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Procesos de mitificación de Santa Evita

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Procesos de mitificación de Santa Evita
Di Nicolas Volta
Tomas Eloy Martínez, Eva y Juan Domingo Perón
A partir de su segunda novela, “La Novela de Perón” (1985), hasta llegar a su obra más reconocida
“Santa Evita” (1995), es evidente la voluntad de Tomas Eloy Martínez de acercarse a dos de las figuras
más reconocidas de la historia argentina, el general Perón y su mujer Eva, desde una perspectiva más
mitológica que histórica. En primer lugar, el autor pretende explorar los procesos que han causado la
mitificación de los dos personajes, tratando de reasumirlos y examinarlos en todos sus aspectos y
ramificaciones. Luego, con todas las informaciones en sus manos, puede empezar a reconstruir el
mito, dando su versión y su continuación del mismo, y sucesivamente poder empezar un proceso
inverso de “desmitificación”, es decir, en las palabras de Umberto Eco, «de disolución de un repertorio
simbólico institucionalizado»1.
En La Novela de Perón, por ejemplo, se cuenta la historia del general a través de varios relatos, que
incluyen unas memorias (de Perón mismo, pero también del secretario Rega y del periodista Zamora),
de testimonios, entrevistas, y cuentos diferentes, todas voces que se contradicen la una a la otra y que
entrelazándose reconstruyen la vida enigmática del caudillo. En el capítulo X del libro el autor utiliza
una metáfora para explicar su método de trabajo:
«Una mosca se posa en el espejo de automóvil afuera (...) Tiene azul el lomo, las alas sucias de hollín y
ávidos los ojos: compuestos ojos, de cuatro mil facetas cada uno. La verdad dividida en cuatro mil
pedazos…2». Así que para tener una posibilidad de contar la historia, es necesario recuperar la verdad
fragmentada en miles de facetas, como los ojos de una mosca.
El objetivo de esa investigación múltiple es la de ofrecer un retrato del general visto desde varias
perspectivas, tratando de esta manera de dispersar lo más posible su aura mítica y, finalmente, poder
ver Perón como un común ser humano, ya viejo y cansado. Se puede decir que incluso el acto mismo
de “novelar” al personaje es un ataque a su mitificación, dado que ese proceso implica una necesaria
humanización del hombre, lo desnuda de sus capas de personaje histórico y mítico. Como explica Eco,
«el personaje del mito encarna una ley, una exigencia universal, y debe ser en cierta medida
previsible: no puede reservarnos sorpresas. Un personaje de novela debe ser, en cambio, un hombre
como cualquiera de nosotros, y aquello que pueda sucederle debe ser tan imprevisible como lo que
pueda sucedemos a nosotros»3.
Esta primera novela enseña perfectamente el planteamiento del autor a tratar los dos personajes
históricos en sus matices míticas, reelaborando el mito también a través de un proceso de
desmitificación. Aunque este ataque a su aura mítica no es aceptado por el personaje de Perón, que
primero dice que «la historia no tiene por qué saber que yo, Juan Domingo Perón, tengo derecho a las
vacilaciones, a la debilidad de no poder», y después parece sentir envidia por su segunda mujer que,
aunque fue él que la hice, Evita «es la que se ha quedado con lo mejor de mi gloria […] En la memoria
de la gente, Eva estará siempre de ida. La recordarán por lo que pudo hacer, no por lo que hizo.
Miremé a mí, en cambio. Yo estoy de vuelta.»4
Perón entonces atribuye el legado mítico de su mujer sobre todo a su muerte prematura, pero su
improviso fallecimiento, ocurrido a los treinta y tres años, sirvió solamente para reforzar un aura
mítica que Evita se fue construyendo durante toda su vida, voluntariamente o no.
1
Umberto Eco: Apocalípticos e integrados, Barcelona, Lumen, 1963, p. 219.
T. Eloy Martínez, La novela de Perón, Buenos Aires, Legasa, 1985, p.226.
3
Eco, p. 229
4
La Novela de Perón, p. 247.
2
Eva Duarte nació a Los Toldos, ultima de cinco hijos ilegítimos de Juan Duarte y de la plebeya Juana
Ibarguen. Origines humildes, entonces, con las cuales la mayoría de los argentinos puede identificarse
sin excesivos esfuerzos, y que preanunciaría una vida común en la provincia de Buenos Aires. Pero Eva
no es común y a los dieciséis años se traslada a la capital para trabajar en la radio y después en el cine.
En 1944 encuentra Juan Domingo Perón, responsable de la Secretaría de Trabajo, que presenciaba una
fiesta al Luna Park de Buenos Aires para recaudar fondos para los terremoteados de la ciudad de San
Juan. Tomas Eloy Martínez narra que Eva se sentó a lado del futuro general, en una silla dejada
casualmente vacía, y le pronuncio las famosas palabras: gracias por existir5.
Así empieza la historia de amor mas famosa de toda Argentina, y con ella la construcción del mito de
Evita. Durante toda su carrera política, la primera dama se ha distinguido por su activismo social y
político, por ejemplo logrando conseguir el voto femenino, y por el trabajo de su Fundación, que se
concentró tanto en ámbito social, con ayudas económicas a los pobres y la creación de puestos de
trabajo6, cuanto en lo educativo construyendo escuelas y en el sanitario con hospitales y hogares de
ancianos.7
Todo esto ha contribuido a la creación del mito de Eva Perón, proceso que está a la base de la obra
Santa Evita de Tomas Eloy Martínez. De hecho, este trabajo se propone de explorar sucintamente
como el autor trata y analiza el tema de la mitificación de la protagonista en su libro, para ofrecer una
visión general. Primero introduciendo brevemente el personaje de Evita a través de los siete puntos
que según el autor permitieron la creación de su mito, y después analizando como Tomas Eloy
Martínez trata el tema de la mitificación de Eva en los primeros tres capítulos de su libro.
Empezamos entonces tratando de responder nuevamente a la pregunta a la cual ya nos hemos
referido, o sea ¿cuáles son los elementos que contribuyeron a construir el mito de Evita? En el capítulo
VIII “Una mujer alcanza a su eternidad”, prácticamente a mitad de la novela, Tomas Eloy Martínez
quiere dar su respuesta a esa pregunta fundamental ilustrando las que según el serían las sietes
razones principales por la construcción del mito de Evita.
Lo que encontramos en este capítulo no es solamente una análisis “mitológica” de la vida de Evita,
sino también unos puntos fundamentales que la mayoría de los mitos modernos tienen en común:
Los siete puntos de mitificación
1°) Ascendió como un meteoro desde el anonimato de pequeños papeles en la radio hasta un trono en
el que ninguna mujer se había sentado: el de Benefactora de los Humildes y Jefa Espiritual de la
Nación.8
Por lo que respecta al título de Benefactora de los Humildes encontramos su explicación no solo en la
famosa beneficencia que hizo durante toda su vida, sino también en la originen humilde de Eva, a la
cual ya nos hemos referidos, y que juega un papel importante en la construcción de su figura mítica.
Esa característica fundamental no solo permite a todos los ciudadanos comunes de poderse identificar
en su historia, pero también le atribuye como una “credibilidad popular”, la que le permitió de ganar
la confianza del pueblo argentino en cuanto aparentemente consciente de los problemas y las
necesidades de la gente común. Al mismo tiempo los “humildes comienzos” son indispensables para el
éxito de una narración de un héroe popular, ya que permiten una posibilidad de revancha. El héroe, a
pesar de las dificultades y de los obstáculos del destino, logra triunfar, y da también a nosotros nuevas
esperanzas y optimismo. Por supuesto el mismo paradigma lo vemos con otros mitos modernos, sobre
todo en los héroes deportivos: el connacional Diego Armando Maradona, el pibe de Villa Fiorito que
5
T. Eloy Martínez, Santa Evita, Buenos Aires, Editorial Planeta, 1995, p. 58
Eleonora Fragale (2015), Mito e intertestualità in Santa Evita di Tomás Eloy Martínez, Università di Pisa, p.34
7
ibidem
8
Santa Evita, p. 183
6
logra salir y alcanzar la gloria, y que Carlos Ares define “el Perón de los noventa, el único líder
posmoderno capaz de seguir luchando en el fin de siglo argentino por la liberación (...) Maradona es,
también, Ia Evita de los noventa. Uno de los amados grasitas, un descamisado de Versace.”9
Así que Evita de verdad era la Benefactora de los Humildes, y en lo relativo al segundo apelativo que le
pone el autor, Jefa Espiritual de la Nación, encuentra su justificación en las palabras del historiador
Mercer Vega, que hablando del peso social de Evita en la Argentina de 1952 dice que “a medida que
su agonía progresa, se le conceden todo tipo de honores públicos. Una nueva provincia, La Pampa,
llevará su nombre. El Congreso le otorga el título de 'Jefe Espiritual de la Nación'. Su libro La razón de
mi vida, se convierte en texto escolar obligatorio a partir del 17 de julio."10
2°) Murió joven, como los otros grandes mitos argentinos del siglo: a los treinta y tres años.11
Tomas Eloy Martínez se refiere a Che Guevara, muerto a los cuarenta años, y a Carlos Gardel, muerto
a los cuarenta y cuatros, pero podría también nombrar unas multitudes de héroes moderno, que sean
artistas o políticos, a los cuales una muerte prematura e inesperada contribuyó a formar su heredado
mítico, que quizás muriendo viejos no habrían alcanzado, ya que «como sucede con todos los que
mueren jóvenes, la mitología de Evita se alimenta tanto de lo que hizo como de lo que pudo hacer»12 .
Pero, a diferencia de los otros, el autor subraya que «la agonía de Evita fue seguida paso a paso por las
multitudes, su muerte fue una tragedia colectiva». De hecho el pueblo argentino siguió activamente
los últimos días de la mujer del presidente, informándose sobre el agravamiento de su estado de salud
a través de los boletines que emitía Radio del Estado, el ultimo de los cuales advertía que “la ilustre
enferma ha perdido el conocimiento”. La agonía de Evita, de esa manera, llegó a ser una verdadera
tragedia colectiva, y el entero país pasó los últimos días de vida de su Jefa Espiritual rezando y
celebrando misas en su honor. Por ejemplo unos días antes del fallecimiento, Perón llamo Padre
Benítez, el confesor de Eva, para celebrar una misa organizada por la CGT, durante la cual el cura
anunció: “Ahora, compañeros, ya tenemos nuestra mártir; ya tenemos nuestros mártires porque Dios,
al elegir a Eva Perón, nos ha elegido a nosotros para mártires, dado que su dolor es nuestro dolor”13.
Así que Argentina pierde su benefactora que se convierte en mártir, muriendo a la edad simbólica de
treinta y tres años.
3°) Fue el Robin Hood de los años cuarenta.
O por lo menos así quería ser recordada, ya que, como ya hemos dicho, Eva utilizó gran parte de su
fuerzas y recursos para obras de desarrollo social y beneficencia. Por un lado lo hizo de manera
“institucional” con el trabajo de su Fundación de Ayuda Social Marta Eva Duarte de Perón, con
potestad para ofrendar «una vida digna a las clases sociales menos favorecidas14», y por otro
asumiendo el papel de verdadera benefactora del pueblo concediendo dones de todo tipo, desde las
muñecas para las niñas hasta las casas para familias15.
Todas las personas que fueron tocadas por su gracia y misericordia no podían verla de otra manera
que una santa, un Robin Hood que tomaba a los ricos, a los “vendepatrias”, para dar a los pobres que
realmente necesitaban. Eva siempre afirmó que sentía que ese era su verdadero deber, y por eso se
implantó en el imaginario popular como la abogada de los pobres y madre de los desamparados. «No
9
Carlos Ares (1995), en la revista La Maga, p.32
Louis Mercier Vega: Autopista de Perón: Balance del peronismo, Barcelona, Tusquets, 1975, p. 155
11
Santa Evita, p.184
10
12
Ibidem
Alberto Amato (2023), Las ultimas horas de Eva Perón, artículo publicado en https://www.infobae.com
14
Santa Evita, p. 189
15
Eleonora Fragale (2015), p. 34
13
necesitaba presidir ninguna sociedad de beneficencia; quería que la beneficencia en pleno llevara su
nombre. Trabajó día y noche por esa eternidad.16»
4°) Perón la amaba con locura.
Como señala Graciela Michelotti-Cristobal la construcción del mito de Evita es paralela a la
construcción estereotipada de la pareja Eva/Juan Perón17. Los esposos llegaron a ser el símbolo del
amor verdadero por toda la nación, incluyendo el pueblo en su historia de amor como las modernas
parejas de las familias reales, dando la imagen de una relación perfecta a la cual todos podían aspirar.
Eva y Perón tenían sin duda personalidades muy distintas, que pero se complementaban tanto en la
relación amorosa cuanto en aquella política. Por ejemplo Dujovne Ortiz describe esa
complementariedad de los sexos para aludir a la dualidad del poder:
Pero el coronel era un solitario y por primera vez había una presencia a su lado. Una presencia. Que
fascinación, que alivio, que profundo temor y que tremenda causa de celos futuros! El, que no era sino
ausencia, como no se hubiera dejado llenar hasta los bordes por Evita, creyendo modelarla? Esa
ausencia venía del desierto, de la Patagonia donde había crecido, de un padre soñador y de una madre
redonda y poderosa como la tierra misma. Y del ejército.18
En ese contexto Eloy Martínez subraya que Eva amaba mucho más a su marido que al revés, tanto
que, como ya he mencionado, fue ella a dar el primer paso. También el coronel Moori Koenig en la
novela interviene sobre este argumento, añadiendo que «Ella se le presentó con una frase de alto
voltaje seductor: "Gracias por existir, coronel", y le propuso que durmieran juntos esa misma noche.
Siempre fue de armas llevar. No concebía que la mujer pudiera ser pasiva en ningún campo,
ni aun en la cama, donde lo es por mandato de la naturaleza. El aspirante a dictador era en cambio,
algo incauto en las lides eróticas: romanticón, de gustos simples. La que lo levantó fuel ella. Tenía muy
claro lo que quería»19.
5°) Para mucha gente, tocar a Evita era tocar el cielo.
«El fetichismo. Ah, sí; eso ha tenido una enorme importancia en el mito» sigue el autor, que describe
varios ejemplos, entre los cuales un billete de dinero besado por Evita conservado y expuesto en el
comedor de casa, un vaso de champagne con una mancha de su pintalabios o también mechones de
pelo. Todo lo que Eva tocaba o que de cualquier manera estaba relacionado con ella, se convertía en
una verdadera reliquia, o sea un efecto personal de un santo o de una persona venerada conservado
con fines de culto como recuerdo tangible20.
Esta es otra característica común a todos los mitos, desde los santos cristianos hasta los héroes
modernos. Entrar en contacto con algo que el mito ha tocado con sus propias manos es una manera
de acercarse a él, pero puede ser también un amuleto de la suerte, algo al cual podemos agarrarse. A
este respecto se me ocurre otro ejemplo similar a los de Evita, que tiene otra vez como protagonista
su connacional Maradona: en un bar de Nápoles, bajo una vitrina enmarcada, esta conservado y
expuesto un “cabello milagroso” del futbolista, que fue recogido por un aficionado en un asiento de
un aeroplano, el mismo año en el cual el equipo de Nápoles ganó su primer campeonato. Al igual que
el billete de Evita, el cabello conservado en un altar llegó a ser un lugar de culto al que dirigirse para
un buen augurio.
16
Santa Evita, p. 189
Graciela Michelotti-Cristobal (1998), Confluencia, SPRING 1998, Vol. 13, No. 2 (SPRING 1998), p. 135-144
18 Dujovne Ortiz, Alicia (1995), Eva Perón. La madone de sans-chemise. Biographie. p.73, Paris: Grassett &
Fasquelle.
19
Santa Evita, p. 137
20
Definición de “Reliquia” de Wikipedia
17
Además, por lo que respecta a Evita, Eloy Martínez afirma que hay unos cien -por lo menos cienobjetos usados, besados o tocados por la Dama de la Esperanza, que han servido para su culto21.
6°) Lo que podría llamarse «relato de los dones».
«En cada familia peronista circula un relato [...] En la escenografía de los relatos, todo sucede una
mañana: soleada, de primavera, ni una nube en el cielo, se oye música de violines. Evita llegó y con sus
grandes alas ocupó el espacio de los deseos, sació los sueños. Evita fue la emisaria de la felicidad, la
puerta de los milagros22.»
Ese punto se puede conectar con el tercero, lo que define Evita como el Robin Hood de los años
cuarenta. De hecho ella pasaba los días a responder a las solicitudes de la gente, a las peticiones de
ayuda de cualquiera dimensión y nunca dejaba de responder y entregar sus dones, que sean muñecas
o casas. De esta manera, todos los que recibieron la inesperada ayuda, sentían de haber sido tocado
por la gracia de un santo, por la misericordia de Santa Evita.
7°) El monumento inconcluso.
«En julio de 1951, Evita concibió la idea de un Monumento al Descamisado. Quería que fuera
el más alto, el más pesado, el más costoso del mundo […]23». Inicialmente el monumento debía
representar un trabajador musculoso, rodeado por estatuas que representaban los valores de la
Argentina peronista, pero «Evita se entusiasmó tanto con el proyecto que cambió la figura del
trabajador por la de ella misma: así yo me sentiré cerca de mi pueblo y seguiré siendo el
puente de amor tendido entre los descamisados y Perón24».
Por supuesto lo tener estatuas y monumentos que los representen es otra característica común en los
mitos, pero normalmente estos homenajes escultóricos no son comisionados por el sujeto mismo,
salvo por razones de propaganda como en el caso de los políticos.
De todos modos, como nos dice también el autor, el monumento jamás se levantó, ya que después de
la caída de Perón todavía no habían empezado a construirlo, así que el proyecto nunca fue realizado.
Mitificación en los primeros tres capítulos de Santa Evita
Empezando por el primer capítulo, el autor nos dice que Evita se ha despertado de un desmayo de
tres días, aludiendo a la resurrección de Cristo. De todo modo la resurrección solo es temporánea, ya
que Eva sabe que va a morir, aunque no es de esto que se preocupa mayormente. Su muerte es
necesaria para el nacimiento del mito, y ella sabe que lo que tiene que sobrevivir no es tanto su
cuerpo cuanto su heredado. Por eso, lo que en su lecho de muerte pide a su marido no es de salvarla,
ni tampoco le pide de no casarse de nuevo, sino lo verdaderamente importante, o sea que la gente no
la olvide:
Ella le apartó las manos: –Hay una sola cosa que no te voy a perdonar.
–Que me case de nuevo –trató de bromear él.
–Casáte las veces que quieras. Para mí, mejor. Así vas a darte cuenta de lo que has perdido.
Lo que no quiero es que la gente me olvide, Juan. No dejés que me olviden.25
Aunque Eva probablemente no imagina que también su cuerpo muerto será una parte fundamental
para la construcción de su heredado mítico, de eso no le importa, ella solo quiere ser recordada, y por
supuesto lo quiere ser por todo el bien que sintió de haber hecho por su gente, ya que trabajó día y
21
Santa Evita, p. 194
Ivi, p. 195
23
Ivi, p. 196
24
Ibidem
25
Santa Evita, p. 15
22
noche por esa eternidad26. Podemos conectar este concepto con el punto III de las razones de su
mistificación, o sea lo que enuncia que fue el Robin Hood de los años cuarenta, ya que tal vez hace
pensar que quizás todo el trabajo y toda la beneficencia que hizo en su vida fue empujada solamente
por la obsesión de ser recordada después de la muerte.
De todos modos unas tres páginas más adelante y Evita muere; poco después aparece el coronel
Moori Koenig, que a la noticia de la muerte de la primera dama no parece presagiar la Odisea que
tendrá que enfrentar a causa de ella: el Coronel recogió sus carpetas y, mientras salía del aula, dijo en
alemán: «Gracias a Dios que todo ha terminado.» (p. 18)
Sin embargo el coronel reconoce la grandeza mítica de Evita y su trascendencia, cuando la mañana del
entierro Moori Koenig nota que «desde los balcones fueron arrojados un millón y medio de rosas
amarillas, alhelíes de los Andes, claveles blancos, orquídeas del Amazonas, alverjillas del lago Nahuel
Huapí y crisantemos enviados por el emperador del Japón en aviones de guerra.
«Números», –dijo el Coronel. «Ya esa mujer no tiene más ancla con la realidad que los números».
(p.21) Como ya hemos mencionado en el punto II, la muerte prematura de la primera dama fue
sentida como una grande tragedia colectiva de todo su pueblo.
Al mismo tiempo, delante del cadáver, el vicepresidente parece reconocer la fuerza y el poder del solo
cuerpo muerto de Evita:
–Muerta –dijo–, esa mujer es todavía más peligrosa que cuando estaba viva. El tirano lo sabía y por eso la dejó
aquí, para que nos enferme a todos. En cualquier tugurio aparecen fotos de ella. Los ignorantes la veneran como
a una santa. Creen que puede resucitar el día menos pensado y convertir a la Argentina en una dictadura de
mendigos.
–¿Cómo, si es tan sólo un cadáver? –atinó a preguntar el Coronel. (p.25)
En el segundo capítulo Tomas Eloy Martínez parece querer humanizar a Evita, desmitificándola. Lo
hace inicialmente dando algunos datos realísticos, como que «pesaba treinta y siete kilos. Los dolores
se le encendían cada dos o tres minutos, cortándole el aliento» (p.37), y después nos muestra una
Evita enferma, consumida por el dolor y que tenta de aliviar su sufrimiento recordando su vida
pasada:
Vio por última vez los balcones cariados de la pensión donde había dormido en la adolescencia, vio las minas del
teatro donde representó un papel de sólo cuatro palabras: «La mesa está servida»; vio la confitería La Opera,
donde había mendigado de todo: un café con leche, una frazada, un lugarcito en la cama, una foto en las
revistas, un parlamento mísero en el radioteatro de la tarde. (p.38)
El autor quiere convencernos de que Eva es humana, que sufre y que ella también tuvo una vida
ordinaria, las origines humildes que encontramos en el punto I y que fueron las bases de su narración
mítica.
Por la misma razón encontramos también el grande amor que siente para su marido (punto IV)
presente en las cartas que escribía a su esposo, donde «pregonaba su amor por Perón hasta seis veces
en una misma frase, llevando los tonos cada vez más lejos y regresándolos luego al punto de partida
como en una fuga de Bach» (p. 19)
En el final del capitulo el autor cuenta su encuentro con la viuda del Coronel. Aquí menciona dos
autores argentinos que también trabajaron sobre el tema del mito, Walsh y Borges, y respectivamente
sus relatos Esa Mujer y La Muerte y la Brújula. El primero «alude a una muerta que jamás se nombra, a
un hombre que busca el cadáver –Walsh– y a un coronel que lo ha escondido» (p. 58) y la viuda afirma
que no es un cuento y que sucedió de verdad, poco antes de pronunciar la frase profética: Toda la
gente que anduvo con el cadáver acabó mal. (p.59)
Sostenido por la frase profética de la viuda, el tercer capítulo empieza con una investigación de Tomas
Eloy para buscar evidencias de la maldición del cadáver de Evita, ya que todos lo que tuvieron algo que
ver con el cuerpo de verdad acabaron mal. Por ejemplo, dos guardias civiles que tenían que
26
Santa Evita, p. 189
transportar el cadáver al aeropuerto de Madrid para llevarlo de vuelta a Buenos Aires, murieron en un
violento accidente de tráfico, aunque el ataúd de Evita no sufrió el menor daño, ni siquiera un raspón.
El autor narra otros ejemplos similares que refuerzan esta superstición, otro tipo de mito popular, y
unas líneas después el autor nos cuenta su relación con Evita desde que empezó a escribir la novela,
describiéndola como evanescente, voluble, sin saber si estaba viva o muerta, si su belleza navegaba
hacia adelante o hacia atrás.
En el mismo capítulo el autor alude a la mitificación de la protagonista desde varias perspectivas.
Primero desde lo de los mitólogos, que toman una frase atribuida a Eva en La Razón de mi Vida:
«Pienso que muchos hombres reunidos, en vez de ser millares y millares de almas separadas, son más
bien una sola alma» y, coherente con el significado y los valores que se atribuyen al mito de Evita, la
trasforman en la frase célebre, aunque falsa, «Volveré y seré millones». Como también explica Tomas
Eloy, no es importante que Eva Perón haya verdaderamente pronunciado esta frase, ya que la misma
resume perfectamente todos los significados de los cuales el mito de Evita se carga, y por eso es como
si fuera suya. La frase nunca existió, pero es verdadera.
Luego se alude al mito en el sentido religioso, que hace coincidir el mito con el santo:
Hasta su santidad fue convirtiéndose, con el tiempo, en un dogma de fe. Entre mayo de 1952 –dos
meses antes de que muriera– y julio de 1954, el Vaticano recibió casi cuarenta mil cartas de laicos
atribuyendo a Evita varios milagros y exigiendo que el Papa la canonizara. […]
Las cartas fueron tornándose cada vez más perentorias. […] Evita merecía más: únicamente la virgen
Maria la superaba in virtudes. Que el Sumo Pontífice tardara en admitir una santidad tan evidente era
–leí en los diarios– «una afrenta a la fe del pueblo peronista». (p. 66)
Como hemos mencionado en el punto VI, para el pueblo argentino Evita no tenía nada en menos de
una santa, une benefactora que regaló casas y medicamentos a los pobres y ropa y juguetes a los
niños. La gente iba en peregrinación y hacían fila desde antes del amanecer para verla, y algunos lo
conseguían sólo al amanecer siguiente.
En los pueblos perdidos de Tucumán, recuerdo, mucha gente creía que era una emisaria de Dios. […]
Temían que muriera, porque con su último suspiro podía acabarse el mundo. Era frecuente que las
personas simples trataran de llamar la atención de Evita para alcanzar así alguna forma de eternidad.
«Estar en el pensamiento de la Señora», dijo una enferma de polio, «es como tocar a Dios con las
manos. ¿Qué más necesita una?».
El otro sentido de mito es lo popular, «muy corriente en el lenguaje coloquial, que utilizamos cuando,
para referirnos a personajes famosos o populares, decimos que fulano o mengano es un mito, o que
tal o cual evento es mítico.27» Como con todos los mitos modernos, que sean actrices o deportivos, el
autor nos dice que todas las adolescentes pobres de la Argentina querían parecerse a
Evita. La mitad de las chicas nacidas en las provincias del noroeste se llamaban Eva o Maria Eva,
y las que no se llamaban así copiaban los emblemas de su hermosura. (p.67)
Así como las chicas occidentales querían parecerse a Marilyn Monroe y a Grace Kelly, o como los
jóvenes afroamericanos querían “be like Mike”28, las argentinas querían ser como su mito: Evita.
El capítulo termina con las hazañas cumplidas por el pueblo en su honor, tipo de ritualización en vida
hacia ella. Más elementos para seguir en la reconstrucción del mito29:
22 de febrero, 1951 / Héctor Yfray / Récord mundial de permanencia en bicicleta: 118 horas y 29 minutos / «Con
el deseo de llegar hasta Evita para expresarle mi admiración».
25 de marzo, 1951 / «La hermosa Evelina» /Para batir el récord de ayuno establecido por
27
Alejandro Gonzalez Urrego (2010), La Versiòn Narrativa del Mito de Sata Evita en Tomas Eloy Martínez,
Pontificia universidad Javeriana, Bogotà
28
Publicidad televisiva de Gatorade con protagonista Michael Jordan, considerada una de las publicidades más
influentes de siempre.
29
Alejandro Gonzalez Urrego, p. 63
Link Furk (22 días a dieta de agua). La competidora desapareció en un temporal / «Con la idea de que Evita sea
vicepresidenta y para combatir el agio y la especulación».
22 de agosto, 1951 / Carlos de Oro / Récord de vueltas alrededor del obelisco de Buenos Aires: empezó a las
23:30; se detuvo el 30 de agosto, por un paro cardíaco / «Con el propósito de seguir caminando hasta que Evita
acepte integrar la fórmula presidencial» (p. 74)
Si el punto V menciona que para mucha gente, tocar a Evita era tocar el cielo, estos tipos de
demonstraciones servían también para tener una posibilidad de llamar la atención de la Santa, para
esperar en un mínimo signo de aprobación por parte de Eva y intentar de acercarse a ella de alguna
manera.
Además en el tercer capítulo el autor alude a un sentido mítico del nombre Eva, ya que delante de su
fracaso y dificultades en trabajar con la novela, como los antiguos cantores de romances Tomas Eloy
invoca a su musa, al nombre de ese ser superior para que lo ayude:
Evita, repetía, Evita, esperando que el nombre contuviera alguna revelación: que Ella fuera, después de
todo, su propio nombre. Pero los nombres no comunican nada: sólo son sonido, un agua del lenguaje.
(p. 63). Y después de haber paragonado Eva a una “enorme mariposa suspendida en la eternidad”, con
un ala que vuela hacia adelante y la otra que vuela hacia atrás, el autor concluye que «si esta novela se
parece a las alas de una mariposa […] también habrá de parecerse a mí, a los restos de mito que fui
cazando por el camino». Así que gracias a su musa al autor finalmente se le ilumina el camino, pues
«mito es el nombre también de un pájaro que nadie puede ver, e historia significa búsqueda,
indagación: el texto es una búsqueda de lo invisible, o la quietud de lo que vuela.» (p.65)
También hay otro juego de palabras que el autor hace con el nombre de Evita, y lo encontramos en el
capitulo cinco cuando el autor acerca el nombre a su significado en el diccionario:
EVITA. Verb. Conjug. 3ª per. sing. pres. de evitar (del lat. "evitare", "vitare"). Estorbar. Impedir. Hacer que no
ocurra cierta cosa que iba a ocurrir. Evitaría la palabra evita. Evitaría las malsanas palabras de alrededor: levita/
prenda masculina; levitar (Ocult.)/alzarse en el aire sin apoyo visible; vital/ adjetivo, de la vida. Evitaría todo
lenguaje contaminado por el mal agüero de esa mujer. La llamaría Yegua, Potranca, Bicha, Cucaracha, Friné,
Estercita, Milonguita, Butterfly: usaría cualquiera de los nombres que ahora rondaban por ahí, mas no el maldito,
no el prohibido, no el que rociaba desgracia sobre las vidas que lo invocaban, La morte è vita, Evita, pero
también Evita è morte. Cuidado. La morta Evita è morte. (p. 131)
El nombre mítico llega a ser lo que no se debe nombrar, que es mejor evitar.
Para concluir, en el mismo capítulo vemos que Evita de alguna manera intenta resistir al proceso de
desmitificación al cual Tomas Eloy quiere someterla, desapareciendo, escondiendo las tramas y los
narraciones al autor, y después de cada modifica que realizaba, Evita regresaba y no era ya la misma.
Transfigurada en mito, Evita era millones.
De esta manera, entonces, Tomas Eloy trabaja para construir la figura mítica de Evita y poder dar su
personal continuación del mito. Si, como explica Lezama Lima, «un mito es una imagen participada y
una imagen es un mito que comienza su aventura, que se particulariza para irradiar de nuevo30»,
entonces el volver a narrar a Evita y a Perón es continuar la elaboración de una imagen para que
reinicie su aventura mítica31.
Hemos notado también como los siete puntos que según el autor deberían explicar la creación del
mito de Evita son comunes a muchos otros mitos modernos, que sean políticos, artistas o también
deportivos, y como a estos puntos se alude en la narración de Santa Evita, cuando Tomas Eloy trata la
mistificación de su personaje.
Conviene recordad también que el propósito del autor es la de recuperar la esencia mítica de Evita
formada por una visión colectiva, de todo el pueblo argentino, “reuniendo en un solo texto todo lo
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José Lezama Lima (1917) Esfera imagen, Barcelona, Tusquets, p. 17
Diogenes Fajardo Valenzuela, Procesos de desmitificación en La Novela de Perón y Santa Evita de Tomas Eloy
Martínez, Universidad Distrital y Universidad Nacional, Bogotá, Colombia, p. 34
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que los argentinos hemos imaginado y sentido sobre Eva Perón durante dos o tres generaciones32”, así
que Tomas Eloy utiliza la intertextualidad para recuperar la verdadera esencia de Evita33, narrando
tanto los episodios de su vida y de su muerte cuanto describiendo la construcción de su figura mítica.
Bibliografía
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T. Eloy Martínez, Santa Evita, Buenos Aires, Editorial Planeta, 1995
Umberto Eco: Apocalípticos e integrados, Barcelona, Lumen, 1963
T. Eloy Martínez, La novela de Perón, Buenos Aires, Legasa, 1985
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Pisa, 2015
Louis Mercier Vega: Autopista de Perón: Balance del peronismo, Barcelona, Tusquets, 1975
Graciela Michelotti-Cristobal (1998), Confluencia, SPRING 1998, Vol. 13, No. 2 (SPRING 1998)
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Martínez, Pontificia universidad Javeriana, Bogotá
Diogenes Fajardo Valenzuela, Procesos de desmitificación en La Novela de Perón y Santa Evita
de Tomas Eloy Martínez, Universidad Distrital y Universidad Nacional, Bogotá, Colombia
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Drew University, Madison, New Jersey
T. Eloy Martínez, Argentina entre la historia y la ficción, 5 de mayo de 1996, p.12.
Eleonora Fragale, p. 122
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