Subido por Domingo amores

COMO GANAR AMIGOS e INFLUIR SOBRE LAS PERSONAS

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S Í, un solo medio. Y es el de hacer que el prójimo quiera hacerlo.
Es claro que usted puede hacer que un hombre quiera entregarle su reloj, poniéndole un
revólver en el pecho. Puede hacer también que un empleado le preste su cooperación —
hasta que usted vuelva la espalda— si amenaza con despedirlo. Puede hacer que un niño
haga lo que usted quiere si empuña un látigo o lo amenaza. Pero estos métodos tan crudos
tienen repercusiones muy poco deseables.
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Casi todas estas necesidades se ven complacidas en la vida, todas, en verdad, menos una.
Pero hay un anhelo casi tan profundo, casi tan imperioso como el deseo de alimentarse y
dormir, y ese anhelo se ve satisfecho muy rara vez. Es lo que llama Freud «el deseo de ser
grande». Es lo que llama Dewey «el deseo de ser importante».
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Lincoln empezó una vez una carta con estas palabras:
Demos un ejemplo: Cuando yo era niño, en una granja de Missouri, mi padre criaba cerdos Duroc
Jersey y vacas Hereford de pedigree. Solíamos exhibir nuestros cerdos y vacas en las ferias de los
condados y en las exposiciones de ganadería de todo el Medio Oeste. Obteníamos primeros premios
por veintenas.
Los cerdos no se interesaban por las cintas que habían ganado. Pero mi padre sí.
Estos premios le daban un sentido de importancia.
Si nuestros antepasados no hubiesen sentido este ardiente anhelo de ser importantes, la
civilización habría sido imposible. Sin él seríamos iguales que los animales
Este deseo de ser importante fue lo que movio a muchos ah:
Este mismo deseo es lo que lleva a muchos jóvenes a ser pistoleros y bandoleros.
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Diapositiva 5
Acaso porque Schwab era un genio? No.
Considero que el mayor bien que poseo es mi capacidad para despertar entusiasmo
entre los hombres, y que la forma de desarrollar lo mejor que hay en el hombre es
por medio del aprecio y el aliento.
Nada hay que mate tanto las ambiciones de una persona como las críticas de sus
superiores. Yo jamás critico a nadie. Creo que se debe dar a una persona un
incentivo para que trabaje. Por eso siempre estoy deseoso de ensalzar, pero soy
remiso para encontrar defectos. Si algo me gusta, soy caluroso en mi aprobación y
generoso en mis elogios.
Esto es lo que hacía Schwab. Pero ¿qué hace la persona común? Precisamente lo
contrario. Si alguna cosa no le gusta, arma un escándalo; si le gusta, no dice nada.
«En mi amplia relación con la vida, en mis encuentros con muchos grandes
personajes en diversas partes del mundo —declaró Schwab—, no he encontrado
todavía la persona, por grande que fuese o elevadas sus funciones, que no cumpliera
mejor trabajo y realizara mayores esfuerzos dentro de un espíritu de aprobación que
dentro de un espíritu de crítica».
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