LA EXISTENCIA DE DIOS 1. La pregunta por el sentido de la vida 2. Del ateísmo al agnosticismo moderno La pregunta por el sentido de la vida • El problema de Dios se plantea desde la misma experiencia del hombre • Pues la pregunta sobre Dios no es nunca un interrogante exterior y distinto, sino que arranca de la pregunta sobre sí mismo y sobre el sentido de la vida humana. Si el hombre se plantea el problema de Dios es porque se plantea el problema de su propia vida, el sentido de su propia existencia. La pregunta sobre Dios es una pregunta que el hombre llevará siempre en el fondo de su propio corazón y de la que no podrá prescindir sino al precio de drogar su conciencia, para no enfrentarse con ella. Tendencia a la felicidad infinita En el hombre existe la tendencia a una felicidad infinita: La persona tiene en su vida programas, planes y proyectos que le dan ilusión y le permiten trabajar con interés, pensando que, de lograrlos, va a encontrar su felicidad. Trabaja por ellos y se esfuerza por conseguir aquello que es la meta de su vida pero experimenta que una vez alcanzados esas metas, tiene que volver a empezar siempre de nuevo. Finitud de todo lo que consigue • Justamente en el momento en el que alcanza su propósito, tiene la experiencia de que esa meta no le llena del todo; ha logrado mucho, sí, pero tiene que comenzar de nuevo. • Experimenta así la finitud de todo lo que consigue y sufre por ello una perenne insatisfacción que hace de su vida una continua atención, sin poder lograr nunca un descanso definitivo, algo o alguien que sea su todo. El hombre siente por ello una sed imperiosa de más, inapagable, una sed de infinito: es más feliz por lo que desea que por lo que posee; sus sueños son de infinito, pero sus logros son siempre finitos. Apertura a la trascendencia • Esto hace que el ser humano se plantee el problema de su felicidad en términos de infinito, en términos de trascendencia Pero en la persona no es así: satisfechas sus necesidades de alimento y bienestar, al menos en el mundo occidental, se le plantea el problema de su felicidad en tonos aún más trágicos: justo cuando ha conseguido un mundo de bienestar material, surge en él la sensación de vacío y sin sentido de la vida con mayor ardor que en el hombre primitivo. ¿Es feliz el hombre de hoy? Al animal no le ocurre esto: es feliz en la medida en que estén cubiertas sus necesidades ahí termina toda su vida Juventud… Aparte de esta sed de infinito, hay en el hombre otra tendencia de la que no puede prescindir. Cuándo es joven, sueña con entregarse y hacer felices a los demás. Se dice así mismo una y mil veces que su vida va a merecer la pena, que no va a ser del montón, que va a cambiar el mundo. Sueña con hacer felices a los demás y piensa en tener un trabajo que sea un servicio a los hombres, en establecer un matrimonio que sea fuente de felicidad y amor. Cruz… Pero ocurre en la vida que, nada más se entra en ella, va experimentado uno la cruz: la cruz de un amigo que defrauda, la cruz amarga de comprobar que todo el mundo va a lo suyo. Y entonces puede surgir la decepción por la vida y puede ocurrir que, renunciando los ideales, uno se vuelva, lleno de escepticismo, sobre sí mismo y se diga: "bueno, dado que la vida es así, lo único que se puede hacer es vivirla tratando de sacarle el mayor jugó posible, tratando de comprar la felicidad." • Y así se dedica a comprar la felicidad con los recursos que el mundo moderno le da: viajes, placer, comodidad, etcétera. Tiene todo lo material pero… Comprueba que a la larga no es feliz: lo tiene todo desde el punto de vista material pero la felicidad no se compra. Obsesionado por sus ambiciones y lleno de estrés, comprueba que fracasa muchas veces en el amor; en el fondo se dice que ha renunciado a lo mejor de sí mismo, a sus ideales de juventud y confiesa que su vida está vacía Y, ¿qué hace cuando sospecha de su enorme vacío interior? No tiene otro recurso que no pensar, para no enfrentarse con él. Ese es el hombre moderno: lo tiene todo desde el punto de vista material pero con un vacío interior que raya en la angustia y la depresión, por lo que trata de no pensar y vivir en la experiencia del momento. "La felicidad no se puede buscar nunca directamente; solo puede venir como consecuencia de haber entregado lo mejor de nosotros mismos por una causa noble" El hombre está equivocado respecto a su felicidad: la quiere comprar, y resulta que es consecuencia de dar lo mejor de sí mismo por un ideal noble. Como carece de ideales para dar lo mejor de sí, se cierra por ello a la posibilidad de la felicidad. Pero las cruces y los interrogantes de la vida son aún más El mal no solo lo encuentra uno en la decepción que recibe de los demás… • Lo encuentra también uno mismo en la impotencia de ser constante en el bien • En la incapacidad para cumplir todas las exigencias que emanan de la vida,. • En la experiencia del propio pecado y el propio fracaso personal • Añadamos a esto la existencia del mal y el sufrimiento injusto que se dan en el mundo • El cúmulo de injusticias que a veces pesan sobre el hombre • Aquellos momentos de la vida en los que llegamos a pensar que en el mundo frecuentemente triunfa el mal sobre el bien... • Hay, finalmente, una certeza de la que no podemos liberarnos: la certeza de la propia muerte, la certeza de un fin que acabará con todas nuestras ilusiones. Preguntas que no podemos soslayar • ¿De dónde proviene el orden y la belleza del mundo? • ¿Tiene una causa que explica su origen y su existencia o se basta a sí mismo? • ¿Cuál es su origen y su meta? No nos basta el deseo de Dios… • Es cierto que estos interrogantes, en sí mismos, no son una prueba de la existencia de Dios. Por lo tanto es preciso dar certezas racionales de que Dios existe; no nos basta el deseo de Dios. • Sin embargo, este deseo de sentido último, ese interrogante sobre la vida y la muerte que lleva en sí mismo el hombre de todos los tiempos, es el planteamiento adecuado al problema de Dios: el problema de Dios tiene sentido para el hombre, pero no podremos demostrar con ello la existencia objetiva de Dios. Ese deseo en el fondo no es una prueba de que el infinito existe, sino de que el hombre tiende al infinito. Del ateísmo al agnosticismo moderno • Ha dejado de existir el llamado ateísmo combativo, el de Freud, Marx, Nietzsche y Sartre: El ateísmo qué se inspiraba en la modernidad y pretendía explicarlo todo con la razón empírica. • Tenía una visión optimista de la racionalidad y del método científico, se levantaba contra la irracionalidad y el oscurantismo, creía en la utopía y en el progreso y se presentaba como liberador y humanista. Se trataba de un ateísmo total y radical. Posmodernidad aparcada • Nos encontramos ante el aparcamiento de la posmodernidad, el agotamiento de la razón empírica, el triunfo del racional, la pérdida de la utopía, el cansancio intelectual. Incluso se ha perdido la subjetividad del hombre, que aparece como un mero elemento de la estructura. Resultado de insatisfacción… Hay, en primer lugar, un materialismo de vida y cultura por el que el hombre moderno busca en toda la satisfacción y el placer inmediato, rehuyendo el pensar, para no encontrarse con el vacío que lleva dentro de sí mismo: Es el hombre que pretende comprar la felicidad, el hombre light que supedita los valores morales y religiosos al triunfo profesional, a sus prisas y ambiciones. Resulta, sin embargo, un hombre insatisfecho, inseguro y triste, producto de nuestra empobrecida cultura. El fideísmo tampoco es la respuesta… Paradójicamente, este agnosticismo no tiene a veces otra respuesta por parte de los clientes que el fideísmo, es decir, el creer sin razones, simplemente por la fuerza del sentimiento la tradición. Se trata así de curar una enfermedad con otra enfermedad, con una fe empobrecida de razón y digo filosófico. Esto no es prueba de la existencia de Dios… Estamos de acuerdo con Feuerbach en que la fe en Dios no se puede fundar en el simple deseo de que exista, pero de su crítica a la fe fundada solo en el deseo no se deduce tampoco que Dios no exista. Su ateísmo, al igual que el de Marx, Freud, Nietzsche y Sartre, se basa simplemente en el deseo de que Dios no exista. La fe en Dios tiene, pues, que tener un apoyo claro en la razón. Ahora bien, la razón humana no se puede reducir la pura razón empírica, diciendo que solo tiene sentido lo que es empíricamente verificable, pues esta afirmación curiosamente no es empíricamente verificable, sino una afirmación filosófica y metafísica. Existe en cambio, una forma de llegar a Dios por medio de la filosofía, que expondremos a continuación. Respuesta de la Iglesia Sostiene que la fe es más que la pura razón filosófica, admite claramente que por la razón humana se puede llegar a un conocimiento cierto de la existencia de Dios. Dice así el Concilio Vaticano I: «La Santa iglesia, mantiene y enseña que Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido con certeza mediante la luz natural de la razón humana a partir de las cosas creadas."