Subido por Eduardo Pérez Esteban

Roosevelt Discurso inaugural

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(…) Nuestra tarea prioritaria es que la gente de nuestro país vuelva
a trabajar. Esto no es un problema insoluble si lo afrontamos con
prudencia. Puede realizarse, en parte, mediante una contratación directa
por el gobierno, pero al mismo tiempo llevando a cabo a través de esa
contratación los trabajos más necesarios para estimular y reorganizar el
uso de nuestros recursos naturales (…)
Es posible facilitar la realización de este objetivo aumentando el precio de
los productos agrícolas y, con éstos, la capacidad adquisitiva de los
agricultores. Podemos facilitarlo insistiendo para que el Gobierno federal, el
de los Estados y los gobiernos locales, se pongan a trabajar
inmediatamente para reducir de una forma draconiana sus costes de
funcionamiento. Podemos facilitarlo unificando las ayudas a las víctimas de
la crisis (…) podemos facilitarlo planificando y supervisando a nivel nacional
todas las formas de transporte, de comunicaciones y de servicios que
tienen claramente un carácter de interés público (…).
Finalmente, en nuestro camino hacia la plena ocupación, necesitaremos
llevar a cabo tres medidas destinadas a prevenir un retorno a los malos
tiempos pasados: tendrá que haber una estricta vigilancia de todas las
actividades bancarias, financieras y de inversiones; habrá que limitar las
actividades de los que especulan con el dinero de los demás; habrá que
asegurarse de que nuestra divisa sea a un tiempo adecuada y saneada.
(…) Nuestras relaciones comerciales internacionales, aunque tienen mucha
importancia, son, hoy, secundarias respecto a la necesidad de establecer
una política nacional saneada.
F. D. Roosevelt
Discurso inaugural, 4 de marzo de 1933.
“Convencidos de que la pureza de la sangre alemana es condición para el
progreso del pueblo alemán y poseídos de la voluntad inquebrantable de
otorgar a la nación alemana la necesaria seguridad para el futuro, el
Reichstag ha aprobado por unanimidad la ley que se detalla seguidamente:
Primero. Quedan prohibidos los matrimonios entre judíos y ciudadanos de
sangre alemana. Los matrimonios celebrados a pesar de ello se
considerarán nulos, aunque se efectúen en el extranjero con la finalidad de
soslayar la presente ley. Tan sólo el fiscal podrá levantar esta nulidad.
Segundo. Queda prohibido el trato extraconyugal entre judíos y ciudadanos
de sangre alemana”.
(Ley para la defensa de la sangre y el honor alemanes, 1936).
“Siendo antiindividualista, el sistema de vida fascista pone de relieve la
importancia del Estado y reconoce al individuo sólo en la medida en que
sus intereses coinciden con los del Estado. Se opone al liberalismo clásico
que surgió como reacción al absolutismo y agotó su función histórica
cuando el Estado se convirtió en la expresión de la conciencia y la voluntad
del pueblo. El liberalismo negó al Estado en nombre del individuo; el
fascismo reafirma los derechos del Estado como la expresión de la
verdadera esencia de lo individual. La concepción fascista del Estado lo
abarca todo; fuera de él no pueden existir, y menos aún valer, valores
humanos y espirituales. Entendido de esta manera, el fascismo es
totalitarismo, y el Estado fascista, como síntesis y unidad que incluye todos
los valores, interpreta, desarrolla y otorga poder adicional a la vida entera
de un pueblo (...).
El fascismo, en suma, no es sólo un legislador y fundador de instituciones,
sino un educador y un promotor de la vida espiritual. No intenta
meramente remodelar las formas de vida, sino también su contenido, su
carácter y su fe. Para lograr ese propósito impone la disciplina y hace uso
de su autoridad, impregnando la mente y rigiendo con imperio indiscutible
(...).
El fascismo niega que el número, por el simple hecho de ser número,
pueda dirigir las sociedades humanas; niega también que este número
pueda gobernar mediante una consulta periódica; afirma la desigualdad
irremediable, fecunda y beneficiosa de los hombres, que no se puede
nivelar mediante un hecho mecánico y extrínseco como es el sufragio
universal. Se puede definir como regímenes democráticos aquellos en los
que, de tanto en cuando, se da al pueblo la ilusión de ser soberano, pero la
verdadera y efectiva soberanía reside en otras fuerzas (…).
El fascismo no cree en la posibilidad ni en la utilidad de la paz
perpetua. Rechaza, pues, el pacifismo (…) Sólo la guerra puede elevar
todas las energías humanas al máximo de tensión e imprime un sello de
nobleza a los pueblos que tienen la virtud de afrontarla (…). Por tanto, la
nuestra es una doctrina que se basa en el postulado previamente
establecido de que la paz es ajena al fascismo (…). El fascismo transporta
este espíritu antipacifista incluso a la vida de los individuos (…), es un
nuevo estilo de vida italiano (…)”.
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