Subido por fergamer_97yt

Tendencia a la felicidad infinita y la existencia de Dios

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LA EXISTENCIA DE
DIOS
1. La pregunta por el sentido de la vida
2. Del ateísmo al agnosticismo moderno
La pregunta por el sentido de la vida
• El problema de Dios se plantea desde la misma
experiencia del hombre
• Pues la pregunta sobre Dios no es nunca un
interrogante exterior y distinto, sino que arranca de la
pregunta sobre sí mismo y sobre el sentido de la vida
humana.
Si el hombre se plantea el problema
de Dios es porque se plantea el
problema de su propia vida, el sentido
de su propia existencia.
La pregunta sobre Dios es una
pregunta que el hombre llevará
siempre en el fondo de su propio
corazón y de la que no podrá
prescindir sino al precio de drogar
su conciencia, para no enfrentarse
con ella.
Tendencia a la felicidad infinita
En el hombre existe la tendencia a una
felicidad infinita:
La persona tiene en su vida programas, planes y proyectos que le dan
ilusión y le permiten trabajar con interés, pensando que, de lograrlos,
va a encontrar su felicidad.
Trabaja por ellos y se esfuerza por conseguir aquello que es la meta
de su vida pero experimenta que una vez alcanzados esas metas,
tiene que volver a empezar siempre de nuevo.
Finitud de todo lo que consigue
• Justamente en el momento en el que
alcanza su propósito, tiene la experiencia
de que esa meta no le llena del todo; ha
logrado mucho, sí, pero tiene que
comenzar de nuevo.
• Experimenta así la finitud de todo lo que
consigue y sufre por ello una perenne
insatisfacción que hace de su vida una
continua atención, sin poder lograr nunca un
descanso definitivo, algo o alguien que sea su
todo.
El hombre siente por
ello una sed imperiosa
de más, inapagable, una
sed de infinito: es más
feliz por lo que desea
que por lo que posee;
sus sueños son de
infinito, pero sus logros
son siempre finitos.
Apertura a la trascendencia
• Esto hace que el ser humano se plantee el problema de su
felicidad en términos de infinito, en términos de trascendencia
Pero en la persona no es así: satisfechas sus necesidades de alimento y
bienestar, al menos en el mundo occidental, se le plantea el problema de su
felicidad en tonos aún más trágicos: justo cuando ha conseguido un mundo de
bienestar material, surge en él la sensación de vacío y sin sentido de la vida con
mayor ardor que en el hombre primitivo. ¿Es feliz el hombre de hoy?
Al animal no le ocurre esto: es feliz en la medida en que estén
cubiertas sus necesidades ahí termina toda su vida
Juventud…
Aparte de esta sed de infinito, hay en el hombre
otra tendencia de la que no puede prescindir.
Cuándo es joven, sueña con entregarse y hacer
felices a los demás. Se dice así mismo una y mil
veces que su vida va a merecer la pena, que no va
a ser del montón, que va a cambiar el mundo.
Sueña con hacer felices a los demás y piensa en
tener un trabajo que sea un servicio a los
hombres, en establecer un matrimonio que sea
fuente de felicidad y amor.
Cruz…
Pero ocurre en la vida que, nada más se entra en ella, va
experimentado uno la cruz: la cruz de un amigo que
defrauda, la cruz amarga de comprobar que todo el mundo
va a lo suyo. Y entonces puede surgir la decepción por la
vida y puede ocurrir que, renunciando los ideales, uno se
vuelva, lleno de escepticismo, sobre sí mismo y se diga:
"bueno, dado que la vida es así, lo único que se puede
hacer es vivirla tratando de sacarle el mayor jugó posible,
tratando de comprar la felicidad."
• Y así se dedica a comprar la felicidad con los
recursos que el mundo moderno le da: viajes,
placer, comodidad, etcétera.
Tiene todo lo material pero…
Comprueba que a la larga no es feliz: lo tiene todo
desde el punto de vista material pero la felicidad
no se compra.
Obsesionado por sus ambiciones
y lleno de estrés, comprueba que
fracasa muchas veces en el amor;
en el fondo se dice que ha
renunciado a lo mejor de sí
mismo, a sus ideales de juventud
y confiesa que su vida está vacía
Y, ¿qué hace cuando sospecha
de su enorme vacío interior?
No tiene otro recurso que no
pensar, para no enfrentarse con él.
Ese es el hombre moderno: lo tiene
todo desde el punto de vista
material pero con un vacío interior
que raya en la angustia y la
depresión, por lo que trata de no
pensar y vivir en la experiencia del
momento.
"La felicidad no se puede buscar nunca
directamente; solo puede venir como
consecuencia de haber entregado lo mejor de
nosotros mismos por una causa noble"
El hombre está equivocado respecto a su felicidad: la
quiere comprar, y resulta que es consecuencia de dar lo
mejor de sí mismo por un ideal noble. Como carece de
ideales para dar lo mejor de sí, se cierra por ello a la
posibilidad de la felicidad.
Pero las cruces y los interrogantes
de la vida son aún más
El mal no solo lo encuentra uno en la decepción que recibe de
los demás…
• Lo encuentra también uno mismo en la impotencia de ser constante en el bien
• En la incapacidad para cumplir todas las exigencias que emanan de la vida,.
• En la experiencia del propio pecado y el propio fracaso personal
• Añadamos a esto la existencia del mal y el sufrimiento injusto que se dan en el mundo
• El cúmulo de injusticias que a veces pesan sobre el hombre
• Aquellos momentos de la vida en los que llegamos a pensar que en el mundo frecuentemente triunfa el
mal sobre el bien...
• Hay, finalmente, una certeza de la que no podemos liberarnos: la certeza de la propia muerte, la
certeza de un fin que acabará con todas nuestras ilusiones.
Preguntas que no
podemos soslayar
• ¿De dónde proviene el orden y la
belleza del mundo?
• ¿Tiene una causa que explica su
origen y su existencia o se basta a sí
mismo?
• ¿Cuál es su origen y su meta?
No nos basta el deseo de Dios…
• Es cierto que estos interrogantes, en sí mismos, no son
una prueba de la existencia de Dios. Por lo tanto es
preciso dar certezas racionales de que Dios existe; no nos
basta el deseo de Dios.
• Sin embargo, este deseo de sentido último, ese
interrogante sobre la vida y la muerte que lleva en sí
mismo el hombre de todos los tiempos, es el
planteamiento adecuado al problema de Dios: el
problema de Dios tiene sentido para el hombre, pero no
podremos demostrar con ello la existencia objetiva de
Dios. Ese deseo en el fondo no es una prueba de que el
infinito existe, sino de que el hombre tiende al infinito.
Del ateísmo al agnosticismo moderno
• Ha dejado de existir el llamado ateísmo combativo, el de
Freud, Marx, Nietzsche y Sartre:
El ateísmo qué se inspiraba en la modernidad y
pretendía explicarlo todo con la razón empírica.
• Tenía una visión optimista de la racionalidad y del método
científico, se levantaba contra la irracionalidad y el
oscurantismo, creía en la utopía y en el progreso y se
presentaba como liberador y humanista.
Se trataba de un ateísmo total y radical.
Posmodernidad aparcada
• Nos encontramos ante el aparcamiento de la
posmodernidad, el agotamiento de la razón
empírica, el triunfo del racional, la pérdida de la
utopía, el cansancio intelectual.
Incluso se ha perdido la
subjetividad del hombre, que
aparece como un mero elemento
de la estructura.
Resultado de insatisfacción…
Hay, en primer lugar, un materialismo de vida y cultura
por el que el hombre moderno busca en toda la
satisfacción y el placer inmediato, rehuyendo el
pensar, para no encontrarse con el vacío que lleva
dentro de sí mismo:
Es el hombre que pretende comprar la felicidad, el hombre
light que supedita los valores morales y religiosos al
triunfo profesional, a sus prisas y ambiciones.
Resulta, sin embargo, un hombre insatisfecho,
inseguro y triste, producto de nuestra empobrecida
cultura.
El fideísmo tampoco es la
respuesta…
Paradójicamente, este agnosticismo no
tiene a veces otra respuesta por parte de los
clientes que el fideísmo, es decir, el creer sin
razones, simplemente por la fuerza del
sentimiento la tradición. Se trata así de
curar
una
enfermedad
con
otra
enfermedad, con una fe empobrecida de
razón y digo filosófico.
Esto no es prueba de la
existencia de Dios…
Estamos de acuerdo con Feuerbach en que la fe en Dios no se
puede fundar en el simple deseo de que exista, pero de su
crítica a la fe fundada solo en el deseo no se deduce tampoco
que Dios no exista. Su ateísmo, al igual que el de Marx, Freud,
Nietzsche y Sartre, se basa simplemente en el deseo de que Dios
no exista.
La fe en Dios tiene, pues, que tener un apoyo claro en la razón.
Ahora bien, la razón humana no se puede reducir la pura razón
empírica, diciendo que solo tiene sentido lo que es
empíricamente verificable, pues esta afirmación curiosamente
no es empíricamente verificable, sino una afirmación filosófica y
metafísica. Existe en cambio, una forma de llegar a Dios por
medio de la filosofía, que expondremos a continuación.
Respuesta de la Iglesia
Sostiene que la fe es más que la pura razón filosófica,
admite claramente que por la razón humana se puede
llegar a un conocimiento cierto de la existencia de Dios.
Dice así el Concilio Vaticano I:
«La Santa iglesia, mantiene y enseña que
Dios, principio y fin de todas las cosas,
puede ser conocido con certeza mediante
la luz natural de la razón humana a partir
de las cosas creadas."
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