EL PRINCIPIO DE PRECAUCIÓN COMO ELEMENTO CENTRAL DE LA ÉTICA DE LA RESPONSABILIDAD Sagrario Molés Nieto1 (Universitat de València) RESUMEN: La ideología del progreso, típica de la modernidad, entiende en realidad por “progreso” el aumento del bienestar de una parte de la tierra, y se vale para lograrlo de las ciencias y la tecnología. A menudo esta falsa noción de progreso genera consecuencias indeseables y desatiende los problemas más acuciantes de la mayor parte de la humanidad. Al menos desde 1970, distintos movimientos, tanto sociales como teóricos, preconizan un cambio de actitud con respecto al medio ambiente que beneficie a la humanidad en su conjunto, actual y futura, y no expolie la naturaleza. Perseguir esta forma de desarrollo exige una ética de la responsabilidad. En este sentido podríamos decir que Hans Jonas puede ser considerado casi un pionero en la reflexión sobre estas cuestiones. Aunque resultará imposible tratar esta propuesta ética en su totalidad, nos limitaremos a considerar los elementos que aporta para una reflexión filosófica sobre el principio de precaución. El principio de precaución surge como consecuencia de buscar la protección de la salud humana y del medio ambiente frente a ciertas actividades caracterizadas por la incertidumbre científica sobre sus posibles consecuencias. ABSTRACT: The progress ideology, characteristic of the modernity, really understands for “progress” the increase of the well- being in one part of the Earth and it needs the science and the technology. This false progress idea often generates undesirable consequences and it pays no attention to important problems of the most of humanity. Since 1970, social and theoretic movements have preconized an attitude change with respect to environment; an environment which benefits present and future humanity and natural resources. This new attitude and development need a responsibility ethic. 1 Becaria de investigación F.P.U. (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte) en la Sección Departamental de Filosofía Moral y Política de la Facultad de Filosofía y CC.EE. de la Universitat de València (U.V.E.G.). 1 So then we could say that Hans Jonas can be considered an anticipated of his time because he meditates about these problems. It will be impossible that we can treat entirely Hans Jonas’s responsibility ethic. We will treat important elements for a philosophical reflection about the precautionary principle. The precautionary principle appears to protect human health and the environment when the consequences of the science may be uncertain. PALABRAS CLAVE: ciencia, tecnología, progreso, ética de la responsabilidad, medio ambiente y principio de precaución. KEY WORDS: science, technology, progress, responsability ethic, environment and precautionary principle. 1.- INTRODUCCIÓN Una de las cuestiones más urgentes de la ética aplicada hoy en día es el estudio, comprensión y limitación, si procede, de las consecuencias de la revolución biotecnológica; revolución que puede llevar incluso a cambiar nuestro futuro y nuestra forma de vida en su sentido más esencial. El futuro de la humanidad no se va a librar en el campo de batalla de una hipotética III Guerra Mundial, por muy destructora que ésta resulte, sino en un campo de operaciones mucho más sutil: el de los laboratorios y la biotecnología. Los beneficios de la biotecnología son prácticamente innumerables y pueden generar un nivel de bienestar y calidad de vida jamás soñado. Sin embargo, las amenazas que esta misma revolución presenta son capaces de eliminar en pocas generaciones al ser humano. Parece menester, pues, establecer una nueva ética como instancia crítica desde la que diseñar los límites de la racionalidad de la ciencia y de la tecnología actual. Es por esto por lo que esta comunicación se centra en un concepto clave de la filosofía práctica: la responsabilidad moral. En concreto, se atenderá a los planteamientos del filósofo alemán Hans Jonas que tiene una concepción novedosa de dicho concepto. Veremos como ciertos elementos, que hacen peculiar a la ética jonasiana, son insostenibles en la actualidad. En este sentido, se intentará mostrar la necesidad de ir más allá de la “heurística del temor” de Hans Jonas y acercarnos al principio de precaución o cautela del Protocolo de Cartagena de Indias (2000) y del Tratado de Maastricht (1992). Uno de los conceptos clave de la nueva ética de la responsabilidad jonasiana es la vulnerabilidad del mundo físico y de los seres humanos frente a los nuevos progresos 2 de la tecnociencia actual. Pero la biosfera y la esencia humana no siempre se han visto amenazadas por la técnica. Por ese motivo, la primera parte de esta comunicación intentará mostrar los cambios producidos en la historia de la relación entre ciencia y técnica, desde su más absoluta independencia en la Antigüedad hasta su fusión en el s. XVII y, su posterior aplicación a los procesos biológicos en pleno s. XX. 2.- CIENCIA Y TÉCNICA 2.1.- La inocencia ética de la Antigüedad En el libro VI de la Ética Nicomaquea, Aristóteles estudia las virtudes dianoéticas o intelectuales, pertenecientes a la parte racional del alma (psyché). La parte racional del alma tiene, a su vez, dos partes: una que se orienta hacia aquellos objetos cuyos principios son necesarios, “no pueden ser de otra manera” (1139 a 9), denominada “científica” (1139 a 15) y otra, que se orienta hacia aquellos objetos cuyos principios son “contingentes” (1139 a 10), denominada “razonadora” (1139 a 16), deliberativa o calculativa. “Las disposiciones por las cuales el alma posee la verdad cuando afirma o niega algo son cinco, a saber, el arte (téchne), la ciencia (epistéme), la prudencia (phrónesis), la sabiduría (sophía) y el intelecto (noûs)” (1139 b 16-19). La primera y la tercera tratan con los objetos cuyos principios son contingentes mientras que el resto trata con los objetos cuyos principios son necesarios. En este sentido, Aristóteles distingue el saber en dos partes: saber teorético y el saber práctico, y éste, a su vez, en dos partes: práctico –propiamente dicho- y poiético o productivo. El saber teórico constituye lo que denominamos ciencia, definido como un saber que se puede enseñar, demostrar y aprender. La ciencia era, en la concepción aristotélica, un conocimiento de lo universal, de lo necesario, por causas, desde los principios y enseñable. Por eso, podrá ser un saber demostrativo, que intentará alcanzar los principios por los cuales explicar lo particular desde lo universal. Para demostrar es menester conocer los presupuestos y su conexión necesaria. Las ciencias especulativas se ocupan de cosas inmutables y eternas, a saber, de las primeras causas y de las formas inteligibles del ser, que precisamente debido a su inmutabilidad sólo se pueden contemplar y no pueden ser objeto de una acción por nuestra parte: de ellas sólo hay theoría en el sentido aristotélico del término. La teoría clásica trata con los objetos que están situados por encima del hombre, a saber, de la naturaleza o esencia de las cosas y del conjunto de la naturaleza como un todo permanente. 3 En la anterior clasificación aristotélica de los saberes, la técnica se encuentra entre las disciplinas productivas. Aristóteles distingue entre praxis, que es la acción propiamente humana y que tiene en sí mismo su propio fin, de la poiésis, es decir, en el sentido más amplio, la producción de una obra exterior al agente. “[…] ni la acción es producción, ni la producción es acción” (1140 a 6-7). Esta división, aparentemente clara, funda la distinción entre ciencias prácticas (ética y política) y ciencias productivas (poética, retórica, agricultura, navegación,…). El arte (téchne) no es el arte del artista sino una aptitud para producir acompañada de razón verdadera. El arte es una de las cinco virtudes dianoéticas o intelectuales -en tanto que participa del lógos-, pero no de la parte científica, sino de la parte razonadora del alma, puesto que trata con los objetos cuyos principios pueden ser de otra manera. Así la técnica de la Antigüedad era un conjunto de habilidades y procedimientos que seguían ciertas reglas para hacer algo en función de un determinado fin. Una vez reconocidos los fines deseados, la técnica simplemente se tenía que emplear en hallar los medios adecuados para su consecución. Y aunque no se dudaba de la capacidad ilimitada de invención de los seres humanos, tempranamente se produjo una saturación en la producción técnica, pues, en este período, no existía, como tal, un método de producción. Como se sabe, los hombres necesitaban de la técnica para producir artefactos o medios para hacer su vida cotidiana más fácil y cómoda. La gran mayoría de esos utensilios se usaban para relacionarse con la naturaleza; ejemplo de ello son las herramientas utilizadas en agricultura o ganadería. No obstante, esa modificación de la naturaleza era, esencialmente, superficial, no ocasionaba daños irreparables en el entorno de los seres vivos porque las acciones técnicas estaban todavía orientadas, principalmente, a la satisfacción de las necesidades básicas de los hombres. Así, la ética en la Antigüedad, poco o nada tenía que decir sobre las consecuencias de la ciencia y de la técnica en la naturaleza y en las generaciones futuras porque la ciencia se mantenía en el plano de la pura especulación y la técnica no modificaba esencialmente los objetos sobre los que intervenía. 2.2.- Las repercusiones éticas en la fusión de la ciencia y la técnica Tras la breve exposición de los rasgos más sobresalientes de la ciencia y la técnica premoderna, es necesaria la explicación y comprensión de los nuevos elementos que entran en juego en la tecnología moderna, gracias, principalmente, a los planteamientos baconianos, con el propósito de comprender la urgencia en el 4 establecimiento de una nueva ética de la responsabilidad que afronte los recientes desafíos que origina este fastuoso poder. Francis Bacon (1561-1626) fue un pensador profundamente unido a su tiempo y partícipe de una determinada tradición de pensamiento. En los últimos años de su vida, Bacon delineó la ejecución de la Instauratio Magna que debía comprender todas sus obras y los frutos de la ciencia en general, clasificados con relación a su utilidad para los hombres. Aunque el plan de la Instauratio Magna, comprendía seis partes, Bacon no dejó acabadas más que las dos primeras divisiones de su proyectado monumento filosófico. Es la segunda parte de la Instauratio Magna, el Novum Organum, el texto que en nuestra comunicación nos interesa, ya que es donde expone el método inductivo o experimental así como los procedimientos que a él se refieren. Este nuevo método debe servir como brújula al espíritu humano en la reforma de las ciencias en general porque este “método no se dirige tan sólo a las ciencias naturales, sino a todas sin excepción […] tiene un alcance universal”.2 El método baconiano se divide, a su vez, en dos partes claramente distinguibles en su Novum Organum. La parte destructora, crítica o negativa comprende gran parte del primer libro y tiene el objetivo de preservar al espíritu de “las prenociones de la naturaleza”3 mientras que la parte constructora, edificante o positiva abarca la totalidad del segundo libro y su pretensión es formar el espíritu para “las interpretaciones de la naturaleza”.4 El método experimental o inductivo propuesto por Bacon parte de la recopilación de un gran número de experiencias y hechos particulares que no salen de sus límites (historia natural) desde la que se establece, progresiva y continuamente (progreso latente), ciertos axiomas intermedios que sirven de puente entre la experiencia y las leyes universales, y recíprocamente, de esas leyes generales bien establecidas, experiencias nuevas. Es un doble movimiento: primero, inducción; segundo, operación. “El verdadero camino no es llano, tiene bajadas y subidas: sube primero a las leyes generales y baja enseguida a la práctica”.5 2 Bacon, Francis (1620): Novum Organum. Aforismos sobre la interpretación de la naturaleza y el reino del hombre, trad. de Cristóbal Litrán, Fontanella, Barcelona, 1979. 3 Íbid, 37, #26, libro I. 4 Íbid, 37, #26, libro I. 5 Íbid, 95, #103, libro I. 5 Así pues, la historia natural y experimental completa, es decir, la observación, análisis y anotación de lo que la naturaleza hace y deja de hacer, es el auténtico fundamento de todas las ciencias. “No se podrá concebir fundada esperanza en el progreso ulterior de las ciencias hasta que se reciba y reúna en la historia natural una multitud de experiencias que en sí mismas no son de ninguna utilidad práctica, pero que tienen grandísima importancia para el descubrimiento de las causas y las leyes generales; experiencias que nosotros llamamos luminosas para distinguirlas de las fructíferas, y que poseen la admirable virtud de no engañar ni alucinar jamás”.6 ¿A qué se refiere Francis Bacon con experiencias fructíferas? Las experiencias fructíferas hacen referencia, sin duda, a la capacidad de creación y producción de las artes mecánicas de su tiempo. La valoración positiva de las artes mecánicas por parte de Bacon es manifiesta desde el principio de su obra. Bacon juzga las doctrinas, filosofías o teorías por los frutos u obras que sus leyes son capaces de producir. De ahí que considere a la ciencia de los griegos como una disciplina vana puesto que fue prolífica en palabras y discusiones pero estéril en obras. Las artes mecánicas poseen la virtud de basarse en la naturaleza y la experiencia así como de progresar lenta y continuamente; atributos todos ellos deseados para la ciencia moderna. El objeto de la ciencia ha de ser, según Bacon, el de dotar a la vida humana de descubrimientos y recursos nuevos para suplir las carencias y necesidades del ser humano y dado que el arte o técnica es el modo de dominar a la necesidad, la ciencia y la técnica tienen el mismo objetivo en el período baconiano.“[…] pues lo que es más útil en la práctica es, al mismo tiempo, lo más verdadero en la ciencia”.7 Si la verdad es el objetivo buscado de la ciencia baconiana, ésta no puede tratarse de la verdad de la contemplación pura. El descubrimiento moderno de que para conocer la naturaleza hay que “ponerle la mano encima” por medio de experimentos ha corregido para siempre la visión contemplativa de la teoría que debemos a Aristóteles. En la ciencia moderna, la producción está al servicio de la teoría de la misma manera que esta última puede ser utilizada por el saber hacer porque para que pueda alcanzar resultados relevantes desde el punto de vista productivo, el proceder de la ciencia deber ser en sí mismo productivo. Así, el procedimiento de obtención del saber pasa por la 6 7 Íbid, 93, #99, libro I. Íbid, 124, #4, libro II. 6 manipulación de las cosas sobre las que trata de obtenerlo, y ya este origen por sí solo hace a los resultados teóricos aptos para la utilización. 2.3.- Más allá de Bacon Aunque, en líneas generales, la tecnociencia actual conserva los rasgos principales de la caracterización baconiana de la ciencia, la primera ha ido desarrollando, en el último siglo, unos caracteres propios y diferentes de la ciencia tecnificada del s. XVII. La tradicional fusión entre ciencia y técnica dio lugar, en un primer momento, a la ingeniería mecánica dedicada, casi en exclusivo, a la construcción de artefactos para fines humanos bien definidos, pues su objetivo principal, como vimos en el apartado dedicado a Francis Bacon, era algún tipo de beneficio para el hombre. El objeto de estudio de la ingeniería mecánica era la naturaleza, considerada ésta como un objeto inanimado, carente de fines y de valores, en la que se actuaba, directamente, con el propósito de arrancarle su verdad y su utilidad humana. Todos estos atributos dejan de tener sentido en la nueva caracterización biológica de la tecnociencia –biotecnología-. La llegada de la técnica biológica revolucionó todas las cuasi-inocentes características de la ingeniería mecánica ya que la biología técnica tiene como objeto de estudio, no sólo a la naturaleza como en el caso de la mecánica, sino también a los propios seres humanos que de este modo se convierten en objetos de investigación y en investigadores. En este tipo de intervenciones biológicas, el experimento no se realiza con modelos representativos sino con el ser vivo original, sea éste un ser humano, un animal o una planta. Así, la actividad del investigador colabora con la actividad propia del sistema biológico del “objeto” de estudio. Parece obvio que el número de factores desconocidos en este tipo de experimentaciones sea excesivamente elevado, debido, principalmente, a las complejas determinaciones existentes y, en cierta medida, ocultas, que entran en juego. Además, y a diferencia de las intervenciones en la ingeniería mecánica, las operaciones de la biotecnología son irreversibles; cuando sus errores se hacen visibles, ya es tarde para hacer las pertinentes correcciones. Siguiendo con la caracterización de la biotecnología es necesario apuntar que hoy en día, toda aplicación práctica de la capacidad técnica alcanza, en sus consecuencias, dimensiones globales en el espacio (su escenario de acción es la Tierra) y en el tiempo (posibles repercusiones en las generaciones futuras). Quizás, Bacon fuera incapaz de predecir el desenlace de su ideal de ciencia. Sin embargo, estas dimensiones globales del triunfo o del fracaso de la tecnociencia proceden de la aplicación actual de 7 ese ideal de ciencia del s. XVII. El programa baconiano manifiesta, en su propia ejecución, su contradicción interna, al perder el control sobre sí mismo, pues no protege del desastre ni a su legítimo ejecutor, el ser humano. La tecnociencia domina a la naturaleza, pero el ser humano también se siente sometido a ese dinamismo inevitable e irreversible en el que se ha convertido el poder tecnológico. 3.- LA ÉTICA DE LA RESPONSABILIDAD DE HANS JONAS Según Hans Jonas8, todas las éticas habidas hasta el momento coincidían en estas tres premisas: “1) La condición humana, resultante de la naturaleza del hombre y de las cosas, permanece en lo fundamental fija de una vez para siempre. 2) Sobre esta base es posible determinar con claridad y sin dificultades el bien humano. 3) El alcance de la acción humana y, por ende, de la responsabilidad humana está estrictamente delimitado.”9 Los preceptos morales de la ética anterior han quedado obsoletos y reducidos a la esfera privada tras el auge de la tecnociencia moderna que ha introducido acciones, objetos y consecuencias de dimensiones espectaculares. “No se trata pues de que una ética haya de reemplazar a otra, sino que hay que añadir al catálogo de obligaciones y a la forma de las mismas, otras nuevas, que nunca han sido tomadas en consideración porque no ha habido ocasión para ello.”10 La necesidad de una regulación ética de la nueva tecnociencia parece obvia, ya que ésta repercute en el bien de la naturaleza y en la esencia y/o esencia de los seres humanos presentes y futuros. Pero ¿por qué, precisamente, una ética de la responsabilidad? Pues, principalmente, porque la responsabilidad es una función del saber y del poder y, éstos, en otros tiempos, eran limitados con respecto a las consecuencias futuras en el espacio y en el tiempo, de ahí que la responsabilidad no fuese un concepto éticamente relevante como tiene que serlo hoy, cuando el saber (la ciencia) y el poder (tecnología) son enormemente influyentes. Por otro lado, la responsabilidad es un concepto ético que hace referencia a aquello que puede cambiar en el tiempo, que es efímero, caduco, a aquello que puede ser modificado, vulnerado.11 Así, la responsabilidad moral es el uso del poder bajo la 8 Jonas, Hans (1979): El principio de responsabilidad. Ensayo de una ética para la civilización tecnológica. Trad. Javier Mª Fernández Retenaga. Herder, Barcelona, 1995. 9 Íbid., pág. 23. 10 Jonas, Hans (1985): Técnica, medicina, ética. La práctica del principio de responsabilidad. Trad. Carlos Fortea Gil. Paidós Básica, Barcelona, 1997, pág. 178. 11 No es casualidad que la responsabilidad natural o paterna sea el modelo a seguir por la ética de la responsabilidad jonasiana ya que aquella nace de la vulnerable existencia de los hijos y, por tanto, no 8 observancia del deber y el único ser vivo conocido capaz de ser responsable y, por tanto, irresponsable, es el ser humano pues tiene bajo su custodia el bienestar, el interés y el destino de todos los seres vivos presentes y futuros. Así uno de los grandes problemas que se le plantea a la ética de la responsabilidad jonasiana es que necesita de un saber predictivo que cubra el mismo campo de acción que el saber científico-técnico pero, al no ser el futuro un campo de certezas, la predicción siempre va a la zaga de las intervenciones tecnológicas. Según Hans Jonas, se tiene que pensar en el futuro como si los hilos causales que llevan de nuestro presente al mañana fueran uniformes. El saber predictivo tiene que ser una proyección a largo plazo, hipotética y, en lo posible, global. De este modo, el primer deber de la ética de la responsabilidad jonasiana es la representación ficticia de los efectos remotos de nuestras acciones presentes. En tanto que lo que ha de ser evitado en el futuro todavía no es experimentado, el hombre tiene el deber de procurarse adrede la representación ficticia de la catástrofe. Pero, ¿por qué hay que representarse un futuro catastrófico? Pues, porque, según Jonas, “acerca de lo malo no tenemos duda alguna cuando lo experimentamos; acerca de lo bueno adquirimos seguridad, la mayoría de las veces, sólo por el rodeo del mal”. 12 El segundo deber de la ética de la responsabilidad jonasiana es procurarse un sentimiento apropiado a lo representado. Si lo representado no es más, ni menos, que “lo catastrófico”, ese sentimiento no puede ser otro que el temor. El temor, desde este planteamiento, es un sentimiento que no desaconseja a la acción sino que anima a ella ya que junto al mal que hay que evitar se hace visible el bien que hay que salvaguardar. En el caso de que las predicciones futuras sean oscilantes o dudosas se aplica la regla de la heurística del temor –Heuristik der Furcht-: in dubio pro malo, es decir, en caso de duda, sobre todo en los asuntos de magnitud apocalíptica, se apuesta por la previsión que más severamente advierte de las amenazas. La heurística del temor no es más que la formulación jonasiana de uno de los valores fundamentales de su ética de la responsabilidad, a saber, la cautela, la precaución. El valor de la cautela ha de ser entendido como humildad en las expectativas tecnológicas, en el modo de vida de los ciudadanos de los países desarrollados y en el uso de las fuentes de energía no depende de un asentimiento anterior. Es el puro “ser”, vulnerable y precario, del recién nacido el que impone un “deber hacer” por parte de otro ser humano. Así la responsabilidad ética no sólo es una imputación causal de los actos cometidos sino, principalmente, por aquello que pueda suceder dentro del campo de mi acción o poder por el que se puede sentir amenazado. 12 Jonas, Hans, ob. Cit., 1979, pág. 65. 9 renovables. Es decir, Jonas aboga por la austeridad en los hábitos de los consumidores como única salida posible a la situación de despilfarro de recursos naturales que padece “nuestra nave espacial Tierra”. Dada la irreversibilidad de la mayoría de los procesos tecnológicos actuales y hasta que no podamos realizar proyecciones futuras seguras, no habrá más remedio que renunciar voluntaria y colectivamente incluso a las investigaciones tecnocientíficas mejor valoradas por los seres humanos, puesto que sus efectos puede llegar a ser perniciosos. En el siguiente apartado, veremos como algunas de las propuestas de la ética de la responsabilidad jonasiana son insostenibles en la actualidad, en el caso de que queramos seguir considerando a la libertad de investigación como una de las bases sobre las que se asientan nuestras sociedades democráticas y pluralistas, sin renunciar por ello a la conservación del medio ambiente y del resto de los seres vivos de la Tierra. 4.- LA ÉTICA DE LA RESPONSABILIDAD Y EL PRINCIPIO DE PRECAUCIÓN El principio de precaución surge en la década de los setenta del s.XX con el objetivo de situar al medio ambiente en el centro de las políticas públicas. Sin embargo, parece existir acuerdo en que en el derecho internacional el principio nace en la Segunda Conferencia Internacional sobre la Protección del Mar del Norte (1987) y se consagra como tal en la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (“Carta de los Derechos de la Tierra”). El principio de precaución debe ser entendido como una actitud de responsabilidad que exige cautela en la gestión de recursos que pudieran tener consecuencias perversas y desde esa actitud, que forma parte de un éthos, de un carácter, puedan surgir distintas medidas. Este principio no se aplica a cualquier situación de riesgo, pues si no nos encontraríamos en una situación parecida a la que se nos presentaba con la “heurística del temor” de Hans Jonas. Se aplica a aquellas en las que hay sospechas fundadas para considerar que los posibles daños pudieran ser graves o irreversibles en un contexto de incertidumbre científica. Es imprescindible que los posibles riesgos puedan ser graves ya que la aplicación del principio de precaución, por ejemplo a través de moratorias 10 transitorias,13 es social y económicamente costosa. El principio de precaución no es contrario ni al progreso ni a la ciencia aunque sí es contrario a la “ideología del progreso”, según la cual, la acumulación del poder científico llevará a una mejora general de la condición humana a través de los avances técnicos. No es casual que esta concepción sea central en la ética de la responsabilidad jonasiana. No cabe duda que el temor de que se produzcan consecuencias dañinas para los seres humanos constituye el núcleo del principio de precaución. Pero tales consecuencias no deben ser imaginadas arbitrariamente sino que debe existir una base científica para suponer que puedan producirse, aunque no haya certeza. No dañar por precaución significaría abstenerse de intervenir en cuanto se puede imaginar un mal y dado que en ninguna actividad humana hay riesgo cero, una actitud semejante también podría privar a los seres humanos de bienes que el desarrollo técnico podría proporcionarles. Desde la heurística del temor jonasiana, antes de introducir una técnica en el mercado es preciso preguntarse, si a largo plazo, no podría poner en cuestión la existencia o la esencia de la especie humana. En caso de que cupiera imaginarlo, sería necesario abstenerse de actuar. Sin embargo, el principio de precaución no incita a la abstención sino, y en ciertos casos, a la pausa para la reflexión14 y la investigación porque la humanidad no sólo es el fin limitativo de las intervenciones biotecnológicas, como señala Jonas, sino también el fin positivo, es decir, que se investiga para proporcionar una mejor calidad de vida para los seres humanos. Por último, el principio de la responsabilidad de Hans Jonas tiene una mayor amplitud que el de precaución porque se refiere a la responsabilidad por todo ser vulnerable y valioso mientras que el principio de precaución se limita, de momento, al medio ambiente, la salud, la alimentación y la seguridad. No obstante, estas consideraciones no significan que debamos borrar de un plumazo la totalidad de la ética de la responsabilidad jonasiana pues algunas de sus propuestas son fundamentales para entender el surgimiento y la relevancia adquirida en 13 Un ejemplo en la historia es el anuncio del gobierno británico, en octubre de 1999, de que habría una moratoria de tres años en la siembra de plantas genéticamente modificadas. 14 El principio de precaución no se dirige sólo a los expertos, como sí ocurre en la ética de la responsabilidad de Hans Jonas, sino también y sobre todo, a los ciudadanos. 11 la actualidad por el principio de precaución. Así, por ejemplo, la ética jonasiana puso de manifiesto, en su momento, que era necesario pasar de una ética antropocéntrica a una ética de la responsabilidad por los seres vivos valiosos y vulnerables, es decir, que era menester tener en cuenta las consecuencias previsibles de nuestras actuaciones presentes para no perjudicar aquello que tiene un valor interno, aunque no absoluto. Asimismo, la ética de Hans Jonas también nos ayudó a comprender que es necesario sustituir la ética del contrato recíproco entre iguales por una ética del reconocimiento de obligaciones también hacia las generaciones futuras. Todas estas consideraciones son tenidas en cuenta por el principio de precaución que, como vemos, es uno de los elementos centrales de una ética de la responsabilidad por las consecuencias de la tecnociencia de la actualidad. No obstante, consideramos que el principio de precaución combina, de una forma mucho más satisfactoria que la ética de la responsabilidad jonasiana, la libertad de investigación, a la que consideramos como uno de los pilares fundamentales de las sociedades democráticas y pluralistas del s. XXI, con el respeto y conservación del medio ambiente y del resto de seres vivos que habitan o habitarán la Tierra. 5.- BIBLIOGRAFÍA Aristóteles: Ética Nicomaquea, trad. de Julio Pallí, Gredos, Madrid, 1998. Bacon, Francis (1620): Novum Organum. Aforismos sobre la interpretación de la naturaleza y el reino del hombre, trad. Cristóbal Litrán, Fontanella, Barcelona, 1979. Comité asesor de ética en la investigación científica y técnica (2005): Informe/Organismos modificados genéticamente en la agricultura y la alimentación, Fundación española para la ciencia y la tecnología, Madrid, págs. 31-50. Guthrie, W.K.C., Historia de la filosofía griega, Gredos, Madrid, vol. VI, págs. 343-412. 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