La eutanasia no debería ser sinónimo de una muerte digna. El acabar con la vida de una persona que pide a gritos ser asesinada, no es un acto de compasión ni mucho menos de benevolencia. Esto solamente refleja el deterioro moral de nuestra sociedad y nuestra incapacidad de ayudar a quienes más lo necesitan. Practicar un suicidio asistido no forma parte de la ética médica ya que, la labor de un personal de la salud es salvaguardar las vidas de los seres humanos. Los médicos no solamente deberían limitarse a recurrir a la eutanasia con el fin de acabar con el sufrimiento de la persona. Ellos deberían, por el contrario, asumir el reto de hallar soluciones viables a las diversas enfermedades que hoy parecen ser incurables. Legalizar la práctica de la eutanasia en nuestro país vendría a ser un acto contradictorio al derecho fundamental de la vida. A pesar de que existan restricciones para que la aplicación de este derecho pueda ser permitido; no cabe duda que tanto el Estado como la misma población, busquen la manera de utilizarlo para su beneficio personal.