Subido por John Enos

Situación de los últimos días

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Í NDICE
10. SITUACIÓN DE LOS ÚLTIMOS DÍAS: LA
AGONÍA
SÍNTOMAS MÁS FRECUENTES Y CUIDADOS ENFERMEROS
Introducción
La mayoría de los pacientes en situación terminal pasan por una fase de deterioro que
precede en unos días a su fallecimiento y se denomina agonía. El Diccionario de la Real
Academia de la Lengua define la agonía como “Angustia y congoja del moribundo. Estado que precede a la muerte. Lucha, contienda”.
La agonía es la más profunda y difícil experiencia que cualquier ser humano debe afrontar, y provoca un conjunto de situaciones emocionales y psicológicas de gran fuerza y
complejidad. Es el periodo de tiempo previo a la muerte, que produce un gran impacto emocional en el paciente, en la familia y en el equipo multidisciplinar y se da en aquellas enfermedades en las que la vida se extingue gradualmente. Puede ser breve (unas
pocas horas) o más dilatada (durante días).
Esta situación puede dar lugar a claudicación emocional en algunas familias. Durante la
enfermedad ellos siempre están temiendo que su ser querido fallezca, pero llegada la
hora les parece imposible y el intenso dolor les provoca diferentes reacciones desadaptativas. La atención a los familiares debe ser una actividad prioritaria de la asistencia en
esta fase de la enfermedad.
La agonía se da en el paciente terminal biológico, que es el paciente que presenta fallos
multiorgánicos irreversibles derivados de un proceso patológico originario; es, en suma,
el paciente que se encuentra en el umbral de la muerte.
Si se actuara ante la agonía utilizando todo el arsenal terapéutico disponible, tratando a
estos enfermos como agudos y recuperables, se estaría incurriendo en encarnizamiento
terapéutico, mientras que una actuación pasiva hasta el final porque “ya no se puede
hacer nada” es sin duda una mala actuación. Así pues, la actuación adecuada en estas
situaciones consiste en proporcionar la máxima comodidad mediante el control sintomático
y el apoyo psicológico, tanto al paciente como a su familia, y tratar de que la muerte
sobrevenga finalmente allá donde desee el paciente (en su domicilio, por ejemplo) siempre que sea posible.
Los objetivos de los cuidados paliativos en la fase de agonía son mantener al paciente
con la mayor comodidad posible y preservar la calidad de vida que pueda seguir teniendo. El confort del paciente aumenta el bienestar en la familia, por lo que hay que realizar unos cuidados de excelencia para que la familia se sienta reconfortada en lo posible
por el trato recibido. Para adaptarse bien a la situación del paciente es necesario variar
la vía de administración de los fármacos, dado que el paciente no podrá ya ingerir ninguno de los medicamentos por vía oral.
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Es preciso valorar la medicación que toma el paciente y suspender los fármacos no esenciales, previa explicación de los motivos. Asimismo, se deben tratar los síntomas que producen sufrimiento, interrumpir intervenciones o pruebas innecesarias o fútiles, facilitar
la atención en un ambiente tranquilo, y respetar la intimidad a la vez que se facilita la
proximidad de familiares y amigos.
En conclusión, una vez realizado el diagnóstico de la fase agónica, hay que adaptar los
cuidados a la última etapa de la enfermedad. Incluso desde el punto de vista ético resulta evidente la necesidad de adecuar las intervenciones del personal sanitario a las fases
de la trayectoria de la enfermedad. La primera labor como equipo asistencial debe ser,
por tanto, redefinir los objetivos:
• Potenciar el bienestar del paciente intensificando sus cuidados.
• Evitar intervenciones diagnósticas o terapéuticas inadecuadas.
• Reevaluar el tratamiento del paciente.
• Evitar medicaciones que no sean imprescindibles.
• Asegurar una vía de administración de fármacos. Utilizar preferentemente la
vía subcutánea.
• Intensificar el control sintomatológico, indicando pautas fijas de medicación
así como medicación de rescate, y prevenir la aparición de complicaciones.
• Cubrir las necesidades espirituales y emocionales del paciente.
• Apoyar a la familia anticipando los síntomas y situaciones a los que se van a
tener que enfrentar.
• Explicar y discutir el plan de cuidados con el enfermo (si está en condiciones
para ello) y sus familiares.
• Mostrar disponibilidad del equipo sanitario. En el domicilio deben proporcionarse los teléfonos de contacto necesarios (centro de salud, urgencias domiciliarias, hospital de referencia).
• Informarles de las actuaciones precisas cuando se produzca el fallecimiento.
Tipos de agonía
Puede clasificarse en:
• Agonía totalmente consciente. Según algunos autores, gran parte de las personas agonizantes conservan la consciencia y se dan cuenta de que están
muriendo, aunque les falta la fuerza para expresarlo.
• Agonía en estado de extenuación. El moribundo se encuentra física, psíquica y emocionalmente agotado. Suele hallarse sumido la mayor parte del tiempo en un estado de somnolencia (sueño profundo o coma), aunque se observan fluctuaciones.
• La última fase adaptativa del enfermo antes de morir es la decatexis, que consiste en una rendición incondicional por parte del enfermo (se llama vulgarmente
“tirar la toalla”). La muerte está próxima y de hecho tiene un valor pronóstico.
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Para morir de forma armónica, el enfermo necesita el “permiso” para morir, que
se da cuando la familia acepta la muerte del paciente “sin pedirle que luche”.
Indicadores de muerte en pocos días
• Deterioro progresivo del estado general, frecuentes y rápidos cambios en el
estado del paciente.
• Disminución de la consciencia, incluso coma.
• Desorientación y confusión.
• Agitación psicomotora.
• Dificultad o incapacidad para la deglución.
• Ansiedad o depresión.
• Retención urinaria.
• Cuando hay trastornos respiratorios con respiración irregular o estertorosa (por
acúmulo de secreciones), se observa respiración abdominal.
• En pacientes conscientes, miedo, que puede ser explícito o no.
Algunos factores que influirán en la manera de morir pueden ser la personalidad del paciente, su historia de aprendizajes en la vida y el estilo de vida que ha tenido, así como la
naturaleza de la enfermedad, el tiempo que lleva enfermo, los síntomas que ha tenido
y su control, grado de dolor, disnea, etc. Influye también la asistencia proporcionada,
tanto social como física y afectiva.
Signos clínicos de la agonía
• Alteración del grado de consciencia. Se observa una disminución de la consciencia, aunque puede alternarse con algún momento de lucidez o desorientación, confusión, agitación psicomotriz, etc.
• Enlentecimiento de la circulación, que provoca frialdad, lividez e isquemia en
zonas distales o de apoyo.
• Pérdida del tono muscular: aumento de la debilidad, encamamiento, caída
de la mandíbula (boca abierta), laxitud, etc. También puede presentar incontinencia fecal o estreñimiento (si está tomando opioides), así como incontinencia
o retención urinaria.
• Cambios de los signos vitales: pulso débil, irregular (lento o rápido), disminución de la presión arterial y generalmente aumento de la temperatura (por
aumento de las infecciones ante la bajada de defensas).
• Diaforesis: debida a fármacos (opioides), debilidad, insuficiencia hepática, ansiedad o hiperactividad adrenérgica, etc.
• Trastornos respiratorios: estertores por acumulación de secreciones y falta de
fuerza para expulsarlas, respiración rápida y superficial o muy lenta, fases de
apnea.
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• Afectación sensorial: visión borrosa (generalmente por la midriasis), alteración
del gusto y del olfato, dificultad para la comunicación. Según múltiples autores, la audición y el tacto son los últimos sentidos que se pierden.
• Dificultad o incapacidad para la ingesta, provocada por la debilidad y el deterioro del estado de consciencia. Crea una gran problemática familiar porque
a veces les hace solicitar sondas para alimentación enteral o aumento de sueroterapia.
• Síntomas psicoemocionales. Si el paciente está consciente puede aparecer angustia, agitación, crisis de miedo o pánico. Percepción de gravedad, incluso de
muerte, necesidad de estar acompañado.
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Reconocimiento de la agonía. Signos diagnósticos
Para poder reconocer la agonía y poder informar a la familia de la proximidad de la muerte, se han definido ocho signos que se dan al final de la vida. Cuando se observan de
uno a tres de estos criterios se puede hablar de situación de preagonía. Si están presentes
cuatro o más de estos signos, es un indicativo de que el 90% de los pacientes fallecerán en menos de 4 días. Alrededor del 8 o 10% de los pacientes fallecen de una manera rápida, sin aviso. Los ocho signos son:
• Nariz fría o pálida.
• Extremidades frías.
• Lividez que empieza por las piernas.
• Labios cianóticos.
• Estertores de agonía.
• Pausas de apnea de más de 15 s/min.
• Anuria de menos de 300 ml/día.
• Somnolencia de más de 15 h de sueño en el día.
También se podrían considerar como signos de agonía la respiración abdominal y los
cambios de fracciones.
Medidas generales
Como medida general con el paciente en fase terminal hay que mantener una cierta flexibilidad hospitalaria, sobre todo durante la agonía, sabiendo que las restricciones las
marca el bienestar del paciente y que los familiares no son visitas, sino un elemento importante para aumentar el bienestar del paciente.
El plan de cuidados en esta fase debe incluir las medidas ambientales y físicas y el tratamiento farmacológico necesario para controlar adecuadamente la sintomatología:
• Dentro de los tratamientos médicos generales se considerará la retirada de
fármacos que no sean de utilidad inmediata (antidiabéticos, laxantes, antidepresivos).
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• No retirar medicación imprescindible como opioides, antieméticos, anticolinérgicos, etc.
• Cambiar la vía de administración (de la vía oral, a la vía subcutánea, intravenosa o rectal).
• No proponer tratamientos ni pruebas diagnósticas dolorosas.
• En todo lo pautado tiene que valorarse el coste-beneficio que ocasiona al
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paciente.
En algunas ocasiones, la sintomatología del paciente en la fase agónica no puede controlarse con los tratamientos habituales y hay que recurrir a la sedación. Para conocer
la intensidad del sufrimiento en esta fase de la vida es necesario valorar las quejas verbales, expresiones faciales o movimientos corporales. Es importante la impresión de los
familiares.
Cuando se administra una sedación paliativa es importante valorar la respuesta del paciente para conseguir las dosis idóneas de medicación. Aunque una estimación aproximada
del grado de consciencia puede obtenerse mediante la valoración de respuesta a estímulos verbales y físicos, se recomienda utilizar de forma sistemática una escala para realizar esta evaluación. La más utilizada en los equipos de cuidados paliativos es la escala
de Ramsay (Ver Tabla 1).
Tabla 1. Escala de Ramsay
Nivel 1
Agitado, angustiado
Nivel 2
Tranquilo, orientado y colaborador
Nivel 3
Respuesta a estímulos verbales
Nivel 4
Respuesta rápida a la presión glabelar o estímulos dolorosos
Nivel 5
Respuesta perezosa a la presión glabelar o estímulos dolorosos
Nivel 6
No responde a toque frontal o a estímulos auditivos fuertes
Los cuidados enfermeros generales irán encaminados a los cuidados de la piel, colocando
al paciente en una posición de semidecúbito lateral (que disminuye la respiración estertorosa); reforzar los cuidados de la boca (para aumentar la hidratación local); movilizar
de forma suave al enfermo, para disminuir el dolor a la movilización; y no olvidar la educación sanitaria a la familia para ayudar en los cuidados al paciente (aumentar y mejorar la comunicación, cómo cuidar al paciente y cómo cuidarse ellos). Hay que recordarles
también la importancia de la comunicación no verbal (caricias, cogerle la mano, etc.), y
que hablen al paciente con frases positivas, con preguntas cortas que puedan tener respuestas monosilábicas o gestuales.
Sintomatología más frecuente en la agonía
Durante la agonía conviven los síntomas preexistentes, que muchas veces se agravan,
con otros síntomas nuevos que hay que tratar con diligencia para asegurar una muerte digna.
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Disnea
La disnea es un síntoma que se observa en el 22% de los pacientes agónicos y es uno
de los que más ansiedad y sufrimiento provocan en el paciente y su familia. El objetivo
es intentar reducir la percepción subjetiva de disnea expresada por el paciente o, si no
pudiera expresarlo, disminuir la taquipnea.
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Tratamiento médico
En la fase de agonía el tratamiento médico aconsejable es el uso de morfina, que permite disminuir la frecuencia respiratoria y mejorar la ventilación y la percepción subjetiva de dificultad respiratoria. La dosis será similar a la que se utiliza para el dolor, pero si
ya tenía pautada morfina es necesario una subida de un 30-50%. Si existe ansiedad a
causa del ahogo, se pueden asociar benzodiacepinas.
Cuidados de enfermería
Los cuidados enfermeros en este momento consisten en no dejar solo al enfermo y mantenerle en posición de Fowler con el cabecero ligeramente elevado, unos 30º. Se le proporcionará aire fresco en la cara y siempre que sea posible cerca de una ventana abierta para disminuir la sensación de ahogo. Hay que evitar la formación de círculo cerrado
sobre el paciente (familia alrededor del paciente sin dejarle espacio para respirar). Mantener la actividad de forma segura y tranquila ante el enfermo y su familia, para transmitirles tranquilidad. Evitar que la ropa de cama, el camisón o el pijama provoquen presión torácica o abdominal para facilitar la respiración.
Proporcionar oxígeno con mascarilla o gafas nasales (aunque para algunos autores es
algo discutible por ser poco efectivo) a veces se usa más como un placebo para la familia. Las gafas nasales pueden producir lesiones e incluso úlceras por presión. Cuando se
usa la mascarilla aumenta la sequedad de la mucosa oral y, con ello, la sensación de
ahogo, lo cual dificulta la comunicación verbal.
Estertores
Como se ha visto en el apartado de los síntomas, los estertores del moribundo son un
síntoma muy frecuente y específico en esta fase. Los estertores son el ruido que produce el paso del aire a través de las secreciones acumuladas en la laringe, tráquea y bronquios gruesos durante los movimientos respiratorios debido a la debilidad del enfermo
que le impide expulsarlas y movilizarlas.
Los estertores premortem constituyen un síntoma que la familia identifica con dificultad respiratoria y sufrimiento, por lo que debería evitarse su aparición. Cuando aparecen, el enfermo suele estar inconsciente y no le causan dificultad respiratoria. Provocan más ansiedad en la familia que en el propio paciente, ya que este puede que
no se dé cuenta por la disminución de la consciencia, pero la familia cree que se ahoga. La explicación y la información del profesional sobre el origen de los estertores y
la ausencia de sufrimiento del paciente es imprescindible para contener la angustia de
los familiares.
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Tratamiento médico
El tratamiento temprano en pacientes de mayor riesgo (enfermos afectados por cáncer
de pulmón o pacientes con problemas de ORL) puede contribuir a su mejor control. El
tratamiento dependerá de cada médico, pero según los paliativistas será aconsejable la
retirada o disminución de sueros y la administración de anticolinérgicos ya que broncodilatan y disminuyen la secreción salival. Se administrará escopolamina (bromhidrato de
escopolamina o hioscina) en dosis de 0,5-1 mg cada 4-6 horas por vía subcutánea, que
tiene una acción rápida con efecto sedante, y buscapina (n-butilbromuro de hioscina)
en dosis de 20 mg cada 4-6 horas si no se quiere un efecto sedante añadido. Es más
efectiva la escopolamina. Son útiles si se instauran al iniciarse el proceso, pues cuando
las secreciones ya están instaladas en la garganta disminuye su utilidad, es decir, la eficacia máxima está muy relacionada con la precocidad de su instauración.
Cuidados enfermeros
Todos los cuidados irán encaminados a lograr un buen control de las secreciones para
disminuir la ansiedad en el paciente (si está consciente) y en la familia. Se debe colocar
al enfermo en decúbito lateral, con la cabeza ligeramente inclinada hacia delante, para
que la boca quede cerrada y disminuir los ruidos. Precisa higiene bucal y extracción manual
de secreciones de la boca.
La broncoaspiración está desaconsejada porque estas secreciones son en general profundas, por lo que sería una aspiración traumática y poco efectiva. Incluso se puede llegar a provocar un broncoespasmo, hay referencias bibliográficas que indican la precipitación del fallecimiento después de terminar de aspirar al paciente. Además, la mucosa
oral está muy reseca y sensible y se puede provocar un sangrado. Solo se deben aspirar
las secreciones si se encuentran en la orofaringe y hacen mucho ruido, ya que esto provoca un aumento del sufrimiento de la familia. Se informará a la familia y a los cuidadores acerca de la situación de muerte cercana y, en general, se dará toda la información necesaria y adecuada a sus necesidades.
Dolor
El 51% de los pacientes presenta dolor en las últimas 24 horas. En general se trata del
“dolor total” que definió Cicely Saunders, y tratarlo rápidamente en la agonía es un factor que aumenta la calidad del final de la vida.
Tratamiento médico
Los fármacos más frecuentes son los opioides (en la agonía no deben suspenderse, aunque el paciente esté en coma, para evitar deprivación y la aparición del dolor).
El dolor puede deberse a múltiples motivos, desde la movilización (por rigidez en las articulaciones por la inmovilidad), úlceras por presión, lesiones en mucosas secas, la propia
patología, etc.
Cuidados enfermeros
En los cuidados de enfermería es necesario conciliar las actividades necesarias en esos
momentos con el dolor que siente el enfermo. Aunque se salga de cualquier ética
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estudiada, hay que movilizar lo menos posible al paciente agónico si se sabe que esto
le provoca dolor; no tienen ninguna importancia las posibles úlceras por presión en
la agonía y sí la tiene el disconfort que se puede causar al mover al paciente. Al menor
gesto de dolor, se debe poner la analgesia pautada.
Confusión-agitación
Se da con frecuencia en la última semana de vida del paciente. Se da en el 83% de los
pacientes agónicos. Es de origen multifactorial por la situación del enfermo y entre las
causas destacan la encefalopatía metabólica, la anoxia cerebral, etc. El delirio preterminal puede empezar hasta 9 días antes del coma.
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Tratamiento médico
El tratamiento de elección es el haloperidol cuando el paciente tiene alucinaciones, o
midazolam si existe inquietud o agitación manifiesta. Si esto no fuera efectivo, se puede
usar clorpromazina (Largactil®). No se deben utilizar restricciones mecánicas en este tipo
de pacientes porque es poco ético que el paciente muera atado cuando existe medicación suficiente para que muera tranquilo y sedado.
Cuidados enfermeros
Es fundamental potenciar la comunicación: hablar al paciente en tono tranquilo y no
rebatir las ideas que tenga. También dar apoyo a la familia e información sobre cómo
tratar al enfermo en este momento; esta situación les desborda y muchas veces no entienden por qué son agresivos con ellos cuando les cuidan con “mimo”.
En los pacientes inconscientes, con agitación e inquietud, se precisa verificar la presencia de globo vesical, ya que puede ser la causa de esa agitación y solo con la descarga
de la vejiga (colocación de sonda vesical) se resolverá el problema. Si no existe globo
vesical, verificar la existencia de fecaloma que también puede producir agitación, y si fuera así hacer extracción manual de las heces en la ampolla rectal.
Hemorragia masiva
Es una complicación que produce una muerte rápida, provocando un gran impacto en
el paciente, la familia y el equipo que lo trata.
Tratamiento médico
El tratamiento de elección es la sedación con benzodiacepinas para evitar la angustia del
paciente, siempre con el consentimiento explícito, implícito o delegado del paciente.
Cuidados enfermeros
Es necesario permanecer junto al enfermo. El paciente tendrá previamente canalizada
una vía periférica, que permanecerá heparinizada, en previsión de la necesidad de sedación rápida si se produce la hemorragia. Es aconsejable tener a mano paños verdes para
disminuir el impacto de la sangre. Hay familias que expresan de manera explícita el deseo
de permanecer con el paciente si se produce una hemorragia, aunque siempre se ha
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tendido a retirar a la familia de estas situaciones. Desde el punto de vista de la filosofía
paliativa se debe permitir que permanezcan ahí, dando apoyo a su ser querido hasta el
final si lo desean, pues se ha reconocido que hay duelos que empiezan mal por no haber
estado con el paciente en el último momento. Al final, la familia se siente reconfortada
por haber ayudado a su ser querido. Será necesario proporcionar apoyo emocional a la
familia después del éxitus.
Vómitos de origen central
Son secundarios a metástasis cerebrales e hipertensión intracraneal. Aparecen con el movimiento del enfermo, con los cambios posturales, al levantarlo, cuando gira la cabeza, etc.
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Tratamiento médico
El tratamiento farmacológico se basará en la administración de antieméticos por vía intravenosa o subcutánea. Los antieméticos de elección en esta fase son los neurolépticos,
haloperidol o levomepromazina ya que los vómitos que persisten en la agonía son los
de origen central. El resto de antieméticos, más indicados en los vómitos de origen periférico, deben retirarse. Si existe hipertensión intracraneal, que puede dar origen a dolor
y vómitos, debe mantenerse la dexametasona por vía subcutánea o intravenosa.
Cuidados enfermeros
Los cuidados de enfermería irán en caminados a realizar movilizaciones muy cuidadosas, evitando los cambios rápidos, bruscos o innecesarios; parar cualquier actividad o movilización en cuanto el paciente manifieste la aparición del síntoma; y facilitar la ingesta
según los gustos del paciente teniendo en cuenta que prevalece la apetencia.
Vómitos fecaloideos por obstrucción intestinal
Expulsión de contenido fecal por obstrucción intestinal. Se observa abdomen distendido, a tensión, muy doloroso.
Tratamiento médico
Anticolinérgicos, para disminuir la producción de secreciones gástricas, y antieméticos.
Para proporcionar el mayor bienestar posible, ofertar la colocación de una sonda nasogástrica (SNG) a bolsa o aspiración suave para el vaciado gástrico.
Cuidados enfermeros
Los cuidados de enfermería irán encaminados a colocar al paciente con el cabecero
ligeramente elevado y en decúbito lateral derecho si el paciente no está consciente.
También se intentará lograr la disminución de olores en la habitación con productos
absorbeolores en la habitación o, en su defecto, ambientadores (menos aconsejables
porque la mezcla del olor del vómito y el ambientador puede provocar otro diferente, que algunas familias recordarán siempre como algo doloroso). Si existe la sensación de náuseas cuando se ha colocado SNG, es necesario verificar la permeabilidad
de la sonda.
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Fiebre
Es un síntoma frecuente en los últimos días de vida. Puede estar causada por la destrucción de las células del organismo en el proceso de muerte y no por sobreinfección.
Si es alta, utilizar antitérmicos por vía IV o ketorolaco o diclofenaco por vía subcutánea.
Las medidas físicas son importantes en muchos de los momentos de la fase final, pero
llegada la agonía hay que valorar si permanecer mojado es mejor o no, si el paciente
tiene capacidad de comunicarse deberá ser él mismo quien exprese su preferencia (hay
pacientes que se sienten peor estando mojados y sintiendo frío). Se debe explicar a la
familia que la fiebre es un signo más de la fase de agonía y que habitualmente no incomoda al paciente.
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Cuidados de enfermería generales
Después de la revisión de los síntomas más frecuentes en la fase agónica, es preciso recordar los cuidados de enfermería en todas las AVD para aumentar el confort del paciente
en los últimos días de su vida. Se integrará a la familia en todos los cuidados que sea
posible, para que tengan el consuelo de haber ayudado a su ser querido y se sientan
útiles, salvo claudicación por agotamiento físico en cuyo caso se les liberará de la responsabilidad de atender a su familiar.
Higiene y estado de la piel
En la fase agónica el paciente presenta cambios significativos en la coloración de la piel,
que termina con un color pálido, pajizo, marmóreo; frialdad cutánea y piel húmeda; lividez en zonas distales y en zonas de apoyo.
El aseo se realizará según la situación del paciente, se usarán jabones dermoprotectores, secado suave sin fricciones, hidratación corporal con cremas oleosas y masajeando
con suavidad la piel. Hay que colocar al paciente en una postura cómoda. En estos cambios se harán todas las curas y cuidados que precise el paciente para no aumentar el disconfort con movilizaciones múltiples.
Los cambios posturales disminuirán tanto como sea preciso para no disminuir el confort
del paciente si está inconsciente. Si el paciente está consciente, respetar sus decisiones
o las necesidades que exprese. La aparición de escaras en estos momentos no es un problema importante mientras que mantener una postura cómoda y confortable sí.
La presencia de úlceras por presión en un paciente agónico no es indicativa de un mal
cuidado de enfermería; durante esta fase de agonía ocurren cambios importantes en
el estado de la piel que pueden desencadenar una rápida formación de las úlceras. La
actuación enfermera irá encaminada a aplicar un tratamiento conservador, intentando
mantener el bienestar del enfermo. Se optará por la colocación de parches hidrocoloides, que son fáciles de poner y protegen la zona del exudado y disminuyen el número de curas. Hay que vigilar aquellos factores que puedan ocasionar úlceras por decúbito como sonda nasogástrica, sonda vesical, gafas nasales, mascarilla de O2, dispositivos
de ostomías, la propia presión de la sábana, pañales, etc. Si hay olor, lavar la lesión con
soluciones de metronidazol.
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Movilización
Se ha de valorar el estado de la piel, que determinará la frecuencia de las movilizaciones del enfermo. El aumento de la flacidez muscular hace que el paciente pueda adoptar posturas no fisiológicas, por lo que se intentará proporcionar una posición cómoda
mediante almohadas y cojines.
SÍNTOMAS MÁS FRECUENTES Y CUIDADOS ENFERMEROS
Hay que verificar la presencia o no de sintomatología propia de la enfermedad (dolor
general, aumento de secreciones, vómitos, etc.) para llevar a cabo la movilización cuando el paciente no esté en un momento de crisis o cuando se le administre un calmante
para poderlo mover sin dolor.
Se evitará la colocación de barandillas siempre que sea posible, ya que suponen una barrera física para la familia y para los propios profesionales, y pueden aumentar la sensación
de ansiedad y ahogo.
Siempre que se pueda, intentar sincronizar la movilización del paciente con el resto de
cuidados, teniendo en cuenta: comodidad, postura preferida y presencia o no de sintomatología propia de la enfermedad que ocasione un mayor malestar en determinadas posturas. En la agonía no es prioritaria la movilización, solo es prioritaria cuando es
un modo de proporcionar confort.
Cuidados bucales en pacientes con consciencia disminuida
En el enfermo agónico se presentan alteraciones orales multifactoriales que originan numerosos problemas entre los que destaca la sequedad de boca, según la SECPAL presente
en el 70% de los pacientes, siendo los cuidados locales el manejo más eficaz, mucho
más que la hidratación con sueros. El objetivo primordial es prevenir el dolor y fomentar el bienestar evitando la sequedad bucal.
Es preciso mantener una buena higiene bucal debido a que el paciente tiene la boca
abierta y seca (en la agonía se tiene la mandíbula caída a causa de la flacidez muscular).
Se intentará mantener una higiene adecuada de la boca usando cepillo dental infantil,
pinzas, depresor o el propio dedo índice con torundas de gasa impregnadas en colutorios específicos. También usar preparados especiales de saliva artificial en gel o espray
(están indicados cuando la familia tiene miedo o temor a introducir algo en la boca, de
esta manera descargan su ansiedad y se sienten útiles, aunque realmente se crea una
capa o placa mucosa que luego es preciso retirar). Incluso se puede usar lidocaína viscosa en lesiones orales para prevenir el dolor.
Para eliminar el mal olor de la boca se lavará con metronidazol (Fragil®), también se
puede usar agua oxigenada al 50% con agua que también ayuda a quitar restos de
sangrado. Para terminar se limpian los labios y las comisuras, hidratándolos y lubricándolos con vaselina. Si son portadores de prótesis dental se retirará y se guardará
en un recipiente con antiséptico, previamente identificado para evitar la posible pérdida.
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Cuidados de los ojos
En la fase agónica se produce a veces una disminución de fluido lagrimal que puede
causar lesiones necróticas en la córnea, provocando un gran impacto a la familia. Se lavarán los ojos con suero fisiológico, hidratando la conjuntiva, cada 2 o 3 horas. Usar lágrimas artificiales, manteniendo siempre los ojos cerrados. Intentar que se implique la familia en los cuidados, esto les ayudará como soporte emocional ante el duelo, la sensación
de utilidad siempre es gratificante al final de la vida del ser querido.
SÍNTOMAS MÁS FRECUENTES Y CUIDADOS ENFERMEROS
Alimentación
La nutrición e hidratación no están generalmente indicadas en esta fase salvo consideraciones especiales. En la agonía el paciente tiene, dado su bajo grado de consciencia,
el reflejo de la deglución disminuido o incluso abolido, por lo que ya no está capacitado para comer. Por ello se suspende la alimentación oral para evitar una broncoaspiración y se deben incrementar los cuidados de la boca que proporcionen más hidratación.
La administración de sueros o alimentación enteral es más perjudicial que beneficiosa
para el paciente agónico y así hay que explicárselo a la familia. La familia piensa que si
el enfermo deja de comer se va a morir y hay que hacerles comprender que la muerte
llega como consecuencia de la enfermedad y no por la falta de ingesta. Si se mantiene
al paciente con suero solo se consigue un aumento de las secreciones, que conlleva un
aumento a su vez de la medicación para secarlas, llegando a producir más disconfort en
la agonía.
Si no fuera posible convencer a la familia y la retirada de suero provocara un problema
en su bienestar y en el posterior desarrollo del duelo, se puede administrar un suero de
500 cm3 en 24 horas y se aprovechará para poner dentro del suero toda la medicación
que precisa el paciente en el final de su vida.
Al suspender la vía oral, se pondrá por otra vía el tratamiento prescrito. Si se tiene una
vía periférica canalizada o vía central, se seguirá usando; si no es así, se optará por una
vía alternativa como la vía subcutánea o rectal.
La hipodermoclisis es una técnica sencilla y menos dolorosa para el paciente, que favorece la comodidad e incluso facilita que el paciente pueda morir en su domicilio. Es de
absorción lenta y la zona siempre estará algo inflamada, pero entra dentro de la normalidad. La ubicación de la vía se fijará en el tejido subcutáneo de la línea media subclavicular o bien el deltoides como segunda opción.
Eliminación
Se suele presentar incontinencia por pérdida del tono muscular. No está indicado el sondaje vesical excepto cuando la frecuencia de los cambios de pañal ocasione más molestias al paciente que las causadas por la propia técnica. Si fuera necesario el sondaje vesical, se mantendrá hasta el éxitus para disminuir los numerosos cambios y con ello el dolor
a la movilización.
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También en la agonía se puede presentar retención urinaria, que hace preciso colocar
un sondaje vesical evacuador y dejar la sonda permanente hasta el éxitus. En caso de
anuria no es preciso el sondaje.
Antes de poder afirmar que el paciente está en estado de anuria (ausencia de eliminación de orina), hay que verificar que no exista retención urinaria. Si no hay retención, es
indicativo de fracaso renal y agonía y se da en las últimas horas de vida.
La eliminación rectal se altera al final de la vida, pero no es preciso incomodar al paciente con enemas ni tacto rectal. En caso de tener un fecaloma, solo se procederá a extracción manual de heces en caso de tener el ano abierto y sin que esto le produzca disconfort al paciente, que en esta fase de la enfermedad se manifiesta frecuentemente por
la presencia de agitación.
Si el paciente presenta agitación o inquietud, y después de verificar si tiene globo vesical y no fuera así, verificar la presencia de fecaloma, que también la ocasiona.
Afectación sensorial
La disminución de la capacidad de los sentidos del paciente no implica que no se les
pueda tocar o hablar. Es preciso tocarlos con suavidad, hacer caricias, darles la mano,
así como hablarles con cariño y dulzura, de forma suave. El tacto es muy importante
porque mantiene la unión con el enfermo, con las manos unidas o simplemente mediante caricias. Constituye la presencia y el apoyo familiar que el enfermo espera.
Hay que contarles las cosas positivas, haciéndoles partícipes. No hablar delante del paciente de lo que no se pudo hablar ante él cuando estaba consciente. Aunque no se sepa
con certeza, se piensa que el oído y el tacto son los últimos sentidos que se pierden. Es
necesario tener presente que, aunque el paciente no responda, no significa que no oiga;
su respuesta puede manifestarse de múltiples maneras, desde lágrimas, cierre de ojos,
presión de manos, etc.
En ocasiones los familiares, en vez de proporcionar comodidad y tranquilidad con su presencia, lo que provocan es un aumento de la angustia y de la ansiedad porque están con
el enfermo de una manera incorrecta, si bien hay que especificar que se hace de manera inconsciente. Quieren calmarlo, ayudar con su presencia, disminuir la angustia y la ansiedad del enfermo, pero lo que hacen es todo lo contrario porque son los primeros que
están asustados y aterrados ante esa situación. El personal sanitario debe proporcionar la
información necesaria a la familia sobre la situación en la que se encuentra el enfermo
para que sepan estar y actuar en esos momentos: cosas tan sencillas y tan obvias como
permanecer alrededor del enfermo, sentados a la misma altura y de cara a él favorecen
la comunicación y la comodidad de todos, pero en especial del enfermo. Hablar en tono
suave y muy claro, evitar los ruidos y los sobresaltos y dirigirse a los ojos del enfermo al
hablarle, sin evitar su mirada, favorecerá el contacto y la apertura con el enfermo. La comunicación es tanto verbal como no verbal y es fundamental en su conjunto.
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Es importante indicar a la familia, si el paciente no está consciente, que jamás digan algo
que no hubieran dicho si el paciente hubiera estado consciente. La familia muchas veces
mantiene en estos casos temas de conversación que pueden causar sufrimiento al paciente.
Consideraciones éticas sobre nutrición e hidratación
artificial en cuidados paliativos
La enfermedad terminal es una situación en la que se han de tomar decisiones muy complejas, sobre todo desde el punto de vista ético. Una de estas decisiones es la instauración de nutrición e hidratación artificial cuando el paciente es incapaz de satisfacer estas
necesidades por sí mismo. Según determinados autores, una de las posibilidades en la
actuación con pacientes terminales es la instauración de una sonda nasogátrica (SNG)
para la alimentación y la hidratación, ya que es una técnica sencilla, aunque no está exenta de riesgos o complicaciones.
Según las estadísticas, el empleo de SNG en pacientes no oncológicos es mayor que en
pacientes oncológicos, con una diferencia significativa entre ambos. Esta diferencia podría
responder a la inclusión en el primer grupo de pacientes con enfermedades degenerativas (demencia en estadios finales), en los que la disfagia es un síntoma frecuente. En
términos generales y en el ámbito de los cuidados paliativos, en pacientes con enfermedad oncológica el uso de SNG debe quedar restringido a la presencia de problemas
obstructivos altos, valorando conjuntamente con el paciente o la familia el beneficio aportado.
Cuando el paciente se aproxima a la muerte, la ingesta de comida y fluidos disminuye
generalmente. Es en este punto donde surge la pregunta acerca de la administración
de fluidos por medios artificiales. El paciente no debería ser forzado a recibirlos. La deshidratación puede ser beneficiosa, mientras que la hidratación puede ser incluso perjudicial.
Comer y beber puede no ser relevante para un paciente cuya vida se extingue gradualmente. Hay estudios que afirman que la deshidratación genera una serie de beneficios que ayudan al paciente a morir con más calidad:
• Disminuye el volumen urinario; menos necesidad de orinar y de cateterizar la
vía urinaria, evita episodios de “cama mojada”.
• La reducción de secreciones pulmonares disminuye la tos, la sensación de ahogo y la necesidad de aspiraciones.
• La disminución de secreciones gastrointestinales reduce los vómitos en pacientes con obstrucción intestinal.
• El dolor puede disminuir por reducción del edema alrededor de la masa
tumoral.
Hay otros autores que defienden que la deshidratación es a veces la que genera la confusión terminal en el enfermo, y esto lleva a determinados profesionales y teóricos a plantearse: “¿Cómo queremos que mueran nuestros pacientes, conscientes o tranquilos?”.
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Con frecuencia la familia se angustia cuando los pacientes próximos a la muerte dejan
de comer. Es difícil abrazar al ser querido conectado a un tubo de plástico, a sueros,
etc., los médicos y enfermeros tienden a distraerse de los aspectos más humanos por
controlar el balance de fluidos y la química sanguínea y las familias lo permiten por el
miedo a la pérdida, cuando la mayor demostración de amor es asumir “aunque yo
sufra, que mi ser querido no lo haga” y “aunque me duele perderte, más me duele
verte sufrir”.
SÍNTOMAS MÁS FRECUENTES Y CUIDADOS ENFERMEROS
Es necesario establecer entonces con los familiares cuáles son sus sentimientos hacia la
terapia endovenosa o sonda nasogástrica y qué significado le atribuyen, para explicarles la racionalidad de no aplicar o retirar esas terapias.
Se evitarían muchos problemas deontológicos si existiera una cultura, aunque se ha empezado a practicar y es cada vez mayor, de dejar por escrito los intereses del paciente en
un documento de instrucciones previas, que es totalmente vinculante, lo cual facilitaría
la toma de decisiones de la familia y del propio equipo asistencial.
Para la toma de decisiones, algunos autores se plantean una serie de preguntas, que
cada uno debe responderse ya que es cada uno el que debe optar dentro de su ética,
creencias, responsabilidades, etc., y actuar en consecuencia:
• ¿Es ético implantar una SNG a un enfermo terminal por decisión de la familia, sin contar con su opinión?
• ¿Es ético implantar una SNG a un paciente terminal aunque esté en contra,
simplemente por presión de la familia?
• ¿Negar o retirar la SNG a un enfermo terminal puede aumentar las probabilidades de aceptación de la eutanasia?
• De otra manera, ¿retirar o negar la SNG a un paciente terminal por decisión
propia sería aceptar la eutanasia voluntaria?
• ¿Sería ético mantener la nutrición e hidratación, por SNG o medidas invasivas, cuando las desventajas son desproporcionadas a los beneficios?
• ¿Puede ser que con la instauración de SNG u otras técnicas se prolongue el
sufrimiento y la agonía del paciente?
• ¿Con la instauración de medidas de nutrición e hidratación artificial, se aumenta la calidad de vida del paciente y su confort?
• ¿Con alimentación artificial, se alivian los síntomas o se mantiene la vida orgánica?
Los objetivos de los cuidados paliativos son, entre otros, aceptar la muerte como algo natural, aliviar los síntomas y lograr el máximo confort y calidad de vida posibles para el paciente en sus últimos días. Por ello es bueno preguntarse: ¿la instauración de estas medidas
se ajusta a los principios de los cuidados paliativos? Se pueden seguir planteando más y
más preguntas, pero la respuesta está en cada uno y muchas de ellas están influidas por
cierto miedo a la muerte aunque, se haga lo que se haga, sea inevitable.
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Tratar con la muerte de los demás es, en el fondo, tratar con la propia muerte y lo mejor
es decidir pensando qué se decidiría para uno mismo o para los propios allegados cuando se viera al final de su vida. Si la muerte provoca un gran dolor, más dolor causa ver
a un ser querido perder su vitalidad, sus ganas de vivir, que nunca serán como antes y,
por encima de todo, verlo sufrir.
SÍNTOMAS MÁS FRECUENTES Y CUIDADOS ENFERMEROS
Cuidados dirigidos a la familia
Los cuidados a la familia son tanto o más importantes que los dirigidos al propio paciente. Actualmente existen numerosos tabúes acerca de la muerte, en parte debidos a la
sociedad actual, profundamente materialista y triunfalista que no admite el fracaso ante
nada; fracaso que comienza con la enfermedad, enfermedad que con más frecuencia
de lo que se quisiera no es asumida por el enfermo y mucho menos por la familia, que
en su afán de superprotección evita y rechaza la evidencia negándose a sí mismos y a
los propios enfermos lo que está ocurriendo.
El objetivo de la enfermería en este caso es proporcionar apoyo y soporte durante el proceso y ofrecer la información adecuada en cada momento. Información que puede considerarse como objetivo para que la etapa de la agonía sea lo más cómoda posible y
adecuada tanto para el enfermo como para la familia.
Esta información estará referida al cambio de objetivos en el cuidado del enfermo (suspensión de alimentación, disminución de los cambios posturales, curas no agresivas de
las escaras), a cómo puede ser el proceso y a cómo pueden participar y ayudar durante el mismo.
Es necesario hacerles ver que el profesional está ahí, que si quieren pueden hablar, desahogarse con él. Mostrar una actitud abierta, amistosa y profesional. Ser paciente y dedicar el tiempo preciso para cada uno. Hacerles ver que el profesional sanitario no pierde
el tiempo cuando habla con ellos, que son únicos en ese momento y en ese contexto.
Nacimiento y muerte son las dos puertas de la vida. Ante el nacimiento se muestran y
exteriorizan sentimientos de ternura, dulzura, cariño, alegría… dirigidos tanto al recién
nacido como a la familia en general. Es un momento de felicidad, de explosión, de compartir el momento de dar la bienvenida a ese nuevo ser. En ningún momento se duda
ni se pregunta si esa pequeña personita es capaz de entender y comprender lo que se
dice, se expresa o se siente, pero se hace; se está satisfaciendo un ego personal.
Ante la muerte, en cambio, se reprimen e interiorizan los sentimientos. Se intenta permanecer alejado tanto del moribundo como del resto de los familiares. Parece que no
está permitido que se perciba que no se está bien, que hay tristeza, abatimiento, que se
siente un nudo en el estómago; no está bien visto socialmente ser humano y tener “debilidades”. Pero realmente son debilidades o son sentimientos como los que se siente ante
un recién nacido.
Se evita el contacto con el enfermo porque se tiene miedo a su reacción, a no saber
responder o no estar a la altura de las circunstancias; pero es él quien tiene todas las
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respuestas, aunque no conozca el diagnóstico completo ni el pronóstico, pero sí sabe
cómo está, que pierde fuerza continuamente, que no tiene apetito, que no tiene ganas
de nada. Descubre sus propias pérdidas aunque no las verbalice. Por esto, a veces es
preciso ser más emocional y visceral que tan cerebral como es costumbre: saberse acercar al agonizante para ayudarle en estos momentos es un objetivo primordial.
La muerte constituye la despedida de este mundo en un doble sentido; por un lado el
enfermo se marcha de este mundo una vez alcanzadas sus metas y cumplidos sus objetivos. Y por otro lado, la familia debe ser capaz de dejar marchar al ser querido y empezar su nueva autonomía. Interponerse en este proceso supondría un alargamiento de la
agonía y un sufrimiento añadido para ambas partes. Lo importante es que la familia entienda este concepto y que no se aferre a la vida del moribundo como algo necesario para
su vida, como algo eterno e inmortal donde apuntalarse.
La oportunidad de comunicarse, de dialogar durante la enfermedad y sobre todo durante el proceso de la agonía permite que la relación sea más íntima, personal y profunda,
siendo luego la despedida dolorosa y emotiva pero a la vez enriquecedora, que aportará a la familia un “puntal” donde agarrarse en el duelo.
Si la familia no está implicada, su actuación puede producir incomodidad e inquietud en
el paciente, porque actúan de una forma más demandante. Es necesario ayudarles a
implicarse, pues esto les ayudará en el proceso de duelo. Haber sido útil al paciente en
el final de su vida aumentará su consuelo. Es importante ayudarles a expresar los miedos que tienen e intentar resolverlos; con ello tendrán mayor tranquilidad y la transmitirán al paciente.
Burocracia después del éxitus
Solamente un médico capacitado para el ejercicio profesional, es decir, colegiado, puede
firmar el documento que certifica la muerte de un ciudadano. Sin este documento, por
evidente que sea la muerte, no puede ser considerada como un hecho legal y, por tanto,
no se puede proceder al entierro. El documento es emitido por el Consejo General de los
Colegios Oficiales de Médicos de España y cualquier otro documento no tiene validez. Consta con caracteres grandes como “CERTIFICADO MÉDICO DE DEFUNCIÓN”, el Colegio Profesional de la provincia donde se expide, nombre del médico que lo firma, su número de
colegiado y el lugar donde ejerce la profesión, la hora en que ocurrió la defunción, día,
mes y año, la causa inmediata y la causa fundamental de la misma y si son manifiestas
en el cadáver las señales de descomposición. Por lo que respecta al finado, es necesario
dejar constancia de la edad, estado civil, naturaleza (ciudad y provincia) y nombre de los
padres. Se hace constar acreditación por medio del documento oficial de identidad y, en
su defecto, quien acredita la identidad del finado debe acreditar asimismo su identidad,
o bien el médico puede declarar que conoce de “ciencia propia” al difunto.
En caso de muerte violenta, la administración dispone de mecanismos alternativos con
la intervención de la vía judicial.
Realmente el diagnóstico exacto de muerte solo puede hacerse por la evidencia de la
descomposición del cuerpo. Lógicamente, ha sido preciso buscar signos que supongan
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el preludio de dicha descomposición para asegurar que la persona está muerta sin necesidad de esperar a tan dramática evidencia. Así, se aceptan los signos típicos de frialdad,
rigidez, palidez y lividez del cuerpo.
Desde el punto de vista funcional, los procedimientos más utilizados para comprobar la
muerte son el electrocardiograma plano durante 5 minutos y la ausencia de respiración
espontánea. Existen técnicas más sofisticadas, como el electroencefalograma plano, donde no se registra actividad eléctrica cerebral, pruebas bioquímicas, etc.
SÍNTOMAS MÁS FRECUENTES Y CUIDADOS ENFERMEROS
Los profesionales de enfermería no deben proceder a las maniobras de cuidados postmortem hasta que el médico no haya verificado y confirmado positivamente que el paciente está muerto.
Los familiares deben presentar el certificado de defunción correcta y debidamente cumplimentado, junto a la hoja diseñada por la Administración para la recogida de datos
estadísticos para el control del movimiento de población. Estos datos son de suma importancia en demografía, epidemiología y en la organización social en general.
Si el fallecimiento tiene lugar en el hospital, hay que cumplimentar el certificado de defunción que hay en el centro para entierro en la Comunidad y, si se va a proceder a la incineración del cadáver, es necesario que el médico escriba en el certificado que “no existe inconveniente para la incineración”.
Si se saca al fallecido fuera de la Comunidad Autónoma, es necesario rellenar además el
certificado oficial de defunción que se compra en las farmacias. Si la persona muere en
un domicilio particular, es preciso el certificado de defunción de la farmacia.
Cuidados postmortem
Los objetivos de estos cuidados son preparar el cuerpo del paciente para su traslado al
velatorio, proporcionar apoyo psicológico a la familia y facilitar la información básica de
los trámites burocráticos dentro del hospital. Los cuidados postmortem se definen como
las intervenciones dirigidas a preparar el cadáver para su traslado al velatorio y a apoyar
a la familia del fallecido, teniendo en cuenta sus creencias religiosas o valores culturales.
Después de que el médico formalice el certificado de defunción se empezará a preparar al fallecido, manteniendo siempre un ambiente de intimidad y respeto y evitando, en
la medida de lo posible, un ambiente traumático para los compañeros de habitación del
difunto.
Las distintas actividades que deberán realizarse son:
• Retirar la ropa y todos aquellos dispositivos que porte el cadáver (sondas,
vías, etc.).
• Lavar el cadáver si es necesario y colocar prótesis dental si es posible.
• Se cubrirán las lesiones que presente con apósitos.
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• Colocar el cuerpo en decúbito supino con el cabecero de la cama ligeramente
elevado, para intentar que la boca permanezca lo más cerrada posible, evitando mayor impresión a los familiares cuando entren a verlo.
• Hay que colocar pulsera identificativa y sudario al cadáver dejando al descubierto la cara mientras permanezca en la habitación con la familia, luego se
cerrará.
• Hecho esto, avisar a la familia para la despedida de su ser querido, respetando su intimidad. Aquí empieza el apoyo en el proceso de duelo.
• Ofrecer a la familia infusiones si lo desean y facilitar la información que soli-
SÍNTOMAS MÁS FRECUENTES Y CUIDADOS ENFERMEROS
citen.
• Avisar al representante de su religión si la familia lo solicita.
• Rellenar tarjeta identificativa y adjuntar junto con certificado médico al cadáver antes del traslado.
• Avisar al tanatorio para el traslado.
• Notificar a admisión la disponibilidad de la cama.
• Registrar el fallecimiento en la historia de enfermería, especificando la hora, y
en los registros propios de la unidad. Recoger documentación clínica y entregar en secretaría del servicio para su archivo.
• Identificar todas las pertenencias personales y entregarlas a la familia si esta
no estuvo presente en el momento del óbito. Si el fallecido no tuviera familia, avisar al encargado de la recogida de pertenencias de los pacientes en
el hospital.
Cerrar los ojos a una persona que ha fallecido y ayudar a vestirla para su último rito de
paso, cuando los familiares están partidos y superados por el dolor, también es cuidar
con cuidado, porque la última imagen que guardará el sufriente en su retina será la cara
serena de su ser amado y la buena imagen de este. Si los cuidados actuales integraran
a la familia en el cuidado del cuerpo del fallecido y no se dejara en manos de las funerarias, muchos familiares empezarían un duelo doloroso, porque el dolor lo traspasa todo,
pero reconfortado por el recuerdo de haber estado en todo momento expresando amor,
y la mayor expresión de amor es la de guardar la intimidad del querido y amado familiar mientras se le llora en su último acto.
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