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EL NOMBRE DE LA ROSA Y LA NOVELA POSMODERNA DE DETECTIVES (2)

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EL NOMBRE DE LA ROSA Y LA NOVELA POSMODERNA DE
DETECTIVES
Máster en formación del profesorado, enseñanza de idiomas y
formación profesional.
Lengua y Literatura en el Currículo de Secundaria
10 DE JUNIO DE 2022
PROFESOR ANDRÉS GARCÍA MUÑOZ
Realizado por Mariano Molina Illescas
Índice
Introducción ................................................................................ 1
El Nombre de la Rosa, novela de detectives ................................ 3
Del texto, a la biblioteca, al laberinto, al mundo ......................... 6
El Nombre de la Rosa como best seller erudito. ......................... 11
Bibliografía ................................................................................. 14
Introducción
Umberto Eco halla un manuscrito a partir del cual arrancará la trama. La acción de la
novela transcurre en una abadía italiana cuyo nombre incluso ahora conviene cubrir con
un piadoso manto de silencio1 (1985:13) nos dice Adso de Melk, el narrador, durante el
año 1327. Tras una muerte acaecida en circunstancias extrañas, Guillermo de Baskerville,
antiguo y célebre Inquisidor, es invitado a la abadía para esclarecer sus causas.
Ya desde un principio, se nos muestra el gran poder deductivo de Guillermo, y su
confianza inquebrantable en la razón y la lógica para comprender el mundo. De hecho,
en contraposición a otros personajes, como Jorge de Burgos o Bernardo Gui, que
representan un modelo medieval y teocéntrico de pensamiento, donde la fe ciega en un
único texto canónico de la Biblia y la autoridad papal, son los únicos referentes posibles
de pensamiento; vemos como a partir de las páginas 17-18 se nos presenta a Guillermo
de Baskerville como el nuevo hombre renacentista, consciente de la vital importancia de
la ciencia y la divulgación del conocimiento como medios para el progreso de la
humanidad. No pocos personajes defienden en esta novela la necesidad de ocultar el
conocimiento a las masas, y el laberinto monástico fue el enclave donde hacerlo. De la
abadía, más tarde, se pasaría a la academia y la Universidad como custiodadora del saber,
pero esa es una cuestión diferente.
Otra cuestión importante de la novela, y que aquí no trataremos por falta de
espacio, más no por falta de interés, es el del devenir de las ideas religiosas durante el
siglo XIV, marcada por la relación entre el Dogma Oficial, y las diferentes órdenes
religiosas: ahí está la única aceptada por Roma, los Franciscanos entre los que contamos
a Guillermo, y otros Fraticelli, que obran al margen de la doctrina oficial, y por ello son
tachados y castigados como herejes. El hilo común que une a estas doctrinas “apócrifas”
es el voto de pobreza, contra el que tajantemente se opone la Iglesia, y que acabaría
cristalizando siglos más tarde ya en pleno Renacimiento, en la primera de las 95 tesis de
Lutero conducentes a la Reforna, tesis que no casualmente, empieza con las palabras con
las que predicaban los fraticelli espirituales en la novela: poenitentiam agite
appropinquabit enim regnum coelorum. O, su abreviación penitentiagite, que aparece
repetidas veces en la novela.
1
Léase el locativo intertexto cervantino “de cuyo nombre no quiero acordarme”
1
La novela se ubica, como podemos ver, en un especial contexto de cambios
sociales e ideológicos. Señala el nacimiento de las ciudades, que van ganando cada vez
más fuerza, y con ellas, el clero secular (Obispado y curas, y en definitiva, el papado).
Frente a ellos, contamos con el Emperador, que en oposición al papado, le conviene
defender que los monasterios continúen funcionando como centros que atesoren el
conocimiento y poder.
Esta oposición histórica va a jugar un rol fundamental en el desarrollo y desenlace
de la novela. Si el que escribe esto hubiera tenido algún conocimiento previo de ella,
podría haber utilizado esta novela como recurso didáctico, para enseñar al alumnado el
paso de la Edad Media, al Renacimiento en Italia, y todo lo que ello implicó, no solo a
nivel político, sino especialmente respecto a la importancia del saber pagano, la libre
traducción y divulgación de textos tanto paganos como religiosos.
De todos modos, en lo que a este trabajo corresponde, simplemente en primer lugar
analizaremos brevemente algunos de los tópicos que Umberto Eco extrae del género
detectivesco, y aplica en su obra. En el siguiente apartado, nos sumergiremos en la
construcción posmoderna del enigma, y el porqué de su imposible resolución, para acabar
con otro rasgo típicamente posmoderno de la literatura: la mezcla de lo que
tradicionalmente era considerado “baja” y “alta” cultura en la obra literaria, y cómo
Umberto Eco hace un sólido alegato, tanto en sus Apocalípticos e integrados, como en
las apostillas a la novela y, de manera metafórica, en la propia novela, por la supresión de
la barrera entre “cultura de masas” y “cultura de élites.”
Respecto a la forma de este trabajo, debo decir que se aproxima más al género
ensayístico, y como tal debe ser leído, no como un trabajo puramente académico (esto lo
comento por las libertades expresivas que me tomaré, expresando mi opinión y
percepciones sobre la novela, impertinentes en aquellos textos cuyo árido lenguaje
pretendidamente científico persigue resultados más bien objetivos.) Sin más dilación,
empezamos.
2
El Nombre de la Rosa, novela de detectives
Umberto Eco hace un guiño al lector de su novela, y parte “naturalmente” del tópico del
manuscrito encontrado, para sumergirse en una investigación literario-filológica, acerca
de las versiones, autenticidad, traducciones y contaminaciones entre textos de épocas
posteriores, impuestas por las propias lecturas del traductor sobre el manuscrito original
en el que se basa la novela que tenemos entre manos, El Nombre de La Rosa.
Partimos, insisto, de la ficcional investigación filológica más típicamente
borgiana, ya tópica en la literatura contemporánea (pensemos en possession, de A.S Byatt,
u otras borgianas, entre muchas como Tlön, Uqbar, Orbis Tertius ), para introducirnos en
la trama.
Por otra parte, resulta muy posible que también Eco haya homenajeado a Pierre
Menard. Esto lo comento, porque ha intentado replicar mediante su escritura, la manera
de escribir tanto del abad del siglo XIV como del traductor, un tal Vallet- me refiero tanto
a cuestiones estilísticas, como entrelazamiento de lengua latina y romances.
Así, se incluyen fragmentos del pretendido latín original, y citas en lenguas
romances (poemas germánicos antiguos, etc…). Y la polifonía de las ficcionales fuentes
consigue su meta, dotar de gran verosimilitud a la novela, a la vez que la hace un artefacto
literario mayormente compuesto por intertextos.
Hablando de intertextos, empecemos con los tópicos del género detectivesco que
infestan la novela. Y es que hay infinitas cuestiones que relacionan El Nombre de la Rosa
a la novela de detectives (especial, pero no exclusivamente, a la obra de Arthur Conan
Doyle): el mismo apellido del protagonista, Guillermo de Baskerville, en homenaje a una
de las sus famosas novelas El Sabueso de Los Baskerville2, su afición por las hierbas
psicotrópicas (1985:197.), que vaya siempre acompañado de su ayudante Adso, al que,
mientras explica sus deducciones, alude con muletillas idénticas a las que el propio
Sherlock dirige a su ayudante Watson (pero, querido Adso, o bien, mi buen Adso3.)
2
Además de su mismo origen británico, pág 30. El nombre proviene de Guillermo de Ockham, filósofo
medieval (256:2010)
3
EG: Págs. 25, 92, 130, 143, 182, 262, etc…
3
Otra cuestión importante que comentamos anteriormente, es su herramienta: la
lógica (e.g 1985:35, 92) como instrumento para entender los crímenes que le rodean, y la
ciencia como disciplina fundamental para la iluminación del mundo (e.g 18-19 ). En este
aspecto, su persona representa a un hombre renacentista, más que a uno medieval; y a la
figura de un detective, más que a la de un inquisidor. Ya tendremos tiempo de
encontrarnos más tarde en la trama con el tradicional cazador de herejes.
Guillermo está constantemente intentando interpretar la realidad como si de un
puzle se tratara, atando cabos, uniendo hechos y sucesos aparente aislados. La finalidad,
deducir cómo se han producido las muertes, siempre a partir de hipótesis (1985:87). Y
para obtener datos, resultan fundamentales los interrogatorios a los monjes como fuente
de información para mejor entender los secretos que esconde tanto la Abadía y su
biblioteca, como sus habitantes, y las posibles conexiones que entre ellos existen. Porque
estos son los dos enigmas con los que abre la novela: qué esconde la biblioteca, y qué
saben los benedictinos que la frecuentan. También procede del género policíaco la forma
de presionar a los interrogados, especialmente cuando están nerviosos. Tú sabes más de
lo que demuestras. (…)¡Sabes muy bien que hay muchas maneras de hacer hablar a una
persona! (1985:109)
Cuestión importante también es el análisis de las pruebas y su importancia en la
resolución del crimen. Por ello, Guillermo, exige que se vigilen las pruebas: nadie debe
acercarse ni examinar la mesa de trabajo de Venancio, la segunda víctima, hasta que
Admo y su Maestro vuelvan de conversar con Bencio, que dice tener información.
(1984:126)
Interrogando a los sospechosos (todos lo son), el racional Guillermo emite signos
de que o bien unos testigos u otros dan pistas falsas: las versiones no encajan, diversos
intereses guían las orientaciones que les ofrecen los monjes interrogados: unos quieren
alejarlos de la biblioteca, otros quieren descubrir más acerca de los misteriosos
pergaminos que esta alberga… nadie persigue la verdad salvo nuestro inquisidor.
4
De hecho, del subgénero detectivesco más noir nuestra novela hasta acoge el tópico
de la corrupción generalizada no solo de los investigados, también del sistema de los
investigadores- la corrupción del “sistema policial” mismo. Todos los monjes son
sospechosos, incluso aquél que ordenó la investigación, el Abad, que no para de poner
trabas, dado que es muy posible que esté implicado y sea conocedor del secreto que la
abadía celosamente custodia. (1984:143)
Otra curiosa anacronía propia del género detectivesco, es la del análisis del cuerpo
de Venancio, encontrado en la tinaja, al que someten a una especie de primitiva autopsia.
Severino, el herborista, lava y examina cuidadosamente el cadáver de Venancio en busca
de pistas de las causas de su muerte. Ninguna causa aparente para la muerte. Lo mismo
harán con el cadáver de Berengario, ahora sí, obteniendo las causas de la muerte: de los
dedos y lengua ennegrecidos, deducen que la causa de la muerte fue el envenenamiento.
Ante tales pistas, y con tal de aclarar el caso, Guillermo trata de ponerse en el
lugar del asesino (1985:101) para averiguar por qué el crimen ocurrió en la biblioteca.
Es el momento de acceder a ella. El pasaje secreto del pasadizo que conecta el Osario con
la biblioteca mediante… ¡un botón secreto! Las cuencas de los ojos de la cuarta calavera
de la capilla. No es el único pasadizo secreto que existe en este lugar.
En su aventura nocturna, Admo y Guillermo encuentran un manuscrito con
símbolos griegos. Sin darse cuenta, el ayudante aproxima al pergamino la llama que les
da luz, y se desvela mediante el calor un mensaje secreto, posiblemente escrito con jugo
de limón. Pero no están solos en el scriptorium: se ven involucrados en una especie de
persecución medieval, en la que pierden las lentes especiales de Guillermo (su “lupa”
detectivesca, osemos decir), y el manuscrito.
Afortunadamente, Admo copió los signos del alfabeto secreto, que a los
protagonistas corresponde descifrar. A lo Zodiac, existe un alfabeto cifrado en el códice
que legó el segundo asesinado. Resulta que, en Oxford, Baskerville, ha leído tratados
árabes sobre criptografía- y es capaz de descifrar, a partir de un complejo proceso lógico
y racional descrito en la novela, el mensaje. Además, más tarde, una vez pierden el
manuscrito, Admo, que en aquél momento se sentía como un soldado de Cristo- un
auténtico policía medieval- persigue al ladrón, sin éxito.
5
Tantos, tantos tópicos, que no tendríamos espacio en este trabajo de analizarlos todos.
Lleguemos a modo de síntesis al último, para seguir avanzando en el siguiente apartado:
la explicación que Guillermo ofrece al antagonista, excusa para la exposición al lector, de
la cadena lógica basada en el texto bíblico de las revelaciones que lo ha llevado hasta él
(errónea, como Jorge le remarca), y cómo descubrió que el libro oculto era el segundo de
la poética aristotélica, dedicado a la comedia.
Del texto, a la biblioteca, al laberinto, al mundo
La pregunta que empuja el lector a emprender la investigación junto a Guillermo es:
¿Quién mató a Adelmo? Progresivamente, esta pregunta va perdiendo peso y le deja el
relevo a la segunda. ¿Por qué están ocurriendo una cadena de homicidios en esta abadía?
Y la respuesta, es el secreto que esconde la biblioteca, definitivamente uno de los hilos
conductores de la novela. En el centro del laberinto que es la biblioteca, hay un texto, que
justifica toda la trama, toda la cadena de asesinatos, interrogatorios, persecuciones, y en
definitiva, a partir del que se escribe El Nombre de la Rosa.
Apenas ha iniciado la investigación, Guillermo nos da una de las claves para
entender el crimen inicial, y sus sospechosos: Estamos tratando de comprender algo que
ha sucedido entre hombres que viven entre los libros, con los libros, de los libros, y, por
tanto, también es importante qué dicen sobre los libros. (1985:106) Precisamente en línea
con esta afirmación, Bencio le confirmará mucho más tarde a Guillermo que antes de uno
de los asesinatos, los monjes discutían acerca del segundo libro de la Poética de
Aristóteles, dedicado a la comedia.
Los textos, como dice Guillermo, son importantes, y especialmente en un mundo
en el que el conocimiento está basado en las auctoritates. Todo lo que se afirma, debe
estar apoyado en la autoridad de un texto. Esta concepción medieval del conocimiento,
que se asienta en la repetición e interpretación de lo ya escrito como fuente de saber,
concuerda casual, pero deliciosamente con la noción posmoderna de que ningún texto
puede aludir de manera original a la realidad, ya que lo que uno escribe, ha sido filtrado
por otros discursos, esto es, por todo el corpus de textos, la tradición textual que como
6
autor te precede. (2002: 192) Umberto Eco utiliza un perfecto ejemplo para ilustrar esta
cuestión presente en la literatura posmoderna:
Pienso que la actitud posmoderna es como la del que ama a una mujer muy
culta y sabe que no puede decirle «te amo desesperadamente», porque sabe
que ella sabe (y que ella sabe que él sabe) que esas frases ya las ha escrito X.
Podrá decir: «Como diría X, te amo desesperadamente.» En ese momento,
habiendo evitado la falsa inocencia, habiendo dicho claramente que ya no se
puede hablar de manera inocente, habrá logrado sin embargo decirle a la
mujer lo que quería decirle: que la ama, pero que la ama en una época en que
la inocencia se ha perdido. Si la mujer entra en el juego, habrá recibido de
todos modos una declaración de amor. Ninguno de los interlocutores se
sentirá inocente, ambos habrán aceptado el desafío del pasado, de lo ya dicho
que es imposible eliminar; ambos jugarán a conciencia y con placer el juego
de la ironía... Pero ambos habrán logrado una vez más hablar de amor.
(1985:74-75)
Hábil y maliciosamente, nos parece que Umberto Eco en su novela ha trazado un
quizá no completamente anacrónico paralelismo entre la concepción medieval de la
literatura, y la nuestra, posmoderna. Tal que así es la confesión amorosa de Adso, pero
por el lado contrario: careciendo de experiencias eróticas debido a sus votos de castidad,
al perder la virginidad Adso con una joven aldeana en la cocina, debe referirse a textos
que ha leído para describir a su amada lo que siente, pues no dispone de palabras. Amada,
que ni siquiera habla su mismo idioma.
La imposibilidad de originalidad posmoderna que Eco postula es idéntica a la que
según Rabau, comenta Foucault (2002: 183), en tanto que considera que el acto
imaginativo no crea mundos ficcionales desde la pura invención, sino que el escritor los
construye a partir de aquellos que ha leído. Estirando este punto de vista, el acto creativo
no parte de nuestras experiencias cotidianas, como cabría pensar, sino que emerge del
corpus de textos que hemos interiorizado. Así, Foucault subraya que en ocasiones, la
literatura perpetra una “ilusión referencial” esto es, que mientras un lector podría
considerar el texto como alusión al mundo real, quizá resulte ser en realidad una alusión
a otros textos. Así, y especialmente en novelas como las que tenemos entre manos, se
describen la “biblioteca” y el “mundo” como una única entidad. Fundamentalmente, la
7
realidad que los monjes conocen no es más que el conjunto de auctoritates que han
descrito el mundo textualmente antes que ellos. Y Eco plasma esta cuestión a la
perfección, ya sea a lo largo de discusiones sobre la esencia de temas diversos (la risa
122-123 o el amor, entre otros), en el que los dialogantes no parten de ninguna experiencia
empírica propia y directa de la realidad, sino que se limitan a citar exempla que otros han
escrito sobre cada asunto.
Los tópicos permiten tomar en la redacción una ruta puramente textual (2002:94),
alejada del mundo de la referencia. Los textos hablan entre sí, suelen hablar de otros
libros. A menudo un libro inofensivo es como una simiente que al florecer dará un libro
peligroso o viceversa. (…) De pronto comprendí que a menudo los libros hablan de
libros, o sea que es casi como si hablasen entre sí. (263:1984) Así, la intertextualidad es
el origen de la biblioteca, los diálogos entre textos engendran otros textos, y así, poco a
poco, va creciendo el laberinto de la biblioteca.
Si no existe experiencia empírica ajena a la textual, y todo lo vivido es reflejo de
otros textos, es fácil entender de dónde viene el tópico del mundo entendido como un
libro4, e indagar en los libros que componen la realidad supone investigar la biblioteca de
la realidad, también presente en esta novela. 5
Nos comenta Rabau (2002:188) que Foucault escribió en su ensayo “La Biblioteca
Fantástica” sobre el concepto de una biblioteca entendida como el mundo, en el que la
biblioteca deviene por sí misma un universo ficcional -tomemos como caso
paradigmático “la Biblioteca de Babel” borgiana. El tópico fue principalmente utilizado
en la segunda mitad del siglo XX, tópico que define la biblioteca como un lugar
imaginario, dispuesto a ofrecer intriga y aventura. Guillermo y Adso exploran la
4
El tópico es de especial validez en el mundo medieval, en el que como hemos visto a lo largo de la
novela, la realidad se comprende e interpreta a través de las auctoritates extraídas de textos, y
acumuladas en la memoria de cada monje. Así, no solo nuestro inquisidor sabía leer en el gran libro de
la naturaleza, sino también en el modo en que los monjes leían los libros de la escritura, y pensaban a
través de ellos. (1985:26) y anteriormente: Durante todo el viaje he estado enseñándote a reconocer las
huellas por las que el mundo nos habla como por medio de un gran libro 1985:25. Hay innumerables
ejemplos en la novela del tópico del mundo entendido como libro, 256: el mundo entero es como un
libro escrito por el verbo de Dios. Tópico que parte del inicio del Génesis, con el que se inicia la novela y
8
concluimos el apartado.
5
Traducimos como ejemplo de muchos la cita de la 146. Así, el laberinto es una imagen del mundo (…) la
biblioteca es un gran laberinto, signo del laberinto que es el mundo.
biblioteca como un espacio laberíntico 6, enrevesado por sus complejas y retorcidas
clasificaciones, pero a la vez, modelado por los arcanos textos que contienen. Así, tal
como ambos personajes hacen, investigar la biblioteca supone al mismo tiempo investigar
los textos que esta alberga.
Pero esta investigación no está destinada a buen puerto. La naturaleza trágica de
la novela queda ya plasmada en el primer párrafo del prólogo. Umberto Eco expone en
“La metafísica policíaca” los diferentes tipos de laberintos que existen. Como Eco mismo
afirma en su comentario al libro, el laberinto de la biblioteca y el del mundo,
sorprendentemente no son el mismo.
¿Por qué? El laberinto de la biblioteca, propone, es uno manierista, basado en el
ensayo y error, así es como Guillermo y Adso elaboran su mapa, irrumpiendo una y otra
vez en él, poniendo a prueba las habitaciones. El laberinto del mundo, no obstante,
comenta Eco siguiendo la noción de Deleuze y Guattari, es rizomático. No atiende a
ninguna lógica, es ajeno a la razón humana, y por tanto esta, no es un instrumento válido
para comprenderlo, pues el único que puede comprenderlo en toda su infinita y caótica
variación (en el universo del Nombre de la Rosa), es Dios.
Y dado que las armas del inquisidor/detective, son la razón y la lógica7, su empresa
está a priori destinada al fracaso, como ocurre al final de la novela: resulta que los
asesinatos no seguían la lógica del libro bíblico de Revelaciones, como esperaba Remigio,
es decir, no partían de un texto. Tampoco partían de una lógica criminal, de nada valía
ponerse en el lugar del asesino, porque la mayor parte de los asesinados, simplemente
murieron envenenados según fueron acercándose al libro aristotélico de la comedia.
6
Entre muchas, destaco esta personificación: la biblioteca se defiende sola, insondable como la verdad
que en ella habita, engañosa como la mentira que custodia. Laberinto espiritual, y también laberinto
terrenal. (1985:39)
7
La falibilidad de la razón y la lógica no escapa a Guillermo y Admo, véanse las páginas 242
Por eso esta novela pertenece al género “policíaco metafísico”, porque en este caso, además de la propia
obra el detective/inquisidor es capaz de cuestionar y reflexionar acerca de la construcción de la realidad
9
del caso, y analizar el mismo método que usa para investigar
y conocer los sucesos que acaecen.
Los conocedores de este texto eran múltiples, y no se le puede acusar únicamente
a Jorge de asesino, sino a prácticamente toda la abadía, también al Abad mismo, que
utiliza a Guillermo como herramienta para intentar frenar las muertes y pretender que la
abadía está en orden cuando llegue la delegación papal, para retener su autoridad, cosa
que tampoco consigue.
En el principio era el Verbo y el Verbo era en Dios, y el Verbo era Dios. Esto
era en el principio, en Dios, y el monje fiel debería repetir cada día con
salmodiante humildad ese acontecimiento inmutable cuya verdad es la única
que puede afirmarse con certeza incontrovertible. Pero videmus nunc per
speculum et in aenigmate y la verdad, antes de manifestarse a cara
descubierta, se muestra en fragmentos (¡ay, cuán ilegibles!), mezclada con el
error de este mundo, de modo que debemos deletrear sus fieles signáculos
incluso allí donde nos parecen oscuros y casi forjados por una voluntad
totalmente orientada hacia el mal (1984:13)
Esta ominosa apertura de la novela coincide a la perfección con el epílogo, en el que
Admo vuelve, pasados los años, a visitar la abadía por completo quemada, y recoge
fragmentos incinerados con la voluntad de reconstruir textos, sin ninguna suerte. Al igual
que la historia de la investigación en la abadía, la realidad rehúsa cualquier ordenación
lógica, también los libros y la biblioteca que la componen, que como diría Borges, es
infinita, esto es, laberínticamente rizomática e incomprensible.
Y es que esta novela deja al lector desconcertado, pues no existe un final cerrado,
no existe una interpretación cerrada de los hechos, más allá de que todas las víctimas
leyeron el manuscrito, estamos tan perdidos frente a la concreción de cómo ocurrieron
cada una de las muertes en la abadía, como acaban Guillermo o Adso. Existe un gran
número de ambigüedades que no quedan resueltas al finalizar la novela, tales como cuáles
son los nexos, conspiraciones y cabos que atan a muchos de los personajes, y los conducen
a actuar como actúan, a fabular para ocultar o transmitir información, ya sea respecto al
texto secreto o a los asesinatos. No es una clásica historia de detectives esta, pues el puzle,
10
desde el final hasta el principio, es lógicamente irresoluble, cruel broma del semiótico
Umberto Eco, cuando se trata de la asociación arbitraria entre signos.
El Nombre de la Rosa, un fenómeno de masas erudito.
Es muy significativo que en las apostillas a la novela, Umberto Eco incluya ese delicioso
ensayo, titulado Lo Posmoderno, la ironía, lo ameno. En resumidas cuentas, pretende que
una novela ciertamente posmoderna, que según la definición que vimos arriba, sería
aquella compuesta por innumerables alusiones eruditas a otros textos, sea también amena,
divertida para el lector, una obra legible y atractiva, no densa, oscura y aproximable.
Veamos cómo persigue y, en mi opinión, logra lo que se propone. ¿Quién duda hoy día
que El Nombre de la Rosa fue, y es, uno de los mayores éxitos de ventas en las últimas
décadas?
Pero para entender los orígenes de este propósito, empecemos por definir, según
sus propias palabras, los niveles tradicionales que existían dentro de las obras culturales.
En el apartado “Alto, Medio, Bajo”, de su Apocalípticos e Integrados, Umberto Eco
analiza las posturas a favor y en contra de la división de la cultura en estos tres
tradicionales niveles, para acabar, posicionándose de manera contundente, en contra.
Como descripción de esta división, Eco nos comenta (1984: 64-65) que la cultura
solía estar dividida en tres niveles: alta, media, baja. Posteriormente, pasa a la crítica de
esta división, dado que estos tres niveles necesariamente no representan tres niveles de
complejidad, es falso que cuanto más opaca y de exclusivo acceso, más valor tendrá la
obra. Podríamos afirmar que esta elitista perspectiva proviene de las vanguardias estéticas
de principios de siglo, uno de cuyos objetivos -y esto es una generalización- fue oscurecer
el texto mediante la experimentación formal, exigiendo a los lectores que desarrollaran
nuevas aptitudes lectoras que fueran más allá del realismo literario y la poesía tradicional,
y inadvertidamente destinando la obra exclusivamente a una élite intelectual.
Continúa Eco afirmando que esta creencia asocia la “alta cultura” a las obras más
opacas y complejas. Estas, son consideradas especiales y únicamente aproximable a una
élite, debido a los altos valores morales y la complejidad de las alusiones culturales que
encierran. Según concluye, cree “que puede existir una novela entendida como obra de
11
entretenimiento, dotada de validez estética y capaz de contener valores originales”
(1984:66)
No debe sorprendernos en absoluto que 20 años después de plantearse estas
cuestiones en Apocalípticos e Integrados, Umberto Eco eligiera el género detectivesco,
con su escaso prestigio académico, un “género de masas” como forma narrativa para la
investigación literaria que se lleva a cabo en la novela. Lo único que quiero es romper la
barrera erigida entre arte y entretenimiento. (77:1985) Entiéndase, la barrera entre el
Arte Canónico o la Alta cultura, y el entretenimiento. Y él mismo, se dedicó a escribir tal
obra.
De hecho, la misma trama del libro nos habla muy bien del peligro de esta
concepción elitista del conocimiento, dividido en niveles. La trama del Nombre de la
Rosa bien puede ser interpretada como una metáfora de las nefastas consecuencias del
conocimiento, monopolizado y custodiado por una serie de elegidos, hasta quedar
encerrado en lo más profundo de un laberinto.
Como base de todo acto de intolerancia hacia la cultura de masas existe una
raíz aristocrática, un desprecio que sólo aparentemente se dirige a la cultura
de masas, pero que en realidad apunta a toda la masa. (…) en el fondo existe
siempre la nostalgia por una época en que los valores culturales eran un
privilegio de clases y no eran puestos a disposición de todos
indiscriminadamente (1984:42)
Esta cuestión que comenta, aunque está muy relacionada, es ligeramente diferente
al miedo que Jorge siente hacia la risa y el conocimiento, como fuente de lo sacrílego véase el conocido sermón que prorrumpe contra el “orgullo del saber” el quinto día-. Por
eso intenta evitar la difusión de la erudición, porque sabe que lo sagrado no puede
defenderse frente a lo cómico 8, y oculta dicho saber en lo más profundo de un laberinto.
8
en este aspecto, otra brillante obra que narra el riesgo que la risa supone para lo sagrado, y cuyas
repercusiones religiosas coinciden exactamente, pero en la vida real, con las de esta novela, son Los Versos
Satánicos, de Salman Rushdie, quien recordemos fue públicamente condenado a muerte tras su
publicación.
12
Por otra parte, Jorge de Burgos9 cree que el libro debe permanecer oculto porque
conduciría a aquellos entendidos a seguir los “orgullosos senderos de la razón natural,” o
lo que es lo mismo, acogerían la visión Baconiana y Guillermina del mundo, la científica.
Pero ocurre, que la ciencia menoscaba el dogma de la iglesia, en tanto que exige que todos
los creyentes acepten ciegamente el orden del mundo que impone la lectura canónica de
la biblia.
Existe otro personaje que busca ocultar el conocimiento, pero con otros fines.
Hablamos de Bencio, un monje que codicia el manuscrito del segundo libro de la poética,
y una vez consigue acceso a él convirtiéndose en ayudante de bibliotecario, impide su
divulgación. Guillermo define bastante bien su mal: Bencio es víctima de (…) la lujuria
de saber. Se encontraba excluido de una parte de ese saber, y deseaba apoderarse de
ella. Y continúa Guillermo deduciendo sus razones para acaparar egoístamente el saber,
apartándolo del resto. Me preguntarás de qué sirve dominar toda esa reserva de saber si
se acata la regla que impide ponerlo a disposición de todos los demás. (…) La curiosidad
de Bencio (…) es orgullo de intelecto. (1984:360) Hablamos, sin duda, de una suerte de
elitismo intelectual.
Y cuando Adso advierte que quizá Bencio pretenda el bien del libro al custodiarlo,
Guillermo le responde que el bien de un libro consiste en ser leído. Quizá esta biblioteca
haya nacido para salvar los libros que contiene, pero ahora vive para mantenerlos
sepultados. Por eso se ha convertido en pábulo de impiedad. (1984:360) Condena
Guillermo la biblioteca, y en ese sentido, el final de la biblioteca, dada la terrible función
que había adquirido, no resulte tan trágico después de todo, sino más bien un implacable
castigo a un lugar cuyos fin de ocultar el conocimiento a todo aquél que quisiera acceder
a él, no era legítimo. Si bien se perdió el conocimiento albergado en ella, también
podemos interpretar el incendio de la biblioteca como una opinión bastante legítima
respecto al democrático acceso al conocimiento.
Afortunadamente, hablar de esta división en la cultura hoy en día, resulta
anacrónico, y al lector hasta le habrá parecido malsonante. Pero no en los años 60, cuando
Eco redacta sus Apocalípticos e integrados. Si bien la mezcla de “alta”, y “baja” cultura
hoy en día está generalizada en la mayoría de productos culturales, sean estos novelas,
películas, cómics, etc, esto es gracias a algunos pioneros posmodernos como Umberto
13
Eco, que eliminaron la barrera entre alta, y baja cultura, entre erudición y el
entretenimiento más puro.
Bibliografía
ECO, UMBERTO (1984) Apocalípticos e integrados, , Editorial Lumen, Barcelona
____________ (1985) Apostillas al Nombre de la Rosa, Lumen, Barcelona
____________ (1984) ) El Nombre de la Rosa. Lumen. Barcelona
RABAU, SOPHIE L’intertextualité, Flammarion, Corpus. 2002. Malesherbes, Francia
RZEPKA, CHARLES J. et HORSLEY, LEE A companion to crime fiction. WileyBlackwell 2010 Print
14
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