1 2 “DEJÉMONOS TRANSFORMAR POR EL ESPÍRITU”. MONICIÓN: La vocación de la Hija de la Caridad es el AMOR. “Cuando una persona sirve a Dios por los caminos del amor, todo lo que hace, todo lo que piensa y todo lo que dice le agrada tanto a Dios que no hay ningún padre que sienta tanto gusto en ver lo que hace su hijo como Dios al contemplar a una Hija de la Caridad que le ofrece todo lo que va a hacer desde las primeras horas de la mañana”. (San Vicente, VII, 90). CANTO (escuchado): CORAZÓN DE FUEGO. DANOS SEÑOR, UN CORAZÓN DE FUEGO DANOS SEÑOR UN CORAZÓN ENAMORADO DE TU PADRE Y DE TU REINO, DANOS SEÑOR, DANOS UN CORAZÓN DE FUEGO (bis). Para mirar con ternura, para acoger con amor, para sentir compasión, ante el hermano que sufre, para sanar las heridas, para saber perdonar, para poder construir un mundo de fraternidad. DANOS SEÑOR, UN CORAZÓN DE FUEGO… Para buscar la justicia, para decir la verdad, para gritar por el mundo que el amor es posible. Para buscar con audacia caminos de libertad, para sembrar por el mundo semillas de amor y de paz. 3 DANOS SEÑOR, UN CORAZÓN DE FUEGO… Para dar alegría, para saber consolar, para llevar esperanza, al que se siente perdido. Para apostar por la vida, para saberla entregar, para vivir con pasión, con sueños que se hagan verdad. DANOS SEÑOR, UN CORAZÓN DE FUEGO… “Dejémonos sorprender por el Espíritu que quiere hacer nuevas todas las cosas” (DIA. página 8). Ant. “Se realiza en nosotras el hacer de nuestra vida una prolongación de la de Cristo. ¡Qué felicidad para toda la eternidad!”. (Sta. Luisa, C. 384). BIENAVENTURANZAS (proclamadas espontáneamente y de manera pausada). Dichosas, quienes mantienen sus lámparas encendidas y las comparten y llevan bien altas para que alumbren y guíen a quienes andan a ras de tierra, sin ellas, perdidas entre laberintos, heridas y quejas. Dichosas, quienes permanecen en vela, con el espíritu en ascuas y el cuerpo en forma, y están siempre despiertas y atentas para quien llega a medianoche, de madrugada o cuando el sol calienta. Dichosas, quienes se comparten y entregan, y son fieles a mi deseo y palabra más sincera y saben vivir como hijas y hermanas, tengan cargos o no, en su haber humano. 4 Dichosas, quienes no buscan quedar bien, ni excusa en el cansancio, la edad y la dignidad, ni en el tiempo que pasa, ni en el premio que se retarda, y mantienen su entrega para quienes los necesitan. Dichosas, quienes, estén dentro o fuera, no tienen miedo a tormentas ni a sequías, ni a huracanes, ni a calmas sin brisa, y mantienen abierta su choza o su casa solariega. Dichosas, quienes no les importa tener poco y, menos aún, quedarse sin nada, porque saben que el Padre está con ellas y les ama, y les regala cada día lo necesario para el camino. Dichosas, quienes respetan y sirven sin queja a sus hermanos, aunque les sean extraños, y quienes ni comen, ni engordan sus cuentas a costa de otros pueblos y de sus ciudadanos. Dichosas, quienes se saben enviadas y se sienten, sin agobio, responsabilizadas, y aceptan ser hijas y hermanas de todos, y al servir no se sienten humilladas. ¡Dichosas, mis Hijas de la Caridad! ¡Dichosas, ustedes que me reconocen en el que sufre! ¡Dichosas, quienes necesitan su servicio! Todas: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo… 5 Ant. “Se realiza en nosotras el hacer de nuestra vida una prolongación de la de Cristo. ¡Qué felicidad para toda la eternidad!”. (Sta. Luisa, C. 384). “…para proseguir nuestro camino conducidas por el Espíritu” (DIA, página 3). Lectura 1 Jn. 4, 7-11 Dios es amor. Queridos míos, amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios, y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. Así Dios nos manifestó su amor: envió a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos vida por medio de Él. Y este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó primero, y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados. Queridos míos, si Dios nos amó tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros. Reflexionemos algunas orientaciones de Aparecida que pueden iluminar nuestro tema de las Asambleas. ¿Dónde nos encontramos? Necesitamos una formación en la espiritualidad de la acción misionera. 285. Cuando el impulso del Espíritu impregna y motiva todas las áreas de la existencia, entonces también penetra y configura la vocación específica de cada uno… 6 Así, la vida en el Espíritu no nos cierra en una intimidad cómoda, sino que nos convierte en personas generosas y creativas, felices en el anuncio y el servicio misionero. Nos vuelve comprometidos con los reclamos de la realidad y capaces de encontrarle un profundo significado a todo lo que nos toca hacer por la Iglesia y por el mundo. Misión de los discípulos: la Vida plena para todos. 356. La vida nueva de Jesucristo toca al ser humano entero y desarrolla en plenitud la existencia humana “en su dimensión personal, familiar, social y cultural”. Para ello, hace falta entrar en un proceso de cambio que transfigure los variados aspectos de la propia vida. Sólo así, se hará posible percibir que Jesucristo es nuestro salvador en todos los sentidos de la palabra. Sólo así, manifestaremos que la vida en Cristo sana, fortalece y humaniza. Porque “Él es el Viviente, que camina a nuestro lado, descubriéndonos el sentido de los acontecimientos, del dolor y de la muerte, de la alegría y de la fiesta”. La vida en Cristo incluye la alegría de comer juntos, el entusiasmo por progresar, el gusto de trabajar y de aprender, el gozo de servir a quien nos necesite, el contacto con la naturaleza, el entusiasmo de los proyectos comunitarios, el placer de una sexualidad vivida según el Evangelio, y todas las cosas que el Padre nos regala como signos de su amor sincero. Podemos encontrar al Señor en medio de las alegrías de nuestra limitada existencia y, así, brota una gratitud sincera. 7 358. Pero, las condiciones de vida de muchos abandonados, excluidos e ignorados en su miseria y su dolor, contradicen este proyecto del Padre e interpelan a los creyentes a un mayor compromiso a favor de la cultura de la vida. El Reino de vida que Cristo vino a traer es incompatible con esas situaciones inhumanas. Si pretendemos cerrar los ojos ante estas realidades no somos defensores de la vida del Reino y nos situamos en el camino de la muerte: “Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en la muerte” (1 Jn 3, 14). Hay que subrayar “la inseparable relación entre amor a Dios y amor al prójimo”, que “invita a todos a suprimir las graves desigualdades sociales y las enormes diferencias en el acceso a los bienes”. Tanto la preocupación por desarrollar estructuras más justas como por transmitir los valores sociales del Evangelio, se sitúan en este contexto de servicio fraterno a la vida digna. 359. Descubrimos, así, una ley profunda de la realidad: la vida sólo se desarrolla plenamente en la comunión fraterna y justa. Porque “Dios, en Cristo, no redime solamente a la persona individual, sino también las relaciones sociales entre los seres humanos”. Ante diversas situaciones que manifiestan la ruptura entre hermanos, nos apremia que la fe católica de nuestros pueblos latinoamericanos y caribeños se manifieste en una vida más digna para todos. El rico magisterio social de la Iglesia nos indica que no podemos concebir una oferta de vida en Cristo sin un dinamismo de liberación 8 integral, de humanización, de reconciliación y de inserción social. Una misión para comunicar vida. 360. La vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad. De hecho, los que más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás. El Evangelio nos ayuda a descubrir que un cuidado enfermizo de la propia vida atenta contra la calidad humana y cristiana de esa misma vida. Se vive mucho mejor cuando tenemos libertad interior para darlo todo: “Quien aprecie su vida terrena, la perderá” (Jn 12, 25). Aquí descubrimos otra ley profunda de la realidad: que la vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida a los otros. Eso es en definitiva la misión. 361. El proyecto de Jesús es instaurar el Reino de su Padre. Por eso, pide a sus discípulos: “¡Proclamen que está llegando el Reino de los cielos!” (Mt 10, 7). Se trata del Reino de la vida. Porque la propuesta de Jesucristo a nuestros pueblos, el contenido fundamental de esta misión, es la oferta de una vida más digna, en Cristo, para cada hombre y para cada mujer de América Latina y de El Caribe. 362. Asumimos el compromiso de una gran misión en todo el Continente, que nos exigirá profundizar y enriquecer todas las razones y motivaciones que permitan convertir a cada creyente en un discípulo misionero. Necesitamos desarrollar la dimensión 9 misionera de la vida en Cristo. La Iglesia necesita una fuerte conmoción que le impida instalarse en la comodidad, el estancamiento y en la tibieza, al margen del sufrimiento de los pobres del Continente. Necesitamos que cada comunidad cristiana se convierta en un poderoso centro de irradiación de la vida en Cristo. Tiempo para orar y luego compartir en pequeños grupos… DAMOS GRACIAS UNIDAS. (Pausadamente) Gracias, Señor, por tu gran amor para conmigo, por la paz, la alegría y entusiasmo con la que me has caracterizado. Gracias, Señor, por estos días de encuentro y convivencia, por los momentos de reflexión, oración y el compartir, que me animan a tomar conciencia de mi ser de Hija de la Caridad. Gracias Señor, por llenarme de energía y creatividad, por fortalecerme y renovarme en mi vocación, a través de la vivencia de nuestras Asambleas. Gracias, Señor, por el éxito que me estimuló, por la salud que me sostuvo, por la diversión y recreaciones que me 10 descansaron. Gracias también por la enfermedad porque cuando soy débil Tú me fortaleces. Gracias, Señor, por nuestra Provincia y la Compañía, por la unión entre las hermanas, que me ha brindado confianza, apertura y respeto, gracias también por su cercanía en los momentos más difíciles que vivimos juntas, por su amor y su perdón, por ese corazón de amistad, cariño y amor que me dieron. Te pido por cada una de ellas, por su generosidad incondicional. Por su apertura, disponibilidad y espíritu de fe en la reorganización de las nuevas Provincias. Gracias, Señor, por el regalo de poderte servir en los más pobres, donde experimento tu presencia, donde te pude escuchar con el corazón, puedo verte y puedo tocarte con mis manos. Gracias por todos los hermanos que pasaron frente a mí. Gracias, Señor, porque también puedo experimentar tu mirada, esos ojos que con ternura y comprensión me miraron, por esa mano oportuna que me levantó, por esos labios cuyas palabras y sonrisas me alentaron, por esos oídos que me escucharon. Gracias, Señor, por esa protección con que siempre me has preferido y te suplico muy encarecidamente por tu amor, disculpes mi silencio y cobardía. 11 Gracias, Señor, no abandones la obra de tus manos, llena mi vida de esperanza y generosidad. Señor, hágase tu voluntad y no la mía. Amén. CANTO A MARÍA (escuchado) CÓMO NO AMARTE MADRE. CÓMO NO AMARTE MADRE, AL VERTE DE PIE JUNTO A LA CRUZ, CÓMO ESTAR CONTIGO, SIN QUERER CONSOLAR TU CORAZÓN, DÉJAME LLORAR CONTIGO. DÉJAME SENTIR TU DOLOR, QUIERO CONSOLAR TU PENA ACOGIÉNDOTE EN MI CASA, EN MI CORAZÓN. Quiero consolarte también junto a la Cruz, de todo aquel que sufre soledad, junto a la Cruz de tantos pueblos oprimidos por la guerra, la miseria, por el mal. Quiero consolarte en los rostros maltratados, donde contemplas a Jesús desfigurado, en aquellos hombres que completan en su cuerpo la pasión de tu Hijo tan amado. CÓMO NO AMARTE MADRE… Quiero consolarte en los niños maltratados, en aquella madre a su suerte abandonada, en el que trabaja sin tregua ni descanso y sobrevive en la lucha y la esperanza. Quiero consolarte en el anciano abandonado, y en todo aquel que ha perdido la esperanza, en aquellos que por su cultura diferente no se escucha su clamor ni su palabra. CÓMO NO AMARTE MADRE… 12