8. Filogénesis y ontogénesis

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FILOGÉNESIS Y ONTOGÉNESIS
DEL PENSAMIENTO
CLAUDIA BERENICE AVALOS SEGURA 1°B
La filogénesis del pensamiento guarda relación directa con la filogénesis
del lenguaje. Se construyeron mutuamente. Este es el punto que interesa
precisar, dejando de lado y sacrificando el interés de quienes pudieran
estar preocupados por los más o menos miles de años implicados en el
proceso. Y es que ofrecer un dato temporal resulta prácticamente
insubstancial por cuanto sería no más que una de tantas versiones, sin
dejar de pertenecer al terreno de las especulaciones.
El caso es que la posibilidad del pensamiento humano, como se le conoce
en la actualidad, es el resultado de un proceso de transformación
estructural y funcional de una de las muchas especies de primates
antropomorfos que habitaron la tierra hace muchos miles de años.
Un proceso en el que son relevantes elementos como el trabajo y el instinto
de supervivencia. El trabajo por cuanto fue el artífice de las muchas y
paulatinas transformaciones estructurales que fueron describiendo el
camino hasta el homo sapiens. Y el instinto de supervivencia por cuanto
impulsó a la especie a buscar formas de enfrentar las hostiles
circunstancias ambientales de la época.
Engels escribe: "el trabajo es la fuente de toda riqueza, afirman los
especialistas en economía política. Lo es, en efecto, a la par que la
naturaleza, que le provee de materiales que él convierte en riqueza. Pero
el trabajo es muchísimo más que eso. Es la condición básica y fundamental
de toda la vida humana. Y lo es en tal grado que hasta cierto punto,
debemos decir que el trabajo ha creado al propio hombre".
La necesidad y el trabajo dieron como resultado trasformaciones a nivel de
la mano, la postura, el pie, la cavidad oral y lo que hoy se define como el
órgano fonatorio. De esta manera se concretan las primeras
manifestaciones del lenguaje primitivo. Pero de la mano de estos cambios
se generaron otros que dieron paso a las magníficas posibilidades de
apropiar y transformar el mundo en el terreno de lo simbólico.
Se presentaron cambios en la bóveda craneana permitiendo mayor
espacio para el tejido cerebral, los órganos de los sentidos se fueron
especializando y el uso del lenguaje estimuló el apocamiento del instinto y
la aparición de la conciencia y el pensamiento. El hombre primitivo
aprendió a representar mediante símbolos las cosas y los sucesos; aprendió
a planear y a evaluar la aplicación de lo planeado. Aprendió a pensar.
Engels resume este proceso de la siguiente manera: Gracias a la
cooperación de la mano, de los órganos del lenguaje y del cerebro, no
solo en el hombre, sino también en la sociedad, los hombres fueron
aprendiendo a ejecutar operaciones cada vez más complicadas, a
plantearse y alcanzar objetivos cada vez más elevados. El trabajo mismo
se diversificaba y perfeccionaba generación tras generación
extendiéndose cada vez a nuevas actividades. A la caza y a la ganadería
vino a sumarse la agricultura y más tarde el hilado y el tejido, el trabajo de
los metales, la alfarería y la navegación. Al lado del comercio y los oficios
aparecieron, finalmente, las artes y las ciencias; de las tribus salieron las
naciones y los estados. Se desarrollaron el derecho y la política, y con ellos
el reflejo fantástico de las cosas humana en el cerebro del hombre: la
religión.
Sin duda alguna, el desarrollo del pensamiento fue favorecido
notablemente por el previo desarrollo del lenguaje; tanto por las
trasformaciones estructurales que generó a nivel cerebral sino
fundamentalmente por su aporte permanente de contenidos y
especialmente de símbolos.
Gáfaro lo expresa como sigue: A nivel neurológico tiene también su
incidencia. El lenguaje se convirtió en la herramienta que le permitió al
cerebro hacerse cargo de la compleja existencia humana, viéndose
entonces disparado por la potencia creadora del lenguaje y ya no tuvo
respiro para crear con insistencia y denuedo lo que el lenguaje iba
creando. Y a su vez, el cerebro favoreció el lenguaje más sofisticado cada
vez.
Por otro lado está el desarrollo ontogenético del pensamiento. Este se
refiere al proceso que sigue el pensamiento desde cuando aparece hasta
cuando se manifiesta en una forma adulta. En tal sentido, se acepta en
forma general el planteamiento de Jean Piaget.
Sin embargo, en primer lugar se debe recordar el hecho de que para
Piaget el desarrollo mental es un resultado de dos elementos
fundamentales: la genética y la experiencia. La genética determina el
sustrato y la maduración biológica y la experiencia lo construye como
sujeto. Al respecto Maier manifiesta que "no es tanto la maduración como
la experiencia lo que determina la esencia del desarrollo".
Ahora bien, la propuesta de Piaget es conocida por incorporar una
explicación del desarrollo cognoscitivo en cuatro etapas a saber:
a) etapa sensorio-motriz
b) etapa pre-operacional
c) etapa de las operaciones concretas
d) etapa de las operaciones formales
Pero sobre este respecto será preciso incorporar alguna precisión. Para
concretar el desarrollo del pensamiento será preciso enunciar tales etapas
en una forma levemente diferente, desde luego, sin alterar la esencia del
planteamiento piagetiano:
a) etapa sensorio-motriz
b) etapa del pensamiento pre-operacional
c) etapa del pensamiento concreto
d) etapa del pensamiento formal
Esta forma de enunciar las etapas permite poner de relieve que durante los
dos primeros años no existe pensamiento propiamente dicho. Apenas hay
un sustrato biológico que se va desplegando paulatinamente y se va
fortaleciendo a través de las interacciones sensoriales y motrices.
Según Maier, para Piaget, el recién nacido no cuenta más que con tres
impulsos
(conductas
instintivas)
filogenéticamente
heredados:
1) un impulso a nutrirse, más una capacidad de buscar y utilizar alimentos
2) un impulso hacia un sentido de equilibrio
3) un impulso hacia la independencia respecto del ambiente y la
adaptación al mismo.
Piaget lo expresa de una manera bien contundente. En el momento del
nacimiento, la vida mental se reduce al ejercicio de aparatos reflejos, es
decir, de coordinaciones sensoriales y motrices montadas de forma
absolutamente hereditaria que corresponden a tendencias instintivas tales
como la nutrición. Contentémonos con hacer notar, a ese respecto, que
estos reflejos, en la medida en que interesan a conductas que habrán de
desempeñar un papel en el desarrollo psíquico ulterior, no tienen nada de
esa pasividad mecánica que cabría atribuirles, sino que manifiestan desde
el principio una auténtica actividad, que prueba precisamente la
existencia de una asimilación sensorio-motriz precoz. En primer lugar, los
reflejos de succión se afinan con el ejercicio: un recién nacido mama
mejor al cabo de una o dos semanas que al principio. Luego, conducen a
discriminaciones o reconocimientos prácticos fáciles de descubrir.
Finalmente y sobre todo, dan lugar a una especie de generalización de su
actividad: el lactante no se contenta con chupar cuando mama, sino que
chupa también en el vacío, se chupa los dedos cuando los encuentra,
después, cualquier objeto que fortuitamente se le presente, y, finalmente,
coordina el movimiento de los brazos con la succión hasta llevarse
sistemáticamente, a veces desde el segundo mes, el pulgar a la boca.
Para mayor claridad, vamos a distinguir tres estadios o períodos de
desarrollo durante la etapa del lactante, que marcan la aparición de estas
estructuras sucesivamente construidas:
1. El estadio de los reflejos, o montajes hereditarios, así como de las
primeras tendencias instintivas (nutrición) y de las primeras emociones.
2. El estadio de los primeros hábitos motores y de las primeras percepciones
organizadas, así como de los primeros sentimientos diferenciados.
3. El estadio de la inteligencia sensorio-motriz o práctica (anterior al
lenguaje), de las regulaciones afectivas elementales y de las primeras
fijaciones exteriores de la afectividad.
Estos primeros estadios constituyen el período del lactante (hasta
aproximadamente un año y medio a dos años, es decir, antes de los
desarrollos del lenguaje y del pensamiento propiamente dicho).
Luego de los 2 años aproximadamente aparece el pensamiento
preoperatorio. La fase donde aparecen verdaderamente las primeras
señales del pensamiento. Como se había mencionado, en forma
coincidente con el desarrollo del lenguaje.
Piaget establece que con la aparición del lenguaje, las conductas resultan
profundamente modificadas, tanto en su aspecto afectivo como en su
aspecto intelectual. Además de todas las acciones reales o materiales que
sigue siendo capaz de realizar como durante el período anterior, el niño
adquiere, gracias al lenguaje, la capacidad de reconstruir sus acciones
pasadas en forma de relato y de anticipar sus acciones futuras mediante la
representación verbal. Ello tiene tres consecuencias esenciales para el
desarrollo mental: un intercambio posible entre individuos, es decir, el inicio
de la socialización de la acción; una interiorización de la palabra, es decir,
la aparición del pensamiento propiamente dicho, que tiene como soportes
el lenguaje interior y el sistema de los signos; y, por último, y sobre todo, una
interiorización de la acción como tal, la cual, de puramente perceptiva y
motriz que era hasta ese momento, puede ahora reconstruirse en el plano
intuitivo de las imágenes y de las "experiencias mentales". Desde el punto
de vista afectivo, esto trae consigo una serie de transformaciones
paralelas: desarrollo de los sentimientos interindividuales (simpatías y
antipatías, respeto, etc.) y de una afectividad interior que se organiza de
forma más estable que durante los primeros estadios.
Posteriormente, alrededor de los siete años de edad, coincidiendo con el
inicio de la educación básica, se manifiesta el pensamiento concreto. Un
pensamiento más especializado, pero con dependencia del mundo real.
En todo caso es lo que Piaget define como la fase de la Reflexión.
Lo esencial es que el niño ha llegado a un principio de reflexión. En lugar
de las conductas impulsivas de la pequeña infancia, que van
acompañadas de credulidad inmediata y de egocentrismo intelectual, el
niño a partir de los siete u ocho años piensa antes de actuar y comienza a
conquistar así esa difícil conducta de la reflexión. Pero una reflexión no es
otra cosa que una deliberación interior, es decir, una discusión consigo
mismo análoga a la que podría mantenerse con interlocutores o
contradictores reales o exteriores.
Finalmente, alrededor de los 12 años de edad, el pensamiento avanza a su
nivel formal. El modo de pensamiento que es totalmente independiente
del mundo externo. El sujeto reestructura el mundo en formas múltiples y
complejas en el mundo de lo puramente mental. Es la aparición de las
denominadas operaciones.
En los términos de Maier, el sujeto: Adquiere la capacidad de pensar y
razonar por fuera de los límites de su propio mundo realista y de sus propias
creencias. En suma, ingresa en el mundo de las ideas y las creencias se
paradas del mundo real. La cognición empieza a apoyarse en el
simbolismo puro y en el uso de proposiciones, antes que en la realidad
misma. Las proposiciones adquieren importancia para él como modo de
razonamiento en el que las relaciones adoptan la forma de hipótesis de
carácter causal y son analizadas por los efectos que acarrean.
Los procesos asimilativos y acomodativos reciben escasa atención en esta
fase final. Ambos hallan su equilibrio integrándose a los procesos
inconscientes y espontáneos del funcionamiento humano.
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