Subido por Antonio Ramos en Cómplices

LITE 1709 ENSAYO Ensayo

Anuncio
1
Antonio Ramos Robles
D19-02-0009
LITE 1709 / Literatura Fantástica Latinoamericana
Prof. Dr. Federico Irizarry Natal
Ensayo investigativo final
miércoles 14 de julio de 2021
Lo neofantástico en un relato de Gabriel García Márquez
Eu possa me dizer do amor (que tive):
Que não seja inmortal, posto que é chama,
mas que seja infinito enquanto dure.
–Vinícius de Moraes, Fidelidade
De entre los textos teóricos estudiados en el curso LITE 1709 —Literatura Fantástica
Latinoamericana—, hemos seleccionado el ensayo ¿Qué es lo neofantástico? de Jaime
Alazraki como núcleo de esta disertación, ya que durante el proceso de estudio, investigación
e interpretación del material recopilado para la redacción de la misma, advertí que el relato
objeto de análisis, el cuento Solo vine a hablar por teléfono de Gabriel García Márquez,
cumple a cabalidad con los parámetros de lo neofantástico según trazados por el crítico y
teórico literario argentino «… porque a pesar de pivotear alrededor de un elemento fantástico,
estos relatos se diferencian de sus abuelos del siglo XIX por su visión, intención y su modus
operandi» (Alazraki 28). Es, entonces, la demostración de dicha premisa la médula de este
trabajo teórico-investigativo. Pero antes, creemos pertinente repasar varios conceptos
2
esenciales del relato fantástico aprendidos en clase, pues también se acomodan a la estructura
del cuento de García Márquez y abonan a una mejor comprensión del mismo.
En el prólogo de Antología del cuento fantástico francés, nos dice su editor:
«Lo fantástico en literatura, es la forma original que toma lo maravilloso cuando la
imaginación, en lugar de trasponer en mitos un pensamiento lógico, evoca los
fantasmas hallados en el curso de sus vagabundeos solitarios. Está concebido por el
sueño, la superstición, el miedo, los remordimientos, la sobreexcitación nerviosa o
mental, la ebriedad y por todos los estados mórbidos. Se nutre de ilusiones, de
terrores, de delirios» (Castex).
Para Castex, lo fantástico es una intrusión brutal del monstruo en el marco de la vida
real; lo fantástico está en lo real, en la realidad misma.
De los comentarios vertidos en clase por el profesor Federico Irizarry Natal en torno al
ensayo Introducción a la literatura fantástica, del filósofo y crítico literario búlgaro Tzvetan
Todorov, sabemos que el género fantástico —insertado entre las categorías de lo extraño y lo
maravilloso— es evanescente, pues al radicar en los límites entre lo inverificable y lo
tangible, se torna en un concepto escurridizo. Lo fantástico es la subversión de todas las
garantías; la fantasía subvierte, desestabiliza a la realidad. Pero esa realidad tiene que estar
patente en el relato: «Para que haya transgresión, es necesario que la norma sea sensible»
(Todorov 6). Sobre la sutil diferencia entre terror y horror conforme a la propuesta de
Todorov, nos ilustró el Dr. Irizarry Natal: «Lo fantástico será fuente de terror en la medida en
que presente lo desconocido. Al experienciarlo, va de terror a horror. El terror es una
emoción fuerte que crea angustia por una amenaza; el horror origina malestar agudo
provocado por hechos grotescos. En otras palabras: terror es miedo, más imaginación; horror
es miedo, más descripción gráfica», añadiendo que «El tema de la locura es recurrente en lo
3
fantástico» (cátedra del jueves 24 de junio de 2021). Veamos la trama o historia detrás de
Solo vine a hablar por teléfono.
María de la Luz Cervantes era una hermosa joven mexicana de 27 años que vivía desde
hacía ocho meses en Barcelona, la capital de Catalunya, junto a su esposo Saturno el Mago
—seudónimo artístico; García Márquez nunca menciona su nombre bautismal—, un
prestidigitador de salón. Llevaban cinco años de relación, los primeros tres muy tormentosos
debido a las infidelidades, huidas y largas ausencias inexplicadas de ella. Durante los dos
años recientes, tras haberse casado, María se volvió más juiciosa y moderó su conducta, por
lo cual la relación se estabilizó: «… pareció madurar. Renunció a sus sueños de actriz y se
consagró a él, tanto en el oficio como en la cama» (García). Antes de casarse, Saturno le
preguntó a María cuánto tiempo duraría la relación esta vez y ella le respondió con la
paráfrasis de un verso del poema Fidelidade, del brasileiro Vinícius de Moraes, contenido en
la estrofa del epígrafe y que traducida del portugués, lee:
Puedo decirme del amor (que tuve):
que no sea inmortal, puesto que es llama,
pero que sea infinito mientras dure.
Un viernes, María alquiló un coche para ir a visitar a unos parientes a Zaragoza, en la
comunidad autónoma de Aragón, a más de trescientos kilómetros de distancia por carretera al
oeste de Barcelona. Durante la tarde del lunes siguiente, cuando regresaba a su hogar, el auto
se averió en la zona del desierto de los Monegros. Tras una hora de autostop, el conductor de
un autobús destartalado se detuvo para darle pon a la protagonista. En el bus solo iban
mujeres que dormían arropadas por frazadas idénticas, excepto una de ellas, despierta y de
aspecto militar. María indicó, antes de echarse a dormir, que solo necesitaba hablar por
teléfono para avisarle a su marido que llegaría tarde.
4
Tiempo impreciso después, ya de noche, el vehículo entró al patio interior de un
vetusto edificio en medio de un tupido bosque de árboles gigantescos. Las mujeres,
atolondradas, se bajaron e hicieron fila para entrar al inmueble. En el umbral, un portero
pasaba revista. El autobús se marchó. Fue entonces que María se dio cuenta de que sus
compañeras de viaje no estaban dormidas, sino sedadas, que eran locas y que el edificio era
un manicomio. María informó a las autoridades que solo venía a hablar por teléfono, pero no
le creyeron —pensaron que esa era su obsesión demencial— y, a pesar de que su nombre no
figuraba en la lista de las pasajeras y del «… enigma de su procedencia y las dudas sobre su
identidad…» (ibíd.), no investigaron el asunto y la ingresaron en contra de su voluntad en el
sanatorio, junto con las alienadas. Cuando la llevaron al dormitorio comunitario, María
intentó escapar corriendo, pero:
… antes de llegar al portón una guardiana gigantesca con un mameluco de mecánico
la atrapó de un zarpazo y la inmovilizó en el suelo con una llave maestra […] no
había súplica posible ante aquella energúmena de mameluco a quien llamaban
Herculina por su fuerza descomunal. Era la encargada de los casos difíciles, y dos
reclusas habían muerto estranguladas con su brazo de oso polar adiestrado en el arte
de matar por descuido […] aquella oveja descarriada de una familia de apellidos
grandes tenía una turbia carrera de accidentes dudosos en varios manicomios de
España (ibíd.)
El lector ya tiene una idea bastante clara de la situación y del pavoroso estado de ánimo
de María y comienza a intuir, a especular sobre lo que le aguarda.
Pasaron los días, y al ver que María no regresaba ni llamaba, Saturno concluyó que su
esposa había vuelto a las andadas, abandonándolo por otro hombre. Estaba muy enfadado con
ella. Recibió visitas de un representante de la compañía de seguros del auto alquilado y de un
5
policía que investigaba la desaparición de María, el cual le informó que el carro había sido
hallado «… en los puros huesos, en un atajo cerca de Cádiz, a novecientos kilómetros del
lugar donde María lo abandonó» (ibíd.)
Luego de unos meses de encierro, y en medio de un incidente de desorden claustral,
María se vio de repente sola en el interior de una oficina en la que había un teléfono.
Nerviosa y desesperada, llamó a su apartamento y escuchó del otro lado a Saturno cuando
dijo: «¿Bueno?»; María suspiró: «Conejo, vida mía», y Saturno le replicó: «¡Puta!», y colgó
el teléfono. Esa noche, María bajó de una pared del refectorio una litografía enmarcada del
dictador Francisco Franco y la arrojó contra un vitral. María quedó bañada en sangre por los
fragmentos de vidrio que cortaron su cara. Era tanta la ira acumulada, que tuvo fuerzas para
liarse a los puños con varios guardias que trataron de someterla, hasta que vio a Herculina y
se tranquilizó. Aun así, «… la arrastraron hasta el pabellón de las locas furiosas […] y le
inyectaron trementina…» (ibíd.)
María se vio en la necesidad de ceder a los avances amorosos de una guardia que se
había enamorado de ella, a cambio de que se comunicara con Saturno y le explicara la
situación por la que atravesaba. El sábado siguiente, Saturno visitó el sanatorio con la
intención de llevarse a María, pero antes del encuentro el director se reunió con él en privado
y lo convenció de que María estaba loca. La desdichada recibió a su esposo en la sala de
visitas, lista para irse, solo para darse cuenta de que él también la creía insana.
Una semana más tarde, Saturno regresó al sanatorio para ofrecer su espectáculo a las
reclusas en el patio central. El show duró tres horas, durante las cuales, en sustitución de su
asistente habitual — María—, el mago llevó a la mascota de la pareja, un gato, vestido igual
que él: leotardo rojo y amarillo, sombrero de copa y una capa. María fue la única paciente
que no asistió a la función.
6
Pasó el tiempo. María rechazó todo intento de su esposo por volverla a ver; hasta
devolvía sus cartas sin abrir. El interés de Saturno por María se fue desvaneciendo, aunque:
… siguió dejando en la portería del hospital las raciones de cigarrillos, sin saber siquiera
si llegaban a María, hasta que lo venció la realidad. Nunca se supo más de él, salvo que
volvió a casarse y regresó a su país. Antes de irse de Barcelona le dejó el gato medio
muerto de hambre a una noviecita casual, que además se comprometió a seguir
llevándole cigarrillos a María […] hasta que un día solo encontró los escombros del
hospital, demolido como un mal recuerdo de aquellos tiempos ingratos. María le pareció
muy lúcida la última vez que la vio, un poco pasada de peso y contenta con la paz del
claustro. Ese día le llevó el gato, porque ya se le había acabado el dinero que Saturno le dejó
para darle de comer (ibíd.)
Antes de considerar a Alazraki, queremos examinar algunos de los elementos del terror
y el horror todoroviano en Solo vine a hablar por teléfono. Recordemos que ambos conceptos
son gérmenes del miedo, intuido o entrevisto en el primer caso y explícito en el segundo. El
camión destartalado; el aspecto de María al subir a la guagua: «Parecía un pajarito ensopado,
con un abrigo de estudiante y los zapatos de playa en abril…» (ibíd.), símbolo de la inocencia y
la vulnerabilidad del personaje; la mujer de aspecto militar; las pasajeras en el bus, todas
dormidas y arropadas con frazadas idénticas; el manicomio y el lugar en que se encuentra:
«… un edificio enorme y sombrío que parecía un viejo convento en un bosque de árboles
colosales» (ibíd.) y la entrevista de María con el director del sanatorio, forman parte del conjunto de
ingredientes en la receta propiciatoria del terror que García Márquez nos brinda en su historia.
De entre los factores que dan lugar al horror, voy a mencionar tres, muy evidentes y
bien mostrados por Gabo en el discurso. El primero es el talante y la violencia brutal de
Herculina, la guardiana del manicomio encargada de los casos difíciles. El segundo es el
7
incidente en el que María fue llevada a la rastra hacia la dependencia de las locas frenéticas,
donde le inyectan trementina. Por último, la escena en la que María, ahíta de rabia, descolgó
de una pared en el comedor un cuadro con la imagen del tirano Francisco Franco y lo arrojó
contra un vitral, quedando la mujer ensangrentada por la incrustación de fragmentos de vidrio
en su cara.
Pasemos a la teoría de Jaime Alazraki, a ver si persevera mi hipótesis de que el cuento
Solo vine a hablar por teléfono de Gabriel García Márquez puede ser catalogado como
neofantástico. Alazraki afirma en su ensayo, como ya vimos, que lo neofantástico se
distingue de lo fantástico en su visión, intención y modus operandi.
Sobre la visión de lo neofantástico en comparación con lo fantástico, nos dice Alazraki:
… si lo fantástico asume la solidez del mundo real, lo neofantástico asume el mundo real
como una máscara, como un tapujo que oculta una segunda realidad que es el verdadero
destinatario de la narración neofantástica. La primera se propone abrir una “fisura” o
“rajadura” en una superficie sólida e inmutable; para la segunda, en cambio, la realidad es
una esponja, un queso gruyère, una superficie llena de agujeros como un colador y desde
cuyos orificios se podía atisbar, como en un fogonazo, esa otra realidad (Alazraki 29).
Es lo que Borges llamaba los intersticios de sinrazón, añade Alazraki. Esto explica por
qué, mientras en un relato fantástico el amor es eterno, en este cuento de García Márquez el
amor es infinito mientras dure. De igual forma, en el edificio del manicomio, en el
tratamiento médico —en principio humanitario y loable— brindado a mujeres con
enfermedades mentales, en el personal capacitado y especializado según el área de peritaje de
cada cual, en el riguroso reglamento, en la disciplina institucional, en esa la fachada del
complejo andamiaje del aparato orgánico, en apariencia sólida e inmutable, es posible
8
identificar un poro, una rajadura a través de la cual se atisba la espantosa realidad: el
sanatorio es una cámara de torturas, cruel e implacable, paridora de atrocidades execrables.
En cuanto a la intención, afirma Alazraki:
… el empeño del relato fantástico dirigido a provocar un miedo en el lector, un terror
durante el cual trastabillan sus supuestos lógicos, no se da en el cuento neofantástico […]
Una perplejidad o inquietud sí, por lo insólito de las situaciones narradas, pero su intención
es muy otra. Son, en su mayor parte, metáforas que buscan expresar atisbos, entrevisiones o
intersticios de sinrazón que escapan o se resisten al lenguaje de la comunicación, que no
caben en las celdillas construidas por la razón, que van a contrapelo del sistema conceptual o
científico con que nos manejamos a diario (ibíd.)
Aunque abundan los ejemplos en el cuento de García Márquez, la metáfora que mejor
retrata la intención del autor es la de María lanzando el cuadro de Franco contra un vitral. A
esa alegoría regresaremos luego.
En la tercera y última premisa de Alazraki, por él llamada «mecánica o modus
operandi», el teórico proclama que al relato neofantástico «… no le interesa asaltar al lector
con esos miedos que constituyen la razón de ser del cuento fantástico […] Desde las primeras
frases del relato, el cuento neofantástico nos introduce, a boca de jarro, al elemento
fantástico: sin progresión gradual, sin utilería, sin pathos…» (ibíd. 30-31).
Con lo hasta aquí manifestado, creo estar en posición de afirmar, con grado de
conocimiento claro y seguro, que el cuento Solo vine a hablar por teléfono del Premio Nobel
colombiano, cumple a cabalidad con los requisitos para ser clasificado, de acuerdo al tratado
teórico de Jaime Alazraki, como un relato neofantástico. No obstante, en el cumplimiento de
la palabra empeñada con el lector, debo añadir algunas líneas para tratar el asunto de las
metáforas en el texto de García Márquez, entre otras curiosidades.
9
Un análisis cronotópico del cuento de García Márquez indica que los hechos ocurrieron
durante el ocaso de la dictadura de Francisco Franco y los inicios de la democracia y el
régimen monárquico en España (década de los 70 del siglo pasado). Sobre la práctica de la
psiquiatría y los manicomios durante el régimen de Franco, afirma el médico psiquiatra Juan
Sánchez Vallejo en el libro La locura y su memoria histórica: «La asistencia psiquiátrica
durante el franquismo era pervertida y deshumanizada y estuvo marcada por una sordidez
extrema» (Guerrero). El lugarteniente de Franco a cargo de la abracadabrante red de
manicomios españoles era el psiquiatra Antonio Vallejo Nájera, un fanático nazi —y
católico— de ideas pseudocientíficas en cuyo corpus teórico sobresalían «… su racismo
biológico […] el odio a las mujeres y su propuesta de recuperar la Inquisición en pleno siglo
XX» (Fernández). Entre las joyas intelectuales —demenciales— de este misógino se
encuentra: «A la mujer se le atrofia la inteligencia como las alas a las mariposas de la isla de
Kerguelen, ya que su misión en el mundo no es la de luchar en la vida, sino acunar la
descendencia de quien tiene que luchar por ella» (ibíd.) El sistema psiquiátrico por este
espécimen dirigido estaba diseñado para «… aparcar a los enfermos, tranquilizarlos y
desactivarlos como personas a base de cruentos tratamientos —lobotomía, electroshock,
coma insulínico, abscesos de trementina, etc.— y de atiborrarlos con potentes fármacos»
(Guerrero, énfasis nuestro).
Es de conocimiento general, en España y el mundo entero, la complicidad de la Iglesia
Católica española en la ejecución de crímenes de lesa humanidad durante el franquismo.
Franco y la Iglesia ganaron juntos la guerra y juntos gestionaron la paz, una paz a su
gusto, con las fuerzas represivas del Estado dando fuerte a los cautivos y desarmados
[…] mientras los obispos y clérigos supervisaban los valores morales y educaban a
las masas en los principios del dogma católico. Hubo en esos largos años tragedia y
comedia. La tragedia de decenas de miles de españoles fusilados, presos, humillados.
10
Y la comedia del clero paseando a Franco bajo palio y dejando para la posteridad un
rosario interminable de loas y adhesiones incondicionales a su dictadura (Casanova).
Volvamos al incidente del cuadro de Franco y el vitral en el refectorio del manicomio y
la consecuencia que por tal acto sufrió María: una inyección ¡de trementina!, no por
casualidad. Pero más allá de la confirmación de que Gabo fue muy riguroso al enmarcar el
cuento en una época histórica concreta con datos constatables y evadiendo anacronismos, está
el asunto alegórico en la escena. Recordemos que el manicomio en que ocurren los hechos
alguna vez fue un monasterio. No sería descabellado, pues, colegir que el vitral que María
destrozó representaba un motivo católico, posiblemente la imagen de su tocaya la virgen. Y
tanto el vitral como el cuadro carecen de importancia en tanto objetos. Lo que cuenta es lo
que simbolizan: la dictadura represiva en concubinato con la religión como artífices del
discrimen, la persecución y el asesinato de miles de ciudadanos cuyo único delito fue la
disensión. He ahí la metáfora en el discurso de García Márquez: el acto de María fue uno de
subversión contra el orden establecido y como tal, dada su condición de desventaja frente a la
omnipotencia del régimen, pagó las consecuencias: terminó con la cara ensangrentada y con
una inyección de trementina en una pierna.
11
BIBLIOGRAFÍA
Alazraki, Jaime. ¿Qué es lo neofantástico? Texto teórico del curso LITE 1709.
Casanova, Julián. La Iglesia y la represión franquista. Madrid: El País, 25 de noviembre de
2008. <https://elpais.com/diario/2008/11/26/opinion/1227654005_850215.html>.
Consultado el 9 de julio de 2021.
Castex, Pierre. Antología del cuento fantástico francés.
<https://www.goodreads.com/book/show/6378079-antolog-a-del-cuento-fant-stico-
franc-s>. Consultado el 9 de julio de 2021.
Fernández Rubio, Javier. El gen rojo. Cantabria: El diario, 9 de marzo de 2017.
<https://www.eldiario.es/cantabria/primera-pagina/gen-rojo_132_3535293.html>.
Consultado el 9 de julio de 2021.
García Márquez, Gabriel. Solo vine a hablar por teléfono.
<https://ciudadseva.com/texto/solo-vine-a-hablar-por-telefono/>. Consultado el 26 de
junio de 2021.
Guerrero, Rafael. El franquismo encerró en manicomios a republicanos que encontraba por
la calle. Madrid: Editorial Público, 27 de enero de 2014.
<https://www.publico.es/politica/franquismo-encerro-manicomios-republicanos-html>.
Consultado el 9 de julio de 2021.
Todorov, Tzvetan. Los géneros literarios. Texto teórico del curso LITE 1709.
Descargar