Compartir el pan es dar vida. Fray Marcos

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COMPARTIR EL PAN ES DAR VIDA
Fray Marcos
Mt 14, 13-21
Seis veces se narra en los evangelios este episodio. Jesús da de comer
a una multitud en un despoblado. Es seguro que algo muy parecido,
pasó en realidad y probablemente más de una vez. Es importante,
acercarnos lo más posible a la realidad de los hechos; solo desde lo
histórico, podremos desentrañar su verdadero sentido para nosotros.
Con los conocimientos exegéticos que hoy tenemos, no
podemos seguir entendiendo este relato como multiplicación
milagrosa de unos panes y peces. Es más, entendido como un
milagro material, nos quedamos sin el verdadero mensaje del
evangelio.
Podríamos decir que es una parábola en acción. También hace
falta “oídos” y “ojos” bien abiertos para entenderla. El punto
de inflexión del relato está en las palabras de Jesús: dadles
vosotros de comer. Jesús sabía que eso era imposible. Parece
ser que no entraba en los planes del grupo preocuparse de las
necesidades materiales de los demás. Por otra parte, ni tenían
dinero suficiente para comprar tanto pan, ni había donde
comprarlo.
No podemos seguir hablando de un prodigio que Jesús lleva a
cabo gracias a un poder divino. Si Dios pudo hacer un milagro
para saciar el hambre de los que llevaban un día sin comer,
con mucha más razón tendría que hacerlo para librar hoy de la
muerte a millones de personas que están muriendo de hambre
en el mundo.
Tampoco podemos utilizar este relato como un argumento
para demostrar la divinidad de Jesús. El sentido de la vida de
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Jesús salta hecha añicos cuando suponemos que era un ser
humano, pero con el comodín de la divinidad guardado en la
chistera y que podía utilizar a capricho.
Lo que pasó no fue un milagro, como lo entendemos
normalmente. En ninguno de los relatos se dice que los panes
y los peces se multiplicaran. Realmente fue un verdadero
“milagro”, que un grupo tan numeroso de personas
compartiera todo lo que tenían hasta conseguir que nadie
quedara con hambre.
Hay que tener en cuenta que en aquel tiempo no se podía repostar por
el camino, todo el que salía de casa para un tiempo, iba provisto de
alimento para todo ese tiempo. Los apóstoles tenían cinco panes y dos
peces; seguramente, después de haber comido ese día. Si el contacto
con Jesús y el ejemplo de los apóstoles les empujó a poner cada uno
lo que tenían al servicio de todos, estamos ante un ejemplo de
respuesta a la generosidad que Jesús predicaba.
Es muy útil recordar la importancia que tienen en la Biblia las comidas.
Con frecuencia se hace referencia a los tiempos mesiánicos con la
imagen de un banquete. El mismo Jesús se dejaba invitar por las
personas importantes. Él mismo organizaba comidas con los
marginados; esa era una de las maneras de manifestarles su aprecio y
cercanía. La más importante ceremonia de nuestro culto cristiano está
estructurada como una comida. Que todo un día de seguimiento haya
terminado con una comida no nos debe extrañar. Lo verdaderamente
importante es que en esa comida todo el que tenía algo que aportar,
colaboró, y el que no tenía nada, se sintió acogido fraternalmente.
Si tenemos “ojos” y “oídos” abiertos, en el mismo relato
podemos hallar las claves para una correcta interpretación.
Los discípulos se dan cuenta del problema y actúan con toda
lógica. Como tantas veces decimos o pensamos nosotros, se
dijeron: es su problema, ellos tienen que solucionárselo. Jesús
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rompe con toda lógica y les propone una solución mucho
menos sensata: “dadles vosotros de comer”. Él sabía que no
tenían pan para tantas personas. Aquí empieza la necesidad
de entenderlo de otra manera.
Recordar algunos datos nos ayudará a comprender el relato
más ajustadamente. Junto al lago, los alimentos básicos de la
gente, eran el pan y los peces. Los libros de la Ley eran cinco;
y dos el resto de la Escritura: Profetas y Escritos. El número
siete (5+2) es símbolo de plenitud. También el número de los
que comieron (cien grupos de cincuenta) es simbólico. Los
doce cestos aluden a las doce tribus. Es el pan compartido el
que debe alimentar al nuevo pueblo de Dios. La mirada al
cielo, el recostarse en la hierba… Ya tenemos los elementos
que nos permiten interpretar el relato, más allá de la letra.
El evangelio nos dice que Jesús se preocupó de las necesidades
materiales de la gente. Pero también se quejó de que le entendieran
mal, y terminaran creyendo que había venido para eso. El mensaje del
evangelio de hoy no es que, al ver el milagro, concluyamos que Jesús
es Dios; ni que podemos esperar de Dios que nos saque las castañas
del fuego. El ver a Jesús como un taumaturgo, está ya muy criticado
en los mismos evangelios. Seguir creyendo en el siglo XXI en milagros
para solucionar los problemas, es la mejor demostración de nuestra
falta de madurez religiosa.
El verdadero sentido del texto está en otra parte. La dinámica
normal de la vida nos dice que el “pan” indispensable para la
vida, tenemos que conseguirlo con dinero; porque alguien lo
acapara y no lo deja llegar a su destino más que cumpliendo
unas condiciones que el que lo acaparó impone: el “precio”. Lo
que hace Jesús es librar el pan de ese acaparamiento injusto.
La mirada al cielo y la bendición son el reconocimiento de que
Dios es el único dueño y que a Él hay que agradecer el don.
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Liberado del acaparamiento, el pan, imprescindible para la
vida, llega a todos sin tener que pagar un precio por él.
Jesús, nos dice el relato, primero siente compasión de la gente, y
después invita a compartir. Jesús no pidió a Dios que solucionara el
problema, sino que se lo pidió a sus discípulos. Aunque en su esquema
mental no encontraron solución, lo cierto es que, todo lo que tenían, lo
pusieron a disposición de todos. Esta actitud desencadena el prodigio:
La generosidad se contagia y produce el “milagro”. Cuando se deja de
acaparar los bienes, llegan a todos. Cuando lo que se acapara son los
bienes imprescindibles para la vida, lo que se está provocando es la
muerte. Los hombres no deben actuar de manera egoísta.
Curiosamente hoy son la primera y la segunda lectura las que nos
empujan hacia una interpretación espiritual del evangelio. Los
interrogantes planteados en las dos primeras lecturas podrían ser un
buen punto de partida para la reflexión de este domingo. La primera
nos advierte que la comida material, por sí misma, ni alimenta ni da
hartura. Solo cuando se escucha a Dios, cuando se imita a Dios se
alimenta la verdadera vida. En la segunda lectura nos indica Pablo,
dónde está lo verdaderamente importante para cualquier ser humano:
el amor que Dios nos tiene y se manifestó en Jesús.
Después de un día con Jesús, el pueblo fue capaz de compartir lo poco
que tenían: unos pedazos de pan duro, y peces resecos. Ese es el
verdadero mensaje. Nosotros, después de años junto a Jesús, ¿qué
somos capaces de compartir? No debemos hacer distinción entre el
pan material y el alimento espiritual. Solo cuando compartimos el pan
material, estamos alimentándonos del pan espiritual. En el relato no
hay manera de separar el nivel espiritual y el material. La compasión y
el compartir son la clave de toda identificación con Jesús. Es inútil
insistir porque es el tema de todo el evangelio.
El mensaje del evangelio de hoy es muy profundo. Cada vez
que se comparte el pan, se comparte la vida y se hace
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presente a Dios que es Vida-Amor. No hay otra manera de
identificarnos con Dios y de acercar a Dios a los demás. La
eucaristía es memoria de esta actitud de Jesús que se partió y
repartió. Al partirse y repartirse, hizo presente a Dios que es
don total. El pan que verdaderamente alimenta, no es el pan
que se come, sino el pan que se da.
Meditación-contemplación
¡Dadles vosotros de comer!
No deberíamos olvidar nunca estas palabras.
Es lo primero que espera Dios de cada uno de nosotros.
Es lo que esperan todos los “muertos de hambre”.
Si de nuestra relación con Dios no se desprende esta exigencia,
podemos estar seguros de que ese dios es falso.
Si no veo a Dios en el que muere de hambre,
mi dios es un ídolo que yo me he fabricado.
La clave del mensaje de Jesús es la compasión.
Si no me aproximo al que me necesita,
me estoy alejando del Dios de Jesús.
Si he descubierto a Dios dentro de mí,
lo estaré viendo siempre en los más pobres.
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