POLÍTICAS EDUCACIONALES DURANTE LOS GOBIERNOS DEMOCRATICOS A partir de 1990, en el período de transición a la democracia, que terminó con 17 años de gobierno militar, Chile introdujo políticas destinadas a reformar su sistema educacional en un esfuerzo por mejorar sustancialmente su calidad y equidad. Para alcanzar estas metas, los gobiernos democráticos incrementaron el papel del Estado, definiendo prioridades y demostrando liderazgo para el desarrollo de la educación. Tres gobiernos1 han seguido una política educacional consistente que combina recursos estatales y privados, lo que ha caracterizado el desarrollo del sistema educacional de este país. En el período 1990-2003, el gasto en educación (tanto público como privado) ha aumentado de un 4,0% a un 7.6% del PIB; la matrícula escolar creció en un 20.4% y en la educación superior, en un 93%. El tiempo que los estudiantes permanecen en las escuelas primarias y secundarias aumentó en forma sustancial como resultado de una mayor inversión en infraestructura, lo que permitió cambiar la jornada escolar de medio día a jornada completa, reemplazando así los dos turnos en un mismo establecimiento escolar. Adicionalmente, los recursos materiales para el aprendizaje se renovaron a través de la provisión universal de textos y Tecnologías de Información y Comunicación, y se realizó una profunda reforma del currículum desde la educación preescolar hasta el termino de la educación secundaria. Las condiciones del profesorado también se mejoraron: en el período hay un aumento salarial de más de 156% en términos reales con respecto al año 1990, y un esfuerzo sistemático por expandir la capacitación en servicio. Estos cambios han tenido lugar de manera gradual y consistente. Un acuerdo político a largo plazo referido a la dirección de la reforma educacional y una relación armónica con los sindicatos de profesores han ayudado a implementar las nuevas políticas educacionales. Gracias a las políticas aplicadas en los años 90, el comienzo del siglo XXI abre nuevas oportunidades para alcanzar nuevas e importantes metas: mejorar la equidad, reforzar la formación y el desempeño del profesorado, así como sus condiciones de empleo, y aumentar la cobertura y calidad en educación superior. 1.1 El punto de partida: continuidad y ruptura A inicios de los años 80, el gobierno militar de Chile (1973-1990) transformó profundamente el modelo de financiamiento y gestión del sistema escolar. En el marco de un régimen político autoritario y a través de una reforma estructural radical, descentralizó su administración, introdujo un financiamiento basado en el subsidio a la demanda, desafilió del estatus de funcionarios públicos al conjunto del cuerpo docente y utilizó instrumentos legales e incentivos de 1 Los gobiernos del Presidente Patricio Aylwin (1990–1994), Presidente Eduardo Frei (1994–2000) y Presidente Ricardo Lagos (2000–2006). mercado para estimular la creación y el crecimiento de escuelas privadas con financiamiento estatal. En 1990, luego de más de década y media de política autoritaria y una década de economía neo-liberal, el nuevo régimen basado en una alianza política de centro-izquierda inició políticas en educación con una nueva agenda y concedió un estatuto protegido y de carácter nacional al profesorado. La nueva agenda se centraría en objetivos de calidad y equidad en los contextos y resultados de aprendizaje del sistema escolar. Su realización ha contado con un estado capaz no sólo de velar por condiciones mínimas de funcionamiento de la educación (rol subsidiario), como hizo en los años 80´, sino también de definir y conducir políticas de desarrollo del sector (rol promotor). El régimen democrático que asumió en marzo de 1990, luego de más de década y media de gobierno militar, inauguró un marco de políticas educacionales que abarca los catorce años que van desde ese año hasta el 2004, a través de tres períodos presidenciales y siete ministros de educación2, quienes originaron y han implementado políticas orientadas por una misma visión sobre calidad y equidad de la educación, recurriendo a un repertorio compartido de criterios de acción y aplicaron instrumentos de estado y mercado similares. El gobierno inicial de la transición a la democracia tomó la decisión estratégica de no revertir el proceso de municipalización ni cambiar los trazos más gruesos del modelo y mecanismos de financiamiento establecidos en 1981. Esta opción se tomó a pesar de las expectativas del profesorado de que ello ocurriera, y a pesar del origen e implementación autoritarios de ambos cambios. Junto con ello, fijó como norte de sus políticas el logro de una calidad considerablemente más alta y de equidad de la provisión de educación financiada públicamente. Con ello redefinió el papel del estado en el sector: de un papel subsidiario, consistente en funciones de asignación de recursos y supervisión de los marcos institucionales y educativos en que la competencia por matrícula producía determinados estándares de logro y patrón de distribución social, a un papel promotor y responsable, tanto respecto de los objetivos de calidad a nivel del sistema en su conjunto, como de los de equidad. Esto último supone dos criterios articuladores del conjunto de las políticas en la educación escolar: programas integrales de intervención de cobertura universal para el mejoramiento de la calidad de los aprendizajes, y programas compensatorios focalizados en las escuelas y liceos de menores recursos con bajos resultados de aprendizaje para el mejoramiento de la equidad. 1.2 Etapas en el proceso de reforma educacional La evolución del esfuerzo de mejoramiento y reforma educacional en curso en Chile, puede caracterizarse en términos de tres etapas. 2 Ministro Ricardo Lagos (1990–1992); Ministro Jorge Arrate (1992–1994); Ministro Ernesto Schiefelbein (1994); Ministro Sergio Molina (1994–1996); Ministro José Pablo Arellano (1996–2000); Ministra Mariana Aylwin (2000–2003); Ministro Sergio Bitar (2003 – ). Una primera etapa, que va de 1990 a 1995, es de construcción de condiciones de base para un funcionamiento mejorado del sistema escolar3. Condiciones políticas que se traducen en alta prioridad gubernamental al sector y construcción de confianzas y acuerdos respecto a la agenda de cambio en educación; condiciones profesionales y laborales mejoradas de los docentes; condiciones materiales para el aprendizaje, con recursos actualizados y en volúmenes suficientes (textos, bibliotecas, materiales didácticos, computadores en red); condiciones institucionales y técnicas para la renovación de la pedagogía y la gestión, a través del esfuerzos de los programas P-900 y de Educación Rural, y de los Proyectos de Mejoramiento Educativo (PME) respecto al trabajo de proyectos por equipos docentes. La segunda etapa se inaugura en 1996, con la implantación formal de la Reforma Educacional, con la decisión gubernamental de establecer la jornada escolar completa y llevar a cabo la reforma curricular, junto a dos ejes de medidas de apoyo: i) intensificación del accionar de los programas de mejoramiento (expansión de la informática educativa, creación del Programa Montegrande de “liceos de anticipación”) e ii) impulso a las políticas de fortalecimiento de la profesión docente. El inicio de la tercera etapa puede fijarse en la segunda mitad del año 2000, cuando se conocen resultados de aprendizaje insatisfactorios, medidos por pruebas tanto nacionales como internacionales, que muestran que el sistema escolar logra pobres resultados respecto a estándares de aprendizaje competitivos en el mundo global. Las mediciones SIMCE y TIMSS muestran que si bien las bases del edificio de un nuevo sistema escolar estaba construido, las experiencias de aprendizaje en su interior estaban aún lejos de lo requerido por una sociedad integrada a un mundo globalizado y cada vez más exigente en términos de conocimiento y capacidades de las personas y las organizaciones. “Llevar la reforma al aula”, es decir, a unas prácticas de enseñanza-aprendizaje, es el lema que domina los énfasis de política al inicio de la nueva década. Los que se plasman a partir de 2003 en una segunda reforma al currículum del primer ciclo básico, giro en las estrategias de desarrollo profesional docente, énfasis en las competencias para la globalización –inglés y TICs–, así como creación de nuevas instituciones e instrumentos para el aseguramiento de la calidad como de la equidad, tanto en el sistema escolar como en la educación superior (acreditación de instituciones y programas; evaluación docente de carácter formativo; respaldo legal a integración social en los establecimientos escolares financiados públicamente y otros). 1.3 Diálogo político, redes y participación A lo largo del período 1990-2004, el principio de que las políticas educacionales debían tener el carácter de políticas de estado, más allá por tanto de los plazos de un gobierno, se traduce en una política de acuerdos gobierno-oposición 3 Sus hitos son el Programa de las 900 Escuelas (1990), el Estatuto Docente (1991), el Programa MECE–Básica (1992), la Comisión Nacional para la Modernización de la Educación (1994) y el inicio del programa MECE–Media (1995). sobre educación, que otorga respaldo nacional a las iniciativas mayores en el sector. Esta tiene como hitos más importantes : a) el diagnóstico y propuestas de cambio originados en una políticamente plural Comisión Nacional de Modernización de la Educación, convocada por el Presidente de la República en 1994, que contribuye a sistematizar y concordar entre las dirigencias política, empresarial y educacional del país, las tareas nacionales en educación; sus recomendaciones fueron la base de La Reforma Educacional iniciada en 1996; b) los acuerdos Gobierno-Oposición, para el financiamiento e implementación de la extensión de la jornada escolar (1997), que incluyeron acuerdos sobre su financiamiento y la reglamentación para inversiones públicas en la infraestructura de establecimientos municipales y privados subvencionados por el Estado (Ley 19.532 sobre Jornada Escolar Completa, de 1997); c) el acuerdo gobierno-oposición para ampliar el derecho a la educación garantizado por la Constitución y establecer 12 años como la duración de la educación obligatoria (2003). Junto a lo señalado, a lo largo del período han operado comisiones representativas respecto a diversos temas específicos, así como misiones de estudio constituidas también en forma institucional y políticamente plural. Cronológicamente: - - - - tres comisiones técnicas de carácter nacional sobre educación sexual en el sistema escolar (1992, 1996, 2004); misión de estudio a Asia-Pacífico sobre la educación media, integrada por representantes del Ministerio de Educación, Colegio de Profesores, empresarios, investigadores en educación (1993); comisión técnico-gremial sobre reforma curricular del ámbito de la Educación Media Técnico Profesional (1997); comisión nacional para la selección de los liceos del Programa Montegrande (1997); comisión nacional para la selección de las universidades del programa Formación Inicial Docente (1997); comisión técnica nacional sobre textos escolares (2000); comisión técnica Ministerio de Educación-Consejo de Rectores sobre las pruebas del sistema de admisión a las universidades (2000); misión de estudio al Reino Unido, formada por miembros del Ministerio de Educación, Colegio de Profesores, empleadores municipales y privados (2001); misión de estudio a Cuba, Ministerio de Educación, Colegio de Profesores y empleadores municipales y privados (2002); Comisión tripartita Ministerio de Educación, la asociación nacional de municipalidades y el Colegio de Profesores, sobre evaluación docente y temas de desarrollo profesional (2001-2004). Los hitos reseñados deben ser además puestos en un contexto de consenso sobre el alza sostenida del gasto en educación, aprobada en el Congreso Nacional año a año; los sucesivos gobiernos han otorgado máxima prioridad al sector educativo y han asignado recursos en forma acorde con esta definición, incluso cuando el crecimiento del PIB ha disminuido y ha debido ajustarse el resto del gasto público, como ocurrió en 1998 y 1999. 1.4 Procesamiento de diferencias El señalado marco de acuerdos y la consistencia de la construcción políticamente transversal de respuestas a temas específicos, no es sinónimo de ausencia de visiones e intereses encontrados, así como de conflictos. Esto sucede en ámbitos como la gestión y regulación de la profesión docente, la tensión entre los principios de libertad de enseñanza y de derecho a la educación, y entre rol del estado y el mercado en educación, así como la educación sexual y otros. Caracteriza al proceso chileno la elaboración de soluciones transaccionales, apoyadas en su implementación por el conjunto de la institucionalidad y actores concernidos. En un primer momento la línea divisoria fue respecto a preservar la herencia de la reforma de los años ochenta, en un sentido de avance en la descentralización privatizante, o revertirla en un sentido re-centralizador y estatista, esperado por el profesorado. La solución transaccional a la que se arribó es un nuevo equilibrio entre la realidad heredada (descentralización y financiamiento vía subvención) y las nuevas orientaciones propugnadas por el gobierno: rol activo y regulador del Estado, estatuto público de los docentes e incremento del gasto y la inversión pública en educación según criterios de focalización y mejoramiento de calidad. En un segundo momento, al plasmarse el informe de la citada Comisión de Modernización en 1994, el conflicto de visiones se dio entre la necesidad de aumentar el gasto (planteamiento caro a la alianza política que sustenta al Gobierno), y la necesidad de flexibilizar la gestión de las escuelas (planteamiento caro a la oposición y a sectores dentro de la misma alianza gobiernista). En los hechos, se optó por combinar ambas propuestas, aunque sin satisfacer a los portadores más polarizados de ambas visiones. Finalmente, en una tercera etapa que se inicia en la segunda mitad del año 2000, y muy determinada por la comunicación y discusión pública de las mediciones nacionales e internacionales de logros de aprendizaje, se puede argumentar que las líneas del conflicto gobierno / oposición se han movido desde el ámbito de la institucionalidad, del financiamiento y la gestión, por primera vez al “adentro” de la educación, con interpretaciones y grados variables de divergencia, sobre currículum, evaluación y desarrollo profesional docente. Los énfasis de cada una de las descritas etapas, no implica que el respectivo procesamiento de las diferencias haya clausurado el debate correspondiente, sino que lo ha hecho progresivamente más complejo. Lo importante es que las diferencias se han procesado de acuerdo a reglas de convivencia democrática y a criterios realistas, de modo que la educación chilena y con ella la profesión docente han ido avanzando en mejoramientos sostenidos aunque todavía insuficientes o incompletos.