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Guillermo Celci Stand Up

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STAND UP
Técnicas, ideas y recursos para armar tu
monólogo humorístico
Guillermo Selci
Galerna
Selci, Guillermo
Stand up : técnicas, ideas y recursos para armar tu monólogo humorístico . – 1a ed. – Ciudad Autónoma de Buenos
Aires : Galerna, 2015.
E-Book.
ISBN 978-950-556-000-4
1. Humor Argentino. 2. Teatro. I. Título
CDD A867
A Hugo
Índice
Dedicatoria
Agradecimientos
Se dice de mí
Introducción
1. Capítulo 1. Armando el primer monólogo
2. Capítulo 2: Armado de chistes
3. Capítulo 3. Puliendo
4. Capítulo 4. El día del show
5. Capítulo 5. Mejorando
6. Capítulo 6. Trabajo con el público
7. Capítulo 7. Fracasos
8. Capítulo 8. Problemas frecuentes
9. Capítulo 9. En la mente del cómico
10. Capítulo 10. Carrera
11. Capítulo 11. Eventos
12. Capítulo 12. Formas de promocionarte
13. Capítulo 13. Fuentes de trabajo
14. Capítulo 14. Legales
15. Apéndice 1. Cómo contar chistes
16. Apéndice 2. Cómo ponerle humor a un discurso
17. Apéndice 3. El presentador
18. Apéndice 4. Improvisación con el público
19. Apéndice 5. El guionista
A modo de cierre
Agradecimientos
A Ezequiel Hara Duck, aliado incondicional, por aconsejarme e incentivarme tantas veces.
A Gabo Grosvald por criticar el libro a tiempo, obligarme a comprar una netbook y
bancarme a full.
A Alejandro Angelini, mi maestro.
A Dalia Gutmann, Seba Wainraich, Cabito, Rudy, Malena Pichot y Gabriel Schultz por
leer, comentar y ponerle la mejor onda al libro.
A Adriana, que me bancó y ayudó en todo el proceso de locura, escritura y edición.
A Daniel Niborski, que apareció cuando menos lo esperaba; a Salvador Biedma por su
dedicación y paciencia; a Tamara Sternberg por confiar siempre.
A Roberto Cartes por las fotos. A Hernán Heyman por sus aportes e ideas.
A Ana Carolina por su master en M.C.
A Hernán Cardinale por ayudarme con los dibujos.
A Damián Selci, que corrigió el texto y lo hizo más legible y más ágil.
Se dice de mí
SEBASTIÁN WAINRAICH
Selci escribió un libro. Sí, el mismo Selci que conocí en 2003 en el taller de stand up que
dictaba Martín Rocco. Cuando ese año llegó a diciembre, nos subimos a un escenario para
mostrar qué habíamos aprendido. Éramos trece alumnos y nos ovacionaron los familiares
y amigos de cada uno.
Yo sabía que en una segunda función vendría la vida real: desconocidos con deseos de
reírse de verdad. Pero mis deseos, ¿cuáles eran? ¿Subirme otra vez al escenario? No lo
sabía.
Selci me llamó por teléfono, nos citamos en un bar de Scalabrini Ortiz y Santa Fe y,
con un entusiasmo sorprendente y una paciencia paternal, me explicó por qué debíamos
reincidir. Me convenció de que mi deseo era subir al escenario. Y ahí fuimos.
Nos enfrentamos a salas vacías, semivacías. También a salas llenas, pero otra vez de
familiares y amigos. Escuchamos silencio, toses incómodas, risas piadosas. Tuvimos
angustias y frustraciones.
De a poco, como en una película cursi estadounidense sobre la universidad,
empezamos a pasarla bien, a disfrutar, a necesitar subirnos al escenario. Para eso,
escribimos, ensayamos, vimos a monologuistas de todo el mundo, llevamos encendidas
antenas detectoras y anotamos todo aquello que suponíamos que podía ser el germen de
un pequeño texto.
Ahora estamos en 2012. Cada uno tomó su camino y se puede decir, por lo menos,
que sobrevivimos. Y Selci escribió un libro. Lo leí. Y a mí, como aquella vez en Scalabrini
Ortiz y Santa Fe, volvió a convencerme de mi deseo de subir a un escenario.
DALIA GUTMANN
¡Al fin un comediante se sienta a escribir un libro sobre stand up!
Dedicarse a la comedia supone un aprendizaje que no termina nunca: cuando creés
que la tenés «re clara», siempre pasa algo que te demuestra que «te falta mucho». Sin
embargo, con los años de experiencia se van entendiendo algunas cosas.
Guillermo Selci es uno de los comediantes más experimentados de Argentina. Está
entre los humoristas con más funciones en su haber y es uno de los más inquietos.
Constantemente quiere experimentar cosas nuevas (escenarios extraños, ropa rara,
desafíos que para cualquiera serían una locura). Lleva siempre su libretita y su birome
para anotar cada una de las «pavadas» y «genialidades» que le salen de la cabeza. Está
dispuesto a correr riesgos, a decir que sí, a tirarse a la pileta.
En este libro cuenta todo lo que aprendió de su experiencia como comediante. Es
muy generoso compartir lo que uno sabe. En el mundo de la comedia, no todo es risas y
buena onda. Hay que trabajar seriamente y con esfuerzo y Guille es un ejemplo de eso.
MALENA PICHOT
Gracioso se nace, no se hace. Pero, si usted sabe que puede hacer reír, en este libro
encontrará las bases del stand up que le darán una estructura para animarse, de una vez
por todas, a escribir. Además, Selci da muy buenos consejos relativos a las presentaciones
en vivo y a aquello que va más allá de la organización de un monólogo, consejos que sólo
puede dar alguien que se mueve en el género desde hace años… y como nadie.
CABITO MASSA ALCÁNTARA
Creo que no hay mejor piropo para un material bibliográfico que el que voy a hacerle a
esta publicación. Es un libro para leer en el baño, lugar donde conocí al autor y donde él
me dedico las primeras palabras que intercambiamos, una pregunta casi existencial, a la
cual aún no sé responder: ¿Qué mirás?
GABRIEL SCHULTZ
Estamos en presencia de un verdadero manual del humor, un libro absolutamente
inesperado: nadie jamás esperó un libro así. Hordas de humoristas se levantan en armas
para protestar por la aparición de sus secretos más íntimos plasmados en estas páginas.
Por eso, amigo lector, prepárese para ser el alma de las fiestas mientras los que quieren
dedicarse al humor encuentran aquí las razones para emprender otras carreras.
RUDY
Guillermo Selci, uno de los mejores comediantes argentinos de la actualidad, transmite
con generosidad su experiencia tanto para escribir como para interpretar monólogos de
humor. Éste es un libro práctico, directo, sin verso, para todos los que quieren «saber de
qué se trata» la profesión de hacer reír a otras personas.
Introducción
TENGO
¿
SENTIDO DEL HUMOR?
Cuando empezamos en esto, es natural que nos preguntemos si tenemos sentido del
humor; o sea, si podemos ser cómicos.
Si te reís, significa que tenés sentido del humor. Es algo que viene de fábrica. Claro
que el sentido del humor puede ser bueno o malo, abundante o escaso.
Si llegaste a este libro y realmente te gustaría estar arriba de un escenario haciendo
reír, vamos por el buen camino.
Este libro no va darte más sentido del humor del que tenés, pero te va a servir para
que lo mejores, lo pulas, lo concentres y lo pongas en un monólogo listo para ser llevado a
escena.
El cómico no es cómico las veinticuatro horas del día. Simplemente, tiene un trabajo
que debe cumplir lo mejor posible cuando está arriba del escenario. Hay mucha gente que
es (o se cree) cómica en la vida, pero eso no significa que tenga voluntad, disponibilidad o
ganas de hacer humor arriba de un escenario. Al mismo tiempo, existen personas muy
parcas o serias en la vida cotidiana, pero que resultan excelentes comediantes sobre un
escenario.
El armado de humor requiere trabajo, el trabajo con tu sentido del humor. De ahí en
más, es elección tuya la utilidad que quieras darle a este libro: hacer una carrera de
cómico, ser un cómico amateur o simplemente ponerle un poco de humor a la vida.
NECESITO
¿
FORMACIÓN ACTORAL PREVIA?
No. Los cómicos de stand up vienen de ámbitos muy diversos: hay abogados, médicos,
vendedores, locutores, amas de casa, secretarias, vagos varios (éstos abundan), etcétera.
Tener formación actoral o artística previa tal vez ayude, pero esa experiencia te
acostumbra a ciertas estructuras (como la cuarta pared o determinada sobreactuación
teatral) que pueden quitarle naturalidad al monólogo.
El stand up es actuación, pero no tiene que parecer actuado. Tiene que verse casual,
espontáneo. Debe darse la impresión de que uno es un tipo que subió a escena a contar lo
que le pasa. Puro humor de identificación. El que está en el público quiere ver a alguien
como él.
En este libro vamos a ver los trucos y las técnicas para que un monólogo parezca el
discurso de un tipo común que pasó por el escenario a decir lo suyo.
Capítulo 1. Armando el primer monólogo
FUENTES
DE MATERIAL
Cuando empezás a escribir material, tal vez te preguntes: ¿de qué puedo hablar yo, qué
tengo para decir, qué puedo decir de gracioso?
Antes que nada, dejame decirte que tenés un gran material: vos misma/o. Tu vida, tu
familia, tu trabajo, tu esposa/o, novia/o, tu soledad, tu asco por el mundo, tus defectos…
En definitiva, todo lo que quieras decir puede dar el puntapié inicial a tu monólogo. En un
principio, no tiene por qué ser interesante; de eso nos iremos encargando después.
A la gente no necesariamente le tiene que «interesar» el tema del que estás
hablando. Tampoco es preciso que conozca algo de eso. Lo interesante, en realidad, es
cómo ves las cosas vos; o sea, tu punto de vista. El público no fue a verte para que le
ofrezcas grandes reflexiones acerca del mundo. Simplemente quiere reírse de tu miedo a
las palomas, del fastidio que te genera tu pareja o de cualquier otro aspecto trivial de tu
vida. Lo importante no es tanto el «qué», sino más bien el «cómo» decís las cosas y
«cómo» te tomás a vos mismo. En este libro, nos vamos a ocupar de que esas cosas
simples (o complejas) que te pasan se transformen en material de comedia.
CERO
CULPA
No es el eslogan de un yogur, es la forma en que conviene encarar un tema. Quizá
pienses: si critico a mi mamá o a mi pareja, puedo dañarlos o hacerlos sentir mal en caso
de que me vengan a ver. Vamos a dejar esto de lado por ahora.
Primero, quedate tranquilo porque no todo lo que escribas debe necesariamente ir a
escena (ya verás qué va y qué no). En el proceso creativo, es necesario no reprimirse.
Tenés que sacar lo peor de vos, ser despiadado sin que te importe nada. No hay peligro:
sólo estás escribiendo un papelito que, por el momento, no va a ver la luz. Y ese papelito
puede servirte como disparador para tu monólogo.
El humor suele salvar todo… o casi todo. Hay muchas cosas que uno no se atrevería a
decir seriamente, pero que en el contexto escénico quedan amortiguadas. Voy a poner un
caso personal. He dicho barbaridades de mi familia en distintos monólogos. Si hubiese
pronunciado la mitad de esas frases en una reunión familiar, habríamos terminado todos
a las trompadas. Esas atrocidades, lanzadas arriba del escenario, no sólo no ofendieron a
mis familiares, sino que les causaron mucha gracia.
A la gente le gusta ser protagonista de una parte de tu monólogo y ve con cierto alivio
que las miserias que condenan a una familia hacen reír a una platea. Salvo que seas
demasiado cruel, no creo que nadie se ofenda. Y menos cuando comprueben que tus
comentarios hirientes son muy bien recibidos por el público. Incluso puede que tus
verdugos (padres, madres, abuelos, tíos, hermanos, amigos, maridos, esposas) te aporten
nuevo material después del show, sea por cariño o por venganza.
LA
PRIMERA VÍCTIMA: VOS
La mayoría de los chistes tienen una víctima (gallegos, borrachos, locos, suegras,
etcétera), por lo que aconsejo que la primera víctima de tu monólogo seas vos. Cuanto
más autocrítico resultes, más empatía vas a encontrar con el público y más querible vas a
verte.
En caso de que no tengas demasiados defectos interesantes, fijate de presentarte
como víctima de las costumbres que tiene una persona conocida o cercana. Además, se
puede relacionar cualquier rasgo de alguien con la situación de uno.
Por ejemplo, si tu viejo tiene el hábito de martillar los sábados a la mañana con la
radio AM a todo volumen que pasa publicidades de Bardahl, sos vos el que está
padeciendo esa situación en el momento en que la contás. Si a un amigo le gusta hablar
de cosas escatológicas justo cuando le estás presentando a tu nueva y recatada novia, vos
sos la víctima.
Castigate un poco en el arranque. Eso va a generar amistad con el público. Después,
te va a seguir adonde vayas.
VERDAD
Partí de una opinión real, tuya. Centrate en los detalles y desde ahí hablá con tus
fundamentos. La verdad de lo que decís es el alma de tu monólogo y forma parte de tu
actitud. No importa si el público está «de acuerdo»: es tu verdad y listo. No se discute y,
además, genera interés. En definitiva, tu punto de vista es el rasgo que te hace distinto.
No pienses en decir cosas graciosas: decí las cosas con gracia.
Es importante que te centres en esto. Te va a ayudar mucho en funciones difíciles. Si
el público no se ríe, por lo menos vas a tener de dónde agarrarte. Si tu monólogo tiene un
fundamento propio, personal (o sea, si lo decís como algo tuyo y no de otro), vas a
transmitir mejor que si recitás un texto gracioso que te resulta ajeno.
Hay una regla en ventas: no podés convencer a alguien de algo de lo que no estás
convencido. Incluso los grandes mentirosos gastan más energía en pronunciar frases
falsas que en decir la verdad.
Va un ejemplo. Tengo un material en el que hablo de ir al gimnasio. Creo que no hay
cosa que más deteste en la vida que ir al gimnasio. He ido y he sufrido horrores y en cada
presentación trato de transmitir mi espanto gimnástico. Por supuesto, puede ocurrir que
entre el público haya forzudos que opinen distinto, pero, si transmito mi odio tal como es,
seguramente les resulte entretenido escucharme. Ya con esto se genera una buena base
para empezar a darlos vuelta: les guste o no le que decís, te estarán prestando atención.
TÉCNICAS
PRIMERO
DE ESCRITURA:
PROCESO
CRÍTICO VS.
PROCESO
CREATIVO
ESCRIBIR, DESPUÉS CORREGIR
Para encarar la hoja en blanco, conviene tomar la siguiente actitud: escribir cualquier
cosa, absolutamente cualquier cosa sobre el primer asunto que te venga a la cabeza. Las
ridiculeces que se te ocurran. Cualquier pavada. No esperes que salga «el» chiste ni una
genialidad.
Insisto: lo que se te ocurra, lo que se te pase por la cabeza. Lo más importante: no
trates de ser gracioso de entrada. Si el chiste surge, no lo reprimas, pero no te desesperes
por poner algo cómico. La presión te puede bloquear.
Uno de los errores más grandes consiste en confundir el proceso creativo con el
proceso crítico. Estás escribiendo un montón de estupideces que nadie va a leer, así que
seguí adelante. Llená por lo menos dos o tres carillas con frases impresentables. Estás
creando, no exponiendo.
Una vez que tengas algunos párrafos, ponete a leerlos. Es muy probable que parte de
la basura que juntaste no sea del todo inútil. Hasta puede ocurrir que, sin darte cuenta,
hayas delineado buenas ideas para chistes. Además, no olvides que esto es un monólogo.
Su comicidad depende de cómo lo digas.
Lo que vamos a hacer ahora es pulir, retocar, agregar. En síntesis, corregir lo que te
parezca que está mal.
Para que te des una idea de la importancia de la corrección, tomemos una canción
que te guste mucho. ¿Vos pensás que el artista se sentó con la guitarrita y enseguida le
salió? ¿Con arreglos, acordes, ritmo, letra, así como la escuchás? Cuando George Martin
conoció a los Beatles, se sorprendió al ver que estos músicos no tenían más que pedacitos
sueltos de canciones, desprolijidades sin sentido, melodías inconclusas. Con eso (o sea,
con lo que había), puso manos a la obra. Y les fue muy bien a todos.
Así que tenés que tomar una base, no importa si no es muy buena, y empezar a pulir,
tocar, modificar, agregar, ir mejorando eso. A veces, ni siquiera tanto: la gente también
valora lo imperfecto, lo que suena natural.
Es mucho más fácil extender un material que ya escribimos o retocar alguna basura
vieja que encarar una pantalla en blanco esperando que se nos ocurra una genialidad.
Andrew Cavanagh (un especialista en métodos para abordar el trabajo artístico)
revela dos secretos para la escritura:
SECRETO #1: No confundir el proceso creativo con el proceso crítico.
SECRETO #2: Escribir bien es, sobre todo, retocar.
MAPEO
MENTAL
El mapeo es un buen juego para encarar la hoja en blanco; sobre todo, en esos días que no
se te ocurre nada. ¿Cómo funciona?
Colocá una hoja apaisada y en el centro poné un círculo con el tema sobre el cual vas
a escribir. De ahí, empezá a sacar subtemas o satélites que giren en torno a ese tema
principal.
Después, andá un poco más lejos y derivá temas a partir de cada subtema.
Por ejemplo:
MADRE
Subtemas: Culpa, Tetas, Abrigo, Comida.
Estos subtemas deben tener otros subtemas:
Culpa: Freud, análisis, diván.
Comida: cocina, mercado, fritura.
Cuando tengas esto más o menos armado, casi un sistema solar, cada planeta con sus
satélites, buscá alguna relación entre los distintos ítems.
Tema principal: Madre
Subtema: comida
Subtema: tetas, leche
Subtema: pezones, sopapos, etcétera.
Estas relaciones te van a ir generando premisas interesantes:
Cada vez que tomo leche, me acuerdo de los sopapos de mi vieja.
Veía en sus pezones los ojos de mi madre.
Me peleé con mi analista: con la vieja no se jode.
Con esas premisas, tenés allanado el camino al chiste. El mapeo mental no te va a dar
el chiste, pero va a servir para que generes buenas premisas.
Ojo: El mapeo suele resultar bastante distractivo. Usalo como una referencia, como
un punto de partida. Puede servirte de ayudamemoria o darte orientaciones cuando estás
escribiendo, pero es un sistema sobrevalorado.
Uno de los engaños más comunes para el comediante es: «Uy, mirá qué divertido es
hacer un monólogo: ponés circulitos con temas, sumás flechitas, después los juntás y
después…». Después de armar esto, en realidad, lo único que tenemos es una página llena
de circulitos.
El mapeo mental representa un buen punto de partida para conseguir puntas y, si
combinás diferentes ramificaciones, vas a encontrar algunas relaciones interesantes, pero
para que aparezcan los chistes tenés que escribir.
ACTITUDES
BÁSICAS DEL
Hay cuatro actitudes básicas para el stand up. Aquello de lo que hablás te resulta:
Raro.
Estúpido.
Difícil.
Aterrador (te da miedo).
Ésas son las más comunes, pero hay otras que incluso tienen mayor utilidad para
encarar un tema:
Amo…
Me encanta/n…
Odio…
Me da/n asco…
La actitud para plantarse frente a un texto es fundamental. Le da ilación y coherencia
a tu monólogo. Es parte de la verdad de lo que sea que vayas a decir y por eso le agrega
consistencia.
Elegí un tema del que quieras hablar y una actitud. Es bueno combinar premisas con
ciertos temas sobre los que la gente está acostumbrada a oír un discurso lineal. Por
ejemplo, si empezás diciendo «Me da asco el sexo…», enseguida vas a captar la atención
del público porque no es lo que espera.
Las premisas sirven para hacer frente a una hoja en blanco; si no estás bloqueado, no
te van a hacer falta.
Mantené la actitud en el tema. Si no, vas a desorientar al público o vas a caer en
contradicciones que reduzcan la importante cuota de verdad. Podés combinar actitudes
complementarias; por ejemplo, decir «es estúpido el llavero…» y después pasar a «es
raro…»; en cambio, si pasás a «me encanta…», vas a confundir al público por más que el
chiste sea bueno.
La actitud en el monólogo es tácita. Se enuncia cuando empieza un tema y después se
mantiene sin necesidad de reafirmarla. En caso de que plantees un cambio de actitud, lo
mejor es trasmitirlo: «tal cosa me parece una estupidez, bla, bla, bla», pero «a la vez me
asusta eso porque bla, bla, bla». Tampoco es imprescindible aclarar la actitud al principio;
a veces, con el énfasis alcanza.
Todo tema en tu monólogo implica una actitud. Cuando no puedas rematar bien,
buscá ahí: la actitud puede ayudarte a sustentar la idea y darte un remate de actuación.
MATEMÁTICAS
DEL CHISTE
El chiste es la unión de tres ideas: una primera idea se junta con otra y las dos generan
una tercera, que remata.
Así como el mago saca un conejo de donde nadie lo espera, vos sacás una reacción o
un remate de donde la gente no se había imaginado.
El tema y la actitud te dan la premisa: «Son estúpidos los cumpleaños de quince
porque…». A partir de eso, desarrollás una idea que, si pulís y pulís, se convertirá en un
chiste.
Actitud + Tema = Premisa
Cuando hacés énfasis en la actitud con relación a un tema, salen muchos remates de
actuación (o act out). Al ponerte a actuar sobre lo ridícula o estúpida que te parece una
situación, ya le estás dando un remate.
Premisa + Actuación = Remate
Recordá que lo que digas debe tener valor de verdad. La verdad (aunque sólo sea
tuya) es la base de la actitud.
PREMISAS
VERDADERAS: UNIVERSAL Y CREÍBLE
Cuando estás armando las premisas (o sea, el pie del chiste), sé lo más universal que
puedas: no hables para un ghetto, buscá algo que entienda la mayoría. Mientras más
universal sea tu premisa, más amplio será tu público.
La premisa, además, debe ser creíble. Muchas veces, en la vida cotidiana, contamos
anécdotas desopilantes que no causan gracia porque, aunque son verdaderas, no resultan
creíbles. Hasta que no te crean, no se van a reír. Entonces, tenés que concentrarte en lo
que estás diciendo y no distraerte pensando en el resultado.
La credibilidad es muy importante al encarar el público. Por más que nuestra actitud
sea perdedora, absurda, o alocada, la credibilidad permite que el discurso resulte firme y
convincente.
CUADRO
DE REFERENCIAS
Si te gusta ponerte a escribir todo lo que se te ocurra, te va a ser útil manejarte con
referencias. Podés abrir un temario en el ángulo superior de la hoja. Por ejemplo, si el
tema sobre el cual vas a escribir es «Autógrafos», en el recuadro ponés:
Fans
Locas
Ídolos
Birome
Ricky Martin
Los Beatles
Papel
Firma (subtemas: Cheques y Pagarés)
Dedicatoria
Autógrafos en pechos, colas, etcétera
Fotos
Afiches/Pósters
Estas referencias te van a resultar muy útiles cuando sientas que la birome se detiene
o cuando quieras encarar algo en particular. También serán útiles para no desviarte del
tema si tenés que guionar un monólogo sobre algún asunto que te encargue un programa
de radio, de televisión o una empresa. Obviamente, si el texto es para vos, no hay
problema con que empieces hablando de los autógrafos y termines monologando sobre la
vida en Marte, pero, cuando es a pedido, tenés que ceñirte a un tema.
LIBRETITA
Llevá una pequeña libreta en tu bolsillo. Si no, pueden cumplir la misma función una
servilleta, un ticket, un boleto, cualquier papel. Escribí todo lo que se te ocurra: todo sirve.
En algún momento de la semana, pasá todas esas ideas a un cuaderno. Importante:
tratá de ir opinando sobre cada una. Seleccioná las que más te gusten, buscales un remate
y sumalas a tu monólogo. Nunca sabés cuándo puede aparecer la comedia.
Si no anotás las ideas cuando vienen, se vuelve peligrosamente probable que después
no te las acuerdes. No confíes en tu memoria.
Este sistema también te sirve si no te gusta mucho «sentarte a escribir» y preferís la
creación desordenada y espontánea. Ir escribiendo un poco todos los días en la libretita y
volcar cada semana el contenido al cuaderno favorece, sin duda, la creación.
Tampoco acumules: si en algún momento no pasás tus ideas a un papel definitivo,
vas a terminar teniendo un montón de ideítas inclasificables con las que difícilmente
encuentres algo que hacer, excepto dejarlas de lado.
CARICATURA
DEL TEXTO
El armado del monólogo es básicamente una caricaturización de lo escrito. Los
caricaturistas toman una cara y exageran ciertos rasgos: cuando el modelo es un poco
narigón, le hacen una nariz enorme; cuando tiene los dientes salidos, terminan dibujando
un conejo. Apliquemos el mismo criterio con nuestro texto. Una vez que tengamos la
base, vemos cómo le ponemos gracia a lo que escribimos.
No hay que reprimir los chistes que te parezcan obvios o fáciles. Primero, puede
ocurrir que sean obvios para vos, pero no para los demás. A lo mejor, para a un
compañero no lo son. Con sus comentarios, los vas a poder mejorar o, si no, eyectarlos.
NOTA: Tené en cuenta que muchos de estos consejos sirven para encarar la hoja en
blanco cuando no se te ocurre nada, sólo en esos casos, aunque suelen ser la mayoría. Si
estás inspirado o sos un iluminado que escribe chistes espontáneamente, no compliques
tu trabajo adaptándolo a estos sistemas: sólo dejá fluir y usá lo que te ayude de esta
sección para pulir los textos.
TIPS
SÉ
ESPECÍFICO
Sé específico al encarar un tema. «Herramientas», por ejemplo, es demasiado amplio: no
es lo mismo hablar de martillos, de pinceles o de ferreteros. Sé detallista y observador.
También puede ocurrir que tengas que desarrollar un tema amplio. En ese caso,
tomalo desde el aspecto más específico y andá escalando despacio hacia el tema general.
Eso te va a servir para desbloquearte. Los temas generales son difíciles para el monólogo.
Ojo: Sé específico, pero tampoco tanto. Si llevás el tema a los límites del detalle, te
alejás del público. Por ejemplo, podés sacar mil conclusiones hablando de «los anteojos»;
en cambio, vas a perder adeptos hablando de «esos anteojos que tienen la patita finita y se
doblan y…».
EL
PODER DEL AHORA
Hablá siempre en presente. Esto es clave para que tu monólogo tenga frescura. Lo que
estás contando pasa ahora. «Me molesta cuando entro en una casa y un perro me viene a
oler los huevos»: eso ya está pasando. Si narrás en pasado («me molestó una vez que
entré en una casa y un perro vino a olerme los huevos»), se complica la actuación. Lo que
se dice en pasado queda lejos del momento en que hablás. Aparte, supone agregar
palabras y aclaraciones que pueden aburrir al público. Lo que pasa en escena está pasando
aquí y ahora; esto hace que todo resulte más dinámico y vivo.
SUGERIR
VS. DECIR
Mientras más sugerido sea un chiste, más fuerte va a ser el efecto que cause. No se lo des
al público en bandeja. A veces, un buen chiste se vuelve obvio al decirlo directamente. En
cambio, si sólo lo sugerís, hacés que la mente del espectador trabaje un poco más y esto
aumenta la complicidad con el público: se genera la sensación de que todos entienden de
qué se está hablando. Apelá a la inteligencia de la gente, a su poder de deducción. De ese
modo, la imagen de lo que querés transmitir va a ser mucho más potente.
Un ejemplo bien básico de esta distinción:
Le estaba sirviendo whisky a una chica.
–Usted dirá cuándo…
–Después del segundo whisky –me respondió.
En una versión «directa» sería:
Le estaba sirviendo whisky a una chica.
–Usted dirá cuándo…
–Cuando vos quieras, papito –me respondió.
El chiste queda, en la segunda versión, demasiado servido en bandeja. No significa
que no resulte gracioso, pero el hecho de ser tan directo le resta. Tomate el trabajo de ir
un poquito más lejos. Siempre que puedas darle una vueltita más al chiste, hacelo. El
efecto será más potente.
AMIGO
CÓMICO
Cuando tengas el material más o menos armado, te va a ser muy útil (prácticamente
indispensable) reunirte con un amigo cómico o con alguien que creas que tiene olfato
para el asunto.
Siempre otra mirada te va a ayudar a definir qué se entiende, qué no, a qué cosas les
falta gracia… Además, te va a servir para intercambiar ideas de temas y remates. El trabajo
del cómico suele ser solitario. Armá equipo con uno o más compañeros para ir
compartiendo y perfeccionando material.
Ser generoso y entrar en un ida y vuelta de trabajo cómico va a permitir que esta
profesión te sea mucho más saludable y va a hacer tu trabajo más ameno y nutrido…
Igual, nunca descartes del todo un chiste que a tu criterio puede funcionar. Tal vez a tu
amigo no le guste y al público sí o viceversa. El público es el juez definitivo.
NO
CUENTES HISTORIAS
Las historias personalizan demasiado la acción y la vuelven un tanto aburrida para el
público que no te conoce. Estás contando algo que te pasó a vos en particular: los
espectadores no se identifican con eso y, por lo tanto, se distraen. En resumen, al público
no le interesan tus anécdotas.
Las historias pueden funcionar en una reunión en la que todos te conocen, ya tienen
una imagen de vos y se ríen porque realmente es gracioso imaginarte en una situación
determinada… No es el caso del público. Salvo que seas famoso, no creo que les interese
algo que te pasó. Y menos cuando pagaron una entrada para escucharte.
Ojo: Ésta es una regla general del stand up muy válida, pero no es definitiva. A lo
largo de mi carrera, he conocido algunas excepciones. Me reí de historias y anécdotas que,
en casos puntuales, dieron resultado. Lo que aceitaba el relato de la anécdota, igual, eran
los chistes y algunos momentos en los que uno se podía identificar. En ninguno de estos
casos se trataba de una historia larga que apuntaba a un remate: eran historias repletas de
remates. Si querés arriesgarte a contar anécdotas, tené muy en cuenta el desarrollo y la
dinámica; o sea, no postergues el remate demasiado.
STATUS
Muchas reglas del humor se basan en una cuestión de status. Siempre los status más
bajos son los más graciosos. Lo que causa gracia es cómo sufre el de más abajo o cómo el
de abajo se burla del de arriba. El público no tiene empatía con status altos: jefes, suegras,
patovicas, etcétera. Estos personajes asisten a otro de status más bajo que remata.
Por ejemplo, si un payaso le da un golpe a otro, todo el mundo va a reírse del
golpeado. Cuanto más grande su caída, más gracioso será. Basta con ver las películas de
Chaplin. En todas, Chaplin encarna personajes ligados al último escalón social: linyeras,
empleados torpes… Lo mismo se ve en Los tres chiflados: Moe no era el gracioso, lo que
él le hacía a Curly era lo que causaba gracia.
Tenés que saber de qué lado vas a ponerte en tu monólogo. Un jefe que se sube a
escena para burlarse de sus empleados no genera empatía (igual, me gustaría ver algo
así… quién sabe); si se sube un obrero y se pone a hablar de lo que implica padecer a su
jefe, la cosa cambia.
CONCIENCIA
DE LA PROPIA IMAGEN
Un buen ejercicio para desarrollar tu personalidad escénica y no equivocarte con el
material consiste en pedirle a amigos o compañeros de trabajo que te den tres
características que ellos vean en vos.
Muchas veces, no tenemos conciencia de la imagen que damos. He visto a mujeres
flacas, casi anoréxicas, que monologaban acerca de su gordura, a chicas hermosas que
trataban de convencer al público sobre dramas asociados a su fealdad, a hombres
melenudos que comentaban sus inapreciables problemas de calvicie…
Investigá en aquello que los demás ven en vos. No dejes que las cosas que no asumís
influyan en tu monólogo. Más allá de los temas de la terapia, contá cómo te sentís frente a
ciertos pequeños dilemas. No es lo mismo decir «estoy gordo» que «soy un gordito
encubierto» o «me siento gordo».
El ejercicio te va a hacer notar muchas cosas. Puede que te digan «sos disperso»
cuando te creías obsesivo, «parecés siempre drogado» cuando en tu vida olfateaste
marihuana o «tenés pinta de maricón» (si te topás con un amigo muy honesto).
Anotate los adjetivos que más te mencionaron y tenelos en cuenta para armar tu
monólogo.
1)
2)
3)
MENOS
ES MÁS
Lo que no suma, resta. La economía es muy importante en la comedia (creo que lo es en
casi todas las artes: el cantante debe cuidar el aire, el músico no debe meter notas de más,
etcétera). Buscá que los chistes sean cortos. Cuantas menos palabras tengan, más fuerte
será la imagen que produzcan en la mente del público.
No llenes el chiste de términos explicativos. Tampoco te explayes demasiado. Eso
distrae. Las explicaciones suelen tener el efecto opuesto al que buscás, complican. Confiá
en la actuación, la expresión ayuda a reducir mucho la cantidad de frases. Por ejemplo:
Me molesta hablar con gente con anteojos de mucho aumento, vos le ves la cara adelante y, a través de los lentes,
le ves otra carita mucho más lejos.
Si acortás esto, quedaría así:
Me molesta la gente con anteojos culo de botella, le veo la cara acá [mano cerca] y otra carita más lejos [mano
lejos].
Esto último, con los gestos, se entiende de manera perfecta y reduce el texto.
NO
AL PUENTE
No hay cosa que aburra más al público que esos cómicos que arrancan con un tema y,
para pasar a otro, dicen algo del estilo «y, hablando de cómo me pegaba mi abuela,
también me hacen doler mucho los asientos de los aviones bla, bla, bla». Tal vez este
ejemplo suene gracioso porque es muy tirado de los pelos, pero a veces se hacen en serio
este tipo de cosas.
En una charla cualquiera, hacemos asociación libre. Uno está hablando de un tema y
de golpe el otro se acuerda de algo, lo suelta y… listo, nos fuimos para otro lado. No hubo
un camino para llegar hasta ahí. En el monólogo pasa lo mismo.
Salvo que seas ingeniero, no armes un puente para cambiar de tema, no hace falta.
Cuando ordenes los temas, fijate si encontrás una conexión natural entre ellos. Si no
aparece, no la fuerces. Cerrá con el mejor chiste que tengas y arrancá con el próximo
tema. Despabilá al público con cambios, las conexiones duermen.
ANALIZÁ
A LOS MEJORES
Si te pregunto quiénes son tus cómicos preferidos, tal vez me enumeres a unos cuantos.
Ahora, si te pregunto qué te hace reír de cada uno, se te va a hacer más complicado,
probablemente no sepas qué responder.
Cada cómico tiene su toque y es bueno tratar de precisarlo: expresividad, complicidad
con el público, velocidad, potencia, tipo de material, una combinación de estas
características o quizá… no sabemos qué. Sin embargo, todos los cómicos tienen sus
trucos y algunos vienen usándose desde hace generaciones.
Tras un breve análisis, a lo mejor nos demos cuenta de que son detalles los que nos
hacen reír, cosas muy, muy simples: miradas, gestos, la forma de pronunciar ciertas
frases.
Analizar esto te va a ayudar a que te resulte menos complejo el mundo de la comedia.
Los mejores manejan algo que es básico: hacer y decir las cosas de un modo simple (por
más que la idea no sea nada sencilla).
BUSCÁ
EN TU PATRÓN DE PENSAMIENTO
Todos tenemos un patrón de pensamiento, una manera de ver las cosas que nos distingue.
Es algo que nos hace únicos: cierto pesimismo, optimismo, odio, furia, amor, dolor…
Sentimientos que, al pasar por nuestra cabeza, se formatean de una manera especial y por
eso los escupimos de una manera distinta que el resto. Ahí está la gracia.
No trates de copiar frases o ideas de otras personas, por muy inteligentes que sean.
En la comedia, lo que realmente importa es lo genuino. No resulta fundamental ser
inteligente, pero sí ser cómico.
Dejá que tu patrón lógico defina lo que vas a decir. Esto tal vez lo veas muy claro en
personas con las que conviviste gran parte de tu vida: ante cualquier asunto que surja, vos
ya sabés más o menos qué puede opinar y cómo puede tomárselo.
Cada cabeza procesa la información desde un punto de vista distinto. Apreciar esta
diferencia te va a dar mucha más lógica propia a la hora de rematar un chiste. George
Carlin usaba seguido este recurso: se nota en cómo llevaba su pensamiento a escena. Creo
que es fundamental para escribir material y desarrollar tu persona escénica.
CONCLUSIONES
No trates de decir cosas graciosas, decí las cosas con gracia.
No confundas el proceso creativo con el proceso crítico. Primero escribí; después
corregí.
No te reprimas. Sé despiadado y malvado en la escritura. Ya habrá tiempo de reprimir
y suavizar.
Encará el tema con una actitud. Puede resultarte raro, difícil, estúpido, etcétera.
No aburras al público con historias. Ofrecé opiniones, no anécdotas.
No compliques con palabras de más, hacelo fácil.
Trabajá en equipo, buscate un compañero de comedia y compartí material.
No sirvas el chiste en bandeja. Cuanto más sugerido, más potencia tiene.
No hables en pasado, hablá en presente.
Preguntale a gente que no te conoce tanto qué imagen tiene de vos.
Sé tu verdugo: mientras más abajo te pongas, más arriba estarán las risas.
Mirá a los mejores, estudialos y fijate qué te hace reír de ellos.
Escribí, escribí y reescribí. Cuanto más material, más variedad.
No hagas puentes. Cambiá de tema de manera natural, como en un diálogo.
Capítulo 2: Armado de chistes
Una vez que tenemos escrito el borrador, separamos todas aquellas frases que nos
parezcan interesantes y las emprolijamos para que resulten más claras. A estas ideas que
dan forma al inicio del chiste las llamamos premisas o pie.
En este proceso, es muy probable que se te vayan ocurriendo ideas para darles un
cierre, pero, para ser prolijos, demos una ojeada a los diferentes tipos de remate que
existen. La clave es usarlos en forma variada. Tenés que evitar que el monólogo sea
previsible, que el público adivine el final de tus chistes.
Un consejo: probá para cada premisa todos los remates hasta encontrar uno que
realmente te convenza.
Existen muchísimos tipos de chiste. A continuación, vamos a revisar algunos de los
más comunes.
TIPOS
DE CHISTE
OBSERVACIÓN
Empecemos por lo más importante, lo más stand up, tal vez aquello que menos
modificaciones requiere una vez que surgió. Puede pasar que una simple «mirada», una
«observación», sobre algo sea tan ingeniosa que no necesite remate. La observación es la
columna vertebral del stand up. Si descubrís un detalle de la vida cotidiana que todos
reconocen, pero en el que nadie se detuvo a pensar, y le das una buena forma, no vas a
tener necesidad de un remate.
Acá, algunos ejemplos:
¿Por qué los adultos construyen columpios sobre los charcos? (Luis Piedrahita, España)
Si un mimo se tira un pedo, ¿pierde? (Luciano Mellera, Argentina)
Halloween es un buen día para pedófilos con agorafobia. (Frankie Boyle, Escocia)
Odio ir al gimnasio. No hay cosa más aburrida. Miren si será aburrido que, no bien llegás, ¿qué es lo primero que te
dan? ¡¡Una rutina!! ¡Pero dame una aventura! ¡Dame acción! ¡¡Y a tuve eso todo el día!!
Me presiona mucho estar frente a la computadora cuando quiero eliminar un archivo. Aparece un cartel que me
dice: «¿Realmente está seguro de que desea eliminar este archivo?» [duda] Y … No sé… Hasta ahora, estaba
seguro. (Fernando Sanjiao, Argentina)
Si un sordomudo se para frente de un karateka, ¿piensa que lo están insultando? (Luis Álvaro, España)
Este tipo de chistes suele ser el más festejado por el público. Estás notando algo que
el espectador reconoce, pero sobre lo cual no tiene ninguna reflexión.
LÓGICA
AL EXTREMO
Llevá al extremo la lógica de ciertas frases, ideas o dichos populares y fijate cómo quedan
las cosas.
De chico siempre me decían: «¡No tires el pan que es el cuerpo de Cristo!». Entonces, ¿una tostada qué es? ¿Un
Cristo con cama solar?
Un testigo de Jehová me dijo: «Dios te ama, ¿sabés lo que eso significa?». Que Dios es puto. (Félix Buenaventura,
Argentina)
Con este recurso, podés rematar frases que hayan dicho tu pareja, tu madre, un jefe, un
político, etcétera.
Si tu novia te perjudica en el estudio, dejá el estudio y perjudicá a tu novia.
Seguí hablando, yo siempre bostezo cuando algo me interesa.
A estos chistes se los puede llamar de lógica o «sentido lineal». Muchas veces, el
mejor chiste no se encuentra buscando un sentido opuesto, sino llevando al absurdo una
idea.
COMPARACIÓN
Tomá varias características de una persona, un objeto o una situación y buscá
coincidencias con otra cosa. Hay muchos chistes de comparación que vienen del
imaginario popular y resultan muy efectivos.
Las similitudes suelen causar gracia. Pueden servir como remate, pero también como
un agregado a la premisa. En estos casos, las frasecitas clave para el chiste vendrían a ser
«es como», «se parece a», etcétera.
Irene, Katrina… A los huracanes siempre les ponen nombre de mujer… Porque pegan muchas vueltas, te sacan la
casa…
Le dicen serrucho de goma: va y viene al pedo.
Las argentinas son muy lindas, pero muy difíciles. Es como que te regalen una lancha sin motor: hermosa, pero
hay que remar, remar y remar.
Me enteré de que a mi tía le dicen bragueta ajustada: siempre se engancha un pendejo.
Y o miro cine porno para entender política internacional: yanquis cogiéndose a latinas.
EXAGERACIÓN
Andá al extremo con lo que estés contando, al máximo o al mínimo. Llevalo al absurdo y
luego juntalo con tu premisa o pie. Es algo muy común, que a veces hacemos casi
inconscientemente.
La exageración sirve de base a muchísimos chistes: gallegos, borrachos, tontos, locos,
suegras, etcétera («Era tan bruto que…», «Estaba tan borracho que…»). Cuanto más
exagerado y más absurdo, mejor.
Era tan fea que, cuando comía limón, el limón hacía caritas.
Mi viejo ronca tanto que vinieron a quejarse del aeropuerto.
Era un barrio tan marginal que los médicos escribían las recetas… ¡con aerosoles! (Roberto Pettinato, Argentina)
Es tan gastadora que podría vivir con un solo presupuesto: el de la provincia de Buenos Aires.
Ejemplos más sutiles o insinuados:
¿Cómo es que todavía estás acá? ¿La morgue no cierra de noche?
Contame, ¿cómo hiciste para zafar del anzuelo?
Era tan aburrido que un día se masturbó… ¡y la mano se le quedó dormida!
Era tan estúpido que donó sus órganos… ¡pero le rechazaron el cerebro!
Compré una casa rodante… ¡con vereda y todo!
DESVÍO
La técnica del desvío es simple: cuando todo hace pensar que estás yendo hacia un lado,
cambiás de golpe y terminás en un lugar inesperado.
Me hacés acordar a alguien que odio: vos.
Le dije a mi vieja:
–Mamá, me quiero casar.
–Lamento decirte que ya estoy casada, hijo.
Comediante: ¿Qué es peor que encontrarte un gusano en una manzana? Alguien del público: Encontrar medio
gusano. Comediante: No, que te atropelle un micro. (Luciano Mellera)
¡Era una chica impresionante! ¡Así! [se representan con las manos unos pechos grandes] ¡Parálisis, pobrecita!
LISTA
DE TRES
El tres es un número mágico en la comedia, creo que no por casualidad. En los chistes de
«lista de tres» se divide el remate en, obviamente, tres partes: la primera prepara al
espectador, la segunda genera suspenso y la tercera define. Vendría a ser la versión
cómica del «preparados, listos, ¡ya!».
Estos chistes se pueden derivar de los «chistes por comparación». Cuando
encontraste más de dos comparaciones que te resultan buenas, las podés enumerar
dejando para el final la más potente, que es la que pide el aplauso. No hace falta que las
dos primeras sean graciosas, con que sean similitudes basta, pero la tercera tiene que ser
muy cómica.
Mi vida es muy normal: cuando quiero dormir, duermo; cuando quiero comer, como; y, cuando quiero coger,
pago. (Andrés Ini, Argentina)
Para subir al escenario, hay que saber hacer algo y yo sé hacer algo. Hay que ser audaz y yo soy audaz. Hay que
ser talentoso y… yo soy audaz. (Juan Verdaguer, Argentina)
Y o creo que los hombres nos enamoramos de las mozas por una cuestión edípica. Las mozas son como las madres:
te atienden, te dan de comer y, cuando te vas, te pasan la factura.
¿Saben cómo describo a las clases sociales de Estados Unidos? La clase alta se queda con el dinero y no paga
impuestos. Las clases medias pagan impuestos y hacen todo el trabajo. Los pobres están ahí sólo para asustar a las
clases medias, para que sigan apareciendo por sus trabajos. (George Carlin, Estados Unidos)
REMATE
ACTUADO (
El remate actuado es el que más te va a ayudar cuando se te complique el armado de
chistes. Consiste en actuar el remate en vez de decirlo.
A veces, una simple postura del cuerpo, una mirada o un baile raro grafican mejor
que las palabras. Estos ejemplos son difíciles de volcar al papel, pero estudiá a cómicos
que usen este efecto (los ingleses suelen ser especialistas: Eddie Izzard y Rowan
Atkinson, entre otros).
Aparte, cuanto más personalices tu monólogo, hay menos riesgo de que te roben
chistes. Sos vos el que tiene gracia, no el texto.
Mirando al sonidista como con problemas de tiempo: «Perdón, perdón… Me están
pidiendo que estire…». Movimientos de elongación.
No entiendo a la gente que usa armas. ¿Ustedes le harían una fiesta sorpresa a
alguien que tiene un arma? ¿Se animan a esperarlo con las luces apagadas, prender la luz
de golpe? «Que los cumplas…». ¡Boom boom boom! [disparos] ¡¡¡Parááá!!! [Acting: te
disparan mientras llevás la torta].
Hay gente que tiene que decir algo cada vez que va al baño. Arma toda una
ceremonia: «En este preciso momento, en este lugar… me voy a cagar». Este tipo de
gente, ¿qué espera que le digamos, [imitación de un Jedi de Star Wars] «que la fuerza te
acompañe»?
Las ardillas comen con ansiedad todo el tiempo. [Acting de una ardilla comiendo
ansiosamente]. De golpe paran [acting]. Se quedan como diciendo: «¿Dejé prendido el
gas…?». ¡No! ¡No! ¡Soy una puta ardilla! [Acting: sigue comiendo] (Eddie Izzard,
Inglaterra)
JUEGOS
DE PALABRAS
Estos chistes se basan, simplemente, en cambiar el orden de las palabras buscando que
aparezca otro sentido. Son muy comunes en la calle y pueden trasladarse al stand up,
género en el que no son tan frecuentes.
Tamara Di Tella Pilates o… ¡te la depilaste, Tamara!
No es lo mismo ponerte cuatro telas de encaje negras que: «Negra, ponete en cuatro que te la encajo».
Como una subespecie se pueden incluir los juegos de palabras «temáticos». Aunque
quizá resulten un tanto remanidos, tienen gran efectividad cuando están bien hechos.
Para crearlos, hay que reemplazar palabras del texto por marcas o nombres de calles,
películas, canciones…
¡Beto, ven! Vamos a al-Mozart al Chopin… ¡La comida está Liszt! (Maia Buligovich, Argentina)
DOBLE
SENTIDO
Si leés literalmente algunas frases, te vas a dar cuenta de que esconden un doble sentido o
una ambigüedad. Podés explotar eso en tus chistes.
Quiero que seamos amigos y solamente eso. Aunque, si no querés ser mi amiga, me conformo con solamente eso.
(Les Luthiers, Argentina)
El otro día salí con el auto y levanté una mina… ¡me hizo mierda el capot! (Andrés Ini)
Como dijo un jardinero, disfrutemos mientras podamos.
El otro día estaba buscando la parada del micro y le pregunto a un kiosquero:
–Disculpe, ¿dónde pasa el 24?
–El 24 en mi casa y el 31 en la de mis suegros.
DISPARATE
Apelá a tu locura y fijate qué sale. Usá la asociación libre. La gracia consiste en que el
público busca un sentido y no lo hay. Nada de lógica. Es arriesgado, pero vale la pena.
Pocos se animan y, por eso, los que los usan suelen distinguirse del resto.
Cosas que no puedo chupar desde que hay gripe porcina: teclados. (Juan Nicolón, Uruguay)
CAMBIO
CÓMO
DE CONTEXTO: «¿
SERÍA SI…?»
Poné a la persona, al animal, a la cosa a la que te referís en otro contexto; es decir, en otro
trabajo, en otra época, etcétera. O viceversa.
Mi vieja me deja cartelitos por toda la casa: «tenés comida en el horno», «llamá a la abuela»… Me pregunto cómo
sería si ella trabajara en señalización vial: «a cinco kilómetros, estación de servicio, tómese algo caliente que está
refrescando», «curva peligrosa, ¡esa chica no te conviene!», «a un kilómetro, área de servicios, ¿me vas a
llamar?».
¿Cuántos cómicos se necesitan para cambiar una lamparita? Once. Uno que la cambie y diez que digan: yo lo
hubiese hecho mejor.
DE
UNA LÍNEA (
El chiste es como el pene: cuanto más corto, más te hace reír. Los one-liners tienen
mucha potencia, pero resultan difíciles de hacer.
Fabián Gianola es el testigo de Jehová del jabón en polvo. (Alejandro Angelini, Argentina)
Encontraron a botinera en la cama con un metegol. (Hugo Fili, Argentina)
Básicamente, se define como one-liner el chiste en el que una sola frase, breve,
encierra una imagen que hace reír. No tiene pie ni remate: engloba todo en una única
oración. También se les dice one-liners a los chistes muy cortos con pie y remate. Está
bien, aunque para los «puristas» es una definición inexacta.
Se trata del chiste ideal por su máxima economía. No es fácil armarlo, pero, si lo
conseguís, tenés una gran arma para atrapar rápidamente al público y mantener su
atención.
Hay cómicos que preparan casi todo su material con chistes de una línea (geniales,
por cierto). Salvo que seas uno de ellos, tal vez se te haga difícil meter one-liners en medio
de un monólogo con premisas más extensas; entonces, lo mejor es introducirlos en
momentos de pausa, cuando se produce una catarsis en tu monólogo. Se puede
aprovechar cualquier breve silencio, decirlo y esperar la reacción. Es importante que tu
actitud ayude a meter al público en ese código.
Otra buena idea es ponerlos al principio, como presentación: hacer un calentamiento
fuerte con buenos one-liners y después arrancar.
NOTA: En los ejemplos anteriores, vimos tipos clásicos de chistes para buscar ideas
de remate. Tengamos en cuenta que el remate en el stand up suele ser más sutil que en
los chistes populares: una buena observación, una situación ridícula, un buen act out
resultan suficientes para rematar. La idea es reírnos de lo cotidiano o lo que nos parece
absurdo. Ojo, tampoco seas excesivamente sutil. No renuncies a encontrar el remate más
potente. Es común ver a cómicos con muchas buenas ideas, pero sin capacidad de remate.
PUNCH
SOBRERREMATE
Hablamos de «sobrerremate» cuando, después de hacer el chiste, agregamos un punch
más a partir de la misma premisa o del mismo remate. Por supuesto, el sobrerremate
tiene que ser más fuerte que el remate; si no, resulta contraproducente.
Puede que tengas un chiste un tanto «liviano»; en ese caso, sumale un sobrerremate
para definirlo y que no quede temblequeando.
El sobrerremate también puede ser actuado. Diste el pie, diste el remate y, como
sobrerremate, graficás la situación para elevar el resultado.
Tomemos un chiste de lista de tres y busquémosle un sobrerremate:
«Mi novia es como esta campera de cuero: sucia, cara y pesada… ¡y, encima, no calienta una mierda!».
Con «sucia, cara y pesada» tenemos un remate de lista de tres. Lo que agregamos
(«¡y encima no calienta una mierda!») no puede ser menos. Tiene que multiplicar el
golpe. Si después tirás algo débil, que no suma, vas a apagar las risas que generaste.
REMATE
POR LO BAJO
Podés potenciar el remate o sobrerremate de un chiste quitándole volumen; digamos: por
lo bajo, como quien no quiere la cosa. La idea es que se escuche, pero dicho al pasar. Este
tipo de cierre genera complicidad: el espectador siente que escuchó algo que no quisiste
decir o que se te escapó, casi como un comentario por lo bajo en la oficina. Al restarle
importancia, produce mayor efecto que si lo dijésemos como una «gran cosa». Es un buen
recurso para tener a mano, sin repetirlo mucho. Sirve como agregadito o condimento del
chiste.
NO
MÁS DE TRES POR PREMISA
Es difícil que una premisa sostenga más de tres remates. Por muy buenos que sean, a
partir del cuarto se vuelven previsibles y redundantes. Salvo honrosas excepciones, si
lograste meter tres remates en una sola premisa, date por hecho y pasá a la siguiente.
Puede que esto sea distinto en medios gráficos o en un festival de chistes, pero en el
stand up tres es el límite y ya estamos siendo muy condescendientes. Después del tercer
remate, las reacciones suelen decaer.
Acá va un ejemplo de chiste pedorro (y que banco a muerte):
Era tan gorda que: 1) cuando le hacía el amor, me apunaba; 2) el cinturón era la línea del ecuador; 3) tardabas
más tiempo esquivándola que escalándola…
Y así podemos seguir, pero estamos entrando en un terreno difícil. Para este tipo de
chistes tal vez funcione, pero con premisas un poco más elaboradas resulta riesgoso.
REFERENCIAS
(
Se llama «referencia» o callback al remate con el que volvés sobre algo que ya dijiste, algo
que había pasado y de golpe reaparece. Estos chistes generan complicidad con el público
dado que estás aludiendo a algo que sólo vos y el público conocen: si alguien llegó tarde,
se lo pierde.
Los callbacks son realmente muy efectivos. Le dan a tu monólogo cohesión, una idea
de totalidad. Es como en las películas de suspenso: sobre el final van apareciendo pistas
que durante la película no habías tenido en cuenta… y entonces decís «¡aaaaah!». El
efecto se multiplica. Pueden aparecer solos mientras armás el material o mientras revisás
tu monólogo.
Cuando tengas un chiste al que no le encontrás un buen remate, recurrir al callback
será de mucha ayuda. Surgen naturalmente trabajando con amigos: los otros te los
sugieren.
La mirada exterior importa. Desde afuera se puede tener una visión más global del
monólogo, cosa que el cómico pierde un poco porque está comprometido en la actuación.
(No conviene hacer callbacks en programas de televisión grabados: si tienen que editarte,
perderán el sentido.)
CALLBACKS improvisados
L o s callbacks son importantes. No sólo dan cohesión e inteligencia a tu monólogo.
También los podés utilizar como un lazo espontáneo con lo que sucede durante la
función: alguna risa rara, toses, vasos que se rompen o un loco en la platea. Puede ser un
dato que sacaste del público: una profesión, alguna localidad, alguien que viene del
extranjero.
Nunca dejes pasar esas cositas. Hacelas reaparecer: decí, por ejemplo, «ya que
tenemos un abogado en la sala…» y metete con un material comprometido. Ante un
silencio por un chiste que fracasa, podés decir: «Estaría bueno que se caiga otra copa». Un
accidente en la sala puede ser una buena referencia a futuro.
CHISTE
RECURRENTE (
El «chiste recurrente» se construye con un puñado de callbacks. Es un ítem que aparece
varias veces en tu monólogo. Tiene la particularidad de ir desarrollándose y creciendo en
el transcurso de la presentación. Da la idea de que algo está persiguiendo al cómico, de
que se le vuelve una pesadilla, una obsesión o simplemente un asunto con el que insiste
una y otra vez.
E l running gag va creciendo, va ampliándose en el monólogo, pero no
necesariamente implica un trabajo de pulido. Basta con repetir. Cada vez que este
personaje, cosa o lo que sea irrumpa en tu monólogo, irá cobrando más fuerza. Casi se
transformará en un cliché.
CLICHÉ
El «cliché» no es un lugar común que tengas que crear para después trabajarlo. Consiste
en volver sobre algo que ya tenés o que salió espontáneamente en el transcurso de tu
carrera (o de tu vida). Suele ser el gancho con el que te reconoce la gente, tu marca
registrada.
Cuando uno da en la tecla con alguna expresión, gesto o frase, tiene un cliché. Usarlo
en el monólogo, siempre que venga a cuento, suma. Es una de las maneras más simples
de que el público recuerde a un cómico. «Es así», «En fin…», «Nadie me entiende», «¡Es
una nenaaaa!», «Si no me tienen fe…», «Eso, eso, eso», etcétera. Podemos enumerar
miles.
No todo el mundo tiene un cliché en la punta de la lengua. Tampoco es
imprescindible, pero, si te surge, aprovechalo. Usalo como running gag, aunque sin
abusar: que no sea predecible. Algunos cómicos provocan intencionalmente un silencio
para que la frase-cliché la diga el público.
En la interpretación de personajes, se generan buenos clichés. En el stand up, el
personaje sos vos. Aprovechá esas frases que decís siempre en tu vida o que te dijeron
tanto que ya forman parte de tu ser y agregalas al monólogo.
Capítulo 3. Puliendo
Llegado este punto, ya tenés tu monólogo con chistes, callbacks y demás. Ahora, vamos a
retocarlo un poco. Repasemos unos consejitos para la corrección.
LEY
DE LA ÚLTIMA PALABRA
La última palabra del remate es la clave. La palabra fundamental del chiste, la que dispara
la risa, tiene que estar en el lugar justo y el lugar justo es el final. Un buen chiste con las
palabras mal ordenadas despilfarra su efecto: el público empieza a reírse mientras el
monologuista todavía está hablando.
Un ejemplo. Yo estaba escribiendo un chiste sobre los mozos de Palermo. De tan
flacos y pálidos, pensé, parecen fantasmas. Anoté lo siguiente: «Por eso ponen velitas en
las mesas: hay que hacer el juego de la copa para que te atiendan». En este caso, las
palabras claves son «juego de la copa». Cuando me di cuenta, decidí llevar la construcción
al final; o sea, invertí el orden de la oración. Quedó: «…para que te atiendan, tenés que
hacer el juego de la copa». Y resultó mucho más efectivo.
Ojo: esta ley, a veces, atenta contra el estilo coloquial que debe cuidar el
monologuista. Si ves que por usar esta «ley» queda una frase anormal o rara, olvidátela.
No arruines un chiste por aplicar una técnica. En todo caso, seguí probando hasta dar con
lo que funcione mejor.
PALABRAS
EXPLOSIVAS
Algunas palabras suenan más graciosas que otras simplemente por una cuestión fonética.
Hay que tener en cuenta consonantes fuertes como la p, la t, la c, la j, la k, la r o la x. No es
lo mismo que una chica diga «¿pero qué hacés, flaco?» y que diga «¿pero qué hacés,
penjerto?».
Mamerto, tomate, impertinente, impertérrito, patapúfete, tartamudo, cartílago son
ejemplos de «palabras explosivas». Cuantas más consonantes fuertes tenga la palabra,
más explosivo será el efecto.
La mayoría de las puteadas están construidas con estas consonantes de descarga:
«¡La reputísima madre que te re mil parió, nieto de re mil putas!» tiene sonidos p, t y r al
por mayor.
ESTUDIÁ
LA LETRA
Suena obvio, pero muchas veces los monólogos o chistes fracasan porque no se los dice
con seguridad y, para ganar en seguridad, hay que sumar horas de estudio. Una buena
idea, con un remate todavía mejor, puede arruinarse por un pequeñísimo olvido.
Entonces, vienen a nuestra cabeza frases del tipo: «¿cómo lo decía exactamente?».
Chaplin ensayaba las escenas hasta lograr que parecieran espontáneas. Cuanto más
aceitado e incorporado tengas el texto, menos vas a estar pensando en el «qué» y más en
el «cómo» decir. La seguridad con el texto te va a dar mucha libertad. El monólogo tiene
que fluir; si lográs eso, vas a tener resto para meter improvisaciones, jugar con diferentes
energías y realzar la transmisión. Hay una proporción inversa: más ensayos, menos
sufrimiento.
Esto no significa que tengas que automatizar ni repetir de memoria. Al revés. Cuanto
más clara esté la letra, más vas a poder variarla, probar, transgredirla. Texto seguro,
libertad en escena.
NO
ACLARES «ESTO ES VERDAD»
Es común que muchos cómicos, al empezar o al terminar un chiste, aclaren «esto es
verdad» o «¡en serio, esto me pasó!». Resulta innecesario. Desde luego que todo lo que
digas en escena será «verdad». Si lo aclarás en ciertos casos, estás dejando entrever que el
resto de lo que decís no es verdad. Este tipo de aclaraciones no sirven, no van a reforzar el
chiste. Aparte, son contraproducentes: desacreditan lo que dijiste antes y lo que digas
después.
TONO
Cuando remates un chiste, dale importancia al tono. Hay chistes buenos que fracasan
porque se les da la misma cadencia al pie y al remate. Se debe evitar esto: por muy
gracioso que sea el chiste, el público se va a quedar a la espera de «algo más» si decís todo
de la misma manera.
Cada chiste tiene su música y debe quedar claro en el tono que les des al pie y al
remate. A veces, el cambio surge naturalmente. Por ejemplo, si después del pie se hace
una breve pausa que genera suspenso antes de rematar. Te vas a dar cuenta de esto
cuando te grabes.
Para ser consciente del cambio de tono, lo podés meter en la escritura. Recurrí a la
puntuación, los signos y las mayúsculas. Tomemos un chiste:
¿Vieron que las cucarachas son resistentes a la radiación atómica, pero no pueden soportar un ojotazo?
Si lo decimos de un tirón, el público puede quedarse con ganas de más. En cambio, si
insertamos una pausa después de «atómica», ganamos la posibilidad de darle un tono
más agudo y esto dejará al descubierto que hay dos intenciones en la frase:
Siempre me llamó la atención que las cucarachas sean resistentes a la radiación atómica… ¡¡PERO NO PUEDAN
SOPORTAR UN OJOTAZO!! [Acting: ojotazo contra el piso]
DAR
VUELTA EL CHISTE
Supongamos que se te ocurrió la gran idea. Un gran chiste. Lo probás y no funciona o no
funciona tan bien. Se nota algo complicado en la manera de decirlo. El chiste está y está
bien, pero sentís que no tiene piña. En casos así, probá dándolo vuelta. El remate podría
ser la premisa. Resulta más común de lo que te imaginás.
Tenía un chiste armado de esta manera:
Iba caminando con una chica de clase alta que vivía en el aire, en una nube de pedos. Pasamos por una feria hippie
y me dijo: ¡Mirá! ¡Un pesebre viviente!
El chiste no estaba mal, pero no resultaba del todo. Se me ocurrió darlo vuelta y
quedó así:
Iba caminando con una chica clase alta que vivía en el aire, en una nube de gas, y de golpe me dice:
–¡Mirá! ¡Un pesebre viviente!
–¡¡¡Es una feria hippie, mamerta!!!
El cambio fue notable. En este caso particular, no sólo hay un chiste de exageración
(sobre la ignorancia), sino que además se agrega un desvío. Se crea una expectativa en el
público y de pronto los llevás a una escena inesperada.
Entonces, desarmá, da vuelta, combiná pie y remate, buscá la opción más fuerte.
Quizá descubras que un simple amague se convierte en un gran golpe o algo simpático
pasa a ser cómico.
CÓMO
ORDENAR TU MONÓLOGO
Una vez resuelto el tema del material, vamos a darle un orden para que sea práctico
manejarlo el día del show.
FICHAS
Vamos a pasar cada chiste a fichas (las número 1 son las más prácticas). Cada chiste no
debería ocupar más que una cara de la ficha, aunque eso también depende de la letra de
cada uno. Si estás excediendo este parámetro (las fichas número 1 tienen diez renglones),
tal vez el chiste sea un poco largo. El primer chiste sobre un tema, como cumple la
función de establecer la premisa, puede tener una extensión un poquito mayor, pero, si te
pasaste en los demás, te aconsejo que los recortes.
En el margen superior izquierdo poné el título o la palabra clave del chiste para que
te sea fácil identificarlo entre los demás.
Vamos a dejar el dorso de la ficha libre para ir poniendo remates optativos o
anotaciones una vez que probemos el material y escuchemos la grabación. También sirve
para escribir una reversión del chiste, en caso de que no haya funcionado.
Ahora, agrupemos los chistes por tema y también según el orden en que pensás
decirlos. Usemos una nueva ficha como «índice» y pongamos el título del tema. Un
ejemplo:
CATÁSTROFES
Terremoto
Competencias
Tsunami
Psiquis
Ojotas
Huracanes
Pondremos la ficha «índice» adelante. Atrás, las fichas con los chistes, agarradas con
un clip. Todo el material tiene que ser sometido a esta disposición. Al final, vamos a tener
el monólogo separado en sets de temas. Esta clasificación del material resulta muy útil
para «limpiar» los chistes que no sirvan, agregar otros y buscar el orden más efectivo.
También te permitirá hacer un repaso antes de salir a escena: con mirar los títulos vas a
recordar cada chiste.
Ponele al grupo de fichas una banda elástica alrededor y listo: ya tenés tu material
dispuesto para llevarlo adonde sea. También podés hacer copias digitales en tu
computadora.
QUINCE
SEGUNDOS
Quince segundos es el tiempo máximo que debe durar un chiste. El promedio ronda los
diez segundos (no hay medida mínima). Lo largo aburre. No conviene sumar demasiados
chistes extensos ni jugar al límite con el tiempo: corrés el riesgo de cortar el timing.
Un monólogo tiene cierta música. Si la cosa viene bien, el público entra en tu
«música» cada determinado período de tiempo (diez segundos, aproximadamente). Se
empieza a reír no sólo con los chistes, sino también con el ritmo que les vas imponiendo.
Acordate de esto: si rebasás los quince segundos en un chiste, seguramente estás
diciendo cosas de más o estás generando un material difícil de entender. Musicalmente
hablando, significa una pérdida de compás.
Desde luego, éste es un trabajo que vas a hacer después de tus funciones, cuando
desgrabes tranquilo en tu casa. Sobre el escenario, es difícil que tengas conciencia de la
duración de tus chistes.
ORDEN
Y PROGRESO
Uno de los grandes problemas del cómico es tener nuevo material. Casi siempre, la causa
de esto es el desorden. No hay que acumular montones de ideas sueltas en papeles:
quedan desparramadas por ahí y se van acumulando y se mezclan sin llegar a nada.
Ordenar es parte esencial del trabajo. Va a permitir que te concentres mejor en el
material a atacar. A veces, se confunde escribir mucho con tener mucho material. Si
escribís un montón y después dejás todo tirado, estás dispersando tu tiempo y no te estás
concentrando en el objetivo. No se trata de escribir mucho, sino de escribir lo suficiente.
Si ves que se te empieza a acumular material en crudo, plantate ahí y empezá a
trabajar con lo que tengas. No te apabulles ni te distraigas regando semillas que no van a
germinar. Ordená, retocá, pulí. Tirá lo que no sirve. El material de descarte estorba y no
da lugar a lo nuevo.
La palabra «orden» no tiene buena prensa en el arte. Está bien, pero dejemos eso
para el proceso creativo, en el que sirve que todo fluya sin control. A la hora de pulir,
definir y llevar a escena, el orden resulta vital.
LARGALO
Tampoco seas obsesivo con el pulido. A veces, por corregir, pulir, buscar el chiste perfecto,
el material no se testea nunca. Y, antes de empezar a probarlo en público, no vas a saber si
es bueno.
Muchos artistas dicen que una obra no se termina, se abandona. Es cierto y acertado
para el proceso creativo, pero la gran ventaja del stand up es que el monólogo siempre se
va retocando, nunca se concluye del todo. A medida que lo vas presentando en público, se
modifica y lo seguís puliendo en forma constante. El monólogo es una obra viva que se
adapta a diferentes tipos de espectador y debe cambiar para no morir.
PRIMER
CHISTE
El primer chiste es clave. Si empezás con un chiste más o menos, después te va a costar
poner a los espectadores de tu lado. Arrancá con un buen golpe, vas a tener su atención y
los vas a predisponer mejor para todo lo que viene. Resulta ideal si ese primer chiste
habla de vos porque va a funcionar como tu carta de presentación. Si los hiciste reír de
entrada, se van a relajar ellos y también vos. Todo se vuelve más fácil: el público sabe que
se va a reír.
Esto no significa que, cuando el chiste inicial no funciona, no quede nada por hacer.
De ningún modo, pero la idea es tratar de embocar el primer golpe.
Cuando un cómico sale a escena, lo primero que le saca los nervios es la risa de la
gente. No demores esto. Si retardás la aparición de la carcajada, vas a impacientarte.
Además, el público se pone tenso si no se ríe. Unos primeros minutos sin descarga
pueden resultar eternos. Los cantantes de ópera saben que, si tiran mal la primera nota, el
resto va a ser peleado. Un mal arranque pone nerviosos a todos.
El primer chiste debe ser efectivo, fácil de entender. Hay que buscarlo. Tal vez ya lo
tengas, pero en otro lugar del monólogo. Quizá sea no sólo un chiste, sino todo un
material de arranque. Poné eso al principio: el que pega primero pega mejor.
CIERRE
EL
PLATO FUERTE AL FINAL
Hay muchas maneras de terminar un monólogo, pero siempre lo mejor debe ir al final.
Un final flojo puede perjudicar toda la función, por buena que haya sido. En cambio, es
común que una mala presentación se salve gracias a un final muy arriba. Pasa seguido:
cuando la gente ya no da nada por vos, desplegás lo mejor y te retirás victorioso con un
gol en el último minuto. Si estuviste dándole todo el monólogo y cerrás liviano, te van a
calificar por lo último, no por lo primero. Dirán «sí, un chico simpático» y van a quedarse
con la sensación de que «le faltó algo».
DEJALOS
CON GANAS
El stand up es como el casino: hay que saber retirarse cuando uno está ganando. Dejar al
público calentito, con ganas de más. Muchas veces, cuando nos está yendo muy bien en
una presentación, nos engolosinamos, nos encaprichamos con darle nuestro «buen final»
al público sí o sí, a todo precio, y después nos damos cuenta de que poco antes la gente se
estaba desternillando con unos chistes cualunques. ¿Qué hacer? Mi consejo: andate ahí,
ya tenés un final exitoso. ¿Para qué seguir?
Esto es pura percepción: no estás contando una historia que necesite un desenlace. El
final tiene que ser el mejor y, cuando alcanzás ese momento, no sigas. Puede que se te
caiga y no vuelvas a alcanzar ese punto. Histeriquealos, dejalos calentitos y van a volver
pronto.
PREPARALOS
PARA EL FINAL
Al público hay que darle indicios de que el final está llegando. Eso va preparando el
aplauso. Usá fórmulas simples: «para ir terminando…», «para cerrar, algo muy
importante…». Cuando están sobre aviso, los espectadores se predisponen y prestan más
atención. En caso contrario, el final puede sorprenderlos y, entonces, sólo atinarán a darte
un tibio aplauso. Tampoco hay que dar muchos rodeos con el anuncio del final, pero es
bueno que le pongas un poco de suspenso, una idea de que está por llegar lo mejor.
Un consejito extra: Meté callbacks al final. Dan una buena imagen de cierre y en ese
punto es cuando mejor efecto tienen.
PAYASO
TRISTE
Muchas veces, por no saber cerrar bien arriba o por alguna otra razón, se evade la
responsabilidad de terminar un buen monólogo con un buen final y se dicen cosas del
estilo «y este humilde servidor, que vino hacerlos reír, se despide con una frase que me
decía mi madre, que está en el cielo…», como planteando: «¿ven?, también los hago
emocionar». Andá y matate en el camarín si me querés emocionar; vine a reírme, me
quiero ir muerto de risa.
Los cierres «emotivos» no son más que una salida fácil con la que se evade la
responsabilidad de terminar un show con todo. No me interesa si tu vieja está en el cielo.
Seguro estaría muy emocionada de ver que hacés reír al público. Y se pondría chocha
cuando el nene deja incómoda a una platea que no sabe si reír, llorar o atacarte a palazos.
Lo más probable es que la platea se quede callada y te regale un aplauso lastimoso para
que no quedes pagando.
Ésta es una mala costumbre, heredada de los cómicos viejos, quienes cargaban con
aquel famoso karma: «te hace reír, pero también te hace llorar». Mi opinión: a llorar a la
iglesia. Cerrá bien arriba, como Dios y tu santa madre mandan. Andate en la gloria, dales
la energía para que te aplaudan a rabiar y no tires golpes bajos para mendigar aplausos.
MATERIALES
MALAS
FUERTES
PALABRAS
Las malas palabras son un recurso común en el humor argentino. Tenemos a puteadores
profesionales. Enrique Pinti, por ejemplo. Es un gran desafío hacer reír sin malas
palabras. No lo digo por una cuestión moral (no suelo hacer material suave): las malas
palabras suelen generar una tensión y la gente reacciona con una risa para aflojar, pero
muchas veces no se trata de una risa genuina…
Las malas palabras representan un gran recurso: dan naturalidad al texto y lo vuelven
cotidiano. Pero no abuses. Salvo que seas una estrella y el público vaya a ver eso, los
insultos en cadena cansan y no tienen chiste.
Hay remates flojos que, para ganar intensidad, son reforzados con una mala palabra.
La técnica vale, pero no siempre. Un exceso de este recurso ahoga el chiste y deja un
exceso de puteadas.
La eficacia de las malas palabras varía según el contexto. En ciertos espacios
(televisión, eventos, shows ante un público pudoroso, etcétera), tus clientes te van a pedir
que cuides el lenguaje. Por supuesto, no es lo mismo decir una mala palabra en un teatro,
donde jugás de local, que en un evento privado, donde jugás de visitante y podés ponerte a
la hinchada en contra con una puteadita de lo más inocente. No olvides que, fuera del
teatro, sos un extraño. El simple término «carajo», que en el teatro ni siquiera llama la
atención, puede sonar ofensivo en un evento empresarial o en un cumpleaños.
Cuando vayas a un evento, reemplazá las palabras de tu monólogo que puedan
parecer agresivas. Esto probablemente restará gracia (depende de cuáles sean los
reemplazos), pero, si no cambiás nada, si dejás tal cual tus malas palabritas, quizá resulte
chocante. Y no hay nada menos gracioso que lo chocante. Podrías perder la posibilidad de
que tus clientes te vuelvan a contratar, por ejemplo. Perdonan una función floja más que
una chocante.
Si no tenés suficiente material liviano para completar toda una presentación, dejá la
parte fuerte para el final. Una vez que entraste en confianza, se te hace más fácil y más
liviano meter eso. Como en el sexo, lo primero es la lubricación.
SEXO
El material sexual suele ser muy efectivo. Aunque parezca algo trillado, sus variantes
nunca «acaban». Yo recomiendo dejar el material sobre sexo para el final. Ahí es cuando
el público suele estar, valga la expresión, más caliente. Arrancar hablando de sexo es
riesgoso, aunque esto tampoco es una ley.
Cuando aparecés en escena, la gente te está estudiando. En muchos casos, es la
primera vez que ve tu cara, que escucha tu voz y tu manera de hablar. No parece el mejor
momento para que te imaginen desnudo o en pleno sexo.
Los materiales sexuales generalmente divierten, pero conviene evitar lo remanido.
Por eso (ya lo vimos cuando hablamos de las «actitudes» en el stand up), recomiendo
enfocar estos temas desde actitudes poco frecuentes. Por ejemplo, si empezás diciendo
«me da asco la concha», el público va a prestar atención; por lo menos, para saber cómo
explicás esa frase.
HUMOR
NEGRO
El humor negro es uno de mis géneros favoritos y los adeptos somos muchos. La gente
que logra hacer humor con el cáncer, el sida o la muerte de un familiar merece todo mi
respeto.
Claro que temas así suelen despertar sensibilidades. Una vez, estaba viendo a un
cómico que bromeaba sobre un chico atropellado y una chica de mi mesa se levantó y se
fue llorando porque su hermano había muerto hacía un mes en un accidente de autos.
Otra vez, vi que un cómico hacía humor sobre tumores y un par de personas del público
se pusieron bastante mal porque tenían familiares con ese problema.
Después de presenciar estas situaciones, me replanteé mi defensa del humor negro.
No me gustaría que alguien que pagó para verme sienta dolor. Es un debate. Yo creo que
estos temas se pueden abordar evitando ser crueles. Además, hay espacios y espacios. El
público de los bares y sótanos tiene un nivel de tolerancia mayor.
HUMOR
FUMÓN
Por lo que he visto, el humor sobre drogas suele ser festejado, tanto por los consumidores
como por los winners que no usan. Tiene una contra: a lo mejor, la gente que no está muy
en código no entiende. De todos modos, hoy en día casi no hay prejuicios con respecto a
las drogas; creo que los chistes sobre drogas reemplazaron a los chistes de borrachos.
Cabe aclarar que los chistes sobre la marihuana tienen un tinte más burlón, de cierta
complicidad con el público, casi de simpatía o cariño hacia el que fuma, mientras que los
referidos a la cocaína suelen tener un corte más agresivo, más duro (valga la redundancia)
con quien la consume.
Suelen ser simpáticas las situaciones en que uno imita a un fumón. Si te gusta hacer
este tipo de cosas, tratá de ser original.
Es cierto que la gente festeja con facilidad estos chistes, pero la gran mayoría me
parecen reiterativos; sobre todo, cuando involucran a personajes famosos como Bob
Marley o Maradona.
Capítulo 4. El día del show
El día del show es el día del show. Hacelo fácil. Vas a dar una función para hacer reír, ya
significa bastante. Aunque la pases bien, esto es un trabajo y supone las mismas
responsabilidades que cualquier otro, a las que se le suma el stress de subir a escena.
Organizate un día tranquilo. Si tenés otro laburo durante el día, tratá de que todo sea
sereno y, en lo posible, no discutas. Esto no se aplica en los casos en que el «otro» trabajo
esté vinculado directa o indirectamente al stand up. Los castings, eventos, entrevistas,
presentaciones en radio o televisión antes de actuar suelen jugarte a favor por el simple
hecho de que te ponen en una sintonía similar a la que necesitás para desempeñarte bien
esa noche.
ANTES
DE ESCENA
AFEITARSE
Parece un detalle mínimo, pero no recomiendo en absoluto afeitarse antes del show. Si
sobran pelos sobre tus pómulos o en tu mentón, sacátelos un día antes o, ya en el límite,
ese mismo día con varias horas de antelación.
Los hombres nos afeitamos mal cuando estamos nerviosos, a veces también cuando
estamos tranquilos. En varias ocasiones tuve que hacer un show con pedacitos de papel
en la cara. Si te olvidaste de afeitarte, actuá con barba: queda más natural y, aparte, es
preferible una barba despareja a una cara con tiritas de papel enrojecidas.
MANEJAR
Si actuás en una zona céntrica o de mucho tráfico, tratá de no ir en auto a la función.
Hasta la bicicleta es preferible. El coche pone nervioso a quien lo conduce. Te vas a
estresar, vas a insultar, no vas a conseguir estacionamiento y vas a llegar enojado al
teatro.
Aunque no te des cuenta, por más que haya poca congestión de tránsito, manejar un
auto implica un importante nivel de stress. Fuera de eso, el costo del estacionamiento es
tan alto como el de un taxi, con la ventaja de que el taxi te salva de manejar y te deja en la
puerta del teatro hecho un duque.
COMIDA
Y COMEDIA
La comedia engorda. Parece un chiste, pero uno come muy mal cuando trabaja de noche.
Esto se puede evitar tomando un par de precauciones sencillas. Por ejemplo, no cenes
justo antes de la función. Comé algo liviano hasta dos horas antes, así en la previa ya
tenés hecha la digestión.
Algunos creen que no hay que probar bocado antes de la función… Para mí, depende
del horario. Una profesora de canto me decía que no era bueno subir al escenario con el
estómago vacío porque se consume mucha energía en el show. Creo que estaba en lo
cierto.
La discusión no pasa por alimentarse o no, lo que importa es la cantidad y el
momento. Se puede comer algo liviano, no una cena, pero picar algo. El del cómico es un
trabajo nocturno y suele ocurrir que cenemos dos veces: una hora antes de la función y no
bien terminamos (por la fuerza gastada en el escenario). Sin embargo, repetir la comida
de la noche no es bueno para la salud. A mí me hizo subir un par de kilos.
Un nutricionista me aconsejó algo bastante eficaz: comer un tostado chico o un par
de frutas cuando llegara al teatro. De este modo, no tenés que salir corriendo, una vez
terminado el show, a calmar el hambre como sea. Cenar antes de la función es cenar dos
veces, comerse un asado implica llegar casi dormido al micrófono.
En caso de que tengas dos funciones o más, recomiendo las barras de cereal, algunas
frutas o un café con leche. Con algo que no supere las cien calorías vas a estar más que
bien. Y tomá agua, mucha agua, o una bebida diet. En el escenario vas a transpirar mucho,
estar hidratado mantiene el cuerpo fresco y las neuronas bien encendidas.
En funciones largas, te aconsejo tener agua a mano sobre el escenario. Los nervios o
la velocidad secan la garganta y los labios, pero un vaso te salva.
VESTUARIO
La ropa que uses en el escenario tiene que ser cómoda y liviana, independientemente de
la estación del año. La razón es muy sencilla: las luces del escenario pegan fuerte y a los
diez minutos te dejan hecho sopa.
No estrenes ropa el día de la función. Siempre aparece alguna etiqueta incómoda o un
apresto insoportable. Incluso podés ir al teatro ya cambiado para sentirte más cómodo en
contacto con lo que vayas a usar en escena.
También podés innovar con la indumentaria. Muchos cómicos han sobresalido por
cómo se visten. Eddie Izzard (travestido), Russell Brand (rocker) o Carlos Perciavalle con
sus plumas… En todo caso, es importante que la ropa muestre quién sos. Si tenés onda
rapera, desalineada, de payaso, beat o hippie, llevala a escena.
ROPA
FEMENINA
Existe una polémica sobre las mujeres que se ponen ropa seductora para actuar. Algunos
afirman que esto puede distraer al público o, aún peor, ponerse en contra al público
femenino. Para mí está bien que, si sos seductora, lo muestres en escena. Como dijo una
vez la comediante Natalia Carulias: «No sólo te caliento, sino que también te hago reír».
MAQUILLAJE
Algunos cómicos se maquillan los ojos y las pestañas para realzar sus gestos. Es un buen
recurso para una sala muy grande, pero en lugares chicos no hace falta y, si se nota, puede
quedar un poco artificioso. Depende de cada uno. Tal vez tu personaje o tu persona
escénica necesitan maquillaje. Si sos un cómico «clásico», es prescindible.
SEXO, DROGAS
EL
Y
SEXO Y EL HUMOR
La gente me para por la calle y me pregunta: «Selci, ¿es bueno tener sexo antes del
show?». Yo respondo: sólo hay una cosa mejor que el stand up, el sexo, y las dos
actividades se complementan.
Aunque uno consume mucha energía en el sexo, también se relaja. Ayuda a sacar
presión. Por supuesto, «todo en su medida y armoniosamente». Si te pasás la tarde
haciendo acrobacias sexuales, lo más probable es que después no tengas fuerza ni para
levantarte.
Mientras no haya excesos, el sexo relaja y hace que uno tome mejor el tiempo y
genere buenas pausas en escena. Incluso creo que no es bueno hacer la función si uno
viene con varios días en ascuas, pero es una reflexión personal. También podría ser que
uses la energía contenida para enfatizar tu texto.
ALCOHOL
Y FASOOOOOOO
No subas a escena con unas copas de más. Si hay borrachos, que estén entre el público. El
alcohol te desinhibe, pero también te baja el registro de lo que le pasa a la gente: quizá se
estén aburriendo todos y vos seas el único que no se da cuenta. He padecido a cómicos
que dicen «¿viste cómo la rompí?» con un poderoso aliento a tinto.
Mi opinión tal vez sea demasiado estricta, pero la digo: tomar alcohol antes de la
función para «desestresar» supone un gran riesgo. Sobre todo porque, si uno está
nervioso (lo normal antes de subir a un escenario), toma más sin darse cuenta,
simplemente por ansiedad. Por eso, el alcohol debería quedar para después del show. En
escena, sobriedad. No resignes el funcionamiento de tus reflejos: en el stand up importan
mucho.
Lo mismo vale para el faso, la pepa o el brownie. Puede que realmente te pongan más
contento, pero estás corriendo un riesgo muy grande. Si el día del show te pegan para
abajo, vas a terminar abrazado al pie del micrófono dando un espectáculo lamentable.
También ayudan a que pierdas la noción del tiempo y te puedo asegurar (por experiencia)
que no es fácil bajar a un volado o a un borracho de escena. Actuá sobrio, cumplí con lo
tuyo; después, hacé lo que quieras.
EN
EL CAMARÍN
CALENTÁ
Antes de subir a escena, calentá. Tu energía debería estar más arriba que la del público.
Los errores típicos del cómico (trastabillar, trabarse con las palabras, tener la voz baja) se
deben básicamente a un mal precalentamiento. Los ejercicios son muy recomendables.
Un cómico «frío» queda limitado en lo actoral y, además, verlo es aburrido, termina
siendo apenas una boca que se mueve.
Elongá, hacé algún ejercicio liviano (siempre dentro de tus posibilidades; por
ejemplo, trotecitos en el lugar), ejercicios de modulación (cantar es uno), etcétera.
Existen mil variedades de calentamiento que seguramente habrás practicado alguna vez
en tu vida. Todas sirven.
El público quiere ver a alguien distinto a la persona que tiene sentada al lado. No
salgas muerto a escena, entoná tu cuerpo un poco. También te va a ayudar para el stress
pre-escénico.
GENTE
EN CAMARINES
Uno de los grupos humanos más molestos para el cómico es la gente ajena al show que da
vueltas por los camarines antes de que salgas a escena. No importa si se trata de
familiares, amigos u otros cómicos. Antes de la función, tenés stress, tenés ganas de
repasar el material, de calentar el cuerpo, la voz, de rezar tus oraciones…
Por inexperiencia de los dueños de la sala o porque alguien los deja, es común que la
gente se cuele en los camarines con la intención de hablar pavadas. Obviamente, esas
personas creen que están haciéndote el aguante, que estar acompañado antes de la
función te ayuda, pero no es así. Antes de arrancar, te conviene concentrarte en lo que vas
a hacer o estar con tus compañeros de elenco o no hacer nada, relajar.
Resulta incómodo pedirle a esas personas que se retiren, pero hay que hacerlo. Tratá
de que el encargado del show evite esta situación fastidiosa. Igualmente, adaptate: si vas
de invitado, te la tenés que bancar, pero en tu show podés exigir que haya tranquilidad
entre bastidores.
He visto a cómicos que discutían en el camarín antes de salir a escena. No se me
ocurre nada peor que exacerbar con una pelea los nervios previos a una función. Dejá
cualquier reclamo, diferencia o debate para después de la función. Antes de salir a escena,
lo único importante es el show.
HACETE
UN PLAN
Si estás estresado y no sabés cómo puede salir todo, diseñá un plan. Eso te va a dejar más
tranquilo. No importa que tengas que modificar ese plan sobre la marcha; la certeza de
tenerlo, saber qué decir, en qué orden, saber si vas a improvisar en algún momento, va a
mantenerte más tranquilo hasta que pises el escenario.
El plan es la base de la presentación y, salvo que seas un cómico experimentado, no
te aconsejo salir a escena con la actitud de «a ver qué onda». La vida sobre el escenario es
muy distinta a la de abajo; arriba te hace sudar lo que abajo parecía fácil. En tus primeros
años de comedia, armate planes según el público, eso te va a dejar más tranquilo y mejor
parado si las papas queman.
EN
ESCENA
DEJÁ
TODO
Tomate cada función como si fuese la última. Sacá toda tu energía, poné toda la carne
al asador. Nunca pienses en gastar menos energía en la función por preservarte para otra
que tenés después. Nada te va a cansar más que una mala función, nada te va a cargar más
energía que una función muy buena.
Lo que das vuelve: si no pusiste lo mejor, no esperes un gran éxito. Después vendrán
los lamentos por saber que no diste más y elegiste «preservarte». Nunca conviene
resignar entrega. Una mala función es una piña que te tira el ánimo para abajo y una
buena es como el buen sexo: querés más.
El público aprecia mucho que alguien esté poniendo todo. Éste es también un buen
consejo para los malos momentos: si te está yendo mal, no te rindas; aunque la situación
no remonte nunca, la gente valora el esfuerzo.
CONFIÁ
EN TU INSTINTO
A veces, las cosas pueden estar saliendo bien y por alguna razón nos agarra miedo a que
algo falle: olvidarnos del material, cometer errores, pifiar. En casos así, confiá en tu
instinto. Básicamente, tu carrera está basada en él. La técnica debe ser una ayuda, un
apoyo, el esqueleto de tu monólogo, no una ley.
Tu cómico va a aflorar cuando te sueltes, te relajes y te dejes sorprender. La
inspiración tiene que imponerse sobre la técnica. Esto no es matemática; no existen
reglas y fórmulas a las que tengas que ceñirte para que todo marche. Arriba del escenario,
no importa este libro, no importa tu profesor, no importa la técnica: sólo importás vos.
No moldees a tu cómico a partir de nada que no sientas propio. Todos estamos, en
diferentes medidas, un poco locos y el escenario es el mejor lugar para que la locura
aflore…
Las cosas insoportables de la vida (reuniones horribles, por ejemplo) tienen que
canalizarse en el escenario y ocupar el lugar que les corresponde. Más que nunca: lo que
opaca tu vida brilla en escena.
ERRORES
Profesional no es quien no comete errores, sino el que sabe salir adelante. Errores va a
haber siempre. Olvidos, repeticiones, algún déjà vu molesto, trabas, pifies, escupidas…
Ningún problema. ¿Qué mejor para el show que la naturalidad? Relajate y no tengas
miedo a los errores, que existirán siempre. Lo bueno es aprender a lidiar con ellos,
superarlos o convertirlos en algo cómico.
La comedia y la perfección no se llevan bien. El público quiere ver a gente normal.
Incluso quiere ver a torpes en escena. Los errores te van a enseñar bastante y, hagas lo
que hagas, estarán ahí: no dependen de vos.
NO
HAGAS TU MONÓLOGO SIEMPRE IGUAL
Si lo hacés siempre igual, tu monólogo se vuelve aburrido. Los chistes que eran graciosos
pasan a sonar huecos, desganados… Hay que evitar la uniformidad. Cada presentación
debería ser distinta a las anteriores.
Buscá cambios, improvisá sobre la marcha, alterná el orden, meté cosas nuevas…
Adaptate al público y a tu estado de ánimo. En escena podés hacer, deshacer y rehacer
todo el tiempo. Sumá matices. Hay días tranquilos y días de mucha energía.
Lo peor que te puede pasar es automatizarte y repetir las cosas como un robot: no vas
a disfrutar ni siquiera cuando te vaya bien. El público quiere ver a alguien vivo, a alguien
que arriesga, no a un burócrata.
EL
MANEJO DEL TIEMPO
Cuando te inviten a un show, no te excedas el tiempo que te dieron, por más que te esté
yendo muy bien con el público. Podés generar conflictos detrás de escena y, en ese caso,
aunque la rompas, tal vez no te inviten otra vez. No hagas de más ni de menos.
Pero, ¿cómo saber cuánto tiempo llevás? Pediles a los encargados que te hagan una
señal que el público no vea. Lamentablemente, en muchos lugares todavía no se ha
incorporado la luz roja en la consola para avisarle al cómico que vaya cerrando. Muchas
veces se apela a señales que perturban la atención del público: sonidos o luces
estridentes, un llamado detrás de escena… Cuando el público nota algo así, se incomoda
porque está viendo a alguien que debe apurar su material.
Si en alguna ocasión te parece que estás perdiendo la noción del tiempo, no queda
mal que apeles a un recurso típico de los conductores de televisión o radio: preguntarle al
productor «¿estamos bien de tiempo?». Si no, mirá el reloj de pasada; no es lo mejor, pero
a veces no te queda otra.
Capítulo 5. Mejorando
Cuando estés en el ruedo, vas a ir puliendo tu material y agregándole cositas. Pasemos
ahora a unos consejos para perfeccionar el monólogo.
FILMARSE
Filmarse y ver el resultado es un buen sistema para corregir errores. Aunque no conviene
juzgar en pantalla lo que pasa en un teatro, esto te permite corregir muchas
imperfecciones del acting (si los movimientos no son claros) y de la dicción (si no se
entiende bien lo que decís). También resulta útil para corregir muletillas que uno usa sin
darse cuenta. Durante la actuación, somos totalmente inconscientes de nuestros errores.
Mirá las filmaciones y ensayá al mismo tiempo para ir corrigiendo los errores que ves.
MATERIAL
NUEVO
El mejor lugar para insertar tu material nuevo es en el medio o hacia las tres cuartas
partes del monólogo. Nunca al principio (salvo excepciones; por ejemplo, en caso de que
hayas escrito algo para una ocasión en particular). Al comienzo del monólogo hay
demasiadas cuestiones en juego –cómo está el público, si te va a querer u odiar, etcétera–
y vos estás esperando que se rían. Empezá con lo más efectivo, lo más simple y quizá lo
más blanco. Una vez que te quieran, les vendés más fácil cualquier cosa.
Hay materiales que fracasan porque no se los prueba en el lugar o la noche indicada.
El inicio de la función es la parte más dura del monólogo; aunque el material nuevo esté
buenísimo, tal vez no resulte ideal para empezar el monólogo. Al comienzo, lo que
necesitás es seguridad; en cambio, de la mitad del monólogo en adelante (tampoco al
final) solés estar más afianzado en escena.
Si la noche viene torcida, seguramente no sea la mejor ocasión para probar material.
Cuando el material ya probado no funciona, el que todavía falta pulir puede andar aún
peor. Tampoco es una ley: cuando probaste de todo y no lograste levantar al público, quizá
unos chistes nuevos sirvan para renovar las expectativas. Fijate en ese mismo momento,
yo digo que no es lo más aconsejable.
ESCRIBIR
HACE LA DIFERENCIA
Para hacer carrera en el stand up hay que escribir toneladas. Juntá dos horas, como
mínimo, de material asesino y una hora de material blanco para hacer en eventos.
Conozco a gente que lleva años haciendo stand up desde hace años y nunca los he visto
actuar más de quince minutos.
Si querés meterte de lleno en esta disciplina, distinguite por la variedad de material,
las horas de vuelo y el esfuerzo. El público va a agradecerlo yendo a verte cada vez que
estrenes material.
Transitá todos los caminos cuando escribas, desde el humor absurdo hasta el más
elaborado, del más tonto al más inteligente. Tené variedad adaptable a todo tipo de
públicos. Sumando páginas, además, vas a estar actualizado, siempre en carrera y sin
aburrirte.
QUERIBLE
Y VULNERABLE
Dos palabras clave en la comedia. Los cómicos suelen ser personas muy queridas en la
sociedad, la familia, el trabajo, etcétera. Dicen que uno en el escenario busca cariño, que
te quieran y te mimen con aplausos. Creo que es verdad. La gente se encariña con las
personas que le parecen accesibles, incluso con las «víctimas». Tal vez tengas estos rasgos
naturalmente; si no, no te recomiendo trabajar conscientemente en la cuestión. A lo largo
de tu carrera, según el tipo de cómico o de persona que seas, los irás desarrollando.
AGREGADOS
ACCESORIOS
(
El prop o accesorio es muy efectivo en escena. Consiste en rematar el chiste no con una
palabra, sino con un objeto.
Ejemplo:
Hoy vine con mi media naranja [mostrás una media color naranja].
Los props generan sorpresa y rompen un poco las estructuras orales del stand up.
Hay cómicos que basan toda su rutina en este recurso. Consejo: cuanto más tonto el
chiste, mejor.
Aquí van algunos otros ejemplos:
[Si un chiste no funciona, sacás un baldecito y una cuchara de obra] Estoy probando material.
[Si un chiste no funciona, sacás un baldecito y una cuchara de obra] Estoy probando material.
[Te cubrís con tenedores] Soy un agente en-cubierto.
Traje la foto de mi equipo [mostrás la foto de un minicomponente].
SKETCH
No estoy a favor del uso de sketches en el stand up. Es una cuestión de gustos. No sé por
qué se pusieron de moda acá. Estuve viendo funciones en distintos lugares del mundo
(España, Inglaterra, Francia, Uruguay) y creo que Argentina es el único país donde se
mezcla el stand up con los sketches…
Salvo excepciones en las que hay mucha plata y/o mucha producción, los sketches
suelen ser una estudiantina. Desde mi perspectiva, dejan bastante que desear.
Puede sonar fundamentalista, pero, cuando voy a ver stand up, quiero ver stand up.
He escuchado afirmaciones del tipo «hay que darle algo más a la gente», como si no fuese
suficiente trabajo subirse solo a un escenario para hacer reír… Inclusive en shows de
primera línea se da por supuesto que tiene que haber «algo más» que stand up por el
precio de la entrada. Francamente, no me cierra. Si voy a ver a Villa Dálmine, quiero ver
fútbol; si voy a ver al Barcelona, no quiero que me hagan acrobacias entre una jugada y
otra: quiero ver fútbol, y del mejor.
Ésta sólo es mi opinión. Va en gustos. Si te divierten los sketches, hacelos, pero
existen buenos argumentos en contra. El trabajo del cómico consiste en tirar abajo la
«cuarta pared» teatral y el sketch la levanta…
Algunos tienen el prurito de que, si sos «actor», tenés que «actuar» y usan el sketch
para dar esa idea en el show. No estoy de acuerdo. Sos cómico: ya es suficiente. Con esto
no quiero decir que el cómico no deba honrar aspiraciones actorales más ligadas a la
representación, pero el sketch tiene un formato menos teatral que televisivo (salvo
honrosas excepciones, insisto).
Yo no lo defiendo. Por regla, es desprolijo y, si no está excelentemente hecho, resulta
patético.
ENSAYO
TIPOS
DE ENSAYO
El ensayo puede ser una de las partes más aburridas para el armado del monólogo, pero,
claro, resulta esencial. Buscá la manera de que no se te torne pesado. Sé profesional y
pautate horarios de trabajo. La carrera del cómico es un poco solitaria y desordenada; uno
suele tener demasiada libertad para organizar los horarios. Armate el material que vas a
ensayar cada día y cumplí el plan a rajatabla.
Ensayar te va a dar seguridad en el texto y va a permitir que se te ocurran chistes
durante el proceso. Hay buenos materiales que fracasan por falta de ensayo.
Si estás solo, el espejo sirve. Claro que alguna gente no soporta verse; depende de
cada uno. Un gato, un amigo o tu pareja pueden reemplazar al espejo. Es indistinto: lo que
importa es el pulido del material.
COACHING
El coaching con un profesor de stand up (o de teatro, siempre que conozca de stand up)
es una de las mejores maneras de perfeccionar tu monólogo. No está entre las opciones
más económicas, pero de vez en cuando viene bien.
La mirada del profesional sirve para limpiar los defectos de tu monólogo. Proyección
actoral, situación en escena, voz, variedad y calidad de los chistes, problemas de
estructura, coherencia interna, actitud… todo se puede mejorar.
Encontrar a un buen coach no es fácil. Buscá, conectate con buenos cómicos que
puedan darte una mano. Para que este trabajo resulte efectivo es esencial que confíes en
la persona que dirige el coaching.
Uno tiende a creer que todo buen cómico es buen docente, pero no. Lo más
importante es que tenga «ojo» y que te sepa decir las cosas. A veces, los profesores fallan
porque no transmiten bien o lo hacen con una mala actitud o le piden al alumno más de
lo que puede dar.
Buscá y probá hasta que encuentres uno de tu talle. Rara vez será tiempo perdido el
que pases con un coach… Incluso si trabajás con uno que no termina de cerrarte, pensá
que vas a sacar algo bueno.
EL
ÍDOLO DE ROCK
Hay un ejercicio muy bueno para ensayar llamado «El ídolo de rock». Se trata de un más
que aceptable intento por mezclar técnicas de improvisación y stand up. Es simple y, a mi
gusto, es uno de los más entretenidos para practicar y darle matices al monólogo.
Elegí una canción que te guste y te ponga bien arriba. No necesariamente tiene que
ser rockera. Sirven el hard, Kusturica, el hip hop, el heavy, el pop, lo que sea, pero debe
moverte (yo a veces uso «Always on the Run», de Lenny Kravitz).
Entrá en tu plano de ensayo (el sector que representa el escenario) como si
realmente fueras «el ídolo de rock» y empezá a decir tu monólogo desde ese lugar. Dejate
llevar por la música. Bailá. Vas a notar que se libera mucha locura a través de la música y
que puede volcarse con facilidad a tu forma de hablar. Esta técnica es ideal para mover al
público y llevarlo bien arriba.
No estoy sugiriendo que, cuando salgas a escena, rompas el pie del micrófono contra
el piso (la destrucción de la sala, opino, es optativa). Sólo abre una puerta más para
sofisticar tu monólogo y transmitir lo que decís con otra fuerza… No olvides que los rock
stars son grandes seductores. Desde otro lado, los cómicos también lo son.
CONECTANDO
LA
AL CUERPO CON EL MONÓLOGO
VOZ
La voz es el instrumento principal del stand up. A veces, el material no funciona porque
no se entiende lo que decís. Errores típicos: no modulás bien, te comés sílabas, hablás
para adentro, saturás, tenés un tono monocorde, no le das color a lo que estás diciendo.
Estos déficits son frecuentes en el stand up ya que los cómicos no provenimos de
escuelas de teatro en las que se trabaje especialmente el aparato de fonación. Venimos de
oficinas, estudios, inmobiliarias…
Este libro no pretende cambiar tu modo de hablar si, por ejemplo, no se te entiende
lo que decís. Lo recomendable es que consultes a un foniatra o practiques alguna
actividad que desarrolle tu voz: canto, locución…
Lo que podemos hacer acá es darte unos truquitos y ejercicios para que calientes la
garganta antes de salir a escena y tu voz suene más clara y mejor colocada.
Para destrabar, decí remarcando bien la erre: «Trra, trra, trra. Trre, trre, trre. Trri, trri,
trri. Trro, trro, trro. Trru, trru, trru». Después, hacé lo mismo con: «Tla, tla, tla. Tle, tle,
tle», etcétera. También podés bostezar, cantar o hacer ejercicios con el sonido de la letra
eme: «a, am, ama, aman…».
Para calentar la voz, empezá por inclinar la cabeza despacio hacia un hombro y hacia
el otro, hacé suaves movimientos de rotación, aflojá la mandíbula abriendo bien la boca y
mové los labios abriendo y cerrando como si dieras besos de una manera muy exagerada.
Después, pronunciá la cadena de vocales a-e-i-o-u repetidamente.
De yapa, un ejercicio tomado de El libro de la voz, de Michael McCallion[1], que
utilizo para destrabar. Hay que recitarlo en voz alta, y sin pausas, todo de corrido.
El pontífice agrupó a la corporación y expuso que pretendía pedir al papa piedad y perdón para el paupérrimo
inculpado que fue perseguido por la policía hasta el pantano de Puente Arpa sin poder capturarlo y que ahora
permanecía perdido sin amparo. El prófugo, apodado Pepe, el Pruna, era paisano del pío padre que pretendía la
compasión. Cooperó primero como pintor y poco después como portero en el precioso palacio de unos parientes del
prior, pero fue despedido porque parecía espiar tras las puertas y pensaron culparlo de apropiarse de la plata de los
aparadores.
Podés seguir con algún trabalenguas que conozcas y después con partes de tu
monólogo en las que tengas dificultad.
El público se cansa rápido y no quiere hacer esfuerzos para escucharte. Si no te
entienden, los perdiste: enseguida estarán esperando al siguiente cómico. La voz
monótona o poco clara aburre. Expresá lo que sentís con matices. Que los espectadores
sólo tengan que escuchar cómodamente, sin necesidad de «interpretar» lo que decís. La
velocidad es fundamental: no vayas más rápido de lo que tu voz puede.
DEPORTES
El stand up implica todo un trabajo con el cuerpo para el cual es recomendable que estés
entrenado. Deporte, salsa, caminatas, yoga… Aunque suene cursi o trillado, sos un actor,
tu cuerpo es tu instrumento.
Muchas veces asistimos a funciones de comediantes que no transmiten nada porque
en el momento de «meter expresividad» sólo lo hacen con palabras, sin que fluya por el
cuerpo. El deporte te mantiene en contacto con tus músculos y tus huesos, activa sentidos
indispensables en el escenario.
Recomiendo el libro El cuerpo poético, de Jacques Lecoq. Ahí cuenta que llegó al
teatro por medio del deporte. Creo que es un gran camino y nunca hay que dejarlo de
lado.
OTRAS
ARTES
E l stand up te convierte en actor. Es bueno que te sumerjas en otras artes para no
encasillarte. Las siguientes actividades te van a dar herramientas útiles para tu carrera de
monologuista.
CLOWN
El clown es elemental y es la disciplina que tiene más relación con el stand up: mira al
público y trabaja con él; uno se para solo frente a la platea y, principalmente, hace reír.
Muchas cosas que aprendí en clown las aplico en el stand up. Te vincula mucho con el
fracaso y con el ridículo, dos cosas básicas para el cómico.
BUFÓN
La desinhibición total. Lleva tu esencia cómica al extremo. Te enseña que para crear no
hay que reprimirse, sino largar afuera lo peor de uno. Hacer bufón es heavy: varias veces
volví a mi casa con moretones. Te va a ayudar mucho a soltarte y a jugar con los límites.
IMPRO
La improvisación es un salto al vacío. Tenés que solucionar todo en el momento, casi sin
pensar. Sirve aprender que la improvisación tiene reglas claras y te puede dar muy buenas
estructuras para la comedia. Te permite desarrollar una «mirada periférica» para tomar lo
que pasa en la sala y hacerlo parte del show. En buena medida, la comedia se comprende
mediante los juegos de rol y de status, ambos muy trabajados en las sesiones de
improvisación.
TRAGEDIA
Los extremos se tocan. Para mí, la tragedia, si se excede un poco, da risa. Está todo tan al
borde en la tragedia… Si tenés la desgracia de ver una obra trágica mal actuada, vas a tener
la suerte de ver algo cómico. Muchos trabajos en tragedia pueden ayudarte a sacar el
«cómico líder». A la vez, la «actuación heroica», puesta en un monólogo, tiende a ser
desopilante.
TEATRO
Cualquier curso de teatro más o menos bueno te va a dar conciencia de lo que podés sacar
de vos. Aprovechá que en Argentina hay muy buenos profesores.
A lo largo de los años, hice varios cursos de teatro. Puedo decir que en todos aprendí
procedimientos y técnicas útiles para el stand up. Estos cursos también te curten en el
ambiente y te facilitan el acceso a posibles trabajos.
Mucha gente llega al stand up de casualidad, sin haber estudiado ninguna otra
disciplina artística. En situaciones así, hacer un poco de teatro te va a dar un panorama
bastante completo de cómo funciona este mundillo.
CANTO
En cierto punto, el cómico es como un cantante. Sin otro instrumento que su voz, se para
frente al público y le cuenta cosas. Las clases de canto dan una orientación interesante
para ver cómo te parás en escena. También dan herramientas vitales para manejarte en
cualquier tipo de actuación: la respiración, la modulación, el tono, la proyección de la voz,
etcétera, todas cosas que permiten una comunicación fluida.
CRISTO
ES EL CAMINO
A las disciplinas mencionadas podemos sumarles locución, comedia del arte, oratoria,
conducción… Todo sirve, incluso lo más raro. Confieso que varias veces me he metido en
iglesias evangélicas (en Argentina y en Brasil) para ver cómo los pastores captan a sus
adeptos. En un punto, son seres detestables, claro, pero manejan con maestría el arte de
la oratoria. Saben transmitir, contagian energía, tienen actitud de sobra, fascinan. Tratá de
llevar eso al ámbito de la comedia y vas a ver resultados increíbles. Tu causa, aparte, es
más justa: hacer reír.
MIRÁ
OTROS GÉNEROS
Hay infinidad de disciplinas basadas en la comedia y la persona escénica. Nutrite de todo.
Vas a encontrar recursos en Elvis Presley, Frank Zappa, Jimi Hendrix, Sandro, Nina
Hagen…
También hay buenos o excelentes transmisores en la política: mirá la oratoria de
Fidel Castro, de J.F. Kennedy, del Che Guevara. Lo que te mantiene enganchado a sus
discursos, estés de acuerdo o no, es que ellos expresan «su» verdad y cómo la expresan.
En el teatro vas a toparte con otras formas de hacer humor, otras personas escénicas.
Todo sirve. Dejate influir. No olvides que la mayoría de los artistas no son originales
cuando empiezan: vienen «inspirados» por otros y después empiezan a sacar lo suyo.
MIRÁ
A OTROS CÓMICOS/ACTORES
Podés verlos en vivo, en DVD o vía YouTube. No importa si hablan en otro idioma y no
están subtitulados. Mejor. La idea es apreciar la actitud. Hay cómicos que te hacen reír o
te mantienen entretenido aunque no les entiendas una palabra. Eso demuestra que lo
definitivo en un cómico es la actitud y la persona escénica. Además, el hecho de que una
persona te arranque carcajadas sólo con la forma en que expresa las cosas da la pauta de
que, en realidad (por más que se «robe» material), lo que hace reír es el cómico, no lo que
diga.
Mirá afuera y mirá adentro. Sé de muchos cómicos que conocen a un montón de
comediantes yanquis, ingleses, australianos, escoceses o irlandeses, pero que nunca
vieron un show de Pinti, de Perciavalle o de Antonio Gasalla. Me parece una mala táctica.
A los cómicos locales podés verlos en vivo. Tienen nivel internacional y podés aprender de
ellos mucho más que si buscás rarezas de otros países.
SECCIÓN
OJO
DEBATE
CON LOS VIDEOS
Al ver videos de cómicos estadounidenses o ingleses, seguramente pensarás: «¡Qué
genios son estos tipos! Estamos a años luz de ellos». ¡Cuidado! En casi todos esos videos
pesa mucho la edición: fueron grabados con cinco cámaras, tienen varias horas de trabajo
posterior encima, combinan lo mejor de distintos shows, incluyen risas grabadas, no hay
partes aburridas porque las borraron, se hacen con un ejército de libretistas, vestuaristas,
escenógrafos y, por si esto fuera poco, se filman en un teatro con 2 mil personas. Con toda
esta parafernalia, ¿realmente estás viendo un show de stand up?
Pongamos de ejemplo a Sarah Silverman (nada personal, Sarah, sólo es un ejemplo).
Quienes estamos en el ambiente consideramos que es una genia y no pretendo afirmar
que no lo sea, pero ninguno de nosotros la vio en vivo. Por lo menos, no conozco a nadie
que haya ido a una función suya (no me refiero a sus presentaciones actuales, sino a las
que hacía al inicio de su carrera en clubes de comedia para setenta personas). Todos la
conocemos por sus rimbombantes videos que, más que un show, parecen una película de
Hollywood…
He visto videos de reconocidos cómicos donde al final ponen los créditos y, en ciertos
casos, son tantos que tardan un buen rato en pasar… A veces incluso agregan «extras»
con las partes eliminadas. Conclusión: no estás viendo a un cómico, sino a una industria.
Lo mismo vale para Seinfeld (y me animo a tocar a alguien sagrado). Todo el mundo
piensa que es un dios del stand up cuando en realidad le conocemos unos pocos
fragmentos que abren y cierran una serie (excelente, de las mejores, por cierto), que están
recontra editados, que se filmaron con varias cámaras, se escribieron con colaboración de
libretistas y tienen un público de reidores pagos. No podemos negar que el resultado es
glorioso, pero no estamos viendo stand up, estamos viendo ficción.
Recuerdo que hace unos años vi un DVD de Robin Williams de una hora. Me pareció
genial. Me enamoré de lo que hacía ese tipo. Yo no lo tragaba y, después de ver ese video,
empecé a considerarlo uno de los mejores cómicos del mundo. Pasó un tiempo y me llegó
una filmación sin editar de ese mismo show. Duraba aproximadamente una hora y media,
treinta minutos más de lo que ya había visto… Mi impresión del show cambió totalmente
después de ver la versión completa. Tenía partes largas y aburridas, material malo,
huecos… Me costó mucho terminar de verlo. Me sigue pareciendo genial lo que hace en
escena (todo bien, Robin), pero relativicé un poco la impresión que había tenido.
También existen videos muy editados de cómicos pésimos, pero, bueno, en Estados
Unidos hay un mercado inmenso. Un fracaso para ellos significa 10 mil copias vendidas,
una cifra impensable en estas pampas. Mi consejo: disfrutá de los videos, reíte y nada
más; no trates de compararte ni de ponerte eso como objetivo en un show de teatro
porque es imposible.
LA
LUPA DE LA INDUSTRIA
En relación con lo anterior, muchas veces los artistas nos parecen geniales no sólo por su
obra, sino también por su carrera. Los cómicos yanquis o ingleses pueden sacar cinco o
seis DVDs, además de libros, CDs, merchandising, participación en películas, series, late
shows, funciones ante estadios llenos… Pregunto: ¿se trata realmente de divinidades del
humor o es que una industria colosal y millonaria (casi imperial) los pone en ese sitio?
He escuchado decir que, en el caso de los Monty Python (voy a tocar a otro dios, y de
éste soy fervoroso creyente), se dio la combinación justa. Había una posibilidad en un
millón de que seis genios de la comedia se juntaran. Ocurrió e hicieron lo que hicieron.
Pero… ¿fueron ellos tan extraordinarios o una inmensa industria los potenció? ¿Fue
casualidad que nacieran en el mismo país floreciente del que han salido los Beatles, los
Rolling Stones, Pink Floyd, The Police, Queen, entre tantos que, supuestamente solitos,
sin ayuda de multinacionales ni de poderosas industrias, llegaron a la cima de la
creatividad?
Es mucho más fácil ser un genio en Inglaterra que en Argentina (salvo que seas
futbolista). Fijate bien dónde estás parado cuando te comparás con ellos. Tal vez te veas
mucho más abajo de lo que sos en realidad. Pensá cuánto influyen en el talento los
dólares invertidos en la producción de un artista.
SON
¿
LAS MUJERES MENOS GRACIOSAS QUE LOS HOMBRES?
A lo largo de mi carrera, escuché esta pregunta infinidad de veces. La pregunta, por
supuesto, ya aparecía contestada: las mujeres no son graciosas, no tienen remate, hablan
mucho y rematan poco, son más simpáticas que graciosas, no tienen one-liners, duermen
al público, las mujeres de la platea no quieren ver a mujeres sobre el escenario, etcétera,
etcétera, etcétera. Diez mil objeciones proferidas principalmente por varones, pero
también por algunas mujeres.
Si tuviera que hacer un ranking de los diez mejores cómicos de stand up argentino,
cuatro serían mujeres. Y, más allá de mi opinión, tres son las más exitosas en la taquilla.
En lo cualitativo, las cosas están equilibradas, pero, ¿por qué hay más cómicos que
cómicas? El cálculo cuantitativo no es parejo. ¿Hay un ambiente que impide que ellas
tengan importancia? ¿El humor está más vinculado a lo masculino? ¿Somos machistas y
no les damos las mismas posibilidades a las mujeres? ¿Tenemos miedo a que nos rompan
las bolas también en los camarines?
Entre cómicos, es muy común que, en respuesta a un comentario sobre una cómica
muy buena, surja una pregunta previsible: ¿está fuerte? Y, de vez en cuando, también: ¿te
la garchaste?
¿Tenemos la idea de que belleza y comedia no van de la mano? ¿Por eso los chistes
que se hacen sobre mujeres suelen estar vinculados a la fealdad? ¿Tenemos asociada la
figura de la mujer a la belleza más que a la comedia? ¿Es por eso que hay más mujeres
modelos que hombres? ¿Se quejan los modelos por ser minoría?
Hay un preconcepto según el cual el varón es quien hace los chistes y la mujer es
quien se ríe. Históricamente, el humor ha sido un arma de seducción de los hombres más
que de las mujeres. Ellas están más relacionadas con la belleza que con el diálogo a la
hora de seducir. ¿Vendrá de ahí este prejuicio?
Hace unos años, se estableció un cupo obligatorio de mujeres en el Congreso.
Casualidad o no, al poco tiempo, en 2007, asumió una presidenta mujer (Cristina
Fernández de Kirchner) y su principal rival en las elecciones fue otra mujer (Elisa Carrió).
¿Deberíamos hacer lo mismo en la comedia? ¿Los shows deberían tener un cupo
obligatorio de mujeres? ¿Tememos los hombres que ellas nos destronen en la categoría
de capocómicos?
Sea como fuere, creo que en algo podemos estar de acuerdo: los hombres y las
mujeres somos distintos. Por consiguiente, el tipo de humor que hacemos no es igual. Si
bien existen millones de puntos en común, ciertas cosas nos hacen reír más a los
hombres que a las mujeres y viceversa.
1. McCallion, Michael: El libro de la voz, Barcelona, Urano, 1998.↵
Capítulo 6. Trabajo con el público
ROMPER
EL HIELO
El arranque es una de las partes fundamentales del monólogo. Salvo que la noche venga
muy bien, no ataques de una. Tené en cuenta que, cuando aparecés en escena, la mayoría
de los espectadores ven tu cara por primera vez en su vida.
Te están digiriendo, te estudian, te ven raro, tal vez te encuentren un parecido con
alguien o no les cae bien la forma de tu nariz. Tomate unos segundos para presentarte. No
desperdicies tus primeros chistes por apuro. Saludá, entrá en contacto visual, hasta podés
preguntar «¿cómo la están pasando?» o lo que quieras; si podés hacer esto con chistes,
será un golazo, pero con ser simpático alcanza para tu presentación.
Recomiendo calentar un poco el clima. No choques por ir demasiado de frente. En
una primera cita, no saltás a la cama derecho. Hace falta algo de tiempo para conocerse.
En nuestro caso, hablamos de poco tiempo; pueden ser unos segundos.
Agarrá el micrófono tranquilo y plantate en el escenario. Detalles así te van a dar una
buena pauta de cómo está el público para tus primeros acercamientos.
ECHAR
ABAJO LA CUARTA PARED
El primer trabajo que tiene el cómico consiste
en romper la pared entre él y su público.
Jerry Lewis
Hay una pared preestablecida en el teatro. El cómico está arriba, con su micrófono, y
el público está abajo, a una respetuosa distancia. El cómico debe voltear esa pared. Tiene
que entrar en confianza con los espectadores, hacerles sentir que es como ellos, que está
ahí para hablarles de igual a igual.
Para que un cómico resulte querible, tiene que ser parte del público, no lanzar su
discurso desde un pedestal de superioridad. No existe una fórmula para lograr ese
acercamiento. Algunos cómicos traen de fábrica esa capacidad, otros la desarrollan rápido,
a otros les cuesta mucho. De cualquier modo, no salgas a pelearte con el público, no lo
veas como un enemigo o un monstruo a vencer. Usá tu carisma y hablá de igual a igual.
CÓMO
ENCARAR A LOS QUE NO SE RÍEN
Al hacer el fuego para un asado, si vemos que ciertos carbones empiezan a apagarse,
echamos aire donde las llamas todavía son potentes para que se propaguen a las zonas
débiles. Con el público conviene hacer algo parecido. «Fogoneá» a los sectores que están
mejor y andá tirando los remates a los otros sectores. La risa es contagiosa. No dejes de
lado a los que te siguen por enfocarte en el sector que no se ríe. Es preferible potenciar el
sector donde hay risas hasta lograr que contagien al resto. Si no, estás apantallando
carbón sin encender y el fuego se va a apagar.
De manera cómplice, incluí a los que están callados diciéndoles los remates en la
cara. Poco a poco, sin apuro. Si vez que no hay reacción, dejalos y volvé más tarde. Tomate
tu tiempo, no apures el material. Hacé pausas después de los remates. A veces, la gente
está dispersa y tarda en llegar a un chiste. Hay que meter al público en tu código. No te
desesperes, siempre habrá gente que te sigue en un show. Buscala.
TIMING
El timing es la relación del cómico con su público. No puede enseñarse o transmitirse,
pero hay que saber de qué se trata. Se debate mucho el significado de esta palabra. No
conviene dar demasiadas vueltas. En principio, es algo en lo que uno no trabaja
directamente: se irá desarrollando a lo largo de tu carrera.
Hay un ejemplo que define muy bien el timing. Imaginemos que una banda está
tocando mientras el público baila. De repente, la banda acelera el ritmo. ¿Qué hace la
gente? Sigue el compás y también acelera. Así, la gente transmite energía a la banda y
logra que los músicos se acoplen al ritmo del baile. Banda y público se sueldan: nadie
manda, las dos partes se influyen mutuamente.
Este ida y vuelta, esta relación y conexión entre la banda y los que bailan (entre el
cómico y su público) es lo que llamamos timing.
DELIVERY
Al igual que timing, delivery es una palabra muy utilizada, que «queda bien», pero no se
sabe exactamente qué significa. En una traducción literal, sería «entrega». Y ésa me
parece la mejor definición. Delivery es la forma en que el cómico «se entrega» o
«entrega» su trabajo. No soy partidario de ahondar mucho en estos conceptos: confunden
más de lo que enseñan y generan debates arduos que poco tienen que ver con las risas del
público. De todos modos, está bueno que conozcas esta terminología; más que nada, para
estar informado. Cuando se habla del delivery que tiene un cómico, no es que reparta
empanadas; se alude su forma de entregarse al público.
VELOCIDAD
Y CALMA
¿Qué hace reír más, la vorágine de Pinti o los tiempos pausados de Marcos Mundstock? A
veces, vi presentaciones muy potentes y, una vez terminadas, me di cuenta de que no
había entendido nada. La velocidad puede generar risa. Le pone adrenalina, tensión y
vértigo al monólogo. Pinti puede estar hablando largo rato sin meter un solo chiste, pero
te hace reír el modo en que habla. La pausa, en cambio, genera conexión, complicidad con
los espectadores.
Manejá los dos ritmos. Si estás delante de un público reducido, da para algo
tranquilo, intimista, más cercano al diálogo. Si hay mucha gente, podés poner quinta y te
van a seguir. No es regla, puede darse al revés. Es cuestión de tacto.
EL
MESÍAS
Cuando estás arriba del escenario, sos el líder. La actitud del cómico en escena debe ser la
siguiente: «Yo tengo la verdad y se las vengo a traer». Aunque dé la imagen de un
fracasado, debe mostrar que sabe cómo es verdaderamente el mundo. «Yo sé esto y tengo
el deber de transmitírselos». Todo cómico es un poco evangelista: viene a revelar lo que
realmente está pasando afuera y nadie se atreve a decir. Un líder perdedor, un iluminado
que quiere denunciar a las oscuras fuerzas que atormentan a la humanidad… Por ejemplo,
las servilletas de papel o las canillas automáticas.
DEJALOS
REÍR
Para hacer humor, hay que manejar la energía de la sala. Dale tiempo al público para que
«agarre» el chiste y para que se ría, pero no dejes que se hagan silencios entre las risas y
el siguiente chiste. Para que entiendas esto, veamos «la curva de la risa».
LA
CURVA DE LA RISA
Para entender cómo trabajar el timing con el público existe un gráfico llamado «la curva
de la risa». Imaginate que la risa forma una especie de arco iris: arranca en el horizonte,
sube, baja y termina otra vez en el horizonte. Esta curva marca la intensidad de la
carcajada. En el punto más alto, más cerca del «cielo» (o sea, hacia el centro), la risa es
más intensa. Supongamos que, después de un chiste, la risa del público empieza a subir al
«cielo». La pregunta es: ¿en qué momento habría que empezar el siguiente chiste?
1. En lo más alto de la curva.
2. Cuando la curva está a mitad de descenso.
3. Cuando la curva volvió a tocar el horizonte.
Respuesta correcta: la número 2.
Si empezás el siguiente chiste en plena explosión del anterior, además de cortarle el
timing al público, no se va a escuchar lo que digas. Si esperás que la risa llegue hasta
abajo, estás permitiendo que la llama se apague: demasiado descanso. En cambio, si el
nuevo chiste empieza cuando la curva inicia el descenso y antes de que toque tierra, vas a
poder reutilizar esa energía como escalón para provocar una carcajada más fuerte y así ir
ganando potencia hasta llegar al nivel más explosivo de risa, aplauso, ovación, platillo,
corneta y bombo.
Usá este gráfico como una herramienta, no como una ley inquebrantable. El sentido
común también manda en esto.
PÚBLICOS
MALOS
Se dice, con bastante tino, que no es malo un público, sino un show. Yo creo que no
existen públicos malos, sino, más bien, públicos difíciles, que por diferentes motivos no
están con ánimo de reírse.
Hay circunstancias que exceden al trabajo y las aptitudes del cómico. Esto significa
que hasta el mejor comediante del mundo tendría que luchar duramente con cierto grupo
de aburridos encarnizados que están esperando para descuartizarlo en vivo.
Acá van algunas sugerencias para encarar a públicos difíciles. Los clasificaremos en
cuatro tenebrosos grupos.
LOS
CANSADOS
«¡Qué lindo el público de los domingos!». Entre los públicos más difíciles está el de los
espectadores cansados. Suelen aparecer los viernes en la función de trasnoche y los
domingos. El principal inconveniente es que, antes de que el cómico diga una palabra, ya
están cansados. Se los reconoce porque bostezan y están al borde de caer dormidos.
Consejos: no los apures, andá subiendo de a poco, bromeá con los que veas que están un
poco somnolientos y captá su atención.
Muchas veces, el fracaso depende de las expectativas del cómico en relación con el
público: le exige más de lo que puede dar. Esto no tiene sentido. Plantate más bien como
un cómico de salón, no como un humorista que sale a romper cabezas. Trabajá con los
más frescos, fogoneá ahí; ellos, con sus risas, harán que el resto se despierte.
LOS
ENOJADOS
«Andá a laburar, atorrante». La noche viene mal y no levanta, sale un cómico malo detrás
de otro, la gente está indignada. Se pregunta cómo pudo gastar plata en esto, por qué no
fue a ver algún espectáculo callejero, si no era mejor plan visitar a la suegra… y en eso
entrás vos.
Siempre que aparece alguien nuevo en escena, aunque la noche venga muy mal, las
expectativas se renuevan un poco. El público te va a dar una chance, una sola. Tu
responsabilidad es tirar toda la carne al asador. Arrancá con lo mejor que tengas porque
no te van a dar mucho tiempo. El «material de arranque» se vuelve crucial. Si tardás en
dar la estocada, te van a poner al nivel de los anteriores y se te hará muy difícil
convencerlos de que lo tuyo es diferente.
Ponete en actitud de «ahora se van a divertir» (pensalo, no lo digas bajo ningún
concepto) y dejá todo, como si fuese la última función de tu vida. Tal vez no los hagas
explotar, pero… nunca se sabe. A veces, salir a escena en circunstancias adversas te da la
oportunidad para romperla.
LOS
EXIGENTES
«A ver si sos tan bueno…». Suelen aparecer cuando antes hubo un cómico muy bueno. Se
enamoraron de él y ya no les interesa encontrar una nueva pareja. En estos casos, es
recomendable citar a ese cómico, incluso podés improvisar un callback sobre algo que él
haya dicho. Tenés algo a favor: la buena energía que dejó en el público; tratá de
continuarla. Si esta situación se da cerca del final de la noche, es aún más difícil: a la
gente le cuesta enamorarse de otro cómico cuando todo está culminando.
Podés bromear al respecto cuando pises el escenario:
Esto es como llegar a casa, encontrar a mi mujer en la cama con Brad Pitt y que me diga:
–Bueno, ahora seguís vos.
Una variante:
–¿Les gustó el cómico anterior?
–¡¡¡Síííí!!!
–Puta… Voy a tener que esforzarme más.
En líneas generales, si somos honestos, salir después de un muy buen cómico debería
sumarte más de lo que puede restar. No trates de competir con él, buscá continuar su
trabajo.
LOS
DISPERSOS
«¿Qué? ¿Hay un show?». Muchas veces, aunque estés haciendo todo bien sobre el
escenario, en la sala hay ruidos o movimientos que dispersan al público. Esto es difícil de
manejar. Los mozos no tienen la culpa de que los manden a cobrar en medio de tu mejor
chiste, la máquina de café y la licuadora hacen ruido… Si pretendés frenar algo así, quedás
como el cómico mala onda.
Lamentablemente, poco se puede hacer contra el ruido ambiente. A la sala le
conviene facturar y no es bueno que obstaculices los negocios de los que te dan trabajo.
Podés hacer notar el ruido de una buena manera, aunque los encargados de la barra no
suelen darles importancia a tus simpáticas quejas. También podés pedir que te suban el
volumen o probar acercando más tu boca al micrófono.
Si nada sirve, hacé bromas al respecto. Utilizá esos ruidos o movimientos para
incluirlos a modo de chistes: «¡Empezó el TC Mozos 2012! ¿Quién llegará primero a la
caja?» o «Bueno… Mientras desarman la sala, les voy a hablar de…». Todo, por supuesto,
con buena onda, sin chocar con la gente a cargo de la sala.
ALGUNOS
TRES
CONSEJOS
CHANCES, NO MÁS
Si ves que hay alguien con muy mala cara o un sector de la platea muy duro, tirá tres
remates para ese sector, pero no más. En caso de que no cesen las hostilidades,
«encapsulá» a ese grupo. Seguir insistiendo con chistes y muecas puede resultar
contraproducente: si uno o más espectadores tienen mala onda, no hay nada que hacer.
No gastes energía cuando no vas a tener respuestas positivas. Seguí con los que están
divirtiéndose, trabajá con ellos.
No te pelees con quien no se ríe. No te encapriches. Tal vez no sea con vos; a lo
mejor, esa persona tuvo un mal día o se peleó con su pareja mientras tomaban algo antes
del show… No hay que ser porfiado.
El exceso de atención hacia los jodidos del público tiene un efecto colateral
indeseable: los hace resaltar y, entonces, todo el mundo se pone tenso… Conviene hacer
lo contrario, el mejor remedio es la indiferencia, no entregar el poder. Tal vez la persona
quiere ser el centro de alguna manera y trata de perjudicar tu show mirándote fijo y serio.
No pierdas tiempo con esta gente. Hacé como que no existen, no entres en su rosca.
Si te obsesionás con ellos, ganaron, les diste el gusto: son el centro, arruinaron la función
y tienen una anécdota heroica en la que son protagonistas.
NADA
QUE HACER
Tenés que ser consciente de esto: a veces, no hay nada que hacer. Saberlo va a relajarte y
tal vez encuentres una salida. Está bien ser testarudo, no bajar los brazos. Ésa es la
actitud, morir en la lucha, pero es bueno tener en claro que, a veces, no hay nada que
hacer. No eras el cómico para ese momento o justo te tocó la convención de la CED
(Cansados, Enojados y Dispersos). En fin…
Te va a dar bronca, pero el análisis que corresponde es el que acabamos de plantear.
He tenido que hacer funciones duras, con los espectadores cansados, y justo en el
momento en que los estoy recuperando… el encargado manda a una tropa de mozas a
cobrar las cuentas. El horror, el horror: todas las personas se fijan cuánto hay que pagar,
buscan cambio, falta propina… un grupo se levanta para irse antes. ¡Imposible! Hay cosas
que escapan a tu alcance, no sos un cómico con superpoderes.
Las catástrofes no suelen tener un solo motivo: varios factores logran una
combinación letal. Tal vez hiciste todo lo que estaba dentro de tus posibilidades para dar
vuelta la función, pero se rebeló la sala, se descompuso la máquina de café, los chicos se
largaron a llorar… Vos tenés que seguir, hacer tu trabajo. Cumplí con tu parte. Compactá,
pero no renuncies. No vas a cambiar las cosas, pero, si luchás hasta el final, vas a quedarte
con la conciencia tranquila.
CONEXIÓN
CON LOS ESPECTADORES
MIRALOS
Para que el público te preste atención, primero tenés que prestarle atención vos. Es
común que la luz en la cara te dificulte la visión. No importa: bajá un poco la cara y mira a
los espectadores. O simplemente sentilos, escuchalos. Hablales cara a cara. Tratá de no
ser agresivo (si tu personaje tienen una actitud agresiva, que quede en claro que no es
hacia ellos), buscá complicidad. Encaralos, deciles los remates a la cara, amistosamente.
Si no los mirás, no hay contacto; sobre todo, al inicio o cuando sentís que los estás
perdiendo.
SUBIR
PÚBLICO A ESCENA
Te está yendo mal, se dio la ocasión o simplemente había una persona que rompía tanto
las pelotas que se te ocurrió subirla para ridiculizarla… Resulta que de pronto tenés a una
persona del público sobre el escenario. Todo vale, pero cuidado: no pierdas el control de la
situación. Este recurso es bastante arriesgado: he visto casos catastróficos.
Tiene la ventaja de que la gente está viendo algo que sólo se da en esa función. Es
gracioso que un gordito pelado, con el cinturón arriba del ombligo, se pare en el escenario
y responda preguntas sobre la intimidad con su mujer, que también participa desde la
platea. Te puede servir mucho en eventos donde muchos conocen a la persona que subió
o en lugares más informales, como cafés o sótanos, en los que hay un espíritu
desestructurado.
No conviene hacer subir al que no quiere. Hay gente que la pasa realmente mal en
escena. Además, el público se incomoda si ve a alguien que sufre mucho y te podés poner
a la platea en contra. Igual, no te va a ser difícil identificar a los que no tienen problemas
en pasar… Se les nota en la cara, no se escapan tanto.
Me permito contar una pequeña anécdota. Una vez, en un bar de Madrid, la cosa no
venía muy bien que digamos… Para ser más precisos, estaba remando en dulce de leche y
no pasaba nada. Además, en el fondo había una chica bastante borracha que no paraba de
hacer comentarios a los gritos… Palabra va, palabra viene, me cansé y la hice subir. Fue la
salvación. Ella y su borrachera eran mucho más graciosas que mi monólogo prolijito.
Acaparó la atención de todos los que estaban en la barra (seres oscuros que a mí no me
habían dado ni pelota). Su historia era, digamos, emocionante: el novio la había dejado
plantada y se había tomado unas copas para ahogar el malhumor. Estaba más cómoda en
el escenario que en su silla. Fue glorioso. Daba respuestas ilógicas que hacían estallar a la
gente:
–¿Estás sola?
–Mucho –respondía ella, y todos estallaban.
Esa chica me levantó la función, tanto que, ya cerca del final, la hice pasar de nuevo.
Lo dicho: es un recurso arriesgado, no hay forma de prever qué puede pasar. He visto a
gente loca que causaba estragos en escena.
¿Vale la pena correr el riesgo? Queda en vos.
APLAUSO
QUÉ
Y OVACIÓN
HACER MIENTRAS RÍEN O APLAUDEN
Supongamos que te está yendo muy bien y el público te interrumpe seguido para
aplaudirte. En esos casos, tal vez no sepas qué hacer mientras te aclaman. Por vergüenza
o humildad, algunos cómicos interrumpen los aplausos para seguir el monólogo.
Simplemente, no saben recibir cumplidos o, mucho peor, temen quedarse sin tiempo para
terminar como planeaban… El público se quiere reír, no ver a alguien que «marca
tarjeta».
Si se ríen mucho con vos, acortá tu monólogo, pero no los obligues a reducir sus
manifestaciones. Mientras vienen los hurras, mantené tu actitud. Si venías hablando
indignado de cómo se visten las pendejas en verano, seguí indignado en ésa mientras te
aplauden. Incluso podés contagiarte, sonreír un poco con ellos, tomar un poco de agua, lo
que sea, hasta festejar las carcajadas del público como si hubieses metido un gol, pero no
los interrumpas porque van a sentir que te están cortando, ¡y no te van a aclamar más!
Por cortar la expansión de una risa, nos perdemos de ver que después quizá venía una
ovación.
PEDIR
EL APLAUSO
Es discutible si el cómico debe pedir aplausos a la platea (en caso de que dos o tres
personas aplaudan, arengar al resto para que los imite). Mi opinión: todo en su medida.
Cuando un público no es muy aplaudidor, no ganás nada si querés obligarlo a que cambie.
Paciencia… Por lo general, a la gente no le gustan las exigencias. Si tu pedido suena como
un ruego o una imposición, también puede suceder que el público se ponga en un actitud
de «si querés aplausos, ganátelos».
No es lo mismo para el trabajo del presentador, que tiene que romper el hielo. En su
primera salida, calienta el ambiente y organiza, con chistes y arengas, un aplauso. Sobre
todo, en funciones para poco público, en las que las palmas suelen ser más lerdas.
Si no hay un presentador, ese trabajo puede correr por cuenta de los cómicos en caso
de que el show venga muerto y no se genere un aplauso ni a patadas, pero esto vale sólo
una vez por función. No es recomendable insistir.
GENERAR
APLAUSOS ATRÁS DE ESCENA
Esto puede resultar patético: el cómico hace un chiste, surgen algunas risas entre el
público y se escucha que detrás del telón hay tres tipos aplaudiendo con todo, como si
fueran militares para despertar a los soldados. La gente no es tonta. Sabe que la están
forzando a largar un aplauso para ponerle onda a un show que en realidad no la tiene.
Queda bastante fulero.
He visto maneras de provocar aplausos que no dan una impresión tan triste. Por
ejemplo, alguien de la sala (o del show) se sienta en la parte de atrás de la platea y
aplaude desde ahí. No hay que pensarlo como algo inmoral, por supuesto. Desde hace
décadas, los acomodadores en los teatros de revistas son enviados función tras función a
arengar al público.
Sin embargo, desde mi punto de vista, mientras menos se apliquen estos truquitos,
mejor. Hacerlo una vez, para generar el primer aplauso o para generar el último porque el
cierre no estuvo muy arriba, vaya y pase, pero, si se repite, el truco se vuelve evidente y da
lástima. Como un orgasmo fingido.
FAMILIARES
CON DEMASIADA ONDA
Algunos familiares y amigos, por ponerle onda, se pasan de mambo, se ríen de más,
festejan todo y exageran los aplausos hasta tornarlos molestos. Quieren demostrarte su
cariño, pero hacen que el público genuino se te ponga en contra. Con amabilidad y
simpatía (su intención no es perjudicarte, sino todo lo contrario), ponelos en evidencia.
La técnica es la misma de siempre: el chiste.
Vinieron unos familiares del psiquiátrico. Los dejan salir poco y aplauden cualquier cosa que ven.
Desde chiquito, en mi familia me aplauden todo, hasta mi primera masturbación.
No sigas como si nada. El público está pensando: «¡Cómo me molesta esa risa
fingida! ¡Mataría a todos sus familiares!». No va a ser fácil que los espectadores se rían
cuando sienten con más intensidad sus ganas de asesinar a tus parientes.
APLAUSO
COMPASIVO
Ojo con algunos aplausos. A veces, el público quiere que tu show salga bien y le pone
ganas. Entonces, ante algún mal chiste, una equivocación, un largo período sin risas,
aplauden la primera cosa que se parezca a un remate. No estás triunfando, te están
remando el show.
Muchos cómicos piensan que estos aplausos son genuinos y que realmente salvaron
la noche. Aprovechá la buena predisposición y entregá más que lo que venís dando. Tal
vez estás a punto de hundirte y no te diste cuenta.
La compasión tiene un límite. Quizá estés brindando un show casi patético y parte
del público empieza a sentir bronca porque obtenés una retribución inmerecida. Un
público compasivo y paciente se puede remontar; un público con bronca, no.
DIÁLOGO, NO
MONÓLOGO
ESCUCHÁ
Aunque parezca contradictorio, el stand up no es un monólogo, sino un diálogo con el
público. Vos hablás, ellos te responden con risas (o con silencio o con tomatazos), hay un
ida y vuelta constante. Si se corta esto y no das tiempo a que te respondan, perdés la
conexión.
Escuchá a la platea. No te centres en vos: trabajá para afuera. A veces, las cosas no
andan mal, sino que sólo te falta un registro de cómo estás llegando. Ponete al nivel de su
energía y llevalos desde ahí a tu ritmo. Claro que esto no siempre es posible: en más de
una ocasión, tenés que quedarte toda la noche con el ritmo de los espectadores.
La gente no vino a ver cine o televisión, ni siquiera una obra de teatro con cuarta
pared. Le gusta sentirse parte de lo que pasa: es «nuestro show», no «mi show». No
excluyas al público porque, cuando quieras darte cuenta, ya no va a estar con vos.
ENERGÍA
Resulta imposible meterle energía al público. No podés ponerle energía a nadie más que a
vos mismo. Lo que hay que hacer es mover la energía que el público trajo. Si notás que
está con energía baja, te toca trabajar a ese nivel para ir elevándolo.
Ya vimos que los públicos no son siempre iguales. Asumí esto para no esforzarte
tratando de estimular algo que los espectadores no tienen. Para trabajar con ellos, mirá
cómo están, cómo respondieron al cómico anterior, al presentador, etcétera.
Es bueno salir con más energía que el público, pero no mucha más. No ametralles a
la platea. Unos minutos en escena bastan para distinguir cuál es el ánimo reinante. Tal
vez tienen incluso más energía que vos.
NUNCA
SUBESTIMES
Algunos colegas (a veces, hasta uno mismo) creen saber qué quiere el público. «Lo que
quieren es chiste fácil», «quieren chistes boludos», «chistes de pedos», «de gordas»…
Nunca subestimes la inteligencia del público.
No pienses que la gente es tonta o que no le da la cabeza para comprender tu
«exquisito» material porque vive en un pueblo alejado, porque es el último eslabón en la
empresa que organiza el evento, porque la entrada es gratis o porque «lo que quiere la
gente es Tinelli». Hay noches ideales para hacer chistes básicos, pero nunca pienses que a
los espectadores no les da el intelecto para más.
Los que subestiman al público son justamente aquellos cómicos que no se animan a
llevar a la gente a un terreno más sofisticado. Muchos humoristas esconden su gusto por
los chistes fáciles detrás de las presuntas ambiciones del público. Me parece muy
respetable que alguien quiera contar una seguidilla de chistes llanos, pero es tramposo
plantearlo como una necesidad de los otros cuando se trata de una necesidad propia.
Empezá con material simple. Cuando estén con vos, podés proponer material más
sutil. La gente no es idiota y no le gusta que le des la comida en la boca.
SI
TE METÉS CON ELLOS, ES PROBABLE QUE SE METAN CON VOS
Si se te ocurre burlarte o hacer algún chiste con alguien del público, desde la buena o la
mala onda, afortunado o desafortunado, tené en cuenta que abrís una puerta. El
micrófono está en tus manos, pero eso no significa que seas el más vivo de la sala.
He visto a cómicos que se pasaban de listos con alguien de la platea, la persona en
cuestión reaccionaba y todo se ponía pesado. En tu show, vos sos el que marca las reglas
del ida y vuelta con la gente. Por lo general, los espectadores son tímidos, pero no olvides
que hay de todo: borrachos, desubicados, locos…
Corrés un riesgo metiéndote con el público y, si bien resulta gratificante «aceptar
nuevos desafíos», estate preparado porque tal vez despiertes a fieras que nunca hubieses
querido molestar. Gente zarpada, de ultra derecha, un tipo que quiere violarte, que hace
comentarios sobre tus tetas…
La fauna es de lo más variada y después, cuando te lamentes porque un grupito de
insolentes pisoteó tu monólogo, no digas que no te lo buscaste. Igual, calma. Con el
tiempo irás ganando confianza para lidiar con las bestias, pero, si tirás la red, sabé que
podés sacar una ballena.
NUNCA
LE DES EL MICRÓFONO AL PÚBLICO
En una improvisación, en un diálogo, cuando hagas subir a una persona, lo que sea,
manejá vos el micrófono. Quien tiene el micrófono tiene el poder. Si la persona a la que le
das el mic no para de hablar y hace su show, te va a ser muy difícil sacárselo. Hasta puede
quedar agresivo.
Acercá el micrófono a la boca del otro, pero sostenelo siempre vos. Manejá el tiempo
que va a hablar esa persona. Una vez que le prestaste el micrófono, se siente libre de
improvisar su show y, de alguna manera, si les prestás el micrófono, le estás dando
permiso para que diga lo que se les ocurra durante el tiempo que quiera.
PESADOS
De vez en cuando, puede que te cruces con algún pesado: un/a rompebolas, borracho/a o
desubicado/a que comenta lo que decís o hace interrupciones graciosas (para él o ella).
Afortunadamente, esto no es muy común en Argentina. En Inglaterra o España, se ven
muchos más borrachines. Indudablemente, el público argentino es muy respetuoso y
ubicado, pero eso no quita que aparezca cada tanto algún elemento hostil.
No despiertes a los pesados. Hay cómicos que tienen una actitud algo insegura y dan
cabida, casi que llaman a este tipo de personas. O sea, reaccionan en cuanto el pesado
comenta algo. Ahí, perdieron. Les empieza a ir mal y se dirigen al público con actitud de
«ayúdenme» o directamente se trenzan con esta persona y después no saben cómo
pararla.
En líneas generales, el «rompeshow» no es consciente de lo que está haciendo. Cree
que te ayuda, que está contribuyendo a la función y que todos lo consideran un genio por
sus intervenciones. Lo que busca es notoriedad, ser visto. Cuánto más bola le des, peor.
Qué hacer:
Aislalo: No le des espacio porque va a enloquecerte. No actúes para su sector.
Cuando vea que no tiene cabida, va a anularse. La misma gente lo va a frenar.
No te enojes: Salvo excepciones, no conviene enojarse. Si lo hacés, tal vez le pongas
un límite, pero seguramente se va a generar una atmósfera tensa y te va a ser difícil
remontar. Después de un enojo, se hace difícil volver a la comedia.
Al principio, sé amable: Tratá de frenarlo o pararlo diciéndole amablemente algún
chiste, algún comentario, pero siempre con cordialidad. Tenés tiempo para ponerte seco.
Usalo: Si te está yendo mal y realmente no hay mucho que hacer, lo podés usar a tu
favor. Un diálogo con esta persona quizá descontracture la situación o permite una
levantada imprevista.
Recurrí a la sala: En realidad, debería ser alguien de la sala o del show quien se
ocupe de calmar al pesado. El mejor remedio es que alguien se acerque amablemente y le
pida en voz baja, por favor, que no siga interrumpiendo. Podés hacer algún gesto o un
chiste: «Quédense tranquilos, tengo “la palabra” que mi gran profesor de teatro me
enseñó para lidiar con este problema: ¡¡Seguridad…!!».
No lo eches: La sala es responsable por la admisión de la gente. Además, nunca
sabés quién es realmente el pesado. Tal vez sea uno de los mejores clientes o un amigo
del dueño. Una vez, en España, estaba actuando en un restaurante y una mujer no paraba
de hablar en voz muy alta. Traté de callarla con chistes, con comentarios simpáticos y
amables, pero no hubo caso. Realmente sentí ganas de echarla porque la señora se había
puesto insoportable… de lo más maleducado que he visto. Sin embargo, me contuve.
Cuando terminó la función, fui a la barra y les comenté a los mozos lo fastidiosa que me
había parecido esa mujer. «Es la dueña», me informaron. No lo podía creer. Entonces,
salvo algún caso extremo, no eches al pesado o la pesada.
NOTA: No te asustes con este capítulo. En teatros y bares de Argentina no es muy
común que haya pesados. Son un poco más frecuentes en los eventos; ahí se impone la
amabilidad (dentro los límites de lo razonable) porque el pesado indudablemente es un
conocido de la persona que te contrató.
LOCOS
Creo que en el teatro he visto a más locos que pesados. Algunos –calculo– deben
frecuentar las salas como parte de un tratamiento terapéutico. Me refiero a gente que de
pronto, en medio del show, empieza a decir cualquier cosa porque se le saltó la cadena.
«¡¡No contó el chiste del bombero!!», informó una chica a los gritos durante una
presentación del gran Hugo Fili e insistió varias veces sobre el asunto. Otra interrumpió a
Seba Fernández en mitad de una presentación con el propósito de armar un debate sobre
qué cosas hacen reír y qué cosas no. No hay mucho que hacer con una persona así. Dejala.
La misma sala (o el acompañante terapéutico) debe encargarse de retirarla.
Con todo respeto, los locos pueden ser más graciosos que uno y suman al show más
de lo que restan (después de que la chica se fue de la función de Hugo Fili, era imposible
no referirse al bombero sin generar carcajadas).
SI
QUIERE ARRUINARTE EL SHOW, PUEDE LOGRARLO
A menudo, como estamos arriba del escenario y tenemos el «poder» de generar risas, nos
creemos capaces de controlar todo lo que pase en la sala. O, al revés: por no tener mucha
experiencia, pensamos que ante ciertas situaciones complicadas hay «algo» que
deberíamos hacer y no sabemos qué. A veces, no hay nada que hacer. Podés remarla, pero
no ganar.
En eventos, sobre todo, más que en teatros, te vas a topar con gente imbatible. Me ha
pasado de encontrar a alguna persona empeñada en tirar abajo el show y, después de
mucho esfuerzo…, logró su objetivo.
Si estás en un teatro, sos local y podés manejar esta delicada situación en nombre de
la gente que pagó para verte. En eventos, si te peleás con alguien, seguramente estés
poniéndote en contra al que te paga (parece contradictorio, pero muchas veces es así). En
casos así, remá hasta cumplir el tiempo pactado. Si hay que cortar un poco antes, hacelo.
La gente que te contrata difícilmente esté mirando fijo el reloj para evaluar tu trabajo. Lo
que le importa es que no se le caiga la fiesta. Si la remás y la remás sin poner en evidencia
que estás molesto (o lo manifestás por medio de chistes), muchos espectadores tal vez no
la pasen tan mal como vos y supongan que el show es así. Ganá por empatía, que piensen
«¡cómo la remó!» y andate con la frente alta (y los bolsillos llenos).
Capítulo 7. Fracasos
Las veces que hice sapo,
como cuando no se me paró,
por suerte fueron pocas,
por desgracia no me las olvido…
HACER
SAPO
La frase «hacer sapo» se usa para referirse a un fracaso o, específicamente, a no despertar
risas desde el escenario (qué tiene que ver el pobre sapo con esto, ni idea). Son momentos
que vas a vivir en tu carrera; si alguien dice que nunca le fue mal, miente.
En un momento difícil, pasan muchas cosas por tu cabeza, pero no te lo tomes a la
tremenda. Hay formas de salir airoso. Lo mejor en esos casos es no obstinarse. Pensar
«¡qué público de mierda, no entiende mis chistes!» es, por supuesto, una mala actitud.
Hay que tomar en cuenta no sólo lo que uno quiere, sino también lo que espera el
público. Un show lo hacen el cómico y el público. Si las dos partes no se ponen de
acuerdo, la cosa no va para ningún lado.
Acá van unos consejos para ahuyentar los fantasmas que atormentan al cómico:
CAMBIÁ
DE TEMA
No insistas mucho con lo que no funciona. Quizá no es el material adecuado para ese
momento. Correte del ego, no quieras imponer tus chistes a toda costa. Despabilalos. Usá
tus recursos. Improvisá sobre la estructura de tu monólogo. A veces, conviene correr el
riesgo de hundirte aún más para dar después un salto grande, pero no machaques con ese
material que «siempre funciona». Esa noche no va y listo. Buscá variar para ver si pican
por otro lado.
CAMBIÁ
EL RITMO
Tal vez los estás aburriendo con tu cadencia. Quizá estás yendo muy despacio y les resulta
somnífero o vas muy rápido y no entienden. Cambiá de ritmo, ponele acción y dales una
pausa para que se produzca un vínculo. La conciencia del ritmo es esencial para el trabajo
con el público. Si en un recital todo el mundo quiere rock y la banda toca baladas…
QUE
NO SE DEN CUENTA DE QUE ESTÁS FRACASANDO
El público no necesariamente se da cuenta de que te está yendo mal. Puede creer que el
show es así. A veces, las cosas marchan más o menos y, si la situación se blanquea,
termina siendo peor: se genera una risa tensa en la platea que no conduce a nada.
Informarle al mundo que te está yendo horrible no va a cambiarte la función. Salvo
que tengas mucha, pero mucha cancha en escena, lo mejor es guardar la calma. Tal vez no
te está yendo tan mal y, cuando te ponés a confesar tu fracaso, en realidad lo estás
provocando. No enloquezcas. Si no se ríen, por más que estés puteando para adentro, tratá
de pensar más en tu material y menos en cómo te está yendo.
Excepciones: Si en una presentación larga acumulás bastante tiempo de sapo, quizá
sea una buena estrategia blanquear la situación y hablar con el público. «Estoy en uno de
esos días», «hoy me duele la cabeza», «estoy pensando si cerré con llave mi casa», «¿a
qué hora pasa el 60?». Conviene tener algunas frases preparadas para estos casos. Como
ya dije, implica un riesgo: puede funcionar, pero también puede interpretarse que bajás
los brazos. Aconsejo insistir por todos los medios y no blanquear, pero a veces no tuve
alternativa y puse las cartas sobre la mesa preguntándole directamente al público qué
quería.
TRANQUILO
SE SALE DEL INFIERNO
El que pierde la calma, pierde. Ponerte nervioso no va a dar vuelta al público, te lo va a
poner en contra. La paciencia es elemental en la carrera de un artista y las malas noches
constituyen una excelente oportunidad para ponerla a prueba. No pierdas la serenidad.
Basta con revertir la situación.
El miedo conduce a lo temido. El propio temor a fracasar te pone nervioso y hace que
sigas cayendo. Una de las grandes características de los gatos es la relajación: en una
caída, dejan que su instinto actúe, así es como se dan vuelta en el aire y caen parados.
La tranquilidad va a permitir que estés atento y sepas qué hacer. Estás en una
función, no en la guerra. Dale al fracaso el lugar que verdaderamente tiene. De vez en
cuando, pasa.
PARÁ
LA PELOTA
Frená un poco, plantate mejor, improvisá con el público y acomodate. Quizá no te
entendían. Lo importante no es lo mal que te está yendo, sino la trascendencia que le das
a eso. Increíblemente, hay funciones en las que todo sale mal y, sin embargo, viene
alguien a decirte que le gustó. No te lo tomes a la tremenda y bajá un cambio para
manejar el juego.
Si te la pasás pateando al arco, vas a desperdiciar un montón de oportunidades. A
veces, uno acelera para que el mal momento pase rápido. Nada peor. Cuanto más acelerás
para escaparte, menos se entiende y menos te siguen y el tiempo sin risas se te hace
todavía más largo. La idea es que no desesperes. Tomá agua, acomodate, plantate y andá
buscando el camino con el público.
PROBÁ
OTRA COSA
Si no funciona, ¿por qué no probar otra cosa? Tal vez el público no está predispuesto para
oír un monólogo. Tené algunos chistes a mano o cualquier otra actividad: tap, malabares,
magia, mover las orejas… Jugá con eso. No siempre la gente tiene la atención para seguir
un monólogo y necesita algo más contundente; por ejemplo, chistes de pie y remate… Es
contradictorio: los tipos pagaron para ver stand up, pero en ese momento quieren otra
cosa. Con unos chistes o cualquier actividad, podés despertarlos y después seguir.
LA
GRAN PINTI
Cuando las cosas salen mal y probaste recuperar la atención del público por todos los
medios, tal vez sea bueno recurrir a lo que llamo «La gran Pinti». Enrique Pinti es una
topadora, se para arriba del escenario y dispara material de manera asesina. Parece que no
le importara dejar pausas para que crezcan las risas o los aplausos. Bombardea, lanza un
chiste tras otro y pone en juego una energía demoledora. Es un genio.
Si todo está «para atrás» y no encontrás manera de captar la atención de la gente y la
sala no te ayuda, dale duro y parejo: tirá material y material y más material.
Ojo, no hagas esto con desgano porque vas al muere. Largalo con toda la furia,
transmití sin dar tregua. Pegá un chiste al otro, dales tono sin darles pausa y, en lo
posible, elevá el volumen de tu voz acercándola al micrófono. Transformá el fracaso en
locura.
Esto me ha dado grandes resultados, pero no pierdas el registro de cómo te toma el
público. Probá «La gran Pinti» unos minutos, hacé una pausa breve y retomá. Eso te sirve
para saber si estás saturando o si empezaste a captar la atención. En esas pausas breves,
he conseguido aplausos como quien saca agua de las piedras.
Es una táctica jugada y requiere mucha energía y velocidad, pero vale la pena cuando
se acabaron los salvavidas.
DISFRUTÁ
DEL FRACASO
Nadie se ríe. Algunos están nerviosos, otros ponen cara de «qué plomazo». No podría irte
peor. Disfrutalo. No todos pueden darse el lujo de plantarse en un escenario a fracasar.
Encontrá la manera de entretenerte con eso y reírte de vos. La clave está en no darle tanta
importancia al hecho y seguir adelante.
Lo que más incomoda al público es ver a alguien nervioso, tenso, que sufre esa
situación. Ya lo dijo la señora Mirtha Legrand: «Como te ven, te tratan. Si te ven mal, te
maltratan». Entonces, relajate y disfrutá… Tal vez no termines dando vuelta la situación,
pero es probable que el público entre en empatía con lo que está pasando.
Puede que los espectadores también disfruten de ese momento y se rían con vos. Es
como cuando te tropezás en la calle: hay una situación tensa, pero, si vos sonreís desde el
piso, provocás empatía y relajás los nervios de todos.
CONCLUSIONES
IMPORTANCIA
DE LA DERROTA
Del fracaso se aprende. Se ha dicho hasta el hartazgo y no por eso deja de ser una gran
verdad. Después de una mala función (sobre todo, si la grabaste), a lo mejor podés
replantearte ciertos fragmentos de tu material. Quizá te des cuenta de que había cosas
que no funcionaban, las venías manteniendo de puro vago y el día que hiciste sapo sólo
sirvieron para hundirte más.
Después de un fracaso, se pule, se corrige, se mejora. Tomalo como parte de tu
experiencia. Son gajes del oficio.
El que maneja sabe que tarde o temprano se va a topar con un bache; si a alguien no
le pasa, es porque no saca el auto. Fracasá y aprendé. De los fracasos surgen buenos
cambios y, por qué no, buenas anécdotas.
SEGUIDILLA
DE SAPOS
Puede que en tu carrera –sobre todo, cuando estás empezando– te toque una seguidilla de
fracasos. Vas y vas y siempre volvés con una goleada en contra. Lo importante en esta
carrera es la persistencia. Conozco a cómicos que han vivido meses de palizas, pero
creyeron en lo que hacían, corrigieron, pulieron y salieron adelante. También he visto a
buenos cómicos que, en cuanto tuvieron una mala época, abandonaron.
Nadie nace bueno, uno se hace bueno en el camino. Creo que no hay malos cómicos,
sino cómicos vagos: tipos que no trabajan, no pulen, tienen cero autocrítica, no escuchan
al público, no persisten para salir adelante.
Hay comediantes exitosos que, sin ser ningunos genios, han hecho una gran carrera
gracias a su constancia, la prueba, el ensayo, la variación… Otros han tenido suerte y han
sabido aprovecharla.
Sacá lo que no funciona y pulí. El buen cómico no es el que tiene mejor material, sino
el que no muestra lo malo. La comedia implica un largo camino, el fracaso representa un
paso más. Si le sacás provecho, es un paso adelante.
Capítulo 8. Problemas frecuentes
RUIDOS
En bares e incluso en algunos teatros, es común que haya ruidos de todo tipo mientras
hacemos nuestro monólogo. Platos que se rompen, bandejas que se caen, una banda
rockeando en la sala de al lado, una sirena que llega desde la calle, hasta el ruido del tren
(en Monte Grande, he tenido que actuar en un bar pegado a las vías y, cada vez que
pasaba, el tren se llevaba una parte de mi monólogo).
Incluí todo lo que suceda. Si la gente está pensando en esos ruidos fastidiosos, no
simules que no existen. Se cae una mesa o una bandeja… es teatro, ¡y en 3D! No podés
seguir como si nada.
Tampoco es necesario que desvíes tu monólogo ni que tengas listo un chiste para
cada una de las cosas que puedan fallar durante tu función. Basta un comentario. Si ves
que da para joder un rato, dale, atribuítelo como chiste, sumalo a tu favor. La gente valora
la frescura. Los chistes espontáneos, a veces, son los más festejados.
No hace falta que sea un gran chiste, algo simple es suficiente. Ante algo que se
rompe, por ejemplo, «se ve que este tema genera quilombo», «yo no fui», «¿y ahora
qué?» o «¡no, la vajilla de la abuela…!» y seguí adelante. Es parte de tu show.
LA
MÁQUINA
El peor enemigo del cómico no es la maquinaria industrial y comercial que no permite
que surjan nuevos talentos, sino la máquina de café que ronca con furia y te tapa todos
los remates.
Esto saca de quicio a cualquiera, pero estate preparado. Tené preparadas algunas
frases:
¿Quién corno se pide un capuchino a la una y media de la mañana?
Disculpe las molestias, estamos trabajando para usted.
¡Puta! Otra vez el dentista.
El café es malo para los nervios… y para los chistes.
No importa que uses siempre el mismo truco porque el público no es siempre el
mismo. Como decía Juan Verdaguer, «es más fácil cambiar de público que de repertorio».
DISPOSICIÓN
DE LAS MESAS
La disposición de las mesas y la forma en que queda distribuida la gente, puede hacer que
un espectáculo bueno termine siendo malo. Si hay bastante público en la sala y las mesas
de adelante quedan vacías, se genera una distancia horrible. Lo ideal es que alguien del
bar o de la sala se encargue de llenar esas mesas, pero no depende del cómico. Vos podés
(te conviene) bromear al respecto:
¿Todavía no llegaron los novios?
¿Estas mesas son más caras? ¿Hoy vino el público carenciado?
En algunos lugares, hay un espacio grande entre el escenario y el público. En ciertos
casos, actuar en ese espacio es mejor que mantener la distancia. El cómico debe estar
cerca del público. Tiene que conectarse. Mientras más lejos esté, más frío será el clima del
show.
NIÑOS
Otro gran enemigo del cómico: los niños. Lloran, gritan, corren, están fuera de control
(¡malditos, hacen todo lo que uno quisiera hacer!). No me parece bien que haya niños en
u n show para adultos, pero lamentablemente algunos padres no asumen que las cosas
cambian cuando tienen hijos y quieren mantener los privilegios de la vida de novios.
¡Que dejen a los pibes con los abuelos! ¡No jodan al cómico! He visto, en shows de
medianoche, a padres que tomaban cerveza con toda tranquilidad mientras el chico, en el
cochecito, lloraba a grito pelado… A la sala le interesa vender tickets, así que rara vez se
les impide entrar.
En el teatro, jugás de local. Un chico que llora está fuera de tu control. Tenés que
hacer algo para que lo saquen. Muy amablemente, comentá lo que está sucediendo.
Nunca los eches vos, pero bromeá, ponelos en evidencia, tienen que avivarse. Hay un
problema y está claro que no sos el culpable. Un chico que llora en una sala logra que todo
el mundo saque su mejor sonrisa tirante y piense: «¡que lo saquen de una vez!».
No te la agarres con el chico, salvo en broma («¿querés que llame al payaso
Herodes?»). Tenés que dirigirte a los padres: son los únicos que pueden hacer que se calle
o sacarlo de la sala. No pierdas la calma porque, en cuanto digas lo que todos piensan
(«callen a esa criatura, por favor»), la sala entera se te pondrá en contra. Cuando la
familia ya se retiró, podés hacer comentarios cómplices con los damnificados.
CUESTIONES
AUDIO
TÉCNICAS
Y SONIDO
Los problemas de sonido son un gran dolor de cabeza tanto para el cómico como para el
público. La mayoría de las salas no tienen buen retorno; muchas ni siquiera tienen
retorno. Esto resulta muy problemático porque no podés medir si se te escucha bien.
Lo ideal es hacer una prueba de sonido, pero no siempre existe esa posibilidad. Si
tenés dudas con respecto a la calidad del sonido, preguntale al público. De ese modo, vas a
provocar una reacción inmediata en el sonidista. Movete con buena onda para no
ponértelo en contra. En caso de que él no te dé bola, acercá el mic lo más que puedas a tu
boca, pero no grites porque eso va a saturar el sonido.
PIE
DE MICRÓFONO
Algunos cómicos distraídos se ubican detrás del pie. Obviamente, el pie sirve para
sostener el micrófono, pero creo que alguna gente se pone ahí de despistada (o busca algo
con qué cubrirse). El pie estorba la visión del público y dificulta tu actuación. Si no vas a
usarlo, correlo, ponelo detrás de vos o a un costado. Alguna vez hasta lo podés utilizar
como prop para algún acting. Como sea, no descuides este detalle.
CABLE
Hay gente que se enreda con los cables; sin ir más lejos, yo. Por la ansiedad de actuar, a
veces uno agarra el micrófono del pie sin desenroscar el cable y se queda tironeando.
Conviene tomarse un tiempo. Nadie nos corre. Incluso podés darte el lujo de bromear con
la situación: «¡El micrófono escapista…! Ahora lo sumergimos en una pileta…».
El cable deteriorado es un problema común: tiene mala conexión con el micrófono y
se pierde el sonido constantemente. Si pedís otro micrófono (en caso de que haya), no te
quedes en silencio hasta que lo traigan: da una imagen patética. Dale una vuelta al cable a
la altura de la conexión y sostenelo con la mano que agarra el micrófono. Esto va a
impedir que el cable tire hacia abajo y así habrá menos posibilidades de desconexión.
Si el problema persiste, seguí a capella. El público valora ese tipo de actitudes.
Además, hablar sin micrófono te permite usar las dos manos en tu actuación. De este
modo, esquivás el bache y le das tiempo al sonidista para que te acerque el otro mic.
INALÁMBRICO
DE VINCHA
Salvo que sean de buena calidad (y ni siquiera), recomiendo no usar inalámbricos de
vincha en el teatro. Pierden ganancia, tienen interferencias y no podés acercártelo a la
boca si el sonido quedó bajo. En ciertos shows profesionales se usan, pero generalmente
con un sonidista especial, que conocé bien los problemas que pueden surgir. Para una sala
común y corriente, recomiendo el micrófono de cable. Hasta queda más pintoresco.
POP
El pop es la esponjita que se pone en el micrófono para que no haga ruidos «de escupida»
cuando pronunciás, cosa que les resultará molesta a los espectadores y a vos. Tené uno
siempre a mano. Muchas salas no disponen de ellos, algunas ni siquiera saben que existe.
Lo comprás en cualquier casa de sonido.
Mirá al cómico anterior para saber si hace falta usarlo. Ponelo rápidamente cuando
agarrás el micrófono. Podés sumar algún chiste al respecto:
Perdón, pero yo, sin protección, nada.
No sé con quiénes anduvo antes.
También hay escamados.
Son detalles. Un rato de p-p-p molesta bastante… Eso también se puede solucionar
configurando los graves desde la consola, pero corrés el riesgo de que la voz pierda
nitidez. El pop es más práctico y ahorra conversaciones con el sonidista a mitad del show.
NO
TE SALGAS DE LA LUZ
Arriba del escenario, es muy difícil tener conciencia de la iluminación. El tema es
delicado: quizá estás haciendo tu material y la gente no te ve bien la cara porque te parás
fuera del foco de la luz… y en primer plano queda el dibujo de tu remera. Alejarse de la luz
es una reacción natural. Los rayos encandilan.
Consultá en la consola antes del show o fijate mientras habla el cómico anterior
cómo está el enfoque. La cara se te tiene que ver bien: amplia, llena, luminosa, con gestos
y muecas. Si el público no ve tu cara nítidamente, se distrae. Está pendiente de que debe
forzar la vista y tus chistes pierden atención.
Capítulo 9. En la mente del cómico
Cuando estás actuando, pensás y pensás. La mente no para. Un hemisferio está con el
público y el otro se va metiendo en pantanos de preguntas. Aquí, algunos de los
engranajes que se friccionan en el cerebro del comediante tanto arriba como abajo del
escenario.
LOS
MIEDOS
OLVIDARSE
DEL MATERIAL
Es común, en cómicos principiantes, el miedo a olvidarse del material. El público no
conoce tu monólogo. Entonces, si te olvidás de algo, ¿cuál es el problema? Nadie va a
darse cuenta. No tenés que estudiar de memoria tu show. Improvisá sobre el material
fijándote qué funciona mejor. No estés pendiente de lo que vas a decir. No impidas que el
diálogo con el público fluya naturalmente. Si te olvidaste una parte y te la acordás
después, no la metas a la fuerza… Ya fue. Además, el olvido es una sana consecuencia de
la relajación.
MENTE
EN BLANCO
También está el miedo a trabarse por culpa de un olvido. La solución es la misma. No
pienses en el público como un tribunal que va a condenarte si te quedás en blanco un
segundo. No te paralices. Preguntale a la platea por dónde ibas, como quien le pregunta a
un amigo, y seguí adelante. Dale el tono de un diálogo informal: «Che, ¿qué estaba
diciendo?». Hasta podés echarles la culpa, en broma, a los espectadores: «¡Me hicieron
olvidar!». No hay nada peor que quedarte solo y trabado esperando a ver qué sale,
nervioso y titubeante. Seguí con lo que te acuerdes, no te enrosques.
MAL
HUMOR
¿Y si tengo un día malo…? ¿Si estoy de mal humor…? ¿Cómo voy a hacer reír? El stand up
te permite olvidar los problemas que arrastraste ese día. Cuando te subas al escenario y
veas que la gente espera que la hagas reír, lo que menos te va a importar es la discusión
que tuviste con tu pareja unas horas antes. Todo lo que te estaba amargando te va a
parecer una pavada ante el desafío de entretener a una sala repleta de desconocidos.
La actuación es una actividad terapéutica, como jugar al fútbol: en cuanto empieza a
rodar la pelota, las preocupaciones se esfuman y sólo pensás en patear, cabecear, meter
goles y todo lo demás. Si venís con un mal día, lo mejor es actuar: va a cambiarte el
humor.
EL
MIEDO AL ÉXITO
El miedo al éxito es una forma de autoboicot que muchos artistas sufren. Funciona de
manera inconsciente. Cuando surge una buena oportunidad, la echamos a perder «sin
querer queriendo».
Uno le tiene miedo a lo que, supuestamente, trae aparejado el éxito: miedo a que nos
exijan, a no cumplir con las expectativas, a perder todo, etcétera. En caso de que hayamos
alcanzado cierto éxito, el miedo puede llevarnos a no mantenerlo. Hemos visto a muchos
artistas famosos que echan todo a perder cuando están arriba.
Pensamos que no merecemos el éxito. Nos aterroriza que los otros nos rechacen o
nos envidien porque nos va bien. Creemos que surgirá mucho trabajo y nos llevará a vivir
con stress, a perder nuestra intimidad…
El éxito no nos lleva a hacer un montón de cosas, sino cosas puntuales. Nos permite
elegir únicamente lo que queremos. Otras cosas son las que estresan (no resolver, dar
vueltas, buscar excusas), pero no el éxito.
Pensamos que el exitoso no se equivoca. No es así. El exitoso no repite los errores,
aprende de ellos, los hace parte del camino. No los ve como una pared, sino como parte
del proceso.
Autoboicot
Una de las formas más comunes del autoboicot es posponer las ideas: hablar todo el
tiempo de ellas y no concretarlas nunca; esperar siempre «el momento justo», una
situación ideal que nunca llega. Otra forma, similar: obsesionarse con la perfección y no
arrancar nunca porque las cosas «hay que hacerlas bien o no hacerlas». Resulta muy
difícil imaginar un proceso de creación sin errores. Por otra parte, el concepto de
perfección es muy relativo. Para un obsesivo, hasta la mayor obra maestra puede
mejorarse.
La culpa es de los demás
A veces, para sentirnos más talentosos, nos ponemos demasiado críticos con nuestros
compañeros. La crítica funciona como un alivio porque calma el miedo al propio fracaso.
En ese sentido, no es más que otra manera de posponer la concreción de las ideas. El
pesimismo no sirve para nada y mucho menos la sobrevaloración de la idea del éxito. Uno
cree que hay que estar preparado para ciertas circunstancias y, en realidad, son las
mismas circunstancias las que nos preparan.
Qué hacer
Para llegar al éxito, hay que tener compromiso, apuntar a un objetivo y no distraerse
pensando «tal vez podría haber elegido una idea mejor». Hay que apostar fuerte y no
dispersarse con otras alternativas. No hablo de mantenerse inflexible cuando una idea no
funciona: no le veo ningún mérito a perseverar en una postura equivocada. Es verdad que
en ese caso «lo intentamos», no estuvimos dando vueltas toda la vida y nos lanzamos a la
pileta, pero tal vez nos faltó pasión y terminamos consolándonos con la excusa: «Bueno,
al menos lo intenté». Mmmh…
Puede parecer fácil y lo es: ahí está la clave. Cuantas más vueltas les demos a las
cosas, más nos alejaremos de lo práctico. No compliques lo fácil. Aceptá el desafío,
comprometete con tu ideal y llevalo adelante.
LA
FAMA NO SE BUSCA, LLEGA
Puede que encamines muy bien tu carrera y, después de un tiempo, veas que empieza a
dar frutos. Te van a llamar de distintos lugares, tal vez no tardes en ganar plata y, quién te
dice, rápidamente vivas de esto. Vas a cebarte, es lógico, vas a querer más, pero la «fama»,
esa diva que tanto deseamos, no tiene una ruta de acceso preestablecida. No es sólo
cuestión de buscarla. Hay gente que la persigue toda su vida y no le llega; algunas la
alcanzan antes de cumplir la mayoría de edad.
No te cuelgues de esa zanahoria. Peleala siempre, buscala todo lo que quieras, pero
no olvides que la fama proviene de una suma de factores, que no responde a una teoría.
Hay gente que no es buena, no es distinta, no es gran cosa e igual la consigue.
Preocupate por ser el mejor «vos» que puedas. Esforzate en esto y sé perseverante.
Es más placentero matar de risa a ochenta que aburrir a mil (obviamente, el objetivo es
matar de risa a mil). He visto teatros llenos de gente aburrida. Hay que tener suerte y a la
suerte conviene ayudarla. Insistí, persistí, pero no te obsesiones: si llega, llega. Como dice
el gran músico Botafogo: disfrutá el camino. Mirá si, al final de la ruta, no está todo eso
que te dijeron que había.
ODIO
AL PÚBLICO
Esto ocurre comúnmente: no importa que la función esté yendo bien o mal, odiás a los
espectadores. Te da bronca estar ahí arriba poniendo todo de vos sin que ellos te
retribuyan como supuestamente corresponde. Los detestás con toda tu furia. «¿Qué se
creen que son? Piensan que estoy a su disposición porque pagaron una entrada y que por
eso me pueden mirar con cara de orto. ¡Los mataría a todos!». Puede pasarte en el teatro
y, más todavía, en eventos.
Lo primero es asumir el odio. Tal vez en el momento, entre esos laberintos mentales
que a veces se arman, tengas la sensación de que no es «justo» albergar un sentimiento
así y pienses que la culpa es tuya, que deberías ser profesional y mantener la mejor
sonrisa, etcétera, pero lo cierto es que los odiás. Hacete cargo de eso, no está mal.
El público no es benévolo con un cómico cien por ciento complaciente. Odialos sin
culpa. Detestalos. Tal vez se lo merezcan. De todos modos, hay que hacer algo al respecto.
En algunas ocasiones, viene bien blanquearlo un poco, con buena onda y con ánimo
de solucionar las cosas. Quizá una vez alguien te dijo sinceramente y con la mejor
voluntad que te odiaba o que le caías mal; que, no sabía por qué, necesitaba expresártelo y
resultó que terminaron siendo amigos o te gustó su franqueza y eso ayudó a mejorar la
relación. Podés probar lo mismo. Decir con una sonrisa: «¡Miren cómo me hacen
transpirar!» o «¿Adónde quieren llegar, turros?».
Después de transmitir esto, tal vez mejoren las cosas, tal vez sientan simpatía y te
empiecen a mirar de otra manera. Cuidado: movete con tacto, la sinceridad es un arma de
doble filo. Confiá en tu cómico y seguramente la crítica sea entendida como una expresión
franca.
Otro recurso, más «actoral», consiste en usar tu mal humor para hacer un monólogo
furioso. El odio es una fuente de energía. Grandes canciones, por ejemplo, han sido
escritas y cantadas desde el odio. Los espectadores no tienen por qué darse cuenta de que
el odio está dirigido a ellos. Vos sólo estás poniendo toda tu rabia en el trabajo. Estás
librando una batalla y, para eso, ¿qué mejor que usar artillería pesada?
Decí tu material desde el rencor que les tenés. No vas a ser consciente en ese
momento, pero tu manera de pararte en el escenario va a cambiar. Con la misma fuerza y
actitud que querés decir «¡vayan a ver a Midachi, boludos!», decí tu material sobre el odio
que te despiartan los viejos que alimentan palomas (todo bien con Midachi, simplemente
era un ejemplo).
Tal vez puedas combinar estos dos recursos: el último es el que más fuerza va a darle
a tu material.
Capítulo 10. Carrera
Comediante, no hay camino,
se hace camino al andar…
EL
ORDEN DE LA CARRERA
Ordená tu carrera y ponete un objetivo. No importa si cambiás a mitad de camino. Estar
orientado es preferible a no tener rumbo. Quizá llegues adonde vos querías, quizá a un
lugar mejor.
Pensá en objetivos simples: vivir de esto, tener un monólogo de puta madre, tener
dos horas de material asesino, llenar un teatro…
Anota tus objetivos acá:
1)
2)
3)
Pueden ser tres o más. Revisalos a fin de año para ver qué conseguiste o si estuviste
cerca de alcanzarlos. Tampoco te encapriches con uno. Sé flexible. Los desvíos y las
opciones son miles.
CONTABILIZÁ
Contá qué cantidad de actuaciones hiciste y cuánto ganaste en cada una. Llevá un libro y
hacé un balance de lo que ganás y gastás cada mes en stand up. Si no hacés esto, vas a
tener más dudas de cuán redituable puede ser la profesión y entonces vas a seguir con un
trabajo que da el doble de sueldo, pero por el quíntuple de horas.
Al saber cuántas veces actuaste, vas a medir mejor tu experiencia. Vas a saber las
«horas de vuelo» que acumulás. Contabilizá desde la fecha en que empezaste. Eso te sirve
para saber en qué etapa estás, desde cuándo venís repitiendo el material, cuánto material
tenías hace un año y ahora y cuáles son tus ganancias hasta el momento.
La contabilidad puede ser aburrida, pero resulta útil para tomar decisiones sobre tu
carrera.
EL
GRAN PASO
Al avanzar en su carrera, el cómico suele plantearse en qué momento conviene largar todo
para dedicarse de lleno a la actuación. En principio, no hace falta tomar decisiones muy
audaces. Dejá que las cosas se vayan dando. Esperá a que el cómico le gane al empleado.
De a poco, la comedia te irá sacando horas. En algún momento uno tiene que tomar la
decisión final, pero el proceso madura en forma paulatina. Muchos cómicos no saben
exactamente en qué momento se convirtieron en profesionales de la comedia.
Esta carrera tiene altibajos. Podés pasar varios meses sin ganar nada. Si es posible, no
cierres las puertas de tu trabajo anterior: puede servirte en los momentos de vacas flacas.
Confiá. Puede darse despacio, progresivamente, o de golpe, por una buena oportunidad,
pero va a llegar.
SÉ
PROFESIONAL
La gente pagó una entrada para verte. Sé profesional, asumí esto como un trabajo. No
juegues el papel del actor que se sube al escenario y después come con sus amigos. No
digo que no puedas llevar una vida amateur con el stand up, pero tené en cuenta que esto
es un trabajo. Quizá no pienses en ganarte la vida con tus monólogos y está bien, pero
cuidá la calidad y, sobre todo, no subas al escenario para «ver qué onda».
NO
ESPERES A QUE TE LLAMEN
En tu carrera, muchas veces te vas a preguntar por qué no te convocan para tal o cual
proyecto. «Si soy mejor que fulano, ¿por qué no me llaman mí?».
Generá tu propio trabajo, armá proyectos, formá un equipo, golpeá puertas… y no te
tomes los rechazos como algo personal. Nunca sabés exactamente por qué no te llaman,
qué internas existen, cuánto sabe del tema el que organizó el casting. Tal vez no dabas
con el perfil que estaban buscando.
Si armás tu propio proyecto, eso te mantendrá ocupado en lo que te importa y,
cuando surja algo, vas a tener más preparación. Casi una regla empresarial: no se convoca
a alguien que no esté trabajando, se llama al que está ocupado. ¿Por qué? Interesa la
gente activa, que viene con ritmo.
Por eso, generá tu proyecto. Vas a encontrar a mucha gente en la misma situación
que vos (la mayoría) y agruparse es lo mejor para tener tu propio trabajo.
TRANSGREDIR
PARA NO QUEDARSE
Después de un tiempo largo con el stand up, tal vez te aburras de vos mismo. A fin de
cuentas, uno está subiendo a un escenario y a otro y a otro… Ése es el momento para
patear el tablero y mandar todo lo que dice este libro (y tantos otros) a dar un paseíto por
el carajo.
Salite de los estribos. Contá alguna historia, alguna anécdota, bajate del escenario con
el mic y jodé con el público, subilo a escena. Hacé lo que creas que te puede dar placer.
Rompé las reglas. Meté material nuevo en eventos, cambiá el orden de los chistes, hablá a
favor de un político corrupto, hacé el monólogo acostado sobre el escenario, cantá la
canción que tu tía te enseñó cuando eras chico.
No hay ninguna regla exacta para hacer reír. En todo caso, movete en forma lenta y
armoniosa, como quien mete un pie en el agua para saber si está fría o caliente.
Un toque de riesgo y transgresión le dará frescura a tu carrera. Tal vez descubras que
tenés una buena veta para desarrollar o que tu instinto te estaba pidiendo una revolución.
También podés hundirte, pero (uno nunca sabe) quizá hasta te guste estar en el pozo un
rato para ver cómo salís de ahí.
EL
PÚBLICO SIEMPRE TIENE RAZÓN
Muchas veces vas a entrar en debates con colegas (o con vos mismo) sobre qué tipo de
material presentar, cómo decirlo, qué es la persona escénica, miles de cuestiones por el
estilo. Si bien los primeros pasos los vas a dar vos, dejá que el público decida.
Te vas a topar con un montón de personas, catedráticos de la materia, profesionales,
no profesionales, cómicos, actores o magos, que te van a plantear y sugerir cosas. Tomá
los consejos que te parezcan convenientes, pero procurá que siempre sea el público el que
dé el veredicto final. Lo que funcione, lo que les guste a ellos, es el camino a seguir.
Esto no significa de ningún modo que no debas arriesgar o que debas ir siempre para
el mismo lado. Estoy diciendo otra cosa: la propuesta tiene que ser tuya, no condicionada
por dogmas. Mové el monólogo a tu manera, hacelo como te guste, pero no te olvides del
público al decidir: podés terminar actuando solo.
SECCIÓN
PUTERÍO
ROMANCE
EN LA SALA
Existe una vieja frase en el mundo de la comedia: «Mantente alejado del camino de las
mozas». Es una gran verdad. En principio, cuando trabajás en un bar, no parece la mejor
idea meterte con la gente de ahí. Si surge un problema, va a afectar a esa relación; aparte,
los dueños no miran con buena cara algo así. Podés tener onda y hacer buenas migas,
pero, en cuanto pasa a mayores, puede que sea para quilombo. Y, si el día de mañana hay
una ruptura conflictiva, tendrás «problemitas» para llevar a tu nueva pareja a ese bar.
Okey, listo, pero no puedo negar lo siguiente: a veces, resulta inevitable. Si trabajás
en bares, es lógico que te relaciones con la gente de ahí y que, como vos y él/ella trabajan
de noche, se dé. Quizá de a poco te enrosques en alguna historia. Sé lo más discreto
posible. Perfil bajo. No te hagas el canchero con los otros cómicos y menos aún con el
público. En todo caso, ya que «a veces es inevitable», que sea por un buen motivo, alguien
que realmente te guste. No te metas en líos de puro calentón/calentona.
He visto de todo, desde lindos bolonquis hasta hermosas parejas que duran hasta la
actualidad. «Lo dejo a tu criterio».
SEPARACIONES
Y PELEAS
En un grupo de comedia, es natural que haya diferencias, desacuerdos, separaciones. Esto
te puede estresar o desilusionar, pero de todo se aprende y, en definitiva, no resulta tan
grave. Al fin y al cabo, las separaciones y las peleas son comunes en todas partes. Forman
parte del crecimiento del cómico o del grupo.
Es verdad que no resulta fácil lidiar con estos conflictos, pero, la verdad, tampoco
significan la muerte. Tomátelos con calma. Cada vez que se produce una separación, se
abren puertas y caminos. No gastes energía discutiendo, peleando y contestando. Salvo
que quieras hacer fama con el escándalo (en el off no creo que dé mucho resultado), poné
tus fuerzas en ir para adelante y no contestes pavadas.
Puede que te topes con comentarios de mala fe. No respondas: a la mala leche no hay
con qué darle. ¿Qué le podés contestar a alguien que tiene como único objetivo
enroscarse en discusiones que no conducen a nada? El mejor remedio es la indiferencia,
no engancharse. Con el tiempo, vas a darte cuenta de que no tienen la menor influencia
en tu carrera. Si querés desquitarte, la mejor venganza es el éxito.
ROBO
DE MATERIAL
Muchas ideas quedan truncas por pensar «¿y si la uso y me la roban…?». Hasta que no
hagas tu monólogo, no vas a saber si el material es bueno. Lo único que se consigue con
estas precauciones es la parálisis. A nadie le gusta que le roben, pero, salvo que saqueen
un pedazo entero del monólogo, no hay mucho que hacer si te roban un chiste o dos.
Consideralo un homenaje. No vale la pena tomárselo a pecho. En todo caso, podés
registrar tu monólogo en Argentores o la entidad que corresponda en tu país (muchas
salas te obligan a hacerlo). Una buena forma de «protegerte» es subir videos a YouTube:
queda registrado que vos lo hacías antes.
Un dato curioso: He visto que, cuando el que roba un chiste es famoso y tiene un
espectáculo en pleno circuito comercial, casi nunca se lo acusa. En cambio, si el que roba
está en el under y actúa en un tugurio a las tres de la mañana, se lo destroza. Moraleja:
No afanes (salvo que seas famoso).
Capítulo 11. Eventos
Los eventos conforman una de las mejores fuentes de ingreso para los cómicos. Mucha
gente que fue a verte al teatro se divirtió tanto que quiere compartir la experiencia con
sus amigos y familiares en cumpleaños, casamientos, reuniones de su empresa, etcétera.
Las fiestas privadas constituyen una de las mejores escuelas de humor. Te entrenan
para todo lo malo que pueda pasarte, te enfrentan con públicos difíciles. Lo que
raramente pasa en un teatro, ocurre con normalidad en un evento.
Tomátelo con calma y pensalo como parte de tu trabajo: los chicos corren, más de
uno se emborracha, los mozos pasan con los platos, la gente come, algún señor se pone a
hablar con otro, alguien te contesta o se quiere pelear con vos, muchos no te dan bola,
suena un timbre, la tía va al baño cada dos minutos… ¡y todo en la misma noche! Resulta
un poco estresante, pero muy entretenido. Además, te enseña a tratar con chicos: la
guerra misma. Cuando actúes en un teatro después de un evento, vas a sentir que estás en
un spa.
Tampoco quiero asustarte. No son taaaaaan bravos los eventos y, cuando lo son, está
la posibilidad de darlos vuelta. Algunas de mis mejores actuaciones han sido en eventos.
Puede que te aprecien, te adoren, hagan cola para pedir tu tarjeta… y suelen pagarse bien.
Si querés vivir de la comedia, la clave está en los eventos.
CÓMO
CONSEGUIRLOS
GOOGLE
Hoy en día, casi todo el mundo busca en Google. Con una inversión en el sistema de
enlaces patrocinados, vas a lograr que te encuentren fácil con sólo poner las palabras y
frases acertadas: «cómicos», «cómicos para fiestas», «eventos», «shows para
cumpleaños», «casamientos», «stand up», etcétera.
Tratá de elegir términos que te posicionen bien en tanto cómico para eventos y en
tanto cómico en general. Así, cuando alguien busque «show de stand up» en Google, tu
nombre saltará enseguida, sea para un evento, un casting, un proyecto televisivo, una
entrevista en algún programa o cualquier otra cosa.
SITIO
WEB
Tener un sitio web tuyo o del show es elemental para promocionarte. Internet te da una
vidriera que funciona las veinticuatro horas todo el año. Además, el sitio puede darle una
imagen de profesionalismo a la persona que busque tu show. Va a evacuar todas sus
dudas o sospechas sobre vos con sólo navegar un ratito. Si no disponés de dinero
suficiente, armá un blog con tus datos y videos hasta que puedas pagar algo mejor.
El sitio debe ser claro y navegarse con facilidad. Algunas secciones básicas («videos»,
«contacto», «info»; si querés algo más específico, sumá «prensa», «fotos», etcétera) y
links a Facebook y Twitter. Marcale al diseñador estos datos. A veces, hacen algo muy
lindo, pero difícil de navegar. Cuidá que los links se vean bien claro.
Dos cosas. Por un lado, en la página principal debe estar tu cara. Tienen que verte
enseguida. Por otro, no le pongas música. En muchos sitios, se activa la música no bien
entrás. Mucha gente navega desde el trabajo o desde algún lugar público; a veces, la
computadora está configurada a un volumen alto, la música se activa y la persona cierra la
ventana de tu sitio web porque se inhibe o porque no quiere que la descubran navegando
en el trabajo.
TARJETA
Una tarjeta resulta también fundamental para promocionarte. Es muy común que alguien
se te acerque para pedirte tu tarjeta cuando terminás una función, sea en teatro o en
algún evento.
Cuando la encargues, fijate que sea clara, concisa y con una tipografía grande, bien
legible. Muchas de las personas que suelen contratar shows superan los cuarenta añitos y
no quiere forzar la vista para ver tus datos. Con respecto al contenido, que incluya lo
obvio: «Juan Pérez, cómico», tu teléfono, dirección de mail y web. También podés
agregarle un toque cómico o un chiste para que se te distinga.
Si te da el presupuesto, hace tarjetas reversibles, que de un lado tengan tu foto. Es
una muy buena publicidad. La persona te identificará fácilmente cada vez que vea la
tarjeta suelta entre otras.
VINCULÁ
LOS EVENTOS CON EL TEATRO
Una de las partes más importantes de los eventos es la vinculación. Después de un tiempo
trabajando en eventos, quizá sentís que estás alejándote de lo que más te gusta: el teatro.
A todos los que te consultaron o contrataron para eventos les gusta el humor y, en
particular, lo que vos hacés. Mantenelos al tanto de lo que estés haciendo. Armá una lista
d e mails (mailing list o mailing) con las casillas de los que te hayan consultado, no
importa si te contrataron. Cada vez que estrenes un show, mandales invitaciones. Esto los
mantendrá conectados con vos y hará que te recuerden. Te van a llamar para más eventos
y puede que de a poco vayan haciéndose fans tuyos.
Invitá a todos siempre: cuando estrenás, cuando vas de invitado, cuando un invitado
importante viene a tu show, cuando viajás a otros lugares para actuar… Siempre existen
buenas excusas para «pinchar» a tus clientes-fans. Tampoco los bombardees, sólo
mantenelos al tanto: con que mandes una invitación o un descuento especial cada tres o
cuatro meses está bien. No hay que insistir, sino persistir. Incluso aclarales que, si ya te
vieron o ese día tienen otros planes, pueden transferir la invitación a un amigo. De esa
manera, vas a quedar en contacto con futuros fans.
Invitalos en cuanto te consultan: al enviarles el presupuesto, mandales la invitación a
tu show (sin cargo o con descuento, lo que puedas). Aunque no vayan a verte, así les das
una idea de quién sos y de dónde te pueden ubicar y remarcás que sos un profesional
ocupado. Eso da confianza para que te contraten.
No importa si posibles clientes te van a ver en una mala noche. En muy pocos casos
una persona desistió de contratarme después de una función olvidable. Capaz le gustó la
actitud o tal vez, desde su punto de vista, estuve bien, a lo mejor supo que no había
presenciado una gran noche, pero que el cómico era «contratable». Lo que sea. Mucha
gente no te contrata para el evento cuando te consulta; a veces, te llama después de un
año o más.
COBRANZAS
CUÁNTO
COBRAR
Una duda habitual del cómico es cómo valorar su show. En el teatro, la cosa viene
resuelta de antemano porque generalmente el programador hace una oferta concreta (o se
maneja por bordereaux, a porcentaje). En los eventos hay más margen para que negocies.
No te desesperes por tener en claro de entrada tu cachet. De a poco, te irás acomodando a
los precios de mercado.
Consultá a tus colegas. Preguntale a la persona que te contactó si el evento es social o
de una empresa, qué cantidad de personas se estima y adónde tenés que ir. No es lo
mismo el cierre anual de una petrolera con quinientos invitados que un cumpleaños con
veinte personas en un departamento.
No hay una tarifa fija. Depende del tipo de evento. La pregunta sería cuánto cobrar en
cada caso. Según las circunstancias, serás más o menos caro. Los «honorarios» de los
cómicos suelen variar de acuerdo con su experiencia. Al principio, tomá un precio base;
después te irás actualizando.
CÓMO
COBRAR
Lo mejor siempre es pedir un anticipo del cincuenta por ciento y cobrar la otra mitad en el
evento (salvo que conozcas al cliente y le tengas confianza). A muchos cómicos les da
vergüenza cobrar un anticipo. Hacen mal.
Aunque parezca raro, al cliente le da seguridad pagarte un adelanto porque, con la
seña, vos estás asumiendo un compromiso; si no se lo pedís, es probable que se inquiete
porque no sabe si vas a terminar yendo. Desde luego, no es necesario que le expliques
esto a la persona. Aclarale que vos trabajás de este modo. Reservale fecha y horario para
que todo quede clarito.
Si tenés una caja de ahorro, pueden hacerte una transferencia bancaria electrónica
con sólo pasar tu número de CBU (clave bancaria uniforme). Previo envío de la factura
por mail (escaneo mediante) o fax, habrán llegado a un acuerdo de manera práctica, sin
moverse de sus casas.
ROSCAS
NO
MENTALES
RECHACES EVENTOS POR MIEDO
El principal problema con los eventos es el miedo a lo desconocido. Vas a un lugar que no
conocés, con gente que tampoco conocés. No tenés idea de qué reacciones vas a generar.
Recordá las veces que fuiste a una fiesta en la que no conocías a nadie, ni la casa ni al
grupo ni quién es quién. ¿Qué hacías? Casi seguro, te limitabas a quedarte callado e ir
viendo qué onda, te ibas empapando de a poco, despacito… Ahora imaginá que llegás a esa
fiesta, te parás en el medio y tenés que hacer reír a todo el mundo. No parece el escenario
ideal, pero no tengas miedo.
Sos un profesional al que convocaron para un show humorístico. Ya hemos visto en
este libro diferentes maneras de encarar al público. Con la experiencia que vayas teniendo
y lo que hayas hecho en teatro, vas a estar listo para mandarte.
No aconsejo ir a tus primeros eventos solo. Llevá a uno o dos cómicos amigos. Si
tienen experiencia, mejor. En grupo, te resultará más fácil plantarte ahí.
BUFÓN
DE LA CLASE ALTA
Después de hacer muchos eventos, puede que te sientas un «bufón de la clase alta». El
que debe divertir a señores y señoras adinerados en una cómoda sala del country: un
«prostituto» de la comedia.
Esto es una paja mental. Tu orgullo y tu ego entran en juego y resulta lógico que
cuestionamientos así vengan a tu cabeza; sobre todo, si provenís del mundo actoral.
Existen muchos prejuicios con respecto a los countries y la clase alta, pero buena gente
hay en todas partes y, del mismo modo, vas a encontrar malos tipos en el ambiente
artístico. Lo único que puede rebajarte es no morfar.
Casi todo el mundo quiere a los cómicos y los respeta. Sos un artista y, si bien los
eventos no proporcionan un contexto ideal, tampoco desprestigian tu arte. No te
enrosques en esas cuestiones. Es trabajo, suma experiencia y se paga bien.
Tal vez pienses: «soy un artista y me debo al teatro». Un artista ama lo que hace. No
importa dónde ni en qué contexto. Si alguien vive de su arte, es, además, un profesional.
No importa que actúe en un teatro, en un living, en un salón de fiestas, en una
inauguración o en un negocio. El arte lo provoca el artista y el contexto no lo desmerece.
ASPECTOS
SONIDO
TÉCNICOS
Y MIC
Al principio de tu carrera, tal vez no querés invertir en un equipo. En cuanto puedas,
hacelo. Ir con tu propio sonido a un evento te va a asegurar que, pase lo que pase con el
sonidista, tenés tus parlantes y podés defenderte.
Si te convocan para trabajar en una casa, lo más probable es que no cuenten con un
equipo de sonido. Por eso, tené uno a disposición. Así, vas a ahorrarle un problema a tu
cliente.
No recargues el precio si vas con tu equipo de sonido, a menos que la cantidad de
gente supere los watts de tus parlantes. Tené un precio único: si la opción «sin sonido»
resulta más barata, seguramente la persona quiere ahorrar y te hace actuar a capella
frente a setenta personas.
Lleva siempre el equipo, no importa si hay poca gente. Sirve para vestir el show y
darte más potencia para luchar con los ruidos habituales: gente que habla, un timbre que
suena a cada rato, chicos que juegan o ruidos en otra habitación. Subís el volumen y tapás
todas estas molestias.
Llevá siempre un micrófono inalámbrico de mano, aunque el evento sea en un salón
donde ya te juraron que hay mic. Quizá tienen un micrófono de cable corto, no hay un
enchufe bien ubicado y terminás actuando en un espacio muy reducido. Con un
inalámbrico, podés elegir el lugar y moverte como te parezca mejor. Aparte, podrás andar
entre las mesas cuando necesites acercarte al público. Para cada evento, usá una batería
nueva: no es caro y te evita problemas.
Un equipo de 120 watts te va a ser más que suficiente (se calcula un watt por
persona). Fijate que tenga un solo parlante con ecualizador incluido. Un aparato así es
apropiado para casi todo tipo de fiestas (cuando hay más de cien personas, los
organizadores suelen alquilar sonido).
Elegí el equipo más fácil de transportar, que puedas cargar todo de una vez y no
tengas que ir y venir. Queda más elegante y más prolijo, te resultará más práctico, podrás
instalarlo rápido y fácil.
Acordate siempre de llevar adaptadores para tomacorrientes y un alargue. Todo esto
entra en un bolsito con el mic, cargás el parlante en la otra mano y… listo.
SALONES
DIVIDIDOS
Supongamos que te convocan para trabajar en un salón de fiestas. Tal vez pienses «no es
necesario que lleve equipo de sonido». Cuidado: muchos salones tienen el sector comedor
separado del lugar de baile. Eso está bien para la música funcional, pero para un cómico
es la muerte. Actuás en un sector y el sonido sale en otro; por más que estén pegados, por
más que el sonido «llegue», suena horrible.
Entonces, insisto: llevá tu equipo siempre. En caso de que no tengas, te conviene
correr a la gente a la pista de baile o actuar sin micrófono en el sector comedor (esto
depende de la cantidad de espectadores).
Para evitar todos estos problemas, llamá al salón o al sonidista antes. No hables del
sonido con la persona que te contrata. Pedile el teléfono del DJ y le ahorrás ese tema
encargándote vos. Lo mismo en el momento de la fiesta: hablá con la gente del lugar
(maître, sonidista, DJ, etcétera) y dejá que quien te contrató disfrute de la fiesta y del
espectáculo.
ESCRIBIR PARA LOS
EVENTOS
Es muy efectivo personalizar chistes para los eventos, pero hacelo con cuidado: vas de
visitante. A veces, te comentan un detalle gracioso, lo usás y resulta que sólo la esposa del
homenajeado lo sabía (tampoco parece muy saludable que venga alguien a deschavar
intimidades del cumpleañero). Pedí que te pasen únicamente datos «generales», que
todos en la fiesta reconozcan.
Cuando se trate de un evento corporativo, tené especial cuidado en cómo te metés
con el público. No seas agresivo. Tal vez terminás jodiendo a algún jefe. Eso puede
generar risas en el momento, pero, si te zarpaste, tal vez no te vuelvan a contratar. Se
torna difícil hacer humor cuando las limitaciones se multiplican, pero fijate bien cuándo
conviene correr riesgos.
Muchas empresas piden monólogos especiales para productos que van a lanzar. A
veces, esto es complicado porque resulta trabajoso escribir sobre algo que no pudiste ver
ni probar antes. Te aconsejo que, en esos casos, lleves el tema a un terreno conocido. Una
vez tuve que escribir sobre un antidepresivo y no tengo la más pálida idea sobre los
antidepresivos; sólo sé, por su nombre, que sirven para no deprimirse. Los organizadores
del evento me pasaron todas las características. Estuve pensando y decidí encarar el tema
hablando de las cosas cotidianas que me ponen mal (por ejemplo, cortar una relación). Ya
tenía este material en mi monólogo. Incluí menciones al medicamento y las vinculé a los
conflictos sentimentales. Así, pude «adaptar» mi material al medicamento y no tuve que
correr los riesgos que supone escribir algo de cero para una presentación.
CONCRETANDO
MODELO
DE PRESUPUESTO
Cuando te pidan un presupuesto teléfonicamente, pasalo en ese momento. Si necesitás
analizarlo, contestá vía mail. Siempre pedí la dirección de mail y aclará que a las personas
que consultan les ofrecés por ese medio descuentos o invitaciones para que te vean en el
teatro. Si pasás el presupuesto por teléfono, volvé a especificarlo vía mail (y agregá otras
opciones de show, en caso de que las tengas).
El presupuesto debe ser lo más «impersonal» posible. Eso despejará dudas sobre tu
profesionalismo. Hay que dar la imagen de que el presupuesto es único y para todos igual:
lo que vale tu show a secas.
Acá te paso el modelo de presupuesto que yo uso. Cambialo y modificalo a tu gusto
(que no sean todos iguales a éste):
Asunto del mail: Presupuesto Show Cómico
Hola.
Antes que nada, gracias por contactarte.
Acá te envío las diferentes opciones de shows cómicos:
SHOW HUMOR STAND UP
Espectáculo cómico de stand up.
Show 100% humorístico de monólogos y chistes.
Temas: Pareja, vivir solo, vacaciones, deportes, comer afuera, nervios, etcétera.
No es agresivo con el público.
Duración aproximada: 30-40 minutos.
El costo es de $ …..
DÚO CÓMICO
Espectáculo cómico de stand up.
Pueden ser dos cómicos varones o una cómica y un cómico, según se prefiera.
Show 100% humorístico de monólogos y chistes.
No es agresivo con el público.
Duración aproximada: 50 minutos.
El costo es de $ …..
Además de ver mi trabajo en el sitio web, podés verme en el Paseo La Plaza (más info en www.guillermoselci.com).
Cualquier inquietud, no dudes en consultarme.
Te mando un saludo,
GUILLERMO SELCI, CÓMICO
Teléfono: ……………….
CONCERTAR
EVENTOS VÍA
La mejor manera de concertar eventos es por mail o por teléfono. En el mail queda todo
registrado, se puede consultar en cualquier momento y eso evita malentendidos.
Entonces, resulta práctico para ambas partes. Reunirse con el posible cliente me parece
una pérdida de tiempo (a veces hay que hacerlo, por compromiso); en muchos casos, ellos
mismos se dan cuenta de que el encuentro personal fue innecesario. Se resuelve todo más
claro vía mail, excepto que deseen entregarte la seña personalmente.
Si es necesario, una vez que la persona da el okey, podés aclararle que preferís que el
proceso de contratación se haga por escrito, vía mail, no para evitar el contacto
personalizado, sino para impedir que haya olvidos o malentendidos.
Queda muy profesional que, si contás con esa posibilidad, un productor o alguien de
confianza maneje tus eventos. Tal vez te cueste ordenarlos y siempre es más cómodo que
otra persona negocie por vos. Google Calendar es una herramienta muy práctica para
llevar una agenda y que no se «pisen» los shows.
Te paso un modelo de concertación vía mail:
Asunto del mail: Datos de la Fiesta del 13 de Diciembre y Reserva
Hola, Ana, ¿cómo estás?
Tal como hablamos, acá te envío la ficha con los datos que me faltarían para el evento.
La reserva puede hacerse personalmente o por depósito (te envío el número de cuenta por si desean hacerla de ese
modo).
FICHA:
Evento: Cumpleaños de Juan (35)
Día: Viernes 13 de diciembre
Cantidad de personas: …….
Show Humor Stand Up
Para empezar aproximadamente a las 23
Costo: $ ….. (50 % de adelanto y el resto en el evento)
Lugar: Salón Cielo Azul
Dirección: ………………………………………………………
Zona: ………………………………………………………
Sonido: Provee el lugar
Teléfono de contacto en el lugar: Ana: ……………………………….
NÚMERO DE CUENTA:
Caja de Ahorro N° ………………………………………
Banco ……………………………………………………..
Titular: Guillermo Selci
CBU: ………………………………………………………
DNI: ……………………………..
CUIT: ………………………………….
(Por favor, avisame una vez efectuado el depósito.)
Cualquier inquietud, no dudes en consultarme.
¡Saludos!
GUILLERMO SELCI, CÓMICO
Teléfono: ……………………….
www.guillermoselci.com
Capítulo 12. Formas de promocionarte
AFICHES
Lo más importante del afiche del show es que sea claro. Muchas veces, se pone demasiada
información y a simple vista la gente no entiende de qué se trata. Las palabras «Humor»,
«Stand up», «Cómicos», «Monólogos» o las que sea que vayas a usar para definir tu
espectáculo tienen que aparecer resaltadas y nítidas.
Fijate que se vean bien las caras de los cómicos, que a la distancia se distinga quiénes
son. Algunos se preguntan: «Pero, si a mí no me conoce nadie, ¿quién me va a venir a ver
por mi cara?». Justamente, para darte a conocer tenés que empezar por publicitar tu
carucha. Al verla varias veces, la gente la registra. Aparte, al público le gusta tener en claro
a quién va a ver.
GANCHO
Tratá de que el afiche o volante tenga un gancho: algo extra, que diferencie al show. En
Londres, me llamó la atención un volante que decía «Humor blanco»; o sea, humor sin
malas palabras. Podía gustarme o no, pero logró que me fije en él especialmente.
Cómicos rotativos, humor gay, humor travesti, humor de gordos, sorteos, humor
político, humor de feos, improvisación, humor religioso, minas en bolas… Para que tu
espectáculo salga a competir con los demás, buscale una cualidad distintiva. Llamá la
atención. Si tenés un buen gancho, la gente guarda el volante aunque esa noche vaya a ver
otra cosa.
EL
TRES, OTRA VEZ, NÚMERO MÁGICO
Si alguien se topa tres veces con tu nombre, ya empieza recordarlo. Primero, en un
volante; después, en la radio; tercero, en un afiche… o como sea. Cuantas más líneas
publicitarias tires, más posibilidades de llegar a este número tenés.
Todo suma: avisos en diarios o revistas, participación en shows a beneficio,
invitaciones vía Facebook, Twitter o YouTube, entrevista en radio o televisión, carteles en
facultades, en hostels, en centros de estudio, volanteos en festivales o recitales, pintadas
en la calle, stencils, calcomanías, etcétera.
Un estudio ha revelado que, la mayoría de las veces, son las mujeres quienes sacan la
entrada para un show. Tenelo en cuenta a la hora de direccionar la publicidad.
VOLANTEO
¿Es bueno volantear una obra? Se suele debatir. Es cierto que, entre los que desmerecen
esta táctica, hay muchos cómicos afamados que no la necesitan porque tienen otros
medios de promoción (programas de radio o TV, sitios de internet, etcétera) y también
hay muchos que han tenido que levantar su show porque no va gente.
Cuando te presentás en zonas muy concurridas, se vuelve necesario, incluso cuando
te está yendo bien. Puede que una persona que tenía la intención de verte (en el Paseo La
Plaza, por ejemplo) sea «robada» por el volantero de otro espectáculo.
Para los actores volantear se hace un poco pesado. Si se puede evitar, mucho mejor,
pero todavía no he visto una obra chica que consiga esquivarlo con éxito. En Inglaterra y
Estados Unidos se manejan de la misma forma. He visto cómo el Leicester Square de
Londres (algo así como la avenida Corrientes de allá) se llenaba de cómicos que
volanteaban sus propios espectáculos «vendiéndolos» de manera insistente y
acompañándote hasta la entrada de la sala, igualito que en Buenos Aires. El caso de
España es distinto: Paramount, un canal de cable que transmite las veinticuatro horas del
día, ha impuesto el género del monólogo de tal manera que la gente acude, sin necesidad
de volantear, a los clubes de comedia. Por el momento, te guste o no, si no sos conocido,
volantear resulta indispensable.
Al igual que el afiche, el volante debe ser claro, con letras grandes y legibles, algún
gancho, una buena foto y, de ser posible, alguna nota de prensa (si apareciste en algún
diario, poné lo más destacado). El volante debe tener un texto corto y preciso. Aunque
está tirado en el piso, la información fundamental debe leerse.
TELEVISIÓN
La televisión es una de las mejores herramientas para difundir lo que hacés. Si te invitan
a un programa a hacer un monólogo, seguramente no te paguen, pero te va a dar
repercusión; a veces, mucha.
En lo posible, pedí que pongan un zócalo (videograph) con tu sitio web, mail o
teléfono mientras actuás. Más allá de lo que te paguen, esta publicidad será la mejor
retribución que podés pedir. Incluso si sólo ponen tu nombre, la gente buscará tu
contacto en internet.
Grabá tus participaciones en programas y subilas a tu sitio, a YouTube, a Facebook,
etcétera. Mucha gente, a la hora de contratarte, antes de fijarse en tus monólogos, piensa:
«ah, está en la tele, seguro es bueno» (aunque sea injusto, sucede así).
Editá lo que subas, tratá de que no supere los dos minutos. Salvo excepciones, la
gente no mira más de un minuto o dos. En caso de que tengas algo largo, dividilo en
varios bloques. Subí lo más potente. Que en poco tiempo vean lo mejor de vos. Pensá en
los avances de las películas, que sintetizan en un minuto lo mejor de una hora y media.
«¿Y si después, cuando actúo, no puedo superar las expectativas que generó el video?».
Nunca sabés. Aparte, todos entienden que no es lo mismo un avance que el monólogo
entero.
En la televisión, el tiempo es voraz, así que hacé lo mejor, con mucho remate, para
que, si alguien está haciendo zapping, enseguida vea un chiste.
Aunque depende del programa y del horario, tratá de que tu material sea blanco, no
escatológico. En muchos canales, los gerentes son bastante pacatos o tienen miedo a
perder anunciantes. No te zarpes, así te llaman seguido.
RADIO
La radio es otro gran medio para promocionarte. No importa que sea una emisora
chiquita. La típica pregunta: «pero, ¿quién me va a escuchar acá?». Si está en el aire, es
porque alguien la escucha. Además, te sirve de entrenamiento para cuando te llamen de
radios más importantes.
No te niegues a performar en radio. «No… esto es para el teatro». La gente que te
invitó quiere reírse un poco, que el programa sea divertido; van a hacer todo lo posible
para que salga bien.
Los programas de trasnoche son muy escuchados. Te va a sorprender cuando después
alguien te diga «te escuché en una radio» o «me dijo un amigo que te escuchó en la
radio». Todos los programas suman.
YOUTUBE
YouTube es un arma de difusión muy potente. No sólo podés poner actuaciones de stand
up: también algún sketch, pensamientos graciosos, tu histeria o locura, etcétera. Cosas
que escribiste para un monólogo, pero a las que no les encontraste la vuelta sobre el
escenario, pueden servirte para un video.
Conocemos varios casos de gente que se hizo famosa por este medio. Lo único que
puedo decirte acerca de los «videos virales» es que, por más caseros que sean, siempre
expresan un mensaje claro. Hay excepciones, pero los más exitosos en general son
concisos y directos.
FOTOS
Tené siempre fotos actualizadas. Nunca sabés cuándo te las van a pedir: en un casting,
para shows o para ponerte en un afiche como invitado. La plata no es excusa. Podés
conseguir a algún amigo o amiga que saque buenas fotos. No necesitás demasiado; no
hace falta una producción al estilo Rocca-Cherniavsky.
Para castings publicitarios, necesitás un par de primeros planos (sonriendo y serio) y
un par de cuerpo entero. Para el show, podés tener varias, en diferentes situaciones:
desde las clásicas con el micrófono hasta algunas más casuales (en una lavandería, con un
grupo de hippies en una plaza, al lado de un policía, en el supermercado…) o alguna que te
parezca que representa lo que decís en el escenario. Todo con perfil simpático.
En las fotos para prensa, no conviene que poses, actúes o hagas gestos forzados; con
imágenes sobrias, en estudio o en exterior, basta. Muchas veces, el mismo medio te sacará
fotos. Si no, mandá varias para que el periodista y/o el editor elijan.
REEL
Si tenés varios videos con actuaciones televisivas, en teatro, eventos, etcétera, armá un
reel, un compilado con lo mejor de cada uno. En lo posible, que no supere los cinco
minutos. El reel es muy pedido en los castings. Ningún productor se va a tomar el trabajo
de mirar tus videos uno por uno. Entonces, hacéselas fácil. Si no te conocen o no tienen
referencia previa, el reel ayudará a que te den bola.
PRODUCCIÓN
Y PRENSA
Para tener otra mirada sobre la comedia, está bueno consultar a algunas personas que
trabajan «del otro lado» del escenario.
PRODUCCIÓN:
ENTREVISTA A
GABO GROSVALD
Gabo Grosvald es uno de los productores de stand up con más trayectoria. Produjo varios
shows en la ciudad de Buenos Aires, en las provincias, en Chile y Uruguay. Actualmente,
produce al dúo Campa-Pichot y los espectáculos Grin Go! y Distintos, entre otros.
Contacto: [email protected]. En Twitter: @gabou.
¿Qué consejo le darías a un grupo de stand up que recién comienza?
Que aprovechen la experiencia grupal porque se van a ir separando con el tiempo, no
porque haya mala onda en el grupo, sino porque, a la larga, cada uno va a tener una hora
de material y va a armar dúos o shows unipersonales. Mi recomendación es que, en el
trabajo grupal, sean sinceros con los compañeros. Está bueno corregirse y crecer gracias a
las opiniones del otro. A veces son duras, pero conviene la honestidad a decir que es
bueno un comediante con fallas (sobre todo, a nivel técnico). Decir sólo «sí, sos bueno,
sos muy bueno» hace que los cómicos malos sigan avanzando y así no se crece. Se
evoluciona hablándole sinceramente al compañero.
¿Y qué recomendás para tener mayor convocatoria?
Eso es lo más difícil. Al principio, el cómico tiene el deseo de llevar gente y
expresarse. Hay que lograr que el deseo surja del público. Es un trabajo arduo, que lleva
tiempo. Al principio, hay ponerle mucha garra. En un momento, la lista de familiares se
va a acabar y los amigos van a cansarse. Hay que buscar lugares donde la cosa fluya, ser
creativo, generar siempre nuevas alternativas, usar las herramientas que brinda internet
(todo el tiempo aparecen funciones y servicios, conviene aprovecharlos, adoptarlos antes
que nadie). Ésas son tácticas: la estrategia pasa por llevar gente y ser mejor comediante
para que el público vuelva. Todos participan en la producción de un show; si esto no se
entiende, surgen problemas. Un productor solo no te llena las plateas, un agente de
prensa tampoco, la gente a cargo de la sala tampoco. Se tiene que articular todo con el
mismo objetivo. Y el comediante también forma parte de esa cadena. Si no, estamos para
atrás.
Para trabajar con un cómico, ¿en qué te fijás primero?
Veo si tiene rigurosidad en su trabajo. La profesión de comediante es muy ardua.
Hace falta tener mucha perseverancia y poner mucho laburo. Después, si es una persona
con la que uno pueda laburar. He conocido a comediantes geniales, talentosísimos, pero
que no venían a reuniones, cancelaban ensayos, llegaban tarde a la función… Como
productor, eso no me sirve. Un buen comediante no sólo la rompe en el escenario, sino
que también, cuando no está ahí arriba, se mueve de tal modo que resulta agradable
trabajar con él.
¿Qué debe evitar un cómico cuando está fracasando en escena?
No tiene que irse rápido. Esto lo dicen muchas personas. Yo lo digo a mi manera: sos
el conductor del colectivo; si disfrutás, todo el mundo se divierte; en cambio, si estás muy
nervioso, los pasajeros la pasan mal. El que maneja el espectáculo sos vos y todos sufren
cuando no te salen las cosas. Abajo del escenario, el productor tiene que tener una actitud
colaborativa y cuidar al cómico.
¿Un grupo que está empezando o que no tiene ninguna figura puede
prescindir del volanteo?
El volanteo sirve en algunos lugares y en otros no. En Buenos Aires, depende de la
zona. Por ejemplo, en toda la avenida Corrientes resulta imprescindible. En Palermo u
otros barrios que están alejados del Centro, no aporta mucho. En cualquier caso, el
volanteo es una táctica, no puede ser la estrategia. No hay que pensar que un espectáculo
se va a sostener gracias al volanteo porque entonces, cuando llueve, te quedás sin público.
Hay que estudiar cada caso, ver dónde sirve y dónde no. Tiene su costo, implica un
sacrificio, pero también puede darte muchas ventajas. Con el contacto cara a cara, el
público se entera de que el show existe: es una acción publicitaria efectiva
¿Qué cosas no pueden faltar para promocionar un show?
Un aviso en el diario. Con eso, no necesariamente llenás la sala, pero, si un show no
está en la cartelera, parece que no existe. Claro que existen espectáculos que llenan sin
estar en cartelera, pero tienen a actores reconocidos. Hay que estar en los diarios, en
Alternativateatral.com, tener presencia en internet, una página en Facebook… Siempre
conviene estar en una ticketera. Aunque depende de la sala, yo busco o pido que el espacio
tenga Plateanet, Ticketek, Tuentrada.com, etcétera. De otro modo, se hace muy difícil
trabajar con algunas producciones. La ticketera te permite la venta anticipada, con lo cual
no dependés del clima ni de que la boletería esté siempre abierta. Las entradas quedan a
la venta toda la semana, no sólo el sábado. Si alguien quiere comprar el lunes, le vendiste
una entrada. Para eso sirve la ticketera.
¿Cuáles son los pedidos del productor a una sala?
Que haya el menor ruido posible durante la función. En algunos casos, no es fácil,
pero debería ser una exigencia. Que haya camarines, obviamente. Uno asume que hay
ciertas cosas y a veces en una sala (sobre todo, en las provincias) no las tienen… Para
hacer stand up no hace falta mucho más que un escenario aceptable, audio y un buen
micrófono. Si no hay un equipo de sonido y un buen micrófono, no sirve. Parecen cosas
obvias, pero he encontrado lugares que no las tenían… Bueno, hay que exigirlas.
¿Qué te motiva a estar en esto y ponerle energía?
Me genera mucha satisfacción ver una sala llena. El comediante y la gente
disfrutando… es un momento único. Trabajar para que eso ocurra me motiva muchísimo.
Hago todo el esfuerzo y, cuando me siento a ver el show, pienso: «Bueno, hasta acá
trabajé yo». A partir de ahí, trabaja el comediante y yo disfruto… aunque también trabajo:
tengo rutinas dentro del espectáculo, pero la presión ya pasó para mí. Se trata de algo más
relacionado con el placer: alcanzar una botella de agua, fijarme que todo esté en silencio,
meter algún bocado… También hay un trabajo después, administrativo, con el
bordereaux, pero el trabajo fuerte se da antes de que arranque la función. Disfrutar del
show me da energía todas las semanas. La respuesta del público, saber que la gente se
relaja y se divierte, saber que estuve trabajando para que esas personas disfruten… Me
genera mucho placer.
PRENSA:
ENTREVISTA A
EZEQUIEL HARA DUCK
Ezequiel Hara Duck se desempeña desde hace años en la prensa de distintos shows de
stand up. También trabaja para Timbre Cuatro y Gabriel Chamé Buendía, entre otros.
Además, produce el programa de radio Metro y medio, conducido por Sebastián
Wainraich y Julieta Pink.
Contacto: [email protected].
Antes de empezar a hacer la prensa de una obra de stand up , ¿de qué
hablás con los cómicos?
Antes que nada, aclaro que sólo con prensa no van a llenar una sala, que, aunque
salgan en tapa de Clarín, eso no significa que vayan a llenar. Les digo que mi trabajo es
conseguir lugar en los medios para darle presencia mediática al show, pero que ellos no
deben aflojar con la convocatoria, que no crean que la prensa es el único medio para
vender entradas. También les pido que me hablen de ellos. Organizo una reunión en la
que pensamos juntos adónde conviene orientar la comunicación del espectáculo. Además,
los consulto sobre su trayectoria y les pregunto si han tenido contacto con algunos
periodistas ya. En definitiva, explico en qué consiste mi trabajo para evitar malentendidos
(por ejemplo, que salgan en muchos medios y después me digan: «vendimos quince
entradas»).
¿Cuáles son los principales atributos para atraer al público?
Ante todo, un buen show. Para que los espectadores vayan recomendándolo de boca
en boca. La gente va poco al teatro: si no te dicen que algo está buenísimo, no te dan
ganas de ir. También es importante tener un buen trabajo gráfico, que los cómicos no
salgan en las fotos con cara de boludos, haciendo morisquetas. Ese tipo de fotos espantan
al público y, sobre todo, a los periodistas, que son muy prejuiciosos con este género.
Cuanto mejores sean las fotos, más posibilidades de que salgan publicadas en un medio.
Es importante tener una buena gacetilla, clara, prolija y seria.
¿Qué valorás a la hora de hacer la prensa de un show ?
La capacidad de trabajo de los comediantes fuera del escenario es muy importante ya
que durante la semana el agente de prensa necesita estar en contacto con los actores.
También es fundamental que estén disponibles para entrevistas o para resolver
eventualidades vinculadas a la prensa. Hay que entender que el trabajo de prensa es
sacrificado. No es cosa de mandar un mail para conseguir una nota. Detrás de cada
aparición en un medio hay mucho trabajo, seguimiento, trato con periodistas…
¿Qué consejos le das a un grupo que comienza y todavía no puede pagarse
la prensa?
Que sean curiosos y utilicen para comunicar un show tanta creatividad como para
hacer sus monólogos. Pueden usar herramientas como las redes sociales, volantes,
stencils o afiches.
¿Cuál es el mejor medio para promocionar el stand up ?
La prensa gráfica es eficaz para shows clásicos y chicos. Para shows más grandes,
funciona muy bien la radio. Para el público joven, lo ideal es internet y, en particular, las
redes sociales.
¿Es más efectiva la publicidad o la prensa?
Creo que la prensa. En la relación costo-beneficio, la prensa es mucho más barata que
la publicidad… basta averiguar los precios de dos o tres días de rotación de un spot en
radio o de un aviso de tres centímetros en un diario. La prensa tiene, aun después de 6, 7,
8 [risas], mucha penetración y autoridad en el público. Para el lector o el oyente, la
recomendación de un periodista o un medio tiene más peso que los avisos publicitarios.
Capítulo 13. Fuentes de trabajo
El stand up te da diversas posibilidades laborales, aparte del teatro y los eventos. Te dejo
algunas ideas vinculadas a experiencias que he tenido y que tal vez te sirvan para pensar
otras opciones. Todo vale.
CRUCEROS
El «stand up para cruceros» es común en Europa y muchas otras partes del mundo desde
hace años. En Argentina, representa una experiencia nueva y creo que soy uno de los que
la han inaugurado. Una gran ventaja que vas a notar si actuás en cruceros es la buena
onda del público. Después de la pileta, la comida, las animaciones, la gente llega al show
con una predisposición inmejorable. En ese contexto, conviene hacer humor blanco: hay
muchas familias y muchas personas mayores; no es el lugar para hacer material sexual ni
escatológico ni para decir puteadas.
Lo que da mejor resultado en esos extraños hoteles flotantes es hablar de lo que pasa
ahí mismo. Plantate como un simple observador de las cosas ridículas que pasan en el
barco. Hay temas variados: los animadores, los baños, el capitán, el simulacro de
evacuación, la visita a la ciudad que se hizo ese día, etcétera. Cuanto más critiques al
crucero, a su tripulación y sus pasajeros, más de tu lado estará el público. Te van a tomar
como un líder que se burla o se queja de las ridiculeces que ocurren a bordo. Siempre
hacé los chistes con buena onda; no olvides que justamente «los del barco» son los que te
pagan.
El teatro en cruceros es la gloria: funciones para mil personas, un súper escenario,
luces a todo trapo, seguidor, presentador, plumas, un público con la mejor onda…
¡Glamour!
Por supuesto, para actuar en cruceros hace falta pasar un tiempo a bordo y la vida en
el barco puede resultarte fácil o difícil, según cómo la veas. Antes que nada, tené cuidado
con la comida: si no te cuidás, subirás unos cuantos kilos. La comida en el barco no tiene
límites. Armate una dieta, usá el gimnasio y, entre el almuerzo y la cena, elegí frutas, no
una hamburguesa con papas fritas.
Si tenés la suerte de viajar entre los pasajeros y no como parte de la tripulación,
podés relacionarte con los turistas, siempre de una manera decorosa. La situación no da
para que andes correteando a señoritas o señoras por la cubierta. Sos el artista del barco.
Cuidá siempre esa imagen.
Hay muchas cosas para hacer en un crucero, pero puede que te resulte tedioso y
medio claustrofóbico después de un tiempo. Depende de cómo te lo tomes. Alguna gente
se adapta y otra no. El sueldo es bueno, vas conociendo a gente y lugares, pero por
momentos extrañás la libertad de ir a tomar algo con tus amigos en cualquier momento.
No son trabajos para todo el año, sino para temporada de vacaciones.
En caso de que te lo ofrezcan, probá. Artísticamente, implica una gran experiencia y
genera muchos contactos (por ejemplo, en un crucero surgió el contacto que
desencadenaría la publicación de este libro).
FESTIVALES
Los festivales te dan la oportunidad no sólo de exponer lo tuyo, sino también de observar
distintos tipos de comedia. Son una gran pantalla y suelen tener bastante difusión:
afiches, volantes, programas y notas en los medios durante todo el período que dure el
festival.
Filmá tu actuación y subí unos minutos a la web. Generalmente, en los festivales hay
mucho público y eso queda muy bien en un video.
Algunos festivales también brindan una buena ocasión para conocer a cómicos de
otros lugares, incluso de otros países, y hacer contactos.
UNIVERSIDADES
El stand up en universidades no se explota mucho en Argentina. Resulta más común en
otros países (y eso que acá las universidades tienen buenas movidas culturales). Actuar
en una facultad te da prestigio y te promociona bien. El público suele ser estar bien
predispuesto… ¡y encima podés darte el lujo de hacer stand up en el Aula Magna!
No esperes sacar un gran rédito económico de este tipo de presentaciones (si la
universidad es estatal, seguramente tendrá poco presupuesto para algo así). En cambio,
van a poner tu afiche en una cartelera que ven miles de personas todos los días. Además,
los organizadores suelen volantear. Incluso podés arreglar que haya descuentos para los
estudiantes en tu show o cualquier otro tipo de publicidad que te ofrezcan.
Yo actué en las facultades de Ingeniería y Agronomía de la UBA y en la Universidad
Tecnológica Nacional, por ejemplo… Y queda mucho por explorar.
Ponete en contacto con la secretaría de extensión de alguna facultad. Los teléfonos y
mails suelen figurar en internet. Hacé la propuesta porque te dan bola. Lo recomiendo.
Está bueno que se genere una movida así en las universidades. Muchas bandas o
grupos de teatro que actúan en ese ámbito generan buenas conexiones (incluso, en
algunos casos, la misma universidad los lleva a actuar en provincias).
PUBLICIDAD
La publicidad necesita actores. Te van a llamar para castings y, si no, empezá a mandar tu
curriculum. Para avisos de celulares, supermercados, empresas de internet, etcétera, es
usual que busquen gente cómica, personajes raros, medio aparatosos.
Algunas claves para los castings:
Aunque parezca obvio, leer bien el guión.
Para la presentación:
Dejar las manos sueltas, no moverlas demasiado.
No tocarse la cara.
Mirar directo a cámara.
Separar en párrafos, usar el punto y aparte.
Para el acting:
Salvo un pedido expreso, no mirar a cámara.
No tocarse la cara.
Mantener el cuerpo frente a la cámara.
VIAJES
ESPAÑA
España tiene un circuito de comedia muy importante y es un gran lugar para seguir
sumando experiencia. Con la ayuda del canal Paramount, que pasa monólogos
constantemente, y del ciclo televisivo El club de la comedia (en un momento, se hizo
también en Argentina), la gente está habituada al stand up y va seguido a ver este tipo de
shows.
Cuando hayas juntado más de una hora de material intenso, podés buscar opciones
para viajar allá. Los españoles tienen un humor muy parecido al nuestro. Lo más sencillo
es conectarse con un argentino que viva en esos pagos (todos tenemos algún amigo que
vive en España).
Hay que estar atentos a las palabras que se usan. Reemplazá el dialecto criollo por el
peninsular cuando haga falta («mesero» en lugar de «mozo», «nevera» y no «heladera»,
etcétera), pero no cambies los modismos: les causa mucha gracia nuestra forma de hablar
(«che», «boludo», etcétera). Tampoco hagas material muy argentino sin adaptarlo. Con
ingenio, podrás explotar los puntos en común. Por ejemplo, yo tengo un material sobre
los restaurantes de Palermo Hollywood que pude adaptar a la «cocina de autor» en
España.
La actividad allá se maneja con «bolos» (así llaman a las actuaciones en bares) en
diferentes zonas del país con una paga promedio de 250 euros más hotel; no incluye
pasaje ni comidas.
Esta aventura puede resultar solitaria. Terminás viajando bastante. Salís un
miércoles de Madrid, actuás esa noche en Vigo, el jueves te toca Ferrol, el viernes estás en
León, el sábado en Salamanca… Pasás mucho tiempo viajando en micros y no te queda
mucho tiempo para conocer los lugares.
Salvo en ciudades como Madrid, los restaurantes y los bares cierran a la medianoche.
Ojo con esto. Varias veces salí de la función y no encontré ningún lugar para comer.
Lo ideal es parar en Madrid y hacer todos los bolos ahí. Eso te da tiempo para
recorrer o disfrutar de la noche. Es difícil lograrlo. Para hacer varias actuaciones, casi no
queda otra opción que recorrer el país. Como cualquier trabajo, es sacrificado y demanda
tiempo.
Depende de cada uno, de cómo te adaptes. Es una gran experiencia que recomiendo.
Vas a viajar, vas a comer bien, vas a conocer gente.
URUGUAY
En Montevideo existe una buena movida de stand up; más pequeña que la de Buenos
Aires, pero muy interesante. Hay clubes de comedia y también se trabaja en eventos
privados.
En Uruguay no son tan malhablados como somos en Argentina. No dicen todo el
tiempo «boludo» ni putean tanto. Moderá un poco el lenguaje porque, si te vas de
mambo, puede resultar agresivo.
Por lo demás, no hay grandes diferencias. Detalle más, detalle menos. El público es
muy cálido. Además, hay un buen ida y vuelta con cómicos y productores uruguayos para
buscar dónde hacer shows.
Y siempre es lindo ir a Montevideo: río, playas, la Ciudad Vieja, buena comida…
LAS
PROVINCIAS
Actuar en las provincias implica un desafío muy gratificante. Llevá chistes bien
universales. Los cómicos porteños escribimos un humor demasiado urbano y se nos hace
más difícil adaptar el material para un pueblo de alguna provincia que para una gran
ciudad de otro país.
En muchos lugares, no son comunes los colectivos de línea, el delivery, los
restaurantes «de autor», los gimnasios, el psicoanálisis, los jóvenes que viven solos… Con
esto no quiero decir que en las provincias no haya esas cosas, pero en muchos lugares no
constituyen un tema cotidiano. Quizá, de cien personas, tres van al gimnasio, dos hacen
terapia, etcétera.
Elegí asuntos comunes a la gente, no a los lugares: situaciones de pareja, el
matrimonio, las diferencias entre hombres y mujeres, la relación con los padres, la
televisión… Usá tu sentido común y fíjate sobre la marcha qué es lo que más prende.
Capítulo 14. Legales
DÓNDE
REGISTRAR TU MATERIAL
Cuando estés por estrenar una obra, registrala en Argentores (Pacheco de Melo 1820, si
vivís en Ciudad de Buenos Aires). Imprimís tu material, lo metés en un sobre, pagás y
listo. De esa manera, ya queda protegido.
En el caso de una obra de varios integrantes, se definen los porcentajes a repartir en
el formulario que ahí mismo te entregan. Comúnmente, la ganancia se divide en partes
iguales, pero esto queda a criterio de cada grupo y también depende del tiempo que pase
cada cómico sobre el escenario.
Una vez que se haga el bordereaux, el diez por ciento de lo recaudado irá a Argentores
y esta institución reintegra el ocho por ciento al autor o los autores.
Si no tenés una obra fija o no estás por estrenar, podés registrar tus textos en el
Registro Nacional de Derechos de Autor (en Ciudad de Buenos Aires, Moreno 1228) en
formato escrito o en CD
BOLOS
«Bolo» es el nombre que se le suele dar a una presentación televisiva. Se cobra en la
Asociación Argentina de Actores (en Buenos Aires, Adolfo Alsina 1762). Esta entidad no
tiene nada que ver con Argentores ni con los porcentajes mencionados arriba.
Se pagará tu bolo de acuerdo con convenios o según lo pactado. En cualquier caso,
tenés que esperar un tiempo para cobrar: la liquidación demora un par de meses.
Ni en Argentores ni en la Asociación Argentina de Actores hace falta que te asocies.
Por el solo hecho de cobrar ahí, te van a deducir aportes como a cualquier ciudadano y ya
quedás registrado debidamente como autor o actor. Asociarte a estas instituciones (lo cual
implica abonar una cuota) te trae otros beneficios que te explicarán en cada caso, pero es
optativo.
Apéndice 1. Cómo contar chistes
Contar chistes es un arte. Como todo arte, no es fácil. En esta sección, vamos a combinar
los chistes para el monólogo y los chistes para «convertirte en el alma de las fiestas». Las
técnicas a usar son las mismas, aunque con leves diferencias.
CHISTES
EL
EN EL MONÓLOGO
CHISTE COMO ATAQUE
Con un chiste podés preparar al público para tu monólogo. Supongamos que salís a
escena y ves que el público está complicado. Quizá el material de stand up es un tanto
elaborado y demora un tiempito en llegar al remate. La gente está medio aburrida, medio
impaciente, quiere reírse ya. Para levantar a la platea, nada mejor que atacar con chistes.
Podés arrancar con chistes cortos en tu presentación, uno detrás del otro. Si son
tontos y simples, mejor. Te sirven como «punta de lanza» para empezar a actuar. Cuando
ciertas tribus atacaban, primero hostigaban al enemigo con una ráfaga de flechas
prolongada y tupida; así, lograban que sus contrincantes bajaran la guardia y entonces
arremetían cuerpo a cuerpo.
Tirá una ráfaga de chistes cortos y efectivos. Cuando tengas al público entregado,
atacás con tu monólogo de artillería pesada. No te excedas con los chistes rápidos. Si
entrás en un timing demasiado veloz, los espectadores van a esperar que mantengas ese
ritmo en el stand up. Después de lanzar la lluvia de flechas, descansá con una breve
introducción y ahí empezá el monólogo.
CHISTE-PAUSA
En una presentación larga, la gente puede cansarse un poco. Recurrí a una pequeña ráfaga
de chistes cortos para hacer un corte y despabilarlos. Te sirve para relajar y es una buena
ocasión para cambiar el ritmo de tu monólogo: entrar en un plano más intimista o subir la
energía cuando vas al cierre.
CHISTE-PRESENTACIÓN
Podés tener a mano algún chiste corto para presentarte. Que sea simple y conciso. Acá van
algunos ejemplos:
Hice un gran aporte a la medicina: me retiré.
La verdad, es un placer estar entre amigos… Lástima que hoy no haya venido
ninguno.
Estoy acá porque siempre me gustó hacer reír. Antes era stripper…
QUÉ
¿
TIPOS DE CHISTES TENGO QUE HACER?
Hacé chistes a tu medida. Por ejemplo, si no sos por naturaleza un gran contador de
chistes, te conviene buscar algunos fáciles de memorizar. Estudiá un poco cuáles te gusta
hacer. Si ya tenés cancha, usá los que te rindieron en reuniones sociales; si no, usá los
más tontos. No esperes generar risotadas desde el principio. El humor es progresivo. Vas a
ir de menor a mayor.
EL
CHISTE Y SU CONTEXTO
El chiste adopta distintos significados según el contexto. Si hacés humor negro o pesado
en un sótano de comedia, todo bien, pero en un evento familiar tal vez lo tomen como una
agresión o provocación. El humor de la revista Barcelona, por ejemplo, se acepta en el
contexto de esa revista. Si sale en un diario, da para juicio. Sé consciente de esto porque
hasta una misma persona tienen diferentes reacciones según el contexto.
EL
MONOLOGUISTA VS.
EL
CONTADOR DE CHISTES
Puede que en algún momento de tu carrera como monologuista te preguntes si meter
chistes no te terminará convirtiendo en un contador de chistes. Y, si es así, ¿qué? Algunos
puristas del stand up se divierten filosofando sobre si el chiste puede formar parte de un
monólogo. Ese debate no le interesa al público. No te enrosques. El arte es muy denso
cuando se pone dogmático.
Hacé lo que te guste. Que sean tu deseo y tu público los que definen qué hacés. De
última, el stand up es una cadena de chistes, con un formato y un contexto más sutiles (o
no), pero chistes al fin.
Se dice que un buen cómico «debe» saber contar chistes… No hace falta ser tan
extremo. También se repite que el cómico dice cosas graciosas mientras que el
comediante dice las cosas con gracia. La línea es muy fina. Podemos juntar estos dos
conceptos y decir cosas graciosas con gracia. El chiste da buen entrenamiento y el stand
up arma un buen relato.
Hay varios caminos por los que podés ir y venir constantemente: stand up, chistes,
improvisación, clown, bufón… Cuanto más dúctil seas, mejor.
CHISTES
EN REUNIONES SOCIALES
Veamos algunas técnicas para contar chistes abajo del escenario, en fiestas o reuniones.
La idea no es estructurar lo que ya tenés por naturaleza ni hacer regla de algo espontáneo,
sino plantear recursos y trucos que potencien tus chistes.
TRATÁ
DE NO REÍRTE
No te rías mientras contás el chiste porque eso provoca dos cosas:
1. No se entiende lo que estás diciendo.
2. Se genera una expectativa mayor que la necesaria y eso le quita fuerza al remate.
En cambio, podés sonreír mientras hablás o reírte una vez que hayas terminado. El
chiste muchas veces tiene algo de chanza y esto genera contagio y complicidad en las
personas que te escuchan. No olvides que estás en un ámbito informal. Las reglas no
tienen que ser estrictas.
NO
TE EXTIENDAS DEMASIADO
Los chistes largos son para expertos. No conviene empezar con algo tan difícil. Tal vez en
el futuro sean tu especialidad, pero los chistes largos (hay quienes los llaman «cuentos»)
manejan otros códigos y recursos, como el suspenso o la recreación de detalles. Esperá a
ganar confianza antes de meterte en ese terreno.
CONTÁ
A TU MANERA
Los chistes populares y callejeros van mutando de boca en boca, se van mejorando (o no,
depende de quién lo cuenta). Si ves que podés cambiar un chiste de contexto, actualizarlo,
ponerle personajes más graciosos, dale para adelante. Hacelo tuyo. A veces, se copia la
forma de decir de algún cómico y tal vez, aunque a él le da resultado contarlo así, a vos no
te funciona. Para darle vida a un chiste, contalo a tu manera.
CORTÁ
LO QUE SOBRE
Hay chistes de cinco líneas se pueden resumir en dos. Como ya hemos visto, mientras
más sugiera un chiste, más efectivo resulta. Limpialo, pulilo, sacale impurezas. Es otra
manera de darle tu estilo.
NO
INSISTAS
Si el contexto no da para el chiste, no fuerces la situación. Nada más pesado que un tipo
que cuenta chistes en cualquier momento y en forma constante. Las situaciones ideales
suelen ser el final de una fiesta y la sobremesa. Si empezás a contar chistes en cuanto
llegás a un asado, puede que te tiren a la parrilla.
ESCUCHÁ
Evitá que te gane la ansiedad en una ronda de chistes. No quieras contar todo vos.
Escuchá a los otros. Aparte, es la mejor manera de aprender a contar chistes.
EL
HUMOR COMO ARMA DE SEDUCCIÓN
El humor es un arma de seducción bastante efectiva. Distiende, relaja, afloja. Si llegás a
una primera cita con la idea de hacerte el gracioso, vas al muere. El humor tiene que ser
espontáneo, no premeditado. Si surge, okey. Las citas no siempre son un buen contexto
para el chiste. Tal vez ella/él simplemente quiere que la/lo escuches sin hacer bromas al
respecto.
ALCOHOL
A diferencia de lo que hemos visto con respecto al stand up, estar alcoholizado suma más
de lo que resta. No estás en plan profesional y hay pocas cosas más graciosas que un
borrachín tratando de contar chistes. Se rompen todas las reglas porque ahí lo gracioso no
es el chiste, sino lo difícil que se te hace contarlo.
CHISTES
TONTOS: BOLUCHISTE
Los tontos quieren contar chistes inteligentes y los inteligentes prefieren contar chistes
tontos. Entonces, elegir estos chistes no te convierte en tonto (¿o sí?). Lo cierto es que
resultan muy efectivos y, cuantas menos vueltas les des, mejor.
INTERNET
Y LIBROS
Internet suele ser una gran fuente de chistes, pero no abuses. Muchos son trillados; sobre
todo, los que aparecen en cadenas de mails. Una buena fuente de material son los libros
de chistes para chicos: ésos son simples, tontos y seductores.
ANOTÁ
Tené una libretita siempre a mano para anotar los chistes que te cuenten o escuches por
ahí. Lo peor con los chistes es olvidarlos. La memoria no siempre funciona como
quisiéramos, resulta muy infiel. No hace falta anotar cada chiste completo; alcanza con
unas palabras de referencia que te permitan traerlo a la memoria.
CHISTE
LARGO O «CUENTO»
El chiste largo o «cuento» requiere experiencia y un contexto propicio. No da para sacar
uno a relucir en plena ronda de chistes cortos. Se hace pesado y corta la onda. Algunos
van a querer matarte, otros bostezarán mientras miran el reloj con ganas de irse. Los
ambientes ideales son los fogones, los campamentos y las guitarreadas.
En el chiste largo, el desarrollo tiene más importancia que el remate. Generalmente,
se insertan varios chistes y referencias graciosas en medio de lo que contás. No vas a
mantener mucho tiempo la atención de los otros sin buenas observaciones en el camino.
Si mirás a los grandes contadores, como Landriscina (u otros cómicos de las
provincias), fijate que en el desarrollo hay muchas descripciones que funcionan como
chistes de comparación. Por ejemplo:
El yerno estaba transpirando como tapa’e olla.
Le decían «sábana de abajo» porque se agarraba los mejores pedos.
Todas estas referencias se dicen al pasar, no como chistes en sí. Cuando un chiste es
pequeño, el tono sin pretensiones multiplica su efectividad (ya lo vimos cuando hablé del
«remate por lo bajo»).
Acá no importa tener un gran remate. Si el relato es bueno, si despertás carcajadas
durante el desarrollo y lográs mantener la atención de los demás, no importa que el cierre
pierda un poco de potencia. La reacción del público va a ser muy buena: no festeja el
remate, sino todo el cuento.
Los chistes largos son un arte y precisan ensayo. Tienen un timing particular: pausa,
calma, muchos detalles, descripción y referencias cómicas. Si tenés habilidad para esto,
sos afortunado. Los cuentistas son muy queridos y escasean.
Apéndice 2. Cómo ponerle humor a un discurso
Tal vez llegaste a este libro sin la intención de ser un cómico profesional y sólo te interesa
captar la atención de tus oyentes y/o hacer tu trabajo más entretenido. Querés agregarle
un toque de humor a lo que decís.
En este apéndice vamos a ver cómo ponerle humor a un discurso cuando te toca subir
a un estrado y hablar ante un público más o menos numeroso. Dividiré la cuestión en dos:
por un lado, los discursos «institucionales» (empresarial, político, educativo, etcétera);
por el otro, los discursos «sociales» (en casamientos, cumpleaños, cenas de fin de año,
eventos a beneficio, etcétera).
El discurso institucional, a diferencia del stand up, debe mantener una ilación clara.
Lo central es el tema al que te vas a referir y el chiste cumple una mera función de
condimento. Para un discurso social, en cambio, las técnicas no son muy distintas de las
del stand up, así que podés utilizar lo que ya vimos en otras partes del libro.
Supongamos que tu empresa te pide un discurso para la presentación de un producto.
Enseguida intuís que vas a dejar a más de uno roncando (o, al menos, con ganas de
echarse una siestita). ¿Cómo lo podés evitar?
Primero, andá dividiendo el discurso en ideas. Cada párrafo debe incluir un mensaje.
Cuando tengas listo eso, armá un «discurso paralelo». Tomá la idea central de cada
párrafo (sea un concepto, una característica del producto, información sobre el modo de
uso) como una premisa para chistes y andá escribiendo lo que se te ocurra, sin ningún
pudor. En un principio, no descartes nada; después ves qué cosas conviene borrar o
suavizar. Cuando hayas terminado, compará el discurso «oficial» con el «paralelo». La
contraposición de cada párrafo espontáneo con la idea original irá generando algo
gracioso. Para cerrarlo, emprolijá los chistes usando los tips que vimos al hablar de los
tipos de chiste: dale una forma humorística a cada idea.
El humor en los discursos te da una ventaja: no necesitás meter chistes súper
elaborados. Con alguna referencia simpática basta para que la presentación resulte más
atractiva. Aparte, el marco de solemnidad que rodea al discurso va a potenciar tus chistes,
simplemente porque nadie se los espera. El público está predispuesto a escuchar un
bodrio cada vez que sale a la venta un producto, no imagina que te vas a aparecer con algo
gracioso.
Doy un ejemplo. Los directivos de un laboratorio me pidieron que le pusiera humor a
la presentación de un analgésico. Querían que hiciera hincapié en la velocidad de su
efecto. Me salió lo siguiente:
La gran virtud de este medicamento es la rapidez con la que actúa. Calma el dolor en sólo treinta minutos… ¡Como
un capítulo de Lost!
Esta simple referencia provocó carcajadas. No era necesario más porque nadie
esperaba una comparación así en ese contexto.
Generalmente, no es necesario que cada idea vaya acompañada de un chiste; alcanza
con distribuir bien algunos: que estén a una distancia similar en tu oratoria para ir
generando un timing. Buscá lo más adecuado a la situación. Cuantos más chistes puedas
meter, el público prestará mayor atención a lo que decís.
TIPS
NO
DESVIRTÚES EL DISCURSO
En los discursos empresariales o políticos, respetá la idea original. No la desvirtúes
porque podés meterte en problemas. No olvides que estás «vendiendo» algo. Por ejemplo,
para el ejemplo anterior, podría haber dicho:
La gran virtud de este medicamento es la rapidez con la que actúa. Calma el dolor en
sólo treinta minutos… ¡Pero, ¿quién sos?! ¿¿Mazzacane??
Hubiera sonado gracioso, se hubieran reído, pero la empresa no me hubiera
convocado nunca más. Con un chiste así, estás burlándote y hasta ponés en duda la
efectividad del producto. Hay que evitar eso.
SÉ
SERIO
Cuando leas el discurso, no te pongas en actitud de «ahora los voy a matar de la risa». Al
contrario, mantené un aire de seriedad. Eso hará que los chistes generen más sorpresa y,
por ende, resulten más efectivos. No existe nada más incómodo que ver a alguien tratando
de hacerse el gracioso o «avisando» de algún modo que va a hacer un chiste. Así, se pone
tenso el auditorio y sólo se consiguen unas penosas risitas de compromiso.
Tal vez no seas una persona graciosa. Mejor. Nada más cómico que ver a alguien
serio, parco, haciendo un chiste con toda solemnidad, sin variar en lo más mínimo su
actitud. Aprovechá tu seriedad para sorprenderlos. Si tratás de ser cómico, vas a poner
energía en algo que te quita naturalidad.
No «tratar» de ser gracioso significa no forzar eso. Tal vez seas un tipo carismático,
simpático, esto puede surgirte de modo natural y no tiene sentido reprimirlo. No
aparentes ser serio al meter un chiste.
Siempre actuá como sos y vas a estar mucho más conectado con lo que estés
diciendo.
NO
LEAS
Al leer un discurso, la vista en el papel te va a desconectar de tu auditorio. Aparte, una
página leída en voz alta comúnmente suena aburrida, monótona, desapasionada. Subrayá
o resaltá en tu texto las ideas más importantes de cada párrafo y tratá de decirlas con tus
palabras. Que el texto te sirva de guía. Tu forma de hablar va a hacer más atractivo el
texto. Un buen texto leído en voz alta resulta más tedioso que un mal texto bien dicho.
Recuerdo que un presidente recién electo leyó todo su discurso. La gente festejaba y
él mantenía la mirada fija en el papel. Lo único que retengo es esa actitud porque en mi
memoria no quedó nada de lo que dijo. Cero llegada.
Leer le resta al chiste y al discurso. No estás «hablando» propiamente al público y,
por lo tanto, no te van a prestar atención. El papel debe servir para guiarte, no para que te
escapes.
REMATÁ
SIEMPRE DE CARA AL PÚBLICO
A veces, un discurso es muy extenso y no llegás a memorizarlo. Existe un modo de no
perder naturalidad en caso de que te veas obligado a leer. Levantá la vista y decile los
remates al público. El chiste representa el momento de máxima complicidad entre el
orador y su auditorio. No desperdicies esa ocasión mirando un papel. Eso, además, te
quita gracia.
Por más que hayas reescrito el chiste mil veces y lo hayas ensayado hasta el
cansancio, tiene que parecer que se te ocurrió en el instante de decirlo, que es algo
espontáneo. Si lo leés, se pierde ese aspecto fundamental: sos un mago al que se le ven los
trucos.
Decí el chiste, actualo, salite de la tarima, lo que se te ocurra, pero no lo leas porque
lo vas a matar.
MIEDO
DE MIRAR AL PÚBLICO
Casi todos los mortales tenemos miedo a hablar en público y, más aún, mirar al público.
Por eso muchos eligen refugiarse en una hoja de papel. Es algo muy común, incluso para
los experimentados. Que no te dé vergüenza sentir ese miedo. Veamos qué hacer.
ADÓNDE
MIRAR
Es imposible mirar ochocientas caras al mismo tiempo (de hecho, no se puede mirar más
de una cara por vez). Salvo que te hagan una pregunta o interactúes con una persona en
particular, no mires fijo a nadie hasta que sientas confianza.
A medida que te vayas soltando, hacé «paneos» del público. Cuando estás
desarrollando una idea, podés mirar un poco hacia arriba, más allá de la platea. El cierre
de la idea es el momento para mirar a alguien o a un sector e ir generando así un lazo.
EL
MIEDO INTERNO
El miedo a mirar al público no está relacionado con lo que ves, sino con lo que pensás que
los otros están viendo. Es miedo a ser observado, son todas las cosas que imaginás que
ellos pueden estar pensando de vos:
¿Se están dando cuenta de que estoy nervioso…?
¡Uy, seguro notan que estoy transpirando!
Tengo la voz temblorosa, tartamudeo.
¡Me queda mal este vestido!
¿Tendré la ropa arrugada?
¿Pensarán que soy un idiota?
¡Les parezco un farsante!
El miedo a mirar al público es miedo a quedar expuesto en tus errores. Ya se dijo en
este libro: Profesional no es quien no comete errores, sino quien sabe lidiar con ellos.
Quedate tranquilo, siempre van a surgir traspiés. No existe una presentación perfecta. No
te preocupes por lo que pueda pasar, ocupate de lo que realmente pasa.
Tres casos comunes:
Nervios: Caminá un poco por el escenario. Eso te ayuda a canalizar la energía. Los
nervios son energía: usala, convertila en pasión por lo que decís.
Transpiración: Es lo más normal del mundo. Uno piensa que transpira porque está
nervioso y tiene tres reflectores apuntándolo… ¡Casi una cama solar! Secate con un
pañuelo de papel, naturalmente. Si transpirás, significa que estás trabajando duro y la
gente valora eso.
Ropa: En caso de que sientas que te queda mal lo que llevás puesto, tranquilidad.
Difícilmente la gente le dé al asunto la misma importancia que vos. Siempre habrá
personas que se fijen en pavadas o personas con envidia: es su problema, no el tuyo.
Poné énfasis en lo que decís y van a prestar atención a tu idea, no a tu vestuario.
NO
DISTRAIGAS TU ATENCIÓN
Los nervios pueden impulsarte a dar movimientos que distraen al público y no suman
nada a tu presentación. Lo principal: qué hacer con las manos. Las personas hablamos
con las manos. Si no las dejamos expresarse, la energía queda en los dedos o se
transforma en incómodos meneos de hombros. A algunos, cuando eran chicos, les decían
«¡no hables con las manos!» y se quedaron con eso. Las manos sirven para expresarse y
comunicar mejor.
No te aferres al atril: Una actitud muy frecuente cuando no sabemos qué hacer
con las manos: agarrarnos del atril como si estuviéramos por caer al vacío.
No te pongas las manos en los bolsillos: Da la sensación de que escondés algo.
Es aún peor cuando en el bolsillo se agitan tus llaves. Distrae al público y da una
señal de ostentación y apuro.
No te cruces de brazos: Una actitud defensiva muy habitual. No te beneficia en
nada. Te estás defendiendo de lo que en definitiva generás con ese gesto: el rechazo.
Los brazos cruzados dan una impresión de superioridad y distancia.
No pongas las manos detrás: Otra posición que connota soberbia y pone
distancia. La usan algunos matones para provocar miedo y eso es justamente lo que
no querés transmitir (¿o me equivoco?). Puede causar la impresión de que estás
retando al público. También lleva a pensar qué tenés ahí, si no será que estás
rascándote el culo.
No muevas constantemente las hojas del discurso: Genera ruido, desvía la
atención del público y transmite una sensación de nerviosismo. Nuevamente, si no
sabés que hacer con tus manos, hacelas partícipes de lo que estás diciendo. Usalas
para decir, no para estorbar.
Mano en los genitales: La «posición de tiro libre» (la mano derecha toma la
muñeca izquierda, o viceversa, a la altura de los genitales), es defensiva y, en
realidad, deberías ir a buscar al público con tus gestos y actitudes.
NO
LE HABLES A LA PANTALLA
Lo mismo que fijar la vista en el texto, es una manera de escaparle al público. Si mirás a la
pantalla (en caso de que haya una que apoye tu exposición), no te van a prestar atención a
vos y tampoco a la pantalla.
Apéndice 3. El presentador
TRABAJO
Y FUNCIÓN DEL PRESENTADOR
El trabajo de presentador está entre los más difíciles y es el más completo para un
comediante. Te permite improvisar con el público, hacer chistes cortos, establecer otro
tipo de vínculo con los espectadores. Siempre da revancha y abre la posibilidad de
cambios de vestuario y hasta de algún número cantado o bailado. Sin duda, implica un
duro trabajo calentar al público y manejar la energía de la sala.
Los dogmáticos sostienen que el presentador no debe hacer monólogos, que su
función se limita a calentar al público y anunciar a los cómicos… Yo creo que eso depende
del caso. Si es un buen comediante, no parece lógico desperdiciarlo; además, resulta difícil
conseguir a alguien que sólo quiera presentar siendo un buen cómico.
AMIGO
DEL PÚBLICO
El presentador vendría a ser el «amigo del público», alguien que está con ellos, de su lado.
Muchas veces, se queda en la barra, cerca de la gente, casi como uno más de la platea,
disfrutando del show con el público.
TIRAR
¿
ABAJO?
Si te toca cumplir el papel de presentador, preguntale a cada cómico cómo quiere que lo
presentes. A veces, el monologuista ya tiene alguna reseña o algún chiste para ocasiones
así. Suele debatirse si conviene presentar a un cómico de cierta trayectoria con bombos y
platillos: puede generar demasiadas expectativas.
Es preferible mencionar su trayectoria, pero sumar algunos chistes que lo tiren un
poco abajo (con buena onda). Esto dará la idea de que hay confianza entre los integrantes
del show. Aparte, el cómico no queda expuesto a un público en actitud de «¿Así que sos
bueno? Haceme reír».
Si vas a tirar abajo al cómico en tu presentación, debe quedar en claro que lo hacés
con buena onda. Hay muchas opciones para esto. Consultá con él y hacé lo que te pida. Él
sabrá lo que le da resultado y lo hace sentir cómodo.
Algunos ejemplos:
Les voy a presentar a uno de los mejores cómicos del momento. Y no estoy exagerando… estoy mintiendo.
Pasó por los mejores clubes de comedia de Nueva Y ork… y en algunos hasta entró.
El cómico que sigue tiene un talento tan, pero tan grande… que hoy no lo pudo traer.
Este cómico nos va a dejar a todos helados. Así que vayan anotando los gustos.
Está en su mejor momento… así que apurémonos antes de que se le pase.
CALENTAMIENTO
DEL PÚBLICO
El primer trabajo del presentador es calentar al público; o sea, evitar que el cómico que
abre la función salga en seco. Antes de hacer algunos chistes, conviene que el presentador
se presente a sí mismo, al show, a los cómicos que van a ver, etcétera. Hasta puede pedir
un simulacro de aplauso o de ovación, para aflojar tensiones.
Después, puede soltar un monologuito de introducción al stand up y presentar al
primer comediante. Todo en un tiempo acotado: no es bueno que hable mucho porque
una larga perorata impacienta a la gente y termina resultando desfavorable. Hay que
guiarse por sentido común: si el público viene bien, se presenta al cómico; si viene medio
duro, se charla un poco más. La duración tiene que estar entre los cinco y los ocho
minutos.
Nota: Todas estas sugerencias son pertinentes para bares o lugares chicos dedicados
a la comedia. En grandes teatros, hay más atención y energía es mayor, casi no hace falta
calentamiento y el presentador va directamente a lo suyo.
VARIEDAD: ALGO
NUEVO EN CADA SALIDA
El presentador tiene la posibilidad de variar, de apostar a algo nuevo en cada salida, desde
lo más simple (un cambio de vestuario, por ejemplo) hasta un elaborado número musical.
En mis épocas de presentador, improvisaba mucho con el vestuario. Salía primero con
ropa oriental, después con un sombrero turco, más tarde con ropa militar y así. Esto
generaba sorpresa y le daba color al espectáculo. Aparecía con el vestuario y eso ya
generaba risas. También se puede mantener la línea clásica, elegante, con un moño: va en
gustos. He visto a presentadores que de pronto cantan o hacen un número de tap. Eso da
variedad y renueva el show.
NO
DEJES EL ESCENARIO VACÍO
Cuando termina de actuar un cómico, mientras lo aplauden, antes de que se apague la
ovación, entrá aplaudiendo, reforzando. Que el escenario no quede vacío. Eso corta la
energía y estéticamente es horrible. Lo mismo vale para irte: presentás al cómico, esperás
a que llegue al centro, lo saludás, le pasás el mic y recién entonces salís de escena. Pensá
en ese saludo: podés darle un abrazo al cómico, mostrar confianza (por más que nunca lo
hayas visto) de ese modo; si el público te quiere, lo vas a dejar mejor parado.
TRASPASO
DE ENERGÍA
El presentador maneja la energía del show. Si el cómico que pasó tenía una mala noche y
dejó a la gente medio apagada, el presentador debe encargarse de levantar al público para
el cómico siguiente. Cuando un cómico deja al público bien arriba, el presentador sólo
hace un traspaso de energía, un «mantengamos este aplauso para recibir a…». Si los
espectadores están enchufados, no conviene que el presentador saque a relucir su
material.
NEXO
El presentador es el nexo entre el público y el show: menciona a los invitados, dice si hay
algún cumpleaños, «pasa» los agradecimientos, repite mensajes del público, saluda a un
famoso o conocido que esté presente en la sala… A la vez, debe improvisar un poco con la
gente, hablar de algún tema o bromear con alguna noticia que haya surgido en la semana.
Si el papa es el representante de Dios en la tierra, el presentador vendría a ser el
representante del público en el escenario.
LA
VOZ EN
Se ahorra mucho trabajo de calentamiento si en el arranque del show, cuando suena la
música de presentación, una voz en off anuncia al presentador. Esto hace que la entrada
no resulte tan agresiva y evita que el presentador pise el escenario sin recibir aplausos. La
voz puede ser festiva, para dar la pauta de que comienza un gran show, o más seria y
formal.
Y ahora, en el Comedy Bar, el club de comedia más importante de Buenos Aires, ¡recibamos con un fuerte aplauso
a nuestro presentador Ricardo Gómez…!
O una versión más elegante:
Damas y Caballeros, Ricardo Presentutti…
Esto predispone bien al público, lo prepara para recibirte. La voz en off también se
encarga de rogarles a los espectadores, antes de que arranque el show, que apaguen sus
celulares. Hay que ser riguroso con esto porque alguna gente es bastante irrespetuosa y
vive pendiente del celular. Si la voz en off hace este «trabajo sucio», le evita que el
presentador dar órdenes justo cuando tiene que generar empatía con el público.
De vez en cuando, la voz en off puede jugar desde la cabina con el presentador o los
cómicos, hacer algún comentario o algún chiste. Este recurso tiene sus riesgos. Lo mejor,
siempre, es que el diálogo lo inicie el comediante. Queda más prolijo, da la idea de que el
cómico interrumpe a alguien que trabaja en el sonido y no al revés (en este caso parecería
que un extraño se entromete). De cualquier modo, son opciones y todo vale. Lo mejor es
pautarlo de antemano para no desorientar al que está en escena. Que no quede desprolijo,
pero tampoco muy armado.
Apéndice 4. Improvisación con el público
Improvisar, en el stand up, significa no sólo hacer lo que se nos ocurre en el momento,
sino también aprovechar con determinadas técnicas lo que de casualidad surja. Muchas
veces un cómico empieza a improvisar con el público y no sabe cómo seguir porque
simplemente espera que aparezca algo gracioso.
Para la improvisación, es muy importante escuchar, algo que los monologuistas no
siempre hacemos. Cuanto más atento estés a lo que te dicen y los dejes hablar, mejor vas
a procesar las palabras para lograr un remate espontáneo. Si estás pensando en rematar
antes de que te respondan, forzás el chiste y la improvisación no crece.
Tené remates armados para respuestas comunes, habituales, que vos mismo podés
inducir de algún modo. Si no surge el pie para ese remate, no lo metas de cualquier
manera: seguí preguntando para armar otra cosa.
La improvisación es un buen recurso para generar material nuevo. Podés hablar con
la gente y sacar ideas de de ahí; o sea, chistes creados en diálogo con el público: ellos te
darán el pie.
TUYO
EL MICRÓFONO, TUYA LA AMPLIFICACIÓN
La persona del público que se presta a la improvisación y contesta tus preguntas no tiene
micrófono. Lo más probable es que los demás no la escuchen bien. Esto representa una
ventaja: te da la posibilidad de «cambiar» la respuesta para hacerla más potente.
«Cambiar» también puede ser repetir las palabras con otro tono o con una actitud
diferente.
Rutina de ejemplo:
Empezá a hablar con una mesa que esté cerca del escenario. Primero, tratá de
dialogar con gente a la que le veas la cara y, en lo posible, del sector que esté riéndose y
pasándola bien (son las personas que suelen tener mejor onda para improvisar).
Remarcar esta diferencia ya va a generar una complicidad, como en el siguiente ejemplo,
para el cual tomaré algunos chistes de la gran comediante Ana Carolina:
¡Che, esta mesa es una joda! La próxima vez, avisen y me siento con ustedes.
Una vez que hiciste un comentario así para romper el hielo, sé más puntual:
¿Vinieron juntos?
Si se toman un segundo para mirarse antes de responder, podés decir:
Bueno, no están seguros.
Si hablan al mismo tiempo:
¡No se ponen de acuerdo! ¿Están casados?
En este caso, si te contestan que sí, avanzás por ese lado y, si dicen que no están
casados, podés hacerte el indignado:
¡No! ¡Noooo! Bueno, qué vamos a hacer. ¿Y se cuidan?
PREGUNTA-CHISTE
El chiste también puede estar en la pregunta que hacés. Tené preparadas varias preguntas
que incluyan humor y mechalas en la charla:
¿Es tu mujer o viniste con tu abogada? [si ella habla por él]
Cuando tengan… ¿no me dan un cachorrito?
¿La señora es tu suegra?
Ah, te gustan las inversiones a corto plazo [a una chica que está con un hombre mayor]
¿Te la presentó un amigo o fue un logro tuyo?
¿Te la presentó un amigo o te la presentó tu vieja?
¿Se conocieron en un grupo de autoayuda?
¿Están casados o todavía tienen sexo?
Las opciones eran tener sexo o venir al teatro, ¿no?
PREGUNTAS
CERRADAS
Cuando empezás a improvisar con la gente, es mejor hacer «preguntas cerradas»; o sea,
las que sólo admiten como respuesta «sí» o «no». Eso te permite usar remates
preparados para las dos opciones.
«¿Son pareja?» es una pregunta cerrada, las respuestas posibles son «sí» o «no» (si
llegara a surgir una contestación distinta, aprovechá para bromear con eso). En cambio,
preguntas como «¿de qué trabajás?» o «¿qué comieron hoy?» aceptan respuestas más
amplias y riesgosas: no sabés bien adónde vas a meterte.
La idea es acumular remates que puedas mechar y, si aparece algo distinto, seguir
con eso: así irán surgiendo nuevas posibilidades.
USÁ
LOS SILENCIOS
Muchas veces, el cómico se pone nervioso cuando hay un silencio en la respuesta.
Conviene usar las pausas que se toma el público para generar algo gracioso. Si le
preguntás de golpe a alguien «¿cómo te llamás?», esa persona seguramente hará una
pausa por la sorpresa; podés decir: «Perdón… Estoy haciendo preguntas muy
complicadas». Cuando preguntás si dos personas son pareja y no te responden enseguida:
«¡Acá están tapando algo!» o «¡Le está pidiendo permiso para contestar!» y el acting de
un latigazo.
La gente puede contar cosas inesperadas. No arruines eso con palabras, usá los
silencios: mirá a los demás espectadores sorprendido y hacelos cómplices tuyos. Podés
rematar con un gesto o repitiendo lo que te digan. Lo principal es mantener la calma y
saber que, incluso cuando no metés ningún remate, está bueno charlar un poco con el
público.
Otra técnica: si alguien del público te hace un comentario gracioso, es probable que el
resto no lo haya escuchado. No lo dejes pasar. Repetilo y te acreditás el chiste.
IMPROVISACIÓN
Aprovechá lo que surja en la sala. Tené armados chistes para movimientos comunes y
convertí la distracción en humor.
Por ejemplo, para cuando alguien va al baño:
Andá, andá que te esperamos.
Apretá bien que, si no, queda perdiendo.
¡Que la fuerza te acompañe!
Para alguien que llega tarde:
Disculpá, te estuvimos esperando, pero hubo que empezar…
¿Pidieron un remise?
Apéndice 5. El guionista
ESCRIBIR
PARA OTRO
Escribir para otro se vuelve habitual cuando uno trabaja en radio o televisión. Para que
salga algo bueno, hace falta conocer y entender bien a la persona que va a decir el texto. Si
podés pedirle a esta persona que te acerque algunas ideas de cosas que le molestan o que
le interesan, tenés un paso dado. Sin embargo, a veces te dicen «escribí algo sobre las
vacaciones» y listo.
Metete en la piel de la persona para la cual escribís. Tratá de imaginarte cómo ve el
mundo. Tomá en cuenta desde sus características personales (es seco, parco, simpático,
tiene mala onda) hasta sus rasgos físicos (es gordo o flaco, alto o petiso).
Redactá el texto a su medida, sé claro y preciso en todas las referencias. Debe
entenderse leído, no actuado. Te conviene hacer chistes con juegos de palabras, listas de
tres y exageración. Afiná lo máximo posible tu material; no vale la excusa de «yo hago
esto en el escenario y se matan de risa». Tiene que provocar risa cuando lo lean.
CÓMO
PRESENTAR EL TEXTO
Hacer reír arriba de un escenario es difícil, pero hacer reír con un monólogo escrito es
más difícil todavía. No hay actitud, no hay actuación… sólo un papel con el texto.
Si un chiste involucra acting, poné entre paréntesis y bien claro lo que la persona
debe hacer. En caso de que tu guión incluya uno o más sketches, no olvides señalar el
cuadro de situación (dónde se desarrolla la escena) antes de empezar cada uno.
En lo posible, tratá de mandar el texto por mail y no estar presente cuando lo lean.
Hará que le den una lectura y una relectura más tranquilas. Tu presencia obligará al otro a
reaccionar en el momento y hacer algún comentario, eso va a generar una situación tensa.
Que lo lea y lo procese y, en todo caso, se reúnen después.
Cuanto más prolijo seas en la escritura, cuanto mejor presentadito esté el texto, más
bola le van a dar. Si lo escribís sin mucho cuidado, como escribís tus monólogos, se van a
poner críticos y no van a prestarle la suficiente atención al texto. Si está desprolijo, tal vez
ni siquiera lo terminen de leer y te mandan a rehacerlo desde cero diciendo que no les
gusta.
Dejá espacios en blanco entre chiste y chiste, marcá el comienzo de cada escena,
diferenciá claramente lo que se dice y lo que requiere actuación, definí y puntuá bien los
diálogos, usá títulos… Todo lo que aporte claridad y permita entender fácilmente lo que
hay que hacer.
CÓMO
HACER HUMOR EN LA ACTUALIDAD
Si trabajás en radio o televisión, tal vez te debas hacer humor con la actualidad, con el
diario en la mano. Entonces, hay que generar material muy rápido, en menos de una hora.
De ser posible, trabajá con un grabador a mano. Tomá una noticia y decí (si no tenés
grabador, escribí) lo que se te ocurra a partir de esa información, sin parar. Sacá tus ideas
con absoluta impunidad. Al mismo tiempo, sé lo más crítico posible, exagerá las quejas: el
humor político funciona casi siempre haciendo oposición. Después, desgrabá, pasá al
papel lo que te parezca más interesante. Cuando lo hayas hecho, es el momento de buscar
remates.
En este proceso se irán alivianando casi naturalmente las partes en las que
derrapaste. Tomá en cuenta que con el tono podés suavizar mucho de lo que decís. No es
lo mismo gritar algo que pronunciarlo con una modulación calma y amigable.
A veces, te encargan hacer humor sobre temas que no conocés bien. No importa. La
función del humorista no es dar información, sino hacer reír partiendo de una noción
general de cada tema. La mayoría de las personas que escucha radio o ve informativos
tampoco tiene plena información sobre lo que se está hablando (escucha la radio o ve el
informativo justamente para enterarse de las noticias). O sea, mientras más general sea la
idea que tomes de la noticia (idealmente, el título), más efecto tendrá.
Veamos un ejemplo bien sencillo. La noticia es: «Racing quedó fuera de la Copa».
Chiste: «Le dicen actor porno… jode, jode, pero siempre acaba afuera». El chiste está en el
resultado del partido, no hace falta que hayas visto los goles ni que sepas los nombres de
los jugadores ni que estés al tanto de que expulsaron al volante central de un equipo en el
minuto 42 del segundo tiempo. Si te metés con cosas puntuales, sólo te van a entender los
que hayan visto el partido.
Aplicá esto mismo a la política, la farándula, etcétera. El chiste tiene que estar basado
en el título, no en el desarrollo de la información.
A modo de cierre
Es todo, amigo. Lo que he aprendido en estos años (o, al menos, lo que recuerdo) está
volcado en el libro que leíste. Espero que te sirva. La idea principal era tirarte puntas,
líneas a desarrollar, no un modelo de cómico. Este libro puede –espero– servir de apoyo,
pero cada uno hace su camino.
Algunas de las ideas y reglas que señalé tal vez te ayuden, pero no seas estricto. Una
vez que las aprendas, transgredilas, violalas. Son un sostén, no la base. Tomá las cosas
que te sirvan. Las reglas no te van a hacer más gracioso, pero pueden potenciar tu gracia.
El humor está relacionado con la sorpresa. El arte es riesgo. Rompé con todos los
dogmas y preceptos. Jugá. Nadie tiene la verdad en la comedia. Si alguien tuviese la
fórmula, todo sería aburrido. Y nada peor que un cómico al que se le ven los piolines.
En escena, el mejor es el que más hace reír, no el que mejor técnica tiene. El resto lo
da la experiencia. La técnica y el pulido, desde luego, hacen que la experiencia rinda más.
El principal rédito que puede tener un cómico es disfrutar en escena. Eso no se
vincula con que te vaya bien, sino con la relajación que da el hecho de que siempre vas a
saber cómo manejarte arriba del escenario. Para estar ahí, hacen falta dos cosas: huevos.
Por último, te deseo una de las más grandes bendiciones que un artista puede tener:
¡suerte! Aprovechala cuando llega. Ese bondi no pasa seguido.
Es hora de que salgas a romperla. Hasta acá llegué yo. Me voy a plantar un árbol.
Contacto: [email protected]
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