“Conozcamos nuestros talentos y hagámoslos fructificar” Libro de los Proverbios (Pr. 31,10-13.19-20)

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“Conozcamos nuestros talentos y
hagámoslos fructificar”
Libro de los Proverbios (Pr. 31,10-13.19-20)
“Una mujer hacendosa, ¿quién la hallará?; vale mucho más que las perlas. Su marido se
fía de ella y no le faltan riquezas. Le trae ganancias y no pérdidas todos los días de su
vida.
Adquiere lana y lino, los trabaja con la destreza de sus manos. Extiende la mano hacia el
huso y sostiene con la palma la rueca.
Abre sus manos al necesitado y extiende el brazo al pobre.
Engañosa es la gracia, fugaz la hermosura; la que teme al Señor merece alabanza.
Cantadle por el éxito de su trabajo, que sus obras la alaben en la plaza.”
Salmo Responsorial (Salmo 127)
R/. Dichoso el que teme al Señor.
¡Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien.
Tu mujer como vid fecunda,
en medio de su casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa.
Esta es la bendición del hombre
que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén,
todos los días de tu vida.
Primera Carta de san Pablo a los Tesalonicenses (1Tes 5,1-6)
“Hermanos: En lo que referente al tiempo y a las circunstancias de la venida del Señor,
no necesitáis que os escriba.
Sabéis perfectamente que el Día del Señor llegará como un ladrón en la noche. Cuando
estén diciendo: “paz y seguridad”, entonces, de improviso, les sobrevendrá la
ruina, como los dolores del parto a la que está encinta, y no podrán escapar.
Pero vosotros, hermanos, no vivís en tinieblas para que ese día no os sorprenda como
un ladrón, porque todos sois hijos de la luz e hijos del día; no lo sois de la noche ni de las
tinieblas.
Así pues, no durmamos como los demás, sino estemos vigilantes y vivamos
sobriamente.”
Aleluya
Aleluya, aleluya.
“Permaneced en mí y yo en vosotros, dice el Señor; el que permanece en mí da fruto
abundante.”
Aleluya.
Evangelio de san Mateo (Mt. 25,14-30)
“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola:
-Un hombre que se iba al extranjero llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus
bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata; a otro, dos; a otro, uno; a cada cual según
su capacidad. Luego se marchó.
Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustare las
cuentas con ellos.
Se acercó el que había recibido cinco talentos y les presentó otros cinco, diciendo:
“Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco.”
Su señor le dijo:
“Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un
cargo importante: pasa al banquete de tu señor.”
Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo:
“Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos.”
Su señor le dijo:
“Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un
cargo importante: pasa al banquete de tu señor.”
Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo:
“Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no
esparces; tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo.”
El señor le respondió:
“Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde no siembro
y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco para que al
volver yo pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que
tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que no tiene se le quitará
hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto
y el rechinar de dientes.”
Reflexión
En la primera lectura, el autor del libro de los Proverbios quiere concluir su
escrito con un canto a la mujer completa o perfecta casada. Dado el cúmulo
de virtudes que debe reunir la mujer ideal, se comprende que sea muy difícil
encontrarla; de ahí la pregunta retórica del comienzo: “Una mujer
hacendosa, ¿quién la hallará?”. Cada época y cada cultura tiene su mujer
ideal. Evidentemente aquí se propone el ideal femenino que corresponde a
una cultura patriarcal. Con todo, se señalan valores permanentes que
siguen teniendo importancia para la mujer del mundo actual. La mujer de
espíritu fuerte y trabajadora, que sabe ganarse la vida con su trabajo,
representa un ideal válido para nuestra época. Cuando corremos el riesgo
de convertir a la mujer en una señal de prestigio del varón y en un objeto de
placer, vale la pena subrayar con energía que lo más hermoso de la mujer
son las virtudes que tiene.
En el evangelio, colocada en el interior del capítulo XXV de san Mateo, la
parábola tan conocida de los talentos se convierte en una llamada muy
clara: nuestras posibilidades, sean las que sean, debemos hacerlas
fructificar al servicio de los intereses del amo, es decir, al servicio del Reino
de Dios. Si no, quedaremos excluidos de él. La exigencia básica es, pues,
evitar que todo lo que tenemos y podemos hacer quede quieto, parado,
estático, paralizado, y el Reino de Dios no avance en lo que nosotros
podríamos hacerlo avanzar. Y una exigencia paralela es que el uso que
hacemos de los talentos esté verdaderamente al servicio del dueño, y no
para nuestro beneficio personal.
Hoy es necesario invitar a todas las personas a hacerse conscientes de los
talentos -cualidades, aptitudes, virtudes…- que cada una tiene. En las
diversas reuniones y celebraciones asisten personas con distintas
profesiones u oficios; desde el abogado o el político prestigioso,
economista, ingeniero o gran empresario que se ha de plantear cómo pone
su trabajo al servicio de los más queridos por Dios -los pobres-, hasta el
hombre sencillo o el anciano achacoso que quizá su gran aportación sea la
oración y las ganas de hacer la vida más amable a los que tiene a su
alrededor. Todo esto son talentos. Muy distintos, valorados de maneras muy
diversas según los criterios del mundo, pero todos talentos valiosos dados
por Dios y que somos llamados a hacer que den fruto. Tendremos, pues,
que ser capaces de examinarnos a nosotros mismos con honestidad y
sencillez y desear y proponernos de verdad hacer de nuestras posibilidades,
de nuestra vida entera, un fruto para el Señor y su Reino.
La parábola que el Señor ofreció a sus discípulos y a quienes le seguían y
que nos trae el evangelio de este domingo, no es una defensa de la actitud
de acumular riquezas u otros bienes materiales, como si Jesús dijera que el
dinero que tenemos es para que produzca más dinero. ¡No! Les invito a leer
el resto del capítulo XXV del evangelio de san Mateo, que narra el juicio final
y nos trae la liturgia del próximo domingo, y entonces descubriremos cuáles
son los talentos que hay que acumular para que el Señor nos reciba con Él:
es todo lo que construya el Reino de Dios, y eso se nota básicamente en
todo lo que favorezca a los pobres, a los débiles, a los más necesitados, a
los que no cuentan en la sociedad y que se encuentran muy cerca de cada
uno de nosotros.
Francisco Sastoque, o.p.
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