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SETECA
406D1 – BIBLIOLOGÍA Y TEOLOGÍA PROPIA
Primer trimestre de 2008
Lic. C. A. López
FORMACIÓN DEL TEXTO BÍBLICO:
CANON Y CANONICIDAD
I. Asuntos introductorios:
1. Debate general sobre esta doctrina: En el pasado el debate sobre el canon se ha
concentrado en la discusión entre protestantes y católicos sobre los libros que
deben incluirse en la Biblia. Mientras los católicos han optado por incluir los
libros deuterocanónicos (o apócrifos como popularmente se les llama), los
protestantes han preferido su exclusión. En ese sentido, es común escuchar
discusiones acerca de las diferencias entre la “Biblia católica” y la “Biblia
protestante”. Es que, si la Palabra de Dios es la norma suprema en los asuntos de
fe y práctica, entonces se dice que es importante tener seguro cuáles son los
libros que determinan la doctrina y la práctica en la vida cristiana. Las
discusiones, en términos generales, están centradas en dos propuestas de canon:
el de la Iglesia Católica y el que han aceptado las congregaciones protestantes.
2. Debate renovado sobre esta doctrina: A partir del descubrimiento de varios
evangelios gnósticos en el año 1945, se ha abierto un nuevo debate sobre el
canon, en este caso su enfoque ha sido sobre el Nuevo Testamento. ¿Será que
existen evangelios que deberían incluirse al canon del Nuevo Testamento? Hay
quienes abogan porque estos evangelios se incorporen plenamente al canon del
Nuevo Testamento y se agreguen a los cuatro evangelios canónicos que están
incluidos en la Biblia. De ser así, la lista de Evangelios podría extenderse al de
Tomás, el de Felipe y el de María Magdalena (estos dos fueron traídos a la
palestra teológica por la novela El Código Da Vinci), o el evangelio de Judas (la
manera en que se trabajó la publicidad de éste último produjo mucha
expectación, dudas y confusión entre cristianos y no cristianos).
3. El Canon de las Escrituras es una doctrina que permanece viva: Por lo
anteriormente expuesto, podemos decir que el debate en torno al canon de las
Escrituras es tan antiguo como a su vez tan moderno. Sin embargo, para la
mayoría de cristianos esta doctrina es tan extraña y desconocida que no es de
extrañar que cualquier enseñanza al respecto promueva sorpresas e
incertidumbres entre el pueblo cristiano. Una vez más, como en años remotos, el
canon de las Escrituras ha sido llevado a la arena de los círculos teológicos como
un asunto interesante y polémico. El devenir histórico-teológico nos dice que
estos asuntos no hayan una culminación final, seguramente nuevos movimientos
despertarán la atención de los incrédulos hacia el canon de las Escrituras y
nuevamente la Iglesia será desafiada a prestar atención a esta doctrina perenne.
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 1
II. Definiciones:
1. Canon:
1.1.
Etimología: La palabra griega kavov (canon) procede probablemente de la
palabra semítica que aparece en hebreo como qaneh: “junco”, “caña”. En
el griego, el término se traduce simplemente como “caña”, especialmente en
referencia a la caña recta que se utiliza como regla, de ahí que también puede
significar “vara de medir” o “regla”.1
1.2.
El uso general o figurado que se le ha atribuido al término kavov (canon) es el
de “norma”, “patrón de conducta”, “una regla o un precepto” (cp. 2 Co.
10:13, 15-16; Gál. 6:16).
1.3.
El uso técnico kavov (canon) restringido a la teología es el que identifica al
“conjunto de libros sagrados que se aceptaron por su apego a las reglas
divinas de inspiración, autoridad y autenticidad”. Así como una caña recta
utilizada como regla puede ser dividida en unidades de longitud (como una
regla moderna en pulgadas o centímetros), de esta costumbre se deriva que la
palabra griega kavov pase a utilizada como una serie de estas marcas y
después con el sentido general de “serie” o “lista”. Es este último uso el
que se aplica al término “el canon de la Escritura”.2
2. Canonicidad:
Es la rama de la Bibliología que estudia la integración de los libros sagrados
que pasaron la prueba de autoridad y autenticidad. También se refiere a la
cualidad que tienen los libros sagrados de ser considerados como norma o regla
de nuestra vida. El concepto de canonicidad está asociado con el de inspiración
divina. Solamente los libros canónicos son inspirados y sólo los inspirados son
canónicos.
III. Origen de la doctrina:
En su sentido estricto de “lista de libros sagrados oficialmente reconocidos como
normativos para los creyentes”, el término canon es de origen cristiano. Los primeros
siglos del cristianismo fueron más bien de expansión y de defensa. Es a partir del
siglo IV que empieza la preocupación por definir claramente cuáles deben ser
considerados autoritativos y cuáles no. En este sentido Atanasio (367) fue el primero
en referirse a los libros de la Biblia con el término canon. También el Concilio de
Laodicea (363) se había referido a “libros canónicos”. Prisciliano (380) es un escritor
latino que usó la palabra “canon” casi como un sinónimo de Biblia. Sin embargo no
es sino hasta el Concilio de Cartago (397) donde se reconoce oficialmente la lista
canónica de los libros del Nuevo Testamento. Los libros del Antiguo Testamento ya
habían sido reconocidos por los judíos y por los primeros cristianos como
autoritativos aunque no se les había aplicado el término de canon o canonicidad.
F. F. Bruce, El canon de la Escritura. Hermenéutica y Exégesis, 4. (Terrassa, Barcelona: CLIE,
2002): 17.
2 Ibid., 18.
1
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 2
1. Libros aceptados en el período apostólico:
1.1.
En cuanto al Antiguo Testamento, en términos generales la iglesia del
período apostólico recibió y aceptó las Escrituras del Antiguo Testamento
como suyas. El erudito John Kelly le llama “natural” al hecho de que la
iglesia cristiana se apropiara de los libros sagrados que habían estado en
circulación entre los judíos.3 Aunque la lista oficial fue aprobada recién en
el Sínodo de Jamnia (90-100 A.D.), es obvio que Jesús y los primeros
cristianos hicieron uso en forma autoritativa de estos escritos.
1.2.
Por otra parte, parece que la iglesia del primer siglo no se preocupó mucho
por una lista “autorizada” de libros sagrados. Aunque es cierto que los
escritores del Nuevo Testamento no citaron los llamados “libros apócrifos”
que se incluyen en las versiones católicas,4 sí es evidente que los libros
novotestamentarios incluyen citas de autores paganos (Pablo cita a los
poetas griegos Epiménides y Arato en Hechos 17:26-28), tradiciones
judías (2 Ti. 3:8, “Janes y Jambres”) y aun libros pseudoepigráficos (Jud.
9, la Asunción de Moisés y Jud. 14, El Libro de Enoc).5
1.3. En cuanto al Nuevo Testamento, existen algunos indicios de que las
enseñanzas y escritos de los apóstoles ya se comenzaban a usar como
fuente de autoridad en las iglesias locales. Ya en tiempos del apóstol
Pablo, en la carta a los Efesios, se reconocía que la iglesia había sido
edificada “sobre el fundamento de los apóstoles y profetas” (Ef. 2:20), lo
cual habla de la importancia de las doctrinas (y posteriormente escritos)
apostólicas. Pedro se refiere a los escritos de Pablo con el nombre de
“escrituras” (2 P. 3:15),6 aunque es improbable que él haya pensado en
clasificarlos dentro de cierta lista de libros inspirados. Lo que muestra esto
solamente es que hay señales de que los escritos apostólicos eran ya muy
respetados. Aunque el concepto de canon no llegó a ser desarrollado en
este período.
2. Libros aceptados por los padres apostólicos:
2.1.
Los discípulos de los apóstoles continuaron aceptando los libros del
Antiguo Testamento como autoridad. En términos generales, cuando ellos
hablaban de “las escrituras” o apoyaban sus argumentos con un “escrito
está”, se refería casi siempre a los escritos del Antiguo Testamento.7
Clemente de Roma usa las siguientes frases: “Porque la santa escritura
dice en cierto lugar…”,8 “Porque está escrito…”,9 y “porque así dice la
3
John Kelly, Early Christian Doctrines (1985): 52.
El erudito B. F. Westcott dice que “no hay ninguna cita directa en todo el Nuevo Testamento de
ninguno de los libros incluidos en los apócrifos”. B.F. Westcott, El Canon de la Sagrada Escritura, (1987):
50. Sin embargo, hay que reconocer que sí existen referencias indirectas.
5 El Libro de Enoc contiene las siguientes palabras: “¡Y Mirad! Él viene con diez millares de sus
santos para ejecutar juicio sobre todos y destruir a los impíos.” (Enoc 1:9). La frase “séptimo desde Adán”
que incluye Judas, aparece en Enoc 60:8. Libro de Enoc. Apócrifos del Nuevo Testamento. Versión por
Alejandro Diez (1991): 155.
6 Bruce, El canon de la Escritura: 121-22.
7 Kelly, Early Christian Doctrines: 52.
8 Clemente de Roma, A los Corintios. Padres Apostólicos, versión de J.B. Lightfoot, (1990): 85, verso
28, citando el Salmo 139:7-10.
9 Ibid., verso 29, citando Deut. 32:8,9.
4
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 3
Escritura”.10 La epístola de Bernabé habla así: “Porque la escritura dice” 11
mientras que Policarpo apoya sus enseñanzas diciendo “según dicen estas
escrituras”.12 Estos son algunos ejemplos del uso del Antiguo Testamento
en los padres apostólicos como autoridad escrita.
2.2.
Sin embargo, parece que el concepto de estos autores acerca de las
escrituras es un poco más amplio. Ellos ya mencionan algunas palabras de
Jesús y de los apóstoles como autoridad. En la cita de Policarpo a los
filipenses que ya fue mencionada, el pasaje completo dice así: “Sólo que
según dicen estas escrituras: Enojaos y no pequéis, y que el sol no se
ponga sobre vuestro enojo”.13 Lo sorprendente en este pasaje es que cita el
Salmo 4 y Efesios 4 y les llama a ambos “escrituras”, al parecer,
colocándolos al mismo nivel de autoridad. En la misma carta, Policarpo
reconoce la autoridad del apóstol Pablo al decir:
Porque ni yo, ni hombre alguno, puede seguir la sabiduría del bienaventurado
y glorioso Pablo, el cual, cuando estuvo entre vosotros, enseñó cara a cara a
los hombres de aquel día la palabra de verdad con cuidado y certeza; y cuando
estuvo ausente, os escribió una carta, en la cual, si la escudriñáis con
diligencia, podéis ser edificados en la fe que se os ha dado.14
Puede verse, entonces, que los escritos apostólicos poseían un alto nivel de
autoridad. Sin embargo, las condiciones históricas no estaban dadas para
que hubiese el interés o la aspiración de componer algo semejante a un
canon. Solamente se puede concluir que estos escritos gozaban de alta
estima entre los padres, quienes los reconocían como libros autoritativos.
2.3.
Así mismo, parece que algunos padres reconocen escritos de su propia
época y aún los propios como autoridad. Este es el caso, sobre todo, de El
Pastor de Hermas quien dice que sus visiones son “revelación” que debe
ser enviada “a las ciudades extranjeras, porque éste (sic) es su deber”. 15 Al
parecer, el Pastor y la Didaché (Didaqué) fueron dos de los libros más
aceptados y venerados en la época, encontrando, incluso, un lugar en la
liturgia de las iglesias, aunque, por supuesto, al final fueron desechados
como canónicos.
3. Las herejías y los apologistas:
En general, los estudiosos del período patrístico, están de acuerdo en que la
delimitación del canon del Nuevo Testamento comenzó a mediados del siglo
segundo, coincidiendo con las obras de los apologistas. A continuación, se
describe los eventos y autores principales que contribuyeron al desarrollo del
canon en esta época.16
10
Ibid., 94, verso 42, citando Is. 40:17.
Epístola de Bernabé, en íbid., 335, verso 4, citando Ex. 31:18 y 34:28.
12 Policarpo, A los Filipenses, en íbid., 231, verso 12, citando Sal. 4:5.
13 Ibid.
14 Ibid., 226, verso 3.
15 El Pastor de Hermas, en ibid., 486.
16 Véase, por ejemplo, Kelly, Early Christian: 56, quien explica que es a mediados del siglo segundo
cuando la discusión aumenta; Bruce Shelley, By What Authority? (1965): 113, quien dice que el canon de
los evangelios fue aceptado por los años 150-180 A.D. y Justo L. González, Historia del Pensamiento
11
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 4
3.1.
El canon Muratori: este es un fragmento que fue encontrado en el siglo
XVIII en la Biblioteca Ambrosiana de Milán. El texto original está escrito
en un latín bastante descuidado. Los estudiosos han llegado a la conclusión
de que se trata de una copia de un manuscrito griego que data de finales
del siglo II. Su nombre proviene del investigador italiano, jefe del equipo
que lo encontró y lo estudió.17 El documento tiene al inicio una sección que
no puede leerse, así que la lectura inicia con una referencia a los
evangelios de Lucas y Juan y una oscura referencia al segundo evangelio,
sin que se pueda leer su nombre. Luego, menciona a los Hechos y a las
cartas de Pablo, de las cuales menciona once, faltando 2 Corintios y 2
Tesalonicenses. La importancia del fragmento reside en el hecho de que es
uno de los documentos más antiguos que atestiguan la existencia de un
canon muy parecido al que la iglesia reconocería años después. 18 Es
interesante notar que ya este documento menciona la identificación de
ciertos libros que no pueden ser aceptados por la Iglesia. Además,
reconoce la existencia de la herejía marcionita y, por decirlo así, llega a
dividir el canon en “Profetas” y “Apóstoles”.
3.2.
Marción y la respuesta de la Iglesia: Es ampliamente aceptada la idea de
que el hereje del Ponto tuvo un peso casi decisivo en las decisiones de la
iglesia tocante al canon. Aunque hoy en día se pone en duda el alcance de
tal influencia,19 no se puede negar que Marción obligó a los cristianos
ortodoxos a definir mejor sus bases doctrinales y, más importante aún, sus
fuentes de autoridad. Este hereje rechazó las Escrituras del Antiguo
Testamento e intentó “purificar el NT de la mala interpretación de los
apóstoles en el sentido de que Jesús era el mesías del Dios judío,
reconociendo entonces, sólo diez epístolas paulinas y el evangelio de
Lucas”.20 Como consecuencia, los apologistas cristianos, sobre todo Ireneo
y Tertuliano, emprenden una defensa de la fe católica, echando mano de
los escritos recibidos de los apóstoles.
3.3.
Clemente y Orígenes: Los padres de la escuela de Alejandría, Clemente y
Orígenes, reflejan el avance que había alcanzado el concepto del canon en
su época. En sus escritos hablan de las Escrituras usando un lenguaje
parecido al de Ireneo, mostrando, a la vez, que los escritos canónicos son
conocidos e identificados cada vez más.
Cristiano, tomo 1, (1992): 137, quien, en su explicación sobre el pensamiento de Marción señala que la
novedad en el pensamiento de este hereje era el proponer un canon o lista fija de libros inspirados.
17 F. B. Westcott, El Canon de la Escritura: 110.
18 C.E. Hill, “The Debate Over the Muratorian Fragment and the Development of the Canon”.
Westminster Theological Journal vol. 57, núm. 2, (1995):437-52. El autor revisa los estudios de Geoffrey
Hahneman, quien ataca la postura tradicional, asignándole al fragmento una fecha más bien tardía,
durante el siglo IV. Hill concluye que “la fecha tradicional hace mucha más justicia a las evidencias”.
19 David Salter Williams, “Reconsidering Marcion’s Gospel”, Journal of Biblical Literature, vol. 108
(1995): 477-96. Williams menciona las dificultades de hablar con seguridad acerca de las doctrinas
marcionitas, ya que las fuentes principales son Tertuliano y Epifanio, quienes difieren grandemente en su
metodología de análisis de los escritos del hereje, además de no ser muy específicos en lo que muchas
veces están atacando.
20 Eckhard Schnabel, “History, Theology and the Biblical canon: an introduction to basic issues”.
Themelios, vol. 20, núm. 2 (ene. 1995): 19.
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 5
4. Los grandes teólogos y la definición final del canon:
Es el siglo IV quien atestigua el reconocimiento oficial de las Escrituras
canónicas por parte de la iglesia. Dentro de ese testimonio se destacan ciertos
autores y asambleas eclesiásticas que trazan el camino de esta historia.
4.1.
Eusebio: El testimonio de Eusebio es muy importante en la historia del
canon, porque no solamente registra la opinión de Orígenes, sino que él
mismo presenta una lista de los libros aceptados por la iglesia. Él
comienza mencionando el “santo cuaternón” (quaternion) de los
Evangelios. Luego, continúa con la lista, así: Los Hechos de los Apóstoles,
las epístolas de Pablo, la epístola de Juan y luego la de Pedro, y el
Apocalipsis de Juan; “Estas, entonces, pertenecen a los escritos
aceptados”.21 Después, el historiador menciona los escritos que él llama
“disputados”: la “así llamada epístola de Santiago y la de Judas, también la
segunda epístola de Pedro y aquellas que son llamadas la segunda y tercera
de Juan, ya sea que pertenezca al evangelista o a otra persona del mismo
nombre”. 22 Por último, menciona los escritos “rechazados”, así:
Los Hechos de Pablo y el así llamado Pastor y el Apocalipsis de Pedro; en
adición a estas, la epístola de Bernabé y la así llamada Enseñanza de los
Apóstoles; y, además, como ya dije, el Apocalipsis de Juan, si parece
apropiado porque algunos, como ya dije, lo rechazan, pero que otros clasifican
entre los libros aceptados.23
A estas alturas de la historia, parece que la lista de libros es más uniforme
y las condiciones están dadas para que la definición de un canon oficial se
dé.
4.2.
Atanasio: El aporte que hace Atanasio en cuanto al canon es significativo.
La lista de libros que él compone es considerada por algunos como uno de
los más formales intentos de sistematizar el canon de las Escrituras. De
hecho, él usa la palabra “canon” en el sentido técnico bibliológico del
término. En su Carta de la Pascua, la cual data del año 367, él escribe:
“me pareció bien también, habiendo sido urgido a ello por verdaderos
hermanos, y habiendo aprendido desde el principio, poner ante vosotros
los libros incluidos en el Canon y entregados y acreditados como
divinos...”.24 A continuación, Atanasio menciona por nombre los libros
incluidos en tal canon. Prácticamente, la lista del NT es idéntica a la que
aceptaría un protestante de nuestros días. Es importante señalar, además,
que en esta ocasión no hay diferencias o dudas con respecto a ninguno de
los libros. Además, incluye una lista de libros que fueron “designados por
los Padres para ser leídos”, pero que “sin duda no están incluidos en el
Canon”: Sabiduría de Salomón, la Sabiduría de Sirach, Esther, Judit y
Tobit, el que es llamado Enseñanza de los Apóstoles y el Pastor. De
21
Eusebio, Ecclesiastical: 156.
Ibid.
23 Ibid., 156-7.
22
24
Atanasio, Thirty-ninth Letter on the Paschal Festival. Nicene and Post-Nicene Fathers, edit. por
Philip Schaff y Henry Wace, (1996): 552.
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 6
manera que, puede decirse que el proceso en el que la iglesia reconoce los
libros canónicos se va completando hacia mediados del siglo IV.
4.3.
Concilio de Laodicea: El concilio de Laodicea fue provincial y reunió a los
obispos de las regiones de Lidia y Frigia y se reunió en el año 363. La
importancia de esta asamblea para el tema del canon, se encuentra en que,
hasta esa fecha, todos los que hablaban del tema apelaban a la tradición o
la costumbre. Sin embargo, a partir de esta reunión eclesiástica, ya se
podía apelar a un decreto oficial de la iglesia al respecto.
4.4.
Concilio de Cartago: En un sentido, Cartago es la última parada en el
camino del reconocimiento del canon. En esta asamblea se ratificó lo que
ya se enseñaba en muchas regiones: el canon de 27 libros del Nuevo
Testamento. Puede decirse que, a partir de esta decisión conciliar, las
discusiones fueron cada vez menos. La iglesia había llegado a reconocer
en forma oficial el canon del Nuevo Testamento. Parece que en este
concilio y en el que ratificó sus decisiones, el cuarto concilio de Cartago,
en 419, se sintió el peso de la autoridad de Agustín, quien estaba
interesado en definir cuáles eran los libros con autoridad canónica.
IV. Pre-requisitos para la formación del canon:
1. Aspecto divino:
1.1.
1.2.
1.3.
1.4.
1.5.
El deseo de Dios de revelarse a los hombres.
La necesidad de esta revelación. El hombre no podría llegar a conocer a
Dios aparte de la revelación.
Dios lleva adelante un proceso de separación tanto de los hombres como
de los medios por medio de los cuales va a comunicar su revelación.
Dios llama y escoge a un hombre (Abraham) y a una nación (Israel) para
transmitir su revelación.
Dios guía a su pueblo para que éste reconozca la veracidad, autenticidad y
autoridad de su revelación.
2. Aspecto humano:
2.1.
2.2.
2.3.
Dios usó a santos hombres: profetas, apóstoles y otros.
Dios capacitó soberana y sobrenaturalmente a estos hombres para que
consignaran su revelación.
Estos eran hombres obedientes al mandado y mensaje divinos.
3. Aspecto literario:
3.1.
3.2.
3.3.
Los hombres usaron un lenguaje humano adecuado y entendible para
consignar por escrito la revelación divina.
Los hombres hicieron uso de su propio conocimiento y estilo en el
momento de escribir.
El pueblo de Dios, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo,
tenía a su disposición un extenso bloque de literatura religiosa en la que
podían notar la diferencia entre un escrito divinamente inspirado y uno que
no lo era.
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 7
V. La necesidad del canon:
1. En cuanto al AT:
1.1.
1.2.
Durante el exilio y la cautividad en Babilonia, los judíos tuvieron que
determinar con exactitud cuáles libros eran autoritativos y cuáles no.
Después del regreso de la cautividad hubo necesidad de preservar,
defender y transmitir los libros correctos. Había que saber cuáles eran los
correctos.
2. En cuanto al NT:
2.1.
2.2.
2.3.
2.4.
Había gran hambre de conocer la vida de Cristo y eso Dios usó a santos
hombres: profetas, apóstoles y otros.
La presencia de herejías y sectas falsas con sus escritos rivales obligó a la
Iglesia a evaluar y reconocer los escritos autoritativos.
La proliferación de literatura pseudoepígrafa de carácter cristiano que
competía con los escritos apostólicos y muchas veces tergiversaba o
contradecía la enseñanza de Jesús o los apóstoles obligó a la Iglesia a
determinar los libros sagrados auténticos.
La persecución obligó a los creyentes a estar seguros de saber cuáles libros
valía la pena defender con la vida.
VI. La prueba de la canonicidad:
1. Una cualidad intrínseca: La prueba es aplicada en el sentido de que aun cuando
los libros “probados” eran ya canónicos se demostraba su canonicidad. Es decir,
había libros que eran ya canónicos antes de ser sometidos a prueba. Las pruebas
sólo manifiestan lo que, de hecho, ya está ahí. Así es que ni la Iglesia ni los
concilios pueden hacer que un libro sea canónico o auténtico. O el libro era
canónico o no lo era cuando fue escrito. La Iglesia o sus concilios reconocieron y
verificaron ciertos libros como Palabra de Dios, y con el tiempo aquellos que lo
fueron resultaron reconocidos y coleccionados juntos, dando forma a lo que hoy
llamamos la Biblia. (C. Ryrie, Síntesis de Doctrina Bíblica, pág. 48).
2. Autor humano: Es imposible desvincular el libro del autor cuando se trata del
canon. Tanto los judíos como los cristianos reconocían el carácter santo y la
autoridad de los hombres de Dios que habían escrito los libros sagrados.
2.1.
2.2.
En cuanto al AT se reconocía la autoridad del legislador (Moisés, etc.), del
profeta (Isaías, Jeremías, etc.) y del dirigente de la nación (Josué, David,
etc.).
En relación con el NT el libro tenía que haber sido escrito por un apóstol o
respaldado por él para ser reconocido. En otras palabras, tenía que llevar la
firma o la autorización apostólica.
3. Idioma: Algunos han incluido como prueba de la canonicidad el idioma hebreo
para los libros del A.T. y el griego para el N.T. Sin embargo, esto no es una
prueba convincente porque muchos libros no canónicos fueron escritos en hebreo
o griego. Además, un idioma no es más que otro solamente porque se usó para
escribir libros canónicos.
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 8
4. Contenido: (evidencia interna) Esta es una de las pruebas más importantes para
reconocer la canonicidad de determinado libro. El libro mismo debía presentar
una evidencia interna de su propia inspiración divina. Su contenido tenía que ser
de tal manera diferente al de cualquier otro libro (religioso o no) que el lector
creyente podía convencerse fácilmente de la autencidad y autoridad del libro.
Para muchos eruditos críticos de la Biblia esta prueba es demasiado “subjetiva” y
por eso la rechazan. Sin embargo, los cristianos no debemos descartarla porque al
fin y al cabo es la Biblia misma la que testifica acerca de su autoridad y
autenticidad.
5. El conceso de la Iglesia o de los judíos: El veredicto o ratificación de las
iglesias en cuanto a la naturaleza canónica de los libros era importante. En
realidad hubo una sorprendente unanimidad entre las iglesias primitivas tocante a
cuáles libros pertenecían a la lista canónica y cuáles no. Es cierto que
temporalmente algunos libros fueron considerados dudosos, tanto en el Antiguo
como en el Nuevo Testamento, por una minoría. Pero ninguno que se considerase
dudoso por el consenso de la Iglesia, pudo luego ser aceptado.
VII. El canon del Antiguo Testamento:
1. Integración del canon del Antiguo Testamento (Lc. 24:44)
1.1.
1.2.
1.3.
La Ley (Torah). Es el equivalente nuestro del Pentateuco. Comprende los
cinco libros de Moisés: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y
Deuteronomio.
Los Profetas (Nebiim).
1.2.1. Profetas anteriores: Josué, Jueces, (I y II) Samuel y (I y II) Reyes.
En total 4 libros en el texto hebreo.
1.2.2. Profetas posteriores: Los mayores, Isaías, Jeremías y Ezequiel; y
los menores, los doce profetas coleccionados en un solo libro o en
el orden que aparece en nuestras Biblias en español.
Los Escritos (Kethubim o Hagiógrafa), (Salmos en Lc. 24:44).
1.3.1. Poesías y sabiduría: Salmos, Job, Proverbios.
1.3.2. Los pergaminos, rollos o Megilloth: Rut, Cantares, Eclesiastés,
Lamentaciones y Esther.
1.3.3. Historia: Daniel, Esdras-Nehemías (un solo libro) y (I y II)
Crónicas.
2. Formación del canon del Antiguo Testamento
2.1.
¿Período precanónico?: Los críticos de la Biblia enseñan que hubo un
período extenso de aproximadamente unos cinco siglos o más en el cual se
recopilaron las tradiciones orales del pueblo de Israel en cánticos, poemas,
salmos y otros escritos sueltos. Se sugiere, por ejemplo que Moisés sólo
escribió algunas partes del Pentateuco, Pero hubo editores y redactores
posteriores que le dieron la forma actual a lo que conocemos como el
Pentateuco. Esta teoría rechaza la paternidad literaria y de otros escritores
del Antiguo Testamento. Los evangélicos conservadores no podemos
hablar de un período precanónico en este sentido. Aunque admitamos que
los escritores bíblicos hayan usado materiales ya existentes para escribir
sus libros, eso no es lo mismo que decir que los libros, se fueron formando
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 9
paulatinamente por obra de redactores y editores posteriores. Cada libro
fue reconocido como canónico conforme se escribían. Sí hubo un proceso
en la formación del canon, pero limitado al tiempo en que se iban
escribiendo y reconociendo los diferentes libros. Es cierto que en algunos
casos podemos hablar de redactores, compiladores y editores de ciertos
libros o secciones de ellos (partes finales de Deuteronomio y Josué,
Salmos, y otros) pero eso no significa que necesariamente tenemos que
fechar esos libros tan tardíamente como lo hacen los críticos.
2.2.
Período canónico:
2.2.1. El testimonio de Cristo. En Mateo 23:35 y Lucas 11:51 el Señor
Jesucristo hace mención de la culpabilidad del pueblo,
especialmente de sus líderes desde tiempos antiguos. Cuando el
Señor menciona desde Abel hasta Zacarías (no es el profeta
escritor) está limitando el canon del Antiguo Testamento porque
el relato de la muerte de Abel se encuentra se encuentra en
Génesis y el de Zacarías en 2 Crónicas 24:20-22. Teniendo en
cuenta que 2 Crónicas es el último libro en la Biblia hebrea, es
como si Jesús dijera: “desde Génesis hasta Malaquías se describe
vuestra culpabilidad”.
2.2.2.
El testimonio de Josefo (ca. 95 d.C.): El famoso historiador judío
del primer siglo de nuestra era, Josefo, escribió en su obra Contra
Apión (1,8) una apología del canon reconocido por los judíos. Él
enumera los libros que forman nuestro A.T. Lo importante de la
lista de Josefo es que limita el período de formación de estos
libros a la época que va desde Moisés (Josefo aceptaba la
paternidad literaria de Moisés sobre el Pentateuco) hasta
Artajerjes, el rey persa del siglo V a.C. en tiempos de Esdras. Esto
hace muy posible que cronológicamente hablando sea Esther el
último libro del Antiguo Testamento que se escribió. Aunque
Malaquías, Crónicas y Esdras-Nehemías se consideran
contemporáneos.
2.2.3.
Conclusión: Se puede concluir que el período en el cual se formó
el canon del A.T. va desde los tiempos de Moisés (admitiendo
que hubo materiales ya existentes que el usó en la elaboración del
Pentateuco) hasta tiempos de Esdras (tomando a Esther,
Malaquías y Crónicas como contemporáneos). De manera que ya
en tiempos tan antiguos como el siglo V a.C. los judíos tenían
formado y completo el canon del A.T. El propio Josefo admite
que los libros escritos después de este período no son
considerados de igual valor que los del canon.
3. Reconocimiento “oficial” del canon del Antiguo Testamento
Es indudable que en la época del ministerio del Señor Jesús los judíos no sólo
reconocían la inspiración divina de los libros del A.T., sino que también sabían
exactamente cuáles eran estos libros. Prueba de esto son las alusiones que Jesús
hace a tal lista en Mateo 23:35, Lucas 11:51; 24:44. Sin embargo, debido al uso
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 10
que los primeros cristianos gentiles (incluso los propios apóstoles) hicieron de la
Septuaginta (LXX), la cual incluía libros no aceptados por los judíos, éstos se
vieron en la necesidad de definir mejor y más claramente cuáles eran los libros
“oficialmente” reconocidos por ellos. Es así como se desarrollaron una serie de
discusiones tocante a este asunto en un sínodo judío o concilio en la localidad
costera de Yammnia o Jammnia entre los años 90 y 95 de nuestra era. Hubo
acuerdo unánime en reconocer los 39 libros (22 ó 24 en el canon hebreo) que hoy
forman el Antiguo Testamento. Sólo hubo algunas dudas con respecto a libros
como Esther (porque no menciona explícitamente el nombre de Dios), Cantares
(por su tema poco espiritual, según algunos) y Eclesiastés (por su carácter de
especulación “humana”). Pero en general todos fueron finalmente reconocidos
como autoritativos. Es interesante notar que los cristianos aceptaron el canon del
A.T. tal y como lo habían aceptado ya los judíos en el concilio de Jammnia. Es
por esa razón que no hubo acuerdo “oficial” cristiano para reconocer la lista de
libros canónicos del Antiguo Testamento.
4. La Septuaginta (LXX) o “canon griego”
4.1.
Origen de la Septuaginta: Desde tiempos antiguos (probablemente desde
tiempos del profeta Jeremías) existía en Egipto una importante colonia
judía. Esta colonia se incrementó considerablemente en el siglo IV a.C.
como consecuencia de las conquistas de Alejandro Magno y su política
poblacional. Es así como se desarrolló un centro judío muy importante en
la ciudad de Alejandría. A medida que pasaba el tiempo los judíos
“alejandrinos” iban dejando de hablar el idioma que se hablaba en
Palestina (el arameo para ese entonces) y se tornaron en heleno-parlantes,
es decir, adoptaron el griego como su idioma. Llegó un momento en que se
hizo necesario tener los libros sagrados judíos en el idioma griego. Hay
una tradición que dice que el sumo sacerdote Eleazar envió, a petición de
un monarca egipcio (probablemente Ptolomeo Filadelfo) desde Jerusalén a
Alejandría 72 erudidos (6 por cada tribu) para que hicieran la tan anhelada
traducción. La tradición sigue diciendo que estos eruditos hicieron la
traducción en sólo 72 días. De ahí surge el hombre de “Versión de Los
Setenta” cuya abreviatura es LXX. Todo esto sucedió aproximadamente a
mediados del siglo III a.C. (ca. 259 AC). Es muy probable que la
traducción en sí se hiciera paulatinamente en unos cien años. De manera
que podría haberse terminado a mediados del siglo II (ca. 150 a.C.).
4.2.
Integración del “canon” de la Septuaginta.
4.2.1. Introducción: Los judíos alejandrinos cambiaron el orden y la
nomenclatura de los libros hebreos. Además, incluyeron en la
lista libros que no eran aceptados en Palestina. Estos libros habían
sido escritos después del siglo V, la mayoría en griego por judíos
de la diáspora. No hay consenso entre los eruditos para establecer
cuáles eran exactamente estos libros porque las copias
manuscritas más antiguas que se conocen de la LXX datan del IV
y V siglos de nuestra era y son manuscritos cristianos. Los judíos
al parecer no tuvieron mucho esmero en preservar la LXX, por lo
tanto no hubo mucho cuidado en tener una lista exacta de estos
libros adicionales.
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 11
4.2.2.
4.2.3.
4.2.4.
4.2.5.
4.3.
La Ley: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.
Históricos: Josué, Jueces, Rut, Samuel (I y II), Reyes (I y II),
Crónicas (I y II), Esdras, Nehemías, Tobías, Judith, Esther
(incluyen adiciones en griego), I y II Macabeos.
Poesía y Sabiduría: Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés,
Cantares, Lamentaciones, Sabiduría y Eclesiástico.
Profecía: Mayores, Isaías, Jeremías, Baruc (incluye la “Carta de
Jeremías”), Ezequiel y Daniel (incluye las adiciones: “Oración de
Azaría”, “Cántico de los Tres jóvenes”, “Historia de Susana” y
“Bel y el Dragón”); Menores, los doce profetas en el orden de
nuestra Biblia castellana.
Importancia de la Septuaginta:
Como ya se dijo antes, la LXX substituyó al texto hebreo para los
judíos de la dispersión. Por varios siglos la LXX circuló libre y
autoritativamente entre los judíos de habla griega (incluso en la propia
Palestina). Sin embargo, casi desde el mero inicio, se presentaron
objeciones a la autoridad y autenticidad de los libros “adicionales”. Con el
advenimiento del cristianismo, la LXX adquirió inusitada importancia
debido principalmente a que los gentiles hablaban griego. También porque
los apóstoles citaban el AT en sus escritos más bien de la LXX que del
propio texto hebreo. En otras palabras, la LXX se convirtió en el AT de los
primeros cristianos. Estos se preocuparon por reproducirla y hacerla
circular sin importar que estuvieran incluidos algunos libros que los judíos
no aceptaban como inspirados. La LXX llegó a ser usada tan profusamente
por los primeros cristianos que por 4 ó 5 siglos se consideró el AT oficial
de la Iglesia. Los manuscritos existentes de la LXX incluyeron los libros
llamados apócrifos o deuterocanónicos. Sin embargo, siempre hubo
discrepancias en cuanto a aceptarlos como canónicos o no. Hubo Padres de
la Iglesia que usaban los libros apócrifos como autoritativos. Pero hubo
muchos que se negaban a aceptarlos como canónicos. La controversia ha
sido tal que nunca hubo consenso sobre el asunto. Esto sería suficiente
prueba para excluirlos del canon del AT.
VIII. El canon del Nuevo Testamento:
1. Integración del canon del Nuevo Testamento
Los 27 libros que integran el canon el NT fueron reconocidos por todas las
confesiones cristianas sin reserva alguna. El orden en que aparecen es el mismo
que tiene nuestra Biblia en español. Los criterios que se siguieron para clasificar
y ordenar los libros fueron varios: Un criterio es temático (especialmente por el
orden de los Evangelios); otro criterio es el tamaño o la extensión de los libros
(especialmente en el orden de las epístolas paulinas); otro criterio es cronológico
(las epístolas de Juan y el Apocalipsis). El orden tampoco ha sido debatido
aunque en muchos casos se dan explicaciones al respecto.
2. Formación del canon del Nuevo Testamento
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 12
El período de formación del canon del NT es relativamente breve si lo
comparamos con el del AT. Para fines didácticos y prácticos pueden distinguirse
cuatro etapas: [1] apostólica o de escritura (50- 100 AD); [2] la de circulación
(100-150 AD); [3] la de “canonización” o reconocimiento (150-200 AD); [4] y
la de ratificación oficial (200-400 AD).
2.1.
Etapa apostólica o de escritura (50-100 AD).
Esta es la época en que se escriben la totalidad de los libros del NT. Sabido
es que los primeros libros del NT son algunas epístolas del apóstol Pablo
(1 y 2 Tesalonicenses) y los últimos son los del apóstol Juan a finales del
primer siglo. Algunos todavía tienden a alargar el período de escritura de
los libros del NT hasta bien entrado el segundo siglo. Pero la gran mayoría
de eruditos, cristianos y no cristianos reconocen que la totalidad del NT
fue escrita en el primer siglo.
2.2.
Etapa de circulación (100-150 AD).
Este es el período en que los libros del NT circularon entre la mayoría de
las iglesias primitivas. Muchos de ellos, especialmente las epístolas de
Pablo eran ya reconocidas y circulaban entre las iglesias desde antes del
fin del primer siglo (2 P. 3:16). Sin embargo, dado el carácter de muchos
libros, no se dieron a conocer tan rápidamente. Aquí hay que recordar las
dificultades propias del período para hacer circular cualquier escrito. Por
un lado está la dificultad del transporte: era difícil hacer llegar un libro a
todos los rincones del Imperio Romano. Por otro lado estaba la dificultad
económica: hacer una copia “extra” de alguna carta era caro, el material
escaso y la escritura dificultosa. Además, hay que agregar la falta de
personal capacitado para la labor del copista. Los cristianos no tenían los
siglos de tradición en la ciencia de copiar y transmitir el texto sagrado que
tenías los judíos. Ni desarrollaron una casta especializada en esta labor.
Sin embargo, el tiempo que se llevó en poner en circulación todos los
libros del NT fue muy breve.
2.3.
Etapa de canonización o reconocimiento (150-200 AD)
En este período los cristianos empezaron a evaluar la literatura cristiana
existente para determinar con exactitud cuáles libros debían considerar
como canónicos. [1] Marción: Este personaje fue un hereje gnóstico de
mediados del siglo segundo. En realidad, él fue el primero en elaborar una
lista de libros “canónicos” según su criterio. Este pseudo–canon estaba
dividido en dos partes: “El Señor” (equivalente a los Evangelios) que sólo
incluía el Evangelio de Lucas; y “El Apóstol” que incluía 10 cartas
paulinas (excluyendo las Pastorales). [2] Montano: este personaje, también
a mediados del siglo segundo, pretendía darle carácter revelatorio y
autoritativo a sus experiencias espirituales. Él decía tener contacto directo
en el Espíritu Santo, por lo tanto, buscaba un reconocimiento divino a sus
palabras. Al contrario de Marción quien mutiló el texto, Montano lo quería
alargar. [3] Testimonio patrístico. Casi todos los Padres de la Iglesia
Primitiva citaron los libros del NT como autoritativos. Los Padres más
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 13
importantes de este período e incluso de antes son: Clemente de Roma,
Papías, Ignacio de Antioquia, Policarpo de Esmirna, Justino Mártir,
Clemente de Alejandría, Tertuliano, Ireneo, Orígenes y otros. Todos ellos
citaron los libros del NT como inspirados divinamente. La forma en que
citaban los libros del NT indica que para esta época prácticamente todos
eran reconocidos como inspirados y canónicos. [4] Libros rechazados del
canon del NT. El final de este período y algún tiempo después. La Iglesia
Primitiva vio la proliferación de libros cristianos pseudoepígrafos y herejes
que competían con los auténticos el derecho a pertenecer al canon. Al dar
un vistazo a la lista de libros, uno se sorprende por la cantidad de libros y
por el criterio que ejercieron los primeros cristianos. Estos libros se pueden
clasificar en “Evangelios”, “Hechos”, “Cartas”, y “Apocalipsis”. He aquí
algunos de ellos: Evangelios, unos 23 en total más o menos, “Según los
Hebreos”, “Según los Egipcios”, “Arábigo de la Infancia” (de Jesús),
“Armenio de la Infancia”, “Según Tomás”, “De Pedro”, “De Bartolomé”,
etc.; Hechos, unos 25 en total aproximadamente, “De Pablo”, “De Pilato”,
“De Juan”, “De Pedro”, “De Tomás”, “De Bernabé”, “De Santiago El
Mayor”, etc.; Cartas, unas 9 en total aproximadamente, (de Pablo) “a los
Laodicenses”, “a los Alejandrinos” (atribuida a Pablo), “de Tito”, “de los
Apóstoles”, “Tercera de Corintios”, etc.; Apocalipsis, aproximadamente
unos 11, “De Pedro”, “De Pablo”, “De Santiago”, “De Esteban”, “De
Tomás”, “De la Virgen”, etc. Hay otros libros que no caben dentro de estas
clasificaciones, pero que circularon mucho como: “Los Dichos de Jesús”,
“Asunción de la Virgen”, etc. Como podrá observarse, la tarea de los
primeros cristianos fue difícil. Por eso es sorprendente la unanimidad con
que se reconocieron los 27 libros del canon del NT.
2.4.
Etapa de ratificación (200-400 AD).
A partir del siglo tercero, el consenso de la Iglesia tocante a los libros
canónicos del NT era evidente. Las controversias son relativamente pocas
y no muy importantes. Los escritos de los Padres de la Iglesia confirman
este sentir unánime de la Iglesia. Sin embargo, hubo cierta duda con
respecto a la inclusión en el canon de Hebreos, 2 Pedro, 2 y 3 Juan y
Judas. En el caso de hebreos el problema principal era la identificación del
autor; en el caso de Judas el problema parecía de las citas que allí se hacen
de algunos libros apócrifos (en vs. 9 “Asunción de Moisés y en 14, 15 “El
Libro de Enoc”). Con 2 Pedro el problema era el estilo diferente de 1
Pedro. Con las epístolas de Juan era su carácter tan privado y personal. Sea
como fuere, las objeciones nunca se consideraron de tanto peso como las
hechas a los otros libros antes mencionados. Tanto es así que en el siglo IV
prácticamente la Iglesia procedió a ratificar oficialmente la lista de 27
libros ya reconocida desde el siglo II. En el año 363 se celebró un concilio
en Laodicea. Allí se hace referencia a los “libros canónicos”. En el 393 se
celebra un concilio en Hipona donde se reconoce provincialmente la lista
canónica. El concilio de Cartago en 397 da una ratificación oficial más
general de la lista canónica de 27 libros.
IX. Los libros apócrifos/Deuterocanónicos y Pseudoepígrafos:
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 14
1. Definiciones
1.1. Apócrifo: Esta palabra viene del griego y quiere decir “ocultar” y
significaba originalmente “oculto”, “secreto” o “escondido”. Este término
fue aplicado por primera vez por Cirilo de Jerusalem en el siglo IV y por
San Jerónimo en el siglo V a aquellos libros del canon griego (La
Septuaginta) que los judíos habían rechazado de su canon. Con el correr
del tiempo la palabra fue adquiriendo otro significado hasta llegar a ser
sinónima de “falso”, “espurio”, “dudoso”. Es así como se usa en la
actualidad especialmente en círculos protestantes. Aunque también en los
círculos católicos.
1.2. Deuterocanonicos: Este término es de origen eminentemente católico. A
partir del siglo XVI se empezó a emplear esta palabra para referirse a los
mismos libros que Jerónimo llamó apócrifos, es decir, los libros
adicionales al canon hebreo en la Septuaginta. El término literalmente
significa “pertenecientes a un segundo canon o a un canon secundario”.
Hoy día los propios biblistas católicos reconocen que esta designación es
poco afortunada porque, de hecho, rebaja la calidad de estos libros con
respecto a los demás. Muchos protestantes empiezan a usar el término
deuterocanónicos en lugar de apócrifos.
1.3. Pseudoepígrafos: Los católicos llaman apócrifos a los libros que los
protestantes llaman pseudoepígrafos. Los pseudoepigrafos son aquellos
libros que se atribuyen falsamente a grandes personajes bíblicos incluso en
el nombre mismo del libro, por ejemplo: “Evangelio de Pedro”, “Libro de
Enoc”, etc. Son libros que no pudieron haber sido escritos por el personaje
bíblico ya que su aparición es mucho tiempo después de la época de dicho
personaje.
2. La controversia sobre los deuterocanónicos
2.1. Razones para aceptarlos como autoritativos:
2.1.1. La inclusión de ellos en la Septuaginta.
2.1.2. El uso que los apóstoles hicieron de la Septuaginta al citar el AT
de ella en sus propios escritos. Así como la LXX incluía los
deuterocanónicos, de hecho, los apóstoles los aceptaban.
2.1.3. El uso que los primeros cristianos gentiles hicieron de la
Septuaginta confirma que ellos aceptaban los deuterocanónicos,
algunos como autoritativos. Entre ellos están: Ireneo, Tertuliano,
Orígenes, San Agustín, San Jerónimo. Atanasio los llamó libri
ecclesiastici (libros eclesiásticos), es decir, libros aceptados por la
Iglesia.
2.1.4. Los manuscritos griegos más completos y más antiguos los
contiene: El Códice Alejandrino, el Códice Vaticano y el Códice
Sinaítico. Estos son los manuscritos de mayor peso en la
evidencia textual del griego y datan de los siglos IV y V AD.
2.1.5. La Pesita, que es una traducción siria del siglo IV incluye los
apócrifos. Esta es una de las primeras versiones de la Biblia a un
idioma aparte del griego.
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 15
2.2. Razones para rechazarlos como canónicos:
2.2.1. El período profético. Los judíos de tiempos de Jesús y algún
tiempo después (Josefo) afirmaban que ningún libro escrito
después del período que terminaba con Artajerjes era considerado
como autoritativo. Esto lo confirma el concilio de Jamnia (90
AD).
2.2.2. El canon judío. Lo judíos nunca reconocieron estos libros como
parte de su canon.
2.2.3. División triple del canon hebreo. Filón, un judío alejandrino de
antes de Cristo, Cristo mismo y Josefo tiempo después dividen el
canon hebreo exactamente igual (Ley, Profetas y Escritos). Aquí
no hay lugar para la inclusión de los apócrifos/deuterocanónicos.
2.2.4. Ninguno de los libros deuterocanónicos son citados directa ni
indirectamente en el NT. Algunos dicen que hay alusiones (véase
Baez-Camargo Breve Historia del Canon bíblico, págs. 45-46). El
hecho innegable es que ni Jesús ni los apóstoles citaron los
deuterocanónicos en el NT.
2.2.5. Aunque los Padres de la Iglesia los citaron frecuentemente es
interesante notar que siempre hubo discrepancias entre ellos sobre
la autoridad y autenticidad de dichos libros. Por ejemplo,
Atanasio los llama Libri eclesiastici precisamente para
distinguirlos de los Libri canonici, es decir, los canónicos. En
otros palabras, para Atanasio, los libros apócrifos no son de la
misma calidad que los canónicos.
2.2.6. Jerónimo fue el que hizo la traducción de la Biblia al Latín en el
siglo IV y, aunque tradujo también los libros deuterocanónicos y
los incluyó en la famosa Vulgata Latina, él mismo no los
consideraba de igual valor que los demás. Su inclusión se debió
más que todo a presiones que recibió, principalmente de San
Agustín. Jerónimo, sin embargo, colocó los deuterocanónicos en
un bloque aparte de los demás libros con una nota aclaratoria. Allí
es donde Jerónimo hace uso de la palabra “apócrifos”. En esa nota
aclaratoria, Jerónimo dice que los libros apócrifos no son
considerados de igual valor y autoridad que los canónicos. El
reconoce el valor histórico religioso y literario de estos libros pero
no recomienda que se usen e la Iglesia al mismo nivel que los
demás.
2.2.7. Contienen doctrinas que contradicen la doctrina bíblica: [1]
justifican el suicidio (Macabeos); [2] se presenta la validez de la
oración por los muertos (Macabeos); [3] se presenta la limosna
como medio para expiar los pecados; [4] el fin justifica los
medios (matar para dar de comer a los pobres); [5] hay apoyo
para creer en supersticiones y magia.
2.2.8. La Iglesia Católica Romana los incluyó “oficialmente” recién
hasta el Concilio de Trento en 1546.
2.3. El valor y la importancia de los deuterocanónicos:
2.3.1. Bíblico-histórico. Estos libros fueron escritos después del año 400
a.C. y antes del nacimiento de Cristo. Por lo tanto presentan un
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 16
2.3.2.
2.3.3.
2.3.4.
cuadro histórico del pueblo judío en ese período llamado “de
silencio”. Ayudan a rellenar ciertas lagunas históricas,
especialmente en lo relacionado con el imperio griego y sus
conquistas en Palestina. En este sentido I Macabeos es el más
importante
Religioso. Estos libros presentan la situación religiosa del pueblo
judío en Palestina y fuera de ella. Por un lado se ve la casi total
eliminación de la idolatría entre el pueblo. También se puede
apreciar el trasfondo de los grupos o sectas judías como los
fariseos y saduceos. Es una buena descripción de la esterilidad de
la religión judía.
Literario. Estos libros también presentan el avance de la literatura
judía en general, tanto la religiosa como la histórica o la
sapiencial. Los libros de Sabiduría y Eclesiástico son los máximos
exponentes de la literatura judía de este período. Leer estos libros
hace pensar en el Eclesiastés y los Proverbios de Salomón, claro
está no son divinamente inspirados, pero presentan una imagen
del tipo de literatura que se escribía en ese tiempo.
Político. Íntimamente relacionado con el valor histórico está el
político porque se presentan las circunstancias y situaciones de
dominación griega sobre Palestina y las famosas guerras
macabeas de liberación. Esto ayuda a comprender el espíritu
rebelde, expectante y antirromano de los judíos de tiempos de
Jesús.
2.4. Los pseudoepígrafos:
2.4.1. ¿Cúales son? Es muy difícil determinar con exactitud cuáles son
los libros que los católicos llaman “apócrifos” y los protestantes
“pseudoepígrafos”, pero hay suficiente base para mencionar
algunos de ellos. Cabe mencionar que estos libros nunca fueron
aceptados por los judíos, por la Iglesia Primitiva, por la Iglesia
Católica y por la Iglesia Protestante. En otras palabras, todos
están de acuerdo en excluirlos del canon del AT así como se
excluyeron “naturalmente” los libros falsos del NT. Algunos de
los libros mencionados son: “Asunción de Moisés”. “Libro de
Enoc”, “Apocalipsis de Elías”, “Apócrifo de Jeremías”. Libro de
Janes y Jambres”, “El martirio de Jeremías” y otros.
X. Los evangelios gnósticos:
La polémica más interesante de los últimos días se ha centrado en los evangelios
gnósticos. Por un lado, Dan Brown en su novela de ficción El Código Da Vinci
afirma que el Evangelio de Felipe y El Evangelio de María Magdalena presentan a
“otro Jesús” muy distinto al de los evangelios canónicos del Nuevo Testamento. La
principal afirmación de Brown (no de los evangelios citados) es que Jesús se casó
con María Magdalena y tuvo descendencia con ella. Este hecho ha sido ocultado,
según Brown, por la jerarquía de la Iglesia Católica Romana a fin de proteger la
historia del Jesús de los evangelios canónicos. Por otro lado, el reciente lanzamiento
del descubrimiento del Evangelio de Judas ha causado revuelo porque también este
evangelio presenta “otra historia” distinta a la de los evangelios canónicos. Según
este evangelio, Judas no es un traidor, sino un héroe. Judas, según este evangelio, fue
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 17
el único discípulo que entendió las enseñanzas de Jesús. Varias preguntas saltan
delante nuestro ¿Son auténticos estos evangelios? ¿Enseñan la verdad acerca de
Jesucristo? ¿Deberían agregarse a la lista de libros del Nuevo Testamento? ¿Cómo
afectan a nuestra fe cristiana estos evangelios? Para comenzar debemos saber qué es
el gnosticismo y luego qué son los evangelios gnósticos.
1. El Gnosticismo
El gnosticismo es un movimiento religioso intelectual que surgió en los
primeros siglos de la Era Cristiana. Su nombre se deriva de la palabra griega
“gnosis” que significa conocimiento. Probablemente ya existían ideas gnósticas
en el primer siglo, en contra de las cuales escribieron algunos de los apóstoles
algunas de las epístolas del Nuevo Testamento (Colosenses, 1 Juan y Judas). El
gnosticismo era una mezcla de ideas provenientes de religiones orientales, de
religiones del mundo del Imperio Romano y del cristianismo. La idea
sobresaliente tiene que ver con el dualismo entre el bien y el mal; lo espiritual y
lo material. El bien y el mal son dos fuerzas con existencia propia que han
estado siempre. El bien se asocia con lo espiritual y el mal con lo material. La
consecuencia más directa en contra de la fe cristiana tiene que ver con el origen
del universo y la encarnación de Cristo. El universo es material, por lo tanto,
malo. El Dios que hizo el universo es un dios menor, llamado demiurgo, que está
contaminado con lo material. Jesucristo no pudo haber nacido y tomado carne
humana, porque se habría contaminado con lo material y sería malo. De aquí
surge una herejía antigua, llamada el docetismo. En contra de esta herejía
escribieron varios apóstoles y Padres de la Iglesia en los primeros siglos de la
Era Cristiana.
Según los gnósticos, Jesucristo salva no por su muerte y resurrección, sino
por su enseñanza de un conocimiento secreto. Quienes alcanzan ese
conocimiento se salvarán de este mundo material oscuro y pasarán a la luz del
mundo espiritual. Esta es la enseñanza principal que se encuentra en los
evangelios gnósticos. Por estas ideas y enseñanzas, y por otras razones
históricas, estos evangelios nunca fueron considerados como fuentes de la
doctrina cristiana, mucho menos como parte del Nuevo Testamento.
2. La Biblioteca de Nag Hammadi
En el año 1945 unos campesinos encontraron casualmente una vasija de
barro que contenía 13 volúmenes encuadernados en cuero con 52 documentos de
papiro. Están escritos en copto antiguo, un idioma de Egipto, pero
probablemente los documentos fueron escritos originalmente en griego. A este
hallazgo se le conoce como “biblioteca de Nag Hammadi” por el lugar donde fue
encontrada. Entre los documentos encontrados hay varios “evangelios”
supuestamente escritos por discípulos de Jesús. Los documentos encontrados
fueron fechados en los siglos segundo, tercero y cuarto de la Era Cristiana. El
contenido de estos evangelios es claramente de carácter gnóstico
2.1. El Evangelio de Tomás:
El Evangelio de Tomás es el más extenso de estos evangelios.
Probablemente fue escrito a finales del siglo segundo de la Era Cristiana
en griego. Por lo tanto, no pudo haber sido escrito por Tomás. Contiene
114 “dichos secretos” de Jesús que fueron escritos por Tomás el apóstol,
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 18
según lo dice el mismo documento. El evangelio no contiene ninguna
narración de la vida y ministerio de Jesús. No incluye nada con respecto a
la pasión muerte y resurrección de Jesús. Muchos de los dichos son eco de
lo que ya se enseña en los evangelios canónicos, pero otros son diferentes
y reflejan ideas gnósticas. Hay algunas personas que están abogando para
que El Evangelio de Tomás sea admitido como parte del canon del Nuevo
Testamento, pero no hay comparación alguna entre el contenido de los
evangelios canónicos y este evangelio. Por ejemplo, el dicho 114 dice lo
siguiente: Simón Pedro les dijo: “¡Que se aleje María de nosotros!, pues
las mujeres no son dignas de la vida”. Dijo Jesús: “Mira, yo me
encargaré de hacerla macho, de manera que también ella se convierta en
un espíritu viviente, idéntico a nosotros los hombres: pues toda mujer que
se haga varón, entrará en el reino del cielo”. Con estas palabras termina
este evangelio.
A Tomás también se le atribuyen otros documentos como El Evangelio de
la infancia de Jesús, que se hizo famoso hace unos 20 años, cuando se
produjo una película basado en él, donde se resaltaba la vida de Jesús en
los años de infancia. Este evangelio ha dado lugar a muchas leyendas,
sobre todo en el mundo católico romano, pero ni siquiera la Iglesia
Católica Romana ha pretendido que este documento forme parte del Nuevo
Testamento.
2.2. El Evangelio de Felipe:
El Evangelio de Felipe se ha hecho famoso porque Dan Brown lo cita en
su novela El Código Da Vinci poniendo en boca del “experto” Leigh
Teabing la afirmación de que, según este evangelio, Jesús se casó con
María Magdalena. Este evangelio es parte de la colección de la biblioteca
Nag Hammadi y se desconocía su existencia hasta su descubrimiento en
1945. El contenido de este evangelio difiere del de Tomás en que no es
una colección de “dichos secretos” de Jesús; difiere de los evangelios
canónicos en que no es narrativo. Este evangelio contiene una colección de
127 reflexiones místicas de corte gnóstico basadas en supuestos sermones,
discursos y meditaciones atribuidas a Felipe, el discípulo de Jesús. El
evangelio nunca afirma el matrimonio de Jesús con María Magdalena. Lo
que hace Dan Brown es especular malintencionadamente con un pasaje del
evangelio en donde se dice que María Magdalena era la “compañera” de
Jesús y que Jesús la besó. Según Brown en boca del “experto” Teabing,
compañera significa esposa en el idioma arameo, pero ¡el evangelio se
escribió en copto, probablemente traducido del griego!, donde
“compañera” significa simplemente “asociada”, “amiga” y “compañera”.
En todo caso, el hecho de que este evangelio diga esto no significa que sea
verdad.
El Evangelio de Felipe tampoco pudo haber sido escrito por Felipe, el
discípulo de Jesús, porque data de finales del segundo siglo lo más
temprano y quizá del siglo tercero o cuarto lo más probable. El v. 21 de
este evangelio es particularmente importante, porque niega la resurrección
histórica de Jesús y señala de estar equivocados a aquellos que así lo
afirman.
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 19
2.3. El Evangelio de María Magdalena:
El Evangelio de María Magdalena fue escrito supuestamente por María
Magdalena. No se conserva un documento completo de este evangelio,
solamente fragmentos del mismo (unos en griego y otros en copto). El
contenido es igualmente gnóstico y se trata mayormente de enseñanzas de
ánimo y consuelo que María da a los discípulos de Jesús, basadas en una
revelación especial que ella recibió de Jesús poco después de la
resurrección. Este evangelio, aunque comparte las ideas gnósticas de los
demás evangelios gnósticos, difiere un poco al exaltar a María Magdalena,
una mujer, algo poco común en el gnosticismo clásico. Probablemente este
evangelio refleja una variante del gnosticismo de aquella época. Este
evangelio tampoco dice nada con respecto al matrimonio de Jesús con
María Magdalena. En todo caso, se resalta una relación especial
“espiritual”, porque Jesús le revela a ella algo que no les revela a los otros
discípulos. De nuevo, el hecho de que este evangelio diga esto no lo hace
una verdad histórica.
El evangelio no pudo haber sido escrito por María Magdalena por las
mismas razones ya expuestas arriba, es decir, data del siglo tercero cuando
mucho. Tampoco apoya las ideas del matrimonio de Jesús.
2.4. El Evangelio de Judas:
El Evangelio de Judas es el último en darse a conocer, recién en este año
2006. La novedad es que el contenido de este evangelio exalta a Judas
Iscariote como el discípulo más adelantado y entendido de todos.
Solamente Judas entendió completamente la enseñanza de Jesús y esa fue
la razón por la cual él entregó a Jesús a las autoridades judías para ser
juzgado. Según este evangelio Judas le hizo un favor a Jesús, no lo
traicionó. Este evangelio sí contiene elementos narrativos, pero solamente
en relación con los diálogos que Jesús sostiene con sus discípulos en los
cuales siempre sobresale Judas como quien entiende bien las enseñanzas
de Jesús. Las enseñanzas del evangelio incluyen cosas como las siguientes:
el reino celestial de Barbelo, de donde vino Jesús, los 72 cielos, los 360
firmamentos y la confusa cantidad de dioses y semidioses que los habitan.
Es curioso que estos datos no se dieron a conocer en la presentación
pública del Evangelio de Judas.
Es obvio que la National Geographic Society tenía un interés
mercadológico y económico en la presentación de este evangelio. Se dio a
conocer en la semana santa del año 2006. Se presentó como la otra cara de
la verdad acerca de Jesús y de Judas, como si hubiera otra cara. Este
evangelio tampoco pudo haber sido escrito por Judas, porque data del siglo
tercero o cuarto de la Era Cristiana. Se trata simplemente de otra muestra
clara de la literatura gnóstica que floreció en los siglos segundo, tercero y
cuarto de la Era Cristiana y que fue rechazada por la Iglesia cristiana
primitiva, precisamente porque no enseñaban la verdad acerca de Jesús ni
de la fe cristiana.
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 20
2.5. ¿Son auténticos estos evangelios?
En un sentido, todos estos documentos son auténticos, porque son
documentos antiguos que pertenecen a la época primitiva de la Iglesia
cristiana (siglos II, III y IV). Por lo tanto, sí se trata de documentos
históricos que fueron escritos en esos primeros siglos. En el sentido más
estricto no son documentos auténticos, porque no fueron escritos por los
discípulos de Jesús, como pretenden ser. Aunque lleven el nombre de
algún discípulo de Jesús como su autor, en realidad ninguno de estos
evangelios se escribió en el siglo primero y ninguno de los discípulos de
Jesús pudo haberlos escrito. En este caso, formarían parte de los escritos
pseudoepígrafos.
2.6. ¿Enseñan verdades correctas acerca de Jesús y la fe cristiana?
A excepción del Evangelio de Tomás, que incluye varios dichos de Jesús
que hacen eco de las enseñanzas de Jesús de los evangelios canónicos, los
demás enseñan cosas totalmente diferentes, desviadas y contrarias a las
enseñanzas de Jesús, incluyendo al Evangelio de Tomás. Todos estos
evangelios comparten las siguientes enseñanzas gnósticas alejadas de la fe
cristiana: [1] Dios y la creación. Estos evangelios uniformemente niegan
una relación entre Dios y el mundo. La Creación está sujeta a la
imperfección y al mal, mientras que Dios es perfecto y por lo tanto no
puede relacionarse con la creación. Esta enseñanza va totalmente en contra
de lo que Biblia enseña al respecto. [2] La humanidad y divinidad de
Jesús. La tensión entre Creador y creación (llamada dualismo) pone un
problema para la encarnación de Jesús. Los gnósticos dicen que Jesús fue
solamente divino sin asumir la humanidad o que simplemente fue un ser
creado. [3] Redención de la humanidad. Es el mismo problema del
dualismo. Según los gnósticos solamente el alma se salva, ya que el cuerpo
es materia y por lo tanto, malo. [4] Pecado y conocimiento. La salvación
viene no a través de la obra de Jesucristo en la cruz, sino a través del
conocimiento. La salvación consiste el liberar el alma del cuerpo, donde
está aprisionada.
2.7. En conclusión
Los evangelios gnósticos son cualquier cosa menos evangelios. El
evangelio es la buena noticia. Esa buena noticia es la persona misma de
Jesús, su vida, su ministerio, sus milagros, sus enseñanzas y, sobre todo, su
pasión, su muerte y resurrección. Ninguna de estas verdades se encuentra
en los evangelios gnósticos. No hay razón para llamarlos evangelios.
Mucho menos para considerarlos parte del Nuevo Testamento.
XI. Elementos conclusivos:
1. Primeramente, un cristiano latinoamericano puede sentirse, en algún momento,
desligado de las preocupaciones y luchas de esta historia. Sin embargo, como
parte de la tradición cristiana de veinte siglos, existe varias maneras en las que se
puede aplicar este importante tema doctrinal a América Latina. En primer lugar,
Formación del Texto Bíblico: Canon y Canonicidad, pág. 21
es obvio que el canon es algo ya recibido para los cristianos de este continente.
Prácticamente, todas las discusiones teológicas y pastorales tienen como punto
de partida este hecho. Más aún, los evangélicos latinoamericanos han mostrado
ser muy conservadores en cuanto a la doctrina de la Biblia. En estas tierras, aún
es autoritativo decir “la Biblia dice”, aun y cuando lo que se diga a continuación
responda a una hermenéutica o una teología equivocada. Sin embargo, puede
decirse que las escrituras han sustituido a la opinión de los padres como
autoridad.
2. En segundo lugar, las Escrituras son la autoridad indiscutible para la iglesia. El
repaso de la manera en la que se formó deja el reto de edificar la doctrina y la
práctica sobre él. Produce agradecimiento hacia aquellos que lucharon para que
la Palabra viva y única de Dios fuese entregada como un depósito valioso a favor
de la iglesia de todos los tiempos. Como se ha visto, Dios confió su revelación a
hombres que debían administrarla con miras a la salvación de los pecadores.
Diversas circunstancias se presentaron. Diversas ideas se promulgaron y
discutieron. Diversos autores hablaron. Sin embargo, una verdad teológica y
práctica permanece en pie: “La Palabra de Dios permanece para siempre”.
¡Gracias a Dios!
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