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PEC 3 solucion IBE 2023 2024 OK

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Reto 3: Violencia, Solidaridad, género: de las relaciones interpersonales a la interacción
social.
Cuando hablamos de bullying seguramente todos/as coincidiremos con la imagen de un/a
alumno/a asediado de forma física y/o psicológica de manera reiterada por parte de sus
compañeros/se. Nos referimos a una serie de amenazas físicas y/o verbales que angustian mucho
a la víctima que vive la situación con mucho miedo, y que se puede ver afectada su autoestima.
En la primera pregunta os pedíamos que reflexionarais sobre si los casos de bullying presentados
hacían referencia a violencia o agresión.
Como hemos visto a lo largo de los contenidos teóricos en la psicología social no hay un consenso
sobre el que entendemos por agresión o violencia, cuáles son las diferencias y los límites entre
una y la otra.
Aun así, existe un elevado consenso al considerar la agresión como un tipo de violencia con
intencionalidad, es decir cuando se tiene conciencia de causar un daño. Consideramos que el
concepto de violencia es más general que el de agresión, en la primera no es necesaria la
intencionalidad como condición, simplemente el uso de la fuerza.
¿Podemos considerar los casos expuestos como agresión?
En las noticias que hemos podido leer se desprende una intencionalidad por parte del alumnado
hacia a determinados compañeros y compañeras que no son considerados del grupo mayoritario
como pueden ser- por razón de racialización, género y orientación sexual.
Podemos entrever también violencia por parte de las instituciones, mostrando una indiferencia e
incluso negación ante casos de bullying. Podríamos hablar de violencia estructural “Iván no hedo
más cono lo acoso y hostigamiento de sus iguales (sus compañeros), y la indiferencia de quiénes
debían protegerle (el personal del centro educativo)”, observamos un corporativismo, la
utilización de su fuerza, su poder para silenciar ciertas situaciones engorrosas que ponen en
evidencia el fracaso de la institución en la protección de las víctimas. Se legitima un discurso que
resalta las diferencias en cuando a raza, etnia, cultura u orientación sexual y silencia aquellas
voces que son agredidas en cualquier de las formas, física o emocional.
Según Bandura podemos aprender a ser agresivos/as a partir de nuestra propia experiencia y
también de la observación de nuestro contexto y la interacción con otras personas. El aprendizaje
a partir de la observación de otras conductas y sus consecuencias es lo que Bandura llama
aprendizaje vicario o modelado. Partiendo de esta idea el bullying va más allá de conductas
infantiles y se apoya en una estructura social que permite y legitima ciertos discursos que llevan
a la agresión de ciertas personas que tienen alguna característica que los aleja del grupo
homogéneo mayoritario. Estos niños agresores y sus cómplices han vivido y aprendido a agredir
a determinadas personas por la observación de conductas o actitudes racistas, homófobas o
clasistas legitimadas en su entorno. Por ejemplo, las afirmaciones de los/las niños/as de ‘puto
negro de mierda’, ‘veto a tú país’, ‘me das asco’, citadas en el texto de” Racismo en la Escuela:
Asignatura pendiente”, seguramente sean aprendidas en un contexto donde las familias tengan
conductas racistas. No es casualidad tampoco que quién explica esta situación, expresa también
que son las familias las que dicen a sus hijos e hijas que no se acerquen a su hijo.
“La muerte de Iván no se puede sonar como algo ajeno, o lejano. Todos los sectores de
la sociedad, en su conjunto, debemos ser conscientes de que el acoso escolar no se “cosa
de niños”, e implicarnos en su erradicación” (Ferreyra, 2023)
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Tedeschi (2006) plantea que las personas podemos actuar de forma coercitiva por varios motivos
vinculados con el ejercicio de poder y la influencia. Según el autor, optamos por usar acciones
coercitivas por: el control social, la justicia y la identidad.
a) El control social se refiere en la búsqueda de reconocimiento y evitación de castigos donde la
violencia y coerción puede ser un mecanismo para conseguir influenciar y mantener el
reconocimiento de determinados grupos sociales. Desde las instituciones se legitima el uso de la
violencia hacia ciertos colectivos como una necesidad de control social y un reconocimiento por
parte del grupo dominante, que quiere seguir sintiéndose por sobre, poniendo en el punto de mira
todo aquel que sea sospechoso de hacer tambalear el statu quo, por su diferencia a la mayoría
“normal”.
B) La justicia implica una equidad en la distribución de recursos y privilegios mientras que la
injusticia se evidencia cuando esta distribución es inequitativa. Se pueden explicar los casos de
bullying presentados a las noticias como injusticia social que determinados colectivos, en este
caso personas con color de piel o procedencia lejana tengan los mismos derechos que las personas
autóctonas que consideran que un trocito de tierra es su casa. Ante esta situación de injusticia,
pueden derivarse diferentes actuaciones, por ejemplo como se relata al inicio del texto “Racismo
en la escuela: asignatura pendiente” donde tanto los niños y niñas como las instituciones
educativas no hacían nada para solucionar la situación de injusticia; o por el contrario buscar
algún tipo de reparación, como se describe al final del mismo artículo:
“En el nuevo colegio un insulto racista se paga: el agresor debe de mandar una carta
de arrepentimiento a la víctima. Para nosotras, esta carta significa mucho” (Sara Plaza,
2019)
C) Identidad: Tal como se explica en el manual de la asignatura, un motivo de ejercicio de
acciones coercitivas es la búsqueda de afirmación y defensa de la identidad. Precisamente,
observamos una voluntad de afirmación de la identidad de las personas autóctonas que tienen
miedo a perder la propia identidad, tradiciones, valores que se pueden considerar en peligro por
la presencia otras culturas y maneras de hacer así como la identidad heterosexual se puede ver
cuestionada por la visibilidad otras identidades (LGTB-fobia).
“Yo he visto cómo en un colegio, en segundo de Primaria, a niños de cuatro años que
les decían a otros que se tenían que marchar porque esto era un cole solo para españoles.
Esto un niño de cuatro años no lo elabora. Esto es un mensaje que se ha escuchado en
casa, o a un monitor o profesor en el cole, y no se reporta como tal”. (Sara Plaza, 2019)
“Se llamaba Iván. Tenía 12 años, sufría acoso escolar en su centro educativo por ser
trans y argentino. Una doble discriminación”(Ferreyra, 2023).
En el último apartado del primer bloque de preguntas os pedíamos que siguiendo la propuesta de
Ignacio Martín-Baró identifiqueis las formas de violencia y como esta se justifica.
Para Martín-Baró el comportamiento agresivo o violento no se trata de un fenómeno estrictamente
individual estable o permanente, tiene un carácter histórico y cultural y desencadena un proceso
que tiende a incrementar.
Se podría argumentar la violencia o agresión, es decir las situaciones de bullying descritas en las
noticias por la particularidad del contexto actual de un aumento significativo de la inmigración;
identificando violencia verbal hacia determinados grupos sociales: “Camila, de mirada intensa y
templada, leva soportando expresiones malsonantes que hacen alusión a su cantidad de
melanina, como “negra de mierda”, desde que cumplió tres años”.(Sara Plaza, 2019).
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O por una mayor visibilización de las diferentes identidades de género, hecho que años atrás se
vivía desde la intimidad, el secreto y el miedo que ha facilitado el aumento de la violencia hacia
las personas con identidad de género diferente a la esperada. Destacando por ejemplo en el caso
de Ivan situaciones de doble desprecio para ser trans y argentino.
“Se llamaba Iván. Tenía 12 años, sufría acoso escolar en su centro educativo por ser
trans y argentino. Una doble discriminación, la cual, al parecer, pasó inadvertida
para el personal del instituto al que asistía “. (Ferreyra, 2023)
Vemos que es un fenómeno estrictamente individual, gran parte del alumnado se suma a la
violencia y desde la institución escolar se legitiman las agresiones haciendo cómo si no existieran
y facilitando que conductas de este tipo se incrementen en nuestras aulas. En cuanto a las formas
de violencia que os pedíamos podríamos explicar las situaciones de bullying como violencia
estructural generada en un contexto (escuela) donde se minimizan y niegan conductas de
desprecio hacia determinados grupos sociales generando un proceso de violencia que se ve
legitimado a través de la permisividad institucional.
En el punto 2.a os pedíamos que analizárais factores situacionales que puedan facilitar o inhibir
la prestación de ayuda. Es interesante notar que en la mayoría de noticias de prensa la prestación
de ayuda no se pone en relieve. Es decir, se denuncian las agresiones, las carencias institucionales,
los modelos normativos que facilitan ciertas agresiones a colectivos minoritarios, pero es notoria
la falta de noticias donde se ponga en relieve la prestación de ayuda. Por ello, es comprensible
que alguna de vosotras hayáis tenido que hacer uso de la imaginación para ilustrar la prestación
de ayuda.
Podemos destacar los siguientes elementos situacionales que puede facilitar o inhibir la prestación
de ayuda:
Presencia de otras personas vs valorar ser la única persona capaz de ofrecer ayuda: La presencia
de otras personas suele reducir la posibilidad de prestar ayuda puesto que, al haber más personas
en el escenario, la tensión personal entre prestar y no prestar ayuda se dispersa hacia el resto de
las personas que se encuentran en la misma situación. Es decir, el dilema sobre si prestar o no
prestar ayuda deja de ser una cuestión que interpela directamente a la persona para ser disipado a
todo el grupo, la persona pensará que “alguien” ya ayudará. Asimismo, puede tener miedo a
interpretar mal la situación y entender que si la gente no ayuda es por algo.
Pongamos por ejemplo el caso de el niño racializado que recibe agresiones por parte de sus
compañeros descrita en el artículo “Racismo en la escuela: asignatura pendiente” de El Salto
Diario,. En el que el relato del personal de la institución educativa atribuye la situación de bullying
como un “conflicto entre pares”. Si la persona que debería prestar ayuda configura la situación
como un conflicto entre niños donde cada uno de ellos tiene parte de la responsabilidad, la
prestación de ayuda seguramente no se produzca. Más aún si se le atribuye a la víctima una
responsabilidad añadida (al configurarlo como violento).
Cálculo de costes y beneficios de ayudar. La persona evalúa los costes que implica realizar una
ayuda y los costes que tiene para la persona que necesita ayuda no ser ayudada.
Por ejemplo, en el caso del Bullying podemos encontrarnos con situaciones en que determinados
niños/as no ayuden a otras personas porque puedan pensar que si ayudan ellxs serán el próximo
objeto de bullying. Asimismo, recordemos que en el bullying no solo una persona suele agredir a
otra, sino que es todo el entorno el que ejerce violencia hacia la víctima. La existencia de múltiples
fuentes de agresión, hacen que quien podría prestar ayuda vea la posible defensa como una
exposición que podría desencadenar a una agresión contundente y continuada hacia el/ella y por
tanto la ayuda sería limitada.
Por otra parte, la persona que presta ayuda no solo evalúa el coste que pueda tener para ella el
hecho de prestar o no ayuda, sino los efectos que pueda tener no prestarla para la víctima. En este
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sentido, minimizar la importancia del bullying y sus efectos tienen como consecuencia la
reducción de posibilidades de quienes lo sufran reciban ayuda: El coste personal para quien da la
ayuda es evaluado elevado “puedo ser objeto de agresiones” y las consecuencias minimizadas “
una pelea de niños”; [la persona víctima de buylling] “está triste”
En general, cuando son peques, la respuesta que muchas veces el ambiente educativo da
es que son cosas de niños. El niño se siente mal porque le están tratando mal. No son
cosas de niños, ni son tonterías” (Parrondo, 2019)
Esto hace que las escuelas no actúen en consecuencia (no activan el protocolo de acoso escolar ni
investigan de forma profunda el caso), pero la gravedad del asunto se puede ver reflejada en casos
extremos donde las víctimas se suicidan como se referencia en el artículo “víctimas de acoso
escolar han sido abandonadas por el sistema” del diario el Salto, sobre el suicidio de Iván de 12
años.
Características de la persona receptora de ayuda: Determinados atributos de la persona que
recibe ayuda pueden funcionar como motivadores o inhibidores de prestación de ayuda. Por
ejemplo, el atractivo y el pertenecer a grupos sociales similares al de las personas que prestan
ayuda. En este caso, es importante destacar que los atributos que motivan la provisión de ayuda
no son en si mismos promotores de ayuda, sino que tienen que ver con cómo cada sociedad
establece las jerarquías sociales y a determinados sujetos como más “dignos de ayuda”, una
construcción social e ideológica que dice poco de la persona que posee los atributos, pero mucho
de cómo se organiza la sociedad simbólica y jerárquicamente. Dicho de otro modo, dice mucho
de los sistemas de opresión y privilegios sociales. Así, por ejemplo, los sujetos considerados más
atractivos no dan cuenta de una belleza natural, sino de construcciones hegemónicas sobre qué es
la belleza y sus efectos en la reproducción de las relaciones de poder.
Según las teorías de la identidad social (Tajfel) las personas tendemos a buscar similitudes hacia
nuestro grupo de pertenencia (endogrupo) y diferenciarnos del exogrupo. Asimismo, esta teoría
nos indica que las personas tendemos a compararnos con el exogrupo y tener un favoritismo hacia
nuestro endogrupo. Así pues, en el caso de ver alguna persona que consideremos miembros del
endogrupo, el despliegue de ayuda será más fácil puesto que la reconocemos como “miembro de
los nuestros” y por lo tanto permite situar a la persona que emite ayuda en el lugar del que pide la
ayuda.
Por el contrario, si la persona que requiere de nuestra ayuda es considerada del exogrupo, los
estereotipos y prejuicios acrecientan la distancia con quien podría prestar ayuda y, por tanto,
reducir la posibilidad de prestarla. Por ejemplo, en las lecturas propuestas, las personas que
recibían agresiones en el entorno escolar pertenecían a grupos minoritarios (según la raza:
negros/as vs blancas/os; el estatus migratorio: Migrante vs nativa/o; y según la heteronorma:
Colectivos LGTBIQ+ vs personas heterosexuales y cis genero). De esta forma, ser configurado
como miembros de exogrupos en relación al grupo social hegemónico, tiene implicaciones en la
mayor posibilidad de recibir agresiones, y también limita la posibilidad que miembros del entorno
escolar presten ayuda. Además, en algunos casos se relata como el entorno escolar atribuye las
agresiones a conflictos y características personales de la víctima.
Se llamaba Iván. Tenía 12 años, sufría acoso escolar en su centro educativo por ser trans
y argentino (Ferreyra, 2023)
Toma de decisiones: Latané y Darley (1970) se refieren a que la prestación de ayuda depende de
un proceso cognitivo que puede pasar por unas fases, en cada una de ellas la persona puede decidir
prestar ayuda o no hacerlo.
Paso 1: darse cuenta de que hay una situación que demanda ayuda. Si no nos fijamos de la
situación porque tenemos prisa, o porque algo nos distrae podemos no darnos cuenta que pasa
algo. Podríamos poner por ejemplo la falta de recursos humanos que llevan el profesorado en el
entorno educativo a “no ver” determinadas situaciones de violencia.
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Paso 2: hay que interpretar que lo que pasa requiere ayuda (se puede producir una situación
ambigua, o no ver preocupación por los demás o creer que es un tema de escasa importancia).
Precisamente, en el relato de Negale (en el texto Racismo en la escuela: Asignatura pendiente”
del diario el salto.es) referencia que el profesorado trata el bullying como un conflicto “normal”
entre niñas/os.
“el maestro [...] le habló de “piques entre niños” (Casares, 2019)
“Conflictos leves”; conflictes entre iguales, problemas de convivència o “cosas
de ninos” (Fereyra, 2023)
Si la necesidad de ayuda es identificada, se pasa al paso 3: donde la persona puede (o no) asumir
la responsabilidad de ayuda. En este punto, un elemento que puede limitar la prestación de ayuda
es la difusión de responsabilidad, es decir, si hay más personas en el escenario posiblemente se
atribuirá la posibilidad de que otra persona preste ayuda y por lo tanto no prestarla.
Imaginamos la falta de protocolos en el colegio, donde la tutora/el tutor espera que quien actúe
sea la dirección, mientras que la dirección pide soporte a los servicios de soporte. Es el caso del
artículo “Un instituto no aprecia acoso sobre una alumna que acabó internada en psiquiatría”
(El Salto Diario, 2023)
Desde el instituto, con quien El Salto ha intentado contactar sin obtener respuesta, se
amparan en que si Sofía no acude al centro por enfermedad “debe solicitar el servicio
de apoyo educativo domiciliario (SAED)”. “Un servicio que tarda dos meses en
activarse, es imposible”, explica Juan, quien no entiende que, con todo el sufrimiento que
acumula su hija, ni siquiera se le faciliten las clases online. “La víctima ha tenido que
apartarse del centro, el padre ha tenido que rogar para que pueda seguir estudiando en
casa. Ha tenido que acudir a la Dirección de Área ¿Hay que llegar hasta esos límites?
¿Por qué se ha tardado en darle los deberes? Encima de ser víctima, está abandonada”
Siguiendo con las fases de (posible) prestación de ayuda, el paso 4 se refiere a que la persona
debe decidir ayudar y saber cómo hacerlo. En el caso que la persona no se vea capacitada para
ayudar, hay menos posibilidades de prestar ayuda. Finalmente, el paso 5 implica la ejecución de
la ayuda. Los posibles elementos que la limitan, pueden ser pensar que hay gente mirando, si el
coste es muy grande, si se piensa que se puede poner en peligro a otras personas o a sí misma/o.
Por ejemplo, las prácticas reprobables de la dirección del centro que puede asociarse al temor del
centro de no verse señalado como un espacio conflictivo y que esto tenga repercusiones negativas
para todo el entorno escolar. O en el caso de las/os compañeras/os puede ser que no presenten
ayuda por miedo a volverse objeto de bullying. Un ejemplo de este último caso lo encontramos
en texto de Quintana Vergara (2020) que nos describe que “bullying afecta también a incluso a
parientes o amigos de personas LGBTI”
En el punto 2.b os pedíamos sobre las posibles implicaciones que puede tener la ayuda para la
persona que la recibe. Feliu y Samuel-Lajeunesse (2019) destacan que la prestación de ayuda
tiene repercusiones sobre la identidad personal tanto de quien da ayuda como de quien la recibe.
Quien decide dar ayuda posiblemente vea su identidad personal reforzada, al mostrarse
empática/o autónomo y con capacidad de solucionar una situación desagradable. El ejemplo la
llamada de ayuda de Lady Gaga a una niña que sufre bullying es ejemplo de ello. En el relato la
actriz y cantante interpela a quien es susceptible a dar ayuda, le dice “se valiente”:
“A veces es complicado plantarles cara a los chicos populares, lo sé, o salir con alguien
que está siendo víctima de abusos. Pero, intenta ser esa persona. Sé amable. Sé valiente.
Ve y siéntate con Venice para comer. Sé un rebelde” (La Vanguardia, 2017)
Quien recibe la ayuda puede verse vista/o como desprovista/o de la capacidad de resolver el
problema y carente de autonomía. Estas acciones pueden actuar como amortiguadoras de
situaciones concretas de abuso en el entorno escolar, pero, el foco no se pone en las condiciones
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estructurales y situaciones de interacción que sitúan a determinados colectivos en situación de
vulnerabilidad a recibir agresiones en la escuela, ni tampoco en los mecanismos institucionales
de prevención y control: el foco está en las personas (niñas/os) valientes, que pueden cambiar las
reglas del juego, que pueden frenar las agresiones hacia otras compañeras/os (vulnerables).
La recepción de ayuda puede ser recibida de forma satisfactoria si la que recibe ayuda se ve en
condiciones de ofrecer ayuda en el futuro. Si esa niña que recibe agresiones puede ser “valiente
y rebelde” para defender a otras personas que se encuentran en una situación similar. Por el
contrario, si la persona no ve la posibilidad de ofrecer ayuda en un futuro, la deuda se hace más
grande, y se fortalece una relación de dependencia entre quien ayuda y quien recibe la ayuda.
Cuyos efectos pueden ser negar la ayuda o minar en mayor medida su autoconcepto y autoestima.
En el caso de la noticia de Lady Gaga, la cantante afirma haber sufrido de bullying, su empatía
hacia las personas que sufren agresiones en el colegio y esta acción de pedir ayuda, haciendo uso
de su posición de privilegio, podría ser una forma de devolver la ayuda que alguna vez se le fue
dada o que alguna vez hubiera querido recibir.
Otro apunte que se destaca en el manual de la asignatura es que ofrecer la ayuda puede ser una
forma de mantener la relación desigual entre dos colectivos, puesto que si quien ejerce la ayuda
se encuentra en posición de privilegio, la ayuda refuerza su autonomía y poder mientras quien no
se encuentra en él, se ve reforzado su estado de carencia de poder. Siguiendo el ejemplo del caso
de Lady Gaga, seguramente esperamos que esa persona “valiente”, “rebelde” sea un/a niño/a que
se encuentre en posiciones de privilegio al no recibir agresiones personales. Por ejemplo, personas
que no pertenezcan a minorías raciales y personas heteronormativas.
Si la ayuda es proveída entre iguales esto se denomina solidaridad y puede modificar las
condiciones que generan la desigualdad, empoderando a los colectivos y reduciendo los motivos
que generan las inequidades sociales. Este punto lo veremos en las siguientes líneas.
Precisamente, la pregunta 2.c pedía un cambio de foco a la prestación de ayuda. Ya no se trataba
de analizar de los factores situacionales que motivan o inhiben la prestación de ayuda de una
persona a otra, sino que se focaliza en la acción colectiva. Es decir, la solidaridad de determinados
grupos en resolver situaciones injustas. La ayuda colectiva implica el reconocimiento que la
situación no compete a una sola persona “victima” desprovista de recursos capaz de afrontar la
situación que requiere la ayuda (como en el caso del bullying) sino que implica una identificación
colectiva de procesos de opresión que se dan en el marco de identificar a determinados grupos
fuera de los grupos dominantes (aquellos que establecen los criterios que permiten a las personas
acceder a recursos, relaciones y situaciones que los predisponen a privilegios). El reconocimiento
que el problema no es individual, sino que obedece a la atribución de una persona a una (o unas)
categorías minoritarias, deriva a que quienes se encuentran en situación de opresión cuestionen el
orden jerárquico y excluyente de las categorías hegemónicas. Así, la consciencia de injusticia
puede ser un motor para movilizar a la acción y mejorar las condiciones que hacen posibles las
prácticas de discriminación.
Un ejemplo de esto es el texto que os proponíamos de “Acoso LGTBI+, bullying homofóbico y
transfóbico en la escuela” (de Nacho Quintana Vergara). Quien expresa haber sufrido acoso
escolar por no responder a los mandamientos de género hegemónicos. En las primeras líneas
expresa que lo llamaban “maricón” por no jugar a los deportes masculinizados y preferir
actividades atribuidas a las mujeres. Es decir, expresa que los estereotipos asociados al género
masculino y la heterosexualidad fueron los elementos clave para comprender la situación de
bullying que el sufrió. En este marco, el autor se implica en un proyecto colectivo llamado “Al
colegio para conocernos” cuyo fin era romper con los estereotipos de género y las prácticas de
discriminación y violencia en torno a él.
“bullying homofóbico y transfóbico (homobitransfóbico) ,es un grave problema que
afecta a la mayoría de adolescentes LGBTI+, en particular modo a aquellos que no se
ajustan a los roles y a las normas de expresión género, es decir, aquellos que son percibidos
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como LGBTI+ porque su forma de vestir, comportarse o hablar, o sus intereses y aficiones,
no se corresponden con lo que la sociedad espera de una persona por el hecho de ser un
hombre o una mujer” (Quintana Vergara, 2020)
En esta misma línea, Ferreyra (2019) pone en evidencia que el sistema educativo es racista y que
carece de protocolos suficientes para responder al problema estructural. Por el contrario, ilustra
cómo el sistema educativo, que niega el racismo, reproduce el privilegio de determinados
colectivos (blancos, europeos). En el marco de la negación del racismo, las prácticas de ayuda
pueden tener un efecto contrario al deseado, y funcionar en detrimento de las personas
racializadas, despojando a estos colectivos de su derecho a una educación de calidad:
“el racismo es una palabra tabú. La única que hace alusión a ello es la directora de la DAT,
Coral Báez, para mandar a un centro de sordos a mi hija”, explica. “Ella, en un gesto de
generosidad, nos recomienda un centro que está especializado en alumnos sordos, muy
concienciado con la integración, pero mi hija no es sorda. Es decir, equipara una
discapacidad al hecho de que mi hija sea negra” (Petra Ferreyra, 2019)
Finalmente, abordaremos el último bloque de preguntas vinculado a la atracción interpersonal.
Cuando hablamos de normatividad nos referimos a los criterios culturales que definen qué
características hacen más o menos atractivas a las personas. Cómo apuntábamos en el enunciado,
estos criterios no son neutrales. Recuperando el ejemplo sobre el atractivo físico que propone
Feliu (2019, p.28), el profesorado tenderá a considerar más guapo al alumnado que proviene de
clases acomodadas, en la medida que cumplirá más fácilmente con los estereotipos que definen
el ser guapo, como por ejemplo el color de la piel, el cabello, el tipo de ropa, la sonrisa resultante
de tener acceso a dentistas, etc. Es decir, la normatividad, aquello que se considera atractivo, tiene
mucho que ver con las características que indican pertenencia a los grupos sociales mejor
valorados socialmente o que nos identifican con estos.
Las características asociadas a un grupo social (físicas, psicológicas, de comportamiento, etc.)
cambian con la sociedad, de forma que los símbolos concretos que representan la pertenencia a
las categorías sociales de turno dependen de cada contexto sociohistórico. Un caso evidente es
cómo han evolucionado los cánones de belleza, especialmente en el caso de las mujeres, en cuanto
al tamaño del cuerpo que se ha considerado atractivo en cada momento histórico. Actualmente,
un cuerpo delgado reporta más estatus que un cuerpo graso, en la medida que, dentro de un
esquema patriarcal, se vincula con el éxito (entre otras atribuciones). En cambio, en otras épocas,
un cuerpo extremadamente delgado se vinculaba a la pobreza y, por lo tanto, se percibía como
menos deseable. Así pues, el sentimiento de atracción no es fruto de una valoración interna y
exclusivamente personal, sino que está atravesada por los significados sociales que asociamos a
determinados atributos físicos o psicológicos, los cuales son un marcaje de la posición dentro de
las jerarquías sociales.
Ahora bien, ¿cómo se relaciona esto con la percepción de similitud como elemento de atracción?
Según Pujal y Cubells (2019), la manera como nos vemos a nosotros mismos tiene que ver con el
grupo social con quien nos identificamos. La similitud, entonces, no se busca de manera
simétrica, sino que tendemos a sentirnos atraídos por personas de estatus igual o superior al
propio (Feliu, 2019). Las personas asignadas a categorías sociales poco valoradas, pues, tenderán
a sentirse atraídas por personas de estatus superior. En este sentido, una respuesta podría ser que
tendemos a identificarnos con grupos con mayor estatus social, es decir, grupos más
normativos, de forma que nos sentimos atraídos por personas que percibimos que también
pertenecen a estos. O, otra forma de responder seria que, aunque nos auto-percibamos como parte
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de un grupo no normativo, la normatividad en el otro nos resulta atractiva por una cuestión
socialmente aspiracional.
Un ejemplo paradigmático de esto sería el interés o la predisposición a ayudar a personas
refugiadas con unas determinadas características (blancos, rubios, ojos azules), connotadas
positivamente según unos estándares sociales racistas (por ejemplo, se les atribuye inocencia y
riqueza), mientras que otras personas refugiadas con un color de piel más oscuro reciben menor
empatía y preocupación social porque, entre otros, se las asocia con la peligrosidad y la pobreza.
Al margen de cuáles sean las características objetivas de las personas no-refugiadas que se
comparan con las personas refugiadas, las primeras pueden percibir similitud con el grupo social
dominante en términos de etnia o raza en la medida que se identifican aspiracionalmente con este.
Esta identificación refuerza su autoconcepto en términos positivos, puesto que hay una
apropiación de los significados asociados a la categoría social dominante. Por lo tanto, las
categorías sociales se construyen a través de una percepción de similitud articulada en este caso
sobre esquemas racistas, valiéndose de una normatividad naturalizada para justificarse cómo algo
objetivo o neutral.
3.2. Qué efectos tiene esta normatividad en la construcción del otro (diferente).
En la práctica, ser una persona no-normativa comporta sanciones sociales en forma de
discriminación. El caso del bullying es una expresión muy clara de esto, puesto que,
generalmente, quién lo sufre suelen ser personas no-normativas en uno o varios aspectos. Esta
no-normatividad puede ser una expresión de género no binaria o que se aleje de los cánones de
feminidad y masculinidad hegemónicos, tener un cuerpo que no cumpla con los cánones de
belleza del momento, ser percibido como diferente según juicios racistas, divergir del
funcionamiento intelectual y emocional de las personas quienes se encuentran dentro de la norma,
o no poder permitirse económicamente el consumo de determinados productos y, por lo tanto, no
poder participar de las tendencias sociales, entre muchos otros ejemplos. Estas características a
menudo hacen a las personas objeto de violencia porque se los asocia un menor valor social.
Concretamente, son devaluadas porque indican una desviación de las categorías socialmente
privilegiadas en términos de género, raza, clase social, capacitación, etc.
Retomando el razonamiento de la anterior pregunta, si la percepción de similitud está sesgada por
la búsqueda de normatividad, la percepción de la diferencia tampoco es neutral, sino que
tendemos a ver como más diferentes aquellas personas que pertenecen a categorías sociales
menos privilegiadas socialmente. Ya vimos al módulo anterior que un elemento clave para la
definición del endogrupo es la comparación con el exogrupo, el cual es definido a través de
prejuicios, para beneficiar la autoimagen de los miembros del propio grupo. Tal como hemos
visto en los ejemplos anteriores, estos prejuicios se elaboran a partir de argumentos que expresan
unas jerarquías sociales de fondo. Por lo tanto, la construcción del exogrupo como no-normativo
sirve para validar la propia pertenencia a las categorías sociales normativas, obteniendo
privilegios sociales, mientras que las personas consideradas no-normativas devienen susceptibles
a ser objeto de discriminación.
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Referencias:
Feliu y Samuel-Lajeunesse, Joel. (2019). Ayuda y solidaridad. Atracción, intimidad y género.
Barcelona: Editorial UOC.
Ferreyra, P. (2023) Las víctimas de acoso escolar han sido abandonadas por el sistema. Diario el
Salto.
La Vanguardia (2017) Lady Gaga defiende a una niña víctima de bullying con un emotivo video
en Instagram. La Vanguardia.
Plaza Casares, S (2019) Racismo en la escuela: asignatura pendiente. Diario el Salto.
Plaza Casares, S (2023). Un instituto no aprecia acoso sobre una alumna que acabó internada en
psiquiatría. Diario el Salto.
Quintana Bergara, N. (2020) LGTBI+, bullying homofóbico y transfóbico en la escuela.
InfocAcoso.
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