La Verdad Sobre el Santuario

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La Verdad
Sobre el Santuario
A Menos que se indique lo contrario, las citas bíblicas en esta publicación se toman de
la Biblia en español moderno Versión Popular. La restauración del Nombre Sagrado en
dichas citas es nuestra.
El tema del Santuario ha sido columna vertebral de la teología adventista desde el
mismo nacimiento del movimiento. Millares de estudios se han presentado en todas
partes tratando de explicar el simbolismo de las diversas partes del Santuario israelita,
así como de los servicios sacerdotales en el mismo. Los expositores adventistas parecen
haber llegado a un punto en el que dicen: “Ya lo sabemos todo acerca del Santuario y
sus servicios.”
Obviamente esa idea dista mucho de mostrar el espíritu que mostró la Sra. Elena White
cuando dijo: “No importa lo mucho que avance uno en la vida espiritual, nunca llegará a
un punto en el que no necesite investigar diligentemente las Escrituras, porque en ellas
se encuentra la evidencia de nuestra fe. Todos los puntos de doctrina, aun cuando se
hayan aceptado como verdad, deben ser traídos ante la ley y el testimonio; si no pueden
pasar esta prueba, no hay luz en ellos.” (Testimonies, vol. 5, pág. 575:1)
Naturalmente, para hacer esto se requiere humildad. El orgullo que nos impide aceptar
nuestras equivocaciones debe ser puesto a un lado si queremos recibir el entendimiento
aumentado que el Cielo quiere darnos. Los pioneros del movimiento adventista no
aprendieron de una vez todo lo que sabían. Y aun al final de la primera generación del
movimiento todavía no habían aprendido todo lo que se puede aprender sobre el
Santuario.
El origen del error
¿Por qué se equivocaron los pioneros en cuanto al regreso del Mesías en el 1844 y
sufrieron aquel gran chasco? Obviamente fue porque interpretaron mal el significado
del Santuario. En palabras de la propia Elena White: «En común con el resto del mundo
cristiano, los adventistas entonces sostenían que la tierra, o alguna parte de ella, era el
santuario,» Conflicto de los Siglos, pág. 409:1).
En armonía con ese entendimiento equivocado, los pioneros elaboraron una teoría que
revolucionó al mundo religioso de entonces, pero quedaron chasqueados porque estaban
en un error.
Después de ese gran chasco, según el registro histórico de la Sra. White, «En su
investigación aprendieron que no hay evidencia bíblica que apoye la creencia popular de
que la tierra es el santuario, su naturaleza, localización y servicios...» (C.S. pág. 411:1).
Así que mediante el estudio de su Biblia, aquellos pioneros aprendieron que el
Santuario israelita no era más que un símbolo del Santuario mayor del cielo, y que los
servicios del Santuario israelita eran un símbolo material de una realidad espiritual que
ocurre en el cielo.
Sin embargo, aunque los pioneros reconocieron que «el tema del santuario fue la clave
que abrió el misterio del chasco del 1844, y abrió a la vista un sistema completo de
verdad» (C.S. p. 423:1), nunca aprendieron a cabalidad el verdadero significado del
Santuario y sus servicios ¿Por qué? ¿Qué ingrediente les faltaba para el pleno
entendimiento del Santuario? ¿Entienden los adventistas de ahora el tema del Santuario
mejor que los adventistas del 1844?
Precisamente, en este estudio veremos que hay varios puntos vitalmente importantes en
este tema que nunca han sido comprendidos por los adventistas. La Sra. White
mencionó claramente algunos de ellos, pero obviamente ella misma nunca los
comprendió a plenitud, porque siguió siempre creyendo en las interpretaciones de los
pioneros, que eran los dirigentes de la iglesia de entonces.
Este estudio se basa únicamente en la Biblia. Pero hacemos referencia a los escritos de
la Sra. White para mostrar cómo algunas de sus declaraciones armonizan mejor con
nuestro entendimiento de este tema que con la doctrina adventista actual. Algunas de
sus afirmaciones fueron una vislumbre de la verdad presente, la cual ella mencionó y
afirmó pero nunca puso en práctica. Esto no era verdad presente para sus días, pero lo es
para los nuestros. En el presente estudio del Santuario abordaremos sólo dos aspectos
del tema: 1) la Ley, y 2) los servicios. Si aprendemos a hacer la debida diferencia entre
estos dos aspectos, estaremos en camino de aprender adecuadamente el Santuario y su
función presente. Así que comencemos por el principio.
El Santuario Antes De Moisés
Cuando el Todopoderoso le ordenó a Moisés en el Sinay que hiciera un Santuario, no
improvisó allí mismo las especificaciones de su construcción. Es evidente por la Biblia
que el Creador le mostró a Moisés un modelo representativo para que Moisés lo copiara.
Lo que Moisés vio fue una representación visible del Santuario invisible en el cielo, la
Morada del Rey del Universo. La orden celestial fue, en otras palabras: «Háganme un
santuario para que yo habite entre ustedes, pero ese lugar donde he de morar, y todos
sus muebles, tienen que hacerse exactamente iguales al modelo que voy a mostrarte»
(Éxodo 24:8, 9; 26:30). Véase también Hebreos 8:1-5.
¿Se da cuenta de las implicaciones de esto? ¡Un modelo del Santuario existía en el cielo
antes de que Moisés construyera una réplica en la tierra! El Santuario israelita era una
copia exacta del modelo que se le mostró a Moisés en el Sinay, y aquel Modelo era a su
vez una representación física del Santuario espiritual verdadero en el cielo, la Morada
del Eterno, que existió desde el principio. Lo trascendental del asunto es que el
Santuario israelita y sus servicios constituyen un modelo del Plan de Redención para la
humanidad; y es por eso de gran importancia que comprendamos bien este tema, para
entender el propósito salvífico del Creador.
Desde que entró el pecado a este mundo se hicieron necesarios los servicios del
Santuario. El Creador mismo realizó el primer servicio expiatorio en el Edén, para
enseñarles a Adam y a Eva, en símbolo, la manera en que el Todopoderoso obraría la
redención de la humanidad.
En Génesis 3:21 se nos informa: «El Poderoso Yahwéh* hizo ropa de pieles de
animales para que el hombre y la mujer se vistieran.» Allí mismo, en el Paraíso, el
Creador sacrificó dos animales (probablemente corderos) para cubrir (kafár) con sus
pieles a la primera pareja. El Creador les estaba enseñando la lección práctica que más
tarde revelaría con claridad: que «no hay perdón de pecados si no hay derramamiento de
sangre,» (Heb. 9:22). Al sacrificar aquellos dos animales, el Creador les enseñó que la
humanidad en su estado actual está perdida, condenada a muerte, a menos que un ser
inocente y perfecto ofrezca su vida en lugar de la de ellos para satisfacer la Ley
universal de la vida. Y una vez que ese ser inocente y perfecto se haya sacrificado por
ellos, ellos quedarán cubiertos (kafár) con la «ropa» de su justicia, que es su única
esperanza de redención.
La llegada de ese Representante de la humanidad se realizaría «venido el cumplimiento
del tiempo,» (Gál. 4:4, 5). Mientras no llegara el Sacrificio perfecto, el perdón de los
pecados dependería del acto de fe representado por el sacrificio de animales inocentes.
Aquel primer sacrificio en el Edén se realizó «por la tarde» (Gén. 3:8). ¿Cómo lo
sabemos? Porque el relato bíblico nos dice que el hombre y su mujer escucharon que «el
Poderoso Yahwéh andaba por el jardín a la hora en que sopla el viento de la tarde,» esto
es, avanzada la tarde. Y basados en el desarrollo de la historia podemos deducir que
sería a eso de las 3:00 de la tarde. De manera que no fue por casualidad que el Cordero
antitípico de Yahwéh, el Mesías, fue inmolado a eso de las tres de la tarde, 4,000 años
después de la muerte de aquel cordero «inmolado desde la fundación del mundo»
Después de su rebelión, Adam y Eva fueron expulsados del Huerto del Edén, y dos
querubines se apostaron a la entrada del Huerto para evitar que la pareja regresara a
aquel lugar sagrado y perfecto. Estos querubines fueron representados más tarde por dos
imágenes de oro en el Santuario israelita, entre las cuales se manifestaba la
«Shekhináh,» la Presencia del Padre Eterno. Entre aquellos querubines del Edén, nos
dice el Génesis, «una espada encendida... se revolvía por todos lados,» (Gén 3:24). La
frase «una espada encendida» es una traducción pobre de la frase hebrea, que dice:
«lahát hahérev», lo cual significa exactamente «un resplandor de espada.»
Es decir, lo que la inspiración quiere describir es el resplandor que se movía entre los
querubines, y lo compara metafóricamente con el brillo de una espada. Pero no es
necesario entender que se trate de una espada literal, sino más bien de un rayo poderoso
de luz. Nos dice el Comentario Bíblico Adventista: «Esta radiante luz no era otra cosa
que la gloria de la Shekinah, la manifestación de la Presencia divina,» (Tomo 1, pág.
248).
Es curioso que la Sra. White comenta: «A la puerta del paraíso, guardada por
querubines, se revelaba la gloria de Dios; allí vinieron los primeros adoradores. Allí
levantaron sus altares y presentaron sus ofrendas. Allí fue donde Caín y Abel
presentaron sus ofrendas, y [Yahwéh] condescendió a comunicarse con ellos,»
(Patriarcas y Profetas, pág. 83:2).
El Génesis no nos informa explícitamente que los primeros adoradores ofrecieran
sacrificios a la puerta del Edén, pero esto es algo que puede deducirse lógicamente. Ya
existía el precedente del sacrificio efectuado por el Creador mismo. Luego se
mencionan los sacrificios de Abel. De manera que la entrada del Huerto del Edén se
constituyó en aquel tiempo en la Morada de la Presencia Divina, la Shekináh. Aquel
lugar era un equivalente natural del Santuario del Cielo, y evidentemente constituyó el
Santuario terrenal hasta la llegada del Diluvio universal.
Después Del Diluvio
Ya en el tiempo de Abraham, encontramos a este hombre piadoso adorando al Altísimo
en la misma forma en que lo habían hecho Abel, Enoc, y otros, erigiendo altares e
invocando allí el Nombre de Yahwéh (Gén. 4:26; 22:9, 14). Más tarde encontramos a
Jacob practicando el mismo tipo de adoración (Gén. 35:1).
Obviamente, en aquel tiempo no había un sistema sacerdotal al estilo levítico, como el
que se implantó después en el tiempo de Moisés. En aquellos tiempos antiguos el padre
de cada familia era el sacerdote que ofrecía los sacrificios por los pecados de su familia.
Cuando moría el padre, la función sacerdotal recaía en el hijo mayor. Más tarde se
desarrolló un sacerdocio de ciudad, al estilo de Malkitzédek, en el que cada ciudad tenía
su sacerdote.
Ahora, la pregunta es: ¿Qué sucedía con los pecados de aquella gente cuando los
confesaban y hacían el sacrificio expiatorio sobre el altar de piedras? La respuesta es
obvia: eran perdonados y borrados. ¿No se «acumulaban» acaso los pecados confesados
en algún lugar después de ser expiados? La Escritura no nos dice que se acumulaban en
ningún sitio. En el tiempo de los patriarcas no había un día anual de expiación, y sin
embargo sabemos que los pecados de los adoradores eran perdonados. Esto nos lleva a
darnos cuenta de un error en la teología adventista:
Los teólogos adventistas nos dicen que en la administración del Santuario israelita los
pecados confesados sobre los sacrificios diarios no se borraban inmediatamente sino
que se transferían a la cortina del Santuario mediante la sangre rociada allí, y allí se
acumulaban. Luego en el Día de la Expiación, siguen diciendo, (una vez al año) eran
verdaderamente borrados.
Esto es un error que cae por su propio peso cuando lo confrontamos con la Escritura
Inspirada. El apóstol Pablo nos dice claramente que en el Día anual de Expiación, Yom
Kipúr, se hacía expiación «por los pecados de ignorancia del pueblo.» O, como traduce
la Versión Popular, «por los pecados que el pueblo cometía sin darse cuenta.»
¿Cómo puede uno confesar pecados que comete sin darse cuenta? La verdad es que
diariamente los israelitas confesaban sus pecados conocidos y mediante el sacrificio
diario en el Santuario esos pecados eran perdonados y borrados. No se acumulaban en
ningún lugar. Lo único que sucedía era que esos pecados «contaminaban»
simbólicamente el Santuario. Entonces una vez al año, en el Día de las Expiaciones, se
hacían dos expiaciones: una para purificar el Santuario, y otra para borrar los pecados
inconfesos del pueblo, los que habían cometido «por ignorancia,» según nos dice
Pablo. ¿Se da cuenta de la diferencia? Los pecados diarios eran perdonados y expiados
diariamente, a medida que se confesaban, no se acumulaban en ningún sitio.
Resumiendo esta sección: ¿No dice Pablo que todas las partes y servicios del Santuario
eran una figura o representación de las realidades celestiales? Entonces esas realidades
tienen que haber estado en existencia antes del tiempo de Moisés. Muchos piensan que
el sistema sacrificial era simplemente un símbolo de alguna realidad futura: el sacrificio
del Mesías, y que comenzó con Moisés. Pero la evidencia bíblica muestra que la
expiación mediante sangre se viene realizando desde el mismo principio del mundo.
El Santuario En Tiempos De Moisés
Cuando el Todopoderoso se le presentó a Israel en el Monte Sinay (Joréb) con una
apariencia «como un fuego abrasador» (Éxo. 24:16, 17), Moisés erigió enseguida un
altar para sacrificios como los que se solían erigir en tiempos de Abraham. «Y se
levantó [Moisés] de mañana y edificó un altar al pie del monte, y...ofrecieron
holocaustos y becerros como sacrificios de paz a Yahwéh,» (Exo. 24:4, 5). Nótese bien
que aquí se habla de holocaustos ¡antes de dársele a Moisés las leyes levíticas sobre
holocaustos y sacrificios!
Fue después del ofrecimiento de aquellos holocaustos que Yahwéh le dijo a Moisés:
«Harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos. Conforme a todo lo que yo te
muestre, el diseño de la Morada, y el diseño de todos sus utensilios, así lo harás,» (Exo.
25:8, 9). De modo que en aquellos 40 días que Moisés estuvo solo en la cumbre del
Sinay, recibió un adiestramiento completo en cuanto a la construcción del Tabernáculo.
Evidentemente, Moisés tuvo una experiencia como la de Juan el apóstol en la isla de
Patmos, en la que vio el cielo abierto y el Santuario de Yahwéh en el cielo (Apoc.
11:19). De manera que, no solamente antes de Moisés existía el Santuario en el cielo,
sino que también después del Mesías el mismo Santuario fue visto en el cielo por el
apóstol Juan.
Las Leyes Del Santuario
En el tiempo de Moisés el servicio del Santuario tomó una forma más definida,
detallada y amplia. Se dieron leyes específicas y abarcadoras para regir prácticamente
todas las áreas de la vida. En el pasado algunos expositores bíblicos han enseñado que
las leyes dadas a Moisés se dividen en dos tipos: 1) leyes morales y 2) leyes
ceremoniales. Esto es un ejemplo de la manera inadecuada, limitada e inexacta en que
muchos estudiosos plantean el tema. Un estudio más cuidadoso de la Toráh (el
Pentateuco) nos muestra claramente que el Eterno le dio a Israel, no dos, sino cinco
tipos de leyes: 1) leyes morales, 2) leyes sanitarias, 3) leyes cultuales, 4) leyes civiles, y
5) leyes sacrificiales. Estos cinco tipos de leyes parecen corresponder a la clasificación
bíblica de «leyes, mandamientos, testimonios, estatutos, y juicios.»
Para tener una idea más clara de la diferencia entre estos cinco tipos de leyes, veamos
un ejemplo da cada uno de ellos, y notaremos que no es correcto clasificar todas las
leyes como «morales o ceremoniales».
1) Leyes morales: «No matarás; no cometerás adulterio,» (Deut. 5:17, 18). «No te
echarás con varón como con mujer... ni con animal tendrás ayuntamiento,» (Lev. 18:22,
23). Toda ley semejante es ley moral y no solamente las que están en los Diez
Mandamientos.
2) Leyes sanitarias: «Estos son los animales que comeréis...todo el que tiene pezuña
hendida y que rumia,» etc. (Lev. 11:2). «No comerás cosa alguna con sangre,» (Lev.
19:26). También hay otras leyes sanitarias en otros pasajes.
3. Leyes cultuales: «Estas son las fiestas solemnes de Yahwéh, las santas
convocaciones:...Pascua (v.5), ...Ácimos (v.6), ...Primicias (v.10) ...Semanas (vs. 15,
16) ...Trompetas (v.24) ...Expiación (v. 27) ..Cabañas (v. 34), etc. (Lev. 23). Estas son
las leyes relativas a la adoración.
4. Leyes civiles: «El que hiriere a alguno, haciéndolo así morir, él morirá,» (Exo.
21:12). «Si alguno engañare a una doncella que no fuere desposada y durmiere con ella,
deberá dotarla y tomarla por mujer,» (Exo. 22:16). Estas son leyes que pueden estar
vigentes o no en cualquier nación.
5. Leyes sacrificiales: «Y el día que ofrezcas la gavilla, ofrecerás un cordero de un
año...en holocausto a Yahwéh,» (Lev. 23:12). Estas son las leyes de sacrificios
simbólicos que representaban el Sacrificio Mayor del Cordero de Yahwéh.
Las leyes morales son principios evidentemente sagrados y por lo tanto son eternas, y
hay muchas de ellas fuera de los Diez Mandamientos. Las leyes sanitarias tienen que
ver con la pureza física y espiritual y son también principios perpetuos que no cambian.
Las leyes cultuales tiene que ver con las fechas para la celebración del culto, y no han
cambiado porque son un bosquejo del plan de redención. Las leyes civiles pueden variar
de país en país, aunque en principio pueden ser también perpetuas. Y finalmente las
leyes sacrificiales, aunque en principio pueden ser perpetuas, en la forma y en la
práctica recibieron modificaciones a través de los siglos, especialmente con la venida
del Mesías, quien resumió todos los sacrificios en un solo sacrificio: su propia vida.
Bosquejo del Plan de Redención
Las leyes cultuales y las sacrificiales fueron dadas como un drama simbólico para
representar el plan divino de redención. La Sra. White comentó: «Mientras Moisés
estaba en el monte, Dios le presentó, no sólo las tablas de la ley, sino también el plan de
salvación. Él vio que el sacrificio de [el Mesías] estaba prefigurado por todos los tipos y
símbolos de la era judía,» Patriarcas y Profetas, pág. 330:2). Y agregó: «Mientras más
estrecha sea nuestra comunión con Dios, y mientras más claro sea nuestro
entendimiento de sus requerimientos, más plenamente nos conformaremos a la imagen
divina,» (P.P., pág. 330:3).
Ahora la pregunta es: ¿Son para nosotros hoy día las fiestas sagradas que se ordenan en
Levítico 23? Nosotros decimos que SÍ; los adventistas dicen que no. Curiosamente, la
Sra. White está más de acuerdo con nosotros que con los adventistas, cuando dijo:
«Nosotros somos contados con Israel. Todas las instrucciones dadas a los israelitas de la
antigüedad concernientes a la educación y entrenamiento de sus hijos, todas las
promesas de bendición mediante la obediencia, son para nosotros,» Ministerio de
Curación, pág. 405:1).
Fiestas y Santas Convocaciones de la Ley
La Sra. White aprendió de las Escrituras que aquellas antiguas celebraciones
espirituales, llamadas por ella «instituciones divinas,» serían restauradas para el tiempo
del fin. Apropiadamente, ella escribió: «Nuevamente (en el libro) se le recordó al
pueblo el sábado, se designaron fiestas anuales, ...estos derechos (levíticos) debían ser
escritos por Moisés y, junto con los Diez Mandamientos, para cuya explicación fueron
dados, debían ser cuidadosamente atesorados como fundamento de la ley nacional y
como condición del cumplimiento de las promesas del Dios de Israel,» Profetas y
Reyes, pág. 320).
Y agrega: «En el tiempo del fin, ha de ser restaurada toda institución divina, «P.R., pág.
501).
Si los adventistas hubieran tomado en serio esta declaración de la Sra. White, como
tomaron otras, hoy día ese pueblo estaría cumpliendo su cometido de avanzar cada vez
más hacia una plena restauración de la Verdad entregada una vez a los santos. Pero no
es tarde. Algunos están tomando en serio la restauración total de la verdad y están
enarbolando la bandera a favor de las Escrituras Inspiradas.
¿Observaron el Mesías y los Apóstoles todas estas Leyes Sagradas?
Todo estudiante cuidadoso de la Biblia sabe que nuestro Salvador observó estas fiestas
sagradas de Israel, porque forman parte de la Ley que él vino a magnificar, (Isa. 42:21).
Él es nuestro ejemplo, y así como él celebró las fiestas sagradas sin participar en los
sacrificios expiatorios, porque no tenía pecado, así también nosotros hemos de celebrar
estas sagradas ocasiones, pero sin los sacrificios por el pecado, por cuanto ya hemos
sido justificados por el Sacrificio Mayor del «Cordero de Yahwéh que quita los pecados
del mundo.» Nuestros sacrificios ahora son las alabanzas de nuestros labios, (Heb.
13:15).
¿Qué fue entonces lo que quedó «enclavado en el madero», según la declaración de
Pablo? Cuando murió el Mesías «el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo,»
(Mat. 27:41), anunciándose así que habían llegado a su fin los sacrificios que se ofrecían
diariamente en los días de fiesta. Allí fue cuando «anuló el acta de los decretos que
había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en el
madero,» (Colo. 2:14). ¿Qué era específicamente esa «acta de los decretos» que cesó en
el madero del Mesías? Sobre esto mismo estaba también profetizado: «Y en otra semana
[el Mesías] confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el
sacrificio y la ofrenda...» (Dan. 9:27).
En relación con esto la Sra. White hizo una declaración que ella misma nunca
comprendió ni puso en práctica en su vida. Dijo ella:
«En el 31 DC, tres años y medio después de su bautismo, nuestro Maestro fue
crucificado. Con el gran sacrificio ofrecido en el Calvario terminó aquel sistema de
ofrendas que por cuatro mil años había señalado hacia el Cordero de Dios. El tipo se
encontró con el antitipo, y todos los sacrificios y oblaciones del sistema ceremonial
habían de cesar allí,» (Conflicto de los Siglos, p. 327:3).
Si la Sra. White hubiera comprendido todo el significado de esa declaración suya,
habría continuado celebrando las fiestas sagradas de Yahwéh, como lo siguieron
haciendo los apóstoles después de la muerte del Mesías, y la llamada “iglesia
primitiva”. Pero después veremos por qué no lo hizo.
¿Qué parte del sistema del Santuario terminó en el Calvario, según ella? Solamente
LOS SACRIFICIOS. ¿Qué parte del sistema quedó en vigencia? La Escritura nos habla
de la cesación de los sacrificios pero nada nos dice de la cesación de los estatutos
relativos a los tiempos sagrados y las santas convocaciones de la Ley Divina. Vemos
que después del Mesías el elemento de tiempo de la Ley continuó en vigencia. Por
ejemplo, los sacrificios que se ofrecían en el día Sábado cesaron pero no cesó el Sábado
mismo. El Mesías se levantó de la tumba en el día después del Sábado, precisamente en
el tiempo cuando se debía presentar en el Templo la ofrenda mecida. Pero él no presentó
una ofrenda de trigo delante del Trono Celestial sino que presentó, según entienden
algunos, la ofrenda de su propio cuerpo como primicia de la resurrección a vida eterna
(Lev. 23:11). Por eso dijo Pablo: «El Mesías [es] las primicias,» (1Cor. 15:23).
Cincuenta días después de aquel memorable día de Pascua en el que murió el Mesías,
encontramos a los discípulos reunidos en Jerusalem en espera del prometido espíritu de
santidad (rúaj haqódesh). Habían estado reunidos por nueve días antes del Día de
Pentecostés, pero en ninguno de aquellos nueve días vino sobre ellos el poder de lo alto
sino que vino exactamente en el día número 50 después de la Pascua. ¿Por qué? El
Mesías les había prometido el espíritu de santidad, ¿por qué no se lo dio
inmediatamente después de su resurrección? No podía haberlo hecho así porque el
Eterno honra su propia ley, y la ley de las fiestas sagradas establecía que la cosecha
debía comenzar 50 días después de la Pascua. Así, estaba predeterminado que la
bendición del espíritu de santidad se enviaría al comienzo de la primera cosecha de
almas de la era mesiánica, 50 días después de la Pascua, en la Fiesta de las Primicias,
llamada también la Fiesta de las Semanas, y Pentecostés, (Lev. 23:15-17).
De manera que allí en Jerusalem, 50 días después de la Pascua, encontramos a los
discípulos celebrando la Fiesta de las Semanas, el Pentecostés. Y allí, no sólo se les
dieron «las primicias» del espíritu de santidad (Rom. 8:23), sino que también se
recogieron entonces las primicias de la cosecha mesiánica del Evangelio: 3,000
personas salvadas para el Reino (Hechos 2:41).
En Hechos 20:6 encontramos que Pablo, el llamado “predicador de la fe,” observaba la
Cena Memorial de la Pascua y los siete días de la Fiesta de los Panes Sin Levadura, con
los conversos gentiles de Filipos; y esto fue en el año 60 E.C., 29 años después del
Gólgota. Además, en 1 Corintios 5:7, 8 Pablo mismo nos dice claramente que debemos
celebrar esta Fiesta. En Hechos 18:21 se muestra que Pablo observó una Fiesta bíblica
en Jerusalem, en el año 55 E.C, 24 años después del Gólgota. ¿Han notado los hermanos
adventistas el siguiente comentario de la Sra. White:
«En Filipo Pablo esperó para observar la Pascua. Los filipenses eran los más amorosos
y sinceros de los conversos del apóstol, y durante los ocho días de la fiesta él disfrutó de
una comunión pacífica y feliz con ellos,» (Hechos de los Apóstoles, pág. 390:4)
¿Por qué Pablo no aprovechó esa oportunidad para enseñarles a sus discípulos gentiles
de Filipo que las Fiestas de Yahwéh habían sido abolidas y que ellos no tenían que
observarlas? Por el contrario, el hecho de que Pablo mismo estaba observando junto con
sus conversos los estatutos de Levítico 23 (las leyes del Santuario) 29 años después del
Gólgota es la mejor evidencia de que no era a esas leyes a las que él se refería cuando
les escribió a los colosenses sobre lo que había sido enclavado en el madero del
Calvario. Y si Pablo, que observaba estas sagradas Fiestas bíblicas, dijo «Sean
imitadores de mí como yo lo soy del Mesías» (1 Cor. 11:1), ¿no es claro que nos está
invitando a celebrarlas nosotros también, para ser sus imitadores?
Aun las fuentes históricas autorizadas confirman esto. Por ejemplo, la Enciclopedia
Británica dice en la página 858:
«No hay evidencia de la observancia de la fiesta de ‘Easter’ en el Nuevo Testamento, ni
en los escritos de los Padres Apostólicos. La santidad de este tiempo especial era una
idea ausente en la mente de los primeros cristianos, quienes continuaron observando las
fiesta judías, aunque con un nuevo espíritu.»
¿Lo quiere más claro que eso?
¿Quién cambió las Fiestas Bíblicas?
La Inspiración nos muestra que el Mesías no cambió la Ley, incluidas las Fiestas
Bíblicas (Mateo 5:17). Tampoco lo hicieron los apóstoles; ni siquiera los primeros
padres apostólicos del siglo dos. ¿Quién fue entonces? El profeta judío Daniel había
predicho que el cuerno pequeño de la cuarta Bestia «hablaría palabras contra el
Altísimo... y pensaría en cambiar los tiempos y la ley,» (Dan. 7:25). La palabra para
«tiempos» aquí es en el original arameo zimním, equivalente del hebreo moedím, que
denota «tiempos señalados,» «citas,» «convocaciones». Es evidente que se trata aquí de
las fiestas sagradas del Altísimo. ¿Tenemos registro de que el «cuerno pequeño» haya
echo esto? Sí. ¡Tenemos la propia admisión del «cuerno pequeño», por escrito!
Dice él:
«La nueva ley tiene su propio espíritu... y sus propias fiestas que han tomado el lugar de
aquéllas señaladas en la ley de Moisés. Si queremos saber qué días se deben
observar...tenemos que ir a la Iglesia Católica, no a la ley mosaica,» (Del Catecismo
Católico, citado en Signs of the Times, Nov. 4 del 1919).
Extrañas Afirmaciones de la Sra. White y del Comentario Bíblico Adventista
Curiosamente, el Comentario Bíblico Adventista dice:
«El poder simbolizado por el cuerno pequeño deja desolado el santuario y detiene los
servicios rituales regulares...Se suministra la información adicional de que la
‘abominación desoladora’ toma el lugar del ‘continuo’. Siendo que el ‘continuo’
designa al sistema de culto divinamente ordenado, el poder que lo elimina está en
oposición a Dios, y la abominación desoladora representa un sistema de culto
falsificado,» (Vol. 8, pág. 242).
Más interesante todavía es este comentario de la Sra. White:
«[El Mesías] le dio a Moisés preceptos religiosos que habrían de gobernar la vida diaria.
Estos estatutos fueron dados explícitamente para custodiar los diez mandamientos. No
eran tipos de sombras que habrían de pasar con la muerte de [el Mesías]. Habrían de
estar vigentes para los hombres EN TODA ÉPOCA mientras dure el tiempo. Estos
mandamientos se hacían vigentes por el poder de la ley moral, y clara y definidamente
explicaban la ley,» (Review and Herald, marzo 6, 1875).
¡Tremenda afirmación! ¿Por qué los hermanos adventistas nunca pusieron por obra las
implicaciones de esa afirmación? No lo sabemos, pero la Sra, White hizo bien claro que
las leyes del Santuario, los estatutos que tienen que ver con las santas convocaciones del
Altísimo, las Fiestas Sagradas, no fueron eliminadas ni abrogadas ni cambiadas por la
muerte del Mesías. La conclusión lógica es, pues, que si no fueron eliminadas,
¡entonces están en vigencia! Y si están en vigencia entonces es nuestro deber y
privilegio celebrar esas Fiestas Sagradas.
Pero, naturalmente, surge la pregunta: ¿Por qué la Sra. White no dio instrucciones
específicas de que debemos observar las Fiestas Sagradas? La respuesta a esa pregunta
parece estar en otra afirmación que ella hizo repetidas veces: Que la restauración de la
verdad es una obra progresiva. Ella dejó las puertas abiertas para una restauración
mayor en su propia iglesia. En otras palabras, esto no era «verdad presente» en sus días,
no era para ellos. ¡Pero sí es verdad presente para nosotros hoy! Ciertamente ha llegado
el tiempo en que, como dijo ella, «toda institución divina ha de ser restaurada.»
¿Por qué los Pioneros no entendieron la verdad del Santuario?
Hoy sabemos sin lugar a dudas que los pioneros adventistas no tuvieron un
entendimiento correcto ni completo del tema del Santuario. Y por eso cayeron en el
error de anunciar la venida del Mesías para el otoño del 1844. Cuando idearon la nueva
teoría de que la purificación del Santuario de Daniel 8 significaba la purificación del
Santuario celestial, y que ésta había ocurrido en el otoño del 1844, demostraron una vez
más que no tenían la menor idea de lo que significaban los servicios del Santuario. ¿Por
qué carecieron los Pioneros de este conocimiento? Precisamente, la clave está en que
¡ellos no observaban las Fiestas Sagradas del Altísimo! En la observancia de estas
sagradas festividades está la clave de todo el enigma. Y hasta el día de hoy el cuerpo
oficial de los adventistas no ha decidido observar estas leyes que, en palabras de la Sra.
White, son tan vigentes hoy día como los Diez Mandamientos.
Un Intento Fallido de Restauración
Si usted pudiera examinar los archivos de la revista adventista puertorriqueña titulada El
Heraldo, del periodo en que el pastor José (Pepito) Figueroa fue presidente de la
Asociación Adventista Puertorriqueña, hallaría algo interesante. En uno de los años de
su administración (lamento no recordar la fecha, alrededor del 1967 o 1968) el
presidente Figueroa logró que toda la Iglesia Adventista en Puerto Rico, por primera
vez en su historia, celebrara la Fiesta de las Cabañas, en el Campamento Elías Burgos.
Después de aquella gozosa celebración, con ramas de palma y todo, tomaron allí mismo
el voto de que en adelante celebrarían todos los años la Fiesta de las Cabañas. Eso se
informó en la revista El Heraldo del mes siguiente, y está en los archivos de la
Asociación Adventista del Este, en Puerto Rico.
Obviamente, aquella fue una decisión loable, y bíblica; y tenía el respaldo de los
escritos de la Sra. White. Pero nunca más volvieron a celebrarla. ¿Por qué no
cumplieron aquel voto? ¿Por qué aquella encomiable iniciativa no tomó auge en la
iglesia adventista? ¿Por qué nunca más volvieron a celebrar la Fiesta de las Cabañas?
Creo que sólo el Cielo sabe la respuesta.
El Verdadero Movimiento de Restauración
Hoy día, hay unos verdaderos herederos de aquellos pioneros en la restauración de la
verdad que fue «echada por tierra». Ellos sí han tomado en serio la Ley del Altísimo y
han restaurado «toda institución divina,» como predijo y como llama la Sra. White a las
leyes del Pentateuco, la Toráh.
Este movimiento de restauración se ha dado en dos vertientes: una vertiente gentil y una
vertiente judía. Consideraremos primeramente la vertiente gentil.
Uno de los pioneros más conocidos en cuanto al movimiento de restauración de «toda
institución divina» fue el pastor Clarence O. Dodd en Norte América. Siendo ministro
de la antigua Iglesia de Dios del Séptimo Día, a finales de los años treinta, el pastor
Dodd, profundo investigador de las Escrituras, comprendió la verdad de que las Fiestas
Sagradas son «instituciones divinas» para el pueblo del Altísimo hoy día, y en todos los
tiempos, y que deben observarse todavía.
Con el propósito de divulgar este conocimiento, el pastor Dodd fundó la revista titulada
en inglés The Faith (La Fe). En ese mismo tiempo el pastor Dodd descubrió la verdad
de la importancia del verdadero Nombre Sagrado de Yahwéh, y comenzó a publicar esto
también en su revista. Pero, siendo que la Iglesia de Dios del Séptimo Día rechazó el
mensaje del Nombra Sagrado y de las Fiestas de Yahwéh, el pastor Dodd, con un grupo
de discípulos fieles que se adhirieron a la verdad de la Biblia, aceptaron esta verdad
presente y se separaron de esa organización religiosa. Luego fundaron lo que se ha
conocido desde entonces como la Asamblea de Yahweh, para dedicarse libremente a la
proclamación de la verdad revelada en las Sagradas Escrituras. Aquel pequeño y
humilde movimiento ha crecido a través de los años hasta contar con congregaciones en
muchos países del mundo. Como fruto de aquel movimiento valiente de restauración,
hoy día hay grupos de fieles que observan el Sábado y las Fiestas Sagradas en América
del Sur, América Central, América del Norte, las islas del Caribe, en Europa, Asia
Menor, Israel, África, la china, las Filipinas, la India, y muchos otros países. Todas esas
huestes alaban conforme al mandato bíblico el Nombre de Yahwéh y celebran sus
festividades. Todos son «adventistas» en el pleno sentido de la palabra porque esperan
el advenimiento del Mesías para establecer su reino.
Luego está la vertiente judía del movimiento de restauración.
También en Norte América surgió un movimiento entre judíos creyentes en el Mesías
para restaurar la adoración en un contexto judío, sobre la base del Mesías Yahshúa
(Yahshúa). Este movimiento no sólo vive y palpita en Norte América sino que se ha
extendido también a prácticamente todos los países del mundo. Se les conoce como
Judíos Mesiánicos o Nazarenos. El meollo de este movimiento es de origen judío, pero
muchos gentiles se han unido al movimiento y se han hecho Judíos Nazarenos. Algunos
grupos prefieren llamarse Israelitas Nazarenos, otros: Hebreos Nazarenos, pero
básicamente persiguen el mismo fin: la restauración de la fe del Mesías Yahshúa en un
contexto judío, como fue al principio el movimiento del Gran Maestro de Nazaret.
Tanto la Asamblea de Yahwéh, en sus diversas manifestaciones, como los Judíos
Nazarenos, en sus diversas manifestaciones, están disponibles como fuentes de
información y ayuda para todo el que busque acercarse más al Altísimo y a su Mesías,
que dijo: «El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán.»
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