Semana de Mayo - Delegación SADoP 9 de Julio

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Revolución de Mayo - Mayo de 1810
Semana de Mayo
18 de mayo de 1810
En mayo de 1810 el ánimo de los criollos estaba inflamado de fervor patriótico. Muchos sucesos importantes
habían sucedido en los últimos años: la Reconquista y la Defensa durante las invasiones inglesas, la
Revolución Francesa, la independencia de los Estados Unidos, las ideas del "Iluminismo", la invasión de
Napoleón a España, y poco más atrás en el tiempo el movimiento de los Comuneros de Asunción y de Túpac
Amaru. Los criollos comenzaron a comprender que eran capaces de gobernarse solos.
Nicolás
Rodríguez
Peña, fue uno de los
miembros
de
la
llamada sociedad de
los
Siete,
círculo
clandestino
que
comenzó a hablar de
revolución, a menudo
sin
precisar
exactamente
los
contenidos políticos y
los
alcances
del
término. La sociedad
de los Siete se reunía
en la casa de Rodríguez
Peña o en la jabonería
de Hipólito Vieytes
La idea de la Revolución comenzó tomar fuerza en muchos criollos notables. Los primeros pasos
comenzaron a trazarse en reuniones secretas que se llevaban a cabo en diversas casas. La consigna corría de
boca en boca. Rápidamente la semilla de libertad se expandió por toda la ciudad. Una sociedad secreta
integrada, entre otros, por Nicolás Rodríguez Peña, Manuel Belgrano, Juan José Paso, Hipólito Vieytes,
Agustín Donado, Manuel Alberti, Terrada, José Darragueira, Chiclana, Juan José Castelli, French, Beruti,
Viamonte y Tomás Guido, organizaba las acciones. Las reuniones se realizaban en la casa de Vieytes, en la de
Rodríguez Peña o en la quinta de Orma. Cornelio Saavedra ofreció su contingente armado, los Patricios.
En la mañana del 15 de mayo, el Virrey Cisneros supo, por noticias traídas en el barco inglés "Milestoe" que
la Junta de Cádiz estaba a punto de caer en manos francesas. La noticia fue confirmada por los viajeros del
"John Parish Robertson", que arribó a Buenos Aires dos días después
Ante el nivel de conocimiento público alcanzado por la noticia de la caída de la Junta de Sevilla, Cisneros
realizó una proclama en donde reafirmaba gobernar en nombre del rey Fernando VII, para intentar calmar
los ánimos. Cisneros habló de la delicada situación en la península, pero no confirmó en forma explícita que
la Junta había caído, si bien era consciente de ello. Parte de la proclama decía lo siguiente:
En América española subsistirá el trono de los Reyes Católicos, en el caso de que sucumbiera en la península.
(...) No tomará la superioridad determinación alguna que no sea previamente acordada en unión de todas las
representaciones de la capital, a que posteriormente se reúnan las de sus provincias dependientes, entretanto que de
acuerdo con los demás virreinatos se establece una representación de la soberanía del señor Fernando VII. i
El grupo revolucionario principal se reunía indistintamente en la casa de Nicolás Rodríguez Peña o en la
jabonería de Hipólito Vieytes. Concurrían a esas reuniones, entre otros, Juan José Castelli, Manuel
Belgrano, Juan José Paso, Antonio Luis Beruti, Eustoquio Díaz Vélez, Feliciano Antonio Chiclana, José
Darragueira, Martín Jacobo Thompson y Juan José Viamonte. Otro grupo se congregaba en la quinta de
Orma, encabezado por fray Ignacio Grela y entre los que se destacaba Domingo French.
Manuel Belgrano fue
partidario del Virrey
Liniers y un entusiasta
carlista. Como oficial de
Patricios participó de la
represión
del
movimiento liderado por
Martín de Alzaga en
enero de 1809. En julio
del mismo año alentó
junto a Saavedra
la
nominación de Liniers
como Virrey pero España
nombre a Cisneros.
Algunos criollos se juntaron esa noche en la casa Rodríguez Peña. Cornelio Saavedra, quien se hallaba en
San Isidro, fue llamado de urgencia y concurrió a la reunión en la que se decidió solicitar al virrey la
realización de un cabildo abierto para determinar los pasos a seguir por el virreinato. Para esa comisión,
fueron designados Castelli y Martín Rodríguez.
19 de mayo de 1810
Los criollos reclaman la realización de un Cabildo Abierto para tratar la situación por la que atravesaba
España.
Para lograr ese propósito, Saavedra y Belgrano se reunieron con el alcalde de primer voto, Juan José
Lezica, para que convocara, con anuencia de Cisneros, un Cabildo Abierto. Castelli cumplió idéntica misión
ante el síndico procurador Julián de Leiva.
20 de mayo de 1810
Lezica transmitió a Cisneros la petición que había recibido, y éste consultó a Leyva, quien se mostró favorable a la realización de un
cabildo abierto. Antes de tomar una decisión el virrey citó a los jefes militares para que se presenten a las siete horas de la tarde en
el fuerte.16 Según cuenta Cisneros en sus Memorias, les recordó:
(...) las reiteradas protestas y juramentos de fidelidad con que me habían ofrecido defender la autoridad y sostener el orden
público y les exhorté a poner en ejercicio su fidelidad al servicio de S.M. y de la patria.
1
Como Cisneros reclamó una respuesta a su petición de apoyo, el coronel criollo Cornelio Saavedra, jefe del Regimiento de Patricios e
integrante del grupo revolucionario conocido como la Sociedad de los Siete, respondió en nombre de todos los criollos diciendo:
Señor, son muy diversas las épocas del 1º de enero de 1809 y la de mayo de 1810, en que nos hallamos. En aquella existía la
España, aunque ya invadida por Napoleón; en ésta, toda ella, todas sus provincias y plazas están subyugadas por aquel
conquistador, excepto solo Cádiz y la isla de León, como nos aseguran las gacetas que acaban de venir y V.E. en su proclama
de ayer. ¿Y qué, señor? ¿Cádiz y la isla de León son España? (...) ¿Los derechos de la Corona de Castilla a que se incorporaron
las Américas, han recaído en Cádiz y la isla de León, que son una parte de las provincias de Andalucía? No señor, no
queremos seguir la suerte de la España, ni ser dominados por los franceses, hemos resuelto reasumir nuestros derechos y
conservarnos por nosotros mismos. El que a V.E. dio autoridad para mandarnos ya no existe; de consiguiente usted tampoco
la tiene ya, así que no cuente con las fuerzas de mi mando para sostenerse en ella. ii
Al anochecer se produjo una nueva reunión en casa de Rodríguez Peña, en donde los jefes militares comunicaron lo ocurrido. Se
decidió enviar inmediatamente a Castelli y a Martín Rodríguez a entrevistarse con Cisneros en el fuerte, facilitando su ingreso el
comandante Terrada de los granaderos provinciales que se hallaba de guarnición ese día. El virrey se encontraba jugando a los
naipes con el brigadier Quintana, el fiscal Caspe y el edecán Coicolea cuando los comisionados irrumpieron. Martín Rodríguez en sus
Memorias relató cómo fue la entrevista, en donde Castelli se dirigió a Cisneros así:
Excelentísimo señor: tenemos el sentimiento de venir en comisión por el pueblo y el ejército, que están en armas, a intimar a
V.E. la cesación en el mando del virreinato.
Cisneros respondió:
¿Qué atrevimiento es éste? ¿Cómo se atropella así a la persona del Rey en su representante?
Pero Rodríguez (según sus Memorias) lo detuvo advirtiéndole:
Señor: cinco minutos es el plazo que se nos ha dado para volver con la contestación, vea V.E. lo que hace.
Solamente defendió la posición de Cisneros el síndico procurador del cabildo, Julián de Leyva. Ante la situación, Caspe llevó a
Cisneros a su despacho para deliberar juntos unos momentos y luego regresaron. El virrey se resignó y permitió que se realizara el
cabildo abierto. Según cuenta Martín Rodríguez en sus Memorias póstumas, escritas muchos años después, sus palabras fueron:
Señores, cuanto siento los males que van a venir sobre este pueblo de resultas de este paso; pero puesto que el pueblo no
me quiere y el ejército me abandona, hagan ustedes lo que quieran.19
El cabildo abierto se celebraría el 22 de mayo siguiente.
Esa misma noche se representó una obra de teatro cuyo tema era la tiranía, llamada "Roma Salvada", a la cual concurrieron buena
parte de los revolucionarios. El jefe de la policía intentó convencer al actor de que no se presentara y que, con la excusa de que éste
estuviera enfermo, la obra fuera reemplazara con "Misantropía y arrepentimiento", del poeta alemán Kotzebue. Los rumores de
censura policial se extendieron con rapidez, por lo que Morante salió e interpretó la obra prevista, en la cual interpretaba a Cicerón.
En el cuarto acto, Morante exclamaba lo siguiente:
Entre regir al mundo o ser esclavos ¡Elegid, vencedores de la tierra! ¡Glorias de Roma, majestad herida! ¡De tu sepulcro al
pie, patria, despierta! César, Murena, Lúculo, escuchadme: ¡Roma exige un caudillo en sus querellas! Guardemos la igualdad
para otros tiempos: ¡El Galo ya está en Roma! ¡Vuestra empresa del gran Camilo necesita el hierro! ¡Un dictador, un
vengador, un brazo! ¡Designad al más digno y yo lo sigo!iii
Dicha escena encendió los ánimos revolucionarios, que desembocaron en un aplauso frenético a la obra. El propio Juan José Paso se
levantó y gritó "¡Viva Buenos Aires libre!".
Cisneros reunió en la Fortaleza a los jefes militares para pedir su apoyo, pero como éstos se lo negaron, no tomó ninguna decisión.
Entonces, los patriotas decidieron que Castelli y Martín Rodríguez se presentaran ante el Virrey para exigirle la reunión de un Cabildo
Abierto. Se reunieron con él durante la noche y le reiteraron la necesidad de la convocatoria. Cisneros finalmente aceptó a convocar
a los principales vecinos para deliberar acerca de la gravedad de la situación.
21 de mayo de 1810
Algunos vecinos se reunieron en la Plaza Mayor para apoyar la solicitud de un Cabildo Abierto.
2
Se convocó a los vecinos por medio de esquelas a participar del Cabildo Abierto del 22 de mayo. En total se repartieron 450
invitaciones.
22 de mayo de 1810
De los 450 invitados, concurrieron sólo 251, quienes iniciaron la sesión a las 9 de la mañana.
El debate se inició con la proclama del escribano del Cabildo, Justo Nuñez, quien aconsejó evitar toda innovación y acatar la
autoridad del Virrey. En su discurso, Nuñez también se refirió al peligro que representaba la ambición portuguesa, al señalar "No
olvidéis que tenéis a la vista un vecino que acecha vuestra libertad, y que no perderá ninguna ocasión en medio del menor desorden.
Tened por cierto que no podréis por ahora subsistir sin la unión de las Provincias interiores..."
Siguió en el uso de la palabra el obispo de Buenos Aires, Benito de Lué y Riega, quien sostuvo que aún
en caso de una pérdida total de la Península, los españoles debían continuar gobernando en América
y los criollos sólo podrían llegar a ejercer el poder cuando no quedara ningún español en estas tierras.
A continuación habló el doctor Juan José Castelli quien fundamentó los derechos del pueblo de
Buenos Aires para ejercer su soberanía y formar un nuevo gobierno en el cautiverio de Fernando VII y
la disolución de la Junta Central de Sevilla.
Ruiz Huidobro, en nombre de algunos grupos militares, sostuvo que Cisneros debía cesar en el mando
por haber caducado la autoridad que lo nombró. El Cabildo debía reasumir el poder para entregarlo
luego a otra persona.
El fiscal Manuel Genaro Villota afirmó que las resoluciones de los vecinos porteños carecían de
validez porque no representaban a todo el virreinato.
Juan
José
Castelli,
era
compañero de Belgrano en el
consulado y fue uno de los más
activos miembros del sector
patriota., formando parte de la
delegación que pidió a Cisneros
la convocatoria a Cabildo
Abierto y ocupo un lugar en las
Juntas del 24 y del 25 de Mayo
El presbítero Nepomuceno Solá se mostró partidario de entregar el poder al Cabildo hasta que se
reuniera una Junta integrada por diputados de todo el virreinato. Juan José Paso, abogado criollo,
sostuvo la necesidad de establecer en Buenos Aires una Junta Gubernativa lo antes posible.
A continuación se decidió votar una propuesta concreta. Entre todas se destacó la proposición de
Cornelio Saavedra por la cesación del Virrey y la delegación interina del mando en el Cabildo hasta la
formación de una Junta que lo ejerciera en base a la participación popular. Según sus palabras "No
queda duda de que el pueblo es el que confiere la autoridad o mando..."
Adhirieron a su opinión Castelli, Belgrano, Paso, Moreno y Rivadavia
entre otros. El escrutinio se postergó para el día siguiente.
23 de mayo de 1810
El Cabildo del 22 terminó muy tarde en la noche por lo que se decidió escrutar los votos al día siguiente.
El recuento arrojó las siguientes cifras: 155 votos por la destitución del Virrey; 69 por su continuación en
el mando sólo o asociado.
Los miembros del Cabildo Ordinario Manuel José de Ocampo y el Dr. Tomás Manuel de Anchorena le
comunicaron a Cisneros que había cesado en el cargo.
Según la mayoría, el cargo debía quedar en manos de una Junta de Gobierno a nombre de Fernando VII.
24 de mayo de 1810
En este día, el Cabildo resolvió nombrar una Junta de Gobierno, conforme al mandato recibido. Esta
junta quedó compuesta por
El día 24 el Cabildo, a propuesta del síndico Leyva, conformó la nueva Junta, que debía mantenerse
hasta la llegada de los diputados del resto del Virreinato. Estaba formada por:
Presidente y comandante de armas:
Invitación entregada para
el Cabildo Abierto del 22 de
Mayo
Baltasar Hidalgo de Cisneros (el propio virrey)
Vocales:
Cornelio Saavedra (militar, criollo)
Juan José Castelli (abogado, criollo)
Juan Nepomuceno Solá (sacerdote, español)
3
José Santos Incháurregui (comerciante, español)
Dicha fórmula respondía a la propuesta del obispo Lué y Riega de mantener al virrey en el poder con algunos asociados o adjuntos, a
pesar de que en el Cabildo abierto la misma hubiera sido derrotada en las elecciones. Los cabildantes consideraban que de esta
forma se contendrían las amenazas de revolución que tenían lugar en la sociedad.30 Asimismo, se incluyó un reglamento
constitucional de trece artículos, redactado por Leyva, que regiría el accionar de la Junta. Entre los principios incluidos, se preveía
que la Junta no ejercería el poder judicial, que sería asumido por la Audiencia; que Cisneros no podría actuar sin el respaldo de los
otros integrantes de la Junta; que el Cabildo podría deponer a los miembros de la Junta que faltaran a sus deberes y debía aprobar
las propuestas de nuevos impuestos; que se sancionaría una amnistía general respecto de las opiniones emitidas en el cabildo
abierto del 22; y que se pediría a los cabildos del interior que enviaran diputados. Los comandantes de los cuerpos armados dieron
su conformidad, incluyendo a Saavedra y Pedro Andrés García.
Cuando la noticia fue dada a conocer, tanto el pueblo como las milicias volvieron a agitarse, y la plaza fue invadida por una multitud
comandada por French y Beruti. La permanencia de Cisneros en el poder, aunque fuera con un cargo diferente al de virrey, era vista
como una burla a la voluntad del Cabildo Abierto. El coronel Martín Rodríguez lo explicaba así:
Si nosotros nos comprometemos a sostener esa combinación que mantiene en el gobierno a Cisneros, en muy pocas horas
tendríamos que abrir fuego contra nuestro pueblo, nuestros mismos soldados nos abandonarían; todos sin excepción
reclaman la separación de Cisneros.iv
Hubo una discusión en la casa de Rodríguez Peña, lugar en que se runieron dirigentes civiles y oficiles de los cuerpos, entre ellos:
Manuel Belgrano, Eustoquio Díaz Vélez, Domingo French y Feliciano Antonio Chiclana donde se llegó a dudar de la lealtad de
Saavedra. Castelli se comprometió a intervenir para que el pueblo fuera consultado nuevamente, y entre Mariano Moreno, Matías
Irigoyen y Feliciano Chiclana se calmó a los militares y a la juventud de la plaza. Finalmente decidieron deshacer lo hecho, convocar
nuevamente al pueblo y obtener del cabildo una modificación sustancial con una lista de candidatos propios. Cisneros no podía
figurar.
Por la noche, una delegación encabezada por Castelli y Saavedra se presentó en la residencia de Cisneros informando el estado de
agitación popular y sublevación de las tropas, y demandando su renuncia. Lograron conseguir en forma verbal su dimisión. Un grupo
de patriotas reclamó en la casa del síndico Leyva que se convocara nuevamente al pueblo, y pese a sus resistencias iniciales
finalmente accedió a hacerlo.
Queda claro que con la designación de esta Junta se buscó que todos los factores de poder estuvieran representados. Cisneros era
funcionario; Saavedra, militar; Solá, clérigo; Castelli, abogado e Incháurregui, comerciante.
A pesar de que el Cabildo determinó la separación del virrey, éste fue nombrado al frente de la Junta por la necesidad de no alarmar
a las provincias del interior, ya que el Cabildo era una institución local. Saavedra y Castelli aceptaron este argumento, ya que durante
el Cabildo ellos habían sugerido la importancia de consultar a los pueblos del interior.
La Junta juró en la tarde del 24, pero el pueblo porteño comenzó a inquietarse; no quería a Cisneros.
En el descontento de los cuarteles, los corrillos en los conventos y los rumores de los comerciantes comenzó a tomar forma la
agitación popular.
Los cabecillas del descontento eran Domingo French, Antonio Beruti y otros jóvenes conocidos como chisperos, integrantes de la
llamada Legión Infernal.
25 de mayo de 1810
Saavedra y Castelli se plegaron al clamor popular y renunciaron. A su vez los cabildantes resolvieron
la renuncia de la junta presidida por el virrey y le aconsejaron a éste imponerse por la fuerza. Para
lograrlo consultaron a los jefes militares quienes negaron su apoyo. Mientras se llevaba a cabo esta
reunión un grupo de patriotas entró por los corredores del Cabildo y, luego de dar fuertes golpes
en la puerta cerrada de la sala, manifestaron que "querían saber de qué se trataba". El comandante
Martín Rodríguez tuvo que contener a los más exaltados.
Virrey Cisneros
Durante la mañana del 25 de mayo, una gran multitud comenzó a reunirse en la Plaza Mayor,
actual Plaza de Mayo, liderados por los milicianos de Domingo French y Antonio Beruti. Se
reclamaba la anulación de la resolución del día anterior, la renuncia definitiva del virrey Cisneros y
la formación de otra Junta de gobierno. El historiador Bartolomé Mitre afirmó que French y Beruti
repartían escarapelas celestes y blancas entre los concurrentes; historiadores posteriores ponen en
duda dicha afirmación, pero sí consideran factible que se hayan repartido distintivos entre los
4
revolucionarios. Ante las demoras en emitirse una resolución, la gente comenzó a agitarse, reclamando:
"¡El pueblo quiere saber de qué se trata!"
La multitud invadió la sala capitular, reclamando la renuncia del virrey y la anulación de la resolución tomada el día anterior.
El Cabildo se reunió a las nueve de la mañana y reclamó que la agitación popular fuese reprimida por la fuerza. Con este fin se
convocó a los principales comandantes, pero éstos no obedecieron las órdenes impartidas. Los que sí lo hicieron afirmaron que no
solo no podrían sostener al gobierno, sino tampoco a sus tropas, y que en caso de intentar reprimir las manifestaciones serían
desobedecidos por estas.
Cisneros seguía resistiéndose a renunciar, y tras mucho esfuerzo los capitulares lograron que ratificase y formalizase los términos de
su renuncia, abandonando pretensiones de mantenerse en el gobierno. Esto, sin embargo, resultó insuficiente, y representantes de
la multitud reunida en la plaza reclamaron que el pueblo reasumiera la autoridad delegada en el Cabildo Abierto del día 22,
exigiendo la formación de una Junta. Además, se disponía el envío de una expedición de quinientos hombres para auxiliar a las
provincias interiores.
Pronto llegó a la sala capitular la renuncia de Cisneros, "prestándose á ello con la mayor generosidad y franqueza, resignado á
mostrar el punto á que llega su consideración por la tranquilidad pública y precaución de mayores desórdenes".31 La composición
de la Primera Junta surge de un escrito presentado por French y Beruti y respaldado por un gran número de firmas. Sin embargo, no
hay una posición unánime entre los historiadores sobre la autoría de dicho escrito. Algunos como Vicente Fidel López sostienen que
fue exclusivamente producto de la iniciativa popular. Para otros, como el historiador Miguel Ángel Scenna, lo más probable es que la
lista haya sido el resultado de una negociación entre tres partidos, que habrían ubicado a tres candidatos cada uno: los carlotistas,
los juntistas o alzaguistas, y el "partido miliciano". Belgrano, Castelli y Paso eran carlotistas. Los partidarios de Álzaga eran Moreno,
Matheu y Larrea. No hay duda de que Saavedra y Azcuénaga representaban al poder de las milicias formadas durante las invasiones
inglesas; en el caso de Alberti, esta pertenencia es más problemática.v
Los capitulares salieron al balcón para presentar directamente a la ratificación del pueblo la petición formulada. Pero, dado lo
avanzada de la hora y el estado del tiempo, la cantidad de gente en la plaza había disminuido, cosa que Julián de Leyva adujo para
ridiculizar la pretensión de la diputación de hablar en nombre del pueblo. Esto colmó la paciencia de los pocos que se hallaban en la
plaza bajo la llovizna. A partir de ese momento (dice el acta del Cabildo),
...se oyen entre aquellos las voces de que si hasta entonces se había procedido con prudencia porque la ciudad no
experimentase desastres, sería ya preciso echar mano a los medios de violencia; que las gentes, por ser hora inoportuna, se
habían retirado a sus casas; que se tocase la campana de Cabildo, y que el pueblo se congregase en aquel lugar para
satisfacción del Ayuntamiento; y que si por falta del badajo no se hacía uso de la campana, mandarían ellos tocar generala,
y que se abriesen los cuarteles, en cuyo caso sufriría la ciudad lo que hasta entonces se había procurado evitar. vi
El badajo de la campana del cabildo había sido mandado retirar por el virrey Santiago de Liniers tras la asonada de Álzaga de 1809.
El síndico Leiva se asomó al balcón y al ver solo a un pequeño grupo de vecinos preguntó: "¿Dónde está el pueblo?", a lo que los
patriotas respondieron que se tocase la campana del Cabildo o que se llamara a generala y se abriesen los cuarteles. Sin medios para
resistir, los cabildantes reconocieron la autoridad de la Junta Revolucionaria.
Ante la perspectiva de violencias mayores, el petitorio fue leído en voz alta y ratificado por los asistentes. El reglamento que regiría a
la Junta fue, a grandes rasgos, el mismo que se había propuesto para la Junta del 24, añadiendo que el Cabildo controlaría la
actividad de los vocales y que la Junta nombraría reemplazantes en caso de producirse vacantes. La Primera Junta estaba compuesta
de la siguiente manera:
Presidente
Vocales
Secretarios
Cnel. Cornelio Saavedra
Dr. Juan José Castelli
Dr. Juan José Paso
Dr. Manuel Belgrano
Dr. Mariano Moreno
Cnel. Miguel de Azcuénaga
Dr. Manuel Alberti
Domingo Matheu
Juan Larrea
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La Junta estaba conformada por representantes de diversos sectores de la sociedad: Saavedra y Azcuénaga eran militares, Belgrano,
Castelli, Moreno y Paso eran abogados, Larrea y Matheu eran comerciantes, y Alberti era sacerdote. Desde otro punto de vista, los
tres partidos revolucionarios estaban representados por tres miembros cada uno: Saavedra, Azcuénaga y Alberti eran moderados,
Castelli, Belgrano y Paso eran carlotistas y Matheu, Larrea y Moreno eran juntistas o alzaguistas.
Acto seguido, Saavedra habló a la muchedumbre reunida bajo la lluvia, y luego se trasladó al Fuerte entre salvas de artillería y
toques de campana.
Al mismo tiempo que el sol se ponía en el horizonte, una compañía de Patricios mandada por Don Eustoquio Díaz Vélez anunciaba, al
son de cajas y voz de pregoneros, que el Virrey de las Provincias Unidas del Río de la Plata había caducado, y que el Cabildo reasumía
el mando supremo del Virreynato por voluntad del pueblo.vii
El mismo 25, Cisneros despachó a José Melchor Lavín rumbo a Córdoba, para advertir a Santiago de Liniers lo sucedido y reclamarle
acciones militares contra la Junta.
La versión de Cisneros
El depuesto virrey Cisneros brindó su versión de los hechos de la semana de mayo en una carta dirigida al rey Fernando VII, con
fecha 22 de junio de 1810:
Había yo ordenado que se apostase para este acto una compañía en cada bocacalle de las de la plaza a fin de que no se
permitiese entrar en ella ni subir a las Casas Capitulares persona alguna que no fuese de las citadas; pero la tropa y los
oficiales eran del partido; hacían lo que sus comandantes les prevenían secretamente y éstos les prevenían lo que les
ordenaba la facción: negaban el paso a la plaza a los vecinos honrados y lo franqueaban a los de la confabulación; tenían
algunos oficiales copia de las esquelas de convite sin nombre y con ellos introducían a las casas del Ayuntamiento a sujetos
no citados por el Cabildo o porque los conocían de la parcialidad o porque los ganaban con dinero, así es que en una Ciudad
de más de tres mil vecinos de distinción y nombre solamente concurrieron doscientos y de éstos, muchos pulperos, algunos
artesanos, otros hijos de familia y los más ignorantes y sin las menores nociones para discutir un asunto de la mayor
gravedad. Los cabildantes exigieron la ratificación de un petitorio firmado por 400 personas.
Fuente: http://www.todo-argentina.net/historia/revmayo/semana_mayo.html
Wikipedia®
i
Pigna, Felipe (2007). «La Revolución de Mayo». Los mitos de la historia argentina (26 edición). Argentina: Grupo editorial Norma. p.
229. ISBN 987-545-149-5.
ii
Abad de Santillán, Diego (1965). «Las jornadas de Mayo de 1810: Divulgación de las noticias sobre el curso de la invasión francesa a
España». Historia Argentina. Buenos Aires: TEA (Tipográfica Editora Argentina). p. 406
iii
Vicente Fidel López (1896). . Publicación on-line de la Biblioteca digital argentina www.biblioteca.clarin.com. Buenos Aires: Carlos
Casavalle Editor, Imprenta y Librería de Mayo.
iv
a b Pigna, Felipe (2007). «La Revolución de Mayo». Los mitos de la historia argentina (26 edición). Argentina: Grupo editorial
Norma. p. 238. ISBN 987-545-149-5.
v
Scenna, Miguel Ángel, Las brevas maduras. Memorial de la Patria, tomo I, pág. 231 y 232, Ed. La Bastilla, Bs. As., 1984. ISBN 950008-021-4
vi
http://www.gutenberg.org/ Proyecto Gutembreg (ed.):
vii
Mitre, Bartolomé (1887). <Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina>. Ediciones Félix Lajouane. Buenos Aires. Cuarta
edición.
6
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