[Escribir texto] [Escribir texto] [Escribir texto] Cuando la propia libertad nos esclaviza Es posible que en algún momento de su vida, las personas se vean a sí mismas encerradas en una jaula propia, incapaz de actuar conforme su voluntad pues se encuentran bajo el dominio de algo o alguien. Esta jaula podrían ser unas reglas impuestas por una autoridad, la presión de grupo, las restricciones que hay de acuerdo con cada edad o estado, y, en ocasiones, cuando la persona no ha utilizado correctamente su libertad y comienza a distorsionar la imagen de lo que es bueno y lo que es malo, ella puede llegar a percibir su propia conciencia como una jaula que la aprisiona. Cada persona tiene un propósito en la vida, una razón para existir. Éste es distinto en cada individuo mas tienen algo en común: comparten el mismo fin último, el cual está impreso en nuestra naturaleza. Sin embargo, como fuimos creados libres, somos capaces de escoger fines intermedios según nuestra voluntad pues es ésta quien se mueve a buscar el bien que la inteligencia le presenta. Podemos pensar que, si hacemos todo lo que se nos apetece, rompiendo reglas, seremos más libres. Por ejemplo, si los padres no dejan a su hija ir a una fiesta porque saben que no es conveniente para ella, la hija desobedece porque cree que yendo y embriagándose será libre, pues está haciendo lo que ella quiere y no lo que le dicen que haga. Otro ejemplo podría ser cuando un cónyuge distorsiona la imagen del matrimonio, y se empieza a ver esclavo de su pareja, entonces cree que para volver a ser libre, es necesario serle infiel con alguien más. En estos dos ejemplos se podría decir que la persona sí está siendo libre pues actúa de acuerdo a su voluntad pero también pensaríamos que en ambos casos la persona busca deliberadamente un mal. ¿Qué de bueno puede traer una embriaguez o una infidelidad? El mal como tal no se puede querer, pero si se ve algo bueno en ese mal, la inteligencia se lo plantea a la voluntad y ésta decidirá si lo quiere o no. Por eso, en el primer caso, la joven no ve las consecuencias que su desobediencia le traerá; lo único que ve es un escape de sus problemas, el alcohol. En el segundo [Escribir texto] [Escribir texto] [Escribir texto] caso, el hombre desea sentirse amado y recuperar la pasión perdida en su matrimonio, cayendo en lujuria. En los casos anteriores, ¿se habrá hecho un buen uso de la libertad de elección? Vemos que eligieron mal aunque buscaban un bien, el cual era pequeño, momentáneo. Pudieron usar su libertad para decidir “obedeceré a mis padres y afrontaré mis problemas como se debe” y “trabajaré para recuperar el amor de mi esposa” pero no lo hicieron. Al escoger este bien pequeño, en vez de hacerse más libres, se esclavizaron pues ahora la joven se ve metida en un círculo de malos amigos, alcohol y fiestas, acrecentando sus problemas y alejándose de su verdadera felicidad y el hombre se ve encadenado a la amante, pero tampoco logra su plena realización. Al querer salir de las distintas jaulas en las que se encontraban, ellos se encerraron cada vez más. Al inicio, la jaula era las reglas impuestas por los padres y las restricciones que conlleva el estado de casado. Ahora se les suman los círculos viciosos de la bebida y fiestas y el de la infidelidad. Su libertad, mal utilizada, los hizo prisioneros de algo aún más grande. Hasta este momento hemos visto como las personas, por falta de conocimiento o rebeldía utilizan incorrectamente su libertad. Supongamos que esas personas reconocen su error pero por comodidad, pereza, o por tener una voluntad débil, deciden no rectificar. Ellos tropezaron, cayeron al fango, pero a pesar de saber que mientras más tiempo pasen ahí tirados, más difícil será levantarse pues el fango a su alrededor se endurecerá, deciden quedarse ahí, revolcándose en el mal. A estas personas que deliberadamente se quedan en el suelo no les será fácil hacer oídos sordos a la conciencia. Si están decididas a continuar con su mal hábito, ya sea por el placer que les causa o porque son lo suficientemente cobardes para quitárselo, comenzarán a ver a la conciencia como su jaula, pues ésta les recordará continuamente su error mientras que ellos, se empeñarán en ignorarla, para poder “ser libres” y seguir actuando conforme les plazca. Es así como estas personas no perm iten que la conciencia realice su acción liberadora pues continúan haciendo mal uso de su libertad. Día a día vemos cómo algunas personas, en su afán de querer alcanzar una libertad que, según ellas no poseen, se esclavizan de nuevos vicios y placeres vanos. Constantemente se [Escribir texto] [Escribir texto] [Escribir texto] quejan de no poder hacer lo que “se les da la gana” pues la sociedad les ha impuesto límites. En consecuencia, a menudo escucho falsos consejos que se brindan, entre ellos como: “para ser libre, sigue tu corazón y haz lo que él te pida”. Al mencionar al corazón, se refieren a los sentimientos que en realidad surgen en la mente del hombre. Si se siguiera ese consejo, la persona se reduciría a un animal, actuando por impulso e instinto. Ciertamente, los sentimientos son inevitables y algunos son tan potentes que dirigen a la persona a elegir mal, acabando por vivir en una falsa libertad. Sin embargo, hemos sido provistos de inteligencia que a pesar de no poder actuar directamente sobre ellos puede, con argumentos, acrecentarlos, aminorarlos e incluso cambiarlos. Por ejemplo, si una persona tiene el deseo ferviente de beber, su inteligencia le recordará que el alcohol le perjudica su salud, y que el deleite que le produce al momento, no vale el daño que luego le ocasionará. De esta manera, logra reducir ese deseo insistente. Se presenta también el caso de personas que creen que mientras más opciones tengan, más libres serán. Imaginemos que a una mujer casada se le presentara una lista de hombres solteros y atractivos. Sin embargo, para ella en esa lista no existe opción de elegir, pues ya eligió al hombre de su vida. No fueron necesarias tantas opciones pues ninguna de ellas la conduciría a la felicidad. Podemos tener infinidad de opciones y de nosotros dependerá la elección, estando conscientes de la responsabilidad que conlleva afrontar luego las consecuencias positivas y negativas de nuestras elecciones. Sin embargo, debemos saber que no todas ellas nos llevarán a nuestra realización plena, a alcanzar la felicidad. La persona que utilizó mal su libertad, ve a la conciencia como su jaula pues mientras deseaba seguir con su bien aparente, el cual en realidad era un mal, ésta seguía insistiendo en que recapacitara. En todos los casos anteriores, por tener una imagen distorsionada de la libertad, la persona pudo haber escogido mal, haciéndose esclavo “por sus propias manos”, ya que utilizó su libre albedrío para escoger los medios en orden a su fin inmediato, aunque se equivocó al hacerlo, haciendo mal uso de la libertad. Podemos concluir, entonces, que una libertad mal concebida y por lo tanto, mal utilizada, con ayuda de las bajas pasiones y la falta de virtud que impide rectificar, sí pueden esclavizar a una persona, cuando la inteligencia ha visto un bien y se lo presenta a la voluntad como tal cuando en realidad es una mal. Gabriela Reyes