El kibutz - Habonim Dror

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Joveret de
Socialismo
Tema
Tnua
LA ESENCIA KIBUTZIANA
Fundamentos kibutzianos: (qué conforma la esencia de la vida en el kibutz)
Participación y pleno compromiso mutuo
 Corresponsabilidad, por la cual cada individuo es responsable por sí mismo y por los demás.
 La comunidad toda es responsable por el bienestar, la educación y el desarrollo del conjunto de los
javerim, durante toda su vida.
 Participación en muchos de los sistemas vitales.
Confianza, fraternidad y solidaridad como condición existencial
 Aliento de las relaciones humanas entre los javerim.
 Consideración, apoyo y estímulo.
 Trato integral e informal.
El trabajo como creación
 Trabajo como fuente de sustento, como aporte a la sociedad, como medio de expresión personal.
 Igual valoración para todas las tareas.
Motivación interna
 Motivación basada en la identificación, la conciencia social y la disciplina, y no en “premios y castigos”
personales.
Conducta moral
 Cultura de consideración y tolerancia.
 Comportamiento individual según normas éticas.
 Aporte laboral y no especulación.
 No-explotación del prójimo.
Libertad
 Margen de decisión para la elección personal con responsabilidad social y consideración del otro.
Compromiso socio-político
 Confrontación con desafíos socio-políticos.
 Corresponsable por el futuro del pueblo judío y la conformación de la sociedad israelí.
Realización
 Aspiración de concreción de ideales y principios como valor en sí mismos.
El kibutz – cédula de identidad:
El kibutz es una comunidad colectiva compuesta por individuos y familias cuyo objetivo principal es
potencial las virtudes de lo colectivo, para desarrollar al hombre y asegurarle una vida rica y significativa en el
marco de una sociedad justa. El kibutz es un intento social constate de dar respuestas responsables a los
problemas del hombre y la sociedad en las circunstancias cambiantes que la realidad les depara.
El kibutz aspira a tomar parte en la formación de la sociedad israelí y en la creación cultural judía y
universal, a partir de un compromiso activo en los círculos sociales, económicos, culturales y políticos, aplicando
modelos colectivistas a la resolución de problemas básicos que escapan a su entorno inmediato. Esta militancia es
esencial a su existencia, pero su importancia va más allá de lo existencial y ahonda el sentido de la vida en el
kibutz.
Después de ochenta años de existencia, es necesario admitir valiente y sinceramente que no siempre y no
en todas las áreas puede decirse que el kibutz logró concretar sus metas. Precisamente en estos días nos
encontramos sumidos en una época muy dura, en la que se han multiplicado los interrogantes y acrecentado las
dudas. La lucha y la confrontación incesante en aras de la consecución de las metas válidas, revisando
constantemente los medios para lograrlas, son la justificación para la continuidad de este experimento singular
que es la vida comunitaria en el kibutz.
Principios esenciales del kibutz y valores del
socialismo
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Centralidad del hombre (humanismo): considerar a cada persona como objetivo de la cción colectiva, aún
cuando es ella quien sirve a la sociedad. La responsabilidad comunitaria por la cristalización del máximo
de potencial humano de la maoría de los javerim.
Confianza recíproca: un alto grade de confianza basado en ele conocimiento y la selección controlada de
los socios, y en sistemas de control (que aún debemos institucionalizar) que sustentan la confianza.
Fraternidad (solidaridad): una sociedad que fomenta las relaciones humanas, la amistad y la
consideración de las necesidades del prójimo, la informalidad, la reducción de la alienación y la soledad, y
cultiva la cultura grupal.
Libertad (voluntarismo): integración y abandono por libre elección (el kibutz se reserva el derecho de
rechazo), y preservación de un margen de elección y decisión personal, tomando en cuenta las
necesidades del individuo y las de la comunidad.
Igualdad: igualdad física básica e igualdad de derecho de satisfacción de las necesidades básicas propìas
de cada individuo, independencia directa entre la capacidad y el aporte concreto del javer en la
satisfacción de sus necesidades. Igualdad de valor e igual valor de la opìnión (democracia).
Trabajo: el trabajo como sustento, como expresión personal, como participación activa por medio del
equipo, y como manifestación de la responsabilidad social. Abstención de explotación del prójimo e igual
valoración de toda tarea y de todo trabajador.
Autogestión democrática: una sociedad que administra todos sus sistemas vitales y mantiene un régimen
de vida de democracia activa e informal. La participación y el compromiso de sus miembros se da a través
de las distintas áreas del equipo, la comisión, el grupo de interesados, etc.
Realización: una forma de vida que brega constantemente por la realización de los valores y por la
consecución de las metas como un valor en si mismo. Una combinación entre la auto-realización, el
aporte a la sociedad y la particiàción en objetivos comunes.
LOS PRINCIPIOS KIBUTZIANOS EN DISTINTAS ÉPOCAS
Período
Características generales
Años:1930-1950
Sociedad disciplinada,
miembros involucrados,
individuo al servicio de la
comunidad, condiciones
de vida pobres, énfasis en
el activismo, objetivo:
construcción del país
vinculado al ideal.
Años: 1960-1980
Sociedad productiva,
miembros productivos,
kibutz como hogar,
individuo al servicio de la
comunidad, nivel de vida
crece, énfasis en el
consumismo, objetivo:
construcción del kibutz
considerando al individuo.
Igualdad
Igualdad en pobreza,
felices con poco.
Libertad de pertenencia
(pertenencia total a la
comunidad)
Igualdad en cantidad
(objetos)
Libertad de socios (y
resignación en aras de
estar juntos).
Democracia
Decidir juntos. Sobre todo
los líderes dirigen y el
individuo se identifica.
Responsabilidad común
Apoyo al javer necesitado
en los límites de lo posible
Participación
Participación absoluta:
todos se hacen juntos
Decidir juntos la mayor
parte, las instituciones
dirigen y el individuo
participa
No hay límite al apoyo al
javer necesitado dentro
del kibutz.
Gran participación, que
deja alguna autoridad
para la familia
Trabajo
Colaborar en la
construcción del país:
infraestructura agrícola
(alimento), asentamientos
(seguridad)
Se trabaja donde se puede
Libertad
Colaboración interna en el
kibutz: infraestructura
industrial, servicios, nivel
de vida.
Se trabaja en ramos
locales
Años: 1990-2000
Sociedad creativa,
miembros creativos,
kibutz como marco de
vida, comunidad como
apoyo del individuo,
calidad de vida crece,
énfasis en implementar
las capacidades, objetivo:
construcción del ser
humano responsable por
la comunidad.
Igualdad por elección
(satisfacción)
Libertad de elección
(elección personal)
libertad de
responsabilidad.
Decidir juntos lo principal,
los equipos dirigen, el
individuo decide en lo
suyo.
Apoyo al javer necesitado
hasta el límite de la
explotación o abuso.
Participación elemental
como base para el
crecimiento del infividuo y
la sociedad
Sustento y creación
construcción del ser
humano: desarrollo de
aptitudes, conocimientos
y profesionales, tomando
en cuenta consideraciones
rentables y tratando de
aumentar ingresos.
Se trabaja en donde
conviene y es interesante.
COMPROMISO BÁSICO DEL JAVER KIBUTZ
El javer acuerda personalmente atenerse a estas reglas y firma un documento escrito.
El incumplimiento prolongado de este compromiso lo hará pasible de expulsión del kibutz.
Los organismos del kibutz quedan obligados al incumplimiento de estos términos por decisión de la
asamblea.
Una instrancia de crítica interna o externa garantizará la implementación.
Obligaciones individuales
Obligaciones del kibutz
Solidaridad
Respeto de las decisiones: el javer
Responsabilidad por el bienestar del
respeta las decisiones básicas del
javer: el kibutz se hacer cargo de la
kibutz y actúa en consecuencia
seguridad social del javer, y lo
(forma de vida, corrección).
apoya en caso de enfermedad o
crisis personales.
Responsabilidad por los hijos delos
javerim: el kibutz se responsabiliza
por la educación de todos los hijos
de los integrantes hasta la mayoría
de edad.
Ocupación del trabajo
Obligación de trabajar: el javer se
Ocupación para todos: el kibutz
integra a un trabajo productivo y
asegura lugar de trabajo para todo
cumple con las obligaciones
javer interesado en trabajar, sin
comunes de acuerdo con su grado
límite de edad.
de involucración y sus posibilidades.
Ingresos personales
Aporte de todos los ingresos
Garantía de condiciones aceptables
ordinarios: el javer aporta todos sus de vida: el kibutz asegura nivel de
ingresos ordinarios, laborales y
vida y condiciones de vivienda
patrimoniales, a la caja del kibutz.
aceptables a todos sus miembros,
según sus posibilidades.
Sistema de sanciones
Sistema de sanciones: interrupción
Sistema de sanciones: apelación a
de la javerut en caso de
una instancia externa.
incumplimientos reiterados y
Publicación de su evaluación,
renuncia a atenerse a las reglas.
obligación de cumplir sus
indicaciones.
OBLIGACIONES RECÍPROCAS – EL JAVER KIBUTZ
Compromiso básico
Obligación del javer
Trabajar en una tarea rentada
Aportar todos sus ingresos al kibutz
Compromiso de acuerdo
Actaur según las reglas y las
decisiones y no abusar de la
responsabilidad solidaria
Expectativas
Participar en las actividades del
kibutz, desempeñarlas funciones y
aportar en la medida de su
capacidad.
Consideración del prójimo y
disposición a ayudarlo en la
satisfacción de sus necesidades
especiales.
Obligación del kibutz
Responsable del bienestar del javer,
de su desarrollo y progreso personal
y social,m de su seguridad social, de
apoyo en la necesidad.
Poner en práctica un sistema de
acuerdos que asegur los derechos
del javer y su futuro yle exija el
cumplimiento de sus obligacioens.
Poner en práctica reglas que eviten
el abuso de la responsabilidad
solidaria
Desarrollar un sistema de
negociación y encuentros sociales
formales e informales.
Consideración del otro y de sus
necesidades especiales en todas las
etapas de la vida.
EL KIBUTZ SE RENUEVA
El kibutz tradicional
Participación centralizada y obligatoria
Alto grado de solidaridad con preeminencia de las necesidades comunes
Economía de producción esencialmente agríocola e industrial en el marco de las ramas productivas del kibutz
Educación secundaria para todos, y educación superior (funcional) solo para parte de los miembros
La mayor parte de los servicios y de los trabajos tienen lugar en marco del kibutz.
El kibutz distinto
Lo colectivo se reduce al mínimo
La comunidad asegura solamente servicios básicos
El sustento pasa a ser responsabilidad del individuo y las leyes de competencia de mercado rigen la red laboral
interna
La educación es elegida por el individuo y su entera responsabilidad.
Desarticulación de las estructuras colectivas con miras a un “Yishuv Kehilatí”.
El kibutz renovador
Libertad de participación selectiva y descentralización de la responsabilidad.
Solidaridad y responsabilidad conjunta por las necesidades del prójimo.
Amplia gama de medios de subsistencia y ocupación profesional a cargo del kibutz, en gran medida.
Educación superior para todos, y amplias posibilidades de formación profesional.
Variedad de posibilidades de compartir, más allá del encuadre del kibutz, todas las estructuras vitales –
“participación abierta”.
REACCIÓN A LA CRISIS: COMUNAS Y
KIBUTZIM URBANOS
El kibutz dejó de satisfacer las aspiraciones de los jóvenes integrantes de muchos de los movimientos juveniles en
Israel y en la Diáspora. La crisis en el movimiento kibutziano hizo a las tnuot replantearse si el kibutz seguía siendo
su máxima aspiración de realización.
Una de las respuesta a la crisis de los kibutzim fueron las comunas y los kibutzim urbanos. Ambas nuevas
sociedades, dejaron de lado lo que algunos considerariían el pilar del kibutz: el trabajo agrícola, pasando a
reemplazarlo por el cooperativismo y la preocupación por la sociedad y la justicia social.
Los movimientos juveniles israelíes asociados con el sionismo socialista solían mandar a sus miembros a
trabajar de forma voluntaria un año al kibutz (Shnat sherut) antes del servicio militar, también lo hacían los
movimientos juveniles con la misma inclinación política de la diáspora. Sin embargo, desde hace unos años, el
movimiento Hanoar Haoved Vehalomed (tnuá hermana de Habonim Dror), el más grande movimiento israelí,
cambio su proceso tnuatí y comenzó a utilizar ese año para formar comunas en las ciudades en lugar de mandar a
los jóvenes al kibutz.
Los movimientos israelíes como Majanot Haolim y Hashomer Hatzair han seguido su ejemplo; desde hace
ya unos años nuestra tnuá también lo ha checho, a paso más lento pero como gruto hoy existen cuatro comunot
de Habonim Dror.
Estos movimientos se enfrentan con problemas similares con los que se ha engrentado el kibutz a lo largo
de su historia, pero ellos poseen el ejemplo para guiarse, analizar y decidir que paso deben para no repetir
errores que ha cometido en algún momento del pasado el kibutz.
En Hanoar Haoved Vehalomed, los miembros se niegan aa estudiar educación no formal en un marco no
universitario (la universidad representa un sistema que hay que combatir), son expulsados. En Habonim Dror
existen miembros que desarrollan una vida comunal y no necesariamente deben estudiar educación no formal,
muchos de ellos han asistido o asisten a la universidad, la mayoría trabajan en el movimiento, encontramos
miembros que trabajan con los sectores más débiles de la sociedad israelí y también existen aquellos que no
necesariamente trabajan en relación con la educación.
FORMAS DE VIDA SOCIALISTA
Distinguimos básicamente 3 formas de vida socialista.
Kibutz: es la forma de vida tradicional con un establecimiento agrícola colectivo donde se mantienen los
valores socialsitas en la vida en comunidad. Los javerim adquieren derechos y compromisos frente al kibutz y al
resto de los javerim. En un principio, y hoy en día en algunos casos, trabajan la tierra para contribuir al país. Otras
contribuciones son por ejemplo el estableciemiento para marcar límites y defensa de Israel o el ulpan kibutz como
sevicio para olim.
Kibutz ironí: es el famoso kibutz urbano donde en una ciudad se juntan varias familias con ideales similares.
Forman un bloque en la misma ciudad y tienen espacios colectivos como mohadon o jedar ojel. Es una adaptación
de la idea kibutziana al mundo actual. También es conocido como “kvutzá kvutzot”, pues varias kvutzot (en la
mayoría de sus casos en su forma más simple: en forma de familias) forman una kvutzá. Su contribución al estado
es básicamente a nivel educativo con escuelas o mismo con trabajo social. Como claro ejemplo podemos poner al
kibutz TAMUZ.
Comuna: es la forma más simple donde se agrupa una kvutzá bajo un mismo techo y viven de una forma
colectiva y colaboracionista. Todos colaboran para mantener la casa ya sea con las labores y/o financiamiento.
Fragmentos de “La utopía del kibutz posible”
Por: Darío Teitelbaum
El hecho de la crisis del kibutz no necesariamente preanuncia su desaparición, a condición que separemos
la idea humana que le dio origen, de su concreción en sistemas prácticos. (Hablando con un amigo que fue a
visitarlo al kibutz)
…Le advertí que estaba hablando de dos temas diferentes. Uno, la crítica a la sociedad llamada kibutz,
más que una sociedad, una "marca registrada". Y el segundo, la forma que yo me manifiesto frente a los cambios.
De una u otra manera el kibutz es el "cuchillo de mi Bobe", una marca registrada, una conciencia y concepto
trascendental, más allá de la realidad concreta que viva hoy.
EL KIBUTZ COMO "IDEA HUMANA"
Todos queremos igualdad básica entre los hombres o por lo menos "igualdad de posibilidades para todos
los seres humanos". Todos queremos democracia. Todos queremos una "vida significativa". Todos queremos
"desarrollo personal y autorrealización". Todos queremos vivir en sociedad .Todos queremos "hacer algo más que
comer-trabajar-dormir-procrear". Todos queremos "ser especiales, diferentes". Todos queremos ser distintos que
la generación que nos precede. Todos queremos "dejar huella" en la historia de nuestro pueblo y en la historia
humana. Todos queremos libertad sin oprimir a otros...
Pues bien, se puede decir con un alto grado de seguridad que el kibutz en su "Idea Pura" se puso como
objetivo utópico la combinación de los deseos ("todos queremos" de una juventud efervescente plasmándolo en
un "modelo de vida ejemplar", plenamente antagónico a modelos de vida judía–humana en la diáspora a
principios del siglo XX.
…en líneas generales el común denominador de estas aldeas cooperativas (basado en la Idea Humana) se
podría resumir en pocas frases que quizás no encierren ni la complejidad ni la significación de la empresa, pero
dan una perspectiva comprensible inclusive hoy en día.
1. Co-propiedad de los medios de producción.
2. Igualdad (mecánica o progresiva) entre los miembros.
3. Democracia participativa y directa.
4. Responsabilidad mutua.
5. Misión popular-nacional.
6. Auto-abastecimiento económico, social y cultural.
7. Colectivismo ideológico.
A esta síntesis de la "Idea Humana" se podrían agregar conceptos adicionales (y diferenciales entre cada
uno de los movimientos kibutzianos), pero creo que son la esencia de lo que conocemos como "Movimiento
Kibutziano".
EL KIBUTZ COTIDIANO
Me permito mencionar los factores centrales que propiciaron los cambios en el kibutz y en la sociedad
kibutziana, sean estos factores exógenos o endógenos del kibutz.
1. Cambio generacional (el kibutz como sociedad multi-generacional).
2. Cambios en la sociedad israelí (¿normalización?).
3. Cambios en la sociedad judía (en Israel y en la Diáspora).
4. Establecimiento del Estado de Israel.
5. Cambios globales (y muy especialmente la supuesta muerte de las ideologías).
Ante todos los factores de cambio mencionados, el kibutz desarrolló un paulatino (pero continuo) proceso de
cambios, manejándose entre tres tensiones contradictorias presentes en toda discusión real o virtual.
Bases fundacionales - Funcionamiento práctico – Voluntades personales
LA UTOPIA POSIBLE
Y justamente para ilustrar las posibles contradicciones, me permito presentar una serie de preguntas.
1. ¿Es necesario que los co-propietarios de los medios de producción coman juntos?
2. ¿En qué medida la democracia participativa es el camino práctico que permite tomar
decisiones y ejecutarlas?
3. ¿Qué importancia tiene la misión voluntaria cuando ya existe el Estado de Israel?
4. ¿En qué medida realmente el kibutz permite el pleno desarrollo del potencial humano de sus
miembros?
5. En una sociedad de múltiples identidades, ¿es posible mantener un "colectivo ideológico"?
6. ¿Qué ocurre cuando el principal medio de producción no es el tractor, sino la capacidad y
creatividad del individuo kibutziano?
7. ¿Cómo conviven juntas tres o cuatro generaciones (abuelos–fundadores; hijos–producto
clásico o víctima del sistema; nietos reformistas o neo-revolucionarios)?
Y por último: ya que el kibutz es una isla cooperativista–socialista en un mar capitalista, ¿es posible
mantener un sistema interno (kibutz) con normas morales y de conductas propias y, al mismo tiempo,
relacionarse con el exterior desde la norma "todo vale" sin que esto influya en la propia vida interna del kibutz y
sus normas?
Ya entrando en la contradicción, y percibiendo los cambios que atraviesa el movimiento kibutziano y sus
kibutzim, y sin abrir juicio o manejar prejuicio, quisiera decir que la Vida Kibutziana se podría presentar como
oportunidad o como riesgo, especialmente para aquellos que consideran que la Utopía es noble, es humana, es
justa, es valedera aun en días en los que parece que "el dinero triunfó", es digna y dignifica a quienes guían sus
vidas con una brújula moral y justa.
Digo oportunidad, ya que considero que el sistema kibutziano actual, más allá de su importancia en la
gesta nacional–social y su rol en la empresa sionista, se alejó significativamente de su carácter de sociedad
utópica y a pesar de esto, sigue siendo una de las sociedades más justas y humanas en el mundo.
Digo riesgo, ya que lo que conocemos como el kibutz actual podría desesperanzar a jóvenes que ven a la
Utopía como brújula, pero desisten ante la imposibilidad de ver en dicho kibutz actual un canal viable para sus
vidas.
Podría ser que justamente un kibutz distinto al de hoy, en el cual los recursos humanos, materiales y
culturales de sus miembros co-actúen para lograr un bienestar general, sea también un ejemplo para el mundo de
que se puede vivir en una sociedad basada en la igualdad (respetando las particularidades y las necesidades
diversas), en la democracia (y un protagonismo real), en la solidaridad y en la voluntad de ser parte íntegra de la
sociedad.
El Kibutz - Qué, por qué, cuándo, dónde?
Octubre 1999 - Por John Fedler, periodista, miembro del kibutz Beit Haemek Ha pasado casi un siglo
desde que un pequeño grupo de jóvenes judíos que habían emigrado de Europa oriental, inspirados en el
sionismo y el socialismo, fundaran la primera kvutzá ("grupo", en hebreo, posteriormente llamado kibutz,
"comuna", cuando el número de miembros creció) en las riberas del Mar de Galilea.
Si bien cada kibutz es una unidad social y económicamente autónoma, las federaciones nacionales
coordinan las actividades y también algunos servicios. Hasta los primeros años del siglo XXI, la federación
nacional más grande era el Movimiento Kibutziano Unificado, usualmente mencionado por su acrónimo hebreo
TAKAM, a la que se encontraban afiliados cerca del 60% de los kibutzim. Aproximadamente un 32% de ellos
pertenecían al movimiento Hakibutz Haartzí. Hoy en dia TAKAM y Hakibutz Haartzí estan unificados y forman
parte del TAKATZ La tercera federación es Hakibutz Hadatí (kibutzim religiosos), a la que está afiliado un 6% de
los kibutzim. Finalmente hay dos kibutzim ultraortodoxos que pertencen al movimiento Poalei Agudat Israel.
La mayor parte de los kibutzim tienen una disposición similar, las instalaciones comunales como el
comedor, un auditorio, las oficinas y la biblioteca en el centro, rodeadas por las casas de los miembros y los
jardines. Las instalaciones educativas y deportivas se encuentran detrás de éstas y los edificios industriales y la
tierra laborable se encuentran en el perímetro. En 1909 un grupo de jóvenes pioneros que desecaban pantanos
cerca de Hadera y vivían como una comuna colectiva decidieron crear una granja independiente, propiedad de
sus miembros-trabajadores, en Degania, formando así la primera "kvutzá". Otros grupos siguieron su ejemplo y
hacia la Segunda Guerra Mundial había más de 30 comunidades de ese tipo en Palestina.
Estos "padres fundadores" habían inmigrado a fines del siglo XIX y principios del siglo XX principalmente
desde Rusia y estaban imbuidos por los ideales socialistas y el espíritu de la época, inspirados en la Revolución
Rusa. Creían también en un sionismo basado en el retorno a la Tierra de Israel y en el cultivo de los campos.
Creían que de esa manera llegarían a la creación de una nueva identidad judía, y esta posición expresaba también
su posición política en la fundación de asentamientos judíos en Palestina.
Estas primeras poblaciones se veían a sí mismas como familias ampliadas y contaban con pocos
miembros. Por ejemplo, en 1913-14 Degania tenía sólo 28 integrantes. Eran pobres, la vida era dura y las tareas
se centraban en la agricultura, que requería el desecado de pantanos, la remoción de rocas en las colinas y la
transformación de partes del páramo en fértiles campos de labranza. Debían afrontar también el excesivo calor, la
malaria y las enfermedades vinculadas con la desnutrición.
La vida social giraba en torno del comedor, en el que la gente se encontraba, comía y hablaba. Las
decisiones se adoptaban por medio de la democracia directa. En las discusiones, que frecuentemente se
prolongaban hasta las altas horas de la noche, los miembros resolvían cómo distribuir los trabajos del día
siguiente, cumplir con sus obligaciones, los quehaceres de la cocina y otras tareas; también debatían los
problemas y tomaban las decisiones pertinentes.En la década del 80, la inflación de tres dígitos y las exorbitantes
tasas de interés llevaron a muchas fábricas kibutzianas (junto con muchas otras empresas particulares) y a las
comunidades en las que ellas se encontraban prácticamente a la ruina. Las deudas que los kibutzim habían
contraído con los bancos crecieron drásticamente junto con la inflación (que en 1984 llegó al 450%). La
macroinestabilidad causó severos problemas al movimiento kibutziano, que había tomado grandes préstamos
para el desarrollo de sus industrias y un cambio en su estructura interna. En 1985, un tercio de los kibutzim se
encontraban en dificultades financieras.
El gobierno, los bancos y las federaciones kibutzianas llegaron a dos grandes acuerdos para la cancelación
y la reestructuración de las deudas. El precio fue elevado: algunos kibutzim debieron vender tierras laborables
para pagar sus deudas; otros, debieron reducir sus costos operativos, encontrar nuevas fuentes de ingresos y
aumentar su productividad. Con frecuencia esto requirió recortes drásticos en la comida, la asistencia médica no
esencial, la educación y los viajes, así como el abandono de ciertas concepciones ideológicas largamente
sostenidas, en especial en el campo de la igualdad.
En las primeras décadas de la vida independiente del estado, a pesar de algunos altibajos se vio un
acelerado crecimiento de los kibutzim, tanto a nivel demográfico como económico. Nació una tercera y una
cuarta generación de kibutznikim (miembros del kibutz) que dio lugar a la formación de grandes grupos
familiares. El nivel de vida aumentó; en la década del 60 creció más rápidamente que en el país en general. En un
lapso de 75 años, la población del kibutz creció continuamente; a partir de 1990 se encuentra en ligera
declinación.
Hacia 1948, con el establecimiento del Estado de Israel, los kibutzim habían logrado no sólo crear una
sociedad singular sino que también eran en muchos aspectos un instrumento en la lucha para la creación del
Estado y su temprano desarrollo. Los kibutzim tuvieron una función clave en el asentamiento de zonas alejadas y
junto a las fronteras del futuro estado, en la absorción de nuevos inmigrantes, la defensa y el desarrollo
agropecuario. Desde que esas funciones pasaron a manos del gobierno, la interacción entre los kibutzim y la
sociedad general ha disminuido grandemente; si bien nunca ha desaparecido por completo, hoy en día es
marginal.
Año
1910
1920
1930
1940
1950
1960
1970
1980
1990
201
Población
10
805
3900
26554
66708
77950
85110
111200
125100
115500
Número de kibutzim
1
12
29
82
214
229
229
255
270
267
21/01/2013
El País, España
Regreso a los kibutz
Hoy es el gran día para Inbal y Dori. Llevan dos años esperando este momento. El kibutz Gal-on decidirá
esta tarde en asamblea si acepta a esta joven pareja israelí como miembros. Habrá una votación y, si todo va
bien, Inbal y Dori se convertirán en una de las miles de parejas culpables de la resurrección del colectivismo en
Israel.
Los cientos de kibutz que encandilaron a la progresía de medio mundo durante los primeros años de
existencia de Israel cuelgan ahora el cartel de completo. Con 143.000 miembros, los kibutz no habían tenido
nunca antes tantos pobladores en sus 102 años de vida. Hoy los jóvenes quieren sentir el contacto con la
naturaleza y el calor de la vida en comunidad. Pero sobre todo vuelven porque el 75% de los kibutz han cambiado
a golpe de asamblea la forma de organizarse.
Los miembros aún comparten mucho –comedor, coche, escuela, sistema de pensiones…–, pero ya no
tanto como antes. El individuo ha ganado terreno al grupo. Se han modernizado y adaptado a las exigencias de
una sociedad más individualista, dicen unos. Se han descafeinado hasta casi perder su razón de ser, piensan otros.
Lo cierto es que han cambiado y que ese cambio ha seducido a miles de israelíes, a los que la colectivización total
asfixiaba. Tras décadas de declive, aquellos experimentos sociales que sorprendieron al mundo florecen de
nuevo.
La joven pareja de Gal-on superó el test psicotécnico, el económico y la entrevista hace meses. Ahora
forman parte de las 35 familias preseleccionadas que esperan una decisión final. A pesar de la trascendencia del
momento, Dori dice que no está demasiado nervioso. Cuando le tocó salir al escenario a exponer los motivos por
los que pedía el ingreso hace dos días ante el pleno de la comunidad, lo hizo casi a pelo, improvisó. Porque al fin y
al cabo, él nació en este kibutz. Y aquí, en este vergel próximo a la depauperada franja de Gaza, casi todo el
mundo lo conoce.
Saben que creció en la casa de niños del kibutz, donde las madres dejaban a sus bebés a los tres días de
parir y donde los cuidadores criaban a todos los niños del kibutz por turnos durante las noches. Por las tardes
eran los padres los que se ocupaban de sus hijos. Los recuerdos de la infancia de Dori, como los de muchos niños
del kibutz, son memorias de una niñez feliz. “A mí me encantaba. Podía enredar y jugar toda la noche. Si teníamos
algún problema, había un interfono para llamar a los cuidadores”. Crecieron niños independientes, muy capaces
de relacionarse con su entorno, aseguran los defensores del modelo.
Pero la crianza colectiva fue precisamente la primera gran reforma del kibutz. La lideraron algunas
madres que se negaron a abandonar a sus hijos por las noches. Con los años han aflorado multitud de traumas
infantiles. Los niños diferentes –el gordo, el feo, el lento, el sensible– cuentan, ya de mayores, que sufrían más de
la cuenta sin tener al lado a unos padres que les ayudaran a amortiguar los golpes propios de la crueldad infantil.
A Inbal, la otra aspirante a Gal-on, como a muchos otros israelíes, la idea de colectivizar hasta los hijos le espanta.
Las casas de niños ya no funcionan en ningún kibutz de Israel. Cada chaval duerme en casa con sus
padres. El día lo pasan en la escuela infantil y jugando con los amigos entre el verdor de estos minipoblados, en
los que no entran los coches. Los niños corretean y van de una casa a otra, sin que ninguna valla les corte el paso.
Porque el kibutz es un lugar común. Lo dicen los estatutos y lo demuestra la arquitectura de estas comunidades
repartidas por todo el país y que a simple vista podrían parecer una urbanización española con vecinos muy bien
avenidos. Un paseo por el interior de cualquier kibutz enseguida desvela que esto es otra cosa.
A las nueve de la mañana es hora punta en el comedor comunal de Ein Hashofet, en el norte del país, en
la Galilea. Huevos cocidos, aceitunas, arenques ahumados y una bonita cristalera por la que entra el sol y a través
de la cual se puede ver a los alumnos del colegio. Decenas de hombres y mujeres de todas las edades llenan sus
bandejas con un opíparo desayuno propio de un bufé de hotel de lujo. Aquí esto es el pan nuestro de cada día.
Comida subvencionada a precio de saldo, a cuenta del fondo común.
Los 480 miembros depositan su salario en la caja comunal. A cambio reciben una paga mensual para sus
gastos. La cuantía de la paga depende del tamaño de la familia. El kibutz se encarga del resto. Salud, escuela,
universidad –que aquí consideran “una necesidad básica en la vida”–, pensiones para los mayores y cultura, entre
una infinidad de servicios. Hay un lema que preside todo el invento y que resume muy bien la filosofía sobre la
que se asienta el kibutz: “Todo el mundo pone lo que puede y recibe lo que necesita”.
Tienen un pub, un auditorio, un pequeño museo, una piscina, un dentista gratuito, un diario interno que
da cuenta de nacimientos, muertes y otros eventos, y hasta un minizoo en el que cada niño adopta y da nombre a
uno de los animales. Compran además bienes y servicios en bloque al mundo exterior, lo que les permite
beneficiarse de ofertas como, por ejemplo, en teléfonos móviles.
Así se han organizado en Ein Hashofet cuatro generaciones durante 75 años. Desde que a finales de los
años treinta, judíos polacos y estadounidenses recalaran en este pedazo de territorio. Las fotos de la época
muestran un terreno baldío. En las imágenes algo posteriores se ven ya las pequeñas viviendas unifamiliares.
Diminutas, porque no había lugar ni para niños ni para lavadoras ni para casi nada. Apenas una cama de
matrimonio y poco más. El resto: baños, duchas, casas de niños, cocinas… todo era común. Con los años, las casas
se fueron ampliando y ahora son pequeños chalés con todo tipo de comodidades.
Hoy, el 25% de los ingresos de Ein Hashofet proceden de la agricultura –aguacates, pollos, vacas– y el
resto viene de la producción industrial. Elaboran un componente de las luces de neón y piezas de automóviles. La
fábrica de helados y quesos da salida a parte de la producción láctea. Allí, un empleado masajea las cervicales de
una compañera junto a las máquinas. El ambiente laboral es a todas luces muy relajado. Eitzik Shafran, uno de los
miembros, explica que funcionan con todo tipo de ajustes laborales. Los jubilados, por ejemplo, pueden trabajar a
tiempo parcial, si quieren, para seguir contribuyendo a la comunidad.
La aparente prosperidad esconde, sin embargo, importantes dificultades económicas. El azar, el destino y,
sobre todo, la decisión de los padres fundadores quisieron que Ein Hashofet firmara sus contratos de distribución
de piezas para automóviles con la General Motors (GM) estadounidense. Miguel Zarkus, el secretario general del
kibutz, explica que “cuando GM entró en crisis, la producción en Ein Hashofet se paró”. Luego cambiaron las leyes
ambientales y también perdieron el dominio del mercado de los componentes de las lámparas.
Después llegó la crisis financiera global. “Empezaron los miedos. Antes nadie dudaba del sistema
colectivo. Ahora ya hay gente que se plantea la privatización del kibutz. Cuando las familias tienen miedo, impera
el sálvese quien pueda. El modelo comunitario es mucho más fácil cuando las cuentas están saneadas”, sostiene
Zarkus, con barba cana y aire sesentayochero.
Ein Hashofet es uno de los 64 kibutz tradicionalistas que quedan en Israel. Uno de los que no han optado
por la llamada privatización, por la que hasta 190 kibutz han dejado de compartir bastantes cosas, pero en los que
todavía hay un fondo común para casos de enfermedades graves, jubilaciones, desempleo y otras necesidades
acuciantes. Lo llaman privatización, pero en realidad casi lo único que no es común son los salarios. Operan bajo
el principio de la responsabilidad mutua. Cuando un miembro flaquea, la comunidad sale al rescate. En los
privatizados hay coches comunes, y multitud de decisiones todavía se votan en asamblea. La diferencia con los
tradicionalistas es que el sueldo se lo guarda cada uno y lo gasta como quiere, salvo la cuota que se paga a la
comunidad. Ese ha sido el gran cambio, el gran atentado a la premisa igualitaria del universo kibutz.
Ese es además el gran debate que la mayoría de los kibutz en Israel ha mantenido durante años y que
ahora aterriza en Ein Hashofet: el de cómo competir en una economía globalizada y, sobre todo, el de cuánto
compartir cuando vienen las vacas flacas. De momento, la mitad de los miembros están a favor de la mal llamada
privatización, y la otra mitad, en contra. El tiempo dirá. Mientras, han plantado olivos y naranjos y empiezan a
probar suerte con la energía solar.
Las privatizaciones son procesos largos que pueden durar seis u ocho años y en los que, votación tras
votación, la comunidad se reinventa a sí misma. Shlomo Getz, profesor de la Universidad de Haifa y conocido
como el gran experto en el colectivismo israelí, explica cómo nació la necesidad del cambio: “Algunos empezaron
a envidiar la capacidad de consumo de los que no vivían en los kibutz. Veían cómo compraban coches, viajaban al
extranjero… Luego estaba lo que llamamos problema de los aprovechados. No todo el mundo trabajaba igual,
pero todos cobraban lo mismo y recibían lo que necesitaban.
Igual solo había un 5% de aprovechados, pero muchos miembros tenían la sensación de ser los únicos que
de verdad trabajaban y de que los demás se aprovechaban de ellos”.
Así, poco a poco, el 75% de los kibutz mudó de piel. Decidió seguir compartiendo, pero menos. Ese
cambio, según los entendidos, ha favorecido la llegada en masa de nuevos miembros. “La gente vuelve porque la
apertura [privatización] de los kibutz ha hecho posible que los jóvenes vivan en una comunidad, pero a la vez sean
dueños de sus actos y de sus salarios. Que dependan menos unos de otros. Los kibutz son además un reducto de
tranquilidad donde la gente vive con las puertas abiertas”, explica Marc Levy, director general del Movimiento del
Kibutz, la federación de comunidades, en su sede en Tel Aviv.
La gran vuelta al kibutz de los últimos dos o tres años se produce después de un par de décadas de crisis
profunda. En los años ochenta, los kibutz se encontraron con un nivel de endeudamiento desorbitado. Además,
respondían solidariamente los unos de los otros, lo que supuso un problema añadido. La principal culpable de la
crisis del modelo colectivo fue la gran inflación israelí de aquellos años.
El paso de la casa de niños a la de los padres fue otro de los factores definitivos. Las familias se
embarcaron en grandes inversiones para ampliar sus viviendas en un momento económicamente inoportuno. A la
vez, las empresas propiedad de los kibutz empezaban a quedarse atrás, a ser incapaces de competir. Cuentan los
miembros de las comunidades que se dieron cuenta de que para triunfar en la economía moderna había que
especializarse, que no todos los miembros del kibutz servían para todo. Que el maestro o el que ordeñaba las
vacas no podía convertirse en el gerente de la fábrica de un día para otro.
Coincidió además con un momento en el que el paternalismo estatal de los primeros años de vida de
Israel empezaba a diluirse con un salto a la economía capitalista, que en algunos sectores se produjo a velocidad
de vértigo. “Los kibutz empezaron a vaciarse”, relata Getz. “Las deudas eran de los kibutz, no de los individuos, y
mucha gente simplemente se fue. Entonces surgió la necesidad de replantearse el sistema”, cuenta en el porche
de su casa Gadot, en el norte, junto a Líbano.
La crisis forzó un gran pacto entre los bancos y el Estado. Condonaron parte de la deuda según la
capacidad real de devolución de cada kibutz y, a cambio, las comunidades cedieron parte de sus tierras al Estado
y privatizaron la industria láctea. Hoy día, la gran mayoría de los kibutz son empresas rentables. Muchos
combinan la producción agrícola con la fabricación de todo tipo de productos. Envases plásticos, blindaje para
coches, piezas de electrodomésticos. Casi de todo. Sus miembros suman apenas el 1% de la población de Israel,
pero representan el 40% de la producción agrícola y en torno al 9% de la industrial.
Viendo la vitalidad que se respira en el comedor de Ein Hashofet, resulta casi imposible pensar que hace
15 años este kibutz, como los del resto del país, languideciera. Sucedió casi de repente, hace unos años, cuando
empezó a llegar sangre nueva, parejas jóvenes que huían de la gran ciudad y la inseguridad urbana. Que buscaban
un lugar agradable para ver crecer a sus hijos –aquí van en bicicleta a la guardería– y que anhelaban la vida en
comunidad. Hoy, la lista de espera para entrar es de al menos un año. Cuando hay vacantes, los que superan la
entrevista personal y las tres votaciones están dentro. Ahora, en Ein Hashofet esperan tener más tierras y algo
más de dinero para poder ampliar.
El cambio ha permitido la supervivencia, pero también ha generado lo que algunos viven como nuevas
contradicciones. Amikam Osem, un pionero veterano, lo explica muy bien. Dice que una cierta privatización ha
sido necesaria. Bien. Que se abrieron las puertas y muchos miembros empezaron a trabajar fuera, en las
ciudades. Mientras, las fábricas y los sembrados se llenaron de obreros de fuera –tailandeses y palestinos con
pasaporte israelí sobre todo–. También bien. “El problema es que los beneficios de esos campos y esas fábricas
siguen yendo a los miembros del kibutz, y eso no es justo. Si somos tan socialistas, habrá que repartir los
dividendos entre los trabajadores, digo yo”.
En la inmensa mayoría de los kibutz no se ve una kipá, con la que se tapan la coronilla los judíos más
religiosos. El perfil del pionero fundador del Estado de Israel era el de un judío laico y askenazí –de origen
europeo– con ideales sionistas y socialistas. Se trataba de colonizar la tierra, de hacer florecer el desierto, como
ordenaba el padre del país, David ben Gurión. De crear un nuevo mundo y de labrar la imagen del nuevo judío, en
la que la cultura reemplazaría a la religión. Querían acometer revoluciones personales, “reducir la distancia entre
lo que se dice y lo que se hace”.
Pero la presencia de la religión crece a marchas forzadas en Israel y eso también se nota en los kibutz. En
algunos se construyen sinagogas y hay incluso un par que son religiosos al 100%. Es decir, no admiten por ejemplo
miembros que no respeten las reglas del kashrut, las que el judaísmo impone para la alimentación, entre ellas la
separación de carne y lácteos. El sabbat, el día de descanso, se cumple a rajatabla.
Es el caso de Sha’alvim, en el centro del país. Aquí, todas las cabezas van cubiertas con una kipá. Unos son
nacionalistas-religiosos, y otros, haredim –ultraortodoxos–, “pero todos somos sionistas”, aclara Moshe Oren,
uno de los fundadores. Hace esta aclaración porque parte de la comunidad ultrarreligiosa de Israel se declara
antisionista y en contra de la creación del Estado de Israel. Piensan que solo el Mesías, cuando llegue, podrá
fundar un Estado judío.
Los religiosos de Sha’alvim pertenecen, sin embargo, a otra corriente. A la de los que piensan que el
camino de la redención pasa por asentar la que consideran la tierra prometida. Son fruto del variadísimo cóctel
ideológico-teológico que en Israel compite por la identidad del Estado. “Cuando llegamos, éramos religiosos, pero
también teníamos ideales socialistas. No queríamos ser pequeñoburgueses”. A principios de los cincuenta, unas
diez familias aterrizaron en estas tierras, pegadas a la frontera que hasta 1967 fue Jordania, con la idea de
poblarlas y proteger las fronteras.
Hoy viven aquí unas 70 familias, pero están construyendo un barrio nuevo para alojar a los que vienen.
Oren nos recibe en su casa, un pequeño habitáculo decorado con fotos de la familia y todo tipo de objetos
religiosos. Él es uno de los primeros pobladores. Nacido con el nombre de Marcel Tanenbaum, recaló en
Sha’alvim en 1956 tras escapar del nazismo en Estrasburgo.
Enseguida comenzaron a cultivar la tierra y a criar ganado. Hoy, buena parte de la actividad del kibutz gira
en torno a la gran yeshiva hesder, donde estudiantes israelíes y estadounidenses combinan enseñanzas religiosas
con el Ejército.
El caso de Sha’alvim es especialmente interesante, porque de alguna manera ilustra la emigración
ideológica de ciertos sectores de la sociedad israelí. Oren y el resto de los llamados pioneros llegaron a Sha’alvim
porque querían conquistar la tierra y participar en la construcción del Estado de Israel en el que creían. Los hijos
de Oren –“con la ayuda de Dios tenemos muchos”– se consideran también sionistas e idealistas y viven en
asentamientos en los territorios ocupados palestinos. “No se trata de colonizar, sino de liberar, porque esta tierra
[Cisjordania] nos pertenece desde que Dios la creó”, estima Oren. Algunos de sus nietos –unos 50, dice que ha
perdido la cuenta– viven en los outpost, grupos de caravanas incrustadas en el corazón de Cisjordania e ilegales
incluso según la ley israelí. En los cincuenta, los pioneros, los idealistas patriotas, fundaban kibutz. Hoy levantan
outposts y pueblan los asentamientos que ponen en peligro cualquier acuerdo de paz con los palestinos.
La intimidad de la gran familia del kibutz da calorcito, acoge. Pero también en ocasiones asfixia. “No solo
conozco a todos los miembros del kibutz, sé también con quién se acuesta cada uno”, confiesa entre risas Amikan
Osem, el pionero veterano que vive en Afikim, en el valle del Jordán. Este kibutz ha acogido a 100 nuevas familias
en el último año.
Osem conoce Afikim como la palma de su mano y le gusta enseñarlo subido en uno de los típicos triciclos
eléctricos que circulan por los kibutz de todo el país y que se fabrican aquí. Deja escapar una mueca-sonrisa
cuando recuerda los años de los –y sobre todo las– voluntarios/as. Muchos israelíes siguen añorando el
desembarco de las nórdicas, las inglesas, las estadounidenses. “Aquí sabes quién es tu madre, pero nunca estás
seguro de quién es tu padre”, dice un chascarrillo que recorre los kibutz y que hace alusión a aquellos años. La
juventud internacional recalaba en este rincón del planeta, deseosa de aprender, de cumplir su sueño socialista…
y de divertirse. Amoríos y rollos de verano hubo muchos. Matrimonios, también unos cuantos.
Ahora los jóvenes solidarios se embarcan en flotillas que aspiran a romper el embargo de la franja de
Gaza, o por lo menos a llamar la atención sobre este castigo colectivo al más de millón y medio de palestinos que
allí viven. Y los kibutz reciben ahora voluntarios cristianos sionistas y surcoreanos que quieren ver mundo, pero
que no son necesariamente idealistas. “Es el precio de la ocupación. Ahora el mundo nos ve como opresores,
como colonizadores”, admite Levy, director general del movimiento.
El perfil del voluntario ha cambiado. El del kibutz está todavía en mutación, se está reinventando. Por un
lado ha resucitado el deseo de volver a la tierra. Los jóvenes se apuntan en las listas de espera porque quieren
vivir una vida más simple y, en definitiva, ser más felices. Quieren vivir en comunidad, pero sin que el grupo les
reemplace y decida por ellos. El consenso pasa a veces por diluir el invento. La esencia, sin embargo, permanece
de momento.
“El kibutz aún está buscando su identidad. No va a ser lo que era antes, pero todavía tiene que decidir qué quiere
ser de mayor”, cree Diana Bogoslavsky, directora del conglomerado empresarial de los kibutz del valle del Jordán.
El futuro es incierto. Tanto, que desde hace 20 años una legión de agoreros vaticinan la muerte del kibutz,
que dicen que de la privatización a la defunción hay un paso. Pero por ahora disfrutan una segunda vida y con su
nueva piel demuestran a diario que no hay una forma única de organizarse en sociedad, sino muchas.
Tzdaká y justicia
Si bien el término tzdaka es usualmente traducido como "caridad", la raíz de la palabra hebreo la conecta con el
término justicia o rectitud (tzedek). El capítulo 19 de Levítico establece que "Y cuando segareis las mieses de
vuestra tierra, no acabarás de segar el rincón de tu campo, y las espigas verdes al cosechar tu mies, no recogerás;
ni los granos de uva de tu viña recogerás; para el pobre y para el peregrino los dejarás; Yo soy el Eterno, vuestro
Dios.". La intención es ofrecerle al necesitado una forma digna de ganar su alimento, sin ponerlo en la necesidad
de rogar por limosna, y este es uno de los principios que guían al precepto de "Tzedaka".
En este sentido, el concepto de tzdaká se distingue del concepto de "caridad" en que la caridad es otorgada
cuando el filantropista está en condiciones emocionales y económicas de dar, mientras que la tzdaká es una
obligación ordenada por Dios a todos los judíos. Incluso una persona pobre no está absuelta del precepto.
Niveles de tzdaká
Maimónides, en su obra Mishné Torá, estableces ocho niveles de tzdaká, en orden decreciente:
Darle trabajo a una persona (o otorgarle un préstamo para que inicie un negocio), de forma tal que no dependa la
tzdaká en el futuro. Quién da este tipo de tzdaká ayuda a su prójimo no solo en lo inmediato sino a largo plazo.
Hay cuatro subniveles:
Darle trabajo a un necesitado, o ayudarlo a conseguir uno.
Establecer una sociedad con el necesitado (es inferior al anterior ya que pone al receptor en una condición de
inferioridad, ya que lo haría sentir que no aportó lo suficiente).
Otorgar un préstamo.
Otorgar un regalo.
Dar anónimamente sin conocer la identidad del receptor.
Dar anónimamente conociendo la identidad del receptor.
Dar públicamente a un receptor anónimo.
Dar antes de que se le pida.
Dar por debajo de las posibilidades de uno después de que se le pida.
Dar voluntariamente, pero menos por debajo de las posibilidades de uno.
Dar de mala manera.
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