¿Cuánto vale el vuelo de la monarca? Una aproximación a la valoración económico-ambiental Dante Ariel Ayala Ortiz1 E l mundo natural está pleno de recursos, fenómenos y manifestaciones que encierran un extraordinario valor. ¿Cuánto vale el vuelo de la mariposa monarca? constituye una sencilla pregunta con la que se pone en relieve la importante y delicada tarea del reconocimiento y estimación del valor de los bienes ambientales. La inmensa mayoría de los habitantes de América del Norte tienen conocimiento del enorme interés que en menos de tres décadas ha despertado la maravillosa migración de la mariposa monarca. En pocos años, la atención ha pasado de la curiosidad científica por descifrar los enigmas de tan asombroso fenómeno natural, a la demanda de la sociedad civil por su protección, y a la preocupación gubernamental por su manejo y conservación. Pero, si su origen se remonta al menos a dos millones de años y su migración entre México, Estados Unidos y Canadá es milenaria, ¿de dónde surge tan repentina importancia por conocer, proteger y aprovechar este vistoso insecto de potentes alas? Si lo que la diferencia entre más de cien mil diferentes mariposas es el fantástico viaje por hasta cuatro mil quinientos kilómetros a lo largo de Norteamérica, entonces, ¿Cuánto vale el vuelo de la mariposa monarca? ¿Es el valor de este comportamiento migratorio equiparable a los cientos de millones de pesos que en más de veinte de años se han aplicado en la Región de la Biósfera de la Mariposa Monarca, o al valor económico no explotado en los bosques del Oriente michoacano? Luego, ¿es la Monarca un bien ambiental poseedor de valor natural inmanente? O, por el contrario, ¿es blanco de una valoración antropogénica subjetiva, recargada de un remordimiento generacional por la destrucción ambiental masiva? Ciertamente, dar respuesta a cuestiones tan escabrosas ameritaría una larga y espinosa discusión desde muchos frentes, lo cual no es propósito de este artículo. En su lugar, es a partir del sencillo planteamiento anterior que se contextualiza el objetivo central, consistente en poner de relieve la importante y delicada tarea del reconocimiento y estimación del valor de los bienes ambientales. Una aproximación al debate sobre el valor del mundo natural Preguntarse por el valor de algo es más complejo de lo que parece, aunque sea una operación que realizamos todos los días. No es lo mismo discutir sobre el valor de una computadora que sobre el valor de una mascota o el de una persona. Valorar supone una operación de la razón que, hoy por hoy, parece que sólo realizan los seres humanos: somos los únicos que analizamos las implicaciones de nuestro comportamiento sobre los demás, y con base en ello, modificamos nuestro proceder. Pero, el hecho que el humano es la única fuente para hacer juicios de valor no significa que el humano sea la única fuente de valor. La pregunta es: ¿goza el resto de los componentes de la biósfera de los mismos derechos que los seres humanos? En nuestro caso, preguntaríamos ¿es la mariposa monarca igualmente merecedora de consideración moral tan sólo por su extraordinario vuelo? De acuerdo con la tradición cultural que ha puesto al hombre en el centro del cosmos (antropocentrismo), se afirma que es la especie humana quien da valor al resto de sus componentes, y en función de quien éstos lo adquieren. Así, el ser humano es el único sujeto del derecho fundamental: no sólo tiene un valor inmanente sino que además posee el derecho de decidir qué otros seres o cosas tienen valor y qué tipo de valor. Desde la perspectiva antropocéntrica, no hay un valor inmanente en el delicado batir de las alas de nuestra mariposa: el vuelo de la monarca es valioso, porque al hombre le parece que así lo es; bien porque satisface sus necesidades de recreación o satisfacción estética, bien porque ha encontrado una utilidad en él, o bien, por cualquier otro motivo. No obstante, sin conceder la validez de esta reduccionista postura antropocéntrica, nuestro problema de valoración del vuelo de la Monarca aún no está resuelto: falta encontrar qué tipo de valor es lo que interesa al humano y cómo podemos estimarlo. En economía ambiental se manejan diversos métodos para establecer el precio de la Naturaleza, los que podrían ser clasificados en dos grandes grupos: A) Los métodos indirectos que analizan la conducta de las personas, tratando de inferir, a partir de dicha observación, la valoración implícita que le otorga al bien objeto de estudio; en este caso algunas características del medio ambiente. Forman parte de esta familia fundamentalmente tres métodos: 1) el método de los costos evitados o inducidos; 2) el método del costo del viaje; y 3) el método de los precios hedónicos. B) Los métodos directos que buscan sencillamente que la persona revele directamente su valoración mediante encuestas, cuestionarios, votaciones, etc. En términos generales, el ejemplo clásico es el método de valoración contingente, en sus diversas modalidades. Consideraciones finales Tomando en cuenta que la mayoría de los recursos naturales son bienes públicos y de libre acceso, carecen de un mercado donde intercambiarse y, en consecuencia, se desconoce su precio. La ausencia de la valoración de estos recursos puede llevar a su uso inadecuado o a sobreexplotarlos, al pasar de un estado de conservación a otro más deteriorado, lo que afecta los flujos de bienes y servicios que benefician a la población, por lo que se hace necesario contar con esquemas e instrumentos que nos aproximen a medir su valor. La valoración económica de bienes ambientales es un instrumento económico que permite obtener un indicador monetario de la importancia que tiene para una sociedad sus recursos naturales. Este valor revela una aproximación al costo del uso y escasez de los recursos, pero no debe tomarse como el valor completo y exhaustivo de éstos y que por lo mismo puede tratarse como cualquier bien de mercado, sino como un referente para la toma de decisiones sobre el aprovechamiento de recursos naturales y la gestión ambiental desde una base sustentable. Algunos de los instrumentos estrictamente económicos para la valoración del mundo natural (por ejemplo, la calidad ambiental) no recogen la complejidad de los sistemas ecológicos, puesto que son mono-criteriales y por tanto, sólo captan un criterio de descripción de la realidad; en este caso se reducen a la dimensión económica entre la compleja diversidad de dimensiones que atañe. Si el valor de bienes ambientales involucra la consideración de planos que van más allá de su sentido utilitario y de la optimización de precios y cantidades, lo que implica componentes relativos a múltiples dimensiones, entonces el proceso de la valoración de ese bien ambiental debe ser multidimensional, y en ese sentido, multi-criterial. Finalmente, hay que tener presente que no es lo mismo económicamente valorable que moralmente válido ni que ecológicamente valioso. Aún existe un gran debate por la valoración de lo inconmensurable, e incluso por la necesidad de adoptar un nuevo modelo epistemológico post-normal que permita acercarnos a valorar por ejemplo, ¿cuánto vale el vuelo de la Monarca? 1 Facultad de Economía, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. [email protected]