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La sonrisa de la Virgen

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La sonrisa de la Virgen
Cuando el prestigioso fotógrafo José Antonio
Duce presentó en Torreciudad las fotografías de la Virgen que formarían el libro La
Virgen en el Reino de Aragón. Imágenes y rostros medievales, afirmó que había
intentado descubrir la sonrisa de Nuestra Señora en esas imágenes, y que pensaba que lo
había logrado. Desde luego, en el caso de la Virgen de Torreciudad lo consiguió. Pero,
desgraciadamente, desde la nave de la iglesia no se aprecia esa sonrisa.
Hace algunos años visitaron el santuario un grupo de alumnas de un colegio de
Barcelona. Días después, llamaban los padres de una chica invidente que no había
podido ir con sus compañeras, pero que le habían hablado tanto de lo bonito que es el
santuario que quería conocerlo, y sus padres preguntaban si Laia podría tocar algunas
cosas para “verlas” con el tacto. La contestación fue afirmativa, y cuando llegó con sus
abuelos pudo tocar la maqueta del retablo que hay en la galería de imágenes de la
Virgen, identificando, sin ayuda, todas las escenas.
Después le presentaron una imagen que había en la misma galería y descubrió
inmediatamente, y con gran alegría, que era la Mare de Deu quand era xiqueta, la
Virgen de su colegio. Y finalmente, le llevaron ante la imagen de la Virgen Peregrina de
Torreciudad, copia exacta del original que está en el camarín del retablo. Laia se puso
de puntillas, puso las manos sobre el rostro de la Virgen y con una alegre sorpresa,
exclamó: ¡Pero si la Virgen está sonriendo! Fue emocionante comprobar que lo que no
apreciaba casi nadie, lo había “visto” una niña invidente.
Ciertamente, la sonrisa es algo que atrae, nos acerca a quien sonríe. Se ha dicho que la
sonrisa es la distancia más corta entre dos personas. Por eso, en las imágenes de la
Virgen esa sonrisa añade un atractivo, no sólo plástico sino también espiritual, un
carácter más maternal a la imagen. Porque lo primero que enseña una madre a su hijo
recién nacido no es a hablar, sino a sonreír. Cuando una madre se inclina sobre la cuna
de su hijo y le sonríe embelesada, el bebé responde con otra sonrisa. Tolstoi llegó a
decir que un niño reconoce a su madre por la sonrisa.
Juan Pablo II en su Carta a las mujeres escribió: “Te doy gracias mujer-madre, que te
conviertes en seno del ser humano con la alegría y los dolores de parto en una
experiencia única, la cual te hace sonrisa de Dios para el niño que viene a la luz”. No es
difícil imaginarse a María sonriendo a Jesús y, de hecho, quizá todos lo hemos
imaginado en nuestra oración personal, sobre todo en el tiempo de Navidad.
El Papa Benedicto XVI habló en 2008 en Lourdes de la sonrisa de la Virgen: “El
salmista, vislumbrando de lejos este vínculo maternal que une a la Madre de Cristo con
el pueblo creyente, profetiza a propósito de la Virgen María que ‘los más ricos del
pueblo buscan tu sonrisa’ (Sal 44, 13). De este modo, movidos por la palabra inspirada
de la Escritura, los cristianos han buscado siempre la sonrisa de Nuestra Señora, esa
sonrisa que los artistas en la Edad Media han sabido representar y resaltar tan
prodigiosamente”. Y la buscamos también instintivamente como para sentirnos más
próximos a Ella, porque “esta sonrisa, -también dijo el Papa- reflejo verdadero de la
ternura de Dios, es fuente de esperanza inquebrantable”.
El Santo Padre recordó en la misma homilía que la primera respuesta de la Virgen a
Bernardette cuando le pregunta cuál es su nombre, fue su sonrisa: “antes de presentarse
a ella algunos días más tarde como la ‘Inmaculada Concepción’, María le dio a conocer
primero su sonrisa, como si fuera la puerta de entrada más adecuada para la revelación
de su misterio”. Como la homilía era pronunciada en una Misa para los enfermos, el
Papa afirmaba: “en la sonrisa que nos dirige la más destacada de todas las criaturas, se
refleja nuestra dignidad de hijos de Dios, la dignidad que nunca abandona a quienes
están enfermos”. Y les animaba con vigor: “¡Volveos a María! En la sonrisa de la
Virgen está misteriosamente escondida la fuerza para continuar la lucha contra la
enfermedad y a favor de la vida”.
A nuestra Madre la aclamamos como Causa de nuestra alegría y para alegrarnos con
Ella buscamos su sonrisa. Porque necesitamos luchar con alegría las batallas de Dios.
Porque no podemos caer en el celo amargo.
Es difícil imaginarse la belleza de la Virgen y más todavía su sonrisa. Los mejores
artistas -pintores, escultores, poetas…- lo han intentado, porque entienden que si
pretenden trasmitir belleza en sus obras, no hay un modelo más lleno de belleza
corporal y espiritual que María. Un poeta audaz se pregunta cómo sería la sonrisa de la
Virgen cuando la dejó el Ángel después de comunicarle que sería la Madre de Dios.
Esta es su respuesta:
Debió ser, tan dulce, tu sonrisa,
oh, Virgen Santa, Pura, Inmaculada,
al sentir en tu entraña la llegada
del Niño Dios como una tibia brisa.
Debió ser tu sonrisa tan gozosa,
tan tierna y tan feliz como es el ala
en el aire del alba perezosa,
igual que el río que hacia el mar resbala,
como el breve misterio de la rosa
que, como aroma, toda el alma exhala.
(Rafael Morales, 1919)
D. Javier de Mora Figueroa
Rector de Torreciudad
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