Subido por Valentina Trossero

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ESTOS LUCAS Y UN TAL CORTÁZAR
Con respecto a este cronopio que es Lucas, Cortázar ha declarado: «...él es un poco mi alter ego en algunas de sus situaciones, es
decir, que él hace lo que yo hubiera hecho; pero esto no abarca la
totalidad del personaje, porque Lucas hace un montón de cosas que
yo no hubiera hecho nunca...» (1). En síntesis, Lucas se sale de Cortázar, como Cortázar se sale de Lucas, en el mismo sentido del 'sálese
mi amo' en El Quijote. De Lucas, sobre todo Mama la atención la capacidad que tiene para lo lúdíco; aun en situaciones dramáticas asume
consciente o inconscientemente, actitudes, gestos, razonamientos, o
simplemente tics, que lo muestran en el rescate de la infancia. En este
sentido, Lucas, absurdo, desfasado, esquizoide (o más, rayado), vulgar,
tímido, ocurrente, miedoso, poeta, es fundamentalmente un revulsivo.
Es un revolucionario, en el sentido de su otro yo, quien muy lúcidamente sostiene; «Se me ha criticado —en mi opinión, muy lamentablemente— el que yo tratara a la revolución desde lo lúdico, pero el
juego es muy serio —esto lo saben muy bien los niños—. La alegría
es la condición humana en la que lo exterior y lo interior están en armonía. Y hacia esa alegría debe tender la revolución» Í2}. Evidentemente una de las constantes en Cortázar es el intento de delimitar,
o por lo menos de aclararse, y si no justificar, darle un fundamento
coherente a la función del escritor. Jugando, jugando, Lucas también
participa de esta preocupación; sin llegar a grados como los de la
polémica con Collazos [3), tiene sus intervenciones y propuestas en
«...discusiones partidarias» (4). Así, entiende que al escritor se le
exige: «...que se abstenga / de explorar más allá de lo explorado, /
o que explore explicando lo explorado / para que toda exploración se
(1) Julio Cortázar: «Lo fantástico incluye y necesita la realidad», entrevista de Osvaldo
Soriano y Norberto Colominas, El País, 25 de mayo de 1979, p. !V.
(2) Transcripción hecha por Ya de la rueda de prensa ofrecida en los locales de Editorial
Alfaguara, p. 40, 5 de noviembre de 1977.
(3) «Literatura en la revolución y Revolución en la literatura» (polémica). Edit. Siglo XXI,
5.a edición, México, 1977.
(4) Cortázar, Julio: Un tal Lucas, Edit. Alfaguara, Madrid, 1979. (Las citas que corresponden a Lucas, a continuación, se paginarán en e! texto mismo.)
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CUADERNOS HISPANOAMERICANOS. 364-366.—36
integre / en [as exploraciones terminadas», [Lucas, p. 177], Los que
plantean estas exigencias no dicen cuántos son los hablantes que
pueden hablar y además leer, y si leen qué tipo de lectura frecuentan. Tampoco, que el escritor lo es en unas condiciones en las que la
división del trabajo implica que el ser humano como forma de alienación se adiestra unilateralmente; por eso, su capacidad de exploración, frente a los otros que no, está históricamente condicionada; luego cuantas más posibilidades de desarrollo cualitativo tenga a nivel
individual, más se alejará de la 'masa' y aun de la vanguardia intelectual; pero no es cuestión de culpa y castigo, sino de estratificación social, El lenguaje enajenado por la literaturídad se enfrenta con
el hablante enajenado por sus carencias. Esta situación no debe comportar retroceso, sino, por el contrario, corresponde la apertura de
canales de desarrollo y aumento de calidad en todos los individuos
[tanto del escritor como del lector). Si el sistema ni siquiera nos deja
la palabra, entre las acciones revolucionarias está el asumirla.
Tal vez, detrás de las posturas limitadoras de los procesos-productos-experimentales, subyace la negación del socialismo como camino
para que el hombre se despliegue en todas sus posibilidades, de tal
modo que, como «explorar más alta de lo explorado» puede llevar a
descubrir cauces insospechados sobre los que no se aplicaría el 'control', se priorita el retroceso antes que el avance para todos. También
la postura contraria, que ve al intelectual, en este caso el escritor,
como un ser elegido, privilegiado, etc., debe ser acotada, porque en
otros sentidos, se trata de un ser deficitario o alienado como el que
más. Y precisamente una de las pautas de su parcelación se verifica
en que a título individual suele creer que puede liberarse (por la escritura] del sistema. Sin embargo, ios filtros son cuidadosamente
aplicados. Por eso lo de las veredas, y que hay escritores que ayudan
a mantener el sistema, y otros que ayudan a preparar e! cambio. En
este sentido es adecuada la interpretación de Galeano: «A modo
de un espejo de doble fondo, la literatura puede mostrar lo que se ve
y lo que no se ve pero está; y como no existe cosa que no contenga
su propia negación, opera a menudo como venganza y profecía. La
imaginación abre nuevas puertas a la comprensión de la realidad y presiente su transformación: anticipa, por el sueño, el mundo a conquistar, a la par que desafía el inmovilismo del orden burgués» (5).
En cuanto a ¿«No será, che, que para ciertos niveles todo lo que
no es inmediatamente claro es culposamente oscuro?» (Lucas, p. 180).
Puede que sí, pero en todo caso esos niveles ignoran u olvidan una
(5] Galeano. Eduardo: «Diez errores o mentiras frecuentes sobre literatura y cultura en
América Latina», en El viejo Topo núm. 45, junio 1980, Barcelona, p. 16.
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profesión, a la que se le asigna básicamente la tarea de interpretar
el mensaje, me refiero a la de crítico literario (yo, no). Y es precisamente el sistema el que genera esta necesidad de un intermediador.
Ahora bien, en el modelo socialista, es concebible, por variación,
tanto de las condiciones de producción como de las de lectura, que
los textos no necesiten mediatizadores, no por estupidización textual,
sino por aumento de calidad del lector. Entonces, el crítico podrá descubrir sentidos, no ya con la obsesión de alumbrar rezagados, sino
como juego.
Pero no sóJo a los demás les preocupa cada tanto el problema de
la oscuridad, o por lo menos de las dificultades del discurso, Lucas,
en «...sus comunicaciones» [p. 31], se arma de coraje y piensa acerca de una situación en la que no se establece auténticamente el circuito comunicativo, porque si bien existe el emisor (ausente = algún
escritor), el mensaje («No es que sean cuestiones particularmente
abstrusas...», p. 31), y el lector (Lucas, con «relectura forzada,..»
[p. 31] y todo) como éste no es capaz de interpretar el mensaje,
como el escritor está ausente, y no puede cumplir con la función
fática, como tampoco tiene a mano a ningún crítico, entonces se produce la «caída subsiguiente y húmedo plof» [p 31].
La situación más ilustrativa es aquella que la teoría de la comunicación considera como recursiva: Lucas, escritor-emisor, para un
destinatario-lector que es Lucas. Frecuentemente las funciones de emisor y receptor representan a distintos sujetos, pero cuando remiten
al mismo, o se está en presencia del soliloquio, o de un loco. Estos
datos en situación de texto escrito implican comúnmente un emisor
(escritor) y varios receptores (lectores) (difusión), pero cuando el escritor es lector de su propia producción, se cumplen las dos funciones en analogía con el soliloquio o el loco; ahora bien, la capacidad
de retroalimentación es más atenuada en la oralidad que en la lectura, por lo que en ésta el texto llega a objetivarse, se extraña, y es
posible corregirlo (o no).
Cuando Lucas es sucesivamente (la simultaneidad no tiene gracia)
autor y lector de sus textos se concibe como uno y múltiple; por una
parte porque escribe para sí, por otra porque representa a los otros:
«...uno mismo tiene que ser también los demás...» [p. 32] entonces
el circuito (entre Lucas y Lucas, o entre Lucas y sus representados,
da igual) se establece «siempre que lo escrito nazca de semilla y no
de injerto» [p. 32]. En última instancia, todas estas especulaciones
constituyen un juego momentáneo que pronto lo aburren (según esta
intérprete) porque lo de Lucas, se sabe, es la espontaneidad, y además porque: «...le importa un bledo el destinatario, puesto que.lo tie563
ne ahí a tiro, escribiendo lo que él lee y leyendo ío que el escribe,
que tanto joder» [p. 32],
Que Lucas es un revolucionario ío confirman sus «críticas de la
realidad» [p. 37], Si bien como cualquier mortal suele emitir profundos juicios que corresponden a la lógica de la identidad, ejemplo:
«Esta planta es esta planta» [p. 37], no se engaña en cuanto que una
es la relación de los conceptos, o el análisis del ente fuera de todo
contexto y tiempo, y otra es la realidad en la que dialécticamente
se da el cambio en una relación de situación y sucesión, por eso: «esta
planta vaya a saber lo que es en otro contexto.. » [p. 37]
Cabe destacar que en su análisis de lo real, la introducción de
los factores tiempo y causalidad, se presta a confusiones. Cuando
propone «Esto (ya) no es esto, porque yo (ya) no soy yo (el/otro
yo)» [pág. 37], el adverbio temporal entre paréntesis parece indicar
opcionalidad, formulación en todo caso inadecuada; pero también
se puede interpretar como dato que guía el sentido en que se debe
leer una proposición del tipo: esto no es esto; además, la causalidad
establecida sería dialécticamente aceptable si su lectura fuera: no
veo esto como lo veía antes, porque esto cambió y yo también cambié. Es decir, el cambio se da tanto en lo objetivo como en ¡o subjetivo, o esto ya no es esto, porque cambió independientemente de
mi cambio, Al parecer, estas nociones las intuye muy bien Lucas
cuando concluye que «...la fisión de la costra de lo real se da en
cadena» [p. 38],
La preocupación por la realidad, su dialéctica, y la lógica sofística
del poder reaparece en la segunda parte del texto, en la que el personaje es el otro Lucas, es decir, Cortázar. En «Nos podría pasar, me
crea» [p. 73] la anécdota remite a los mecanismos que se plantean
en los regímenes dictatoriales para obtener la liquidación de la libertad de expresión. En este caso se trata de la supresión de los mensajes escritos. Un «mandamás» compra un invento aunque se le advierte que perderá la scripta manent oficial y partidaria; se consuela
porque «—Qué le vamos a hacer, de cualquier modo salgo ganando
si es verdad que...» [p. 74], La postura del dictador es obvia, por eso
se presenta con una expresión de ruptura, técnica tan cara a Cortázar.
Para quien quiera, el contexto y la situación agregan lo no expresado.
El invento tiene como fundamento una aporía del tipo de las de
Solón: si una palabra es una serie de letras, si una letra es una línea
(si una línea es un conjunto continuo de puntos), como una piola (es
una realización material de una línea), entonces, pegando un tirón
en la punta, la línea se vuelve recta (ergo: desaparecen las letras,
etcétera).
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El chiste del relato consiste en que todo se borra menos lo que
escribe el sabio, por eso, a pesar de las censuras, podemos leer el
cuento, y además porque todo sistema genera su propia contradicción.
Este otro Lucas arremete también contra el consumismo. En Un
pequeño paraíso [p. 81] texto que parece un puro juego, cala hondo en los grados de sofisticación que utiliza el poder para aniquilar
ai ser humano. La locaiización: un país gobernado por el general
Orangu. Léase: dictadura militar. Orangu, apellido de pura raigambre
antropomórfica, como dices Casares, correspondiente a individuos robustos e inteligentes. (Sé de otro país, tal vez ocurra también en éste,
en que los apareamientos de esta familia y, para conservar la pureza
de su sangre, están permitidos con el linaje de los Gori). En tal lugar,
la (in-)justicia social es sabiamente programada por el Estado, de tal
modo que todos puedan sentirse (in-)felices, aunque «Bien mirado, los
habitantes son dichosos por imaginación más que por contacto directo con la realidad...» [p. 82]. Desde el círculo vicioso consumista en
que se ve sumergido el pueblo al mercado negro, propiciado por el
gobierno militar para beneficio de los coroneles, el relato se desenvuelve sencilla, humorísticamente; terrorífico en lo que concierne a
su sentido.
El poderoso consumismo todo lo impregna, y en Novedades en los
servicios públicos [p. 117] llega para destruir la imagen del metro,
que Manuscrito hallado en un bolsillo (6) había creado en nuestras
ingenuas mentes. Personalmente me había creído lo de que en el
metro «...todo ocurre bajo e\ signo de la más implacable ruptura...»
(Octaedro, p. 51). Lo cierto es que el sistema también llega al metro
para introducirlo en la norma, o sea, para romper, por lo menos en
parte, la ruptura.
Que el del metro es uno de los temas preferidos, ¡o reconoce el
mismo otro Lucas, en la cláusula inicial autorreferente de Novedades...: «Personas dignas de crédito han hecho notar que el autor de
estas informaciones conoce de una manera casi enfermiza el sistema
de transportes subterráneos de la ciudad de París, y que su tendencia a volver sobre el tema revela trasfondos por lo menos inquietantes» [p. 117]. Novedades... difiere de Manuscrito... en cuanto a
la anécdota y estructuración de personajes, pero en ambos se juega
con las posibles combinaciones de los ramales métricos. Las acciones están predeterminadas (calendario de rutas del restaurante, combinaciones que deberá elegir la muchacha para que la relación sea
[6)
Cortázar, Julio: Octaedro, Alianza
Edit., Madrid, 1974, pp. 51-63.
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factible); sólo los iniciados las conocen, de tal modo que para el
común de la gente resultan eventos azarosos.
El motivo desencadenante de Novedades... es la instalación de un
coche comedor en el metro y cómo se planifica, de acuerdo a un
estudio cuidadoso de mercado, su mejor funcionamiento dirigido a una
élite ultraexclusiva,
En Manuscrito... un «yo» contradictoriamente torturado y lúdico,
juega a buscar [o evitar, vaya a saber) la felicidad. Para ello inventa
unas reglas, cuya transgresión por parte de la antagonista, que ob'
viamente desconoce el juego, implica el abandono. El jugador duplica
los personajes, ya que persigue a uno real, y a otro reflejo en el cristal de la ventanilla, autónomo en algunas conductas y a la vez ligado
al primero (ej. Margrit-Ana). Sus acciones están regidas por la esfera
del deseo: cuando la idea del juego lo domina carece de voluntad.
El conflicto se genera porque el jugador transgrede la ley y provoca
un desorden (ruptura) en los hábitos: interpela a Ana-Margrit, cuando
no corresponde. Para recuperar el orden inicial es necesario en definitiva retomar el juego, esta vez con el consenso de la muchacha,
que ahora conoce las reglas y que en realidad se llama Marie-Claude.
Con la misma localización de esta pequeña gran historia, el relato
de Manuscrito presenta, siempre como juego, la corrupción a la que
puede llegar la sociedad de consumo en todos los niveles: desde los
obreros, que han perdido su conciencia combativa, a las esferas gubernamentales, que se aplican a proteger y convalidar un próspero
negocio privado.
La imagen de la gratuidad funcional del consumismo (que no económica) también se trata en la III parte de Un tal Lucas. En sus «...estudios sobre la sociedad de consumo» [p. 157], este Lucas (es decir,
el otro yo de Cortázar), ejemplifica con la madre patria (léase España,
ya que la patria, obviamente, es Argentina). Se trata de un país de
economía dependiente (esta es la causa; aunque en el texto no se
explícita se puede deducir por la existencia de firmas internacionales
como el Bazar Dos Mundos o Ivés St. Laurent) en el que los huevos
pasados por agua sólo sirven para comer, «...así se cortan ciertas
cadenas de la felicidad que se quedan solamente en cadenas y bien
caras, dicho sea de paso» (pp. 157-158). Moraleja: una situación semejante es inconcebible en un país auténticamente desarrollado.
Entre paréntesis, el ruido de rotas cadenas (no precisamente las
de la liberación de la dependencia, ya que ésta sólo cambia de signo)
se deja oír junto a coronas de eternos laureles calcinados en «...su
patriotismo», «...su patrioterismo», por fin, «...su patiotismo» (pp. 2530); letras más, letras menos, los tres muestran entre datos típicos
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y autóctonos, los elementos de un colonialismo tan internalizado que
de pura costumbre se asume como característica inherente: ejemplo:
«...el sabor del Cinzano con ginebra Gordon en el Boston de Florida...» (p. 25).
Creo que resulta clara en la temática hasta ahora tratada, la orientación ideológica, tanto de éste como del otro Lucas. Sin embargo, el
compromiso, en el sentido de revolución, de búsqueda, en el antes
mencionado de ruptura, se puede ver además de en lo temático, también en los datos formales, tanto de estructuración de textos como
de uso de lenguaje, ya sea en el nive! sintáctico o de vocabulario,
inmediatamente perceptibles, o más allá, en el semantismo del discurso. Así, por ejemplo, Diálogo de ruptura (p. 128) se construye sobre
estructuras sintácticas (oraciones) inconclusas; sin embargo, se ordenan de tal modo que unas condicionan la continuación de las otras;
es decir, por una parte el contexto y por otra la situación que paulatinamente va armando el lector, concluyen por completar un sentido
probablemente bastante adecuado. La lectura es trabajosa, pero no
difícil ni ¡mposible. Apela a la imaginación del lector.
Otro aspecto de la técnica de ruptura se patentiza en «...su arte
nuevo de pronunciar conferencias» (p. 51) en donde lo típico es la
efusión del tema que se va a tratar (Honduras); eí pretexto; Lucas
encuentra que la mesa que hay entre él y el auditorio es un obstáculo comunicativo insalvable. Con gran nostalgia se puede asociar esta
conferencia de Lucas con la del daño que hace el tabaco.
Un ejemplo bastante complejo de ruptura, por su novedad experimental en cuanto a la organización del personaje lo constituye Maneras de estar preso (p. 137). Se trata de un relato en primera persona con estructuras autoincrustadas (reiteradamente manejadas por
Cortázar), pero en el que la omnisciencia del personaje llega a diferenciar su postura de la del autor, a leer el texto que se produce y
que a la vez produce la historia en la que es actante. Al mismo tiempo el personaje establece una relación explícita con el lector. Ante
un conjunto de acciones y situaciones que le son predeterminadas
reacciona con rebeldía pirandelliana, en un desgarrado: «...rechazo
este texto donde alguien escribe que yo rechazo este texto...» (p, 138).
Lenguaje y metalenguaje usados ambos como componentes continuos
del texto. Técnica similar, de imágenes autoincrustadas, pero en las
que cada parcela especular, retoma la historia y la completa, se observa en «La dirección de la mirada» (p. 141).
El humor rebelde llega a desnudar las metáforas antropomórficas
en «...sus intrapolaciones» (p. 33), texto que pone en evidencia cómo
el lenguaje no tiene por qué representar un conocimiento científico
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de la realidad, y cómo los hablantes usamos el vocabulario ignorantes de la convención, para asignarle un valor de identidad con la esencia de la cosa a la que representa. El problema del vocabulario también ocupa un apartado en Vida de artistos (p. 87), en donde el otro
Lucas sostiene: «Dentro de una civilización resueltamente androcrática
como la de Latinoamérica, corresponde hablar de artistos en general,
y de artistos y artistas en particular» (p. 87). Se trata de una propuesta digna del mejor semantista, ya que relaciones de este tipo
existen en ía pauta de la lengua. Así, en una representación diagramática que mostrara las inclusiones y las oposiciones se tendría,
comparativamente con otro ejemplo:
artistos
día
artistos
día
artistas
noche
En el análisis digamos morfosemántico, se trata en particular la
flexión de las palabras con género en -a / -o. Pero sin transición se
pasa a datos extralingüísticos: «A mí me parece esto tan justo que
sigo convencido de que actividades tales como las de turista, artista,
contratista, pasatista, escapísta, deberían formar sus desinencias con
arreglo al sexo de sus ejercitantes» (p. 87). Obviamente no son tas
actividades, sino las palabras que las designan las que habría que
desinencias Aunque no se menciona en el texto, recuerdo el caso de
un país (con muchas actividades escapistas y machistas), en el que el
género de la palabra que remitía a una actividad comúnmente asociada
con dictador, dictadura y con militar, llegó a producir una cierta confusión. En un determinado período de su historia, este país tuvo una
jefa de estado a la que no se sabía si designar como 'presidenta' o 'presidente'. Una de las razones era la falta de práctica, y otra que no todo
es problema de o.
En ¿Qué es un polígrafo? (p. 99), sigue el juego semántico con
consulta de diccionario y todo. Un instinto condicionado por la práctica me ilevó a verificar la cita del Diccionario de Casares. Usé la
segunda edición de 1977. En la página 840 trata artículos como «tronerar» y siguientes; en la página 664, en ésta sí, están las acepciones
de palabras tales como «poligrafía» y «polígrafo». Casares coincide
con la Real Academia Española en un tercer significado para «poligrafía»: «ciencia del que escribe sobre asuntos diversos». La conclusión
es que: o el autor consultó un diccionario apócrifo, o no miró la tercera
acepción, o se distrajo y no la vio, o no se distrajo y no la usó, porque
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si no hubiera tenido que redactar de otro modo la primera parte de!
texto.
En cuanto a la abundante producción del señor Johnson, creo que
ni en Latinoamérica ni en la Madre Patria puede asombrar a los intelectuales, para, quienes el pluriempleo va conjuntado íntimamente con
el desempleo, y cuanto más disímiles sean las materias que puedan
tratar, más prestigio logran. Entre las reseñas atribuidas al señor
Johnson, cabe destacar «Ensayo sobre las Aguas, de Lucas». En algún
momento he llegado a presuponer (mal por cierto), que se trataba de
este Lucas, pero si bien por el tema podría coincidir con las preferencias de alguien que como Lucas se representa a sí mismo en «...su
arte nuevo...», y aún el anacronismo se podría salvar midiendo su biografía en años caracol (ver: «... sus largas marchas» p. 2Q8), sin embargo, Lucas no hubiera podido sobrevivir en el siglo XVIII, por su
patriotismo y por lo de las invasiones inglesas.
Un último ejemplo, de los varios que se pueden seleccionar de humor y rebeldía, concierne al afán filológico del otro Lucas. En «Texturologías» fp. 75] critica a la crítica que usa el texto como pretexto. Se
extractan seis estudios, de los que sólo el primero hace alguna referencia al poemarío y poeta en cuestión; los cinco restantes, con un
vocabulario ultraespecializado [que resulta tan absurdo como el léxico
del artículo taurino elegido por Lucas para sus clases de español, página 39], hacen crítica de la crítica, y paradójicamente en el último
(cuyo autor probablemente no esté enterado de cómo comenzó la cadena) se usan dos versos de uno de los poemas pretextados, como
fundamento de las ideas expuestas. En fin, que los textos se dicen
por sí mismos, !o demás es puro juego. Inclusive este estudio.
MYRIAM NAJT
Galileo, 47, 1.° B
MADRID 15
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