1444755225 - Grupo Escolar Simón Bolivar

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POEMAS BARROCOS
Soneto
Sor Juana
En perseguirme, Mundo, ¿qué interesas?
¿En qué te ofendo, cuando sólo intento
poner bellezas en mi entendimiento
y no mi entendimiento en las bellezas?
Yo no estimo tesoros ni riquezas;
y así, siempre me causa más contento
poner riquezas en mi pensamiento
que no mi pensamiento en las riquezas.
Y no estimo hermosura que, vencida,
es despojo civil de las edades,
ni riqueza me agrada fementida,
teniendo por mejor, en mis verdades,
consumir vanidades de la vida
que consumir la vida en vanidades.
Soneto
Quevedo
A fugitivas sombras doy abrazos;
en los sueños se cansa el alma mía;
paso luchando a solas noche y día
con un trasgo que traigo entre mis brazos.
Cuando le quiero más ceñir con lazos,
y viendo mi sudor, se me desvía,
vuelvo con nueva fuerza a mi porfía,
y temas con amor me hacen pedazos.
Voyme a vengar en una imagen vana
que no se aparta de los ojos míos;
búrlame, y de burlarme corre ufana.
Empiézola a seguir, fáltanme bríos;
y como de alcanzarla tengo gana,
hago correr tras ella el llanto en ríos.
Definición del amor
Quevedo
Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.
Es un descuido que nos da cuidado,
un cobarde con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.
Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero parasismo,
enfermedad que crece si es curada.
Éste es el niño Amor, éste es tu abismo:
mirad cuál amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo.
POEMAS ROMÁNTICOS
Rimas
Gustavo Adolfo Becquer
Rima LX
Mi vida es un erial,
flor que toco se deshoja;
que en mi camino fatal
alguien va sembrando el mal
para que yo lo recoja.
Rima XXX
Asomaba a sus ojos una lágrima
y a mi labio una frase de perdón;
habló el orgullo y se enjugó su llanto,
y la frase en mis labios expiró.
Yo voy por un camino; ella, por otro;
pero, al pensar en nuestro mutuo amor,
yo digo aún: —¿Por qué callé aquel día?
Y ella dirá: —¿Por qué no lloré yo?
Rima XXXVIII
Los suspiros son aire y van al aire.
Las lágrimas son agua y van al mar.
Dime, mujer, cuando el amor se olvida,
¿sabes tú adónde va?
Rima XXIII
Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo;
por un beso... ¡yo no sé
que te diera por un beso!
En el huerto
Víctor Hugo
Por cerezas garrafales
Íbamos juntos al huerto.
Con sus brazos de alabastro
Escalaba los cerezos,
Y montábase en las ramas,
Que se doblaban al peso.
Yo subía detrás de ella
Y mis ojos indiscretos
Su blanca pierna seguían,
Y ella cantando y riendo,
Les decía con sus ojos
A los míos: -¡Estad quietos!
Luego hacia mí se inclinaba,
En los dientes ya trayendo
Suspendida una cereza;
Y yo mi boca de fuego
Sobre su boca posaba;
Y ella, siempre sonriendo,
Me dejaba la cereza
Y se llevaba mi beso.
Soñaba
Manuel M. Flores
Soñaba yo: mis párpados henchidos
de lágrimas sentía;
soñé que estabas en la tumba, muerta,
y muerta te veía...
Era un sueño no más, pero despierto
lloraba todavía.
Estaba yo soñando, y por la cara,
el llanto me corría;
soñé que te arrancaba de mi lado
alguno, vida mía...
Era un sueño no más, pero despierto
lloraba todavía.
Soñaba yo... Me ahogaban los sollozos,
el llanto me bebía...
Estaba yo soñando que me amabas,
¡soñando que eras mía!
Era un sueño no más, no más que un sueño,
y lloro, más que nunca, todavía.
Nocturno
A Rosario
Manuel Acuña
I
¡Pues bien! yo necesito
decirte que te adoro
decirte que te quiero
con todo el corazón;
que es mucho lo que sufro,
que es mucho lo que lloro,
que ya no puedo tanto
al grito que te imploro,
te imploro y te hablo en nombre
de mi última ilusión.
II
Yo quiero que tú sepas
que ya hace muchos días
estoy enfermo y pálido
de tanto no dormir;
que ya se han muerto todas
las esperanzas mías,
que están mis noches negras,
tan negras y sombrías,
que ya no sé ni dónde
se alzaba el porvenir.
III
De noche, cuando pongo
mis sienes en la almohada
y hacia otro mundo quiero
mi espíritu volver,
camino mucho, mucho,
y al fin de la jornada
las formas de mi madre
se pierden en la nada
y tú de nuevo vuelves
en mi alma a aparecer.
IV
Comprendo que tus besos
jamás han de ser míos,
comprendo que en tus ojos
no me he de ver jamás,
y te amo y en mis locos
y ardientes desvaríos
bendigo tus desdenes,
adoro tus desvíos,
y en vez de amarte menos
te quiero mucho más.
V
A veces pienso en darte
mi eterna despedida,
borrarte en mis recuerdos
y hundirte en mi pasión
mas si es en vano todo
y el alma no te olvida,
¿Qué quieres tú que yo haga,
pedazo de mi vida?
¿Qué quieres tú que yo haga
con este corazón?
VI
Y luego que ya estaba
concluido tu santuario,
tu lámpara encendida,
tu velo en el altar;
el sol de la mañana
detrás del campanario,
chispeando las antorchas,
humeando el incensario,
y abierta allá a lo lejos
la puerta del hogar...
VII
¡Qué hermoso hubiera sido
vivir bajo aquel techo,
los dos unidos siempre
y amándonos los dos;
tú siempre enamorada,
yo siempre satisfecho,
los dos una sola alma,
los dos un solo pecho,
y en medio de nosotros
mi madre como un Dios!
VIII
¡Figúrate qué hermosas
las horas de esa vida!
¡Qué dulce y bello el viaje
por una tierra así!
Y yo soñaba en eso,
mi santa prometida;
y al delirar en ello
con alma estremecida,
pensaba yo en ser bueno
por ti, no más por ti.
IX
¡Bien sabe Dios que ese era
mi más hermoso sueño,
mi afán y mi esperanza,
mi dicha y mi placer;
bien sabe Dios que en nada
cifraba yo mi empeño,
sino en amarte mucho
bajo el hogar risueño
que me envolvió en sus besos
cuando me vio nacer!
X
Esa era mi esperanza...
mas ya que a sus fulgores
se opone el hondo abismo
que existe entre los dos,
¡Adiós por la vez última,
amor de mis amores;
la luz de mis tinieblas,
la esencia de mis flores;
mi lira de poeta,
mi juventud, adiós!
POEMAS MODERNISTAS
Para entonces
Manuel Gutiérrez Nájera
Quiero morir cuando decline el día,
en alta mar y con la cara al cielo,
donde parezca sueño la agonía
y el alma un ave que remonta el vuelo.
No escuchar en los últimos instantes,
ya con el cielo y con el mar a solas,
más voces ni plegarias sollozantes
que el majestuoso tumbo de las olas.
Morir cuando la luz triste retira
sus áureas redes de la onda verde,
y ser como ese sol que lento expira;
algo muy luminoso que se pierde.
Morir, y joven; antes que destruya
el tiempo aleve la gentil corona,
cuando la vida dice aún: «Soy tuya»,
aunque sepamos bien que nos traiciona.
Sonatina
Rubén Darío
La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave sonoro,
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.
El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
y vestido de rojo piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.
¿Piensa, acaso, en el príncipe de Golconda o de China,
o en el que ha detenido su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de luz?
¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes,
o en el que es soberano de los claros diamantes,
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?
¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar;
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de mayo
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.
Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
Y están tristes las flores por la flor de la corte,
los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,
de Occidente las dalias y las rosas del Sur.
¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de mármol del palacio real;
el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal.
¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
(La princesa está triste. La princesa está pálida.)
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe,
(La princesa está pálida. La princesa está triste.)
más brillante que el alba, más hermoso que abril!
-«Calla, calla, princesa -dice el hada madrina-;
en caballo, con alas, hacia acá se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con un beso de amor».
En Paz
Amado Nervo
Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales, coseché siempre rosas.
...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!
Hallé sin duda largas las noches de mis penas;
mas no me prometiste tan sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas...
Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!
Tú no sabes lo que es ser esclavo.
Efrén Rebolledo
Tú no sabes lo que es ser esclavo
de un amor impetuoso y ardiente;
y llevar un afán como un clavo,
como un clavo clavado en la frente.
Tú no sabes los males sufridos
de morder en la boca anhelada,
resbalando su inquieta caricia
por contornos de carne nevada.
Tú no sabes los males sufridos
por quien lucha sin fuerzas y ruega,
y mantiene sus brazos tendidos
hacia un cuerpo que nunca se entrega.
Y no sabes lo que es el despecho
de pensar en tus formas divinas,
revolviéndome solo en mi lecho
que el insomnio ha sembrado de espinas.
La visita
Luis G. Urbina
Ha de venir. Vendrá.
¿Cuándo?... No sé. Muy pronto.
Escucho ya su voz remota
y sus pisadas oigo.
Abre la puerta, alma; que no te tenga
que llamar. Y que esté dispuesto todo:
apagado el fogón, limpia la casa,
y el blanco cirio de la fe, en el fondo.
Ha de venir. Vendrá. Calladamente
me tomará en sus brazos. Así como
la madre al niño que volvió cansado
de correr bosques y saltar arroyos.
Yo le diré en voz baja: Bienvenida,
y sin miedo, ni asombro,
me entregaré al Misterio,
pensaré en Dios y cerraré los ojos.
POEMAS CONTEMPORÁNEOS
La luna
Jaime Sabines
La luna se puede tomar a cucharadas
o como una cápsula cada dos horas.
Es buena como hipnótico y sedante
y también alivia
a los que se han intoxicado de filosofía.
Un pedazo de luna en el bolsillo
es mejor amuleto que la pata de conejo:
sirve para encontrar a quien se ama,
para ser rico sin que lo sepa nadie
y para alejar a los médicos y las clínicas.
Se puede dar de postre a los niños
cuando no se han dormido,
y unas gotas de luna en los ojos de los ancianos
ayudan a bien morir.
Pon una hoja tierna de la luna
debajo de tu almohada
y mirarás lo que quieras ver.
Lleva siempre un frasquito del aire de la luna
para cuando te ahogues,
y dale la llave de la luna
a los presos y a los desencantados.
Para los condenados a muerte
y para los condenados a vida
no hay mejor estimulante que la luna
en dosis precisas y controladas.
Te quiero a las diez de la mañana
Jaime Sabines
Te quiero a las diez de la mañana, y a las once, y a las doce del día. Te quiero
con toda mi alma y con todo mi cuerpo, a veces, en las tardes de lluvia. Pero
a las dos de la tarde, o a las tres, cuando me pongo a pensar en nosotros dos,
y tú piensas en la comida o en el trabajo diario, o en las diversiones que no
tienes, me pongo a odiarte sordamente, con la mitad del odio que guardo para
mí.
Luego vuelvo a quererte, cuando nos acostamos y siento que estás hecha para
mí, que de algún modo me lo dicen tu rodilla y tu vientre, que mis manos me
convencen de ello, y que no hay otro lugar en donde yo me venga, a donde yo
vaya, mejor que tu cuerpo. Tú vienes toda entera a mi encuentro, y los dos
desaparecemos un instante, nos metemos en la boca de Dios, hasta que yo te
digo que tengo hambre o sueño.
Todos los días te quiero y te odio irremediablemente. Y hay días también, hay
horas, en que no te conozco, en que me eres ajena como la mujer de otro. Me
preocupan los hombres, me preocupo yo, me distraen mis penas. Es probable
que no piense en ti durante mucho tiempo. Ya ves. ¿Quién podría quererte
menos que yo, amor mío?
El romance de la Luna, Luna
Federico García Lorca
La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira, mira.
El niño la está mirando.
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.
Niño déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.
Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
Niño déjame, no pises,
mi blancor almidonado.
El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño,
tiene los ojos cerrados.
Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.
¡Cómo canta la zumaya,
ay como canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con el niño de la mano.
Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
el aire la está velando.
En la orilla del aire
Jaime Sabines
En la orilla del aire
(¿qué decir, qué hacer?)
hay todavía una mujer.
En el monte, extendida
sobre la yerba,
si buscamos bien:
una mujer.
Bajo el agua, en el agua,
abre, enciende los ojos,
mírala bien.
Algas, ramas de peces,
ojo de náufragos,
flautas de té,
le cantan, la miran bien.
En las minas, perdida,
delgada, sombra también,
raíces de plata obscura
le dan de beber.
A tu espalda, en donde estés,
si vuelves rápido a ver
la ves.
En el aire hay siempre oculta
como una hoja en un árbol,
una mujer.
Poema 20
Pablo Neruda
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.»
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
Ruptura
Jaime Torres Bodet
Nos hemos bruscamente desprendido
y nos hemos quedado
con las manos vacías, como si una guirnalda
se nos hubiera ido de las manos;
con los ojos al suelo,
como viendo un cristal hecho pedazos:
el cristal de la copa en que bebimos
un vino tierno y pálido...
Como si nos hubiéramos perdido,
nuestros brazos
se buscan en la sombra... Sin embargo,
ya no nos encontramos.
En la alcoba profunda
podríamos andar meses y años, en pos uno del otro,
sin hallarnos.
Farewell
Pablo Neruda
1
Desde el fondo de ti, y arrodillado,
un niño triste, como yo, nos mira.
Por esa vida que arderá en sus venas
tendrían que amarrarse nuestras vidas.
Por esas manos, hijas de tus manos,
tendrían que matar las manos mías.
Por sus ojos abiertos en la tierra
veré en los tuyos lágrimas un día.
2
Yo no lo quiero, Amada.
Para que nada nos amarre
que no nos una nada.
Ni la palabra que aromó tu boca,
ni lo que no dijeron las palabras.
Ni la fiesta de amor que no tuvimos,
ni tus sollozos junto a la ventana.
3
(Amo el amor de los marineros
que besan y se van.
Dejan una promesa.
No vuelven nunca más.
En cada puerto una mujer espera:
los marineros besan y se van.
Una noche se acuestan con la muerte
en el lecho del mar).
4
Amor el amor que se reparte
en besos, lecho y pan.
Amor que puede ser eterno
y puede ser fugaz.
Amor que quiere libertarse
para volver a amar.
Amor divinizado que se acerca
Amor divinizado que se va.
5
Ya no se encantarán mis ojos en tus ojos,
ya no se endulzará junto a ti mi dolor.
Pero hacia donde vaya llevaré tu mirada
y hacia donde camines llevarás mi dolor.
Fui tuyo, fuiste mía. ¿Qué más? Juntos hicimos
un recodo en la ruta donde el amor pasó.
Fui tuyo, fuiste mía. Tú serás del que te ame,
del que corte en tu huerto lo que he sembrado yo.
Yo me voy. Estoy triste: pero siempre estoy triste.
Vengo desde tus brazos. No sé hacia dónde voy.
...Desde tu corazón me dice adiós un niño.
Y yo le digo adiós.
Me encanta Dios
Jaime Sabines
Me encanta Dios. Es un viejo magnífico que no se toma en serio. A él le gusta
jugar y juega, y a veces se le pasa la mano y nos rompe una pierna o nos
aplasta definitivamente. Pero esto sucede porque es un poco cegatón y
bastante torpe con las manos.
Nos ha enviado a algunos tipos excepcionales como Buda, o Cristo, o
Mahoma, o mi tía Chofi, para que nos digan que nos portemos bien. Pero esto
a él no le preocupa mucho: nos conoce. Sabe que el pez grande se traga al
chico, que la lagartija grande se traga a la pequeña, que el hombre se traga
al hombre. Y por eso inventó la muerte: para que la vida -no tú ni yo- la vida,
sea para siempre.
Ahora los científicos salen con su teoría del Big Bang... Pero ¿qué importa si
el universo se expande interminablemente o se contrae? Esto es asunto sólo
para agencias de viajes.
A mí me encanta Dios. Ha puesto orden en las galaxias y distribuye bien el
tránsito en el camino de las hormigas. Y es tan juguetón y travieso que el otro
día descubrí que ha hecho -frente al ataque de los antibióticos- ¡bacterias
mutantes!
Viejo sabio o niño explorador, cuando deja de jugar con sus soldaditos de
plomo y de carne y hueso, hace campos de flores o pinta el cielo de manera
increíble.
Mueve una mano y hace el mar, y mueve la otra y hace el bosque. Y cuando
pasa por encima de nosotros, quedan las nubes, pedazos de su aliento.
Dicen que a veces se enfurece y hace terremotos, y manda tormentas,
caudales de fuego, vientos desatados, aguas alevosas, castigos y desastres.
Pero esto es mentira. Es la tierra que cambia -y se agita y crece- cuando Dios
se aleja.
Dios siempre está de buen humor. Por eso es el preferido de mis padres, el
escogido de mis hijos, el más cercano de mis hermanos, la mujer más amada,
el perrito y la pulga, la piedra más antigua, el pétalo más tierno, el aroma
más dulce, la noche insondable, el borboteo de luz, el manantial que soy.
A mí me gusta, a mí me encanta Dios. Que Dios bendiga a Dios.
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