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El componente afectivo en el aprendizaje de lenguas
Chapter · January 2005
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Carmen Fonseca-Mora
Universidad de Huelva
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Fonseca Mora, M.C., 2005. El Componente Afectivo en el aprendizaje de
lenguas. En Navarro, M. et al. Nuevas tendencias en lingüística aplicada.
Murcia: Servicio Publicaciones UCAM. Pp: 55-79
EL COMPONENTE AFECTIVO EN EL APRENDIZAJE DE LENGUAS
Mª Carmen Fonseca Mora
Universidad de Huelva
1. LA DIMENSIÓN AFECTIVA EN LA ENSEÑANZA DE LENGUAS
El número de estudios que investigan el lado afectivo del aprendizaje (Ehrman 1996;
Stevick 1996, 1998; Arnold 1999; Fonseca 2001, Csizér y Dörnyei 2005, entre otros)
se ha incrementado notablemente en los últimos años. Muchas de estas investigaciones
en el ámbito de la lingüística aplicada se han visto influidas por los últimos avances en
los campos de la psicología y la neurobiología Entre las aportaciones de la psicología a
la enseñanza de idiomas destacan estudios sobre factores como la memoria (Stevick,
1996), el autoconcepto (Marsh et al., 1985), las creencias (Pajares 1992), las estrategias
(O’Malley y Chamot, 1990; Oxford 1990), los estilos de aprendizaje (Reid 1995, 1998)
o la ansiedad (Oxford, 2000, Rubio 2004). Todos estos factores han sido descritos como
aspectos vitales que se enlazan estrechamente con nuestras reacciones emocionales en el
proceso de aprendizaje de una segunda lengua (Willams y Burden 1997, Arnold 1999).
Incluso se afirma que la potenciación de factores emocionales tales como la autoestima,
la empatía o la motivación, entre otros, facilitan la adquisición de una segunda lengua
(Horwitz y Young 1991, Arnold 1999). Desde la perspectiva de la motivación, en
concreto, se defiende que el alumno posee un filtro socio-afectivo que le hace abrirse o
cerrarse consciente o inconscientemente a la segunda lengua (Krashen 1982, Gardner
1985, Dörnyei 2005). En la base de este filtro socio-afectivo se encuentran las creencias,
la predisposición hacia la nueva cultura, las necesidades comunicativas, el ambiente y
las relaciones interpersonales en el aula.
Desde la neurobiología se aportan también datos de interés que permiten interpretar las
contribuciones que pueden hacer los estudios relacionados con la dimensión afectiva
(Caine y Caine 1991; Schumann 1999). Indican que el apoyo del lado afectivo es
esencial. Gross (1992: 139) resume la importancia del afecto para el cerebro:
Insights into the ways in which our brains function have generated tremendous
excitement in scientific and educational circles over the past decade. It is now apparent
that learning can be enlivened and strengthened by activating more of the brain’s
potential. We can accelerate and enrich our learning, by engaging the senses, emotions,
imagination.
Cognición y emoción son totalmente inseparables, el estudio conjunto de ambas
dimensiones es imprescindible para profundizar en el entendimiento de los factores que
inciden en el proceso de enseñanza y aprendizaje de una lengua extranjera. Tal como
apunta Jensen (1998: 71-72),
The affective side of learning is the critical interplay between how we feel, act, and
think. There is no separation of mind and emotions; emotions, thinking and learning are
all linked [...] our logical side says, “Set a goal”. But only our emotions get us
passionate enough even to care enough to act on that goal.
Por ello, consideraremos el papel de la afectividad en contextos educativos y los
principales factores afectivos que se vinculan a los dos participantes esenciales en
cualquier aprendizaje: la figura docente y el alumnado. Concluiremos con una reflexión
sobre el espacio interactivo en el aula.
2. LA AFECTIVIDAD EN CONTEXTOS EDUCATIVOS
La observación del filósofo y educador Plutarco en el siglo I sobre cómo la memoria no
es un recipiente que se llena sino un fuego que se enciende constituye ya una interesante
reflexión sobre lo que significa incluir la afectividad en contextos educativos. Despins
(1994: 17-18) añade a esto “se puede afirmar, por analogía, que un niño no es un
cántaro que se llena, como mejor le parece al profesor, sino un ser con múltiples
potencialidades a quien hay que ayudar a desarrollarse al máximo”.
El enfoque del constructivismo social de la psicología educativa y el enfoque
humanístico de la enseñanza de idiomas enfatizan precisamente este desarrollo global e
integral de la persona como apoyo a la instrucción lingüística; la enseñanza de idiomas
se hace más efectiva si se implica a toda la persona, es decir, si se tiene en cuenta lo
cognitivo, lo físico y lo emocional. Esta visión del proceso de adquisición de una
segunda lengua concede al aprendiente un papel activo y considera la necesidad de tener
en cuenta los aspectos no sólo lingüísticos sino también sociales y afectivos para
abordar los obstáculos que pueden presentarse en el aprendizaje de una segunda lengua.
Las implicaciones didácticas que se sugieren parten de la premisa que será más factible
estimular el deseo de participar del alumno si el docente incluye tareas que se adecuen a
las necesidades e intereses del alumnado, que tengan en cuenta los componentes y las
funciones del lenguaje y cuyos objetivos no sólo sean de naturaleza lingüística sino
también vital (Stevick 1998). Se trata de convertir el entorno educativo en un lugar al
cual el alumno quiera pertenecer (Puchta 1999), donde el desarrollo integral de los
alumnos como personas que van a conocer una lengua y cultura concretas potencie el
desarrollo de la competencia comunicativa de la lengua. Thomas y Harri-Augstein
(citados en Williams y Burden 1999: 60) lo explican en los siguientes términos:
Para que la educación sea una experiencia enriquecedora, los significados que surgen
deben hacerse personales, y tienen que ser reveladores e importantes en alguna parte de
la vida de la persona. Los significados también tienen que ser viables, es decir, deben
demostrar su utilidad y su eficacia para mediar en nuestras transacciones; transacciones
con el conocimiento almacenado, con las personas y con el mundo exterior.
Esto es sólo posible si se tienen en cuenta las necesidades y los intereses del alumnado.
Maslow (1968) lo explicó a partir de su pirámide de las necesidades según la cual las
necesidades básicas han de estar satisfechas antes de poder satisfacer las de rango
superior. En la base de la pirámide se sitúan las necesidades fisiológicas. Si se toma
como ejemplo al alumnado de secundaria, esto significa que es imprescindible tener en
cuenta su enorme energía personal y planificar actividades que incluyan movimiento
para que su aprendizaje pueda ser efectivo (Arnold 2002). En orden creciente, Maslow
cita en su pirámide a continuación de las necesidades fisiológicas, la necesidad de
seguridad y confianza, la de la intimidad personal, la de la autoestima, las necesidades
cognitivas y las estéticas. Todas ellas están presididas por la necesidad de
autorrealización.
Con formato: Interlineado: sencillo
Carl Rogers (1969), por otro lado, afirma también que es la capacidad innata de los
seres humanos de autorreflexión y la necesidad de crecimiento personal las que
promueven el aprendizaje. En el campo de la enseñanza de lenguas esto ha sido
considerado como que hay que potenciar también el desarrollo socio-emocional del
alumnado, es decir, el desarrollo de capacidades como las de saber escuchar y hablar,
las de tomar decisiones, las de fijarse metas personales, o las de saber trabajar de forma
cooperativa, por citar algunas. La visión humanística de ofrecer experiencias
significativas está basada en la enseñanza holista de la lengua y en un tratamiento
integrador de las distintas destrezas. Si aprender significa formarse como persona, no
basta con el fomento de la competencia comunicativa sino que se fundamenta en la
aceptación del alumno como un participante activo que puede hacer más efectivo su
proceso de aprendizaje si conoce sus capacidades y limitaciones personales y pone en
práctica aquellas estrategias de aprendizaje que mejor se adapten a su estilo de
aprendizaje.
Desde la perspectiva cognitiva, los estudios de lingüística aplicada han aportado
información sobre temas tan cruciales como qué contenidos enseñar y cómo
estructurarlos, o sobre cuáles son las estrategias de aprendizaje y de comunicación más
efectivas para el aprendizaje de lenguas. La consideración del componente afectivo
añade el estudio y análisis de aquellos factores individuales que inciden en la
disposición, favorable o no, del alumnado y profesorado hacia la enseñanza y el
aprendizaje de lenguas. Stevick (1980: 4) resume esta idea en la siguiente cita: “success
[in language learning] depends less on materials, techniques and linguistic analyses, and
more on what goes on inside and between the people in the classroom”. La reflexión
sobre lo que ocurre en y entre profesorado y alumnado en el aula permitirá aclarar algo
más la cuestión de qué depende el éxito en el aprendizaje de lenguas desde la
orientación afectiva.
3. EL ESPACIO DE LA FIGURA DOCENTE
El profesor es, sin lugar a dudas, un elemento clave para el buen desarrollo de un
proceso de aprendizaje. Su función como líder del grupo le otorga un poder especial.
Por ello, examinaremos sus creencias y expectativas, su papel en el aula y su discurso
docente desde la perspectiva afectiva.
3.1. Las creencias y las expectativas
La percepción que los educadores tengan de cuáles son los objetivos de su enseñanza,
de cómo se ha de aprender una segunda lengua, de cuál es su papel como enseñante, de
las capacidades de sus estudiantes influirá en lo que les propongan, en cómo lo llevarán
a término y en cómo valorarán todas sus respuestas y procesos (Williams y Burden
1999).
El revisar los primeros estadios del proceso de adquisición de la lengua materna nos
permitirá ejemplificar la importancia de las creencias. La creencia de los progenitores
de que sus hijos van a convertirse en buenos hablantes consigue que el niño progrese y
que las interacciones entre padres e hijos se conviertan en algo significativo. Los padres,
guiados por esta creencia inexplícita, actúan como facilitadores de su lengua: hacen uso
de forma intuitiva de un código simplificado que ayudan a los niños a entender y
comprender la lengua. Esta forma de habla se caracteriza por el uso de oraciones cortas,
el aumento de pausas, el empleo de vocabulario y situaciones cercanas a los pequeños y
la abundancia de gestos y de lenguaje no verbal. Todo ello acompañado por contornos
melódicos con un valor afectivo y comunicativo. Los padres repiten palabras,
enunciados y comprenden que el proceso de adquisición de una lengua toma su tiempo.
Cada actuación del niño, ya sea verbal o no verbal, recibe una sonrisa, un abrazo o un
elocuente comentario de aprobación. Es decir, se suele evitar el posible fracaso del
aprendiz teniendo en cuenta todos los elementos necesarios para que el aprendizaje se
convierta en un logro personal y se transforme así en un instrumento que eleve la
autoconfianza del que aprende.
En el contexto de la enseñanza de una lengua extranjera en el aula se plantean otros
tipos de creencias que afectan el proceso de aprendizaje. Según Cominetti y Ruiz (1997:
4-5)
las expectativas de familia, docentes y los mismos alumnos con relación a los logros en
el aprendizaje reviste especial interés porque pone al descubierto el efecto de un
conjunto de prejuicios, actitudes y conductas que pueden resultar beneficiosos ó
desventajosos en la tarea escolar y sus resultados [...] el rendimiento de los alumnos es
mejor, cuando los maestros manifiestan que el nivel de desempeño y de
comportamientos escolares del grupo es adecuado.
Pajares (1992), Richards y Lockhart (1994), Williams y Burden (1999) citan varios
tipos de creencias que predicen la actuación de la figura docente en el aula. Estas
creencias pueden ser agrupadas en distintas categorías. Un resumen de las más
representativas incluiría las siguientes:
 Las creencias sobre la lengua extranjera: su importancia y la necesidad de conocerla,
los aspectos o destrezas más difíciles de aprender y el dialecto de la misma que ha
de ser enseñado.
 Las creencias sobre el aprendizaje: cuáles son las estrategias adecuadas para
aprender una lengua, qué responsabilidades ha de asumir el alumnado para que su
aprendizaje se realice con éxito.
 Las creencias sobre el alumnado: cuáles han de ser sus conocimientos previos,
cuáles son sus responsabilidades, cómo ha de ser su comportamiento. Digno de
mención es el estudio de Meighan y Meighan (1990) que revela que el profesorado
suele describir metafóricamente a su alumnado como receptáculos, como material
en bruto, como clientes, como exploradores individuales o democráticos, como
oponentes o como socios. Cada una de las distintas visiones del alumnado
representa una actuación determinada de la figura docente.
 Las creencias sobre el papel de la figura docente: los cambios que son necesarios en
su profesión, el tipo de capacitación profesional que se precisa, su función en el
aula.
La perspectiva afectiva parte de la creencia fundamental de que “todos tenemos la
capacidad de aprender si el modelo de aprendizaje es el adecuado” (Fonseca 2002: 16),
lo que no implica que el esfuerzo para unos no sea mayor que para otros. Nace de una
concepción pluralista que reconoce la existencia de distintas formas de aprender: en
palabras de Gardner “not all people have the same interests and abilities; not all of us
learn in the same way” (1993: 10). La existencia de diferentes estilos de aprendizaje en
el aula de inglés ha sido confirmada por numerosos estudiosos de lingüística aplicada
(Ehrman 1996; Oxford 1990; Reid 1995, 1998; Skehan 1998) y es fácilmente
observable en la práctica diaria en el aula. Factores sensoriales, cognitivos, de
personalidad o sociales caracterizan y definen a la unicidad de cada alumno. Esto ha
suscitado una búsqueda de modelos de enseñanza/aprendizaje que supone a su vez la
aceptación de que no prevalece un único método válido de enseñanza (Prabhu 1990),
sino que lo que tienen que ofrecer los docentes de lengua extranjera es una variedad de
tareas que puedan adaptarse a los distintos estilos de aprendizaje, ofrecer formas
alternativas que ayuden a los alumnos en nuestras aulas a conocer sus capacidades, en
vez de verse imposibilitado por sus limitaciones. Estas formas alternativas incluyen
experiencias interactivas con las artes (pintura, música, literatura, etc.), prácticas que
reducen la ansiedad en el aula de lengua extranjera y potencian el desarrollo de la
inteligencia emocional, ejercicios que activan las imágenes mentales, técnicas de
aprendizaje cooperativo o actividades que alternan energía activa y energía pasiva, entre
otras (Fonseca 2002a).
3.2. El papel de la figura docente
Underhill (1999) distingue entre tres tipos de docentes según el papel que desempeñan
primordialmente: el de lector, el de profesor y el de facilitador. Entiende por lector al
enseñante que domina los conocimientos pero que mayoritariamente no se preocupa por
los procedimientos que aseguran el aprendizaje de su enseñanza. El profesor es aquella
figura docente conocedora del “tema [y que] está familiarizada con una serie de
métodos y procedimientos para enseñarlos” (p.143), mientras que el facilitador se define
como un enseñante que conoce “tema, métodos y procesos interiores” (p.144) que le
permiten “generar un clima psicológico propicio para un aprendizaje de alta calidad”
(p.147). Esta función de facilitador va unida a la función de mediador que ha sido
perfectamente explicada por la teoría de la mediación de Feuerstein. Esta teoría
considera que los adultos, padres o profesores, ofrecen experiencias de aprendizaje
mediado ya que preparan el contenido y seleccionan aquellos estímulos que propician
un aprendizaje óptimo. Williams y Burden (1999: 77) resumen lo que a su juicio son las
tres características fundamentales de la mediación:



Significación
El profesor tiene que conseguir que los alumnos sean conscientes de la
importancia de la tarea de aprendizaje para que puedan valorarla en un aspecto
personal y en un contexto cultural más amplio.
Finalidad más allá del aquí y del ahora
Además los alumnos deben ser conscientes de qué forma puede la experiencia
de aprendizaje tener mayor relevancia para ellos más allá del tiempo y del lugar
inmediatos.
Intención compartida
Al presentar una tarea, el profesor debe tener una intención clara que sea
entendida y correspondida por los alumnos.
De forma generalizada, el enfoque afectivo del papel de mediador, requiere además por
parte del docente planificar objetivos cognitivos, actitudinales y procedimentales,
favorecer la autonomía del alumno mediante la enseñanza de técnicas y estrategias que
lo posibiliten y la incitación a la reflexión sobre el proceso, promover la creatividad y la
iniciativa propia, trabajar en el respeto a sí mismo y a los demás, y reducir los
sentimientos negativos que inciden de forma contraproducente en el aprendizaje de un
idioma.
3.3. El discurso del docente
El profesor se sirve de su habla, caracterizada por sus frecuentes inflexiones de voz,
para organizar y controlar el proceso de enseñanza y la disposición del alumnado para el
aprendizaje. La naturaleza de este discurso influye de forma notable en la participación
del alumnado y en la asimilación del contenido. En el caso de una lengua extranjera el
discurso docente cobra además un interés especial porque a la vez que transmite,
organiza y controla, sirve como modelo lingüístico para el alumnado (Sinclair y
Coulthard 1975, Sinclair y Brazil 1982). Sin embargo, la afirmación que para aprender
una lengua hay que oírla, no se cumple siempre en la realidad del aula. El escaso uso de
la lengua inglesa como verdadero instrumento de comunicación observado en el estudio
de Fonseca (2002b)1, no parece deberse a la falta de competencia lingüística del
profesorado, sino más bien a la creencia del docente que sus alumnos no lo van a
entender y a que se dedica una buena parte de las pocas horas semanales de impartición
de la asignatura lengua extranjera a la disciplina. Muchos de estos problemas
disciplinares se derivan de la falta de motivación que sienten algunos alumnos en esta
asignatura por no ajustarse ésta a sus centros de interés y carecer de significación y
finalidad para ellos, así como a su creencia que son poco capaces de comprender y de
producir mensajes verbales en la lengua meta. Estos elementos cognitivos y afectivos
producen así un proceso circular de desencanto que afecta a profesores y alumnos.
El estudio del discurso de docentes que desempeñan el papel de mediador aporta una
reflexión sobre ciertas características verbales y no verbales presentes en este tipo de
habla que promueven una disposición favorable hacia el aprendizaje de una segunda
lengua (Arnold y Fonseca en prensa):
a. Con respecto a la interacción en el aula: el desarrollo de la competencia
comunicativa en una lengua requiere favorecer distintos agrupamientos flexibles
en el aula con el objeto de crear intercambios verbales entre docente y alumnos y
entre alumnos en grandes y pequeños grupos. El discurso conversacional del
docente mediador se caracteriza porque enfatiza la enseñanza de estrategias
comunicativas de naturaleza lingüística y de relación social, y no sólo la
enseñanza explícita de reglas gramaticales o items léxicos. Donato (2000: 34)
comenta al respecto de este estilo conversacional en el aula: “instructional
conversations capture a wider range of communicative and cognitive functions
of talk than current models of input, output, and interaction”, es decir, se da
relevancia a la creación de entornos discursos interactivos donde los alumnos se
sientan personalmente involucrados y puedan aportar libremente sus opiniones y
expresar sus sentimientos.
b. Con respecto a la evaluación: una de las funciones esenciales del profesor
consiste en la valoración de lo que ocurre en el aula. Envía constantemente
mensajes verbales y no verbales de aceptación o rechazo. Ellis (1998, 2004)
denomina esta evaluación confirmación, cuando el alumno percibe que el
docente valora positivamente su aportación, y desconfirmación cuando la ignora
o rechaza. Según Sieburg (1985: 188), este comportamiento docente hace que
los alumnos se sientan “real or unreal, accepted or rejected, valued or scorned,
understood or misunderstood, humanized or objectified”. El facilitador
considera imprescindible separar en su evaluación la acción o aportación del
alumno del enjuiciamiento de la persona del estudiante. Evita elogiar
constantemente al alumno, destaca aquello que realmente está bien hecho y
señala aquellos aspectos que necesitan ser mejorados. Knoll y Patti (2003: 42)
añaden que “…teachers also know that true praise is specific rather than general.
Instead of repeatedly saying, “Good job”, they specify precisely what was good
about the job, for example, “You identified some excellent resources for your
group to use”.
c. Con respecto al alumnado: conoce sus nombres, presta atención a lo que dicen,
establece contacto ocular durante sus clases, verifica que sus instrucciones han
sido claras, intenta establecer una conexión entre los contenidos de su materia y
las necesidades personales de sus alumnos.
4. FACTORES AFECTIVOS EN EL ESPACIO DEL ALUMNO
La consideración de los factores individuales nacida en el seno de la psicología
educativa ha dado lugar a investigaciones centradas en el alumno que han permitido
dilucidar los efectos de los contextos educativos sobre los biológicos o innatos. Bajo el
término de factores individuales se reconocen “traits that can be recognised across
people” (Ehrman and Dörnyei 1998: 35), es decir, rasgos propios que existen en todos
los estudiantes pero que pueden variar según cada persona, según el contexto y según la
tarea a la que se enfrenta. En el campo de la lingüística aplicada se incluye el estudio de
variables como la edad, el género, la aptitud, creencias, la ansiedad, la autoestima, la
motivación o los estilos de aprendizaje. Todas estas características individuales influyen
de forma notable en el proceso de adquisición de una segunda lengua y están a su vez
ligadas a las distintas culturas a las que el alumnado pueda pertenecer. Con el objeto de
reflexionar sobre el componente afectivo en la enseñanza de lenguas, analizaremos
brevemente las creencias de los alumnos, la motivación, la ansiedad, la autoestima, y los
estilos de aprendizaje.
4.1. Las creencias
Como hemos comentado ya con anterioridad, las creencias que en muchos casos son de
naturaleza inconsciente hasta que no se explicitan, guían de forma poderosa las
actuaciones de docentes y estudiantes. Ellis (1994) clasifica los estudios realizados al
respecto a las creencias del alumnado de segundas lenguas en tres categorías distintas:
creencias sobre la importancia de poseer una aptitud lingüística, creencias sobre la
naturaleza del aprendizaje de lenguas, y creencias sobre las estrategias que son más
apropiadas para hacer un buen aprendizaje. Dörnyei (2001:67) affirma que “incorrect
beliefs can become real barriers to the mastery of an L2” y recomienda que se organice
un debate a principios de cualquier curso para ayudar a los alumnos a identificar2, y
corregir si es necesario, sus creencias sobre la dificultad de la lengua que están
estudiando, el progreso realista que pueden realizar en su aprendizaje, los requisitos
para lograr un buen aprendizaje, y cómo puede optimizarse el aprendizaje de lenguas
(Dörnyei 2001: 68).
4.2. La motivación
La relevancia de la motivación en el proceso de aprendizaje de una segunda lengua es
innegable. Varias son las teorías que han intentado explicar el dificíl y complejo
concepto de motivación (Gardner 1985, Williams y Burden 1997, Schumann 1999,
Dörnyei 2001, Csizér y Dörnyei 2005). Según Crookes y Schmidt (1991: 480), un
profesor diría que un estudiante está motivado “if he or she becomes productively
engaged in learning tasks, and sustains that engagement, without the need for continual
encouragement or direction”. Por ello, una buena teoría de motivación ha de ofrecer
respuestas al porqué se intentan conseguir ciertos objetivos y no otros, a qué determina
la cantidad de esfuerzo que se decide invertir en la consecución de ese objetivo y al
porqué algunas personas en la misma situación difieren en la dirección e intensidad de
un comportamiento motivado (MacIntyre 2002: 46).
Las primeras investigaciones influyentes sobre motivación fueron llevadas a cabo en
Canadá por Gardner y Lambert (1972), quienes analizaban la motivación de franco y
angloparlantes para aprender la lengua de la otra comunidad. De ahí que su hipótesis
central estuviera basada en que el éxito en el aprendizaje de una segunda lengua
dependía fundamentalmente de las actitudes de los estudiantes hacia esa lengua y la
comunidad que la habla. Su teoría considera dos orientaciones motivacionales muy
generales: la motivación integradora, que supone que los individuos desean aprender
una lengua para integrarse en la sociedad que la habla, y la motivación instrumental que
tiene que ver con razones prácticas para aprender una lengua, tales como aprobar una
asignatura o estar mejor cualificado laboralmente. Esta división en motivación
instrumental e integradora es, sin embargo, de poca utilidad para responder, por
ejemplo, a qué hace que un alumno de secundaria se sienta motivado en un aula de
lengua extranjera.
La distinción que plantearon Deci y Ryan (1985) entre motivación extrínseca causada
por el deseo de conseguir una recompensa o evitar un castigo, y motivación intrínseca o
interés propio del alumno es un enfoque interesante desde el punto de vista del aula. La
motivación extrínseca depende normalmente de la importancia de las notas, lo que
conlleva que los alumnos se guíen por el objetivo de aprobar una asignatura, en lugar
de estudiar por el placer de adquirir conocimientos y habilidades. La motivación
intrínseca está relacionada con el uso de estrategias personales para lograr una mayor
autonomía, con la presentación de materiales que respeten los distintos estilos de
aprendizaje, con la incorporación de temas evaluados como significativos y útiles por
los alumnos y que conecte con su realidad y les permita ver la lengua como un vehículo
para un significado que desean expresar.
Desde la perspectiva neurobiológica, Schumann (1997,1999) observa que el sistema
neurobiológico humano evalúa en primer lugar cualquier estímulo según su relevancia
emocional para luego otorgarle un significado determinado. Explica a partir del modelo
de Scherer (1984) lo que motiva la evaluación de los estímulos: el que sean novedosos
pero familiar de alguna forma, el que sean atractivos, el que se adecuen a metas
propuestas o a necesidades concretas, el que el alumnado se sienta capaz de afrontarlos,
el que sean compatibles con el autoconcepto del aprendiente y el que respeten normas
sociales, culturales o expresadas por personas significativas para el alumno (Schumann
1999: 50-51).
Una de las teorías de motivación más reciente y de enorme interés es la que ofrece
Dörnyei (en prensa). Relaciona el concepto de motivación con el de adquisición de una
identidad lingüística y cultural en lo que él denomina “The L2 Motivational Self
System”. Los tres componentes básicos que componen este sistema motivacional lo
constituyen el deseo de identificación con un hablante ideal, el deseo de adquirir unas
cualidades específicas para poder responder a obligaciones o responsabilidades o evitar
resultados negativos y el agrado que se siente con respecto al entorno de la experiencia
educativa en la que se produce. Las implicaciones didácticas que sugiere este modelo
motivacional es que es necesario ayudar al alumno para que se visualice mentalmente
como el hablante competente que puede llegar a ser; para ello habrá que estimular sus
intereses concretos y habrá también que enseñarle cuáles son los procedimientos
adecuados para lograr un óptimo aprendizaje. Otras consideraciones básicas implícitas
en este modelo son la relevancia de una buena compenetración entre figura docente y
alumnado, la existencia de una atmósfera de aula relajada y de un “cohesive learner
group with appropriate group norms” Dörnyei (2001: 31).
4.3. La ansiedad
Si la motivación es el factor positivo más relevante, la ansiedad es tal vez el factor
afectivo que más dificulta el proceso de de una segunda lengua. Numerosas
investigaciones (Horwitz and Young 1991, MacIntyre and Gardner 1994, MacIntyre
2002, Sparks and Ganschow 1993, Oxford 1999, Rubio 2004) describen la ansiedad
lingüística como una situación específica de miedo asociada al esfuerzo de intentar
aprender una segunda lengua y de comunicarse en ella, pero que suele desaparecer
cuando los alumnos se sienten más seguros. Existe controversia con respecto a qué es lo
que causa la ansiedad lingüística, mientras que Sparks y Ganschow (1993) defienden
que su origen se encuentra en una deficiente competencia comunicativa, MacIntyre y
Gardner (1994) aseguran que es la ansiedad la que produce interferencia cognitiva, es
decir, un rendimiento inferior de las capacidades reales del alumno, por lo que impide
una mejor producción oral.
Horwitz, Horwitz y Cope (citados en Ellis 1994: 481) indican tres tipos de miedos en el
aula de segundas lenguas: la aprensión comunicativa, la inseguridad ante los exámenes
y el miedo de recibir una evaluación negativa. En todos estos casos puede la figura
docente mitigar estos sentimientos negativos y ayudar al alumno a superarlos3.
4.4. La autoestima
Coopersmith (1967: 4-5) define el concepto de autoestima como: “the evaluation which
the individual makes and customarily maintains with regard to himself... In short, self-esteem is
a personal judgment of worthiness that is expressed in the attitudes that the individual holds
towards himself and others”.
Las creencias y actitudes que se poseen sobre las capacidades propias contribuyen a
crear la autoestima. La imagen que cada persona tiene de sí misma procede de varias
fuentes:

de lo competente que ella misma se sienta: por ejemplo, la autoeficacia
(Bandura 1997) es un pensamiento auto referente sobre las capacidades
de uno mismo; la opinión que una persona tiene sobre su eficacia
personal influye de forma significativa en su comportamiento y en sus
logros. Evidentemente, si una persona se cree ineficaz, tendrá un
rendimiento bajo, independientemente de sus capacidades reales.

de cómo la evalúan los demás: la autoestima está determinada por el tipo
de interacciones que se producen especialmente con padres, profesores y
compañeros o amigos.

de su propia experiencia de ser capaz de solventar situaciones: las
experiencias negativas anteriores condicionan la predisposición a
arriesgarse y volver a enfrentarse a la misma situación. Según Chastain
(1988: 167), “experiences that have positive results tend to be repeated
and those with negative outcomes avoided. Those that are associated
with success are approached with confidence and those associated with
failure or displeasure are approached with reluctance and distaste.

de su capacidad de influir en los demás: en el caso, por ejemplo, de los
adolescentes, Goleman (1995) constata que la “autoestima social”, es
decir, la certeza de que se pueden hacer amistades y mantenerlas es uno
de los precisamente uno de los desafíos de la adolescencia.
La autoestima del alumno es especialmente vulnerable durante el proceso de
aprendizaje de una segunda lengua porque ha de intentar comunicar ideas maduras en
un vehículo de expresión que no lo es. Según (Arnold y Brown 1999: 21-2), los
alumnos
fear that their words in the target language do not reflect their ideas adequately,
perhaps making them appear ridiculous or infantile. Not controlling the language
properly, they lose a source of narcissistic gratification which they might
otherwise receive when using their own language.
El aprender a expresarnos en otro código lingüístico implica correr riesgos; y si el
ambiente en el aula no proporciona el apoyo necesario, el alumno se sentirá inhibido, lo
que dificultará el proceso de aprendizaje de la lengua meta.
4.5. Los estilos de aprendizaje
Uno de los campos de investigación de más desarrollo en los últimos años ha sido el de
estilos de aprendizaje (Chapelle 1995; Ehrman 1996; Ehrman y Oxford 1990; Oxford
1990; Oxford y Ehrman 1993; Oxford, Ehrman y Lavine 199l; Reid 1995, 1998).
Reid(1999: 300) comenta cómo este aspecto de la diversidad entre alumnos ha sido el
punto de arranque de sus estudios:
My own classroom research in learning styles began when I recognized the
diversity of learning approaches in my ESL classes...Much learning style
research has demonstrated that there are substantial individual differences
among students’ preferred styles and their selected uses of learning strategies.
Los estudios de estilos de aprendizaje aplicados a la adquisición de segundas lenguas
constituyen un campo de investigación que ofrece una gran variedad de tipologías. Reid
(1995, 1998) define los estilos de aprendizaje (ver figura 1) como “características
personales, a menudo no percibidas o usadas conscientemente, que son la base para la
absorción y comprensión de información nueva” (1995: p. IX) y recoge en su antología
una serie de cuestionarios comprobados empíricamente por sus autores para que los
alumnos identifiquen sus estilos.
Estilos sensoriales
Visual
Auditivo
Cinestésico/corporal
Estilos cognitivos
Independiente de campo, factual
Dependiente del campo, relacional
Analítico
Global
Planificador
Corrector
Secuencial
Espontáneo, cambiante
Sistemático
Intuitivo
Convergente
Divergente
Dominio del hemisferio izquierdo
Dominio del hemisferio derecho
Estilos afectivos o de personalidad
Reflexivo
Impulsivo
Prudente, disciplinado
Lanzado, creativo
Cumplidor de la tarea
Va más allá de lo demandado por la tarea
ansioso
Relajado
menos tolerante
más tolerante
introvertido
extrovertido
rígido
flexible
Estilos sociales
Individual (propio plan de trabajo)
Trabajo en grupo (plan de trabajo externo)
Independiente(motivado
intrínsecamente)
Dependiente (motivados extrínsecamente)
Figura 1. Clasificación de estilos de aprendizaje que se relacionan con el aprendizaje de una L2.
(Fonseca 2001:
)
Otro avance, dentro del campo de estudio de los estilos de aprendizaje ha sido aportado
por H. Gardner y su Teoría de las Inteligencias Múltiples (1983). Gardner y su equipo
de investigación desarrollaron el proyecto Zero en la Universidad de Harvard, cuyo
objetivo esencial fue el de analizar la cognición humana. Sin agotar las posibles
categorías, ha descrito los siguientes nueve tipos de inteligencias: lingüística-verbal,
música, lógica-matemática, visual-espacial, corporal-cinestésica, interpersonal,
intrapersonal, naturalista y existencial (Gardner 1999). Arnold y Fonseca (2004) señalan
que las distintas inteligencias reflejan un panorama plural de las diferencias individuales
de cada alumno y que además son como “personal tools each individual possesses to
make sense out of new information and to store it in such a way that it can be easily
retrieved when needed for use. The different intelligences are of neutral value; none of
them is considered superior to the others” (120). La teoría de las inteligencias múltiples
aplicada a la enseñanza de lenguas constituye un marco teórico que facilita la labor del
docente a la hora de planificar clases llenas de actividades atractivas. Evidentemente, la
figura docente difícilmente puede diseñar actividades para cada una de las posibles
configuraciones de estilos de aprendizaje en un aula; sin embargo, puede llegar a ser
sensible al hecho de que es importante reconocer que existan diferencias de estilos.
Ehrman (1996: 129) afirma que a veces es suficiente que los alumnos sepan que el
profesor reconoce sus necesidades individuales y considera que uno puede
gradually build in an increased array of options for classroom work and homework
assignments. Guidance to students in structuring their own homework along lines that
begin in their comfort zones and gradually stretch them out of the comfort zones is
generally well received.
Monereo et al. (1998) subrayan la percepción de la eficacia de uno mismo como un
factor personal que interviene en la enseñanza-aprendizaje de estrategias en el aula. En
este sentido, el análisis de los estilos de aprendizaje en el aula se puede convertir en una
vía de conocimiento de las propias capacidades intelectuales, físicas y sociales de los
estudiantes. Por otro lado, la autoestima o la evaluación que una persona hace de sí
misma cuantificando su valía personal se ve modificada ante la comprensión del hecho
que los distintos comportamientos de las personas en situaciones de aprendizaje son
“explicables por sus diferentes necesidades acerca del modo por el que se exponen al
aprendizaje y aprehenden el conocimiento” (Alonso et al. 1997: 68).
5. EL ESPACIO INTERACTIVO EN EL AULA
Un análisis del componente afectivo en el proceso enseñanza/aprendizaje de lenguas no
puede concluir sin volver a retomar la idea de Stevick sobre la relevancia de lo que
ocurre en y entre las personas, sin una breve mención al espacio interactivo en el aula
La dimensión relacional entre profesorado y alumnado y entre los estudiantes de un
mismo grupo es a menudo olvidada en la práctica, aunque tal como lo explican Ehrman
y Dörnyei (1998: 2):
the learning process often is considerably hindered by a lack of understanding of how
dysfunctional classroom interactions between teachers and students and among the
students can divert energy and attention away from the learning task. On the other hand,
any cognitive and affective learning can be substantially enhanced by adroit use of
interpersonal and group dynamics.
Dörnyei y Murphy (2003) analizan los comportamientos prototípicos que se producen
entre las personas que se sienten como un grupo y señalan que interactúan con más
frecuencia, tienen una percepción de unidad, persiguen objetivos comunes y obedecen a
unas normas grupales preestablecidas. El aprendizaje de una lengua se hace más
efectivo si se aplican técnicas de dinámica de grupo que promueven tareas de
interacción basadas en el conocimiento personal entre los miembros del grupo, en
distintos agrupamientos de los alumnos para fines distintos y en tareas que requieran
cooperación entre ellos.
6. CONCLUSIÓN
La inclusión de la afectividad en contextos educativos se ocupa fundamentalmente de la
búsqueda de fórmulas de enseñanza que aviven el interés del alumnado, se basa en el
entendimiento de la diversidad, del reconocimiento de la existencia de rasgos
diferenciales del alumnado, y estudia los procesos que permiten crear un ambiente de
aula que motive un aprendizaje más efectivo.
Un primer paso para crear un ambiente de aula efectivo lo constituye el conocer el
contexto en el que se va a dar la enseñanza de la lengua, es decir, las necesidades y
motivaciones del alumnado. El Consejo de Europa (2001: xii) en su marco de referencia
para la enseñanza de lenguas apunta las siguientes preguntas para que el docente haga
análisis inicial de intereses y necesidades:




¿Para qué quieren aprender esa lengua?
¿Qué necesitan aprender para lograr su meta?
¿Qué les hace querer aprender?
¿Cuáles son sus características personales? (Edad, sexo, contexto social y educativo,
etc.)[…]
Un segundo paso lo constituye la reflexión sobre cómo los factores individuales
determinan en buena parte el grado de éxito de un estudiante de lengua; entre ellos, las
expectativas y las creencias de profesores y alumnos desempeñan un papel crucial. La
figura docente puede ayudar a que las creencias de los alumnos sean más realistas.
Puede, por ejemplo, facilitar la autoeficacia del alumno con respecto a la comunicación
en la lengua meta si ofrece tareas que se adecuen a los distintos tipos de estilos de
aprendizaje para que cada estudiante tenga en algún momento la oportunidad de
comunicar en la lengua con éxito, o reducir la ansiedad lingüística si oferta tareas de
cooperación que requieran relaciones interpersonales, que no creen inhibiciones sino
que sean de apoyo y de aceptación como lo es la táctica de hacer una pregunta y otorgar
un minuto para que los alumnos puedan comentar las posibles respuestas con sus
compañeros. La inclusión de aspectos afectivos en la enseñanza de lenguas no significa
en ningún momento dar refuerzos positivos si éstos no son merecidos, sino encontrar
tácticas para que el alumno se marque sus objetivos personales y elija estrategias
apropiadas para su consecución.
Las emociones juegan un papel significativo en el aprendizaje de segundas lenguas
porque en este proceso son relevantes los contextos sociales, personales y relacionales
de las personas involucradas en el proceso de enseñanza-aprendizaje. El componente
afectivo supone actualmente un reto innovador que abre nuevos horizontes para futuras
investigaciones que ofrezcan entendimiento y soluciones a problemas actuales que
competen el aprendizaje y la enseñanza de lenguas.
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Williams, M. y R. Burden. 1999. Psicología para profesores de idiomas. Cambridge:
Cambridge University Press.
Con formato: Interlineado: sencillo
1
El 37,5% de la muestra se comunica con los alumnos primordialmente en español. El input oral suele
proceder de algunas canciones que se usan de forma esporádica. El 56,25% usa de forma indistinta el
español y el inglés. Los alumnos hablan en inglés cuando leen en voz alta algún texto de lectura o los
resultados de sus ejercicios para ser éstos corregidos. El profesor se dirige a ellos en inglés cuando hace
de modelo lingüístico, dicta algún texto y, en algunos casos, cuando da instrucciones aunque después las
repite en español. Sólo un 6,25% de los profesores observados usan fundamentalmente el inglés como
medio de comunicación en el aula.
2
El cuestionario de Horwitz (en Dörnyei 2001, p. 68-70), “Beliefs about language learning inventory”, es
un instrumento útil para identificar las creencias de los estudiantes.
3
Oxford (1999: 67) ofrece una serie de recomendaciones efectivas de cómo reducir la ansiedad en el aula
de idiomas.
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