Dentro de los tratamientos que se ofrecen para drogodependientes

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Fuera de Ruta
Modelos de intervención en adicciones: el caso de las drogas inyectadas en
Hermosillo, Sonora
Rubén Carreón Diazconti*
COLSON/CENSIDA/AXRED
Dentro de los tratamientos que se ofrecen a los usuarios de drogas en Sonora, impera un
modelo de alta exigencia que tiene como única finalidad lograr la abstinencia con las
implicaciones morales que ello conlleva, sin embargo, este modelo que vincula
estrategias de prevención de adicciones a través de tácticas que fomentan la
desinformación, el estigma y el rechazo -como el hecho de argumentar que detrás de
cada adicto hay un delincuente o que las drogas matan- no ha tenido el éxito deseado
pues se sigue incrementando el número de usuarios de drogas y con ello el constante
ingreso de personas a programas de atención y tratamiento, lo que incrementa los
números en las estadísticas y engrosa los itinerarios terapéuticos y expedientes de
personas convertidas en clientes de clínicas y centros de rehabilitación locales.
La propuesta de reducción de daños –modelo alternativo que antepone la salud de los
usuarios de drogas- viene a contrarrestar los efectos del modelo abstinencial tomando el
uso de drogas como un hecho en sí, inevitable en dado caso si no es por la propia vía de
cada individuo apelando a su derecho de decidir, y bajo la encomienda de evitar el
agravamiento de la salud de aquellos implicados en las dinámicas de consumo de
drogas, una vez que éstas se llevan a cabo en contextos ya criminalizados y por ende,
clandestinos donde el riesgo es una constante, tal es el caso de las drogas de mayor
impacto en Sonora como el crystal, la cocaína y la heroína principalmente.
El Sistema de Vigilancia Epidemiológica de la Adicciones (SISVEA) estima que para el
año 2007 en el estado de Sonora hubo 342 usuarios de heroína registrados por
instituciones adscritas al sistema, en este caso organismos no gubernamentales
destinados a la atención y al tratamiento de las adicciones, esto representa
aproximadamente el 15 por ciento de la muestra trabajada que consta de 2,272 usuarios
de drogas en general, lo que posiciona a la heroína como la tercer droga de mayor
impacto en el estado. Cabe aclarar que esta cifra está constituida exclusivamente por
sujetos que demandan tratamiento en las instancias proveedoras de servicios de salud,
por lo tanto excluye a aquellos usuarios que no han contado con una red de asistencia; o
bien, que no han decidido abandonar sus situaciones de dependencia a sustancias debido
muchas veces al desencanto de los programas de atención y tratamiento, que en la
mayoría de los casos alejan a los usuarios de drogas de tales redes y quedan al margen
de las políticas de salud y de los programas gubernamentales destinados a la atención de
la problemática.
El uso de drogas sobre todo inyectadas, conlleva una serie de prácticas que ponen en
riesgo la vida, tales como el préstamo de materiales para preparar y consumir la droga,
principalmente el intercambio de jeringuillas ya usadas entre usuarios de drogas
inyectadas (UDIs), que en este caso representa un factor inminente de transmisión de
infecciones de la sangre como el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) y el Virus
del Hepatitis C (VHC) principalmente. Se sabe a ciencia cierta que la transmisión de
dichas enfermedades va a la alza en esta población, pues 2 de cada 10 UDIs son
portadores del VIH, mientras que 8 de cada 10 lo son del VHC.
Ante esta problemática y la creciente incidencia de VIH-SIDA y VHC en la población
usuaria de drogas inyectadas como la heroína, la cocaína y el crystal, urge reforzar las
propuestas de reducción de daños que además de resguardar la salud en el contexto
inmediato del consumo de drogas, tiene la encomienda de acercar a las redes de salud a
los sujetos involucrados en las dinámicas de uso y abuso de drogas para mejorar en todo
caso los modelos de atención y contribuir al mejoramiento de tratamientos adecuados
tomando en cuenta la voz de los implicados. Una de tales propuestas ha sido el
programa de intercambio de jeringas que con el apoyo del Programa Estatal de
Prevención de VIH-SIDA ya se ha venido realizando desde marzo del año en curso a
través de organismos no gubernamentales, principalmente la Asociación para la
Reducción de Daños a la Salud (AXRED), sobre todo en aquellos lugares frecuentados
por los UDIs, principalmente en los “picaderos” (lugares destinados para el consumo de
drogas inyectables). Sin embargo, estos intentos requieren el apoyo de los gobiernos
locales encargados de velar por la salud, así como de los cuerpos policiacos, que en
algunos casos han obstaculizado las actividades de prevención de VIH-SIDA y Hepatitis
C, inclusive ante el conocimiento de que dicha labor es prioritaria frente a la creciente
epidemia. Por ello una actividad respaldada por organismos federales encaminados a la
prevención del VIH-SIDA, como el Centro Nacional para la Prevención y el Control del
VIH-SIDA e ITS (CENSIDA).
La tarea no implica solamente a los propios usuarios de drogas, sino a la misma
sociedad de la cual forman parte, pues detrás de cada usuario de drogas hay una familia,
y sobre todo una vida que al igual que la de todos conlleva los mismos derechos a la
educación, al empleo, al trato digno, a la igualdad y sobre todo a la salud.
*Antropólogo Social y Maestro en Ciencias Sociales con especialidad en Salud;
coordinador de la Asociación para la Reducción de Daños a la Salud ( AXRED);
colaborador del proyecto “Intervenciones para disminuir los riesgos de contagio de VIHSIDA en población Usuaria de Drogas Inyectadas en Hermosillo, Sonora”, en conjunto
COLSON/CENSIDA
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