Subido por Heinz López

Las sombras de la boda

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Capítulo 1
La criatura en mis manos ladea ligeramente su cabeza, obvia la pregunta: “¿A qué
esperas?”.
Uno puede fácilmente olvidarse de la realidad y perderse en la broma onírica que es la
fortaleza Lurenbraum. Pero estoy segura de que los demás —al igual que yo— en el fondo
no olvidamos como nuestras aldeas fueron arrasadas en frente de nosotros por los mismos
a los que ahora servimos.
Y miro al pequeño murciélago en mis manos, que está aburrido de esperarme. Él es un
ejemplo perfecto. Algunas de mis compañeras los ven “adorables”, llegando incluso a
acariciarles. Ellos aceptan esto y se contonean en tus palmas, pero tanto estos seres como
sus dueños no dudarían un segundo en secarte la yugular.
Impresionante es el delirio colectivo que les hace ignorar incluso la evidencia del collar
de runas bien apretado que todos portamos. Este instrumento es capaz de manipular el
alma. Los granjeros ya son temerosos de la magia negra, pero si les dices que les vas a
convertir en geist si no se portan bien, cualquiera se vuelve sumiso y la muerte es una
bondad.
Entre los pétalos de rosa, los manjares y las exquisitas decoraciones de la boda yace
una realidad mejor ignorada: “Esto es temporal”.
Finalmente ato el sobre correspondiente a la pata de murciélago correspondiente. El
emisario abre sus alas y surca el cielo, que está bañado por el ligero brillo de la luna, la luna
que es también sol en esta Noche Eterna. A lo lejos se puede ver la entrada a la fortaleza
Lurenbraum, adornada con hileras de cadáveres empalados que hacen de bienvenida o
advertencia según quien mire.
A mi izquierda una mirada enemiga se clava en mi perfil. Es normal para mí perderme
en mis pensamientos, y es normal para mis compañeras mirarme raro. Su hostilidad es
palpable.
—Ese era mi último murciélago, ahora tomaré mi descanso.
—¡Oh! ya veo…
No seré yo la que pida cordura en un plano demente, pero me parece curioso como
ante su inminente muerte la gente tiene tiempo para cotillear y excluir a otros. Francamente,
me cuesta imaginar a la humanidad como santos arrinconados por monstruos, para mi todo
esto es el resultado de la lucha de dos depredadores. Humanidad, eres un mal perdedor.
Desde su punto de vista yo soy una traidora y un objeto de envidia. Hace tiempo que
abandoné cualquier tipo de fé en cualquier dios y hace tiempo que abandoné cualquier tipo
de sentimiento. Para estas desesperadas mujeres mirar como arde tu aldea sin pestañear o
llorar es un gran pecado y una gran bendición que ellas anhelan. Yo simplemente no
entiendo como aún no han abandonado sus sentimientos cuando lo único que hay por sentir
es miseria. Si hay un monstruo en este plano se llama esperanza.
Planos… mi madre fue la que me habló de ellos y también la que me enseñó “palabras
de ricos” como dicen mis compañeras. Si algo han tenido de bueno las religiones es que te
acercan más a una educación. Mi madre sería una fanática enferma mental pero tenía una
buena cabeza sobre sus hombros, era una erudita que sabía muchas verdades… pero se
dejó engañar por el peor tipo de mentira.
Saliendo del balcón me vi envuelta en el ajetreo típico de estos días antes de la
boda. Por ahí veo a una vampira con una cesta tirando pétalos de rosa alegremente
mientras trota por los pasillos. Su instructora le golpea la cabeza y ella se estremece de
dolor, confusión y lágrimas en su rostro.
—¡¿Ahora qué he hecho mal?!
—Calla, los cerdos no hablan. Me encargaré de que te sirvan junto a los humanos.
—Tan cruel…
—Como su excelencia Olivia no encuentre apropiada la exhibición de las palaciegas,
rodaran todas nuestras cabezas. ¡Deja de lloriquear y ponte a tirar flores con mejor postura,
más gracia y sacando cadera!
Mientras me dirijo a la cocina me encuentro con escenas similares, desde el que tiene
que soltar los murciélagos hasta el panadero, todos están extremadamente nerviosos. Olivia
tiene una manera impresionante de hacer que la gente aprecie su cuello.
Cuando paso por la Sala de Baile Escarlata le echo un vistazo a las fuentes de sangre,
exquisitamente adornadas con estatuillas carmesí. Un servidor de sangre se acerca a la
fuente y posa una mano en la superficie, después de unos segundos la aparta y procede a
servir a unos vampiros de su propia palma.
Vuelvo a andar y llegó a la cocina, donde me siento y un sándwich cae enfrente de mí.
El cocinero es un hombre sencillo y estoico, sus palabras siempre escasean y sus miradas
siempre son firmes y profundas. Es uno de los pocos hombres que han sido capturados,
supongo que debido a ser un gran chef y estar ya mayor. Los hombres jóvenes son los más
problemáticos, confundiendo valentía por estupidez y luchando a la primera de cambio. Sino
recuerdo mal su nieta también está en la sección de los murciélagos, les he visto hablar a
veces cuando tomo mi descanso.
—Elena, el vampirajo te “invoca” en sus “aposentos”. No corras y come tranquila, y si
de hecho puedes hacerle esperar mejor que mejor.
—Entiendo.
La mirada del cocinero se vuelve extraña, como la de un gato que quiere echar una
bola de pelo. Sus labios se abren y se cierran hasta que por fin habla.
—Sé yo que las otras mozas te han echado el muerto a tí, si no quieres hacerlo dilo.
Las gentes, si no hablan, no se entienden.
—Me da completamente igual.
Encontraría el cocinero en mi respuesta algo profundo, ya que su semblante cambió
completamente. Esa expresión… si hay algo que puede retorcerme las tripas es esa mirada
prepotente. El cocinero me tiene pena, le parezco un perro abandonado, una miserable, una
cosa rota y disfuncional. Pues eres tú el que me preocupa a mí, eres tú el que da pena, has
seguido a tu nieta a las fauces del lobo, pero ¿para qué? ¿para ser servidos juntos, uno
como entrante y el otro como postre? Tú eres el que da pena, aferrándose a tu amabilidad
en el infierno e imponiéndosela a los demás.
Me levanté con el sándwich en la mano y me encaminé a mi reunión. Comer por el
camino es mucho más eficiente. Quiero terminar esto lo antes posible e irme a dormir.
Cuando llegué a la puerta correspondiente la abrí y procedí a sentarme en el mismo
sitio de siempre.
—¿Podrías al menos pretender que te importa la etiqueta? Tocando la puerta y eso.
—Enfrente de mí está una peculiar existencia de Innistrad, pasen y vean al vampiro sin
agallas, espécimen extremadamente único: Alexander Domnathi, que carece de la osadía,
prepotencia y orgullo comunes a todo vampiro.
—¿Sabes que has dejado de narrar, verdad? ¿sabes que te he escuchado, verdad?
Digo yo que se puede introducir a un personaje sin ataques personales. Y además te dije
que me llamarás Alex, así me llama mi madre.
—No soy tu madre.
—¿Estás segura? No duermo por las noches debido a vuestra semejanza.
—Solo un desviado ve a su madre en otras mujeres.
Alexander iba a decir algo pero se traga sus palabras y me mira atentamente…
—¿Qué te ha pasado? Te veo de mal humor, más que de costumbre.
¿De mal humor, yo? ¿qué clase de cochinada se ha fumado este vampiro indecente,
que está ciego?
—Vienes después de tu ronda de invitaciones así que supongo que pasaste por la
cocina y tomaste tu descanso… ¿Qué te ha hecho Frederic?
—¿Qué? No ¿qué demonios estás diciendo?
Este inutil se vuelve inteligente para las cosas más estúpidas.
—Está escrito por toda tu cara, a mi no me engañas, que yo te conozco.
—¿Conocerme? ¿qué sabrá un niñato pomposo como tú de mí?
Capítulo 2
Miro a Elena, que se está empezando a enfadar de verdad. Su flaca y pequeña figura
es capaz de emanar una intensidad aterradora. Es pelirroja, pero no como el rojo sangre de
su excelencia Olivia, sino naranja como un cálido amanecer. Lleva el pelo recogido en una
coleta que forma un río de llamas apaciguadas, lento magma que hace su camino hasta las
entrañas de la tierra. Sus ojos azules son lagos congelados vacíos de vida, que junto a su
cara inalterable le dan su característica expresión vacante.
Es gracioso porque ella cree que le da todo igual, pero se preocupa por las apariencias
más que nadie. Ella cree que tiene una cara neutral perfecta. Quizá eso sirva con los
demás, a los que has engañado junto a ti misma perfectamente, pero no conmigo.
Yo soy un paciente observador y con el tiempo que hemos estado juntos he aprendido a ver
medias expresiones y medios sentimientos y medias intenciones. Yo puedo ver el inicio de
lo que nunca se forma, los ligeros cambios de tono y como suben milímetros las cejas y
como se cierran ligeramente los ojos. La cara de Elena está llena de vida, ella está llena de
vida. Y es por eso que haré lo que voy a hacer y es por eso que estoy sereno ante la
tormenta.
—Elena, eres una idiota sin remedio. Cuando me dijeron que una de las humanas
estaba dispuesta a representar a las demás para organizar la sección, me imaginé a una
campeona de la talla de Thalia. Una heroína que no temía a los vampiros, que nunca se
doblegaría… Pero me encontré con una muñeca de trapo farsante, rota y vergonzosa sin
igual, destrozada y perdida al límite. Elena, la niña que se abandonó a sí misma pero en el
fondo tenía esperanza, la que fue exiliada de los suyos y comulga con vampiros. No eres
más que una caprichosa contradicción, pero para mí eso solo te hace más preciosa.
La sorpresa e ira en su cara estaban a punto de romper su máscara, como un volcán a
punto de estallar.
—Si tengo que usar la extensión de toda mi inmortalidad para que te dejes de engañar,
lo haré sin duda alguna.
Capítulo 3
Me levanté de mi silla y fui corriendo hasta el lugar prohibido, hasta mi propia muerte.
Los que me vieron dieron voces de advertencia, y cuando me vieron imparable fueron
probablemente a prepararme un ataúd.
Enfrente de mí está una bestia, y voy a entrar en su territorio sin permiso. Abrí la puerta
con calma pero con seguridad. Su excelencia Olivia Voldaren tenía una cara de sorpresa y
después de enojo y sadismo.
—Alexander Domnathi, el vampiro sin agallas, ¿qué demonios estás haciendo? El único
Domnathi que tiene derecho a una audiencia conmigo es tu hermana, Henrika. Me estás
dando una excusa perfecta para deshacerse de una gran mancha en el honor de los
vampiros.
—Su majestad Olivia, ama de la casa Voldaren, que se hará con toda Innistrad cuando
se complete su unión con Edgar Markov. Solo siento respeto y admiración por usted, mis
acciones no provienen de la osadía o estupidez, sino de la necesidad… Voy a otorgar a una
de las empleadas nuestra bendición.
—Y yo aquí pensandote un eunuco, pero resulta que solo te satisface romper chiquillas
humanas. ¿Necesitas mi permiso para hacerte una concubina? ¿acaso tendré que darte el
visto bueno cada vez que la quieras encamar?
—Su majestad Olivia, no es una concubina lo que quiero, sino una esposa con la que
casarme y tener 10 hijos por lo menos. Y no pido su permiso, simplemente quería avisarle.
—… Llegados a este punto ya no te puedo matar yo, tendrá que hacerlo tu hermana
para limpiar el nombre de los Domnathi.
—No debe usted preocuparse de mi hermana, le retare a un duelo de sangre y
proclamaré mi posición como cabeza de la casa Domnathi. Ya le he dejado hacer como le
plazca durante demasiado tiempo.
—Tú… de verdad… ja… ja, ja… JAJAJAJAJAJAJAJA.
Salí de sus aposentos, oyendo a la espada una carcajada que daba miedo por su
sinceridad. Tengo que ir donde Elena cuanto antes y clavarle mis colmillos.
FIN
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