Subido por Emma Rocio

ZUSMAN - En Torno al Concepto Weberiano de Dominacion Legitima

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Unidad 3. Poder
En torno al concepto weberiano de
dominación legítima
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Documento de Cátedra
Por Claudio Zusman
“No hay nadie menos cínico que un mago. Tanto él como todos los demás saben
que lo que hace es una farsa, así que la función del truco
no es exactamente la de engañar al público,
sino la de complacerlo en su deseo de ser engañado”.
Paul Auster, La invención de la soledad
FI
Introducción
Si cambiamos en la cita de Auster, con evidente intención provocadora, la palabra magos por
políticos, podríamos un tanto precipitadamente concluir que la política, o más exactamente la
dominación política, no es otra cosa que un juego de supuestos engañadores y supuestos
engañados, cómplices de una gran farsa.
Las razones por las cuales una dominación política se sostiene durante un cierto tiempo (con la
consiguiente aceptación de una parte importante de los dominados, que de esa manera le
otorgan legitimidad), requieren de una consideración mucho más profunda, precisamente la
que, desde distintas perspectivas, intenta realizar la sociología política.
representantes
desarrollar
la
pioneros y más agudos fue Max Weber (1864-1920).
teoría
weberiana
de
la
dominación
legítima
y
la
Uno de sus
Este trabajo intenta
tipología
propuesta
correspondiente, considerando los supuestos metodológicos que le permiten arribar a ella a
este autor.
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Sociología – Documento de Cátedra: En torno al concepto weberiano de dominación legítima, por Claudio Zusman
Lo legítimo
Según el Diccionario Enciclopédico Salvat (1955), legitimidad significa: “calidad de legítimo, en
el sentido de conforme a la ley, con la justicia, con la razón o con las normas establecidas”.
Desde el sentido común se suele utilizar el término legítimo como algo asociado a lo legal, a
alguna costumbre sancionada por el tiempo, así como a algo bueno o justo desde un punto de
vista ético. Si tomamos lo legítimo como lo correcto y aceptado, ¿por qué en determinadas
circunstancias está bien infringir lo correcto y aceptado o lo establecido por las normas? ¿Es
legítimo cortar una ruta para pedir trabajo aunque las leyes lo prohíban, o salir a manifestar a
las calles estando el estado de sitio decretado? ¿Es legítimo matar a un tirano o copiarse en un
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parcial?
Esta serie de preguntas podría ser infinita, pero abordaremos la cuestión de la validez de un
orden legítimo y las condiciones según las cuales podemos hablar de dominación legítima, en
los términos en los cuales lo entiende Weber. La gran pregunta weberiana será en este
sentido, no por qué se infringen las normas, sino más bien las razones de su aceptación, por
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qué se obedece.
Su respuesta se postula como la clave para la comprensión del fenómeno del poder político a
partir de la cual, desarrollará una teoría de las formas de dominación legítima.
La neutralidad valorativa
Para Weber, el prerrequisito para la producción científica es la formación de conceptos precisos
y la estricta separación entre saber empírico y juicios de valor (Weber, 1983: 39); una
separación entre “lo que es” y “lo que debe ser”. Todo lo contrario, señala Weber (polemizando
tal vez con el marxismo), con la postura según la cual “la economía política debe producir
juicios de valor a partir de una cosmovisión específica”; “jamás puede ser tarea de una ciencia
empírica proporcionar normas o ideales obligatorios, de los cuales puedan derivarse preceptos
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para la práctica”. (Weber, 1983: 41)
Es fundamental la distinción entre las categorías de “fin” y “medio”; lo que le interesa a la
consideración científica es la cuestión de si los medios son apropiados para los fines dados, o
“las chances de alcanzar un fin determinado general con determinados medios disponibles”.
(Weber, 1983: 42)
A diferencia de una mera conducta, la acción humana esta provista de sentido; cualquier
reflexión conceptual acerca de sus elementos últimos se liga ante todo a las categorías de
“medio” y “fin”. Según Weber, la ciencia de la vida cultural del hombre aspira a “un
ordenamiento conceptual de la realidad empírica, lo cual exige una crítica de los juicios de
valor. Esta crítica sólo puede constituir un enjuiciamiento lógico-formal del material que se
presenta en los juicios de valor e ideas históricamente dados. La ciencia empírica no puede
enseñar a nadie qué debe hacer sino únicamente qué puede hacer y en ciertas circunstancias,
qué quiere hacer.” (Weber, 1983: 47)
Será por tanto, necesario desarrollar la capacidad de diferenciar entre el conocer y el juzgar:
“la confusión continua entre elucidación científica de los hechos y razonamientos valorativos es
una de las características más difundidas en nuestras disciplinas, pero también la más
perjudicial”. (Weber, 1983: 49)
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No negará Weber, sin embargo, la importancia de lo valorativo, ya que de las ideas de valor
proviene la posibilidad del investigador de seleccionar su material a investigar.
La ciencia social es la ciencia de la realidad, busca comprender la realidad en su especificidad,
es decir, comprender la conexión y significación cultural de sus manifestaciones individuales
así como, las razones de su configuración histórica.
Los valores son objeto de estudio ya que, el mismo concepto de cultura es un concepto de
valor. La cultura es para Weber “una sección limitada de la infinitud desprovista de sentido del
acaecer universal, a la cual los seres humanos otorgan sentido y significación”. (Weber, 1983: 45)
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La metodología weberiana se constituye en la exigencia de definir la función respectiva del
análisis empírico de las ciencias históricas sociales y de la actividad política. Lo que distingue a
las ciencias histórico-sociales de las ciencias naturales es su particular estructura lógica, su
orientación hacia la individualidad. “Mientras que en la astronomía los cuerpos celestes nos
interesan sólo en sus relaciones cuantitativas, susceptibles de medición exacta, en las ciencias
sociales nos concierne en la tonalidad cualitativa de los procesos”. (Weber, 1983: 63)
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Las ciencias sociales son empíricas y comprensivas, entendiendo la comprensión como una
forma de explicación causal, es decir, estableciendo la determinación de causa y efecto
individuales.
Según Pietro Rossi (1983), las ciencias histórico-sociales en la concepción weberiana “son
aquellas disciplinas que, sirviéndose del proceso de interpretación, procuran discernir
relaciones causales entre fenómenos individuales, es decir, explicar cada fenómeno de acuerdo
con las relaciones diversas en cada caso, que lo ligan con otros: la comprensión de un
significado coincidente con la determinación de las condiciones de un evento”.
El problema de la objetividad se resuelve en un doble movimiento: las ciencias sociales no
deben recurrir a presupuestos que impliquen una toma de posición valorativa a la vez que
deben verificar sus propios asertos mediante el recurso de la explicación causal.
La relación de valor que no debe entenderse como juicio de valor, posibilita la determinación
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del objeto histórico, el cual se constituye como tal en virtud de su “significado cultural” que es
siempre individual; es un principio de selección que sirve para determinar un campo de
investigación dentro del cual la indagación procede de manera objetiva para lograr la
explicación causal de los fenómenos.
Por explicación causal debemos entender a aquella explicación que establece una relación
entre causa y efecto pero esta relación no es necesaria sino más bien de condicionamiento.
Para Weber, la objetividad de las ciencias sociales estará garantizada en tanto el investigador
distinga entre investigación objetiva y juicios de valor a la vez que desarrolle un estudio del
procedimiento de explicación causal.
En síntesis, el científico social está influido inevitablemente por sus valores a la hora de
problematizar lo social, de plantear la relevancia de una fenómeno, de elegir un objeto de
estudio, pero su estudio establecerá juicios de hechos, relaciones entre causas y efectos, más
allá de sus valores, sus opiniones; básicamente lo que Weber llama “neutralidad valorativa”.
La investigación será objetiva en tanto no se formulen juicios de valor y sus resultados no se
conviertan en base para una posición política. Deberá considerar la existencia de hecho de los
fenómenos y no su validez ideal. Creemos que es necesario aclarar estos elementos para una
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mayor comprensión de lo que Weber denomina “dominación legítima”, en tanto concepto no
valorativo.
La dominación
En la acción social y la relación social, los partícipes pueden orientarse en la representación de
la existencia de un orden legítimo. A la probabilidad de que esto ocurra Weber lo llama
“validez” del orden en cuestión, validez que es mucho más que una regularidad en el
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desarrollo de la acción social.
“Al contenido de sentido de una relación social le llamaremos: a) ‘orden’ cuando la
acción se orienta (por término medio o aproximadamente) por ‘máximas’ que
pueden ser señaladas. Y sólo hablaremos, b) de una “validez” de este orden cuando
la orientación de hecho por aquellas máximas tiene lugar porque en algún grado
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significativo aparecen válidas para la acción, es decir, como obligatorias o como
modelo de conducta. De hecho, la orientación de la acción por un orden tiene lugar
en los partícipes por muy diversos motivos. Pero la circunstancia de que, al lado de
los otros motivos, por lo menos para una parte de los actores aparezca ese orden
como obligatorio o como modelo, o sea, como algo que debe ser, acrecienta la
probabilidad de que la acción se oriente por él y eso en un grado considerable”.
(Weber, 1984: 25)
Para Weber, la validez de un orden está únicamente en aquella probabilidad de orientarse por
esta representación, a partir de lo cual los que actúan socialmente pueden atribuir validez
legítima a un orden determinado.
En el caso de la dominación, la legitimidad estará dada no solamente por los partícipes sino
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fundamentalmente por la pretensión de la propia dominación.
“Poder significa la probabilidad de imponer la propia voluntad, dentro de una
relación social, aún contra toda resistencia y cualquiera que sea el fundamento de
esa probabilidad.
Por dominación debe entenderse la probabilidad de encontrar obediencia a un
mandato de determinado contenido entre personas dadas; por disciplina debe
entenderse la probabilidad de encontrar obediencia para un mandato por parte de
un conjunto de personas que en virtud de actitudes arraigadas, sea pronta, simple
y automática”. (Weber, 1984:43)
El concepto de poder encierra las cualidades por las cuales un hombre puede estar en posición
de imponer su voluntad en determinada situación; es, según Weber, un concepto amorfo
desde el punto de vista sociológico.
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Disciplina alude a una obediencia habitual por parte de individuos o masas, carentes de
resistencia y crítica.
A diferencia de los conceptos de poder o de disciplina, dominación tendrá una pertinencia
sociológica mayor.
Conforme a Weber (1984), debe entenderse por dominación, “la probabilidad de encontrar
obediencia dentro de un grupo determinado para mandatos específicos”. (p. 170) No será por
tanto, toda especie de probabilidad de ejercer poder o influjo sobre otros hombres. Toda
dominación sobre una pluralidad de hombres requiere normalmente, aunque no siempre sea
necesario, de un cuadro administrativo, es decir de la conformación de un grupo de hombres
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con una actividad específica dirigida a la ejecución de ordenaciones generales y mandatos
concretos. Los motivos por los cuales el cuadro administrativo está ligado a la obediencia de su
mandante pueden ser: por costumbre, por motivos materiales, por motivos ideales o de un
modo puramente afectivo. Pero la dominación se basa siempre en la creencia en la legitimidad;
siempre intentará toda dominación, despertar y fomentar esta creencia. Distinguirá entonces
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Weber, las distintas clases de dominación según sus pretensiones típicas de legitimidad.
Las razones por las cuales los individuos se someten a una dominación pueden ser muy
diversas, pero lo decisivo para clasificar los tipos de dominación es su propia (de la
dominación) pretensión de legitimidad. En ese sentido, Weber plantea tres tipos ideales de
dominación legítima.
Los tipos ideales
La sociología weberiana construye su objeto remarcando las uniformidades de la conducta
humana en cuanto dotadas de sentido, es decir, por modos típicos de comportamiento
accesibles a la comprensión. Estas uniformidades no deben ser entendidas como leyes, sino
más bien como elementos empíricamente comprobables y expresadas en forma de tipos
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ideales. (Rossi, 1983: 29)
Según Rossi (1983: 12), en la obra cumbre de Weber, Economía y Sociedad, publicada
póstumamente, “la sociología se presenta como la construcción de un sistema de conceptos
típicos-ideales que deben permitir el estudio diferenciado de las diversas relaciones sociales y,
en consecuencia, su empleo, en último análisis, para la comprensión historiográfica de los
fenómenos de la sociedad”.
Desde esta perspectiva, una tarea de la sociología comprensiva será por tanto, elaborar tipos
ideales de conducta, es decir, formas de acción social que puedan ser discernidas de manera
recurrente en el modo de comportamiento de los individuos.
Para Weber, el “tipo ideal” es un modelo ideal, no una hipótesis pero sí una guía de
investigación que señala una orientación a la misma. El tipo ideal no es un promedio. Se lo
obtiene mediante el realce unilateral de uno o varios puntos de vista y la reunión de una
multitud de fenómenos singulares.
La formación de tipos ideales abstractos entra en consideración no como meta, sino como
medio. Tiene el significado de un concepto límite puramente ideal, respecto del cuál la realidad
es medida y comparada a fines de esclarecer determinados elementos significativos de su
contenido empírico.
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El tipo ideal es algo indiferente a cualquier juicio de valorativo; enfatiza la relevancia lógica.
“Es una construcción conceptual para la mediación y caracterización sistemática de conexiones
individuales, es decir, significativas en su singularidad”. (Weber, 1983: 79)
La formación de conceptos típicos-ideales persigue la obtención de una conciencia nítida, no de
lo genérico sino más bien de la especificidad de los fenómenos culturales. Weber advierte que
no se debe confundir el concepto “tipo ideal” con la realidad histórica. El primero es una
formulación conceptual, desde un punto de vista determinado, que debe ser consciente de los
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límites de su validez.
La dominación y los tipos ideales de dominación legítima
La dominación se efectiviza a través de una organización. “La posición dominante de las
personas pertenecientes a la organización mencionada frente a las masas dominadas se basa
siempre en lo que recientemente se ha llamado la ‘ventaja del pequeño número’, es decir, en
la probabilidad que tienen los miembros de la minoría dominante de ponerse de acuerdo y de
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crear y dirigir sistemáticamente una acción societaria racionalmente ordenada y encaminada a
la conservación de su posición dirigente”. (Weber, 1984: 704)
La ventaja del pequeño número adquiere su pleno valor por la ocultación de las propias
intenciones y por las firmes resoluciones y el saber de los dominadores por medio del “secreto
del cargo”. Esto último es un síntoma de la intención que tienen los dominadores de afianzarse
en el poder o de la creencia en que él mismo está amenazado. Toda dominación que pretenda
la continuidad tiene a ser una dominación secreta.
La organización de la dominación se conforma a partir de los señores, es decir, de dirigentes
cuyo poder de mando efectivo no procede de una delegación de otros señores, y del aparato
de mando integrado por personas acostumbradas a ponerse a disposición de los jefes o
señores.
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El carácter sociológico de la estructura de una forma de dominación emana, en primer lugar,
del modo característico general en que se efectúa la relación señor-aparato de mando y entre
ambos y los dominados, y, en segundo lugar, de los principios específicos de la organización a
partir de la distribución de los poderes de mando.
La validez de una dominación estará dada por su legitimidad: la exigencia de una obediencia
por parte de los funcionarios frente al señor y de los dominados frente a ambos, a la vez que
encierra un elemento de auto-justificación, es decir, se considera la propia situación
privilegiada como resultado de algún tipo de mérito y la situación ajena (los dominados) como
producto de alguna culpa o carencia. Se apela a principios de legitimidad a saber: 1) autoridad
legal-racional basado en normas racionales estatuidas (obediencia a normas más que a
personas); 2) autoridad tradicional (obediencia a ciertas personas según lo determina la
costumbre o la tradición); 3) autoridad carismática (se obedece a ciertas personas según sus
características excepcionales).
A los tres principios de legitimidad, les corresponden tres tipos puros o tipos ideales de
dominación legítima: tradicional, carismática y legal-racional (burocrática).
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Dominación tradicional
Según Weber: “debe entenderse que una dominación es tradicional cuando su legitimidad
descansa en la santidad de ordenaciones y poderes de mando heredados de tiempos lejanos,
‘desde tiempo inmemorial’, creyéndose en ella en mérito de esa santidad”. (Weber, 1984: 180)
Las reglas tradicionalmente recibidas determinan el poder del señor o los señores y el cuadro
administrativo no está compuesto (salvo tal vez, en la China antigua) por funcionarios de
carrera competentes y comprometidos con una ética profesional, sino por servidores ligados al
señor en virtud de la lealtad personal. El cuerpo administrativo se compone de elementos que
dependen directamente del señor: familiares, amigos personales, protegidos, llamados
OM
funcionarios domésticos o favoritos. O bien de elementos ligados al señor por vínculo de
fidelidad: vasallos, príncipes tributarios, etc.
La obediencia de los dominados no responde básicamente a disposiciones estatuidas (leyes,
reglamentos disposiciones escritas y legalmente ordenadas), sino a la persona que la tradición
señala como mandante.
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Para Weber (1984), la legitimidad de la dominación tradicional se establece de dos maneras:
“a) en parte por la fuerza de la tradición que señala inequívocamente el contenido de los
ordenamientos, así como su amplitud y sentido tal como son creídos, y cuya conmoción por
causa de una trasgresión de los límites tradicionales podría ser peligrosa para la propia
situación tradicional del imperante; b) en parte por arbitrio libre del señor, al cual la tradición
le demarca el ámbito correspondiente”. (p. 20)
El ejercicio de la dominación tradicional está determinado por aquello que la costumbre
sanciona, si bien el señor o sus servidores más cercanos (cuadro administrativo) tienen un
enorme poder personal. Sólo la tradición puede marcar límites a ese poder personal.
Ejemplos de esta dominación, serian la gerontocracia (domino de los ancianos1), y el
patriarcalismo, propios de organizaciones tribales, estructuras sociales arcaicas o ciertas
FI
organizaciones religiosas.
Otro ejemplo es la donación patrimonial o patrimonial-estamental propias del feudalismo. En
este sistema existe una cierta división de poderes según los estamentos. En su expresión más
acabada, el feudalismo medieval europeo, dio lugar a la aparición en las ciudades (los burgos)
de cuadros administrativos, fundamentalmente juristas, de base formalmente racional que
prefiguran las formas de dominación del moderno capitalismo occidental.
En resumen, el tipo de autoridad que se deriva de la dominación tradicional se denomina
autoridad tradicional. Ordena el señor, obedecen los súbditos y el cuerpo administrativo se
compone de servidores por vínculo de fidelidad.
Dominación carismática
“Debe
entenderse
por
‘carisma’
la
cualidad
que
pasa
por
extraordinaria
(condicionada mágicamente en su origen, lo mismo si se trata de profetas que de
hechiceros, árbitros, jefes de cacería o caudillos militares), de una personalidad,
1 El término “senado” proviene de senectud, es decir ancianidad, y permanece como supervivencia.
terminológica de los tiempos primitivos de Roma cuando gobernaban los ancianos.
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por cuya virtud se la considera en posesión de fuerzas sobrenaturales o
sobrehumanas, o como enviados del dios, o como ejemplares y, en consecuencia,
como jefe, caudillo, guía o líder”. (Weber, 1984, 193)
Sobre la validez del carisma decide el reconocimiento por parte de los dominados; cuando este
reconocimiento se retira, por las razones que sean, es probable que la autoridad carismática se
disuelva.
El cuadro administrativo no constituye ninguna burocracia en el sentido profesional; sus
OM
miembros también son elegidos por cualidades carismáticas: discípulos, séquito, hombres de
confianza, etc. No hay, por tanto, carrera burocrática, reglamentos, preceptos jurídicos
abstractos, ni aplicación racional del derecho.
“La dominación carismática se opone, igualmente, en cuanto fuera de lo común y
extraordinaria, tanto a la dominación racional, especialmente la burocrática, como a
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la tradicional, especialmente la patriarcal y patrimonial o estamental. Ambas son
formas de la dominación cotidiana, rutinaria; la carismática
(genuina) es
específicamente lo contrario. La dominación burocrática es específicamente racional
en el sentido de su vinculación a reglas discursivamente analizables; la carismática
es especialmente irracional en el sentido de su extrañeza a toda regla. La
dominación tradicional está ligada a los precedentes del pasado y en cuanto tal
igualmente orientada por normas, la carismática subvierte el pasado (dentro de su
esfera) y es en ese sentido específicamente revolucionaria”. (Weber, 1984, 193)
El carisma se presenta como gran fuerza revolucionaria en sociedades tradicionales o épocas
vinculadas a la tradición. El liderazgo carismático puede entonces ser una renovación desde
FI
dentro implicando un cambio profundo en las conciencias y las acciones. Las orientaciones de
la conducta oscilan entre carisma y tradición en épocas pre-racionalistas o pre-modernas.
La dominación carismática es de carácter específicamente extraordinario y extra-cotidiano. Es
una relación social rigurosamente personal que puede ser efímera o duradera. En el último
caso, tenderá a racionalizarse creando un cuerpo legal, o se volcará hacia la tradición. Ambas
posibilidades se fortalecen ante la desaparición del líder.
Con la rutinización o adaptación a lo cotidiano del carisma, ya sea en el propio líder o en sus
sucesores, comienzan a predominar los intereses del cuadro administrativo y la dominación
desemboca en formas de dominación cotidiana ya sea patrimonial o burocrática.
“[…] el fundamento de toda dominación, por consiguiente de toda obediencia, es
una creencia: creencia en el ‘prestigio’ del que manda o de los que mandan. Esta
raramente es unívoca en absoluto. En el caso de la dominación ‘legal’ nunca es
puramente legal, sino que la creencia de la legalidad se ha hecho un ‘hábito’ y está,
por tanto, tradicionalmente condicionada; la ruptura de la tradición puede
aniquilarla. Y es también carismática en el sentido negativo: de que los fracasos
notoriamente insistentes de todo gobierno en proceso de descomposición quiebran
su prestigio y dejan maduros los tiempos para revoluciones carismáticas. Por
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consiguiente, para las monarquías son peligrosas las guerras perdidas, aquellas en
que no se ha confirmado el carisma, y para las repúblicas lo son aquellas guerras
triunfales que dejan aparecer como carismáticamente calificados al general
victorioso”. (Weber, 1984, 211)
En resumen, de la dominación carismática se desprende la autoridad carismática, basada en la
devoción afectiva a la persona del señor y sus dotes. Los tipos más puros son: el profeta, el
OM
héroe guerrero, el gran demagogo y diversas formas de caudillismo.
Dominación legal-racional
“La dominación legal descansa en la validez de las siguientes ideas entrelazadas
entre sí:
1- Que todo derecho, pactado u otorgado, puede ser estatuido de modo racional
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[…], con la pretensión de ser respetado, por lo menos, por los miembros de la
asociación, y también regularmente por aquellas personas que dentro del
ámbito de poder de la asociación (en las territoriales: dentro de su domino
territorial) realicen acciones sociales o entren en relaciones sociales declaradas
importantes por la asociación.
2- Que todo derecho según su esencia es un cosmos de reglas abstractas, por lo
general estatuidas intencionalmente; que la judicatura implica la aplicación de
esas reglas al caso concreto […]
3- Que el soberano legal típico, la ‘persona puesta a la cabeza’, en tanto que
ordena y manda, obedece por su parte al ordenamiento impersonal por el que
orienta sus disposiciones.
4- Que tal como se expresa habitualmente, el que obedece sólo lo hace en cuanto
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miembro de la asociación y sólo obedece al derecho.” (Weber, 1984, 173)
Las categorías fundamentales de la dominación legal tienen que ver con el ejercicio
continuado, sujeto a ley, de funciones dentro de una competencia, siendo central el principio
de jerarquía administrativa, es decir, la ordenación de autoridades fijas con facultades de
regulación e inspección y con el derecho de queja o apelación ante las autoridades superiores.
Los funcionarios (administradores profesionales) forman el cuadro administrativo tipo de las
asociaciones racionales bajo el principio de la plena separación (patrimonial) entre el cuadro
administrativo y los medios de administración y producción, es decir, que no son propietarios
de los medios materiales de administración y están sujetos a rendición de cuentas.
El tipo puro de dominación legal es aquel que se ejerce por medio de un cuadro administrativo
burocrático. Sus características principales: son personalmente libres, se deben sólo a los
deberes
objetivos
de
su
cargo,
sometidos
a
jerarquía
administrativa
rigurosa,
con
competencias fijadas, en virtud de un contrato con clasificación profesional que fundamenta su
nombramiento, retribuidos en dinero con sueldos fijos, ejerciendo el cargo como su única o
principal profesión como carrera, no son propietarios de los medios de administrativos ni de
sus cargos y está sometidos a disciplina y vigilancia administrativa.
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Para Weber, la administración burocrática es la forma más racional de ejercicio de una
dominación y su aparición constituye el germen del Estado moderno occidental. Por “la forma
más racional”, se refiere Weber al punto de vista técnico-formal, imprescindible para la
administración de sociedades complejas: la técnica y la economía modernas, ya sea
capitalistas o socialistas, requieren del saber profesional especializado. En toda sociedad
compleja (Weber utiliza con frecuencia el término “administración de masas”), se impone
fatalmente la burocracia como la administración más permanente, rigurosa, intensiva y
calculable.
La administración burocrática se traduce en dominación gracias a un saber específico y frente
actividad lucrativa, el empresario capitalista.
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a su capacidad científicamente racional, sólo se encuentra inmune el interesado privado de una
La paradoja consiste en que capitalismo requiere y amplía una burocracia cada vez más
omnipresente, a la vez que el capitalista individual se presenta como uno de los únicos
“anticuerpos” frente a la misma burocratización.
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En síntesis, la dominación legal funda su legitimidad en virtud de un orden legal estatuido. Su
idea básica es que cualquier derecho puede crearse y modificarse por medio de un estatuto
sancionado correctamente en cuanto a la forma. Se obedece no a la persona en virtud de su
derecho propio sino a la regla estatuida, la cual establece al propio tiempo a quién y en qué
medida obedecer. El superior está legitimado por una regla constituida (“autoridad legal”). El
tipo de funcionario es el funcionario profesional y el fundamento de su funcionamiento técnico
es la disciplina de servicio.
El capitalismo
Para Weber lo constitutivo y peculiar de la civilización occidental es el progresivo predominio
de lo racional en todos los aspectos de la cultura y la vida material. La gran misión científica
que se impone Weber es la reconstrucción, desde el origen y desarrollo, de ese proceso
FI
encarnado por el moderno capitalismo occidental.
“Cuando un hijo de la moderna civilización europea se dispone a investigar un
problema cualquiera de la historia universal, es inevitable y lógico que se lo plantee
desde el siguiente punto de vista: ¿qué serie de circunstancias han determinado
que precisamente sólo en Occidente hayan nacido ciertos fenómenos culturales,
que (al menos, tal como solemos representárnoslos) parecen marcar una dirección
evolutiva de universal alcance y validez?”. (Weber, 1987, 5)
Según Weber, a través de la historia se dieron distintas formas de organización y actividad
capitalista. Definirá al acto de economía capitalista como “un acto que descansa en la
expectativa de una ganancia debida al juego de recíprocas probabilidades de cambio,
probabilidad formalmente pacífica de cambio”. (Weber, 1987, 9)
Pero en Occidente, surgió una forma de capitalismo que no se había conocido en otras partes
del mundo, la organización racional capitalista del trabajo formalmente libre. Esto fue posible
gracias a la separación de la economía doméstica y la industria y a la aplicación de la
contabilidad racional, que será la premisa más general para le existencia del capitalismo
moderno, basado en grandes empresas lucrativas.
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Por otro lado, las premisas para le existencia de esas empresas lucrativas serán: 1)
apropiación de todos los bienes materiales de producción (tierras, instrumentos, maquinarias)
como propiedad de libre disposición por parte de empresas lucrativas autónomas; 2) libertad
de mercado tanto de mercancías como de trabajo; 3) técnica racional contable al máximo
tanto para la producción y el consumo como para la circulación; 4) derecho racional calculable
lo cual supone la existencia de una justicia y una administración que seguirán determinadas
pautas predecibles; 5) trabajo libre o sea, personas que vendan su fuerza de trabajo
libremente en el mercado, libres para hacerlo tanto desde lo jurídico como desde lo
económico; 6) comercialización de la economía, es decir, satisfacción de las necesidades en un
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sentido mercantil y de rentabilidad. (Weber, 1978, 237)
El único terreno en el cual puede prosperar el capitalismo moderno, es el Estado racional
apoyado en una burocracia especializada y en un derecho racional, formalista y calculable.
Si bien el afán de lucro no es exclusivo del capitalismo, nos encontramos ante una economía
capitalista moderna cuando comprobamos la existencia de una probabilidad pacífica de
ganancia y actividades orientadas por el cálculo de capital aportado y obtenido. Por cálculo nos
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referimos a cálculo de capital que solo es posible sobre la base del trabajo libre (“libre como el
aire” ironiza Marx). El orden social estará regulado por un derecho racional previsible y una
administración guiada por reglas formales.
Weber
establece,
dominación.
entonces,
una
profunda
relación
entre
capitalismo,
racionalidad
y
La dominación legal racional es la predominante en las sociedades modernas
capitalistas; la democracia de masas no es la única forma de expresión de esta dominación,
pero si la más óptima según Weber. No puede prescindir de la burocracia pero ésta, a su vez,
atravesando cada vez más todos los aspectos de la vida cotidiana, amenaza las premisas
mismas de la democracia occidental.
“La preocupación por el individuo, por la defensa de su esfera de acción autónoma
FI
ante el crecimiento de la sociedad de masas y ante la tendencia concomitante a la
burocratización de las asociaciones sociales, es una constante en los escritos
políticos de Max Weber.
[…] la tensión existente entre la valoración positiva que Weber hace del moderno
capitalismo industrial por un lado, cuyo dinamismo se revela superior frente a las
formas históricas precedentes y el riesgo que este desarrollo conlleva a largo plazo
como es la pérdida de espacio para el ejercicio de una acción humana libre”.
(Villavicencio, 2000, 201)
Esta contradicción se presenta como insuperable en varias páginas weberianas teñidas de
escepticismo; la “jaula de hierro” de la cual el hombre moderno pareciera no poder escapar.
Weber constata la progresión irresistible de la administración burocrática a causa de su
superioridad técnica, pero señala alarmado la creciente tendencia de la burocracia a superar
sus funciones meramente instrumentales, autonomizarse del poder político y conformarse
como estamento, con sus propios intereses y valores (Beentam, 1979). Sin embargo apuesta a
las figuras del político profesional y el capitalista emprendedor como contrapeso a la
burocracia. E imagina un armado político de democracia parlamentaria con una figura
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Sociología – Documento de Cátedra: En torno al concepto weberiano de dominación legítima, por Claudio Zusman
carismática a su frente; algo así como la reintroducción de lo irracional en el complejo armado
burocrático racional. Años después de la muerte de Weber, Herbert Marcuse no dejó de señalar
esta paradoja: la emergencia en Alemania del nazismo y la tiranía hitleriana en 1933, vino a
confirmar algunas de sus presunciones pero de una forma monstruosa, que el propio Weber
jamás hubiera podido prever.32 Una conjunción de dominación carismática con extrema
racionalidad técnica dando por resultado la más abrumadora máquina de extermino que la
humanidad jamás haya conocido.
Como lo reprimido en Freud (contemporáneo de Weber) que siempre regresa, en ocasiones
como agresión a la cultura, lo irracional persiste con tenacidad en el mundo “desencantado” de
LA
DD
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referencia a los magos-ilusionistas.
OM
la dominación burocrática. Es lo que quisimos subrayar al iniciar este trabajo con una
Bibliografía de referencia
Beetham, David (1979), Max Weber y la teoría política moderna, Madrid, Centro de Estudios
Constitucionales.
Diccionario Enciclopédico Salvat, Barcelona, Salvat Editores, 1955.
Rossi, Pietro (1983), Introducción, en Weber, Max, Ensayos de metodología sociológica,
Buenos Aires, Amorrortu.
Villavicencio Susana (2000), Max Weber: Dominación política, democracia de masas y
liderazgo, en Forster, R. y Jmelnizky A. (Comps.), Dialogando con la filosofía política, Buenos
Aires, Eudeba.
Weber, Max (1983), Ensayos de metodología sociológica, Buenos Aires, Amorrortu.
FI
Weber, Max (1984), Economía y Sociedad, México D. F., Fondo de Cultura Económica.
Weber, Max (1987), La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Barcelona, Ediciones
Península.
Weber, Max (1978), Historia económica general, México D. F., Fondo de Cultura Económica,
1978.
32
Marcuse, Herbert, La sociedad opresora. Industrialización y capitalismo, Caracas, Editorial Tiempo Nuevo, 1970.
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