Subido por Ivan Galarza

Evangelizar al mundo

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Solo un desafío: Evangelizar al mundo
S. Pablo, en la carta a los Romanos, despierta a los cristianos que viven en
medio de una sociedad pagana, con el clarinazo de este imperativo.
“- Hermanos: Daos cuenta del momento en que vivís: ya es hora de
espabilarse” (Rm 13, 11).
“- No os amoldéis al tiempo presente” (Rom 12, 2).
Creo firmemente que esta llamada del apóstol, es de inmarcesible actualidad
para nosotros, los creyentes de hoy.
La Iglesia sólo tiene y tendrá un inmediato y perenne desafío: evangelizar al
mundo. Anunciar a los hombres a Jesús, Crucificado- Resucitado, como el
único Salvador; convocarlos a un compromiso por la Paz y la Justicia, en la
lucha por un mundo nuevo donde reine la Verdad en el Amor.
Ahora bien, la Iglesia debe buscar el modo mejor de atender a ese desafío,
desde el contexto histórico y cultural del mundo en que le ha tocado vivir, sin
apartarse de sus propias circunstancias y categorías internas. Este modo de
actuar, nunca será una mera estrategia, sino una gozosa respuesta a la
vocación evangelizadora, recibida de Jesús, su Señor.
Voy a detenerme en algunos rasgos, a mi modo de ver de cruda actualidad,
con que le Iglesia tiene que enfrentarse, aquí y ahora, para desempeñar su
misión.
Con un tono moderado se expresaba así Olegario de Cardedal:
“-Un tipo de pensamiento y de política se ha propuesto convencer a los
ciudadanos de que: la democracia sólo es posible cuando la Religión haya sido
definitivamente eliminada de lo público: que el Estado sólo es libre cuando se
desentiende de las realidades religiosas y de su forma institucional como
Iglesia; que la modernidad ha superado la comprensión religiosa de la
existencia; que la vida laica, en cuanto negación de toda referencia
transcendente y rechazo de la idea de Dios, es la condición necesaria para una
modernización de la sociedad (de España); que, por tanto, sólo una
ciudadanía comprendida y ejercitada de modo no religioso es capaz de crear
una España progresista”.
Estamos asistiendo a un cambio, según Ronald Inglehart, a partir de sus
estudios, sobre el cambio cultural en las sociedades occidentales, que se
polariza hoy menos en la clase social, y más en nuevos valores: en programas
en que cada vez tienen menos relevancia las cuestiones económicas para la
población y más las relacionadas con valores post – materiales, como son la
autonomía individual, las libertades cívicas y personales, la participación
directa en decisiones relacionadas con el trabajo, la comunidad y el gobierno,
la diversidad cultural, la emancipación de la mujer, la solidaridad
internacional, la paz y el medio ambiente, así como las búsquedas de sentido.
Es todavía una hipótesis de trabajo. En los Estados Unidos la polarización se
sigue decantando por los “viejos valores”, y a este lado del Atlántico por los
“nuevos valores”.
Lo cierto es que “estamos en un mundo donde nos abocamos a una
permisividad tal, en todos los aspectos, que al final entramos dentro de lo que
el Papa Benedicto XVI llamaba “la dictadura del relativismo” (Mons
Cañizares).
Este es el momento en que los creyentes, debemos escuchar el imperativo de
S Pedro (1 Pd 3, 15).
“ Dad razón de vuestra esperanza a todo el que os lo pida”.
En efecto:. la sociedad actual es una sociedad pluralista y lo va a ser más en
el futuro, y no sólo política y socialmente sino también religiosamente.
La reactivación de la militancia laicista, trata de confinar la Religión al ámbito
de nuestros Templos, de lo privado, de nuestros sentimientos: pero la Fe
cristiana reclama, por vocación y mandato de Jesús, presencia social con
relevancia pública: y se presenta a si misma como portadora no sólo del
sentimiento de lo religioso, sino de un verdadero conocimiento del sentido y
destino de la vida humana y de su compromiso moral y ético.
Esto está pidiendo a gritos que se nos reconozca la libertad religiosa y con
ella el derecho al reconocimiento del ejercicio público de la religión, individual
y socialmente. Y no sólo en la legislación, sino de hecho, en la práctica.
Pero nos está exigiendo también, y nos va a exigir cada vez más, que
ofrezcamos nuestra fe desde la razón y el testimonio.
Esto no hemos de entenderlo como mutilación de nuestra fe cristiana, sino
como una oportunidad, una gracia, un Kairos que Dios nos ofrece para que
profundicemos más y más en nuestras verdades de fe, que proclamamos y
decimos que rigen nuestra vida. El creyente es un ser racional que ha de dar a
los demás y a sí mismo, razón de su existencia. Ha de manifestar en su vida,
cuál es el sentido, la dirección y motivación de su ser y hacer.
La experiencia religiosa supone en el cristiano una apertura, un encuentro con
el Misterio y, en último término, la entrada en un dialogo de reconocimiento y
adoración, que sobrepasa los límites de la razón, pero que no mutila la razón
del hombre. Nada que no tenga un halo de Misterio es capaz de arrastrar a
nadie, y menos a la juventud.
S. Pablo exhorta a dar a Dios un culto propio de seres dotados de razón (Rom
12, 1) Esto nos exige enfrentarnos con nosotros mismos y preguntarnos con
seriedad, sin evasiones y superficialismos “ Y yo ¿ por qué creo?”.
A este interrogante grave se nos ofrecen varias respuestas. O tengo una fe
heredada; o tengo una fe social; o creo porque he sufrido personalmente una
fortísima experiencia de Dios, alimentada después, en la celebración y el
testimonio.
Aquí es donde surge con toda su fuerza y actualidad la genial intuición de
Rahner cuando afirmaba:
“EL CRISTIANO DEL FUTURO SERÁ UN MÍSTICO, ES DECIR, UNA PERSONA
QUE HA EXPERIMENTADO ALGO, O NO SERÁ CRISTIANO PORQUE LA
ESPIRITUALIDAD DEL FUTURO NO SE APOYARÁ YA EN UNA CONVICCIÓN
UNÁNIME, EVIDENTE Y PUBLICA, NI EN UN AMBIENTE RELIGIOSO
GENERALIZADO, SINO ES UNA EXPERIENCIA Y DECISIÓN PERSONALES”.
En una conferencia pronunciada el año 2000 por el entonces Cardenal
Ratzinger en la Facultad de Teología S. Dámaso de Madrid, decía:
“¡Cuántos vientos de doctrina hemos conocido en estas últimas décadas,
cuántas corrientes ideológicas, cuántas modas del pensamiento....¡La
pequeña barca del pensamiento cristiano de muchos cristianos con frecuencia
ha quedado agitada por las olas, zarandeada de un extremo al otro, del
marxismo al liberalismo, hasta el libertinismo; del colectivismo al
individualismo radical, del ateísmo a un vago sentimiento religioso; del
agnosticismo al sincretismo etc. Cada día nacen nuevas sectas y se realiza lo
que dice S Pablo sobre el engaño de los hombres, sobre la astucia que tiende
a inducir al error. Tener una fe clara, según el Credo de la Iglesia, es
etiquetado con frecuencia como fundamentalismo.. Mientras el relativismo, es
decir, dejarse zarandear por cualquier viento de doctrina, parece ser la única
actitud que está de moda. Se va constituyendo una dictadura del relativismo
que no reconoce nada como definitivo, y que sólo deja como última medida el
propio yo y sus ganas”.
Por si fueran pocos los ataques que la Iglesia está recibiendo de fuera ¿Qué
es lo que tiene que hacer un cristiano de hoy para seguir creyendo, en medio
de un cisma soterrado entre la sociedad moderna y la traducción que la
Iglesia hace del mensaje cristiano? Porque nadie duda de que hay un
distanciamiento por parte de muchos fieles que se niegan a acatar las
enseñanzas de la Jerarquía Eclesiástica, de la que ya no aceptan posiciones
doctrinales o prácticas pastorales por considerarlas fuera del tiempo y el
espacio de la ciencia, según la tesis del filósofo católico Pietro Prini.
¿ Cómo hacer revivir a Jesús en esas vidas que en otro tiempo vivieron
apasionadas de su Persona, sus criterios, su Evangelio, y que hoy viven
indiferentes a todo lo suyo?
¿No habremos perdido los creyentes el mordiente de su Evangelio,
dulcificándolo, haciéndolo más permisivo; proclamándolo como profesionales,
en lugar de ofrecerlo como testigos de “lo que hemos visto y oído?
¿Se ha desvirtuado la sal y hemos escondido la luz bajo el celemín?
“Dios continúa operando en el mundo y no sólo en el ámbito eclesial.
Hablamos de la ausencia de Dios en el mundo, confundiéndola con la pérdida
del sentido de Dios, y lo que es peor, con la pérdida del influjo institucional de
la Iglesia. Un error” (Larrea).
La sociedad de hoy está exigiendo y exigirá cada vez más al creyente, como
carnet de identidad la experiencia cristiana de Dios, como luz fundamental
que orienta su vida hacia lo esencial.
Superadas las identificaciones del pasado, se exige y exigirá cada vez más, la
experiencia cristiana de Dios como acontecimiento donde se fundamenta
nuestra fe.
Creyente será el que haya descubierto a Dios como Fuente originaria, de
donde dimana, se alimenta y madura su fe: el que haya encontrado a Dios
hecho hombre y para los hombres en la Persona de Jesús CrucificadoResucitado...que ¡VIVE¡
Este acontecimiento impactante le llevará a vivir al cristiano, la frescura del
Evangelio como la vivió Jesús.
Sólo así podrá el creyente vivir lo que anuncia y anunciar lo que vive. Aquel
día habrá nacido un testigo.
¡SER TESTIGOS Y TRANSMITIR UNA FE EXPERIENCIADA¡.
¿CÓMO?
VOLVIENDO A LAS FUENTES.
La noticia saltó a la calle y dejó a todos sin aliento. Lo que anunciaban no era
el relevo en el cargo del Sumo Sacerdote. Ni la última acción represiva de las
siempre temibles fuerzas de ocupación: las Legiones Romanas.
El anuncio increíble que en la Ciudad Santa se propaga esta mañana, como
fuego en cañaveral reseco, y que va saltando imparable de boca en boca, es
que el Crucificado Jesús, el joven Rabí de Galilea, que la víspera de la Pascua,
a la vista de todo el Pueblo,
Empujados por una fuerza irresistible, los discípulos del Maestro de Galilea,
hace unos días acobardados y huidizos por el peligro de muerte que les pisaba
de cerca los talones, proclaman esta mañana con coraje y audacia en plazas y
calles:
“EL QUE VOSOTROS CRUCIFICASTEIS, HA RESUCITADO...Y ESTÁ VIVO¡”.
Ellos mismos han sido sorprendidos por su Presencia cercana y tangible.
Lo que relatan es su propia experiencia personal: la Presencia de Jesús
Glorificado en sus vidas, sacudidas como por la fuerza telúrica de un
movimiento sísmico incontrolable que los ha transformado, imprimiendo en
ellos un giro copernicano.
Son los mismos de antes, pero el encuentro con el Resucitado les pudo. Los
encuentros profundos pueden siempre en la medida de su vibración y
hondura. No saben explicar lo que les ha sucedido, pero viven lo que dicen y
dicen lo que viven. Son conscientes de que lo que anuncian es una noticia
escandalosa y revolucionaria para el ambiente socio- religioso en que se
mueven, porque anuncian un modo nuevo de ser judíos. Y esto es gravísimo
porque atenta contra el orden establecido y pone en peligro sus propias vidas
Y desde aquel día, ya no pudieron callar su experiencia. Una fuerza irresistible
les empujaba a comunicar “ Lo que habían visto y oído”.
“Pedro y Juan respondieron:
- ¿Os parece justo delante de Dios que os obedezcamos a vosotros antes que
a El? Por nuestra parte, no podemos dejar de proclamar lo que hemos visto y
oído” (Hch 4, 19-20).
Así nacieron los primeros testigos de Jesús. Los que experimentaron el poder
de Dios en sus vidas, se convirtieron en testigos contagiantes de su Persona y
de su mensaje. Ser testigo cristiano es experimentar, vivir y transmitir la gran
liberación traída por Jesucristo.
No hay duda alguna. Para los primeros cristianos, el Cristianismo no era una
Religión, sino una forma nueva de vivir. Lo primero para ellos no era vivir
dentro de una “Institución Religiosa”, sino aprender juntos a vivir como
Jesús, en medio de aquel inmenso Imperio. Esta era su fuerza. Esto es lo que
ofrecían.
Por eso, la Historia de la Fe cristiana, no es la transmisión de una ideología,
de una doctrina, de un libro, de unos ritos, unos Dogmas. Es la narración
fidedigna de un encuentro personal y transformante con el Señor Resucitado,
que se transmite porque se vive y la vida es irreprimible. La fe cristiana está
pidiendo a gritos ser comunicada porque es vida y la vida es contagiosa como
la vitalidad de un niño o la primavera nueva que rompe siempre briosa.
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