido, reaparece totalmente a la vista,
poco desfigurado, en Boltraffio, del cual Freud dice “saber muy poco”. Reproducimos un esquema figurativo elaborado por Freud.20
Signor elli
Bo tticelli
Bo ltraffio
Her zegovina y Bo snia
Herr, no hay nada más que decir, etc.
Muerte y sexualidad
Trafoi
(Pensamientos reprimidos)
El chiste. Famillionario
En 1905 Freud publica “El chiste y su relación a lo inconsciente”, en donde
ubica al chiste como formación del inconsciente. En una carta a Fliess, mientras finalizaba el escrito sobre los sueños, Freud comenta que agregaría una
explicación acerca de la curiosa presencia en los mismos de lo que asemejaba ser chistes y al mecanismo de los efectos de lo cómico, pues le resultó llamativo la frecuencia con que estructuras similares aparecían figuradas en los
sueños o en las asociaciones a que daban lugar. “La interpretación de los sueños” tiene numerosos ejemplos en tal sentido, aunque el más antiguo registrado es el sueño jocoso de Cäcilie M. que informa en el historial de Elizabeth Von
R.21 Con independencia de los sueños, Freud se interesó siempre en los chis20. Ibídem. Pág. 12.
21. Freud, S. “Estudios sobre la histeria”. Sigmund Freud Obras Completas. Vol. II. Págs.
189-194. Freud expone el caso en referencia al valor de la simbolización en relación a
los síntomas conversivos de la paciente, tales como: “Me la tengo que tragar”, “se me
ha metido en la cabeza”, “espina en el corazón”, etc. Y alude a la desaparición de una
alucinación luego de que la paciente, enojada con Breur y él,pesara: ¡No valen uno más
qu el Otro! Uno es el pendant del otro”. (Pendant: homólogo, correspndiente; Pendre:
colgar).
108
El inconsciente y sus formaciones
tes pues ya en 1897 tenía reunida una colección de anécdotas judías de significación chistosa. Pareciera ser que el interés estuvo muy influenciado por la
lectura de Theodor Lipps,22 así como de Jean Paul Richter, Theodor Vischer y
Kuno Fischer, entre otros.
James Strachey nos advierte respecto de las dificultades de traducción de los
chistes (Traduttore-Traditore) pues hay un gran número de juego de palabras
que resultan intraducibles o que al traducirlas se pierde el efecto de chiste. 23
Destacaremos algunos de los antecedentes que interesan a Freud. De la obra
de Lipps, toma el concepto de “gracia” (Witz) como perteneciente a la comicidad enteramente subjetiva, o sea, la que producimos nosotros, que adhiere a
nuestro obrar como tal, aquella con que nos relacionamos en todo como un sujeto que está por encima, nunca como un objeto, ni siquiera como un objeto
que lo aceptara voluntariamente, definiendo al chiste como provocación conciente y hábil de la comicidad, sea esta de la intuición o de la situación. La lectura de K. Fischer lo acerca al valor cómico de la caricatura, en donde el efecto está dado por la fealdad; este autor define al chiste como un juicio que juega. Esta idea también está sostenida por Jean Paul Richter quien agrega que la
libertad equivale a chiste (gracia) y viceversa. Otros puntos de vista que le interesan para la definición del chiste son el contraste de representación, el sentido
en lo sin sentido (en el disparate) y la combinatoria desconcierto-iluminación.
Rescata ideas de Von Kraepelin (1895) quien define al chiste según la conexión
o el enlace arbitrario de dos representaciones que contrastan entre sí de algún
modo, sobre todo mediante el auxilio de la asociación lingüística, a lo cual Lipps
(1898) agrega que no se trata de un contraste entre representaciones sino entre
el significado y la ausencia de significado de las palabras. De Kant 24 incorpora
la consideración sobre que lo cómico solo puede engañarnos por un momento.
Freud realiza una síntesis sobre las diversas técnicas del chiste, y las sintetiza:
La condensación: 1.- con formación de una palabra mixta; 2.- con modificación.
La múltiple acepción del mismo material: 1.- todo y parte; 2.- reordenamiento; 3.- modificación leve; 4.- la misma palabra plena y vacía.
El doble sentido: 1.- nombre y significado material; 2.- significado metafórico y material; 3.- doble sentido propiamente dicho (juego de palabras); 4.equivocidad; 5.- doble sentido con alusión.25
También considera otras propiedades tales como: la brevedad, el juego de
poner de relieve algo oculto en referencia a un contenido del pensar, el carác22. Profesor de Munich, autor de “Los hechos fundamentales de la vida anímica” (1883) y
“Lo cómico y el humor” (1898).
23. Strachey, J. “Introducción” en “El chiste y su relación a lo inconsciente”. Sigmund Freud
Obras Completas. Ob. Cit. Vol. VIII. Pág. 4. Refiere la Carta N° 118 (11.09.1899)
24. Crítica del juicio, parte I, sección 1.
25. Freud, S. El chiste y su relación a lo inconsciente”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob.
Cit. Vol. VIII. Pág. 41.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
ter de juicio que juega, la apariencia de lo desemejante, el contraste de representación, el sentido en lo sin sentido, la sucesión de desconcierto e iluminación, el atractivo o fascinación y el efecto de novedad que ejerce en la sociedad, así como recursos técnicos tales como la homofonía, el juego de palabras,
la caricatura, la réplica, 26 la doble acepción de una palabra, la partición de sílabas, entre otros.27
Entre muchos autores consultados por Freud, nos interesa referirnos Heymans (1896), quien se refiere al factor del desconcierto e iluminación en relación al chiste y sus efectos de comicidad. Freud se interesa mucho por este aspecto a raíz de que el autor elucida un chiste de Heine28, quien en el libro “Estampas de viaje” presenta a uno de sus personajes, un pobre agente de lotería
y pedicuro de Hamburgo, llamado Hirsch-Hyacinth, quien ha sido tratado por
el gran barón de Rothschild como a uno de los suyos, por entero “famillonarmente” (familonär). Heine delinea la figura de Hirsch-Hyacinth, que se gloria
por sus relaciones con el rico barón de Rothschild y al final dice: “Y así, verdaderamente, señor doctor, ha querido Dios concederme toda su gracia; tomé
asiento junto a Salomón Rothschild y él me trató como a uno de los suyos, por
entero famillonarmente”.29
¿Qué es lo que convierte en un chiste al dicho de Hirsch-Hyacinth? Cuestión
que Freud contesta tomando la explicitación de Lipps: “Comprendemos que
Heine quiere decirnos que la acogida fue familiar, a saber, según la consabida
manera que por el tenor de la condición de millonario no suele cobrar rasgos
agradables […]. Rothschild me trató como a uno de los suyos, de manera por
entero familiar (familiär), o sea como lo hace un millonario (millionär). La condescendencia de un hombre rico siempre tiene algo de molesto para quien la
experimenta […] ¿En qué consiste la técnica de aquel chiste? ¿Qué obró sobre el
pensamiento, por ejemplo en la versión que nosotros le dimos, para convertirlo en el chiste que nos hace reír tan de buena gana? […] En primer lugar, se ha
producido una considerable abreviación. Para expresar cabalmente el pensamiento contenido en el chiste, nosotros debimos agregar […] una frase consecuente que, reducida a su máxima brevedad, decía: “o sea como lo hace un millonario”; y todavía sentimos luego la necesidad de agregarle un complemento
aclaratorio. […] La palabra “familiär” (familiarmente) de la expresión no chistosa del pensamiento fue trasmudada en “famillionär” (famillonarmente) en
el texto del chiste, y justamente de este producto léxico dependen sin duda su
26. Ibídem. Págs. 15,16 y 17.
27. Ibídem. Págs. 30-40.
28. Freud toma un fragmento del capítulo “Los baños de Lucca” del libro “Estampas de viaje” cuyo autor es Heine (1797-1856), poeta y ensayista alemán, considerado uno de los
más grandes de Alemania, se destacó sobre todo por sus punzantes poemas, en ocasiones llenos de espíritu satírico. Estudió literatura, derecho y filosofía en Bonn y Berlín; entre sus profesores y amistades se contaron Schlegel y Hegel.
29. Freud, S. “El chiste y su relación con lo inconsciente”. Sigmund Freud Obras Completas.
Ob. Cit. Vol. VIII. Pág. 18.
110
El inconsciente y sus formaciones
carácter de chiste y su efecto risueño. La palabra neoformada coincide al comienzo con “familiär” de la primera frase, y en sus sílabas finales, con el “milionär” de la segunda; por así decir, subroga al elemento “millionär” de la segunda frase, y por lo tanto a toda esta, habilitándonos así para colegir esta segunda frase omitida en el texto del chiste. Cabe describirlo como un producto mixto de los dos componentes “familiär” y “milIionär”, y es tentador ilustrar
gráficamente su génesis a partir de estas dos palabras30
Famili
är
Milionär
Familionär
Freud propone el análisis siguiente: las sílabas comunes a las dos palabras
dio ocasión a la técnica del chiste para producir la palabra mixta.
famili on är.
(mili)(är)
La palabra portadora del chiste aparece a primera vista, como una formación
léxica defectuosa. La comicidad resulta de la combinatoria entre el desconcierto y el entendimiento de la palabra (iluminación), pues un primer momento de
desconcierto, causado por el sinsentido de la palabra según el uso lingüístico,
es seguido de un segundo momento en donde se entiende que ella ha brindado un sentido correcto. Solo esta intelección es la responsable del efecto cómico. Así es como el efecto cómico de “famillonarmente” ha de situarse en la formación y el carácter de esa palabra. ¿Qué obró sobre el pensamiento para convertirlo en chiste? Freud explicará que han sido la abreviación, la frase perdida y
la palabra neoformada. En primer lugar, se produce una abreviación de un pensamiento que está contenido: “R. me trató como a uno de los suyos, por entero
familiarmente, o sea como lo hace un millonario”, en donde está a la vista que
en el chiste se ha perdido la restricción que la segunda oración agrega a la primera, la que consigna el trato familiar. La frase perdida deja un sustituto a partir del cual se puede reconstruir. La palabra familiär, de expresión no chistosa,
fue trasmudada en famillionär y justamente ese producto léxico otorga el carácter de chiste. La palabra neoformada coincide al comienzo con familiär de
la primer oración, y en sus sílabas finales, con millionär de la segunda. O sea, el
30. Ibídem. Pág. 19-21
111
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
chiste subroga al elemento millionär dejando al descubierto lo omitido que se
rebela contra la sofocación y es introducido a presión, fusionado con familiär.31
Queremos destacar que el texto “El chiste y su relación con lo inconsciente” nos muestra a Freud muy conocedor de lingüística, considerando que un
pensamiento puede, en general, expresarse en diversas formas lingüísticas, por
ello llega a la conclusión de que el carácter del chiste del ejemplo citado se lo
ha de buscar en el texto de su expresión, en la forma lingüística,32 como una
condensación con formación sustitutiva que consiste en producir una palabra
mixta.33 A su vez, queremos recordar que este texto fue escrito conjuntamente con el historial de Dora, en donde aparecen varios conceptos de lingüística, entre ellos, falso enlace y homofonía, sin olvidar que en “Estudios sobre la
histeria” estos y otros muchos conocimientos de lingüística están presentes.
Las vías de formación de síntomas34
Desde sus orígenes, el psicoanálisis concibió un nuevo modo de considerar
los síntomas neuróticos. Si para la psiquiatría clásica el síntoma era el signo de
la enfermedad, para el psicoanálisis siempre se trató de un fenómeno subjetivo,
expresión de un conflicto inconsciente. Freud no buscaba oponer su doctrina
a la psiquiatría, sino que afirmaba que ambas disciplinas son complementarias. Sin embargo, alegó que el psicoanálisis tenía mucho que aportar al esclarecimiento del sentido de los síntomas. ¿Por qué? Porque para el psicoanálisis
los síntomas poseen un sentido, el cual “reside en un vínculo con el vivenciar
del paciente”.35 Cada síntoma, cada operación fallida, cada sueño, cada manifestación del inconsciente, se entramará siempre con la historia de ese sujeto
particular, de modo particular. La posibilidad de dar a los síntomas neuróticos
un sentido por medio de la interpretación analítica es una prueba inconmovible de la existencia de procesos anímicos inconscientes.36
Ahora bien, ¿de qué modo se produce ese entramado? ¿Cómo la historia, el
vivenciar de ese sujeto se pone en juego en la formación de síntomas? ¿De qué
modo esos procesos anímicos actúan y qué consecuencias tienen?
Hay un concepto que resulta fundamental para comprender esta dinámica psíquica de la formación de síntomas: el concepto de trauma. La expresión
«traumática» no tiene otro sentido que el económico. La aplicamos a una vivencia que en un breve lapso de tiempo provoca en la vida anímica un exceso
31. Ibídem. Pág. 20.
32. Ibídem. Págs. 18-19.
33. Ibídem. Pág. 21.
34. Colaboración de Agostina Ilari Bonfico.
35. Freud, S. “17a conferencia. El sentido de los síntomas.” Sigmund Freud Obras Completas.
Ob. Cit. Vol. XVI. Pág. 247.
36. Freud, S. “18a conferencia. La fijación al trauma, lo inconsciente.” Sigmund Freud Obras
Completas. Ob. Cit. Vol. XVI. Pág. 255.
112
El inconsciente y sus formaciones
tal en la intensidad de estímulo que su tramitación o finiquitación por las vías
normales fracasa, de donde por fuerza resultan trastornos duraderos para la
economía energética.37
Básicamente, se trata de magnitudes de excitaciones, las cuales resultan
intolerables para el aparato psíquico. No necesariamente se trata de un único acontecimiento muy intenso. También puede tratarse de una acumulación
de excitaciones, cada una de las cuales, tomadas aisladamente, sería tolerable;
falla ante todo el principio de constancia, al ser incapaz el aparato de descargar la excitación.38
En una primera elaboración, Freud descompone la acción del trauma en, por
lo menos, dos acontecimientos: en una primera escena, llamada de seducción,
el niño sufre una tentativa sexual de parte de un adulto, pero sin que esta despierte la excitación sexual; una segunda escena, ocurrida después de la pubertad, evoca, por algún rasgo asociativo, la primera.39 Esta fórmula, la vemos claramente en el caso de Ema, donde el recuerdo de la primera escena desencadena las excitaciones sexuales que desbordan al aparato psíquico. Ahora bien,
¿cuál de las dos escenas es la traumática? Lo es la primera, pero solo con posterioridad. Es decir, al ser resignificada, adquiere el carácter sexual; cobra eficacia patógena en la medida en que desencadena magnitudes de excitación
interna. Como vemos, esta teorización armoniza perfectamente con lo sostenido por Freud en sus “Estudios sobre la histeria” (1895): “los histéricos sufren
sobre todo de reminiscencias”.
El acontecimiento externo posee valor en la medida en que logra despertar
una excitación de origen interno. Por tanto, la eficacia de los acontecimientos
externos se encuentra ligada íntimamente con las fantasías que activan y con
los volúmenes de excitaciones que desencadenan. De este modo, lo traumático no se reduce solo a un acontecimiento externo, sino que eso sucedido, para
tener eficacia patógena, se debe enlazar con el vivenciar del sujeto, con su historia. Así, para explicar la etiología de la neurosis, Freud recurre al concepto de
series complementarias. Consecuentemente, Freud se libera de la obligación
de tener que definir un elemento endógeno o exógeno como la causación de
la neurosis, ya que ambos participan activamente y de modo complementario
en la etiología de la neurosis. A continuación, reproducimos el esquema nos
brinda Freud de las series complementarias: 40
37. Ibídem. Pág. 252.
38. Laplanche, J. & Pontalis, J. B. “Diccionario de Psicoanálisis”. Pág. 448.
39. Ibídem. Pág. 448.
40. Freud, S. “23a conferencia. Los caminos de formación de síntoma.” Sigmund Freud Obras
Completas. Ob. Cit. Vol. XVI. Pág. 330.
113
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
Constitución Sexual
(vivenciar prehistórico)
+
Vivenciar infantil
Predisposición
por fijación libidinal
Vivenciar accidental
– + – (traumático)
[del adulto]
NEUROSIS
Ahora bien, sabemos que los elementos de la primera serie, determinan un
modo particular de satisfacción pulsional, propio para cada sujeto, la cual tenderá a buscar y repetir. Por eso, de la conjunción de esos elementos, obtenemos la predisposición por fijación libidinal.
Esa modalidad de satisfacción pulsional, modalidad por entero infantil, ahora en la adultez, resulta inconciliable con el yo. Aquello que en la infancia era permitido sin inhibiciones ni frustraciones, ahora no cuenta con
el acuerdo del yo. “Lo que otrora fue para el individuo una satisfacción, está
destinado en verdad, a provocar hoy resistencia o su repugnancia”.41 Por tanto, esa libido que busca la satisfacción al modo infantil, ahora verá su desarrollo frustrado. La libido insatisfecha, rechazada por la realidad, ahora deberá buscar otros caminos para su satisfacción. No nos olvidemos cuál es la
característica fundamental de la pulsión: el ser una fuerza constante, ser un
empuje permanente. Ese nuevo camino, se enlaza con los caminos de formación de síntoma.
Por tanto, los síntomas crean una sustitución para la satisfacción frustrada.
La libido insatisfecha emprenderá un camino regresivo. ¿Hacia dónde? Hacia
los puntos de fijación, a épocas anteriores en las cuales no hubo frustración sino
satisfacción. La libido, entonces, inviste regresivamente las posiciones que había abandonado, pero a las que aún queda ligada, adherida por ciertos montos.
Resulta necesario intercalar en este camino un elemento más: las fantasías.
¿Por qué? Porque en ellas se conserva los objetos y orientaciones de la libido
resignados en la realidad. Allí, en la fantasía, no hay conflicto ni frustraciones.
Por eso, Freud compara al reino de las fantasías con los parques nacionales. El
parque natural conserva ese antiguo estado en que todos los otros lugares se
sacrificó, con pena, a la necesidad objetiva. Ahí tiene permitido pulular y crecer
todo lo que quiera hacerlo, aún lo inútil, hasta lo dañino. Una reserva así, sustraída del principio de realidad, es también en el alma el reino de la fantasía.42
41. Ibídem. Pág. 333.
42. Ibídem. Pág. 339.
114
El inconsciente y sus formaciones
Antes de continuar avanzando en el camino de la formación de síntomas,
veamos qué es lo que tenemos hasta ahora. Hemos visto que, como consecuencia de una frustración, la cual entendemos como todo aquello que impide a la
libido alcanzar la satisfacción, nos encontramos con un monto de libido que
permanece ahora insatisfecha. Esta libido, deberá encontrar otra vía para alcanzar la satisfacción. Por tanto, emprende un camino regresivo hacia los puntos de fijación que dejó tras sí en su desarrollo. Pero para poder alcanzar dicho
puntos, “la libido no tiene más que volver a las fantasías para hallar desde allí
el camino a cada fijación reprimida”.43
Estas fantasías gozan de cierta tolerancia, por lo que no se presenta conflicto alguno entre ellas y el yo, siempre y cuando se mantenga una condición.
Se trata de una condición económica, vale decir, cuantitativa. No habrá conflicto, a condición de que se no se supere cierto umbral energético. Por tanto,
hasta que no se haya violado esta condición, no hay conflicto, no hay síntoma.
El conflicto sobrevendrá cuando la fantasía quede sobreinvestida. La fantasía, ya contaba con investidura propia, pero al recibir la investidura proveniente de la libido regrediente, ahora cuenta con un mayor quantum de investidura.
“Por este aflujo la investidura energética de la fantasía se eleva tanto que ellas se
vuelven exigentes, desarrollan un esfuerzo, orientado hacia la realización […]
esto hace inevitable el conflicto. Si antes fueron preconscientes o conscientes,
ahora son sometidas a la represión por parte del yo y libradas a la atracción del
inconsciente. Desde las fantasías ahora inconscientes, la libido vuelve a migrar
hasta sus orígenes en el inconsciente, hasta sus propios lugares de fijación”.44
De este modo, la fantasía es reprimida, evitando su acceso a la conciencia.
Pero la investidura, el afecto, el cual no sucumbe a los efectos de la represión,
deberá tener un nuevo destino. Aquí es donde la subjetividad también aporta su cuota. El destino de ese afecto, dependerá de la constitución subjetiva de
ese sujeto en particular, de las posibilidades con las que cuente para tramitarlo. Es decir, si bien podemos realizar una descripción general de los caminos
de formación de síntoma en la neurosis, el síntoma que resulte en cada caso,
será individual, particular de cada sujeto.
Vemos como de este modo, Freud no solo concibe una dinámica en relación a la formación de síntomas, sino que también tiene en cuenta la cuestión
económica. “El conflicto entre dos aspiraciones no estalla antes que se hayan
alcanzado ciertas intensidades de investidura, por más que preexistan las condiciones de contenido”.45
43. Ibídem. Pág. 340.
44. Ibídem. Pág. 340.
45. Ibídem. Pág. 341.
115
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
116
CAPÍTULO V
Los conceptos
fundamentales en 1915
Lo inconsciente
El concepto de inconsciente es necesario
En 1915, en el escrito “Lo inconsciente”, nuestro autor refiere: “el supuesto
de lo inconsciente es necesario y es legítimo, y poseemos numerosas pruebas
del valor de la existencia de lo inconsciente”1.
El término alemán es Das Unbewusst, y se ha traducido por “lo inconsciente” con un artículo neutro pues el término en alemán es siempre neutro, como
lo son también Das Bewusstsein que se traduce por “la conciencia” y Das Vorbewusst que se traduce por “lo preconsciente”. Algunos traductores solo utilizan el artículo definido masculino “el” cuando el texto se refiere al sistema preconsciente o inconsciente.
Señalaremos muy sintéticamente algunos argumentos sobre la verificación
de lo inconsciente en el mencionado texto: No toda la vida anímica se reduce
a la conciencia y la evidencia de una vida psíquica inconsciente causa la ruptura de la igualación entre conciencia y vida anímica; la conciencia no puede abarcar la totalidad de los contenidos psíquicos y la mayor parte de lo que
compone su contenido debe permanecer en un estado de inconsciente latente; la producción de patologías mentales permite evidenciar la existencia del
inconsciente, por ejemplo, en el caso de las psicosis, el inconsciente aparece
“a cielo abierto”, como lo muestra la alucinación; los procesos anímicos en su
calidad de conscientes o inconscientes no dependen de procesos fisiológicos
químicos del sistema nervioso.
1. Freud, S. “Lo inconsciente” Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. XIV. Pág. 161.
117
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
La necesariedad del concepto de inconsciente se verifica principalmente
con los métodos de observación empírica y comprobación clínica relativa a las
formaciones del inconsciente.
La legitimidad del concepto de inconsciente
El concepto de inconsciente es legítimo. En su construcción Freud se ha valido del razonamiento per analogiam en donde la experiencia del inconsciente, como “una conciencia ajena u “otra” es común a todos los humanos. Todos
tenemos conciencia de ser portadores de algo anímico diverso a la conciencia,
que goza de una gran independencia con respecto a la conciencia. La investigación analítica ha demostrado que el modo de funcionar de “eso” que está
más allá de la conciencia posee caracteres propios y muy diferentes a los de la
conciencia. Sirva de ejemplo la producción del sueño.
El estatuto del inconsciente
Freud explicita en “Lo inconsciente” de 1915, bajo el título “el punto de vista tópico sistemático y dinámico”.
Respecto de lo inconsciente y el punto de vista descriptivo, refiere que “Ser
conciente” es, en primer lugar, una expresión puramente descriptiva, que invoca la percepción más inmediata y segura”.2 La experiencia muestra que un
elemento psíquico, por ejemplo, una representación, no es conciente de manera duradera, que puede perder la calidad de conciente rápidamente y también volver a tenerla. Mientras ha estado inconsciente, en sentido descriptivo,
con mayor precisión se puede decir que ha estado “latente” y en este caso lo inconsciente coincide con lo “latente-susceptible de conciencia”. En síntesis, desde el punto de vista descriptivo se diferencia: 1.- lo inconsciente latente susceptible de conciencia o también denominado preconsciente; 2.- el inconsciente
como lo no conciente y lo no susceptible de hacerse conciente.
Respecto de lo inconsciente y el punto de vista dinámico o económico, el
trabajo analítico ha llegado al concepto de inconsciente por procesamiento de
experiencias en las que desempeña un papel la dinámica anímica.3 Según palabras del propio Freud, “se vio obligado” a suponer que existen procesos anímicos en donde el factor cuantitativo es muy importante, en donde existen
fuerzas que impiden que algo pueda ser conciente o en donde existen fuerzas
que hacen que algo sea inconsciente. Es una experiencia frecuente en el análisis que algo no pueda devenir conciente en calidad de representación porque
2. Freud, S. “Lo inconsciente. Vol. XIV, Págs. 168-172 y “El yo y el ello”. Vol. XIX. Pág. 15.
Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit.
3. Freud, S. “El yo y el ello”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. XIX. Pág. 16.
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Los conceptos fundamentales en 1915
cierta fuerza se resiste a ello. Pero también es frecuente que a través de la técnica analítica se encuentran los medios por los cuales se hace posible cancelar la fuerza contrarrestante y hacer concientes las representaciones impedidas
de conciencia. Dice Freud: “Llamamos represión (esfuerzo de desalojo) al estado en que ellas se encontraban antes de que se las hiciera concientes, y aseveramos que en el curso del trabajo psicoanalítico sentimos como resistencia la
fuerza que produjo y mantuvo a la represión. Por tanto, es de la doctrina de la
represión de donde extraemos mi concepto de lo inconsciente. Lo reprimido
es para nosotros el modelo de lo inconsciente”.4 Entonces, lo preconsciente es
inconsciente solo en sentido descriptivo, pues en el sentido dinámico o económico se limita el nombre de inconsciente a la reprimido. “Podemos manejarnos cómodamente con mis tres términos, Cc (conciencia), Prcc (preconsciente) e Icc (inconsciente), con tal que no olvidemos que en el sentido descriptivo
hay dos clases de inconsciente, pero en el dinámico sólo una”.5
Reconsiderando: en el sentido descriptivo, tanto lo preconsciente como lo
reprimido son inconscientes, mientras que en el sentido dinámico la designación inconsciente se restringe a lo reprimido.
La represión
Es la operación por medio de la cual el sujeto intenta rechazar o mantener
en inconsciente representaciones (pensamientos, imágenes, recuerdos) ligados a una pulsión. La represión se produce en aquellos casos en que la satisfacción de una pulsión (susceptible de provocar por sí misma placer) ofrecería el peligro de provocar displacer en virtud de otras exigencias. Es un proceso psíquico universal, en cuanto se halla en el origen de la constitución del inconsciente. Fundamentalmente, el texto freudiano de 1915, “La represión” (“Die
Verdrängung”), refiere: “La condición para la represión es que el motivo de displacer cobre un poder mayor que el placer de satisfacción […] Su esencia consiste únicamente en el hecho de separar y mantener a distancia del consciente
[...] la represión no es un mecanismo de defensa presente desde el origen, no
puede engendrarse antes que se haya establecido una separación nítida entre
actividad conciente y actividad inconsciente”.6
La represión es un “mecanismo de defensa” particular pues es un “destino”
de la pulsión.
La teoría de la represión es la piedra angular sobre la que reposa todo el edificio del psicoanálisis. La palabra represión se encuentra ya en Herbart, y algunos autores refieren que Freud, por intermedio de Meynert, conoció la psico4. Ibídem. Pág. 17.
5. Ibídem. Pág. 17.
6. Freud, S.” La represión” Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Tomo XIV. Pág. 142
Las negritas son nuestras.
119
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
logía de Herbart. Pero en los estudios freudianos, la represión se impuso como
hecho clínico7, desde los primeros tratamientos de pacientes histéricas, en los
que Freud constata que ellas no tienen a su disposición recuerdos que, no obstante, conservan toda su vivacidad cuando son evocados de nuevo, tratándose de cosas que el paciente quiere olvidar y que intencionadamente mantiene,
rechaza, reprime, fuera de su pensamiento consciente.
Los contenidos reprimidos escapan a los poderes del sujeto y, como un “grupo psíquico separado”, se rigen por sus propias leyes (proceso primario). Una
representación reprimida constituye por si mismo un primer “núcleo de cristalización” capaz de atraer otras representaciones intolerables, sin que deba intervenir una intensión consciente. En tal medida, la operación de la represión
funciona de acuerdo con el proceso primario. Se describe como una operación
dinámica que implica el mantenimiento de una contracatexis y siempre susceptible de fracasar por la fuerza del deseo inconsciente que busca a volver a
la conciencia y a la motilidad.
Freud distingue dos tipos: una represión en sentido amplio (comprendiendo tres tiempos) y una represión en sentido estricto, que no es más que el segundo tiempo de la anterior.
El primer tiempo de la represión es considerada como una represión primaria o primordial: no recae sobre la pulsión como tal, sino sobre sus representantes, que no llegan a la conciencia y a los cuales queda fijada la pulsión. Se
crea así un primer núcleo inconsciente que funciona como polo de atracción
respecto de los elementos a reprimir. Freud refiere: “tenemos razones para suponer una represión primordial, una primera fase de la represión que consiste
en que a la agencia representante psíquica (agencia representante-representación) de la pulsión se le deniega la admisión en lo conciente. Así se establece una fijación, a partir de ese momento la agencia representante en cuestión
persiste inmutable y la pulsión sigue ligada a ella”.8
Es de considerar la expresión “tenemos razones para suponer”, y se deduce del texto que las razones se encuentran en la experiencia clínica de la neurosis de transferencia en el tratamiento; al respecto de la suposición, se trata
de un supuesto lógico, anteriormente hemos destacado el valor de los supuestos lógicos. También se la ha denominado “represión mítica”, más no por esto
inexistente. Es denominada Ur-vendrängung, traducida como represión primaria, es una palabra alemana en la cual se puede considerar: 1.- Ur: origen,
creación, lo primitivo, rector, principal; 2.- Drang, del verbo drängung, señala esfuerzo, presión.
Freud expresa “se le deniega la admisión en lo conciente a la agencia representante psíquica”, al respecto de lo cual debemos realizar la advertencia respecto de no entenderlo como que ya había sido conciente, sino que a partir de
ese momento nunca será conciente, lo cual trae como consecuencia la escisión
7. Ibídem. Pág. 143.
8. Ibídem. Pág. 143.
120
Los conceptos fundamentales en 1915
del aparato y condena lo inconsciente a una heterotopía. Por ello, la represión
primaria es un muro que separa pero que también une.
En cuanto al término “agencia”, debe considerárselo al modo del “agente doble”: como agencia de la pulsión, y como agencia de la representación, anudando la fijación de la pulsión a la representación. Al mismo tiempo “representante
de la representación” porque representa nada, representa la ausencia: lugar vacante para una dinámica que permita ser contrainvestida. Freud también trabaja el tema en “Tópica y dinámica de la represión” en donde al respecto de la
represión primaria refiere: “el aludido mecanismo de sustracción de una investidura preconsciente no funcionaría cuando estuviera en juego la figuración de
la represión primordial [...] aquí necesitamos de otro proceso [...] y solo podemos hallarlo en el supuesto de una contrainvestidura mediante la cual el sistema
preconsciente se protege contra el asedio de la representación inconsciente”.9
No puede haber una sustracción de una investidura que nunca hubo, notándose entonces la acción eficaz de la contrainvestidura. No hay retorno de
lo reprimido primordialmente, pero, no obstante, sí hay una atracción que acciona la segunda fase: la represión propiamente dicha que actúa sobre las posibles conexiones.
Este es el punto de inicio de una lógica que subvierte la lógica yoica. Es de
notar que Freud propone, para la represión primaria, los términos de “figuración” y “supuesto”, no pudiendo describirla fenoménicamente. O sea, la represión primaria no es una evidencia clínica, es un cálculo lógico, que solo es posible desde la represión secundaria.
El segundo tiempo de la represión, la represión propiamente dicha (eigentliche Verdrängung) o “represión secundaria” (Nachdrängen) constituye, por
consiguiente, un proceso doble, que une a esta atracción una repulsión (Abstossung) por parte de una instancia superior. La represión propiamente dicha
“recae sobre retoños psíquicos de la agencia representante reprimida o sobre
unos itinerarios de pensamiento que, procedentes de alguna otra parte, han
entrado en un vínculo asociativo con ella. A causa de ese vínculo, tales representaciones experimentan el mismo destino que lo reprimido primordial. La
represión propiamente dicha es entonces un “esfuerzo de dar caza” (Nachdrängen) . Probablemente, la tendencia a la represión no alcanzaría su propósito
si estas fuerzas (atracción de lo reprimido primordial y repulsión que se ejerce
desde lo conciente sobre lo que ha de reprimirse) no cooperasen si no existiese algo reprimido desde antes, presto a recoger lo repelido por lo conciente”.10
Finalmente, el tercer tiempo de la represión es el “retorno de lo reprimido”
en forma de síntomas, sueños, actos fallidos, etc.
¿Sobre qué recae la represión? Es preciso subrayar que no recae sobre la pulsión, ya que ésta escapa a la alternativa consciente-inconsciente, ni sobre el afecto. Éste puede experimentar diversas transformaciones correlativamente a la
9. Freud, S. “Lo inconsciente”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. XIV. Pág. 178.
10. Ibídem. Pág. 143.
121
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
represión. Solamente son reprimidos los “representantes ideativos” (idea, imagen, etc.) de la pulsión. Estos elementos representativos van ligados a lo reprimido primario, ya porque provenga de éste, ya porque entren conexión fortuita con él. La repulsión reserva a cada uno de ellos un destino diferente, “completamente individual”, según su grado de deformación, su distancia respecto
al núcleo inconsciente y su valor afectivo.
La operación de la represión puede considerarse dentro del triple registro
de la metapsicología: a) Desde el punto de vista tópico: si bien la represión se
describe, en la primera teoría del aparato psíquico, como mantenimiento fuera de la conciencia, Freud no asimila la instancia represora a la conciencia (el
modelo lo proporciona la censura). En la segunda tópica, la represión se considera como una operación defensiva del yo; b) Desde el punto de vista económico: la represión supone un juego complejo de retiro de la catexis, recarga
y contracatexis que afecta a los representantes de la pulsión; c) Desde el punto de vista dinámico: la cuestión principal son los motivos de la represión: la
satisfacción de una pulsión engendra placer, pero, a su vez, puede suscitar un
displacer tal que desencadena la operación de la represión.
La represión no impide a la agencia representante de la pulsión seguir existiendo en lo inconsciente, continuar organizándose, formar retoños y anudar
conexiones. En realidad, la represión sólo perturba el vínculo con un sistema
psíquico: el conciente. La experiencia clínica psicoanalítica nos muestra que la
agencia representante de la pulsión se desarrolla con mayor riqueza y menor
interferencia cuando la represión la sustrajo del influjo conciente. Prolifera y
encuentra formas extremas de expresión que cuando aparecen no sólo resultan ajenas al sujeto, sino que pueden atemorizar o angustiar. También la experiencia clínica demuestra que la represión no logra totalmente mantener apartados de lo conciente a todos los retoños de lo reprimido primordial. Si estos
se han distanciado lo suficiente del representante reprimido, sea por las desfiguraciones que adoptaron o por el número de eslabones intermedios que se
intercalaron, tienen acceso a lo conciente. La represión trabaja de manera en
alto grado individual; cada uno de los retoños de lo reprimido puede tener su
destino particular; un poco más o un poco menos de desfiguración cambia radicalmente el resultado.
“No tenemos que imaginarnos el proceso de la represión como un acontecer que se consumaría de una sola vez y tendría un resultado perdurable,
como si aplastáramos algo vivo que de ahí en más quedara muerte. No, sino
que la represión exige un gasto de fuerza constante. Podemos imaginarlo así:
Lo reprimido ejerce una presión continua en dirección a lo conciente, a raíz
de lo cual el equilibrio tiene a mantenerse por medio de una contrapresión
incesante. El mantenimiento de una represión supone, por tanto, un dispendio continuo de fuerza y en términos económicos su cancelación implicaría
un ahorro”.11
11. Ibídem. Pág. 146.
122
Los conceptos fundamentales en 1915
La observación clínica llevó a Freud a elucidar que al respecto de la pulsión
existen dos componentes: la representación y el monto de afecto. La represión
de una agencia representante de la pulsión, tiene destinos diferentes:
1.- El destino general de la representación representante de la pulsión es
“desaparecer de lo conciente si antes fue conciente, o seguir coartada de la
conciencia si estaba en vías de devenir conciente. La diferencia es desdeñable; da lo mismo, por ejemplo, que yo despache de mi salón o de mi vestíbulo
a un huésped desagradable, o que después de individualizarlo no le deje pisar
el umbral de mi casa”.12
2.- El factor cuantitativo de la agencia representante de la pulsión o monto
de afecto, tiene tres destinos posibles: a.- La pulsión es sofocada por completo, de suerte que nada se descubre de ella; b.- sale a la luz como un afecto coloreado cualitativamente de algún modo; c.- se muda en angustia. Las dos últimas posibilidades muestran el modo en que la angustia puede ser un destino de la pulsión.13
Freud estudia la relación entre la represión y la generación de formaciones
sustitutivas y su estudio lo lleva a la siguiente elucidación: “La represión guarda relación con la creación de formaciones sustitutivas o la formación de síntoma. No son lo mismo pues no es la represión misma la que crea formaciones sustitutivas y síntomas, sino que estos últimos, en cuanto indicios de un
retorno de lo reprimido, deben su génesis a procesos por completo diversos”.14
En las Conferencias de Freud en los Estados Unidos, en Clark University de
la ciudad de Worcester, cercana a Boston, en 1910, Freud se preocupa por explicar a un auditorio variado y sin preparación alguna al respecto del psicoanálisis y ejemplifica esquemáticamente la problemática de la represión del siguiente modo:15 “Las fuerzas que en el tratamiento se oponían, en calidad de
resistencia, a que lo olvidado se hiciese de nuevo consciente, tenían que ser
también las que anteriormente habían producido tal olvido y expulsado de la
conciencia los sucesos patógenos correspondientes. A este proceso por mí supuesto le di el nombre de represión, considerándolo demostrado por la innegable aparición de la resistencia”.16
Freud se pregunta: ¿Cuáles son esas fuerzas y cuáles las condiciones de la represión que se discierne en el mecanismo de la histeria? Su explicación, desde
los “Estudios sobre la histeria”, está en relación a que en todos los casos se trata
12. Ibídem. Pág. 147.
13. Ibídem. Pág. 148.
14. Ibídem. Pág. 149.
15. Aprovecho la ocasión para indicar al lector la lectura de estas conferencias, por estar
preparadas para legos, su lenguaje es sencillo y ameno.
16. Freud, S. “Cinco conferencias sobre psicoanálisis”. Sigmund Freud Obras Completas. Vol.
XI. Pág. 20.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
de un juego entre mociones de deseo en oposición a exigencias éticas y estéticas de la persona que originan un conflicto, en donde el deseo inconciliable es
reprimido (desalojado). O sea, lo inconciliable de la representación del deseo
es el motivo (fuerza impulsora) de la represión, pues la aceptación del deseo
provoca algo grado de displacer, que es ahorrado por la represión. Ejemplifica su teoría a través de uno de los historiales del trabajo “Estudios sobre la histeria”, el caso de Elizabeth Von R. del cual tomamos su descripción: “Una muchacha que poco tiempo antes había perdido a su padre, al que amaba tiernamente y al que había asistido con todo cariño durante su enfermedad, […] sintió germinar en ella, al casarse su hermana mayor, una especial simpatía hacia
su cuñado, sentimiento que pudo fácilmente ocultar y disfrazar detrás del natural cariño familiar. La hermana enfermó y murió […] Cuando la muchacha
se aproximó al lecho en que yacía muerta su hermana, surgió en ella, durante
un instante, una idea que podría quizá expresarse con las siguientes palabras:
Ahora ya está él libre y puede casarse conmigo. […] esta idea […] fue entregada en el acto a la represión por la repulsa indignada de sus otros sentimientos.
La muchacha enfermó, presentando graves síntomas histéricos, y al someterla a tratamiento pudo verse que había olvidado en absoluto la escena que tuvo
lugar ante el lecho mortuorio de su hermana […] Luego, en el curso del tratamiento, volvió a recordarla, reprodujo el momento patógeno, dando muestras
de una inmensa emoción, y quedó curada por completo”. 17
Más allá de los relatos clínicos, para esclarecer al auditorio los conceptos de
represión y resistencia, acude a un ejemplo que resultó famoso en la historia
del psicoanálisis. Freud llevó al auditorio a suponer que entre el público se encontraba un individuo que se conducía revoltosamente, se reía y hacía ruidos
molestos golpeteando con los pies, al punto de distraer tanto la atención de él,
que le impedía continuar la conferencia. Frente a la situación, varias personas
de la audiencia después de una breve lucha arrojan del salón al perturbador,
el cual queda, de este modo, expulsado o «reprimido», pudiendo reanudar su
conferencia. Pero, para que la perturbación no se repita en caso de que el expulsado intente volver, varios personas quedan montando guardia junto a la
puerta y se constituyen así en una «resistencia». “Si denomináis lo «consciente» a esta sala y lo «inconsciente» a lo que tras de sus puertas queda, tendréis una
imagen bastante precisa del proceso de la represión”.18
17. Ibídem. Pág. 21. La referencia a Elizabeth Von R. Historial presentado en “Estudios sobre
la histeria”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. II. Págs. 151 y ss.
18. Freud, S.”Cinco conferencias sobre psicoanálisis”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob.
Cit. Vol. XI. Págs. 20-22.
124
Los conceptos fundamentales en 1915
La pulsión
Para ordenar la exposición, resulta productivo tener presente los diferentes
temas que trabaja el escrito “Pulsiones y destinos de pulsión”19, tales como: La
ciencia y los conceptos básicos convencionales; el estímulo pulsional; la definición de pulsión; los caracteres principales de la pulsión; los términos conexos
al concepto de pulsión; las pulsiones primordiales; los destinos de la pulsión;
las tres polaridades de la vida anímica.
La ciencia y los conceptos básicos convencionales
Freud se preocupa por definir su posición respecto de la ciencia, justifica
los cambios en su teoría justamente como consecuencia de estar trabajando
con método científico. Si bien se tendría el reclamo de que una ciencia debe
construirse sobre conceptos básicos claros y definidos con precisión, en realidad, ninguna, ni aún la más exacta, empieza con tales definiciones. La cuestión es válida para todas las ciencias, y justamente le interesa rescatar esta faceta de las mismas, en tanto que él ha definido como concepto básico convencional y fundamental en el psicoanálisis a la pulsión, concepto sobre el cual va
a realizar modificaciones. Descubramos a Freud en su metodología, es necesario acudir a su letra: “El comienzo correcto de la actividad científica consiste
en describir fenómenos para luego agruparlos, ordenarlos e insertarlos en conexiones. Ya para la descripción misma es inevitable aplicar al material ciertas
ideas abstractas que se recogieron de alguna otra parte, no de la sola experiencia nueva. Y más insoslayables todavía son esas ideas –los posteriores conceptos básicos de la ciencia- en el ulterior tratamiento del material. Al principio
deben comportar cierto grado de indeterminación Mientras se encuentran en
ese estado, tenemos que ponernos de acuerdo acerca de su significado por la
remisión repetida al material empírico del que parecen extraídas [...] En rigor,
poseen entonces el carácter de convenciones, no obstante lo cual es de interés extremo que estén determinadas por relaciones significativas con el material empírico.[…]. Sólo después de haber explorado más a fondo el campo de
fenómenos en cuestión, es posible aprehender con mayor exactitud también
sus conceptos científicos básicos y afinarlos. Entonces quizás haya llegado la
hora de acuñarlos en definiciones”.20
Encontramos a Freud en un intento máximo de componer su metapsicología
como una teoría especulativa, tratando de construir conceptos fundamentales.
19. Freud, S. “Pulsiones y destinos de pulsión”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit.
Vol. XIV. Pág. 113 y ss.
20. Ibídem. Pág. 113.
125
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
El estimulo pulsional
La pulsión es un estímulo para lo psíquico, pero no todo estímulo es pulsional, no debe equipararse. Es necesario diferenciar entre estímulos fisiológicos
y pulsionales. En primer lugar, caracterizando los estímulos pulsionales, podemos destacar que no provienen del mundo exterior, sino del interior de propio
organismo, más específicamente, del interior del aparato psíquico. A su vez no
operan de un solo golpe, “como un haz de luz que hiere el ojo”, y no hay posibilidad de huida frente a ellos. La pulsión actúa como una “fuerza constante”21
frente a la cual no hay huida.
Definición de pulsión
“La pulsión nos aparece como un concepto fronterizo entre lo anímico y
lo somático, como un representante psíquico de los estímulos que provienen
del interior del cuerpo y alcanzan el alma, como una medida de la exigencia
de trabajo que es impuesta a lo anímico a consecuencia de su trabazón con lo
corporal”.22
Analizaremos cada uno de los términos de esta definición:
“La pulsión se nos aparece”: Proponemos tomar esta expresión en relación a
la noción de “apariencia” y de “aparición”, pues el aspecto de la cosa puede ser
también su verdad y la evidencia de ella. Estos términos tienen dos sentidos:
aparente y evidente, entendiéndose que justamente porque hay apariencia es
que en tal caso evidencia. Lo aparente revela una posibilidad de la verdad de
la cosa. Lo que “aparece” tiene tres aspectos: el de verdad de la cosa, en cuanto
que ésta se identifica con el aspecto que ofrece; el de ocultamiento de esta verdad; y el de camino para llegar a ella. En el primer caso se dice que la cosa no
es sino el conjunto de sus apariencias o aspectos; en el segundo, que es algo situado más allá de la apariencia, la cual debe ser atravesado con el fin de alcanzar la esencia del ser; en el tercero, que sólo mediante la comprensión del aspecto o aspectos que ofrece una cosa podremos saber lo que verdaderamente
es.23 No olvidemos que la pulsión es para Freud el dato radical del funcionar
psíquico, que se puso en evidencia en las observaciones clínicas.
La pulsión es un “concepto”: El concepto es el elemento último de todos los
pensamientos. En esta caracterización implica una radical distinción entre el
concepto entendido como entidad lógica y el concepto tal como es aprehendido en el curso de los actos psicológicos. En este caso, nos interesa el concepto como entidad lógica o como concepto formal de un ente. El concepto es el
21. Ibídem. Pág. 114.
22. Ibídem. Pág. 117.
23. Ferrater Mora, José. Diccionario de Filosofía. Ob. Cit.
126
Los conceptos fundamentales en 1915
órgano de conocimiento de la realidad, porque se supone que no corta arbitrariamente las articulaciones de ella; las formas en que la realidad se distribuye y de que metafísicamente brota corresponden exactamente a los conceptos
que la mente forja. El término proviene de conceptus, que para los escolásticos
es una expresión semejante a la notio, pero con ciertos matices que conviene
destacar pues existen dos tipos de conceptos: 1.- Concepto formal de un ente:
el ente tal como está expreso en la mente y por la mente, siendo la última forma de la mente, porque representa formalmente la mente de la cosa conocida
o porque es el término formal de la concepción mental. Es en este sentido que
“la pulsión es un concepto”; se trata de un concepto con un objeto formal (la
pulsión); 2.- Concepto objetivo de un ente: el ente al que corresponde la noción mental. Es aquella cosa misma u objeto que es propio e inmediatamente
formal por el concepto y es conocido o representado formalmente en el mismo concepto. Pero, en todos casos el concepto debe ser entendido como entidad lógica, distinguiéndose del concepto tal como es aprehendido en el curso
de los actos psicológicos. El concepto queda así distinguido de la imagen, tanto como del hecho de su posibilidad o imposibilidad de representación. También debe ser distinguido de la palabra, del objeto, de las ideas, de los signos
y de los símbolos. A su vez, todo concepto tiene comprensión y extensión. La
comprensión de un concepto consiste en el hecho de que refiera justamente a
un objeto determinado, objeto que Freud determina a través de sus características el concepto de pulsión: fuente situada en el interior del organismo, fuerza
constante, incoercibilidad, y sus términos anexos: empuje, meta, fin y fuente.
La definición incluye tres parámetros: concepto fronterizo entre lo psíquico y
lo somático; representante psíquico de los estímulos que provienen del interior del cuerpo y alcanzan el alma; una medida de la exigencia de trabajo que
es impuesta a lo anímico a consecuencia de su trabazón con lo corporal. La extensión consiste en los objetos que el concepto comprende, en los objetos que
caen bajo el concepto, tales como: pulsiones de autoconservación y pulsiones
sexuales, pulsión de vida y pulsión de muerte, pulsión de escópica, pulsión de
dominio, etcétera.
La pulsión es un concepto fronterizo o concepto límite: El Diccionario de la
Real Academia Española señala que “fronterizo” alude a lo que está o sirve en
la frontera, que está enfrente de otra cosa; “frontera”: puesto o colocado enfrente (frentero); “límite”: término, confín o lindero de reinos, provincias, posesiones, etc.; término del cual no puede pasar el valor de una cantidad; “limítrofe”: confinante, aledaño; “limitar”: poner límites a un terreno, ceñir, fijar la
mayor extensión que pueden tener la jurisdicción, la autoridad o los derechos
y facultades. Por lo tanto, entendemos que Freud, al expresar que la pulsión es
un concepto límite, limítrofe o fronterizo (según las distintas traducciones) se
ha referido a un concepto que sirve de deslinde y frontera entre lo psíquico y
lo somático, o sea, de diferenciación. Justamente por separar, por hacer de lindero, también sirve de articulación entre lo psíquico y lo somático, siendo un
127
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
concepto articulador entre lo psíquico y lo somático, de un circuito entre ellos.
No es en vano la elección de la palabra límite de algunas traducciones, en tanto término de un valor de una cantidad que no se puede sobrepasar, pues sabemos que Freud se interesa mucho por la cuestión de la cantidad o Quantum
en cuestión de pulsión y por ello aludirá a “medida de la exigencia de trabajo”.
La situación fronteriza explica que Freud recurriera a la noción de representante de lo somático en lo psíquico.
Entre lo psíquico y lo somático: “Psíquico” y “somático” son los dos términos
diferenciales entre los cuales la pulsión funciona como concepto límite y articulador. “Psíquico” está referido al funcionar del psiquismo, de lo mental, y “somático” a lo sustancia corpórea del organismo. La definición presenta la pulsión como representante psíquico con una fuente en lo somático, fenómenos
orgánicos generadores de tensiones internas a las que el sujeto no puede escapar; pero, por el fin al que apunta la pulsión y los objetos a los que se adhiere,
tiene un destino esencialmente psíquico. Es de destacar que la relación entre
lo somático y lo psíquico no se concibe en forma de paralelismo ni de causalidad. La pulsión tiene una “fuente” en la zona erógena, que funciona como un
borde, que produce el “empuje” como tensión, que es siempre un lazo o circuito-vaivén que bordea el objeto que produce la satisfacción, de allí su carácter
circular, entre lo psíquico y lo somático. Por ello, lo fundamental de cada pulsión es el vaivén con que se estructura, tanto que podemos considerar que la
pulsión alcanza su satisfacción en el trayecto del circuito.
La pulsión como representante psíquico: “Representante psíquico” es un término utilizado por Freud para designar, dentro de su teoría de la pulsión, la expresión psíquica de las excitaciones endosomáticas. Unas veces es la pulsión
la que aparece como el representante psíquico de las excitaciones provenientes del interior del cuerpo y que afectan al alma; otras, la pulsión es asimilada al proceso de excitación somática, y es ella entonces la que es representada en el psiquismo por “representantes de la pulsión”, los cuales comprenden
dos elementos: el representante-representativo y el quantum de afecto. Esta
expresión de la pulsión “como representante psíquico de fuerzas que provienen del interior del cuerpo y alcanzan el alma”, corresponde a la idea de una
proveniencia orgánica que produce sus representantes psíquicos y esto es coherente con la idea freudiana de inscripción de representaciones, que es inseparable de la concepción de inconsciente.
La pulsión como una medida de la exigencia de trabajo: Lo primero que debemos destacar es: la pulsión es una medida. Volviendo al RAE24, “Medida” es
una expresión comparativa de las dimensiones o cantidades; lo que sirve para
medir; proporción o correspondencia de una cosa con otra; cantidad que cabe
cierto número de veces en cada uno de otras dos o más de la misma especie que
se comparan entre sí. La medida está en relación al quantum de afecto, que es
uno de los términos que expresan la hipótesis económica. En 1894, en “Neu24. Diccionario de la Real Academia de la lengua española. Ob. Cit.
128
Los conceptos fundamentales en 1915
ropsicosis de defensa” Freud plantea que en las funciones psíquicas es posible
diferenciar un quantum de afecto, suma de excitación, que posee todas las propiedades de una cantidad, aun cuando no estemos en condiciones de medirla,
algo que puede aumentar, disminuir, desplazarse, descargarse, y que se extiende sobre las huellas mnémicas de las representaciones como una carga eléctrica por la superficie de los cuerpos. La pulsión se define por un esfuerzo de
trabajo. El trabajo implica energeia, o sea, fuerza en acción y eficacia para producir un efecto. Por lo tanto, si Freud ha considerado la pulsión como trabajo,
sus vicisitudes corresponden a la lógica de la termodinámica, sobre la cual ya
nos hemos explayado, y a la lógica del metabole (del cambio y transformación),
que ha sido su modelo fisiológico, y se sostiene en el siguiente principio: los organismos vivos deben trabajar para mantener la vida. Lo cual implica procesos
con cambios de fase, tales como la acumulación de la energía (anabolismo) y
gasto energético (catabolismo). El cambio de fase es regulado por la función
entrópica. Así, la vida implica un permanente diabaimen (atravesamiento).25
La tesis del proceso primario como modo de funcionar del inconsciente implica una consideración de la problemática energética. Para Freud, en su teoría
de las pulsiones, la energía depende de la incidencia del orden somático (fuente somática) sobre lo anímico, por ello dice que esa exigencia de trabajo le es
impuesta a lo anímico a consecuencia de su trabazón con lo corporal. Ese trabajo se produce como una dimensión entrópica y la economía psíquica estará referida al trabajo del inconsciente. Más adelante veremos que este trabajo encuentra sus modos, su ciframiento, en un circuito o trayecto que se repite. Lo más importante por el momento es tener presente al inconsciente como
trabajador. Así, condensación y desplazamiento son las operaciones de ese trabajo, en donde continuamente se transfieren valores, cantidades de energía de
una representación a otra. De este modo se realiza una operación diabática,
de atravesamiento, que produce un cambio de fase en el metabole. Así como
Freud ha tomado la metáfora de la cinemática o de la termodinámica para representar el proceso inconsciente, también lo podemos pensar como el trabajo de las transacciones bancarias o bursátiles, en donde continuamente se realizan operaciones de transferencia de valores, tales como operaciones de crédito, giro de fondos, en donde se cotiza como valor lo que se puede transferir
(metáfora utilizada por J. Lacan).
En “El Proyecto de Psicología Científica”, Freud propone el supuesto de que
el decurso de los procesos anímicos es regulado automáticamente por el principio de placer, que se constituye desde la resolución de una tensión displacentera, coincidiendo con una disminución o con una evitación de displacer.
El “principio de placer” es uno de los dos principios que rigen el funcionamiento mental: el conjunto de la actividad psíquica tiene por finalidad evitar
el displacer y procurar el placer (en el sentido de descarga tensional, no hedónico). Dado que el displacer va ligado al aumento de las cantidades de excita25. Fried, George. Biology. Brooklyn College. 1990.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
ción, y el placer a la disminución de las mismas, el principio de placer constituye un principio económico. Una de las hipótesis constantes de Freud es que
el sistema percepción-conciencia sería sensible a una gran diversidad de cualidades provenientes del mundo exterior, mientras que del interior sólo percibiría los aumentos y disminuciones de tensión, que se traducen en una sola
gama cualitativa: la escala placer-displacer. Si bien generalmente se puede
considerar una equivalencia entre el placer y la reducción de tensión, y entre
el displacer y el aumento de tensión, Freud considera en “Más allá del principio del placer” de 1920 que existen tensiones placenteras (por ejemplo la sexual). Asimismo, aprecia que el principio de placer se halla más bien en oposición al mantenimiento de la constancia, ya sea porque la constancia corresponda al flujo libre de la energía o porque la constancia corresponda a la ligazón de la energía. Por esta vía, se puede preguntar si acaso el principio de placer no se encuentra al servicio de la pulsión de muerte.
El otro principio es el “principio de realidad” que forma pareja con el principio del placer, al cual modifica en la medida en que logra imponerse como
principio regulador. La búsqueda de la satisfacción ya no se efectúa por los caminos más cortos, sino mediante rodeos, y aplaza su resultado en función de
las condiciones impuestas por el mundo exterior. Considerado desde el punto
de vista económico, el principio de realidad corresponde a una transformación
de la energía libre en energía ligada; desde el punto de vista tópico, caracteriza
esencialmente al sistema preconsciente-conciente; desde el punto de vista dinámico, actúa en relación a la energía pulsional que se halla en relación al yo.
El “principio de constancia” es aquél a través del cual el aparato psíquico tiene a mantener la cantidad de excitación en él contenida a un nivel tan bajo o,
por lo menos, tan constante como sea posible. Esta constancia se obtiene, por
una parte, mediante la descarga de la energía ya existente; por otra, mediante
la evitación de lo que pudiera aumentar la cantidad de excitación, y la defensa contra este aumento. O sea, el objetivo es mantener constante la cuantía de
las excitaciones en el interior del aparato, lo cual se logra poniendo en marcha
los mecanismos de evitación frente a las excitaciones externas y de defensa y
descarga (abreacción) frente a los aumentos de tensión de origen interno. Este
principio de constancia está en relación al “principio de inercia. Respecto de
las excitaciones internas, el principio de inercia ya no puede funcionar sin experimentar una profunda modificación; en efecto, para que exista una descarga adecuada, es necesaria una acción específica que, para llevarse a cabo, exige una cierta reserva de energía.
130
Los conceptos fundamentales en 1915
Caracteres de la pulsión
Freud descubre la “esencia” de la pulsión en sus tres caracteres principales:
sus fuentes de estímulo están situadas en el interior del organismo; su emergencia como fuerza constante; su incoercibilidad.
La pulsión es un tipo de estímulo para lo psíquico que conserva su carácter
de esfuerzo constante; estos estímulos son la marca de un mundo interior. El
aparato psíquico funciona con una tendencia a liberarse de los estímulos que
le llegan, a trabajar con una energía mínima y constante, es por ello que frente
a muchos estímulos del mundo exterior tiende a sustraerse de ellos. Los estímulos pulsionales que se generan en el interior del organismo no pueden tramitarse mediante ese mecanismo. Por eso plantean exigencias muchas más
elevadas. Las pulsiones obligan al aparato a trabajar, puesto que producen un
aflujo continuado e inevitable de estímulos. Por ello, las pulsiones son genuinos motores de los progresos. La actividad del aparato psíquico está sometida
al principio del placer, es decir, es regulada de manera automática por sensaciones de la serie placer-displacer, por lo tanto vale pensar que el sentimiento de displacer tiene que ver con un incremento del estímulo pulsional y el de
placer con su disminución.
Los términos de la pulsión
Los términos de la pulsión son cuatro, a saber: Esfuerzo (Drang), Meta (Ziel),
Objeto (Objekt) y Fuente (Quelle).
1.- Esfuerzo (Drang): es su factor motor, la suma de fuerza o la medida de la
exigencia de trabajo que ella representa. Este carácter esforzante es una propiedad universal de las pulsiones y “aun su esencia misma”.26 Freud, producto de
la episteme de su época, se refiere a la esencia, la busca, y trata de encontrarla
justamente en el concepto que funciona como dato radical de la experiencia
psicoanalítica. El esfuerzo o empuje de la pulsión es lo que permite un circuito que atraviesa la superficie, más precisamente, el borde, de lo que es considerado como la fuente, es decir, la zona llamada erógena de la pulsión. La tensión es siempre un lazo y no puede disociarse de su regreso sobre la zona erógena. El esfuerzo permite un montaje pulsional.
2.- Meta (Ziel): la meta de una pulsión es la satisfacción que sólo puede alcanzarse cancelando el estado de estimulación en la fuente. Los caminos que
llevan a la satisfacción pueden ser muy diversos, se pueden presentar metas
próximas o intermedias, o también metas inhibidas -avanzan un trecho y luego experimentan una inhibición pudiendo producir una satisfacción parcial-.
La meta pulsional como satisfacción puede cumplirse en dos sentidos: en el
26. Ibídem. Pág. 117.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
trayecto o circuito, o sea, en el camino que tiene que recorrer, o en un punto
de descarga. De todos modos, el trayecto implica un “tour pulsional”.27 La pulsión pone de manifiesto un forzamiento al principio del placer, pues en su trayecto no siempre tiende a cumplirlo directamente.
3.- Objeto (Objekt): es aquello que permite alcanzar la meta. Es lo más variable en la pulsión, nada está preestablecido, sino que ocupa el lugar de objeto todo aquello que permite la satisfacción. No solamente son objetos externos, puede ser una parte del cuerpo. También puede ocurrir que el mismo objeto sirva simultáneamente a la satisfacción de las dos pulsiones primordiales.
Respecto del modelo de satisfacción autoerótica Lacan propone “una boca que
se besa a sí misma”, una boca cerrada en la que, en el análisis, vemos asomar
al máximo, en ciertos silencios, la instancia pura de la pulsión oral cerrándose
sobre su satisfacción.28 El objeto es lo que más nos obliga a distinguir la cuestión de la satisfacción, que de hecho no es otra cosa más que la presencia de
un hueco, de un vacío, que, según Freud, cualquier objeto puede ocupar y que
sólo se conoce en la forma del objeto perdido. La libido realiza una búsqueda del objeto organizando modos de satisfacción. A partir de la primera experiencia de satisfacción, podemos ubicar aquello referente al orden del deseo,
a la búsqueda del objeto que organiza el sistema de las representaciones regidas por las leyes del proceso primario del funcionamiento del inconsciente. En
el aparato psíquico regido por el principio del placer (pero gobernado por el
“más allá del principio del placer”) se produce algo que Freud llama ganancia
de placer y que debemos entender como satisfacción de la pulsión. La ganancia de placer es un excedente que acompaña a la realización del deseo siempre insatisfecho. Hay una diferencia pero también una relación entre lo que es
del orden del deseo como realización destinada a fracasar y lo que allí se produce como satisfacción de la pulsión. El objeto de la pulsión oral no se presenta como el alimento primigenio, sino que se presenta porque no hay alimento alguna que satisfaga nunca la pulsión oral, a no ser contorneando el objeto
eternamente faltante. Aunque la boca quede ahíta (satisfecha hasta la indigestión) -esa boca que se abre en el registro de la pulsión- no se satisface con comida sino con el placer de la boca.29 El planteo de Freud al respecto de la arbitrariedad del objeto, de que no existe una armonía preestablecida al respecto
de la pulsión y el objeto, resulta coherente si se tiene en cuenta la teorización
del “El proyecto de Psicología Científica” de 1895, al respecto del objeto perdido y de la imposibilidad de conseguir la identidad de percepción. Freud destaca
predominantemente cuatro objetos para la pulsión, según la experiencia clínica: oral, anal, escópico (mirada, ver - ser visto) e invocante (palabra-llamada).
27. Lacan, J. El Seminario de Jacques Lacan. Libro 11.Los cuatro conceptos fundamentales
del psicoanálisis. Paidós. Buenos Aires. 1986. Pág. 186.
28. Ibídem. Pág. 187.
29. Ibídem. Pág. 187.
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Los conceptos fundamentales en 1915
4.- Fuente (Quelle): es el proceso somático, interior a un órgano o a una parte del cuerpo, cuyo estímulo es representado en la vida anímica por la pulsión.
Es la zona erógena, su borde.30
Las pulsiones primordiales
Freud ha distinguido, primeramente, dos tipos de pulsiones, que no se pueden descomponer en otras, por eso las llamó “primordiales”. Entre ellas distinguió dos grupos: pulsiones yoicas o de autoconservación y pulsiones sexuales. Sin embargo, ya en 1915 nos advierte, que no conviene dar a esta clasificación el carácter de “premisa necesaria”, sino que es una “construcción auxiliar
que sólo ha de mantenerse mientras resulte útil” siendo posible que un estudio más exhaustivo obligue a “enmendar” la fórmula y, por tanto, a agrupar de
otro modo las pulsiones primordiales.31 La primera distinción se originó en los
inicios del psicoanálisis, pues en los primeros fenómenos que Freud estudió,
otorgó mucha importancia a la raíz de las afecciones en algún conflicto entre
los reclamos de la sexualidad y del Yo. Las pulsiones yoicas o de autoconservación están referidas a las grandes necesidades o las grandes funciones indispensables para la conservación del individuo, siendo su modelo el hambre y la
alimentación. Las pulsiones sexuales se apoyan en estas, -por ejemplo, a nivel
oral, el placer sexual encuentra su apoyo en la actividad de nutrición-, como lo
afirma en “Tres ensayos sobre la teoría sexual” de 1905. Las pulsiones yoicas,
en tanto que sólo pueden satisfacerse con un objeto real, efectúan muy pronto el tránsito del principio del placer al principio de realidad, hasta el punto de
convertirse en agentes de la realidad, oponiéndose así a las pulsiones sexuales,
que pueden satisfacerse en forma de fantasía autoerótica, y permanecen durante más tiempo bajo el dominio del principio de placer. Freud da una caracterización general de las pulsiones sexuales: son numerosas, brotan de múltiples fuentes orgánicas, al comienzo actúan con independencia unas de otras
y sólo después se reúnen en una síntesis más o menos acabada. La meta a que
aspira cada una de ellas es el logro del placer de órgano -placer adscripto a un
órgano específico del cuerpo-; sólo tras haber alcanzado una síntesis cumplida entran al servicio de la función de reproducción. En su primera aparición
se apuntalan, es decir, se apoyan, en las pulsiones de conservación y también
en el hallazgo de objeto, siguiendo los caminos que les indican las pulsiones
yoicas. Una parte de ellas continúan asociadas siempre a estas últimas proveyendo de componentes libidinosos. Fácilmente pueden cambiar sus objetos
-cambios de vía- y a consecuencia de ello pueden satisfacerse con metas muy
diversas y hasta son pasibles de sublimación.
30. Recomendamos las precisiones de J. Lacan sobre este concepto.
31. Freud, S. “Pulsiones y destinos de pulsión”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit.
Vol. XIV. Pág. 120.
133
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
Aclaremos algunas nociones: 1.- “Placer de órgano” es la modalidad de placer que caracteriza la satisfacción autoerótica de las pulsiones parciales: la excitación de una zona erógena se apacigua en el mismo lugar en que se produce, independientemente de la satisfacción de las otras zonas y sin relación directa con la realización de una función; 2.- “Zona erógena” es toda región susceptible de ser asiento de una excitación, ciertas regiones tale como: zona oral,
anal, uretro-genital, pezones mamarios; 3.- “Pulsión parcial”: se designa con
este término los elementos que vienen especificados por una fuente -pulsión
oral, anal- y un fin -pulsión escópica-. Freud aclara que “parcial” no significa
solamente que las pulsiones parciales constituyen especies pertenecientes a
la clase de la pulsión sexual en general; debe tomarse sobre todo en un sentido genético y estructural: las pulsiones parciales funcionan al principio independientemente y tienen a unirse en las diferentes organizaciones libidinales.
Los destinos de la pulsión
Freud circunscribió el estudio de los destinos pulsionales sobre las pulsiones sexuales indagando sobre los distintos destinos que pueden experimentar
en el curso de su desarrollo. Aclara, a su vez, que estos destinos pueden tenerse en cuenta como variedades de la defensa contra las pulsiones. En el texto
enumera cuatro destinos, y le agregamos un quinto que Freud trabaja en otros
textos. Entonces tendremos: el trastorno hacia lo contrario, la vuelta hacia la
persona propia, la represión, la sublimación, y la angustia .
1.- El trastorno hacia lo contrario implica un cambio de meta o de contenido. Freud considera en este tópico dos procesos: a.- Cambio de meta: implica
el proceso que se resuelve por la vuelta de la pulsión de la actividad a la pasividad, entre ellos: Sadismo-masoquismo y Voyeurismo-exhibicionismo; b.- Cambio de contenido: mudanza de amor en odio.
2.- La vuelta hacia la persona propia ocupa un lugar esencial el cambio de
objeto, manteniéndose inalterada la meta. “La mudanza pulsional mediante trastorno de la actividad en pasividad y mediante la vuelta sobre la persona
propia nunca afecta a todo el monto de la moción pulsional. La dirección pulsional más antigua, activa, subsiste en cierta medida junto a la más reciente,
pasiva, aunque el proceso de la trasmudación pulsional haya sido muy extenso. Todas las etapas de desarrollo de la pulsión, tanto la etapa previa autoerótica cuanto las conformaciones finales en activa y pasiva, subsisten unas junto
a las otras. Los destinos de pulsión que consisten en la vuelta sobre el yo propio y en el trastorno de la actividad en pasividad dependen de la organización
narcisista del yo y llevan impreso el sello de esta fase”.32
En cuanto al par de opuestos “sadismo-masoquismo”, Freud ofrece una explicación del proceso en tres tiempos, del siguiente modo: a.- El sadismo con32. Ibídem. Pág. 125-6.
134
Los conceptos fundamentales en 1915
siste en una acción violenta, en una afirmación de poder dirigida a otra persona como objeto; b.- Este objeto es resignado y sustituido por la persona propia. Con la vuelta hacia la persona propia se ha consumado también la mudanza de la meta pulsional activa en una pasiva; c.- Se busca de nuevo como objeto una persona ajena, que, a consecuencia de la mudanza sobrevenida en la
meta, tiene que tomar sobre sí el papel del sujeto.33
Strachey aclara que en este texto, “sujeto” y “objeto”,34 se utilizan para designar, respectivamente, a la persona en quien se origina una pulsión u otro estado
psíquico, y a la persona o cosa a la cual aquella se dirige. En este caso “sujeto”
designa a la persona que desempeña el papel activo en la relación -el agente -.
Respecto del par sadismo-masoquismo, de acuerdo a las observaciones clínicas, Freud tiene razones para suponer que las sensaciones de dolor, como otras
sensaciones de displacer, desbordan sobre la excitación sexual y producen un
estado placentero en aras del cual puede consentirse aun el displacer del dolor. Aclarando que una vez que el sentir dolores se ha convertido en una meta
masoquista, puede surgir la meta sádica de infligir dolores, en donde produciéndolos en otro, el sujeto mismo los goza de manera masoquista en la identificación con el objeto que sufre. Desde luego, en ambos casos, no se goza el dolor mismo, sino la excitación sexual que lo acompaña.35 Freud extiende la noción de masoquismo más allá de la perversión descrita por los sexólogos. Por
una parte, al reconocer elementos masoquistas en numerosos comportamientos sexuales, y rudimentos del mismo en la sexualidad infantil, y, por otro, al
describir formas que de él derivan, especialmente el “masoquismo moral”, en
el cual el sujeto, debido a un sentimiento de culpabilidad inconsciente, busca la situación de víctima, sin que en ello se halle directamente implicado un
placer sexual -recordemos lo explicitado en “El tratamiento del alma”-. La hipótesis desarrollada en 1915 fue revisada en 1924 en “El problema económico del masoquismo” que pasaremos a considerar sintéticamente. En él Freud
distingue tres formas de masoquismo: erógeno, femenino y moral. El masoquismo erógeno implica la ligazón del placer sexual al dolor. El término “masoquismo femenino” si bien hace pensar en la mujer, representa una posibilidad inmanente en todo ser humano, y se refiere a las fantasías masoquistas
o fantasmas -por ejemplo, el trabajo de Freud en “Pegan a un niño” en 1919-.
El “masoquismo moral” conlleva a los sujetos al sentimiento inconsciente de
culpa y a una necesidad inconsciente de castigo, modos que pueden estar totalmente desexualizados.
La fantasía fundamental “Pegan a un niño” surge como resultado de una
observación clínica de Freud según unas observaciones: una parte importante
33. Ibídem. Pág. 123.
34. Strachey, J. “Introducción” en: “Pulsiones y destinos de pulsión”. Sigmund Freud Obras
Completas. Ob. Cit. Pág. 107-112.
35. Freud, S. “Pulsiones y destinos de pulsión”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit.
Vol. XIV. Pág. 124.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
de las satisfacciones libidinales del sujeto parece absorbida en esa fantasía que
se revela con una gran culpabilidad y se articula a través de la frase: “Se pega a
un niño”. En “se pega” el sujeto está como espectador, y el personaje que pega
es todopoderoso –maestro, rey, tirano–. Lo esencial es el avatar de la fantasía y
sus transformaciones en tres tiempos: 1.- El padre pega a un hermanito o una
hermanita, negando amor a ese niño que sufre los malos tratos, y esto es lo que
provoca placer al sujeto que observa; 2.- La convergencia del material analítico
impone la reconstrucción de un segundo estado de la fantasía, que marca una
relación privilegiada del niño con su padre: es otro el golpeado. El retorno culpable del deseo edípico requiere que el sujeto se haga objeto del castigo; 3.- La
doble transformación: la figura del padre se transforma en persona omnipotente y despótico, forma en general de la postura de pegar, y el sujeto se presenta bajo la forma de esos niños multiplicados que ni siquiera son de su propio
sexo: “se pega a un niño”. Lo que se conserva en esta forma última de la fantasía
constituye el soporte de las satisfacciones que el sujeto podrá evocar.36 Freud le
da significado a la satisfacción que provoca esta tercera fase de la fantasía diciendo que es una representación agradable que el padre azote al niño odiado
La fantasía de la época del amor incestuoso había dicho: “El (el padre) me ama
sólo a mí, no al otro niño, pues a este le pega”. La conciencia de culpa no sabe
hallar castigo más duro que la inversión de este triunfo: “No, no te ama a ti, pues
te pega”. Entonces la fantasía de la segunda fase, la de ser uno mismo azotado
por el padre, pasaría a ser la expresión directa de la conciencia de culpa ante
la cual ahora sucumbe el amor por el padre. Así pues, la fantasía ha devenido
masoquista. En todos los casos es la conciencia de culpa el factor que trasmuda el sadismo en masoquismo. Pero ciertamente no es este el contenido íntegro del masoquismo. Cuando la represión afecta la organización genital recién
alcanzada, no es la única consecuencia de ello que toda subrogación psíquica
del amor incestuoso deviene o permanece inconsciente, sino que se agrega esta
otra: la organización genital misma experimenta un rebajamiento regresivo. “El
padre me ama” por medio de la regresión se muda en “El padre me pega” (soy
azotado por el padre). Este ser-azotado es ahora una conjunción de conciencia de culpa y erotismo; no es solo el castigo por la referencia genital prohibida, sino también su sustituto regresivo, y a partir de esta última fuente recibe
la excitación libidinosa que desde ese momento se le adherirá y hallará descarga en actos onanistas. Ahora bien, no sólo esta es la esencia del masoquismo.
Concebimos como una sustitución a la fantasía notoria de paliza de la tercera
fase, su configuración definitiva en que el niño fantaseador sigue apareciendo
a lo sumo como espectador, y el padre se conserva en la persona de un maestro u otra autoridad. La fantasía, semejante ahora a la de la primera fase, parece haberse vuelto de nuevo hacia el sadismo. Produce la impresión como si en
la frase “El padre pega al otro niño, sólo me ama a mí” el acento se hubiera re36. Lacan, J. Las formaciones del inconsciente. Transcripción de J. B. Pontalis. Nueva Visión.
Buenos Aires. 1970.
136
Los conceptos fundamentales en 1915
tirado sobre la primera parte después que la segunda sucumbió a la represión.
Sin embargo, no sólo la forma de esta fantasía es sádica; la satisfacción que se
gana con ella es masoquista, su intencionalidad reside en que ha tomado sobre sí la investidura libidinosa de la parte reprimida y, con esta, la conciencia
de culpa que adhiere al contenido.
En “Más allá del principio del placer” (1920) la noción de pulsión de muerte lleva a Freud a una reconsideración del problema del masoquismo. Considera al masoquismo como la vuelta de la pulsión hacia el Yo propio, siendo un
retroceso a una fase anterior de aquella, una regresión, y de ese modo puede
considerar un masoquismo primario.37 Aunque todavía no hemos desarrollados las reformulaciones de 1920, no perderemos la ocasión, de referirnos a la
distinción que Freud realiza a partir de las mismas: 1.- un masoquismo primario entendiendo por él un estado en el que la pulsión de muerte se dirige sobre
el propio sujeto, originariamente, aunque ligada por la libido y unida a ésta;
2.- un masoquismo secundario que consiste en una vuelta del sadismo contra
el propio sujeto, que se añade al masoquismo primario. La idea de un masoquismo irreductible sólo fue admitida por Freud una vez establecida la hipótesis de la pulsión de muerte.38
Respecto del par voyeurismo-exhibicionismo, se trata de pulsiones que tienen
por meta, respectivamente, el ver y el mostrarse. También en este caso Freud
distingue las mismas etapas (tres tiempos) que en el caso anterior: a.- El ver
como actividad; b.- La resignación del objeto, la vuelta de la pulsión de ver hacia una parte del cuerpo propio, y por tanto el trastorno en pasividad y el establecimiento de la nueva meta: ser mirado; c.- La inserción de un nuevo sujeto,
al que uno se muestra a fin de ser mirado por él. La meta activa aparece más
temprana que la pasiva, el mirar precede al ser-mirado. Inicialmente la pulsión
de ver es autoerótica, tiene un objeto que se encuentra en el cuerpo propio y
solo más tarde permuta por un objeto en el cuerpo ajeno. 39
3.- La trasposición de amor en odio es el caso de la mudanza de una pulsión
en su contrario en cuanto a su contenido. Freud realiza principalmente dos
aclaraciones al respecto: a. La frecuencia de la presentación de ambos sentimientos dirigidos simultáneamente al mismo objeto, coexistiendo la tendencia amorosa con la hostil, permiten sostener la posibilidad de una ambivalencia de los sentimientos; b. Si bien estos sentimientos tienen un vínculo muy íntimo con la sexualidad, no se debe considerar el amar como una pulsión parcial de la sexualidad, sino como la expresión de la aspiración sexual. El amar es
susceptible de tres oposiciones: 1.- amar / odiar; 2.- amar/ser-amado; 3.- amarodiar/ indiferencia. Luego Freud va a cambiar el orden por el siguiente: Prime37. Freud, S. “Más allá del principio del placer”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit.
Vol. XVIII. Pág. 53.
38. Esta teorización fue reformulada posteriormente por J. Lacan.
39. Freud, S. “Pulsiones y destinos de pulsión”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit.
Vol. XIV. Pág. 125.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
ro la indiferencia, luego el odio y por último el ser amado. El amar no es susceptible de una sola oposición, sino de tres. Además de la oposición amar-odiar,
hay la que media entre amar y ser-amado, y, por otra parte, amar y odiar tomados en conjunto se contraponen al estado de indiferencia. De estas tres oposiciones, la segunda, la que media entre amar y ser-amado, se corresponde por
entero con la vuelta de la actividad a la pasividad y admite también, como la
pulsión de ver, idéntica reconducción a una situación básica: amarse a sí mismo. Según sean el objeto o el sujeto los que se permuten por uno ajeno, resultan las aspiraciones de meta activa, el amar, o la de meta pasiva, el ser-amado,
de las cuales la segunda se mantiene próxima al narcisismo.
Los otros destinos de la pulsión no son trabajados en el escrito “Pulsiones
y destinos de pulsión”, empero ya hemos tratado sobre la represión, y esta
será la ocasión de comentar algo al respecto del mecanismo de sublimación
y la angustia.
La sublimación es un proceso postulado por Freud para explicar ciertas actividades humanas que aparentemente no guardan relación con la sexualidad, pero que hallarían su energía en la fuerza de la pulsión sexual. Freud describió como actividades de sublimación principalmente la actividad artística
y la investigación intelectual. Se dice que la pulsión se sublima, en la medida
en que se deriva hacia un nuevo fin, no sexual, y apunta hacia objetos socialmente valorados. El término “sublimación”, introducido en psicoanálisis por
Freud, evoca a la vez la palabra sublime, utilizada especialmente en el ámbito
de las bellas artes para designar una producción que sugiere grandeza, elevación, y, también la significación utilizada en química para designar el proceso
que hace pasar directamente un cuerpo de estado sólido a gaseoso. A lo largo
de toda su obra, Freud recurre al concepto de sublimación con el fin de explicar, desde un punto de vista económico y dinámico, ciertos tipos de actividades sostenidas por un deseo que no apunta, en forma manifiesta, hacia un fin
sexual: por ejemplo, creación artística, investigación intelectual y, en general,
actividades a las cuales una determinada sociedad concede gran valor. Freud
busca la fuente última de estos comportamientos en una transformación de la
pulsión sexual en donde la misma se pone a disposición del trabajo cultural,
desplazando su fin sin perder su intensidad. Desde el punto de vista descriptivo, las formulaciones freudianas referentes a la sublimación jamás fueron llevadas muy lejos. El ámbito de las actividades sublimadas queda mal delimitado: así, por ejemplo, ¿debe incluirse entre ellas todo el trabajo del pensamiento o sólo ciertas formas de creación intelectual? El hecho de que las actividades
llamadas sublimadas son objeto, en una determinada cultura, de una valoración social especial, ¿debe considerarse como una característica fundamental
de la sublimación? ¿O bien ésta engloba también el conjunto de las actividades llamadas adaptativas, por ejemplo el trabajo? ¿El cambio que interviene en
el proceso pulsional afecta solamente al fin, como sostuvo Freud durante mucho tiempo, o simultáneamente al fin y al objeto de la pulsión? Sobre esta últi-
138
Los conceptos fundamentales en 1915
ma cuestión en las “Lecciones de Introducción del Psicoanálisis” refiere que se
produce cierto tipo de modificación del fin y del cambio del objeto, en el cual
entra en consideración la valoración social. Esta incertidumbre se vuelve a encontrar en el aspecto metapsicológico, como observó el propio Freud en “Un
recuerdo infantil de Leonardo Da Vinci”, texto dedicado a la elaboración intelectual y artística. No pretendemos exponer aquí una teoría sobre la sublimación, que no se desprende de los elementos, relativamente poco elaborados por
Freud. Nos limitamos a indicar algunas direcciones del pensamiento freudiano: a.- La sublimación afecta electivamente a las pulsiones parciales, en especial aquellas que no logran integrarse en la forma definitiva de la genitalidad.
Las fuerzas utilizadas para el trabajo cultural provienen en gran parte de la represión de “los elementos perversos de la excitación sexual”; b.- Desde el punto de vista del mecanismo, Freud indicó sucesivamente dos hipótesis. La primera se basa en la teoría del apoyo de las pulsiones sexuales sobre las pulsiones de autoconservación. De igual modo que las funciones no sexuales pueden contaminarse con la sexualidad -como, por ejemplo, en las somatizaciones histéricas- también la atracción de las fuerzas de la pulsión sexual puede
derivarse hacia fines no sexuales, es decir, la sublimación de la sexualidad. Esta
hipótesis se halla subyacente en el estudio de Freud sobre Leonardo Da Vinci.
Con la introducción del concepto de narcisismo y con la última teoría del
aparato psíquico, se anticipa otra idea. La transformación de una actividad sexual en una actividad sublimada -dirigiéndose hacia objetos externos independientes- requeriría un tiempo intermedio, que Freud en “El yo y el ello”, describe como “la energía del Yo desexualizada y sublimada”, susceptible de ser
desplazada sobre actividades no sexuales. Se trata de una energía de desplazamiento, de libido desexualizada, a la cual llama “libido sublimada”, puesto que,
sirviendo para instituir la intención de unificación del Yo, tendría la intención
fundamental del Eros, que es la de unir y ligar. Así se puede considerar que la
sublimación depende íntimamente de la dimensión narcisista del Yo, de forma que volvería a encontrarse, a nivel del objeto al que apuntan las actividades
sublimadas, el mismo carácter de totalidad que Freud asigna al Yo. Para finalizar, solamente queremos señalar otras cuestiones: a.- En la medida en que la
teoría de la sublimación quedó poco elaborada en Freud, también ha permanecido confusa su delimitación con respecto a otros procesos tales como formación reactiva, inhibición en cuanto al fin, idealización, represión. Asimismo, aunque Freud considera esencial la capacidad de sublimación para el resultado del tratamiento, no mostró concretamente en qué forma interviene. Si
bien la hipótesis de la sublimación fue enunciada a propósito de las pulsiones
sexuales, Freud sugirió también la posibilidad de una sublimación de las pulsiones agresivas. La ausencia de una desarrollada teoría de la sublimación sigue siendo una de las lagunas del pensamiento psicoanalítico.
Respecto de la angustia como destino de la pulsión, ha sido desarrollado relativo a la vía de formación de síntomas.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
Las tres polaridades de la vida anímica
El estudio de las vicisitudes de la pulsión y su función en la vida anímica, permitió a Freud reconocer en la misma tres polaridades:1.- La polaridad sujetoobjeto se discierne en períodos tempranos a través de una experiencia simple:
mediante una acción se puede cancelar los estímulos exteriores, no siendo eficaz respecto de los interiores. Esta polaridad coincide con Yo = sujeto, afuera =
objeto. 2.- La polaridad placer-displacer constituye la serie de las sensaciones.
3. La polaridad activo-pasivo es más compleja: El Yo se comporta pasivamente
hacia el mundo exterior en la medida en que recibe estímulos de él, y activamente cuando reacciona frente a estos. Las pulsiones compelen sobremanera
a una actividad hacia el mundo exterior, sobre todo las de autoconservación.
El Yo-sujeto es pasivo hacia los estímulos exteriores y activo por sus pulsiones
propias.40 Luego la teoría freudiana hace coincidir activo-masculino y pasivofemenino y él mismo admite que este discernimiento se apoya en la biología.
Estas polaridades entran en distintos tipos de enlaces, pero existe una situación psíquica originaria en que dos de ellas coinciden. El Yo se encuentra
originariamente, al comienzo mismo de la vida anímica, investido por pulsiones, y es en parte capaz de satisfacer sus pulsiones en sí mismo. A este estado Freud lo denomina “narcisismo” y “autoerotismo” a la posibilidad de satisfacción. Por lo tanto en ese tiempo el Yo-sujeto coincide con lo placentero y el
mundo exterior con lo indiferente y eventualmente, en cuanto fuente de estímulos, con lo displacentero.
Las pulsiones de autoconservación, que no se satisfacen autoeróticamente,
perturban el estado narcisista primordial y preparan los ulteriores progresos.
“El estado narcisista primordial no podría seguir aquel desarrollo si todo individuo no pasara por un período en que se encuentra desvalido (indefensión) y
debe ser cuidado y durante el cual sus urgentes necesidades le fueron satisfechas por el aporte desde afuera”.41
Por influjo de las pulsiones de satisfacción autoerótica se promueve la desviación hacia un “Yo-placer”, mientras que las pulsiones libidinosas no-autoeróticas y las pulsiones de autoconservación promueven hacia un “Yo-realidad”.
Las pulsiones empujan al progreso psíquico y a la construcción yoica, así se
generarán tres etapas: Yo realidad inicial, Yo purificado de placer, y Yo realidad
definitivo. En un principio se conforma un “Yo-realidad inicial” (distinción del
adentro y el afuera) a través de un acto psíquico que consiste en la inscripción
de una marca objetiva, marca de la caída de tensión posterior a una acción mediante la cual el aparato psíquico se descarga hacia afuera del cúmulo de tensión. Esta descarga permite la experiencia de placer, y el estado de tensión anterior retrospectivamente quedará como vivencia de displacer. Por tanto, esta
marca debe pensarse como una marca de diferencia. A su vez, se distingue el
40. Ibídem. Pág. 129.
41. Ibídem.
140
Los conceptos fundamentales en 1915
adentro pues del estímulo interior no se puede rehuir, mientras del estímulo
exterior se puede huir mediante una acción. A través del trabajo pulsional, este
yo-realidad inicial se muda en “Yo-purificado-de-placer” cuya característica es
el cese de la tensión. La consecuencia es que el mundo exterior se descompone según su relación con la posibilidad de producir placer. Entonces, se incorporan al Yo los objetos del mundo exterior que sirven para el cese de la tensión
y permiten el reinado del principio del placer y el resto del mundo exterior le
es ajeno conjuntamente con componentes del yo propio que arroja al mundo
exterior, sintiendo a este exterior como hostil. O sea, se trata de una división
que sigue el capricho del principio del placer e inventa un Yo todo placer y un
afuera hostil. Freud puntualiza: “Después de este reordenamiento, ha quedado restablecida la coincidencia de las dos polaridades de este modo: Yo-sujeto coincide con placer y Mundo exterior coincide con displacer (desde una indiferencia anterior)”.42
Luego la etapa narcisista es relevada por la etapa del objeto y entonces placer y displacer significan relaciones del Yo con los objetos identificándose dos
tipos de movimientos: atracción y repulsión (amor-odio). De este modo se instala el “Yo-realidad definitivo”. Para realizar una síntesis sobre el tema tomaremos el texto “Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico”43,
en donde Freud trabaja sobre la idea de la transformación de un temprano “yoplacer” en un “Yo-realidad”, pasando por consideraciones tales como: Las pulsiones sexuales, que desde el comienzo reclaman un objeto, así como las pulsiones yoicas, que nunca se satisfacen de manera autoerótica, perturban el estado narcisista primordial y preparan para ulteriores progresos. El estado narcisista primordial no podría seguir aquel desarrollo si todo individuo no pasara
por un período en que se encuentra desvalido y debe ser cuidado, y durante el
cual sus urgentes necesidades le fueron satisfechas por el aporte desde afuera,
frenándose así su desarrollo. O sea: la función del auxilio ajeno -ya mencionada
en El Proyecto- que devendrá en “complejo del semejante”, ha dejado sus marcas en el quehacer pulsional, marcas que parecieran estar en relación al objeto
perdido. El “Yo-realidad inicial”, por influencia del principio del placer, es reemplazado por un “Yo-placer” o “Yo puro placer”, a consecuencia de que las pulsiones libidinosas de satisfacción autoerótica lo alientan a este emplazamiento. Luego, impulsado por las pulsiones libidinosas no-autoeróticas y las pulsiones de autoconservación, no tiene más camino que promoverse como “Yorealidad”. Se entiende, teniendo en cuenta este desarrollo, por qué dice que el
Real-Ich es la razón de que ciertos elementos estén investidos pulsionalmente.
42. Ibídem. Pág. 131.
43. Freud, S. “Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico”. Sigmund Freud
Obras Completas. Ob. Cit. Vol. XII. Pág. 217 y ss.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
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CAPITULO VI
Revisión de la teoría
pulsional en 1920
El aparato funciona a partir de una diferencia
Es nuestra intención ubicar al lector en el texto “Mas allá del principio del
placer” (1920) tan central en la obra freudiana. Recomendamos primero que
el interesado tenga una lectura previa de los textos metapsicológicos y de las
nociones denominadas “económicas” en la obra de Freud. El objetivo de este
escrito freudiano, escandaloso por cierto, está en demostrar que más allá de
la acción dialéctica del principio del placer y el principio de realidad existe un
tercer término, propiamente más primitivo y original, independiente de ambos, que es la compulsión de repetición sostenida por la pulsión de muerte.
El concepto de repetición es un concepto esencial y problemático en psicoanálisis. Esencial en tanto se refiere a lo económico, o sea, al lugar de la pulsión
de muerte en la metapsicología. Problemático en tanto nos muestra la crudeza
de una relación que podríamos denominar: sexualidad-muerte, o en otros términos, deseo- goce (goce en tanto nombre de la pulsión de muerte). Complejo, pues el abordaje que se requiere para orientarse en la articulación del tema,
circula por algunos carriles en los cuales hay que tener en cuenta pilares que
permitan armar un recorrido, pues se trata de una estructura que posee lógica.
Ellos son algunos textos de Freud: “El Proyecto de psicología científica”; el Cap.
VII de “La Interpretación de los Sueños”; “Introducción del narcisismo”; “Recuerdo, Repetición y Elaboración”; “Más allá del Principio del Placer” y finalmente
“El Malestar en la Cultura” -ya nos hemos referido a algunos de ellos-. Desde
“El Proyecto” con algunos cambios que aparecen en el Cap. VII de “la ciencia de
los sueños”, el planteo de Freud se sostiene en una premisa: el aparato funciona
a partir de una diferencia que queda inscripta como huella. Entonces, nos encontramos con dos cuestiones correlativas: la huella y la diferencia. Huella que
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
Freud concibe inicialmente como marca de una tensión, como pura inscripción
de un estado desconocido relativo a diferencias de tensiones en el aparato, inscripción de diferencia entre una cierta homogeneidad de la no tensión y el discretismo que impone la necesidad. Huella y diferencia que podrían plantearse
como huella de la diferencia y diferencia que impone la huella. Por lo tanto decimos que no hay marca sin diferencia y no hay diferencia que no sea marca.
El hombre, en tanto que sujeto, es “marcado”, es sujeto de la diferencia, y
constituyendo la única posibilidad de ser sujeto, en tanto sujetado a la marca de
diferencia. Concluyentemente diremos: Sujeto a una marca, a una huella, a una
diferencia. Si nos detenemos un poco más sobre la cuestión, podemos pensar el
funcionamiento del aparato psíquico inicial como subordinado a un juego de
diferencias que buscan ser anuladas. En ello consiste el Principio del Placer. Es
lo que teoriza Freud cuando se refiere al principio que rige el psiquismo a partir de un estado de displacer que busca su resolución por medio de la descarga.
El Principio del placer como ya subordinado a un otro principio no formulado,
pero funcionando más allá de él. Porque si el mismo busca esa anulación de la
tensión, si busca la descarga, hay funcionando en el aparato contraentrópicamente “un algo más”, que mantiene las diferencias en vilo, que hace del Principio del Placer, hasta cierto punto un principio fracasado. Tengamos presente la
concepción del Sistema Psi. La tensión de necesidad original, deja una inscripción, que no es la tensión, sino la huella mnémica consecuente. Nos explicaremos refiriéndonos nuevamente al ejemplo freudiano de “El Proyecto”: El bebé
busca descargar la tensión de necesidad original por medio de la motricidad -el
llanto-, y la madre acude presurosa a darle el pecho, calmando esta tensión de
necesidad. El pecho queda inscripto así como imagen mnémica del objeto de
satisfacción -no será una imagen fotográfica sino en todo caso una imagen representativa, signos, marca-. La caída del exceso de tensión produce la vivencia primaria de satisfacción y liga la relación entre la huella y la imagen. El sujeto a partir del conocimiento de esta experiencia de satisfacción busca reiterar
la vivencia mediante el encuentro de un objeto idéntico en sus signos al objeto
de satisfacción original. Es lo que Freud llama identidad de percepción. Se inicia de este modo un movimiento constante de búsqueda de lo idéntico y encuentro de lo diferente, cualquier objeto que se presente no va a poder ocupar
el lugar de aquél, no va a poder ser idéntico al original. Y no porque necesariamente sea diferente en sí, sino por la marca que imaginariamente el sujeto ha
colocado en ese objeto original, la vivencia “primaria” en tanto que primaria es
irrepetible. Es la condición de lo primero, nunca habrá otro primero. También
es importante tener en cuenta que luego de la primera inscripción, se instauran condiciones de búsqueda que en el inicio no estaban. Ante un nuevo estado de elevación de la tensión, se buscará la resolución de la misma a través de
ligar la energía buscando el objeto de descarga en el interior del aparato. Freud
ofrece como ejemplo que ante un nuevo estado de hambre, que causa el elevamiento del estado de tensión, el niño primero alucinará el pecho materno.
144
Revisión de la teoría pulsional en 1920
Lo importante que queremos destacar es la articulación siguiente: hay una
dirección de búsqueda, y lo que da cuenta de esta dirección de búsqueda es el
deseo; hay una dirección de encuentro, y lo que da cuenta de la dirección del
encuentro es la posición del objeto como aquello que: a.- bien tiene lo que al
sujeto le falta, instaurando una lógica imaginaria, narcisista, en donde el objeto complementa al sujeto, funciona el usufructo; b.- bien no tiene lo que al otro
le falta- instaurando un espacio que corresponde al tiempo de inclusión en el
orden simbólico, del posicionamiento del sujeto como deseante. Pero en ambos casos siempre o hay un más que el otro tiene o hay un menos que al otro le
falta, que marca la imposibilidad de asir aquello que el sujeto realmente desea.
En síntesis, hay varios elementos que constituyen un circuito complejo: una
búsqueda, un encuentro, y el objeto. Y más allá, la cuestión de ese plus que le
falta al objeto para que pueda colmar el deseo, evidenciando la imposibilidad
estructural de colmamiento del deseo. Esto implica un movimiento, pulsional,
que constituye el esquema básico conceptual de la repetición.
La compulsión de repetición
Freud en el texto de “Más allá del principio del placer” refiere otro principio,
que funciona más allá, aún en una cierta primariedad con relación al principio
del placer y que llama “compulsión de repetición”. Presenta una conceptualización en donde la pulsión reprimida nunca deja de aspirar o buscar su satisfacción; satisfacción que consistiría en la repetición de una vivencia primaria de satisfacción, y agrega que para ello todo es insuficiente, sublimaciones, formaciones substitutivas, etc. para cancelar la tensión y la diferencia entre el placer de
satisfacción hallado y el pretendido engendra el factor pulsionante que no admite aferrarse a ningún subrogado y que acicatea siempre adelante. Su importancia es que marca el carácter de encuentro fallido de la búsqueda, y que toda
búsqueda es encuentro de una diferencia: la diferencia que media entre el objeto y la cosa. Diferencia que no es otra que la marca de la castración.
Respecto de este tema, Jacques Lacan introduce metafóricamente la concepción de “lo que falta a la cita”. Siguiendo esa metáfora podemos decir que
porque el objeto falta a la cita es que funciona el aparato psíquico, porque si el
sujeto realizara un encuentro con el objeto del deseo, con la cosa, la repetición
cesaría ante la muerte del deseo. La repetición es lo que mantiene en vilo al deseo, lo que le da su razón de búsqueda, de búsqueda eterna en tanto el deseo,
indestructible es inmortal, es decir, ‘insatisfecho por condición constituyente’.
Lo que Freud introduce, bajo la observación de la compulsión de repetición, está en contradicción con el principio del placer. Pondremos en trabajo tres citas del texto freudiano que son importantes para trabajar la cuestión.
1.- “el hecho nuevo y asombroso que ahora debemos describir es que la
compulsión de repetición devuelve también vivencias pasadas que no con-
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
tienen posibilidad alguna de placer, que tampoco en aquel momento pudieron ser satisfacciones, ni siquiera de las mociones pulsionales reprimidas de
aquel entonces”.44
2.- “En el analizado, en cambio, resulta claro que su compulsión a repetir
en la transferencia, los episodios del período infantil de su vida se sitúa, en todos los sentidos, más allá del principio del placer […] nos enseña que las huellas mnémicas reprimidas de sus vivencias del tiempo primordial no subsisten
en su interior en el estado ligado y aun […] son insusceptibles del proceso secundario. A esta condición de no ligadas deben también su capacidad de formar […] una fantasía de deseo”.45
3.- “La pulsión […] nunca cesa de aspirar a su satisfacción plena, que consistiría en la repetición de una vivencia primaria de satisfacción; todas las formaciones sustitutivas y reactivas, y todas las sublimaciones, son insuficientes
para cancelar su tensión acuciante, y la diferencia entre el placer de satisfacción hallado y el pretendido engendra el factor pulsionante”. 46
Es por ello que Freud afirmará que la compulsión de repetición es más originaria, más pulsional que el principio de placer que ella destrona. Anteriormente, en 191447, en “Recordar, repetir y re-elaborar”, Freud introduce la noción
del recuerdo en acto como algo que aparece cuando el inconsciente se pone a
trabajar en relación a la transferencia, poniendo en evidencia la dimensión de
la memoria que el inconsciente descubre48. Freud describe su observación clínica respecto de que el analizado no recuerda nada de lo olvidado y reprimido, sino que lo actúa (agieren). La experiencia analítica nos muestra la intrusión de lo olvidado y reprimido como reproducción en el presente de un estado anterior. “No lo reproduce como recuerdo, sino como acto, lo repite, sin saber, que lo hace. Por eso tenemos que estar preparados para el que analizado se
entregue a la compulsión de repetir, que le sustituye el impulso de recordar”.49
Recordemos que la pulsión emerge de la fijación traumática. Tengamos presente el sueño que inicia el capítulo VII de “La interpretación de los sueños”
donde irrumpe aquella frase invocante50: “Padre, ¿no ves que estoy ardiendo”51,
y se produce el despertar pues surge lo que no puede ser ligado: la cara silen44. Freud, S. “Más allá del principio de placer”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit.
Tomo XVIII. Pág. 20.
45. Ibídem. Pág. 36.
46. Ibídem. Pág. 42.
47. Freud, S. “Recordar, repetir y re-elaborar”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit.
Tomo XII. Pág. 199.
48. Cosentino, J. C. La construcción de los conceptos freudianos. Manantial. Buenos Aires,
1994. Ob. Cit. Pág. 201.
49. Freud, S. “Recordar, repetir y re-elaborar”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit.
Tomo XII. Pág. 152.
50. Cosentino, J. C. La construcción de los conceptos freudianos. Ob. Cit. Pág. 209.
51. Freud, S. “La interpretación de los sueños”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit.
Vol. V. Cap. VII. Pág. 504 y ss.
146
Revisión de la teoría pulsional en 1920
ciosa de la pulsión de muerte. El sueño en su punto de fracaso, no puede impedir la activación de la pulsión, que no produce placer, sino que introduce lo
penoso. La frase muestra la escisión inconsciente-ello, lo que produce el despertar. No se trata de la insistencia de lo reprimido, sino de lo no ligado en el
inconsciente, que se produce en el mismo punto de pérdida que deja el objeto de la experiencia de satisfacción. Allí se produce la fijación traumática de la
pulsión, que la condena a irrumpir sin permitir el atemperamiento del principio del placer, o sea, no obedece al tipo del proceso ligado, sino al proceso libremente móvil que empuja en pos de la descarga, y nos lleva siempre al mismo lugar: el eterno retorno de lo igual. Allí no hay representante psíquico, la
pulsión emerge de la fijación traumática. Se trata del encuentro con el trauma
a modo de falla, es decir, se trata de la falla del encuentro o de un encuentro
fallido. Siguiendo el ejemplo respecto de niño del carretel52, podemos decir: lo
que vuelve es el carretel y no la madre.
Respecto del juego infantil, referido en “Más allá del principio del placer”,
junto con los sueños traumáticos, - en la búsqueda de evidencias de un más allá
del principio del placer- Freud realiza una descripción e interpretación del juego que observa en su nieto. Si bien llega a la conclusión que este caso no valida en forma rotunda la concepción de algo más allá del principio del placer, es
importante su consideración. Recuerda que las diversas teorías sobre el juego
infantil han sido reunidas y estudiadas analíticamente por vez primera en un
ensayo de S. Pfeifer, las mismas se esfuerzan en adivinar los motivos del jugar
infantil, sin tener en cuenta en primer término el punto de vista económico, la
consecución de placer. Fue esta la ocasión que lo lleva a Freud a comentar sobre una observación realizada sobre el juego de su nieto. Le rediremos homenaje con la lectura de unos párrafos: “el primer juego, de propia creación, de un
niño de año y medio […] se hallaba en excelentes relaciones con sus padres y
con la única criada que tenía a su servicio, y era muy elogiado su juicioso carácter. No perturbaba por las noches el sueño de sus padres, obedecía concienzudamente a las prohibiciones […] sobre todo no lloraba nunca cuando su madre
le abandonaba por varias horas a pesar de la gran ternura que le demostraba.
La madre no sólo le había criado, sino que continuaba ocupándose constantemente de él casi sin auxilio ninguno ajeno. El excelente chiquillo mostraba
tan sólo la perturbadora costumbre de arrojar lejos de sí, a un rincón del cuarto, bajo una cama o en sitios análogos, todos aquellos pequeños objetos de que
podía apoderarse, de manera que el hallazgo de sus juguetes no resultaba a veces nada fácil. Mientras ejecutaba el manejo descrito solía producir, con expresión interesada y satisfecha, un agudo y largo sonido, o-o-o-o, que, a juicio de
la madre y mío, no correspondía a una interjección, sino que significaba fuera (fort). Observé, por último, que todo aquello era un juego inventado por el
niño y que éste no utilizaba sus juguetes más que para jugar con ellos a estar
52. Freud, S. “Más allá del principio del placer”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit.
Págs. 14-17.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
fuera. Más tarde presencié algo que confirmó mi suposición. El niño tenía un
carrete de madera atado a una cuerdecita,[…] teniéndolo sujeto por el extremo de la cuerda, lo arrojaba con gran habilidad por encima de la barandilla de
su cuna, forrada de tela, haciéndolo desaparecer detrás de la misma. Lanzaba
entonces su significativo o-o-o-o, y tiraba luego de la cuerda hasta sacar el carrete de la cuna, saludando su reaparición con un alegre -a-a-a-a- (da) «aquí».
Este era, pues, el juego completo: desaparición y reaparición […] La interpretación del juego quedaba así facilitada. Hallábase el mismo en conexión con
la más importante función de cultura del niño, esto es, con la renuncia pulsional (renuncia a la satisfacción pulsional) por él llevada a cabo al permitir sin
resistencia alguna la marcha de la madre. El niño se resarcía en el acto poniendo en escena la misma desaparición y retorno con los objetos que a su alcance encontraba. […] La marcha de la madre no puede ser de ningún modo agradable, ni siquiera indiferente, para el niño. ¿Cómo, pues, está de acuerdo con
el principio del placer el hecho de que el niño repita como un juego el suceso
penoso para él? Se querrá quizá responder que la marcha tenía que ser representada como condición preliminar de la alegre reaparición y que en esta última se hallaba la verdadera intención del juego; pero esto queda contradicho
por la observación de que la primera parte, la marcha, era representada por sí
sola como juego y, además, con mucha mayor frecuencia que la totalidad llevada hasta su regocijado final”.53
Intentando un análisis Freud piensa que ha sido otro el motivo por el cual el
niño ha convertido en juego el suceso desagradable. En la realidad el niño representaba un papel pasivo, era el objeto del suceso, y a través del juego este papel se trueca por el activo, repitiendo el suceso. Este impulso podría atribuirse
a una pulsión de dominio, que se hace independiente de que el recuerdo fuera o no penoso en sí. También intenta otra interpretación: el arrojar el objeto
de modo que desapareciese podía ser la satisfacción de un reprimido impulso vengativo contra la madre por haberse ido y significar el enfado de este: “Te
puedes ir, no te necesito. Soy yo mismo el que te echa”. Un año después Freud
observa que el niño acostumbraba a enfadarse contra alguno de sus juguetes,
arrojarlo contra el suelo, diciendo: “¡Vete a la gue(rr)a!”. Le habían dicho que el
padre, ausente, se hallaba en la guerra, y el niño no le echaba de menos, sino
que, por el contrario, manifestaba claros signos de que no quería ser estorbado
en la exclusiva posesión de la madre. Freud llega a la conclusión que el impulso
a elaborar psíquicamente algo impresionante, consiguiendo de este modo su
total dominio, puede llegar a manifestarse primariamente y con independencia del principio del placer. En el caso aquí discutido, la única razón de que el
niño repitiera como juego una impresión desagradable es que la dicha repetición se enlaza una consecución de placer de distinto género, pero más directa.
53. Ibídem. Pág. 12 y ss.
148
Revisión de la teoría pulsional en 1920
La repetición y lo primordial
La entropía generada por aquello no ligado explica la puesta en marcha del
trabajo psíquico. La conceptualización al respecto de “un grupo de vivencias
reprimidas del tiempo primordial” es relativa a la represión primordial y asegura el trabajo del aparato, pues si bien el trabajo trae consumo de energía, el
sistema no puede llegar a cero de energía. La represión primaria asegura un
resto de energía que no se liga aumentando la entropía, generando desorden,
y esto produce trabajo.
La exigencia pulsional se ubica más allá del principio del placer y muestra
que algo hace obstáculo a la homeostasis del principio del placer. Anteriormente, en el Manuscrito K54, Freud calcula, respecto de la compulsión repetitiva de los síntomas obsesivos, que tiene que existir una fuente independiente
del principio de constancia respecto del desprendimiento de displacer y que
por lo tanto, placer y displacer no son simétricos, no pertenecen al mismo registro. En 1920 encuentra que el empuje -Drang- que repite una impresión desagradable se debe únicamente a que la repetición está relacionada con una ganancia de placer de otra índole, pero directa. Esta ganancia de placer ligada al
displacer es una fuente distinta a la del principio del placer. Podemos diferenciar diversos modos de repetición.
La repetición como recapitulación
Freud nos ofrece varios ejemplos de este modo de la repetición: a.- En el capítulo IV señala un ejemplo tomado de la embriología en relación a la historia
evolutiva del sistema nervioso central, señalando que la materia gris de la corteza cerebral es un retoño de la primitiva superficie (ectodermo)55; b.- En el capítulo V, al respecto de la naturaleza conservadora, alude a la etología, señalando que ciertos peces emprenden en la época del desove fatigosas migraciones
a fin de depositar las huevas en determinadas aguas, muy alejadas de su lugar
de residencia habitual; muchos biólogos interpretan que no hacen sino buscar
las moradas anteriores de su especie, que en el curso del tiempo habían trocado
por otras. Lo mismo es aplicable a los vuelos migratorios de las aves de paso;56
c.- También en el capítulo V nos ofrece otro ejemplo sobre la embriología, donde considera estudios en relación a que el germen de un animal vivo está obligado a repetir las estructuras de todas las formas de que el animal desciende.57
54. Freud, S.” Manuscrito K”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. I. Pág. 260 y ss.
55. Ibídem. Pág. 26
56. Ibídem. Pág.36
57. Ibídem. Pág. 37
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
La repetición como iteración
Freud nos ofrece ejemplos de iteración de las conductas, buscando la identidad de impresión. Entre ellos: a.- En el capítulo II se ocupa de las evidencias
del juego infantil y de los sueños de las neurosis traumáticas; b.- En el capítulo
III se refiere a personas que viven bajo la impresión de que un destino las persiguiera. Como ejemplo comenta que se conocen individuos en quienes toda
relación humana lleva a idéntico desenlace: benefactores cuyos protegidos son
desagradecidos. Se trata del “eterno retorno de lo igual, de repetición de idénticas vivencias.58
La repetición como diferencia o encuentro fallido
Este modo de la compulsión de repetición es el hallado en el dispositivo
analítico de la transferencia. Recordemos las tres citas que hemos extraído literalmente de Freud en su escrito “Más allá del principio del placer”, al referirnos a la compulsión de repetición. A partir de ellas podemos considerar: a.Que la presencia del analista y su no connivencia, no posibilita la reiteración
de la identidad de impresión, sino que planteará la producción de una diferencia (lograda por la abstención del analista); b.- que Freud instaura un saber
(del psicoanálisis) intentando logicizar la incidencia de la repetición en la clínica analítica; c.- se entiende que la repetición introduce una pérdida pues no
logra la ligadura y que el tratamiento analítico trabaja en dirección a que el sujeto tome a su cargo ese factor pulsionante que acicatea hacia adelante. “Donde ello era, yo debe advenir”.
El más allá: la muerte
En “El Proyecto de Psicología Científica”, Freud propone el supuesto de que
el decurso de los procesos anímicos es regulado automáticamente por el principio de placer. Éste es uno de los dos principios que rigen el funcionamiento mental: el conjunto de la actividad psíquica tiene por finalidad evitar el displacer y procurar el placer. Dado que el displacer va ligado al aumento de las
cantidades de excitación, y el placer a la disminución de las mismas, el principio de placer constituye un principio económico.
Una de las hipótesis constantes de Freud es que el sistema percepción-conciencia sería sensible a una gran diversidad de cualidades provenientes del mundo exterior, mientras que del interior sólo percibiría los aumentos y disminuciones de tensión, que se traducen en una sola gama cualitativa: la escala placer-displacer. Si bien generalmente se puede considerar una equivalencia en58. Ibídem. Pág. 21-22.
150
Revisión de la teoría pulsional en 1920
tre el placer y la reducción de tensión, y entre el displacer y el aumento de tensión, existen tensiones placenteras o pulsiones que se satisfacen con el displacer. Asimismo, el principio de placer se halla más bien en oposición al mantenimiento de la constancia. Por esta vía, Freud se puede preguntar si acaso el
principio de placer no se encuentra al servicio de la pulsión de muerte.
En psicoanálisis, el concepto de “muerte” no remite al cese de la vida orgánica, sino al modo de la muerte en afectar la vida. Es la preocupación freudiana en 1920, la modalidad de la muerte en afectar el funcionamiento del aparato psíquico, que tiene la particularidad de encontrar su puesta en marcha a través de lo que se define como “pulsión” –Trieb-, y las características de sus términos. La muerte no es eso que está más allá de la vida, sino aquello que permanece indefectiblemente unida a ella. Es un límite que funciona como posibilidad inherente del sujeto definido en su historicidad. Límite con que él mismo se encuentra a cada instante de su vida en lo que esa historia tiene de acabada en el sentido de lo que se manifiesta invertido en la repetición.
Freud conceptualiza en 1920, que el sujeto humano no solamente repite lo
displacentero sino que la tendencia a la destrucción es más radical, más primitiva, elemental y pulsional que el principio de placer. Lo que Freud designa
con el término de pulsión de muerte es lo que hay de fundamental en la noción de pulsión: el retorno a un estado anterior, el retorno al reposo absoluto
de lo inorgánico, en su metáfora biológica. La pulsión de muerte designa un
principio intrínseco a toda pulsión, es irreductible e indestructible, es la expresión del principio más radical del funcionamiento psíquico: hay primariedad de la pulsión de muerte. Esta concepción modifica el modelo del funcionamiento del aparato psíquico regido por el principio de constancia. Y, quiebra la relación con el sistema nervioso que se definía, en esa época, por la ley
de la menor tensión.59
¿De qué modo se halla en conexión lo pulsional con la compulsión de repetición? Intentando la respuesta, Freud descubre el carácter universal de las
pulsiones: “Una pulsión es “un esfuerzo inherente a lo orgánico vivo, de reproducción (“reconstrucción”, según López Ballesteros) de un estado anterior, que
lo animado tuvo que abandonar bajo el influjo de fuerzas exteriores, perturbadoras; una especie de elasticidad orgánica, o, si se quiere, la manifestación de
la inercia en la vida orgánica [...]. Esta concepción de la pulsión nos parece extraña por habernos acostumbrado a ver en ella el factor que impulsa a la modificación y evolución, y tener ahora que reconocer todo lo contrario: la manifestación de la naturaleza conservadora del ser vivo”.60
59. Cosentino, J.C. La construcción de los conceptos freudianos. Ob. Cit.
60. Freud, S. “Más allá del principio del placer”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit.
Vol. XVIII. Pág. 36.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
Se impone la diferenciación entre las pulsiones que esfuerzan a la repetición
y son conservadoras, y otras que esfuerzan al progreso. Freud discrimina entre estos dos tipos de fuerzas pulsionales e insiste en la hipótesis de que todas
las pulsiones quieren reproducir algo anterior, con lo cual ya está conformando la idea de primariedad de la pulsión de muerte y la distinción entre pulsiones de vida y de muerte.61 “Uno de los grupos pulsionales se lanza, impetuoso,
hacia adelante, para alcanzar lo más rápido posible la meta final de la vida; el
otro, llegado a cierto lugar de este camino, se lanza hacia atrás para volver a retomarlo desde cierto punto y así prolongar la duración del trayecto”.62
Freud postula la consideración de que todas las pulsiones son conservadoras, adquiridas históricamente y dirigidas hacia la regresión, y entonces reflexiona al respecto de que los éxitos del desarrollo están en la cuenta de influjos externos, perturbadores y desviantes. Desde sus estudios biológicos, toma
en cuenta que el ser vivo desde su comienzo no habría querido cambiar sino
mantenerse en idénticas condiciones, repitiendo siempre el mismo curso de
vida, advirtiendo que a veces la fuerza pulsional puede dar una impresión engañosa como si aspiraran al cambio y al progreso, pero en verdad se empeñan
por alcanzar una vieja meta (la muerte). Si todo lo vivo muere, “regresa a lo inorgánico”, no se puede más que admitir que “la meta de toda vida es la muerte” y así nació la primera pulsión, la de regresar a lo inanimado.63
La conclusión precedente lleva a una revisión de la primera clasificación de
las pulsiones. Respecto de las pulsiones de autoconservación las reconsiderará
como pulsiones parciales destinadas a asegurar el camino hacia la muerte. Así
se engendra la paradoja de que el organismo vivo lucha con la máxima energía contra influencias peligrosas que podrían ayudarlo a alcanzar su meta vital por el camino más corto; pero esta conducta es justamente lo característico de un bregar puramente pulsional, a diferencia de un bregar “inteligente”.64
Respecto de las pulsiones sexuales, reconsidera y refiere que son conservadoras en el mismo sentido que las otras, no obstante, observa que trabajan contra
el fenecimiento de la sustancia viva y saben lograr cierta “inmortalidad potencial” pues de ellas se sostiene el mantenimiento de la especie: si bien mueren,
el asunto es que se reproducen, o sea, generan una nueva vida. De esto puede
aducir en favor de una cierta tendencia interna al progreso y a la evolución ascendente. Por ello las considera como genuinas pulsiones de vida.
En el capítulo VI de “Más allá del principio del placer” concluye con la presentación de las dos clases de pulsiones: pulsión de vida y pulsión de muerte.
Ambas se encuentran en un movimiento de oposición dialéctica. La pulsión de
muerte es primaria y siempre gana. La pulsión de vida es secundaria y se encarga de obstaculizar a la anterior. Desde esta nueva consideración, las pulsiones
61. Ibídem .Pág. 37.
62. Ibídem. Pág. 40.
63. Ibídem. Pág. 38.
64. Ibídem. Pág. 39.
152
Revisión de la teoría pulsional en 1920
de autoconservación son consideradas como conservadoras, orientadas por
la pulsión de muerte, y las pulsiones sexuales, que aspiran a la prosecución de
la vida, orientadas desde la pulsión de vida. La libido de las pulsiones sexuales
coincidiría con el Eros que cohesiona todo lo viviente.65
Freud presenta una concepción dualista de la vida pulsional en donde discurren dos clases de procesos de orientación contrapuesta: uno de anabolismo -asimilatorio- y otro de catabolismo -desasimilatorio -.
Las conclusiones finales de “Más allá del principio del placer” se ordenan en
muy pocas páginas del capítulo VII, y nos interesan pues son relativas al funcionar del aparato psíquico. Las enumeramos: 1.- El carácter general de las pulsiones es restablecer un estado anterior; 2.- En la vida anímica muchos procesos se consuman con independencia del principio de placer; 3.- La ligazón
de investiduras que permite pasar de energía libre a energía ligada, de proceso
primario a proceso secundario, es un acto preparatorio que introduce y asegura el imperio del principio de placer; 4.- El principio del placer está al servicio de una función: la de hacer que el aparato anímico quede exento de excitación o la de mantener en él constante, o en el nivel mínimo posible, el monto
de la excitación; 5.- La aspiración más universal de todo ser vivo es volver hacia atrás; 6.- Las pulsiones de vida se presentan como revoltosas mientras que
la pulsión de muerte es muda; 7.- El principio de placer está al servicio de la
pulsión de muerte.
La pulsión como dato radical de la experiencia analítica
Trieb siempre ha designado una especie de dato radical de la experiencia
analítica. Se destacan dos consideraciones: el Trieb como concepto fundamental y el Trieb en la experiencia analítica.
Como concepto fundamental, sin duda, es uno de los que ocupan el lugar
de los primeros conceptos metapsicológicos. Está allí, entre ellos, porque tiene
función de “cimiento”. Y, está allí porque es un concepto que hace de fundamento, del psicoanálisis, en tanto praxis. El Trieb es un concepto ligado a los fundamentos de aquellas interioridades que, las más de las veces, se muestran bajo
las más diversas formas del padecer. Y, frente a ello, se trata de saber qué puede, qué debe esperarse del psicoanálisis. Si el Trieb funda el psicoanálisis como
praxis, ¿qué justifica la intervención de un analista? Preguntamos por aquello
que produce consecuencias, o sea, por aquella intervención del analista que,
por añadidura, al decir de Freud, incida sobre el sujeto: que lo despierte, produciendo el cese de esa dormidera letal que es su sufrimiento. Recordemos las
reflexiones de Lacan respecto de los pacientes, “padecientes”, que no están satisfechos con lo que son y no obstante, se sabe que todo lo que ellos son, lo que
viven, aún sus síntomas, tiene que ver con la satisfacción. Satisfacen algo que
65. Ibídem. Pág. 45.
153
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
sin duda va en contra de lo que podría satisfacerlos. Sabemos que aquello que
satisfacen por la vía del displacer, es, al fin y al cabo, la ley del placer. Pero, digamos que para una satisfacción de esta índole, “penan demasiado”.66
Ya Freud nos advirtió al respecto que si de pulsión se trata, lo que está en
juego es la “vuelta a lo inorgánico”: la muerte, dice sin reparos. Cuando el sujeto
está tomado por lo pulsional -sujeto de goce, atrapado en el exceso de la satisfacción de la pulsión (satis-facere) - se encuentra en un nivel muy alto de acomodación en relación a la muerte, posiblemente bajo las distintas formas de
las desgracias del ser. El costo es alto, y él no sabe cuánto. Ha caído en las más
grandes de las trampas: las satisfacciones del padecer. Sufre, pero como sujeto
se encuentra enredado en las marañas de una embriaguez mortífera. Frente a
esta evidencia de agonía del sujeto, para el analista, el único alcance de la función de la pulsión será poner en tela de juicio ese asunto de la satisfacción.67 Entonces, si hay una clínica de la pulsión será en tanto una clínica del despertar.
Jacques Lacan definió al Psicoanálisis como un tratamiento dispensado por
un psicoanalista, preguntándose por aquello que lo funda como praxis.68 Si una
praxis es toda acción concertada por el hombre, sea cual fuere, que le da la posibilidad de tratar lo real mediante lo simbólico, podemos preguntar: ¿cómo tratar lo real del goce pulsional mediante lo simbólico? ¿Cuál es aquella posición
desde la cual una intervención tenga el estatuto de “tratamiento”, mediante la
palabra, de lo pulsional? De ella se espera un tratamiento de la gramática pulsional que posibilite el despertar del sujeto, dicho en otras palabras, que el sujeto pueda acceder al deseo, es decir se encamine por las vicisitudes de la realización del deseo resignando la satisfacción pulsional.
66. Lacan, J. El Seminario de Jacques Lacan. Libro 11. Ob. Cit. Pág. 173.
67. Ibídem. Pág. 173.
68. Ibídem. Pág. 14.
154
CAPITULO VII
El complejo de edipo
Presentación
Nos proponemos realizar una aproximación a la teoría del Complejo de Edipo como concepto principal del psicoanálisis, aquél que, siendo la médula de
la metapsicología, da cuenta no solo del amor y la sexualidad, sino también
de la muerte, de la pulsión homicida primordial, tanto sea en forma de parricidio o filicidio. Y si nombramos estas dos figuras es para destacar que se trata de una tramitación subjetiva de la inserción en la cultura y filiación, que implicará una intervención reguladora respecto de lo pulsional. La misma implica una operación negativizante respecto del incesto y el parricidio. El Complejo de Edipo es la médula de la metapsicología porque su tramitación establece un modo de funcionar psíquico en donde la pulsión sufrirá diferentes destinos de acotamiento, entre ellos la represión y la sublimación. O sea, no es solo
una conflictiva argumentativa relativa a las relaciones de amor, sino que fundamentalmente constituye la economía del aparato psíquico de acuerdo a sus
diversos modos de tramitación.
Si bien el psicoanálisis circula por el mundo desde hace más de un siglo, a
nivel popular existe la creencia de que el Complejo de Edipo se refiere al amor,
o más específicamente, al enamoramiento de los hijos hacia los padres, de la
niña por su padre y del varón por su madre. Consideramos que esta concepción muestra un modo de negación social respecto de la alusión que conlleva el concepto, pues desde su nombre –Edipo- está anunciado algo más que el
enamoramiento. Edipo alude a una tragedia referida al poder, la sexualidad y la
muerte, o sea, a cuestiones absolutamente humanas, que construyen los vaivenes de la vida de los diferentes grupos y comunidades, más allá de las épocas.
El hombre desde su nacimiento, en tanto que en estado de indefensión, lleva la marca del Complejo del semejante, marca de dependencia respecto del
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
otro y de la cultura, marca de sujeción que impregnará su alma con una serie
de inquietudes: ¿Qué quiere el otro de mí? ¿Qué lugar ocupo para el otro? ¿Y si
el otro me pierde? Estas preguntas acompañan desde el inicio la constitución
del sujeto, siendo dirigidas, en principio, a aquellos que cumplen la función de
padre o madre. Siendo éstas funciones de la cultura, también estas preguntas
se dirigen a ella. Allí se organizan las leyes de parentesco, genealogía y filiación,
lo cual implica aquel lugar denominado por Lacan como Gran Otro, que aloja al sujeto, pero que tiene la imposibilidad de dar una respuesta plena o absoluta. Por ello, el sujeto es siempre sujeto de la incertidumbre, razón por lo cual
siempre que puede, dirige al otro/Otro las preguntas desde las cuales aludir a
su significancia, a su valor para el Otro, al lugar que ocupa en la cultura. Este
lugar variará según la tramitación edipiana y según la época.
Respecto de la relación del sujeto con el poder, el sujeto construye su existencia a través del intento de dominio, tal como considera Aristóteles (384-322
a.C.) el hombre es zoom politicom1, así como Hobbes (1651) en el Leviatán2
expresará que “el hombre es el lobo del hombre” (homo hominis, lupus) para
referirse al desarrollo de una voluntad de dominio – no solo conciente sino
también inconsciente-, que teñirá con todo tipo de colores la relación del sujeto con los otros. En sus consideraciones refiere que es necesario refrenar tal
impulsividad que hace de la sociedad humana una formación de individuos
dominados por ambición de mando y de dominio. Describe que “en su estado natural todos los hombres tienen el deseo y la voluntad de causar daño” de
modo que hay -cuando menos en principio- una constante “guerra de todos
contra todos” (bellum omnium contra omnes). El fin de dicho estado y con él
las condiciones para que pueda existir una sociedad, surge mediante un pacto
por el cual cesan las hostilidades y los sujetos delegan sus derechos. Tal renuncia permite el establecimiento de una autoridad que está por encima de ellos,
pero en la cual se sienten identificados. La política, a través de sus estrategias
y sus tácticas, está siempre ligada a la violencia del poder. Así lo muestra la tragedia de Edipo, a la cual alude el complejo nuclear de las neurosis, para Freud.
Otro de los coloridos de la interrogación subjetiva toma la tonalidad de manifestarse como pregunta sobre la sexualidad –y no sobre órganos genitalesreferida principalmente a: ¿Qué es una mujer? ¿Qué es un padre? Las respuestas de cada sujeto y de cada época incidirán en lo pulsional y en la dinámica
del aparto psíquico, o sea, son parte de la metapsicológica.
Por último, para tan solo referirnos a los coloridos más importantes, surgirá la preocupación por la contingencia de la vida, un modo disimulado de interrogarse por la muerte. Estoy vivo, pero podría no estarlo, ¿Y, si me muero?
1. Aristóteles “Etica a Nicómaco”. Obras Completas de Aristóteles. Libro Primero. Tomo I.
Anaconda. Buenos Aires.1947.
2. Del hebreo liwyatan, enrollado, es una bestia marina del Antiguo Testamento a menudo
asociada con Satanás. (Génesis 1:21).
156
El complejo de edipo
Si desechamos las creencias populares y nos animamos a estudiar el Complejo de Edipo como concepto, veremos que ocupa el lugar princeps del psicoanálisis, pues su desarrollo implica en el sujeto, la incorporación de elementos,
tales como el “no” al incesto y al parricidio, que lo inscriben en la cultura, y le
posibilitan acotar la violencia, inventarse un modo de existencia construyendo
una historia de advenimiento del ser a través del sentido –que bien puede ser
“sentido errado” o “sinsentido”-. Veremos más adelante el modo en que el sentido, enraizado en la repetición, es un modo contrario al advenimiento del sujeto.
Un poco de mitología.
El mito cumple principalmente una función de transmisión, a través de las
generaciones, de los elementos constitutivos del hombre y la cultura. Por ello,
nos referiremos al mito de Edipo, pero pasando por la Teogonía de Hesíodo,
pues ella es el marco panorámico necesario para comprender luego el lugar
del mito de Edipo.
Teogonía de Hesíodo
La Teogonía (del griego Theogonía, literalmente Origen de los dioses) es una
obra poética escrita por Hesíodo. Contiene una de las más antiguas versiones
del origen del cosmos y el linaje de los dioses de la mitología griega, y es una
de las obras claves de la épica grecolatina. Se discute si debe fecharse en el siglo VII u VIII a. C.. Constituye el inicio de la mitología griega, en ella se efectúa
una recopilación de los mitos hasta entonces transmitidos por medios orales.
Refleja el afán de Hesíodo por pensar en el mundo según categorías esenciales. Es una de las obras claves de la épica grecolatina. Sirvió para fundamentar
el posterior trabajo de Hesíodo, diseñado como una guía práctica para la vida
diaria, en el cual explica la justificación divina del trabajo, dentro de un marco
conceptual en el cual lo divino es entendido como lo fundador de la realidad,
pero sólo en la medida en que su presencia y realidad se verifican cada día en
el acaecer del mundo. Esta obra está escrita para ser leída como Verdad, como
una revelación hecha al autor por las Musas del Monte Helicón, historia la cual
forma la primera parte del texto. Los relatos de la Teogonía parecen escritos en
respuesta a la excesiva humanización de los dioses de la tradición homérica.
La obra está construida a partir de géneros poéticos preexistentes que hasta el momento habían pertenecido a la tradición oral en Grecia: cosmogonías,
teogonías, genealogías, catálogos y mitos de sucesión. Los tres primeros géneros
pueden aparecer fundidos, vertebran la obra y están ordenados con un criterio
aproximadamente cronológico. Los mitos de sucesión, a pesar de que pueden
ser considerados como digresiones dentro de los bloques genealógicos, le dan
157
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
sentido a toda la obra. El proemio tiene dos bloques: un himno a las Musas del
Monte Helicón donde Hesíodo relata su propia iniciación poética y un himno
a las Musas del Olimpo que finaliza con una invocación que marca la transición a la parte principal del poema. Compositivamente tiene una estructura
ternaria: anuncio del tema del himno, relato de algún episodio de la vida del
dios celebrado, invocación de cierre pidiendo su favor, lo cual lo vincula a formas de la lírica. El cuerpo del poema es la Cosmogonía y primera generación de
dioses y la primera parte del mito de sucesión en donde son mencionados un
conjunto de deidades que representan elementos cósmicos, en forma genealógica. Los elementos primordiales: Caos, Gea, Eros. Una primera generación
de seres: el Caos, Gea y Urano, sus hijos y sus nietos. También aparecen dioses
más antropomórficos que los anteriores: los Titanes, Cíclopes y Hecatonquiros.
La cosmogonía propuesta alude a que en primer lugar existió el Caos. Después Gea (la Tierra), de amplio pecho, sede segura de todos los inmortales que
habitan la nevada cumbre del Olimpo. En el fondo de la tierra existía el tenebroso Tártaro. Por último, Eros, el más hermoso entre los dioses inmortales, que
cautiva el corazón y la sensata voluntad a todos los dioses y a todos los hombres. Del Caos surgieron Erebo (morada de los muertos) y la negra Noche. De
la Noche a su vez nacieron el Éter y el Día, a los que alumbró preñada en contacto amoroso con Érebo. Gea alumbró primero a Urano, con sus mismas proporciones, para que la contuviera por todas partes y poder así estar siempre
segura. También dio a luz a las grandes Montañas, deliciosa morada de diosas,
las Ninfas que habitan en los boscosos montes. De su unión con Urano, alumbró a Océano de profundas corrientes, a Ceo, Crío, Hiperió, Jápeto, Tea, Rea,
Temis, Mnemóside, Febe, Tetis y entre ellos el más joven fue Cronos (el tiempo), el más terrible de los hijos pues tuvo un intenso odio hacia su padre. A su
vez tuvieron a tres hijos muy violentos: Coto, Brareo y Giges (cien brazos informes salían agitadamente de sus hombros y a cada uno le nacían cincuenta cabezas de los hombros) y también a los Ciclopes, Brontes, Estéropes y el violento Arges, que eran semejantes a los dioses, pero en medio de su frente había un
solo ojo completamente redondo. Los hijos Gea y Urano estaban irritados con
su padre pues cada vez que alguno de ellos estaba a punto de nacer, Urano los
retenía a todos ocultos en el seno de Gea sin dejarles salir a la luz y se gozaba
cínicamente con su malvada acción. Gea, a punto de reventar, se quejaba en
su interior y urdió una cruel artimaña. Forjó una enorme hoz y luego explicó el
plan a sus hijos. Armada de valor dijo afligida en su corazón: “¡Hijos míos y de
soberbio padre! Si queréis seguir mis instrucciones, podremos vengar el cruel
ultraje de vuestro padre; pues él fue el primero en maquinar odiosas acciones.”
Cronos, armado de valor, respondió con estas palabras: “Madre, yo podría, lo
prometo, realizar dicha empresa, ya que no siento piedad por nuestro abominable padre; pues él fue el primero en maquinar odiosas acciones.” Gea se alegró mucho en su corazón y le apostó secretamente en emboscada. Puso en sus
manos una hoz de agudos dientes y disimuló perfectamente la trampa. Cuan-
158
El complejo de edipo
do se acercó Urano en medio de la noche, y se echó sobre la tierra ansioso del
amor de Gea, el hijo, saliendo de su escondite, logró alcanzarle con la mano izquierda, empuño con la derecha la prodigiosa hoz, y apresuradamente segó los
genitales de su padre. Las gotas de sangre salpicaron a Gea, quien al año, dio a
luz a las poderosas Erinías (diosas de la venganza), a los Gigantes o Titanes y a
las Ninfas. Del miembro viril caído al océano, rodeándose de una blanca espuma, nació una doncella: Afrodita quien fue acompañada por Eros, y recibió algunas atribuciones, entre ellas, las intimidades con doncellas, las sonrisas, los
engaños, el dulce placer, el amor y la dulzura. Mientras la Noche parió a Moros (el destino), a Ker (la perdición), a Hipnos (el sueño), Tánatos (la muerte) y
al acostarse con Nadie dio a luz a la Burla, al doloroso Lamento y a las Hespérides -Ninfas del ocaso, quienes según Hesíodo son hijas de la Noche 3 y que,
al otro lado del ilustre Océano, cuidan las bellas manzanas de oro y los árboles
que producen el fruto. También a Cloro, Láquesis y Atropo, que conceden a los
mortales, cuando nacen, la posesión del bien y del mal y persiguen los delitos
de hombres y dioses, y a Némesis, que es la diosa de la justicia retributiva, la
venganza y la fortuna, quién castigaba a los que no obedecían a aquellas personas que tenían derecho a mandarlas y, sobre todo, a los hijos desobedientes
a sus padres; recibía los votos y juramentos secretos de su amor y vengaba a
los amantes infelices o desgraciados por el perjurio o infidelidad de su amante. Después de ella tuvo al Engaño, la Ternura y la funesta Vejez, y engendró a
Eris, que por su parte parió a la dolorosa Fatiga, al Olvido, al Hambre y los Dolores que causan llanto, a los Combates, Guerras, Matanzas, Masacres, Odios,
Mentiras, Discursos, Ambigüedades, al Desorden y la Destrucción, compañeros inseparables, y al Juramento, el que más dolores propicia a los hombres de
la tierra siempre que alguno perjura voluntariamente.
Realizando una síntesis muy apretada del texto de la Teogonía, luego del
asesinato de Urano, Cronos desposa a Rea, una de sus hermanas, teniendo
como primer hija a Hestia, quien fue la primera en ser devorada por su padre
al nacer. Tras la guerra contra los Titanes, Hestia fue cortejada por Poseidón y
Apolo, pero juró que permanecería siempre virgen, a lo que luego Zeus le correspondió cediéndole los lugares preeminentes de todas las casas, como diosa del hogar y la familia. Luego nació Deméter, diosa de la agricultura, nutricia pura de la tierra verde y joven, ciclo vivificador de la vida y la muerte, y protectora del matrimonio y la ley sagrada. A los primeros hijos Cronos se los tragó, según iban llegando a sus rodillas, conduciéndose así para que ningún otro
ocupara su lugar, pues sabía que era su destino sucumbir a manos de un propio hijo, por ello tenía cuidada vigilancia, siempre al acecho, se iba tragando
a sus hijos. Rea sufría terriblemente y cuando ya estaba a punto de dar a luz a
Zeus, padre de dioses y hombres, entonces suplicó enseguida a sus padres, los
de ella, Gea y Urano, que le ayudaran a urdir un plan para tener ocultamente
3. Sin embargo, posteriormente, se consideraron hijas de Zeus y Temis, de Forcis y Zeus,
y por último de Atlante.
159
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
el parto de su hijo y vengar las Erinías de su padre y de los hijos que se tragó el
poderoso Cronos. Aquéllos escucharon atentamente a su hija y la obedecieron;
la pusieron ambos al corriente de cuanto estaba decretado que ocurriera respecto al rey Cronos y a su intrépido hijo, y la enviaron a Licto, a un rico pueblo
de Creta, cuando ya estaba a punto de parir al más joven de sus hijos, el poderoso Zeus. A éste le recogió Gea para criarlo y cuidarlo en la espaciosa Creta.
Allí se dirigió, llevándole, al amparo, lo ocultó en una profunda gruta, bajo las
entrañas de la divina tierra, en el monte Egeo de densa arboleda. Y envolviendo en pañales una enorme piedra, la puso en manos del soberano Zeus, quién
le hizo tragar la piedra a Cronos. Primero vomitó la piedra, última cosa que se
tragó, y luego muere. Zeus la clavó sobre la tierra, en Pito, en los valles del pie
del Parnaso, monumento para la posteridad, maravilla para los hombres mortales. Libró a sus tíos paternos de sus dolorosas cadenas, a los Uránidas, Braontes, Estéropes y Arges, a los que insensatamente encadenó su padre; aquéllos
le guardaron gratitud por sus beneficios y le regalaron el trueno, el rayo y el relámpago, que antes los tenía ocultos la enorme Gea, y con ellos gobierna seguro a mortales e inmortales.
Zeus desposó a su hermana Hera, y tras yacer con ella, temió inmediatamente las consecuencias, pues había sido profetizado que ella alumbraría hijos más poderosos que él. Entonces, decide un acto atroz: comerse a su mujer. Pero Hera ya estaba embarazada, lo por cual el engendramiento se produce en la cabeza de Zeus abatiéndole una grave hinchazón. Zeus decide llamar
al herrero del Olimpo –Hércules- para que se la abriera. Así nace Palas Atenea,
completamente adulta y armada. La diosa de la Sabiduría se vestía con una túnica de resplandeciente blancura y cubría su cabeza con un velo, bordado con
sus propias manos y una diadema de oro, y en sus sienes había deliciosas coronas de fresca hierba trenzada con flores. El borde inferior de la túnica mostraba, artísticamente labrados, numerosos monstruos, cuantos terribles cría el
continente y el mar, y cabezas de serpientes. También llevaba un cetro con un
escudo redondo argólico en cuyo centro aparece el gorgoneion, la cabeza de la
gorgona Medusa, que fue el sello distintivo del culto a la diosa en Grecia y que
recibió la posición más alta en el vértice del frontispicio del Partenón. Nunca
se casó ni tuvo amantes, se ha encargado de mantener una virginidad perpetua. Fue una guerrera invicta, incluso contra Ares, el dios de la guerra. Se convirtió en patrona de varias ciudades, siendo más conocida como la protectora
de Atenas y Ática. También era la protectora de varios héroes y otros personajes míticos, que aparece en muchos de los episodios de la mitología. Fue una
de las diosas más representadas en el arte griego y su simbolismo tuvo una profunda influencia en el pensamiento griego, sobre todo en los conceptos de justicia, la sabiduría y la función civilizadora de la cultura y las artes, cuyos reflejos se perciben aún hoy en todo Occidente. Cabe preguntar respecto de la diosa de la Sabiduría: ¿Cuál es el saber de Palas Atenea? ¿ Ese saber estará en relación al poder, la sexualidad y la muerte?
160
El complejo de edipo
Algunas versiones mitológicas refieren que Zeus tuvo otro hijo, Dionisio o
Dioniso (Dionysos) que ha sido venerado por ser el dios del vino, inspirador de
la locura ritual y el éxtasis. Fue también conocido como Baco (Bakkhos) por
inducir al frenesí (bakcheia), por ello es conocido como el ‘Libertador’ (Eleuterio). La misión divina de Dioniso era mezclar la música del aulós (estilo de
flauta) para lograr poner final al cuidado y la preocupación. El séquito de Dioniso era llamado el tíaso y estaba formado principalmente por Ménades o Bacantes o Bacanales que eran sus compañeras de orgía.
Resulta interesante la contraposición entre estos dos dioses: Palas Atenea
trabajadora respecto de la función civilizadora y Dioniso empujando a la irresponsabilidad. A su modo, dentro de la mitología, ¿representarán las posiciones de la ley y el desorden?
Relativo a esta línea de contraposiciones que nos presenta la mitología, no
podemos dejar de mencionar la relación de Ares (dios de la guerra) y Afrodita
(diosa del amor). De su relación nace Harmonía (diosa de la concordia), quien
es desposada por Cadmo, fundador de Tebas, en el largo recorrido buscando
a su hermana Europa, secuestrada por Zeus, quien para calmarlo le concede a
Harmonía. Cadmo fue el primer rey de Tebas, luego le siguen Polidoro, Labdamo y Layo (padre de Edipo).
Esta síntesis de la Teogonía de Hesíodo ha tenido por objetivo investigar en la
mitología griega el lugar del parricidio y el filicidio y los conflictos entre opuestos: ley y delito, pues consideramos que son antecedentes del lugar que la prohibición ocupa en la organización de la cultura. Por último nos cabe pensar: el
oráculo de Delfos no estuvo muy original en el vaticinio a Layo.
Mito de Edipo
En general los temas de las obras trágicas no enfrentaban al espectador con
una historia nueva, sino que los personajes y las situaciones que se ponían en
escena estaban tomados del repertorio mitológico y formaban parte por tanto
de una tradición heredada de los antepasados. El interés de la obra no dependía tanto de la novedad del relato como del modo en que se presentaba y se interpretaba un material que, en líneas generales, era ya familiar para el público.
El legendario ciclo de los Labdácidas de Tebas, es, junto al de los Atridas de
Micenas, una de las fuentes de inspiración más utilizada por los trágicos atenienses. Parece evidente que la formación del mito atravesó distintas fases a
lo largo de la historia literaria griega pero a partir de los textos que han llegado hasta nosotros podemos reconstruir a grandes rasgos el siguiente relato.
Han sido los poetas trágicos los que han contribuido en mayor medida a
nuestro conocimiento del mito de Edipo. Sabemos que Esquilo presentó en el
467 a.C. una trilogía formada por las tragedias Layo, Edipo, y Los siete contra
Tebas, de las cuales sólo la última ha llegado hasta nosotros. Sófocles trató el
161
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
tema de Edipo y sus descendientes en tres obras, Edipo Rey, Edipo en Colono y
Antígona. Estas obras se estrenaron en años distintos: Antígona en el 442 a.C.,
Edipo Rey hacia 430-425 y Edipo en Colono, su última obra, en el 406. Y también Eurípides, aunque de forma indirecta, recoge la saga de los labdácidas en
su obra Las fenicias, que toma su título del coro de muchachas fenicias que
son enviadas desde Tiro como esclavas al templo de Apolo en Delfos y que en
su viaje se detienen en Tebas, donde asisten al ataque de los siete a la ciudad.
El fundador de la dinastía fue Lábdaco, quien murió dejando como heredero a su hijo Layo, que contaba sólo un año de edad. Aprovechando la indefensión del niño, un noble espartano, Lico, tomó el poder. Layo, desterrado, halló
refugio en la corte de Pélope, pero pronto demostró ser un ingrato porque raptó al hijo de éste, Crisipo, cuya belleza le fascinaba. Se convirtió de este modo
en el introductor de la pederastia en Grecia y, en castigo a su pecado, Apolo le
anunció que estaba destinado a morir a manos de su propio hijo (es esta una
de las versiones). Muerto Lico y sus descendientes, Layo recuperó el trono y se
casó con Yocasta.
Layo, rey de Tebas, había recibido del oráculo de Delfos la advertencia de
que si engendrase alguna vez un hijo, el niño, una vez adulto, le daría muerte
(otra de las versiones). Sin embargo, estando ebrio, se unió a su esposa Yocasta, y tuvo un hijo. Al nacer el niño, Layo le atravesó con fíbulas los pies y lo entregó a un pastor para que lo abandonara. Layo esperaba escapar así del oráculo puesto que matarlo directamente habría sido una impiedad y creía que nadie recogería a un recién nacido con los pies atravesados. Así pues, fue abandonado en el monte Citerón, pero fue hallado por unos pastores que lo entregaron al rey Pólibo de Corinto. Periba o Mérope, la esposa de Pólibo y reina de
Corinto, se encargó de la crianza del bebé, llamándolo Edipo, que significa ‘de
pies hinchados’.
Al llegar a la juventud, Edipo, por habladurías de sus compañeros de juegos, sospechó que no era hijo de sus pretendidos padres. Para salir de dudas
visitó el Oráculo de Delfos que le auguró que mataría a su padre y luego desposaría a su madre. Edipo, creyendo que sus padres eran quienes lo habían
criado, decidió no regresar nunca a Corinto para huir de su destino. Emprendió un viaje y, en el camino hacia Tebas, Edipo se encontró en una encrucijada
con Layo, que viajaba a Delfos. El heraldo de Layo – Polifontes- exigió a Edipo
que le cediera el paso pero ante la demora de éste, mató a uno de sus caballos.
Edipo se encolerizó y mató a Polifontes y a Layo sin saber que era el rey de Tebas, y su propio padre. El rey de Tebas pasó a ser Creonte, hermano de Yocasta. Luego Edipo encuentra a la Esfinge, un monstruo alado con cabeza de mujer y cuerpo de león, enviado por Hera (esposa de Zeus) y que se había aposentado en el monte Fico y daba muerte a todo aquel que no pudiera adivinar
sus acertijos, atormentando al reino de Tebas. A la pregunta sobre ¿Cuál es el
ser vivo que con una sola voz tiene cuatro patas, dos patas y tres patas?4 Edipo
4. Apolodoro, Biblioteca 3.5.7
162
El complejo de edipo
respondió correctamente que es el hombre, puesto que de niño gatea, camina sobre dos pies cuando crece y cuando es anciano se apoya sobre un bastón.
Había también otro acertijo: «Son dos hermanas, una de las cuales engendra a
la otra y, a su vez, es engendrada por la primera». Edipo contestó: el día y la noche. Furiosa, la Esfinge se suicidó lanzándose al vacío y Edipo es nombrado el
salvador de Tebas. Como premio, Edipo fue nombrado rey y se casó con la viuda de Layo, Yocasta, su verdadera madre. Tuvo con ella cuatro hijos: Polinices,
Eteocles, Ismenes y Antígona.
Al comienzo de Edipo Rey aparece el pueblo de la ciudad de Tebas postrado
a los pies de Edipo, que es el gobernante de la ciudad (tras haberla salvado de
las garras de la Esfinge). Pero, al poco tiempo, una terrible plaga de enfermedades y escasez de alimentos cayó sobre la ciudad, ya que el asesino de Layo no
había pagado por su crimen y contaminaba con su presencia a toda la ciudad.
Un sacerdote, en nombre del pueblo, pide a Edipo que ponga fin a la terrible
epidemia que azota a la población. Edipo tratará de averiguar la causa de la crisis enviando a su cuñado y a la vez tío Creonte a Delfos, a consultar al oráculo.
Al volver de Delfos, Creonte transmite a Edipo y al pueblo de Tebas, la sentencia del oráculo: “los dioses exigen que las tierras mancilladas con el asesinato
de Layo sean purificadas con el destierro del responsable del crimen”. Edipo
toma, entonces, la determinación de perseguir sin descanso al asesino y castigarlo muy duramente, sin saber que así, se está construyendo su propia tumba. A partir de este momento, y mientras el protagonista realiza todo lo posible
por desenmascarar al asesino, varios personajes de la obra, como Tiresias, su
madre Yocasta, y hasta un criado -habiendo tomado conocimiento de que es a
él mismo a quien se busca-, tratarán de hacerle desistir de tal propósito. Pero,
a pesar de todo, Edipo seguirá desentrañando el caso hasta saber la verdad.
Edipo emprende las averiguaciones para descubrir el culpable, y por palabras de Tiresias (condenado por Zeus a vivir por más de siete generaciones y dejado ciego por la venganza de Palas Athenea) descubre que en realidad es hijo
de Yocasta y Layo y que es él mismo el asesino que anda buscando. En la obra,
el pueblo tebano (representado por el coro), cobra un papel muy importante,
opinando sobre todas las decisiones que toman los gobernantes de la ciudad.
Se alcanzan momentos de máxima tensión: el conflicto entre Tiresias y Edipo,
la discusión entre Creonte y Edipo, y finalmente la conversación entre Edipo
y Yocasta, que trata de distraerlo a toda costa para que abandone la investigación sobre su destino trágico. Sófocles hace insistente uso de la ironía trágica y
aparece la idea de que el personaje acaba por reconocerse a sí mismo, por saber quién es él en realidad.
Sobre lo que sucedió a partir de ese momento circulan múltiples versiones,
pero buscando coincidencias, se destacan: 1) Yocasta, al saber que Edipo era
su hijo, se suicidó (ahorcándose); 2) Edipo se quitó los ojos con los broches del
vestido de Yocasta, huyó o fue exiliado de Tebas, llevando sólo a su hija Antígona para que lo acompañaba en su destierro. En Colono, fue acogido por Teseo y allí murió. Se decía que su tumba se encontraba en un santuario de las
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
Euménides (Erinias, innombrables pues son las diosas de la venganza). Cabe
mencionar que el destierro era una pena de máxima en la Antigua Grecia, pena
considerada en sí misma como una muerte.
En el último año de su vida, Sófocles escribió Edipo en Colono, libro en el
cual, el protagonista, convertido en ese mendigo que vaga sin rumbo, ciego,
y de la mano de Antígona, acabará muriendo en un bosque (el bosque de las
Erinías o Euménides) cercano a Atenas, donde será enterrado y se le rendirán
grandes honores.
Se presenta también en esta obra el trágico conflicto entre los dos hijos de
Edipo: Eteocles y Polinices. Luego del destierro de Edipo, Tebas vuelve a ser
gobernada por Creonte, que actuó como regente de la ciudad hasta que los
hijos de Edipo, destinados a sucederle, alcanzaron la edad adulta. Cuando
llegó el momento, y dado que no conseguían decidir quién de los dos debía
ser nombrado rey, éstos acordaron ejercer el poder un año cada uno. El primero que ocupó el trono fue Eteocles; pero cuando finalizó su año de mandato se negó a ser relevado por su hermano Polinices, quien se presentó entonces ante la ciudad acompañado de un gran ejército comandado por siete jefes, entre los que se contaba él mismo, dispuestos a atacar cada una de
las siete puertas tebanas. La ciudad se salvó del ataque, pero los dos hermanos murieron en combate, uno a manos del otro, prolongando de este modo
el destino fatal de su familia. Creonte fue entonces coronado rey y prohibió
dar sepultura al cuerpo de Polinices, acusándole de haber traicionado a su
ciudad. Pero Antígona, horrorizada ante una orden que ignoraba los ritos sagrados que se deben a los muertos, se negó a obedecer y procuró en secreto
esparcir un poco de tierra sobre el cadáver de su hermano. Mientras realizaba lo que su conciencia le dictaba, fue detenida y llevada ante Creonte, que
la condenó a ser sepultada en vida. Antígona comenta a su hermana Ismene
la resolución del actual rey de Tebas y le solicita que le ayude a honrar el cadáver de su hermano, pese a la prohibición de Creonte. Ésta se niega por temor a las consecuencias de quebrantar la ley. Antígona reprocha a su hermana su actitud y decide seguir con su plan.
Creonte anuncia ante el coro de ancianos su disposición sobre Polinices,
y el coro se compromete a respetar la ley. Posteriormente, un guardián anuncia que Polinices ha sido enterrado, sin que ningún guardián supiera quién ha
realizado esa acción. El coro de ancianos cree que los dioses han intervenido
para resolver el conflicto de leyes, pero Creonte amenaza con pagar menos a
los guardianes porque cree que alguien los ha sobornado. El cuerpo de Polinices es desenterrado. Pronto se descubre que Antígona era quien había enterrado al cuerpo, pues intenta dar sepultura y realizar los ritos funerarios, pero es
capturada por los centinelas. Antígona es llevada ante Creonte y explica que ha
desobedecido porque las leyes humanas no pueden prevalecer sobre las divinas. Además se muestra orgullosa de ello y no teme las consecuencias. Creonte la increpa por su acción, sospecha que su hermana Ismene también está im-
164
El complejo de edipo
plicada y, a pesar del parentesco que lo une a ellas, se dispone a condenarlas
a muerte. Ismene, llamada a presencia de Creonte, a pesar de que no ha desobedecido la ley, desea compartir el destino con su hermana y se confiesa también culpable. Sin embargo, Antígona, resentida contra ella porque ha preferido respetar la ley promulgada por el rey, se niega a que Ismene muera con ella.
Finalmente, es sólo Antígona la condenada a muerte. Será encerrada viva en
una tumba excavada en roca.
La cuestión se complica aún más, pues el hijo de Creonte, Hemón, se ve perjudicado por la decisión de su padre, ya que Antígona es su prometida. Señala a su padre que el pueblo tebano no cree que Antígona merezca la condena a
muerte y pide que la perdone. Creonte se niega a ello y manda traer a Antígona para que muera en presencia de su hijo. Hemón se niega a verla y sale precipitadamente. Antígona va camino a su muerte y, si bien no se arrepiente de
su acción, ha perdido la altivez y resolución que mostraba antes, al dar muestras de temor ante su muerte. La humanización de Antígona resalta el dramatismo del momento.
El adivino y ciego Tiresias interviene en ese momento para señalar a Creonte que los cuervos y los perros arrancan trozos del cadáver de Polinices y los dejan en los altares y los hogares, prueba de que los dioses muestran señales de
cólera. Acusa a Creonte de imprudente y vaticina que alguien de la sangre de
Creonte pagará sus errores con su muerte. El coro de ancianos también aconseja al rey que cambie de actitud. Creonte, ante las profecías de Tiresias, cede
y se dispone a rectificar sus faltas. Un mensajero explica a Eurídice, la esposa
de Creonte, cómo su esposo, tras suplicar perdón a los dioses, lavó y honró el
cadáver de Polinices, erigiéndole un túmulo funerario. A continuación se disponía, junto con los guardianes, a liberar a Antígona del sepulcro donde había
sido encerrada, pero ésta fue hallada ahorcada y Hemón se había suicidado clavándose una espada tras encontrar a su prometida muerta. Quedó abrazado a
ella mientras moría. Creonte aún tiene que soportar otra desgracia más, pues
al volver a palacio con su hijo muerto en brazos, recibe la noticia de que su esposa Eurídice también se ha suicidado al conocer las noticias. El coro finaliza
con un llamado a obrar con prudencia y respetar las leyes divinas.
La función de los mitos
¿Qué nos muestran estos mitos? Que un padre para salvaguardar su poder,
puede ser muy despótico y llegar al filicidio; que una esposa puede entrar en
connivencia con un hijo para asesinar al padre (parricidio); que el hombre tiene capacidad de matar en el primer grado de filiación; que la lucha por el poder y las diferencias, lleva a la violencia, la venganza, el odio y engendran todas
las miserables pasiones humanas; que poder, sexualidad y muerte son modalidades humanas constitutivas.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
Desde estas consideraciones que no nos dejan lugar para la ingenuidad, a
sabiendas de que el humano, político y social por constitución, puede cometer el máximo acto contra la cultura y transgredir las leyes de filiación, nos proponemos ir a las textos freudianos clásicos en donde se considera la temática
edipiana como el atravesamiento de un trabajo psíquico que permitirá al hombre incorporarse a la cultura.
Complejo de Edipo y constitución subjetiva
No saber sobre sexualidad
Podemos observar que tanto en los primeros escritos freudianos al respecto de los estudios sobre la histeria, pasando por los tres ensayos para una teoría sexual, como en los últimos escritos al respecto de la organización genital
infantil, el sepultamiento del complejo de Edipo, o sexualidad femenina, Freud
da importancia a la sexualidad en relación al espacio de configuración subjetivo. Enuncia una teoría en donde el sufrimiento psíquico tiene relación con la
sexualidad ocupando el lugar de causa en términos de “trauma”. El psicoanálisis
construye sus conceptos a partir de una re-flexión sobre la sexualidad -no de lo
sexual-genital – y desde entonces la misma pasa a ser algo que no tiene que ver
con el saber sexológico. La indagación freudiana sobre la sexualidad delimita un
campo donde la misma queda por fuera del saber. Los humanos muestran que
el saber sobre las reglas biológicas sexuales no es suficiente y que sus preocupaciones no se refieren a eso. Justamente detrás de lo sexual hay algo enigmático
que constituye la sexualidad. La clínica psicoanalítica demuestra que los seres
humanos no sufren de incertidumbre frente a su vida porque ignoren las leyes
biológicas sobre el sexo, más aún, en la actualidad comprobamos que si bien
existe mucha información sexual desde la infancia, la misma no logra evitar la
producción de las diversas interrogaciones sobre la existencia. Más allá de las
experiencias sexuales que alguien pueda tener, el hombre padece de síntomas,
inhibiciones o angustia, en forma totalmente inesperada y aparentemente sin
causas a la vista, que están en referencia a la propia existencia. Por lo tanto es
válido considerar que la sexualidad no está en relación directa ni con el saber ni
con la genitalidad. La sexualidad tiene siempre algo de enigmático. ¿Habrá en
la sexualidad un componente espiritual? Jacques Lacan en el Seminario 20 llamado “Aun” (años 72-73) considera la relación del sexo y el amor bajo una fórmula muy escandalosa y difícil de entender: “la relación sexual no existe” en el
sentido de que no existe una proporción sexual entre hombre-mujer, sino una
posibilidad de inventar el amor. Considerando que el ser es en tanto ser de lenguaje, el psicoanalista francés reivindica el amor cortés.
La sexualidad, específicamente, la promoción del deseo y sus modalizaciones, son inconscientes, ligadas a las vicisitudes del amor y sus complejidades.
Allí el instinto no responde: no hay saber unido al sexo.
166
El complejo de edipo
La sexualidad infantil
Volvamos a Freud: él muestra que la sexualidad ha de ser reprimida, como
un modo de regularización civilizatoria. En “Tres Ensayos” (1905), en el primero de ellos, llamado “Una teoría sexual”5, Freud se contrapone al saber vulgar
sobre la sexualidad respecto a la creencia de que solo ocupa un lugar en la vida
adulta con un objeto y un fin: la cópula. Y es en este punto, que la teoría freudiana surge como un verdadero vuelco histórico pues va a revelar la sexualidad
infantil, enunciando que ya a los 5 años el niño tiene determinada su estructura sexual, (véase “La organización genital infantil”6) y que lo que irrumpe en la
pubertad y en la vida adulta, no difiere demasiado de aquella estructura. Destaca la labilidad del objeto y fin de la sexualidad, desarrollando el concepto de
pulsión sexual con una característica principal: no tiene objeto predeterminado. A partir de este concepto, ¿será tan fácil decir lo que es una relación sexual?
No olvidemos que Freud es un investigador de formación médica, y que interesado por estudiar la complejidad de la relación del sujeto con el otro, se refiere a la vida amorosa como aquello que más la caracteriza y elige un rasgo indiscutible, a la vista de la medicina, como es el de la sexualidad.
En la teoría y práctica psicoanalíticas freudianas, la palabra “sexualidad”
no designa solamente las actividades y el placer dependientes del funcionamiento del aparato genital, sino toda una serie de excitaciones y de actividades, existentes desde la infancia, que producen un placer que no puede reducirse a la satisfacción de una necesidad fisiológica fundamental (respiración,
hambre, función excretora, etc.), sino que se encuentran a título de componentes del amor, sin desdeñar que pueden estar en relación a un placer de órgano.
Los estudios del psicoanálisis relacionan también la sexualidad a la asunción de las diferencias. Volvamos a recordar el origen biologista de la formación freudiana, pues teniéndola presente, no nos extrañará que para poder referirse a las consecuencias psíquicas de la captación de las diferencias entre
los seres humanos, Freud toma como punto de partida de su investigación las
consecuencias psíquicas de la captación de la diferencia sexual anatómica. Por
este camino, llegó a plantearse la problemática de realidad sexual del inconsciente, la imposibilidad del sujeto de querer asumir, en su inconsciente, las diferencias. Estas teorizaciones concluyeron en su teoría sobre el “Complejo de
Castración”. Pero fue necesario un rodeo, que no fue en vano, por las vicisitudes de las manifestaciones de la sexualidad del adulto y de la infancia, las teorías sexuales infantiles, las complejidades de la organización sexual del niño y
de la niña y las teorías al respecto del Complejo de Edipo.
Partiremos retomando lo que ya se sabe por divulgación: el psicoanálisis
atribuye una gran importancia a la sexualidad en el desarrollo y la vida psíquica
5. Freud, S. “Tres ensayos para una teoría sexual”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob.
Cit. Vol. VII. Pág. 123 y ss.
6. Freud, S. “La organización genital infantil”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
del ser humano. Pero esta tesis sólo se comprende si se tiene presente la transformación aportada al concepto de sexualidad. Entonces, proponemos discriminar el concepto en su extensión y en su comprensión.
En su extensión: Existen grandes variaciones de la sexualidad según la elección de objeto. La existencia y la frecuencia de las perversiones sexuales, cuyo
inventario emprendieron algunos psicopatólogos de finales del siglo XIX como
Kraft Ebbing o Havelock Ellis, muestran las diversas modalidades en cuanto a
la elección de objeto sexual y en cuanto al modo de actividad utilizado para lograr la satisfacción, lo que contradice la idea de sexualidad como instinto. Si
se tratara de instinto tendría las características de un comportamiento preformado, característico de la especie, con un objeto determinado (compañero de
sexo opuesto, preparado biológicamente para el apareamiento) y un fin relativamente fijo (unión de los órganos genitales en el coito y procreación). Las
observaciones clínicas contradicen esta fijeza del comportamiento. La observación de Freud establece la existencia de numerosos grados de transición entre la sexualidad perversa y la sexualidad llamada normal. A su vez, la clínica
psicoanalítica de las neurosis muestra que los síntomas pueden referirse a la
sexualidad en forma desplazada, modificadas por el compromiso del Yo con
la realidad. Lo que ha ampliado el campo de lo sexual, es la existencia de una
sexualidad infantil, que Freud ve actuar desde el comienzo de la vida, no sólo
como excitaciones de los genitales, sino también como actividades que hacen
intervenir zonas corporales erógenas que buscan el placer independientemente del ejercicio de una función biológica (a veces el niño chupetea no por hambre sino por placer).
En su comprensión: Esta ampliación del campo de la sexualidad condujo
inevitablemente a Freud a intentar determinar los criterios de lo que sería específicamente sexual entre estas diversas actividades. Una vez señalado que lo
sexual no puede reducirse a lo genital, y pasando por la observación sobre la
sexualidad infantil, Freud argumenta clínicamente, desde el análisis de los síntomas en el adulto, que estos reconducen a actividades infantiles. No obstante reconoce finalmente que no se dispone de un signo universalmente reconocido que permita afirmar con certeza la naturaleza sexual de un proceso7,
con lo cual pareciera que vislumbra que la sexualidad tiene un más allá. Concluirá afirmando que en psicoanálisis, todo lo que puede decirse es que existe una “energía sexual o libido”, que la clínica muestra evidencias de su génesis en la infancia.
Ya a nivel de la descripción del comportamiento infantil, Freud mostró que
la pulsión sexual se separa del funcionamiento biológico. En un primer tiempo, sólo puede apreciar lo sexual como un suplemento de placer aportado marginalmente en la realización de la función nutricia -apoyo de la pulsión sexual
sobre las pulsiones de autoconservación-. En un segundo tiempo, este placer
7. Freud, S. “Esquema del Psicoanálisis”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol.
XXIII. Pág. 141 y ss.
168
El complejo de edipo
marginal será buscado por sí mismo, independiente de toda necesidad. En este
sentido, Freud metaforiza al niño como “perverso polimorfo” y también destaca la formación en la infancia del fantasma fundamental inconsciente, que tiene frecuentemente una coloración sádica-masoquista, ya descriptas por Kraft
Ebing. Es sabido que las descripciones referidas a la sexualidad infantil constituyen uno de los tópicos más conocidos de la teoría psicoanalítica, y uno de
los más controvertidos. Consideramos importante preguntarnos qué constituye su originalidad.
La organización sexual de la libido
El aporte freudiano consiste, principalmente, en una teoría de la organización sexual de la libido en estadíos -oral, anal, fálico y genital- que constituirían otros tantos apoyos de la pulsión sexual en la de autoconservación. En lo
que respecta a estas últimas, el objeto (por ejemplo, el alimento) se halla claramente más especificado, en virtud de las necesidades vitales. Sin embargo, las
distinción entre pulsiones sexuales y pulsiones de autoconservación no debe
conducir a establecer una oposición lógica en cuanto a las características de sus
objetos respectivos. Freud observó que las pulsiones sexuales funcionan apoyándose en las pulsiones de autoconservación, lo que significa que éstas señalan a las primeras el camino hacia el objeto. En la fase oral, el objeto relativo
a la pulsión de autoconservación es “lo que alimenta”, y el de la pulsión sexual
oral, lo que se incorpora, con toda la dimensión fantasmática que comporta la
incorporación. Siendo el primer estadio de la evolución libidinal, caracterizado por el hecho de que el lactante encuentra su placer en la alimentación, la
actividad de la boca y de los labios. El placer de los labios, ligado primero a una
actividad fisiológica, se convierte en una actividad autoerótica específica que
constituye el primer modelo de satisfacción sexual. En 1915, Freud insiste en el
carácter canibalístico oral: “comer- ser comido”, relación llamada de “incorporación”. K. Abraham ha distinguido dos fases: una fase de succión y otra sádica
(correspondiente a la aparición de los dientes y a los fantasmas de mordedura
y devoración). Para M. Klein, discípula de Abraham, el estadio oral está ligado
a la relación entre el niño y el seno materno: satisfacción y frustración constituyen la relación de niño con el seno, a la vez, bueno y malo.8
En la fase anal la característica es el predominio de las pulsiones sádicas y
el erotismo anal y por la oposición actividad-pasividad. Siendo la actividad, la
manifestación de la pulsión de aprehensión, y la pasividad, la del erotismo anal
propiamente dicho, cuya fuente es la mucosa anal erógena (el escíbalo). Freud
sitúa que se trata del primer regalo (el excremento) del lactante a la persona
amada, su madre, y destaca que el niño se encuentra por primera vez ante la
siguiente elección: o bien cede el excremento y lo “sacrifica por amor”, o bien
8. Chemama, R. Diccionario del Psicoanálisis. Amorrotu. Buenos Aires.1998. Pág. 308.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
lo retiene “para la satisfacción autoerótica, y después, para la afirmación de
su propia voluntad. Esta elección prefigura uno de los aspectos de la obstinación, el orden, la economía, la avaricia y la pedantería, rasgos que se encuentran en el carácter obsesivo. Según Freud9, después de la instauración definitiva de la organización genital, el erotismo anal continúa manifestándose en
las producciones del inconsciente. En éste, los conceptos de excremento (dinero y regalo), de hijo y de pene se intercambian, por eso muchos fantasmas
concebidos primitivamente a la manera genital se transforman en fantasmas
de naturaleza anal.10
Estas temáticas son elaboradas en el texto “La organización genital infantil” que se refieren a: la comunidad y diversidad entre la vida sexual de niños y
adultos; las organizaciones pregenitales de la libido; el arranque en dos tiempo
del desarrollo sexual humano; la investigación sexual infantil; la aproximación
del desenlace de la sexualidad infantil en su conformación final en el adulto;
la unificación de las pulsiones parciales y su subordinación al primado de los
genitales no son establecidas en la infancia; la instauración del primado genital al servicio de la reproducción es la última fase por la que atraviesa la organización sexual.
Freud considera que si bien se alcanza una verdadera unificación de las pulsiones parciales bajo el primado de los genitales en el adulto, en el apogeo del
proceso de desarrollo de la sexualidad infantil, el interés por los genitales y su
quehacer cobran una significación dominante. El carácter principal reside en
que, para ambos sexos, sólo desempeña un papel un genital, el masculino, pero
no en tanto primado genital, sino un primado del falo.
Las organizaciones pregenitales de la libido, no son descritas por Freud directamente a partir de la observación de los niños, sino por reconstrucción a
partir del análisis de los adultos. Si algunas actividades infantiles son descritas como sexuales, es porque el trabajo asociativo del análisis de los pacientes
obliga a vincularlas a lo que en el adulto aparece bajo una forma claramente
sexualizada. Es fácil percibir que la importancia dada por Freud a la sexualidad
trae aparejada una modificación de su definición biológica. Para el autor, los
destinos de las pulsiones sexuales producen el amor y los principios morales.
Con Freud surgen categorías nuevas para referirse a la sexualidad, especialmente por el hecho de que atribuye un papel central al falo para los dos sexos.
Si en la fase fálica, momento determinante para el sujeto, un sólo órgano genital, el órgano masculino, juega un rol, éste no debe situarse en el nivel de la
realidad anatómica. De entrada, el falo se sitúa como símbolo. Freud descubrirá para ambos sexos, el “primado del falo”: si este no es reducible en la sexualidad humana al órgano masculino, es porque representa el pivote alrededor
del cual se anuda la cuestión de la castración con el deseo. En este sentido, el
9. Freud, S. “Sobre las trasposiciones de la pulsión, en particular del erotismo anal”. Sigmund
Freud Obras Completas. Vol. XVII. Pág. 117 y ss.
10. Chemama, R. Diccionario del Psicoanálisis. Ob. Cit. Pág. 21.
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El complejo de edipo
psicoanálisis está atento, no tanto a los comportamientos sexuales, sino a lo
que depende del fantasma, por ejemplo en el niño a las “teorías sexuales infantiles”. Estas teorías, que cada niño se forma, sean cuales fueren las explicaciones que puede inventar, más o menos curiosas, son tentativas de responder a preguntas importantes que, como la de saber de dónde vienen los niños,
constituyen el fondo inconsciente de nuestra sexualidad –no hay saber sobre
el sexo-. Se dice que cuando un niño pregunta es porque sabe y que solo pregunta como modo de ratificación. No obstante, también podemos pensar que
su pregunta se genera en el deseo de saber quién es y qué lugar ocupa para su
semejante y para el mundo.
Siguiendo el planteo freudiano, la polaridad sexual infantil, en su desarrollo, va cambiando: una primera oposición se introduce con la elección de
objeto, que presupone sujeto y objeto. En el estadio de la organización pregenital sádico-anal la oposición es entre activo y pasivo; en el siguiente estadio, fálico, la oposición será entre masculino o castrado; sólo con la culminación del desarrollo en la pubertad, la polaridad sexual llegará hasta los términos de masculino y femenino. Entonces, vemos que masculino y femenino no son en el origen, sino que se adquieren en el desarrollo libidinal como
punto de arribo.
La gran consecuencia psíquica de la captación de la diferencia entre los sexos es la significación de la castración, y por ende la organización del Complejo
de Castración como elemento estructurante del espacio de configuración psíquica. Desde la introducción de esta teorización en adelante, Freud subsumirá el complejo edipiano a la cuestión falo-castración. Entre las temáticas trabajadas en el texto freudiano “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia
anatómica entre los sexos”11 se destaca: la significación de la visión de la diferencia como significación de la castración; la prehistoria del Complejo de Edipo en varón y mujer: inicialmente la madre fue para ambos el primer objeto
de amor; las vicisitudes diferentes para el complejo edipiano femenino y masculino; la importancia de la fase fálica en ambos sexos como falonarcisismo;
la significación de fantasías primordiales; el interés de los niños por la sexualidad de los padres (“espiar con las orejas”); la envidia del pene en la niña y sus
consecuencias: los celos, la fantasía “pegan a un niño”, la debilitación del vínculo tierno con la madre, el complejo de masculinidad, la renuencia a la masturbación o su contrapartida, la sexualidad exclusivamente clitoridiana en la
niña, y el establecimiento de la ecuación “fálica”: falo - pene – hijo; el momento de desmentida de la diferencia en el varón, y su significación por la amenaza
de castración; el lugar de la desmentida en la niña y su influencia en los comportamientos masculinos.
11. Freud, S. “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos”.
Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. XIX. Pág. 267 y ss.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
En la clínica psicoanalítica, la sexualidad infantil es importante en tanto
punto de organización de la neurosis infantil, y sabemos que la clínica ha demostrado que es la única neurosis de la cual se padece, aunque adulto. En este
punto la experiencia muestra hasta qué punto la cuestión del sexo insiste en el
inconsciente: no tanto la cuestión de la actividad sexual, sino sobre todo aquello que hace a la diferencia de los sexos, al lugar que se ocupa para el otro de la
significancia o el otro del amor, y la construcción del deseo.
Es valioso el aporte de J. Lacan con el término “sexuación”, designando el
modo en que, en el inconsciente, cada sujeto se ubica respecto al falo, del lado
hombre o del lado mujer. De este modo, los dos sexos se reconocen y se diferencian, por fuera de la biología.
El falocentrismo
El sujeto, sea cual fuere su sexo, no obtiene ningún placer de su imagen a
menos que encuentre o crea encontrar algo que responda a aquello que llamamos falo. A partir de ese momento el narcisismo se convierte en falo-narcisismo, lo cual significa que el sujeto se estima como falo.
¿Qué implica el falocentrismo? Por un lado, que el objeto de deseo del varón
y la niña es la madre, respecto de la cual ocupan el lugar del falo y, por otro, que
la presuponen completa. Para ambos no existe más que un único órgano o más
exactamente un único tipo de órgano sexual: el falo (falonarcicismo o falocentrismo). La idea de un órgano rechaza todo vínculo o relación, ya sea de complementariedad o de oposición, y al mismo tiempo, en su esplendor solitario,
monádico, (único) el sujeto acepta la única alternativa de ser o no ser, según
un órgano imaginario, aunque su imagen sea la de un órgano real denominado
pene, o más precisamente del pene en su estado privilegiado de erección. En
consecuencia, la realización de esta alternativa de ser implica una falta de verdad relativa a la categoría de un sexo u otro. En el período falocentrista (etapa
fálica de la libido), los seres se dividirán no en hombres y mujeres sino únicamente según su posición respecto del falo: fálicos o castrados.
¿Cómo explica Freud el falicismo en el niño? A partir de una edad muy temprana, el niño sabe distinguir hombres de mujeres, guiándose por una serie de
indicios otorgados por la cultura, por ejemplo, la ropa, el peinado, etc., pero sin
llegar nunca a asimilar las diferencias a la diferencia básica entre los órganos
genitales. Para él todo el mundo posee un falo. No hay un primado genital sino
un primado fálico, que en la teoría se ha denominado “premisa universal fálica”. ¿Por qué?, porque interviene su propio narcisismo. El narcisismo responde
a esta condición: el niño/a se autoestima según posea de modo suficiente o no
un falo. A partir de este momento, la sola idea de que este órgano pueda faltarte se le hace intolerable. Haciendo caso omiso a su ser sexuado, está convencido de que todo el mundo posee un falo. Este es el modo en que en el niño, a
grandes rasgos, se constituye en el falicismo.
172
El complejo de edipo
Freud teoriza dos modos de homogenización entre los sexos, por un lado la
“premisa universal del falo”, y por otro, la pregunta respecto de qué es ser una
mujer. Cuestión que luego será retomada por Lacan, reconsiderando la sexualidad humana como definida por la subversión que de entrada le impone el
lenguaje. Este autor dedicó una gran parte de su trabajo a elaborar estas cuestiones, aunque más no sea precisando en primer lugar la descripción freudiana: el varón debe poder renunciar a ser el falo materno si quiere poder prevalerse de la insignia de la virilidad, heredada del padre; la niña debe renunciar
a tal herencia, pero por esa razón encuentra un acceso más fácil para identificarse ella misma con el objeto de deseo.
Las protofantasías
Nos interesan ciertas fantasías a las que Freud dio el estatuto de fantasías
originarias o protofantasías. Las temáticas que presentan tienen un carácter común: todas ellas se refieren a los orígenes. Son tres: escena primaria, seducción
y castración. En la protofantasía de escena primaria se representa el origen del
sujeto, estaría dada por la visión del coito de los padres, que aporta perturbación, disgusto y miedo al niño. La protofantasía de seducción se refiere al origen o surgimiento de la sexualidad. El niño desea la consumación del acto sexual con el adulto, la seducción se orienta a los padres que se han vuelto su objeto sexual. La protofantasía de castración es relativa al origen de la diferencia
de los sexos. Por ejemplo, en el varón surge el temor a la castración por parte
del padre si se cumpliera su deseo de acostarse con la madre. Cabe preguntar:
al no encontrar su objeto de deseo, ¿el sujeto se abandona al intento de satisfacción por medio de las fantasías?
El complejo edipiano en el varón
Freud nunca se despreocupó por el conflicto edipiano, en “Psicología de las
masas y análisis del yo” (1921)12, trabajando sobre la cuestión de la identificación, y perfilando el Complejo de Edipo completo, refiere que el varón sostiene dos lazos psicológicamente diversos: con la madre, una directa investidura
sexual de objeto (aplicación de libido sexual invistiendo el objeto); con el padre, una identificación que lo toma por modelo. Ambos coexisten un tiempo,
sin perturbarse entre sí. Pero la unificación de la vida anímica avanza y a consecuencia de ella, ambos lazos confluyen y por ello nace el Complejo de Edipo.
Desde el comienzo mismo, la identificación es ambivalente y puede girar desde la ternura o hacia el deseo de eliminación, comportándose como un reto12. Freud, S. “Psicología de las masas y análisis del yo”. Sigmund Freud Obras Completas.
Ob. Cit. Vol. XVIII. Pág. 67 y ss.
173
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
ño a la primera fase oral de la organización libidinal, en la que el objeto apreciado se incorpora por devoración y así se lo aniquila como tal. No obstante,
el destino de esta identificación puede invertirse. También señala la necesidad de discriminar entre identificación y elección de objeto. En el primer caso
el objeto es lo que uno querría ser; en el segundo, lo que uno querría tener. La
diferencia depende de que la ligazón recaiga en el sujeto o en el objeto del yo.
Freud describe respecto del varón: al comienzo, percibe la diferencia entre varones y mujeres, pero no relaciona la diversidad con sus genitales, siendo para él natural suponer a todos un genital parecido al que posee. Supone
un pene a todos los seres vivos, humanos, animales y hasta en las cosas inanimadas. Como el genital del varón es altamente sensible lo empuja a su pulsión
de investigación, a la curiosidad sexual y en el curso de la investigación llega
a descubrir que el pene no es un patrimonio común de todos los seres, siendo notoria su reacción frente a las primeras impresiones de la falta del pene:
1.- desconocen esa falta y creen ver un miembro a pesar de todo; 2.- piensan
que luego va a crecer; 3.- llegan a la conclusión de que efectivamente estuvo
presente y luego fue removido, siendo esta cuestión es afectivamente sustantiva, pues la falta de pene es entendida como resultado de una castración; 4.se le plantea al niño su propia referencia a la castración en su persona; 5.- sienten menosprecio por la mujer, horror a ella, disposición a la homosexualidad,
que derivan del convencimiento final acerca de la falta de pene en la mujer (el
símbolo mitológico es la cabeza de Medusa); 6.- el varón cree que sólo personas despreciables del sexo femenino, algunas que han sido castigadas (castración como castigo) habrían perdido el genital, pero que personas respetables,
como su madre, lo conservan; 7.- sólo más tarde, cuando abordan los problemas del nacimiento de los niños y toman nota que sólo las mujeres pueden parir niños, aceptarán la pérdida de pene en la madre, pero sabemos que se edificarán complejísimas teorías destinadas a explicar el trueque del pene a cambio de un hijo; 8.- algunas teorías que elabora, niegan la posibilidad de vislumbrar un genital femenino, entonces el embarazo se da en el intestino y los niños son paridos por el ano.
El niño adquiere la representación de un daño narcisista por pérdidas corporales, ya sea a raíz de la pérdida del pecho materno o de la cotidiana deposición. Pero, solo cabe hablar de Complejo de Castración cuando esa representación de una pérdida se ha enlazado con los genitales masculinos. O sea,
la amenaza de castración resignifica las pérdidas anteriores. Precisamente, el
complejo de Edipo del varón cae bajo la represión debido al Complejo de Castración, mientras que en la niña es posibilitado e introducido por éste, pues
empuja el viraje hacia el padre.
Según los primeros desarrollos freudianos, el varón, en época temprana, desarrolla una investidura de objeto hacia la madre, que tiene su punto de partida en el pecho materno y muestra el ejemplo arquetípico de una
elección de objeto según el tipo de apuntalamiento; del padre, el varón se
174
El complejo de edipo
apodera por identificación. Ambos vínculos marchan un tiempo uno junto
al otro sin problemas. Pero, llega un momento que por refuerzos de los deseos sexuales hacia la madre, y por la percepción de que el padre es un obstáculo para estos deseos, nace el Complejo de Edipo, adquiriendo importancia la “amenaza de castración”. Como consecuencia, como ya hemos señalado, la identificación padre se torna hostil o altamente ambivalente, generándose el deseo de eliminar al padre para sustituirlo junto a la madre. Esto
caracteriza el contenido del Complejo de Edipo simple. Con la demolición
del mismo tiene que ser resignada la investidura de objeto de la madre, situación que puede dar lugar a dos caminos: o bien una identificación con la
madre, o un refuerzo de la identificación padre. Freud considera esta última
opción como la normal pues permite retener, en cierta medida un vínculo
tierno con la madre, y emular al padre en su virilidad. La masculinidad experimentaría una reafirmación en el carácter del varón por obra del sepultamiento del Complejo de Edipo.
El complejo edipiano en la niña
La mujer constituye desde la antigüedad un tema de preocupación y de reflexión, y su condición de mujer fue definida de diversas maneras. Con Freud
nace una nueva perspectiva: ya no se trata de la complejidad hormonal, ni del
gineceo, sino que la femineidad será un lugar de misterios y el don femenino
se revelará como un lugar que desde el no tener (castración) es capaz de constituir el ser.
Desde las primeras observaciones, sintetizadas en “Estudios sobre la histeria” de 1895, Freud concibe la idea de que la histeria tenía que ver con la sexualidad, idea que toma de su maestro Charcot y que venía desde los griegos que
designaron histerón (útero) al padecer de la mujer.
Freud comienza sus estudios tratando de elucidar de qué manera se conectaba la histeria con la sexualidad y lo psíquico, negando la relación de la enfermedad psíquica con el útero y demostrando que la misma puede ser padecida por los varones (Conferencia de 1886 ante la Sociedad Médica de Berlín).
Recordemos que Freud había asistido a las presentaciones de enfermos realizadas por Charcot, los días miércoles en el Hospital de la Salpetriere (París) en
donde el maestro se proponía estudiar el diagnóstico diferencial entre paranoia e histeria masculina.
Desde 1895 Freud nos presenta a la histeria en relación a la represión de la
sexualidad. Considera que es el resultado de una defensa, que el paciente produce síntomas y escinde su personalidad para llevar a cabo el rechazo de ciertas representaciones que se le hacen intolerables: esas representaciones atañen a la sexualidad. Y esto deja una pregunta: ¿Por qué la sexualidad podía tornarse intolerable y producir efectos patógenos?
175
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
¿Dónde situamos a la mujer? La división fálica no corresponde, como ya se
ha señalado, a la división sexual. Y si el falicismo apuntala el hecho de que no
existe más que un solo incesto básico, aquel en que la madre es el objeto, podemos concluir que para la niña se plantean dos problemas respecto al Complejo de Edipo, - por los que el niño no tiene que pasar-. El primero, a su relación con el objeto y, el segundo, a su relación con su propio cuerpo. El niño
debe renunciar al primer objeto de deseo, pero sólo para dirigirlo hacia otra
mujer, mientras que la niña debe realizar esa misma renuncia en función de
un objeto de distinto sexo. Tanto antes como después de realizar dicho renunciamiento, el falo permanece del lado del varón, mientras que la niña, que en
un principio cree haber encontrado el falo en la parte de su propio cuerpo que
mejor responde a dicha forma, -el clítoris-, condicionando su autoestima, se
ve obligada a renunciar a la investidura que ha realizado en esta zona erógena
en provecho de la vagina. Este doble trabajo que ocurre en la mujer deja huellas en su psiquismo.
La niña, a pesar de las diferencias visuales, en ningún momento duda que
no pueda haber más que un falo, y en esto también entra a jugar el narcisismo.
Tanto al niño como a la niña, se les impone una doble renuncia: la renuncia de
la madre y al autoerotismo.
¿Cómo realiza la niña este paso? Para contestar a esta pregunta debemos comenzar por ver cuáles son los efectos del Complejo de Castración en la niña.
Desde luego que no tiene que temer la pérdida del pene, pero no puede menos que reaccionar por no haberlo recibido. Desde el comienzo envidia al varón por su posesión. Las consecuencias psíquicas de ello, en torno a la admisión de su herida narcisista, son múltiples en un estricto planteo freudiano: se
establece en la mujer, como una cicatriz, un sentimiento de inferioridad; trata
de explicar su falta de pene como castigo personal; aprehendiendo la universalidad de este carácter sexual comparte con el varón el menosprecio por su
sexo mutilado, y así, al menos, en algo está en paridad con el varón; no obstante su envidia al pene, pervive en el rasgo de carácter los celos, como envidia al
pene desviada. La niña construye una fantasía onanista en donde otro niño, de
quien ella tiene celos como rival, debe ser golpeado: el niño golpeado-acariciado (fantasma fundamental “Pegan a un niño”) no es otro que el clítoris mismo,
lo que representa la confesión de la masturbación; debilita los vínculos tiernos
con el objeto-madre pues la responsabiliza de su dotación insuficiente; sobreviene una intensa corriente contra-onanista puesto que la masturbación en el
clítoris sería una práctica masculina que le hace presente el objeto de envidia;
resigna el deseo de pene por el deseo de hijo y con este propósito se acerca al
padre. Así la castración forzó a la niña al Complejo de Edipo. Otras dos formas
de salida de la envidia del pene serían: 1. Extrañarse totalmente de la sexualidad, 2. Perseverar en la masculinidad.
En “Sepultamiento del Complejo de Edipo” Freud trabaja algunas consideraciones al respecto de la niña en relación al Superyó. Refiere que al comienzo
176
El complejo de edipo
también el sexo femenino desarrolla un complejo de Edipo, un Superyó y un período de latencia en donde puede atribuirse una organización fálica y un Complejo de Castración. Pero, la niña acepta la castración como un hecho consumado y queda excluida de la angustia de castración. Por lo tanto, está ausente
un poderoso motivo para instituir el Superyó. Según nuestro autor, lo que actúa en la niña es la amenaza de la pérdida del ser-amado.
Podemos preguntar: ¿Cómo se organiza la estructura vincular de las mujeres y especialmente sus lazos preedípicos y edípicos?
En la niña el problema edípico está dominado por la necesidad de un cambio de objeto, lo cual está relacionado al cuándo y por qué se libera la niña de
su fijación materna -a veces llega a ser alrededor del quinto año de vida-, y de
un cambio de órgano, de clítoris a la vagina. Todo este proceso depende del pasaje del autoerotismo a la elección objetal. Los motivos por los cuales la niña
se aparta del vínculo materno pueden resumirse en cinco puntos: 1. Porque
está celosa de aquellos a quienes su madre da su amor; 2. Esta relación no tiene una finalidad real y no puede ser satisfecha; 3. La madre le prohíbe la masturbación; 4. Ante la castración, la hija desprecia a la madre por haberla dotado insuficientemente y por ser ella mutilada también, rechazando a su vez la
feminidad en general; 5. Reprocha a la madre haberla seducido. Freud refiere
haber encontrado en la fantasía de seducción por el padre, la expresión desplazada de la seducción que la madre ocasionó a raíz de los cuidados corporales que dan a la niña sensaciones placenteras y de sus propios deseos (la madre
desea que la niña sea su falo). El extrañamiento de la madre se realiza bajo el
signo de hostilidad, en tanto la ligazón-madre puede acabar en odio, que quizás desplazará hacia los hombres.
¿Cuáles son las características de la condición femenina? Según Freud, la
feminidad se caracteriza psicológicamente por una tendencia hacia fines pasivos, lo que no es lo mismo que hablar de pasividad. En efecto, a veces es necesario desplegar una gran actividad para alcanzar esos fines pasivos. La niña
se muestra menos agresiva y más dependiente que el niño. Tiene mayores tendencias masoquistas que el varón. Es importante destacar que el punto crucial
de la evolución sexual femenina no pasa por el pasaje de lo clitoridiano a lo vaginal sino por el pasaje de la libido autoerótica a libido objetal.
¿Cuáles son las vicisitudes de los deseos edípicos y como se configuran en la
organización de la histeria? Los deseos de la niña van transitando por un camino de múltiples renuncias que por último la conducen al deseo del hijo. Debemos tener en cuenta que la madre, desde su deseo, despierta las fantasías fálicas en la niña. En un período pre-edípico, los deseos sexuales se muestran con
nitidez en el deseo de hacerle un hijo a la madre o de parirle un hijo. Por decepción respecto de la madre, en tanto que es castrada y la ha hecho castrada, renuncia a la ligazón-madre, subrogándose al padre. Es entonces que la niña levanta un primer anhelo: ser hombre, que no sólo significa ser como papá sino
ser como el amiguito, el hermano, etc., cualquier semejante que posea lo que
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
ella ha percibido como falta: el pene. Para poder desear ser hombre, para poder caracterizar este deseo, primero la niña debe verse a sí misma como privada de falo, como castrada (admitir la diferencia). Este primer deseo de ser hombre está condenado al fracaso y es sustituido por otro de significación más circunscripta: poseer el emblema de la masculinidad, o sea, un pene. Pero también esta meta no alcanza su cumplimiento, pues la niña no verá crecer su clítoris, no poseerá un pene, y entonces desplazará su interés a lo que el producto de ese órgano puede generar: un hijo, pero un hijo procedente del padre. La
niña desea ocupar el lugar de la madre desde el doble ángulo de esposa, oficiando de mujer del padre, y madre, en el sentido de que dará hijos a su padre,
siendo el hijo un equivalente, por ecuación, del pene. Si bien a estos deseos
nunca la mujer termina de renunciar, alcanza la posibilidad de llegar a la genitalidad recortando este deseo al deseo del hijo, desplazando la figura del padre a la figura de un otro que, a partir de ese momento, pasará a convertirse en
evocador del padre.¿Cómo se juega la niña sus destinos en relación a la histeria? Por un lado, si la mujer queda fijada al deseo de poseer un pene y resuelve
su Edipo por la represión, desarrolla una neurosis histérica de tipo fálico-narcisista, donde el vaginismo y el desprecio por el hombre, junto con una actitud
competitiva hacia él no estarán ausente. Por otro, si en cambio queda detenida en el deseo de poseer un hijo del padre formará una histeria de tipo inhibida, reforzando este deseo por el no pasaje de zonas (de clítoris a vagina). Surgirá, por lo tanto, la frigidez y la actitud será más depresiva y con un profundo
sentimiento de desvalorización hacia sí misma. Solamente las renuncias a estos deseos permiten a la mujer alcanzar su condición femenina.
La madre desde la realidad puede satisfacer las necesidades de su hija, pero
esto no cubre su demanda porque lo que ella demanda, motivada por el deseo
de poseer lo que no tiene, deja un lugar de falta, o un espacio que se constituye como carencia. El mismo dará espacio al amor y el don femenino.
La castración nos aleja de aquella unidad ansiada por el narcisismo. El deseo
trata de restituirla, de restituir lo que se ha perdido: la ligazón con la madre fálica. Por eso, en términos freudianos, en la mujer queda inscripto en su psiquismo una demanda de amor hacia la madre destinada a convertirla en insatisfecha, demanda que dirigirá a los hombres, para culparlos de su insatisfacción.
Lo que la clínica le ha mostrado a Freud es que muchas mujeres que han
escogido a su marido según el modelo del padre o lo han puesto en lugar de
éste, repiten con él, sin embargo, su mala relación con la madre. Esto se explica por las vías de la regresión: el vínculo madre fue el originario, sobre él se edificó la ligazón con el padre endosándole las ligazones afectivas del objeto-madre. Por lo tanto, la actitud hostil hacia la madre no es a consecuencia de la rivalidad edípica sino que proviene de una fase anterior pre-edípica en donde la
niña sufrió desengaños con su madre.
Podemos hacernos otra pregunta: ¿qué requiere la niña de la madre? Afecto, pero el mismo no satisface su deseo de completud, por lo que nos pregun-
178
El complejo de edipo
tamos: ¿qué es lo que demanda una mujer cuando pide? Lo que pide es amor,
qué es lo que le falta y lo que nunca le va a poder ser dado de acuerdo a lo anhelado: entre lo pretendido y lo hallado surge una diferencia que deberá poder
elaborar para concebir el don del amor.
El sepultamiento del Complejo de Edipo y su herencia
Freud considera que el sepultamiento del complejo edipiano configura la
institución de la conciencia moral, y la génesis del Superyó, siendo el patrimonio de la cultura.
Desde un principio parece estar en Freud la idea de que en el proceso constituyente del sujeto se articulan cuatro lugares psíquicos: paterno, materno, el
falo y el sujeto, lugares que determinan la encarnadura concreta de los personajes reales que los ocupan. De tal modo que los roles que estos juegan están
marcados por un más allá que pertenece al orden de la estructura de la cultura
y los términos de esta relación vienen a llenar una función preestablecida por
ese orden superior cultural que los incluye. La titularidad de estas funciones
no pertenece a quién la ejerce en concreto sino a quién le da posibilidad de su
usufructo: la cultura es la que transfiere esa posibilidad. Realizar una transferencia implica desde el punto de vista jurídico una traslación de dominio, lo
que significaría tomar a los padres como los titulares originales del dominio.
Pero esto es relativo en tanto que, como ya señalamos, los padres biológicos
no ocupan la posición de titulares sino la de aquellos que usufructúan ese dominio de un título que es de la cultura.
La situación edípica se precipita desde una relación tal que es necesaria la
inclusión de un tercero que legisle la relación de la madre y el hijo respecto del
falo, poniendo un “no”, realizando una interdicción que posibilitará al hijo constituirse como deseante (no quedar atrapado en ser el falo de la madre) y al padre
rescatar su esposa como mujer. Pierre Legendre le llamará “metáfora jurídica”.
Puntualizaremos algunas concepciones que Freud trabaja en el texto “El sepultamiento del complejo de Edipo”13: El complejo de Edipo es el fenómeno central de la sexualidad de la primera infancia que luego cae sepultado, sucumbe a
la represión, posiblemente por falta de satisfacción, de su fracaso, como resultado de su imposibilidad respecto de la castración. La fase fálica, en donde se
reconoce solamente genitales masculinos, es contemporánea a la del complejo de Edipo, no prosigue su desarrollo hasta la organización genital definitiva,
sino que se hunde en el inconsciente y es relevada por el período de latencia.
La organización fálica del niño cae bajo la represión primaria (se va al fundamento según traducción de Etcheverry) a raíz de la amenaza de castración.
Freud comenta una observación relativa al niño referente a que tiende a mas13. Freud, S. “El sepultamiento del complejo de Edipo”. Sigmund Freud Obras Completas.
Ob. Cit. Vol. XIX. Pág. 181 y ss.
179
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
turbarse insistentemente y alguien, quizás la madre, lo amenace con algún castigo, por ejemplo: cortarle la mano, o cualquier otro no tan cruel. El asunto es
que toda observación por parte de un adulto en el sentido de inhibir la práctica sexual será vivida como amenaza de castración. Cuando el varón llega a significar los genitales femeninos, se le representa la pérdida del propio pene, la
amenaza de castración obtiene su efecto con posterioridad, poniendo fin a las
distintas posibilidades de satisfacción -derivadas del complejo de Edipo- por
temor a la pérdida de pene. Si la satisfacción amorosa en el terreno del complejo de Edipo debe costar el pene, entonces por fuerza estallará el conflicto
entre el interés narcisista en esta parte del cuerpo y la investidura libidinosa
de los objetos parentales. Por supuesto que el conflicto se resuelve del lado del
interés narcisista y el Yo del niño se extraña del complejo de Edipo. Así las cosas, las investiduras de objeto son resignadas y sustituidas por identificación.
La autoridad del padre, o de ambos progenitores, introyectada en el Yo, formando el núcleo del Superyó, que toma prestada del padre su severidad, perpetúa la prohibición del incesto y asegura al Yo contra el retorno de la investidura libidinosa de objeto. Las aspiraciones libidinosas pertenecientes al complejo edipiano son en parte desexualizadas y sublimadas, también son inhibidas en su meta y mudadas en mociones tiernas. Con este proceso se inicia el
período de latencia.
Un punto importante desarrollado en el Cap. III de “El yo y el ello” es la salida y el desenlace de la situación edipiana en identificación-padre o identificación-madre. Esta parece depender, en ambos sexos, de la intensidad relativa
de las dos disposiciones sexuales y es uno de los modos en que la bisexualidad
constitucional interviene en los destinos del Complejo de Edipo.
Por otro lado, Freud reconoce que esta línea presentada -Edipo simple- no
es lo más frecuente, sino que corresponde a una simplificación o esquematización. Una indagación más a fondo pone en descubierto el Complejo de Edipo completo, positivo y negativo, dependiente de la bisexualidad originaria del
niño.14 O sea, que el varón no posee sólo una actitud ambivalente hacia el padre, y una elección tierna de objeto en favor de la madre, sino que se comporta también, mostrando una actitud tierna hacia el padre, y la correspondiente actitud celosa y hostil hacia la madre. Se entiende por “vertiente positiva”
del Complejo de Edipo, el amor al progenitor del sexo contrario y hostilidad al
progenitor del mismo sexo; y por “vertiente negativa” el amor al progenitor del
mismo sexo y hostilidad al progenitor del sexo contrario.
A raíz del sepultamiento del Complejo de Edipo, las cuatro aspiraciones contenidas en él se desmontan y desdoblan de tal manera que de ellas surge una
identificación-padre y madre; la identificación-padre retiene el objeto-madre
del complejo positivo y, simultáneamente, el objeto-padre del complejo invertido, y lo análogo es válido para la identificación-madre.15 O sea, la identifica14. Freud, S. “El yo y el ello”. Sigmund Freud Obras Completas. Vol. XIX. Pág. 34.
15. Ibídem. Pág. 35.
180
El complejo de edipo
ción-padre retiene el objeto madre de la vertiente positiva, y el objeto padre de
la vertiente negativa; la identificación-madre retiene el objeto madre de la vertiente negativa y el objeto padre de la vertiente positiva.
No podemos dejar de citar el texto freudiano: “El complejo de Edipo […] fenómeno central del período sexual de la primera infancia […] cae sepultado,
sucumbe a la represión y es seguido por el período de latencia […] la fase fálica, contemporánea con el complejo de Edipo, no prosigue su desarrollo hasta
la organización genital definitiva […] Por cierto que no enseguida, ni sin que
vengan a sumarse ulteriores influjos […] Las investiduras de objeto son resignadas y sustituidas por la identificación […] las aspiraciones libidinosas pertenecientes al complejo de Edipo son en parte desexualizadas y sublimadas, lo
cual probablemente acontezca como trasposición en identificación, y en parte son inhibidas en su meta y mudadas en mociones tiernas […] con este proceso se inicia el período de latencia […] No veo razón alguna para denegar el
nombre de ‘represión’ al extrañamiento del yo respecto del complejo de Edipo, si bien las represiones posteriores son llevadas a cabo la mayoría de las veces con participación del superyó, que aquí recién se forma. Pero el proceso
descrito es más que una represión, equivale, cuando se consuma idealmente,
a una destrucción y cancelación del complejo. […] Si el yo no ha logrado efectivamente mucho más que una represión del complejo, este subsistirá inconsciente en el ello y más tarde exteriorizará su efecto patógeno. Tales son los nexos que la observación analítica permite discernir o colegir entre organización
fálica, complejo de Edipo, amenaza de castración, formación del superyó y período de latencia”.16
Nos interesa destacar la participación del Superyó en el asunto. En “El yo y
el ello”, Freud se dedica más específicamente al tema, completando sus desarrollos: “Como resultado más universal de la fase sexual gobernada por el complejo de Edipo, se puede suponer una sedimentación en el Yo, que consiste en
el establecimiento de estas dos identificaciones, unificadas de alguna manera entre sí. Esta alteración del Yo recibe su posición especial: se enfrenta al otro
contenido del Yo como ideal del Yo o Superyó”.17
En la génesis del Superyó inciden dos factores: 1. El desvalimiento y la dependencia del ser humano durante su prolongada infancia, y, 2. el hecho de su
Complejo de Edipo con una interrupción del desarrollo libidinal por el período de latencia, y por tanto, el arranque en dos tiempos de la vida sexual. Esta
última característica, específicamente humana, lleva a la hipótesis sobre la intervención del desarrollo hacia la cultura subrogando los rasgos más significativos del desarrollo del individuo y de la especie.
El Ideal de Yo o Superyó es la agencia representante del vínculo parental, es,
por lo tanto, la herencia del Complejo de Edipo. Mientras que el Yo es esencialmente representante del mundo exterior, el Superyó se le enfrenta como abo16. Ibídem. Pág. 181-185.
17. Ibídem. Pág. 35-36.
181
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
gado del mundo interior, del Ello. La tensión entre las exigencias de la conciencia moral y las operaciones del Yo son sentidas como sentimiento de culpa.
La historia genética del Superyó permite comprender que los conflictos anteriores del Yo con las investiduras de objeto del Ello puedan continuarse en
conflictos con su heredero, el Superyó. Si el Yo no logró dominar bien el complejo edipiano, la investidura energética de este, proveniente del Ello, retomará su acción eficaz en la formación reactiva del Ideal del Yo. Cuestión que pone
en evidencia la estrecha relación del Ideal del Yo con las mociones pulsionales
inconscientes, y es por ello que el ideal mismo permanece en gran parte, inconsciente, inaccesible al Yo.
Con Freud podemos considerar que el sepultamiento del complejo de Edipo,
origen de la neurosis infantil, se produce impulsado por la amenaza de castración, mediante el mecanismo de la represión, de un modo original: tiene como
característica la destrucción de las representaciones reprimidas y la cancelación del complejo. Pero esta represión requiere que se consuma idealmente, es
decir, que no se interrumpa el proceso. Es el tiempo del inicio del “interés del
yo”, donde la actividad de la libido yoica es desexualizada, interés que se aplicará a la inserción en la civilización y el desarrollo cultural. Implica el cese de la
fase fálica, su discontinuidad respecto de la organización sexual definitiva y el
inicio del período de latencia. Éste no se presenta en forma repentina sino que
es un proceso, total o parcial.18 Por ello deberán sumarse otros influjos, tales
como: la desexualización, la sublimación, la sedimentación del Yo vía la identificación y la formación del Superyó, como herencia del complejo de Edipo,
en tanto Ideal del Yo y conciencia moral. Ya en 1905 Freud refiere que durante
el período de latencia “se edifican los poderes anímicos que más tarde se presentarán como inhibiciones en el camino de la pulsión sexual y angostarán su
curso a la manera de unos diques (asco, sentimiento de vergüenza, los reclamos
ideales en lo estético y lo moral) […] ¿con qué medios se ejecutan estas construcciones tan importantes para la cultura y la normalidad posteriores del individuo? Probablemente a expensas de las mociones sexuales infantiles mismas,
cuyo aflujo no ha cesado, ni siquiera en este período de latencia. Los historiadores de la cultura parecen contestes en suponer que mediante esa desviación
de las fuerzas pulsionales sexuales de sus metas, y su orientación hacia metas
nuevas (un proceso que merece el nombre de sublimación), se adquieren poderosos componentes para todos los logros culturales. Agregaríamos, entonces, que un proceso igual tiene lugar en el desarrollo del individuo, y situaríamos su comienzo en el período de latencia sexual de la infancia”.19
18. Freud, S. “Tres ensayos de una teoría sexual”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit.
Vol. VII. Pág. 161.
19. Ibídem.
182
El complejo de edipo
La latencia
La latencia es el período comprendido entre la declinación de la sexualidad
infantil sucedánea de la disolución del complejo de Edipo y el inicio de una nueva lógica de las resonancias del cuerpo relativas a la patentización de la sexualidad en la pubertad. Algunos autores consideran que en esta etapa desaparece el desarrollo de la sexualidad. En nuestra consideración, la latencia también es una etapa de ese desarrollo, necesaria para la constitución del sujeto.
No se trata de la desaparición de las pulsiones sexuales, sino que, por un lado,
han sido reprimidas de tal forma que causará la amnesia infantil (Freud considera que el mecanismo es más que una represión) y por otro lado, la defensa
instaura un cambio de vía y una desviación de la meta, por donde aquello que
“late” encuentra su posible satisfacción de otro modo, a través de la ternura y
el desarrollo del interés del Yo que promueve el interés por las actividades relativas a la curiosidad intelectual, punto que pone en evidencia la actividad de
procesos sublimatorios. Recordemos que Freud en 1905 se refiere a este período como “diferimiento”. Estas son algunas de las razones por las que no consideramos este período como un momento de desaparición de las pulsiones
sexuales, sino como un período en donde las mismas tienen una importancia
superlativa, en tanto que reprimidas y sublimadas. La represión y la sublimación son destinos de la pulsión sexual por ejercicio de la defensa respecto de
ella, y por lo tanto, no pueden concebirse sino a partir de ella. Con el objeto de
reivindicar la importancia del período de latencia, tan desestimado en la actualidad, nos detendremos un poco en las consideraciones freudianas. La elaboración, en el sentido de disolución, de la conflictiva edipiana conlleva una
resignación de las cargas eróticas de objeto y su sustitución por la ternura, y
ello no es sin consecuencias.
Desde épocas primeras del psicoanálisis, el período de latencia o diferimiento es un momento lógico propicio para la iniciación de procesos de identificación, vía el amor, a rasgos parentales, y también el inicio de la conformación de
la identidad sexual, sin las dificultades de las ambivalencias causadas por las
cargas eróticas y la agresividad de la lógica edipiana. Desde los textos freudianos se infiere con claridad la importancia del período de latencia.
Es de notar que la clínica con niños en la actualidad refiere la falta de establecimiento de esos diques. Cabe interrogar: ¿la influencia de la época actual
producirá una interrupción del período de latencia o su falta de establecimiento? ¿Será la causa de los trastornos actuales en la niñez relativos a la violencia
y los problemas de aprendizaje?
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
La metamorfosis de la pubertad adolece
Para Freud, el concepto de pubertad es relativo a un momento lógico, no necesariamente cronológico, relacionado con la aparición de señales sexuales en
el cuerpo que generalmente pueden causar intereses sexuales. Este concepto
toma un sentido en tanto lo opone al concepto de lo infantil.
Lo infantil en psicoanálisis no se refiere fundamentalmente a una edad cronológica sino a una posición del sujeto con respecto al problema de la diferencia de los sexos y con respecto al problema de la satisfacción pulsional. La infancia es un momento estructural: lo infantil es lo inconsciente, pues es la lógica consecuente con el complejo de Edipo. Freud elabora el concepto de neurosis infantil en relación a la noción de la sexualidad como un momento estructural del sujeto condicionado por el complejo edipiano. De hecho se refiere a
un tiempo entre lo infantil y la sexualidad adulta. Describe la pubertad como
metamorfosis, como un túnel que se excava por dos lados, por el lado de lo infantil y por el lado de lo adulto. La pubertad fue señalada como un encuentro
entre lo que es la sexualidad infantil y la sexualidad adulta.
La pubertad implica el surgimiento de un momento de encuentro con el
cuerpo en relación a un nuevo modo de abordar la pulsión en relación a la satisfacción sexual. Es necesariamente una lógica de reorganización que culturalmente se denomina “adolescencia”. Es un tiempo de pasaje.
Freud sitúa la aparición de algo nuevo en el campo pulsional que se presenta en lo real del cuerpo y el sujeto debe responder a ello. En este momento se
hace más presente la alteridad del sexo, y aparece la necesidad de dar respuesta a la aparición de esos nuevos estímulos que demandan un nuevo modo de
satisfacción pulsional en el cuerpo, que se impone como un nuevo real. No se
trata solamente de la influencia de las hormonas pues la cultura influye. Ese
nuevo real aparece producido por un sistema simbólico, o sea, lo que pretende
la cultura del sujeto en un determinado transcurso de la vida, que implica una
ruptura con el momento anterior infantil. En él, el complejo edipiano encuentra una estabilización subjetiva infantil en la resignación de las cargas eróticas
a favor de las cargas tiernas y la identificación. La aparición de nuevos estímulos eróticos produce una desestabilización subjetiva.
La metamorfosis de la pubertad adolece. La adolescencia es un tiempo de elaboración en la constitución subjetiva. Es un tiempo de una lógica subjetiva que
va a tener en cuenta fundamentalmente tres factores: 1.- la satisfacción de las
pulsiones; 2.- las identificaciones; 3.- la diferencia de generaciones y la muerte.
Podemos entender la adolescencia como la necesidad de concluir de un sujeto sobre una identificación del lado masculino o del lado femenino, sin que
esto esté asegurado por la la anatomía. Hay que tener en cuenta que no hay
nada en el campo pulsional que indique al sujeto qué objeto es el adecuado a
la pulsión sexual, sea varón o mujer.
El famoso Complejo de Edipo es para Freud el aparato simbólico que va a
permitir al sujeto construirse algunos objetos de amor, no es algo que esté dado
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El complejo de edipo
de entrada, tiene que construirse y pasar por su elaboración a través de las vicisitudes ya mencionadas. Por ello, podemos decir que no hay relación directa
entre la pulsión y el objeto, no hay correlación predeterminada entre los sexos.
El problema es que en la adolescencia la solución edipiana debe reactualizarse porque habrá que construirse objetos fuera del ámbito familiar y habrá que
reordenar toda esa estructura, cuestión que vuelve a plantear una crisis de las
identificaciones para construir nuevos objetos extrafamiliares.
En el inicio hay una elección infantil de objeto que implica una sexualidad
infantil pregenital. El momento de la pubertad se caracteriza no solo por el
cambio corporal, sino por la aparición de una corriente de ternura ligada a la
vida sexual. Del lado del amor el sujeto entra en conflicto necesariamente con
la satisfacción sexual, del cual adolece. La elección de objeto en esta época tiene que renunciar a los objetos infantiles y recomenzar con una corriente sexual ligada al amor que había resignado. Hay un nuevo inicio de la vida sexual
y la tendencia infantil y la nueva entran en contradicción. Los objetos nuevos,
extrafamiliares, van a estar siempre marcados por las elecciones infantiles de
objeto familiares. Se origina una tensión entre lo que es del orden de la satisfacción de la pulsión y el amor, porque la solución edipiana implicó una renuncia a la sexualidad en virtud del amor. Como consecuencia se disoció la sexualidad del amor. Y, en la adolescencia, aparece la necesidad de una unificación
entre ambas corrientes: sexual y amorosa. ¿Cómo gozar sexualmente de aquello que uno ama y como amar aquello de lo que uno goza sexualmente? Esta
contradicción puede pensarse como la lógica de la adolescencia, que construye el conjunto de problemas de la vida y de la relación del sujeto con el deseo.
Por otro lado Freud plantea esta etapa como un momento de liberación del
sujeto de la autoridad de los padres, con lo cual queda creada la contradicción
de la nueva generación con respecto a la antigua, tan importante para el progreso de la civilización. Se trata de un corte generacional que implica un cambio de posición simbólica del sujeto en el mundo, bajo dos perspectivas: 1.- la
contradicción entre goce sexual y amor; 2.- la contradicción entre generaciones y la muerte.
No obstante, Freud sostiene la afinidad entre la sexualidad infantil y la adulta pues las condiciones de elección de objeto infantiles van a marcar las sucesivas elecciones sexuales de objeto del adulto. En 1925 sitúa la fase fálica como
lo que decide la posición del niño con respecto a la diferencia de los sexos precipitándose una identificación antes de la pubertad. En la salida del complejo edipiano el sujeto infantil realiza una elección de objeto según identificaciones del lado masculino o femenino, en relación al Complejo de Castración:
Fálicos y castrados. En ese momento, Freud sitúa los principios de la sexualidad adulta en general.
Podemos considerar lo infantil como esa lógica en que el niño es el lugar
de la pregunta sobre por qué existen dos sexos, regida bajo la lógica de la mirada, en el que niño percibe la castración y da una primera respuesta. Tam-
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
bién debemos considerar que un niño para Freud no es un sujeto que ya tenga
sus objetos constituidos sino que es al revés: el niño empieza a ser él un objeto
para los otros. Freud entendió que la misma sexualidad se introduce en el sujeto bajo la forma del fantasma de una seducción. Dependiendo de la lectura
de ese sujeto respecto de esa posición del deseo del Otro, tiene siempre el carácter traumático, por ser entendido como seducción, como una intromisión
del sexo por el deseo del Otro.
En la lógica de la latencia, el sujeto aun no puede dar una respuesta al modo
de satisfacer las pulsiones sexuales, sino que hay un período de represión de
todo lo que es sexualidad, y vía la sublimación, se abren los caminos de la curiosidad por el mundo. Se trata de un tiempo lógico por fuera de una cronología, en el cual algo late en el inconsciente.
La lógica de la adolescencia implica un tiempo en el que sujeto debe concluir sobre la elección de objeto. La adolescencia es una lógica marcada por el
modo de resolver el impasse en el que se deja la sexualidad infantil. Aparece un
cambio corporal, aparece una nueva exigencia pulsional y el sujeto se pregunta
qué hacer con el cuerpo que se le impone, qué nuevos objetos debe construir
después de este cambio. Lo que se llama “crisis de la adolescencia” consiste en
la necesidad de salir de la sexualidad infantil resignada.
Siempre se habla de un resurgimiento pulsional en la pubertad. Pero, si la
pulsión está designada siempre como una energía constante, no queda claro el
resurgimiento pulsional. La energía pulsional es la misma a lo largo de la vida,
la variación depende de donde la coloca, podrá ser más frenada, podrá estar
más desplegada, podrá ser más reprimida, o sublimada, o podrá ser más actuada, pero en sí la energía de la pulsión es constante. Es con la misma energía con la que apasionadamente el niño de un mes se relaciona al pecho de su
madre que con la que el muchacho de 14 años se engancha a un partido de fútbol, es del mismo orden. Entonces no se trata tanto de una inyección pulsional, de un resurgimiento, sino que ocurre otra cosa, hay una redistribución: se
redistribuyen las figuras del deseo y se redistribuyen las figuras de la identidad.
Hay un tiempo para el sujeto en que ya no quiere lo mismo que las cosas de
antes, hasta puede despreciarlas. Puede pasar frecuentemente que, de un día
para el otro, la “casita de las barbies” o los “dinosauros”, ya no interesan. A partir del momento en que pasa a no jugar con estos, los desprecia como una cosa
de pequeños, pero este desprecio no ahorra el duelo por los objetos perdidos.
Desde este punto de vista podemos situar la adolescencia como el momento preciso en que cada sujeto pierde los modos de satisfacción infantiles. Estos
se ven marcados por un cartel que dice: “Eso es de niños”. En el discurso de los
padres ocurre lo mismo, y esto incide pues cuando los padres dicen de un hijo
que es muy niño, lo dicen fundamentalmente en función de sus apetencias,
sus deseos y sus intereses de que crezca, como si fuera un asunto de voluntad.
El adolescente está en relación a un deseo marcado por la pérdida de los modos de satisfacción anteriores. Es una pérdida difícil pues no es fácil abando-
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El complejo de edipo
nar los modos de satisfacción infantil. El desarrollo de las neurosis en el adulto muestra precisamente esta dificultad. Fundamentalmente porque estos modos de satisfacción aparecen directamente ligados a un proveedor mayor que
es el Otro, sea quien sea el que encarne ese Otro (madre, padre, familia). El sujeto infantil dice: “yo no soy responsable, es el Otro”. No es nada cómodo abandonar esos modos de los cuales es responsable el Otro. Y, lo peor es que se trata de abandonar modos de satisfacción conocidos, para apuntar a un “no se
cómo”, a un desconocimiento. No es una pérdida con una ganancia inmediata. Mucho antes de saber qué desea tiene que –para que se plantee la pregunta misma del deseo- abandonar los modos anteriores. Esto es lo que hace a la
crisis de la adolescencia: pasa del “tengo” a la incertidumbre, de la posición de
responsabilidad del lado del Otro, a la responder por el propio deseo y modo
de satisfacción. El problema actual es que la cultura ofrece demasiadas posibilidades cómodas de lograr esas otras satisfacciones, y no dejan espacio para
la pregunta por el deseo.
En la adolescencia, varón y mujer, mantienen puntos en común: 1.- el cambio necesario de un objeto de amor familiar a un objeto de amor extrafamiliar;
2.- el encuentro con un nuevo goce en el cuerpo, encuentro con otro goce distinto que antes no estaba, que viene a romper la unidad del cuerpo, y el sujeto tratará de reducir esa alteridad respecto del propio cuerpo. Freud pensaba
que los objetos de la masturbación son objetos infantiles bajo la forma maternal y por eso producen culpa, pero también es válido pensar que poder articular algo sobre el sexo funciona con culpa como un modo de velar la castración;
3.- la necesidad de construir nuevas identificaciones, hombre o mujer, se produce al situarse como uno entre otros, al incluirse entre sus pares, cada uno
a su modo; 4.- la compleja conjunción entre el objeto de amor y el objeto de
goce. También hay algunas diferencias: 1.- Del lado masculino: un desdoblamiento entre el objeto de amor, que se idealiza, y el objeto sexual, que se degrada, la falicización del pene y su entrada en la economía subjetiva en tanto
autónomo. De lado femenino: el clivaje madre-puta, la menstruación, aparece la angustia, el asco, la vergüenza y el momento de la reivindicación masculina; 2.- Respecto de la posición del discurso del Otro, del lado masculino: “Serás un hombre si haces tal o cual cosa” refiriendo condiciones que cambian con
las épocas –trabajar, producir dinero, tener un auto-. Del lado femenino: “Ya
sos una mujer”, frase poco jubilosa, porque a partir del momento de la aparición de la menstruación, lo que está debajo de esta frase es: cuidado, ya puedes quedar embarazada, ya puedes pasar por un parto, ya puedes ser madre
y también, ya puedes infectarte. En otras épocas, “Ya sos una mujer” también
quiere decir “ahora los hombres te pueden tomar por objeto de sus bajos instintos, te pueden tomar por la fuerza o si te entregas a ellos serás degradada. Si
bien en la actualidad las significaciones han cambiado, el ingreso al mundo de
las mujeres es siempre con una advertencia: “cuidado”. De este modo se da alguna respuesta al ser madre y al ser de mujer desde el temor. No es fácil reor-
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
ganizar las identificaciones y la vida pulsional de este modo, es eso lo que lleva a algo ominoso que se expresa de generación en generación bajo la forma
de algo a cuidar en relación a la sexualidad femenina. Hoy habrá que estudiar
las nuevas formas de presentación de estas conflictivas, las épocas y las culturas cambian y con ello se transmiten nuevas significaciones. En la actualidad
es frecuente observar el desdoblamiento del objeto de amor y la falicización
en las mujeres y hasta el deseo de no ser madre, como lo demostró la tesis de
Maestría en Teoría Psicoanalítica de Nora García Colomé titulada: “Matices sobre el paisaje. Sobre el deseo de no ser madre”, investigación en donde la autora
expresa: “Las consecuencias psíquicas y sociales de la diferencia sexual anatómica forman parte de nuestra estructuración psíquica, conforma nuestra subjetividad y marcan la manera de relacionarnos con el otro y con el Otro. Esta
diferencia está inmersa en un campo de relaciones, representaciones, significaciones sociales y culturales. Por lo que en el deseo de no ser madre van a estar imbricados estos dos ámbito” Se pregunta: “¿se debe dar necesariamente
la asunción de la maternidad? ¿No podrá la mujer asumir la castración de otra
manera y resarcir la herida narcisista que provoca la diferencia de sexos simbolizando esta falta con la pareja, el ejercicio de la sexualidad, el trabajo, la profesión, entre otras posibilidades?”.20
El enigma del objeto, la escisión del sujeto y la masculinidad
¿Qué pasa con esos aspectos de lo sexual que se reprimen? En 1905 Freud
intenta una respuesta a tal enigma: el sujeto reprime lo sexual porque la sexualidad inicial está referida y articulada en un deseo endogámico que la cultura
inhibe y prohíbe. Lo que está en juego es el saber del objeto. El sujeto no quiere saber nada, por la angustia que este hecho que conlleva la castración a quedar referido a la falta, que el sujeto prefiere ignorar. Por ello el sujeto no sabe
sobre aquello que está en el origen de los síntomas que soporta - he ahí el inconsciente -.
¿Cuál es el enigma del objeto? La respuesta freudiana es explicitada en la
obra de Freud muy tempranamente, en los desarrollos respecto de das Ding
como núcleo de la representación cosa inconsciente y la pérdida de objeto, ya
mencionados anteriormente.
¿Por qué un objeto, -a veces un trapo- puede preferirse a la persona del sexo
opuesto? El enigma del objeto se puede vislumbrar a través del cumplimiento
de ciertas y determinadas condiciones. Por ejemplo, cabe interrogar por qué la
moda femenina ha llevado a la mujer a usar pantalones, pelo corto, sacos rec20.García Colomé, N. Matices sobre el paisaje. Sobre el deseo de no ser madre. Actas del 2do.
Congreso de investigación. Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco. División de Ciencias Sociales y Humanidades Departamento de Educación y Comunicación. México, D.F.
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El complejo de edipo
tos, corbatas, etc. Más allá de tener presente que la ubicación de la mujer en el
mundo laboral fue causa de una vestimenta más práctica, cabellos cortos, etc.,
que siempre se renueva, ¿de qué cosas las reviste que las hace atrayentes? Posiblemente la respuesta ya esté en la pregunta: les otorga cosas, les tapa su falta y desde ese disfraz se presentan al hombre con la falsa promesa de “no me
falta nada”. Es frecuente escuchar en el hombre: “a esta mina no le falta nada”
(mina: “lugar de excavación para la extracción de minerales o piedras preciosas” RAE, ó, mujer en lenguaje popular) ¿Habrá mujeres que son completas?
Para entender esta cuestión hemos señalado la significación que tiene para
el hombre la falta. Freud analizó que la sexualidad del adulto tiene que ver con
ciertas maneras en como el niño se refiere a sus primeros objetos; que el cuerpo erógeno, sexuado, capaz del goce del adulto, se constituye en los años de la
edad infantil. Según él, el desarrollo psicosexual tiene gran importancia en la
forma de relacionarse del niño con sus primeros objetos. En ese “relacionarse”
ocupa un lugar destacado la fantasía. Cabe recordar que en ellas el nexo con la
realidad se pierde, “es inhallable”21.
Estas fantasías se actualizan en el Complejo de Edipo. ¿Qué es lo que allí se
juega? ¿En qué están interesados los personajes? Seguiremos el desarrollo freudiano, permitiéndonos un reduccionismo: El niño en cometer el incesto, el padre en conservar a la madre, y la madre en poseer el falo. Ya hemos expresado
que el falo es la premisa universal del pene, esa loca creencia infantil de que no
hay diferencia de sexos, la creencia en que todo el mundo es igual, en que sólo
existe un órgano genital y es de naturaleza masculina. La confrontación de la
premisa con la diferencia de sexos trae como consecuencia en el varón un sentimiento constante de amenaza sobre un genital: “lo tengo pero puedo perderlo”, “tener un pene no asegura de nada”. Podemos pensar que el futuro del hombre está constantemente amenazado en la medida en que si esa creencia en el
falo ha quedado invalidada, muchas otras creencias sufrirán el mismo destino.
¿Cómo incide la bisexualidad constitucional?
Hemos señalado que para la Biología, masculino y femenino son términos
aplicables a los sujetos desde su nacimiento atados a su condición de hombre
y mujer, mas no es así para el psicoanálisis. Teniendo en cuenta, la doctrina de
la bisexualidad, el individuo trata de satisfacer deseos tanto masculinos como
femeninos. Posiblemente debamos enfrentarnos a que esas pretensiones no
sean satisfechas por un mismo objeto. ¿Se ofrecerá el travesti como la mujer
fálica y en esto resida la clave de su éxito?
El falonarcisismo en sus repliegues lleva al sujeto desde la ligazón madre al
Edipo y a un particular momento de este drama evolutivo: la castración.
El Complejo de Edipo en el varón es aniquilado por el Complejo de Castración. Este actúa siempre en el sentido dictado por su propio contenido: inhibe y restringe la masculinidad. Bajo la amenaza de castración, las catexias
libidinales de las relaciones edípicas son abandonadas, desexualizadas, y en
21. Freud, S. “Manuscrito M”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. I. Pág. 293.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
parte sublimadas. Sus objetos son incorporados al Yo, pasando a constituir
el Superyó.
No debemos confundir privación con castración, pues, si bien el hombre
no se ve privado desde lo real, esto no quiere decir, que no acceda a una castración simbólica.
Hemos señalado, una organización por escisión del sujeto, alrededor de la
cual se puede centrar, por ejemplo, la psicología de la masculinidad. Por un
lado existiría el reconocimiento de la angustia y amenaza de castración. Por
otro lado una desmentida de dicha amenaza. Si esta contradicción genera una
escisión, ésta le permite al sujeto la subsistencia de fantasías incestuosas preedípicas que consolidan vínculos predominantemente con la madre. Escisión
mediante, puede articularse una desmentida, lo que permite al sujeto seguir
vinculado narcisísticamente con los objetos primarios. Se conformaría de esta
forma la estructura básica de los cuadros de perversión y psicosis en donde el
camino de la resolución edípica ha seguido los pasos de la renegación y la forclusión. Estos procesos son consecuencia de la inadecuada o falta de interdicción paterna del vínculo madre-hijo.
La función paterna, que requiere para su gestión de la presencia del padre
en el deseo de la madre, organiza un obstáculo que impide la consecución del
deseo narcisístico de la madre, y permite al sujeto inscribirse en la cultura. Reprimiendo los deseos incestuosos primarios surge en el sujeto la ambición de
vivir. Quedándose en la consecución de ellos logra una posición subjetiva letal, puesto que se sumiría a la condición de objeto de la madre.
La masculinidad que siempre se describe en términos de actividad podrá
también ser descrita en términos de posibilidad de hacer madre a una mujer y
ejercer la función paterna. Para que el hombre pueda cumplir con dicha función tuvo que transitar un largo desarrollo que lo lleva desde ser objeto del deseo de la madre, a ser sujeto deseante.
El varón se constituye como tal a partir de ese momento situado en la interdicción paterna, puesto que el padre se instaura como prohibidor del vínculo
falonarcisista con la madre. A su vez, de esta manera, celoso por la relación entre ellos, el padre rescata a su hijo, impidiendo que la madre “lo reintegre” (lo
trague). La interdicción es una manera de reclamar su estatuto de paternidad.
Nos preguntamos si quizás una forma de rescate sea el nominarlo, es decir, darle el apellido. ¿Será esta una primer forma de interdicción? Pero el varón nunca
se independiza totalmente, quedando en él restos de aquel vínculo en donde
funcionaba como objeto narcisístico de la madre. Por ello podemos decir que
la madre sigue subsistiendo dentro del varón como Ideal del Yo narcisístico.
La clínica freudiana halla que muchos padecimientos de varones se pueden entender desde el deseo de la madre. Los logros de la masculinidad-actividad, heroicidad varonil, tienen por detrás la impronta materna, tal como
lo teoriza Freud en el capítulo III de “El yo y el ello” al respecto que “una identificación padre retiene el objeto madre”. Durante el proceso psicoanalítico
190
El complejo de edipo
del varón es posible observar primero una fase de intensa idealización que
regresivamente se localiza en arcaicos momentos del desarrollo. Se trata del
intento del niño por salvar el narcisismo primario, que sobrevive dentro de
él bajo la estructura del Ideal del Yo. En un desarrollo favorable el niño va enfrentando gradualmente las limitaciones reales del objeto idealizado y realiza
internalizaciones transmutatorias. Sin embargo, el poder absolutista propio
de los valores idealizados del Superyó son prueba de que dichas estructuras
derivan del estado narcisista original del niño. Podemos decir que lo masculino corresponde a un proceso de doble identificación: por un lado, las identificaciones secundarias con el padre, y por el otro, las identificaciones primarias con el Yo Ideal, Yo omnipotente de la madre. El acceso a la masculinidad dependerá de un proceso de identificaciones en donde tendrán, intervención: a.- la figura de la madre; b.- la figura de la madre que tenga el padre;
c.- la figura del padre; d.- la figura del padre que tenga la madre; e.- la imago de una madre deseante del padre; f.- la imago de un padre deseante de la
madre. Estas dos últimas observaciones nos parecen imprescindibles para la
evolución favorable hacia la masculinidad.
¿Cómo subsiste el deseo de la madre en el sujeto? La madre le ofrece al niño
un modelo que corresponde a su ideal masculino, su propio padre infantil omnipotente, al cual ella ha accedido para cumplir sus deseos edípicos. Para que
el hombre pueda acceder a su masculinidad, ¿será necesario que resuelva cierto tipo de primarias identificaciones? Nos referimos a la madre-fálica. Necesitará resignarse a la castración simbólica. Y desde allí reconocer su sexo a partir de reconocer que hay otro sexo cuyo portador es otro sujeto y no un objeto o una fantasía. Es un riesgo a correr en el sentido de que ese “otro” escapa
a todo control.
Un abordaje de la problemática de las perturbaciones de la sexualidad masculina, desde la clínica, ha llevado a Freud a la observación de los puntos de fijación. Es así como el predominio de la ligazón madre preedípica lleva al sujeto a la paranoia y a la homosexualidad pasiva. En cambio, a partir de problemas relacionados con la resolución del Complejo de Castración se desarrollan
neurosis histéricas y fóbicas. Mientras en éstas el problema está más del lado
del Complejo de Castración, en la neurosis obsesiva se radica más en el interior de la ambivalencia surgida en el Complejo de Edipo. Siendo la masculinidad producto de las relaciones objetales relativas al “tener” (secundarias-paternas) y al “ser” (primarias-maternas) será inevitable en el proceso psicoanalítico elaborar ambas.
Resumiendo: la pulsión sexual en su recorrida hacia la masculinidad sólo
logra su cometido en la medida en que se recorta como una textura sostenida
por una trama: la sexualidad femenina. Trama que alude a una madre fálica,
objeto de las primeras ligazones y modelo nunca abandonado. Descubrir sus
modulaciones permite a Freud comprender el destino de un sujeto con cierta
ajenidad respecto de sí mismo, y le permite introducirse en el enigma de una
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
masculinidad que sólo puede definirse confrontado desde la imagen femenina, a través de la pregunta: ¿qué quiere una mujer?
Según J. Lacan, la función paterna que hemos descrito produce una metáfora implicando algo a lo que no se puede acceder: la madre en tanto mujer prohibida. Podría pensarse que es obscena y feroz la figura del padre primordial que inagotablemente no se redime en el eterno enceguecimiento de
Edipo, pero es a las mismas necesidades del mito a las que responde esa imperiosa proliferación de creaciones simbólicas particulares en las que se motivan los neuróticos.
Los tiempos lógicos del Complejo de Edipo según Jacques Lacan
Jacques Lacan presenta la posibilidad de pensar el complejo edipiano, en
ambos sexos, según tres tiempos lógicos. Para ello, primero tiene presente que
la constitución de la primer realidad se realiza sobre el eje de la relación primordial del niño (varón o mujer) con su madre. Aún antes de la adquisición del
lenguaje en el plano motor, hay, desde las primeras relaciones del niño con el
objeto maternal, un proceso de simbolización. Apenas un niño puede oponer
dos fonemas, ya hay cuatro elementos: los dos fonemas, quien los pronuncia
y aquél a quien van dirigidos, que contienen la combinatoria de donde surgirá la organización significante. Posiblemente el niño no comprende pero sabe
que le conciernen a él. A partir de esta referencia el niño se orienta en una serie de identificaciones que constituyen lo imaginario a partir de la relación con
el semejante, para luego producirse una búsqueda en la dirección de lo simbólico que implica la relación del sujeto y el Gran Otro de la cultura. En ella, el
yo se hace elemento significante y no solamente elemento imaginario, y conduce a través del Nombre-del-Padre a esa identificación que se llama Ideal del
Yo. En ello interviene la función del padre como significante. Todo este desarrollo implica un proceso en los tres tiempos lógicos.
En el primer tiempo la metáfora paterna actúa “de por sí” por cuanto la primacía del falo es instaurada en la cultura. La existencia de un padre simbólico no depende del hecho de que en una cultura se haya reconocido la relación
entre coito y alumbramiento, sino de que haya o no algo que responda a esa
función definida como Nombre-del-Padre. Los títulos “padre” y “madre” son
escrituras de la cultura, son significantes.
Considerando los términos freudianos respecto de la formulación de la premisa universal del falo, decir que la metáfora paterna actúa “de por sí” es decir
que la existencia del deseo de la madre depende necesariamente del modo de
formularse en ella la ecuación fálica. Sabemos que su construcción implica las
vicisitudes del complejo edipiano en la niña —al decir de Freud—, el cual se
constituye por el complejo de castración (castración de la madre) significando
la falta de falo en la madre y en ella. La consecuencia de la operación de castra-
192
El complejo de edipo
ción será el establecimiento, por el rodeo al padre, de la ecuación fálica y surgirá el deseo del hijo como equivalencia simbólica del falo.
En la necesaria constitución de la primer realidad subjetiva, el niño intenta
identificarse con lo que es el objeto del deseo de la madre, y en él se perfila un
objeto predominante del orden simbólico: el falo. Para agradar a la madre es
preciso y suficiente con ser el falo. No olvidemos los precondicionantes de este
tiempo lógico enunciados por Freud como el “complejo del semejante” y por
Lacan como “prematuración”.22 En estas condiciones el niño se encuentra en
una relación de espejismo: lee la satisfacción de sus deseos en los movimientos esbozados de la madre, en su sonrisa, y así se encuentra comprometido en
su relación con ella. Puede colocarse en diferentes posiciones: identificarse con
la madre, con el falo, con la madre como portadora del falo o pretenderse él
mismo portador del falo. Le atestigua a ella que puede colmarla, no solo como
niño, sino por lo que le falta. El será, como totalidad, la metonimia de ese falo.
En este primer tiempo el niño está en relación con el deseo de la madre, es
deseo de deseo. Es en la madre donde se planteará la cuestión del falo y donde el niño debe descubrirla. Para conseguirlo basta con que el yo de la madre
se convierta en el otro del niño; el niño recibe, en el nivel metonímico, el mensaje en bruto del deseo maternal. Este tiempo es necesario para la constitución subjetiva.
La metáfora paterna actúa “de por sí” en tanto que es en la madre como función donde el sujeto se encuentra con el significante, no sólo con el código de
la madre, sino con el lugar del Otro que la madre encarna. Esto demuestra que
el lenguaje siempre viene del Otro. El sujeto se encuentra, más que con la madre, con el significante en la madre. En tanto ella encarna al Otro, el sujeto puede tener la ilusión de una relación intersubjetiva, pues se encuentra con la alteridad del significante. La metáfora paterna actúa “de por sí” en tanto la primacía del falo es instaurada en el orden de la cultura.
En el segundo tiempo, el padre interviene privando al niño del objeto de su
deseo y a la madre de su objeto fálico. Actúa el “no” del padre: “no te acostarás
con tu madre, no reintegrarás tu producto”. Es el padre interdictor omnipotente. Diremos que dice “no” al goce de la madre, interviene a título de mensaje
para la madre y por lo tanto para el niño. El padre se manifiesta en tanto Otro
y el niño es profundamente sacudido: como objeto del deseo de la madre es
cuestionado por la interdicción paterna. En este tiempo el padre real releva al
padre simbólico: el padre simbólico debe encarnarse, aunque imperfectamente, en el padre real. Por ello ocupa una función decisiva en la castración, siempre marcada por su intervención o desequilibrada por su ausencia. Este tiempo
constituye la crisis esencial por la cual el sujeto encuentra su lugar en el Edipo.
En el tercer tiempo, el padre interviene como aquel que tiene el falo y no
como aquél que lo es. Reinstaura el falo como objeto deseado de la madre y ya
22. Lacan, J. “El estadío del espejo según se nos revela en la experiencia psicoanalítica”.
Escritos 1. Ob. Cit.
193
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
no como objeto del que puede privarla como padre omnipotente. El padre es,
entonces, más preferido que la madre y esta identificación culmina en el Ideal
del Yo. El padre aparece cumple la función de donador de insignias. De esta lógica depende la declinación edipiana. La metáfora paterna se instala en la institución de algo que es del orden del significante: un significante viene en lugar de otro significante, es decir, el Nombre-del-Padre (NP) sustituye al deseo
de la madre (DM). El padre simbólico es una metáfora y como tal se sustituye
a otro significante, es decir a un significante primordial; el significante maternal. A partir de esta operación paterna, el niño deja de ser el significado de su
madre (falo imaginario) para surgir como un sujeto en relación al Otro y al falo
simbólico (puede tenerlo o no tenerlo, pero no lo es).
El sujeto abandona el complejo de Edipo provisto de un Ideal del Yo. Se trata de una identificación distinta a la del Yo ideal, de la imagen del estadío del
espejo. Se trata de la asunción de la masculinidad o de la femineidad, mientras
que la identificación correspondiente al estadío del espejo, no se realiza con relación a la diferencia de los sexos.
Lacan formalizará la función del padre desde el punto de vista del sujeto
del significante y desde el punto de vista del goce. Ordenándola en una serie
de elementos articulados: el significante del Nombre-del-Padre nombra la ley
del deseo en cuanto que sexual a partir de una prohibición de goce primordial
(prohibición del incesto y del parricidio); la metáfora paterna que permite al
sujeto interpretar este deseo; y la significación fálica que somete en el campo
del lenguaje este deseo la castración. Es así como se encuentra definida la función del padre en el ser hablante.
El amor como posible destino no trágico
El Complejo de Edipo alude a una historia de amor que no necesariamente arriba a un final trágico. Si bien Freud aludió al mito de Edipo, referido al incesto y el parricidio, su elaboración conlleva a la resignación pulsional a través
de identificaciones vía el amor.
Según J. Lacan, la función del padre, posibilita la articulación del amor, regulando la satisfacción pulsional. Prohibiendo el incesto y el parricidio, el sujeto resigna las pulsiones comprometidas en ello, abdicación que se lleva adelante por el amor, lo cual no es sin consecuencias: abre el camino hacia el deseo. De ahí en más, la complejidad de la relación con el Otro a través de la demanda de amor, que siempre pide más, por eso “aún” es el término con que
Lacan connota al amor.
La demanda de amor implica un modo de articularse al Otro que ya no a través del goce pulsional –goce de la pulsión homicida primordial- sino a través
del deseo. O sea, la tramitación edipiana permite el pasaje de un sujeto atrapado en ser el objeto del goce materno a un sujeto de deseo a través de un aco-
194
El complejo de edipo
tamiento pulsional. Su costo es alto: el deseo es fundamentalmente insatisfecho. Es así que cabe la pregunta: ¿por qué el sujeto ha de entrar en las dificultades de la relación con el Otro en la demanda de amor, que puede o no ser satisfecha? Mientras que la noción de “meta” de la pulsión alude a satisfacción,
el deseo que siempre se articula a través de la demanda de amor, por estructura, es insatisfecho.
En el nivel en la experiencia analítica, la satisfacción de la pulsión es reconocida como repetición. Si un sujeto repite lo que le produce displacer, podemos suponer, que busca y encuentra en eso una satisfacción a través de una
repetición significante que produce goce, tal como hemos señalado en el relato clínico que destaca el valor de lo visto y lo oído, en donde la repetición conllevaba un efecto de sentido y goce. J. Lacan hace equivaler el goce y el sentido. El efecto de sentido esconde en la cadena significante la producción de
goce, que es fundamentalmente satisfacción de la pulsión. Satis-facere, hacer
en demasía, que encarna un demasiado hacer de la pulsión, y llevará al sujeto al trop-de-mal23 que podemos pensar como mal en demasía del cual derivan las desgracias del ser.
Es por estas razones que J. Lacan puede concebir el inconsciente como una
maquinaria trabajando para el goce pulsional, frente al cual el sujeto debe despertar, advenir, interpretando las palabras de Freud como “donde ello era, yo
debe advenir”.
La elaboración del Complejo de Edipo implica la renuncia pulsional denominada por Freud como triebverzicht. La renuncia al goce pulsional se realiza
por amor. Su consecuencia es la emergencia de un sujeto deseante, en advenimiento. La cuestión problemática es que el sujeto deberá soportar la insatisfacción del deseo, única posibilidad para que tenga lugar en tanto advenir. Deberá soportar la diferencia entre lo pretendido y lo hallado, concepto formulado por Freud en Más allá del principio del placer.
En la renuncia por amor, vemos el camino que parte del goce pulsional, pasa
por la renuncia al mismo por amor, y encuentra como resultado la insatisfacción fundamental del deseo. De este modo, el goce a través del amor, condesciende ir hasta el deseo. Camino que implica una tensión: pulsión vs. amor,
campo en donde está comprometido el Superyó.
Podemos pensar con Freud que en un principio no hay superyó, sino una
dependencia externa del sujeto hacia el Otro: para no perder el amor del Otro,
acepta renunciar a satisfacer las pulsiones. Este es el punto de partida de Freud:
la ansiedad de perder el amor del Otro inhibe la agresividad. Así se conforma
una moralidad exterior: se considera malo todo aquello que amenaza con hacer perder el amor del Otro. Es una moralidad externa cuyo soporte es la autoridad paterna, la policía, el tribunal, el orden público. Cuando Freud manifiesta sus duda acerca del Superyó femenino, es porque considera que las mujeres
se detienen en ese nivel, piensa que para ellas lo más importante es conservar
23. Lacan, J. El seminario de Jacques Lacan. Libro 11. Ob. Cit. Pág. 173.
195
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
el amor y entonces la moralidad se establece por la relación a un Otro externo
cuyo amor se trata de conservar.
En un segundo nivel, Freud se sirve de la noción de introyección y conceptualiza el Superyó: es la operación que permite pensar que ese Otro externo va
a ser puesto adentro. Ello se debe a un proceso simbólico, de inscripción de un
significante: el Nombre-del-Padre. La renuncia al goce pulsional marca una dirección al deseo, en el sentido de que el deseo se dirige siempre a lo interdicto. El resultado es la culpa universal. A partir del momento en que tenemos un
Otro interno que sabe sobre lo interdicto, el sujeto siempre es culpable, implicando una paradoja ética.
Según Freud, la génesis del Superyó es por identificación. Se trata de una
introyección simbólica del Otro, que constituye al sujeto con respecto a un lugar fundamentalmente simbólico, lugar desde el cual será juzgado. Y entonces
se puede confrontar directamente la noción de renuncia de las pulsiones y la
noción de introyección. Así las cosas podemos pensar de un lado las pulsiones
y del otro el Superyó, con una condición: que el Superyó sabe mucho del ello
pulsional, es su abogado. El Superyó ordena la renuncia a las pulsiones, y siempre ordena renunciar más. ¿Por qué este reforzamiento? Porque el Superyó engorda con la satisfacción pulsional renunciada, por eso, cuanto más se renuncia, el goce pulsional, lejos de desvanecerse, nutre al Superyó, y se goza en ese
lugar. Se goza de renunciar. Así se produce un ciclo de reforzamiento: cuanto
más el sujeto renuncie a las pulsiones, más el Superyó va a crecer, más el sujeto será culpable. Solo la articulación del deseo en la demanda de amor puede
liberar al sujeto de esta paradoja. Al respecto Lacan refiere en la Ética del Psicoanálisis respecto de este funcionamiento: Lo único de lo cual un sujeto puede ser culpable es de haber cedido sobre su deseo.
Interpretamos que la elaboración edipiana según Freud, implica elaborar
el complejo de castración, como una posibilidad para el sujeto de “recuperar”
la capacidad de amar. Habiéndose iniciado en el amor en relación a la madre
fálica, representante del Otro que tiene, podrá articularse al Otro que no tiene,
castrado, en tanto que sujeto castrado, de otro modo, a través de lograr una invención: dar lo que no se tiene a quien no lo es.
Lacan, en el seminario Aun trabaja el tema del amor y el sexo. Comienza diciendo: “mi manera de avanzar estaba constituida por algo que pertenecía al
orden de no quiero saber nada de eso”.24 No quiero saber nada de eso, déjenme la ilusión, podríamos decir, de que somos dos en uno, de que él o ella es mi
media naranja, mi media medalla... Déjenme la ilusión, pero aún... habrá que
poder inventarla, habrá que poder inventar el amor.
“El amor pide amor. Lo pide sin cesar. Lo pide... aún. Aún es el nombre propio de esa falla de donde en el Otro parte la demanda de amor”.25
24. Lacan, J. El Seminario de Jacques Lacan. Libro 20. Aún. Paidós. Buenos Aires. 1981. Pág.
9.
25. Lacan, J. Ibídem. Pág. 12.
196
El complejo de edipo
Ya en los años 57-58 en el seminario Las formaciones del inconsciente, nos
enseña que el principio de realidad se constituye en esa experiencia primera
de la relación madre-niño por cuanto éste entra en el juego significante. “‘La
madre, en el origen de todo análisis del fenómeno intersubjetivo, es en tanto,
el primer objeto simbolizado, ausencia o presencia de la madre que se transforman para el sujeto en el signo al que se fijará su propio deseo; pero también
al padre, en tanto emergencia del significante, y al niño, en tanto deseado o no.
Si son posibles las identificaciones, es en la medida en que algo se estructura
para el sujeto en esa relación constituida en el nivel del significante; si puede
dar a sus vivencias tal o cual sentido, es en esa relación”. 26
La primer dialéctica del niño con la madre se instituye a partir de esa simbolización cuya conmovedora ilustración nos ofrece el juego del Fort-Da. Ahora
bien, en esta presencia materna simbolizada, la dimensión de la máscara aparece: se la percibe en más de un signo; en esa especie de armazón que inicialmente reconoce el niño en el rostro humano, en esa risa, que sobreviene antes
de toda palabra como una primera comunicación y que no basta para definir
la satisfacción; las primeras risas se orientan más allá de la satisfacción, más
allá de la presencia significada de la madre y en tanto ella es capaz de satisfacer. Cuando la demanda llega a buen puerto, más allá de la máscara, para encontrar no la satisfacción sino el mensaje de esa presencia, hay risa, modo de
acusar recibo: el sujeto tiene claramente frente a él la fuente de todos los bienes. Por eso podemos encontrar allí las primeras raíces de la identificación. La
demanda está ligada a la función identificadora, idealizante, a lo que de significante hay en el otro: el signo de la presencia del otro llega a dominar las satisfacciones que aporta esa presencia, como si el ser humano en gran parte se
contentara con palabras. 0 también, a falta de la satisfacción inmediata, el sujeto se identifica con aquél que puede acceder a la demanda. 27
Es en el nivel del Otro, en el lugar en que se manifiesta la castración en el
Otro, esto es, en la madre, donde se instituye lo que se llama castración. Este
es el origen del extrañamiento de la mujer y del esfuerzo de procuración del
varón. Entonces, disfraz por parada. El no es él mismo en tanto que satisface,
puesto que debe dar lo que no tiene a un ser que no lo es, lo que muy bien podría definir el amor.
Al año siguiente, en El deseo y su interpretación refiere: “El deseo del sujeto
debe ser abordado como margen de lo que hace surgir la demanda en tanto ella
modifica la necesidad. Pero ahora bien, la demanda deja perfilar, más allá de
toda satisfacción, la presencia del Otro y el amor como don de esa presencia”. 28
El deseo del hombre es el deseo del Otro, y el amor sigue siendo una pregunta estructural del sujeto. Pregunta que no tiene respuesta a condición de la
división fundamental del sujeto, de la disyunción entre goce y deseo.
26. Lacan, J. Las formaciones del Inconsciente. Ob. Cit. Pág. 99.
27. Ibídem. Pág. 111.
28. Lacan, J. El deseo y su interpretación. Nueva Visión. Bs.As. 1970. Pág. 133.
197
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
El análisis revela que el amor en su esencia denuncia que el pretendido objeto de amor es lo que en el deseo es su causa, el sostén de su insatisfacción y
hasta de su imposibilidad.
El amor es siempre impotente, aunque sea recíproco, porque no es más que
el deseo de ser Uno, lo cual nos conduce a la imposibilidad de establecer la relación de ellos, los dos sexos. El goce sexual está marcado, dominado, por la imposibilidad de establecer la relación de ellos. Nos preguntamos: Histeria y obsesión, ¿son nombres que damos a diferentes modos de construir el amor? Hacer el amor, es un intento de hacerse Uno? Encuentro siempre fallido.
El goce del Otro, del cuerpo del otro que lo simboliza, no es signo de amor.29
Entonces, ¿de dónde parte lo que es capaz de responder con el goce del cuerpo
del Otro? Lacan lo llama el amuro, denominando así lo que aparece como señales sobre el cuerpo. Que sea sexuado, es, secundario, porque lo que hay debajo de la vestimenta-sexo, no es más que el cuerpo. El ser sexuado de la mujer no-toda no pasa por el cuerpo si no por lo que se desprende de una exigencia en la palabra. El lenguaje está fuera de los cuerpos.
El hombre, una mujer, no son más que significantes. Del decir toman su función. Pero, aún, el amor apunta al ser, o sea, a lo que en el lenguaje es más equívoco: el ser que poco a poco iba a ser, o el ser que, por ser, justamente, sorprende. Lacan señala que este ser está muy cerca del significante “meser”-, “ser-me”.
Esta articulación se hace, ya sea en un supuesto más acá o más allá, hagamos lo
que hagamos. Y, aún, siempre se queda corta. Acaso, ¿no es verdad que el lenguaje nos impone el ser y nos obliga a admitir que del ser nunca tenemos nada?
Hay que habituarse a sustituir el ser por el para-ser, el ser de al lado. Lo que
suple a la relación sexual en cuanto que inexistente hay que articularlo según
el para-ser. Y, es evidente, que en todo lo que se aproxima a esta relación, el lenguaje solo se manifiesta por su insuficiencia. Lo que suple la relación sexual es
precisamente el amor.
Uno de los efectos del lenguaje es el de llevar a la gente a reproducirse aún
más, aún en el cuerpo a cuerpo, aún en cuerpo encarnado. Pero, sin embargo,
aún, la carta de amor, de ‘almor’.
El lenguaje también se postula como aparato del goce. Neruda escribe versos. Pero no él solamente. Todos los enamorados construyen versos. Son maneras de darle vueltas a la relación sexual que no hay, son maneras de dar vueltas a ese “fallar” del objeto (condición para ser tal). La otra satisfacción: la satisfacción de la palabra. Otra satisfacción que responde al goce que “justo” hacía falta, “justo” para que eso suceda entre el hombre y una mujer. Es decir, la
satisfacción que responde al goce fálico, este algo logrado “justito”, por poco.
Y así, no hablamos más que de las consecuencias de que el hombre es un ser
parlante, un ser complicado por la no relación sexual que intenta incesantemente de suplirse. Y, el inconsciente es un lugar de contabilidad, cont-a-bili29. Lacan, J. El seminario de Jacques Lacan. Libro 20. Ob. Cit. Pág. 51.
198
El complejo de edipo
dad30, un lugar en donde se producen los giros del discurso, conformando un
metabolismo del goce, un metabolisrno de lo que no cesa de no inscribirse. Y
de ello son parte los esfuerzos del amor cortés: manera muy refinada de suplir
la ausencia de la relación sexual fingiendo que somos nosotros los que la obstaculizamos: “es verdaderamente lo más formidable que se haya inventado”.31
Pero, aún, somos juguetes del goce, en el sentido de la razón de ser de la
significancia en el goce, en donde el cuerpo es la mesa de juego. Pero, aún, allí
cuando el hombre cree abordar a una mujer, solo aborda la causa de su deseo.
Entonces, el acto de amor en poesía, es invención. Y, al fin, ese abismo entre
poesía y acto, en el ser que habla: producción del ser de la significancia. Así el
amor es una experiencia que responde a la lógica del no-todo, de ‘lo que está
en lugar de’, que escribe lo no reducible al significante como tal y que tiene por
condición fundamental la castración. Por esta razón, la conjunción del sujeto
en tanto que castrado y el objeto en tanto que perdido, no es más que fantasma, eso en donde está cautivo el sujeto. Lo extraño es, que en esa tosca polaridad, el sujeto toma al otro por su alma, se anima, -se alma-. “Sin embargo, no
está claro por qué el hecho de tener un alma habría de ser un escándalo para
el pensamiento. Si fuese verdad, solo podría llamarse alma lo que permite a un
ser que habla soportar lo intolerable de su mundo, lo fantasmático. Se puede,
entonces, cuestionar la existencia del alma, y sería el término propio para preguntarse si no será un efecto de amor. “Mientras el alma alme al alma, no hay
sexo en el asunto”. Y, el hombre invierte el tiempo hablando para uno de los oficios más cortos (el coito). Y, la mujer sólo puede amar en el hombre el modo
que tiene de encarar al saber con que alma.
La cuestión del amor se liga así a la del saber, y sirve para hacer hablar al ser
que habla, para hacer hablar a aquél infans suspendido del pezón. Afortunadamente es el goce sustitutivo inicial, en la enunciación freudiana; el deseo evocado de una metonimia que se inscribe en una demanda supuesta, dirigida al
Otro, a ese núcleo –das Ding- , la Cosa Freudiana, el prójimo mismo.
El amor se liga al saber y su ejercicio representa un goce. ¿Qué puede producirse de saber? El saber es un enigma, que se presentifica por el inconsciente tal como se revela en el discurso analítico. Para el ser que habla, el saber es
lo que se articula. El inconsciente es testimonio de un saber en tanto que en
gran parte escapa al ser que habla. Lo que revela el discurso analítico en la dinámica de la transferencia, es que el saber, que es una cohabitación específica
al ser parlante, tiene la mayor relación con el amor.
Freud nos propone la dinámica de la transferencia como la posibilidad de
vislumbrar algo de la dinámica del inconsciente. También habla del amor de
transferencia, dice: “es verdadero”. La experiencia analítica muestra que la transferencia es motivada, por el sujeto supuesto de saber y que la relación que no
hay siempre está puntuada por signos enigmáticos de la forma cómo el ser es
30. Lacan, J. Radiofonía & Televisión. Anagrama. Buenos Aires. 1976.
31. Lacan, J. El Seminario de Jacques Lacan. Libro 20. Ob. Cit. Pág. 12
199
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
afectado en tanto sujeto del saber inconsciente. “El inconsciente, lo vemos,
no es más que un término metafórico para designar el saber que no se sostiene más que presentándose como imposible, para que así se confirme por ser
real”.32 Acaso, ¿no se pone allí a prueba el amor? ¿No es, acaso, con el enfrentamiento a este impase, a esta imposibilidad con la que se define lo real, como
se pone a prueba el amor?
En Aún, dirá su autor: “de la pareja, el amor sólo puede realizar lo que llamé “Valentía ante fatal destino”.33 Contingencia del ser, pues allí, en la pareja,
no hay más que encuentro, de los síntomas, de los afectos, de todo en cuanto en cada quien marca la huella de su auxilio, como hablante, de su exilio de
la relación sexual.
Por el efecto que resulta de la no-relación- sexual se encuentra algo, que
puede variar infinitamente, pero que, un instante, da la ilusión de que algo se
articula y se inscribe, se inscribe en el destino de cada uno, punto del que se
ata todo amor.
Abordar al inconsciente, estriba en ello el mayor amor.
32. Lacan, J. Radiofonía & Televisión. Ob. cit.
33. Lacan, J. El Seminario de Jacques Lacan. Libro 20. Ob. cit. Pág. 174.
200
CAPITULO VIII
La segunda tópica
del aparato psíquico
Antecedentes
Hay tres estudios, entre otros, que engendran en Freud la necesidad de un
cambio de tópica. Alrededor de 1914, en “Introducción del narcisismo”, Freud
comienza a cuestionar la primera tópica pues no podía dar cuenta en modo suficiente, entre otras cosas, de la naturaleza del conflicto. En 1918, en el “Historial del hombre de los lobos”, la tópica no le alcanza para discernir entre realidad y fantasía, sujeto y objeto, los términos del conflicto psíquico y la influencia de la cultura sobre el sujeto. En 1921, en “Psicología de las masas y análisis
del yo”, la primer tópica trastabilla para poder alojar a los procesos de división
yoicos en la identificación. Comenta James Strachey que “Introducción del narcisismo” es uno de los escritos más importantes de Freud y puede considerárselo como uno de los pivotes de la evolución de sus puntos de vista. Resume
sus elucidaciones sobre las consecuencias en la teoría de la introducción del
concepto de narcisismo, y el examina el lugar que corresponde a este último
en el desarrollo sexual. Pero va mucho más allá, porque incursiona en el problema más profundo de las relaciones entre el Yo y los objetos externos, y traza la nueva distinción entre libido yoica y libido de objeto. Además, y quizás
esto sea lo más importante, introduce los conceptos de “ideal del yo” y de la
instancia de observación de sí vinculada con él, (en el capítulo III) bases de lo
que finalmente sería llamado el “Superyó” en “El yo y el ello” de 1923. En este
escrito toma una particular importancia el término “libido” que, proveniente
del latín, significa “deseo”. La libido es como la energía-substrato de las transformaciones de la pulsión sexual. Este término ha sido utilizado por Freud desde sus primeros escritos sobre neurosis de angustia, en 1896, en donde estudia los destinos de la libido y sus consecuencias, y en 1921, define libido como
201
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
una expresión tomada de la teoría de la afectividad, llamando así a la energía
considerada como una magnitud cuantitativa, aunque no pueda medirse, de
las pulsiones que tienen relación con todo aquello que puede designarse con
la palabra amor. Con la introducción del narcisismo como concepto de la teoría de la libido, Freud pudo diferenciar dos modos de colocación de la misma,
dos formas de investiduras. Existe una originaria investidura libidinal del Yo,
que es cedida después a los objetos y pueden ser emitidas y retiradas de nuevo. En definitiva, concluye Freud, respecto de la diferenciación de las energías
psíquicas, que al comienzo están juntas en el estado del narcisismo y son indiscernibles, sólo con la investidura de objeto se vuelve posible diferenciar una
energía sexual, la libido, de una energía de las pulsiones yoicas. Es un supuesto necesario que no esté presente desde el comienzo en el individuo una unidad comparable al yo; el yo tiene que ser desarrollado. Ahora bien, las pulsiones autoeróticas son iniciales, primordiales; por tanto, algo tiene que agregarse al autoerotismo, una nueva acción psíquica (el surgimiento del yo, ese nuevo acto psíquico), para que el narcisismo se constituya.1
La teoría que especula Freud en el tercer capítulo de “Introducción del narcisismo”, luego de dedicarse al análisis de observaciones clínicas en los capítulos precedentes, es la siguiente: las mociones pulsionales libidinosas sucumben al destino de la represión cuando entran en conflicto con las representaciones culturales y éticas del individuo. Hay algunas personas, otras no, que
han erigido en el interior de sí un “ideal” por el cual miden su Yo actual. La formación de ideal sería, de parte del Yo, la condición de la represión.2 “Sobre este
“Yo ideal” recae el amor de sí mismo que en la infancia gozó el “Yo real”. Aquí,
como siempre ocurre en el ámbito de la libido, el hombre se ha mostrado incapaz de renunciar a la satisfacción de que gozó una vez. No quiere privarse de
la perfección narcisista de su infancia, y procura recobrarla en la nueva forma
del “ideal del Yo”. Lo que él proyecta frente a sí como su ideal es el sustituto del
narcisismo perdido en su infancia, en la que él fue su propio ideal.
Es necesario diferenciar la formación del ideal con la sublimación. Esta última es un proceso que sucede sobre la pulsión, y la idealización algo que sucede con el objeto. Que alguien haya trocado su narcisismo por un elevado ideal
del yo no implica que haya alcanzado la sublimación de sus pulsiones libidinosas. El ideal del yo reclama por cierto esa sublimación, pero no puede forzarla (la sublimación sería más exitosa económicamente). Se puede encontrar las máximas diferencias de tensión entre la constitución del ideal del Yo y
la medida en que se subliman las pulsiones libidinosas primitivas. La formación del ideal aumenta las exigencias del yo, es el más fuerte favorecedor de la
represión. La sublimación constituye aquella vía de escape que permite cumplir esa exigencia sin dar lugar a la represión.
1. Freud, S. “Introducción al narcisismo”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol.
XIV. Pág. 74.
2. Ibídem. Pág. 91.
202
La segunda tópica del aparato psíquico
Existe una instancia psíquica particular cuyo cometido es velar por el aseguramiento de la satisfacción narcisista proveniente del ideal del yo y con ese
propósito observa de manera continua al Yo actual midiéndolo con el ideal.
Esta instancia es llamada “conciencia moral”. El desarrollo del Yo consiste en
un distanciamiento respecto del narcisismo primario y engendra una intensa
aspiración a recobrarlo. Este distanciamiento acontece por medio del desplazamiento de la libido a un ideal del Yo impuesto desde fuera; la satisfacción se
obtiene mediante el cumplimiento de este ideal. Simultáneamente, el yo ha
emitido las investiduras libidinosas del objeto. El Yo se empobrece a favor de
estas investiduras así como del Ideal del Yo, y vuelve a enriquecerse por las satisfacciones de objeto y por el cumplimiento del ideal. Es por ello que el Ideal
del Yo ocupa un lugar muy importante en las elecciones amorosas pues es el
que impone las condiciones a la satisfacción libidinal con los objetos, haciendo que su censor actúe. La incitación para formar el Ideal del Yo, cuya tutela se
confía a la conciencia moral, partió de la influencia crítica de los padres, luego
los educadores, la opinión pública, la sociedad, etc.
La conciencia de culpa fue originariamente angustia frente al castigo de parte de los padres o, mejor dicho, frente a la pérdida de su amor; después los padres son reemplazados por la conciencia moral e el Ideal del Yo. Desde él parte
una importante vía para la compresión de la psicología de las masas pues además de su componente individual tiene un componente social: es el ideal común de una familia, de una institución, de una nación. Solo mencionaremos,
pues nos apartaría del desarrollo principal, que el Ideal del Yo está en relación
con la elecciones de objeto amorosos, y tiene una dinámica especial sobre el
sentimiento de sí en los estados de enamoramiento, de amar o de ser-amado.
En 1918 Freud escribe un historial sobre un sujeto en tratamiento analítico, al cual denomina “el hombre de los lobos” y que publica con el título “De la
historia de una neurosis infantil”. Freud insistió repetidas veces en la noción de
retroactividad: experiencias precoces relativamente indeterminadas, adquieren, en virtud de nuevas experiencias, una significación que no poseían originalmente. Puede pensarse que ciertas experiencias en principio son asexuales y que su carácter sexual le es atribuido secundariamente. Esto es una comprobación clínica y sucede pues la sexualidad no constituye un dispositivo estructurado previamente, sino que se va estableciendo a lo largo de la historia
individual. De este modo, ciertos sucesos infantiles son resignificados, a porteriori, por el sujeto con significación sexual.
La clínica freudiana ha demostrado la existencia de fantasías originarias o
protofantasías que en cierto sentido vienen a equilibrar el concepto de retroactividad. Bajo el nombre de fantasmas originarios, Freud designa, apelando a una
explicación filogenética ciertos fantasmas universales del ser humano: la escena
originaria en relación al horror al incesto, la castración, la seducción. En el texto
mencionado Freud refiere: “lo que confieso [...] que tengo el propósito de cerrar
este examen del valor de realidad de las escenas primordiales mediante un non
203
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
liquet3, ofreciéndonos un “no está claro”, pareciéndose al veredicto que se emite
en un proceso judicial cuando las pruebas no son concluyentes. Lo que se cuestiona es el valor de realidad y la ubicación de las protofantasías con respecto a la
realidad, pero este tema debe abrirse desde la pregunta al respecto de qué realidad se trata cuando Freud habla de protofantasías. Freud se pregunta a través
de todo el historial si las escenas relatadas por su analizante fueron un acontecimiento imaginario o fantasmático o efectivo; también se interroga por el vínculo entre las protofantasías como esquemas universales y las escenas.
En psicoanálisis el concepto de fantasía corresponde a un argumento imaginario que representa la realización de un deseo; en la fantasía está escenificado el deseo, lo prohibido y junto con ello lo correspondiente: la castración.
Las diferentes fantasías tienen matrices, que determinan todos los posibles
modos de relación. Matrices que se articulan en un sujeto, que lo precipitan
en la realización de alguna escenificación de un argumento base que corresponde al deseo edipiano. La instauración de este deseo desde la prohibición
del incesto testimonia la cultura.
Sabemos que la lógica del Edipo no está ajena a algo: a la posición del sujeto
al respecto de sus parentales y, también, a la posición de un sujeto con respecto
al universo cultural. Entonces podemos señalar: 1. que el paso por el complejo
edipiano marca la prevalencia imaginaria de un sujeto; 2. que ese paso viene a
colocar al sujeto en el entramado de relaciones de deseo constituyendo un sujeto deseante en tanto sujeto referido al universo cultural.
En “Tres ensayos” Freud afirma que cualquier circunstancia exterior actúa
como un agente provocador que activa fantasías originarias, en especial, la escena primaria. En “Psicología de las masas y análisis del yo” se plantea la cuestión bajo condición de pensar que las circunstancias están sobredeterminadas
libidinalmente. Y, en el estudio del historial de “el hombre de los lobos” es donde Freud se detiene a pensar especialmente el tema. La propuesta es que esos
aconteceres se organizan peculiarmente desde las protofantasías teniendo en
cuenta que las que se enlazan con la escena primaría organizan el sentido de
la misma. Es decir, que toda experiencia adquiere sentido a partir de las fantasías, que la experiencia se constituye en el juego imaginario y que las fantasías que habitan este registro se organizan en función de las fantasías originarias. El peso de ellas es determinante. Tan es así que el sujeto puede deformar
sus experiencias para incluirlas en el contexto de dichas fantasías. Con lo cual
queda aquí el non liquet del valor de realidad, y en todo caso, quedamos en un
lugar desde donde podemos preguntar: ¿de qué realidad se trata cuando hay
una realidad a valorar? ¿la realidad de las fantasías? En el concepto freudiano
de fantasías, aparece como mediador entre lo subjetivo y lo objetivo.
3. Freud, S. “De la historia de una neurosis infantil”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob.
Cit. Vol. XVII. Pág. 57.
204
La segunda tópica del aparato psíquico
Las fantasías primordiales
Freud se pregunta si puede o no acaso haber unos esquemas congénitos filogenéticos que como categorías ordenadoras cuiden de la colocación de las impresiones vitales. Serían como sedimentos de la historia de la cultura. La cultura,
lo acorde a los fines por excelencia, adaptativo y actual, devendría virtual, potencial, eficaz en tanto inconsciente. Freud está valorando el peso de la realidad
de las fantasías originarias y el peso de éstas en la configuración de la realidad.
Desde los textos freudianos el concepto de protofantasías va ganando progresivos desarrollos que podríamos sintetizas en:
•
•
•
•
•
•
•
Las protofantasías son universales que ordenan una escena resignificada retrospectivamente
Las protofantasías son términos relacionales, mediadores entre lo subjetivo y objetivo, sostenidos por el deseo.
Las protofantasías son operadores estructurales entre el deseo y la palabra.
Las protofantasías son condiciones de búsqueda sostenidas por el deseo, en el sentido de que condicionan el objeto que se encuentra. Parecieran condiciones de búsqueda de trabajo de realización o puesta en
realidad en tanto gestión imaginaria.
Las protofantasías son organizadoras de la posibilidad del conocimiento.
Las protofantasías son sobredeterminantes de la vía imaginaria de acceso a la realidad, de una realidad que más allá de discutir si es efectiva
o psíquica, es la realidad de un discurso.
Las protofantasías, si bien pertenecen al orden de la naturaleza, justamente porque pertenecen al orden de la naturaleza humana, tienen que
ver con el orden cultural que les da posibilidad de que operen como términos de la estructura.
Nuestra opinión al respecto es que el concepto de protofantasías fue el modo
en como Freud pudo pensar el lugar de la cultura en la estructuración psíquica pues las categoriza como algo cultural que ordena primordialmente la realidad del discurso inconsciente en relación con la sexualidad. Desde estas consideraciones, la cuestión del conflicto psíquico va más allá de referirse a la relación conciente-inconsciente, y plantea una interrogación sobre la función del
Yo, en tanto se trata de una realidad de discurso.
La identificación
Otro texto muy interesante, en el cual surgen algunas cuestiones que muestran la precariedad de la primera tópica es “Psicología de las masas y análi-
205
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
sis del yo”. Seguiremos los desarrollos freudianos del capítulo VII, titulado “La
identificación”4, cuya importancia es principalmente elucidar las cuestiones
de la identificación en el funcionar psíquico en relación al complejo de Edipo
y a la construcción del Superyó, que ofrecen evidencias sobre la división yoica.
El psicoanálisis conoce la identificación como la más temprana exteriorización de una ligazón afectiva con otra persona. Desempeña un papel en la prehistoria del complejo de Edipo, al que contribuye a formar. El varón manifiesta un particular interés hacia su padre, querría crecer y ser como él, hacer sus
veces en todos los terrenos, lo toma como su ideal. Contemporáneamente a
esta identificación con el padre, y quizás antes, el varón emprende una cabal
investidura de objeto de la madre según el tipo del apuntalamiento: a la madre nutricia. Recordemos que en “Introducción del narcisismo” Freud refiere
que el niño elige sus objetos sexuales tomándolos de sus vivencias de satisfacción y que las primeras satisfacciones sexuales autoeróticas son vivenciadas a
remolque de funciones vitales que sirven a la autoconservación. Las pulsiones
sexuales se apuntalan al principio en la satisfacciones de las pulsiones yoicas,
y sólo más tarde se independizan de ellas, ese apuntalamiento sigue mostrándose en el hecho de que las personas encargadas de la nutrición, el cuidado y
la protección del niño devienen en los primeros objetos sexuales. Son, sobre
todo, la madre o su sustituto. Esta elección de objeto se forma por apuntalamiento.5 La idea de que un niño alcanza su primer objeto sexual sobre la base
de su pulsión de nutrición se encuentra ya en la primera edición de los “Tres
ensayos para una teoría sexual” de 1905. Debe señalarse que el apuntalamiento es de las pulsiones sexuales en las pulsiones yoicas, no del niño en su madre. Cabe mencionar que también hay quienes no eligen su posterior objeto
de amor según el modelo de la madre, sino según el de su persona propia, manifiestamente se buscan a sí mismos como objeto de amor, exhiben el tipo de
elección de objeto que ha de llamarse “narcisista”. Freud presenta un sucinto
panorama de los caminos para la elección de objeto, nos dice: Se ama de diversos modos: 1) según el tipo narcisista: a.- a lo que uno mismo es (a sí mismo);
b.- a lo que uno mismo fue; c.- a lo que uno quería ser; d.- a la persona que fue
una parte del sí-mismo propio. 2) Según el tipo del apuntalamiento (anaclítico): a.- a la mujer nutricia; b.- al hombre protector.6
Freud presenta un simple primer desarrollo al respecto del complejo de Edipo, sobre el cual cabe señalar lo que hace obstáculo para sostener la primera
tópica: la identificación como función psíquica yoica inconsciente. Propone en
discernir el papel de la identificación en la formación neurótica de síntomas,
y presenta tres ejemplos clínicos:
4. Freud, S. “Psicología de las masas y análisis del yo”. Sigmund Freud Obras Completas.
Ob. Cit. Pág. 99.
5. Freud, S.” Introducción del narcisismo”. Sigmund Freud Obras Completas Ob. Cit. Pág.
84.
6. Ibídem. Pág. 87.
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La segunda tópica del aparato psíquico
1.- Una niña pequeña tiene el mismo síntoma de sufrimiento que su madre, la misma tos martirizadora. Freud, de acuerdo a lo particular del caso, nos
dice que ello puede ocurrir por diferentes vías pero que se trata de una identificación edipiana, o sea es la misma que la del complejo de Edipo, que implica
una voluntad hostil de sustituir a la madre. Así el síntoma expresa el amor de
objeto por el padre y realiza la sustitución de la madre bajo el influjo de la conciencia de culpa: “Has querido ser tu madre, ahora lo eres al menos en el sufrimiento”. Este es el mecanismo completo de la formación histérica de síntoma.
2.- Presenta otro caso en donde el síntoma puede ser el mismo que el de la
persona amada. Toma como ejemplo a “Dora” que imitaba la tos de su padre.
En este caso la identificación reemplaza a la elección de objeto; la elección de
objeto ha regresado hasta la identificación.
3.- Nos ofrece un tercer tipo de formación de síntoma por identificación,
en donde ésta prescinde por completo de la relación de objeto con la persona
copiada. Nos pone un ejemplo muy simple pero realmente nítido para ver las
cuestiones del mimetismo histérico. Se trata de que una joven que vive en un
pensionado recibe una carta de su secreto amor. La carta despertó celos sus
celos y ella reaccionó con un ataque histérico. Algunas de sus amigas, que sabían del asunto, tuvieron también ataques por la vía de “la infección psíquica”.
El mecanismo es el de la identificación sobre la base de poder o querer ponerse en la misma situación, o sea, demuestra que las otras mujeres también hubieran querido tener una relación secreta y bajo el influjo del sentimiento de
culpa también tienen el sufrimiento aparejado. No se trata de empatía con la
mujer que recibe la carta, al contrario, la empatía nace sólo de la identificación.
Reconsiderando sobre que la identificación es la forma primera, la más originaria, del lazo afectivo, bajo las vicisitudes de la formación de síntoma, o sea,
la represión y el predominio de los mecanismos del inconsciente, sucede a menudo que la elección de objeto vuelva a la identificación, o sea, que el Yo tome
sobre sí las propiedades del objeto. En los dos primeros casos, el Yo copia, en
un caso a la persona no amada y en el otro a la persona amada; la identificación es parcial, pues toma prestado un único rasgo de la persona objeto. En el
tercer caso, el yo ha percibido en el otro una importante analogía en un punto,
y crea una identificación al rasgo en ese punto e influida por la situación esta
identificación se desplaza al síntoma. La identificación por el síntoma pasa a
ser así el indicio de un punto de coincidencia entre “los dos yo”, un rasgo, que
debe mantenerse reprimido. Sintetizando: a.- la identificación es la forma más
originaria de ligazón afectiva con un objeto; b.- pasa a sustituir a una ligazón libidinosa de objeto por la vía regresiva, mediante introyección del objeto en el
Yo; c.- puede nacer a raíz de cualquier comunidad que se perciba en una persona que no es objeto de la pulsiones sexuales; d.- evidencia la división del yo.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
La escisión del yo y el Ideal del Yo
Freud culmina este capítulo de “Psicología de las masas y análisis del yo”,
ofreciendo evidencias sobre la división yoica, realizando un sintético análisis
sobre la melancolía. Refiere que ya en ocasiones anteriores se ha visto llevado a adoptar el supuesto de que ha llevado en el Yo una instancia que se separa del resto del yo y puede entrar en conflicto con él, denominada “Ideal del
Yo” y que se le atribuye las funciones de la observación de sí, la conciencia moral, la censura onírica y el ejercicio de la principal influencia en la represión”. 7
El yo y el ello
La segunda tópica es presentada en 1923 en el texto “El yo y el ello”. Los temas centrales del desarrollo son: Conciencia e inconsciente, el Yo y el Ello, el
Yo y el Superyó, las dos clases de pulsiones y los vasallajes del Yo, y dos apéndices: A. Sentido descriptivo y dinámico de lo inconciente y, B. El gran reservorio de libido.
El libro apareció en la tercera semana de abril de 1923, si bien Ernest Jones
comenta que Freud ya venía pensando en él al menos desde julio del año anterior. El 26 de septiembre de 1922, en el VII Congreso Psicoanalítico Internacional realizado en Berlín leyó un breve trabajo titulado Etwas vom unbewussten
(Consideraciones sobre lo inconsciente) que anunciaba su contenido8.
Este texto es la última de las grandes obras metapsicológicas. Ofrece una
descripción de la psique y su operación que a primera vista es nueva y aun revolucionaria; y, todos los escritos psicoanalíticos posteriores llevan su impronta inconfundible. Freud se pronuncia indeclinablemente: la conciencia no es
todo lo psíquico, es una cualidad que puede faltar. A partir de allí surgirá la elucidación de una serie de concepciones que lo llevan a ordenar de forma definitiva la tópica estructural. En el prólogo señala que en el texto se retoman ilaciones de pensamiento iniciadas en el escrito “Más allá del principio de placer”. Recoge sus teorizaciones y los enlaza con diversos hechos de la observación analítica, procurando deducir nuevas conclusiones, sin tomar préstamos
de la biología, por eso se sitúan más próximas al psicoanálisis que aquella obra.
Realicemos un poco de historia: Ya el concepto respecto de que la conciencia
no es todo lo psíquico estaba anunciado desde el “Proyecto de psicología científica” de 1895 y por supuesto ampliamente elaborado en los escritos metapsicológicos de 1915. El término “metapsicología” se encuentra episódicamente
en las cartas de Freud a Fliess. Es utilizado por Freud para definir la originalidad
7. Freud, S. “Psicología de las masas y análisis del yo”. Sigmund Freud Obras Completas.
Ob. Cit. Pág. 9-104.
8. Strachey, James. Introducción en: “El yo y el ello”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob.
Cit. Vol. XIX. Pág. 3.
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La segunda tópica del aparato psíquico
de su propia tentativa de edificar una psicología “que conduzca al otro lado de
la conciencia”, con respecto a las psicologías clásicas de la conciencia. Se apreciará la analogía existente entre los términos “metapsicología” y “metafísica”,
analogía que probablemente fue intencionada por parte de Freud. La reflexión
acerca de las relaciones entre la metafísica y la metapsicología va más allá de
esta simple comparación, pues en un pasaje significativo, define la metapsicología como una tentativa científica de rectificar las construcciones “metafísicas”.
Freud volverá a utilizar, mucho después, el término “metapsicología”, para
dar una definición precisa, proponiendo que se hable de exposición (Darstellung) metapsicológica cuando se pasa a describir un proceso psíquico en sus
relaciones dinámicas, tópicas y económicas.
En la traducción de José Luis Etcheverry existe un Apéndice a los “Trabajos
sobre metapsicología” en donde el traductor realiza una detallada lista de escritos freudianos que versan predominantemente sobre metapsicología. Estos son:
1895: Proyecto para una psicología científica; 1899: Carta N° 52 a Fliess;
1900: La interpretación de los sueños, capítulo VII; 1910: Puntualizaciones
psicoanalíticas sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente, sección III; 1911: Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico y
Nota sobre el concepto de lo inconsciente en psicoanálisis; 1914: Introducción del narcisismo; 1915: Pulsiones y destinos de pulsión, La represión, Lo
inconsciente, Complemento metapsicológico a la doctrina de los sueños,
Duelo y melancolía; 1916–17: Conferencias de introducción al psicoanálisis, número 22ª. Y 26ª; 1920: Más allá del principio de placer y Psicología de
las masas y análisis del yo, capítulos VII y XI; 1922: Dos artículos de enciclopedia, Teoría de la libido; 1923: El yo y el ello; 1924:El problema económico
del masoquismo, La pérdida de realidad en la neurosis y la psicosis y Nota
sobre la pizarra mágica; 1925: La negación; 1930: El malestar en la cultura,
capítulos VI, VII y VIII; 1932: Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis, 31ª y 32ª; 1939: Compendio o Esquema del psicoanálisis, capítulos
I, II, IV, VIII y IX.
Seguiremos el comentario de James Strachey en la Introducción de “El yo y
el ello”, quién ha logrado contextuar el escrito de excelente modo, como le es
característico. La circunstancia histórica de que en sus orígenes el psicoanálisis estuvo vinculado al estudio de la histeria lo llevó de inmediato a formular la
hipótesis de la represión (o, en términos más generales, la defensa) como función psíquica, y esto a su vez condujo a una hipótesis tópica: un esquema de la
psique dividida en dos partes, una de las cuales era la reprimida y la otra la represora. A todas luces, íntimamente ligada a estas hipótesis estaba la cualidad
de conciencia; y no era difícil equiparar la parte reprimida de la psique con lo
inconsciente y la represora con lo conciente. Freud representó esta concepción en sus primeros diagramas del aparato psíquico, en apariencia simples,
construyendo el cimiento en que se asentaron todas sus ideas teóricas iniciales: desde el punto de vista funcional, una fuerza reprimida trataba de abrir-
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
se paso hacia la actividad pero era frenada por una fuerza represora; desde el
punto de vista estructural, a un inconsciente se oponía un Yo.9
En el texto “El yo y el ello” tienen vital importancia los términos das Es (el
Ello), das Ich (el Yo) y das Uber-Ich (el superyó). El término das Es -el Ello- fue
tomado directamente de Georg Groddeck, un médico que ejercía en Baden-Baden y que se había vinculado con el psicoanálisis poco tiempo atrás. Pero a su
vez éste lo había tomado de su maestro Ernst Schweninger, un conocido médico alemán. Pero, como también señala Freud, el uso de la palabra se remonta sin duda a Nietzsche. El término das Ich -el yo- debe distinguirse de das Selbst -sí mismo-. Freud empleó el término en referencia a una parte determinada de la psique, que se caracteriza por atributos y funciones especiales, en
una detallada descripción en “El Proyecto de psicología científica” y lo especifica en “El yo y el ello”. El término das Uber-Ich -el Superyó- si bien aparece por
primera vez en “El yo y el ello” encuentra sus antecedentes tempranamente.
La cuestión de la autocrítica y el sentimiento de culpa fueron estudiados desde las primeras épocas de investigación, en el segundo artículo sobre las neuropsicosis de defensa de 1896, en “Tratamiento del alma” como lo hemos visto,
y serán muy presentes en estudios sobre la neurosis obsesiva. En el texto que
nos interesa Freud realizará un análisis de las funciones del Superyó en tanto
Ideal del Yo y como conciencia moral. También se ocupará del origen del Superyó llegando a la hipótesis que deriva de la transformación de las primeras
investiduras de objeto del niño en identificaciones, ocupando un lugar importante como heredero del Complejo de Edipo. Estas hipótesis tenían su cuna en
el estudio sobre Leonardo Da Vinci y en “Duelo y Melancolía”. Teorías más detalladas al respecto se encuentran en los capítulos VII, VIII y XI de “Psicología
de las masas y análisis del yo”.
Volviendo al texto de “El yo y el ello”, en él Freud destaca que en el tratamiento analítico existe una regla fundamental del método: la asociación libre. Detectó que muchos analizantes presentan dificultades en hablar, en asociar libremente, y que este fenómeno, las más de las veces, obedece al hecho
de que sus asociaciones estaban próximas a lo reprimido, y por eso fallan.
Aquello que causó la represión sigue ejerciendo una fuerza, una resistencia,
sobre la cual el analizante nada sabe. Freud comprueba en su labor clínica
que esas resistencias parten del Yo y entonces arriba a la siguiente conclusión: “Hemos hallado en el yo mismo algo que es también inconsciente, que
se comporta exactamente como lo reprimido, vale decir, exterioriza efectos
intensos sin devenir a su vez conciente, y se necesita de un trabajo particular para hacerlo conciente”. 10
Verifica que no es suficiente, para entender el conflicto psíquico, trabajar
solamente con la oposición conciente-inconsciente. Por este camino llega a
9. Ibídem. Pág. 5.
10. Freud, S. “El yo y el ello”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. XIX. Pág. 19.
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La segunda tópica del aparato psíquico
cambiar los términos que se encuentran relacionados en el conflicto psíquico:
la oposición entre el yo coherente y lo reprimido escindido de él. 11
Así como la consideración dinámica trajo como consecuencia la discriminación de lo inconsciente en tanto reprimido, siendo posible diferenciarlo de
lo latente o preconsciente, la consideración estructural trae como consecuencia el cambio de los términos del conflicto psíquico y la explicitación de un espacio que se podrá denominar lo inconsciente propiamente dicho. “Discernimos que lo Icc no coincide con lo reprimido; sigue siendo correcto que todo
reprimido es Icc, pero no-todo Icc es, por serlo, reprimido. También una parte del yo, […] es seguramente Icc. […] nos vemos así constreñidos a estatuir un
tercer Icc, no reprimido”.12
Las tres instancias
El ello era
El punto de partida es la división del aparato psíquico en tres instancias:
Ello, Yo y Superyó. Instancia, del latín Instantia, alude a un lugar desde el
cual se cumplen funciones. En un modo general, podemos considerar como
“instancia” alguna de las diferentes subestructuras, dentro de una concepción a la vez tópica y dinámica del aparato psíquico, como por ejemplo: instancia de la censura (primer tópica) o instancia del superyó (segunda tópica). En las diferentes exposiciones que Freud dio de su concepción del aparato psíquico, utiliza la mayoría de las veces, para designar sus partes o subestructuras, los términos “sistema” o “instancia”. El primer término introducido fue el de sistema en 1887 refiriéndose a un esquema esencialmente tópico, concibiendo éste como una sucesión de dispositivos atravesados
por las excitaciones, al modo como la luz pasa a través de los diferentes sistemas de un aparato óptico (microscopio compuesto). El término “instancia” fue introducido en “La interpretación de los sueños” en 1900 como sinónimo de sistema. Aun cuando estos dos términos se emplean a menudo
indistintamente, se observará que “sistema” se refiere a una concepción exclusivamente tópica, siendo “instancia” un término de significada a la vez
tópico y dinámico. Así, por ejemplo, Freud habla de sistemas mnémicos, de
sistema percepción-conciencia, y no de instancia en estos casos. En cambio,
habla preferentemente de instancias para referirse al Superyó o a la censura, en cuanto ejercen una acción positiva y no son simplemente atravesados por las excitaciones; así, el Superyó se considera como el heredero de
la “instancia parental”. En la medida en que es posible mantener tal diferencia, el término “sistema” correspondería mejor al espíritu de la primera
11. Ibídem.
12. Ibídem. Págs. 19-20.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
tópica freudiana, y el de “instancia” a la segunda tópica del aparato psíquico, que es a la vez dinámica y estructural.
El Ello es el reservorio pulsional y el ámbito de lo reprimido. Su cualidad
es ser puro inconsciente. El Yo, parte diferenciada del Ello, por contacto con la
realidad, es la sede de las funciones perceptuales, motrices, de lenguaje, memoria, defensa y examen de la realidad. La cualidad del Yo es ser tanto inconsciente, preconsciente o conciente, según sean los procesos o funciones involucradas. El Yo es un lugar de representación porque es el lugar del habla. Es el
lugar de denominación de la cosa pero en tanto denominación no es la cosa,
no es Ello. El Superyó es un precipitado por identificación que muestra tanto
su origen y vinculación con el Ello como con el Yo. Cumple las funciones de ser
conciencia moral e Ideal del Yo. Es decir, es la sede del “así debe ser” y del “así
no puede ser”. Al igual que el Yo está investido por las cualidades inconsciente, preconsciente y consciente.
En psicoanálisis se usa la denominación representación-cosa como término
opuesto a representación-palabra. Y esto es una situación paradojal en tanto
que si el Ello es el lugar de la ‘no representación’, el lugar de la ‘cosa’, solamente
sería posible la representación-palabra (preconsciente-conciente) en tanto representante de la cosa. Pero si decimos que ahí donde la cosa era, representación advendrá, y donde advino representación cae la cosa, ésta solo puede ser
recuperada si se pierde la realidad: las psicosis. ¿Qué implica esto para la constitución del aparato anímico?
a. - Que el Yo en su condición de lugar de contacto con la realidad es una
organización, en tanto el Ello no lo es, pues la cosa, constitutiva del Ello, está
inscripta bajo el régimen del proceso primario. Esto significa que el Yo es para
el Ello el lugar de la ficción en tanto que cuando decimos hablar de la cosa, la
cosa no está; b.- Que si el aparato anímico, más específicamente, un sector, se
constituye en términos de inscripciones de representación, la única representación posible es la del Yo; c.- Que el Yo trabaja bajo la influencia de la realidad,
de tal modo que no le queda otro camino que segregar de ella, para su constitución, el resultado del proceso sustitutivo. Dicho en otros términos, allí donde
Ello no puede ser, Yo viene a sustituir. Allí donde Ello era, Yo ha de ser. Pero allí
donde Ello no puede ser la realidad le impone esa limitación. Por lo tanto el Yo
es un síntoma del Ello, es una transacción entre el Ello y el mundo externo. De
tal forma que el Yo adviene en una línea que parte del Ello y se dirige a la realidad. Allí donde el deseo no puede ser se instaura la prohibición. Por eso, placerYo Ideal, nunca. Solo la realidad. La única situación de puro placer de Yo Ideal
es allí donde el Yo no era. Es allí donde es Ello. De tal modo que el Yo busca, en
tanto Yo, retornar a ser algo que nunca fue. El Yo vive entre la ilusión de un pasado que nunca existió: Yo Ideal, y un futuro que nunca advendrá: Ideal del Yo.
¿Por qué no advendrá? Porque el Ideal del Yo es la aspiración de ser Yo Ideal y
Yo es siempre realidad. Cuando advino nació y nunca más podrá retornar a ser
Ello, nunca podrá abandonar la realidad más que en la muerte y en la psicosis.
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La segunda tópica del aparato psíquico
Con el nacimiento se produce la primer resignación que significa el corte
del cordón umbilical que implica la pérdida del estado de plena satisfacción y
la precipitación o la entrada al estado de necesidad. Pero así como se produce
esta pérdida se abre una promesa. La promesa de alcanzar la satisfacción mediante el objeto. Esto genera un nuevo acto psíquico que dirige su mirada hacia la realidad: el Yo. Más precisamente, a partir de esta situación, la realidad se
va constituyendo como lugar de configuración del Yo. De un Yo que aspira alcanzar o retornar a un estado o situación perdida pero que nunca gozó en tanto Yo, porque cuando esto era así, Yo era Ello, Yo no existía. Esto quiere decir
que de la resignación a la promesa se abre en el Yo un camino bifronte, que el
Yo actual recorre mirando un ideal que nunca alcanzará en tanto que este ideal
es Yo Ideal. Queremos decir que Yo actual busca ser Yo ideal, busca ser algo que
nunca fue y algo que nunca podrá ser, porque la condición ontológica del Yo es
nunca ser ideal, es siempre ser un lugar desde el cual se aspira ser, un lugar de
vacío. Por eso donde Ello era, Yo advendrá. Y, que advenga Yo, que advenga realidad, que advenga la palabra significa la pérdida de la cosa. Podemos ejemplificar esta situación con una analogía “mítica”, la del paraíso perdido. El Yo actual, en tanto se ajuste y cumpla con ciertos mandatos y prohibiciones, explicitados en preceptos y mandamiento morales (Super-Yo) advendrá alcanzar el
disfrute del paraíso (Ello). El “Ello paraíso” se perdió por el pecado del conocimiento. ¿Y cuál sería el pecado del conocimiento? La conciencia de la diferencia sexual. Entonces, siguiendo con la analogía, el Yo actual aspira a retornar al “Ello paraíso” pero para poder alcanzar este lugar de placer debe pagar
un precio: ajustarse a ser como la conciencia moral e Ideal del Yo le dicen que
debe ser. El resultado es una triste ilusión porque aquél paraíso mítico, aquél
Yo Ideal nunca existió y el precio último que habría que pagar para volver a comer la manzana edénica pasa por la muerte. El porvenir de una ilusión siempre será el destino de toda ilusión. Y el conocimiento, aunque marque una herida narcisista, es el único camino hacia el saber que siempre se vislumbra, o
hacia la verdad que solo se nos aparece como un esbozo o como un reflejo. YoEllo y conocimiento-saber, constituyen una dialéctica extensible que coloca al
sujeto en una circunstancia ética tan particular que se caracteriza por ser un
lugar de discurso donde el Yo que habla pretende hablar allí donde es hablado.
Hablado por un Ello que en tanto palabra está perdido. Perdido como la cosa.
Intentando algo de poesía diré: Ello era. Ello fue. Nunca Ello será.
La conciencia como superficie
Interesa destacar el primer párrafo del capítulo II de “El yo y el ello”, pues
muestra la coherencia de la investigación que Freud lleva a cabo desde sus inicios respecto del punto de referencia: el signo distintivo entre conciencia e inconsciencia, y la multivocidad del mismo.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
El autor se propone revisar las consideraciones sobre el funcionamiento
del aparato psíquico partiendo del supuesto respecto que el Yo puede ser inconsciente en el sentido genuino13, es decir, no como preconsciente sino como
propiamente inconsciente. Destacando que todo saber está ligado siempre a
la conciencia, pues “aun de lo Icc sólo podemos tomar noticia haciéndolo conciente”, se pregunta: ¿Cómo es posible eso? Que quiere decir hacer conciente
algo? Cómo puede ocurrir?14
En “Más allá del principio del placer” señala: 1.- la conciencia se encuentra
en la superficie del aparato anímico adscribiéndose como calidad, pues brinda percepciones de excitaciones que vienen del mundo exterior, y sensaciones
de placer y displacer que sólo pueden originarse en el interior del aparato anímico. En el sistema Cc el proceso excitatorio deviene conciente, pero no le deja
como secuela ninguna huella duradera; 2.- El sistema Percepción-conciencia
-P-Cc- se encuentra en la frontera entre lo exterior y lo interior, está vuelto hacia
el mundo exterior, siendo importante pues todos los procesos excitatorios de
los otros sistemas le dejan como secuela huellas permanentes que son la base
de la memoria, pudiendo ser restos mnémicos que nada tienen que ver con el
devenir-conciente, siendo los más fuertes y duraderos aquellos dejados por un
proceso que nunca llegó a la conciencia -si permanecieran siempre concientes, muy pronto reducirían la aptitud de este sistema para la recepción de nuevas excitaciones-. Todas las huellas en que se apoya el recuerdo, se producirían
a raíz de la propagación de la excitación a los sistemas internos contiguos y en
estos. La conciencia surge en reemplazo de la huella mnémica. 15 O sea, justamente por estar en relación directa con el mundo exterior no tiene capacidad
de guardar huellas sino que su función se agota en la percepción, tanto sea del
exterior del aparato psíquico –percepciones sensoriales -, como del interior del
mismo –sensaciones y sentimientos.16
Las representaciones y el devenir conciente
Freud ya había trabajado sobre el tema en el capítulo III de “Lo
inconsciente”17 a propósito de que la oposición entre conciente e inconsciente carece de toda pertinencia al respecto de las mociones pulsionales,
los sentimientos, y las sensaciones inconscientes. Retomando la cuestión
planteada sobre la diferencia efectiva entre una representación inconsciente y una preconciente, discrimina que la primera se consuma en algún ma13. Ibídem.
14. Ibídem.
15. Freud, S. “Más allá del principio del placer”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit.
Vol. XVIII. Pág. 24-25.
16. Freud, S. “El yo y el Ello”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. XIX. Pág. 21.
17. Freud, S. “Lo inconsciente”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. XIV. Pág. 173.
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La segunda tópica del aparato psíquico
terial que permanece no conocido, mientras que en el caso de la segunda se
añade la conexión con representaciones-palabra, siendo para los dos sistemas Prcc y Icc, signos distintivos. Por lo tanto, la pregunta: ¿Cómo algo deviene conciente? debe formularse más adecuadamente: ¿Cómo algo deviene preconsciente? Por conexión con las correspondientes representacionespalabra.18 Recordemos lo explicitado sobre ellas en tanto restos mnémicos, o
sea, restos de percepciones -una vez fueron percepciones y, como todos los
restos mnémicos, pueden devenir de nuevo concientes19-. Sólo puede realizar esa operación de devenir conciente lo que ya una vez fue percepción
Cc, aquello que desde el interior del aparato psíquico quiere devenir conciente tiene que intentar transponerse en percepciones exteriores y es posible por medio de las huelas mnémicas, exceptuando los sentimientos. De
aquí en más la pregunta de origen al respecto del camino por el cual algo inconsciente deviene conciente, la pregunta por el modo en que podemos hacer (pre)conciente algo reprimido (esforzado al desalojo) ha de responderse de este modo: restableciendo, mediante el trabajo analítico, aquellos eslabones intermedios Prcc.20
Las sensaciones y los sentimientos
Cuando respecto a cómo algo deviene conciente, explicitamos: excepto las
sensaciones y sentimientos. ¿Por qué? Porque pertenecen al orden de la percepción interna de procesos que vienen de los estratos más diversos y profundos del aparato anímico. Los más conocidos son los de la serie placer-displacer, siendo los más originarios y elementales. Tienen una particularidad importante: pueden alcanzar la conciencia aún en estados en donde ella se encuentra turbada, a diferencia de las percepciones pertenecientes al mundo externo.
Las sensaciones provienen de distintos lugares del aparato psíquico en forma simultánea y pueden tener cualidades diferentes. Las sensaciones de carácter placentero son poco esforzantes para el aparato psíquico, pues provocan una disminución de la investidura energética. En cambio las sensaciones
de displacer son muy esforzantes pues elevan la tensión en el aparato psíquico,
causando una alteración, que por su mecánica, tiende a la descarga.21
Lo que deviene conciente como placer y displacer es denominado por Freud
“otro cuantitativo-cualitativo” que se hace conciente en un camino progrediente, siendo conducido hacia delante, hasta el sistema P. Eso “otro”, entonces, se
comporta como una moción reprimida, pudiendo desplegar fuerzas pulsionantes sin que el yo lo registre.
18. Freud, S. “El yo y el ello”. Sigmund Freud Obras Completas. Vol. XVIII. Pág. 22.
19. Ibídem.
20. Ibídem. Pág. 23.
21. Ibídem. Pág. 24.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
Las sensaciones y los sentimientos devienen concientes alcanzando el sistema P, y pudiendo realizar el trayecto progrediente sin eslabones representacionales Prcc –ya hemos explicitado que las representaciones Icc requieren de eslabones de conexión-. Ellos son concientes o bien inconscientes. Aun cuando se
liguen a representaciones-palabra no deben a estas su devenir concientes, sino
que devienen tales en manera directa.22 Si algo bloquea el camino progrediente, permanecen en el inconsciente aunque se mantenga la carga de excitación.
La representación del yo
El texto “El yo y el ello” presenta una descripción del aparato psíquico referida a distintos estratos de superficie, como un aparato que trabaja por el efecto de diferenciación de superficies. En él, Freud se interesa por edificar una representación del Yo figurándose que parte del sistema P, como de su núcleo, y
abraza primero al Prcc, que se apuntala en los restos mnémicos. Empero, el yo
es, además, inconsciente.23
Nuestro autor considera que el Yo es una parte del Ello alterada por la influencia directa del mundo exterior, a través de la mediación del sistema P-Cc
(percepción-conciencia). Propone llamar Yo a la esencia que parte del sistema
P, siendo primero Prcc por tener un “casquete auditivo” (Horkappe, la placa auditiva). Al respecto de la función del Yo destacamos:
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Se encarga de hacer valer sobre el Ello el influjo del mundo exterior;
Se empeña en hacer valer sus propios propósitos;
Trabaja afanadamente por reemplazar el principio de pacer, que rige
irrestrictamente en el inconsciente, por el principio de realidad que rige
el sistema percepción-conciencia
Para el Yo, la percepción cumple el papel que en el Ello corresponde a
la pulsión;
El Yo es el representante de lo que puede llamarse razón y prudencia,
por oposición al Ello que contiene las pasiones;
El Yo gobierna los accesos a la motilidad, teniendo la energía de mando, y
tomando prestado del Ello la energía de acción. Tomemos la rica metáfora freudiana: con relación al Ello, se parece al jinete que debe enfrenar la
fuerza superior del caballo, con la diferencia de que el jinete lo hace con
sus propias fuerzas, mientras que el yo lo hace con fuerzas prestadas. Así
como el jinete, si quiere permanecer sobre el caballo, a menudo no le queda otro remedio que conducirlo adonde este quiere ir. También el yo suele trasponer en acción la voluntad del Ello como si fuera la suya propia.24
22. Ibídem. Pág. 24-25.
23. Ibídem. Pág. 25.
24. Ibídem. Pág. 27.
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La segunda tópica del aparato psíquico
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Sobre la génesis del Yo, el cuerpo propio y sobre todo su superficie, ejerce una acción eficaz, siendo esta última el sitio en el que pueden coexistir simultáneamente percepciones internas y externas. Por eso es que “el
Yo es sobre todo una esencia-cuerpo”; no es sólo una esencia - superficie, sino él mismo, la proyección de una superficie. El Yo deriva en última instancia de sensaciones corporales, siempre ligadas a sentimientos, y no debemos olvidar que el cuerpo es ante todo un cuerpo libidinal, y por ello es inconsciente.
La autocrítica y el sentimiento inconsciente de culpa están relacionados a funciones inconscientes del Yo.
El Yo es la parte del Ello modificada por el influjo del sistema percepción, el subrogado del mundo exterior real en lo anímico.
El superyó
En el capítulo III de “El yo y el ello” Freud se dedica a la génesis del Superyó.
Para lograr una comprensión de la propuesta freudiana nos parece conveniente
rastrear algunos escritos antecedentes, contemporáneos y consecuentes para
poder logicizar las vicisitudes del Complejo de Edipo en el varón y en la mujer
y la influencia sobre la sexualidad y la génesis del Superyó. Entre ellos destacamos: el “Manuscrito N”, “Tótem y tabú”, “Introducción del narcisismo” y “Psicología de las masas y análisis del yo” -ya nos hemos referido a estos dos últimos textos-. Entre los escritos contemporáneos destacamos: “La organización
genital infantil”, “El sepultamiento del Complejo de Edipo” y “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica”. Un escrito consecuente
que ofrece una excelente visión retrospectiva es “Sobre la sexualidad femenina”. Nos referiremos a los dos primeros textos como soporte para acercarnos a
la cuestión de la génesis del Superyó.
En el Manuscrito N 25 (31-5-1897) referido al “horror al incesto” plantea la
relación entre el desarrollo de la cultura y la sofocación de las pulsiones. Sus
desarrollos son antecedentes a la problemática del Complejo de Edipo, el sentimiento de culpa y castigo, y las identificaciones. Es de notar que en este manuscrito ya figuraba la abreviatura Icc que utilizará más tarde para hablar del
sistema inconsciente. Vale el esfuerzo plantear con cierto detalle sus temas centrales pues tienen un importante valor antecedente. Ellos son:
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Los impulsos hostiles hacia los padres es planteado como uno de los
elementos integrantes de la neurosis, refiriendo la posibilidad de que
afloren concientemente como representación obsesiva, por ejemplo,
“temor a que les pase algo”.
25. Freud, S. “Manuscrito N”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. I. Pág. 296-299.
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La represión de estos impulsos cuando se suscita compasión por los padres: enfermedad, muerte de ellos.
La exteriorización del duelo por la muerte de los padres a través de autoreproches obsesivos o autocastigos histéricos enfermándose por identificación con los mismos estados de enfermedad que los padres hayan tenido.
La relación entre impulsos y fantasías y la bifurcación de los recuerdos:
una parte de los impulsos son traspapelados y sustituidos mediante fantasías que protegen del efecto de la vivencia; otra parte, asequible, parece llevar los impulsos directamente.
Los motivos de la formación de síntomas: En interesante encontrar
en este manuscrito uno de los antecedentes de lo que luego va a ser
trabajado como “la vía de formación de síntomas”, y su equiparación
con el mecanismo del sueño. Freud refiere que el motivo primero de
la formación de síntoma, al igual que el sueño, “es un cumplimiento
de deseo”. En estadios ulteriores, la defensa contra la libido se procura un espacio dentro del Icc. El cumplimiento de deseo tiene que contentar a esta defensa inconsciente, aconteciendo si el síntoma puede
obrar como castigo o como autoimpedimento, -sumándose, entonces, los motivos de la libido y del cumplimiento de deseo como castigo-. En todo este proceso es inequívoca la tendencia a la irrupción
de lo reprimido. Parece como si, en estadios posteriores, por una parte se desplazaran desde los recuerdos unos productos psíquicos complicados –impulsos, fantasías, motivos- y, por la otra, la defensa penetrara desde lo preconsciente a lo inconsciente, de suerte que también la defensa se vuelve multilocular. La formación de síntoma por
identificación está anudada a las fantasías, a causa de la represión de
ellas dentro del Icc. Puesto que a estas fantasías reprimidas se anuda
el estallido de angustia, es preciso concluir que la mudanza de la libido en angustia no se produce por defensa entre Yo e Icc, sino en el
interior del Icc.
En el texto Tótem y tabú26, en el Prólogo, Freud afirma que fueron Jung y
Wundt quienes despertaron su interés para escribir estos cuatro ensayos que tituló: “El horror al incesto”, “El tabú y la ambivalencia de los sentimientos”, “Animismo, magia y omnipotencia de los pensamientos” y “El retorno del totemismo en la infancia”, que conformaron un escrito cuyo título general fue “Tótem
y tabú” publicado primero en forma parcial, por capítulos, en la “Revista Imago”, y como libro en forma completa en 1913.
“Tótem y tabú” representa el primer intento freudiano para aplicar los descubrimientos del psicoanálisis a los problemas de la Psicología Social. Tomaremos solamente algunos de ellos, los que consideramos sirven para abordar el
26. Freud, S. “Tótem y Tabú”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. XIII. Pág. 7 y ss.
218
La segunda tópica del aparato psíquico
tema de la génesis del Superyó. Los aportes más importantes de Freud a la Antropología Social se encuentran especialmente en el cuarto ensayo. Allí plantea sus hipótesis sobre “la horda primitiva” y “el asesinato del protopadre” desplegando sus teorías acerca de los orígenes de muchas de las instituciones culturales posteriores.
Freud trabaja en sus elucidaciones sobre la base de los estudios realizados
por James Frazer27 y Robertson Smith28, que realizaron investigaciones sobre
pueblos primitivos y construyeron la hipótesis al respecto de la exogamia como
una institución destinada a prevenir el incesto. Estas teorías le permitieron a
Freud acercarse a la explicación del parricidio señalando que la forma más primitiva de las religiones, el totemismo, establecía tabúes inviolables al respecto.
Como indica Robertson Smith, el animal sacrificado en los ritos sagrados representaba al animal totémico que a su vez equivalía al dios primitivo. Con estos
ritos, se recreaba el crimen fundacional consumándose en los actos de matar
y comer al padre. El sacrificio en el altar ha sido la pieza esencial en el hito de
las religiones antiguas, en su origen significaba la ofrenda a la divinidad para
reconciliarse con ella o granjearse su simpatía. Smith considera que en su comienzo el sacrificio no era otra cosa que un acto de socialización, una comunión de los creyentes con su dios. La forma más antigua fue el sacrificio de animales, cuya carne y cuya sangre tomaban en común el dios y sus adoradores.
Era esencial que cada uno de los participantes recibiera su porción en el banquete, que se constituía como ceremonia pública y fiesta de un clan entero. La
religión era un asunto común, y el deber religioso, una parte de la obligación
social. La fiesta sacrificial era una oportunidad de los individuos para elevarse,
jubilosos, sobre sus propios intereses y destacar la mutua afinidad entre ellos y
con la divinidad. El poder ético del banquete sacrificial público –comer y beber
en común-, era un símbolo de comunidad social, de aceptación de las obligaciones recíprocas. La naturaleza de la víctima sacrificial se contaba en su origen
entre aquellas acciones prohibidas para el individuo, pero permitidas para la
comunidad. Generalmente el animal sacrificial era tratado como pariente del
mismo linaje, la comunidad sacrificadora, su dios y el animal sacrificial era de
una misma sangre, miembros de un mismo clan. A pesar del respeto que protegía la vida del animal sagrado como miembro del linaje, de tiempo en tiempo, se volvía necesario darle muerte en solemne comunidad y repartir su carne y su sangre entre los miembros del clan. La participación en la misma sustancia que penetra en el cuerpo establece un lazo sagrado entre los comensales. Sacrificio y festividad coinciden en todos los pueblos. (Smith).29
Consideramos que el tema que se está en cuestión en este texto es el Com27. Frazer, J. G. La rama dorada. Fondo de cultura económica. México. 8va. Ed. 1982. Freud
utiliza la versión londinense de 1910.
28. Smith, R. The Religion of the Semites. Londres 1882.
29. Freud, S. “Tótem y Tabú”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. XIII. Pág. 134139.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
plejo de Edipo, en el que convergen los orígenes de la religión, la moral, la sociedad y el arte. Freud trabaja muy especialmente el lugar del padre en la cultura, su función, en tanto que es esencial para su constitución y la constitución
del sujeto. Esta función del padre en la cultura es necesaria pues su existencia
es lo que da fundamento a la ley.30
La posición de Freud puede resultar asombrosa: lo que asegura, en el grupo social, la prohibición del incesto, no es sino el padre muerto. La función del
padre en Tótem y tabú es el padre muerto. La prohibición del incesto se liga a
la muerte del padre.31 Nuestro autor relaciona la prohibición universal del incesto con el totemismo: los distintos tótem dentro del grupo social cumplen la
función de resguardar el incesto y poner en función la ley del padre. Por medio
de un conjunto de deducciones e inducciones histórico-conjeturales, constituye una hipótesis: tal comida, que reunía a los miembros del clan, se originaba
en rituales primitivos de sacrificios de animales y el acto de comida en común
estrechaba las relaciones de los miembros del clan. Se mata primero al animal,
luego se lo llora, y después el acto de su devoración se constituye en una fiesta.
Todo el ritual representa un pasaje de lo profano a lo sagrado, de lo individual
a lo comunitario. Lo prohibido al individuo está permitido en la reunión del
grupo. ¿Quién es, a quién representa el animal que está en juego en el ritual?
Ese animal muerto, y llorado, elucida Freud, no puede ser otro sino el padre.
Lo interesante es la manera en que Freud llega a esta conclusión comparando
los datos de Smith con los datos de sus propias teorías y observaciones clínicas:
la observación sobre las fobias infantiles en donde el animal temido simboliza al padre. Freud opera interrelacionando discursos, el antropológico con el
psicoanalítico: de la fiesta a la fobia. Sugiere que para aceptar esta conexión es
preciso apoyarla en la hipótesis de Charles Darwin32 sobre el estado primitivo
(horda salvaje) de la sociedad humana. Recordemos lo que ha dado en constituirse como “mito de la horda primitiva”: en el comienzo, la sociedad estaba constituida por una horda salvaje dominada por el padre, violento y celoso,
que se reserva todas las hembras para sí y expulsaba a los hijos varones cuando crecían, o sea, era el único que tenía acceso a las mujeres. La dominación
de este macho poderoso despertaba el odio de los hijos, quienes se conjuran
para matar al padre (liga fraternal) y apoderarse de las mujeres. Un día los hermanos expulsados se aliaron, mataron y devoraron al padre, y así pusieron fin
a su despotismo. Unidos osaron hacer lo que individualmente les habría sido
imposible. El violento padre primordial era por cierto el arquetipo envidiado
y temido de cada uno de los miembros de la liga de hermanos. Y, en el acto de
la devoración, forzaban la identificación con él, cada uno se apropiaba de un
fragmento de su fuerza. El banquete totémico, acaso la primera fiesta de la hu30. El tema es retomado por Jacques Lacan para conceptualizar la “metáfora paterna”.
31. Freud, S. “Tótem y Tabú”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. XIII, Pág. 103 y
ss.
32. Ibídem. Pág. 128.
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La segunda tópica del aparato psíquico
manidad, sería la repetición y celebración recordatoria de aquella hazaña memorable y criminal con la cual tuvieron comienzo tantas cosas: las organizaciones sociales, las limitaciones éticas y la religión.33 Pero consumado el acto,
-el crimen del padre-, las mujeres del grupo resultaron igualmente prohibidas
para los hombres del mismo grupo, o sea, que no dejaron de observar la ley de
prohibición. Veamos: el asesinato del padre debía haber conducido a la apropiación de las mujeres del grupo, pero culmina en lo contrario: los hombres
se prohíben el acceso a ellas por efecto de la culpa posterior. Esta se alimenta
de obediencia al padre después de darle muerte: obediencia retrospectiva. La
muerte reasegura así la norma social, padre muerto asesinado que aparece en
el seno del discurso mítico, y que organiza un orden cultural.
Freud comenta que ese estado primordial de la sociedad no ha sido observado en ninguna parte, pero lo que se halla como la organización más primitiva, lo que está en vigor en ciertas tribus, son las “ligas de varones” compuestas por miembros de iguales derechos y sometidos a las restricciones del sistema totemista, que heredan por línea materna.34
Las razones que permitirán dar cuenta de ese pasaje, de esa transformación,
donde el resultado no coincido con el móvil, no es otro que la culpa. Una vez
muerto el padre, satisfechos los sentimientos hostiles y el odio, surge el amor. El
resultado de esta ambivalencia a posteriori es el sentimiento inconsciente de culpa. Esta teorización es la significación de la paternidad que Freud reconstruyó,
pues en el inconsciente de todo hombre se reproduce el acontecimiento mítico
del misterio paterno: el padre es en tanto que padre muerto, el padre sustituido.
La teoría freudiana diferencia el padre real, de carne y hueso, el padre imaginario, causa de las fantasías parricidas, y, el padre simbólico, el padre función, en
tanto que orden cultural, en tanto que ley (trasmite la ley de la cultura). Este es
el padre que toma función en tanto que muerto (función simbólica) o sea, aquél
con el cual el sujeto se identifica incorporando su ley, la ley paterna: “no te acostarás con tu madre” (para el hijo), “no reintegrarás tu producto” (para la madre).
La función paterna implica un “no”, que remite a que no se puede acceder a la
madre (mujer vedada). Así el padre se propone como modelo de renuncia (él ha
renunciado a su propia madre) y de donación (él trasmite un orden cultural, su
función permite la salida a la exogamia).35 La instauración de un orden cultural
que se sostiene desde la transmisión del padre simbólico es lo que permite a los
hijos evitar “quitarse los ojos y ser expulsados de Tebas” (Mito de Edipo).
Se podría pensar que es tan obscena y feroz la figura del padre primordial
que inagotablemente no se redime en la eterna ceguera de Edipo. Es a las mismas necesidades del mito a las que el neurótico responde con su mito individual (o su novela familiar) en una proliferación de creaciones particulares.
33. Ibídem. Pág. 143-44.
34. Ibídem. Pág. 143.
35. Concepciones retomadas por J. Lacan para la formulación del concepto de “metáfora
paterna”.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
Retomando la temática respecto de la génesis del Superyó, en primer plano, lo que Freud viene expresa como novedad en el capítulo III de “El yo y el
ello”, y como punto que requiere aclaración, es que la existencia de un grado en
el interior del Yo, una diferenciación dentro de él, -que ha sido llamada “Ideal
del yo o Superyó”- no mantiene un vínculo firme con la conciencia sino todo
lo contrario. Por ejemplo, el estudio de la melancolía llevó a la conclusión de
que el objeto perdido se puede volver a erigir en el Yo bajo un mecanismo en
donde una investidura de objeto es relevada por una identificación, y tal sustitución es considerable en la conformación del Yo, en su carácter, siendo totalmente inconsciente. La creencia de los primitivos de que las propiedades del
animal incorporado como alimento se conservan como rasgos de carácter en
quien lo come es un interesante paralelo a la sustitución de la elección de objeto por identificación.
Desde estas consideraciones surge la concepción de que el carácter del Yo
es una sedimentación de las investiduras de objeto resignadas que contiene
la historia de esas elecciones de objeto. Para ello, es necesaria la concepción
de que en la fase primitiva oral de la libido, es totalmente imposible distinguir
entre investidura de objeto e identificación, pues no está todavía cabalmente
realizada la diferenciación entre el Yo y el no-Yo. Desde sus observaciones clínicas, puede suponer que las investiduras de objeto parten de Ello, que siente las aspiraciones eróticas como necesidades y que el Yo, todavía débil, recibe
noticias de las investiduras, les presta consentimiento o busca defenderse de
ellas mediante el proceso de la represión. Cuando un objeto sexual es resignado - objeto de la fase primitiva oral-, se presenta una alteración del Yo que describe como erección del objeto en el Yo. El Yo, mediante una introyección, facilita o posibilita la resignación del objeto. Estas identificaciones, posiblemente, sean la condición bajo la cual el Ello resigna sus objetos. Freud comprueba clínicamente que este es un proceso muy frecuente, sobre todo en las fases
tempranas del desarrollo, y llega a la conclusión enunciada al principio sobre
el carácter del Yo como sedimentación de las investiduras de objeto resignadas. También comprobó que puede existir una simultaneidad de investidura
de objeto e identificación, vale decir, una alteración del carácter antes que el
objeto haya sido resignado y en este caso, la alteración del carácter podría sobrevivir al vínculo de objeto y conservarlo.
Un punto destacado por Freud, al respecto de esta operación de transposición -de elección de objeto a alteración en el Yo-, es la instauración de una función que permite al Yo dominar al Ello. La transposición así cumplida, desde libido de objeto a libido narcisista, conlleva una resignación de las metas sexuales, una desexualización y por lo tanto, puede abrir las vías de la sublimación,
mecanismo más económico que el de la represión.
La comprobación clínica evidencia que los efectos de las primeras identificaciones, las producidas a la edad más temprana, serán universales y duraderos, y esto es lo que conduce a la génesis del Ideal del Yo o Superyó, pues tras
222
La segunda tópica del aparato psíquico
este se esconde la identificación primera, de mayor valencia, la identificación
con el padre de la prehistoria personal.36 Esa primer identificación, que se ha
denominado “an-objetal”, se trata de una identificación directa e inmediata y
más temprana que cualquier investidura de objeto, no es el resultado ni el desenlace de una investidura de objeto, siendo no mediatizada, por ello genuinamente primaria, no tan solo porque sea la primera. Luego, las elecciones de objeto que corresponden a los primeros períodos del desarrollo de la libido, atañen a padre y madre, y parecen tener su desenlace, en una identificación, reforzando de ese modo la identificación primaria.
Bajo el nombre de Complejo de Edipo el psicoanálisis estudia la génesis de
las relaciones del sujeto y el otro. Debemos recordar que ya en el Proyecto de
Psicología científica, Freud se interesó en el tema y le dio importancia al estado de invalidez del infante, a su necesidad del auxilio ajeno, de cuidado otorgado por otra persona, y denominó a la cuestión “complejo del semejante”.
El fundador del psicoanálisis, que propone como objetivo del tratamiento
psicoanalítico la recuperación de la capacidad de amar y de trabajar, necesita
investigar cuidadosamente las relaciones del sujeto, los modos en cómo este
interactúa con los otros, sus vínculos amorosos, el lugar que ocupan los objetos de interés. Para ello, por un lado estudia la configuración del aparato psíquico y el lugar que la pulsión tiene en él. Por otro lado, y sin descuidar el primero, sino entrecruzándolos, estudia las relaciones vinculares y por eso se interesa primero en la parental, considerándola como la primer experiencia amorosa de un sujeto. Esto constituye la metapsicología.
La experiencia clínica había comprobado que los pacientes neuróticos tenían padecimientos respecto del amor, y Freud supo rápidamente que brindándoles las generosidades del amor no se curaban, por ello tomo los vínculos
amorosos como objeto de estudio. De ahí en más ahondó en uno de los terrenos más complicados del psicoanálisis, puesto que descubrió que en el amor
no sólo cuenta lo que se tiene de él, sino lo que no se tiene, llevándolo esto a la
temática del Complejo de Edipo completo y a la teoría del Falo en relación con
la castración. La investigación trajo como consecuencia la elucidación de que
si de amor se trata, de lo que se trata es de diferencias, de la no complementariedad de los amantes, de lo que falta, de la falta.
Ya tenemos los elementos suficientes para referirnos a las palabras freudianas: “la separación del Superyó respecto del Yo no es algo contingente: subroga los rasgos más significativos del desarrollo del individuo y de la espe36. Freud, S. “El yo y el ello”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. XIX. Pág. 33. Freud
aclara que sería más prudente decir “con los progenitores”, pues padre y madre no se
valoran como diferentes antes de tener noticia cierta sobre la diferencia de los sexos.
Debemos entender aquí que cuando se refiere a la “prehistoria personal” es porque
supone que la “historia personal” se organiza consecuentemente a partir de la formación
del complejo de castración, médula del Complejo de Edipo, que permite el armado de
la neurosis infantil.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
cie, y más aún, en la medida que procura expresión duradera al influjo parental, eterniza la existencia de los factores a que debe su origen […] El ideal
del Yo o Superyó es la agencia representante del vínculo parental […] Es, por
lo tanto, la herencia del complejo de Edipo y, así, expresión de las más potentes mociones y los más importantes destinos libidinales del ello. Mediante su institución, el Yo se apodera del complejo de Edipo y simultáneamente
se somete, él mismo, al ello. Mientras que el Yo es esencialmente representante del mundo exterior, de la realidad, el Superyó se le enfrenta como abogado del mundo interior, de ello”.37
Así surgirán conflictos entre el Yo y el Ideal. La tensión entre las exigencias
de la conciencia moral y las operaciones del Yo es sentida como sentimiento
de culpa. Religión, moral y sentir social han sido, en el origen, uno solo. Según
la hipótesis de “Tótem y tabú” se adquirieron, en el complejo paterno: religión
y limitación ética, por el dominio sobre el complejo de Edipo; los sentimientos
sociales, por la constricción a vencer la rivalidad remanente entre los miembros de la joven generación. Estas consideraciones nos permiten destacar que
el psicoanálisis no sólo se dedica al estudio de la sexualidad, como se le imputó, sino que también se ocupa de la conciencia moral y de la vida del sujeto en
sociedad y en relación a las leyes.
Otro tema que debemos considerar, por su importancia, para el entendimiento del funcionamiento de aparato psíquico es la génisis de las instancias
psíquicas. Freud se muestra cuidadoso en describirlas. En nuestra consideración posiblemente recurra a la organización de hipóstasis –tal como se había
realizado respecto del sistema nervioso-. Primero era el Ello, pero éste no puede vivenciar o experimentar ningún destino exterior si no es por medio del Yo,
que subroga ante él al mundo exterior. El Yo es un sector diferenciado del Ello
por el influjo del mundo exterior y del principio de realidad que este impone.
En cuanto al Superyó se genera como herencia del complejo edipiano y puesto que el factor de hostilidad del complejo no puede satisfacerse, tendrá un carácter crítico, agresivo, mortificante. Así como el Yo surge como producto de las
identificaciones, el Superyó lleva la marca de lo que precipita de ellas: la vertiente hostil del complejo, motivo para que el ideal mismo pueda permanecer
en gran parte inconsciente, inaccesible al yo.
“La historia genética del Superyó permite comprender que conflictos anteriores del Yo con las investiduras de objeto del Ello puedan continuarse en conflictos con su heredero, el Superyó. El Yo no logró dominar bien el complejo de
Edipo, la investidura energética de este, proveniente del Ello, retomará su acción eficaz, como formación reactiva, en el Ideal del Yo”.38
Es importantísimo tener presente el estudio freudiano39 sobre la relación del
Superyó y las representaciones verbales. Ellas llegan al Superyó antes que a la
37. Ibídem. Pág. 37.
38. Ibídem. Pág. 40.
39. Ibídem. Pág. 53.
224
La segunda tópica del aparato psíquico
conciencia y la energía de carga no la obtienen por la percepción auditiva, sino
desde fuentes situadas en el Ello. Para investigar la cuestión Freud se refiere nuevamente la clínica de la melancolía, donde elucida que el sadismo que desata el
Superyó se explica porque el componente destructor se instala en él, reina en él
vuelto contra el yo y, con frecuencia, hasta lo conduce a la muerte. Reflexiona y
se pregunta: “Teniendo en cuenta la significatividad que atribuimos a los restos
preconscientes de palabra en el yo, surge una pregunta: el superyó, toda vez que
es inconsciente, ¿consiste en tales representaciones-palabra, o en qué otra cosa?
La respuesta prudente sería que el superyó no puede desmentir que proviene
también de lo oído, es sin duda una parte del yo y permanece accesible a la conciencia desde esas representaciones-palabra (conceptos, abstracciones, pero la
energía de investidura no les es aportada a estos contenidos del superyó por la
percepción auditiva, […] sino que la aportan las fuentes del ello”. 40
El yo como vasallo
La propuesta de Sigmund Freud en el capítulo V de El yo y el ello es reflexionar sobre la complejidad de las funciones del Yo por sus relaciones con las otras
dos instancias: el Ello y el Superyó. El Yo está al servicio de tres amos, sometido a tres servidumbres, y en consecuencia, sufre de tres peligros: el mundo externo, la libido del Ello, la severidad del Superyó.41
Nos parece oportuno revisar el significado de los términos utilizados: vasallaje, vasallo y servidumbre en el RAE de 192242, pues consideramos que es
muy importante no solamente investigar el significado de los términos en los
diccionarios, sino utilizar diccionarios de la época del escrito original. Veamos:
“Vasallaje”: Vínculo de dependencia y fidelidad que una persona tenía respecto
de otra, contraído mediante ceremonias especiales; rendimiento o reconocimiento con dependencia a cualquier otro, o de una cosa a otra; tributo pagado
por el vasallo a su señor”; “Vasallo”: “Sujeto a algún señor con vínculo de vasallaje”; “Servidumbre”: - término utilizado por Freud-43: Sujeción grave u obligación inexcusable de hacer una cosa, sujeción causada por las pasiones o afectos
que coarta la libertad, derecho en predio ajeno que limita el dominio en éste y
que está constituido a favor de determinadas personas”.
Generalmente Sigmund Freud no utiliza palabras en vano, entonces, proponemos interrogar, no solo por la dependencia del Yo, sino también su fidelidad, el reconocimiento de su dependencia y el tributo a pagar, así como por
40. Ibídem. Pág. 53.
41. Ibídem. Pág. 56.
42. Real Academia Española. Diccionario de la Lengua Española. Calpe. 15° Ed. Madrid.
1922. Pág. 1108. Se mencionan las acepciones que nos parecen convenientes al uso del
término en el texto.
43. Freud, S. “El yo y el ello”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Pág. 56.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
su obligación inexcusable, su sujeción causada por las pasiones o afectos que
coartan su libertad, y también por cuál es su “derecho en predio ajeno” (entendiendo como predios ajenos el mundo exterior, el Ello y el Superyó).
Respecto a su relación con el mundo exterior y con el ello, en el Cap. IV de “El
yo y el ello” Freud ofrece una clara referencia: “el yo se encuentra bajo la particular influencia de la percepción […] las percepciones tienen para el yo la misma significatividad y valor que las pulsiones para el ello. […] el yo está sometido a la acción eficaz de las pulsiones lo mismo que el ello, del que no es más
que un sector particularmente modificado”.44
Recordemos que en el Cap. II del mencionado texto el autor ya se había explayado respecto de que el Yo es la parte del Ello alterada por la influencia directa del mundo exterior, a través de la mediación del sistema percepción-conciencia, empeñándose en hacer valer sobre el Ello el influjo del mundo exterior.45 No debemos olvidar que en el sistema percepción tienen lugar tanto las
percepciones externas como las provenientes del interior del cuerpo. “El cuerpo propio y sobre todo su superficie es un sitio del que pueden partir simultáneamente percepciones internas y externas […] el cuerpo propio cobra perfil
y resalto desde el mundo de la percepción. También el dolor parece desempeñar un papel en esto”.46
Esta conceptualización implica un trabajo del Yo por reemplazar el principio del placer por el principio de realidad, siendo el representante de la razón
y la prudencia. Freud se refiere a la influencia del “trabajo intelectual sutil y difícil”, el de la “empeñosa reflexión”, el de las “altas valoraciones” sobre “las pasiones inferiores”47, y nos advierte que dicho trabajo no es fácil, pues la clínica le muestra que el mismo puede ser una tarea preconsciente o inconsciente.
Y, en muchos casos, se evidencia que la autocrítica y la conciencia moral, vale
decir, operaciones anímicas situadas en lo más alto de la escala de valoración,
son inconscientes. Este tema es retomado en el Cap. V del mencionado texto,
al referirse a la reacción terapéutica negativa y el sentimiento inconsciente de
culpabilidad, en donde el Superyó ejerce una gran influencia. Reconsideremos:
el Yo se conforma sobre las primeras identificaciones que se comportan regularmente como una instancia particular dentro del Yo48 a la cual Freud denomina “Superyó”, siendo heredero del Complejo de Edipo, introduciendo en el
Yo sus objetos más importantes. Así pues, el Yo se somete al imperativo categórico del Superyó del mismo modo que el niño se sometía a los padres y este
mecanismo puede ser causa de la “reacción terapéutica negativa”49 tratándo44. Ibídem. Pág. 41.
45. Ibídem. Pág. 27.
46. Ibídem. Pág. 27.
47. Ibídem. Pág. 28.
48. Ibídem. Pág. 49.
49. Consideración del autor en “Recuerdo, repetición y elaboración” y en “Más allá del
principio del placer”.
226
La segunda tópica del aparato psíquico
se de un proceso por el que muchos analizantes reaccionan durante la cura en
sentido inverso a lo esperado, o sea, reaccionan agravando. Detrás de ello se
encuentra siempre un factor de orden moral: un sentimiento de culpabilidad
inconsciente, que “permanece mudo para el enfermo” pero lo mantiene en la
enfermedad como castigo, hasta llegar a constituir a veces el mayor obstáculo contra la curación.50
El sentimiento de culpa es consecuencia de una identificación del sujeto
con otra persona que fue importante en su vida51, es decir, el resultado de una
identificación tras una relación erótica52 -libidinal, no sexual- abandonada en
un proceso similar al que se observa en la melancolía. Por ello, Freud piensa
que es posible que sea el Ideal del Yo lo que determine la mayor o menor gravedad de la neurosis, considerando conveniente observar en la clínica el modo
en que se manifiesta el sentimiento de culpa.
En el sentimiento de culpa consciente y normal, la conciencia moral se debe
a la tensión habitual entre el Yo y el Ideal del Yo, y no opone dificultades a la
cura. Pero hay dos afecciones en las que adquiere una intensidad patológica:
en la neurosis obsesiva y en la melancolía.
En ciertas formas de la neurosis obsesiva, el sujeto pide asistencia por un
intenso sentimiento de culpa consciente sobre el cual su Yo no encuentra ninguna justificación. Y la clínica muestra que en estos casos, mediante el análisis,
siempre se puede descubrir en lo reprimido la base del mismo.
En la melancolía, por el contrario, el Yo del sujeto ni siquiera se atreve a
protestar porque, debido a su identificación con el objeto de sus reproches,
“se confiesa culpable y se somete al castigo”. Respecto de las diferencias entre neurosis obsesiva y melancolía, el texto freudiano nos advierte de una diferencia clínica importante: “en la neurosis obsesiva se trataba de mociones
repelentes que permanecían fuera del yo; en la melancolía, en cambio, el objeto, a quién se dirige la cólera del Superyó, ha sido acogido en el Yo por identificación”. 53
Al contrario que el melancólico, el neurótico obsesivo no busca nunca su
propia muerte y está mejor protegido contra ella que el histérico. Debido a la
regresión que la neurosis obsesiva implica, la disociación de las pulsiones libera el impulso de destruir al objeto, y si bien al principio su Yo se rebela tanto
contra las exigencias criminales del Ello como contra los reproches de su conciencia moral (lo que no le evita sufrir “un infinito auto-tormento”), más tarde,
cuando le es accesible, se dedica a martirizar sistemáticamente a su objeto con
la finalidad última de conseguir su anulación total, su degradación y desinte50. Freud, S. “El yo y el ello”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Pág. 50.
51. Ibídem. Pág. 55. Freud considera que el Superyó se ha engendrado por una identificación
con el arquetipo paterno y señala que tiene el carácter de una desexualización o de una
sublimación.
52. Ibídem. Pág. 51.
53. Ibídem. Pág. 52.
227
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
gración paulatina hasta la muerte. Rasgo verdaderamente asesino que puede
hallarse en neuróticos obsesivos con rasgos perversos.
También examina otros casos tales la histeria 54 o la delincuencia.55 Si bien
generalmente el Yo lleva a cabo las represiones al servicio del Superyó, lo que se
observa en estos casos es que el Yo utiliza la represión para mantener a distancia
del Superyó el material al que se refiere el sentimiento de culpa. Esto conduce
a Freud a considerar que es lógico que gran parte del sentimiento de culpa sea
siempre inconsciente, puesto que la génesis de la conciencia moral se halla ligada al complejo de Edipo, también relegado al inconsciente. Observó que en
muchos delincuentes existía un fuerte sentimiento de culpa antes de cometer
el hecho, y por lo tanto no es su consecuencia sino su motivo, como si con el
acto hubiera producido un alivio al poder enlazar ese sentimiento inconsciente
de culpa con algo real y actual. La clínica de estos pacientes demuestra que el
Superyó mantiene su independencia respecto del Yo y su íntima relación con
el Ello inconsciente. “El superyó sabe más del Ello inconsciente que el yo”. 56
La severidad del Superyó abarca y utiliza todas las ramificaciones de las pulsiones de muerte contra el Yo. Desde el punto de vista de la moralidad, el Ello
es totalmente inmoral, el Yo se esfuerza en ser moral, y el Superyó puede hacerse “hipermoral” y tan cruel como el Ello.57
“Es singular que cuanto más se limita el hombre su agresión hacia el exterior, más severo y agresivo se hace en su ideal del yo, como por un desplazamiento y un retorno de la agresión hacia el yo.”58
Estas consideraciones le permiten introducir una nueva hipótesis: el Ideal
del Yo extrae su imperativo riguroso y cruel de la pulsión de muerte segregada
tras la disociación de las pulsiones. De este modo queda demostrado el sometimiento del Yo a las tres servidumbres.
El Yo no se comporta igual con respecto a las dos clases de pulsiones, sino que
mediante la identificación y la sublimación ayuda a las pulsiones de muerte del
Ello a sojuzgar la libido y se expone al peligro de convertirse en víctima de tales
pulsiones. Cuando el Yo sufre la agresión del Superyó o sucumbe a ella, su destino ofrece analogías con el de los protozoos que sucumben a los efectos de los
productos de descomposición creados por ellos mismos.59 La misma moral que
actúa en el Superyó sería uno de estos productos de descomposición. La más interesante de las servidumbres del Yo es la que le liga al Superyó, que está en relación a la angustia. “El yo es la verdadera residencia de la angustia. Amenazado por tres distintos peligros, desarrolla el yo el reflejo de fuga, retirando su carga propia de la percepción amenazadora o del proceso desarrollado en el Ello y
54. Ibídem. Pág. 52.
55. Ibídem. Pág. 53.
56. Ibídem. Pág. 52.
57. Ibídem. Pág. 54.
58. Ibídem. Pág. 55.
59. Ibídem. Pág. 57.
228
La segunda tópica del aparato psíquico
considerado peligroso, y emitiéndola en calidad de angustia. Esta reacción primitiva es sustituida luego por el establecimiento de cargas de protección (mecanismo de las fobias). Ignoramos qué es lo que el yo teme del mundo exterior y
de la libido del Ello. Sólo sabemos que es el sojuzgamiento o la destrucción, pero
no podemos precisarlo analíticamente. El yo sigue, simplemente, las advertencias del principio del placer. En cambio, sí podemos determinar qué es lo que se
oculta detrás de la angustia del yo ante el superyó, o sea ante la conciencia moral. Aquel ser superior que luego llegó a ser el ideal del yo amenazó un día al sujeto con la castración, y este miedo a la castración es probablemente el nódulo
en torno del cual cristaliza luego el miedo a la conciencia moral”. 60
Todo miedo o angustia se puede reducir al miedo a la muerte, ya que ésta
es un concepto abstracto para el que no se halla nada correlativo en lo inconsciente. La angustia ante la muerte se desarrolla entre el Yo y el Superyó. Para
demostrarlo, nos remite a las dos circunstancias en las que se observa la génesis de la angustia ante la muerte: en la melancolía y como reacción ante un peligro exterior. En la primera, el Yo se abandona a sí mismo porque, en lugar de
sentirse amado por el Superyó (que debería ejercer la misma función protectora que un padre), se siente perseguido y odiado por él. En el caso de la segunda, cuando el Yo se siente amenazado por un peligro exterior, también se siente abandonado por todos los poderes protectores, en la misma situación que
constituyó el trauma del nacimiento y que genera la angustia infantil. Freud
concluye que tanto la angustia ante la muerte como la angustia ante la conciencia moral, son sólo una elaboración de la angustia ante la castración, componiendo así su segunda teoría de la angustia.
Sintetizando, señalamos algunas de sus concepciones más importantes sobre el Yo y sus relaciones de servidumbre :61
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El Yo se encuentra encargado de importantes funciones. Por su relación
con el sistema de la percepción establece el orden temporal de los procesos psíquicos y los somete al examen de la realidad.
Mediante la interpolación de los procesos mentales, el Yo consigue un
aplazamiento de las descargas motoras y domina los accesos a la motilidad.
El Yo se enriquece con el mundo exterior y, a su vez, tiene en el Ello otra
especie de mundo exterior al que intenta dominar. Sustrae libido de él
y transforma sus cargas de objeto en estructuras yoicas.
El Yo, con ayuda del Superyó extrae del Ello la experiencia histórica en
él acumulada.
El contenido del Ello puede pasar al Yo por dos caminos distintos. Uno
de ellos es directo, y el otro atraviesa el Ideal del Yo. La elección entre am-
60. Ibídem. Pág. 57-58.
61. Ibídem. Pág. 56-59.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
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bos resulta decisiva para muchas actividades anímicas (histeria, neurosis obsesiva, melancolía).
El Yo se desarrolla desde la percepción de las pulsiones hasta su dominio, desde la obediencia hacia su inhibición. En esta función participa
ampliamente el Ideal del Yo, siendo una formación reactiva contra los
procesos pulsionales.
En calidad de instancia fronteriza, el Yo es mediador entre el mundo
exterior y el Ello, intentando adaptar al Ello al mundo exterior y alcanzar en éste los deseos del Ello, intentando que el mundo haga justicia
al deseo del Ello.
El Yo, para el Ello, no es sólo un auxiliar, sino un sumiso servidor que aspira a lograr el amor de su dueño. Siempre que le es posible permanece
de acuerdo con el Ello, superponiendo sus racionalizaciones preconscientes a los mandatos inconscientes del mismo, simulando obediencia al Ello respecto de las advertencias de la realidad, disimulando sus
conflictos con la misma, aun en aquellos casos en los que el Ello permanece inflexible.
La situación de mediador que ocupa el Yo le hace sucumbir, a veces, a
la tentación de mostrarse oficioso, oportunista y falso.
El Yo no se conduce imparcialmente con respecto a las dos clases de pulsiones. Mediante su labor de identificación y sublimación auxilia a las
pulsiones de muerte del Ello en el sojuzgamiento de la libido, pero al
obrar así se expone al peligro de ser tomado como objeto de tales pulsiones y sucumbir víctima de ellos. Para poder prestar tal auxilio, ha tenido que colmarse de libido, constituyéndose así en representante del
Eros, y aspira entonces a vivir y a ser amado.
La labor de sublimación tiene por consecuencia una disociación de las
pulsiones y una liberación de la agresión del Yo, que se expone en su combate contra la libido al peligro de ser maltratado e incluso a la muerte.
La moral que actúa en el Superyó se muestra, en sentido económico,
como un producto de una descomposición.
El Yo es la verdadera residencia de la angustia. El yo se angustia ante el
Superyó, o sea ante la conciencia moral. El miedo a la castración es el
nódulo en torno del cual cristaliza luego el miedo a la conciencia moral.
La angustia ante la muerte se desarrolla, pues, entre el Yo y el Superyó.
El psicoanálisis es un instrumento que ha de facilitar al Yo la progresiva conquista del Ello.
230
La segunda tópica del aparato psíquico
La clínica nos enseña
Hemos realizado una puntuación de un trabajo de análisis que dejó alguna
enseñanza en relación al trauma y la repetición, y también esclareció algunas
consideraciones freudianas tales como:
1.- “explico las peculiaridades de las psiconeurosis por el hecho de no producirse la traducción para ciertos materiales, lo cual tiene algunas consecuencias”.62
2.- “las fantasías se forman en general por una conjunción inconsciente entre vivencias y cosas oídas…acontecen por combinación y desfiguración…un
fragmento de la escena vista es reunido con otro de la escena oída, mientras
que el fragmento liberado entra en otra conexión. Con ello, un nexo originario
se vuelve inhallable”.63
3.- “En el analizado, en cambio, resulta claro que su compulsión a repetir
en la transferencia, los episodios del período infantil de su vida, si sitúa, en todos los sentidos, más allá del principio de placer […] nos enseña que las huellas no subsisten en su interior en el estado ligado, y aun […] son insusceptibles del proceso secundario.64
4.- “La pulsión reprimida nunca cesa de aspirar a su satisfacción plena, que
consistiría en la repetición de una vivencia primaria de satisfacción; todas las
formaciones sustitutivas y reactivas, y todas las sublimaciones, son insuficientes para cancelar su tensión acuciante, y la diferencia entre el placer de satisfacción hallado y el pretendido engendra el factor pulsionante”.65
5.- “La afirmación del carácter regresivo de las pulsiones descansa también,
es cierto, en un material observado, a saber, los hechos de la compulsión de
repetición”.66
6.- “Los procesos anímicos inconscientes son en sí atemporales. Esto significa, en primer término, que no se ordenaron temporalmente, que el tiempo
no altera nada en ellos”.67
7.- “El principio del placer parece estar directamente al servicio de las pulsiones de muerte”.68
8.-“Estos sueños buscan recuperar el dominio sobre el estímulo por medio
de un desarrollo de angustia cuya omisión causó la neurosis traumática. Nos
proporcionan así una perspectiva sobre una función del aparato anímico que,
sin contradecir al principio de placer, es empero independiente de él y parece
más originaria que él a propósito de ganar placer y evitar displacer”.69
62. Freud, S. “Carta 52”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. I, Pág. 276
63. Freud, S. “Manuscrito M”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. I. Pág. 293.
64. Freud, S. “Más allá del principio del placer”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit.
Vol XVIII. Pág. 36.
65. Ibídem. Pág. 42
66. Ibídem. Pág. 57
67. Ibídem. Pág. 28.
68. Ibídem. Pág. 61.
69. Ibídem. Pág. 31.
231
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
9.- “los mencionados sueños de los neuróticos traumáticos ya no pueden
verse como cumplimiento de deseo; tampoco los sueños que se presentan en
los psicoanálisis, y que nos devuelven el recuerdo de los traumas psíquicos de
la infancia. Más bien obedecen a la compulsión de repetición, que en el análisis se apoya en el deseo de convocar lo olvidado y reprimido […] Si existe un
“más allá del principio de placer” por obligada consecuencia habrá que admitir que hubo un tiempo anterior también a la tendencia del sueño al cumplimiento de deseo. Esto no contradice la función que adoptará más tarde. Pero,
una vez admitida la excepción a esta tendencia, se plantea otra pregunta. ¿No
son posibles aun fuera del análisis sueños de esta índole, que en interés de la
ligazón psíquica de impresiones traumáticas obedecen a la compulsión de repetición? Ha de responderse enteramente por la afirmativa”.70
Relato de un fragmento de análisis
Primer entrevista
Una paciente de 35 años refiere: “he solucionado problemas míos con mi
matrimonio, me divorcié y sin embargo no estoy bien”, “viene eso, o algo, que
no me permite estar tranquila”, “me pongo a llorar”, “tengo demasiado odio y
no tiene ningún fundamento”, “lo único que debiera tener es culpa porque yo
lo dejé y sin embargo tengo un odio que no me deja vivir”. Relata respecto de
la pareja y la familia que “él es una buena persona, me casé con 21 años, tenemos dos chicos –un varón de 13 y una nena de 11 años-, nos llevamos muy
bien y formamos una linda familia, pero hace unos 5 meses, me vino la decisión de separarme, me impuse y él toleró mi capricho, no le dejé alternativa,
aunque él no quería”. “Al principio me quedé sola en casa con mis hijos, pero al
mes hice al revés, me fui vivir sola y él se quedó en la casa con los chicos. Pensé que viviendo sola y haciendo lo que se me ocurriera iba a estar mejor, porque estaba muy ´loco´”. Se produce una pausa, se angustia. Luego continúa:
“perdón, quiero decir loca, ´pero´ he empeorado, la cabeza no me para, todo el
día tengo odio, lo quisiera matar. Me asusto de mí misma. No puedo vivir más”.
Lógicas del transcurso
Primer tiempo de trabajo: -entrevistas preliminares- sus relatos estaban siempre referidos a lo que podría llamar la lógica del “pero-eso”. Se refería a cuestiones de su quehacer cotidiano, y terminaba sus relatos diciendo: “pero viene eso y arruina todo”. Cada vez que le preguntaba ¿qué es eso? volvía a referir
lo expresado en la primer entrevista: “viene eso”, e irrumpía en llanto, dicien70. Ibídem. Pág. 32.
232
La segunda tópica del aparato psíquico
do: “ve, se arruina todo”, “yo no quiero hablar porque se arruina todo, por eso
a veces no quiero venir”.
Tiempo de transferencia con el analista: “soñé algo muy cortito, Ud. estaba
parada y yo la empujaba”, se ríe y después llora. “Ve, me vino eso”.
Tiempo de transferencia con el trabajo analítico: Los sueños traumáticos:
tiene una serie de sueños recurrentes, que relata así: “tengo terribles pesadillas con mi marido, vuelvo a soñar, una y otra vez, que nos peleamos como
era costumbre. Luego de que la nena entró en preescolar, comencé a pelearlo. A la noche, antes de dormir, mirábamos TV, generalmente programas o videos de ballet. Tengo ´locura con ver ballet´. yo comenzaba a criticar sin fundamentos, hasta llegué a decir frente a un bailarín famoso –me da vergüenza
decirle quién es-: ´pero, el color verde del mallot no me gusta´. Así seguía sin
poder parar hasta que mi marido se cansaba, se enojaba, se paraba y se iba,
siempre hacía un gesto levantando el brazo y me decía algún insulto, no mayor. En el sueño, él está parado en frente a la cama, a los pies de la cama, yo
quedo abajo, en la cama, y él parece muy alto, mucho más alto de lo que es,
discute gritando y, mientras, mueve un brazo de arriba hacia abajo permanentemente y con fuerza, señalándome, hace ‘así’ con el dedo (mueve mano
extendiendo el pulgar y el índice, como señalando o apuntando). El grita mucho, no deja de mover el brazo, pone la mano así (repite movimiento), y grita fuerte. No entiendo lo que dice, solo escucho el grito que no termina y veo
la mano haciendo ‘así’ (repite movimiento)”. Hasta aquí el relato del sueño.
Continúa: “éramos muy buenos compañeros y podíamos resolver todo tipo
de problemas hablando de frente. Pero solía pasar que discutiéramos a la noche por tonterías, cuando estábamos acostados mirando la tele. Yo nunca entendí qué pasaba, yo le discutía por idioteces y luego cuando él se enojaba,
yo no podía responder. Él se paraba y comenzaba a caminar frente a la cama.
Hacía lo mismo que apareció en el sueño. Bueno, en el sueño la situación del
sueño es exagerada. En realidad “él me mandaba al infierno o a la m” y se iba
gesticulando con su brazo. Cuando sucedía, yo me angustiaba muchísimo,
me agarraba un miedo imposible, terrible, quería contestarle pero no podía
porque me angustiaba, me quedaba sin voz, totalmente afónica. Él se iba a
dormir a otro lado, y yo me quedaba con un miedo atroz, sin poder pensar,
varias veces me hacía pis de miedo, me descomponía con dolores espantosos de ´panza´ y tenía diarreas. Me quedaba encerrada en el baño gran parte
de la noche, una vez me quedé toda la noche. A veces me ponía a llorar como
si fuera a pasar algo terrible, tenía mucho miedo. Al día siguiente mi marido
estaba tranquilo, como si nada hubiera pasado, y yo también me tranquilizaba. Pero hubo un momento que esta situación se hizo imparable, el médico
dijo que eran ataques de pánico, me dio una pastilla, pero no hizo efecto. Si
bien él no le daba importancia, para mí cada vez era peor. Por eso decidí separarme”. El sueño ha abierto su historia.
233
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
La neurosis infantil: La paciente es hija de padres que habían sido secuestrados cuando ella tenía alrededor de 5 años, -calcula la edad porque estaba en
el preescolar-. Supo por sus abuelos, encargados de su crianza, que fue encontrada, posiblemente luego de 5 horas, sentada en el escalón más alto de la escalera que daba al living de la casa. Se había orinado y defecado, no pudiendo
hablar por un período de 5 meses. Durante su escolaridad los abuelos la entrenaron para ocultar la historia, y con la misma intención, cambiaban de barrio
y de colegio frecuentemente. Habló de su temor a los maestros y profesores,
de su timidez infantil, del miedo que sentía cuando ingresaba como “la nueva” en un colegio, del problema con el cuerpo y la sexualidad en la adolescencia, de sus vergüenzas para tener relaciones sexuales, de cierto repudio “aunque tuviera deseo”.
La “alucinación”: Siempre sostuvo la decisión de concurrir a las sesiones
aunque refería: “muchas veces me voy muy angustiada y no tiene que ver con
lo que hablo”. Un día, luego de 3 años de trabajo, tiene un episodio que ella refiere como alucinación. Relata: “Estaba manejando el auto y sobre el parabrisas, cuando un “trapito” insiste en limpiar el vidrio y me niego, veo una imagen sobre el vidrio: veo los ojos de mi mamá, no están encima del vidrio, sino
un poco lejos, ´como de abajo´, su mirada me dice que me quede quieta, escucho gritos. Cerré los ojos, por suerte paré. Me asusté mucho, me fui a un bar
a llorar”. Llamó y solicitó una sesión en donde relató lo sucedido.
Otro sueño: Luego de dos sesiones en donde trata de describir la supuesta “alucinación”, tiene otro sueño: “soné que soy chiquita, estoy mirando entre los barrotes de la escalera lo que pasa abajo, yo estoy haciéndome chiquita para que no me vean, sin respirar, siento miedo. Se escuchan gritos de hombres. No veo quienes gritan, solo veo un pedacito de mi mamá que está contra la pared. Un hombre vestido de verde estaba de espalda y la tapaba, se movía, movía el brazo, se veía un revolver, se escuchaban otros golpes y gritos. Mi
mamá me mira profundamente y yo la entendí, entiendo que no debía bajar,
que tenía que quedarme quieta. Quería gritar y no podía. Me desperté, quizás
desperté por los gritos”.
Finalización
Intentando interpretar su sueño ella construye una hipótesis: “se trata de
algo que debo haber visto en la noche del secuestro” y, seguidamente comenta: “A mi marido el grito le quedó del liceo militar, ¿cómo me casé con un milico?” Se ríe y prosigue: “Bueno, siempre él vocifera en contra de los milicos porque él tiene pleno derecho a hacerlo, los sufrió en su propia carne”.
234
La segunda tópica del aparato psíquico
Reflexiones
Las formaciones del inconsciente son un conjunto de operaciones que organizan un campo: lo real o el inconsciente freudiano. Su formalización alude
al concepto de transposición, repetición y trauma.
Los tres tiempos de constitución del trauma son: fijación, significación posterior y repetición. Estos construyen el modo en que lo contingente se vuelve
necesario para un sujeto. Un “necesario” que logra rememoración del goce justamente allí donde se produce el encuentro fallido.
La cura analítica plantea la posibilidad, vía la transferencia y el deseo del
psicoanalista, de que lo necesario pase a contingente, única vía posible por
donde el sujeto puede abrirse paso a la invención. En el desarrollo del trabajo
de la cura, el sueño podrá encargarse de notificar al sujeto sobre “su pequeño
goce” y, en tanto pueda, transferirlo al significante. En el desarrollo de la transferencia, el trabajo permitirá una transferencia de valor de goce a través de un
giro al inconsciente, un modo posible de tramitar algo de lo traumático. Allí su
medio será significante y el sujeto lo interpretará. Lo “propio” es que quien lo
descifra tiene que interpretarlo, y ese es el trabajo del sujeto en análisis, siendo una muestra de la labor analítica.
235
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
236
CAPITULO IX
La invención de una praxis
“Lo que el psicoanálisis nos enseña, cómo enseñarlo?...
Qué es ese algo que el análisis nos enseña que le es
propio, o lo más propio, propio verdaderamente,
verdaderamente lo más, lo más verdaderamente?” 1
Jacques Lacan. El psicoanálisis y su enseñanza
Este epígrafe es parte de la presentación realizada por Lacan a la Sociedad
Francesa de Filosofía en la sesión del 23 de Febrero de 1957. Esta alusión es
una propuesta de trabajo que intencionalmente presentamos y esperamos poder causar sus resonancias en nuestro encuentro con el lector, sosteniendo la
apuesta de una posible producción de “efectos de enseñanza
De hallar y crear
Desde hace un tiempo, con esa paciencia que de niños no solemos tener,
nos proponemos usar el diccionario. ¡Qué cosas tan interesantes están escritas allí! Sabemos que allí no está todo, pero nos orienta saber lo que allí otros
escribieron. Para nuestra lengua utilizamos el Diccionario de la Real Academia
de la Lengua Española2. Lleva ya más de 30 ediciones, publicadas cada 5 años,
y siempre en su presentación aclara que es una versión que contiene correcciones respecto de las anteriores, que un grupo de investigadores las ha realizado. O sea, no es la versión de alguien sino de una comunidad expresada a
través de varias generaciones. Eso nos resulta curioso, pues, entonces, encontramos allí algo más que un diccionario, encontramos allí algo de historia del
hombre a través de la historia del lenguaje.
1. Lacan, J. “El psicoanálisis y su enseñanza”. Escritos 1. Ob. Cit.
2. Real Academia Española. Diccionario de la lengua española. Ob. Cit.
237
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
Hemos buscado el término “invención”. La acepción encontrada fue “hallazgo”; también buscamos la referencia de “inventar”: descubrir a fuerza de
ingenio, meditación o por mero acaso, una cosa nueva o no conocida. ¡Qué
bien!, vale a los efectos de lo que nos interesa por el lugar que ocupa la invención en psicoanálisis. Sigue el diccionario: “Hallar y crear hechos”. Nos viene
de maravillas, pues el trabajo inventado por Freud tiene que ver con el “hallar”
y el “crear”. Y, esto nos llevó a pensar dos cosas: 1.- Que Freud construyó el Psicoanálisis en el camino de trabajar con aquellas histéricas tomadas como “simuladoras” y a quienes él mismo llegó a considerarlas como posibles “mentirosas”. -Recomendamos leer la historia del psicoanálisis y el origen de los conceptos-. El hallazgo fue que no fingían hechos falsos, sino que habían inventado-realizado un falso-enlace. 2.- Que Freud construyó el Psicoanálisis bajo los
modos del hallar y crear, pero no “por mero acaso”. A veces hay quienes, llevados por los comentarios de determinadas anécdotas, se quedan pensando que
Elizabeth von R. - cura iniciada en otoño de 1892 y nombrada por Freud como
su “primer análisis completo de una histeria”- fue quien inventó la talking cure
y se olvidan que fue Freud quien dio lugar a que ella fuera parte de la historia
del psicoanálisis. Para ese tiempo ya estaba realizada la investigación conocida como “Monografía de las afasias” y estaba en preparación la Comunicación
Preliminar, junto con Breuer, titulada “Sobre el mecanismo psíquico de los fenómenos histéricos” (1892). Teniendo en cuenta estos trabajos, para no mencionar todos los estudios antecedentes, debemos saber que Freud, que le dio
lugar a Elizabeth, -que la escuchó-, contaba ya con la experiencia del valor de la
palabra en la clínica con pacientes nerviosos y los conceptos de representación
palabra, representación objeto, el lenguaje en relación al lugar del semejante.
Volviendo al punto de marras, -la invención-, consideramos que el “hallar”
y “crear” deben entenderse en un marco que no es exnihilo. Jacques Lacan dice
en el Seminario XI: “no busco, encuentro”. Nos interesa esta referencia porque
surge luego de una pregunta:
“Qué es una praxis? […] Es el término más amplio para designar una acción
concertada por el hombre, sea cual fuere, que le da la posibilidad de tratar lo
real mediante lo simbólico. Que se tope con algo más o algo menos de imaginario no tiene aquí más que un valor secundario”.3
La praxis delimita un campo, el campo de la experiencia psicoanalítica, y
el punto central en esto es preguntarse por el deseo del psicoanalista, pregunta que lleva implícita otra sobre la formación de los analistas y sobre la cuestión del ser del analista.4
3. Lacan, J. El Seminario de Jacques Lacan. Libro 11. Ob. Cit. Pág. 15-21.
4. Lacan, J. “La dirección de la cura y los principios de su poder”. Escritos 1. Ob. Cit. Pág.
244-251.
238
La invención de una praxis
Reinventar el análisis
Este título es a propósito de la propuesta de Jacques Lacan en su escrito del
58, “La dirección de la cura y los principios de su poder”5, en donde luego de
preguntarse ¿quién dirá lo que es el analista y lo que queda al pie del muro de
la tarea de interpretar?, hace mención a la desviación de la práctica analítica
rebajada a una relación de yo a yo, escribe: “L.C.N.D.P.P”- lo cual nos devuelve
al punto de partida, o sea, a reinventar el análisis”.6
La invención de una praxis: con este título propongo aludir a la obra de Sigmund Freud y sus analizantes que construyeron la historia del psicoanálisis y
al invento que, cada analizante, a lo largo de más de un siglo, vez por vez, uno
por uno, realiza al atravesar el trabajo de un análisis. En ello, ninguna regla técnica dispensa al analista de asumir la responsabilidad de su acto. 7
Recordemos un comentario de Freud a Lou Andreas Solomé sobre la dificultad del ejercicio de la práctica del psicoanálisis, refiriendo que para el analista es a la vez tan singular y tan específica que rompe todas las estructuras artificiales, que no hay caparazón teórico. 8
Freud introdujo el término “profano” –Laie- para definir, no al psicoanalista, sino el psicoanálisis, porque no es solamente del orden de un nuevo discurso, ni un simple discurso fuera de escuadra, sino la formalización de una praxis que le hace posible a un sujeto descubrir la constitución de su subjetividad
a través de su historia. Laie se opone tanto a lo médico, como a lo religioso, a lo
erudito y a lo científico. Pero hay una advertencia: Lo profano es el psicoanálisis como método, y no el analista respecto de su formación. Por ello es necesario que el analista emprenda un análisis. Hacia el final de su vida Freud llegó
incluso a sugerir que el analista repitiera su análisis cada cinco años. En cuanto a la formación Freud declara firmemente que no se trata de saber si el analista tiene un diploma sino si ha adquirido la formación particular que necesita para la práctica del análisis. Es una clínica de lo particular, pero también una
clínica muy particular, tan particular, que para poderla ejercer, exige al practicante que haya pasado por la experiencia de un análisis: donde el saber no sea
solamente teórico.
Situar la acción analítica: una cuestión ética
Situar la acción analítica es una posición de principio9, en ello radica la ética
del psicoanálisis. Consideramos que este tema es central y complejo en lo relativo a la dirección de la cura y, como dice Lacan, “los principios de su poder”.
5.
6.
7.
8.
9.
Ibídem. Pág. 217.
Ibídem. Pág. 224.
Lacan, J. “Variantes de la cura tipo”. Escritos 2. Ob. Cit.
Freud. S. Carta a Lou Andreas Salomé del 17 de noviembre de 1924.
Lacan, J. “La dirección de la cura y los principios de su poder”. Ob.Cit. Pág. 217.
239
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
Lo propio del psicoanálisis, en tanto tratamiento de lo real por lo simbólico,
de lo pulsional por la palabra. Sigmund Freud lo construyó sobre la evidencia
respecto que palabra y síntoma se correlacionan.
La tarea freudiana es una actividad de desciframiento del inconsciente, en
donde condensación y desplazamiento son las figuras principales en el cifrado del mismo. Estos tienen sus prototipos en esas figuras de la retórica: metáfora y metonimia. El hallazgo freudiano solo se sostiene por demostrar ese artificio a partir del cual, desde el procedimiento de la asociación libre y el dispositivo de la cura analítica, se puede afectar lo real del síntoma, nos referimos
con ello a su vertiente pulsional.
Para entender el discurso analítico, no basta con saber algunos conceptos
o escribir unas letritas en un estilo de fórmula matemática, sino saber que ese
discurso analítico implica un campo de experiencia, que el mismo se compone en la transferencia, y cada uno deberá destituir, en ese campo, al sujeto acunado por la pulsión de muerte. Después, el analizante que elija ser analista se
tomará el trabajo de des-suponer esa experiencia. ¿Cómo atravesar esa hiancia entre, el psicoanálisis en tanto que un saber determinado por la estructura
de la experiencia analítica, y en tanto que saber expuesto?
Nos preguntamos por aquello que enseña el Psicoanálisis, si “quizás”, hay
alguna enseñanza en él o si acaso, deja alguna. Pensamos que nos orientaría “propiamente” tener presente la labor de Freud. La clínica psicoanalítica
queda constituida como tal por ser una clínica bajo transferencia. Esto implica un saber determinado plenamente por las condiciones que hacen a su
elaboración, o sea, por la estructura de la experiencia analítica. Hablando estrictamente, el saber psicoanalítico sólo puede ser el saber de la transferencia, es decir, el “saber supuesto” que en el curso de la experiencia analítica se
vuelve transmisible por otras vías y por otros efectos. La transferencia es donde se constituyen la clínica analítica y el psicoanalista. El trabajo analítico lo
implica y su máxima implicancia será explicitar su saber des‑suponiéndolo,
o sea, desprendiéndolo del lugar que le tocó en la experiencia. Reflexionar
sobre este campo no es un lugar que nos permita arribar a conclusiones absolutas. Por ello muchos se han confundido, convirtiéndolo en “tierra de nadie” y entonces “de todos”, degradando el trabajo analítico a una mántica. La
inexistencia de un nomenclador técnico de maniobras de transferencia no
significa que se trate de cualquier práctica. Justamente, todo lo contrario. La
rigurosidad: un lugar de excelencia. Solo desde ella es posible una clínica de
lo particular, de lo singular.
¿Qué mejor que recordar que el sentido de la obra freudiana, sus virajes, están gobernados por la preocupación inflexiblemente eficaz, de mantener su rigor científico? Se trata de una clínica del pathos, del sufrimiento humano, y habrá que entender la metapsicología freudiana como fórmula de ese sufrimiento. Entonces, será como “pathema” el modo en que tendrá sentido pensar la
oposición entre la conciencia y el inconsciente y la relación entre el sujeto en
tanto castrado y su objeto en tanto que perdido.
240
La invención de una praxis
Nos encontramos con una prioridad: la exigencia de fundamentación de
la praxis freudiana. La formación del analista es uno de los fundamentos del
Psicoanálisis; inconsciente, pulsión, repetición y transferencia serán los otros.
Al respecto nuestra brújula nos señala un punto cardinal: la obra de Sigmund
Freud. Si tenemos presente su labor buscaremos ese “algo propio” en su producción. Toda pregunta por la enseñanza del Psicoanálisis nos propone un retorno al descubrimiento freudiano. Ello implica una reflexión sobre los conceptos fundamentales, sobre aquellos que ocupan el lugar de fundamento de
la clínica freudiana.
La regla analítica del amor a la verdad significa que no se puede dejar de decir lo que se ignora. Esta indiscreción es la exigencia primera de la transmisión.
Entonces, una advertencia: en este sentido seremos indiscretos.
En el inconsciente, que es menos profundo que inaccesible a la profundización consciente, “eso” habla: un sujeto en el sujeto, trascendente al sujeto,
plantea su pregunta desde la ciencia de los sueños. “Eso habla: de una historia
de una vida vivida como historia. Eso revela: la sujeción a las leyes del lenguaje, por donde la verdad entra en lo real”.10
El descubrimiento de Freud nos remite a la enormidad de ese orden en que
hemos entrado, en el que hemos nacido por segunda vez, saliendo del estado
nombrado con justicia “infans” [sin palabra], alojándonos en el orden simbólico constituido por el lenguaje.
Si bien no hay verdadero sobre lo verdadero, es bueno tener presente a Lacan haciendo alusión a Hegel en la conferencia pronunciada a propósito de los
cien años del nacimiento de Freud. Cito: “Soy pues para vosotros el enigma de
aquella que se escabulle apenas aparecida, hombres que sois tan duchos en
disimularme bajo los oropeles de vuestras conveniencias [...] Fantasmas, que
eso es lo que sois. A dónde voy pues cuando he pasado a vosotros, dónde estaba antes de ese paso? ¿Os lo diré acaso algún día? Pero para que me encontréis
donde estoy, voy a enseñaros por qué signo se me reconoce [...] Hombres, escuchad, os doy el secreto. Yo, la verdad, hablo [...] Ya hayáis de mí en el engaño
o ya penséis alcanzarme en el error, yo os lo alcanzo en la equivocación contra
la cual no tenéis refugio. Allí donde la palabra más cautelosa muestra un ligero tropiezo, es a su perfidia quien falla, lo publico ahora, y desde ese momento será un poco más complicado hacer como si nada [...] la intención más inocente se desconcierta de no poder ya callar que sus actos fallidos son los más
logrados y que su fracaso recompensa su voto más secreto [...] yo, la verdad,
seré contra vosotros la gran embustera, puesto que no sólo por la falsedad pasan mis caminos [...] Buscad, perros, que en eso os habéis convertido escuchándome, sabuesos que Sófocles prefirió lanzar tras el rastro hermético del ladrón
de Apolo antes que en pos de los sangrantes talones de Edipo seguro como estaba de encontrar con El en la cita de Colona la hora de la verdad. Entrad en
lid a mi llamada y aullad a mis voces. Estáis ya perdidos, me desmiento, os de10. Lacan, J. “El psicoanálisis y su enseñanza”. Escritos 2. Ob. Cit. Pág. 161.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
safío, me destejo: decís que me defiendo [...] Hombres, escuchad, os doy el secreto. Yo, la verdad, hablo”.11
Volveremos a realizar una pregunta siempre reiterada: ¿qué es el Psicoanálisis?, solo cabe responder: “un tratamiento suministrado por un psicoanalista”.12
Y, entonces, la formación de los analistas es uno de los fundamentos del psicoanálisis. El psicoanálisis implica, y esta implicancia se encuentra en los principios de la interrogación sobre la praxis psicoanalítica. De este modo, preguntar por aquello que funda al psicoanálisis es preguntar por sus fundamentos.
La pregunta se especifica: ¿qué enseña el Psicoanálisis? Aquello que lo funda
como praxis.13
Cuando decimos praxis hablamos de una acción concertada por el hombre
que lo pone en condiciones de tratar lo real por lo simbólico.14 Esta praxis delimita un campo: el campo de la experiencia del psicoanálisis y la cuestión central allí es la coextensividad del desarrollo del síntoma y de su resolución curativa, pues es una cuestión que el ser plantea para el sujeto desde allí donde estaba antes de que el sujeto viniese al mundo15, en la prehistoria de su genealogía, en el lugar que ocupa en el entretejido de las relaciones parentales, en la
tradición que le concierne, en el discurso de su época.
Es la verdad de lo que el deseo fue en su historia lo que el sujeto grita por
medio de su síntoma. Esta es también la razón que sólo el psicoanálisis permita diferenciar en la memoria, la función de rememoración. Arraigado en el discurso, resuelve, por el ascendiente de la historia en el hombre, las aporías platónicas de la reminiscencia.
Se trata de ese ser que no aparece sino durante el instante de un relámpago
en el vacío del verbo ser. Cuando el sujeto se interroga por su ser, el lugar de la
pregunta está planteado en el lugar del sujeto, que en tanto formula esta pregunta se constituye como enunciador de esa interrogación. Lejos de dar con
lo inconsciente, llegamos entonces a que, lo único que conocemos, es la palabra. Fue el abismo, de que un pensamiento se deje entender en la cortadura del discurso, lo que provocó la resistencia al psicoanálisis, y no la promoción de la sexualidad.
Freud propone: “Donde estuvo ello, tengo que advenir”. ¿Cuál es pues ese
otro con el cual estoy más ligado que conmigo mismo, puesto que en el seno
más asentido de mi identidad conmigo mismo es él quién me agita?
Freud hizo entrar dentro del círculo de la ciencia esa frontera entre el objeto y el ser que parecía señalar su límite. Pareciera que este planteo de la carencia‑de‑ser no es casual, sino que nos va marcando un camino en torno a la ontología heideggeriana en donde es señalada la cuestión de la carencia y es abor11. Lacan, J. “La cosa freudiana o el retorno a Freud”. Escritos 1. Ob. Cit. Pág. 152-153.
12. Lacan, J. El seminario de Jacques Lacan. Libro 11. Ob. Cit. Pág. 11.
13. Ibídem. Pág. 14.
14. Ibídem. Pág. 14.
15. Ibídem. Pág. 28.
242
La invención de una praxis
dado el problema del ser a través del ser‑en y el ser‑con. En tanto en y con podemos responder a la pregunta por el ser. Heidegger, a modo de introducción a su
obra El ser y el tiempo nos recuerda un pasaje del Sofista de Platón que se refiere
a su quedarse perplejo ante la pregunta por el ente, por el ser del ente. A su vez
inicia su discurso diciendo: “ser es el más universal y vacío de los conceptos”.16
El psicoanálisis nos enseña que hay un ser de deseo y que el bien no es exterior al deseo que lo determina. Sigmund Freud elige como medida de la ética del psicoanálisis la relación del deseo con la acción que lo habita, por ello
el psicoanálisis no es una terapéutica como las demás. La diferencia radica en
cierto modo ético, fuera del cual toda cura, incluso atiborrada de conocimientos psicoanalíticos, no sería sino una psicoterapia.
Ya en sus inicios, la labor freudiana, trata de hacer emerger lo particular en
cada cura. Freud introduce la dimensión ética sin explicitarla como tal, pero
señalándola rigurosamente desde el reconocimiento del sujeto en relación al
deseo. Delimitó un campo de trabajo que podemos enunciar como “recordar y
no actuar”, en donde se trata de hacer trabajar al sujeto del inconsciente.
En un psicoanálisis lo que está en tratamiento es el sujeto del goce pulsional,
sometido a la primariedad de la pulsión de muerte, sumergido en una dormidera inercial. De lo que se trata es de una destitución subjetiva en términos de
este sujeto de goce. Entonces, no se trata de instituir un sujeto como si se tratara del sujeto del derecho. El sujeto del inconsciente es fundamentalmente sujeto de una destitución. Ya la asociación libre da pruebas de tal destitución del
sujeto, de la subversión de su posición, en tanto que en la experiencia analítica,
un sujeto debe consentir ser solamente el punto de pasaje de las palabras. Entonces, la destitución del sujeto en tanto goce, y el advenimiento del sujeto en
relación a un deseo‑decidido, a un deseo advertido para no desear lo imposible.
Cabe preguntar: ¿cuáles son las consecuencias éticas que entraña la relación
con el inconsciente tal como lo descubrió Freud? Tal relación es transmisible?
La ética del psicoanálisis es relativa a lo que en el deseo es irreductible a toda
acción común. La extraterritorialidad del psicoanálisis al discurso de la ciencia
no quiere decir adaptación ni marginación social. El psicoanálisis no se sostiene por sí solo, ni la dificultad para la verificación social del acto analítico lo ubica en la dimensión de la mística. Hacer de la dificultad culto es complacencia
y no problema teórico o ético.
Si el inconsciente es pulsátil, su manifestación -su verdad- es sorpresiva e
inintegrable al discurso intencional. Las formaciones del inconsciente lo atestiguan. Verdad no dicha pero sí sufrida. Incluir el inconsciente en ese asunto de
la verdad es sostener que la verdad es inseparable de los efectos de lenguaje, o
sea, que es su efecto, lo que supone distinguir el enunciado de la enunciación. El
análisis comienza bajo la exhortación de un vere dictu: que la verdad sea dicha.
16. Heidegger, M. El ser y el tiempo. Fondo de cultura económica. México. 5ta impresión.
1977. Pág. 11.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
El concepto de transferencia
Consideramos al psicoanálisis como un espacio de configuración habilitado por la transferencia. Trabajaremos el tema teniendo en cuenta que la transferencia implica una dinámica. Todo estudioso de la obra freudiana al acercarse a las conceptualizaciones sobre la transferencia actualiza en su memoria una serie de textos y especialmente uno de ellos: “Sobre la dinámica de la
transferencia”17, escrito por Freud en 1912. Partiremos por un camino espiralado que tiene como paso inicial analizar qué es lo expresado por el autor en
ese título.
El término “dinámica” en psicoanálisis puede ser considerado desde tres niveles complementarios:
1.- Alude a una fuerza que mueve continuamente el aparato, a una concepción de fuerza dinámica (movimiento o cinemática) y de energía. Para Freud
no fue posible la descripción de un proceso psíquico sin apreciar su constante
movimiento. Se ha subrayado que el psicoanálisis reemplaza la concepción llamada estática del inconsciente por una concepción dinámica. Esta consideración está apoyada en un aparato conceptual impregnado de nociones energéticas provenientes de la termodinámica, y por otro lado, en la experiencia clínica, que impone cierto número de hechos que solo se pueden explicar si se
considera al psiquismo como un dinamismo, tal como lo muestran las formaciones del inconsciente. Ellas se encuentran en el origen de las primeras observaciones y de los primeros modelos elaborados por Breuer en sus consideraciones teóricas (Estudios sobre la histeria, 1895) y por Freud en el Proyecto de
Psicología Científica de 1895, construido sobre el concepto de fuerzas que se
desplazan a lo largo de cadenas neuronales. La idea de desplazamiento energético proviene de la termodinámica, disciplina que estudia los fenómenos calóricos desde el punto de vista de la relación entre calor y trabajo establecidos
principalmente en dos principios, que como ya lo hemos desarrollado, solo citaremos sintéticamente: a.- Principio de conservación de la energía: todo trabajo es equivalente a una cierta cantidad de calor, dado un sistema que evoluciona y que luego de la evolución regresa a su estado primitivo intercambiando con el medio exterior nada más que calor y trabajo, la energía no se destruye sino que se transforma (Mayer, 1842). b.- Principio de desgaste de la energía: para obtener trabajo positivo disponiendo de una cierta cantidad de calor
es necesario dos fuentes térmicas que se encuentren a diferente temperatura
o a desnivel energético. Freud, pergeñando el aparato psíquico, conceptualizó dos niveles energéticos, justamente para dar cuenta del trabajo psíquico, lo
que genera el desnivel es el par trauma-represión y el elemento que articulan
esos dos niveles es la pulsión.
17. Freud, S. “Sobre la dinámica de la transferencia”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob.
Cit. Vol. XII. Pág. 97 y ss.
244
La invención de una praxis
2.- Alude a conflicto y constituye una de las hipótesis metapsicológicas, considerando los fenómenos psíquicos como resultado del conflicto y de la composición de fuerzas que ejercen una determinada presión, siendo éstas, en último término, de origen pulsional, o sea, el resultado de una lucha activa entre dos grupos energéticos: la presión de la pulsión y su represión consecuente. Este nivel suele encontrarse en los escritos de Freud altamente contaminado con el primero, especialmente con la inclusión de los conceptos de carga y
contracarga, como puede encontrarse en “La represión” (1915).
3.- El adjetivo “dinámica” sirve para calificar especialmente el inconsciente
y su relación con los otros sistemas del aparato psíquico. Tiene el sentido calificativo de descripción de las relaciones intrasistémicas e intersistémicas del
aparato psíquico y de éste con el mundo externo, como puede leerse en “El yo
y el ello”18.
En síntesis, “dinámica” aludiría a un movimiento en continua transformación que es lo que caracteriza al psiquismo, transformación que se lleva a cabo
por juegos de sustitución y que a su vez los permite. Para Freud el movimiento
de transferencia implica que la lucha de fuerzas no es una relación estática sino
que la oposición entre un deseo y la defensa hace a la emergencia de una representación sustitutiva que por la misma naturaleza de su carácter sustitutivo es
polisémico, es decir, establece cambios en las relaciones de sentido que ligan
el deseo y su representación. Por lo tanto este movimiento es un movimiento
espiralado que nunca termina. Ese movimiento hace a la dinámica del inconsciente, y se expresa en su forma de operar: condensación y desplazamiento.
El carácter dinámico clínicamente se comprueba por la resistencia hallada para penetrar en lo no consciente como también en la producción repetida (insistencia repetitiva) de los derivados de lo reprimido. Desde aquí se vislumbra más plenamente la transferencia analítica como el instrumento a través del cual se posibilita ver cuál es la dinámica del inconsciente.
El término “transferencia” implica para Freud a su vez tres posibles sentidos:
1.- como homologable a desplazamiento; implicaría un cambio de energía
o un cambio tópico. Concepto ligado originariamente a las explicaciones psicopatológicas. Un ejemplo de estas consideraciones lo encontramos en escritos como: “Estudios sobre la histeria” y “Acerca de la diferencia entre neurastenia y neurosis de angustia”, en donde Freud explica cómo la energía no descargada genera angustia o cómo por desplazamiento se convierte en un síntoma (época anterior a 1900).
2.- como investimiento libidinal de objetos desde un objeto original, concepto deslizado en el cap. VII de La interpretación de los sueños (1900).
3.- como concepto clínico: como reedición sobre la figura del analista. Este
sentido es el que más nos ocupa. Encontramos en el caso Dora, paciente de
Freud el año 1899, -la primer consideración al respecto-. Por ello es que este his18. Freud, S. “El yo y el ello”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. XIX, Cap. V. Pág.
40 y ss.
245
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
torial es considerado como primer historial analítico. A partir de él, a partir de
un Freud que queda conmovido por los interrogantes que se le abren sobre este
historial, el concepto clínico de transferencia se organizará guiado por la praxis.
Si queremos ubicar la evolución de la noción de transferencia en la obra
freudiana sería conveniente sostenernos en algunas producciones tomándolas como articulaciones del concepto.
La transferencia como concepto clínico
Este tiempo, esta lógica, que la podemos denominar “El Caso Dora”19, pues
es en la publicación del historial donde define clínicamente la transferencia,
tiene como antecedente muy cercano una conferencia pronunciada por Freud
en 1904 en el Colegio Médico de Viena, en la cual aclarando prejuicios erróneos
sobre el psicoanálisis declara que “todo enfermo con su médico establece una
relación amorosa y que el carácter de la misma es psicoterapéutico, siendo un
factor importante en la cura”20, proponiendo que este fenómeno ha de ser estudiado en forma científica. En el epílogo del Caso Dora encontrarnos expresiones
tales como: “los síntomas no desaparecen mientras dura el trabajo, pero sí un
tiempo después, cuando se han disuelto los vínculos con el médico […] ¿Qué
son las transferencias? Son reediciones, recreaciones de las mociones y fantasías que a medida que el análisis avanza no pueden menos que despertarse y
hacerse conscientes; pero lo característico de todo el género es la sustitución
de una persona anterior por la persona del médico. Para decirlo de otro modo:
toda una serie de vivencias psíquicas anteriores no es revivida como algo pasado sino como vínculo actual con la persona del médico”21.
Hay transferencias que no se diferencian de sus modelos, son simples reimpresiones, reediciones sin cambios. Otras proceden con más arte: han experimentado una moderación de su contenido, una sublimación y hasta son capaces de devenir conscientes apuntalándose sobre alguna característica real del
médico. La transferencia es algo necesario, no hay medio para evitarla, y según
Freud el manejo de ella es la parte del trabajo analítico más compleja. La interpretación de los sueños, el colegir pensamientos inconscientes de las ocurrencias del paciente, y otras cuestiones de la táctica, se aprenden con facilidad, el enfermo siempre brinda texto para ello. Únicamente a la transferencia
es preciso colegirla casi por cuenta propia, basándose en mínimos puntos de
apoyo, no se puede eludir.
19. Freud, S.”Fragmento de análisis de un caso de histeria” (Dora). Sigmund Freud Obras
Completas. Ob. Cit. Vol. VII. Epílogo. Pág. 98 y ss.
20. Freud, S.”Sobre psicoterapia”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. VII. Pág. 272
y ss.
21. Freud, S.”Fragmento de análisis de un caso de histeria” (Dora). Sigmund Freud Obras
Completas. Ob. Cit. Vol. VII. Epílogo. Pág. 101.
246
La invención de una praxis
La cura psicoanalítica no crea la transferencia, la revela. Son despertadas
todas las mociones, aún las hostiles; haciéndolas conscientes se las aprovecha para el análisis y así la transferencia es aniquilada una y otra vez. La transferencia, destinada a ser el máximo escollo para el análisis, se convierte en su
máximo auxiliar cuando se logra colegirla en cada caso y traducirla al paciente. O sea, la transferencia es motor y obstáculo para la cura.
Trabajemos como ejemplo el caso Dora en uno de los puntos en que Freud
reconoce no haber trabajado debidamente la transferencia: Dora dice haber
sentido olor a cigarrillos después de despertar de cada sueño. El padre, el Sr. K
y Freud eran fumadores. Ella también fumaba cuando salía con el Sr. K. Desde
el inicio del tratamiento fue claro que en la fantasía de Dora, Freud representaba al padre. Freud pregunta a su paciente: “Ha Ud. notado algo que le haga inferir malos propósitos en mí, parecidos a los del Sr. K? Sabe algo de mí que cautive su inclinación como le pasó con el Sr. K? […] ella se vengó de mí como lo
hizo del Sr. K y me abandonó, de tal modo actuó un fragmento esencial de sus
recuerdos en lugar de reproducirlos en la cura”.22 Así expresa algo que teorizará años más tarde, sobre la tendencia a actuar para evitar la rememoración. Ya
que nos hemos referido a esta situación debemos tener presente que más allá
de esta consideración freudiana, lo que obstaculizó el entendimiento de la cura
fue que Freud no contaba con la concepción de Complejo de Edipo completo y tampoco con la diferenciación entre objeto de identificación y objeto de
elección amorosa, cuestión que lo llevó a retroceder frente a los comentarios
de Dora respecto de la belleza del cuerpo de la Sra. K., pues le preocupó que
avanzara “una pulsión ginecófila”23 –léase una elección de objeto homosexual.
Como antecedente al estudio sobre la dinámica de la transferencia, la producción que caracteriza las articulaciones hasta 1912, son principalmente, el estudio sobre el historial de “El hombre de las ratas” y “Psicoanálisis silvestre”, en
donde Freud se preocupa por el manejo de la transferencia y la interpretación.
Del primer estudio mencionado, tomaremos un sueño de un fragmento de
sesión - del historial de 1909 sobre neurosis obsesiva-, para realizar un estudio
de la concepción sobre transferencia clínica en ese momento. El paciente tiene un sueño en donde la madre de Freud ha muerto y él quiere presentarle sus
condolencias pero tiene miedo de producir la risa impertinente que tantas otras
veces le ha sucedido ante tales circunstancias. Por eso prefiere escribir una tarjeta con “p.c” (mis condolencias), pero estas letras se mudan en “p.f.” (mis felicitaciones). En el fragmento de sesión que interesa, el paciente comenzó en
sus ocurrencias a insultar a Freud y su familia de la forma más grosera. Durante la sesión se lo contaba y al hablar de eso tenía que levantarse del diván y pasearse por la habitación, decía que no soportaba decir cosas tan crueles yaciendo cómodamente. Pero luego él mismo descubrió que era porque prefería ponerse lejos por miedo a que Freud le pegara. Freud realiza un análisis en donde
22. Ibídem. Pág. 103-104.
23. Ibídem. Pág. 105.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
muestra que sólo por el camino de la transferencia el paciente pudo adquirir
el conocimiento de que relación con el padre exigía inconscientemente aquél
complemento: la agresión.24
En este historial se puede verificar la transferencia inicial que causó que el
paciente eligiera analizarse con Freud: “aquello que él sabe sobre mis doctrinas. No ha leído nada de mis escritos, salvo que hojeando un libro mío halló
el esclarecimiento de unos raros enlaces de palabras; y tanto le hicieron acordar estos a sus propios trabajos de pensamiento con sus ideas que se resolvió
a confiarse a mí”. 25
Otro antecedente lo encontramos en su texto “El psicoanálisis silvestre” de
1910 en donde Freud se preocupa intensamente sobre el juego transferenciaresistencia y sobre el tiempo de interpretación sugiriendo como una de las condiciones que el paciente se encuentre bajo una transferencia positiva, sino toda
interpretación es “silvestre” o “salvaje”. 26
En 1917, en un texto interesante, “Complemento metapsicológico a la doctrina de los sueños” señala que lo relatado como sueño también es parte del
discurso del paciente como todo lo demás que relata, o sea, es parte de un discurso transferencial.27
Sobre la dinámica de la transferencia
El texto “Sobre la dinámica de la transferencia” gira en torno a cuatro cuestiones preliminares: 1) Dos preguntas: ¿Por qué surge la transferencia en toda
cura psicoanalítico? y ¿Cómo llega a desempeñar un papel tan importante en
el tratamiento?; 2) Dos líneas de fundamentación: una apoyada en las series
complementarias y la otra sobre la teoría de la introversión y regresión de la libido; 3) La presentación de la transferencia como resistencia; 4) Algunos consejos técnicos. Trataremos de explicitarlas.
¿Por qué surge la transferencia en toda cura psicoanalítica? Freud aclara:
En general, surge en toda relación humana, y en el individuo neurótico, cuyas
necesidades amorosas, no son satisfechas por la realidad, orientará sus representaciones libidinosas inconscientes hacia toda nueva persona que surja en
su horizonte, por ejemplo, el analista.
¿Cómo llega a desempeñar en el tratamiento el lugar más importante? Per24. Freud, S. “A propósito de un caso de neurosis obsesiva”. Sigmund Freud Obras Completas.
Ob. Cit. Vol. X. Pág. 157-172.
25. Ibídem. Pág. 127.
26. Freud, S. “Sobre el psicoanálisis silvestre”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol.
XI. Pág. 221-227.
27. Freud, S. “El uso de la interpretación de los sueños en psicoanálisis”. Sigmund Freud
Obras Completas. Ob. Cit. Vol. XII. Pág. 87-92.
248
La invención de una praxis
mite elucidar y resolver los conflictos inconscientes pues en la transferencia se
hacen actuales y manifiestos los impulsos eróticos reprimidos. “Nadie puede
ser vencido in absentia o in effigie”.28
Fundamentos
Desde las series complementarias: Siguiendo los lineamientos de los estudios etiológicos de la época, Freud trabaja desde un modelo que dio en llamar
“series complementarias”, teniendo en cuenta una primer serie constituida por
lo constitucional y hereditario, una segunda serie constituida por las vivencias
de la temprana infancia y una tercer serie constituida por el factor actual desencadenante. Entonces conceptualizará la transferencia del siguiente modo:
la acción conjunta de la disposición congénita y las experiencias infantiles determina la modalidad especial de la vida erótica, fijando los fines de la misma,
las condiciones que el sujeto habrá de exigir en ella y las pulsiones que de ella
habrá de satisfacer. Resulta así un “clisé” de la vida amorosa, individual y personal de cada uno, repetido o reproducido luego regularmente, a través de toda
la vida, como demanda transferencial consciente o inconsciente. Justamente
lo inconsciente hace que fracase o sea frustrado el pedido implícito en la demanda, por dirigirlo improcedentemente a quien no corresponde. La cuestión será para el analista sostener la pregunta sobre qué pide en la demanda y
a quién. La transferencia es una demanda de que ocupemos el lugar de aquél
“clisé” que colmaría todos los deseos del paciente. La propuesta freudiana es
que a través de la revelación de la transferencia, el paciente se hará cargo de
lo que realmente demanda detrás de lo que pide: un imposible. Las mociones
inconscientes del pedido transferencial son consecuencia de la represión de
las tendencias libidinosas que le ha impuesto al sujeto su conciencia y la realidad. Por la naturaleza de las relaciones del paciente con el analista el modelo
que se sobreimpone en la relación sería el correspondiente a la imago parental.
Desde la teoría de la libido: En la neurosis hay una introversión y regresión
de la libido, situación que reanima imagos infantiles que en la transferencia son
sobreimpuestas al analista. La cura analítica debe redescubrir la libido, hacerla asequible a la conciencia y ponerla al servicio de la realidad, pero cada vez
que se intenta todas las fuerzas que han motivado a la regresión se alzarán en
calidad de resistencias.
La transferencia como resistencia
En el texto Freud teoriza su experiencia refiriendo que en el análisis se opone
la transferencia como la resistencia más fuerte al tratamiento, pues justamente
28. Freud, S. “Sobre la dinámica del inconsciente”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
lo que siente hacia el analista por traslado de la imago parental es lo que el paciente no quiere analizar para no saber, es lo resistido. Cada una de las ocurrencias del sujeto y cada uno de sus actos transferenciales cuentan con la resistencia y se presentan como una transacción entre fuerzas favorables a la cura y las
opuestas a ellas. Cuando se transfiere sobre el analista algo inconsciente aparecen signos de resistencia, y también cuando el analista se aproxima al complejo patógeno analizando el vínculo transferencial. Por ello siempre el análisis es un análisis de las resistencias.
Se pueden distinguir tres modalidades de transferencia: positiva, negativa
y erótica que coexisten como producto del conflicto ambivalente; la negativa
y erótica son expresión de resistencias. Lo que hay que analizar sobre la transferencia es el conflicto ambivalente, es la única forma de analizar el conflicto
edípico. En el terreno transferencial se luchará continuamente entre el analista
que quiere incluir los impulsos afectivos hacia él en el tratamiento y el paciente que no quiere. Hasta aquí hemos seguido a Freud estrictamente.
Consideramos el momento oportuno para comentarles aproximaciones al
tema que realiza J. Lacan en el Seminario 1 denominado “Los escritos técnicos
de Freud”29. En este seminario los seis primeros capítulos están englobados
bajo el título: “El momento de la resistencia”. El autor inicia recordando que en
1900, en “La interpretación de los sueños”, Freud dice que todo aquello que perturba la continuación del trabajo es una resistencia. 0 sea, la resistencia es un
fenómeno clínico, que se manifiesta por una perturbación del cumplimiento
de la regla fundamental. El fenómeno de resistencia como fenómeno clínico
debe ser pensado desde la transferencia, en donde ésta es resistencia. Lacan
termina el primer capítulo del seminario encomendando estudiar la noción de
resistencia y lo hace luego de reconsiderar la importancia de la historia en el
sujeto. Historia que no es pasado sino pasado historizado en el presente. Historia marcada por la transferencia. En la sección 4 del cap. II30, alude a la noción de varios estratos longitudinales realizando una equivalencia a los varios
hilos del discurso. Dice que existe una corriente de palabras paralelas que, en
determinado momento, se extienden y rodean al famoso nódulo patógeno -el
cual él también es una historia-.El fenómeno de la resistencia se sitúa exactamente allí. Existen dos sentidos, un sentido longitudinal y uno radial. Cuando
queremos acercarnos a los hilos que se encuentran en el centro del haz la resistencia se ejerce en sentido radial. “Ella es consecuencia del intento de atravesar los registros exteriores hacia el centro. Cuando nos esforzamos en alcanzar
los hilos de discurso más próximos al nódulo reprimido, desde él se ejerce una
fuerza de repulsión positiva, y experimentamos la resistencia”.31 También nos
aclara que la evidencia de la materialidad de la resistencia se capta en el dis29. Lacan, J. El Seminario de Jacques Lacan. Libro 1. Los escritos técnicos de Freud. Paidós.
Buenos Aires. 1981.
30. Ibídem. Pág. 42.
31. Ibídem. Pág. 42.
250
La invención de una praxis
curso mismo, se evidencia en la materialidad de la experiencia. La resistencia
es tanto mayor cuanto más se aproxima el sujeto a un discurso que sería el último y el bueno, pero que rechaza de plano. Freud consideraba resueltamente
el discurso como una realidad en tanto tal, una realidad que está allí como legajo, conjunto de pruebas, haz de discursos yuxtapuestos que se cubren unos
a otros, se suceden, forman una dimensión, un espesor, un expediente.
Las fuentes de la resistencia
En el mismo seminario, Lacan señala las fuentes de la resistencia: el carácter de inaccesibilidad del inconsciente, el ego del analizante, y por último, el
ego del analista. Finaliza realizando dos señalamientos: 1.- La resistencia manifiesta el problema de las relaciones entre lo inconsciente y lo consciente; 2.El trabajo sobre las resistencias es un rodeo para acceder al inconsciente.
Lacan realiza un preámbulo para señalar que el trabajo de interpretación
de las resistencias no es un forzamiento de las mismas. La relación problemática del sujeto consigo mismo queda a la vista allí en donde el sujeto no quiere
saber sobre el sentido de los síntomas. Y la resistencia tendrá que ver con defenderse contra este saber, o sea, con cuidarse de saber.
Lacan reconsidera la noción de resistencia desde el cap. VII de “La Interpretación de los sueños” aludiendo a la posibilidad de saber sobre la resistencia desde allí donde aparece: destruyendo el progreso del trabajo analítico, rompiendo
la continuidad del tratamiento. También señala que su identidad se regula por
su distancia con respecto a lo reprimido.32 Justamente la resistencia, por mantener una cierta distancia con lo reprimido, es que lo señala. Entonces: ¿qué es la
resistencia?33: Aquello que señala lo reprimido; ¿qué es lo reprimido?: un pasado
que debe ser restituido. Restituido en su categoría de pasado. Ese pasado es ambiguo y Lacan para hablar de esta ambigüedad se refiere a que la clínica muestra
que la dimensión fantasmática es más importante que la dimensión del acontecimiento. Finaliza su texto recordando que Freud en “Estudios sobre la histeria”
define al nódulo patógeno como aquello que se busca pero que el discurso rechaza. La resistencia es esa inflexión que adquiere el discurso cuando se aproxima a este nódulo. Por lo tanto, sólo podemos resolver la cuestión de la resistencia profundizando cuál es el sentido de este discurso en tanto es un discurso histórico 34. Y cierra preguntando: ¿cuál es el sujeto del discurso?
Uno de los puntos de ruptura entre la Psicología y el Psicoanálisis es el descentramiento del yo y el sujeto. El psicoanálisis preguntándose por quién habla
ha encontrado que el sentido de lo que “yo” dice está en otro lado, proviene del
lugar del sujeto del inconsciente. Para pensar en esto se puede pensar en hacer
32. Ibídem. Pág. 59.
33. Ibídem. Pág. 61.
34. Ibídem. Pág. 64.
251
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
la diferenciación de un yo del enunciado y un sujeto de la enunciación. Cuando el discurso del yo del enunciado deja traslucir al sujeto del inconsciente surge la resistencia y las asociaciones que surgen llevarán su marca. La experiencia
clínica muestra que es allí donde surge la transferencia. Ella lleva a pensar en la
transferencia como marca de la resistencia o en la transferencia como resistencia.
Lacan puntúa: 1.- La resistencia emana del proceso mismo del discurso, de
su aproximación;
2.- La experiencia muestra que allí se instala la transferencia; 3.- La transferencia se produce justamente porque satisface la resistencia; 4.- Un hecho de
este tipo sucede numerosas veces. ¿Qué hecho? El que una parte de lo reprimido sea impulsado hacia lo consciente en forma de transferencia. La dinámica de la transferencia implica la dinámica de lo inconsciente, es decir, su movimiento. El trabajo de la resistencia consiste en mantener la distancia entre el
yo del discurso conciente y el sujeto del inconsciente. Cuando estos se aproximan vemos producirse la transferencia, es decir, la actualización en la persona del analista. El momento de la resistencia es ese tiempo en que surge el sentimiento de presencia del analista. El momento de la resistencia es la transferencia. A su vez J. Lacan en su clínica demuestra que el deseo es lo que está por
debajo de todo discurso, y se pregunta: ¿deseo de quién? Nos recuerda el ejemplo de Signorelli para señalar que la palabra tiene dos facetas: como mediación
entre el sujeto y el otro, y, como revelación del inconsciente, siendo el resorte
último que buscamos en la experiencia analítica.
En “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”,35 se alude a la oposición entre palabra plena –en diferencia con la palabra vacía- como
aquella que realiza la verdad del sujeto. La resistencia se encarna en el sistema
del yo en tanto que el yo es referencial al otro, pero parte de la impotencia del sujeto para llegar hasta el final en el ámbito de la realización de su (verdad) deseo.
Consejos técnicos
Volvemos al texto de “Sobre la dinámica de la transferencia” para por último
rescatar algunos consejos técnicos: 1.- La confesión de un impulso optativo se
hace más difícil cuando recae sobre el analista y esto provoca situaciones que
parecen realmente insolubles, siendo lo que quiere el paciente para seguir enfermo -es lo que hay que trabajar analíticamente-; 2.- Todos los conflictos deben ser analizados sobre el terreno de la transferencia.
Estas indicaciones se continúan en dos textos contemporáneos: “Consejos al médico” y “La iniciación del tratamiento”. Debemos tener en cuenta que
Freud encara con mucha soltura el problema de las reglas prácticas que se deben observar y nos permite ver en qué medida ellas son un instrumento, en el
35. Lacan, J. “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”. Escritos 1. Ob.
Cit. Pág. 59.
252
La invención de una praxis
sentido de una herramienta hecha a medida. Lo que interesa rescatar en los
consejos técnicos es cómo Freud trabaja la relación transferencia/resistencia
y cómo ubica a la transferencia como motor de la cura.
La neurosis transferencial
En “Recuerdo, repetición y elaboración” Freud refiere que el analizado no recuerda nada de lo olvidado o reprimido, sino que lo vive en la relación transferencial. No lo reproduce como recuerdo sino como acto, lo repite sin saber. En el
trabajo analítico interesa la relación de la repetición con la transferencia y la resistencia. Así las cosas, la transferencia aparece como aquella experiencia analítica que se manifiesta bajo la forma de resistencia. ¿Por qué? Porque es la puesta en acto de la realidad del inconsciente, realidad sobre la cual el sujeto nada
quiere saber, en tanto que se trata de un “no querer saber al respecto de las diferencias”, de no querer saber aquello de lo pulsional que está implicado en la
repetición. Así la transferencia ocluye, tapa, cierra lo inconsciente en tanto que
es esencialmente resistencia, en tanto que acto, impide el cese de la circulación
asociativa. Pero en tanto acto es una reproducción y en tanto ello, el acto transferencial implica siempre algo creador. ¿Qué demanda el analizante en la transferencia? Esta pregunta implica haber encontrado el sentido de ese acto creador.
Freud define la neurosis transferencial como una neurosis artificial en la que
tienden a organizarse las manifestaciones de transferencia. Se constituye en
torno a la relación con el analista; representa una nueva edición de la neurosis
clínica; su esclarecimiento conduce al revelamiento de la neurosis infantil. La
instauración de la neurosis de transferencia constituye un elemento positivo
en la dinámica de la cura. La cura se inicia con la repetición, y cuanto mayor es
la resistencia más queda sustituido el recuerdo por la repetición.
¿Qué se repite? Se repite todo lo que se ha incorporado al ser partiendo de
las fuentes de lo reprimido. La repetición en la neurosis transferencial supone evocar un trozo de vida real y por lo tanto no es inocua, a veces trae aparejada una agravación, pero es necesaria, pues es la mejor manera de combatir
el phatos del sujeto. A través del manejo de la transferencia se puede convertir la repetición en recuerdo, para que el sujeto se enfrente a él y en tanto pasado lo destituya.
Los estudios freudianos realizados sobre transferencia culminan con textos corno “Observaciones sobre el amor de transferencia” de 1914, la lección
XXVII de “Las lecciones de Introducción al Psicoanálisis” de 1917, “Los caminos de la terapia psicoanalítica” de 1918, “De la historia de una neurosis infantil” de 1918, entre otros.
La transferencia y la realidad del inconsciente
El lugar del analista forma parte del concepto de lo inconsciente. La transfe-
253
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
rencia no es solamente ni la reedición de antiguos originales ni la circulación de
afectos. La transferencia es antes que nada la puesta en acto de la realidad del
inconsciente. En Freud la transferencia implica un proceso inconsciente que
consiste en la reedición de antiguos afectos, pero no solamente eso, en tanto
que esos afectos ya son una transferencia. La transferencia implica la reviviscencia de antiguos afectos infantiles en donde se reduplica la carga de afecto de
una vivencia infantil, pero esa carga ya era un reduplicado, ya era una transferencia. Lo que entra en juego en la transferencia, tiene que ver con un registro
en donde lo que aparece es una escenificación de lo que no está en tanto inconsciente. Lo que está escenificado no es más que una huella que nos señala
algo que no está en esa escena, que está en otra escena en lo inconsciente (recordar la otra escena en el caso Emma). Develar la transferencia es señalar no
aquello que está sino lo que falta. Este fenómeno es posible porque existe en
primer lugar un deseo, en segundo lugar un mecanismo de repetición y en tercer lugar la actuación de la condensación y el desplazamiento.
El deseo sostiene una demanda que se pone en marcha en la repetición, que
es escenificada de manera desplazada en otro sujeto y condensada de tal forma que el representante sustitutivo posee cierta distancia del original, -del clisé-, y el afecto que se liga a esta representación sustitutiva adquiere posibilidad de expresión en tanto que no está dirigida a la figura original. Si la primera aseveración fue señalar que la transferencia es una huella de lo inconsciente, y la segunda que lo importante es develar lo que falta, la escena transferencial abre la dimensión de la pérdida en tanto que el objeto amado/odiado en
el aquí y ahora es solo una ilusión destinada a mostrarnos una vez más la imposibilidad del deseo. Por lo tanto, el analista encara una mítica, cuyo destino
es hacer naufragar en la deprivación y la abstinencia el anhelo infantil narcisista. El objetivo es que en su repetición se transforme, que se quiebre la vinculación de la repetición con la identidad, naufragando en una diferencia que
abra así a otra transferencia, y posibilite al sujeto vincularse de otra manera,
ocupar un lugar diferente para el Otro.
Necesidad de repetición y repetición de la necesidad
Retomemos el rastreo sobre el tema revisando el texto de “Más allá del principio del placer”. En este tiempo la neurosis transferencial es estudiada en relación con la compulsión de repetición. Para entender la propuesta del este texto
debemos recordar que Freud dice en el Proyecto (1895) que la huella mnémica que queda inscripta por la atención y la imagen mnémica del objeto de satisfacción, se enlazan en la vivencia de satisfacción. Esta vivencia constituye a
partir de su inscripción que el sujeto busque reeditar en identidad de percepción el objeto de satisfacción original, es decir, que se reitere en todos sus términos la primera vivencia de satisfacción. Esta situación psíquica lleva al suje-
254
La invención de una praxis
to a crear una dimensión de búsqueda. El deseo busca aquello que le falta y lo
que encuentra son solo objetos sustitutivos de aquel objeto original (idea que
ya aparece en Freud en 1905 en los “Tres ensayos para una teoría sexual” cuando habla del “hallazgo de objeto”36). De este modo entre el objeto sustitutivo
encontrado y el original se establece una diferencia que torna a este encuentro
en fallido, en tanto que no logra reeditar la identidad de percepción. Por eso la
repetición es un encuentro fallido, porque ahí donde el sujeto espera encontrar el objeto de su deseo solo encuentra el testimonio de la falta.
Interesa tener en cuenta una consideración que realiza Lacan en “La dirección de la cura y los principios de su poder”37 sobre un trabajo de Daniel Lagache denominado “La teoría de la transferencia”, que abre una puntuación sobre
los conceptos de necesidad de repetición y repetición de necesidad.
La necesidad de repetición y repetición de la necesidad son consecuencias
de la función que ha introducido en el hombre la dimensión de lo perdido. En
tanto que lo perdido es lo que abre la posibilidad de búsqueda, la búsqueda del
deseo y lo que el deseo busca. Deseo que en la posibilidad de realizarse, es decir, de capturar su objeto, arroja al hombre a la repetición, al volver a pedir por
el objeto que nunca pudo ser hallado. Objeto que es puesto en acto en la construcción de la transferencia. De este modo vemos que el movimiento del deseo
se encuentra en una relación estructurante con la repetición, implicando un
movimiento de búsqueda de una falta simbólica que recubra la carencia del ser.
Según Lagache38, Freud enfocó la naturaleza de la disposición a la transferencia en dos formas distintas, según dos teorías que propone llamar la teoría
dinámica y la teoría mecanicista. La “teoría dinámica” corresponde a la concepción de Freud en la “Dinámica de la transferencia” (1912). La disposición a
la transferencia es la tensión inherente a las pulsiones reprimidas. Implica la
persistencia de un conflicto infantil no resuelto, establecido, según la secuencia frustración, represión, regresión, fijación. La situación analítica, según un
mecanismo que interviene también en la vida diaria, proporciona a las pulsiones y a las fantasías reprimidas, a la libido introvertida, un material con el cual
actualizarse. La repetición en la transferencia es una repetición motivada por
necesidades, conforma al principio del placer-displacer. La “teoría mecanicista” corresponde a la concepción de “Más allá del principio del placer” coherente con “El proyecto” en donde por factores que hacen a la constitución del aparato psíquico, su funcionamiento tiene una necesidad específica de repetición
como mecánica que hace al modo de funcionar constante del mismo (necesidad de repetición en vez de repetición de las necesidades).
Pensar las cosas tal como Freud las formulara es respetar que no es la rela36. Freud, S. “Tres ensayos de teoría sexual”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol.
VII. Pág. 202.
37. Lacan, J. “La dirección de la cura y los principios de su poder”. Escritos 1. Ob. Cit. Pág.
195-199, 217-233, 253- 255, 273.
38. Lagache, D. La teoría de la transferencia. Nueva Visión. Buenos Aires, 1975
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
ción analítica la que lleva al paciente a la transferencia, sino que es la transferencia la que da lugar a la situación analítica. Dicho de otro modo, no es la percepción de analista por parte del paciente la que da lugar al amor de transferencia
sino la existencia de un mecanismo libidinal que hace entrar en juego al analista. Y dijimos “amor” pero en realidad tendríamos que decir que es la “falta en
amor” lo que desencadena la búsqueda del deseo, punta de lanza de la libido.
En el artículo sobre “La escisión del yo en el proceso de defensa”39, Freud
plantea que el yo no es una unidad, sino que el yo se encuentra partido, escindido, dividido por constitución, y que eso es irremediable. De este modo, la
conducta del yo que llamamos transferencia es un intento por suturar esa escisión. Una suerte de delirio de amor o de agresión que busca negar el deseo
en su condición estructural de carente.
Un psicoanálisis ¿deja enseñanza?
Es la enseñanza efecto del trabajo de la transferencia y la generación de la
transferencia de trabajo. Freud delimitó un campo de trabajo que podemos
enunciar como “recordar y no actuar”, en donde en la experiencia analítica se
trata de hacer trabajar al sujeto hacia el despertar.
En un psicoanálisis lo que está en tratamiento es el sujeto de atrapado por
la pulsión de muerte, sujeto de goce, sumergido en una dormidera inercial,
atrapado en las redes de los significantes amos de su constitución. De lo que
se trata es de una destitución subjetiva en términos de este sujeto de goce. El
sujeto del inconsciente es fundamentalmente sujeto de una destitución. Ya la
asociación libre da pruebas de la destitución del sujeto, de la subversión de su
posición, en tanto que en la experiencia analítica, un sujeto debe consentir ser
solamente el punto de pasaje de las palabras. Entonces, la destitución del sujeto en tanto que goce, y el advenimiento del sujeto en tanto que en relación a
un deseo‑decidido. Cabe preguntar: ¿Cuáles son las consecuencias éticas que
entraña la relación con el inconsciente tal como lo descubrió Freud? ¿Tal relación es transmisible? Podemos intentar una respuesta que constituyó la experiencia freudiana: el sujeto hablando constituye su deseo.
39. Freud, S. “La escisión del yo en el proceso de defensa”. Sigmund Freud Obras Completas.
Ob. Cit. Vol. XXIII. Pág. 275.
256
La invención de una praxis
La intervención analítica, una cuestión ética
Los grandes maestros del psicoanálisis, Freud y Lacan, entre otros, nos han
dejado una enseñanza: la intervención del analista es una herramienta táctica, interna a una estrategia implicada en una política-ética para hacer posible
un psicoanálisis. Este consiste en la aplicación de regla fundamental analítica:
la asociación libre, mediante la cual alguien puede sorprenderse en la producción de algún poquito de verdad, ese poquito que causa el despertar de un sujeto. Se trata de un “poquito” cualitativamente importante: permite al sujeto salir de la dormidera inercial de la pulsión de muerte que lo atrapa a través de los
diferentes nombres que las desgracias del ser reciben en cada uno. Ese exceso
de sufrimiento, mal de sobra, es lo que justifica la intervención de un analista.
El analista es necesario
Hemos explicitado que situar la acción analítica es una posición de principio, en ello radica la ética del psicoanálisis, tema central y complejo en lo relativo a la dirección de la cura. Lo propio del psicoanálisis es el tratamiento de lo
real por lo simbólico. O sea, desde un dispositivo de palabra se propone incidir sobre la gramática pulsional. Cada vez, vez por vez, en la particularidad del
uno por uno, el analista construye la intervención posible para que la palabra,
por un efecto particular, incida sobre lo real pulsional.
La tarea freudiana ha dado muestras ejemplares de constituirse propiamente como una actividad de desciframiento del inconsciente. El hallazgo freudiano se sostiene por demostrar que mediante el artificio del procedimiento de la
asociación libre y el lugar del analista (su intervención) en el dispositivo de la
cura, se puede afectar lo real del síntoma.
Respecto de la intervención del analista debemos considerar que la misma
es directamente proporcional a la formación del interviniente. En el caso de
la intervención psicoanalítica, en una síntesis muy apretada, podemos señalar que ella está regida por la ética del discurso analítico que se concreta en la
puesta en forma del dispositivo. En él intervienen cuatro lugares: el analista, el
analizante, la palabra y sujeto del inconsciente.
Colocamos en primer término al analista, pues es necesario que exista como
tal. Su intervención dependerá de lo que se ha denominado “la formación del
analista” que desde los orígenes freudianos comprende un trípode: estudio de
los conceptos, análisis y supervisión. La concepción sobre los conceptos fundamentales del psicoanálisis - inconsciente, pulsión, repetición y transferencia -, son su efecto, y consecuentemente de ello deriva el “tipo” de intervención que un analista realiza. Muchas veces los analistas formados a partir de
las enseñanzas de Jaques Lacan somos recusantes de la denominación “tipo”,
compartiendo las críticas del autor al establecimiento de una “cura tipo” por
257
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
parte de la ortodoxia postfreudiana, en el famoso escrito “Variantes de la cura
tipo”. Podríamos decir: estamos del lado de las “variantes atípicas”. Pero, no es
la mejor respuesta, pues la cuestión no es relativa a lo típico o lo atípico. Quedarnos en esa controversia sería una trampa especular improductiva. No hay
cura tipo ni intervención típica. Hay dirección de la cura.
Es necesario reflexionar sobre la intervención posible a partir una ética:
aquella en la cual se considera que el analista forma parte del concepto de inconsciente, puesto que constituye aquello a lo que éste se dirige. El analista es
responsable de la presencia del inconsciente. ¡Qué menos que exigirle que sea
analizado! “Puesto que se trata de captar el deseo, y puesto que sólo puede captárselo en la letra, puesto que son las redes de la letra las que determinan, sobredeterminan su lugar de pájaro celeste, ¿cómo no exigir al pajarero que sea
en primer lugar un letrado?”.40
La ética del psicoanálisis implica, como punto de partida mínimo y esencial, un lugar para el analista: la docta ignorancia, o sea, experimentarse sometido a la rajadura del significante. También él está sometido a la ley del no-todo
y la castración. En el discurso analítico el saber en el lugar de la verdad funciona como ignorancia, desde allí se habilita un espacio para la asociación libre –
el enunciado de la regla fundamental no es suficiente-. Esta es, en primer lugar, la implicación del analista en su acción de escuchar y ella es la condición
de la palabra. Para el analizante se trata de hablar libremente: angostura entre la falta de libertad de la palabra y aquello más temible aún que es decir algo
que podría ser verdad.41 Pero, de lo que se trata es de lo indecible de lo que se
ignora, y es esto la pretensión de la ética del psicoanálisis: en su praxis, se produce el sujeto en su estado de “hendija”, de Spaltung, - sujeto castrado en relación a un objeto perdido-. No hay lugar para el deseo si el sujeto está tomado por lo pulsional –sujeto de goce-. La posibilidad para el sujeto de desembarazarse de las redes letales de la pulsión de muerte es a través de la emergencia de los efectos de su demanda – transferencia mediante-. Pues, lo que evoca
toda demanda es radical, es aquello que está perdido en el origen (das Ding).
He allí el corazón de la experiencia analítica: la falta en ser. ¡Costos y costas de
la experiencia analítica! Se trata de un conteo del objeto en su estatuto de perdido. El deseo surge como metonimia de la falta en ser. Es por ello que solo es
posible una dirección para la cura: hacia la castración.
El analista se esforzará en “jugar sus bazas” a través de una táctica posible –
intervenciones que según su efecto podrán verificarse como interpretaciones-,
desarrollada desde una estrategia –transferencia- , enrolada en una política –
ética del psicoanálisis-. Correlativamente el analista, según J. Lacan, también
paga: con palabras (táctica), con su persona ofertada como soporte a la trans-
40. Lacan, J. “La dirección de la cura y los principios de su poder”. Escritos 1. Ob. Cit. Págs.
195-199, 217-233, 253- 255, 273.
41. Ibídem.
258
La invención de una praxis
ferencia (estrategia) y con su juicio más íntimo relativo a que no hay significante que diga del ser del sujeto en el campo del Otro (política).
El trabajo de la interpretación
La interpretación es producto de un trabajo metapsicológico cuya consecuencia implica un reordenamiento subjetivo. Implica trabajo del aparato psíquico, donde queda incluido que se construye un sujeto de la interpretación
y que ese sujeto, advertido de su goce, construye una subjetividad verdaderamente propia, la de su deseo.
En el escrito “La dirección de la cura y los principios de su poder” encontramos varias referencias respecto a la intervención del analista, entre ellas a la interpretación. “La interpretación, para descifrar la diacronía de las repeticiones
inconscientes, debe introducir en la sincronía de los significantes que allí se
componen, algo que bruscamente haga posible su traducción”.42 En esta concepción se destaca la interpretación en relación con una función: descifrar. En
un escrito precedente, conocido como “La instancia de la letra o la razón desde
Freud”, Lacan distingue el trabajo de desciframiento comparándolo con la interpretación de un criptograma. Se refiere a la tópica del inconsciente en tanto que
algoritmo, en donde un significante representa al sujeto para otro significante.
El deseo no se capta sino en la interpretación, y es necesario entenderlo al
pié de la letra en esa misma estructura literante – fonemática - donde se articula el significante en el discurso. La estructura de lenguaje, como oposición fundamental del significante al significado, hace posible la operación de lectura.
En el discurso se evidencia el automatismo de las leyes que articulan la cadena significante. Los mecanismos del inconsciente mantienen su articulación
con las leyes del lenguaje en donde metáfora y metonimia equivalen a condensación y desplazamiento, pensados estos como modos de funcionar del inconsciente. Resultan operaciones de transcripción, lo cual implica un trabajo fundamental: la transposición – Entstellung-, trabajo psíquico que implica el deslizamiento del significado bajo el significante, siempre en acción inconsciente en el discurso. Este trabajo se realiza a través de dos operaciones: Condensación o Verdichtung, y Desplazamiento o Verschiebung. Ambas operaciones
componen el trabajo de figuración interno a la palabra y para el inconsciente
ella es un elemento de puesta en escena. Estos mecanismos atestiguan la relación del deseo con el lenguaje.
Si la interpretación es para descifrar la diacronía de las repeticiones inconscientes debiendo introducir “algo brusco” en la sincronía de los significantes
que allí se componen, se trata de descifrarlas al pié de la letra, pues ella, la letra, encuentra su valor en el das Ding – objeto perdido-.
Freud nos ha mostrado desde la proton pseudus histérica (Emma), el entre42. Ibídem.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
cruzamiento particular de lo diacrónico y lo sincrónico, en el trabajo del inconsciente. El punto que interesa es que allí, la interpretación debe introducir algo que bruscamente haga posible su traducción. O sea que allí, en ese entrecruzamiento o nudo por fuera del tiempo y siempre presente, la interpretación debe introducir “algo” para hacer posible un desencuentro, una falta, un
agujero. Recordando el juego del carretel del niño freudiano del fort-da, diríamos: “volvió el carretel, no la madre”.
La interpretación resulta una adición, una intrusión, un decir diferente. Su
medio debe ser esencialmente significante, tratándose de un significante sin
referencia, el cual el sujeto interpretará. Lo “propio” es que quien lo descifra tiene que interpretarlo, y ese es el trabajo del sujeto en análisis.
En el escrito sobre la dirección de la cura, ya mencionado, las puntuaciones sobre la interpretación referidas a ‘para descifrar’, ‘debe introducir’, ‘bruscamente’ y ‘traducción’ delimitan con precisión el estatuto de la interpretación.
La experiencia analítica implica la puesta del inconsciente en suposición; la
asociación libre producirá un metabolismo del trabajo del inconsciente a cielo
abierto. La intervención del analista (en tanto que elevada a interpretación por
sus efectos), debe orientarse en el sentido del reconocimiento del deseo, pues
el deseo se capta en la interpretación. Se trata de producir un sujeto en relación a un deseo despierto, trabajo que justifica la intervención de un analista.
Relato de un fragmento de análisis43
Con el propósito de señalar algunas intervenciones que favorecieron la producción del despertar del sujeto, presentamos algunos fragmentos de un análisis de un niño de 9 años. Subtitulamos diversos momentos en relación a la
intervención, teniendo en cuenta la orientación señalada por J. Lacan respecto del ordenamiento de la dirección de la cura: “un proceso que va de la rectificación de las relaciones del sujeto con lo real, hasta el desarrollo de la transferencia, y luego la interpretación”.44
1. El pedido de un tratamiento: el deseo de una asistente social
El tratamiento de Matías comienza cuando se recibe en consulta a una asistente social planteando la posibilidad de otro tratamiento para el niño. Ella es
interviniente perito judicial de este niño “judicializado” y cuya existencia queda resumida en la carátula de un expediente: “Matías, psicosis infantil, niño
intratable”. El niño estaba internado en una institución asilar estatal, habien43. Imbriano, A. “La intervención del analista, una cuestión ética”. Revista Actualidad
Psicológica N°408. Se ponen entre comillas dichos del niño y del analista que resultan
importantes en la dirección de la cura.
44. Lacan, J. “La dirección de la cura y los principios de su poder”. Escritos 1. Ob. Cit. Pág.
230.
260
La invención de una praxis
do pasado por varias desde su nacimiento. Ella debe encargarse de encontrar
otra institución, según indicación de la autoridad judicial: “para protección del
niño y terceros, pase a una institución psiquiátrica”. No obstante, se le ocurre
la posibilidad de otro tratamiento.
Escuchamos su preocupación, su angustia, sus hipótesis y también su deseo, decidido ya, de “tratarlo de otra manera”. También algunos pocos elementos de la historia de Matías que se refieren a la muerte, la locura, los asilos, los
hospitales y los servicios hospitalarios de psicología y psiquiatría (padece graves trastornos de conducta). El niño, hijo de inmigrantes polacos, nace un día
en que se produce una coyuntura compleja y nefasta: fallece su padre de un
ataque cardíaco y la madre, que desencadena una psicosis en el parto, que la
lleva a rechazar al niño. De ahí en más, su vida transita en las instituciones asilares estatales.
Se decide dar lugar a este pedido y sostener el deseo de la asistente social.
Se le indica que deje sobre el escritorio la carpeta que contiene el mencionado expediente, respecto del cual se decide alojarlo allí, desde la posición definida de no leerlo, no abrirlo. Intervención a través de la cual se intenta alojar
el valor de sufrimiento de los significantes del expediente, con la intención de
posibilitar su trabajo: por un lado se trata de un niño con severos trastornos
de conducta –y no será fácil su traslado desde el instituto al consultorio-; por
otro, no será sin incomodidad justificar la falta de acatamiento a la orden judicial. Se trata de que ella pueda sostenerse en relación a un deseo: “tratarlo de
otra manera”. Acordamos una cita para recibir al niño. Se tratará de inaugurar
un lugar distinto, otro tratamiento.
2. El “tiratodo”. Analista como barrera al goce pulsional. Un posible inicio.
Matías entra al consultorio, “no me saluda”, “no me mira”, sino que con gran
rapidez tira y rompe todo lo que está a su alcance. Pega una patada en la puerta que golpea una biblioteca que se desmorona. “Me paro delante, lo miro y le
digo: te espero mañana”. Así sucedieron las diez primeras entrevistas: él entregado a la acción vertiginosa y violenta; y “yo decidida a que la catástrofe no se
produzca”. No obstante su conducta altamente disruptiva, consideramos que
es un niño muy obediente: ha aceptado la denominación “intratable”, pues el
único trato posible entre él y sus semejantes es a través de la violencia. La conducta de Matías aparece como una respuesta a la pregunta ¿Qué quiere el otro
de mí? Eso tirado, golpeado, roto, es él mismo. El “tira-todo” es la forma inercial que muestra el modo en que un sujeto puede interrogar al Otro desde la
posición de objeto. ¿Será su modo de existir en tanto angustiar a los demás?
La intervención se orientó evitando la especularidad – no ofrecerse a su golpe, no golpearlo- , o sea, la intervención no podía ser una respuesta a su violencia. La maniobra desarrollada consistió en entrevistas muy cortas, responder con silencio, mirarlo con tranquilidad, ofrecerle de otro encuentro, con el
objetivo de acoger al sujeto en su sufrimiento, en su exceso, en su atrapamiento por la pulsión de muerte (sujeto de goce) sin darle consistencia. O sea, aco-
261
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
ger al sujeto pero no consentir la producción de identidad de percepción (reiteración de golpes) intentando habilitar un espacio para otro trato: un camino
hacia la rectificación de las relaciones del sujeto con lo real.
Paso a paso, vez por vez, se fue produciendo un efecto: movimientos más
lentos, Matías comienza a responder a la mirada bajo la forma de espiar. Comienza a tratar de otra manera.
3. El enunciado de la regla fundamental. Ubicación del analista.
En una nueva entrevista toma con ímpetu un objeto y se queda quieto “mirándome fijamente”. La analista se encuentra dirigiéndole una pregunta: “¿Tomaste la leche?”. Frente a la cual él dirige hacia mí su primera palabra: “No”. Se
lo invita a trasladarse a la cocina en donde se instala sentándose a la mesa con
toda calma. “Preparo la merienda, la cual tomamos en silencio. Luego me mira
y dice: ¿Qué va a hacer usted conmigo? Respondo: Quiero que hables, te espero mañana”. Se trata de habilitar otro lugar: ¿la cocina o la palabra? La cocina:
algo del orden de la táctica. “Quiero que hables”: funciona como apertura de
otro lugar por un enunciado muy simple de la regla fundamental que posibilita un espacio a la dimensión subjetiva.
4. El “preguntón”. Analista en el lugar de la ignorancia. Comienza un proceso.
Suceden seis entrevistas en donde Matías pone en juego la pregunta: “¿Qué
es?”. No tira, no rompe, no patea. Camina rápido por el consultorio, lo recorre,
instaurando un circuito iterativo que se define así: “toma un objeto, me mira y
pregunta: ¿Qué es? Espera quieto mi respuesta. Le contesto: Vos sabés”. Lo vuelve a mirar, lo nombra y lo coloca en su lugar. Repite el circuito. Este juego posibilita algo del orden de la palabra, algo en el orden del reconocimiento, algo en
el orden del descompletamiento al Otro, (la analista no funciona como el Otro
que tiene todas las respuestas) pero frente a su iteración se decide su no infinitización con el corte bajo la fórmula reiterada: “Te espero mañana”.
La analista elije un semblante figurado por cuatro puntos: combinatoria
de mirada y silencio, la ignorancia (de su lado), el saber (del lado de Matías), el
ofrecimiento de otro encuentro. Táctica que tiene la intención de abrir un espacio en donde se puedan nombrar las cosas conocidas, haya lugar para saberes, y también para enigmas, en donde Matías pueda ser alguien para otros de
otra manera. La analista está allí para permitir el efecto de significación, para
que la transferencia en su repetición se transforme, que pida de otra manera,
que se quiebre la vinculación de la repetición con la identidad, naufragando
en una diferencia que abra así a otra transferencia, y posibilite a Matías vincularse de otra manera, ocupar un lugar diferente para el Otro.
5. El profesor y el significante historia. Desarrollo de la transferencia.
En el inicio de una entrevista se devuelve a la asistente social el expediente que había quedado sobre el escritorio. Matías abre el juego clisé tomado un
libro de la biblioteca. Cuando realiza la consabida pregunta se le indica que
lea su título, que lo abra. Dice: “Historia argentina”. Lo deja sobre el escritorio.
Como intervención posible se corta la entrevista.
262
La invención de una praxis
Al día siguiente comienza una nueva secuencia, jugando al Profesor de Historia, la cual insiste diez entrevistas más. Tratará de contar su historia: “Yo tengo una historia, Usted me entiende”. Orientada por la concepción de la inconveniencia de predicar al niño y con la intención de causar la subjetivación, la
analista intentó tres respuestas: el silencio, responder “yo no sé”, o el corte de
la entrevista.
Matías se convierte en un pequeño profesor de psicología y ofrece una serie
inagotable de explicaciones: “Yo busco matar a todos porque mi padre murió
y mi madre no me quiere, me tiró, se volvió loca”; “Yo tiro cosas y me hago el
loco por eso”; “El psicólogo dice que soy loco porque así no pierdo a mi mamá”.
Un día, frente al reiterado “no entiendo” de la analista, pregunta: “¿Dígame,
usted es maestra, es psicopedagoga, es psicóloga, quién es usted?”. La analista responde: “quiero que hables”. Nueva enunciación de la regla fundamental,
efecto de la posición del analista, definida como - hay alguien que quiere escuchar- , y que ha decidido no retroceder sino esforzar al hablante-ser.
6.. Despertar al sujeto perezoso. La subjetivación. La interpretación inaugural.
A la entrevista siguiente, Matías entra en el consultorio dando nuevamente una patada en la puerta, pegando un salto y poniéndose en posición de esgrimista dice gritando: “Soy un matón, colorín colorado el cuento ha terminado”. Mira a la analista en modo desafiante y camina agitado. Frente a su silencio se sorprende y comenta: “maté a todos, hice una catapulta”. Refiere un incidente escolar en donde estrella en el techo del aula un frasco de plasticola roja
que explota y cae manchándolo todo, ocasión que termina con golpes, piñas y
patadas con los compañeros, siendo expulsado del aula. Insiste: “Soy un matón”. Frente a lo cual la analista interviene: “¿A quién mataste?”. Dice: “Usted lo
sabe”. Luego de un silencio, la analista responde: “Yo no lo sé”. Se produce un
nuevo silencio, deja de caminar y se sienta. La angustia lo invade por primera
vez. Dice: “No sé, ayúdeme”.
Algunas reflexiones sobre las intervenciones
El “preguntón” y el “pequeño profesor”, son distintas figuras que nos muestran el sujeto de la pereza – sujeto tomado por el goce pulsional-. La conjugación de la desaparición del expediente con el encuentro del libro de historia,
produjeron el significante historia desde una dimensión subjetiva.
“Matón”, es el significante que produce una identidad subjetiva donde se
fija la repetición.
“¿A quién mataste?”, es la intervención que da cuenta de la posición del analista y resultó significante de la interpretación que, ubicando a Matías en relación a la culpa, produce la animación subjetiva. A su vez, esta intervención permite la confrontación con la extrañeza radical que constituye el corazón de la
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
experiencia psicoanalítica: es esta intervención la que permite que el significante gire sobre él mismo y se desdoble manifestando su extrañeza, mostrándose irreductible a sí mismo, se produce como enigmático. A su vez, el significante “matón” es un punto de anudamiento en donde la transferencia comienza a ser una relación con el saber.
“No sé... ayúdeme”, nos muestra el reverso del discurso y la instalación del
discurso analítico, produciendo un sujeto trabajador que dará cuenta de la significación de sus dichos, de las fallas del acto, implicándose en una animación
al saber. Podrá pensarse como: “no sé lo que digo, hay un saber que no sé que
habita en lo que digo”. Es la fórmula más simple de la Verdrangung (represión).
El sujeto trabajador se ha producido por efecto de una serie de intervenciones, quizás la última pueda ser considerada como interpretación.
264
ADDENDA
Sobre la formación
de Freud
Colaboración Agostina Ilari Bonfico
Los comienzos en la zoología y la fisiología
En su “Contribuciones a la historia del movimiento psicoanalítico”1, Freud
afirma:
El psicoanálisis es creación mía, yo fui durante diez años el único que se ocupó de él, y todo el disgusto que el nuevo fenómeno provocó en los contemporáneos se descargó sobre mi cabeza en forma de crítica […] nadie puede saber mejor que yo lo que el psicoanálisis es, en qué se distingue de otros modos de explorar la vida anímica, qué debe correr bajo su nombre y qué sería mejor llamar de
otra manera.
Freud creó el psicoanálisis, desarrolló su cuerpo teórico y su praxis, siendo el
maestro de los futuros analistas. Pero, ¿quién formó a Freud?, ¿quiénes fueron
sus maestros? No todos sus mentores se encuentran en el campo de las ciencias biológicas. Freud, también ha sido influenciado por la filosofía de su época. Sin querer que estas líneas se conviertan en un análisis meticuloso de la vida
de Freud, pretendemos dar cuenta de cuál ha sido el camino que ha seguido
Freud en su formación profesional y quiénes han oficiado de guía.
Durante la década de 1870, Freud se encontraba en la Universidad de Viena cursando sus estudios de medicina, carrera que inició en 1873 y finalizó en
1881, a la edad de 25 años. Durante el primer año de su vida universitaria, se
dedicó a estudiar temas humanísticos que, aparentemente, nada tenían que
ver con su futura profesión de médico2. Movido por un gran interés en lo hu1.
Freud, S. “Contribuciones a la historia del movimiento psicoanalítico”. Sigmund Freud
Obras Completas. Amorrortu. Buenos Aires, 2008. Vol. XIV. Pág. 7.
2. Gay, Peter. Freud. Vida y legado de un precursor. Paidós. España, 2010. Pág. 52.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
mano, más allá de lo biológico, Freud se dedico a la lectura de la filosofía. Animado por su curiosidad y apetito de saber, que sostendrá hasta sus últimos
días de vida, Freud se introdujo en el ambiente del filósofo Franz Von Brentano (1842-1925), un ex sacerdote y exponente claro de la filosofía aristotélica y
la psicología empírica. Siguiendo la investigación biográfica de Roudinesco –
gran historiadora del psicoanálisis y sus representantes–, nos enteramos que
Freud obtuvo un doctorado en filosofía bajo la dirección de Von Brentano3. Resulta llamativo que en su “Presentación autobiográfica”, Freud no mencione en
modo alguno nada acerca de este doctorado y de su paso por las clases de Von
Brentano. Sin embargo, sus historiadores han sabido dar cuenta de la influencia que este primer maestro tuvo en la formación de Freud, influencia que no
pasa desapercibida en su construcción teórica.
Para Freud, Von Brentano se trató de un maestro que supo estimular a sus
estudiantes, mostrando sin tapujos su creencia en Dios y un sumo respeto por
las teorías de Darwin. Según los biógrafos de Freud, Von Brentano logró que el
padre del psicoanálisis se cuestionara sobre sus convicciones ateas que había
llevado consigo a la Universidad. Pero a fines de 1874, el romance con las ideas
de su primer mentor comenzó a decaer. En una carta fechada en noviembre de
ese año, Freud le confesó a su amigo Silverstein que se veía a sí mismo como “un
estudiante de medicina empirista y sin Dios”.4 En aquella época, Freud volvió a
su incredulidad y permaneció en ella. Pareciera ser que se había decepcionado
de la filosofía en general, ya que la consideraba demasiado especulativa. Sin embargo, a pesar de este temprano desencanto, Von Brentano había logrado dejar
huella en el pensamiento freudiano, sobre todo con sus escritos de psicología.
Luego de haberse alejado de los caminos de Von Brentano y de la filosofía,
Freud encamino su interés nuevamente hacia las ciencias médicas. En aquella
década de 1870, la Universidad de Viena también contaba con un cuerpo docente de primera línea en ciencias biológicas. Entre ellos se encontraba Carl
Claus (1835-1899), médico y zoólogo alemán, director del Instituto de Anatomía Comparada, y quien había introducido en Austria el pensamiento darwiniano. En 1875 Freud se encontraba trabajando en el laboratorio de Claus. Impulsado por su maestro, obtuvo una beca para estudiar en Trieste la vida de las
anguilas macho de río. Así, en marzo de 1876 Freud partió a su nuevo destino.
Durante su estadía en Trieste, mientras se centraba en la búsqueda de las gónadas de las anguilas, Freud se adiestró en la observación precisa y tranquila;
el tipo de atención concentrada tan indispensable que necesitaría para escuchar a sus pacientes.5 Luego de dos estadías en Trieste, en 1877, Freud publicó
un artículo sobre sus investigaciones. Según Roudinesco6, en ese texto se ob3.
Roudinesco, E. & Plon, M. Diccionario de psicoanálisis, 2° ed. revisada y actualizada.
Paidós, Argentina. 2008. Pág. 142.
4. Gay, P. Freud. Vida y legado de un precursor. Ob. Cit. Pág. 53.
5. Ibídem. Pág. 56.
6. Roudinesco, E. & Plon, M. Diccionario de psicoanálisis. Ob. Cit. Pág. 384.
266
Sobre la formación de Freud
serva cómo Freud trabaja en la elaboración de una teoría de las células nerviosas (las futuras neuronas), teoría cuyas huellas se encontrarán en el “Proyecto
de Psicología” de 1895.
Pero Claus no era el único docente conocedor y defensor de las ideas de
Darwin en la Universidad de Viena. Para esa misma época, Ernst Brücke (18191892), un famoso fisiólogo, impartía clases en esa casa de altos estudios. Durante los seis años que Freud se dedicó a trabajar en su laboratorio de fisiología, entre 1876 y 1882, su actividad estuvo centrada en el desciframiento del sistema nervioso, primero de peces inferiores y después de seres humanos. En su
“Presentación autobiográfica”, Freud afirma que estando en el laboratorio de
fisiología de Brücke halló “sosiego y satisfacción plena, así como las personas
a quienes podía respetar y tomar como modelos”.7 De hecho, en el epílogo de
“¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis?”, no quedan lugar a dudas del lugar
que ocupo este nuevo mentor en Freud: se trata de la máxima autoridad que
ha influido en él.8 ¿Qué fue lo que deslumbró a Freud?
Como dijimos, Brücke también era un defensor de la teoría de Darwin.
Claramente, esta postura teórica ejerció una gran atracción en Freud, ya que
él mismo confesó en su “Presentación autobiográfica”, haber sido muy entusiasta con los postulados darwinianos, dado que prometían un extraordinario
avance en la compresión del universo.9 “Con el riguroso trabajo histológico sobre el sistema nervioso que Freud realizó para Brücke, participaba en el vasto
esfuerzo colectivo tendiente a demostrar las huellas de la evolución”.10 Algunos de los primeros trabajos publicados de Freud, escritos entre 1877 y 1883,
detallan descubrimientos que están lejos de ser triviales. Confirman el proceso evolutivo revelado en las estructuras nerviosas del pez que examinaba en el
microscopio. Pero no solo fue Darwin los que unió a estos dos investigadores.
Brücke era considerado el más brillante representante de la escuela positivista
en Viena.11 Los devotos del positivismo esperaban poder aplicar los métodos y
descubrimientos de las ciencias naturales, a la investigación de toda acción y
todo pensamiento humano. Freud compartía con Brücke este modo de pensar el mundo. Y encontramos en el “Proyecto”, escrito 13 años después de haber
trabajado con Brücke, las huellas que su mentor imprimió en el joven Freud.
No podemos cerrar este apartado sin hacer mención a una magnífica monografía escrita Freud, que resulto ser su primer libro publicado en 1891: La concepción de las afasias (Estudio crítico). Se trata de un trabajo netamente neurológico, pero entre sus abundantes y completamente documentadas citas de au7.
Freud, S. “Presentación autobiográfica”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol.
XX. Pág. 9.
8. Freud, S. “¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis?” Sigmund Freud Obras Completas.
Ob. Cit. Vol. XX. Pág. 237.
9. Freud, S.” Presentación autobiográfica”. Ob. Cit. Pág. 8
10. Gay, P. Freud. Vida y legado de un precursor. Ob. Cit. Pág. 60.
11. Roudinesco, E. & Plon, M. Diccionario de psicoanálisis. Ob. Cit. Pág. 146.
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AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
toridades, Freud esparció significativamente referencias a filósofos como John
Stuart Mill y psicólogos como Hughlings Jackson. El intento de Freud, que tiende a subvertir una teoría de las perturbaciones del lenguaje cómoda y atractiva,
llegaba a introducir un elemento psicológico en el cuadro clínico.12
Para aquella época, los especialistas consideraban que el deterioro afásico
del lenguaje o la comprensión del mismo, tenían su fundamento en lesiones
cerebrales localizadas. Por el contrario, Freud se orientó por el reconocimiento de que la significación del elemento de localización [fisiología del cerebro]
ha sido sobreestimado en la afasia y de que es justo que nos preocupemos de
una vez por más por las condiciones funcionales del aparato del lenguaje.13 Rodeado por neurólogos, Freud estaba comenzando a buscar causas psicológicas
para los efectos psicológicos.
El encuentro con la neurosis
En 1882, Freud se alejó del trabajo en el laboratorio de Brücke para ocupar
un puesto en el Hospital General de Viena. Permaneció en esa institución por
un lapso de tres años. Durante ese tiempo, experimentó una variedad de especialidades médicas, al ir rotando de un departamento a otro: cirugía, medicina interna, psiquiatría, dermatología, enfermedades nerviosas y oftalmología.
Para mayo de 1883, Freud se encontraba trabajando en la clínica psiquiátrica de Theodor Meynert (1833-1892). Su nuevo mentor, con quien pasó unos
cinco meses, era un gran anatomista del cerebro. Pero no debe haber sido esta
actividad lo que maravilló a Freud. Meynert había desarrollado “la hipótesis de
un yo primitivo y un yo secundario, que sería retomado por Freud en 1895 en su
´Proyecto de Psicología´. Según este psiquiatra vienes, el yo primitivo es la parte genéticamente inferior de la vida mental, que se manifiesta en el momento
en que el niño toma conciencia de la separación entre su cuerpo y el ambiente. El yo secundario es el instrumento para el dominio de la percepción”.14 Encontramos que las teorías desarrolladas por Meynert tuvieron cierto impacto
en Freud. De hecho, si bien estas ideas se deslizan en el “Proyecto”, Freud las retoma 20 años después en su artículo “Pulsiones y destino de pulsión” de 1915,
donde esboza una estructuración del yo en tres etapas. Durante el tiempo que
Freud pasó junto a Meynert, tuvo la oportunidad de observar enfermos mentales hospitalizados que incluían casos estrictamente neurológicos y casos psiquiátricos en el sentido moderno de la palabra.15 De a poco, Freud fue adentrándose en la práctica clínica.
12. Gay, P. Freud. Vida y legado de un precursor. Ob. Cit. Pág. 88.
13. Freud, S. “Fragmento de la correspondencia con Fliess. Carta 70” (3 y 4 de octubre de
1897).Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. I. Pág. 303.
14. Roudinesco, E. & Plon, M. Diccionario de psicoanálisis. Ob. Cit. Pág. 720.
15. Ibídem. Pág. 721.
268
Sobre la formación de Freud
Finalmente, en septiembre de 1885, gracias al apoyo de Meynert y Brücke,
obtuvo el puesto de Privatdozent (docente adscrito), cargo que le permitió incursionar en la docencia, impartiendo algunos cursos de neuropatología.
El interés de Freud estaba comenzando a centrarse cada vez más en la psiquiatría y en las enfermedades nerviosas. Pero para aquella época, el estudio y
el trabajo sobre este tipo de afecciones nerviosas, era poco practicado en Viena. Freud necesitaba más de lo que la Viena de aquel entonces tenía para ofrecerle y en París, en la distancia, brillaba el gran nombre de Charcot.16
Movido por el interés de adentrarse por completo en el mundo de las enfermedades nerviosas, en el otoño de 1885, tras una recomendación de Brücke, Freud recibió una beca para viajar a París. Ingresó como alumno en el reconocido Hospital Salpêtrière, donde fue un discípulo más de Jean Martin Charcot (1825-1893). El nombre de Charcot es inseparable de la historia de la histeria, la hipnosis y de los orígenes del psicoanálisis. Último gran representante
de la psiquiatría dinámica, desempeñó un papel fundamental en la formación
del joven Freud, entre octubre de 1885 y febrero de 1886.17 Siguiendo la investigación biográfica realizada por Peter Gay, encontramos que fue Charcot quien
apartó finalmente a Freud del microscopio y lo impulsó hacia la psicología18 De
hecho, en una carta que Freud escribió a su esposa se refiere a Charcot en los
siguientes términos: “No sé si la semilla dará fruto algún día, pero estoy seguro
de que ningún otro humano ha actuado nunca sobre mí de este modo”.19 Hoy,
más de 125 años después, seguimos asistiendo al fruto de esa semilla.
En su “Presentación autobiográfica”, Freud reflexiona acerca de aquello que
tanto lo impresionó sobre Charcot: sus últimas indagaciones acerca de la histeria.20 Charcot había diagnosticado la histeria como una dolencia auténtica
y describió que también podía afectar a los hombres, contradiciendo de ese
modo todas las nociones tradicionales. Pero uno de sus mayores logros, fue haber rescatado la hipnosis como herramienta al servicio de la curación mental.
Aún hubo una lección mucho más valiosa para Freud, ya que Charcot defendía la práctica por encima de la teoría. Existió una frase dicha por su nuevo mentor que impresionó en grado sumo al joven Freud: la teoría está muy
bien, pero no impide que los hechos existan.21 Esa fue la principal enseñanza
que Charcot impartía: la obediencia sumisa del científico a la los hechos no es
adversaria, sino fuente y sierva de la teoría. Y Freud fue un excelente alumno.
En más de una ocasión modificó sus elaboraciones teóricas porque su práctica así se lo indicaba.
16. Freud, S. “Presentación autobiográfica”. Ob. Cit. Pág. 11
17. Roudinesco, E. & Plon, M. Diccionario de psicoanálisis. Ob. Cit. Pág. 166.
18. Gay, P. Freud. Vida y legado de un precursor. Ob. Cit. Pág. 74.
19. Ibídem. Pág. 74.
20. Freud, S. “Presentación autobiográfica”. Ob. Cit. Pág. 12.
21. Gay, P. Freud. Vida y legado de un precursor. Ob. Cit. Pág. 76.
269
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
Más allá de la admiración que Freud tenía por Charcot, persistía en él un
fuerte interrogante acerca de la hipnosis. Por ese entonces, existían dos escuelas francesas con teorizaciones disímiles acerca de la hipnosis. Por un lado,
Charcot desde París, afirmaba que el estado hipnótico era una condición producida artificialmente y sólo podía provocarse en pacientes histéricos. Por otro
lado, Hyppolyte Bernheim (1840-1919) en Nancy, entendía que la hipnosis era
una cuestión de sugestión, y por lo tanto, casi todas las personas podían ser
hipnotizadas.22
En medio de ese debate académico sobre la hipnosis, Freud comenzó su actividad médica. Para ella, la sugestión hipnótica se convirtió en su medio principal de trabajo.23 Pero no pasó mucho tiempo hasta que comprendió las limitaciones que poseía esta herramienta terapéutica. Se quejaba que no lograba
hipnotizar a todos los enfermos y cuando lo lograba, no le era posible sumirlos al estado de hipnosis profundo que hubiera deseado.24 Sin embargo, mientras que la hipnosis parecía ser una de las pocas herramientas útiles, a pesar de
sus limitaciones, con el propósito de mejorar su técnica hipnótica, en el verano de 1889, Freud viajó a Nancy, donde permaneció varias semanas. Sobre su
estadía recuerda que fue testigo de los asombrosos experimentos de Bernheim
con sus pacientes de hospital, y recogió las más fuertes impresiones acerca de
la posibilidad de que existieran unos potentes procesos anímicos que, empero,
permanecerían ocultos para la conciencia humana.25 Pero el entusiasmo por la
hipnosis no duraría mucho más.
De regreso en Viena, Freud debió dar cuenta de lo realizado en París al honorable Colegio de Profesores de la Facultad de Medicina de Viena. A lo largo de
este informe Freud se dedicó a exponer los logros de Charcot en la Salpêtrière.
Recordemos que Freud fue becado en calidad de docente adscrito de neuropatología. Por tanto, resulta sumamente valiosa la siguiente frase, la cual, evidentemente caló hondo en Freud: Charcot comentaba que la anatomía, en líneas
generales, ha consumado su obra, y la doctrina de las afecciones orgánicas del
sistema nervioso esta, por así decir, acabada; y que ahora le tocaba el turno a
la neurosis.26 Y Freud se tomó al pie de la letra que el tiempo de la neurosis había llegado. Sin lugar a dudas, el psicoanálisis le debe mucho a Charcot, ya que
fue él quien introdujo a Freud en el mundo de la neurosis.
22. Ibídem. Págs. 76-77.
23. Freud, S. “Presentación autobiográfica”. Ob. Cit. Pág. 16.
24. Ibídem. Pág. 17.
25. Ibídem.
26. Freud, S. “Informe sobre mis estudios en París y Berlín”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob. Cit. Vol. I. Pág. 10.
270
Sobre la formación de Freud
Las enseñanzas de Anna O.
No todos los maestros y mentores de Freud fueron académicos. Freud también aprendió mucho de la clínica de sus pacientes. Y si bien Anna O. no fue
paciente suya, ésta le marcó el camino que el psicoanálisis debería emprender
para el desarrollo de su praxis y cuerpo teórico.
El caso de Anna O. es considerado el caso fundador del psicoanálisis. Pero
como dijimos, no fue paciente de Freud, sino de su colega Josef Breuer (18421925). Breuer formaba parte del grupo de profesionales que trabajaban en el
laboratorio de fisiología de Brücke durante la época en la cual Freud también
se encontraba allí. Se conocieron en 1877 y se hicieron muy buenos amigos.
Durante los años siguientes, intercambiaron grandes cantidades de correspondencia no solo referida a sus vidas privadas, sino también referente a sus logros
y dudas profesionales. Sobre esta amistad, Freud reconoce haber sido el mayor beneficiado, debido a los intercambios científicos que se produjeron entre ambos, y porque consideraba que Breuer era un hombre de una inteligencia sobresaliente.27
Antes de que Freud viajara a París, Breuer le informó acerca de un caso de
histeria que había tratado entre 1880 y 1882. El trabajo clínico realizado con
Anna O. le permitió echar luz sobre la causación y significado de los síntomas
histéricos. Sin dudas, Breuer merece un puesto destacado en la historia del psicoanálisis. Al confiarle la historia de Anna O., generó en Freud una gran ebullición de ideas. A lo largo de su producción psicoanalítica, Freud realizó numerosas menciones acerca del caso de Anna O. Inclusive, en su viaje a Estados Unidos en 1909, cuando fue invitado por la Clark University a dar un ciclo de conferencias, Freud decidió inaugurar sus charlas con el caso de Anna O. a fin de
dar cuenta “acerca de la historia, la génesis y el ulterior desarrollo de este nuevo método de indagación y terapia”28, el psicoanálisis.
El acontecimiento que precipitó el desencadenamiento de la histeria de
Anna fue la enfermedad mortal de su padre. Dos meses antes de que muriera, Anna se vio obligada a dejar de cuidarlo y atenderlo, debido a su propia enfermedad. Durante el tiempo que transcurrió su enfermedad, Anna presentó
una gran variedad de síntomas: parálisis con rigidez de las dos extremidades
del lado derecho; perturbaciones en los movimientos oculares y múltiples deficiencias en la visión, dificultades para sostener la cabeza, una intensa tussis
nervosa, asco frente a los alimentos y en una ocasión, durante varias semanas,
incapacidad para beber no obstante una sed martirizadora; disminución de la
capacidad de hablar, al punto de no poder expresarse o no comprender su lengua materna, y, por último, estados de ausencia, confusión, deliria, alteración
de su personalidad toda.29
27. Freud, S. “Presentación autobiográfica”. Ob. Cit. Pág. 19.
28. Freud, S. “Cinco conferencias sobre psicoanálisis”. Sigmund Freud Obras Completas.
Ob. Cit. Vol. XI. Pág. 7.
29. Ibídem. Pág. 8.
271
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
Breuer la visitaba a diario y la sumía en una suerte de hipnosis a fin de que
informara acerca de las palabras que solía decir en sus estados de ausencia,
de alteración psíquica con confusión. De este modo, reproducía ante el médico las creaciones psíquicas que la gobernaban durante las ausencias y se habían traslucido en esas pocas palabras inconexas.30 Por lo general, se trataba de
fantasías muy tristes, referidas, casi todas ellas, a situaciones en que una muchacha se encontraba ante el lecho de su padre enfermo. Toda vez que contaba cierto número de esas fantasías, quedaba como liberada y se veía reconducida a la vida anímica normal.31 Así, Breuer junto con Anna, descubrieron juntos que este tipo de conversaciones aliviaban temporalmente sus síntomas.
Anna encontró una expresión feliz para designar ese procedimiento, al que llamó “curación por la palabra” (talking cure) o, con humor, “limpieza de chimenea” (chimney sweeping).
Mediante ese deshollinamiento del alma […] se conseguía hacer desparecer los síntomas patológicos cuando en la hipnosis se recordaba, con exteriorización de afectos, la ocasión y el asunto a raíz del cual esos síntomas se habían
presentando.32
El punto decisivo de la curación por la palabra sobrevino cuando Anna sufrió el trastorno de la imposibilidad de beber. Una noche, mientras estaba en
su estado hipnótico, se refirió a su dama de compañía inglesa, a quien no amaba, y relató, con todos los signos de la repugnancia cómo había ido a su habitación, y ahí vio a su perrito, ese asqueroso animal, beber de un vaso.33 Después de que saliera a la luz ese disgusto reprimido, la hidrofobia desapareció.
Impresionado por los resultados que obtuvo, Breuer adoptó este método para
aliviar a su paciente, pasando a investigar de manera planificada la patogénesis de los otros síntomas.
Una de las conclusiones más importantes se refiere a que casi todos los síntomas habían nacido como unos restos […] de vivencias plenas de afecto a las que
por eso hemos llamado después «traumas psíquicos». Eran determinados por las
escenas cuyos restos mnémicos ellos figuraban, y ya no se debía describirlos como
unas operaciones arbitrarias o enigmáticas de la neurosis.34
Así, gracias a lo que Anna le enseñó, Freud comienza el largo recorrido que
lo llevará a trabajar a los síntomas de la neurosis en relación a un sujeto, a una
historia, siendo siempre el caso por caso.
30. Ibídem. Pág. 10.
31. Ibídem. Pág. 10.
32. Ibídem. Pág. 10.
33. Breuer, J. & Freud, S. “Estudios sobre la histeria”. Sigmund Freud Obras Completas. Ob.
Cit. Vol. II. Pág. 58.
34. Freud, S. “Cinco conferencias sobre psicoanálisis”. Sigmund Freud Obras Completas.
Ob. Cit. Pág. 11.
272
Sobre la formación de Freud
Lo que las histéricas le enseñaron a Freud
La historia de los orígenes del psicoanálisis cuenta con un grupo de mujeres
que le enseñaron mucho a Freud. De hecho, fueron las que pusieron a trabajar a Freud, quienes lo provocaron. El psicoanálisis comenzó a escribirse a partir de los historiales clínicos de estas mujeres. Desde luego, el tratamiento que
Freud aplicó a sus primeras pacientes puede considerarse elemental teniendo
en cuenta el desarrollo posterior que logró el psicoanálisis. Pero esto no les resta mérito a ellas ni a Freud. Estas histéricas tuvieron la capacidad para demostrarle a Freud algunos de los rudimentos más importantes del psicoanálisis.
El abanico de síntomas conversivos que enfrentó Freud en esos primeros
años de su práctica, abarcaron desde dolores en las piernas hasta escalofríos,
desde estados de ánimos depresivos hasta alucinaciones intermitentes. Aún
fiel a su formación médica y biologista, Freud no estaba preparado para abandonar la etiología neurológica de la histeria. Sin embargo, de poco había comenzado a comprender que las experiencias traumáticas tempranas podrían
estar implicadas en el desarrollo de la enfermedad. De hecho, con Anna O. comenzó a madurar en él la idea de que aquellos singulares trastornos tenían
una etiología sexual.
A partir de los avances que la técnica psicoanalítica había logrado desde el
caso de Anna O., la escucha pasó a ser un método privilegiado. Fue Emmy von
N. una de las tantas pacientes que le indicó que el camino a seguir era el de la
escucha. Durante 1889 y 1890, Freud atendió a esta viuda rica de mediana edad
a quien aplicó el procedimiento de Breuer de exploración en estado de hipnosis.35 Padecía tics convulsivos, inhibiciones espásticas del lenguaje y alucinaciones recurrentes y horribles sobre ratas muertas y serpientes que se retorcían.
En el curso del tratamiento emergieron recuerdos traumáticos que Freud consideró sumamente interesantes. En este historial, Freud relata una secuencia
que reconoce, quizá, como la primera oportunidad en que se empleó lo que
más tarde sería el método de la asociación libre:
la conversación que sostiene conmigo mientras le aplican los masajes no es
un despropósito […] más bien incluye la reproducción, bastante completa, de los
recuerdos e impresiones nuevas que han influido sobre ella desde nuestra última
plática, y a menudo desemboca, de una manera enteramente inesperada, en reminiscencias patógenas que ella apalabra sin que se lo pidan. Es como si se hubiera apoderado de mi procedimiento y aprovechara la conversación, en apariencia laxa y guiada por el azar, para complementar la hipnosis.36
Conjuntamente con esta escena, Emmy von N. ha pasado a la historia del
psicoanálisis por haberle exigido a Freud que dejara de preguntarle de dónde
35. Ibídem. Pág. 71
36. Freud, S. “Estudios sobre la histeria”. Ob. Cit. Pág. 78.
273
AMELIA HAYDÉE IMBRIANO | TRATAMIENTO DESDE EL ALMA
provenía esto o aquello, sino que le permitiera decir lo que ella tenía que decir.
A partir de aquí, Freud se da cuenta que por más repetitivos y tediosos fueran
los relatos de la paciente, no había ganancia en interrumpirla, sino que debería escuchar los relatos hasta el final. Este fue un momento decisivo, ya que lo
impulsó a Freud a crear un nuevo método de tratamiento, ya no guiado por la
hipnosis como herramienta infalible, sino sustentado en la escucha y la asociación libre. Si hubo alguna vez un médico inclinado a convertir sus errores
en fuentes de comprensión, ése fue Freud.37
En el otoño de 1892, Freud comenzó el tratamiento de la señorita Elizabeth
von R. La describió del siguiente modo: Parecía inteligente y psíquicamente normal, y sobrellevaba con espíritu alegre su padecer, que le enervaba todo trato
y todo goce; lo sobrellevaba con la «belle indifférence» de los histéricos.38 Pero
hubo algo más que condujo a Freud a diagnosticarla como histérica: cuando le
pellizcaba u oprimía la piel y la musculatura hiperalgésica de la pierna su rostro cobraba una peculiar expresión, más de placer que de dolor, lanzaba unos
chillidos […], su rostro enrojecía, echaba la cabeza hacia atrás, cerraba los ojos,
su tronco se arqueaba hacía atrás”.39
Resultaba evidente que los gestos de la paciente no armonizaban con el dolor; probablemente se asociaban mejor con el contenido de los pensamientos
escondidos tras ese dolor y que uno despertaba en la enferma mediante la estimulación de las partes del cuerpo asociados con ellos.40 Estaba experimentando el placer sexual que se negaba en la vida consciente. De este modo, Freud
descubría el carácter sexual de los síntomas histéricos.
En este primer análisis completo de una histeria que Freud llevó a cabo, arribó a un procedimiento que luego elevó a la condición de método: la remoción
del material patógeno estrato por estrato. Este nuevo procedimiento, Freud lo
comparó con la técnica de la exhumación de una ciudad enterrada.
Primero me hacía contar lo que a la enferma le era consabido, poniendo cuidado en notar dónde un nexo permanecía enigmático, e iba penetrando en estratos cada vez más profundos del recuerdo.41
En la “Comunicación preliminar”, fechada en 1892, Breuer y Freud habían
afirmado que los histéricos sufrían principalmente de reminiscencias.42 Por
tanto, el trabajo a realizar tenía que ver con traer a la luz esos recuerdos sumamente significativos para los pacientes, que se resistían a recordar. Sabiendo
que la hipnosis no era una de sus grandes habilidades, Freud se vio obligado a
encontrar un nuevo método que le diera los mismos o mejores resultados. Así,
recordó su pasó por Nancy, cuando Bernheim demostró que los recuerdo del
37. Gay, P. Freud. Vida y legado de un precursor. Ob. Cit. Pág. 98.
38. Freud, S. “Estudios sobre la histeria”. Ob. Cit. Pág. 151.
39. Ibídem. Pág. 153.
40. Ibídem.
41. Ibídem. Pág. 155.
42. Ibídem. Pág. 33.
274
Sobre la formación de Freud
sonambulismo sólo en apariencia están olvidados en el estado de vigilia y se lo
puede volver a convocar. Movido por este recuerdo, Freud partió de la premisa
de que también sus pacientes sabían todo aquello que pudiera tener un significado patógeno, y que sólo era cuestión de constreñirlos a comunicarlo. Este
nuevo método de trabajo le permitió independizarse de la hipnosis y le procuró una intelección acerca de los motivos que son con frecuencia decisivos para
el «olvido» de recuerdos43 y pudo comprobar que ese olvido es a menudo deliberado, deseado y siempre, sólo en apariencia es logrado. Las vivencias de importancia patógena, con todas sus circunstancias accesorias, son conservadas
por la memoria aun donde parecen olvidadas, donde al enfermo le falta la capacidad para acordarse de ellas.
Así, junto con la señorita Elisabeth von R., Freud comprendió el lugar que
ocupaban las resistencias en el tratamiento psicoanalítico. Rápidamente dejó
de hipnotizarla, ya que se dio cuenta que la clave de la cura estaba en la palabra. Freud la animaba a que asocie libremente. Cuando, durante sus silencios,
él le preguntaba qué estaba sucediendo y ella contestaba “Nada”, Freud se negaba a aceptar esa respuesta, ya que sabía con certeza que algo se le había ocurrido debido a dos razones:44 O bien Elisabeth ejercía sobre su ocurrencia una
crítica a la que no tenía derecho –no lo hallaba lo bastante valioso, creía que
no venía al caso como respuesta a la pregunta planteada–; O bien le horrorizaba indicarla porque le resultaba demasiado desagradable su comunicación.
Siguiendo con su esfuerzo por lograr las comunicaciones de su paciente,
Freud concluyó que su nueva técnica armonizaba con los resultados deseados:
que comunicara todo cuanto sucedía en su cabeza. “En el curso de este difícil trabajo empecé a atribuir una significación más profunda a las resistencias
que la enferma mostraba a reproducir sus recuerdos, y a compilar con cuidado las ocasiones a raíz de las cuales aquella se denunciaba de un modo particularmente llamativo.”45
A fines de 1892, Miss Lucy R. inició su tratamiento con Freud. El síntoma
que aquejaba a esta paciente era una intensa sensación olfativa de desagradable olor a pastelillos quemados, asociado con sentimientos depresivos. En lugar de minimizar esa alucinación perceptiva, Freud la convirtió en punto de
partida del análisis, ya que sería la que lo guiaría a los orígenes de los padecimientos de esta joven inglesa.
El lenguaje de los síntomas comenzaban a aclararse para Freud: debía haber una razón real y suficiente para que un olor particular estuviera ligado a un
estado de ánimo particular. Y el modo de llegar a ese vínculo, era trayendo a la
conciencia aquellas escenas aparentemente olvidadas, que habían provocado
el síntoma. Por tanto, con ella, Freud perfeccionó la técnica aplicada a Elisabeth von R.: la asociación libre.
43. Ibídem. Pág. 129
44. Ibídem. Pág. 168.
45. Ibídem.
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Para finales de 1892, Freud ya había reunido los rudimentos de las técnicas
psicoanalíticas: la observación atenta, la interpretación, la asociación libre no
obstaculizada por la hipnosis, atención flotante y la elaboración.
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