CONTRATO DE TRANSACCIÓN [Resumen extraído de AA.VV., Tratado de Contratos, R. Bercovitz (dir.), Tirant lo Blanch, 2009] Omitidas las notas a pie de página 1. Concepto, caracteres y naturaleza Conforme al concepto legal contemplado en el art. 1.809 CC, la transacción es un contrato por el cual las partes, dando, prometiendo o reteniendo cada una alguna cosa, evitan la provocación de un pleito o ponen término al que había comenzado. De esta definición debe destacarse, por un lado, que el contrato de transacción presupone una controversia, pues con su celebración se evita o se termina un pleito; por otro lado, que las partes realizan mutuas concesiones con la finalidad antedicha. De ahí que la transacción sea un medio de dirimir conflictos, como sucede con el arbitraje, a diferencia del cual son las propias partes del conflicto las que alcanzan el acuerdo que pone fin a la situación controvertida. Asimismo, es posible que la transacción acordada por las partes durante el procedimiento arbitral ponga fin al mismo, integrando el contenido del laudo arbitral. Uno de los requisitos que exige la transacción es la controversia. Con relación a este presupuesto, la doctrina se ha planteado en qué debe consistir tal controversia para poder resolverla acudiendo a la transacción, entre otros posibles medios de solución de la misma. Se sostiene que existe controversia cuando las partes de una relación jurídica mantienen pretensiones contradictorias con respecto a los derechos de los que afirman ser titulares, dando lugar a diferencias entre ellas, pues a la pretensión alegada por una parte se niega o se opone la otra. Se descarta la necesidad, como requisito anterior a la transacción, de una situación de duda subjetiva sobre la titularidad de los derechos que se pretenden, pues de ser así no sería posible transigir cuando las partes defienden sus pretensiones confiados en la certeza de las mismas. Con ello se trata de aclarar que no es requisito de la transacción que la cuestión o controversia sobre la que se sustenta sea dudosa, en el sentido de que las partes tengan dudas sobre sus derechos. La incertidumbre no procede de un estado de duda sobre cada una de las pretensiones divergentes, sino que está motivada por la oposición de pretensiones y desavenencia entre las partes. Dicho de otro modo, es posible que cada una de las partes del conflicto asegure su propia pretensión con pleno convencimiento y apoyo legal, pero no está conforme con la contraria y ello es fuente de disputa por ser las pretensiones divergentes, lo cual crea un estado de incertidumbre que es posible solventar mediante la transacción. La existencia de un conflicto es suficiente como requisito previo a la transacción. La incertidumbre, por tanto, se entiende como una derivación de la controversia, pues con ocasión de ésta se genera la duda sobre la titularidad del derecho discutido, y para ello basta con que la cuestión controvertida, de hecho Página 1 de 10 o de derecho, sea considerada como tal por las partes. Por este motivo, se ha señalado que la falta de racionalidad de las pretensiones no pertenece al presupuesto de la transacción (controversia), sino a los vicios de la voluntad. […] Con la finalidad de terminar con la controversia, las partes se obligan a realizar recíprocas concesiones a través de las cuales se supera el conflicto y se dota de certeza a la situación hasta entonces discutida y, por ello, incierta. De ahí que se afirme que la causa de la transacción consiste en la eliminación de la relación jurídica incierta (controversia) pero, a diferencia de otros negocios jurídicos que comparten esa misma finalidad, se logra por medio de mutuas renuncias y reconocimientos. De esta manera, las partes en conflicto “…evitan la provocación de un pleito o ponen término al que había comenzado” (art. 1809 CC). Así lo ha entendido la jurisprudencia, que admite la existencia de transacción cuando mediante recíprocas concesiones se elimina el pleito o la incertidumbre de las partes sobre una relación jurídica y su finalidad eliminar el pleito o evitar su provocación, que es tanto como la incertidumbre de las partes sobre una relación jurídica, ya que no exige rigurosamente la amenaza de un pleito inminente, sino sólo su posibilidad, que aparece en cuanto media cualquier desacuerdo entre las partes, que fuera susceptible de provocarlo; cuando las partes celebran el contrato para poner fin a una relación jurídica incierta (res dubia) y por lo tanto al conflicto de intereses que entre los otorgantes existía respecto a la naturaleza del título; se conecta no sólo con el supuesto de poner fin a un pleito comenzado, sino asimismo al de buscar una fórmula, dando, prometiendo o reteniendo, que evite su provocación futura; mediante la transacción se eliminan pleitos pendientes futuros (timor litis) y también la incertidumbre de las partes sobre una relación jurídica, la que mediante el pacto, se reviste de configuración cierta y determinada vinculante; Se configura así la finalidad de poner término a una relación jurídica incierta (res dubia) como la causa de la transacción; la transacción puede afectar a una relación jurídica no litigiosa, pero susceptible de serlo. En atención a la amplitud con la que la jurisprudencia considera la transacción, se afirma que podría calificarse como tal la controversia nacida simplemente del incumplimiento de una de las partes de su deber sin contestar el derecho ajeno. […] Las recíprocas prestaciones suponen para cada parte del conflicto sacrificar total o parcialmente las pretensiones defendidas en la controversia. De ahí su carácter bilateral y oneroso, pues ambas partes reciben y dan “alguna cosa”, se sacrifican y obtienen algo a cambio. Las concesiones que se hacen las partes pueden consistir en recíprocas renuncias parciales de sus pretensiones, lo que implica a su vez reconocimientos parciales, o en la renuncia por parte de una de ellas de sus pretensiones a cambio de una contraprestación o de la creación de una relación jurídica. Asimismo, se matiza que el objeto de la renuncia no es el derecho en controversia, sino la pretensión que sobre el mismo se alega, en tanto que la renuncia de un derecho es un negocio jurídico que depende de la voluntad de su titular, por tratarse de un derecho cierto, mientras que la renuncia de una Página 2 de 10 pretensión implica admitir unilateralmente que la misma es infundada. Como consecuencia de la renuncia de la propia pretensión por una de las partes, se reconoce el fundamento de la pretensión contraria, por lo que se afirma que, en definitiva, la renuncia y el reconocimiento que tienen por objeto pretensiones contradictorias se equiparan. Las prestaciones en que se concretan los sacrificios recíprocos pueden ser ajenas a las pretensiones defendidas por las partes en la controversia (transacción mixta o compleja) o bien derivar de aquéllas (transacción simple). Ello supone que el objeto de dichas prestaciones puede ser el propio de la controversia o bien otro distinto sobre el que no se ha discutido (vgr. en reciprocidad al reconocimiento de la pretensión de una de las partes, la otra reconoce un derecho que no se ha disputado o renuncia a la reclamación de un derecho procedente de una anterior relación jurídica). Las concesiones recíprocas no tienen que ser necesariamente equivalentes y, de acuerdo con la jurisprudencia, tampoco es necesario que tengan un contenido patrimonial, pues admite la validez del convenio transaccional cuando los sacrificios son de orden moral e, incluso, se llega a sostener que no constituye requisito esencial de la transacción la entrega de recíprocas prestaciones, ya que el designio de terminar con un litigio mueve a las partes a lograr acuerdos que no tengan el mismo alcance ni en paridad de condiciones[…]. 2. Forma e interpretación Entre las normas reguladoras del contrato de transacción no existe precepto que exija una determinada como requisito de validez, por lo que su celebración puede adoptar cualquiera, en consonancia con el principio de libertad de forma a las reglas que la impongan […]. En relación con la interpretación de la transacción, el art. 1815 CC contiene una norma específica referida a la determinación del objeto. Limita los efectos de la transacción a los objetos expresados determinadamente en ella o que se infieran necesariamente de sus palabras. En cuanto a la renuncia general de derechos, sólo comprende aquellos que tienen relación con la cuestión transigida. Con esta norma se pretende destacar la importancia que tiene en la transacción que el objeto sobre el que versa quede perfectamente delimitado y concretado, dado el alcance que tiene el acuerdo transaccional en relación a la controversia que con el mismo se solventa y su efecto preclusivo, entendiéndose que debe interpretarse restrictivamente. No obstante, se señala que esta regla interpretativa es una concreción del art. 1283 CC, siendo aplicable a la transacción las reglas generales de interpretación de los contratos. En el caso de la renuncia general de derechos derivada del acuerdo transaccional, si las partes pactan que dan por terminada cualquier cuestión pendiente entre ellas, se entenderá referida a las que dieron origen a dicho acuerdo transaccional y no a otras posteriores o anteriores que no tengan Página 3 de 10 relación alguna con aquél. Es frecuente la cláusula transaccional en cuya virtud las partes hacen constar que renuncian a cualquier reclamación o indemnización por daños y perjuicios que pudiera corresponderles en relación con la cuestión debatida y solventada. Cuando la transacción se concreta en una renuncia de derechos, el art. 1815.II CC se interpreta de manera restrictiva, lo que ha motivado que en supuestos en los que la transacción versaba sobre indemnización derivada de daños, no alcanzara a los que se hubieran manifestado con posterioridad a la celebración del contrato. No obstante, adelantamos aquí que también se ha admitido en estos casos la ineficacia de la transacción por error excusable. 3. Sujetos. Capacidad para transigir La transacción se celebra entre los sujetos que son parte de la relación jurídica controvertida, esto es, quienes mantienen sus posiciones jurídicas contradictorias en aquélla, por sí mismos y en su propio nombre o por sus representantes legales o voluntarios. Cuando la transacción se celebre por un representante voluntario no es suficiente un poder general de representación, pues el art. 1713.II CC exige para ello poder expreso. La naturaleza contractual de la transacción requiere la capacidad general para obligarse, lo que es predicable de cualquier contrato. No obstante, de los arts. 1810 a 1812 CC parece desprenderse que para transigir se exige la misma capacidad que para enajenar, con base en la máxima transigere est alienare. De ello podría extraerse la conclusión de que la transacción es una enajenación. Sin embargo, la doctrina ha matizado esta equiparación entre transigir y enajenar, señalando que el término alienare significa disponer, de forma que los sujetos de la transacción deben tener la libre disposición sobre el derecho objeto de transacción. Este requisito de libertad de disposición se valora respecto de los actos en que se concrete la transacción. Ya indicamos que las partes, para dirimir la controversia suscitada y poner fin a la misma, se obligan a realizar recíprocas concesiones. Si estas obligaciones comportan desplazamientos patrimoniales, no cabe duda de que deberán tener la capacidad necesaria para ello y, de no tenerla, se requerirá la intervención del representante legal. De ahí la matización antes indicada, pues importa distinguir entre el contrato de transacción que, definido por el art. 1809 CC, tiene por finalidad eliminar la controversia a través de las concesiones de las partes, y los actos ulteriores en que su cumplimiento consista, que puede dar lugar a muy variadas prestaciones. En tales casos, se afirma que la relación jurídica que debe prevalecer, sobre todo en aspectos de capacidad y forma, será seguramente la relación final en que se concrete la transacción, quedando ésta reducida a causa subjetiva de un contrato distinto del regulado en el art. 1809 CC. Por este motivo, sería posible que las partes tuvieran la capacidad necesaria para contratar, pero no la capacidad de disposición sobre las cosas sobre las que se transige o que la tuvieran de manera limitada, en cuyo caso la transacción sería ineficaz si no se Página 4 de 10 hubiera completado. Aplicando esta regla general a la transacción celebrada por un menor emancipado, cuando implique alguno de los negocios jurídicos sobre los bienes que señala el art. 323 CC, su eficacia dependerá del complemento de capacidad. Las reglas sobre capacidad para transigir recogidas en los arts. 1810 a 1812 CC se refieren a supuestos específicos: la transacción sobre los bienes y derechos de los menores sujetos a patria potestad, la transacción sobre derechos del tutelado y la celebrada por las corporaciones que tengan personalidad jurídica […]. 4. Objeto La transacción tiene por objeto la situación o relación jurídica sobre la que las partes defienden pretensiones contrapuestas. La relación jurídica controvertida objeto de transacción puede tener carácter obligacional o real y debe ser susceptible de disposición por las partes que transigen. Por razón de la regla general de la libre disponibilidad, el art. 1814 CC excluye como objeto de transacción el estado civil de las personas, las cuestiones matrimoniales y los alimentos futuros, aunque habría que añadir la legítima futura (art. 816 CC), la herencia futura (art. 1271 CC), los derechos de la personalidad, los derechos de uso y habitación (art. 525 CC) y, en general, cualquier otra materia indisponible y no sólo con respecto a la transacción, por lo que se afirma que, en realidad, esta norma tiene el significado genérico del art. 1255 CC, pues no se puede contratar sobre materias indisponibles. La STC 28.5.1992 declaró que "en aquellas contiendas en las que esté comprometido el interés u "orden público" (cfr. Arts. 6.2 y 1814 del Código Civil) las partes no son absolutamente dueñas de poder disponer, a través de la conciliación, de los derechos o intereses en conflicto. Pues bien, dentro del estándar "orden público" hay que reputar hoy incluidas las normas constitucionales tuteladoras de los derechos fundamentales". Algunas puntualizaciones merece la prohibición establecida en el art. 1814 CC. Con relación al estado civil de las personas, no puede ser objeto de transacción por ser materia de orden público y, por tanto, indisponible. Sin embargo, es posible transigir sobre las consecuencias de naturaleza patrimonial que puedan derivarse del mismo. La STS 13.9.1966, con cita de la sentencia de 17.6.1944, señala que "… si bien no se puede transigir sobre el estado civil de una persona, el ámbito de aplicación del precepto no se extiende a las consecuencias de naturaleza puramente patrimonial que de tal estado puedan derivarse, que revisten carácter privado y que no afectan al orden ni al interés público". Respecto a las cuestiones matrimoniales, se propone una interpretación restrictiva para considerar únicamente dentro de la prohibición la transacción sobre el vínculo matrimonial en sí mismo, esto es, la propia existencia del matrimonio. Así, de la misma manera que puede acordarse la separación matrimonial, podrían transigir los cónyuges sobre el deber de convivencia y lo Página 5 de 10 mismo cabe decir de los pactos que se convienen para regular la situación económica posterior a la crisis matrimonial. La STS 25.6.1987 alude a la reforma del Derecho de familia de 7 de julio de 1981 para destacar la eficacia de los pactos relativos al matrimonio en un doble aspecto: por un lado, se atribuye relevancia jurídica a los pactos de separación matrimonial, y por otro, se atribuye trascendencia normativa a los pactos de regulación de las relaciones económicas para los tiempos posteriores a la separación. La STS 31.1.1985 afirma que "…no cabe incluir lo acordado en la prohibición del art. 1814 del CC, cuando ello se refirió a la situación económica del matrimonio y no afectó para nada a la sustancia del vínculo, ni a los derechos de filiación que son indisponibles". Semejante es el sentido de la STS 4.12.1985, en la que se dice que el art. 1814 del CC se refiere a las transacciones sobre el estado matrimonial "… y no prohíbe transigir sobre las consecuencias de naturaleza puramente patrimonial que puedan derivarse de las cuestiones matrimoniales, porque al revestir carácter privado no afectan al orden social ni al interés público". El art. 751.1 LEC establece que en los procesos sobre capacidad, filiación, matrimonio y menores no surtirán efecto la renuncia, el allanamiento ni la transacción. No obstante, se añade en el apartado tercero una excepción a esta regla cuando las pretensiones que se formulen en dichos procesos tengan por objeto materias sobre las que las partes puedan disponer libremente según la legislación civil aplicable. Con relación a los alimentos, hay que indicar que se refiere a los que tienen origen legal y no pueden ser objeto de transacción los futuros ni el derecho mismo a exigirlos, pero sí las pensiones alimenticias atrasadas y no satisfechas (art. 151.II CC). Asimismo, puede ser objeto de transacción la cuantía en que hayan de prestarse los alimentos cuando haya nacido el derecho a exigirlos, si bien en el caso de que hayan cambiado las condiciones de alimentante y/o alimentista (art. 147 CC), la transacción celebrada no impedirá que pueda revisarse dicha cuantía. También por tratarse de materia disponible, el art. 1813 CC permite la transacción que recaiga sobre la indemnización por los daños derivados de un delito a cambio de la renuncia al ejercicio de la acción civil correspondiente, sin que ello suponga la extinción de la acción penal. 5. Efectos La transacción plantea, con respecto a su eficacia, dos cuestiones: una, derivada de su carácter preclusivo por suponer un medio de dirimir controversias; otra, consecuencia de las recíprocas prestaciones que las partes del conflicto acuerdan para acabar con el mismo. El primero de los aspectos señalados se contempla en el art. 1816 CC, que establece la eficacia de cosa juzgada entre las partes de la transacción, aunque sólo el cumplimiento de la transacción judicial puede reclamarse por vía de Página 6 de 10 apremio. Literalmente, se asimila la transacción a una sentencia porque tiene la "autoridad de la cosa juzgada". La equiparación con la sentencia ha sido cuestionada por la doctrina y la jurisprudencia porque la transacción, por su naturaleza contractual, produce los efectos propios de todo contrato: desde su perfección quedan las partes obligadas al cumplimiento de lo expresamente acordado y a las demás consecuencias conforme a la ley, los usos y la buena fe (arts. 1091 y 1258 CC); su eficacia se despliega en el ámbito de las partes y de sus causahabientes, pero no es oponible frente a terceros; evita o pone término a un litigio pero es susceptible de impugnación por vicios del consentimiento (art. 1817 CC) o resolución por incumplimiento; puede declararse su nulidad de oficio y no es título ejecutivo, salvo que se trate de una transacción homologada judicialmente (transacción judicial) […]. El art. 1816 CC acaba disponiendo que sólo se puede ejecutar la transacción por vía de apremio si se trata del cumplimiento de la transacción judicial. Con esta última se pretende también resolver una controversia jurídica a través de recíprocas concesiones, pero se acuerda una vez iniciado un procedimiento judicial al que pone término, siempre que se haya homologado judicialmente por auto, que tiene la eficacia de un título ejecutivo (art. 517.3º LEC). La homologación no tiene por objeto aprobar sustantivamente lo acordado, sino controlar la capacidad y poder de disposición de las partes y que su contenido no sea contrario al interés general o perjudique a tercero. De conformidad con los arts. 19 y 415 LEC., alcanzado un acuerdo transaccional sobre el objeto del juicio no prohibido por la ley y dentro de las limitaciones por razón de interés general o en beneficio de tercero, en cualquier momento de la primera instancia, de los recursos o de la ejecución, será homologado por el tribunal que esté conociendo del litigio al que se pretende poner fin, una vez examinados los requisitos de capacidad jurídica y poder de disposición de las partes. El acuerdo judicialmente homologado puede llevarse a efecto por los trámites de ejecución de sentencias y convenios judicialmente aprobados. El segundo de los aspectos que indicamos al comienzo de este apartado se contempla en el art. 1809 CC y es consecuencia de las concesiones recíprocas acordadas por las partes. El cumplimiento del contrato de transacción conlleva la efectividad de las recíprocas prestaciones que las partes han pactado para zanjar sus diferencias. En este sentido, sus efectos pueden ser de lo más variado, esto es, puede suponer una renuncia, el reconocimiento de una situación jurídica, la celebración de un nuevo contrato, la transmisión de bienes, la asunción de una deuda. A ello nos referimos al tratar la capacidad de las partes, lugar en el que destacamos la distinción entre el contrato de transacción, que tiene por finalidad eliminar la controversia a través de las concesiones de las partes (art. 1809 CC), y los actos ulteriores en que su cumplimiento consista, que además pueden formar parte de su contenido, incidiendo por tanto en su eficacia […]. Página 7 de 10 6. Ineficacia: error y resolución en la transacción El contrato de transacción está sujeto a las mismas causas generales de invalidez que afectan a todo contrato. Será nulo cuando falte alguno de los requisitos establecidos en el art. 1261 CC. Con relación al objeto, ya hemos visto cómo la falta de disponibilidad sobre la cuestión controvertida que se quiere resolver mediante transacción haría de ella un contrato nulo, de la misma forma que si no se ha determinado o es indeterminable. Asimismo, es anulable por falta de capacidad de obrar plena y por concurrir alguno de los vicios de la voluntad que invalidan los contratos. En este sentido, el art. 1817.I CC se remite al art. 1265 CC para disponer que la transacción puede impugnarse cuando el consentimiento prestado por alguno de los transigentes esté viciado por error, dolo, violencia o falsedad de documento. La genérica remisión al art. 1265 CC permite considerar comprendido el vicio de intimidación, pese a la falta de mención específica. Por lo que respecta a la falsedad de documentos, puede incluirse como un supuesto de error o de dolo. Se considera un caso de error cuando las pretensiones sustentadas en la controversia se basan en documentos cuya falsedad se desconoce al celebrar la transacción, no siendo causa de anulación si la controversia transigida consistía precisamente en la falsedad o veracidad del documento. Se incluye como un supuesto de dolo si la falsedad del documento sobre el que se apoyan las pretensiones contradictorias que generan la controversia es causada por una de las partes, de forma que la otra no habría transigido o lo habría hecho de forma distinta si no hubiera mediado dolo[49]. Algo semejante sucede con el descubrimiento de nuevos documentos, que es causa para anular la transacción si ha habido mala fe (art. 1818 CC). El dolo en este caso consiste en la ocultación por una de las partes de documentos que tuvieran trascendencia en relación con la cuestión controvertida y transigida. Se aplica también a la transacción judicial puesto que su homologación no es por sentencia firme y, por tanto, tampoco puede revisarse por las causas de revisión de aquélla. Si no ha habido mala fe, se tratará de un error derivado de nuevos documentos que no tiene trascendencia anulatoria, salvo que de los mismos se descubra la falsedad de los documentos en que se sustentaban las pretensiones en conflicto de las partes. Las causas de anulabilidad por vicios de la voluntad que concretamente señala el art. 1817.I CC para la transacción no representan una especialidad para este tipo de contrato. Sin embargo, esta afirmación debe matizarse con respecto al error, dado su carácter restrictivo en el ámbito de este contrato. Pese a que el art. 1817.I CC menciona el error, junto al dolo, violencia, intimidación y falsedad de documentos, sin especificar con respecto al mismo nada más, la doctrina tradicional distingue entre el error in caput controversum y el error in caput non controversum. El primero recae sobre la cuestión controvertida e incierta que se solventa con la transacción. El segundo recae sobre extremos que no son objeto de controversia, pero que se han tomado como premisa o base firme para celebrar el contrato de transacción, es decir, transigen teniendo presente una situación de hecho sobre la que no existe disputa. Página 8 de 10 Esta distinción en torno al error en la transacción sirve para afirmar que sólo es relevante a efectos de impugnación el error sobre una situación de hecho que no forma parte de la controversia, aunque se toma como base o presupuesto por las partes para apoyar sus diferentes pretensiones. La doctrina que defiende esta conclusión señala como manifestaciones legales concretas de este error la falsedad de documentos que menciona el art. 1817.I CC y el art. 1819 CC, que también se refiere al error sobre una circunstancia no debatida, en este caso la existencia ignorada de una sentencia firme que había decidido ya la controversia sobre la que se transige, salvo que aquélla pueda revocarse. Asimismo, se sostiene que la transacción implica el riesgo, voluntariamente aceptado, de que la solución pactada se distancie de los respectivos derechos, que viene a suponer un ámbito de aleatoriedad en el que se engloba el error in caput controversum, fuera del cual es posible invocar el error. Sin necesidad de mencionar aleatoriedad alguna en el contrato de transacción, se apunta que el error in caput controversum no determina la anulabilidad de la transacción por implicar un acuerdo implícito de inexcusabilidad del error que afecta al contrato. Siguiendo la doctrina de la irrelevancia del error in caput controversum para anular la transacción, se afirma asimismo que el error de derecho tampoco es relevante si lo controvertido entre las partes son los fundamentos jurídicos en que se sustentan sus pretensiones, resultando después ser erróneos, pues lo contrario significaría volver sobre la controversia que se quiere eliminar por medio de la transacción. La irrelevancia del error de derecho como causa de anulabilidad del contrato no es absoluta, puesto que si recae sobre caput non controversum se admite su alcance impugnatorio. En apoyo de esta conclusión se dice que el art. 1817.II CC no permite a las partes oponer el error de hecho en la transacción que termina un pleito comenzado, de lo que se deduce que el error de derecho se admite tanto en las transacciones anteriores como posteriores al inicio de un pleito. No obstante, también debe reflejarse la postura que sostiene la relevancia del error de derecho de forma generalizada, sin matizaciones, al modo en que lo hace el art. 1817.I CC, que al incluir el error como causa de anulación de la transacción no distingue entre una clase u otra de error. La jurisprudencia no distingue entre error in caput controversum o in caput non controversum a la hora de estimar la ineficacia de la transacción por esta causa. En los casos de transacción sobre indemnización por daños, donde con frecuencia se alega el error, simplemente se afirma que es ineficaz si la situación tomada como base firme no corresponde a la realidad y la incertidumbre nació sin conocimiento de la situación verdadera […]. Así como la transacción impide, por su efecto preclusivo, que vuelva a considerarse ante la autoridad judicial la cuestión transigida y decidida entre las partes, no evita que el acuerdo pueda ser incumplido por alguna de ellas. En relación con el incumplimiento de la transacción, se ha cuestionado si es aplicable o no la facultad resolutoria del art. 1124 CC porque de admitirse la posibilidad de resolución se suscitaría de nuevo la controversia que enfrentaba a las partes, tal como exigiría la extinción con carácter retroactivo que acompaña a la facultad de resolución de las obligaciones recíprocas, lo cual parece Página 9 de 10 contradecir la autoridad de cosa juzgada que le otorga el art. 1816 CC. Por tanto, si no puede producirse el efecto esencial de la resolución, sólo es posible exigir a quien incumple el acuerdo transaccional su cumplimiento forzoso. En la actualidad, esta cuestión está ya superada, recordándose que la transacción es ante todo y sobre todo un contrato, no asimilable a una sentencia. Por virtud del contrato de transacción, las partes se obligan a realizar recíprocas concesiones (art. 1809 CC), de donde deriva su carácter oneroso y bilateral […]. En el caso de tratarse de una transacción judicial, podrá pedirse su cumplimiento por el procedimiento de ejecución forzosa, al ser el auto que homologa el acuerdo transaccional título ejecutivo (art. 1816, in fine, CC; art. 517. 3º LEC.). Página 10 de 10