Subido por yigoya2158

La aventura de los molinos de viento-1

Anuncio
“La aventura de los molinos de viento”
Después de haber vivido varias aventuras, don Quijote y Sancho
Panza andaban tranquilos charlando mientras avanzaban por los
caminos de la Mancha.
Sancho iba sobre su asno muy contento y con muchas ganas de
sentirse dueño de su ansiada ínsula tal y como le había prometido don
Quijote.
En estos pensamientos andaba, cuando se toparon con treinta o
cuarenta molinos de viento que había en el campo de Montiel.
- La aventura se cruza en nuestro camino – dijo don Quijote al
escudero –. Mira, querido Sancho, allí hay treinta o más inmensos
gigantes con los que pretendo entablar batalla hasta quedar yo solo
con vida.
- ¿Pero qué gigantes divisa mi señor caballero? – le preguntó
extrañado Sancho.
- Aquellos que ves con unos brazos enormes – insistió don
Quijote–. Diría que sus brazos miden hasta diez kilómetros.
- Mire vuestra merced – le respondió Sancho –, que eso que ve
allá a lo lejos no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que parecen
brazos son en realidad sus aspas girando.
- Bien parece que no entiendes mucho de aventuras, querido
Sancho, pues lo que allí ves son claramente unos gigantes. Pero si
tienes miedo, no tienes de qué preocuparte, quédate aquí y reza, que
yo entraré en batalla sin temor alguno.
Y diciendo estas palabras, agarrose bien a Rocinante, ignorando
los gritos de Sancho advirtiéndole que eran molinos de viento.
Convencido como estaba don Quijote, corría a todo galope
gritando:
- ¡No huyáis cobardes y viles criaturas, que un caballero como yo
no os teme!
Justo cuando llegaba a los molinos, una ráfaga de aire hizo que
las grandes aspas comenzaran a moverse. Ante esto, don Quijote
vociferó:
- ¡Aunque mováis los brazos no conseguiréis detenerme!
Se cubrió con el escudo y, con Rocinante a todo galope, embistió
con su lanza al primer molino. El viento empezó a soplar con fuerza, lo
que hizo que el aspa del molino se moviese con mayor rapidez. Como
consecuencia, la lanza clavada al aspa se rompió en pedazos, y tiró al
suelo al caballero que la sujetaba y al caballo, que relinchó dolorido.
Sancho acudió rápidamente a socorrer al malherido don Quijote.
- ¡Válgame Dios! – exclamó Sancho –. ¿No le advertí yo a vuestra
merced que no eran gigantes sino molinos de viento?
- Calla, amigo Sancho – respondió con queja don Quijote –, que
las cosas de caballería están sometidas a mudanzas*, y pienso que
aquel sabio Frestón que me robó el aposento y los libros ha convertido
a estos gigantes en molinos para así poder quitarme el gusto de
vencerlos. Aunque sus malas artes no conseguirán detener mi espada.
Sancho ayudó a levantar a su amo y lo subió a lomos de
Rocinante, que aún se encontraba maltrecho. Y comentando la
aventura vivida, continuaron camino de Puerto Lápice.
Capítulo VIII
“Don Quijote de la Mancha”
Miguel de Cervantes
*mudanzas: del castellano antiguo ‘cambios’.
Descargar