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Cristirguez16
Organización de Empresas
2º Grado en Administración y Dirección de Empresas
Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales
Universidad de Granada
Reservados todos los derechos.
No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
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TEMA 13: LA FORMA DIVISIONAL.
1. DESCRIPCIÓN DE LA ESTRUCTURA BÁSICA.
La forma divisional es una serie de entidades semiautónomas acopladas mediante una
estructura central. Estas entidades son unidades de la línea media denominadas divisiones.
La forma divisional difiere de las otras cinco configuraciones en un aspecto importante: no se
trata de una estructura completa desde el ápice estratégico hasta el núcleo de operaciones,
sino de una estructura superpuesta en otras: las divisiones. Éstas pueden adoptar cualquiera de
las otras cuatro configuraciones aunque es muy fuerte la presión para que se configuren como
burocracias maquinales.
Pero la forma divisional en sí misma se centra en la relación estructural entre la sede central y
las divisiones, es decir, entre el ápice estratégico y la parte superior de la línea media.
1.1. Los parámetro de diseño y los mecanismos de coordinación.
La forma divisional recurre a la agrupación en base a mercado para las unidades de la parte
superior de la línea media. La dispersión de las funciones operativas minimiza la
interdependencia entre divisiones, de modo que cada una de ellas puede funcionar como una
entidad semiautónoma. Por tanto, en la forma divisional el ámbito de control del ápice
estratégico puede ser bastante amplio.
La descentralización que precisa la forma divisional está sumamente limitada: no tiene por qué
trascender de la delegación de los pocos directivos de la sede central a unos cuantos más que
están al mando de las divisiones. La forma divisional requiere una descentralización de tipo
paralelo, vertical y limitado, y es este carácter limitado el que las hace parcialmente
centralizadas (o descentralizadas).
La sede central permite que las divisiones disfruten de una autonomía casi completa para tomar
sus propias decisiones, controlando después el resultado de las mismas. Este control monitor se
realiza a posteriori y en términos cuantitativos concretos, recurriendo a medidas de beneficios,
crecimiento de volumen de ventas y rentabilidad. Mediante el uso de estos sistemas, la sede
central ejerce un control frente a la autonomía divisional. De modo que el principal mecanismo
de coordinación en la forma divisional es la normalización de los outputs, mientras que el
principal parámetro de diseño es el sistema de control del rendimiento.
La normalización de os procesos de trabajo no es utilizada por la sede central como mecanismo
de coordinación, porque ello interferiría en la autonomía divisional. Se evita asimismo la
planificación de acciones porque impondría decisiones a las divisiones. No procede en esta
estructura la adaptación mutua entre divisiones, ni los dispositivos de enlace que la fomentan,
debido a la falta de interdependencia entre las distintas divisiones.
Pero hay otros mecanismos de coordinación y parámetros de diseño que entran también en
juego en esta configuración estructural, aunque no figuren en primer plano.
Puesto que el éxito de la forma divisional recae en gran medida en la capacitación de los
directivos de división, en los cuales se delga una importante parte del poder de decisión, la sede
central ha de recurrir a la preparación y al adoctrinamiento a la hora de diseñar estos puestos
de trabajo críticos.
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ORGANIZACIÓN DE EMPRESAS
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Es por ello que la línea media y la sede central tiene la responsabilidad de preparar con cuidado a estos
directivos de división con el fin de normalizar sus habilidades de gestión. El adoctrinamiento se utiliza
también para asegurar que los directivos divisionales se propongan alcanzar los objetivos generales de la
sede central en lugar de las metas más cercanas y limitadas de sus propias divisiones.
1.2. La estructura de las divisiones.
.
Las divisiones pueden adoptar cualquiera de las configuraciones incluso es posible que las divisiones de una
organización determinada adopten distintas configuraciones como en el caso de un ayuntamiento con
cuatro “divisiones”: una pequeña estructura simple para un servicio de asistencia primaria a inmigrantes,
servicio de empadronamiento y registro bajo la forma de burocracia maquinal, el cuerpo de bomberos y
una oficina técnica para el desarrollo de un plan estratégico para la ciudad.
La forma divisional produce sus mejores resultados con estructuras de burocracia maquinal en sus
divisiones.
La explicación a este fenómeno se encuentra en la normalización de los outputs, la clave del
funcionamiento de la estructura divisional. La única forma en que la sede central logra conservar el
control y proteger a la vez la autonomía divisional es efectuando un control monitor a posteriori del
rendimiento de las divisiones. Ello requiere el establecimiento de normas de rendimiento claramente
definidas cuya existencia depende de dos condiciones primordiales que sólo cumple la burocracia
maquinal:
- Cada división debe tratarse como un solo sistema integrado con un solo conjunto consistente de
objetivos. Es decir, que el acoplamiento interno de cada división ha de ser fuerte.
- Estos objetivos tienen que ser operativos, es decir, tienen que prestarse a medidas cuantitativas
de control de rendimiento.
¿Pero qué sucede si la forma divisional se superpone a una de las otras tres configuraciones estructurales? Para
que funcionen esas divisiones, el directivo divisional ha de hacer cumplir las dos condiciones anteriores:
tiene que ser capaz de imponer medidas de rendimiento a su división y, por tanto, ha de poder tratarla
como un sistema regulado de forma descendente.
Para las burocracias profesionales y adhocracias, cuyos flujos decisionales son de naturaleza
ascendente y principalmente no regulados, esto equivale a una presión a favor de la centralización.
Cuando la organización está departamentalizada funcionalmente, el director de división se ve obligado a
utilizar la planificación de acciones para garantizar que el personal de la división se encamine hacia los
objetivos de rendimiento. Pero la planificación de acciones impone una serie de normas cada vez más
concretas al personal a medida que se baja por la línea de autoridad, lo cual equivale a una presión a favor
de la formalización de la estructura de la división, principalmente en la estructura simple y en la adhocracia
que parten de una base orgánica.
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La supervisión directa sirve como mecanismo de refuerzo para la coordinación de la forma divisional.
Cuando surgen problemas en una división, es posible que los directivos de la sede central tengan que
intervenir, tal vez para sustituir al directivo divisional.
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Las divisiones se vuelven cada vez más centralizadas y formalizadas de lo que serían si funcionaran
de forma independiente, lo cual no es sino una consecuencia lógica de la hipótesis 13.
1.3. El poder de las divisiones de la sede central.
Las divisiones disponen del poder preciso para gestionar sus propias unidades, controlando las
operaciones y determinando las estrategias para los mercados de los cuales se ocupan. No
obstante, la sede central retiene ciertas parcelas de poder que se materializan en 6 funciones básicas:
-
El primer poder retenido por la sede central es la formulación de la estrategia general
producto/mercado de la organización.
La sede central asigna los recursos financieros globales.
La sede central diseña, con la ayuda de su propia tecnoestructura, el sistema de control
del rendimiento.
La cuarta función reservada a la sede central es el nombramiento y sustitución de los
directivos de las divisiones.
La quinta función radica en la facultad de los directivos de la sede central para visitar las
divisiones de vez en cuando, efectuando un control monitor del comportamiento divisional.
La sexta y última función de la sede central es la de proporcionar algunos servicios de
apoyo comunes a las divisiones.
2. CONDICIONES DE LA FORMA DIVISONAL
2.1.Entorno. La diversidad de mercados.
Hay un factor de contingencia primordial que encamina a la organización hacia la forma divisional:
La diversidad de mercados. La organización que se encuentra con un solo mercado integrado no
puede dividirse en unidades autónomas; en cambio la que dispone de mercados diferenciados
tiene motivos para crear una unidad correspondiente a cada uno de ellos, lo que permite
gestionar la cartera estratégica desde un punto central, otorgándole a cada componente del
mismo la atención exclusiva de una unidad. Así pues, la estructura es una consecuencia de la
estrategia.
Por la relación contraria también parece ser cierta: la divisionalización estimula una mayor
diversificación.
A pesar de que la diversidad de mercados puede manifestarse en 3 tipos, si no existe una
diversificación de productos y servicios, la diversificación regional o de clientela, resulta a menudo
una divisionalización incompleta. Al ofrecer productos y servicios idénticos en cada región o a cada
grupo de clientes, a sede central tiende a centralizar gran parte de las decisiones concentrando
muchos servicios de apoyo a fin de asegurar normas de funcionamiento común para todas las
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La conclusión de todo esto es que la divisionalización conduce a la estructura de las divisiones hacia
la forma de burocracia maquinal, independientemente de cuáles sean sus tendencias originales. El
sistema de control de rendimiento de la forma divisional debilita la naturaleza orgánica de la
estructura simple y de la adhocracia, minando asimismo la noción de autonomía del operario en la
burocracia profesional. La burocracia maquinal es la única forma cuya estructura fundamental no
cambia con la divisionalización.
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divisiones. Esta centralización y concentración de determinadas funciones, algunas de las cuales
son críticas para la formulación de las estrategias de producto/ mercado de las divisiones, reduce
severamente la autonomía divisional. La estructura se encamina hacia una burocracia maquinal,
pero con una diferencia: sus operaciones se dividen en unidades de mercado claramente
definidas.
Es en los sectores de servicios donde surge con más frecuencia este tipo de estructura, mezcla de
forma divisional y burocracia maquinal, ya que las empresas de servicios tienen que atender a sus
clientes allá donde se encuentre lo que las obliga, a situar junto a ellos una filial, sucursal o
división. En todos estos casos la sede central se reserva una función crítica como la inversión en las
compañías de seguros, o las compras y el merchandising en las cadenas de distribución.
Utilizaremos el término de burocracia duplicada para este HÍBRIDO de forma divisional y burocracia
maquinal, que surge cuando una organización establece divisiones regionales idénticas y
concentra a continuación determinadas funciones críticas en la sede central.
La burocracia duplicada también se encuentra en el sector de fabricación, en el que un entorno
simple y estable y unos productos normalizados conducen a la estructura hacia la burocracia
maquinal, pero cuyos mercados dispersos, combinados con costes de transporte sumamente
elevados o productos perecederos, estimulan que la organización duplique sus instalaciones de
producción en distintas regiones.
La forma divisional tiene un entorno preferido que comparte con la burocracia maquinal: ni muy
dinámico ni muy complejo. Así pues, se puede afirmar que la forma divisional es la reacción
estructural propia de una burocracia maquinal integrada, que funciona en un ENTORNO simple y
estable y que haya diversificado en la dimensión horizontal sus servicios o sus líneas de productos.
¿Qué ocurre cuando una organización intenta imponer la divisionalización en unidades que funcionen
en entornos de otro tipo en los que no pueden medirse los outputs mediante precisos controles de
rendimiento? La respuesta es el surgimiento de estructuras HÍBRIDAS. Así, cuando los directivos de
la sede central aumentan su supervisión personal para compensar una débil normalización de
outputs, se produce un híbrido con la estructura simple al que denominaremos forma divisional
personalizada. Si intentan controlar el comportamiento de las divisiones recurriendo a la
socialización, nombrando únicamente directivos sumamente identificados con la organización,
surge un híbrido, próximo a la burocracia profesional, al que llamaremos forma divisional socializada.
2.2.Edad, tamaño, sistema técnico y poder.
Cuando las organizaciones empiezan a volverse grandes (TAMAÑO), se prestan más a la
diversificación. Tal vez la razón principal de esto escriba en que cuento mayor se vuelve una
empresa con relación a sus competidores más llega a dominar el mercado tradicional.
Si en las organizaciones de cierta envergadura, a la dirección se le acaban las zonas donde
expansionar sus mercados tradicionales, en las de cierta EDAD los directivos llegan a cansarse de
los mercados tradicionales, optando por “entretenerse” en la diversificación. Así pues, la
divisionalización es la forma más común entre corporaciones grandes y de más edad y la forma
divisional surge como la tercera fase del desarrollo estructural, posterior a la burocracia maquinal.
Pero las grandes corporaciones no se paran aquí: a veces el tamaño es tan gigantesco
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que la estructura adquiera otra variante que podría llamarse forma divisional múltiple:
estructuras divisionales cuyas divisiones se constituyen a su vez como formas divisionales.
El PODER también desempeña un papel importante en la configuración de la forma divisional. Así,
el poder explica la asociación de pequeñas organizaciones que tienen que unificarse para poder
estar a la altura de las grandes. Dentro de la estructura divisional se puede observar como los
directivos de división fomentan el crecimiento, la diversificación y la divisionalización para dar
mayor relieve a sus puestos.
3. ETAPAS DE TRANSICIÓN HACIA LA FORMA DIVISIONAL.
Mintzberg establece cuatro etapas en la transición hacia una forma divisional pura: forma
integradora, forma de los subproductos, forma de los productos relacionados y forma
conglomerada.
3.1.La forma integrada.
Es la forma puramente funcional utilizada por las corporaciones cuyas actividades de
producción forman una cadena integrada interrumpida. Solo se vende el producto final a los
clientes. En este tipo de corporaciones, las estrechas interdependencias entre las distintas
actividades imposibilitan el uso de la forma divisional, de modo que se organizan como
burocracias maquinales funcionales.
Normalmente producen una sola línea de productos. También responden a esta etapa las
grandes empresas integradas en sentido vertical, e intensivas en capital.
3.2.La forma de los subproductos.
Cuando la empresa integrada busca mercados más amplios puede optar por diversificar sus
líneas de productos finales y adoptar una forma divisional pura. Pero otra alternativa menos
arriesgada consiste en empezar a comercializar sus productos intermedios en el mercado, lo
que introduce pequeñas interrupciones en la cadena de procesos creando la necesidad de una
medida de divisionalización de su estructura que puede denominarse forma de los
subproductos.
Cada eslabón de la cadena de procesos puede ahora recibir cierta autonomía a fin de
comercializar sus subproductos, aunque se entiende que la mayoría de sus outputs pasarán
internamente al siguiente eslabón de la cadena. Puesto que la cadena de procesos permanece
más o menos intacta, la sede central conserva un control considerable sobre la formulación de
estrategias así como sobre algunos aspectos de operaciones.
3.3.La forma de los productos relacionados.
Algunas corporaciones continúan diversificando sus mercados de subproductos, siguiendo con
la descomposición de sus cadenas de procesos hasta que lo que venden las divisiones en el
mercado se vuelve más importante que lo que se suministran entre sí. Lo que suele mantener
unidas a las divisiones de estas empresas es un denominador común entre productos, a veces
una habilidad o tecnología imprescindible, a veces un tema central de mercado.
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Por otra parte, la divisionalización sólo es posible cuando el SISTEMA TÉCNICO de la organización
puede ser eficientemente separado formando segmentos, uno para cada división.
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La planificación central en la sede de la forma de productos relacionados tiene que limitar más
que la correspondiente a la forma de los subproductos, preocupándose más de medir el
rendimiento que de prescribir acciones. Gran parte del control correspondiente a las estrategias
concretas de producto/mercado tiene que revertir en las divisiones. Pero las interdependencias
que rodean al tema central de productos/mercado contribuyen a que la sede central conserve
funciones comunes consideradas críticas.
A medida que la empresa de productos relacionados se expansiona en nuevos mercados, la
organización va adoptando la forma conglomerada con una forma divisional pura, que definimos
como estructura básica.
Cada división atiende a sus propios mercados, ofreciendo líneas de productos no relacionados con
las demás divisiones. En el conglomerado no existen importantes interdependencias entre las
divisiones, a excepción de los recursos mancomunados, por lo cual el sistema de planificación y
control de la sede central se convierte en un mero vehículo de regulación del rendimiento,
concretamente del rendimiento económico.
4. TEMAS RELACIONADOS CON LA FORMA DIVISIONAL.
4.1. Las ventajas económicas de la divisionalización.
La forma divisional ofrece cuatro ventajas básicas:




Fomenta la asignación eficiente del capital.
Ayuda a preparar a los directores generales.
Dispersa los riesgos
Reacciona estratégicamente
4.2. El papel de la sede central.
Una de las cosas que son incapaces de ofrecer tanto los directivos de la sede central como el
consejo de administración es la gestión del negocio individual. Un fuerte conjunto de fuerzas
estimula a los directivos de la sede central a que usurpen el poder divisional, centralizando
determinadas decisiones de productos/mercados en la sede central y traicionando la razón de ser
de la divisionalización. Puede que los directivos de la sede central se crean mejor capacitados, o tal
vez les tiente eliminar la duplicación.
Sin embargo, gran parte de la información para elaborar estrategias es especulativa y difícil de
cuantificar o documentar formalmente, lo que se conoce como información “blanda”. Lo que el
SID devuelve a la sede central son generalizaciones abstractas y agregadas. Por tanto, es preciso
que la sede central obtenga esa información blanda, que la mayoría de las veces se queda en las
divisiones. De este modo, se llega a la conclusión de que una de las funciones que NO realiza la
sede central es la gestión de las divisiones.
Entre las funciones que SÍ desempeña la sede central se encuentran el establecimiento de
objetivos para las divisiones, el control monitor del rendimiento, el mantenimiento de contactos
personales limitados con los directivos divisionales y la aprobación de los principales gastos de
capital de las divisiones.
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3.4.La forma conglomerada.
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5.LA ACTUACIÓN SOCIAL Y EL SISTEMA DE CONTROL DEL RENDIMIENTO.
El sistema de control de rendimiento de la forma divisional es la principal fuente de su eficiencia
económica, pero también tiene una serie de repercusiones negativas de naturaleza social.
Cada decisión estratégica tiene consecuencias tanto sociales como económicas. La forma
divisional requiere que la sede central controle las divisiones, ante todo mediante criterios de
rendimiento cuantitativos, lo que suele significar financieros. Estas medidas se convierten en
auténticas obsesiones, desplazando a los objetivos que no pueden ser medidos por las mismas,
básicamente los objetivos sociales. Por tanto, lo que el sistema de control de la forma divisional
hace en relación con estos objetivos es, en el mejor de los casos, irresponsablemente. Al verse
obligado a concentrarse en las consecuencias económicas, el directivo de la división llega a hacer
caso omiso de sus repercusiones sociales.
Pero los costes sociales de la gran envergadura pueden ser los más graves. Por una parte grandeza
equivale a burocracia (hipótesis 4) y por otra parte existen fuerzas en la forma divisional que le
hacen centralizar el poder, no solo a nivel divisional sino también en la sede central. Una de estas
fuerzas centralizadoras podría derivarse de la ilusión de que algunos SID proporcionan la
información suficiente y necesaria para gestionar todas las divisiones desde la sede central. Otra
fuerza que presiona a la centralización en detrimento de la libertad de acción de las divisiones
radica en la necesidad de proteger a la corporación de comportamientos ineficientes de las
divisiones lo cual aumenta la necesidad de ejercer un control monitor directo de las divisiones por
parte de la sede central.
También se aprecia que dicha concentración de poder dentro de la organización también conduce
a la conglomeración, divisionalización y concentración de poder en esferas ajenas a la organización.
La forma divisional pura no funciona efectivamente fuera del sector privado. Los gobiernos así como
otras instituciones se enfrentan a grandes dificultades a la hora de desprenderse de divisiones o
de crear otras nuevas. Por otra parte, como se ha indicado en repetidas ocasiones, el centro
neurálgico de la forma divisional radica en la autonomía del directivo divisional para gestionar su
unidad y cumplir con los objetivos propuestos por los sistemas de control de rendimiento
corporativo. Esta autonomía incluye el control sobre sus subordinados en temas clave como su
selección, formación, sistemas retributivos, castigos, disciplina, traslados y despidos. Pero todas
estas competencias lógicas y naturales en el directivo divisional “privado” no son compartidas por
el directivo divisional “público” que se ve maniatado por las complejas normativas que regulan el
trabajo del cuerpo de funcionarios públicos.
En CONCLUSIÓN la forma divisional pura (conglomerada) surge como configuración estructural
simbólicamente situada al borde del abismo, al final de un largo sendero. A un paso adelante
queda su desintegración, su desmembramiento en organizaciones separadas; detrás queda el
regreso a una integración más estable, tal vez una estructura híbrida con la burocracia maquinal
en algún punto intermedio del sendero.
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