Un maestro ejemplar - teylingenspaansNWNvg520112012

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Socios de la Cooperativa Rural Alfa, fundada en
1938 Foto: Enviado especial / Graciela Calabrese
TRES ARROYOS, Argentina.– Llegaron al país de las promesas con más ánimo de dar que
de recibir. No vinieron simplemente para "hacer la América". Desde el principio, la gran
mayoría de ellos sintió que la Argentina sería su nueva patria, el país de sus hijos y el lugar
donde tenían una misión que cumplir.
Si bien no era de las más numerosas, la holandesa resultó una inmigración pujante y
laboriosa, que remontó enormes dificultes y que prosperó merced a una educación
sustentada en la fe calvinista, en el espíritu de trabajo y en el cooperativismo. Por eso,
siguieron fieles a la Iglesia Reformada, y, a pesar de las estrecheces, con sus propios
medios abrieron una escuela para que se educaran sus hijos y trajeron a un maestro de
Holanda.
Hoy, 117 años después, los descendientes de aquellas primeras familias se sienten muy
argentinos, pero mantienen los rasgos culturales y las características de esfuerzo, sacrificio
y austeridad que ayudaron a sus antecesores a crecer y a prosperar.
Para entender la idiosincrasia de los holandeses que llegaron en 1889 –hubo luego una
segunda inmigración, hacia 1924, y una última mucho más pequeña, a principios de los
años 50– vale la pena recordar lo escrito por Gerardo C. C. Oberman, pastor de las Iglesias
Reformadas en la Argentina, que marca una diferencia respecto de quienes emigraron
desde Holanda hacia los Estados Unidos, por ejemplo: "Allá fueron grupos muy
homogéneos, casi siempre liderados por un pastor y motivados por el deseo de
salvaguardar la pureza de su fe lejos de ambientes que influyeran negativamente sobre
ellos", dice.
En cambio, los que llegaron a la Argentina hacia fines de 1880 no vinieron impulsados por
razones religiosas, "sino empujados de su país por el hambre y la pobreza", asegura
Oberman. El primer pastor sólo llegaría a Tres Arroyos casi 20 años después, en 1908.
Según explica en su libro La historia de la inmigración holandesa y los orígenes del
movimiento reformado, entre 1889 y 1892 unos 4000 holandeses llegaron a la Argentina,
tentados por las promesas de tierras a precios muy bajos y por los pasajes que subsidiaba
el gobierno argentino para atraer inmigrantes.
Alrededor de 50 familias que habían zarpado del puerto de Amsterdam, y que llegaron a
Buenos Aires a bordo del vapor Leerdam, fueron alojados en un principio en el Hotel de
Inmigrantes y luego trasladados en tren hasta la ciudad de Tres Arroyos. Desde allí partieron
en carretas hasta los campos de don Benjamín del Castillo, en Micaela Cascallares, y hasta
el establecimiento La Hibernia, de Enrique Butty, cerca de lo que hoy es Nicolás Descalzi,
en la provincia de Buenos Aires.
Pioneros
Diego Ziljstra tenía 9 años y venía en ese barco. Con sus padres y hermanos, y otros
colonos originarios de Friesland, pasó los primeros años de su nueva vida en La Hibernia.
Poco tardaría en acriollarse y tomarles la mano con gusto a las tareas del campo. Nunca
regresó a Holanda. Casado con Adelaida Pluis, también inmigrante holandesa, tuvieron 17
hijos, todos ellos prolíficos a su vez, por lo que hoy es difícil encontrar en la comunidad
holandesa de Tres Arroyos algún miembro que no esté emparentado en algún grado con los
Ziljstra.
Entre aquellas familias pioneras se puede mencionar también a los Banninga, Wilgenhoff,
Van der Molen, Van der Ploeg, Blom, De Vries, Hemkes, Jansen.
La colonización holandesa de Benjamín del Castillo fracasó y los inmigrantes se marcharon;
algunos, camino a Tres Arroyos, y otros, a emprender nuevas tareas agrícolas. Numerosos
holandeses se establecieron en San Cayetano, siempre dentro del partido de Tres Arroyos.
Hacia 1906, Adelaida Pluis, esposa de Diego Ziljstra, reunió en la larga mesa de su casa a
un grupito de niños para enseñarles los conocimientos más elementales: leer, escribir, un
poco de aritmética y trabajos manuales para las niñas. También les leía la Biblia y les
enseñaba a cantar himnos. Desde un principio, la instrucción religiosa estuvo ligada con los
demás saberes. Pero había una preocupación por el abandono en que se encontraban los
inmigrantes mayores respecto de su fe y porque los distintos reclamos a la Iglesia
Reformada de Holanda en el sentido de que les fuera enviado un pastor no eran atendidos.
Finalmente, el reverendo Van Lonkhuijzen llegó en 1908. En 1912 arribaría Soujpe Rijper, el
primer maestro, que se quedaría hasta 1919.
A comienzos de los años 20, otra crisis se hizo sentir en los Países Bajos, particularmente
entre los agricultores, y esto vino a traducirse en una nueva emigración para muchos
holandeses. Pero ¿adónde ir? Canadá, Australia, América del Sur…
El pastor Antonio Sonneveldt, de vacaciones en Holanda, no tardó en hablar maravillas de la
Argentina, donde estaba radicado desde 1909. Contaba acerca de tierras muy fértiles y de la
avena que crecía sin sembrarla…
"Las condiciones para venir eran muy buenas y aseguraban trabajo. Entonces nos
embarcamos, algunos para quedarse en la Argentina; otros, como yo, por tres meses, para
conocer el país y trabajar en la cosecha", ha recordado Jacobo Groenemberg, que fue uno
de esos jóvenes… que se quedarían para siempre. Venía con otros de apellido Van der
Horst, Van Strien, Veninga, Schering, Mulder, Verkuyl, Ouwerkerk. A todos ellos se los
reconoce hoy como los artífices de la "segunda inmigración". Algunos fueron recibidos por
las familias Ziljstra y Olthoff en San Cayetano y les dieron trabajos en sus propias chacras o
en fincas vecinas. Fueron épocas duras para los recién llegados. El empuje y el espíritu
solidario y de progreso contribuyeron para que muchos alcanzaran el gran objetivo: ser
propietarios de las tierras que trabajaban. Para ello cumplió un papel clave la Cooperativa
Rural Alfa, fundada en 1938 por agricultores holandeses, y que les dio un gran impulso en
temas tales como compras conjuntas, mutualidad contra el granizo y accidentes,
financiamiento y créditos. En la actualidad, sus silos tienen una capacidad de 120 mil
toneladas de almacenaje y procesamiento. La cooperativa incluye también a productores de
la colectividad danesa, de fuerte arraigo en la zona.
"El chacarero descendiente de holandeses hace una explotación muy racional de sus
campos. Son productores de punta, incorporan nuevas tecnologías y nuevas formas de
labranza, pero siempre con la filosofía de conservar el suelo. La rotación de cultivos hace
que las tierras no se deterioren. Son principios muy arraigados", analiza Elba Ziljstra,
gerente de la Cooperativa Rural Alfa.
Un maestro ejemplar
La comunidad crecía, y con ella la necesidad de tener un colegio que educara en los
principios y en el idioma, porque la preocupación era no perder los lazos culturales con
Holanda. Así fue como, en 1934, se formó la asociación escolar que tendría a su cargo la
tarea de organizar un colegio, algo que no habían podido volver a tener desde la partida del
maestro Rijper, quince años antes.
En 1937, el colegio empezó a funcionar provisoriamente en el salón de cultos de la Iglesia
Reformada. En 1939 llegó el muy recordado Cornelio Ludovico Slebos, un maestro ejemplar
que continuaría al frente del Colegio Holandés hasta su muerte, en 1978. Bajo su dirección
se inauguró, en 1946, el actual edificio, que el próximo 2 de abril celebrará sus 60 años. El
colegio pertenece a la Asociación Cultural y Espiritual de la Iglesia Reformada, una entidad
sin fines de lucro que preside Antonio Jacobo Kolen, floricultor e hijo de padre y madre
holandeses "de la segunda inmigración".
Durante muchas décadas, el colegio fue sólo primario, con internado, ya que la mayoría de
las familias holandesas vivían en el campo. Luego se abriría la sección secundaria y, más
tarde aún, el jardín de infantes. Con el tiempo, cerraría el internado y el colegio se iría
abriendo paulatinamente a la comunidad no holandesa: hoy apenas el 15 por ciento de sus
600 alumnos es de ese origen.
"La religión calvinista, la educación al estilo holandés –orden, puntualidad, responsabilidad–
y la organización cooperativa fueron las bases del desarrollo de la colectividad", dice Ida van
Mastrigt, ex alumna del Colegio Holandés, representante de la última inmigración, la que
arribó a Tres Arroyos en 1950, y cónsul de Holanda desde hace 29 años.
Como en 1951, cuando el príncipe Bernardo visitó en Tres Arroyos a la laboriosa comunidad
de inmigrantes holandeses, ahora será nada menos que su hija, la reina Beatriz, quien
llegará para estrecharles la mano y decirles que son, sin duda, el mejor ejemplo del espíritu
de Holanda en este lejano país llamado Argentina, cuna de su futura reina.
Por Carmen María Ramos (Enviada especial)
ANCESTROS
A Máxima Zorreguieta los holandeses la aceptaron y la quisieron desde el primer día. Aun
en la convicción de que poco y nada los unía con esta bonita y simpática argentina que
algún día se convertiría en reina. Muchos, todavía hoy, se sorprenderán, aquí y allá, al
enterarse de que un bisabuelo de Máxima, Domingo Carricart Etchart (casado con Carmen
Cieza, padres de Carmen Carricart Cieza, madre de Carmen Cerutti Carricart, madre a su
vez de la princesa de Holanda), fue el primer intendente de la localidad de González Chaves
(partido de Tres Arroyos) e intendente de la ciudad de… ¡Tres Arroyos!, donde desde hace
117 años vive la principal comunidad de holandeses en la Argentina.
UNA CIUDAD PUJANTE
Con sus 600 mil hectáreas y 700 explotaciones agropecuarias, el partido de Tres Arroyos
limita con los distritos de Coronel Dorrego y Coronel Pringles, tiene un litoral marítimo de
100 kilómetros de costa y representa el 2 por ciento de la superficie de la provincia de
Buenos Aires. Fue fundado el 24 de abril de 1884 y tiene un total de 62 mil habitantes, 52
mil de los cuales se concentran en la ciudad de Tres Arroyos, distante 500 km de la ciudad
de Buenos Aires, por la ruta nacional Nº 3.
Se trata de una ciudad pujante, que apuntó a la productividad, y en la que habitan nueve
colectividades extranjeras. Además de la holandesa, se destacan la danesa, la española, la
italiana, la francesa, la siria y libanesa, la israelí y la chilena.
Las características climáticas y los suelos de alta fertilidad hacen de la región un excelente
enclave agrícola-ganadero.
Hay también un parque industrial con importantes empresas radicadas y un sistema
tecnológico y de infraestructura avanzada.
El porcentaje de patentamiento de automotores del partido de Tres Arroyos en relación con
el número de habitantes fue el más alto del país en 2005.
Recientemente fue creado el Centro de Altos Estudios para el dictado de carreras dentro del
área de las ciencias económicas, la informática, la ingeniería agronómica y la apicultura. Ha
firmado convenios con la Universidad Nacional de La Plata, la Universidad Nacional de Mar
del Plata y la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, con sede en
Tandil. El director del Centro es Gustavo Oosterbaan, hijo de holandeses.
TESTIMONIOS
"Cuando vino el príncipe Bernardo mi esposo lo llevó a recorrer Tres Arroyos en un coche
sin capota. La gente lo saludaba, lo aplaudía, le besaba las manos", dice Cornelia
Sonneveldt de Vekuyl, que, con 96 años, es la holandesa más anciana de Tres Arroyos.
Tante Corrie –como le dicen todos– llegó en 1909 con su padre, el pastor Antonio Cornelio
Sonneveldt. Vivió en Buenos Aires y en Comodoro Rivadavia, y luego se instaló en Tres
Arroyos. Cornelia se casó con Pedro Vekuyl, llegado en 1924 con la segunda inmigración
holandesa. Lúcida y orgullosa de su origen, aunque muy apegada al país en el que tuvo 6
hijos, se lamenta de que sus nietos, y más aún sus bisnietos, no hayan aprendido el idioma.
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