Subido por Ivanriosbeitia

COMENTARIO NUEVO COMENTARIO BIBLICO SIGL

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BIBLIOTECA MUNDO HISPANO
COMENTARIO
NUEVO COMENTARIO BIBLICO SIGLO VEINTIUNO
ANTIGUO TESTAMENTO
G.J. Wenham, J.A. Motyer, D.A. Carson, R.T. France
EDITORIAL MUNDO HISPANO
© 2003
PREFACIO
Por más de tres aZos hemos tenido el privilegio, como editores, de estar en el
centro de un enjambre de actividad. Otros han trabajado y nosotros hemos
participado en sus labores. Hemos sido bendecidos por aquellos a quienes
Dios ha llamado a trabajar junto con nosotros en este gran proyecto. Ante todo
queremos agradecerles por no haber escatimado sus esfuerzos; también por la
paciencia con que han sobrellevado nuestras sugerencias, interferencias, y, a
veces, la invitación a reescribir alguna parte. Hemos estado rodeados de un
equipo selecto de eruditos bíblicos a los cuales estamos profundamente
agradecidos.
Como es siempre el caso con aquellos que publicamos bajo el sello de InterVarsity Press, hemos gozado de un apoyo profesional de alta calidad. La
manera más fácil de agradecer a todo el personal de IVP, que de forma directa
o indirecta colaboró para sacar a la luz este Comentario, es mencionar a Derek
Wood, Editor Organizador, y a Sue Rebis, Editora Coordinadora. Con
seguridad ellos hubieran querido que hiciéramos nuestro trabajo en forma más
rápida, que respondiéramos a tiempo o que escribiéramos más creativamente,
pero nos han tenido paciencia. Se han ganado nuestra gratitud y la de todos
aquellos que encuentran que el uso de este Comentario es tanto un placer como
una ayuda.
Un comentario de toda la Biblia en un solo tomo tiene que ser un ejercicio
monumental de compresión, con una disciplina rigurosa que gobierne lo que se
incluye y lo que se omite. Nuestra elección ha sido concentrarnos en el "fluir" de
libros y pasajes, y de esa manera hacer una contribución fundamental a la
comprensión de la Biblia. Muy frecuentemente el lector de la Biblia (y no sólo
el principiante) se siente frustrado pues necesita ayuda para ver el panorama
completo. Creemos que cuando nuestro Comentario se use con ese propósito
brindará sus beneficios principales al lector. Sin embargo, tanto como el
espacio lo permitió, hemos procurado no pasar por alto las dificultades del
detalle.
Nuestra principal motivación y convicción puede ser declarada de esta manera:
el creyente individual y toda la iglesia del día de hoy no tiene una necesidad más
importante que conocer, amar y someterse a la Biblia como la Palabra de Dios.
Queremos servir a esa causa y, para ese fin, junto con nuestra oración, es que
publicamos este Comentario.
Esta es la segunda revisión principal del New Bible Commentary (Nuevo
Comentario Bíblico), publicado originalmente en 1953. Los editores tenemos el
privilegio de seguir una tradición honorable. Saludamos y honramos las
memorias de Francis Davidson, Ernest Kevan, Alan Stibbs y Donald Guthrie,
verdaderos maestros de la Palabra de Dios y que son ahora parte de nuestro
tesoro en los cielos. También recordamos con gratitud el papel consultivo y
contribuyente de Donald Wiseman para la edición revisada de 1970 (publicado
en espaZol como Nuevo Comentario Bíblico, Casa Bautista de Publicaciones,
1977). Vaya nuestro afectuoso respeto hacia estos hombres; sus dones
otorgados por Dios son compartidos mundialmente por millones de
agradecidos lectores. En esta nueva edición del Nuevo Comentario Bíblico no
queda nada de la edición de 1953 y muy poco de la de 1970. [Para la edición
en espaZol usamos la base textual de la versión Reina-Valera Actualizada.]
Dios ha llamado a un nuevo equipo internacional de escritores. Aun en aquellos
casos en los que se ha usado material de la edición de 1970, el artículo ha sido
escrito de nuevo o revisado en forma exhaustiva.
En medio de todos estos cambios permanece el Dios inmutable y el poder
incambiable de su Palabra inspirada. No nos atrevemos a compararnos con los
gigantes del pasado, pero esperamos con oración ferviente que Dios hará que
este Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno sea para la gloria de Dios y
para la bendición de su pueblo.
D. A. Carson
R. T. France
J. A. Motyer
G. J. Wenham
EXPLICACIONES
Orden de los artículos. Véase el Contenido (pág. 5). Los comentarios
aparecen en el orden bíblico; los artículos generales se insertan donde es
apropiado.
Referencias bíblicas. Se las usa en la forma generalmente aceptada: capítulo:
versículo, otro(s) versículo(s). Por ejemplo: Isaias 53:1-3, 10-12 significa Isaías
cincuenta y tres, versículos 1 al 3 y 10 al 12. Para las abreviaturas de los libros
de la Biblia véase la pág. 11.
Cuando aparece una letra después del número del versículo indica el comienzo
o el final del versículo (a o b). En pasajes poéticos puede indicar las líneas
respectivas en la forma poética usada en la versión correspondiente de la Biblia
(A. B. C. etc.).
Fechas. En una obra de esta magnitud, escrita por unos 45 autores, puede
existir alguna discrepancia en las fechas. No hay acuerdo entre los eruditos en
cuanto a las fechas de la historia antigua. Por ejemplo, hay un debate que
continúa en cuanto a la fecha para el éxodo; esa fecha afecta las fechas
posteriores de los períodos de la conquista y de los jueces. El tema se analiza
en el Comentario. Para un resumen véase la pág. 256. Sin embargo, hemos
hecho un esfuerzo consciente para no confundir al lector. En las págs. 34-36 se
puede encontrar una cronología de la historia bíblica generalmente aceptada.
CONTRIBUYENTES
La información que se provee en estas páginas es la del tiempo de la
publicación de este Comentario.
T. Desmond Alexander, B.A., Ph.D. Profesor de Estudios Semíticos, The
Queen’s University of Belfast, Reino Unido.  EXODO
Leslie C. Allen, M.A., Ph.D., D.D. Profesor de Antiguo Testamento, Fuller
Theological Seminary, Pasadena, California, EE. UU. de A.  JOEL
David W. Baker, A.B., M.C.S., M.Phil., Ph.D. Profesor de Antiguo
Testamento e Idiomas Semíticos, Ashland Theological Seminary, Ashland,
Ohio, EE. UU. de A.  ABDIAS, HABACUC, SOFONIAS
John A. Balchin, M.A., B.D., Pastor principal de First Presbyterian Church,
Papakura, Nueva Zelanda  CANTAR DE LOS CANTARES
Joyce G. Baldwin, B.A., B.D., ex rectora, Trinity College, Bristol, Reino
Unido.  RUT, ESTER
George R. Beasley-Murray, M.A., Ph.D., D.D., D.Litt. Profesor titular de
Interpretación del Nuevo Testamento, Southern Baptist Theological
Seminary, Louisville, Kentucky, EE. UU. de A.  APOCALIPSIS
Roger T. Beckwith, B.D., D.D., M.A. Director de Latimer House, Oxford.
Profesor de Wycliffe Hall, Oxford, Reino Unido.  LIBROS APOCRIFOS Y
APOCALIPTICOS
John J. Bimson, B.A., Ph.D. Profesor de Antiguo Testamento y Hebreo,
Trinity College, Bristol, Reino Unido.  1 y 2 REYES
G. Michael Butterworth, B.Sc., B.D., M.Phil., Ph.D. Profesor, Oak Hill
College; Director, Oak Hill Extension College, Londres, Reino Unido. 
OSEAS, NAHUM , ZACARIAS
* Donald A. Carson, B.Sc., M.Div., Ph.D. Profesor de Investigación en el
Nuevo Testamento, Trinity Evangelical Divinity School, Deerfield, Illinois,
EE. UU. de A.  ACERCANDONOS A LA BIBLIA, LEYENDO LAS
EPISTOLAS
David J. A. Clines, M.A. Profesor de Estudios Bíblicos, University of
Sheffield, Reino Unido.  JOB
R. Alan Cole, Ph.D., ex profesor de Antiguo Testamento, Moore Theological
College, Sydney, Australia, y Trinity Theological College, Singapur. 
MARCOS
Peter H. Davids, B.A., M.Div., Ph.D. Investigador y profesor teológico,
Langley Vineyard Christian Fellowship, Langley, British Columbia, Canadá.
 SANTIAGO
Michael A. Eaton, B.D., B.Th., M.Th., D.Th. Pastor, Chrisco Fellowship de
Nairobi; profesor, Nairobi Evangelical Graduate School of Theology,
Nairobi, Kenia.  ECLESIASTES
Sinclair B. Ferguson, M.A., B.D., Ph.D. Profesor de Teología Sistemática,
Westminster Theological Seminary, Philadelphia, Pennsylvannia, EE. UU.
de A.  DANIEL
Francis Foulkes, B.A., B.D., M.A., M.Sc. Ex director, St John’s Theological
College, Auckland, Nueva Zelanda.  FILIPENSES
* Richard T. France, M.A., B.D. Ph.D. Rector, Wycliffe Hall, Oxford, Reino
Unido.  LA LECTURA DE LOS EVANGELIOS,  MATEO
Conrad Gempf, Ph.D. Profesor titular, London Bible College, Reino Unido.
 HECHOS
John E. Goldingay, B.A., Ph.D. Rector, St John’s College, Nottingham,
Reino Unido.  PROVERBIOS
Donald Guthrie, B.D., M.Th., Ph.D. Ex vicerrector, London Bible College,
Reino Unido.  JUAN, LAS CARTAS PASTORALES
Gordon P. Hugenberger, M.Div., Ph.D. Profesor asociado de Antiguo
Testamento, Gordon-Conwell Theological Seminary, South Hamilton,
Massachusetts; pastor principal, Lanesville Congregational Church,
Gloucester, Massachusetts, EE. UU. de A.  MALAQUIAS
Philip P. Jenson, M.A., M.A., S.T.M., Ph.D. Profesor de Antiguo
Testamento y Hebreo, Trinity College, Bristol, Reino Unido.  LA POESIA
EN LA BIBLIA
F. Derek Kidner, M.A., A.R.C.M. Ex director, Tyndale House, Cambridge,
Reino Unido.  ISAIAS
Colin G. Kruse, B.D., Th.L., M.Phil., Ph.D. Profesor principal en Nuevo
Testamento, Ridley College, University of Melbourne, Australia.  2
CORINTIOS
I. Howard Marshall, M.A., B.D., Ph.D. Profesor de Exégesis delNuevo
Testamento, University of Aberdeen, Reino Unido.  LUCAS, 1 y 2
TESALONICENSES
J. Gordon McConville, M.A., B.D., Ph.D. Profesor de Antiguo Testamento,
Wycliffe Hall, Oxford, Reino Unido. HISTORIA BIBLICA, 
DEUTERONOMIO, JEREMIAS,  LAMENTACIONES
L. John McGregor, B.A., Ph.D. Programador y analista de computación,
East Grinstead, Reino Unido.  EZEQUIEL
Douglas J. Moo, Ph.D. Profesor de Nuevo Testamento, Trinity Evangelical
Divinity School, Deerfield, Illinois, EE. UU. de A.  ROMANOS
Leon L. Morris, B.Sc., M.Th., Ph.D., M.Sc. Ex rector, Ridley College,
Melbourne, Australia.  1, 2 y 3 JUAN
*J. A. Motyer, M.A., B.D. Ex rector, Trinity College, Bristol, Reino Unido.
 SALMOS, AMOS
Peter J. Naylor, B.A., D.Phil., A.C.A. Contador Público, Cardiff, Reino
Unido.  NUMEROS
Peter T. O’Brien, Ph.D. Vicerrector, Moore Theological College, Sydney,
Australia.  COLOSENSES, FILEMON
David F. Payne, M.A. Decano Académico, London Bible College, Reino
Unido.  1 y 2 SAMUEL
David F. Pennant, M.A., B.D., Ph.D. Director de Música, St Andrew’s
School, Horsell, Woking, Surrey; ex Curador Principal, St Saviour’s
Church, Brookwood, Reino Unido.  HAGEO
David G. Peterson, M.A., B.D., Ph.D., Th.Schol. Director del Departamento
de Ministerio. Profesor de Nuevo Testamento, Moore Theological College,
Sydney, Australia.  HEBREOS
Moisés Silva, A.B., B.D., Th.M., Ph.D. Profesor de Nuevo Testamento,
Westminster Theological Seminary, Philadelphia, EE. UU. de A. 
GALATAS
Douglas Stuart, Ph.D. Profesor de Antiguo Testamento. Director de la
División de Estudios Bíblicos, Gordon-Conwell Theological Seminary,
South Hamilton, Massachusetts, EE. UU. de A.  JONAS
Max Turner, M.A., Ph.D. Director de Investigación. Profesor de Nuevo
Testamento, London Bible College; ex profesor de Nuevo Testamento,
King’s College, Aberdeen, Reino Unido.  EFESIOS
Bruce Waltke, Th.D., Ph.D. Profesor de Antiguo Testamento, Regent
College, Vancouver, Canadá.  JOSUE, MIQUEAS
Barry G. Webb, B.A., B.D., Ph.D. Director del Departamento de Hebreo y
Antiguo Testamento, Moore Theological College, Sydney, Australia. 
JUECES
* Gordon J. Wenham, M.A., Ph.D. Profesor titular de Estudios Religiosos,
Cheltenham and Gloucester College of Higher Education, Cheltenham,
Reino Unido. EL PENTATEUCO,  GENESIS
David H. Wheaton, M.A., B.D. Vicario, Church of Christ, Ware; canon
honorario, St. Albans Cathedral; capellan honorario de la reina; ex rector,
Oak Hill College, Londres, Reino Unido.  1 y 2 PEDRO, JUDAS
Michael J. Wilcock, B.A. Vicario, St Nicholas’ Church, Durham; ex Director
de Estudios Pastorales, Trinity College, Bristol, Reino Unido.  1 y 2
CRONICAS
H. G. M. Williamson, M.A., Ph.D., D.D., F.B.A. Profesor emérito de
Hebreo, University of Oxford, y de Christ Church, Oxford, Reino Unido.
 ESDRAS y NEHEMIAS
Bruce Winter, B.A., M.Th., Ph.D. Director, Tyndale House, Cambridge,
Reino Unido.  1 CORINTIOS
Christopher J. H. Wright, M.A., Ph.D. Rector, All Nations Christian
College, Ware, Reino Unido.  LEVITICO
ACERCÁNDONOS A LA BIBLIA
¿QUÉ ES LA BIBLIA?
REVELACION
La teología bíblica forma una entidad orgánica. Esto significa no sólo que uno
puede acercarse a cualquier aspecto del tema empezando en cualquiera de sus
partes (aunque ciertamente hay algunos puntos que son más útiles que otros),
sino también que tratar algún elemento de la teología bíblica como si existiera en
un espléndido aislamiento, distorsiona seriamente el cuadro total.
Con ningún otro tema esta verdad es tan obvia como con aquel que se
relaciona con la doctrina de la Escritura que un individuo sostiene. En esta
época escéptica es dudoso si una comprensión articulada y coherente de la
naturaleza de la Escritura y su interpretación pueda sostenerse por mucho
tiempo, si no hay al mismo tiempo una comprensión del punto de vista bíblico
de Dios, del ser humano, del pecado, de la redención y de la carrera de la
historia hacia su meta final.
Por ejemplo, si es verdad que las Escrituras nos cuentan acerca de Dios, por lo
menos la clase de Dios que él es, no es menos verdadero que a menos que
Dios sea realmente ese tipo de Dios que la Biblia dice, es imposible apreciar la
Palabra por lo que es. Para acercarnos a la Biblia adecuadamente es
importante saber algo del Dios que la respalda.
Dios es a la vez trascendente (esto es, él está “más allá” del espacio y del
tiempo) y personal. El es soberano y es el creador todopoderoso a quien el
universo entero debe su existencia; sin embargo, él es el Dios quien por gracia
condesciende para relacionarse con nosotros los seres humanos a quienes él
mismo formó a su propia imagen. Puesto que nosotros estamos limitados por el
tiempo y el espacio, Dios nos encuentra aquí; él es el Dios personal que se
relaciona con otros seres, personas que él hizo para que le glorifiquen y que se
gocen en él por siempre.
Dios ha escogido revelarse a nosotros porque de otra manera sabríamos muy
poco acerca de él; su existencia y poder están revelados en el orden de la
creación, aunque ese orden ha sido profundamente manchado por la rebelión
humana y sus consecuencias (<010318>Génesis 3:18; <450819>Romanos 8:19-22; ver
Salmo l9:1, 2; <450119>Romanos 1:19, 20). También es cierto que en la conciencia
humana está reflejada una débil imagen de los atributos morales de Dios
(<450214>Romanos 2:14-16). Sin embargo, este conocimiento no es suficiente para
conducir a la salvación. Además, la pecaminosidad humana es tan sutil que se
dedica no poca energía para restar valor aun a tal revelación como la de la
creación. Pero en su gracia inmensurable Dios ha intervenido activamente en el
mundo que él creó para revelarse a los seres humanos en formas mucho más
completas.
Esto fue cierto aun antes de la caída. Dios había asignado ciertas
responsabilidades a las criaturas que él hizo a su imagen (ya eso en sí es una
revelación), y entonces se encontró con ellos en el huerto que les había
preparado. Cuando Dios escogió a Abraham, estableció un pacto con él,
revelándose como su Dios (Génesis 15; 17). Cuando redimió a Israel de la
esclavitud, Dios no sólo conversó con Moisés, sino que también se mostró a sí
mismo en las terribles plagas y en los truenos y relámpagos de Sinaí. Aunque el
mundo es suyo, Dios escogió a Israel como su pueblo del pacto haciendo de
ellos un reino de sacerdotes y una nación santa (<021905>Exodo 19:5, 6). Se reveló
a ellos no sólo en manifestaciones extraordinarias de poder, pero también por
medio de su Tora (lit. “instrucción”) que incluía no sólo instrucciones detalladas
para el diario vivir, sino que además estructuras enteras de observancias
religiosas obligatorias (tabernáculo, templo, sacrificios, sacerdocio).
A través del periodo que cubre el AT, Dios se reveló en providencia (p. ej. los
arreglos que llevaron a José a Egipto, Génesis 37—50; 50:19, 20; el desvelo
de Jerjes una cierta noche de su vida, <170601>Ester 6:1ss.; los decretos de Ciro y
Darío que facilitaron la vuelta de algunos hebreos a Jerusalén después del
exilio), en eventos milagrosos (p. ej. la zarza ardiendo, Exodo 3; el fuego en el
monte Carmelo, 1 Reyes 18) en las palabras proféticas (la “palabra del Señor”
repetidamente “viene” a los profetas), en poesía y cantos (p. ej. los salmos).
Pero aun mientras los creyentes del AT sabían que Dios se había manifestado a
su pueblo del pacto, eran conscientes de que él había prometido una revelación
más clara en el futuro. Dios prometió un tiempo cuando una nueva raíz saldría
del linaje de David (Isaías 11), un hombre que se sentaría en el trono de David,
y que sería llamado Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz (Isaías 9). Dios
mismo descendería a la tierra y traería un cielo nuevo y una tierra nueva (Isaías
65). El derramaría su Espíritu (Joel 2), introduciendo un nuevo pacto (Jeremías
31; Ezequiel 36), resucitaría los muertos (Ezequiel 37) y mucho más.
Los escritores del NT están convencidos de que la autorrevelación de Dios y
su salvación (largamente esperada) fueron realidad en la persona de Jesucristo,
el Hijo de Dios. En el pasado Dios se había revelado por los profetas, pero en
estos últimos días él se ha revelado suprema y finalmente en su Hijo
(<580102>Hebreos 1:2). El Hijo es la imagen perfecta del Padre (<470404>2 Corintios
4:4; <510115>Colosenses 1:15, <580103>Hebreos 1:3); en él habita toda la plenitud de
Dios (<510119>Colosenses 1:19; 2:9). El es la encarnación de la autoexpresión de
Dios, él es el Verbo de Dios hecho carne (<430101>Juan 1:1, 14, 18).
Esta revelación centrada en el Hijo se encuentra no sólo en la persona de Jesús,
sino también en sus hechos. Dios revela y efectúa el plan divino de la redención
no sólo en las enseñanzas, predicación y sanidades de Jesús, pero
supremamente en la cruz y en la resurrección. Por el Espíritu que el Cristo
exaltado ha dado (Juan 14—16) Dios convence al mundo (<431607>Juan 16:7-11),
asiste a los creyentes en su testimonio (<431527>Juan 15:27, 28) y, sobre todo, Dios
se les manifiesta al habitar en ellos (<431419>Juan 14:19-26). Así Dios se revela por
el Espíritu Santo, quien es la garantía divina y arras de la herencia prometida
(<490113>Efesios 1:13, 14). Un día la revelación última y completa ocurrirá, y cada
rodilla se doblará y toda lengua confesará que Jesús es el Señor para gloria de
Dios Padre (<503211>Filipenses 2:11; cf. Apocalipsis 19—22).
Lo que se debe enfatizar es que una comprensión genuinamente cristiana de la
Biblia presupone al Dios de la Biblia, un Dios que se da a conocer en una
variedad de formas para que los seres humanos puedan saber el propósito para
el cual fueron creados: conocer, amar y adorar a Dios, y deleitarse de tal
manera en esa relación que Dios sea glorificado mientras ellos reciben el
beneficio incomparable de llegar a ser todo lo que Dios quiere que sean.
Cualquier conocimiento verdadero y genuino que los seres humanos tengan de
Dios depende principalmente de su autorrevelación.
LA PALABRA DE DIOS
Lo que no debemos pasar por alto es que este Dios es un Dios que habla. Sin
duda, él se nos revela en muchas maneras, y la palabra no es la menor de ellas.
En castellano “revelación” puede entenderse en forma activa o pasiva, eso es,
ya sea como la actividad con que Dios se revela, o como la sustancia (que se
da a conocer) de dicha manifestación. Cuando la expresión se refiere a la
autorrevelación de Dios, el sentido activo ve a Dios dándose a conocer por
palabras, en tanto que el sentido pasivo apunta a las palabras mismas toda vez
que ellas constituyen el mensaje que Dios ha escogido entregar.
La importancia del hablar de Dios como un medio fundamental de su revelación
no puede ser sobrestimado. La creación misma es el producto del hablar de
Dios; Dios habla y los mundos llegan a existir (Génesis 1). Muchos de los
hechos más dramáticos de la revelación de Dios no habrían podido ser
comprensibles si la palabra hablada de Dios no les acompañase. Moisés ve la
zarza ardiendo con curiosidad, hasta que la voz le dice que se quite las
sandalias, y le asigna nuevas responsabilidades. Abraham no habría tenido
razón de salir de Ur, si no fuera por la revelación de Dios a través de palabras.
Vez tras vez los profetas llevan la carga de “palabra del Señor” al pueblo. La
revelación verbal es esencial aun en el caso del Señor Jesús: durante los días de
su encarnación, él fue principalmente el Maestro. Además, aparte de la
explicación del significado de su muerte y resurrección preservada en los
Evangelios y las epístolas, aun estos eventos importantes no habrían sido
comprensibles y habrían permanecido trágicamente en la oscuridad. Es tan
central el hablar de Dios en su autorrevelación que cuando Juan el evangelista
busca una manera cabal para referirse a la última revelación de Dios en su Hijo,
escoge referirse a él como “el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era
Dios... el Verbo se hizo carne” (<430101>Juan 1:1, 14). El que montaba el caballo
blanco de Apocalipsis 19 es llamado “Fiel y Verdadero... Está vestido de una
vestidura teñida en sangre, y su nombre es llamado EL VERBO DE DIOS”
(<661913>Apocalipsis 19:13).
Por supuesto, al establecer que Dios es un Dios que habla, y que sus palabras
constituyen un elemento básico en la bondadosa manifestación de sí mismo a
nosotros, no demuestra en absoluto que la Biblia sea el producto de esa
revelación activa, siendo así una revelación en el sentido pasivo. Es cierto que
la expresión “palabra del Señor” en la Biblia tiene una variedad de usos; todos
ellos indican que Dios habla, que no es simplemente un Dios impersonal,
“fuerza de la existencia” o un “otro” misterioso, pero la variedad de usos es
digna de considerar. Por ejemplo, con frecuencia se dice que “la palabra de
Dios” o “la palabra del Señor” “vino” a uno de los profetas (p. ej. <240102>Jeremías
1:2; <263001>Ezequiel 30:1; <280101>Oseas 1:1; <420302>Lucas 3:2). Cómo esta “palabra” o
“mensaje” viene, generalmente no se explica. Sin embargo, es obvio que aun
estos ejemplos son suficientes para demostrar que en la Biblia misma “la
palabra de Dios” no necesariamente es idéntica con la Escritura.
Quienes hacen esta observación van más allá y argumentan que es inapropiado
hablar de las Escrituras como la Palabra de Dios. Paralelamente sostienen que
si “la palabra de Dios” es usada para referirse a la Biblia, esto debe ser en un
sentido general: tal como “el mensaje de la Biblia”, o “aquello que Dios ha
dicho en términos generales a los testigos humanos”, o algo similar. Esto no
debe usarse para referirse a las palabras mismas de la Escritura.
Pero seguramente esto implicaría errar en otro sentido. Jesús puede reprender
a sus opositores por poner sus tradiciones por encima de “la palabra de Dios”
(<410713>Marcos 7:13), y lo que él tiene en mente es la Escritura que había en
existencia. Si algunos mensajes de Dios están dados en términos muy generales,
muchos están dados como oráculos, expresiones, de Dios mismo. De este
modo la profecía de Amós empieza modestamente: “Las palabras de Amós”,
pero a través del libro oráculo tras oráculo está introducido por alguna
expresión como: “Así ha dicho Jehovah” (<300206>Amós 2:6) o “así ha dicho el
Señor Jehovah” (<300311>Amós 3:11). Jeremías ve la revelación de Dios llegando
casi como un dictado directo, así que cuando el mss. original es destruido Dios
generosamente entrega de nuevo el mensaje (<243002>Jeremías 30:2; 36:27-32).
David insiste en que “las palabras de Jehovah son palabras puras, como plata
purificada en horno de tierra, siete veces refinada” (<191206>Salmo 12:6). Cuando
extendemos nuestra investigación al NT encontramos a los escritores, uno tras
otro, declarando “Dios dice” para referirse a algo que se encuentra en uno u
otro libro canónico. Cuando los escritores del NT se refieren a lo que Moisés o
Isaías o algún otro dijo (p. ej. <450929>Romanos 9:29; 10:19) ellos se están
refiriendo a lo que Dios mismo les ha dicho a esos escritores del AT cuando se
dirigió a ellos (p. ej. <450915>Romanos 9:15, 25). Además, ellos pueden decir que
“Dios dice” o “El Espíritu Santo dice” aun cuando citan pasajes de la Escritura
donde de hecho Dios no está hablando directamente al escritor del AT (p. ej.
<580721>
Hebreos 7:21, 10:15). A veces se emplea una fórmula más larga, p. ej. “lo
que habló el Señor por medio del profeta, diciendo” (<400122>Mateo 1:22), “El
Espíritu Santo habló de antemano por boca de David” (<440116>Hechos 1:16).
Este resumen breve de la evidencia procura mostrar que Dios se ha revelado en
muchas formas, pero especialmente en la revelación verbal. Hemos visto que la
evidencia es inseparable de la Escritura misma, pero no hemos indagado muy
profundamente en esa dirección. Antes de proceder, hay un elemento
relacionado con la revelación bíblica que tiene que ser mencionado brevemente.
LA PALABRA DE LOS SERES HUMANOS
Aun una lectura rápida de la Biblia muestra que no es el producto de un dictado
divino, como tampoco que ha descendido del cielo en tablas de oro. Además
de declarar su revelación y su autoridad divinas, la Biblia es un documento
asombrosamente humano o, más precisamente, 66 documentos humanos. Los
últimos escritores del canon citan a los autores humanos por nombre, tratando
muchos de los libros como productos de personas históricas bien conocidas sin
insinuar por un instante que esta dimensión humana afecte la autoridad del
documento. En verdad algunas de las referencias a las Escrituras del AT se
hacen con una informalidad sorprendente. Por ejemplo: “Pues, alguien dio
testimonio en un lugar, diciendo” (<580206>Hebreos 2:6). Si hemos de pensar
claramente acerca de cómo los cristianos deben acercarse a la Biblia, entonces,
con más razón debemos afirmar que es la Palabra de Dios (un tema que
todavía debe de ser enfatizado) sin ignorar la dimensión humana de las
Escrituras.
Hay un número importante de implicaciones. La Biblia no nos llegó de golpe,
sino a través de un período aproximado de un milenio y medio, por la mano de
muchos seres humanos, siendo la identidad de algunos enteramente
desconocida. La primera implicación, entonces, es el hecho de que la Biblia
está enraizada profundamente en la historia. La variedad de autores humanos
representan culturas concretas, idiomas, eventos históricos y puntos de vista. El
paralelo obvio, y uno al que a menudo se llama la atención, es la encarnación.
El Hijo eterno, el Verbo preexistente, se hizo carne. El es tanto Dios como
hombre. La fórmula clásica sigue siendo la mejor: El eterno Hijo se encarnó en
la historia, dos naturalezas, una persona. Jesucristo no puede ser percibido y
creído si se ignora o diluye su deidad o su humanidad. De igual manera, la
Biblia es ambos, tanto de origen divino como humano. Es la revelación de Dios,
y es un registro humano. El mensaje, en referencia a las palabras mismas, es
divino, originándose en el Dios eterno; sin embargo, es profundamente humano,
escrito en la historia, un libro con dos naturalezas. Por supuesto, la analogía no
se debe forzar demasiado. Jesucristo es en sí: Dios y hombre, pero nadie
afirmaría que la Biblia es Dios y hombre; no es más que un instrumento en la
mano de un Dios que se revela. Jesucristo ha de ser adorado; la Biblia no debe
ser adorada. Sin embargo, la comparación, correctamente restringida, es útil si
nos provee de algunas categorías para ayudarnos a comprender lo que la Biblia
es, y si nos anima a ser humildes en nuestra actitud cuando nos acercamos a
ella. En toda nuestra investigación de la Escritura, nunca debemos desechar la
virtud de la humildad, humildad ante un Dios que tan bondadosamente se
acomodó a nuestras necesidades para revelarse a sí mismo poderosamente
tanto en la Palabra encarnada como en la palabra escrita.
La segunda implicación es que la revelación preservada en la Biblia no es un
sistema abstracto, sea este filosófico, ético o teológico. El budismo se mantiene
o se cae como un sistema de pensamiento: si pudiese ser probado que
Gautama el Buda nunca vivió, la religión que lleva su nombre no estaría en
peligro. No así el cristianismo. A pesar de la inmensa diversidad literaria en la
Biblia, ésta como un todo relata una historia, y esa historia ocurre en el tiempo
y el espacio. A pesar de los mejores esfuerzos de algunos eruditos de argüir
que la fe bíblica nunca debe hacerse cautiva de la investigación histórica, hay un
sentido profundo en que la naturaleza de la automanifestación bondadosa de
Dios, que toma lugar en la historia ordinaria (no importando cuán
espectaculares o milagrosos sean algunos de los elementos de esa revelación),
asegura que no puede escapar a la investigación histórica. Si Jesucristo nunca
vivió, el cristianismo es destruido; si él nunca murió en la cruz, el cristianismo es
destruido, si nunca resucitó de los muertos, el cristianismo es destruido. No
obstante, siendo Dios el objeto último de la fe cristiana, esa fe es incoherente si
ésta afirma una fe en el Dios de la Biblia pero no en el Dios que según la Biblia
se revela en la historia que es mayormente accesible y sujeta a prueba. En
resumen, los elementos de la extensa historia bíblica son esenciales para la
integridad del mensaje cristiano.
En tercer lugar, porque la Biblia es precisamente tan humana, incluye no
solamente la bondadosa revelación que Dios nos da de sí mismo, sino también
el testimonio humano acerca de Dios. El libro de Hechos, p. ej. relata muchos
incidentes en que los apóstoles audazmente confrontaron a las autoridades
quienes trataron de silenciarles, y la confianza inconmovible de estos primeros
cristianos está ligada con la convicción inquebrantable de que Jesús había
resucitado de entre los muertos. Ellos lo habían visto; además, según Pablo,
cerca de 500 testigos lo habían visto (1 Corintios 15). Muchos de los salmos
ofrecen vívidos testimonios de cómo aquellos que creyeron en el Dios vivo
reaccionaron ante las circunstancias cambiantes y a las tormentas de la vida.
Más ampliamente, muchas personas descritas en la Escritura o escribiéndola
están profundamente comprometidas con sus contemporáneos. No son
simplemente secretarios anotando un dictado. Digamos que uno no puede leer
de la pasión de Pablo en 2 Corintios 10—13, o de la indignación moral de
Amós, o del dolor profundo reflejado en Lamentaciones o Habacuc, o la
preocupación de Judas al enfrentar la apostasía teológica, o el testimonio
profundamente comprometido de Mateo y Juan, o el transparente afecto de
Pablo por los filipenses, sin reconocer que la Biblia muestra que fue escrita por
personas verdaderas. Con todo muchas de ellas están siendo usadas para
entregar la verdad de Dios a futuras generaciones, también dan testimonio de su
propia experiencia con Dios.
Estas tres implicaciones se juntan en una cuarta. Los autores humanos de la
Biblia, como hemos visto, están profundamente inmersos en la historia; ellos
relatan su parte de la historia, dan testimonio. Lo que descubrimos es que los
últimos escritores bíblicos no sólo dan por sentada la historicidad de los
mayores eventos históricos redentores (tales como el pecado, la caída en el
huerto de Edén, el llamado de Abraham y el pacto de Dios con él, el éxodo y la
entrega de la ley, el surgimiento de los profetas, el principio de la monarquía
davídica, el ministerio, muerte y resurrección de Jesús), sino aun los registros
bíblicos de eventos relativamente menores también son considerados como
dignos de confianza. La reina de Saba visitó a Salomón (<401242>Mateo 12:42;
<421131>
Lucas 11:31, 32); David comió el pan consagrado (Marcos 21:25, 26);
Moisés levantó la serpiente en el desierto (<430314>Juan 3:14); Abraham dio el
diezmo del botín a Melquisedec (<580702>Hebreos 7:2); ocho personas fueron
salvadas en el arca (<600320>1 Pedro 3:20); la mula habló a Balaam (<610216>2 Pedro
2:16), para dar unos pocos ejemplos. Uno de los ejemplos más intrigantes se
encuentra en los labios de Jesús (<402241>Mateo 22:41-46; <411235>Marcos 12:35-37).
Jesús cita el Salmo 110, el cuál según la inscripción es de David. La cosa
importante de observar es que la validez del argumento de Jesús depende
completamente de el asumir que la inscripción es correcta. Si ese Salmo no fue
escrito por David, entonces David no habló del Mesías como su Señor.
Cuando se refería a “mi Señor” ¿de qué “Señor” habló? Digamos que si un
cortesano hubiese compuesto el Salmo, entonces el “mi Señor” fácilmente
podría entenderse como refiriéndose a David mismo o a alguno de los
monarcas que le sucedieron (como suponen muchos críticos modernos). Pero
si, al igual que Jesús, tomamos la inscripción como verdadera, entonces es casi
inevitable una interpretación mesiánica del Salmo. En resumen, las referencias
históricas no son sólo abundantes y entrelazadas, sino que dondequiera que la
Escritura hace referencia a ejemplos anteriores nunca causa una sospecha en el
sentido de que el relato sea engañador, no histórico, o correcto sólo en el plano
de lo teológico o algo parecido.
Finalmente, dado que la Biblia fue escrita por muchas personas a través de
muchos siglos, uno no puede sorprenderse de que contenga tantos tipos
literarios. La poesía y la prosa, la narración y el discurso, el oráculo y el
lamento, la parábola y la fábula, la historia y la teología, la genealogía y la
apocalíptica, el proverbio y el salmo, el Evangelio y la epístola, las leyes y la
literatura sapiencial, la misiva y el sermón, las coplas y la épica: la Biblia está
compuesta de toda esta variedad de géneros literarios y más. Patrones de
pactos emergen con algunos parecidos a los tratados de los heteos, tablas de
deberes caseros se encuentran con semejanzas asombrosas a los códigos de
conducta del mundo helénico. Estas realidades, un producto de la naturaleza
humana de la Biblia, necesariamente afectan cómo nos acercamos a la Biblia
para interpretarla correctamente.
LA ESCRITURA Y EL CANON
Si aceptamos que Dios es un Dios que habla, que la revelación de sí mismo
incluye la revelación verbal y que frecuentemente él ha usado a los seres
humanos como sus portavoces, en primer lugar debemos preguntarnos cómo
resolveremos lo que parece ser primeramente un proceso personal y oral de
algo que es de dominio público como es la Palabra de Dios escrita (el tema de
esta sección); y en segundo lugar, cómo concebiremos la relación entre lo que
Dios habló y lo que sus agentes humanos hablaron (el tema de la siguiente
sección).
Obviamente, aunque la Escritura describe a Dios como hablando a través de
seres humanos, el único acceso que tenemos a tal fenómeno durante el período
de la historia bíblica se encuentra en la Escritura misma. Eso se presupone, p.
ej. en la retórica de Jesús: “¿No habéis leído lo que os fue dicho por Dios...?”
(<402231>Mateo 22:31). Las alternativas que resultan parecen ser, entonces, o que
la Escritura no es más que un testigo (falible) a tal revelación verbal divina, o
nada más que el producto de tal revelación. En el primer caso, el intérprete
debe escoger, según lo mejor de su capacidad, entre aquellas partes de la
Escritura que constituyen un testigo fiel al Dios que se revela en hechos y
palabras, y aquellas porciones que no son fidedignas, y descubrir las bases para
tales decisiones. En el último caso, la Biblia tiene que ser comprendida no sólo
como un testigo fiel a la bondadosa autorrevelación de Dios en palabras y
hechos, sino también la expresión concreta de la revelación verbal de Dios a los
seres humanos. Estos puntos de vista alternativos en cuanto a lo que es la
Escritura ciertamente afectarán la manera en que nos acercamos a ella.
No debe existir duda acerca de cómo la Escritura subsecuente se refiere a la
anterior; numerosos pasajes dejan claro que para estos escritores, lo que dice
la Escritura es lo que Dios dice. Tal declaración, por supuesto, deja lugar para
que Satanás y toda clase de personas malas queden registradas como hablando
dentro de la Escritura; en tal caso, invariablemente el contexto muestra que el
propósito del registro de tales dichos es de formar parte de un relato más
grande en el cual la perspectiva de Dios es mostrada implícita o explícitamente.
Sin embargo, se debe tener mucho cuidado en discernir exactamente qué
género de literatura está siendo empleado y cuál es el mensaje que se quiere
presentar; el resultado es nada más que la mente de Dios en este asunto.
Así que en <401905>Mateo 19:5, las palabras de <010224>Génesis 2:24, no atribuidas a
Dios en el relato de Génesis, se presentan, de todos modos, como lo que Dios
“dijo”. Dios mismo habló por la boca de los santos profetas (p. ej. <420170>Lucas
1:70). Si se juzga a los discípulos como insensatos por no haber creído “todo lo
que los profetas han dicho” (<422425>Lucas 24:25), la sustancia de lo que los
discípulos debieron haber entendido y lo que Jesús expone a ellos, es que “les
interpretaba en todas las Escrituras lo que decían de él” (<422427>Lucas 24:27). El
evangelio es nada más que lo que Dios “había prometido antes por medio de
sus profetas en las Sagradas Escrituras acerca de su Hijo” (<450102>Romanos 1:2,
3). Las palabras que están en las Escrituras y las palabras dichas por Dios son
consideradas iguales a tal punto que Pablo puede personificar la Escritura:
“Porque la Escritura dice al Faraón” (<450917>Romanos 9:17); “Y la Escritura,
habiendo previsto que por la fe Dios había de justificar a los gentiles”
(<480308>Gálatas 3:8); “la Escritura lo encerró todo bajo pecado” (<480322>Gálatas
3:22). Ninguna de estas cláusulas tiene sentido a menos que Pablo asuma de
antemano que lo que la Escritura dice, Dios lo dice. Este punto llega a una
declaración explícita en <550316>2 Timoteo 3:16: “Toda la Escritura [grafé] es
inspirada por Dios y es útil para...” La referencia en este contexto es lo que
llamamos Escrituras del AT (nótese el versículo anterior: Timoteo había
conocido desde la infancia “las Sagradas Escrituras” [jiera grámmata]);
además, nada en este pasaje declara el límite preciso de las Escrituras,
estableciendo un canon acordado. De hecho, lo que el pasaje hace es afirmar
que si un cuerpo de literatura está incluido en la “Escritura”, este debe ser
aceptado como “inspirado por Dios” (lo cual trataremos más adelante) y a su
vez debe ser tratado como tal.
La misma posición, según los escritores de los Evangelios, es aceptada por el
Señor Jesucristo. El insistió en que la Escritura no puede ser anulada (<431035>Juan
10:35). Cuando él se refiere a Moisés, Jesús está pensando en lo que Moisés
escribió, eso es, en Escritura: “Hay quien os acusa: Moisés [dirigiéndose a
algunos de sus oponentes], en quien habéis puesto la esperanza. Porque si
vosotros creyeseis a Moisés, me creeríais a mí; pues él escribió de mí. Pero si
no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras?” (<430545>Juan 5:45-47).
No importa cuán difícil sea la interpretación de <400517>Mateo 5:17-20, o cuán
disputada sea la naturaleza exacta del “cumplimiento”, de hecho es seguro que
cuando Jesús dice: “De cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni
siquiera una jota ni una tilde pasará de la ley hasta que todo haya sido
cumplido” (<400518>Mateo 5:18), él asume la veracidad y confiabilidad de “la Ley”
(que en el contexto se refiere a toda la Escritura: cf. la Ley y los Profetas en
5:17; 7:12) tal como ésta está contenida en la Escritura. La autoridad divina
que tanto Jesús como sus primeros discípulos asignan a las Escrituras constituye
la autoridad que se presupone por la fórmula que frecuentemente se repite para
introducir varias citas de las Escrituras: “Escrito está” (p. ej. <400404>Mateo 4:4;
<450933>
Romanos 9:33); ellos lo dijeron, y eso fue suficiente.
Sólo una pequeña porción de evidencia ha sido tratada aquí, pero es suficiente
para mostrar que para Jesús y los escritores del NT ya la Escritura en
existencia era percibida como algo más que un simple testigo escrito de la
revelación de Dios; en sí era considerada simultáneamente producto de autores
humanos y revelación del Dios que habla. Lo que la Escritura dijo, Dios lo dijo.
Sin importar cómo recibió su autoridad, lo que la Biblia dice está marcado con
la autoridad de Dios, porque sus palabras son las palabras de Dios.
EL CANON DE LAS ESCRITURAS
Por sí sola esta discusión no dice nada del límite de las Escrituras. Estar de
acuerdo con respecto a la naturaleza de las Escrituras aún deja abierta la
pregunta sobre cuáles son los escritos que conforman las mismas. Lo que
conforma el canon de las Escrituras y cómo sabemos que éste es correcto es
una materia muy compleja sobre la cual se ha escrito mucho. Este brevísimo
resumen tendrá que ser suficiente.
1. Muchos han argumentado que las Escrituras del AT fueron canonizadas (eso
es, reconocidas como una lista oficial de escritos) en tres etapas: primera, la
Tora (aquí entendida como lo que llamamos Pentateuco, los primeros cinco
libros); segunda, los Profetas; y tercera, los Escritos. Siempre se ha
argumentado que la última etapa no se logró sino hasta fines del siglo I d. de
J.C., en el concilio de Jamnia. Sin embargo, ha ido creciendo la posición que
dice que, en cuanto al canon se refiere, Jamnia no hizo nada más que revisar los
argumentos para dos de los libros de los Escritos (Eclesiastés y Cantar de los
Cantares), tal como lo hiciera Lutero más tarde en relación con el libro de
Santiago En ambos casos, la posición heredada fue que los escritos en cuestión
en realidad pertenecieron al canon, y el punto a considerar fue si esta posición
debía o no ser sostenida.
2. La evidencia indirecta con respecto a la posición de los libros del AT
procede del NT. Según <422444>Lucas 24:44; Jesús mismo se refirió a las
Escrituras como “la Ley de Moisés, los Profetas y los Salmos”, designación
tradicional para las tres divisiones del canon hebreo, a las cuales se acaba de
hacer referencia. Más extensamente el NT cita de cada sección y de casi todos
los libros del AT y trata tales pasajes como “Escritura”. No todos los escritos
antiguos fueron considerados como Escritura, de manera que si se trata a
algunos libros como Escrituras y a otros no, se asume que las personas que
están citando están usando una lista que en su mente consideran libros de las
“Escrituras”. De manera que citas de Arato en <441728>Hechos 17:28, Menandro
en <461503>1 Corintios 15:33, Epiménides en <560112>Tito 1:12 o 1 de Enoc en Judas
14, 15 no son introducidas como Escrituras. Es interesante que tampoco se
hace alusión a los libros apócrifos como Escrituras. Aun cuando las copias de
la Septuaginta (la traducción griega del AT) que datan del siglo IV y V d. de
J.C. incluyan muchos de los libros apócrifos, es universalmente reconocido que
esos mss. proveen muy poca evidencia acerca del pensamiento de los judíos de
la Palestina del siglo I, incluso podríamos decir que es probable que no
proporcionen evidencia alguna sobre un canon judío más extenso aceptado por
los judíos en Alejandría.
3. Es obvio que uno no se puede aproximar al cierre del canon del NT, eso es,
el momento en que se acordó universalmente que no había más libros que
agregar a la lista oficial de libros de la Escritura autorizada, exactamente en la
misma forma, ya que esto implicaría un cuerpo aun mayor para autenticarlo, y
así sucesivamente en una regresión interminable. Aun así, es digno de notar
cómo algunos documentos últimos del NT se refieren a los escritos anteriores
como “Escritura” (<540518>1 Timoteo 5:18; <610316>2 Pedro 3:16).
4. Tal vez, más importante, son los numerosos pasajes donde Cristo mismo es
hecho el centro de lo que llegó a ser el canon del NT. En particular, los
versículos iniciales de Hebreos contrastan cómo Dios “habiendo hablado en
otro tiempo muchas veces y de muchas maneras a los padres por los profetas,
en estos últimos días nos ha hablado por el Hijo” (<580101>Hebreos 1:1, 2). El Hijo
mismo es lo máximo de la revelación; para usar el lenguaje de Juan, Jesús
mismo, como lo hemos visto, es la última “Palabra”, la expresión misma de
Dios, la palabra encarnada. Así, cualquier noción del canon del NT se vincula
directamente con él. Ciertamente Jesús preparó a su pequeño grupo de
apóstoles para un entendimiento más claro que vendría después de su
resurrección y en la venida del Espíritu Santo (<431426>Juan 14:26; 16:12-15).
También es cierto que hay evidencia de que, aunque los 12 apóstoles y Pablo
podrían y de hecho cometieron errores (p. ej. <480211>Gálatas 2:11-14), en
ocasiones llegaron a ser muy conscientes de que lo que escribían no era menos
que el mandato del Señor y que aun los profetas del NT que los cuestionaron
sobre este asunto debían ser considerados fuera del redil, o ignorados (<461403>1
Corintios 14:37, 38).
5. Algunos han dado la impresión completamente falsa de que la iglesia cristiana
primitiva tomó un tiempo demasiado largo para reconocer la autoridad de los
documentos del NT. En verdad es vital distinguir entre el reconocimiento de la
autoridad de estos documentos y el reconocimiento universal en relación con
una lista oficial de documentos neotestamentarios. Los libros del NT estaban
circulando mucho tiempo antes que lo último ocurriera, muchos de ellos
aceptados en todas partes como divinamente autoritativos, y todos ellos
aceptados a lo menos en gran parte de la iglesia. Los documentos del NT, en
su mayoría, son citados como autoritativos tempranamente; esto incluye los
cuatro Evangelios, Hechos, las trece epístolas paulinas, 1 Pedro y 1 Juan. El
resto del canon del NT estaba bien ubicado para el tiempo de Eusebio en la
primera mitad del siglo IV d. de J.C.
6. El criterio usado por la iglesia cristiana primitiva para decidir qué libros eran
autoritativos, era triple. Primero, los Padres de la iglesia buscaron la
apostolicidad, es decir que un documento tenía que haber sido escrito por un
apóstol o alguien inmediatamente cercano al apóstol. Así, se entiende que el
Evangelio de Marcos tiene, detrás de él, el testimonio de Pedro; Lucas fue
relacionado con Pablo. Tan pronto como los Padres discutieron la posibilidad,
ellos rechazaron cualquier documento bajo la sospecha de seudonimia (que
había sido escrito por alguien cuya identidad no era la del autor). Segundo, un
requerimiento básico para la canonicidad fue la conformidad con “la regla de la
fe”, o sea con el cristianismo básico y ortodoxo reconocido como normativo en
las iglesias. Tercero, y no menos importante, el documento tenía que haber
gozado de uso amplio y continuo por las iglesias. Incidentalmente, este criterio
requiere del paso del tiempo para que sea útil, y ayuda a explicar por qué pasó
tanto tiempo antes de “cerrar” el canon (eso es, antes de que la iglesia
universalmente hubiese acordado la posición de todos los 27 documentos del
NT). Una de las razones por la que Hebreos no fue aceptada en Occidente tan
tempranamente como algunas de las epístolas fue porque era anónima, siendo
aceptada más temprano en el Oriente donde fue atribuida (erróneamente) a
Pablo.
7. Tal vez lo más importante es reconocer que aunque no había maquinaria
eclesiástica o jerárquica, como el papado medieval, para imponer decisiones,
finalmente casi toda la iglesia universal reconoció los mismos 27 libros. En otras
palabras, esto no fue tanto un “reconocimiento oficial” como el hecho de que el
pueblo de Dios en diferentes partes reconoció lo que otros creyentes en otras
partes también habían encontrado ser la verdad. Esto tiene que ser
constantemente enfatizado: “El hecho de que sustancialmente la iglesia entera
llegó a reconocer los mismos 27 libros como canónicos es notable cuando se
recuerda que el resultado no fue arreglado. Lo único que podían hacer las
diferentes iglesias a través del imperio era dar testimonio de su propia
experiencia con los documentos y compartir cualquier conocimiento que ellos
podrían haber tenido sobre su origen y carácter. Cuando se considera la
diversidad en los trasfondos culturales y en la orientación en cuanto a lo
esencial en la fe cristiana en la iglesia, su acuerdo común con respecto a los
libros que pertenecían al Nuevo Testamento sirve para sugerir que esta decisión
final no se originó solamente en el plano humano” (Glenn W. Barker, William L.
Lane, y J. Ramsey Michaels, The New Testament Speaks [Harper & Row,
1969], p. 29).
Entonces, la iglesia no les confirió cierta posición a los documentos que de otro
modo les habría faltado, como si la iglesia fuera una institución con autoridad
independiente de las Escrituras o en posición paralela a las Escrituras. Más
bien, los documentos del NT fueron Escrituras por causa de lo que Dios había
revelado; la iglesia, providencialmente guiada, llegó a reconocer universalmente
lo que Dios había realizado en la culminante revelación de sí mismo en la
persona de su Hijo y en los documentos que daban testimonio y juntaban los
cabos de la revelación en el Hijo.
INSPIRACION Y AUTORIDAD
Si las Escrituras son simultáneamente revelación verbal de Dios y producto de
manos humanas, debemos buscar por lo menos alguna relación entre ambas.
Durante los últimos siglos, el término que más comúnmente ha sido usado en
relación con el tema es “inspiración”. Al igual que “Trinidad”, la palabra
“inspiración” no es una palabra bíblica sino más bien es una que resume
aspectos importantes de la verdad bíblica. Inspiración es normalmente definida
(a lo menos en círculos protestantes) como la obra sobrenatural del Espíritu
Santo de Dios sobre los autores humanos de la Escritura, de tal forma que lo
que ellos escribieron fue precisamente lo que Dios quiso que escribieran con el
propósito de comunicar su verdad.
Algunas observaciones en esta definición nos ayudarán a clarificarla, indicando
su utilidad y defendiéndola de aquellas malas interpretaciones comunes que se
hacen sobre ella.
1. La definición habla tanto de la acción de Dios, por su Espíritu, en el autor
humano como de la naturaleza del texto resultante. Este doble énfasis es un
intento de captar los dos elementos presentes y que son demostrables en el
relato que la Biblia hace de lo que está sucediendo. Por un lado, nos dice que
“ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada”
(presumiblemente una interpretación privada de la forma en que las cosas se
encuentran); en verdad, “jamás fue traída la profecía [claramente, en el
contexto, la profecía que constituye Escritura] por voluntad humana; al
contrario, los hombres hablaron de parte de Dios siendo inspirados por el
Espíritu Santo” (<610120>2 Pedro 1:20, 21). Por otro lado, no es solamente que los
autores humanos de las Escrituras fueron “guiados por el Espíritu Santo”, sino
que la Escritura resultante es “inspirada por Dios” (<550316>2 Timoteo 3:16). La
expresión gr. bien podría traducirse como “exhalada por Dios”. Lo interesante
del punto es que se describe de esta forma la Escritura, el texto, y no el autor
humano. Si escogemos usar la palabra “inspirado” en vez de “exhalada por
Dios”, entonces debemos decir (según este pasaje) que es el texto lo inspirado
y no sus autores humanos. Si usamos alternativamente el término “inspirado”
junto con el hecho que los autores humanos fueron “guiados por el Espíritu
Santo” entonces los autores de las Escrituras fueron inspirados. En ese caso el
diseño de la definición incluye tanto la obra del Espíritu Santo en el autor
humano como la posición resultante del texto de las Escrituras.
2. No hay nada en la definición que exige un modo particular de inspiración. Sin
duda la inspiración puede operar a través de un estado anormal de la mente
humana, por decir, una visión, un sueño como en estado de trance, escuchar
voces y mucho más. Pero no hay nada en la definición que requiera de tal
fenómeno; en verdad, juzgando por el texto de la Escritura, no es claro que
todos los escritores bíblicos estaban siempre conscientes de que lo que estaban
escribiendo era el texto sagrado. Ni hay razón alguna para menospreciar la
descripción que Lucas hace de su trabajo, caracterizado por la investigación y
el inquirir cuidadoso de sus fuentes (<420101>Lucas 1:1-4). El hecho es que el
término “inspirado” no es mucho más que una etiqueta conveniente para ser
usada en relación con el proceso por el cual Dios ha dado existencia a las
Escrituras como previamente han sido descritas: revelación verbal y testigo
histórico, palabras de seres humanos y palabras de Dios, la verdad que Dios
escogió comunicar y las formas particulares de cada uno de los autores
humanos.
3. Es importante distinguir este uso de “inspiración” de otros dos usos. El
primero surge del mundo contemporáneo del arte. Hablamos de compositores,
escritores, pintores, escultores, músicos y otros seres “inspirados”. Si nos
detenemos a pensar en este uso como el único, podríamos suponer que estas
personas fueron inspiradas por las musas; el que se inclinara más
teológicamente asignaría la inspiración a la “gracia común” de Dios. Aparte de
tal reflexión, no pensamos mucho más en que su trabajo es excelente, una elite
de primera clase. En consecuencia, podemos concluir que sus trabajos son
“inspiradores”, eso es, que permiten a quienes los observan levantar un poco su
horizonte, o intentar algo nuevo, o simplemente sentirse ennoblecidos.
Normalmente tal uso no es tomado para indicar que el Dios soberano haya
comunicado su verdad en forma permanente a su pueblo del pacto.
El segundo uso de “inspiración” con el cual nuestra definición no debe ser
confundida es aquel que se encuentra en el uso de los Padres de la iglesia. Se
ha hecho notar que “inspiración” nunca funciona entre los Padres como un
criterio para la canonicidad. Esto no es porque los Padres no consideren las
Escrituras como inspiradas, porque de hecho ellos sí las consideran inspiradas;
sino más bien, porque en su uso inspiración no es algo que se relaciona
exclusivamente con las Escrituras. En un sermón que Eusebio atribuye al
emperador Constantino (sea o no una atribución correcta), el predicador
comienza: “¡Ojalá la poderosa inspiración del Padre y de su Hijo... sea
conmigo al hablar estas cosas!” En una de sus cartas a Jerónimo, Agustín va
demasiado lejos al decir que Jerónimo escribe bajo el dictado del Espíritu
Santo. Gregorio Niceno puede usar la misma palabra traducida como
“exhalada por Dios” (“inspirada”) en 2 Timoteo para referirse al comentario de
su hermano Basilio acerca de los seis días de la creación. En resumen, un
considerable número de los Padres usa una variedad de expresiones,
incluyendo “inspiración”, para amalgamar lo que muchos teólogos en el día de
hoy separarían en dos categorías: “inspiración” e “iluminación”. Esta última
reconoce el trabajo del Espíritu Santo en la mente de un sin fin de creyentes, no
sólo predicadores, sino también escritores y maestros cristianos, pero niega a
sus pensamientos, palabras y escritos la clase de autoridad universal que obliga
a todos los cristianos en todas partes y que hoy es relacionada con la palabra
“inspiración”. De seguro, implícitamente los Padres hacen la misma clase de
distinción (aunque las categorías son diferentes) en tanto que reconocen sólo
ciertos documentos como canónicos, eso es, un listado cerrado de Escrituras
con autoridad que obliga a toda la iglesia.
Entonces, para nuestros propósitos, “inspiración” no será usada como lo es en
el mundo del arte, o como lo es en el lenguaje de los Padres de la iglesia, sino
en el sentido teológico que ha adquirido durante los siglos pasados.
4. Unos cuantos escritores intentaron debilitar “inspiración” como el término
que ha sido definido aquí al señalar, correctamente, que un pasaje como <550316>2
Timoteo 3:16, 17 nos afirma el propósito de tal Escritura inspirada: “es útil para
la enseñanza, para la reprensión, para la corrección, para la instrucción en
justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente capacitado
para toda buena obra”. Si este es el propósito, ellos argumentan, entonces es
vano intentar vincular inspiración con veracidad y autoridad. De hecho, esto es
un error de categorías. Es importante distinguir el modo de revelación (sueño,
visión, dictado, etc.) de la manera de inspiración (el empleo de varias técnicas
y géneros literarios) de los resultados de la inspiración (lo que la Escritura dice,
Dios lo dice) y el propósito de la inspiración (hacernos sabios para la
salvación).
5. Muchos han intentado debilitar la autoridad de las Escrituras, hecho implícito
en este estudio. Solo algunos pocos serán mencionados. Primero, se ha argüido
que uno tiene que crear una doctrina de las Escrituras, no sólo de los pasajes
en los cuales la Escritura evalúa a la Escritura, sino de las dificultades
declaradas inflexibles donde la Escritura cita a la Escritura en una forma que en
su primera lectura asombra. Ciertamente los dos acercamientos tienen que ir de
la mano. En la práctica, sin embargo, aquellos que empiezan con el segundo
acercamiento usualmente no consideran el primero con seriedad; quienes
comienzan con el primer acercamiento, si son investigadores cuidadosos,
generalmente descubren razones válidas, exegéticas y teológicas que explican
este fenómeno tan peculiar. Una variación de este argumento insiste en que la
Biblia presenta formas tan diferentes, digamos a modo de ejemplo, de Dios,
que es inútil hablar de teología “bíblica” o “cristianismo bíblico”. La Biblia,
según este argumento, incorpora teologías que compiten entre sí y reflejan
diferentes corrientes del cristianismo que son mutuamente contradictorias.
¿Cómo puede decirse de cualquier libro que es inspirado y autoritativo si ese
libro prohíbe el vestir ropa tejida con hilos de dos materiales distintos
(<031919>Levítico 19:19)? Pero tales trabajos, debe ser dicho gentilmente, que
mientras apelan a audiencias populares y a escépticos convencidos,
sencillamente no encajan con lo mejor de la literatura confesional. Por ejemplo,
el asunto sobre los tejidos de materiales diferentes, que no es raro en la
literatura, es enfatizado como si nadie jamás haya pensado seriamente acerca
de las maneras en las cuales las estipulaciones del pacto del AT han de
aplicarse a los creyentes que viven bajo un nuevo pacto.
Segundo, muchos argumentan que un resultado necesario de la bondadosa
acomodación de Dios al habla humana es la introducción de un error. Errar es
humano; los documentos bíblicos son humanos. Por lo tanto, resultan ser tan
poco fiables como son los seres humanos. Pero tal apreciación de la Escritura
no sólo niega la convicción y juicio de Jesús y de los escritores del NT, sino
que se fundamenta en una lógica desgastada. Sin duda que es verdad que a
este lado de la caída “errar es humano”; eso no significa necesariamente que ser
un humano implique errar en toda ocasión y en todo lo que se dice. Que el
soberano y trascendente Dios se haya acomodado gentilmente al lenguaje
humano es una hermosa verdad. No obstante, es a este hablar acomodado al
cual se hace referencia como palabra o palabras puras del Señor (<191206>Salmo
12:6) y tratadas por Jesús mismo como Escrituras que no pueden ser
quebradas.
En tercer lugar, los católicos romanos tradicionales, aunque sostienen la
inspiración y la autoridad de la Biblia, niegan que ésta sea suficiente como única
regla de fe y de práctica. Antes de la palabra escrita vino la tradición oral, y
esta tradición continúa al lado de la palabra escrita en el oficio magisterial de la
Iglesia Católica Romana. Los efectos son sustanciales; una doctrina como la de
la inmaculada concepción de María, no enseñada en las Escrituras, puede
imponerse como algo que todos los católicos leales tienen que creer.
Recíprocamente, doctrinas que muchos no católicos encuentran en las
Escrituras pueden ser descartadas o disminuidas en importancia por la
autoridad de la iglesia. El tema es muy complejo para ser tratado aquí.
En cuarto lugar, en una manera que característicamente va más allá de cualquier
cosa que Karl Barth, el padre de la neoortodoxia, habría sostenido, algunos
teólogos neoortodoxos insisten en que la Biblia, en cuanto a su forma, es
sencillamente uno más entre los libros religiosos; aunque sea uno importante, no
está exento de errores grandes y pequeños. No es verdad en el sentido que lo
que dice, Dios lo dice. Más bien, la Biblia es verdad en cuanto al hecho de que
Dios trabaja a través de ella para revelarse a sí mismo a los individuos. Llega a
ser la Palabra de Dios cuando el Espíritu Santo la ilumina al individuo. Esta
inspiración e iluminación nuevamente son confundidas; o, más exactamente, la
primera absorbe a la última, Ciertamente la neoortodoxia tenía razón en
protestar contra una “palabra” muerta que no transformaba ni daba vida a los
individuos. Pero su solución es demasiado drástica y termina negando lo que
Jesús y sus primeros discípulos entendieron por Escrituras.
Quinto, varias formas de liberalismo clásico simplemente niegan cualquier
posición especial a las Escrituras. En su forma más virulenta, este pensamiento
niega la existencia de un Dios personal y trascendente que invade la historia. El
sobrenaturalismo es considerado imposible; Dios es reducido a la proporción
de un deísmo o panteísmo. La religión de la Biblia debe ser estudiada en el
marco de discusión acerca de cualquier o de todas las otras religiones, y no en
otro marco. Una respuesta bien pensada a esta visión de la realidad nos llevaría
más allá del propósito de este artículo. Sin embargo, lo que es claro es que esta
visión rápidamente somete a las Escrituras y termina por imponerle ideas
contemporáneas. Al final, la disputa va no sólo en el tema de la naturaleza de la
Biblia, sino en la naturaleza y carácter de Dios.
Finalmente, el surgimiento de la “nueva hermenéutica” ha animado a muchos
pensadores simplemente a dejar de lado la discusión acerca del lugar que
ocupa la revelación y la autoridad. Pero como esta posición está íntegramente
ligada al asunto sobre cómo la Biblia ha de ser interpretada, una breve
discusión será considerada en la próxima sección.
REFLEXIONES FINALES
Algunos pueden objetar que toda esta presentación es demasiado circular. Si
empezamos con nuestra concepción acerca de Dios, y desde esta perspectiva
comenzamos a pensar en nuestra perspectiva sobre la naturaleza de la Biblia,
debemos hacer una pausa y admitir que nuestra concepción de Dios es (en la
perspectiva cristiana) tomada de la Biblia. Digamos que si comenzamos con el
concepto de Jesús acerca de la autoridad de las Escrituras, ese concepto en sí
está sacado de las Escrituras. El proyecto entero de construir una doctrina de
las Escrituras será errado.
Este argumento toca algunas de las preguntas más complejas de cómo llegamos
a “conocer” las cosas, y si ellas en verdad son “ciertas”. Aunque estos asuntos
no pueden ser tratados en forma efectiva ahora, sin embargo, algunos
comentarios podrían ser útiles para algunos.
Primero, hay un sentido profundo en el cual todo pensamiento humano (tal vez
con la excepción de aquel que concuerda con las reglas de la lógica y está
edificado sobre valores definidos, tal como muchas de las ramas de las
matemáticas) es circular en un sentido. Somos criaturas finitas; sin la facultad de
omnisciencia no tenemos en absoluto un fundamento seguro en el cual edificar.
La afirmación cristiana es que Dios mismo, quien goza del conocimiento
perfecto, provee esa base para nosotros; pero esto, de hecho, significa que el
fundamento en sí debe ser tomado (en cuanto a criaturas finitas se refiere) por
fe. Desde esta perspectiva, “fe” no es una opinión que obliga subjetivamente a
ser comparada con otra “fe”, sino una habilidad dada por Dios para percibir a
lo menos un poco de Dios y su verdad y confiar en él apropiadamente. En
ningún instante esto significa negar que toda clase de argumentos pueda ser
avanzado para justificar la fe cristiana, incluyendo nuestra creencia en Dios y en
la Biblia. Por el contrario, esto es admitir que tales argumentos no convencerán
a todas las personas.
Segundo, aunque reconocemos que el argumento es en alguna forma circular, e
insistimos en que casi todo pensamiento humano lo es también, esto no implica
sugerir que la circularidad sea intrínsecamente falsa. No nos acercamos a la
Biblia para ciertas pruebas sobre la naturaleza de la Biblia; por el contrario, nos
acercamos a ella para recabar información. Si la Biblia no hubiera hecho
afirmaciones sobre su propia naturaleza, tendríamos pocas razones para
sostener la doctrina de la Biblia bosquejada aquí. Yendo más allá, los cristianos
informados quisieran argumentar sobre la veracidad y la confiabilidad de las
Escrituras, pero no querrán argumentar sobre la veracidad y la confiabilidad de
sus doctrinas de las Escrituras. Metodológicamente hablando, ellos proceden
con la creación de una doctrina de las Escrituras exactamente en la misma
manera en que proceden con la creación de una doctrina acerca de Cristo.
Ambas son sujetas a revisión en la medida que mayor luz se desprende de la
generosa autorrevelación de Dios, que ya existe en las Escrituras.
Tercero, los cristianos inteligentes serán los primeros en admitir que hay cosas
desconocidas y dificultades en la formulación de una doctrina responsable de
las Escrituras. Pero esto no nos asusta; lo mismo podría ser dicho de casi
cualquier doctrina bíblica: la naturaleza de Dios, el centro de la redención, la
obra del Espíritu y la resurrección de los muertos. Esto no significa que nada
verdadero pueda ser dicho sobre tales asuntos; por el contrario, significa que
desde que todos ellos tienen que ver con un Dios trascendente y personal que
no puede ser exhaustivamente conocido por criaturas rebeldes y finitas,
inevitablemente quedarán misterios y áreas de lo desconocido.
Cuarto, no debemos subestimar el impacto del pecado en nuestra habilidad de
pensar con claridad en estos asuntos. Un elemento sustancial en nuestra caída
original fue el deseo incontrolable de autosuficiencia, de conocimiento
independiente. Quisimos ser el centro del universo y esto es el centro de toda
idolatría. <430845>Juan 8:45 presenta a Jesús dirigiéndose a sus oponentes con estas
asombrosas palabras: “Pero a mí, porque os digo la verdad, no me creéis.” Si
esta es la verdad misma que asegura nuestra incredulidad, cuán profunda y
trágica y abominable es nuestra perdición. Entonces no nos debe sorprender
que Dios no se nos presente de una manera en que nosotros nos sintamos en
control de él. Quienes demandan señales de Jesús son firmemente reprendidos,
porque él sabe que responder a tales demandas implicaría someterse a la
agenda de otros. Rápidamente sería domesticado, reducido a un simple genio
mágico y espiritual.
Por la misma razón la sabiduría del mundo —sistema de pensamiento que
provee respuesta a todo en atrayentes paquetes— de ninguna manera puede
comprender la cruz de Cristo (<460101>1 Corintios 1:18-31). Cuando Dios habla
del cielo, siempre habrá alguien que escuchará sólo truenos (<431229>Juan 12:29).
En la misma forma, la generosa autorrevelación de Dios en las Escrituras nunca
podrá ser adecuadamente declarada por quienes insisten en ser pensadores
independientes: Si Dios estructurara su revelación para acomodarse a tales
deseos sería condonar el pecado del cual el evangelio nos libera. Dios en su
gran misericordia rehúsa condescender a nuestra pasión ilimitada de ser dioses.
El ha asegurado que su propia autorrevelación será suficientemente clara para
aquellos que por gracia tienen ojos para ver y oídos para oír, pero que nunca
será tan rigurosamente autoevidente como los teoremas de las matemáticas
donde los seres humanos controlan todas las definiciones y las reglas de las
relaciones.
Andamos por fe y no por vista.
CÓMO INTERPRETAR LA BIBLIA
EL ROSTRO CAMBIANTE DE LA HERMENEUTICA
Cuando Pablo le dice a Timoteo que procure ser alguien que “traza [interpreta]
bien la palabra de verdad” (<550215>2 Timoteo 2:15), lo que se asume es que es
peligrosamente posible ser alguien que en forma incorrecta traza la palabra de
verdad. Y eso levanta importantes preguntas acerca de cómo interpretar la
Biblia. Para acercarse a la Biblia con acierto es necesario no sólo conocer lo
que es, sino también cómo “trazarla”.
“Hermenéutica” es el término que tradicionalmente ha sido aplicado a la
interpretación de textos. Pero en los últimos años la hermenéutica en sí ha
pasado por cambios importantes, los que son dignos de considerar con pausa
para darnos cuenta de dichos cambios. Se pueden distinguir tres etapas
(aunque al final se sobreponen la una a la otra).
Primera, la hermenéutica fue entendida tradicionalmente como ciencia y arte de
la interpretación bíblica: Ciencia, porque hubo importantes reglas y principios
que debían ser aplicados a la tarea de la interpretación, y arte, porque
demandaba juicios maduros nacidos de la experiencia y de la competencia. La
tarea del intérprete fue la de entender lo que el texto decía, y esto implicaba
que si dos intérpretes de igual competencia entendían las reglas de la
interpretación, entonces en la inmensa mayoría de los casos su entendimiento
de lo que un pasaje dice coincidiría. En esta visión de la hermenéutica, se pone
mucha atención a la gramática, las parábolas y otros géneros literarios,
principios para el estudio de las palabras, cómo se relacionan los temas
bíblicos, etc.
Segunda, se usó “hermenéutica” frecuentemente para referirse al despliegue de
una variedad de “herramientas” de la crítica literaria: Crítica de las fuentes,
crítica de las formas, crítica de las tradiciones, crítica de redacción y,
recientemente, crítica de las diversas formas de narración. Si bien se lograron
algunas ganancias con semejantes aproximaciones, también hubo pérdidas:
Mucho del propósito de estas técnicas fue reconstruir la historia y la estructura
de las creencias de aquellas comunidades creyentes particulares que están
detrás del texto, en vez de escuchar el mensaje del texto.
Ambas formas de acercamiento han sido largamente eclipsadas en importancia
por una tercera tendencia, la “nueva hermenéutica”. Aquí la clave importante
consiste en el hecho de que los seres humanos traen sus propios prejuicios e
inclinaciones y también sus limitaciones a la tarea interpretativa hasta el punto
de estar en control de la discusión. En un sentido esta observación es saludable.
Inevitablemente traemos nuestros propios elementos interpretativos con
nosotros mismos; no hay tal cosa como una mente totalmente abierta. La nueva
hermenéutica nos recuerda que la autoridad de la Biblia no debe ser transferida
a la autoridad del intérprete, que nosotros invariablemente ubicamos nuevas
piezas de información en la red ya existentes en nuestra mente (lo cual es
mezcla de sensatez e insensatez), que aquello que creemos que es verdad sin
duda necesita ser modificado o corregido o abandonado, que tenemos mucho
que aprender, que nuestro marco de entendimiento está separado del escritor
humano de las Escrituras por barreras de tiempo, geografía, idioma y cultura.
Pero al mismo tiempo, muchos exponentes de la nueva hermenéutica
sobrepasan el límite. Ellos argumentan que toda vez que la interpretación de las
personas difiere en alguna medida de las de otras, no se puede hablar
legítimamente del significado del texto (como si esto fuera algo objetivo). Ellos
dicen que el significado no está en el texto sino en los lectores, los intérpretes,
del texto. Si las diferentes interpretaciones son legítimas, entonces no se puede
hablar de la interpretación correcta, o la interpretación verdadera; ellos piensan
que tales expresiones terminan en afirmaciones de preferencia personal. Si
ninguna interpretación en particular es correcta, entonces todas las
interpretaciones son erróneas (lo cual conduce al nihilismo hermenéutico
conocido como “desconstruccionismo”), o todas son igualmente “correctas”; p.
ej. todas son buenas o malas en la medida que satisfacen o cumplen con las
necesidades de una persona en particular, o comunidad, o cultura; o
simplemente satisface cierto criterio arbitrario. En esta corriente, estos
proponentes de la nueva hermenéutica aceptan diferentes “lecturas” de las
Escrituras: una lectura sub-Sahara del Africa negra, una lectura de la teología
de la liberación, una lectura feminista, una lectura protestante anglosajona, una
lectura católico romana, una lectura homosexual y así sucesivamente. Alineada
con el poderoso respeto contemporáneo que la cultura occidental le asigna al
pluralismo, esta nueva hermenéutica considera que ninguna interpretación es
inválida excepto aquella que declara ser la correcta haciendo a las otras
incorrectas.
Los temas en torno a la nueva hermenéutica son tan complejos que no pueden
ser tratados satisfactoriamente aquí. Es importante reconocer que este
acercamiento al conocimiento gobierna mucho de la agenda no sólo en la
interpretación bíblica contemporánea sino también en las disciplinas de la
historia, literatura, política y en otras tantas áreas más. A pesar de sus muchas
contribuciones valiosas, la nueva hermenéutica tiene que ser encarada en
muchas áreas. Intuitivamente, hay algo débil en una teoría que propone la
relatividad de todo conocimiento alcanzado por la lectura, mientras que, al
mismo tiempo, produce un sin número de materiales que insisten en lo correcto
de su posición. Insistir que todo significado descansa en quien conoce y no en
el texto, y entonces escribir textos para probar el punto, es casi increíblemente
contradictorio en sí mismo. Peor aun, la teoría en esta forma asume que la
intención del autor no es confiablemente expresada en el texto. Esto levanta una
impenetrable barrera entre el autor y el lector, y lo llama “texto”. La ironía es
que esas ideas están escritas por autores que esperan que sus lectores
entiendan lo que ellos dicen, autores que escriben lo que ellos entienden y
esperan que sus lectores serán persuadidos por su razonamiento. Con
franqueza, se desea que tales autores pudiesen extender la misma cortesía a
Moisés, Isaías y Pablo.
Aun si seres humanos finitos no pueden alcanzar un conocimiento exhaustivo
del texto (o de cualquier otro asunto), es difícil ver por qué ellos no pueden
ganar conocimiento verdadero. Aun más, el hecho de nuestras diferencias es
más fácil de absorber cuando es puesto contra el trasfondo de nuestra herencia
común; todos nosotros hemos sido creados a la imagen de Dios, quien sólo
goza del conocimiento perfecto y exhaustivo. Suponer que podamos alcanzar
conocimiento de todas maneras como el de Dios sería idolatría; sin embargo,
no es razón para pensar que no podamos obtener ningún conocimiento
objetivo.
En verdad, hay maneras de pensar sobre la adquisición de entendimiento del
texto que nos ayudan a ver un poco cómo funciona el proceso. Sin duda, un
lector puede ser ampliamente controlado por inclinaciones personales y
agendas rígidas cuando se acerca primero a las Escrituras (el texto que nos
ocupa aquí), y por lo tanto “encontrar” en el texto toda clase de asuntos que el
autor (y el Autor) no tuvo la intención de poner en éste; o, por el contrario, él o
ella no vea muchas de las cosas que de hecho están presentes allí. La totalidad
del bagaje mental del lector, lo que los modernos llaman “el horizonte de
entendimiento del lector”, puede estar tan distante del horizonte de
entendimiento del autor como está expresado en el texto, que pueden ocurrir
muchas distorsiones importantes. Pero es posible que el lector leerá y volverá a
leer el texto, aprenderá algo del lenguaje y la cultura de los autores, descubrirá
qué elementos de su propio bagaje deben ser marginados, y gradualmente
“fusionará” su horizonte de entendimiento con aquel que se encuentra en el
texto (para usar la jerga actual). Otros hablan de la “espiral hermenéutica”, en
donde el intérprete se aproxima progresivamente al significado del texto.
Si la nueva hermenéutica es tratada de esta forma, hay considerables ganancias
que pueden beneficiar a la iglesia. Esto nos recuerda que la revelación verbal de
Dios a nosotros en las Escrituras no sólo ocurre en un lenguaje e idioma de
culturas históricas particulares, sino que para mejorar nuestro entendimiento de
la verdad objetiva que está ahí revelada es necesario regresar a esas culturas,
en cuanto esto sea posible, con el propósito de minimizar los peligros de
distorsiones interpretativas. Esto nos recuerda que aun si un intérprete logra
cierto entendimiento real y objetivo del texto, nadie lo entenderá
exhaustivamente, y otros intérpretes traerán a la luz contenido que está presente
de verdad en el texto y que posiblemente no se había considerado. Por
ejemplo, los creyentes en Africa pueden ser más rápidos en descifrar las
metáforas paulinas que se refieren al carácter corporativo de la iglesia, mientras
que muchos en el Occidente lo encontrarán difícil debido a su herencia del
individualismo. Los cristianos se necesitan el uno al otro; esto es tan veraz en el
campo de la hermenéutica como lo es en cualquier otra área. Si hay una entrega
profunda compartida para someterse a la autoridad de la revelación de Dios, y
no a las modas pasajeras y agendas (académicas o de otra naturaleza) de
quienes pretenden juzgar a las Escrituras, el reconocer que nadie lo sabe todo
estimula la humildad y la voluntad para escuchar y aprender.
En realidad, aplicadas en forma correcta, algunas de las posturas de la nueva
hermenéutica nos recuerdan que los seres humanos traen un bagaje cultural y
conceptual enorme a las Escrituras que ellos pretenden interpretar. Este hecho,
aliado con la insistencia de la Biblia de que nuestro pecado y el auto enfoque
idólatra nos conduce lejos de la luz (ver <430319>Juan 3:19, 20), puede llevarnos a
hacernos caer de rodillas en el tardío reconocimiento de que la interpretación
de la Palabra de Dios no es simplemente una disciplina intelectual, sino que
también mueve los ejes morales y espirituales. En la posición de la Biblia con
respecto a la relación de Dios con su pueblo, necesitamos de la ayuda del
Espíritu Santo de Dios para entender la verdad tanto como necesitamos de su
ayuda para vivir la verdad. En todo caso, con toda la ayuda que se nos pueda
dispensar, la meta de un cristiano inteligente no es dominar las Escrituras, sino
ser dominado por ella, tanto para la gloria de Dios como para el bien de su
pueblo.
ALGUNOS PRINCIPIOS INTRODUCTORIOS DE LA
INTERPRETACION BIBLICA
Lo que sigue a continuación es una selección de principios de interpretación,
para aquellos que sostienen que un acercamiento correcto a la Biblia incluye no
sólo una valoración de lo que la Biblia es, sino también un especial cuidado en
cómo leerla y entenderla.
La prioridad de los idiomas originales de la Biblia
Los idiomas originales tienen prioridad. Esto es un corolario del hecho de que
esta revelación ocurrió a través de individuos específicos en coyunturas
históricas concretas y en idiomas humanos reales de tiempos específicos. Es
verdad que los lingüistas han demostrado ampliamente que cualquier cosa que
puede ser dicha en un idioma puede ser traducida a otro. También han
demostrado que no todo el significado del idioma “donante” puede transmitirse
en el mismo tiempo y en el mismo espacio. Además, toda traducción implica
interpretación; la traducción no es una disciplina mecánica. De manera que para
aproximarse lo más cerca posible a la intención del autor, como está expresada
en un texto, es mejor interponer la menor cantidad de interpretaciones posibles.
Por supuesto, si uno no conoce el idioma original entonces estará siempre
agradecido por las traducciones; asimismo un intérprete pobre, que conoce los
idiomas originales, puede cometer muchos más errores interpretativos que
aquellos que se pueden encontrar en muchas traducciones, las cuales han sido
realizadas por personas competentes. A pesar de lo intuitivamente obvio de
estas afirmaciones, necesitan repetirse.
Para el predicador muy atareado o para el maestro de Biblia, esta observación
tiene dos implicaciones de carácter práctico. Primera, si el tema principal de un
sermón o de una lección descansa en el modo peculiar de expresión en una sola
traducción particular, en la mayoría de los casos no es el punto principal del
pasaje y puede que no sea justificado de ninguna manera. Segunda, la prioridad
en los comentarios y otras ayudas interpretativas debiera ser el reflejar el
trabajo en los idiomas originales, aun si la presentación (como en este
comentario de un solo volumen) está preparada para lectores que no son
expertos técnicos.
Algunas palabras sobre palabras
El estudio de palabras, importante como lo es en sí, tiene que considerarse con
cuidado, y nunca aislado de los asuntos mayores concernientes al uso de las
palabras en frases, párrafos, discursos o géneros particulares. Los léxicos
(diccionarios escritos en español y que tratan las palabras del idioma original)
pueden proveer un rango de significados que varios eruditos han identificado
(siempre que esos eruditos tengan la razón), pero dentro de ciertas limitaciones
el factor más importante para determinar el significado de una palabra es su uso
en un contexto específico. Insistir en el significado de una palabra que esté
relacionado con su etimología suele conducir a un error (como si la palabra
candado viniera de “can” y “dado”); la única ocasión cuando la etimología llega
a ser una prioridad prudente ocurre cuando la palabra utilizada tiene un uso
poco frecuente y en circunstancias un tanto ambiguas que no queda otro
recurso que éste. El tratar de construir una teología basada en una sola palabra
y el uso de ésta es una empresa cuestionable; predicar “etimología al revés”, en
donde se afirma como significado de una palabra su desarrollo posterior o sus
análogas (tal como la afirmación que dúnamis, poder, llama a la mente la
palabra “dinamita”, palabra que aún no había sido inventada cuando el NT fue
escrito), en el mejor de los casos es un anacronismo, en el peor de los casos es
ridículo. Por otro lado, el intentar usar el rango semántico total de una palabra
cada vez que ésta se usa (como sucede con la Versión Ampliada de la Biblia)
es fallar en el entendimiento del funcionamiento del lenguaje.
A pesar de las advertencias, una exégesis seria estará más interesada en cómo
las palabras son usadas por ciertos autores bíblicos, y en otros libros bíblicos.
Así como el significado de frases y discursos moldea el significado de las
palabras, así también el significado de las palabras moldea el significado de las
frases o de los discursos; en el idioma, todo es una unidad. Es de mucho valor
tratar de encontrar lo que significan ciertas palabras en gr. o heb., y que están
detrás de muchas palabras en nuestras Biblias, especialmente aquellas que
tienen un peso teológico importante, p. ej. expiación, Mesías (Cristo), verdad,
apóstol, pecado, cabeza, resurrección, espíritu, carne, ley y un sinnúmero de
otras más. Aun si el estudio personal confirma lo que fuentes secundarias dicen,
la disciplina en sí es valiosa. Esta no sólo provee un grado de familiaridad con
las Escrituras que difícilmente se lograría de otra forma, sino que recuerda a los
cristianos que Dios ha escogido revelarse a sí mismo en discursos, frases y
palabras.
La importancia de llegar a ser un buen lector
Es esencial desarrollar sensibilidad literaria o, para expresarlo en otras
palabras, llegar a ser un buen lector.
En el micro nivel, incontables indicadores literarios sirven como señales para
alertar al lector. Las “inclusiones” comienzan y terminan una sección con
palabras similares o idénticas con el propósito de destacar la importancia de
ciertos temas. Así el tema de las bienaventuranzas (<400501>Mateo 5:1-10)
comienza y termina con la misma recompensa (“porque de ellos es el reino de
los cielos”), de esta manera establece que las bienaventuranzas fijan las normas
del reino. El cuerpo del Sermón del monte se inicia con las palabras: “No
penséis que he venido para abrogar la Ley o los Profetas” (<400517>Mateo 5:17), y
concluye diciendo: “Así que, todo lo que queráis que los hombres hagan por
vosotros, así también haced por ellos, porque esto es la Ley y los Profetas”
(<400712>Mateo 7:12). Esta “inclusión” sugiere que el Sermón del monte es, entre
otras cosas, una exposición de las Escrituras del AT (“la Ley y los Profetas”) a
la luz de la venida de Jesús y lo que estas significarán en la vida de sus
seguidores. La poesía hebrea está menos interesada en la rima o incluso en el
ritmo que en el paralelismo de diferentes variedades (ver también el artículo “La
poesía en la Biblia”). En el <197321>Salmo 73:21, 22
De veras se amargaba mi corazón,
y en mi interior sentía punzadas.
Pues yo era ignorante y no entendía;
yo era como un animal delante de ti.
la segunda línea repite el contenido de la primera, con otras palabras; la cuarta
línea hace lo mismo en relación con la tercera. Esto se conoce como
paralelismo sinónimo. Las líneas 3 y 4 toman el pensamiento de las líneas 1 y 2.
Esto se llama paralelismo progresivo. En otras partes uno encuentra el
paralelismo antitético (como en <201431>Proverbios 14:31):
El que oprime al necesitado afrenta a su Hacedor,
pero el que tiene misericordia del pobre lo honra.
De hecho hay muchas más estructuras complejas de paralelismo. También hay
quiasmos, en donde dos o más líneas van al centro y luego hacia afuera. Estas
pueden ser muy elementales, o complejas tales como en Mateo 13:
1 la parábola del sembrador (<401303>Mateo 13:3b-9)
2 intermedio (<401310>Mateo 13:10-23)
(a) sobre el propósito de las parábolas (<401310>Mateo 13:10-17)
(b) explicación de la parábola del sembrador (<401318>Mateo 13:18-23)
3 la parábola del trigo y la cizaña (<401324>Mateo 13:24-30)
4 la parábola del grano de mostaza (<401331>Mateo 13:31, 32)
5 la parábola de la levadura (<401333>Mateo 13:33) Pausa (<401334>Mateo 13:34-43)
-parábolas como cumplimiento de las profecías (<401334>Mateo 13:34, 35)
-la parábola de la cizaña explicada (<401336>Mateo 13:36-43)
5’ la parábola del tesoro escondido (<401344>Mateo 13:44)
4’ la parábola de la perla de gran precio (<401345>Mateo 13:45, 46)
3’ la parábola de la red (<401347>Mateo 13:47, 48)
2’ intermedio (<401349>Mateo 13:49-51)
(b’) la parábola de la red explicada (<401349>Mateo 13:49, 50)
(a’) entendimiento de las parábolas (<401351>Mateo 13:51)
1’ la parábola del escriba instruido (<401352>Mateo 13:52)
Se debe reconocer que los quiasmos están más bien en el ojo del lector que en
el texto mismo. Si los elementos llegan a ser demasiado complejos, o los
paralelos son decididamente forzados, uno razonablemente debe preguntarse si
el sistema está presente o no. Por otro lado, algunos intérpretes, cansados con
largas listas de quiasmos que no convencen, desestiman con mucha facilidad
aquellos que realmente están presentes. Con frecuencia se ha demostrado que
quienes hablaban idiomas semíticos comúnmente usaron este sistema como
parte de su modelo de hablar, de modo que uno no debería ser tan escéptico.
Ciertamente, hay muchos casos inciertos; en verdad muchos expositores no
estarán persuadidos con el ejemplo dado anteriormente. Tal vez valdría la pena
aventurarse con un ejemplo un poco más sencillo; éste está basado en
<402313>
Mateo 23:13-32:
1 Primer ¡ay! (13): fracaso en reconocer a Jesús como Mesías
2 Segundo ¡ay! (15): celo superficial, haciendo mas daño que bien
3 Tercer ¡ay! (16-22): mal uso de las Escrituras
4 Cuarto ¡ay! (23, 24): falta fundamental en discernir la confiabilidad de
las Escrituras
3’ Quinto ¡ay! (25, 26): mal uso de las Escrituras
2’ Sexto ¡ay! (27, 28): celo superficial, haciendo mas daño que bien
1’ Séptimo ¡ay! (29-32): herederos de aquellos que fallaron en
reconocer a los profetas.
De hecho, lo que los quiasmos logran es conducir el enfoque del lector al
centro, esto es, la falla fundamental de discernir la confiabilidad de las
Escrituras, uno de los temas centrales en el Evangelio de Mateo.
Tal vez, aun más importante es la habilidad para entender la forma como
funcionan las grandes estructuras, especialmente la naturaleza del género
literario. La literatura sapiencial no es como la ley; digamos que leer Proverbios
como si ofreciera juicios en casos legales, es ridiculizarlo (cf. <202604>Proverbios
26:4, 5). En el NT la palabra “parábola” puede referirse a un proverbio
(<420423>Lucas 4:23), un dicho profundo (<411335>Marcos 13:35), un símbolo o una
imagen no verbal (<580909>Hebreos 9:9; 11:19), una comparación ilustrativa, ya sea
sin forma de historia (<401515>Mateo 15:15; 24:32) o con una historia (<401303>Mateo
13:3-9, las así llamadas parábolas narrativas). Quienes tratan las parábolas
piensan sólo en parábolas narrativas, principalmente porque hay muchas de
ellas en los primeros tres Evangelios, y dan principios para la interpretación de
(tales) parábolas. Ciertamente todos concuerdan con que en el caso de las
parábolas narrativas no se necesita preguntar si la historia realmente sucedió.
En la misma manera, debemos preguntar cómo lo apocalíptico debe ser
entendido, qué es un “Evangelio”, cómo funcionaron las epístolas en el primer
siglo. Joás dijo una fábula (<121409>2 Reyes 14:9); ¿es correcta la crítica moderna
cuando al libro de Jonás se le clasifica como una “fábula”? No, esto es un error
de categoría literaria. Una fábula relata una historia de animales o de otras
formas de vida no humana con el propósito de dejar una enseñanza moral; no
se mezcla con los seres humanos. El esfuerzo de Joás califica; el libro de Jonás
no. Con la información ampliada podemos preguntar qué significó midrash y
otras categorías de literatura del primer siglo. Todos los estudiantes de la Biblia
lucharán con el significado de pasajes tales como <480424>Gálatas 4:24-31. El
asunto es que la verdad se transmite en diferentes maneras en diferentes
géneros literarios. Quien piensa que Jeremías está hablando lit. en <242014>Jeremías
20:14-18 tendrá mucha dificultad en explicar algunos asuntos. Sería mejor
escuchar la afrenta misma del lamento.
Por sobre todo, una buena lectura va con el fluir de las palabras escritas. Y
aunque siempre vale la pena meditar en palabras y frases (especialmente en
discursos), aun así el significado de esas palabras está determinado por su
contexto. Un buen lector con diligencia se esforzará por darle sentido a la
fluidez del argumento. (La excepción ocurre cuando hay una lista de
proverbios, aun cuando muchos de ellos están arreglados temáticamente.) Esto
no es menos verdad en el caso de la narrativa que en el caso del discurso.
Muchos de los lectores casuales de los Evangelios piensan de éstos como
relatos desconectados. Sin embargo, una lectura más cuidadosa permite
descubrir que hay temas interrelacionados con otros temas. Por ejemplo, uno
podría preguntarse cómo <421038>Lucas 10:38—11:13 es una unidad. Una segunda
lectura muestra que estos versículos revelan un análisis de por qué hay tan poca
oración y lo que hoy en día podríamos llamar espiritualidad; una distorsión de
prioridades y valores (<421038>Lucas 10:38-42); una falta de conocimiento y de
buenos modelos (<421101>Lucas 11:1-4); y una necesidad de seguridad y
perseverancia (<421105>Lucas 11:5-13). En manera semejante, esta sección entera
de Lucas hace su propia contribución a la continuidad mayor del contexto.
Los contextos inmediatos y mediatos
El contexto inmediato, por lo general, toma precedencia sobre el contexto
mediato y los paralelos formales. Por ejemplo, en <400607>Mateo 6:7 Jesús advierte
a sus seguidores: “no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan
que serán oídos por su palabrería”; en <421801>Lucas 18:1-8 Jesús les dice a sus
discípulos: “una parábola acerca de la necesidad de orar siempre y no
desmayar”. Esto no reducirá el impacto de uno de estos pasajes al citar al otro.
La prohibición en Mateo tiene sentido en su contexto; el dicho confronta una
religión que es sólo formal, o que piensa que puede sacar ventajas de Dios al
tratar de ser más exigente. Con su bien conocido interés en la oración, Lucas
nos cuenta mucho más de la vida de oración de Jesús, y en el cap. 18 algo de
sus enseñanzas diseñadas para reprender a aquellos cuya piedad no es
apasionada ni persistente.
De las muchas interpretaciones de <430305>Juan 3:5, donde Jesús le dice a
Nicodemo que si no nace “del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino
de Dios”, una de las más populares es aquella que agrega <560305>Tito 3:5, 6 que
habla “de Dios nuestro Salvador” que “nos salvó... por medio del lavamiento
de la regeneración y de la renovación del Espíritu Santo, que él derramó sobre
nosotros abundantemente por medio de Jesucristo nuestro Salvador”. Que
existen paralelos conceptuales y verbales nadie lo podrá negar. Ahora bien,
<430305>
Juan 3:5 no sólo fue escrito por otro autor, sino que es atribuido a Jesús
durante su encarnación. Más importante aun es que en el contexto inmediato
Nicodemo es reprendido por no entender lo que Jesús estaba diciendo (3:10),
presumiblemente en el plano de ser un maestro reconocido de las Escrituras y,
por lo tanto, saber lo que las Escrituras dicen. Una combinación de estos y
otros factores conducen a muchos comentaristas, y con razón, a ver en
<430305>
Juan 3:5 una referencia al cumplimiento anticipado de <263625>Ezequiel 36:2527. Esto concuerda con la expectativa de que Jesús bautizaría con el Espíritu,
un tema ya tratado en este Evangelio (<430126>Juan 1:26-33).
Por supuesto, cualquier texto está rodeado por círculos concéntricos
expandidos de contexto. No es un asunto fácil de determinar sobre cuán
grande puede ser el contexto estudiado en relación con cualquier punto.
Ciertamente el estudio de palabras debiera comenzar en el texto (p. ej. cómo
Marcos hace uso del término, antes de preguntarse cómo Lucas, Pablo, el NT,
y finalmente el mundo helénico lo usaría).
Algunos indicadores contextuales son importantes en el movimiento de capítulo
en capítulo. Por ejemplo, aunque según Mateo las palabras con que se hace
referencia al ministerio de Juan el Bautista y al de Jesús, respectivamente, son
idénticas (“Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”,
<400302>
Mateo 3:2; 4:17), sus contextos inmediatos dan a ambos un tono un tanto
diferente. El de Juan el Bautista es dicho en la connotación de las palabras de
Isaías que muestra a Juan preparando el camino para Jesús; las de Jesús están
dichas con la connotación de las palabras de Isaías que muestran a Jesús dando
cumplimiento a la promesa de traer luz a los gentiles. Así Juan el Bautista está
principalmente anunciando lo que impide el arribo del reino de los cielos; Jesús
está anunciando su inauguración. Esto es consecuente con los temas a través de
Mateo (y también en los Sinópticos). Al mismo tiempo, en otros casos es de
ayuda unir los temas y las expresiones técnicas en los diferentes lugares a través
del canon, pero a esto nos referiremos más adelante.
La función de la “analogía de la fe”
Apelar a la “analogía de la fe”, aunque útil, siempre se ha de hacer con algo de
cautela. Como se usa en la teología protestante, esta apelación argumenta que,
si cualquier pasaje es ambiguo, éste debe ser interpretado en línea con las
grandes “cosas dadas” del cristianismo bíblico; nunca debe ser interpretado en
tal forma que comprometa esas “cosas dadas”. Seguro que en un sentido es
una buena advertencia, toda vez que la mente de Dios está detrás de todas las
Escrituras. Sin embargo, hay muchos peligros inherentes en una aplicación
irracional de la “analogía de la fe”. Primero, el intérprete caería en un
anacronismo. Dios no le entregó toda la Biblia a su pueblo de una sola vez. Hay
una revelación progresiva, y leer el todo, aplicándolo a un pasado remoto,
comprometería seriamente la parte que corresponda analizar, y de esa manera,
p. ej., se puede diluir el verdadero significado de la historia de la redención. Por
ejemplo, imponer una bien desarrollada doctrina paulina sobre el Espíritu Santo
en cada pasaje en donde aparece “Espíritu” en el libro de Salmo, sin dudas que
generará interpretaciones erróneas.
En segundo lugar, el alcance teológico del intérprete, su “teología sistemática”
(porque todos nosotros quienes leemos y enseñamos las Escrituras
desarrollamos cierta síntesis, ya sea que la llamemos “teología sistemática” o
no), puede adolecer de ciertas fallas en muchos de sus postulados, sin que se
logren discernir con claridad. La razón es que esta síntesis en sí, esta teología
sistemática, se transforma en una forma de controlar la manera como
interpretamos las Escrituras, bajo el disfraz de servir como “analogía de la fe”.
En tercer lugar, muchos cristianos interpretan pasajes favoritos de las
Escrituras, y esos pasajes llegan a ser una especie de “canon en el canon”, que
sirve como piedra angular en la cual descansan los otros pasajes. Este canon
interno llega a ser, para muchos cristianos, el mejor resumen de “la fe”. Esto
puede conducir, p. ej. a una lectura caprichosa de <590214>Santiago 2:14-26 sobre
la base que Pablo en Romanos 4 y Gálatas 3 pareciera decir algo diferente, y a
la perspectiva de Pablo se le da prioridad casi en forma automática.
El valor de la información del trasfondo histórico y arqueológico
Dado que hay tantos referentes históricos en el texto bíblico, es totalmente
apropiado buscar, en ese trasfondo, información relevante donde esa
información sería compartida por el autor humano y los primeros lectores.
También esto es una función del hecho de que la Biblia está históricamente
condicionada. Cuando Isaías escribe: “En el año que murió el rey Uzías...” es
de mucha ayuda encontrar en los libros de Rey. y Crónicas lo que se dice del
rey Uzías, porque esto contribuye a nuestro entendimiento de lo que Isaías está
diciendo; y después de todo el mismo tipo de información estuvo
presumiblemente disponible (si no exactamente en esa forma) tanto para Isaías
como para sus primeros lectores. Mucho se ha escrito, y sin sentido, con
respecto a las palabras del Cristo exaltado a los laodicenses: “Yo conozco tus
obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente!”
(<660315>Apocalipsis 3:15). Muchos han argumentado que esto significa que Dios
prefiere gente “que es espiritualmente fría” antes que aquella que es
“espiritualmente tibia” aunque su primera preferencia es por los “espiritualmente
calientes”. Hay explicaciones ingeniosas que se ofrecen para defender la
proposición de que frialdad espiritual es un estado superior al de la tibieza
espiritual.
Todo esto puede ser cómodamente abandonado cuando responsablemente la
arqueología ha hecho su contribución. Laodicea formaba parte del valle de
Lico, junto con otras dos ciudades mencionadas en el NT. Colosas era la única
ciudad de ese valle que disfrutaba de torrentes de agua fresca y fría; Hierápolis
era conocida por sus aguas termales y llegó a ser un lugar al cual la gente
concurría para disfrutar de sus restauradores baños. Por contraste, Laodicea
tenía agua que no era ni fría ni caliente y, por ende, de poca utilidad; era agua
tibia, compuesta de químicos y con reputación internacional de producir
náuseas. Esto nos trae a la afirmación de Jesús con respecto a los cristianos de
esta ciudad: Ellos no eran útiles en ningún sentido, eran simplemente sin sabor,
que producían tal aversión que él les vomitaría. La interpretación sería
suficientemente clara para cualquiera que viviera en el valle de Lico en el siglo
primero; esto toma una simple información del trasfondo para hacer una
interpretación correcta en nuestros días. Igualmente, un conocimiento de ciertos
modelos sociales antiguos puede arrojar bastante luz en ciertos pasajes, como
sería en el caso de la parábola de las diez vírgenes (<402501>Mateo 25:1-13).
Cuando los intérpretes y traductores se preguntan cómo los primeros lectores
pudieron entender un pasaje, simplemente no se están haciendo una pregunta
hipotética, difícil de responder (toda vez que no tenemos acceso a sus mentes).
Por el contrario, esta es una manera simple de lograr una serie de preguntas
secundarias: ¿Cómo fueron entendidas esas palabras en ese tiempo? ¿Cuáles
eran los asuntos y temas de mayor relevancia? ¿Qué clase de marco conceptual
confrontaría el texto bíblico? Hacerse estas preguntas no necesariamente
significa que uno habrá de encontrar siempre las respuestas correctas. Algunas
veces uno puede inferir respuestas responsables a partir de lo que se refleja en
el texto. Por ejemplo, es obvio que Pablo se está oponiendo a ciertas personas
en su epístola a los Gálatas, y algunas de las cosas que sostienen esos
oponentes son razonablemente claras. Algunas veces la evidencia es más difícil
de identificar, pero aun así vale la pena investigarla. Cuán eficazmente puede
ser presentada 1 Juan a una congregación en el día de hoy, lo cierto es que fue
escrita con el propósito de ofrecer seguridad a los creyentes a fines del primer
siglo quienes estaban pasando por un periodo de dudas debido a la separación
de un grupo divisionista (<620219>1 Juan 2:19). Si concluimos que este grupo
abrazó cierta forma de protognosticismo (acerca del cual conocemos bastante
a partir de material extrabíblico), una serie de otros asuntos, y que están en la
epístola, serían más claros.
Nada de esto pone en peligro la suficiencia y claridad de la Biblia, porque en
nada estos juicios han alterado su propósito principal. Pero dado que la Biblia
nos fue dada de pura gracia por Dios en una larga serie de contextos
históricos específicos, puede arrojarse luz significativa sobre un pasaje si
pacientemente escudriñamos dichos contextos.
La importancia de hacer las preguntas correctas
Es importante hacer muchas preguntas acerca de un texto, y también aprender
a distinguir las preguntas no apropiadas.
Desde la perspectiva positiva, en el caso de la narrativa siempre será válido
formular aquellas preguntas que consideramos elementales: cuándo, dónde, a
quién, cómo, por qué, por cuánto tiempo, etc. Por sobre todo, es importante
preguntar cuál es el tema y el propósito de la unidad del texto en el cual se está
trabajando, y cómo las diferentes partes del texto hacen su aporte tanto al
punto como al tema dominante. A menudo es válido preguntarse acerca de los
temas secundarios que están presentes. A veces es necesario hacerse la
pregunta sobre un término o una frase usada por el autor, p. ej. ¿por qué Pablo
usó esta palabra en este contexto cuando podría haber usado otra?
También es fácil hacer preguntas no apropiadas. Por ejemplo, si uno pregunta:
“¿Qué dice el pasaje acerca de la seguridad del creyente?”, cuando el tema
está remotamente presente en el texto, uno puede “encontrar” respuestas que
no están ahí. Una de las mejores señales de madurez interpretativa es la clase
de preguntas de autocrítica y reflexivas que se hacen acerca del texto y que
luego “escucha” lo que se está diciendo a tal punto que las mismas preguntas
son progresivamente perfeccionadas, descartadas o corregidas. Este es un
componente muy importante para llegar al significado del texto.
La unidad de la Biblia
Es importante ubicar un pasaje en su lugar dentro de la historia de la redención.
Por supuesto, los eruditos que piensan que todos los libros de la Biblia deben
ser tratados separadamente, porque no perciben una mente detrás del todo,
simplemente no le dan mucha atención a este principio. No obstante, para
quienes se acercan a la Biblia en la manera en que lo proponemos es
simplemente lectura responsable. Esto significa más que organizar el material
histórico de la Biblia en una forma cronológica, aunque no significa menos. Esto
significa tratar de entender la naturaleza teológica de la secuencia.
Una de las avenidas de estudio más útil en este sentido es cómo escritores
posteriores de las Escrituras se refieren a quienes les precedieron. Por ejemplo,
uno de los títulos importantes asignados a Jesús en el Evangelio de Mateo es
“Hijo de Dios”. En el bautismo de Jesús, la voz del cielo declara: “Este es mi
Hijo amado...” (<400317>Mateo 3:17). Inmediatamente Jesús es conducido por el
Espíritu al desierto para ser tentado. Allí él pasa 40 días y 40 noches en un
ayuno difícil. El primer atentado de Satanás comienza con la mofa: “Si eres Hijo
de Dios...” (<400403>Mateo 4:3). Jesús respondió con las palabras que se
encuentran en Deuteronomio 8 que primero se aplicaron a Israel. A estas
alturas es casi imposible no recordar que tan temprano como fue escrito Exodo
4 Dios ya se refiere a Israel como su hijo. Como hijo de Dios, Israel pasó 40
años en el desierto siendo enseñado pero fallando en el aprendizaje de que “no
sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”
(<050803>Deuteronomio 8:3; <400404>Mateo 4:4); Jesús, el verdadero Hijo, pasa ahora
40 días en el desierto y demuestra que él ha aprendido aquella lección. En
verdad, el pasaje entero está entrelazado con temas que corresponden al
período del éxodo, y a través de éste Jesús es presentado como el “hijo” que
Israel nunca fue: obediente, perseverante, sumiso a la palabra de Dios; en otras
palabras, el lugar del verdadero Israel. Esto llega a ser el tema principal en el
Evangelio de Mateo
En una forma similar, los lectores cristianos pronto se dan cuenta de la forma en
que Pablo maneja el tema de la ley, o que Hebreos se refiere al sistema de
sacrificios, y cómo el Apocalipsis constantemente alude a Daniel y Ezequiel,
para mencionar solo algunas de las conexiones textuales entre los libros del
antiguo pacto y los del nuevo pacto. La perspectiva de la historia de la
redención siempre debe estar en mente. Así, mientras se trata Exodo 4 dentro
de su propio contexto, el maestro cristiano y el predicador se sentirán
obligados a dar algunas indicaciones hacia dónde apunta el tema del “Hijo de
Dios” en el eje central de la generosa autorrevelación de Dios. Evitar tanto el
anacronismo (que lee lo último en lo primero) como el atomismo (que rechaza
considerar las conexiones en el canon) ayudará al cristiano a aprender con
grandes anhelos en qué manera, como insiste el Evangelio de Juan, las
Escrituras hablan de Cristo.
En pocos puntos este ejercicio disciplinado es más desafiante que en la
interpretación de los Evangelios. A primera vista, los Evangelios describen la
vida, ministerio, muerte y resurrección de Jesús, antes de su ascensión, el
descenso del Espíritu y la formación de una iglesia internacional, multicultural e
interracial. Por otro lado, los Evangelios fueron escritos claramente varias
décadas después que estos eventos transcurrieron, por cristianos dedicados y
preocupados no sólo en dar testimonio de dichos eventos, sino de responder a
las necesidades e interrogantes de sus propios lectores. Hay muchas maneras
por las que los cuatro evangelistas muestran sus preocupaciones con la historia
y la teología, por dar testimonio que evite el anacronismo y que apunte en
dirección a la enseñanza que Jesús le está entregando a su naciente iglesia. Por
ejemplo, en el cuarto Evangelio Juan constantemente llama la atención a lo
poco que entendieron aun los discípulos en ese tiempo. Sólo después que Jesús
se levantó de entre los muertos algunas de sus enseñanzas, y sus conexiones
con las Escrituras, llegaron a ser claras (p. ej. <430219>Juan 2:19-22). El que Juan
llame la atención a este hecho refleja su preocupación por ser veraz tanto con
lo que efectivamente ocurrió como con el significado de ello para la siguiente
generación de creyentes.
El manejar los Evangelios sensiblemente significa, entre otras cosas, que no
podemos tratar a los primeros cristianos llegando a la plenitud de su fe
exactamente como llega la gente de hoy a la fe. En el caso de los primeros
cristianos, para llegar a la plenitud de su fe cristiana tuvieron que esperar hasta
el próximo evento principal de la historia de la redención: la cruz y la
resurrección del Señor Jesucristo. De modo que sus pasos en la fe no pueden
ser exactamente como los nuestros, porque nosotros miramos a esos eventos
hacia atrás mientras que ellos tuvieron que esperar que sucedieran. Eso significa
que nunca debemos enseñar y predicar de los Evangelios como si hubieran sido
escritos sólo para dar perfiles psicológicos en el discipulado, como si fueran
manuales ejemplares de “cómo hacer” en la vida cristiana (aun cuando proveen
un riquísimo material para ello). Más bien, son como libros que nos dicen cómo
logramos llegar desde allá hasta acá; pero sobre todo el énfasis de ellos es
quién es Jesús, por qué vino, cómo y por qué fue tan malentendido, cómo sus
enseñanzas y vida le condujeron a la cruz y a la resurrección, por qué él es
digno de toda confianza, el propósito de su misión y mucho más. Y en la
medida que nos enfocamos en el mismo Jesucristo, somos llamados a un
discipulado en el cual confiamos y somos hallados fieles.
Por supuesto, lo que se presenta es el hecho de cómo la Biblia está unida. Esto
no es para sugerir que estos sean temas fáciles. Escuelas enteras de
interpretación se han edificado alrededor de varios esquemas en los cuales unos
pocos principios irreducibles han llegado a ser el punto de apoyo sobre el cual
todo el resto de la evidencia tiene que girar. Pero ese hecho debe llevarnos no
a la desesperación, sino al reconocimiento de que las conexiones interbíblicas
son muchas y variadas y que todavía hay mucha luz que debe emerger del
estudio de la Palabra de Dios.
Intentando un balance bíblico
La síntesis teológica es importante, pero la síntesis engañosa es errónea y
peligrosa. Muchas veces se ha observado que gran parte de la ortodoxia
descansa en relacionar correctamente pasajes con pasajes y verdad con
verdad. Esta observación es tanto un llamado al trabajo cuidadoso como una
advertencia contra el reduccionismo. El balance bíblico es una meta importante.
Para empezar, evitaremos toda aproximación a una interpretación que se tome
de un punto esotérico de un pasaje aislado y oscuro (p. ej., <461502>1 Corintios
15:29) para establecer el marco básico que nos permita interpretar las
Escrituras. Si la tendencia política de nuestra época favorece la política
centrada en un tema, y en ocasiones el cristianismo centrado en un tema, los
lectores serios de la Biblia deben pensar en forma más amplia. Ellos querrán
enfatizar lo que la Escritura enfatiza, y concentrarse en los temas más
importantes y en los temas ciertos de la autorrevelación generosa de Dios.
En ninguna parte son más importantes las advertencias en contra de las síntesis
falsas que cuando la Biblia trata temas que abiertamente invocan misterio. No
podemos comprender todo acerca de Dios; si pudiéramos entonces seríamos
Dios, y aun la pretensión que tenemos a semejante derecho no sólo revela
nuestra condición de perdidos, sino que además revela nuestro pobre concepto
de nosotros mismos. Dios está más interesado en nuestro amor, fiel obediencia
y adoración que en nuestro coeficiente intelectual. Por lo tanto cuando nos
topamos con pasajes tales como <430516>Juan 5:16-30, en el cual se articula
poderosamente la relación de Jesús, el Hijo de Dios, con su Padre, o Romanos
9, en el cual sin vacilar se usa un lenguaje fuertemente predestinatario, la
importancia de reconocer las limitaciones de la evidencia y aun de las mayores
limitaciones de nuestro entendimiento de éstas es un importante elemento en la
tarea interpretativa.
En honor de la simplificación, se ha dicho poco sobre la exploración de cómo
se han manejado estos temas a través de la historia de la iglesia. En verdad, es
muy importante reconocer que, tal como el intérprete no se acerca a las
Escrituras en blanco y por lo tanto debe estar alerta a sus propias evidencias,
también es verdad, irónicamente hablando, que una de las grandes ayudas en
liberarnos de la esclavitud ciega a nuestras ideas prefijadas, es la lectura
cuidadosa de la historia de la interpretación. Tal lectura nunca debe usurpar el
lugar de la lectura de las Escrituras; es posible llegar a ser tan experto en el uso
de opiniones secundarias que uno nunca escudriñe el texto mismo de las
Escrituras. Sin embargo, cuando uno ha notado la advertencia, es importante,
en la medida que seamos capaces, entender cómo los cristianos antes de
nosotros han luchado con la Escritura, nada menos que con los pasajes y temas
más controversiales. Tal disciplina promoverá humildad, clarificará nuestras
mentes de proposiciones sin garantía, evitará exponer interpretaciones erradas
que desde hace mucho (y con razón) se han descartado, y nos recordará que
una interpretación responsable de las Escrituras nunca debe ser una tarea
solitaria.
Determinando las funciones de los temas bíblicos
Especialmente donde los temas bíblicos son complejos y están entrelazados, es
importante observar el uso que la Biblia hace de tales temas, determinar sus
funciones específicas y decidir seguir tal modelo bíblico en nuestra propia
reflexión teológica. Por ejemplo, la Biblia nunca infiere que, porque es
soberano, Dios está detrás del mal en la misma manera en que lo está del bien,
o que todo esfuerzo humano es irrelevante, o que el fatalismo está garantizado;
lejos de esto. A partir de la soberanía de Dios se infiere que la gracia prevalece
(Romanos 9), que debemos confiar en Dios aun cuando no seamos capaces de
ver el camino por delante (<450828>Romanos 8:28), y mucho más. Del hecho que
Dios nos creó, la gente deduce que Dios es Padre de todos nosotros, y que
todos somos “hermanos y hermanas”; sin duda que en un sentido es verdad.
Sin embargo, permanece el hecho de que el término “Padre” aplicado a Dios
en la Biblia es reservado para quienes han entrado en una relación de pacto con
él; bajo el nuevo pacto, “hermanos” es aplicado a los cristianos. Si
comenzamos a asociar estos términos con estructuras de pensamiento que son
muy diferentes de su uso bíblico, no pasará mucho tiempo hasta que
introduzcamos en la Biblia cosas que no deben estar ahí, aun mientras nos
cegamos a cosas que sí están ahí.
Para usar un ejemplo un tanto diferente, el autor de la epístola a los Hebreos
nos recuerda que “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos”
(<581308>Hebreos 13:8). Algunos cristianos celosos han deducido cosas tales
como: “Jesús sanó a todos aquellos que vinieron a él en los días de su
encarnación; él es el mismo ayer y hoy y por siempre; por lo tanto, él me sanará
si voy a él.” Puede que Jesús lo haga o simplemente que no lo haga. El
razonamiento es erróneo. ¿Podríamos decir igualmente: “Jesús caminó sobre las
aguas en los días de su encarnación; Jesús es el mismo ayer, hoy y por siempre;
por lo tanto él camina sobre las aguas en el día de hoy?” El asunto es que el
autor de Hebreos no está declarando un principio que se podría aplicar a cada
una de las facetas de la vida de Jesús. El contexto de Hebreos 13 nos muestra
el propósito que el autor tenía en mente cuando aplicó esta verdad.
La distinción entre interpretación y aplicación
Mientras nos acercamos a la Biblia con reverencia, constantemente debemos
distinguir entre una interpretación responsable de las Escrituras de aquellas
aplicaciones que son de carácter personal o de grupo. Por supuesto que en
pasajes exhortatorios la línea que diferencia entre ambas es muy fina; o, mejor
dicho, es muy fácil moverse de una a la otra. A menos que preservemos un
principio de distinción con facilidad caeremos en interpretaciones peligrosas.
Por ejemplo, rápidamente podemos procurar saber “lo que la Biblia significa
para mí”, poniendo tanto énfasis en el “para mí”, que ignoramos la distancia que
hay entre nosotros y el texto, y comprometer la especificación histórica de la
Biblia, y así, la naturaleza de la generosa autorrevelación verbal que Dios nos
ha dado. Peor aun, una persona enfermiza que se da a interminable
introspección tristemente se enfocará en aquellos pasajes cuyo tema habla de la
culpabilidad humana; el extrovertido triunfalista se tomará de todos aquellos
pasajes que hablan de victoria; el hedonista egoísta con su interés personal
encontrará pasajes que hablan de la vida y el gozo. Es mucho mejor que todos
los cristianos lean cada parte de las Escrituras, que la mediten en los términos
dados, que disciernan, en cuanto sea posible, su contribución a la totalidad del
canon, y entonces preguntar cómo semejante verdad se aplica a ellos mismos, y
a la iglesia y a la sociedad de la que ellos son parte.
La importancia de la santidad
Dado que la Biblia es la Palabra de Dios, es de vital importancis cultivar la
humildad mientras leemos, promover una vida de meditación saturada de
oración a medida que estudiamos y reflexionamos, procurar la asistencia del
Espíritu Santo mientras tratamos de entender y obedecer, confesar el pecado y
procurar pureza de corazón, motivación y de relaciones al mismo tiempo que
crecemos en entendimiento. Fracasar en estas áreas puede producir eruditos,
pero no cristianos.
Por sobre todo, debemos recordar que nosotros algún día daremos cuenta ante
aquel que dijo: “Pero a éste miraré con aprobación: al que es humilde y contrito
de espíritu, y que tiembla ante mi palabra” (<236602>Isaías 66:2).
D. A. Carson
HISTORIA BÍBLICA
INTRODUCCIÓN
Para nuestros propósitos la historia bíblica puede ser definida como el
trasfondo histórico de los eventos e ideas que encontramos en la Biblia. Esto
significa cubrir un amplio panorama que comienza con los albores de la historia
y que concluye con el período del NT. En esto, sin lugar a dudas, la Biblia en sí
es un recurso primordial. Sin embargo, tendremos que hacer uso de otras
fuentes para suplementar nuestro conocimiento del mundo antiguo, tales como
los descubrimientos de la arqueología y los registros escritos transmitidos de
generación a generación por los pueblos de los tiempos bíblicos. Esto es
importante porque la Biblia no pretende escribir una historia de su propio
período como tal. Los libros de la historia bíblica nos dicen bastante, pero sus
autores no nos dicen todo lo que habrían hecho, por cuanto su relato histórico
tuvo específicamente propósitos religiosos.
Es importante en esta conexión ser claros sobre la relación existente entre la
historia y la autoridad de la Biblia. Una buena porción de la Biblia nos relata
eventos históricos, y nos muestra que Dios es el Dios que actúa en la historia.
En esto, la verdad de la Biblia está ligada a la veracidad de su relato sobre la
historia. La consecuencia de esto es que la investigación histórica común es
relevante para con las verdades declaradas por la Biblia. Si los historiadores
pudieran mostrar que los principales eventos registrados en la Biblia con
respecto a Dios y su pueblo fueron sólo ficción, entonces sería imposible seguir
sosteniendo una doctrina “bíblica” acerca de Dios.
Por otro lado, hay una falsa sensación en el sentido de que la Biblia puede ser
puesta a la misericordia de la investigación histórica secular. Y esto es porque
la investigación histórica está constantemente cambiando, y la comunidad de los
creyentes no puede esperar eternamente las decisiones de los historiadores.
Como consecuencia de ello el creer y la investigación cuidadosa van juntos. La
autoridad de la Biblia no depende de la validación que le pueda dar la
investigación independiente; ciertamente hay muchas cosas cruciales que la
Biblia nos dice y que están más allá del alcance de dicha investigación. Por esta
razón, un estudio de la historia como se ha definido anteriormente es un acto de
fe. No busca probar la veracidad de la Biblia sino más bien arrojar luz para
entender su mundo, sus ideas y sus enseñanzas, con el propósito de fortalecer y
edificar la fe.
En lo que sigue trataremos de bosquejar la historia del período bíblico,
mostrando al mismo tiempo cómo se desarrolló la religión bíblica.
EL PERÍODO DEL ANTIGUO TESTAMENTO
COMIENZOS
La historia bíblica se inició en aquella parte del mundo donde la civilización
misma comenzó. La tierra que sería ocupada por el pueblo escogido por Dios
se encuentra en el extremo oriental del Mediterráneo, en una ruta costera que
permitía acceso desde Mesopotamia en el este hasta Egipto en el sudoeste. El
desarrollo de la civilización se originó en el sector comprendido entre estas dos
áreas. Los sumerios en Mesopotamia estaban organizados en ciudades-estados
para el cuarto milenio a. de J.C., y habían desarrollado la agricultura, el
comercio y la escritura. En este mismo tiempo comenzó a surgir Egipto. Los
sumerios posteriores y sus sucesores, los babilonios, desarrollaron códigos
legales muy sofisticados. Se destacó el del rey Hammurabi que data de la
primera mitad del segundo milenio a. de J.C. Las relaciones internacionales
comenzaron a ser reguladas por tratados, fueran éstos entre iguales o entre
imperios y Estados vasallos. Los heteos de Anatolia (la Turquía moderna),
quienes ejercieron algo de influencia en Siria y Palestina por un tiempo en el
segundo milenio a. de J.C., se destacaron por sus tratados con los pueblos a
quienes sometían, como p. ej. con los asirios en la primera mitad del primer
milenio a. de J.C.
En todo este desarrollo cultural la religión jugó un papel importante. Tanto la
religión como la política caminaron juntas la una de la otra. Se sostiene que en
esa época los diferentes aspectos de la vida eran influidos por diferentes dioses;
los reyes, antes de embarcarse en cualquier empresa, consultaban los oráculos
y a los agoreros quienes estaban controlados por las castas sacerdotales. El
temor a los dioses dominaba la vida. Ellos debían ser servidos ya que tenían
poder para destruir, quizá sin razón justificada. El interés de la religión estaba
en influir en estos poderes impredecibles por todos los medios posibles.
Tanto la historia temprana de Israel, como la historia posterior de los judíos, e
incluso la del cristianismo primitivo no pueden ser separadas de esta escena en
su contexto. La geografía de Israel inevitablemente permitía relaciones con
otras naciones. La tierra fue disputada una y otra vez por los grandes poderes
que surgían en ese tiempo, y consecuentemente, sus habitantes sufrieron,
aunque también se beneficiaron de su posición estratégica, como en los días de
Salomón. Ellos fueron parte de su mundo en el sentido de que compartían
muchas de las ideas y prácticas fundamentales, tales como: La creencia en Dios
(o dioses), la adoración por medio de sacrificios, vida sedentaria y el
nomadismo, los tratados y las guerras.
Este es el mundo que se ve reflejado en los primeros capítulos de la Biblia
(Génesis 1—11). Las historias de la creación y del diluvio fueron importantes
para los vecinos del antiguo Israel, y el estrecho paralelismo que existe entre
Génesis y los relatos babilónicos en particular son bien conocidos (ver el
artículo sobre Génesis). Ciertamente, el bosquejo básico de la historia
temprana es común tanto en la Biblia como en otros documentos del mundo
antiguo. Este consiste en una historia de la creación, seguida por la interrupción
en la relación entre Dios y los seres humanos, y seguidamente un diluvio. (Las
narrativas babilónicas más importantes que relatan estas historias son Enuma
Elish [la creación] y la Epica de Gilgamesh [el diluvio].) Hay algunos que
sobreviven al diluvio (Noé en el AT y Utnapishtim en Gilgamesh) y
posteriormente una situación de competencia entre las naciones del mundo
(representada en la Biblia por la historia de Babel en Génesis 11). El objetivo
de la historia babilónica es establecer la supremacía de Babilonia sobre el resto
del mundo.
La Biblia difiere del resto de los relatos antiguos en la manera como entiende
estos acontecimientos. Presenta a un solo Dios, en vez de muchos, y afirma que
él tiene un propósito para redimir a la humanidad de sus males que ellos
trajeron sobre sí mismos por el pecado de los primeros seres humanos. Dicho
propósito comienza a expresarse en el pacto entre Dios y Noé (<010618>Génesis
6:18; 9:1-17). La historia temprana, como se refleja en Génesis, muestra a un
mundo dividido por la raza y el idioma (Génesis 10—11) y el comienzo del
desarrollo de su cultura (<010417>Génesis 4:17-26). La cultura del mundo está
contaminada por su empobrecido conocimiento de Dios. La frase en
<010426>
Génesis 4:26: “Entonces se comenzó a invocar el nombre deJehovah”,
simplemente sugiere que el conocimiento acerca de Dios era primitivo. Al
comienzo de la historia de Abraham (Génesis 12), la religión del mundo había
establecido muchos dioses.
LOS PATRIARCAS
El término “patriarcas” se refiere a Abraham, a su hijo Isaac, a su nieto Jacob y
a los 12 hijos de Jacob, quienes llegaron a ser los antepasados de las tribus de
Israel. Su historia es el tema de Génesis 12—50. Se coincide en ubicarlos
cronológicamente en la primera mitad del segundo milenio a. de J.C. (20001500), es decir, en lo que los arqueólogos llaman la edad del bronce medio. La
ubicación cronológica precisa depende de la manera como son interpretadas
ciertas evidencias, tanto arqueológicas como bíblicas (especialmente la fecha
del éxodo desde Egipto; véase más adelante).
Sin embargo, hablando más ampliamente, el período coincide con ciertos
desarrollos en la historia del antiguo Cercano Oriente de lo cual ya hemos
hablado. Este es el tiempo del primer surgimiento de la cultura babilónica,
después que los sumerios comenzaron a declinar en Mesopotamia. Abraham
salió de “Ur de los caldeos” (<011131>Génesis 11:31), normalmente identificada
como una ciudad al sur de Mesopotamia (el sur de la moderna Iraq), y fueron a
través del norte de Mesopotamia hasta Harán, y de allí bajaron hasta Palestina.
De este modo, él viajó rodeando la así llamada “Media Luna fértil”, esa
gastada, difícil y popular ruta desde Mesopotamia a Egipto, a la que ya también
hicimos referencia. Los eruditos han tratado de ver este viaje en el contexto del
movimiento migratorio de la época, es decir, el supuesto esparcimiento de los
pueblos amorreos hacia el oeste, hasta Palestina. Sin embargo, esto no ha sido
probado en forma satisfactoria; tampoco esto ayuda a calificar a Abraham de
“nómada”, o de mercader. Lo que podemos decir es que él fue llamado a dejar
un lugar que conocía, y donde perfectamente podía llegar a prosperar, para ir a
un nuevo lugar y desarrollar una nueva vida en respuesta al llamado de Dios.
En todo caso, la arqueología nos muestra cuánto el Abraham que conocemos
de la Biblia fue parte de su mundo contemporáneo. Textos descubiertos en
sitios mesopotámicos, especialmente en Nuzi (una ciudad hurriana del siglo XV
a. de J.C.), dan evidencias de las costumbres sociales, las cuales se asemejan a
acciones y eventos relatados en Génesis. Por ejemplo, la práctica de dar
privilegios adicionales al primogénito (<012505>Génesis 25:5, 6, 32-34), la cual era
ampliamente practicada en el antiguo Cercano Oriente, y la adopción que
Abraham hizo de su esclavo Eliezer (<011502>Génesis 15:2). Se debe entender, sin
embargo, que esta clase de evidencia nos da sólo un apoyo muy general al
cuadro de los patriarcas que se presentan en el AT. Abraham y su larga
parentela se movieron libremente entre los pueblos habitantes de la época,
como lo muestra el diálogo que sostuvo con los heteos (hijos de Het) en
Hebrón (Génesis 23), pueblo que quizá estaba relacionado con el poderoso
imperio de Anatolia en el norte. El fue tratado por sus contemporáneos como
un hombre de carácter, incluso como “príncipe” (<012306>Génesis 23:6). En una
ocasión él se involucró militarmente en la región (Génesis 14). No obstante, a
su residencia en Canaán le faltó la posesión de la tierra, llegando a ser sólo un
anticipo de lo que Dios tenía planeado para el pueblo de Israel en el futuro.
BOSQUEJO CRONOLOGICO: ANTIGUO Y NUEVO
TESTAMENTOS
El propósito de este cuadro es poner lado a lado los eventos contemporáneos,
y no el desarrollo de las naciones como tampoco el progreso de las conquistas.
Para una fechaalternativa del éxodo y la posesión de la tierra prometida ver la
p. 256
Todas las fechas deben considerarse “aprox. A. de J.C.”, de modo que la
posible variación puede llegar a un siglo o más en 2000 a. de J.C.,
reduciéndose a una década para 1000 a. de J.C. La mayoría de las fechas para
la monarquía hebrea han sido citadas en doble forma, p. ej., Asa, 911/10—
870/69 a. de J.C., porque el año hebreo no coincide con nuestro año civil de
enero a diciembre.
Para las otras monarquías del Cercano Oriente, el espacio y la extensión no nos
permiten explicación alguna de la inmensa cantidad de documentación y
razonamiento que subrayan las fechas dadas a continuación, pero desde c. 900
a. de J.C. en adelante y las fechas para Asiria, Babilonia y Persia están fijadas
con mucha exactitud.
La religión de los patriarcas difiere en importantes aspectos de la religión
israelita posterior. Abraham mismo vino, con Taré su padre, desde
Mesopotamia donde eran adorados muchos dioses (<011131>Génesis 11:31, cf.
<062402>
Josué 24:2). Génesis nos dice que él encontró al Dios vivo, pero
claramente la narración bíblica asume que Dios tenía más que revelar a las
generaciones posteriores, particularmente en el pacto con Israel bajo el
liderazgo de Moisés en el Sinaí (ver más adelante; y cf. <020603>Exodo 6:3).
Dios fue conocido por Abraham a través de muchos nombres, en donde el
elemento común en todos ellos era “El”, p. ej. El Elyon, el Dios servido por
Melquisedec, el rey-sacerdote de Salem (<011418>Génesis 14:18-20). De hecho,
“El” era el nombre del dios principal de los cananeos, hasta que fue
reemplazado por Baal después de la segunda mitad del segundo milenio a. de
J.C. Por esta causa, un número de eruditos han pensado que los patriarcas
adoraron a este dios cananeo. Sin embargo, las narraciones dejan en claro que
aun en esta temprana etapa, el carácter del Dios de la Biblia comienza a ser
diferenciado con respecto a otros dioses. La historia del “sacrificio” de Isaac
(Génesis 22) puede ser un rechazo a la práctica del sacrificio de infantes que se
encuentra en alguna de las adoraciones cananeas. Por otro lado, no se
encuentra una hostilidad activa hacia la religión cananea que con posterioridad
encontramos en Deuteronomio y luego en los profetas, siendo especialmente
abominable en el AT la adoración a Baal.
Los relatos en Génesis nos muestran a los patriarcas comenzando a conocer a
este Dios quien se les revela en una relación personal. Esto fue expresado
primero en la promesa hecha a Abraham y repetida a Isaac y Jacob
(<011201>Génesis 12:1-3; 26:3-5; 28:13-15) que sus descendientes serían una gran
nación y que vivirían en la tierra de Canaán. La relación tomó forma de pacto
(<011518>Génesis 15:18; 17:2) y, por lo tanto, preparó el camino para la historia
futura de Israel, simbolizando la vida de Israel en Canaán. Esto fue una nueva
etapa en el desarrollo del pacto con Noé y que más tarde sería más
desarrollado bajo Moisés.
Abraham fue el mediador del pacto que Dios hizo con él y su descendencia.
Como tal, él no necesitó de un sacerdote para hacer sacrificios a su favor; él
dirigió la adoración de su propia familia, incluyendo sacrificios, diezmos y
oración. Esto también forma parte de las funciones en esta etapa del desarrollo
de la historia del pueblo de Dios.
Los patriarcas adoraron en diferentes lugares a través de la tierra, levantando
sus propios altares, p. ej. en Mamre (<011318>Génesis 13:18) y en Betel
(<013506>Génesis 35:6, 7). El que ellos mismos levantaran sus propios altares les
distinguió de sus vecinos; sin embargo, no hubo una insistencia en adorar en un
solo lugar, como llegaría a ser más tarde con el templo en Jerusalén. La
ausencia de Jerusalén de las narraciones (aparte de su posible aparición bajo la
forma de Salem en Génesis 14) es un importante argumento en lo que se refiere
a la antigüedad de los relatos patriarcales. Jerusalén aún no estaba allí.
El período patriarcal se extiende desde el llamado de Dios a Abraham pasando
por las generaciones de Isaac, Jacob y sus hijos hasta la salida de toda la
familia de Jacob hacia Egipto. Desde Egipto a su tiempo emergerían como un
solo pueblo yendo hacia la tierra de Canaán. Durante este tiempo, los
fundamentos para la historia posterior de Israel serían echados, y éstos
emergerían más plenamente bajo su más grande líder, Moisés.
EXODO Y SINAI
Como vimos en nuestra discusión del período patriarcal, se han sugerido fechas
relativamente tempranas y relativamente tardías (ver diagrama en las págs. 3436). Paralelamente, han sido propuestas para el período de José y el éxodo
cronologías de alternativas tempranas y tardías, p. ej. el siglo XIX a. de J.C. y
el último período de los hicsos (1700-1580), cuando el país fue tomado por los
pueblos semitas, quienes adoptaron la maquinaria estatal existente y cuyos
reyes llegaron a ser faraones. La fecha tardía haría del decreto del semita José
altamente plausible; sin embargo, no hay certeza.
El cambio de destino de Israel en Egipto es bien conocido. Los privilegios de la
tierra de Gosén fueron cambiados por la dura vida de esclavitud y la
reconstrucción de las ciudades de almacenaje de Pitón y Ramesés (<020108>Exodo
1:8-11). En la narrativa bíblica esta es la característica esencial del período en
Egipto, siempre recordado en el tiempo posterior a la esclavitud misma
(<050420>Deuteronomio 4:20; 15:15). El sufrimiento y el terror propios de esta
época son preservados en detalles en los primeros capítulos de Exodo, p. ej. el
decreto contra los hijos varones hebreos (<020122>Exodo 1:22) y la amargura de la
clase oprimida la que amenazó al mismo “Príncipe” Moisés (<020214>Exodo 2:14,
15). El valor de las parteras hebreas en este contexto (<020115>Exodo 1:15-21) es
digno de notar, y muestra de paso una cierta penetración hebrea en la sociedad
egipcia (desde que aparentemente ellas atendían los nacimientos egipcios al
igual que los hebreos); algo que también puede sugerir <021235>Exodo 12:35, 36.
El gran tamaño de la comunidad hebrea en Egipto fue una de las causas del
conflicto entre el faraón y el pueblo hebreo (<020112>Exodo 1:12). Cuán numerosos
llegaron a ser es difícil de determinar. Diferentes referencias indican una
población de más de 600.000 varones adultos (<023826>Exodo 38:26;
<040146>
Números 1:46; 26:51), sin embargo, esto es ampliamente sostenido como
imposible, y los comentaristas buscan maneras de entender en otra forma los
términos usados más que en su significado literal. G. J. Wenham, en su
discusión del problema, se inclina hacia una interpretación de los números en
términos de simbolismo astronómico. El punto del simbolismo fue que la
promesa a Abraham (<011505>Génesis 15:5) había sido cumplida; Israel, sin lugar a
dudas, era a estas alturas tan numeroso como las estrellas en el cielo.
Es en este contexto que Moisés fue llamado para guiar al pueblo a salir de la
esclavitud y llevarlo a aquello que Dios les daría (cumplimiento de una parte de
la promesa a Abraham). El llamado de Moisés marcó un punto crucial en la
relación entre Dios y el pueblo que él había escogido, por cuanto es en este
momento cuando Dios se hace más conocido para ellos, revelando su nombre
personal: Jehovah (<020314>Exodo 3:14, 15; 6:3). Esto fue un importante preludio al
pacto que muy pronto haría en el Sinaí.
Esto fue seguido por la confrontación de Moisés con Faraón, las plagas en
Egipto (a veces vistas como fenómenos naturales, aun cuando semejante punto
de vista no contradice la soberanía de Dios en los eventos), la Pascua y la
salida masiva del pueblo, conocida como el éxodo. Esto culminó con la travesía
del mar Rojo, presumiblemente un cuerpo de agua en la región del Delta
(Exodo 7—15). La fecha del éxodo es puesta durante el reinado de Tutmosis
III (según la cronología temprana) o durante el reinado de Ramsés II (según la
tardía). El pueblo prosiguió, bajo el liderazgo de Moisés, hacia el Sinaí (Exodo
16—18).
Para la religión de la Biblia, el éxodo y la reunión del pueblo con Dios en el
Sinaí (a veces también llamado Horeb; <020301>Exodo 3:1, y casi siempre en
Deuteronomio) son sumamente importantes. El éxodo es siempre visto como el
típico y gran acto divino de liberación (<050420>Deuteronomio 4:20; <19A606>Salmo
106:6-12; <234316>Isaías 43:16, 17). Y el encuentro del Sinaí llevó a su clímax la
historia del pacto que había sido introducido en Génesis El relato básico de la
entrega del pacto se encuentra en Exodo 19-24, donde las tribus estaban juntas
al pie del monte Sinaí y Dios descendió delante de ellos en el mismo monte.
Entraron formalmente en una relación con él, en donde Dios mismo se refirió a
sus actos pasados en favor de ellos confirmándoles su compromiso (<021904>Exodo
19:4-6), y el pueblo en respuesta expresó su voluntad de vivir según los
términos del pacto (<021908>Exodo 19:8; 24:3, 7). Dichos términos están
expresados fundamentalmente en los diez mandamientos (<022002>Exodo 20:2-17)
y luego en una serie más detallada de leyes que le siguen (<022101>Exodo 21:1—
23:33).
El pacto en el Sinaí se vuelve a repetir, en forma completa, en el libro de
Deuteronomio (Para la relación entre las varias partes del Pentateuco, ver el
artículo sobre el mismo.) Para ser más preciso, el pacto en Deuteronomio fue
una renovación del pacto hecho en el Sinaí, renovación que tuvo lugar en las
planicies de Moab, precisamente antes de que el pueblo entrara en la tierra de
Canaán (<052901>Deuteronomio 29:1). En todo caso, aquí los elementos del pacto
aparecen más claramente (ver la Introducción al artículo sobre Deuteronomio),
repitiendo las relaciones previas entre Dios e Israel, destacando los términos de
las relaciones futuras y recordando solemnemente las consecuencias de
observar o de quebrantar el pacto. Como ya ha sido destacado, la estructura
del pacto en Deuteronomio corresponde admirablemente a aquellos múltiples
tratados del antiguo Cercano Oriente, y es muy cercano a los tratados de los
vasallos heteos que datan del segundo milenio a. de J.C. Esta información se ha
usado para argumentar en favor de la autenticidad de la fecha para
Deuteronomio en el segundo milenio a. de J.C.
Sin embargo, mucho más importante es el hecho de que la idea del pacto arroja
mucha información acerca del carácter del antiguo Israel. Es importante que el
pueblo haya sido liberado de una esclavitud ejercida por una tiranía déspota
para entrar en una relación con Dios en la cual él, y no un tirano terrenal, era el
rey. Este es el énfasis del principal documento del pacto en el Sinaí
(Deuteronomio) que está estructurado como un tratado de vasallos, el objetivo
del cual era siempre afirmar los derechos de un amo-señor. Además, el reinado
de Dios sobre Israel es explícitamente enfatizado en <053305>Deuteronomio 33:5.
De este modo, fue un pueblo liberado, sometido sólo a Dios, el cual le preparó
para entrar en Canaán. Esto fue un nuevo factor en el mapa histórico del
tiempo.
Entre los registros del pacto tanto en Exodo como en Deuteronomio, viene la
historia del Pentateuco referente a los viajes por el desierto y la larga estadía en
Cades-barnea (<042001>Números 20:1). Fue después de este período que Israel
permaneció en los bordes de la tierra prometida y escuchó los discursos de
Moisés registrados en Deuteronomio (Ver el artículo sobre el Pentateuco y el
mapa en la p. 119.)
UBICACION EN CANAAN
La historia del establecimiento de Israel en Canaán está relatada en los libros
de Josué y Jueces Es presentada como una conquista, la cual desde un punto
de vista puede describirse como una conquista rápida y completa (<061123>Josué
11:23; 21:45). Sin embargo, un estudio más cuidadoso nos revela en forma
clara que la narrativa bíblica asume que la conquista fue larga y difícil (Josué 9;
11:22; 13:1; 15:63; 17:12, 13; 19:47; Jueces 1). El cuadro completo de la
conquista es una manera de afirmar el cumplimiento inevitable de las promesas
de Dios; aun cuando esto no llegó a ocurrir sino hasta la época de David (<100701>2
Samuel 7:1). En realidad, por esta razón, la ocupación inicial que Israel hizo de
la tierra de Canaán fue sólo parcial, y por siglos los israelitas permanecieron
como un pueblo más que habitaba la tierra.
Documentos extrabíblicos, como las cartas de Amarna, arrojan algo de luz
sobre los tempranos días de Israel en Canaán. Estos documentos fueron
encontrados en Amarna, capital de Egipto desde el 1385 al 1360 a. de J.C.
aprox. Dichos documentos consisten de quejas de los gobernadores locales
acerca de los distintos disturbios y testifican de cómo se debilitaba la influencia
egipcia en la zona en esos tiempos. Hay referencia en estos documentos a un
grupo conocido como ‘apiru, quienes en más de una ocasión fueron
considerados equivalentes a los hebreos. Si este fuese el caso, estos
documentos establecerían evidencia de la presencia de Israel en la tierra de
Canaán en la primera parte del siglo XIV a. de J.C. Hay muchos que ya no
aceptan semejante equivalencia. Sin embargo, el cuadro general dado por las
cartas de Amarna no es inconsistente con la presencia de Israel en Canaán para
ese tiempo.
Más evidencia es provista por el Estela de Mernepta (obelisco con
inscripciones referentes a campañas militares). Este fue erigido por el faraón
Mernepta después de su campaña en Canaán, y en él nombra los pueblos que
fueron sometidos, incluyendo “Israel”. La fecha de esta estela es 1207 a. de
J.C., lo cual muestra que Israel estaba en la tierra de Canaán a lo menos tan
temprano como para la Edad de Bronce tardía.
Lo significativo de la información arqueológica como ésta es debatido. Los
eruditos no están de acuerdo ni con la fecha ni con la manera de como Israel
arribó a la tierra de Canaán, incluso algunos le dan poca credencial a la idea de
“conquista”.
La conquista de Canaán por los israelitas es fechada generalmente en el siglo
XV o en el XIII a. de J.C. (Esta posición afecta en cómo uno ubica
cronológicamente a los patriarcas, como se ha notado anteriormente.) El
debate se centra en la interpretación de la evidencia bíblica y arqueológica. El
AT realmente provee fechas para el período comprendido entre el éxodo y la
construcción del templo del rey Salomón (<110601>1 Reyes 6:1). Como este último
puede ser fechado para el año 966 a. de J.C., esto da como fecha para el
éxodo el año 1446 a. de J.C. Entonces, a la luz de esta información, el AT
favorece la fecha temprana. Sin embargo, es común suponer que la cronología
bíblica aquí (la cual corresponde con la información agregada del libro de
Jueces) es esquemática, y que los períodos de 40 años de los jueces pueden
ser parcialmente concurrentes, como sucede a veces en los registros egipcios y
mesopotámicos. De manera que la información de 1 Rey 6:1 (cf. también Gén
15:13; <021240>Exodo 12:40) no puede ser decisiva en sí misma.
La arqueología testifica de la destrucción de ciertas ciudades cananeas en el
siglo XIII a. de J.C., incluyendo algunas que fueron tomadas por Josué durante
la conquista (Betel, Azor, Debir, Laquis). Esto ha llevado a muchos eruditos a
concluir que el siglo XIII o temprano en el siglo XII sea el mejor período para
fijar la fecha de Josué y la conquista de Canaán. El problema con esta posición
es que no hay tal evidencia en el caso de otras ciudades que Josué conquistó; y
en el famoso caso de Jericó, pareciera que ni siquiera estaba habitada en este
período en cuestión. Para esta evidencia poco clara es posible contar con el
hecho de que la arqueología nunca puede proveer un cuadro completo. Contra
este trasfondo se ha argumentado que la información arqueológica se ajusta
más con la fecha tradicional para el éxodo, a saber, el siglo XV. Y hay algo de
evidencia que todas las ciudades sometidas por Josué, para lo cual la
información arqueológica está disponible, sufrieron destrucción en la última
parte del siglo XV a. de J.C. (ver p. 256).
EL PERIODO TRIBAL
Como hemos visto al describir la entrada de Israel a la tierra prometida, Israel
vivió por algún tiempo acompañado por otros pueblos. El mandato de echar a
esos pueblos de la tierra (<050702>Deuteronomio 7:2) fue inicialmente ejecutado
pero en forma parcial, un fracaso que se muestra en la narración bíblica como
falta de fe y de obediencia (<070202>Jueces 2:2, 3). Lejos de ocupar la totalidad de
la tierra prometida, los israelitas fueron confinados a las regiones montañosas,
que corren de norte a sur, y que se consideran como la “espina dorsal” de la
tierra (ver <070134>Jueces 1:34). Los valles fértiles y las franjas costeras fueron
mantenidas por los pueblos cananeos, de los cuales los filisteos, del sudoeste,
son los más conocidos. Las escaramuzas de Sansón con los filisteos tuvieron
lugar en el territorio que estaba comprendido entre el valle y la zona montañosa
(la Sefela, o la baja montaña). La historia sobre Sansón (Jueces 13—16)
tipifica muy bien la condición de las tribus durante ese período.
La organización de Israel durante este período se describe como una “liga
tribal”, expresión que revela algo así como una confederación libre de grupos
más o menos independientes (ver el mapa en la p. 252). Israel no era todavía el
Estado centralizado que llegaría a ser durante el reinado de David y
especialmente bajo el de Salomón. El mejor cuadro sobre el carácter de Israel
durante este período lo encontramos en Jueces 5, en el así llamado Cántico de
Débora, en el cual se celebra la victoria de Israel sobre el ejército del rey de
Hazor, bajo el mando de Sísara. Este cántico menciona varias tribus que se
juntaron para hacer frente a la amenaza hecha a la nación por este rey. Al
mismo tiempo se censura severamente a aquellas tribus de Israel que no
participaron en la batalla (<070517>Jueces 5:17; nótese cómo algunos nombres
regionales son mencionados junto con mencionar a las tribus). Lo que se asume
es que, siendo las tribus en alguna forma independientes, siempre deberían
juntarse para hacer frente a los tiempos de amenazas puesto que esto es de
interés común. Los jueces, en realidad, fueron “libertadores”, y esto se deduce
tanto del significado natural de la palabra hebrea como de lo que está implícito
en las narrativas de este período.
Cuánto tiempo duró esta etapa dependerá del punto de vista que se adopte con
respecto al éxodo, es decir, pueden ser 400 años (contando desde la mitad del
siglo XV hasta el advenimiento del rey David cerca del 1010 a. de J.C.) o
simplemente pueden ser 200 años (asumiendo la fecha del siglo XIII para el
éxodo). El libro de Jueces no resuelve en sí este tema. Una lectura simple del
libro de Jueces nos da una cronología más larga, por sumar los períodos por
los cuales los “jueces” juzgaron (p. ej. <070311>Jueces 3:11). Sin embargo, algunos
eruditos consideran que se sobreponen algunos de estos períodos. En todo
caso, ya hemos notado anteriormente que Israel estaba en la tierra de Canaán
durante el período de Amarna (a comienzos del siglo XIV a. de J.C.). La
guerra con Hazor (Jueces 5) concuerda, en términos generales, con el cuadro
dado por las cartas.
Es importante notar dos cosas acerca de Israel durante este período: primero
su “descentralización” y segundo su unidad. La naturaleza tribal de Israel es
importante en sí. Esto lo margina de otros pueblos que tuvieron reyes. Y en
verdad, de tiempo en tiempo, los israelitas sintieron la ausencia de un rey, y
esto se transformó en una presión para ir en esa dirección. Bajo estas
circunstancias, Gedeón tuvo que declinar la oferta de hacerle rey (<070823>Jueces
8:23); sin embargo Abimelec, hijo de Gedeón, quiso ser rey (Jueces 9). Tanto
el rechazo de Gedeón a ser rey como el oráculo de Jotam (<070907>Jueces 9:7-15)
hablan de una firme convicción en Israel de que el modelo de reinado de las
otras naciones era errado para ellos; era una ofensa en contra del reinado de
Dios sobre su pueblo escogido.
La compleja estructura de la familia y de las tribus de Israel, con sus
instituciones legales afectando todas las áreas de vida, habían sido diseñadas
para garantizar la vida y la libertad de todo el pueblo de Dios en su tierra
(<021824>Exodo 18:24-27). El acto de Israel de tomar posesión de la tierra de
Canaán está ligado al pacto con Dios. No fue una posesión absoluta; la tierra
pertenece a Dios (<032523>Levítico 25:23). Israel la disfrutó como “herencia”
(<050421>Deuteronomio 4:21). Además, la estructura de Israel fue diseñada para
preservar y actualizar su relación con Dios, la tierra y la gente.
El nivel más bajo de organización en la tribu era la “casa paterna”, que era una
especie de familia ampliada y una unidad económica básica. Fue a este nivel
que la tierra fue “poseída” y cultivada. El siguiente nivel fue el clan, un grupo de
“casas paternas”, que eran clanes familiares y a su vez unidades territoriales.
Como tal, los clanes eran responsables de la protección de la tierra en favor de
sus miembros. En cada esfera de vida —administración, guerra, matrimonio y
herencia— el clan fue el contexto efectivo. (Un ejemplo es el fallo dado a las
hijas de Zelofejad en relación con la herencia de su padre; <042701>Números 27:111; 36.)
Podemos decir que la estructura social de Israel estuvo basada en la teología
del pacto. En esta sociedad descentralizada, nadie fue rey sino sólo Jehovah, el
Dios de Israel. El método de posesión de la tierra permitió que la idea del
pacto de la hermandad, la participación de cada israelita en el pacto, fuera
expresada. Las instituciones de liberar de deudas, de liberar de esclavitud y el
jubileo (Levítico 25; <051501>Deuteronomio 15:1-19) fueron diseñadas para
preservar la equidad en el uso de la tierra y de esa manera disfrutar de las
bendiciones del pacto. La posesión correcta de la tierra era un deber ante Dios
y ante la siguiente generación de ese clan y de esa familia. Fue por esta razón
que Nabot rehusó vender su propiedad a Acab, y por la que el acto de Acab
de tomarla por la fuerza fue severamente sancionado (<112101>1 Reyes 21:1-16).
Un entendimiento de estas ideas es importante para una comprensión del
antiguo Israel. Se discute si estos factores fueron los que hicieron a Israel (o
podrían haberlo hecho) más auténtico, y el hecho de ceder en alguno de ellos
ha sido un trasfondo importante en la severa crítica de los profetas durante el
período de la monarquía. Ya ha sido claro en el tiempo de los jueces que Israel
no estaba viviendo según los términos del pacto a fin de ser una nación
radicalmente diferente con respecto a las naciones vecinas. Por ejemplo, ¿por
cuánto tiempo fue practicado el Jubileo en Israel? es una información que se
desconoce (Levítico 25). Lo mismo es verdad en relación con las instituciones
de liberar de deudas o de liberar esclavos.
No obstante, a pesar de esta descentralización, Israel era un pueblo coherente
y reconocible. Un aspecto de esto, como ya lo hemos visto, fue la necesidad de
unirse para la defensa (Jueces 5). Además, la unidad era importante para la
adoración. Las tribus habían venido juntas desde Egipto habiendo hecho un
pacto con Dios. El gran símbolo de esto fue el arca del pacto, la cual se
transformó en el centro de la vida de adoración de Israel. Pareciera ser que el
arca del pacto estuvo estacionada en diferentes lugares durante el período de
los jueces (incluyendo Betel [<072026>Jueces 20:26, 27] y Silo [<090303>1 Samuel 3:3]).
Sin embargo, Silo parece haber sido reconocido por algún tiempo como el
lugar central de adoración de todo Israel (<062219>Josué 22:19, 29; 1 Samuel 1—
3; cf. <240712>Jeremías 7:12). Por lo tanto, el carácter de Israel como
confederación de tribus fue esencialmente religioso. Su unidad consistió en el
hecho de que juntos habían entrado en el pacto con Dios.
Como estructura social básica, la unidad de Israel también se podía quebrar.
La historia de los altares propios de las tribus que estaban en la Transjordania
(Josué 22) revela una cierta tendencia hacia una división interna como ocurre
con la guerra civil entre la tribu de Benjamín y las otras tribus, según lo registra
Jueces 20. Algunas de estas divisiones se sostuvieron bajo los reyes de Israel.
LOS REYES DE ISRAEL Y JUDA: SAUL, DAVID Y SALOMON
La siguiente etapa en la historia de Israel, después de los jueces, es la de los
reyes. Este período comprende desde el año 1050 a. de J.C., época en que
Saúl es coronado rey, hasta el año 586 a. de J.C., fecha en que el reino de
Judá desaparece y muchos del pueblo son llevados al exilio por
Nabucodonosor, rey de Babilonia. El período de los reyes es la época de
mayores éxitos en la vida de Israel, pero también es el de sus peores
humillaciones.
Hemos mencionado que hubo ciertas tendencias en Israel a buscar la seguridad
de la unidad que proveía la figura de un rey. Esta tendencia fue muy evidente en
el tiempo de Samuel. Para este tiempo, Israel estaba en la más baja decadencia
tanto espiritual como material. La historia de Elí y sus hijos tipifica la pobre
condición espiritual (<090212>1 Samuel 2:12—4:22); y los filisteos atacaban al
pueblo (1 Samuel 4—6). En este contexto vino a Samuel la demanda de un rey
(<090805>1 Samuel 8:5-7).
Samuel fue una figura importante en la historia de Israel. En él se combinaban
los elementos de juez, profeta y sacerdote. Como juez, guió al pueblo en la
batalla contra los filisteos (1 Samuel 7); en este mismo contexto se le encuentra
ejerciendo deberes sacerdotales (<090710>1 Samuel 7:10; cf. <091008>1 Samuel 10:8).
Y en la confrontación que tuvo con Israel sobre la cuestión de un rey, él actuó
como un profeta (<090810>1 Samuel 8:10; 12:20-25). No obstante, hay una
observación hecha sobre su período como juez el cual no fue perfecto, puesto
que contra la costumbre nombró a sus propios hijos jueces, los cuales
probaron ser indignos del nombramiento y se hicieron impopulares (<090801>1
Samuel 8:1-3).
Samuel es, entonces, una figura paradójica, que en un sentido testificó de la
degradación del sistema de jueces como forma de gobierno para Israel. Pero,
por otro lado, es interesante que la solicitud de un rey para Israel es presentada
como un rechazo de Dios como el único y verdadero rey de Israel (<090807>1
Samuel 8:7). Visto anteriormente que la estructura tribal de Israel y la de clan
estaba en armonía con los principios básicos del pacto. La solicitud de un rey
con sus inevitables consecuencias referidas a la maquinaria estatal centralizada,
presentaba un desafío al pacto y al carácter de Israel como pueblo. La
respuesta de Samuel a la solicitud posiblemente es una indicación de una lucha
interna sobre el tema. A pesar del desafío que se hacía sobre el pacto, la
aceptación de Saúl por parte de Dios fue confirmada en una ceremonia que fue
diseñada para incorporar el concepto de un rey en el sistema existente del
pacto (<091114>1 Samuel 11:14).
En un sentido Saúl era un juez, ya que por sobre todo él guió a Israel en el
campo de batalla (<091447>1 Samuel 14:47, 48). Por otro lado, su reinado no llegó
a ser una dinastía, en el sentido de que no fue sucedido por ninguno de sus
hijos. Tampoco desarrolló una maquinaria estatal.
El Israel de Saúl no amplió mucho sus dimensiones territoriales en comparación
con el período de los jueces; aun en el apogeo de su poderío, el pueblo seguía
confinado en la zona montañosa, donde también había enclaves cananeos
importantes como Jerusalén y Bet-seán. En este último, la arqueología sugiere
que en el tiempo de Saúl hubo ocupación filistea, posiblemente bajo el control
egipcio. Este es el trasfondo de la humillación del cuerpo de Saúl que se nos
describe en <093108>1 Samuel 31:8-13.
Saúl no sólo fue incapaz de tomar toda la tierra, sino que el conservar su trono
siempre se vio amenazado por la popularidad de David (<091807>1 Samuel 18:7).
La rivalidad entre David y Saúl (la cual fue animada por los adherentes a Saúl
aun después de su muerte; <100301>2 Samuel 3:1) es posible que también reflejara
las divisiones internas en Israel, como las que ya hemos mencionado y que se
dieron en el tiempo de los jueces (Saúl fue de la tribu de Benjamín, David de la
tribu de Judá).
Cuando Saúl yacía muerto en el monte Gilboa, finalmente derrotado por los
filisteos, la posición de Israel parecía muy peligrosa. Sin embargo, el vuelco
experimentado fue dramático y veloz. Lo que Saúl no logró conseguir, David lo
logró magistralmente. Con Egipto decayendo y no habiendo otro poder
importante emergiendo en la región, era el momento para que un gran genio
creara un pequeño imperio en Palestina. David logró dos cosas. En primer
lugar, él unió a Israel, a pesar del descontento que podría haber entre los
seguidores de Saúl. El golpe magistral en relación con esto fue la toma de
Jerusalén (<100506>2 Samuel 5:6-19). La arqueología ha revelado que ciertas
ampliaciones fueron hechas a la ciudad jebusea de Jerusalén. Ahora David
podía trasladar su capital desde Hebrón, en el corazón mismo de Judá, a una
posición en el límite entre Judá y Benjamín y de esta manera esperar un control
más efectivo de los israelitas del norte y del sur. Con Jerusalén cumpliendo este
papel, David comenzó en forma efectiva a hacer de Israel un “Estado”, con una
maquinaria gubernamental desarrollada (<100815>2 Samuel 8:15-18). El desarrollo
pleno de este proceso es generalmente atribuido a Salomón.
En segundo lugar, David logró someter a los enemigos de Israel de alrededor,
no sólo a los filisteos en el oeste, sino también a las naciones de Amón, Moab y
Edom en el este, y sustancial terreno de Siria en el norte (2 Samuel 8; 10;
12:26-31). Bajo David, y posteriormente bajo Salomón, Israel alcanzó su
mayor expansión territorial, ocupando los bordes de lo que se define como “la
tierra prometida” en <051124>Deuteronomio 11:24. Lo alcanzado por David estaba
relacionado con el cumplimiento de la promesa del pacto y que se refiere al
“descanso” de Israel (<100701>2 Samuel 7:1; cf. <051209>Deuteronomio 12:9). En la
promesa de Dios a David, que sería padre de una gran dinastía (<100708>2 Samuel
7:8-17), la historia de Israel y su pacto con Dios entró en una fase decisiva.
David gobernó en Israel desde 1010 hasta 970 a. de J.C. y fue sucedido en el
trono por Salomón, quien gobernó por un período de 40 años. Salomón gozó
de los frutos de las victorias de David su padre. Su tiempo fue uno de paz y de
dominio en el área. Su riqueza vino de los tributos pagados por las naciones
sometidas, del comercio y de los impuestos derivados del mismo. Por única vez
en su historia, Israel se beneficiaba de su posición estratégica en estas rutas
comerciales, porque políticamente era suficientemente fuerte. La visita de la
reina de Saba (en Egipto) y su admiración por la extraordinaria riqueza de
Salomón deben ser vistas en el contexto de los lazos comerciales de Salomón
con las tierras del Mediterráneo en el oeste y con el exótico sur (1 Rey 9:26—
10:29). Fue Salomón quien pudo proveer para la construcción del excelente y
magnífico templo el cual su padre sólo había soñado. (Los libros de Crónicas
nos dicen que David dio detalles de los planes para el templo a su hijo y
proveyó materiales para su construcción; <132811>1 Crónicas 28:11—29:9).
También su riqueza se vio reflejada en el plan de construcción de edificios a
través de toda la nación. En esto, el testimonio arqueológico es más elocuente
acerca del tiempo de Salomón que del de David. Hay fortalezas y centros de
almacenaje en diferentes lugares (Meguido, Gezer, Hazor, Bet-semes y Laquis)
que datan de esta época.
La construcción del templo obviamente fue uno de los puntos clave en la
historia de Israel. Fue considerada como tal por el autor de Reyes, quien lo
describe en toda su extensión (1 Reyes 5—8) y quien parece haber visto su
culminación, relacionándola con la historia de Israel en la tierra de Canaán a
partir del éxodo (<110601>1 Reyes 6:1). El cronista también le da prominencia a este
hecho (2 Crónicas 2—7). Sin considerar un intervalo en el siglo VI a. de J.C.,
un templo permanecería en Jerusalén por más de un milenio.
Tanto la permanencia de la ubicación del lugar de adoración a Jehovah, como
el tipo de edificación eran un acto de renuncia a lo que estaban acostumbrados
(como pueblo nómada en donde Dios viajaba con ellos) y podría verse como
comprometiendo la libertad de Dios (en el sentido de que Dios era confinado a
un lugar; <100705>2 Samuel 7:5-7). La oración de dedicación hecha por Salomón
revela que eran conscientes de esto y a su vez contiene una respuesta en este
sentido (<110827>1 Reyes 8:27). Con este evento vino un cambio en Israel. El dejar
de ser una sociedad tribal fue señalado no sólo por la ascensión de un rey, sino
también por el hecho de centralizar la adoración a Jehovah en su capital. David
había traído el arca del pacto a Jerusalén (2 Samuel 6). Salomón la guardó en
el templo cuyo esplendor era inseparable de su propio nombre. Aun cuando
Jehovah había permitido y vigilado todo esto, Israel ahora se asemejaba mucho
más a sus vecinos cananeos que en el período anterior cuando aún no era un
Estado.
Con el templo vino la música. Aun cuando el libro de Salmo fue el producto
final de un período posterior, muchos de los salmos individuales datan de la
época de la monarquía, de los cuales muchos son atribuidos a David. De la
misma manera ocurre con la institución de la adoración, incluyendo los arreglos
musicales (1 Crónicas 25). Tan pronto como el lugar de adoración quedó
establecido fue requerida una organización permanente de adoración. Y la
organización de ésta en Jerusalén tiene su paralelo con lo que ocurría en la
ciudad-estado cananea de Ugarit del segundo milenio a. de J.C.
Finalmente, la era de Salomón es reconocida como “la era del iluminismo”.
Esto se debe a su nexo con su sabiduría, bien conocida en el libro de
Proverbios (<200101>Proverbios 1:1). De Salomón se dice que ha sobrepasado a
todos los hombres sabios del Oriente, y por cuya sabiduría es famoso entre las
naciones (<110429>1 Reyes 4:29-34). Lo interesante a destacar es el carácter
internacional de la sabiduría. Por ejemplo, muchos de los proverbios bíblicos
tienen paralelos en la literatura de otros pueblos (ver el comentario sobre
Proverbios). Es más, Proverbios junto con Eclesiastés y Job, representan una
línea de pensamiento en el AT que comparte ampliamente con la tradición
intelectual del mundo antiguo, aun cuando en Israel la sabiduría del “Oriente”
ciertamente está subordinada al Dios del pacto (<200107>Proverbios 1:7). A
Salomón siempre se le acredita su apertura hacia la cultura y el aprendizaje y,
sin lugar a dudas, la corte real de Israel requirió de una clase educada tanto
para la administración como para la diplomacia.
No sería del todo cierto el decir que Salomón es el fundador de la educación
en Israel. Es evidente que hubo tradiciones de sabiduría popular en el país antes
de su tiempo (<101402>2 Samuel 14:2; 20:18), en donde el “sabio” era reconocido
como un tercer grupo de líderes en Israel después de los profetas y los
sacerdotes (<241818>Jeremías 18:18). Aun más, en la antigua vida de adoración de
Israel siempre se puso un énfasis especial en la enseñanza-aprendizaje del
pacto mosaico (<053109>Deuteronomio 31:9-13).
Si Salomón marcó la cumbre de la grandeza de Israel como nación, también
marcó el inicio de algo que sería muy sombrío. La centralización de sus
instituciones trajo consigo una profunda amenaza a la forma de vida de Israel, la
cual, como hemos visto, estaba relacionada con la observancia del pacto.
Samuel había advertido que un rey les privaría del derecho más natural del
hombre: su libertad (<090808>1 Samuel 8:8-17); el autor de Reyes deja claro que si
bien Salomón no esclavizó a su propio pueblo, sin embargo, los necesitó para
los servicios de su casa real (1 Reyes 20—22). El magnificente estilo de vida
de Salomón, y especialmente su comercio equino con Egipto, lo ponía en
conflicto con el ideal para un rey expresado en Deuteronomio (<111026>1 Reyes
10:26-29; cf. <051714>Deuteronomio 17:14-17).
El autor de Rey. va más allá y nos habla de la caída de Salomón en la
apostasía. Su enorme harén, y especialmente su matrimonio con la hija del
faraón, fueron condenados (<111101>1 Reyes 11:1, 2); y estos matrimonios
condujeron a la institucionalización de la adoración de dioses extranjeros en la
misma ciudad de Jerusalén (<111104>1 Reyes 11:4-8; cf. 3:1; 9:24). La apostasía de
Salomón rápidamente puso en riesgo todo lo que su padre David había logrado
(<111114>1 Reyes 11:14, 23). Su actitud de adorar a otros dioses se transformaría
en una característica propia de sus sucesores en Jerusalén.
LOS REYES DE ISRAEL Y JUDA:
DESDE ROBOAM HASTA EL EXILIO
Inmediatamente después de Salomón, el reino se dividió en el reino del norte
(Casa de Israel) y el reino del sur (Casa de Judá). A Jeroboam, siervo de
Salomón (<111126>1 Reyes 11:26) quien llegó a ser Jeroboam I de Israel, le fueron
dadas “diez tribus”, y sólo una, Judá, fue dejada para Roboam, el hijo de
Salomón (<111130>1 Reyes 11:30-32). Detrás de la reducción de las 12 tribus en
11 hay una complicada situación histórica. A estas alturas Judá había
incorporado dentro de sí la tribu de Simeón. La tribu de Leví no es contada por
cuanto ella no tuvo territorio. Por otro lado, José había llegado a ser muy
pronto dos tribus en el norte, a saber Efraín y Manasés. Benjamín
probablemente fue dividida según sus lealtades; parte perteneció a Judá y parte
al norte, aun cuando es contada como de Judá en <111221>1 Reyes 12:21. Todo
esto es difícil de encuadrar según lo que está escrito en <111131>1 Reyes 11:31, 32.
El “estado de ser 12” tribus de Israel en la señal profética de Ajías, pudo
haberse referido al estado ideal de Israel mismo. En todo caso, la división de
Israel en dos partes desiguales se convirtió rápidamente en una realidad
después de Salomón, y nunca fue revertida.
En parte se debió a las tensiones internas, tensiones a las que ya hemos hecho
mención durante el período de los jueces, y en parte causado por una serie de
cambios en Israel que habían sido producidos por aquella monarquía
fortalecida y centralizada. La pregunta que Jeroboam hizo al pueblo diciendo:
“¿Qué parte tenemos con David?” (<111216>1 Reyes 12:16) estaba basada en la
vieja idea de un Israel descentralizado e incentivaba la hostilidad del norte hacia
el gobierno de Judá. Ya que el rey en Jerusalén (ahora Roboam) controlaba el
templo, símbolo poderosísimo que unía a Israel con su pasado, Jeroboam tuvo
que levantar sus propios altares de adoración en Betel y Dan (<111226>1 Reyes
12:26-29). Esto, particularmente, hizo retornar a Israel a su propio pasado,
especialmente a Betel ya que éste era asociado con los patriarcas (<012817>Génesis
28:17; 31:13).
El legado que el gobierno de Salomón dejó, y que podemos ubicarlo en el
extremo opuesto al de “sabio”, fue que aquel reino que una vez fue poderoso
se había transformado en dos reinos relativamente débiles e insignificantes.
Israel y Judá tomaban su propio lugar junto con los poderes menores que había
en la región, tal como Siria, siendo su historia una de éxitos relativos. Israel y
Siria estaban frecuentemente en guerra (1 Reyes 20), así como había guerra
entre las dos partes que formaron el antiguo reino unido de Israel (<111532>1 Reyes
15:32), a pesar de que en ocasiones actuaron unidos por una causa común (1
Reyes 22; 2 Reyes 3). Muy pronto Roboam sintió su nueva vulnerabilidad,
cuando su tierra fue invadida por Sisac, el faraón de Egipto (Sesonq I, <111425>1
Reyes 14:25-28). Hay evidencia histórica independiente para estos
acontecimientos, la cual se encuentra en forma de una inscripción hallada en
Meguido la cual lleva el nombre del faraón y en un relieve en el templo de
Amún en Tebas, nombrando pueblos palestinos.
El reino del norte fue capaz por un tiempo de continuar ejerciendo el control
sobre sus vecinos, como Moab. El rey Omri, hombre valiente y padre del
famoso Acab, fundó la única dinastía real que el reino del norte conocería, e
hizo a la ciudad de Samaria su capital. Su poder relativo en la primera mitad del
siglo IX a. de J.C. es confirmado por la famosa Piedra de Moab, una
inscripción dejada por Mesa, rey de Moab, en la cual registró el sometimiento
de su reino al reino de Omri. Sin embargo, la historia de Mesa continúa
adelante, y después de la muerte de Acab se rebeló contra el nuevo rey de
Israel, Joram (<120301>2 Reyes 3:4, 5). La consecuente guerra de Joram contra
Moab (2 Reyes 3), en la cual fue ayudado por Josafat, rey de Judá, fue exitosa
solamente en un sentido, ya que éste fue eclipsado por el fracaso moral del
pueblo. De modo que el siglo IX a. de J.C. fue uno de destinos encontrados.
El siguiente siglo comenzó con un largo período de paz y prosperidad para
ambos reinos, bajo Jeroboam II en el norte (793-753 a. de J.C.) y Uzías (o
Azarías) en el Sur (791-740 a. de J.C.). Habiéndose debilitado el poder de
Siria, Jeroboam II fue capaz de recuperar el territorio perdido y de esa manera
dar cumplimiento a la profecía de Jonás según lo indica <121425>2 Reyes 14:25.
Este período fue una calma que precedía a una tempestad, ya que para la última
mitad del siglo el rey asirio Tiglat-pileser III comenzó su plan de conquistas en
la región la que culminaría con la creación del gran Imperio Asirio, que duró
hasta el siguiente siglo. Samaria cayó en manos del rey Salmanasar V en el año
722, y el reino de Israel desapareció de la historia, siendo su pueblo disperso
hacia otras partes del imperio, desde donde nunca más retornarían (<121703>2
Reyes 17:3-6, 24-28). Una de las últimas expediciones hechas por Senaquerib
en 701 a. de J.C. dejó mucha desolación en Judá (<121813>2 Reyes 18:13).
Excavaciones en Laquis, junto con relieves encontrados en el palacio de
Senaquerib en Nínive, han evidenciado tanto el sitio como la captura de este
importante puesto de avanzada en los bordes sureños de Judá. Sólo Jerusalén
escapó del dominio de Senaquerib debido a una liberación milagrosa (<121935>2
Reyes 19:35-37). Los propios anales de Senaquerib tienen una versión de la
historia, en la que se jacta de “haber encerrado a Ezequías como a un pájaro en
una jaula”. Esto, en una forma muy curiosa, le concede crédito al registro
bíblico, desde que esto obviamente hace singular el hecho de que Senaquerib
sólo pudo sitiar la ciudad y no tomarla. No obstante, de aquí en adelante Judá
sería un Estado-vasallo. Cuando Asiria cayó ante Babilonia, el nuevo imperio
emergente, en el año 612 a. de J.C., estaba advertida la caída de Judá, hecho
que ocurrió en el año 586 a. de J.C.
El período de la monarquía se presenta como uno de gran fracaso, tanto en los
libros de Rey. como en los de Crónicas El alejamiento de Jeroboam de
Jerusalén se ve como un acto idolátrico, como una rebelión en contra del pacto
con Jehovah y como el origen de la persistente conducta pecaminosa de los
reyes del norte (<111228>1 Reyes 12:28-33; cf. 16:26). Es interesante notar que los
libros de Crónicas omiten la historia del reino del norte indicando con ello que
éste no tuvo legitimidad como tal.
LOS REYES DE ISRAEL Y JUDA: RELIGION
La historia religiosa del período se vuelca hacia la adoración y la idolatría. La
construcción del templo hecha por Salomón no fue garantía de una adoración
correcta, y es evidente que los israelitas, tanto del norte como del sur, sintieron
la presión del medio para ir en pos de otros dioses en vez de ir en pos de
Jehovah. Esto no fue nuevo durante el período de la monarquía (cf. <070827>Jueces
8:27); no obstante, la influencia de las religiones de otros pueblos fue poderosa.
Bajo el reinado de Acab la religión de Baal disfrutó de una posición oficial por
causa de Jezabel, la esposa fenicia del rey, quien vino a Samaria con su
comitiva de profetas (<111819>1 Reyes 18:19). El profeta Elías se opuso a esta
adoración institucionalizada de Baal arriesgando su propia vida (1 Reyes 18;
19:1-3).
Ciertamente, la victoria de Elías en el monte Carmelo fue de corta duración,
puesto que un siglo más tarde el profeta Oseas tomó nuevamente el tema de un
pueblo que había sido infiel a su Dios. Sus profecías denunciaban la adherencia
de los israelitas a la religión cananea de la fertilidad, con sus muchos dioses y
sus rituales sexuales. Se desprende claramente de la profecía de Oseas y Amós
que los israelitas adoraban en diferentes santuarios. Ellos mencionan
explícitamente Betel, Gilgal (<280415>Oseas 4:15; <300404>Amós 4:4) y Beerseba
(<300505>Amós 5:5), sugiriendo que estos eran los lugares de mayor influencia. Sin
duda que hubo muchos otros lugares. La arqueología ha descubierto buenos
ejemplos de altares de piedra en Meguido y Beerseba. Estos se parecen a los
altares prescritos para Israel y donde se presentaban ofrendas quemadas y que
tenían “cuernos” en sus esquinas (<022702>Exodo 27:2). Pero estos altares,
descubiertos por la arqueología, fueron de piedra labrada y este tipo de altares
estaban prohibidos para Israel (<022024>Exodo 20:24, 25). Sin lugar a dudas que
éstos fueron usados en aquellos cultos corruptos denunciados por Amós.
Pequeñas estatuas de la diosa Astarte encontradas en Mizpa y que datan de
este período son, entre muchos otros artefactos, los que confirman la verdad de
las denuncias de Oseas a su pueblo.
La idolatría de Israel no se detuvo allí como tampoco estuvo confinada sólo al
norte. En el siglo VII a. de J.C., después de la caída del reino del norte, el rey
Manasés, para estas alturas un rey-vasallo de Asiria (su nombre aparece en un
“prisma” de barro del rey Esaradón como uno de los reyes sometidos que
pagaba tributo), introdujo prácticas religiosas en el mismo templo de Jerusalén,
prácticas que llevaban las marcas de la religión asiria (2 Reyes 21). Su legado
en Judá es el trasfondo de la profecía de Jeremías.
En este período de las peores idolatrías en Israel es también el tiempo en que
aparecen sus profetas. Tal vez no es coincidencia que los profetas hayan sido
contemporáneos de los reyes, ya que como profetas en el antiguo Oriente
siempre se dirigieron a los que gobernaban. Hemos visto que esto fue así con
Elías, también lo fue con Natán (David), Isaías (Acab), Amós (Jeroboam II) y
Jeremías (Joacim y Sedequías). La función de los profetas puede ser resumida
como la de llamar a los reyes a asumir el papel de ser los verdaderos líderes del
pueblo del pacto. En estos términos, si bien podían ser gente influyente en la
corte, como pareció ser Isaías, también podían ser poco populares con las
autoridades gubernamentales y, por ende, correr el riesgo de ser marginados
(como Jeremías ciertamente lo fue; Jeremías 26).
La actitud de los profetas hacia las instituciones nacionales varió según las
circunstancias. Se esperaría que ellos criticaran al reino del norte sobre la base
de su alejamiento de la adoración en Jerusalén. Sin embargo, Oseas y Amós no
parecen hacerlo (y posiblemente esto sea más notable porque Amós en
realidad era de Judá). Por el contrario, su interés principal estaba en denunciar
la idolatría y la injusticia como tal. Es más, Miqueas, contemporáneo de Isaías,
advirtió que Jerusalén y el templo serían destruidos si el liderazgo en Judá no
corregía sus caminos (<330309>Miqueas 3:9-12). Poseer el templo no era lo esencial
en la verdadera religión. Jeremías, más tarde, volvió sobre el mismo tema
(<242602>Jeremías 26:2-6; cf. v. 18). No obstante, pareciera ser que los profetas
hicieron una distinción entre los reyes del sur, cuya legitimidad procedía de
David, y los reyes del norte, cuyo gobierno fue establecido por la fuerza
(contrástese <230713>Isaías 7:13 con <280804>Oseas 8:4).
Hubo quienes creyeron que la manera de salvación descansaba en una reforma
de la adoración en Jerusalén, y en el siglo VII a. de J.C. se vieron dos
importantes intentos de reforma, que ocurrieron durante los reinados de
Ezequías y Josías (2 Reyes 18—23). La reforma de Ezequías en Jerusalén se
vio temporalmente suspendida debido al terror que en Judá le tenían a
Senaquerib. Con todo, no se pudo frenar la subyugación del pueblo. La
reforma de Josías, un hecho clave en la historia del AT, duró más tiempo.
Comenzando en el año 628 a. de J.C. (<143403>2 Crónicas 34:3) y coincidiendo
con la decadencia del poder de Asiria en la región, la reforma de Josías fue
capaz de restablecer la adoración a Jehovah en Jerusalén (después del largo
reinado de Manasés, quien había establecido el culto a otros dioses) y Josías
pudo recuperar parte del reino del norte, territorio que por mucho tiempo
estuvo sometido por Asiria, y destruir allí los cultos paganos (<122315>2 Reyes
23:15-20). Las reformas de Josías incidentalmente fueron el cumplimiento de
una vieja profecía (<111302>1 Reyes 13:2). La reforma fue acelerada y le fue dada
dirección por el descubrimiento del “libro de la ley” en el templo en el año 621
a. de J.C. (<122208>2 Reyes 22:8). Este libro es ampliamente identificado como
Deuteronomio, el cual en generaciones pasadas había sido depositado al lado
del arca del pacto en el tabernáculo, con el propósito de ser leído en ocasiones
solemnes de renovación del pacto (<053109>Deuteronomio 31:9-13). Fácilmente
había desaparecido de la vista y de su uso durante el reinado de Manasés. El
énfasis de la reforma se centró en aspectos de la enseñanza de Deuteronomio,
especialmente aquellos textos que hablaban en contra de la falsa adoración y su
interés en la purificación del culto a Jehovah (<051201>Deuteronomio 12:1-5). El
autor de Rey. vio las reformas de Josías como una renovación del antiguo
pacto (<122301>2 Reyes 23:1-3).
Sin embargo, la reforma de Josías no tuvo un resultado beneficioso duradero.
El rey mismo murió en una imprudente campaña en Meguido, y su sucesor
deshizo su trabajo. Algunos han cuestionado las motivaciones de Josías, viendo
su campaña en el norte como un expansionismo nacionalista. Probablemente
semejante juicio no sea justo, dado que la posesión de la tierra era una parte
esencial de la promesa del antiguo pacto. Con todo, los altos ideales siempre se
pueden tornar en algo menos noble (como la aventura de los macabeos nos
muestra más tarde). En todo caso, Jeremías, el principal profeta de la época,
apenas mencionó la reforma, evidentemente creyendo que ésta no alcanzaría al
corazón del problema religioso de Judá. Proclamó juicio sobre el pueblo a
manos de Babilonia, un nuevo poder emergente en el área, si ellos no
regresaban a Dios. Nabucodonosor comenzó a actuar en Palestina en la última
década del siglo VII (<270101>Daniel 1:1) tomando numerosos exiliados en el año
597 a. de J.C. y finalmente destruyendo la ciudad de Jerusalén y el templo en el
año 586 a. de J.C., dejando el país escasamente poblado por la gente más
pobre (2 Reyes 24—25; Jeremías 37—44, 52).
EL EXILIO
El exilio del pueblo de Judá a Babilonia normalmente se cuenta a partir del año
597 a. de J.C., cuando los ejércitos de Nabucodonosor tomaron los primeros
cautivos. El profeta Ezequiel estaba entre los deportados, y su mensaje vino
primero a aquellos en el exilio que tenían la esperanza de retornar pronto
(Ezequiel 4—5). Sin embargo, cuando Nabucodonosor puso a Sedequías
como rey-títere en el año 597 a. de J.C., esto no alteró materialmente la
posición de Judá, que desde el tiempo de Ezequías había sido un Estadovasallo. El golpe decisivo fue dado en el año 586 a. de J.C. cuando el templo
fue destruido. La noticia de lo ocurrido fue un momento clave en la profecía de
Ezequiel a sus contemporáneos en exilio (<263321>Ezequiel 33:21) cuya esperanza
de un término rápido del exilio fue hecha pedazos. De hecho, el exilio puede ser
en mejor forma representado por la pérdida de los utensilios del templo, con la
consecuente implicación de que los extranjeros y sus dioses habían mostrado su
superioridad sobre Jehovah (<122513>2 Reyes 25:13-18). La profanación que
hiciera de ellos el rey Belsasar fue lo que encendió la ira de Dios sobre él
(<270501>Daniel 5:1-4), y el hecho de que fueran retornados por el rey Ciro enfatiza
en la narrativa el permiso que el rey diera a los exiliados de regresar a su tierra
(<150107>Esdras 1:7-11).
El exilio se tornó en un hecho importante en la muerte del rey Nabucodonosor
en el año 562 a. de J.C. cuando su sucesor Amel-marduk (en la Biblia Evilmerodac) favoreció al exiliado rey Joaquín, liberándolo de la prisión y dándole
una posición privilegiada en Babilonia (<122527>2 Reyes 25:27-30). El fin del exilio
ocurrió cuando Babilonia fue derrotada desde su interior por un “golpe de
Estado”, sin derramamiento de sangre, liderado por el rey medo llamado Ciro,
en el año 539 a. de J.C., mientras que el rey Nabonido, un religioso excéntrico,
se había escondido en la remota Arabia. La conquista de Ciro fue popular,
porque restauró la adoración a Marduk en Babilonia. Es más, su política de
permitir a los pueblos la adoración de sus propios dioses fue clave en el fin del
exilio para Judá. El mismo declaró, en una inscripción sobre un cilindro de
barro cocido (el así llamado Cilindro de Ciro): “Yo los regresé a sus lugares
(los dioses que habían sido traídos a Babilonia) y los albergué en moradas
permanentes. Yo reuní a todos sus habitantes y les restauré a sus lugares de
morada.” Los judíos exiliados se beneficiaron de esta política general, que se
refleja en la declaración de su libertad en <150102>Esdras 1:2-4.
Babilonia en sí, la ciudad capital de la tierra a donde los exiliados fueron
llevados, era asombrosa en magnificencia y en tamaño. La ciudad cubría un
área muy amplia y estaba protegida por un sistema de murallas dobles. La
entrada consistía de ocho pórticos, cada uno de ellos tenía el nombre de un
dios babilonio, siendo el más imponente el pórtico de Istar. Este se abría hacia
una avenida pavimentada de 900 m., con paredes hechas de ladrillos
esmaltados, la cual conducía al templo de Marduk, el Esagila, y templos de
otros dioses. La “torre del templo” —la Torre de Babel— se levantaba en
medio de la ciudad. Los palacios reales eran a gran escala, y los famosos
“jardines colgantes” eran un símbolo de gran lujo.
Fue a esta ciudad que llevaron al maltratado remanente de Judá, cuyo templo
había quedado en ruinas. Todo en Babilonia parecía decir que las tradiciones
de Israel estaban muertas; que el auténtico poder y los verdaderos dioses
estaban allí. Es difícil sobrestimar la importancia del exilio en la vida y el
pensamiento del pueblo del AT. La pérdida de la tierra, el templo y el rey, lo
medular de las promesas del pacto, era desastrosa.
Sin embargo, el pensamiento de este período trató de superar este desastre. El
pensamiento dominante fue uno de juicio. El autor de Reyes mostró cómo el
exilio era consecuencia, primero sobre Israel y luego sobre Judá, de la
persistente actitud de idolatría de sus reyes y su pueblo. Lloraron y lamentaron
sobre las agonías por causa de la ciudad destruida y su pueblo, sabiendo que el
pecado había sido la causa (<250120>Lamentaciones 1:20, 22), pero perplejos por
el extremo sufrimiento que la ira de Dios había traído (<250220>Lamentaciones
2:20). Evidentemente la pregunta era: ¿Existe aún el pacto? En el futuro,
¿puede esperar el antiguo pueblo de Dios misericordia de parte de él?
En el largo alcance del exilio podría haber habido pocas convicciones. La
primera tarea fue aprender a vivir en el nuevo lugar. Los exiliados parece que
fueron ubicados en lugares poco identificables en Babilonia (el río Quebar,
<260101>
Ezequiel 1:1, de difícil ubicación). La reunión de los ancianos en la casa de
Ezequiel (Ezequiel 8) puede ser una insinuación de una nueva organización,
incluso el inicio de la sinagoga. (Es propio de este tiempo el referirse a los
exiliados como “judíos”.) La carta de Jeremías a los exiliados (en los primeros
días, antes de la caída del templo) exhortó al pueblo a comenzar una nueva
vida, y sin duda algunos prosperaron en Babilonia (<242904>Jeremías 29:4-7).
Asimismo sabemos que algunos decidieron no regresar a su propia patria
cuando la oportunidad les fue ofrecida, y que una comunidad judía continuó en
Babilonia por varios siglos. Algunos habían ido hacia el este, como lo revela el
libro de Ester Otros habían ido a Egipto para el tiempo de la invasión de
Babilonia (Jeremías 40—44), y las migraciones continuaron. (Una colonia judía
vivió por cerca de dos siglos, desde el 590 al 410 a. de J.C., en Elefantina, una
isla en el Nilo, e incluso construyeron un templo a Jehovah en el lugar.) No
siempre fue fácil para la nueva “diáspora”; el libro de Daniel (y más tarde el de
Ester) registran algunas de las difíciles decisiones que tuvieron que tomar, y lo
que estaba implícito en la alianza con el único y verdadero Dios para aquellos
que vivían en un imperio donde muchos dioses eran adorados.
En este contexto se intentó responder a la pregunta básica sobre las causas del
exilio y las perspectivas del futuro. El llamado a Ezequiel a profetizar vino
acompañado con una visión de Jehovah, el Dios de Israel, sentado en el trono
sobre Babilonia (Ezequiel 1). Esto fue una confirmación de que él era rey sobre
toda la tierra, que su reinado no dependía de la posesión de un templo en
Jerusalén y que la última palabra no había sido aún dicha. Al igual que Jeremías
(Jeremías 30—31), Ezequiel habló del retorno a la tierra (Ezequiel 34, 36) e
incluso de la reconstrucción del templo (Ezequiel 40—48). Dios haría un nuevo
pacto con el pueblo (<243131>Jeremías 31:31-34; cf. <261119>Ezequiel 11:19, 20).
También el autor de Reyes, registrando la antigua oración de Salomón (<110846>1
Reyes 8:46-53), sabía que un nuevo día de compasión amanecería.
Parte del libro de Isaías (caps. 40—55) se refiere sin equivocación a este
período. (Muchos eruditos piensan que Isaías 40—55 procede de un escritor
en el exilio. Ya sea que estos capítulos procedan de tal escritor o de Isaías de
Jerusalén, fueron muy relevantes para la comunidad en exilio.) Esta parte del
AT es un largo repudio a las declaraciones de los dioses babilonios de haber
vencido a Jehovah. Sólo Jehovah es poderoso (<234018>Isaías 40:18-20, 25, 26),
el Dios de la creación y de la historia (<234314>Isaías 43:14-19); el exilio ocurrió
sólo porque él decidió castigar a su pueblo. El tiempo de castigo estaba por
llegar a su término (<234002>Isaías 40:2). Los magníficos dioses babilonios serían
humillados ante el verdadero Dios (<234601>Isaías 46:1); los ídolos no eran sino
madera y metal (<234409>Isaías 44:9-20). El pueblo de Jehovah regresaría triunfante
a su tierra (Isaías 55). Estas promesas, que jugarían un papel mayor en el
desarrollo del judaísmo y también en el cristianismo, se esperan en el futuro.
LA RESTAURACION
El regreso a casa comenzó en el año 537 a. de J.C., con el edicto de Ciro
(<150102>Esdras 1:2-4). Pareciera ser que sucedió gradualmente durante las
décadas siguientes; de hecho, cuando Esdras fue a Jerusalén un siglo más tarde
del edicto de Ciro (458 a. de J.C.) llevó consigo un nuevo grupo de inmigrantes
aun en la última etapa (<150706>Esdras 7:6, 7). Sin embargo, entre los primeros
líderes de la comunidad se encontraba Zorobabel, nieto del rey Joaquín (o
Jeconías, <150302>Esdras 3:2; <400112>Mateo 1:12), en quien algunos cifraban las
esperanzas de una monarquía renovada, cosa que no ocurrió. Con el sacerdote
Jesúa (o Josué), Zorobabel puso el fundamento del nuevo templo (Esdras 3).
Sin embargo, la edificación no fue terminada sino hasta el año 516 a. de J.C. a
causa de la hostilidad de los pueblos que ya estaban habitando la tierra, y que
de no buen agrado veían llegar a este flujo de nuevos residentes que
reclamaban el territorio. La tarea fue completada gracias a la exhortación y el
ánimo dado por los profetas Hageo y Zacarías (<150501>Esdras 5:1, 2; 6:15).
Nunca estuvo lejos la hostilidad de la nueva comunidad. Cuando el libro de
Esdras registra la primera oposición a la edificación del templo, inserta
(anacrónicamente) dos interferencias similares, una en el reinado de Asuero
(Jerjes [Xerxes]; 486-465 a. de J.C.), la otra del rey Artajerjes I (Artaxerxes I,
464-423 a. de J.C.; <150406>Esdras 4:6-23). Esta última pareciera ser un incidente
separado de la oposición que experimentara Nehemías más tarde durante el
mismo reinado (Nehemías 4; 6).
El regreso a Jerusalén y a Judá no trajo consigo el rápido cumplimiento de la
promesa profética, la cual, sin duda, esperaban los exiliados. Cuando Esdras
arribó en el año 458 a. de J.C., se encontró con una comunidad que había
comenzado a perder su identidad al contraer matrimonio con gente no judía. La
misión complementaria de Nehemías en el año 445 a. de J.C. fue ocasionada
por causa de la negligencia que había en construir las murallas de Jerusalén.
Samaria, que había disfrutado del control de Jerusalén durante el período
previo al regreso de los exiliados, tuvo su revés cuando Ciro nombró un
gobernador en Jerusalén; sin embargo, en muchas ocasiones intentó asegurar
sus demandas. Por lo tanto, las condiciones de la comunidad eran precarias.
La misión gemela de Esdras y Nehemías fue la de establecer la ley de Dios
entre el pueblo y reconstruir las murallas de Jerusalén. El análisis de Esdras
sobre la pobreza de vida de la comunidad (Esdras 7—8), en contraste con las
expectativas proféticas, la atribuyó al propio pecado del pueblo de ser
negligentes con el pacto, en donde el casarse con no judíos era la principal
evidencia de ello. Su reforma culminó con una gran renovación del pacto, la
cual tuvo como prerrequisito la disolución de los matrimonios mixtos (Esdras
10; Nehemías 8). Con la reforma religiosa completa y las murallas
reconstruidas (<160615>Nehemías 6:15), la vida del pueblo estaba asentada sobre
un nuevo fundamento. No obstante, permanecía una fuerte sensación de
“esclavitud” bajo el gobierno imperial y un sentimiento de que las grandes
promesas de restauración (tales como Jeremías 30—31; Ezequiel 34; 36)
estaban aún por cumplirse (<160932>Nehemías 9:32-37).
La vida religiosa de la comunidad que había regresado fue muy diferente a la de
sus predecesores antes del exilio. A pesar del restablecimiento de la adoración
en el templo, los mejores líderes del pueblo sabían que el futuro dependía de un
nuevo y más comprometido acercamiento a la fidelidad del pacto. En esto, la
enseñanza de la Tora (los libros de la ley) jugaría un papel importante; esto fue
central en la misión de Esdras (<150706>Esdras 7:6), y el corazón de la renovación
del pacto era la lectura y explicación de la ley (<160801>Nehemías 8:1-8). De
hecho, la explicación de la ley era una traducción, porque muchos en el pueblo
no eran capaces de entender el hebreo durante su exilio en Babilonia y
hablaban el arameo vernáculo de la tierra.
Aquí se encontraba la semilla de lo que sería la religión del judaísmo. La
centralidad de las Escrituras era un hecho crucial. Cuánto de nuestro AT fue
reconocido como Escrituras por Esdras es algo que no se puede determinar
con precisión, debido a que el desarrollo de un “canon” no puede ser trazado
con exactitud. El estricto significado de “Tora” en el judaísmo es lo que
conocemos como el Pentateuco. La lectura de Esdras perfectamente pudo
haber sido eso. Sin embargo, “Tora” también tiene un significado más amplio,
equivalente a “Escrituras”. La naciente sinagoga también incorporaría lecturas
de los profetas y de otros libros (tales como Salmo, Proverbios y Daniel). La
Biblia hebrea finalmente consistiría de tres secciones: la Tora, los Profetas y los
Escritos. De modo que aquellos libros que habían estado en existencia por
algún tiempo, ahora tuvieron un nuevo contexto, a saber, su lectura regular e
interpretación en la adoración. El libro de Salmo ilustra muy bien este punto.
Los salmos individuales se remontan en algunos casos a los tiempos de David.
Pero el libro de Salmo, con su subdivisión en cinco libros, fue una creación del
período posexílico, y representa una nueva tradición en la lectura pública y en la
meditación privada de los salmos como Escrituras.
La lectura de las Escrituras también resultó en interpretación escrita de la misma
en diferentes formas. Los targúmenes, p. ej. son traducciones, casi siempre
paráfrasis (o midrash) de los libros bíblicos en arameo. Los targúmenes escritos
son conocidos como del siglo II a. de J.C. y su producción continuó hasta la
era cristiana, principalmente en Palestina. El surgimiento de estas corrientes de
la tradición religiosa judía se encuentran en Esdras.
FIN DEL PERIODO DEL ANTIGUO TESTAMENTO
Después de Esdras y Nehemías muy poco se conoce sobre el pueblo judío
hasta el siglo II a. de J.C. Malaquías puede ser considerado contemporáneo de
este período; su profecía nos muestra un cuadro de declinación en lo religioso,
y posiblemente de pobreza material. Los libros de Crónicas son fechados, con
variabilidad, entre 400 y 200 a. de J.C. Su interpretación de la historia de Israel
fue con el propósito de animar a la comunidad posexílica a ser fieles a Dios y,
por lo tanto, saber de sus bendiciones. La prominencia que se da en Crónicas a
David y a Salomón puede ser reflejo de la esperanza de restauración a la
monarquía y a un nuevo tiempo de independencia.
Es interesante notar que la Biblia hebrea termina con los libros de Crónicas,
expresando sin duda algún tipo de esperanza judía, a saber, el retorno a la
independencia como nación. Para los cristianos el canon concluye con el libro
de Malaquías, y así se pasa al NT, con la esperanza de un nuevo profeta. Cada
tradición está basada en una expectación. La historia del AT es una que apunta
hacia el futuro, a un nuevo capítulo en la historia mundial.
EL PERÍODO DEL NUEVO TESTAMENTO
EL PERIODO INTERTESTAMENTARIO
Cuando en nuestras Biblias vemos que los libros del NT vienen inmediatamente
después de los libros del AT se pasa por alto el llamado “período
intertestamentario”. Si bien este período (por definición) no provee literatura
bíblica canónica, es un importante trasfondo para un entendimiento del NT.
Cubre el dominio de tres imperios del antiguo Cercano Oriente: el Imperio
Persa (539-331 a. de J.C.), el Griego (331-63 a. de J.C.) y el Romano (bajo
el cual se desarrolla la historia del NT).
Después de su regreso del exilio el pueblo judío vivió en estrechas
circunstancias bajo el dominio persa. Poco se sabe de su destino en el siglo IV
a. de J.C., posiblemente porque éste fue un tiempo turbulento. El Imperio Persa
cedió ante el emergente Imperio Griego, fundado por el gran conquistador
Alejandro el Grande en 331 a. de J.C. Es posible que en este tiempo la secta
de los samaritanos haya echado sus raíces, aun cuando son desconocidas las
circunstancias exactas de su formación. Este es un grupo de adoradores de
Jehovah que se formó alrededor de la ciudad bíblica de Siquem en lo que fue el
territorio del reino del norte. No se sabe lo que produjo su separación de la
comunidad de Jerusalén, aunque hemos mencionado la presencia de tensiones
en el tiempo de Esdras y Nehemías tanto en la comunidad como entre ésta y
los extranjeros. (Incidentalmente, algunos de los enemigos de los exiliados
retornados parecieran haber sido en algún sentido “yahvistas” [de Yahweh o
Jehovah]; el nombre de “Tobías” en <160407>Nehemías 4:7 tiene una típica
terminación yahvística.) La secta construyó un templo en el monte Gerizim (que
miraba desde lo alto a Siquem), evidentemente rivalizando con Jerusalén, y
clamando ser el verdadero Israel. Produjeron su propia versión limitada de las
Escrituras, definida como el Pentateuco. Esta versión “samaritana” del
Pentateuco sigue siendo consultada por los eruditos de la Biblia hebrea como
un importante testigo adicional al texto bíblico más antiguo.
El Imperio de Alejandro, dividido después de su muerte en 323 a. de J.C., fue
gobernado por algunos de sus generales. Finalmente, esta división se resolvió
en tres partes: la ptolemaica en Egipto, la antigónida en Macedonia y la
seléucida en Asia, incluyendo Palestina. Sin embargo, la cultura de estas tres
divisiones siguió siendo griega, y el período que comenzó después de las
conquistas de Alejandro es conocido en la historia como helénico. En éste, el
lenguaje, la cultura y el pensamiento griegos llegaron a ser dominantes a través
del mundo civilizado. La subsecuente conquista del Imperio a manos de los
romanos no alteró esto, sino que por el contrario le dio una nueva solidez, ya
que la cultura grecorromana de este tiempo se unificó. De aquí en adelante, la
historia del judaísmo y del cristianismo primitivo trataron y confrontaron esta
cultura. Los judíos de Alejandría (Egipto) muy pronto sintieron la necesidad de
tener las Escrituras en el idioma griego, el cual habían adoptado, y comenzaron
en el siglo III a. de J.C. la traducción conocida como la Septuaginta (LXX).
Puesto que el gr. llegó a ser el idioma de los educados a través de todo el
imperio tanto en la época helenista como en la romana, el NT también fue
escrito en ese idioma.
Durante el siglo III a. de J.C., Jerusalén y Judea fueron controladas en una
forma relativamente benigna por los ptolomeos egipcios, a pesar de que el
territorio en general era disputado entre ellos y los seléucidas. A comienzos del
segundo siglo fueron los seléucidas quienes ganaron el control, y Jerusalén tuvo
que reconocer a un nuevo jefe. Sin embargo, los seléucidas iniciaron una guerra
desastrosa contra los romanos, y en su derrota tuvieron que pagar un enorme
tributo. Una de las formas usadas para poder satisfacer dicha demanda fue el
saqueo de los templos bajo su control. Fue en 168 a. de J.C. que el rey
Antíoco Epífanes IV cometió el impensado sacrilegio entrando y robando en el
templo en Jerusalén. Al año siguiente, imaginando la ciudad en rebelión,
desmanteló sus murallas, en medio de horrorosas matanzas, y dedicó el templo
a la adoración del dios griego, Zeus (1 Mac. 1; cf. 2 Mac. 6:1, 2). Estos
eventos, traumáticos para los judíos fieles, fueron el tema de la narrativa
profética en Daniel 11, en donde la “abominación que causa desolación” (v.
31) es una referencia al falso dios.
La presión ejercida por los seléucidas con respecto a su religión tuvo diferentes
respuestas de parte del pueblo judío. En 200 a. de J.C. el sumo sacerdote era
Simón II, hijo de Onías II, quien fue reconocido en el judaísmo por su fidelidad
a las creencias judías tradicionales (Eclesiástico 50:1-21). Sin embargo, otros
judíos importantes con entusiasmo participaron en el nuevo refinamiento cultural
que ofrecía el helenismo cosmopolita. Algunos se unieron al servicio del
régimen como cobradores de impuestos, un hecho que continuaría durante el
período romano. Muy pronto, el sumo sacerdocio estaría disponible al mejor
postor, y en 174 a. de J.C. Jasón, hijo de Onías III, lo aseguró ilegalmente del
rey seléucida Antíoco III, e instituyó prácticas helénicas en Jerusalén, tales
como el atletismo. Luego fue despojado por un tal Menelao, quien, no siendo
del linaje sacerdotal, compró el favor de Antíoco IV. Jasón escapó, y Menelao
tuvo éxito en su plan de matar a Onías III. En el tiempo, incluso Menelao toleró
el primer despojo del templo que hiciera Antíoco IV.
Los judíos fieles, ultrajados por sus líderes helenistas, fueron conocidos en la
primera parte del siglo II como los jasidim. Su resistencia fue firme y paciente.
Después de la dedicación que Antíoco IV hiciera del templo a Zeus (1 Mac.
2:29-38) y su insistencia en la conformidad religiosa, este grupo de disidentes,
que difícilmente pareció suficiente a muchos, y los judíos piadosos tomaron las
armas. Se unieron a la revuelta de los macabeos (o asmoneos), liderada por el
sacerdote Matatías y sus hijos. (“Macabeos” era un sobrenombre, que significa
“martillador”, y aplicado especialmente al hijo de Matatías llamado Judas; el
término “asmoneos” deriva del nombre de la familia, Asmón.) La revuelta
comenzó en el pueblito de Modín cerca de Jerusalén en 167 a. de J.C. con la
muerte de un judío que estaba sacrificando a un dios pagano y de un oficial
imperial que estaba supervisando dicho acto (1 Mac. 2:15-28). Esta campaña
militar, liderada por Judas, llegó a ser tan sorprendentemente exitosa que
culminó con la aceptación, por parte de los seléucidas, de los términos de
Judas en el restablecimiento de la adoración judía en 164 a. de J.C. Luego
Judas limpió el templo de la parafernalia idólatra, y lo rededicó. La fiesta judía
de Hanukáh celebra hasta hoy dicho evento.
Sin embargo, el final no fue enteramente feliz. El rey seléucida seguía insistiendo
en nombrar el sumo sacerdote, y su candidato, un helenizador, abrió aun más la
grieta existente entre los judíos tradicionales y los helenistas (así como entre los
militantes asmoneos y los más pacíficos jasidim), provocando efectivamente una
guerra civil. Como consecuencia de ello, los ejércitos seléucidas de nuevo
marcharon hacia Palestina en 161 a. de J.C. y Judas murió en la batalla. Su
manto cayó sobre su hermano Jonatán, quien condujo campañas de guerrillas
con resultados mixtos.
En 152 a. de J.C. Jonatán llegó a un acuerdo con el pretendiente al trono
seléucida, y como resultado de ello él mismo se ofreció y aceptó el sumo
sacerdocio. Jonatán y su hermano Simón ocuparon este oficio; Simón, desde
142 a. de J.C., disfrutó efectivamente de independencia, bajo la garantía
romana. El mismo fue proclamado sumo sacerdote y “etnarca” por el pueblo
judío. Esto fue el comienzo de lo que se conoce como la dinastía asmonea, ya
que Simón y sus sucesores disfrutarían virtualmente de la posición de reyes (aun
cuando el controvertido título no fue tomado por Simón). El sucesor de Simón,
Juan Hircano I (134-104 a. de J.C.), derrotó a los idumeos en el sur,
forzándoles a hacerse judíos, y de paso se extendió hacia la Transjordania y el
antiguo territorio del norte, destruyendo el templo en el monte Gerizim. El título
de rey fue adoptado por el sucesor de Juan, Aristóbulo I (104-103 a. de J.C.).
Y después de él, Alejandro Janeo (103-76 a. de J.C.), el más cruel de los
asmoneos, continuó con la política de expansionismo militar comenzada por
Juan. Hay ironía en la degeneración de los asmoneos desde su primitivo
idealismo hasta su afán por el poder de sus últimos años. Muchos judíos vieron
que su propuesta no era la adecuada.
EL PERIODO ROMANO
La dinastía asmonea continuó hasta el período romano, es decir después de la
conquista de Pompeyo en 63 a. de J.C. Roma hizo su aparición en la historia
bíblica en el contexto de su expansión hacia el este. En la medida que
sembraban su influencia en esta dirección su tendencia fue la de establecer
“provincias”, pero a menudo, a lo menos al principio, conservando las
estructuras existentes en el lugar. De modo que Pompeyo fundó la provincia de
Siria en 64 a. de J.C. extendiendo ésta hasta incluir Judea cuando, un año más
tarde, conquistara la región. Sin embargo, la jurisdicción del sumo sacerdote
(de hecho un sacerdote-rey en el período asmoneo) fue reconocida, no sólo en
el área alrededor de Jerusalén, sino también en Galilea y en Perea, al este del
Jordán, lugares donde existía concentración de judíos observantes. De modo
que los asmoneos continuaron bajo el gobierno romano hasta el último de ellos,
Antígono, quien no le cayó en gracia a sus superiores, siendo ejecutado en 38
a. de J.C.
La caída de los asmoneos dejó un vacío, el cual fue llenado por el más famoso
gobernador de Judea. Bajo la protección de Roma, Herodes el Grande, hijo de
una familia judía de Idumea, quien ocupaba un alto cargo para Roma, llegó a
ser rey. Había sido educado en Roma y se había casado con una descendiente
de la familia asmonea (estableciendo así una débil pretensión de legitimidad ante
los ojos de los judíos). Se había distinguido como administrador militar en
Galilea y activamente permitió la destitución de Antígono.
Herodes gobernó hasta 4 a. de J.C., tres años después de la fecha probable
del nacimiento de Jesús. Su reinado formó el trasfondo inmediato a la vida de
Jesús. También dejó marcas permanentes en el territorio, ya que propició una
tarea fenomenal de construcciones como parte de su política de establecer la
cultura helénica. Entre sus obras más notables está la construcción de un puerto
en Cesarea y la del templo. En relación con este último, Herodes extendió
grandemente los cimientos del antiguo templo, o la plataforma, transformando el
no impresionable templo que databa del tiempo de Zorobabel en una gran y
magnífica obra central en Jerusalén. Con exactitud estos dos proyectos ilustran
las dos formas con las cuales Herodes trató de responder tanto a los romanos
(en nombrar el puerto para honrar a César) como a los judíos, quienes nunca le
aceptaron por causa de su origen idumeo. Nunca fue capaz de sentirse seguro
y vivió en constante temor de amenazas a su trono y a su vida. Sin duda, este
hecho explica en parte la terrible historia de la “masacre de los niños” en
<400216>
Mateo 2:16-18.
Después de Herodes, su reino fue dividido en tetrarquías, las que fueron
gobernadas por sus hijos. Arquelao llegó a ser etnarca (no rey) de Judea hasta
6 d. de J.C., año en que fue destituido. A partir de este tiempo, Judea fue
gobernada directamente por procuradores romanos, y de esa manera llegó a
ser una “provincia”. Con la destitución de Arquelao la pretensión de un
gobernante local se fue diluyendo (si bien hubo un breve avivamiento de esto
bajo Herodes Agripa I [41-44 d. de J.C.], quien usó el nombre de rey). Por lo
tanto, Judea más que nunca fue integrada al Imperio Romano. Los
procuradores incluyeron a Poncio Pilato (26-36 d. de J.C.), Antonio Félix (5260 d. de J.C.), y Porcio Festo (60-62 d. de J.C.); estos últimos dos se
mencionan en Hechos 24. Estos fueron conocidos por su avaricia y crueldad.
Pilato mismo fue recordado, por el historiador contemporáneo Josefo, por su
particular ejemplo de tiranía.
La idea de gobernante local persistió en otros de los territorios que
pertenecieron a Herodes el Grande. Herodes Antipas gobernó como tetrarca
de Galilea desde 4 a. de J.C. al 39 d. de J.C., y Herodes Felipe fue tetrarca de
Iturea, al este y al norte del mar de Galilea, desde el año 4 a. de J.C. hasta el
año 34 d. de J.C. (ver <420301>Lucas 3:1). Fue Herodes Antipas, en cuyos
territorios Jesús desarrolló la primera fase de su ministerio, quien ejecutó a Juan
el Bautista (<410614>Marcos 6:14-28), y ante quien Pilato envió a Jesús para ser
juzgado (<422306>Lucas 23:6-12).
La presencia romana en Judea afectó profundamente la vida diaria. El sistema
de impuestos es un buen ejemplo. Las provincias romanas tenían que pagar
tributos a César, y eran impuestos sobre las propiedades y sobre una variedad
de bienes y transacciones. Cuánto afectó el impuesto total a la gente no se
conoce, pero se sabe que la tendencia de aumentarlos era muy grande. Los
derechos para exigir impuestos fueron vendidos a empresarios, y mientras éstos
eran supervisados por los procuradores, el abuso era una práctica común. Con
los tradicionales tributos para el templo más otras demandas, los judíos en el
período romano estuvieron bajo una gran carga.
La siempre presente presencia del ejército romano fue otro hecho de la vida
diaria. La fortaleza Antonia en Jerusalén, una reconstrucción herodiana de un
fuerte macabeo, eclipsó al templo. De modo que los soldados fueron una vista
común a los habitantes en Judea y serían usados con cruel efecto en caso de
una insurrección. A los ojos de la gente común, sus vidas fueron dominadas por
una incómoda alianza de sus propios gobernantes corruptos y las fuerzas
romanas. Entonces no es una sorpresa que en el juicio de Jesús y su crucifixión
se vieran envueltos ambos poderes. Sin embargo, en ocasiones la presencia del
ejército sería benigna (<420702>Lucas 7:2-5).
En los tiempos de Jesús, la memoria de los antiguos triunfos sobre los poderes
imperiales (esto es, las victorias macabeas sobre los seléucidas griegos) no
habían sido olvidadas. Este era el trasfondo para aquellas esperanzas que
sugerían que los romanos también quizá serían echados de la tierra prometida.
Los Evangelios proveen destellos del descontento judío militante, como es el
caso del revolucionario Barrabás (<422318>Lucas 23:18-25). De hecho, el
surgimiento de los zelotes data del tiempo en que fue nombrado el primer
procurador, cuando Judas el Galileo lideró una revuelta contra Roma en 6 d. de
J.C. Sus hijos hicieron lo mismo 30 años más tarde. Durante la vida de Jesús, el
siempre latente descontento fue mantenido bajo control. En las décadas
siguientes a la muerte de Jesús, el descontento estalló teniendo como resultado
la revuelta contra Roma entre 66 y 73 d. de J.C. El clímax de dicha revuelta fue
el sitio y la caída de Jerusalén, en las más terribles circunstancias, en 70 d. J.C.,
aun cuando Masada resistió por tres años más.
EL JUDAISMO EN LOS TIEMPOS DE JESUS
Hemos mencionado que el judaísmo ya se había dividido en los primeros años
del gobierno que ejercieron los seléucidas en Palestina (c. 200 a. de J.C.) entre
los que aprobaban la influencia helenista y aquellos que se adhirieron
rigurosamente a las leyes y tradiciones del judaísmo. De hecho el judaísmo
había llegado a ser un movimiento con variadas expresiones, con una cultura
total de la “diáspora” (pueblo esparcido) desarrollada en diferentes partes del
mundo antiguo más allá de los límites de Palestina. Las sinagogas de la diáspora
jugaron una parte en el desarrollo de la iglesia primitiva. En la misma Palestina,
cuatro grupos son generalmente identificados (siguiendo a Josefo) en el siglo I
de la era cristiana: los fariseos, los saduceos, los esenios y los zelotes.
El surgimiento de los saduceos y los fariseos puede ser encontrado durante el
gobierno de Juan Hircano I (134-104 a. de J.C.). El jasidismo, sin dudas, se
opuso al derecho de Juan al sumo sacerdocio, de modo que se inició una
tradicional oposición del jasidismo al gobierno asmoneo (a pesar que en los
primeros años el jasidismo y los macabeos habían hecho causa común) la cual
vino a caracterizar el movimiento conocido como farisaico. (El nombre
“fariseo” significa “separado”, aun cuando no es claro en qué sentido preciso lo
significa, o si simplemente el grupo lo usó para ellos mismos.) Este fue un
movimiento del pueblo el cual fue popular entre la gente común que estaba
disgustada con la forma engrandecida de gobernar de los asmoneos. Bajo el
gobierno tirano de Alejandro Janneo (103-76 a. de J.C.), muchos murieron a
causa de su abierta oposición a su gobierno ostentoso y egoísta. Si bien
disfrutaron nuevamente de influencia durante el gobierno de Salomé Alejandra
(76-67 a. de J.C.), no contaban generalmente con el favor político, puesto que
actuaban como un partido de oposición. Los fariseos enfatizaban el estudio de
la Tora y una atención cuidadosa del ceremonial de la purificación. En teología,
ellos enfatizaban la libertad de la voluntad, lo cual sin duda estaba relacionado
con su énfasis en la observancia de la ley.
Su interés por la ley abarcaba tanto la ley oral como la Tora misma, p. ej. el
cuerpo de interpretaciones de la ley el cual fue aumentando por lo menos desde
la segunda mitad del siglo I a. de J.C. (cf. <401502>Mateo 15:2; <410703>Marcos 7:3,
5), si bien éste encuentra su depósito literario en la Mishna sólo en el siglo II d.
de J.C. Los fariseos diferían de los saduceos en el otorgamiento de autoridad a
la ley oral, casi similar a la autoridad que tenía la Tora. (De hecho, la ley oral
consistía en dos elementos: la halakah, o ley moral, la cual era obligatoria a
todos los judíos, y la haggadah, que era enseñanza y reflexión, y que no tenía
la misma obligatoriedad.)
En forma acertada, en tiempos recientes se ha dirigido la atención a los altos
ideales, valor y piedad genuina que inspiraron al movimiento farisaico, lo que
hace que las críticas de Jesús sean aun más admirables.
Los saduceos emergen como grupo identificable en el incidente que involucró a
Juan Hircano I, mencionado arriba, en donde éstos le apoyaron. Fueron un
partido de aristócratas en el Sanedrín, o el consejo gobernante, el cual sirvió a
los asmoneos, y con los fariseos en contra, ellos normalmente fueron mayoría.
El partido evidentemente involucró sacerdotes y los que no lo eran, y entre los
sacerdotes pareciera ser que hubo varios sumos sacerdotes durante el período
de Herodes el Grande y en el tiempo de Jesús. Estos difieren de los fariseos en
no aceptar autoridad especial en la ley oral y en la negación de la resurrección
(<440401>Hechos 4:1, 2; 23:8).
Los esenios eran un grupo que parecía idéntico a la comunidad sectaria de
ascetas que vivían recluidos en Qumrán, en el extremo norte del mar Muerto,
aun cuando aparentemente sus miembros “asociados” vivieron una vida más
normal en toda la región de Judea. Esta es la comunidad que produjo los
famosos Rollos del Mar Muerto. Su origen no puede ser trazado con certeza.
Algunos los ven como descendientes del jasidim macabeo, un grupo que llegó a
desilusionarse con los acomodos de sus nuevos gobernantes judíos, y por lo
tanto prefirieron escoger el camino de la marginación. Otros piensan que se
originaron en un grupo de los que regresaron del exilio de Babilonia a Palestina
en el siglo II a. de J.C., posiblemente vía Damasco (uno de sus escritos se
conoce como “Documentos de Damasco”) y, al encontrar corrupta a Jerusalén,
optaron por una vida asceta como forma de protesta.
La piedra de tropiezo específica de los esenios pudo haber sido la aceptación
asmonea en el sumo sacerdocio, toda vez que estos últimos clamaban ser
legítimos descendientes de la antigua línea sacerdotal, hecho altamente
cuestionable. Los escritos de la secta frecuentemente mencionan a un sacerdote
inicuo, presumiblemente un sumo sacerdote, a quien se oponía su propio
Maestro de Justicia, el líder, posiblemente el fundador de la secta.
Cualquiera que haya sido su origen, son conocidos por haber estado en
Qumrán a lo menos desde la última parte del siglo II a. de J.C., o posiblemente
más temprano. Ellos creyeron que, por causa de la corrupción de Jerusalén, un
día de juicio estaba cerca, en el cual serían considerados como el remanente
justo.
Los Rollos del Mar Muerto contienen textos de muchos libros del AT, así
como escritos de la misma comunidad. Estos últimos incluyen interpretaciones
de libros bíblicos, normas para la vida de comunidad y trabajos acerca de los
últimos tiempos.
El último grupo importante eran los zelotes. Ellos se inspiraron en las memorias
de los primeros sucesos macabeos, y representaron el odio al gobierno
extranjero y pagano de Israel. Su agitación culminó, como ya lo hemos
mencionado, con la revuelta judía del 66 al 73 d. de J.C., aunque la
insurrección estaba más ampliamente basada dentro del judaísmo.
TEOLOGIA E INTERPRETACION
Obviamente, todos los grupos en el judaísmo se consideraban a sí mismos de
alguna manera en la línea de las tradiciones antiguas. De modo que las
diferencias entre ellos fueron en alguna medida diferencias con respecto a una
interpretación correcta de dichas tradiciones. Que hubo ardorosos debates
sobre la verdadera naturaleza de la fe es evidente a partir de la abundante
literatura que fue generada en los dos últimos siglos a. de J.C. y el primer siglo
d. de J.C. Durante este período el judaísmo se fue definiendo a sí mismo. La
literatura da evidencia de una amplia variedad de ideas, las cuales no pueden
ser reducidas a un sistema coherente. La diferencia entre los saduceos y los
fariseos sobre la cuestión de la resurrección (<442308>Hechos 23:8) es un buen
ejemplo de esto.
La literatura tomó una variedad de formas. Ya hemos mencionado la “ley oral”,
que en el proceso comenzó a escribirse, y que en el tiempo se transformaría en
la Mishna (siglo II d. de J.C.) y finalmente en el voluminoso Talmud (siglo V d.
de J.C.). Este fue asociado principalmente con los fariseos, y con dos rabinos
en particular, Shammai y Hillel, quienes vivieron en el primer siglo a. de J.C.
Los debates entre Hillel y Shamai están recopilados en la Mishna, con el
rabinismo judío tendientes a favorecer la estricta interpretación que Hillel le
diera a la ley. El carácter del rabinismo judío, que ha sido reconocido como
“ortodoxo”, es testigo del triunfo de esta clase de farisaísmo en el curso del
siglo I.
Hubo otras formas de interpretación. En Qumrán, la comunidad hizo
comentarios de textos bíblicos. El pesher (interpretación) de Habacuc 1—2 es
un ejemplo. En éste los eventos profetizados se consideran cumplidos en la
comunidad. El pesharim de Qumrán puede ser reconocido como una forma
temprana del tipo de literatura que conocemos como targum, que fuera
discutido anteriormente (en relación con Esdras).
Aparte de la interpretación de la literatura bíblica hubo muchos trabajos
creativos, tales como los libros que conocemos como apócrifos. Entre ellos
está Eclesiástico (o la Sabiduría de Josué ben Sira), que data de 180 a. de
J.C. y que está escrito en la tradición del libro de Proverbios del AT. Este ha
sido enseñado para mantener unidas las ideas que más tarde pasarían al
saduceísmo (negación de la resurrección y el interés por el templo) o al
farisaísmo (con respecto a la ley y la necesidad de la gente de superar el
pecado). Otro libro de “sabiduría” es la Sabiduría de Salomón, el cual a
diferencia de Eclesiástico, trata de unir el judaísmo ortodoxo con la filosofía
griega contemporánea en Alejandría. Los libros de Macabeos (fuente principal
para el período de los macabeos) no son sólo libros de historia, sino que
también reflejan ideas teológicas. El libro de 1 Macabeos ha sido considerado
saduceo por su falta de exhortación en favor de la idea de la resurrección;
mientras que 2 Macabeos exalta el martirio causado por la fidelidad y expresa
la idea de la resurrección de los justos (2 Mac. 7:9), lo cual lo pone al lado de
las creencias del farisaísmo.
Otros libros apócrifos son trabajos de instrucción religiosa de formas muy
variadas. Posiblemente el más notable sea 2 Esdras. Este es uno de una serie
de libros (incluyendo el canónico) que lleva el nombre de Esdras. 2 Esdras es
un libro cristiano en su forma actual, aun cuando contiene un apocalipsis judío
en los caps. 3—14, llamado en algunas versiones judías 4 Esdras. Este
documento expresa la perplejidad de los fieles judíos que siguieron la caída de
Jerusalén en 70 d. de J.C., y pregunta cómo puede ser que un Dios justo haya
permitido que su pueblo sufriera de forma semejante. Al preguntarse esto repite
un tema religioso honrado en el tiempo, ahora en la forma de imaginaciones
extrañas y fantásticas, y que conocemos como literatura apocalíptica.
Además de los apócrifos hay abundante material conocido como
pseudoepígrafo, una colección de escritos que ha sido falsamente atribuida a
grandes figuras de la historia bíblica y judía. Muchos de ellos están escritos en
la forma apocalíptica. Esto esencialmente significa una “revelación “ o
“descubrimiento”. Los dos libros bíblicos que son generalmente puestos en esta
categoría de apocalípticos son Daniel y Apocalipsis, pero hubo muchos otros.
El material apocalíptico se caracteriza por revelaciones especiales,
frecuentemente hechas por ángeles a individuos, y siempre a través de sueños y
visiones. Es característico que las visiones hagan uso de imaginaciones
fantásticas y también de símbolos a través de los cuales se revela el plan de
Dios para el futuro.
Lo apocalíptico está asociado con los tiempos de grandes sufrimientos. De
hecho, se ubica a Daniel en el exilio babilonio. Otros vienen del período de la
opresión seléucida. La forma apocalíptica (como 1 Enoc) es asociada
clásicamente con un interés en la resurrección y en las últimas cosas
(escatología). Originalmente esto surgió como una forma de responder al
sufrimiento experimentado bajo los seléucidas. Sin embargo, la literatura
alberga diferentes puntos de vista. Para el tiempo de 2 Esdras parece ser que
la forma de lo apocalíptico acomodaría el pensamiento en donde la
especulación escatológica no era lo primordial; el interés de este libro es
cercano a cierta literatura de sabiduría del pasado. (Ver también el artículo
sobre Apócrifa y Apocalíptica.)
EL MESIAS
Es claro, a partir del NT, que la expectativa mesiánica era parte de la
esperanza de liberación judía en los tiempos de Jesús. Aun así es imposible usar
la literatura de la época para reconstruir una doctrina mesiánica coherente. No
todo el material que habla de la salvación futura de Dios tiene un claro elemento
mesiánico. Donde se observa la esperanza mesiánica, ésta se relaciona con
corrientes de enseñanza del AT, tal como la esperanza de un nuevo Rey
davídico (<263423>Ezequiel 34:23), el Siervo Sufriente (Isaías 53) y el Hijo del
Hombre en Daniel. Ellas se manifiestan a sí mismas en diferentes formas en la
literatura intertestamentaria.
Los esenios esperaban un Mesías, aparentemente para guiarles en la batalla
final contra el mal. Sin embargo, pareciera que ellos esperaban dos Mesías, uno
real y otro sacerdotal. Salmos de Salomón, del primer siglo a. de J.C./d. de
J.C., ve la venida de un rey guerrero davídico que reuniría al pueblo esparcido
de Israel en su tierra y les gobernaría en inocencia y justicia, sometiendo al
resto de las naciones (Salmo de <191702>Salmo 17:21-46; 18). Esta figura no
parece ser divina. Por otro lado, el Hijo del Hombre, la figura celestial
conocida por Daniel 7, aparece nuevamente en 1 Enoc 45—57. Es un
superhombre, un individuo preexistente, que gobierna a las naciones y
finalmente las trae a juicio. De modo que los judíos que conocieron a Jesús
tuvieron una mezcla de ideas sobre las cuales formar sus conceptos acerca del
Mesías. De los Evangelios se desprende que la idea de un rey-guerrero
prevaleció (<402242>Mateo 22:42; <430615>Juan 6:15). Pareciera ser que Jesús mismo
tuvo precaución en la aplicación a su persona de las ideas mesiánicas
(<400930>Mateo 9:30), pero al mismo tiempo aplicó ampliamente las promesas del
AT en su entendimiento de sí mismo.
JESUS
La vida de Jesús debe ser entendida en el contexto del mundo judío cuyos
hechos brevemente hemos bosquejado. La primera parte de su ministerio en
Galilea se desarrolló en el área tradicional del judaísmo dividido, en vez del
área helenista. De aquí llamó a sus discípulos. Evidentemente ellos fueron
expuestos a la variedad de pensamientos que había entonces. Uno había sido
zelote (<420615>Lucas 6:15). Sin duda que otros también fueron influidos por la idea
de un rey-guerrero como Mesías y el Reino que establecería (<411035>Marcos
10:35-45; <440106>Hechos 1:6). Mateo había sido cobrador de impuestos,
empleado por los romanos. Uno puede imaginarse las tensiones entre los Doce
en esos primeros días.
La enseñanza de Jesús trató los temas cruciales del día: la interpretación de la
ley, la conducta de la adoración sacrificial, la observancia del Sabbath, la
relación con Roma y la liberación de Israel, temas que, como hemos
observado, dividían a los judíos. Obviamente Jesús también despertó interés en
aquellos que esperaban al Mesías. Constantemente rechazó el ser identificado
con algunas de aquellas ideas, como descubrieron sus discípulos; tal vez esto
fue la razón de la pérdida de paciencia en Judas. Sobre la observancia del
Sabbath, él declaró una libertad soberana (Mat 12:8); en la observancia ritual
en general, tan querida para los fariseos, él insistió en la prioridad de la
“misericordia” (<400913>Mateo 9:13; 12:12); sobre la ley, él declaró que la cumplía
(<400517>Mateo 5:17) y también condenó a quienes se preocupaban por cumplir los
detalles de ésta mientras descuidaban en ella lo esencial (<402323>Mateo 23:23). Su
proclamación del Reino no fue una promesa de victoria para el Israel nacional,
sino que trajo un mensaje austero de advertencia para el antiguo pueblo
escogido (Mat 13:1-51; <411201>Marcos 12:1-12). El templo no era sacrosanto.
Su actitud hacia éste y hacia las autoridades del mismo parece ambigua porque,
por un lado, evidentemente reconoció su autoridad en los asuntos del diario
vivir (<400804>Mateo 8:4) y, por otro lado, se refirió a sí mismo como “uno mayor
que el templo está aquí” (<401206>Mateo 12:6). En otros textos él se identificó a sí
mismo como el “verdadero templo” (<430219>Juan 2:19-22; cf. <411458>Marcos 14:58).
Con enseñanza como esta Jesús confrontó a la gente de su tiempo con
decisiones difíciles. Su mensaje implicaba nada menos que una revalorización
de cada parte de la vida de la nación y del antiguo pacto entre Dios e Israel. De
aquí en adelante, el pueblo de Dios no conocería fronteras nacionales
(<400810>Mateo 8:10-12). Las enseñanzas de los apóstoles, especialmente de
Pablo, tocan los mismos temas (<450321>Romanos 3:21, 22 sobre la ley; Romanos
9—11 sobre Israel; <480327>Gálatas 3:27-29 sobre judíos y gentiles; <460301>1
Corintios 3:16, donde la idea del “templo” se extiende a la iglesia; cf. también
<581011>
Hebreos 10:11-18, donde Jesús es tanto el sumo sacerdote como el
sacrificio).
LA IGLESIA Y EL JUDAISMO
La salida de la iglesia de la sinagoga no fue ni rápida ni fácil. La actitud de los
líderes judíos no fue uniforme al principio. La primera oposición a la iglesia vino
de los saduceos, quienes se opusieron a la predicación de la resurrección y
obviamente a sus implicancias mesiánicas (<440401>Hechos 4:1-3; 5:17, 18). En
este caso, inesperadamente, un fariseo llamado Gamaliel defendió a los
discípulos (<440533>Hechos 5:33-39). Esto pudo haber sido porque al principio de
la predicación de los discípulos no desafiaron abiertamente la posición del
templo y la ley ceremonial. Sin embargo, cuando Esteban precisamente lo hizo,
los líderes judíos unidos le entregaron para ser ejecutado (<440742>Hechos 7:4260). Por lo tanto, los cristianos habrían sido reconocidos por líderes judíos
como un grupo separado desde sus inicios. Una posterior persecución
ordenada por Herodes Agripa I (41-44 d. de J.C.) marcó claramente a los
cristianos, para satisfacción de los judíos (<441201>Hechos 12:1, 2). Las relaciones
empeoraron cuando los cristianos decidieron no unirse en la revuelta de 66-73
d. de J.C. Se sintieron víctimas de represalias, y la iglesia de Jerusalén huyó
hacia Pella en la Transjordania. Cabe destacar que el rompimiento decisivo
entre la iglesia y la sinagoga no ocurrió hasta la revuelta de Bar-Kochba, hecho
que ocurrió en 132-135 d. de J.C.
Los variados efectos de 70 d. de J.C. en las dos comunidades revelan mucho.
La destrucción de Jerusalén naturalmente provocó una gran búsqueda del alma
entre los judíos y despertó recuerdos de las pasadas devastaciones a manos de
los gobernantes extranjeros. (2 Esdras registra algunos de estos interrogantes.)
Por otro lado, la iglesia, a pesar de su propio sufrimiento en esta época, vería
los acontecimientos como el cumplimiento de los dichos de Jesús (<402401>Mateo
24:1, 2). La epístola a los Hebreos, a pesar de que su autoría y fecha son
disputadas, muestra cómo la iglesia primitiva llegó a estar de acuerdo en el
hecho de que los rituales del templo (o “tabernáculo”) no eran relevantes para
los creyentes en Cristo.
Por todo esto, la ley y la identidad judía para los cristianos fue un tema
doloroso durante estas décadas. Es claro que en la iglesia en Jerusalén hubo
quienes fueron reticentes a ceder sus tradiciones judías profundamente
enraizadas, como lo declara la presencia de fariseos formando parte del
concilio en Jerusalén (<441505>Hechos 15:5). Derrotados en esta ocasión por la
apelación de Pedro, su influencia permaneció en forma considerable. Cuando
Pablo regresó a Jerusalén de su tercer viaje misionero, Jacobo (Santiago), el
hermano de Jesús, quien aparentemente era el líder de la iglesia en Jerusalén,
expresó la preocupación de un grupo de sus hermanos en el sentido de que
Pablo estaría desanimando la observancia de la ley ceremonial entre sus
convertidos (<442120>Hechos 21:20-26). Es evidente que la tentación de regresar a
las costumbres judías era muy fuerte para los creyentes. Pablo nos dice que
hasta Pedro cedió a ella en Antioquía (<480211>Gálatas 2:11, 12). En Palestina,
entonces, este fue el gran tema que enfrentó la iglesia primitiva. Aquellos que no
estaban tan ligados a la herencia judía bien pudieron haber sido apartados por
la presión de las autoridades. Sin duda, esto quizá fue el verdadero comienzo
de la misión a los gentiles.
LA MISION A LOS GENTILES
El incentivo principal para la misión entre los gentiles vino de los viajes del
apóstol Pablo. Como resultado de sus viajes misioneros al Asia Menor y
Grecia, muy pronto la iglesia cristiana comenzó a florecer en diferentes lugares
del mundo del Mediterráneo. Chipre y partes del Asia Menor fueron los
destinos de su primer viaje misionero; Macedonia fue el segundo, y una
incursión más amplia por Asia Menor el tercero (ver los mapas en el
comentario sobre Hechos). Los tres viajes misioneros se completaron para 58
d. de J.C. En Roma ya existía la iglesia y era próspera para cuando les escribió
su carta en 57 d. de J.C., antes que él arribara al lugar.
La estrategia de Pablo fue ir primero a las sinagogas. No obstante, la misión
estaba destinada a los gentiles, y la naciente iglesia estaba compuesta por judíos
y gentiles. Sin embargo, aquí también la cuestión de la ley ceremonial llegó
rápidamente a ser una preocupación. Sin duda que surgió parcialmente por
causa de la táctica de Pablo de ir primero a las sinagogas. Pero hubo algunos
dentro de la iglesia que fueron celosos promotores de un entendimiento “judío”
del evangelio. Pablo se opuso vehementemente a esta posición en la epístola a
los Gálatas (<480301>Gálatas 3:1-5; 5:2-12). Es cierto que Pablo mandó circuncidar
a Timoteo, pero lo hizo como una medida táctica de su misión a los judíos
(<441603>Hechos 16:3), si bien él sabía que la circuncisión en sí no tenía valor
alguno (<460701>1 Corintios 7:19). En todo caso, la esencia de su evangelio fue que
la salvación era por gracia a través de Jesucristo, y no por la ley. En la
diáspora, como en Palestina, los judíos reconocieron que esto significaba una
seria amenaza a sus creencias y, por lo tanto, los que no se convirtieron se
opusieron fuertemente a la nueva fe (<441419>Hechos 14:19).
Roma también entendió pronto que algo diferente había aquí; el emperador
Nerón pudo separar a los cristianos de los judíos en una persecución en la cual
los culpó del incendio de Roma en 64 d. de J.C. Esto fue un acontecimiento
serio para la iglesia en general, ya que significó que no podrían disfrutar de la
protección que le fue otorgada al judaísmo como una religio licita (religión
permitida) del Imperio Romano. Una persecución más tarde en el período de
Domiciano (81-96 d. de J.C.), involucró también a los judíos. Las crueldades
de los menos iluminados emperadores de Roma están reflejadas en el libro de
Apocalipsis, en donde el Imperio es visto en el papel de Babilonia, el antiguo
opresor.
La hostilidad de Roma a la iglesia primitiva arrojó una luz diferente a los temas
que tuvo que enfrentar. Ya en partes de Palestina, y mucho más en el mundo
más allá, la iglesia enfrentó el profundamente enraizado paganismo. Roma
misma tenía una religión oficial, que involucraba la adoración al emperador, la
cual imponía, aunque esporádicamente, resultando en una persecución. El
paganismo también estaba profundamente enraizado en la cultura del pueblo.
En este contexto, Pablo y Bernabé fueron confundidos por los dioses Zeus y
Hermes en Listra (<441411>Hechos 14:11, 12). Nuevamente Pablo lo confrontó,
aunque en una forma sofisticada, en Atenas (Hechos 17). La necesidad de
persuadir a la gente de semejantes trasfondos en cuanto al evangelio fue una
materia diferente de los debates con sus contemporáneos judíos, y Hechos
registra el comienzo de la historia notable de la adaptación de los apóstoles a la
nueva situación.
Los libros del NT fueron escritos en este mundo de tensiones que se oponían
entre sí. La iglesia cristiana recibió poder por el Espíritu Santo en Pentecostés
para predicar las buenas nuevas acerca de la resurrección de Jesús. Esto lo
hizo en los Evangelios, las epístolas y el Apocalipsis de Juan por un lado, tanto
oponiéndose a las pretensiones de las otras religiones como también logrando
ganar a sus adherentes para Cristo. Cada uno de los libros del NT tiene su
propio trasfondo y destino y enfrenta asuntos particulares. En ese sentido el NT
tiene una interesante variedad. Pero su compromiso central al evangelio de
Jesucristo es la nota sobre la cual podemos decir que concluye la “historia
bíblica”, aun cuando la historia de la iglesia en los siglos venideros estaba por
comenzar.
Gordon McConville
EL PENTATEUCO
En el AT los libros de Génesis, Exodo, Levítico, Números y Deuteronomio no
sólo son los primeros, sino que son de primerísima importancia. Describen los
orígenes de Israel como nación y la revelación del Dios que creó la nación en
primer lugar, y a través de la ley determinó todo el estilo de su vida. Estos cinco
libros conforman la primera sección de la Biblia hebrea, y en el NT (p. ej.
<422444>
Lucas 24:44) se les refiere simplemente como “la Ley”, designación usada
hasta el día de hoy por los judíos. El Pentateuco, un término gr., significa lit.
“cinco rollos”.
Este artículo pretende explicar la estructura del Pentateuco y su tema central;
bosquejar la contribución particular de cada libro al tema; y finalmente examinar
el origen histórico del Pentateuco y los asuntos relacionados con las fuentes, su
contexto y autoría.
David Clines ha resumido hábilmente el tema del Pentateuco como “el
cumplimiento parcial —que implica también el no cumplimiento parcial— de las
promesas a, o bendiciones de, los patriarcas” (The Theme of the Pentateuch
[JSOT Press; 1978], p. 29). Las promesas a los patriarcas, de la tierra, de los
descendientes, de una relación de pacto y las bendiciones a las naciones, son
anunciadas por primera vez en <011201>Génesis 12:1-3, cuando el Señor llamó a
Abraham a dejar su familia por una tierra que él le mostraría. Los múltiples
mensajes divinos subsecuentes en el Génesis elaboran y enriquecen estas
promesas. Por ejemplo, es gradualmente hecho claro que la tierra de Canaán
fue la tierra prometida y que ésta sería la posesión de los descendientes de
Abraham para siempre (ver <011314>Génesis 13:14-17; 17:8). También la promesa
de los descendientes se hace en forma más específica, a medida que es
evidente que el primero de esos descendientes no fue Lot (Génesis 13.),
tampoco Eliezer (Génesis 15), ni Ismael (Génesis 17), sino Isaac, el hijo
unigénito de Sara, la anciana esposa de Abraham.
No son sólo las promesas las que se relacionan con el tema del Pentateuco.
Cada episodio en la historia o estatuto en la ley contribuye a desenvolver el
tema. Por ejemplo, la urgente demanda por santidad se relaciona con dos
aspectos de la promesa, el don de la tierra y la relación del pacto. Se ordena a
Israel que sea santo como Dios; siendo la santidad la esencia de su carácter,
Israel como socio en el pacto con Dios debe imitarlo (<031145>Levítico 11:45). Es
más, la presencia continua de Dios e Israel en la tierra prometida depende de la
conducta justa de este último. La gravedad del pecado corrompe la tierra
haciendo imposible que Dios habite allí e incitando a la tierra a no tolerar a sus
habitantes (<031825>Levítico 18:25-28).
Si bien Génesis 1 revela a Dios como el Creador todopoderoso que hizo y
controla todo el mundo, el cumplimiento de las promesas a Abraham no se
efectúa en el Pentateuco. Sus descendientes totalizaron cerca de 70 en el
tiempo cuando su nieto Jacob dejó Canaán (<014627>Génesis 46:27), siendo
suficientes para causarle preocupaciones al faraón en Egipto algunas
generaciones más tarde (<020110>Exodo 1:10); sin embargo, no eran suficientes en
número como para poblar la tierra de Canaán en los días de Moisés, según
<050717>
Deuteronomio 7:17-22. De igual manera, si bien toda la tierra fue
prometida a Abraham, todo lo que él logró adquirir fue terreno suficiente como
para enterrar a Sara (Génesis 23). Jacob compró un poco más (<013319>Génesis
33:19), pero el Pentateuco termina con Moisés viendo toda la tierra desde la
cima de una montaña en Moab y al pueblo dispuesto a cruzar el Jordán para
entrar en Canaán (Deuteronomio 34). Las promesas son parcialmente
cumplidas en el Pentateuco. Los cinco libros miran hacia el futuro, hacia el
cumplimiento definitivo de la promesa. A través de ellos corre la tensión entre el
“ahora” del presente cumplimiento y el “todavía no” del cumplimiento completo
en el futuro.
Génesis 1—2 presentan la creación saliendo perfecta de la mano de Dios. Se
proveyó para toda necesidad humana: El hombre, la mujer y Dios vivieron en
perfecta armonía. Había confianza del uno en el otro y disfrutaban de la
compañía mutua, caminando juntos en el verde huerto del Edén en lo fresco del
día. Esta era dorada fue abruptamente llevada a su fin por la desobediencia
humana cuando Adán y Eva comieron del fruto prohibido. Su expulsión del
huerto selló el fin de una era, una etapa, la cual el esfuerzo humano nunca
podría recuperar. Sin embargo, el Pentateuco busca una restauración parcial de
esta era ideal a través de la iniciativa de Dios. La tierra de Canaán podría ser
un lugar donde el Señor viviría con su pueblo como él vivió en el Edén. De
hecho en el tabernáculo o en el templo el “caminaría” entre ellos igual como lo
hiciera allá (<032612>Levítico 26:12; <043534>Números 35:34). La promesa a Abraham
de que tendría una descendencia numerosa es una seguridad del hecho de que,
por el poder divino, en él se cumpliría el mandato dado a la primera pareja:
“sed fecundos y multiplicaos”. El matrimonio arquetípico de Adán y Eva en
Génesis 2 retrata el matrimonio ideal que se presupone en las leyes de Levítico
18, 20; Deuteronomio 22, 24, y que es explícitamente citado por Jesús y Pablo
como el modelo de Dios para el matrimonio y la relación hombre-mujer en la
nueva era inaugurada por la venida de Jesucristo (<401903>Mateo 19:3-12;
<490522>
Efesios 5:22-33). Esa también fue una era cuando Dios caminó sobre la
tierra. Pero como en el Pentateuco, el NT mira hacia un cumplimiento total en
la nueva Jerusalén, en el que “el tabernáculo de Dios está con los hombres, y él
habitará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como
su Dios” (<662103>Apocalipsis 21:3).
CONTENIDO Y TEMA DE CADA UNO DE LOS LIBROS
Habiendo tratado el tema global del Pentateuco, el cumplimiento parcial de las
promesas a los patriarcas, ahora nos ocuparemos de cada libro por separado,
desde Génesis a Deuteronomio
Génesis
Génesis (“origen”) explica los orígenes del mundo y el lugar de Israel en éste.
Para apreciar sus primeros capítulos, el lector moderno deberá ponerse en el
lugar de quien vivió hace 3.000 años en el antiguo Cercano Oriente. Tal
persona debería estar familiarizada con muchas historias de los orígenes del
mundo tanto de Babilonia como de Egipto. Un antiguo cananeo o babilonio se
habría sorprendido al leer por primera vez el libro de Gén, porque si bien en el
bosquejo el tema de Génesis 1—11 tiene su paralelo con otros textos antiguos,
el cuadro del poder y la preocupación moral del Dios todopoderoso quien es
revelado en Génesis dejaría maravillado a cualquiera que se crió creyendo en
una multitud de pequeños e impotentes dioses y diosas.
El principal tema de Génesis y los siguientes cuatro libros es el cumplimiento de
las promesas de Dios a los patriarcas. En <011201>Génesis 12:1-3 Dios prometió a
Abraham que le daría la tierra, que tendría una descendencia numerosa, que
tendrían una estrecha relación (a través del pacto) y que por medio de él todas
las naciones serían bendecidas.
El resto del Génesis amplía y elabora estas promesas (especialmente los caps.
15, 17, 22, 28, 46). Pero más que eso, Génesis muestra esas promesas siendo
cumplidas gradual y parcialmente. Después de muchos años de esperar un hijo,
Isaac nació a Abraham y Sara (<012101>Génesis 21:1-7). Cuando Sara murió,
Abraham usó esa oportunidad para comprar una pequeña porción de tierra en
Canaán para enterrar a su mujer (cap. 23). A través de Abraham, Melquisedec
y Abimelec recibieron bendiciones (caps. 14; 20); y a través de José, Egipto y
muchas de las naciones a su alrededor fueron libradas de la hambruna (caps.
42—47).
Sin embargo, por sobre todo, el Señor prometió que él sería el Dios de
Abraham y que le protegería. Así lo hizo, a pesar de las veces en que la fe de
Abraham falló y actuó neciamente (ver <011210>Génesis 12:10-20; 16:20). Con
todo, Dios estuvo con Abraham, Isaac, Jacob y José (ver <012603>Génesis 26:3;
28:15; 39:2, 21), protegiéndoles y prosperándoles.
A través del Génesis corre el tema de la gracia, la misericordia de Dios a pesar
del pecado humano. Los capítulos iniciales del libro muestran a Dios creando
un ambiente perfecto en el huerto del Edén. La rebelión humana les condujo a
la expulsión del huerto. Peor y más ampliamente diseminado el pecado condujo
al diluvio destruyendo [casi] toda la humanidad. Y Dios comenzó de nuevo con
una nueva raza encabezada por el justo Noé. Desafortunadamente él falló y
también su hijo Cam pecó (<010920>Génesis 9:20-27), y el proceso de pecado
sometiendo a la humanidad comenzó de nuevo, culminando con la dispersión
de las naciones en Babel (<011101>Génesis 11:1-9).
Dios comenzó de nuevo con Abraham, el antepasado de Israel, y Génesis
muestra cómo Dios planeó restaurar la raza humana por medio de él y sus
descendientes. De todas maneras el programa divino obviamente era
incompleto hacia el final de Génesis, conduciéndonos a leer más para descubrir
cómo los propósitos de Dios al fin se fueron cumpliendo.
Exodo
Exodo (“salida”) nos cuenta cómo el pueblo de Israel salió de Egipto y viajó
hasta el monte Sinaí. Allí el Señor se les apareció, hizo un pacto con ellos en
que él sería su Dios, y les reveló la ley.
Los antepasados de Israel habían entrado en Egipto por invitación de José,
aproximadamente en 1700 a. de J.C. Un cambio en la dinastía egipcia condujo
a la persecución y esclavitud de los israelitas. Ellos salieron de Egipto bajo el
liderazgo de Moisés aprox. en 1300 a. de J.C., o posiblemente un siglo más
temprano (la evidencia arqueológica es incierta; ver p. 256). Como es con los
otros libros del Pentateuco, un entendimiento del Exodo debe venir
principalmente de una lectura de éste y no de fuentes externas.
Exodo desarrolla los temas ya tratados en Génesis Se abre (<010107>Génesis 1:7)
haciendo notar que los israelitas habían llegado a ser numerosos; pronto
llegarían a ser una gran nación como estaba prometido en Génesis 12. Después
de esto, Dios se reunió con Moisés en la zarza ardiendo y le aseguró que él
guiaría a Israel a la tierra de Canaán prometida a Abraham. Pero el enfoque de
Exodo está en el establecimiento del pacto entre Dios e Israel en el monte Sinaí:
La primera mitad del libro mira hacia adelante a este evento, y la segunda mitad
mira hacia atrás, a el mismo evento. Una vez más esto es una confirmación de
la promesa a Abraham que el Señor haría un pacto eterno entre él y los
descendientes de Abraham (<011707>Génesis 17:7). Haciendo esto, Dios no sólo
demostró fidelidad a su promesa, sino también la grandeza de su poder, su
santidad moral y su amor perdonador.
Los caps. 1—15 ponen a Dios y a Moisés contra el faraón de Egipto, la
superpotencia del antiguo Cercano Oriente. Moisés, instruido por el Señor,
pidió autorización al faraón para llevar a los israelitas a adorar en el monte
santo. El faraón negó persistentemente la autorización a pesar de las horribles
tragedias producidas por las diez plagas. La última plaga fue la que movió al
faraón a dejar ir a los israelitas, pero una vez más cambió de idea, esta vez para
perseguirles hasta el mar Rojo donde los egipcios murieron ahogados; así Dios
demostraba su poder soberano sobre el más poderoso de los hombres.
Los caps. 19—24 enfocan la maravillosa entrega de la ley en el Sinaí. La
aterradora presencia de Dios fue simbolizada por fuego, humo y truenos en la
montaña, generando temor en los israelitas para acercarse. De esta manera,
Moisés fue escogido como mediador para transmitir los términos del pacto,
incluyendo los Diez Mandamientos (cap. 20) y muchas otras leyes (21—23) La
aceptación de estos términos por parte del pueblo haría posible la permanencia
viva de Dios entre ellos en la tienda sagrada o tabernáculo (caps. 25—31).
La total indignidad de Israel con respecto a este honor rápidamente quedó
demostrada cuando hicieron y adoraron a un becerro de oro (cap. 32), siendo
este hecho el quebrantamiento de los dos primeros mandamientos. Semejante
desatención con respecto al pacto mereció la extinción nacional. Pero la
apasionada intercesión de Moisés, en la que él recuerda al Señor las promesas
a los patriarcas, prontamente le movió a ceder. Después de la ejecución de
quienes habían violado el pacto por parte de los fieles levitas, el pacto quedó
restaurado. El libro concluye con la demostración visible de la misericordia de
Dios cuando su gloria llenó el recientemente levantado tabernáculo de reunión
(<024034>Exodo 40:34, 35).
Levítico
Levítico (“acerca de los levitas”) está principalmente interesado en enseñar
cómo debería ser conducida la adoración por los sacerdotes, levitas y laicos en
el tabernáculo. Esencialmente continúa la narrativa y leyes expuestas en Exodo
Todos los eventos mencionados en Levítico ocurrieron muy pronto después de
que la nación arribara al monte Sinaí.
Levítico invierte mucho tiempo describiendo sacrificios y otras ceremonias, las
cuales lo hacen un libro difícil de entender e interpretar. Dado que los lectores
modernos, en su mayoría, no han visto un sacrificio, hace que estos capítulos a
menudo sean dejados de lado como oscuros e irrelevantes. Sin embargo, los
antropólogos insisten en que el ritual es una clave para el entendimiento de los
valores profundos de una sociedad. Así Levítico es la clave para algunas de las
ideas teológicas más centrales en la Biblia, especialmente en relación con el
pecado y la redención. Aquellos que desean hacer interesante el material en
Levítico y apreciar su impacto antiguo, deberían no sólo leer el libro, sino tratar
de revivir sus ceremonias.
Levítico continúa demostrando el cumplimiento de las promesas de Dios a los
patriarcas. Central a esas promesas fue la aseveración de que el Señor sería el
Dios de Israel, y que ellos serían su pueblo. Esta relación fue puesta en peligro
cuando ellos hicieron el becerro de oro, y sólo la intercesión de Moisés había
asegurado su reafirmación como pueblo de Dios. La bendición de Dios fue
mostrada cuando llenó con su gloria el tabernáculo (Exodo 40), y la gloria de
Dios se mostró cuando Aarón y sus hijos fueron ordenados al sacerdocio
(<030923>Levítico 9:23). El cap. 26 nos muestra un cuadro de bendiciones que
sobreabundan: gran cosecha, paz y prosperidad a través de la tierra. Pero más
importante que estas bendiciones materiales fue la presencia del Dios viviente
en medio de Israel (<032611>Levítico 26:11).
Sin embargo, es imposible que un Dios santo viva con pecadores sin
destruirles. Esto es ilustrado vívidamente por la repentina muerte de los recién
ordenados hijos de Aarón en castigo por presentar fuego extraño (cap. 10). De
modo que las leyes de Levítico hicieron posible un compañerismo continuo
entre el Señor e Israel a pesar de la pecaminosidad de ellos.
Levítico comienza explicando cinco diferentes tipos de sacrificios. Cada
sacrificio ilustra al israelita, simbolizado en el animal ofrecido, siendo llevado a
una relación con Dios, simbolizado por el altar y su fuego. Así, p. ej. la
dedicación completa a Dios es ilustrada por la ofrenda quemada en la cual todo
el animal es ofrecido a Dios (cap. 1). La purificación del, y el perdón de,
pecado es alcanzado por el sacrificio por el pecado (cap. 4). De esta manera el
sacrificio hizo posible que Dios continuara viviendo en medio de Israel.
Por su parte Israel debía procurar evitar el pecado y ser santo como Dios
mismo lo es (cf. <031145>Levítico 11:45). De modo que Levítico contiene una serie
de leyes que aseguran la pureza de Israel. Ciertos cuadrúpedos fueron
prohibidos, y ciertas enfermedades o condiciones debían ser evitadas por
aquellos que adoran a Dios (cap. 11—15). El pensamiento exacto detrás de
estos reglamentos es difícil, pero una idea central es que Dios es la vida
perfecta, mientras que muchas de esas condiciones inmundas sugieren la
muerte, lo opuesto a la vida. Por lo tanto, aquellos que desean estar cerca de
Dios deben mantenerse lejos de tales condiciones.
Los últimos capítulos de Levítico indican que ser santo no es sólo una cuestión
de no hacer, de evitar situaciones poco piadosas, sino que también implica el
hacer y el comportarse según Dios. De modo que los caps. 18—25 incluyen
una serie de enseñanzas positivas, como p. ej.: El ayudar al pobre que ha caído
en deudas (cap. 25), el celebrar las grandes fiestas (cap. 23), el cuidar de los
inmigrantes, los ciegos, los sordos y los huérfanos, y todos estos mandatos que
se resumen en “amarás a tu prójimo como a ti mismo” (<031918>Levítico 19:18). Al
hacer de esta manera, el israelita estaba reflejando el amor mismo de Dios por
el oprimido y el no privilegiado, puesto que santidad significa ser como Dios.
Números
Números continúa la historia de la migración de Israel desde Egipto hasta
Canaán (la tierra de Israel). Este cubre un período de aprox. 40 años a partir
de 1290 hasta 1250 a. de J.C., fecha común para el éxodo. Este, por lo tanto,
es la continuación de los libros de Exodo y Levítico Mientras Exodo enfoca el
viaje desde Egipto al monte Sinaí y Levítico la entrega de la ley en el monte
Sinaí, Números se ocupa del viaje del monte Sinaí hasta Canaán.
Números divide este viaje en tres fases principales. En los caps. 1—14 trata
con la primera fase desde el Sinaí y nos cuenta de la lamentable falta de fe de
Israel cuando lograron llegar a los bordes de Canaán. Los caps. 15—19 tratan
en forma abreviada los 40 años de viajes por la península del Sinaí. Estos viajes
fueron un juicio sobre el pueblo por su falta de fe. Finalmente, los caps. 20—
36 relatan su exitosa aproximación a la “puerta trasera” de Canaán, vía
Transjordania. El libro concluye con Israel dispuesto a cruzar el río Jordán y
entrar en la tierra prometida.
El tema del libro se relaciona estrechamente con el tema del Pentateuco, a
saber el cumplimiento parcial de las promesas a los patriarcas. En <011201>Génesis
12:1-3 Dios había prometido hacer de los descendientes de Abraham una gran
nación y que les daría la tierra de Canaán. Sin embargo, el cumplimiento de
esta promesa había tomado mucho tiempo. En Números la promesa parece
estar a punto de cumplirse. Israel ha llegado a ser una nación numerosa y
poderosa, que atemorizó de tal manera al rey de Moab que éste llamó al más
grande de los profetas de sus días, Balaam, para que maldijese a Israel. Sin
embargo, Balaam terminó por bendecir a la nación, prediciendo un poder aun
más grande para ellos en el futuro, y que se levantarían de en medio de ellos
reyes victoriosos (caps. 22—24).
Todavía más significativa es la tierra. Los caps. 1—9 describen la manera
como Israel fue organizado para marchar desde el Sinaí hasta Canaán. Son
contados; los censos mencionados en los caps. 1 y 26 le dan el nombre al libro.
Cuando llegaron a la frontera, 12 espías fueron enviados para investigar toda la
tierra de Canaán. Ellos dieron un informe brillante de la fertilidad de la tierra,
pero sugirieron que ésta era impenetrable por razón de la fuerza de sus
habitantes. Esto fue un acto de incredulidad desobediente comparable con el
incidente del becerro de oro registrado en Exodo 32. Una vez más fue la
intercesión de Moisés la que salvó a la nación de la aniquilación. La conquista
fue postergada y los rebeldes, en vez de entrar a la tierra, fueron obligados a
peregrinar 40 años por el desierto (caps. 13—14).
Finalmente, después de muchas y reiteradas rebeliones en contra de la
autoridad de Moisés, ellos avanzaron. Los pueblos de la Transjordania fueron
derrotados (caps. 21—31). Entonces todo Israel fue organizado para cruzar el
Jordán y conquistar las ciudades. A las tribus de Rubén, Gad y Manasés, que
querían residir en la Transjordania, les fue permitido hacerlo, bajo la condición
de que enviaran tropas para luchar en la batalla por Canaán (cap. 32). El libro
concluye con una serie de leyes que definen las fronteras de Canaán y cómo la
tierra habría de ser distribuida entre las tribus seculares y la tribu sacerdotal de
Leví (caps. 34—35). Se da una atención especial al establecimiento de las
ciudades de refugio, a las cuales podrían huir los homicidas que
accidentalmente hubieran herido de muerte a alguno. La tierra era más que el
lugar de habitación de Israel; era la tierra que Dios había escogido para morar.
Por lo tanto, era tierra santa y debía ser conservada pura, especialmente de la
impureza causada por el homicidio (cap. 35). Aun más, ésta llegó a ser la tierra
de Israel para siempre, y el libro concluye con reglamentos diseñados para
asegurar que las tierras tribales serían guardadas dentro de la tribu (cap. 36).
Deuteronomio
Deuteronomio (“segunda ley”) es el adiós de Moisés a la nación de Israel. El
libro consiste de tres sermones pronunciados por Moisés antes de su muerte,
dos poemas y una breve nota obituaria. En alguna manera resume todo lo que
ha sucedido con anterioridad, de allí su nombre “segunda ley”. Mientras que
desde Exodo hasta Números se registra cómo fueron dadas las leyes de Dios a
Israel, aquí en Deuteronomio tenemos a Moisés predicando sobre la ley y
aplicándola a la situación que Israel iría a experimentar en la tierra de Canaán.
Sin embargo, éste es más que un resumen del pasado, es también una mirada al
futuro. Es un libro profético. Describe cómo Moisés, el más grande de los
profetas de Israel, mostró las posibilidades de Israel en Canaán. El les invitó a
escoger entre seguir la ley de Dios, un camino de prosperidad y bendición, o
seguir a sus propios caprichos y preferencias, una ruta al desastre.
Temáticamente hablando, Deuteronomio hace flamear un rico tapiz tejido de
ideas teológicas. Lo primero y más importante es que enfatiza la gracia
generosa de Dios. Esta se muestra en el cumplimiento de las promesas a
Abraham, Isaac y Jacob. Israel había sido liberado de Egipto, había
experimentado en forma vívida la presencia de Dios en el monte Sinaí, y ahora
estaba en la frontera de la tierra que fluye leche y miel, plena de buenas
viviendas listas para que ellos habitaran. Esta era una tierra dada a ellos por
Dios, no porque se la merecieran, sino porque Dios mantuvo sus promesas
(caps. 7—8).
En segundo lugar, Deuteronomio enfatiza la indignidad de Israel, más aun su
persistente pecaminosidad. Ellos hicieron el becerro de oro; se negaron a entrar
en la tierra cuando los espías les desalentaron. Murmuraron periódicamente
pidiendo agua y comida. Incluso Moisés perdió la paciencia, desobedeció al
Señor y perdió su derecho de entrar a la tierra de Canaán. Y Moisés temió que
Israel lo volvería a hacer; que olvidarían al Señor y adorarían a los dioses
cananeos. Si ellos lo hicieren, serían arrojados de la tierra en la misma forma
como lo fueron los cananeos (caps. 9—11).
Así, en tercer lugar, Israel debía observar el pacto con todo su ser. “Y amarás
a Jehovah tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus
fuerzas” (6:5) resume todo el mensaje de Moisés. Esto significaba observar los
Diez Mandamientos dados por Dios en el Sinaí (cap. 5). Esto significaba
aplicar los mandamientos en todas las áreas de la vida. El segundo y más largo
sermón de Moisés consiste en una mirada histórica retrospectiva seguida por
una explicación y aplicación de los mandamientos en cada esfera de la vida en
Canaán; las leyes de los caps. 12—25 siguen generalmente el orden de los
mandamientos, los amplían y los comentan. Israel debía responder a la ley con
entusiasmo porque el Señor se había mostrado a ellos al darles la tierra y la
misma ley.
Finalmente, el destino de Israel dependía de su respuesta a la ley. La
obediencia a los mandamientos les guiaría a una inmensa prosperidad en la
familia, el campo y la nación, mientras que la desobediencia resultaría en
desastre, culminando en que serían expulsados de la tierra (cap. 28). Pero si
esto sucedía, y Moisés temió que así sería, no significaría el final de la relación
de Israel con Dios. El arrepentimiento conduciría a la renovación de las
bendiciones prometidas en el pacto y la prosperidad nacional sería restaurada
(caps. 29—30; 32).
LA COMPOSICION DEL PENTATEUCO
Mientras que hay un amplio acuerdo entre los eruditos acerca del tema del
Pentateuco, como ha sido descrito arriba, hay profundas diferencias de opinión
en relación con su composición. Este no siempre ha sido el caso; es más, por
cerca de dos milenios fue universalmente aceptado que Moisés fue el principal
autor de todo el Pentateuco. De modo que parece preferible tratar el tema de
la composición del Pentateuco a través de tres áreas. La primera, es el área de
la teoría tradicional de la autoría de Moisés. La segunda, el consenso del punto
de vista crítico, la hipótesis documentaria, la cual prevaleció invariablemente
desde 1880 al 1980. La tercera, las teorías modernas.
El punto de vista tradicional
Desde los tiempos precristianos hasta principios del siglo XIX d. de J.C., fue
aceptado por la mayoría que Moisés fue el autor de casi la totalidad del
Pentateuco. Esta es una conclusión natural a partir de una lectura completa
desde el Génesis a Deuteronomio De Exodo 2 en adelante Moisés es el actor
principal en la historia. El Señor se le reveló en la zarza que ardía (Exodo 3);
luego Moisés negoció con el faraón la liberación de Israel y llevó al pueblo a
través del mar Rojo hasta el Sinaí. Allí personalmente recibió los Diez
Mandamientos, otras leyes y las instrucciones para levantar el tabernáculo. La
narrativa declara que muchas de las leyes no fueron anunciadas públicamente a
toda la nación, ya que la manifestación del Señor en el monte causaban
demasiado temor. De allí que ellas fueron dadas a conocer a Moisés solamente
(<022019>Exodo 20:19-21; <050505>Deuteronomio 5:5), quien tendría la responsabilidad
de comunicárselas al pueblo.
El papel de Moisés como mediador es tratado en todo el Pentateuco. Una y
otra vez las leyes son introducidas de la siguiente manera: “Entonces el Señor
dijo a Moisés.” Esto implica una intimidad especial con Dios, sugiriendo que si
Dios es la última fuente de la ley, Moisés fue su canal, si no el autor humano de
ella. Esta impresión es reforzada en forma más intensa en el libro de
Deuteronomio, con Moisés dirigiéndose a la nación con sus propias palabras,
explicando las leyes entregadas en el Sinaí y exhortando a Israel a observarlas
cuando entren a la tierra prometida.
Deuteronomio contiene las últimas palabras de Moisés a Israel antes de morir.
Moisés habla de sí mismo en primera persona: “me pareció bien lo dicho”
(<050123>Deuteronomio 1:23); a veces él se identifica con Israel: “como Jehovah
nuestro Dios nos había mandado; y llegamos” (<050119>Deuteronomio 1:19). En
otras ocasiones se pone a sí mismo en contra de ellos: “Yo os hablé, pero no
escuchasteis” (<050143>Deuteronomio 1:43). Los caps. 1—11 describen casi los
mismos eventos desde el éxodo hasta la conquista de la Transjordania como
son descritos a partir del libro de Exodo hasta el libro de Números, si bien
estos libros lo registran a partir de la perspectiva de un narrador externo a la
situación; Deuteronomio describe los eventos como Moisés los experimentó.
La afirmación que Moisés es quien habla en Deuteronomio es inevitable.
Si Deuteronomio terminó en <053108>Deuteronomio 31:8, es posible suponer que
Moisés predicó sobre la ley, y que otra persona, posiblemente mucho más
tarde, puso sus ideas por escrito. Sin embargo, <053109>Deuteronomio 31:9:
“Moisés escribió esta ley y la dio a los sacerdotes”, y <053124>Deuteronomio 31:24:
“Moisés acabó de escribir las palabras de esta ley en un libro hasta que fueron
concluidas”, parecen excluir tal punto de vista liberal con respecto a la autoría
de Moisés. Por lo tanto, si Moisés escribió Deuteronomio, parece lógico que
escribiera Exodo hasta Números tempranamente en su carrera, y que Génesis,
la introducción indispensable a los otros libros, también haya sido compuesto
por él.
Estos son los argumentos que condujeron a los antiguos escritores judíos, el
NT, y casi todo aquel que estudió la Biblia hasta el 1800 a concluir que Moisés
era el autor del Pentateuco. Consecuentemente, Génesis siempre fue llamado el
primer libro de Moisés. Sin embargo en el siglo XIX este antiguo consenso
comenzó a desmoronarse, y a este cambio de mentalidad nos vamos a referir a
continuación.
La “hipótesis documentaria”
Todo esto comenzó con un libro interesante escrito por un francés, J. Astruc,
en 1753. Astruc observó que en los primeros caps. de Génesis a Dios se hace
referencia como Dios y en otros como “el Señor”. Esto le sugirió que a lo
menos dos fuentes habrían sido utilizadas por Moisés para escribir Génesis
Esto fue respaldado por la observación que indica que hubo duplicación en el
material de Génesis (p. ej. dos relatos de la creación en caps. 1 y 2).
Astruc no tuvo la intención de negar que Moisés fuera el autor del Pentateuco;
él simplemente estaba explorando los recursos que Moisés habría utilizado. Sin
embargo, su análisis de las fuentes llegó a ser un ingrediente clave de la crítica
posterior. Durante el siglo XIX su análisis fue refinado, y algunos eruditos
argumentaron que esas fuentes fueron posteriores a Moisés.
Cincuenta años más tarde de Astruc una proposición más radical fue propuesta
por W. M. L. de Wette, quien en su disertación en el año 1805, y en otro
trabajo posterior (1806-7), argumentó que Deuteronomio fue escrito en el
tiempo de Josías (es decir, aprox. siete siglos después de Moisés), y que el
libro de Crónicas da un relato poco confiable de la historia de la adoración en
Israel. Ambas ideas llegaron a ser centrales en el punto de vista sobre los
orígenes del Pentateuco que emergerían posteriormente en ese siglo. De modo
que es apropiado ahora notar cómo de Wette logró arribar a dichas
conclusiones, puesto que son fundamentales para el nuevo consenso crítico
conocido como la hipótesis documentaria.
De Wette notó que Crónicas tenía mucho más que decir sobre la adoración
que lo que Rey. dice, si bien ambos tratan del mismo período histórico. Hasta
ahora los eruditos habían observado los detalles de Crónicas como un
suplemento exacto al relato de Rey., pero de Wette argumentó que ya que
Crónicas fue escrito después de Rey., éste no podía ser confiable. De esta
manera, eliminando la evidencia de Crónicas, él podría con mayor facilidad
argumentar que Deuteronomio también era un trabajo posterior.
El lenguaje y el ambiente de Deuteronomio difieren de los libros que le
preceden, lo que difícilmente determina cuándo fueron escritos. Lo que de
Wette afirmó fue la insistencia de Deuteronomio en el sentido de que toda la
adoración debería ser ejecutada en el lugar que el Señor habría de escoger.
Deuteronomio prohíbe adorar en los altares del país, en los lugares altos debajo
de cada árbol verde, pero insiste en que los sacrificios, y especialmente la fiesta
nacional de la Pascua, Pentecostés y de los Tabernáculos, deben ser
observadas en el santuario central escogido por el Señor (cap. 16). Una lectura
de Sam. y Rey. sugiere que tales reglamentos estrictos no fueron introducidos
hasta el siglo VII a. de J.C. Cerca de 622 a. de J.C., el rey Josías abolió todos
los altares del país y exigió que toda adoración debía realizarse en Jerusalén (2
Reyes 22—23). Si los principios de adoración que se encuentran en
Deuteronomio no fueron impuestos hasta los días de Josías, ¿no es fácil
suponer que los principios hayan sido inventados en ese entonces antes que
suponer que las leyes en Deuteronomio fueron letra muerta durante el tiempo
de Moisés? Este argumento de de Wette conectando a Deuteronomio con la
centralidad de la adoración en los días de Josías, estaba destinado a ser una de
las principales plataformas de la “síntesis de Wellhausen” para fines de siglo.
Las ideas de Wellhausen en su mayoría habían sido anticipadas por otros. Pero
él transformó los estudios del AT con un libro publicado en 1878, barriendo
lejos los puntos de vista tradicionales con respecto a los orígenes del
Pentateuco. Si algunas de las ideas fueron nuevas, la forma en que fueron
presentadas por Wellhausen fue brillante y apeló fuertemente en una era en que
la teoría de la evolución era nueva y creída por muchos para explicar no sólo
los cambios biológicos sino muchos otros desarrollos históricos.
Wellhausen pintó un cuadro del desarrollo religioso de Israel que pareció
natural e inevitable sin la necesidad de un milagro o de una revelación divina. En
sus primeras etapas, él argumentó, la religión de Israel fue relativamente
irregular. El pueblo ofreció sacrificios cuando ellos quisieron y donde quisieron,
sin mediación sacerdotal. Esta es la situación que Wellhausen ve en Sam. y
Rey. Para los fines del período de la monarquía intervino el rey Josías, limitando
toda la adoración a Jerusalén y, por lo tanto, aumentando el poder de los
sacerdotes, quienes ahora fueron capaces de controlar los detalles de la
adoración. Una vez que los sacerdotes tomaron el poder, lo consolidaron y
durante el exilio (587-537 a. de J.C.) inventaron toda clase de reglamentos y
controles con respecto a la adoración, la posición de los sacerdotes, su
derecho sobre los diezmos y las porciones sacrificiales y otras más.
Wellhausen entonces procedió a mostrar cómo este cuadro de la evolución en
la religiosidad de Israel podía ser conectado con las fuentes del Pentateuco, las
que habían sido identificadas primero por Astruc. Wellhausen aceptó que
cuatro fuentes principales podían ser identificadas, a las que se les asignaron
cuatro letras, J, E, P y D. J, para designar la fuente “yahvística” que usa el
nombre divino del “Señor “ (Jehovah). Esta comprende aprox. la mitad de
Génesis y pequeñas porciones de Exodo y Números E, la fuente “elohística”
que usa el título genérico Dios (Elohim). Este comprende aprox. un tercio de
Génesis y pequeñas porciones de Exodo y Números P, la fuente sacerdotal,
como E usa el título genérico Dios. Este comprende un sexto de Génesis
(principalmente los caps. 1, 17, 23 y varias genealogías) y la mayor parte de
Exodo 25—Números 36. D, es el libro de Deuteronomio
Wellhausen argumentó que Deuteronomio (D) emplea sólo del material
encontrado en J y E, y que P emplea el material de J, E y D. Esto da un orden
relativo del material en el Pentateuco: J - E - P - D. Luego él argumentó que el
cuadro de adoración en J y E encuadra con la práctica de adoración en el
período de la monarquía, cuando el pueblo pudo adorar donde y cuando ellos
quisieron. El cuadro de D (Deuteronomio) cabe bien con los propósitos de la
reforma centralizadora de Josías, mientras que la atención minuciosa en los
detalles de la adoración que ofrece P encuadra con la era dictatorial de los
sacerdotes, la cual Wellhausen conjeturó se había desarrollado durante y
después del exilio. De modo que él sugirió que J debería ser fechado cerca del
850 a. de J.C., E cerca del 750 a. de J.C., D cerca del 622 a. de J.C., y P
cerca del 500 a. de J.C. Estas fuentes, una vez que fueron escritas, iban
uniéndose una tras otra, y de esta manera finalmente nuestro actual Pentateuco
surge en el tiempo de Esdras (siglo V a. de J.C.).
Las implicaciones de esta forma de ver el Pentateuco tuvieron mucho alcance.
Si las primeras fuentes, J y E, fueron escritas seis siglos después de Moisés,
difícilmente podrían ser confiables para dar un cuadro exacto, y mucho menos
las de la era patriarcal. Y si J y E, no son dignas de confianza, cuánto menos lo
serían las fuentes posteriores de D y P. Wellhausen mismo fue muy claro con
respecto a las consecuencias de su posición crítica. J y E no dan información
histórica sobre el período patriarcal; por el contrario, proyectan la situación
religiosa del período de la monarquía en una mohosa antigüedad parecida a un
“espejismo glorificado”. Similarmente, D y P reflejan las preocupaciones del
tiempo en que fueron compuestas y no de la era de Moisés.
El juicio negativo de Wellhausen sobre la validez histórica del Pentateuco
evocaron una variedad de reacciones hostiles. A pesar de ello, su posición
rápidamente llegó a ser ampliamente aceptada por la erudición crítica
protestante. Le tomó mucho más tiempo para que fuera aceptada por los
eruditos católicos o judíos.
La aceptación de esta teoría fue favorecida por varios factores. Primero, fue
aceptada y defendida por eruditos tales como S. R. Driver, quien, a diferencia
de Wellhausen, creía en la inspiración bíblica y argumentó que la fecha tardía de
las fuentes del Pentateuco no afectaban su valor espiritual. Uno podría aceptar
la teoría crítica de Wellhausen sin traicionar la fe cristiana y llegar a ser un ateo.
Segundo, y probablemente el más significativo, fueron las modificaciones que
hizo a la teoría documentaria por la escuela de la crítica de las formas de
Gunkel, Alt, Noth y von Rad. Al argumentar que detrás de las relativas fuentes
tardías (J, E, P, D) hubo antiguas tradiciones (algunas llegando al tiempo de
Moisés e incluso antes de Moisés), esta escuela de la crítica de las formas
restauró, en alguna medida, la confianza en el valor histórico del Pentateuco.
Después de todo esto puede decirnos algo sobre los períodos a los que se
intenta relacionar; tal vez no mucho, pero ciertamente más que los nulos
resultados de Wellhausen. P. ej. Gunkel, en su comentario sobre Génesis
(1901), sugiere que la forma más antigua de las historias patriarcales vino del
período anterior al establecimiento de Israel en la tierra. Igualmente H.
Gressmann (1913) argumentó que una forma primitiva de los Diez
Mandamientos vino de los tiempos de Moisés.
Más importante para confirmar la impresión de que la aceptación de la
hipótesis documentaria no significó un adiós a ningún conocimiento de la era
patriarcal fue el trabajo de A. Alt (1929). El argumentó que el cuadro de la
religión patriarcal en algunos pasajes en Génesis (<013105>Génesis 31:5, 29, 53;
46:3; 49:25) está de acuerdo con el estilo de vida nómada, con la idea esencial
de un dios tribal, que protegió a la tribu en sus peregrinajes y la bendijo con
descendientes. Si bien Alt descansó en un margen muy estrecho de textos, su
cuadro de la religión patriarcal se parece más, en sus rasgos, al cuadro que
podría tener un lector tradicional.
De la misma manera, al enfocar en aquellos elementos comunes tanto en J
como en E. M. Noth (1930) fue capaz de construir un cuadro de Israel antes
de la monarquía que consistió en una liga de tribus unidas por un pacto,
peleando guerras santas y adorando en un altar central. Una vez más, si bien
Noth estuvo muy lejos de encontrar mucha historia en el Pentateuco, estaba
bosquejando la constitución religiosa de Israel, la que no era diferente de la
lectura no crítica de Exodo a Jueces En una forma similar, G. von Rad (1938)
argumentó que el credo más temprano en la Biblia, en Deuteronomio 26,
gradualmente se desarrolló en el correr del tiempo para llegar a ser nuestro
Pentateuco. Al afirmar continuidad entre los antiguos elementos en el
Pentateuco y el actual trabajo y encontrar una pequeña semilla histórica en ello,
estos eruditos ayudaron a que la hipótesis documentaria fuera más sabrosa.
La posición arqueológica del estadounidense W. F. Albright y su escuela
reforzaron la impresión de que el Pentateuco podía ser confiable, aun si sus
fuentes constitutivas eran tardías. Ellos argumentaron que los nombres de los
patriarcas eran nombres típicos de la primera mitad del segundo milenio, que
las migraciones y el estilo de vida seminómada de los patriarcas también refleja
al período, y que muchos de los ritos legales y costumbres familiares
mencionados en Génesis (p. ej. el dar dotes) fueron también confirmados por
antiguos textos no bíblicos. Esto también mostró la confiabilidad histórica
esencial de Génesis The Early History of Israel (1971), de R. de Vaux, es
probablemente el monumento más grande a esta posición, combinando
juiciosamente el conocimiento arqueológico con el método crítico de Alt, Noth
y Wellhausen para producir un punto de vista muy positivo con respecto al
desarrollo histórico.
Por lo tanto hubo consenso en el mundo de la erudición en relación con la
existencia de cuatro fuentes principales (J, E, P, D) en el Pentateuco,
mayormente escritas mucho después de 1000 a. de J.C., las cuales, a pesar de
su edad, entregaron buena información a la historia de Israel comprendida entre
los años 2000 y 1300 a. de J.C.
El colapso del consenso
Los años 1970 vieron la publicación de muchos trabajos semilleros que
iniciaron un período de gran tumulto en los estudios del Pentateuco. En 1974 T.
L. Thompson presentó un examen minucioso de los frecuentemente citados
argumentos arqueológicos del carácter histórico de las narrativas patriarcales.
El mostró que muchos de los argumentos probaron mucho menos de lo que se
alegaba, ya que en algunas ocasiones la Biblia o las fuentes paralelas no bíblicas
habían sido mal interpretadas para apoyar la creencia de Génesis Hubo algunos
elementos que fueron dejados de lado y que apuntaban a épocas tempranas,
como los nombres de los patriarcas, pero si uno creyera, como Thompson, que
Génesis fue escrito después de 1000 a. de J.C., éstos podrían ser explicados
en una forma muy diferente.
J. Van Seters (1975) fue más allá en su cuestionamiento del consenso crítico. El
argumentó, no que las historias patriarcales fueran sin fecha, como Thompson
lo hizo, sino que ellas eran verdaderamente propias a las condiciones e
instituciones legales del siglo VI a. de J.C. Es más, él cuestionó la antigua
creencia del siglo II de que la variación en los nombres de Dios (“El Señor”,
“Dios”) o que las historias paralelas (cf. Génesis 12 con Génesis 20) fueran
indicadores necesarios de autores o fuentes diferentes. De hecho, Van Seters
siguió un camino largo para eliminar la fuente E en Génesis 12—26,
argumentando que ésta no era un ente coherente, sino sólo elementos primitivos
incorporados por J, quien fuera el principal autor de esta parte de Génesis
R. Rendtorff (1977), igual que Van Seters, renunció a muchos de los criterios
clásicos para distinguir las fuentes y menospreciar muchos de los argumentos
puestos en evidencia por los eruditos que favorecían un análisis documentario.
El argumentó que Génesis emergió en una forma muy diferente. Hubo un grupo
de historias sobre Abraham, otro grupo sobre Jacob, otro sobre José. Estas
crecieron en forma independiente por largo tiempo hasta que fueron reunidas
por un editor quien las tomó para formar una narrativa larga y coherente.
Finalmente, hubo un excelente comentario sobre Génesis escrito por C.
Westermann, publicado parcialmente desde 1968 a 1982. Westermann es de
la misma línea como la de Vaux, mientras que Thompson, Van Seters y
Rendtorff son jóvenes radicales, y su trabajo es probablemente más
significativo que el de los otros. Con todo Westermann, aunque sostiene la
fecha del siglo X a. de J.C. para la fuente J (no el siglo VI a. de J.C. como Van
Seters), de hecho descarta, más o menos, la fuente E. Las historias patriarcales
tienden a ser vistas por Westermann como una unidad substancial de la mano
de J, con inserciones ocasionales de la fuente posterior P.
Otra corriente en el estudio de la Biblia que comenzó a poner su marca en los
años 1970 ha desafiado a los eruditos a leer el Pentateuco como una unidad.
La nueva crítica literaria está principalmente preocupada con el entendimiento
de los trabajos en su forma actual y no con el proceso de su composición. Está
preocupada de los arreglos de los trabajo como un todo, sus temas, el uso que
hace un narrador de mecanismos como repeticiones, mímesis (descripción de la
realidad) y el diálogo; la descripción del personaje y el motivo dentro de la
narrativa. La crítica antigua, por otro lado, estaba preocupada con la autoría, la
fecha de composición, las fuentes y las circunstancias históricas que rodeaban
al texto escrito. La nueva crítica literaria ha guiado a una mayor apreciación por
las técnicas de los escritores hebreos y muchas veces, como una consecuencia,
a un rechazo del criterio usado para distinguir las fuentes. P. ej., mientras tanto
la repetición tendió a ser vista por los antiguos críticos como una señal de varias
fuentes, la nueva crítica tiende a reconocerla como un mecanismo importante de
la narrativa, la cual puede ser utilizada por un solo autor para lograr efectos
dramáticos. No ha habido un ataque frontal de la nueva crítica a la hipótesis
documentaria, pero muchos como, p. ej. R. Alter (1981) y M. Sternberg
(1985), manifiestan su insatisfacción con la fuente crítica clásica. Y las lecturas
unificadas del Pentateuco ofrecidas por Clines y Whybray posee mucho de la
nueva crítica.
Estas nuevas orientaciones en los estudios del Pentateuco han quebrado el
consenso de la crítica centenaria, pero no se han establecido ellos mismos
como la nueva ortodoxia. Probablemente representan la posición de una
minoría ruidosa, mientras que una silenciosa mayoría conserva una forma
moderada de la hipótesis documentaria tal como la defendió de Vaux.
Quizá podremos exponer las principales opciones críticas en un cuadro que
aparece abajo.
La posición de la nueva crítica mantiene las mismas fechas tardías para las
fuentes D y P que tiene la antigua hipótesis documentaria pero rechaza la
distinción entre J y E. Sostiene que la fuente J aumentada (más o menos J+E de
la antigua) no provee conocimiento histórico de los primeros períodos (p. ej. de
los patriarcas, Moisés o de los jueces), sino más bien de la creencia de los
judíos en el exilio.
Hasta ahora sólo hemos visto las posiciones críticas principales de los eruditos
cristianos. Los eruditos críticos judíos han hecho en años recientes la mayor
contribución al estudio de los textos rituales del Pentateuco (p. ej. Exodo 25—
Números 36), lo que es generalmente identificado como P. Milgrom, p. ej. ha
argumentado que la fecha exílica de P es errónea. Las leyes sobre adoración en
Levítico no corresponden a lo que fue hecho en el templo cuando éste fue
reedificado después del exilio, las cuales deberían hacerlo, si el libro hubiese
sido escrito en esa fecha. El lenguaje de estos libros (P) es más arcaico que el
de Ezequiel, el sacerdote-profeta que predicó cerca del año 600 a. de J.C. El
estilo de adoración, los elementos usados en la adoración y los deberes
sacerdotales como son descritos de Exodo a Números, tienen mucha similitud
con lo que se conoce de adoración en otras partes del antiguo Cercano Oriente
del segundo milenio a. de J.C. Esto sugiere a estos eruditos que P (Exodo
25—Núm 36) es a lo menos preexílico y describe lo que sucedió en la
adoración en el primer templo, y posiblemente lo que ocurrió también en el
tabernáculo. Sin embargo, pocos eruditos cristianos han puesto mucha atención
a estos argumentos y la mayoría pareciera insistir todavía en reconocer a P
como un trabajo exílico o posexílico.
Una respuesta conservadora
Dada la actual confusión crítica con respecto al Pentateuco, ¿qué se puede
afirmar sobre sus orígenes? ¿Se puede confiar en todo lo que dice de las eras
de Moisés y de los patriarcas? O, ¿fueron las historias y las leyes sólo hechas
por los exiliados para expresar sus esperanzas por el futuro? ¿Es el Pentateuco
una unidad sustancial o está compuesto de una variedad de fuentes conflictivas?
Una respuesta al actual debate sobre el Pentateuco puede ser: “Los críticos
están tan divididos entre ellos mismos que no pueden probar nada. De modo
que permítannos regresar a lo que el Pentateuco dice sobre sí mismo y aceptar
que Moisés es su autor principal.” Sin embargo, tal respuesta no hace justicia a
la honestidad del debate y a los verdaderos temas que han sido tratados. En
intentar una reflexión conservadora razonable cuatro temas necesitan ser
manejados. Primero, ¿cuántas fuentes pueden ser identificadas en el
Pentateuco? ¿Son válidos los criterios tradicionales para distinguir fuentes?
Segundo, ¿data J de los tiempos del exilio (c. 550 a. de J.C.), de la temprana
monarquía (c. 950 a. de J.C.) o de Moisés (c. 1250 a. de J.C.)? En particular,
¿hay algo de historia en los relatos de los patriarcas, y cuándo fueron
compuestos los primeros capítulos del Génesis? En tercer lugar, ¿hasta dónde
se puede definir con precisión P y J? ¿Cuándo se compuso el material
sacerdotal (P)? Finalmente, ¿fue Deuteronomio realmente compuesto para
promover o justificar las reformas de Josías en 622 a. de J.C.? De hecho, estos
temas son altamente complejos, tomando mucho espacio de escritura en
muchos libros, y sólo es posible aquí bosquejar una línea de pensamiento.
Primero, análisis de las fuentes. Astruc fue quien sugirió que el uso alternativo
de “Dios” y “el Señor” (Elohim/Jehovah) señalaba diferentes fuentes. En
nuestros días es universalmente aceptado que este criterio no sirve para
distinguir muy bien las fuentes J y E, de modo que muchos concluyen que no
existe una fuente E. Sin embargo, la distinción entre las fuentes P y J se
mantiene en base a la fuerza del criterio de los nombres divinos y la alegada
diferencia en estilo de las fuentes. Sobre esta base la historia del diluvio
(Génesis 6—9) es a menudo dividida en las versiones de J y P. Aun aquí
muchos de los recientes escritores han reconocido que el caso no ha sido
probado. Otros han señalado que otros textos antiguos también usan una
variedad de nombres para el mismo Dios; por lo tanto, ¿por qué este fenómeno
en la Biblia hebrea habría de indicar fuentes múltiples? A menudo en Génesis
una razón teológica explica el uso alternado de nombres. Cuando Dios es el
Creador Universal, el Dios de los extranjeros así como de los israelitas, “Dios”
(Elohim) es el término preferido. Sin embargo, cuando él es la otra parte en el
pacto, particularmente con Israel, “el Señor” (Jehovah) es usado con
frecuencia.
De modo que el criterio de los nombres divinos es un indicador dudoso para
identificar diferentes fuentes. Esto no significa decir que Génesis sea una unidad
total que brota completamente fresco de la mente de un autor. Es verdad que
su autor usó diferentes fuentes, genealogías, poemas y narrativas al ir
produciendo su trabajo, pero los nombres de Dios son por sí mismos una guía
poco confiable para la identificación de las fuentes.
El segundo tema principal es la extensión y fecha de J. Para simplificar la
discusión la limitaremos a Génesis La naturaleza fragmentaria de J en los últimos
libros hace más problemática su existencia allí. Pero en Génesis está
concentrada aprox. en un 50% del texto según la tradición de la hipótesis
documentaria; cerca del 85%, si, con los escritores modernos, E no es
reconocida como distinta; y cerca del 100% si el material de P fue escrito antes
que J y ha sido incorporado en su composición.
El alcance de J por lo tanto sigue siendo sujeto a debate, lo mismo que su
fecha. La hipótesis documentaria sostuvo que J refleja los ideales de la
temprana monarquía, p. ej. en las fronteras de la tierra prometida (<011518>Génesis
15:18-21), el surgimiento implícito de la monarquía davídica (Génesis 38;
49:10), etc. Más recientemente, críticos radicales como Van Seters han
argumentado que J refleja las preocupaciones de los exiliados clamando por
retornar a Canaán; por lo tanto, la preocupación de Génesis está con la
promesa de Dios de dar la tierra a Abraham y a sus descendientes. Estas
observaciones acerca de los intereses de J ciertamente muestran su relevancia
para varias épocas, pero no necesariamente prueban que éste se haya
originado en esos tiempos. De hecho, cada una de las tres partes principales
del Génesis, la “protohistoria” (caps. 1—11), la historia patriarcal (caps. 12—
35) y la historia de José (caps. 37—50) podrían haberse originado muy
temprano. Los paralelos más cercanos del antiguo Cercano Oriente con
Génesis 1—11: la épica de Atrahasis, la épica de Gilgamesh tableta 11, la
historia sumeria del diluvio, y la lista de los reyes sumerios, todas estas están
fechadas en la primera mitad del segundo milenio. Igualmente, el retrato de la
vida y la religión patriarcal que se presenta en Génesis 12—25 no es posible
que sea del período de Moisés o de períodos subsecuentes. Nombres,
prácticas religiosas y costumbres legales comprobados en esos capítulos de
Génesis encuentran paralelos en el segundo milenio. Finalmente, hay elementos
en la historia de José que sugieren que ésta probablemente se originó en la era
de Ramsés, a saber, en el tiempo de Moisés.
Sin embargo, hay suficientes indicaciones esparcidas a través de todo el libro
de Génesis como para mostrar que si el libro se originó antes del período de la
monarquía, éste a lo menos fue revisado en esa época. Términos como Dan
(<011414>Génesis 14:14), caldeos (<011507>Génesis 15:7) o filisteos (<012132>Génesis 21:32,
34), y el título de José “señor de toda su casa” (<014508>Génesis 45:8), parecen
como modernizaciones para hacer la historia más entendible al lector del
período de la monarquía. De la misma forma, la religión patriarcal es descrita a
partir de una perspectiva posterior. A Moisés fue a quien por primera vez se le
reveló el nombre de Jehovah (el Señor): los patriarcas adoraron a Dios como
El Shaddai (Dios Todopoderoso <020313>Exodo 3:13, 14; 6:3). Aún así Génesis,
reconociendo que el Dios que habló a Moisés fue el Dios a quien conocieron
los patriarcas, intercambia los términos. Discursos por Dios tienden a usar los
términos antiguos (El Shaddai, El o Elohim), mientras que el narrador
frecuentemente habla de Dios como usando terminología posterior como “el
Señor” (Jehovah).
La fuente P es fechada por la hipótesis documentaria y los nuevos radicales
durante la era del exilio, a lo más temprano. Aquí la noción de que fragmentos
de Génesis (p. ej. caps. 17, 23) pertenecen a P no será examinada; contrario al
consenso crítico, estos pasajes parecen ser de las antiguas partes del Génesis
El gran tamaño de las leyes sobre adoración entre Exodo 25 y Números 36 son
de nuestra preocupación aquí. El lenguaje y el contenido de estas secciones
muestran que el material de P es muy anterior al exilio. Milgrom cree que esto
refleja adoración en el primer templo (de Salomón). Harán ha trazado algunos
elementos para la adoración aun en el tabernáculo primitivo. Esto podría
significar que es posible el origen mosaico de los materiales. Un cuidadoso
estudio de Deuteronomio por Milgrom y McConville ha demostrado que este
conoce P. Contrario a Wellhausen y su hipótesis documentaria, Deuteronomio
fue escrito después de P, como el orden de los libros bíblicos en sí lo sugiere.
Esto nos lleva a la pregunta final, la fecha de Deuteronomio Por más de un siglo
la fecha de Deuteronomio ha sido tomada como el punto establecido en el
debate crítico; todas las otras partes del Pentateuco han sido fechadas en
relación con Deuteronomio La discusión crítica actual apenas ha considerado
esta proposición. El análisis de las fuentes es cuestionado por algunos, J y P
podrían ser fechadas de nuevo por otros, pero que Deuteronomio sea de la
última parte del siglo VII es apenas cuestionado. Simplemente es aceptado que
la similitud del estilo de Deuteronomio al de Jeremías y a los libros de Rey. y
que contiene el programa de reformas de Josías prueba que su fecha pertenece
a esa época.
De nuevo estos argumentos no los podemos tratar con propiedad aquí. Pero su
ambigüedad puede ser destacada. Primero, la similitud del estilo hebreo no
prueba una fecha similar para Deuteronomio, Jeremías y Rey. Los estilos
literarios cambiaron lentamente en el antiguo Cercano Oriente. Es más probable
que Jeremías y Rey. estuvieran citando o aludiendo a Deuteronomio de fechas
anteriores para dar credibilidad a su propio mensaje. Jeremías aparece citando
de todas partes de Deuteronomio, pero nunca lo hace de la así llamada historia
deuteronómica (a saber Josué—2 Reyes). En segundo lugar, Deuteronomio no
promueve los objetivos de las reformas de Josías al limitar toda la adoración a
Jerusalén; por el contrario insiste en que un altar debe ser construido y
ofrecidos sacrificios, en lo que Josías habría llamado “un lugar alto”, es decir, el
monte Ebal (<052705>Deuteronomio 27:5-7). Esto hace inapropiado considerar a
Deuteronomio como un programa para, o una justificación de, las reformas de
Josías. En tercer lugar, Deuteronomio no parece ser consciente de grandes
temas político-religiosos de la última parte del período de la monarquía.
Tampoco revela conocimiento de la división de la nación en dos reinos. No da
descripción de la adoración a Baal o de la adoración cananea, sólo las condena
en términos generales. Por otro lado, ordena el exterminio de los cananeos,
quienes para el siglo VII a. de J.C., ya no existían como un ente identificable.
Estos argumentos dañan los fundamentos mismos del caso para una fecha del
siglo VII a. de J.C. para el libro de Deuteronomio Hay aspectos en el libro que
hacen más probable una fecha más temprana. En primer lugar, pareciera que es
citado por los escritos de los primeros profetas, Amós y Oseas, en el siglo VIII
a. de J.C. En segundo lugar, está arreglado como los tratados heteos de los
siglos XVI al XIII a. de J.C. y como las antiguas leyes de Hammurabi (c. 1750
a. de J.C.), y no como los tratados del primer milenio. En tercer lugar, algunas
de sus leyes sobre el matrimonio parecen más cercanas a aquellos documentos
del segundo milenio que del primer milenio. Estos argumentos no requieren de
la autoría de Moisés, pero sugieren la posibilidad de un origen temprano para
Deuteronomio
CONCLUSION
“En aquellos días Israel no tuvo rey; cada cual hizo según consideró
conveniente” es el mordaz comentario de Jueces en ese tiempo de anarquía.
Una falta similar de consenso se encuentra hoy en los debates sobre el
Pentateuco. Argumentos de erudición han sido utilizados en una forma y otra,
sin embargo, detrás del debate hay muchas proposiciones no declaradas. Por
ejemplo, ¿debiéramos esperar textos que sean unidades coherentes o
colecciones de fragmentos? ¿Es la Biblia inocente hasta que se pruebe su
culpabilidad o es culpable hasta que se pruebe su inocencia? La enseñanza de
Jesús y de los apóstoles, ¿determina nuestra posición con respecto a la
inspiración y la autoridad de estos libros? Distintos eruditos responden en
forma distinta a estas preguntas y su integridad debe ser respetada.
Hemos dado razones arriba para comprobar mucha mayor unidad dentro del
Pentateuco que la que alegan los críticos de fuentes, y para aceptar la básica
confiabilidad histórica de estos libros. Pero quienes no comparten una creencia
en la coherencia esencial de los textos, o quien comienza con una proposición
de sus faltas, puede encontrar algo de dificultad en hacer a un lado estos
argumentos. Así, sin dudas, el debate continuará por largo tiempo. Sin
embargo, los lectores cristianos del AT debieran recordar que “cada cosa”
(incluido el Pentateuco) “fue escrita para nuestra enseñanza”, no sobre teorías
acerca de la autoría, sino para darnos “esperanza” (<451504>Romanos 15:4), una
esperanza revelada primero a Abraham, parcialmente cumplida en los tiempos
de Moisés y aun más completa desde entonces. Si hacemos del propósito
divino de las Escrituras (“instrucción en justicia”, <550316>2 Timoteo 3:16) nuestra
suprema preocupación, podremos mantener los debates críticos en su
perspectiva apropiada.
G. J. Wenham
GÉNESIS
INTRODUCCIÓN
TITULO
El título Génesis viene de la traducción griega (la Septuaginta) y significa
“origen, fuente, creación”, mientras que el título en hebreo (tomado de las
palabras que comienzan el libro) es “En el principio”. Ambos títulos sugieren
acertadamente el tema del libro, porque describe el origen del universo, el
mundo, la humanidad, las instituciones humanas (como el matrimonio), las
naciones y, sobre todo, el pueblo de Israel. El enfoque de Génesis es la
actividad creativa de Dios al llamar a la existencia a todas estas cosas.
Otro título, raramente usado, es: “El primer libro de Moisés.” Este título
destaca el hecho de que Génesis es la primera parte de un trabajo total de
cinco volúmenes, tradicionalmente atribuido a Moisés, también llamado la Ley
o el Pentateuco. Génesis pone la entrega de la ley en el Sinaí (tema que se trata
a partir del libro de Exodo hasta el libro de Deuteronomio) en una perspectiva
histórica y provee una clave teológica para la interpretación de las leyes e
historias contenidas en estos libros.
LUGAR Y CONTENIDO
Como otros libros de la Biblia, Génesis es principalmente teológico, eso es,
está interesado en describir quién es Dios, cómo y por qué actúa y cómo trata
con la humanidad. No siempre es obvia la actividad de Dios en los asuntos
humanos, ya sea en nuestra vida diaria o aun en algunas partes de la Biblia (p.
ej. el libro de Ester). Pero en Génesis, especialmente en los primeros capítulos,
Dios es el actor central. Aquí él constantemente habla y actúa, haciendo una
demostración de su poder y carácter. Lectores cristianos modernos, criados en
la creencia de un Dios todopoderoso y santo, no se sorprenderán por el
contenido religioso de Génesis Sin embargo, lectores antiguos, que se
aproximan al libro viniendo de un trasfondo pagano politeísta, debieron haberse
sentido sorprendidos al leerlo.
El Dios del Génesis no es un dios local, de conocimiento y poder limitados, sino
es el Creador todopoderoso del universo y Señor y Juez de todo. Este Dios,
quien creó la humanidad, cuida de ella y juzga sus malos actos. Este es el Dios
que habló con Abraham, exhortándole a dejar su tierra, radicarse en Canaán
(tierra de Israel) y criar su familia allí. Dios prometió a Abraham que su
descendencia habitaría en Canaán, y Génesis registra cómo, a pesar de
numerosos errores, esas promesas gradualmente comenzaron a realizarse. En
los siguientes libros bíblicos se describe un cumplimiento más completo de
dichas promesas. Es esta perspectiva divina la que le da a Génesis su unidad y
es central para el entendimiento del autor, y es necesario mantenerlo en mente
mientras intentamos relacionar los relatos de Génesis con la historia. Génesis no
tiene interés tanto en los eventos en sí sino más bien en el hecho que ellos
revelan la naturaleza de Dios y sus propósitos.
GENESIS Y LA HISTORIA
Muchos individuos pasan por el estrado de la historia del mundo en Génesis Sin
embargo, en la mayoría de las veces, sus hechos registrados están relacionados
con sus propias familias, y no con asuntos nacionales o internacionales. Lo
relacionado con el nacimiento y la muerte, disputas familiares, los derechos
para apacentar ganado y para enterrar, etc., que caracterizan a estas historias
hacen evidente que para el escritor de Génesis los personajes que él describió
fueron individuos históricos reales. No son personificaciones de clanes o
producto de su imaginación.
¿Podemos estar seguros de que los relatos en Génesis son realmente
históricos? Hasta ahora ningún documento de un matrimonio patriarcal, o
evidencia de la visita de Jacob a Padan-aram, o del trabajo de José como
funcionario en Egipto ha sido descubierto en la documentación extrabíblica.
Este hecho no es sorprendente dada la proporción tan ínfima de información
que fue escrita en tiempos antiguos, y la pequeña porción de textos que ha
sobrevivido y ha sido descubierta por los arqueólogos. Esto hace remota la
posibilidad de demostrar la realidad de alguno de los patriarcas, aparte de lo
que se encuentra en las Escrituras. Sin embargo, hay muchos indicadores en
Génesis que se refieren a la antigüedad de sus tradiciones, y éstos hacen menos
probable que las historias fuesen creación de “novelistas” religiosos escribiendo
mucho tiempo después de la época que confiesan describir, como algunos
eruditos sugieren.
En primer lugar, los nombres de los patriarcas son nombres que se usaban
frecuentemente temprano en el segundo milenio a. de J.C., pero rara vez en
tiempos posteriores. Nombres como Jacob, Isaac e Ismael fueron comunes
entre los primeros amorreos (c. 1800 a. de J.C.), pero más tarde ya no se
usaban. Otros nombres en las narrativas patriarcales, p. ej. Serug, Nacor y
Taré, confirman que los patriarcas vinieron del área de Harán.
En segundo lugar, las costumbres sociales de los patriarcas concuerdan con
aquellas mencionadas en los textos del antiguo Cercano Oriente. Algunas de las
prácticas (p. ej. la costumbre de que un hombre diera a su hija un dote cuando
se casaba) cambiaron muy poco en 2.000 años y esto no nos ayuda mucho
para fechar con exactitud las historias de los patriarcas. Eso simplemente
muestra que las historias fueron genuinas, cuando quiera que hayan sido
escritas. Sin embargo, hay algunas costumbres las cuales sí parecen haber
cambiado con el tiempo, p. ej., adoptar un esclavo como heredero (Génesis
15) o llamar al hijo mayor rab (<012502>Génesis 25:2), Esto ubica las historias
bíblicas en un período temprano. Igualmente, muchos hechos de la historia de
José encuentran mejores paralelos en textos egipcios del segundo milenio a. de
J.C. que en textos posteriores, y esto nuevamente apoya la antigüedad de las
historias acerca de José.
En tercer lugar, la religión y la moralidad de los patriarcas pareciera ser más
temprana que lo que se encuentra en otros libros del Pentateuco. Algunas veces
la práctica y la creencia de los patriarcas contradicen las demandas de leyes
posteriores. Por ejemplo, Abraham se casó con su medio-hermana
(<012012>Génesis 20:12, cf. <031809>Levítico 18:9), Jacob se casó con dos hermanas
(<012921>Génesis 29:21-30; cf. <031818>Levítico 18:18) y Jacob levantó una columna
de piedras (<012818>Génesis 28:18; cf. <032601>Levítico 26:1; <051621>Deuteronomio
16:21, 22). En Génesis, Dios casi siempre se presenta a sí mismo como El, p.
ej. El Shaddai (“Dios Todopoderoso”, Gén 17:1), El Elyon (“Dios Altísimo”,
<011419>
Génesis 14:19). Más tarde (después de <020603>Exodo 6:3), Jehovah, “el
Señor”, llegó a ser el nombre usado por los israelitas para referirse a Dios.
Estas observaciones tienden a confirmar que los relatos patriarcales son
históricos, si bien obviamente no podremos nunca confirmar los detalles de
incidentes particulares. Pero cuando llegamos a los caps. 1—11 estamos
pisando terreno distinto. Muchas de esas historias tienen que ver con períodos
que son muy anteriores al tiempo de la invención de la escritura, de modo que
no puede ser “historia” en el sentido estricto de la palabra, o ser verificado por
evidencias externas a la Biblia. Sin embargo, Génesis trata de arreglar las
historias cronológicamente y explicar las cosas en términos de causa-efecto.
Estas son las marcas de historia escrita, así que T. Jacobsen ha acuñado el
término “mitohistórica” para describir este tipo de literatura. “Mito” tiene una
connotación negativa, de modo que “protohistoria” posiblemente sea una mejor
manera de describir Génesis 1—11. En el actual estado del conocimiento es
difícil saber cómo relacionar estos capítulos con los descubrimientos científicos
modernos. Es más útil (ver más adelante en la teología de Génesis y en el
comentario) leer estos capítulos teniendo en mente el trasfondo de las creencias
comunes en el antiguo Cercano Oriente. Entonces ellos serán vistos como
ofreciendo una crítica a la creencia en muchos dioses. El escritor de Génesis
parece asumir la historicidad de Adán, Eva y sus descendientes, porque los une
a todos ellos en largas genealogías que terminan con Abraham. Esto muestra
que para él Adán fue un ser humano real como Abraham o Isaac.
PATERNIDAD LITERARIA
La paternidad de Génesis ha sido uno de los temas más discutidos en estudios
bíblicos, de modo que para una mayor explicación de los hechos el lector debe
mirar al artículo sobre el Pentateuco. Sin embargo, los principales puntos de
vista y las posturas tomadas en el comentario son las siguientes:
Tradicionalmente, Moisés (c. 1300 a. de J.C.) fue reconocido como el autor
principal de Génesis y de los siguientes cuatro libros. Sin embargo, fue
aceptado que ciertas observaciones (p. ej. <011206>Génesis 12:6; 36:31) mostraron
que algunas partes del libro han sido agregadas con posterioridad. En ningún
caso el texto de Génesis declara a Moisés como su autor.
A partir del siglo XIX d. de J.C. en adelante la línea principal de la crítica de
los eruditos minimizó el papel de Moisés en la composición del Pentateuco. A
la verdad, la posición más ampliamente aceptada llegó a ser que Génesis fue
compuesto de tres fuentes principales, J (siglo X a. de J.C.), E (siglo IX a. de
J.C.), y P (siglo VI a. de J.C.). Se sostuvo que Génesis pasó a través de una
serie de modificaciones con nuevo material siendo agregado en cada nueva
edición.
Desde 1970 se han formulado muchas preguntas con respecto a la hipótesis
documentaria de J, E y P, con algunos eruditos disputando las fechas de dichas
fuentes y otros dudando de su existencia. Hasta aquí, ninguna teoría ha
emergido para reemplazar el antiguo consenso de la Crítica de las Fuentes, de
modo que sigue siendo asumida en muchos textos y comentarios.
Mientras este debate crítico ha continuado, ha llegado a ser ampliamente
aceptado que la primera tarea del comentarista es explicar la forma actual del
texto. Ya sea que el autor de Génesis usó muchas fuentes o sólo una, lo que
importa es el libro tal cual es. Es un todo hermosamente construido, lleno de
historias contadas en forma vívida que conducen a una visión de Dios y su
verdad la cual es asumida a través del resto de la Biblia. De modo que este
comentario se concentra en la forma actual del texto. Esto bien puede ser
considerablemente más temprano de lo que a menudo se supone (para mayor
discusión ver el artículo sobre el Pentateuco). Quienquiera que haya escrito
Génesis, en cualquier período, estaba más interesado en hablarnos de Dios que
en darnos claves de su propia identidad.
TEOLOGIA
El libro de Génesis se divide en dos partes desiguales. Los caps. 1—11, la
protohistoria, cuyo enfoque es el origen de la raza humana, y los caps. 12—50,
el período de los patriarcas, cuyo enfoque es el origen de Israel. Este gran
interés puesto en los patriarcas muestra lo que fue la preocupación principal del
autor. De manera que al revisar los principales temas teológicos, los caps. 12—
50 serán tratados primero y después los caps. 1—11, lo que da trasfondo a la
elección de Abraham y sus descendientes.
Teología de Génesis 12—50
La clave de los temas teológicos de Génesis 12—50, y de todo el Pentateuco,
está declarada en <011201>Génesis 12:1-3: “Entonces Jehovah dijo a Abram: ‘Vete
de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.
Yo haré de ti una gran nación. Te bendeciré y engrandeceré tu nombre, y serás
bendición. Bendeciré a los que te bendigan, y a los que te maldigan maldeciré.
Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra.’ “ Aquí Dios hace cuatro
promesas a Abraham: (1) que le será dada una “tierra”; (2) que él llegará a ser
una “gran nación”; (3) que él disfrutará de una relación (pacto) especial con
Dios; y (4) que a través de él todas las naciones serán bendecidas. Cada vez
que Dios se dirige a los patriarcas en Génesis hace referencia a estas promesas,
con frecuencia ampliándolas o haciéndolas más específicas. P. ej., una “tierra”
(<011201>Génesis 12:1) llega a ser “esta tierra” (<011207>Génesis 12:7), “toda la tierra
que ves... para siempre” (<011315>Génesis 13:15) y “Yo te daré en posesión
perpetua, a ti y a tu descendencia después de ti, la tierra en que resides, toda la
tierra de Canaán” (<011708>Génesis 17:8).
Para captar la importancia de las promesas en Génesis el lector deberá mirar
todos los discursos de Dios en el libro notando los cambios de expresiones
entre un pasaje y el siguiente (<011201>Génesis 12:1-3, 7; 13:14-17; 15:1-7, 13-21;
16:11, 12; 17:1-21; 18:10-32; 21:12, 13, 17; 22:11-18; 25:23; 26:2-5, 24;
28:13-15; 31:3; 32:27-29; 35:1, 9-12; 46:3, 4). Estos cambios muestran que
Dios hace las promesas más específicas y dogmáticas mientras los patriarcas
responden en fe y obediencia. Aun sus malos comportamientos no anulan las
promesas; esto sirve sólo para demorar su cumplimiento.
No sólo Dios hace promesas, sino que los patriarcas a menudo las mencionan,
o sus amigos o enemigos las señalan sin saberlo (<011502>Génesis 15:2, 8; 16:2;
17:17, 18; 21:6, 7; 24:7, 8, 35-40, 60; 26:22, 28, 29; 27:27-29; 28:2-4, 2022; 29:32—30:24, 27; 31:5-16, 29, 42, 49, 50; 32:9-12; 33:5, 10, 11; 34:10,
21; 35:3; 41:52; 45:5-11; 48:3-22; 50:5, 19-21, 24, 25). Estas citas de, o
alusiones a, las promesas indican cuán importantes fueron para los actores
humanos en la historia y para el escritor de Génesis
Lo que es más, los episodios en la vida de los patriarcas registrados en Génesis
ilustran el cumplimiento de las promesas. Presumiblemente, el autor de Génesis
(como el evangelista Juan; ver <432030>Juan 20:30, 31) sabía mucho más acerca de
los patriarcas que lo que decidió escribir. El seleccionó aquellos episodios que
mostraban cómo las promesas se cumplieron, aunque lentamente. D. J. A.
Clines, en su libro The Theme of the Pentateuch (El tema del Pentateuco,
JSOT Press, 1979) ha definido el tema del Pentateuco como el cumplimiento
parcial de las promesas a los patriarcas. De este modo, al leer Génesis
debemos preguntarnos sobre cada incidente: ¿cómo éste contribuye al
cumplimiento de la promesa de tierra, de ser nación, de la relación de pacto y
de bendición a las naciones?
Es evidente que no todo aspecto de las promesas está en el enfoque de cada
episodio. Tampoco su cumplimiento ocurre sin desvíos; hay muchos saltos y
obstáculos. Se desprende que Génesis está interesado en la promesa que
guarda relación con la descendencia, aquella que dice que el linaje de Abraham
llegará a ser una gran nación. Sin embargo, después de la mención de la
esterilidad de Sara en <011130>Génesis 11:30, no es sino hasta <012101>Génesis 21:1
(25 años después) que nace Isaac, el hijo prometido. En manera similar,
Rebeca, la esposa de Isaac, concibió sólo después que Isaac había orado por
un hijo por espacio de 20 años (<012520>Génesis 25:20, 26). De la misma forma,
Raquel, el verdadero amor de Jacob y su esposa auténtica ante sus ojos,
estaba desanimada al saber que su rival Lea y que las esposas esclavas de
Jacob daban a luz hijo tras hijo antes que ella diera a luz uno (<013023>Génesis
30:23), y luego murió dando a luz a su segundo (<013516>Génesis 35:16-19). Para
el final de Génesis (<014627>Génesis 46:27) los descendientes de Abraham llegaron
a 70, número que difícilmente puede ser considerado como una gran nación. Si
bien ellos aumentaron considerablemente durante el período de la esclavitud en
Egipto, aun en Exodo la promesa de un linaje innumerable todavía parece dar
señales de estar distante de su cumplimiento total.
En cuanto a la promesa de tierra, todo lo que Abraham adquirió fue un pedazo
de tierra para enterrar a su esposa (<012301>Génesis 23:1-20). Isaac logró permiso
para usar algunos pozos (<012622>Génesis 26:22, 23), y Jacob compró una parte
del campo cerca de Siquem (<013319>Génesis 33:19; cf. 48:22). Al final del libro de
Génesis ninguno de los descendientes de Abraham estaba viviendo en Canaán,
la tierra de la promesa; todos ellos migraron a Egipto. Verdaderamente, el
entrar a la tierra, si bien es la preocupación dominante desde Exodo a
Deuteronomio, no fue asegurada hasta el libro de Josué
Parte de la lentitud en el cumplimiento de la promesa puede ser atribuida a la
incredulidad y desobediencia de los patriarcas (p. ej. <011210>Génesis 12:10-20;
16:1-14; 27:1-45). Sin embargo, sea lo que sea que ellos hicieron, un aspecto
de la promesa probó ser verdad: Que Dios estaba con los patriarcas,
bendiciendo a quienes les bendecían y maldiciendo a quienes les maldecían
(<011203>Génesis 12:3). Por lo tanto, a pesar del peligro mortal que Abraham creyó
correr al estar en Egipto y Gerar, y su temor incrédulo el cual puso en peligro a
su esposa, tanto Abraham como Sara salieron seguros y sin duda enriquecidos
financieramente de sus estadías en el extranjero (<011210>Génesis 12:10-20; 20:115). Igualmente, Isaac prosperó a pesar de la oposición de los filisteos (cap.
26). Jacob fue consciente de que Dios estuvo con él mientras luchaba por su
vida en Padan-aram, y que, por la ayuda de Dios, fue capaz de escapar tanto
de las trampas de traición de su suegro como de regresar en paz a una
reconciliación con su hermano quien había planeado matarle (<012820>Génesis
28:20, 21; 31:42; 33:11). Sobre todo, la carrera de José demostró que Dios
estaba con él, desde el momento que salió de la celda de la prisión para ser el
funcionario principal del faraón (<013905>Génesis 39:5, 23; 41:39).
Con todo aun aquí la promesa fue sólo parcialmente cumplida. Dios hizo un
pacto con Abraham (<011518>Génesis 15:18), lo confirmó (<011707>Génesis 17:7) y lo
garantizó (<012215>Génesis 22:15-18). Pero estos pactos generales fueron sólo el
preámbulo a, y un anticipo del gran pacto del Sinaí que haría con los
descendientes de Abraham.
Finalmente, hubo un cumplimiento parcial de la promesa a las naciones. A
través de los esfuerzos de Abraham, el rey de Sodoma fue rescatado
(<011417>Génesis 14:17), y por causa de sus oraciones, la mujer estéril de Gerar
concibió (<012017>Génesis 20:17). Lo más dramático de todo, José fue el
instrumento para salvar muchas vidas, no sólo las de su propia familia sino
también las de Egipto y las de otras naciones también (<014157>Génesis 41:57). El
indicó que esto fue parte del plan de Dios (<014505>Génesis 45:5-7; 50:20, 21).
Teología de Génesis 1—11
¿Por qué fue necesario que Dios escogiera a Abraham, y quién fue el Dios que
hizo estas promesas? ¿Cómo encaja Abraham en la historia del mundo? Son a
estas preguntas que responde Génesis 1—11.
Génesis 12—50 muestra que las 12 tribus fueron los 12 hijos o nietos de Jacob
(<012932>Génesis 29:32—30:24; 35:18; 48:16). Los vecinos más cercanos de
Israel fueron descendientes del hermano de Jacob (Edom descendía de Esaú;
<012526>
Génesis 25:26; 36:1) o de su tío (Ismael; <012512>Génesis 25:12) o de primos
distantes (Moab y Amón; <011936>Génesis 19:36-38). La tabla de las naciones en
Génesis 10 muestra cómo Israel estaba relacionado con otras 70 naciones
conocidas para el escritor de Génesis Israel, como las tribus de Siria y Arabia,
últimamente era descendiente de Sem, uno de los hijos de Noé (<011021>Génesis
10:21-28). Las naciones más distantes conocidas por Israel, incluidas los
medos, griegos y otros pueblos del Mediterráneo, son descendientes de Jafet,
otro de los hijos de Noé (<011002>Génesis 10:2-5). Cam, el hijo maldecido de
Noé, es el predecesor de los enemigos más enconados de Israel, incluyendo
los egipcios, babilonios y cananeos (<011006>Génesis 10:6-20). De modo que, a
través de esta tabla de las naciones, se define el lugar de Israel entre las
naciones del antiguo Cercano Oriente.
Estos capítulos iniciales de Génesis también definen el punto de vista que Israel
tiene de Dios en comparación con la creencia de muchos dioses en el antiguo
Oriente. A menudo ha sido destacado el hecho de que la historia bíblica de la
humanidad, desde la creación hasta el diluvio, tiene sus paralelos en otra
literatura antigua (tal como las épicas de Atrahasis y Gilgamesh y la historia
sumeria del diluvio). Pero aun más significativo es la manera como Génesis, al
volver a relatar lo que para los autores contemporáneos fue familiar, presenta
un punto de vista nuevo, en verdad revolucionario, acerca de Dios y su relación
con el mundo y la humanidad.
Los antiguos orientales creían en una multitud de dioses con poder,
conocimiento y moralidad limitados, de modo que la religión fue un asunto del
azar. Uno nunca podría estar seguro de que había escogido la deidad correcta,
o si esa deidad sería capaz de darle salud o salvación. Pero el Dios de Génesis
fue único y sin igual. El era todopoderoso, creando todo el universo (aun el sol,
la luna y las estrellas, a menudo considerados dioses en sus propios derechos)
por un simple mandato. Envió el diluvio y detuvo el diluvio. Salvó a Noé y a su
familia porque Noé era justo, no por favoritismo. El Dios del Génesis estaba
supremamente interesado en el bienestar humano. A diferencia de los mitos
mesopotámicos, los cuales hablan de cómo los dioses crearon a la humanidad
como un pensamiento tardío para proveerse ellos mismos de alimento, Génesis
declara que la humanidad fue la culminación de la creación de Dios a quien
Dios proveyó con alimentos (<010126>Génesis 1:26-29).
Si bien la creación de la humanidad fue el acto supremo de Dios ésta fue, según
Génesis, totalmente dañada por causa de “que toda tendencia de los
pensamientos de su corazón [mente] era de continuo sólo al mal” (<010605>Génesis
6:5). Fue el pecado humano, y no la fertilidad humana (como en la épica
Astrahasis), lo que provocó el diluvio. Y este profundo pesimismo sobre la
naturaleza humana y la sociedad de nuevo distinguen la teología de Génesis de
las otras creencias orientales antiguas. Los mesopotámicos (como muchos
pensadores modernos), p. ej. fueron creyentes en el progreso. Ellos sostuvieron
que la civilización babilónica era la más avanzada e ilustrada de todos los
tiempos. Génesis declara que fue una de las más decadentes (<010601>Génesis 6:14; 11:1-9). Génesis traza una “avalancha de pecado”, desatada por la
desobediencia de Adán, agravada por el asesinato de Caín y culminada por los
matrimonios ilícitos de <010601>Génesis 6:1-4, la suma de lo cual finalmente generó
el diluvio. Este gran acto de “de-creación” fue seguido por una nueva creación
así como la nueva tierra emergió de las aguas, y Noé, una especie de segundo
Adán, salió para cultivar la tierra. Pero como el primer Adán él también cayó;
su hijo Cam actuó peor; y la pecaminosidad humana alcanzó otra altura cuando
los hombres de Babel intentaron edificar una torre que alcanzara el cielo. Esto
llevó a otro acto de juicio universal en el esparcimiento de las naciones a través
del globo.
Fue un hombre que vino de Ur, el centro de esta civilización corrupta, al cual
Dios llamó a dejar su tierra, trasladarse a una nueva tierra y formar una nueva
nación, de modo que todas las naciones del mundo encontrarían bendición. A
pesar de la tristeza que produce el pecado humano, Génesis es
fundamentalmente un libro optimista. Declara que el propósito de Dios para la
humanidad, insinuado primero en la creación (caps. 1—2), finalmente sería
lograda a través del linaje de Abraham.
BOSQUEJO DEL CONTENIDO
Génesis 1:1—2:3 Prólogo: Dios crea el universo
1:1, 2 El principio de la creación
1:3-23 La creación continúa
1:24-31 La creación de los animales y la humanidad
2:1-3 El santo día séptimo
<010101>
Génesis 2:4—4:26 La narrativa de los cielos y la tierra
2:4—3:24 El huerto del Edén
4:1-26 La primera familia humana
<010204>
Génesis 5:1—6:8 La narrativa de la línea de Adán
5:1-32 El árbol genealógico de Adán
6:1-8 Matrimonios hombre-espíritu y sus consecuencias
<010501>
Génesis 6:9—9:29 La narrativa de Noé
6:9—8:22 La historia del diluvio
9:1-17 El pacto de Dios con Noé
9:18-29 El pecado de Cam
<010609>
Génesis 10:1—11:9 La narrativa de Sem, Cam y Jafet
10:1-32 La Tabla de las Naciones
11:1-9 La torre de Babel
<011001>
Génesis 11:10-26 La narrativa de Sem
<011110>
Génesis 11:27—25:11 La narrativa de Taré y la historia de
Abraham
11:27—12:9 El llamado de Abram
12:10-20 Abram en Egipto
<011127>
13:1-18 Abram y Lot se separan
14:1-24 Abram rescata a Lot
15:1-21 La promesa del pacto
16:1-16 El nacimiento de Ismael
17:1-27 El pacto de la circuncisión
18:1—19:38 La destrucción de Sodoma
20:1-18 Sara y Abimelec
21:1-21 Se separan Isaac e Ismael
21:22-34 Tratado con Abimelec
22:1-24 El sacrificio de Isaac
23:1-20 El entierro de Sara
24:1-67 El llamado de Rebeca al matrimonio
25:1-11 Los últimos días de Abraham
<012512>
Génesis 25:12-18 La narrativa de Ismael
Génesis 25:19— 35:29 La narrativa de Isaac y las historias de
Jacob y Esaú
25:19-35 Primer encuentro de Jacob y Esaú
26:1-33 Isaac y los filisteos
26:34—28:9 Jacob usurpa la bendición de Esaú
28:10-22 Jacob se encuentra con Dios en Betel
29:1-30 Jacob se casa con Raquel y Lea
29:31—30:24 El nacimiento de los hijos de Jacob
30:25—31:1 Jacob engaña a Labán
31:2—32:2 Jacob abandona a Labán
32:3—33:20 Jacob y Esaú se reconcilian
34:1-31 Dina vengada por sus hermanos
35:1-29 Fin de viaje para Jacob e Isaac
<013601>
Génesis 36:1—37:1 La narrativa de Esaú
<012519>
Génesis 37:2—50:26 La narrativa de Jacob
37:2-36 Los hermanos de José lo venden a Egipto
38:1-30 Tamar humilla a Judá
39:1—47:31 José en Egipto
48:1—50:26 Los últimos días de Jacob y José
<013702>
COMENTARIO
El comentario ha sido estructurado según las divisiones sugeridas por el texto
mismo; éstas no siempre coinciden con la división medieval de los capítulos.
Génesis es notable por dividirse a sí mismo en diez secciones importantes, cada
una comienza con “Estos son los orígenes de” (<010204>Génesis 2:4; 5:1; 6:9 etc.).
Estas diez “narrativas” tienen un prólogo (<010101>Génesis 1:1—2:3), describiendo
a Dios creando en seis días y descansando en el día séptimo. Las narrativas en
sí se alternan entre narraciones relativamente largas (p. ej. <010609>Génesis 6:9—
9:29, “la narrativa de Noé”) y breves genealogías (p. ej. <011110>Génesis 11:10-26,
“la narrativa de Sem”). En la más completa sección del libro (aquella que trata
con los patriarcas descendientes de Abraham), la línea “no elegida” es sumada
en una genealogía (p. ej. Ismael, <012512>Génesis 25:12-18; Esaú, <013601>Génesis
36:1—37:1) antes que la historia de la familia de hermanos escogidos sea
contada nuevamente en detalles (p. ej. Isaac, <012519>Génesis 25:19—35:29;
Jacob, 37:2—50:26).
1:1—2:3 PROLOGO  DIOS CREA EL UNIVERSO
Esta sección inicial de Génesis permanece fuera del marco principal del libro
identificado por los diez encabezados: “Estos son los orígenes de” (<010204>Génesis
2:4 etc.). Esto demuestra que esta porción bíblica es el prólogo para el resto
del libro, destacando quién es Dios y cómo se relaciona con el mundo. Así, en
éste se provee una clave para la interpretación de Génesis, si no para toda la
Biblia. Pero este prólogo es algo más que una simple afirmación teológica, es
un himno de alabanza al Creador a través de quien y por quien todas las cosas
existen.
El prólogo en sí está cuidadosamente confeccionado. Diez órdenes divinas
resultan en ocho actos creativos, los que se distribuyen en seis días, existiendo
una correspondencia entre el día primero y el tercero y entre los días cuarto y
sexto. En el día primero, Dios creó “la luz” y en día cuarto, “las lumbreras” (el
sol, la luna y las estrellas); en el día segundo, él creó los cielos y el mar y en el
día quinto, los moradores de los cielos y del mar (aves y peces); en el día
tercero, él creó la tierra y la vegetación y en el día sexto, los moradores de la
tierra (los animales y la humanidad), dándoles plantas para comer; finalmente,
en el séptimo día (el Sabbath), él descansó.
Las obras de la creación llegaron a su clímax en el día sexto cuando la
humanidad fue creada en dos sexos. Que esto es visto como el acto creador
máximo de Dios es enfatizado por el extenso comentario que se hace de ellos y
su papel (<010126>Génesis 1:26-29), el cual es mucho más completo que cualquiera
de los otros actos creativos de Dios. En verdad, las obras de los cinco días
previos parecen estar enfocadas en la creación de un hogar para la humanidad.
Aquellos aspectos de la creación que más afectan la existencia humana (p. ej.
plantas, la vida animal, el sol y la luna) son descritos con más detalle que
cuando se refieren a la creación de la luz, la tierra, o los mares, los cuales son
menos significativos. La preocupación de Dios por la humanidad se hace
explícita en la provisión de plantas para comer.
También pareciera probable que el énfasis que se hace en el hecho de que Dios
trabajó seis días y que el séptimo día descansó sea intencional. El modo de
trabajar de Dios fue hecho con el propósito de ser un modelo para la actividad
humana. La humanidad, creada a la imagen de Dios, se espera a través de toda
la Biblia que imite a Dios. Así como Dios trabajó durante seis días y luego
descansó el día séptimo, los seres humanos deben trabajar seis días y
descansar el séptimo día (<022008>Exodo 20:8-11).
El interés en la vida humana sobre la tierra, el cual es aparente en esta narrativa
leída sola, es más obvio cuando se compara con otros antiguos relatos
orientales acerca de la creación. Implícitamente Génesis rechaza otros puntos
de vista que hablan de los dioses y su relación con el mundo. Aquí no tenemos
historias de cómo los dioses lucharon, se casaron y tuvieron hijos; aquí sólo hay
un Dios que trasciende el tiempo y el sexo, que ya estaba en el principio de la
creación. El creó todas las cosas, aun el sol, la luna y las estrellas, elementos
que otros pueblos con frecuencia han sostenido ser dioses por derecho propio.
El no requirió de magia alguna para crearlos; su palabra fue suficiente. Según el
relato de Génesis, hay un solo Dios, el soberano Creador, a quien todo el
universo le debe su razón de ser, al cual también se debe obedecer. En este
universo creado, hombres y mujeres tienen un lugar de honor, habiendo sido
creados a la imagen de Dios. Nosotros reflejamos la naturaleza de Dios y le
representamos en la tierra.
1:1, 2 El principio de la creación
La RVA acepta el entendimiento tradicional de estos versículos, en el sentido
de que describen que el primer acto creador, cuando Dios creó toda la materia
(los cielos y la tierra) de la nada. Y la tierra inmediatamente después de la
creación estaba sin orden y vacía, eso es, improductiva e inhabitada. De esta
manera la narrativa procede a relacionar cómo en seis días Dios organizó este
caos en un mundo bien ordenado como lo vemos hoy.
Algunas traducciones y comentaristas modernos entienden el v. 1 en forma
diferente. Algunos lo consideran simplemente como definiendo la situación
cuando Dios comenzó a crear: “En el principio cuando Dios creó... la tierra
estaba sin forma...” Otros simplemente consideran el v. 1 como un título
resumen del capítulo 1. Pero ninguno de estos puntos de vista es como el que
ha adoptado la RVA. “Crear” es algo que sólo Dios puede hacer (este verbo
es usado sólo en relación con Dios en el AT). El demuestra su poder para crear
cosas inesperadas y maravillosas (<041630>Números 16:30), p. ej. grandes criaturas
(21), hombres y mujeres (27) y montañas (<300413>Amós 4:13).
El v. 2 describe el mundo en tinieblas y desolación, cubierto por aguas y con el
misterioso Espíritu (o viento) de Dios moviéndose sobre el océano. La
propuesta de un poder existente en la deidad es desarrollada más adelante en
<200822>
Proverbios 8:22-31 y en <430101>Juan 1:1-3, en donde se habla de la
“sabiduría” y “el Verbo” asistiendo en la creación.
1:3-23 La creación continúa
1:3-5 La creación de la luz. El oscuro mundo fue iluminado cuando Dios dijo:
Sea la luz. Más precisamente, el día fue distinguido de la noche al crearse la luz.
La luz es una forma de energía y puede ser producida en diferentes maneras, no
sólo por el sol y las estrellas (los cuales no habían sido creados sino hasta el día
cuarto). Cosmólogos contemporáneos dicen que el universo comenzó con un
gran estallido ardiente, el cual debió producir una luz muy brillante. El orden
comienza a aparecer y a reemplazar el oscuro caos. El refrán Dios vio que
(esto) era bueno (cf. vv. 10, 12, 18, 21, 25, 31) afirma la bondad intrínseca de
la creación y de su Creador.
Nota. Es posible que el orden de tarde-mañana en la frase Y fue la tarde y la
mañana del primer día (cf. vv. 8, 13, 19, 23, 31) refleje el concepto hebreo del
día comenzando con el atardecer y terminando con el amanecer siguiente. Lo
que más importa en Génesis es que Dios trabajó durante seis “días” y
descansó. Al ser estos los días de la actividad de Dios y no de la actividad
humana, no es probable que deban ser considerados como días de 24 horas.
Además, la palabra hebrea para “día” cubre una variedad de períodos, que van
desde las horas de luz en el día (<012907>Génesis 29:7), a un día de 24 horas
(<010704>Génesis 7:4), o a un período indefinido (<013503>Génesis 35:3). Que ellos
fueron diferentes de los días ordinarios se muestra por el hecho de la no
existencia del sol hasta el día cuarto. Otra insinuación de que la creación no
tomó seis días literales es la mención de la creación de los cielos y la tierra, eso
es, el universo desorganizado (1) antes que los seis días fuesen contados.
Finalmente, se debe notar que <010101>Génesis 1:1—2:3, diferente a todas las otras
secciones de Génesis, no está encabezada por el título: “Estos son los
orígenes”, que es lo que une la protohistoria (<010204>Génesis 2:4—11:26) con la
historia patriarcal (<011127>Génesis 11:27-50:26). Todas estas diferencias indican
que <010101>Génesis 1:1—2:3 sirve como una obertura para el resto del libro y que
no debe ser tomada lit. como aquello que continúa. No obstante, que Dios
trabajó seis días y que descansó el día séptimo (sea cual fuere el largo de sus
días por medidas humanas) es un modelo para ser seguido por la humanidad.
1:6-8 La separación de las aguas. Dios mostró su poder nuevamente al
ponerle límites a las aguas que hasta ese momento cubrían el globo (cf. <183808>Job
38:8-11). Algunas fueron confinadas a los mares, el resto a los cielos. Las
aguas de arriba fueron conservadas allí por la “bóveda” o el “firmamento” (BJ).
Desde la tierra, el cielo (firmamento) parece ser una especie de cúpula que
previene que las aguas caigan en forma descontrolada sobre la tierra (cf.
<010711>
Génesis 7:11).
1:9-13 La creación de la tierra y las plantas. Aun más importante para la
humanidad fue la provisión, en el tercer día, de tierra seca, en la cual ella podía
vivir, y plantas para sustentar la vida (cf. <010129>Génesis 1:29-30). La variedad de
plantas (11, 12) da testimonio del poder organizador de Dios, y estas
distinciones no debieran ser entremezcladas (ver las normativas en contra de
ciertas mezclas en <031919>Levítico 19:19; <052209>Deuteronomio 22:9-11).
1:14-19 La creación de las lumbreras celestiales. Una prueba aun más
poderosa del poder creativo de Dios, y siempre pertinente para la existencia
humana, son el sol, la luna y las estrellas. Contemporáneos paganos del Génesis
reconocieron en estos cuerpos celestes dioses por derecho propio. Para evitar
el levantamiento de cualquier sospecha en relación con el sol y la luna en el
sentido de que no son otra cosa que creación de Dios, Génesis las llama
simplemente lumbreras. Fueron establecidas para regular los ritmos esenciales
de la vida humana sean estos la definición del día y la noche, sean estos las
estaciones del año.
1:20-23 La creación de los pájaros y los peces. El paralelo en la obra
creadora de Dios entre los primeros tres días y los segundos tres días llega a
ser más claro. En el primer día, fue creada la luz, en el día cuarto, las lumbreras
celestiales; en el día segundo, el cielo y los océanos, en el día quinto, las aves y
los peces. Una vez más, Génesis está enfatizando la preocupación de Dios por
el orden. “Los grandes animales acuáticos” fueron reconocidos como divinos
en alguno de los mitos antiguos; Génesis insiste en que ellos fueron solamente
criaturas de Dios. Además, Dios quiso que tanto las aguas como el aire
estuvieran llenos de criaturas, y su decreto y bendición garantizó la fertilidad de
estos. Ningún rito mágico o de fertilidad fueron necesarios para asegurarla.
1:24-31 La creación de los animales y la humanidad
El relato de la creación alcanza su clímax en el día sexto. Nótese cuánto más
completa es la descripción del trabajo de Dios de este día que en cualquiera de
los días anteriores y los paralelos con las palabras del día tercero (la tierra).
Aquí Génesis define el propósito de la humanidad y su lugar en el plan de Dios.
Dios dice que el hombre ha de ser creado a nuestra imagen, conforme a nuestra
semejanza. Esto significa que la humanidad, tanto el varón como la mujer, es
representante de Dios en la tierra. Los reyes del antiguo Oriente fueron a
menudo vistos como portadores de la imagen de sus dioses, pero Génesis
afirma que cada ser humano está hecho a la imagen de Dios. El NT afirma que
Cristo es “la imagen del Dios invisible” (<510115>Colosenses 1:15), “el resplandor
de su gloria y la expresión exacta de su naturaleza” (<580103>Hebreos 1:3).
Semejante entendimiento de la imagen divina estaba más allá del alcance del
autor humano de Génesis, pero él alude a otra dimensión de ésta al comentar
Hagamos al hombre a nuestra imagen (26). Aquí Dios se presenta como
hablando con los ángeles, la única alusión hecha a otros seres sobrenaturales en
este capítulo. Esta observación implica que el hombre es como Dios y los
ángeles. (Tradicionalmente, los cristianos han visto el nosotros y el nuestro
como aludiendo a las otras personas de la Trinidad. Aunque esta es una
legítima y más amplia interpretación, no es el significado primario de las
palabras usadas aquí.)
En segundo lugar, dado que los seres humanos son creados a la imagen de
Dios ellos son sus representantes en la tierra y deben tener dominio... sobre la
tierra (26). El <190804>Salmo 8:4-8 ofrece un maravilloso comentario poético sobre
el tema. Dominio implica señorío pero no explotación. El hombre, como
representante de Dios, debe dominar a los que le están subordinados, como
Dios lo hace, para el propio beneficio de ellos. Mientras se legitimiza el uso
humano de los recursos naturales, Dios no da licencia para nuestro abuso de su
creación.
En tercer lugar, Dios deliberadamente creó la humanidad en dos sexos y dijo:
sed fecundos y multiplicaos. En relación con esto él bendijo la actividad sexual
e indicó su importancia en su plan. Otras historias antiguas, surgiendo de la
Mesopotamia urbana (cuya preocupación estaba en la explosión demográfica)
cuentan de los dioses dando pasos para frenar la fertilidad humana a través del
envío de plagas, hambre, inundaciones y abortos. El Dios del Génesis exhorta
reiteradas veces a la primera pareja el ser fructíferos (<010128>Génesis 1:28; 8:17;
9:1, 7) y le prometió a los patriarcas que llegarían a ser padres de una
innumerable cantidad de hijos. Por lo tanto, la sexualidad es vista como una
parte importante de la creación misma de Dios (31).
En cuarto lugar, Dios proveyó comida para la humanidad en la forma de planta
que da semilla y todo árbol cuyo fruto lleva semilla (29). No fue sino hasta
después del diluvio que el comer carne fue sancionado (<010901>Génesis 9:1-3). Sin
embargo, Génesis no está interesado en mostrar si los primeros habitantes
fueron vegetarianos o no, sino más bien en el hecho que Dios les proveyó
comida. En la mitología mesopotámica los dioses crearon al hombre para
proveerse a sí mismos de comida; Génesis afirma precisamente lo contrario,
que Dios alimenta a la humanidad (cf. Salmo 65; 50:7-15).
2:1-3 El santo día séptimo
Un cambio dramático en la marcha y en el estilo sobresale como lo distintivo
del sábado. El séptimo día no es llamado aquí sábado, pero así es referido,
desde que en él reposó puede ser parafraseado como “en el sabático”. Por
otro lado, la importancia del séptimo día es destacada por el hecho de que
Dios lo bendice y lo hace santo. El sábado generalmente es declarado “santo”,
pero sólo en <160809>Nehemías 8:9, 11 es considerado como entre las demás
festividades del pueblo y es llamado “santo”. Aquí se nos dice que Dios reposó
en el séptimo día, y el escritor claramente sugiere que toda la humanidad, que
ha sido hecha a la imagen de Dios, siga el ejemplo de su Creador. En verdad,
el contexto sugiere que un día a la semana para descansar es tan necesario
como la sexualidad (<010127>Génesis 1:27, 28) o la comida (<010129>Génesis 1:29)
para la sobrevivencia humana. Este es un énfasis que parece haber sido
olvidado en el día de hoy, aun entre los cristianos.
Nota. Génesis 1 y la ciencia. Génesis y la ciencia moderna están respondiendo
a muchas preguntas. Génesis explica quién es Dios y cómo se relaciona con la
creación. La ciencia clarifica que las leyes dadas por Dios explican los
fenómenos naturales; y a partir de estas leyes los científicos pueden trabajar
hacia el pasado con el propósito de trazar el curso del desarrollo del universo.
La ciencia nos hace conscientes del poder infinito y de la sabiduría del Creador,
pero no explica el propósito de Dios al crear el universo, o su carácter. Génesis
no está interesado en tratar los asuntos que levantan los científicos del siglo XX
sino más bien está relacionado con las ideas contemporáneas del antiguo
Oriente de hace 3.000 años. En contra de la visión politeísta del mundo que
sostenía que había muchos dioses y diosas de variada sabiduría y poder,
Génesis declara que hay un solo Dios de absoluto poder y santidad.
Rechazando esos puntos de vista antiguos que postulaban que la humanidad fue
simplemente creada como consecuencia de un pensamiento tardío que los
dioses más tarde lamentaron, Génesis afirma que el hombre fue la meta de la
creación y que su bienestar es la preocupación suprema de Dios. Estos
principios son reafirmados con reiteración a través de toda la Escritura, pero
están destacados con ejemplar claridad en Génesis 1 y son clave en lo que el
autor estaba tratando de decir. Los lectores modernos debieran centrarse en
estas intenciones originales de Génesis y no traer al texto temas científicos que
son ajenos a su propósito.
2:4—4:26 LA NARRATIVA DE LOS CIELOS Y LA TIERRA
Esta sección describe tres etapas en la degeneración de la sociedad humana de
su perfección registrada en <010131>Génesis 1:31. El primer desafío al decreto de
Dios (<010306>Génesis 3:6) es seguido por el primer asesinato (<010408>Génesis 4:8), y
finalmente por el hecho que Lamec sería vengado setenta y siete veces
(<010424>Génesis 4:24). Los pecados son vistos como típicos y únicos. Son típicos
en que cada acto pecaminoso tiene similares ingredientes y consecuencias; son
únicos en que, ocurriendo al principio de la historia, han tenido consecuencias
fatales para toda la raza humana.
2:4—3:24 El huerto del Edén
¿Por qué, si todo el mundo fue creado muy bueno (<010131>Génesis 1:31), hay
tanto dolor y sufrimiento, hambre y odio en él? Esta historia explica el origen y
los efectos del pecado en una manera simple pero a su vez profunda. Comienza
describiendo la existencia idílica de la primera pareja humana, bosquejando de
esta manera el modelo de Dios para la relación entre los sexos. Entonces dice
cómo un aparente acto pequeño de desobediencia trastorna todo y conduce a
la expulsión de ellos del paraíso.
El Señor Dios (2:4) es una expresión común en los caps. 2 y 3, no siendo
usada nuevamente en el resto del AT. Esta expresión resume dos ideas que son
importantes en estos capítulos: que Dios es tanto el Creador de la humanidad
(“Dios” es el término usado en el cap. 1) como también su amigo o socio en el
pacto (el Señor, o Jehovah, es el nombre personal de Dios revelado sólo a
Israel; <020314>Exodo 3:14; 6:3).
2:4-7 La creación del primer hombre. El escritor mira hacia atrás al momento
previo en que fue creada la humanidad en el día sexto (<010126>Génesis 1:26-28) y
describe un desierto típico del Medio Oriente, el cual requiere de esfuerzos
humanos para regarlo y hacerlo germinar. Fue del polvo de esa área que Dios,
el gran Alfarero, moldeó al primer hombre y sopló en él aliento de vida. A
través de esta imagen Génesis establece que la gente es por naturaleza más que
materia; también tienen composición espiritual, dada por Dios.
2:8-17 El huerto de Dios para la humanidad. La preocupación de Dios por la
necesidad humana, ya mencionada en 1:29, es nuevamente destacada aquí. Un
hermoso huerto lleno de árboles frutales, ríos, oro y piedras preciosas es
preparado para morada del hombre en el área llamada Edén (eso es,
“hermoso”). Arboles, agua, oro y piedras preciosas y querubines también
adornarían más tarde el tabernáculo (<022527>Exodo 25:27) y el templo (1 Reyes 7;
Ezequiel 41—47), y estos símbolos sugieren que lo más importante en el huerto
era la presencia de Dios. El acostumbraba a pasearse allí en lo fresco del día
teniendo conversaciones íntimas con Adán y Eva (<010308>Génesis 3:8). El árbol de
la vida da vida eterna y el árbol del conocimiento del bien y del mal da
sabiduría. De este último le fue prohibido al hombre su consumo porque la
sabiduría adquirida a través del comer conduce a la independencia del hombre
con respecto a Dios, mientras que la verdadera sabiduría comienza con “el
temor del Señor” (<200107>Proverbios 1:7).
Nota. 10-14. Dos de los ríos del Edén son bien conocidos: el Tigris y el
Eufrates corren a través del Iraq moderno para desembocar en el golfo
Pérsico. El Guijón y el Pisón son imposibles de identificar, por ende el intento
de ubicar el Edén está condenado al fracaso. La mitología mesopotámica ubica
una isla paradisíaca en el inicio del golfo Pérsico y, por lo tanto, la explicación
más probable es que el Edén estuviera allí. Esto sería así si consideramos la
historia lit., porque en <010323>Génesis 3:23, 24 se deja muy claro que los hombres
no pueden regresar al Edén.
2:18-24 La creación de la mujer. A pesar del ambiente idílico algo no estaba
bien. Dios dijo: No es bueno que el hombre esté solo (18), y después de
reiterar su observación en el sentido de que todo lo que él había creado era
bueno (p. ej. <010110>Génesis 1:10, 31) este comentario es una sorpresa y sirve
para destacar el siguiente acto creador.
En primer lugar, los animales fueron creados como compañeros del hombre.
Estaban sujetos a la autoridad humana (según el v. 20, el hombre les puso
nombres), pero la intención de Dios excluía la explotación de ellos (cf.
<010124>
Génesis 1:24-31). Desafortunadamente, los animales no fueron la
compañía perfecta para el hombre. Sólo la creación de la mujer fue totalmente
satisfactoria para él.
El encantador relato de Dios creando a Eva de una costilla de Adán y luego
presentándosela como en una escena de bodas resume en una manera hermosa
muchas de las claves bíblicas acerca del matrimonio. Aquí como en
<010127>
Génesis 1:27, 28 tenemos la norma de Dios para la relación que debe
existir entre los sexos. Mientras que en <010128>Génesis 1:28 se enfatiza la
importancia de la procreación, <010220>Génesis 2:20-24 explora la naturaleza del
compañerismo dentro del matrimonio. Primero, el marido y la mujer se
complementan el uno al otro. Ayuda idónea sería mejor traducido como
“ayudante que armoniza con él”, eso es, supliendo lo que le falta. Ella es “su
costilla perdida”. Matthew Henry comentó sobre la elección que Dios hizo de
una costilla para crear a Eva: “No la hizo de su cabeza para que estuviera
encima de él, tampoco la hizo de sus pies para que fuese pisoteada, la hizo de
su costado para que fuese igual a él, de debajo de su brazo para que fuese
protegida, y cerca de su corazón para que fuese amada.” Es posible que esto
sea demasiada lectura para una sola costilla, pero expresa muy bien el ideal
bíblico para el matrimonio.
Segundo, la unión entre el hombre y la mujer debe ser permanente: el hombre
se unirá (lit. “pegado”) a su mujer, y serán una sola carne. Jesús (<401905>Mateo
19:5) y Pablo (<490531>Efesios 5:31) citan este pasaje al referirse al tema del
divorcio.
Tercero, el hombre debe dar prioridad a su esposa por sobre todas las cosas,
aun de sus padres. El dejará a su padre y a su madre, no por ir a vivir a otro
lugar sino poniendo este importante deber de cuidar por ellos (<022012>Exodo
20:12) en segundo lugar en relación con su deber con su cónyuge (cf.
<490525>
Efesios 5:25-29).
Cuarto, la mujer está bajo la autoridad de su marido: el la llama Mujer (23) y
más tarde Eva (<010320>Génesis 3:20), en la misma forma como anteriormente él le
puso nombre a los animales (19). Este concepto del hombre como cabeza de la
mujer se da por sentado en el resto de la Biblia (p. ej. <461103>1 Corintios 11:3;
<600301>
1 Pedro 3:1-6).
Finalmente, se debe destacar que Dios creó una sola Eva para Adán, no
muchas Evas como tampoco otro Adán. Esto indica la desaprobación de Dios
de la poligamia (cf. <031818>Levítico 18:18; <051717>Deuteronomio 17:17) y de la
práctica de la homosexualidad (<031822>Levítico 18:22; <450126>Romanos 1:26, 27).
3:1-8 La caída. La prístina inocencia del Edén fue abruptamente arruinada por
la entrada del pecado. Los errores de Adán y Eva son típicos de todos los
pecados, pero siendo ellos los padres de la humanidad sus hechos tuvieron
graves consecuencias. La tentación fue comunicada por una serpiente, que en
<031131>
Levítico 11:31 se describe como una criatura inmunda y, por lo tanto, un
símbolo apropiado para el mal. La serpiente comienza sobreenfatizando lo
estricto de la ley (Dios había puesto sólo un árbol en prohibición) y poniendo
en duda la buena voluntad de Dios para con los seres humanos (algo que la
narrativa del cap. 2 había puesto más allá de toda duda). Eva refuta sus
insinuaciones, si bien en términos inexactos (ni lo toquéis no fue parte de la
prohibición original <010217>Génesis 2:17). Luego la serpiente desafió la sentencia
de Dios cuando dice ciertamente no moriréis y a cambio promete sofisticado
avance (vuestros ojos serán abiertos) y también progreso espiritual (y seréis
como Dios).
Atraída por la perspectiva de placer instantáneo (vio que el árbol era bueno
para comer) y de una supuesta madurez, súbitamente sucumbió y persuadió a
su marido para que también comiese. Al hacer esto él prefirió la sugerencia de
la serpiente que el mandato de Dios. (A través de la Escritura, la esencia del
pecado es poner el juicio humano por encima del mandamiento de Dios.) En
forma inmediata tanto la culpabilidad como la vergüenza hicieron presa de ellos.
Lo único que vieron con sus ojos abiertos fue su propia desnudez, la que
pretendieron esconder el uno del otro y de Dios.
3:9-20 Juicio y sentencia. El hombre, la mujer y la serpiente fueron
interrogados y sentenciados por el inquisidor divino. Las preguntas de Dios
estaban diseñadas con el propósito de sacar una confesión, no información; él
sabía perfectamente lo que ellos habían hecho.
Los efectos a largo plazo del pecado comenzaron a aparecer. La serpiente fue
condenada a arrastrarse sobre su vientre y tener una constante guerra con la
humanidad, la descendencia de la mujer (15). La descendencia de ella herirá en
la cabeza a la serpiente, y ésta saldrá peor en la gran batalla. Si bien esto fue el
juicio sobre la serpiente, se transformó a la vez en una promesa para el hombre.
Esto ha sido visto tradicionalmente por los judíos y los cristianos como el
primer anuncio de un salvador para la humanidad, y <010315>Génesis 3:15 siempre
ha sido llamado el protoevangelio o el “primer evangelio”. Las alusiones a esto
en el NT incluyen <451620>Romanos 16:20; <580214>Hebreos 2:14; Apocalipsis 12. En
Génesis la promesa a Abraham que “en tu descendencia serán benditas todas
las naciones de la tierra” (<012218>Génesis 22:18) comienza a hacer más específica
la tenue promesa del <010315>Génesis 3:15. También es notable que este primer
juicio sobre el pecado esté matizado con esperanza, algo que es recurrente a
través de las Escrituras (cf. 6:5-8), así como la misericordia de Dios excede a
su ira (cf. <022005>Exodo 20:5, 6).
La sentencia sobre Eva arruinó su vocación de madre. Ser la madre jubilosa de
muchos hijos era la esperanza de cada mujer del AT (<013001>Génesis 30:1;
<19B309>
Salmo 113:9), pero el dolor al dar a luz se transformó en un recordatorio
constante del pecado de la primera madre. Además, el matrimonio, en vez de
ser una relación de cuidado mutuo, a menudo tuvo la tensión como su
característica. Tu deseo puede ser o el deseo sexual o el deseo de
independencia, pero a la larga prevalecerá el señorío de su marido. Y él se
enseñoreará de ti puede indicar el ejercicio de dominio duro, o simplemente
puede ser una reafirmación de la cadena de autoridad (Dios-hombre-mujer)
establecida en la creación, pero revertida en la caída (6). Esta última pareciera
ser la interpretación más apropiada, especialmente si se tiene en cuenta la forma
en que es introducida la sentencia a Adán porque obedeciste la voz de tu mujer
(17). Entonces Dios decretó que el hombre sufriría frustración en su trabajo
(hortelanos y agricultores enfrentan una continua batalla con las malezas en la
producción de sus tierras). Con trabajo duro viviría, pero finalmente moriría.
Esto era un indicio de que él sería expulsado del Edén y privado de acceso al
árbol de la vida.
3:21-24 El juicio. La expulsión del huerto probó la falsedad de la promesa de
la serpiente en el sentido de que no morirían (4). Porque si bien Adán y Eva
siguieron viviendo fuera del huerto, esto era una simple sombra de la vida plena
que vivieron dentro del huerto, en donde disfrutaron de una íntima relación con
Dios. A estas alturas es evidente el costo total del pecado. No es sólo una
conciencia inquieta (7, 8), disputas con la amada esposa (12), dolor (16) o el
afán por las cosas diarias (17-19), sino que además es separación de la
presencia de Dios y finalmente la muerte física (<450623>Romanos 6:23). Los
querubines más tarde adornarían el arca, el tabernáculo y el templo (<022518>Exodo
25:18-22; 26:31; <110623>1 Reyes 6:23-28), eran seres alados con dos rostros,
uno de hombre y el otro de león (<264118>Ezequiel 41:18).
4:1-26 La primera familia humana
Al bosquejar la historia de Caín y su descendencia, Génesis ilustra el
conmovedor aumento del pecado en la raza humana.
4:1-16 Caín y Abel. En el cap. 3 se nos mostró cómo el pecado interrumpe la
relación entre Dios y los seres humanos y entre el hombre y su mujer. En el
cap. 4 se nos muestra al pecado destruyendo los lazos de hermandad. En
verdad, Caín es presentado como un pecador más endurecido que Adán.
Matar a su propio hermano es más vil que comer del fruto prohibido. Adán
había sido persuadido hacia el pecado; Caín no pudo ser disuadido de su
pecado, ni siquiera por Dios mismo (6, 7). El pecado es personificado como un
animal esperando para atacar (7; cf. <600508>1 Pedro 5:8). Interrogado por Dios
sobre su pecado, Adán, aun bastante petulante, a lo menos dijo la verdad; Caín
mintió y luego hizo una broma de ésta (<010309>Génesis 3:9-11; cf. 4:9). Adán
aceptó el juicio de Dios en silencio, pero Caín protestó con vehemencia (13,
14) y fue enviado aun más lejos del Edén (16).
Nota. 5 La razón del rechazo del sacrificio de Caín no es obvia en forma
inmediata. El contraste entre trajo, del fruto de la tierra, de Caín, y el trajo una
ofrenda de los primerizos de sus ovejas, lo mejor de ellas, de Abel,
probablemente nos da la clave. Puede ser que Abel trajo lo mejor de su rebaño
y que Caín no fue tan cuidadoso. Pero el sacrificio es sólo aceptable ante Dios
si es perfecto y costoso (<032220>Levítico 22:20-22; <102424>2 Samuel 24:24); él no
estará satisfecho con sacrificios de segunda clase (<390106>Malaquías 1:6-14;
<451201>
Romanos 12:1). 15 Ya sea que la señal sobre Caín fuera un tatuaje, su
nombre Caín, un perro u otra cosa, es algo oscuro. Como la vestimenta dada a
Adán y Eva en <010321>Génesis 3:21, la marca tuvo una doble finalidad. Esta le
recordó a Caín su pecado y le aseguró la protección de Dios contra enemigos
potenciales. De modo que su oración-protesta (13, 14) no fue desatendida, lo
que nos indicaría que pecadores endurecidos como Caín pueden orar por
misericordia y recibirla.
4:17-26 Los descendientes de Caín. Muchos de los descendientes de Caín
(su esposa presumiblemente era una de las hijas de Adán y Eva) son
acreditados con avances culturales y tecnológicos significativos: edificación de
ciudades (17), vida beduina (20), música (21) y trabajos en metales (22). Que
estos logros sean acreditados a los descendientes de Caín, en vez de la línea
más santa de Set (cap. 5), sugiere que todo el progreso humano está en alguna
manera afectado por el pecado.
Se da mayor atención a Lamec, quien es presentado con sanguinario detalle.
Un esclavo de la pasión, se casó con dos hermosas mujeres, Ada (“joya”) y
Zila (“melodía”). La bigamia representa otra forma de alejamiento de la
monogamia establecida por Dios en el Edén. Sin embargo, es más significativa
la sed de sangre que tenía Lamec, el deseo vehemente de ser vengado 77
veces, lo que muestra a un hombre que menospreció la justicia y estaba
preparado para aplastar a cualquiera que se le interpusiera en su camino. La
sociedad se estaba desintegrando y estaba madura para el juicio.
Los vv. 25, 26 anticipan la genealogía de Set en el cap. 5. Siempre al final de
una sección en Génesis hay una clave para lo que vendrá más adelante (cf.
<010605>
Génesis 6:5-8 anticipando 6:9—9:17; 9:18-27 anticipando el cap. 10).
Invocar el nombre del Señor significa que la adoración a Dios también comenzó
en esta era.
5:1—6:8 LA NARRATIVA DE LA LINEA DE ADAN
Esta consiste en dos partes. La primera (<010501>Génesis 5:1-32) registra las diez
generaciones desde Adán, a través de su tercer hijo Set, hasta Noé. Este fue el
comienzo de la línea escogida en Génesis, por medio de la cual vendría la
salvación para la humanidad (la familia de Noé fue la única en sobrevivir al
diluvio). La segunda parte (<010601>Génesis 6:1-8) enfoca uno de los peores
pecados del periodo prediluviano; el matrimonio entre los hijos de Dios (ver en
<010601>
Génesis 6:1-8) y las hijas de los hombres, lo que motivó a Dios a enviar el
diluvio. Sin embargo, esta parte concluye con una insinuación de que Noé sería
salvo (<010608>Génesis 6:8).
5:1-32 El árbol genealógico de Adán
Esta genealogía repetitiva destaca cuatro asuntos relacionados con los
patriarcas: La edad que tenían cuando les nació su primer hijo; su subsecuente
tiempo de vida, el hecho de que él tuvo otros hijos e hijas y su edad al
momento de morir. La mención de otros hijos implica que estos patriarcas
cumplieron el mandato de “sed fecundos y multiplicaos” (<010128>Génesis 1:28) y
muestra cómo la humanidad gradualmente comenzó a poblar la tierra. La
cantidad de años de estos hombres sugiere que vivieron hace muchísimos años,
y que la degeneración causada por el pecado conducente a acortar el tiempo
de vida tuvo un efecto gradual.
Es difícil saber cómo entender las largas vidas de estos hombres que vivieron
antes del diluvio. Un texto paralelo, la Lista Real Sumeria, registra ocho reyes
que reinaron antes del diluvio por un total de 241.000 años. Esto hace que los
1.500 años que cubre el cap. 5 parezcan muy modestos; sin embargo, no
explica, p. ej. cómo Adán pudo vivir 930 años. Se han ofrecido varias
sugerencias. Primera, que “sus” años fueron mucho más cortos que los
nuestros. Sin embargo, la cronología del diluvio (<010711>Génesis 7:11—8:14)
revela que Génesis asume 360 días en un año. Segunda, que los años de vida
de los patriarcas no representan la longevidad de sus vidas sino el tiempo de
vida del clan que cada uno fundó. En otras palabras, muchas generaciones han
sido omitidas. Esto es difícil de probar puesto que, al principio de la lista, Set es
claramente el hijo inmediato de Adán y, al final de la misma, Lamec-Noé-Sem,
Cam y Jafet forman una secuencia consecutiva. Tercera, que los años son
simbólicos y representan períodos de tiempo conocidos en la astronomía, p. ej.
los 365 años de Enoc corresponden a los días de un año solar. Cuarto, que los
números son simbólicos y generados por el sistema numérico basado en 60
usado en Mesopotamia. Las tablas matemáticas de Babilonia daban mucha
importancia a los factores de 60 (30, 20, 15, etc.) y a sus cuadrados y
múltiplos. Así muchos de los números en el cap. 5 y en la Lista Real Sumeria
habrían resultado familiares a los entrenados en ese sistema, p. ej. 930 (la edad
de Adán) es 30 + 30. Sin embargo, no todas las cifras son aplicables en esta
forma, tampoco podemos explicar por qué ciertas cifras fueron añadidas a
gente particular si ellas eran simbólicas. Al presente, lo mejor que se puede
decir es que el tamaño de los números sugiere que esos hombres vivieron hace
muchos años. Su precisión sugiere que fueron gente real que vivió y murió. Para
una discusión adicional ver Genesis 1—15, de G. J. Wenham (Word Books,
1987) pp. 130-134.
2
Debido a su piedad, Enoc (caminó con Dios) probablemente no experimentó la
muerte sino que fue transportado a los cielos (Dios lo llevó consigo; cf. Elías,
<120211>
2 Reyes 2:11, 12).
6:1-8 Matrimonios hombre-espíritu y sus consecuencias
En el mundo antiguo se contaban con frecuencia historias de relaciones sexuales
entre los dioses y seres humanos; y se sostenía que la descendencia semidivina
resultante poseía una energía anormal y otros poderes. En Mesopotamia y en
Canaán, el matrimonio divino-humano era celebrado en los ritos sagrados del
matrimonio que se realizaban en los templos. Estos ritos, se suponía,
aseguraban la fertilidad del suelo y de los matrimonios comunes. Involucraban
padres dedicando sus hijas solteras para el servicio en el templo. En la práctica,
estas muchachas servían como prostitutas sagradas dando placer a los
sacerdotes y a los adoradores ricos.
Los vv. 1, 2 y 4 describen estas prácticas. Los hijos de Dios es una expresión
que se refiere a seres espirituales (traducido como “ángeles” en <180106>Job 1:6;
2:1, aun cuando no son benévolos ni aquí ni en Job). En ocasiones en el AT,
Israel (<051401>Deuteronomio 14:1) o los reyes (<100714>2 Samuel 7:14) son llamados
“hijos de Dios”; sin embargo, aquí no se aplica ninguno de estos significados.
Las hijas de los hombres se refiere al género femenino de los seres humanos.
Los nefilim son los antiguos gigantes, supuestos descendientes de estas
uniones. Algunos nefilim estaban en Canaán cuando Israel la invadió
(<041333>Números 13:33).
Esta práctica de prostitución sagrada es, según Génesis, por un lado innecesaria
(los hombres ya se estaban multiplicando, v. 1) y por otro lado es una
abominación para Dios (5). Consecuentemente, el período normal de vida fue
reducido a 120 años (3) y el Señor anunció un plan para terminar con la
humanidad y las otras criaturas vivientes (7).
La prostitución sagrada es vista aquí como el pecado que culmina una serie que
comenzó con Adán comiendo del fruto prohibido y continuó con el asesinato
de Abel en manos de su hermano Caín y la desenfrenada venganza de Lamec.
Al ver a los seres humanos Dios concluyó que eran incorregiblemente
perversos y que cada pensamiento humano de continuo se inclinaba hacia el
mal. El v. 5 declara la doctrina de la depravación humana con espantosa
franqueza, pero conceptos similares fueron expresados por los salmistas, los
profetas, Jesús y Pablo (<195103>Salmo 51:3-6; <241709>Jeremías 17:9, 10; <410715>Marcos
7:15; <450118>Romanos 1:18—3:20). Más aun, la pecaminosidad humana provoca
una furiosa reacción en Dios, una amarga indignación (y le dolió en su
corazón) similar a lo que sintieron los hermanos por la violación de su hermana
(<013407>Génesis 34:7), o el dolor sentido por el padre al saber que su hijo había
muerto en la batalla (<101902>2 Samuel 19:2) Por eso, Dios tomó la decisión de
destruir su creación. No obstante, así como en los anteriores decretos de juicio
(<010315>Génesis 3:15; 4:15), hubo una luz de esperanza: Noé halló gracia ante
los ojos de Jehovah (8).
6:9—9:29 LA NARRATIVA DE NOE
Muchos pueblos antiguos de todo el mundo hablan de un gran diluvio del cual
sólo un hombre y su familia escapó al construir un arca. Sin embargo, como se
hubiera esperado, los paralelos más cercanos a la narrativa bíblica proceden de
Mesopotamia, en las epopeyas de Atrahasis y Gilgamesh. Ambos textos datan
de c. 1600 a. de J.C. Al igual que la historia bíblica, ellos mencionan a un
hombre (Atrahasis o Utnapishtim) a quien su dios le indicó que construyera un
arca para escapar del diluvio. El lo hizo así, provisto de bienes y animales, flotó
sobre las aguas del diluvio por un período breve, y envió pájaros para saber si
las aguas estaban bajando. Finalmente el arca recaló en la cima de una
montaña, apareció el sobreviviente del diluvio y ofreció sacrificios que
agradaron grandemente a los dioses, quienes le recompensaron con vida
eterna. La similitud entre la narrativa bíblica y la babilónica revela que ésta era
una historia bien conocida en el antiguo Cercano Oriente.
Sin embargo, hay varias diferencias entre estos relatos, lo que simplemente
demuestra que no se han copiado la una de la otra. Hay diferencias de detalles,
p. ej. sobre el tamaño y la forma del arca, la duración del diluvio y los tipos de
pájaros que fueron enviados para inspeccionar las aguas del diluvio. Pero éstas
son diferencias relativamente triviales. Mucho más importante son las
diferencias teológicas entre ambas narraciones. Estas son tan considerables que
pareciera que el autor de la narrativa bíblica estuviese tratando en forma
deliberada de corregir o de refutar la visión común que en el Oriente se tiene
del diluvio. En particular, Génesis está tratando de explicar cómo es Dios y
cómo se relaciona con el mundo.
En las versiones babilonias, los dioses acuerdan un diluvio para detener el
crecimiento de la población humana, pero uno no estuvo de acuerdo y advirtió
a Atrahasis (el equivalente a Noé), su adorador. Cuando el diluvio se desató,
los dioses se acobardaron como perros incapaces de controlarlo. Después del
diluvio los dioses corrieron hacia los sacrificios por estar hambrientos, ya que
los sacrificios se habían detenido durante el período del diluvio. Uno de los
principales dioses se sorprendió al encontrar que un hombre había sobrevivido
al diluvio (evidentemente este dios no era ni omnipotente ni omnisciente).
La perspectiva teológica y ética del Génesis es totalmente diferente. Primero, el
diluvio no fue enviado para frenar el ruido o la fertilidad humanos sino por
causa de la corrupción y la pecaminosidad de los hombres (<010611>Génesis 6:11,
12). Segundo, Noé no fue salvo porque se arriesgó a adorar al dios que no
estuvo de acuerdo con la decisión de enviar el diluvio, sino porque él fue justo
y cabal en su generación (<010609>Génesis 6:9). A través de toda la historia del
diluvio Noé es presentado como haciendo exactamente lo que Dios le mandó
(p. ej. <010622>Génesis 6:22; 7:9; 8:18). Tercero, el Dios de Génesis es
omnipotente y omnisciente. Siempre está en control del diluvio y sabe
exactamente lo que está ocurriendo. Fue cuando Dios se acordó de Noé que
las aguas comenzaron a disminuir (<010801>Génesis 8:1, 2). El sacrificio después del
diluvio no vino a apagar el apetito de Dios (a diferencia de los dioses
mesopotámicos, él no tenía necesidad de comida humana) sino que aplacó su
ira. A pesar de la continua acción pecaminosa del hombre (cf. <010821>Génesis
8:21 con 6:5), Dios prometió que nunca la tierra volvería a ser destruida por un
diluvio. El arco iris fue la promesa de Dios en el sentido de que él mantendría y
protegería toda la tierra (<010822>Génesis 8:22—9:16). Finalmente, mientras que la
epopeya de Atrahasis termina con los dioses inventando abortos e infertilidad
femenina para detener el crecimiento de la población de la tierra, Noé en tres
ocasiones es exhortado: sed fecundos, multiplicaos y llenad la tierra
(<010901>Génesis 9:1; cf. 8:17; 9:7). A pesar del pecado, Dios básicamente está de
nuestra parte y preocupado por el bienestar de la raza humana. Esta buena
voluntad fue asegurada después del sacrificio de Noé y por el más grande
sacrificio en la historia, el de Cristo.
6:9—8:22 La historia del diluvio
Génesis considera el diluvio como el gran punto divisorio de la historia
universal. El diluvio fue un gran acto de anticreación. Este hizo que la tierra
regresara a aquel primitivo estado de caos en que se encontraba, antes que
Dios comenzara a hablar en <010103>Génesis 1:3. La vida fue destruida. Las aguas
lo cubrieron todo, aun hasta la cima de las montañas mismas, de modo que el
planeta se asemejaba a su pasado cuando Dios primero comenzó a crearlo
(<010102>Génesis 1:2). En esa instancia, cuando Dios se acordó de Noé, envió un
viento sobre la tierra (cf. el espíritu, o viento de Dios que se movía en
<010102>
Génesis 1:2) para iniciar nuevamente el proceso de creación. El mundo
nació nuevamente. La tierra seca y las aguas fueron separadas, y Noé, la nueva
cabeza de la humanidad, salió del arca y, al igual que Adán, le fue dicho Sed
fecundos, multiplicaos y llenad la tierra (<010901>Génesis 9:1, cf. 1:28). De
modo que Noé es visto como la figura de un segundo Adán.
Este paralelismo entre el diluvio como el gran acto de anticreación y la recreación después del diluvio es subrayado en Génesis por el diseño literario de
la historia. Está escrito en un modo de imagen reflejada (“chiasmo extendido” o
“palístrofe”) que enfatiza la simetría de la historia. Aquí se destacan algunos de
los hechos más obvios de esta estructura.
A Lod hijos de Noé (6:10)  A1 Los hijos de Noé (9:18-27)
B Entrada al arca (7:1)  B1 Abandono del arca (8:16)
C Seite días (7:4)  C1Siete días (8:12)
D Siete días (7:10)  D1 Siete días (8:10)
E Cuarenta días (7:17)  E1 Cuarenta días (8:6)
F Montañas cubiertas (7:20)  F1 Montañ cubiertas (8:5)
G Innudación de 150 días (7:24)  Retiro de las aguas en 150 días (8:3)
H Dios se acordó de Noé (8:1)
Esta estructura no sólo llama la atención al paralelismo entre la obra destructiva
de Dios al enviar el diluvio y su tarea de re-creación, sino que además muestra
que el momento clave fue cuando se acordó de Noé. El Dios del Génesis no
fue impotente ante el diluvio, como los dioses babilonios, sino que estuvo en
total control, soberano en el juicio y en la misericordia.
6:9-22 La orden de construir el arca. Aquellos que hacen cuadros o
modelos del arca tienen que agregar detalles de construcción que no están en
Génesis, y cuyo valor puede ser cuestionado. Particularmente oscuro es el
diseño del techo en el v. 16. (Ver comentarios más extensos para esto.) Lo que
más le interesa a Génesis es el propósito del arca, para mantener…vivas
todas las especies de criaturas vivientes. De aquí que hubo que llevar parejas a
bordo para asegurar la continuidad de la especie.
7:1-5 La orden de embarcarse en el arca. Parajas suficientes de animales
inmundos (no destinados a sacrificios ni a comida) para asegurar su existencia,
pero hubo que tomar siete ( o siete parejas) especímenes de animales limpios
(para sacrificios y comida) para permitir que se hicieran sacrificios después del
diluvio sin que la especie se extinguiera.
7:6-24 Entrada al arca y el comienzo del diluvio. Cada etapa del diluvio es
fechada con precisión (p. ej., 7:11; 8:13, 14). Esto es apropiado dado que el
diluvio teminó con el mundo antiguo, y a partir de éste nace un nuevo mundo.
Nota sobre la fecha y duración del diluvio. La Lista Real Sumeria se refiere
al diluvio ocurriendo con anterioridad al primitivo período dinástico, lo cual
sugiere que habría ocurrido c. 3000 a. de J.C. Ciertamente, los arqueólogos
han encontrado un sinnúmero de evidencias de diluvios locales en Mesopotamia
en este período ninguno sugiriendo la inundación total del área. Otra posibilidad
es que el diluvio coincidió con el término de la última era glaciar (c. 10.000 a.
de J.C.). Esto implicó lluvia abundante en regiones normalmente secas, y el
hielo derretido permitió que los niveles del océano aumentaran en 100 m. y
haciendo pantanosa aquella tierra que previamente era habitable. Con el
moderno conocimiento geográfico, automáticamente entendemos que la historia
está describiendo una inundación total del globo, pero si la historia está siendo
dicha desde la perspectiva de Noé ( cuyos horizontes geográficos eran
limitados), un diluvio menor habría parecido universal.
8:1-22 Las aguas del diluvio disminuyen. La nueva creación fue generada
en el momento en que Dios se acordó ( eso es, pensamiento que conduce a la
acción) de Noé (1), y progresivamente comenzó a aparecer la tierra, la
vegetación, los pájaros, los animales y los seres humanos (cf. cap. 1). Ararat
(4) no es específicamente el moderno monte Ararat sino el territorio del antiguo
Urartu, que se encuentra aprox. En la Armenia moderna y adyacente a las
zonas de Turquía e Irán. El v. 21 tiene un lenguaje similar al de 6:5. No es la
actitud de Dios hacia Noé la que fue transformada por el sacrificio, sino su
actitud hacia la humanidad en general. Los sacrificios del justo Noé, el segundo
Adán, aseguraron el futuro de la raza humana de un juicio tan catastrófico como
fue el diluvio.
9:1-17 El pacto de Dios con Noé
Si bien la nueva era después del diluvio fue, en alguna medida, similar a aquella
que había después de la creación inciial, también tuvo sus diferencias. Noé, al
igual que Adán, fue bendecido y le fue dicho sed fecundos (1); sin embargo, es
hasta ahora, y por primera vez, que le fue permitido comer carne (3). Si bien
Abel (<010402>Génesis 4:2) y Jabal (<010420>Génesis 4:20) criaban ganado, sólo las
plantas verdes le fueron asignadas como comida a Adán (<010130>Génesis 1:30).
Pero ahora a Noé le fue permitido comer carne, estipulando previamente que la
sangre debía ser derramada primero como señal de respeto por la vida
contenida en ésta y que Dios la había dado. Esta prohibición de consumir
sangre es una de las leyes alimentarias más importantes del AT (cf. <030317>Levítico
3:17; <051216>Deuteronomio 12:16-25; <091432>1 Samuel 14:32-34).
La historia prediluviana se caracterizó por la violencia (<010611>Génesis 6:11): la
muerte de Abel no fue vengada, mientras que Lamec reaccionó al extremo
(<010423>Génesis 4:23, 24). En esta ocasión se introduce una ley estricta sobre la
retribución: El que derrame sangre de hombre, su sangre será derramada
por hombre (6). La idea de que el castigo debe ser igual al crimen cometido es
fundamental en la ley del AT (<022123>Exodo 21:23-25) y también en las nociones
modernas de justicia e imparcialidad. Si bien la pena de muerte para el asesino
es un claro caso de “haz como quieres que te hagan”, el v. 6 da una razón
especial para lo acertado de esta acción. Todo ser humano está hecho a la
imagen de Dios (eso es, representa a Dios en la tierra), de modo que para
proteger la posición única de la vida humana debe exigirse la pena máxima. El
propósito de Dios era que el mundo se llenara de vida humana y animal (7-9),
ya que el pacto simbolizado por el arco iris fue hecho con todas las criaturas
vivientes. De modo que Génesis no sugiere que el arco iris haya aparecido por
primera vez después del diluvio, sino sólo que llegó a ser una señal, esto es, una
promesa de la buena voluntad de Dios.
9:18-29 El pecado de Cam
Tristemente, el justo e intachable Noé sucumbió a la embriaguez y expuso su
desnudez mientras dormía. Este pecado relativamente menor (cf. Adán en
<010306>
Génesis 3:6) fue seguido por un pecado mucho más grave de Cam su hijo
menor (cf. Caín en <010408>Génesis 4:8). Una vez más en esta secuencia Génesis
sugiere la repetición de la historia. La nueva raza humana encabezada por Noé
estaba, al igual que la anterior, en el resbaladero.
Los lectores modernos no ven la gravedad del pecado de Cam y preguntan:
¿Qué hay de malo en murmurar o bromear con tus hermanos acerca de las
fallas de tus padres? De esta manera se han hecho intentos sugiriendo que Cam
fue culpable de incesto o de otra conducta sexual inapropiada. Sin embargo,
estas nociones están equivocadas y yerran en no apreciar la seriedad que se le
da a los deberes filiales tanto en el AT como en las culturas antiguas. En Exodo
20 el “Honra a tu padre y a tu madre” es el primer mandamiento después de
aquellos que hablan de la relación del hombre con Dios, y golpear o maldecir al
padre o a la madre podría ser castigado con la muerte (<022115>Exodo 21:15, 17;
citado por Jesús, <410710>Marcos 7:10).
Las únicas palabras de Noé en Génesis (25—27) son de alabanza para Sem y
Jafet pero de maldición para Cam (o a lo menos para su descendencia,
Canaán). Sus palabras son similares a la bendición profética en el lecho de
muerte de Isaac (<012727>Génesis 27:27-29) y de Jacob (<014902>Génesis 49:2-27), las
cuales anticipan la historia futura de aquellos mencionados. Aquí Noé predice el
dominio de los descendientes de Sem y Jafet (cuya identidad es clarificada en el
cap. 10) y la subyugación de Canaán. Estos versículos sirven como camino
anticipatorio del capítulo siguiente (cf. <010425>Génesis 4:25, 26; 6:1-8).
¿Por qué fue maldecido Canaán por el pecado de Cam su padre? No hay una
respuesta clara. Es posible que haya participado de alguna manera en el
pecado de su padre. Posiblemente fue un castigo proyectado. Así como Cam,
el más joven de los hijos de Noé, pecó contra su padre, así Canaán, el más
joven de los hijos de Cam, fue castigado. Posiblemente, esto fue porque el
pecado de Cam anticipaba el pecado de los cananeos, quienes se distinguían
por su inmoralidad en el AT (<031803>Levítico 18:3).
10:1—11:9 LA NARRATIVA DE SEM, CAM Y JAFET
Esta sección está compuesta de dos partes: la Tabla de las Naciones
(<011001>Génesis 10:1-32) y la historia de la Torre de Babel (<011101>Génesis 11:1-9),
y tiene tres propósitos. Primero, define la relación de Israel con las otras
naciones. Segundo, explica la diversidad de lenguas. Tercero, muestra a las
naciones pecando aun más y con ello fomentando y provocando el juicio
divino. Así prepara el terreno para otro intento divino de rescatar a la
humanidad a través del llamado de Abraham.
10:1-32 La Tabla de las Naciones
Este texto notable fija a Israel en el contexto del mundo conocido por los
escritores del AT. Enumera 70 naciones (posiblemente un número simbólico
redondo; cf. los 70 hijos de Jacob que descendieron a Egipto, 46:27), las que
representan a todos los pueblos del mundo, no siendo una lista exhaustiva de
los grupos conocidos en el antiguo Israel. Se lee un poco como un árbol
familiar; sin embargo, pareciera ser que no todas las relaciones descritas sean
genealógicas. En el mundo antiguo, los tratados y convenios condujeron a los
pueblos a llamarse entre ellos como hermanos o hijos de su socio de pacto. Lo
que la Tabla de las Naciones describe es la relación entre los diferentes
pueblos, de cualquier manera que se hubiesen originado históricamente.
Sin embargo, esto no es una lección de geografía histórica. Como siempre en
Génesis, la lista fue incluida por razones teológicas, para relacionar la línea
escogida de Sem con las otras líneas no escogidas. La genealogía de las no
elegidas es siempre puesta antes que la línea escogida: Caín antes que Set
(caps. 4 y 5), Ismael antecede a Isaac (cap. 25), Esaú precede a Jacob (caps.
36 y 37). La elección de Sem y el rechazo de Cam ya ha sido insinuado
(<010925>Génesis 9:25-27), y es confirmado en este capítulo. Entre los semitas se
encuentran los arameos, con quienes los patriarcas tuvieron una relación muy
estrecha y de quienes tomaron esposas para sus hijos. Entre los camitas se
encuentran no sólo todos los pueblos cananeos sino también otros de los
grandes enemigos de Israel: Egipto (Mizraim), Babilonia y Asiria. Los jafetitas
abarcan pueblos más distantes del nordeste de la costa del Mediterráneo, con
quienes Israel pareció tener algo de contacto, fuese este de carácter hostil o
fraterno. Se debe destacar que la clasificación bíblica de pueblos semitas,
camitas y jafetitas no coincide con la clasificación moderna de los pueblos a
través de sus idiomas. Algunos de los camitas (p. ej. los cananeos) hablaban
idiomas semitas, y entre los semitas está Elam, quien hablaba un idioma no
semita. La división bíblica refleja mucho más las diferencias entre aquellos que
Israel sintió como sus aliados y aquellos que fueron sus enemigos.
10:2-5 Los jafetitas. No todos estos pueblos pueden ser identificados, y
sólo aquellos que pueden ser identificados con plena certeza son discutidos
aquí. Pero aquellos que pueden ser identificados parecen representar los
pueblos más lejanos geográficamente hablando con respecto a Israel, ya sea en
el lejano norte o en el lejano oeste.
Gomer representa a los cimerios; Magog estaba en algún lugar del norte
(<263802>Ezequiel 38:2); Madai representa a los medos en el norte de Irán; Jabán
a los griegos jónicos, y Tubal, Mesec y Tiras han sido identificados con
Turquía. 3 Asquenaz representa a los escitas, y Togarma estaba en un distrito
al norte de Carquemis. 4 Elisa probablemente estaba en Creta. Tarsis era una
ciudad mediterránea, posiblemente Cartago. Quitim es identificado con Chipre
y Rodanim con Rodas (la lectura alternativa Dodanim en la nota de la RVA
podría proceder del idioma egeo).
El v. 5 anticipa la dispersión de las naciones descritas en <011101>Génesis 11:1-9.
10:6-20 Los camitas. Lo extenso de esta sección indica su importancia.
Entre los descendientes de Cam están algunos de los vecinos más cercanos y
más fieros enemigos de Israel.
6 Cus estaba en la región sur de Egipto. Mizraim es identificado con Egipto, y
Put con Libia. Canaán es descrito más adelante en los vv 15-19. 7 Los hijos
de Cus parece referirse a una región al sur de Arabia.
8-12 La cultura mesopotámica se remonta a Cam vía Cus, lo cual no es un
linaje muy halagador, sin embargo, anticipa la crítica explícita a las pretensiones
de Babilonia en <011101>Génesis 11:1-9. Nimrod definitivamente no puede ser
identificado, pero su interés en pelear y cazar fue típico de los grandes reyes
mesopotámicos. Casi todas las ciudades que él fundó son muy bien conocidas
en esa región.
13, 14 Algunas de estas tribus o pueblos pueden ser identificados con
seguridad. Patruseos se refieren a los egipcios del sur. Los filisteos fueron los
grandes rivales de Israel por el control de Canaán (1 Samuel 3—31). Los
caftoreos son de Creta.
15-19 Se da atención especial a los habitantes de Canaán a quienes Israel
esperaba desplazar. Sidón fue la ciudad costera más antigua de Fenicia. Los
heteos (cf. <012302>Génesis 23:2-20) son distintos de los bien conocidos heteos en
Turquía. Los jebuseos eran los residentes de Jerusalén. Los amorreos,
gergeseos y los heveos son a menudo mencionados como pueblos cananeos.
Los araqueos... hamateos eran habitantes de conocidas ciudades de Siria.
Los límites de Canaán se extendían desde Sidón en el norte hasta Gaza en el
sur y Sodoma (en el mar Muerto) por el este. Una definición más precisa de los
límites de Canaán se encuentra en <043402>Números 34:2-12.
10:21-31 Los semitas. Dado que Abraham era descendiente de Sem, Israel
sintió una especial afinidad por estos pueblos. Sin embargo, pocos pueden ser
claramente identificados, si bien muchos parecen ser tribus arameas o árabes.
Que Cam fuera el hijo más joven de Noé es evidente (<010924>Génesis 9:24), pero
que Jafet o Sem fuera el mayor depende de cómo se traduzca este versículo
(la RVA ha optado por traducir Sem... hermano mayor de Jafet). Elam
estaba en el sudoeste de Irán. Asur, en vez de hacer referencia a Asiria,
probablemente fue una tribu del Sinaí (<042422>Números 24:22). Los arameos
vivían en Siria, y presumiblemente los subgrupos registrados aquí vivían en esa
región. Al tratar de identificar a Joctán y sus descendientes pareciera que ellos
vivían en el sur de Arabia.
11:1-9 La torre de Babel
Este breve relato conduce la historia de este período anterior al de los
patriarcas a una conclusión horrible. El nuevo comienzo otorgado a la raza
humana por Noé ya había quedado comprometido por su embriaguez y la
indiscreción de Cam; y en la Tabla de las Naciones son evidentes los efectos
de la maldición que se hizo sobre los descendientes de Cam. Es más,
<011005>
Génesis 10:5, 18-20 y 31, 32 ya han anticipado la división por idiomas y la
dispersión de las naciones, pero ahora Génesis trata con esto en forma
explícita. La pecaminosidad humana escapa a todos los límites a medida que el
hombre intenta invadir el dominio de Dios al construir un templo cuya cúpula
llegara al cielo. Esta acción motivó otro juicio que afectaría a toda la raza
humana. La humanidad fue esparcida a través de toda la faz de la tierra y la
diversidad lingüística, que impide la cooperación entre los pueblos, fue
introducida para prevenir cualquier esfuerzo humano posterior de atacar el
cielo. Así, esta etapa fue establecida con el propósito de dar un nuevo
comienzo a la humanidad a través del llamado de Dios a Abraham.
Sin embargo, la torre de Babel no es meramente otra de esas historias de
pecado-juicio que contienen los caps. 1—11. A través de todos estos capítulos
podemos ver una crítica implícita a la cosmovisión politeísta de los
contemporáneos de Israel. Al relatar otra vez la historia de la creación y del
diluvio, se presenta una visión completamente diferente de Dios y de su relación
con el mundo, comparada con aquella que se encuentra en la antigua mitología
oriental. Si bien dicha crítica de estas ideas ha sido implícita hasta ahora, aquí
en el cap. 11 llega a ser explícita.
Babilonia era famosa por la torre de su templo o zigurat, cuyos cimientos
estaban en las profundidades de la tierra y cuyas cúpulas alcanzaban los cielos.
No, dice Génesis, lejos de alcanzar los cielos, la torre de Babel con gran
dificultad se veía desde allí; el Señor había descendido para ver la torre que
edificaban (5). Babel significa “puerta de dios”, y Babilonia se consideró a sí
misma más cercana a dios que cualquier otra región de la tierra. Se reconoció a
sí misma como capital religiosa, intelectual y cultural del mundo antiguo, la pieza
maestra de la civilización humana. “Basura” dice en efecto el v. 9, Babel no
significa “puerta de dios” sino “confusión” o “necedad”, y lejos de la sabiduría
humana, el zigurat arruinado de Babilonia muestra la impotencia humana ante el
juicio de Dios. Poniéndolo en términos modernos, la construcción de la ciudad
y su torre puede ser vista como una postura humana por la seguridad lograda
por sí mismos a partir de la base del progreso tecnológico. “El hombre
propone, pero Dios dispone.”
11:10-26 LA NARRATIVA DE SEM
La breve genealogía de Sem es muy similar a aquella que se encuentra en el
cap. 5, si bien la edad de los patriarcas es un tanto más breve, y esto no
establece en forma explícita la longevidad de cada uno de ellos. Esta sirve para
unir la historia de Abraham y la historia universal y de esa manera proveer de
un puente entre la protohistoria de los caps. 1—11 y la historia de los
patriarcas de los caps. 12—50. Si bien no sabemos nada acerca de los
hombres mencionados aquí, <420334>Lucas 3:34-36 nos recuerda de su
importancia, porque de ellos nacieron los descendientes de Abraham en quien
todas las familias de la tierra habrían de ser bendecidas.
11:27—25:1 LA NARRATIVA DE TARE Y LA
HISTORIA DE ABRAHAM
Taré, el padre de Abraham, vivió la mayoría de los eventos descritos en los
caps. 12—23, y así se da su nombre a esta sección de Génesis (cf.
<012519>
Génesis 25:19; 37:2). La misma extensión de esta sección indica su
importancia para el libro. No es sólo que Abraham fue el antepasado de los
judíos, sino que él fue el hombre a través del cual los propósitos redentores de
Dios se comenzaban a ejecutar. La desobediencia de Adán precipitó una serie
de actos pecaminosos que terminaron con el diluvio. Noé, el nuevo padre de la
raza humana, fue “intachable”; sin embargo, él también falló y eso culminó con
el orgullo desbordante de Babel. Esto a su vez fue castigado con un juicio que
afectó a toda la humanidad. Ahora con Abraham Dios comienza de nuevo, esta
vez prometiendo “en ti serán benditas todas las familias de la tierra”
(<011203>Génesis 12:3).
11:27—12:9 El llamado de Abram
Esta sección brevemente introduce a Abram, su familia y su tierra natal y
describe su llamado en una manera que resume todo su peregrinaje de fe.
11:27-30 La familia en Ur. Esta sección puede ser presentada en forma
gráfica como en un árbol familiar.
Se destacan dos cosas importantes. Primera, que Sarai era estéril, toda una
tragedia para una mujer del mundo antiguo. Segunda, que Lot fue el sobrino
huérfano de Abram, a quien pareciera haber adoptado. El acompañó a Abram,
y pareciera que él llegaría a ser su heredero si Sarai no hubiese tenido un hijo.
11:31, 32 De Ur a Harán. Toda la familia se mudó desde Ur, un importante
centro cultural en el sur de Iraq, hasta Harán, en el este de Siria. Allí murió Taré
a la edad de 205 años, siendo Abram de 135 años (cf. v. 26). Abram debió
haber dejado a su padre Taré en Harán 60 años antes que éste muriera
(<011204>Génesis 12:4).
12:1-9 Desde Harán a Canaán. Dejar su tierra natal y su familia era una
decisión muy grande, especialmente cuando se trata de una sociedad
tradicional, decisión que se ve diferente en nuestra cultura moderna que se
caracteriza por su movilidad e individualismo. Abram arriesgó todo aquello más
preciado para su vida al obedecer el llamado de Dios. De la misma manera
Jesucristo desafía a la gente a aventurarlo todo por seguirle (<401037>Mateo 10:3739; <500308>Filipenses 3:8).
Rutas posibles para el viaje de Abram, desde Ur hasta Canaán (Gén. 11:31-12:6). La ruta sureña
hasta Harán (línea de puntos más gruesa) es la más probable.
Los vv. 2, 3 resumen la teología de Génesis y proveen la clave para su
interpretación. (Ver en la Introducción, Teología de Génesis 12—50.)
El v. 4 sugiere que Dios llamó a Abram en Harán y no en Ur. La tierra de
Canaán comprende el territorio actualmente (1996) ocupado por Israel,
Líbano y parte del sur de Siria. La obediencia de Abram fue premiada por el
engrandecimiento de la promesa: la tierra que yo te mostraré (1) llega a ser
esta tierra (cf. Introducción, Teología de Génesis 12—50). La generosa
promesa de Dios motivó frecuentes actos de agradecida adoración en Abram:
él edificó allí un altar (7, 9).
12:10-20 Abram en Egipto
El entusiasmo religioso inicial de Abram se marchitó en la medida que enfrentó
el hambre que azotaba a la zona de Canaán y se vio obligado a emigrar a
Egipto. Aquí el temor del hombre reemplazó a la confianza en Dios como
principio guiador. Describir a Sarai como su hermana fue una engañadora
media verdad (cf. 20:12) diseñada para desanimar y ahuyentar a los posibles
pretendientes (cf. 24:55). Tal vez Abram esperó demorar cualquier propuesta
de boda y entonces abandonar Egipto antes que esto ocurriera. Sin embargo,
las propuestas reales no pueden ser negadas y Sarai se encontró a sí misma en
el harén del faraón (15).
En la forma como fue contada la historia (cf. v. 19), queda claro que la
conducta de Abram no es alabada. No obstante, el Señor intervino y le rescató
al enviar plagas sobre faraón de modo que Abram, como toda su
descendencia, salió de Egipto grandemente enriquecido (cf. <021235>Exodo 12:35,
36). Este mini éxodo de Egipto anticipa lo que vendría más adelante (cf. Exodo
12—14; <420931>Lucas 9:31). Este evento muestra a Dios cumpliendo su promesa
de proteger a Abram (<011203>Génesis 12:3) a pesar de su incredulidad. Dios utiliza
bondadosamente los errores para el beneficio a largo plazo de aquellos que él
ha llamado (cf. <014505>Génesis 45:5-8; <450828>Romanos 8:28).
13:1-18 Abram y Lot se separan
Depurado por sus experiencias en Egipto, Abram regresó a Betel, lugar en
donde con anterioridad había tenido su encuentro con Dios, y allí oró
nuevamente. Ahora surgió un nuevo problema. La bendición de la riqueza
provocó un conflicto entre los pastores de ganado de Abram y Lot. Esta vez,
en vez de manipular la situación en su favor, Abram abogó por la armonía y fijó
el tono mismo al desplegar una generosidad ejemplar hacia su sobrino y
permitirle escoger la porción de tierra.
Pero “todo lo que brilla no es oro”. El valle del Jordán podía parecerse al Edén
(10), pero estaba habitado por hombres malos que pecaban gravemente contra
Dios (13). No es la única vez que la prosperidad urbana deslumbra a un simple
campesino que no percibió la corrupción que había detrás de esta urbanidad.
La generosidad de Abram hacia su sobrino fue recompensada con una
afirmación de la promesa mucho más rica. Esta tierra (<011209>Génesis 12:9) llegó
a ser toda la tierra, y fue dada a los descendientes de Abram para siempre
(15). Sus descendientes no sólo llegarían a ser una gran nación (<011202>Génesis
12:2) sino que también serían tan numerosos como el polvo de la tierra (16).
Al proponer una división pacífica de la tierra y al darle la primera opción a Lot,
Abram mostró amor por la paz y voluntad para sacrificar sus propios intereses,
cosa que la Biblia siempre alaba (cf. Salmo 133; <400509>Mateo 5:9; <500201>Filipenses
2:1-15).
Nota. 10 Es difícil ubicar con precisión a Sodoma, Gomorra y Zoar, tres de
la ciudades del valle. Cinco localidades en la ribera este del mar Muerto, que
estaban en ruinas poco antes del 2000 a. de J.C., puede que sean los lugares
mencionados.
14:1-24 Abram rescata a Lot
La riqueza cómoda escogida por Lot fue perturbada por la invasión. Cuatro
reyes, guiados por Quedarlaomer rey de Elam (parte de Irán), conquistaron el
valle del Jordán. Trece años más tarde una rebelión de las ciudades de la
planicie precipitó otra invasión de la misma coalición oriental. Los ejércitos de
Sodoma y Gomorra fueron derrotados, las ciudades fueron saqueadas y Lot
fue tomado cautivo.
Pero Abram, guiando a 318 hombres, fue capaz de derrotar a los ejércitos
extranjeros, rescatar a todos aquellos que habían sido tomados cautivos y
devolver la propiedad saqueada. Esta fue una notable demostración de que
Dios estaba de parte de Abram. Sin embargo, no cualquiera reconoció esto. El
rey de Sodoma, quien debía estar más agradecido que ninguno, no agradeció
sino que con brusquedad exigió el retorno de su pueblo. Abram declaró que no
tenía intención alguna de beneficiarse de la desgracia de Sodoma (21-24).
Por su parte Melquisedec, el sacerdote-rey de Salem (probablemente
Jerusalén), recibió a Abram con honores reales y le preparó un banquete.
Luego Melquisedec bendijo a Abram en el nombre del Dios Altísimo, creador
de los cielos y de la tierra. Respondiendo a esta amable recepción, Abram
dio a Melquisedec el diezmo de todo el botín que había tomado (20).
Las actitudes de Melquisedec y del rey de Sodoma son deliberadamente
contrastadas. Ejemplifican los dos tipos de reacciones predichas a Abram en
<011203>
Génesis 12:3. Melquisedec es uno de aquellos que bendice a Abram,
mientras que el rey de Sodoma claramente le menosprecia. Consecuentemente,
Melquisedec podía esperar ser bendecido por Dios, mientras que el rey de
Sodoma podía esperar una maldición. De hecho ya (cf. <011313>Génesis 13:13) el
destino de las ciudades de Sodoma y Gomorra se comienza a entrever (cap.
19).
Génesis no nos explica qué bendición recibió Melquisedec como recompensa
por bendecir a Abram. Sin embargo, el <19B004>Salmo 110:4 menciona el
juramento de Dios a David: “Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de
Melquisedec”, implicando ello que la memoria de Melquisedec había sido
venerada en Jerusalén como un precursor de la línea davídica. El NT ve a
Melquisedec como un “tipo” de Cristo, un predecesor del Mesías. Su alta
posición fue reconocida por Abram cuando éste le dio el diezmo de lo que
había tomado (Hebreos 5—7). Aparte de estos escasos versículos,
Melquisedec nunca más vuelve a aparecer en Génesis El permanece
simplemente como un recordatorio de que todos aquellos que reconocieron la
mano de Dios obrando en Abram experimentarían bendición en ellos mismos.
Notas. Los múltiples acontecimientos antiquísimos de este capítulo (ver
Wenham, Genesis 1—15, pp. 318-20) revelan que está basado en antiguas
fuentes y, a su vez, que hace de difícil entendimiento alguno de los detalles. 1
Los nombres de los reyes (Amrafel, Arioc, Quedarlaomer y Tidal) tienen un
auténtico sello del segundo milenio, pero recientes evidencias arqueológicas no
nos permiten identificarles con precisión. Sinar es Babilonia; Elasar puede
estar al este de Turquía; Elam es el moderno Iraq; y Goim puede que haga
referencia a los heteos.
La tierra santa en la época de la campaña militar de Abram
2 Poco se conoce sobre los nombres de estos pueblos y sus reyes. (En relación
a su ubicación cf. la nota de 13:10.) 3 Sidim, un término usado sólo aquí y en
los vv. 8 y 10 para referirse al valle del mar Muerto, posiblemente esté
haciendo referencia a la zona sur. 5-7 Con referencia a los lugares y pueblos
que pueden ser identificados, los incursionistas orientales parece que se habían
extendido hacia el sur a través del Jordán moderno desde Astarot en el norte
hasta El-parán por el sur (posiblemente Eilat), al comienzo del golfo de Acaba.
Luego giraron hacia el noroeste pasando la península del Sinaí hasta Cadesbarnea. 10 Los pozos de brea. El petróleo se escurre por la superficie en el
área al sur del mar Muerto, y este puede ser explotado. 11 Mamre y Escol, los
nombres de los aliados, también eran lugares cerca de Hebrón. 14 Dan era el
pueblo más al norte de Israel y fue habitado por los danitas (<071829>Jueces 18:29).
15 Hoba es un lugar desconocido. Damasco es la capital de Siria. 17 El valle
de Savé puede ser el “valle del Rey” que está justo al sur de Jerusalén (<101818>2
Samuel 18:18).
15:1-21 La promesa del pacto
La derrota que Abram causó a los reyes orientales no lo dejó en mejores
condiciones. A pesar de las promesas, aún no poseía tierra alguna como
tampoco le habían nacido hijos. Su sobrino Lot, en quien cifraba sus
esperanzas de sucesión, estaba viviendo en Sodoma, más allá de los límites de
la tierra prometida. Su siervo Eliezer parecía ser su más seguro heredero.
Por lo tanto, Dios trató directamente la desilusión de Abram: No temas,
Abram. Yo soy..., y tu galardón será muy grande. Esto motivó a Abram a
compartir con Dios su sentimiento de desilusión y frustración. Lejos de
provocar una respuesta airada de parte de Dios, la honestidad de Abram
condujo a una reafirmación y profundización de las promesas originales. El
tendría su propio hijo (4), y su descendencia sería como las incontables
estrellas (5).
Abram aceptó la reafirmación dada por Dios, él creyó a Jehovah (6). La
forma verbal sugiere una actividad continua, eso es, continuó creyendo la
promesa, continuó descansando en el Señor. Por eso le fue contado por
justicia por parte de Dios. Justicia es el estado de aceptación por Dios que es
el resultado de una obediencia perfecta a la ley. Es obvio en Génesis el fracaso
de Abram en cumplir completamente con las demandas de la ley; sin embargo,
se nos dice que su fe en la promesa de Dios de darle un hijo le fue contada por
justicia. Para Pablo, esto revela que la fe, y no las obras, es el requisito para ser
aceptos por Dios (<480306>Gálatas 3:6-14). En <590218>Santiago 2:18-24 y
<581108>
Hebreos 11:8, 9 se destaca que la fe de Abraham fue probada como
genuina a través de sus buenas obras. Esta “fe que obra” es central en el
entendimiento cristiano de la salvación y de una vida justa.
Ciertamente podríamos definir la fe de Abram de muchas maneras, pero no fue
pasiva. Nuevamente él pidió una reafirmación: ¿... cómo sabré que yo? En
ninguna parte de las Escrituras se condena a quienes preguntan con honestidad
o que sinceramente buscan seguridad. En este caso, a Abram le fue dada
amplia visión del destino futuro de su descendencia en la tierra. Primero, él
mató cinco animales de sacrificio, los que simbolizaban al pueblo de Israel, y
luego ahuyentó a los buitres que hubieran comido esos cuerpos muertos.
Cuando el sol se puso él vio un horno humeante y una antorcha ardiendo que
pasaba por entre el cuerpo dividido de los animales. Esto simbolizaba la gloria
de Dios que acompañaría a Israel, mientras peregrinaban desde Egipto a
Canaán, en la columna de fuego y de nube (<021424>Exodo 14:24). Esta
interpretación de los ritos de los animales es confirmada por los vv. 13-16, los
cuales predicen el período de esclavitud en Egipto y el subsecuente éxodo. Por
primera vez llega a ser evidente que la agenda de Dios para dar cumplimiento a
sus promesas era extensa en este tiempo. Abram estaba perdiendo la paciencia
porque muy poco había sucedido en los diez años (cf. <011204>Génesis 12:4;
16:16) que habían transcurrido desde que la promesa fuera hecha por primera
vez, pero Dios estaba pensando en término de 400 años (13). Los cristianos
somos advertidos en <610303>2 Pedro 3:3-10 de no sorprendernos si otras
promesas toman más tiempo que el que esperamos para su cumplimiento.
Notas. 2 Y el heredero... Damasco es una frase difícil, pero la RVA, como
otras buenas versiones, lo traduce correctamente. 16 Aquí los amorreos cubre
a todos los habitantes de Canaán. La conquista de Israel podía no ocurrir hasta
que los pecados de los amorreos ameritaran juicio. Haberle dado en ese
momento la tierra a Abram habría implicado un acto de injusticia. La promesa
sólo podría cumplirse cuando ésta coincidiera con una justicia perfecta (cf.
<031824>
Levítico 18:24-27; <050904>Deuteronomio 9:4, 5). 19-21 Esta es la lista más
larga de quienes habitaban la tierra de Canaán antes que Israel, de los cuales
sólo algunos pueden ser identificados (cf. al comentario sobre <011015>Génesis
10:15-19).
16:1-16 El nacimiento de Ismael
Es posible que Abram estuviera dispuesto a esperar en Dios para que le diera
un hijo pero Sarai no. Sarai era un mujer infértil y sin esperanza, de modo que
ella decidió recurrir a la subrogación de su matrimonio, lo cual era una práctica
perfectamente respetable en las otras culturas de antiguo Cercano Oriente. El
hijo nacido de una mujer esclava podía ser reconocido como el hijo de su
propia mujer, si es que la esposa no tenía sus propios hijos.
En los tiempos antiguos muchos no vieron error alguno en subrogar el
matrimonio, y la maternidad subrogada sigue siendo un tema en la sociedad
contemporánea. Sin embargo, Génesis claramente no está de acuerdo con la
práctica. Sarai culpó a Dios por su infertilidad, lo cual sugiere que sus motivos
eran incorrectos. Los vv. 3 y 4 son un eco descriptivo de la caída (cf.
<010306>
Génesis 3:6) implicando pecado y, finalmente, la presunción de Agar y el
enojo de Sarai indican que la estrategia no era de Dios.
Sin embargo, la misericordia divina saca algo bueno de las torpezas humanas.
En la huida de su señora, Agar se encuentra con el ángel de Jehovah, Dios en
forma humana quien con frecuencia aparece en crisis personales extremas con
el propósito de dar seguridad de salvación. A Agar le fue asegurado que su
descendencia sería demasiado numerosa como para contarla, así como a
Abram se le había dicho antes (<011316>Génesis 13:16). El nombre de su hijo sería
Ismael (“Dios ha escuchado”) y él adoptaría un estilo de vida beduina, que llegó
a ser un típico estilo de vida para los ismaelitas (11, 12). Exhortada para que
regresara a su señora Sarai, Agar lo hizo y en el curso del tiempo dio a luz a su
hijo. Si bien Sarai había esperado que el niño fuera considerado como su
propio hijo, los vv. 15, 16 dejan en claro que Ismael era el hijo de Agar y
Abram y no el hijo de Sarai. Su estrategia de tener un hijo había fracasado.
Pero ¿era Ismael el hijo prometido a Abram? Somos dejados en la
incertidumbre, pero 17:18 nos muestra que a lo menos Abram consideraba que
Ismael era el hijo que Dios le había prometido.
Notas. 7 La ubicación de Shur está en discusión, pero el camino de Shur es
una de las rutas a Egipto a través de la península del Sinaí. Agar estaba en
camino de regreso a Egipto, su hogar (1). 13 El hebreo detrás de he visto aquí
al que me ve (eso es, “que vela por mí”) es de difícil traducción y ha
conducido a una serie de enmiendas y traducciones. La traducción de la RVA
es tan apropiada como cualquier otra. Es una expresión de admiración
agradecida por el cuidado de Dios en favor de la gente que se encuentra en las
situaciones más inesperadas. (cf. <19D901>Salmo 139:1-12). 14 Acerca de Cades
cf. <011407>Génesis 14:7, pero no se conoce la ubicación de Bered.
17:1-27 El pacto de la circuncisión
Este capítulo es una vertiente en la historia de Abraham. Marca uno de los
puntos clave más significativos. El autor hace todo lo que está a su alcance para
destacar su importancia. Primero, es muy preciso en su cronograma. Una serie
de fechas mencionadas (<011616>Génesis 16:16; 17:1, 17, 24) marcan esta sección
como especial, en la misma forma como se destaca la historia del diluvio.
También es llamativo el cambio de nombre de Abram y Sarai a los nombres
más familiares de Abraham y Sara. Cinco largos discursos divinos (1, 2, 4-8,
9-14, 15, 16, 19-21), arreglados en el modelo A-B-C-B-A y dedicados a la
exposición detallada de las promesas del pacto, hacen de este capítulo algo
único en la historia de Abraham. Después de esto los discursos divinos llegan a
ser poco comunes en el libro. Pero estos discursos no sólo amplían las
promesas del pacto; hablan de establecer o ratificar el pacto (7, 19) e
introducen la señal de la circuncisión como una marca de la naturaleza
inamovible del pacto (9-14).
La sección comienza con un recordatorio del tiempo entre el nacimiento de
Ismael, c. 13 años (cf. <011616>Génesis 16:16 y 17:1). Durante este período Sarai
ha perdido toda esperanza de maternidad (cf. <011811>Génesis 18:11), y Abram ha
aceptado la idea de que Ismael era su hijo prometido (18). Sin embargo, casi
inmediatamente Dios comenzó a aumentar las promesas. Abram no sólo habría
de llegar a ser una gran nación (<011202>Génesis 12:2) sino el padre de una
multitud de naciones (5). Como prenda de compromiso de esto, su nombre
fue ligeramente cambiado de Abram que significa “el padre es exaltado” a una
pronunciación variante Abraham. Si bien ninguna palabra raham conocida
significa multitud, semejante palabra debió haber existido en el lenguaje semítico
para explicar la diferencia en su nombre.
Además, se le promete que el pacto sería eterno y que sus descendientes
poseerían toda la tierra de Canaán (8). Esta es la primera vez que semejante
precisión es dada en lo referente a la tierra prometida (cf. <011205>Génesis 12:5).
También aquí la esencia del pacto es claramente más definido: Y yo seré tu
Dios. Abraham y sus descendientes estaban en una relación única con Dios. La
inclusión de los descendientes de Abraham en el pacto es aun otra innovación
en este capítulo.
La circuncisión, que implicaba la remoción del prepucio en el varón, era la
marca de este pacto. Todos los varones de la casa de Abraham, fuesen libres o
esclavos, tuvieron que ser circuncidados. Aquel que rechazara el ser
circuncidado debía ser borrado del pueblo (14), eso es, moriría prematura y
misteriosamente. La circuncisión era una práctica común y regular en el antiguo
Cercano Oriente, pero sólo el AT la invistió con semejante significado,
haciéndola la marca de la posición de Israel en el pacto.
Estas promesas fueron notables, sin embargo, ahora llegaron a ser asombrosas.
El nombre de Sarai fue cambiado a Sara (ambas palabras significan “princesa”)
anticipando el anuncio que ella daría a luz un hijo en su vejez. (Si aun la edad de
Abraham y Sara [100 y 90 años respectivamente] no se toman lit., a lo menos
apuntan a una edad muy por encima de la edad promedio de paternidad; cf.
18:11.) Incrédulo, Abraham abogó para que Ismael fuese el hijo de la promesa,
pero Dios insistió en que el hijo escogido nacería de Sara y sería llamado Isaac.
Sin embargo, Ismael no sería pasado por alto.
Finalmente, después de esta revelación sin precedentes de los propósitos de
Dios, Abraham reaccionó y rápidamente se circuncidó a sí mismo, a Ismael y a
todos los hombres de su casa. Aquí (como en <011204>Génesis 12:4-9) él obedeció
completamente al llamado de Dios a pesar del dolor que estaba implícito. Un
nuevo y doloroso acto de obediencia sería requerido de él para sellar el pacto
de una vez y para siempre (cf. cap. 22).
Notas. 1 El Dios Todopoderoso (heb. El Shaddai) es equivalente a “el Dios
Altísimo” (heb. El Elyon, 14:19) uno de los nombres premosaicos más
antiguos de Dios en Génesis. Su significado preciso es incierto, pero siempre es
asociado con las promesas de hijos de parte de Dios (<012803>Génesis 28:3; 35:11;
43:14; 48:3). 19 Isaac significa “él [eso es, Dios] ríe/sonríe” (cf. <011717>Génesis
17:17, “él se rió”). El nombre expresa el placer de los padres por el nacimiento
de un hijo. Como Ismael y Jacob, Isaac es un antiguo nombre típico de la
primera parte del segundo milenio.
18:1—19:38 La destrucción de Sodoma
Ningún otro período de 24 horas en la vida de Abraham se describe en forma
tan detallada como éste. Esto nos muestra la importancia de este episodio para
el narrador, aun cuando pareciera que la destrucción de Sodoma tiene poco
que ver con el cumplimiento de las promesas a Abraham. De entrada, éste se
introduce con la venida de ángeles visitando a Abraham y Sara y anunciándole
a ella, si bien en forma indirecta, que tendría un hijo. Sin embargo, el resto de la
historia aparentemente no agrega nada al tema de la promesa.
Son mucho más obvios los paralelos con la historia del diluvio. En ambas
historias un hombre justo y su familia se salvan de una destrucción universal a
través de la intervención de Dios. Ambas historias tienen un breve apéndice en
el cual el padre ebrio es deshonrado por sus hijos (<010920>Génesis 9:20-27;
19:30-38). Ambas historias están estructuradas como “palístrofes” o “imagen
reflejada” (cf. comentarios en <010609>Génesis 6:9—9:29).
A Abraham mira hacia Sodoma (<011816>Génesis 18:16)
A Abraham mira hacia Sodoma (<011927>Génesis 19:27, 28)
B Reflexiones de Dios sobre Sodoma (<011817>Génesis 18:17-21)
B Sodoma destruida (<011923>Génesis 19:23-26)
C Ruego de Abraham por Sodoma (<011822>Génesis 18:22-33)
C Ruego de Lot por Zoar (<011917>Génesis 19:17-22)
D Angeles llegan a Sodoma (<011901>Génesis 19:1-3)
D Salida de Sodoma (<011915>Génesis 19:15, 16)
E Asalto sobre Lot y los ángeles (<011904>Génesis 19:4-11)
E Los yernos de Lot rechazan su palabra (<011914>Génesis 19:14)
F Anuncio de la destrucción de Sodoma (<011912>Génesis 19:12, 13)
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¿Cómo se relaciona la destrucción de Sodoma con el tema central de Génesis,
el cumplimiento de las promesas a Abraham? Primero, muestra la intimidad de
Abraham con Dios. Fue el Señor quien le permitió a Abraham saber lo que
estaba pensando hacer con Sodoma, y esto impulsó esta larga intercesión de
Abraham en favor de los justos de la ciudad. El Señor aceptó su ruego en el
sentido de que si encontraba a diez justos en la ciudad no la destruiría.
Desafortunadamente, el único justo en la ciudad era Lot. La maldad de todos
los demás está demostrada en el ataque concentrado de los hombres de la
ciudad —jóvenes y viejos— sobre la casa de Lot (<011904>Génesis 19:4). No
obstante, el Señor escuchó la oración de Abraham y rescató, por su causa, a
Lot de la ciudad (<011929>Génesis 19:29). Potencialmente entonces, Sodoma
podría haber sido bendecida a través de Abraham (cf. <011203>Génesis 12:3); pero
fue por su propia conducta errada que se privaron de la misericordia divina.
Segundo, el destino de Sodoma ya estaba anunciado en <011421>Génesis 14:21.
Allí el desprecio del rey por Abraham fue un mal presagio para el futuro,
porque <011203>Génesis 12:3 advirtió que quien despreciara a Abraham sería
maldecido. Fallar en reconocer el trabajo de Dios en el escogido Abraham fue
desastroso (cf. <410322>Marcos 3:22-30). Si bien Lot fue salvo de la terrible
destrucción de Sodoma gracias a las oraciones de Abraham, su fin fue triste, la
conclusión esperada al separarse de Abraham y de identificarse con la vida
desordenada de Sodoma. De esta manera, Génesis retrata las terribles
consecuencias de escoger el camino de la autoindulgencia en vez de
identificarse uno mismo de todo corazón con Dios y con sus siervos escogidos.
Finalmente, la destrucción de Sodoma fue una advertencia de lo que sucedería
a los cananeos como un todo si ellos persistían en sus caminos pecaminosos. El
AT insiste en que por causa de sus maldades los cananeos fueron conquistados
y desplazados por Israel (<011516>Génesis 15:16; <031824>Levítico 18:24-28; 20:2224). Así, la destrucción de Sodoma era una prenda de compromiso de la
conquista de Canaán y el cumplimiento de la promesa de tierra para Abraham.
Sin embargo, el NT contempla la destrucción de Sodoma, al igual que la
historia del diluvio, con un significado universal. Jesús advirtió que los pueblos
que se niegan a responder afirmativamente a su enseñanza (<401120>Mateo 11:2024) sufrirían peor castigo que Sodoma, y Apocalipsis emplea ampliamente las
imágenes de Génesis 19 para describir el juicio de Dios sobre todas las
ciudades y naciones que se oponen al Cristo (p. ej. <661108>Apocalipsis 11:8).
18:1-15 El nacimiento de Isaac anunciado a Sara. La repetición de la
promesa del nacimiento de Isaac no es redundante. En <011719>Génesis 17:19 sólo
Abraham recibió la promesa; ahora Sara tuvo que ser informada (19), porque
evidentemente Abraham no se lo había mencionado. La duplicación del
mensaje, al igual que la duplicación de los sueños (<014132>Génesis 41:32), indica
su pronto y seguro cumplimiento, al tiempo señalado en el año siguiente.
Notas. 1 Mamre, cerca de Hebrón, estaba a unos 32 km. al sur de Jerusalén.
2-8 La preocupación de Abraham por sus invitados es un modelo de la
hospitalidad oriental, un trato esperado por todo el pueblo de Dios
(<581302>Hebreos 13:2). Los ángeles son generalmente tomados como hombres en
la Biblia, hasta que sus palabras y hechos prueban lo contrario. Aquí uno de los
ángeles parece ser el ángel del Señor, eso es, Jehovah mismo (22), mientras
que los otros dos, que fueron para visitar Sodoma (<011901>Génesis 19:1), son sus
asistentes.
18:16-33 El ruego de Abraham en favor de Sodoma. La decisión de Dios
fue revelar sus planes a Abraham (17-20). Aquí Abraham se presenta como un
gran profeta, uno que tenía acceso a los secretos de Dios y que transformó su
conocimiento en oraciones por su pueblo (cf. <091223>1 Samuel 12:23; <300307>Amós
3:7). Sin embargo, Abraham no sólo oró por su propio pueblo sino por la
ciudad que no le había tratado bien (cf. <400544>Mateo 5:44).
Notas. 21 La visita de los ángeles a Sodoma (<011901>Génesis 19:1-13)
confirmaría su mala reputación.
19:1-26 La familia de Lot rescatada de Sodoma. 1-3 Lot saludó a sus
visitas tan cálidamente como lo hiciera Abraham (<011802>Génesis 18:2-8), si bien
su hospitalidad es descrita en forma más breve. El que Lot estaba solo y que
nadie más saludó a los visitantes es un presagio ominoso.
4-11 La mala reputación de Sodoma es rápidamente confirmada. En vez de
saludar a sus visitantes, los sodomitas (nótese que todos los hombres de la
ciudad están involucrados) quisieron violar a sus visitantes. En la hospitalidad
oriental convencional no se podía permitir que los invitados fueran sometidos a
una violación homosexual. Las sociedades antiguas a veces aceptaban la
homosexualidad entre adultos por mutuo acuerdo; pero la violación,
especialmente de huéspedes, siempre se consideraba como mala. El
compromiso de Lot con sus huéspedes era total, como lo demuestra la oferta
de sus hijas. Felizmente, ese lamentable ofrecimiento fue rechazado por los
atacantes, y los ángeles los hirieron con ceguera temporal.
La región del mar Muerto cuando Lot vivía en Sodoma
14 Yernos eran los que estaban comprometidos, eran los que habían de
casarse con sus hijas. Los sodomitas habían de culparse a sí mismos por su
destrucción, porque rechazaron la invitación de Lot para escapar.
16-26 Dado que Lot y su familia no apreciaron la urgencia de la situación, los
ángeles tuvieron que sacarles por la fuerza de la ciudad. La región del mar
Muerto todavía humea con azufre; las formaciones extrañas en las rocas nos
traen a la memoria el destino de la esposa de Lot, que estaba más apegada a
Sodoma que él mismo (<421732>Lucas 17:32).
19:30-38 Las hijas de Lot. Estos versículos describen el final patético de un
hombre justo que había cedido ante el mundo. Las hijas de Lot, poniendo el
deseo de tener hijos por encima de sus principios (sus acciones violaron las
reglas en cuanto al incesto y del deber filial), idearon la manera de tener
relaciones sexuales con su padre. Este fue el origen de los moabitas y amonitas,
dos de los vecinos más cercanos de Israel. Los amonitas vivieron al este del
Jordán y los moabitas al nordeste del mar Muerto (cf. <042124>Números 21:24).
20:1-18 Sara y Abimelec
El contraste entre las acciones devotas de Abraham en el cap. 18 y su cobardía
engañosa aquí sacuden a todo lector. Si su temor en Egipto (<011210>Génesis
12:10-20) era comprensible aunque no justificable, ¿qué es lo que puede
decirse ante la repetición del mismo relato acerca de su esposa en Gerar, un
pueblito en el extremo sudeste de Canaán(cf. <011019>Génesis 10:19)? Después de
gozar de una intimidad tan elevada con Dios en el cap. 18, ¿por qué había
aparentemente abandonado su fe en la protección divina y descansaba en su
propia astucia? Por otro lado, se muestra a los hombres de Gerar como muy
diferentes de los sodomitas. Abimelec se quejó manifestando la pureza de sus
motivos y su deseo de agradar a Dios. De ello aprendemos que Abraham no
era tan devoto como quizá sugiere el cap. 18, ni los cananeos eran tan
malvados como los de Sodoma. La vida real a menudo es una mezcla de
contradicciones; lo totalmente puro o lo completamente malo existe sólo en la
ficción.
De cualquier manera, a pesar de los fracasos de Abraham, Dios lo protegió
junto con Sara, los enriqueció y les concedió derechos para apacentar su
ganado allí (15). Además, Dios escuchó las oraciones de Abraham en favor de
Abimelec y sus esposas y sanó la infertilidad temporal de ellos (17, 18). A
pesar de los fracasos de Abraham, las promesas aún se estaban cumpliendo.
Pero si Dios podía responder las oraciones de Abraham por la esposa estéril
de Abimelec, ¿qué en cuanto a Sara? ¿No iba ella a tener el hijo que le había
prometido?
Notas. 1 De allí, es decir, de Mamre (cf. <011801>Génesis 18:1). Sobre Cades ver
14:7; sobre Shur ver 16:7. 3 A lo largo del antiguo Oriente, el adulterio era
castigado con la pena de muerte (cf. <032010>Levítico 20:10; <052222>Deuteronomio
22:22). 5 Los pecados de un líder tienen consecuencias directas para su pueblo
(cf. 2 Samuel 24). 12 Leyes bíblicas posteriores prohibían casarse con
hermanas o medio hermanas (<031809>Levítico 18:9, 11).
21:1-21 Se separan Isaac e Ismael
El nacimiento de Isaac se describe en forma sorprendentemente breve si lo
comparamos con el espacio dedicado a la falta de un niño de Sara en lo
relatado hasta ahora. Sin embargo, el triple recordatorio en los vv. 1, 2 (como
había dicho... como había prometido... en el tiempo que Dios le había
indicado) subraya la importancia del nacimiento. Sin un hijo, no se podía
cumplir ninguna de las promesas a largo alcance que se habían hecho a
Abraham (tierra, descendientes numerosos, bendición de las naciones). El
nacimiento de Isaac a una pareja increíblemente anciana prueba la confiabilidad
de las promesas de Dios y que nada es “cosa difícil” para el Señor
(<011814>Génesis 18:14). Así como se le había instruido (<011712>Génesis 17:12),
Abraham circuncidó a Isaac al octavo día después del nacimiento.
La risa de Sara expresó su alegría ante el nacimiento de Isaac y muestra lo
apropiado de su nombre (“Isaac” significa “él ríe”; cf. <011719>Génesis 17:19).
Desafortunadamente, el gozo de ella se tornó en amargura cuando vio a Ismael
burlándose (lit. “isaqueando”) de Isaac. No es claro qué es lo que estaba
haciendo el muchacho mayor. (Ismael debe haber tenido por lo menos 15 años
en esta época, dado que el destete en la época bíblica ocurría cuando los niños
tenían entre dos y tres años.) Pero parece probable que Ismael se estaba
burlando de la posición de Isaac como heredero de Abraham. Por lo tanto, era
culpable de desdeñar a Abraham y a su heredero; como el relato ya lo ha
indicado con el rey de Sodoma, este era un asunto serio (<011203>Génesis 12:3;
14:21). De modo que Dios apoyó la demanda petulante de Sara en cuanto a la
expulsión de Ismael (10-12). Abraham, sin embargo, estaba muy apegado a
Ismael (cf. 17:18) y se enojó mucho (preocuparon muchísimo es una manera
muy suave de expresarlo) ante la propuesta de Sara (12). Sólo la afirmación de
Dios de que Ismael sería una gran nación persuadió a Abraham para despedir a
Agar y a Ismael, con tanta comida y agua como pudieron llevar.
Pronto se acabaron la comida y el agua; estaban perdidos y al borde de la
muerte. Ismael comenzó a orar, quizá lamentando su comportamiento que lo
había llevado a su expulsión. Su oración fue oída; un ángel del Señor (cf.
<011607>
Génesis 16:7-11) llamó a Agar, repitiendo las promesas (18) e indicando
una fuente de agua.Como resultado, sus vidas fueron salvadas. Una vez más se
demuestra lo adecuado del nombre Ismael (“Dios oye”); de la misma manera se
muestra la disposición de Dios para responder a las oraciones de aquellos cuya
necedad los conduce a senderos difíciles, si es que se vuelven a Dios en
arrepentimiento. Al mismo tiempo, la posición de Isaac como el único hijo por
medio del cual se cumplirían las promesas se convierte en algo inescapable.
Notas. 14 Beerseba está a unos 80 km. al sur de Jerusalén. 21 El desierto de
Parán, el desierto más grande al sur de Canaán, cubre la mayoría de la
península del Sinaí, el Néguev y el Arabá.
21:22-34 Tratado con Abimelec
Este tratado con Abimelec (cf. cap. 20) marcó otro paso pequeño pero
decisivo hacia el cumplimiento de las promesas. Bajo el mismo, Abraham
obtuvo los derechos legales para tener un pozo de agua cerca de Beerseba.
Esta era una provisión muy importante para un ganadero que dependía
completamente del acceso al agua para sus rebaños. Este era el primer
asentamiento que Abraham tenía en la tierra de Canaán. Como una señal de su
gratitud a Dios, Abraham plantó un tamarisco y adoró (33).
Notas. 22 No es claro si este incidente sigue inmediatamente después de
<012018>
Génesis 20:18; 21:7 o 21:21. 23 Abimelec propuso un tratado con
Abraham y luego (25-30) Abraham capitalizó la oportunidad para tener
derechos permanentes al pozo de agua que habían cavado sus siervos. 31
Beerseba significa “pozo de siete” o “pozo del juramento” (ver nota de la
RVA).
22:1-24 El sacrificio de Isaac
Este es uno de los episodios más dramáticos y de más importancia teológica en
Génesis El mandato cruel de sacrificar a Isaac, el dolor del ascenso solitario de
Abraham y su hijo hasta el lugar del sacrificio, el proceso doloroso de atar al
muchacho y ponerlo sobre el altar, y la intervención a último momento desde el
cielo convierten a este relato en una de las historias mejor contadas de la
literatura mundial. Pero es mucho más que eso. Es la última gran prueba de la fe
de Abraham, comparable al llamado original a dejar su hogar y familia (cf. v. 2
con <011201>Génesis 12:1). Aunque se nos dice que era una prueba (1), para
Abraham el mandato de Dios era totalmente real. Era emocional y
teológicamente aterrador, porque se dependía de Isaac para el cumplimiento de
todas las promesas de bendición. Abraham, presionado entre el amor por su
hijo y la obediencia a Dios, enfrentó decisiones agónicas. Paso a paso, la fe y la
esperanza triunfaron sobre el temor y la duda, hasta que el cuchillo se levantó
para matar a su hijo. De esta manera Abraham mostró que estaba dispuesto a
poner el llamado de Dios sobre cualquier otro compromiso y vínculo
emocional; en ese momento, la prueba terminó. El había aprobado con
excelentes calificaciones. Se sacrificó un carnero en lugar de Isaac; el ángel
declaró que el acto de obediencia de Abraham cambiaba la condición de las
promesas. Estas pasaban a ser garantías juramentadas para innumerables
descendientes, la conquista de tierra y bendición sobre él, y a través de él a
todas las naciones del mundo.
Los vv. 16-18 son las últimas palabras que habló Dios a Abraham según el
registro de Génesis y no se puede minimizar su importancia. Desde ahora en
adelante no hay dudas en cuanto al cumplimiento de la promesa. La obediencia
de Abraham llevó a Dios a garantizar sus promesas con un juramento.
De acuerdo con el NT, sin embargo, hay más en el sacrificio de Isaac que el
ejemplo supremo de alguien comprometiéndose a sí mismo a obedecer a Dios
completamente (<581117>Hebreos 11:17-19); es un cuadro del amor en sacrificio
de Dios mismo. Así como Abraham dio a su único hijo en sacrificio, así el
Padre “no eximió ni a su propio Hijo” en favor del mundo (<450832>Romanos 8:32;
<430316>
Juan 3:16). En la sumisión decidida deIsaac a la voluntad de Abraham
vemos un cuadro del Hijo que dijo:”Padre... no se haga mi voluntad, sino la
tuya” (<422242>Lucas 22:42).
20-24 Con el futuro de Isaac garantizado (17), la narración se adelanta
brevemente para mostrarnos los antepasados de Rebeca, su futura esposa.
Como aclara el cap. 24, Dios tenía todo arreglado. Esta breve genealogía nos
muestra la manera en que Dios provee para nuestras necesidades antes de que
nos demos cuenta de ellas (<400625>Mateo 6:25-34).
Notas. 1 Dios prueba a las personas para revelar su verdadero carácter (cf.
<050802>
Deuteronomio 8:2, 16). 2 Moriah comúnmente se identifica con la colina
en Jerusalén sobre la cual se erigió el templo (<140301>2 Crónicas 3:1). De esa
forma, el sacrificio del carnero por Abraham preanunciaba los sacrificios
posteriores de animales en el templo, tanto como el del “Cordero de Dios”
(<430129>Juan 1:29). Como Abraham descubrió posteriormente, Moriah significa
“Jehovah proveerá” (vv. 8, 14; ver nota de la RVA). El nombre del lugar en el
cual iba a morir su hijo probaría ser el lugar de la provisión divina. El sacrificio
humano no es parte de la voluntad de Dios para su pueblo. Un holocausto era
un tipo común de sacrificio, en el cual se quemaba sobre el altar a la víctima
completa (cf. Levítico 1). 9 Lo común era atar a los animales antes del
sacrificio.La atadura sólo se menciona aquí en el AT y subraya la disposición
de Isaac a ser sacrificado.
23:1-20 La sepultura de Sara
Sara, la abuela de la nación de Israel merecía una tumba digna. Pero algo más
estaba involucrado que la mera compra de un lugar adecuado para la sepultura.
Abraham estaba decidido a poseer una porción de la tierra prometida antes de
que él muriera y pudiera sepultar allí a su esposa. Las extensas negociaciones
que se describen aquí muestran a Abraham usando la necesidad de una tumba
para Sara para conseguir la propiedad de un terreno.
Las negociaciones, corteses pero difíciles, procedieron en tres etapas. Primera,
Abraham pidió a los heteos que le dieran algún terreno para sepultura.
Inmediatamente le ofrecieron algunos de sus sepulcros (quizá cuevas) para
sepultar a Sara (3-6). Segunda, su respuesta cortés estimuló a Abraham a pedir
que Efrón le vendiera la cueva de Macpela. Efrón ofreció entonces darle la
cueva y el campo (7-11). Pero un regalo no asegura la propiedad en forma tan
firme como la compra, de modo que Abraham insistió en comprar el campo y
la cueva. Finalmente persuadió a Efrón a que fijara un precio. Puede que el
precio fuera elevado para el terreno en cuestión (400 siclos de plata hubieran
comprado un terreno bien amplio), pero Abraham aceptó sin regateos (12-16).
De modo que ahora la tierra era suya sin discusión, de modo que sepultó allí a
Sara. De esa forma, antes de morir, Abraham se había convertido en el
propietario legal de una parte de Canaán, y de esa forma se había cumplido
parcialmente otro aspecto de las promesas.
Notas. 2 Hebrón estaba cerca de Mamre (cf. <011801>Génesis 18:1), donde
Abraham había recibido muchas de las promesas (<011308>Génesis 13:8; 18:1). 3
Los nombres semitas de los hijos de Het hacen improbable que tuvieran alguna
conexión con los hititas (heteos) del Asia Menor. Eran simplemente otro grupo
étnico entre los muchos que había en Canaán (cf. <011519>Génesis 15:19-21). 9 La
mezquita actual en Hebrón tiene fundamentos del siglo I a. de J.C., lo cual
muestra que el reclamo de que está encima de las tumbas de los patriarcas es
antiguo.
24:1-67 El llamado de Rebeca al matrimonio
La muerte y sepultura de Sara fue seguida inmediatamente por las de Abraham.
Por lo menos esa es la perspectiva del cap. 24; en <012507>Génesis 25:7 se implica
un período mucho más largo entre los dos fallecimientos. En el v. 1 Abraham
parece estar en su lecho de muerte y para la época en que el siervo regresa con
Rebeca Isaac está solo y es el jefe de la familia (65).
Como es digno de alguien que ha dado su vida al cumplimiento de las
promesas, las últimas palabras de Abraham expresan su preocupación de que
esta debería ser también la prioridad familiar una vez que él muriera. Hizo que
su siervo le jurara que iba a encontrar una esposa para Isaac, un prerrequisito si
se había de cumplir la promesa de muchos descendientes. Ella no debía ser una
cananea sino de los parientes de Abraham y, como Abraham, debía estar
dispuesta a establecerse en Canaán (5-9).
El siervo era un modelo de lealtad y de habla persuasiva, y que ensalzó los
intereses de su amo en palabra y acción. Sus discursos fueron elaborados
finamente a fin de persuadir a la familia de Rebeca para que la dieran en
matrimonio al desconocido Isaac (34-39). Luego, cuando al día siguiente
quisieron demorar la partida inmediata de ella, el siervo rehusó tener un “no”
como respuesta e insistió en que partieran (54-58). Pero por encima de todos
sus dones naturales, el siervo era un hombre de oración. Descansó en Dios, no
sobre la casualidad o su propia habilidad. Al llegar al pozo de agua oró: Oh
Jehovah... haz que hoy ocurra algo en mi presencia; y, como sucede
muchas veces, su oración fue respondida en la forma más rápida (él aún no
había acabado de hablar) y completa (Rebeca... que le había nacido a
Betuel... era muy hermosa) de lo que había anticipado.
Rebeca no sólo superó las expectativas del siervo sino que demostró ser la
esposa perfecta para Isaac (cf. <203110>Proverbios 31:10-31). Era diligente (corrió
a dar agua a los diez camellos; v. 20), hospedadora (dispuesta a recibir al
siervo en su hogar; v. 28) y, sobre todo, una mujer de fe (lista, como Abraham,
a dejar su casa y familia para ir a la tierra prometida; v. 57, cf. <401929>Mateo
19:29).
Notas. 10 Siria mesopotámica es una zona al norte de la Siria actual, al este
del Eufrates. La ciudad de Nacor probablemente sea Harán (cf. <011131>Génesis
11:31) o una ciudad cercana. 15 Para una genealogía completa véase
<012220>
Génesis 22:20-24. 53 Estos regalos para la familia, en otros lugares
llamado “precio matrimonial” (<022216>Exodo 22:16, 17), sellaron el acuerdo de
bodas. 62 Sobre Beer-lajai-roí véase 16:14.
25:1-11 Los últimos días de Abraham
Un lector moderno asume automáticamente que esta sección describe a
Abraham casándose de nuevo después de la muerte de Sara, pero no hay nada
aquí que justifique esa suposición. Parece más probable que se había casado
con Quetura más temprano, quizá luego de divorciarse de Agar.
La genealogía en los vv. 2-4 une a Israel (a través de Abraham) con varias
tribus y pueblos que vivían en los alrededores de Canaán (p. ej. Madián era un
grupo de mercaderes [<013728>Génesis 37:28, 36] que vivían en los desiertos del
Sinaí [<020301>Exodo 3:1] y Transjordania [Números 25; Jueces 7; 8]). La
genealogía expresa la afinidad de Israel con esos pueblos y muestra cómo se
cumplía parcialmente la promesa de que Abraham sería el padre de muchas
naciones.
Notas. 8 Fue reunido a su pueblo no sólo significa que el cuerpo de Abraham
descansó con sus antepasados en la sepultura familiar, sino que su alma se
reunió con las de aquellos en la vida futura. 9 Sobre Macpela véase el cap. 23.
25:12-18 LA NARRATIVA DE ISMAEL
Génesis nos cuenta la historia de los antepasados de Israel intercalando
descripciones extensas de la línea escogida principal de Abraham (caps. 12—
25), Isaac (caps. 23—35) y Jacob (caps. 37—50), con resúmenes de las
líneas laterales de Ismael (<012512>Génesis 25:12-18) y Esaú (<013601>Génesis 36:1—
37:1). Ismael era el hijo mayor de Abraham, el antepasado de los ismaelitas, un
grupo de 12 tribus que habitaban en los desiertos al sur y al este de Israel.
Muchos de los nombres en los vv. 13 y 14 parecen ser lugares o tribus en
Arabia o Sinaí.
Génesis, sin embargo, no está interesado solamente en la historia y geografía. A
la madre de Ismael, Agar, se le dijo: “... las manos de todos estarán contra él.
Y habitará frente a todos sus hermanos” (<011612>Génesis 16:12). A su padre
Abraham se le indicó que sería padre de 12 príncipes. Este relato muestra
cómo ambas predicciones llegaron a ser ciertas (16, 18). Si el Señor cumplió
esas promesas ciertamente menores, con cuánta mayor seguridad cumpliría las
promesas más grandes hechas a Isaac, el hijo escogido de Abraham.
25:19—35:29 LA NARRATIVA DE ISAAC Y LAS
HISTORIAS DE JACOB Y ESAU
Así como la narrativa de Taré se concentra extensamente en Abraham, hijo de
Taré, la de Isaac nos cuenta la historia de los hijos de Isaac: Jacob y Esaú.
Comienza con los bebés luchando el uno con el otro en el vientre de su madre y
continúa con Jacob despojando con engaño a Esaú de su primogenitura y de su
bendición correspondiente. Entonces, corriendo peligro su vida, Jacob huyó del
hogar, se estableció con sus primos y finalmente regresó a Canaán con el
propósito de hacer la paz con su hermano. Al igual que en la narrativa de Taré,
esta extensa sección de Génesis está interesada en trazar la relación entre Israel
(Jacob) y los pueblos vecinos (Esaú representa a Edom) y con el cumplimiento
de las grandes promesas de tierra, bendiciones y descendencia. Esta sección
también contiene temas menores propios, incluyendo el triunfo de Jacob sobre
Esaú y la presencia protectora de Dios en la vida de Jacob. Esta es la historia
de una familia dividida por pleitos, cuyos miembros se encuentran con Dios en
sus aflicciones y que finalmente logran la reconciliación.
25:19-35 Primeros encuentros de Jacob y Esaú
Dos breves bocetos nos introducen a Jacob y Esaú. Después de veinte años de
esterilidad (<012520>Génesis 25:20, 26, cf. Sara), Rebeca finalmente concibió,
teniendo un terrible embarazo de gemelos. Los gemelos se aplastaban el uno al
otro (el se empujaban de la RVA es muy suave) en el vientre de su madre.
Esta batalla prenatal era sólo el anticipo de una larga vida de luchas entre ellos.
En su aflicción, Rebeca consultó a Jehovah sobre lo que sucedía en su interior,
y su condición se le interpretó así: Dos naciones hay en tu vientre... el mayor
servirá al menor. Aun en el momento mismo de nacer no estuvieron ausentes
las luchas entre ellos; Jacob salió segundo, agarrado del talón de su hermano.
Esaú era rojizo (admoni) y velludo (sear), anticipando esto su futura tierra
natal conocida como Edom y Seir. De igual forma, el nombre de Jacob fue
interpretado en términos de su conducta al nacer. Jacob es un viejo nombre
que data del segundo milenio (como lo son Ismael e Isaac), el cual significa,
según los eruditos, “[Dios] recompensa o protege”. Pero aquí, como sucede a
menudo en el AT, a un nombre tradicional se le da un nuevo significado. Jacob
se asocia con la palabra talón (eqeb) siendo su posible significado, “el que se
agarra del talón” (a saber, el competidor que agarra y que engaña).
Si bien eran gemelos, el carácter de cada uno de ellos se desarrolló en forma
diferente. Jacob llegó a ser frío, calculador y hogareño, mientras que Esaú llegó
a ser impetuoso y activo hombre de campo. Un día, Jacob aprovechó el
hambre de su hermano al cambiarle su primogenitura por un plato de lentejas.
Estos eran los privilegios asignados al primogénito de la familia. El narrador no
hace comentarios explícitos sobre la actitud poco hermanable de Jacob, ni
tampoco sobre el menosprecio de Esaú de su primogenitura, pero el incidente
muestra cómo se estaba cumpliendo la profecía del mayor sirviendo al menor.
Nota. 20 Pada-aram está en el norte de Mesopotamia, cerca de Harán.
26:1-33 Isaac y los filisteos
Isaac fue opacado por su padre y sus hijos. Aparte de este capítulo no hay
mucho acerca de él. Aquí tenemos una colección de instantáneas sobre su vida,
ilustrando cómo, a pesar de su timidez y fallas morales, Isaac recibió
extraordinarias promesas y experimentó extraordinarias bendiciones las que en
unos aspectos sobrepasaron a las de Abraham.
Es clara la comparación con la carrera de Abraham en el v. 1 por la referencia
a la primera hambruna que hubo en los días de Abraham (véase <011210>Génesis
12:10). Las promesas hechas a Isaac excedieron aun a aquellas dadas a
Abraham en <012216>Génesis 22:16-18, cuando las promesas llegan a ser garantías.
Aquí las promesas se hacen a Isaac y a su descendencia y todas estas tierras,
no sólo Canaán, le son dadas.
Como su padre Abraham, Isaac fingió que su mujer era su hermana.
Afortunadamente, Rebeca, a diferencia de Sara, nunca fue unida al harén real.
Pero la afirmación de Isaac fue tan digna de censura como la de su padre (10,
11). No obstante, como Abraham, Isaac disfrutó de una extraordinaria
prosperidad en su cosecha logrando el ciento por uno de lo que sembró (12).
Su prosperidad provocó celos, y los filisteos le impidieron el uso de los pozos
cavados por Abraham. (Los derechos legales sobre estos pozos fue lo primero
que Abraham adquirió en Canaán; cf. <012122>Génesis 21:22-34). En verdad,
Isaac se dejó desplazar por los filisteos. Génesis no deja en claro si esto
ocurrió por alguna actitud de cobardía o simplemente porque era un
pacificador.
El Señor, sin embargo, lo reaseguró: ... no temas, porque yo estoy contigo, y
junto a ello estaba la confirmación de la promesa de descendencia. Como para
confirmar estas promesas, una delegación de Gerar llegó solicitando a Isaac
que hiciera un pacto de seguridad con ellos, porque hemos visto que Jehovah
está contigo. Ahora, por fin, Isaac disfrutaba de paz y de seguro
abastecimiento de aguas en la tierra prometida.
Así, a través de esta serie de incidentes vemos cómo las promesas que fueron
hechas inicialmente a Abraham fueron aun más abundantemente cumplidas en la
vida de Isaac. Una vez más, esto no siempre fue el resultado de sus virtudes,
sino que ocurrió a pesar de sus errores. Los tímidos pueden experimentar las
bendiciones divinas tanto como los que responden al llamado de Dios con gran
confianza. Sin duda, la gracia de Dios es mucho más evidente en los vasos
frágiles (<460102>1 Corintios 1:27-31; <470407>2 Corintios 4:7).
Notas. 1 Los filisteos de Génesis son diferentes a los que se encuentran en el
libro de Jueces, quienes llegaron a Canaán c. 1200 a. de J.C. Los filisteos
posteriores vinieron de Asia Menor y del Egeo, y es posible que estos grupos
anteriores hayan procedido de la misma región. 7-11 Es posible que este
incidente haya ocurrido con anterioridad al nacimiento de Jacob y Esaú en
25:26. 26 Jefe de su ejército es mejor traducido como “jefe de sus pastores”.
Este era el responsable de supervisar los derechos de pastoreo con “fuerza
policial” para imponer sus decisiones, una especie de jefe policial. 33 Esta es
otra explicación que se da del nombre Beerseba (cf. 21:30, 31).
26:34—28:9 Jacob usurpa la bendición de Esaú
Este es uno de los relatos más apasionantes en el Génesis ¿Podrá engañar
Jacob a su padre con su disfraz? ¿Recibirá la bendición antes que Esaú
regrese? Pero también esta historia nos plantea problemas morales y
teológicos. ¿Aprueba Dios el engaño de Jacob? ¿Apoyará Dios una bendición
que fue lograda a través de falsas pretensiones?
En una primera lectura tendemos a ver a Rebeca y a Jacob como unos pillos
que se aprovecharon de la ceguera de Isaac para desplazar a Esaú. De hecho
la situación no es tan clara. Esaú estaba casado con dos mujeres, lo cual era un
mal paso en sí (cf. Lamec, 4:19-24). Es más, eran hititas, esto es, cananeas
(véase 23:3). Abraham había tenido la precaución de que Isaac no se casara
con una muchacha cananea (24:3); ¿por qué Isaac no insistió en, o incluso hizo,
arreglos para que Esaú tuviera una esposa aceptable? Para peor de males,
Isaac en su lecho de muerte menospreció el convencionalismo y mostró una
total predisposición hacia Esaú. Cuando los patriarcas sabían que su hora de
muerte estaba cerca, se esperaba que llamasen a todos sus hijos y diesen a
cada uno una bendición (cf. caps. 48—50). Ahora bien, pretendiendo estar
incapacitado para saber la hora de su muerte (2), Isaac llamó sólo a Esaú, su
favorito. No es de sorprenderse que Rebeca, quien desde muy temprano
prefería a Jacob (25:28), estuviese furiosa.
No es claro cuánto aprobaba Jacob el plan de Rebeca de engañar a Isaac y
obtener su bendición. Su renuencia para cooperar puede haber sido motivada
por el temor de ser sorprendido tanto como por un escrúpulo moral (11, 12).
La evaluación del narrador tampoco es inmediatamente obvia. Isaac fue claro
en el sentido de que su bendición fue irrevocable: que desde que fue
pronunciada sobre Jacob ésta le perteneció (37).
No obstante, a largo plazo es evidente que el engaño de Jacob les alcanzó a él
y a Rebeca. La ira de Esaú por lo sucedido forzó a Jacob a abandonar su casa
y, a pesar de la esperanza de Rebeca de que sería por un breve tiempo (algún
tiempo, v. 44), ella nunca le vio otra vez. Jacob, quien había engañado a su
padre, muy pronto sería engañado por su suegro Labán, quien le obligaría a
casarse tanto con Lea como con Raquel. Esto, para Jacob, sería causa de
perpetua aflicción por el resto de su vida. A cambio, los hijos de Lea
engañarían a Jacob con un cabrito en relación con el supuesto destino de José,
igual que Jacob engañó a su padre con un cabrito (<013731>Génesis 37:31-35; 27:9,
16). Más tarde Jacob reconoció su falta. Cuando regresó a Canaán, le hizo a
Esaú un generoso obsequio de distintos animales y lo invitó a aceptarlos con las
siguientes palabras: “Acepta, pues, mi presente [la expresión correcta es
“bendición”] que te ha sido traído” (<013311>Génesis 33:11). Con este gesto estaba
tratando de devolver la bendición que había usurpado de Esaú.
Sin embargo, a pesar de haber obtenido en forma fraudulenta la bendición, ésta
seguía teniendo su validez. Las últimas palabras de Isaac predijeron la relación
entre Jacob (Israel) y Esaú (Edom). La nación de Israel generalmente
dominaría a Edom. Israel disfrutaría de una establecida existencia agrícola,
mientras que Edom sería un pueblo nómada en las áreas áridas del desierto
(28, 29, 39, 40). Aun más, las promesas primeramente hechas a Abraham y
repetidas a Isaac, ahora serían cumplidas a través de Jacob (<012803>Génesis 28:3,
4).
Aquí, como a menudo en Génesis, este nuevo paso de avance en la historia de
la salvación es puesto contra el trasfondo de una conducta inescrupulosa de
parte de los patriarcas involucrados. Una vez más, es la misericordia de Dios,
no los méritos humanos, la esperanza última de la redención (cf. <450910>Romanos
9:10-18).
Notas. 28:2 Sobre Padan-aram cf. <012520>Génesis 25:20.
28:10-22 Jacob se encuentra con Dios en Betel
Una crisis personal a menudo es ocasión para una profunda experiencia
espiritual. Así ocurrió con Jacob. Huyendo de su hogar a una tierra extranjera,
se acostó y soñó bajo las estrellas. En su sueño el Señor mismo le reiteró las
promesas relacionadas con la tierra, con los descendientes y las bendiciones a
las naciones hechas primeramente a Abraham y reiteradas a Isaac. Sin
embargo, un nuevo elemento se incorporó, He aquí yo estoy contigo... te
haré volver a esta tierra (15). La promesa de la presencia de Dios
acompañando le fue hecha a muchos líderes de Israel (cf. <020312>Exodo 3:12;
<060105>
Josué 1:5; <070616>Jueces 6:16), incluso, es la promesa de Cristo a todos sus
seguidores (<402820>Mateo 28:20; <581305>Hebreos 13:5, 6). Pero a diferencia de
muchos, Jacob tuvo el privilegio de ver a sus ángeles guardianes (cf. <401810>Mateo
18:10; 26:53).
Despertando a la mañana siguiente, puso su cabecera como piedra memorial,
es decir, como símbolo de la presencia de Dios. Derramó aceite sobre ésta y la
consagró y entonces hizo un voto de apartar sin falta el diezmo de todos sus
ingresos si Dios le llevaba de regreso en paz. Votos de esta naturaleza eran, y
son, hechos comúnmente por gente en aflicción (cf. <090111>1 Samuel 1:11) y, en la
medida que quien había hecho el voto lo cumpla, el AT no los desanima (cf.
<052321>
Deuteronomio 23:21-23; <210504>Eclesiastés 5:4-6). Los votos no son
necesariamente una negociación con Dios, más bien pueden expresar nuestra
dependencia en él. Tampoco el voto de Jacob es una expresión de incredulidad
a las promesas recientemente hechas a él (15), porque toda oración de petición
se basa en las promesas de Dios de proveer para nuestras necesidades (cf.
<400611>
Mateo 6:11 con 6:25-34).
Notas. 19 Betel (“casa de Dios”) aprox. 19 km. al norte de Jerusalén.
29:1-30 Jacob se casa con Raquel y Lea
La protección que Dios prometió a Jacob pronto fue puesta a prueba. Jacob, al
igual que los siervos de Abraham años antes (cap. 24), viajó al norte de Siria y
allí conoció al lado de un pozo a su futura esposa. Y, como los siervos,
permaneció en casa de sus primos. Sin embargo, mientras los siervos vinieron
cargados con riquezas de Abraham, Jacob venía con las manos vacías y no era
ni la mitad de atractivo para un Labán orientado hacia el dinero.
Pero él se había enamorado de Raquel (este es uno de los pocos matrimonios
románticos en el AT.) e, impulsado por Labán, Jacob le preguntó si podría
casarse con ella. Normalmente los esponsales eran sellados con el pago de un
“precio matrimonial” (dote de matrimonio), dado por la familia del hombre a la
familia de la novia (cf. la nota en <012453>Génesis 24:53). Jacob, sin apoyo alguno
de su familia, no podía hacer los presentes correspondientes, de modo que él
ofreció siete años de trabajo por la mano de Raquel.
Cuando los años pasaron, Labán parecía renuente de seguir con los planes de
la boda, y Jacob tuvo que presionarlo (21). Poco se sabe de los
procedimientos para una boda en los tiempos de la Biblia excepto de lo que se
puede inferir de este pasaje y Jueces 14. Una fiesta de siete días para los
amigos y familiares era el evento principal, pero sin duda había intercambio de
votos y promesas (cf. Oseas2:2, 16). En la primera tarde, la novia con velo era
traída a su esposo. Sin duda que el velo, la oscuridad y el alcohol impidieron
que Jacob se diera cuenta de que era Lea quien estaba en lugar de Raquel.
La indignación de Jacob es brevemente tratada en el v. 25 (véase sobre
<012931>
Génesis 29:31—30:24 abajo). A pesar del pecado humano, sin embargo,
el plan de Dios siguió adelante, porque de Lea nacieron seis de las tribus de
Israel, incluyendo Judá. Labán hizo una concesión a Jacob, le permitió casarse
inmediatamente con Raquel, pero cruelmente demandó otros siete años de
servicio por Lea. Estos últimos no pasaron tan rápidamente como los primeros
siete (20; cf. <012930>Génesis 29:30 ss.).
Nota. 24 Era la costumbre universal en el oriente que la novia recibiera de su
padre un gran presente de bodas. Esto era llamado la dote. Generalmente no se
menciona, pero aquí sí, que la dote excepcional que recibió Lea incluía la sierva
Zilpa. Zilpa y Bilha (29) también llegaron a ser madres de tribus israelitas (30:313).
29:31—30:24 El nacimiento de los hijos de Jacob
La bigamia nunca estuvo en el propósito de Dios, porque él le dio a Adán sólo
una mujer, y en <010419>Génesis 4:19-24 se dan destellos de cuán brutal puede
llegar a ser un bígamo. Sin embargo, en esta sección vemos la tragedia desde la
perspectiva de las esposas. Habiendo sido engañado en su matrimonio con
Lea, Jacob realmente nunca le amó como tampoco a sus hijos. Es más,
pareciera que él nunca la reconoció como su esposa. Pero ella se desesperaba
por su afecto, como lo revelan los nombres que le dio a cada hijo. Su más
profundo deseo era: ahora me amará mi marido (32; cf. Génesis 33-35;
30:18-20). Pero sus esfuerzos por lograr su deseo nunca funcionaron. Por otro
lado, Raquel era consumida por los celos porque Lea había logrado dar a luz
hijos mientras que ella seguía siendo estéril. Puede ser que Jacob la amara,
pero ella anhelaba un hijo. Ella le rogaba a él: ¡Dame hijos; o si no, me
muero! (<013001>Génesis 30:1).
La desesperación de ambas esposas se ilustra más adelante en los vv. 3-16.
Primero, Raquel recurrió al matrimonio subrogado a través de su sierva Bilha
(una práctica ya criticada en el cap. 16, cuando Sara animó a Agar a quedar
embarazada en su lugar). Las desafortunadas repercusiones de aquella decisión
continuaban en el cap. 21. Aquí, Lea respondió al uso que Raquel hizo de la
subrogación poniendo a su sierva Zilpa como segunda esposa subrogada. Pero
esto no fue el fin de sus conflictos, porque Rubén (el hijo mayor de Lea)
encontró algunas mandrágoras, una antigua droga que facilitaba la fertilidad.
Siguió una bizarra negociación en la que Raquel ofreció cambiar unas noches en
la cama con Jacob por las mandrágoras. Como resultado de su trato Lea
esperaba ganar el amor de Jacob y Raquel esperó llegar a ser fértil.
El resultado fue otros tres hijos que le nacieron a Lea y ninguno a Raquel. Sólo
cuando se acordó Dios de Raquel ella concibió y dio a luz un hijo (22, 23).
Fue la gracia, y no las drogas, la que llenó su necesidad. Fue en el entorno de
estas infelices relaciones matrimoniales que nacieron los 12 antepasados de las
tribus de Israel, porque Rubén, Simeón, Leví y los demás son los nombres de
las tribus. (Para el significado de los nombres véanse las notas al pie de página
de la RVA. Muchos de los significados dados aquí son juegos de palabras y no
etimologías históricas.) Las promesas a Abraham han dado un paso muy
importante para su cumplimiento con el nacimiento de estos hijos. Nuevamente,
es en la gracia divina, y no en los esfuerzos humanos, que descansa la
esperanza de la salvación del mundo.
14 Las mandrágoras eran famosas en el mundo antiguo porque intensificaban
el deseo sexual y aumentaban la fertilidad (cf. <220713>Cantar de los Cantares
7:13). 21 Las niñas raramente se mencionan en las genealogías, pero en el cap.
34 Dina ocupará un lugar central (cf. Rebeca en <012223>Génesis 22:23). 24 La
oración de Raquel finalmente fue respondida, pero ella murió dando a luz a
Benjamín (<013516>Génesis 35:16-20).
30:25—31:1 Jacob engaña a Labán
Los antiguos lectores del Génesis leen esta sección con gran placer, porque
relata cómo Labán, el mezquino y viejo farsante, fue engañado por uno más
listo en una negociación libre con su sobrino Jacob.
Fue el nacimiento de un hijo a Raquel que sirvió de señal a Jacob de que debía
regresar a casa. Ahora que su mujer había dado a luz un hijo era tiempo de
regresar a la tierra prometida. De manera que le pidió permiso a Labán para
regresar. Labán encubrió su rechazo en términos piadosos, indicando que no le
convenía dejar a Jacob irse, ya que había sido tan ampliamente bendecido (27).
De modo que Jacob le hizo una proposición a Labán que no le costaría nada.
Las ovejas normalmente eran blancas y las cabras era normalmente negras.
Jacob dijo: Yo pasaré hoy en medio de todo tu rebaño, poniendo aparte
toda oveja pintada o salpicada de diversos colores y todo cordero de color
obscuro; y de entre las cabras las salpicadas de diversos colores y las
pintadas. Eso será mi salario. Labán consideró que la posibilidad de que
ovejas blancas produjeran corderos pintados o salpicados y que las cabras
negras produjeran cabritos pintados era muy pequeña, entonces estuvo de
acuerdo.
En el tiempo de apareamiento puso ramas bicolores (descortezadas) al frente
de los animales fuertes y de esta forma logró tener corderos y cabritos
bicolores. Científicamente hablando esto es inexplicable, a menos que
supongamos que los animales fuertes debían su fortaleza al hecho de ser
híbridos y esta era la razón por la que producían descendencia bicolor. Pero tal
explicación está más allá del horizonte del Génesis Se considera el éxito de
Jacob como prueba de su astucia y que Dios estaba con él (<012815>Génesis
28:15). El episodio muestra a Dios interviniendo para ayudar a Jacob, de modo
que él prosperó muchísimo (43). Si bien los hijos de Labán consideraban que
Jacob les había engañado (<013101>Génesis 31:1), la historia deja en evidencia que
Jacob hizo bien en conservarse estrictamente dentro de lo convenido con
Labán.
31:2—32:2 Jacob abandona a Labán
Otra crisis de familia estaba formándose. Esta vez no era Esaú tramando matar
a su hermano, sino los cuñados eran los que estaban causando el problema.
Una vez más Dios, en un momento cuando Jacob estaba desanimado, le habló
diciendo que regresara a casa, otra vez reafirmándole: Yo estaré contigo (3;
cf. <012813>Génesis 28:13-15).
Pero era más difícil escapar de las garras de Labán que de las de Esaú, puesto
que ahora Jacob estaba casado con cuatro mujeres, y tenía 13 hijos y un gran
rebaño. El era ahora parte del clan de Labán, y separarse no era cosa fácil.
Este capítulo nos cuenta cómo al fin produjo la ruptura y emprendió el camino a
casa.
Primero, tuvo que persuadir a sus esposas a abandonar a su padre. Nótese
cómo omitió mencionar aquellos aspectos de la situación que les habría llevado
a resistir (p. ej. el odio de Esaú, el infeliz matrimonio de ellas) pero enfatizó
cómo Dios les había ayudado a través de todas las dificultades (4-16).
Segundo, Jacob aprovechó un tiempo cuando Labán estaba lejos del hogar
ocupado en la esquila, permitiéndole una ventaja de tres días de viaje sobre su
suegro (19, 22).
Finalmente, Labán alcanzó a Jacob, produciéndose una fuerte riña. En verdad,
si Dios no se le hubiese aparecido a Labán en un sueño, advirtiéndole que no
tocara a Jacob, podría haber habido una guerra (24). Esto nuevamente
demuestra que Dios estaba con Jacob, dando cumplimiento a la promesa de
llevarle de regreso a la tierra de Canaán (<012815>Génesis 28:15). Pero después de
acusación y contraacusación, llegaron por fin a un acuerdo para hacer un pacto
y se separaron amigablemente. Al final, al acercarse Jacob a Canaán y al
encuentro con su hermano, vio de nuevo ángeles recordándole cómo ellos le
habían guardado en todos sus viajes (cf. <012812>Génesis 28:12).
Notas. 10 El sueño no se menciona en <013031>Génesis 30:31-43. 21 El Río es el
Eufrates. Galaad es la región montañosa al este del Jordán, entre el mar de
Galilea y el mar Muerto. 32-34 No es claro por qué Raquel quiso los ídolos,
los cuales eran especie de imágenes (cf. <101913>2 Samuel 19:13, 16). Con
frecuencia se suponía que poseerlos transfería derechos de herencia, pero
parece más probable que Raquel los vio como una suerte de talismán,
protegiéndole en su viaje a tierra extraña. 39 Normalmente, los pastores no
tenían que restituir lo perdido del ganado cuando éste era despedazado por un
animal salvaje (<022213>Exodo 22:13), pero Jacob lo hizo. Labán había disfrutado
de un mejor servicio de parte de Jacob que el que normalmente habría
esperado. 50 ¡Es irónico que Labán insistiera en que Jacob no tomara otras
mujeres, cuando él le había impuesto la bigamia! 32:2 Majanaim estaba en
algún lugar al norte del río Jaboc.
32:3—33:20 Jacob y Esaú se reconcilian
Hemos llegado a donde comenzamos. El regreso de Jacob al hogar significa
que debe encontrarse nuevamente con Esaú. No obstante los alientos divinos,
tal reunión parecía muy peligrosa. ¿Había perdonado Esaú a Jacob?
¿Aprovecharía la oportunidad para matar a su hermano Jacob? Estas eran
ansiedades muy presentes en la mente de Jacob mientras retornaba. Todas sus
acciones estaban diseñadas para suavizar el gran encuentro. El envió una
embajada para hacer los primeros contactos (3-5), y ellos regresaron con la
alarmante noticia de que Esaú venía al encuentro con 400 hombres. Ellos no
dijeron si eran hostiles o no, y Jacob temió lo peor.
Esto lo empujó a orar. Esta es una oración modelo, en la cual el primero hace
referencia al mandato de Dios de regresar (9) y luego a la generosidad de Dios
en cumplir aquellas promesas hechas en el pasado (10), antes de mencionar su
difícil situación y solicitar a Dios librarlo a él y a su familia y de esa manera
asegurar el cumplimiento de las promesas. Aquí Jacob basó su ruego en la
fidelidad de Dios a sus promesas. Sin embargo, la oración intensa no es excusa
para no hacer algo práctico. Jacob dividió sus rebaños y siervos y los envió en
una serie de presentes generosos a Esaú en la esperanza de que quizás él me
acepte (20).
La acción continuó a través de toda la noche a medida que Jacob hizo
atravesar a su familia el río Jaboc. De pronto, inesperadamente, Jacob se
encontró a sí mismo luchando con un hombre. Este rehusó identificarse, pero
fue evidente a Jacob que el hombre era Dios. Con un simple toque puso la
cadera de Jacob fuera de su articulación, y cambió el nombre de Jacob por
Israel; porque has contendido con Dios y con los hombres, y has
prevalecido (28). Todo el incidente está rodeado de misterio. No sólo ocurrió
por la noche, sino ¿por qué estaba Dios atacando a Jacob y, sin embargo, no
pudo o no quiso derrotarlo? Aquí la paradoja de la condición humana se
resume vívidamente. Por un lado, Dios permite, incluso él pone a su pueblo en
dificultades o situaciones imposibles, pero a su vez es el mismo Dios que nos
libra de ellas. Oramos: “No nos metas en tentación, mas líbranos del mal.” Esta
experiencia de Jacob en Jaboc resumió su carrera. Fue Dios quien le llevó a
esta situación de crisis, confrontando a Esaú, pero era el mismo Dios quien lo
haría salir victorioso. Su victoriosa lucha en Jaboc era una garantía de que su
confrontación con Esaú tendría un final feliz. El era un nuevo hombre como su
nuevo nombre Israel lo indicaba, vencedor sobre Dios y el hombre.
Al día siguiente, Jacob fue al encuentro de Esaú cojeando, pero con confianza,
yendo adelante de sus mujeres e hijos (<013301>Génesis 33:1-3). De pronto
apareció Esaú y corrió a su encuentro, le abrazó, se echó sobre su cuello y
le besó (4). Este perdón total abrumó a Jacob, quien no lo podía creer. Es
más, él comparó el perdón de su hermano con el de Dios (10). (Es posible que
Jesús haya tenido en mente esta experiencia como referencia para la parábola
del hijo pródigo en <421520>Lucas 15:20.) Jacob intentó devolver la bendición (11)
que le había usurpado a Esaú. Renuentemente Esaú aceptó los presentes de
Jacob y le invitó a vivir con él en Edom. Jacob cortésmente declinó (¿fue su
lealtad al mandato de Dios o su incertidumbre con respecto a la sinceridad de
Esaú?), y fueron por caminos separados. Jacob entró en Canaán y compró un
pedazo de tierra en el lugar. Esta era la segunda porción de tierra comprada
por los patriarcas. En forma lenta pero segura las promesas se iban
cumpliendo. Esto motivó a Jacob a adorar a Dios (20).
Notas. 3 Seír era la región montañosa al sudeste del mar Muerto. 22 El río
Jaboc (ez- Zerqa) es un afluente del río Jordán, juntándose a 40 km. al norte
del mar Muerto. 26 Para mantener su identidad secreta, el hombre pidió que
se le dejara ir antes que amaneciera. 28 El antiguo nombre de Jacob traía a la
memoria su triste pasado (<012736>Génesis 27:36). Su nuevo nombre, Israel, era la
promesa de un triunfo futuro. 32 El tendón del muslo, que está en el encaje
de la cadera es una referencia al nervio ciático, el cual se asemeja a un tendón.
La costumbre de no comer este tendón se menciona sólo aquí en el AT. 33:3
Se postró en tierra probablemente tenía un significado mayor que simplemente
un acto de deferencia. Jacob estaba simbólicamente tratando de representar la
bendición como fue la intención de Isaac: “póstrense ante ti los hijos de tu
madre” (<012729>Génesis 27:29). 17 Sucot estaba ubicada en algún lugar en el valle
del Jordán (cf. <070805>Jueces 8:5, 6). 18 Jacob llegó en paz a la ciudad de
Siquem es la traducción correcta.
34:1-31 Dina vengada por sus hermanos
La feliz coexistencia de Jacob con los hijos de Hamor (<013319>Génesis 33:19) fue
destruida por este terrible incidente. Jacob había sobrevivido 20 duros años en
Padan-aram, y había escapado de la garra de Labán con muchas dificultades.
Luego un inesperado y feliz encuentro con Esaú le había conducido de regreso
a Canaán, la tierra de la promesa, donde felizmente se estaba asentando. Ahora
su futuro en ese lugar estaba en serio peligro por la crueldad de sus hijos (30).
¿A quién se culparía por la situación? ¿Fueron meramente los hijos de Jacob?
¿A quién reconoce Génesis como responsable? ¿Cómo se expresan los
propósitos de Dios a través de este episodio? Según observamos en Génesis,
la situación fue complicada y la culpabilidad ampliamente compartida. Dina no
tendría que haber sido tan familiar con las mujeres de la región; sociabilizar con
las cananeas podría conducirle a un matrimonio mixto (<012807>Génesis 28:7, 8).
Pero esto era trivial comparado con la falta de Siquem. Las relaciones sexuales
prematrimoniales no son permitidas ni en el AT ni en el NT; y aquí la ofensa fue
aun agravada al ser una violación. No obstante, Siquem no estaba totalmente
pervertido; su lujuria se transformó en amor, si bien Jacob y sus hijos no se
dieron cuenta de ello, por cuanto Dina permaneció voluntaria o
involuntariamente en casa de Siquem (26).
Sorprendentemente, Jacob pareció despreocupado de la desgracia de Dina,
pues después de todo ella era sólo hija de Lea, y los hijos de ella ¡no contaban
ante sus ojos! Pero sus hermanos se indignaron, no sólo por la vergüenza de
Dina, sino por la despreocupación de su padre. Su reacción fue “si nuestro
padre no defiende a nuestra hermana, entonces nosotros debemos hacerlo”.
Y allí iniciaron las negociaciones elaboradas. El engaño por parte de los
hermanos de Dina es evidente, pero una mirada comparativa a lo que Hamor y
Siquem dijeron a los hijos de Jacob (8-12) con lo que les dijeron a los
habitantes de su pueblo (21-23) revela que ellos también trataban de engañar.
Aun así, el ataque de los hijos de Jacob fue más allá de lo que era justo, y
estaremos de acuerdo con la censura que Jacob hizo de su acción tanto aquí
como más tarde (<014905>Génesis 49:5-7). Sin embargo, eso no es todo lo que se
puede decir. Jacob aquí meramente censuró sus acciones por haber puesto en
peligro su propia vida (30). Pero los valores morales nunca pueden ser
sostenidos si la gente no está preparada para contrariar a otros de vez en
cuando. Siquem había tratado a Dina como a una prostituta, al estar
dispuesto a pagar por su acción, y Jacob también la estaba tratando de la
misma manera. ¡Indirectamente sus hijos le estaban llamando alcahuete!
De manera que ninguno de los actores en esta historia sale bien parado. Con
todo, a pesar de su conducta deplorable, Jacob y su familia fueron
grandemente enriquecidos. El asalto sobre los si- quemitas anticipó la
conquista. Los cananeos fueron condenados por causa de su inmoralidad
sexual (<031824>Levítico 18:24, 25). Pero, ¿implica esto que Israel merecía la tierra
que conquistaron? No, según Deuteronomio: “No es por tu justicia, ni por tu
rectitud de corazón que entras a tomar posesión de su tierra. Es por la
impiedad de estas naciones... para cumplir la palabra que Jehovah juró a tus
padres Abraham, Isaac y Jacob” (<050905>Deuteronomio 9:5). Los pecados del
pueblo escogido de Dios pueden demorar, pero nunca frustrar, el cumplimiento
de sus promesas.
Notas. 2 Los heveos siempre fueron encontrados al norte de Canaán (cf.
10:17). 12 En casos de relaciones sexuales prematrimoniales, la ley del AT
insiste en el pago del presente de matrimonio (precio matrimonial), normalmente
equivalente a varios años de salario, al padre de la novia. El entonces permitiría
que se procediera con el matrimonio, si así lo quería (<022216>Exodo 22:16, 17;
<052228>
Deuteronomio 22:28, 29; cf. <012453>Génesis 24:53).
35:1-29 Fin del viaje para Jacob e Isaac
Paralizado por el miedo de un potencial ataque cananeo, Jacob fue motivado
por el mandato de Dios de regresar a Betel, que era el lugar donde había hecho
un voto cuando huía de casa (<012810>Génesis 28:10-22). Betel (“casa de Dios”)
era un lugar santo, y quienes estaban contaminados por la guerra (cf. Números
31) y la idolatría tuvieron que purificarse a sí mismos antes de proceder.
Entonces se levantaron y fueron a Betel, y sorprendentemente los cananeos no
les atacaron, a causa de un terror inspirado por Dios que se había apoderado
de ellos (cf. <022327>Exodo 23:27). Y nuevamente la promesa “He aquí yo estoy
contigo; y te guardaré” (<012815>Génesis 28:15) se había cumplido.
Así como el viaje de tres días de Abraham al monte Moriah fue coronado con
la más rica declaración de promesas que jamás había experimentado
(<012216>Génesis 22:16-18), así fue el viaje de Jacob a Betel. Las promesas dadas
aquí (11, 12) recapitulan y exceden todas aquellas previamente hechas: Sería
padre de naciones, reyes descenderían de él y sus descendientes heredarían la
tierra prometida a su padre y a su abuelo. Sólo la promesa de la presencia de
Dios con él no se repite, porque había sido obviamente cumplida con su arribo
seguro a Betel.
Sin embargo, el júbilo espiritual fue seguido por una tragedia familiar. Raquel, la
esposa favorita de Jacob, murió al dar a luz su anhelado segundo hijo (cf.
<013024>
Génesis 30:24). Luego, su hijo mayor tuvo relación sexual con Bilha,
posiblemente en el intento de evitar que ella reemplazara a Raquel como esposa
favorita de Jacob y así reclamar liderazgo en la familia. Semejante acto de
incesto merecía la pena de muerte según <032011>Levítico 20:11 (cf. <031808>Levítico
18:8). Jacob no hizo comentario alguno hasta más tarde (<014903>Génesis 49:3, 4),
pero no hay duda de que el incidente deterioró aun más las relaciones entre los
hijos de Lea y su padre. Su antagonismo mutuo fue muy evidente en el cap. 34
(Dina, Simeón y Leví eran hijos de Lea) y vino a arruinar los últimas años de
Jacob relatados en el cap. 37 y ss. Pero como la breve lista de los hijos de
Jacob nos recuerda, ellos nacieron en cumplimiento de la promesa de Dios. La
indisposición de Jacob de aceptarles no afectó la posición de ellos. A lo menos
la hostilidad entre Jacob y Esaú parece haberse resuelto mientras ellos se
reúnen para sepultar a su padre en la tumba familiar de Macpela (cf.
<014931>
Génesis 49:31).
Notas. 8 Esta es única mención de Débora. 10 Esto es un recordatorio del
significativo nuevo nombre dado a Jacob en <013228>Génesis 32:28. 16 Faltando
aún cierta distancia para llegar a Efrata debiera ser traducido
“aproximadamente a dos horas de distancia de Efrata”, eso es, cerca de 11
km. al norte de Efrata, el distrito donde Belén se ubica (<330502>Miqueas 5:2). Esto
sugiere que Raquel fue enterrada al norte de Jerusalén, en algún lugar cercano
de Ramá (<243115>Jeremías 31:15), y no en la moderna tumba que lleva su nombre
en Belén. 21 Es posible que Migdal-eder estuviera cerca de los estanques de
Salomón, a 5 km. al sudoeste de Belén.
36:1— 37:1 LA NARRATIVA DE ESAU
Como se ha indicado, Génesis intercala las narrativas de los patriarcas noelegidos, Ismael y Esaú, con las narrativas de la línea escogida, Taré y
Abraham (caps. 12—25), Isaac (caps. 25—35) y Jacob (caps. 37—50).
Como en el caso de Ismael, la narrativa de Esaú no incluye muchos datos,
aparte de la información genealógica (cf. vv. 1-8 con 25:12-18).
El comienzo resumido de la carrera de Esaú revela que, al igual que Lot, Esaú
emigró de Canaán por razones económicas (6-8; cf. <011305>Génesis 13:5-12).
La analogía con <012512>Génesis 25:12-18 nos lleva a esperar un breve resumen
sobre la familia de Esaú, pero en su lugar nos encontramos con un segundo
título en el v. 9, seguido de un listado de sus hijos (10-14), jefes que
descendieron de él (15-19), los hijos de Seír (20-28), jefes de los horeos (2930), reyes edomitas (31-39) y otros jefes (40-43). Existe superposición entre
las listas; muchos de los nombres aparecen en más de una lista. C. Westermann
ha sugerido que quizá estas listas en los vv. 10-43 procedan de archivos
edomitas que fueron traídos a Jerusalén después que David conquistó Edom
(<100813>2 Samuel 8:13, 14). Esto es una opinión especulativa, pero podría explicar
la duplicación de la narración que se produce en este capítulo.
Esta sección muestra de nuevo cómo iban cumpliéndose las promesas. La
migración de Esaú deja a Canaán para Jacob (<013701>Génesis 37:1). A Rebeca se
le había dicho que dos naciones estaban en su vientre y que “el mayor servirá al
menor” (<012523>Génesis 25:23). El surgimiento de Edom como reino, registrado
aquí, y su posterior sometimiento a Israel representan el cumplimiento de esas
antiguas predicciones. Si estas predicciones relativamente insignificantes
llegaron a ser realidad, cuánto más seguro es el cumplimiento de las promesas
principales que fueron hechas a Abraham, Isaac y a Jacob.
Notas. 12 Amalec fue uno de los más encarnizados enemigos de Israel (cf.
<021708>
Exodo 17:8-15). 20 Para la relación entre Seír, el nombre de una región
<013203>
(
Génesis 32:3) y sus primeros habitantes, y sus postreros habitantes, los
edomitas, cf. <050212>Deuteronomio 2:12. 31. Los reyes de Edom no parecen
haber constituido una dinastía centralizada. Como los jueces de Israel, estos
reyes gobernaron en diferentes centros en diferentes tiempos.
37:2—50:26 LA NARRATIVA DE JACOB
La narrativa de Jacob equivocadamente llamada la “historia de José”, nos
cuenta la historia de la extensa familia que Jacob poseía, de la cual él era la
cabeza. Así como la narrativa de Taré (caps. 12—25) e Isaac (caps. 25—35),
ésta está concentrada mayormente en las acciones de los hijos del patriarca en
cuestión. De modo que, la historia de la familia de Jacob trata con todos los
hijos de Jacob, y no sólo con José. Esta traza la relación entre José y sus
hermanos, particularmente Judá. Después de José y Jacob, Judá es el
personaje más importante de la historia.
La narrativa de Jacob nos dice cómo sus hijos reñían entre sí. Los hijos de Lea
y las esposas concubinas, como sus madres, no fueron amados por Jacob. El
tenía ojos sólo para José y Benjamín, los hijos de su amada Raquel. Ya en los
caps. 34 y 35 vimos la tensión entre los hijos de Lea y Jacob; a estas alturas la
familia se dividió. Los hijos de Lea vendieron a José a unos ismaelitas que iban
a Egipto; y cuando le contaron a su padre que José había sido muerto, su
corazón fue quebrantado. Mientras tanto José, a pesar de la esclavitud y el
encarcelamiento, se levantó para llegar a ser el hombre que sirvió como mano
derecha del faraón, y la familia dividida fue finalmente reconciliada.
Sin embargo, la narrativa de Jacob es algo más que una familia dividida y
restaurada. Muestra cómo Dios usa los hechos de gente pecadora para salvar
al mundo, como José le dijo a sus hermanos: “Vosotros pensasteis hacerme
mal, pero Dios lo encaminó para bien, para... mantener con vida a un pueblo
numeroso” (<015020>Génesis 50:20). La narrativa de Jacob traza aun más huellas en
el camino del cumplimiento de las promesas. La familia de Jacob fue fructífera y
se multiplicó, y al final del Génesis él tenía 70 descendientes. Jacob y sus
descendientes disfrutaron de la protección y la bendición de Dios. A través de
la provisión de José en los días de la hambruna muchos “pueblos son
bendecidos”. El único aspecto de la promesa que parece no haber avanzado en
estos caps. es aquella de la tierra, ya que toda la familia de Jacob emigró de
Canaán rumbo a Egipto. Sin embargo, tanto Jacob como José insistieron, antes
de morir, en que debían ser enterrados en la tumba familiar en Macpela, porque
“Dios ciertamente... os hará subir de esta tierra a la tierra que juró dar a
Abraham, a Isaac y a Jacob” (<015024>Génesis 50:24).
37:2-36 Los hermanos de José le venden a Egipto
El favoritismo paternal y las imprudencias juveniles de José fueron demasiado
para sus hermanos. El primer episodio relata la desintegración gradual de la
familia de Jacob. Primero por causa de la información que José entregaba a su
padre de la mala fama de sus hermanos (2), luego el que Jacob le regalara una
túnica de variados colores como expresión de su amor por él, y finalmente a
través de los dos sueños dados por Dios en que se predecía que José un día
gobernaría sobre sus hermanos.
Según 41:32, se pensaba que la duplicidad de sueños indicaría que la cosa
soñada se cumpliría pronto y con seguridad. Sin embargo, los hermanos de
José decidieron probar que los sueños eran errados. Decidieron matarle, y sólo
la oportunidad de hacer una ganancia rápida les hizo cambiar de idea. Las 20
piezas de plata (el salario de tres años de un pastor) eran deseables. Así José
fue vendido a los mercaderes, quienes a su vez le vendieron como esclavo a un
funcionario egipcio. Cuando la noticia de la aparente muerte de José llegó a su
padre, su corazón quedó quebrantado. Los esfuerzos de sus hijos para
consolarle fueron infructuosos, y declaró que permanecería en luto hasta el día
de su muerte. Así la familia dividida fue destrozada y todo parecía sin
esperanza. No obstante, los sueños aún permanecen, y Génesis espera que sus
lectores les vean como la agenda de Dios y que sigan preguntándose cómo las
discrepancias entre la situación de José como un esclavo y lo que los sueños
predijeron se resolvería.
Notas. 3 La túnica era el vestuario externo básico, como una “camiseta larga”
que llegaba a las rodillas o a los tobillos. 10 La referencia a tu madre no
necesita implicar que Raquel estuviera viva. 12 Sobre Siquem véase 12:6. 14
Sobre Hebrón véase <012301>Génesis 23:1; 18:1. 17 Dotán estaba a 22 kms. al
norte de Siquem. 20 Las cisternas eran cortadas en la piedra caliza y utilizadas
para guardar agua en las estaciones secas. 25 Los ismaelitas también son
llamados madianitas (28, 36; cf. 39:1). Los términos parecen ser
intercambiablemente usados aquí como en <070824>Jueces 8:24. O “ismaelita”
significa comerciante nómada, y “madianita” es la tribu involucrada, o
madianitas eran una subtribu en un grupo de tribus llamadas ismaelitas. 29
Rubén evidentemente se había alejado cuando los ismaelitas llegaron y
compraron a José. 31 Obsérvese la justicia divina alcanzando a Jacob, quien
cuando fue joven había engañado a su padre con un cabrito (<012709>Génesis 27:916).
38:1-30 Tamar humilla a Judá
Con esta inesperada interrupción de la historia de José, Génesis nos mantiene
en suspenso. Debemos esperar un poco más para descubrir qué le sucedió en
Egipto. Pero la historia de Tamar y Judá no es irrelevante al curso principal de
la narrativa. De muchas maneras se relaciona con el resto de los caps. 37—50
en temas y fraseología. Tiene interés en cómo se cumpliría la promesa de
descendientes para los patriarcas. Muestra cómo Judá, de corazón duro, fue
detenido de golpe, y nos prepara para el nuevo Judá compasivo del cap. 44.
Nos habla de un nuevo nacimiento de mellizos en el que el más joven se
adelanta al mayor (<013827>Génesis 38:27-30).
Sin embargo, el lector moderno queda perplejo por las travesuras sexuales de
aquellos involucrados. ¿Realmente el narrador aprueba la conducta de Tamar?
¿Por qué Judá y sus hijos se comportaron como lo hicieron? ¿Hubo tiempo
suficiente para que ocurrieran los eventos del cap. 38 entre el <013736>Génesis
37:36 y el 39:2? Dado que la gente, en los tiempos bíblicos, por lo general se
casaban muy pronto después de la pubertad, es posible asumir que todo
ocurrió en un lapso de 20 años. Según <013702>Génesis 37:2; 41:46, 47 y 45:6
veintidos años pasaron entre la venta de José a los madianitas y el
descubrimiento que los hermanos hicieron de él en Egipto.
En muchas sociedades, antiguas y modernas, se conoce la costumbre del
matrimonio levirato. Según la variación del AT, se esperaba que el cuñado de
una viuda sin hijos se casara con ella para producir hijos por el hermano
muerto. <052505>Deuteronomio 25:5-10 considera tal matrimonio como deseable,
pero no como obligatorio. Sin embargo, en la época temprana de Judá y
Tamar, el hermano tenía un deber absoluto de casarse con su cuñada viuda, y
el suegro debía ser testigo de este deber cumplido.
Judá y sus hijos fueron reacios a cumplir con su deber, y Onán practicó una
clase de anticoncepción. Esto contravenía el espíritu de <010128>Génesis 1:28, la
carta de la costumbre del levirato y la promesa a los patriarcas, a quienes se les
había asegurado que tendrían una descendencia innumerable. Así que Onán
murió (10) porque había resistido la declarada voluntad de Dios. Judá, que
debía haber tenido preocupación por ver a su próximo hijo Sela dar
cumplimiento a este deber legal y asegurar el cumplimiento de la promesa, no
hizo nada.
Tamar, una viuda, no tenía una manera legal de reparar la injusticia de su
suegro. Así que ella tramó atraparlo. Le engañó y obtuvo sus derechos bajo la
ley del levirato y dos hijos para la casa de Jacob. Y en verdad, uno de sus hijos
fue antepasado de David y Jesús. En el proceso ella hizo a Judá objeto de burla
y reveló su hipocresía, de modo que él fue obligado a confesar: Más justa es
ella que yo (26). Y esto no significa que sea correcto acostarse con el suegro;
Y no volvió a tener relaciones con ella (26) cf. <031815>Levítico 18:15 revela que
no es correcto. Sin embargo, en esta instancia, la conducta irregular de Tamar
estaba justificada por causa de la mayor negligencia moral y teológica de su
suegro. Fue su acto irregular que llevó a Judá a razonar correctamente.
Notas. 1-5 Adulam (adulamita, v. 1) y Quezib ambos estaban cerca de
Hebrón. 12 Timnat estaba como a 6 km. al oeste de Bet-semes. 13 La esquila
de ovejas era un festival alegre y de mucha actividad (cf. <013119>Génesis 31:19;
<092502>
1 Samuel 25:2-17). 18 Los anillos se llevaban en un cordón que
atravesaba por el medio de ellos. 24 Adulterio es una traducción demasiado
precisa: “acto sexual ilícito” sería más apropiado. Probablemente, Judá
consideró a Tamar como culpable de adulterio porque se suponía que ella
estaba prometida para Sela. La pena de muerte podía ser exigida en este caso,
pero no la muerte por fuego, la cual estaba reservada para ofensas peores
(<052221>Deuteronomio 22:21; <032109>Levítico 21:9). 29 La genealogía de Fares está
en <080418>Rut 4:18-22.
39:1— 47:31 José en Egipto
Luego de una breve divagación acerca de Judá, la narración reanuda el registro
de los hechos de José. Se describen tres períodos en su vida en Egipto: en casa
de Potifar (<013901>Génesis 39:1-20); en prisión (<013921>Génesis 39:21—40:23); y en
el palacio (<014101>Génesis 41:1-57). Los dos primeros períodos comienzan con el
comentario: Pero Jehovah estuvo con José (2, 23) y concluyen con la caída
de José, mostrándole en la prisión (20), o bien olvidado allí (<014023>Génesis
40:23). El tercer período es un contraste completo: comienza con José en
prisión y concluye con él como primer ministro de Egipto.
Estos tres episodios se concentran sólo en José, y luego sigue la narrativa de
cómo él se reunió con su familia. Este evento también se desarrolla en tres
secciones que describen las tres visitas de la familia de José a Egipto
(<014201>Génesis 42:1-38; 43:1—45:28; 46:1—47:31). En cada viaje a Egipto,
más miembros de la familia iban, y el último viaje involucró a toda la familia.
39:1-20 José en casa de Potifar. José llegó finalmente a Egipto, habiendo
sido comprado por Potifar, un alto funcionario egipcio, descrito como capitán
de la guardia. Este puesto le daba el derecho de estar a cargo de la prisión
para presos del rey (cf. <014003>Génesis 40:3, 4). Es posible que también estuviera
a cargo de abastecer al palacio.
José rápidamente ascendió de ser un esclavo ordinario trabajando afuera para
trabajar adentro, en la casa de su señor (2). Luego llegó a ser asistente
personal de Potifar (4), y finalmente fue puesto a cargo de toda la casa (4, 5).
El éxito de José no se debía sólo a su habilidad, sino al hecho de que la
bendición de Jehovah estaba con él y que a través de él Potifar disfrutó de las
bendiciones de Dios (5).
La lealtad de José a su señor fue supremamente demostrada cuando la mujer
de Potifar trató de seducirle. El repudió con energía la sola idea de una cosa
así, diciendo: ¿Cómo, pues, haría yo esta gran maldad y pecaría contra
Dios? (9). Este es un sentimiento que concuerda en cada parte de las
Escrituras (cf. Proverbios 5—7; <400527>Mateo 5:27-32). Pero la desesperada
mujer finalmente se vengó. Encontró solo a José en la casa y lo despojó de una
de sus vestimentas. (El manto, según la RVA, sugiere un prenda de vestir
externa; sin embargo, es probable que era su ropa interior o algo bajo su
túnica.) Entonces ella la mostró delante de los otros esclavos y más tarde ante
su esposo, pretendiendo que José había tratado de violarla. Sus acusaciones
fueron una parodia de sus hechos (cf. vv. 11-13 con el 14, 15 y 17, 18), pero
fueron suficientes para convencer a Potifar. O ¿lo convencieron? El no ejecutó
a José, como normalmente habría sucedido en caso de violación, de modo que
quizás tuvo sus dudas acerca de lo que su mujer le contó. Pero ser encarcelado
en la prisión real con cargos falsos era un trágico destino para semejante siervo
leal como José, si bien no fue el último que sufrió por causa de la justicia (cf.
<400510>
Mateo 5:10-12; <600221>1 Pedro 2:21-25). José siempre ha sido reconocido
como “tipo” de Cristo, el siervo perfecto quien fue injustamente condenado, y
quienes siguen a Cristo bien pueden encontrarse caminando en las huellas de
José y de Jesús.
Notas. 6 La única otra persona en el AT descrita como de bella presencia y
de hermoso semblante es Raquel (cf. <012917>Génesis 29:17). De modo que este
es el caso “de tal madre, tal hijo”. De bella presencia puede sugerir una idea
errada. “Bien formado” podría ser más exacto como es incierto si en el AT una
gran musculatura es el cuerpo ideal.
39:21—40:23 José en prisión. Tener tantas esperanzas y que luego éstas
se derrumben es una experiencia humana familiar, pero en la situación de José
hubo una particular acerbidad ya que tanto su venta como esclavo como su
encarcelamiento fueron injustos (<014015>Génesis 40:15). Después de haber
aconsejado al copero real, pensaba que podría haber sido premiado siendo
liberado, pero otra vez fue desilusionado.
Sus experiencias en la prisión real son un eco de las de la casa de Potifar. Fue
rápidamente promovido y llegó a ser asistente personal del jefe de los coperos
y del jefe de los panaderos del rey. Estos hombres no sólo estaban a cargo de
la bodega y de la panadería real, sino que también eran consejeros para el
faraón. José tenía buenas razones para esperar que el jefe de los coperos
reconociera la injusticia que él había sufrido, pero una vez que fue liberado el
hombre se olvidó. Nuevamente es llamativa la discrepancia entre la observación
del narrador de que Jehovah estaba con José (<013923>Génesis 39:23) y el hecho
de que había sido dejado languideciendo en la prisión. La habilidad de José de
interpretar sueños era una indicación de que Dios seguía con él (cf. <014008>Génesis
40:8), pero la liberación sería la máxima prueba del apoyo y la presencia de
Dios, y ésta eludió a José. Que sus sufrimientos fueron el camino a la gloria
todavía estaba por revelarse (cf. <501405>Filipenses 2:5-11).
Notas. 19 La frase de la RVA colgar en la horca es más exactamente
“atravesarte en un palo”. José estaba prediciendo una forma muy violenta de
pena de muerte para el jefe de los panaderos: ejecución seguida por
exposición. El exponer el cuerpo de un condenado llevaba la intención de
impedir el descanso del alma en la vida más allá (cf. <052122>Deuteronomio 21:22).
41:1-57 José en el palacio. Los 13 años de esclavitud y encarcelamiento
llegaron a un abrupto final. José fue sacado de repente de la cárcel y llevado a
la presencia de Faraón. Sin embargo, no eran sólo las circunstancias las que
habían cambiado. El impetuoso adolescente que una vez irritó a su familia ha
llegado a ser la esencia del tacto y la sabiduría. El valle de lágrimas había
probado ser el valle de la formación del alma, y al final comienza a ser evidente
por qué a José se le había permitido sufrir en esta forma. El control de Dios
sobre los eventos llega a ser evidente al enviarle al presumido faraón dos
sueños desconcertantes. Llegó a ser aun más claro cuando el jefe de los
coperos sugirió que el faraón debería pedir a José que los interpretara y él dijo:
Dios responderá para el bienestar del faraón (16). Entonces finalmente
faraón nombró a José su gobernador, con las palabras: ¿Podremos hallar
otro hombre como éste, en quien esté el espíritu de Dios? (38)
De este modo José personificó los dones de profeta y gobernador sabio. El
tuvo visión divina del futuro y gobernó Egipto con el Espíritu de Dios, de modo
que Egipto y los países vecinos fueron librados de la hambruna (cf. <197216>Salmo
72:16; <231102>Isaías 11:2). En esto, nuevamente, él es un “tipo” de Cristo, el más
grande profeta y rey; el Siervo Sufriente por medio de quien el mundo es salvo
y ante quien toda rodilla se doblará (Fil 2:10, cf. <014143>Génesis 41:43). Las
experiencias de sufrimiento de Cristo seguidas por la gloria es el camino que
todo cristiano debe seguir (<600506>1 Pedro 5:6).
Dentro de los horizontes de Génesis este episodio levanta interrogantes. Dos
veces en episodios consecutivos José había interpretado dos sueños, y aquí
observó que la razón de la repetición del sueño es que la cosa está
firmemente decidida de parte de Dios, y que Dios se apresura a ejecutarla
(32). Entonces, ¿qué acerca de un par de sueños suyos (<013705>Génesis 37:511)? ¿Serían cumplidos? ¿Acaso los nombres que él dio a sus hijos Manasés y
Efraín no nos muestra que todavía faltaba algo, que él no se había olvidado de
la casa de su padre? Estas son muestras de que el nombramiento de José a este
alto cargo en Egipto no es el clímax de la historia; hay algo más del propósito
de Dios para ser revelado.
Notas. 17-24 Cf. la repetición del faraón de sus sueños con respecto al relato
original (1-7) para observar la impresión que le habían causado. 33-36 Nótese
cómo el conocimiento del propósito de Dios es un estímulo para la acción
humana, no una excusa para no hacer nada. 39- 43 La descripción del trabajo
de José así como la de su instalación muestran que él estaba siendo nombrado
primer ministro de Egipto. 57 En toda la tierra, a saber, todos los países
cerca de Egipto.
42:1-38 Primera visita de los hermanos de José a Egipto. La primera
visita de los hermanos de José a Egipto se narra en siete escenas, las que son
repetidas en la descripción de la segunda visita: Los hijos de Jacob enviados a
Egipto (1-4; cf. <014301>Génesis 43:1-14); arriban a Egipto (5; cf. <014315>Génesis
43:15-25); tienen su primera audiencia con José (6-16; cf. <014326>Génesis 43:2634); son metidos en la cárcel (17; cf. <014401>Génesis 44:1-13); tienen una segunda
audiencia con José (18-24; cf. <014414>Génesis 44:14—45:15); dejan Egipto (2528; cf. <014516>Génesis 45:16-24); e informan a Jacob (29-38; cf. <014525>Génesis
45:25-28).
Apenas José había dicho: “Dios me ha hecho olvidar... toda la casa de mi
padre” (<014151>Génesis 41:51) cuando sus hermanos aparecieron en Egipto. Y lo
que fue más sorprendente, considerando los muchos visitantes que venían a
Egipto en ese tiempo, José vio a sus hermanos allí. El los reconoció pero, por
supuesto, ellos no lo reconocieron.
Este es el primero de tres viajes a Egipto hecho por los hermanos de José, y
cada uno es más importante que el anterior. Cuando José vio a sus hermanos
recordó sus sueños (9; cf. <013705>Génesis 37:5-11). Diez hermanos se postraron
ante él en Egipto, pero los sueños habían mostrado 11 hermanos y sus padres
honrándole. ¿Dónde estaban el padre y el otro hermano? Esta discrepancia
entre la predicción y la realidad, tanto como la intensa curiosidad, movió a José
a preguntar a sus hermanos con severidad.
También él se las ingenió para repetir la situación de cuando ellos lo entregaron
para ser llevado a Egipto y regresaron sin él al hogar. El mantuvo preso a
Simeón para ver si ellos lo cambiarían por comida, así como habían cambiado a
José por dinero efectivo. Los hermanos percibieron la analogía, y sus
conciencias culpables les movieron a ver el juicio divino en su conducta y
describir detalles de su pecado, lo cual no había sido mencionado previamente
(21, 22).
Estas primeras evidencias de contrición fueron reforzadas cuando encontraron
dinero en uno de sus costales (28). Ellos continuaron reviviendo los eventos de
20 años atrás cuando llegaron al hogar. Una vez más tuvieron que explicar por
qué habían perdido a uno de los hijos de Jacob. La demanda de que tomaran a
Benjamín y fueran a Egipto con el fin de asegurar la libertad de Simeón era
totalmente inaceptable para Jacob, porque Benjamín había reemplazado a José
en su afecto. Jacob tuvo sus sospecha de la historia contada por sus hijos, y
entonces fueron terriblemente confirmadas. A medida que vaciaban sus
costales, todo el dinero cayó. “Seguramente vendieron a Simeón”, pensó
Jacob. El hizo su acusación indirectamente al decir: Vosotros me estáis
privando de mis hijos: José ya no está con nosotros, ni Simeón tampoco
(36), y luego declaró: No irá mi hijo con vosotros (38). Toda la amargura y
dolor de los últimos veinte años habían aflorado. ¿Cómo esta familia destrozada
volverá a estar junta nuevamente? ¿Cómo se cumplirían los sueños de José? La
primera visita a Egipto ha dejado muchas interrogantes sin responder en la
mente del lector.
Nota. 30-34 Nótese cómo los hermanos omitieron decir a Jacob los peores
aspectos de sus experiencias en Egipto, p. ej. su encarcelamiento o la amenaza
de muerte (17, 20). ¡Aun así Jacob no fue persuadido!
43:1—45:28 La segunda visita a Egipto. A través de esta narración de la
segunda visita se hacen comparaciones con la anterior, y para apreciar el sabor
total de la narración las dos visitas necesitan ser cuidadosamente comparadas la
una con la otra. Esta visita no sólo mira hacia atrás, sino que también anticipa el
tercer viaje, ocasión en que toda la familia se mudó definitivamente a Egipto.
Jacob seguía siendo el cabeza de familia, y hasta que él no retirara su oposición
de otra visita sus hijos no podían ir. Finalmente, el hambre y la promesa de
Judá de ser garantía por Benjamín hizo que Jacob cediera. Así como él había
enfrentado su difícil encuentro con Esaú, ahora Jacob pone su confianza en un
presente para el hombre en Egipto y en el Dios Todopoderoso (cf. <013207>Génesis
32:7- 21). La oración de Jacob muestra la debilidad de su fe, no obstante, la
misericordia de Dios sobrepasa sus expectativas. El oró que ¡... aquel
hombre... libere a vuestro otro hermano y a Benjamín! (14). Por vuestro
otro hermano Jacob se refería a Simeón, pero él también fue reunido con
José.
Jacob estaba lleno de aprehensión en relación con la seguridad de Benjamín, y
sus hijos estaban preocupados de que el cielo los alcanzara en sus pecados.
Cada vez que cualquier cosa inesperada ocurría, les sobrecogía el pánico (18,
23; cf. v. 33). La intranquilidad de sus conciencias interpretaba cada
circunstancia como señal de juicio.
Cuando volvió a reunirse con ellos, José fue muy amable, preguntando con
bondad por vuestro padre, el anciano, bendiciendo a Benjamín (Dios tenga
misericordia de ti, hijo mío) y finalmente invitándoles a un generoso banquete.
El contraste con el áspero interrogatorio previo (cf. <014206>Génesis 42:6-16) aun
más debe haberles desorientado. Y ¿cómo este primer ministro de Egipto sabía
su rango hasta el más joven según su edad (33)? Sin embargo, ellos lo
aceptaron y bebieron y se alegraron con él.
A la mañana siguiente, en el momento que se felicitaban de haber sido capaces
de dejar Egipto salvos con Simeón, Benjamín y el abastecimiento de alimentos,
su mundo se les vino abajo. De todas las personas, Benjamín fue arrestado por
haber robado la copa de plata, y todos debían regresar al palacio de José. Este
era el colapso de un mundo edificado sobre el odio, la mentira y la decepción,
y esto revelaba su verdadero carácter. En particular, la dureza de corazón en
Judá, quien había sugerido la venta de José como esclavo y había demandado
que su nuera fuese quemada (<013727>Génesis 37:27; 38:24), se mostró como un
hombre cambiado. En el más largo discurso en Génesis, él aboga
elocuentemente por la liberación de Benjamín, describiendo en forma
conmovedora los efectos que tendría sobre su anciano padre si Benjamín no
regresara, ofreciéndose, por último, para tomar el lugar de su hermano.
Finalmente ahora, era claro que la vieja animosidad entre los hijos de Lea (p.
ej. Judá) y los hijos de Raquel (José y Benjamín) estaba superada. Aun cuando
Jacob considerara sólo a Raquel y a sus hijos como su verdadera familia, sus
otros hijos hubieran preferido la esclavitud egipcia que quebrantar el corazón
de su padre (<014433>Génesis 44:33, 34).
La prontitud de Judá de sacrificarse a sí mismo por su hermano y su padre
permitió que José revelara su propia identidad y el propósito divino detrás de
su propio sufrimiento. Dios usó las malas acciones de sus hermanos para
preservar vidas (cf. <014507>Génesis 45:7). No me enviasteis vosotros acá, sino
Dios (<014508>Génesis 45:8) resume todo el propósito de la historia de José. Dios
controla los hechos humanos, sean buenos o malos, para lograr sus propósitos
redentores. El Señor declaró a Abraham que a través de su “descendencia
serán benditas todas las naciones de la tierra” (<012218>Génesis 22:18). A través de
José y su programa para superar la hambruna esta promesa fue parcialmente
cumplida.
Al insistir en que Dios controla soberanamente los asuntos humanos, Génesis
no niega la completa responsabilidad moral que los hombres tienen por sus
hechos. Esto afirma ambas verdades en forma simultánea al enfatizar el
profundo dolor causado por las acciones de los hermanos, la inextinguible
tristeza de Jacob, la esclavitud de José y su injusto encarcelamiento, y la propia
conciencia culpable de sus hermanos. Es esta convicción de la culpabilidad y
responsabilidad humanas que está detrás del áspero tratamiento dado por José
a sus hermanos tanto aquí en los vv. 14 y 15 como en el cap. 42. No es hasta
que Judá confesó la culpabilidad de ellos (16, Dios ha descubierto la culpa de
tus siervos se refiere al pecado de ellos de vender a José) y mostró verdadero
arrepentimiento al ofrecer tomar el lugar de Benjamín que el perdón y la
reconciliación son posibles. Sin embargo, tan pronto como este punto se logra,
la generosidad de José no supo de límites e hizo toda provisión necesaria para
el viaje a casa de su familia.
Cuando por fin llegaron a casa, Jacob quedó pasmado por la noticia y no creyó
lo que sus hijos le dijeron. Finalmente, sin embargo, fue persuadido, y después
de 20 años de lamento al fin él pudo expresar esperanza otra vez: ¡José, mi
hijo, vive todavía! Iré y le veré antes de que yo muera.
Notas. 43:26 Esto sigue siendo sólo un cumplimiento parcial del sueño de José
(cf. <013709>Génesis 37:9, 10; 42:6). 32 La aversión egipcia de comer con
extranjeros a menudo se menciona por los escritores clásicos. 44:5 Sea
verdadero o falso, la afirmación de que la copa se usaba para adivinar sirvió
para hacer el cargo de robo más amenazador. 28 Por primera vez José supo
cómo había reaccionado su padre a su desaparecimiento (cf. <013733>Génesis
37:33). 45:8 Protector del faraón, a saber, su consejero principal. 10 Gosén
estaba al este del delta del Nilo.
46:1—47:31 Jacob va a Egipto. Cuando ésta sección se compara con las
dos anteriores más bien parece estar suavizada con largas listas y la sombra de
la inminente muerte de Jacob. No obstante, este es el tercer y el más decisivo
viaje a Egipto, en el cual Jacob abandona Canaán, la tierra de la promesa, por
Egipto, la tierra de la futura esclavitud. ¿Era esto un gran error? No. La
migración de Jacob no fue motivada sólo por la invitación de José; éste fue
divinamente autorizado. En <014603>Génesis 46:3, 4 se registra la única visión divina
en la historia de José, y en ella se le dice a Jacob: No temas descender a
Egipto; se le garantizó: Yo descenderé contigo... y ciertamente yo también
te haré subir de allí (cf. <012815>Génesis 28:15). La permanencia en Egipto sería
sólo temporal; sin duda era parte del propósito divino (cf. <011513>Génesis 15:13,
14). La sección concluye con Jacob ordenando a José enterrarle con sus
padres en Canaán (<014729>Génesis 47:29, 30). Las promesas de Dios debían ser
cumplidas.
Es más, las promesas de hecho se encontraban muy bien encaminadas hacia su
cumplimiento, ya que la familia de Jacob ahora era un total de 70 personas,
número sagrado (cf. 70 naciones de <011002>Génesis 10:2-31). Israel estaba en
camino de llegar a ser la “gran nación” prometida a Abraham (<011202>Génesis
12:2) y reafirmada a Jacob (<014603>Génesis 46:3). Muchos de aquellos que
aparecen enlistados aquí fueron los ancestros de tribus y clanes en el antiguo
Israel, y los primitivos lectores inmediatamente se habrían dado cuenta de cómo
las promesas eran cumplidas.
Rápidamente la historia se concentra en el drama humano. José “apareció” en
su gloria, como en una visión a Jacob. Pero mientras le abrazaba, Jacob se dio
cuenta de que realmente era José y que estaba vivo. Este encuentro con su hijo
a quien consideraba muerto transformó la actitud de Jacob hacia la muerte.
Ahora estaba listo para partir en paz (cf. <420229>Lucas 2:29), así como la
resurrección de uno más grande que José ha permitido que muchos mueran con
esperanza (<600103>1 Pedro 1:3).
Si la reunión con José era lo máximo de los deseos de Jacob, aquél miró
mucho más allá. El era aquel que fue enviado para salvar vidas, y tenía que
asegurar la supervivencia de sus hermanos en Egipto. De modo que los
aconsejó sobre lo que debían decir al faraón, eso es, que no buscaban trabajos
o comida, que eran ganaderos que había traído sus ganados consigo, y que
sólo necesitaban de tierra donde apacentar, y que no serían carga para Egipto.
<014701>
Génesis 47:1-6 Esta fórmula resultó en forma brillante. Faraón estuvo
contento de darles la mejor tierra en Egipto para apacentar y les invitó para que
también llegaran a ser ganaderos reales. Una vez más, se espera que
discernamos la invisible mano de Dios actuando (cf. <013903>Génesis 39:3, 21;
41:37, 38).
Entonces José presentó su padre al faraón. El anciano Jacob fue llevado a la
corte y ayudado a permanecer en pie ante el faraón (este es el sentido lit. de
<014707>
Génesis 47:7). Jacob era una figura patética, pero el faraón le mostró gran
respeto, preguntándole por su avanzada edad, y fue doblemente bendecido por
él. Porque a pesar de los muchos episodios malos en su vida (<014709>Génesis
47:9), Jacob era preeminentemente el hombre de bendición a través de quien
“serán benditas todas las familias de la tierra” (<012814>Génesis 28:14).
La bendición divina sobre Egipto fue aparentemente en forma inmediata por
medio de José proveyendo a los egipcios con grano durante la hambruna.
Lectores modernos de esta sección tienden a ver la política de José a los
hambrientos egipcios como una cruel explotación. ¿Por qué simplemente no les
dio comida en vez de exigirles a cambio del grano sus ganados, tierras y
libertad? Esta no es la manera en que el AT contempla la situación.
<032514>
Levítico 25:14-23 muestra que era considerado como un gran acto de
caridad comprar la tierra del destituido y tomarles a ellos como sus empleados
(“esclavos”). En verdad tal “esclavitud” bajo un buen empleador era
considerada por algunos como preferible al riesgo de libertad (empleado
independiente), y cuando la libertad era ofrecida, algunos esclavos la
rechazaban (<022105>Exodo 21:5, 6; <051516>Deuteronomio 15:16, 17). La esclavitud
en los tiempos del AT era muy diferente a la severa explotación que estaba
implícita en el tráfico de esclavos en el Atlántico en los siglos recientes. La
esclavitud en el AT bajo un patrón benevolente en su mejor sentido significó un
trabajo de por vida. Ciertamente esta era la manera en que los egipcios vieron
las acciones de José, puesto que ellos declararon: ¡Nos has dado vida!...
seremos siervos del faraón (<014725>Génesis 47:25).
La sección concluye con un vistazo del cumplimiento de la promesa a medida
que los israelitas fueron fecundos y se multiplicaron mucho (cf. <011722>Génesis
17:22, 6; 28:3). También contiene una mirada hacia la sección siguiente, la
muerte y sepultura de Jacob (caps. 48—50). Hay “indicadores” frecuentes en
Génesis anticipando los contenidos de la sección siguiente al final de la sección
anterior (p. ej. <010605>Génesis 6:5-8; 9:18-27; 37:36; 39:20; 41:57; 45:28).
Notas. 46:1 Sobre Beerseba cf. <012114>Génesis 21:14. 4 Y la mano de José
cerrará tus ojos es una promesa de que Jacob moriría en paz. 12 Hesrón y
Hamul, los hijos de Fares (<013829>Génesis 38:29), presumiblemente fueron, como
los hijos de José (<014627>Génesis 46:27), nacidos en Egipto. Probablemente los
hijos de Benjamín también fueron egipcios de nacimiento (<014621>Génesis 46:21).
34 Los egipcios abominan a todo pastor de ovejas probablemente refleja la
desconfianza común que los habitantes urbanos tenían de los pueblos nómadas
(cf. actitud hacia los gitanos y los “viajeros” en la sociedad moderna). 47:11
La tierra de Ramesés, a saber, cerca de la ciudad de Ramesés (<020114>Exodo
1:14; 12:37), aparentemente era otra forma de designar a Gosén.
48:1—50:26 Los últimos días de Jacob y José
La extendida descripción de la muerte de Jacob y su entierro parece un
mórbido melodrama. En realidad, esto es una celebración del cumplimiento de
las promesas. En Betel (Luz) Dios había prometido a Jacob que le multiplicaría
y le daría tierra (cf. <013511>Génesis 35:11, 12). Ahora Jacob meditó en cuánto las
promesas habían llegado a ser verdad. Nunca había esperado ver a José
nuevamente, sin embargo, había visto a sus nietos también (<014811>Génesis 48:11).
También poseyó tierra en Canaán: una tumba en Mamre (<014929>Génesis 49:2932) y una franja de tierra tomada de la mano de los amorreos (<014821>Génesis
48:21, 22).
Sin embargo, esto era sólo un anticipo del futuro cumplimiento. La adopción
que Jacob hace de Efraín y Manasés como sus propios hijos presagiaría la
función que ambos desempeñarían como dos de las más grandes tribus de
Israel, a la par con las tribus que descendieron de Simeón y Rubén, hijos de
Jacob (<014805>Génesis 48:5).
Pero en el cap. 49 Jacob miró mucho más adelante y vio por anticipado a
todos sus hijos llegando a ser tribus y asentándose en distintas partes de la
tierra de Canaán. Judá sería famoso por sus viñedos, Zabulón por su vocación
marinera, Aser por sus prósperas cosechas (<014911>Génesis 49:11, 13, 20).
Luego, habiendo pintado un cuadro del futuro glorioso de Israel en Canaán y
otra vez insistiendo en que se le sepultase allí, Jacob murió. El cap. 49 se llama
la bendición de Jacob, aunque no todas sus expresiones son bendiciones (p. ej.
vv. 3-7), y es uno de los poemas más antiguos en el AT. Debido al hecho de
que muchos de los comentarios se relacionan con los incidentes de Génesis,
parece haber sido compuesto como una unidad y no es meramente una
colección de dichos que originalmente eran independientes. En este cap. Jacob
reflexiona sobre los logros de sus hijos del pasado y futuro, más o menos en el
orden de su nacimiento. Es, por lo tanto, uno de los textos proféticos más
tempranos del AT. Pero, como suele suceder en la poesía profética, algunas de
las palabras tienen un sentido oscuro y su traducción es difícil.
Después de un magnífico funeral egipcio, el cadáver de Jacob fue llevado en
procesión solemne a Canaán. Esto no era simplemente la acción de sus hijos de
cumplir con los últimos deseos de su padre, sino una profecía en acción del
éxodo, cuando todos sus descendientes dejarían Egipto y regresarían a la tierra
prometida. Aun la ruta poco común que tomó la procesión, bordeando el mar
Muerto y entrando a Canaán desde el este, parece anticipar el camino tomado
por los israelitas guiados por Moisés y Josué. En manera similar, cuando José
murió, él les hizo jurar que llevarían de allí sus restos (50:25). Así, Génesis
termina con una nota de expectativa, o mejor, de seguridad, de que las
promesas hechas al principio a Abraham, y luego repetidas a sus hijos y nietos,
serían cumplidas.
La posesión de la tierra es, sin embargo, sólo un aspecto de las promesas
hechas a Abraham, y estos caps. finales se ocupan de otros asuntos. La muerte
de Jacob hizo surgir otra vez la cuestión de relaciones entre José y sus
hermanos, los cuales se preguntaban si él no usaría la oportunidad para
vengarse. Sorprendido por tal sugerencia, José reiteró su interpretación de la
situación: Vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios lo encaminó para
bien, para... mantener con vida a un pueblo numeroso (<015020>Génesis 50:20;
cf. 45:5-8). Sería por medio de los descendientes de Abraham que todas las
naciones encontrarían bendiciones, y esto fue parcialmente cumplido en la
carrera de José como organizador de alivio para la hambruna. Pero la
bendición de Jacob miraba aun más al futuro. De Judá vendría un gobernador
de las naciones, cuya era probaría ser tan próspera que lava en vino su
vestidura y en sangre de uvas su manto (<014911>Génesis 49:11). En una manera
preliminar, esta profecía fue cumplida en la prosperidad de David y Salomón,
pero en una más amplia por nuestro Señor en su primera venida. Será cumplida
cabalmente en su segundo advenimiento (véase también nota abajo). Así, Jacob
y José murieron en esperanza: “... sin haber recibido el cumplimiento de las
promesas. Más bien, las miraron de lejos y las saludaron... ellos anhelaban una
patria mejor... la celestial” (<581113>Hebreos 11:13, 16, 40).
Notas. 48:5, 6 Adoptar nietos, colocándolos así a la par con hijos, se conoce
en otros lugares en el antiguo Cercano Oriente. 8 La pregunta de Jacob:
¿Quiénes son éstos? puede explicarse por su ceguera, o puede ser una
exigencia legal en el ritual de adopción. 11 La oración muy sentida de Jacob
(<014314>Génesis 43:14) había sido contestada más allá de todo lo que él esperaba
(cf. <490320>Efesios 3:20). 13-20 El lugar a la mano derecha era el de honor y
bendición en tiempos bíblicos (cf. <051129>Deuteronomio 11:29; <402533>Mateo 25:33).
Jacob deliberadamente ubicó a Efraín, el menor, por encima de Manasés, el
primogénito, una práctica frecuente en Génesis (cf. <010401>Génesis 4:1-8; 38:2740; cap. 27). 22 Esto parece ser una referencia a la conquista de la ciudad de
Siquem por los hijos de Jacob (<013425>Génesis 34:25-29). Jacob había comprado
la tierra cercana (<013318>Génesis 33:18, 19), y luego José fue sepultado en esta
área (<062432>Josué 24:32).
49:3, 4 Como otros hijos de más edad (Caín, Ismael y Esaú), Rubén perdió su
posición privilegiada por causa de su pecado (véase <013522>Génesis 35:22). 5-7
Estos versículos se refieren a los ataques de <013424>Génesis 34:24-29. 6 En la
literatura cananea, a veces se refiere a los líderes como “toros” o “bueyes”; así
el hecho de desjarretar a un toro puede significar el matar a los líderes, Hamor
y Siquem, o puede ser una manera de describir la inconveniencia que Jacob
sufrió como el resultado del ataque (cf. <013430>Génesis 34:30). 7 A los levitas no
se les dio territorio propio, sólo 48 ciudades levíticas. La tribu de Simeón fue
absorbida por Judá (<061901>Josué 19:1-9; 21). 8-12 Aunque el sentido general de
esta bendición es claro (predice la supremacía de Judá entre las tribus), muchos
detalles son inciertos. 8 Tu mano estará sobre el cuello de tus enemigos, eso
es, tú los vencerás. 9 Sería tan peligroso desafiar a Judá como a un león
guardando a su presa. Este es el origen de la expresión “el León de Judá”. 10
Judá siempre tendría un descendiente (de entre sus pies) que gobernaría la
nación (cetro y vara eran símbolos de autoridad). Una pequeña enmienda se
encuentra en algunos mss. que agregaría “aquel a quien le pertenece” (véase la
nota en la RVA), dando la idea de “hasta que el tributo se le presente”. La
interpretación exacta de esta línea es difícil, pero casi toda sugerencia la
considera como refiriéndose a una predicción del imperio de David en que
muchas naciones obedecerían al rey de Judá (<197208>Salmo 72:8-11). Este rey
sería el precursor del hijo de David a quien todas las naciones se someterían
(cf. <502910>Filipenses 2:10, 11). 11 La cosecha de uvas sería tan abundante en
aquellos días que el rey davídico no se preocuparía por el borriquillo que comía
las uvas cuando estaba atado a la vid más fina. Lava en vino su vestidura es
otra figura de la abundancia de vino (cf. <032605>Levítico 26:5). 12 Esta es
probablemente una descripción de la hermosura del líder. 13 A la tribu de
Zabulón se le otorgó un territorio tierra adentro en Galilea, y no sabemos
cuándo ni por cuánto tiempo ellos vivieron en la costa. 14, 15 Estos versículos
parecen reflejar una etapa en la historia de Isacar cuando ellos estuvieron
esclavizados a los cananeos. 16, 17 Estos versículos miran hacia adelante a los
éxitos militares de la tribu de Dan, los cuales beneficiaron a la nación de Israel
(cf. las hazañas de Sansón, Jueces 13-16; y la conquista de Lais, <071827>Jueces
18:27). 18 A pesar de los éxitos menores descritos en el libro de Jueces, el
periodo posterior a la conquista llegaría a ser difícil para la nación, de modo
que Jacob oró por ellos. 19 Gad fue una tribu fronteriza y siempre estuvo
involucrada en guerras. 20 La tierra fértil de Aser produjo comida digna de
reyes. 21 Es posible que este sea un cuadro de Neftalí asentándose lentamente
en Canaán. 22 La figura, ya sea de un asno montés (nota de la RVA) o (menos
probable) de una fructífera vid, expresa el vigor y la fortaleza de la tribu. 23, 24
Estos versículos probablemente hacen referencia a la oposición que José
enfrentó a través de su carrera. Sin embargo, sus oponentes fueron silenciados
por Dios. 25, 26 Nótese la mención de ‘“bendecir”/”bendición” seis veces en
estos versículos. Esta es una palabra clave en Génesis Aquí la bendición divina
se manifiesta especialmente en el abundante abastecimiento de aguas, eso es,
lluvia (el cielo), manantiales (el océano), en muchos hijos (senos y matriz) y en
colinas fértiles. 27 Probablemente este v. se refiere a las hazañas militares de
los guerreros de la tribu de Benjamín (<070315>Jueces 3:15-30; 5:14) y
posiblemente a Saúl (1 Samuel10—14). 31 Esta es la única mención de los
entierros de Rebeca y Lea (cf. <012319>Génesis 23:19; 25:9; 35:29).
50:2, 3 El embalsamamiento de Jacob muestra su alta posición alcanzada en
Egipto. 10 La era de Atad estaba en algún lugar cercano a la frontera de
Canaán, quizás cercano a Gaza o Jericó. Si el último, esto implicaría que la
procesión funeraria tomó la misma ruta de los israelitas en el éxodo. 15-17 Se
supone generalmente que los hermanos de José inventaron este último mensaje
de Jacob, pero no podemos estar seguros.
G. J. Wenham
ÉXODO
INTRODUCCIÓN
TITULO
El título “Exodo” proviene del nombre que le dieron al libro los antiguos
traductores griegos, Exodo, que significa “salir”, “salida”. El nombre refleja el
particular interés del libro en la salida de los israelitas de Egipto.
NATURALEZA LITERARIA
Como segundo libro en la Biblia, Exodo forma parte de una larga narrativa que
comienza en Génesis y se extiende por lo menos hasta el libro de Deuteronomio
Este material se ha considerado tradicionalmente como una unidad, el
Pentateuco (véase artículo sobre el Pentateuco). Exodo es una parte integral de
este trabajo mayor, dependiendo del libro de Génesis como su importante
material de trasfondo (p. ej. el pacto de Dios con los patriarcas Abraham,
Isaac y Jacob; la garantía divina de que sus descendientes poseerían la tierra de
Canaán; y una explicación de cómo la familia de Jacob llegó a Egipto), y
anticipando eventos que están registrados en el libro de Levítico (p. ej. la
consagración de Aarón y sus hijos como sacerdotes). Mientras que Exodo
tiene mucho en común con Génesis y Levítico, posee, como veremos más
adelante, su propia cantidad de temas distintivos.
Si bien Exodo puede parecer a primera vista como una colección de incidentes
separados, sin embargo ha sido cuidadosamente compuesto. La narrativa es
una mezcla magistral de diferentes tipos de material (p. ej. prosa, poesía,
genealogía, discursos, reglamentos, leyes) los que han sido combinados para
producir un trabajo unificado. El narrador no intenta dar un cuadro completo de
todo lo que ocurre en el período que abarca el libro; por el contrario su
narrativa es completamente selectiva. En consecuencia, el texto con frecuencia
omite información que el narrador consideró que no era importante en su
propósito de escribir (p. ej. un detallado registro del tiempo que Moisés pasó
en Madián).
El libro de Exodo está compuesto de bloques de material que por lo general
tiene su principio y fin claramente marcados. La actual división de caps. es una
pobre guía para esas unidades narrativas y es mejor ignorarla. Los diferentes
episodios rara vez se contienen a sí mismos. Asumen el conocimiento de
material anterior y anticipan eventos posteriores. Para entender Exodo es
importante seguir el flujo de la narrativa y ver cómo los distintos episodios se
relacionan el uno con el otro (p. ej. la narración del encuentro de los israelitas
con Dios en el Sinaí en el cap. 19 tiene un cercano paralelo con el primer
encuentro de Moisés con Dios en Horeb/Sinaí en el cap. 3).
TEMAS PRINCIPALES
El autor de Exodo tiene principal interés en la teología; esto es, él escribe con el
propósito de destacar ideas particulares y conceptos acerca de Dios. Para
apreciar esto y ver cómo cada sección del libro contribuye a este propósito
general, es importante reconocer los temas principales del libro; otros temas
menores se destacan en el comentario.
Exodo es esencialmente un libro sobre conocer a Dios a través de una
experiencia personal. La trama se centra en la relación que se desarrolla entre
Dios y los israelitas, a partir del dramático encuentro de Moisés en la zarza que
ardía (<020301>Exodo 3:1—4:17) hasta cuando la gloria del Señor llena el
tabernáculo (<024034>Exodo 40:34-38). En todo esto Moisés actúa como
mediador, el primero que da a conocer al Señor al pueblo y el que
subsecuentemente juega una importante función en el establecimiento de la
relación de pacto que facilita la morada del Señor entre los israelitas.
Significativamente, es el Señor quien toma siempre la iniciativa, revelándose a sí
mismo no sólo a través de palabras, sino también a través de señales y
maravillas. En Exodo Dios habla y actúa; además de eso, lo que dice se
cumple.
La primera mitad del libro es dominada por el tema de llegar a conocer a Dios.
Al comienzo Moisés se encuentra con Dios en la zarza que ardía, y como
resultado de la conversación descubrió mucho acerca de la naturaleza de Dios,
incluyendo su nombre divino, “Jehovah” (<020301>Exodo 3:1—4:17). El tema
reaparece cuando el faraón expresa su ignorancia acerca del Señor: “¿Quién es
Jehovah para que yo escuche su voz y deje ir a Israel? Yo no conozco a
Jehovah, ni tampoco dejaré ir a Israel” (<020502>Exodo 5:2). Como se desarrollan
las diferentes señales, gradualmente los egipcios llegaron a reconocer el poder
soberano del Señor. Finalmente, Dios atrajo al faraón y sus ejércitos a su
muerte en el mar Rojo con el propósito de que los egipcios “sabrán que yo soy
Jehovah” (<021404>Exodo 14:4, 18). Con la derrota del faraón los israelitas
adoraron a Dios con una dinámica canción de alabanza y celebración: “¿Quién
como tú, oh Jehovah, entre los dioses? ¿Quién como tú, majestuoso en
santidad, temible en hazañas dignas de alabanza, hacedor de maravillas?”
(<021511>Exodo 15:11).
La segunda mitad del libro desarrolla más el tema de conocer a Dios al enfocar
el establecimiento de una íntima y permanente relación entre el Señor y los
israelitas. Para este propósito la narración se concentra en dos temas los cuales
reciben una amplia cobertura, la formulación del pacto y la construcción del
tabernáculo. El primero de éstos, como la firma de un contrato o la toma de los
votos matrimoniales, fija las condiciones por las cuales los israelitas deben vivir
a fin de disfrutar una permanente relación con Dios; éstas están registradas en el
Decálogo y en el Libro del Pacto. El pueblo está obligado a seguir las normas
de Dios si desean conocer sus continuas bendiciones y presencia. Se da
considerable atención no sólo a la formulación de un acuerdo inicial del pacto
(caps. 19—24), sino que también a los eventos relacionados con el becerro de
oro los cuales casi llevó esta relación a una temprana y abrupta conclusión
(caps. 32—34). La construcción del tabernáculo forma una secuencia natural a
la formulación del pacto divino. Construido según las instrucciones divinas, el
tabernáculo llegó a ser el punto central de la presencia del Señor en medio del
pueblo, y les recordó a ellos, por medio de su material y estructura, de la
naturaleza soberana y santa de Dios. Significativamente, Exodo termina por
destacar cómo el Señor, después de la erección de la tienda, comenzó a residir
en medio del campamento israelita (<024034>Exodo 40:34-38).
Intimamente relacionado con el tema de conocer al Señor está el tema de la
obediencia. Exodo resalta a través de todo su relato la importancia de
obedecer al Señor. En los primeros caps. observamos tanto el cansancio de
Moisés y la negativa obstinada del faraón en obedecer las órdenes de Dios.
Más tarde, para lograr su libertad segura de Egipto, los israelitas tuvieron que
seguir con exactitud las instrucciones del Señor en relación con la Pascua.
Finalmente, después que el yugo de la esclavitud egipcia había sido eliminado,
los israelitas tuvieron que aprender la obediencia a su nuevo soberano. Con
gran significación, la obediencia a Dios se ubica en el corazón mismo de la
relación de pacto (cf. <021908>Exodo 19:8; 24:3, 7). Sin embargo, Exodo enfatiza
que puesto que es Dios quien actúa primero, la obediencia humana no crea esta
relación especial de pacto, sino que simplemente ayuda a mantenerla. Cuando
más tarde los israelitas adoraron al becerro de oro fueron castigados por su
desobediencia y la relación de pacto con Dios se quebrantó.
Otro tema importante es el de la santidad. Por un lado, Exodo revela que sólo
Dios es naturalmente santo y que los seres humanos, por causa de su naturaleza
pecaminosa, pueden venir ante su presencia sólo bajo ciertas circunstancias.
Cuando Moisés se encontró con Dios en la zarza que ardía él tuvo que quitarse
las sandalias ya que el terreno donde se encontraba era santo (<020305>Exodo 3:5),
y más tarde los israelitas fueron prevenidos de subir al monte Sinaí para que no
murieran como resultado de ver a Dios (<021912>Exodo 19:12, 13, 21-24; cf.
<581214>
Hebreos 12:14). A causa de la incompatibilidad entre la santidad divina y
la pecaminosidad humana medidas especiales tuvieron que tomarse antes de
que el Señor pudiera morar entre los israelitas. Fue construida una tienda
especialmente diseñada, incorporando características hechas necesarias por
causa de la santidad de Dios (p. ej. las cortinas que formaron un radio de
protección entre Dios y el pueblo).
Por otro lado, Exodo destaca el hecho de que los israelitas deberían compartir
la naturaleza santa de Dios; son llamados a ser “una nación santa” (<021906>Exodo
19:6). Con este propósito las instrucciones y las leyes del Decálogo y del Libro
del Pacto muestran estas cualidades asociadas con la naturaleza santa de Dios.
Aquí la santidad se asocia principalmente con la pureza moral y la conducta
ejemplar. Sin embargo, puesto que tal perfección de carácter está más allá del
logro humano, Exodo subraya la importancia de los sacrificios los cuales
pueden tanto expiar el pecado como purificar lo que es impuro. Esto se expone
de muchas maneras. Observamos esto en los sacrificios asociados con la
Pascua y con la formulación del pacto en el monte Sinaí. Igualmente, los
sacrificios son parte integral del procedimiento de la consagración de los
sacerdotes (<022901>Exodo 29:1-46). Aun más, para simbolizar el hecho de que
uno se puede acercar a Dios a través del ofrecimiento de sacrificios aceptables,
el gran altar de bronce fue puesto entre la entrada al patio del tabernáculo y el
lugar santo.
También se da atención especial a los atributos divinos de la compasión y la
justicia. Son muy evidentes en la primera mitad del libro cuando Dios actuó con
real preocupación por los israelitas y castigó a los egipcios a causa de los tratos
injustos para con los israelitas. Ambos atributos son prominentes en las leyes y
en los imperativos morales que forman parte importante del pacto en el Sinaí.
Los israelitas no sólo deben mantener una norma particular de justicia, sino que
también deben actuar con compasión hacia los miembros de la sociedad que
son más vulnerables. Finalmente, éstos aparecen en los eventos relacionados
con el becerro de oro. La justicia de Dios se manifiesta en el castigo hacia los
israelitas por sus acciones rebeldes, pero, a causa de su compasión, el pacto es
subsecuentemente renovado cuando Moisés intercede en favor del pueblo.
AUTOR Y FECHA
Exodo no menciona la persona responsable por haber dado la forma actual al
libro. El hecho de que algunas secciones fueran registradas por Moisés
(<021714>Exodo 17:14; 24:4; 34:27) responde a la posición tradicional de que
Moisés escribió la totalidad del libro (p. ej. <411226>Marcos 12:26). Si bien hay
poca evidencia interna que indique cuándo el libro fue escrito, no hay razón
convincente para creer que éste haya sido escrito mucho tiempo después de los
eventos relatados, como muchos eruditos suponen. El único comentario que
puede proveer algo de información sobre cuándo el libro fue escrito es la
referencia a los israelitas comiendo maná por 40 años hasta que llegaron a la
tierra de Canaán (<021635>Exodo 16:35).
Por más de un siglo los eruditos han discutido largamente el origen del material
encontrado en Exodo Estudios recientes han revelado mayores flaquezas en la
teoría de que el Pentateuco está compuesto por cuatro distintas fuentes
documentarias, generalmente conocidas por las siglas J, E, D y P (véase
artículo sobre el Pentateuco). Por causa de lo excepcionalmente difícil que ha
sido recuperar con algún grado de certeza las fuentes fundamentales del
presente texto, el comentario que continúa se enfoca exclusivamente en el texto
tal como lo tenemos.
MARCO HISTORICO
Muchos factores hacen difícil determinar con precisión el marco histórico de los
eventos descritos en Exodo Primero, estamos tratando con eventos ocurridos
en el segundo milenio a. de J.C. Según <110601>1 Reyes 6:1, el éxodo ocurrió 480
años antes “del cuarto año del reinado de Salomón sobre Israel”. En base a
esta información los israelitas salieron de Egipto aprox. en el año 1446 a. de
J.C. Mientras que algunos eruditos rechazan esta fecha, ubicando el éxodo en
la última parte de la segunda mitad del siglo XIII a. de J.C. (véase abajo), en
cualquiera de las dos posiciones estamos tratando con un período de la historia
acerca del cual nuestro conocimiento es limitado e incompleto.
Segundo, uno de los elementos dignos de destacar es la ausencia de referencias
históricas. Por ejemplo, los reyes egipcios son designados simplemente por su
título, faraón, y no por su nombre. Posiblemente esto sea intencional, con el
propósito de contrastar a los reyes de Egipto no nombrados con el Dios
soberano de Israel cuyo nombre, el Señor (o Jehovah), fue revelado a Moisés
y a los israelitas. Como resultado, es difícil ubicar el éxodo en un período
preciso de la historia egipcia. Una clave se puede encontrar en el nombre de
una de las ciudades de abastecimiento, Ramesés, la cual puede haber tenido su
origen durante el reinado de Ramsés II (siglo XIII a. de J.C.). Sin embargo, es
posible que los nombres de personas y lugares daten de periodos anteriores y
que ya se encontraban en uso cuando los israelitas se ubicaron por primera vez
en Egipto (cf. <014711>Génesis 47:11). Otra alternativa es que el nombre puede
pertenecer a un periodo anterior y su uso en <014711>Génesis 47:11 y en
Exodo1:11 sea el resultado de una actualización editorial.
Tercero, ningún documento, aparte de la Biblia, ha sido descubierto
relacionado específicamente con el tiempo de los israelitas en Egipto. Dada la
antigüedad del período y la naturaleza de los eventos, esto no es sorprendente.
Es poco probable que los analistas egipcios hubieran registrado descripciones
detalladas de eventos que incluían la derrota de sus reyes y la destrucción de
sus ejércitos. Aun si ellos inicialmente hubieran notado estos eventos, habrían
tenido poco entusiasmo por asegurar que semejantes textos sobrevivieran
intactos.
Cuarto, aunque el autor de Exodo tenía un interés agudo en estos eventos, el
escribió principalmente como teólogo y no como un historiador. El se enfocó en
el Dios encontrado a través de estos eventos, en vez de en los eventos mismos.
Finalmente, dada la importancia y la prominencia de la tradición del éxodo en el
pensamiento israelita, parece razonable suponer que éste se deriva de eventos
reales. A pesar de no poder confirmar la veracidad de lo que está registrado en
el libro de Exodo, no hay razón para desecharle como poco más que una
simple ficción. Los eruditos que han negado la historicidad de los eventos
consideran el libro de Exodo como tal sin hacer una concesión adecuada para
dichos factores.
LA RUTA DEL EXODO
Si existen problemas para determinar el marco histórico del éxodo, no es de
sorprenderse que dificultades similares se levanten en la reconstrucción exacta
de la ruta del viaje de los israelitas desde Egipto. Aparte de un puñado de
lugares-nombres, la narrativa arroja poca luz sobre la dirección tomada por
aquellos que huían de Egipto, aparte del hecho de que no tomaron una ruta
directa hasta Canaán. Aun más, las opiniones difieren en cuanto a la
confiabilidad e identidad de los lugares mencionados. Mientras muchos eruditos
favorecen una ruta tomada por los israelitas a través de la mitad sureña de la
península del Sinaí, investigaciones recientes tienden a respaldar una ruta mucho
más al norte. Véase la pág. 119.
BOSQUEJO DEL CONTENIDO
Exodo 1:1— 2:25 Los israelitas en Egipto
<020101>
Exodo 3:1— 4:31 Preparación de Moisés
3:1— 4:23 Moisés en Madián
4:24-31 Moisés se encuentra con Aarón
<020301>
Exodo 5:1—15:21 Juicios y liberación
5:1— 6:13 Primer encuentro de Moisés con el faraón
6:14-27 Genealogía de Moisés y Aarón
6:28—7:7 Reafirmación divina a Moisés
7:8—11:10 Señales y prodigios en Egipto
12:1-41 La Pascua
12:42-50 Estatutos que regulan la Pascua
12:51—13:16 Otras instrucciones para conmemorar la Pascua
13:17-22 Primera etapa del viaje de salida de Egipto
14:1-31 La destrucción del ejército egipcio
15:1-21 Celebración israelita del poder de Dios
<020501>
Exodo 15:22—18:27 Los israelitas bajo el gobierno divino
15:22—17:7 El pueblo se queja por comida y agua
17:8-16 La derrota de los amalequitas
18:1-27 La visita de Jetro
<021522>
Exodo 19:1—24:11 El establecimiento del pacto
19:1-15 Preparación para el pacto
19:16-25 Dios aparece a los israelitas en el monte Sinaí
20:1-21 Dios se dirige al pueblo directamente
20:22-26 Instrucciones para el ofrecimiento de sacrificios
21:1—23:33 El libro del pacto
24:1-2 La invitación de Dios de subir al monte
24:3-11 La ratificación del pacto
<021901>
Exodo 24:12—31:18 Instrucciones para la construcción del
santuario
24:12-18 Moisés es llamado a la presencia de Dios
25:1—27:21 Detalles específicos relacionados con el tabernáculo
28:1—29:46 Detalles específicos relacionados con el sacerdocio
30:1—31:18 Instrucciones adicionales relacionadas con el tabernáculo y
el sábado
<022412>
Exodo 32:1—34:35 El pacto quebrantado y renovado
32:1—33:6 Rebelión en el campamento
33:7—34:35 Moisés intercede a favor del pueblo
<023501>
Exodo 35:1—40:38 Construcción y erección del tabernáculo
35:1—36:7 Preparación para edificar el tabernáculo
36:8—39:31 La terminación del tabernáculo y las vestimentas sacerdotales
39:32-43 Moisés inspecciona el trabajo
40:1-33 La erección del tabernáculo
40:34-38 La gloria de Jehovah llena el tabernáculo
<023201>
COMENTARIO
1:1—2:25 LOS ISRAELITAS EN EGIPTO
Los primeros dos capítulos de Exodo (abarcan varios siglos) proveen una
introducción indispensable a la trama que se revela en el resto del libro. Al
principio aprendemos de la presencia de Israel en Egipto (1-6) y el temor
creado por su notable crecimiento (7-22). En medio de las medidas inhumanas
adoptadas para reprimir a los israelitas, se nos introduce a Moisés, el principal
protagonista humano en la historia (<020201>Exodo 2:1-22). A pesar de los intentos
del faraón por destruir a todos los niños varones al nacer, Moisés fue
preservado por la astucia de su madre. Por un vuelco irónico de los eventos,
creció en la corte egipcia. Años más tarde, después de matar a un egipcio a
quien observó golpeando a un israelita, se vio obligado a huir por su vida y vivir
en el exilio en la tierra de Madián (11-22). La introducción concluye con un
breve comentario acerca de la preocupación de Dios por Israel (23-25), la que
provee de un importante enlace con la parte siguiente del libro.
1:1-6 La llegada de los israelitas a Egipto. Exodo comienza en una forma
no dramática al dar una breve lista de los nombres de los 12 hijos de Israel,
también conocido como Jacob (cf. <013228>Génesis 32:28), y destacando que a su
llegada a Egipto toda la familia constaba de un total de 70 personas. Esta
información forma un importante puente entre Exodo y el libro anterior Génesis,
y probablemente presupone que el lector ya esté familiarizado con la narración
más detallada en <014601>Génesis 46:1-27 de quiénes emigraron a Egipto (sin
embargo, el orden de los nombres sigue el de <013523>Génesis 35:23-26). El relato
de la muerte de José en el v. 6 hace referencia a <015022>Génesis 50:22-26.
Nota. 5 <440714>Hechos 7:14 indica que los descendientes de Jacob eran un total
de 75, siguiendo una traducción griega primitiva (véase <014627>Génesis 46:27).
1:7—2:10 La opresión egipcia de los israelitas. El incremento rápido en
número de los descendientes de Israel se enfatiza en el texto heb. por la
repetición en el v. 7 de cuatro verbos asociados con crecimiento (que la RVA
traduce: fueron fecundos y se hicieron muy numerosos; se multiplicaron y
llegaron a ser muy poderosos), y por el comentario de que la tierra estaba
llena de ellos. Este destacable crecimiento daba cumplimiento parcial a varias
promesas hechas a Abraham, Isaac y Jacob (cf. <011202>Génesis 12:2; 13:16;
15:5; 17:2, 6; 22:17; 26:4; 28:14; 35:11; 46:3; 48:4) y es evidencia clara de la
bendición de Dios sobre los israelitas.
La entronización de un nuevo rey, quien no tenía conocimiento alguno de José,
anticipa desarrollos que tendrán consecuencias importantes tanto para los
israelitas como para los egipcios. El nuevo faraón vio la prosperidad de los
israelitas como una amenaza mayor para la seguridad continua de su reino. Los
egipcios tuvieron que actuar sagazmente y al unísono contra este peligro
potencial (9, 10). Consecuentemente, los israelitas fueron forzados a trabajar
en la construcción de ciudades de abastecimiento para el faraón (11). Las
acciones del faraón son un escalofriante recuerdo de cómo una nación puede
buscar dominar y explotar a otra. Paradójicamente, por más que los egipcios
les oprimían, más los israelitas aumentaban en número (12). La intención de
Dios de hacer de Israel una nación grande no sería obstaculizada por el
endurecimiento de esfuerzos humanos.
Enfrentado con el continuo crecimiento de la población israelita, faraón buscó
otro método de controlar los nacimientos: por orden suya las parteras heb.
Sifra y Fúa, debían matar a todos los varones recién nacidos (16). Cuando
desobedecieron por temor a Dios, ellas mismas fueron recompensadas con el
nacimiento de hijos (21). Dios sigue premiando a quienes lo ponen a él primero.
Determinado a continuar con su política en contra de los israelitas, el faraón
ordenó a su propio pueblo que arrojara a cada varón heb. recién nacido al río
Nilo (22). La escena fue escogida para el nacimiento de Moisés y su
extraordinaria liberación. Irónicamente, no sólo fue rescatado del río por la
propia hija del faraón (<020205>Exodo 2:5, 6), sino que también creció bajo la
protección de aquél que había amenazado su propia existencia (9, 10).
Notas. 8 El libro de Exodo no identifica a ninguno de los reyes egipcios
(faraones) mencionados. A pesar de su posición de influencia se representan
como don nadie. Esto está de acuerdo con el contraste que Exodo establece
entre el Señor y los reyes egipcios. 11 Se discute la ubicación precisa de Pitón
y Ramesés. El nombre Ramesés a menudo se asocia con el gran faraón Ramsés
II (1290-1224 a. de J.C.). Sin embargo, el lugar-nombre puede datar ya sea
de un período anterior o como resultado de una actualización editorial (cf.
<014711>
Génesis 47:11). 11 Faraón es un título real y no un nombre personal. 19
En vista del extraordinario crecimiento de la población israelita, es posible que
faraón haya aceptado el comentario sobre la habilidad de las mujeres hebreas
de dar a luz antes que arribaran las parteras.
2:11, 12 La huida de Moisés a Madián. La na-rración salta con rapidez en
el v. 11 al tiempo cuando Moisés era un adulto; según una tradición posterior
tenía 40 años de edad para ese entonces (cf. <440723>Hechos 7:23). Ocurrieron
tres incidentes que están íntimamente relacionados. Primero, Moisés mató a un
egipcio que estaba golpeando a un hebreo (11, 12). Luego, intervino en una
pelea entre dos hebreos y reprendió al culpable (13, 14). Finalmente, siguiendo
a su huida de Egipto, fue al rescate de las hijas de Reuel (16-19). En cada uno
de estos incidentes Moisés se presenta como defensor de los débiles. Las
ironías abundan. A pesar de los intentos de Moisés por evitar el descubrimiento
antes y después de matar al egipcio, sus acciones fueron rápidamente
conocidas (12, 13). La respuesta del agresor hebreo: ¿Quién te a puesto a ti
por jefe y juez sobre nosotros? (14), sin saberlo anticipó eventos posteriores
en el libro cuando Moisés llegó a ser líder y juez sobre Israel (cf. <021813>Exodo
18:13-26). Después de huir de Egipto a causa de su acto contra la agresión
egipcia, Moisés fue descrito como egipcio por las hijas de Reuel (19). Si bien
sus acciones revelan una preocupación positiva por el débil y el oprimido,
Moisés todavía no reunía las cualidades para la función de libertador nacional.
Por el contrario, fue forzado a abandonar su posición en la corte real egipcia y
llegó a ser un forastero en tierra extranjera (22). De la misma manera, en un
mundo lleno de injusticias, los cristianos, aun frente a la oposición, deben ser
constantemente activos en favor del pobre y de aquél que no tiene esperanza.
Nota. 15 Moisés huyó en dirección al oriente a Madián, la región alrededor del
golfo de Acaba. Esta área pudo haber sido llamada así por el nombre de uno
de los hijos menores de Abraham (cf. <012502>Génesis 25:2).
2:23-25 La preocupación de Dios por los israelitas. La información
relacionada con la muerte del faraón introduce un párrafo breve, pero altamente
significativo, enfocado en la condición continua de los israelitas en Egipto.
Temáticamente está vinculado con la sección anterior: Dios, como Moisés,
tiene cuidado por el oprimido. Si bien ha habido breves alusiones a la
preocupación de Dios por su pueblo, sólo ahora la narrativa revela en detalles
su conocimiento del sufrimiento israelita: Dios oye, se acuerda, observa y
conoce (24, 25). La referencia al pacto divino con Abraham, Isaac y Jacob es
especialmente importante. En el corazón mismo de este pacto está la promesa
de que los descendientes de los patriarcas poseerán la tierra de Canaán (cf.
<011708>
Génesis 17:8; 26:3; 28:13; 48:4). Abraham había recibido una promesa
aun más específica: “Ten por cierto que tus descendientes serán extranjeros en
una tierra que no será suya, y los esclavizarán y los oprimirán 400 años. Pero
yo también juzgaré a la nación a la cual servirán, y después de esto saldrán con
grandes riquezas” (<011513>Génesis 15:13, 14). El tiempo había llegado ahora para
la liberación de los descendientes de Abraham de la esclavitud y la opresión en
Egipto.
3:1—4:31 PREPARACION DE MOISES
3:1—4:23 Moisés en Madián
En contraste con los dos primeros capítulos, los cuales cubren un largo
período, el movimiento de la narración en esta sección disminuye
significativamente. Aquí, Dios revela la acción que intenta ejecutar en favor de
los oprimidos israelitas: Moisés es comisionado como aquél que guiará al
pueblo en su salida de Egipto. Por causa de su importancia, el encuentro entre
Dios y Moisés se registra con considerables detalles y con mucha atención
enfocada en la conversación entre ellos. Claramente, el evento total tuvo un
profundo efecto sobre Moisés.
Varios de los elementos del encuentro entre Dios y Moisés son dignos de
destacar. Primero, Moisés se encuentra con Dios en la zarza ardiente. A lo
largo de la historia del éxodo, la presencia divina a menudo se simboliza por el
fuego y el humo (<021321>Exodo 13:21, 22; 19:18; 24:17; 40:38; cf. <030924>Levítico
9:24; 10:2; <041101>Números 11:1-3; <050903>Deuteronomio 9:3; 18:16). Segundo, por
causa de su aterradora naturaleza, había que acercarse a Dios con precaución.
Moisés reconoció la santidad de Dios al quitarse las sandalias. El concepto de
santidad divina reaparece en Exodo como tema principal. Habiendo conducido
el rebaño de su suegro a través del desierto hasta Horeb (1), Moisés luego
guiará a los israelitas al mismo lugar (cf. <020312>Exodo 3:12; 19:1, 2), en donde
ellos también confrontarán la presencia santa de Dios revelada a través del
fuego (véase cap. 19).
Si bien los detalles del trasfondo son dignos de destacar, el relato enfoca más
su atención en el diálogo siguiente entre Dios y Moisés. Desde el comienzo, fue
esencial que Moisés conociera la identidad de aquél que hablaba con él: Yo soy
el Dios de tus padres: el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de
Jacob (6). Luego, Dios le revela a Moisés lo que el lector ya conoce; él estaba
profundamente preocupado por el sufrimiento de su pueblo en Egipto (7-9; cf.
<020223>
Exodo 2:23-25). Ahora era el tiempo para actuar. Por medio de Moisés,
él tenía la intención de rescatarles de Egipto, una tierra de opresión, y traerlos
hasta Canaán, la tierra de la oportunidad. La respuesta de Moisés
probablemente no fue sorprendente: ¿Quién soy yo para ir al faraón y sacar
de Egipto a los hijos de Israel? (11). ¿Qué cualidades tenía Moisés para esta
tarea? ¿Cómo podría un fugitivo de Egipto confrontar al faraón? La respuesta
de Dios fue directa: Ciertamente yo estaré contigo (12). Esta fue
acompañada con la promesa de una señal. Sin embargo, Dios no prometió un
milagro al instante; Moisés tenía que ejercitar su confianza primero antes de ver
su cumplimiento.
Moisés planteó una nueva dificultad. ¿Cómo convencería a los israelitas de que
Dios lo había enviado a ellos? Los vv. 13-15, que enfocan sobre la identidad
de Dios, son difíciles de interpretar. La solicitud de Moisés por el nombre de
Dios es importante porque los israelitas creían que el nombre reflejaba la
esencia de un individuo. En Génesis son destacados diferentes aspectos de la
naturaleza de Dios por medio de los nombres utilizados para designarle a él: El
Dios Altísimo (heb., Elyon; <011418>Génesis 14:18-20), El Dios que me ve (heb.,
El Roi; <011613>Génesis 16:13), El Dios Todopoderoso (heb., El Shadday;
<011701>
Génesis 17:1), El Dios Eterno (heb., El Olam; <012133>Génesis 21:33). Aquí
Dios se da a conocer por su nombre personal “Yahweh”, traducido en la
mayoría de las traducciones españolas como Jehovah, Jehová, o el Señor
(15). El nombre divino heb. Yahweh está íntimamente relacionado con la frase
que se encuentra en el v. 14 la que puede ser traducida de diferentes maneras:
YO SOY EL QUE SOY, “Yo seré el que seré”, “Yo seré el que fui”. Una forma
abreviada de esta frase se encuentra en la declaración: YO SOY me ha enviado
a vosotros. A diferencia de los nombres anteriores, “Yahweh” no limita la
naturaleza de Dios a ninguna característica particular: él es lo que es. Aun más,
su naturaleza no cambia. El es el Dios adorado por las generaciones anteriores
(el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob) y por las
generaciones venideras (este es mi nombre para siempre; éste será el
nombre con que seré recordado de generación en generación).
A su regreso a Egipto, Moisés había de reunir a los ancianos de Israel. Juntos
fueron para solicitar permiso de faraón de llevar a los israelitas en un viaje de
tres días por el desierto con el propósito de que pudieran adorar a su Dios
(18). La reacción de faraón a esta pequeña demanda revelaría su fuerte
antagonismo hacia los israelitas. Rechazó acomodarse a ellos, no porque su
solicitud fuese excesiva, sino porque probablemente sospechaba que si les
permitía salir se irían definitivamente. El relato en los caps. 7—15 refuerza esta
observación inicial. El faraón no cambiaría de opinión a menos que una mano
poderosa le obligue (19). La influencia de la mano de Dios sobre los egipcios
sería tal que ellos estarían dispuestos a dar sus posesiones con tal de ver a los
israelitas abandonar Egipto. Esos regalos compensarían a los israelitas por el
sufrimiento que ya habían padecido.
A pesar de estas seguridades divinas, Moisés continuó resistiéndose a suscitar
otro problema. ¿Qué si los israelitas no le creyeran? ¿Cómo les convencería
que realmente Dios se le había aparecido? En respuesta Dios le dio tres señales
que implicaban transformaciones milagrosas que Moisés mostraría al pueblo: su
vara se convertiría en una serpiente (2-4); su mano llegaría a estar leprosa (6,
7); y el agua del Nilo que se convertiría en sangre (9). De las primeras dos
señales Moisés fue testigo. La tercera tendría que ser aceptada por fe. Más
tarde, cuando las tres fueran mostradas a los israelitas, se convencieron de que
Dios verdaderamente había enviado a Moisés (30, 31).
Moisés seguía titubeante. Ofreció otra excusa para no aceptar el llamado de
Dios: él no era hombre de palabras (10). Con una serie de preguntas retóricas
Dios le reveló que su poder triunfaría sobre cualquier incapacidad que pudiese
sentir. Cuando Moisés solicitó que otro fuese enviado, Dios, como se justifica,
mostró su furor (13). ¿Cómo podía continuar rechazando? Como un gesto final
de la paciencia divina Dios le prometió la asistencia de su hermano Aarón. Con
esto, Moisés se resignó a regresar a Egipto. El hecho de que no revelara a su
suegro las razones para su partida hacia Egipto posiblemente sugiera que el aún
no estaba convencido de la capacidad de Dios para el logro de sus planes. El
llamado de Dios a Moisés es vívido recordatorio de cómo todos somos
llamados a servir al Dios viviente. La titubeante respuesta de Moisés nos suena
familiar.
Entre las posesiones tomadas que Moisés llevó a Egipto se presta especial
atención a la vara de Dios (20). Como se revela más tarde, esta vara fue
usada por Moisés cuando ejecutó “todas las maravillas” que Dios le había
ordenado (p. ej. <020710>Exodo 7:10, 20; 8:5, 17; 9:23; 10:13). Moisés, como
embajador de Dios, fue dotado de poder para ejercer la autoridad divina (cf.
3:20). La vara era símbolo de esta autoridad, no una vara mágica. Sin
embargo, se le advirtió que faraón rechazaría obstinadamente la idea de dejar ir
a los israelitas. Como consecuencia, Dios castigaría a los egipcios por medio de
la muerte de sus primogénitos, una respuesta que paralela los tratos de Egipto
con Israel, el primogénito de Dios (22). Esta predicción se cumple en
<021101>
Exodo 11:1—12:30.
Notas. 3:1 Jetro es también conocido como Reuel (2:18). Horeb, el monte
de Dios se conoce también como Sinaí (para su ubicación, véase la
introducción y el mapa). 8 Una tierra que fluye leche y miel es una manera
proverbial para describir la fertilidad de la tierra de Canaán. 15 La traducción
de algunas versiones, “el Señor”, omite transmitir la idea de que la palabra heb.
Yahweh es un nombre personal.
4:24-31 Moisés se encuentra con Aarón
24-26 El relato se mueve a una ubicación en el camino, en una posada. Aquí
tenemos un breve y enigmático informe del intento de Dios por matar a Moisés
(24-26). Su vida fue perdonada sólo después de que su esposa Séfora
intervino circuncidando a su hijo Gersón (cf. <020222>Exodo 2:22). Este incidente
extraño posiblemente se centra en la continua falta de fe en Moisés con
respecto a su misión. Si bien Dios le había asegurado que liberaría a los
israelitas de Egipto por causa de su pacto con Abraham, Moisés había omitido
circuncidar a su propio hijo como era requerido por Dios bajo ese mismo
pacto (cf. <011710>Génesis 17:10-14). El incidente sirve como recordatorio del
peligro de no tomar a Dios en serio.
Con un mínimo de detalles el relato registra el encuentro de Moisés con Aarón
y los ancianos de Israel. La breve descripción de estos eventos está en claro
contraste con la prolongada discusión que Moisés tuvo con Dios.
Contrario a lo que él esperaba, Moisés recibió una muy favorable bienvenida.
Cuando supieron de la preocupación de Dios por ellos, los líderes israelitas se
postraron y adoraron. Como lo revela su conversación inicial con Dios, Moisés
nunca anticipó un escenario como éste. Todo parecía preparado para una
misión exitosa.
Nota. 25 El exacto significado de esposo de sangre es incierto.
5:1—15:21 JUICIOS Y LIBERACION
5:1—6:13 Primer encuentro de Moisés con el faraón
1-23 Con este éxito inicial para animarles, Moisés y Aarón procedieron para
encontrarse con el faraón. Sin embargo, él manifestó desprecio absoluto hacia
ellos y especialmente hacia Dios: ¿Quién es Jehovah para que yo escuche su
voz y deje ir a Israel? Yo no conozco a Jehovah, ni tampoco dejaré ir a
Israel (2). Si bien en el momento faraón no tenía un conocimiento personal de
Dios, esto cambiaría dramáticamente muy pronto. Significativamente, el tema
de conocer “a Jehovah” con frecuencia ocurre a través de los siguientes
capítulos (cf., p. ej. <020607>Exodo 6:7; 9:14, 16, 29; 10:2). Habiéndose revelado
ya a Moisés, Aarón y a los ancianos de Israel, ahora Dios se revelaría
poderosamente al faraón y a los egipcios.
Como le fuera ordenado por Dios (<020318>Exodo 3:18), Moisés y Aarón
solicitaron a faraón que permitiera a los israelitas hacer ese viaje de tres días al
desierto para ofrecer sacrificios a su Dios. Es interesante que Moisés haya
llamado la atención al hecho de que desobedecer podía causar el castigo de
Dios sobre los israelitas con peste o con espada (3). Implícito en esto hubo una
advertencia a faraón de que Dios debía ser tratado con reverencia. La
respuesta del faraón a su solicitud parece excesiva. Dio órdenes de que las
tareas de los israelitas de hacer adobes deberían ser más pesadas; ya no se les
proveería de la paja necesaria para fabricarlos (cf. 1:14). A los capataces
hebreos esto les pareció como que Moisés y Aarón estaban proveyendo de
una oportunidad ideal al faraón para seguir con su campaña de genocidio en
contra de los israelitas. Como resultado, vieron a Moisés y Aarón con total
desprecio. En vista de este rechazo Moisés se volvió a Dios con
desesperación. ¿Por qué había permitido que las cosas se desarrollaran de esta
forma?
6:1-13 El propósito de Dios fue ahora revelado: el faraón sería forzado a
someterse ante la mano poderosa de Dios (1). Para reasegurar a Moisés, Dios
le recordó las promesas que fueron parte del pacto previamente establecido
con Abraham, Isaac y Jacob (2-8). Por medio de su liberación de Egipto los
israelitas conocerán que Jehovah es realmente su Dios y que ellos son su
pueblo (7). La triple repetición de la frase Yo soy Jehovah en los vv. 2, 6 y 8
enfatiza que es Jehovah quien lo hará. No obstante, cuando Moisés comunicó
la respuesta de Dios a los israelitas, ellos no escucharon (9). El poder del
faraón sobre ellos parecía inamovible. En consecuencia, aun Moisés comenzó a
creer que era absurdo preguntar por la liberación de los israelitas (12).
Nota. 3 Este versículo suscita una importante pregunta: ¿Fue el nombre
Yahweh conocido antes del tiempo de Moisés? Los eruditos están divididos en
su respuesta a esta pregunta. Algunos apuntan al uso frecuente del término en
Génesis Otros sugieren que las veces que ocurre el término en Génesis son
incorporaciones posteriores. Mientras que es posible demostrar que en ciertos
lugares en Génesis el término Yahweh pudo haber reemplazado a un título
divino antiguo (p. ej. 16:11, 13), esto no siempre es posible (p. ej. 15:7;
22:14). Sin embargo, es aparente que otros nombres divinos, y en particular El
Shadday (Dios Todopoderoso), fueron populares entre los patriarcas. La
interpretación correcta de 6:3 permanece como parte de un enigma.
6:14-27 Genealogía de Moisés y Aarón
En este momento la trama se interrumpe por una genealogía la cual centra su
atención en la familia de Leví, a la que pertenecieron Moisés y Aarón (14-25).
La genealogía sigue el orden de los hijos de Jacob como está registrada en 1:2:
Rubén (14), Simeón (15), Leví (16). Sin embargo, aquí se concentra en los
descendientes de Leví, en vez de mencionar a los hijos restantes de Jacob. La
genealogía cumple dos funciones. Primera, provee detalles que no aparecen en
otro lugar en Exodo sobre la familia de Moisés y Aarón. Segunda, al
interrumpir la trama en una etapa crucial, mantiene al lector esperando en
suspenso sobre lo que vendrá a continuación.
6:28—7:7 Reafirmación divina a Moisés
El relato se reanuda en los vv. 28-30 a través de la repetición de comentarios
ya mencionados en los vv. 10-13. Si los israelitas no le creían a Moisés, ¿qué
probabilidad habría de que el faraón lo hiciera? En respuesta, Dios le reaseguró
a Moisés de su habilidad para vencer al faraón y conducir al pueblo fuera de
Egipto. Incluso declaró que Moisés sería como dios para el faraón, y Aarón
sería su profeta (<020701>Exodo 7:1, 2). Con semejante certeza Moisés debería
permanecer confiado en el éxito. El discurso divino también anticipó las señales
y prodigios que predominarán en los caps. 7—14. Aun más, se hace mención
de la dureza del corazón del faraón y de los grandes actos justicieros con los
cuales Dios liderará a Israel en su salida de Egipto. Como resultado, sabrán
los egipcios que yo soy Jehovah (5). De modo que la escena está compuesta
por el ciclo de episodios que abarca <020708>Exodo 7:8—11:10.
7:8—11:10 Señales y prodigios en Egipto
La narrativa de Exodo dedica considerable espacio al relato de las señales y
prodigios realizados en Egipto. Si bien con frecuencia se describen como “las
diez plagas”, esta no es una designación totalmente acertada. Primero, si bien el
texto bíblico se refiere individualmente a alguna de ellas como “peste”
(<020903>Exodo 9:3) o “plaga” (<020914>Exodo 9:14, 15; 11:1: cf. 8:2), en su conjunto
son más frecuentemente llamadas “señales” (<020703>Exodo 7:3, 9; 8:23; 10:1, 2) o
“prodigios” (<020703>Exodo 7:3; 11:10) o “maravillas” (<021109>Exodo 11:9). Segundo,
de hecho hay 11 señales milagrosas registradas en los caps. 7—12. La primera
de ellas, el episodio de la vara transformándose en serpiente (<020708>Exodo 7:813), generalmente no es incluida en la lista de “plagas”. Significativamente,
también fue ésta la primera señal que Dios le dio a Moisés con el propósito de
convencer a los israelitas de que Jehovah en verdad se le había aparecido
(<020402>Exodo 4:2-5). La siguiente señal que Moisés ejecutó ante el faraón,
transformando las aguas en sangre (<020714>Exodo 7:14-25) también fue usada por
Moisés para demostrar su llamado divino a los israelitas (<020408>Exodo 4:8, 9).
Con todo, mientras que los israelitas creyeron a Moisés a causa de estas
señales (<020430>Exodo 4:30, 31), el faraón no les prestó atención; sus propios
magos fueron capaces de realizar la misma clase de prodigios (<020711>Exodo 7:11,
13, 22).
El relato individual de las señales milagrosas tiende a seguir el mismo modelo,
pero con algo de variación para evitar la monotonía. Varios rasgos dignos de
destacar son comunes en los once episodios. Primero, el relato de cada señal
milagrosa comienza con la frase: Jehovah dijo a Moisés. La iniciativa en cada
señal estaba en Dios, en donde cada etapa del encuentro de Moisés con
Faraón era divinamente controlada. Segundo, cada episodio, dando eco a las
predicciones dadas en <020421>Exodo 4:21 y 7:3, 4, concluye con la referencia
explícita al endurecimiento del corazón del faraón. Es significativo que la dureza
del corazón del faraón permanece en claro contraste con otras revelaciones que
ocurren en los relatos. Si bien los magos egipcios pudieron al principio duplicar
las señales milagrosas de Moisés y Aarón, muy pronto llegaron al límite de
poder y dijeron al faraón: ¡Esto es el dedo de Dios! (<020819>Exodo 8:19). Más
tarde, se nota específicamente que no podían estar en la presencia de Moisés
por causa de las úlceras, porque los magos tenían úlceras, como todos los
egipcios (<020911>Exodo 9:11). Incluso aun los propios funcionarios del faraón
fueron gradualmente persuadidos por el poder de Dios. Cuando Moisés
predijo la precipitación de granizo tan pesado, como nunca lo hubo en
Egipto (<020918>Exodo 9:18), algunos de ellos tomaron precauciones contra su
amenaza (<020920>Exodo 9:20). Cuando luego Moisés advirtió de una plaga de
langostas, los funcionarios instaron al faraón a que dejara ir a los israelitas
(<021007>Exodo 10:7; cf. 11:3). Sin embargo, aunque aquellos que le rodeaban
gradualmente reconocieron el poder de Dios, el faraón permaneció
obstinadamente resistente a las demandas de Moisés.
Las numerosas referencias a la dureza del corazón del faraón subrayan la
importancia del tema. La narración describe esta dureza en dos maneras. Si
bien en las primeras escenas se informa que el faraón endureció su propio
corazón, más adelante se declara que Dios endureció el corazón del faraón,
como estaba predicho en <020421>Exodo 4:21 y 7:3. Al describir la dureza del
corazón del faraón en estas formas, el relato enfatiza tanto la culpabilidad del
faraón como la soberanía de Dios.
Se ha sugerido que las plagas descritas en Exodo pueden estar relacionadas
con una serie de fenómenos naturales las cuales pueden haber ocurrido en el
antiguo Egipto. Así, p. ej. el transformar las aguas del Nilo en sangre puede ser
considerado como una rara crecida del río durante los meses de julio y agosto.
El río llega a ser “como sangre” debido a la presencia de tierra roja arrastrada
en suspensión desde las cuencas del Nilo Azul y el Atbara. Sin embargo,
semejante explicación no aclara la presencia de semejante “sangre” en los
baldes de madera y en las vasijas de piedra en toda la tierra de Egipto
(<020719>Exodo 7:19). Tampoco aclara la primera señal que Moisés hizo en
presencia de los israelitas (<020430>Exodo 4:30), o aquellas ejecutadas por los
magos egipcios (<020722>Exodo 7:22). Aun más, el texto enfatiza la fuente divina de
estos eventos. Por ejemplo, esto es indicado por las muchas referencias a
Moisés y a Aarón extendiendo sus manos, o su vara, con el propósito de
efectuar la señal. Si bien algunas señales pueden estar asociadas con fenómenos
naturales, el que hayan ocurrido es claramente atribuido a intervención divina.
Aun cuando los 11 episodios que abarcan <020708>Exodo 7:8—11:10 siguen el
mismo modelo básico, al compararlos es posible observar ciertas desarrollos
interesantes dentro de la trama. Ya hemos notado esto con respecto a los
magos quienes se describen como llegando a ser más y más impotentes ante
Moisés y Aarón. En forma similar, la actitud de los funcionarios del faraón
cambia gradualmente. Un cambio similar se puede observar al notar la reacción
del faraón. Inicialmente, estuvo de acuerdo en dejar ir al pueblo con la
condición de que Moisés orara para que las ranas desaparecieran (<020808>Exodo
8:8). Luego, aunque quería retener a los israelitas en Egipto, le persuadieron a
dejarles ir a poca distancia en el desierto (<020825>Exodo 8:25-28). Si bien de
hecho él declaró, después del granizo, que el pueblo podía ir (<020928>Exodo 9:28),
esto nunca ocurrió. Cuando Moisés amenazó con una invasión de langostas, el
faraón estaba listo
para permitir que los israelitas varones, pero no las mujeres ni los niños, fueran
a servir a Jehovah (<021008>Exodo 10:8-11). El accedió por fin a que los hombres,
las mujeres y los niños fueran, pero sin sus ovejas y vacas (<021024>Exodo 10:24).
A pesar de su aparente voluntad para ceder ante Moisés y Aarón en presencia
de nuevas señales y prodigios divinos, el faraón continuó negándole permiso al
pueblo de salir.
Al igual como los cambios sutiles pueden ser observados entre episodios,
ciertos aspectos de la historia se destacan por la repetición. Dos hechos son
dignos de notarse. Primero, una clara distinción se traza entre los israelitas y los
egipcios (cf. <020822>Exodo 8:22, 23; 9:4, 26; 10:23; 11:7). Segundo, el faraón
solicitó en numerosas ocasiones a Moisés que orara por él (cf. <020808>Exodo 8:812, 28-30; 9:28, 29, 33; 10:17, 18). Esta imagen de Moisés como uno que
podía mediar ante Dios en favor de otros es un tema que reaparece más
adelante en Exodo
Mientras los 11 episodios en <020708>Exodo 7:8—11:10 tienen la misma forma
básica, cada uno contribuye algo distinto a la totalidad de la historia.
7:8-13 La vara se transforma en serpiente. Es interesante que la
confrontación entre Moisés y el faraón comienza con el rey egipcio
demandando señales (9; cf. <020421>Exodo 4:21; 7:3); la misma palabra heb. se
traduce “maravillas” y “prodigios” en <021109>Exodo 11:9, 10. Obviamente, el
faraón estaba convencido de que en una demostración de fortaleza él tenía el
poder, a través de sus hechiceros, para vencer a Moisés. Aun mientras ellos
fueron suficientemente poderosos para reproducir la señal de la vara de Aarón
transformada en una serpiente, su poder fue menor; la vara de Aarón se tragó
las varas de ellos (12).
7:14-25 El agua se transforma en sangre. Por medio de una cuádruple
repetición de los detalles asociados con el agua transformada en sangre, el
relato destaca la extensión y la seriedad del prodigio ejecutado juntamente por
Moisés y Aarón: Hubo sangre en toda la tierra de Egipto (21).
8:1-15 La plaga de las ranas. La solicitud del faraón a Moisés (rogad a
Jehovah para que quite las ranas de mí y de mi pueblo) introduce en esta
sección un tema que será recurrente en otros episodios. El faraón reconoció la
capacidad de Moisés de mediar con Dios para la restauración de las
condiciones normales en Egipto (cf. <020828>Exodo 8:28-31; 9:28, 29, 33; 10:17,
18).
8:16-19. El polvo se convierte en piojos. Abreviando la forma de
presentación encontrada en otros episodios, esta breve sección se centra en la
reacción de los magos egipcios a la plaga de los piojos. Incapaces de duplicar
lo realizado por Moisés, admitieron ante el faraón: ¡Esto es el dedo de Dios!
(19)
8:20-32 La plaga de las moscas. En este episodio se da a una detallada
atención a la negociación entre el faraón y Moisés sobre dónde los israelitas
podían sacrificar a su Dios. El relato destaca la falsedad de faraón en que una
vez que Moisés había orado a su favor él se negó a permitir que el pueblo
fuera. Similar falsedad se revela en <020934>Exodo 9:34 y 10:16, 17.
9:1-7 La muerte del ganado. El hecho característico de esta sección es la
distinción que fue trazada entre israelitas y egipcios. La plaga que vino sobre el
ganado trajo muerte sólo a los animales egipcios: de los hijos de Israel no
había muerto ni un solo animal (7).
9:8-12 La plaga de las úlceras. Este corto episodio se asemeja mucho a
8:16-19. Llega a su clímax en el comentario que los magos egipcios no
pudieron permanecer en la presencia de Moisés. Si bien, inicialmente, habían
sido capaces de desafiar a Moisés y Aarón, ahora los magos se encontraban a
sí mismos débiles e impotentes ante estos prodigios milagrosos.
9:13-35 La plaga del granizo. En contraste con el episodio anterior éste es
mucho más detallado. A través de referencias repetidas a “Jehovah”, el relato
se centra en su divino poder. Se nos recuerda que Moisés fue sólo un agente
de Dios y que el propósito de los diferentes prodigios fue el de demostrar el
poder soberano de Dios.
10:1-20 La plaga de las langostas. El hecho más notable en este episodio
es la actitud de los funcionarios del faraón. Después que Moisés anunció el
envío de langostas, ellos inmediatamente trataron de persuadir al faraón de que
reconsiderara su posición. A estas alturas, los funcionarios estaban convencidos
de lo absurdo de detener a los israelitas de ir y adorar a su Dios. Sin embargo,
el faraón estaba preparado para dejar ir sólo a los varones; las mujeres y los
niños deberían quedarse. Aparte de un breve comentario en <020920>Exodo 9:20,
21, ésta es la primera indicación de una discrepancia entre la actitud del faraón
y la de sus siervos hacia los israelitas.
10:21-29 La plaga de las tinieblas. El hecho más distintivo de este episodio
es su conclusión. La referencia al endurecimiento del corazón del faraón indica
el fin de casi todos los otros episodios, pero no de éste. Se agregan varios
versículos que llaman la atención a una nueva etapa en la trama. Mientras que
los otros episodios concluyen con Moisés habiendo ya abandonado al faraón,
el mandato que Moisés debe retirarse (28) revela que él estaba aún en la
presencia del faraón. El relato también destaca, como no ocurre en otro lugar,
el profundo odio del faraón hacia Moisés; si Moisés aparecía nuevamente ante
él, de cierto que moriría. Con este clímax, la escena está preparada para el
episodio final en la serie.
11:1-10 Se anuncia la muerte de los primogénitos. Mientras aún se
encontraba en la presencia del faraón, Moisés recibió una nueva revelación de
parte de Dios. Habría una última plaga que causaría que el faraón dejara ir al
pueblo. Moisés anunció inmediatamente la plaga al faraón: todo primogénito
en la tierra de Egipto morirá (5). Con este pronunciamiento final, Moisés
dejó la presencia de faraón muy enojado. Como consecuencia de la renuencia
del faraón para escuchar, Egipto experimentaría uno de los más terribles
ejemplos del poder de Dios. Después de esto los israelitas saldrían. Si bien el v.
10 marca el fin de un ciclo de episodios que comenzaron en <020708>Exodo 7:8,
nuevas etapas en la trama se anticipan en este episodio final.
12:1-41 La Pascua
Como hemos destacado arriba, el ciclo previo de episodios termina con el
anuncio dramático de que “todo primogénito en la tierra de Egipto morirá”
(<021105>Exodo 11:5). Ahora, se pone considerable atención sobre el cumplimiento
de este anuncio. La forma única en que los primogénitos israelitas fueron
protegidos de la muerte nos conduce a este extraordinario evento llamado la
Pascua (cf. vv. 11, 23, 27). Significativamente, las generaciones posteriores la
recordarían en tres maneras. Primera, celebrarían cada año la fiesta de siete
días de los panes sin levadura (14-20; 13:3-10). Varias otras referencias
subrayan la estrecha relación entre los panes sin levadura y la Pascua (34, 39).
Debido a su rápida partida desde Egipto, no fue posible que los israelitas
observaran esta fiesta hasta el primer aniversario de su partida (<040901>Números
9:1-14). Segunda, en asociación con la fiesta de los panes sin levadura, los
israelitas conmemorarían la Pascua comiendo un cordero o un cabrito de un
año (24-27). Celebrada la tarde del día 14 del primer mes, la Pascua marca el
comienzo de la fiesta de los panes sin levadura que continúa hasta el día 21 del
mes (cf. v. 18). Tercera, para conmemorar la supervivencia de sus hijos
primogénitos, los israelitas darían a Dios, en el futuro, todo primogénito de las
crías de sus ganados (<021311>Exodo 13:11-16). Estas distintas actividades serían
un testimonio continuo del hecho de que Dios les había sacado de Egipto con
su mano poderosa (cf. <021303>Exodo 13:3, 9, 16).
En el corazón del primer rito de la Pascua estaba el sacrificio de un cordero o
de un cabrito, con su sangre debían untar los dinteles de las puertas y comer de
su carne. Los detalles del ritual se asemejan íntimamente a aquellos
relacionados con los sacrificios, y esto se confirma por el comentario en el v.
27: Este es el sacrificio de la Pascua de Jehovah. Es más, aunque se
asemeja a otros sacrificios, la ceremonia de la Pascua es única, reflejando su
peculiar marco histórico. Ya que el sacerdocio aarónico no había sido
establecido aún (<030801>Levítico 8:1—9:24), Moisés ordenó a todos los
ancianos de Israel que sacrificaran las víctimas pascuales (21). Tampoco hay
referencias al santuario central o al altar que fue instituido después del éxodo en
el Sinaí (<022024>Exodo 20:24-26; 24:4; 27:1-8). Mientras que otros sacrificios
normalmente se ofrecían durante el día, el cordero pascual se sacrificaba en el
atardecer ya que éste era el único tiempo conveniente a causa de las largas
horas en que los israelitas fueron forzados a trabajar. Finalmente, el tiempo
escogido para la Pascua en el día catorce del mes coincide con la luna llena, la
noche más conveniente del mes para el éxodo de Egipto.
Se da atención especial al uso de la sangre del animal: Esta fue untada en los
poste y en los dinteles de las puertas de las casas (7, 22). Algunos eruditos
enfatizan que esta acción fue diseñada para proteger a quienes estaban adentro
de los poderes hostiles que estaban afuera (cf. vv. 13, 23). Otros sugieren que
la sangre se usaba para purificar las casas israelitas, una propuesta apoyada por
la referencia al uso de hisopo (22) el que se asocia en otros lugares con el ritual
de la purificación (p. ej. <031404>Levítico 14:4; <041906>Números 19:6, 18). Sin
embargo, como observaremos más adelante, el rociar sangre probablemente
formó parte de un ritual de consagración.
Una parte igualmente importante del rito de la Pascua fue el comer el animal.
Cada uno de la comunidad israelita debía participar (47), y por cada animal
sacrificado había que tener un número adecuado de personas para comer toda
la carne. Se dieron instrucciones especiales con respecto al cocimiento de la
carne: el animal entero tenía que ser asado, no hervido (9); la carne debía ser
comida adentro y los huesos del animal no debían ser quebrados (46). Toda
carne que quedase para la mañana siguiente debía ser quemada (10).
Es significativo que la descripción de la carne pascual se asemeja íntimamente a
los elementos del relato de la consagración de los sacerdotes aarónicos en
Exodo 29 y Levítico 8. Aquí, el sacrificio de un carnero junto con el
rociamiento de su sangre y el comer de su carne forman los elementos centrales
de un ritual de consagración. Si bien hay diferencias en los detalles, estos
mismos elementos refuerzan el ritual de la Pascua. Al participar de la Pascua los
israelitas se apartaban a sí mismos como santos. El sacrificio del animal expiaba
el pecado de la gente, la sangre untada en los marcos de las puertas purificaba
a quienes estaban dentro, y el comer la carne sacrificada consagraba a quienes
la consumían. Al participar de la Pascua el pueblo se santificaba a sí mismo
como una nación santa para Dios (cf. <021906>Exodo 19:6).
12:1-28 Instrucciones para la Pascua. Esta sección consta de dos
discursos que contienen instrucciones. Si bien están puestos el uno al lado del
otro, fueron dados en días distintos. El primer discurso (1-20) fue dado por
Dios a Moisés en algún momento antes que los israelitas observaran la primera
Pascua; el v. 3 se refiere a la selección del cordero o el cabrito pascual cuatro
días antes que la Pascua fuera observada. En el segundo discurso (21-27),
Moisés se dirigió a los ancianos de Israel en el día de la Pascua. A través de
estos dos discursos el narrador destaca los eventos conducentes a la matanza
de los primogénitos egipcios en la medianoche del día catorce del mes (29). Es
interesante que ambos discursos terminan con comentarios llamando la atención
a las conmemoraciones futuras de la Pascua (14-20; 24-27). Es más, el
segundo discurso complementa al primero, proveyendo información adicional
sobre varios aspectos de dicha celebración. Puesto que el lector es capaz de
imaginarse lo que ocurrió a partir del contenido de los dos discursos, el autor se
abstiene de describir el cumplimiento de las instrucciones; simplemente comenta
que los hijos de Israel fueron y lo hicieron: como Jehovah había mandado a
Moisés y a Aarón, así lo hicieron (28).
La Pascua figura en forma destacada en la comprensión neotestamentaria de la
muerte de Jesucristo. Según Mateo, Marcos y Lucas, la última cena, que más
tarde sería conmemorada como la cena del Señor (<461102>1 Corintios 11:23-33),
era la cena pascual (<402617>Mateo 26:17; <411412>Marcos 14:12; <422207>Lucas 22:7, 8).
Al destacar que ninguno de los huesos de Jesús fue quebrado, Juan alude al
hecho de que la muerte de Jesús se asemeja al sacrificio pascual (<431936>Juan
19:36). En <460507>1 Corintios 5:7 se hace explícita esta conexión: “Porque Cristo,
nuestro Cordero pascual (lit. nuestra Pascua), ha sido sacrificado” y
probablemente <600118>1 Pedro 1:18, 19 también se refiera al sacrificio pascual.
Notas. 3 La palabra heb. seh denota un cordero o un macho cabrío. 15 Panes
sin levadura también se describe como no leudado. El hecho de que el pan
fuera sin levadura indica falta de tiempo para prepararlo apropiadamente (39;
cf. v. 11). 18 Desde el día 14 del mes al atardecer, hasta el 21 del mes al
atardecer se refiere al período que cubre tanto la Pascua como la fiesta de los
panes sin levadura. Para darle sentido a esta frase debe ser asumido que el día
fue reconocido como comenzando al amanecer, y no en el atardecer. Desde el
siglo VI a. de J.C. en adelante los judíos reconocieron el día como
comenzando en el atardecer. 23 La naturaleza precisa del destructor no se
revela en Exodo Según el <197849>Salmo 78:49 esto se puede referir a una
“delegación de mensajeros destructores”.
12:29-36 La muerte de los primogénitos egipcios. Varias predicciones
hechas en <021101>Exodo 11:1-10 se cumplen en esta sección. Dios mató a todos
los primogénitos egipcios a medianoche, causando un gran clamor en el pueblo
(29, 30; cf. <021104>Exodo 11:4-6). Después de llamar a Moisés y a Aarón por
última vez, faraón permitió a los israelitas salir sin condiciones (31, 32; cf.
<021101>
Exodo 11:1). Como fue indicado (<021102>Exodo 11:2), los israelitas pidieron
a y recibieron de los egipcios objetos de plata, objetos de oro y vestidos
(<021235>Exodo 12:35). Porque Jehovah dio gracia al pueblo... les dieron lo que
pidieron (36; cf. <021103>Exodo 11:3). El “saqueo” de Egipto se ve como
retribución por la forma en que los egipcios habían tratado a los israelitas como
esclavos (cf. <011514>Génesis 15:14).
12:37-41 Comienza el éxodo. Con el permiso del faraón los israelitas
comienzan su viaje hacia la libertad, viajando desde Ramesés a Sucot. La prisa
de su salida está marcada por el hecho de que tuvieron tiempo sólo para
preparar pan sin levadura. Al fin, después de 430 años, el pueblo fue capaz de
abandonar Egipto como resultado de los grandes prodigios ejecutados por
Dios.
Nota. 40 <011513>Génesis 15:13 se refiere a los descendientes de Abraham que
serían esclavizados y maltratados por 400 años (cf. <440706>Hechos 7:6). La figura
aquí aumentada de 430 años probablemente incluye el período de paz que
disfrutaron después de su primera llegada a Egipto.
12:42-50 Estatutos que regulan la Pascua
El relato de la partida de los israelitas se interrumpe por esta sección que
registra el estatuto acerca de la Pascua. Claramente, estas regulaciones se
aplicaban tanto a la primera Pascua como a las conmemoraciones posteriores
(42). La sección concluye haciendo notar la obediencia de los israelitas, con el
v. 50 en íntima correspondencia con el v. 28, posiblemente indicando que las
instrucciones corresponden cronológicamente allí. Al ordenar el material como
él lo hace, el narrador une en <021242>Exodo 12:42—13:16 las tres maneras en que
la liberación israelita desde Egipto sería celebrada: al volver a promulgar la
Pascua (43-49); al celebrar la fiesta de los panes sin levadura (<021303>Exodo
13:3-10); y al consagrar cada varón primogénito (<021311>Exodo 13:11-16).
12:51—13:16 Otras instrucciones para conmemorar la Pascua
El relato reanuda en el v. 51 lo que quedó en el v. 41 al repetir varios detalles
(p. ej. en el mismo día salieron de la tierra de Egipto “todos los escuadrones
de Jehovah”). Al día siguiente de la destrucción de los primogénitos egipcios
Dios anunció a Moisés que los israelitas debían consagrar como especial todo
primogénito; todo el que abre la matriz... tanto de los hombres como de
los animales (v. 2). Moisés luego amplió esta directriz mientras la transmitía al
pueblo (11-16). Sin embargo, está precedida por instrucciones relacionadas
con la celebración de la fiesta de los panes sin levadura (3-10). Si bien Moisés
y Aarón habían sido informados de esta fiesta anteriormente (<021214>Exodo
12:14-20), es ahora cuando el pueblo se entera de ella. El discurso de Moisés
al pueblo se clasifica bien en dos mitades, que son paralelas. Ambas comienzan
con referencias al pueblo tomando posesión de la tierra de Canaán en
cumplimiento al juramento de Dios a sus antepasados (5, 11). Luego vienen
instrucciones relacionadas con la conmemoración de la liberación de los
israelitas desde Egipto (6, 7, 12, 13), y la explicación de esas actividades a los
hijos (8, 14, 15). Finalmente, ambas mitades están marcadas por conclusiones
similares, terminando con el comentario porque con mano poderosa Jehovah
te sacó de Egipto (9; cf. v. 16).
13:17-22 Primera etapa del viaje de salida de Egipto
Habiendo anunciado su intención de traer a los israelitas de regreso a la tierra
de Canaán, Dios procedió a guiarles en esa dirección. Sin embargo, debido a la
preocupación por su seguridad, les condujo por una ruta larga y más segura,
hizo que el pueblo diese un rodeo por el camino del desierto hacia el mar
Rojo. En cumplimiento del juramento hecho por los hijos de Israel a José
(<015024>Génesis 50:24, 25), Moisés tomó consigo los restos embalsamados de
José. El narrador pone especial atención a la continua presencia de Dios con su
pueblo, marcada por una columna de nube de día y una columna de fuego
por la noche. Como revela el desarrollo de la narración, Dios permanecía en
una íntima proximidad con los israelitas, mostrando su especial relación con
ellos.
Rutas posibles para el éxodo
Nota. 18 Mar Rojo (heb. yam sup; lit. “mar de juncos”) probablemente
denota la parte norte del mar Rojo, esto es, el golfo de Acaba (el brazo
nordeste) y el golfo de Suez (el brazo noroeste) incluyendo la región que hoy se
conoce como los Lagos Amargos (en la antigüedad esta última región pudo
haber estado conectada directamente al mar Rojo). La ubicación exacta del
cruce es incierta; sin embargo, muchos eruditos favorecen la región de los
Lagos Amargos. Para una posible ruta del éxodo israelita, véase el mapa.
14:1-31 La destrucción del ejército egipcio
El presente pasaje tiene mucho en común con el ciclo de episodios conducentes
a la Pascua. Encontramos nuevamente temas familiares: El endurecimiento del
corazón del faraón (4, 17); Moisés extendiendo su mano con la vara (16; cf.
21, 26, 27); y la distinción que Dios hizo entre los egipcios y los israelitas (19,
20, 28, 29). Mientras leemos de la partida de los israelitas y la destrucción del
faraón y del ejército egipcio nos acercamos al clímax de la primera mitad del
libro de Exodo
Si bien el faraón permitió que los israelitas salieran de Egipto después de la
muerte de los primogénitos, habría una demostración final del poder de Dios.
Consecuentemente, Dios demoró la partida de los israelitas para Canaán, y
permanecieron en Egipto en el lado oeste del mar Rojo (cf. <021318>Exodo 13:18;
15:4). Cuando el faraón y su ejército encontraron a sus antiguos esclavos, los
israelitas, creyéndose encerrados, se sintieron aterrorizados (10-12). Sin
embargo, con extender su vara Moisés proveyó una ruta de escape segura para
el pueblo a través de las aguas divididas del mar. Cuando los egipcios les
siguieron, Moisés nuevamente extendió su mano sobre el mar, esta vez con
trágicas consecuencias para faraón y sus soldados: No quedó de ellos ni uno
solo (28). A través de la repetición los vv. 4 y 18 llaman la atención al principal
motivo de Dios para destruir el ejército egipcio: los egipcios sabrán que yo
soy Jehovah. El faraón despectivamente ya había rechazado la solicitud de
Moisés de dejar ir al pueblo declarando: “¿Quién es Jehovah para que yo
escuche su voz y deje ir a Israel?” (<020502>Exodo 5:2). Ahora descubrió por qué
Jehovah debía ser obedecido. El relato también destaca el cambio de actitud de
los israelitas, de incredulidad y temor ante la amenaza egipcia (<021310>Exodo
13:10-12) a fe y confianza a la luz de la liberación de Dios (<021303>Exodo 13:31).
15:1-21 Celebración israelita del poder de Dios
Como una conclusión apropiada al relato anterior de la liberación divina de los
esclavizados israelitas del control egipcio, Moisés y el pueblo celebraron en
cántico la majestad y el poder de “Jehovah” (1-18). Es significativo que la
narración cambia de prosa a poesía. El exaltado lenguaje de la poesía transmite
mejor que la prosa los pensamientos y sentimientos de los israelitas mientras
adoran a Aquel que tuvo piedad de ellos y los rescató del poder del tirano. Al
leer de nuevo lo que tenemos recogido en prosa, el lector también es
estimulado a participar en las celebraciones de los israelitas. Mientras el pueblo
respondió en adoración y alabanza por lo que Dios ya había hecho, miraron
hacia adelante con confianza hacia el futuro. Así su canción termina al enfocar
en lo que Dios aún realizará en favor de ellos (13-18). A la luz de los eventos
pasados y las expectativas futuras no es de sorprenderse que al final de esta
sección leamos de María y de todas las mujeres tocando panderos y danzando
con gozo.
Nota. 21 Probablemente este versículo registra sólo la parte inicial del canto de
María, el cual repite casi palabra por palabra el comienzo de la canción de
Moisés en el v. 1; juntos estos versículos enmarcan esta sección, destacando su
principio y conclusión.
15:22—18:27 LOS ISRAELITAS BAJO EL GOBIERNO DIVINO
15:22—17:7 El pueblo se queja por comida y agua
A pesar de su milagrosa liberación de la esclavitud, la vida en Egipto seguía
teniendo una atracción para los israelitas. Sigue un número de incidentes en los
cuales se quejaron por la falta de cosas esenciales en su nueva situación,
revelando su notable renuencia a confiar y obedecer a Dios (cf. <021524>Exodo
15:24; 16:2-12; 17:1-7). Los tres incidentes se centran en la falta de agua. No
obstante, Dios permaneció comprometido con su pueblo.
15:22-27 Las aguas de Mara. El breve relato de Moisés transformando las
aguas amargas en dulces provee una adecuada transición de la situación que
confrontaban los israelitas en Egipto y la del éxodo. El incidente ilustra el
cambio que había experimentado Israel entre la “amarga” vida en Egipto y la
libertad recientemente encontrada y que ahora disfrutaban. El pasaje también
destaca los beneficios que pertenecen a Israel si permanecen leales a Dios.
Obediencia a los mandamientos y decretos de Dios es un tema que reaparece
frecuentemente en el resto de Exodo, especialmente en conexión con el pacto
hecho en el Sinaí. Un tema relacionado es cómo Dios probó al pueblo con el
propósito de indagar hasta dónde llegaría su obediencia (25; cf. <021604>Exodo
16:4; 17:2, 7; 20:20).
16:1-36 El pueblo murmura por comida. A medida que el pueblo
peregrinaba a través de la región desértica al sudeste de los Lagos Amargos, la
crueldad y el sufrimiento de Egipto fue rápidamente olvidada cuando el pueblo
llegó a tener hambre. Incluso sugirieron que habría sido mejor que Jehovah
nos hubiera hecho morir en la tierra de Egipto que morirse de hambre en el
desierto (3, 4). En respuesta Dios generosamente les envió codornices por la
tarde (13) y un pan como una sustancia menuda en la mañana; este último fue
llamado Maná porque el pueblo dijo: ¿Qué [heb. man] es esto? (31; cf. v.
15). Dios probó a los israelitas al emitir ciertas condiciones con respecto a la
recolección y almacenamiento del maná (4, 5, 16, 23). Para demostrar su fe en
la provisión de Dios, el pueblo no debería almacenar maná de un día para otro
(19). Sin embargo, en el sexto día de la semana, viernes, debería almacenarse y
preparar el doble de cantidad de maná, ya que el siguiente día (el sábado) era
día de reposo. Estas instrucciones no fueron atendidas por algunos (20, 28). Si
bien habían sido liberados de Egipto por un despliegue notable del poder de
Dios, a algunos de ellos les hacía falta un compromiso total y leal con él. Como
la historia del éxodo revela, los israelitas frecuentemente mostraban su
obstinación hacia Dios. No obstante, tal es la constancia de Dios que provee
maná durante los próximos 40 años; sólo cuando el pueblo se estableció en la
tierra de Canaán cesó el maná (35, 36). Como un testimonio para las
generaciones futuras un gomer de maná fue preservado en una vasija (33).
En el NT Jesús se comparó a sí mismo con el maná divinamente provisto en el
desierto: “Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno come de este
pan, vivirá para siempre. El pan que yo daré por la vida del mundo es mi carne”
(<430651>Juan 6:51; cf. 6:48-58).
17:1-7 El pueblo murmura por agua. Un nuevo altercado ocurrió entre los
israelitas y Moisés en Refidim a causa de la falta de agua. El conflicto fue
superado cuando Moisés, siguiendo instrucciones divinas usó su vara para
producir agua de la roca (6). Mientras que en el episodio anterior Dios había
probado a los israelitas (<021604>Exodo 16:4), ahora ellos le probaron a él por su
falta de confianza (2, 7). Por causa de sus acciones el lugar fue llamado Masa y
Meriba,... altercado... prueba (7; cf. v. 2). Pablo se refiere a este incidente en
<461003>
1 Corintios 10:3, 4, sugiriendo que el Cristo preexistente fue el que
sustentó al pueblo con comida y agua.
17:8-16 La derrota de los amalequitas
Un ataque de los amalequitas llevó a una batalla entre ellos y los israelitas. Otra
vez la vara de Dios en las manos de Moisés jugó un papel simbólico en dar la
victoria a los israelitas. Cuando la mantuvo en alto, Josué y el ejército israelita
pudieron derrotar a los amalequitas. A través de los incidentes que ocurrieron
inmediatamente después de su salida de Egipto, Dios se mostró a sí mismo más
que capaz para satisfacer las necesidades de su pueblo.
18:1-27 La visita de Jetro
Dos factores indicarían que los eventos registrados en este cap. pueden haber
ocurrido en una fecha posterior. Primero, la referencia al monte de Dios en el v
. 5 sugiere que los israelitas ya habían llegado a Sinaí (cf. <021901>Exodo 19:1, 2).
Segundo, el relato de Jetro animando a Moisés para elegir jueces puede
presuponer que las leyes de Dios y sus mandamientos ya habían sido
entregados al pueblo (cf. <050109>Deuteronomio 1:9-18). Sin embargo, estos
argumentos no son concluyentes y los eventos del cap. 18 pueden haber
ocurrido a la llegada de los israelitas al monte Sinaí.
En cualquier caso, el relato está unido temáticamente a los capítulos
circundantes. Primero, la visita de Jetro contrasta agudamente con el relato
previo del ataque de los amalequitas. Jetro, como representante de los
madianitas, adoptó un acercamiento positivo hacia los israelitas, y reconoció el
poder soberano de Dios (10, 11). Segundo, este episodio prepara para los
capítulos siguientes al enfocar sobre (1) la forma maravillosa en que Dios liberó
a los israelitas de la esclavitud de Egipto, y (2) la importancia de los
mandamientos de Dios y sus leyes. Mientras que el último anticipa el material
legal dado en los caps. 21—23, el anterior enfatiza la base de la relación de
pacto establecida en los caps. 19—24 (cf. <021904>Exodo 19:4-6; 20:2). El rescate
divino de los israelitas se destaca directamente por las observaciones de Jetro,
e indirectamente por el comentario con respecto al nombre del segundo hijo de
Moisés, Eliezer, porque había dicho: El Dios de mi padre me ayudó y me
libró de la espada del faraón (4).
La última parte del capítulo muestra a Moisés juzgando las disputas que se
levantaron entre los israelitas. El consejo de Jetro a Moisés, sobre la necesidad
de delegar autoridad, condujo al establecimiento de una estructura jerárquica
para la resolución de los conflictos (25, 26). El ejemplo de Moisés delegando
autoridad a otros es un apropiado recordatorio de que en la vida de la iglesia
necesitamos compartir las tareas a fin de que ningún individuo sea
indebidamente sobrecargado. Aquellos en posición de liderazgo también deben
estar preparados para depositar en otros responsabilidades significativas.
19:1—24:11 ESTABLECIMIENTO DEL PACTO
19:1-15 Preparación para el pacto
Cuando primero Dios llamó a Moisés para que fuera a faraón, una de las
promesas que le hizo fue que el pueblo serviría “a Dios en este monte”
(<020312>Exodo 3:12). Su llegada al monte Sinaí se nota en <021902>Exodo 19:2. A
partir del siglo IV d. de J.C. ha habido una fuerte tradición de ubicar el monte
Sinaí en la parte sur de la península del Sinaí, identificándolo con Jebel Musa
(monte de Moisés). Esta identificación tiene un grado de dificultad, y una
posible alternativa ha sido sugerida, localizando Sinaí mucho más al norte, en
Wadi Sudr. Entonces el monte Sinaí se identifica con Jebel Sin Bisher.
Un nuevo y principal desarrollo ocurre en los caps. 19—24 con la formulación
del pacto entre Dios y los israelitas. La forma básica de este acuerdo se
encuentra en los vv. 4-6. Si Israel, a la luz de su liberación divina de Egipto,
obedeciera a “Jehovah”, entonces sería un pueblo especial... un reino de
sacerdotes y una nación santa. La expresión reino de sacerdotes también
puede traducirse “reyes-sacerdotes”, sugiriendo que los israelitas disfrutarían
del privilegio de ser reyes y sacerdotes en relación con otros pueblos. Esto
indica la importante función que Israel desempeñaría en los planes futuros de
Dios. Sin embargo, su especial posición estaba condicionada por su obediencia
a Dios. La idea de un “real sacerdocio” reaparece en el NT con referencia a la
posición de todos los creyentes (<600209>1 Pedro 2:9; Apocalipsis1:6; 5:10; 20:6).
Los eventos que anticipan el establecimiento del pacto tienen la clara intención
de subrayar la naturaleza seria del acuerdo que estaba por establecerse. El
pueblo debía prepararse para el tercer día (10, 11, 14, 15). El monte fue
restringido en sus límites, bajo amenaza de muerte para cualquiera que se
aventurara a subir (12, 13). Como en el primer encuentro de Moisés con Dios
en el Sinaí, el monte fue declarado santo (23; cf. 3:5). Unido a esto estaba la
instrucción de que Moisés consagraría (o santificaría) al pueblo (10, 14).
19:16-25 Dios aparece a los israelitas en el monte Sinaí
El tercer día quedó marcado por la dramática aparición de una nube sobre el
monte, con truenos y relámpagos saliendo de ésta. Al descender Dios sobre el
monte, humo ascendió de éste (18). Nuevamente la presencia divina se
simboliza por el fuego (cf. <020302>Exodo 3:2; 24:17). La llegada de Dios también
fue anunciada por el fuerte sonido de una trompeta, el cual se intensificaba cada
vez más (16, 19).
Nota. 22 Los sacerdotes aquí, y en el v. 24, son los que realizaban funciones
sacerdotales antes del nombramiento de Aarón y sus hijos (cf. <022801>Exodo
28:1).
20:1-21 Dios se dirige al pueblo directamente
20:1, 2 Introducción. Mientras el pueblo permanecía asombrado ante el
monte, escucharon la voz misma de Dios presentándose a ellos: Yo soy
Jehovah tu Dios que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de
esclavitud (2; cf. <050412>Deuteronomio 4:12, 13; 5:4). Luego prosigue una lista
de decretos que formarían la base de la relación de pacto entre Israel y Dios
(3-17). Más tarde fueron denominadas como “las diez palabras” (<023428>Exodo
34:28; <050413>Deuteronomio 4:13; 10:4), de donde se deriva la designación
Decálogo o Los Diez Mandamientos. Además, su importancia fue enfatizada
cuando fueron finalmente escritas por Dios en dos tablas de piedra (<022412>Exodo
24:12; 31:18; 34:1, 28; véase abajo).
Los decretos bosquejados por Dios eran para regir la relación de Israel con él.
Representan los requisitos principales que Dios puso sobre el pueblo de Israel
para el establecimiento y la mantención de la relación de pacto entre ellos. El
pueblo debía ser de una sola mente en su devoción a aquel que los había
liberado de Egipto. Ellos debían adorarle sólo a él (3). Además, su conducta
social debía seguir un modelo que ponía una alta prioridad en los derechos del
individuo en relación con la vida, el matrimonio y las posesiones. Debían
obedecer estos mandamientos por amor a Dios (6).
Estrictamente hablando, el Decálogo no es una colección de leyes. Varios
factores lo ponen lado a lado de otras colecciones legales del Pentateuco.
Primero, éste fue hablado directamente por Dios al pueblo; Moisés no actuó
como intermediario (1, 19; cf. <050412>Deuteronomio 4:12, 13; 5:4, 5, 22-27).
Segundo, sólo éste fue escrito en tablas de piedra por “el dedo de Dios”
(<023118>Exodo 31:18; cf. 24:12; 32:15, 16; 34:1, 28). Todos los otros
reglamentos e instrucciones fueron escritos por Moisés (<022404>Exodo 24:4;
34:27, 28, véase la nota en 34:28). Tercero, los Diez Mandamientos
difícilmente son preceptos detallados, puesto que no se menciona ningún
castigo. Si bien el segundo y el quinto mandamientos parecieran contener
penalidades, éstas en realidad son “cláusulas que motivan” diseñadas para
promover la observancia de las instrucciones divinas. Finalmente, ¿qué tribunal
humano sería capaz de imponer la prohibición de codiciar descrita en el décimo
mandamiento?
Los decretos del pacto en el cap. 20 están listados en orden de prioridad
descendente y enfocados sobre la relación de los israelitas con Dios y con
otros pueblos. Jesús resumió esta doble división como amor a Dios y amor al
prójimo (<402237>Mateo 22:37-39; <411229>Marcos 12:29-31). El amor a Dios debe
ser primero, pero éste no puede nunca estar divorciado del amor al prójimo; el
primero conduce automáticamente al otro.
20:3 El primer mandamiento. La exclusiva alianza con Jehovah descansa en
el corazón mismo de la relación de pacto. Es el fundamento sobre el cual el
resto descansa. En la práctica el pueblo sería monoteísta, adorando sólo a
Dios. Como es claro en otros lugares en el Pentateuco, el adorar a otros dioses
era penado con la muerte (<042501>Números 25:1-18; <051301>Deuteronomio 13:1-18).
20:4-6 El segundo mandamiento. A diferencia de los pueblos
contemporáneos, los israelitas no debían hacer ni adorar a representaciones
visuales de su Dios. Tanto en Egipto como en Canaán, formas humanas y de
animales cumplieron una función importante en representar los atributos de una
deidad. Cualquier intento de parte de los israelitas de representar a Dios
usando tales imágenes produciría un cuadro distorsionado de su verdadera
naturaleza. El incidente del becerro de oro (cap. 32) revela tanto la necesidad
de esta prohibición a la luz del deseo del pueblo de tener una imagen visual de
Jehovah, como de las serias consecuencias de hacer caso omiso de este
mandamiento.
20:7 El tercer mandamiento. Mientras el segundo mandamiento prohíbe
representación visual de Dios, el tercero enfoca las representaciones verbales.
Como señal de su respeto por Dios, el pueblo ejercería un gran cuidado al
hablar de él o al invocar su nombre. No deberían decir nada que pudiera
detraer de una verdadera apreciación de su naturaleza y carácter.
20:8-11 El cuarto mandamiento. El pueblo debía abstenerse de trabajar en
el día séptimo, el sábado (heb., shabbath). Según <023112>Exodo 31:12-18 el
sábado fue la señal de la relación de pacto inaugurada en el Sinaí; como tal
funcionó como la anterior señal del pacto de la circuncisión (<011709>Génesis 17:914). Cualquiera que fallara en observar el sábado mostraba un desprecio por la
especial relación establecida entre Dios e Israel. Como resultado del nuevo
pacto inaugurado por Cristo el sábado fue reemplazado por el día del Señor
(domingo). La estricta observancia del sábado, como la circuncisión, ya no es
obligatoria para los cristianos.
20:12 El quinto mandamiento. El concepto de honrar es generalmente
asociado con Dios o sus representantes, los profetas y los reyes.
Probablemente, los padres fueron considerados como representantes de Dios
ante sus hijos; siendo la unidad familiar una miniatura de la nación. La seriedad
de este mandamiento está reflejada en el hecho de que la pena de muerte era la
sanción para aquellos hijos que conscientemente menospreciaban a sus padres
(<022115>Exodo 21:15,17). Si los padres, como figura autoritativa en el hogar, son
respetados por los hijos, entonces el respeto por las figuras autoritativas en la
sociedad sería su consecuencia.
20:13 El sexto mandamiento. Este mandamiento, al prohibir matar o
cometer homicidio, demuestra la alta prioridad en que Dios pone la vida
humana. Ningún ser humano tiene el derecho de arrebatar la vida de otro
porque cada persona es hecha a la imagen de Dios (cf. <010127>Génesis 1:27; 9:6).
En el Pentateuco, el castigo por quitar la vida a otro es la muerte misma. Sin
embargo, el mandamiento no incluye la ejecución judicial por las ofensas
capitales o por las muertes legítimas como resultado de la guerra; y también
debe ser destacado que las leyes del AT trazan una cuidadosa distinción entre
muertes premeditadas y las accidentales (véase <022101>Exodo 21:1—22:20, en la
sección “La santidad de la vida”).
20:14 El séptimo mandamiento. En el orden de prioridades de Dios, la
santidad de la vida humana es seguida por la importancia de la relación
matrimonial. Aquí adulterio significa relación sexual entre una mujer casada y un
hombre que no es su marido. Aquellos que han sido encontrados en adulterio
podrían ser ejecutados (<032010>Levítico 20:10; <052222>Deuteronomio 22:22). Las
relaciones entre un hombre casado y una mujer no casada no eran calificadas
como adulterio. Por lo tanto la poligamia no es automáticamente excluida por
este mandamiento, si bien ésta era rara en los tiempos del AT. Igualmente, el
divorcio era permitido, pero no estimulado. La enseñanza del NT sobre el
matrimonio es, en ciertos aspectos, más exigente, reflejando una mayor
cercanía al ideal de Dios para el matrimonio según está expresado en
<010224>
Génesis 2:24; la poligamia, un marido adúltero y el posible nuevo
matrimonio todos están prohibidos (cf. <401903>Mateo 19:3-12; <411002>Marcos 10:212: Lucas16:18). Como un todo, la Biblia revela que Dios desea el
establecimiento de relaciones matrimoniales armoniosas y que ninguno de los
cónyuges debe socavarlo.
20:15 El octavo mandamiento. El siguiente principio para gobernar la
relación de los israelitas con Dios es el respeto por la propiedad de otros.
Cualquier individuo encontrado culpable de despojar a otro sería castigado en
concordancia con el valor de lo que había robado, y la parte afectada debía ser
compensada en forma adecuada. Mientras otras culturas del antiguo Cercano
Oriente a veces aplicaban la pena de muerte sobre un ladrón, en forma
consecuente el AT rechaza tal posición, indicando claramente que Dios valora
la vida humana y la relación matrimonial por encima de la propiedad.
20:16 El noveno mandamiento. En los dos últimos mandamientos pasamos
de prohibiciones en que están involucradas acciones a prohibiciones en que
están involucradas palabras y pensamientos respectivamente. Esto concluye la
progresión descendente de prioridades que hemos observado. El noveno
mandamiento enfatiza la importancia de la veracidad, mientras que la
prohibición contra el falso testimonio tenía que ver principalmente con un
tribunal de justicia; ésta se puede ampliar para incluir cualquier situación en la
que se usan falsas palabras para dañar a otro individuo.
20:17 El décimo mandamiento. El último mandamiento prohíbe que un
individuo codicie lo que pertenece a otro. A diferencia de todos los otros
mandamientos, éste se dirige a los sentimientos y pensamientos tales como la
envidia o la avaricia. Si los israelitas iban de disfrutar de una armoniosa relación
de pacto con Dios, todo aspecto de sus vidas debía conformarse a su voluntad.
La adherencia externa es insuficiente; el ser interno debe ser modelado de
conformidad a los principios divinos para la moralidad encontrados en los Diez
Mandamientos. Como Jesús nos recuerda, el interpretar los mandamientos en
el sentido de exigir sólo obediencia externa sería interpretar mal sus propósitos
(<400517>Mateo 5:17-48).
20:18-21 La reacción inicial del pueblo. Como resultado de la aparición de
Dios, el pueblo se alarmó. Incluso, antes que Dios se dirigiera a ellos, se
estremecieron (<021916>Exodo 19:16), y a medida que Dios habló, su temor
aumentó (18, 19). Sin embargo, Moisés observó que estaban siendo probados
a fin de que su temor esté delante de vosotros para que no pequéis (20).
Aún con gran temor, el pueblo le solicitó a Moisés que actuara como mediador
entre ellos y Dios (21).
20:22-26 Instrucciones para el ofrecimiento de sacrificios
Esta es la primera sección de un largo discurso de Jehovah que Moisés
escuchó solo, y que posteriormente registró. Como veremos más adelante, los
contenidos de los discursos de Dios se relacionan estrechamente con la
narración de la ratificación del pacto en <022403>Exodo 24:3-11.
Aunque muchos comentaristas ven esta primera sección como parte de la
legislación detallada que comprende el Libro del Pacto, hay razones para
tratarla como distintiva. Aparte de las dificultades obvias de explicar por qué
leyes detalladas habrían sido insertadas antes del encabezamiento en
<022101>
Exodo 21:1, la forma de presentación no conforma los modelos usados a
través de <022101>Exodo 21:1—22:20. Estos detalles pueden ser explicados mejor
por el hecho de que <022022>Exodo 20:22-26 registra instrucciones, no legislación
detallada, para la edificación de un altar y el ofrecimiento de sacrificios. Estas
actividades forman una parte esencial de la ceremonia de ratificación del pacto
descrito en <022404>Exodo 24:4-8. La mención de holocaustos y ofrendas de paz
en ambos contextos, refuerza la conexión. No obstante, si bien estas se
relacionan en primera instancia con los eventos del cap. 24, las instrucciones
sobre la edificación de un altar eran aplicables a otras ocasiones.
Nota. 26 Más tarde Dios instruyó a Moisés para que confeccionara
vestimentas de lino para Aarón y sus hijos con el propósito de que ellos no
expusieran su desnudez en la presencia de Dios (hacerlo les hubiera traído la
muerte; <022842>Exodo 28:42, 43).
21:1—23:33 El libro del pacto
Según <022404>Exodo 24:4, Moisés registró todo lo que Dios le dijo en un
documento conocido apropiadamente como “el libro del pacto” (<022407>Exodo
24:7). Posiblemente la mayor parte, si no todo, de este documento se preserva
en <022101>Exodo 21:1—23:33. Está compuesto de cuatro secciones. Primera, hay
una larga lista de leyes que tratan diferentes aspectos de la vida diaria
(<022101>Exodo 21:1—22:20). La parte siguiente consiste de imperativos morales
los cuales destacan la conducta ejemplar que Dios espera de su pueblo,
especialmente hacia los no privilegiados (<022221>Exodo 22:21—23:9). Tercera, las
instrucciones que fueron dadas en relación con la observancia del sábado y
festividades religiosas (<022310>Exodo 23:10-19). Por último, Dios bosquejó cómo
actuaría en favor de los israelitas, habilitándoles para tomar posesión de la tierra
de Canaán (<022320>Exodo 23:20-33).
En un libro que subraya la apasionada preocupación de Dios por la justicia a
través del rescate de los israelitas desde Egipto, no es de sorprender que una
preocupación similar por la justicia dominara el pacto que él estableció con los
israelitas. Esto es más evidente en la legislación detallada y en los imperativos
morales que forman las primeras dos secciones del libro del pacto.
21:1—22:20 Legislación detallada. El material que abarca esta sección
representa sólo algunos de los estatutos que formaron parte de la ley del
antiguo Israel. Es probable que muchas de las leyes incluidas aquí fueron
seleccionadas porque están en íntima concordancia con las acciones de Dios
rescatando a los israelitas de la esclavitud de Egipto. En el mismo comienzo fue
establecido el principio de que los esclavos tenían el derecho de ser liberados
después de un tiempo establecido (1-4); esto implicó que los egipcios actuaron
ilegalmente al esclavizar a los israelitas por tan largo tiempo. En contraste, los
estatutos con respecto a un esclavo que ama a su amo (5, 6), y el tratamiento
de las esclavas (7-11) tenían la intención de destacar varios aspectos de la
relación de pacto de Israel con Jehovah: Los israelitas le servirían porque le
amaban; habiendo escogido a Israel, Dios permanecería fiel a ellos. Un nuevo
grupo de leyes llama la atención al principio de compensación por aquellos que
han sido físicamente dañados (18-27). En particular, cualquier esclavo que
sufriera daños serios de manos de su dueño o dueña debía ser liberado
inmediatamente (26, 27). A la luz del duro trato de Israel en Egipto (cf.
<020211>
Exodo 2:11; 5:14-16) estas leyes justifican indirectamente la acción de
Dios de liberar a los israelitas. Otro conjunto de leyes se centran en el concepto
de la restitución (<022201>Exodo 22:1-15). Aquí también es posible ver una
conexión con los comentarios anteriores sobre cómo los israelitas demandaron
artículos de plata y oro y ropa de los egipcios (<020321>Exodo 3:21, 22; 11:2;
12:35, 36). Estos artículos compensaron a los israelitas por la forma en que
fueron explotados en Egipto.
Aparte de su relevancia en justificar eventos anteriores en el libro de Exodo, las
leyes en esta sección también son significativas por los ideales y los valores que
se encuentran a través de ellas. Las siguientes son las más dignas de destacarse.
(i) Simetría moral. Las leyes bíblicas estaban basadas en el principio de que la
penalidad debía estar de acuerdo con el crimen. Esto está declarado más
claramente en la bien conocida, pero generalmente malentendida, “ley del
talión”: vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie
por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe
(<022123>Exodo 21:23-25; cf. <032417>Levítico 24:17-21; <051921>Deuteronomio 19:21). A
primera vista, la ley del talión parece ser más bien una manera bárbara de
asegurar justicia. Sin embargo, en el desarrollo de la ley en el antiguo Cercano
Oriente ésta representaba un avance importante. En las más tempranas
colecciones de leyes conocidas eran impuestas multas monetarias en casos de
asalto o daño corporal. La falla en tales multas estaba en que ellas no
consideraban las posibilidades de un individuo para pagar. (Para un trabajador
desempleado una multa de mil libras imponía un gran peso; para un millonario
era poca cosa.) La ley del talión removió todas estas discrepancias asegurando
que la penalidad debía ser no menos, ni más, que el crimen cometido.
Sin embargo, la ley del talión no siempre se aplicaba literalmente. En el libro del
pacto ésta es precedida por un caso de herida, la pena impuesta era pagar el
costo de los gastos médicos y compensación por el tiempo de inactividad
(<022118>Exodo 21:18, 19). Igualmente, ésta es seguida por una ley en la cual a un
siervo se le garantiza su liberación como compensación por la pérdida de un
ojo o de un diente (<022126>Exodo 21:26, 27). Claramente, en estas instancias no
hubo una aplicación literal de la ley del talión.
(ii) La santidad de la vida. Muchos lectores modernos de las leyes bíblicas
probablemente se perturban por el uso de la pena capital para una variedad de
crímenes, incluyendo asesinato, rapto, asalto físico o verbal contra los padres,
brujería, bestialidad e idolatría (<022112>Exodo 21:12-17; 22:18-20). Comparada
con las normas modernas de justicia esta penalidad parece extremadamente
dura. No obstante, refleja el valor que los israelitas le dieron a la vida humana
individual; la estructura jerárquica dentro de la familia; y la pureza de adoración.
En el caso de asesinato la pena de muerte era invocada, no como resultante de
una indiferencia por la vida humana, sino más bien porque cada vida humana
tiene un tremendo valor (cf. <010906>Génesis 9:6). Una vida por otra vida no
expresa venganza, sino más bien la idea de que el único pago que se puede
hacer por arrebatar una vida humana es la vida humana en sí misma. Incluso
ésta aun se aplica a animales responsables por muertes humanas (<022128>Exodo
21:28).
Lo distintivo de las leyes bíblicas es evidente cuando uno las compara con otras
leyes del antiguo Cercano Oriente. En las primitivas leyes de Hamurabi, a un
asesino se le requería sólo hacer una compensación financiera a la familia de la
víctima. Esto contrasta agudamente con la insistencia bíblica de una vida por
una vida. Por otro lado, las leyes no bíblicas aplican la pena de muerte a la
violación y robo de una propiedad, al saqueo en un incendio, y al hurto. Estos
ejemplos muestras que en otras culturas la pérdida financiera a veces se trataba
más seriamente que la pérdida de la vida. Consecuentemente las leyes bíblicas
enfatizan que la vida humana es de mucho más valor que las posesiones
materiales.
A la luz de estas observaciones, pudiera parecer que los cristianos debieran
apoyar la pena de muerte para crímenes como el asesinato. Sin embargo, otros
factores también deben ser considerados. Primero, los antiguos israelitas no
tenían la opción de sentenciar a un asesino a cadena perpetua; no había
instalaciones para encarcelar a alguien por un período largo. Es digno de
destacar que el encarcelamiento nunca fue usado como un medio de castigo
por crimen alguno. Es obvio que esto restringe grandemente sus opciones de
castigo. Segundo, es probable que la pena de muerte rara vez se utilizara.
Posiblemente esto aseguraba que su uso no tiene el efecto de devaluar la vida
humana. Recurrir a menudo a la pena capital puede sugerir que la vida humana
es de poco valor, y así negar la razón misma de adoptarla. Cualquier forma de
castigo que adoptemos, como cristianos siempre debemos asegurar que no
socave la santidad de la vida humana.
(iii) Prevenir el abuso del sistema legal. Se incluyeron salvaguardas en la
legislación para prevenir su abuso o mal uso. En cualquier sociedad siempre
existe el peligro de que la ley pueda usarse por un individuo inescrupuloso
contra otro inocente. Probablemente esto explique los diferentes juicios en
relación con la muerte de un ladrón (<022202>Exodo 22:2, 3). Si lo mataban durante
la noche, el dueño de casa era inocente de cualquier mal obrar. Si el incidente
ocurrió durante el día, el dueño de casa era culpable de derramar sangre. Los
diferentes juicios parecen apuntar a impedir que alguien matara a otra persona y
luego sostener que la víctima era un ladrón. Sin semejantes salvaguardas la ley
en verdad actuaría en favor de la parte culpable. Este juicio también indica que
aun a un ladrón se le ofrecía algo de protección por parte de la ley.
Nota. 21:6 Ante los jueces es lit. “ante Dios” (véase también, <022208>Exodo
22:8, 9 y 22:28). El juicio aplicado en <022208>Exodo 22:8, 9 puede estar basado
en el uso del Urim y el Tumim (véase <022815>Exodo 28:15-30).
22:21—23:9 Imperativos morales. El material en este pasaje generalmente
se considera como estatutos detallados. Sin embargo, una serie de factores
sugiere que éste debe ser distinguido de los preceptos encontrados en
<022101>
Exodo 21:1—22:20. Primero, la sección está delimitada del material
circundante por el marco formado por <022221>Exodo 22:21 y 23:9. Ambos
versículos no sólo prohíben el maltrato al extranjero, sino que también lo
subrayan al recordarles a los israelitas que fueron extranjeros una vez en
Egipto. Segundo, la forma en que el material se presenta no corresponde con
las dos formas distintivas usadas en la sección previa; más bien, es un
recordatorio de la forma adoptada en el Decálogo. Tercero, aparte del
comentario general en el v. 24 (os mataré a espada), ninguna penalidad
impuesta por tribunal humano se estipula por violar las reglas bosquejadas aquí.
Cuarto, la temática de esta sección es distintiva. Anima una actitud de cuidado
hacia los miembros débiles y vulnerables de la sociedad (eso es, extranjeros,
viudas, huérfanos, los necesitados y los pobres) y una preocupación de que el
sistema legal sea totalmente imparcial. Aquellos encargados de resolver los
pleitos no deben favorecer ni al rico, aceptando sobornos (<022308>Exodo 23:8), ni
al pobre (<022303>Exodo 23:3). Cada uno, sin importar su clase, ha de ser tratado
con igualdad (<022306>Exodo 23:6, 9). Un testigo no debe ser influenciado por la
presión social (<022302>Exodo 23:2) y debe asegurar que su testimonio sea
verdadero (<022301>Exodo 23:1, 7). Estas observaciones sugieren que estamos
tratando con imperativos morales en vez de leyes detalladas.
Los mandamientos encontrados aquí buscan fomentar una norma de conducta
que va más allá de la letra de la ley. Es improbable que un tribunal humano
enjuicie a un individuo por fallar en devolver a su enemigo su animal extraviado;
no obstante, Dios exige que su pueblo debe vencer con el bien al mal
(<022304>Exodo 23:4, 5; cf. <400543>Mateo 5:43-48; <451219>Romanos 12:19-21). A la luz
de la especial relación establecida entre Dios y el pueblo es ciertamente
significativo que en medio de esta sección esté el mandamiento: me seréis
hombres santos (<022231>Exodo 22:31). Vemos aquí cómo debe vivir el pueblo
santo de Dios.
23:10-19 Instrucciones con respecto al sábado y las festividades
religiosas. El material en esta sección está cuidadosamente estructurado,
dividido en dos mitades teniendo como centro el v. 13, y donde cada mitad
está subdividida en dos partes. La primera mitad trata con el séptimo año
(<022310>Exodo 23:10, 11) y el séptimo día (<022312>Exodo 23:12). Los vv. 14-19 se
refieren a las tres festividades más importantes que los israelitas celebraban
anualmente: La fiesta de los panes sin levadura, la de la siega y los primeros
frutos, y la de la cosecha. Las instrucciones en <022317>Exodo 23:17-19
corresponden a las tres fiestas bosquejadas en los vv. 14-16 (nótese en
particular el paralelo entre el v. 17 y el v. 14).
Tres hechos son dignos de destacar. Primero, casi todo el material de esta
sección anticipó que los israelitas disfrutarían de una permanente existencia
agrícola en la tierra de Canaán. Para un esclavo fugitivo estas instrucciones
habrían implicado tiempos prósperos por delante. Segundo, la observancia del
sábado fue excepcionalmente importante por cuanto era la señal del pacto que
fue establecido entre Dios e Israel (<023112>Exodo 31:12-17). Cualquiera que
profanara el sábado era culpable de renunciar a esta relación especial con Dios;
la consecuencia era la muerte (<023114>Exodo 31:14, 15). Tercero, los israelitas
recordaron sus obligaciones de adorar sólo a Dios: No mencionaréis los
nombres de otros dioses, ni se los oiga en vuestros labios (<022313>Exodo
23:13). Tal adoración descansa en el corazón mismo de las tres fiestas anuales
que celebraban la bondad de Dios para con Israel.
Notas. 15 La fiesta de los panes sin levadura se celebraba al comienzo de la
siega de la cebada (entre la mitad de mayo y la mitad de junio) para
conmemorar la Pascua (véase <021214>Exodo 12:14-20). 16 La fiesta de la siega
también fue conocida como “la fiesta de las semanas” por cuanto se celebraba
siete semanas después de la fiesta de los panes sin levadura. En los tiempos del
NT esta fiesta se conocía como Pentecostés (lit. “50”) porque se celebraba 50
días después de los panes sin levadura (cf. <440201>Hechos 2:1; 20:16; <461608>1
Corintios 16:8). La fiesta de la cosecha también se conocía como la “fiesta de
los tabernáculos” o “de las tiendas”. 19 La prohibición: No cocerás el cabrito
en la leche de su madre es la base de la práctica judía de no comer leche y
carne al mismo tiempo. Probablemente esto se relacionaba originalmente con la
fiesta de la cosecha y puede haber sido destinada para distinguir las
celebraciones de los israelitas de aquellas de sus vecinos. Alternativamente,
esto puede reflejar el principio de que lo que está destinado para dar vida no
debe llegar a ser un medio de muerte.
23:20-33 Promesas divinas y advertencias con respecto a la tierra de
Canaán. La parte final del libro del pacto destaca la naturaleza recíproca del
pacto que fue establecido entre Dios e Israel. Si los israelitas obedecían al
Señor su Dios, entonces tomarían posesión de la tierra de Canaán (22, 23),
Aun más, la bendición de Dios aseguraría su comodidad futura (25, 26) y su
seguridad (27, 28). Como consecuencia de su relación con Dios, los israelitas
debían abandonar la adoración de otros dioses destruyendo todas las imágenes
paganas y los lugares de adoración (24). Por razones similares, no debían
entrar en ningún acuerdo legal con los habitantes de Canaán no sea que esto les
causara comprometer su alianza exclusiva con Dios (32, 33). Semejante
advertencia era necesaria porque si bien Dios prometió echar de la tierra las
naciones que ya vivían allí, estas debían ser expulsadas gradualmente para
evitar la desolación de la tierra (29, 30).
24:1, 2 La invitación de Dios de subir al monte
Desafortunadamente la división del capítulo sugiere que la invitación de Dios a
Moisés, Aarón, Nadab, Abihú y 70 de los ancianos de Israel a subir al monte
está separada del discurso divino en los caps. 21—23. Sin embargo, el texto
heb. indica que ésta es una continuación del discurso divino; la única diferencia
es que ahora Dios da instrucciones específicas a Moisés solo, y no a todos los
israelitas (cf. <022022>Exodo 20:22).
24:3-11 La ratificación del pacto
Después de descender del monte, Moisés refirió las palabras de Dios al
pueblo. Una vez más expresaron su voluntad de hacer todo lo que Dios había
mandado (3; cf. <021908>Exodo 19:8). Luego sigue una breve descripción de la
ceremonia por la cual el pacto entre Jehovah e Israel fue ratificado (4-11). Es
interesante que las actividades aquí bosquejadas reflejan las tres secciones
principales del discurso de Dios a Moisés (<022024>Exodo 20:24—24:2). La
edificación de un altar y el ofrecimiento de sacrificios tiene su paralelo con las
instrucciones dadas en <022024>Exodo 20:24-26. Luego Moisés leyó al pueblo el
libro del pacto (24:7), que es la mitad del discurso divino (<022101>Exodo 21:1—
23:33). Así Moisés les recordó cómo deberían vivir como pueblo santo de
Dios, y la naturaleza recíproca del pacto. Después que los israelitas
reconocieran nuevamente su voluntad de obedecer a Dios (7), el pacto fue
sellado a través del rociamiento de sangre sobre el pueblo (8). Finalmente, la
invitación de Dios a Moisés y a los ancianos de subir al monte fue aceptada, y
ésta resultó en una extraordinaria visión de la gloria divina (9-11). Sólo aquellos
invitados por Dios se podían acercar a su santa presencia; para los otros el
hacerlo significaría la muerte (cf. <021921>Exodo 19:21, 22, 24).
24:12—31:18 INSTRUCCIONES PARA LA
CONSTRUCCION DEL SANTUARIO
La próxima sección principal de Exodo se introduce mediante el mandamiento
divino de que Moisés debe subir al monte para recibir las tablas de piedra con
la ley y los mandamientos que he escrito para enseñarles (<022412>Exodo
24:12); esto es una referencia al Decálogo, y no al libro del pacto. La entrega
de las dos tablas de piedra a Moisés (<023118>Exodo 31:18) marca la conclusión
de esta sección formando un marco con <022412>Exodo 24:12.
Aparte de una breve introducción y conclusión esta sección es dominada por
un largo discurso divino que bosqueja las preparaciones necesarias para la
construcción de un santuario especial y el nombramiento de sacerdotes
(<022501>Exodo 25:1—31:17). La importancia de este santuario se destaca por el
espacio destinado al registro tanto de la descripción que Dios hace de cómo el
tabernáculo y su equipamiento debían ser elaborados, y la subsecuente
construcción (<023504>Exodo 35:4—39:43). Con todo, excluyendo los detalles
relacionados con la consagración de los sacerdotes, aprox. un quinto de Exodo
está destinado a describir la construcción del lugar de morada de Dios. No
obstante, a pesar de esto, el presente relato no provee toda la información
necesaria para la total reconstrucción de la tienda o tabernáculo original, como
es comúnmente conocido. El plan del tabernáculo era similar al que se adoptó
para el templo de Salomón y su reemplazo después del exilio; sin embargo, sus
dimensiones son el doble de las del tabernáculo. Para una descripción de cómo
la iglesia primitiva asoció la muerte de Cristo con el tabernáculo y su ritual,
véase <580901>Hebreos 9:1—10:18.
24:12-18 Moisés es llamado a la presencia de Dios
Si bien Moisés previamente había subido al monte para conversar con Dios, no
hay indicación de que haya permanecido por mucho tiempo. Sin embargo, en
esta ocasión fue invitado a permanecer en el monte y lo hizo por un período de
cuarenta días y cuarenta noches (18). Previo a esto, Moisés delegó en
Aarón y Hur la responsabilidad de tratar los asuntos que pudieran presentarse
entre el pueblo. Ninguna explicación se da de por qué Moisés tuvo que esperar
siete días antes de ser llamado a la presencia de Dios. Sin embargo, esto indica
la dificultad que aun Moisés enfrentó al acercarse a Dios.
25:1—27:21 Detalles específicos relacionados con el tabernáculo
25:1-9 Ofrendas para la construcción del tabernáculo. Después de la
ratificación del pacto, Dios instruyó a Moisés que los israelitas debían hacer una
ofrenda en reconocimiento de la soberanía de Dios sobre ellos (1-7). Moisés
debía aceptar ofrendas voluntarias en representación de Dios; cada persona
daría según el corazón le mueva a hacerlo (2). Entonces Dios anunció su
intención de habitar entre el pueblo (8; cf. <022945>Exodo 29:45, 46). Este es un
tema importante en la parte final de Exodo y se da considerable atención a la
necesaria preparación para lograrlo. Dios viviría, como su pueblo, en una
tienda. Sin embargo, el inventario de metales preciosos y de telas finas indica
que ésta no sería una carpa común; era para uso real.
Nota. 5 Es incierto de qué animal provenían las pieles finas; la RVA sugiere
que quizás fuesen pieles de delfín (cf. nota). Hay buen fundamento para creer
que eran pieles de un mamífero acuático, un mamífero marino que crece hasta
tres metros de largo y fue bastante común en el golfo de Acaba.
25:10-22 Instrucciones para el arca. Al principio Moisés fue instruido para
hacer tres tipos de muebles para el interior del tabernáculo. El primero de ellos
era un arca o caja rectangular de madera, cubierta de oro puro; por dentro y
por fuera la recubrirás (10, 11). Para movilizar fácilmente la caja, o arca
como es tradicionalmente conocida, debía ser construida con aros de oro y
varas de madera (12-15). Dentro de ésta Moisés pondría más tarde las tablas
de piedra en donde estaba el testimonio, o los “términos del acuerdo” del
pacto entre Dios e Israel (16, 21; <051008>Deuteronomio 10:8 se refiere al arca
como “el arca del pacto”). La cubierta del arca, hecha de oro puro, fue llamada
el propiciatorio (17; cf. <580905>Hebreos 9:5, “lugar del sacrificio”). En
<031601>
Levítico 16:1-34 (especialmente vv. 11-17) se describe el rito anual que
sucedía cuando el sumo sacerdote rociaba con sangre la cubierta del arca para
hacer expiación por “las impurezas de los hijos de Israel y de sus rebeliones,
por todos sus pecados” (<031616>Levítico 16:16). Dos querubines de oro se
colocarían en los extremos de la cubierta, con sus caras frente a frente y sus
alas extendidas. Aquí, entre los querubines, más tarde Dios se reuniría con
Moisés con el propósito de comunicar sus instrucciones al pueblo (22; 30:36;
cf. <031602>Levítico 16:2). Así, aparte de ser un contenedor, el arca también
funcionaba como un asiento (a veces referido como “el trono de misericordia”),
o más específicamente como un trono protegido por los querubines guardianes
(cf. <090404>1 Samuel 4:4; <100602>2 Samuel 6:2; 2 Reyes19:15; <198002>Salmo 80:2; 99:1;
Isaías37:16). Por causa de su importancia como trono de Dios, la construcción
del arca fue diseñada primero.
Nota. 18 Querubines eran los guardianes tradicionales de los lugares santos en
el antiguo Cercano Oriente. Aparte de los dos descritos aquí, otros fueron
tejidos en las cortinas que rodeaban el tabernáculo y que separaban el lugar
santísimo del lugar santo (<022601>Exodo 26:1, 31). El querubín no debe ser
confundido con el niño “querúbico” que se halla con frecuencia en el arte
reciente.
25:23-40 Instrucciones para la mesa y el candelabro. El segundo mueble
fue una mesa de madera, recubierta de oro, con aros y varas (23-28). Platos,
vasijas y otros utensilios, todos de oro, fueron también provistos, y sobre la
mesa en todo tiempo estaba el pan de la Presencia (29, 30). El tercer
artefacto a ser construido era el candelabro de oro con siete lámparas (31-40).
El candelabro fue hecho siguiendo el modelo de un árbol creciendo, decorado
con sus cálices, sus botones y sus flores (31). Tres ramas extendidas a cada
lado del tronco central; las partes superiores del tronco y de las ramas fueron
diseñadas para sostener las lámparas. No hay explicación de por qué el
candelabro debía tener semejanza a un árbol. Posiblemente esto era un
recordatorio del árbol de la vida de <010322>Génesis 3:22, simbolizando el poder
vivificador de Dios. Una mesa y un candelabro, junto con un arca/trono,
comprendían los principales muebles de una casa. Como tales indicaban
claramente que Dios vivía en el tabernáculo. El abundante uso de oro enfatiza la
importancia del ocupante. La provisión de pan (<022530>Exodo 25:30) y luz
(<022721>Exodo 27:21) son recordatorios simbólicos de que Dios estaba ahí en
todo tiempo, tanto de día como de noche.
Nota. 30 Para más sobre el pan de la Presencia véase el comentario en
<032405>
Levítico 24:5-9.
26:1-37 Instrucciones para el tabernáculo. A continuación se proveen
instrucciones detalladas para la construcción de la tienda o tabernáculo
verdadero. Existe algo de incertidumbre acerca de cómo encajaban las
diferentes cortinas y los marcos de madera. Ya que la estructura estaba
diseñada para ser portátil, probablemente su construcción era similar a la de las
otras carpas. Las telas azuladas y los accesorios de oro eran símbolos de
realeza. La estructura rectangular sería dividida por una cortina en dos cuartos,
probablemente una siendo el doble en tamaño que la otra (31-33). En la más
pequeña de las piezas (la parte occidental del tabernáculo) sería puesta el arca
del testimonio. Porque se imaginaban a Dios sentado ahí, entronizado entre los
querubines, esta parte se llamaba lugar santísimo (34). La sala más grande (la
del este) se designaba como lugar santo; estaría amueblada con la mesa de
oro y el candelabro (35). La cortina que separaba a las dos piezas tenía figuras
tejidas de querubines como un recordatorio de que el camino a la inmediata
presencia de Dios estaba vedado para al pecador (cf. <010324>Génesis 3:24). (Para
más información, véase “Tabernáculo” en el Diccionario Bíblico Mundo
Hispano, pp. 701-703.)
Notas. 11 Mientras que en la cortina interior se usaron ganchos de oro, en la
cortina externa fueron suficientes ganchos de bronce. 33 Aquel velo os servirá
de separación entre el lugar santo y el lugar santísimo: era la última barrera
entre los israelitas y Dios. En <402751>Mateo 27:51 se registra que cuando Jesús
murió una cortina similar en el templo se rasgó de arriba abajo. Por su muerte
en la cruz Cristo removió la barrera espiritual que existe entre Dios y la
humanidad.
27:1-19 Instrucciones sobre el altar y el atrio. Alrededor del tabernáculo
Moisés debía construir un atrio levantando una cortina de cerca. Antes de
describir en detalle la construcción de esta cerca (<022709>Exodo 27:9-19), se dan
instrucciones para la producción de un altar portátil de planchas de bronce, el
cual debía estar ubicado en el atrio cerca de la entrada del tabernáculo (1-8).
Por sus dimensiones, este altar debe haber dominado el área enfrente del
tabernáculo; era de 2, 5 m. de ancho (la mitad del ancho del tabernáculo) y 1,
5 m. de alto. Este consistía de una estructura cuadrada hueca hecha de madera
de acacia cubierta con bronce. Para crear un tiraje para la incineración de los
sacrificios de animales la parte baja de cada lado fue hecha de una red enrejada
de bronce. Su posición entre la entrada al atrio y el tabernáculo indicaba que el
adorador podía sólo acercarse a Dios después de ofrecer un sacrificio para
expiar el pecado. En <030101>Levítico 1:1—7:38 se detallan los diferentes
sacrificios que se esperaba que ofrecieran los individuos.
El atrio, una forma rectangular en la cual el largo era dos veces el ancho, medía
aprox. 50 por 25 m. y estaba rodeado por una cortina de 2, 5 m. de alto. Los
lados más cortos estaban al este y al oeste. Un adorador entrando por el
portón del este se encontraba primero con el gran altar de bronce antes de
acercarse al tabernáculo el cual permanecía en la parte oeste del atrio. La cerca
que rodeaba el atrio, junto con la cortina que estaba colgada a lo largo de la
entrada, prevenían que aquellos que estaban afuera miraran al atrio. Separado
del resto del campamento israelita, el atrio estaba apartado como una zona
santa; sólo el tabernáculo, en el cual Dios moraba, se consideraba más santo.
Esta distinción entre la santidad del atrio y la del tabernáculo está reflejada en el
valor de los materiales usados en su construcción. Mientras que el oro se usaba
regularmente en el tabernáculo, los principales metales usados en el atrio eran
plata y bronce. Así como al pueblo le fue impedido subir al monte Sinaí a la
presencia divina (<021912>Exodo 19:12, 13, 21-24), así también la cerca del atrio
les impedía acercarse a Dios inadvertidamente. Como Exodo enfatiza
regularmente, sólo quienes son santos pueden vivir en la presencia de Dios;
acercarse a Dios de otra manera tendría fatales consecuencias. Sin el atrio
funcionando como “valla”, habría sido imposible para los israelitas habitar
seguros cerca de Dios (véase la p. 192).
27:20, 21 La provisión del aceite de oliva. Las instrucciones con respecto
a la edificación del tabernáculo y el atrio son seguidas por un breve edicto que
los israelitas debían proveer aceite de oliva para el candelabro en el
tabernáculo. La responsabilidad de mantener el candelabro encendido cada
noche fue asignada a Aarón y a sus hijos (21). La mención de ellos provee un
nexo con el siguiente conjunto de instrucciones con respecto a la consagración
de los sacerdotes para el servicio en el santuario (<022801>Exodo 28:1).
Nota. 21 Del contexto el tabernáculo de reunión obviamente se refiere al
tabernáculo, y esto es lo que normalmente denota la expresión. Sin embargo,
en <023307>Exodo 33:7 se refiere a un tabernáculo muy diferente que se usaba para
las reuniones entre Dios y Moisés antes de la construcción y erección del
tabernáculo.
28:1—29:46 Detalles específicos relacionados con el sacerdocio
28:1-43 La vestimenta del sumo sacerdote. Puesto que el área donde
estaba el atrio era terreno santo, aquellos asignados para servir allí también
debían ser santos. Para indicar esto, Aarón y sus hijos fueron provistos con
vestiduras sagradas. Los materiales usados en su producción (oro, material
azul, púrpura, carmesí y lino, 5) no sólo destacan la dignidad y el honor
conferidos sobre Aarón y sus hijos, sino también claramente los asocia con el
tabernáculo que fue hecho de materiales similares. Para distinguir a Aarón
como sumo sacerdote debía tener el pectoral, el efod, la túnica, el vestido a
cuadros, el turbante y el cinturón (4). A sus hijos se les daban túnicas,
cinturones y turbantes (40). La falta de referencia a calzado puede indicar que
los sacerdotes sirvieron descalzos (cuando Dios se apareció en la zarza
ardiendo, se le ordenó a Moisés que se quitara las sandalias porque el terreno
era santo; <020305>Exodo 3:5). Mayor atención se da a las prendas especiales que
vestía el sumo sacerdote, especialmente el efod y el pectoral.
6-14 Porque el texto bíblico es demasiado breve, es difícil imaginarse el efod,
pero era algo así como un chaleco que se usaba sobre las otras vestimentas (4).
Especial mención se hace a las dos piedras preciosas grabadas con los
nombres de las doce tribus de Israel. Montadas en engastes de oro (11), eran
atadas a las hombreras del efod, como piedras memoriales para los hijos
de Israel (12). Eran un recordatorio de que Aarón servía a Dios como sumo
sacerdote, no en su propio favor, sino en favor de todos los israelitas.
15-30 El otro objeto, el pectoral, a base de su descripción pareciera ser una
bolsa cuadrada que el sumo sacerdote vestía sobre su pecho. Esta bolsa estaba
hecha de los mismos materiales del efod y se prendía a éste. Por fuera de la
bolsa había cuatro hileras de piedras preciosas, con tres piedras en cada hilera;
cada piedra representaba una tribu israelita. Si bien Aarón venía de la tribu de
Leví, como sumo sacerdote llevando los nombres de las doce tribus sobre su
pecho, él ministraba a favor de todo el pueblo. El uso de las piedras preciosas
simbolizaba el valor que Dios le daba a su pueblo Israel. Finalmente, se dan
instrucciones de que el Urim y el Tumim debían ser puestos en la bolsa (30).
La forma exacta del Urim y el Tumim permanece incierta, pero se usaban para
determinar el juicio de Dios (cf. <022208>Exodo 22:8, 9).
31-43 La túnica azul, adornada con granadas bordadas y campanas de oro,
probablemente se vestía debajo del efod y del pectoral. El tintinear de las
campanas serviría para identificar a quien entraba o salía del lugar santísimo,
permitiendo que el sumo sacerdote se acercase a Dios en seguridad; cualquier
otra persona que se aventurara a entrar en la presencia de Dios moriría (cf.
<021912>
Exodo 19:12, 13, 21, 22, 24). Como otro recordatorio de la naturaleza
sagrada del servicio sacerdotal, al frente del turbante de Aarón se fijaba una
placa de oro grabada con las palabras: Consagrado a Jehovah (36). Porque
él sería apartado como santo, Aarón como sumo sacerdote era capaz de
mediar en favor de los israelitas, asegurando que sus sacrificios fuesen aceptos
a Dios (38). Aparte de los objetos ya mencionados, Aarón también llevaba un
vestido de lino, un turbante y un cinturón (39). (Pareciera que el vestido de
lino se colocaba debajo de la túnica del efod; cf. <022905>Exodo 29:5.) Porque no
se relacionan directamente con la gloria y esplendor (2) de los sacerdotes, las
instrucciones con respecto a la ropa interior se dan separadamente. Los
sacerdotes debían vestir ropa interior de lino para prevenirles de exponer
inadvertidamente sus órganos genitales en el lugar santo (cf. <022026>Exodo 20:26).
Tal desnudez claramente era inapropiada en la presencia de Dios (cf.
<010307>
Génesis 3:7, 10, 21). Aun más, puesto que sólo los sacerdotes podían
entrar en el tabernáculo, el mandato de que ellos debieran vestir ropa interior
aseguraría a los que estaban afuera que nada indecente ocurría en el
tabernáculo.
Nota. 41 El término heb. traducido investirás en la RVA lit. significa “tú
llenarás sus manos”. Esto no se refiere a la “ordenación”, sino más bien a suplir
las necesidades de los sacerdotes (cf. <022922>Exodo 29:22-28).
29:1-46 La consagración de los sacerdotes. Las instrucciones respecto a
la consagración de Aarón y sus hijos forman una secuela natural del pasaje
anterior. Para que los sacerdotes ministren en la presencia santa de Dios
también deben ser santos. Como el libro de Exodo revela en diferentes
ocasiones, sólo Dios tiene una naturaleza innata, por tanto deben tomarse varias
medidas si un ser humano ha de llegar a ser santo. El presente relato revela las
etapas mencionadas en <022841>Exodo 28:41 que conducen a la consagración de
los sacerdotes: vestir, ungir, “llenar sus manos” y consagrar.
Después de reunir los elementos necesarios (1-3), Moisés debía vestir a Aarón
y a sus hijos con sus vestimentas sacerdotales (5-9). Luego debía ofrecer tres
diferentes sacrificios, que incluían un novillo y dos carneros. El primero (10-14
mejor entendido como ofrenda de purificación) implicaba un novillo, y seguía
muy de cerca las instrucciones dadas con posterioridad en <030403>Levítico 4:3-12
en relación con un pecado no intencional de un sacerdote ungido. Sin embargo,
en esta instancia probablemente la sangre se ponía en los cuernos del gran altar
de bronce en el atrio y no en el incensario de oro del altar en el tabernáculo
(12; cf. <030407>Levítico 4:7). La sangre purificaba el altar que había sido
profanado por el contacto con individuos que eran considerados inmundos.
El siguiente sacrificio (un holocausto, vv. 15-18) seguía exactamente las
instrucciones dadas más tarde en <030110>Levítico 1:10-13 para la ofrenda del
carnero. El holocausto expiaba los pecados de Aarón y de sus hijos. La
destrucción total del animal era un vívido recordatorio de que el hombre
pecador no podía acercarse al Dios santo. El animal moría como substituto de
aquellos que fueron identificados con éste al poner sus manos sobre su cabeza.
El tercer sacrificio (19-34) se asemejaba íntimamente al compañerismo o a la
ofrenda de paz, hecha como una expresión de agradecimientos (cf.
<030306>
Levítico 3:6-11; 7:12-15).
Sin embargo, a pesar de las similitudes con las ofrendas regulares, el ritual
descrito aquí tiene aspectos distintivos, apropiados para la exclusividad de la
ocasión. Primero, Aarón, sus hijos y sus vestimentas debían ser consagradas
por sangre de sacrificio (19-21); todo lo que la sangre tocaba llegaba a ser
santo. “El sacerdote debía tener oídos consagrados para escuchar siempre la
voz santa de Dios; manos consagradas en todo tiempo para hacer obras santas;
y pies consagrados para caminar siempre en caminos santos” (A. Dillmann,
Exodus und Leviticus, 2nd edn [Hirzel, 1880], p. 465). Segundo, los vv. 2235 se centran en la remuneración que Aarón y sus hijos recibirían como
sacerdotes. La RVA se refiere a éste como el carnero de la investidura (22;
cf. <022926>Exodo 29:26, 27, 31, 34). Lit. esto es “el carnero de [la] llenura”. Esta
“llenura” se refiere a la porción que los sacerdotes recibían en sus manos
después de ofrecer diferentes sacrificios (cf. <030614>Levítico 6:14-18, 25-29; 7:138). Este ritual que Moisés debía ejecutar consagraba el muslo derecho y el
pecho del animal de sacrificio para el consumo sacerdotal. Una distinción se
trazaba entre el pecho que era de la ofrenda mecida, y el muslo que era de la
ofrenda alzada (27). En este caso, el pecho se daba a Moisés como su
recompensa por ofrecer el sacrificio (26) y el muslo era quemado en el altar,
junto con algunos panes (25). En futuras ocasiones, después de consagrarse los
sacerdotes, el pecho del sacrificio de la comunión debía ser presentado a todos
los sacerdotes, y el muslo dado al sacerdote que oficiaba (<030728>Levítico 7:2836). Aparte del pecho, muslo y varias porciones grasosas, el resto del carnero
era cocinado y comido, junto con el pan sobrante, a la entrada del tabernáculo.
Sólo a los sacerdotes se les permitía comer esta comida sagrada.
El ritual bosquejado en los vv. 1-34 era esencial para la consagración de los
sacerdotes. Muchos comentaristas creen, sobre la base del v. 35, que este
ritual debía ser repetido cada día por siete días. Alternativamente, los sacrificios
bosquejados en los vv. 36-41 pueden haber sido ofrecidos durante los
siguientes seis días, con Aarón y sus hijos bajo estricta instrucción de
permanecer en el atrio del tabernáculo (cf. <030833>Levítico 8:33-35). En cualquier
caso, el proceso de consagración o santificación requería tiempo.
Luego se le instruyó a Moisés sobre la consagración del altar (36, 37). El
sacrificio del novillo como un sacrificio por el pecado se asemeja al sacrificio
mencionado en los vv. 10-14. La muerte del animal purificaba el altar al hacer
expiación; el ungimiento del altar con sangre lo hacía santo (36). Este debía ser
repetido por siete días. Finalmente, recibieron instrucciones con respecto al
sacrificio diario de dos corderos como holocausto; un animal debía ser
sacrificado en la mañana, el otro al atardecer. Estos debían ser ofrendas
regulares, diariamente ofrecidas después que los sacerdotes y el altar hubieran
sido completamente consagrados. Los vv. 42, 43 destacan el propósito de
estas instrucciones: El establecimiento del rito de sacrificio era un requisito
necesario antes de que Dios se reuniera con los israelitas. Como Dios afirmó:
También me encontraré allí con los hijos de Israel, y el lugar será
santificado por mi gloria (43). Como el v. 46 lo deja claro, el propósito final
de la liberación de los israelitas de Egipto era que Dios pudiera habitar en
medio de los hijos de Israel. El cumplimiento de las instrucciones con respecto
a la consagración de Aarón y sus hijos se registra en <030801>Levítico 8:1-36.
Notas. 4 Pureza y limpieza estaban íntimamente asociadas con ser santo (cf.
<021910>
Exodo 19:10, 14). 14 La ofrenda por el pecado se entiende mejor como
una ofrenda de purificación (véase <030401>Levítico 4:1—5:13; 6:24-30).
30:1—31:18 Instrucciones adicionales
relacionadas con el tabernáculo y el sábado
30:1-38 Instrucciones adicionales para equipar el tabernáculo. Debían
hacer un mueble adicional para el interior del tabernáculo, el altar del incienso
(1-10). Este mueble de madera de acacia y recubierto con oro puro, sería
ubicado en el lugar santo junto a la mesa de oro y al candelabro. Dos veces al
día Aarón debía quemar incienso fragante sobre éste (7, 8), y una vez al año
(posiblemente en el día de expiación; cf. Levítico16:15-19) haría expiación
sobre los cuernos del altar (10). Se dieron instrucciones precisas con respecto
a su uso; debía ser usado para quemar incienso dos veces al día.
La mención de la expiación en el v.10 provee un nexo con la siguiente
instrucción dada a Moisés. Debía contar al pueblo y colectar de cada israelita,
de 20 años o más, medio siclo como ofrenda de expiación (11-16). A través
de esta ofrenda los israelitas rescataban, o redimían, sus vidas del juicio por las
plagas (12). Es interesante notar que no se hace distinción entre el rico y el
pobre; todos eran iguales en su necesidad de expiación.
Luego se le ordenó a Moisés que hiciera una fuente de bronce. Sería ubicada
entre el tabernáculo y el altar de bronce de modo que Aarón y sus hijos
pudieran lavar sus manos y pies cuando ministraran en el tabernáculo y en el
atrio (17-21). El requisito de que los sacerdotes se lavaran simbolizaba su
necesidad de permanecer santos y puros (cf. <021914>Exodo 19:14; 29:4).
Debían fabricar un aceite especial para la unción del tabernáculo, sus muebles,
y los sacerdotes que ministraban ahí (22-30). Puesto que todo lo que este
particular aceite tocaba llegaba a ser santo, su producción y su uso fueron
restringidos (31-33). Les fueron dadas instrucciones similares para la
confección y uso del incienso que debía ser quemado en el tabernáculo (3438).
31:1-11 Los artesanos dotados divinamente. Habiendo diseñado el
mobiliario del tabernáculo y del atrio, Dios le informó a Moisés que había
escogido y equipado a ciertos hombres con habilidades necesarias para realizar
estas obras (1-11). Fueron señalados en forma especial Bezaleel y Oholiab. La
habilidad especial que poseían estos hombres se atribuía al hecho de que
habían sido llenados del Espíritu de Dios (3). Posiblemente esto provee un
ejemplo temprano de los dones espirituales, un concepto más ampliamente
desarrollado en el NT (cf. Romanos12:4-8; <461201>1 Corintios 12:1-31;
<490407>
Efesios 4:7-13).
31:12-18 Instrucciones relacionadas con el sábado. Habiendo enumerado
los preparativos necesarios para la construcción del tabernáculo y la
consagración de los sacerdotes, entonces Dios destacó la importancia del
sábado. El concepto de santidad, importante en el material anterior, también es
importante en esta sección. Como señal del pacto entre Dios e Israel, el sábado
recordaría al pueblo que Jehovah les había santificado (13). Por cuanto el
sábado era consagrado a Jehovah, todo trabajo era prohibido (cf. <022008>Exodo
20:8-11); cualquiera que trabajara en el sábado lo profanaba, y debía ser
matado. Al observar el sábado los israelitas afirmaban y mantenían su relación
especial con Dios de ser su pueblo santo.
32:1—34:35 EL PACTO QUEBRANTADO Y RENOVADO
32:1—33:6 Rebelión en el campamento
Una condición importante del pacto entre Dios y los israelitas era la obediencia
total (<022403>Exodo 24:3, 7). Sin embargo, el presente relato se centra en las
acciones rebeldes del pueblo que airaron a Dios, poniendo en riesgo la relación
de pacto que recién había sido establecida. Su pecado era tan serio que
Moisés no lo podía expiar, aun cuando 3.000 personas habían muerto. Cuando
Dios expresó su preocupación acerca de las consecuencias de vivir entre el
pueblo, el edificio del tabernáculo fue puesto en peligro.
32:1-6 La hechura del becerro de oro. La larga ausencia de Moisés
(cuarenta días y cuarenta noches; <022418>Exodo 24:18) creó una atmósfera de
incertidumbre en el campamento israelita. Quizá, temerosos de lo que Dios
habría hecho con Moisés (cf. <022019>Exodo 20:19), los israelitas buscaron
reafirmación a través de la hechura de una imagen que representaría la
presencia de Dios en su medio. Volviéndose a Aarón, el pueblo le pidió que les
hiciese dioses (“dios” en algunas versiones) que irían delante de ellos (1).
Varios factores indican que la imagen del becerro de oro fue para representar a
Jehovah. Primero, según la última parte del v. 4, el becerro representaba al
dios que había sacado al pueblo de Egipto; no era una nueva deidad. Segundo,
el festival, celebrado con gran entusiasmo por el pueblo (6), fue descrito por
Aarón como para Jehovah (5). Es más, las actividades festivas se asemejan a
aquellas registradas en el cap. 24 en relación con la ratificación del pacto entre
Dios y los israelitas. Si bien los israelitas no rechazaron conscientemente a
Jehovah como su Dios, su intento de representarlo como un becerro de oro fue
un rompimiento mayor de las condiciones aceptadas con anterioridad (cf.
<022004>
Exodo 20:4-6; 20:23). Tal violación de las instrucciones de Dios invitaba a
una fuerte condenación (cf. <023207>Exodo 32:7-10). Aun el narrador lo insinúa
indirectamente a través del uso del término heb. elohim (dios/dioses) en los vv.
1, 4 y 8. Cuando se usa, como aquí, con verbos en plural elohim normalmente
se refiere a dioses paganos; cuando se usa con verbos en singular normalmente
se refiere a Jehovah.
A la luz de los capítulos anteriores, es irónico que el pueblo deseara tener un
símbolo de la presencia de Dios. Moisés recién había recibido instrucciones
para la edificación del tabernáculo en el cual Dios habitaría en medio de su
pueblo. No obstante, mientras el tabernáculo con su mobiliario de oro
representaban a Dios como un personaje real, el becerro de oro, en un
marcado contraste, le representaba como una mera bestia. Si bien el pueblo
había ofrecido sacrificios apropiados, su adoración del becerro rebajó a aquel
que les había liberado de la esclavitud en Egipto. La adoración, para que sea
verdadera, debe estar basada en una correcta percepción de Dios. El libro de
Exodo enfatiza la importancia de conocer a Dios como realmente es, y no
como nos lo imaginamos.
Notas. 2 La instrucción de Aarón al pueblo (quitad los aretes de oro)
probablemente debe ser interpretada lit. (cf. v. 3); el becerro de oro fue hecho
con los aretes de oro que el pueblo llevaba puestos. Indudablemente el pueblo
poseía otros aretes que no estaban usando. Más tarde éstos se usaron en la
construcción del tabernáculo (<023522>Exodo 35:22). 4 El becerro más
precisamente es un ternero. Imágenes de toros eran ampliamente usadas en la
adoración del antiguo Cercano Oriente.
32:7-14 Moisés intercede por el pueblo. Disgustado por lo que había
ocurrido, Dios ordenó a Moisés que regresara al campamento (7). La ira de
Dios se encendió por el hecho que los israelitas se habían apartado tan
rápidamente de sus mandamientos, y esto a pesar de las reiteradas afirmaciones
de que harían todo lo que él había dicho (<021908>Exodo 19:8; 24:3, 7). Semejante
falta de respeto por Dios merece el más severo de los castigos: la muerte. A
diferencia del pueblo, a Moisés se le aseguró que llegaría a ser una gran
nación, un eco de la anterior promesa hecha a Abraham (<011203>Génesis 12:3).
Tal vez sorpresivamente, Moisés intervino y rogó por misericordia en favor del
pueblo, recordando la maravillosa liberación de ellos de Egipto por Dios, y su
pacto mucho antes con Abraham, Isaac y Jacob (11-13). Su petición estaba
basada en su totalidad en el carácter y el honor de Dios. Es más, no hizo
intento de excusar la conducta pecaminosa del pueblo. Tan persuasiva fue su
intercesión que Dios abandonó su intento de destruir de inmediato al pueblo
(14). No obstante, como el relato lo revela subsecuentemente, el pueblo recibió
un castigo (28, 35).
32:15-29 Moisés regresa al campamento. Cuando Moisés finalmente vio
lo que había ocurrido en el campamento, él también se enfureció. Al quebrar
deliberadamente las tablas de piedra escritas divinamente que contenían los
términos del acuerdo, indicaba que la relación de pacto entre Dios y los
israelitas estaba terminada. Después de quemar el becerro de oro, Moisés
recibió de Aarón una explicación insatisfactoria de lo que había sucedido en el
campamento. Finalmente, para restaurar orden en el campamento, convocó a
unirse con él a todos aquellos que estuvieran de parte de Jehovah (26). Lo
serio de la situación se ve reflejado en la acción drástica demandada por
Moisés: ¡Cíñase cada uno su espada, y pasad y volved, de entrada a
entrada del campamento! ¡Matad cada uno a su hermano, a su amigo y a
su pariente! (27). Por su muestra de lealtad hacia Dios, los levitas fueron
recompensados.
Notas. 21 La expresión un pecado tan grande (véase también vv. 30, 31)
probablemente se refiere al quebrantamiento de un acuerdo o de un pacto (cf.
<012009>
Génesis 20:9; <121721>2 Reyes 17:21). 27 La muerte aprox. de 3.000 israelitas
a manos de los levitas era una áspera indicación de lo serio que fue el incidente
del becerro de oro y debe ser visto como una de las formas en que el pueblo
fue castigado. 29 Hoy os habéis investido a vosotros mismos para Jehovah
es lit. “llena hoy tus manos para Jehovah”.
32:30-35 Moisés intercede nuevamente por el pueblo. Si bien algunos
del pueblo habían sido castigados, su muerte no había expiado los pecados de
los demás. Consciente de lo enorme que era el pecado de Israel, Moisés buscó
hacer expiación ante Dios (30). Su solicitud fue rechazada; cada individuo
sobrellevaría el castigo de su propio pecado. Para subrayar esta verdad, el v.
35 registra que Jehovah hirió al pueblo con una plaga. Con todo, a pesar de
la determinación de Dios de castigar al pueblo, a Moisés se le aseguró que su
viaje continuaría. Esto provee del nexo para el siguiente pasaje.
Nota. 31 La expresión dioses de oro es un recordatorio de <022023>Exodo 20:23.
33:1-6 Dios se niega a ir con el pueblo. Otra consecuencia de la infidelidad
del pueblo se desarrolla en estos versículos. Si bien Dios instruyó a Moisés que
condujera a los israelitas a Canaán, y prometió cumplir su compromiso anterior
con Abraham, Isaac y Jacob, él no iría con ellos. Temía que nuevos actos de
rebelión podían incitarlo a destruir al pueblo en el camino. Cuando Moisés
informó de esto al pueblo, se sintieron profundamente entristecidos. Como una
nueva evidencia de la desaprobación de Dios, se les ordenó quitarse las joyas
que habían recibido al momento de su partida desde Egipto (cf. <020322>Exodo
3:22; 11:2; 12:35) y que a estas alturas indudablemente habían llegado a ser un
vivo recuerdo de cómo Dios les había bendecido. Este despojarse, como el
desechar un anillo de compromiso o de boda, simbolizaba la relación rota que
ahora existía entre Dios y el pueblo.
Notas. 2 Yo enviaré un ángel delante de vosotros era la promesa de ayuda
divina para vencer a los habitantes de Canaán y hace eco con <022323>Exodo
23:23. Sin embargo, esto no necesariamente implicaba que Dios habitaría en
medio de su pueblo. 3 Sobre una tierra que fluye leche y miel véase
<020308>
Exodo 3:8.
33:7—34:35 Moisés intercede en favor del pueblo
Esta sección está enmarcada por dos breves pasajes (<023307>Exodo 33:7-11 y
34:34, 35) los cuales están escritos en una forma que indica que en ellos se
describen actividades que ocurrieron en un período y que no estaban limitados
a una ocasión particular. El material se refiere a un período aprox. de diez
meses entre la llegada de los israelitas a Sinaí y el levantamiento del tabernáculo
(cf. <021901>Exodo 19:1; 40:1). En contraste, el pasaje central registra el siguiente
evento principal del desarrollo de la trama, la renovación del pacto entre Dios y
los israelitas.
Mientras que el cap. anterior es dominado por la rebelión de los israelitas y el
castigo de Dios sobre el pueblo, ahora la atención se desvía hacia Moisés, el
siervo fiel, y su destacable amistad con Dios. La relación exclusiva de Moisés
con Dios le proveyó la oportunidad de interceder en favor del pueblo y como
resultado el pacto fue renovado. Esto no fue atribuido a un cambio dramático
en el corazón del pueblo, sino a la compasión y misericordia de Dios.
33:7-11 La tienda de reunión. Este pasaje registra cómo Moisés levantó
una tienda a considerable distancia del campamento principal con el propósito
de encontrarse con Dios. Dada su función específica, la tienda fue conocida
como la tienda de reunión (7). Esta no debía ser confundida con el
tabernáculo, también conocido como el “tabernáculo de reunión” (p. ej.
<024002>
Exodo 40:2, 6), el cual fue construido con posterioridad (<023608>Exodo 36:838) y que fue ubicado dentro del campamento israelita (<040153>Números 1:53;
2:2, 17), no fuera del campamento, a considerable distancia (7). Aquí
Moisés disfrutó de una relación exclusiva y personal con Dios: Jehovah
hablaba a Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo (11).
Esta intimidad le permitió a Moisés solicitar a Dios renovar su relación de pacto
con los israelitas. Si bien ellos estaban en una íntima relación el uno con el otro,
aun a Moisés no le fue permitido mirar directamente a Dios; el v. 9 sugiere que
la columna de nube impedía que Moisés, quien estaba dentro, mirara a Dios,
quien estaba afuera. Este es otro recordatorio de la barrera que existe entre lo
divino y lo humano.
33:12—34:33 La renovación del pacto. La conversación registrada al
comienzo de esta sección ocurrió en la tienda de reunión. Se centra en un
número de temas importantes. Primero, Moisés buscó reafirmación de que
Dios, a pesar de sus primeros comentarios en sentido contrario (cf. <023303>Exodo
33:3, 5), en verdad iría con el pueblo en su viaje hacia la tierra prometida.
Detrás de esta solicitud está el temor de que si Dios no subía con el pueblo,
Moisés ya no sería capaz de reunirse con él cara a cara. Mientras Dios
prometió: Mi presencia irá contigo (singular), Moisés insistió con su solicitud
en el sentido de que esta promesa incluiría al resto del pueblo. Finalmente, Dios
estuvo de acuerdo con esto porque estaba complacido con Moisés.
Luego Moisés pidió ver la gloria de Dios (18). De la respuesta dada por Dios
es claro que él iguala su gloria con toda mi bondad (19). Para asegurar a
Moisés de su identidad, Dios proclamaría su nombre personal, Jehovah.
Cuando previamente Dios le había revelado su nombre a Moisés: “Moisés
cubrió su cara, porque tuvo miedo de mirar a Dios” (<020306>Exodo 3:6). Ahora,
por causa de sus experiencias posteriores, él demostró una mayor confianza. Si
bien a Moisés se le dio la oportunidad de ver a Dios como ningún otro lo había
hecho, ni aun él pudo ver el rostro divino con inmunidad (20).
Antes de ser testigo de la gloria de Jehovah, a Moisés se le instruyó que
llevara al monte dos tablas de piedra para reemplazar aquellas anteriores que
habían sido quebradas (<023401>Exodo 34:1). Cuando Dios se reveló a sí mismo a
Moisés en la cima del monte, no sólo enfatizó su misericordia y compasión, que
perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado (7; cf. <023319>Exodo 33:19), sino
que también su justicia, que de ninguna manera dará por inocente al
culpable (7; cf. <023234>Exodo 32:34). La revelación de estas características
divinas a Moisés es tan significativa que este pasaje se repite en otras seis
ocasiones en el AT (<160917>Nehemías 9:17; <198615>Salmo 86:15; 103:8;145:8;
<290213>
Joel 2:13; <320402>Jonás 4:2). Aquí, en una escena dramática, hemos
declarado verbalmente dos de las más importantes características de la
naturaleza de Dios. Estas son las mismas cualidades que ya habían sido
reveladas a través de las acciones de Dios en favor de los israelitas al liberarles
de Egipto. Es más, estos atributos descansan en el corazón mismo del
entendimiento que el NT hace de la muerte y la resurrección de Cristo;
experimentamos el perdón de Dios porque Cristo ha llevado el castigo de
nuestros pecados.
Respondiendo a esta exclusiva revelación de la naturaleza divina, Moisés
solicitó que Dios acompañara al pueblo, perdonara sus pecados y que los
aceptara como su heredad (9). En réplica Dios restableció su relación de pacto
con el pueblo. Los términos del pacto (bosquejados en <023411>Exodo 34:11-26)
tienen un paralelo estrecho con aquellos que se encuentran en las dos secciones
últimas del “libro del pacto” (<022314>Exodo 23:14-33), con la excepción de que el
orden está invertido. Una vez más Moisés escribió las obligaciones del pacto
(27; cf. 24:4). Finalmente, Dios escribió en las tablas de piedra los diez
mandamientos o el decálogo (28; cf. <022003>Exodo 20:3-17).
Cuando Moisés regresó de su encuentro con Dios en la cima del monte, su
rostro era radiante (29). Tal fue la alarma de los israelitas que Moisés tuvo que
hablar para tranquilizarlos, primero a los ancianos y luego a la comunidad
entera. Finalmente, después de darles los mandamientos de Dios, él puso un
velo sobre su rostro (33).
Notas. 34:9 Esta es la primera ocasión en la cual los israelitas son referidos
como heredad de Dios. 28 Si bien el sujeto del verbo escribió no está
claramente establecido, se puede deducir de <023401>Exodo 34:1 que las tablas
fueron escritas por Dios (cf. <023216>Exodo 32:16). No es raro en la narrativa heb.
que el sujeto del verbo cambie sin que éste sea claramente indicado.
34:34, 35 Moisés cubre su rostro. Estos versículos están íntimamente
relacionados con <023430>Exodo 34:30-33. Describen lo que normalmente ocurrió
cada vez que Moisés se comunicó con Dios. Después de salir de la presencia
de Dios, Moisés comunicaba la palabra de Dios al pueblo y entonces cubría su
rostro con un velo. Su rostro radiante era una señal al pueblo de que en verdad
él se había reunido con Dios.
35:1—40:38 CONSTRUCCION Y ERECCION DEL
TABERNACULO
35:1—36:7 Preparación para edificar el tabernáculo
Siguiendo a la renovación del pacto, el pueblo fue convocado a reunirse y
Moisés les recordó la importancia de observar el sábado (2, 3; cf. <023115>Exodo
31:15). Como señal del pacto entre ellos y Dios, era vital que los israelitas se
abstuvieran de hacer cualquier trabajo el día séptimo de la semana. Ahora
Moisés era capaz de llevar a cabo las instrucciones que previamente había
recibido en relación con la construcción del tabernáculo y el nombramiento de
sacerdotes.
Luego Moisés le pidió al pueblo que hiciera una ofrenda a Jehovah con el
propósito de proveer los materiales requeridos para la construcción del
tabernáculo y de los objetos relacionados con éste (4-9); esto cumplió las
instrucciones dadas a Moisés por Dios (<022501>Exodo 25:1-7). Luego vino la
solicitud de artesanos que llevaran a cabo la obra (10), seguido por un resumen
de los diversos objetos que debían ser construidos (11-19). <023520>Exodo 35:2029 registra la generosa respuesta del pueblo a la súplica por materiales hecha
por Moisés (cf. <023504>Exodo 35:4-9). Nótese la especial atención que se da al
trabajo de las mujeres hilando el tejido (25, 26); sus habilidades naturales y sus
capacidades fueron consagradas para servir a Dios. Todo el pueblo respondió
tan generosamente que más tarde tuvieron que pedirles que no trajeran más
porque habían dado demasiado (<023603>Exodo 36:3-7).
En obediencia a las primeras instrucciones de Dios (<023101>Exodo 31:1-6),
Bezaleel y Oholiab, debido a su especial conocimiento y habilidades, fueron
puestos a cargo de la obra (<023530>Exodo 35:30—36:2). No sólo fueron dotados
como artesanos, sino que también tenían aptitudes para enseñar a otros
(<023534>Exodo 35:34).
36:8—39:31 La terminación del tabernáculo y las vestimentas sacerdotales
Mucho de esta sección tiene paralelo estrecho con otros pasajes anteriores en
Exodo Aquí encontramos un registro del cumplimiento casi palabra por palabra
de las instrucciones dadas por Dios a Moisés durante su primera estadía en el
monte (<022501>Exodo 25:1—31:18; véase la tabla más adelante). La similitud
entre las instrucciones y su cumplimiento indican que el pueblo obedeció a Dios
“al pie de la letra”. Todo se hizo tal como Moisés había sido instruido.
Ocasionalmente la instrucción divina (pero raramente su cumplimiento) contiene
material adicional relacionado con el uso de un objeto en particular (p. ej.
<023006>
Exodo 30:6-10, 18-21).
Aparte de mostrar que todo se hizo según las instrucciones de Dios, la
repetición de esos detalles destaca la importancia del tabernáculo como lugar
de morada de Dios. Esta repetición, que para algunos lectores les puede
parecer aburrida, era la manera del antiguo autor de llamar la atención a
asuntos importantes.
El orden en que los objetos están mencionados (ver el cuadro en la página
siguiente) difiere levemente de aquel seguido cuando Dios por primera vez
entregó las instrucciones a Moisés (caps. 25—30). El primer orden tiende a
enumerar primero los objetos más importantes, mientras que aquí el arreglo
refleja el orden en el cual los objetos fueron armados cuando el tabernáculo fue
levantado (cf. <024002>Exodo 40:2-8, 12-14; 40:17-33). En el inventario de los
metales preciosos que sigue, la cantidad involucrada parece ser muy grande
(aprox. una tonelada de oro, cuatro toneladas de plata, y dos toneladas y
media de bronce). Sin embargo, esto no era insólito cuando se compara con
prácticas contemporáneas en el mundo antiguo.
39:32-43 Moisés inspecciona el trabajo
Una vez que el trabajo estuvo terminado todos los diferentes objetos fueron
traídos a Moisés para su revisión. La lista de objetos registrada aquí se asemeja
a aquellos encontrados en <023107>Exodo 31:7-11 y 35:11-19. Cuando Moisés vio
que todo se había hecho tal como Dios lo ordenó, bendijo al pueblo (43).
Ahora todo estaba listo para que Moisés armara el tabernáculo.
40:1-33 La erección del tabernáculo
Dios dio a Moisés las instrucciones finales en relación con la erección y
consagración del tabernáculo y sus utensilios (1-11) y la instalación de Aarón y
sus hijos como sacerdotes (12-15). El relato registra que Moisés obró de
acuerdo con la primera mitad de estas instrucciones en forma inmediata. (Para
un relato de la verdadera consagración de los sacerdotes debemos mirar
<030801>
Levítico 8:1-36.) La obediencia de Moisés se destaca a través de la
repetida expresión conforme a todo lo que Jehovah le había mandado (16,
19, 21, 23, 25, 29, 32). El tabernáculo fue erigido el primer día del primer mes
en el segundo año (17), justo a tiempo para que el pueblo celebrara el primer
aniversario de su liberación de Egipto (cf. <040901>Números 9:1-5).
40:34-38 La gloria de Jehovah llena el tabernáculo
Cuando todo se había terminado, una nube cubrió el tabernáculo de reunión
y la gloria de Jehovah llenó la morada (34). Ahora Dios vivía en medio del
pueblo. El tabernáculo llegó a ser el tabernáculo de reunión (35),
reemplazando la tienda usada anteriormente por Moisés (cf. <023307>Exodo 33:711). Sin embargo, éste difiere en que Dios vivió en la tienda y Moisés tuvo que
permanecer afuera (35), mientras que anteriormente Moisés había entrado en la
tienda y Dios había permanecido afuera (<023309>Exodo 33:9). La presencia de
Dios era visible a cada uno a través de la nube y el fuego que se asentó sobre el
tabernáculo. Desde aquí él les guiaba en sus viajes (36-38). Así Exodo llega a
una conclusión apropiada al destacar la gloriosa presencia del Dios soberano
en medio de su pueblo Israel.  T. D. Alexander
LEVÍTICO
INTRODUCCIÓN
TITULO
En heb. el título del libro lo constituye la primera palabra, wayyiqra’, “y él [el
Señor] llamó”. El título de Levítico deriva de las antiguas traducciones de las
Escrituras hebreas en griego y latín. No hay duda de que el libro recibió este
título debido a que contiene varias instrucciones relacionadas con el trabajo de
los sacerdotes levitas. Sin embargo, no es del todo apropiado por dos razones.
Primera, porque no todos los levitas servían como sacerdotes, sino sólo
aquellos que pertenecían a una familia en particular dentro de la misma tribu.
Segunda, porque mucho del contenido del libro está dirigido a todos los
israelitas y no sólo a los sacerdotes, y toca asuntos que tienen que ver con sus
vidas en relación con la adoración, la moralidad familiar, cómo vivir social y
comunitariamente, tratos financieros, etc. El libro era tan importante para los
“laicos” como para los “clérigos”.
PATERNIDAD LITERARIA Y FECHA
El libro está colocado como una parte del registro de la revelación de Dios a
Moisés mientras Israel estuvo acampado en el monte Sinaí, poco después de su
salida de Egipto. No se establece específicamente que Moisés mismo haya
escrito el libro (cf. la manera en que algunas partes del Pentateuco se atribuyen
a él, p. ej. <022404>Exodo 24:4, 7; <043302>Números 33:2). Sin embargo, quienes
prefieren mantener la fecha tradicional para el libro opinan que si realmente no
fue Moisés quien lo escribió, el libro debe haber sido editado por alguien muy
cerca a él. Levítico verdaderamente muestra señales de una organización
cuidadosa e inteligente.
Sin embargo, por mucho tiempo los eruditos críticos bíblicos han argumentado
que el libro surgió de círculos sacerdotales y representa su prescripción para el
Segundo Templo, en el período posexílico. Por eso, juntamente con otras
partes del Pentateuco, se le asigna al material referido como P; es decir, la
última de las fuentes hipotéticas para el Pentateuco. [Nota del Editor: “P” se
refiere a la primera letra de la palabra para “sacerdote” tanto en alemán como
en inglés]. Sin embargo, quienes adoptan este punto de vista reconocen que P
incluye una amplia variedad de material que originalmente pudo haber existido
mucho antes del exilio. La fecha asignada a un texto editado, en su forma final,
no es un indicador seguro de la fecha del origen de su contenido. Además,
algunas de las razones para la fecha tardía del susodicho material sacerdotal ya
no parecen ser muy convincentes. Hoy día se tiene información sobre las reglas
detalladas y elaboradas para los sacrificios en la adoración, y descripciones de
santuarios de las sociedades del Cercano Oriente, las cuales son mucho más
antiguas que el período mosaico y, por lo mismo, no necesita asignarse a un
desarrollo tardío en Israel. Además, una comparación de las leyes en Levítico
con aquellas leyes relacionadas en Deuteronomio y otras partes del AT,
sugieren a menudo la probabilidad de que el texto levítico sea más antiguo. Si
Levítico fue escrito casi mil años más tarde que su marco literario, ha tenido
muchísimo éxito para evitar los anacronismos, y en su lugar la terminología
muestra algunos aspectos que ya no estaban vigentes en el período tardío. Por
esta y otras razones algunos eruditos consideran que en su origen el material de
Levítico es mucho más antiguo que el exilio, pero no necesariamente mosaico.
ESTRUCTURA
El hecho de que Levítico sea un documento cuidadosamente ordenado puede
notarse instantáneamente en el bosquejo del contenido que se da más adelante.
Se nota que hay un definido sentido de progreso lógico. El final del libro de
Exodo ha descrito la construcción del tabernáculo y todo lo que era necesario
para que se llevaran a cabo los sacrificios de adoración de Israel. De modo que
Levítico se inicia prácticamente como un manual de sacrificios, explicando
primeramente en términos laicos qué parte debían jugar todos los involucrados
en el procedimiento, qué tipo de animales eran apropiados para ciertos
propósitos y qué debía hacerse con ellos, etc. Después presenta algunas
normas adicionales para beneficio de los sacerdotes. A esa sección le sigue la
narración de la ordenación de los sacerdotes, quienes llevarían a cabo esos
sacrificios. Pero los sacerdotes tenían otras tareas, principalmente la
responsabilidad de enseñar a los israelitas ordinarios la distinción entre lo santo
y lo común, y entre lo limpio e inmundo. Así que la sección que sigue trata de
ello. Para los israelitas, la vida bajo el pacto involucraba mucho más que la
adoración apropiada y la pureza ritual, por lo que el resto del libro continúa
estableciendo un sinnúmero de responsabilidades personales, familiares,
sociales y económicas, todas diseñadas para capacitar a Israel a mantener esa
distinción nacional (santidad) para la cual Dios los había creado. Al final del
libro, uno de los asuntos principales tiene que ver con las finanzas en relación
con la tierra y las propiedades, dando así un vistazo al futuro mientras el lector
llega a Números y Deuteronomio y sigue el progreso de Israel hacia la tierra
prometida. De esta manera, el libro muestra un balance literario que es propio,
y al mismo tiempo encaja apropiadamente en su lugar en el gran tema del
Pentateuco como un todo.
El equilibrio del libro puede verse desde otra perspectiva. En <021904>Exodo 19:46, aun antes de hacer el pacto y darles la ley, Dios le había dado a Israel una
identidad y un papel a desarrollar en medio de las naciones. Debían ser un
pueblo de sacerdotes y una nación santa. Se puede decir que Levítico se divide
en dos partes, reflejando así cada una de esas áreas. Los caps. 1—17 tienen
que ver principalmente con áreas de responsabilidad sacerdotal, mientras que
los caps. 18—27 están saturados con el llamado a Israel a ser santo en cada
área práctica de la vida (tanto que la sección de 17—26 ha recibido el nombre
de “el Código de Santidad”, o “H” en la terminología de los críticos). Otros han
sugerido que estas dos partes del libro reflejan el doble mandamiento de amar a
Dios y amar al prójimo. La primera parte del libro culmina con el gran día de la
Expiación (cap. 16), en el cual se restauraban las relaciones entre la nación y
Dios. La segunda parte alcanza su clímax con el Año del Jubileo (cap. 25),
cuando se restauraban las relaciones entre la gente. Cada parte tiene también
una lección histórica objetiva en cuanto a no tratar a Dios con desdén (caps.
10, 24).
TEOLOGIA Y PERTINENCIA
Dios le hizo una promesa a Abraham, la cual incluía tres puntos particulares y
una meta universal (<011201>Génesis 12:1-3, 15). Dios le prometió a Abraham
hacer de él una nación, bendecirlo en base a la relación del pacto y darle una
tierra dónde vivir. El propósito final era bendecir a todas las naciones. Levítico
toca todo esto, pero particularmente se centra sobre la segunda de estas tres
promesas específicas. La primera parte ya estaba en el proceso de cumplirse:
Israel ya había llegado a ser una gran nación (<020107>Exodo 1:7). La tercera, la
posesión de tierra, aún estaba por delante, y es el centro de atención en
Números y Deuteronomio El asunto central en Levítico es cómo mantener esa
relación entre Dios e Israel, la cual había sido establecida con el éxodo y la
elaboración de un pacto (Exodo 24). La respuesta es que Dios mismo provee
los medios, por su gracia. La relación que se había establecido por la gracia
redentora de Dios (en el éxodo) sólo podía mantenerse por la gracia
perdonadora de Dios (tal como Israel lo había comprobado desde el incidente
del becerro de oro, Exodo 32—34). El sistema de sacrificios no era un medio
para comprar favores, sino de recibir gracia. Y la obediencia práctica a la ley
en los capítulos posteriores no era un asunto de alcanzar santidad, sino de vivir
de acuerdo con las características que Dios ya había conferido a la nación.
Sólo por medio de una respuesta apropiada a la gracia de Dios es que Israel
podría continuar gozando su bendición mayor; es decir, la presencia de Dios en
su medio, simbólicamente localizada en el tabernáculo pero experimentada en
cada área de la vida diaria. Cualquier cosa que amenazara esa presencia de
Dios o contaminara su lugar de habitación tenía que tratarse rigurosamente.
Debemos recordar este objetivo positivo que está detrás del ambiente severo
en algunas secciones.
Para el cristiano, la gracia que ofrece Levítico por medio del sistema de
sacrificios ahora se encuentra completamente en Cristo Jesús; y para los
escritores del NT los sacrificios proveyeron un riquísimo simbolismo para
interpretar el significado de la cruz. De igual manera, la demanda de santidad, la
cual en Levítico es una insignia de la separación de Israel de las otras naciones,
en el NT se transforma en el llamado al cristiano a distinguirse del mundo. Pero
el reto moral de Levítico, así como el de toda la ley del AT, no se pueden
confinar a la iglesia. Dios creó a Israel para ser luz a las naciones. Su distinción
estaba en la capacidad de ser modelo de las normas éticas y la dirección de
vida que Dios finalmente desea para todos. Por lo tanto, el libro contiene
importantes lecciones para entender nuestra salvación, santificación personal y
ética social. Levítico es parte de las Escrituras que según Pablo son capaces de
hacernos sabios para la salvación y son útiles para enseñarnos cómo vivir
(<550315>2 Timoteo 3:15-17).
COMENTARIO
1:1—7:38 REGLAMENTOS PARA LOS SACRIFICIOS
1:1, 2 Introducción
Las instrucciones para sacrificios que se dan en Levítico se encuentran dentro
del marco de las narraciones del resto del Pentateuco. Se impartieron, por
iniciativa de Dios, a un pueblo que ya había experimentado la gracia de su
redención en el éxodo. No eran intentos humanos para aplacar a las deidades,
alcanzar salvación o comprar favores. Al contrario, tenían el propósito de
mantener la relación ya establecida por la acción redentora de Dios,
proveyendo medios permanentes para tratar con el pecado y la restauración del
compañerismo. Lo que enseñaban era congruente con los instintos humanos
más amplios en relación con los sacrificios; es decir, que el perdón y el
compañerismo no son baratos.
La palabra ofrenda (korbán) es el término más común para referirse a los
regalos y las ofrendas que la gente podía traer a Dios (cf. <410711>Marcos 7:11).
Este término incluye los varios sacrificios que se mencionan más abajo. Aquí, la
especificación preliminar es que los animales a ser sacrificados deben tomarse
de las manadas y rebaños domésticos; esto significa que los animales salvajes
no eran aceptables. Deben haber existido dos razones para esto. Primera, los
animales salvajes no pertenecían a nadie y, por lo mismo, no podían tener ese
sentido de identificación con el que ofrendaba que tendría un animal doméstico
de su propia manada o rebaño. Segunda, sólo el sacrificio de un animal
doméstico representaba un costo real al que ofrendaba. Y tal como David lo
comprendiera, un sacrificio que no cuesta no es un sacrificio (<102424>2 Samuel
24:24). Por otro lado, descubrimos que era posible que la persona
extremadamente pobre ofreciera un ave. Así que el asunto del costo no era lo
principal para la eficacia del sacrificio.
La expresión cuando alguno de vosotros presente una ofrenda es indefinida;
no establece la frecuencia de las ofrendas para las familias israelitas ordinarias
y, en cualquier caso, eran voluntarias (por lo menos las primeras tres). Las
ofrendas por el pecado y la culpa eran obligatorias bajo circunstancias bien
establecidas, pero los holocaustos (u ofrendas quemadas), las ofrendas de
cereales y las ofrendas de paz normalmente eran presentadas voluntariamente
cuantas veces el judío sintiera el deseo de hacerlo. Entonces, es obvio que el
valor material del sacrificio no era lo que importaba mayormente a Dios, sino lo
que motivaba al adorador.
La anterior es una perspectiva que encuentra apoyo en muchos otros lugares
del AT, y algo sobre lo que Jesús hizo hincapié. Aunque fue Dios el que tomó
la iniciativa de proveer a los israelitas las instrucciones de cómo debían
presentarle sus ofrendas, había cosas más importantes que él buscaba en su
relación con ellos: Especialmente las cualidades que tienen que ver con la vida
moral, la obediencia y la justicia social, las cuales se incluyeron en el pacto
durante el éxodo, antes de que el tabernáculo fuera erigido o que se
prescribieran los sacrificios en Levítico (cf. <091522>1 Samuel 15:22; <195013>Salmo
50:13; <280606>Oseas 6:6; <300521>Amós 5:21-24; <400523>Mateo 5:23 ss.; <411233>Marcos
12:33). Por lo tanto, el contenido de Levítico debe establecerse en el más
amplio contexto de sus narraciones y el de toda la revelación bíblica.
Las instrucciones que se encuentran a continuación fueron dadas por Dios a
Moisés para todos los israelitas. Esto manifiesta otra característica de estos
primeros siete capítulos. Las instrucciones en relación con los sacrificios fueron
dadas, antes que nada, para el beneficio de los adoradores mismos; es decir,
los laicos. Eran ellos quienes presentaban y mataban los animales para el
sacrificio, y después recibían palabras de expiación y restauración del
compañerismo con Dios. Este es el enfoque de <030101>Levítico 1:1—6:7, al cual le
sigue una sección más corta en la que se presenta una lista de los mismos
sacrificios, pero con el énfasis en las tareas y beneficios de los sacerdotes,
quienes recibían ciertas porciones de varios de los sacrificios como el medio
principal de manutención (<030608>Levítico 6:8—7:38).
1:3-17 El holocausto
El holocausto (u ofrenda quemada) encabeza la lista de los sacrificios, quizá
porque era el más común. En Números 28 se instruye a los sacerdotes para
que diariamente presenten holocaustos, en la mañana y en la tarde. También era
el sacrificio que se ofrecía en su totalidad, ya que todo el animal era quemado
(excepto la piel, que era para el sacerdote, <030708>Levítico 7:8). En los otros
sacrificios algunas porciones de la carne estaban disponibles para consumo de
los sacerdotes, el adorador, o ambos.
El nombre del sacrificio (olá) probablemente signifique “lo que asciende”; es
decir, toda la ofrenda “sube” en el humo al Señor. La ofrenda tenía que ser un
macho sin defecto. Los animales machos eran de mucho más valor en el
sacrificio, aunque en la agricultura eran de los que podía desprenderse más
fácilmente ya que eran las hembras las que producían la leche y las crías. El
animal tenía que ser sin defecto. Sólo lo mejor podía ser ofrecido a Dios. Por lo
tanto, el sacrificio debía ser un asunto de valor y calidad, aunque fuera relativo
a las circunstancias del adorador. Ofrecer animales de una pobre calidad era un
insulto, no porque Dios necesitara los animales por su propio valor, sino
porque delataba la actitud en el corazón del adorador; es decir, indiferencia y
falta de gratitud o compromiso hacia Dios, como si él no mereciera algo mejor.
Esto fue lo que Malaquías reclamó (<390106>Malaquías 1:6-14).
Las instrucciones para el holocausto están divididas en tres secciones: para el
ganado (la manada, 3-9), ovejas o cabras (el rebaño, 10-13), y aves (14-17).
Sin embargo, cada sección termina exactamente con la misma frase,
describiendo la ofrenda como de grato olor a Jehovah. Otra vez se subraya el
hecho de que el valor material del sacrificio no es lo que cuenta mayormente
ante los ojos de Dios. El se complacería tanto con el ave que presentara un
hombre pobre como con el buey de un hombre rico. Ni aun la multiplicación de
sacrificios caros aumentaría su valor intrínseco ante Dios. El no se impresiona
con la aritmética sino con la obediencia (cf. <330606>Miqueas 6:6-8; <280506>Oseas
5:6).
El adorador tenía que llevar sus animales a la entrada del tabernáculo de
reunión. Esta era la estructura interior al lado occidental del atrio del
tabernáculo, donde estaban colocados el arca del pacto y otros utensilios o
mobiliario sagrado, y donde se encontraba de manera particular la presencia de
Dios. La entrada probablemente se refiera a cualquier lugar dentro del atrio
fuera del tabernáculo, cerca del altar mayor. El adorador presentaría su animal
a un sacerdote y se llevaría a cabo una pequeña ceremonia para declarar que el
sacrificio que intentaba hacer era aceptable al Señor. El que ofrendaba pondría
su mano sobre la cabeza del animal (v. 4). Esta no sería una simple
palmadita, sino un acto significativo de presionar o apoyarse. No se nos dice si
se expresaba algo mientras se llevaba a cabo este acto. Puede haber incluido la
confesión de pecado (como se requiere en <030505>Levítico 5:5 y en 16:21) o,
según lo que dice el v. 4b, una oración pidiendo que hubiera expiación. O
puede ser que en ese momento era cuando el adorador declaraba al sacerdote,
y a cualquiera que estuviera presente, la razón de su sacrificio, tal como se
observa en algunos de los salmos (ver Salmo 116).
No se nos dice qué significaba este acto. Quizá tenía un doble significado, a la
luz del contexto y de otras ocasiones donde se explica la acción. En primer
lugar, sería un acto declarando propiedad e identificación. Vale la pena
recordar que el área del tabernáculo debe haber presentado una escena con
mucho ruido y confusión, con varios animales y adoradores entremezclándose.
Cuando el adorador, quizá juntamente con toda su familia, al fin era atendido
por alguno de los sacerdotes, necesitaba identificar claramente los animales que
estaban ofreciendo y con qué propósito. El colocar las manos sobre la cabeza
del animal era una manera de decir: “Este es nuestro animal, y lo ofrecemos por
nuestras razones particulares; por el perdón de nuestro pecado, acción de
gracias o consagración. Reclamamos para nosotros los beneficios y
bendiciones de este sacrificio, y pedimos que sea aceptado.”
En segundo lugar, en vista de que el v. 4 especifica que el animal sería aceptado
para hacer expiación por el que ofrendaba, es casi seguro que el colocar las
manos sobre la cabeza del animal tenía un elemento de representación y
sustitución; es decir, el animal estaba siendo ofrecido en lugar del adorador. El
estaba poniendo sus pecados sobre la cabeza del animal a fin de que su muerte
los quitara y limpiara. El animal llevaría los pecados de la persona, y moriría en
su lugar. Este significado estaba claramente expresado en la ceremonia nacional
del gran día de la Expiación, cuando los pecados del pueblo se colocaban
sobre la cabeza de uno de los animales. En ese caso, no se mataba el macho
cabrío sino que era enviado al desierto para que “se llevara” los pecados de la
gente (<031620>Levítico 16:20-22).
Después de la ceremonia de poner las manos sobre el animal y la declaración
de aceptación, el resto del procedimiento estaba dividido entre el que
ofrendaba y el sacerdote que lo estaba atendiendo. El que ofrendaba era el que
hacía la mayor parte del trabajo. Era su obligación degollar el animal (v. 5) de
tal manera que toda la sangre pudiera salir del animal; desollarlo (v. 6, la piel
era dada al sacerdote, <030708>Levítico 7:8); cortarlo en pedazos (v. 6); y lavar las
partes inmundas del animal (v. 9); es decir, cubiertas con lodo o excremento, a
fin de que el sacerdote no fuera contaminado al tocar el cuerpo. El sacerdote
tenía la tarea de llevarse la sangre y rociarla alrededor del altar. Tal como se
explica más adelante en Levítico, esto era para ofrecer la vida del animal a
Dios, porque la sangre representaba su vida, una vida que ahora terminaba con
la muerte (<031710>Levítico 17:10-12). Finalmente, el sacerdote tomaba los
pedazos del animal de manos del adorador mientras los cortaba, y los colocaba
sobre el altar donde el adorador y su familia los veían quemarse hasta
consumirse.
Toda la acción, tanto por parte del adorador como del sacerdote, se dice que
producía un grato olor a Jehovah. Esta frase capta el sentido literal del humo
y su aroma subiendo al cielo pero, por supuesto, su intención es simbólica. El
lenguaje es antropomórfico (es decir, describe la respuesta de Dios en términos
humanos, como si realmente el olor lo complaciera), pero el proposito es
teológico. El sacrificio agradaba a Dios y, por lo mismo, lograba el propósito
deseado, el cual era hacer expiación (v. 4).
Hacer expiación (kipper) es el punto central de los ritos que envolvían sangre
(ver <031711>Levítico 17:11). Kipper puede tener dos significados principales.
Puede significar “limpiar algo, limpiar y purificar”, y también puede significar
“pagar un rescate” a fin de evitar un castigo o reducir una multa mayor (cf.
<022130>
Exodo 21:30; <142924>2 Crónicas 29:24; <200635>Proverbios 6:35; <043531>Números
35:31-33 [negativamente]). El primer significado parece ser la perspectiva en
los ritos de sangre para la ofrenda por el pecado, por medio de la cual ciertas
partes del santuario y su mobiliario eran limpios de contaminación (cap. 4). En
algunos casos se combinaban las ofrendas por el pecado y el holocausto, con el
propósito de una expiación purificadora (14:19 ss.). Pero parece ser que lo que
principalmente estaba involucrado en el holocausto era el sentido de rescate.
Tenía el efecto de apartar o reducir la ira de Dios a fin de que el adorador fuera
librado del castigo por su pecado. Esto está apoyado por varios ejemplos del
AT donde el holocausto fue eficaz para apartar o ablandar la ira de Dios
(<010821>Génesis 8:21; <071323>Jueces 13:23; <090709>1 Samuel 7:9; <102425>2 Samuel 24:25;
<142907>
2 Crónicas 29:7, 8; <180105>Job 1:5; 42:8).
El propósito expiatorio del holocausto debe verse como algo básico, aunque es
obvio que estaba asociado con otras formas de respuesta a Dios,
particularmente acción de gracias por bendiciones específicas o salvación (p.
ej. <260815>Ezequiel 8:15), y votos de obediencia. Estos son a veces el foco de
atención en los salmos donde se mencionan los holocaustos (p. ej. <195008>Salmo
50:8-15; 66:13-15). Sin embargo, el salmista sabía muy bien que las ofrendas
de acción de gracias y obediencia podían ofrecerse sólo sobre la base de que
Dios hubiera con anterioridad manifestado su gracia y perdón.
En <022403>Exodo 24:3-8 el holocausto fue símbolo del compromiso que se
contrajo al entrar en el pacto, pero es muy claro que lo que estaba en el
corazón del pacto desde el punto de vista del pueblo era su compromiso a la
obediencia, no la presentación del sacrificio (una prioridad que está claramente
expresada en el <194006>Salmo 40:6 y en <091522>1 Samuel 15:22). Es significativo que
las únicas dos referencias directas a los holocaustos en el NT son citas de estos
dos versículos, las cuales explícitamente dan más valor a la obediencia que al
sacrificio (<411233>Marcos 12:33; <581006>Hebreos 10:6-8). El uso que se hace en el
NT del símbolo de los sacrificios será considerado al final de esta sección.
2:1-16 La ofrenda vegetal
A esta ofrenda se le denomina simplemente un regalo (minhá). La palabra se
usa comúnmente para los regalos, los cuales pueden ser expresiones de
reverencia u homenaje (<013214>Génesis 32:14; 43:11; <070619>Jueces 6:19, <091027>1
Samuel 10:27), gratitud (<199608>Salmo 96:8), o lealtad (<100802>2 Samuel 8:2; <141711>2
Crónicas 17:11). Aquí claramente se refiere a una ofrenda específica de cereal
o grano. La ofrenda vegetal frecuentemente se ofrecía juntamente con otros
sacrificios, particularmente el holocausto (p. ej. <041501>Números 15:1-16; 28:110, el cual también especifica ofrendas de libación de vino, que no se
mencionan en Levítico), pero podía ofrecerse sola, como una alternativa a los
sacrificios de animales para la gente pobre. En este caso podía tener el mismo
significado de representación y sustitución que el de un sacrificio de animal.
Sólo cuando la ofrenda era de los primeros frutos (14-16) se ofrecía el grano
entero del cereal. De otra manera, el grano tenía que “prepararse” por lo
menos en forma de harina. Por lo tanto, lo que se estaba ofreciendo a Dios era
una combinación de lo que él primeramente había creado y provisto (el cereal
mismo) y lo que el trabajo humano había hecho de ello. Por lo tanto, esta
ofrenda significaba la consagración a Dios de los regalos de la creación y el
producto del trabajo humano.
El capítulo tiene tres secciones: Los vv. 1-3 tratan de las ofrendas de harina sin
cocinar; los vv. 4-10 tratan de ofrendas cocidas; y los vv. 11-16 agregan otras
instrucciones generales. Los ingredientes principales en cada caso eran harina
y aceite. El incienso, el cual era símbolo de la santidad y presencia de Dios, y
la devoción a él (<19E102>Salmo 141:2), o simplemente del gozo de la adoración
(<202709>Proverbios 27:9), se agregaba a la pequeña porción que se quemaba en el
altar (v. 2). En el AT, el aceite a veces era símbolo del Espíritu de Dios (como
en las ceremonias de unción; p. ej. <091613>1 Samuel 16:13), pero no hay una
indicación específica de que ese sea su significado aquí. El aceite también
expresa gozo y bendición en la vida (<194507>Salmo 45:7; <210907>Eclesiastés 9:7 y ss.;
<19A415>
Salmo 104:15; 23:5), probablemente por eso el aceite y el incienso se
unían para darle a la ofrenda un significado de valor, gozo y algo sagrado.
Realmente sólo una pequeña porción (un puñado, v. 2) de la ofrenda vegetal
se quemaba en el altar. Esto se denomina la porción memorial (‘azkará), que
lit. significa “recordatorio”, pero no es claro quién está haciendo el
recordatorio, o a quién. Algunos lo toman como significando que al que
ofrendaba se le recordaba que la pequeña porción que sería quemada era sólo
una muestra de que todo lo que tenía le pertenecía a Dios (cf. <132914>1 Crónicas
29:14). Otros lo toman como un recordatorio para Dios en cuanto a su pacto
de promesa de bendecir y proteger a su pueblo incluyendo, por supuesto, a la
persona que estaba presentando esta ofrenda en particular. El segundo
significado puede ir mejor con la última parte del v. 2, donde se dice que esta
ofrenda, al igual que el holocausto, es de grato olor a Jehovah.
Después de que esta pequeña porción era ofrecida por medio del fuego, el
resto del cereal pertenecía a los sacerdotes, ya fuera harina cruda, panes o
tortas de cualquier clase (v. 10). De modo que las ofrendas vegetales eran una
fuente principal de sostén para los sacerdotes, quienes no poseían tierra alguna
y, por lo tanto, no tenían los medios para tener sus propios cultivos. Es lo más
sagrado porque era separado para los sacerdotes. En otras palabras, todavía
era simplemente harina o pan ordinarios, pero era separado para ser diferente
de la comida diaria de la familia de uno. Era para los siervos del Señor.
“Sagrado” no significa algo mágico o meramente religioso; significa aquello que
ha sido apartado para ser diferente. Este significado será más claro,
especialmente en su sentido moral y práctico, más adelante en el libro. La
harina podía ser cocida en diferentes maneras antes de ofrecerse (vv. 4-10).
Podía ser cocida al horno (v. 4), en sartén (v. 5), o en cacerola (v. 7). ¡No hay
duda que los sacerdotes apreciarían la variedad!
Finalmente, hay algunas instrucciones en cuanto a ingredientes prohibidos y
prescritos. La ofrenda de cereal tenía que prepararse sin levadura o miel (v.
11), pero siempre debía incluir sal (v. 13). El texto no explica las razones para
esto, así que, otra vez, debemos ser cautos en nuestras especulaciones. Tanto
la levadura como la miel podían ofrecerse a Dios como primicias de los frutos
(<032317>Levítico 23:17; <143105>2 Crónicas 31:5), así que la prohibición en este caso
no puede ser porque hayan sido considerados como inmundos. Puede ser que
tanto la levadura como la miel hayan sido usadas en procesos de fermentación
y, por lo mismo, eran símbolo de corrupción. Esta perspectiva es apoyada por
el mandato de agregar sal, dado que la sal realmente era usada como un
preservador en el mundo antiguo. La sal era simbólica no sólo de detener la
corrupción sino también de permanencia. En <041819>Números 18:19 y en <141305>2
Crónicas 13:5 se le asocia con las promesas del pacto. Dado que aquí se le
vincula con la ofrenda de los frutos de la cosecha, puede ser que haya eco del
pacto que Dios hizo con Noé en cuanto a su fidelidad interminable para con su
creación (<010820>Génesis 8:20-22). Para considerar la pertinencia que tiene para
los cristianos la ofrenda vegetal, véase el final de esta sección.
3:1-17 La ofrenda de paz
El nombre hebreo para este sacrificio (selamím) se deriva de la raíz salem, que
significa “estar completo, o entero” y, por lo mismo, está relacionado con
shalom, el término para totalidad, bienestar y paz. Su significado preciso para
denominar este sacrificio específico no se conoce exactamente. “Ofrenda de
paz” aún se usa ampliamente, y sugiere que el propósito era establecer o
mantener la paz; es decir, buenas relaciones entre el adorador y Dios. “Ofrenda
de compañerismo” u “ofrenda compartida” (como lo traducen otras versiones)
apuntan más en la dirección de relaciones saludables entre quienes la ofrecen, y
se basa sobre el hecho de que esta ofrenda en particular era ocasión para una
reunión familiar, gozando de una fiesta donde comían carne, lo cual era algo
infrecuente.
En <030711>Levítico 7:11-18 se presenta una lista de las razones personales para
presentar una ofrenda de paz: Se incluyen acción de gracias, el cumplimiento de
un voto, o simplemente cualquier ocasión para una ofrenda voluntaria (p. ej. 1
Samuel 1). Las razones públicas incluían el establecimiento o renovación del
pacto (<022405>Exodo 24:5; <052707>Deuteronomio 27:7), el nombramiento de un rey
(<091115>1 Samuel 11:15) y la dedicación del templo (<110863>1 Reyes 8:63-66). En el
último caso, el número de animales que usó Salomón no era un asunto para
impresionar a Dios, sino para proveer abundancia de carne gratis para que la
gente celebrara con gozo la ocasión.
El capítulo está dividido en tres secciones, de acuerdo con la clase de animal
que se traía para el sacrificio: ganado vacuno (vv. 1-5), ovejas (vv. 6-11), o
cabras (vv. 12-17). La parte práctica del ritual era la misma que la del
holocausto (ver 1:3-17). Las principales diferencias en relación con el
holocausto eran, primeramente, que eran aceptables tanto animales machos
como hembras (sin defecto) y, en segundo lugar, sólo las partes grasosas
(sebo) se quemaban sobre el altar (es decir; el sebo, los riñones, el sebo que
cubre el hígado, y el sebo de la cola de las ovejas, vv. 3 s., 9 s., 15).
La carne se dividía entre el sacerdote, quien tomaba el pecho y el muslo
derecho (<030728>Levítico 7:28-34), y la familia del adorador, quienes se quedaban
con el resto. Así que para el sacerdote las ofrendas de paz eran una fuente
principal de proteínas para su dieta. Para el adorador esta era la oportunidad
para una gozosa y festiva comida en la presencia de Dios, la cual incluía
relaciones sociales (<051207>Deuteronomio 12:7, 12, 19). El hecho de que la
ofrenda de paz condujera a una comida compartida puede ser la razón del
porqué no se hizo provisión para ofrecer un ave, ya que ningún ave conocida
por los israelitas podía ser lo suficientemente grande como para una comida
familiar. Uno pudiera suponer, aunque no se explica aquí (pero está implícito en
Deuteronomio 12), que quienes eran muy pobres para disponer de una ofrenda
de paz de carne eran invitados por otros en la comunidad a compartir la de
ellos.
No se da ninguna explicación para la prohibición de comer el sebo (v. 17); al
contrario, éste debía ofrecerse a Dios por medio del fuego, como se hace con
la sangre (<031710>Levítico 17:10-12). Aunque la grasa era símbolo de lo mejor y
lo más rico (<014518>Génesis 45:18; <198116>Salmo 81:16, donde se traduce “trigo” lo
que lit. en heb. es “grosura”; <196305>Salmo 63:5 donde algunas versiones traducen
“banquete delicioso” [DHH], pero que en heb. es lit. “de sebo y de gordura”),
y por lo mismo el punto puede ser que la mejor parte del animal debía se
ofrecida a Dios. Algunas consideraciones dietéticas modernas que por razones
de salud aprobarían lo que expresa el v. 17, no serían, por supuesto, conocidas
en Israel. Sin embargo, no eran desconocidas para Dios quien creó nuestros
cuerpos, y también podemos ser impresionados en ese mismo nivel si así lo
deseamos.
4:1 —5:13 La ofrenda por el pecado
Los siguientes dos sacrificios difieren de los tres anteriores. Desde el punto de
vista del adorador, las ofrendas anteriores eran voluntarias y, mayormente en el
caso de la ofrenda de paz, muy ocasionales, pero la presentación de una
ofrenda por el pecado o la culpa era obligatoria según las circunstancias
prescritas. Una segunda diferencia es que, mientras el holocausto y la ofrenda
de paz estaban descritas de acuerdo con la clase de animal que se ofrecía, la
ofrenda por el pecado está arreglada de acuerdo con el estado o grado de
culpa de quienes era requerido que la presentaran.
La división principal del cap. 4 se relaciona con el lugar donde debía ser
rociada la sangre del sacrificio. Se rociaba adentro en el lugar santo del
tabernáculo de reunión cuando el pecado involucraba al sumo sacerdote (vv. 312) o a todo el pueblo (vv. 13-21). Se rociaba sobre el altar principal del
holocausto afuera del tabernáculo de reunión cuando el pecado involucraba a
algún dirigente tribal (vv. 22-26) o a cualquier otra persona (vv. 27-35). En
5:1-4, se proveen algunos ejemplos de la clase de pecados inadvertidos (o
pecados de omisión) por los cuales una persona pudiera sentirse culpable y
quisiera ofrecer una ofrenda. Finalmente, <030505>Levítico 5:5-13 prescribe
sacrificios opcionales que permitían aun a la persona más pobre tener acceso al
poder purificador de la ofrenda de pecado.
4:1, 2 El propósito de la ofrenda por el pecado. Cuando alguna persona
peque por inadvertencia (1) introduce dos palabras importantes que
gobiernan el resto del capítulo. Primera, aquí la palabra para “pecado” (hata)
significa “errar el blanco, fracasar o despistarse”. El sacrificio particular descrito
en este capítulo tiene un nombre que se deriva de una forma intensiva de este
verbo, y tiene el sentido de “quitar el pecado, limpiar del pecado”. (Se le
denomina hatta’t.) Casi siempre se traduce como “ofrenda por el pecado”.
Pero su propósito no era tanto tratar con el pecado mismo (aunque tenía una
dimensión expiatoria, como todos los sacrificios de sangre) sino el de limpiar
los efectos del pecado; es decir, la contaminación o corrupción que causa el
pecado. Aunque el holocausto era el principal sacrificio para expiación al
aplacar la ira de Dios, esta ofrenda era primariamente para purificación del
lugar santo y el altar, para que Dios pudiera continuar viviendo en medio de su
pueblo. Dios no puede vivir en lo inmundo, de modo que este sacrificio
limpiaba el lugar de su habitación. Por lo tanto, algunos eruditos lo traducen
como “ofrenda de purificación”.
La segunda, inadvertencia (bisegaga) viene de una raíz que significa
“extraviarse”, como las ovejas. Así se usa en todo este capítulo para hablar de
los pecados que no son el resultado de un acto voluntario de rebelión abierta
contra Dios, sino de las debilidades y fracasos de nuestra vida diaria. Puede
significar inadvertidamente, accidentalmente o sin intención. La ley hebrea
distinguía cuidadosamente entre acciones accidentales y deliberadas. Se usa
mucho la expresión “pecar con soberbia” para describir las acciones que eran
premeditadas y actos voluntarios de maldad. Legalmente, estos tenían que
tratarse severamente (el mejor ejemplo de dicha distinción está expresada en la
ley del homicidio en Números 35), y en el sistema de sacrificios no había ningún
sacrificio para este tipo de pecado (<041527>Números 15:27-31).
La ofrenda por el pecado también se usaba para limpiar a una persona que
ritualmente estaba inmunda, pero en ningún sentido pecadora; por ejemplo, una
mujer después de un parto (<031206>Levítico 12:6-8), alguien con una enfermedad
de la piel (<031419>Levítico 14:19), o con algún tipo de flujo (<031515>Levítico 15:15).
Generalmente hablando, era la ofrenda que tenía efectos purificadores en
contraste, aunque relacionada, con el perdón (<031531>Levítico 15:31).
4:3-12 Por el pecado del sumo sacerdote. El sacerdote ungido es más que
seguro que en este contexto se refiere al sumo sacerdote (cf. <043525>Números
35:25). A causa de su función representativa, cuando él pecaba todo el pueblo
resultaba contaminado con su culpa. El ocupaba una posición de gran seriedad
y, por lo mismo, la ofrenda de purificación por su pecado era la más costosa de
todas; es decir, un novillo. Y dado que él vivía y trabajaba en la presencia de
Dios y en su santuario, su pecado introducía corrupción hasta el lugar donde
Dios habitaba. Así que la purificación tenía que llevarse a cabo a la entrada del
tabernáculo.
Cuando se traía el novillo, el sacerdote tenía que poner su mano sobre la
cabeza del animal (v. 4), de la misma manera que lo hacían los otros
adoradores cuando traían para el sacrificio sus animales a los sacerdotes. El
significado era el mismo. El novillo cargaría con los pecados, moriría en su
lugar. La sangre del novillo sería derramada por la vida del sacerdote,
purificaría el lugar donde servía y removería la amenaza contra la gente que él
representaba.
En este punto (vv. 5-7), la acción de la sangre difiere de lo que se hacía en
otros sacrificios. En los holocaustos y en las ofrendas de paz, la sangre se
rociaba hacia el altar para hacer expiación por el pecado del adorador. Aquí,
algo de la sangre se recogía en un vaso y era llevada dentro del tabernáculo de
reunión, pero no hasta el santuario (eso sólo sucedía en el día de la
Expiación, Levítico 16). Ahí, algo de la sangre se rociaba sobre el velo que
dividía el tabernáculo en dos y ocultaba la santa presencia de Dios (<022631>Exodo
26:31-37), y otro poco se rociaba sobre los cuernos del altar donde
continuamente se quemaba incienso (<023001>Exodo 30:1-10). Los cuernos eran
proyecciones verticales encima de las cuatro esquinas del altar. Después el
resto de la sangre se derramaba en las afueras del tabernáculo, al pie del altar
del holocausto. Las partes grasosas del animal se quemaban sobre el altar (así
como en la ofrenda de paz, vv. 8-10), pero todo el resto del animal se
quemaba fuera del campamento (vv. 11, 12). Dado que el sacrificio era por
el pecado del sumo sacerdote, e indirectamente por todo el pueblo, nada de su
carne se debía comer, ni por el sacerdote ni por la gente.
4:13-21 Por un pecado de todo el pueblo. Para referirse a todo el pueblo
se usan dos términos. El primero, ‘edá, puede significar el cuerpo
representativo de los ancianos como las autoridades legales o sociales. El
segundo, qahal, puede referirse más ampliamente a la comunidad reunida para
adoración. La definición exacta de los términos no es muy precisa. Pero lo que
aquí puede vislumbrarse es que cuando se cometía algún error (quizá en algún
juicio legal o alguna otra decisión comunitaria) el cual sólo salía a luz más tarde,
entonces tan pronto como la comunidad adoradora se daba cuenta de ello, y se
sentía culpable, debían presentar una ofrenda por el pecado. La expresión son
culpables, es culpable (vv. 13, 22, 27) quizá debiera mejor traducirse
“sentirse culpable”. Obviamente, cualquiera que transgrede alguno de los
mandamientos de Jehovah es culpable. El punto es que inicialmente ellos no
estaban conscientes del asunto. Por eso, sólo después de darse cuenta de su
error y sentir culpa se les requería que se presentaran con una ofrenda por el
pecado. Los ancianos (v. 15) eran los representantes de la comunidad en
cualquier nivel de la vida de Israel (cf. <022401>Exodo 24:1, 9; <041116>Números 11:16
ss.).
Los ritos son idénticos para toda la comunidad como para el sumo sacerdote.
Por un lado, esto confirma que el sacerdote representaba a todo el pueblo,
como lo observamos anteriormente. Por otro lado, muestra que el mismo Israel
como un todo era tratado como un sacerdocio. Por lo tanto, también se les
requería la santidad y pureza; su pecado, aunque fuera inadvertido, corrompía
el lugar donde Dios habitaba. Una parte de la seriedad del pecado entre el
pueblo de Dios, antiguo o moderno, es que destruye su testimonio del Dios
viviente en medio del mundo. Si la iglesia como un todo se descarría, ¿dónde
podrá verse el lugar donde Dios mora entre las naciones?
En los siguientes dos casos, los cuales eran relativamente menos serios, la
sangre no era rociada dentro del tabernáculo de reunión sino sobre los cuernos
del altar del sacrificio afuera en el atrio. Los animales a sacrificarse también
eran de menor valor que el novillo requerido para el sumo sacerdote o para
toda la congregación. Otra de las diferencias principales entre los primeros dos
casos y estos dos últimos es que no se quemaba todo el animal afuera del
campamento. Después de que las partes grasosas habían sido sacrificadas, los
sacerdotes podían comer el resto de la carne (<030624>Levítico 6:24-30), no así los
adoradores.
4:22-26 Por el pecado de un líder. Dirigente (nasi) era un término
comúnmente usado para referirse a las autoridades en Israel antes de que
hubiera reyes. Se refería a los cabezas de clanes o tribus. Era una posición de
honor y responsabilidad y estaba protegida por leyes estrictas (cf. <022228>Exodo
22:28). El animal que se ofrecía en este caso era un macho cabrío.
4:27—5:13 Por el pecado de personas comunes. En este caso los animales
regulares para sacrificar eran cabras u ovejas. Para las personas más pobres,
aves o vegetales eran aceptables en cualquier caso.
Dado que la carne de las ofrendas por el pecado de la gente común la comían
exclusivamente los sacerdotes, estas ofrendas eran la fuente principal para que
ellos obtuvieran carne, de igual manera que las ofrendas vegetales eran su
recurso principal para obtener pan. Esto es lo que está detrás de la acusación
de Oseas en cuanto a que los sacerdotes de su día se estaban alimentando de
“las ofrendas por el pecado de mi pueblo” (<280408>Oseas 4:8). Así como la
palabra para pecado y ofrenda por el pecado era la misma, el pervertido
parecer de los sacerdotes era: “Cuanto más pecado, más carne para nosotros.”
5:1-4 Delitos típicos. Estos versículos señalan tres clases de faltas comunes
por las cuales una persona debía traer una ofrenda por el pecado. Primero, por
dejar de testificar en un caso donde uno tiene evidencia pertinente que
proveer (v. 1). La ley israelita adjudicaba mucha importancia a la integridad del
sistema judicial, y por eso le daba muchísima importancia a los testigos
verdaderos, a tal punto de incluirse en los diez mandamientos (<022016>Exodo
20:16; cf. <022301>Exodo 23:1-9; <201217>Proverbios 12:17; 14:5; 24:28). El perjurio
deliberado era una falta seria y severamente castigada (<051915>Deuteronomio
19:15-21).
Segundo, impureza accidental (v. 3). La distinción que se hace en el AT entre
lo limpio y lo inmundo se discutirá después. Debemos notar que aunque el NT
ha neutralizado la distinción en cuanto a cosas físicas (<410701>Marcos 7:1-23;
<441009>
Hechos 10:9-16), los apóstoles instan seriamente a los cristianos a
procurar una vida limpia y evitar la contaminación moral y espiritual (cf.
<590127>
Santiago 1:27).
Tercero, la persona que descuidadamente jura hacer algo y no cumple (v.
4). Malo o bueno probablemente sea una expresión inclusiva significando
“cualquier cosa” (cf. <234123>Isaías 41:23). Las palabras importan, aun aquellas
que se expresan a la ligera. Por eso, una promesa hecha descuidadamente y
que después no se cumple es un pecado que también necesita limpiarse,
mayormente si se ha hecho un juramento ya que eso involucraba el nombre de
Dios. Los maestros sabios de Israel advertían bastante en cuanto al asunto del
mal uso de las palabras (<200601>Proverbios 6:1-5; 12:18; 15:2; <210502>Eclesiastés
5:2-7), y tanto Jesús como Santiago enseñaron que nuestras palabras deben
reflejar la verdad rectamente y, por lo tanto, no tener necesidad de apoyarnos
en juramentos (<400534>Mateo 5:34-36; <590305>Santiago 3:5, 6).
Confesará (v. 5). El fracaso por negligencia, ignorancia o descuido es pecado,
y debe confesarse a fin de ser limpiado y ofrecer expiación por él. Para
nosotros, probablemente la mayoría de nuestros pecados típicos diarios caen
dentro de esta categoría. Puede ser que no nos dispongamos deliberadamente
a rebelarnos contra Dios y pecar, pero en medio de las presiones de la vida y la
debilidad de nuestra naturaleza, al final del día descubrimos que tenemos que
admitir, tal como lo expresa una oración en el Libro de Oraciones Comunes:
“Hemos pecado y nos hemos apartado de tus caminos como ovejas
descarriadas, hemos seguido en demasía los planes y deseos de nuestro propio
corazón, hemos dejado de hacer las cosas que debiéramos haber hecho, y
hemos hecho aquello que no hubiéramos hecho.”
Esto es exactamente la clase de conducta que se contempla en la definición de
la ofrenda por el pecado. Qué importante es, entonces, que estos fracasos
diarios no se acumulen como una nube de sentimientos de culpa depresivos y
debilitantes, sino que se confiesen y sean perdonados. Y qué reconfortante es
saber que la declaración de expiación y perdón (<030506>Levítico 5:6, 10, 13) es
mucho más segura para nosotros por medio del sacrificio de Cristo de lo que
era para los israelitas a través del ministerio del sacerdote en el altar.
5:7-13 Si no tiene lo suficiente... Estos versículos proveen alternativas para los
sacrificios que podían ofrecer las personas más pobres en la comunidad. La
ofrenda vegetal que podía substituir a la ofrenda de pecado (vv. 11-13) era una
cantidad muy pequeña. La décima parte de un efa probablemente era como un
kilo de harina, aunque realmente no se conoce el equivalente exacto. No incluía
el aceite y el incienso que era normal en la ofrenda vegetal, con el fin de marcar
claramente su propósito purificador (v. 11). Por el contrario, debía mezclarse
con los sacrificios de los animales que ya se estaban quemando sobre el altar,
para manifestar que estaba en lugar de y contaba como un sacrificio de sangre:
Este es el sacrificio por el pecado (v. 12).
La existencia de estos sacrificios opcionales es una clara indicación de que lo
que Dios más profundamente deseaba era que la gente no viniera con
sacrificios espléndidos, sino que simplemente viniera, para que se beneficiaran
de su generoso perdón, sin importar cuán poco podían ofrecer. La seguridad
de expiación y perdón no disminuía (vv. 10, 13), porque Dios ve el corazón y
porque en última instancia todo perdón se basa en el eterno sacrificio de Cristo,
no en el valor relativo del sacrificio que los pecadores humanos puedan ofrecer.
La persona que sabía que podía presentarse ante Dios con nada más que una
taza de harina y confesar sus pecados, y aun así recibir perdón, estaba
aprendiendo algo fundamental en cuanto a la gracia de su Dios. Instruido por
esa gracia, aun el más poderoso en la tierra sabía que Dios no se impresionaba
por la abundancia de sacrificios, cuando era asunto de un pecado deliberado y
con soberbia. En tales casos, la única esperanza era acudir a esa misma gracia
con un corazón contrito y humillado y suplicar limpieza en base al carácter
amoroso y compasivo de Dios (<195101>Salmo 51:1, 2, 16, 17).
5:14—6:7 La ofrenda por la culpa
Tradicionalmente, en muchas traducciones esta ofrenda, asam, es conocida
como la ofrenda por la culpa. Sin embargo, todos los sacrificios de sangre
estaban relacionados con la remoción de la culpa, una función llevada a cabo
especialmente por el holocausto. Lo que distingue a la ofrenda descrita en estos
versículos es que estaba relacionada con la restitución, o compensación, que
debía pagarse por causa de apropiarse de lo ajeno o alguna otra falta en
relación con cosas materiales. Por eso algunos eruditos la denominan “la
ofrenda de restitución”. Al igual que la ofrenda de paz, toma en cuenta los
efectos horizontales del pecado. Cierta clase de pecados causan pérdidas a
nuestro prójimo, y el adorador tiene que hacer enmiendas por tales cosas, así
como buscar el perdón de Dios.
Aquí se usa otro de los términos hebreos para pecado (ma’al), y se traduce
falta (<030515>Levítico 5:15) e infidelidad (<030602>Levítico 6:2). El término significa
rotura de confianza, y por ello es apropiado a los tipos de pecado mencionados
aquí, donde el ofensor es culpable por falta de integridad u honestidad ya fuera
en sus tratos con el sacerdote o su prójimo. Se mencionan tres tipos de delitos.
Primero, faltas con respecto a las cosas sagradas (<030514>Levítico 5:14-16). Este
término se refiere a las propiedades sagradas en un sentido general en relación
con cualquier cosa que ha sido consagrada a Dios o para el servicio de los
sacerdotes y el santuario. Incluía todas las ofrendas y, de igual manera, toda la
comida que los sacerdotes recibían de ellas, así como las casas y otras
propiedades de los sacerdotes y los diezmos que se les debían entregar (cf.
Levítico 27). De tal manera que el delito, el cual se expresa en términos
indefinidos, pudo haber incluido el tomar y comer de la comida que pertenecía
a los sacerdotes, o dejar de pagar las ofrendas y los diezmos (p. ej. <023011>Exodo
30:11-16; <121216>2 Reyes 12:16). Lo que se requería era el sacrificio de un
carnero como también la restitución de lo defraudado, calculándose el costo
de lo que se había defraudado más la quinta parte de su valor.
Segundo, delitos (<030517>Levítico 5:17-19) expresados en términos aun más
vagos. En el contexto, probablemente se refiera a cualquier infracción que una
persona hubiera cometido en relación con el santuario y los objetos o personas
sagradas. El punto es que la persona en cuestión no lo sabe, pero aun así se
siente culpable. Si alguien tiene una conciencia intranquila y sospecha que haya
cometido algún delito en contra de las cosas sagradas pero no puede señalar
específicamente cómo, puede ofrecer una ofrenda por la culpa, sin el 120% de
compensación, y tranquilizarse con la seguridad de ser perdonado (v. 18).
Tercero (<030601>Levítico 6:1-7), cambia del mundo de las cosas sagradas a las
relaciones humanas ordinarias y hace provisión para los delitos que involucran
algún quebrantamiento de confianza entre las personas por asuntos de
propiedad. Se proveen cuatro ejemplos (<030602>Levítico 6:2, 3): Engaño sobre
propiedades depositadas, robo, opresión y mentir en cuanto a propiedades
perdidas que uno haya encontrado. Una variedad similar de disputas están
consideradas en la ley en <022207>Exodo 22:7-15. Allí la restitución requerida era
doble del valor del objeto, no sólo una quinta parte extra como aquí. La razón
quizá sea que la ley en Exodo trata con casos donde la parte culpable ha sido
llevada al tribunal y comprobada su culpa por la evidencia, mientras que en este
texto se está tratando con la confesión voluntaria de la culpa con un sacrificio
apropiado. La pena menor en este caso estimularía así a la gente a confesar su
culpa abiertamente en vez de esperar hasta que fueran descubiertos o acusados
y se les comprobara su culpa.
Se observa fácilmente que antes de ofrecer el sacrificio debía llevarse a cabo la
restitución completa, además de la quinta parte extra. No había caso el tratar
de obtener el perdón de Dios hasta que la apropiada enmienda se había llevado
a cabo para con la parte perjudicada. El aspecto horizontal del delito debía
atenderse antes de querer resolver su aspecto vertical. Estas dos dimensiones
de este tipo de pecado se expresan al comienzo de este capítulo: Una persona
culpable de engañar a su prójimo es simultáneamente culpable de actuar con
infidelidad contra Jehovah (<030602>Levítico 6:2). Jesús no fue de ninguna
manera el primero en notar la conexión entre lo que él llamó el primero y
segundo mandamientos en la ley (cf. <031913>Levítico 19:13, 18; <400523>Mateo 5:23
ss., 43 ss.; 19:19; <451308>Romanos 13:8-10; <480514>Gálatas 5:14; <590208>Santiago 2:8).
De esta manera, la ofrenda por la culpa completa la lista de los sacrificios que
debían presentar los israelitas y sus familias. Vale la pena detenerse y
considerar el amplio simbolismo expresado. En el AT, el vocabulario para
pecado es muy amplio, tal como se necesitaba para transmitir la profundidad y
variedad de su comprensión de la condición humana. Los cuatro sacrificios de
sangre representan cuatro modelos distintos del pecado, aunque obviamente se
relacionan y se sobreponen, y ofrece remedios que se aplican a esas diferentes
dimensiones. El holocausto ve el pecado como una culpa objetiva ante Dios, y
funcionaba como el mayor sacrificio expiatorio, proveyendo el rescate por
medio del cual la ira de Dios era aplacada y detenida para que no cayera con
toda la fuerza sobre el pecador. La ofrenda de paz ve al pecado como algo que
rompe las relaciones y levanta barreras entre las personas y, aunque provee
expiación en relación con Dios, subraya la necesidad y bendición de las
relaciones restauradas y gozo compartido. La ofrenda por el pecado ve a éste
como algo sucio y contaminante, el cual inevitablemente ofende la presencia del
Dios santo, y por ello ofrece los medios de limpieza y purificación a fin de que
Dios pueda continuar morando entre su pueblo. La ofrenda por la culpa ve el
pecado como un error o una deuda que debe pagarse y, por lo mismo,
demanda una restitución completa tanto como un sacrificio. Todas estas son
verdades que el NT afirma en diferentes maneras y que continúan teniendo un
gran peso teológico, aun mucho después de que el último animal fuera
sacrificado en los altares israelitas.
6:8—7:38 Instrucciones para los sacerdotes
A primera vista pareciera que toda esta sección fuera una mera repetición de
los capítulos anteriores. Pero la diferencia descansa en las primeras palabras:
Manda a Aarón y a sus hijos diciéndoles (<030609>Levítico 6:9). Lo que sigue son
instrucciones dirigidas principalmente a los sacerdotes, en relación con sus
tareas particulares para cada sacrificio, y también cuáles partes del sacrificio les
pertenecían. Los capítulos anteriores eran mayormente para guiar a la gente
común.
6:8-13 El holocausto. Dos cosas principales se establecen aquí. Primera, el
requisito de que el fuego del altar principal de los sacrificios no será
apagado. Esto se acentúa repetidamente (vv. 9, 12, 13). Aparte de las
ofrendas que la gente traía para ser quemadas, en otros lugares se dice que los
sacerdotes siempre debían ofrecer un holocausto en la mañana y otro en la
tarde (<022938>Exodo 29:38-42). Este último era el sacrificio final del día, y por ello
era la responsabilidad del sacerdote que cubría “el turno de la noche” el
asegurarse de que el fuego se mantuviera ardiendo (cf. <130933>1 Crónicas 9:33;
<19D401>
Salmo 134:1).
No se nos dice la razón para esto, por lo que nuestra explicación debe ser
cautelosa. El fuego estaba ciertamente asociado con la presencia de Dios; tanto
como dirección protectora (<021321>Exodo 13:21 ss.) como también para consumir
los pecados y a los pecadores (cf. <031001>Levítico 10:1-3). Por lo tanto, la
permanencia del fuego en el altar puede haber sugerido la perpetua presencia
de Dios, o la perpetua necesidad de expiación por el pecado y la consagración
de la vida, o ambos.
Segunda, aun para el más humilde trabajo de sacar las cenizas, el sacerdote en
turno tenía que usar la ropa apropiada. Es decir, su vestimenta de lino, la cual
era única para los sacerdotes (v. 10). Pero cuando sacaba el montón de
cenizas fuera del campamento se debía poner su vestimenta regular (v. 11).
La ley del AT estaba constantemente preocupada por mantener separado lo
santo y lo común. Lo que era distintivo de cada cosa que tenía que ver con los
sacerdotes y el santuario era continuamente una lección objetiva para la
particularidad que se intentaba de Israel mismo, como una nación santa en
medio del mundo. En un memorable acto simbólico, Jeremías hizo notar que
Dios había deseado “ponerse” a Israel como la vestimenta sacerdotal de lino, a
fin de mostrar su gloria. Pero a causa de sus idolatrías habían llegado a ser
como piezas de ropa sucia que no podía vestirse (<241301>Jeremías 13:1-11). Un
pueblo con una santidad comprometida había perdido su misión sacerdotal en
el mundo y, al igual que el cinto de lino de Jeremías, se habían convertido en
algo “totalmente inservible” para Dios.
6:14-23 La ofrenda vegetal. Todos los sacerdotes tenían derecho de comer
de las ofrendas vegetales que traía la gente, después de quemarse la porción
memorial, pero tenían que hacerlo dentro del atrio del tabernáculo. Las
palabras es cosa muy sagrada significan que podía ser comida sólo por los
sacerdotes. Este aspecto también se aplica a la ofrenda por el pecado y a la
ofrenda por la culpa (<030625>Levítico 6:25; 7:6) y distingue a las tres de la ofrenda
de paz, la cual se compartía con los familiares y amigos del adorador. A los
mismos sacerdotes se les requería que presentaran una ofrenda vegetal
diariamente (vv. 19-23) desde el día en que eran ungidos (v. 20), y ésta tenía
que ser quemada por completo; no se comía. El escritor de Hebreos usa esto
para señalar un contraste con el único y final sacrificio de Cristo Jesús
(<580727>Hebreos 7:27).
6:24-30 La ofrenda por el pecado. La santidad tenía una cualidad
“contagiosa”. Cualquier cosa o persona que tocaba lo que era santo era
afectado por ello, y tenía que tratarse en la debida forma (cf. <030618>Levítico
6:18). Aproximaba a la persona u objeto a Dios de tal manera que podía ser
peligroso, y por ello tales cosas debían lavarse (v. 27) o destruirse (v. 28).
7:1-10 La ofrenda por la culpa. Esta sección provee los detalles del ritual de
la ofrenda por la culpa, los cuales no están incluidos en la sección previa sobre
lo mismo. Son similares a la ofrenda por el pecado. También se especifica que
los sacerdotes tenían el derecho de quedarse con las pieles de los animales que
ofrecían en holocausto (v. 8), así como también la variedad de cereales
ofrecidos (vv. 9, 10).
7:11-36 La ofrenda de paz. Los vv. 12-18 distinguen tres diferentes
ocasiones cuando una persona podía llevar una ofrenda de paz: en acción de
gracias (v. 12); por motivo de un voto o como una ofrenda voluntaria (v.
16). Hay regulaciones separadas para la primera (vv. 12-15), pero las últimas
dos se tratan al mismo tiempo (vv. 16-18).
La expresión será excluida, cuyo uso es más frecuente adelante en el libro, es
bastante debatible. Probablemente no significa que la persona excluida haya
sido ejecutada por la comunidad (se usaba otra fórmula para la condena de
muerte). Algunos piensan que se refiere a alguna forma de excomulgar; es
decir, excluir de la comunidad adoradora. Pero esa puede verse como una
pena muy indulgente para con algunos de los delitos mencionados (cf. cap. 20).
La interpretación más probable es que haya sido una forma de imprecación
divina. La persona que ofendía en ciertas maneras, muchas de las cuales por su
misma naturaleza nunca vendrían a ser del conocimiento público de los
tribunales, se exponía directamente a la acción punitiva de Dios. Eso podría
significar la misma muerte, pero también podía incluir otras formas de juicio.
Por ejemplo, en el cap. 20 se establece que si aun la comunidad humana
fracasaba en llevar a ciertos delincuentes ante la justicia, Dios mismo los
“excluiría”, implicando su intervención directa.
Los vv. 28-36 especifican las partes de la ofrenda de paz que pertenecían al
sacerdote: el pecho (v. 30) y el muslo derecho (v. 33; no se establece si era la
pata delantera o la trasera, pero es más probable que se refiera a la pata
delantera o al hombro). El pecho se describe como una ofrenda mecida, lo
cual puede significar que la carne era mecida en movimientos laterales ante el
altar, quizá esto haya sido simbólico de presentárselo a Dios y recibirlo de
regreso. El muslo es descrito como una provisión perpetua (v. 34). Esta es
una palabra incierta que los comentaristas judíos antiguos interpretaban como
significando “alzar”; probablemente un movimiento vertical. Sin embargo, las
acciones precisas envueltas y su significado ya no son muy claros. Lo que
importa es que esos pedazos de carne constituían la porción que corresponde a
los sacerdotes (v. 35); es decir, la parte que les pertenecía por derecho de su
ordenación (ungimiento, v. 36).
Habiendo llegado al final del manual sobre los sacrificios para los adoradores y
sacerdotes, pudiera considerarse como algo demasiado complicado y ritualista.
Sin embargo, esa sería una falsa impresión, quizá se deba principalmente al
hecho de que todo el asunto es extraño para nosotros. De hecho, en
comparación con los rituales de sacrificios que se conocen de otras culturas
antiguas, el sistema israelita era relativamente simple y franco. Las leyes que
hemos estudiado tenían el propósito de conservar la dignidad y simbolismo
significativo de lo que fácilmente pudo haber degenerado en un caos bullicioso,
proveyendo a los laicos y a los sacerdotes normas claras y simples acerca de lo
que tenían que hacer. La necesidad de decencia y orden también se aplica a la
adoración cristiana, tal como Pablo lo señalara (1 Corintios 11—14).
También se puede señalar la singularidad del sistema de sacrificios de Israel
desde un punto de vista negativo. No había lugar para augurios; es decir,
intentar derivar presagios, buenos o malos, usando las entrañas de los animales
sacrificados. Dios proveyó mejores maneras para conocer su voluntad (cf.
<051809>
Deuteronomio 18:9-20). Tampoco había lugar para sacrificios humanos,
automutilaciones o el uso de la sangre humana. Los rituales sexuales y de
fertilidad estaban totalmente ausentes, al igual que los sacrificios por los
muertos o cualquier otro medio de manipular lo oculto.
El único favor que podía obtenerse por medio de los sacrificios ofrecidos a
Dios era la declaración de perdón. No hay indicios de que se pudieran obtener
otros favores, o sobornar a la divinidad. Los sacrificios por otras razones se
presentaban en respuesta a las bendiciones o protección de Dios, no con el
propósito de comprárselas. No había una clasificación de los sacrificios en
términos de cantidad a favor de los ricos o poderosos. Por el contrario, se hizo
provisión para los más pobres, quienes recibían “tanto” perdón como cualquier
otro pecador. Por supuesto, el sistema de Israel era único por no tener
sacrificios especiales reservados para la realeza. Como muchas de las cosas en
Israel, estaba adaptado para llenar las necesidades de la gente ordinaria. Y se
ha señalado por estudios socioeconómicos que el ritual de sacrificios de Israel
no debe haber causado demandas excesivas sobre los recursos de una familia
promedio. Se esperaba que las personas ofrecieran lo mejor cuando
presentaban sus sacrificios, pero no con el fin de que empobrecieran bajo una
carga religiosa pesada, o que enriquecieran a una elite religiosa poderosa.
Nota: Los sacrificios levíticos, el NT y el cristiano. Hemos observado
cómo la combinación de los sacrificios presenta un cuadro completo de los
efectos del pecado y, también, de las diferentes dimensiones de las provisiones
de Dios para remediarlo. Cuando vamos al NT descubrimos que los sacrificios
individuales sólo se mencionan por nombre muy raras veces, pero el asunto de
sacrificio es tan rico y variado como en el AT, ya sea que se aplique a la obra
de Cristo mismo o a nuestra respuesta como creyentes y adoradores. Todas las
dimensiones mencionadas anteriormente hacen eco en el NT.
El holocausto era el sacrificio principal para proveer expiación, y trataba con la
culpa por el pecado. El NT presenta la muerte de Jesús como un sacrificio de
esta índole; así la interpretó Jesús mismo (<411045>Marcos 10:45; cf. <450325>Romanos
3:25; <490502>Efesios 5:2; <600118>1 Pedro 1:18 ss.; <620201>1 Juan 2:1 ss.). El autor de
Hebreos hace hincapié en el hecho que la muerte en sacrificio de Cristo fue una
vez y para siempre. Por lo mismo, se le considera como el cumplimiento de, y
en contraste con, los repetidos sacrificios diarios del AT (<581001>Hebreos 10:118). Por lo tanto, los creyentes en Cristo no tienen necesidad de presentar
ningún sacrificio para obtener expiación, porque Jesús se ofreció a sí mismo
como ese sacrificio final en la cruz.
La ofrenda por el pecado tenía que ver con la inmundicia y la contaminación del
pecado al hacer uso de la sangre con el fin de purificar el lugar donde Dios
mora. De manera similar, el NT subraya el poder purificador de la sangre de
Cristo. No sólo quita la culpa por el pecado sino que también elimina su
contaminación. Hebreos señala esto en relación con la morada celestial de Dios
(<581023>Hebreos 10:23 ss.), y también lo aplica a la limpieza de la conciencia del
creyente a fin de que éste pueda acercarse a Dios con confianza (<580911>Hebreos
9:11-14; 10:19-22). Juan en su primera carta también enfatiza esta verdad. La
muerte de Cristo (su sangre) fue una vez y para siempre, pero su poder
purificador debe aplicarse regularmente en nuestras vidas por medio de la
confesión (<620106>1 Juan 1:6—2:2).
La ofrenda por la culpa ponía énfasis en que las faltas en contra del prójimo
debieran enmendarse con la apropiada restitución como parte del proceso de
arreglar cuentas con Dios. Esto también se aplica a los creyentes cristianos, tal
como se observara anteriormente. “Perdónanos nuestras deudas, como
también nosotros perdonamos a nuestros deudores” quizá es algo que Jesús
intentara que tuviera una aplicación concreta, y no meramente como una
referencia a sentimientos o actitudes. La importancia de esto se realza con una
solemne advertencia y su correspondiente parábola (<400612>Mateo 6:12-15;
18:21-35). Pero la misma naturaleza de la ofrenda por la culpa, mayormente
como un asunto de restitución o enmienda, también permite considerar el
pecado como un tipo de deuda en relación con Dios. Se debe pagar por el
pecado. La metáfora penetra profundamente en el pensamiento humano en
relación con nuestras fechorías y debilidades. Todavía se habla de hacer que
los criminales “paguen” por sus crímenes. Cuando esto se controla
debidamente y se entiende dentro del marco de las estructuras legales de la
sociedad, es muy diferente a la venganza personal que dice: “Me las pagarás.”
El ‘asam proveía una manera de “pagarle” a Dios la debida restitución por
algún pecado, al mismo tiempo que se hacía restitución a la parte afectada por
alguna pérdida material.
En Isaías 53, la muerte del siervo del Señor se presenta en términos de
sacrificio. El es quien sufrirá y morirá tomando el lugar de otros: “como un
cordero, fue llevado al matadero” (<235305>Isaías 53:5-7). En el v. 10 se describe
su muerte de manera especial como un ‘asam; es decir, como una ofrenda por
la culpa, haciendo restitución por las faltas de otros a fin de que ellos puedan
ser contados como justos (v. 11). La poesía de Isaías 53 influyó
profundamente sobre la teología del NT en relación con la muerte de Cristo (cf.
<400817>
Mateo 8:17; <422237>Lucas 22:37; <600224>1 Pedro 2:24, 25). La muerte
sacrificadora de Cristo no sólo fue un rescate por nuestra culpa, y la limpieza
de nuestra inmundicia, sino también fue un pago por nuestra deuda. Por
supuesto, el lenguaje tiene una dimensión metafórica, y la analogía no se puede
forzar para responder al cómo o a quién se hizo dicho “pago”. La Biblia, en
ambos Testamentos, simplemente usa estos diferentes modelos para explorar
las insondables profundidades de nuestra salvación. Al fin y al cabo nuestra
tarea no es la de buscar una explicación racional, sino obtener la bendición de
ella por medio de la fe.
La ofrenda de la paz era un sacrificio que llevaba a participar de una comida de
compañerismo. Por lo mismo, incluía una dimensión vertical (dado que tenía los
mismos ritos expiatorios de la sangre y el holocausto), así como una dimensión
horizontal (dado que cimentaba las relaciones humanas). Por lo mismo, este
tipo de ofrenda era más apropiado como una expresión de aquello que era
esencial en la relación de pacto entre Israel y Dios. En un sentido, era una
comida sacramental, con aspectos similares a la comida que está en el centro
del nuevo pacto: la cena del Señor. Jesús se refirió a esa comida como “el
nuevo pacto en mi sangre”, lo cual hace eco de <022408>Exodo 24:8, donde las
ofrendas de paz estaban incluidas en los sacrificios que sirvieron para sellar el
pacto en Sinaí.
La adoración cristiana, especialmente el servicio de la Cena, debiera ser motivo
de gozo y de preocupación social. Por ello, es posible que el autor de Hebreos
haya tenido en mente la ofrenda de paz cuando exhortó a los cristianos a no
olvidarse “de hacer el bien y de compartir lo que tenéis, porque tales sacrificios
agradan a Dios” (<581316>Hebreos 13:16). Es interesante notar también que Pablo
insiste en la dignidad personal en vía de preparación para la cena del Señor (de
la misma manera que la purificación ritual era requerida para los israelitas que
participaban en la comida-ofrenda de paz; <461102>1 Corintios 11:27-31; cf.
<030720>
Levítico 7:20), así como también en la armonía social y consideración por
los pobres en la comunidad (<461101>1 Corintios 11:18-22).
La ofrenda vegetal representaba una consagración a Dios, tanto de los dones
recibidos de Dios como del trabajo humano. Es muy probable que las ofrendas
vegetales (y quizá las libaciones, ofrendas bebidas) acompañaran los otros
sacrificios. Entonces, quiere decir que había un movimiento de dos vías en todo
el ritual: La expiación y el perdón que viene de Dios en respuesta a la sangre
derramada de los animales sacrificados, y la ofrenda de la vida y el trabajo,
alabanza, acción de gracias y adoración a Dios de parte del adorador y su
familia. De igual manera en el NT, aunque el sacrificio principal es la ofrenda de
sí mismo de Jesús en la cruz como la base final y suficiente para nuestra
reconciliación con Dios, el lenguaje de sacrificio también se aplica a la
respuesta del creyente para con Dios. Nuestro cuerpo, nuestra mente, nuestra
alabanza y nuestras dádivas materiales están incluidas entre los tipos de
sacrificios apropiados que podemos ofrecerle a él (<451201>Romanos 12:1, 2;
<500418>
Filipenses 4:18; <581315>Hebreos 13:15, 16).
Por último, otro aspecto del sistema de sacrificios del AT que tiene su
contraparte en el NT es el sostén material de los que ministran al pueblo de
Dios. Una buena parte de los ingresos para los sacerdotes provenía de las
partes de los sacrificios que se les daban, de las ofrendas de granos, el pecho y
muslo de la ofrenda de paz y de los panes que las acompañaban, toda la carne
de las ofrendas por el pecado y la culpa, la piel de los holocaustos, y quizá
hasta dinero equivalente por algunas ofrendas por la culpa. Pudiera sonar como
que era mucho, pero era muy necesario ya que a la tribu de Leví no se le había
asignado ningún territorio y, por lo mismo, no tenía otros medios de ingresos.
Ellos dependían de la fidelidad del pueblo, lo mismo que otras personas
necesitadas (<051428>Deuteronomio 14:28, 29; 18:1-8).
En el NT, a los ministros nunca se les llama sacerdotes, pero el principio de que
se debe pagar y cuidar apropiadamente de aquellos que sirven a Dios y a su
gente como su ocupación primordial, está ciertamente respaldado. Cristo lo
dijo (<421007>Lucas 10:7), y Pablo lo enseñó con mucha precisión (1 Corintios 9).
Desafortunadamente, a Pablo se le usa algunas veces para apoyar el punto de
vista de que los obreros cristianos deben de alguna manera vivir por fe, o de su
propio trabajo. Esto pueden usarlo algunos cristianos que relativamente están
bien provistos en sus empleos seculares, para justificar la lamentable pobreza
en que viven algunos pastores, evangelistas u otros obreros cristianos. Pero el
punto que Pablo subraya en 1 Corintios 9 es que él mismo es una excepción a
su enseñanza de que los obreros cristianos tienen el derecho de ser sostenidos
por las iglesias, para sus gastos de manutención y con algo extra para la esposa
(vv. 4, 5). Pablo presenta este argumento usando la analogía de los trabajos
seculares (v. 7), aludiendo a una ley del AT en relación con los animales que
hacían alguna labor (vv. 8-10; cf. <052504>Deuteronomio 25:4), en base al balance
de las bendiciones espirituales y materiales (v. 11), de la justicia natural (v. 12),
de las mismas provisiones levíticas para los sacerdotes (v. 13) y directamente
del mandato de Jesús (v. 14). ¡Mejor argumento que este no hay! Así que, el
hecho de que él personalmente haya renunciado a sus derechos por sus propias
razones (vv. 15-18) debe tomarse como lo que es: algo excepcional, y no
como la norma. Pablo subraya el mismo asunto en otros lugares (<480606>Gálatas
6:6; <540517>1 Timoteo 5:17, 18).
8:1—10:20 LA INSTITUCION DEL SACERDOCIO
Estos tres capítulos regresan a la narración de los eventos ocurridos en el
monte Sinaí, los cuales se describen al final del libro de Exodo pero que fueron
interrumpidos por las instrucciones en relación con los sacrificios en los caps.
1—7. Los mismos registran los eventos por medio de los cuales se llevaron a
cabo las instrucciones de Exo 28—29. Por esa razón los primeros versículos
hablan de las vestiduras, el aceite, los animales y la cesta. Estos objetos son
específicamente mencionados debido a que ya se han descrito detalladamente
en Exodo
El propósito general detrás de las complejas ceremonias descritas en estos
capítulos, las cuales deben guardarse en mente mientras se lee este material, se
da en <022944>Exodo 29:44-46. El punto es que Dios, quien había redimido a su
pueblo de la esclavitud en Egipto, debe ser conocido por ellos en un pacto de
íntima relación ya que él moraba entre ellos. La presencia de Dios en medio de
su pueblo era la bendición principal del pueblo, simplemente por el hecho de
ser Israel. Sin ella, ellos no podrían reclamar unicidad alguna, y quizá hubiera
sido mejor que permanecieran en el desierto (<023314>Exodo 33:14-16). Esa
presencia, por un lado, sería visible en el esplendor de las vestiduras del
sacerdote y, por otro lado, en la gloria visible de Dios en el tabernáculo
(<024034>Exodo 40:34 ss.; <030923>Levítico 9:23, 24).
Estos tres capítulos, los cuales deben leerse en conjunto, primero describen las
acciones de Moisés como vía de preparación para que Aarón y sus hijos
iniciaran su ministerio sacerdotal (v. 8), y cómo lo hicieron, culminando en
bendición, fuego y gloria (v. 9). Finalmente, muestran cómo el evento fue
trágicamente manchado por la desobediencia y el juicio (v. 10). Por lo mismo,
estos capítulos son paralelos a otras narraciones bíblicas que señalan la
importancia de la obediencia, el peligro de la desobediencia, y cómo hasta la
más solemne y gozosa ocasión en la vida del pueblo de Dios no es inmune a la
rebelión o locura humana (cf. Exodo 32—34; Josué 7; <091517>1 Samuel 15:1723; <100601>2 Samuel 6:1-7; <142616>2 Crónicas 26:16-20; <440501>Hechos 5:1-11).
8:1-36 La ordenación de Aarón y sus hijos
8:1-5 La preparación. Todos los materiales, ya prescritos, fueron reunidos,
juntamente con toda la congregación, la cual quizá signifique los ancianos que
serían testigos de los eventos en el atrio del tabernáculo, en representación de
toda la comunidad (cf. <030901>Levítico 9:1; aunque sin duda había tantos
espectadores como pudieran encontrar un lugar apropiado para observar el
evento). La frase como Jehovah le mandó (vv. 4, 5) hace eco a través de los
caps. 8 y 9, enfatizando la obediencia precisa a la palabra de Dios que Moisés
y Aarón habían exhibido, agudizando más la conmoción de 10:1.
8:6-9 Las vestiduras sacerdotales de Aarón. Después del lavamiento
ceremonial, Aarón fue vestido con la vestidura especial que se había hecho
para su oficio como sumo sacerdote. Había una túnica (un sobretodo), un
ceñidor (o cinturón ancho), un efod (una especie de chaleco con hombreras),
un pectoral que contenía el Urim y el Tumim (algo así como unos “dados”
sagrados, usados para tomar decisiones en respuesta a preguntas) y un turbante
con una lámina de oro enfrente, con las palabras “Consagrado a Jehovah”
grabadas en ella. La descripción completa de estos artículos se encuentra en
Exodo 28, donde se observará que eran bastante coloridos, bordados y
decorados. Si cada artículo tenía su significado simbólico especial no se puede
saberlo, y el texto no registra nada al respecto (con excepción del pectoral, el
cual contenía los nombres de las 12 tribus de Israel y claramente apuntaba al
papel del sacerdote como representante; ver <022821>Exodo 28:21, 29). Por lo
tanto, es inútil tratar de especular sobre el asunto. Sin embargo, la impresión
general era de mucha belleza y gloria. No sólo hacía resaltar la autoridad y
dignidad del oficio que Aarón y sus sucesores ostentaban, sino que también
reflejaba el distintivo visible que debía manifestar la santidad moral y espiritual.
8:10-13 El ungimiento. Tal como se había pres-crito en <024009>Exodo 40:9-11,
Moisés ungió con aceite todos los objetos y personas que estarían involucrados
en la adoración a Dios. El ungimiento era símbolo de ser apartado, consagrado
a una tarea específica para Dios. Los reyes eran ungidos (cf. <091001>1 Samuel
10:1 ss.; 16:13), y algunos profetas fueron ungidos, aunque en el caso de ellos
el significado puede ser tanto metafórico como literal (<111916>1 Reyes 19:16; cf.
<236101>
Isaías 61:1). Los tres oficios (sacerdote, rey y profeta) fueron combinados
en la interpretación en el NT en cuanto a Jesús como el “Cristo”, “el ungido”.
8:14-30 Las ofrendas. Lo que siguió fueron tres sacrificios, precisamente
como se establece en <022910>Exodo 29:10-34. Primero, el novillo del sacrificio
por el pecado (vv. 14-17) fue sacrificado a fin de que su sangre pudiera ser
usada para purificar el altar y así prevenir ofrendas contaminadas, lo cual era un
asunto serio (cf. <390107>Malaquías 1:7). Después el carnero del holocausto (vv.
18-21) y, por último, el otro carnero, el carnero de la investidura, lo que en
realidad era una ofrenda de paz (vv. 22-30). De esta última ofrenda, algo de la
sangre se untó sobre el lóbulo de la oreja derecha... sobre el dedo pulgar de
su mano derecha y sobre el dedo pulgar de su pie derecho (de Aarón), y de
igual manera con sus hijos (vv. 23, 24). Todo esto pudo haber significado que
los sacerdotes, siendo tan pecadores como cualquier otra persona, necesitaban
una purificación completa, desde la cabeza hasta los pies; tal como se hizo.
Esto parece ser confirmado con el hecho de que en cada uno de estos
sacrificios Aarón y sus hijos tenían que poner sus manos sobre las cabezas de
los animales, lo cual era símbolo de la confesión y trasferencia del pecado. O, si
la sangre aquí está presente por motivos de consagración (como en el v. 30),
entonces simbolizaría la consagración completa de los sacerdotes para oír la
voz de Dios y obedecerla, llevar a cabo la tarea asignada y andar en sus
caminos (oídos, manos y pies). En ambos aspectos, Cristo como nuestro sumo
sacerdote sobrepasa a los sacerdotes levíticos. El no tiene necesidad de ofrecer
sacrificio por sus pecados, y su obediencia fue perfecta (<580414>Hebreos 4:14—
5:9; 7:27; 10:5-10).
8:31-36 La investidura. Todo el procedimiento de investidura se llevó a
cabo en siete días, durante los cuales Aarón y sus hijos no debían salir del
tabernáculo. El capítulo termina haciendo hincapié sobre la obediencia, para
que no muráis (vv. 35, 36), otro aviso sombrío del golpe que vendría en 10:2.
9:1-24 Aarón y sus hijos inician su ministerio
El formato de este capítulo es bastante similar al del cap. 8. La principal
diferencia es que, mientras que en el cap. 8 Moisés hace las veces de sacerdote
(tanto como de profeta, ya que todos los mandatos de Dios vienen a través de
él) y Aarón y sus hijos juegan el papel de adoradores laicos, en el cap. 9 Aarón
desempeña su papel como sacerdote ya que su investidura se ha completado, y
la gente ocupaba su propio lugar.
9:1-7 La preparación. Debe existir algo de ironía intencional en el hecho de
que se le ordenara a Aarón ofrecer un becerro como su primer sacrificio por el
pecado en su papel de sumo sacerdote, ya que la última vez que Aarón jugara
una parte significativa en la historia fue cuando participó de la idolatría del
pueblo, haciendo un becerro de oro (Exodo 32), mientras Moisés estaba en la
montaña. Por supuesto, era sólo por la misericordia de Dios que Aarón aún
estaba vivo, sin mencionar el privilegio del sumo sacerdocio. Muchos otros
murieron a causa de su pecado en esa ocasión. Quizá fue ese vivo recuerdo el
que lo dejó atónito al ver la suerte que corrieron sus propios hijos.
La gloria del Señor (vv. 4, 6) significaba su presencia sentida y visible,
manifestada en otras ocasiones como humo y llama de fuego. Experimentar
esto era el propósito cabal del día y, más aun, el propósito de la adoración de
Israel por medio de los sacrificios continuos. El ritual no era un fin en sí mismo,
sino un medio para experimentar la gloriosa presencia de Dios y la adoración
gozosa que responde a ella (v. 24). Los rituales de la adoración cristiana
parecieran estar muy lejos del altar de los holocaustos de Israel, pero el
propósito primordial es el mismo (cf. <581228>Hebreos 12:28, 29).
Otra vez, es bueno recordar el paralelo entre el trabajo de los sacerdotes
israelitas en relación con el resto de Israel, y el papel que se esperaba que
Israel cumpliera como sacerdote de Dios en relación con el resto de las
naciones. El ministerio de los sacerdotes israelitas hacía posible que la gloria de
Dios se viera y se respondiera a ella. De igual manera, Dios intentaba que por
medio de su pueblo se pudiera ver su gloria en el mundo. Eso, según los
profetas, era la razón principal por la cual habían sido creados y llamados
(<234307>Isaías 43:7, 21; 49:3). El sacerdocio tiene un significado misionero nato
debido a su relación con la gloria de Dios, la cual algún día llenará toda la tierra
(<350214>Habacuc 2:14).
9:8-21 Las ofrendas. Estas caían en dos grupos. Primero, una ofrenda por el
pecado y un holocausto a favor de los mismos sacerdotes (vv. 8-14); después,
una ofrenda por el pecado, un holocausto, una ofrenda vegetal y un sacrificio
de paz por el pueblo (vv. 15-21); es decir, los ancianos que comerían en
representación de todo el pueblo (cf. <022410>Exodo 24:10, 11). El orden del
último grupo era significativo al señalar las prioridades correctas en la
adoración: Purificación, expiación, consagración y compañerismo. El finalizar
con la comida de la ofrenda de paz debe haberle dado un final gozoso a toda la
semana solemne, y el ambiente apropiado para lo que seguía.
9:22-24 Bendición, gloria, fuego y adoración. Ya sea que las haya
pronunciado en esta ocasión o no, las palabras de bendición de Aarón están
registradas en <040623>Números 6:23-27. En relación con gloria véanse los vv. 4 y
6 y <024034>Exodo 40:34. El fuego que cayó y consumió los sacrificios puede
haber sido algo como un rayo o relámpago. No encendió el fuego de los
sacrificios, los cuales ya se estaban quemando con las ofrendas del día, sino
que consumió instantáneamente lo que quedaba (cf. <071315>Jueces 13:15-21;
<111838>
1 Reyes 18:38; según <140701>2 Crónicas 7:1, un evento similar que coronó la
dedicación del templo que reemplazó el tabernáculo). En respuesta a la
presencia y favor de Dios el pueblo gritó de gozo y se postró en adoración (cf.
<581228>
Hebreos 12:28, 29).
10:1-20 El juicio sobre Nadab y Abihú
10:1-7 Fuego del Señor. La brusquedad de los primeros versículos de este
capítulo captan el cambio repentino de gozo a pavor. A través de los caps. 8 y
9 se repite que todo se ha hecho “como ha mandado el Señor”, pero aquí
Nadab y Abihú, los dos hijos mayores de Aarón, se encuentran de pronto
haciendo lo que Dios no ha mandado. La desobediencia acecha el cuadro.
Fuego extraño (v. 1) queda sin explicación. El hebreo (zara) significa
“extraño”, “de afuera”. Quizá ellos tomaron fuego de afuera del santuario y no
del altar (cf. <031612>Levítico 16:12), como quien dice: “Cualquier fuego sirve.”
Pero tal fuego no sería santo, sino inmundo, ilícito y, por lo tanto, en el contexto
de todo lo que tan meticulosamente se había hecho hasta este punto,
licenciosamente ofensivo. Con esta acción también estaban usurpando el lugar
del sumo sacerdote y, por lo mismo, incluía presunción, o quizá hasta
impaciencia celosa. Su conducta no fue simplemente algo accidental en un
pequeño detalle del ritual, sino un arrogante descuido en cuanto al significado
más serio de los eventos de los cuales ellos eran parte. Es como si un ministro
cristiano introdujera ritos u objetos asociados con lo oculto en el momento de
estar celebrando la cena del Señor.
Dios respondió a ese falso fuego con el fuego real de su ira santa. Otra vez,
probablemente haya sido algo como un rayo y no un incendio, ya que sus
vestiduras sacerdotales no fueron destruidas sino usadas para envolverlos en
ellas (v. 5). El v. 2 deliberadamente hace eco de <030924>Levítico 9:24. En lugar del
fuego de bendición que produjera un grito de gozo, cayó el fuego del juicio que
produjo un silencio estremecedor. Aarón “guardó silencio” (BA). Sólo Moisés
pudo hablar en medio de ese silencio, con palabras que deben haber hecho que
los sacerdotes fueran cautos y diligentes de ahí en adelante, pero tristemente no
fue así (v. 3). Me he de mostrar como santo, debiera ser mejor traducido:
“Como santo seré tratado” (BA). Cuanto más cerca esté una persona de Dios,
más consciente debe estar de su santidad. De otra manera deshonrará a Dios
en medio del resto del pueblo (v. 3b). Es bastante malo que uno trate las cosas
de Dios con desdén; pero es peor hacer que otros hagan lo mismo (cf. <090212>1
Samuel 2:12-17, 29, 30; 3:13; <421701>Lucas 17:1, 2).
La severidad del juicio de Dios aquí, la cual aún nos impacta, también está
relacionada con la posición de privilegio y responsabilidad que tenían Nadab y
Abihú. Su juicio tuvo el propósito de servir como ejemplo y advertencia. Es un
principio que se repite continuamente en la Biblia: El mayor privilegio expone a
una persona a una disciplina más severa. Moisés mismo nunca vio la tierra
prometida debido a un acto que, igualmente, se describe como un fracaso al no
respetar la santidad de Dios (<042012>Números 20:12). También se aplicaba a toda
la nación; serían castigados precisamente porque gozaban de una relación de
pacto única con Dios (<300302>Amós 3:2). Si nos sentimos incómodos con esta
sucinta historia de juicio del AT, debemos recordar que el NT también dice
algunas cosas igualmente severas en cuanto a la responsabilidad de haber sido
testigos de las obras de Dios o estar en posiciones de liderazgo (<421012>Lucas
10:12-15; cf. 12:48; <580604>Hebreos 6:4-6; 10:26-31; <600417>1 Pedro 4:17;
<590301>
Santiago 3:1).
10:8-11 Responsabilidades de los sacerdotes. Primera, los sacerdotes no
debían beber vino ni licor antes de iniciar sus responsabilidades en el santuario
(v. 9). Por mucho tiempo se ha sugerido que este mandamiento, según el
presente contexto, se dio debido a que el pecado de Nadab y Abihú se
cometió en estado de ebriedad, y es posible que así haya sido, pero el texto no
lo dice. La razón probablemente se encuentra en los siguientes versículos en
relación con las tareas de los sacerdotes, quienes necesitaban una mente clara.
En el AT, el vino es una de las dádivas y bendiciones de Dios en la creación,
propio para celebración (<19A415>Salmo 104:15), y también muy efectivo para
mitigar el dolor (es decir, de luto; cf. <203107>Proverbios 31:7). Sin embargo, en
exceso confunde y pervierte (<202320>Proverbios 23:20, 21, 29-35), y por eso
debían evitarlo quienes necesitaban un juicio claro para ejercitar serias
responsabilidades (<203104>Proverbios 31:4, 5). A los sacerdotes no se les requería
que prescindieran del vino en todo tiempo (eso era algo voluntario como parte
del voto nazareo, el que normalmente era temporal; ver <040601>Números 6:1-20;
<300212>
Amós 2:12), sino sólo cuando estaban de turno. La ebriedad habitual entre los sacerdotes fue condenada por los profetas de manera
particular, precisamente porque había destruido su habilidad para enseñar,
dejando por lo mismo a la gente sin una guía moral o conocimiento de Dios
(<232807>Isaías 28:7-10; Oseas 4; especialmente el v. 11). En el NT la misma
responsabilidad de moderación y sobriedad cae sobre los cristianos, y
especialmente sobre aquellos que enseñan y ejercitan el cuidado pastoral
(<490518>Efesios 5:18; <540302>1 Timoteo 3:2, 3, 8; <560202>Tito 2:2, 3).
Segunda, los sacerdotes debían conocer y guardar claramente las distinciones
esenciales que sostenían toda la vida de Israel; es decir, entre lo santo y lo
profano, entre lo impuro y lo puro (v. 10). Para el significado de estos
términos véase el comentario sobre el cap. 11.
Tercera, los sacerdotes eran los maestros de Israel (v. 11). Esta parte de las
tareas de los sacerdotes a menudo se pasa por alto, debido a que tendemos a
centrar nuestra atención en su papel de ofrecer sacrificios. Pero era una parte
vital del sacerdocio. Era a través del sacerdote que la ley de Dios y, por lo
mismo su carácter, valores, prioridades y voluntad, se daba a conocer a la
gente común en la comunidad. Esto se enfatiza en otras partes, tanto positiva
como negativamente, cuando fallaban (<051709>Deuteronomio 17:9-13; 33:8-10;
Oseas 4; <390201>Malaquías 2:1-9). Los sacerdotes y los levitas sobresalieron en la
parte educacional de las reformas más elocuentes en la historia de Israel (<141707>2
Crónicas 17:7-9; 19:4-11; <160807>Nehemías 8:7, 8). Esta función de los
sacerdotes de enseñar a Israel tiene su contraparte en Israel como un todo, de
ser el medio de Dios para enseñar su ley a las naciones (<230203>Isaías 2:3; 42:1-7;
51:4).
10:12-20 Conclusión. Luego de la interrupción causada por el pecado y su
juicio, la historia regresa a su normalidad atendiendo al resto de los rituales y la
limpieza. Moisés acepta las razones por las cuales Aarón y los hijos que le
quedaban no podían comer de la carne de la ofrenda por el pecado en el día de
su luto (vv. 19, 20), y así concluye esta sección con la misma nota positiva de
los caps. 8 y 9.
11:1—17:16 EL DIAGNOSTICO Y TRATAMIENTO
DE LO INMUNDO
Esta sección del libro es una continuación de las instrucciones dadas a los
sacerdotes en 10:10, presentando detalladas distinciones entre lo limpio e
inmundo y estableciendo los métodos para tratar con lo inmundo. Trata la
inmundicia en relación con la comida y el contacto con los animales (cap. 11),
el parto (cap. 12), las enfermedades de la piel e infecciones fúngicas (caps. 13,
14) y flujos (cap. 15). Culmina con el gran día de la Expiación (cap. 16), el cual
tenía como propósito la purificación del santuario y de toda la nación ante Dios.
La sección concluye con una postdata sobre la carne consagrada y la “secular”
(cap. 17).
En este punto necesitamos clarificar el significado de estas categorías que eran
muy fundamentales en el mundo de los israelitas, pero muy ajenas al nuestro. En
<031010>
Levítico 10:10 se establecen dos pares de contrastes: lo santo y lo
profano,... lo impuro y lo puro. El segundo par es realmente una subdivisión
de lo profano. Para el israelita, la realidad estaba dividida en lo santo (es decir,
Dios mismo y cualquier cosa consagrada a él o estrechamente asociada con él)
y lo profano (común; es decir, cualquier otra cosa). Es importante observar que
lo opuesto a santo no era “profano”, sino común. La palabra (traducida aquí
como “profano”, que tiene una connotación popular muy diferente en
castellano) básicamente significa ordinario, diario, el estado normal de las cosas
en el mundo en que vivimos. Esta última categoría estaba, entonces, compuesta
por aquello que era limpio e inmundo. El estado normal era que la gente y
cosas eran comunes y limpias, pero la contaminación de cualquier tipo podía
hacerlas inmundas. Algunas cosas y estados eran inmundos por definición y
nunca podían purificarse (p. ej. algunos animales, la muerte), pero generalmente
aquello que era o había llegado a ser inmundo podía ser restaurado a la
“normalidad” (es decir, la condición de estar limpio y común) por medio de los
rituales apropiados.
De igual manera, sólo Dios es santo por definición, pero ciertas personas y
cosas podían ser hechas santas (santificadas) por medio de los rituales
apropiados. A la inversa, las acciones o contactos erróneos podían profanar lo
santo. Generalmente hablando, el pecado, la debilidad y varias anormalidades
profanaban lo santo y contaminaban lo limpio. En la dirección opuesta, el
principal trabajo de la sangre de los sacrificios era purificar lo inmundo y
santificar lo común. El estado de ser común/limpio era lo normal, mientras que
la santidad y la inmundicia eran los estados “anormales” en direcciones
opuestas.
La única cosa que no debía permitirse que pasara, y lo que varias de las
normas levíticas intentaban prevenir, era que lo santo entrara en contacto con lo
impuro. Eso producía una especie de cortocircuito teológico y espiritual, y el
impacto podía ser fatal, como Nadab y Abihú no fueron los primeros ni los
últimos en descubrir. Finalmente, fue en la cruz cuando lo impensable se llevó a
cabo; es decir, que lo absolutamente santo se dio a sí mismo para lo
absolutamente impuro (la muerte), el hecho que el único verdadero y efectivo
sacrificio de sangre, la sangre de Cristo mismo, permitiera que un mundo y una
humanidad inmundos fueran reconciliados con su santo Dios Creador. Para
parafrasear de alguna manera lo dicho por Pablo: El, el santo, se hizo inmundo,
para que por medio de su sangre nosotros que somos inmundos podamos ser
limpios y santificados para compartir de su santidad.
Era tarea del sacerdote enseñar y mantener estas distinciones, para que la gente
común pudiera estar en un estado de limpieza normal, o ser restaurada
rápidamente a este estado cuando se hacían inmundos a través de los eventos
de la vida diaria en la casa o en el campo. Este propósito general se expresa
brevemente al final de toda esta sección (<031531>Levítico 15:31). Esto cae en lo
que hemos visto que parece ser la preocupación principal de Levítico como un
todo; es decir, que Dios pueda continuar morando en medio de su pueblo que
es impuro. Las leyes que se presentan a continuación deben verse como un
medio para lograr ese fin, no como un fin en sí mismas.
11:1-47 Animales y alimentos limpios e inmundos
El capítulo se divide en dos secciones principales: los vv. 1-23 tratan de los
animales que se pueden o no se pueden comer, y los vv. 24, 25 tratan de la
impureza provocada por el contacto con ciertos animales. Debe observarse
que muchas de las especies mencionadas en este capítulo no pueden ser
identificadas con certeza, de allí la variación en las traducciones y comentarios.
11:1-23 Asuntos relacionados con la comida. El reino animal se subdivide
en las tres esferas principales de la historia de la creación: tierra (vv. 2-8), agua
(vv. 9-12) y aire (vv. 13-23). En cada caso se dan principios generales en
cuanto a lo que podía comerse y lo que debía ser tratado como inmundo o
“detestable” (aquí la palabra es un término técnico en relación con la dieta, no
un juicio sobre el animal mismo). De los animales de la tierra, sólo aquellos que
tenían pezuñas partidas y masticaban la comida completamente (ya fueran
rumiantes o que parecían serlo) podían comerse. Estos serían principalmente
animales domesticados. Los animales que no llenaban uno u otro de estos
requisitos, o ambos, no debían comerse. De las criaturas acuáticas sólo se
permitía comer las que tenían aletas y escamas. Ciertas aves, la mayoría de las
cuales eran animales de rapiña o carroña (es decir, que comen animales
muertos), no debían comerse; tampoco los enjambres de insectos, excepto
aquellos que obviamente tenían patas para saltar.
11:24-45 Asuntos relacionados con el contacto. El contacto humano con
los animales en la vida rural y cultural es muy frecuente y difícil de evitar. Aquí
se proveen principios en cuanto a los tipos de contacto que hacían que una
persona estuviera ritualmente impura. Quizá debido a su frecuencia y naturaleza
inevitable, la inmundicia contraída de esta manera era relativamente menor,
durando sólo el día en que ocurría y sólo requiriendo un lavamiento ordinario,
sin sacrificio, para ser remediado. Es notable el hecho de que el contacto con
los animales vivos, aun aquellos que eran inmundos y por lo tanto no debían
comerse, no era contaminante. Uno podía montar los camellos o los burros y
mantenerse limpio (¡ritualmente hablando!). Sólo los cuerpos de los animales
muertos contaminaban a la persona que los tocaba o los cargaba, o los
utensilios en los cuales caían o los tocaban. Y eso también se aplicaba a los
animales limpios, excepto cuando eran sacrificados (vv. 39, 40), tanto como a
los animales impuros (vv. 24-28). La muerte siempre era inmunda. La otra
categoría principal de animales que causaba contaminación cuando su cuerpo
entraba en contacto con la gente o cosas que la gente usaba, se describe como
animales que se desplazan (vv. 29-42), aunque la expresión es muy vaga. El
término original parece referirse a criaturas cuyo desplazamiento es resbaloso o
rápido, o hasta anormal (¡desde un punto de vista humano!).
El capítulo concluye (44-47) con un recordatorio del propósito detrás de los
reglamentos y de la motivación histórica para guardarlos; es decir, que los
israelitas eran el pueblo a quien Dios había redimido de Egipto y, por lo mismo,
tenía que ser distinto (santo). Seréis santos, porque yo soy santo, es casi
como un lema en Levítico (cf. <031902>Levítico 19:2; 20:26). Dirigidos a toda la
nación, los requisitos de santidad no significaban que todos ellos tenían que ser
como los sacerdotes, sino que al igual como los sacerdotes eran para las masas
de la gente, así ellos como nación debían ser para el resto de las naciones. Esta
demanda para este distintivo nacional (cf. <031803>Levítico 18:3; 20:24, 26) nos
provee la primera pauta para entender el significado de las distinciones de lo
limpio/inmundo en este capítulo.
Cuatro preguntas pueden formularse en relación con estas leyes:
1. ¿Hay alguna razón fundamental detrás de las categorías? Se han hecho
varios intentos para explicar por qué ciertas especies eran consideradas limpias
y otras inmundas. Algunos consideran que las distinciones eran puramente
arbitrarias con la intención, por lo mismo, de que sirviera como una prueba de
obediencia total. Otros sugieren que los animales asociados con cultos paganos
eran inmundos, pero esto no parece ser verdad en muchos de los casos; por
ejemplo, en Canaán los toros eran sagrados en la adoración a Baal. Un punto
de vista bastante popular considera que la higiene y la salud eran un factor
principal. Es cierto que algunos de los animales inmundos (por ejemplo: los
marranos y las aves de rapiña) tienen una probabilidad mayor de transmitir
enfermedades y parásitos. También es verdad que muchas de las precauciones
en relación con la carne muerta (especialmente por medio de lavarse) tienen
sentido (como también muchos de los requisitos sanitarios en los caps. 13—
15). Sin embargo, aunque podemos honrar la sabiduría del Creador con dichos
detalles, esta teoría aún queda corta al tratar de explicar muchas de las
distinciones, y ni siquiera se insinúa en el texto mismo.
La explicación más reciente, desde una perspectiva antropológica, toma en
consideración las tres clasificaciones principales (tierra, agua, aire) y las
referencias a las formas de movimiento en cada elemento. Existe una
preferencia por lo que se considera “normal” en términos generales. La manera
en que el sacerdote israelita entendía lo que era la santidad y lo limpio estaba
fuertemente basado sobre la preocupación de preservar la entereza o integridad
de las cosas, y evitar que las categorías se mezclaran o confundieran. Esto se
refleja en el evento de la creación misma, el cual fue un asunto de distinciones
cuidadosas entre la luz y la oscuridad, cielos y tierra, tierra y mar, etc. Esto se
aplicó a la clasificación de los animales que se conformaban a un cuadro simple
de lo que era “estándar” en cada esfera. Los rumiantes con pezuñas eran
animales domésticos de la tierra considerados “estándar”; es decir, apropiados
para los sacrificios. Las aletas y escamas eran el equipo “estándar” de las
criaturas del mar. Las aves de rapiña y las que se alimentan de carne inmunda
obviamente comían la carne con sangre y, por lo tanto, se comportaban de una
manera “inmunda”. Las criaturas que se movían en variadas maneras y violaban
las fronteras, o cuyos movimientos eran arteros e impredecibles, también eran
“anormales”. Estas eran categorías generales y desde la perspectiva de un ser
humano promedio como cocinero, no como un biólogo. Todo lo que estaba de
por medio era la pregunta si acaso un animal en particular era apropiado para
comerse. La impureza, para el propósito previamente establecido, no era un
repudio de la criatura misma o negar su lugar dentro de las maravillas de la
loable creación de Dios, como frecuentemente lo declaran los salmistas y otros.
2. ¿Por qué puso Dios dichas restricciones sobre la comida? Ya hemos
notado la importancia de <031144>Levítico 11:44-47 en su llamado a la santidad
comunitaria. Las notables leyes alimenticias de Israel serían una marca o
símbolo de su distinción como una nación (ver <051402>Deuteronomio 14:2, 21). De
la misma manera en que Dios había limitado su opción entre las naciones de la
tierra al elegir a Israel solo, ellos también debían limitar sus opciones entre los
animales. La distinción entre los animales limpios e inmundos reflejaba
simbólicamente la distinción entre el resto de las naciones e Israel. Por lo tanto,
las leyes alimenticias actuaban como un recordatorio constante para Israel de la
importancia de la santidad y su llamado a ser diferentes. No era un asunto de
superioridad (de la misma manera que los animales limpios no eran “superiores”
al resto), sino a causa de la obra redentora de Dios en la historia de Israel y su
propósito redentor para el futuro. Y dado que las leyes alimenticias sólo eran
una parte de toda la ley, las cuales, inclusive en Levítico, incluían toda la gama
de los requisitos morales y espirituales, personales y sociales, eran como una
insignia o uniforme que dice algo de quien lo lleva puesto y lo compromete a
cierta forma de conducta estándar que se espera de él o ella. La santidad,
entonces, estaba entretejida en la vida diaria. Cada comida y cada encuentro
con el mundo ordinario del trabajo, eran para las familias de Israel un
recordatorio de la redención de Dios para con su pueblo y de los valores
morales con los cuales ellos estaban comprometidos.
3. ¿Están los cristianos obligados a observar estas leyes alimenticias? La
respuesta más simple es no, pero es importante entender por qué. Jesús
explícitamente abrogó la validez de la distinción entre la comida limpia e
inmunda declarando que era la distinción moral, la cual era el significado
verdadero de la ley, lo que realmente contaba. De este modo, “limpieza” e
“inmundicia” ya no es un asunto de lo que va al estómago, sino de lo que sale
del corazón (<410714>Marcos 7:14-23). La importancia más significativa de lo
moral sobre lo meramente ritual era, por supuesto, algo que el AT mismo
enseñaba, así que no fue meramente esa percepción la que condujo a abrogar
las leyes alimenticias en el NT.
Inmediatamente después de sus declaraciones en cuanto a lo “limpio” e
“inmundo”, Jesús se dirigió a Tiro, encontrándose con una mujer gentil y sanó a
su hija. Esto apunta a la razón principal por la cual se eliminó la distinción entre
la comida limpia e inmunda; es decir, la remoción de la distinción entre judíos y
gentiles, lo cual ejemplificó la acción de Jesús (una excepción a lo que fue su
práctica normal durante su vida). Este significado es sellado en Hechos 10,
donde la visión de Pedro, por medio de la cual se le enseñó que la división en el
reino animal ya no era válida, era para prepararlo para su visita a Cornelio, el
gentil. Esta memorable abolición de la barrera entre judíos y gentiles a través de
Cristo significó que la insignia distintiva de la separación judía ya no tenía ningún
significado teológico en el nuevo y multirracial pueblo de Dios (<480326>Gálatas
3:26-29; <490211>Efesios 2:11-22). Por lo tanto, también quedaba abolida la
división del reino animal que la misma había reflejado.
4. ¿Qué puede aprender el cristiano de estas leyes? Primero, la importancia
de la distinción de ser el pueblo de Dios en medio del mundo. Aun para el
Israel del AT, la purificación ritual, desde la cocina hasta el santuario, tenía el
propósito de simbolizar un mayor requisito por parte de Dios en cuanto a la
integridad moral, justicia social y lealtad al pacto. De hecho, tal como lo
señalaran vigorosamente los profetas (y Jesús), si estas cosas mencionadas no
estaban presentes, entonces la limpieza ritual, por muy escrupulosa que fuera en
todos sus aspectos, no servía para nada. Si los cristianos fuéramos tan serios en
relación con la distinción moral como Israel lo era con la purificación ritual,
entonces nuestra “sal” y “luz” tendrían más poder en el mundo.
Segundo, que la comida todavía es un asunto de importancia moral. Qué,
cómo, dónde y con quién comemos todavía son asuntos significativos de
nuestra amplia gama de costumbres culturales. Como tal, conjuntamente con
todos los factores que se dan en cualquier cultura, pueden estar abiertos a
discusión, ofensa y malentendidos. Por eso, las discusiones detalladas de Pablo
en relación con la comida (Romanos 14; 1 Corintios 8), aunque mayormente en
un contexto judío-gentil, tienen una fuerza moral poderosa en toda la gama de
asuntos sobre los cuales están en desacuerdo los cristianos. El hecho de que la
ley sobre la comida haya sido abolida no anula la necesidad de amor,
aceptación y sensibilidad. Aunque un cristiano puede comer cualquier cosa, hay
circunstancias bajo las cuales no debe comer algunas cosas (<451414>Romanos
14:14-21). ¿Está el cristiano atado a la ley levítica en cuanto a la comida? ¡Sí!
Pero no por la ley del cap. 11, sino por la de 19:18, “amarás a tu prójimo
como a ti mismo” (cf. <451309>Romanos 13:9, 10).
12:1-8 Impureza a causa de parto
El cap. 11 trata de la impureza causada por factores externos, como el comer o
tener contacto con animales. Los caps. 12—15 tratan principalmente de la
impureza causada por funciones o condiciones del cuerpo humano (excepto
por las secciones sobre infecciones en las casas o en textiles). Es importante
observar que el concepto de purificación ritual no necesariamente implica o
presume un carácter moralmente pecaminoso. Todo acto pecaminoso causaba
que una persona fuera impura, pero no toda forma de impureza era a causa de
pecado o un asunto de culpa moral. No hay nada inherentemente pecaminoso
acerca de los animales que fueron declarados impuros en el cap. 11. Tampoco
hay nada moralmente pecaminoso con la menstruación o las úlceras. Sin
embargo, en el pensamiento del sacerdote, los flujos del cuerpo, especialmente
los que involucraban sangre, eran una forma de imperfección. La sangre era
vida, y por lo mismo la pérdida de ella en cualquier forma era un rompimiento
de la salud normal y potencialmente una causa de muerte. Por lo tanto, dichos
flujos hacían que una persona estuviera temporalmente incapacitada para
participar en la adoración en el santuario en presencia de cosas y personas
santas. La inmundicia no puede encontrarse con lo santo. La impureza era un
estado de cuarentena ceremonial y religiosa, no un estado de pecado moral
(excepto por el hecho de que todos eran pecadores, igualmente los puros
como los impuros).
Este punto es particularmente relevante en el cap. 12. Es imposible, desde el
punto de vista en que el AT presenta la procreación como un mandato de Dios
(<010128>Génesis 1:28), uno de sus mejores dones (<19C703>Salmo 127:3; 128:3-6) y
uno de los goces humanos más grandes, imaginarse que la impureza aquí
asociada con el parto fuera algo pecaminoso en sí mismo. Tampoco, en vista
de <010224>Génesis 2:24, sin mencionar el Cantar de los Cantares, porque la
relación sexual entre los cónyuges fuera considerada como pecado. Las
palabras de David en el <195105>Salmo 51:5 no son un comentario sobre la
moralidad de su madre ni tampoco sobre el acto por el cual él fue concebido,
sino una profunda concientización de la gravedad de su propia pecaminosidad;
es decir, en ningún momento de su vida había sido él “inocente”. La razón de la
impureza mencionada en este texto es la pérdida de sangre que acompaña el
nacimiento, y después continúa en cantidades menores por un período de dos a
seis semanas (técnicamente esto se conoce como loquios). Así que, el período
de impureza duraba más tiempo que el de una menstruación normal
(<031519>Levítico 15:19-24). No se da ninguna razón del porqué el período para un
hijo era de 40 días, mientras que para una hija era de 80 días, aunque algunos
sugieren que puede haber sido porque se esperaba que la muchacha
menstruara en el futuro.
La ley, aunque formulada en una categoría desconocida para nosotros; es
decir, impureza ritual, tenía un efecto social beneficioso dándole a la madre un
período posnatal de seclusión.
Al final del período de impureza, se reanudaban las relaciones sociales y
religiosas normales, después de ofrecer sacrificios que tenían el efecto de
expiación y purificación. La expiación era a causa de la pecaminosidad general
de cualquier adorador de la cual tenía que ser perdonado cuando se presentaba
ante Dios, no, como lo hemos notado, por ningún pecado relacionado con el
parto mismo. Lucas registra cómo se llevaron a cabo estas ceremonias después
del nacimiento de Cristo, acompañadas por una palabra profética y un saludo
(<420221>Lucas 2:21-39).
Nota. 3 Sobre la circuncisión, véase el comentario de Génesis 17.3.
13:1—14:57 Impureza a causa de infecciones
¡En el Israel del AT, los sacerdotes eran gente muy ocupada! Además de sus
obligaciones en el santuario y sus responsabilidades como maestros de la ley,
también tenían que funcionar como inspectores de sanidad pública. Estos
capítulos tratan de la detección y el diagnóstico de infecciones de la piel,
“infecciones” en textiles e “infecciones” en edificios, conjuntamente con las
acciones prescritas para cada caso. Aunque es obvio que técnicamente era
diferente, la apariencia externa de las tres categorías tenían suficientes
similitudes como para ponerse juntas en un solo grupo como causa de impureza
y certificación de un tratamiento cuidadoso. Los capítulos están divididos en
tres secciones principales, tal como lo indica el encabezado Jehovah habló a
Moisés y la conclusión: Estas son las instrucciones acerca de...: En el
diagnóstico y la acción en casos de enfermedades en la piel humana y textiles
contaminados (<031301>Levítico 13:1-59), el ritual de purificación para la gente que
se había recuperado de enfermedades cutáneas (14:1-32), y el diagnóstico, la
acción y la purificación en casos de “infecciones” en las casas (14:33-57).
La palabra heb. que se aplica a estas tres condiciones es sara’at. Se
acostumbraba traducir como “lepra”, pero ahora se cuestiona si realmente los
síntomas descritos corresponden a la lepra en sí (la enfermedad de Hansen), y
de cualquier manera, ese término difícilmente puede usarse para los textiles o
edificios. Aparentemente el término cubre un sinnúmero de condiciones donde
existe hinchazón, mancha, costra, llagas o moho.
13:1-59 Enfermedades contagiosas de la piel y textiles contaminados.
No es posible estar seguros en cuanto a la identificación clínica de la variedad
de enfermedades a las que se refieren aquí por los síntomas. Se ha sugerido
que las mismas incluyen psoriasis (vv. 2-17); favo (una especie de tiña; vv. 2937) y leucoderma (vv. 38-40), al igual que lesiones en las cicatrices causadas
por úlceras (vv. 18-23) y quemaduras (vv. 24-28). Las descripciones también
pueden incluir eczema, herpes y algunas formas de lepra. Las instrucciones
proveían a los sacerdotes con unos principios básicos para un examen inicial,
seguidos por exámenes subsecuentes después de períodos específicos de
aislamiento, para determinar si la condición era estática o curada (y así
ritualmente puro) o se había extendido y era contagiosa (y así ritualmente
impuro). El sacerdote tenía el deber de distinguir entre las enfermedades serias
de la piel y enfermedades menores (tales como un simple sarpullido) que
sanarían muy pronto. Los principales criterios en cuanto a las enfermedades de
la piel eran que la infección tenía que ser crónica (v. 11) o manifestar que había
durado más de una o dos semanas (vv. 4-8, 26-28, 33, 34) y estar más
hundida que la piel (vv. 3, 20, 25, 30). La carne viva o el pelo descolorido
en el área infectada sería otra indicación de impureza (vv. 10, 14, 15, 20, 24,
25, 30-37). En el caso de los textiles, tenía que durar más de una semana (vv.
50-58) y ser algo más de lo que podía removerse con simplemente lavarse (v.
55).
El aislamiento de la víctima, primero durante el período del diagnóstico inicial y
después más permanentemente, si resultaba ser una enfermedad seria, puede
considerarse como una práctica apropiada para prevenir el contagio accidental
en la comunidad. Sin embargo, su propósito principal desde la perspectiva
levítica era remover lo impuro del posible contacto con lo santo. En otras
palabras, el factor determinante era religioso, aun cuando tenía un beneficio
higiénico que contribuía a la salud pública. Lo mismo es verdad en cuanto a las
acciones aplicadas a los textiles contaminados (vv. 47-58). Obviamente era
algo muy sensible, desde un punto de vista de salud, destruir (y especialmente
quemar) los textiles que tenían hongos u otras infecciones, pero la razón
principal era prevenir que contaminaran a quienes los llevaban puestos o
usaban, porque entonces ellos corrían el riesgo, y ponían a otros en peligro, si
iban a adorar en un estado impuro.
La persona desafortunada que era pronunciada impura por el sacerdote a
causa de una enfermedad seria de la piel, se le requería hacer varias cosas que
eran equivalentes a los ritos de duelo, lo cual involucra lo siguiente: sus vestidos
serán rasgados, y su cabeza será despeinada y andaría con la cabeza
cubierta y baja (vv. 45, 46). En un sentido, se le contaba como “muerto”, ya
que la enfermedad había permitido que la muerte invadiera un cuerpo que aún
estaba vivo, y estaba condenado a una vida de separación tanto de la
comunidad como del lugar de adoración (cf. <142621>2 Crónicas 26:21). La víctima
tenía que habitar fuera del campamento; es decir, lejos de las casas de la
comunidad, lo que más tarde en Israel significó habitar fuera de las murallas o
puertas del pueblo o la ciudad (cf. <120703>2 Reyes 7:3-11). Era una condición
trágica. Una vez más, debemos recordar que esta impureza no era
técnicamente un asunto de pecado personal. Pero en el pensamiento del AT, la
enfermedad y el pecado estaban unidos, no estrictamente en el sentido de
pensar que la gente enferma estuviera pagando por sus pecados (aunque el
libro de Job muestra que existía un malentendido popular, el cual necesitaba ser
corregido), sino más bien en el hecho que el destino universal humano en
cuanto a la muerte era el resultado del pecado humano universal (Génesis 3), y
cualquier forma de enfermedad era un aviso previo de muerte y podía señalar
su inminencia.
En un sentido general, la enfermedad, conjuntamente con sus percances
naturales, podía ser parte de los efectos del juicio de Dios sobre la nación a
causa de su infidelidad al pacto (cf. <032616>Levítico 26:16), y habían casos
excepcionales donde la enfermedad física era una señal del castigo de Dios
sobre un individuo (p. ej. <041210>Números 12:10-15; <142616>2 Crónicas 26:16-23).
Sin embargo, las personas que sufrían enfermedades de la piel, como las
descritas en este capítulo, eran aisladas de la comunidad a causa de la
naturaleza visible y contagiosa de su impureza, no porque fueran consideradas
como pecadoras simplemente por estar enfermas. Otros tipos de enfermedades
no eran tratados en esta manera. Los ciegos y los sordos, por ejemplo, no eran
excluidos de la comunidad adoradora (lo cual hace más irónico que el hombre
al que Jesús sanó fuera expulsado de la sinagoga, en un contexto de
malentendidos en cuanto a la conexión entre la enfermedad y el pecado,
después de que había sido sanado; Juan 9). Esto es significativo puesto que
tanto la ceguera como la sordera se usaban como metáforas para hablar de los
efectos morales y espirituales del pecado, algo que nunca sucedió con la
“lepra” en el AT. Por lo tanto, es inverosímil que la “lepra” estuviera
particularmente conectada con el pecado.
Ya sea que la “lepra” se haya considerado como indicativa o símbolo del
pecado o no, sus consecuencias eran social y religiosamente desastrosas. Esto
es lo extraordinario en los relatos sobre la manera en que Jesús se acercaba
con compasión a tales víctimas. Jesús no sólo hacía caso omiso de su
ostracismo social acercándose a ellos (como lo hizo con otra gente marginada),
sino que también los tocaba intencionalmente (<410140>Marcos 1:40-45),
rechazando de manera decisiva esa fuente de impureza, así como rechazó la
idea de la comida inmunda. Y de la misma manera que él abrió las puertas del
reino de Dios a los “pecadores”, también llevó de regreso a los enfermos, los
desfigurados y los perdidos a una comunión con el Dios salvador y sanador. La
misión médica cristiana y ministerios de compasión entre los enfermos
(incluyendo especialmente a aquellos cuyas enfermedades han sido socialmente
devastadoras, tales como las víctimas de lepra, y más recientemente del SIDA)
siempre han sido señales poderosas del reino de Dios, precisamente porque
manifiestan el reinado de uno que personalmente “fue despreciado y desechado
por los hombres, varón de dolores y experimentado en el sufrimiento... Y como
escondimos de él el rostro...” (<235303>Isaías 53:3).
14:1-32 Rituales de purificación para los que sanaban de las
enfermedades de la piel. Los rituales prescritos en este capítulo tenían el
propósito de admitir nuevamente dentro de la comunidad a quien había sido
excluido a causa de su impureza por una enfermedad seria en la piel, pero quien
subsecuentemente se había recuperado de la misma. Los rituales, entonces, no
eran un intento para ser sanados, sino un reconocimiento de que la sanidad ya
se había llevado a cabo (v. 3; de aquí la instrucción de Jesús a los diez leprosos
de presentarse ante el sacerdote era un acto de fe; ellos fueron sanados
mientras iban, <421711>Lucas 17:11-19).
Los sacerdotes en Israel no eran “curanderos” con poderes secretos. Las
instrucciones, acciones y rituales a través de todos estos capítulos estaban
disponibles para la persona laica quien, en un sentido, podía verificar el
diagnóstico del sacerdote. Los mismos no eran posesión de una elite religiosa,
incomprensibles para alguien más. Es interesante observar que en todos estos
reglamentos no hay ningún intento por manipular una curación a través de
medios mágicos u ocultos, tampoco hay mención alguna de causas demoníacas.
Esto no es porque se haya considerado de una manera fatalista que la
enfermedad era algo incurable, sino porque todo tipo de sanidad estaba en las
manos de Dios, y los recursos apropiados eran la oración y su palabra
(<053229>Deuteronomio 32:29; <041213>Números 12:13; 2 Reyes 5; 20). De pasada,
podemos observar en estos capítulos que la suposición de que algunos
individuos dentro del pueblo de Dios iban a enfermarse, no como resultado de
la desobediencia o algún pecado flagrante, y que pudieran o no ser sanados,
anula la interpretación que a veces se le ha dado a <021526>Exodo 15:26 y
<050715>
Deuteronomio 7:15 en cuanto a que Dios ha quitado de sobre su pueblo la
maldición de la enfermedad y que siempre los sanará.
Los rituales de purificación eran extensos, significativos y públicos. Los mismos
proveían no sólo seguridad subjetiva a la víctima de que ahora todo estaba
bien, sino también legitimación social objetiva de su regreso a la comunidad, y
sobre todo a la adoración. Estos rituales eran iguales a la celebración de la
nueva vida dado que la persona era restaurada de una muerte casi segura a la
tierra de los vivientes y a la comunión con Dios. Una vez más debemos
recordar que la ofrenda de los sacrificios requeridos se relacionaba con el
pecado y con la culpa, lo cual es común a todos, y no estaban diseñados para
obtener el perdón por cualquier pecado que se creyera había “causado” la
enfermedad. Sin duda, las víctimas, ahora ya sanas, consideraban que su
aflicción había sido causada por la ira divina debido a algún pecado en
particular, entonces la sanidad combinada con estos sacrificios, subjetivamente
les aseguraría que estaban perdonados tanto como ritualmente limpios. Pero la
expiación aquí expresada está técnicamente relacionada con la remoción de la
contaminación (no necesariamente de algún pecado personal), tal como sucedía
en el caso de una mujer después de un parto (<031208>Levítico 12:8), y con más
seguridad en el caso de la casa infectada después de su limpieza, donde se usan
casi las mismas palabras (<031453>Levítico 14:53).
14:33-53 Tratamiento de las casas infectadas. Las condiciones aquí
descritas bajo el mismo término general, sara’at, probablemente incluían la
aparición de algo fungoso, moho, pudrimiento o infestación de termes. El
tratamiento es similar a lo que se tenía que hacer con las personas y los textiles.
Después de una inspección inicial y una semana de espera, las partes infectadas
tenían que ser removidas y reemplazadas con buen material (vv. 36-42). Si esto
no lograba detener la pudrición, todo el edificio tenía que ser destruido (vv. 4347). De todas maneras, ciertos tipos de pudrición harían que la vivienda fuera
un peligro. Sin embargo, si la “cirugía” tenía éxito, entonces se podía limpiar la
casa con rituales idénticos como los utilizados para la purificación de una
persona, excepto en que se omitían los sacrificios en el altar (vv. 48-53).
Una casa tenía que ser purificada, pero no tenía comunión personal con Dios.
Sin embargo, aparte del factor estrictamente personal y moral anteriormente
mencionado, es interesante que tanto para los edificios como para las personas
se prescriben rituales similares. El concepto del AT de lo completo incluía tanto
el ambiente como a la persona. El anhelo de Dios es por gente limpia en un
mundo limpio. Los rituales de Levítico buscaban lograr esto dentro de los
límites de Israel. Sólo la obra redentora de Dios en Cristo logrará esto
finalmente para toda la creación cuando Dios morará con su pueblo en una
tierra purificada (<662101>Apocalipsis 21:1-8, 27).
15:1-33 Impureza debido a secreciones del cuerpo
Este capítulo describe la impureza que resultaba a causa de las emisiones de los
órganos reproductivos masculinos y femeninos. El mismo distingue entre las
emisiones crónicas y anormales, por un lado, y las intermitentes o normales, por
el otro. Sin embargo, ambas clases eran causa de impureza, ritualmente
hablando. Aquí, como en todos los capítulos que describen las varias clases de
impurezas, debemos guardar en mente que la impureza en sí misma no era
pecado, aunque podía estar asociada con actos pecaminosos. Este capítulo
incluye formas de impureza que resultaban de acciones perfectamente legítimas
o funciones normales. La impureza simplemente impedía que la persona
participara en la adoración. Excepto en casos de una enfermedad seria de la
piel (cap. 13), no se aislaba innecesariamente a la persona de la comunidad,
pero sí le imponía restricciones en sus contactos físicos.
15:1-18 Emisiones en el hombre. La palabra cuerpo significa literalmente
“de la carne”, un término que en algunos contextos puede aludir a los órganos
genitales. En este capítulo, dado que en todos los otros casos involucra los
órganos sexuales, es muy posible que se refiera al pene y no a ninguna emisión
o flujo anal, como hemorroides.
Los vv. 2-15 tratan con emisiones o flujos crónicos. La condición descrita
probablemente sea de gonorrea, que provoca secreciones infectivas y puede
durar varios meses. La impureza no sólo afecta al paciente sino también a
cualquier cosa que pudiera entrar en contacto con su órgano infectado. Las
precauciones higiénicas en contra de infecciones secundarias son notables,
particularmente en relación con infecciones por flujo seminal y esputo (v. 8),
pero de nuevo, la preocupación principal era religiosa, ya que las reglas eran
similares a las que se aplicaban al contacto con flujo de menstruación, donde no
había peligro de contraer alguna enfermedad infecciosa. Después de que dichos
flujos se habían parado, los ritos de purificación eran comparativamente simples
y baratos en comparación con aquellos de las enfermedades serias de la piel
(vv. 13-15).
Los vv. 16-18 tratan con las emisiones intermitentes. La eyaculación normal de
semen, ya fuera en relaciones sexuales (v. 18) o como una emisión nocturna
espontánea (cf. <052310>Deuteronomio 23:10), también causaba que un hombre
fuera impuro por un día. El simple acto de lavarse con agua era suficiente para
la purificación.
15:19-30 Emisiones en la mujer. Estas condiciones se tratan en orden
inverso a las de los hombres, produciendo un efecto como de “espejo” donde
el arreglo muestra el balance y equivalencia de las dos secciones.
Las emisiones son tratadas primero (vv. 19-24). La emisión de la menstruación
normal dura como una semana, así que durante ese período la mujer estaba
ritualmente impura. El contacto directo o indirecto con ella hacía que otra
persona estuviera impura por un día, excepto en casos de relaciones sexuales,
lo cual hacía que el hombre estuviera impuro por siete días. Esta última medida
(v. 24) probablemente se refiera al contacto sin intención, donde el hombre
tiene relaciones sexuales con su esposa justo cuando su período menstrual está
comenzando y de pronto se encuentra manchado de sangre. Una vez que la
menstruación era obvia, las relaciones sexuales estaban prohibidas
(<031819>Levítico 18:19). Al igual que en las emisiones de semen en el hombre, la
menstruación de la mujer no requería de ningún sacrificio purificador,
simplemente lavarse con agua.
Después se discuten las emisiones crónicas. Varios factores clínicos pueden
prolongar la hemorragia menstrual y dichas condiciones hacían que la víctima
fuera impura todo el tiempo que durara la hemorragia. Aun cuando la ley
especifica que sólo el lecho de la mujer era “infectado” con su impureza, debía
tener mucho cuidado en cuanto a lo que tocaba o a quien tocaba. Esto es lo
que hizo que la acción de la mujer que precisamente padecía de esta condición
fuera más intrépida cuando se arriesgó a enfrentar la hostilidad de la
muchedumbre a fin de tocar a Jesús (<410524>Marcos 5:24-34). Los sacrificios de
purificación son exactamente los mismos que los de un mal crónico masculino
(vv. 28-30).
El v. 31 es muy importante y resume las razones para los reglamentos en este
capítulo y, por supuesto, para las leyes que tienen que ver con las distinciones
entre lo limpio y lo inmundo en los caps. 11—15. La impureza contaminaba el
tabernáculo de Dios en medio de Israel. Por lo tanto, no sólo ponía en peligro
a las personas involucradas (quienes, al igual que Nadab y Abihú, podían morir
por hacer caso omiso de la santidad de Dios), sino también a toda la
comunidad. Si Dios llegaba a ofenderse mucho debido a la contaminación de su
morada, podía abandonarla completamente.
Aunque para la mente moderna estos reglamentos pueden parecer muy
minuciosos y restrictivos, se pueden subrayar varios aspectos positivos.
Primero, el capítulo muestra una igualdad bastante interesante entre el hombre y
la mujer. Las relaciones sexuales hacían ritualmente impuros a ambos
participantes (v. 18), y los ritos de purificación después de las emisiones
anormales son los mismos para el hombre como para la mujer.
En segundo lugar, los antropólogos señalan que en varias sociedades
tradicionales las restricciones menstruales proveen una medida de alivio y
privacidad para las mujeres durante sus períodos. Y, desde luego, la
prohibición en cuanto a las relaciones sexuales inculca sensibilidad. El Creador
sabía de los efectos de las hormonas antes que los seres humanos supieran de
su existencia.
En tercer lugar, aunque pudiera ser un error pensar que las leyes en este
capítulo indican que la sexualidad, las relaciones sexuales, o los órganos físicos
relacionados con ello, eran considerados como algo pecaminoso, por cierto
ponen algunas restricciones sobre la actividad sexual. En cualquier cultura hay
algunas cosas que son buenas en sí mismas, pero inapropiadas y ofensivas en
algunos contextos (por ejemplo: usar ropa casual en una ocasión formal, o
hacer bromas en un funeral). En Israel, la relación sexual en el matrimonio era
algo bueno y saludable, pero estaba fuera de lugar en lo más serio de una
guerra (<092104>1 Samuel 21:4, 5; <101111>2 Samuel 11:11) o en la adoración
(<021914>Exodo 19:14, 15). Entonces, el efecto práctico más significativo de 15:18
era evitar que los ritos sexuales y la “prostitución sagrada” fueran parte de la
adoración a Jehovah. Los cultos de la fertilidad, en los cuales el acto sexual
recibía un significado sagrado y ritual, estaban excluidos. De igual manera, las
prostitutas, debido a su estado ambivalente de purificación (muy aparte de lo
moral de la práctica), nunca podía legítimamente funcionar en relación con la
adoración de Israel.
16:1-34 El día de la Expiación
Este capítulo sirve de eje para todo el libro de Levítico Conduce a un clímax a
todos los capítulos anteriores que tratan con las tareas sacerdotales
relacionadas con los sacrificios, y los diagnósticos y tratamiento de la impureza.
El día de la Expiación (yom kippurim; el nombre se da a este día en 23:26, 27)
proveía una oportunidad anual para “borrar todas las deudas” purificando el
santuario y al pueblo de toda contaminación, las que probablemente no habían
sido notadas o tratadas rutinariamente. Colocada en el calendario anual
exactamente seis meses después de la Pascua de la primavera, la cual
celebraba el evento histórico único de la redención de Israel, proveía un medio
continuo para purificar al pueblo redimido de Dios a fin de que él pudiera
continuar morando entre ellos.
En una primera lectura, el capítulo parece confuso por la repetición. Sin
embargo, se hace más claro una vez que reconocemos las características de la
estructura hebrea de presentar una introducción y un resumen de los puntos
principales antes de proveer los detalles. El capítulo se inicia con una
introducción narrativa (vv. 1, 2), pone en lista los requisitos básicos para los
rituales del día (vv. 3-5), resume brevemente las acciones más importantes (vv.
6-10), y después describe detalladamente las etapas del ritual (vv. 11, 12).
Esto es seguido por los ritos de “cierre” para purificar a los participantes (vv.
23-28), instrucciones para el pueblo (vv. 29-31) y un resumen como
conclusión (vv. 32-34).
16:1, 2 Introducción. Estos versículos relacionan la institución del día a los
eventos de la ordenación de los sacerdotes y la muerte de Nadab y Abihú
(caps. 8—10), recordándonos una vez más del marco narrativo básico en el
cual está colocado Levítico La presencia de Dios se encontraba de una manera
más poderosa en el santuario interno, el lugar santísimo (lit. “lo más santo”), el
cual estaba detrás del velo que dividía en dos el tabernáculo de reunión (ver el
diagrama del tabernáculo en la p. 192). Ahí estaba el arca (ver <022510>Exodo
25:10-22) con su propiciatorio. Este último artículo (kapporet) era la cubierta
del arca, sobre la cual había dos querubines de oro. En algunas versiones
antiguas se traducía como “la silla de misericordia”, pero no era correcto
porque no es una silla, excepto quizá metafóricamente hablando (ver <199901>Salmo
99:1). Pero sí guarda la idea de que era un lugar de infinita santidad y, al mismo
tiempo, de infinita misericordia, ya que allí Dios se encontraría con Moisés
(<022522>Exodo 25:22). La palabra quizá esté relacionada con kipper (“expiar”),
de aquí la traducción de la RVA. Debido a la intensa santidad de la presencia
de Dios, ninguno, ni siquiera Aarón, podía entrar detrás del velo, excepto en
este día y de acuerdo con la manera prescrita.
16:3-5 Animales y vestiduras requeridos. Se requerían cinco animales: Un
novillo, dos carneros y dos machos cabríos. La vestidura del sumo sacerdote
para este día era notablemente simple. Cuando él representaba a Dios ante el
pueblo, se vestía con su indumentaria de colores lujosos y gran esplendor.
Cuando representaba al pueblo ante Dios, vestía un poco más de lo que
hubiera vestido un esclavo: Túnica, pantalones, cinturón y turbante; todo de
lino.
16:6-10 Resumen. Se mencionan los procedimientos principales del día. Al
sacrificio del novillo como ofrenda por el pecado de los sacerdotes lo seguía la
selección, por suerte, de uno de los carneros para ser sacrificado como ofrenda
por el pecado del pueblo y el otro para ser llevado al desierto.
16:11-22 Los rituales principales en detalle. Había cuatro movimientos
principales en el drama del ritual, de los cuales los primeros tres involucraban el
rociamiento de sangre, el medio principal para la purificación ritual.
Primero, el novillo era sacrificado como una ofrenda por el pecado de los
sacerdotes, incluyendo al mismo sumo sacerdote (vv. 11-14). Nadie estaba
exento de la necesidad de purificación. Después, el sumo sacerdote entraba la
primera vez al lugar santísimo detrás del velo meciendo el incensario y creando
delante de él una nube con el incienso, escondiendo así el arca para no verla
directamente. Después rociaba la sangre purificadora enfrente de la cubierta
expiatoria del arca.
Segundo, al salir del tabernáculo de reunión (sin duda para alivio de la gente
que observaba), el sumo sacerdote sacrificaba el macho cabrío escogido como
la ofrenda por el pecado del pueblo, regresaba con la sangre al lugar santísimo
y repetía el rociamiento. El propósito era purificar el santuario de cualquier
impureza de los hijos de Israel y de sus rebeliones y pecados con que lo
hubieran contaminado durante todo el año (v. 16). La instrucción: De la misma
manera hará con el tabernáculo de reunión (v. 16b), probablemente
signifique que todos los otros objetos en el tabernáculo eran igualmente
purificados por rociamiento (cf. <580921>Hebreos 9:21, 22). En todo esto, el sumo
sacerdote actuaba solo (v. 17). El hecho de que sólo había un mediador fue
recogido en el NT y aplicado a Cristo (<540205>1 Timoteo 2:5).
Tercero, al salir la segunda vez del tabernáculo, el sumo sacerdote realizaba un
rito de purificación similar sobre el altar, usando una mezcla de la sangre del
novillo y del macho cabrío. Esto indicaba que tanto los sacerdotes como el
pueblo podían haber sido medios de contaminación del altar con impurezas
inadvertidas.
Finalmente, el clímax de las ceremonias, y desde el punto de vista del pueblo la
parte más visible, era sacar al chivo expiatorio. Esta quizá sea la mejor
traducción para lo que lit. se llamaba el macho cabrío para Azazel (vv. 8, 10,
26). El significado de Azazel es desconocido. En vista de 17:7 es muy seguro
que no haya sido el nombre de algún demonio o espíritu del desierto a quien se
le en- viaba el macho cabrío vivo. La traducción que presentan algunas
versiones de “el precipicio” refleja el hecho que en la tradición judía tardía, el
macho cabrío era llevado hasta un despeñadero en el desierto y echado al
vacío. Algunos también ven ese mismo significado en la expresión una tierra
inhabitada (v. 22), que lit. significa “un lugar cortado”. Estas sólo son
suposiciones. Lo que sí es seguro es el significado del ritual, ya que el texto lo
explica con bastante claridad y énfasis en los vv. 21 y 22. Todas las iniquidades
del pueblo eran puestas simbólicamente sobre el macho cabrío, el cual después
se las llevaba muy lejos. Dios no sólo perdonaba el pecado y purificaba su
corrupción, sino que también lo alejaba de su vista y memoria (cf. <19A312>Salmo
103:12; <330719>Miqueas 7:19).
16:23-28 Rituales finales. Cuando el drama central había terminado, aún
faltaba el “cierre”. El sumo sacerdote debía lavarse y ponerse otra vez sus
vestiduras normales, y después ofrecer los dos carneros (vv. 3, 5) como
holocaustos en favor de los sacerdotes y el pueblo. Los otros ayudantes
pasarían de igual manera por ritos de purificación después de entrar en
contacto con el macho cabrío que cargaba con el pecado del pueblo o los
restos de los animales sacrificados.
16:29-34 Instrucciones para el pueblo. Se da la fecha anual. El séptimo
mes (lunar) cae en la última parte de septiembre y la primera parte de octubre.
El día era de absoluta solemnidad y, por lo mismo, no se trataba como
cualquier otro sábado, sino como un día de “aflicción”. El mandato de
“humillarse”, o negarse a sí mismo, probablemente se refiera a penitencia y
ayuno (cf. <235803>Isaías 58:3, 5; <193513>Salmo 35:13).
Nota. Las imágenes del día de la Expiación en la carta a los Hebreos.
Ya hemos observado que en general el NT usa el lenguaje de los sacrificios
para explicar la muerte de Cristo, pero es el escritor de Hebreos el que usa
más detalladamente los ritos específicos del día de la Expiación en relación con
la crucifixión. Especialmente en <580901>Hebreos 9:1—10:22 se señalan tanto las
comparaciones como los contrastes. Su punto culminante es que al romperse el
velo que separaba el lugar santísimo al momento mismo que moría Cristo
(<422345>Lucas 23:45), simbólicamente demostró la verdad espiritual que por
medio de su sangre Cristo ha abierto el camino hasta la misma presencia de
Dios. Su sacrificio no fue por sí mismo, nunca necesitará repetirse y tiene
eficacia eterna. Por lo tanto, todo creyente no sólo puede sino debe venir
frecuentemente y con confianza al lugar donde el sumo sacerdote sólo podía ir
una vez al año (<581019>Hebreos 10:19-22). El chivo expiatorio nunca es usado
explícitamente en el NT como una representación de Cristo, aunque algunos
escritos cristianos primitivos sí hacen la conexión. Sin embargo, la doble
imagen: que Cristo fue “hecho pecado” por nosotros (<470502>2 Corintios 5:21) y
que él “llevó nuestros pecados” (<600224>1 Pedro 2:24), corresponde con el papel
de ambos machos cabríos en el día de la Expiación; el que era sacrificado
como una ofrenda por el pecado y el otro que cargaba con los pecados
confesados del pueblo. Porque en su muerte, “el Señor cargó en él el pecado
de todos nosotros” (<235306>Isaías 53:6).
17:1-16 Reglamentos suplementarios sobre los sacrificios y la carne
Este capítulo concluye la primera parte del libro agregando algunos reglamentos
suplementarios en relación con los sacrificios y la carne a comerse, a fin de
clarificar algunas posibles áreas de confusión entre la gente común. Dado que
tiene que ver con orientaciones para el pueblo en vez del ritual de los
sacerdotes, algunos vinculan este capítulo con la segunda parte del libro. Pero
pareciera más naturalmente relacionado con los caps. 1—16, mientras que
<031801>
Levítico 18:1-5 clara y enfáticamente introduce una nueva sección.
3-7 Los animales domésticos que eran permitidos para el sacrificio (vaca,
cordero o cabra) no debían matarse afuera del tabernáculo cuando sólo se
trataba de aprovechar su carne para comer. Si una familia deseaba incluir carne
en su comida, primero debían ofrecer el animal en el tabernáculo como
sacrificio de paz (v. 5), después de lo cual podían llevárselo para cocinarlo
(<030712>Levítico 7:12-18). Esta regla se aplicó mientras Israel era una comunidad
compacta en el desierto. Se revocó cuando ya se asentaron en su tierra,
cuando ya no era muy práctica (<051215>Deuteronomio 12:15, 20-22). El propósito
de la ley se explica en los vv. 5-7, lo que muestra que la ley no era simplemente
para preservar el privilegio del tabernáculo o la posición de los sacerdotes (o
para estimular el vegetarianismo), sino por el contrario con el serio propósito de
erradicar la idolatría (v. 7). Demonios (lit. “machos cabríos”) puede referirse a
los espíritus o demonios del campo, los cuales eran concebidos en forma de
machos cabríos (“sátiros”). La adoración a los machos cabríos era parte de la
religión egipcia y, según parece, las prácticas idólatras egipcias permanecieron
entre los israelitas por algún tiempo (cf. <062414>Josué 24:14; <262007>Ezequiel 20:7;
23:1 ss.). La frase tras los cuales se han prostituido se usa metafóricamente
para hablar de la idolatría (<023415>Exodo 34:15, 16; <032005>Levítico 20:5, 6), pero
puede implicar lit. actos de prostitución ritual o copulación con animales (cf.
<022219>
Exodo 22:19, 20; <031823>Levítico 18:23; 20:15, 16; <280410>Oseas 4:10-14).
Para prevenir que la gente llevara a cabo dichos ritos idólatras, bajo el disfraz
de tener una fiesta familiar, todo animal debía ser degollado a la puerta del
tabernáculo.
8, 9 Probablemente por la misma razón (es decir, prevenir el uso idólatra)
ningún sacrificio debía ofrecerse si no era en el tabernáculo, donde claramente
sería al Señor; es decir, a Yahweh, el Dios de Israel. Esta regla (y las que
siguen) se aplicaba tanto a los israelitas como a los extranjeros que habitan
entre ellos. A dichos extranjeros la ley del AT les otorgaba derechos y
consideraciones muy significativos, pero no se les permitía llevar a cabo
sacrificios y rituales que pudieran guiar a Israel a la idolatría. Para la identidad
de estos “extranjeros” véase el comentario sobre el cap. 25.
10-12 La prohibición de no comer sangre (es decir, comer carne cuya sangre
no se hubiera escurrido de manera apropiada) ya se había establecido
(<030317>Levítico 3:17; 7:26, 27), pero aquí se explica, con alguna repetición para
mayor énfasis (cf. v. 14, porque la vida de toda carne es su sangre). La
realidad fisiológica de que la sangre lleva “vida” a todas las partes del cuerpo, y
que la muerte sigue inmediatamente a la pérdida seria de sangre, también se
presenta aquí como un asunto moral y espiritual. El derramamiento de la sangre
de un animal significa que ha dado su vida por medio de la muerte y, por lo
mismo, en el contexto de sacrificio, su vida ha rescatado y purificado (ha
hecho expiación por) la vida de un ser humano pecador. Por lo tanto, la razón
principal para prohibir comer sangre era su carácter sagrado como el elemento
mayor en los rituales de sacrificio. Una segunda razón pudiera haber sido que
inculcaba un respeto elemental por la vida, la cual no debía ser destruida
frívolamente o tratada con desdén. Este era un principio muy antiguo en Israel,
relacionado con el pacto con Noé (<010904>Génesis 9:4-6).
13, 14 Estos versículos tienen que ver con animales que no eran para el
sacrificio, animales de caza que eran limpios (es decir, propios para comer).
Podían matarse y comerse sin tener que traerlos al tabernáculo para sacrificio,
pero derramará su sangre y la cubrirá con tierra. La sangre era sagrada y
debía respetarse como “vida”, aunque no fuera presentada en el altar.
15, 16 Un animal encontrado muerto; es decir, que no hubiera sido
sacrificado ni cazado, de hecho era inmundo como un cadáver (aparte de
también ser higiénicamente sospechoso). Esa carne, entonces, hacía inmunda a
una persona. Otras leyes prohibían directamente a los israelitas el comer a
propósito dicha carne. Podía darse a los perros (<022231>Exodo 22:31) o a alguien
no israelita (<051421>Deuteronomio 14:21). Por lo tanto, estos versículos pueden
referirse a alguien que sin saberlo comía carne que después descubría que no
había sido matada ni su sangre escurrida. Su inmundicia se quitaba simplemente
lavándose, de otra manera se hacía culpable (v. 16).
En algunas culturas los cristianos todavía prohíben el comer o beber sangre
debido a su asociación contextualizada con rituales idólatras. Esta parece ser
una prevención legítima de acuerdo con la intención primaria de este capítulo.
Algunos cristianos piensan que es correcto evitar aun las formas más
inofensivas de los juegos de azar debido a su asociación con el pecado más
serio de la “avaricia que también es idolatría”. Es un principio que puede
ampliarse en varias maneras, pero debe ejercerse mucho cuidado ya que puede
conducirnos a un legalismo esclavizante o a posturas de juicio. El concilio de
Jerusalén, que decidió que los nuevos convertidos gentiles no necesitaban
someterse al rito de la circuncisión y a observar toda la ley mosaica, sin
embargo les pidió que observaran lo esencial de este capítulo, quizá por
respeto a la sensibilidad de los cristianos judíos. Este fue un principio con el
cual vivió Pablo (ver <441529>Hechos 15:29 y el comentario ahí; cf. <451414>Romanos
14:14-23; <460901>1 Corintios 9:19-23).
18:1—27:34 SANTIDAD PRACTICA EN TODO
ASPECTO DE LA VIDA
Mientras que la primera parte del libro trata principalmente con los deberes de
los sacerdotes, la mayor parte de esta última sección se dirige al resto del
pueblo. Aun los capítulos que tienen que ver con los sacerdotes (caps. 21 y 22)
tratan más con asuntos que se relacionan con su vida como familias en la
comunidad que con sus deberes en el tabernáculo. A primera vista pareciera
que estos capítulos estuvieran llenos de leyes misceláneas. Pero hay un hilo
corriendo a través de todas ellas: el requisito de que el pueblo de Dios debe ser
santo, y por lo mismo reflejar su santidad. Santidad, como ya se ha notado,
significa ser distinto; de modo que los primeros versículos en esta sección
establecen esa distinción en términos muy claros (18:1-3). El pueblo de Israel
tenía que ser diferente a las naciones paganas que lo rodeaban. Este requisito
fundamental algunas veces explica las normas que de otra manera parecieran
inexplicables. La santidad en el área de la vida matrimonial, la vida familiar y las
relaciones sexuales vienen primero (cap. 18 y la mayoría del cap. 20). Después
se presenta una amplia gama de leyes que gobernaban prácticas puramente
sociales (cap. 19). La santidad establecía demandas especiales sobre los
sacerdotes y sus familias (caps. 21 y 22) y estaba entretejida en el calendario
anual (cap. 23). La seriedad de estas leyes se subraya con un ejemplo histórico
(24:10-23), el cual se asemeja al caso de Nadab y Abihú en la primera parte
del libro. La santidad reclamaba el tiempo mismo, tanto que el principio
sabático se extendió al año sabático y al año del jubileo, y de esa manera
impactaba toda el área económica (cap. 25). El año del jubileo (el cual se
iniciaba en el día de la Expiación) conduce a su clímax a esta parte del libro que
corresponde a la manera en que el día de Expiación es el clímax de la primera
parte. Esto es seguido por una lista característica de bendiciones por la
obediencia y maldiciones por la desobediencia (cap. 26), y finalmente una
posdata suplementaria sobre los votos y la dedicación (cap. 27), lo cual forma
un paralelo con la manera en que el cap. 17 suplementa el material que le
precede.
18:1-29 Regulación de las relaciones sexuales
18:1-5 Un pueblo diferente. La expresión yo soy el Señor, vuestro Dios
hace eco repetidamente a través de los siguientes capítulos, distinguiéndolos de
la sección anterior del libro, donde sólo ocurre en <031144>Levítico 11:44, 45. Era
un resumen poderoso de la relación de pacto. Apuntaba a la iniciativa de gracia
de parte de Dios en la redención del éxodo (<031145>Levítico 11:45) y el requisito
correspondiente sobre Israel de cumplir su papel especial en el mundo como
una nación santa (cf. <021903>Exodo 19:3-6).
Esa distinción tiene aquí una mirada al pasado y otra hacia el futuro. Israel no
debe imitar ni a Egipto ni a Canaán. Las idolatrías y perversiones de la cultura y
religión egipcia y cananea están bien documentadas arqueológicamente y
forman el trasfondo a varias de las prohibiciones que siguen. La necesidad de
que el pueblo de Dios sea claramente diferente de las dimensiones pecaminosas
e idólatras de las culturas que lo rodeaban se enseña fuertemente en el NT, y
también es requerido de los cristianos tal como lo fue para el Israel del AT (cf.,
p. ej. <400513>Mateo 5:13-16; <422224>Lucas 22:24-26; <460609>1 Corintios 6:9-11;
<490417>
Efesios 4:17-24; <600211>1 Pedro 2:11, 12). Por supuesto, el mayor significado
moral de Israel como una sociedad es que fueron creados precisamente para
ser un modelo de tal distinción dentro del contexto cultural contemporáneo del
mundo antiguo. Mientras observamos esas diferencias, y las razones para ellas,
podemos formular prioridades éticas y objetivos para la vida cristiana en el
mundo moderno.
El v. 5 no debiera considerarse como si enseñara que la salvación se obtiene
por observar la ley. En el AT, vivir en el sentido pleno significa gozar
completamente de las bendiciones y bienestar de la relación de pacto con Dios,
el cual ya había sido establecido por su acción redentora (v. 3). Esta vida se
obtenía por medio de obedecer la ley de Dios, lo cual era la respuesta a la
salvación; la ley no obtenía ni ganaba la salvación.
18:6-18 Límites sexuales. El principio básico de lo que está a continuación
se resume en el v. 6. El tema de las relaciones sexuales cubre tanto los actos
sexuales casuales como en el matrimonio. Parientes cercanos incluye no sólo a
aquellos a quienes nosotros llamamos parientes de sangre (es decir; un padre o
hermano biológico), sino también parientes de sangre de quienes están
relacionados por el matrimonio (suegros, cuñados, hijastros, etc.). Por lo tanto,
estas prohibiciones son mucho más amplias que una definición estricta de
incesto, y están diseñadas para proteger la integridad de la relación dentro de la
estructura de la familia extendida que era una característica del sistema social en
Israel.
La familia israelita era mucho más grande que la moderna unidad familiar de
dos generaciones. La misma incluía hasta tres o cuatro generaciones de
descendientes de un mismo hombre que aún viviera (es decir, sus hijos y
esposas, familias y siervos), todos viviendo en una proximidad bastante
cercana. Pero la familia extendida no era una comunidad de relaciones
casuales. Estas leyes protegían la integridad y límites de los matrimonios y los
núcleos familiares. Los beneficios de tales límites (al igual que los beneficios
higiénicos de las leyes sobre la impureza) pueden ser reconocidos y admirados,
pero para Israel deben haber sido desconocidos en su sentido técnico. Un
efecto más contextualizado y relevante debe haber sido el prohibir en Israel el
tipo de relaciones sexuales incestuosas que se practicaban en las familias reales
en Egipto y en Mesopotamia. Ciertos tipos de incesto estaban prohibidos por
las leyes en el antiguo Cercano Oriente, pero no al grado o con la severidad de
la ley del AT. La historia de Tamar y Amnón (2 Samuel 13; especialmente los
vv. 12 y 13) ilustran una probable rareza, y su correspondiente conmoción
social, de que estas leyes fueran violadas. Otro efecto, característico de las
leyes del AT en otros lugares, es proteger a la mujer de la explotación sexual
dada su vulnerable posición en una comunidad bastante compacta. En
principio, la relevancia de tal protección no es difícil de observarse en la
sociedad moderna, sacudida por el grado de abuso sexual de los niños por
parte de los padres y en los hogares de niños, y del acosamiento sexual al cual
son sometidas las mujeres en sus lugares de trabajo.
18:19-23 Otras prohibiciones. El sacrificio de los niños (v. 21; Moloc era el
nombre de uno de los dioses conocidos en Canaán y en otros lugares), la
relación sexual entre hombres (v. 22) y los actos sexuales tanto de hombres y
mujeres con animales (v. 23), se sabe que eran parte de la adoración pagana en
Egipto, en Canaán y muchos otros lugares. Esa es probablemente la razón por
la cual se mencionan juntos aquí. Pero las frases adicionales al final de cada
versículo indican que una inmoralidad más básica estaba involucrada, más que
sólo las asociaciones paganas. Las acciones se describen respectivamente
como profanación del nombre de tu Dios (es decir, desacreditar el nombre
de Jehovah entre las naciones), abominación (un término bastante fuerte de
desaprobación en el AT, usado para referirse a las cosas que Dios más odia o
deplora) y depravación (lit. “confusión”; es decir, la mezcla desnaturalizada de
lo que Dios había creado e intentado que estuviera separado).
18:24-30 Advertencias y enseñanzas objetivas. El llamado a ser
diferentes se sanciona aquí con la amenaza de que si los israelitas imitaban las
costumbres de los cananeos, correrían la misma suerte que ellos. La misma
tierra los “vomitaría”. El lenguaje es gráfico y expresa la repugnancia que Dios
siente. Estos versículos son importantes porque ponen la conquista de Canaán
en su perspectiva correcta. La destrucción de los cananeos no fue un asunto de
un favoritismo divino arbitrario, sino de un juicio explícitamente moral sobre una
sociedad que está descrita en la Biblia, y confirmada por los arqueólogos,
como degradada, pervertida y opresiva. Además, Dios mostró su congruencia
moral no sólo amenazando a Israel con el mismo juicio por los mismos
pecados, sino realmente llevándolo a cabo en el transcurso de su historia. El
NT usa la historia de Israel con el mismo propósito de advertencia que el AT
usa aquí la historia de los cananeos. Los cristianos también deben guardarse de
la complacencia y el orgullo ante la persistencia del pecado (<461001>1 Corintios
10:1-12; <550211>2 Timoteo 2:11-19; <581026>Hebreos 10:26-31).
19:1-37 El carácter social de Israel
Este capítulo sobresale entre los distintivos más ricos de la ética del AT, junto
con pasajes como Deuteronomio 23—25; Salmo 15; Amós 5; <330606>Miqueas
6:6-8; Job 31; Ezequiel 18; Isaías 58. Sería bastante provechoso estudiarlo
usando una Biblia con referencias, ya que muchas de sus leyes se explican un
poco más en Deuteronomio y se hace eco de ellas en los Salmo, Proverbios y
en los profetas. Incluye y se explaya en todos los Diez Mandamientos en una
manera u otra, y también los condensa en lo que Jesús denominó el segundo
mandamiento más grande en la ley, y al cual Pablo se refirió en esencia: amarás
a tu prójimo como a ti mismo (v. 18; cf. <402237>Mateo 22:37-40; <451308>Romanos
13:8-10). Con su introducción bien definida (v. 2), su conclusión aplastante (v.
37) y su estilo conciso y notable, probablemente haya funcionado como un
catecismo para su fácil enseñanza y aprendizaje en cuanto a las
responsabilidades familiares y sociales. Es un capítulo que influyó grandemente
sobre las prioridades de la enseñanza de Jesús, y también está detrás de algo
de la carta de Santiago
2 El capítulo está encabezado con el lema de esta mitad de Levítico: Sed
santos, porque yo, Jehovah vuestro Dios, soy santo. El resto del capítulo
disipa cualquier idea de que la santidad en el AT era meramente un asunto de
pureza ritual. Tenía que mostrarse en toda área de la vida práctica: Desde la
punta de la barba hasta la última esquina de sus tierras. Por lo mismo, la
santidad no era algo que uno buscaba alejándose de la vida diaria para
refugiarse dentro de un santuario religioso. La santidad significaba transformar
la vida diaria con la calidad de conducta que era absolutamente diferente de las
costumbres del mundo que los rodeaba.
3, 4 Estos versículos combinan el quinto, cuarto y segundo mandamientos. El
lugar central de la familia en la vida social de Israel está indicado en la prioridad
que se da al respeto a los padres (incidentalmente nótese que la madre no sólo
está incluida sino que se le menciona primero). La misma escala de valores se
observa en <052715>Deuteronomio 27:15, 16. El hecho de que la ley del sábado se
incluya conjuntamente con el deber de los hijos para con los padres (v. 3), y
más adelante otra vez en conjunto con las responsabilidades de los padres para
con sus hijos (vv. 29, 30), refleja el beneficio que otorgaba la ley del sábado
para la vida familiar en general. No era una simple observancia religiosa sino
una institución socialmente muy importante y económicamente proteccionista.
Desacato o negligencia del principio de un día de descanso y cesación de la
actividad económica se vinculaba con la ambición y la explotación a los pobres
(<300804>Amós 8:4-6; Isaías 58), lo cual era particularmente destructivo para las
familias (<330201>Miqueas 2:1, 2, 9). Dichos males sociales van de la mano con la
idolatría (v. 4), ya sea del baalismo cananeo o del consumismo moderno.
5-8 Esto pareciera como si fuera una parte de la ley del sacrificio “extraviada”
de su contexto apropiado en la primera parte del libro. Sin embargo, la razón
para su repetición aquí en medio de un capítulo dedicado principalmente a
asuntos sociales, quizá sea porque los sacrificios de paz eran los sacrificios
más sociales de todos. La carne tenía que ser consumida dentro de dos días y
compartirse con la familia, amigos y vecinos. Esto inculcaba un espíritu
generoso en la comunidad, lo cual está de acuerdo con las leyes que siguen a
continuación.
9, 10 Las leyes de la siega (cf. <032322>Levítico 23:22; <052419>Deuteronomio 24:1922) eran parte del sistema israelita de bienestar social para proveer a los
pobres (es decir, aquellos que no contaban con la seguridad normal de una
familia; por ejemplo, las viudas y los huérfanos) y quienes no tenían terrenos y
tenían que vivir de vender su mano de obra o habilidades (extranjeros, levitas,
obreros). Al igual que esta ayuda anual, también contaban con los beneficios
del diezmo trienal sobre los productos, lo cual se guardaba como alimentos
para distribuirlo entre los necesitados (<051428>Deuteronomio 14:28, 29), y el uso
libre de los productos de la tierra cada siete años (año sabático; <022310>Exodo
23:10, 11).
Por lo tanto, el aliviamiento de la pobreza en Israel estaba insertado dentro de
las estructuras económicas y legales; no se dejaba como un asunto de caridad
privada. Esta ley, típica del AT, toca el asunto pero no desde una perspectiva
de derechos sino de responsabilidades. Es decir, la ley presupone el derecho a
espigar, pero también ordena a los terratenientes que se aseguren de que haya
algo que espigar. Boaz es un modelo de esto en la práctica (Rut 2).
Aquellos que poseían terrenos (y otros recursos productivos) quizá no eran
responsables por la condición crítica de los pobres (aunque los profetas
sutilmente señalaron que su ambición y explotación podía haber contribuido a
ello), pero sí eran responsables ante Dios para tratar de aliviarla. De este
modo, esta ley coloca la posesión de recursos dentro de un marco del deber
para con Dios y otros, y rechaza la idea que la propiedad privada es un
derecho absoluto, dándole a uno el derecho de obtener hasta el último centavo
como ingreso o ganancia en base a las propiedades personales. Sería algo
cómico pensar que en la economía agrícola moderna esta ley prohibiera la
eficiencia de la cosecha combinada. El punto es que, cualquiera sea el sistema
económico, debe haber provisión adecuada para los pobres. La propiedad
confiere responsabilidades, no sólo privilegios. Y este es el significado práctico
de la santidad.
11-18 La responsabilidad ante Dios con respecto al prójimo también es el tema
de estos versículos. Cubren una amplia gama de asuntos sociales, pero están
unidos por la repetición de Yo, Jehovah (vv. 12, 14, 16, 18). Esto muestra
claramente que el “segundo gran mandamiento”: de amar al prójimo (v. 18),
inevitablemente refleja el primero: amar y temer a Dios. En <620420>1 Juan 4:20, 21
se capta bastante bien el énfasis de estos versículos.
Jesús no fue el único que mostró la profunda pertinencia de la ley. El octavo,
noveno y tercer mandamientos están resumidos dentro de los vv. 11 y 12, y
manifiestan su pertinencia en relación con cualquier forma de engaño o
decepción en general; y en las relaciones de empleo en particular. En 6:2-7 ya
se había señalado todo ese tipo de conducta como “infidelidad contra
Jehovah”. En Israel, los juramentos que involucraban el nombre de Dios se
usaban para cerrar contratos y otros compromisos. Por lo mismo, el no cumplir
dichos arreglos deshonraba a Dios al mismo tiempo que defraudaba a la otra
parte. Aprovecharse de la labor de una persona para después no pagarle
adecuada o prontamente era equivalente a robar (v. 13; cf. <242213>Jeremías
22:13).
En muchas partes del mundo la clase obrera aún es el sector más vulnerable y
explotado económicamente hablando. La aplicación de una legislación aunque
sea mínima como el v. 13b, la cual por lo menos permite que el obrero compre
su comida de la tarde y no se vaya a la cama con hambre, transformaría la vida
de millones. <052414>Deuteronomio 24:14, 15 también insiste en que la ley debe
aplicarse a los emigrantes o “trabajadores-forasteros”, uno de los grupos más
explotados, tanto en el mundo antiguo como en el moderno. Jesús usó la
condición crítica de dicha gente para ilustrar un grado de generosidad mucho
más alto, aun más allá de las demandas legales (<402001>Mateo 20:1-16). De
nuevo, el AT por lo general preserva la dignidad de los derechos (en este caso
los derechos de los trabajadores) en forma de responsabilidades. De igual
manera, los derechos humanos de los minusválidos se expresan en el
mandamiento de no burlarse o aprovecharse de ellos (cf. <052718>Deuteronomio
27:18; <201705>Proverbios 17:5). Esto también es santidad.
La santidad demanda justicia en la comunidad local (vv. 15-18). En el Israel de
antaño, la administración de la justicia estaba en las manos de los ancianos de
cada vecindario. Por eso era vital que su integridad no fuera maleada por el
favoritismo (v. 15), las malas intenciones o el falso testimonio entre el público
en general (v. 16). La traducción: No atentarás contra la vida de tu prójimo
es un buen consejo, pero no transmite lo que el heb. significa. La frase
realmente se refiere a la acción del tribunal que amenazaba a alguien con un
castigo capital. Así que la armonía de una comunidad dependía no sólo de “los
profesionales”, sino de la conducta apropiada de todos al evitar la calumnia, el
odio, la venganza y hasta el rencor. (El v. 17a debiera disipar cualquier
malentendido en cuanto a que la ley del AT sólo se preocupaba con asuntos
externos, y que Cristo fue el primero en condenar el pecado del corazón.) En la
sociedad actual es muy común culpar a los tribunales, la policía y a los
trabajadores sociales de todos los males existentes, mientras que al mismo
tiempo se trata de ignorar la verdadera raíz del malestar de cualquier sociedad.
Por lo tanto, el contexto del segundo gran mandamiento nos muestra que amar
a nuestro prójimo como a nosotros mismos no es sólo un asunto de
sentimientos privados o generosidad interpersonal, sino de ética social práctica
en la arena pública, incluyendo el proceso legal. Esto también es santidad.
19 La santidad que tomó una forma distintiva en el área social también debía
reflejarse simbólicamente. En las leyes sobre los animales limpios e inmundos
pudo observarse que era una prioridad sacerdotal el evitar todo tipo de
mezclas desnaturalizadas de las diversas clases. Las tres normas en este
versículo surgen del mismo interés. La separación religiosa de Israel se reflejaba
por observar algunas separaciones prácticas en la vida ordinaria. La validez de
dichas normas caducó para los cristianos al mismo tiempo que las leyes sobre
la comida; es decir, cuando la distinción entre judíos y gentiles fue abolida en
Cristo (ver discusión sobre el cap. 11).
20-22 Técnicamente, en Israel el adulterio consistía de relaciones sexuales entre
un hombre y una mujer casada o una mujer prometida para casamiento
(<052222>Deuteronomio 22:22-24). Si la mujer que estaba por casarse era una
esclava que aún no había sido redimida (es decir, libre), técnicamente todavía
era propiedad de su amo; aún no era considerada completamente una esposa o
novia que fuera libre. Así que, según la ley, la ofensa no era considerada como
adulterio. Sin embargo, el mal moral del acto se señalaba por los
requerimientos de una ofrenda por la culpa, la que por definición también
demandaba restitución a las partes perjudicadas. De esta manera se reconoce
tanto la dimensión vertical como la horizontal de la ofensa.
23-25 La santidad requería consagrar completamente a Dios toda la vida, las
posesiones, los recursos y acciones. En las cosas materiales esto incluía el
diezmo de los productos, la ofrenda de las primicias a Dios (<022319>Exodo 23:19;
<052601>
Deuteronomio 26:1-15) y la consagración de los primogénitos de los
animales (<023419>Exodo 34:19, 20; <051519>Deuteronomio 15:19-23). Esta ley
ampliaba el principio hasta incluir los árboles frutales, los cuales tomaban unos
cuantos años antes de alcanzar su potencialidad de dar fruto que valiera la
pena. El fruto del cuarto año debía ser considerado como “los primeros frutos”.
26-31 El enfoque principal de la mayor parte de esta sección es el excluir ritos
y prácticas que estuvieran asociados con la religión pagana de los cananeos,
particularmente aquellos que deformaban física y moralmente. El abuso del
cuerpo en nombre de la religión es una aberración humana bastante extendida.
El AT, con su alta perspectiva en cuanto a lo bueno del cuerpo como creación
de Dios, no lo permitía. El NT refuerza el principio con la afirmación de que el
cuerpo del cristiano es templo del Espíritu Santo (<460601>1 Corintios 6:19, 20).
32 El honor al anciano es característico de la preocupación que muestran las
leyes del AT por los grupos de personas que pudieran ser vulnerables a un
pobre trato por la sociedad; otros ejemplos serían los hijos (cf. v. 29), los
emigrantes o extranjeros (vv. 32, 33), los minusválidos (v. 14) y los que no
tenían casa (viudas y huérfanos). La sociedad que pierde respeto por Dios (v.
32b) rápidamente pierde ese respeto profundo y sagrado por la vida humana
que protege a aquellos de quienes de otra manera se pudiera prescindir (tales
como los que aún no han nacido, los niños y los ancianos). Parte de la tragedia
irónica de Job fue que habiendo sido muy cuidadoso en su defensa de dichos
grupos, él mismo llegó a ser víctima de exclusión y burla a causa de su
enfermedad (cf. <182907>Job 29:7-17 con 30:1, 9, 10).
33, 34 El mismo principio se aplica a esta trascendente ley. El AT a menudo es
criticado por proyectar una actitud exclusivista y negativa para con las naciones
extranjeras adyacentes a Israel y por su insistencia en la separación de Israel,
tanto que fácilmente se pasa por alto el sorprendente énfasis en la ley israelita
sobre el trato justo y compasivo para los extranjeros que vivían entre el pueblo
de Israel. Esta es una de muchas leyes (<021248>Exodo 12:48 ss.; 22:21; 23:9;
<051018>
Deuteronomio 10:18 ss.; 14:29; 24:14, 17; 27:19; cf. <19E609>Salmo 146:9;
<182916>
Job 29:16). Esta igualdad ante la ley era un principio que abarcaba tanto el
ser incluidos en los beneficios del sistema de sacrificios (<041515>Números 15:15
ss.; 26) y de las fiestas anuales (<051611>Deuteronomio 16:11, 14), como también
la responsabilidad por sus actos (24:16, 22; <041527>Números 15:27-31).
Es asombroso descubrir esta explícita igualdad legal para los extranjeros en la
ley del antiguo Israel en vista de su ausencia, hasta relativamente hace poco, en
la legislación de los países modernos. Y aun donde existen leyes para la
igualdad racial, la práctica real en la sociedad y de los funcionarios públicos
deja mucho que desear. Esta ley tiene una poderosa pertinencia moral en
relación con los asuntos apremiantes de los derechos y el trato de las minorías
étnicas, refugiados, obreros emigrantes, los que buscan asilo, etc. De hecho, su
fuerza moral está al mismo nivel del segundo gran mandamiento en la ley, ya
que el mandato de lo amarás como a ti mismo (hablando del extranjero, v.
34) está parafraseado casi idénticamente al v. 18. También tiene la misma
sanción (Yo, Jehovah, vuestro Dios) y la motivación adicional de la propia
experiencia de Israel en cuanto a opresión y liberación. Y esto también es
santidad.
35, 36 Por último, la santidad debe gobernar el mundo de los negocios y del
mercado. La preocupación de Dios por la justicia económica y la honestidad
comercial iguala su interés por la integridad e imparcialidad en el sistema legal.
Por supuesto, ambas preocupaciones van de la mano ya que en Israel (como
todavía en muchas partes del mundo) quienes monopolizaban el comercio
también podían corromper los tribunales. Los que mayor éxito tenían en
defraudar en los negocios eran aquellos que podían confabularse con las
autoridades, ya sea con los policías corruptos de la localidad, los respetados
comerciantes o grupos legales. Todo tipo de deshonestidad, desde un puesto
en el mercado hasta el intercambio internacional, es abominación a los ojos de
Dios (ver <052513>Deuteronomio 25:13-15); es el mismo término que se aplica a las
perversiones sexuales y al abuso de niños (ver también <300805>Amós 8:5;
<330610>
Miqueas 6:10; <240501>Jeremías 5:1; <202010>Proverbios 20:10, 23). Es con esta
perspectiva que los cristianos deben preocuparse de la injusta desproporción
de la economía mundial y la deuda de los países del Tercer Mundo.
Este capítulo sobresale por su amplio y profundo discernimiento moral. Alude a
los pensamientos del corazón y a las acciones del cuerpo, la conducta privada y
pública, y casi toca todas las áreas principales de la vida social en una
comunidad. La aplicación de algunas de sus leyes transformaría la vida de
millones en el mundo actual. Y cuanto más reflexiona uno sobre el asunto, más
se da cuenta de que aparentemente muchos cristianos ni siquiera se acercan a
las normas propuestas siglos antes de Cristo (sin mencionar lo que Cristo
expresara sobre el asunto en el Sermón del monte).
20:1-27 Faltas graves y sus castigos
La mayoría del contenido de este capítulo es una repetición del cap. 18. La
diferencia es que aquí están vinculados los castigos específicos con los delitos.
Por un lado, se nota un doble énfasis sobre los pecados que son en contra de
Dios y la verdadera adoración a él (vv. 2-6, 25-27) y, por otro lado, los
pecados que destruyen la autoridad e integridad de la familia (vv. 9-21). En
este respecto podemos ver la influencia de las dos tablas de los Diez
Mandamientos. Es esta naturaleza fundamental de las ofensas (es decir, que son
en contra de Dios y la familia) la que también explica la naturaleza severa de los
castigos.
Israel como una sociedad fue fundada sobre la base del pacto con Yahweh, y
por lo mismo los delitos que amenazaban esa relación de pacto eran
equivalentes a crímenes, castigados en el nombre de la autoridad más alta en el
Estado; es decir, Dios. La familia jugaba un papel central en la experiencia,
preservación y transmisión de esa relación de pacto, y por ello las acciones que
amenazaban a la familia, ya fuera por una seria y flagrante negligencia de la
autoridad paternal, o por desviaciones sexuales y disolución, por su misma
naturaleza también amenazaban el fundamento de pacto del sistema social. Por
lo tanto, la aplicación de la pena de muerte para tales pecados no era asunto de
venganza primitiva, sino una indicación de cuán seriamente debía Israel tomar el
pacto (cf. C.J.H. Wright, God’s People in God’s Land [Paternoster Press,
1990]). En el NT el pacto ya no es el fundamento de una nación-estado, y por
lo mismo la naturaleza del crimen y el razonamiento para los castigos ya no
están sujetos a la legislación de Israel. Sin embargo, aunque el adulterio, el
incesto y la deshonra de los padres ya no son delitos capitales en una sociedad
secular, el NT todavía los considera como males moralmente serios (cf.
<401504>
Mateo 15:4; <450129>Romanos 1:29-32; 1 Corintios 5).
Los castigos en este capítulo se dividen entre aquellos que la sociedad tenía que
aplicar (ejecución judicial), aquellos que eran dejados en las manos de Dios
(“ser excluidos”, lo que quizá significaba que se esperaba que Dios mismo
interviniera en juicio en contra del ofensor donde el delito, por su misma
naturaleza, quizá nunca se ventilaría en el tribunal; ver 7:25), y el no tener hijos
a causa de dos clases de incesto. Si nos inclinamos a pensar que estos castigos
eran inexplicablemente severos, debemos recordar el número limitado de
delitos a los cuales se aplicaban. Es muy probable que los castigos fueran
expresados en un forma severa, y que los ofensores puedan haber recibido
castigos menores. El hecho de que en caso del homicidio deliberado se
estipulaba que no habría reducción de la pena de muerte a ninguna otra forma
de castigo (como la compensación monetaria; <043531>Números 35:31) puede
significar que en otros casos se haya permitido dicha conversión de penas.
También vale la pena decir que en la mayoría de otros aspectos, la ley de Israel
era decididamente humana al comparársele con la brutalidad de los castigos
que se encuentran en los códigos legales de sociedades antiguas
contemporáneas. Para una discusión más completa de los principios del sistema
legal israelita, véase G. J. Wenham, The Book of Leviticus (Eerdmans, 1979,
pp. 281 ss.).
La motivación detrás de esto, como con todo otro aspecto de la ley israelita,
era que la gente pudiera manifestar su distinción de las otras naciones. La
demanda fundamental por santidad se repite dos veces (vv. 7, 8, 25, 26), y en
ambos casos Dios es el sujeto: Yo, Jehovah, que os santifico. La santidad no
es algo que debemos lograr por nuestros propios esfuerzos. La santidad es un
estado que ya está creado y dado por Dios. El pueblo de Dios es llamado a
mantener la santidad que él ya ha conferido sobre ellos por medio de su gracia
en promesa y redención (v. 24). El énfasis de estos versículos es: “Vive de
manera diferente porque yo te he hecho diferente. Sé lo que eres.”
21:1—22:31 La demanda de santidad para los sacerdotes
La misma expresión: Yo, Jehovah, que os santifico (<032007>Levítico 20:7), ocurre
seis veces en estos capítulos y sirve para dividir la sección (<032108>Levítico 21:8,
15, 23; 22:9, 16, 32). Todo el pueblo de Israel era llamado a ser santo; es
decir, diferente de las otras naciones, pero los sacerdotes eran llamados a ser
santos en un sentido único interno; es decir, ser diferentes del resto del pueblo
de Israel. Israel había sido apartado de entre las naciones; los sacerdotes eran
apartados de entre Israel. Así que, como Israel era llamado a practicar normas
más altas que las naciones, también los sacerdotes tenían que observar
requisitos más estrictos que el resto del pueblo.
21:1-15 Los sacerdotes tenían restricciones en relación con el duelo (a causa
del peligro de impureza por el contacto con la muerte) y sus opciones
matrimoniales. La sección se subdivide en regulaciones para los sacerdotes
regulares (vv. 1-9) y otros aun más estrictos para el sumo sacerdote (vv. 1015).
16-24 En el mundo del simbolismo israelita, la integridad espiritual y moral se
expresaba en la integridad física, así que a los hombres que pertenecían a las
familias sacerdotales, pero que tenían algún defecto físico, no se les permitía
llevar a cabo los sacrificios en el altar. Sin embargo, no se les excluía de los
ingresos materiales y del sostén de los sacerdotes, y podían comer de las cosas
sagradas que correspondían a los sacerdotes.
22:1-9 Sin embargo, si un sacerdote llegaba a estar inmundo por cualquier
razón, tenía prohibido comer de las cosas sagradas, a causa del principio vital
que lo santo y lo inmundo debían mantenerse separados (véase comentario
sobre el cap. 11). Esto podía ser algo tan mínimo como la impureza ritual por
un día, a causa de ciertos contactos, y tan grande como la impureza debido a
una enfermedad de la piel, la cual duraba todo el tiempo que la enfermedad
permaneciera sin curarse.
10-15 Estos versículos definen quién era contado como parte de una familia
sacerdotal, con el propósito de saber quién tenía permiso de comer de las
cosas sagradas.
17-33 Ya hemos visto en el cap. 11 que la distinción entre los animales limpios
e inmundos era un reflejo de la distinción entre Israel y las otras naciones. Pero
esto se lleva un paso más allá. Así como Israel estaba dividido entre sacerdotes
y la gente común, también el grupo de animales estaba dividido entre los que
podían ser usados para sacrificio y los que podían comerse. El simbolismo
paralelo era el siguiente: sacerdotes/animales para el sacrificio; otros
israelitas/otros animales limpios; gentiles/animales inmundos. Este es el patrón
que explica la similaridad de vocabulario en <032117>Levítico 21:17-21 y 22:18-24.
Al igual que los defectos y deformaciones eliminaban a un hombre del servicio
sacerdotal, también eliminaban a un animal del sacrificio.
En el NT todas estas distinciones fueron eliminadas. No sólo ya no hay judío y
gentil en Cristo, sino también una nueva humanidad reconciliada con Dios y uno
con el otro a través de él, pero también, dado que Cristo ha cumplido la
función de ofrecer sacrificios del sacerdote, ya no hay una orden separada de
sacerdotes en la iglesia cristiana en el mismo sentido que hubo en Israel. La
cortina del templo se rompió. El acceso a Dios está expedito para todos por
medio de la sangre de Cristo derramada en sacrificio (cf. <600119>1 Pedro 1:19), y
su ministerio de sumo sacerdote ahora lo lleva a cabo eternamente su pueblo
ante la presencia de Dios. De esta manera, actualmente todo el pueblo de Dios
en Cristo es reconocido como su sacerdocio santo, y la invitación a esta
comunidad se extiende explícitamente al cojo, al ciego, al leproso y a todos los
demás que previamente habían sido excluidos del sacerdocio (cf. <421413>Lucas
14:13-21). Aun al eunuco (excluido en los vv. 21 y 22) se le asegura que no
sólo puede acercarse al santuario de Dios, sino que sus sacrificios serán
aceptados (<235603>Isaías 56:3-8).
Sin embargo, aunque aquellos que ejercitan supervisión moral y espiritual en la
iglesia nunca son llamados sacerdotes en el NT, sus responsabilidades incluyen
el ministerio de la enseñanza, lo cual también pertenecía a los sacerdotes del
AT. A causa de esto, el NT requiere normas más altas en la vida personal y
familiar en aquellos que son llamados a dicha responsabilidad. Por eso, se hace
eco de estos dos capítulos (aunque en un tono muy diferente), en las listas de
los requisitos para los ancianos, obispos y diáconos (<540301>1 Timoteo 3:1-13;
<560105>
Tito 1:5-9; cf. <060301>Josué 3:1).
23:1-44 Festividades y asambleas establecidas
La santidad que se demandaba en todo aspecto de la vida social y económica
también estaba entretejida en el transcurso del tiempo. Este capítulo menciona
la secuencia de las festividades anuales por las cuales Israel no sólo marcaba
las temporadas del año agrario, sino también celebraba la historia de su
redención. El sábado semanal encabeza la lista (v. 3), en parte porque las otras
festividades incluían sábados adicionales, y en parte porque todas las
festividades participaban del principio sabático de dedicar el tiempo y el trabajo
a Dios. Este capítulo, al igual que Deuteronomio 16, es un calendario para la
persona laica. Los detalles completos de los rituales y sacrificios que los
sacerdotes necesitarían llevar a cabo se presentan en Números 28 y 29. De
igual manera, el ritual completo de la Pascua se presenta en Exodo 12 y 13.
23:4-22 Festividades primaverales. La Pascua y la fiesta de los panes sin
levadura técnicamente eran dos fiestas diferentes, pero se unieron, ya que una
seguía inmediatamente a la otra (vv. 4-8). Por supuesto, esta gran festividad
gemela celebraba el éxodo. Era, y aún es, la festividad principal de Israel para
recordar ese gran evento redentor al comienzo de su historia como nación. El
mes primero del calendario (lunar) israelita cubría desde mediados de marzo
hasta mediados de abril. Esto sucedía hacia los finales de la temporada de las
lluvias de invierno y coincidía con el comienzo de la temporada de las cosechas,
el cual se iniciaba con la cebada, el primer producto en cosecharse. La ofrenda
de las primicias (los primeros frutos; vv. 9-14) estaba unida a la Pascua y a la
fiesta de los panes sin levadura, y no era una festividad separada, como
equivocadamente parece sugerirlo el párrafo y el título en la RVA. De hecho, la
ofrenda del fruto, el grano o los primogénitos del ganado formaban parte de
cada una de las tres fiestas que marcaban el calendario agrario: la Pascua, la
fiesta de los panes sin levadura, y la fiesta de los Tabernáculos (cf. <022315>Exodo
23:15; 34:18-20).
La fiesta de las semanas (vv. 15-21), también conocida como Pentecostés
(“cincuenta”), caía 50 días después del final de la fiesta de los panes sin
levadura y la ofrenda de los primeros frutos. Llegaba en el feliz momento de
concluir con la cosecha de los granos.
El v. 22 no es una mera repetición de <031909>Levítico 19:9, 10. El mismo es un
recordatorio a Israel para que no descuidaran a los necesitados de la
comunidad en medio de su festividad y deleite en tiempos de cosecha. Las
ofrendas de vegetales y las de paz proveían comida para los sacerdotes. Los
derechos de espigar ayudaban para proveer comida a los pobres. Esta
naturaleza compasiva y socialmente inclusiva en la vida religiosa de Israel está
más claramente expuesta en <051611>Deuteronomio 16:11, 14.
23:23-44 Festividades otoñales. El mes séptimo (más o menos a mediados
de septiembre y mediados de octubre) llegaba al final del año agrario, con la
cosecha de la aceituna y de la uva. De esta manera se completaba el trío vital
de los vegetales, el aceite y el vino, y contrabalanceaba el gran festival
primaveral. La importancia de este mes (y quizá simplemente por reconocer su
simbolismo sagrado como el séptimo) estaba marcado por una asamblea
sagrada especial en el primer día, convocada con estrépito de trompetas (vv.
23-25). (De aquí el título que se da en RVA de “la fiesta de las Trompetas”,
aunque en el texto no se le da explícitamente este nombre.)
Los detalles completos del ritual del día de la Expiación se dan en el cap. 16.
Todo lo que se necesitaba en este calendario era recordarle al pueblo la
importancia de la preparación espiritual para ese día, especialmente el llamado:
Os humillaréis a vosotros mismos, lo que probablemente incluía el ayuno y
otras abstinencias.
Al igual que la solemnidad de las temporadas penitenciales del Advenimiento y
la Cuaresma en el calendario cristiano dan paso a la celebración gozosa de
Navidad y Resurrección, así en el calendario israelita al día de la Expiación le
seguía inmediatamente la celebración que coronaba el año: La fiesta de los
Tabernáculos. Esta llegaba al final de la cosecha de la aceituna y de la uva, y de
esta manera marcaba el cierre del ciclo agrario anual. Las festividades cristianas
de la cosecha caen aproximadamente en el mismo tiempo del año, pero son
sólo un pálido reflejo del hondo significado histórico con que Israel investía esta
fiesta. La gente tenía que hacer cabañas temporales con ramas (de aquí el
nombre “tabernáculos” o “cabañas”) y habitar en ellas por toda una semana.
Esto era para recordar la aparente inseguridad física de los israelitas cuando
salieron de Egipto en su viaje por el desierto, y de esta manera recordarles de
esa dependencia total en Dios que permanece aun cuando creemos estar
establecidos y seguros (cf. <050610>Deuteronomio 6:10, 11; 8:10-18; 26:1-11).
El calendario cristiano básicamente toma forma en base a las antiguas
festividades de Israel. Jesús fue crucificado durante la Pascua, y Pablo la usa
juntamente con la fiesta de los panes sin levadura en <460507>1 Corintios 5:7, 8. La
Semana Santa alcanza su clímax con el domingo de Resurrección, y Pablo
asocia la resurrección de Cristo con las primicias en <461502>1 Corintios 15:20-23.
Fue en el día de Pentecostés (la fiesta de las semanas) que el Espíritu Santo
vino con poder sobre los discípulos (<440201>Hechos 2:1), y esto se celebra el
domingo de Pentecostés. Hasta aquí, puede verse que la fe cristiana sigue al
AT al unir sus principales festividades, no meramente con las estaciones del año
sino con eventos históricos únicos. Sin embargo, la dimensión histórica de la
fiesta de los Tabernáculos no se ha preservado en las festividades cristianas de
la cosecha. Pero, como quiera, esta es eclipsada por la fiesta de la Navidad
que celebra el histórico nacimiento de Cristo.
24:1-9 El cuidado del tabernáculo
En el lugar santo (es decir, el cuarto externo del tabernáculo; ver diagrama en
la p. 192) había tres piezas de mobiliario: el altar del incienso, el candelabro de
oro y una pequeña mesa de oro. El candelabro se describe completamente en
<022531>
Exodo 25:31-39; 27:20, 21; 40:25, 26. Los sacerdotes tenían que
asegurarse de que las lámparas siempre estuvieran en orden y continuamente
encendidas (cf. <090303>1 Samuel 3:3). Esto tenía un propósito práctico porque de
otra manera el cuarto hubiera estado completamente oscuro; aunque
probablemente también tenía un significado simbólico relacionado con la luz de
la presencia y salvación de Dios (cf. <192701>Salmo 27:1), y quizá con el papel de
Israel como una luz a las naciones (cf. Zacarías 4; <420232>Lucas 2:32). Sobre la
mesa se colocaban 12 piezas grandes de pan, en dos hileras de seis cada una.
Cada sábado se colocaba un rimero nuevo y los sacerdotes se comían lo que
quitaban. Los 12 panes probablemente representaban a las 12 tribus. Fue de
este pan sagrado que el sacerdote Ajimelec permitió que David comiera a
causa de su emergencia y necesidad; una historia que Jesús usó poderosamente
(<092101>1 Samuel 21:1-6; <401203>Mateo 12:3, 4).
24:10-23 La muerte del blasfemo
El incidente hace hincapié en la seriedad de las leyes anteriores (cf. cap. 10). El
sorprendente número de detalles en cuanto a la identidad del hombre muestra
que ésta no fue una historia vaga, sino un evento bastante bien recordado. La
falta de este hombre fue que blasfemó el Nombre (es decir, el nombre
personal de Dios, Yahweh) y lo maldijo (v. 11). El mal uso del nombre divino
y el maldecirlo estaba estrictamente prohibido, y se contaba entre las faltas más
serias en contra del mismo pacto (<022007>Exodo 20:7; 22:28). Los capítulos
anteriores nos muestran que el delito no fue meramente un asunto casual de un
lenguaje sucio, como el que imprudentemente salpica las conversaciones en
público en la actualidad, o en los medios de comunicación. El nombre de
Yahweh se ha repetido casi en cada párrafo de las leyes. Era su carácter lo que
conformaba todo el sistema social de Israel y su autoridad era lo que sellaba la
ley del pacto. Entonces, blasfemarlo y maldecirlo era realmente repudiar su
autoridad y rechazar su ley. Era un crimen en contra de toda la comunidad que
dependía de la continua protección de Dios como parte del pacto y, por lo
mismo, excluía al ofensor de esa comunidad. En un sentido, la pena de muerte
sellaba la propia decisión del ofensor.
Este caso permite la oportunidad para expresar un principio legal; como quien
dice, la llamada lex talionis (la ley del talión) o sea la ley de la retribución (vv.
16b-22). La expresión: ojo por ojo se ha llegado a usar popularmente para
hablar de la, supuestamente, primitiva y sangrienta ética del AT. Esta
percepción es una desafortunada caricatura, ya que esto era un avance bastante
considerable en la historia legal; es decir, remover la venganza privada sin
límites y la enemistad en favor de una ley que limitaba el castigo por cualquier
delito a una estricta y equivalente retribución. Las faltas serias (tales como el
homicidio) no debían castigarse levemente (por ejemplo, si el ofensor era rico e
influyente), y comparativamente, las faltas leves no debían castigarse
exageradamente. Además, como ya se ha observado, raza o linaje no debía
hacer ninguna diferencia (vv. 16, 22). Todos los miembros de la comunidad
debían tratarse igualmente, con las mismas normas de justicia. Es muy posible
que las frases del v. 20 sólo hayan tenido la intención de declarar un principio
por medio de una ilustración gráfica, y no algo literal. El castigo y la
compensación debían estar en concordancia con el crimen. Otras leyes
muestran que algunas lesiones personales se trataban con la compensación (p.
ej. <022118>Exodo 21:18, 19), mientras que en el caso de un esclavo físicamente
lesionado se remediaba dándole su libertad; esta era una ley única en el mundo
antiguo (<022126>Exodo 21:26, 27).
Mientras que esta ley, aplicada estrictamente al mundo de la acción legal
pública, prescribe atención cuidadosa al castigo apropiado y equivalente por
los delitos (una preocupación que es permanentemente pertinente en cualquier
sociedad), Levítico ya ha dejado en claro que la santidad en la comunidad
significa que la gente no debía buscar desenfrenadamente la venganza por
cualquier daño sufrido (<031917>Levítico 19:17, 18; cf. <053235>Deuteronomio 32:35;
<202521>
Proverbios 25:21, 22). Por lo tanto, cuando Jesús estableció que la ley que
gobernaba los procedimientos judiciales no debiera ser la medida para la
conducta personal entre sus seguidores, estaba siendo congruente con este
principio (<400538>Mateo 5:38-42; cf. <451217>Romanos 12:17-21). Sus palabras no
deben ser malentendidas (como a menudo sucede) como una crítica o rechazo
de las normas morales del AT como un todo, sino sólo como una crítica de
hacer de los derechos legales mínimos el criterio para las relaciones, aun con
aquellos clasificados como enemigos. En esto, como en muchos otros asuntos,
Jesús restauró la auténtica voz, intención y balance de la ley del AT (cf. C. J.
H. Wright, Knowing Jesus through the Old Testament [Marshall Pickering,
1992], cap. 5).
25:1-55 El año sabático y el año del jubileo
Después del cap. 19, el cap. 25 probablemente ha sido el capítulo más
influyente de Levítico, a causa de su preocupación por la justicia económica y
social, su influencia sobre la profecía en cuanto al fin de las edades y sobre
Jesús, y su uso en ciertos círculos de la ética social cristiana. Al igual que el
cap. 19, éste nos recuerda forzosamente que la pasión israelita por la santidad
no estaba limitada sólo a los asuntos rituales y religiosos, sino impregnaba toda
la estructura económica de la vida. Es un capítulo complejo, en el que se han
juntado tres prácticas económicas distintas, a la par de secciones parentéticas y
cláusulas exceptivas. Estas son: el año sabático (séptimo); el año del jubileo
(quincuagésimo); y procedimientos redentores (en cualquier tiempo).
25:1-7 El año sabático. Esta provisión es una extensión de la ley relacionada
con el año sabático en <022310>Exodo 23:10, 11. Así como los seres humanos
descansaban en su sábado semanal, también se debía permitir que la tierra
“descansara” en el séptimo año. El motivo humanitario que se presenta en
Exodo en relación con esta ley, se ha ampliado incluyendo los derechos anuales
de espigar prescritos en Levítico (<031909>Levítico 19:9, 10; 23:22). El año
sabático se amplía un poco más en <051501>Deuteronomio 15:1, 2 en el cual las
deudas (o más probablemente las promesas dadas en los préstamos) debían
perdonarse. (Sobre la relación entre las leyes sabáticas, ver God’s People in
God’s Land, por Wright, pp. 141-151, 249-259.)
25:8-55 El año del jubileo. Aparece como el año 50 después del séptimo
año sabático, aunque algunos eruditos opinan que realmente era el año 49.
También se ha sugerido que éste era un año “corto” de 49 días, inserto dentro
del séptimo mes del año 49, a fin de alinear el calendario lunar de Israel con el
año solar. (Ver Wenham, Leviticus, pp. 302, 319.) El v. 10 presenta los
conceptos gemelos que son fundamentales a toda la institución; es decir,
libertad y regreso. Quienes habían incurrido en deudas eran libres de lo que
aún quedaba sin pagar (el AT presupone que debe hacerse cualquier esfuerzo
por pagar las deudas) y de cualquier responsabilidad que su deuda hubiera
demandado. De esta manera, ellos podían “regresar” a tomar posesión de
cualquier terreno que la familia hubiera sido forzada a entregar a un acreedor
como garantía sobre cualquier préstamo. Por lo tanto, la ley tenía el efecto de
reunir a la familia en la tierra de sus antecesores, no más allá de una generación
después de que habían incurrido en las deudas originales. Estos dos
componentes del año del jubileo: Libertad y restauración, eran los que daban
color al uso de la idea del jubileo en el pensamiento profético y más tarde en el
NT.
13-17 Estos versículos establecen las implicaciones económicas de un jubileo
repetitivo. La venta de un terreno realmente sólo era igual al precio por el uso
de la tierra. De esta manera, cuando se acercaba un jubileo, el costo para el
comprador disminuía, ya que él estaba comprando el número de cosechas
hasta que el jubileo restaurara la tierra a su dueño original. Nadie engañe a su
hermano muestra que el negocio es en efecto entre un acreedor y alguien que
está buscando un préstamo sobre la base de poner algo de su propiedad como
garantía del mismo. La cantidad del préstamo, entonces, estaba gobernada por
el número de años en los cuales se podía pagar la deuda, hasta el siguiente
jubileo. El acreedor preparaba un plan de pagos de tal manera que pudiera
recuperar todo o la mayor parte del mismo antes del jubileo. Cualquier deuda
que estuviera vigente tendría que ser cancelada y la tierra regresaba al
propietario o prestatario. Este arreglo, cuidando los intereses tanto del
acreedor como del prestatario, hacía que se actuara con cautela en cuanto a la
cantidad prestada y había hecho que la práctica inescrupulosa de préstamos
desmedidos fuese no lucrativa.
18-22 Este estímulo a observar las regulaciones sabáticas prometía bendiciones
especiales en el año que lo precedía, como respuesta a una pregunta muy
natural (v. 20). El principio teológico era que la obediencia a la legislación
económica de Israel requería fe en que Dios podía proveerles lo necesario por
medio de su control sobre la naturaleza, así como de la historia.
23, 24 Estos versículos en medio del capítulo constituyen un encabezado para
el resto de los párrafos, cuya preocupación mayor es la redención económica
de los terrenos y las personas, entretejida con el tema del año del jubileo. En el
v. 23 se expresan dos principios vitalmente importantes. Primero, la teología de
la tierra (terrenos). Como el terrateniente divino, Dios dictaminó cómo debía
dividirse y usarse la tierra, lo que significa que el sistema israelita relacionado
con la propiedad de terrenos presentaba dos características: distribución justa e
inalienabilidad. En Canaán la tierra había sido propiedad de los reyes y sus
nobles, teniendo a la mayoría de la población como agricultores arrendatarios.
En Israel, la división inicial de la tierra fue explícitamente para los clanes y jefes
de familias dentro de las tribus, de tal manera que cada quien recibió tierra de
acuerdo con el tamaño y necesidad de los grupos (<042652>Números 26:52-56;
Josué 13—21). La intención era que la tierra fuera distribuida entre todos los
miembros de una familia, tan ampliamente como fuera posible. A fin de
proteger este sistema de distribución por parentesco, la tierra que pertenecía a
una familia no podía comprarse o venderse como propiedad comercial. Tenía
que permanecer, tanto como fuera posible, dentro de la familia extendida, o por
lo menos dentro de las familias de un clan. Este era el principio detrás de la
acción de Nabot al negarse a vender su patrimonio a Acab (1 Reyes 21).
El segundo principio en el v. 23 es el estado de los israelitas como forasteros y
advenedizos. Estos términos describen una clase de gente que residía entre los
israelitas en Canaán, pero que étnicamente no eran israelitas (cf. <490219>Efesios
2:19). Ellos no poseían tierra alguna, pero sobrevivían empleándose en las
casas de los israelitas (como obreros, artesanos, etc.) que sí tenían
propiedades. Siempre que la familia permaneciera financieramente viable, sus
residentes/empleados extranjeros gozaban tanto de protección como de
seguridad. De otra manera, su posición podía tornarse precaria. Por eso las
leyes de Israel con frecuencia exigen un trato justo y generoso para ellos.
Los israelitas debían considerar su posición delante de Dios como análoga de
aquella de los residentes que dependían de ellos. De esta manera, ellos no
tenían el título de propiedad final sobre la tierra; ésta pertenecía a Dios. Aun
así, podían gozar y estar seguros de sus beneficios bajo la protección divina y
dependiendo de Dios. Así que los términos no son (como pudiera sonar en
castellano) una negativa de los derechos, sino la afirmación de una relación de
dependencia protectora. El efecto práctico de este modelo para la relación de
Israel con Dios se ve en los vv. 35, 40 y 53. Si todos los israelitas guardaban
esta misma posición ante Dios, entonces el hermano empobrecido o endeudado
debía ser considerado y tratado en la misma manera que Dios considera y trata
a todo Israel; es decir, con generosidad y espíritu redentor.
25-55 Estos versículos contienen los detalles prácticos de redención y jubileo.
Hay tres etapas descendientes de pobreza que requerían respuestas, cada una
es introducida con la frase si tu hermano se empobrece (vv. 25-28, 35-38,
39-43 y 47-53). Estos son interrumpidos por secciones que tratan con casas
en las ciudades y las propiedades levitas (vv. 29-34), y esclavos que no eran
israelitas (vv. 44-46).
La primera respuesta era redención (vv. 25-28). Inicialmente, el terrateniente
israelita que se encontraba en dificultades económicas, vendía, u ofrecía en
venta, una parte de sus terrenos. Para mantenerlo dentro de la familia, antes
que nada, era deber del pariente más cercano comprarlo (si aún estaba en
venta; p. ej. Jeremías 32) o redimirlo (si ya se había vendido; p. ej. Rut 4). En
segundo lugar, el vendedor retenía el derecho de redimirlo él mismo, si más
tarde obtenía los medios para hacerlo. En tercer lugar, y de cualquier manera,
la propiedad, sea que se vendiera o fuera redimida por un pariente, regresaba
al poder de la familia original en el año del jubileo. Las casas en las ciudades
estaban exentas de la redención normal y de las leyes del año del jubileo, ya
que no eran parte de la base económica productiva de una familia. Esta
exención no se aplicaba a la propiedad de los levitas, porque ellos no tenían
terrenos tribales (vv. 29-34).
Si la situación del hermano pobre empeoraba, presuntamente aun después de
varias ventas semejantes de los terrenos, entonces era obligación del pariente
mantenerlo como un obrero dependiente, por medio de préstamos sin interés
(vv. 35-38).
En el evento de un colapso económico total, como en el caso de un familiar
pobre que ya no tuviera terrenos para vender o hipotecar, él y toda su familia
podían venderse al pariente más rico; es decir, darse en servicio a él. El israelita
deudor no sería tratado como un esclavo, sino como un empleado residente.
Esta situación indeseable continuaría sólo hasta el siguiente año del jubileo; es
decir, no más de una generación. Después el deudor y/o sus hijos (el deudor
original podía haber muerto, pero la siguiente generación se beneficiaría del año
del jubileo; vv. 41, 54) recuperarían su patrimonio original de las tierras y
podrían comenzar de nuevo. Esta ley tenía la intención de preservar la
viabilidad de que las familias israelitas fueran propietarios de tierras, y por lo
mismo no se aplicaban a los esclavos extranjeros porque éstos no eran parte
del sistema de propiedad de terrenos (vv. 44-46). El AT contiene varias otras
leyes que protegían los intereses de dichos esclavos.
Si un hombre caía en este estado de esclavitud y deuda fuera del clan, entonces
la obligación recaía sobre todo el clan (vv. 48, 49) de prevenir esta pérdida de
toda una familia ejercitando su deber de redimirlo. También tenían el deber de
velar que un acreedor no israelita se condujera como lo haría cualquier otro
israelita para con un deudor israelita, y que las provisiones del jubileo se
aplicaran oportunamente.
De esta manera, el objetivo principal de la redención era la preservación de la
tierra y las personas del clan, en vista de que el principal beneficiario del año
del jubileo era la familia extendida, o “la casa del padre”. El año del jubileo,
entonces, era un mecanismo para prevenir la acumulación de las tierras en
manos de unos pocos o los israelitas más ricos, y preservar la fábrica
socioeconómica de múltiples familias que fueran propietarias de tierras, con la
comparativa igualdad e independiente viabilidad de las familias más pequeñas
que poseían terrenos. La sabiduría en todo esto es muy obvia en un tiempo de
adquisición, conglomerados más y más grandes y negocios multinacionales
monopolizadores.
El desarrollo teológico y ético del año del jubileo
En el AT. Aun cuando no se sabe si el año del jubileo se haya practicado
alguna vez en el antiguo Israel (no hay ningún registro de ello en las narraciones,
pero igualmente no hay ningún registro de que alguna vez se haya observado el
día de la Expiación), los dos énfasis principales del año del jubileo, que son la
libertad y la restauración, eran fácilmente transferidos de la provisión
estrictamente económica del jubileo mismo a una más amplia aplicación
metafórica. La idea de la redención y devolución se combinan en la visión futura
de Isaías 35, y coloca a la par la transformación de la naturaleza misma. La
misión del Siervo de Jehovah en Isaías contiene fuertes elementos del plan
restaurador de Dios para su pueblo, apuntando específicamente al débil y al
oprimido (<234201>Isaías 42:1-7). Isaías 58 es un ataque sobre la observación del
culto sin justicia social y hace un llamado a la liberación del oprimido (v. 6),
específicamente enfocando la responsabilidad para con los parientes (v. 7).
Aún más claramente, Isaías 61 usa las imágenes del año del jubileo para
describir al ungido como el heraldo de Jehovah para “evangelizar” al pobre,
proclamar libertad a los cautivos, y anunciar el año del favor de Jehovah (es
muy probable que ésta sea una alusión al año del jubileo). Así, en el AT, el
jubileo atrajo imágenes del futuro, pero sin perder su reto ético por la justicia
para con el oprimido en la historia contemporánea.
En el NT. Jesús anunció la inauguración del reino de Dios con su propio
ministerio. El “manifiesto del Nazareno” (<420416>Lucas 4:16-30) es la más clara y
programada declaración de esto, y cita directamente de Isaías 61, que estaba
bastante influenciado por los conceptos del año del jubileo. Es casi seguro que
Jesús no estaba abogando por un jubileo literal en su tiempo; sin embargo, hay
ecos del lenguaje figurado del jubileo; por ejemplo, en las bienaventuranzas, la
respuesta a Juan el Bautista (<401102>Mateo 11:2-6), la parábola del gran banquete
(<421412>Lucas 14:12-24) y algunos episodios sobre el perdón y enseñanzas sobre
las deudas (<401821>Mateo 18:21-35). En Hechos, este concepto del jubileo en la
restauración final se encuentra en <440106>Hechos 1:6 y 3:21. De manera
significativa, la iglesia primitiva respondió a esta esperanza en el nivel de ayuda
económica mutua (<440434>Hechos 4:34; cf. <051504>Deuteronomio 15:4).
Aplicación contemporánea. El jubileo aún permanece como un fuerte modelo
para formular ética bíblica cristiana. Su principal hipótesis y objetivos pueden
usarse como una guía y crítica para nuestra propia agenda ética en el mundo
moderno.
Económicamente, el jubileo existía para proteger una forma de posesión de
tierra que estaba basada en una distribución justa y amplia de la tierra, y para
prevenir la acumulación de propiedades en manos de unos pocos poderosos.
Esto hace eco de un principio de la creación de que toda la tierra es dada por
Dios a toda la humanidad, quien actúa como comayordomo de sus recursos.
Existe un paralelo entre la afirmación de <032523>Levítico 25:23: “la tierra es mía”,
con respecto a Israel, y la afirmación del <192401>Salmo 24:1 con respecto a la
humanidad como un todo: “De Jehovah es la tierra y su plenitud, el mundo y los
que lo habitan.” Por lo tanto, los principios morales del jubileo tienen la
intención de aplicarse a todos sobre la base de la congruencia moral de Dios.
Lo que Dios requería de Israel refleja lo que, en principio, él deseaba para la
humanidad: Una distribución amplia y equitativa de los recursos de la tierra
(especialmente los terrenos), y la restricción sobre la tendencia a la acumulación
con sus inevitables efectos concomitantes de opresión y separación. El jubileo,
entonces, se yergue como una crítica no sólo contra la acumulación masiva
privada de tierras y las riquezas relacionadas con ello, sino también contra las
formas de colectivismo en larga escala o nacionalización, lo cual destruye
cualquier sentido de propiedad personal o familiar significante.
Socialmente, el jubileo incorporaba una preocupación práctica por la familia.
En el caso de Israel, esto incluía la familia extendida, la “familia del padre”, la
cual se componía de un buen número de núcleos familiares que estaban
relacionados, descendientes de la línea masculina de un progenitor vivo,
inclusive hasta tres o cuatro generaciones. Esta era la unidad más pequeña en la
estructura familiar de Israel, y era el foco de identidad, posición,
responsabilidad y seguridad para el individuo israelita. Esto era lo que el jubileo
intentaba proteger y periódicamente restaurar si era necesario. Notablemente,
lo hacía no sólo por medios “morales” (es decir, apelando por una mejor
unidad familiar o amonestando a los padres e hijos), sino proveyendo leyes
como mecanismos estructurales específicos a fin de regular los efectos
económicos de las deudas. La moralidad familiar no tenía sentido si las familias
eran separadas y desposeídas por fuerzas económicas que los dejaban sin
poder alguno (cf. <160501>Nehemías 5:1-5). El jubileo aspiraba restaurar la
dignidad social y la participación de las familias por medio de mantener o
restaurar su viabilidad económica. El colapso económico de una familia en una
generación no iba a condenar a todas las generaciones futuras a una esclavitud
perpetua de deuda. Estos principios y objetivos realmente no deben ser ajenos
a las leyes de bienestar social, o a cualquier legislación con implicaciones
socioeconómicas.
Teológicamente, el jubileo se basaba sobre varias afirmaciones que estaban en
el centro de la fe de Israel, y su importancia no debe pasarse por alto al
momento de evaluar su pertinencia en relación con la ética y misión cristianas.
Al igual que el resto de las provisiones sabáticas, el jubileo proclamaba la
soberanía de Dios sobre el tiempo y la naturaleza, y su obediencia requería
sometimiento a esa soberanía; he aquí por qué el año se reconoce como
“santo”. En otras palabras, debía observarse como resultado del “temor al
Señor” (vv. 12, 17). Además, observar la dimensión del año en que no se
cosechaba requería fe en la providencia de Dios como el único que podía
ordenar que hubiera bendición en el orden natural (vv. 18-22). Se provee
motivación adicional para observar la ley apelando repetidamente al
conocimiento de los actos históricos de redención de Dios en el éxodo, y todo
lo que esto había significado para Israel (vv. 38, 42, 55).
A esta dimensión histórica se agregaba la repetida experiencia del perdón, ya
que el año del jubileo se proclamaba en el día de la Expiación (v. 9). El saberse
perdonado por Dios debía reflejarse en la remisión práctica de las deudas y la
liberación de los compañeros israelitas. Y, como se ha observado, la implicada
esperanza futura del jubileo lit. se unió con la esperanza escatológica de la
restauración final de Dios para con la humanidad y la naturaleza a su propósito
original. Aplicar el modelo del jubileo, entonces, requiere que la gente haga
frente a la soberanía de Dios, confíe en su providencia, conozca su acción
redentora, experimente su expiación, practique su justicia y confíe en sus
promesas. Todo el modelo encierra la misión evangelizadora de la iglesia, su
ética personal y social, y su esperanza futura.
26:1-46 Bendiciones, maldiciones y promesas
En el mundo antiguo era una práctica muy común cerrar los documentos legales
más importantes, tales como los tratados internacionales, con una lista de los
beneficios que resultarían por cumplirlos, y la invocación de maldiciones sobre
aquellos que los violaran. Este formato común se encuentra aquí y en
Deuteronomio 28. Después de la introducción que recuerda a Israel de las
demandas esenciales de la ley (vv. 1, 2), el capítulo prosigue mencionando las
bendiciones que acompañarían a la obediencia (vv. 3-13), los desastres que
resultarían de la desobediencia (vv. 14-39), y la posibilidad de una restauración
a largo plazo aun después del juicio (vv. 40-45).
26:3-13 Obediencia y bendición. Sería un error pensar que las bendiciones
y maldiciones en este capítulo fueran asuntos de recompensa o castigo
“igualmente opuestos” (como parecen sugerirlo los encabezados en la RVA).
No hay tal cosa como que las bendiciones se “ganarían” como una recompensa
por buena conducta, en la misma manera que los desastres serían merecidos
como juicio. Israel no tenía que ganarse las bendiciones de Dios. Ya estaban
ahí, como promesas intrínsecas a la relación de pacto; como quien dice, en las
escrituras de Israel: Desde el pacto de Dios con Abraham. Pero esa bendición
podía experimentarse en toda su plenitud sólo si Israel vivía de acuerdo con el
pacto. De otra manera sería invalidado, y el hecho de que Dios retuviera sus
bendiciones expondría a Israel a los peligros de una tierra maldecida y a la
debilidad humana.
Cuatro son los elementos que conforman las bendiciones prometidas: lluvia y
una buena cosecha (vv. 3-5); paz y seguridad (vv. 6-8); incremento numérico
(v. 9); y la morada de Dios en el pueblo (vv. 11-13). Estas son realmente las
mismas bendiciones mencionadas en el pacto con Abraham (<011201>Génesis 12:13), con algo extra del sabor local. Dios le había prometido a Abraham que
tendría una multitud de descendientes; que ellos tendrían una tierra (pero eso
hubiera sido fútil sin lluvia, cosechas y seguridad); y sobre todo, que gozarían
de poseer una relación de bendición con Dios. Estos versículos no sólo hacen
eco del pacto con Abraham, sino también del pacto con Noé (<010821>Génesis
8:21—9:17), e inclusive hacen recordar el jardín del Edén. Andaré entre
vosotros (26:12), usa la misma y poco común forma del término que se utiliza
para describir la manera en que Dios caminaba y acompañaba a Adán y Eva
(<010308>Génesis 3:8; cf. 5:22, 24; 6:9; 17:1). Era para restaurar dicha intimidad
con Dios, por el gozo de vivir con Dios en la buena tierra de Dios, que él los
había redimido en el gran evento del éxodo, el cual en sí mismo era una prueba
de la fidelidad a su pacto (v. 13).
26:14-39 Desobediencia y maldiciones. Como era la costumbre en dichos
documentos, la lista de las maldiciones es más extensa. En esencia es una
descripción del reverso o la retención de las bendiciones de Dios, con
resultados desastrosos. La secuencia de los horrores era bien conocida en el
mundo antiguo: Enfermedades (v. 16), derrotas (v. 17), sequías (vv. 18-20),
animales salvajes (vv. 21, 22), guerra, plagas y hambrunas (vv. 23-31),
devastación, dispersión y deportación (vv. 27-39). Estas cosas son comunes en
un mundo de desastres naturales o humanamente ocasionados. Pero en este
contexto del pacto de Israel con Dios, eran el vehículo del castigo de Dios (cf.
v. 25). Era sobre esta base que los profetas podían interpretar los eventos de
su día que caían en tal patrón como evidencia de un pacto roto y la ira de Dios.
Pero los profetas también se daban cuenta de que tales castigos eran con el fin
de hacer volver a Israel hacia Dios en arrepentimiento (cf. <300406>Amós 4:6-12) y,
en textos como éste, también veían que había esperanza.
26:40-45 Arrepentimiento y restauración. Los “si” (conjunción
condicional) bíblicos a menudo son ricos en significado, y este es uno de los de
mayor alcance. A pesar del pecado, juicio y exilio, el futuro no estaba vedado
(cf. <053001>Deuteronomio 30:1-10). La única esperanza para Israel, tal como lo
habían comprobado desde el incidente del becerro de oro (Exodo 32—34),
descansaba en la fidelidad de Dios para con su pacto, aun cuando ellos
estuvieran sobre las ruinas de su propia traición y fracaso. Dios tenía un futuro y
una esperanza para ellos, de la cual echaron mano los profetas durante el
tiempo del exilio (cf. <242910>Jeremías 29:10-14; 30, 31; <263425>Ezequiel 34:25-31;
36:24-38; 37:24-28). La razón para esto, aunque aquí no se expresa
directamente sino que está implícita en la referencia al pacto con Abraham, era
que Israel fuese el vehículo del propósito redentor de Dios para bendecir a
toda la humanidad. Su compromiso con Israel era a causa de su compromiso
con todas las naciones. Dios no los destruiría completamente, por la simple
razón de que él no abandonaría su misión de salvar al mundo. Es esa conexión
entre la fidelidad de Dios para con Israel y la salvación extendida a las naciones
gentiles lo que llevó a Pablo en Romanos 9—11 a reflexionar hondamente
sobre éste y otros pasajes acerca de la restauración (especialmente
Deuteronomio 32). Es también en ese contexto más amplio en el cual
necesitamos interpretar la triple promesa de Dios en cuanto a que él recordará
su pacto con Abraham (v. 42), de la tierra (vv. 42b, 43) y el pacto de Sinaí (v.
45). No es que Dios los haya “olvidado”, pero así como se acordó de
Abraham y después tomó acción para salvar a Israel de Egipto (<020224>Exodo
2:24), de la misma manera actuaría otra vez para salvar a su pueblo. Zacarías,
el padre de Juan el Bautista, convirtió dichos pensamientos en un himno de
alabanza al estar frente a lo que era el clímax de la acción salvadora de Dios
(<420167>Lucas 1:67-79).
27:1-34 Valorización de los votos y de las cosas consagradas a Dios
En ninguna parte del AT se ordena hacer votos, o la dedicación de personas y
cosas a Dios (aparte del diezmo regular, los primeros frutos y la consagración
de los primogénitos). Los votos especiales eran enteramente voluntarios. Sin
embargo, en lo que sí insistía la ley era en que la gente no hiciera votos o
compromisos y después fallaran en cumplirlos. Con Dios no se debía jugar, y
las promesas que se le hacían debían tomarse seriamente como promesas
hechas a cualquier otra persona. El principio se resume muy bien en
<052321>
Deuteronomio 23:21-23. No había culpa alguna por no hacer ningún voto;
pero hacer un voto y no cumplirlo hacía que se incurriera en culpa (cf.
<210502>
Eclesiastés 5:2-7; <202025>Proverbios 20:25).
Este capítulo, reconociendo que la gente comprometida a vivir en santidad y
tratando de vivir de acuerdo con lo expresado en los capítulos anteriores podía
ser tentada a hacer “ofertas” demasiado entusiastas o poco realistas ante Dios,
templa dicho entusiasmo con la cruda realidad. Los votos deben hacerse sólo
estando completamente conscientes de su costo. Era posible redimir un voto;
es decir, lit. rescatarse uno mismo de las consecuencias, pero estas reglas
muestran que esta era una opción bastante cara. En algunos casos, el cambiar
de idea incurría en un cargo del veinte por ciento sobre el valor de aquello
originalmente dedicado.
El capítulo trata con los votos en relación con las personas (vv. 2-8), animales
(vv. 9-13), casas (vv. 14, 15), campos (vv. 16-25) y después concluye con
algunas normas relacionadas con el asunto (vv. 26-33). El efecto básico de un
voto o dedicación era que la persona u objeto se daba a Dios, lo que
normalmente significaba que él, ella o ello estaba a la disposición de los
sacerdotes y del santuario. Por lo tanto, una persona que se dedicaba, o un
miembro de su familia, quizá asistiría al sacerdote en algunos aspectos de sus
tareas que no involucraran ningún contacto directo con los sacrificios sagrados.
Los animales, las casas o los campos vendrían a ser parte de los ingresos de los
sacerdotes, especialmente si se convertían en su valor en efectivo. El niño
Samuel es probablemente un buen ejemplo de esto, e ilustra el tipo de
circunstancias que pudieran haber llevado a formular los votos (1 Samuel 1, 2).
Si la persona así dedicada no deseaba servir de esa manera, él o ella podía ser
redimido pagando una suma de dinero al sacerdote en turno. Las cantidades en
los vv. 3-7 son reales, no simplemente nominales. Las mismas probablemente
reflejan el valor actual con que se consideraba la capacidad laboral de los
esclavos. Esto significa que no debemos pensar que los seres humanos recibían
un valor nominal, sino que la valorización era una estimación del trabajo
productivo que hubieran podido realizar. Como es característico, así como en
las leyes para los sacrificios, se hace provisión para los más pobres (v. 8).
En el caso de los campos (vv. 16-25), la persona podía dedicar a Dios una
parte de sus propiedades, y si más tarde no la redimía, pasaba
permanentemente a los sacerdotes en el año del jubileo. En todo caso, el
verdadero dueño era Dios. Pero la persona no podía dedicar a Dios
permanentemente un campo que hubiera comprado de alguien más (quizá como
garantía por un préstamo), ya que, según las leyes del cap. 25, en última
instancia no le pertenecía al comprador. En el año del jubileo tenía que ser
devuelta al dueño original.
Aunque este capítulo parece ser algo así como un apéndice, después del gran
clímax del cap. 26, su preocupación con los votos, dedicación y devoción no
está completamente fuera de lugar. Los actos especiales o excepcionales de
dedicación presuponen una vida general de dedicación a Dios. Los votos no
hacen más santa a una persona, pero sí pueden representar un compromiso
específico, una respuesta seria al Dios cuyo carácter, demandas y bendiciones
han sido claramente presentadas en el resto del libro. En el contexto cristiano,
tales dedicaciones pueden tomar diferentes formas, pero ciertamente pueden
incluir personas, posesiones, propiedades y campos. No hay coacción, pero
cuando se hacen promesas o declaraciones, entonces Dios no se complace en
quienes desean hacer trampa (<440432>Hechos 4:32—5:11; cf. <470907>2 Corintios
9:7). Al fin y al cabo, cualquier voto o dedicación personal que podamos hacer
nace de esa consagración total de toda la vida al servicio a Dios, lo cual es la
marca de todo verdadero discípulo de Cristo (<451201>Romanos 12:1, 2).
Toma mi vida y permite que sea
a ti, Señor, consagrada.
Toma mis momentos y mis días;
que fluyan en incesante alabanza.
(Frances Ridley Havergal)
Christopher J. H. Wright
NÚMEROS
INTRODUCCIÓN
TITULO
Las Biblias en castellano, siguiendo las versiones latinas y gr., dan el nombre de
Números a este libro. Este título era conocido desde el siglo II d. de J.C., y
quizá mucho antes. El título indica que el libro comienza y termina con un censo
de Israel y sus sacerdotes (caps. 1—4, 26). La tradición judía usaba otro
títulos, tomados de las primeras palabras del texto heb. Estas palabras eran:
“En el desierto” (refiriéndose a los 40 años de esta historia que pasaron en el
desierto); “Y él habló” (algunos de los primeros Padres de la iglesia favorecían
este título ya que enfatizaba el hecho de que todo el libro tiene que ver con la
palabra de Dios, el negarse Israel a creer en esa palabra, y la fidelidad de Dios
para con ella); y “El cuarto libro de Moisés” (parte del Pentateuco, desde
Génesis hasta Deuteronomio).
BOSQUEJO DEL LIBRO
El libro de Números se divide en tres partes.
Preparación para salir hacia Canaán y heredar la tierra (caps. 1—10).
En esta sección Moisés prepara a Israel. Las tribus son contadas, organizadas
y purificadas, se establece el sacerdocio, se consagra el tabernáculo y se
celebra la Pascua. Cada detalle de esta preparación es ordenado por la palabra
de Dios. Dos son las cosas que se pretenden: Hacer que Israel sea digno de la
presencia de Dios y prepararlos para que posean la tierra prometida como su
herencia, según lo que Dios había prometido en su pacto con Abraham. Al final
de esta preparación completa, el pueblo se dirigió hacia Canaán, guiados por la
presencia de Dios en la nube y el fuego que estaban sobre el arca del pacto.
En camino hacia Canaán (caps. 11—25). Lo que hubiera sido un
peregrinaje gozoso se convirtió en un sendero de descontento. Mientras que la
gente viajaba comenzó a quejarse. Cuando vieron a las poderosas naciones
que habitaban Canaán rehusaron entrar. En incredulidad, rechazaron las
promesas de Dios. Consecuentemente, tuvieron que permanecer en el desierto
y morir ahí. Cerca del fin de los 40 años, otra vez se encaminaron hacia
Canaán.
Nuevos preparativos para heredar la tierra (caps. 26—36). Después de
40 años, el pueblo llegó hasta los campos de Moab. El enfoque de esta sección
está sobre la herencia. La nueva generación es contada y se le ordena cómo
repartir la tierra, y qué ofrendas presentar ahí. De esta manera se preparaban
para heredar la tierra prometida. Los preparativos finales incluyeron el mandato
de que la tierra asignada a cada tribu nunca debía ser traspasada; de esta
manera se garantizaba la herencia. A pesar de la incredulidad de Israel, Dios
fue fiel al propósito de su pacto.
TIPO DE LITERATURA
Es muy importante conocer qué tipo de literatura es Números Por supuesto,
este es un principio de interpretación: Se debe identificar el tipo de literatura de
los libros bíblicos y su contenido. Los libros de la Biblia no son todos iguales.
Están conformados de diferentes tipos de literatura: ley, historia, salmos,
Evangelios, cartas, etc. Los diferentes tipos no pueden leerse de la misma
manera. Por ejemplo, la historia es diferente a la doctrina. Hechos (historia)
registra la circuncisión de Timoteo “por causa de los judíos” (<441603>Hechos
16:3). Aun así, por carta (doctrina) Pablo enseña que la circuncisión ya no es
requerida (<480203>Gálatas 2:3; 5:2; 6:12-16). La distinción es importante porque
debemos obedecer la doctrina, pero no necesariamente seguir el ejemplo de la
historia.
En el libro de Números encontramos cuatro tipos principales de escritura:
Narración, ley, registros administrativos y discursos. Si extrajéramos las
secciones narrativas, tendríamos una historia continuada de los eventos que se
sucedieron. Por ejemplo, pudiéramos dejar afuera los detalles de los censos y
las leyes acerca de las ofrendas y las fiestas y quedaríamos con un relato de lo
que sucedió con Israel en Sinaí, en el desierto y en las planicies de Moab. Este
es el marco de referencia del libro (ver Tabla 2). Los principales asuntos de
las leyes son el sacerdocio (<040404>Números 4:4-33; 8:6-26; 18:1—19:22), la
purificación (<040505>Números 5:5—6:21), las ofrendas y las fiestas (<040911>Números
9:11b-14; 10:1-10; 15:1-41; 28:1—30:16) y mandamientos relacionados con
la herencia de la tierra de Canaán (<042708>Números 27:8-11; 31:21-24; 34:1—
35:34; 36:7-10). Los registros administrativos incluyen listas de líderes
(<040105>Números 1:5-16; 13:4-16; 34:19-29), genealogías y censos
(<040120>Números 1:20-46; 3:1-4, 17-29; 4:34-49; 26:4-51, 57-62), registros de
los lugares donde acamparon (<040203>Números 2:3-33; 33:1-49), listas de las
ofrendas de las tribus y tributos (<040712>Números 7:12-88; 31:32-40, 42-47),
correspondencia diplomática (<042014>Números 20:14-20; 22:5, 6, 16, 17), y los
registros de los límites de la tierra (<043403>Números 34:3-12). Los discursos que
son citados incluyen oración (<041035>Números 10:35, 36), bendiciones
(<040624>Números 6:24-27), oráculos (<042307>Números 23:7-10, 18-24; 24:3-9, 1524), votos (<042102>Números 21:2), juramentos (<040519>Números 5:19-22; 14:20-25,
28-35), poemas, cantos y dichos antiguos (<042114>Números 21:14, 15, 17, 18,
27-30). A menudo estos discursos hacen resaltar lo significativo de los eventos
registrados en la narración y, por lo tanto, pueden ser cruciales para su
trasfondo.
MARCO DE REFERENCIA NARRATIVO
Las leyes, los registros administrativos y los discursos todos caen
perfectamente dentro de la narración, la cual provee un marco de referencia.
Los registros administrativos forman una parte natural de la narración. Por
ejemplo, los mensajes enviados entre Edom e Israel (<042014>Números 20:14-20)
ayudan a relatar la historia de cómo Edom se negó a permitir que Israel pasara
por su territorio camino a Canaán. De hecho, los registros administrativos
ayudan a crear el carácter especial de las narraciones de Números
No es muy claro cómo es que las leyes caen dentro de la narración. Muchos
lectores han quedado con la duda del porqué las leyes están colocadas donde
están. Sin embargo, existe una conexión y si no se reconoce el libro no puede
ser comprendido de manera apropiada. Se pueden proveer dos ejemplos de
esto. Primero, el relato de la rebelión del levita Coré en contra de Aarón (caps.
16, 17) es seguido inmediatamente por leyes que confirman el sumo sacerdocio
de Aarón de entre los levitas (caps. 18, 19). Segundo, el relato del fracaso de
Israel de no entrar a Canaán a causa de su incredulidad y el juramento de Dios
de que esa generación nunca entraría (caps. 13, 14) es seguido inmediatamente
con leyes que implican que Israel algún día poseería la tierra (cap. 15). Esas
leyes comenzarían “cuando hayáis entrado en la tierra...”, y las ofrendas
requeridas serían de harina, aceite y vino; es decir, de los productos de la
tierra. Así, estas leyes muestran la gracia de Dios a pesar del pecado de Israel.
La relación entre las narraciones y las leyes se muestra más claramente en la
Tabla 2.
La narración muestra un enfoque sobre los discursos clave. Los relatos
hebreos tienden a citar las palabras de los personajes principales. El clímax de
una historia frecuentemente se expresa en algún discurso significativo. Por
ejemplo, el relato de la prueba de fe de Abraham (cuando se le ordenó
sacrificar a Isaac) alcanza su clímax con el juramento de Dios (<012215>Génesis
22:15-18). Dichos discursos clave expresan el punto central del relato.
Números, al igual que Génesis, cita los discursos clave en puntos cruciales de la
narración. Estos se muestran en la Tabla 3.
CARACTERISTICAS IMPORTANTES DE LA NARRACION
Se puede aprender mucho del estilo y carácter de la narración.
La narración no es perfectamente cronológica
Generalmente hablando, Números es bastante cronológico. Sin embargo, en
algunos lugares no se sigue el orden histórico. Esto es verdad particularmente
en los caps. 1—10, los cuales registran los eventos de los primeros dos meses
del segundo año después del éxodo. Si se reorganizara el texto, el orden
cronológico quedaría de la siguiente manera: en el primer día, el tabernáculo es
erigido (<040915>Números 9:15-23); durante 12 días las tribus trajeron sus ofrendas
para su consagración (<040701>Números 7:1—8:26); en el día 14 se celebró la
Pascua (<040901>Números 9:1-14); dos semanas más tarde, en el primer día del
segundo mes, se llevó a cabo el censo y se purificó el campamento
(<040101>Números 1:1—6:27); en el día 20 Israel se puso en marcha hacia Canaán
(<041001>Números 10:1-36). Números no es el único libro en la Biblia donde el
orden cronológico se ha hecho a un lado para dar paso a otro arreglo. Este
parece ser el caso en algunos de los Evangelios, por ejemplo. En tales casos,
existe una razón del porqué no se ha seguido el orden histórico. Si podemos
descubrir esa razón, arrojará luz sobre el propósito del autor.
En los caps. 1—10 el autor parece seguir el plan del campamento. El
campamento estaba organizado en dos círculos: En el círculo externo se
encontraban las tribus, y en el círculo interno estaban los sacerdotes con el
tabernáculo en el centro (ver material sobre 2:1-34). Este plan mostraba a
Israel que Dios debía ser el centro de sus pensamientos y vida. Israel
necesitaba sobre todo que Dios morara entre ellos (<023303>Exodo 33:3-16).
Debían desear su presencia más que cualquier otra cosa (<194201>Salmo 42:1-3).
Siguiendo el orden: El campamento de las tribus (círculo externo), el
campamento de los sacerdotes, y el tabernáculo (centro del círculo interno), el
autor dirige al lector al centro del mismo. Hace esto tres veces. Primero, con el
censo de las tribus (caps. 1—2) y después con el de los levitas (caps. 3—4) y,
en segundo lugar, con la consagración de los campamentos (caps. 5—6) y
después con la del tabernáculo y el sacerdocio (caps. 7—8). Finalmente, ya
cerca del tiempo de partir, Israel observa primero la Pascua en todo el
campamento (<040901>Números 9:1-14), después la nube aparece sobre el
tabernáculo (<040915>Números 9:15-23), y luego la partida de Israel. El evento más
importante, la manifestación de la presencia de Dios, la cual realmente se llevó
a cabo antes que todos los otros eventos, se reserva para el final. Esta demora
crea un sentido de clímax y resalta lo que es más importante. De esta manera el
deseo de Israel se retiene hasta el final. Por último, la nube desciende y la
presencia permanente de Dios se manifiesta a su pueblo (9:15-23). Sólo
entonces pueden partir hacia Canaán (cap. 10).
Es interesante comparar Exodo y Números (Exodo 40 guarda un paralelo con
<040915>
Números 9:15-23.) El libro de Exodo nos lleva desde la esclavitud en
Egipto hasta el Sinaí y la gloria de la presencia de Dios en el tabernáculo y la
nube (Exodo 40). El clímax es la morada de Dios entre su pueblo tal como se
lo prometiera a Abraham (<011707>Génesis 17:7). Números va un poco más allá de
este punto a un nuevo foco de interés: La herencia de la tierra de Canaán. Dios
guía a Israel a la tierra prometida en el pacto con Abraham (<041029>Números
10:29). El resto del libro de Números trata con la herencia que perdió una
generación, pero fue preservada para la siguiente.
La narración deja mucho fuera
Números cubre un período como de 40 años. Sin embargo, no registra todo lo
que sucedió en esos 40 años. Hay un vacío como de 38 años entre los caps.
19 y 20 (<050214>Deuteronomio 2:14; <042112>Números 21:12). El relato se concentra
en unos cuantos meses del segundo año y al final del año 40; no se dice nada
de lo que pasó en medio de esos años.
Moisés conservó una lista de los lugares en que acamparon (cap. 33). La
narración sólo menciona unos cuantos lugares en el transcurso del viaje (p. ej.
<040101>
Números 1:1; 9:1; 12:16; 20:1, 22, 23; 33:50; 36:13). Una comparación
con la lista de Moisés confirma el vacío en la narración. Dos episodios pueden
haber ocurrido en los años intermedios en el desierto. La lapidación de un
violador del sábado (<041532>Números 15:32-36) y la rebelión de Coré
(<041601>Números 16:1-50). El primero ocurrió “en el desierto”, pero esto parece
significar el desierto de Parán (<041532>Números 15:32). El segundo no está
fechado, pero parece haber resultado del fracaso de poseer la tierra
(<041614>Números 16:14), y es bastante razonable concluir que esto sucedió muy
rápido (notar <041641>Números 16:41, por ejemplo). Israel permaneció en Cades
por muchos días, suficiente tiempo para que sucedieran estas cosas
(<050146>Deuteronomio 1:46). Aun si es que ocurrieron más tarde en el peregrinaje,
el autor no se preocupa por decírnoslo; al contrario, él los adhiere a la rebelión.
De esta manera, no hay ningún registro del peregrinaje desde Ritma hasta
Cades (<043319>Números 33:19, 36).
El punto básico es que el autor enfoca su atención en tres fases cruciales: La
preparación (caps. 1—10); la rebelión (caps. 13—19); y el final del
peregrinaje y una nueva preparación (caps. 20—25, 26—36). Además, su
silencio en cuanto al período que pasaron en el desierto es un testimonio
elocuente de que esos fueron años perdidos. Es obvio que el autor ha sido
altamente selectivo, escogiendo cuidadosamente qué incluir. Quiere que
nosotros prestemos atención a lo que ha registrado e ignoremos lo demás.
La narración alterna entre la palabra de Dios y las palabras de los hombres
Se establece un marcado contraste entre los dos. Dios da su palabra y la
obediencia produce excelente progreso. Sin embargo, cuando Israel habla, lo
que se escucha es murmuración, quejas y rebelión, y esto provoca el juicio de
Dios.
En los caps. 1—10, el factor que provee dirección es la palabra de Dios.
Repetidamente leemos: “El Señor habló” (<040101>Números 1:1; 2:1; 3:1; etc.). El
término hebreo para “habló”, tal como se usa aquí, conlleva el sentido de dar
mandato; es decir, todo se hizo “conforme a la palabra del Señor”
(<040339>Números 3:39, 42; 9:18-23). El resultado fue el progreso y la paz. A
través del libro se deben notar declaraciones como: “El Señor habló”,
refiriéndose a la dirección que proveía la palabra de Dios.
En los caps. 11—25 el cuadro cambia completamente. Cuando el pueblo
comienza a hablar, se quejan contra Dios. La murmuración caracteriza el
peregrinaje y repetidamente leemos que “el pueblo se quejó”. Rezongaban
debido a las penurias (<041101>Números 11:1), la falta de carne (<041104>Números
11:4) y por lo que les esperaba en Canaán (<041401>Números 14:1-4). María y
Aarón se opusieron a Moisés (<041201>Números 12:1); Coré y sus seguidores se
opusieron a Moisés y a Aarón (<041602>Números 16:2, 3), y muy pronto los siguió
toda la comunidad (<041641>Números 16:41, 42). Muchos años más tarde aún se
encontraban quejándose, esta vez en cuanto a la falta de agua (<042002>Números
20:2, 3); y sólo a seis meses antes del final de los 40 años (<042104>Números 21:4
ss.) aún se estaban quejando. En la sección central de Números (caps. 11-25),
la palabra de Dios viene como respuesta a las palabras malignas de Israel.
Leemos que “lo oyó el Señor” (<041101>Números 11:1, 18; 12:2). Aunque el
pueblo fue castigado, la palabra de Dios reafirmó su voluntad y proveyó para
bendiciones continuadas.
En los caps. 26—36 la palabra de Dios dirige a Israel y confirma la herencia.
Esta estructura alternada revela un elemento fundamental en la teología de
Números: Dios permanece fiel a su propósito del pacto a pesar de los
repetidos fracasos de Israel. Quienes le provocan pierden su herencia. También
pierden la vida. Aun así Dios permanece fiel y su palabra constantemente
confirma que sus propósitos no cambian. Esto lo confirman las Escrituras.
Pablo escribe: “Si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a
sí mismo” (<550213>2 Timoteo 2:13), y “¿Qué, pues, si algunos de ellos han sido
infieles? ¿Acaso podrá la infidelidad de ellos invalidar la fidelidad de Dios? ¡De
ninguna manera! Antes bien, sea Dios veraz, aunque todo hombre sea
mentiroso...” (<450303>Romanos 3:3, 4).
INFORMACION GEOGRAFICA
Números contiene información en cuanto a la ruta de Israel en su viaje desde
Sinaí hasta Moab (cap. 33). Consecuentemente, muchos comentarios dividen el
libro de acuerdo con su geografía; es decir, según las tres localidades
principales: Sinaí, el desierto y Moab (ver Tabla 1 y el mapa en la p. 119). Sin
embargo, la geografía no determina la estructura del libro. Ya hemos visto que
la mayoría del viaje es ignorado. Si hacemos demasiado hincapié en la
geografía, el resultado puede oscurecer la estructura teológica del texto.
Sin embargo, la geografía sí apoya la teología. Sinaí fue el monte de la
revelación (y la palabra de Dios dirige, caps. 1-10). Las zonas desoladas del
desierto, fuera de la herencia prometida, forman el ambiente de los años
perdidos de esterilidad espiritual y muerte (caps. 11—25). Moab estaba en la
frontera de Canaán, donde Israel se preparó nuevamente para recibir la
herencia. Sin embargo, Números no es una colección de episodios aislados
unidos porque sucedieron en el mismo viaje o lugar. Al contrario, el libro
presenta una clara teología a la cual apoya la información geográfica.
Obsérvese también que hacia el fin del libro los lugares donde Israel acampa se
mencionan más a menudo. Esto conlleva el sentido de un avance rápido hacia la
meta por la cual Israel ha esperado largo tiempo. Su progreso se acelera
porque los 40 años del peregrinaje están llegando a su final. Cada campamento
es un paso más cerca a la tierra prometida. La emoción crece mientras se
acercan a Canaán (<042001>Números 20:1—22:1; 33:1-50).
LUGAR EN EL PENTATEUCO
Números es una parte integral del Pentateuco. Está unido a los otros libros en
dos maneras cruciales. Primera, hay una continuidad en la historia. Números
sigue a Exodo y conduce a Deuteronomio Exodo se mueve desde Egipto hasta
el primer año en Sinaí; Números cubre los siguientes 40 años, moviéndose
desde Sinaí hasta Moab (estudiado en <050106>Deuteronomio 1:6—3:29);
Deuteronomio trata con la renovación del pacto en las planicies de Moab. Hay
continuidad y desarrollo en las leyes e instituciones. Exodo registra la
construcción del tabernáculo (Exodo 25—40); Números se superpone a
Exodo en el relato de la construcción del tabernáculo y contiene instrucciones
para transportarlo (4:4-33). Otros temas comunes incluyen el sacerdocio, las
ofrendas, fiestas, votos y purificación.
Segunda, hay unidad en la teología. El principal factor unificador es el pacto
que Dios hizo con Abraham (Génesis 11—22). Este es el fundamento provisto
en Génesis y compartido por Exodo, Levítico, Números y Deuteronomio Esta
es la razón por la que Dios libera a Israel de Egipto, se encuentra con ellos en
Sinaí y los conduce por el desierto hasta las planicies de Moab. Esta es la razón
para un tabernáculo y un sacerdocio. Estas verdades fundamentales deben
ahora explorarse en el estudio de la teología de Números y sus principales
doctrinas.
TEOLOGIA Y DOCTRINAS PRINCIPALES
El libro de Números contiene una doctrina fundamental: El pacto con Abraham,
el cual unifica todo el libro. Hay otras doctrinas importantes, particularmente, la
palabra de Dios, la fe, la apostasía y la santidad del sacerdocio. Estas se
mantienen unidas por el pacto con Abraham, el cual provee el principio
organizador.
El pacto con Abraham
Las promesas de Dios a Abraham estaban enmarcadas en un pacto y
confirmadas con un juramento (<011201>Génesis 12:1-3, 7; 13:14-17; 15:1-16;
17:1-21; 22:15-18). Fue tal la fuerza de este juramento que es imposible que
Dios abandone las promesas de su pacto (<580613>Hebreos 6:13-18). Este pacto
juramentado es más permanente que los cielos y la tierra (<160906>Nehemías 9:6, 7;
<234008>
Isaías 40:8; <243136>Jeremías 31:36, 37; 33:25, 26; <402435>Mateo 24:35; <600123>1
Pedro 1:23-25). El mismo pacto fue renovado con Isaac y con Jacob
(<012603>Génesis 26:3-5; 28:13-15). Al repetirse el pacto, emerge una fórmula que
contiene cuatro promesas principales.
1. La relación con Dios. “Yo establezco mi pacto como pacto perpetuo entre
yo y tú, y tu descendencia después de ti por sus generaciones, para ser tu Dios
y el de tu descendencia después de ti” (<011707>Génesis 17:7; cf. <011501>Génesis 15:1;
26:3; 28:13, 15). Dios atrajo a Abraham y a sus descendientes a una relación
con él por medio de un pacto perpetuo (<422037>Lucas 20:37, 38; <450835>Romanos
8:35-39). Esa relación recibe varios nombres en las Escrituras: Compañerismo,
hijos, ser el pueblo de Dios y vida eterna (<620103>1 Juan 1:3, 6-10; <450904>Romanos
9:4-6; <600209>1 Pedro 2:9, 10). Dios es nuestro Padre celestial. La relación es la
meta fundamental de toda la historia redentora; es el interés fundamental en
toda la Biblia.
2. La tierra. “Levántate, anda a lo largo y a lo ancho de la tierra, porque a ti te
la daré” (<011317>Génesis 13:17). A veces se demarcan los límites de Canaán
(<011518>Génesis 15:18-21), pero en otras ocasiones la tierra prometida sólo se
describe de manera general como “la tierra que te mostraré” (<011201>Génesis
12:1) o “las ciudades de sus enemigos” (<012217>Génesis 22:17). No hay duda de
que Canaán es lo que específicamente estaba en mente. Jacob y José dejaron
instrucciones de que se les enterrara allí (<015005>Génesis 50:5, 12-14, 24, 25). Las
últimas palabras de Génesis hacen referencia a la promesa de Canaán. Pero,
¿sería Canaán lo suficientemente grande para los descendientes de Abraham
quienes cubrirían la faz de la tierra como el polvo de la tierra? (<011314>Génesis
13:14-17). El NT indica que la promesa era más amplia: “Porque la promesa a
Abraham y a su descendencia, de que sería heredero del mundo...”
(<450413>Romanos 4:13). Génesis apoya esto. En la creación, Dios le dio a la
humanidad el dominio sobre la tierra. Pero a causa de la caída este dominio se
perdió con la maldición y la muerte. El pacto de Dios era su plan para redimir a
la creación (<450818>Romanos 8:18-23) y Canaán sólo era la primicia. Los profetas
y los apóstoles hablaron de una nueva tierra y una nueva Jerusalén
descendiendo a esa nueva tierra. De esta manera, Abraham “esperaba la
ciudad que tiene cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios”
(<581110>Hebreos 11:10), y los santos del AT “anhelaban una patria mejor”
(<581116>Hebreos 11:16; cf. <431401>Juan 14:1-4; <580401>Hebreos 4:1-6).
3. El pueblo. Los descendientes de Abraham vendrían a ser una inmensa
multitud. “Yo haré que tu descendencia sea como el polvo de la tierra”
(<011316>Génesis 13:16), “Yo haré de ti una gran nación” (<011202>Génesis 12:2), “...en
gran manera multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la
arena que está en la orilla del mar” (<012217>Génesis 22:17). Esta inmensa multitud
incluye a los redimidos de toda la humanidad (<011704>Génesis 17:4). Juan vio que
esto se cumpliría al final de todos los tiempos, exactamente como se le
prometió a Abraham: “Después de esto miré, y he aquí una gran multitud de
todas las naciones y razas y pueblos y lenguas, y nadie podía contar su número.
Están de pie delante del trono y en la presencia del Cordero...”
(<660709>Apocalipsis 7:9). Repetimos, el pacto tiene un alcance universal en
relación con todas las naciones, aunque no así en cuanto a todo individuo.
4. Las naciones bendecidas en la simiente de Abraham. El término heb.
para “simiente” (“descendencia”, <012218>Génesis 22:18) puede referirse tanto a
todos los descendientes como a un solo hijo. Todas las naciones compartirán
las bendiciones prometidas a Abraham; su descendencia logrará esto. Aquí se
encuentra la promesa de Cristo Jesús, la simiente de Abraham y luz del mundo
(<430109>Juan 1:9; 9:5; <480316>Gálatas 3:16). Su vida y obra en la tierra fueron el
medio para atraer a los hombres a Dios (<430314>Juan 3:14-16; 12:32). Pero más
que eso, todos los hijos de Abraham, que son los hermanos de Cristo, deben
compartir su obra; ellos vienen a ser el medio para bendecir a otros de diversas
naciones. Esto es lo que Cristo quiso decir cuando expresó: “Vosotros sois la
sal de la tierra” y “vosotros sois la luz del mundo” (<400513>Mateo 5:13-16).
Todo el libro de Números se preocupa esencialmente de la primera y segunda
promesas anteriormente mencionadas: Que Dios podía estar con su pueblo y
que ellos podían entrar a la tierra de Canaán. Los caps. 1—10 tratan de la
presencia de Dios en medio de su pueblo. Esta es la oración de Moisés
(“¡Vuelve, oh Jehovah, a las miríadas de millares de Israel!”, <041036>Números
10:36) y la bendición de Aarón (<040622>Números 6:22-27). El pueblo se
preparaba para esto ordenando y purificando el campamento. Dios no podía
morar con algo inmundo (Salmo 15; <662127>Apocalipsis 21:27). El sacerdocio fue
establecido en sus grados a fin de que Israel pudiera servir a Dios. El
tabernáculo se construyó como la morada de Dios. Después de que todo lo
ordenado se preparó fielmente, Dios reveló su presencia: La nube apareció
sobre el tabernáculo y guió a Israel hacia adelante. Esta preparación tenía en
vista la primera promesa: Que Dios podía tener compañerismo con su pueblo.
La segunda preocupación principal brota de la promesa de la tierra: “Nosotros
partimos hacia el lugar del cual Jehovah ha dicho: ‘Yo os lo daré’”
(<041029>Números 10:29). Viajaron hacia Canaán porque Dios había jurado que se
la daría. Aun cuando se rebelaron y se les prohibió entrar a la tierra (cap. 14),
el resto del libro muestra que Dios no había abandonado su propósito. Después
de 40 años Dios nuevamente los preparó para heredar la tierra. Por supuesto,
la clave en los caps. 26—36 es la herencia. Sin embargo, la tierra no sería
poseída por el simple hecho de poseerla. La tierra era el lugar donde Dios
podría morar entre su pueblo. Sin Dios la tierra no era herencia del todo. Por lo
tanto, todo se relaciona con el propósito principal del pacto: Ser el pueblo de
Dios; asegurado por el compañerismo con él.
Las otras dos promesas son menos prominentes (ver material sobre
<042301>
Números 23:1—24:25). El punto principal es que el pacto con Abraham
determina la teología de Números Si no se entiende esto, Números continúa
siendo un libro cerrado.
La palabra de Dios
Una de las doctrinas principales en Números es la palabra de Dios. Los caps.
1—10 hacen hincapié en el hecho de que todo se hizo de acuerdo con la
palabra de Dios. Mientras esto fue así, Israel gozó la bendición de Dios
(<040622>Números 6:22-27) y su presencia (<040915>Números 9:15-23; 10:35, 36).
Ciertas características son prominentes. Primera, la palabra de Dios no cambia.
Esta era la confianza de Moisés cuando partieron de Sinaí (<041029>Números
10:29) y su refugio en medio de las dificultades (<041417>Números 14:17-19). La
osadía de Josué y Caleb frente a los fieros enemigos nació de la palabra de
Dios, del hecho que él les daría la tierra (<041407>Números 14:7-9). Segunda, la
palabra de Dios es irresistible. Los israelitas que rehusaron entrar a Canaán,
pero que más tarde cambiaron de parecer estaban resistiendo la palabra de
Dios. Ellos perecieron por su torpeza (<041441>Números 14:41-45). Después,
Balaam no pudo resistir la palabra de bendición de Dios. No pudo maldecir a
Israel sino decir: “Aunque Balac me diera su casa llena de plata y de oro, yo no
podría transgredir el mandato de Jehovah, para hacer cosa alguna, buena ni
mala, por mi propia voluntad, y que sólo lo que Jehovah dijera, eso diría yo”
(<042413>Números 24:13). Cuando la palabra de Dios viene en forma de
juramento, se hace hincapié en su naturaleza inmutable e irresistible
(<041420>Números 14:20-35).
Apostasía
El término “apostasía” es muy raro en las Escrituras, pero el pecado de
apostasía se enfoca vívidamente en los caps. 14 y 15. Dos pasajes se combinan
para exponer y prevenir en contra de la apostasía: El relato de la rebelión de
Israel (cap. 14), y las subsiguientes leyes que marcan la diferencia entre los
pecados por inadvertencia y los pecados por rebeldía (<041522>Números 15:2231). El término “apostasía” lit. significa “pararse lejos de”. La persona que
comete apostasía se “para lejos de” su pacto de relación con Dios. Lo que
significa, entonces, que sólo quienes se adhieren al pacto pueden apostatar.
Esaú lo hizo cuando “vendió (los derechos de) su propia primogenitura”
(<581216>Hebreos 12:16). El texto permite hacer un análisis de la apostasía, y se
pueden observar los siguientes elementos:
1. La apostasía implica conocimiento. Israel había visto la gloria de Dios y sus
señales (<041422>Números 14:22). Ellos conocían la promesa de que la tierra sería
de ellos (<041403>Números 14:3). Los espías habían visto la tierra y sabían que era
exactamente como se les había prometido, “la cual ciertamente fluye leche y
miel” (<041327>Números 13:27; 14:8).
2. La apostasía implica rechazo. Israel rehusó escuchar la voz de Dios
(<041422>Números 14:22). El pueblo se rebeló en contra de Dios (<041409>Números
14:9) y rechazó la tierra prometida (<041431>Números 14:31). Los israelitas
rechazaron las buenas nuevas que les trajeron los espías (<580401>Hebreos 4:1, 2,
6).
3. No hay expiación para la apostasía. Aquellos que a sabiendas rechazan la
promesa del pacto de Dios no pueden quedar sin castigo. Aunque Dios
perdonó y estuvo dispuesto a preservar a la nación, no podía ignorar el pecado
de quienes “me han menospreciado” (<041423>Números 14:23). No había expiación
para ellos; la intercesión no tendría ningún efecto en este caso. “Pero de
ninguna manera dará por inocente al culpable” (<041418>Números 14:18, 22, 23).
4. La apostasía lleva al desposeimiento. El juramento de Dios negó la entrada
del pueblo a la tierra (<041423>Números 14:23, 28-35). En <041412>Números 14:12,
después de las palabras “Yo lo heriré con peste”, el texto en heb. dice: “y lo
desalojaré” (como lee la RVA. Algunas versiones dicen: “los destruiré”). El
punto es que serían desheredados, privados de su herencia según el pacto.
Sólo Caleb y Josué obtendrían herencia (<041424>Números 14:24).
¿Qué fue la causa de esta terrible secuencia de eventos? Incredulidad. Después
de recibir el precioso conocimiento, el pueblo rehusó creer. “¿Hasta cuándo me
ha de menospreciar este pueblo? ¿Hasta cuándo no me ha de creer, a pesar de
todas las señales que he hecho en medio de ellos?” (<041411>Números 14:11). La
desobediencia externa brota de un rechazo interno de creer a pesar de tener
suficiente evidencia. Consecuentemente, el pueblo “menospreció” a Dios
(<041411>Números 14:11, 23). Los mismos elementos se encuentran en la ley de
<041522>
Números 15:22-31 donde se presentan en términos de un marcado
contraste entre el fracaso inadvertido y el pecado desafiante
.
De esta manera, Números provee un análisis del terrible pecado de la
apostasía. Toda una generación fracasó de entrar a Canaán a causa de su
pecado. La esencia de la apostasía es el rechazo del pacto adoptando una
posición de incredulidad. Conociendo las promesas y el poder de Dios quien
las confirmó con juramento, Israel rehusó creer. Así, se rebelaron despreciando
a Dios. Después ya no pudieron encontrar la manera de regresar. No había
manera de deshacer su pecado. Nunca podrían entrar a la tierra. Fueron
desposeídos y murieron fuera de la tierra prometida. No es accidente que el
registro de su apostasía concluya con las palabras: “y los hirieron y los
destrozaron hasta llegar a Horma” (<041445>Números 14:45). El lugar se designó
con el nombre de Horma más adelante (<042103>Números 21:3), pero el escritor lo
usa en este lugar porque significa “destrucción total” (su equivalente en el NT es
anatema). El nombre significa lo opuesto a la relación de pacto. El autor está
estableciendo el hecho que Israel realmente fue cortado, como lo serían los
cananeos más tarde.
Sacerdocio
Números contiene instrucciones relacionadas con el sacerdocio. El principal
interés parece ser la jerarquía. Aarón era el sumo sacerdote, sus hijos eran
sacerdotes juntamente con él, y los levitas servían bajo la supervisión de ellos
(<040301>Números 3:1-10). La jerarquía determinaba el servicio (<040401>Números
4:1-33), teniendo los sacerdotes las responsabilidades más santas (sólo ellos
podían entrar al lugar santísimo, pero aun así, no todo sacerdote, ni en cualquier
tiempo). Esta jerarquía también determinaba el sistema de diezmos
(<041808>Números 18:8-32). Israel pagaba los diezmos a los levitas quienes a su
vez pagaban los propios. La familia de Aarón recibía una porción de los
diezmos de los levitas. La doctrina del sacerdocio es un medio para enseñar la
santidad de Dios y su misericordia. Por un lado, la santidad de Dios se
magnifica con la distancia establecida entre él e inclusive la mayoría de los
sacerdotes. Se enfatiza por la necesidad de mediación. Por otro lado, la
provisión de mediadores que hizo Dios es una muestra de su misericordia. El
provee los medios para tratar con los pecados. De esta manera, Israel podía
continuar siendo su pueblo.
Cuando sus oponentes desafiaron el sumo sacerdocio de Aarón (y el liderazgo
de Moisés), Dios defendió a sus siervos (caps. 16—17). La razón es obvia. Su
oposición desafiaba la autoridad misma de Dios quien era el que había
apartado a sus siervos.
USO EN EL NUEVO TESTAMENTO
La influencia de Números sobre el NT es extensa y profunda.
1. Provee principios que influyen en el orden y ministerio de la iglesia. El
ordenamiento del campamento (<040201>Números 2:1-34) muestra que Dios
requiere orden, no desorden, en las iglesias (<461403>1 Corintios 14:33). La
jerarquía de los sacerdotes y los levitas (<040301>Números 3:1—4:49; 17:1-13)
muestra que los ministros no deben funcionar sin autoridad, pero tampoco
deben pensar demasiado alto de sí mismos sino estar sujetos uno al otro
(<451203>Romanos 12:3-8; ver 27:12-23; cf. <461403>1 Corintios 14:32). El hecho de
que no había herencia para los levitas (<042657>Números 26:57-62) muestra que los
siervos de Dios no deben tener intereses terrenales sino dedicarse al servicio a
Dios (<550204>2 Timoteo 2:4). El diezmo (<041808>Números 18:8-32) es lo que está
detrás de la enseñanza que los ministros del evangelio tienen el derecho de
sostén económico (<460903>1 Corintios 9:3-14; <480606>Gálatas 6:6; <540517>1 Timoteo
5:17, 18). Los 70 ancianos (<041116>Números 11:16-30) proveen un modelo para
los concilios de la iglesia (Hechos 15), la asociación de las iglesias locales,
unidad en la práctica y ayuda mutua (<510415>Colosenses 4:15, 16; <461101>1 Corintios
11:16; 2 Corintios 8—9). La rebelión de Coré (<041616>Números 16:16-35)
también se yergue como una advertencia (<590509>Santiago 5:9; Judas 11). Las
ofrendas diarias (<042801>Números 28:1-8) son un modelo para la oración continua
(<520517>1 Tesalonicenses 5:17).
2. Se traza un paralelo entre el viaje a Canaán y el peregrinaje cristiano (esta es
la base de <461001>1 Corintios 10:1-13; <470501>2 Corintios 5:1-10; <580301>Hebreos
3:1—4:13). Por ejemplo, la común experiencia de Cristo y la promesa (<461003>1
Corintios 10:3, 4; <580402>Hebreos 4:2), las quejas por el pan del cielo (11:4-15;
cf. <430601>Juan 6:1-65, especialmente el v. 41), el rehusar creer el mensaje
haciendo a Dios mentiroso (<041411>Números 14:11; cf. <620510>1 Juan 5:10), el
pecado deliberado que no puede perdonarse (<041522>Números 15:22-31; cf.
<401222>
Mateo 12:22-32), la imposibilidad de arrepentimiento (<041439>Números
14:39-45; cf. <580604>Hebreos 6:4-20; 12:17) y el pecado por el cual no debemos
orar (<620516>1 Juan 5:16). En esencia, el NT toma la generación que cayó en el
desierto como una seria advertencia en contra de la apostasía.
3. El sumo sacerdocio de Cristo se compara y se contrasta con el sumo
sacerdocio de Aarón (<580414>Hebreos 4:14—5:10; 6:13—8:13). Es difícil
interpretar el libro de Hebreos aparte de su trasfondo en Números De igual
manera, el sacrificio de Cristo se presenta teniendo como trasfondo los
sacrificios del tabernáculo (<580901>Hebreos 9:1—10:18); por ejemplo, la
referencia a las cenizas de la vaquilla (<041901>Números 19:1-22; cf. <580913>Hebreos
9:13, 14).
4. El NT extrae varias imágenes de Números: La serpiente alzada
(<042104>Números 21:4-9; cf. <430314>Juan 3:14), el llamado de la trompeta
(<041001>Números 10:1-10; cf. <402431>Mateo 24:31; <461408>1 Corintios 14:8; 15:52;
<520416>
1 Tesalonicenses 4:16; <581219>Hebreos 12:19), la nube y el tabernáculo
(9:15-23; cf. <430114>Juan 1:14) y el sacrificio de los corderos (<042801>Números 28:18; cf. <430129>Juan 1:29).
5. Las tres fiestas principales (<042816>Números 28:16—29:38) proveen el
trasfondo para los tres eventos principales de la salvación. La Pascua, la fiesta
de las semanas y de los Tabernáculos corresponden a la resurrección,
Pentecostés y la segunda venida de Cristo. Así, la fiesta de los Tabernáculos
simboliza la cosecha al final de los tiempos (ver material sobre <042912>Números
29:12-38). El Evangelio de Juan también está orientado alrededor de las
fiestas.
6. Otros elementos de la enseñanza del NT están influenciados por Números El
día de la Expiación (<042907>Números 29:7-11), celebrada unos cuantos días antes
de la fiesta de los Tabernáculos, enfatiza la necesidad de arrepentimiento, sin el
cual la persona será excluida. De igual manera, el arrepentimiento es necesario
antes de que Cristo venga: “si no os arrepentís, todos pereceréis de la misma
manera” (<421305>Lucas 13:5; cf. <410101>Marcos 1:1-8). Balaam (caps. 22-24) se
presenta como una advertencia para no ambicionar ganancias derivadas de la
maldad (<610215>2 Pedro 2:15, 16; Judas 11; <660214>Apocalipsis 2:14). La
purificación del campamento ilustra la pureza requerida en las iglesias (ver
material sobre 5:1-4). La bendición de Aarón influye en los saludos en todas las
cartas de Pablo y también al final del libro de Apocalipsis (ver material sobre
6:22-27).
7. Hebreos parece haber adoptado una estructura similar a la de Números: El
peregrinaje a la tierra y la conexión entre la palabra de promesa en el pacto, y
la fe o incredulidad. El libro comparte un agudo interés con otras doctrinas
relacionadas, tales como el sacerdocio y la apostasía.
PATERNIDAD LITERARIA
Tradicionalmente, como parte del Pentateuco, Números ha sido atribuido a
Moisés. El es la figura central, los eventos se llevaron a cabo durante su vida, y
las leyes fueron dadas por medio de él. Sin embargo, hay indicaciones de que
Moisés no dio al texto su forma final. Note los siguientes puntos en cuanto a
Números, los cuales toman en cuenta la evidencia en el resto del Pentateuco.
1. A través de todo el libro, a Moisés se le refiere como si alguien más
estuviera escribiendo acerca de él (1:1 dice “Jehovah habló a Moisés”; no dice
“a mí”). Además, el texto alaba altamente a Moisés (<041203>Números 12:3). ¿Se
hubiera alabado Moisés a sí mismo?
2. El Pentateuco muestra evidencia de haber sido escrito algún tiempo después
de la vida de Moisés. Registra su muerte y los 30 días de duelo
(<053405>Deuteronomio 34:5-8) y lo compara con profetas posteriores
(<053410>Deuteronomio 34:10). Números menciona que algunos nombres de
ciudades fueron cambiados, lo que probablemente sucedió después de que
Israel se estableciera en la tierra prometida (<053238>Deuteronomio 32:38, 42).
3. La Biblia en ninguna parte reclama que Moisés haya escrito todo desde
Génesis hasta Deuteronomio Sí sostiene que Moisés realmente escribió ciertas
partes (<021714>Exodo 17:14; 24:4; 34:27, 28; <043302>Números 33:2;
<053109>
Deuteronomio 31:9, 19, 22). Más tarde la Escritura se refiere al “libro de
la ley de Moisés” (<110203>1 Reyes 2:3; <121406>2 Reyes 14:6; <150706>Esdras 7:6;
<160801>
Nehemías 8:1; 13:1; <270911>Daniel 9:11, 13). El NT considera la ley como
viniendo de Moisés y se refiere al Pentateuco como “de Moisés” (<421629>Lucas
16:29, 31; <430117>Juan 1:17). Se dice que Moisés escribió acerca de Cristo
(<430145>Juan 1:45; 5:46). De esta manera, la Escritura indica que Moisés escribió
la ley, un registro del peregrinaje de Israel, un canto y profecía en cuanto a
Cristo (<051815>Deuteronomio 18:15). Por lo tanto, en estos términos hay base
escritural para hablar de Moisés como autor. Aun así, es posible que los
sucesores de Moisés hayan recopilado y puesto en forma final el texto, tal
como aparece actualmente. Otros escritos biblicos parecen haber pasado por
el mismo proceso (considere Isaias 8:16; <432124>Juan 21:24, 25; <451622>Romanos
16:22); Hebreos por ejemplo, fue escrito por aquellos que escucharon a los
apóstoles (<580203>Hebreos 2:3).
Los eruditos han propuesto varias teorías para explicar cómo fue que el
Pentateuco llegó a su forma canónica final. Estas se presentan en la
introducción general al Pentateuco. Al tratar esta cuestión, es necesario
distinguir entre la clara evidencia de las Escrituras y lo que los eruditos hacen
con dicha evidencia.
BOSQUEJO DEL CONTENIDO
Números 1:1—10:36 Preparativos para salir hacia la tierra
prometida
1:1—2:34 Israel es contado y ordenado (primer censo)
3:1—4:49 Los sacerdotes son contados y organizados
5:1—6:27 Consagración del campamento de Israel
7:1—8:26 Consagración del tabernáculo y del sacerdocio
9:1—10:36 Partiendo hacia la tierra prometida, guiados por la presencia
del Señor
<040101>
Números 11:1—25:18 De viaje hacia la tierra prometida
11:1—12:16 Quejándose
13:1—14:45 Israel rechaza la tierra prometida
15:1-41 Leyes para cuando ya estén en Canaán: ofrendas y perdón
16:1—17:13 La rebelión de Coré y confirmación del sacerdocio de Aarón
18:1—19:22 Los deberes de los sacerdotes
20:1—21:35 Viajando otra vez hacia Canaán
22:1—24:25 Los oráculos de Balaam
25:1-18 Israel es seducido por Moab
<041101>
Números 26:1—36:13 Nuevos preparativos para heredar la tierra
prometida
26:1—27:23 Israel es contado (segundo censo); la tierra que debe ser
repartida
28:1—30:16 Ofrendas y votos
31:1—32:42 Venganza sobre Madián y establecimiento en la Transjordania
33:1-49 Resumen del viaje
33:50—36:13 Mandamientos acerca de la herencia
<042601>
COMMENTARIO
1:1—10:36 PREPARATIVOS PARA SALIR HACIA LA TIERRA
PROMETIDA
La primera parte de Números contiene el registro de los preparativos finales de
Israel antes de salir de Sinaí rumbo a Canaán. Estos diez capítulos deben
considerarse dentro de su contexto en el Pentateuco. Israel permaneció en el
Sinaí casi un año (<041011>Números 10:11; <021901>Exodo 19:1). Se hizo un pacto
(<022001>Exodo 20:1—24:18) y se construyó el tabernáculo (Exodo 25—31; 35—
40). Al principio del segundo año hubo una explosión de actividad: el
tabernáculo fue erigido (<024034>Exodo 40:34-38; <040701>Números 7:1), los
sacerdotes fueron ordenados (Levítico 8—10) y por 12 días las tribus
presentaron ofrendas (<040701>Números 7:1-89). En el día 14 se celebró la Pascua
(por siete días, 9:1-14), se levantó un censo y las tribus fueron organizadas
alrededor del tabernáculo (caps. 1—4). Durante este tiempo, Moisés estuvo
recibiendo leyes (Levítico 1—7; 11—27) y purificando el campamento
(<040501>Números 5:1-4). Después de un mes y 20 días, Israel estaba listo para
partir hacia Canaán (<041011>Números 10:11, 12).
Los siguientes puntos deben extraerse del contexto de esta sección. La tierra
prometida era la meta de Israel desde el momento del éxodo (<021311>Exodo
13:11). Se les sacó de Egipto a fin de que fueran a la tierra prometida y
sirvieran a Dios (<020606>Exodo 6:6-8). Después de que Israel pecó con el becerro
de oro, Dios le dijo a Moisés que fueran a Canaán sin su presencia (<023303>Exodo
33:3). Si Moisés hubiera partido en ese momento crítico, Levítico y Números
nunca se hubieran escrito. Israel hubiera partido sin ninguna preparación, sin
tabernáculo, sin sacerdocio, sin mandamientos. En pocas palabras, hubieran
partido “sin Dios”, y hubieran entrado a Canaán (¡o quizá no!) como una
nación secular. Esto muestra que la preparación descrita en los caps. 1—10
tenía su propósito: Que Dios pudiera estar con su pueblo cuando partieran de
Sinaí. Esto separa a Israel de cualquier otra nación. Para Israel hubiera sido una
maldición de incalculables proporciones partir de Sinaí sin Dios; hubieran sido
como los gentiles, “hijos de ira”, “sin esperanza y sin Dios en el mundo”
(<490203>Efesios 2:3, 12).
Así, la preparación se mueve hacia su clímax. Al salir Israel de Sinaí para
Canaán, Moisés resume la situación: “¡Levántate, oh Jehovah, y sean
dispersados tus enemigos! ¡Huyan de tu presencia los que te aborrecen!...
¡Vuelve, oh Jehovah, a las miríadas de millares de Israel!” (<041035>Números
10:35, 36). Dios estaba con su pueblo y los guió triunfantemente a la tierra que
había jurado que les daría. El sentido de victoria es abrumador.
Esta sección está escrita de acuerdo con un esquema que no es del todo
cronológico (véase la Introducción). La estructura sigue el plan del
campamento provisto en el cap. 2. Primero, se menciona el conteo y
ordenamiento de Israel (caps. 1—2) y después los sacerdotes (caps. 3—4);
segundo, la consagración del campamento de Israel (caps. 5—6) y después el
campamento de los sacerdotes (caps. 7—8); y por último, los preparativos
finales y la partida (caps. 9—10). Los detalles del texto deben estudiarse según
se presentan dentro de este esquema general.
1:1—2:34 Israel es contado y ordenado (primer censo)
1:1-3 El Señor ordena a Moisés que cense al pueblo. Las primeras
palabras del libro, El Señor habló, muestran que la palabra de Dios dirigió
todo lo que fue hecho en preparación para el viaje (cf. <040449>Números 4:49;
7:89; 9:18-23). Ya se ha explicado en la Introducción cómo este libro alterna
entre la palabra de Dios y las palabras del hombre. Inmediatamente que
comienzan a hablar, su incredulidad y descontento se revelan y comienzan los
problemas (<041101>Números 11:1-3). Los detalles del tabernáculo de reunión se
dan en Exodo 25—31 y 35—40 (ver material sobre <040401>Números 4:1-33).
Este era el lugar donde Dios moraba en medio de su pueblo (<022508>Exodo 25:8).
Es sabido que aproximadamente 600.000 hombres salieron a pie de Egipto,
juntamente con mujeres, niños y gentiles que se unieron a ellos (<021237>Exodo
12:37, 38). Ahora se toma un censo. El censo siguió ciertos principios. Respeta
la estructura tribal y familiar. Sólo los hombres arriba de 20 años son contados.
Aparentemente, a la edad de 20 se convertían en adultos (v. 3). Las mujeres no
eran contadas porque no tenían una posición independiente, sino estaban bajo
la autoridad del padre o del esposo (ver material sobre el cap. 30). En base a
esto es obvio que la autoridad del hombre sobre la mujer era incuestionable.
Los hijos también estaban sujetos a sus padres. Israel no era una sociedad de
iguales; tal idea es completamente extraña a la Biblia. Entre los hombres había
líderes; y entre los levitas encontramos una jerarquía. Dios requiere que el
pueblo respete las diferencias que él ha establecido entre ellos. Esto también es
verdad en la iglesia actual, cuyos miembros tienen dones que difieren de
acuerdo con la gracia y voluntad de Dios (<451203>Romanos 12:3-8). Sin embargo,
esto no debe convertirse en una excusa para imponer distinciones hechas por
los hombres, las cuales no son de Dios.
En <023012>Exodo 30:12-16 se provee una idea sobre cómo se llevó a cabo el
censo: Mientras eran contados, los israelitas cruzaban cierta línea y se unían a
los que ya habían sido contados del pueblo de Dios (ver también <023825>Exodo
38:25-28). Este es un cuadro bastante gráfico. La lista del censo se asemeja de
alguna manera al libro de la vida que menciona Moisés. ¡Qué terrible ser
borrado de la lista del pueblo de Dios! (<023232>Exodo 32:32, 33; <196928>Salmo
69:28). El libro de la vida se menciona varias veces en las Escrituras. Más tarde
se denomina “el libro de la vida del Cordero”. Cualquiera cuyo nombre no se
encuentre inscrito ahí no entrará a la presencia de Dios, sino será echado fuera
para siempre (<661308>Apocalipsis 13:8; 20:11-15). Existe una analogía entre Israel
preparándose para Canaán y el pueblo de Dios actual preparándose para el
reino que no puede ser conmovido. Así como el campamento fue purificado de
toda inmundicia (5:1-4), igualmente sólo los puros serán registrados en el libro
de la vida y entrarán a la ciudad celestial (<660305>Apocalipsis 3:5; 21:27). Uno de
los propósitos del censo era conformar un ejército. Este sería el medio para
conducir al pueblo a su herencia: la tierra prometida. De esta manera, el censo
inmediatamente introduce la meta última de Números, establecida por la
promesa de Dios. La palabra escuadrones o “ejército” también significa
“multitudes”; un recordatorio más de que Dios estaba cumpliendo su promesa
de que los descendientes de Abraham se multiplicarían. Los israelitas ya eran
tantos que los egipcios tenían miedo de ellos. La promesa de Dios era que
llegarían a ser tan numerosos que no podrían ser contados. El censo, entonces,
indica que la promesa aún no había sido cumplida. De esta manera se presagia
un censo mucho más grande, cuando todo el pueblo de Dios se congregará
ante él (<660704>Apocalipsis 7:4-9).
1:4-16 Los líderes de las tribus. Los hombres designados para contar al
pueblo eran líderes entre las tribus, jefes de familias (v. 4). Las tribus de Israel
estaban formadas de clanes y... casas paternas (familias; v. 20). Al designar a
estos hombres para que condujeran el censo, Dios escogió respetar el orden
social que él mismo había establecido. Aunque Dios trata con la gente de
acuerdo con su posición (p. ej. los maestros serán juzgados más
rigurosamente), sin embargo, esto es balanceado por una estricta imparcialidad.
La Biblia advierte que Dios no muestra favoritismo, lo cual algunos han
comprobado, sufriendo la consecuencia (caps. 16—17; Levítico 10). Los
nombres incluidos en la lista de líderes son interesantes. Ocho nombres incluyen
la palabra El, que significa “Dios” (p. ej. Elisur en el v. 5 significa “mi Dios es
una roca”); otros tienen el nombre de Dios, shaddai, como parte de su nombre
(p. ej. Amisadai en el v. 12). Ninguno usa el nombre divino que se le reveló a
Moisés en la zarza ardiendo, lo cual contrasta con nombres posteriores como
Josafat (Yeho-shapat) o Jeremías (Jeremi-Yah). El nombre de Dios revelado a
Moisés en <020313>Exodo 3:13-15 se escribe en heb. haciendo uso de cuatro letras
YHWH. Dado que la pronunciación es incierta, la mayoría de las versiones
bíblicas tienden a traducirla como Señor. El hecho de que ninguno de los
nombres de los líderes se forma usando este nombre divino indica que la lista es
genuinamente antigua. Nótese que estos líderes más tarde presentan las
ofrendas de las tribus para dedicar el tabernáculo de la reunión (7:1-89).
1:17-46 El censo. Las cantidades son impresionantes. Sólo 70 personas
habían entrado en Egipto (<020101>Exodo 1:1-5) pero se habían multiplicado hasta
el punto que el faraón tenía temor de ellos (<020107>Exodo 1:7-9). Aun en lo más
duro de la esclavitud, Dios había guardado su promesa de hacer que los
descendientes de Abraham fueran como las estrellas, imposible de contarse.
Sin embargo, después de 40 años, el segundo censo revela que sus números
habían caído de 603.550 a 601.730 (<040146>Números 1:46; 26:51). Esto quizá
manifestaba que Dios había retenido sus bendiciones de la generación malvada,
la cual pereció en el desierto. Aun así, no fueron totalmente abandonados, y
cuando Moisés repasó la historia pudo recordarles: “Jehovah tu Dios te ha
bendecido en toda la obra de tus manos. El conoce tu caminar por este gran
desierto. Jehovah tu Dios ha estado contigo estos 40 años, y ninguna cosa te ha
faltado” (<050207>Deuteronomio 2:7). Por supuesto, el pueblo había sido
alimentado con maná del cielo desde el día que salieron de Egipto (<021635>Exodo
16:35). Nótese también que algunas tribus habían crecido mientras que otras
decrecieron, pero Judá se mantuvo como la más numerosa. A través de toda la
historia de Israel, Judá fue favorecida por Dios. De esta tribu vendría
oportunamente el Mesías (ver material sobre 2:1-34). El registro del censo
sigue una fórmula y las mismas palabras se repiten para cada tribu. Una y otra
vez se lee que estos hombres podían ir a la guerra. Aquí hay un recordatorio
de la responsabilidad. La Biblia siempre une el privilegio con el deber. Entrar a
Canaán era el privilegio; pero mientras que cada hombre era contado y cruzaba
la línea, sabía que se estaba convirtiendo en un soldado (<022320>Exodo 23:20-33).
De igual manera, la responsabilidad de ser soldados espirituales cae sobre la
iglesia del NT (<490610>Efesios 6:10-17; <540612>1 Timoteo 6:12; <580411>Hebreos 4:11).
Ningún miembro está exento de este deber. El camino al reino es angosto y
difícil (<400714>Mateo 7:14).
Los eruditos han observado cuatro dificultades con las cantidades registradas
en el texto.
1. El problema del tamaño. Si había arriba de 600.000 hombres de guerra,
toda la multitud debe haber sido de más de dos millones de personas. ¿Cómo
pudieron sobrevivir todos estos en el desierto por 40 años? La realidad de este
problema lo enfrentó Israel desde el principio (<021603>Exodo 16:3) y la provisión
del maná se recordó a través de toda la historia (<052905>Deuteronomio 29:5, 6;
Juan 6:31). Además, el pueblo salió de Egipto con sus rebaños y ganados
suficientemente grandes como para ofrecer sacrificios (<021232>Exodo 12:32;
<043216>
Números 32:16; 7:1-89), bebieron agua de la roca, y se mudaron
repetidamente a diferentes sitios. También tomaron botín en las batallas (31:2554; <021708>Exodo 17:8-16).
<430631>
Tabla 6. Los dos censos
Tribu
Primer censo
Segundo censo
<040120>
(
Números 1:20(<042605>Números 26:5-51)
46)
Rubén
46.500
43.730
Simeón
59.300
22.200
Gad
45.650
40.500
Judá
74.600
76.500
Isacar
54.400
64.300
Zabulón
57.400
60.500
Efraín
40.500
32.500 *
Manasés
32.200
52.700 *
Benjamín
35.400
45.600
Dan
62.700
64.400
Aser
41.500
53.400
Neftalí
53.400
45.400
Total
603.550
601.730
* El orden está invertido en el segundo censo
2. Supuesta incongruencia en las Escrituras. Algunos textos dicen que las
cantidades eran pequeñas; se dice que eran insignificantes entre los pueblos
(<022329>Exodo 23:29, 30; <050707>Deuteronomio 7:7). Tales declaraciones no incluyen
la cuenta de las personas sino que son evaluaciones para enseñarle humildad a
Israel; ellos no eran merecedores del amor de Dios. Estas declaraciones son
balanceadas por la evidencia de que, a pesar de todo, Israel era una fuerza
substancial (<020107>Exodo 1:7).
3. Los totales son figuras redondas y, por lo mismo, parecen artificiales. El
texto declara que los hombres contados “podían ir a la guerra”. Es posible que
los hombres fueran puestos en grupos y que los números impares no fueran
incluidos, pero debemos evitar la especulación. Simplemente no se nos dice el
porqué los números son redondos. Sin embargo, una cosa es clara: En este
tiempo Moisés había organizado a Israel bajo “jefes de mil, de cien, de
cincuenta y de diez” (<021821>Exodo 18:21). Esta puede ser la razón más obvia de
por qué el censo produjo totales que se acercaban a los 100, 50 y 10.
4. Los relativamente pocos primogénitos. Había 22.273 hijos primogénitos
(<040343>Números 3:43), pero 603.550 adultos hombres, una proporción de 1 por
27. Si había un número similar de hijas, las cantidades sugerirían que las familias
tenían 50 o más hijos, y sólo uno era el “primogénito”. Se han presentado
varias sugerencias para resolver este problema; p. ej. quizá sólo se contaron los
que habían nacido desde la Pascua, o la familia puede haber incluido hijos,
esclavos nacidos en casa y siervos comprados con dinero (p. ej. la familia de
Abraham en <011414>Génesis 14:14; 15:2; 17:13 incluía todos estos, pero Isaac era
su heredero). El término “primogénito” puede referirse al hijo que, con el
tiempo, sucedería a su padre como cabeza de la familia. Otras consideraciones
pueden incluir la política egipcia de matar a los varones al momento de nacer,
pero esto sucedió muchos años antes y fracasó en reducir los números de Israel
(<020122>Exodo 1:22).
Inquietos por dichas aparentes dificultades con las cantidades, algunos han
pensado que los números no son reales sino que requieren una interpretación;
p. ej. el término “mil” puede significar un clan o grupo, no exactamente 1.000
personas. Sin embargo, <023825>Exodo 38:25-28 no favorece dicho punto de vista
porque confirma el total de 603.550. Además, en otros lugares en Números
donde se presentan las cantidades y medidas, parece ser que los totales dados
tienen el fin de ser matemáticamente exactos y congruentes (<040321>Números 3:21,
22; 31:32-47; 35:4, 5). ¿Debemos, entonces, tomar los números en estos
censos literalmente? Esta es la manera natural de entender un censo (por
persona) a menos que descubramos fuerte evidencia al contrario. Las cuatro
objeciones observadas anteriormente no deben sobreestimarse. Las primeras
dos no son suficientemente fuertes para imponerse sobre la interpretación
literal. No podemos saber con certeza si los totales eran figuras redondas; sin
embargo, esta característica puede alertarnos para buscar algún postulado
subyacente que se daba por hecho en el antiguo Israel que nosotros no
conocemos. La evidencia de <021821>Exodo 18:21 apunta a esto. La cuarta
objeción, que proporcionalmente hay pocos primogénitos, puede apuntar en la
misma dirección. Debemos tener cuidado de no rechazar una interpretación
literal simplemente porque no podemos comprenderla completamente. Una
cosa sí es clara: el texto no hace ningún esfuerzo por conciliar estas figuras. No
presentaba ningún problema para el autor.
1:47-54 La tribu de Leví. Leví fue uno de los 12 hijos de Jacob
(<012934>Génesis 29:34) y era conocido por su violencia (<013425>Génesis 34:25-31;
49:5-7). La fiereza de los levitas por una causa justa permitió que fueran
apartados como sacerdotes. Después del pecado del becerro de oro,
estuvieron listos para matar con la espada a cerca de 3.000 de su propia raza
(<023225>Exodo 32:25-29). Ahora se confirma su separación para el sacerdocio.
No se les debía contar en el censo ni servirían en el ejército. Al contrario, ellos
estaban a cargo del tabernáculo. Esta era una gran tarea y no dejaba lugar para
tareas adicionales. El apóstol Pablo aplica el mismo principio al ministerio
cristiano (<550201>2 Timoteo 2:1-7). Lo levitas no debían acampar con las otras
tribus sino alrededor del tabernáculo de reunión (v. 53), también conocido
como el tabernáculo del testimonio (refiriéndose a las tablas del testimonio,
<023429>
Exodo 34:29).
Aunque Israel fue llamado a ser un reino de sacerdotes, no todos podían
acercarse al tabernáculo. Sólo la tribu de Leví fue escogida para este servicio.
Cualquier otra persona (descrita en el heb. como “el extraño” a la tribu de Leví)
que se atreviera a acercarse sería condenada a muerte (v. 51). Dios nunca
permitiría que su santidad fuera olvidada. Su pueblo debía temerle todo el
tiempo con reverencia y respeto. La exagerada familiaridad con Dios era
demasiada insensatez y pecado. De aquí que el monte Sinaí no debía tocarse
(<021911>Exodo 19:11-13, 21-24), y Moisés tuvo que quitarse las sandalias ante la
zarza ardiendo (<020305>Exodo 3:5, 6). Debe sorprendernos en gran manera el
hecho de que la belleza del santuario estaba vedada a los ojos de casi todo
Israel. Aun entre los sacerdotes, sólo el sumo sacerdote podía entrar al lugar
santísimo, y sólo una vez al año (<031602>Levítico 16:2). El NT usa esto para
mostrar que el sumo sacerdocio de Cristo es muy superior que el de Aarón;
Cristo abrió el camino hacia el cielo mismo. Por supuesto, esto no quita el
deber de temer al Señor; al contrario, lo enfatiza más (<581019>Hebreos 10:19-22;
12:18-29). Sin embargo, la separación de Leví no redujo el número de las
tribus. Los dos hijos de José, Efraín y Manasés, formaron dos tribus para
completar el número a doce.
2:1-34 Organización del campamento. El orden del campamento de Israel
era de interés para el Dios Todopoderoso. Los apóstoles nunca perdieron de
vista el hecho que Dios es un Dios de orden, no de confusión (<461403>1 Corintios
14:33). El plan del campamento presenta tres lecciones: Primera, el tabernáculo
de reunión estaba en el centro, significando la presencia de Dios con su pueblo.
Dios estaba cumpliendo su palabra a los patriarcas de ser el Dios de sus hijos.
Todo ojo debe estar sobre él. Este es un tema continuo de la Biblia (p. ej.
<194605>
Salmo 46:5, 7, 10, 11) y su meta última (<662103>Apocalipsis 21:3, 22, 23;
22:1-5). Por medio de la encarnación, el Señor Jesús también estuvo en medio
de su pueblo. Juan usa la figura del campamento cuando dice que Jesús
“habitó” (de “tabernáculo”) entre nosotros (<430114>Juan 1:14). El Señor prometió
a sus discípulos: “Y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin
del mundo” (<402820>Mateo 28:20).
Segunda, como una lección acerca de la santidad de Dios, las tribus fueron
mantenidas a cierta distancia del tabernáculo. No se nos dice cuán lejos, pero
el espacio en medio debe haber sido lo suficientemente grande para toda la
tribu de Leví. Más tarde, cuando cruzaron el Jordán, Israel iba detrás del arca
a una distancia de cerca de 1.000 m. (<060304>Josué 3:4).
Tercera, el lado oriental del tabernáculo era el lugar de honor; Moisés y Aarón
acampaban en ese lado, frente a la entrada (<040338>Números 3:38). Judá, en lugar
de Rubén, el hijo primogénito de Jacob, estaba colocado al oriente. Esto
significa que Judá dirigió la marcha desde Sinaí hasta Canaán. Al marchar, el
tabernáculo era llevado después de las primeras seis tribus, justo en medio (v.
17), pero el arca del pacto iba adelante de ellas (<041033>Números 10:33-36).
Después de describir el arreglo del campamento, el texto concluye con un
resumen: Israel fue contado, una multitud de 603.550, sin contar a los levitas; y
todo esto fue hecho por mandato del Señor.
Notas. Las 12 tribus. En las Escrituras hay varias listas de las tribus (p. ej.
Génesis 29—30; 49; Deuteronomio 33; Josué 13—21; <660705>Apocalipsis 7:58). Estas listas suscitan unas preguntas muy interesantes. Por ejemplo, el orden
cambia y a veces se deja afuera alguna tribu (Dan es omitida en
<660705>
Apocalipsis 7:5-8, un punto que hizo notar Ireneo en el siglo II d. de J.C.).
Encontramos otra lista en Josefo, los Rollos del Mar Muerto y otros textos
antiguos, tales como el Testamento de los Doce Patriarcas. La visión de
Ezequiel en cuanto a la restauración incluye una lista de las tribus (Ezequiel 48),
y la nueva Jerusalén tendrá 12 puertas, una para cada tribu (<264830>Ezequiel
48:30-35; <662110>Apocalipsis 21:10-21). El rollo de Qumrán llamado las Reglas
de la Guerra provee instrucciones para “desencadenar el ataque de los hijos de
luz en contra de la compañía de los hijos de las tinieblas”. Esto muestra la
influencia de la organización del campamento. La preparación para la guerra se
asemeja en varias maneras a la preparación en Sinaí.
El lugar de Judá. En el censo Rubén está primero (<040120>Números 1:20), pero
Jacob había dicho que Rubén perdería su lugar de preeminencia y que Judá
tendría la alabanza de sus hermanos, y que el Mesías saldría de la tribu de Judá
(<014904>Génesis 49:4, 8-12). Durante el curso de la historia, Judá fue elevado. El
campamento de Judá estaba al oriente del tabernáculo. Judá trajo sus ofrendas
el primer día cuando el tabernáculo fue dedicado (<040712>Números 7:12). Judá fue
el primero en ir a la batalla en contra de los cananeos (<070101>Jueces 1:1). Judá
fue el primero en recibir su herencia (<061501>Josué 15:1), mientras que la herencia
de Rubén fue al otro lado del río Jordán. El rey David era de la tribu de Judá, y
Jerusalén estaba en el territorio de Judá. Las diez tribus fueron llevadas al
cautiverio en 721 a. de J.C., pero Judá fue librada (ver material sobre
<040434>
Números 4:34-39). Nuestro Señor vino de la tribu de Judá, “el León de la
tribu de Judá, la Raíz de David” (<660505>Apocalipsis 5:5).
3:1—4:49 Los sacerdotes son contados y organizados
3:1-4 La familia de Aarón y Moisés. El sacerdocio es uno de los focos de
interés a través de todo el libro. Aarón y sus hijos, ungidos sacerdotes, a
quienes él invistió para servir como sacerdotes (v. 3), tenían el oficio más
alto entre los levitas (Exodo 28—29; Levítico 8—9). Fuego de Dios había
consumido su primera ofrenda, una señal de aceptación (<030923>Levítico 9:23,
24). Con el tiempo, Elías oró por la misma señal para mostrar que Dios aún era
el Dios de Israel y confirmar que Elías realmente era su siervo (<111836>1 Reyes
18:36-39). Pero aunque Aarón y sus hijos tenían un lugar de mucho honor, se
nos recuerda que los dos hijos mayores de Aarón murieron cuando ofrecieron
fuego extraño (<031001>Levítico 10:1-4). Esto llama la atención a la importancia de
la autoridad divina, uno de los principales asuntos en Números
Dios estaba determinado a establecer un sacerdocio autorizado en Israel.
Varias veces durante los años en el desierto, Moisés y Aarón fueron
desafiados, y cada vez Dios los defendió y rechazó a los otros (caps. 12; 16—
18). A causa de la absoluta necesidad de la autoridad divina, el escritor de
Hebreos hace hincapié en que el sumo sacerdocio de Cristo es legal, porque
“nadie toma esta honra para sí, sino porque ha sido llamado por Dios, como lo
fue Aarón” (<580504>Hebreos 5:4). Cristo no se nombró a sí mismo como sumo
sacerdote, sino fue designado legalmente por Dios, aun cuando tuvo que haber
un cambio en la ley, ya que Cristo no descendía de la tribu de Leví
(<580712>Hebreos 7:12). Por lo tanto, es de suma importancia saber que Cristo fue
designado como sumo sacerdote por Dios. Además, Cristo es superior: El fue
nombrado con un juramento (a diferencia de Aarón) y su sacerdocio es
eternamente efectivo porque él vive para siempre.
La muerte de los hijos de Aarón nos enseña algo más: el privilegio conlleva
responsabilidad. Los ministros de Dios tienen mayor responsabilidad que el
pueblo. Cuando los dos hijos de Aarón fueron muertos, Moisés dijo: “Esto es
lo que habló Jehovah diciendo: ‘Me he de mostrar como santo en los que se
acercan a mí, y he de ser glorificado en presencia de todo el pueblo’ “
(<031003>Levítico 10:3). De igual manera, Santiago advierte: “Hermanos míos, no
os hagáis muchos maestros, sabiendo que recibiremos juicio más riguroso”
(<590301>Santiago 3:1). Así, la Biblia nos advierte que ante Dios el hombre está en
peligro mortal, y que sus siervos deben cuidarse de obedecerle en todo
aspecto. (Ver <091519>1 Samuel 15:19; <112228>1 Reyes 22:28; <230601>Isaías 6:1-7;
<440501>
Hechos 5:1-11; <461102>1 Corintios 11:27-34.) Lutero enseñó acerca del
sacerdocio de todo creyente; es decir, que todo cristiano debe servir a Dios
con su vida (<451201>Romanos 12:1-8; <600209>1 Pedro 2:9). En este asunto, debe
tenerse mucho cuidado de observar una distinción apropiada, ya que las
Escrituras no han abolido la necesidad de predicadores y líderes que sean
propiamente llamados y designados. Estos aun deben cuidar de servirle de la
manera que él ha ordenado (<451015>Romanos 10:15) para evitar la acusación: “Yo
no enviaba a aquellos profetas, pero ellos corrían. Yo no les hablaba, pero ellos
profetizaban” (<242321>Jeremías 23:21). Aun peor será el juicio contra aquellos que
reclaman servir a Cristo pero están en error: “Muchos me dirán en aquel día:
‘¡Señor, Señor! ¿No profetizamos en tu nombre? ¿En tu nombre no echamos
demonios? ¿Y en tu nombre no hicimos muchas obras poderosas?’ Entonces
yo les declararé: ‘Nunca os he conocido. ¡Apartaos de mí, obradores de
maldad!’ “ (<400722>Mateo 7:22, 23).
3:5-10 Los levitas son dados a Aarón. Toda la tribu de Leví asistiría a
Aarón en el servicio en el tabernáculo. Esta es una medida bastante práctica; se
necesitaban muchas manos para transportar el tabernáculo y su mobiliario. Se
mantuvo una distinción entre los sacerdotes (la familia de Aarón) y los levitas
(v. 10). Sólo los sacerdotes podían acercarse al santuario; cualquier otro sería
condenado a muerte. Esta jerarquía fue establecida para elevar la gloria de
Dios. Cuando algunos levitas desafiaron este estricto mandamiento, perdieron
la vida (<041601>Números 16:1-33). Muy temprano en tiempos del NT, los
apóstoles nombraron a siete hombres para que los asistieran, más adelante son
identificados como diáconos (Hechos 6). De esta manera era muy común
comparar a los ancianos y diáconos con los sacerdotes y levitas. La estructura
levítica se resume en el v. 9.
3:11-13 Los levitas en lugar de los primogénitos. Aunque los levitas
fueron dados a Aarón y a sus hijos, ellos pertenecían a Dios. Estaba
establecido que los primogénitos (y los primeros frutos) pertenecían al Señor
(v. 13). En la noche de la Pascua, Dios había reclamado a los primogénitos
como suyos (<021301>Exodo 13:1-16). Ahora se escoge a los levitas en vez de los
primogénitos. Esta sustitución pudo haber ayudado en la transición de los
sacrificios familiares a la adoración nacional. En el tiempo de los patriarcas, el
jefe de la casa (hombres como Noé y Jacob) actuaba como el sacerdote
familiar (<010820>Génesis 8:20; <180105>Job 1:5), y quizá con el tiempo era sucedido
por el hijo primogénito. Ahora que Israel era una nación, aunque algunas
celebraciones de fe continuaban dentro del hogar (p. ej.. la Pascua), debía
haber un santuario unificado y organizado (cf. <051205>Deuteronomio 12:5-14).
3:14-39 El primer censo de los levitas. Los levitas estaban constituidos de
tres clanes: Gersón, Cohat y Merari, cada uno con sus diferentes familias. Todo
varón, de un mes en adelante, fue contado a fin de equiparar a los levitas con
los primogénitos (vv. 40-51). Los deberes de cada clan se resumen, y más
tarde se agregan otras instrucciones (<040404>Números 4:4-33).
Los levitas también fueron instruidos en cuanto a dónde debían acampar. Aarón
y sus hijos tenían que acampar frente a la puerta del tabernáculo, al este. Ellos
eran sacerdotes y a nadie más se le permitía acercarse al santuario (v. 38).
Entre los levitas, los cohatitas tenían las tareas más sagradas. Estaban dirigidos
por Eleazar, el principal de los jefes (heb. “príncipe de príncipes”; v. 32). Con
el tiempo él llegaría a ser el sumo sacerdote en lugar de Aarón (<042026>Números
20:26-28). Los otros levitas estaban bajo el mando de Itamar (ver 4:28, 33). El
total de los tres clanes levitas sumaba 22.300, no 22.000 (v. 39). Sin embargo,
22.000 no es una cifra redonda porque está equiparada con los 22.273
primogénitos, y queda corta por 273 (v. 43). Varios eruditos aceptan que una
pequeña corrupción del texto pudo haber ocurrido muy temprano en el proceso
de copiar los manuscritos hebreos y que la letra hebrea “l” fue omitida (es
decir, sh-l-sh “tres” se convirtió en sh-sh “seis”) y, de esta manera 8.300 fue
cambiado a 8.600 cohatitas.
3:40-51 Censo y rescate de los primogénitos. Había 273 primogénitos
más que levitas. Cada uno de ellos tenía que ser rescatado con cinco siclos de
plata, lo cual probablemente era equivalente al salario de un obrero por casi
seis meses. El redimir pagando un rescate era una práctica común (Levítico
25). El precio se medía por un peso oficial, al siclo del santuario (v. 47; cf.
<023013>
Exodo 30:13). Los sacerdotes probablemente mantenían una medida
estándar en el santuario para asegurarse de que se usaran las medidas justas
(<031935>Levítico 19:35, 36). Esta muestra de amor práctico para con el prójimo
llegó a ser parte de la fe de Israel: “La balanza falsa es una abominación a
Jehovah, pero la pesa exacta le agrada” (<201101>Proverbios 11:1; ver
<201611>
Proverbios 16:11; 20:23; <264510>Ezequiel 45:10). Las Normas de Disciplina
de los Metodistas Calvinistas o los Presbiterianos de Gales (adoptada en
1823) también establecen los mismos principios para sus miembros: “Que sean
hombres de pocas palabras al comprar y vender,... sin tomar ventaja de la
ignorancia de otros para poner dos precios sobre el mismo artículo; sino, según
estén conscientes de su valor y el precio en el mercado, pidan y paguen lo que
es propio y justo por cualquier artículo” (XIV). De la misma manera en que los
levitas fueron dados a Aarón, también se le dio a él y a sus hijos el dinero del
rescate.
4:1-33 Deberes de los levitas. Los levitas entre las edades de 30 a 50 años
harían el trabajo, y estos fueron contados. El término trabajo (v. 4) puede
significar guerra, trabajo duro o pruebas. Por lo tanto, el límite de edad era un
asunto práctico; los siervos de Dios debían estar físicamente en forma para su
labor. Dado que los cohatitas estarían a cargo de las cosas más sagradas
(<040331>Números 3:31), ahora son puestos adelante de los gersonitas.
Detalladamente fueron instruidos sobre cómo debían mantener el arca del
testimonio (siempre protegida o cubierta por la cortina del lugar santísimo), la
mesa de la presencia, la lámpara y el altar de oro. Todos eran de oro, con sus
utensilios y vasos. Aarón y sus hijos tenían que cubrirlos con paños de colores
antes de que los cohatitas entraran. Aun cuando mudaban el tabernáculo, a los
cohatitas no se les permitía ver ni tocar las cosas santas, si no morirían (vv. 15,
20).
Los colores de las cubiertas son significativos. Cada pieza del mobiliario
sagrado era cubierta con un paño azul. Quizá el azul, el color del cielo, era un
recordatorio de la presencia de Dios. Cuando Dios se reveló a sí mismo a los
líderes de Israel en Sinaí, leemos que “Moisés, Aarón, Nadab, Abihú y setenta
de los ancianos de Israel subieron, y vieron al Dios de Israel. Debajo de sus
pies había como un pavimento de zafiro, semejante en pureza al mismo cielo”
(<022409>Exodo 24:9, 10). También había un propósito práctico en escoger un
paño azul. Servía para distinguir los vasos sagrados de otros artículos que eran
cubiertos con paños carmesí y púrpura (<040408>Números 4:8, 13). A simple vista
los hombres sabrían lo que estaba debajo de las cubiertas azules. Cualquiera
que mirara o tocara no tendría excusa alguna, y lo que seguiría sería su muerte.
Las instrucciones provistas a los levitas les enseñaba a honrar a Dios. Cada
hombre tenía que llevar a cabo sus tareas asignadas y no excederse en su
autoridad. Entre los que le servían, Dios sería glorificado y temido. A veces se
ha formulado la pregunta: “¿Cómo podemos reconciliar esto con el amor de
Dios? Y, ¿por qué no suceden esas terribles cosas hoy día?” Yendo un paso
más adelante, se pregunta: “¿No es el AT un tanto imperfecto?” “¿Puede este
Dios ser el mismo Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo?” Preguntas como
éstas revelan un error fundamental para entender la naturaleza de Dios. El AT y
el NT son perfectamente congruentes: Nuestro Dios es fuego consumidor; no
puede ser burlado (<440501>Hechos 5:1-11; <480607>Gálatas 6:7; <581229>Hebreos 12:29).
Aun cuando el amor de Dios y su perdón son inmensurables, él no permite que
los hombres le deshonren. Su propia gloria es primero; el bienestar del hombre
es segundo. Es el milagro de su gracia lo que permite que estas dos cosas sean
satisfechas en la obra de Cristo. Una discusión bastante interesante sobre este
mismo asunto se encuentra en el tomo dos de la biografía del doctor Martyn
Lloyd-Jones, por Iain Murray (I. H. Murray, David Martyn Lloyd-Jones. The
Fight of Faith [1939-1981] [The Banner of Truth Trust, 1990] vol. 2, p.
319). Este mensaje hace que aquellos que aman al Señor se regocijen “con
temblor” (<190211>Salmo 2:11). También se ofrece una segunda lección. Cuando
los dones del pueblo de Dios se ordenan según Dios lo ha mandado, hay lugar
para cada uno de los dones. Cada uno, funcionando en su propio lugar, sirve a
la comunidad. El apóstol Pablo imprimió este concepto en la iglesia en Corinto.
La iglesia es como un cuerpo, en el cual cada una de sus partes se ayudan
mutuamente, y cada una es necesaria (1 Corintios 12—14; <490407>Efesios 4:716).
4:34-49 El censo se completa. Un total de 8.580 levitas fueron asignados al
servicio activo. Evidentemente era una tarea bastante grande trasladar el
tabernáculo y su mobiliario.
Nota. La primera generación de levitas pasarían toda su vida siguiendo estas
instrucciones mientras viajaban por el desierto. Sin embargo, después de que
Israel se estableció en Canaán su papel cambió. Los levitas vivían por todo
Israel (ver material sobre <043506>Números 35:6-34). Cuando Jerusalén se
convirtió en el lugar permanente para el tabernáculo (y más tarde del templo),
los clanes de los levitas recibieron nuevas responsabilidades. David los puso a
cargo de la música y otras tareas en el tabernáculo; los sacerdotes aarónicos
todavía ofrecían las ofrendas (<130631>1 Crónicas 6:31-49).
5:1—6:27 Consagración del campamento de Israel
Estos capítulos contienen el primer grupo de leyes en Números A primera vista,
las leyes parecen un tanto variadas y sin relación: Enfermedades de la piel,
fraude, adulterio, votos nazareos, y la bendición sacerdotal. Sin embargo, estas
leyes están relacionadas una con la otra por un tema común, y se ajustan
perfectamente a su contexto. El tema común es la separación, de la impureza y
para servir el Señor, a fin de que todo Israel pueda recibir la bendición del
Señor. Ahora que Israel y sus sacerdotes han sido contados y organizados
debe darse el siguiente paso: Israel debe ser purificado antes que la bendición y
presencia de Dios puedan ser conocidas. La consagración de Israel sigue dos
etapas. Primera, todo el campamento debe ser purificado (caps. 5—6);
segunda, el tabernáculo y el sacerdocio deben ser consagrados (caps. 7—8).
Las leyes (<040505>Números 5:5—6:27) enfatizan la pureza y dedicación completas
que se requieren, y la gran bendición que viene como resultado.
5:1-4 Expulsión de los contaminados. Este pasaje resume el interés de los
caps. 5—6: Todo el campamento debe ser puro para la presencia del Señor.
La necesidad de limpieza se manifestó desde el momento en que Israel arribara
al monte Sinaí (<021910>Exodo 19:10, 14, 15). Después se formularon leyes
explicando qué podía causar inmundicia; por ejemplo, enfermedades
infecciosas de la piel (Levítico 13—14), flujos (<031502>Levítico 15:2-25) y tocar
cuerpos muertos (<031139>Levítico 11:39; 21:1-4). Las enfermedades infecciosas
de la piel tradicionalmente eran identificadas como lepra, pero los eruditos
modernos creen que se trataba de psoriasis o algún problema similar. Los
animales eran limpios o inmundos, y sólo los animales limpios podían comerse
(Levítico 11; ver <441009>Hechos 10:9-16, 28, 29). “Limpios” e “inmundos” eran
términos legales simbolizando santidad espiritual y contaminación. Por eso, la
santidad de Dios demandaba pureza, para que no contaminen el
campamento de aquellos entre los cuales yo habito (v. 3). Nótese que el
mandato es amplio. En el v. 2 la palabra “todos” se repite tres veces (al igual
que en heb.).
La diferencia entre lo santo y lo contaminado se observa en todo el universo.
Los dos reinos de la luz y las tinieblas, el reino de los cielos y el reino del mal,
están en pugna. El pacto con Abraham hace división entre el pueblo santo y las
naciones impuras, quienes son extraños a los pactos de la promesa están sin
Dios y sin esperanza en el mundo. La polaridad entre los dos reinos se inicia en
Génesis 3 (Dios echó a Adán y Eva a causa de la contaminación del pecado), y
se observará al final cuando en la nueva Jerusalén “jamás entrará en ella cosa
impura” (<662127>Apocalipsis 21:27). De esta manera, 5:1-4 provee una seria
advertencia sobre la exclusión final de aquellos que aún estén en sus pecados
(cf. <402541>Mateo 25:41; <530109>2 Tesalonicenses 1:9, 10).
Pudiera parecer un tanto severo y sin amor el expulsar del campamento de
Israel a quienes sufrían de esta enfermedad. Sin embargo, esto nos enseña que
Dios no bajará sus normas para acomodar a algunas personas. Es cierto que él
se compadece de nuestras debilidades, pero nunca rebajándose a sí mismo. El
siempre mantiene su santidad y justicia. El nunca aceptará al impuro en su
compañerismo (<620105>1 Juan 1:5-7). La preocupación mayor era el honor de
Dios y eso demandaba excluir a estos enfermos. ¿Cómo podía dicha santidad
absoluta ser reconciliada con la compasión de Dios para con los pecadores, los
necesitados y los destituidos? Dios muestra compasión proveyéndole al hombre
el medio de remover su impureza y de esta manera remover la causa de su
exclusión. Ese medio es Cristo.
También hay otro principio que surge de este incidente, el hecho de que el
bienestar de todo el pueblo toma prioridad sobre el bienestar del individuo. No
se permitía que los intereses de ciertos individuos pusieran en peligro el futuro
de la nación. Si los inmundos no eran expulsados, todo Israel se contaminaría y
Dios nunca hubiera morado entre ellos. Aquí hay instrucción para la iglesia
actual acerca de no albergar la impureza. ¡Que la iglesia no se atreva a albergar
el mal y adaptarse a los pecados de las varias minorías que insisten en su
propio camino, quizá bajo un falso reclamo de amor!
Nótese que los gentiles eran considerados como inmundos, pero en el NT ya
no deben considerarse en esta manera. El significado de la visión de Pedro es
que ahora los gentiles pueden ser parte de la iglesia (Hechos 10). Pablo
establece que los hijos de un padre creyente son limpios (<460701>1 Corintios 7:14).
Esta limpieza, igualmente para judíos como para gentiles, la obtuvo Cristo
(<580911>Hebreos 9:11-14). El fue crucificado “afuera del campamento” con este
propósito (<581312>Hebreos 13:12-14).
5:5-10 Confesión y restitución por fraude. La propiedad robada tenía que
ser restituida (cf. <030601>Levítico 6:1-7) y agregarse una quinta parte para
compensar el daño. La idea de fondo aquí es que la propiedad robada
contamina a quien la tiene en su poder. Esta interpretación puede establecerse
en dos maneras. Primera, el contexto une la infidelidad con la impureza (vv. 1231) y, segunda, existe el caso de Acán que llegó a ser “dedicado a destrucción”
por haber tomado objetos que estaban “dedicados a destrucción” (Josué 7).
Las consecuencias prácticas del fraude no se exploran en el texto, pero no hay
mucha duda de que tales fraudes crearían serias divisiones entre el pueblo de
Dios y destruirían la paz. Con el tiempo el profeta Isaías describe dicho
conflicto como la impureza de podridas llagas (<230105>Isaías 1:5, 6). Aquí
Números se centra más en la naturaleza del daño como infidelidad para con el
Señor, no simplemente para con el hombre. La naturaleza espiritual del fraude o
robo debe ser entendida. El hombre que roba a su hermano se apropia de lo
que Dios le ha dado, rehusando confiar en la bondad de Dios para mantenerlo
en tiempos de necesidad y enriquecerlo con su abundancia. Su incredulidad lo
lleva a odiar a su hermano, a codiciar lo que éste tiene y a robárselo. También
revela lo que está en su corazón, el hecho de que su amor no está en Dios sino
en las cosas materiales. Un análisis revela lo profundo del mal en el corazón de
un ladrón. Finalmente, podemos recordar la enseñanza de Cristo respecto a
que las ofrendas no son aceptables si hay cosas no resueltas entre la gente
(<400523>Mateo 5:23, 24). Nótese que el sacerdote debe actuar y tratar esta
situación, y que se requiere la confesión de pecado.
5:11-31 La esposa sospechosa de infidelidad. Este es otro ejemplo donde
se viola la confianza, esta vez entre el esposo y la esposa. En este caso el
esposo sospecha que su esposa ha cometido adulterio; dicha infidelidad es
causa de impureza y destruye el compañerismo con Dios. Si hubiera testigos, lo
que seguiría sería la pena de muerte (<012003>Génesis 20:3; <032010>Levítico 20:10;
<052222>
Deuteronomio 22:22). Pero sin testigos, ningún juez podía condenar en
base a la mera sospecha. Donde había duda, el asunto debía dejarse en la
manos de Dios quien conoce todas las cosas. El sacerdote tenía que llevar a
cabo un ritual, haciendo que la mujer bajo sospecha tomara una maldición
sobre sí misma. Su respuesta, Amén, significa “que esto sea una realidad en mi
caso” (ver <052714>Deuteronomio 27:14-26). Si era culpable, la maldición caería
sobre ella: “Jehovah te haga maldición y juramento en medio de tu pueblo” (v.
21). El pensamiento de que la maldición se encarnaría en ella se expresaba en
el ritual (vv. 23-28). El sacerdote escribía la maldición en un rollo, lavaba las
palabras con agua y la mujer la bebía. Esto no era magia, y no había ninguna
sustancia dañina en la tinta. Los materiales de escritura probablemente lo
constituían un rollo de piel y la tinta que se hacía de pigmento negro o tizne
mezclado con agua y goma, materiales que ya estaban disponibles en el
desierto. La imprecación era poderosa porque se pronunciaba delante del
Señor (v. 16), quien conoce el corazón, y él haría que la maldición fuera
efectiva si la mujer era culpable.
Nota. El lenguaje del v. 23 nos brinda la oportunidad de discernir el significado
de escrituras posteriores. Leemos que “Cristo nos redimió de la maldición de la
ley al hacerse maldición por nosotros” (<480313>Gálatas 3:13); aunque no era
culpable, él sufrió la maldición en su propio cuerpo. De igual manera, Isaías
profetiza que el Siervo del Señor sería puesto “como pacto para el pueblo”
(<234206>Isaías 42:6; 49:8). Y así como el Siervo encarnó el pacto, Pablo expresa
su confianza de que todas las promesas de Dios se confirman “en Cristo Jesús”
(<470102>2 Corintios 1:20).
6:1-21 El voto nazareo. El voto nazareo era un voto especial (v. 2); es
decir, un voto extraordinario que no debía tomarse a la ligera. Se suponía que
el voto duraría por un tiempo limitado. Había tres marcas de la separación
nazarea: Abstenerse del vino y de los productos de la uva (vv. 3, 4; con el
tiempo Israel pecó dándoles vino a los nazareos; <300211>Amós 2:11, 12); no tocar
cuerpos muertos (vv. 6-8); y no cortarse el cabello (v. 5). Las primeras dos
condiciones son iguales a las normas para los sacerdotes durante su servicio.
Los sacerdotes no debían beber vino porque cesarían de estar vigilantes en
observar la ley y enseñarla (<031006>Levítico 10:6-11). El sumo sacerdote ni
siquiera podía entrar a un lugar donde hubiera un cadáver; aunque fuera el de
su padre o madre, aunque un sacerdote regular podía atender a un familiar
cercano (<032101>Levítico 21:1-4, 11). El no cortarse el pelo era peculiar de los
nazareos y era símbolo de su separación para Dios (v. 7). La palabra “nazareo”
se relaciona con el término heb. nezer, el cual tiene dos significados: “voto” y
“corona”. Así, el texto heb. dice: “El nezer a su Dios está sobre su cabeza.”
Esto puede contener una sugerencia deliberada en cuanto a que el pelo largo, el
cual constituía una señal de su voto (nezer), era como una corona (nezer). Si se
rompía el voto (p. ej. “si alguien muere de repente junto a él”), tenía que pagar
una multa y comenzar de nuevo (vv. 9-12). Cuando expiraba el período de
separación tenía que rasurarse la cabeza y quemar el pelo en las llamas de la
ofrenda de paz (vv. 13-21). Sansón era un nazareo desde su nacimiento
(Jueces 13; cf. <041617>Números 16:17-20), y Pablo parece haber hecho un voto
semejante (<441818>Hechos 18:18; 21:20-26). El nazareato expresaba la forma más
alta de separación al Señor, aparte del sacerdocio. Era una muestra de la
dedicación de Israel al Señor. La ley establecía claramente que los votos tenían
que cumplirse (<052321>Deuteronomio 23:21-23; ver <071130>Jueces 11:30-39;
<195612>
Salmo 56:12; 65:1; 116:18; cf. <400533>Mateo 5:33-37).
6:22-27 La bendición sacerdotal. Esta bendición se encuentra en el lugar
apropiado. Israel había sido organizado y consagrado al Señor, y ahora Dios
provee la bendición después de que ellos habían obedecido. La bendición no
es un irreflexivo cliché de simples repeticiones; la misma está llena de
significado. Se divide en seis partes.
1. Jehovah te bendiga. La bendición reúne todos los beneficios del pacto que
Dios manifiesta a su pueblo (<052801>Deuteronomio 28:1-14). Los hijos esperaban
una bendición de su padre (p. ej. <012727>Génesis 27:27-29, 38; 49:1-28). Las
bendiciones de Dios fueron impartidas a Adán, a quien Lucas llama “el hijo de
Dios” (<010128>Génesis 1:28; 5:1-3; <420338>Lucas 3:38). A causa de la caída de Adán
vino la maldición (<010314>Génesis 3:14-19), pero de nuevo se prometió la
bendición a Abraham y a sus descendientes (<011201>Génesis 12:1-3). La
bendición acarrea fecundidad (descendientes, rebaños, cosechas), pero estos
beneficios sólo son muestra de la verdadera bendición, la relación con Dios.
Sólo si Dios es nuestro Padre somos realmente bendecidos (<011716>Génesis
17:16; 22:17, 18; <032603>Levítico 26:3-13; <052802>Deuteronomio 28:2-14).
2. Y te guarde. El propósito de la protección era guardar a Israel en su relación
de pacto con Dios. El Señor era el guardador de Israel (<19C107>Salmo 121:7, 8;
cf. <581306>Hebreos 13:6). Cristo, el buen pastor, guardó a sus ovejas y no perdió
ninguna, excepto Judas Iscariote (<430637>Juan 6:37-40; 10:11-16; 18:9).
3. Jehovah haga resplandecer su rostro sobre ti. Su rostro significa su
presencia, revelada en la nube de fuego (<024034>Exodo 40:34 ss.); resplandecer...
sobre ti significa que Dios se complace en su pueblo y los salva
(<201615>Proverbios 16:15; <193116>Salmo 31:16; 67:1 ss.; 80:3, 7, 19).
4. Y tenga de ti misericordia. El resultado de la complacencia de Dios es su
gracia; su misericordia revelada en el pacto. Para la salvación es fundamental
reconocer que el favor de Dios es inmerecido. No se merece de ninguna
manera; al contrario, Dios manifiesta misericordia debido a su propio amor y
fidelidad para con su juramento (<050707>Deuteronomio 7:7, 8). Este principio
puede trazarse por toda la Escritura (<261601>Ezequiel 16:1 ss.; <450501>Romanos 5:111; 9:10-13, 18; 11:5; <460102>1 Corintios 1:26 ss.).
5. Jehovah levante hacia ti su rostro. Esto es más enfático y pide que Dios
preste atención a Israel. Puede reflejar el hecho que él los ha escogido a ellos y
no a otra nación. Si Dios escondía su rostro, Israel hubiera sufrido y perecido
(<193007>Salmo 30:7; 44:24; 104:29).
6. Y ponga en ti paz. Paz significa entereza y bienestar. Desde hace mucho
éste ha sido reconocido como lenguaje del pacto. Los pactos se hacían para
asegurar la paz por medio de una relación apropiada. Pero cuando Dios otorga
paz, esta se extiende a la vida entera; aun los enemigos, humanamente
hablando, se aquietan (<032606>Levítico 26:6; <201607>Proverbios 16:7). Más tarde
estas palabras fueron vistas como una promesa relacionada con el Mesías, el
“Príncipe de Paz” (<230906>Isaías 9:6), y encuentran su verdadero significado en
Cristo (<431427>Juan 14:27; <490214>Efesios 2:14-18).
Debemos observar dos puntos en cuanto a la forma de esta bendición.
Primero, es poética, teniendo tres líneas divididas en dos partes. Cada línea es
más larga que la anterior, haciendo que la bendición sea más fuerte y enfática.
Segundo, usa repetición. Dos veces habla del rostro de Dios (presencia); la
meta de toda redención es que podamos entrar a la presencia de Dios. Repite
el nombre divino de Señor (heb. YHWH) tres veces. Algunos piensan que esto
anticipa la trinidad (ver <451009>Romanos 10:9; <470301>2 Corintios 3:17). Los eruditos
consideran esto como poesía bastante antigua. En 1979 se desenterraron en
Jerusalén dos rollos pequeños de plata provenientes del siglo VII a. de J.C. Se
descubrió que contenían las palabras de <040624>Números 6:24-26 en forma casi
idéntica al texto heb.
La influencia de estas palabras corre a través de toda la Biblia (Salmo 67; 121;
122; 124; 128). Las cartas de Pablo comienzan con un saludo, el cual siempre
usa las palabras “gracia” y “paz” (p. ej. <450107>Romanos 1:7; <460103>1 Corintios 1:3;
y <550102>2 Timoteo 1:2 agrega “misericordia”). En la mayoría de casos Pablo dice
que la gracia y paz provienen de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo, y
sin lugar a duda él está tomando el pensamiento de la bendición sacerdotal.
Dios dice: Así invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel (v. 27), lo cual
es una marca de propiedad. Esta idea aparece nuevamente en dos lugares clave
en las Escrituras. Primero, en las profecías de Isaías en cuanto a la restauración
de Israel: “Este dirá: ‘Yo soy de Jehovah’... y aquél escribirá sobre su mano:
‘De Jehovah’” (<234405>Isaías 44:5). Ese era un período de mucha bendición,
cuando Judá e Israel fueron restaurados de la cautividad. Segundo, en la última
reunión del pueblo de Dios, profetizada en Apocalipsis: “Verán su rostro, y su
nombre estará en sus frentes” (<662204>Apocalipsis 22:4; ver 2:17; 14:1). La Biblia
cierra con un vislumbre del estado bendito final de los santos (<662201>Apocalipsis
22:1-5), profetizado en un lenguaje que refleja la bendición sacerdotal: “Ya no
habrá más maldición” (<662203>Apocalipsis 22:3; cf. <040624>Números 6:24, 27); “el
Señor Dios alumbrará sobre ellos” y no necesitarán ni del sol ni de lámpara
(<662205>Apocalipsis 22:5; cf. <040625>Números 6:25). Así, estas antiguas palabras
contienen la promesa de esa rica bendición del pacto que han anhelado los
hijos de Dios en todos los tiempos, y la cual será concedida en su perfección en
el día que Dios ha designado.
7:1—8:26 Consagración del tabernáculo y del sacerdocio
La clave en estos capítulos es la santidad y purificación. El tabernáculo es
santificado y los sacerdotes purificados. Todo esto se hace con bastante
derramamiento de sangre.
7:1-89 Consagración del tabernáculo. El lenguaje que se usa aquí es muy
preciso: Moisés consagró el tabernáculo (es decir, lo santificó) y “dedicó” el
altar (vv. 1, 10, 11). La palabra dedicación ocurre sólo en unos pocos lugares
en las Escrituras. De manera similar, Salomón consagró el atrio intermedio y
dedicó el altar (<140707>2 Crónicas 7:7, 9) pero la ocasión vino a ser conocida
como la “dedicación” del templo (<140705>2 Crónicas 7:5). En los apócrifos, 2
Macabeos 2:19 dice: “Jasón de Cirene escribió la historia de Judas Macabeo y
sus hermanos, de la purificación del gran templo, de la consagración del altar.”
Este evento se conmemora durante la fiesta de Hanukkah, el 25 del mes
Quisleo (diciembre), una fiesta que se menciona en <431022>Juan 10:22. La
consagración del tabernáculo fue el primero de dichos eventos. Los líderes de
Israel trajeron presentes, ofrendas por el pecado y ofrendas de paz. No se
nombran estos líderes, pero el texto dice que fueron los que supervisaron el
censo (v. 2). El censo realmente se llevó a cabo un mes después de que el
tabernáculo fuera erigido (1:1), pero el autor ya lo había relatado. El mismo tipo
de anticipación se encuentra en los vv. 6-8: Los levitas recibieron carretas y
bueyes, pero aún no habían sido ordenados (vv. 3, 4; 8:5-26). Los presentes y
las ofrendas se trajeron en dos etapas. Primera, las carretas y los bueyes para
el tabernáculo (vv. 3-9); segunda, los presentes de los platos de plata, tazones,
cucharones de oro y ofrendas para el altar (vv. 10-88). Los cohatitas no
recibieron ni carros ni bueyes porque éstos sólo podían usarse para el
tabernáculo, no para las cosas sagradas, las cuales ellos tenían a su cargo (v.
9). Cuando David trajo el arca a Jerusalén, fue colocada en una carreta nueva
(<100603>2 Samuel 6:3, 4). Sin embargo, después de la muerte de Uza ya no se
menciona ninguna carreta, sólo a “los que llevaban el arca de Dios” (<100613>2
Samuel 6:13; 15:24). La muerte de Uza hizo que el pueblo descubriera
exactamente lo que la ley requería (<131511>1 Crónicas 15:11-15). El registro de las
ofrendas de las tribus (vv. 10-88) muestra cuán repetitiva puede ser la Biblia
(quizá sea un recordatorio que la Biblia no fue escrita para entretenimiento, sino
para nuestra instrucción).
De paso podemos notar que otra vez se menciona a Judá en primer lugar (ver
material sobre <040201>Números 2:1-34). Al mencionar la ofrenda de cada tribu en
su día, se observa que sus ofrendas eran voluntarias e iguales. El apóstol Pablo,
haciendo una colecta para ayudar a los santos en Jerusalén, requiere la misma
clase de igualdad a las iglesias macedonias: “Pero no digo esto para que haya
para otros alivio, y para vosotros estrechez; sino para que haya igualdad”
(<470801>2 Corintios 8:13, 14a).
Los totales de las ofrendas para la dedicación se dan en los vv. 84-88. En esos
12 días se derramaron ríos de sangre. Sin el derramamiento de la sangre de los
sacrificios no podía haber purificación (<580922>Hebreos 9:22). Durante esos 12
días también se ofrecían otros sacrificios (p. ej. cuando Aarón fue ordenado;
Levítico 8—9). Y antes de que terminaran los 12 días ya estaban escogiendo el
cordero de la Pascua para sacrificarlo en el día 14.
El resultado de la dedicación se presenta de tres maneras en tres relatos
paralelos (<040789>Números 7:89; <024034>Exodo 40:34, 35; Levítico 8—9), reflejando
cada relato el interés central del libro donde se encuentra. <024034>Exodo 40:34, 35
describe la nube cubriendo el tabernáculo y la gloria del Señor llenándolo
continuamente, reflejando así su tema de la gloriosa presencia de Dios con su
pueblo. <030923>Levítico 9:23, 24 relata cómo Moisés y Aarón bendijeron al
pueblo y cómo descendió fuego y consumió los sacrificios, reflejando su tema
del sacerdocio aceptable a Dios. Aquí (v. 89) el Señor habla a Moisés,
reflejando el tema de Números en cuanto a la palabra de Dios. Sin embargo,
Números no ignora los otros aspectos. De hecho, el sacerdocio levítico se
menciona enseguida (<040805>Números 8:5-26), y después la nube (<040915>Números
9:15-23).
El enfoque de estos primeros diez capítulos es sobre la palabra de Dios, y el
texto implica el gran privilegio de tenerla. Dios ha favorecido a Moisés de una
manera única hablando con él cara a cara (<041206>Números 12:6-8). Por
supuesto, el texto heb. ni siquiera menciona a Dios directamente en el v. 89,
pero dice que Moisés entró en el tabernáculo para hablar “con él” (la RVA
pone con Dios a manera de explicación). El hecho de que la voz de Dios
viniera desde encima del propiciatorio (tradicionalmente conocido como “la
silla de misericordia”) que estaba sobre el arca del testimonio, muestra que su
palabra viene como un privilegio del pacto y manifiesta su gran misericordia.
Además, Dios habla de entre los querubines, los cuales en el principio
guardaban el camino hacia el paraíso de Dios y del árbol de la vida
(<010324>Génesis 3:24). La palabra de Dios es vida; y esta conexión entre la
palabra de verdad y la vida eterna nunca se pierde, pero se manifiesta más
claramente en las enseñanzas de Cristo en los Evangelios (p. ej. <430104>Juan 1:4;
6:63).
8:1-4 Las siete lámparas. Estas lámparas estaban hechas según el modelo
que se le mostró a Moisés (v. 4; <022531>Exodo 25:31-40; ver <580805>Hebreos 8:5) y
debían mirar hacia adelante para alumbrar el área frente al candelabro. En esta
posición, arrojarían luz sobre la mesa de la presencia con los 12 panes. Las
luces tenían que mantenerse ardiendo continuamente (<032402>Levítico 24:2-4). Las
siete lámparas de oro se ven en la visión de Juan donde representan las siete
iglesias (<660112>Apocalipsis 1:12 ss.).
8:5-26 Los levitas son purificados y se les asigna su trabajo. Los levitas
debían ser ceremonialmente purificados con el agua para la purificación, lit.
“agua del pecado” (v. 7). Los israelitas pusieron sus manos sobre los levitas (v.
10), y después éstos pusieron las suyas sobre la ofrenda por el pecado. Esto
por lo común se hacía confesando el pecado, y manifestaba que el animal era
un sustituto (v. 12). El significado básico de poner las manos sobre algo parece
ser el de “transferir” un derecho o una condición a un sustituto: Transfiriendo
bendición a un sucesor (<014814>Génesis 48:14); transfiriendo autoridad en la
ordenación (<042723>Números 27:23); transfiriendo culpa a una víctima sacrificial.
La ordenación por la imposición de manos fue practicada en la iglesia del NT
(<440606>Hechos 6:6; 13:3; también <410523>Marcos 5:23; <440815>Hechos 8:15-18;
<580602>
Hebreos 6:2). Parece que implicaba participación con alguien en su
trabajo, de aquí que Pablo advierte en contra de hacerlo precipitadamente
(<540522>1 Timoteo 5:22). El contexto del cap. 8 indica que los levitas eran la
ofrenda de Israel para Dios (vv. 11, 15). Ellos estaban consagrados al Señor
(vv. 14, 16) y tomaban el lugar de los primogénitos (v. 17 ss.). Pero a pesar de
este énfasis no se pasa inadvertido el hecho que los levitas también habían sido
dados a Aarón (vv. 19, 22). Por último, se mencionan los límites de edad: de
25 a 50 años (vv. 24-26). El censo sólo incluyó a los hombres de 30 a 50 años
de edad (4:3; pero la LXX aquí también dice 25). En el tiempo de David,
cuando el tabernáculo estaba en Sion, se bajó la edad límite a 20 años (<132324>1
Crónicas 23:24-27), aunque David sólo contó a los de 30 años para arriba
(<132303>1 Crónicas 23:3). Esto se continuó practicando en generaciones
posteriores (<143117>2 Crónicas 31:17; <150308>Esdras 3:8). La jubilación no
significaba retirarle del ministerio. A los 50 años los levitas podían continuar
funcionando, sirviendo a sus hermanos. Por regla general, los siervos de Dios
parecen haber continuado sirviéndole hasta una edad avanzada, y hasta su
muerte, según se lo permitieran sus fuerzas (<053407>Deuteronomio 34:7; <090414>1
Samuel 4:14 ss.; 12:2; <550406>2 Timoteo 4:6-8; <610113>2 Pedro 1:13-15).
9:1—10:36 Partiendo hacia la tierra prometida guiados
por la presencia del Señor
9:1-14 La Pascua. La Pascua original marcó la salida de Israel de Egipto.
Ahora celebraban su primer aniversario antes de salir de Sinaí. Ya hemos
notado que la narración está fuera de secuencia cronológica, y aquí el autor
desea colocar la Pascua antes de la partida. De esta manera, él nos recuerda
que Dios aún estaba liberando y dirigiendo a su pueblo. Aquí se discute el
problema de la inmundicia que podría impedir que un hombre observara la
Pascua (vv. 6-13; cf. <431828>Juan 18:28). El problema era bastante serio: Los
hombres que estaban inmundos a causa del contacto con un muerto no podían
unirse al pueblo para presentar ofrendas al Señor. Existía un temor real de ser
cortado de la comunidad. Por lo tanto, se da una ley adicional, que éstos
observarían la Pascua un mes después. Sin embargo, no se reduce la
importancia de la Pascua ya que ellos aún debían observar las mismas normas
(vv. 11, 12). Pero si acaso un hombre no tenía una excusa legítima y dejaba de
observar la Pascua, sería cortado de Israel. No recibiría perdón por haber
descuidado voluntariamente la ley de Dios. La debilidad se entiende; la rebelión
nunca se tolera. También hay provisión para que el extranjero participe, pero
no de una manera casual; tenía que ser circuncidado (<021248>Exodo 12:48, 49).
De esta manera, la Escritura anticipa el lugar de los gentiles en la salvación.
Pudiera observarse que las Escrituras presentan la Pascua como algo muy
serio. Esto vino a ser algo muy importante para Juan quien interpreta la muerte
de Cristo como el cumplimiento de la Pascua en todos sus detalles (ver
<431917>
Juan 19:17-37). Por supuesto, Juan establece la verdad de que este
verdadero Cordero de Dios quitaría el pecado “del mundo” (<430129>Juan 1:29; cf.
<460507>
1 Corintios 5:7).
9:15-23 La nube. Según el libro de Exodo, la nube representaba la gloria del
Señor que llenaba el tabernáculo (<024034>Exodo 40:34-38). Números, sin
embargo, no dice nada en cuanto a la gloria pero sí muestra interés en el hecho
de que la nube guió a Israel. El pasaje repite que Israel partía y acampaba al
mandato del Señor, el cual se manifestaba por el movimiento de la nube. Hay
también un desarrollo de pensamiento por medio de la repetición: La nube
estaba allí desde el principio (v. 15); tenía apariencia de fuego en la noche (v.
16); guiaba a Israel (vv. 17, 18); el tiempo que pasaban en un campamento
variaba, desde unos pocos días hasta todo un año, anticipando que Israel
pasaría un largo tiempo en el desierto (vv. 19-22); y el texto termina haciendo
hincapié en el hecho que Israel obedeció el mandato del Señor (v. 23). La nube
aparece más tarde cuando Salomón dedica el templo (<110810>1 Reyes 8:10-12).
Cristo Jesús fue cubierto por la nube en el monte de la transfiguración
(<420934>Lucas 9:34), y de nuevo en su ascensión (<440109>Hechos 1:9). Las imágenes
de la nube de la presencia de Dios y del templo se unen en la persona de
Cristo. El es el templo (<662122>Apocalipsis 21:22), y en él mora toda la plenitud
de la gloria de Dios (<431721>Juan 17:21; <510119>Colosenses 1:19). Por medio de la
presencia del Espíritu Santo, los creyentes llegan a ser piedras vivas en el
templo (<430737>Juan 7:37-39; <460601>1 Corintios 6:19; <600204>1 Pedro 2:4, 5). Así fue
como Dios consideró oportuno manifestar su gloria en la hechura espiritual de
la iglesia (<490222>Efesios 2:22; 3:10, 11, 21).
10:1-10 Las trompetas de plata. Esta fue la preparación final antes de partir
de Sinaí. Las trompetas fueron hechas de plata modeladas a martillo. (La plata
se había fundido y trabajado por siglos antes de este tiempo.) Josefo las
describe como unos tubos angostos de unos 45 cm. de largo, bien formadas al
final, y se muestran en el arco de la entrada triunfal de Tito a Roma. Eran
diferentes a los cuernos de carnero, que eran bastante comunes, y podían dar
una nota más clara. Diferentes sonidos de las trompetas servían para convocar
a diferentes asambleas (los líderes, toda la asamblea, la partida de las tribus), y
se tocaban en tiempos de guerra y al inicio de las fiestas principales. Las
trompetas estaban a cargo de los sacerdotes quienes tenían la autoridad de
guiar (ellos también eran guiados por medio de la instrucción que se les daba).
El bienestar de Israel estaba asegurado mientras la trompeta emitiera el llamado
de Dios. Así, la trompeta continuó en uso por generaciones (<121114>2 Reyes
11:14; <150310>Esdras 3:10; <199806>Salmo 98:6). El apóstol Pablo consideró esto
como un símbolo de la predicación, diciendo que el ministerio debe producir un
sonido claro (<461408>1 Corintios 14:8), de otra manera los hombres no se
prepararán para la batalla espiritual. Así como las trompetas estaban a cargo de
los sacerdotes, la predicación también ha sido encargada a los siervos de Dios,
y a los ancianos en particular (<442017>Hechos 20:17-35; <560105>Tito 1:5;
<581317>
Hebreos 13:17; <600501>1 Pedro 5:1-4). Si la trompeta llegara a caer en manos
de un impostor arruinarían la iglesia de Cristo, de la misma manera que los
lobos rapaces no perdonarían al rebaño. El NT presenta una poderosa segunda
imagen: Así como la trompeta llamaba a Israel a las fiestas, la trompeta llamará
a los muertos a la vida (<402431>Mateo 24:31; <461505>1 Corintios 15:52; <520416>1
Tesalonicenses 4:16; Apocalipsis 8—9). El llamado a las fiestas era un sonido
gozoso (<199806>Salmo 98:6); así que esta imagen conlleva el gozo de la
resurrección a la vida eterna y a la mesa preparada en el reino de Cristo.
10:11-34 Israel parte de Sinaí. Este es el clímax de la primera parte de
Números (caps. 1—10). Todo el propósito de la preparación en Sinaí era que
Dios pudiera estar presente con su pueblo, y los guiara a Canaán. Se provee
nueva información en cuanto al orden en que marcharon: El tabernáculo iba
detrás de la primera división, no en medio con los vasos sagrados. Esto era,
quizá, una medida práctica, a fin de que el tabernáculo fuera erigido antes de
que los vasos sagrados arribaran al lugar de un nuevo campamento. El arca iba
a la vanguardia (v. 33), con Judá como la primera tribu (v. 14) y Dan a la
retaguardia (v. 25). Moisés quería que Hobab, el hijo de Reuel, su suegro,
viajara con ellos porque él conocía el terreno en el desierto. Las palabras que
Moisés le dirige explican lo que Israel estaba haciendo: La razón de su viaje
descansaba en la promesa a Abraham, y su meta era la tierra prometida.
10:35, 36 Conclusión. Las palabras de Moisés expresan dos temas bíblicos
clave: La victoria del Señor sobre sus enemigos y la presencia permanente de
Dios con su pueblo. Estas palabras se pronunciaban cuando el arca partía, y
cuando nuevamente se asentaba en el centro del campamento. Dado que este
era el clímax supremo después de casi un año de preparación (<021901>Exodo
19:1), debemos prestarle mucha atención.
La Biblia muy a menudo habla del triunfo de Dios sobre sus enemigos. En
Edén, se prometió que la serpiente, enemiga mortal del hombre, sería derrotada
(<010315>Génesis 3:15). Babilonia (la cual es la misma que Babel) llegó a ser la
“capital” de los enemigos de Dios, y la torre de Babel fue un símbolo de una
rebelión unificada en contra del supremo Dios (<011101>Génesis 11:1-9). Más
tarde, Babilonia fue el lugar donde el pueblo de Dios estuvo cautivo. Era el
odiado enemigo (Salmo 137) y estaba destinada a ser destruida (Isaías 13—
14). En Apocalipsis, la victoria de Dios es descrita como la caída de Babilonia,
lo cual es motivo de una gran alabanza (<661207>Apocalipsis 12:7-17; 14:8; 17:4-6;
18:1—19:5).
Dios ha jurado que toda rodilla se doblará ante él (<234523>Isaías 45:23). Esto
incluirá a todos sus enemigos, quienes se encogerán a causa del terror en vez
de postrarse humildemente en adoración; pero aun así, se arrodillarán. La
destrucción del reino de este mundo se determinó en el concilio eterno del trino
Dios, el cual se llevó a cabo antes de la creación. Después se ordenó el curso
de la historia, el cual incluyó la guerra espiritual en el cielo. Por medio de este
plan, Dios será glorificado y se manifestará que está sobre todas las cosas, el
Señor todopoderoso del universo. El Padre exaltará al Hijo, y le dará un
nombre que es sobre todo nombre, y el Hijo honrará al Padre. La meta es que
se vea que Dios está en todo. Este plan vincula la creación, la caída del hombre
y la redención. No se reveló desde un principio, sino que se fue dando a
conocer poco a poco a través de los pactos históricos, y a través del curso de
la historia redentora. Se verá completamente al final de las edades, cuando
cada criatura admirará la profundidad de la sabiduría de Dios y su misericordia.
El segundo tema en las palabras de Moisés es uno de suprema misericordia y
gracia: Dios mora en medio de las miríadas de millares de Israel. Este es el
compañerismo que los santos de todas las edades han deseado. Este es el reino
de Dios. Warfield escribe diciendo que “el establecimiento y desarrollo del
reino de Dios... bien puede denominarse el tema fundamental del Antiguo
Testamento” (B. B. Warfield, Biblical Doctrines [Banner of Truth Trust, 1988,
primera edición en 1929], p. 11). De esta manera, las palabras finales de la
primera parte de Números nos llevan al corazón del mensaje de la Biblia. La
segunda y tercera partes tratan principalmente con este mismo tema clave: La
entrada del pueblo de Dios a la tierra prometida.
11:1—25:18 DE VIAJE HACIA LA TIERRA PROMETIDA
La sección intermedia del libro (caps. 11—25) cubre el viaje desde Sinaí hasta
la frontera de Canaán, el fracaso de Israel al no tomar posesión de la tierra y
los años del peregrinaje en el desierto. Primero, leemos acerca de la rebelión
de Israel (caps. 11—19); después nos movemos directamente hasta el final del
período, cuando Israel nuevamente se acerca a Canaán, y está a punto de
poseerla (caps. 20—25). Esta sección intermedia marca un tremendo contraste
con la primera parte. Nos movemos de la palabra de Dios preparando al
pueblo, hasta las palabras de queja del pueblo y su rechazo a creer y entrar a la
tierra prometida.
11:1—12:16 Quejándose
El primer versículo es muy dramático si se lee con lo que está inmediatamente
antes (<041035>Números 10:35, 36). Moisés apenas había invocado a Dios para
que derrotara a sus enemigos y permaneciera con su pueblo, y sin ningún
intervalo leemos: Aconteció que el pueblo se quejó amargamente (heb.
“mal”) a oídos de Jehovah (v. 1). El contraste con todo lo bueno que él
apenas había hecho con ellos es absoluto. La redacción en heb. marca un
contraste deliberado: El pueblo se quejó “en cuanto a lo malo” cuando habían
recibido lo bueno. La “queja” es uno de los temas principales en los caps. 11—
25. El texto heb. usa varios términos; pero la LXX sólo usa uno, gonguzo (el
cual la RVA traduce se quejó), un término que Juan y Pablo usan
significativamente (ver material sobre 11:4-15).
11:1-3 La primer queja en Tabera. El patrón de futuras quejas se establece
en esta primera corta narración: La gente murmura; el Señor escucha y es
provocado a ira; Moisés intercede y se detiene el juicio. Moisés a menudo se
encuentra intercediendo por ellos (como lo hizo en Horeb, cuando pecaron con
el becerro de oro; Exodo 32). El castigo nos recuerda que nuestro Dios es
fuego consumidor. El fuego casi siempre simboliza la presencia y actividad de
Dios (ver <011517>Génesis 15:17, 18, cuando la antorcha ardiente se paseaba entre
los animales cortados; Exodo 3, y en la zarza ardiendo; cf. <581229>Hebreos
12:29). Los israelitas ya habían aprendido esto en una manera costosa, con la
muerte de los dos hijos de Aarón: Nadab y Abihú (Levítico 10).
11:4-15 Una segunda queja. El término heb. para populacho transmite la
idea de una asamblea general, y la traducción gr. (epimiktos) conlleva el
sentido de una mezcla de gente. Probablemente se refiera a los gentiles que se
habían juntado con el pueblo. Por lo tanto, el texto agrega que “los hijos de
Israel volvieron a llorar”. Aquí hay una lección objetiva en cuanto a que el
pueblo de Dios puede ser influenciado por quienes le rodean y guiarlos a pecar.
Sus palabras muestran que ellos habían menospreciado al Señor: ¡Quién nos
diera a comer carne! De pronto el texto se convierte en un menú: pescado,
pepinos, melones (v. 5), como si los israelitas estuvieran comparando el maná
provisto por Dios con las diferentes comidas que había en Egipto. Ellos se
habían olvidado que habían sido rescatados del horno ardiente y despreciaban
lo que la bondad divina les enviaba del cielo. El Salmo 78 describe el pecado
de Israel detalladamente (cf. <021603>Exodo 16:3); no tenían fe, olvidaron lo que
Dios había hecho y le mintieron (<197822>Salmo 78:22, 32, 36, 42). El asunto
esencial tiene que ver con incredulidad y olvido, lo cual guía al descontento y a
la queja. Números presenta un cuadro bastante exacto de la conducta del
pueblo. Se fueron a sus hogares y esparcieron las quejas entre sus familias (v.
10), lo cual fue completamente destructivo. Al provocar el descontento entre
sus familias las estaban llevando a su propia muerte. Debemos notar que la
palabra “queja” no es muy común en el NT, pero Juan decide usarla en una
ocasión específica: Cuando Cristo les dice a los judíos que él es el pan de vida
que ha venido del cielo, y que es superior al maná (<430635>Juan 6:35, 41-61).
Porque “murmuraban de él”, estos judíos estaban repitiendo los pecados de sus
antepasados registrados en Números; y la causa era la misma: incredulidad
(<430664>Juan 6:64). Estos ejemplos sirven de advertencia a la iglesia actual (<461001>1
Corintios 10:10, 11). La murmuración puede conducirnos a caer, y también
puede destruir la fe de otros. Quizá muchos jóvenes se han olvidado de la
iglesia, y aun hasta perecido, porque oyeron quejas en sus hogares. Es un
hecho que el hablar nocivo destruye a quienes escuchan. Ahora Números
expone la carga que Moisés sentía (v. 11): Israel era como un niño al cual debía
cuidarse.
11:16-35 El nombramiento de los ancianos y la provisión de carne. El
problema se resolvió con una doble respuesta. Primero, 70 ancianos fueron
elegidos para asistir a Moisés. Jetro ya había visto que Moisés necesitaba
ayuda y habían escogido jueces (<021813>Exodo 18:13-26). Ahora 70 ancianos son
establecidos como un concilio regente. Estos ancianos pudieron haber sido los
mismos que subieron con Moisés al monte Sinaí; es decir, los hombres
principales de entre la gente (<022409>Exodo 24:9-11). Más tarde en la historia,
encontramos grupos regentes similares; por ejemplo, el Sanedrín, mencionado
en los Evangelios. De igual manera, la iglesia cristiana pronto convocó concilios
para discutir asuntos concernientes a la iglesia universal (comenzando en
Hechos 15). Así, Israel estaba gobernado por ancianos desde tiempos
remotos. Probablemente haya sido un desarrollo natural en una sociedad en la
cual el padre era la cabeza de la familia, la que incluía a los sirvientes tanto
como a los hijos. El gobierno de los ancianos continuó durante todo el período
del AT (ver <080402>Rut 4:2; <203123>Proverbios 31:23); se ve entre los judíos en el
tiempo de Cristo (<401621>Mateo 16:21; <420703>Lucas 7:3); los apóstoles lo
adoptaron como el modelo para las iglesias locales (<442017>Hechos 20:17; <540414>1
Timoteo 4:14; 5:17; <560105>Tito 1:5; <590514>Santiago 5:14; <600501>1 Pedro 5:1); y,
aparentemente, existirá al fin de las edades (<660404>Apocalipsis 4:4; 19:4). En el
tiempo de Moisés estos hombres fueron escogidos para que juntamente con
Moisés actuaran como pastores. El NT designa a los ancianos como pastores,
quienes sirven al Príncipe de los pastores (<600501>1 Pedro 5:1-4) y deben rendirle
cuentas a él (<581317>Hebreos 13:17). Por esta razón deben ser obedecidos. Los
ancianos fueron escogidos para asegurar que Moisés no llevaría solo la carga, y
este parece ser el patrón que siguieron las generaciones posteriores, hasta el
punto que en el NT parece muy natural pensar que haya habido iglesias
dirigidas por un cuerpo de ancianos (u obispos, <500101>Filipenses 1:1). El Señor
puso su Espíritu sobre los ancianos que asistirían a Moisés (vv. 24-30). La
señal de la venida del Espíritu fue profecía, al igual que en otras ocasiones
(<091006>1 Samuel 10:6-13; <290228>Joel 2:28; <440204>Hechos 2:4; <461201>1 Corintios
12:10). A través de toda la Biblia, los líderes del pueblo de Dios fueron
capacitados para funcionar sólo por el Espíritu Santo. Los jueces, Saúl, David,
los profetas, los apóstoles y los ancianos de la iglesia en Efeso son todos
ejemplos.
Además de darle ancianos espirituales a Moisés, el Señor trató con la otra
parte del problema: la queja del pueblo. Evidentemente parecía imposible
encontrar en el desierto suficiente carne para satisfacer el antojo del pueblo.
(Eran 600.000 hombres de a pie; 11:21, 22. Aquí se confirma que las
cantidades registradas en los censos deben tomarse literalmente; ver material
sobre 1:17-46.) La reacción de Moisés es similar a la de los discípulos en la
alimentación de los 5.000 (<430607>Juan 6:7). Cuantas veces las cosas son
imposibles para el hombre, las Escrituras dan la misma respuesta: ¡La mano del
Señor no se ha acortado! (<011814>Génesis 18:14; <235002>Isaías 50:2; 59:1;
<243217>
Jeremías 32:17, 27). Nada es imposible para Dios. El gran poder del
soberano gobernador del cielo y la tierra siempre ha sido un refugio para
quienes confían en él (ver Daniel 1—6). Dios manifestará su poder para
confirmar su palabra (v. 23). La provisión de las codornices es un ejemplo del
control que Dios ejerce sobre su creación. Estas aves pertenecen a la familia
del faisán y de la perdiz. Invernan en Africa y emigran hacia el norte,
comúnmente en marzo o abril. En ese año estaban siendo llevadas en grandes
cantidades a Israel por un viento. Sin embargo, con la respuesta vino la ira. Al
estar comiendo, la gente murió de la plaga. Por eso, los dos primeros lugares
en el peregrinaje de Israel recibieron los nombres de Tabera (“incendio”; 11:3)
y Quibrot-hataavah (“tumbas de la gula”; 11:34). El viaje se estaba
convirtiendo en una senda de muerte. No se sabe dónde estaban estos sitios,
excepto que deben haber estado localizados en algún lugar entre el monte Sinaí
y Hazerot (ver Números 33).
12:1-16 María y Aarón se oponen a Moisés. Una tercera rebelión se llevó
a cabo en Hazerot, el siguiente campamento. Moisés se había casado con una
mujer cusita, probablemente etíope (en <011006>Génesis 10:6 Cus significa Etiopía),
y ésta probablemente era su segunda esposa (su primera esposa era Séfora,
una madianita; <020216>Exodo 2:16-21). Tomando esto como excusa, María y
Aarón hablaron en contra de él. Deseaban igualdad con él como líderes de
Israel. María parece haber sido la principal culpable y llevó el castigo. Pudiera
parecer extraño que ella, siendo una mujer, hubiera desafiado la autoridad de
su hermano. Sin embargo, era una profetiza y líder de las mujeres israelitas
(<021520>Exodo 15:20, 21).
De nuevo leemos que el Señor escuchó sus palabras hostiles. Su respuesta fue
confirmar su elección de Moisés (vv. 6-8) y después juzgó a María y a Aarón
(vv. 9, 10). Hay varios paralelos entre la rebelión de María y la gula de Israel
por carne (<041104>Números 11:4-35). En ambas ocasiones la provisión de Dios
(el maná; el liderazgo de Moisés) fue rechazada, y en respuesta el Señor
confirmó la posición de Moisés (por darle ancianos y por medio de su palabra)
y envió juicio (la plaga; la lepra de María). El autor comenta acerca de la
mansedumbre de Moisés (v. 3). La verdadera humildad consiste en
comprometerse a obedecer la voluntad de Dios hasta el punto de negarse a uno
mismo. Dicho autosacrificio puede dejar a un hombre vulnerable y ser forzado
a descansar en Dios para que él lo proteja y sustente. Además, mientras se
esfuerza por servir a Dios, descubre sus propias debilidades y fracasos, y de
esta manera logra obtener una perspectiva apropiada de sí mismo. La humildad
no es una cualidad negativa (una desvalorización de sí mismo), sino un
compromiso positivo a servir, de lo cual Cristo es el ejemplo supremo
(<500803>Filipenses 2:3-8). Moisés mostró humildad al continuar guiando a Israel a
través del desierto por 40 años, aunque fuera una carga. El no se defendió sino
que se volvió a Dios, quien defiende y ayuda al humilde (<19E706>Salmo 147:6;
149:4; <400505>Mateo 5:5; <600506>1 Pedro 5:6). En esta ocasión, el Señor no dejó
ninguna duda en María o en Aarón al defender a su siervo Moisés. Así,
Números registra tres “quejas” antes de que Israel estuviera a medio camino en
su viaje a Canaán.
13:1—14:45 Israel rechaza la tierra prometida
El desierto de Parán queda al sur de Canaán y desde aquí los espías podían
explorar la tierra. El viaje había estado lleno de quejas, pero cuando los espías
regresaron, la rebelión de Israel se convirtió en una catástrofe total.
13:1-16 Los espías. El texto comienza con la palabra de Dios. El mandato
de ir a espiar la tierra incluye el recordatorio que él les estaba dando la tierra y
el tiempo estaba cerca. Cada tribu fue representada por un líder. Estos eran
diferentes a los que habían llevado a cabo el censo y presentaron las ofrendas
cuando el tabernáculo fue dedicado. Quizá eran más jóvenes. Josué, p. ej. uno
de los escogidos, era siervo de Moisés y joven (<023311>Exodo 33:11;
<041128>
Números 11:28). Moisés le cambió el nombre de Oseas a Josué, un
cambio de significado de “él salva” a “el Señor salva” (v. 16). Este es quizá el
primer nombre israelita en el cual se usa el nombre del Señor. Su traducción al
gr. es Jesús.
13:17-25 Cuarenta días de exploración. Los espías fueron enviados a
explorar las dos regiones de Canaán, el Néguev en el sur y la región montañosa
en el norte (v. 17). Viajaron lejos, hasta la frontera norte, cubriendo la tierra de
la que se hablaba en la promesa de Dios (v. 21). El hecho de que era el
tiempo de las primeras uvas (es decir, finales de julio) indica que eran dos
meses después de haber salido del Sinaí. Los espías viajaron unos 400 km.
hacia el norte, y no regresaron sino hasta mediados de septiembre. Visitaron
Hebrón (v. 22), donde estaban enterrados los patriarcas (<012317>Génesis 23:1720; 49:29-33; 50:13). Números nos cuenta que Hebrón fue construida siete
años antes que Zoán (Tanis o Avaris), la capital de Egipto, edificada en 1700 a.
de J.C. (v. 22). Es probable que el autor de Números haya conocido la historia
de la construcción de Zoán por los egipcios porque Israel haya estado
involucrado. Hebrón era un recordatorio poderoso de la promesa de Dios.
Pero aquí, en el centro de la meta de Israel, estaban los anaquitas, quienes
tenían buena reputación como guerreros (<050902>Deuteronomio 9:2). Aun se les
menciona en los textos egipcios de 1800-1700 a. de J.C. Con el tiempo Caleb
los derrotó (<061514>Josué 15:14; <070110>Jueces 1:10).
13:26-33 Un informe desalentador. Las primeras palabras de los espías los
descubre. La tierra a la cual nos enviaste no dice que el Señor era quien los
había enviado, y no se menciona su promesa (cf. <041029>Números 10:29).
Mostraron el rico fruto y confirmaron que la tierra era una donde ciertamente
fluye leche y miel. (Esta descripción de fertilidad se usa para la región de
Galilea en la Historia de Sinuhe, una historia egipcia.) Esto confirmaba las
palabras exactas de la promesa de Dios en cuanto a la tierra (<020308>Exodo 3:8,
17). Sin embargo, los espías enfocaron su atención sobre las ciudades
fortificadas y sus poderosos habitantes, de los cuales algunos eran como
gigantes, y declararon que la conquista era imposible. Caleb tuvo que callar a la
gente (v. 30). Más tarde nos damos cuenta de que Josué estaba de su lado
(<041406>Números 14:6). El pueblo ya había comenzado a quejarse otra vez. Es
una trágica ironía que los espías estaban refiriéndose a las mismas naciones
mencionadas en la promesa de Dios a Abraham (<011518>Génesis 15:18). Dios ya
había indicado que los amonitas estaban “llegando al colmo” de su maldad y
estaban siendo reservados para su juicio, el cual ejecutaría Israel (<011516>Génesis
15:16).
14:1-10 El pueblo se rebela. Los israelitas se quejaron, y esto no era otra
cosa que rebelión (v. 9). La naturaleza de su pecado se magnifica a través de
todo el capítulo; quejándose contra Dios (vv. 27, 29, 36); rechazando la tierra,
lo cual es lo mismo que rechazar el pacto (v. 31); y alejarse del Señor (v. 43).
Ellos cuestionaban el propósito de Dios (v. 3) y rechazaron a Moisés (v. 4).
Nótese que se les concede su loco deseo de perecer en el desierto (vv. 2, 28 ).
Esto nos recuerda de una advertencia posterior en cuanto a que los hombres
darán cuenta por cualquier palabra ociosa que digan (<401236>Mateo 12:36, 37).
Josué y Caleb podían ver lo suficientemente claro como para comprender lo
grande del pecado de Israel; rompieron sus ropas como señal de su dolor y
enojo. Es como si hubieran estado lamentándose por los muertos. Ellos
reafirmaron su convicción de que Dios haría lo que había prometido y los
guiaría a la tierra prometida (v. 8).
14:11-25 La misericordia y juicio del Señor. Las palabras del Señor
comienzan con un análisis exacto del pecado de Israel: su incredulidad. Ellos
rehusaron creer en Dios y lo trataron con menosprecio (v. 11). “El que no cree
a Dios le ha hecho mentiroso” (<620510>1 Juan 5:10). La verdadera falta de Israel
fue pensar que Dios no era capaz de cumplir su palabra. La fe es en esencia la
certeza de que Dios cumplirá lo que ha prometido. La incredulidad de Israel en
este momento está en contraste con la fe de su antepasado Abraham
(<011506>Génesis 15:6). La respuesta de Dios es doble: Yo lo heriré con peste y lo
desalojaré. “Desalojar” significa desheredar; es decir, no recibirían la herencia
de la tierra. Moisés intercedió en base al pacto (v. 16) y a la misericordia de
Dios (vv. 18, 19). El se había encontrado en esta misma situación cuando Israel
hizo el becerro de oro (<023211>Exodo 32:11-14). La verdadera oración tiene esta
característica: Descansa en las promesas de Dios y pide que Dios cumpla su
palabra. Esto es lo que se quiere decir por oración de fe; se hace de acuerdo
con su voluntad (<620514>1 Juan 5:14). La gloria de Dios en toda la tierra está
ligada a su pacto y cumplimiento del mismo. La respuesta del Señor nos enseña
mucho en cuanto a lo que es el corazón de la teología bíblica. Primero, hay
perdón, a causa del cual Dios continuaría con Israel como su pueblo y llevaría a
cabo su promesa con la nueva generación (v. 24). Segundo, hay juicio. El
perdón nunca es arbitrario, ni a expensas de la gloria de Dios. Su juramento
(vv. 21-25) muestra que su misma gloria es su principal interés. Por lo tanto,
quienes le han despreciado nunca verán la tierra. Al siguiente día tuvieron que
echar marcha atrás en su camino, regresando hacia el mar Rojo. Esto era como
anular el progreso que habían logrado.
14:26-38 Muerte en el desierto. Un segundo juramento siguió al primero
(v. 28). Cada uno de los incluidos en el censo en Sinaí que se había quejado
contra el Señor moriría en el desierto, tal como lo habían deseado. Sus hijos
tendrían que soportar el desierto por 40 años. Vemos aquí un ejemplo del
pecado de los padres y su efecto sobre los hijos. Tendrían que pasar 40 años
antes de que pudieran entrar a la tierra prometida. En todo este capítulo hay
una constante referencia al propósito del pacto y el cual es confirmado a los
hijos (v. 31): que Dios les daría la tierra. Finalmente, la congregación que
conspiró contra el Señor ahora experimentaría su oposición (v. 34). El castigo
vino inmediatamente, y la plaga mató a los diez espías que habían traído un mal
informe a Israel.
14:39-45 Algunos intentan entrar a la tierra prometida. Aún había otra
lección que aprender. El pueblo se dio cuenta de su error cuando ya era muy
tarde. Deseaban recobrar su posición y procedieron a atacar la tierra. Primero,
este es un caso donde el arrepentimiento vino muy tarde. Nos recuerda el caso
de Esaú llorando después que había vendido su primogenitura y perdiera la
bendición. Para entonces ya era muy tarde (<581217>Hebreos 12:17). Segundo,
otra vez estaban menospreciando la palabra de Dios. El les había mandado que
regresaran al desierto (v. 25). Por lo tanto, cuando se dirigieron a Canaán iban
solos y el Señor no estaba con ellos; el arca no salió del campamento (vv. 42,
44). Sus mismas palabras: “Vamos a subir al lugar del cual ha hablado
Jehovah” (v. 40) muestra su falta de fe, no haciendo referencia alguna a la
promesa dada a los patriarcas. El texto dice que fueron heridos hasta llegar a
Horma en el Néguev (su lugar exacto es asunto de debate). Su nombre se
relaciona con la palabra heb. herem (“dedicado a destrucción”), una conclusión
que calza perfectamente con este pasmoso episodio. (Ver material sobre
“apostasía” en la introducción.)
15:1-41 Leyes para cuando ya estén en Canaán: ofrendas y perdón
Retornamos a la palabra del Señor después de la destrucción de los rebeldes.
Inmediatamente hay consuelo. Aun cuando el juramento de Dios ha cerrado las
puertas a Canaán por 40 años, se confirma la promesa de que Israel habitará
Canaán: Cuando hayáis entrado en la tierra que vais a habitar y que yo os
doy... (v. 2). De esta manera, las leyes que se presentan a continuación están
conectadas con lo que ha sucedido recientemente.
15:1-21 Ofrendas de la tierra. Todas las ofrendas quemadas sobre el altar
debían estar acompañadas con harina fina mezclada con aceite, y rociadas con
vino. Se establecen las diferentes cantidades según los animales ofrecidos. Un
efa equivale más o menos a 22 litros, y un hin como unos 3,6 litros. En esta ley
hay considerable afirmación. Repetidamente habla de un olor grato a Jehovah,
dando a entender que él aceptaría nuevamente a Israel. Los tres elementos:
Harina, aceite y vino, eran los productos principales de Canaán. Por supuesto,
dado que los espías recientemente habían visitado la tierra y estaban a
mediados de septiembre, Israel probablemente sabía que para entonces los
habitantes estaban en la cosecha del olivo, de donde algún día sacarían el
aceite. Esta ley contiene un principio sobre acción de gracias. Israel debía
regresarle al Señor una ofrenda de la tierra que él les había dado en primer
lugar. Tal es el espíritu de la ley, lo opuesto a la murmuración y quejas.
La última parte de la ley también es asombrosa (vv. 13-16). Nos recuerda que
la comunidad incluía a extraños (extranjero), y da lugar para que ellos ofrezcan
sacrificios con los israelitas. Ellos también deben obedecer los mismos estatutos
y leyes. Esto refleja el propósito del pacto de Dios con Abraham, que las
naciones serían bendecidas a través de su simiente (<011203>Génesis 12:3; 17:12).
Por lo tanto, en diferentes lugares la ley incluye al extranjero, y de esta manera
respeta la promesa de Dios. Después de expresar esto, Dios manda a Israel
que presente una ofrenda de lo primero de la cosecha del grano (vv. 17-21).
Esto subraya el principio acerca de que el pueblo de Dios primero debe
presentarle ofrendas a él, y después satisfacer sus deseos. Estas prácticas
debían permanecer vivas entre el pueblo de Dios (vv. 15, 21).
15:22-31 Errores y pecado deliberado. Las leyes anteriores confirman la
promesa de Dios acerca de Canaán, mientras que esta sección trata con el
obstáculo del pecado. Hay una distinción primordial entre fallar
inadvertidamente (error) y pecar deliberadamente (la expresión idiomática en
heb. dice: “con mano alta”). El fracaso inadvertido es un pecado cometido sin
conciencia de ello; se hace sin darse “cuenta de ello” (v. 24), ya sea por la
comunidad como un todo o individualmente (v. 27). El perdón estaba
disponible para un pecado como tal, y otra vez también se aplica al extranjero.
El perdón se aplicaba cuando el pecado no era cometido deliberadamente. No
había posibilidad de perdón para ninguna persona que pecara con altivez (vv.
30, 31).
La distinción que se hace aquí corre por toda la Biblia. La blasfemia contra el
Espíritu Santo no puede ser perdonada ni en la presente edad ni en la eternidad
(<401222>Mateo 12:22-32). Este pecado involucra rechazar el testimonio del
Espíritu respecto de Cristo. Por supuesto, Cristo Jesús advirtió a los judíos que
no creían en él que su culpa permanecía porque ellos decían no tener
conocimiento alguno (<430939>Juan 9:39-41). Su pecado era la incredulidad; el
rehusar creer en el Hijo de Dios. Otras advertencias en cuanto a la
imposibilidad de ser restaurados se encuentran en Hebreos (<580604>Hebreos 6:48) y Juan nos prohíbe orar por un pecado semejante, el cual conduce a la
muerte (<620513>1 Juan 5:13-17). Todo este asunto es de vital importancia para el
pueblo de Dios en cualquier tiempo. Esto nos estimula a crecer en la fe y a
“despojarnos de la vieja naturaleza” con su espíritu quejumbroso y de
incredulidad.
15:32-36 El violador del sábado. Este caso se presenta aquí como ejemplo
de un pecado desafiante. No establece que el ofensor haya violado el sábado
deliberadamente, pero es imposible verlo de otra manera ya que toda la
comunidad estaba descansando. El debe haber conocido las leyes acerca del
sábado, y la conducta de todos los demás seguramente era suficiente
testimonio. La sentencia era la muerte (v. 35). La ejecución se llevó a cabo
fuera del campamento. La congregación lo sacó fuera del campamento
probablemente como una demostración simbólica de su exclusión de Israel
(cortado de su pueblo).
15:37-41 Flecos azules. Estos eran un recordatorio a guardar los
mandamientos. Aparentemente se usaban en los cuatro extremos del manto
(<052212>Deuteronomio 22:12). El color azul se escogió nuevamente. La cortina del
tabernáculo que escondía el arca del pacto era azul, y pudo haber sido la razón
del porqué el cordón tenía que ser azul.
Hay una escena bastante interesante en la vida del rey David en conexión con
esto. Atrapado por Saúl en la cueva de En-guedi, David furtivamente cortó el
borde del manto de Saúl (<092401>1 Samuel 24:1-15). David hizo esto para probar
que él no estaba procurando matar a Saúl. Su decisión de cortar el borde del
manto pudo haber sido simbólica. Algunos sugieren que fue una señal de estarle
arrebatando el reino. Si el cordón azul colgaba de la esquina del manto de Saúl,
bien pudo haber sido un manera de decirle a Saúl que, al estar tratando de
matar a David, se había olvidado de la ley de Dios. El uso de las borlas o flecos
se convirtió en un rasgo permanente en la vida judía, y a los fariseos les gustaba
hacer sus flecos largos como una muestra de piedad y para obtener la alabanza
de los hombres (<402305>Mateo 23:5).
Las palabras de conclusión son un recordatorio del propósito fundamental de la
ley: Se dio porque el Señor era el Dios de Israel, y a fin de que ellos realmente
pudieran ser su pueblo (v. 41).
16:1—17:13 La rebelión de Coré y confirmación del sacerdocio de Aarón
El texto no dice cuándo o dónde ocurrió esta rebelión. Sin embargo, hay
indicaciones de que los rebeldes estaban insatisfechos porque Moisés no los
había metido en Canaán (v. 14). Por lo tanto, esta nueva oposición a Moisés y
Aarón puede haber surgido poco después del fracaso de entrar a Canaán. El
asunto principal en los caps. 16—19 es el sumo sacerdocio de Aarón.
16:1-15 La rebelión en contra de Moisés y Aarón. Los rebeldes fueron
dirigidos por hombres de mucha importancia. Coré era un levita del clan de los
cohatitas, quienes cuidaban del arca y los vasos del santuario. Los hijos de
Rubén también pertenecían a una familia noble. Se juntaron con ellos 250
príncipes de la comunidad, quienes habían sido convocados a formar el concilio
y eran bien conocidos en la comunidad. Su queja iba dirigida en contra de la
jerarquía; estaban reclamando una posición igual a la de Moisés y Aarón. Esto,
por supuesto, era un desafío a la orden dada por Dios en Sinaí (caps. 3—4).
También estaban buscando el sacerdocio (v. 10). Las palabras de Moisés, os
habéis juntado tú y todo tu grupo (v. 11), contienen un juego de palabras.
Juntado es una palabra heb. conectada con el nombre de Leví. Cuando
Moisés los convocó, el motivo de su resistencia salió a luz. Contradijeron las
promesas del pacto de Dios de dos maneras (vv. 13, 14): Describieron a
Egipto como la tierra que fluía leche y miel (la descripción que Dios había
usado para Canaán), y se quejaron de que Moisés y Aarón habían fracasado al
no llevarlos a la herencia prometida.
16:16-35 Juicio sobre los rebeldes. El escoger a los sacerdotes era
prerrogativa de Dios. El llevar incienso simbolizaba presentarse delante de Dios
para su aprobación. Las Escrituras comparan las oraciones de los santos con el
incienso (<19E102>Salmo 141:2; <660803>Apocalipsis 8:3). Cuando el tabernáculo fue
erigido, Nadab y Abihú, dos de los hijos de Aarón, ofrecieron incienso que
Dios no había mandado. No fueron aceptados y murieron (Levítico 10). Por lo
tanto, Coré y sus seguidores deben haberse dado cuenta de lo serio de la
situación mientras que se acercaban con sus incensarios. El peligro fue más
notorio cuando la gloria del Señor apareció a la entrada del tabernáculo, una
siniestra advertencia de juicio (cf. <041205>Números 12:5; 14:10). Esta imagen
debe haber influido en Santiago cuando advierte a la iglesia: “Hermanos, no
murmuréis unos contra otros, para que no seáis condenados. ¡He aquí, el Juez
ya está a las puertas!” (<590509>Santiago 5:9).
El Señor no reconoció al grupo de Coré. Sólo se dirigió a Moisés y a Aarón.
Más adelante en el relato se nos dice que los ancianos estaban con Moisés (v.
25). A la congregación se le ordenó apartarse de las tiendas de los rebeldes,
“no sea que perezcáis con todos sus pecados” (v. 26). Sin embargo, cuando
vino el juicio se hizo evidente que la mera separación no era suficiente. La gente
huyó aterrorizada (v. 34), a semejanza de Lot escapando de la ruina de
Sodoma y Gomorra (<011917>Génesis 19:17).
El juicio sobre Coré y su séquito fue inmediato. La forma en que el autor narra
su muerte trae a colación el hecho de que estaban perdidos espiritualmente. El
Seol los tragó vivos. El seol (“tumba”) era visto como la morada de los muertos
debajo de la tierra. Sus pertenencias perecieron con ellos, tal como sucedió en
el caso de Acán cuando tomó del botín de Jericó que estaba destinado a la
destrucción (Josué 7). Por último, el texto resume diciendo que ellos perecieron
en medio de la asamblea, implicando que habían perdido su lugar entre el
pueblo de Dios (v. 33). Los 250 partidarios murieron al igual que habían
muerto Nadab y Abihú. Algunos eruditos piensan que la abertura de la tierra
fue un fenómeno natural, señalando condiciones en partes del desierto que
harían posible algo como esto. Tales explicaciones, cualquiera que sean sus
bases, nunca deben oscurecer la verdad de que Dios había juzgado a los
enemigos de sus siervos Moisés y Aarón.
16:36-40 Bronce para cubrir el altar. La atención cambia ahora de Moisés
a Aarón. Desde aquí hasta el cap. 19, el sujeto clave es el sacerdocio aarónico.
Los incensarios fueron hechos láminas para cubrir el altar como un recordatorio
de que sólo los hijos de Aarón debían quemar incienso (ver material sobre 3:14).
16:41-50 El pueblo murmura. Al siguiente día el pueblo manifestó que su
corazón estaba con Coré. Se refirieron al grupo de Coré como el pueblo de
Jehovah (v. 41). ¡Qué pronto olvidaron el tremendo juicio que había caído el
día anterior! Por supuesto, era peor que el simple hecho de olvidar; era negarse
a creer que Dios había hecho esto. Ellos culpaban a Moisés de haberlos
matado. Este es otro ejemplo de la incredulidad de esa generación. Al igual que
antes, la aparición de la nube manifestando la gloria de Jehovah señalaba la
inminente ira divina. Aunque parece ser que Moisés había intercedido
nuevamente (v. 45), fue Aarón quien hizo la expiación para parar la plaga. De
esta manera Aarón estaba actuando como el sumo sacerdote de Israel. El
hecho de que la plaga cesó, fue una señal más de que Dios había escogido a
Aarón. Hay un vívido cuadro de Aarón estando de pie entre los vivos y los
muertos, el cual debiera ser recordado por todo el pueblo de Dios ya que
Aarón es una figura de Cristo, quien es nuestro sumo sacerdote y está entre
nosotros y la muerte eterna. Somos salvos por medio de su intercesión y
expiación. La lección primaria en este texto es unirse a los siervos escogidos
por Dios. Podemos tomar como ejemplo a la iglesia primitiva, la cual era
bastante devota al compañerismo de los apóstoles (<440242>Hechos 2:42; <540416>1
Timoteo 4:16). La razón es clara: A través del compañerismo de los apóstoles,
ellos entraban al compañerismo con Dios y Cristo (<620101>1 Juan 1:1-4). De la
misma manera es hoy: Debemos entrar al único compañerismo por la fe (ver
<431720>
Juan 17:20-23).
17:1-13 La señal de Dios confirma su selección de Aarón. La persistente
incredulidad y queja de Israel encontró respuesta con una señal. Parece ser que
las señales no eran dadas para los creyentes sino para los incrédulos y rebeldes
(v. 10). Por ejemplo, este fue el propósito del don de lenguas (<461402>1 Corintios
14:22) y las señales hechas por Cristo (<430630>Juan 6:30); y Acaz no pidió señal
porque no quería probar a Dios (<230710>Isaías 7:10-14). El objetivo de esta señal
era silenciar la constante murmuración contra Aarón. Realmente ésta era la
segunda señal, siendo la primera la lámina de bronce que cubría el altar; pero
esta señal era milagrosa. Las 12 varas representaban las 12 tribus (el término
heb. significa “vara, ramas o tribus”). Las varas fueron colocadas, con nombres
de los líderes en ellas, delante del arca del testimonio, ante la presencia misma
de Dios. De la vara de Aarón brotó vida nuevamente, echando botones,
floreciendo y produciendo almendras. Esto no significaba simplemente la
elección divina, pero la naturaleza de la señal también expresa abundancia de
vida. El mensaje era: A través de mi siervo escogido ustedes encontrarán vida.
Esto ya se había experimentado cuando Aarón se puso de pie entre los muertos
y los vivos (16:48). La vara floreciente se guardó por generaciones
(<580904>Hebreos 9:4). Se convirtió en un testimonio de que Dios confirmaría su
palabra. Quizá sea esto lo que está detrás de las referencias posteriores al
Retoño justo (<242305>Jeremías 23:5; 33:15, 16; <380308>Zacarías 3:8; 6:12). El cap.
17 culmina con el temor de Israel de que todos morirían a causa de que no
podían acercarse al Señor. Esta es una confesión: Ellos necesitaban un
mediador (como en el Sinaí; <022018>Exodo 20:18-21); y las leyes que están a
continuación (caps. 18—19) son una respuesta a esta necesidad. Lo mismo es
verdad para cada persona, y la necesidad se suple, finalmente, sólo en Cristo
Jesús. Esto se establece claramente en Hebreos
El mensaje de los caps. 16—17 insiste en que el sumo sacerdocio de Aarón
debe respetarse. Esto es, en primer lugar, una expresión de la santidad de Dios:
Nadie se le puede acercar, excepto aquel a quien él ha llamado. Esto apunta
hacia el nuevo pacto: Sólo podemos acercarnos a Dios a través de Cristo,
nuestro sumo sacerdote, a quien él ha nombrado. Segundo, aprendemos que
Dios no permitirá que sus siervos sean destituidos; él los defenderá. En la era
cristiana, él ha escogido a hombres que le sirvan. Estos no son jefes sino
siervos encargados de cuidar el rebaño. Estos hombres son ancianos (que es el
mismo oficio que obispo; ver, p. ej. J. Calvino, Institutos de la Religión
Cristiana, IV. 3.8; y <560105>Tito 1:5-7). La iglesia debe respetar a estos líderes
como resultado de su reverencia a Dios, quien los ha provisto. Su único
mandato es servir a Cristo, y ellos no ejercen ninguna otra autoridad más que la
palabra de Dios. Cargan con una tremenda responsabilidad, la cual sólo
pueden cumplir teniendo santidad, fidelidad y amor. Aun cuando hay
abundantes enseñanzas sobre esto en el NT, sus raíces profundas se encuentran
en tales textos como éste del AT.
18:1—19:22 Deberes de los sacerdotes
Los siguientes dos capítulos son una respuesta a la pregunta de Israel:
“¿Acabaremos por perecer todos?” La respuesta descansa en el sacerdocio,
en sus deberes (cap. 18) y en la purificación de Israel (cap. 19).
18:1-7 Responsabilidades de los sacerdotes y de los levitas. Aquí se
combinan el rango y la responsabilidad. La familia de Aarón llevaría la culpa
por cualquier ofensa en contra del tabernáculo y su servicio. Los levitas fueron
dados a los sacerdotes para que los asistieran, y juntos llevarían la culpa por
cualquier falta (v. 3). Se dice que los levitas acompañarían a Aarón. El término
heb. para “acompañar” viene de la misma raíz que el nombre de Leví. El Señor
se los había dado a Aarón como una dádiva. Al mismo tiempo se mantenía la
distinción entre los sacerdotes y los levitas (v. 7).
18:8-32 Diezmos. Cuando Coré, Datán y Abiram trataron de usurpar el
poder de Moisés, él insistió en que no los había tratado con despotismo.
Particularmente, él no había tomado nada de ellos, “ni siquiera un asno”
(<041615>Números 16:15). Ahora el Señor ordenaba que Aarón tuviera una porción
de las ofrendas de Israel. Esta fue una provisión perpetua (v. 19). Este mandato
es justo como práctico. Es justo que los obreros reciban su salario. Aun el buey
no debe tener bozal cuando trilla el grano, tal es el cuidado de Dios por sus
criaturas (<052504>Deuteronomio 25:4). Es práctico en el sentido que aseguraba
que los sacerdotes pudieran dedicarse completamente a su oficio, ya que no
estarían preocupados en cuanto a su comida. El sistema del diezmo es lógico.
La tribu de Leví no poseía tierra en Canaán como para dedicarse al cultivo. En
vez de eso, Dios sería su herencia y ellos le servirían sin distracción alguna,
sostenidos por los diezmos. Las 12 tribus (600.000 hombres), cada uno
trayendo diezmos y ofrendas mantendrían a unos 22.000 levitas (v. 26). El
pueblo había recibido gratis la tierra, y por eso pagaban sus diezmos de lo que
Dios les había dado primero. Por su parte, los miles de levitas debían traer sus
diezmos al Señor. De estos diezmos tomaría su parte la familia de Aarón (v.
28). De esta manera todos los sacerdotes tendrían lo necesario para vivir.
El principio del diezmo no fue introducido por la ley. Abraham había
reconocido este deber antes de que la ley fuera dada. Es un principio de justicia
el devolver algo a Dios de todo lo que él ha dado (<011420>Génesis 14:20;
<580704>
Hebreos 7:4). Más adelante en la historia, los levitas fueron descuidados, y
una de las reformas de Nehemías fue restaurar la práctica del diezmo
(<161032>Nehemías 10:32-39). Malaquías acusó a Israel de estarle robando a Dios
por medio de su incredulidad. El los desafió a traer todo el diezmo después del
cual las bendiciones de Dios serían grandes “hasta que sobreabunde”
(<390306>Malaquías 3:6-12). El principio del diezmo fue establecido para siempre.
Así, de la manera en que el sacerdocio aarónico se cumple en Cristo, no hay
duda de que los diezmos de la iglesia también son suyos. En el NT hay
continuidad. Pablo defendió su derecho a vivir del evangelio (<460903>1 Corintios
9:3-14). Si se ignora este mandamiento, el resultado será la negligencia para
con el ministerio, y el resultado será declinación espiritual (<401009>Mateo 10:9, 10;
<480606>
Gálatas 6:6, 7; <540517>1 Timoteo 5:17, 18).
19:1-22 Agua para la purificación. La ley demanda pureza y santidad.
Antes de partir del Sinaí Israel había expulsado del campamento a todas las
personas impuras. En este punto se proveyó un medio de purificación del
pecado e inmundicia. La razón para colocar esta ley aquí se da en el v. 20: si
alguien está inmundo contamina el santuario. Así, la preocupación es la misma
que en el cap. 18: Las faltas en contra del santuario atraen ira sobre Israel por
ofender la santidad de Dios. Las cenizas de la vaca roja deben mezclarse con
agua, y después esta agua sería usada para la purificación. Esto no era algo
nuevo. Moisés también había mezclado la sangre de las vacas con hisopo, lana
roja y agua para rociar al pueblo y el rollo del pacto (<022406>Exodo 24:6-8; cf.
<580919>
Hebreos 9:19-22). El libro de Hebreos enseña que el pecado no puede ser
purificado sin derramamiento de sangre (<580922>Hebreos 9:22). Aun así, el
rociamiento con las cenizas de una vaquilla sólo purifican la carne; la sangre de
Cristo purifica nuestra conciencia (<580913>Hebreos 9:13, 14). Si alguien hacía caso
omiso del agua purificadora, sería cortado de su pueblo. Estaría
menospreciando deliberadamente lo que Dios había provisto, y de esta manera
pecando voluntariamente, haciéndolo con el conocimiento pleno de la ley de
Dios. El mismo principio se aplica al sacrificio de Cristo. Si alguien rehúsa creer
en él ya está condenado, porque no ha creído en el Hijo de Dios (<430318>Juan
3:18). Le ha dado la espalda al único medio que Dios ha provisto para remover
sus pecados.
20:1—21:35 Viajando otra vez hacia Canaán
En el mes primero probablemente signifique a mediados de marzo. Habían
pasado 38 años y el año 40 había llegado. No se nos dice esto directamente,
pero si comparamos la lista de los campamentos que Moisés guardó (20:1
corresponde con 33:36, nótese el v. 38), podemos ver que el autor ha omitido
aproximadamente 38 años que ya habían pasado en el desierto (un testimonio
silencioso de que fueron años perdidos). Ya cerca de octubre, Israel cruzaría el
arroyo de Zered, 38 años después de haberse regresado de Cades-barnea al
desierto de Parán (<050214>Deuteronomio 2:14; cf. <041425>Números 14:25). Moisés, y
más tarde Jefté, repasan esta historia (<050202>Deuteronomio 2:2-15; <071115>Jueces
11:15-27).
20:1 María muere. Más tarde ese año, Aarón y Moisés también morirían.
Esto marca el fin de la generación que no pudo entrar a Canaán.
20:2-13 Quejándose en Meriba. Los años en el desierto concluyeron tal
como se habían iniciado, con quejas. Es posible que la segunda generación
estuviera copiando la conducta de la primera. Deuteronomio narra cómo
Moisés les advirtió que eran duros de cerviz y que pronto se alejarían de Dios.
Como en tiempos pasados, la gloria del Señor apareció para confrontar a los
rebeldes. Moisés y Aarón tomaron la vara que había florecido, la señal de que
Dios había comisionado a Aarón (<041701>Números 17:1-13). Pero Moisés no hizo
exactamente lo que Dios le mandó. No le habló a la roca sino que la golpeó
dos veces, y sus palabras sugieren que él era quien estaba sacando el agua de
la roca (v. 10). Y porque no honró al Señor, no pudo introducir al pueblo en la
tierra.
20:14-21 Edom rehúsa dejar pasar a Israel. Israel comenzó a tener
contacto con las naciones alrededor de Canaán. Por siglos su historia sería
hondamente afectada por este encuentro, tanto en el intercambio diplomático
como en asuntos de guerra. Cades estaba situado en la frontera de Edom. Si
Israel quería entrar a Canaán por el sur, tenía que pasar por Edom. Nótese
cómo el texto incluye los mensajes entre las dos naciones. No se concedió
permiso.
20:22-29 Aarón muere (cf. <043337>Números 33:37-39). El lugar del monte Hor
es incierto, excepto que estaba en la frontera de Edom (<051006>Deuteronomio
10:6, donde se le identifica con el nombre de Mosera). Aarón murió cuatro
meses después que María, a mediados de julio en el año 40 (<043338>Números
33:38). Estas muertes significaban el final de la primera generación. Moisés,
quien ahora quedaba solo, también moriría muy pronto, ya que los 40 años
habían transcurrido y se tendría que tomar posesión de la tierra sin él. Aun
cuando este pasaje es bastante triste, también anuncia que la entrada a la tierra
prometida está cerca. Eleazar toma el lugar de Aarón.
21:1-3 Arad es destruida. Arad era una ciudad cananea. Esta misma gente,
juntamente con los amalequitas, habían destruido a algunos de los israelitas 38
años atrás en el mismo lugar, Horma (<041445>Números 14:45). Ahora los atacan
nuevamente. En esta ocasión, Israel confiaba en Dios. El juramento de Israel,
“yo destruiré por completo sus ciudades”, también estaba acorde con las
promesas de Dios. Los cananeos tenían que ser destruidos.
21:4-9 La serpiente de bronce. No pudiendo cruzar el territorio de Edom,
Israel tuvo que rodearlo, lo que significó regresar hacia el mar Rojo (y esto a
mediados del año 40). La impaciencia dio lugar una vez más a una rebelión
abierta y se manifestó descontento con el maná que Dios les había provisto.
Las serpientes ardientes pueden haber sido un tipo de víboras muy comunes en
los desiertos arenosos del Sinaí, y que son muy venenosas. El antídoto era
mirar a la serpiente de bronce puesta sobre un asta. Con el tiempo, Ezequías
destruyó la serpiente de bronce porque había llegado a ser objeto de idolatría
(<121804>2 Reyes 18:4). El hecho de que Cristo haya sido levantado fue
comparado con este evento en el desierto, y quienes miran hacia él vivirán
(<430314>Juan 3:14, 15). Aparentemente, en ambos casos el medio para ser salvos
fue, y es, la fe.
21:10-20 Viajando hacia Moab. El ritmo de la historia se acelera. Las tribus
estaban moviéndose rápidamente hacia la frontera con Canaán. Estas son las
últimas etapas del peregrinaje, y el autor las inspecciona breve y rápidamente.
El lenguaje heb. es muy repetitivo: “partieron y acamparon” (<042110>Números
21:10-13). Mirando en el texto, la misma frase, “partieron”, introduce las
etapas anteriores (<042022>Números 20:22; 21:4). La repetición es un instrumento
para crear un sentido de prisa. Israel estaba de prisa para llegar a la tierra. Esta
narración del viaje contiene dos citas. La primera es de un registro antiguo:El
libro de las batallas de Jehovah (vv. 14, 15; cf. las referencias al libro de
Jaser en <061003>Josué 10:3; <100118>2 Samuel 1:18). La cita, tal como se traduce en la
RVA, es una lista incompleta de los nombres de lugares. Sin embargo, el texto
heb. puede admitir otras traducciones. La LXX dice: “Por lo tanto, se dice en
un libro, una guerra del Señor prendió fuego a Sufa, y los arroyos de Arnón. Y
él había dispuesto que los arroyos hicieran que Er habitara allí; y esto está cerca
de las costas de Moab.”
La segunda cita es de un canto. Israel ahora cantaba de gozo mientras Dios los
ayudaba en su viaje. Esto cuadra perfectamente con la impresión que el autor
está tratando de crear del progreso rápido hacia la meta.
21:21-35 Derrota de Sejón y Og. Israel estaba encerrado entre los
amorreos y los moabitas (<042113>Números 21:13). El camino a Canaán estaba
cerrado. El mensaje enviado a Sejón, rey de los amorreos, fue similar al
mensaje enviado a Edom (v. 22; <042017>Números 20:17), y la respuesta fue la
misma: Formó un ejército y ofreció resistencia. En esta ocasión Israel no se
volvió atrás sino derrotó al agresor y ocupó sus ciudades. Otra vez, se cita un
dicho antiguo para sellar esta victoria. Los poetas (v. 27) literalmente hablando,
son “los hombres que hacen uso de los proverbios”, y probablemente se refiera
a los hombres sabios de Israel, quienes resumieron la situación en un dicho
enigmático. Anticiparon la derrota de Moab, cuyo dios era Quemós (v. 29;
<111133>
1 Reyes 11:33).
Og, rey de Basán, fue el siguiente enemigo derrotado (vv. 32-35; en
<050301>
Deuteronomio 3:1-11 se encuentra un relato más completo). Después de
ambas victorias, Israel ocupó la tierra que habían tomado (vv. 25, 31, 35). Más
adelante se proveen otros detalles en cuanto a la ocupación de la Transjordania
por dos tribus y media (cap. 32).
22:1—24:25 Los oráculos de Balaam
Esta sección comienza registrando la última etapa del viaje, la cual encuentra a
Israel acampando a lo largo del Jordán frente a Jericó, listo para entrar a
Canaán (v. 1; 33:48). Jericó sería la primera ciudad conquistada (<060513>Josué
5:13—6:27). Los eventos que se llevaron a cabo en las llanuras de Moab
probablemente cubrieron los últimos cinco meses del año 40 (desde mediados
de octubre a mediados de marzo), y cubre el resto de Números y todo el libro
de Deuteronomio Deuteronomio apenas si menciona el episodio de Balaam
(<050403>Deuteronomio 4:3; 23:4, 5).
22:1-20 Se manda a buscar a Balaam. Moab unificó sus fuerzas con los
madianitas que vivían en Sinaí y al este del Jordán (<020215>Exodo 2:15-17; Jueces
6). Juntos enviaron a buscar a Balaam de Petor, junto al Río (es decir, el
Eufrates) para que viniera y maldijera a Israel. Este se encontraba ahora en un
punto crítico, probablemente a cuatro meses del final de los 40 años de su
exilio en el desierto. Estaban a punto de heredar Canaán cuando se envió a
buscar a este pernicioso enemigo. El mensaje crucial de los caps. 22—24 era
que Dios ciertamente bendeciría a su pueblo y confirmaría las promesas de su
pacto con ellos. El relato de cómo Balac envió a buscar a Balaam establece
este punto en tres maneras.
Primera, el mensaje de Balac anuncia el asunto en juego: ¿Será Israel
bendecido o maldecido? Sus palabras a Balaam: porque yo sé que aquel a
quien tú bendices es bendito, y aquel a quien maldices es maldito (v. 6),
hacen recordar la promesa de Dios a Abraham: “Te bendeciré... Bendeciré a
los que te bendigan, y a los que te maldigan maldeciré” (<011202>Génesis 12:2, 3;
cf. <012733>Génesis 27:33). De esta manera las palabras de Balac nos alertan sobre
el hecho de que el propósito del pacto de Dios ahora está a prueba. Balac
mandó a llamar al falso profeta, reconocido por el poder de sus conjuros, para
que contradijera la bendición de Dios. El mensaje central de estos capítulos,
entonces, se establece con agudo alivio: La bendición de Dios es irrevocable.
Todo el episodio es importante por esta sola razón: La bendición de Dios fue
confirmada por medio de la boca de un enemigo peligroso (v. 12).
Segunda, Dios prohíbe a Balaam que vaya y maldiga a Israel (v. 12) o que diga
cualquier otra cosa que él no le mande (vv. 20, 38). Mientras Balaam iba a
donde estaba Balac, el ángel del Señor se le opuso (vv. 21-35).
Tercera, la certeza de la bendición de Dios fue reconocida aun por los
enemigos de Israel (vv. 3-5, 11). En otras palabras, Israel ya estaba siendo
bendecido y era muy numeroso; tal como Dios lo había prometido. La
seguridad de la bendición del pacto se ratifica por medio de este episodio. En
las Escrituras Balaam es considerado como un hombre perverso. El veredicto
del apóstol Pedro es que “amó el pago de la injusticia” (<610215>2 Pedro 2:15, 16;
Judas 11). Su ambición por las riquezas lo llevó a oponerse a Dios y a su
pueblo. El texto repetidamente menciona sus honorarios por la adivinación
(<042207>Números 22:7, 17, 18; 24:11). Cuando Israel se vengó de Madián,
Balaam pereció con ellos (<043108>Números 31:8).
22:21-41 Se ordena a Balaam que sólo hable la palabra de Dios. El
hecho que el asna haya hablado hace de este incidente algo excepcional.
Aunque por naturaleza es incapaz de hablar, el asna fue capacitada por Dios
para censurar la extrema torpeza del profeta. Pero el asna también era una
reprensión viva para Balaam, a causa del contraste entre ambos. El asna vio al
ángel que estaba de pie en el camino, y sabiamente se apartó; Balaam no vio
nada y perversamente continuó su camino. El asna sirvió fielmente a Balaam,
salvándole la vida; él azotó cruelmente al animal (cf. <201210>Proverbios 12:10).
Balaam descubrió que Dios era su adversario. El punto primordial de esta
escena poco común era hacerle ver a Balaam que no debía hablar ni tan solo
una palabra más allá de lo que Dios le había ordenado (vv. 35, 38). El afán de
Balac de contar con la ayuda de Balaam rebosa el texto. Vino hasta la frontera
a recibirlo, reprendiéndole levemente por la tardanza y mencionándole de
nuevo cómo pensaba recompensarlo (vv. 36, 37). A la siguiente mañana,
ambos subieron a Bamot-baal (“los lugares altos de Baal”) para que
pronunciara la maldición (v. 41).
23:1—24:25 Los oráculos de Balaam bendiciendo a Israel. Balaam
pronunció cuatro oráculos acerca de Israel y tres oráculos acerca de las
naciones. El texto hace claro que Dios había puesto las palabras en la boca de
Balaam (<042305>Números 23:5, 12, 16, 17, 26; 24:2, 13, 16). Una cosa debe
entenderse en relación con estos oráculos dados por Dios. Cada uno de los
cuatro oráculos concernientes a Israel toca una de las promesas del pacto con
Abraham y la confirma. El primer oráculo (<042307>Números 23:7-10), haciendo
hincapié en el hecho de que Dios no ha maldecido a Israel, confirma que Israel
sería como el polvo de la tierra: ¿Quién contará el polvo de Jacob? ¿Quién
calculará la polvareda de Israel? (<042310>Números 23:10; otras traducciones
dicen: “la cuarta parte”. Ver nota en la RVA). El segundo oráculo
(<042318>Números 23:18-24), enfatizando el hecho de que Dios no puede cambiar
su promesa, confirma la presencia de Dios entre su pueblo (una clara referencia
a la promesa de una relación con Dios). Jehovah su Dios está con él
(<042321>Números 23:21). El tercer oráculo (24:3-9), una visión del
Todopoderoso, el nombre con el cual Dios se dio a conocer a Abraham,
confirma que Israel heredará la tierra prometida (<042405>Números 24:5, 6). La
predicha derrota de Agag, el rey amalequita, muestra que lo que se tiene en
mente aquí es Canaán (ver <091508>1 Samuel 15:8). Por último, la predicción de
que Israel devoraría naciones hostiles (<042408>Números 24:8) cumple la promesa
de que ellos poseerían las ciudades de sus enemigos (<012217>Génesis 22:17). Las
últimas palabras del v. 9 establecen más claramente el hecho de que lo que aquí
se tiene en mente es el pacto con Abraham: ¡Benditos sean los que te
bendigan, y malditos lo que te maldigan! (ver <011203>Génesis 12:3).
El cuarto oráculo es quizá el más sobresaliente (<042415>Números 24:15-19). Es un
oráculo procedente del Altísimo (<042416>Números 24:16), por quien Melquisedec
bendijo a Abraham (<011418>Génesis 14:18-20). En el NT Melquisedec es
asociado con Cristo Jesús (<580701>Hebreos 7:1-17; ver <19B004>Salmo 110:4). Este
oráculo promete un rey en un futuro distante quien derrotará a los enemigos de
Israel (vv. 17-19). Aplastará las sienes de Moab (v. 17) parece anticipar las
victorias de David (<100802>2 Samuel 8:2). Sin embargo, la promesa a Abraham
(<011203>Génesis 12:3; 22:18), con el resto de las Escrituras, nos enseña a ver en la
promesa del trono de David la promesa del Mesías a quien obedecerán los
gentiles (<014910>Génesis 49:10). De esta manera, Balaam confirmó las promesas
de Dios a Abraham.
Balac se enojó mucho más mientras Balaam procedía a pronunciar sus
oráculos, pero el profeta no podía hacer nada para evitarlo. Estaba siendo
forzado a bendecir a Israel. En seguida, y de manera espontánea, prosiguió
profetizando el futuro de otros pueblos: Amalec (v. 20), los queneos (vv. 21,
22), Asiria y Heber (v. 24). Los amalequitas, fieros enemigos de Israel, fueron
destruidos en el tiempo de Ezequías (<130443>1 Crónicas 4:43). Algunos de los
queneos estaban con Israel, pero Canaán era su tierra y ellos son los primeros
mencionados en la lista de los que tenían que ser desposeídos (<011519>Génesis
15:19). Heber puede referirse a Babilonia y a Quitim (es decir, Grecia). Si es
así, Balaam estaba viendo hacia el futuro distante de la historia de Israel.
25:1-18 Israel es seducido por Moab
Aunque Israel no podía ser maldecido porque la palabra de Dios es
todopoderosa, podía ser seducido a causa de su debilidad. Una vez más
observamos una característica de Números: yuxtapone la palabra de Dios con
la rebelión del hombre. La palabra de Dios había bendecido; ahora Israel se
rebelaba. El texto de Números no lo dice, pero más adelante en las Escrituras
encontramos que fue idea de Balaam seducir a Israel a la idolatría e inmoralidad
sexual (<610213>2 Pedro 2:13-16; <660214>Apocalipsis 2:14). Ambos pecados estaban
conectados, ya sea que el culto a Baal haya involucrado prácticas sexuales, un
tipo de culto a la fertilidad, o que la seducción de las mujeres moabitas llevaran
a Israel a compartir su idolatría. Esto era un anticipo de los peligros en Canaán,
y más adelante Israel cayó de la misma manera. Al pueblo de Dios
continuamente se le advierte en contra de los matrimonios con personas de las
naciones que los rodeaban, porque los alejarían de los caminos de Dios.
Cuando Israel pecó en Sinaí con el becerro de oro, los levitas se consagraron a
sí mismos para el servicio a Dios matando inclusive a sus propias familias
(<023225>Exodo 32:25-29). En esa ocasión, el nieto de Aarón, Fineas, sobresalió
mostrando celo por la gloria del Señor. Viendo que un israelita tomaba a la hija
de un jefe madianita y la metía en su tienda, los siguió y atravesó a ambos con
su lanza. Eran culpables de haber desafiado abiertamente la palabra de Dios y
descaradamente hacían caso omiso del dolor de los israelitas. La acción de
Fineas detuvo la plaga que ya había cobrado 24.000 vidas (Pablo dice 23.000
en un solo día; <461008>1 Corintios 10:8; cf. la acción de Aarón unos años atrás,
<041647>
Números 16:47, 48). En reconocimiento al celo de Fineas, Dios confirmó
su sacerdocio con un pacto perpetuo (<042513>Números 25:13; ver <161329>Nehemías
13:29). Dios manifestó su misericordia haciendo este pacto, porque eso
garantizó que habría sacerdotes en el futuro para hacer expiación por Israel. El
NT declara que el sacerdocio aarónico había sido cambiado con la obra de
Cristo (<580711>Hebreos 7:11-22). En esto no hay ningún conflicto. Por medio del
trabajo de los profetas se aclaró que el sacerdocio encontraría su cumplimiento
en Cristo.
Finalmente, en el desierto, Dios ordenó a Israel que tratara a los madianitas
como a enemigos a causa de este evento. Su destrucción se llevó a cabo
rápidamente (cap. 31).
26:1—36:13 NUEVOS PREPARATIVOS PARA HEREDAR LA
TIERRA PROMETIDA
El tema de la tercera parte del libro es la herencia. El período en el desierto
estaba concluyendo, e Israel estaba en su último campamento. Necesitaban
hacer nuevos preparativos para poseer la tierra que Dios había jurado darles.
La atención se centra sobre cómo deberá repartirse la tierra y sobre las leyes
que habrían de observarse una vez que estuvieran allí.
26:1—27:23 Israel es contado (el segundo censo);
la tierra que debe ser repartida
26:1-4 Se ordena un segundo censo. Esta fue la manera en que se inició la
primera preparación. El nuevo censo fue una señal de que el período de juicio
estaba concluyendo y que era tiempo para prepararse de nuevo para entrar a la
tierra prometida. El censo se llevó a cabo sobre la misma base del primero
(26:2 repite brevemente 1:2).
26:5-51 Israel es contado por clanes. Deben notarse tres características en
el informe de este censo: El total de israelitas había caído ligeramente en el
lapso de los cuarenta años (ver <040117>Números 1:17-46); algunas tribus habían
aumentado, otras disminuido; en esta ocasión se nombran los clanes dentro de
cada tribu. Se hacen algunos comentarios sobre la rebelión de Coré (lo cual es
una advertencia; v. 10; cf. <461006>1 Corintios 10:6-11), la muerte de dos de los
hijos de Judá (v. 19) y el hecho de que Zelofejad, de la tribu de Manasés, sólo
tenía hijas (v. 33).
Es importante comprender por qué se registró el censo de esta manera.
Primero, el escaso decrecimiento en los números apunta al hecho de que a la
generación que cayó en el desierto se le retuvo la bendición debido a su
rebelión. El crecimiento en número era una bendición de Dios, pero al reflexionar sobre la historia, Israel consideró que esos habían sido años perdidos.
La otra característica refleja el interés primordial del autor en los caps. 26—36:
la herencia. Cada una de estas características da forma a la manera en la cual
Israel poseería la tierra. Esto será más obvio mientras la tercera parte de
Números se vaya desenvolviendo. De manera particular, la tierra se repartiría
entre las tribus de acuerdo con su tamaño, y esto determinaría su oportunidad
para enriquecerse y crecer a través de los siglos. También se puede observar
que otras dos secciones más se dedican al problema del derecho de herencia
de las hijas de Zelofejad, una preocupación vital porque la herencia
normalmente se pasaba a los hijos (<042701>Números 27:1-11 y 36:1-13).
26:52-56 Repartición de la tierra. El interés central de la tercera parte de
Números es la herencia en Canaán. Cada tribu poseería tierra en proporción a
su tamaño, distribuida por sorteo. Esto no significa dejarlo al azar. Era bien
sabido que Dios tenía el poder para determinar el resultado del sorteo
(<201633>Proverbios 16:33).
26:57-62 Los levitas son contados. En el primer censo los levitas fueron
contados aparte porque no servirían en el ejército, sino que serían sacerdotes.
En esta ocasión, fueron omitidos del censo principal porque no recibirían
herencia alguna. Esta no era una nueva o diferente razón. Si hubieran recibido
tierra al igual que las otras tribus, se hubieran distraído de su servicio a Dios
debido al cultivo (ver <041808>Números 18:8-32). Esto refleja un principio: Que los
ministros de Dios no deben enredarse con negocios mundanos sino que deben
dedicarse completamente al servicio a Dios (<550204>2 Timoteo 2:4).
26:63-65 No quedaba ni uno de la primera generación. Esta era la razón
por la que se ordenó el censo. Este es un serio recordatorio de que el juicio de
Dios es seguro y cierto. Así como lo prometió con juramento, no quedó ni uno
de la generación que se rebeló, salvo Josué y Caleb. Nunca se debe ignorar el
hecho que Dios siempre cumplirá su palabra. Particularmente, ningún juramento
de Dios ha dejado de cumplirse, ni dejará de cumplirse.
27:1-11 Herencia de las hijas de Zelofejad. Era costumbre que la herencia
pasara a los hijos (p. ej. Génesis 27; <052115>Deuteronomio 21:15-17; <421511>Lucas
15:11-32). Las genealogías rara vez mencionan a una mujer (<400103>Mateo 1:3-5
es una excepción). Es obvio que las mujeres no tenían una posición
independiente sino que estaban bajo la autoridad del padre o del esposo (ver
material sobre el capítulo 30). Los apóstoles observaron el principio de la
autoridad del hombre dentro de la iglesia (<461102>1 Corintios 11:2-16; 14:34-37;
<540209>
1 Timoteo 2:9-15; <600301>1 Pedro 3:1-6). Las hijas de Zelofejad tenían temor
de quedarse sin herencia, ya que su padre había muerto y no tenían hermanos.
Su acción es bastante significativa. Ellas se pusieron de pie a la entrada del
tabernáculo (v. 2). (Este era el lugar de juicio donde los líderes del pueblo se
reunían y, lo más importante, el lugar donde estaba el Juez de toda la tierra [ver
material sobre 16:16-35].) De esta manera, apelaron a Dios, el defensor de los
indefensos, los huérfanos y las viudas (<590127>Santiago 1:27). Siempre fue
preocupación suya defender el derecho de su pueblo para ocupar la tierra
(considere 1 Reyes 21; <230508>Isaías 5:8).
La apelación presentada por las hijas de Zelofejad les permitió obtener justicia,
e Israel recibió una ley permanente para defender los derechos de quienes se
encontraran en una situación similar (vv. 6-11). Este no era un detalle accidental
en la vida de Israel. La posición de las hijas de Zelofejad ya se había insinuado
en <042633>Números 26:33, y es el asunto con el cual se cierra todo el libro
(<043601>Números 36:1-13). El significado espiritual de este asunto es inmenso.
Canaán era la tierra donde Dios establecería compañerismo con su pueblo. Si
alguien era excluido, quedaría fuera del compañerismo con Dios. Canaán no
era simplemente un lugar dónde vivir; tampoco era un mero símbolo de la nueva
tierra o de la nueva Jerusalén. Históricamente constituía el reino de Dios y el
único lugar en la tierra donde Dios era conocido (<050407>Deuteronomio 4:7). Por
medio de la instrucción que se impartiría aquí, los hombres y las mujeres
entrarían al reino de Dios. Por lo tanto, no era un asunto sin importancia.
27:12-33 Josué es nombrado sucesor de Moisés. Moisés pronto
ascendería al monte Nebo, donde moriría (<053248>Deuteronomio 32:48-52; 34:112). Sus últimas acciones serían: Nombrar a Josué, vengarse de Madián y
entregar nuevamente la ley de Dios. Aun este gran siervo de Dios, quien fue fiel
“en toda la casa de Dios” (<580302>Hebreos 3:2), no pudo entrar a Canaán porque
en una ocasión no le dio la honra a Dios como santo. Esto debe enseñar al
pueblo de Dios a temer su santo nombre (<230601>Isaías 6:1-5). La santidad de
Dios es absoluta; no puede ser modificada ni una jota para acomodar a la gente
pecadora. Esto debiera servirnos como un solemne estímulo para escuchar la
palabra de Dios, cada línea y oración de ella. Pero aun así, parece imposible
que la gente pueda entrar al reino de Dios y, por lo mismo, es causa de
regocijo que Cristo Jesús haya entrado al mismo cielo en nuestro favor
(<580924>Hebreos 9:24). El entró a donde ningún hombre puede ir.
Moisés, sabiendo que pronto moriría, mostró su característica preocupación
por el pueblo; no los dejaría como ovejas sin pastor (cf. <112217>1 Reyes 22:17;
<263405>
Ezequiel 34:5; <400936>Mateo 9:36). El le pidió a Dios que eligiera un nuevo
líder, porque sólo Dios conoce el corazón de los hombres, y él es Dios de los
espíritus de toda carne (v. 16; ver 16:22). Los apóstoles mostraron la misma
preocupación cuando escogieron a alguien que tomara el lugar de Judas
Iscariote (<440124>Hechos 1:24). El pueblo de Dios necesita ser dirigido por gente
aprobada por Dios. Los líderes escogidos por Dios siempre se sentían
inquietos deseando saber si estaban o no actuando bajo su voluntad (ver <093007>1
Samuel 30:7, 8; <441606>Hechos 16:6-10). Josué es identificado como hombre en
el cual hay espíritu (v. 18). Los líderes de Israel sólo podían proveer
dirección por el Espíritu de Dios (ver 11:25; <091601>1 Samuel 16:1-13;
<442028>
Hechos 20:28). El acto simbólico que se usó para comisionar a Josué fue
la imposición de manos (ver material sobre <040805>Números 8:5-26).
28:1—30:16 Ofrendas y votos
28:1-8 Los holocaustos diarios. Esto confirma la ley provista en <022938>Exodo
29:38-43. A esta sección también se adhieren otras leyes (Levítico 1—7; 23; y
Números 15). Cada mañana y cada tarde se tenía que sacrificar un cordero.
Pero lo más importante era el motivo para ello: “Yo habitaré en medio de los
hijos de Israel, y seré su Dios. Y conocerán que yo soy Jehovah su Dios...”
(<022945>Exodo 29:45, 46). El sacrificio que ofreció Elías en el monte Carmelo se
llevó a cabo a la hora del sacrificio vespertino, y su propósito era exactamente
el mismo establecido en la ley: “¡Oh Jehovah, Dios de Abraham, de Isaac y de
Israel, sea hoy manifiesto que tú eres Dios en Israel” (<111836>1 Reyes 18:36).
Estas leyes se confirman en este punto porque el interés principal es la herencia.
La única razón para que el pueblo realmente deseara la herencia era porque ahí
sería el lugar donde Dios moraría con ellos. Todo el tiempo el autor tiene su
mira puesta en el cumplimiento del pacto con Abraham. Poseer la tierra y
convertirse en una gran nación era el propósito principal por el cual Dios pudo
haber creado un pueblo para alabanza suya. Por eso, los sacrificios de los
corderos eran un medio para lograr ese gran propósito.
El NT enseña que estos sacrificios eran “tipos”, presagiando la muerte de
Cristo. El era el cordero sin mancha que quita el pecado del mundo (<430129>Juan
1:29). Por supuesto, él murió a la hora del sacrificio de la tarde, cuando
también se inmolaban los corderos de la Pascua. Su muerte abolió estos
sacrificios, y muy pronto dejaron de ofrecerse cuando el templo finalmente fue
destruido en el año 70 d. de J.C.
La gran cantidad de sacrificios muestra el peso del pecado que debe ser
quitado antes de poder acercarse a Dios. También hablan de la inmensa gracia
de Dios al haber provisto a Israel con riquezas, rebaños y manadas a fin de que
pudieran presentarle sus sacrificios. Ellos sólo traían una parte de lo que él les
había dado. Lo mismo es verdad en cuanto
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