La verdadera naturaleza de nuestra relación con el Señor Jesús Como creyente en Cristo, ¿a veces siente que Cristo está lejos de usted? Usted lo ama como su Salvador maravilloso, y aprecia todo lo que Él ha hecho por usted. Pero ¿acaso parece que su relación con Él es objetiva en vez de íntimamente personal? ¿Se pregunta cómo puede tener una relación más cercana con el Señor? Para responder a esta pregunta, primero necesitamos ver la naturaleza de nuestra relación con el Señor Jesús. Cuando nos arrepentimos de nuestros pecados y creímos en Jesús como nuestro Salvador, algo extraordinario sucedió en nosotros que hizo que nuestra relación con Cristo fuera profundamente personal y subjetiva. Y todo tuvo que ver con el hecho de que nuestro espíritu humano y el Espíritu divino fueron unidos. Como veremos, esta unión entre nosotros y el Señor es lo que hace que Cristo sea real, y esté cercano y disponible para nosotros todo el tiempo. Dado que éste es un gran asunto en la Biblia, sólo podemos hablar de él brevemente en esta entrada. Leeremos versículos cruciales y notas reveladoras en el Nuevo Testamento Versión Recobro para ayudarnos a ver nuestra unión con el Señor y su significado para nuestra vida cristiana. El espíritu humano Comencemos con el espíritu humano. El hecho de que el espíritu humano sea mencionado numerosas veces a lo largo de la Biblia indica su gran significado en el plan de Dios para la humanidad. Según la Biblia, Dios nos creó con un espíritu, un alma y un cuerpo. Nuestro cuerpo es la parte más externa de nuestro ser, y nuestra alma está dentro de nuestro cuerpo. Nuestro espíritu es la parte más profunda de nuestro ser, incluso más profunda que nuestra alma. Zacarías 12:1 es un versículo extraordinario: “Así declara Jehová, que extiende los cielos, pone los cimientos de la tierra y forma el espíritu del hombre dentro de él”. La Palabra de Dios pone el espíritu del hombre al mismo nivel que la creación de los cielos y la tierra, lo que nos muestra cuán significativo es a los ojos de Dios. Así que, ¿por qué es tan importante nuestro espíritu humano? Este órgano creado por Dios está dotado de habilidades que sólo le pertenecen a los seres humanos. Puede contactar a Dios, quien, según Juan 4:24, es Espíritu. Puede recibir a Dios, que es cómo Dios puede entrar en nosotros cuando somos regenerados. Y puede contener a Dios para que Dios pueda vivir en nosotros. Es por esto que nuestro espíritu humano es tan importante. Con nuestro espíritu, podemos conocer y experimentar a Dios interior y subjetivamente. Pero hasta que fuimos salvos, nuestro espíritu estaba sumido en muerte, una consecuencia de la desobediencia de Adán en el huerto del Edén. A través de Adán, toda la raza humana cayó, y llegó a ser completamente pecaminosa y separada de Dios. Pero Dios no renunció a Su plan. En cambio, Él envió a Su Hijo unigénito, Jesús, al mundo para morir por los pecadores caídos. Jesucristo efectuó una redención maravillosa a través de Su muerte en la cruz para que todos los que en Él creen puedan ser salvos del juicio eterno y traídos de vuelta a Dios. El Espíritu vivificante Por supuesto, la muerte de Jesús en la cruz no fue el final, de la misma manera que ser redimido no es el final de nuestra relación con Él. Al tercer día, Él resucitó de entre los muertos. Y en Su resurrección, ocurrió algo trascendental. En 1 Corintios 15:45 se nos dice: “Así también está escrito: ‘Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente’; el postrer Adán [Cristo], Espíritu vivificante”. En Su resurrección, Cristo llegó a ser Espíritu vivificante. La nota 1 sobre este versículo en el Nuevo Testamento Versión Recobro arroja luz sobre lo que esto significa para nosotros. Leamos la primera parte: “Por medio de la creación, Adán fue hecho alma viviente con un cuerpo anímico, o sea, del alma. Por medio de la resurrección Cristo llegó a ser el Espíritu vivificante poseedor de un cuerpo espiritual. Adán como alma viviente es natural; Cristo como Espíritu vivificante está en resurrección. Primero, en la encarnación, Él llegó a ser carne para efectuar la redención (Jn. 1:14, 29); luego, en resurrección llegó a ser el Espíritu vivificante para impartirnos vida (Jn. 10:10b). Por medio de la encarnación Él tenía un cuerpo anímico, así como lo tenía Adán; por medio de la resurrección Él tiene un cuerpo espiritual. Su cuerpo anímico ha llegado a ser un cuerpo espiritual por medio de la resurrección”. Los seres humanos caídos tenemos una doble necesidad: necesitamos ser redimidos, y necesitamos obtener la vida divina, como Dios planeó para nosotros. Como explica la nota, en la encarnación, Cristo dio el paso monumental de hacerse un hombre de carne y sangre para redimirnos. Entonces, en resurrección, Cristo dio otro paso y llegó a ser el Espíritu vivificante para impartirnos vida. Ahora leamos la segunda parte de esta nota para ver lo que sucedió cuando creímos en Cristo: “Ahora Él [Cristo] es el Espíritu vivificante en resurrección, tiene un cuerpo espiritual y está listo para ser recibido por Sus creyentes. Cuando creemos en Cristo, Él entra en nuestro espíritu y somos unidos a Él, quien es el Espíritu vivificante. Por tanto, llegamos a ser un espíritu con Él (6:17). Nuestro espíritu es vivificado y es resucitado con Él. Finalmente, nuestro cuerpo anímico actual llegará a ser un cuerpo espiritual en resurrección, igual que el Suyo (vs. 52-54; Fil. 3:21)”. Antes de Su muerte y resurrección, Cristo sólo podía estar entre y con Sus seguidores. No podía estar en ellos. Pero como Espíritu vivificante, Él puede entrar en todos los que se arrepienten y creen en Él. Específicamente, cuando fuimos salvos, Él entró en nuestro espíritu humano, la parte de nuestro ser que puede recibirlo. Unidos al Señor Leamos de nuevo esta declaración de la nota: “Cuando creemos en Cristo, Él entra en nuestro espíritu y somos unidos a Él, quien es el Espíritu vivificante. Por tanto, llegamos a ser un espíritu con Él (1 Co. 6:17)”. El versículo de referencia para esta declaración es 1 Corintios 6:17, que dice: “Pero el que se une al Señor, es un solo espíritu con Él”. Echemos un vistazo más de cerca a las palabras une y un solo espíritu. Primero, ¿qué significa estar unido al Señor? La nota 1 en el Nuevo Testamento Versión Recobro explica: “Esto se refiere a la unión orgánica que los creyentes tienen con el Señor al creer en Él (Jn. 3:15-16). Esta unión es mostrada por la de los pámpanos y la vid (Jn. 15:4-5). No sólo es un asunto de vida, sino también un asunto en vida (la vida divina). Tal unión con el Señor resucitado sólo puede efectuarse en nuestro espíritu”. La palabra orgánica se refiere a cosas vivas, cosas relacionadas con la vida. Aquí la nota señala que nuestra unión con el Señor es orgánica porque es en y de la vida divina. Nuestra unión con el Señor es ilustrada por los pámpanos con la vid. Los pámpanos, por supuesto, no están unidos a la vid con pegamento o clavos; eso no sería orgánico. En cambio, los pámpanos y la vid son uno el uno con el otro al compartir la misma vida. En Juan 15, el Señor Jesús dijo que Él es la vid y nosotros, Sus creyentes, somos los pámpanos. Cuando creímos en el Señor, fuimos unidos a Él en la vida divina. Ahora, compartimos esa vida en una unión orgánica con el Señor. Esta unión con el Señor sólo puede darse en nuestro espíritu, ya que es el resultado del Espíritu entrando a nuestro espíritu. Al creer en Cristo, somos unidos a Él en la parte más profunda de nuestro ser. Ésta es la naturaleza de nuestra relación con Él. Un solo espíritu con el Señor Ahora, ¿qué significa un solo espíritu? La nota 2 sobre esta frase en 1 Corintios 6:17 nos explica: “Esto indica que el Señor como Espíritu se mezcla con nuestro espíritu. Nuestro espíritu fue regenerado por el Espíritu de Dios (Jn. 3:6), el cual ahora está en nosotros (v. 19) y es uno con nuestro espíritu (Ro. 8:16). Ésta es la manera en que el Señor, quien se hizo el Espíritu vivificante por medio de la resurrección (15:45; 2 Co. 3:17) y quien ahora está con nuestro espíritu (2 Ti. 4:22), es hecho real para nosotros. En las epístolas de Pablo, por ejemplo, en Ro. 8:4-6, frecuentemente se hace referencia a este espíritu mezclado”. Una vez que lo recibimos a Él, el Señor y nosotros ya no estamos separados, sino que somos un solo espíritu. Éste es el resultado de que el Señor como Espíritu se mezcle con nuestro espíritu. Para ilustrar esta mezcla, podemos usar el ejemplo de agua caliente y una bolsita de té. Son dos cosas separadas, pero cuando se unen, se produce una mezcla. El agua y la bolsita de té se mezclan para producir té. De manera similar, cuando creímos en Jesucristo, Su Espíritu y nuestro espíritu se mezclaron, resultando en un solo espíritu. Ya no somos dos entidades separadas, sino que estamos unidos a Él como uno solo. Nuestra vida cristiana Saber que el Señor como Espíritu y nuestro espíritu humano están mezclados como uno solo es crucial para que vivamos la vida cristiana. Dios desea que vivamos en esta unión con Él. La nota 2 en 1 Corintios 6:17, que acabamos de leer, hace referencia a Romanos 8:4-6. Romanos 8:4 dice: “Para que el justo requisito de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al espíritu”. Leamos la nota 3 sobre espíritu: “Es difícil discernir el sentido de la palabra espíritu en este capítulo, en Gá. 5 y en otros lugares del Nuevo Testamento, a menos que la palabra sea designada claramente para referirse al Espíritu Santo de Dios o a nuestro espíritu humano regenerado, como se hace en el v. 9 y el 16 de este capítulo. Según se usa en el Nuevo Testamento, la palabra espíritu, tal como se emplea en este versículo, denota nuestro espíritu humano regenerado en el cual mora el Espíritu y con el cual está mezclado el Espíritu, quien es la consumación del Dios Triuno (v. 9). Esto corresponde a lo que dice 1 Co. 6:17: ‘El que se une al Señor [quien es el Espíritu, 2 Co. 3:17; 1 Co. 15:45] es un solo espíritu con Él’, es decir, un espíritu mezclado”. En este versículo, vemos nuestro espíritu mezclado, nuestro espíritu regenerado habitado por el Espíritu. Aquí, el apóstol Pablo dice que andemos, es decir, vivamos, hagamos, digamos cosas y nos comportemos conforme al espíritu, refiriéndose a nuestro espíritu mezclado. Debemos vivir nuestra vida cristiana en unidad con el Señor andando conforme a nuestro espíritu mezclado. Dado que éste es el caso, nuestro espíritu mezclado debe ser el foco de atención de nuestra relación con el Señor. Nuestra vida con el Señor Debido a que estamos unidos al Señor, Cristo está cerca, subjetivo, y siempre disponible para nosotros. Podemos experimentarlo y disfrutarlo al contactarlo en nuestro espíritu en cualquier momento, en cualquier lugar, en cualquier situación. ¡Él es uno con nosotros, y nosotros somos uno con Él! No importa en qué tipo de situación estemos, Cristo es uno con nosotros, y podemos experimentarlo y disfrutarlo siendo todo para nosotros. Al volvernos a Él y contactarlo en nuestro espíritu, podemos experimentarlo viviendo en nosotros, e incluso por nosotros, en cualquier momento dado. Si necesitamos paciencia, Él es Aquel paciente en nuestro espíritu mezclado. Si necesitamos amor, resiliencia, o sabiduría, Él puede satisfacer todas nuestras necesidades desde nuestro interior. Debido a que Cristo está unido a nosotros, podemos conocer y disfrutar de Su presencia con nosotros todo el tiempo de la manera más personal. Cuanto más disfrutemos de Cristo de esta manera, más lo expresaremos a las personas que nos rodean. La Biblia revela que nuestra relación con Cristo es una unión orgánica, la mezcla de Su Espíritu con el nuestro. ¡Él no está lejos de nosotros en absoluto! Al contrario, está más cerca de lo que podríamos haber imaginado. Simplemente necesitamos practicar contactarlo en nuestro espíritu para experimentarlo en nuestra vida diaria. ¡Tenemos una relación tan preciosa con el Señor en nuestro espíritu mezclado! La unión y la mezcla del Espíritu divino con nuestro espíritu humano es un hecho profundo que podemos, y debemos, experimentar diariamente