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Circularidad y paradoja temporalidades e

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Circularidad y paradoja: temporalidades en “Imaginar el pasado, recordar el
futuro” de Carlos Fuentes
Lucas Martín De Mec
En el presente trabajo se pretenderá rastrear elementos discursivos del ensayo
“Imaginar el pasado, recordar el futuro” (1995), del escritor mexicano Carlos Fuentes,
que den cuenta de la construcción de la temporalidad en su texto. La temática está
planteada desde el inicio con un título que, como operador de sentido principal, nos
presenta una construcción problemática. Desde lo sintáctico, se trata de una oración
gramatical. Se trata de dos sintagmas cuyos núcleos en ambos casos son verboides
infinitivos de primera clase, seguidos cada uno de un objeto directo que completa ambas
predicaciones.
El conflicto de sentido se produce cuando se reflexiona acerca del título desde un
nivel semántico de la construcción. El verbo “imaginar” suele seleccionar como
complemento directo sintagmas nominales que tengan como rasgo principal un núcleo
sustantivo que se posicione, desde un plano discursivo, en una temporalidad posterior al
momento de enunciación. Sin embargo, el título propone la palabra “pasado” como
argumento de este proceso.
De igual manera, la tensión en el segundo proceso de esta oración no se debe a la
combinación de las palabras sino al papel temático y los roles que selecciona el verbo.
“Recordar” requiere, por la naturaleza semántica de sus límites léxicos, un objeto directo
cuyo núcleo sustantivo se ancle en un momento previo al tiempo presente de la
enunciación. Nuevamente, la elección es disonante. El sintagma elegido por Fuentes es
“el futuro”, argumento posicionado en las antípodas de aquello que a priori selecciona el
verboide “recordar”.
Esta tensión de ninguna manera se debe a una consecuencia inocente de la
escritura de Fuentes, sino que está en profunda relación con varios niveles de análisis
lingüístico a lo largo de todo el ensayo: morfosintáctico, semántico y hasta pragmático.
El binomio “pasado / futuro” es un tópico recurrente en todos los pasajes del texto, pero,
particularmente, se cargará de nuevos sentidos hacia el apartado final.
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En el plano morfosintáctico, la problemática planteada se manifiesta directamente
en los valores que adquieren los verbos conjugados a lo largo de todo el ensayo de Fuentes
en torno al rasgo de tiempo gramatical. El apartado introductorio inicia en pretérito
perfecto: “Recientemente, el periodista Raúl Cremoux nos preguntó a un grupo de
mexicanos: ¿Cuándo empezó México?” (55). Más allá del carácter anecdótico que nos
presenta esta proposición y la potencial cita de autoridad que puede inferirse de este
pasaje -nociones que tienen lugar más adelante en el presente trabajo-, el yo ensayístico
nos presenta una serie de hechos acabados y cerrados en cuanto a su temporalidad desde
lo sintáctico.
La situación nos remonta a un acontecimiento previo al momento del presente de
enunciación para también plantear la temática del texto simultáneamente. La carga
semántica que porta el lexema del verbo “empezó”, así como también su desinencia
temporal anclada en pasado, nos llevan desde un primer momento al quid de la cuestión
que Fuentes pretende desarrollar. La anécdota continúa y el yo ensayístico responde en la
misma elección gramatical, pero ya desde la primera persona gramatical: “Un tanto
perplejo, consulté mi respuesta con un amigo argentino” (55).
Luego de darle un lugar de relevancia a este pasaje al comienzo del texto, se
presenta un barrido histórico que recorta una serie de eventos que atañen a los periplos
políticos, civiles y bélicos en los que se vio inmerso el pueblo mexicano con el correr de
los años. Todos estos acontecimientos son contados desde un tiempo gramatical pretérito,
salvo por el inicio de algunos subtítulos, que son construidos en presente en su mayoría,
a veces siendo parte de una perífrasis: “Regreso a una noche de lluvia” (57) o “Pero dos
factores más (…) deben ser evocados si queremos entender la tradición política
mexicana” (59).
El quiebre en cuanto al tiempo gramatical parece darse en la página 76, luego de
que el pasaje destinado a la revisión de algunos eventos de la Historia Mexicana
terminase. Se repite el segundo proceso verboidal del título del ensayo, pero esta vez con
una ligera diferencia: “Recordando el futuro” (76). Este cambio de infinitivo a gerundio
tensiona la cristalización del evento, dando la sensación de estirarse en el tiempo y una
carga semántica de acción inacabada. En este sentido, la oración que inicia el apartado y
que aparece inmediatamente después aporta cuestiones muy productivas, si continuamos
en esta línea de análisis: “Detrás de estos hechos hay otros que los sobrevivirán” (76).
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El tiempo cambió notoriamente. El yo ensayístico dejó de lado el pretérito para
pasar a desarrollar la temática planteada en presente gramatical. Sin embargo, una
particularidad reviste el verbo conjugado “hay”: su uso es típicamente impersonal. Lo
acompaña una construcción subordinada adjetival con un pronombre relativo, que
permite la aparición de una oración interna con un verbo conjugado, por vez primera, en
futuro: “sobrevivirán”.
Dos observaciones sobre este fragmento. En primer lugar, el impersonal puede
entenderse como un intento de borradura del sujeto gramatical. No obstante, si tenemos
en cuenta que el propósito principal del ensayo como género literario es presentar una
temática y desarrollar la defensa de una posición a través de una serie de despliegues
retóricos, podríamos pensar el sentido de este verbo en presente impersonal -que le otorga
a la oración el carácter de unimembre- como aglutinante. Los hechos no perviven per se,
sino debe haber alguien -o varios- que los tengan presentes continuamente para que
sobrevivan. Esta hipótesis será retomada en otros aspectos de este análisis textual.
En segundo lugar, el verbo en futuro dentro de la subordinada prefigura que el
ensayo no consistirá íntegramente en un racconto histórico y valoraciones estériles sobre
esos eventos. De esta manera, se prepara el terreno para un movimiento temporal hacia el
futuro en los últimos apartados del texto de Fuentes.
Luego de este pasaje breve, el ensayo le dedica varios párrafos al desarrollo de un
estado de la cuestión sobre el sistema político mexicano contemporáneo a la enunciación
de este texto, las consecuencias coyunturales de procesos anteriores y aquellas cuestiones
que podrían llegar a ser causales de eventos potenciales. Desde el plano morfosintáctico,
el tiempo gramatical se mantiene durante varias oraciones en presente, aunque, a veces,
suelen apoyarse en verboides que nuevamente terminan construyendo una perífrasis
verbal (“Es un retrato parcial pero ominoso” (79) o “La acción democrática desde abajo
y la justicia económica desde arriba pueden aún ser las fuentes para una democracia social
mexicana…”).
Entre estos dos ejemplos, aparece un nuevo verbo en futuro, dentro de una
pregunta retórica, herramienta discursiva que ha sido utilizada a conciencia durante todo
el ensayo de Fuentes: “¿Volveremos, en este caso, a nuestro dilema secular…?”. El verbo
no sólo se posiciona hacia un momento posterior al de la enunciación discursiva, sino que
también tiene la desinencia “-mos” de primera persona plural. El efecto aglutinante, que
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destacábamos párrafos atrás, parece ser un efecto de lectura pretendido por el autor en
varios segmentos del ensayo. El proceso en plural y hacia el futuro, pero encerrado en
una pregunta, sintetiza la temática y presenta una clave problemática en cuanto al accionar
de quien está leyendo estas líneas. Fuentes exige que el rol pasivo no tenga lugar en este
sentido, presenta la inquietud y dará respuestas de inmediato.
El presente impersonal aparece nuevamente hacia el final del estado de la
cuestión: “Hay que fortalecerlas, no administrando empresas quebradas, no invirtiendo
ridículamente en cabarets y refrescos, sino equilibrando las facultades del sector privado
(…) con las del sector público…” (80). La inquietud que el ensayo puso sobre la mesa se
reviste de un tono alarmante y de un pedido de inmediatez para las acciones que deben
ser tomadas para encontrar una respuesta a aquella pregunta retórica que se mencionó
algunas líneas atrás.
El presente ya dejó lugar al futuro en los rasgos gramaticales de los verbos
conjugados, que dan cuenta de un flamante carácter programático que se presenta por
primera y única vez en el texto de Fuentes: “habrá encontrado la clave”, “tendrá que
encontrar un acuerdo mayor que sume fuerzas” o “nada de esto se logrará con un
gobierno estrecho”. La pregunta retórica, así como también aquel verbo en futuro dentro
de una subordinada que funcionaba como argumento de un verbo impersonal páginas
atrás, dieron lugar desde las herramientas discursivas y las decisiones retóricas del yo
ensayístico al llamamiento final.
El movimiento desde el plano morfológico y sintáctico es notorio: se inicia con
un anclaje en una serie de hechos previos al momento de enunciación, para pasar a dar
cuenta del contexto de producción y que se sirva de ambas instancias como terreno fértil
para sus observaciones finales. El lector deberá transformarse en “quien sepa organizar
la nueva relación entre la sociedad y el Estado sobre bases democráticas” (80). Se puede
observar, entonces, un desarrollo discursivo desde el “fue”, pasando por el “es” y
finalizando con un “deberá ser”.
No decimos “será”. Insistimos en la decisión de la perífrasis verbal por la
naturaleza de los enunciados de Carlos Fuentes en este ensayo. La concreción del tinte
programático que reviste al pasaje final del texto no será una consecuencia de otros
procesos ni llegará por inercia, sino que dependerá de ese “nosotros” que construyó
sutilmente el yo ensayístico con el correr de las páginas.
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Una primera persona del plural que se manifiesta en el morfema “-mos” en las
últimas oraciones, pero que se venía preparando desde recursos retóricos casi
imperceptibles como el uso de impersonales en las oraciones unimembres con lexemas
que arrojaban el sentido hacia el futuro de la enunciación. Un “deberá ser” que se
construye lejos de los tintes torremarfilistas del modernismo latinoamericano de fines del
siglo XIX y principios del XX, y que se rehúsa al problema de la representación del
lenguaje que se tematizaba en las vanguardias. Se trata de un “nosotros” que se construye
desde la sumatoria del “ustedes” con el yo ensayístico, siendo este último aquel que tiene
las palabras para generar la inquietud colectiva pero no la fuerza para concretar por su
cuenta el programa propuesto.
Desde el plano pragmático, las estrategias discursivas que se despliegan en este
texto también dan cuenta del tratamiento de la temporalidad como posicionamiento de
Carlos Fuentes. El movimiento es consecuente con lo presentado anteriormente desde las
cuestiones morfosintácticas. El uso de la anécdota para plantear la problemática y la cita
de autoridad que refuerza el aparato retórico cuando se detiene en el planteo de Martín
Caparrós, nos lleva a un momento previo al de la enunciación. El relevamiento de una
serie de procesos históricos recortados para aportar al tema en cuestión mantienen el
anclaje en el pasado pero se desplaza dentro de esta zona: cambia de escenarios,
personajes históricos, grupos sociales y temporalidades dentro de esa gran zona histórica
previa a la escritura de este ensayo.
El estado de la cuestión funciona como una herramienta retórica que posiciona el
ensayo en el presente de enunciación por primera vez para plantear una característica
clave en su planteo: la relación entre Estado y sociedad como el mayor conflicto
coyuntural que no parece tener respuesta. Lo único que queda claro es la negación a la
débil respuesta que se le ha dado hasta ese entonces: la construcción de México como un
‘territorio de dos Naciones’, cada una destinada a un término de la oposición conflictiva.
Este procedimiento da lugar a una serie de preguntas retóricas que confluyen en la
conclusión discursiva del proyecto programático de Carlos Fuentes.
En este sentido, forma y contenido se construyen entre sí a lo largo de todo el
texto. Configuran el ensayo como si se tratase del anverso y el reverso de una misma hoja,
como si fueran elementos indisolubles uno del otro. Se retoma constantemente la tensión
temporal en prácticamente todas las páginas de “Imaginar el pasado, recordar el futuro”.
No es una sorpresa encontrar relaciones también desde el plano semántico: el matiz entre
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‘origen’ y ‘comienzo’. Esta diferenciación, encontrada por aquel grupo al que refiere
Fuentes cuando le da lugar a la anécdota generada con el planteo de Caparrós, permite el
desarrollo argumentativo de todo el ensayo. Al ligar el primer término a la Historia de
México (en mayúsculas) y el segundo a la Historia de la Argentina, posiciona al yo
ensayístico desde el inicio de la cuestión.
La tradición del país sudamericano se construyó a partir de la consolidación de
figuras heroicas (reales o ficticias) y procesos históricos cristalizados en una serie de
relatos. Pensemos, por ejemplo, en la Historia Argentina de Bartolomé Mitre, La guerra
gaucha de Leopoldo Lugones, o el tratamiento que autoridades como Ricardo Rojas, el
mismo Lugones o Jorge Luis Borges le otorgaron a la figura del gaucho matrero como
símbolo nacional a partir de una lectura del Martín Fierro de José Hernández como épica
o novela. Es necesario pensar en las claras influencias europeas en la literatura argentina,
ya que prácticamente casi todas las estéticas surgidas en el Viejo Mundo llegaban, tarde
o temprano, a Buenos Aires.
En contraposición, Fuentes piensa en el “origen” de México, retrotrayéndose a las
culturas precolombinas y el carácter oral de sus relatos, los diversos rostros que retratan
su país, el sangriento pasado de su nación, y las consecuencias que esos actos llevaron al
presente de su enunciación. Es por esto que la tensión presentada en el título del ensayo
cobra sentido: se debe imaginar el pasado para que sirva como clave de interpretación del
presente y brinde criterios de decisión hacia el futuro. Sólo basta con encontrar a “quien
sepa organizar”.
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