República; Platón

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PLATÓN
1. Teoría de las Ideas y Teoría del Conocimiento.
2. Teoría Antropológica.
3. Contexto histórico – filosófico y cultural.
4. Texto: “República”
- libro VI: 504 e-511 e
- libro VII: 514 a-521 a
Platón nació sobre el año 427 a.C., en el seno de una familia aristocrática que descendía
de Solón por parte de madre y emparentada también con Critias y Cármides, protagonistas
destacados en el régimen de los treinta tiranos. Su verdadero nombre era Arístocles; Platón es
un apodo que quiere decir de anchas espaldas.
Fue el principal y mejor discípulo de Sócrates, hasta tal punto que se identifica con la
doctrina socrática. De hecho los Diálogos tienen como protagonista a Sócrates.
Después de la muerte de Sócrates, Platón viaja a Siracusa, invitado por Dionisio el Viejo,
conoce a los pitagóricos y entusiasma a Dión en favor de la filosofía; pero el final de este primer
viaje es un desastre: es vendido como esclavo en el mercado de Egina. Lo rescató un tal Aniceris,
filósofo al parecer. Vuelto a Atenas, funda la Academia en el año 387 a.c.; a diferencia con su
maestro, Sócrates, Platón localiza en un sitio, en un lugar, la forma de transmitir los
conocimientos.
Una vez muerto Dionisio el Viejo realiza Platón su segundo viaje a Siracusa, invitado por
Dionisio el Joven, que le ofrece una ciudad para llevar a la práctica sus ideales políticos; pero
caído en desgracia Dión, su valedor, vuelve a Atenas. Todavía vuelve a Siracusa en el año 361 a.c.
una tercera vez, en la que vuelve a fracasar su proyecto demostrándose así la imposibilidad de
llevar a la práctica su modelo de Ciudad-Estado. También tiene que huir a Atenas. Allí se dedica,
hasta el final de su vida (348 a.c.), a sus escritos y a la dirección de la Academia.
De todos sus escritos los únicos que han llegado hasta nosotros son sus Diálogos. En ellos
demuestra Platón que es un escritor de primera categoría, porque las conversaciones y diálogos
de sus personajes alcanzan un nivel de espontaneidad, naturalidad, tan sólo comparables con los
de Shakespeare, en la época moderna.
El mensaje genuino de Sócrates aparece en los Diálogos de Platón, pero la forma de decir
y el estilo los crea Platón. Platón ordena el pensamiento de su maestro, escribiendo lo que él decía
oralmente. Platón elige los temas y los títulos, es decir, los estructura.
Platón es también un gran poeta, no de composición de versos, sino que al escribir, usa de
forma espontánea un lenguaje literario bello, lleno de imágenes y alegorías. Plasma su fantasía e
idealismo en mitos como el de la Caverna, el del Auriga o el Carro Alado. Es sensible y humano.
Sus respuestas se pueden actualizar a los problemas de nuestra sociedad. No es una persona
fuera de la realidad, aunque sí idealista y utópica, porque trata y da soluciones a los problemas
cotidianos, como el matrimonio, la vida sexual, la mujer y su papel en la sociedad, el ordenamiento
ciudadano, etc. Su postura es idealista, trascendente, poética, propia de un intelectual humanista.
1. Teoría de las Ideas y Teoría del conocimiento
Platón divide la realidad en dos niveles:
a) mundo inteligible o de las Ideas:
- objeto de conocimiento.
- mundo de lo perfecto, de lo absoluto.
- habitado por Ideas que son arquetipos de todo lo que existe
en el mundo sensible.
- mundo jerarquizado desde la Idea suprema de Bien.
b) mundo sensible:
- objeto de opinión.
- ejemplo de las Ideas perfectas.
- temporal y espacial.
- donde habitan los cuerpos o la materia sensible.
- el ser fundamental es el hombre.
De manera que tenemos que para Platón la realidad no es única sino que podríamos decir
que existen dos tipos de realidad: una verdadera e inmutable, el mundo inteligible o de las Ideas;
y otra falsa y cambiante, el mundo sensible. Dos realidades físicamente separadas pero que
mantienen una especial relación: el mundo sensible está hecho a imagen del mundo de las Ideas,
es una copia de dicho mundo.
Pero ¿qué se entiende por mundo de las Ideas?
Para Platón el mundo de las Ideas es una realidad absoluta, eterna, inmutable, universal, e
independiente del mundo de los fenómenos. Pero hay que tener en cuenta que la palabra idea en
este contexto es una transliteración altamente engañosa, y no una verdadera traducción de la
palabra griega “eidós”, ya que la verdadera traducción de este término sería “forma”,
“semblante”, es decir, el aspecto de algo. De manera que en realidad sería más próximo al griego
la expresión “mundo de las formas”; pero como la expresión “mundo de las Ideas” es la que ha
arraigado más firmemente, se usa dicha expresión. Pero debe quedar muy claro que cuando
hablamos de Idea nos estamos refiriendo al aspecto, a la forma de algo, no al sentido que la
palabra idea tiene en el castellano común.
Para estudiar y analizar lo que Platón entendía por Ideas nos vamos a centrar en dos de
sus diálogos: “Fedón” y “República” ya que en el primero va a afirmar las Ideas con una existencia
propia y separada de los fenómenos particulares del mundo de la experiencia y en el segundo se
dedica a analizar la Idea de Bien como Idea suprema de todas las Ideas.
En el “Fedón” la teoría se aborda desde el ángulo epistemológico: existen cosas que
conocemos y que no son captadas por medio de los sentidos corporales, luego ese conocimiento
debe ser adquirido antes de nuestro nacimiento.
Platón expone una serie de argumentos para explicar las Ideas con una existencia propia y
separada de los fenómenos particulares del mundo de la experiencia. De estos argumentos cabe
destacar cuatro puntos:
- diferencias entre cosas particulares y realidades absolutas; con la anamnesis se afirma
que conocer es recordar ya que las cosas son parecidas a las Ideas y nos las recuerdan. Luego, las
cosas particulares imitan a las Ideas.
- Oposición entre mundo sensible y mundo de las Ideas: el mundo de las Ideas es divino,
imperecedero, inteligible, indisoluble, e idéntico consigo mismo. El mundo sensible es ininteligible,
mortal, de formas múltiples, sometido a disolución y nunca idéntico consigo mismo.
- Para explicar lo particular debe recurrirse a lo universal: afirma que no es posible
ofrecer una explicación satisfactoria de cualquier cosa particular sin ponerla en conexión con el
resto de las cosas particulares que pertenecen a la misma clase; de manera que si se capta el
universal se puede explicar inteligiblemente las cosas particulares. Estas medidas comunes
consideradas abstractamente son las Ideas.
- Diferencia entre propiedades y accidentes: las Ideas o formas universales están
presentes en las cosas particulares como propiedades o como accidentes: las Ideas que están
siempre presente por definición en cualquier objeto particular constituye sus propiedades (el
frío en la nieve), mientras que aquellas que no están siempre presentes en el individuo son sus
accidentes.
De manera que en este diálogo queda suficientemente claro que las Ideas existen como
realidades absolutamente verdaderas permanentes y eternas, aunque no pueden ser percibidas
por los sentidos corporales sino que son objetos específicos del conocimiento racional (sólo
pueden ser captadas a través de un proceso de razonamiento semejante al razonamiento
matemático) debido a que son las realidades que se han contemplado antes del nacimiento y son
recordadas porque las cosas sensibles la recuerdan al imitarlas.
En el diálogo La “República” la teoría de las Ideas llega su plenitud, si bien no hay
referencia alguna a ella hasta el libro V, cuando Sócrates defiende que sólo los filósofos deben
gobernar las ciudades. Aunque aquí ya no trata de establecer la existencia de las Formas, su
existencia se da por establecida. La teoría de las Ideas es presentada como algo conocido.
Al afirmar Platón que el filósofo es quien debe gobernar las ciudades comienza Platón a
hablar sobre las Ideas. Para Platón el filósofo es el que conoce las Ideas (en contraposición con el
hombre común que confunde apariencia con realidad y sólo tiene creencia y opinión).
De entre todas las Ideas hay una que es superior (para Platón el mundo de las Ideas esta
jerarquizado) y es la Idea de Bien. Para explicar la Idea de Bien Platón recurre a varias imágenes:
- paralelismo entre el sol y la Idea de Bien:
El sol es la causa de la luz en el mundo físico y la luz es necesaria para la vista: cuando el
sol brilla ilumina los objetos y es posible verlos, si no hay sol no hay luz y por lo tanto no se
pueden ver los objetos. Lo mismo ocurre con la mente y la Idea de Bien: la mente puede conocer y
comprender la realidad cuando ésta está iluminada por la verdad, y es la Idea de Bien la que
comunica la verdad a los objetos de conocimiento y la capacidad de conocer al sujeto.
- la escala de la verdad y del conocimiento:
Sócrates traza una línea dividida en partes, la superior correspondiente al mundo
inteligible y la inferior al mundo sensible. Cada una de estas dos partes vuelve a ser dividida
quedando así la línea dividida en cuatro momentos:
I. B.
Dialéctica
m.i
razón discursiva
creencia
m.s.
imaginación
C
I
E
N
C
I
A
O
P
I
N
I
Ó
N
- el segmento inferior del mundo sensible corresponde a las sombras y reflejos de
los fenómenos del segmento superior del mundo sensible. Este segmento corresponde a la
imaginación.
- el segmento superior del mundo sensible corresponde a los fenómenos sensibles
(plantas, animales, y cosas artificiales). Le corresponde la creencia que es propia de la Física
(Platón no la considera ciencia).
- el segmento inferior del mundo de las Ideas corresponde a las matemáticas, las
cuales para elaborar sus hipótesis deben recurrir a los fenómenos físicos del segmento superior
del mundo sensible. En este segmento se da la razón discursiva. Las matemáticas son
consideradas como ciencias aunque no pura ya que debe recurrir a lo sensible para elevarse a lo
inteligible.
- el segmento superior del mundo de las Ideas es un tipo de ciencia elevada que no
necesita de lo sensible y que tiene como objeto comprobar las hipótesis y los axiomas de las
ciencias en la verdad absoluta. Corresponde a las Ideas aprehendidas por la inteligencia pura, y a
la Dialéctica, la ciencia perfecta. El principio o verdad absoluta es la Idea de Bien que está
situada en el extremo superior de la línea.
En Platón hay continuas dualidades, Y una de ellas es que hay dos formas de conocimiento:
la Episteme (ciencia), es la verdadera sabiduría, está compuesta por verdades absolutas, se basa
en el alma y funciona por medio de la inteligencia, que capta Ideas mediante la conceptuación, que
es la operación de la inteligencia. La Doxa (opinión), reúne el conocimiento vulgar, las verdades
parciales, lo discutible, este conocimiento parte del cuerpo, por medio de los sentidos, que nos
llevan a la sensación, a la percepción. Ambas son dos formas de conocimiento. La Ciencia aparece
en la Episteme. Será necesario discurrir en el método científico y es una ayuda el nivel de la
Doxa, que nos acerca a la realidad por medio de los sentidos, y también nos hace percibir la
armonía, la belleza, el arte...
- el mito de la caverna:
Este mito trata de representar el estado de la naturaleza humana respecto de la ciencia
y la ignorancia y en él vuelve a ejemplificar la ascensión desde la oscuridad de la opinión hasta la
luz del conocimiento. En realidad no añade nada nuevo con respecto a la teoría de las Ideas.
En el “Mito de la Caverna” nos explica el proceso para ser buenos, o lo que es lo mismo, el
proceso del conocimiento; Es otra alegoría como el “mito del Auriga”, por tanto, es ambigua y
sugiere más que describe con detalle: En una caverna oscura están atados unos prisioneros. Ellos
contemplaron el exterior, gracias al sol, en su niñez, pues no nacieron prisioneros sino libres. En
la caverna hay un muro transparente o lienzo, que sólo deja pasar imágenes, sombras, y en ella los
prisioneros solo oyen sonidos débiles. También hay una hoguera y un pequeño ventanuco en la
pared, que permite que entren algunos rayos de luz; Los prisioneros saben y recuerdan, aunque
débilmente cómo son las cosas del exterior; pero sólo volverán a ver los seres con nitidez cuando
salgan de la caverna.
Simbología del Mito: El sol y la luz exterior representan el conocimiento y la verdad que
existe en el mundo de las Ideas, y que el hombre conoció con su inteligencia antes de nacer. La
hoguera representa la inteligencia del hombre, que va recordando lo que ya vio, aunque con
dificultad, por las limitaciones a que se ve sometido por causa de su cuerpo y de la Physis. Las
ataduras o cadenas representan las limitaciones de los sentidos y el espacio y el tiempo y sus
propios instintos, etc... Estos prisioneros, podrán desatarse cuando logren dejar atrás sus
limitaciones y se liberan abandonando la ignorancia y consiguiendo la sabiduría.
Mensaje del Mito: El proceso de liberación para alcanzar la sabiduría exige un tiempo, un
esfuerzo, un sacrificio, y una renuncia para dominarse a si mismo, aprender y elegir bien. El
esfuerzo es individual, porque cada uno se salvará a sí mismo. El auténtico sabio, una vez liberado,
debe bajar de nuevo a la caverna, para ayudar a los demás a encontrar el camino que él logró
recorrer. De ahí la importancia de la enseñanza y de la formación para Platón; reconoce el sentido
de solidaridad y de transmitir a los demás lo que uno sabe, como una virtud propia del sabio.
En resumen, la teoría de las Ideas llega a su plenitud en la República, en la que se
considera a la Idea como una entidad lógica ya que es el conjunto de las características comunes
de todos aquellos sujetos a los cuales es aplicable un mismo predicado, de manera que tiene que
haber tantas Formas como predicados generales. Por ser realidades metafísicas, las Ideas
pertenecen al tipo más elevado y verdadero de lo real. Hay cierta jerarquía entre todas las Ideas
siendo la más importante la Idea de Bien.
Pasemos ahora a analizar la visión platónica del mundo sensible:
El hacedor o artesano del mundo sensible es el demiurgo, especie de dios que ordena la
materia caótica, ordenamiento que realiza teniendo un modelo eterno y siempre igual a sí mismo:
el mundo de las Ideas.
Platón permanece fiel al antiguo principio griego de que nada puede ser creado de nada, y
así, en el mito mismo, su Hacedor no es creador en sentido estricto. Por encima y más allá de él
se encuentran las Formas eternas, modelo al que, por la naturaleza misma de su ser, ha de
amoldarse necesariamente.
En su diálogo “El Timeo” trata la Cosmología y la formación del mundo explicándola de la
siguiente forma, explicación en la que se alían lo mítico con lo objetivo:
El mundo o Cosmos es fabricado por el Demiurgo a causa de su bondad. El mundo surge del
Demiurgo, que no pertenece al Cosmos, debido a que al ser él perfecto y bueno quiso hacer un
mundo perfecto según un modelo. Este mundo ha de ser lo más perfecto posible, por lo que su
forma ha de ser esférica, ha de ser único, y ha de ser inteligente. No hay creación puesto que el
Demiurgo ordena todo a partir de una “materia caótica”. Una materia eterna, sin principio ni fin,
pero limitada; es la gran limitación en la ordenación del Demiurgo, que lo construye todo lo mejor
posible.
Lo primero que fabrica es el Universo en su totalidad. Le da un alma y el Universo
comienza su movimiento; es decir todo el Universo tiene un alma, principio de su movimiento, y un
cuerpo, que es toda la materia sensible. De manera que tenemos que el tiempo y el espacio
aparecen cuando se ordena el Cosmos, su alma y su Cuerpo. En el mundo de las Ideas no hay
tiempo ni espacio, pues seria una limitación.
La estructuración del Universo se hace por escalas. Primero surgen los dioses (especie de
superhombres fabricados; no son Ideas del mundo Inteligible) y los hombres (los únicos capaces
de volver al nivel superior o mundo inteligible, gracias a su inteligencia), luego los animales, las
plantas y finalmente el Demiurgo ordenará la materia inerte.
Conviene tener en cuenta que el espectáculo que va describiendo Platón no se puede
interpretar al pie de la letra, sino entender el contenido o mensaje que se esconde a través de
sus numerosas alegorías.
2. Teoría antropológica.
En el pensamiento de Platón nos encontramos constantes dualismos y uno de ellos es el
dualismo del cuerpo y del alma: para Platón el hombre es la unión accidental entre cuerpo y alma,
siendo esta última la parte más elevada e inmortal del hombre.
2.1. El alma humana.
La mayoría de las palabras abstractas de mayor uso en una lengua carecen a menudo de
traducción exacta. Psyché significa primariamente el principio de vida de todo ser, y todo ser
viviente ha de poseerlo por el mero hecho de serlo.
La concepción del alma como la parte más elevada del hombre parece haber sido
importada a Grecia por una serie de maestros místicos y profetas agrupados bajo el nombre de
los órficos. Según sus doctrinas el cuerpo era la prisión o tumba del alma; el destino del hombre
es la purificación del alma, que tras muchas encarnaciones alcanza la perfección, siendo
absorbida o reabsorbida en lo divino.
Más tarde los pitagóricos concibieron esta psyché como potencia intelectual, y la
purificación se lograba a través de la educación científica. Concepción que debe ser la base de las
afirmaciones de Sócrates, Platón y Aristóteles sobre que las actividades del alma culminaban en
el intelecto, que era la función más elevada de ella. De ahí que “mente” resulta a veces una mejor
traducción para psyché.
En su estudio del alma Platón parte de considerar que las almas pertenecen al mundo
Inteligible y si están en el mundo sensible es porque han caído. Esto lo cuenta Platón en su
famoso mito de la anamnesis o reminiscencia, mito que parte de la idea pitagórica de la
inmortalidad del alma: el alma es inmortal, se va reencarnando repetidas veces en distintos
cuerpos de los que se separa con la muerte. El alma libre del cuerpo ha contemplado todo lo que
existe en el Hades y en este mundo, por tanto, el alma lo conoce todo. De manera que cuando está
en el cuerpo sólo tiene que recordar. Aprender no es adquirir conocimientos nuevos sino recordar
lo ya conocido. Con este mito Platón expresa la relación entre el alma humana con el mundo del
pensamiento.
Aquí Platón, utilizando a Sócrates, afirma que el alma es aquella parte del hombre por
medio de la cual conoce o capta los objetos eternos del conocimiento, Formas o Ideas. Luego el
alma es una unidad que sólo incluye la razón o intelecto. A ella se opone siempre el cuerpo, asiento
de las percepciones sensibles, de las pasiones y deseos, del placer. Siendo la filosofía la que
purifique el alma, la que la aleje tanto como sea posible de todas estas afecciones corporales (no
concediéndoles satisfacción alguna y manteniéndolas sometidas a riguroso control).
Existen muchas clases de almas, jerarquía que depende de que hayan percibido mejor o
peor las Ideas (mito de la reminiscencia); hay almas que la contemplaron lejanamente, con mucha
dificultad, y hay otras que las captaron mejor, porque estaban más cerca. También hay otras que
no llegaron a verlas y se encarnan en animales irracionales. De las almas que sí han contemplado
las Ideas, las que las han visto peor se encarnarán en el tirano, que es el más injusto de los seres,
y las que las han visto mejor, las más próximas a las Ideas, se encarnarán en los filósofos.
El hombre posee, según Platón, tres clases o partes de alma:
- El alma concupiscible (sensual), es la más inferior de todas y es la que guía el movimiento
del hombre hacia la satisfacción de sus necesidades y apetitos básicos más naturales y
fisiológicos. La localiza Platón entre el diafragma y el ombligo.
- El alma irascible, superior a la anterior es la encargada de dar al hombre fortaleza,
ánimo, valor. Es la voluntad, la fuerza necesaria para que el hombre consiga lo que se proponga, su
fin. Está localizada entre el cuello y el diafragma.
- El alma racional, que es la única parte inmortal del alma por ser la parte más divina, es la
que debe conducir la vida del hombre, ya que para eso está hecha. Está localizada en la cabeza.
Cada una de estas tres partes tiene una virtud que le es propia, algo que debe realizar
para cumplir con su finalidad.
El alma racional tiene la prudencia: consiste en nivelarse, armonizarse y buscar el término
medio, es decir, huir de los extremos. Es la virtud propia del alma racional que debe regular el
conjunto de las acciones humanas.
El alma irascible tiene la fortaleza o valor: es la capacidad que hace que el hombre supere
el sufrimiento y el dolor y sacrifique los placeres cuando es necesario para cumplir con el deber.
El ánimo ante la adversidad, el impulso necesario para que se realicen los actos, la capacidad de
permanecer inalterable ante los obstáculos.
El alma concupiscible tiene la templanza: es la capacidad de serenidad, moderación y
ponderación. El no hacer nada con exceso, no sobrepasarse en nada, la moderación de los apetitos
que la constituyen. “Cierto orden y continencia de los placeres” o “en el dominio de si”.
La justicia existirá cuando cada parte del alma se rija por su virtud, estableciendo, de
esta manera, un concepto primordialmente “armónico” de la justicia. Consiste en dar a cada uno lo
que le corresponde. Es una virtud general que comprende a todas las demás y tiene por objeto
poner orden y armonía tanto en el individuo concreto como en la ciudad. Es por lo tanto, el
basamento del orden individual y del orden social. Este orden será el reflejo del orden que reina
en el cosmos y en el mundo de las Ideas
Para expresar la división tripartita del alma utiliza la célebre imagen o mito del Auriga: El
alma, dirá Platón, es como un carro de caballos alados y un auriga que forman una unidad. En las
almas de los mortales, uno de los caballos es amante del honor, y templado por el respeto y la
moderación, no necesita del látigo, sino que se gobierna simplemente por medio de una orden o de
una palabra, es bueno; el otro es seguidor de la insolencia y la soberbia y a duras penas obedece
al látigo y al aguijón, es malo.
En el primer caballo se representan las vivencias del hombre de tipo “irascible”, en el
segundo las vivencias de tipo concupiscible”, menos controladas por el hombre y que le arrastran
con frecuencia; luego, los dos caballos representan dos tipos de actuación humana: el libre y el
instintivo. El carro representa al cuerpo, que es pasivo, mientras que el alma racional es
representada por el Auriga, que controla con las riendas a los dos caballos de la biga, luego es
activa.
De estas tres almas, o partes del alma, la parte racional es la que ofrece la posibilidad de
inmortalidad, es la que no muere, las otras pueden desaparecer.
Argumentos platónicos en favor de la inmortalidad del alma:
- Existe desde antiguo la creencia de que nuestras almas marchan desde aquí a otro
mundo y que desde aquél vuelven a retornar acá. Por tanto, las almas vivientes provienen de almas
muertas, y las muertas, de las vivientes (si no fuera así todas las almas cesarían de existir
cuando todas alcanzaran el mismo fin).
- Si se admite que existen las Formas y que el conocimiento es el recuerdo de éstas
causado por la percepción sensible, se deducirá entonces necesariamente que el alma existe
antes del nacimiento; luego si existe antes del nacimiento, también existirá después de la muerte.
- Si se acepta la teoría de las Ideas, se establece dos tipos de existencia: la primera,
propia de las Formas simples, eternas, inmutables y objeto del conocimiento; la segunda, propia
de los seres particulares, compuestos, mortales y en continuo cambio. La primera es divina, la
segunda no. Debido a la propia naturaleza del alma de gobernar al cuerpo y captar las Formas, su
forma de existencia debe ser semejante a la de las Formas y afín a lo divino.
En su obra “Timeo” expone exhaustivamente toda la teoría del alma como comienzo,
origen o primer principio de la vida. Se describe la creación del alma con cierto detalle:
A partir del Ser del mundo físico y del Ser del mundo inteligible, el “Demiurgo” construye
un tercer tipo intermedio de Ser, mezcla de los dos anteriores, el alma. El Demiurgo hace las
almas una a una y entrega a cada alma un cuerpo, que es el que encierra, limita y empobrece al
alma. Pero antes de entregar al alma su cuerpo, le informa de la verdad que tendrá que recordar
cuando esté encerrada en el cuerpo (anamnesis).
El Demiurgo otorga a cada alma una estrella o destino al que tendrá que volver si cumple
bien su papel, es decir, si se convierte en sabio, volverá a su estrella, que es un destino en
plenitud. Luego, cuando el hombre muere, el Demiurgo le juzga y, si se ha realizado como persona,
si ha encontrado la sabiduría, le esperaran mil años de felicidad en el mundo de las Ideas; por el
contrario, si no ha sido así, sufrirá un castigo durante el mismo tiempo.
Después de la primera vida y la primera muerte, el Demiurgo da al alma una segunda
oportunidad. Esta vez cada alma elige un tipo de vida, que tiene que estar relacionado con el tipo
de vida que llevó antes; si durante la primera vida dominó el Espíritu y la Razón, elegirá bien. Con
esta oportunidad los malos seguirán siendo malos y los buenos seguirán siendo buenos, pero cada
vez será en menor cantidad, pues muchos se extravían y otros se convierten. Sucesivamente
Platón otorga la posibilidad a cada hombre de nueve reencarnaciones. Cada mil años se pasa a la
siguiente; si a la novena aún no ha llegado la persona a su plenitud, tendrá nuevas oportunidades
porque el ciclo comenzará de nuevo desde el principio. Hay que tener en cuenta que todas estas
cifras a las que alude Platón son simbólicas, y lo que vienen a expresar es que el hombre después
de la muerte tendrá una época muy larga de premio o castigo, aunque nunca eterna. Las nueve
reencarnaciones o formas de vida de las que habla Platón son: 1º filósofo, 2º rey fiel a las leyes,
3º buen político o padre de familia o comerciante, 4º gimnasta, artista o médico, 5º profeta o
sacerdote, 6º poeta, 7º artesano o labrador, 8º sofista o adulador del pueblo y 9º Tirano.
Estos grupos hay que entenderlos, no estrictamente sino como ejemplos explicativos:
quien se acomode al etilo de vida del tirano, aunque pueda ser un comerciante, no llegará a la
sabiduría; asimismo sucederá con el sofista, con el labrador, etc. Platón interpreta que cuanto
más lejos viva el hombre del modo de vida del filósofo o sabio más lejos se encontrará de lograr
la perfección. El sabio sólo necesitará tres reencarnaciones para lograr la perfección; mientras
que los otros podrán necesitar nueve, al menos.
En resumen, para Platón el alma es una esencia espiritual e inmortal, que constituye el
auténtico “yo” del hombre, su principio de individuación, su principio de vida y de movimiento; en
ella descansa la libertad, la posible sabiduría, la responsabilidad de los actos y del destino del
hombre. Es una especie de puente entre el mundo Sensible y el mundo de las Ideas. Está dividida
en tres partes: una parte racional, otra dominada por los sentimientos y otra pasional. De estas
tres partes la racional es la única que es inmortal, y por ello, es el único ser del mundo real que es
inmortal, y el único que puede establecer contacto con el mundo de las Ideas; los animales y las
plantas no tienen esta parte del alma, y de ellos las plantas sólo tienen la parte pasional que le
otorga vida y movimiento.
2.2. El cuerpo humano.
Para Platón el cuerpo humano no pertenece a la esencia propia del hombre, es una sombra,
una imagen del ser propio del hombre que es el alma. Tiene como misión conducir el alma a su
destino final, luego el cuerpo es el vehículo o transmisor del alma a través de las reencarnaciones.
El cuerpo es la cárcel del alma, la cual no es dichosa dentro del cuerpo y sólo anhela salir de él. La
unión cuerpo-alma es, para Platón, accidental, transitoria y no natural.
3. Contexto histórico-filosófico y cultural.
Nos encontramos ante un texto de la obra platónica "La República o el Estado". Obra
perteneciente al período de madurez de Platón, en el cual desarrolla todos los elementos de su
sistema filosófico: política, metafísica, psicología, ética, etc.
El pensamiento platónico, y con ello el conjunto de sus obras pueden dividirse en cuatro
etapas (juventud, transición, madurez, vejez); y en ellas Platón va a analizar cualquier asunto que
concierna al hombre: desde los aspectos más prácticos como pueden ser la educación, la política,
la ética, etc., hasta los más trascendentales como son el alma y las Ideas. Sin dejar de lado temas
científicos como son las matemáticas, astronomía, el conocimiento, etc.
Ahora bien, todos estos temas están relacionados, están conectados, sobre una base
común, la aceptación de unas realidades absolutas, eternas, inmutables e independiente del
mundo de los objetos sensibles. Estas realidades son las Ideas. De manera que podríamos decir
que lo que tradicionalmente se ha llamado Teoría de las Ideas (en realidad Teoría de las Formas)
constituye la base de todo su sistema filosófico, constituye la base sobre la que se asientan
todos sus estudios éticos, gnoseológicos, políticos y del alma.
Con esto vemos que la postura platónico-socrática es una respuesta al relativismo
sofístico que afirmaba la imposibilidad de que exista una verdad válida para todo tiempo, una
verdad absoluta. Frente a esta postura Sócrates y Platón defienden la necesidad de ir más allá
de este relativismo para buscar un fundamento filosófico permanente sobre el cual basar todas
las cosas. Y este fundamento son las Ideas.
Si nos adentramos en la situación histórica y cultural en la que vive Platón vemos que el
pensamiento platónico es resultado lógico de la sociedad en la que vive: la sociedad ateniense se
estaba desmoronando porque los fundamentos en los que se basaba no podían sostenerla. Platón
busca el fundamento en las Ideas.
Platón vivió el periodo de decadencia social y política de Atenas, un periodo en el que
apenas había orden, la corrupción era algo generalizado y el gobierno de la ciudad pasó por
grandes controversias, resentimientos y luchas de poder. Esta situación hizo que Platón no
tuviera confianza en los gobernantes y se apartase de la política para dedicarse a la filosofía. Vió
en la filosofía y, más concretamente, en el estudio de las Ideas, la solución al gobierno de la
ciudad: “sólo aquellos que han conocido las ideas pueden gobernar”.
PLATÓN:
República, Libro VI, 504 e - 511 e; Libro VII514 a-517c (traducción de C.Eggers Lan).
Libro VI
(504e) - Pero ¿acaso preguntó Adimanto no son la justicia y lo demás que hemos descrito lo supremo, sino
que hay algo todavía mayor?
- Mayor, ciertamente respondí. Y de esas cosas mismas no debemos contemplar, como hasta ahora un
bosquejo, sino no pararnos hasta tener un cuadro acabado. ¿No sería ridículo acaso que pusiésemos todos
nuestros esfuerzos en otras cosas de escaso valor, de modo de alcanzar en ellas la mayor precisión y pureza
posibles, y que no consideráramos dignas de la máxima precisión justamente a las cosas supremas?
- Efectivamente; pero en cuanto alo que llamas "el estudio supremo1 y en cuanto alo que trata, ¿te parece
que podemos dejar pasar sin preguntarte qué es?
- Por cierto que no, pero también tú puedes preguntar. Por lo demás me has oído hablar de eso no pocas
veces; y ahora, o bien no recuerdas, o bien te propones plantear cuestiones para perturbarme. Es esto más
bien lo que creo, porque con frecuencia me has escuchado decir que la Idea del Bien es el objeto de estudio
supremo, a partir de la cual las cosas justas y todas las demás se vuelven útiles y valiosas. Y bien sabes que,
si no lo conocemos, por más que conociéramos todas las demás cosas, sin aquello nada nos sería de valor, así
como si poseemos algo sin el Bien. ¿O crees que da ventaja poseer cualquier cosa si no es buena, y
comprender todas las demás cosas sin el Bien y sin comprender nada bello y bueno?
- ¡Por Zeus que me parece que no!
- En todo caso sabes que a la mayoría le parece que el Bien es el placer, mientras a los más exquisitos la
inteligencia.
-Sin duda.
- Y además, querido mío, los que piensan esto último no pueden mostrar qué clase de inteligencia, y se ven
forzados a terminar por decir que es la inteligencia del bien.
- Cierto, y resulta ridículo.
- Claro, sobre todo si nos reprochan que no conocemos el bien y hablan como si a su vez lo supiesen; pues
dicen que es la inteligencia del bien, como si comprendiéramos qué quieren decir cuando pronuncian la
palabra "bien1.
- Es muy verdad.
•
*
- ¿Y los que definen el bien como el placer? ¿Acaso incurren menos en error que los otros? ¿No se ven
forzados a reconocer que hay placeres malos?
- Es forzoso.
- Pero en ese caso, pienso, les sucede que deben reconocer que las mismas cosas son buenas y malas. ¿No es
así?
-Sí.
- También es manifiesto que hay muchas y grandes disputas en torno a esto.
- Sin duda.
- Ahora bien, es patente que, respecto de las cosas justas y bellas, muchos se atienen a las apariencias y,
aunque no sean justas ni bellas, actúan y las adquieren como si lo fueran; respecto de las cosas buenas, en
cambio, nadie se conforma con poseer apariencias, sino que buscan cosas reales y rechazan las que sólo
parecen buenas.
- Así es.
- Veamos. Lo que toda alma persigue y por lo cual hace todo, adivinando que existe, pero sumida en
dificultades frente a eso y sin poder captar suficientemente qué es, ni recurrir a una sólida creencia como
sucede respecto de otras cosas -que es lo que hace perder lo que puede haber en ellas de ventajoso-; algo
de esta índole y magnitud, ¿diremos que debe permanecer en tinieblas para aquellos que son los mejores en
el Estado y con los cuales hemos de llevar a cabo nuestros intentos?
- Ni en lo más mínimo.
- Pienso, en todo caso, que, si se desconoce en qué sentido las cosas justas y bellas del Estado son buenas,
no sirve de mucho tener un guardián que ignore esto en ellas; y presiento que nadie conocerá
adecuadamente las cosas justas y bellas antes de conocer en qué sentido son buenas.
- Presientes bien.
- Pues entonces nuestro Estado estará perfectamente organizado, si el guardián que lo vigila es alguien que
posee el conocimiento estas cosas.
- Forzosamente. Pero tú, Sócrates, ¿qué dices que es el bien? ¿Ciencia, placer o alguna otra cosa?
- ¡Hombre! Ya veo bien claro que no te contentarás con lo que opinen otros acerca de eso.
- Es que no me parece correcto, Sócrates, que haya que atenerse a las opiniones de otros y no a las de uno,
tras haberse ocupado tanto tiempo de esas cosas.
- Pero ¿es que acaso te parece correcto decir acerca de ellas, como si se supiese, algo que no se sabe?
- Como si se supiera, de ningún modo, pero sí como quien está dispuesto a exponer, como su pensamiento,
aquello que piensa.
- Pues bien -dije-. ¿No percibes que las opiniones sin ciencia son todas lamentables? En el mejor de los
casos, ciegas. ¿O te parece que los ciegos que hacen correctamente su camino se diferencian en algo de los
que tienen opiniones verdaderas sin inteligencia?
- En nada.
-¿Quieres acaso contemplar cosas lamentables, ciegas y tortuosas, en lugar de oírlas de otros claras y
bellas?
- ¡Por Zeus! -exclamó Glaucón- No te retires, Sócrates, como si ya estuvieras al final. Pues
nosotros estaremos satisfechos si, del modo en que discurriste acerca de la justicia, la moderación y lo
demás, así discurres acerca del bien.
- Por mi parte, yo también estaré más satisfecho. Pero me temo que no sea capaz y que, por entusiasmarme,
me desacredite y haga el ridículo. Pero dejemos por ahora, dichosos amigos, lo que es en sí mismo el Bien;
pues me parece demasiado como para que el presente impulso permita en este momento alcanzar lo que
juzgo de él. En cuanto a lo que parece un vástago del Bien y lo que más se le asemeja, en cambio, estoy
dispuesto a hablar, si os place a vosotros; si no, dejamos la cuestión.
- Habla, entonces, y nos debes para otra oportunidad el relato acerca del padre.
- Ojalá que yo pueda pagarlo y vosotros recibirlo; y no sólo los intereses, como ahora; por ahora recibid
esta criatura y vástago del Bien en sí. Cuidaos que no os engañe involuntariamente de algún modo,
rindiéndoos cuenta fraudulenta del interés.
- Nos cuidaremos cuanto podamos; pero tú limítate a hablar.
- Para eso debo estar de acuerdo con vosotros y recordaros lo que he dicho antes y a menudo hemos
hablado en otras oportunidades.
-¿Sobre qué?
- Que hay muchas cosas bellas, muchas, buenas, y así, con cada multiplicidad, decimos que existe y la
distinguimos con el lenguaje.
- Lo decimos, en efecto.
...- También afirmamos que hay algo Bello en sí y Bueno en sí y, análogamente, respecto de todas aquellas
cosas que postulábamos como múltiples; a la inversa, a su vez postulamos cada multiplicidad como siendo
una unidad, de acuerdo con una Idea única, y denominamos a cada una "loquees'.
- Así es.
- Y de aquellas cosas decimos que son vistas pero no pensadas, mientras que, por su parte, las ideas son
pensadas, mas no vistas.
-Indudablemente.
- Ahora bien, ¿por medio de qué vemos las cosas visibles?
- Por medio de la vista.
- En efecto, y por medio del oído las audibles, y por medio de las demás percepciones todas las cosas
perceptibles. ¿No es así?
-Sí.
- Pues bien, ¿has advertido que el artesano de las percepciones modeló mucho más perfectamente la
facultad de ver y de ser visto?
- En realidad, no.
- Examina lo siguiente: ¿hay algo de otro género que el oído necesita para oír y la voz para ser oída, de
modo que, si este tercer género no se hace presente, uno no oirá y la otra no se oirá?
- No, nada
- Tampoco necesitan de algo de esa índole muchos otros poderes, pienso, por no decir ninguno. ¿O puedes
decir alguno?
- No, por cierto.
- Pero, al poder de ver y de ser visto, ¿no piensas que le faltó algo?
- Si la vista está presente en los ojos y lista para que se use de ella, y el color está presente en los
objetos, pero no se añade un tercer género que hay por naturaleza específicamente para ello, bien sabes
que la vista no verá nada y los colores serán invisibles.
- ¿A qué te refieres?
- A lo que tú llamas "luz".
"- Dices la verdad.
- Por consiguiente, el sentido de la vista y el poder de ser visto se hallan ligados por un vínculo de una
especie nada pequeña, de mayor estima que las demás ligazones de los sentidos, salvo que la luz no sea
estimable.
:
- Está muy lejos de no ser estimable.
- Pues bien, ¿a cuál de los dioses que hay en el cielo atribuyes la autoría de aquello por lo cual la luz hace
que la vista vea y que las más hermosas cosas visibles sean vistas?
- Al mismo que tú y que cualquiera de los demás, ya que es evidente que preguntas por el sol.
- Y la vista, ¿no es por naturaleza en relación a este dios lo siguiente?
- ¿Cómo?
- Ni la vista misma, ni aquello en lo cual se produce -lo que llamamos "ojo1- son el sol.
- Claro que no.
- Pero es el más afín al sol, pienso, de los órganos que conciernen a los sentidos.
- Con mucho.
- Y la facultad que posee, ¿no es algo así como un fluido que le es dispensado por el sol?
- Ciertamente,
- En tal caso, el sol no es la vista pero, al ser su causa, es visto por ella misma.
- Así es.
- Entonces ya podéis decir qué entendía yo por el vástago del Bien, al que el Bien ha engendrado análogo a
sí mismo. De este modo, lo que en el ámbito inteligible es el Bien respecto de la inteligencia y de lo que se
intelige, esto es el sol en el ámbito visible respecto de la vista y de lo que se ve.
- ¿Cómo? Explícate.
- Bien sabes que los ojos, cuando se los vuelve sobre objetos cuyos colores no están ya iluminados por la
luz del día sino por el resplandor de la luna, ven débilmente, como si no tuvieran claridad en la vista.
-Efectivamente.
- Pero cuando el sol brilla sobre ellos, ven nítidamente, y parece como si estos mismos ojos tuvieran la
claridad.
- Sin duda.
- Del mismo modo piensa así lo que corresponde al alma: cuando fija su mirada en objetos sobre los cuales
brilla la verdad y lo que es, intelige, conoce y parece tener inteligencia; pero cuando se vuelve hacia lo
sumergido en la oscuridad, que nace y perece, entonces opina y percibe débilmente con opiniones que la
hacen ir de aquí para allá, y da la impresión de no tener inteligencia,
- Eso parece, en efecto.
- Entonces, lo que aporta la verdad a las cosas cognoscibles y otorga al que conoce el poder de conocer,
puedes decir que es la Idea del Bien. Y por ser causa de la ciencia y de la verdad, concíbela como
cognoscible; y aun siendo bellos tanto el conocimiento como la verdad, si estimamos correctamente el
asunto, tendremos a la idea del Bien por algo distinto y más bello que ellas. Y así como dijimos que era
correcto tomar a la luz y a la vista por afines al sol pero que sería erróneo creer que son el sol,
análogamente ahora es correcto pensar que ambas cosas, la verdad y la ciencia, son afines al Bien, pero
sería equivocado creer que una u otra fueran el Bien, ya que la condición del Bien es mucho más digna de
estima.
- Hablas de una belleza extraordinaria, puesto que produce la ciencia y la verdad, y además está por
encima de ellas en cuanto a hermosura. Sin duda, no te refieres al placer.
- ¡Dios nos libre! Más bien prosigue examinando nuestra comparación.
- ¿De qué modo?
- Pienso que puedes decir que el sol no sólo aporta a lo que se ve la propiedad de ser visto, sino también la
génesis, el crecimiento y la nutrición, sin ser él mismo génesis.
- Claro que no.
- Y así dirás que a las cosas cognoscibles les viene del Bien no sólo el ser conocidas, sino también de él les
llega el existir y la esencia, aunque el Bien no sea esencia, sino algo que se eleva más allá de la esencia en
cuanto a dignidad y a potencia.
-Y Glaucón se echó a reír:
- ¡Por Apolo!, exclamó. ¡Qué elevación demoníaca!
- Tú eres culpable, repliqué, pues me has forzado a decir lo que pensaba sobre ello.
- Está bien; de ningún modo te detengas, sino prosigue explicando la similitud respecto del sol, si es que
te queda algo por decir.
- Bueno, es mucho lo que queda.
- Entonces no dejes de lado ni lo más mínimo.
- Me temo que voy a dejar mucho de lado; no obstante, no omitiré lo que en este momento me sea
posible.
- No, por favor.
- Piensa entonces, como decíamos, cuáles son los dos que reinan: uno, el del género y ámbito
inteligibles; otro, el del visible, y no digo "el del cielo' para que no creas que hago juego de palabras.
¿Captas estas dos especies, la visible y la: inteligible?
-Las capto.
- Toma ahora una línea divida en dos partes desiguales; divide nuevamente cada sección según
la misma proporción, la del género de lo que se ve y otra la del que se intelige, y tendrás
distinta oscuridad y claridad relativas; así tenemos primeramente, en el género de lo que se ve,
una sección de imágenes. Llamo' imágenes' en primer lugar a las sombras, luego a los reflejos
en el agua y en todas las cosas que, por su constitución, son densas, lisas y brillantes, y a todo
lo de esa índole. ¿Te das cuenta?
-Me doy cuenta
- Pon ahora la otra sección de la que ésta ofrece imágenes, a la que corresponden los animales
que viven en nuestro derredor, así como todo lo que crece, y también el género íntegro de
cosas fabricadas por el hombre.
-Pongámoslo...
- ¿Estás dispuesto a declarar que la línea ha quedado divida, en cuanto a su verdad y no verdad, de
modo tal que lo opinable es a lo cognoscible como la copia es a aquello délos que es copiado?
- Estoy muy dispuesto.
- Ahora examina si no hay que dividir también la sección de lo inteligible. -¿De qué
modo?
- De éste. Por un lado, en la primera parte de ella, el alma, sirviéndose de las cosas antes imitadas
como si fueran imágenes, se ve forzada a indagar a partir de supuestos, marchando no hasta un
principio sino hacia una conclusión.
- Por otro lado, en la segunda parte, avanza hasta un principio no supuesto, partiendo de un supuesto
y sin recurrir a imágenes -a diferencia del otro caso-, efectuando el camino con Ideas mismas y por
medio de Ideas.
- No he aprehendido suficientemente esto que dices.
- Pues veamos nuevamente; será más fácil que entiendas si te digo esto antes. Creo que sabes que los
que se ocupan de geometría y de cálculo suponen lo impar y lo par, las figuras y tres clases de ángulos
y cosas afines, según lo investigan en cada caso. Como si las conocieran, las adoptan como supuestos,
y de ahí en adelante no estiman que deban dar cuenta de ellas ni a sí mismos ni a otros, como si
fueran evidentes a cualquiera; antes bien, partiendo de ellas atraviesan el resto de modo
consecuente, para concluir en aquello que proponían al examen.
- Sí, esto lo sé.
- Sabes, por consiguiente, que se sirven de figuras visibles y hacen discursos acerca de ellas, aunque
no pensando en éstas sino en aquellas cosas alas cuales éstas se parecen, discurriendo en vista al
Cuadrado en sí y a la Diagonal en sí, y no en vista de la que dibujan, y así con lo demás. De las cosas
mismas que configuran y dibujan hay sombras e imágenes en el agua, y de estas cosas que dibujan se
sirven como imágenes, buscando divisar aquellas cosas en sí que no podrían divisar de otro modo que
con el pensamiento.
- Dices verdad.
- A esto me refería como la especie inteligible. Pero en esta su primera sección, el alma se ve
forzada a servirse de supuestos en su búsqueda, sin avanzar hacia un principio, por no poder
remontarse más allá de los supuestos. Y para eso usa como imágenes a los objetos que abajo eran
imitados, y que habían sido conjeturados y estimados como claros respecto de los que eran sus
imitaciones.
- Comprendo que te refieres a la geometría y a las artes afines.
- Comprende entonces la otra sección de lo inteligible, cuando afirma que en ella la razón misma
aprehende, por medio de la facultad dialéctica, y hace de los supuestos no principios sino realmente
supuestos, que son como peldaños y trampolines hasta el principio del todo, que es no supuesto, y tras
aferrarse a él, ateniéndose a las cosas que de él dependen, desciende hasta una conclusión, sin
servirse para nada de lo sensible, sino de Ideas, a través de Ideas y en dirección a Ideas hasta
concluir en Ideas.
- Comprendo, aunque no suficientemente, ya que creo que tienes en mente una tarea enorme: quieres
distinguir lo que de lo real e inteligible es estudiado por la ciencia dialéctica, estableciendo que es
más claro que lo estudiado por las llamadas' artes=, para las cuales los supuestos son principios. Y los
que los estudian se ven forzados a estudiarlos por medio del pensamiento discursivo, aunque no por
los sentidos. Pero a raíz de no hacer el examen avanzando hacia un principio sino a partir de
supuestos, te parece que no poseen inteligencia acerca de ellos, aunque sean inteligibles junto aun
principio. Y creo que llamas 'pensamiento discursivo' al estado mental de los geómetras y similares,
pero no 'inteligencia'; como si el 'pensamiento discursivo' fuera algo intermedio entre la opinión y la
inteligencia,
- Entendiste perfectamente. Y ahora aplica alas cuatro secciones estas cuatro afecciones que se
generan en el alma; inteligencia, a la suprema; pensamiento discursivo, a la segunda; a la tercera
asigna la creencia y la cuarta la conjetura; y ordénalas proporcionadamente, considerando que cuanto
más participen de la verdad tanto más participan de la claridad.
- Entiendo, y estoy de acuerdo en ordenarlas como dices.
Libro VII
(514a) -Después de eso proseguí compara nuestra naturaleza respecto de su educación y de su falta
de educación con una experiencia como ésta. Represéntate hombres en una morada subterránea en
forma de caverna, que tiene la entrada abierta, en toda su extensión, a la luz. En ella están desde
niños con las piernas y el cuello encadenados, de modo que deben permanecer allí y mirar sólo delante
de ellos, porque las cadenas les impiden girar en derredor la cabeza. Más arriba y más lejos se halla
la luz de un fuego que brilla detrás de ellos; y entre el fuego y los prisioneros hay un camino más alto,
junto al cual imagínate un tabique construido de lado a lado, como el biombo que los titiriteros
levantan delante del público para mostrar, por encima del biombo, los muñecos.
- Me lo imagino.
-
- Imagínate ahora que, del otro lado del tabique, pasan hombres que llevan toda clase de utensilios y
figurillas de hombres y otros animales, hechos en piedra y madera y de diversas clases; y entre los
que pasan unos hablan y otros callan.
- Extraña comparación haces, y extraños son esos prisioneros.
- Pero son como nosotros. Pues en primer lugar, ¿crees que han visto de sí mismos, o unos de los
otros, otra cosa que las sombras proyectadas por el fuego en la parte de la caverna que tienen
frente a sí?
- Claro que no, si toda su vida están forzados a no mover las cabezas.
- ¿Y no sucede lo mismo con los objetos que llevan los que pasan del otro lado del tabique?
- Indudablemente.
- Pues entonces, si dialogaran entre sí, ¿ no te parece que entenderían estar nombrando a los objetos
que pasan y que ellos ven?
-Necesariamente.
- Y si la prisión contara con un eco desde la pared que tienen frente a sí, y alguno de los que pasan
del otro lado del tabique hablara, ¿no piensas que creerían que lo que oyen proviene de la sombra que
pasa delante de ellos?
- ¡Por Zeus que sí!
- ¿Y que los prisioneros no tendrían por real otra cosa que las sombras de los objetos artificiales
transportados?
- Es de toda necesidad.
- Examina ahora el caso de una liberación de sus cadenas y de una curación de su ignorancia, qué
pasaría si naturalmente les ocurriese esto: que uno de ellos fuera liberado y forzado a levantarse de
repente, volver el cuello y marchar mirando a la luz, y al hacer todo esto, sufriera y a causa del
encandilamiento fuera incapaz de percibir aquellas cosas cuyas sombras había visto antes. ¿Qué
piensas que respondería si se le dijese que lo que había visto antes eran fruslerías y que ahora, en
cambio está más próximo a lo real, vuelto hacia cosas más reales y que mira correctamente? Y si se
le mostrara cada uno de los objetos que pasan del otro lado del tabique y se le obligara a contestar
preguntas sobre lo que son, ¿no piensas que se sentirá en dificultades y que considerará que las
cosas que antes veía eran más verdaderas que las que se le muestran ahora?
- Mucho más verdaderas.
- Y si se le forzara a mirar hacia la luz misma, ¿no le dolerían los ojos y trataría de eludirla,
volviéndose hacia aquellas cosas que podía percibir, por considerar que éstas son realmente más
claras que las que se le muestran?
-Así es.
.
- Y si a la fuerza se lo arrastrara por una escarpada y empinada cuesta, sin soltarlo antes de llegar
hasta la luz del sol, ¿no sufriría acaso y se irritaría por ser arrastrado y, tras llegar a la luz, tendría
los ojos llenos de fulgores que le impedirían ver uno solo de los objetos que ahora decimos que son
los verdaderos?
- Por cierto, al menos inmediatamente.
- Necesitaría acostumbrarse, para poder llegar a mirar las cosas de arriba. En primer lugar miraría
con mayor facilidad las sombras, y después las figuras de los hombres y de los otros objetos
reflejados en el agua, luego los hombres y los objetos mismos. A continuación contemplaría de
noche lo que hay en el cielo y el cielo mismo, mirando la luz de los astros y la luna más fácilmente
que, durante el día, el sol y la luz del sol.
- Sin duda.
- Finalmente, pienso, podría percibir el sol, no ya en imágenes en el agua o en otros lugares que le son
extraños, sino contemplarlo como es en sí y por sí, en su propio ámbito.
-Necesariamente.
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