Subido por Julio Mario Crisanto Aguirre

lesiones elementales

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¶ E – 98-045-A-10
Lesiones elementales de la piel:
semiología cutánea
D. Lipsker
La piel responde a las agresiones y las enfermedades que la afectan con un número
limitado de modificaciones visibles y/o palpables, que se denominan lesiones
elementales, gracias a las que se pueden describir todas las afecciones cutáneas. Para
que una lesión cutánea reciba la calificación de «elemental» debe ser fácil de reconocer y
no prestarse a confusión con otra lesión elemental. Sin embargo, no existe un consenso
sobre el significado de los diversos términos, y sigue habiendo diferencias entre las
escuelas dermatológicas latinas, germánicas y anglófonas. En este artículo se describen
las lesiones elementales, clasificándolas según su carácter palpable y/o la presencia de
una alteración en la superficie de las lesiones.
© 2008 Elsevier Masson SAS. Todos los derechos reservados.
Palabras Clave: Exploración física de la piel; Piel; Lesiones elementales de la piel
Plan
¶ Introducción
1
¶ Lesión no palpable: mácula
2
¶ Lesiones palpables
Lesiones sólidas
Lesiones con contenido líquido
4
4
6
¶ Alteraciones de la superficie cutánea
7
¶ Modificaciones de la consistencia de la piel
8
¶ Otros signos
8
■ Introducción
El diagnóstico dermatológico, como el de las demás
especialidades médicas, se basa en la anamnesis, la
exploración física y las pruebas complementarias. Sin
embargo, puesto que la piel es inmediatamente accesible
a la inspección y a la palpación, en dermatología resulta
más fácil elaborar un diagnóstico apoyándose únicamente en los hallazgos de la exploración física. Si
persisten dudas, se puede realizar un estudio anatomoclínico mediante un análisis histopatológico, pero no
por ello debe subestimarse el papel de la anamnesis, que
sigue siendo primordial para establecer algunos diagnósticos y/o para determinar los mecanismos causales
(dermatosis de contacto, etc.).
El análisis de algunas características de las lesiones,
como su forma, su tamaño, su superficie o su color,
permite individualizar las «lesiones elementales», que
son las modalidades con las que la piel responde a las
diferentes enfermedades y agresiones que sufre. Toda
lesión cutánea consta de una o varias lesiones elementales asociadas. Las lesiones elementales son la forma
más simple en que pueden descomponerse las diversas
Dermatología
afecciones cutáneas, y sirven para describirlas. Para que
una lesión cutánea reciba la calificación de «elemental»
debe ser fácil de reconocer y no confundirse con otra
lesión. La asociación de varias lesiones elementales
puede configurar verdaderos síndromes. Dichas lesiones
elementales constituyen un «alfabeto» que el médico
debe aprender a leer para poder formular el diagnóstico
de una enfermedad que afecta la piel. En la práctica,
cuando se intenta establecer un diagnóstico a partir del
análisis visual de una lesión, se emplean dos mecanismos de razonamiento:
• uno de tipo analógico, mediante el cual el médico
reconoce una enfermedad que ya ha observado con
anterioridad;
• otro de tipo analítico, con el que se reconoce una o
varias lesiones elementales que presentan una determinada distribución y/o configuración y/o disposición y/o evolución, que permitirán establecer uno o
varios diagnósticos aun sin haber observado previamente dicha dermatosis.
Por supuesto, el diagnóstico clínico no sólo tiene en
cuenta las lesiones cutáneas, sino también los datos de
la anamnesis y de la exploración clínica general. Muy
pocas publicaciones recientes destacan la relevancia del
estudio morfológico y del uso de términos
descriptivos [1-7]. Algunos textos de dermatología sólo
dedican un espacio limitado a la descripción de las
lesiones cutáneas [8], mientras que otros les consagran
artículos enteros [9-17]. Por el contrario, hay obras que se
refieren al diagnóstico diferencial dermatológico a partir
de las lesiones elementales, sin que éstas se encuentren
siempre bien definidas [6, 18-23].
La mayoría de los autores propone explorar la piel en
tres etapas:
• distribución de las lesiones;
• disposición de las lesiones;
• morfología de las lesiones individuales.
1
E – 98-045-A-10 ¶ Lesiones elementales de la piel: semiología cutánea
Cuadro I.
Elementos destacados de la exploración física y de la anamnesis
para el diagnóstico diferencial dermatológico.
Distribución (incluyendo mucosas, cuero cabelludo y uñas)
Extensión
Localizada (pliegues, palmas y plantas, nalgas, superficie
articular, regiones genitales, característica [cf infra], etc.)
Regional
Generalizada
Universal
Característica
Zonas expuestas a la luz
Zonas expuestas a la presión, a los roces, a las sustancias
transportadas por el aire, etc.
Distribución folicular
Distribución en las regiones seborreicas
Distribución en las regiones apocrinas
Distribución «endógena» (simetría, compromiso simultáneo
de varios pliegues)
Metamérica
Zonas «bastión» de algunas dermatosis (psoriasis, liquen, sarna,
sífilis secundaria, dermatitis atópica, dermatitis herpetiforme,
etc.)
Disposición relativa de las diferentes lesiones
Aislada
Agrupada
En ramillete
Agminada (lesiones agrupadas en un sector anatómico
definido)
Corimbiforme (agrupadas alrededor de la lesión central)
Anular
Policíclica
Petaloide (confluencia de lesiones redondeadas plenas,
por oposición a la confluencia de lesiones redondeadas
con curación central, anulares, que dan lugar a lesiones
policíclicas)
Lineal
Serpiginoso
Reticulado y cribiforme
Configuración de una lesión individual
Discoide, numular
Anular
En escarapela
buscado llegar a un consenso, persiste cierta confusión [24]. Este comité se encargó sobre todo de poner de
manifiesto las grandes diferencias terminológicas que
existen entre las escuelas dermatológicas latina, inglesa
y germánica respecto a términos tan elementales como
«pápula» o «placa».
Algunos textos [11, 14] distinguen las lesiones elementales primarias (que aparecen de novo, como las máculas, las pápulas o las ampollas) de las secundarias (que
resultan de la evolución de las primarias, como una
ulceración, una costra o una descamación). Otros no
hacen esta distinción [9, 10] . Así mismo, a veces se
atribuye una gran relevancia a los diferentes aspectos de
la palpación (como la consistencia, la temperatura, la
movilidad, la sensibilidad o la profundidad de una
lesión) [4, 14, 15], mientras que en otros casos ni siquiera
se mencionan [9]. Sams y Lynch [13] destacan la importancia del color de las lesiones para elaborar el diagnóstico diferencial. Conviene recordar que las lesiones
elementales pueden ser evolutivas. Por ejemplo, en la
urticaria se trata de pápulas o placas de distribución
aleatoria agrupadas en figuras policíclicas, con evolución
migratoria y fugaz. En la varicela, las lesiones elementales son vesiculosas, de distribución cutaneomucosa, sin
configuración especial, y evolucionan hacia la umbilicación y la formación de costras. En ambos ejemplos la
evolución es propia de la lesión elemental (por ejemplo:
la fugacidad de una pápula edematosa), o bien corresponde a la progresión hacia una lesión secundaria (por
ejemplo: la evolución hacia la pústula umbilicada y la
costra de una vesícula viral). Por tanto, la cronología de
las lesiones elementales tiene una gran relevancia.
Deben precisarse los conceptos de agudeza, cronicidad y
simultaneidad o asincronía de dos o tres lesiones, todas
ellas elementales, así como el progreso o la regresión a
lo largo del tiempo.
Nosotros proponemos clasificar las lesiones elementales principalmente según los dos criterios siguientes:
• el carácter palpable o no palpable de la lesión;
• la presencia o ausencia de alteraciones en la superficie
de la lesión.
Durante la exploración física también deben apreciarse otros elementos, como la consistencia, la temperatura y la sensibilidad de las lesiones. El Cuadro II
muestra los elementos semiológicos que es necesario
precisar al describir una lesión elemental.
Lineal
Estrellada
Oval y/o digital
Serpiginosa
Reticulada y cribiforme
Naturaleza de la lesión elemental
¿Existen signos funcionales?
Prurito
Dolor
Olor
Hiperhidrosis/anhidrosis
Por lo general, la exploración física se empieza precisando la distribución y la disposición de las lesiones y
después se analiza su morfología. Una distribución
determinada (por ejemplo, en la piel expuesta a la luz)
o disposición (por ejemplo, según las metámeras) de las
lesiones puede sugerir un diagnóstico, con independencia de la naturaleza de la lesión elemental (Cuadro I).
Una de las dificultades que complican el aprendizaje
de las lesiones elementales es la falta de una definición
estandarizada en los distintos países e incluso en los
diferentes textos de dermatología [5]. Pese a que la Liga
Internacional de las Sociedades Dermatológicas ha
2
■ Lesión no palpable: mácula
La mácula es una lesión visible, pero no palpable, que
consiste en una modificación localizada del color de la
piel, sin alteración visible de su superficie. El comité
internacional para la terminología dermatológica no ha
definido el tamaño de las máculas, que por lo general
varía entre 5 y 20 mm según las fuentes. Los autores
anglófonos utilizan el término patch para designar las
modificaciones no palpables del color de la piel que
miden más de 2 cm. Una mácula puede aparecer como
consecuencia de una anomalía situada exclusivamente
en la epidermis (vitíligo, lentigo), en la dermis (petequia, erupción morbiliforme) o en ambas (hiperpigmentación postinflamatoria). La clasificación puede basarse
en el color (Cuadro III) y los efectos de la vitropresión.
Las máculas discrómicas pueden ser blancas (vitíligo)
(Fig. 1), pigmentadas (lentigo), azul-grisáceo (mancha
mongólica) o amarillas (xantoma plano). La exploración
con luz de Wood acentúa las modificaciones pigmentarias epidérmicas, mientras que las máculas dérmicas
permanecen iguales. Sus peculiaridades semiológicas y
su frecuencia hacen que las máculas rojas merezcan una
mención especial. Pueden formarse por vasodilatación
activa o pasiva (exantema, cianosis) o por acumulación
Dermatología
Lesiones elementales de la piel: semiología cutánea ¶ E – 98-045-A-10
Cuadro II.
Elementos descriptivos de una lesión dermatológica.
Identificación de la lesión elemental
Tamaño de la lesión
Disposición, configuración y límites de la lesión elemental
Forma: redonda, oval, poligonal, etc.
Configuración: en escarapela, anular, lineal, etc.
Relieve: plano, cupuliforme, sésil, pediculado, acuminada,
umbilicada, papilomatosa, etc.
Límites: bien o mal delimitada
Simetría
Regularidad
Color de la lesión y exploración por vitropresión
Anomalías de la superficie
Figura 1. Mácula blanca o acrómica con islotes de repigmentación alrededor de los folículos pilosos en un cuadro de vitíligo.
Consistencia de la lesión
Normal (comparable a la piel sana)
Blanda
Firme
Rugosa
Elástica
Dura
Infiltrada
Depresible
Fluctuante
Profundidad de la lesión
Temperatura y sensibilidad
Cuadro III.
Clasificación de las máculas.
Figura 2. Exantema maculopapuloso en una toxicodermia.
I. Mácula discrómica
Hipopigmentada (llamada todavía leucodérmica)
Hiperpigmentada
Azul-gris
Amarilla
II. Mácula eritematosa
Desaparece por efecto de la vitropresión
Telangiectasia
Eritema y/o cianosis
• permanente
- localizado
- anular, serpiginoso
- en zonas expuestas a la luz
Figura 3. Telangiectasias resultantes de una dilatación de los
vasos superficiales de la dermis. Desaparecen por efecto de la
vitropresión.
- livedo
- generalizado
- edematoso
• transitorio
- crisis vasomotoras
- acrosíndromes
- livedo
- algunos exantemas: eritema marginado, enfermedad de Still
Persistente bajo la vitropresión: púrpura
III. Mácula atrófica
sanguínea intravascular (angioma), en cuyos casos la
vitropresión las hace desaparecer. En cambio, las máculas purpúricas se forman por depósitos extravasculares
de glóbulos rojos y persisten durante la vitropresión.
El eritema es un rubor de la piel, localizado o difuso,
permanente o paroxístico, que desaparece por vitropresión. A veces tiene aspecto reticular (livedo) o azulado
(eritrocianosis). Su color varía entre el rosa pálido y el
rojo oscuro. En el eritema difuso suelen asociarse
lesiones planas y lesiones palpables (pápulas y/o placas)
que, cuando aparecen súbitamente, configuran un
Dermatología
exantema maculopapuloso (Fig. 2). Cuando se observan
máculas rojas y lesiones rojas apenas palpables que
tienden a confluir pero dejan intervalos de piel sana, se
trata de un exantema morbiliforme. Las lesiones de
color rosa bien individualizadas, que suelen medir
menos de 2 cm, configuran una roséola. El exantema
escarlatiniforme se caracteriza por un rubor intenso y
difuso, que confluye sin dejar intervalos de piel sana y
que, a la palpación, ofrece la impresión de una rugosidad comparable a la del granito. El término eritrodermia
designa al eritema difuso, de evolución prolongada, que
afecta más del 90% de la superficie corporal y que desde
el primer momento o muy rápidamente se acompaña de
una descamación y a menudo de signos generales
(fiebre, escalofríos).
La cianosis es una modificación del color de la piel,
que adquiere un matiz azul violáceo y disminuye su
temperatura local. A menudo afecta a las extremidades,
y a las mucosas si es de origen central.
Las telangiectasias (Fig. 3) son lesiones rojas no
palpables, formadas por una dilatación permanente de
los pequeños vasos de la dermis superficial. Estas
pequeñas líneas sinuosas de unos pocos milímetros se
3
E – 98-045-A-10 ¶ Lesiones elementales de la piel: semiología cutánea
Figura 4. Púrpura petequial
y palpable en una vasculitis
leucocitoclástica.
Figura 5. Múltiples pápulas cupuliformes, confluentes por
partes, en una amiloidosis papulosa.
Cuadro IV.
Clasificación anatomoclínica de las pápulas.
Pápula epidérmica
No folicular
vacían fácilmente mediante vitropresión. La poiquilodermia se define por la asociación de atrofia cutánea,
pigmentación reticular y telangiectasias. Aunque suele
presentarse como una lesión elemental, en realidad
configura más bien un síndrome (lesiones intrincadas, cf
infra) [25].
Se denomina púrpura a un rubor permanente, que no
se atenúa por efecto de la vitropresión. Se origina por
una hemorragia intracutánea. Puede ser circunscrita o
extensa, y puede pasar sucesivamente por distintos
colores (rojo, azul, verde, amarillo), para luego conservar, de modo transitorio o duradero, una coloración
pardusca. Las petequias son lesiones purpúricas, limitadas, de pequeñas dimensiones; las víbices son estrías
lineales purpúricas más o menos anchas y largas; las
equimosis son placas purpúricas extensas de contornos
más o menos irregulares y que a menudo presentan
colores variados. Algunas veces la púrpura puede palparse, en cuyo caso se trata de una pápula purpúrica
(Fig. 4).
El color de una lesión no palpable puede ser normal
hasta que la piel desarrolla una transparencia inhabitual
que permite visualizar los vasos, volviéndose lisa y, por
último, arrugada, adquiriendo un aspecto de «papel de
fumar», en cuyo caso se habla de mácula atrófica.
Como en todas las lesiones elementales, en una
mácula pueden aparecer alteraciones de la superficie que
le confieren un carácter palpable (combinación de
lesiones elementales o lesiones intrincadas). Por ejemplo, en la pitiriasis versicolor, las lesiones elementales
son unas máculas de color amarillo pálido, a menudo
confluentes, que se localizan sobre todo en la mitad
superior del tronco y que, de entrada, o más a menudo
de forma secundaria, se vuelven escamosas. En el
Cuadro III se presenta una clasificación de las máculas.
■ Lesiones palpables
Estas lesiones, que a veces son invisibles, se perciben
deslizando la yema de los dedos por la superficie cutánea y ejerciendo una presión variable. Cuando una
lesión es palpable, se ha de determinar si lo es por sí
misma, por una alteración de la superficie cutánea o por
ambas razones (cf infra).
En primer lugar se estudiarán las lesiones cuyo carácter palpable no se debe a una alteración de la superficie
de la piel. Hay diversos tipos de lesiones palpables, que
se distinguen según su contenido (líquido o sólido), su
tamaño y su localización cutánea (superficial o profunda). Los mecanismos que han dado origen a estas
lesiones sólo pueden conocerse mediante un análisis
histopatológico: edema, infiltración por células inflamatorias o tumorales, sustancias de depósito (amiloidosis,
mucina, etc.).
4
Folicular
Pápula dérmica
Edematosa
Purpúrica
Dismetabólica, de sobrecarga
Celular
Pápula dermoepidérmica
Figura 6.
anular.
Pápulas agrupadas en «anillo» en un granuloma
Lesiones sólidas
Lesiones generalmente sobreelevadas
La pápula suele definirse como una lesión palpable,
pequeña, de contenido no líquido. En la terminología
médica latina se fija un tamaño máximo de 10 mm,
mientras que en inglés o en alemán el límite es de
5 mm. Por lo general, se trata de lesiones sobreelevadas
que rebasan el nivel de la piel adyacente (Fig. 5). Vista
desde arriba, una pápula puede ser redonda, oval,
umbilicada (pequeña depresión central) o poligonal. De
perfil puede aparecer plana, cupuliforme, sésil, pediculada o acuminada (cónica). Su superficie puede ser lisa,
erosiva, ulcerada o necrótica, recubierta de escamas, de
costras o de escamas-costras. Su distribución puede ser
o no folicular. En el Cuadro IV se muestra una clasificación anatomoclínica de las pápulas. Las pápulas por
proliferación o depósitos epidérmicos (verruga plana)
suelen tener límites precisos y rectilíneos, mientras que
las pápulas dérmicas (granuloma anular) presentan unos
límites menos nítidos (Fig. 6). Es necesario distinguir las
pápulas de las otras lesiones palpables, más grandes
(placa, nódulo, tumor), más profundas (nudosidad), con
contenido líquido (vesícula, ampolla) o que se originan
principalmente por una alteración de la superficie
(cuerno, queratosis). Estas últimas también pueden
denominarse pápulas queratósicas.
El término «placa» designa unas lesiones en relieve,
más extensas en superficie que en altura y que miden
más de 1 cm (p. ej., síndrome de Sweet) (Fig. 7).
Dermatología
Lesiones elementales de la piel: semiología cutánea ¶ E – 98-045-A-10
Figura 7. Dos placas eritematosas en las piernas en un
síndrome de Sweet.
Figura 9. Nódulos y tumores múltiples en una micosis
fungoide.
Figura 10. Nódulo redondeado con
centro ulcerado y queratósico en un
queratoacantoma.
Figura 8. Placa de liquenificación: engrosamiento de la piel
con exageración de los surcos. Obsérvense también las erosiones
lineales por rascado.
La liquenificación es un engrosamiento de la piel que,
al exagerar los surcos, vuelve visible su organización
reticular normal. En los pequeños rombos así dibujados
se desarrollan pápulas más o menos prominentes. A
menudo se observa una pigmentación pardo-amarillenta
o violácea, pequeñas escamas adherentes y excoriaciones. En realidad, se trata de una lesión intrincada. La
escuela dermatológica francesa siempre la ha incluido
entre las pápulas, aunque corresponde a un criterio más
nosológico que semiológico. Aparece como consecuencia de un prurito complicado por rascados repetidos
(Fig. 8).
El tubérculo es una lesión palpable intradérmica sin
(o con escaso) relieve, que suele evolucionar de manera
crónica. Cuando se produce la regresión, tiende a dejar
una cicatriz (lupus tuberculoso). Tiene límites precisos y
es móvil respecto a la hipodermis. Esta denominación,
hoy poco habitual y carente de justificación, sólo se
menciona por razones históricas. Conviene emplear
otros términos más descriptivos, como pápula intradérmica de evolución cicatrizal, etc.
El nódulo es una masa palpable, no líquida, que mide
más de 10 mm. Por lo general, se denomina así a una
lesión redonda o hemisférica (dermatofibroma, xantoma
tuberoso, carcinoma basocelular nodular) (Figs. 9 y 10).
Algunos autores llaman tumor a todos los nódulos
mayores de 20 mm. Los tumores no suelen tener un
carácter inflamatorio y tienden a crecer.
La mayoría de los nódulos se localizan en la dermis
y/o la hipodermis. La piel normal es móvil sobre esta
última. Si se puede deslizar la piel sobre un nódulo, se
trata de un nódulo hipodérmico. Por el contrario, si
parece solidario con la piel (es decir, si se moviliza en
bloque con ella), el nódulo es dérmico o dermohipodérmico. Todo nódulo grande (a menudo mayor de 5 cm)
y de extensión hipodérmica se denomina nudosidad
(Fig. 11). Cuando estas lesiones son incipientes, se
pueden detectar por palpación profunda. Para valorar
sus características (dimensión, consistencia, sensibilidad,
etc.), se debe ejercer una presión bastante intensa y
Dermatología
Figura 11. Eritema nudoso:
nudosidades en ambas piernas.
pinzar la induración hipodérmica entre el pulgar y los
otros dedos flexionados en forma de gancho. Los gomas
son producciones hipodérmicas que durante su fase
temprana se presentan como una nudosidad, pero luego
pasan por una fase de reblandecimiento que comienza
en su centro, tras lo que se produce una ulceración, con
salida de un líquido gomoso muy especial (p. ej., goma
sifilítico).
Las vegetaciones son excrecencias de aspecto filiforme, digitiforme o lobulado, ramificadas en forma de
coliflor, de consistencia blanda. Su superficie está
formada por una epidermis adelgazada y rosada o se
halla cubierta de erosiones exudativas y de ulceraciones
(vegetación venérea, yododermia) (Fig. 12). Sangran
fácilmente, incluso por traumatismos leves. Las lesiones
denominadas vegetantes son unas superficies eritematoerosivas recorridas por pequeñas pápulas y/o pústulas
lobuladas; están delimitadas por numerosas pústulas
confluentes en los bordes, que se alinean para formar
un trazo serpiginoso característico. Las verrugosidades
5
E – 98-045-A-10 ¶ Lesiones elementales de la piel: semiología cutánea
Figura 12. Vegetaciones venéreas.
Figura 13. Verruga periungueal: vegetación de superficie queratósica que
define la verrugosidad.
son excrecencias de aspecto filiforme, digitiforme o
lobulado, que a veces se ramifican en forma de coliflor.
Su superficie tiene un revestimiento córneo, queratósico,
a menudo grisáceo, más o menos grueso (verruga,
queratosis seborreica) (Fig. 13).
El cordón es una lesión lineal, más o menos sinuosa,
de tamaño muy variable, más fácil de palpar que de ver.
En la palpación se percibe una sensación semejante a un
cordel. Su inclusión entre las lesiones elementales se
explica por la facilidad con que se reconoce. Existen
cordones palpables originados por lesiones tan diversas
como una trombosis venosa superficial, una arteritis
temporal o una dermatitis granulomatosa intersticial.
Un surco es un pequeño túnel excavado en la piel,
que suele albergar un parásito. Con frecuencia se trata
de lesiones milimétricas, apenas visibles y/o palpables.
Lesiones generalmente deprimidas
Algunas lesiones se vuelven palpables porque forman
una depresión, mientras que la piel conserva una
elasticidad normal. Pueden comprender una anomalía
de la superficie de la piel (cf infra) en forma de una
atrofia o una hipoqueratosis. Por ejemplo, una cicatriz
puede crear una depresión superficial, en forma de una
meseta hundida, regular o cribiforme. Las estrías atróficas presentan una depresión lineal muy superficial. Las
secuelas de una paniculitis lúpica, por ejemplo, se
manifiestan por unas depresiones profundas, cupuliformes, con hoyos o surcos más o menos marcados. No
existe un consenso para designar estos diferentes tipos
de depresión. Ackerman ha propuesto una nueva terminología y distingue las lesiones deprimidas, no erosivas
y no ulceradas, según la profundidad y el tamaño de la
lesión [17, 26]. Este autor propone el término dell, que
podría traducirse por «valle pequeño», para designar una
depresión superficial menor de 1 cm, y trough, que
podría traducirse por «hueco», para una depresión
superficial mayor de 1 cm. El término gully («barranco»)
corresponde a una depresión profunda. Sin embargo, en
lugar de crear nuevas lesiones elementales, nos parece
legítimo y preferible emplear el término «depresión»
con uno o varios adjetivos (superficial, profunda,
cupuliforme, lineal, etc.) para describirlas de forma
óptima.
6
Figura 14. Vesículas en una dishidrosis.
Figura 15.
Ampollas en un cuadro de pénfigo.
Lesiones con contenido líquido
Estas lesiones, generalmente palpables, levantan la
piel formando una cavidad que contiene líquido. Se
distinguen según el aspecto de éste y según el tamaño.
Se denominan vesículas las lesiones de contenido claro
y menores de 3 mm, mientras que las ampollas superan
los 5 mm.
Para distinguir las vesículas de las pequeñas pápulas,
cuyo contenido es sólido, a veces es necesario perforar
el techo de la lesión con una lanceta. En algunos casos,
las vesículas son evidentes: lesiones traslúcidas, de forma
redondeada (hemisférica) (Fig. 14), cónica (acuminada)
o con una depresión central (umbilicada). Pero a
menudo son frágiles, transitorias y pueden romperse,
dando una exudación, erosiones y costras de bordes
redondeados, recortados o policíclicos. Cuando las
vesículas son microscópicas, pueden ofrecer un aspecto
clínico eritematoescamoso o papuloso. Las vesículas que
evolucionan hacia la exudación son características del
eczema y suelen corresponder, en el análisis histopatológico, a una espongiosis. A la inversa, las que evolucionan hacia la umbilicación y/o la necrosis, sin
exudación, suelen deberse a un efecto citopatógeno
viral, como en las infecciones por el virus del herpes o
el virus varicela/zóster.
Las ampollas subepidérmicas, que tienen un techo
sólido y pueden localizarse en piel normal, de tipo
eritematoso o urticarial (penfigoide o porfiria cutánea
tardía) se distinguen de las ampollas epidérmicas,
frágiles, que a menudo se rompen espontáneamente y
quedan como una erosión bordeada por un collarete
(pénfigo). Las ampollas pueden contener un líquido
claro (Fig. 15), turbio o hemorrágico. Las lesiones
ampollosas muy superficiales, subcórneas, son extremadamente frágiles. Esto explica el que a menudo se
observen lesiones postampollosas redondeadas y escamocostrosas (impétigo ampolloso).
Cuando el líquido contenido en la lesión es inicialmente turbio o purulento, se trata de una pústula. Se
Dermatología
Lesiones elementales de la piel: semiología cutánea ¶ E – 98-045-A-10
Figura 16. Pústulas umbilicadas en una varicela.
Figura 17. Múltiples pústulas no foliculares sobre un fondo
eritematoso en una pustulosis exantémática.
distinguen las lesiones pustulosas foliculares, acuminadas, con un pelo central (foliculitis), de las lesiones no
foliculares, generalmente más planas y no acuminadas
(Fig. 16). Este segundo tipo de pústula, que suele ser
intraepidérmica, muy superficial, subcórnea, a veces sólo
muestra unas microerosiones circulares (psoriasis pustulosa) (Fig. 17). En algunas ocasiones, la colección se
decanta dentro del elemento pustuloso, formando un
nivel o hipopión (pustulosis subcórnea de
Sneddon-Wilkinson).
■ Alteraciones de la superficie
cutánea
La piel sana es lisa, seca (exceptuado el sudor) y
muestra un microrrelieve visible. Al rasparla suavemente
con la cucharilla de Brocq (o al frotarla con el dedo o
con un paño negro) no se desprenden escamas. Cuando
tiene carácter rugoso, escamoso, exudativo, o incluso
cuando no existe, la superficie de la piel se encuentra
alterada. En las lesiones palpables, la única causa puede
ser la alteración de la superficie cutánea, que debe
explorarse siempre.
Una erosión es una pérdida de la parte superficial de
la piel (epidermis) que cura sin dejar cicatriz. Esta lesión
húmeda, exudativa, que secundariamente forma una
costra, tiene su suelo cubierto de numerosos puntitos
rojos (0,1-0,2 mm) correspondientes a las papilas dérmicas. El término excoriación se utiliza a veces para
designar una erosión secundaria a un traumatismo
(generalmente el rascado). Una fisura es una erosión
lineal. Una rágade es una depresión fina inframilimétrica, superficial o profunda, sin pérdida de sustancia,
que se observa en la piel inflamatoria o queratósica. Por
lo general, se encuentra en las zonas periorificiales
(comisuras labiales), los pliegues y las plantas. Una
ulceración es una pérdida de sustancia cutánea más
profunda, que compromete la epidermis y la dermis, y
que, si cura, deja una cicatriz. Las papilas dérmicas
Dermatología
dejan de verse y la ulceración puede recubrirse de un
revestimiento fibrinoso, de una costra serosanguinolenta
(la ulceración puede sangrar) o de una placa negra
(necrosis). La diferencia entre estas lesiones radica en la
profundidad de la pérdida de sustancia. Una úlcera es
una pérdida de sustancia crónica sin tendencia a la
curación espontánea, que lleva más de un mes de
evolución. Las ulceraciones en los puntos de presión
configuran las escaras. Una fístula es una comunicación
anómala entre una estructura profunda y la superficie
de la piel. Por ella suele brotar un líquido claro, turbio
o purulento.
Las escamas se definen como laminillas de células
córneas en la superficie de la piel. Son poco adherentes
y se desprenden con facilidad. Se visualizan de manera
espontánea o por raspado con una cucharilla de borde
romo. Para ponerlas a la vista también se puede frotar
la piel con un trozo de paño negro. Clásicamente se
distinguen distintos tipos de escamas:
• escarlatiniformes: escamas en grandes colgajos, originadas por una exacerbación brusca y transitoria de la
producción córnea. Son típicas de la escarlatina, del
síndrome de Kawasaki, del síndrome del shock tóxico,
del eritema escarlatiniforme recidivante de Besnier y
Féréol, de algunas toxicodermias y de la evolución de
numerosos exantemas;
• en collar: escamas finas, adherentes en el centro pero
no en la periferia, que recubren una lesión inflamatoria (pitiriasis rosada de Gibert);
• pitiriasiformes: escamas pequeñas, finas, poco adherentes, blanquecinas y harinosas. Son típicas de la
pityriasis capitis (caspa del cuero cabelludo) pero
pueden verse en la mayoría de las dermatosis eritematoescamosas comunes;
• ictiosiformes: grandes escamas poligonales, semejantes
a las de los peces. Por lo general, los elementos
escamosos se desprenden de un tegumento muy seco;
• psoriasiformes: escamas abundantes, blancas, brillantes, laminares, plateadas y anchas. Desde el punto de
vista histológico, corresponden a una paraqueratosis.
Son características de la psoriasis.
La queratosis se define como un engrosamiento
córneo más ancho que grueso. Desde el punto de vista
clínico se caracteriza por unas lesiones circunscritas o
difusas, muy adherentes y duras. La sensación en la
palpación es muy especial, porque la dureza rígida no
cede bajo la presión del dedo. Al frotarla se añade una
impresión de rugosidad. La exploración con cucharilla
confirma la dureza: sólo se consigue desprender unas
pocas escamas.
Un cuerno es una queratosis más alta que ancha.
Se forma como consecuencia de la desecación superficial de un exudado, una secreción, una necrosis o una
hemorragia cutánea. Crea una sensación de rugosidad a
la palpación. Se adhiere más o menos a las lesiones que
recubre, pero, al contrario de las queratosis, siempre se
puede desprender con la cucharilla. Es preciso retirar la
costra para examinar la lesión a la que recubre (ulceración, tumor, etc.).
La gangrena y la necrosis son porciones de tejido
cutáneo no viable que tienden a eliminarse. Se caracterizan por una pérdida de todos los modos de la sensibilidad, una disminución de la temperatura y luego,
secundariamente, una coloración negra, con formación
de un surco de eliminación entre los tejidos necróticos
y los sanos (Fig. 18).
Ackerman ha propuesto que entre las lesiones elementales se incluyan las «aberturas» (openings), es decir,
las lesiones caracterizadas por una interrupción brusca
de la piel, pero con presencia normal de la epidermis [17,
27]. En realidad, muchas de ellas son invaginaciones.
Este grupo de lesiones abarca el comedón (infundíbulo
dilatado lleno de queratina), el seno (conducto bordeado por epitelio), la fístula (conducto bordeado por
7
E – 98-045-A-10 ¶ Lesiones elementales de la piel: semiología cutánea
Figura 18. Alteraciones de
la superficie de la piel. Gangrena en placa superficial en
una angiodermitis necrótica.
normal. La atrofia suele asociarse a una esclerosis
cutánea y configurar así un estado escleroatrófico. Por
tanto, las cicatrices pueden ser atróficas, escleroatróficas
o, por el contrario, hipertróficas.
En el Cuadro V se muestra un procedimiento diagnóstico y una clasificación de las diferentes lesiones
elementales.
■ Otros signos
epitelio que desemboca en la superficie de la piel y que
se origina en ésta o en una estructura profunda [ganglio,
hueso, estructura, digestiva, etc.]), la rágade y el surco
(túnel intraepidérmico excavado por un parásito).
Algunas de las lesiones mencionadas tienen sentido
nosológico, pero no semiológico. Otras ya se han
descrito. Por consiguiente, no se incluyen estos términos
entre las lesiones elementales. Cuando resulta necesario,
las aberturas pueden describirse en términos corrientes
(comunicación, conducto, etc.).
La descripción precisa de las alteraciones de la superficie de una lesión permite prever una parte de las
modificaciones histológicas subyacentes. Dichas alteraciones indican lo que ocurre en la epidermis y en la
capa córnea. Una superficie cutánea normal supone la
ausencia de lesiones epidérmicas (salvo las anomalías de
la pigmentación), lo que refleja que el proceso patológico se sitúa en la dermis y/o la hipodermis.
■ Modificaciones
de la consistencia de la piel
Algunas lesiones se producen principalmente por una
modificación de la consistencia de la piel, que se vuelve
demasiado (o demasiado poco) elástica. Se detectan
sobre todo por palpación. La atrofia cutánea se define
por la disminución o la desaparición de todos o algunos
de los elementos constitutivos de la piel (epidermis,
dermis, hipodermis, o dos y hasta tres compartimentos).
La atrofia epidérmica o dermoepidérmica se presenta
como un adelgazamiento del tegumento, que se arruga
al pinzarlo superficialmente, pierde su elasticidad y su
relieve, y adquiere un aspecto liso y nacarado. Suelen
verse los vasos dérmicos. La atrofia de la hipodermis
provoca una depresión visible en la superficie cutánea.
La alteración o la desaparición del tejido elástico
disminuyen la elasticidad de la piel, que se relaja, y
después de un pellizco conserva la marca, sin recuperar
ya su aspecto inicial. Se forman arrugas más o menos
profundas y hasta un auténtico fenómeno de cutis laxa
(la piel se relaja, cuelga y no vuelve a su posición
anterior cuando se estira). Estas lesiones son pliegues
cutáneos permanentes en una zona que no suele ofrecer
ese aspecto. A veces la atrofia se detecta sólo mediante
la palpación. En la anetodermia, el dedo tiene la sensación de penetrar en una verdadera depresión, mientras
que el ojo, por el contrario, percibe una protuberancia.
La esclerosis es un aumento de consistencia de los
elementos constitutivos de la dermis y, a veces, de la
hipodermis, que dificulta el deslizamiento de los tejidos.
El tegumento está indurado y pierde su elasticidad
8
Para identificar las lesiones elementales, es preciso
realizar una inspección atenta, completada con la
palpación. Se emplean también algunos medios simples
para perfeccionar el diagnóstico y avanzar más deprisa
en el diagnóstico diferencial.
La vitropresión consiste en aplicar con firmeza un
objeto transparente (vidrio o plástico) contra la lesión
cutánea, que así se «vacía» (la presión ejercida expulsa
la sangre de los vasos superficiales). Los eritemas vasoactivos empalidecen, puesto que se deben exclusivamente a una vasodilatación. Esta técnica también sirve
para apreciar el verdadero color de algunas lesiones muy
vascularizadas, que a menudo queda oculto por el tono
rojo intenso de la hemoglobina (nevo de Spitz, generalmente de aspecto rojo, cuyo matiz castaño sólo aparece
por efecto de la vitropresión). A veces, la vitropresión de
algunas lesiones llamadas lupoides muestra un color
entre amarillo y pardo (p. ej., lupus tuberculoso, sarcoidosis, etc.).
La técnica de Wood consiste en utilizar luz «ultravioleta» (k 400 nm) para explorar la piel en la oscuridad.
Al intensificarse la pigmentación cutánea epidérmica, se
acentúa el contraste entre la piel normal y las zonas
despigmentadas (vitíligo, leucodermias químicas, piebaldismo). Esta técnica puede utilizarse para buscar
rápidamente porfirinas en la orina (después de la
acidificación, ésta aparece de color rosa con la luz de
Wood). La exploración con luz de Wood muestra una
fluorescencia característica en varias dermatosis infecciosas: fluorescencia rojo coral en el eritrasma, fluorescencia verde en las dermatofitosis por Microsporum y el
favus, fluorescencia amarillo-verdosa en las infecciones
por Pseudomonas. Cuando se sospecha una sarna, para
buscar los surcos se aplica una solución de tetraciclina
o de fluoresceína y luego se explora la piel con la
lámpara de Wood.
La aplicación de algunas sustancias en la piel permite
en ocasiones obtener informaciones útiles:
• una gota de aceite sustituye el aire existente entre las
escamas y modifica las propiedades de refracción de
la queratina. Es especialmente útil para buscar las
estrías de Wickham del liquen;
• si se aplica tinta china y después se lava la piel, se
pueden buscar los surcos de la escabiosis sin emplear
la luz de Wood.
La estimulación lineal firme con una punta roma
sirve para buscar un dermografismo. La fricción de
algunas lesiones provoca una reacción urticarial, llamada signo de Darier, característica de las mastocitosis.
Al aplicar tracción en la piel normal y/o periampollosa a veces se provoca un despegamiento cutáneo: es
el llamado signo de Nikolsky, que se produce en las
enfermedades ampollosas intraepidérmicas, en la necrólisis epidérmica tóxica (síndrome de Lyell) y en algunas
enfermedades ampollosas de la unión (epidermólisis
ampollosa adquirida). El signo de Asboe-Hansen (extensión de una ampolla cuando se ejerce una presión
vertical en su vértice) corresponde a un fenómeno
equivalente.
Mediante una presión vertical también se puede
buscar la depresibilidad de un edema (signo del
hoyuelo), valorar el tiempo de recoloración capilar (el
necesario para que la piel recupere su color rosa normal
después de haber empalidecido por la presión) y buscar
Dermatología
Lesiones elementales de la piel: semiología cutánea ¶ E – 98-045-A-10
Cuadro V.
Procedimiento diagnóstico para identificar una lesión elemental.
¿La lesión es palpable?
Cuadro V.
(continuación) Procedimiento diagnóstico para identificar una
lesión elemental.
A. Lesión visible, pero no palpable: mácula. Por lo general está
situada en el plano de la piel
• mixedema
Lesión hiperpigmentada
Piel fría e insensible a todos los tipos de estímulo
Lesión hipopigmentada
• gangrena y necrosis
Lesión azulada
Piel fría pero con sensibilidad normal
Lesión amarilla
• hipoperfusión
Lesión eritematosa
Piel caliente y sensible
Mácula atrófica
• inflamación
B. Lesión palpable
¿La superficie de la lesión es normal?
D. Lesiones intrincadas: todas las asociaciones de dos o más
de los signos precedentes
La piel normal es lisa, con un microrrelieve visible (pequeños
pliegues formados por las papilas dérmicas)
• ejemplo: lesión eritematoescamosa, pápula necrótica,
escleroatrofia, etcétera
¿La temperatura y la sensibilidad de la piel son normales?
B1. Lesión palpable con superficie normal
B1.1 Lesiones generalmente sobreelevadas
Lesión de contenido sólido
• pápula
- placa
- liquenificación
- vegetación (a veces húmeda y erosiva)
• nódulo
- tumor
- nudosidad
- goma
Lesión de contenido líquido (superficie de la piel sobreelevada)
• vesícula
• ampolla
• pústula
B1.2. Lesiones generalmente deprimidas o en el plano de la piel
B2. Lesiones palpables con superficie alterada (sobreelevadas,
situadas en el plano de la piel o deprimidas)
Epidermis ausente
• erosión
• excoriación
• fisura
• ulceración y úlcera
Piel recubierta por una sustancia que se despega
• escamas, escamas adherentes (diferente de la queratosis
[cf infra] porque al palpar no se percibe una sensación de dureza)
• costra
• necrosis (puede ser adherente)
Piel (capa córnea) engrosada, da impresión de dureza a la palpación
• cuerno, queratosis
• verrugosidad
Piel adelgazada (desaparece el microrrelieve, la piel se vuelve
transparente)
• atrofia
• poiquilodermia
• cicatriz
¿La consistencia de la piel es normal?
C. Modificación de la consistencia de la piel
Piel demasiado dura, que ha perdido su elasticidad habitual
y ya no se puede plegar
• esclerosis
Piel demasiado laxa
• arruga
• cutis laxa
• anetodermia
Piel hinchada
• edema
Dermatología
alteraciones de la dermis en algunas lesiones, como los
neurofibromas o las anetodermias depresibles.
Puesto que la epidermis y la dermis son móviles sobre
la hipodermis, mediante una maniobra de pinza digital
se pueden localizar las lesiones, hipodérmicas o más
profundas, sobre las que la piel puede plegarse normalmente. Las pápulas intradérmicas, como los dermatofibromas, también pueden localizarse de esta manera,
porque el plegamiento de la piel hace que se formen
hoyuelos encima de las lesiones. A veces, al pinzar la
piel brota un material blanco y viscoso por los orificios
pilosos (signo de Kreibich de la mucinosis folicular).
Mediante el raspado de algunas lesiones con la uña o
con una cucharilla roma (de Brocq) se puede observar la
descamación característica de la psoriasis o provocar una
púrpura lineal (amiloidosis). En la psoriasis, el raspado
con cucharilla de Brocq hace aparecer primero un polvo
de escamas blancas («signo de la vela»), después, cuando
la cucharilla despega los delgados fragmentos suprapapilares, «el signo de la última película despegable» y, por
último, al dejar al descubierto la cima hipervascularizada de las papilas, el «signo del rocío sangrante» o
signo de Auspitz.
Utilizando una lupa dermatológica de 10 dioptrías se
puede afinar la inspección y reconocer mejor las alteraciones de la superficie de las lesiones.
Después de haber aplicado una gota de aceite se
exploran las lesiones por inmersión y epiiluminación.
La inspección a través de la capa córnea, que se vuelve
transparente, sirve sobre todo para estudiar las lesiones
pigmentadas, ya que posibilita un análisis de la red
pigmentaria epidérmica.
El prurito, sensación que induce la necesidad de
rascarse, es el único signo funcional específico de la piel.
Puede ser localizado (en el cuero cabelludo), regional
(un miembro) o difuso. Se deben precisar su cronología
y sus circunstancias de aparición: diurno, nocturno, por
el esfuerzo, por el agua, etc. Su intensidad, proporcional
a la molestia que causa, se clasifica en tres niveles:
• intermitente, tolerable, etc.;
• permanente, duradero pero resistible, sobre todo
diurno, etc.;
• incoercible, irresistible, causante de insomnio, etc.
Un prurito puede ser lesional, con signos en la piel,
como los nódulos del prurigo. A menudo se observan
lesiones por rascado inespecíficas: erosiones lineales,
pápulas excoriadas, liquenificación, pigmentación, etc.
También puede formar parte de una dermatosis pruriginosa y acompañar a otras lesiones dermatológicas más
específicas, que deben buscarse obligatoriamente. Algunas de ellas son evidentes, como la urticaria, mientras
que otras son discretas, como los surcos de la escabiosis.
Cuando no existe ninguna lesión dermatológica elemental, se trata de un prurito sine materia.
9
E – 98-045-A-10 ¶ Lesiones elementales de la piel: semiología cutánea
“
Puntos importante
• Toda lesión cutánea consiste en la asociación de
una o varias lesiones elementales.
• La asociación de varias lesiones elementales
puede configurar verdaderos síndromes.
• Conocer y saber reconocer las lesiones
elementales son condiciones imprescindibles para
el ejercicio de la dermatología.
• El análisis visual y la palpación son esenciales
para el reconocimiento de las diferentes lesiones
elementales. Al determinar si una lesión es o no
palpable y mediante la búsqueda de alteraciones
en la superficie cutánea se consigue identificar la
mayoría de las lesiones elementales.
.
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D. Lipsker, Professeur des Universités, praticien hospitalier ([email protected]).
Faculté de médecine, Université Louis Pasteur, Clinique dermatologique, Hôpitaux universitaires de Strasbourg, 1, place de l’Hôpital,
67091 Strasbourg cedex, France.
Cualquier referencia a este artículo debe incluir la mención del artículo original: Lipsker D. Lésions élémentaires de la peau : sémiologie
cutanée. EMC (Elsevier Masson SAS, Paris), Dermatologie, 98-045-A-10, 2007.
Disponible en www.emc-consulte.com/es
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